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Universidad Monteávila

Coordinación de Estudios de Postgrado


Especialización en Derecho Procesal Constitucional

LA SALA CONSTITUCIONAL DEL TRIBUNAL SUPREMO


Cuatro formas de interpretación decisoria

Joel Alfredo Albornoz Jaramillo

Caracas, diciembre de 2012


Planteamiento del problema
La Constitución de 1999 creó una Sala especializada en asuntos
constitucionales y, con ello, se implantó y comenzó a consolidar todo un
sistema de justicia constitucional inédito en nuestra era Republicana. Como
le corresponde, esta Sala ha establecido que toda la legislación
“preconstitucional” debe interpretarse observando los valores superiores,
principios y reglas establecidos en esa nueva carta magna. Así, en los
últimos catorce años, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia
– en su rol de máximo intérprete de esas normas y principios −, ha hecho
una labor inmensa para armonizar todo nuestro sistema de leyes,
reglamentos y normas sub legales; muchas veces en forma acertada, otras
no tanto, y otras veces, cuando está influenciada por el Ejecutivo Nacional,
de manera desastrosa. El presente trabajo es una investigación documental,
donde hemos tomado varias sentencias que la Sala ha publicado en obras
de su propia edición, con carácter emblemático; donde procuramos analizar
el carácter interpretativo en su quehacer sentenciador y, luego, siguiendo las
directrices de la cátedra, reflexionaremos sobre su proceder metodológico,
detectando cuando actúa en forma positivista, activista, normativista o
restrictiva.
El criterio activista de la Sala Constitucional
En este bloque se citan tres ejemplos interpretativos de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, asumiendo un papel
activista, esto es, en pro del reconocimiento de los derechos ciudadanos. El
primer caso trata sobre una solicitud de Revisión constitucional contra
sentencia dictada por la Sala Político Administrativa del Supremo, que
declaró sin lugar un recurso de abstención intentado contra el Poder
Ejecutivo Nacional, por no haber dado cumplimiento a lo dispuesto en el
artículo 119 y la Disposición Transitoria Décimo segunda de la Carta Magna,
referidos a la demarcación de los terrenos en los que se encuentra asentado
el pueblo Barí, y al otorgamiento de los títulos correspondientes. El motivo de

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la Revisión peticionada se focalizó en que la Sala Político-administrativa
sostuvo un criterio restringido sobre el Recurso de Abstención o Carencia,
aduciendo que la vía utilizada por los recurrentes no era la idónea para
resolver la controversia, pues, según esa Sala, la Constitución sólo
estableció obligaciones “genéricas” al Ejecutivo para ese demarcamiento de
tierras, y, dice el fallo recurrido: la abstención opera contra obligaciones
especificas.

El segundo caso, trata sobre un amparo constitucional ejercido por un


ex alumno de la Universidad Central de Venezuela, que denunció la violación
al derecho a la información (art.143 CRBV), por cuanto la universidad se
negó a dar acceso al expediente académico del solicitante. En la decisión
recurrida en apelación ante la Sala Constitucional, la Corte Primera de lo
contencioso administrativo estableció que, aun cuando se encontraba
probada la negativa de la UCV a impedir el acceso solicitado, no se configuró
la violación delatada: por cuanto no existía un procedimiento administrativo
para resolver esa controversia. (Sentencia No.1710 del 07/08/2007).

En ambos casos, la Sala Constitucional actuó en forma activista al


reconocer y ampliar los derechos ciudadanos, estableciendo la tesis de
integralidad de la tutela judicial para controlar a la administración pública. De
esta forma, para el primer caso (Sentencia No.93 del 01/02/2006), rechazó el
criterio de la jurisprudencia contencioso-administrativa mediante el cual se
excluyen del ámbito del “recurso por abstención” una serie de
manifestaciones de inactividades y omisiones de la Administración, porque
no encuadran dentro del rígido concepto de abstención que tiene esa
jurisdicción, por ser contrarios a los postulados constitucionales, pues,
determinadas formas de omisión quedarían exentas de control contencioso
administrativo porque no existe medio procesal tasado que le dé cabida. En
el segundo caso, estableció que las normas constitucionales no deben ser
interpretadas restrictivamente, sino, por el contrario, ampliamente, más aún,

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cuando se trate de derechos constitucionales, como lo es el derecho a la
información, por lo que: “cualquier forma de actuación u omisión
administrativa debe ser atendida por los tribunales de la jurisdicción
contencioso-administrativa, sin que sea óbice la inexistencia de medios
procesales especiales o procedimientos para determinadas formas de
actuación”.

