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Antonio Tlatoani Hernández Montero

Historia del Pensamiento Social Antiguo

Demagogia y Oclocracia

Introducción

En este ensayo, se abordarán dos conceptos de filosofía política, el primero


utilizado por Aristóteles en la Política, conocido comúnmente como demagogia,
que de acuerdo con algunas traducciones de este texto, se considera como una
degeneración o forma impura de gobierno de la democracia (cuestión que también
se abordará en su momento, al hablar de politeia en su concepción de República y
de su degeneración en democracia en lugar de demagogia). De igual forma,
abordaremos como segundo concepto, el aportado por Polibio en Historias,
conocido como oclocracia, en sustitución por el término Aristotélico de demagogia,
que sobre el cual, este filósofo de la historia romana, utiliza cuando retoma las
concepciones de las formas puras e impuras de gobierno de Aristóteles para
explicar el contenido de la Constitución Romana y sus diversos regímenes.

Posteriormente, una vez que tengamos claros estos conceptos, me permitiré


utilizar dos artificios metodológicos, el primero utilizado por Martha Nussbaum
como daño de estatus y justicia retributiva, así como también, la percepción de la
denigración de las masas, utilizado por Ernesto Laclau; ambos, con el propósito de
tener claro si la demagogia como “conducción del pueblo” o la oclocracia como “la
fuerza del gobierno de masas” provienen como resultado de la ira o del
resentimiento producido por la falta de reconocimiento social que las instituciones
estatales no pueden brindar o garantizar.

Desarrollo

La Política de Aristóteles fue el estudio político y filosófico de la antigüedad, él


parte de un análisis de las entrañas de la polis y estudia las diferentes formas de
gobierno que existían en la Hélade y las compara unas con otras para llegar a
concluir que existen sólo tres de ellas que reputa como puras y, correlativamente,
a cada una de éstas, les corresponde tres degeneraciones o formas impuras de
gobierno.1

Derivado de lo anterior, es imperante primero precisar que “Régimen político es


una organización de la ciudad, de sus magistraturas y especialmente de la que
tiene autoridad sobre todas.”2 De esta forma, el régimen político o de gobierno
queda definido así por Aristóteles, recordando que es precisamente la definición
de la política como “polis-politikos”, es decir, todo lo que es referente a la ciudad, a
la polis. “…lo político o la Política era lo perteneciente o relativo a la polis o ciudad,
y de algún modo hacía referencia a los asuntos que eran de la incumbencia de
dicha colectividad, o sea los asuntos públicos.”3

El régimen político tendrá que ser el ejercicio del poder público que garantice la
cohesión de la polis mediante la correcta toma de decisiones por medios públicos,
debido a que este tipo de decisiones afecta a la colectividad y es de la importancia
de todos sus miembros.

Las tres formas de gobierno puras a las que alude Aristóteles, pueden definirse de
la siguiente manera: monarquía o gobierno de una sola persona, caracterizado por
su unipersonalidad, en el cual es una persona la que destaca sobre las demás,
posteriormente, tenemos a la aristocracia o el gobierno de los mejores, este tipo
de gobierno se basa en una pluralidad o grupo en donde sólo lo encabezan los
más preparados para el ejercicio público áristoi o también aquellos que sólo
procuran lo mejor para la colectividad y para la ciudad áristón y finalmente,
tenemos a la politeia o gobierno de los virtuosos4, en donde uno o varios hombres
destacan por su virtud y suele ser asociado con el concepto de República.

                                                                                                               
1  Cf. Aristóteles, Política, Libro III, Alianza, Madrid, 2017, pp. 140-188.
2  Aristóteles, Política, Alianza, Madrid, 2017, p. 153 (1278b).
3  Andrade Sánchez, Eduardo, Introducción a la ciencia política, Oxford, México, 2002, p. 5.
4  Cf. Aristóteles, Política, Alianza, Madrid, 2017, p. 156 (1279a).  

