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El libro preserva un relato del ministerio profético de Jeremías, cuya vida y luchas personales se nos muestran con

una mayor profundidad y nivel de detalles que las de cualquier otro profeta del AT. El significado de su nombre es
incierto. Algunas sugerencias incluyen “El Señor exalta” y “El Señor establece”, pero es más probable que sea “El
Señor lanza”, bien sea en el sentido de “lanzar” al profeta en un mundo hostil o el de “derribar” a las naciones en
juicio divino por sus pecados. El ministerio profético de Jeremías comenzó en 626 a. C. y finalizó en algún momento
luego de 586 (ver notas en 1:2-3). Su ministerio fue precedido inmediatamente por el de Sofonías. Habacuc fue un
contemporáneo, Abdías pudo haberlo sido también. Desde que Ezequiel comenzó su ministerio en Babilonia en 593,
él también fue un contemporáneo del gran profeta en Jerusalén. Cómo y cuándo murió Jeremías es desconocido, sin
embargo, la tradición judía acierta que mientras vivió en Egipto fue ejecutado al ser apedreado. (Hebreos 11:37).

Jeremías era miembro de un albergue sacerdotal de Hilcías. Su pueblo natal fue Anatot (1:1), así que puede que haya
sido un descendiente de Abiatar (1 Reyes 2:26), un sacerdote de los días del Rey Salomón. El Señor mandó a
Jeremías a no casarse y a no tener hijos porque el juicio divino inminente en Judá arrasaría la próxima generación
(16:1-4). Fue principalmente un profeta sentenciado, atrajo sólo unos pocos amigos, entre los cuales estaba Ahicam
(26:24), Gedalías (hijo de Ahicam, 39:14) y Ebed-melec (38:7-13; 39:15-18). El compañero más cercano de Jeremías
fue su secretario fiel, Baruc, quien escribía las palabras de Jeremías mientras el profeta se las dictaba (36:4-32). Él
fue aconsejado por Jeremías a no sucumbir a las tentaciones de la ambición sino a estar contento con lo suyo (cap.
45). Él también recibió de Jeremías una carta de venta que fue resguardada (32:11-16), y acompañó al profeta en el
largo camino hacia el exilio en Egipto (43:6-7). Es posible que Baruc fuera responsable también por la compilación
final del libro mismo de Jeremías, ya que no se registró que ningún evento en los cap. 1-51 ocurriera luego del año
580 a. C. (el cap. 2 es un apéndice agregado por otra mano posteriormente).

Dado al autoanálisis y a la autocrítica (10:24), Jeremías ha revelado un montón sobre sí mismo. Aunque era tímido
por naturaleza (1:6), él recibió del Señor el favor de convertirse en alguien fuerte y valiente (1:18; 6:27; 15:20). En
sus “confesiones” (ver 11:18-23; 12:1-4; 15:10-21; 17:12-18; 18:18-23; 20:7-18 y sus notas) descubrió las luchas
profundas de su ser, a veces haciendo confesiones de sus sentimientos hacia Dios (12:1-3; 15:15; 17:18; 18:19-23;
ver nota en Salmos 5:10) –una práctica que explica el origen de la palabra inglesa “jeremiad” (en español: jeremiada),
la cual se refiere a una queja o invectiva denunciatoria. Jeremías, muy a menudo expresa su aflicción de espíritu
(4:19; 9:1; 10:19-20; 23:9), siendo llamado el “profeta en duelo”. Pero también es cierto que el recuerdo de su
llamado divino (1:17) y las reafirmaciones frecuentes del Señor acerca de sus comisiones como profeta (ver, por
ejemplo, 3:12; 7:2,27-28; 11:2,6; 13:12-13; 17:19-20) hicieron que Jeremías no tuviera miedo y fuera leal en el
servicio a su Dios (15:20).

