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En los siguientes apartados detallamos algunos de los aspectos socio-culturales más relevantes
relacionados con esta problemática.
Así como el siglo XIX se caracterizó, desde el punto de vista demográfico, por la alta natalidad y mortalidad;
el siglo XX ha visto terminar el período de la transición demográfica, al tiempo que estrenaba la revolución
de la longevidad y del envejecimiento. Asimismo, está previsto que el siglo XXI sea el siglo en que se pueda
hacer compatible la longevidad con la autonomía personal, en un escenario de familias más pequeñas, en
las cuales haya una mayor presencia de la soledad y de la dependencia, pero también en un escenario en
donde las mujeres se hayan incorporado de forma creciente a la vida laboral, pues tradicionalmente han
tenido a su cargo la atención de los ancianos. En definitiva, el siglo XXI está asistiendo y asistirá a una serie
de cambios culturales que van a traducirse en un mayor aislamiento de la gente, una disminución de la
tolerancia, una creciente discriminación y una tendencia a la institucionalización de las personas mayores.
«En una sociedad que rinde un culto desmesurado a la juventud, las personas mayores, en muchos casos,
se han convertido en ciudadanos de segunda categoría» ¿Qué opinas de esta afirmación?
Las previsiones para 2050 son que España ocupará el segundo puesto en la lista de países más envejecidos;
sólo la adelantará Japón. Conviene tener en cuenta que el grupo que más rápidamente crece es el de los 80
años o más. Respecto a los centenarios españoles, según los últimos datos del Instituto Nacional de
Estadística (INE, 2012), en el Estado español, 11.200 personas están en esa edad. En el año 2010, la Sociedad
Española de Médicos Generales y de Familia puso en marcha el Registro Nacional de Centenarios de España
(RENACE). Ahora están en la fase de análisis. Han registrado 70 casos en todo el país y van a valer para llevar
a cabo investigaciones descriptivas con los datos recogidos a través de encuestas y análisis de muestras de
sangre, pelo y saliva.
En la tabla se expone las proyecciones de la estructura realizada por grupos de edad de la población
española del año 2012 comparándola con la del año 2049.
2012 2049
Ratio Ratio
Ambos Ambos
Varones Mujeres Hombres/Muje Varones Mujeres Hombres/Muje
sexos Sexos
res res
Tot 47.212.9 23.275.4 23.937.5 47.966.6 22.652.7 25.313.9
al 90 72 18 97,2 53 09 44 89,5
Sabías que...
Según la estadística comunitaria Eurostat, España se sitúa en los extremos demográficos de los países de la
UE: no en vano, es el segundo país con menor proporción de niños y el quinto con un peso mayor de la
población de 65 años o más.
Así, surgen nuevas demandas para que se adopten medidas de acuerdo con los tiempos actuales; sin duda,
una de ellas es la conciliación de la vida laboral, escolar y familiar (esto es, gozar de flexibilidad horaria, de
un trabajo a tiempo parcial, de igualdad salarial), y otra el desarrollo de políticas familiares adecuadas que
incluyan permisos para poder atender a los niños y ancianos discapacitados, apoyo económico, una red
básica de servicios sociales y una legislación antidiscriminatoria (por género y edad).
¿Podrías reconocer y especificar algún tipo de medida dirigida a las personas mayores en situación de
maltrato en tu entorno más inmediato?
Todo este contexto provoca que los malos tratos a las personas de edad avanzada sean un problema social
y de salud emergente. El reconocimiento de que en nuestra sociedad existen personas mayores que padecen
malos tratos depende del grado de sensibilización, de concienciación y de comprensión social, colectiva e
individual, que se tenga del problema. Estas premisas determinan lo que ha de ser reconocido como un
maltrato, clasificado como tal y, por tanto, susceptible de actuar sobre él.
Con el fin de descubrir en qué casos se está ocultando un maltrato a personas mayores, puede consultarse
el modelo propuesto por Blumer (1971) para analizar los problemas públicos, en donde se especifica que
«un problema social existe principalmente en función de los términos en que éste sea definido y concebido
por la sociedad».
Asimismo, Blumer (1971) prevé la existencia de cinco etapas relacionadas con el análisis del problema social,
descritas a continuación:
¿Cuáles pueden ser los tres principales motivos por los que en España todavía estemos situados entre la
primera y segunda etapa respecto a los malos tratos a personas mayores?
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en la 52ª Asamblea Mundial de la Salud del pasado 24 de mayo
de 1999, utilizaba, en el punto 18 del orden del día, el concepto de «envejecimiento activo» para expresar
el proceso mediante el cual se llega a dicho estado. Dice así:
El envejecimiento activo es el proceso por el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social
y mental durante toda la vida, con el objeto de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la
calidad de vida en la vejez.»
El término «envejecimiento activo» fue adoptado por la OMS a finales del siglo XX con la intención de
transmitir un mensaje más completo que el de «envejecimiento saludable» y reconocer aquellos factores y
sectores, además de la mera atención sanitaria, que incidían en el modo de envejecer de individuos y
poblaciones. Asimismo, exhorta a los estados miembros a que apliquen medidas capaces de garantizar el
máximo grado de salud y de bienestar para los ciudadanos de edad avanzada.
Pero, sobre todo, afirma que el maltrato a personas mayores es una violación de los derechos humanos y
una importante causa de lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación.
Otros organismos internacionales, círculos académicos y grupos gubernamentales [entre los que se incluyen
el Grupo de los 8 (G8), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión de las Comunidades Europeas (CCE)], están
usando también el término de «envejecimiento activo» para expresar, en concreto, la idea de una implicación
continua en cuestiones sociales, económicas, espirituales, culturales y cívicas, es decir, en actividades
socialmente productivas y en un trabajo gratificante, y no sólo para referirse a la capacidad de seguir
físicamente activo. Las personas mayores que estén enfermas o que padezcan limitaciones físicas como
consecuencia de discapacidades, pueden seguir colaborando activamente con sus familias, y sus
semejantes, en el ámbito comunitario.
Mantener la autonomía, la propia capacidad de control, afrontar y tomar decisiones sobre la vida diaria, es
un objetivo primordial de las personas mayores.
Sin duda, el género puede tener un efecto decisivo sobre factores tales como la condición social, el modo
en que tienen acceso las personas mayores a la atención sanitaria, pero también a un trabajo gratificante y
a una alimentación lo bastante nutritiva. Los valores y las tradiciones culturales determinan, en gran medida,
la forma en que una sociedad concreta considera a las personas mayores, y si compartir el mismo techo con
generaciones más jóvenes es la norma preferida o no lo es. Los factores culturales pueden influir también
en las conductas personales y en la salud. En la figura que aparece al principio de la sección pueden
apreciarse todos los determinantes asociados al envejecimiento activo.
Recordemos que en la resolución 53/109 (del 24 de mayo de 1999), la Asamblea General de las Naciones
Unidas alentaba a todos los estados, al mismo sistema de Naciones Unidas y a todos los demás interesados,
a que aprovecharan el Año Internacional de las Personas de Edad (1999), en su empeño por construir una
sociedad futura para todas las edades, para crear una mayor conciencia en torno a los siguientes aspectos:
Las personas mayores son miembros activos de la sociedad que llevan a cabo múltiples aportaciones, a
menudo, poco visibles. La participación es un factor clave para el desarrollo social y, por ello, es necesario
promover de forma creativa iniciativas que estimulen la actividad de las personas mayores en el entorno
rural y urbano.
Las barreras impuestas para dicha participación son de carácter diverso. Así, es muy importante conocer
cuál es la percepción que las personas mayores tienen acerca de sus capacidades, junto con las
informaciones de que disponen respecto a las vías posibles de participación.
El año 2012 ha sido declarado como Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad
Intergeneracional con el objetivo de promover la creación en Europa de un envejecimiento activo y saludable
en el marco de una sociedad para todas las edades.
El envejecimiento activo puede brindar, a la generación del baby boom y a las demás personas mayores del
futuro, la oportunidad de:
El reto para los políticos y los que se ocupan de estas cuestiones será mejorar las oportunidades de envejecer
activamente en general y de vivir con independencia, actuando en ámbitos tan distintos como el empleo, la
sanidad, los servicios sociales, la formación de adultos, el voluntariado, la vivienda, los servicios
informáticos o el transporte.
El Año Europeo quiere concienciar sobre los distintos problemas y las mejores maneras de abordarlos. Sin
embargo, más que nada, quiere animar a los responsables a establecer objetivos por sí mismos y actuar
para alcanzarlos. 2012 debe ir más allá del debate y empezar a producir resultados tangibles por lo que
cuenta con unos objetivos.
Sensibilizar a la sociedad en general sobre el valor del envejecimiento activo y sus distintas
dimensiones, y garantizar que se le concede una posición prominente en las agendas políticas
de las partes interesadas en todos los ámbitos, a fin de destacar, y de apreciar en mayor medida,
la valiosa contribución que las personas de más edad hacen a la sociedad y a la economía,
promover el envejecimiento activo, la solidaridad intergeneracional y la vitalidad y dignidad de
todas las personas, y esforzarse más por movilizar el potencial de las personas mayores,
independientemente de su origen, posibilitando que lleven una vida independiente.
Estimular el debate y el intercambio de información, y desarrollar el aprendizaje mutuo entre los
estados miembro y las partes interesadas en todos los aspectos, para promover políticas de
envejecimiento activo, identificar y difundir las buenas prácticas y fomentar la cooperación y las
sinergias.
Ofrecer un marco para asumir compromisos y realizar acciones concretas que permitan a la Unión,
a los estados miembro y a las partes interesadas en todos los ámbitos, con la participación de la
sociedad civil, los interlocutores sociales y las empresas, y haciendo especial hincapié en el
fomento de las estrategias de información, desarrollar soluciones, políticas y estrategias a largo
plazo innovadoras, incluidas las estrategias globales de gestión de la edad relacionadas con el
empleo y el trabajo, mediante actividades específicas y perseguir objetivos concretos en relación
con el envejecimiento activo y la solidaridad entre las generaciones.
Promover actividades que sirvan para luchar contra la discriminación por razón de edad, superar
los estereotipos relacionados con la edad y eliminar barreras, en particular por lo que respecta a
la empleabilidad.
Cabe plantearse algunas preguntas: ¿cómo se fomentará el envejecimiento activo? ¿Qué tipo de
compromisos puede obtenerse? ¿Pueden solicitar financiación las organizaciones y las iniciativas? Intenta
contestar a estas cuestiones antes de consultar las respuestas.
Las ciudades pueden adherirse a la Red Mundial de Ciudades Adaptadas a las Personas Mayores de la OMS.
Las empresas pueden mejorar las condiciones laborales para los trabajadores mayores. Las organizaciones
de la sociedad civil pueden impulsar el voluntariado de las personas mayores.
Sí. De los instrumentos existentes de la UE, como el Fondo Social Europeo, el programa de educación
permanente y el Programa Marco de Investigación.
Idea Clave
El género y la cultura son factores «interrelacionados» de envejecimiento activo, ya que influyen sobre todos
los demás determinantes.
El Año Europeo quiere concienciar sobre los distintos problemas y las mejores maneras de abordarlos. Sin
embargo, más que nada, quiere animar a los responsables a establecer objetivos por sí mismos y actuar
para alcanzarlos. 2012 debe ir más allá del debate y empezar a producir resultados tangibles.
El Consejo de Europa define la dependencia como «la necesidad de ayuda o asistencia importante para las
actividades de la vida diaria», o, de manera más precisa, como «un estado en el que se encuentran las
personas que, por razones ligadas a la falta o la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen
necesidad de asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de
modo particular, los referentes al cuidado personal».
Dichas actividades son: vestirse, asearse, desplazarse, alimentarse, bañarse y mantener un adecuado nivel
de continencia.
La Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en
situación de dependencia, aprobada con un amplio consenso entre las fuerzas políticas, supuso un avance
en el bienestar de las personas y ha contado con la colaboración de todas las administraciones públicas en
su desarrollo.
No obstante, el Consejo Territorial del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, en sesión
celebrada el día 12 de abril de 2012, aprobó el avance de la evaluación de la ley transcurridos los cinco
primeros años de su aplicación, adoptando el acuerdo de acometer las mejoras en el Sistema para la
Autonomía y Atención a la Dependencia que fueran necesarias para asegurar su sostenibilidad. Asimismo,
en la reunión mantenida el 10 de julio de 2012 aprobó las propuestas de mejora necesarias para asegurar
la sostenibilidad presente y futura del sistema, adoptando unos criterios comunes mínimos para todo el
ámbito nacional en el desarrollo de dicha ley.
Dado el distinto nivel de desarrollo y contenido dentro de las comunidades autónomas de las prestaciones
a las personas en situación de dependencia, que ha potenciado la desigualdad en la aplicación de la ley, se
hace necesario regular un contenido común mínimo de intensidad y compatibilidad de las prestaciones para
todas las administraciones actuantes. En este sentido, diversas medidas que generan un ahorro, por una
parte, en el gasto de las comunidades autónomas, a través de la reducción de las cuantías máximas de las
prestaciones económicas para cuidados en el entorno familiar y, por otra, en el gasto de la Administración
General del Estado, por la vía de la reducción de las cuantías del nivel mínimo de financiación del Sistema
para la Autonomía y Atención a la Dependencia.
Por autonomía personal se entiende la “Capacidad de controlar, afrontar y tomar, por propia iniciativa,
decisiones personales acerca de cómo vivir de acuerdo con las normas y preferencias propias, así como de
desarrollar las actividades básicas de la vida diaria” (artículo 2 de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de
Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia).
Por dependencia se entiende el “Estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por
razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de
autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas
importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad
intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal” (artículo 2 de la Ley 39/2006,
de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de
dependencia).
1. Grado 1 (dependencia moderada). Necesita ayuda para realizar una o varias actividades básicas de la
vida diaria (ABVD), al menos una vez al día.
2. Grado 2 (dependencia severa). Necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida diaria
dos o tres veces al día, pero no requiere la presencia permanente de un cuidador.
3. Grado 3 (gran dependencia). Necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida diaria
varias veces al día y, por su pérdida total de autonomía, necesita la presencia continua de un cuidador.
Los grados de dependencia, a efectos de su valoración, se determinarán mediante la aplicación del baremo
que se acuerde en el Consejo Territorial de Servicios Sociales y del Sistema para la Autonomía y Atención a
la Dependencia para su aprobación posterior por el gobierno mediante Real Decreto. Dicho baremo tendrá
entre sus referentes la Clasificación Internacional del Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud (CIF)
adoptada por la Organización Mundial de la Salud.
Para ser beneficiario de los servicios y las prestaciones, han de cumplirse los requisitos que establece con
carácter general la Ley de Dependencia.
La prioridad en el acceso a los servicios vendrá determinada por el grado de dependencia y, a igual grado,
por la capacidad económica del solicitante. Hasta que la Red de Servicios del SAAD esté totalmente
implantada, las personas en situación de dependencia que no puedan acceder a los servicios por aplicación
del régimen de prioridad señalado tendrán derecho a una prestación económica vinculada al servicio.
Asimismo, las personas beneficiarias participarán en el coste de los servicios según el tipo y coste del
servicio y su capacidad económica personal.
El catálogo de servicios comprende los servicios sociales siguientes de promoción de la autonomía personal
y de atención a la dependencia.
Prevención y promoción
Los servicios de promoción de la autonomía personal tienen por finalidad desarrollar y mantener la
capacidad personal de controlar, afrontar y tomar decisiones acerca de cómo vivir de acuerdo con las normas
y preferencias propias y facilitar la ejecución de las actividades básicas de la vida diaria.
Son servicios de promoción para la autonomía personal los de asesoramiento, orientación, asistencia y
formación en tecnologías de apoyo y adaptaciones que contribuyan a facilitar la realización de las
actividades de la vida diaria, los de habilitación, los de terapia ocupacional así como cualesquiera otros
programas de intervención que se establezcan con la misma finalidad.
Teleasistencia
El servicio de teleasistencia tiene por finalidad atender a los beneficiarios mediante el uso de tecnologías de
la comunicación y de la información y apoyo de los medios personales necesarios, en respuesta inmediata
ante situaciones de emergencia, o de inseguridad, soledad y aislamiento y con el fin de favorecer la
permanencia de los usuarios en su medio habitual. Puede ser un servicio independiente o complementario
al de ayuda a domicilio.
Ayuda a domicilio
El servicio de centro de día o de noche ofrece una atención integral durante el periodo diurno o nocturno a
las personas en situación de dependencia, con el objetivo de mejorar o mantener el mejor nivel posible de
autonomía personal y apoyar a las familias o los cuidadores. En particular, cubre, desde un enfoque
biopsicosocial, las necesidades de asesoramiento, prevención, rehabilitación, orientación para la promoción
de la autonomía, habilitación o atención asistencial y personal.
Atención residencial
El servicio de atención residencial ofrece una atención integral y continuada, de carácter personal, social y
sanitario, que se prestará en centros residenciales, públicos o acreditados, teniendo en cuenta la naturaleza
de la dependencia, su grado y la intensidad de cuidados que precise la persona. Puede tener carácter
permanente, cuando el centro residencial sea la residencia habitual de la persona, o temporal, cuando se
atiendan estancias temporales de convalecencia o durante vacaciones, fines de semana y enfermedades o
periodos de descanso de los cuidadores no profesionales.
Los centros y servicios privados no concertados que presten servicios para personas en situación de
dependencia deberán contar con la debida acreditación de la comunidad autónoma correspondiente.
Los poderes públicos promoverán la colaboración solidaria de los ciudadanos con las personas en situación
de dependencia, a través de la participación de las organizaciones de voluntarios y de las entidades del
tercer sector.
La dependencia es una característica normal en todo individuo que viva en sociedad, pero no toma su
carácter definitivo hasta que no se impone la ayuda necesaria de otra persona de forma sistemática.
Aunque sean las mujeres quienes sufran la dependencia en mayor medida, la feminidad de la dependencia
es una consecuencia de la edad, la viudedad y la soledad, más que un efecto de la propia condición femenina.
Sin duda, ésta puede empeorar la gravedad de la situación. Las mujeres tienen una mayor esperanza de
vida, lo que a menudo comporta un alargamiento de la vida con mala salud; en consecuencia, son ellas las
que sufren durante más años la dependencia.
La dependencia es también un riesgo social. Aquello que las personas perciben como estado de salud refleja,
además del estado físico actual, la presencia de fuertes y poderosos componentes sociales.
Sabías que...
Los expertos aseguran que más de 15 millones de españoles tendrán más de 65 años en el 2015, lo que
equivaldrá al 32 % de la población. Nunca antes en la historia del ser humano se había llegado a una
esperanza de vida y una longevidad tan altas ni a una inversión demográfica, en la que los mayores de 65
años superan al colectivo de niños de 0 a 15 años.
En concreto, hasta bien entrado el siglo XX, los familiares fueron (y siguen siendo) los principales
responsables de asumir la tarea del cuidado asistencial de sus miembros. Hacia los años 60, en los países
escandinavos, el Estado pasó a responsabilizarse de las atenciones requeridas por las personas mayores
dependientes, al margen de la particular situación económica y familiar. Así pasó a ser una atención de
carácter universal, un derecho inherente a la condición de ciudadano. El resto de países sigue, por el
contrario, manteniendo un modelo asistencial. En los últimos años, otros dos países han adoptado el
enfoque universal en materia de atención de larga duración: Alemania (1996) y Japón (2000). España, con
la implementación de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y
Atención a las personas en situación de dependencia, está haciendo esfuerzos para remodelar el modelo
asistencial.
El cuidado formal, entendido como el proporcionado por los recursos procedentes de la red pública de
servicios sociales y también de salud, y aquellas acciones que un profesional ofrece de forma especializada.
Existen dos formas básicas de cuidado formal: el que se ofrece mediante las instituciones públicas o
privadas y aquellas que se contrata directamente con las familias.
