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LA PARADOJA INFINITA

Por Juliana Guerrero


Estudiante de grado séptimo.
Colegio San Francisco Javier.

En el inicio del tiempo, cuando el hombre era una novedad, éste se negó a relacionarse
con los otros de su especie, y se topó con problemas que él mismo enfrentaría solo, y
creó su propio mundo, su espacio y su ego, pero lo que no tomaba en cuenta es que
todos compartimos el mismo universo y por ello todo su contexto es igual, y aunque la
manera de mencionarlo fuera diferente siempre se referirán a lo mismo pues comparten la
misma esencia, pero la manera de verlo e interpretarlo es única en cada individuo o al
menos lo era hasta que llegó el momento de su evolución, el momento en donde su
naturaleza cambió de manera tan drástica que se dio cuenta de que necesitaba de otros
para sobrevivir, pero su ego lo dominó, y empezó a imponer, a conocer su mundo y a ser
él el adecuado pues desde ese momento su mundo sería lo correcto y los demás
sufrirían para ser aceptados, para sobrevivir, ya que somos seres sociables.

Aunque no estemos conscientes, siempre necesitaremos de una similitud para sentir que
los demás nos entienden, y, en efecto, podamos conformar una comunidad en la que
cada vez se van reuniendo más y más individuos, algunos reprimidos y obligados a
encontrarse con sus semejantes para sobrevivir, lo cual lleva a ocultar lo que realmente
son y otros ingenuos que mastican la realidad cuando en el fondo saben que su mundo es
único, pero todos a la vez residen en el planeta tierra y en un universo igual y sus
palabras siempre serán las mismas pues se rodean del mismo contexto, aunque con una
diferente pronunciación, manera de expresar y/o enunciación.

Sé que la anterior apertura no es la más presuntuosa pero me lleva a aclarar muchos más
puntos de los que haría con alguna otra cita. Ahora bien, en el diccionario se dice que
palabra es una: “unidad léxica constituida por un sonido o conjunto de sonidos articulados
que tienen un significado fijo y una categoría gramatical ”. La anterior definición se podría
aplicar para un idioma en específico, para una división lexical, pero cuando nos abrimos a
conjeturar sobre el “verdadero” significado de la palabra no hay fronteras significantes, y
las posibilidades de definición son gigantescas pues van más allá de los sonidos, se
afincan y se posicionan desde nuestro cuerpo. Se ofrecen nuevas posibilidades de
interpretación que se asumen desde lo social para conjugar la plenitud del significado,
pero no a través de la discriminación e imposición de mundos de pensamiento, sino
desde la aceptación, pues no se trata de ser Colombia, Estados Unidos, Francia, Ecuador,
Perú, etc… Se trata de que nosotros logremos dejar a un lado el ego que envuelve
nuestros mundos y nos encontremos a través de las palabras.

Gabriela Milone expresa en su texto “Imposibilidad y experiencia poética” lo siguiente:


“Nos preguntamos aquí por la experiencia de la poesía, por la poesía como experiencia,
por la experiencia como poesía: ¿qué dice la poesía de la experiencia, y viceversa, qué
puede decir la experiencia de la poesía? ¿Decir o tan sólo mostrar? ¿Mostrarlo que de
todos modos se manifiesta como imposible de ser demostrado? ¿Balbuceo de lo indecible
ante lo indemostrable? ¿Meras paradojas de estado místicos arrebatados o tensión
extrema de un pensamiento que se vacía de sí mismo para asumirse como afuera?”. La
poesía al igual que cada expresión literaria es una manera de enunciar un mundo
personal donde se oculta un “trozo de cada quien” pero a lo largo de nuestros años de
vida, donde cada uno se forma, existe la experiencia que moldea a cada quien al igual
que su expresión, en esa medida la pregunta de Gabriela Milone “¿qué dice la poesía de
la experiencia, y viceversa, qué puede decir la experiencia de la poesía?”, se resuelve con
en el hecho de que la poesía es el resultado de la experiencia de quien la expresa, pues
las palabras solo se limitan a mostrar de dónde provienen, pero nos enseñan que una
depende de la otra para enunciar un significado.

Anna Iglesia Pagnotta en su texto “Maurice Blanchot y el espacio de la palabra” afirmaba


que: “Son las palabras las que nos encierran en su exigencia circular, las que nos obligan
a partir de lo que queremos encontrar, a no buscar sino el punto de partida y hacer de ese
punto, un punto hacia el que sólo nos aproximamos alejándonos, pero que autorizan
también esta esperanza: la de asir, la de hacer surgir el término donde se anuncia lo
interminable”. Es decir, la palabra es ya una paradoja en sí, porque aunque sea el reflejo
de nuestro contexto común, está ligada a nuestra forma de captar la realidad, y para
entender la palabra de los demás, junto con la común, tendremos que dejar la nuestra a
un lado y recibir la de los demás donando la palabra que somos y nos define. Lo anterior
sólo muestra un conjunto de paradojas interminables que confunden cada vez más la
racionalidad.

