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Le Démolisseur pintado por Paul Signac en 1897. Además de ser una obra
estéticamente vanguardista (técnica del puntillismo), la elección consciente de un
protagonista anónimo y su tratamiento visual heroico conducen a su lectura
alegórica: las masas derriban el orden antiguo antes de construir el nuevo.
We Can Do It! (en inglés: ¡Podemos hacerlo!), fue un cartel de propaganda de 1942
(durante la Segunda Guerra Mundial) que estimula el esfuerzo bélico mediante el
trabajo de la mujer, un paso decisivo en su emancipación.
En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y
político),3 puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las
fuerzas rectoras de la modernidad o más bien significa el periodo en que triunfan y
alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas económicas y sociales que
durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía;
y las entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado.
La desaparición del bloque comunista ha dado paso al mundo actual del siglo XXI, en
que las fuerzas rectoras tradicionales presencian el doble desafío que suponen
tanto la tendencia a la globalización como el surgimiento o resurgimiento de todo
tipo de identidades,8 personales o individuales,9 colectivas o grupales,10 muchas
veces competitivas entre sí (religiosas, sexuales, de edad, nacionales, culturales,
étnicas, estéticas,11 educativas, deportivas, o generadas por una actitud
-pacifismo, ecologismo, altermundialismo- o por cualquier tipo de condición,
incluso las problemáticas -minusvalías, disfunciones, pautas de consumo-).
Particularmente, el consumo define de una forma tan importante la imagen que de sí
mismos se hacen individuos y grupos que el término sociedad de consumo ha pasado a
ser sinónimo de sociedad contemporánea.12
Índice
1 Modernidad: ruptura y continuidad
2 La "Era de la Revolución" (1776-1848)
2.1 Revolución industrial
2.1.1 Motivos por el cual la Revolución industrial surgió en Inglaterra
2.1.2 La máquina de vapor, el carbón, el algodón y el hierro
2.1.3 Oposición a los cambios
2.1.4 Revolución demográfica
2.2 Revoluciones liberales
2.2.1 Contexto social, político e ideológico
2.2.2 Independencia de los Estados Unidos
2.2.3 Revolución francesa e Imperio napoleónico
2.2.3.1 Modelo de proceso revolucionario
2.2.3.2 Napoleón Bonaparte
2.2.4 Movimiento independentista en América Latina
2.2.4.1 Rebelión de esclavos en Haití
2.2.4.2 Brasil: de colonia a Imperio independiente
2.2.4.3 Independencia hispanoamericana
2.2.5 Otros movimientos y ciclos revolucionarios
2.2.5.1 Revolución de 1820
2.2.5.2 Revolución de 1830
2.2.5.3 Revolución de 1848. La "primavera de los pueblos" y el nacionalismo
2.2.5.4 Revoluciones fuera de Europa
2.3 Reacción contra la Ilustración: el Romanticismo
2.4 Equilibrio europeo
2.4.1 Guerras revolucionarias y guerras napoleónicas
2.4.2 Congreso de Viena
2.4.3 Espléndido aislamiento, Santa Alianza y Sistema Metternich
2.5 Apertura de espacios continentales "vírgenes"
2.5.1 Expansión de los Estados Unidos
2.5.2 Formación y expansión de los estados latinoamericanos
2.5.3 Expansión de Rusia
2.6 La "era victoriana" británica
3 La "Era del Capital" y la "Era del Imperio" (1848-1914)
3.1 Cuestión de Oriente, levantamientos nacionalistas y Sistema Bismarck
3.1.1 Unificaciones de Alemania e Italia
3.2 El reparto colonial
3.3 Positivismo y "eterno progreso"
3.4 El asentamiento de la revolución liberal
3.4.1 Capitalismo industrial y financiero. Segunda revolución industrial
3.4.2 La cuestión social y el movimiento obrero
3.4.2.1 Socialismo y anarquismo
3.4.2.2 Cuestión social y leyes sociales
3.4.3 La sociedad de masas
3.4.4 Moral victoriana, tradiciones inventadas y comunidades imaginadas
3.4.5 Abolición de la esclavitud
3.4.5.1 Guerra civil de los Estados Unidos
3.4.5.2 La abolición en otros países
3.4.6 La emancipación de la mujer
3.4.7 Descristianización y renovación del cristianismo
3.5 La paz armada y la Belle Époque
4 La "crisis de los treinta años" (1914-1945)
4.1 La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias
4.1.1 Tratado de Versalles y fracaso de la Sociedad de Naciones
4.1.2 Surgimiento de los totalitarismos
4.1.2.1 Revolución rusa
4.1.2.2 Fascismo
4.1.2.2.1 Surgimiento del fascismo en Italia
4.1.2.2.2 Alemania y el nazismo
4.1.2.2.3 De la Segunda República Española al franquismo
4.1.3 Crisis de 1929 y Estado del bienestar
4.1.4 Empequeñecimiento de Europa y protagonismo de nuevos continentes
4.1.4.1 Kemalismo en Turquía
4.1.4.2 De la restauración Meiji al militarismo japonés
4.1.4.3 Revolución china
4.1.4.4 Violencia y no-violencia en India
4.1.4.5 El mundo anglosajón no europeo
4.1.4.6 América Latina en el mundo
4.1.4.6.1 Revolución mexicana
4.2 Segunda Guerra Mundial
4.3 Revoluciones científicas y estéticas
4.3.1 Revolución relativista
4.3.2 Vanguardias artísticas y literarias
5 La "historia inmediata" del "mundo actual": hacia la globalización
5.1 El mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial (1945-1973)
5.1.1 Las superpotencias y el equilibrio del terror: la Guerra Fría
5.1.1.1 Telón de acero, macarthismo y espionaje
5.1.1.2 Carrera espacial y carrera de armamentos
5.1.1.3 Socialismo realmente existente, Plan Marshall y "milagro" europeo
5.1.2 Mercado Común y Unión Europea
5.1.3 Las nuevas organizaciones internacionales
5.1.4 Descolonización
5.1.5 Tercermundismo
5.1.6 Populismo latinoamericano y revolución cubana
5.1.7 Medio Oriente y el petróleo
5.1.8 Contracultura y contestación juvenil. Nuevos movimientos sociales. Las
protestas de 1968
5.1.9 Aggiornamento de la Iglesia católica
5.2 El fin de la Guerra Fría (1973-1989)
5.2.1 Crisis de 1973 y tercera revolución industrial
5.2.2 Caída de las dictaduras mediterráneas europeas y golpes de estado en el Cono
Sur
5.2.3 Estados Unidos tras el Watergate
5.2.4 Reacción conservadora católica
5.2.5 Revolución islámica
5.2.6 Glasnost y Perestroika
5.2.6.1 Revoluciones de 1989
5.2.6.2 Disolución de la Unión Soviética
5.3 ¿"Fin de la Historia" o "Choque de civilizaciones"? (1989-actualidad)
5.3.1 Nuevo orden posterior a la caída del muro de Berlín
5.3.1.1 Reunificación alemana
5.3.1.2 Guerras yugoslavas
5.3.1.3 Las antiguas repúblicas soviéticas
5.3.1.4 El despertar de China
5.3.1.5 Expansión y "decadencia" de Europa
5.3.1.6 El "poder blando" de Estados Unidos
5.3.1.7 Democratización de América Latina
5.3.2 Globalización y antiglobalización
5.3.3 El mundo posterior al 11-S
6 Cronología
7 Véase también
8 Referencias
9 Bibliografía
10 Enlaces externos
10.1 Departamentos universitarios de historia contemporánea
10.2 Recursos educativos sobre historia contemporánea
Modernidad: ruptura y continuidad
Sin embargo, fue la evidencia del triunfo de las fuerzas de la modernidad lo que
hizo que precisamente en la Edad Contemporánea se desarrollara un discurso paralelo
de crítica a la modernidad, que en su vertiente más radical desembocó en el
nihilismo. Es posible seguir el hilo de esta crítica a la modernidad en el
romanticismo y su búsqueda de las raíces históricas de los pueblos; en la filosofía
de Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche y posteriores movimientos
(irracionalismo, vitalismo, existencialismo, Escuela de Frankfurt);14 en los rasgos
más experimentales del arte contemporáneo y la literatura contemporánea que, no
obstante, reivindican para sí la condición de literatura o arte moderno
(expresionismo, surrealismo, teatro del absurdo); en concepciones teóricas como la
postmodernidad; y en la violenta resistencia que, tanto desde el movimiento obrero
como desde posturas radicalmente conservadoras, se opuso a la gran transformación15
de economía y sociedad. Superar el ideal ilustrado de progreso y confianza
optimista en las capacidades del ser humano, implicaba una noción progresista y de
confianza en la capacidad del ser humano que efectúa esa crítica, por lo que esas
"superaciones de la modernidad" fueron de hecho nuevas variantes del discurso
moderno.16
Revolución industrial
Artículo principal: Revolución Industrial
Como factores técnicos, era uno de los países con mayor disponibilidad de las
materias primas esenciales, sobre todo el carbón, mineral indispensable para
alimentar la máquina de vapor que fue el gran motor de la Revolución industrial
temprana, así como los altos hornos de la siderurgia, sector principal desde
mediados del siglo XIX. Su ventaja frente a la madera, el combustible tradicional,
no es tanto su poder calorífico como la mera posibilidad en la continuidad de
suministro (la madera, a pesar de ser fuente renovable, está limitada por la
deforestación; mientras que el carbón, combustible fósil y por tanto no renovable,
solo lo está por el agotamiento de las reservas, cuya extensión se amplía con el
precio y las posibilidades técnicas de extracción).
