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I. Introducción
Como también se revisará luego, dos fueron las situaciones que se advirtieron al
dilucidar la controversia. De un lado, aquellas referidas a los antecedentes del proceso hasta
antes de su llegada al Tribunal Constitucional, esto es, su tránsito a nivel del Poder Judicial,
que si bien es cierto, nada tenían que ver con el fondo del asunto, sin embargo, no podían
pasar inadvertidas en tanto comprometían seriamente la estructura y finalidad del proceso
constitucional. En efecto, ello obligó al Colegiado a pronunciarse respecto de la
Abogado por la Universidad de Lima con estudios de Derecho Constitucional por el Instituto de Derecho
Público Comparado de la Universidad Carlos III de Madrid. Ha sido Asesor Jurisdiccional del Tribunal
Constitucional y actualmente es Consejero del Estudio Miranda & Amado. Igualmente, es expositor en
eventos sobre derecho constitucional y procesal constitucional. El presente artículo fue publicado En: Revista
Jus-Constitucional, N.º 6, Editora Jurídica Grijley, Lima, Junio de 2008, pp. 149.
En ese sentido, es propósito del presente artículo hacer una reseña de este curioso
caso, y preguntarnos si acaso una situación como la descrita puede suponer que, tal como se
sucedieron los hechos, dicho proceso de amparo constituyó un recurso sencillo y rápido en
los términos de los artículos 8.1º y 25.1º de la Convención Americana de Derechos
Humanos. Es evidente que no, pero sin querer adelantarnos a lo que vendrá, puede decirse
que en términos generales, y a pesar de ser un procedimiento mucho mas breve que los
ordinarios, que ni siquiera cuenta con estación probatoria (artículo 9º del Código Procesal
Constitucional), las demandas de amparo en el Perú duran demasiado tiempo por múltiples
razones que no es ahora el momento de abordar, y que suponen, en no pocos casos,
situaciones de irreparabilidad por causas que tampoco es el momento de tratar. Pero lo
ocurrido con el proceso materia de análisis es algo que ya escapa a los contornos de lo
“normal” y es por ello que lo queremos compartir. Con historias como ésta, a cualquiera se
le quitan las ganas de litigar. Advierto al lector que, mas que un trabajo de investigación, lo
que a continuación sigue se acerca mas a una crónica, pues la idea es dar a conocer la
increíble historia de este caso a la opinión pública en general, y jurídica, en particular, a fin
de que imploren a quien o quienes su fe los guíe, no les ocurra una situación como la que
contaremos, ni su caso caiga en manos de quienes siendo encargados de la delicada tarea de
administrar justicia constitucional, desmerecen la función al actuar sin tener en cuenta la
situación de los justiciables.
El Vigésimo Sexto Juzgado Civil de Lima, con fecha 14 de abril de 1983, declaró
improcedente la demanda por estimar que, conforme al artículo 37º de la Ley N.º 23506, el
derecho para ejercitar la acción de amparo había caducado.
El Vigésimo Sexto Juzgado Civil de Lima no cumplió con expedir nueva resolución
pronunciándose sobre el fondo de la controversia como estaba dispuesto por la Corte
Suprema de Justicia de la República, no obstante proveer un escrito del actor el 7 de junio
de 1984, en el que dispuso “tráiganse para resolver”.
La Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con fecha 30 de mayo
de 2005, dirime el conflicto a favor del Vigésimo Sexto Juzgado Civil de Lima; ordena que
en el día y bajo responsabilidad se remita el expediente al juez del referido juzgado y
recomendó a ambos jueces un mayor estudio de los autos y el derecho (sic).
Inexplicablemente, la jueza del Vigésimo Sexto Juzgado Civil de Lima, con fecha 5
de mayo de 2006, considera que sólo se le ha encargado el trámite (sic), pues el expediente
debe ser resuelto por el Superior Jerárquico, a quien se lo remite otra vez.
La Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con fecha 23 de junio
de 2006, conoce nuevamente la causa, la que considera que ha sido indebidamente elevada
pues se encuentra pendiente de ser sentenciada por el A-quo. En consecuencia, declara nulo
el oficio de elevación, ordena a la jueza del Vigésimo Sexto Juzgado Civil de Lima que
proceda conforme a ley, y le llamaron severamente la atención por la negligencia incurrida.