El tercer caso está plasmado en la sentencia No.410 del 14/03/2008;


mediante la cual la Sala Constitucional decidió una Revisión contra sentencia
de la Sala Penal del alto tribunal, donde se planteó una notoria desigualdad
ante la ley. El asunto puede resumirse así: Tanto una Corte Superior como
la Sala Penal, consideraron que no estaba prescrita la acción penal
peticionada por el imputado al sostener que, para el homicidio culposo, no
era aplicable el inicio de la prescripción por haberse cumplido el lapso legal
correspondiente más su mitad (como así ocurre para la generalidad de los
delitos, de acuerdo a los parámetros establecidos en el artículo 37 del
Código Penal), sosteniendo al respecto que la base de cálculo en este delito,
no es el previsto en dicho artículo 37 (término medio), pues de ser ello así,
implicaría “una limitante a la potestad del juez de evaluar el grado de culpa y
el daño causado”, por lo cual, según lo establecido en una jurisprudencia
anterior de la Sala Penal: debe tomarse en cuenta el término máximo, o sea,
cinco (5) años de prisión. Pero el asunto se complicaba aun más, por cuanto
en sentencia No. 387 del 10/07/2007, la Sala Plena del Supremo sí aceptó y
estableció expresamente que en el caso de homicidio culposo: la
prescripción ordinaria opera desde los tres (3) años, es decir, tomando en
cuenta para ello el término medio de la pena contemplada para ese delito.

Ante el planteamiento, la Sala consideró que: para el cómputo del


término de la prescripción de la acción penal en el caso de homicidio
culposo, no se aprecia diferencia alguna entre el delito en cuestión y la
generalidad del resto de los tipos legales en el ordenamiento jurídico

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venezolano; de manera que fue manifiestamente errado el criterio que se
mantuvo en dicho fallo, en el sentido de la no aplicabilidad de la norma que
contiene el artículo 37 del Código Penal, lo que constituye un errado control
constitucional, que derivó en lesión a los derechos fundamentales de los
solicitantes, tales como la igualdad, la tutela judicial eficaz y el derecho a la
defensa.

Los tres casos que han quedado expuestos, son una manifestación
evidente del ejercicio de la potestad uniformadora de criterios pro homine de
la Sala Constitucional, en defensa de los derechos ciudadanos, que se debe
reconocer y celebrar.

La Sala Constitucional y su criterio normativo


Mucho se ha escrito sobre la jurisdicción normativa y profusamente se le ha
criticado a la Sala Constitucional el haber asumido esa competencia que,
según un gran número de opinadores, la Constitución no otorga. No
obstante, si apartáramos ejemplos desafortunados como: la sentencia que
estableció el nuevo procedimiento de amparo (No. 7 del 01/02/2000), o la
sentencia que cambió los lapsos procesales señalados en el artículo 197 del
Código de Procedimiento Civil (No.80 del 01/02/2001), y que incidió
notablemente en la prolongación de los procesos judiciales; puede decirse
que la Sala ha hecho una labor de utilidad general en el orden normativo,
sobre todo si consideramos lo lento e inoportuno que podría significar la
espera de una providencia del Poder Legislativo nacional, para introducir las
adecuaciones necesarias. Veamos estos ejemplos:
El primero lo extraemos de la sentencia No.433 del 25/03/2008, donde
la Sala estableció un procedimiento para el caso de que se interponga la
invalidación de un juicio laboral, con petición de caución para suspender la
ejecución. La situación que originó la decisión normativa derivó, en primer
lugar, de la ausencia en la legislación adjetiva laboral de una procedimiento
que regulara la invalidación de juicios, lo cual imponía acudir a las reglas

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establecidas en el Código de Procedimiento Civil, y, en segundo lugar, que
en el citado código procesal civil no tiene una normativa para el caso de que
se origine una incidencia con motivo de la suficiencia, insuficiencia o
exorbitancia de la garantía establecida por el tribunal; lo cual motivó a la Sala
Constitucional a establecer:
“…la Sala considera que, cuando un demandante de invalidación peticione la
fijación de una de las formas de caución a que se contrae el artículo 590 del
Código de Procedimiento Civil, el juez de la causa deberá fijar, en primer
lugar, la cantidad de dinero con base en la cual se constituirá la garantía,
luego de lo cual el interesado estará en libertad de ofrecer cualquiera de las
cauciones de ley y el juzgador, para la determinación de la suficiencia de la
misma, tendrá la potestad de aceptar, rechazar u ordenar su modificación.
Posteriormente, en caso de que el oferente alegue que el juez acordó la
constitución de una caución o garantía sin permitirle primero, la oferta de la
que aquél estime conveniente, o una exorbitante, o sin posibilidad material
de cumplimiento, o que podía, sin perjuicio del ejecutante del juicio cuya
invalidación se pretenda, haberse aceptado una caución o garantía distinta
de la que se fijó, debe darse curso a ese planteamiento a través de la
articulación que está dispuesta genéricamente, para cuando por alguna
necesidad de procedimiento alguna parte reclamare alguna providencia
(artículo 607 del CPC). La misma incidencia debería ser abierta para la
resolución de las eventuales objeciones de la parte actora del juicio principal
respecto de la suficiencia de la caución que se ofrezca o se le acepte a su
contraparte. Así se declara.