Como factor geoestratégico, durante el siglo XVIII Inglaterra (que tras las firmas
del Acta de Unión con Escocia en 1707 y del Acta de Unión con Irlanda en 1800,
después de la derrota de la rebelión irlandesa de 1798, consiguieron la unión con
Escocia e Irlanda, formando el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda) construyó una
flota naval que la convirtió (desde el tratado de Utrecht, 1714, y de forma
indiscutible desde la batalla de Trafalgar, 1805) en una verdadera talasocracia
dueña de los mares y de un extensísimo imperio colonial. A pesar de la pérdida de
las Trece Colonias, emancipadas en la Guerra de Independencia de Estados Unidos
(1776-1781), controlaba, entre otros, los territorios del subcontinente indio,
fuente importante de materias primas para su industria, destacadamente el algodón
que alimentaba la industria textil, así como mercado cautivo para los productos de
la metrópolis. La canción patriótica Rule Britannia (1740) explícitamente indicaba:
rule the waves (gobierna las olas).
The Iron Bridge - el puente de Hierro - se convirtió en una de las estructuras más
importantes de la Revolución industrial al mostrar el uso que se le podía dar al
hierro.
Revolución demográfica
Otras predicciones, las de Thomas Malthus (Ensayo sobre el principio de la
población, 1798), advertían de forma pesimista de la imposibilidad de mantener el
inusitado crecimiento de población que estaba experimentando Inglaterra, la primera
en sufrir las transformaciones propias de la transición del antiguo al nuevo
régimen demográfico. A medida que se industrializaban, otras naciones se
incorporaron al mismo proceso, que implicaba la disminución de la mortalidad (se
habían mitigado sustancialmente dos de las principales causas de la mortalidad
catastrófica -hambrunas y epidemias-) mientras se mantenían altas las tasas de
natalidad (ni se disponía de métodos anticonceptivos eficaces ni se habían generado
las transformaciones sociales que en el futuro harían deseable a las familias una
disminución del número de hijos).
Uno de los efectos de todos estos cambios, así como una válvula de escape de la
presión social, fue el incremento de la emigración, la llamada explosión blanca
(por ser la fase de la revolución demográfica protagonizada por Europa y otras
zonas de población predominantemente europea). Campesinos arruinados y obreros sin
nada que perder, se veían incentivados a abandonar Europa y tentar suerte en las
colonias de poblamiento (Canadá o Australia para los ingleses, Argelia para los
franceses) o en las naciones independientes receptoras de inmigrantes (como Estados
Unidos o Argentina); también miembros de las clases altas se incorporaban como
élite dirigente en colonias de explotación (como la India, el sudeste asiático o el
África subsahariana). Explícitamente los defensores del imperialismo británico,
como Cecil Rhodes, veían en la inmigración a las colonias la solución a los
problemas sociales y una forma de evitar la lucha de clases. De una forma similar
lo interpretaron los teóricos marxistas, como Lenin y Hobson.20 Una de las mayores
emigraciones nacionales se produjo después de la gran hambruna irlandesa de 1845-
1849, que despobló la isla, tanto por la mortalidad como por el masivo trasvase de
población, que convirtió ciudades enteras de la costa este de Estados Unidos en
ghettos irlandeses (donde sufrían la discriminación de los dominantes WASP, cuyas
siglas significan blancos anglosajones protestantes en español). Otras oleadas
posteriores fueron protagonizados por inmigrantes nórdicos, alemanes, italianos y
de Europa Oriental (sobre todo las salidas masivas, a finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, de los judíos sometidos a los pogromos).
Revoluciones liberales
Artículos principales: Revolución liberal, Revoluciones burguesas y Revoluciones
atlánticas.
Contexto social, político e ideológico
Véanse también: Antiguo Régimen, Ilustración y Despotismo ilustrado.
Estos derechos son "derechos naturales", se conciben como anteriores a la ley del
Estado por oposición a los "derechos positivos" consagrados por los distintos
ordenamientos jurídicos. Los "derechos del hombre" son recogidos en una
Constitución ("derechos constitucionales") pero no creados por ella. Las
constituciones o las declaraciones de derechos explícitamente declaran que tales
derechos pertenecen al hombre con carácter universal, y no en virtud de ningún
hecho propio o ajeno, o por una condición particular (nacionalidad, lugar o familia
de nacimiento, religión, etc.).22
Durante los primeros años hubo dudas entre los padres fundadores sobre si las Trece
Colonias seguirían cada una su camino como otras tantas naciones independientes, o
si formarían una única nación. En un nuevo congreso celebrado otra vez en
Filadelfia (1787), acordaron finalmente una solución intermedia, conformando un
estado federal con una compleja repartición de funciones entre la Federación y los
estados miembros, bajo el mandato de una única carta fundamental: la Constitución
de 1787. La Federación, denominada Estados Unidos de América, se inspiró para su
creación y para la redacción de su carta magna (sobre todo de las numerosas
enmiendas que hubo que añadir progresivamente a los siete artículos iniciales) en
los principios fundamentales promovidos por la Ilustración, además de en la
práctica política del autogobierno local experimentado durante más de un siglo, e
incluso en el ejemplo de un peculiar sistema político indígena americano (la
Confederación Iroquesa).26 El sistema político se basó en un fuerte individualismo
y en el respeto a los derechos humanos (aunque en su cultura política se expresaron
como derechos civiles), entre los que destacaban las mayores garantías nunca
existentes en ningún ordenamiento jurídico anterior a la neutralidad del estado en
cuestiones propias de la vida privada y al respeto a las libertades públicas
(conciencia, expresión, prensa, reunión y participación política, posesión de
armas) y concretamente a la propiedad privada como vehículo para la búsqueda de la
felicidad (Life, liberty and the pursuit of happiness).27 La construcción de la
democracia, en muchas de sus implicaciones, como el sufragio universal, no fue de
rápida consecución, especialmente en cuanto a los problemas de la esclavitud, que
diferenciaba a los estados del norte y el sur; y la relación con las naciones
indígenas, por cuyos territorios se expandieron. Las nociones de república e
independencia pasaron a ser dos referentes simbólicos de la nueva nación, y durante
mucho tiempo, características casi exclusivas frente al resto del mundo.
El británico Thomas Paine tuvo una trayectoria vital ligada a las revoluciones
americana y francesa. Expulsado de Inglaterra, también tuvo problemas con el
régimen terrorista de Robespierre, y acabó su vida en suelo norteamericano. Fue
autor de tres importantes libros: el liberal Common Sense (El sentido común) donde
defiende la independencia de Estados Unidos, el polemista The Rights of Man (Los
derechos del hombre) respondiendo al ataque a los excesos revolucionarios de
Francia de Edmund Burke (quien, por el contrario, había defendido la americana,
aunque con argumentos más conservadores que los radicales de Paine); y el
anticlerical y volteriano The Age of Reason (La edad de la razón).
Para Hannah Arendt, mientras que la Independencia de los Estados Unidos sería un
modelo de revolución política, y de ahí su continuidad, la Revolución francesa
sería un modelo de revolución social, y de ahí su fracaso, como el de las
revoluciones que siguen su modelo (especialmente la rusa); pues (como planteaba ya
Alexis de Tocqueville) los logros políticos de la libertad y la democracia
solamente se consolidan cuando son el resultado de procesos sociales y económicos
anteriores, y no cuando se plantean como requisitos previos para conseguir estos.31
Napoleón Bonaparte
Artículo principal: Napoleón Bonaparte
En ese contexto se inició la carrera de Napoleón Bonaparte, un militar proveniente
de una familia de provincias que nunca hubiera conseguido ascender en el ejército
de la monarquía, y que se convirtió en un héroe popular por sus campañas en
Italia33 y en Egipto y Siria. En 1799 se sumó al golpe de estado del 18 de brumario
(nombrado por la fecha en que se llevó a cabo el golpe según el calendario
republicano francés) que derribó al Directorio e instauró el Consulado, del que fue
nombrado primer cónsul para, en 1804, proclamarse Emperador de los franceses (no de
Francia, en una sutil diferenciación con el régimen monárquico que pretendía
mantener los ideales republicanos y de la revolución). En sus años en el poder
(hasta 1814, y luego el breve periodo de los cien días de 1815), Napoleón consiguió
dejar un extenso legado. Consciente de que no podía retomar el Derecho del Antiguo
Régimen, pero sumergido en el marasmo de la atropellada y caótica legislación
revolucionaria, dio la orden de compendiar todo ese legado jurídico en cuerpos
legales manejables. Nació así el Código Civil de Francia o Código Napoleónico,
inspiración para todos los demás estados liberales, y que contribuyó a propagar la
Revolución en cuanto superestructura jurídica que expresaba la sociedad burguesa-
capitalista. Le siguieron después un Código de Comercio, un Código Penal y un
Código de Instrucción Criminal, este último antecedente del derecho procesal
moderno. Emprendió una serie de reformas administrativas y tributarias, que
eliminaron privilegios y fueros territoriales a favor de una nación unitaria y
centralizada, que concebía como un Estado de Derecho (en sus propias palabras: el
hombre más poderoso de Francia es el juez de instrucción). Para sustituir a la
antigua nobleza creó la Legión de Honor, la más alta distinción del Estado, que
reconocía no el privilegio de cuna o la riqueza, sino el mérito personal. Su
círculo de confianza, compuesto por parientes como sus hermanos José o Jerónimo, y
generales como Joaquín Murat o Carlos XIV Juan de Berbadotte, terminaron ocupando
tronos europeos. Frente a la descristianización emprendida en El Terror, aprovechó
la sumisión del papado para la firma de un Concordato que ponía el clero bajo
control estatal, pero garantizaba la continuidad del catolicismo como religión de
Francia, pretendiendo simbolizar con ello la reconciliación de los franceses.34 El
régimen político, jurídico e institucional napoleónico, reconducción en un sentido
autoritario de los ideales revolucionarios de 1789, se transformó en modelo para
muchos otros por todo el mundo.
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, 26 de agosto de 1789. Con
una voluntad universalista e ilustrada, supuso una invitación a la extensión de las
ideas revolucionarias a las demás naciones.