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En consecuencia, a estas tres formas puras de gobierno, les corresponden sus
correlativas degeneraciones o formas impuras:

Desviaciones de los citados son: la tiranía, de la monarquía; la oligarquía,


de la aristocracia, y la democracia, de la república. La tiranía, en efecto, es
una monarquía orientada al interés del monarca; la oligarquía, al de los
ricos, y la democracia, al interés de los pobres.5

Resulta muy interesante observar que la degeneración de la politeia (República o


gobierno de los virtuosos) es la democracia y no propiamente la demagogia, sin
embargo, existen varias interpretaciones al respecto, una de ellas nos la hace
Salvador Giner:

La politeya significa el predominio de los muchos, en especial de la clase


media y, por lo tanto, de la mesura, de las virtudes propias a los ciudadanos
de tal extracción. La palabra politeya acuñada por Aristóteles, corresponde
en su vocabulario a la actual democracia, mientras que para él esta última
servía para designar una forma corrupta, sobre todo la demagogia, del
gobierno popular.6

En la actualidad, se ha dado la aceptación de la interpretación de la idea que la


politeia se asemeja por completo a la República y en nuestra concepción de “cosa
pública“ deliberativa, propia de la construcción del Estado moderno, la llamamos
democracia, aunque para Aristóteles la degeneración de la politeia fuera un
gobierno de pobres, en donde al ser todos iguales, buscarían acabar con los ricos.

En este orden de ideas, se le teme al líder populista o al demagogo, recordemos


que el término demos significa pueblo y gogos significa conducción, de ahí que la

                                                                                                               
5  Aristóteles, Política, Alianza, Madrid, 2017, p. 156 (1279b).  
6  Giner, Salvador, Historia del pensamiento social, Ariel, Barcelona, 2015, pp. 65-66.

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demagogia sea considerada como la conducción del pueblo y al líder demagogo
se le llame el conductor del pueblo.

El diccionario de la real academia de la lengua, define a la demagogia en dos


acepciones:

“Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular”.

“Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante


concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan
de conseguir o mantener el poder”.

Haciendo un recorrido de los efectos de las formas impuras de gobierno, en la


tiranía se buscaría saciar el interés del monarca y su trato sería despótico para
todos sus gobernados, en la oligarquía, solo se verían beneficiados los que
conformen el reducido grupo que ejerza el poder y sus valores serían la educación
como refinamiento y la nobleza, sin embargo, en la democracia que parte de una
concepción de estatus homogénea entre sus ciudadanos, la plebe trataría de
eliminar a los ricos o a cualquier persona que parezca tener privilegios,
precisamente porque estas personas estarían fuera de una situación política
homogeneizada.

Ahora bien, una vez que hemos analizado los conceptos de las formas de
gobierno acuñados por Aristóteles, es momento que analicemos las que nos da
Polibio en su obra Historias, cuando trata de explicar el éxito y la grandeza de la
Constitución Romana.

Es muy importante señalar que Polibio fue uno de los grandes historiadores
romanos y también fue un filósofo, de hecho, se le considera un filósofo de la
historia, debido a que crea su propio método de estudio y se separa de Heródoto y
Tucídides. Retoma las formas de gobierno de Aristóteles para hacer un

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planteamiento sobre las constituciones mixtas, es decir, aquellas que contienen
los tres tipos de gobierno (monarquía, aristocracia y democracia), dicho sea de
paso, Polibio realiza un estudio sobre el régimen de gobierno muy similar al que
en su momento realizó el estagirita.

Derivado de lo anteriormente expuesto, analicemos su planteamiento político:

Retoma a la monarquía como la primera forma de gobierno, sin embargo, hace


una distinción entre realeza y monarquía propiamente, explicando que la realeza
sólo tiene lugar cuando la monarquía gobierna con buen sentido y goza del
aprecio público; de igual forma, explica que no toda la aristocracia debe de ser
considerada como oligarquía, su diferencia estriba en que el gobierno de los
mejores sean elegidos libremente por el pueblo y que su forma de gobernar sea lo
más sensata o mesurada posible, dicho de otra forma, no se den los excesos de
riqueza propios de la oligarquía.7

Por último, “hay que llamar democracia a aquel régimen en el que la costumbre y
la tradición sea venerar a los dioses, honrar a los padres…y obedecer a las
leyes…siempre que prevalezca el interés de la mayoría.”8.