Con este dispositivo de carácter normativo, se abrogó el criterio de los jueces


laborales (o de cualquier otra materia) de pretender establecer garantías solo
en dinero efectivo, privando al recurrente de ofrecer cualesquiera otras de las
garantías permitidas por la ley (fianza bancaria o de empresas de seguros,
hipotecas, etc.) Además, para los procedimientos civiles ordinarios, se
estableció un trámite incidental para dirimir sobre las suficiencias o no de las
garantías ofrecidas por el invalidante.

El caso que citamos a continuación reviste gran importancia para la


Banca privada (y publica), pues despejó las dudas sembradas hace más de
veinte años por la extinta Corte Suprema de Justicia en Sala Civil, quien
declaró nulas las hipotecas constituidas para garantizar los denominados
“cupos de crédito”, calificándolas “hipotecas genéricas”. La incertidumbre
sobre el particular no solo causó pánico en el sistema bancario, sino que, en

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su momento, generó pérdidas cuantiosas debido a que la constitución de
esas “hipotecas genéricas” era práctica común de la Banca, y se usaron por
años a los fines de agilizar el financiamiento crediticio a sus clientes; cuyo
procedimiento se resumía a lo siguiente: El cliente solicitaba un “cupo de
crédito rotativo” y el Banco, para agilizar los desembolsos y evitar el
otorgamiento de varios o distintos documentos de préstamos con garantía
hipotecaria, constituía un documento general donde acordaba con el cliente
depositarle en su cuenta corriente cantidades periódicas de acuerdo a sus
necesidades futuras y, para garantizarlos, se constituía hipoteca sobre
bienes inmuebles determinados.
El problema se originó porque los Bancos, al demandar la ejecución
de estas hipotecas, fallaban en demostrar cómo se habían hecho los
desembolsos y en qué cantidad; y otros, por que constituyeron hipotecas
condicionando el monto de la garantía a lo que hubieran entregado al cliente,
de manera que –fue cierto− muchas de esas hipotecas no se constituyeron
por “una cantidad determinada de dinero” como lo establece el art.1879 del
Código Civil. Otro de los supuestos errores que se cometía era el de
constituir la hipoteca para garantizar dinero que ya se había entregado al
cliente, de manera que se infringía el carácter de accesoriedad del
gravamen, pretendiendo que operase hacia el pasado.
Con este escenario, La Sala, en sentencia No.1365 del 18/08/2008,
aprovechando la interposición de una demanda de colisión de leyes (de los
artículos 1.877, 1.879 y 1.896 del Código Civil, con el objeto, contenido y
alcance de los artículos 516 y 521 del Código de Comercio), se dio a la tarea
de hacer una exegesis del articulado del Código Civil relacionado con los
requisitos de validez e invalidez de un gravamen hipotecario,
reinterpretándolos, y aclarándolos para seguridad de los otorgantes (Banca y
clientes); señalando que:
“… ninguna de las normas que han sido mencionadas exige que la obligación
exista al momento de la constitución de la hipoteca; al contrario, el artículo
1.896 del Código Civil admite como posible que la hipoteca se constituya como

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garantía de una obligación futura o eventual; esto es, una obligación que, para
el momento de la constitución del gravamen, aún no ha nacido y que, por
ende, no pueda individualizarse, ni en cuanto a su existencia actual, ni en
cuanto a su extensión, pero sí en cuanto a su causa. Es decir, la obligación, en
relación con el pago de la cual se constituye la caución, puede circunscribirse
dentro del marco del negocio o la relación jurídica que le servirá de causa; con
lo que se atenúa el reclamo de la identificación de la deuda; ello sin que se
llegue al extremo de la eliminación total de ese requisito y también, sin que se
caiga en el absurdo de que tal individualización implique la actualidad de la
obligación, lo que viciaría de nulidad un gran número de hipotecas que han
sido legalmente establecidas y ocasionaría la colisión de normas que se
delató.