Independencia hispanoamericana
Artículo principal: Guerras de Independencia Hispanoamericanas
Revolución de 1820
La Revolución de 1820 o ciclo mediterráneo se inició en España (la sublevación o
pronunciamiento de Rafael de Riego frente al cuerpo expedicionario que iba a
embarcarse para América, 1 de enero de 1820) y se extendió, por un lado a Portugal,
que en las llamadas Guerras Liberales -revolución de Oporto-, el 24 de agosto de
1820 se obliga al gobierno portugués a regresar de Brasil en una guerra civil en la
que, al contrario que en el caso de la independencia hispanoamericana, fue en la
metrópoli donde los elementos más liberales controlaron la situación en perjuicio
de la rama más tradicionalista de la dinastía; y por otro a Italia donde sociedades
secretas, como los carbonarios, inician levantamientos nacionalistas contra las
monarquías austríaca en el norte y borbónica en el sur, proponiendo la española
Constitución de Cádiz como texto aplicable para sí mismos. De un modo menos
vinculado, también se sitúa cronológicamente próxima la sublevación de los griegos
iniciada en 1821, que se emanciparon del Imperio otomano en 1829 con el decisivo
apoyo de las potencias europeas (principalmente Francia, Inglaterra y Rusia),
proclamando el Estado Griego. Significativamente fueron las mismas potencias (con
la excepción de Inglaterra y la adición de Austria y Prusia) quienes protagonizaron
activamente la contrarrevolución para sofocar conjuntamente, mediante la Santa
Alianza los brotes revolucionarios que podían amenazar la continuidad de las
monarquías absolutas, y lo siguieron haciendo hasta 1848.
Revolución de 1830
La revolución de 1830, iniciada con las tres gloriosas jornadas de París en que las
barricadas llevan al trono a Luis Felipe de Orleans, se extiende por el continente
europeo con la independencia de Bélgica y movimientos de menor éxito en Alemania,
Italia y Polonia. En Inglaterra, en cambio, el inicio del movimiento cartista opta
por la estrategia reformista, que con sucesivas ampliaciones de la base electoral
consiguió aumentar lentamente la representatividad del sistema político, aunque el
sufragio universal masculino no se logró hasta el siglo XX. El doctrinarismo fue la
ideología que exprese esa moderación del liberalismo.
A partir de este momento clave, localizado a mediados del siglo XIX y que Eric
Hobsbawm denomina la era del capital, las fuerzas históricas cambian de tendencia:
la burguesía pasa de revolucionaria a conservadora y el movimiento obrero comienza
a organizarse; aunque sin duda los más capaces de movilizar a las poblaciones serán
los movimientos nacionalistas.
Equilibrio europeo
El equilibrio europeo buscado desde el Tratado de Westfalia (1648) hasta el Tratado
de Utrecht (1714) caracterizó las relaciones internacionales del siglo XVIII;
superada la época de las hegemonías española (1521-1648) y francesa (1648-1714).
Mientras Inglaterra consolidaba su supremacía naval (que la permitió adquirir una
red de enclaves estratégicos en islas y puertos seguros en todos los océanos,
además de su gradual penetración territorial en la India), en el continente
europeo, del que prefería orgullosamente desentenderse cuando le era posible,
procuraba mantener el equilibrio entre los posibles bloques de potencias que
amenazaran con imponerse sobre los demás. El más obvio, formado por España, Francia
y los reinos italianos de la casa de Borbón (vinculados por los Pactos de Familia),
no siempre fue efectivo. En Europa Central, la rivalidad entre Austria y Prusia las
neutralizó mutuamente; mientras que el ascenso del Imperio ruso benefició a ambas
en los denominados repartos de Polonia. El Imperio otomano, tras el fracaso del
segundo sitio de Viena (1683), dejó de ser una amenaza para Europa Central y a lo
largo del siglo XVIII pasó a convertirse en una potencia declinante (el hombre
enfermo de Europa), que perdía paulatinamente el control efectivo sobre sus
provincias periféricas.
1812, la Europa del bloqueo continental, máxima expansión del Imperio napoleónico.
En otros contextos, sobre zonas muy pobladas cuya civilización no podía ignorarse,
la presión del Imperio austrohúngaro y de Rusia sobre los Balcanes otomanos y el
inicio de la colonización francesa de Argelia (1830) respondía a la misma lógica.
La penetración británica en la India venía ya del siglo XVIII.
Construcción del Canal de Panamá (1907). La Zona del Canal de Panamá, donde se
encontraba el canal homónimo, permaneció bajo control estadounidense desde el
comienzo de su construcción, en 1903, hasta 1977, siendo entregado a Panamá en
1999.
La fortaleza de la independencia estadounidense se apoyó firmemente en su
inmensidad territorial. Debido a las grandes tensiones que hubo por el bloqueo
naval que los británicos emprendieron para evitar que los estadounidenses puedan
comerciar con Francia y a las pretensiones estadounidenses de anexar Canadá condujo
a la guerra de 1812, del que la capital Washington D. C. fue incendiada en 1814, y
del que tras la firma del Tratado de Gante (1814) y la tardía batalla de Nueva
Orleans (1815) condujo a la Era del Good Feeling (1815-1825) que estableció la
unidad nacional. Estados Unidos habían incorporado las colonias francesa de
Luisiana (Compra de Luisiana, 1803) y la española de Florida (Tratado de Adams-
Onís, 1819), adquiriendo una fachada marítima hacia el sur. No obstante, su
principal ampliación territorial, mediante conflictos contra México (siendo la
última la Guerra mexicano-americana), fueron los territorios desde Texas
(independizado en 1836, incorporado en 1845) hasta California (Tratado de Guadalupe
Hidalgo, 1848). Por añadidura quedaba el inmenso interior continental, que habían
explorado Meriwether Lewis y William Clark en una expedición hacia la costa del
Pacífico (1804-1806). La épica del Lejano Oeste fue formando una identidad nacional
basada en el individualismo del colono de la frontera, que tras recorrer la pradera
en carromato, levantaba su cabaña de troncos y se apropiaba de tanta tierra como
pudiera cultivar y defender de los nativos americanos. La relación de estos con la
tierra no tenía nada que ver con el concepto liberal de propiedad que se impuso por
la colonización; privados de ella, se vieron forzados a la reclusión en reservas,
no sin lucha (Guerras Indias). Otra figura mitificada fue la de los mineros que
acudían a las sucesivas fiebre del oro de California (1849 -los fortyniners-) y
Alaska (comprada a Rusia en 1867, y afectada por la fiebre del oro de Klondike en
1897 -descrita por Jack London en Colmillo Blanco-). La anexión de Hawái
(incorporada en 1898) fue la última en el que un territorio organizado incorporado
obtendría la categoría de estado (1959).
Expansión de Rusia
Alejandro I, tras la derrota de Napoleón, procuró evitar toda posible nueva
revolución en Europa, mientras que en su propio territorio tuvo que hacer frente a
la Revuelta Decembrista (1825), fácilmente reprimida. Tanto él como Nicolás I
(apodado el gendarme de Europa) se esforzaron en asentar la autocracia zarista y
evitar que la modernización económica de Rusia trajera consigo cambios sociales o
políticos. Alejandro II, por el contrario, emprendió una serie de reformas
liberalizadoras, como la emancipación de los siervos (1861). Su política
reformista, similar a los planteamientos del despotismo ilustrado del XVIII, no fue
aceptada por los partidarios de transformaciones radicales (nihilismo), que optaron
por la violencia mediante varios intentos de magnicidio, hasta el definitivo en
1881.
Distribución étnica del territorio europeo del Imperio turco hacia 1876.
En 1859 se había iniciado un diseño unificador similar para Italia desde el Reino
de Piamonte-Cerdeña, en el que destacaron las iniciativas del Conde de Cavour,
Víctor Manuel II y el decisivo apoyo francés frente a Austria. Las románticas
campañas de Giuseppe Garibaldi plantearon una dimensión popular que fue
neutralizada por las élites dirigentes (la burguesía industrial y financiera del
norte en la Segunda Guerra de la Independencia Italiana, 1859, y la aristocracia
terrateniente del sur en la Expedición de los Mil, 1860). Para 1866, tras la
Tercera Guerra de la Independencia Italiana, solo quedaba la ciudad de Roma, último
reducto de los Estados Pontificios cuya continuidad quedaba garantizada por el
compromiso personal de Napoleón III de Francia. La caída de este en 1870 permitió
la anexión final, convirtiendo al Papa Pío IX en el prisionero del Vaticano. El
papado, que había condenado al liberalismo como pecado,47 mantuvo esa incómoda
situación (Cuestión romana) con el Reino de Italia y la Casa de Saboya (considerada
la más liberal de las casas reinantes en Europa) hasta el Tratado de Letrán,
negociado con la Italia fascista de Benito Mussolini en 1929.
Giuseppe Verdi cumplió un papel semejante en Italia. Alguna pieza de sus óperas
como el Coro de los esclavos (Va, pensiero de Nabucco, 1842) se extendió
popularmente como himno revolucionario. De hecho, vitorear su propio nombre (¡Viva
V.E.R.D.I.!) se utilizaba clandestinamente como acrónimo de Vittorio Emmanuele Rege
di Italia.
En una caricatura de finales del siglo XIX, la tarta de China empieza a repartirse
entre la reina Victoria de Inglaterra, el káiser Guillermo II de Alemania y el zar
Nicolás II de Rusia, contemplados por el Emperador Meiji y Marianne
(personificación de la República Francesa).
El reparto colonial
Véase también: Reparto de África
La Revolución industrial permitió a las naciones europeas un salto gigante en el
arte de la guerra. El antiguo barco a vela fue superado por las naves impulsadas
por carbón primero, y por petróleo después. A comienzos del siglo XIX los barcos a
vapor eran una curiosidad; apenas medio siglo después se botaba al mar el primer
acorazado (1856). El barco de hierro e impulsado por carbón se transformó en
símbolo del Nuevo Imperialismo, hasta el punto que la política europea de imponerse
por la vía directa del ultimátum militar pasó a ser motejada como diplomacia de
cañonero. Los progresos de la guerra en tierra no fueron menores (ametralladora,
pólvora sin humo, fusil de retrocarga). El sistema de reclutamiento del Antiguo
Régimen fue sustituido por el servicio militar obligatorio, inspirado por el más
puro sentido democrático de que todos los habitantes de la República deben
contribuir a su defensa, lo que permitió a las naciones europeas poner en pie de
guerra a ejércitos de literalmente millones de hombres, por primera vez.