Jeremías comenzó a profesar en Judá casi en la mitad del reino de Josías (640-609 a. C.) y siguió en los reinos de
Joacaz (609), Joacim (609-598), Joaquín (598-597) y Sedequías (597-586). Fue un periodo tormentoso y estresante
en el que la condena de las naciones enteras –incluyendo la misma Judá-estaba siendo sellada. Los estados más
pequeños de Asia Oeste fueron a menudo, empleados en el juego de poderes de los gigantes imperiales como Egipto,
Asiria y babilonia, y en el momento del ministerio de Jeremías no fue la excepción.

Asurbanipal, el último de los grandes gobernantes Asirios, murió en 627. Sus sucesores no encajaron con
Nabopolasar, el fundador del imperio neo-babilónico, quien comenzó su mandato en 626 (el año del llamado a
profesar de Jeremías). Un poco después que la ciudad capital de Asiria, Nínive, cayó en el asalto de una coalición de
babilónicos y medas en 612, Egipto (que no era amigo de Babilonia) marchó al norte en su intento de rescatar a
Asiria, la cual pronto sería destruida. El Rey Josías de Judá cometió el error de tratar de detener el avance egipcio, y
su muerte inesperada cerca de Meguido en 609 en las manos del Faraón Necao II fue el triste resultado (2 Crónicas
35:20-24). Jeremías quien había encontrado un afín en el espíritu del santo Josías y que había proclamado los
mensajes registrados en 11:1-8; 17:19-27 durante el movimiento de reforma del rey, lamentó la muerte de Josías (ver
2 Crónicas 35:25 y su respectiva nota).

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El hijo de Josías, Joacaz (ver nota textual del NIV en 22:11), también conocido como Salum, es mencionado sólo
brevemente en el libro de Jeremías (22:10-12) y de una forma favorable. Necao puso a Joacaz en cadenas e hizo a
Eliaquim, otro hijo de Josías, rey en su lugar, renombrándolo Joacim. Joacaz había gobernado por escasos tres meses
(2 Crónicas 36:2), y su reino marca el punto en la actitud del rey hacia Jeremías. Una vez amigo y confidente del rey,
el profeta ahora entraba en una época sombría de persecución y encarcelamiento, alternada con algunos periodos de
libertad (20:1-2; 26:8-9; 32:2-3; 33:1; 36:26; 37:12-21; 38:6-13,28).

Joacim permaneció hostil hacia Jeremías. En una oportunidad, cuando un borrador de las escrituras proféticas fue
leído a Joacim (36:21), el rey usó una navaja de escriba para cortar el pergamino, tres o cuatro columnas por vez y
lanzó las piezas a la chimenea en su apartamento de invierno (vv. 22-23). Sin embargo, por mandato del Señor,
Jeremías dictó sus profecías a Baruc una segunda vez, agregando “muchas palabras similares” a ellas (v. 32).

Previo a este episodio en la vida de Jeremías, un evento de importancia extraordinaria ocurrió para cambiar el curso
de la historia. En el año 605 a. C., los egipcios fueron derrotados en el Éufrates de Carquemis por Nabucodonosor
(46:2), el general afortunado que fue sucesor de su padre Nabopolasar como gobernante de Babilonia el mismo año.
Necao regresó a Egipto luego de grandes pérdidas y a Babilonia se le dio mano libre en Asia Oeste por los próximos
70 años. Nabucodonosor sitió Jerusalén en 605, humillando a Joacim (Daniel 1:1-2) y llevándose a Daniel y a sus tres
compañeros a Babilonia (Daniel 1:3-6). Más tarde, en 598-597, Nabucodonosor atacó una vez más Jerusalén, y de
Joacim el rebelde no se escuchó más. Su hijo, Joaquín gobernó en Judá solo por tres meses (1 Crónicas 36:9).
Jeremías predijo el cautiverio de Joaquín y sus seguidores (22:24-30), una predicción que fue cumplida
posteriormente (24:1; 29:1-2).

