Fattore y Bernardi ¿Quiénes son los que no finalizan la escuela secundaria en
Rosario? Caracterización estadística de la exclusión educativa.
Aportar una mirada cuantitativa a la problemática educativa a la que se orienta el Programa
Joven: la inclusión de los jóvenes que abandonaron el sistema educativo formal. Este programa se inició en 2004. Es relevante incorporar a la caracterización el contexto de sanción de la Ley 26.206 de Educación Nacional en 2006. Con esta ley se dictaminó la obligatoriedad del nivel secundario en todo el país y la responsabilidad del Ministerio de Educación Nacional y de las autoridades jurisdiccionales en garantizar este cumplimiento. Santa Fe ha optado por configurar una oferta de siete años de nivel primario y cinco de secundario. Se intenta trazar un panorama que permita dimensionar el tamaño del desafío de inclusión educativa en la ciudad de Rosario. Para ello, se realiza una selección de indicadores, con la mayor actualización que las estadísticas oficiales disponibles permiten. Para focalizar en la población objetivo del Programa se tomará como universo de estudio a los adolescentes y jóvenes menores de 20 años que no asisten a la escuela y no poseen título secundario. Esta caracterización se organiza en tres cuestiones: - La cobertura del sistema educativo. - La población fuera de la escuela. - El abandono de la población escolar. Tres fuentes de datos complementarias: - censos nacionales de población - Encuesta permanente de hogares - Relevamientos escolares: el sistema de información educativa federal que regula el Ministerio de Educación de la Nación a través de la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa (DiNIECE)
La cobertura del sistema educativo
La evaluación de la cobertura implica establecer una relación entre oferta y demanda. Así, analiza en qué medida la “población objetivo” de un nivel o modalidad ofertado accede efectivamente al mismo. Se alcanzan niveles de escolarización universal entre los 5 y los 12 años. A partir de los 13 años comienzan los procesos de abandono. 43.000 adolescentes de entre 12 y 17 años se encuentran fuera de la escuela. El salto más intenso es entre los 15 y 16 años: con solamente un año de diferencia, la asistencia de la población desciende 14 puntos porcentuales. A los 16 años de edad, uno de cada cuatro adolescentes no asiste a la escuela. Para la población de 17 años, esta proporción desciende a uno de cada tres (33%). Al respecto, cabe resaltar que el hecho de que el 67% de la población de 17 años asista a la escuela no implica necesariamente que estén finalizado la secundaria, ni tampoco que accedan al título secundario. Cabe preguntarse cómo evaluar estos niveles de cobertura de la provincia en el contexto nacional, ¿son similares a lo que ocurre en el resto del país? Entre los 15 y los 17 años se observa la mayor diferencia con el país: la asistencia en Santa Fe es 5 puntos porcentuales inferior. Esta diferencia permite concluir que el sistema educativo de la provincia de Santa Fe tiene menor capacidad de captación de la población de 15 a 17 años, en cualquiera de sus niveles y modalidades, que el país analizado en su conjunto. La provincia de Santa Fe ocupa el lugar número 21 según la tasa de asistencia de la población de entre 15 y 17 años, una de las más bajas del país. Ahora bien, al analizar el tramo de edad de 15 a 17 años, se observan dos fenómenos relevantes de destacar: En primer lugar, que es el tramo de edad donde se manifiesta la mayor variabilidad: mientras algunas jurisdicciones superan el 90% de asistencia, otras se sitúan por debajo del 70%. Esto indica que es en este tramo de edad donde las desigualdades entre provincias en torno a la cobertura se hacen más intensas. En segundo lugar, la tasa de asistencia de Santa Fe posiciona a la provincia entre las que alcanzan menores niveles de cobertura de la población de 15 a 18, ubicándose en el lugar número 21. La tendencia de la cobertura es creciente en todas las edades, a excepción de los últimos diez años, para el tramo de edad correspondiente al nivel secundario. La cobertura del nivel secundario creció más intensamente