Beneficiados por los resultados de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que
expulsó a Francia de la India y Canadá (Guerra franco-india y Guerras carnáticas),
los británicos pudieron mantener la delantera en la carrera por un imperio mundial.
A finales del siglo XIX, el Imperio británico se extendía por aproximadamente una
cuarta parte de todas las tierras emergidas, incluyendo numerosas zonas de África
(Kenia, Nigeria, Ghana, Egipto, Sudáfrica, Rodesia, etc.), la India, Australia,
Nueva Zelanda, Canadá, Jamaica, Singapur y una fuerte influencia en China. Francia
le había seguido de cerca; tras la colonización de Argelia (1830) comenzó la de
Indochina y la consolidación de sus colonias ya adquiridas (Marruecos francés,
Madagascar, África Occidental Francesa, África Ecuatorial Francesa, etc.). Los
Países Bajos asentaron su dominio sobre Indonesia, el Caribe y Surinam después de
su pérdida de influencia en África. España perdió gran parte de su imperio,
conservando solo Cuba, Puerto Rico, Guam y las Filipinas (perdidas ante los Estados
Unidos en la Guerra hispano-americana, 1898), y solo consiguió acceder a una
pequeña porción del reparto de África (Guinea Ecuatorial, el Sahara español y el
Marruecos español). Portugal logró adquirir Angola y Mozambique, y retener la
Guinea portuguesa, Macao y Timor después de la pérdida de sus colonias en
Sudamérica. Italia y Alemania, unificadas tardíamente, no alcanzaron a generar
grandes imperios coloniales, debiendo conformarse con el dominio de algunas islas
en la Polinesia y algunos territorios africanos (Libia y Somalia los italianos;
Camerún y Tanganika los alemanes).
África era un continente casi inexplorado por las potencias europeas, y la labor de
colonización fue precedida por acuciosas empresas de exploración; a finales del
siglo XIX solo subsistían Liberia, Orange, Transvaal y Abisinia como naciones
independientes, cada una por razones diversas. El gran beneficiado del reparto
africano fue Leopoldo II de Bélgica, que basándose en una reputación filantrópica
(que en la práctica suponía las más atroces técnicas de explotación) consiguió
hacerse con un imperio de grandes dimensiones en el Congo que legó al pueblo belga.
Francia e Inglaterra compitieron por un imperio continuo (de costa a costa) por el
que chocaron en el incidente de Fachoda (Sudán, 1898), correspondiendo a los
británicos la posibilidad de construirlo tras la derrota alemana en la Primera
Guerra Mundial, teniendo éxito después de superar los intentos de los nativos de
pararlo en el sur de África (Guerra anglo-zulú y Guerras de los Bóeres).
Hacia finales del siglo XIX, el mundo entero era regido desde Europa o Estados
Unidos. En 1885, la Conferencia de Berlín repartía el mundo entre las potencias
europeas sin que los repartidos tuvieran voz ni voto.
Charles Darwin caricaturizado como un mono (1871), en una de las muchas burlas a su
teoría de la evolución.
Desde mediados del siglo XIX, la vida intelectual basculó nuevamente, desde la
postura idealista propia del romanticismo, a una objetivista y vinculada al
desarrollo científico. El éxito de las potencias imperialistas europeas al
extenderse sobre el planeta llevó a la convicción de que la cultura europea era el
epítome de la civilización. La ciencia y la tecnología estaban alcanzando un nivel
de desarrollo y retroalimentación que posteriormente se ha definido como la
interdependencia de ciencia, tecnología y sociedad. Se depositaba una inmensa fe en
la ciencia. Se pensaba que el progreso de la humanidad era imparable, y que con
tiempo, la ciencia resolvería todos los problemas económicos y sociales. A este
dogma filosófico se le llamó positivismo (Auguste Comte, Curso de filosofía
positiva, 1830-1842).
La bolsa del algodón en Nueva Orleans, Edgar Degas, 1873. Ante una muestra de una
de las materias primas clave de la Revolución industrial, comerciantes ataviados
con las levitas, chisteras o bombines propios de la moda burgesa de mediados del
XIX (pocas generaciones antes, solo las clases bajas, los sans-culottes de la
Revolución francesa, vestirían pantalones, se dejarían barba y no llevarían
peluca). Examinan el género, consultan informaciones en prensa y dialogan para
establecer transacciones y fijar los precios según la oferta y la demanda del
mercado libre; funciones propias de una bolsa, la institución económica clave del
capitalismo industrial y financiero.
Laboratorio de Menlo Park, organizado por Thomas Alva Edison con un criterio tanto
científico-tecnológico como capitalista.
Capitalismo industrial y financiero. Segunda revolución industrial
La política de librecambismo reemplazó, al menos en parte, al proteccionismo de la
época mercantilista, aunque los intercambios del comercio internacional estaban
sobre todo presididos por el llamado pacto colonial que reservaba las colonias como
mercado cautivo de sus respectivas metrópolis. Aun así, las barreras para el
comercio y la inversión a escala planetaria eran sustancialmente menores que en
cualquier época anterior. Los empresarios exitosos ya no estaban limitados por el
mercado nacional a la hora de invertir y buscar ganancias.
Otras fueron las distintas modalidades del socialismo. A comienzos del siglo XIX,
una serie de pensadores o activistas políticos imaginaron utopías sociales para la
redistribución de los bienes o diferentes prácticas de producción comunitaria para
evitar la diferenciación social (Henri de Saint-Simon, Robert Owen, Charles
Fourier, Louis Blanc, Louis Auguste Blanqui, Pierre-Joseph Proudhon, etc.). Karl
Marx los calificó despectivamente de socialistas utópicos, por sostener que sus
modelos no eran sostenibles en la realidad, en contraposición a sus propias ideas,
a las que calificó de socialismo científico. Marx también despreciaba la función
intelectual del filósofo (los filósofos han interpretado el mundo de diferentes
maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo),52 y buscó el compromiso
social con las organizaciones del movimiento obrero, con el que se identificó. Su
famoso lema ¡Trabajadores del mundo, uníos!, dentro del Manifiesto comunista que
redactó junto a Friedrich Engels, se publicó en Londres el mismo día que estallaba
la Revolución de 1848 en París.
A pesar del fracaso inicial del movimiento, continuó con las actividades de
formación de la Primera Internacional (1864) en colaboración con Bakunin, del cual
finalmente terminaría por separarse por sus profundas discrepancias ideológicas y
políticas. Intelectualmente trabajó de forma continuada en su obra clave, El
capital, de la que publicó una primera parte y dejó la segunda inacabada. El
marxismo, desde un análisis intelectual crítico de la economía política del
liberalismo clásico e inspirado filosóficamente en el idealismo alemán (dialéctica
de Friedrich Hegel), y socialmente en la crítica social de los utópicos y en la
práctica de lucha del movimiento obrero; llegaba a una concepción de la historia
(materialismo histórico) que incluía un diseño estratégico de acción y un ambicioso
plan de futuro (simplificado en las vulgarizaciones difundidas por propagandistas
como Paul Lafargue y sistematizado posteriormente en el materialismo dialéctico
soviético): Comenzaría con la toma de conciencia por parte del proletariado
(conciencia de clase) de que únicamente él mismo podía ser el protagonista de su
propia emancipación, y que esta solo podía provenir de la lucha de clases contra
los propietarios de los medios de producción (los dueños del capital o
capitalistas: la burguesía). Un determinismo histórico conduciría inevitablemente a
la intensificación de las contradicciones inherentes al capitalismo, de modo que
los trabajadores se impondrían mediante una revolución proletaria que les daría el
poder. Ese poder político, junto con el poder económico que les daría la
expropiación de los medios de producción, serían usados para transformar la
sociedad mediante la dictadura del proletariado, fase previa a la abolición
completa del Estado y la construcción de una sociedad comunista, sin clases
sociales, en la que surgiría un hombre nuevo.
Proudhon y sus hijos, por Gustave Courbet (1865). Era de los considerados
socialistas utópicos por los posteriores, autodenominados científicos. Sin embargo
la observación científica frente a las ensoñaciones románticas fue uno de los
postulados de Proudhon.
Karl Marx, quien por sus planteamientos sobre la política y la economía del cual
fue la base ideológica de los movimientos socialistas en el mundo, se convirtió en
el máximo referente del comunismo.
Mijaíl Bakunin, una de las persona más destacadas entre aquellas que plantearon la
aplicación del anarquismo.
La sociedad de masas
Todos estos nuevos sucesos, por supuesto, abarcaban tan solo a la sociedad europea,
y en medida más reducida a la de América. En el resto del mundo, sometido al
dominio colonial europeo, las nuevas condiciones de vida alcanzaban tan solo a la
clase social europea, mientras que los nativos proseguían viviendo el magro estilo
de vida que habían heredado desde antaño.
A pesar de la abolición, la situación de los negros, sobre todo en los estados del
Sur, no fue de igualdad, tanto por las prácticas sociales como por la promulgación
de leyes segregacionistas. Fotograma de la película El nacimiento de una nación (D.
W. Griffith, 1915), donde los antagonistas son los negros y los abolicionistas, y
protagonistas son las damas y los caballeros del sur, que para defenderse de una
infame opresión yanqui forman el Ku Klux Klan.