Matanías, tío de Joaquín e hijo de Josías, fue renombrado Sedequías y colocado en el trono de Judá por
Nabucodonosor en el 597 a. C. (37:1; 2 Crónicas 36:9-14). Sedequías, un gobernante débil y vacilante, a menudo
favoreció a Jeremías y buscó su consejo, pero en otros momentos permitía a los enemigos del profeta que lo
maltrataran y encarcelaran. Cerca del fin del reino de Sedequías, Jeremías entró en un acuerdo con él de revelarle la
voluntad de Dios para con su destino, en cambio de su seguridad personal (38:14-27). Hasta entonces el profeta
estuvo bajo arresto domiciliario hasta que Jerusalén fue capturada en 586 (38:28).

Mientras trataba de huir de la ciudad, Sedequías fue tomado por los perseguidores babilónicos. En su presencia, sus
hijos fueron ejecutados, después de lo cual, él fue cegado por Nabucodonosor (39:1-7). Nabuzaradán, comandante de
la guardia imperial, aconsejo a Jeremías a vivir con Gedalías, a quien Nabucodonosor había hecho gobernador de
Judá (40:1-6). Luego de un breve término, Gedalías fue asesinado por sus oponentes (41:1-9). Otros en Judá temieron
la represión babilónica y huyeron a Egipto, llevándose a Jeremías y a Baruc con ellos (43:4-7). Para ese momento, el
profeta tendría probablemente alrededor de 70 años de edad. Sus últimas palabras registradas se encuentran en 44:24-
30, siendo el último verso de este la única referencia explícita en la Biblia al Faraón Hofra, quien gobernó Egipto
desde 589 hasta 570 a. C.

Referido frecuentemente como “Jeremías el Profeta” en el libro que lleva su nombre (20:2; 25:2; 28:5,10-12,15;
29:1,29; 32:2; 34:6; 36:8,26; 37:2,3,6; 38:9-10,14; 42:2,4; 43:6; 45:1; 46:1,13; 47:1; 49:34; 50:1) y en otros lugares
(2 Crónicas 36:12; Daniel 9:2; Mateo 2:17; 27:9; ver Mateo 16:14), Jeremías siempre estuvo consciente de su
llamado del Señor (1:5; 15:19) para ser un profeta. En tal sentido, él proclamó palabras dadas por Dios mismo (19:2)
y, por lo tanto, la certeza de la realización (28:9; 32:24). Jeremías solo tuvo desprecio por falsos profetas (14:13-18;
23:13-40; 27:14-18) como Hananías (cap. 28) y Semanas (29:24-32). Muchas de sus propias predicciones se
cumplieron a corto plazo (por ejemplo, 16:15; 20:4; 25:11-14; 27:19-22; 29:10; 34:4-5; 43:10-11; 44:30; 46:13), y
otras –serán-cumplidas a largo plazo (por ejemplo, 23:5-6; 30:8-9; 31:31-34; 33:15-16).

Como se percibió antes, un aura de conflicto rodeó a Jeremías casi desde el principio. Él azotó los pecados de sus
compatriotas (44:23), marcándolos severamente por su idolatría (16:10-13,20; 22:9; 32:29; 44:2-3,8,17-19,25) – la
cual a menudo involucró sacrificar a sus hijos a dioses foráneos (ver 7:30-34 y su respectiva nota). Pero a pesar de
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sus pecados, Jeremías amó al pueblo de Judá, y oró por ellos (14:7,20) incluso cuando el Señor le dijo que no lo
hiciera (7:16; 11:14; 14:11).