Así las cosas, la administración pública deberá crecer como proveedora de servicios para la dependencia,
garantizando el acceso a los mismos a amplios sectores de población. En algunos países europeos se ha
evolucionado, pasando de la financiación del recurso a la financiación de la necesidad (cheque servicio,
seguro de dependencia) y hacia nuevos planteamientos en los que se amplía la presencia de los operadores
no lucrativos y empresariales como productores de servicios de bienestar.
Se considera cuidado informal un tipo de apoyo que se caracteriza porque es desarrollado por personas de
la red social cercana a la persona necesitada de cuidado que se presta de forma voluntaria, sin que medie
ninguna organización. El cuidado informal suele distinguir tres categorías de ayuda: material o instrumental,
informativo o estratégico y emocional.
Los hombres tienen más probabilidades de recibir cuidado informal que las mujeres, y las mujeres tienen
más probabilidades de recibir cuidado formal o ambos tipos de cuidado conjuntamente. Estas diferencias
tienen su origen en que las mujeres viven más que los hombres y con más enfermedades crónicas
discapacitantes, y en que los roles sociales y las normas culturales de género motivan una mayor disposición
de las mujeres hacia el cuidado de los hombres que a la inversa (Castejón, Esparza y Abellán,2007).
Gran parte de las personas mayores dependientes en nuestro país están atendidas por personas no
cualificadas.
Este servicio doméstico, en buena medida nutrido por flujos inmigratorios merecería una mayor atención,
sobre todo, por lo que a recursos formativos se refiere. Si bien el cuidado implica una complejidad
profesional extraordinaria, parece existir una cierta inercia hacia la invisibilidad de estas prácticas, como si
surgiesen de la espontaneidad y no requiriesen conocimientos especializados. Las consecuencias de esta
situación las sufren los ancianos necesitados de ayuda.
Es preciso reflexionar seriamente en torno a las necesidades formativas de un colectivo profesional que se
está haciendo cargo de forma creciente del cuidado de la vejez con dependencia.
En España, la asistencia al dependiente de edad es asegurada por la familia, que permanece también como
entidad de referencia cuando son necesarias las ayudas desde el exterior.
La nuclearización esconde la pervivencia de una familia extensa modificada que asume funciones
asistenciales entre generaciones que no viven bajo el mismo techo.
Este hecho se olvida hoy en día con facilidad, de modo que los ciudadanos suelen ser vistos antes como
consumidores de beneficios que como productores de servicios sociales y sanitarios. De acuerdo con este
modelo familiar, las condiciones de salud de las que gozan los ancianos dependen de las condiciones
socioeconómicas y de las circunstancias culturales vividas por la familia de pertenencia. Esto provoca
situaciones de gran desigualdad.
Tampoco debe olvidarse que, en ocasiones, el compromiso de las familias comporta riesgos sobre la propia
salud, o bien problemas de convivencia.
Dentro de las familias, el cuidado de los mayores se ha basado en el tiempo y el trabajo de las mujeres,
dada su menor integración en el mercado laboral remunerado y del rol tradicional de mujer cuidadora.
El perfil del cuidador es claramente femenino: en más de un 70% de los casos, los mayores dependientes
son atendidos por mujeres.
El cuidado de la dependencia en nuestro país recae, pues, sobre mujeres de entre 40 y 65 años. Es la
denominada generación sándwich, las mujeres de edad intermedia. La responsabilidad de tener que proveer
de cuidados a sus hijos, todavía en el domicilio paterno, y de asistir a padres y suegros frágiles, puede
traducirse fácilmente en un problema de sobrecarga. Los cambios de los últimos años en la sociedad, como
el hecho de que las parejas se forman a edades más maduras, las relaciones tienen duración muy diversa,
la edad de la maternidad se retrasa (entre los 30 y los 40 años), los nuevos modelos de familia como la
homoparental, la monoparental, la reconstituida, la movilidad laboral, todo ello influye en el momento de
tener cuidado de las personas mayores de la familia.
Una vez asumido que los cuidados de las personas mayores dependientes son cubiertos por la familia, a la
hora de abordar el trabajo de los llamados cuidadores informales deberemos formularnos las siguientes
cuestiones:
¿Con qué medios y alternativas cuentan para poder ayudar a quienes ayudan?
¿Qué tipología de recursos debe potenciarse en el futuro?
¿Cómo se distribuye la financiación de los servicios, es decir, quién debe asumir los costes?
Sabías que...
Las mujeres adultas de las generaciones actuales, cuando alcanzan aproximadamente los 45 años, se ven
de pronto con un porcentaje de familiares dependientes a su cargo no comparable con ninguna otra
generación hasta la fecha.
La vejez es un proceso dinámico y natural. Lento en sus transformaciones, pero irreversible y diferencial. Es
también un hecho social.
En esta etapa, no sólo se producen pérdidas, sino que determinadas funciones o capacidades mantienen su
actividad llegando incluso a mejorar. Existen tres tipos de envejecimiento: el normal, el patológico y el
envejecimiento óptimo o satisfactorio.
No obstante, todos somos conscientes de que existe una gran dificultad para aceptar la vejez como un
proceso más del ciclo natural de nuestra vida.
De esta forma, nos encontramos ante un fenómeno cultural, una forma de prejuicio o discriminación por
edad, que surge de diversas influencias sociales y que forma parte del sistema de creencias, tanto por lo
que se refiere a los profesionales como a las personas mayores y a sus familias.
Los estereotipos son ideas simplificadas y sesgadas sobre las características distintivas de la mayoría de un
grupo de personas. Así, son categorías compartidas por la cultura de un grupo, de modo que son aprendidas
como parte del proceso de aprendizaje.
Brewer (1981) afirmó que, “ante una ausencia de información especifica y básica, se tiende a utilizar
conceptos y categorías generales”. El riesgo esta en la simplificación de la realidad, ignorando de esta forma
la diversidad de los miembros del grupo.
Brewer, 1981
En el año 1975, R. Butler define el concepto ageism como «un proceso sistemático de discriminación y de
estereotipación de las personas de edad avanzada por el solo hecho de ser mayores». En nuestro entorno
más próximo, el concepto se ha traducido por edadismo, y describe aquellas actitudes negativas,
desfavorables y de discriminación erigidas en función de la edad, considerando los derechos de las personas
mayores como de menor importancia que los de otros miembros de la sociedad «más productivos»,
disminuyendo de este modo el valor que se les concede como personas.
Las actitudes edadistas pueden influir en la manera que tienen de tratar a las personas mayores las
instituciones, ya sean éstas públicas o privadas, y con una responsabilidad enorme en la atención de
nuestros mayores.
Así, por ejemplo, si se examinan las pautas de comunicación que se suelen emplear en las instituciones
para mayores, se observa la utilización del denominado «hablar como a los niños» por parte del personal.
Hablar a las personas mayores como si fueran niños o tratarles de forma paternalista puede, además,
perjudicar los procesos de evaluación y de intervención.
A continuación, presentamos unos cuantos mitos y realidades sobre la vejez. En esta tabla en la columna
de la izquierda, se señalan algunos de los estereotipos más habituales en la literatura, mientras que en la
columna de la derecha aparece lo que ocurre en la vejez en realidad.
Están enfermas, son frágiles y dependen de otras La mayoría de los mayores viven de forma
personas. independiente y autónoma
La mayoría tienen algún grado de deterioro En general, si hay algún declive en habilidades
cognitivo. intelectuales, no es suficientemente severo como
para causar problemas en el día a día.
Se vuelven difíciles de tratar y son más rígidas. La personalidad se mantiene a lo largo del ciclo vital.
Se envejece como se ha vivido
Raramente se enfrentan a los declives inevitables La mayoría de las personas mayores se ajustan con
asociados con el proceso de envejecimiento. éxito a los desafíos vitales.
En definitiva, es preciso aunar los esfuerzos tanto de los investigadores como de los profesionales de los
servicios implicados en la atención a las personas mayores, para afrontar conjuntamente las consecuencias
que se derivan de mantener dichas actitudes.
Así, se ha puesto de manifiesto la necesidad de fomentar políticas y actuaciones encaminadas a reducir la
presencia del edadismo en la sociedad en general, así como en la formación profesional en particular,
considerando que los resultados de dichas actuaciones son fundamentales para promover mejores niveles
de bienestar en el grupo de población de las personas mayores.
Sabías que...
1. El edadismo ha sido señalado como la tercera gran forma de discriminación de nuestra sociedad, tras el
racismo y el sexismo.
2. Puede aplicarse en todas las etapas existentes, tanto en la infancia como en la edad adulta; no obstante,
en el caso que nos ocupa, nos hemos centrado sólo en la importancia que el concepto adquiere en las
personas mayores.
3. Algunas asociaciones como, por ejemplo, la Asociación Americana de Psicología, han incluido ya como
parte de su política de actuación, la importancia de intervenir sobre las actitudes edadistas de los
profesionales que la componen (APA, 2003).
Instituciones
Con los siguientes ejemplos podemos constatar que instituciones relevantes se interesan por el fenómeno
de los malos tratos dirigidos a personas mayores, lo cual nos sirve de referencia básica para justificar la
necesidad de abordar estas situaciones desde nuestro contexto más inmediato. Exponemos a continuación
las más representativas.
El Consejo de Europa, en el año 1992, abordó el tema mediante una conferencia en Estrasburgo en
la que se elaboraron definiciones, tipologías y otros elementos importantes sobre el maltrato a
personas mayores.
Principios de las Naciones Unidas a favor de las personas de edad avanzada. (Asamblea General de
las Naciones Unidas, 1991). Cinco son los principios: independencia, participación, cuidados,
autorrealización y dignidad; dirigidos especialmente a las personas mayores. Las Naciones Unidas
animan a los gobiernos a que los introduzcan en sus programas nacionales cada vez que esto sea
posible.
Asociación Médica Americana (AMA, 1992). Esta asociación dedica una especial atención al tema de
los malos tratos que afectan a personas mayores, centrándose en unas recomendaciones que dirige
al personal médico sobre cómo debe interrogarse a los ancianos maltratados, en donde se precisa
que las preguntas sobre malos tratos sean hechas de forma directa.
Informes
Asimismo, requieren gran importancia los informes publicados que hacen referencia explicita a las
situaciones de malos tratos a las personas mayores, bien sea como conclusiones de conferencias o foros
nacionales e internacionales, bien como declaraciones concretas. Exponemos a continuación algunos
referentes.
Primera Conferencia Nacional de Consenso sobre el Anciano Maltratado. Almería, mayo de 1995, en
Kessel H. et al. (1996). En ella, profesionales de diversas disciplinas abordaron temas relevantes tales
como las definiciones, las tipologías, los factores de riesgo o la investigación. Asimismo, se elaboró
una Declaración conjunta con once puntos de conclusiones.
Plan de Acción Internacional y Foro Mundial ONG sobre Envejecimiento. Madrid, 2002. Planteó el
compromiso de garantizar los derechos económicos, sociales y culturales de las personas de edad
avanzada, así como sus derechos civiles y políticos. Pero también la eliminación de todas las formas
de violencia, abandono y abuso contra las personas mayores. Se apunta, por último, el compromiso
de crear servicios de soporte que atiendan los casos de maltrato detectados.
Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. Madrid, 2002. Se analizó la cuestión del
maltrato en el marco de los derechos humanos, presentando definiciones y tipologías en un contexto
de diversidad cultural, social y económica. Además, se estimaron las repercusiones y consecuencias.
En fin, se constató la necesidad de disponer de información fiable capaz de consolidar el
conocimiento actual sobre el maltrato a personas mayores.
Informe Violencia y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002). En 1996, la Asamblea
de la Salud adoptó la resolución WHA 49.25, en donde se declara que la violencia es un problema de
salud pública y se insta a los Estados a evaluar su magnitud, y a la OMS, a llevar a cabo actividades
que la atajen. Este informe dedica el capítulo quinto al tema de los malos tratos a personas mayores.
Informe Voces Ausentes. Opinión de las personas mayores sobre el maltrato al mayor. (OMS/INPEA,
2002). El documento presenta los resultados de un estudio realizado en ocho países, consistente en
la implicación de grupos de investigación con personas mayores y trabajadores sanitarios de
atención primaria, a fin de poder establecer indicadores de malos tratos a mayores.
Declaración de Toronto, diseñada por expertos y patrocinada por el gobierno de Ontario (2002). Es
una invocación a la acción destinada a conseguir la prevención global del maltrato a personas
mayores.
Informe Europeo sobre Prevención del Maltrato a Personas Mayores (OMS, 2011). El informe, que ha
evaluado la presencia de maltrato físico, psicológico y sexual, así como abuso económico y
comportamientos negligentes, se ha realizado recogiendo datos de un total de 53 países de la Región
Europea, entre ellos, España. Los resultados evidencian, así mismo, que 6 millones de personas
mayores son objeto de abuso económico (robos o fraudes) y 1 millón, sometido a maltrato sexual
(acoso sexual, abuso, violación o exposición a pornografía). La situación es más grave aún para las
personas mayores que sufren demencia o discapacidad, ya que presentan una probabilidad mayor
de sufrir malos tratos, así como una mayor dependencia de los familiares que los agreden. En el
documento se analizan, a su vez, las causas y las consecuencias del maltrato a las personas mayores,
proporcionando recomendaciones y buenas prácticas, basadas en la evidencia científica, para la
prevención de este problema.
Todos estos referentes nos demuestran la importancia que tiene el tema de la violencia y de los malos
tratos, en especial, los relativos a las personas de edad avanzada. Asimismo, se aprecia la necesidad de
asumir un compromiso por parte de las instituciones para intervenir en estas situaciones bajo un modelo
de atención integral.
En este apartado nos referiremos a la ética aplicada, aquella que se centra en la práctica y se ubica en las
circunstancias.
La expresión «principios éticos básicos» se refiere a aquellos criterios generales que sirven como base para
justificar muchos de los preceptos éticos y valoraciones particulares de las acciones humanas. Entre los
principios que se aceptan de manera general en nuestra tradición cultural, cuatro de ellos son los más
relevantes para la práctica profesional y los que, de hecho, mejor orientan la toma de decisiones y la
deliberación moral.
El concepto de ‘autonomía’ está relacionado con la voluntad del individuo y con la facultad humana
para gobernar sus propias acciones, la propia vida. Es un concepto que varía en función de las
posturas filosóficas que adopten tanto la persona que ejerza este derecho como quien lo reconozca.
Por este motivo, se puede definir como la libertad de elección, el derecho a escoger por uno mismo
y la aceptación de la propia responsabilidad de actuar.
o La libertad de elección.
o La ausencia de coacción.
En ocasiones, la familia, los cuidadores, los amigos y también los profesionales toman decisiones
importantes sobre aspectos de la vida de una persona mayor, creyendo, en el mejor de los casos,
evitarle molestias y preocupaciones, y olvidando que se está vulnerando su mismo derecho a decidir,
a ser protagonista de su propia historia y, por lo tanto, se le está ocasionando un maltrato tipificado
como vulneración de un derecho fundamental.
Principio de Beneficencia
La autonomía como proceso, y el envejecimiento como biografía, son capacidades propias de los
seres humanos que se manifiestan de forma heterogénea y que deben abordarse como tales.
Este principio obliga a hacer el bien a todas las personas, a procurarles el mayor beneficio posible
limitando al máximo los riesgos, y a satisfacer las necesidades físicas, psíquicas, sociales y
espirituales, teniendo en cuenta lo que la propia persona entiende por beneficioso y aquello que le
puede ser más perjudicial.
Principio de No Maleficencia
Íntimamente relacionado con el anterior, este principio nos obliga a no perjudicar ni hacer ningún
mal a las personas. Así pues, también obliga a defender a los ancianos afectados por cualquier tipo
de maltrato que se puedan encontrar de forma habitual en su domicilio, en las instituciones y en la
comunidad.
Principio de Justicia
Se trata de dar a cada uno lo suyo, lo que se merece, lo propio, lo necesario, lo cual está
estrechamente vinculado al proyecto de política social que se aplica en nuestro contexto de justicia
social.
A medida que la población envejece, se perfilan unas consideraciones éticas relacionadas con la asignación
de recursos y la igualdad de oportunidades.
No puede haber diferencias en la prestación de servicios o equipamientos, como tampoco por motivo de
raza, género, creencias, o edad (edadismo).
El hecho de que, en España, el sistema de servicios sociales no sea universal, puede constituir un ejemplo
de no aplicación de este principio desde una óptica institucional. Una política social restrictiva puede llegar
a contemplar la edad como un criterio de exclusión a la hora de acceder (o no) a un procedimiento de
diagnóstico o terapéutico.
El concepto de autonomía genera muchas interpretaciones y, por lo tanto, confusión. Intente analizar las
diferentes situaciones en las que se puede aplicar dicho término.
Idea Clave.
Las personas mayores siempre han permanecido iguales a lo largo de la historia, lo que ha cambiado ha
sido su entorno, las circunstancias personales y la consideración de su papel en la sociedad.
El hecho de que los países consideren de forma distinta la importancia social del anciano o persona mayor,
hace muy difícil establecer comparaciones entre los diferentes estudios.
A la hora de abordar el asunto del maltrato a mayores de forma sistemática, uno de los aspectos más
complejos y que mayor dificultad presenta es la falta de una definición universal y consensuada para
conceptos básicos tales como ‘abuso’, ‘negligencia’, ‘trato inadecuado’, ‘violencia’ y otros, ya que las
diferentes definiciones que existen reflejan sólo aspectos parciales desde diferentes ópticas y puntos de
vista.
Wolf (1988), uno de los primeros estudiosos de los malos tratos a ancianos, en el comienzo de sus
investigaciones atribuyó la aparición de un amplio espectro de definiciones sobre ‘violencia’ y ‘negligencia’
a la misma falta de una definición que fuera aceptada por todos; lo que sin duda ha generado problemas
importantes en los distintos acercamientos al tema. Un claro ejemplo lo tenemos en la dificultad misma de
consensuar, entre los profesionales, qué es y qué no ‘maltrato’.
Para obtener un mejor criterio, es importante implicar y hacer partícipe a los propios afectados, es decir, a
los mayores expuestos a sufrir malos tratos.
Existen tres puntos clave para explicar esta complejidad (Tabueña, 1999):
Reflexione sobre la complejidad de establecer una definición consensuada de maltrato a las personas
mayores.
Sabías que...
El maltrato a personas mayores se describió por primera vez en el año 1975, en una carta publicada por G.
R. Burston en la revista The British Medical, bajo el título de « Granny battering» (abuela golpeada).
Posteriormente, apareció un artículo de Robert N. Butler titulado « ¿Por qué sobrevivir? Ser anciano en
América», en el que se describía por vez primera el «Síndrome de la Anciana Apaleada». Más adelante, en
1993 aparecía «Maltrato de personas mayores» (Bennett y Kingston). Poco después, el Congreso de Estados
Unidos se preocupaba por el asunto desde el punto de vista político y social. Finalmente, fueron los propios
investigadores y los profesionales del campo de la salud y de los servicios sociales quienes abordaron el
tema.
En este sentido, un estudio reciente sobre percepciones interculturales de malos tratos a ancianos, a
propósito de los que fueron víctimas de violencia en la India (Shah, Veedon y Vasi, 1995), y también otro
trabajo en Hong Kong (Kwan, 1995) han introducido el concepto de ‘abandono’. Posteriormente, el propio
National Center on Elder Abuse (NCEA) de los Estados Unidos ha incorporado el concepto de ‘abandono’
como maltrato.
Se reconoce también que existe un gran vacío acerca del conocimiento y comprensión de la violencia ejercida
sobre personas mayores de poblaciones étnicas minoritarias. Estados Unidos hizo su primera aproximación
a este tema en el año 1997.
La revisión de las primeras obras dedicadas al abuso y la negligencia hacia las personas mayores revela que
los investigadores y los profesionales seguían la tendencia de elaborar taxonomías o tipologías (listas de
tipos), así como definiciones conceptuales generales y exhaustivas, que abarcaran la multidimensionalidad
de la violencia.