Ahora bien, estos regímenes políticos, también traen aparejados efectos


degenerativos, por ejemplo cuando la aristocracia deviene en oligarquía “…el
pueblo encolerizado castiga los abusos de sus dirigentes, nace la democracia.
Finalmente, andando el tiempo, los abusos y las ilegalidades de ésta completan el
ciclo con la ochlocracia”.9

Podemos darnos cuenta que para Polibio, la transición entre estas formas de
gobierno es cíclica y que precisamente se suceden unas a otras con la caída de
cada una por el desgaste en el ejercicio del poder público, siendo la oclocracia el
                                                                                                               
7  Cf. Polibio, Historias, Akal, Madrid,1986, p. 158 (4).
8  Polibio, Historias, Akal, Madrid,1986, p. 158 (4).  
9  Polibio, Historias, Akal, Madrid,1986, p. 158 (4).  

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último cierre del ciclo para regresar al principio, es decir, a la monarquía para
pasar a la tiranía, derrocada la tiranía, estaríamos presenciando el surgimiento de
la aristocracia la cual irremediablemente se convertiría en oligarquía y sería
destruida por un régimen democrático que terminaría en oclocracia y así
sucesivamente.

Pero todavía necesitamos saber que es lo que entiende Polibio por oclocracia:

…a causa de la pasión del mando y del descrédito por la carencia de gloria,


así como a causa de la fanfarronería y el lujo de la vida; se señalará al
pueblo como el culpable del cambio, ya sea cuando se crea perjudicado por
la avaricia de unos…por el afán de mando de otros. Entonces, llevado por
sus impulsos y dominado por la pasión en todas sus decisiones, no estará
ya dispuesto a obedecer a los dirigentes…sino tener él solo la primacía en
todo. Cuando esto tiene lugar, el régimen cambiará su nombre por los
nombres más hermosos, los de libertad y democracia, pero, de hecho, se
dará entonces la peor de las realidades, la ochlocracia.10

Parece claramente que Polibio se refiere al gobierno de las masas, a las


decisiones de la “turba iracunda”, al gobierno de la plebe que enardecida toma el
control basado en la ira y el resentimiento por los excesos de los gobernantes,
propiciando de esta manera, que la toma del poder efectivo se encuentre viciada
por las pasiones propias de los receptores del ejercicio despótico del poder
público, es la forma impura de la democracia.

Según Salvador Giner:

Surge así la ojlocracia, el caos general bajo el imperio de las


turbas…Polibio establece el caos generado por una revuelta de los
miserables y los desposeídos como una posibilidad histórica real…la masa
                                                                                                               
10  Polibio, Historias, Akal, Madrid,1986, p. 208 (57)  

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es incapaz de regirse en términos de absoluta igualdad: en la misma
democracia gobierna una élite popular. La degeneración de la democracia
entraña el triunfo de la mediocridad. Una sociedad completamente
igualitaria no puede sostenerse, porque la difusión absoluta del poder entre
todos supondría una guerra universal de cada individuo contra cada
individuo.11

El diccionario de la real academia de la lengua define la oclocracia como:

“Gobierno de la muchedumbre o de la plebe”.

Hasta aquí hemos podido analizar los conceptos establecidos por Aristóteles y
Polibio, así como la comparación que existe entre la demagogia y la oclocracia, sin
embargo, existe otro aspecto por abordar que es imprescindible e interesante, la
razón por la cual se crea la ira o el resentimiento que propicia la caída de la
República/politeia o de la democracia, es decir, parece que invariablemente el
cambio a la forma degenerativa de gobierno en estos dos filósofos obedece a un
descontento en el régimen de gobierno, sin embargo, ellos no profundizan en
dicho tema, solo se limitan a señalarlo, para lo cual, me gustaría comentar la idea
de Martha Nussbaum respecto de las emociones en la política, en particular, los
conceptos aportados por ella en el libro La ira y el perdón.

De acuerdo con Nussbaum, cuando nos topamos que dentro de la cultura, la


posición, el estatus o el honor ocupan un lugar primordial o bien, cuando la
percepción que cada individuo tiene de sí mismo y de su propia escala social es
de suma relevancia, cualquier acto que directa o indirectamente vaya encaminado
a dañar este estatus o que simplemente se sienta así en la persona receptora de
los efectos de dicho acto, producirá un ultraje o un daño de estatus.12

                                                                                                               
11  Giner, Salvador, Historia del pensamiento social, Ariel, Barcelona, 2015, pp. 114-115.  
12  Cf. Nussbaum. Martha, La ira y el perdón, Fondo de cultura económica, México, 2018, p. 46.