Luego, el fallo emite una conclusión valiosa sobre el aspecto focal de este
tipo de hipotecas mal llamada “genéricas”. Dijo la sentencia: “Por
consiguiente, el desconocimiento de la validez de la hipoteca que garantiza
el pago de obligaciones futuras o eventuales es un contrasentido, en virtud
de que ellas tienen su base en una norma vigente que les reconoce
existencia, tanto de manera genérica, en el artículo 1.896 del Código Civil,
como específicamente, en el artículo 516 del Código Comercio, en lo
referente a la hipoteca que se celebra como caución de saldos deudores en
los contratos de cuentas corrientes mercantiles, y 360 del Código Civil, en lo
que respecta a las hipotecas que se perfeccionan para el caucionamiento de
la gestión del tutor. Por otro lado, no existe una regla que sancione con
nulidad la constitución del gravamen hipotecario por la circunstancia de que
no se desprenda o demuestre la actualidad de la obligación en el momento
de su registro. Ello no puede afirmarse con el contenido del artículo 1.877 del
Código Civil, pues esta norma a lo que hace referencia es a la finalidad de la
hipoteca como garantía real, en cuanto preceptúa que dicho gravamen real
se constituye como aseguramiento de la satisfacción de una obligación, y no
a la necesaria existencia de ésta en el momento del perfeccionamiento del
contrato de hipoteca.”
Finalmente, en cuanto al desarrollo procesal de una traba hipotecaria donde
se pretenda la ejecución de este tipo de gravamen, estableció lo siguiente:
“la hipoteca que se constituye para el aseguramiento de una obligación
futura o eventual no es per se nula por genérica, pues tal posibilidad está

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recogida en el artículo 1.896 del Código Civil, y ello no quebranta los
principios fundamentales que rigen su constitutiva, siempre y cuando: i) se
pueda identificar la relación jurídica en virtud de la cual la deuda se causará -
con lo cual no se afecta el principio de la especialidad de la hipoteca-; ii) el
acreedor pueda demostrar que existe ese débito y que no ha sido pagado, -
con lo cual tampoco se afecta el principio de la accesoriedad-; y iii) se
permita al demandado el acceso al control y contradicción de esos medios
probatorios que se acompañen para la evidencia de la existencia de la
obligación. En consecuencia, la interpretación del artículo 1.877 del Código
Civil bajo los parámetros que se han enunciado, es decir, bajo la
interpretación según la cual del mismo no se desprende que la obligación
deba existir al momento de la constitución del gravamen para que éste sea
válido, sino que basta con la cabal identificación de la relación jurídica que
servirá de causa de la obligación futura o eventual cuyo cumplimiento se
cauciona con hipoteca, lleva a la conclusión de que no existe la colisión que
fue denunciada entre dicho precepto y los artículos 1.879 y 1.896 del mismo
Código y 516 y 521 del Código de Comercio y que, por el contrario, con su
interpretación concatenada se mantiene la eficacia de la constitución de la
hipoteca dentro del cumplimiento con los principios esenciales que la
regulan. Así se decide.

Como podrá apreciarse, en esta decisión prácticamente se establece un


“modelo” de contrato de préstamo rotativo o de “cupo”, donde solo hay que
cumplir los parámetros normativos establecidos por la Sala, para que se
considere valida la hipoteca que lo garantizaría.
Finalmente, citaremos lo relacionado con la institución del “Precedente
Constitucional”. Entre los excesos normativos cometidos por la Sala
Constitucional, debe mencionarse el de haber impuesto, con carácter
obligatorio y vinculante para todo el poder judicial, e, inclusive, para todos los
organismos que emitan actos decisorios, la observación y aplicación de sus
precedentes.
Dice Briceño (2012), que “Venezuela pertenece a la familia jurídica del
Derecho Continental cuya historia y tradición no está alimentada por ese
efecto vinculante de sus sentencias, por el contrario, es conocido en estos
sistemas el argumento de la independencia de los jueces respecto al criterio
de sus instancias superiores”. Inclusive, agrega al autor citado: hoy en día
no podemos hablar de sistemas puros en ninguna las dos grandes familias
de Derecho (common law y civil law), pues, en países como los Estados
Unidos de América, existe la creciente tendencia a legislar para regular las