Así pues, ante la falta de una definición universal y consensuada, existen diversas aproximaciones
elaboradas y presentadas por instituciones y organizaciones relevantes, tanto a escala internacional como
nacional, que son utilizadas por la mayoría de los países. Organizaciones como: el Consejo de Europa
(1985), la American Medical Association (AMA, 1987), la Acción Contra el Maltrato de los Ancianos en el
Reino Unido (1995) y, posteriormente, la IMPEA (Red para la Prevención del Maltrato a Mayores), la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 1996) y otras, han elaborado definiciones sobre la violencia y el
maltrato dirigidos a personas de edad avanzada.
A continuación, introducimos algunas de las definiciones clásicas sobre los abusos y malos tratos que
aparecen en la literatura consultada:
La Primera Conferencia Nacional de Consenso sobre el Anciano Maltratado (Almería, 1995), acordó
la definición de maltrato como:
Cualquier acto u omisión que produzca daño, intencionado o no, que ocurra en el medio
familiar, comunitario o institucional, que vulnere o ponga en peligro la integridad física,
psíquica, así como el principio de autonomía o el resto de los derechos fundamentales del
individuo, constatable objetivamente o percibido subjetivamente, con independencia de la
intencionalidad o no y del medio en el que suceda».
Esta definición se ajusta a nuestro contexto y se centra con mayor especificidad en los malos tratos
hacia los ancianos. En la concepción de esta definición han participado profesionales de diversas
disciplinas y ello queda reflejado en su redactado. Destaca «la intencionalidad o no del acto», aspecto
relevante para el diagnóstico y posterior intervención. Asimismo, detalla la diversa tipología de los
malos tratos e incorpora, en la definición, la participación de la propia víctima.
En la Conferencia de Almería también se introdujo la definición de negligencia en los siguientes
términos: «Falta de cumplimiento, voluntario o involuntario, de las funciones propias del cuidador».
El National Center on Elder Abuse, de los Estados Unidos, difunde dos definiciones muy aceptadas
en la bibliografía internacional:
o NCEA (1998):
Se entiende por violencia familiar referida a las personas ancianas aquellos malos tratos ocasionados a
una persona de edad avanzada por parte de alguien que tiene un lazo particular con ella (de confianza,
para diferenciarla de una agresión hecha por un extraño), cónyuge, hijo, hermano, cuidador, en el propio
domicilio de la persona o en el del cuidador. Este acto de violencia puede ocasionar un daño físico,
psíquico o material, ocasionando infortunio y sufrimiento.
Se destaca la relación de confianza como elemento relevante para valorar la existencia de maltrato.
o La Declaración de Toronto, patrocinada por el Gobierno de Ontario (Canadá, 17 de noviembre de 2002), para la
prevención global del maltrato a las personas mayores, define el maltrato de la siguiente manera:
Acción única o repetida o la falta de la respuesta apropiada, que ocurre dentro de cualquier relación en la
que exista una expectativa de confianza y que produzca daño o angustia a una persona anciana. Puede
ser de varios tipos: físico, psicológico o emocional, sexual, financiero o, simplemente, reflejar un acto de
negligencia intencional o por omisión».
Esta definición destaca, como la anterior, la relación de confianza para después enumerar las diversas tipologías,
destacando la intencionalidad o no respecto a la negligencia.
En general, las cuatro definiciones gravitan en torno a las nociones de acción u omisión y de intencionalidad
o no intencionalidad del maltrato. La que ofrece la Declaración de Almería es la más próxima a nuestro
contexto social y cultural; por ese motivo, su utilización es la que consideramos más provechosa.
Sabías que...
En determinados países, las definiciones de violencia no tienen en cuenta la edad, a menudo porque la corta
esperanza de vida de la población impide llegar a edades muy avanzadas.
La mayoría de autores admiten el abuso físico, el psicológico, el financiero y la negligencia, pero se dan
otros tipos de malos tratos que se pueden considerar como variantes de los anteriores o como tipología
propia; éstos son los siguientes:
Sexual.
Farmacológico.
Violencia en la comunidad.
Violencia política y conflictos armados.
Violencia relacionada con el VIH / SIDA.
Negligencia.
Autonegligencia.
Violación de los derechos.
Es más fácil llegar a un consenso sobre lo que constituye una atención adecuada e inadecuada que ponerse
de acuerdo sobre qué supone (o no) un comportamiento aceptable o inaceptable en el seno de las familias
o entre los profesionales."
Debemos destacar la autopercepción que tiene la persona que es objeto de abuso. A pesar de que la
sociedad pueda desarrollar descripciones generales de los comportamientos que se consideran
inaceptables, solamente la persona anciana puede decidir si son aplicables a su situación particular. En
cierta forma, la persona puede dejar sin sentido una definición de abuso, maltrato o abandono (Eastman,
1982).Todas las definiciones son restrictivas.
No obstante, las formas de maltrato más generalizadas y consensuadas son las siguientes:
Maltrato/Abuso físico.
Es la utilización de la fuerza física que puede ocasionar heridas corporales, dolor físico y un deterioro en la
salud.
Se consideran, entre otras, las siguientes acciones: el uso inadecuado de fármacos, la alimentación forzada,
los confinamientos y restricciones mediante medidas no adecuadas, el castigo físico de cualquier tipo y/o
la privación de alimentos sólidos y líquidos.
Maltrato/Abuso psicológico.
Consiste en ocasionar dolor, angustia, pánico o terror mediante actos verbales o no verbales, tales como
amenazas, la humillación, insultos, la instigación y la intimidación.
Es muy difícil de determinar debido a la gran carga de subjetividad que comportan los síntomas del mismo,
pero pueden ser sumamente graves. Se puede detectar por un estado de agitación en el plano emocional,
por una actitud más distante de lo habitual, o por la propia declaración de la persona objeto del mismo.
Maltrato/Abuso sexual.
Consiste en tener un contacto sexual con una persona anciana sin obtener su consentimiento (se incluyen
aquellas situaciones en las que la persona no puede dar su consentimiento), los atentados contra el pudor
como los tocamientos, la pornografía, la violación, la sodomía, el desnudo forzado y/o la fotografía sexual
explícita (NCEA, 1998).
Se trata de la utilización abusiva o ilegal de los bienes muebles e inmuebles que son propiedad de la persona
mayor.
En la propia comunidad también las personas mayores son objeto de este tipo de explotación, mediante
prácticas de ventas fraudulentas y/o engañosas, engaños coyunturales (actualmente, con el cambio de las
pesetas por euros), así como mediante la manipulación de documentos para fines totalmente ajenos a la
voluntad de las personas (subastas y otros).
Negligencia.
Es un comportamiento nocivo, intencionado o no, por parte de una persona que está obligada a cuidar a la
persona anciana. Según el NCEA (1998), se entiende por negligencia el rechazo o la omisión de proporcionar
a la persona anciana la satisfacción de las necesidades de la vida, como el agua, los alimentos, el vestir, la
vivienda, la higiene personal, la medicación, la seguridad personal y otros bienes esenciales. Puede ser
activa o pasiva. La activa se refiere a la falta de cuidados necesarios por parte del cuidador, de una forma
consciente. La pasiva se centra en el olvido y el abandono.
Autonegligencia.
Se excluyen de esta tipología aquellas personas mayores competentes (con plena capacidad mental) que
optan, por decisión propia, por cometer actos que amenacen a su seguridad. Es un concepto aplicable a una
amplia gama de comportamientos y no sólo a situaciones extremas de falta de recursos o habilidades para
llevar a cabo las actividades necesarias que garanticen la propia salud o bienestar. Existe un debate en torno
a si debe ser o no considerado maltrato en tanto en cuanto no existe otra persona que lo ocasione.
Abandono.
Se considera abandono cuando una persona que está encargada de prestar cuidados y atención a una
persona mayor o de asegurar su atención física, la abandona. Se trata de la claudicación total.
Incluye los derechos elementales que no están contemplados en el resto de tipologías, puesto que en todos
los tipos de maltrato a las personas mayores se da implícitamente una vulneración de derechos.
Consiste, pues, en la agresión y la privación de reconocimiento de derechos fundamentales tales como los
siguientes: dignidad y respeto, intimidad y confidencialidad, participación, libertad de elección y derecho a
ser cuidado.
¿Por qué se considera importante el hecho de identificar el tipo o tipos de maltrato que puede afectar a una
persona mayor en una situación determinada?
Síndrome de Diógenes
El hecho de constatar de forma continuada, especialmente, desde los servicios sociales de atención
primaria y desde los servicios de hospitalización, la existencia de personas mayores que vivían
aisladas en sus hogares, sin ningún tipo de cuidado higiénico, ni nutricional, ni médico, rodeados
de suciedad y montañas de basura ocasionó el surgimiento, hacia la década de los 60, de los
primeros trabajos científicos acerca de este comportamiento. En esta tabla se muestran los rasgos
característicos de este síndrome.
La presencia de uno o dos de los signos citados con anterioridad sugiere la existencia de riesgo de Síndrome
de Diógenes, mientras que una presencia de cuatro o cinco sólo la alcanzan los casos más graves,
caracterizados por un elevado riesgo de enfermedad y de muerte en soledad.
La detección de estos casos es sumamente compleja y difícil; no obstante, una vez conocidos, deben ser
atendidos en una Unidad de Geriatría para poder abordar todos los trastornos médicos. El trabajo
interdisciplinar es fundamental, puesto que intervienen muchos factores de personalidad, así como
ambientales.
A pesar del intento por clasificar los abusos y malos tratos en categorías, surgen aspectos que no pueden
ser ubicados con precisión y que necesitan de cierta flexibilidad a la hora de ser valorados en función de las
características de la situación, de la interpretación de los profesionales y, también, de la subjetividad de la
persona que lo padece. Las controversias suelen aparecer también por el solapamiento entre sí de las
diferentes tipologías y conceptos. Veamos a continuación algunos ejemplos que comentar:
¿El abuso sexual se puede incluir entre los maltratos físicos? Razone la respuesta.
¿El encarnizamiento terapéutico es una vulneración de derechos a la vez que un maltrato físico, o
debe considerarse como una tipología propia? Exponga su opinión.
La inframedicación o sobremedicación se incluyen en el abuso psicológico y físico; pero también
pueden contemplarse como una vulneración de derechos (Art.5, del decreto 176/2000 de
modificación del 284/1996 de regulación del Sistema Catalán de Servicios Sociales). La cuestión es
si debe o no considerarse una tipología propia. ¿Cuál es su opinión?
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (Informe Violencia y Salud, 2002), los ancianos
maltratados representan un 6% del total de la población. Este mismo informe hace mención de la importancia
que tienen los casos de suicidio y de autonegligencia en las personas mayores, que constituyen una de las
principales causas de mortalidad en el mundo.
Datos que proceden de estudios internacionales de base poblacional muestran prevalencias muy variables
que oscilan entre un 1% y un 3% en Austria, Noruega o los Estados Unidos (Johns y Hydle, 1995), entre un
4% y un 6% en Canadá, Finlandia, Holanda o el Reino Unido (Kivelä, 1995; Ogg y Bennett, 1992) y hasta un
20% en Francia (Hugonot, 1990). Estas grandes diferencias pueden explicarse por el hecho de haber utilizado
definiciones de maltrato distintas, más amplias, así como por haber incluido en algún estudio la vulneración
de alguno de los derechos de las personas mayores.
En España apenas existen estudios; no obstante, de los que existen hemos podido conocer los siguientes
resultados:
Por la Universidad del País Vasco (Bazo, 2001), se llevó a cabo una investigación sobre malos tratos
sufridos en el hogar por las personas ancianas que reciben el servicio de ayuda a domicilio
(prestación de un trabajador familiar), concluyendo que un 4’7% habían sufrido algún tipo de
maltrato.
Un estudio promovido por el Departamento de Bienestar Social de la Generalitat de Cataluña, del año
1995, detectó que un 35% de los usuarios mayores de 65 años atendidos por servicios sociales
habían sido objeto de abusos, malos tratos o expolio (Llibre blanc, 1999).
Otro estudio llevado a cabo en el Área Básica de Salud de Sant Joan Despí (Ruiz et al., 2001),
demuestra que un 12% de los mayores de 65 años estudiados fueron clasificados como sospechosos
de recibir malos tratos.
Un estudio epidemiológico y de casos y controles realizado entre 1988 y 1989 en un servicio de
medicina interna general de un hospital terciario del sureste español (Marín et al., 1991) determinó
que un 8’6% de los ancianos ingresados estaban incluidos en el perfil de víctimas de malos tratos.
En el estudio de casos de la ciudad de Barcelona, realizado durante el año 2002, se pudo identificar
hasta un 8% de personas que eran maltratadas de entre todas las atendidas por los servicios sociales
de atención primaria y los servicios de salud.
Si hablamos de incidencia (número de casos nuevos que aparecen cada año), los datos son todavía más
escasos. Según el NCEA, basándose en un estudio realizado en Estados Unidos, se calcula esta incidencia
en 10 casos por cada 1 000 habitantes /año.
A pesar de todo, no se puede olvidar el fenómeno iceberg, según el cual sólo sale a la luz uno de cada cinco
casos de maltrato a personas mayores.
La información relativa a los abusos sexuales ocasionados a las personas mayores ha sido, por el momento,
mínima. En realidad, el hecho de examinar o preguntar a personas ancianas sobre este aspecto se ha omitido
habitualmente por los profesionales tanto de la salud como de los servicios sociales; incluso por los mismos
profesionales que habían sido entrenados para poder interrogar en situaciones de malos tratos de género,
o dirigidos a otros niveles de edad (Burgess, Dowdell, y Brown, 2000). Gran parte de la explicación
obedecería a la creencia de que los ancianos no pueden ser objeto de deseo sexual, estereotipo incluido en
el concepto más amplio del edadismo.
Existen contradicciones con respecto a la prevalencia de los diferentes tipos de maltrato motivadas, entre
otros aspectos, por la falta de uniformidad de las clasificaciones realizadas por distintos autores.
Dependiendo de los estudios realizados, se han encontrado resultados diversos, de forma que mientras en
unos el maltrato físico aparece como el más frecuente; otros, por el contrario, han descubierto que es el
psicológico o, incluso, la negligencia. Estas diferencias pueden ser también debidas a la variación de las
técnicas de muestreo y de procedimiento empleadas por los diferentes estudios.
En conclusión, aunque parece arriesgado aventurar cuál es el tipo de maltrato más frecuente, estudios
actuales (como, por ejemplo, el National Elder Abuse Incidence Study 1998) señalan la negligencia hacia las
personas mayores como tal.
La repetición, a lo largo del tiempo, de los actos de maltrato sobre una misma víctima es otra de las
características del fenómeno: los malos tratos son actos repetidos en un 70% de los casos. De hecho, la
continuidad en el tiempo es un concepto que acostumbra a estar implícito en la mayoría de las definiciones
de maltrato.
Queremos dejar constancia de que el estudio o investigación del ámbito institucional ha sido mucho menos
explorado que el propio ámbito familiar. Éste es el motivo por el cual desconocemos su amplitud y
características concretas.
De todos estos datos se desprende que resulta muy complejo, difícil y, en ocasiones, poco útil hacer una
extrapolación a nuestro entorno, Esto es debido a la gran variedad de metodologías utilizadas en los
distintos estudios y, especialmente, al hecho de haber recogido las muestras en contextos culturales muy
distintos al nuestro.
Ante la situación expuesta, es preciso reflexionar con detenimiento sobre los posibles responsables
del desenlace. Preguntarnos quiénes son los responsables de los hechos acontecidos y en qué
medida.
¿Puede el esposo, con su situación, ser el cuidador responsable de su esposa? ¿Por qué?
¿Cuáles son las causas que han contribuido a la práctica de maltrato?
¿Qué explicación podemos hallar ante la negativa por parte del marido de ingresar en una residencia
a la mujer?
¿El señor puede ser considerado en este caso un maltratador potencial, una víctima o ambas cosas?
Los malos tratos y el sufrimiento son dos realidades humanas estrechamente entrelazadas que es necesario
identificar. Para ello, partimos de las necesidades fundamentales de todo ser humano, que se establecen en
los siguientes niveles:
Conviene dejar sentado que cada uno de estos tres niveles de funcionamiento personal interfiere con los
otros y que el estado de bienestar, por su parte, precisa de una satisfacción del conjunto de estas
necesidades que sea suficiente.
Comprender la realidad del envejecimiento es necesario para aprender a distinguir aquello que puede ser
un sufrimiento o un maltrato a una persona mayor. El paso de los años produce modificaciones importantes
a un ritmo variable, según las personas, en las esferas física, psíquica y social. La involución y la evolución
coexisten hasta el final de la existencia. La dimensión involutiva del envejecimiento conduce a una
vulnerabilidad y a una dependencia físicas que, en ocasiones, pueden llevar a la persona a precisar de ayuda
para realizar las actividades de la vida diaria pero, sobre todo, conduce a una dependencia afectiva. Esta
forma de envejecer va acompañada de una mayor o menor desdicha o infortunio, causante de sufrimiento.
Ante esto, es conveniente examinar el entorno familiar, que también sufre ante la degradación de la imagen
de la persona mayor.
La interacción que mantengan la persona que ayuda (generalmente, un familiar) y la persona ayudada puede
pasar por fases de degradación producidas por la fatiga y la falta de estímulo del cuidador, así como por su
incompetencia, o bien debido a una falta de apoyo ocasionada por la historia personal anterior (conflictos
no resueltos) que ambos compartan, entre otros motivos, pudiendo llegar a generar una situación de
maltrato.
Esta situación no es rara en las relaciones de ayuda que duran mucho tiempo, especialmente en casos de
personas afectadas por algún tipo de demencia progresiva y degenerativa.
Una característica importante del cuidador agresor es que acostumbra a tener una personalidad premórbida
(igual ocurre con los agresores a menores y a mujeres), pero también puede suceder que sus expectativas
de vida se hayan visto truncadas de pronto, ya sea en el aspecto emocional, ya en el relacional, laboral,
familiar o en otro tipo de relaciones (Reis y Nahmiash, 1998).
Esta violencia se suele ejercer a personas en situación de vulnerabilidad. Puede ser producto de:
Una dificultad física (movilidad reducida, necesidad de ayuda de terceras personas para las
actividades básicas de la vida diaria (ABVD), debilidad general, etc.).
Una dificultad psicológica (abandono social, impotencia, desconocimiento de las ayudas y servicios
sociales, incompatibilidad de carácter por razón de conflictos generacionales).
Confusión y senilidad (falta de juicio, pérdida de memoria, comportamientos imprevisibles).
El abandono social (a menudo subestimado. Difícilmente habrá una situación de maltrato si existe
una relación activa, con visitas y supervisión por parte de familiares, amigos u otros agentes que
intervengan (profesionales).
Las causas que pueden contribuir a la práctica de malos tratos a personas mayores las podemos agrupar en
dos apartados: causas organizativas y causas psicológicas.
¿Cómo se puede hacer frente a estas causas que contribuyen a generar situaciones de malos tratos?
Ausencia de formación y de información de las personas que tienen a su cargo el cuidado de los
mayores. Los peores malos tratos suelen producirse cuando los cuidadores están mal preparados o
se ocupan con desgana de las personas mayores.
Ausencia de coordinación entre los profesionales que intervienen en la situación. En este caso, cada
uno actúa por su cuenta sin abordar la situación conjuntamente, desde una visión holística e
interdisciplinar. A menudo, los malos tratos tienen su origen al reconocer a la persona mayor como
un ser frágil, o bien al concebirla como una simple suma de órganos.
Los interrogantes que suelen plantearse inicialmente ante la planificación de la situación son los siguientes:
En definitiva, se trata de que el equipo de profesionales, la familia y la propia persona mayor establezcan
en común todos los objetivos.
Uno de los mayores antídotos contra los malos tratos en gerontología es la formación de los cuidadores
(formales o informales), gracias a la cual se consigue transformar las aptitudes en competencias, a fin de
poder desarrollar un respeto absoluto por la vida y la dignidad de la persona mayor. De esta forma, el
cuidador es responsable de su comportamiento, que debe poder oscilar siempre entre la firmeza y la
ternura, en una búsqueda constante del equilibrio: en efecto, sin firmeza la ternura se vuelve blanda; sin
ternura, la firmeza se transforma en violencia.