Nótese como casi dos años después de desarchivado el expediente, y luego del
“peloteo” –disculpando la expresión futbolera, pues no encontramos otra mas aparente– de
la causa de un juzgado a otro, la jueza, poniendo en evidencia lo que con detalle se verá
luego, esto es, que no quería –no sabemos porqué, quizás por su antigüedad– conocer la
La Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con fecha 25 de enero
de 2007, revocó la sentencia de primera instancia, y declaró improcedente la demanda en
virtud del precedente vinculante emitido por el Tribunal Constitucional en materia laboral y
recaído en el Expediente N.° 0206-2005-AA/TC.
Bueno, no sabemos que es peor. Que luego de tanto batallar –léase, años de litigar–
desestimen mi caso por supuesta falta de elementos probatorios; o, que lo declaren
improcedente aplicando un precedente del Tribunal Constitucional publicado el 14 de
diciembre de 2005 a una demanda que planteé en el año 1983, es decir, veinticinco años
antes. No obstante la injustificada dilación del proceso, resultaba pues absolutamente
irrazonable pretender que el proceso vuelva al juzgado de origen para su reconducción a la
vía contencioso-administrativa, y que el actor deba, a pesar del tiempo transcurrido,
transitar nuevamente por la vía judicial.
b) Con fecha 25 de Marzo de 1983, el 26º Juzgado Civil de Lima corre traslado de la
demanda al Procurador competente.
c) Con fecha 14 de Abril de 1983, el 26º Juzgado Civil de Lima emite sentencia de
primera instancia declarando improcedente la demanda por caducidad.
e) Con fecha 22 de Abril de 1983 el demandante apela la sentencia del 26º Juzgado
Civil de Lima alegando que no hay caducidad.
g) Con fecha 3 de Mayo de 1983, la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia
de Lima recibe el expediente.
h) Con fecha 8 de Julio de 1983 (dos meses después), y luego de diversa actividad
procesal, los Vocales integrantes de la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de
Justicia de Lima se excusan de conocer la causa por, según dicen, haber participado
en los acuerdos de no ratificación como el que el actor cuestiona.
k) Con fecha 31 de Agosto de 1983, los Vocales integrantes de la Tercera Sala Civil de
la Corte Superior de Justicia de Lima insisten en la excusa formulada el 8 de Julio
de 1983 y elevan los autos al Supremo Tribunal para que dirima la competencia.
o) Con fecha 14 de Febrero de 1984, el 26º Juzgado Civil de Lima resuelve tener los
autos por devueltos a fin de cumplir lo ejecutoriado.
s) Sin mediar causa, ni mucho menos la correspondiente resolución que así lo ordene,
el expediente es remitido al archivo en fecha desconocida, al no obrar en autos
documento alguno que así lo demuestre.
d) Con fecha 6 de Octubre de 2004, el juez del 57º Juzgado Civil de Lima, recibe el
expediente y requiere al actor explique los motivos del desarchivamiento.
e) Con fecha 18 de Octubre de 2004, el actor solicita al juez del 57º Juzgado Civil de
Lima se dé cumplimiento al mandato –que se expida nueva resolución sobre el
fondo del asunto– de la Corte Suprema de Justicia de la República.
f) Con fecha 20 de Octubre de 2004, el juez del 57º Juzgado Civil de Lima, se declara
incompetente para conocer la causa, y dispone la devolución de los autos al 61º
Juzgado Civil de Lima, remitiéndolos al centro de Distribución General a fin de que
proceda conforme a sus atribuciones1.
1
Entonces, para qué requirió al actor que le explique los motivos del desarchivamiento, si quince días después
se iba a declarar incompetente? Y luego se demoró tres meses en remitir el expediente al Centro de
Distribución. Ver en conjunto acápites d), f) y g).
i) Con fecha 14 de Febrero de 2005, el juez del 26º Juzgado Civil de Lima, también se
declara incompetente para conocer la causa (Fojas 81) y la remite al Centro de
Distribución General, quien la recibe el día 24 del mismo mes y año.
j) Con fecha 25 de Febrero de 2005, el juez del 61º Juzgado Civil de Lima se declara
incompetente por tercera vez, y decide elevar los autos en consulta al Superior
Jerárquico para que dirima la competencia.
k) Con fecha 26 de Abril de 2005 (2 meses después), la Cuarta Sala Civil de la Corte
Superior de Justicia de Lima recibe el Oficio –fechado el día 21 del mismo mes y
año– y expediente para consulta de parte del juez del 61º Juzgado Civil de Lima.
