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Clase de Premembresía Iglesia Evangélica de la Gracia

LA CONVERSIÓN II CLASE No. 3 de 12

“Lo que es la verdadera conversión”

Introducción:

La semana pasada comenzamos a considerar el tema de la verdadera


conversión. En esta primera clase sobre dicho tema abordamos la conversión
desde una perspectiva negativa, considerando algunos conceptos erróneos
sobre la misma. Y decíamos en esa ocasión que la verdadera conversión no
es:

- Un acto externo
- Una simple convencimiento intelectual
- Una experiencia mística o subjetiva
- Una mera reforma moral

En el día de hoy vamos continuar con este tema, pero considerándolo desde
una perspectiva positiva, o lo que es lo mismo, examinando en la Palabra lo
que sí es la verdadera conversión.

En primer lugar…

I. La conversión es un acto sobrenatural que Dios obra en nosotros.

Una de las consecuencias del evangelismo moderno es la simplificación del


mensaje del evangelio y la reducción de la conversión a una mera decisión que
el pecador puede hacer cuando mejor le plazca.
La semana pasada veíamos cómo Charles Finney (quien puede ser llamado
tristemente el padre del evangelismo moderno) plateaba que el hombre tenía la
capacidad por sí sólo de decidir buscar a Dios sin la ayuda del Espíritu Santo. Él
decía que esto es la regeneración: el cambio de ruta que hace el pecador por sí
sólo cuando decide seguir a Cristo.
Por tanto, todo lo que se requiere para ser salvo no es una obra del Espíritu
Santo sino una decisión del pecador. En otras palabras, todo lo que necesita un
hombre para ser cristiano es decidir hacerse cristiano.
Sin embargo, esto no es lo que enseñan las Escrituras. Esto contradice
abiertamente las palabras del Señor en Juan 6:44:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le
trajere.”

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Cristo dice que “ninguno”, que “nadie” puede venir realmente a él si no es traído
por el mismo Padre.
Decía Spurgeon sobre esto: "Algunos plantean: Los hombres
pueden salvarse con sólo desearlo. Ellos pueden salvarse si
quieren. Mi querido amigo -dice él- todos nosotros estamos
de acuerdo con eso (si quieren pueden ser salvos) pero es
precisamente ahí donde está la dificultad, en "si quieren".
Nosotros afirmamos que nadie quiere venir a Cristo a
menos que sea traído. El propio Jesús dijo: Y no queréis
venir a mí para que tengáis vida eterna"

La enseñanza de Finney y de muchos predicadores modernos está basada en un


serio error doctrinal conocido como pelagianismo. Pelagio fue un obispo del siglo
V que decía que la voluntad del ser humano no fue dañada en la caída en pecado
de Adán. Según este hombre el hombre podía hacerse bueno con sólo
proponérselo.
Pero ¿acaso no contradice esto la enseñanza neotestamentaria? ¿No enseña
Pablo en Efesios 2:1-3 que el hombre sin Cristo está muerto, no hay vida en él?
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en
otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que
ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los
deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne
y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de
ira, lo mismo que los demás.”

Éramos muertos ¿hasta cuándo? Hasta que él nos dio vida.


Y esa vida de la que habla Pablo no es otra cosa que la regeneración, el acto por
medio del cual Dios resucita espiritualmente a un pecador, da luz a su
entendimiento, le quita un corazón rebelde y le da uno manso hacia Él y su
Palabra, para que pueda entender lo que antes no entendía y ver lo que antes
no veía.
Dice también 1 Corintios 2:14
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente.

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El hombre natural (o sin regenerar) no puede entender las cosas del Espíritu
Santo, pues para él son locura. ¿Cómo es que dicen algunos que el pecador solo
con desearlo puede venir a Cristo?
Atribuir la conversión y el nuevo nacimiento a una simple decisión humana, no
sólo es atribuir al ser humano una capacidad que no tiene, sino que es robarle
a Dios su gloria.
Dice Juan 1:12-13
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”

En el nuevo nacimiento no interviene ni la ascendencia física ni la voluntad


humana. Es un nacimiento operado por Dios y por su voluntad soberana. El ser
humano necesita nacer de nuevo antes de volverse a Dios, necesita ser traído
por el Padre.
De modo que lo primero que debemos tomar en cuenta es que la conversión
se trata de una obra sobrenatural.

Pero ¿qué ocurre luego que Dios comienza a obrar sobrenaturalmente en


nosotros?

Bueno, lo primero que ocurre es que comenzamos a ver nuestra necesidad


de Cristo.

Y esto nos lleva al segundo encabezado de nuestra clase:

II. La conversión es un acto en el que reconocemos nuestra gran


necesidad de Cristo.

Algo que vemos en todas las invitaciones a venir a Cristo que hay en el Nuevo
Testamento es que son invitaciones a aquellos que reconocen su necesidad de
él.

