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Epílogo.

El devenir del arte español de la segunda mitad del siglo XX constituyó un verdadero proceso de normalización de la
vanguardia. A partir de la iniciativa de espíritus emprendedores, que poblaron los debates artísticos, o los incipientes
grupos de los años cuarenta y cincuenta, se fue aceptando la posibilidad en España de un arte sin objetos. En este
proceso, el escultor Jorge Oteiza desempeña un papel fundamental, no solo por su incansable trabajo, junto a muchas
otras figuras, en torno a la difusión del arte contemporáneo, sino también por su propia trayectoria plástica, que lo
convirtió en el principal referente del arte racional y normativo en España (a pesar de no acabar de cuadrar del todo en
ninguno de sus movimientos). El año 1957, catalizador de las nuevas tendencias que iban a arengarse en el panorama
artístico dos años más adelante, instituyó una nueva posición del arte de vanguardia, convirtiendo al arte abstracto
informalista en la bandera estética exterior de un país en plena dictadura. Sin embargo, junto a él, surgieron otras
experiencias dentro de la abstracción racionalista, que se aglutinaron entre los enclaves de Córdoba, Valencia y Madrid.
No sin ciertos problemas y dificultades, la vertiente analítica y concreta, que se estaba desarrollando desperdigada por
la Península, comenzó a mostrar intentos de organización, auspiciados por la emprendedora actividad de un crítico
valenciano: Vicente Aguilera Cerni. A la vez que esas experiencias plásticas, empezaron a escucharse, desde los finales
de los cincuenta, propuestas para la recuperación de la responsabilidad social en el arte contemporáneo o para la
construcción de un nuevo habitat más solidario, a partir de los rigores de la razón. Estas iniciativas pretendían,
intentaban contrarrestar el estado de confortable amnesia que, frente a las necesidades de la sociedad, propiciaba el
colchón informalista. Ambas iniciativas confluyeron poco a poco en una protesta que desembocó en el movimiento de
arte normativo, desarrollado durante los años 1960 y 1961.
El arte normativo, por tanto, surgió como una estrategia de apertura del clima artístico español, a través de la
estructuración del flanco racional en un movimiento ideologizado y organizado, bajo la autoridad de la crítica más
implicada con esas actividades: Vicente Aguilera Cerni, Antonio Jiménez Pericás y José María Moreno Galván. Sin
embargo, pronto contó con unos matices diferentes. Perdida toda la capacidad de organización del frente constructivo y
directamente alentada por los críticos citados, se inauguró la Primera Exposición Conjunta de Arte Normativo
Español. Con ella, lo que pretendió ser el inicio se convirtió también en el colofón de las actividades conjuntas de este
nuevo movimiento, demostrando una disparidad de tendencias estéticas, en desacuerdo con las exigencias teóricas e
ideológicas.
BARREIRO LÓPEZ, Paula. Arte normativo español. Madrid:
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005.
-Busque en el diccionario el significado de las siguientes palabras: devenir, incipiente, difusión, referente, catalizador,
arengar, instituir, abstracto, aglutinar, desperdigar, auspiciado, contrarrestar, amnesia, confluir, desembocar, flanco,
matiz, colofón, disparidad.
-A partir del fragmento anterior sobre el arte normativo español, interrelaciona (relacionar varias cosas entre si) la
pintura y la literatura contemporánea española. Enuméralas.
INFIERE
4. Escribe un texto argumentativo en el que expliques por qué las mujeres españolas estuvieron por muchos años
marginadas de la esfera literaria, con algunas notables excepciones, y qué fenómeno actual ocurre con la narrativa
femenina. (Debe documentarse en libros o en la Internet para elaborarlo).
EXPLICA
5. Lee el siguiente fragmento. En él, el tiempo de la narración es muy corto (un día y una noche), sin embargo, se puede
observar un gran cambio en el personaje principal. Explica qué sucede y qué subyace (se encuentra debajo de otra cosa)
en la expresión resaltada.
Una mañana, se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le
dijo la madre: “El amigo se murió. Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar”. El niño se sentó en el quicio de
la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. “Él volverá”, pensó. (…) El niño se levantó del quicio
y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la
cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga
noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño estiró los brazos y pensó:
“Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada”. Lo tiró todo al pozo, y volvió a
la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: “Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha
crecido”. Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.
MATUTE, Ana María. El niño al que se le murió el amigo.
En: Los niños tontos. Valencia. Ed. Media Vaca, 2003.
Tomado de: Lenguaje para pensar 10. Grupo Editorial Norma, 2011.

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