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El daño de estatus normalmente trae aparejado el sentimiento de venganza, es
decir, el deseo de vengarse es accesorio al sentimiento de ira porque se tiene la
necesidad de recobrar la posición dañada destruyendo la del que nos ha ofendido,
debido a que “la ira busca restaurar el control perdido y, por lo regular, logra al
menos generar la ilusión de que así fue.“ 13 Podríamos decir que existe un
pensamiento mágico retributivo que nos lleva a creer que sólo puede “saldarse” el
estatus dañado mediante la destrucción de la esfera del yo de la otra persona.

El ultraje contra la posición o el estatus de una persona es considerado como una


afrenta grave, sobre todo, si se vive en una sociedad que considera el
posicionamiento social como un estilo de vida o de pertenencia a un estamento
que le permite ser aceptado o reconocido dentro de ciertos grupos. En este caso,
la venganza es una forma natural de equilibrar las cosas o de reparar el daño
causado, mediante la destrucción del mismo estatus que nos fue dañado pero en
la esfera del o de los perpetradores del daño.

Dicho en otras palabras, queremos ver sufrir a quien o quienes nos hacen daño,
aún si no quiero participar en ninguna venganza, con el apoyo en la creencia del
pensamiento mágico, espero que la vida me retribuya con el sufrimiento de esa
persona.

Resulta también importante mencionar que el sentimiento de ira y su accesorio


deseo de venganza, pueden generar algo llamado justicia retributiva que
precisamente tiene como propósito resarcir el daño causado pero generalmente
infligiendo un daño como castigo a la persona o personas que han causado un
daño de estatus, es decir, racionalizamos el deseo de venganza privada en un
sistema de justicia o en una concepción deforme de una acción punitiva que más
que castigar al infractor, se le dañe de una manera irreversible o tan grave como
fue nuestro daño causado.

                                                                                                               
13  Nussbaum. Martha, La ira y el perdón, Fondo de cultura económica, México, 2018, p. 47.  

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“Cuando tiene mucha importancia el lugar que cada invitado ocupa en la mesa,
hay algo mal en la cultura”.14

En la mayoría de los cambios políticos y sociales más trascendentes de la historia,


generalmente nos encontramos con la ira basada en el estatus, ya sea que la
podamos encontrar en movimientos revolucionarios como en Francia y Rusia, o
bien, en las decisiones electorales que tienen como objeto eliminar un régimen
opresor. En el ámbito político, este tipo de ira está relacionada con la ausencia de
reconocimiento, falta de oportunidades e injusticias que no puede resolver el
sistema legal y político de un Estado en crisis, en donde la esfera del yo de los
ciudadanos se ha visto continuamente afectada, su estatus o posición
social/acceso a oportunidades, ha disminuido o se encuentra mermada por
completo. El problema en estos casos, es que este cambio cuyo origen es un daño
de estatus, siempre busca la retribución de los opresores y, en algunos sectores,
se cree que la única forma de evitar este daño es tomar el poder por completo y
actuar con revanchismo (imaginemos la dictadura del proletariado), esto también
se identifica con el resentimiento que años de un sistema político asimétrico, ha
causado en la esfera personal del ciudadano.

Si bien estos sentimientos son los motores de los cambios políticos, al encerrar ira
y resentimiento, tienen una base dañina que, en caso de no ser canalizados o
verdaderamente controlados, el nuevo régimen que se constituya no podrá realizar
consecuencias jurídicas y políticas sanas, porque en lugar de tratar de curar las
heridas del pasado, la acción política estará en búsqueda de venganza por ser la
exigencia de los ciudadanos ante tanta injusticia; por lo que la ira de las masas, al
contar con un reconocimiento político, puede dar lugar a grandes excesos,
polarizaciones e incluso la comisión de las mismas injusticias que en los
regímenes pasados pero en contra de quienes se perciban con algún privilegio.

