Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales “Ezequiel Zamora” – UNELLEZ. San Cristóbal – Estado Táchira.
La precarización laboral en Venezuela
Autor: Carlos Eduardo Peñaloza García
C.I: V.-16.539.939. Correo: eduardopg77@gmail.com San Cristóbal, junio de 2019 El devenir histórico del Derecho Laboral ha estado marcado por el esfuerzo dirigido establecer normas que provean al trabajador una adecuada protección en un contexto donde se presenta como el débil jurídico. Esta larga serie de luchas y conflictos en pro de un trabajo decente como una aspiración legítima de las personas, se manifiesta en múltiples aspectos como: la posibilidad de acceder a un empleo productivo y estable, cuya contraprestación sea un justo ingreso, que se desarrolle bajo estándares de seguridad en el medio ambiente de trabajo, que respete la libertad de organizarse colectivamente, y asegure una adecuada protección social para el trabajador y su familia, coadyuvando al desarrollo integral, en un marco de igualdad. Esta aspiración fue expresada en la en la 87a Conferencia Internacional del Trabajo (1999), definiéndolo como "el trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en el cual los derechos son protegidos y que cuenta con remuneración adecuada y protección social" (Organización Internacional del Trabajo, OIT, 1999), convirtiéndose en un objetivo transversal de la Organización, para cuyo cumplimiento se fijaron cuatro pilares del Programa de Trabajo Decente: creación de empleo, protección social, derechos en el trabajo y diálogo social. Se trata de una noción integrada por componentes como el trabajo productivo, protección de derechos, ingresos adecuados, debida protección social, presencia del tripartismo y dialogo social: (ídem). Asimismo, Organización de las Naciones Unidas acoge tales pilares en el seno de su Asamblea General (2015), incluyéndolos en su Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Además de ello, ha sido abordado en foros tan significativos como el G20, G7, Unión Europea y múltiples organismos multilaterales y regionales, reafirmando el importante papel que tiene el trabajo decente para lograr una globalización justa, desarrollo sostenible y la reducción la pobreza. Se trata de un concepto cargado de un espíritu integrador, ético y de justicia social. El trabajo decente es una expresión que alude al debe ser, al ideal de condiciones y características mínimas que debe reunir un buen empleo. No se trata de un concepto estático, sino que lleva intrínseco dinamismo propio, puesto que se encuentra en constante transformación y construcción para hacer frente a aquellas tendencias flexibilizadoras que buscan eludir tal imperativo. Al respecto, Gálvez, Gutiérrez y Palencia (2011) afirman que: En síntesis, la OIT, al hablar de trabajo decente, se refiere al conjunto de oportunidades y capacidades que los individuos tienen derecho de alcanzar en la sociedad para poder tener acceso a la equidad, la libertad, la seguridad y la dignidad, un conjunto de derechos sociales cuya responsabilidad real es de la sociedad. El efectivo logro del trabajo decente envuelve una lucha por la dignidad humana. Su paradigma se sustenta en que el trabajo no es una mercancía, por tanto el sello particular que cada persona le imprime a su trabajo es considerado mucho más valioso que el capital, siendo fuente de estabilidad personal, familiar y social, crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, y por ende de paz social. En franca contraposición al trabajo decente, encontramos el trabajo precario, como fenómeno multidimensional en un escenario laboral flexible, marcado por la competitividad y sobrevivencia de las unidades económicas, lo que trajo como consecuencia una pérdida de la esfera de protección integral debida de los trabajadores. Se trata de la utilización de una serie de modalidades que generan una pérdida de calidad de trabajo, lo que trae consecuencias directas en la disminución de la calidad de vida de los trabajadores y sus familias. De manera reiterada, la OIT ha afirmado que la precariedad no solo viene caracterizada por un aumento en las tasas de subempleo, “sino por la denegación generalizada de los derechos del trabajo y la protección social” (2016, p.7) que incluye además del empleo no registrado, dimensiones de precariedad como “…temporalidad de los empleos y contratos, la forma de determinación de salarios, las condiciones laborales, la protección legal referida a despidos injustos, las prácticas laborales no aceptables, la falta de protección de la seguridad social y los bajos ingresos.” (OIT, 2013, p. 22). En este sentido, Perolló (2014, p. 188) afirma que: La OIT define el empleo precario como una suma de las siguientes manifestaciones: empleo no registrado, subcontrataciones, trabajo estacional, trabajo por contrato, trabajo a domicilio, trabajo clandestino o no declarado, “así como otros diferentes arreglos similares empleados principalmente en los países en desarrollo” (Galin y otros,1991). La precarización se produce por el aumento de contrataciones temporales, aumentos de las subcontrataciones de mano de obra a empresas especializadas en la colocación de mano de obra, asociándose el grado de precariedad a la inestabilidad del vínculo laboral, a los bajos salarios que se perciben y en muchos caso al acceso restringido a las prestaciones sociales que la ley establece (OIT, 1999).