El juicio es uno de los temas predominantes en las escrituras de Jeremías, aunque él fue cuidadoso al señalar que el
arrepentimiento, cuando fuera sincero, pospondría lo inevitable. Su consejo de sumisión a Babilonia y su mensaje de
“la vida como es usual” a los exiliados de las primeras deportaciones lo etiquetaron como un traidor a los ojos de
muchos. De hecho, por supuesto que su consejo de no rebelarse ante Babilonia lo marcaron como un verdadero
patriota, un hombre que amó a su pueblo mucho como para permanecer en silencio y mirarlos autodestruirse. Al
advertirles que permanecieran sumisos y no rebeldes, Jeremías revelaba la voluntad de Dios hacia ellos – siempre el
prospecto más sensible ante cualquier circunstancia.

Para Jeremías Dios era lo primero. La teología del profeta concebía al Señor como el Creador de todo lo que existe
(10:12-16; 51:15-19), como todopoderoso (32:27; 48:15; 51:57), presente en todas partes (23:24). Jeremías le
otorgaba los atributos más elevados al Dios al cual servía (32:17-25), viéndolo como el Señor, no solo de Judá, sino
de todas las naciones (5:15; 18:7-10; 25:17-28; cap. 46 – 51).

Al mismo tiempo, Dios está muy preocupado acerca de las personas individuales y su confianza hacia él. El énfasis
de Jeremías para este asunto (ver, por ejemplo, 31:29-30) es similar al de Ezequiel (ver Ezequiel 18:2-4), y los dos
hombres se han hecho conocidos como “los profetas de la responsabilidad individual”. La relación innegable entre el
pecado y sus consecuencias, tan visible para Jeremías mientras vio a su querida Judá en su muerte agonizante, lo hizo
–en la persecución de la vocación divina-un predicador feroz (5:14; 20:9; 23:29) de la justicia, y sus oráculos no han
perdido ninguno de sus poderes con el pasar del tiempo.

Llamado a la tarea agonizante de anunciar la destrucción del Reino de Judá (por medio del reinado largo y malvado
de Manasés y afectado superficialmente por los esfuerzos de Josías de reformar), fue la comisión de Jeremías la de
introducir la acusación de Dios contra su pueblo y la proclamación del fin de una era. Al final, el Señor estaba por
infligir en el remanente de su pueblo la última maldición del pacto (ver Levítico 26:31-33; Deuteronomio 28:49-68).
Él desharía todo lo que había hecho por ellos desde el día que los sacó de Egipto. Parecería entonces que el fin había
llegado, que la terquedad de Israel y corazón incircunciso (no consagrado) había sellado su destino final, que el
pueblo elegido de Dios había sido alejado, que todas las promesas y pactos habían llegado a nada.

Pero el juicio de Dios a su pueblo (y a las naciones), aunque terrible, no era la última palabra, el trabajo final de Dios
en la historia. La piedad y la lealtad al pacto triunfarían ante la guerra. Más allá del juicio, vendría la renovación y la
restauración. Israel sería restaurada, las naciones que la aplastaron serían aplastadas, y los pactos antiguos (con Israel,
David y los Levitas) serían honrados. Dios haría un nuevo pacto con su pueblo en el cual escribiría su ley en sus
corazones (ver 31:31-34 y las notas; ver también Hebreos 8:8-12 y sus notas) y, por lo tanto, los consagraría a su
servicio. El nuevo pacto se haría en la forma de tratados reales del Cercano Este y contendría promesas
incondicionales, de gracia, profundamente espirituales, morales, éticas y relacionales. La casa de David gobernaría el
pueblo de Dios en justicia, y sacerdotes leales servirían. El Compromiso de Dios con la redención de Israel era tan
infalible como la orden segura de la creación (cap. 33).

El mensaje de Jeremías iluminó lo distante, así como también el horizonte más cercano. Fueron los falsos profetas los
que proclamaron la paz a una nación rebelde, como si la paz del Dios de Israel fuera indiferente a su deslealtad. Pero
el mismo Dios que llevo a Jeremías a denunciar el pecado y a pronunciar el juicio fue el Dios que lo autorizó a
anunciar que la guerra divina tenía su rumbo, sus 70 años. Después de todo el perdón y la purificación vendrían – y
un nuevo día, en el cual todas las viejas expectativas despertadas por los actos pasados de Dios y sus promesas y
pactos, serían completadas de una forma que trascendería todas las piedades antiguas de Dios.

