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Introducción:
- Un acto externo
- Una simple convencimiento intelectual
- Una experiencia mística o subjetiva
- Una mera reforma moral
En el día de hoy vamos continuar con este tema, pero considerándolo desde
una perspectiva positiva, o lo que es lo mismo, examinando en la Palabra lo
que sí es la verdadera conversión.
En primer lugar…
Cristo dice que “ninguno”, que “nadie” puede venir realmente a él si no es traído
por el mismo Padre.
Decía Spurgeon sobre esto: "Algunos plantean: Los hombres
pueden salvarse con sólo desearlo. Ellos pueden salvarse si
quieren. Mi querido amigo -dice él- todos nosotros estamos
de acuerdo con eso (si quieren pueden ser salvos) pero es
precisamente ahí donde está la dificultad, en "si quieren".
Nosotros afirmamos que nadie quiere venir a Cristo a
menos que sea traído. El propio Jesús dijo: Y no queréis
venir a mí para que tengáis vida eterna"
El hombre natural (o sin regenerar) no puede entender las cosas del Espíritu
Santo, pues para él son locura. ¿Cómo es que dicen algunos que el pecador solo
con desearlo puede venir a Cristo?
Atribuir la conversión y el nuevo nacimiento a una simple decisión humana, no
sólo es atribuir al ser humano una capacidad que no tiene, sino que es robarle
a Dios su gloria.
Dice Juan 1:12-13
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Algo que vemos en todas las invitaciones a venir a Cristo que hay en el Nuevo
Testamento es que son invitaciones a aquellos que reconocen su necesidad de
él.
Mateo 11:28
No todos son invitados, sólo los sedientos. Es a ellos a quienes se les dice:
Venid…
Juan 7:37
Una vez más ¿quién es invitado a venir? Aquel que percibe su necesidad, aquel
que tiene sed.
Todo el que quiera puede venir a tomar del agua de vida, pero ¿Quiénes
vendrán? Aquellos que tengan sed.
Ahora bien, es obvio que las Escrituras no están hablando aquí de una sed física
literal. Lo que Cristo está diciendo más bien es que sólo aquellos que sienten esa
necesidad espiritual en sus almas vendrán a él a satisfacerla.
Hasta tanto un individuo no sienta primero que su conciencia le acusa por sus
pecados y no se perciba a sí mismo como un pecador, (porque la Biblia dice
que todos hemos pecado sin excepción); hasta tanto no vea que sus pecados
han ofendido a un Dios tres veces santo y no perciba a ese Dios airado contra él
y que lo echará en el infierno por la eternidad; hasta que alguien no se vea sin
salida, sin solución, desesperado y agobiado por esa realidad, no podrá venir a
Cristo.
Fue eso precisamente lo que quiso decir Cristo a los fariseos en Marcos 2:15-
17:
“Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él,
muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa
juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había
muchos que le habían seguido.16 Y los escribas y los
fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los
pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él
come y bebe con los publicanos y pecadores?17 Al oír esto
Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico,
sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.”
“Son los enfermos los que necesitan un médico”, -dice Cristo. Ahora, no es que
los fariseos estuvieran sanos o que no fueron pecadores. No, ellos sí eran
pecadores; lo que sucedía es que no eran conscientes de su pecado.
Por eso el Señor les dice: “ustedes no me necesitan”. Porque no veían en Cristo
la solución a su problema, ya que su propia opinión, no tenían ningún problema.
Ellos no necesitaban médico porque no se veían enfermos. No necesitaban un
salvador porque no se sentían condenados. Y fue precisamente por eso que no
vinieron a Cristo.
“Los ladrones cobradores de impuestos y las prostitutas, -les dice Cristo-, van
delante de ustedes los fariseos al reino de los cielos”. No por ser ladrones e
inmorales, sino por ser conscientes de su condición.
Dijo ese gran Teólogo que fue Agustín:
Mi hermano y mi amigo que estás aquí en esta mañana, puede que tú hayas
levantado tu mano en una campaña evangelística, que hayas aceptado
intelectualmente las verdades del evangelio, o que hayas algún tipo de
experiencia mística, pero debo decirte, que si tú no has sentido necesidad de
Cristo como la única solución a tu problema, si no te has visto perdido como un
miserable pecador, si no te has visto desesperado y agobiado por tu pecado y
has mirado a Cristo como el que puede cambiar tu situación, te aseguro que no
te has convertido realmente.
Luego que alguien entiende que tiene una gran necesidad en su vida, entonces
debe entender también que esa necesidad puede ser suplida por medio de la
persona y obra de Cristo. El pecador no sólo debe entender que está condenado
al infierno y que se perderá por la eternidad debido a sus pecados. Debe
entender también que en Cristo hay provisión abundante para esa necesidad.
Debe entender que depositando su fe en Cristo y creyendo en la eficacia de su
muerte hay salvación.
Isaías 53:4-5:
El pecador tiene que comprender quién es Cristo y lo que hizo para poder
depositar su confianza en él, para creer en él y para que creyendo tenga vida
eterna.
Una cosa es conocer de Cristo y otra muy distinta es que Cristo nos sea revelado
de un modo salvífico a nuestro corazón.
El apóstol está hablando a los Corintios acerca de la conversión y allí les dice
que Satanás ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les
resplandezca la luz del evangelio de Cristo. Sin embargo -dice él-, cuando Dios
quiere traer a una persona a salvación resplandece en su entendimiento,
iluminándole para que vea la gloria que hay en Jesucristo. Dios toma a un ciego
espiritual y le da vista para que pueda ver la magnitud de la persona y la obra
de Cristo, con el objetivo de que crea y deposite su confianza en la obra salvífica
suya
Mateo 11:27
27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y
nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce
alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Algo similar vemos cuando Pedro confesó: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios
viviente” en Mateo 16:17. Allí el Señor le contestó:
Aquellos que hemos venido a Cristo nos hemos reconciliados con Dios. Dice
Romanos 5:10-11
¿Cómo podemos reconciliarnos con alguien a quien hemos ofendido sin tan
siquiera pedir perdón? Por eso en la conversión juega un papel imprescindible
el arrepentimiento. No puede haber reconciliación con Dios si no hay
arrepentimiento.
Es inaceptable como algunos proclaman ser hijos de Dios y ni tan siquiera han
pensado seriamente en sus pecados. Algunos predican a un Dios que está
dispuesto a perdonar al pecador a toda costa, no importa si este pecador ha
pedido perdón o no; no importa si ha lamentado su pecado, si los ha confesado
y dolido por ello.
Según algunos, Dios está dispuesto a recibirles como quiera. Pero ese no es el
mensaje del evangelio:
Dice Isaías 55:7:
7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus
pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en
perdonar.
Marcos 1:14-15:
Lucas 24:46-47:
Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que
se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón
de pecados en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén y vosotros sois testigos de estas cosas.
Dice el Señor, era necesario que Cristo padeciese. Pero hay algo más que era
necesario. Era necesario predicar el arrepentimiento y el perdón de pecados. La
bendición central del evangelio es el perdón de pecados. Este es el climax de
nuestra predicación, es el punto donde el evangelio se convierte en una buena
noticia. Pero ese perdón de pecado está conectado con el arrepentimiento.
Conclusión.
Luego de haber considerado todo esto, como es obvio, se impone una pregunta
¿Eres tú una persona convertida? Sí tú consideras las cosas que hemos expuesto
en estas clases podrías decir que has tenido una genuina experiencia de
conversión