Cuando de lenguaje aparece, la lectura es la cima, entre idiomas y fronteras. No se trata


simplemente de leer una cita o algo similar, se trata de leer el entorno, leer la existencia,
la experiencia que nos forma y que forma a otros. En esa medida, “la mejor manera de
leer un texto, es traducirlo” decía Ítalo Calvino en una ponencia presentada en Roma, en
1982, y se trata de traducirlo para entender la realidad y la imaginación.
Cuando una persona con una cultura uniforme a la de la sociedad actual lee esta opinión,
lo primero que llega a su mente es su interpretación, la interpretación de un pasaje, lo cual
no está del todo incorrecto, pues aunque no se trata del modelo de interpretación que
tienen los hombres de la actualidad, se trata de intentar descubrir en que estaba
pensando el autor al escribir dicho texto, lo cual lleva a abordar posibilidades infinitas,
como, por ejemplo, la imaginación de un mundo desde otro mundo, simplemente teniendo
un final gracias a la excusa de la imaginación del lector.

Además de lo anteriormente mencionado cuando se toca el tema del término “leer” para la
sociedad actual Anna Iglesia Pagnotta aclara que: “La imposibilidad de asir, de encontrar
el punto de partida, el origen, es aquello que caracteriza el construir con el escribir; ya no
es posible alcanzar ese origen, ese sentido fenomenológico que estaba más allá de la
presencia; la presencia misma se "revela" inaprensible, pues el lenguaje se "revela"
asimismo como un medio que oculta a la vez que muestra: de la misma manera que la
subjetividad bachelardiana iluminaba el espacio, ocultando a la vez su aspecto objetivo, el
lenguaje muestra el espacio, ocultándolo, escondiendo el punto de partida, el origen,
aquel sentido que, como Eurídice, está condenado a mantenerse en la oscuridad”, desde
la anterior cita se puede teorizar que al escribir el autor crea en desde su mundo un
sentido interpretativo que se pone en obra continuamente. En esa dinámica se proyecta
un mundo que es único e ideal, en el que es posible interpretar al otro e interpelarlo, pero
aunque eso suceda no se podrá saber la verdadera esencia de lo que el escritor
realmente quería expresar, pues se proyecta la “imposibilidad de asir” que nos condena a
cada uno de nosotros.

“Las palabras definen nuestro espacio y nos otorgan un sentido del tiempo. Aquí y allá,
como ahora, después y antes, son creaciones verbales, al menos en cuanto nos permiten
concebirlas. Las palabras confirman nuestra existencia y nuestra relación con el mundo y
con los otros.” El pasaje citado es de Alberto Manguel del capítulo “la voz de Casandra”
de su libro titulado “la ciudad de las palabras”, a través de dicho pasaje podemos deducir,
para complementar lo que vengo exponiendo, que las palabras le brindan sentido a todo
nuestra existencia, se refuerzan en la experiencia y la forman, crean nuestro ser en el
mundo.
En conclusión, el lenguaje humano acarrea infinidad de significados que dependen de sí
mismos para existir. Maurice Blanchot en su ensayo “la ausencia del libro” se cuestiona y
se expresa de esta manera: “Tratemos de interrogarnos, vale decir plantearnos como
pregunta aquello que no puede llegar hasta el cuestionamiento. Este juego insensato de
escribir. Mallarme abre la escritura a la escritura. Palabras muy simples, pero también
palabras que exigirán diversas experiencias, el trabajo del mundo, innumerables
malentendidos, obras perdidas y dispersas, el movimiento del saber, el giro, finalmente,
de una crisis infinita para que se comience a comprender la decisión que se prepara a
partir de este fin de la escritura que anuncia su advenimiento ”. Tal vez parezca demasiado
complejo o con un sentido muy difícil de encontrar, pero entre varias repeticiones del
contenido pude comprender de qué se trata: La palabra lleva consigo la historia completa
del ser humano, incluyendo el mundo de la paz y de la guerra, pero además lo anterior ha
tenido una importancia tal, que se puede explicar cualquier detalle de la creación del
universo mismo, con algo tan sencillo y complejo a la vez: La literatura. Se es capaz de
atar a toda una raza a ella, haciendo que todos se refieran a un mismo mundo y aunque
más distintos sean los pensamientos, la literatura siempre perdura, nunca cambia, nos da
un lugar en el mundo, y se convierte en una paradoja infinita que se cierra en el ser
mismo de la palabra que ustedes escuchan.

WEBGRAFÍA

Blanchot, Maurice. La ausencia del libro. Disponible en:


http://espaciodevenir.com/referencias/filosofia-referencias/la-ausencia-del-libro/

Manguel, Alberto. La ciudad de las palabras. Disponible en:


http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/pginas_desdela_ciudad_de_las_palabr
as__tripas.pdf

Milone, Gabriela. Imposibilidad y experiencia poética. Disponible en:


https://revistas.unc.edu.ar/index.php/NOMBRES/article/viewFile/2531/1475

Pagnotta, Anna Iglesia. Maurice Blanchot y el espacio de la palabra. Disponible en:


http://www.ub.edu/las_nubes/archivo/14/nubesyclaros/textos/blanchot2.html

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