Guerra civil de los Estados Unidos
Artículo principal: Guerra civil de los Estados Unidos
La mayor resistencia contra el movimiento abolicionista se produjo en los Estados
Unidos, cuyos estados sureños estaban dominados por una clase dirigente sustentada
en la agricultura esclavista de plantación orientada a la exportación del algodón;
mientras que los estados del norte habían iniciado la industrialización. Aunque
puede discutirse si el abolicionismo fue la causa fundamental de la guerra o un
pretexto, lo cierto es que la bandera abolicionista fue enarbolada por el Norte
durante la Guerra civil de los Estados Unidos (1861-1865), y rechazada por los
estados del Sur, quienes buscaban crear la unión de Estados Confederados de
América. Después de esta guerra, la esclavitud fue abolida (Proclamación de
Emancipación, promulgada en 1863 y que entró en vigor en 1865), aunque la
discriminación racial persistió, mediante una segregación en la práctica
institucional (principalmente en los estados derrotados) y la vida cotidiana que no
comenzó a superarse decisivamente hasta el Movimiento por los Derechos Civiles de
los años cincuenta y sesenta. Como situación de desigualdad social, sigue presente
incluso con el primer presidente negro Barack Obama, elegido en 2008.
En Brasil al ser abolida la esclavitud mediante la Ley Áurea (1888), presentada por
la hija de Pedro II, Isabel I de Bragança, tuvo una fuerte oposición que contribuyó
a que grupos republicanos al mando de Deodoro da Fonseca decidieran derrocar a la
monarquía, terminando con la Proclamación de la República de Brasil (1889).
La emancipación de la mujer
Ya a finales del siglo XVIII hubo mujeres que propugnaban la emancipación femenina,
como la escritora inglesa Mary Wollstonecraft, o la revolucionaria francesa Olimpia
de Gougues (propuso una Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana
como complemento a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano). Pero
fueron casos aislados y marginales, incluso intensamente combatidos: la hija de la
Mary Wollstonecraft, Mary Shelley (autora de Frankenstein) tuvo que escapar de
Reino Unido para poder vivir su romance con Percy Shelley. Las mujeres que
quisieron publicar (George Sand, Emily Brontë, Fernán Caballero) tuvieron que
esconder su condición femenina bajo pseudónimos masculinos; al igual que las
primeras universitarias, que tuvieron que travestirse.
Frase original de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, fue popularizada por Friedrich
Nietzsche en Así hablaba Zaratustra, 1883.
Napoleón III, derrotado tras la batalla de Sedán, se entrevista con Otto von
Bismarck (1870).
El fin de la Guerra franco-prusiana en 1871, inició una realineación de las fuerzas
políticas en Europa. Inglaterra y Francia, enemigos desde la época napoleónica y
rivales en la carrera colonial, habían unido fuerzas, en particular desde el final
de la Guerra de Crimea en 1856, para sostener al Imperio otomano e impedir la
salida de Rusia al mar Mediterráneo. Para contrarrestar esto y evitar el
revanchismo francés, Otto von Bismarck, el Canciller de Alemania, tendió lazos con
el Imperio austrohúngaro, al que había derrotado en 1866. Cuando Italia se incluyó
en el sistema en 1881, nació la llamada Triple Alianza. Bismarck consiguió que el
juego de alianzas basadas en la diplomacia secreta, junto con la frecuente
convocatoria de congresos internacionales y todo tipo de contactos, imposibilitara
un acercamiento de las potencias occidentales a Rusia, con el riesgo para Alemania
de una guerra en dos frentes. Este denominado sistema Bismark se rompió a finales
de siglo, tras perder el canciller la confianza del nuevo káiser, Guillermo II,
partidario de acciones más enérgicas en política exterior, incluso a riesgo de
provocar el recelo del Reino Unido, cuya superioridad naval comenzó a desafiar. La
Triple Entente entre Francia, Reino Unido y Rusia se estableció desde 1904 (Entente
Cordiale) y 1907 (Entente Anglo-Ruso, tras llegar a un acuerdo de áreas de
influencia en Asia Central). Así se habían configurado en lo esencial los dos
bloques que en pocos años se enfrentarían en la Primera Guerra Mundial.
(...) sucedió que al cúmulo de guerras de la séptima década del siglo XIX siguió,
como a la guerra general de 1792-1815, media centuria de paz también general solo
interrumpida por algunas guerras locales de carácter semicolonial: la Guerra ruso-
turca de 1877-1878, la hispano-americana de 1898; la sudafricana de 1899-1902; la
ruso-japonesa de 1904-1905. Estas últimas guerras de fines del XIX y comienzos del
XX no permitieron discernir mayormente la tendencia general de la guerra en el
mundo occidental de la época, porque cada una de ellas se libró entre solo dos
beligerantes y ninguna en regiones próximas al centro del mundo occidental. De ahí
que la terrible transformación del carácter de la guerra llevada a cabo por la
introducción de la nueva fuerza propulsora del industrialismo y la democracia,
tomase por sorpresa a nuestra generación en 1914. Arnold J. Toynbee, Estudio de la
historia58
La "crisis de los treinta años" (1914-1945)
Tal denominación, debida al historiador Arno Mayer59 (parafraseando el título de un
estudio de E. H. Carr prácticamente contemporáneo a los hechos),60 se refiere a las
tres críticas décadas que incluyen las dos guerras mundiales y el convulso período
de entreguerras, con la descomposición de los Imperios austrohúngaro, turco y ruso;
la agudización de las tensiones sociales que llevaron a conflictos armados como las
revoluciones mexicana, la rusa y la llamada Revolución española simultánea a la
Guerra civil, y guerras internas como la Guerra anglo-irlandesa, cuyo cese al fuego
desencadenó una guerra civil en Irlanda después de haber obtenido la independencia;
la crisis del sistema capitalista manifiesta desde el Jueves Negro de 1929; y el
surgimiento de los fascismos y sistemas políticos autoritarios; al tiempo que se
desarrollan los primeros Estados Sociales de Derecho, como la República de Weimar,
prácticas de pacto social como los Acuerdos Matignon, y se aplican las teorías
económicas de John Maynard Keynes (divergentes del liberalismo clásico) en los
programas intervencionistas del New Deal de Franklin Delano Roosevelt. La
correspondiente crisis intelectual se hizo manifiesta en los cambios
revolucionarios de paradigmas científicos y en la revolución estética de las
vanguardias. Se extendió la conciencia de haber entrado en un mundo radicalmente
nuevo, en que el orden social tradicional se había subvertido para siempre, y
caracterizado por el protagonismo de las masas ante el que las élites buscaban
nuevas formas de control (concepto de Manufacturing consent del periodista Walter
Lippmann y Edward Bernays, sobrino de Freud, que aplicó las técnicas del
psicoanálisis a la publicidad y las relaciones públicas en la dinámica sociedad
estadounidense; obras de gran altura intelectual, como La decadencia de Occidente
de Oswald Spengler o La rebelión de las masas de José Ortega y Gasset).61
Puesto de ametralladora británico, con los soldados protegidos por máscaras de gas,
durante la batalla del Somme (julio de 1916). Las innovaciones técnicas y la
llamada guerra de trincheras fueron características del frente occidental europeo
durante este devastador conflicto.
El 28 de junio de 1914, un incidente internacional menor, el atentado de Sarajevo
(el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria), provocó una crisis que
dio pretexto al Imperio austrohúngaro para presionar a Serbia mediante un ultimátum
que desencadenó la activación de una compleja red de pactos defensivos: Serbia lo
tenía con Rusia para el caso de una guerra contra Austria-Hungría, esta con
Alemania para el caso de una guerra contra Rusia, y esta a su vez con el Reino
Unido y Francia para el caso de una guerra con Alemania. En pocos días, las
principales potencias estaban inmersas en una guerra general que no se limitó a
Europa, involucrando a todos los continentes habitados y que se prolongó hasta
1918.
El Imperio alemán se jugó la baza del Plan Schlieffen, que implicaba una maniobra
de tenazas que acorralara en el frente occidental a los franceses (como había
ocurrido en la batalla de Sedán de 1870), después de lo cual podrían volverse para
repeler a los rusos en el frente oriental. La invasión de la neutral Bélgica se
cumplió con rapidez, pero la penetración en territorio francés quedó frenada por la
eficaz resistencia franco-británica (el llamado milagro del Marne, septiembre de
1914). A pesar de que la artillería alemana llegó a bombardear París (los Pariser
Kanonen o Gran Berta) el frente quedó estacionario en una desgastante guerra de
trincheras cuya puntual intensificación careció siempre de resultados decisivos
(batalla de Verdún, diciembre de 1916).
La ventaja obtenida con la supresión del frente oriental no llegó a ser decisiva,
porque desde el mismo año 1917 Estados Unidos había entrado en el conflicto en
apoyo de sus aliados comerciales (Francia y sobre todo Reino Unido), con el
argumento de responder a la guerra submarina.62 Alemania no podía seguir con el
esfuerzo bélico y, una vez roto el frente occidental en Bélgica, decidió rendirse
(11 de noviembre de 1918) antes de que la guerra afectase a su propio territorio o
triunfase una revolución similar a la soviética (el fallido levantamiento
espartaquista que finalizó la Revolución de Noviembre). Austria-Hungría, cuya
capacidad de resistencia era aún menor, quedó disuelta en entidades nacionales
independientes.
En otro escenario clave, la Gran Guerra supuso el hundimiento del Imperio otomano
en Próximo Oriente, consiguiendo los británicos la movilización del nacionalismo
árabe (Lawrence de Arabia), postura contradictoria con el apoyo simultáneo que se
ofrecía a los sionistas (Declaración Balfour) y con los intereses que tenían con
los franceses de repartirse la zona (Acuerdo Sykes-Picot), lo que planteará para un
futuro uno de los puntos de tensión internacional más importantes, sobre todo por
su riqueza en petróleo.
Europa en 1914.
Europa en 1929.