en la década de los 90. Habiendo realizado estas observaciones, es relevante distinguir que en los últimos diez años se produce un proceso de fuerte desaceleración del proceso de inclusión educativa, marcado en las décadas anteriores por un progresivo incremento de la cobertura en el nivel secundario. Al respecto, es interesante señalar que, en el período en el que se inicia el Programa Joven, un conjunto significativo de estudiantes de nivel secundario estaban expuestos a esta situación de crisis económica y social, siendo además no sólo la primera generación que accedía al nivel, sino probablemente también el primer miembro del hogar. A partir de los 14 años se comienzan a manifestar las diferencias entre varones y mujeres. Entre los 12 y 17 años, 13.700 adolescentes y jóvenes no asisten a la escuela. De ellos, 7.700 son varones y 6.000 son mujeres. Esto implica que la población en estas edades que está fuera de la escuela —y que es objetivo del Plan Joven— está más compuesta por varones que por mujeres. También sugiere que la población masculina está más expuesta a los procesos que generan y consolidan la exclusión educativa, expresada en esta oportunidad como abandono escolar.
La población fuera de la escuela
El Programa Joven nace como una estrategia orientada a lograr el reingreso al sistema educativo de los adolescentes y jóvenes que abandonaron la escuela, específicamente de aquellos que están en la edad de asistir a la escuela secundaria. En este apartado se buscará realizar una caracterización de este grupo, utilizando algunos de los indicadores socioeconómicos que están disponibles en las fuentes de datos. De esta forma, se espera perfilar alguna de las características estructurales de la población objetivo del Programa, que permitan un mayor conocimiento acerca de quiénes son aquellos que no finalizan la escuela secundaria en Rosario. Una de las primeras características relevantes es conocer cuál es el máximo nivel educativo que alcanzaron a cursar antes de abandonar. Al analizar en forma comparativa con el año 2001, se observa que no ha variado significativamente en diez años la cantidad de población que no logró finalizar la secundaria y no asiste a la escuela: en ambos censos, los totales rondan los 25.000 adolescentes y jóvenes. En términos relativos, tampoco se observan cambios intensos: mientras que en 2001 representaban el 25% del total de la población, en 2010 alcanzan al 26,7%. Sin embargo, cabe señalar que se identifican variaciones en la composición de la población: entre 2001 y 2010 ha disminuido la proporción que abandonaba la escuela al finalizar el primario, y en consecuencia se incrementó la que abandona durante la secundaria. Esto implica que en los últimos diez años en el departamento de Rosario se han ampliado las oportunidades para iniciar la escuela secundaria, pero no se observa una correspondencia en una mayor finalización del nivel. La bibliografía que analiza las múltiples dimensiones entre la pobreza y el abandono escolar es vasta, y ha oscilado entre la producción de sugerentes aportes conceptuales a la problemática y el reduccionismo simplista y estigmatizante. Si bien no es objetivo del presente capítulo profundizar en esta relación, se advierte la necesidad de diferenciar entre asociación estadística y relación causal: el hecho de que la población en condiciones de pobreza esté en situación de exclusión educativa no necesariamente significa que una sea causa de la otra y es necesario considerar los mecanismos sociales y escolares que originan esta asociación. La medición de la pobreza es un proceso complejo y sujeto a debates entre diversas metodologías (Álvarez, Gómez, Lucarini y Olmos: 2005). En este caso, se opta por trabajar con la medición de la pobreza desde el ingreso, utilizando el indicador de ingreso per cápita familiar. Los adolescentes de los hogares con más bajos ingresos poseen menos oportunidades de acceso y permanencia. En el tramo de 12 a 18 años de edad se observan significativas disparidades en función del ingreso: quienes pertenecen al 20% de los hogares con menores ingresos (ingreso per cápita familiar