Jeremías es el libro más largo en la biblia, conteniendo más palabras que cualquier otro libro. Aunque un número de
capítulos fueron escritos principalmente en prosa (cap. 7; 11; 16; 19; 21; 24-29; 32-45), incluyendo el apéndice (cap.
3
52), la mayoría de las secciones son predominantemente poéticas en forma. La poesía de Jeremías es elevada y lírica.
Un creador de frases hermosas, nos ha dado abundancia de pasajes memorables (por ejemplo, 2:13,26-28; 7:4,11,34;
8:20,22; 9:23-24; 10:6-7,10,12-13; 13:23; 15:20; 17:5-9; 20:13; 29:13; 30:7,22; 31:3,15,29-30,31-34; 33:3; 51:10).

La repetición poética fue usada por Jeremías con habilidades particulares (ver, por ejemplo, 4:23-26; 51:20-23) él
entendió la efectividad de repetir una frase una y otra vez. Un ejemplo es “espada, hambre y plagas” encontrada en 15
versos separados (14:12; 21:7,9; 24:10; 27:8,13; 29:17-18; 32:24,36; 34:17; 38:2; 42:17,22; 44:13). Él hizo uso de
criptogramas (ver notas textuales en el NIV en 25:26; 51:1,41) en ocasiones apropiadas. La aliteración y asonancia
también fueron parte de su estilo literario, siendo algunos ejemplos zarim wezeruha (“foráneos… que la avienten”,
51:2) y pah?ad wapah?at wapah? (“Miedo, hoyo y lazo contra ti” 48:43; ver nota en Isaías 24:17). Así como
Ezequiel, a Jeremías se le instruyó a usar simbolismo para resaltar su mensaje: un cinto podrido e inútil (13:1-11), la
vasija rota (19:1-12), coyundas y yugos (cap. 27), piedras grandes en un barro enladrillado (43:8-13). El valor
simbólico también es visto en los mandatos del Señor a Jeremías de no casarse y tener hijos (16:1-4), no entrar a casa
donde hay un funeral o donde hay una fiesta (16:5-9), y de comprar un campo en su tierra natal, Anatot (32:6-15). De
forma similar, el Señor usó herramientas visuales al llevar su mensaje a Jeremías: el alfarero de barro (18:1-10), dos
cestos de higos (cap. 24).

Diferente de Ezequiel, los oráculos en Jeremías no están dispuestos en orden cronológico. De haber estado
ordenados, la secuencia de las secciones dentro del libro habrían sido aproximadamente como sigue: 1:1 – 7:15; cap.
26; 7:16 – 20:18; cap. 25; cap. 46 - 51; 36:1-8; cap. 45; 36:9-32; cap. 35; cap. 21 - 24; cap. 27 - 31; 34:1-7; 37:1-10;
34:8-22; 37:11 – 38:13; 39:15-18; cap. 32 - 33; 38:14 – 39:14; 52:1-30; cap. 40 - 44; 52:31-34. El esquema debajo
representa un análisis del libro de Jeremías en su orden canónico actual:

1. Llamada del Profeta (cap. 1)


2. Advertencias y Exhortaciones a Judá (cap. 2 - 35)
1. Discursos más tempranos (cap. 2-6)
2. Mensajes del Templo (cap. 7-10)
3. Pacto y Conspiración (cap. 11-13)
4. Mensajes referentes a la sequía (cap. 14-15)
5. Desastre y Consuelo (16:1; 17:18)
6. Mandamiento a mantener el Santo Sabbath (17:19-27)
7. Lecciones del alfarero (cap. 18-20)
8. Condena a los Reyes, Profetas y el Pueblo (cap. 21-24)
9. Predicción del Exilio Babilónico (cap. 25-29)
10. Promesas de Restauración (cap. 30-33)
11. Apéndice Histórico (cap. 34-35)
3. Sufrimientos y Persecuciones del Profeta (cap. 36-38)
1. Quema del Pergamino de Jeremías (cap. 36)
2. Encarcelación de Jeremías (cap. 37-38)
4. La Caída de Jerusalén y sus Consecuencias (cap. 39-45)
1. La Caída Misma (cap. 39)
2. Ascensión y Asesinato de Gedalías (40:1; 41:15)
3. Migración a Egipto (41:16; 43:13)
4. Profecía contra Aquellos en Egipto (cap. 44)
5. Apéndice Histórico: Promesa a Baruc (cap. 45)
5. Juicio contra las Naciones (cap. 46-51)
1. Contra Egipto (cap. 46)
2. Contra Filistea (cap. 47)
3. Contra Moab (cap. 48)
4. Contra Amón (49:1-6)

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5. Contra Edom (49:7-22)
6. Contra Damasco (49:23-27)
7. Contra Cedar y Hazor (Arabia) (49:28-33)
8. Contra Elam (49:34-39)
9. Contra Babilonia (cap. 50-51)
6. Apéndice Histórico (cap. 52)

En tiempo de Jeremías e incluso antes, uno de los objetos de adoración eran los dioses Baal y Asera, cuyas imágenes
estaban por muchos lugares. Asera era el femenino del dios Baal, era considerada la diosa de la fertilidad y se le solía
adorar en una colina debajo de un árbol, que en ocasiones, por la tierra seca de Egipto, este árbol solía ser artificial.

Sobre esto, el Pueblo de Dios fue advertido muy tempranamente, y en Exodo cápitulo 34, versículos del 11 al 17, se
puede leer la advertencia contra la idolatría a Canaán, y cómo Dios enseñó a evitar los árboles de Asera. Sin embargo
a pesar de esto, Israel se olvidó de su Dios y sirvieron a los dioses Baal y Asera, como podemos leer en Jueces
capítulo 3: vers´siculo 7.

El otro aspecto de la idolatría es en quién se deposita la fe y la confianza.

El capítulo 16 de Jeremías está haciendo referencia al juicio de Jehová para con Judá. La separación de Dios que
mantenía el pueblo llegó a tal nivel que se había perdido toda noción sobre cuál era la voluntad de Dios; leer Jeremías
capítulo 16 versículos 9 y 10.

Permítame invitarle a buscar en su Biblia, si la tiene a mano, el libro de Jeremías capítulo 16 versículos 11 al 21 y
Jeremías capítulo 17 versículos del 1 al 4.

-Proliferación de la idolatría-

En estos versículos vemos la proliferación de la idolatría del Pueblo de Dios y a qué nivel llegó.

Fíjese que en el vers. 19 al 21 del capítulo 16 es Jeremías, quien en actitud de súplica y esperanza le expone a Dios
que tratará de hacer que el pueblo considere y se arrepienta de su actitud y el vers. 1 del capítulo 17 es Dios quién
responde a esta expresión de Jeremías.

¿qué nos está queriendo decir los versículos 1 y 2 del capítulo 17?

Efectivamente; que el pecado del Pueblo de Dios estaba tan arraigado en las gentes que formaban parte la
personalidad de ellos “escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su
corazón……”

El pecado estaba, dice el versículo “escrito y esculpido”. Todo lo que se escribe con pintura, tinta u otro material que
no produzca huella o hendidura, más tarde o temprano termina desapareciendo, pero aquello que es grabado (escrito
con cincel de hierro) y esculpido (con punta de diamante) — el diamante, sabes, que es el material más duro que se
conoce, capaz de marcar y rayar cualquier otro tipo de material -, no se borra nunca, excepto en determinados casos,
como es el que el material se funda y sea hecho nuevo o que se le aplique determinado proceso de purificación con
ácidos u otros productos que destruya toda la parte grabada y esculpida.