l) Con fecha 30 de Mayo de 2005, los Vocales integrantes de la Cuarta Sala Civil de la
Corte Superior de Justicia de Lima dirimen la competencia a favor del 26º Juzgado
Civil de Lima; ordenan que en el día y bajo responsabilidad se le remita el
expediente; y recomendaron por única vez a ambos jueces un mayor estudio de los
autos y del derecho.
n) Con fecha 8 de Marzo de 2006 (8 meses después), el juez del 26º Juzgado Civil de
Lima, tiene por recibido el expediente y resuelve cumplir lo ejecutoriado.
o) Con fecha 13 de Marzo de 2006, el actor solicita al 26º Juzgado Civil de Lima
cumpla el mandato del Tribunal Superior.
p) Con fecha 26 de Abril de 2006, el 26º Juzgado Civil de Lima, pasó a cargo de una
nueva jueza, quien tiene por contestada la demanda.
r) Con fecha 23 de Junio de 2006, la Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia
de Lima ordena a la jueza del 26º Juzgado Civil de Lima que emita nueva
resolución pronunciándose sobre el fondo del asunto, como ha sido dispuesto por el
Tribunal Supremo mediante ejecutoria del 9 de Diciembre de 1983, y llamándole
severamente la atención por la negligencia incurrida.
t) Con fecha 31 de Agosto de 2006, la jueza del 26º Juzgado Civil de Lima, finalmente
cumple el mandato del Superior Jerárquico y emite nuevo pronunciamiento. Sin
embargo, declaró infundada la demanda por considerar que en autos no habían
suficientes elementos probatorios para dilucidar la controversia, tanto mas cuando
conforme lo dispone el artículo 9º del Código Procesal Constitucional, el proceso de
amparo carece de estación probatoria.
u) Con fecha 25 de enero de 2007, la Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia
de Lima revocó la apelada, y declaró improcedente la demanda en virtud del
precedente vinculante emitido por el Tribunal Constitucional en materia laboral y
recaído en el Expediente N.° 0206-2005-AA/TC.
No debe perderse de vista que, aún cuando la demanda fue interpuesta en el año
1983, y el actor permitió que estuviese archivada por diez y ocho años, los operadores
judiciales que la conocieron, particularmente, en la referida “segunda etapa”, no adoptaron
una actitud de dar pronta solución al caso sino que, por el contrario, demostraron una
actitud de insensibilidad constitucional, negándose a conocer la causa y derivándola de
unos a otros.
Podría incluso afirmarse que, tal como se desarrollaron los eventos, el proceso de
amparo devino en inconstitucional, al no haberse administrado justicia constitucional de
manera diligente y oportuna, perjudicando con tal inercia el debido proceso. Y es que la
forma en que el proceso fue tramitado desnaturalizó su carácter sumarísimo y, peor aún,
ignoró por completo su naturaleza y finalidad tutelar, no existiendo ninguna explicación
que pueda justificar tal demora.
En efecto, como ha sido expuesto por el Tribunal Constitucional [Cfr. STC N.º 266-
2002-AA/TC, Caso Carmen Tafur Marín de Lazo y otros], el proceso de amparo tiene una
naturaleza distinta a la de los procesos ordinarios en cuatro aspectos : 1) Por sus fines, pues
a diferencia de los procesos constitucionales, los ordinarios no tienen por objeto hacer valer
el principio de supremacía constitucional, ni siempre persiguen la protección de los
derechos fundamentales; 2) Por el rol del juez, porque el control de la actuación de las
partes por parte del juez es mayor en los procesos constitucionales; 3) Por los principios
orientadores, pues si bien es cierto que los principios son compartidos por ambos procesos,
en los constitucionales su exigencia es fundamental e ineludible para el cumplimiento de
sus fines; y, 4) Por su naturaleza, pues a diferencia de los ordinarios, los constitucionales
son procesos de tutela de urgencia.