Se pretendía haber hecho la guerra que acabaría con las guerras, creando un nuevo
orden internacional basado en el principio de nacionalidad (identificación de
nación y estado), cuestión que debería resolverse con plebiscitos allí donde esa
identidad fuera cuestionable (lo que ocurría en la práctica totalidad de Europa,
aunque solo se aplicó en pequeño número de casos fronterizos). Se pretendía que las
nuevas naciones, al carecer de ambiciones territoriales, renuncian a la guerra como
método de resolución de conflictos (propósito explícito que se reflejó incluso en
constituciones nacionales como la Constitución de la República Española de 1931).
La paz se garantizaría por el principio de seguridad colectiva, administrado por un
organismo internacional: la Sociedad de Naciones, cuya sede se fijó en Ginebra. La
exclusión de Alemania y la Unión Soviética, más el rechazo del Congreso de los
Estados Unidos a su inclusión, limitó de forma grave su eficacia. Incluso entre sus
propios miembros, la nula capacidad de hacer cumplir sus decisiones a los estados
que no lo hicieran voluntariamente (casos del Japón en Manchuria o de Italia en
Abisinia) demostró su práctica inoperancia en cuestiones graves, aunque en otros
campos sí desarrolló funciones más o menos importantes (Organización Internacional
del Trabajo y otras agencias).
Caricatura del primer ministro francés Georges Clemenceau (el Tigre) en las
trincheras. Fue el estadista aliado más partidario de un trato duro a Alemania en
el Tratado de Versalles.
Tres de los principales estadistas europeos de la fase más pacifista del periodo de
entreguerras: el alemán Gustav Stresemann, el británico Austen Chamberlain y el
francés Aristide Briand, reunidos en Locarno en octubre de 1925.
La victoria del ejército rojo consiguió incluso la recuperación de buena parte del
territorio cedido en Brest-Litovsk (Guerra polaco-soviética, 1919-1921). Con el
asentamiento de las fronteras se inició una fase de moderación del proceso
revolucionario dirigida por el propio Lenin (Nueva Política Económica, NEP) en la
que se consintió la reconstrucción de empresas privadas y la recuperación de la
figura del campesino enriquecido (kulak).
Tras la firma del Tratado de Creación de la URSS (1922), las luchas de poder entre
León Trotski e Iósif Stalin, partidario el primero de la extensión del proceso
revolucionario a otros países (revolución permanente) y el segundo de la
construcción y consolidación de un estado proletario (socialismo en un solo país),
comenzaron durante la agonía de Lenin (1924) y terminaron cinco años después con la
victoria de Stalin, que inició una época de purgas (Gran Purga) con la eliminación
de los trotskistas (XV Congreso, 1927), en una intensificación de la represión
política que acabó con toda oposición o crítica a su poder personal (Nikolái
Bujarin, oposición de derecha), originando un verdadero culto a la personalidad
dentro de un sistema totalitario: el estalinismo. La colectivización recibió un
impulso definitivo, sustituyendo la liberalización de la NEP por los planes
quinquenales a cargo de un Gosplán que centralizaba la totalidad del proceso
productivo sin intervención del mercado, decidiendo burocráticamente qué debía
producirse, dónde y por quién, y dónde y quién debía consumirlo. Se estimuló el
trabajo voluntario a través de la emulación (estajanovismo), aplazando cualquier
reivindicación de mejora de condiciones de vida o trabajo para los obreros en cuyo
nombre se decía estar construyendo la sociedad comunista, y relegando la producción
de bienes de consumo en beneficio de la industria pesada. La Tercera Internacional
(Komintern o internacional comunista, que se había creado en 1919) utilizó la
disciplinada labor de los partidos comunistas de todos los países del mundo en
función de los intereses del régimen soviético. Cualquier desviacionismo detectado,
incluso el más inverosímil e imaginario (desde el aburguesamiento a la traición),
era advertido al propio afectado, que se veía obligado a ejercer sobre sí mismo la
autocrítica y a aceptar la sanción de la justicia revolucionaria.
Fascismo
Artículo principal: Fascismo
Alemania y el nazismo
Artículos principales: Nazismo y Alemania nazi.
Alemania, tras la Revolución de Noviembre (1918-1919), había experimentado la
construcción de un estado social de derecho con la República de Weimar (1918-1933),
pero la inestabilidad económica y social no permitió su consolidación en sus
primeros años. La radicalización de las posturas más extremistas, enfrentadas
violentamente, condujo a la temerosa y empobrecida clase media a optar por la
solución más opuesta a la revolución comunista.
Tras un frustrado golpe de estado (Putsch de Múnich, 1923) y su paso por la cárcel,
donde desarrolló su programa en Mein Kampf, Adolf Hitler consiguió llegar al poder
por vía electoral tras el decreto del incendio del Reichstag (1933), al tiempo que
el partido nazi o nacionalsocialista, inicialmente un partido minoritario
caracterizado por sus enfrentamientos en la lucha callejera contra grupos
izquierdistas, iba ocupando cada vez más espacios públicos y privados,
restringiendo las libertades y aniquilando toda oposición o manifestación de
individualismo (Gleichschaltung) y pluralismo (incluido el de sus propias filas
-noche de los cuchillos largos, 1934-). El objetivo de la propaganda nazi,
eficazmente utilizada por Joseph Goebbels (repite mil veces una mentira y acabará
convirtiéndose en verdad),66 se centró obsesivamente en responsabilizar a los
judíos de todos los males de la gente común (llegando a su máximo punto con
sangrientos pogromos -noche de los cristales rotos, 1938-), que acabó
convenciéndose de pertenecer al grupo de verdaderos alemanes, los de raza aria,
cuyos intereses particulares debían supeditarse a la grandeza de Alemania. Tal
grandeza debía recuperarse con la expansión a través de un espacio vital que
incluía no solo las dispersas zonas habitadas por gentes de habla alemana, sino la
Europa Oriental habitada por los eslavos, presentados como otra raza inferior.
El general Francisco Franco mantuvo en España una de las más duraderas dictaduras
europeas, fascista en su origen (Guerra civil española, 1936-1939), que evolucionó
hacia el nacionalcatolicismo, el pacto con los Estados Unidos (en esta foto de 1959
aparece con el presidente Dwight D. Eisenhower, también general) y la tecnocracia
desarrollista, hasta su muerte en 1975.
Una multitud se aglomera ante la Bolsa de Nueva York el jueves negro, 23 de octubre
de 1929.
Artículo principal: Gran Depresión
Como una reacción a los cambios económicos y políticos en torno a la Primera Guerra
Mundial, se sentaron las bases del estado del bienestar. Durante el siglo XIX, el
liberalismo económico había concebido al Estado como un mero garante del orden
público, sin legitimidad para intervenir en la actividad económica de la nación
(estado mínimo). Sin embargo, de manera progresiva, el Estado había tenido que
intervenir en la regulación de las condiciones de trabajo, a través de las leyes
sociales, creando el moderno Derecho del Trabajo, como una manera de responder a
los apremiantes problemas derivados del industrialismo y desactivar la bomba de
tiempo que representaban las aspiraciones del movimiento obrero.
Sin embargo, fue después de la Primera Guerra Mundial cuando se produjo el cambio
teórico fundamental. El economista John Maynard Keynes observó que la oferta
económica es reflejo de la demanda (no al revés, como planteaba clásicamente la ley
de Say), y por ende, la manera de levantar una economía deprimida (fase baja del
ciclo económico cuya misma existencia era discutida por los teóricos del libre
mercado) era subsidiando la demanda a través de una fuerte intervención estatal.
Consciente de las consecuencias negativas de las cláusulas económicas del Tratado
de Versalles, había predicho que los pagos a que se obligaba a Alemania, junto con
el endeudamiento (tanto de esta como de las potencias vencedoras) con Estados
Unidos, provocaría un desorden financiero internacional con consecuencias funestas.
No obstante, los años veinte fueron los felices años veinte, propicios a la
especulación, la compra a crédito y el consumismo, al menos en Estados Unidos (un
pollo en cada cazuela y dos coches en cada garaje, era el slogan electoral de
Herbert Hoover), que solo parecía deslucirse por la ley seca y el gansterismo. La
crisis de posguerra, fruto de la desmovilización, no tuvo consecuencias muy graves
en las economías, a excepción de la alemana, sometida a una terrible
hiperinflación. Los consejos de Keynes fueron desoidos, y no se acogieron por parte
de los gobiernos hasta después de que la Gran Depresión posterior al crack de 1929
(momento en que estalló la burbuja de especulación financiera) literalmente arrasó
el mercado de valores, y tras él el sistema productivo y el mercado laboral
generando un pavoroso paro masivo. El recurso generalizado al proteccionismo
deprimió aún más el comercio internacional y acentuó la depresión económica.
Estados Unidos emergió como gran potencia mundial después de la Primera Guerra
Mundial. Sin embargo, cuando Woodrow Wilson remitió al Congreso la aprobación del
ingreso en la Sociedad de Naciones (una de sus propias ideas para la paz -catorce
puntos de Wilson-), fue ampliamente rechazada, prefiriendo la clase política
estadounidense la tradicional política de aislacionismo. No obstante, la íntima
conexión del capitalismo industrial, comercial y financiero estadounidense con el
resto del mundo hizo imposible el mantenimiento de esa postura en los años
cuarenta.
Revolución mexicana
Artículo principal: Revolución mexicana
En México, las fuertes tensiones entre una oligarquía positivista (Porfirio Díaz) y
una amplia base campesina desprotegida llevaron finalmente a la revolución mexicana
(1910-1920), en la que líderes campesinos como Emiliano Zapata y Pancho Villa y
políticos opositores como Francisco I. Madero se rebelaron y pusieron en jaque al
viejo orden. En medio de este proceso se promulgó la Constitución de 1917, que fue
pionera entre los documentos de su tipo en el mundo, por incorporar en su
articulado diversas garantías sociales para la población. De todos modos, el
restablecimiento de la paz social fue dificultoso, y la nueva institucionalidad
solo puede considerarse establecida y consolidada bajo la Presidencia de Lázaro
Cárdenas (1934-1940).