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diferentes relaciones jurídicas; “incluso estas reglas estatutarias deben
prevalecer sobre los precedentes judiciales”.
¿Y que es un precedente judicial?
Según David y Jauffret-Spinosi, citados por Ovalle (2005), fue en el
año 1.557 cuando en la Inglaterra medieval se comenzó a utilizar la palabra
precedente, y, varias décadas después, es que opera la consolidación de la
doctrina del stare decisis (está decidido), mediante la cual se impone la
aplicación y observancia del precedente en todo ese Reino.
En este sistema, las sentencias tienen una doble eficacia: tienen
fuerza vinculante entre las partes involucradas en el pleito sentenciado, y
tienen fuerza erga omnes, en tanto deben ser aplicadas a cualquier otra
persona cuya acción se ubique dentro de las previsiones creadas o
establecidas en el precedente.
Giovanni Criscuoli, citado por el mismo Ovalle (2005), señala que el
precedente del common law es una conjunción que hacen los jueces entre el
establecimiento de los hechos y los razonamientos para su resolución, y esto
arroja una regla de derecho aplicable a futuro para casos donde los hechos
sean análogos. La técnica del procedente obliga al juez a fijar los hechos
que le son alegados por las partes, y luego investigar si existe una sentencia
previa donde se haya resuelto una situación similar. El propio Criscuoli
señala una fórmula que debe observarse al aplicarse el precedente. Dice:
“Los hechos del caso A importan la aplicación de la regla B (premisa mayor),
los hechos del caso presente son del tipo del caso A (premisa menor); los
hechos del presente caso importan, por tanto, la aplicación de la regla B
(conclusión).

Debe entenderse que el establecimiento de los hechos que originó la regla


de derecho, deben ser reconstruidos por el juez en forma abstracta para ser
aplicados a un mayor número de casos. Sin embargo, Briceño (2012) no
está de acuerdo con que la aplicación del precedente pueda ser producto de
una fórmula infalible y, al contrario, sostiene que “es un proceso de
aproximación a lo que las cortes perciben como su mejor comprensión a lo

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que ha sido el fluir judicial de su actividad en el tiempo”. Es decir, continua
diciendo este autor: “…la ley devendría completamente rígida si los jueces no
pudieran interpretar las decisiones anteriores con un grado de flexibilidad que
le permitiera incorporar sus propias ideas sobre que sería lo mejor para la
justicia y eficiencia.”
Por su parte, Casal (2010) nos señala que “…el precedente no es
propiamente aquella parte de una sentencia que un tribunal impone o declara
como tal, sino la ratio esencial de la decisión, con el nivel de generalidad que
le atribuyan los jueces en casos futuros,…”.
Las opiniones precedentes concuerdan con la emitida por la Sala
Constitucional del Supremo en su sentencia No.1415 del 22/11/00, donde
estableció lo que era vinculante de una sentencia. Dijo el fallo:

“…considerando la posición de máximo intérprete constitucional de este


órgano de control, se deduce que las interpretaciones de esta Sala
Constitucional, en general, o las dictadas en vía de recurso interpretativo, se
entenderán vinculantes respecto al núcleo del caso estudiado; todo ello
en un sentido de límite mínimo, y no de frontera intraspasable por una
jurisprudencia de valores oriunda de la propia Sala, de las demás Salas o del
universo de los tribunales de instancia. Los pronunciamientos que, sin
referirse al núcleo central del debate objeto de la decisión, afectan a un tema
colateral relevante para la misma, normalmente vinculados con los
razonamientos jurídicos esbozados para afincar la solución al caso, no
serán, por lógica, vinculantes en ningún sentido.”

En el mismo sentido, la Sala Constitucional no solo estableció lo que sería


vinculante de una decisión, sino que su inobservancia puede ser atacada por
la vía de Revisión Constitucional. En efecto, mediante sentencia No.1687 del
18/06/2003, sostuvo sin ambages que: “…sólo en el caso de decisiones
definitivamente firmes, contra las cuales se hubiesen agotado, ciertamente,
todos los recursos ordinarios y extraordinarios que establece el ordenamiento
jurídico positivo, podría justificarse el control de la Sala Constitucional sobre

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la aplicabilidad de los precedentes vinculantes -vía potestad de revisión…”.
Y, más adelante, estableció que la inobservancia de un precedente
ocasionaría sanciones al juez disidente. Dijo el fallo: “…En este sentido,
encuentra la Sala que el juez incurre en conducta indebida en el ejercicio de
su función si se negara aceptar el precedente de la Sala Constitucional en el
momento de decidir acerca de un caso similar; supuesto en el cual, la
inobservancia del precedente debe ser sancionada jurídicamente. Así se
declara. Omissis… Dicha argumentación [de la recurrida en Revisión] si bien
no es arbitraria resulta improcedente, puesto que el juez en sus decisiones
está obligado a atenerse a las normas de derecho, a menos que la Ley lo
faculte para decidir con arreglo a la equidad (ex artículo 12 del C.P.C.); y es
con rango normativo como deben los jueces asumir los precedentes
vinculantes de la Sala Constitucional como máximo intérprete de la
constitucionalidad, sin que frente a ellos el juzgador se permita desacatarlos
ni siquiera por una objeción de conciencia, ya que el desacato, además de
implicar la revocación de la sentencia, configura una conducta judicial
indebida que puede dar lugar a la imposición directa de una sanción
conforme a los artículos 174 y 179 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema
de Justicia.” (El resaltado y las corchetas son agregados).