Por otro lado, es preciso saber reconocer las reacciones propias de las personas mayores ante su entorno.
Así, debemos distinguir el concepto de peligrosidad de otros tales como agitación, ideas de fuga, desorden,
personalidad litigante y agresividad, puesto que éstos no son obligatoriamente síntomas de violencia o
maltrato.
La agitación es una perturbación del comportamiento motor que supone una gesticulación más o menos
exagerada de la persona. Aunque es un síntoma de alarma, no lo es de violencia. En el supuesto de ser
vivida como una amenaza, puede ocasionar un cierto impacto en la relación con los demás, con el entorno.
Es necesario distinguir la agitación de la agresividad, presente en todas las etapas del desarrollo de la
persona.
De hecho, puede manifestarse a raíz de una contradicción interna como, por ejemplo, el no tener las
necesidades básicas satisfechas, o bien por existir un obstáculo material o humano para la realización de
un deseo. Asimismo, puede expresarse de diversas formas: mediante palabras, actitudes, gestos,
indiferencia, irritabilidad, ironía, etc.
La agresividad puede ser considerada como una reacción fisiológica de la persona mayor al verse
confrontada con un medio (el domicilio o la institución) que percibe como hostil y bajo el cual se siente
sometida a numerosas frustraciones. De forma paradójica, dichas reacciones a menudo suelen ser
reprimidas. Así, lo que debería inquietar a los cuidadores (familiares o no) es la misma aceptación pasiva de
esta vida familiar o institucional.
Piensa en una situación, reciente y concreta, en donde se haya expresado agresividad contra una persona
mayor.
«Hallado el cadáver de una anciana atada a una silla» (El País, 15 de febrero de 1998).
«Una anciana de Málaga veló el cadáver de su hermana en casa hasta que falleció ella también. Pasó
un mes hasta que los vecinos del inmueble echaron en falta a las dos ancianas: nadie se extrañó de
no verlas ni oírlas durante todo ese tiempo» (La Vanguardia, 27 de octubre de 1998).
Las particularidades de cada ámbito determinan ciertas variaciones en la presentación de los malos tratos.
Así, pese a que las tipologías sean las mismas en el ámbito domiciliario y en el institucional, en el social se
convierten en marginación.
Busque más noticias que relaten este tipo de maltrato, analícelas y reflexione sobre ellas.
El maltrato en el ámbito familiar es el más estudiado. Con todo, es preciso destacar que dichos estudios se
centran más en identificar las características y formas de maltrato, que en reconocer las relaciones y
dinámicas que se establecen, las cuales suelen pasar desapercibidas.
La familia es el crisol de todas las violencias, pero el gran interrogante es saber de qué forma aparece la
violencia en la familia. Así, hay familias en donde la violencia es un estilo de vida transmitido de generación
en generación. Por otra parte, toda agresión intrafamiliar no afecta solamente a las víctimas de forma
individual, sino a todos los miembros que la componen. Por este motivo, cada situación debe valorarse
teniendo en cuenta el contexto familiar y las interacciones mantenidas entre todos los componentes de la
familia, incluidos los ancianos.
El mal llamado «respeto por la vida privada» y las diversas formas de valorar e interpretar una misma
situación (determinadas actitudes consideradas agresivas en unas familias pueden ser consideradas como
normales y cotidianas en otras) son elementos que dificultan el conocimiento objetivo, y el análisis de las
dinámicas y fenómenos que tienen lugar en el seno de la familia. Así pues, los malos tratos a personas
mayores en el ámbito familiar acostumbran a ser situaciones muy complejas que deben poder
contextualizarse a partir de las características del grupo familiar, de las relaciones existentes entre sus
integrantes y de los diversos factores de riesgo previos. Sólo a partir de estas premisas podrán elaborarse
teorías explicativas (correspondientes al modelo situacional).
En general, se considera que el maltrato a mayores es un síntoma del funcionamiento pobre de una familia.
Uno de los factores que genera mayor riesgo de vulneración de derechos es el de encontrarse en situación
de dependencia. Este hecho constituye uno de los elementos más relevantes a la hora de explicar situaciones
de malos tratos a personas mayores. No está de más recordar que, según diversas fuentes, entre el 83% y
el 90% de las personas mayores en situación de dependencia recibe ayuda en sus domicilios de sus familiares
(Edad & Vida, 2000). La familia, por consiguiente, pasa a ser el principal agente proveedor de atención a los
mayores.
Las familias cuidadoras han de afrontar la falta de conocimientos, información y estrategias a la hora de
llevar a cabo la atención de sus mayores en situación de dependencia, sea ésta física o psíquica, y deben
hacerlo en plena soledad, por un tiempo prolongado o indefinido. Asimismo, los familiares suelen carecer
de ayudas técnicas, medios adecuados y soporte emocional. Esta situación provoca que la atención sea
involuntariamente inadecuada y, como consecuencia, que aparezcan síntomas de intolerancia, agresividad
y estrés agudo, siendo causa todo ello de crisis familiar.
Así, no es extraño que una sola persona asuma el rol de cuidador principal y que, por tanto, se le atribuya
toda la carga, además de tener que sobrellevar una serie de consecuencias, tales como la pérdida de sus
derechos personales básicos, la renuncia a desarrollar una trayectoria profesional, la pérdida de privacidad
y de relaciones, de tiempo de ocio, de libertad y/o dinero, etc.
Ejercer como cuidador de una persona anciana con déficit físico o psíquico, durante más de cinco años
seguidos, constituye un factor de riesgo seguro.
A diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, la implementación de políticas familiares en nuestro
país está escasamente desarrollada y los propios protagonistas y sus familiares acusan gravemente esta
carencia. Se puede prever que las nuevas cohortes, a causa de un mayor nivel de conocimientos, de mejor
información y de mayor nivel de renta, junto con la instauración de una red más sólida de equipamientos y
servicios, puedan disponer en el futuro de dispositivos adicionales que les permitan mejorar su calidad de
vida.
Hoy en día, puede percibirse un alto grado de preocupación y de tensión en el seno de las familias cada vez
mayor, provocado por ciertas actitudes y valores cambiantes con respecto a la atención debida a los
mayores. Así, el sentimiento moral de obligación por parte de los hijos de atender a los padres está
cambiando y, cada vez más, el patrón de conducta es la coparticipación con una política social.
No existen, de antemano, unas normas sociales claras con respecto al cuidado de los ancianos, semejantes
a las de los niños. Los ancianos son personas adultas que tienen control sobre su propia vida.
La vivienda y sus condiciones es otro de los elementos importantes que considerar. Así, el estado de
dependencia del cuidador hacia la persona mayor en materia de vivienda (Pillemer, 1988) puede contribuir
a que aparezcan situaciones de malos tratos. El solo hecho de vivir bajo el mismo techo no comporta que
surjan situaciones de violencia o abuso pero, sin duda alguna, la cohabitación de personas con una relación
conflictiva puede considerarse un elemento de riesgo.
Tras reflexionar sobre lo expuesto en este apartado, ¿qué cambios sociales y familiares crees que se
deberían producir para que mejorasen las situaciones de los ancianos dependientes de otras personas?
Con demasiada frecuencia, aparecen en los medios de comunicación sucesos con estas características que
acaban en suicidio: «Un enfermo de Alzheimer mata a su mujer inválida y se entrega» ( La Vanguardia, 20
de junio del 2004).
El cónyuge, bien sea de la misma edad o mayor, ejerce también de persona responsable de los cuidados
requeridos y, a menudo, debe hacer frente al agotamiento, la separación y a la progresiva inadaptación de
su pareja.
El agotamiento: preocupado por mantener una vida en común que conserve los lazos afectivos que
han constituido la historia de la pareja, el cuidador procura llevar una vida lo más cercana posible a
la normalidad, tratando de superar las innumerables dificultades que presenta el día a día de la
enfermedad, la orientación en el tiempo, en el espacio y con respecto a las personas, e intentando
ofrecer el mejor confort posible al anciano demente que tienen a su cargo.
La separación: en el caso de dos personas ancianas, si una de ellas pasa a ser totalmente
dependiente, es muy probable que llegue el momento en que sea ingresada en una institución. En el
supuesto de que ambas personas sean ingresadas, es casi seguro que no sea en el mismo lugar y
que la separación resulte entonces difícil de sobrellevar. En ambos casos, la separación comporta a
menudo problemas de depresión o de cambios de comportamiento.
La inadaptación: especialmente en los casos de demencia, la dificultad en la comprensión de la
patología obliga a los afectados a vivir una nueva situación que no asimilan: la persona con la cual
han vivido mucho tiempo ya no les reconoce, no saben quién es, interpretan roles diferentes y se
vuelven agresivas.
En nuestro país existen parejas de personas muy mayores afectadas con enfermedades graves, sin apoyo
formal ni informal, de modo que puede ocurrir que concluyan en un final trágico. ¿Por qué se llega a esta
situación?
La gran diferencia la encontramos en que los autores de los actos de maltrato institucional suelen ser
habitualmente personas que tienen la obligación legal o contractual de proporcionar a las personas mayores
cuidados y protección. Así, la persona cuidadora no ocupa el lugar de una persona de confianza (familiar,
amigo o vecino) sino que ostenta, por el contrario, una relación jurídica.
Los malos tratos en el medio institucional han sido menos estudiados que los producidos en el medio
familiar. Entre las diversas razones se halla el hecho de que son menos las personas que viven en
instituciones. En efecto, aproximadamente un 3% de las personas mayores de 65 años están ingresadas en
España (Edad & Vida, 2000). En Estados Unidos y el Reino Unido oscilan en torno al 5% y, en Canadá,
alrededor del 9%.
Pero, ¿por qué los ancianos están particularmente expuestos a ser víctimas de malos tratos en instituciones?
Investigadores norteamericanos (Braun et al., 1997) han identificado un grupo de factores que, según su
opinión, contribuyen a generar la violencia del personal en las instituciones con residentes mayores. De
acuerdo con esta relación, los factores que pueden contribuir a que existan malos tratos institucionales
pueden agruparse en tres categorías distintas:
Las características del establecimiento: producto de nuestra observación, exponemos aquí algunas
de las manifestaciones más significativas de usuarios y/o familiares residentes en instituciones para
mayores:
o Horarios muy rígidos, les levantan muy temprano, las comidas son a las 12.
o No les ponen la calefacción hasta por la tarde y no disponen de aire acondicionado para el verano.
o Carecen de terapia ocupacional y están aparcados en la sala donde funciona la TV pero nadie presta atención.
o Centros con malos olores por falta de ventilación, entre otros cuidados.
o Despersonalización.
o Abusos con facturas extras por servicios no demandados, subidas arbitrarias de precio, etc.
Sin duda, las instituciones pueden ser escenarios de violencia o negligencia sistemáticas, es decir,
de situaciones perjudiciales fomentadas, permitidas o favorecidas por los procedimientos
organizativos de la propia institución (Spencer, 1994).
Las características del personal: trabajadores y profesionales de los centros: son relevantes las
siguientes características de los cuidadores: la edad, la formación recibida, la motivación, las
habilidades, los rasgos de personalidad, el estrés y el agotamiento a causa de las condiciones de
trabajo, así como el no comprender la cultura y los valores de las personas a las que atienden. De
igual modo, es un insulto que no concedan la palabra a los residentes, ponerles a comer aparte,
recriminarles episodios de manchas e incontinencia o que huelan mal, gritarles sin que sean sordos,
negarles sus hábitos y, por supuesto, repartirse sus bienes sin su consentimiento.
Las características de las propias personas mayores internas o residentes: a veces, las personas que
viven en las instituciones padecen estados de salud deteriorados, bien física bien cognitivamente,
que hacen que su capacidad de desenvolverse de forma autónoma por el centro sea deficiente y que,
en ocasiones, manifiesten conductas irritantes hacia el personal. Así, puede suceder que los mayores
institucionalizados actúen ejerciendo acciones violentas dirigidas contra los trabajadores del centro,
y que los injurien, peguen y muerdan, entre otras cosas. Si el trabajador no dispone de un espacio
organizado, o no cuenta con nadie con quien valorar, teorizar y supervisar el suceso, buscando
estrategias y generando habilidades para evitarlo, es fácil que ocurra que el mismo cuidador se
defienda del anciano y pueda entonces cometer fácilmente un acto de maltrato.
Lo peligroso de la situación es que los ancianos no son capaces de manifestar su situación de maltrato.
Recientemente se han desarrollado modelos teóricos para progresar en las explicaciones genéricas sobre el
maltrato institucional.
Pillemer (1988) afirma que el maltrato de ancianos en las instituciones se configura como resultado de las
características de los miembros, del personal y de los pacientes, influidas a su vez por determinados
aspectos del ambiente imperante en la institución y por ciertos factores exógenos que se dan en el centro.
Idea Clave
La violencia institucional tiene que ver con características propias del cuidado a largo plazo en instituciones
públicas o privadas
Rara vez se encuentran en el establecimiento a fin de velar por la buena marcha del mismo.
Cuando se tiene conocimiento de una queja, en nombre de la razón, viene a ser atemperada y
enterrada.
Ante un suceso, se exigen pruebas escritas imposibles de conseguir, antes de considerar cualquier
cuestionamiento o razonamiento planteado.
Se tiende a relativizar y minimizar cualquier incidente de maltrato que pueda haber ocurrido.
No se practican políticas de prevención a ningún nivel.
Se aceptan condiciones de trabajo difíciles, que favorecen los malos tratos.
Los familiares:
Es frecuente que, bien por cansancio bien porque se considere de poca importancia (relativizando,
así, el hecho de ir a visitar a los mayores ingresados), pueda pasar mucho tiempo sin que nadie (en
este caso, los familiares) supervise si realmente los mayores precisan de cuidados complementarios
que incidan en su bienestar. Por ejemplo, procurarles los cambios de ropa durante las cuatro
estaciones del año, ofrecerles un servicio de podología, manicura y peluquería, demandar un servicio
religioso para ellos, junto con otros aspectos importantes desde su consideración. Asimismo, es
preciso mantener vivos los lazos afectivos, indispensables para el sentido de pertenencia a una
familia.
A menudo, ocurre que las familias opinan que es impensable que el padre o la madre alojados en
una institución que ellos mismos han contribuido a buscar, pueda estar en peligro de sufrir algún
tipo de maltrato. Se implican e investigan poco acerca de los cuidados y atenciones personales que
reciben, tales como qué tipo de medicación toman y con qué frecuencia, o la consulta del contrato
o expediente asistencial para ver las anotaciones realizadas. Recordemos que en el expediente
asistencial del residente deben constar todos aquellos aspectos relacionados con el tratamiento
recibido, así como el tipo y el momento previstos para aplicar una sujeción (física) o contención
(farmacológica), entre otras observaciones posibles.
Por otro lado, es muy difícil para las familias encontrar un centro que cumpla los criterios de cercanía,
precio y condiciones que se ajusten a sus posibilidades, y una vez lograda una plaza, indagar y llegar
a la conclusión de que el trato es deficiente, por lo que tienen que llevar a la persona de nuevo a
casa y reiniciar la búsqueda de otro centro. Todo lo cual supone desenterrar la crisis familiar
producida tras el ingreso en una institución, que se preferiría obviar.
Otro aspecto es el del silencio de las familias ante transacciones en el ámbito financiero. La
justificación es siempre la misma: el residente debe conformarse con la decisión de la familia ante
acontecimientos tan importantes como puedan ser el vender o no la casa propiedad del residente.
En ocasiones, no se tiene en cuenta que el anciano esté de acuerdo o no con la medida. Como
tampoco se valora ni considera la capacidad cognitiva de la persona mayor para asumir
personalmente dicha transacción.
Los voluntarios:
Son una inmensa y prometedora fuente de riqueza relacional. Aunque pueda darse cierta intrusión en la
vida privada, raramente comportan riesgo de abuso. No obstante, y con todas las reservas posibles, con la
finalidad de hacer comprender este apartado, daremos algunos ejemplos perniciosos.
En una institución privada, un señor jubilado se ofreció como voluntario para llevar a cabo tareas de
mantenimiento tales como arreglar enchufes, electrodomésticos, cambiar luces, carpintería, etc. Con
el tiempo se descubrió que abusaba mediante toqueteos no consentidos de diversas mujeres
residentes.
Un joven, antiguo vecino de una señora ingresada, solía visitarla periódicamente. Con artimañas, se
apoderó de todos sus ahorros y se marchó a Estados Unidos.
Ahora bien, el voluntariado serio, bien formado, organizado y supervisado, puede contribuir a ofrecer una
atención particular y una ayuda muy valiosa, ya sea acompañándoles a los servicios religiosos, ya
sirviéndoles de contacto con el exterior y o de distracción y comunicación.
Pueden surgir conflictos producidos por la cohabitación con un co-residente que sea agresivo física
o verbalmente, litigante, con episodios de delirio, agitado, con ideas de fuga y/o desordenado.
Otra persona residente, sin razón, puede arrancar un catéter a otro, etc.
Es necesario hacer estudios de prevalencia para saber cuántas personas mayores son víctimas de malos
tratos en las instituciones en un momento determinado. Además, esto nos permitiría determinar con mayor
precisión dónde y cómo deberían invertirse los recursos disponibles para la formación y la intervención.
En nuestro país, entre el 75% y el 90% de las personas mayores dependientes están atendidas dentro del
ámbito familiar. ¿En qué circunstancias se encuentran estas familias? ¿Las políticas familiares se adaptan a
los momentos actuales? ¿Por qué las personas mayores están particularmente más expuestas a ser víctimas
de malos tratos en las instituciones? En una institución para mayores, ¿cuáles son los cuidados básicos que
nosotros desearíamos para asegurarnos la calidad de la atención?
Este tipo de violencia provoca la discriminación de un sector de la población que presenta una característica
común: la edad (edadismo). Así, las personas mayores aparecen como objetivo fácil de los delitos en las
calles, de trampas fraudulentas y de otras variantes, además de recibir un trato discriminatorio como, por
ejemplo, la utilización inadecuada que se hace de los ancianos para fines propagandísticos. Véase sino el
siguiente titular: «El envejecimiento amenaza la sostenibilidad de la asistencia sanitaria», aparecido en la
sección de economía de cualquier diario de tirada nacional.
En el informe Voces Ausentes, presentado en Ginebra (2001) y realizado por el Departamento de Prevención
de Daños y de la Violencia de la OMS (http:/www.who.org) junto con la Red Internacional para la Prevención
del Maltrato al Mayor (INPEA: www.inpea.net), se afirma que el maltrato estructural o social es el tipo más
importante de maltrato cometido contra las personas mayores, y que puede dar origen a gran parte de los
maltratos que se experimentan a un nivel más personal.
¿Qué imagen tiene de las personas mayores el entorno social donde usted vive?
Sabías que...
El maltrato estructural abarca una enorme variedad de cuestiones, que no tipologías, tales como la seguridad
de los ingresos y el alojamiento, las bajas pensiones (puesto que la crisis económica aboca a situaciones de
maltrato), los prejuicios contra los mayores y la falta de respeto, entre otros. Asimismo, se incluyen la falta
de políticas gubernamentales o políticas de adecuadas, junto con las dificultades para tener acceso a los
servicios sociales de la red pública y los servicios de salud.
La población se ha visto sorprendida por la existencia de una nueva forma de acoso, que se ha dado en
llamar mobbing inmobiliario y que consiste en provocar molestias a las personas, en este caso mayores, a
fin de que abandonen su residencia habitual.
El interés en que el inquilino abandone su vivienda viene motivado por querer forzar la venta de la misma
sin cargas para que, de esta manera, pueda ser vendida a mayor precio. Sin embargo, en otros muchos
casos, el proceso se inicia con la venta de un inmueble con inquilinos, que, normalmente, pagan una renta
antigua, a una sociedad que quiere liberar el edificio, rehabilitarlo y nuevamente ofrecerlo en venta o alquiler
pero a precios y condiciones actuales de mercado.