En este orden y dirección De Lara (2018, p. 174) afirma que la
precariedad en el trabajo “…es el conjunto de condiciones que determinan una situación de desventaja o desigualdad, incluida tanto la temporalidad como otros conceptos que están vinculados…” entre los cuales se pueden incluir diferencias salariales en base a la edad, dificultad para obtener promociones, exceso de horas de trabajo, dificultad para acceder a formación y cualificación, inestabilidad e inseguridad, falta de seguridad e higiene en el medio ambiente de trabajo, renuncia al libre ejercicio de derechos laborales, entre otros. Por su parte, Dasten (2014, p. 150) sostiene que la precariedad laboral usualmente se asocia al deterioro de las condiciones laborales, inestabilidad e inseguridad laboral, vulnerabilidad del trabajador ante la expansión de las relaciones no formales, consolidándose un área de desprotección donde las leyes no protegen al trabajador, un ilusorio derecho a sindicalizarse, entre otros. De manera general, la precariedad es contraria a la estabilidad y seguridad que caracteriza el trabajo decente. En este sentido, Herrador y Rivera (2010) sostienen que la precariedad de un trabajo se puede circunscribir a situaciones como la inestabilidad e inseguridad del empleo, condiciones de trabajo inadecuadas, e Indefensión y vulnerabilidad. En primer lugar, la inestabilidad e inseguridad hace referencia a la temporalidad (flexibilidad externa) en el empleo, pudiendo presentarse periodos de desempleo, empleo a tiempo determinado e indeterminado, que afecta a trabajadores a tiempo parcial, completo y por cuenta propia, aunque generalmente se encuentra asociado a contratos a tiempo indeterminado generándose incertidumbre en torno a la estabilidad laboral, dado que el empleador puede dar por terminada la relación de trabajo unilateralmente en cualquier caso, sin asumir los costos legalmente asociados a este tipo de terminación. En segundo lugar, encontramos las condiciones inadecuadas de trabajo (flexibilidad interna), relacionados con aspectos como bajos salarios o con tendencia a la baja, una excesiva movilidad tanto funcional como geográfica, inadecuada seguridad e higiene en el medio laboral, enorme flexibilidad en horarios y prolongadas jornadas de trabajo, entre otros. En tercer lugar, se observa una elevada indefensión y vulnerabilidad en las empresas, manifestándose en una baja protección social, desprovista de garantías y derechos, con una concentración y excesiva dependencia del poder del empleador frente a un trabajador cuyo empleo es la única forma de responder a sus necesidades de supervivencia. Es importante resaltar, que la precariedad presenta una dimensión dual, tanto objetiva como subjetiva, que según palabras de Perolló (ob cit., p. 189) “…significa que un trabajador precario no es sólo aquel que está en una situación de precariedad atendiendo a indicadores susceptibles de ser medidos y verificados, sino también aquel que se siente precario.”. De las anteriores consideraciones, se puede extraer las características asociadas al trabajo precario, cuyo rasgo más distintivo es la inestabilidad e incertidumbre en torno a la duración de la relación laboral, lo que trae como consecuencia una imprecisión en relación en el nivel de ingreso, generalmente será bajo e insuficiente para la satisfacción de las necesidades del trabajador y su familia. Por otra parte, encontramos extensas jornadas de trabajo (más allá de lo permitido), así como imposibilidad de gozar de protección social, y un ilusorio acceso a los derechos de sindicalización. Se trata de un fenómeno multifactorial que encuentra sus orígenes en la globalización, la flexibilización de normas de índole laboral, la temporalidad en las relaciones de trabajo, los avances tecnológicos y la crisis económica a nivel mundial. En efecto, la globalización ha venido a trastocar todos los aspectos de la vida, por tanto las relaciones de trabajo no le han sido ajenas, pues al deslocalizar la producción hacia países con mano de obra más barata, éstos se ven obligados a mejorar su productividad, aumentando el número de empleos con menor calificación, y por ende la precariedad, todo ello en aras de una mayor competitividad y rentabilidad. Conjuntamente con la globalización, hemos asistido a una flexibilización de las normas reguladoras del Derecho del Trabajo, en pro de contrataciones atípicas cuya elasticidad trae como consecuencia un estado de desprotección al trabajador, intensificando la precariedad del empleo. La flexibilización se manifiesta en diversos ángulos, principalmente en la temporalidad de las relaciones