                                                                                                               
14  Nussbaum. Martha, La ira y el perdón, Fondo de cultura económica, México, 2018, p. 234.  

  9
“…sea como fuere, parece equivocado presentar a la clase baja o a personas
menos educadas como si fueran inexpresivas o primitivas, como si carecieran de
caminos de comunicación que no sean soltar patadas.”15

Ahora que entendemos cómo los sentimientos juegan un papel determinante en la


política y que incluso, podríamos decir que no pueden disociarse de ella, quiero
abordar la denigración de las masas desde la perspectiva de Ernesto Laclau y
entender si la demagogia, el líder populista o la oclocracia pueden ser entendidas
por completo dentro de una visión despectiva de las “pasiones de la plebe”.

Laclau nos introduce al análisis de las multitudes o de las masas, a través del
prejuicioso punto de vista de Hipólito Taine, cuando éste hace referencia a las
multitudes que tomaron el liderazgo de la Revolución Francesa, en particular, a la
Comuna de París, la cual estaba formada por los sans culottes o los “sin
calzones”, quienes formaban a los sectores menos privilegiados del Tercer
Estado.

De igual forma, Laclau comenta las concepciones de César Lombroso, Gabriel


Tarde y Freud, para conocer no sólo las posturas médicas/científicas del siglo XIX,
sino también, el proceso de sugestión que se presenta al interior de las masas.

…en toda estructura dicotómica, una serie de identidades o intereses


particulares tiende a reagruparse como diferencias equivalenciales
alrededor de uno de los polos de la dicotomía. Por ejemplo, los males
experimentados por diferentes sectores del pueblo van a ser percibidos
como equivalentes entre sí en oposición a la “oligarquía”. Pero esto es
simplemente para afirmar que son todos análogos entre sí en su
confrontación con el poder oligárquico. ¿Y qué es esto sino una
reagregación metafórica?16

                                                                                                               
15  Nussbaum. Martha, La ira y el perdón, Fondo de cultura económica, México, 2018, pp. 74-75.  
16  Laclau, Ernesto, La razón populista, Fondo de cultura económica, México, 2014, p. 34.

  10
En un primer esbozo de esta idea, parecería que tendríamos que enfrentarnos a
las masas con la empatía de un psicólogo que trata de entender la patología social
que le da origen a su formación, sin embargo, también es cierto que negarles
reconocimiento o importancia a su molestia por considerar que en la “turba
iracunda” sólo existen “desestabilizadores” o “vándalos”, también resulta un
panorama muy limitado de la verdad, entonces ¿Cómo llenamos los espacios
vacíos? “…la clave de la influencia que ejercen las palabras en la formación de
una multitud debe hallarse en las imágenes que evocan esas palabras, con total
independencia de su significado.” 17 En efecto, el poder del lenguaje, del
significante y significado es tan potente que si se seleccionan correctamente el
sentido que se les quiere atribuir a las acciones, incluso a las más impropias, las
mismas serán aceptadas por las masas en el marco pretendido.

El mensaje que se desea transmitir como resultado de la construcción del


lenguaje, es muy fácil de penetrar en las multitudes, sobre todo, si consideramos
que la idea de Taine de las masas violentas de la Revolución Francesa era que, al
componerse de los sectores más “viciados” de la sociedad, era mucho más fácil
entender como la homogeneidad del discurso subversivo y su tendencia al caos
social eran completamente racionalizadas por sus miembros.

Sin embargo, su visión es muy cuestionable, debido a que su interpretación del


movimiento revolucionario sólo tiene lugar mediante la disolución de las
instituciones como consecuencia del poder despótico del absolutismo que, a su
vez, encontró un natural antagonismo con las ideas del pensamiento ilustrado que
claramente era considerado subversivo contra el Antiguo Régimen, sin embargo,
en ningún momento comenta que estas masas representaban la expresión de una
realidad social que iba mucho más allá de lo comprendido por las vías
institucionales. Provocando como resultado, que esta furia de las masas carentes
de reconocimiento social, fuera el protagonista de la Revolución Francesa. En
                                                                                                               
17  Laclau, Ernesto, La razón populista, Fondo de cultura económica, México, 2014, p. 38.  

  11
otras palabras, la muchedumbre tomó el control de la acción política y se “sufrió la
tiranía de la plebe” enardecida.