Se usa este término, mobbing inmobiliario, para identificar las situaciones en las que una persona o un
grupo de personas ejercen un conjunto de comportamientos de presión caracterizados por una violencia
psicológica, de forma sistemática, durante un tiempo prolongado, sobre otra persona, con la que se
mantiene un vínculo contractual a nivel de arrendamientos urbanos.
Sabías que...
En los últimos años, en la ciudad de Barcelona y en otras ciudades de nuestro país, ha surgido de la
oscuridad y del silencio una práctica de presión psicológica, que ejercen algunas empresas inmobiliarias
dedicadas a la compra y venta de edificios con inquilinos que pagan rentas antiguas con el objeto de
“vaciarlos”, rehabilitarlos y volverlos a alquilar a precios actuales de mercado. Las personas afectadas por
esta acción son, en su gran mayoría, personas muy ancianas y de gran vulnerabilidad.
Ataques a la víctima a través de medidas organizativas, tales como abusos económicos en el recibo,
incrementos de la renta, negarse a cobrar, deterioros en el inmueble, etc.
Aislamiento social, ya sea ignorando a las personas como desatendiendo sus peticiones.
Ataques a la vida privada de la persona a través de llamadas telefónicas amedrentadoras.
Atribución de fallos psicológicos y de actitudes negativas de convivencia por parte del inquilino.
Violencia física: normalmente, a través de terceros, amenazas, etc.
Agresiones verbales: amenazas verbales, infamias, etc.
Difusión de rumores falsos: posibles desahucios, venta del inmueble, inmueble afectado por planes
de derribo, etc.
Se puede concluir que los casos de mobbing inmobiliario reúnen una serie de características definitorias:
Alteraciones leves en la alimentación; leves trastornos de sueño; dolores de cabeza, espalda, nuca o
cervicales; rasgos de ansiedad, inquietud, pasividad, etc.
Insomnio, fatiga física, desorientación; aparición de rasgos depresivos, ansiedad, inseguridad y baja
autoestima; así como muestras de irritabilidad, sentimientos de soledad, culpabilidad y miedo.
Alteraciones cardiovasculares, depresión y ansiedad moderada, fallos de memoria, frustración y
amargura.
Progresivamente, estas alteraciones van en aumento. Dada la delicada salud de la mayoría de los afectados,
pueden tener consecuencias muy negativas.
Escucha activa: este aspecto es imprescindible, ya que la mayoría de afectados puede haber pasado
previamente por otros muchos lugares y profesionales pidiendo ayuda, sin llegar a ser escuchados.
Así pues, es necesario romper la desconfianza que pueda haberse generado hacia determinados
elementos de apoyo.
Ofrecimiento de información: es preciso explicar con claridad los recursos y acciones disponibles,
así como los posibles efectos negativos que puedan producirse, sin crear falsas expectativas.
Aclaración y reconocimiento de la situación de acoso sufrido: identificar la cadena de
acontecimientos pasados, evaluar el presente, anticipar las dificultades y analizar las consecuencias.
Idea Clave
El objetivo principal que se debe conseguir es facilitar que el afectado se sienta escuchado, atendido y
aceptado.
Sección 15. Características de las víctimas y de los agresores
El estudio de las características que presentan las víctimas, y los agresores de malos tratos a personas
mayores, ha ido evolucionando con el tiempo.
A partir de la literatura consultada sobre la relación existente entre víctimas y agresores, hemos
seleccionado las características que recaban un mayor consenso:
Las víctimas de malos tratos físicos y psicológicos poseen una salud física razonable en función de
la edad, pero padecen de trastornos psicológicos. Por su parte, los agresores cuentan con un historial
de enfermedad psiquiátrica o de drogadicción, viven con la víctima y dependen de ella
económicamente.
Las personas con demencia y trastornos de conducta que viven con un cuidador de la familia tienen
más posibilidades de sufrir abusos físicos. Sus agresores padecen de baja autoestima y depresión
clínica.
Las víctimas de negligencia acostumbran a ser muy ancianas, con incapacidad física y mental. La
dependencia con la persona que ejerce de cuidador es una fuente de estrés para ambos, víctima y
cuidador. (Bennett y Kingston, 1993).
¿Qué opinas de la siguiente afirmación: «Todo cuidador de persona mayor con dependencia física y/o
psíquica es un maltratador potencial»?
Mujer (presentan mayor esperanza de vida que los hombres) de edad avanzada (75 años o más).
Con deterioro físico y/o psíquico (cognitivo).
Viuda o soltera, pero dependiente de una persona cuidadora de su familia, en especial, de una hija,
quien cometía el maltrato.
Con dependencia física, emocional o económica del cuidador (formal o informal).
Aislada socialmente, se niega a informar del maltrato que padece.
Idea Clave
Más adelante, en los años 80 y 90, se van mejorando los métodos de investigación y se concluye que todo
es mucho más complejo. Así, por ejemplo, existe una gran interacción entre la víctima, la persona que
comete el maltrato y el tipo de maltrato recibido (Nolan, 1993).
Cualquier persona puede ocasionar un maltrato a otra, de hecho, es así cómo ocurre. Puede maltratar un
cuidador o un familiar, pero también existir una relación de violencia mutua.
En un principio, se centraba toda la atención en el agresor que se creía el hijo/a adulto cuidador, aspecto
éste que Pillemer y Finkelor (1988) descartan como única hipótesis, pues añaden la posibilidad de que las
personas mayores puedan ser maltratadas por otros cuidadores, sean éstos familiares o no.
Éstos y otros autores han demostrado en sus estudios que los agresores, a menudo, padecen problemas de
diversa índole: por ejemplo, de salud mental, o bien disfunciones psicológicas, drogadicciones, problemas
económicos y judiciales, entre otros. Asimismo, destacan el hecho de que su historia biográfica haya estado
plagada de episodios de violencia.
Así, puede ocurrir que un miembro de la familia maltratado con anterioridad por la persona anciana, asuma
el papel de cuidador y que, dentro de esta nueva situación creada, reproduzca los malos tratos al exteriorizar
comportamientos aprendidos, formas de resolver viejos conflictos y, también, por razones inconscientes
(por desquite, agotamiento u otras).
Anetzberger (1987) define y establece la existencia de tres perfiles de personas que maltratan:
Los hostiles: son aquellos que han sido previamente maltratados por el anciano, manteniendo en la
actualidad una relación difícil con él, tras asumir el cargo de cuidador por obligación.
Los autoritarios: se catalogan en este apartado todas aquellas personas que son intransigentes con
las incapacidades del anciano, adoptando en la actual relación la rigidez que éste les mostró desde
niños.
Los dependientes: en este apartado se incluye a los individuos que son sujetos inmaduros
(normalmente, solteros o separados), con una posición dentro de la sociedad muy por debajo de sus
expectativas y que dependen económicamente de la persona mayor. Son los que menos asumen la
responsabilidad del maltrato.
Resulta extremadamente importante identificar la tipología de la persona que comete el maltrato para poder
hacer frente con una intervención eficaz. Esto se consigue recurriendo al trabajo de equipos
interdisciplinares y con la ayuda de los protocolos adecuados.
Idea Clave
Definimos como factor de riesgo aquella característica que califica a una persona, cosa o acción y que la
hace más vulnerable ante una posible adversidad. Riesgo es un concepto epidemiológico, empleado para
especificar la probabilidad de que una cosa ocurra sobre otra en algún momento futuro. Desde una
perspectiva teórica, los factores de riesgo preceden al fenómeno en cuestión.
Dos son los objetivos básicos que se buscan en el momento de identificar los factores de riesgo, y que
deben contemplarse para efectuar la prevención:
Evitar que vuelva a ocurrir algo que ya ha ocurrido con anterioridad (prevención secundaria).
Estructurar políticas, programas u otro tipo de intervenciones para evitar que la situación se repita
(prevención primaria, basada en fomentar la concienciación social y profesional del problema).
Todo ello ha dificultado las comparaciones y la obtención de evidencias de útil acceso. Hay pocos métodos
estandarizados para identificar las situaciones de maltrato o abuso. Por este motivo, tales situaciones deben
valorarse interrelacionando los factores relativos a la víctima, al agresor y al contexto. Los factores de riesgo
deben tratarse con mucha prudencia, puesto que son muy difíciles de estudiar, en ocasiones son muy
comunes o bien están solapados. No existe un estudio detallado de los mismos, por lo que debemos tomar
con mucha cautela cualquier aseveración sobre los factores de riesgo.
¿Son parecidos entre sí los factores de riesgo relativos al maltrato de personas mayores y los relativos al
maltrato de la infancia o la pareja?
Sabías que...
El estudio de los factores de riesgo de maltrato a personas de edad avanzada ha sido una labor un tanto
compleja a causa de:
Personas mayores que viven en su domicilio o en el del cuidador, que requieren de numerosos
cuidados y excederán en breve la capacidad familiar para asumirlos.
Situaciones en que los cuidadores expresan frustración en relación con la responsabilidad de asumir
dicho papel y muestran pérdida de control de la situación.
Cuando los cuidadores presentan signos de estrés.
Personas mayores que viven con familiares que han tenido una historia previa de violencia familiar
(niños, esposa).
En el caso de vivir en un entorno familiar perturbado por otras causas (pérdida de trabajo del
cuidador, relaciones conyugales deterioradas).
Formar parte de un entorno edadista, discriminatorio, que potencia los mitos y estereotipos sobre
la vejez.
Contexto social carente de implementación de políticas adecuadas que aplicar en las situaciones
problemáticas.
Personalidad del individuo que comete el maltrato.
Asimismo, parece poco probable que la presencia de un único factor de riesgo sea suficiente para que tenga
lugar el maltrato y/o la negligencia a personas mayores.
Sobre lo comentado en estas secciones, te proponemos la siguiente pregunta de reflexión:
¿Consideras básico y necesario conocer los factores de riesgo para poder actuar frente a una situación de
maltrato infligido a una persona mayor?¿Por qué?.
Idea Clave
Lo que sí se puede conocer es que existe una serie de factores de riesgo cuya presencia aumenta la
probabilidad de que se produzca el maltrato.
A continuación, presentamos y analizamos los principales factores de riesgo según su grado de evidencia.
Nos basamos en las aportaciones hechas en el documento Elder Mistreatment: Abuse Neglect and
Exploitation in an Aging America, elaborado por la National Academy of Sciences de Washington D.C. (2003).
1. Factores de riesgo probables o con buenas evidencias. Son aquellos que vienen respaldados por varios
estudios.
1. Cohabitación
2. Aislamiento social
3. Demencia
6. Hostilidad
7. Abuso de alcohol
8. Enfermedad mental
2. Factores de riesgo potenciales o con evidencias limitadas. Los estudios los apoyan con reservas.
0. Género
3. Raza
3. Factores de riesgo cuestionables o con escasas evidencias. No hay pruebas científicas que los
sustenten.
2. Transmisión generacional
Sección 21. Factores de riesgo en el ámbito domiciliario
Existe un gran debate en torno a si los malos tratos a personas mayores ocurren tanto en el grupo de
personas vulnerables como en el de no vulnerables. Hay autores que han sostenido que la vulnerabilidad es
la característica definitoria del maltrato de ancianos. Según esta perspectiva, el maltrato se daría sólo en el
contexto de proporcionar y recibir cuidados. Otros autores, como Phillips (2000), han planteado una
perspectiva más amplia centrada en la proporción y recepción de cuidados. En la figura de la sección se
puede observar esta distribución de cuidados de las personas mayores.
Los autores Clark y Pierson (1999) destacaron la existencia de tres factores universalmente considerados
como factores de riesgo, a saber:
En general, se diferencian los factores de riesgo asociados a la persona que comete el maltrato (en
ocasiones, el cuidador), los factores de riesgo asociados a la víctima y los vinculados al entorno.
o La vulnerabilidad de las personas de edad avanzada, centrada en su fragilidad tanto física como intelectual y
psicológica: ritmo lento en sus reacciones, ausencia de respuesta inmediata, fragilidad de huesos, pérdida de
memoria.
o Las condiciones económicas: ahorros y otros bienes codiciados por familiares y por los agresores potenciales
(vendedores sin escrúpulos, ladrones mediante tirón, etc.).
o Una patología psíquica o mental es un factor de alto riesgo capaz de desencadenar una situación de maltrato y
abuso, puesto que comporta una situación de indefensión y de dependencia (Informe Winthertur Salud, 1999),
tanto en el ámbito funcional como emocional, que requiere de una asistencia y un abordaje muy complejos.
o Si lleva más de 10 años prestando sus atenciones de cuidador a una persona dependiente.
o Si tiene problemas psiquiátricos, de adicción al alcohol u otras drogas.
o Problemas surgidos por acontecimientos vitales como un divorcio o el paro laboral, entre otros.
o Las concepciones erróneas respecto al proceso de envejecimiento, que deshumanizan a las personas ancianas.
o Los actos y las actitudes discriminatorias por la edad cronológica (el edadismo) pueden llegar a ser uno de los
factores más determinantes.
Algunos investigadores, como Spencer (1994), han añadido la violación de los derechos civiles o de los
derechos fundamentales en la lista de actos de maltrato que pueden producirse en las instituciones.
Asimismo, incluyen una categoría particular referida al maltrato médico, considerado como el exceso o el
defecto de medicación y los métodos de contención o sujeción física, que deben ser idóneos tanto en la
forma como en el momento adecuado para utilizarlos (siempre por prescripción facultativa).
Los principales factores de riesgo que pueden contribuir a los malos tratos que afectan a los mayores en un
centro residencial se resumen en los siguientes puntos:
3. La falta de líneas de actuaciones claras y coherentes por parte de la dirección del centro.
5. Aplicación de las normativas establecidas (leyes de servicios sociales, normativas gubernamentales y otras.
2. Factores de riesgo relacionados con las personas usuarias de las instituciones • La edad, el sexo y el
grado de aislamiento social.
0. El estado de salud y la capacidad cognitiva o física, así como el grado de vulnerabilidad (física, psíquica o
emocional).
3. Factores de riesgo relacionados con el personal de las instituciones. • Las habilidades y la formación
adecuada para el puesto que han de ocupar.
2. La edad, el sexo, los valores culturales y la personalidad de cada uno de los trabajadores del centro.
¿Qué opinión te merece la utilización de medidas de contención (atar o medicar para sedar) a las personas
mayores institucionalizadas? ¿Por qué, cómo, cuánto y por quién se llevan a cabo?
De forma habitual, una teoría facilita una explicación general y sistemática de cómo funcionan ciertas partes
de un universo. En lo referente a la violencia hacia las personas mayores, un factor de riesgo particular como
el estrés es, a menudo, tratado como una explicación teórica, aun a pesar de que el estrés sólo represente
uno de los factores.
Los profesionales necesitan conocer a fondo el problema de los malos tratos para poder comprender su
dimensión y gravedad y, de este modo, ser capaces de actuar de la forma más consciente, útil y adecuada.
Se trata, en definitiva, de dar respuesta a la pregunta: ¿por qué ocurren los malos tratos?
A lo largo de la breve historia relacionada sobre la violencia hacia los mayores han aparecido varias
perspectivas teóricas distintas, todas ellas tomadas de otras disciplinas y campos de estudio, a las que se
han incorporado algunas modificaciones con elementos propios de la violencia a las personas mayores.
Destacamos las que se explican en los apartados siguientes.
Se basa en que las situaciones estresantes provocan que las personas cuidadoras maltraten a la persona
mayor, ya que ésta es considerada como la fuente de estrés por su deficiencia y dependencia, tanto a escala
física como mental. Esta aproximación asume que los malos tratos son una reacción irracional causada por
las situaciones estresantes.
Las variables situacionales que esta teoría asocia a la violencia comprenden los factores relacionados con la
persona cuidadora, con la persona anciana y con las condiciones ambientales y económicas de ambas
(McDonald, 1996).
Las relacionadas con la persona mayor: su estado de salud física y psíquica, los rasgos de
personalidad y el grado de dependencia.
Las relacionadas con los acontecimientos vitales de la persona cuidadora: separaciones, procesos de
duelo, desempleo, inmigración, alcohol.
Las relacionadas con la estructura del entorno: el aislamiento social, la vivienda, la falta de servicios
tanto a escala formal como informal.
Hay una laguna importante en esta aproximación pues no contempla ni justifica el hecho de que solamente
algunas personas cuidadoras, de entre las que sufren el mismo nivel de estrés, cometan actos de maltrato,
mientras que otras no lo cometen.
Otra crítica se relaciona con el hecho de hacer aparecer a la víctima como culpable, reconociéndola como
fuente de estrés. Ésta no es una apreciación banal, sino que, en un estudio, se comprobó que siete de cada
diez enfermeras percibían la enfermedad como la principal causa de la violencia generada (Orden de
enfermeras de Ontario, 1993).
Las intervenciones fundamentadas en esta perspectiva intentan reducir el estrés de la persona cuidadora
mediante las ayudas necesarias y los grupos de soporte.
... la interacción social comporta un intercambio de recompensas y de castigos entre, al menos, dos
personas, y todas buscan maximizar las recompensas y minimizar los castigos.»
Glendenning, 1993
Este modelo está basado en una relación de poder y parte de la idea de que las personas mayores
maltratadas tienen menos poder, más dependencia y vulnerabilidad, y disponen de menos alternativas que
sus agresores para continuar la interacción. Las personas no se vuelven automáticamente dependientes e
impotentes a medida que envejecen, pues en ciertas investigaciones, se ha podido constatar que, en
ocasiones, el maltratador presentaba un perfil como persona dependiente de la víctima (persona mayor) y
era el sentimiento de impotencia el que le conducía a ejercer los malos tratos (Pillemer y Suitor, 1992).
Idea Clave
Este argumento presenta numerosos problemas. Uno de los más relevantes es que plantea una hipótesis
edadista.
La interacción simbólica es un proceso en el que participan, al menos, dos individuos y que se caracteriza
por:
Ocurrir en el tiempo.
Estar formado por fases recurrentes interrelacionadas y secuenciadas.
Requerir de una negociación y renegociación constantes.
Las personas interpretan o definen las acciones ajenas, sin limitarse únicamente a reaccionar, y la respuesta
ofrecida se basa en el significado que le otorgan a dichas acciones. De esta forma es como la interacción
humana se mediatiza por medio de símbolos. En cada uno de sus actos voluntarios, la persona se
determinará a sí misma diferentes objetos, dándoles significado, evaluando su grado de conveniencia para
la acción que desarrolla, y tomando sucesivas decisiones en función de dicha evaluación.
Se hace necesario considerar la autovaloración, el concepto que cada persona tiene de sí misma (teoría del
self).
En la interpretación de la realidad y de las experiencias que ocurren en ella, cada persona contribuye a
configurar estas experiencias según sus propios patrones, en los que adquieren gran relevancia todas las
experiencias pasadas. La historia personal de cada uno de nosotros se actualiza continuamente, cada vez
que nos relacionamos con los demás.
Un ejemplo de esta aproximación corresponde a Steinmetz (1988), según el cual, esta interpretación
sugeriría el estrés que experimenta la persona cuidadora y constituiría un medio para predecir la carga o
peso que deberá soportar y que puede ser distinto del peso real de la carga en sí.
El hecho de que los investigadores no hayan sido capaces de encontrar todavía el grado de relación que
existe entre la deficiencia cognitiva de la persona mayor maltratada y la intensidad del maltrato, puede
deberse a que no se ha tenido suficientemente en consideración la interpretación que los cuidadores hacían
de la situación.
El tratamiento fundamentado en esta aproximación se centrará, pues, en los valores y las conductas
familiares con respecto al uso de la violencia, y tenderá a conseguir modificar las interpretaciones realizadas
de la situación.
Entre las carencias de este modelo está el que no tenga en cuenta factores sociales y económicos que
podrían influir en los procesos de violencia, y que tampoco interprete el hecho de que las personas
cuidadoras que han sufrido violencia en su infancia no siempre utilizan la violencia contra todos los
ancianos.
Idea Clave
El aprendizaje social forma parte de esta perspectiva y anuncia, como postulado, que los autores de actos
de violencia aprenden a ser violentos siendo testigos de dichos actos, y, por otro lado, que las víctimas
aprenden a aceptarlos como normales.
Es una estructura en la cual los hombres tienen más poder que las mujeres.