En el Frente del Pacífico los estadounidenses tuvieron que desalojar isla a isla a
los japoneses, tanto en el sur del Pacífico (Guadalcanal, en agosto de 1942) como
en Filipinas (Manila, en febrero de 1945), dándose las mayores batallas navales de
la historia (batalla del Mar del Coral, en mayo de 1942; batalla del Golfo de
Leyte, en octubre de 1944), hasta llegar a tierras niponas (Iwo Jima, en febrero de
1945 y Okinawa, en abril de 1945), culminando con los bombardeos atómicos sobre
Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.
Revolución relativista
Sin embargo, este proceso no significó que los nuevos países adquirieran una
independencia real, pudiéndose hablar de un neocolonialismo; y una alineación
general en dos bloques liderados cada uno por una superpotencia. Tanto los Estados
Unidos como la Unión Soviética habían superado la guerra en condiciones de
disputarse la supremacía mundial; carrera en la que los Estados Unidos partía con
una clara ventaja.7576
El mundo dividido por la Guerra Fría en torno a 1959. En rojo la Unión Soviética y
sus aliados, en azul los Estados Unidos y los suyos. En verde los territorios
coloniales, en vísperas de la descolonización.
Telón de acero, macarthismo y espionaje
Un Telón de Acero (metáfora debida a Winston Churchill) dividió Europa, y por
extensión el mundo, separándolo en dos bloques, entre los que se situaban de varias
zonas de influencia disputada y que se transformaron en puntos de fricción
internacional. Ante el temor de suscitar crisis que amenazaran con desencadenar un
enfrentamiento directo, como podría haber ocurrido durante el bloqueo de Berlín
(1949) o la crisis de los misiles en Cuba (1962); la lógica de la Guerra Fría
planteaba conflictos en zonas periféricas, de gran violencia, pero que no
significaban un choque directo entre las dos superpotencias, como la Guerra de
Corea (1950-1953) y la Guerra de Vietnam (1958-1975). No obstante, las sucesivas
ampliaciones de la zona de influencia soviética (victoria del bando comunista en la
Guerra civil china, 1949, Revolución cubana, 1959, descolonización africana) fue
vista con preocupación desde el bloque occidental (teoría del dominó), que
justificó la necesidad de intervenir en todo tipo de conflictos donde se
identificase la posibilidad de avance soviético (doctrina Truman). De hecho, la
obsesión por la infiltración comunista se aplicaba al interior de los Estados
Unidos, donde entre 1950 y 1956 se desató una caza de brujas (macarthismo) entre
políticos, científicos, artistas e intelectuales. La propaganda y contrapropaganda,
la intoxicación o desinformación, el espionaje y contraespionaje (tanto de
inteligencia militar como político o industrial), las figuras del agente encubierto
y del agente doble, fue parte esencial de la diplomacia de la época (KGB, CIA,
UKUSA, Echelon, NSA etc.). Las novelas y películas de espías se convirtieron en un
género popular (El tercer hombre, Carol Reed, 1949; Ian Fleming y su personaje
James Bond, etc.).
Carrera espacial y carrera de armamentos
Artículos principales: Historia de las armas nucleares y Carrera espacial.
Cápsula y traje con los que Yuri Gagarin realizó el primer vuelo espacial tripulado
por un humano (Vostok 1, 12 de abril de 1961).
Edward Higgins White II, dando un paseo espacial, en el Gemini 4, en 1965; Alekséi
Leónov había sido el primer hombre en hacerlo, en el Vosjod 2, dos meses antes.
El principal reto económico del siglo XXI ha sido intensificar la integración, que
incluyó la adopción del euro como moneda común; a la que no todos los países se han
sumado. Destacadamente, entre los más reticentes se encuentra el Reino Unido, desde
donde se ha popularizado y extendido la expresión euroescéptico. El fracaso en la
aprobación de la Constitución Europea ha obligado a reformular en varias ocasiones
los proyectos más ambiciosos de aumentar la dimensión política de la Unión.
Además de mantener una destacada actuación política como foro mundial de las
naciones, la ONU desarrolló una serie de organismos paralelos que tendieron a
mejorar las condiciones de vida en todo el mundo. A la ya fundada Organización
Internacional del Trabajo (OIT), absorbida ahora por la ONU, se sumaron la Unesco,
la FAO, la Organización Mundial de la Salud (OMS), etcétera.
Descolonización
Artículo principal: Descolonización
El nacionalismo, surgido en la Europa del siglo XIX e impuesto como principio de
nacionalidad, una de las principales inspiraciones de las relaciones
internacionales a partir de los catorce puntos de Wilson, se contagió al resto del
mundo: a lo largo de los vastos imperios coloniales, más de un centenar de
comunidades étnicas tradicionales o meros agregados coyunturales resultado del
trazado artificial de fronteras coloniales fueron identificadas como naciones por
concienciadas élites autóctonas que empezaron a buscar activamente la
independencia.
Tercermundismo
Artículo principal: Tercermundismo
Las nuevas naciones, aunque económica y socialmente subdesarrolladas, representaban
a la mayor parte de la población de la Tierra, y su gran número las permitía
controlar la Asamblea General de las Naciones Unidas (órgano en realidad poco
decisivo). La conferencia de Bandung (1955) intentó articular al margen de la
voluntad de las superpotencias a los países no alineados o tercer mundo, expresión
con la que se les quería comparar con el papel revolucionario del Tercer Estado en
1789 y que terminó siendo equivalente a la de países pobres o subdesarrollados. A
los países asiáticos y africanos que originalmente formaron parte del movimiento se
les vinieron a sumar los países de América Latina e incluso algunos europeos: la
comunista Yugoslavia (cuyo líder Josip Broz Tito se había desvinculado del bloque
soviético en la experimentación del denominado socialismo autogestionario después
de la Ruptura Tito-Stalin) y la capitalista Suecia (tradicionalmente neutral y muy
desarrollada económicamente).
Civiles palestinos siendo expulsados de Ramla tras la toma de la ciudad por parte
de los soldados israelíes (1948).
El rey jordano Abdalá I detrás de la Iglesia del Santo Sepulcro durante la batalla
de Jerusalén (1948).
Moshé Dayán, principal estratega israelí en la Guerra de los Seis Días y la de Yom
Kipur, junto a otros militares israelíes en 1955.
Las imágenes idealizadas que transmitían los seriales televisivos y las comedias
cinematográficas de Hollywood no supusieron en realidad que la confianza en el
futuro fuera generalizada. Esa década tuvo su lado pesimista en la popularización
del existencialismo y del movimiento beatnik, críticas más estética que socialmente
de izquierdas al capitalismo, el imperialismo y el american way of life. Los miedos
presentes en ese tiempo (la Era del Miedo, según Albert Camus)79 se expresaban en
el cine de serie B (con productos que iban desde Godzilla -1954- hasta La noche de
los muertos vivientes -1968-). Una selecta minoría, cada vez más amplia, de jóvenes
en busca de autoconocimiento (en muchas ocasiones claramente autodestructivo) se
lanzó al camino de los viajes que les proporcionaban la vida en la carretera
(moteros, mochileros, autostop), el amor libre y las drogas, imitando a Jack
Kerouac (On the Road, 1957) o inspirados por las obras de Aldous Huxley (Un mundo
feliz, 1932; Las puertas de la percepción, 1954). La brecha generacional que se
abrió entre ellos y sus padres provocó de hecho una mayor represión y puritanismo
frente a los años cuarenta, como puso de manifiesto la cruzada emprendida contra el
cómic desde la publicación de La seducción de los inocentes de Fredric Wertham
(1954). La rebeldía juvenil pretendía rechazar el mundo conservador y
tradicionalista de los adultos, y se identificaba en productos que,
paradójicamente, le ofrecía la propia industria del cine, como James Dean (Rebelde
sin causa, 1955). Los jóvenes de los cincuenta y los sesenta percibían como un
desafío generacional la lectura de libros como El guardián entre el centeno y
acudir a proyecciones de películas de arte y ensayo (Nouvelle vague francesa); o
provocativo el escribir literatura experimental o realizar happenings y otras
manifestaciones de arte contemporáneo; transgresiones que estaban al alcance de
todos, independientemente de su sofisticación intelectual, solo con leer los cómics
de Marvel y DC o escuchar formas cada vez más sofisticadas de rock and roll (de
Bill Haley a Elvis Presley, Jimi Hendrix, The Beatles, The Rolling Stones, The
Doors o The Who).
La sucesión de Pablo VI continuó con los mismos parámetros, pero limitó las
expectativas de los grupos más radicales al condenar el uso de los métodos
anticonceptivos y no suavizar la moral sexual católica ante el desafío que suponía
la generalización social de las relaciones prematrimoniales y el divorcio. Mientras
una minoría de los clérigos más tradicionalistas llegaba a amenazar con el cisma
(Marcel Lefebvre), los teólogos progresistas como Hans Küng, Hélder Câmara o
Leonardo Boff profundizaron la implicación del pensamiento cristiano en la realidad
social desde un compromiso muy distinto al que representaba la Democracia
Cristiana, situada en el centro-derecha político. En América Latina la denominada
opción preferencial por los pobres de la Teología de la Liberación acercó a muchos
clérigos a los movimientos de izquierda, llegando a verse el caso de curas
guerrilleros.
La entrevista entre Mao Zedong y Richard Nixon (29 de febrero de 1972) marcó el
comienzo de un acercamiento estratégico entre Estados Unidos y China, uno de los
elementos decisivos para entender la evolución mundial hasta la actualidad.
不管白猫黑猫,捉住老鼠就是好猫
No importa si es gato blanco o gato negro, mientras cace ratones, es un buen gato.