“El epicentro de la consideración científica de la psicología de las masas, fue


proporcionado por el debate de la hipnosis que se estaba desarrollando en la
psiquiatría francesa en la última década del siglo XIX”18

Esto dio lugar a que surgiera con mucha fuerza la fusión del darwinismo con la
teoría de César Lombroso, en dónde se buscaba identificar posibles rasgos
criminales comunes o hereditarios, mediante la medición del cráneo de las
personas, ampliando su ámbito de estudio a las masas que participaron en la
Revolución Francesa, calificando a sus miembros de delincuentes con el apoyo de
la visión proporcionada por Hipólito Taine.

Sería hasta los estudios de Gabriel Tarde, en donde se acuñarían los términos de
público y de multitudes, en donde existen en lo individual, grupos sociales
“virtuales” que conviven en el día a día, pero que sólo se hacen reales cuando una
emoción compartida o colectiva los hace unirse, surgiendo la concepción de la
multitud.19

Ahora bien, para poder ser receptor del mensaje de una multitud, masas o
“agrupación criminal”, se requiere de un campo ideológico común, es decir, de
distintas lógicas sociales, que exista un “pegamento” de repetición dentro de una
misma racionalidad en la que generalmente se desenvuelve el círculo social-
ideológico de una persona, es decir, un sugestionante y un sugestionado.20

Me gustaría retomar una cita de Alexis de Tocqueville, del libro El Antiguo


Régimen y la Revolución:

                                                                                                               
18  Laclau, Ernesto, La razón populista, Fondo de cultura económica, México, 2014, p. 54.  
19  Cf. Laclau, Ernesto, La razón populista, Fondo de cultura económica, México, 2014, p. 62.
20  Cf. Laclau, Ernesto, La razón populista, Fondo de cultura económica, México, 2014, pp. 63-64.

  12
Imaginad al campesino francés del siglo XVIII…Consideradle […] tan
apasionadamente enamorado de la tierra que consagra todos sus ahorros a
comprarla y la compra a cualquier precio. Para adquirirla, tiene que
empezar a pagar un derecho, no al gobierno, sino a otros propietarios de la
vecindad […] La posee al fin, y entierra en ella su corazón con su simiente.
Aquel pequeño rincón de tierra que le pertenece en propiedad en medio del
vasto universo le llena de orgullo y de independencia. Sin embargo, vienen
los mismos vecinos a arrancarle de su campo y a obligarle a trabajar en
otra parte y sin salario. Quiere defender sus cultivos contra los estragos de
la caza reservada a sus señores, y se lo impiden. Esos mismos señores lo
esperan al otro lado del río para exigirle un derecho de peaje. Los
encuentra nuevamente en el mercado donde le venden el derecho a vender
sus propios productos, y cuando de vuelta al hogar quiere emplear para su
uso el resto de su trigo […] no puede hacerlo sino después de haberlo
mandado a moler en el molino y a cocer en el horno de esos mismos
hombres. Una parte de los productos de su pequeño dominio tiene que
destinarla a engrosar las rentas de esas personas, rentas que son
irredimibles e imprescriptibles.21

Sin embargo, Tocqueville también reconoce que la Revolución Francesa si bien


fue pensada por las mentes más brillantes (recordemos que hay quien afirma que
esta revolución fue principalmente burguesa en sus ideales), fue ejecutada por las
clases más “rudas” de la población que, ideológicamente, demandaban algo
distinto de quienes los “representaban” en la asamblea nacional.

Conclusiones

La conducción del pueblo o la demagogia es una degeneración de la democracia,


nos encontramos con un líder carismático que, ante ciudadanos lastimados por las
asimetrías de un sistema político, apela a los sentimientos más esenciales para
                                                                                                               
21  de Tocqueville, Alexis, El antiguo régimen y la revolución, Alianza, España, 2012, pp. 63-64.

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ganarse su favor mediante esta “conducción” que sólo busca obtener el poder
mediante la “defensa” de la base electoral que lo ha puesto en la toma de
decisiones públicas.