Mateo 11:28

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y


yo os haré descansar.”

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¿Quiénes son invitados a venir a él? Aquellos que están conscientes de su


cansancio y carga. No todos son invitados, sino aquellos que se sienten
trabajados y cargados. Aquellos que están conscientes de esta necesidad. Si no
sentimos necesidad de Cristo nunca nos volveremos a él buscando ayuda.

Este es el mismo patrón que encontramos en Isaías 55:1, donde dice el


profeta:
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no
tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin
dinero y sin precio, vino y leche.”

No todos son invitados, sólo los sedientos. Es a ellos a quienes se les dice:
Venid…

Juan 7:37

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y


alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y
beba.”

Una vez más ¿quién es invitado a venir? Aquel que percibe su necesidad, aquel
que tiene sed.

Y Apocalipsis 22:17, la última invitación de las Escrituras:

17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga:


Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del
agua de la vida gratuitamente.

Todo el que quiera puede venir a tomar del agua de vida, pero ¿Quiénes
vendrán? Aquellos que tengan sed.

Ahora bien, es obvio que las Escrituras no están hablando aquí de una sed física
literal. Lo que Cristo está diciendo más bien es que sólo aquellos que sienten esa
necesidad espiritual en sus almas vendrán a él a satisfacerla.

Un requisito imprescindible para venir a él necesitarlo conscientemente. Nadie


vendrá a él hasta que no perciba la necesidad que su alma tiene de un salvador.

Hasta tanto un individuo no sienta primero que su conciencia le acusa por sus
pecados y no se perciba a sí mismo como un pecador, (porque la Biblia dice
que todos hemos pecado sin excepción); hasta tanto no vea que sus pecados

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han ofendido a un Dios tres veces santo y no perciba a ese Dios airado contra él
y que lo echará en el infierno por la eternidad; hasta que alguien no se vea sin
salida, sin solución, desesperado y agobiado por esa realidad, no podrá venir a
Cristo.

Fue eso precisamente lo que quiso decir Cristo a los fariseos en Marcos 2:15-
17:
“Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él,
muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa
juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había
muchos que le habían seguido.16 Y los escribas y los
fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los
pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él
come y bebe con los publicanos y pecadores?17 Al oír esto
Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico,
sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.”

El problema principal de los fariseos era que se creían justos. En su propio


criterio ellos eran personas justas y sin pecado alguno. Esta es la razón por la
que al ver a Cristo rodeado de publicanos y pecadores comenzaron a acusarle.
A lo cual respondió Jesús: “los sanos no tienen necesidad de médico, sino
los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.”

“Son los enfermos los que necesitan un médico”, -dice Cristo. Ahora, no es que
los fariseos estuvieran sanos o que no fueron pecadores. No, ellos sí eran
pecadores; lo que sucedía es que no eran conscientes de su pecado.

Por eso el Señor les dice: “ustedes no me necesitan”. Porque no veían en Cristo
la solución a su problema, ya que su propia opinión, no tenían ningún problema.
Ellos no necesitaban médico porque no se veían enfermos. No necesitaban un
salvador porque no se sentían condenados. Y fue precisamente por eso que no
vinieron a Cristo.

Por esto es que Cristo les dice en Mateo 21:31


“De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van
delante de vosotros al reino de Dios.”

“Los ladrones cobradores de impuestos y las prostitutas, -les dice Cristo-, van
delante de ustedes los fariseos al reino de los cielos”. No por ser ladrones e
inmorales, sino por ser conscientes de su condición.
Dijo ese gran Teólogo que fue Agustín:

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“La conciencia del impío no podrá ser sanada, si primero


no es herida”.

Mi hermano y mi amigo que estás aquí en esta mañana, puede que tú hayas
levantado tu mano en una campaña evangelística, que hayas aceptado
intelectualmente las verdades del evangelio, o que hayas algún tipo de
experiencia mística, pero debo decirte, que si tú no has sentido necesidad de
Cristo como la única solución a tu problema, si no te has visto perdido como un
miserable pecador, si no te has visto desesperado y agobiado por tu pecado y
has mirado a Cristo como el que puede cambiar tu situación, te aseguro que no
te has convertido realmente.

Pero la conversión no es solo un acto en el que vemos nuestra necesidad de


Cristo, sino en tercer lugar…

III. La conversión es un acto en la que depositamos nuestra confianza


en la obra redentora de Cristo.

La semana pasada establecimos que el conocimiento y entendimiento de ciertas


verdades por sí mismo no hace a nadie salvo. Sin embargo, también dijimos que
nadie puede ser salvo si antes no conoce y entiende esas verdades. Y una de
estas verdades trascendentales que debe conocer el pecador es la que trata
acerca de la persona y la obra de Cristo.