Necesario es destacar que el criterio de observancia obligatoria del


precedente constitucional, fue confirmado por el legislador nacional, al
establecer en la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia (artículo
25.10) que la Sala Constitucional tiene competencia para: “Revisar las
sentencias definitivamente firmes que sean dictadas por los tribunales de la
República, cuando hayan desconocido algún precedente dictado por la Sala
Constitucional, efectuado una indebida aplicación de una norma o principio
constitucional, o producido un error grave en su interpretación, o por falta de
aplicación del algún principio o normas constitucionales.”; competencia ésta

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que se extiende y es aplicable al resto de las Salas del Supremo, tal como lo
establece el cardinal 11 del señalado artículo.

Luego, bajo estas premisas, si consideramos que la Sala


Constitucional ha establecido con cierta claridad que es lo vinculante de sus
sentencias y ha procurado la publicación de sus sentencias que asientan
precedentes, ni siquiera en la Gaceta Forense sino en la Gaceta Oficial de
Venezuela, con el fin de atenuar las críticas doctrinarias sobre la aplicación
de sus “precedentes” que solo son conocidos por algunos abogados que
consultamos a diario su página web; debemos considerar que, con alguna
seriedad, el Supremo va encaminado a la formación de un “banco” o registro
necesario de precedentes constitucionales, debidamente publicados, para
consolidar un sistema de control judicial mediante la observancia y aplicación
de sus interpretaciones vinculantes que, siguiendo la doctrina establecida
para el Amparo Constitucional, se deberán invocar ante los jueces de
instancia para, finalmente, en caso de ser inobservados, poder tener opción
a su control ante el máximo tribunal por la vía de la Revisión Constitucional
de sentencias que, como vemos, se va consolidando con carácter recursivo y
no como “mecanismo especial”.
La Sala actuando como entidad de criterio restrictivo
En la sentencia No.190 del 28 de febrero de 2008, la Sala Constitucional
resolvió el recurso de interpretación que propuso una asociación civil
homosexual, relacionada con la concatenación de los artículos 21.1 y 77, con
los artículos 19, 20 y 22, de la Constitución Bolivariana; aduciendo como
punto focal que existe una severa discriminación entre los derechos sociales
de una persona heterosexual con una homosexual y, en especial, porque la
Constitución no le reconoce efectos patrimoniales a las uniones estables de
personas del mismo sexo.
En concepto de este redactor, el tema de fondo podría haberse
enfocado por una aparente colisión entre el dispositivo los artículos 77 y 21

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de la constitución, pues el primero reconoce efectos iguales al matrimonio a
las relaciones estables de hecho entre hombre y mujer, y no reconoce los
mismo efectos a las uniones homosexuales; con lo cual, se estaría
vulnerando el derecho a la igualdad y al libre desenvolvimiento de la
personalidad que también tienen esa alta protección. Sin embargo, la Sala,
actuando en forma restrictiva, hizo suya la máxima de la justicia aristotélica
(de hace más de 2.200 años) que establece: “no hay discriminación cuando
se trata en forma desigual a los desiguales”. Dijo el fallo:
“…en el Diario de Debates de la Asamblea Nacional Constituyente, que se
publicó en la Gaceta Constituyente, se observa que la letra del artículo 81 –
ahora artículo 77- que fue aprobado en primera discusión en sesión ordinaria
n.° 29, de 25 de octubre de 1999, fue el que correspondió al constituyente
Elio Gómez Grillo, cuyo texto era el siguiente: “se protege el matrimonio. Las
uniones estables de hecho que cumplan los requisitos establecidos en la
Ley, producirán los mismos efectos que el matrimonio”. Frente a esa
decisión el constituyente Brewer-Carías salvó su voto y expuso: “salvo mi
voto por considerar que no debió eliminarse, al protegerse el matrimonio, la
referencia al ‘hombre y la mujer’ que traía la redacción original, pues ya no
parece ser obvio, en el mundo moderno, que los matrimonios sólo deban
existir entre hombre y mujer”. No obstante, con el contraste del texto de ese
proyecto de norma que fue aprobado en primera discusión respecto del
actual artículo 77, es evidente que, durante la segunda discusión, la mayoría
de los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente acogió esta última
postura, modificó la que originalmente fue votada y optó por la redacción
actual, que especifica que tanto el matrimonio como las uniones estables de
hecho serán entre un hombre y una mujer (Cfr. Diario de Debates Asamblea
Nacional Constituyente, Gaceta Constituyente, imprenta del Congreso de la
República, Caracas, noviembre 1999-2000, pp. 15 y ss. de la sesión
ordinaria n.° 29).
De manera que esa especificidad expresa una escogencia deliberada del
Constituyente del 1999, actitud que obedece al arbitrio del Constituyente
como máxima expresión de producción jurídica, que se plasmó en un
precepto cuya claridad no permite a esta Sala una interpretación
distinta de la que imponen los métodos de interpretación literal y
teleológica y que no implica, en su criterio, colisión alguna con el
artículo 21 de la Constitución.
Así, recuérdese, tal como antes se expuso, que la jurisprudencia de la Sala
ha entendido que el derecho a la igualdad implica tratamiento igual a los
iguales y desigual a los desiguales, y que esa desigualdad dependerá de
determinadas circunstancias diferenciables de hecho que existan entre
diversas situaciones, que el legislador o, como sucede en este caso, el
Constituyente considere relevantes, y que el juez deberá respetar porque es
el ámbito de opcionalidad o arbitrio del Legislador o del Constituyente,
siempre que no conculque o vacíe de contenido algún derecho fundamental
del individuo. (El resaltado y el subrayado son agregados).