bajo) alcanzan niveles de escolarización en torno al 79%, mientras que aquellos que pertenecen al 40% de los hogares de más altos ingresos se sitúan casi en un 90%. Otro de los aspectos relevantes a analizar es el origen socioeducativo de la población que no asiste, considerando el nivel educativo de los miembros del hogar de pertenencia. En síntesis, el indicador explora la existencia en el hogar de un referente que haya finalizado la educación secundaria. Al introducir esta variable es posible identificar la intensidad que posee la existencia de referentes en el hogar que hayan finalizado el secundario. En este cruce, las brechas son más intensas que las analizadas a través del ingreso per cápita familiar. Los adolescentes que pertenecen a hogares donde ningún miembro finalizó la escuela secundaria poseen menos oportunidades de acceso y permanencia. Las brechas que se manifiestan son más intensas que las observadas en el análisis por nivel socioeconómico. Otro de los factores frecuentemente referidos al analizar el abandono escolar es la actividad laboral. De la población que tiene entre 12 y 18 años y no asiste a la escuela, las dos terceras partes tampoco trabajan. Estos datos introducen un interrogante a la relación entre abandono escolar y trabajo. En resumen, el análisis de este apartado ha permitido distinguir algunas de las principales características de los adolescentes y jóvenes menores de 19 años que han quedado excluidos del sistema educativo: • Si bien está compuesta por población de ambos sexos, hay presencia mayoritaria de varones. • En su gran mayoría, han finalizado la primaria y más de la mitad tuvo una experiencia en la escuela secundaria. • Hay una mayor presencia de población proveniente de los hogares de más bajos ingresos. • Casi la totalidad pertenece a hogares donde ningún miembro finalizó la escuela secundaria, ni los adultos referentes, ni los hermanos, ni otros miembros convivientes. • Solamente un tercio se dedica a alguna actividad laboral. Las dos terceras partes de la población que no asiste a la escuela en este tramo de edad tampoco trabajan.
El abandono de la población escolar
El objetivo de este último apartado es perfilar la dinámica del abandono escolar en la ciudad de Rosario, identificando cuál es su incidencia en las distintas edades y grados, y cómo a lo largo del tiempo se va conformando la población que queda excluida del acceso al título secundario. En primer lugar se presenta un análisis de la condición de edad de los estudiantes10, para trazar un esquema de los principales procesos de ingreso, permanencia y progresión por el sistema educativo. Al respecto, cabe señalar que la utilización del indicador de sobreedad permite aproximarse a una reconstrucción de la trayectoria del estudiante, ya que funciona como “marca” de la escolaridad previa. Un estudiante adquiere la condición de sobreedad (que es una condición que imprime la escuela) habiendo experimentado alguna de las siguientes situaciones: (i) ingreso tardío —fenómeno particularmente raro, considerando que la cobertura universal ya se alcanza a los 5 años de edad—, (ii) repetición de grado, que obliga al estudiante a reinscribirse en el mismo grado con un año más de edad o (iii) abandono temporario, con posterior reinserción. La sobreedad se acumula: la cantidad de años de sobreedad indica el número de veces que la trayectoria educativa de un estudiante se aleja del recorrido teórico: quienes asisten con un año de sobreedad experimentaron una situación de repitencia o de abandono durante un ciclo escolar. Dos años de sobreedad indican que el estudiante repitió dos grados, o dos veces el mismo grado, o repitió un año y abandonó, o abandonó dos años. Cuantos más años de sobreedad acumula un estudiante, evidencia mayor reiteración de alguna de estas situaciones en su trayectoria. En este capítulo se consideran estas situaciones con el término “fracaso escolar”11, no como fracaso de los estudiantes, sino como fracaso del sistema educativo, que en su configuración actual no logra garantizar los niveles de aprobación y progresión que establece la normativa que lo regula. A los 5 