Es una ideología que legitimiza ese poder. No olvidemos que, hasta el año 1975, el código civil
español admitía que el cabeza de familia reprendiera moderadamente a la esposa; sólo era
delito cuando el maltrato causara unas lesiones que precisaran quince días de curación.
Además, nos da una visión parcial de la violencia hacia las personas mayores, puesto que los hombres
mayores son también susceptibles de ser las víctimas de esta forma de violencia en la pareja (Podnieks,
1992).
La aplicabilidad de la teoría feminista a todas las formas de violencia en las parejas es una cuestión
altamente debatida en la literatura sobre violencia familiar en general. Existen dudas muy importantes con
respecto a las teorías centradas en la relación y las dinámicas de pareja, por ejemplo entre las formadas por
homosexuales y lesbianas, ya que se fundamentan básicamente en el sexo. El problema real radica en el
desequilibrio de poder que se da entre los componentes de la pareja.
Sabías que...
Los estudios de prevalencia actuales indican que el maltrato a la pareja constituye una dimensión social de
la violencia más importante que la ejercida contra las personas mayores.
La entidad bancaria donde la señora Montserrat tiene sus ahorros ha detectado que se han producido una
salidas de dinero en efectivo que no son habituales para el tipo de vida que llevaba dicha señora, y parece
que, en bastantes ocasiones, no es muy consciente de sus actuaciones. Habitualmente, los reintegros de
dinero los realiza ella acompañada siempre por la misma mujer, que no es su cuidadora ni familiar. Cuando
esto sucede, Montserrat muestra una clara dependencia de las indicaciones de su acompañante.
Ante el posible abuso económico y teniendo en cuenta que la señora Montserrat muestra síntomas de
demencia, la entidad bancaria decide comunicar los hechos sucedidos a los servicios sociales de la zona,
por si éstos deben actuar ante el posible abuso económico que padece tal señora.
¿Quién debe actuar ante cualquier tipo de maltrato: el profesional que tenga conocimiento de los
hechos, la familia, la Administración, cualquier ciudadano?
¿Es conveniente o necesario denunciar las situaciones de maltrato?
¿La vía legal es la solución para abordar esta problemática?
¿Ante una sospecha de maltrato, se puede presentar una comunicación y/o denuncia?
¿Quién crees que debe efectuar la comunicación o denuncia? ¿Cómo y dónde?
Sección 2. Actuaciones legales preventivas
Mapa conceptual del tema 3
La realidad de los malos tratos a las personas mayores obliga al legislador a dar una respuesta. El incremento
de estas situaciones conlleva aplicar las medidas legales existentes y adoptar nuevas medidas legislativas
para hacerles frente. Las últimas normativas referentes a la materia tienden a abordar la situación una vez
ya se ha ocasionado el maltrato, pero no realiza una tarea preventiva para desplegar medios que impidan
actos de violencia cuando ésta tiene como víctima a las personas mayores.
Analizando la casuística de la práctica profesional, se llega a la conclusión de que hay un número importante
de presuntos delitos y faltas y, en cambio, muy pocas denuncias. Posiblemente la explicación radica en
factores psicológicos (miedo, vergüenza, ...) o en la escasa cultura judicial de este colectivo de personas, o
en la falta de confianza en el sistema legal ante la lentitud de la respuesta y, en muchas ocasiones, a que la
respuesta jurídica no tenga la contundencia que espera el perjudicado para hacer frente a su problema.
Teniendo en cuenta que la dependencia es un factor de riesgo, el incremento del número de personas que
padecen demencias y/o enfermedades invalidantes supone un aumento del número de personas que pueden
estar desprotegidas y, en consecuencia, padecer malos tratos.
Seguramente, los operadores jurídicos y los mecanismos culturales de nuestra sociedad tienen culpa de
ello. Por lo general, se acepta que si la persona tiene un entorno familiar o social y además está
institucionalizada, dicha persona está suficientemente protegida. Pero, ¿quién garantiza o controla que ese
entorno siempre vele por los intereses de presuntos incapaces? ¿Qué ocurre cuando el entorno familiar o
social cambia o desaparece? Éstas y otras muchas cuestiones pueden llevar a concluir que, ante la pérdida
de la capacidad cognitiva, aunque la persona se encuentre en un entorno «idílico», es conveniente tramitar
la incapacitación como previsión protectora de futuro y como aseguramiento de la realidad protectora
presente.
Siguiendo con la idea de la falta de cultura de protección de las personas dependientes, y en especial de la
autoprotección, no es habitual que los padres interpongan una demanda de reclamación de pensión de
alimentos a sus hijos, seguramente por los citados factores psicológicos o culturales, pero no ejercer este
derecho aumenta la desprotección de la persona y su situación de riesgo. Al igual que tampoco es habitual,
e incluso podemos afirmar que inusitado, que se presenten demandas por daños y perjuicios como
consecuencia de los maltratos recibidos.
Generalmente, tan sólo se da una auténtica protección legal mediante la institucionalización (ingreso en un
centro gerontológico), pero muchas veces pensando más en una cuestión asistencial que en priorizar los
derechos de la víctima.
En general, cuando hay una situación traumática, la única alternativa al domicilio propio es la
institucionalización, que puede ser un recurso muy válido para determinados casos, pero que, según
diversos estudios, no suele ser la opción elegida por las personas mayores. Con ésta se intenta liberarles
de un maltrato –aunque se elige una alternativa no deseada– y, por tanto, se sigue ocasionando un maltrato,
sólo cambia el tipo de maltrato, ya que en cualquier caso no se permite que la decisión sea de la víctima y
se le priva de su derecho a decidir y a su libertad.
Por ello, habría que destacar que no se acude, como posibles alternativas, a otros recursos legales de
nuestro ordenamiento como pueden ser las situaciones convivenciales o el acogimiento de personas
mayores. O incluso a otros recursos administrativos que existen en las diversas Comunidades Autónomas,
así como de tipo patrimonial –que explicaremos más adelante–, ni tampoco se utilizan demasiados recursos
de la normativa de servicios sociales como las viviendas tuteladas o las unidades de convivencia.
Función de previsión:
o Poder preventivo.
o Patrimonio protegido.
o Contrato de alimentos.
Función de protección:
o Medidas cautelares.
o Pensión de alimentos.
o Delitos y faltas: abandono, negligencia, abusos patrimoniales (apropiación indebida y estafa), vejaciones,
amenazas, coacciones, detención ilegal, agresión sexual y abuso sexual, incumplimiento de deberes, cargos
tutelares, inducir a abandonar el domicilio, omisión del deber de socorro.
Muchas personas que padecen malos tratos a menudo tienen demencia o enfermedades que no les permiten
realizar las actividades de la vida diaria. A la vez, sus cuidadores son familiares directos o próximos que se
muestran desbordados por la situación con el paso del tiempo o por otros problemas colaterales.
Obviamente, el control judicial. El hecho de nombrar un tutor o un curador garantiza que, al menos una vez
al año, haya que rendir cuentas de la actuación tutelar. Esta supervisión hace que la persona que ocasiona
el maltrato vaya con más cuidado y se sienta más vigilada –aunque obviamente no podemos tener seguridad
total de que no exista maltrato, al menos puede quedar atenuado–, y permite que, en determinadas
situaciones, la actuación del ministerio fiscal o del juez determine una nueva protección, circunstancia que
siempre quedaría en manos del maltratador si no se ha tramitado la incapacitación.
Por otro lado, el hecho de la incapacitación también puede, en cierta medida, controlar el abuso que se hace
de los internamientos en centros gerontológicos, en los que una persona capacitada legalmente (ya que no
se ha dictado una sentencia de incapacitación) –a pesar de ser incapaz de hecho– padece un ingreso sin
ninguna clase de protección, quedando al arbitrio de cualquier persona de su entorno, y muchas veces, con
diferentes criterios entre los familiares. En cambio, si hay un tutor, éste sí está legitimado legalmente, y
además responde de su actuación ante el juzgado.
Las autoridades o funcionarios que, por razón de su cargo, conozcan la posible existencia de una causa de
incapacitación deben comunicar al ministerio fiscal los hechos que puedan determinar la incapacitación.
Cualquier persona que tenga conocimiento de los hechos que puedan determinar la incapacitación puede
comunicarlo al ministerio fiscal.
El proceso es:
El juez competente para conocer el proceso debe adoptar de oficio las medidas que estime
necesarias, tanto respecto del presunto incapaz como de su patrimonio, a fin de evitar perjuicios a
éste y a terceros.
Siempre interviene el ministerio fiscal, aunque no sea promotor; una vez recibida la información
oportuna, debe solicitar lo que proceda.
Defensa del presunto incapaz:
Por defensor del presunto incapaz hay que entender a la persona que lo representa en el
procedimiento judicial, no el abogado que dirige el procedimiento.
Pruebas:
Sentencia:
o Las resoluciones judiciales sobre incapacitación se inscribirán en el Registro Civil y, en su caso, en el Registro
de la Propiedad y en el Registro Mercantil.
La incapacitación también puede ser parcial, es decir, declarar la incapacitación tan sólo para determinados
actos como, por ejemplo, para administrar sus bienes o patrimonio. En este caso, se nombra un curador
que complementa los actos del incapaz para los cuales no está capacitado según la sentencia judicial.
Antes hablábamos de la incapacitación en la que el juez nombra un tutor o curador como sistema de
protección, pero aún podemos proteger más nuestra persona, mediante la autotutela (delación voluntaria).
Por tanto, la información y la previsión son buenos recursos para frenar o aminorar esta problemática.
Poder preventivo
Por otra parte, también disponemos del poder preventivo mediante el cual podemos ordenar determinadas
actuaciones sobre nuestra persona o patrimonio para el caso de incapacidad del otorgante del poder.
Los tres documentos se otorgan ante notario (aunque el testamento vital puede hacerse sin acudir a éste) y
son un buen instrumento preventivo, ya que no sólo nos permiten designar quién cuidará de nosotros, nos
atenderá, y en qué condiciones, sino también excluir a las personas que no deseamos que decidan por
nosotros. Ahora bien, la redacción de estos documentos requiere una revisión periódica, por si hay cambios
en nuestras relaciones personales o familiares.
Es un tipo de normativas que nace para unas situaciones concretas, pero que hace falta maximizar su
utilidad, porque estas leyes, juntamente con la aplicación de otras que hemos mencionado, pueden ayudar
y mucho a la víctima de malos tratos.
Ambas pretenden que las personas mayores puedan tener un régimen de convivencia similar al que tendrían
en una familia, lo que evita el aislamiento y la soledad.
Patrimonio protegido
Comporta la afectación de bienes aportados a título gratuito por el constituyente, y también de sus
rendimientos y subrogados, para la satisfacción de las necesidades vitales del beneficiario.
Contrato de alimentos
Con el contrato de alimentos, una de las partes se obliga a proporcionar vivienda, manutención y asistencia
de todo tipo a una persona durante su vida, a cambio de la transmisión de un capital en cualquier clase de
bienes y derechos.
Previsiones patrimoniales
La dependencia económica o la falta de recursos líquidos (dinero en efectivo) es otro factor de riesgo para
padecer malos tratos, por ello también disponemos de recursos legales preventivos en cuanto al patrimonio,
a efectos de evitar dicha dependencia.
Están obligados a prestar alimentos el cónyuge o pareja de hecho, los ascendientes y los descendientes. Los
hermanos sólo cuando los alimentos deban prestarse por causas no imputables a la persona que tiene que
recibirlos. Para reclamar los alimentos, hay un orden de prelación que es:
1. Cónyuge o pareja.
2. Descendientes de grado más próximo.
3. Ascendientes de grado más próximo.
4. Hermanos.
La cuantía de la pensión de alimentos irá en función de las necesidades del que tiene que recibirlos y de las
posibilidades del que ha de darlos.
Teniendo en cuenta las actuaciones legales preventivas expuestas, profundiza en ellas y reflexiona por qué
pueden ser positivas o beneficiosas.
En este planteamiento inicial ha de quedar claro que el Derecho Penal constituye la última ratio, el último
remedio al que ha de acudirse dentro del ordenamiento jurídico para combatir conductas indeseables, pero
que la eliminación de las causas que las generan ha de provenir, principalmente, de otros ámbitos.
Ello, naturalmente, no impide afirmar que si se produjese esa actuación penalmente reprochable, la
respuesta de los tribunales de justicia ha de ser rápida y contundente, a la par que proporcionada a la
gravedad de la infracción cometida y respetuosa con los derechos constitucionales de la víctima y del
maltratador.
En el delito específico de malos tratos se penaliza tanto la violencia física como la psíquica, pero es complejo
delimitar el concepto de violencia psíquica a efectos de su punibilidad; por una parte, por la dificultad de
probarla, sobre todo cuando la persona padece una demencia y, por otra, porque no es una práctica muy
habitual en nuestro sistema judicial.
En este sentido, cabría subsumir en el ámbito objetivo del delito de violencia psíquica familiar, además de
otros comportamientos como violencia sexual, psicológica, económica, estructural o espiritual, las
conductas como amenazas, coacciones, injurias o vejaciones injustas, cuando se ejecuten sobre la víctima
y al margen del resultado lesivo que pudieran causarle.
Teniendo en cuenta que los malos tratos sobre personas mayores a veces son muy sutiles y de difícil
detección y prueba, realmente es preocupante el criterio y la actuación de los juzgados y tribunales en el
tema que nos ocupa.
Uno de los principales problemas de este tipo de delitos es cómo probarlo. Al tratarse de un delito que suele
producirse dentro del reducido círculo familiar, y casi por definición se producen en la intimidad de
maltratador y maltratado, suele resultar difícil articular una prueba contundente que permita destruir la
presunción de inocencia a que tiene derecho el agresor.
Estas dificultades se incrementan en los casos en que la violencia ejercida es psicológica (pues no deja
huella apreciable a simple vista) y, asimismo, cuando intervienen otros factores como la frecuente
incomparecencia de las víctimas al acto del juicio oral, la retractación de la denuncia previamente formulada
que en éste suele acaecer, el temor que aquéllas sienten ante posibles represalias y su dependencia
psicológica o económica respecto del agresor, circunstancias cuya concurrencia, simultánea o no, conducen
directamente a la consecuencia de la absolución del presunto agresor en un tanto por ciento elevado de los
casos.
Para combatir este tipo de delitos, es de vital importancia que todas las personas que intervienen en el
proceso penal –autoridades, funcionarios y particulares– extremen la diligencia en el desempeño de sus
respectivas funciones en todas sus intervenciones relacionadas con el ámbito probatorio. En particular, ha
de tenerse presente que las frecuentes retractaciones de las víctimas –manifestadas unas veces en forma
expresa durante la tramitación previa del procedimiento o en el acto del juicio, y otras de manera tácita,
deducibles de su inasistencia a éste– provocan en la práctica graves problemas probatorios que derivan en
no pocas ocasiones en la imposibilidad de condena del agresor.
Pruebas valiosas
Idea Clave
Como puede observarse el contenido del artículo va encaminado sobre todo a la violencia de género, pero
hace referencia a los ascendientes, a las personas con especial vulnerabilidad y a los incapaces, por lo que
es perfectamente aplicable a las personas mayores.
Hay que aclarar que, en términos penales, se considera incapaz a toda persona, haya sido o no declarada
su incapacitación, que padezca una enfermedad de carácter persistente que le impida gobernar su persona
o bienes por sí misma, motivo por el cual es un artículo que se ha de tener muy en cuenta como recurso
para afrontar el maltrato desde la vertiente punitiva.
La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la violencia de género
(BOE, 29 diciembre 2004), aumenta las penas en caso de coacciones, vejaciones leves y quebrantamiento
de condena.
Anteriormente a estas dos leyes, se publicó la Ley 27/2003, de 31 de julio, reguladora de la orden de
protección de las víctimas de violencia doméstica (BOE, 1 agosto de 2003), que además viene acompañada
de un modelo de solicitud de orden de protección y del protocolo para la implantación de dicha orden.
También tiene una marcada tendencia a la violencia de género, pero hace referencia a todas las personas
contenidas en los artículos que sufren maltrato en general, y por ello será de aplicación a las personas
mayores que los padecen sean capaces o incapaces.
Esta orden de protección de víctimas pretende facilitar tanto a las personas maltratadas como a su entorno,
sea familiar, social, o profesional, la puesta en conocimiento de los hechos para permitir una intervención
más rápida y dar una protección efectiva.
Además, no es necesario que la solicitud de protección la formule la propia víctima, con lo cual es más fácil
recibir una actuación, atendiendo a que la persona maltratada, ya sea por miedo o por cualquier otra
circunstancia, en muchas ocasiones no solicita protección, y con este nuevo instrumento se facilita la citada
intervención.
En cuanto a las medidas cautelares que se pueden solicitar al juzgado, merece mención especial la figura
del «alejamiento», también aplicable a las faltas de maltrato doméstico (aunque en este caso con duración
limitada a seis meses en vez de a cinco años), bajo el cual se agrupan tres modalidades:
La prohibición de aproximación a la víctima, sus familiares u otras personas designadas por el juez
o tribunal.
La prohibición de comunicar con la víctima, sus familiares u otras personas designadas por el juez
o tribunal.
Y, finalmente, la prohibición de volver al lugar en el que se haya cometido el delito o de acudir a
aquel en que resida la víctima o su familia, si fueren distintos.
En la casuística se aprecian diversos presuntos delitos y faltas; el más específico es el delito de malos tratos.
¿Nuestra legislación vigente es suficiente para erradicar los malos tratos que padecen las personas mayores?
Sabías que...
También hemos de señalar que las mujeres maltratadas son consideradas un colectivo prioritario en el
acceso a viviendas protegidas y residencias públicas para mayores.
Hay otros delitos y/o faltas que hacen referencia expresa a las instituciones tutelares y a los incapaces,
como son:
En el ámbito penal también se dispone de otro recurso, aún infrautilizado, como es la mediación penal, que
tiene acreditado en otros países un buen resultado, pero que consideramos que también ha de ir ligado a
otras actuaciones de la legislación civil y de servicios sociales para que sea realmente efectivo.
La mediación consiste en intentar, sin intervención judicial, el acercamiento entre la víctima y el maltratador
a efectos de reparar el daño causado e intentar evitar nuevos perjuicios a la persona maltratada.
o Derechos que puede ejercer (ejemplo, informar sobre los recursos que hemos explicado, posibilidad de
denunciar los hechos, etc.).
o Turno de oficio y beneficio, justicia gratuita (derecho a abogado del turno de oficio en función de los recursos
económicos).
o Medidas cautelares.
o Protección de bienes.
Coordinar los servicios sociales con los jurídicos para efectuar un seguimiento. Es necesario que
ambos servicios compartan información y actuaciones.
En la detección del caso, ¿cuáles son las principales dificultades que lo obstaculizan, por parte de la
víctima?
En la detección del caso, ¿cuáles son las principales dificultades que lo obstaculizan, debidas al
profesional?
En la detección del caso, ¿cuáles son las principales dificultades que lo obstaculizan, a causa del
entorno familiar?
¿Había algún indicador que nos hiciera pensar en malos tratos?
¿Manejó el profesional los signos de alerta?
La situación de malos tratos, ¿tuvo consecuencias?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y los departamentos de salud pública de la mayoría de los países
desarrollados o en vías de desarrollo reconocen que los malos tratos a ancianos son un problema social y
sanitario de primer orden, tanto en cifras absolutas como relativas. Sin embargo, persiste una infradetección
(European report on preventing elder maltreatment , WHO) conocido como fenómeno del iceberg (Informe
del National Elder Abuse Incidence Study: NEAIS, 1998). La falta de detección se atribuye a una confluencia
de múltiples causas.
Reflexione sobre la dificultad existente en la detección de malos tratos. Elabore una lista con los posibles
motivos de dicha dificultad. ¿Cuáles podrían ser las causas del «fenómeno del iceberg»?
Idea Clave
Los malos tratos a ancianos no se detectan a pesar de ser reconocidos como un problema grave y frecuente.