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Este redactor entiende que la Asociación recurrente pretendía que el Poder
Judicial le reconociera, en este primer intento, ciertos derechos patrimoniales
que, a nuestro parecer, le correspondían; pero sólo como un paso previo a
un posterior reconocimiento del matrimonio de parejas del mismo sexo. Lo
que parece censurable es que se utilice un argumento de más de dos mil
años para ratificar esta forma de discriminación ya proscrita en muchos
países, que han reconocido e integrado a esta creciente porción de la
población, quienes no dejan de ser iguales a los demás seres humanos, solo
por el hecho de una preferencia sexual; lo cual es indigno y ataca la
autoestima de los homosexuales quienes deben seguir en la clandestinidad y
viendo frustrados sus objetivos personales.
El positivismo de la Sala Constitucional
El gran jurista que fue Kelsen, escribió su Teoría Pura del Derecho hace casi
setenta años, y aunque en la Asamblea Nacional algunos “oradores” digan
que Kelsen no puede seguir gobernando al mundo, en la Sala Constitucional
lo reviven de vez en cuando. En efecto, como potenciador del iuspositivismo,
y creador del Tribunal Constitucional austriaco, introdujo la tesis de que un
tribunal constitucional debe funcionar como “legislador negativo” anulando
los estatutos o legislaciones que considere contrarios a la constitución.
Siguiendo entonces la citada tesis kelseniana, la Sala Constitucional en su
sentencia No.1380 del 29 de octubre de 2009, desaplicó el artículo 177 de la
Ley Orgánica Procesal del Trabajo, que imponía a los jueces de esa materia
observar con carácter vinculante las decisiones de la Sala Social del Tribunal
Supremo; bajo el argumento de que, según la Constitución Bolivariana, sólo
ella tenía esa facultad de imponer criterios vinculantes. Dijo el fallo:
“…debe recordarse que por disposición Constitucional, concretamente el
artículo 335, si bien este “Tribunal Supremo de Justicia garantizará la
supremacía y efectividad de las normas y principios constitucionales; será el
máximo y último intérprete de la Constitución y velará por su uniforme
interpretación y aplicación”; las únicas interpretaciones que tienen carácter
vinculante u obligatorio para todos los tribunales de la República, así como
las demás Salas, es esta Sala Constitucional, toda vez que dicho precepto
constitucional expresamente dispone que: “Las interpretaciones que

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establezca la Sala Constitucional sobre el contenido o alcance de las normas
y principios constitucionales son vinculantes para las otras Salas del Tribunal
Supremo de Justicia y demás tribunales de la República”.
 Por tanto, el artículo 177 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo es
contrario a lo dispuesto en el artículo 335 de la Carta Magna al
pretender obligar o vincular a los jueces de instancia a que sigan la
doctrina de casación, siendo que las únicas decisiones que tienen tal
carácter vinculante son las dictadas por esta Sala en interpretación de
las normas y principios contenidos en la Constitución y en resguardo
de la seguridad jurídica y del principio de confianza legítima. Así se
declara.
En consecuencia, esta Sala Constitucional, en uso de la potestad prevista en
el artículo 334 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
desaplica por control difuso el artículo 177 de la Ley Orgánica Procesal del
Trabajo, teniendo el presente fallo carácter vinculante para todos los
tribunales de la República, incluso para las demás Salas de este Tribunal
Supremo de Justicia. Así se decide.