Por otra parte, la oclocracia entendida como el gobierno de la plebe, de las masas
o de la turba iracunda, parecería que más que tratar de describir una realidad
social o tratar de entender el origen del resentimiento e ira que guardan las
multitudes, sólo se limita a denostar que, quienes conforman a la plebe, se
encuentran cegados por sus pasiones que no les permiten pensar o decidir
correctamente y que, al ser sus miembros los más bajos de la sociedad, no
pueden contar con un criterio adecuado.

Sin embargo, estos dos conceptos tienen un punto de encuentro que es necesario
reconocer, la inconformidad y el enojo del régimen político que ostenta el poder y
por el cual, es necesario derrocarlo o cambiarlo por cualquier vía, ya se una
pacífica e institucional, ya sea a través de las armas o de acciones violentas.

Es completamente equivocado el pensar que las masas que exigen estos tipos de
cambios están compuestas por criminales o por personas que, debido a su estado
miserable y de exclusión social, son colectivos que no tienen ningún raciocinio. Sin
embargo, lo que sí es importante para destacar, es que se debe de pertenecer a
cierto espectro o campo ideológico, el cual, sí puede estar determinado por una
serie de factores sociales o políticos específicos, que logran “permear” y transmitir
al interior de ellas, un mito integrador sobre el cual se identifique un solo
sentimiento o demanda social.

Y es precisamente en estos tipos de demandas, que vemos la comparecencia de


un ánimo de constante ruptura de la célula política de un gobierno y de sus
instituciones en aras de demostrar que, tanto en la concepción de la demagogia o
de la oclocracia, llega un movimiento político que, si bien no puede garantizar todo
el reconocimiento social que se pretende, por lo menos será saciado el fervor

  14
canino y subhumano de la sangre en la palestra política, logrando en
consecuencia, que los votantes crean que su estatus les ha sido devuelto al
sobajar el correspondiente a otro grupo o clase.

Por ejemplo, la dictadura del proletariado tal cual la concebía Marx, cargaba sobre
sus hombros venganza y el deseo de reivindicación a través de este sentimiento,
no podría ser benéfico para nadie cuando es pensado en términos retributivos, ya
que solo existe un desplazamiento de clase dominante que busca herir a la otra.

En consecuencia, los sentimientos no pueden disociarse de la política, la acción


política no puede eliminar los sentimientos, los seres humanos tenemos ese zoon
politikón del que hablaba Aristóteles, somos animales políticos y esta actividad nos
es propia por naturaleza.

Al ser propia al hombre la actividad política, esta se encuentra sujeta, entre otras
cosas, al sentir de los ciudadanos. Su importancia radica en que el ejercicio
político impacta en la vida de todos los integrantes del Estado, de esta forma,
entendemos que la política se trata de la colectividad, es decir, nos importa porque
sus decisiones impactan en la vida de todos, nuestro futuro y estabilidad están
sujetos a las buenas o malas decisiones que sean tomadas por nuestros
gobernantes en esta ficción jurídica de la representación gubernamental.

Si consideramos que los ciudadanos sólo podemos evaluar el desempeño de la


clase política con el voto retrospectivo (se castiga al partido en el poder a partir de
su buen o mal desempeño), estamos constantemente “midiendo” la eficacia de la
labor gubernamental a partir de nuestra calidad de vida y de oportunidades, lo que
evidentemente es analizado por medio del espectro de los emociones y los
sentimientos que nos causan esas decisiones por los medios públicos.

Podríamos terminar de la siguiente forma:

  15
La demagogia hace alusión a la manipulación, ya que a través de ella, se engaña
al pueblo y se conserva el poder mediante la apelación a sentimientos elementales
o mediante halagos, los cuales tratan de garantizar la cohesión social alrededor de
un mito integrador fuerte que penetre en la mayoría.

Por su parte, la oclocracia hace referencia al caos, ya que su origen deviene de la


ira y el resentimiento de las masas o de las multitudes enardecidas, que con
independencia de la legitimidad de su descontento y el origen que lo provoque, ya
sea político o social, la violencia o el enojo que ya le va de suyo, busca resarcir su
daño de estatus causando otro.

  16
Bibliografía

1.- Aristóteles, Política, Alianza, Madrid, 2017.

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