Esto sucede especialmente si se habla de los recursos sanitarios, dado que los ancianos son quienes más
recursos sanitarios consumen, tanto en gasto farmacéutico, como en ocupación de camas hospitalarias y
en atención primaria (Informe SESPAS, 2008) y de recursos sociales.
Se permiten las largas listas de espera para intervenciones rutinarias, tales como las cataratas y prótesis,
llegando en algunos casos a reducirse solas, sin que sea necesario, por tanto, aligerarlas. De igual manera,
sucede con las listas de espera para la valoración social para la percepción de ayudas sociales.
En cuanto a los recursos sociales, España es uno de los países con uno de los mayores índices de
envejecimiento, donde el cuidado de las personas mayores con discapacidades o dependencias recae casi
exclusivamente sobre la familia, que cuenta con unas ayudas sociales insuficientes. Todo esto viene
acompañado de una retribución por pensión de jubilación, contributiva o no contributiva, de un promedio
muy bajo.
En el caso de los malos tratos a ancianos, el reconocimiento como problema social, según el modelo de
Blumer (presentado en el tema 1 del módulo introductorio), se encuentra todavía en proceso, en vías de
consecución. Dependiendo de los países, dicho reconocimiento puede presentarse en fases más avanzadas
que en otros pero, en general, se halla en las primeras etapas.
Evidentemente, el problema ha emergido, es real y existe, en ciertos países, mientras que se está
legitimando aún en otros, e incluso existe ya en algunos una movilización a favor de la actuación. Con todo,
sólo unos pocos cuentan ya con planes oficiales en contra de los malos tratos a ancianos, planes que además
están implementados en la sociedad.
Los aspectos que constituyen el primer obstáculo para la detección de malos tratos a mayores, y que tienen
que ver con el primer paso, el relativo a la concienciación o sensibilización de una sociedad, son los
siguientes:
Hoy por hoy, existe una fuerte reticencia a reconocer la realidad. Socialmente se minimizan los incidentes,
de forma que se tratan como casos aislados, pues sin duda asusta pensar en la cantidad de medios que
serían necesarios para implementar planes de acción en contra de los malos tratos a ancianos, además de
tener que actuar sobre un gran número de personas.
La mayoría de los abusos y negligencias, incluso los que se producen en instituciones (hospitales,
residencias, centros de día, etc.), suceden a puerta cerrada, de modo que suelen mostrarse recelosas al
escrutinio público.
Por paradójico que se considere, la detección de maltrato a ancianos en instituciones, aunque sean públicas,
resulta tan difícil como en el ámbito domiciliario. Conseguir que lo que pase en la esfera privada o en una
institución sea un tema de preocupación pública no es fácil, tal y como ocurrió en el caso de los malos tratos
a niños y a mujeres. En ancianos confluye el edadismo estructural y la ambivalencia con respecto a quién y
cuándo deben proporcionarse cuidados a los mayores, el debate entre la familia o el estado (Penhale, 2003),
situación que contribuye a la ocultación del maltrato a las personas mayores.
La movilización de recursos para atender correctamente a una población envejecida es motivo de discusión
política y social. Se ha empezado por determinar la atención a las personas ancianas con dependencia,
siendo un paso hacia delante necesario. No debe olvidarse, sin embargo, que muchos ancianos maltratados
no son dependientes.
La sociedad no valora lo que las personas mayores ofrecen, y se asocia «vejez» a «enfermedad» y
«dependencia». Se aconseja la consulta de las estadísticas del IMSERSO.
El causante del maltrato dificulta también que la situación emerja y mejore por los siguientes motivos:
¿Hasta qué punto una persona inconsciente de su incapacidad para atender a una persona mayor puede ser
acusada de maltrato? ¿Pueden la buena voluntad y el afecto compensar la negligencia?
El testimonio de los testigos y cuidadores a menudo resulta fundamental y necesario. Estas personas
también experimentan, y comparten, sentimientos de inseguridad, muy vinculados al contexto de la víctima.
¿Conoce usted algún ejemplo que coincida con alguno de estos casos descritos? ¿Se le ocurre algún motivo
más por el que alguien puede mostrarse reticente a colaborar en la detección de este tipo de maltrato?
¿Acaso le parece a usted que otros tipos de maltrato son más denunciados por el entorno que los causados
a los ancianos? Si es que sí, ¿de cuáles se trata?
Sección 5. Dificultades en la detección del maltrato a ancianos procedente
de las instituciones
Cuando los profesionales de cualquier categoría laboral, trabajadores en una institución dedicada a
personas mayores, perciben algún tipo de maltrato, raras veces suelen informar de ello a la dirección. Pero
si, además, el maltrato es ejercido por la propia dirección, es mucho más raro aún que se informe de ello a
las autoridades competentes.
¿Cuál es la responsabilidad del gobierno, y/o de los Servicios de Atención al Consumidor / Paciente, en la
gestión de las instituciones destinadas a las personas mayores?
Por un lado, no se han encontrado evidencias científicas que recomienden la necesidad de llevar a
cabo el cribado poblacional, es decir, la conveniencia de realizar de forma rutinaria unos tests de
despistage a todos los ancianos atendidos por los servicios sociales o sanitarios, para saber si están
sufriendo o no malos tratos.
Desde mediados de los años 90, en que diferentes organizaciones sanitarias recomendaron el
cribado del maltrato, los estudios han demostrado que se encuentran más casos con cribado que sin
él, sin que todavía se sepa si ello es debido a los mismos cribados o a que los profesionales se
mostraron más atentos al problema. (U.S. Preventive Services Task Force).
Así pues, la evidencia de recomendar una forma o manera de hacer el cribado, y la efectividad de las
intervenciones una vez identificado el problema, resultan limitadas, de modo que se deja a la libre
elección del profesional usar instrumentos de cribado o no hacerlo, pues no se disponen de estudios
suficientes que puedan decantar la balanza a favor de su recomendación o de su ausencia. En
cualquier caso, es responsabilidad de los profesionales socio-sanitarios el detectar y atender a los
ancianos maltratados. Por tanto, éstos deben mostrarse vigilantes ante cualquier manifestación, a
fin de poder participar de forma activa en la detección e investigación de posibles malos tratos.
Reflexione sobre la conveniencia de interrogar sobre malos tratos a todos los ancianos.
Por otro lado, en el momento de decidir cuándo una sospecha es suficiente para investigar, o cómo
se deben documentar y obtener las pruebas, sobre todo si no se dispone de fácil acceso, entra en
juego un entramado de interrogantes en los que es preciso el soporte de policías, juristas, médicos,
y de una larga lista de asesores.
La credibilidad de la víctima, sobre todo si está mermada su capacidad de comunicación, o padece
enfermedades que alteren su cognición: hay que saber cuándo ésta discierne entre lo que es verdad
y lo que no. De igual modo, es necesario disponer de medios capaces de subsanar dichas
dificultades.
La falta de formación y el bajo nivel de conocimiento entre los profesionales de los malos tratos a
ancianos, así como de sus signos de alerta. Las encuestas realizadas entre el personal sanitario
demuestran, en efecto, que el infradiagnóstico se debe a la falta de formación y al desconocimiento.
Los tabúes y estereotipos llevan a no considerar posible la existencia de malos tratos a ancianos, tal
y como sucede en el caso de los abusos sexuales, los cuales, estadísticamente, son prácticamente
inexistentes.
Algunas recopilaciones sobre abusos cometidos en residencias demuestran que los casos de acoso,
en donde los residentes habían informado al responsable del centro de haber sido objeto de abuso
sexual, habían sido desestimados en su mayoría, mientras que los no desestimados lo eran
finalmente debido a la presencia de un testimonio. Ni siquiera en estos últimos el problema se había
documentado (pruebas periciales, recogida de testimonios, etc.) con la celeridad y la pericia exigidas
en cualquier caso de abuso sexual cometido a una mujer adulta o a un niño (Burgess, 2000).
A la hora de encarar el problema o de cuestionar las relaciones dentro de la familia, los profesionales
pueden sentirse impotentes o bien como unos meros intrusos.
Acaso se pretenda eludir la responsabilidad ante una situación de sospecha de maltrato, o se crea
incluso que no es de la competencia de nuestra profesión. También puede ocurrir que se diluya la
responsabilidad entre los distintos profesionales capaces de asumirla.
A su vez, en la relación mantenida con los ancianos existen ciertas actitudes que pueden considerarse fuente
de malos tratos:
Una fractura puede producirse de forma casual. Incluso múltiples fracturas pueden achacarse al propio
estado de la persona mayor, que, por motivos de salud, presenta un elevado riesgo de caídas. Pero también
pueden ser consecuencia de agresiones. Asimismo, hay que poder diferenciar los casos de mala gestión del
patrimonio (personas extravagantes o que toman decisiones equivocadas) los cuales no tienen nada que ver
con los casos de abuso, con los de usurpación o malversación de las propiedades o los bienes de una
persona mayor aprovechado su deficiencia en el control de sus recursos económicos.
La mayoría de indicadores no son exclusivos. Esto quiere decir que no son sólo propios del área en que se
manifiestan, sino que representan también signos o síntomas de varios tipos de maltrato. Así, por ejemplo,
bajo un indicador psicológico como puede ser la depresión, pueden encubrirse abusos de tipo sexual, físico
o de extorsión económica.
Sin embargo, ciertos indicadores denotan un cierto nivel de gravedad en el maltrato que debería servir de
alerta a cualquier profesional avisado:
Estos indicadores siempre se analizarán dentro del contexto en que se produzcan, ya que, por si solos no
son específicos; antes bien, precisan de un contexto explicativo coherente y que la detección se realice con
los medios más adecuados en cada caso.
Para las intoxicaciones por sustancias, se requiere de un análisis; y en cuanto a otros indicadores, es preciso
conocer el domicilio de la víctima para su detección; e incluso tener acceso a sus finanzas para obtener el
indicador. (McCreadie C., 2000), (SEGG e IMSERSO, 2004).
Idea Clave
Los indicadores de que se dispone no son exclusivos ni específicos de malos tratos, es decir, pueden
aparecer en situaciones de malos tratos, o bien hacerlo en escenarios donde no los haya.
¿Quién, cómo y cuándo decide si el anciano es capaz de manejar sus propios recursos económicos?
Falta de higiene en el cuidado personal, mal olor, ropa sucia o rota o inadecuada, parásitos o
infecciones, úlceras cutáneas no atendidas.
Suciedad en el domicilio, acumulación de desperdicios.
Si la vivienda no reúne los requerimientos mínimos propios de habitabilidad agua, luz, etc.), o se
encuentra en estado de ruina, de peligrosidad o inseguridad para el anciano.
Falta de prótesis auditivas, dentales, o de gafas, si lo precisa.
Alimentos no adecuados para el estado del anciano.
Por su parte, los indicadores de abandono se manifiestan en ancianos sin identificación, abandonados en
espacios públicos e instituciones, y en las personas dependientes que viven solas en sus domicilios, sin el
debido apoyo por parte de los responsables.
Compare esta situación con la que viven los hijos de padres separados.
¿Cuál es el nivel de sensibilidad y especificidad de los diferentes indicadores, es decir, que aparecen en
todas las personas mal tratadas y no se presentan en las bien tratadas, y su utilidad en el proceso
diagnóstico?
Aumentan la mortalidad.
Aumentan la morbilidad por afectación tanto física como psicológica.
Disminuyen la calidad de vida.
Consumen recursos personales y sociales.
Si nos remontamos al Informe sobre violencia y salud publicado por la OMS (2002), las defunciones de las
personas mayores, tanto en el ámbito institucional como en el comunitario, se atribuyen casi siempre a
causas naturales, accidentes o motivos indeterminados, cuando en realidad podrían deberse al maltrato o
a la negligencia. Por lo tanto, nos preguntamos cuántas muertes provocadas pueden quedar encubiertas
como muertes por causas naturales.
En este sentido, las experiencias sobre vigilancia epidemiológica respecto al número de muertos previstos
entre la población anciana han disparado las alarmas en distintas ocasiones, tanto en instituciones como
residencias u hospitales (donde ha provocado escándalo el hecho de determinar que las causas de la muerte
de algún anciano estuvieran ligadas a sobredosis de fármacos, con la consiguiente implicación penal), pero
también en otros ámbitos donde la muerte se debía a la desnutrición o deshidratación (Schnabel, 2001).
Un ejemplo de situaciones de este tipo es el caso que explica el artículo de El País, El forense halla
quemaduras por lejía en seis fallecidos en la residencia de Olot.
Evidentemente, es más fácil establecer una relación entre violencia física extrema y lesiones o muerte. Las
cosas se complican, sin embargo, cuando la causa es una negligencia, puesto que puede ser más difícil
relacionarlo, incluso ante un resultado de muerte. También es complicado establecer una relación de causa-
efecto cuando se trata de un caso de maltrato psicológico, o hay que demostrar daño psicológico como, por
ejemplo, estrés postraumático. Es complejo porque se plantea un modelo ecológico explicativo, donde la
personalidad de la propia víctima, las relaciones con el entorno y las experiencias sociales previas, además
de las variables de vejez y enfermedad comentadas con anterioridad, juegan un papel decisivo a la hora de
evaluar la situación entre los profesionales de la salud mental.
En la mayoría de los casos el maltrato es reiterado y presenta una tendencia progresiva a agravarse, es decir,
muchos casos suelen agrupar varios tipos de maltrato. De hecho, en los informes sociales, médicos o
jurídicos no se distingue entre las consecuencias derivadas de los abusos económicos, psicológicos o las
agresiones, sino que se tiende a resumir en la consecuencia más grave.
Aun cuando los casos que se resuelven vía judicial estén bien documentados con informes y requerimientos,
los apartados de valoración sobre las posibles consecuencias son menoscabados.
Sabías que...
A pesar de la falta de estudios que interrelacionen el maltrato con el suicidio en personas mayores, la cifra
global de suicidios entre ancianos es tres veces mayor que en otros grupos, si bien no se dispone todavía
de datos que establezcan una asociación entre ambas variables aunque sí, en cambio, para dirigir hacia este
aspecto las futuras investigaciones.
Después de 13 años, el grupo de supervivientes de la cohorte de maltratados era del 9%, mientras que en
la de no-maltratados era del 40%. Es decir, el maltrato aumentó tres veces la posibilidad de muerte entre
los ancianos que habitaban en sus domicilios; todo ello ajustado por otros factores predictivos de
mortalidad, tales como la edad, el género, las enfermedades, el estado funcional y cognitivo, así como el
apoyo social recibido. El mismo autor descubrió que las víctimas acudieron a departamentos de urgencias
hospitalarias, al menos una vez durante los cinco años en que se mantuvo el seguimiento de otro estudio
de ancianos, víctimas de malos tratos (Lachs, 1997).
Se estima que dos tercios de las personas mayores víctimas de malos tratos han precisado atención en
urgencias médicas.
La vejez predispone a que las consecuencias de los malos tratos físicos sean irreparables puesto que la
debilidad y comorbilidad alargan las convalecencias, dificultan los restablecimientos y conllevan la muerte
en muchas más ocasiones que en adultos o jóvenes.
Una especial observación acerca de los daños físicos debe hacerse a propósito de las fracturas que puedan
producirse por empujones y caídas; de ellas, la más emblemática es la fractura de fémur. Esta fractura
ocasiona, entre los mayores de 75 años, su precipitación hacia la muerte en el 25% de los que se operan,
que fallecen a los 6 meses por co-morbilidad, mientras que un tercio queda con minusvalía, es decir, camina
mal, sin contar el miedo que eso les genera a sufrir otra lesión. El anciano tiende entonces a quedar inmóvil,
lo que le produce una atrofia en los músculos que le provoca, a su vez, una pérdida de agilidad y un mayor
aislamiento, aparte del coste económico que supone tener que abordar semejante problema.
La negligencia como forma de maltrato puede tener unas consecuencias tan severas como la agresión física
directa. El uso inadecuado de fármacos como, por ejemplo, la insulina o los anticoagulantes, digoxina, etc.,
junto con otros muchos menos conocidos, además de los estados de desnutrición o deshidratación que
merman la defensa del organismo favorecen las enfermedades, al tiempo que disminuyen la respuesta
inmunológica del organismo (Anetzberger, 2004).
La desnutrición favorece las úlceras de decúbito en pacientes encamados, de la misma forma que la falta de
higiene y no realizar cambios posturales.
Las consecuencias de un trato negligente pueden llevar a una muerte evitable (en el caso de aquellas
defunciones producidas por enfermedades sensibles a una prevención primaria o a cuidados médicos o
sanitarios), tal y como ocurrió en la ola de calor del verano del 2003 en Francia y en España, cuando los
responsables sanitarios reconocieron las muertes evitables de miles de personas, a causa de la
deshidratación.
Desde el punto de vista psicológico, es frecuente asociar el daño emocional y el impacto psicológico que
experimentan los ancianos maltratados con dos tipos de patología: la depresión y los trastornos de ansiedad
Sin duda se considera menos capacitados a los ancianos para desarrollar respuestas tales como posturas
de evitación, o las mucho más costosas estrategias activas de afrontamiento. El maltrato reiterado conduce
a una situación de indefensión que causa la llamada «depresión por desesperanza».
La depresión se manifiesta por medio de la afectación de las emociones, es decir, mediante tristeza o ánimo
deprimido, incapacidad de disfrutar y de obtener placer, baja autoestima, pasividad, aislamiento, culpa,
falta de concentración, ineficacia e insomnio o, por el contrario, por medio de sueño excesivo, fatiga e ideas
recurrentes de suicidio (que es la consecuencia psicológica más grave y que se debe prevenir). Estos
síntomas interfieren el funcionamiento normal de la vida cotidiana.
Los trastornos por ansiedad que pueden ocasionar los malos tratos son respuestas defensivas ante el
peligro, de adaptación de la especie humana, los cuales ejercen una función protectora y han tenido
numerosos sinónimos, tales como nerviosismo o inquietud. Las experiencias vividas son de miedo, angustia
e inseguridad.
Todo ello siempre obliga a estudiar que no exista una causa orgánica que los provoque y cuesta, en muchas
ocasiones, atribuirlos al área psicosomática.
Entre los trastornos por ansiedad destacaremos el trastorno de estrés postraumático, un trastorno de
ansiedad causado por la exposición continuada de la persona a una situación traumática abrumadora, en la
cual ésta experimenta más tarde, y de forma repetida, la situación traumática que ha sufrido. La angustia
alcanza cotas tales que constituye una fuente de peligro.
Posibles causas de este trastorno son las guerras y los desastres naturales, pero también las violaciones,
los incestos y los abusos sexuales, sin olvidar el secuestro, las torturas y confinamientos, o los robos y
asaltos. Todas estas manifestaciones están incluidas en la definición de lo que constituye un maltrato.
Acerca del abuso sexual, son desconocidos sus efectos en los hombres. Por el contrario, sí se conocen
algunos de los efectos en las mujeres, las cuales desarrollan conductas fóbicas y de evitación, así como
miedo, ansiedad, estrés postraumático y desintegración social respecto de sus relaciones afectivas y de
ocio, entre otras que incluyen las psicológicas y las enfermedades de transmisión sexual.
Los efectos nocivos de estas medidas son muchos y entre ellos figuran, por ejemplo, la compresión de un
nervio, con la subsiguiente parálisis, las contracturas musculares, las úlceras de decúbito, la incontinencia
urinaria e intestinal y las infecciones. También se han dado casos de estrangulamiento y muerte. Pero es
que, además, todavía no se ha demostrado que eviten las caídas, ni tampoco que su retirada aumente el
numero de las mismas (NAPHS, 1999). Por otra parte, si se ata a un delirante, la agitación y el delirio
aumentan, por lo que las consecuencias de la contención física deben tenerse en cuenta.
El hecho de que en España sean medidas tan extendidas en comparación con otros países plantea la
reflexión acerca de si se están usando de forma abusiva o negligente (A P López, 2003) y, en realidad,
suplen la falta de personal para acompañar en el vagabundeo o para ejercer vigilancia, obviando que estas
medidas están cuestionadas tanto desde el punto de vista de su eficacia, como debido a su lesividad.