Por lo demás, no debe perderse de vista que el artículo 7º de la Ley N.º 23506, como
los artículos 6º y 7º de la Ley N.º 25398 –legislación procesal constitucional vigente al
momento de interponerse la demanda– y cuyos criterios han sido reiterados por el numeral
Como se ha visto hasta ahora, las particularidades del caso guardaban directa
relación con la afectación de los derechos fundamentales del recurrente, producida durante
la tramitación de la demanda de amparo. No se trataba, sin embargo, de cualquier
afectación sino de aquella relacionada con la vulneración del debido proceso en su
manifestación del derecho a un plazo razonable en la administración de justicia, producida
al presentarse una serie de dilaciones indebidas, tanto hasta el archivo del expediente como
luego de ello, al no existir un oportuno pronunciamiento del juzgado de primera instancia,
no obstante existir un mandato de la Corte Suprema de Justicia de la República para que
resuelva sobre el fondo de la controversia. Se presentaba pues, una omisión injustificada en
la expedición de una resolución judicial, lo cual constituyó una manifestación de una
conducta inconstitucional negativa, y que denotó la insensibilidad constitucional de los
jueces que conocieron el proceso de amparo, y que terminaron por desnaturalizarlo por
completo.
Lo expuesto guardaba relación con el derecho a que una persona sea juzgada dentro
de un plazo razonable y sin dilaciones indebidas, atributo que si bien es cierto, no se
encuentra expresamente contemplado en la Constitución, se trata de una manifestación
implícita del derecho a un debido proceso, derivado de los principios relativos a la dignidad
de la persona y al Estado Social y Democrático de derecho que, por otra parte, coadyuva al
pleno respeto de los principios de proporcionalidad, razonabilidad, subsidiariedad,
necesidad, provisionalidad y excepcionalidad que debe guardar la duración de un proceso
para ser reconocido como constitucional [Cfr. STC N.º 549-2004-HC/TC, Caso Manuel
Moura García]. Aunque dicho derecho suele asociarse a los procesos de tipo penal –donde
las restricciones sobre la libertad individual requieren plazos que no terminen
perjudicándola indebidamente– no existe ninguna razón por la cual no pueda invocarse el
mismo atributo en el ámbito de los procesos constitucionales, donde el objetivo de tutela
preferente y oportuna constituye la razón de la existencia y legitimidad de tales
mecanismos de defensa [Cfr. STC N.º 3491-2005-PHC/TC, Caso Raúl Arturo Laynes
Romero].
Por tanto, el Tribunal Constitucional del Perú estimó que, conforme a la regla de
interpretación constitucional de los derechos y libertades a que se ha hecho referencia, el
derecho a un plazo razonable en la administración de justicia constituye una de las
manifestaciones del debido proceso reconocido por nuestra Constitución en los términos
antes expuestos.
Aplicando el criterio de análisis global del procedimiento [Cfr. Caso Genie Lacayo
contra Nicaragua, sentencia sobre el fondo de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, Fundamento N.º 81] se comprobó que el proceso de amparo instaurado por el
recurrente, aún cuando estuvo archivado por diez y ocho años, duró alrededor de
veinticinco años. En términos generales era obvio que se trata de un plazo que no puede ser
Todo lo hasta ahora expuesto no tuvo absolutamente nada que ver con el fondo de la
controversia, esto es, con el objeto de la demanda de amparo sino que, como antes se ha
dicho, constituyó el análisis de parte del Tribunal Constitucional respecto de la situación
ante la que se encontró cuando la causa llegó a su conocimiento, y advirtió que había sido
planteada hacía poquito nomás, en el año 1983.
Ya parece un tema olvidado; pero no, recordemos pues que lo que el recurrente
pretendía mediante su demanda era que se declare inaplicable el acto administrativo
(Acuerdo de Sala Plena de la Corte Superior de Justicia de Lima, del 28 de septiembre de
1982) que resolvió no ratificarlo en el cargo de Secretario Coactivo, el cual consideraba,
esencialmente que carecía de motivación alguna, y por ende, resultaba violatorio de su
derecho al debido proceso.