Luego que alguien entiende que tiene una gran necesidad en su vida, entonces
debe entender también que esa necesidad puede ser suplida por medio de la
persona y obra de Cristo. El pecador no sólo debe entender que está condenado
al infierno y que se perderá por la eternidad debido a sus pecados. Debe
entender también que en Cristo hay provisión abundante para esa necesidad.
Debe entender que depositando su fe en Cristo y creyendo en la eficacia de su
muerte hay salvación.

Isaías 53:4-5:

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió


nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por
herido de Dios y abatido.5 Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados.

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El mensaje del evangelio no se queda en el hombre necesitado y angustiado,


sino que va más allá y plantea la buena nueva. Y ¿cuál es la buena nueva? “Qué
Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. “Que el sufrió
nuestro castigo y que con eso logró nuestra paz”, “que fue molido por nuestras
rebeliones” “Que el que en él cree no es condenado sino que ha pasado de
muerte a vida”

Por eso dice Pablo en 1 Corintios 2:1-2:

“Así que hermanos cuando fui a vosotros para anunciaros


el testimonio de Dios, no fui con excelencia de Palabras o
de sabiduría. Pues no me propuse saber entre vosotros
cosa alguna sino a Jesucristo y a este crucificado”.

Él fue a anunciarles el testimonio de Dios. ¿Y cuál es ese testimonio? Bueno, en


resumen, Jesucristo y este crucificado. Jesucristo es el centro del evangelio,
porque él es puente que nos lleva a Dios. Y saber esto es importante para el
pecador porque él debe depositar su confianza en la obra salvífica de Cristo
creyendo en ella para ser salvo.

Dice un autor contemporáneo a respecto: "Debemos ser


dogmáticos en esto: a menos que haya una compresión de
ciertas verdades esenciales acerca de quién es Cristo y
acerca de la naturaleza de su misión no puede haber
salvación. (Repito)

El pecador tiene que comprender quién es Cristo y lo que hizo para poder
depositar su confianza en él, para creer en él y para que creyendo tenga vida
eterna.

Ahora bien, este conocimiento acerca de Cristo no es un conocimiento aprendido,


sino más bien es un conocimiento revelado. No se trata simplemente de conocer
ciertas verdades históricas acerca de Cristo, sino que se trata de una revelación
salvífica de Cristo en nuestro corazón. Es algo que no aprendemos sino que nos
es revelado por el propio Dios.

Sin dudas un hombre cualquiera puede conocer verdades relevantes acerca de


Cristo. Puede conocer de su concepción peculiar, de su vida, de su sacrificio, de
su muerte y resurrección; y todo esto llevarle a tener un concepto real de quién
es Cristo. Como seres racionales tenemos esa capacidad: Alguien nos narra una
historia, la escuchamos, la comprendemos y la recordamos. Pero eso una cosa
y otra muy distinta es que esa historia adquiera un sentido, un significado y
encuentre aplicación de una manera efectiva y salvífica en nuestros corazones.

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Una cosa es conocer de Cristo y otra muy distinta es que Cristo nos sea revelado
de un modo salvífico a nuestro corazón.

Esto es de lo que nos habla 2 Corintios 4:3-6:

“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los


que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este
siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no
les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo,
el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a
nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque
Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz,
es el que resplandeció en nuestros corazones, para
iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz
de Jesucristo”

El apóstol está hablando a los Corintios acerca de la conversión y allí les dice
que Satanás ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les
resplandezca la luz del evangelio de Cristo. Sin embargo -dice él-, cuando Dios
quiere traer a una persona a salvación resplandece en su entendimiento,
iluminándole para que vea la gloria que hay en Jesucristo. Dios toma a un ciego
espiritual y le da vista para que pueda ver la magnitud de la persona y la obra
de Cristo, con el objetivo de que crea y deposite su confianza en la obra salvífica
suya

Por eso Pablo decía de su mensaje del evangelio en 1Corintios 2:13-14, un


pasaje que leímos anteriormente:

"lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por


sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu,
acomodando lo espiritual a lo espíritual. Pero el hombre
natural no percibe las cosas del Espíritu de Dios, porque
para él son locura, y no las puede entender, porque se han
de discernir espiritualmente"

Mateo 11:27
27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y
nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce
alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Algo similar vemos cuando Pedro confesó: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios
viviente” en Mateo 16:17. Allí el Señor le contestó:

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"Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló


carne, ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos"

Solamente cuando Dios revela a Cristo en el corazón de un alma es que esta ve


su grandeza. Solamente cuando esto sucede es que la persona de Cristo
adquiere significado para nosotros, es ahí que vemos su grandeza, su idoneidad
para solucionar nuestros problemas; su capacidad para salvarnos de nuestros
pecados, de rescatarnos de la condenación.