Pero no sólo el pecado del Pueblo de Dios estaba enraizado en la persona de sus gentes, sino que además, estaba “en
los cuernos de sus altares”

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que el pecado no solo tenía su raíz en las personas sino que estaba también en la práctica idolatra de adoración y
religiosidad que practicaban y ofrecían a Baal y Asera.

Hasta aquí la situación no ha cambiado mucho referente al Pueblo de Dios que había en tiempos de Jeremías y a la
que hay hoy en nuestros días.

Las consecuencias que se van a derivar de esto se refleja en el versículo 4 ; vámos leerlo……………Es decir por la
culpa de los idolatras vendrá la destrucción, puesto que esto “enciende fuego en el furor de Dios”

Vemos en estos versículos cual es el pensamiento de Dios referente en quién deposito el hombre su confianza. Los
versículos 5 y 6 presentan el aspecto negativo y los versículos 7 y 8 el aspecto positivo.

¿sabes qué es la retama?

Es un arbusto que crece en el desierto. Y hay un dicho, que aún perdura sobre la retama que dice: “es más amargo
que la retama”

Así dicen los versículos que hemos leído que serán las personas, dependiendo en quién depositen su fe y confianza;
aquellos que depositan su confianza en los hombres serán malditos y sus vidas como la retama, decrépitas, amargas e
infértiles, y solitarias (vers. 5 y 6), los que la depositan en Jehová serán benditos, como los árboles que crecen en
tierras fértiles y húmedas, con vidas fructíferas, llenas de vida y aún en tiempos difíciles y de sequías tendrán vida y
abundancia. (vers. 7 y 8).

Esta enseñanza es fuerte y muy importante; deberíamos prestarle, bastante consideración para aplicarla a nuestra
vida. No pierdas de vista quién es el que dice esto: comienzo del versículo 5. “ Así ha dicho Jehová…..”

Eso es; ¿acaso nos podemos confiar en nuestros pensamientos?. De ninguna manera, más bien tenemos que poner
nuestra confianza en el Espíritu Santo y en que su luz alumbre y guíen nuestros pensamientos.

Y eso sí que es importante. (vers. 10) Es Jehová quién ve el interior de nosotros y quién nos examina para darnos a
cada uno según nuestro comportamiento.

Como vemos estos, versículos no están referidos a la palabra de Jehová, es el profeta Jeremías quién suplica a Dios
abrumado por la oposición y burla de la gente y por la inmensidad y gravedad de la situación. Por la dificultad de
presentar el mensaje que tiene que dar al pueblo.

A veces afrontar la actitud burlona y e irrisoria de la gente es más difícil que la propia persecución, si embargo Dios ,
en ocasiones demora los tiempos para dar ocasión al arrepentimiento, pero de seguro sus promesas y su juicios se
hacen realidad, como se afirma en 2ª de Pedro cap. 3.

Conclusiones prácticas:

1. Viviendo en pecado es muy difícil erradicarlo de nuestra vida y con facilidad pasa de padres a hijos. (Jeremías 17:1
y 2)

2. El pecado trae malas consecuencias espiritual y físicamente. (Jeremías 17:3 y 4)

3. Hay que prestar atención en quién depositamos nuestra confianza: en los hombres o en Dios (Jeremías 17: 5–8)

4. Dios es el único que realmente conoce el corazón humano (Jeremías 17: 9 y 10)
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Para el momento en que Jeremías da su mensaje, la nación de Israel había sucumbido ante la idolatría. y Dios usa tanto
a Jeremías como a Ezequiel (este último también profeta y contemporáneo con Jeremías) para darle una última
oportunidad a su pueblo de volverse a Él, antes de que se desatase el merecido juicio o castigo sobre toda la nación; la
inminente invasión de babilonia.