años ya asiste a la escuela la totalidad de la población. Entre los 5 y los 13 años todos asisten a la escuela, muchos acumulan años de sobreedad por experiencias de fracaso escolar, especialmente en el inicio de la secundaria. A partir de los 14 años se incrementan los niveles de sobreedad y se manifiesta el abandono. Esta disposición permite reconocer tres etapas diferentes que marcan las trayectorias educativas de la población: -Ingreso Comparando los totales de inscriptos de 3 y 4 años, se pueden identificar los niveles de cobertura en este tramo de edad y el acceso a las diferentes etapas del nivel inicial. Aproximadamente, de cada 100 niños y niñas que ingresan a primer grado: • 22 asistieron tres años al nivel inicial • 45 asistieron dos años al nivel inicial • 33 asistieron sólo un año al nivel inicial -Permanencia y fracaso La cobertura universal del último año del nivel inicial, así como primario, se identifica en la estabilidad del total de estudiantes desde los 5 hasta los 13 años. -Fracaso y abandono En el tramo de edad de los 14 a los 17 años se incrementa significativamente la sobreedad y disminuye el total de estudiantes. La presencia conjunta de ambos fenómenos es señal de que, en estas edades, los estudiantes atraviesan con mayor frecuencia situaciones de fracaso escolar y abandono. Tomando como referencia estos datos, es posible estimar que, en la ciudad de Rosario, son aproximadamente 9.000 los adolescentes de entre 12 y 17 años los que no asisten a la escuela. De los 15.659 estudiantes que asistían con 12 años en el año 2005, 5.500 abandonaron la educación común antes de cumplir los 18. De ellos, sólo 1.000 ingresaron a la educación de adultos. • Entre 14 y 17 años, procesos de abandono y fracaso escolar. • A partir de los 12 años, matriculación de niños en educación de adultos. Muchos adolescentes y jóvenes encuentran en la educación de adultos una alternativa para la terminalidad de estudios primarios y secundarios. Al respecto, cabe mencionar que el ingreso a la educación de adultos no necesariamente se constituye como una oportunidad efectiva de titulación secundaria, por los altísimos niveles de fracaso escolar y abandono. De cada 100 estudiantes de la ciudad de Rosario que asistían con 12 años de edad en 2005, cuando cumplen 17 años... • 33 llegaron con edad teórica al último año de la secundaria. • 32 asisten con sobreedad a años anteriores del nivel. • 35 abandonaron la educación común. De ellos, 6 se inscribieron en educación de adultos. El análisis de seguimiento de cohortes por edad simple permite incorporar un elemento adicional de análisis: realizando un corte transversal de la población en una edad específica es posible estimar la cantidad de años que pasaron desde su último contacto con el sistema educativo. Esta información es particularmente relevante para pensar a la población objetivo del Programa Joven: cuanto mayor es la cantidad de años fuera de la escuela es más grande el desafío del reingreso. Se toma el conjunto de los 4.500 adolescentes de 17 años de edad que estaban fuera de la escuela en 2010. De ellos, aproximadamente: • 1.800 (40% del total) están fuera de la escuela desde hace un año • 1.100 (24% del total) permanecieron dos años fuera de la escuela • 1.600 (36% del total) permanecieron tres o más años fuera de la escuela. El abordaje por edad permite imprimir una perspectiva dinámica al análisis de las trayectorias, pero no alcanza a construir un escenario completo del nivel secundario. Es necesario profundizar en la descripción del nivel, poniendo el foco en los procesos de ingreso, permanencia y progresión desde la estructura del sistema educativo, identificando los grados donde se manifiestan las mayores dificultades para la permanencia y el avance por la educación común. El valor negativo que se observa en el último año de la primaria (grado 7) pone en evidencia una particularidad de Rosario: un sector de la población residente en las localidades de los alrededores de la ciudad asiste al nivel primario en oferta local e ingresa al nivel secundario en la oferta de Rosario. Debido a la forma en que se calcula el indicador, el