Es en ese momento que adquiere sentido la vida santa de Cristo, su muerte


sustitutiva en la cruz pagando nuestro castigo, su resurrección, etc. Cuando
estas cosas son reveladas en el corazón del pecador, entonces, y sólo entonces,
él puede venir a Cristo buscando la reconciliación con Dios.

Y esto nos lleva a nuestro cuarto y último encabezado…

IV. La conversión es un acto a través del que buscamos la reconciliación


con Dios.

Vayamos a 2Cort. 5:18-20:

"Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo


mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de reconciliación;
que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo,
no tomándoles en cuentas a los hombres sus pecados, y nos
encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que
somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios
rogase por medio de nosotros, os rogamos en el nombre de
Cristo: Reconciliaos con Dios"

El mensaje del evangelio es un mensaje de reconciliación. Dios estaba en Cristo


reconciliando al mundo consigo mismo. El mensaje del evangelio es un llamado
a reconciliarnos con nuestro creador. Es un llamado a ponernos a cuentas con
Dios, a restaurar esa relación dañada que perdimos en el huerto del Edén.

Aquellos que hemos venido a Cristo nos hemos reconciliados con Dios. Dice
Romanos 5:10-11

10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con


Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando
reconciliados, seremos salvos por su vida.11 Y no sólo esto,
sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor

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nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la


reconciliación.

Convertirnos de las tinieblas a Dios no es simplemente levantar tu mano en señal


de que quieres ir al cielo y no al infierno; no es tampoco repetir una oración
mecánica para aceptar a Jesús en tu corazón. ¡NO!!!, la conversión es ponerte
a cuentas con Dios, es reconciliarte con Él, presentándote ante Él humillado
porque le has ofendido, es confesar tus pecados y transgresiones.

¿Cómo podemos reconciliarnos con alguien a quien hemos ofendido sin tan
siquiera pedir perdón? Por eso en la conversión juega un papel imprescindible
el arrepentimiento. No puede haber reconciliación con Dios si no hay
arrepentimiento.
Es inaceptable como algunos proclaman ser hijos de Dios y ni tan siquiera han
pensado seriamente en sus pecados. Algunos predican a un Dios que está
dispuesto a perdonar al pecador a toda costa, no importa si este pecador ha
pedido perdón o no; no importa si ha lamentado su pecado, si los ha confesado
y dolido por ello.
Según algunos, Dios está dispuesto a recibirles como quiera. Pero ese no es el
mensaje del evangelio:
Dice Isaías 55:7:
7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus
pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en
perdonar.

Nuestro Dios es misericordioso, es amplio en perdonar, pero a aquellos que


dejan su camino impío y sus pensamientos inicuos, a aquellos que se han
arrepentido de sus pecados.

Este es precisamente el mensaje del evangelio en el Nuevo Testamento.

Marcos 1:14-15:

Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea


predicando el evangelio del reino, diciendo: ¿qué cosa? El
tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos y creed en el evangelio.

Lucas 24:46-47:

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Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que
se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón
de pecados en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén y vosotros sois testigos de estas cosas.

Dice el Señor, era necesario que Cristo padeciese. Pero hay algo más que era
necesario. Era necesario predicar el arrepentimiento y el perdón de pecados. La
bendición central del evangelio es el perdón de pecados. Este es el climax de
nuestra predicación, es el punto donde el evangelio se convierte en una buena
noticia. Pero ese perdón de pecado está conectado con el arrepentimiento.

Hechos 2:36-38 (Primer discurso de Pedro a los Judíos)

"Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que a


este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho
Señor y Cristo. Al oír esto, se compungieron de corazón, y
dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos,
¿Qué haremos? Levanten su mano en Señal de que aceptan a
Cristo como su salvador personal y repitan conmigo esta oración.
¡No! Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesús para perdón de los pecados
y recibiréis el don del espíritu Santo.

Hechos de los Apóstoles 17:30-31

30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta


ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo
lugar, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un
día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón
a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de
los muertos.

Hermanos y amigos la conversión implica que nos reconciliemos con Dios, y la


reconciliación implica arrepentimiento; implica que vengamos dolidos por
nuestros pecados, humillados por ellos a clamar misericordia, y dispuestos a
alejarnos de nuestra vida del maldad. Implica que busquemos el perdón de Dios
y la restauración de la comunión con él. Eso es venir a Cristo, es reconciliarnos
con Dios lo cual implica un arrepentimiento genuino.

Conclusión.

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Luego de haber considerado todo esto, como es obvio, se impone una pregunta
¿Eres tú una persona convertida? Sí tú consideras las cosas que hemos expuesto
en estas clases podrías decir que has tenido una genuina experiencia de
conversión

Si tu repuesta es sí, gózate entonces en las promesas que Dios te ha dado y


alégrate en su salvación. Pero sí tu respuesta es no, entonces no dejes para
mañana algo tan importante. Cristo mismo dijo que “si vienes a él no te echará
fuera.”

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