Así, el Tribunal recordó lo que tantas veces ha expuesto [Cfr. STC N.º 2192-2004-
AA/TC, Caso Antonio Costa Gómez y otro; y, STC N.º 4289-2004-AA/TC, Caso Blenthyn
Oliver Pinto, entre otras tantas] a lo largo de su jurisprudencia de los últimos años: i) que el
debido proceso, como principio constitucional, está concebido como el cumplimiento de
Pues bien, según constó en autos, al actor se le notificó un Oficio que decía lo
siguiente: “(...) la Corte Superior de Lima, en Sesión de Sala Plena de la fecha, ha acordado
no ratificarlo en el cargo de Secretario Coactivo; habiendo obtenido el siguiente resultado:
38 balotas negras, y 14 balotas blancas; cumpliendo así lo dispuesto en la Ley N.º 23344 y
su reglamento”. Y nada más. Ni las gracias por los servicios prestados…
En ese sentido, para el Tribunal Colegiado quedó claro que, dada la trascendencia de
la decisión –pues la consecuencia de la no ratificación es la expulsión– la motivación debía
ser rigurosa y quedar consignada en el acto administrativo. Sin embargo, del contenido del
Oficio se apreciaba que la administración no sólo no hizo mención a los hechos que le
sirvieron de sustento para decidir por la no ratificación, sino que tampoco expresó los
dispositivos legales específicos aplicables –dado que sólo se refirió, de manera general, a la
Ley N.º 23344 y su Reglamento, sin indicar cuál, o cuáles eran las normas pertinentes, esto
es, en qué disposición se amparaba– como tampoco incorporó el texto de los dictámenes o
informes emitidos por los órganos correspondientes, o los suyos propios.
Los considerandos de dicha decisión fueron rebatidos por el Tribunal tras establecer,
i) que la Corte Superior de Justicia de Lima como cualquier órgano del Estado, tiene límites
en sus funciones, pues resulta indiscutible que éstas no dejan en ningún momento de
sujetarse a los lineamientos establecidos en la Norma Fundamental. Por tanto, sus
resoluciones tienen validez constitucional en tanto las mismas no contravengan el conjunto
de valores, principios y derechos fundamentales de la persona contenidos en la
Constitución; ii) que ni la Ley N.º 23344, ni su Reglamento prescribían en ninguna de sus
disposiciones –como se sostenía en la resolución– que las resoluciones sobre ratificación de
Secretarios de Juzgado eran inimpugnables, lo cual, en todo caso, tampoco era
constitucionalmente válido; iii) que la referencia a la Décimo Tercera Disposición
Transitoria de la Constitución de 1979 era un contrasentido, pues ella disponía que en los
procesos de ratificación se concedía al interesado previa audiencia, y que la resolución
debía expresar los fundamentos en que se sustentaba, que fue precisamente lo que no
ocurrió; y, iv) que el reglamento de la Ley N.º 23344 hacía referencia a los Informes y
Actas que debían emitirse respecto de la actuación y conducta de los Secretarios de Juzgado
para efectos de decidir por su ratificación o no ratificación. Sin embargo, del texto de
ambas resoluciones se constató que ni en forma expresa ni por remisión se hizo referencia a
informe o acta alguna; como tampoco obraba en autos documento alguno en ese sentido.
La historia, sin embargo, no quedó ahí. Recordemos que el objeto de la demanda era
dejar sin efecto el acuerdo de no ratificación. Y, como consecuencia de ello, se disponga la
reincorporación del actor en su cargo de secretario coactivo. Lo primero quedó zanjado. El
acto administrativo de no ratificación carecía de motivación y, por tanto, fue declarado
inaplicable. Respecto de lo segundo, hubo posiciones divididas.
La minoría, en cambio, consideró que dadas las circunstancias del caso –debido al
excesivo tiempo que duró la tramitación del proceso de amparo–, y aún cuando también el
recurrente tenía parte de responsabilidad, no podía negarse la pretendida reincorporación,
toda vez que ello no podía ser atribuido única y exclusivamente al actor, pues el cambio del
régimen legal de los funcionarios coactivos no era un asunto ni de su responsabilidad ni que
le competa.
Por tanto, estimaron que debía disponerse la reincorporación del actor en su cargo, o
en otro de igual nivel o categoría. Esta es la posición que compartimos, pues en resumidas
cuentas, de lo que se trata es de que si ya no existe el cargo, o cambio el régimen legal de
los auxiliares coactivos, ese, no era problema del demandante.
X. Consideraciones Finales
Mientras que el inciso 1) del artículo 25º dispone que, “Toda persona tiene derecho
a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación
sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”.
Por todo lo expuesto, puede pues concluirse que, en general, y con mayor énfasis en
este caso en particular, en el Perú, el proceso de amparo si constituye un recurso sencillo,
en la medida que no cuenta con estación de pruebas ni con mayor actividad procesal;
empero, definitivamente no reviste las características de un recurso rápido en los términos
de los artículos 8.1º y 25.1º de la Convención Americana de Derechos Humanos. La
experiencia –y no nos referimos sólo a éste, por decir lo menos, curioso caso– así lo
demuestra. Miles de litigantes seguro nos darán la razón.
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