ingreso de estudiantes en el inicio de la secundaria queda expresado como un abandono negativo en el final de la primaria. El tránsito de los estudiantes por la educación común no solamente está signado por el abandono, sino también por la repitencia. Ésta adquiere particular significancia en el contexto del análisis del Programa Joven, ya que muchos estudiantes que abandonan la escuela han atravesado experiencias de fracaso escolar. En este sentido, resulta particularmente interesante analizar en qué grados de la educación común se produce con mayor intensidad este fracaso escolar. Efectivamente, el impacto de no aprobar un grado no es el mismo si esto ocurre en el inicio de la primaria, en forma reiterada en los primeros años de la secundaria, o hacia el final del nivel. El estudio de la estructura de promoción por grado (Gráfico 13) permite detectar los principales cuellos de botella para garantizar la concreción de las trayectorias educativas teóricas: los grados en los que se identifican los niveles más bajos de promoción son los que presentan mayores dificultades para la aprobación. A lo largo de toda la secundaria los niveles de promoción son bajos: en promedio, aproximadamente uno de cada cuatro estudiantes no logra pasar de grado. Los niveles de promoción más bajos se sitúan al inicio del ciclo: el 27% de los inscriptos en octavo grado no logró promoverlo a fin de año. El indicador se incrementa hasta el grado 12: son muchos los estudiantes que logran alcanzar el último año del secundario y no llegan a aprobarlo. Algunos estudiantes que no alcanzan a promover se inscribirán como repitentes al año siguiente. Muchos otros desistirán de continuar sus estudios. Estos niveles de fracaso escolar y abandono inciden negativamente en el cumplimiento del derecho a la educación en la ciudad de Rosario, y los jóvenes hacia los que se dirige el Programa Joven han sido los principales protagonistas de estas experiencias. A partir de la combinación de diferentes indicadores se ha buscado poner el foco en un conjunto de fenómenos que conforman estas situaciones de exclusión. Como corolario a este análisis, se propone perfilar el desgranamiento14 a lo largo del nivel secundario a través del análisis de cohortes reconstituidas. Solamente uno de cada cinco estudiantes que inicia la secundaria alcanza a finalizarla en el tiempo previsto. Algunos logran egresar invirtiendo más años de escolaridad. Cerca de las dos terceras partes abandona durante el tránsito por la secundaria. El análisis propuesto en este último apartado pone de manifiesto las significativas restricciones que se le presentan a la población adolescente de Rosario para finalizar la educación secundaria, aún más si se trata de hacerlo en el tiempo que prevé el trayecto teórico definido por la normativa vigente. El análisis es contundente: las formas en que se segmentan las trayectorias de los estudiantes desde el inicio de la escolaridad; los altos niveles de reprobación en el inicio del primario, que dificultan el tránsito en tiempo y forma por el nivel; y las diferentes formas que asume el fracaso escolar en el inicio de la secundaria, ya sea para aquellos que no acceden al nivel, pero principalmente para quienes ingresan pero abandonan, y quienes permanecen acumulando experiencias de repetición de grado. Este perfil pone de manifiesto la magnitud del desafío, la necesidad de desarrollar en forma complementaria dos estrategias. Por un lado, políticas de carácter paliativo, como el Programa Joven, para que la población que abandonó la escuela secundaria vuelva a inscribirse. Sin embargo, estas políticas deben alcanzar mayores niveles de cobertura, porque la magnitud del problema así lo demanda. A la vez, necesitan articular mejor con la escuela, para acompañar el proceso de inserción de los jóvenes una vez que se logra la vuelta a la escuela. Y por otro lado, políticas de carácter preventivo, que se enfoquen en intervenir allí donde la desigualdad social toma forma de desigualdad educativa, para mejorar la experiencia escolar de la población y ampliar las oportunidades de alcanzar una escolaridad universal y justa.