Deng Xiaoping82
Después de conflictos como la Crisis de Berlín de 1961 o la Crisis de los Misiles
de 1962 en Cuba, que habían puesto a la humanidad al borde de la Tercera Guerra
Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética buscaron formas más conciliadoras de
manejar la política mundial, incluyendo el famoso teléfono rojo. El resultado fue
la llamada distensión. Henry Kissinger, secretario de estado del Presidente Richard
Nixon inició diversas maniobras de intervención sin utilización directa del
ejército estadounidense para contrarrestar la influencia soviética con una
reorientación de su política internacional en un sentido pragmático; destacadamente
el patrocinio de las dictaduras militares en América Latina y el acercamiento a la
China comunista de Mao Zedong (diplomacia del ping-pong). Se puso fin a la Guerra
de Vietnam (la guerra odiada por su propia juventud) en lo que supuso la aceptación
de una verdadera derrota militar (firma de los Acuerdos de paz de París de 1973).
La distensión hacia la Unión Soviética, cuya vertiente bilateral consistió en
lentas negociaciones de desarme nuclear, de colaboración en el espacio y de
incentivación de los intercambios comerciales (la alimentación soviética pasó a
depender en buena medida de los excedentes cerealistas estadounidenses); incluyó
una iniciativa multirateral: la conferencia de Helsinki (1973-1975), que por un
lado confirmaba las fronteras y esferas de influencia surgidas de Yalta, pero que
con el tiempo demostró ser un eficaz disolvente interno del bloque soviético, pues
otro de sus pilares era el respeto a los derechos humanos, lo que significó la
visibilización internacional de los disidentes (el más conocido, Aleksandr
Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura en 1970, había sido deportado en 1974 y
publicó entre 1973 y 1978 las tres partes de su obra de denuncia Archipiélago
Gulag). Por la misma época, los partidos comunistas de Europa Occidental se fueron
distanciaron de la anterior dependencia de la Unión Soviética, en lo que se
denominó eurocomunismo.
Una manifestación de las Madres de Plaza de Mayo por la aparición de sus hijos y
nietos durante la dictadura argentina, 1982.
Juan Pablo II, primer papa polaco y el más viajero de la historia, durante uno de
sus viajes a Polonia (1987). Tuvo un importante papel en el estímulo al movimiento
opositor (sindicato Solidarność de Lech Wałęsa) que contribuyó a la crisis del
sistema comunista en el este de Europa.
Reacción conservadora católica
En la Iglesia católica se produjo un fortalecimiento de la tendencia conservadora a
partir de Juan Pablo II, que revisó los planteamientos más progresistas del
Concilio Vaticano II y los pontificados anteriores (Juan XXIII, Pablo VI, y el
efímero de Juan Pablo I), reprimió la teología de la liberación, muy activa en
Latinoamérica (fue muy evidente su malestar por la entrada del sacerdote Ernesto
Cardenal en el gobierno sandinista de Nicaragua) y se apoyó en movimientos
conservadores como el Opus Dei (a cuyo fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer
beatificó y canonizó con gran rapidez) frente a la anterior preferencia por la
Compañía de Jesús (entre cuyas filas estaban Ignacio Ellacuría y los demás
asesinados en El Salvador en 1989).
Ruhollah Jomeini desciende del avión que le traía a Teherán desde el exilio (1 de
febrero de 1979).
Revolución islámica
Véanse también: Islamismo, Fundamentalismo islámico, Sharia, Yihadismo y Wahabismo.
A partir de la Revolución iraní (derrocamiento del pro-estadounidense sah Reza
Pahlaví, por un movimiento integrista liderado por el ayatolá Ruhollah Jomeini,
1979) se produjo en todo el mundo islámico (tanto entre los chiítas como entre los
mayoritarios sunnitas), y entre las numerosas colonias de inmigrantes islámicos en
Europa, el llamado despertar islámico o revolución islámica, cerrando el ciclo que
desde la descolonización identificaba la causa árabe con el nacionalismo de
izquierdas o tercermundista. Los gobiernos y las clases dominantes de los países
musulmanes hubieron de optar por tres posibles estrategias: frenar el movimiento
(como en Argelia, que anuló las elecciones que iban a ganar los islamistas,
desencadenando una violentísima reacción armada en 1991); coexistir en un precario
equilibrio (los países denominados moderados, los más firmes aliados de Estados
Unidos, como las monarquías del Golfo -encabezadas por Arabia Saudí, que logró
contener un levantamiento armado en el Incidente de la Gran Mezquita-, Egipto,
Marruecos o Turquía -cuyo laicismo oficial convive desde 2003 con la presencia en
el poder de Recep Tayyip Erdoğan, un islamista moderado-, y los países más poblados
y lejanos del ámbito árabe: Pakistán, Malasia e Indonesia); o unirse a él (Sudán,
1983).
Glasnost y Perestroika
En 1985 Mijaíl Gorbachov fue nombrado Secretario General del Partido Comunista de
la Unión Soviética, en una renovación generacional de la cúpula dirigente que llevó
a la liquidación de la Guerra Fría y a reformas liberalizadoras en el interior del
régimen soviético, que recibieron los nombres de perestroika (reestructuración) y
glásnost (apertura o transparencia). El tratado de desarme de 1987 significó el
final de la carrera armamentista. Entre tanto, aumentaba la agitación interna,
desatada tanto por las resistencias de los partidarios del mantenimiento intacto de
las prácticas estalinistas (nostálgicos o conservadores) como por la impaciencia de
los antiguos disidentes y los oportunistas que vieron llegado el momento de optar
por cambios radicales (que para algunos se limitarían al establecimiento de un
socialismo democrático y para otros deberían significar la transición a un sistema
liberal-capitalista homologable con Occidente). Las tímidas reformas económicas no
solucionaron los tradicionales problemas de abastecimiento y aumentaron el
descontento de la población, que ya no se ocultaba como en épocas anteriores de
mayor penuria. En los países de la órbita comunista, la pérdida de confianza entre
los regímenes locales y los nuevos dirigentes soviéticos estimuló los movimientos
cada vez más atrevidos de la oposición clandestina.
Las relaciones entre los dos bloques evidenciaron el final de la Guerra Fría por la
victoria del occidental, con hitos como la Cumbre de Malta (2 y 3 de diciembre de
1989) y la Carta de París (19-21 de noviembre de 1990).87
Firma de los Acuerdos de Dayton, 1995, por los presidentes de Serbia (Slobodan
Milošević), Bosnia-Herzegovina (Alija Izetbegović) y Croacia (Franjo Tuđman).
Guerras yugoslavas
Artículos principales: Guerras yugoslavas y Disolución de Yugoslavia.
Paradójicamente, fueron los estados europeos menos vinculados a la Unión Soviética
los que más violentamente sufrieron la caída del muro. El sistema comunista más
aislado del mundo, Albania, se desintegró en medio de la anarquía, mientras que
Yugoslavia, ignorando las poco decididas peticiones de mantenimiento de la unidad
por parte de la comunidad internacional, se fragmentó en las repúblicas que
componían su confederación (el derecho a la secesión estaba reconocido en su
constitución). Las más decididamente separatistas fueron Eslovenia y Croacia,
católicas y declaradamente pro-occidentales (explícitamente buscando el decisivo
apoyo alemán), mientras que Serbia (ortodoxa y pro-rusa) pretendía la continuidad
de una República Federal de Yugoslavia (desde 1992) bajo el liderazgo del comunista
Slobodan Milošević, con una postura cada vez más nacionalista serbia. Los
conflictos más graves surgieron en Bosnia-Herzegovina (de composición étnica muy
mezclada entre serbio-bosnios, bosnio-croatas y bosnio-musulmanes) y la provincia
serbia de Kosovo (mayoritariamente poblada por albaneses). La intervención
internacional, liderada por los Estados Unidos, sancionó la derrota serbia en ambos
conflictos (Guerra de Bosnia y Guerra de Kosovo).
Los conflictos internos dentro de Estados Unidos, superada la fase más combativa de
la lucha por los derechos civiles, se expresaron en un aumento de la actividad de
grupos ultraconservadores y una preocupante difusión de la violencia grupal o
individual (disturbios de Los Ángeles en 1992, masacre de los davidianos de Waco y
atentado del World Trade Center -1993-, atentado de Oklahoma City -1995-, atentados
antitecnológicos de Unabomber -hasta 1996-, masacre del instituto Columbine -1999-)
denunciada por un famoso documental de Michael Moore.
Globalización y antiglobalización
Artículos principales: Globalización y Movimiento antiglobalización.
Cibercafé en Seúl.
Los medios de comunicación, especialmente los medios de comunicación de masas
(prensa, cine, radio, televisión) habían permitido desde el inicio del siglo XX la
difusión mundial del poder blando de la cultura estadounidense (americanización) en
todos sus contenidos, tanto la ideología subyacente todo tipo de información,
cultural, anecdótica o embrutecedora, o la misma publicidad, teniendo impacto
directo en la cultura popular. La revolución informática, la telefonía móvil e
internet han llevado el proceso a su extremo en la década final del siglo XX y la
primera del siglo XXI (blogosfera, web 2.0, etc.).
La crisis económica de 2008 (denominada como Gran Recesión), que surgió como
consecuencia del estallido de una burbuja financiera-inmobiliaria, ha puesto en
cuestión las bases del sistema financiero internacional y desatado el temor a una
profunda recesión que cuestione la continuidad del sistema capitalista y el propio
sistema democrático, identificados ambos en lo que se ha llegado a denominar
capitalismo democrático;97 y no solo del concepto de Estado nacional, cuestionado
desde hacía tiempo, sino del de integración supranacional, evidenciada la grave
vulnerabilidad de la Eurozona a la crisis monetaria de 2010,98 agravada en los
meses siguientes con las sucesivas crisis de la deuda soberana de los países
periféricos, siendo los más países afectados Grecia, España, Portugal e Irlanda.
Durante el año 2011, a raíz de la revolución tunecina, se produjeron revueltas
populares con características innovadoras en los países árabes (Primavera Árabe),
simultáneamente al surgimiento de nuevos movimientos sociales en los países más
desarrollados (indignados en España, occupy Wall Street en Estados Unidos, etc.);
todos ellos caracterizados por su impacto viral en las redes sociales y medios de
comunicación junto a la ocupación física de espacios públicos emblemáticos.99