laborales, atentando contra el principio de estabilidad y generándose incertidumbre en torno a ella, así como también en torno a la terminación unilateral de la relación por parte del empleador, en vista de la existencia de disposiciones que se traducen en menores costos para el empleador, pero sumamente perjudiciales para el trabajador. Esta inconveniente flexibilización se vio agudizada por la crisis económica mundial, la cual obligó a una gran cantidad de países a adoptar regímenes más laxos en el tema, so pena de quedarse atrás en la coyuntura económica. Aunado a ello, la imparable carrera tecnológica, amenaza con dejar atrás a trabajadores cuya mano de obra cuenta con menor calificación. Todo ello, ha llevado a una dualidad en el mercado laboral, encontrándose por una parte aquellos que gozan de un trabajo calificado como decente, y por otra los trabajadores que se encuentran en situación de precariedad, trayendo como consecuencia una exclusión social de éstos últimos, quienes se ven imposibilitados de acceder a básicas condiciones de vida (alimentación, vivienda, salud, seguridad social, desarrollo personal y familiar), sumidos en un espiral de pobreza, desigualdad social, inseguridad, incertidumbre, imprevisión, desempleo e incluso sufrimiento psicológico. Hechas las consideraciones anteriores, en necesario abordar la compleja situación venezolana, particular por demás, caracterizada una severa crisis política, económica y social. En primer lugar, debemos hacer de presente que la legislación laboral venezolana es altamente proteccionista (incluso excesiva en algunos casos) lo cual se ve reflejado tanto en las disposiciones consagradas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 2000), como aquellas contenidas en el Decreto con rango, valor y fuerza de Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras (LOTTT, 2012), Reglamento Parcial del Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras, sobre el Tiempo de Trabajo (2013), así como la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (LOPCYMAT, 2005), y su Reglamento Parcial de la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (2005), los cuales se encuentran en sintonía con el logro del trabajo decente. El país lleva años sumergido en una creciente inflación, ingresando desde octubre de 2017 en una hiperinflación desbordada, lo cual ha pulverizado los sucesivos aumentos del salario mínimo decretados por el ejecutivos Nacional, por tanto el salario no cumple el requisito de suficiencia que debe caracterizar el mismo, que permita al trabajador y a su familia llevar una vida digna, lo que se refleja en los últimos cálculos del Centro de Documentación y Análisis Social (Cendas), publicados en mayo de 2019, según los cuales una familia de cinco integrantes requiere unos 48 salarios mínimos para adquirir la canasta básica. Se trata de datos muy dicientes de la situación de precariedad en que se encuentra el trabajador venezolano, cuyo sueldo devengado no le alanza ni siquiera para alimentarse de manera adecuada (muestra de ello son los altos índices de desnutrición que presenta actualmente la población), y mucho menos aspirar a cubrir otras necesidades, que si bien son consideradas básicas, en este momento se encuentran fuera del círculo de supervivencia en que se encuentra sumido. Además de ello, el Ejecutivo Nacional estableció un régimen de inamovilidad laboral desde el año 2002, a través del decreto de prórrogas sucesivas que se encuentran vigentes hasta el año 2020. En este particular, si bien, durante un largo tiempo era una tarea casi imposible para un empleador privado lograr una calificación de despido, la insuficiencia del salario y un elevado número de migrantes (según la Agencia de la ONU para los Refugiados ya es de cuatro millones) ha hecho que las empresas se queden sin trabajadores, asistiendo a un escenario donde es el trabajador quien fundamentalmente se ve obligado a dar por terminada la relación de trabajo, ante la precariedad de condiciones, pues paradójicamente resulta más costoso continuar en su trabajo que renunciar al mismo. Por tanto no basta con una legislación laboral tuitiva, cuando las políticas estatales en materia laboral a los fines de asegurar un empleo decente, no se corresponden con la realidad económica y social del país, consolidándose un régimen de exclusión social, ante lo cual el régimen gubernamental a los fines de justificar tal precariedad, se concentra en un discurso ideológico enfatizándose en valores extraeconómicos como la familia, la patria, entre otros.
Referencias
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