Conforme a lo expuesto, la Sala aplicó sin cortapisas el artículo 335


constitucional, y no dio margen a que se pudiera hacer una interpretación
adecuada a la constitución del citado artículo 177 de ley adjetiva laboral, sino
que optó por desaparecerlo del sistema normativo laboral.
En el mismo sentido y con idénticos argumentos, la Sala, en decisión
No.1149 del 17 de noviembre de 2010 −esta vez por vía de medida
cautelar−, suspendió la aplicación del Recurso de Juricidad establecido en la
Ley de la Jurisdicción Contenciosa Administrativa. Dijo el fallo:
“… sin que ello implique un adelanto sobre el asunto de fondo, se
observa que se atribuye a la Sala Político Administrativa una amplia
facultad de revisión de sentencias, facultad aún más amplia que la
otorgada  de forma exclusiva y excepcional a esta Sala Constitucional
por disposición del artículo 336, cardinal 10 de la Constitución y
desarrollada en los artículos 25, cardinales 11 y 12 de la vigente Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia; pues, mediante el recurso
“especial” de juridicidad, se le permite a la mencionada Sala Político
Administrativa revisar una sentencia, que ya tuvo un doble grado de
conocimiento, y anularla bajo el nuevo examen del mérito de la causa,
sin más limitación o fundamento que la trasgresión del ordenamiento
jurídico.
Por tanto, visto prima facie, que la aplicación de las normas impugnadas
pudieran crear perturbaciones, retardos o alargamientos en los juicios
contencioso administrativos, con el temor de que el proceso pudiera
convertirse en un instrumento que juegue contra quien tiene la razón en un
juicio y contra los principios de tutela judicial efectiva, celeridad y el derecho
a obtener con prontitud la decisión correspondiente, establecidos en el
artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela;
además de existir la presunción grave de que dicho medio de impugnación

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implique la invasión de atribuciones de revisión que son competencia
exclusiva y excluyente de esta Sala, se acuerda la suspensión de las
normas impugnadas y, en consecuencia, la inaplicación del recurso
especial de juridicidad previsto en el artículo 95 de la Ley de la
Jurisdicción Contencioso Administrativo, y regulado en el Capítulo IV
del Título IV de esa Ley, así se decide.

Conclusiones

El desarrollo de las ideas y citas anteriores, en modo alguno pueden


considerarse concluyentes del criterio interpretativo de la Sala Constitucional,
cuya producción promedia las mil quinientas sentencias al año, lo que
exigiría una labor más extensa para analizar más de 18.000 publicadas
desde su creación. Sin embargo, con las sentencias escogidas y otras
muchas que fueron leídas en detalle, si puede establecerse, por ejemplo, que
la acción o solicitud o pretensión de Amparo Constitucional, ha quedado
extinta, al establecerse una cantidad de requisitos previos antes de acudir a
esta tutela constitucional, pues el criterio de la Sala es que los recursos
ordinarios pueden resolver cualquier situación inconstitucional; de tal manera
que, si consideramos que hay recursos hasta para revocar un auto “por
contrario imperio”, el Amparo ha quedado proscrito del foro judicial.
Otra conclusión que si puede considerarse determinante es que, si en el
caso sujeto a decisión está involucrada la política, especialmente el Ejecutivo
Nacional; se recurre a los argumentos más inverosímiles y rebuscados para
otorgarles la razón; inclusive a costa del ridículo jurídico y la vergonzosa
adulancia. Un ejemplo es la sentencia No.1806 del 20/11/2008, donde
privaron a Eduardo Lapi de ser candidato gobernador, con argumentos no
jurídicos ni constitucionales, en un exceso e intromisión abusiva en la función
legislativa nacional, al crear una interdicción civil fabricada sobre un castillo
de naipes morales, y un fraude encadenado al vicio de petición de principios,
donde se dio por probado lo que se tenía que probar.
Aparte de lo expuesto, la Sala Constitucional venezolana ha hecho una labor
profusa e importante, no solo desde el aspecto de su producción normativa e

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interpretativa de los principios y valores constitucionales, sino difusora del
alcance de los derechos de los ciudadanos contemplados en la Constitución,
y aleccionadora para muchos jueces que la desacatan.

Bibliografía

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Caracas: Editorial Arte.

BRICEÑO L. Humberto. (2012). El Precedente Judicial y El Writ of certiorari


en Venezuela y en Los Estados Unidos de América, en el libro “La Justicia
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Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.

OVALLE F. José. (2005). Tradiciones jurídicas y proceso civil: sentencia,


precedente y jurisprudencia, en el libro “Derecho privado. Memoria del
Congreso Internacional de Culturas y Sistemas Jurídicos Comparados”,
México, Universidad Nacional Autónoma de Mexica, visto el 18 de octubre de
2012 en el sitio web
http://www.juridicas.unam.mx/invest/directorio/autor.htm?p=joseov  

RENGEL-ROMBERG, Arístides, (1.992). Tratado de Derecho Procesal Civil


Venezolano (2da.Ed. revisada y actualizada). Caracas: Editorial Arte.

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