El mensaje básico de Jeremías es claro: Judá no podrá escapar de la ira de Dios a causa de su corrupción y
desobediencia. esto fue lo que Jeremías proclamó al pueblo de todas las formas posibles durante cuatro décadas,
tratando de evitar lo inevitable. Dios si estaba dispuesto a detener su juicio; pero el pueblo no estaba interesado en
reconocer su pecado.

Jeremías presenta con gran fuerza a Dios como el Dios del pacto que el pueblo ha violado una y otra vez; y establece
en los capítulos dedicados a hablar del nuevo pacto (capítulos 30-33) un principio que toma su forma definitiva en el
pacto establecido por la sangre del cordero de Dios; Jesucristo. “No basta con ser miembro del pueblo del pacto. Hay
que llevar ese pacto al corazón para convertirlo en una forma de vida.

Esta es la razón por la cual en el Nuevo Testamento; encontramos numerosas citas tomadas de los escritos de este
sacerdote-profeta. El pueblo de Judá para ese entonces se confiaba en ser “El pueblo de Dios”. Y tomaba esta realidad
como una garantía que le hacia invulnerable ante el mal.

La Conveniencia de la Profecía Humana

La historia nos muestra, que Jeremías tuvo que enfrentar al rey Josías con la realidad de que el pueblo se había desviado;
yendo en pos de falsos dioses y practicando la idolatría. Sin embargo, existían dentro del pueblo de Israel también
falsos profetas, que anunciaban mensajes muy convenientes al rey.

en el capitulo veintitres de Jeremías; desde el versiculo nueve hasta el cuarenta Dios denuncia por medio de Jeremías
a los falsos profetas. dentro de este texto encontramos las siguientes palabras.

“…No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban”. Jeremías 23:21

Este es pues uno de los peligros principales que denuncia Jeremías 17-5 y que Dios coloca bajo maldición, en aquel
entonces había hombres que hablaban mensajes de su propio corazón como si fuese de Dios. Y aunque Dios había
determinado un castigo para el pueblo de Judá si no se arrepentía; estos falsos profetas decían que habría paz, y que no
había de que preocuparse y que podían seguir viviendo sin guardar la Ley de Jehová.

De esta forma, estos falsos profetas, que no en pocas ocasiones Jeremías tubo que enfrentar; engañaban al pueblo
haciéndoles creer que sus pecados quedarían sin castigo; y que Dios no veía con desagrado las prácticas de infidelidad
hacia Él y de idolatría.

Es notable que el capítulo diecisiete de Jeremías, comienza afirmando la terquedad de un pueblo; totalmente decidido
a vivir en el pecado. Y que prefería confiar en las falsas esperanzas que los falsos profetas transmitían; que reconocer
su pecado y creer en la palabra de Dios que venía de boca de Jeremías.

Dios no solo dice en Jeremías 17-5 “maldito el hombre que confía en el hombre” hablando de la confianza ciega del
pueblo en sus líderes. Todos ellos que para el momento les habían inducido y dirigido a pecar contra Dios; no
denunciando y permitiendo la abominable idolatría dentro del pueblo de Dios.

Dios también da la salida, nos muestra el camino correcto a seguir para ser bendecidos…
7
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.

Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando
viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto”. Jeremías
17:7-8

Así que la enseñanza principal en Jeremías 17-5 no es la de que vamos a ser maldecidos por confiar en el hombre;
aunque por supuesto que así será si nos apoyamos “más” en la palabra de los hombres que en lo que Dios dice, manda
y exige, tal cual lo vivió el pueblo de Israel, que fue invadido, destruido y llevado cautivo.

Sino que seremos muy bendecidos si confiamos en Dios con todo nuestro corazón y esperamos en sus palabras y
promesas independientemente de las circunstancias adversas podremos sobreponernos confiando en su palabra.

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