En todo caso, existen unas disposiciones legales acerca de cómo deben realizarse y cuándo pueden usarse,
si bien nunca deberían suplir los cuidados y la vigilancia.
La contención química, definida como «el empleo de cualquier fármaco psicoactivo que se administre
disciplinariamente para controlar la conducta, sin considerar si resulta beneficiosa para el anciano», suele
utilizarse en ancianos agresivos o que gritan, siendo un procedimiento menos controvertido que la
contención física, ya que resulta menos violento y aparatoso.
Se realiza con fármacos ansiolíticos, entre ellos, las benzodiacepinas, cuyo efecto es sedante, y se
recomienda en caso de ansiedad. Hay que tener en cuenta que también producen amnesia retrógrada,
adicción (les hace dependientes, de modo que cada vez necesitan mayores dosis para obtener el mismo
efecto), o problemas respiratorios, entre otros. También se usan los tranquilizantes mayores o
neurolépticos, llamados también antisicóticos, para controlar la agitación y la agresividad. Suelen provocar
efectos en el sistema nervioso (extrapiramidales), entre ellos, alteraciones en el tono muscular,
parkinsonismos, inquietud motora, etc.
Estos fármacos son muy útiles y recomendables para aquellos tratamientos concretos que tengan un fin
determinado, y sin embargo no pueden usarse de forma indiscriminada, teniendo como único criterio la
tranquilidad del cuidador, o la preservación de la buena marcha de la vida cotidiana de un centro. Estas
medicaciones tienen claros efectos sobre la salud, como los mencionados y muchos otros (hipotensión e
hipotonía), que favorecen las caídas y pueden causar una mayor agitación. Por tanto, su prescripción debe
ser médica, se precisa de una pauta revisada y sus indicaciones han de ser claras y concisas. («Protocolo de
contención mecánica», Hospital Universitario 12 Octubre, 2003).
Reflexiona sobre la utilización de las contenciones, por qué utilizarlas, cuándo, etc.
Constituyen prácticas ampliamente utilizadas tanto en el domicilio, como en hospitales y residencias, que
se acostumbran a justificar para prevenir caídas o proporcionar tratamiento, impedir el vagabundeo de las
personas delirantes, o bien para controlar su agitación; a su vez, pueden causar efectos no deseados. Para
más información, se aconseja la lectura de Desatar al anciano y al enfermo de Alzheimer.
Atención sanitaria.
Atención social.
Legales.
Policiales.
Los costes indirectos son los derivados de la elaboración de políticas sanitarias y sociales, con programas
de prevención y educación, y el fomento de la investigación sobre el tema. Así como la disminución de la
calidad de vida, el sufrimiento y la desesperación, la discapacidad y la muerte prematura. También es un
coste indirecto la disminución de la productividad, partiendo de la base de que la vejez no es una etapa en
absoluto improductiva.
También debe recomendarse la observación del pernicioso efecto que podría suponer alguna de las
intervenciones en los malos tratos realizadas desde los servicios de atención, como puede ser la
institucionalización, que en muchas ocasiones suple la falta de otras opciones.
Pese a no contar con una recogida de datos sistematizada, sí existe un reconocimiento explicito por parte
de las autoridades sanitarias de que los abusos y negligencias a ancianos, tanto en el hogar como dentro
de las instituciones, constituyen una causa importante de aumento de la mortalidad y la morbilidad. Así, a
diferencia de lo que sucede con grupos de edad más jóvenes, son muchos los ancianos que sufren
enfermedades y/o presentan fragilidad; una vez ajustados estos factores de influencia, se está demostrando
que sufrir malos tratos acorta la vida, merma la salud y produce pérdida de autonomía y daños permanentes
e irreparables, afectando al bienestar de los ancianos de forma más severa que en el caso de los más jóvenes.
Sabías que...
No se dispone de estimaciones realizadas sobre el posible coste económico derivado de los malos tratos a
ancianos, y aunque sí existan con respecto a la violencia doméstica contra mujeres, no pueden extrapolarse
a la población anciana, dado que los éstos poseen unas características de salud y dependencia muy distintas.
Por lo tanto, "es fácil intuir que los costes de los abusos y negligencias contra los ancianos son aún mayores".
El paciente no acude a buscar su medicación desde hace meses, come sólo legumbres, casi siempre de lata
y, según los días, presenta un aspecto desaseado. Niega la necesidad de recibir ayuda, llora con facilidad y
no sale casi nunca de casa.
En la entrevista al anciano (trabajador social y médico de familia a domicilio), éste manifiesta que, tras la
muerte de su esposa, está triste y llora (hace dos años). Refiere sentirse desatendido por su hijo, aunque lo
disculpa porque tiene mucho trabajo, y no está nunca en casa. No admite ser autonegligente, y aduce que
él se cuida bien. La casa está toda cerrada (por desconfianza y por miedo a que entre alguien por las ventanas
de un tercer piso) y desordenada, pero no hay acumulación de cosas. Repite continuamente frases, y
pregunta siempre de forma reiterada lo mismo:“¿usted sabe que se ha muerto mi esposa?”. Se aprecia un
déficit claro de memoria. Hay delgadez extrema.
En la entrevista que el trabajador social mantiene con el hijo en el centro de salud, éste dice que él no puede
hacer nada, que se ha vuelto imposible en el trato e inaccesible, aunque siempre había sido raro. Ha
intentado poner una asistenta para la limpieza y la cocina, pero su padre la ha echado. Niega que haga
ruido, al menos él no lo ha oído.
Se consultó con salud mental y con neurología, y el resultado del diagnóstico fue estado de ánimo depresivo
e inicio de deterioro cognitivo, probable enfermedad de Alzheimer.
Los malos tratos a ancianos no se presentan de forma homogénea, sino que existen muchas formas distintas
y una gran variedad de presentación y diferencias en su severidad, así como distintos profesionales que
pueden representar la puerta de entrada para la detección y afrontar la evaluación del maltrato.
Los motivos por los que se accede al problema pueden ser denuncias, quejas o consultas dirigidas a los
servicios antes descritos, o remitidas a ellos desde la comunidad (ayuntamientos, asociaciones, vecinos,
etc.). En algunos casos, se accede de forma fortuita.
Las pautas de actuación en el caso de sospecha de malos tratos son las siguientes:
1. Entrevista con el anciano para saber si está siendo victima de malos tratos. Explorar la existencia de
signos y síntomas.
2. Valorar el estado físico y mental y el entorno social. Determinar la vulnerabilidad de la persona mayor.
3. Entrevista con el presunto responsable de los malos tratos. Explorar actitudes y preguntar sobre
maltrato.
4. Analizar las deficiencias, capacidades y necesidades de la persona posible causante del maltrato.
5. Determinar si existen factores de riesgo o potenciales desencadenantes.
6. Establecer si existe maltrato y hacer un pronóstico y un plan de actuación.
Las pautas de actuación en caso de confirmación del maltrato son las siguientes:
Los servicios disponibles para actuar en caso de malos tratos son los siguientes:
Servicios sociales comunitarios (de atención primaria social y sanitaria, de atención hospitalaria).
Servicios sociales especializados (de atención a las personas mayores).
Servicios sanitarios médicos (de atención primaria y especialidades hospitalarias, como geriatras y
otros).
Servicios sanitarios de salud mental (de atención primaria y hospitalaria: psicólogos y psiquiatras) y
drogodependencia.
Cuerpos de seguridad (guardia urbana y policía).
Servicios jurídicos (abogados, jueces, servicios de fiscalía y medicina forense).
Servicios específicos, como teléfonos de emergencia, oficinas de asesoramiento e información,
servicios de acompañamiento, de alojamientos alternativos, etc.
Los circuitos entre estos servicios deben realizarse mediante coordinación interinstitucional, habida cuenta
de la interdependencia de los recursos asistenciales. Estos circuitos deben ser ágiles, estables y precisos,
en los que cada sector tenga claras sus funciones, ofreciendo continuidad y seguimiento conjunto.
Durante la última década, se han ido editando distintos programas, protocolos y guías que orientan sobre
cómo abordar el problema del maltrato, tanto en cuanto a la detección como a la intervención. A
continuación, destacamos algunos:
Protocolos específicos de detección y abordaje de la violencia contra las personas mayores como,
por ejemplo, Protocol marc i orientacions d'actuació contra els maltractaments a les persones grans
(idioma: catalán).
Protocolos sobre violencia familiar en la que se incluye el de violencia contra las personas mayores
como el Protocol per a l’abordatge de la violència masclista en l’ambit de la salut a Catalunya (idioma:
catalán).
Guías de actuación sobre los malos tratos a ancianos pensadas para distintos profesionales como,
por ejemplo, Malos tratos a personas mayores: Guía de actuación, excelente guía editada por el
IMSERSO.
A su vez, existe gran cantidad de protocolos locales, elaborados en centros hospitalarios, realizados desde
el trabajo social o desde la vertiente sanitaria, así como guías y protocolos de ayuntamientos para abordar
este problema.
En general, y resumiendo, los circuitos que se establecen desde la detección suelen ir hacia los circuitos de
gestión de ayudas, información y asesoramiento de los servicios sociales, o hacia los servicios sanitarios,
de atención primaria u hospitalaria, y hacia los legales, que suelen ser juzgados, juzgados de guardia y
fiscalía.
Sabías que...
Los profesionales que con mayor frecuencia pueden ser la puerta de entrada para la detección de maltrato
son los profesionales de los servicios sociales, los servicios médicos, los cuerpos de seguridad y fiscales.
Saber utilizar las definiciones operacionales de forma eficaz, con la finalidad de describir las
situaciones de riesgo o de maltrato.
Conocer los perfiles y comportamientos de las víctimas y de los agresores.
Conocer e identificar los indicadores de abuso y negligencia en cualquier medio, sea institucional o
domiciliario.
Documentar de forma idónea cada situación.
Para conseguir estos objetivos y, por tanto, saber cuándo estamos ante un caso de maltrato, se han utilizado
distintos sistemas, puesto que la complejidad de los problemas sociales –en los que interviene un gran
número de variables– hace difícil su análisis.
¿Cómo se puede llevar a cabo la sensibilización necesaria para todos y cada uno de los profesionales
implicados?
Los profesionales deben, además, adquirir formación, y para ello han de mejorar los conocimientos que
tienen sobre los malos tratos a ancianos y adquirir así la capacidad de documentar los casos, es decir,
recoger pruebas. Asimismo, deben prestar la atención necesaria a cualquier persona que esté sufriendo
maltrato.
Los instrumentos para la detección del maltrato deben contar con alta sensibilidad (capacidad de detectar
el maltrato cuando está presente) y especificidad (capacidad de descartar el maltrato cuando no está
presente), es decir, deben minimizar los falsos negativos, de forma que con su aplicación no queden casos
sin diagnosticar, y también los falsos positivos (hallar maltrato donde no lo hay), evitando acusaciones sin
fundamento que tanto daño pueden causar a una familia.
El instrumento ideal no existe, porque las situaciones donde intervienen aspectos emocionales, subjetivos
y de gran complejidad son muy difíciles de medir.
Que permitan detectar todos y cada uno de los tipos de maltrato, en cualquier situación o medio
donde se produzca.
Que contemplen las características de la víctima, y dejen constancia de que el maltrato puede venir
infringido por un familiar, un profesional u otro residente de una institución
Que puedan ser, además, bidireccionales.
Aplicables por todas las personas entrenadas, aunque sean procedentes de distintas disciplinas.
No existe una herramienta perfecta que detecte o mida el maltrato con una exactitud y precisión matemática,
pero sí se dispone de un conjunto de instrumentos que configuran una herramienta recomendable y útil,
aplicada adecuadamente.
Los instrumentos de detección para valorar la existencia de abuso y negligencia son de dos tipos:
Las entrevistas con las víctimas y los presuntos causantes del maltrato, en las que se recomienda
realizar unas preguntas determinadas, o cuestionarios, sobre los malos tratos y abordar
determinados aspectos relacionados con éste.
La apreciación de distintos indicadores que se asocian a malos tratos y factores de riesgo que se
presentan en situaciones que pueden favorecer la aparición de éstos. Se exponen en forma de
listados, clasificados según el aspecto por observar (físico, psicológico, sexual, económico,
negligencia y abandono o desamparo).
CASE
EASI Factores de riesgo
Entrevista
Entrevista Observación
Ámbito: social,
Ámbito sanitario sanitario… Ámbito: sanitario, social…
Entrevista Exploración/entrevista
Ámbito: social, sanitario… Ámbito: sanitario, social…
BASE
IOA
Observación por parte del profesional
Exploración/entrevista
Ámbito: sanitario, social…
Ámbito: sanitario, social…
Requiere entrenamiento
Requiere entrenamiento
Es ágil
AMA
EAI
Entrevista
Exploración/entrevista
Ámbito: sanitario, social…
Ámbito: urgencias médicas
Requiere entrenamiento
Requiere entrenamiento
Es ágil
Observación/entrevista
Requiere entrenamiento
Violencia intrafamiliar
QUALCARE SCALE
Observación/exploración/entrevista
Requiere entrenamiento
Idea Clave
Sensibilización y formación.
Instrumentos de detección.
Sección 4. La entrevista
La entrevista es un instrumento que permite obtener la información que necesitamos. El entrevistador debe
tener destrezas y habilidades así como conocimientos que le permitan llegar a decidir lo que debe hacer y
cómo debe hacerlo para conocer la información más relevante teniendo en cuenta las siguientes
indicaciones:
Mantener una actitud activa, receptiva y cordial.
Generar confianza y empatía.
Mostrar firmeza, persuasión y reactividad en la forma de hablar.
Utilizar un lenguaje adecuado, claro, sin tecnicismos, ritmo lento, buena vocalización, que se adapte
a las características de la persona.
Permitir la expresión de las emociones y respetar los silencios.
Manejar técnicas de apoyo narrativo, como la facilitación, el señalamiento, la repetición y la
clarificación.
Potenciar la observación de los elementos de la comunicación no verbal:
o La kinésica o gestualidad.
o Las expresiones faciales que pueden ser emblemáticas (definidas culturalmente), reguladoras (delimitan el flujo
comunicativo), ilustradoras (describen y apoyan contenidos verbales) o adaptadoras (amortiguan la tensión
interior).
o Las expresiones faciales de los estados emocionales, agrupadas básicamente en dos categorías:
Garantizar la confidencialidad, excepto en aquellos casos en que la víctima sea un presunto discapaz
o haya la obligación de comunicar o denunciar.
No verter juicios de valor.
Mantener los objetivos de la entrevista.
No generar falsas expectativas.
No preguntar más de lo necesario.
La entrevista debe efectuarse en un lugar cálido, íntimo, cómodo, tranquilo, sin interrupciones (teléfono,
puerta, etc.), que incite a la relajación. Lo idóneo es que se entreviste a la víctima sola; después se realizará
una entrevista con el presunto causante del maltrato o con la familia o persona cuidadora a fin de conocer
las distintas percepciones de todos los integrantes de la situación.
Siempre se debe realizar por separado la entrevista con el presunto causante del maltrato.
¿Qué ocurre si no es posible entrevistar a la víctima a solas (por una discapacidad, por ejemplo)? ¿En quién
se puede confiar para que la acompañe sin que se distorsione su testimonio?
o Entrevista de escucha: no hay acuerdos previos, simplemente se escucha lo que digan los entrevistados.
o Estructurada: contenidos predeterminados que se ajustan a una secuencia cerrada de preguntas, como puede
ser un cuestionario cerrado.
Semiestructurada: con partes que abordan contenidos predeterminados y partes libres. Son las
recomendadas para la detección de los malos tratos en ancianos. En este caso, se realizarán
preguntas concretas sobre los distintos tipos de malos tratos, intercaladas entre la narración libre,
que permita a los entrevistados expresarse.
Se recomienda realizar una entrevista operativa, semiestructurada y dual –sólo entrevistado y entrevistador–
, aunque a veces puede ser múltiple –si se entrevista a dos personas conjuntamente, como un matrimonio
de ancianos que vivan la misma situación.
Si bien se inicia la entrevista con preguntas abiertas como “hábleme de lo que hace un día cualquiera”, en
el proceso se introducen preguntas que son un menú de sugerencias (“¿le preocupa…?”, “¿le da miedo…?”,
etc.) y preguntas cerradas como “¿alguien le pega?”.
Una parte exploratoria, en la que se averiguarán los datos necesarios para tomar decisiones.
Una parte resolutiva, en la que se enuncian y explican los problemas encontrados, para
consensuarlos y poder hacer propuestas de mejora.
Quedan excluidos todos los ancianos maltratados que no puedan responder a una entrevista por
problemas de expresión o comunicación.
Se requiere mucha destreza para realizarla en ancianos con cierto deterioro cognitivo.
Para entrevistar a una persona mayor afectada de malos tratos se requiere formación y una comprensión
previa del silencio de las víctimas, a fin de facilitar la comunicación y evitar aumentar la inseguridad y el
bloqueo al abordaje del problema.
Algunos de estos cuestionarios han sido validados en sus países de origen y se administran en el contexto
de una entrevista semiestructurada a la víctima, y al cuidador cuando éste puede ser el causante del
maltrato, o a cualquier persona ligada a los implicados y conocedora de la situación.
A continuación se exponen distintos cuestionarios y tests que pueden ser usados para la detección. Unos
están pensados para ser planteados a la víctima y otros, para cuidadores presuntos causantes del maltrato;
por lo tanto, según las condiciones de aplicabilidad, se recomendarán unos u otros.
EASI
EASI fue desarrollado para ser administrado, en las consultas ambulatorias, a personas mayores sin
trastornos cognitivos de forma que una sola respuesta positiva al test, en una o más cuestiones de la 2 a la
6, ya establecieran un índice de sospecha razonable de existencia de maltrato y la persona fuera derivada a
los servicios sociales para futuras evaluaciones.
Cuestionario EASI.
H-S/EAST
(Hwalek-Sengstock Elder Abuse Screening Test; “Hwalek-Sengstock: test de cribaje de malos tratos a
ancianos”.) Hwalek-Sengstock. Neale et al. (1991).
Este cuestionario fue validado en su medio (Estados Unidos) por sus autoras, dos sociólogas americanas. Se
administra directamente a la víctima, o a personas de riesgo, en una entrevista semiestructurada realizada
por personal entrenado. Explora, mediante 15 preguntas, distintas dimensiones del maltrato (físico,
psicológico, económico, negligencia y vulneración de los derechos). Una sola respuesta positiva es sospecha
de maltrato, y tres, riesgo alto de sufrirlo. La respuesta será “sí” o “no”, después de obtener un relato
coherente de por qué se contesta afirmativa o negativamente. Dependiendo de cada pregunta, el maltrato
está asociado a la respuesta “no” (preguntas 1, 6, 12 y 14); a la respuesta “otro” (ítem 4), y a la respuesta
“sí” (resto de ítems). Es evidente que, para su realización, exige una relación de confianza entre la victima y
el entrevistador.
1. ¿Tiene usted a alguien que le haga compañía, que le lleve de compras o al médico?
4. ¿Quién toma decisiones sobre su vida como, por ejemplo, cómo debe usted vivir o dónde debe usted
vivir?
9. ¿Hay alguien en su familia que le obligue a permanecer en cama o le diga que usted está enfermo
aunque siente que no lo está?
CASE
(Cargiver Abuse Screening; “Cribaje de maltrato por parte del cuidador”.) Reis, M. y Nahmiash, D. (1995).
Test breve, de 8 preguntas, dirigido a cuidadores, potenciales maltratadores. Se recomienda como test
inicial y siempre asociado a otras escalas. Puede ser utilizado para discriminar grupos de cuidadores. El
punto de corte esta en ≥4 respuestas positivas, lo que indica riesgo de maltrato. En el cuestionario, donde
pone “víctima”, hay que mencionar el nombre del anciano o de la anciana. Es especialmente útil cuando la
víctima, por deterioro cognitivo, por ejemplo, no puede responder a un cuestionario.
1. ¿A veces tiene problemas para que víctima controle su mal humor o agresividad?
2. ¿A menudo se siente forzado/a a actuar en contra de sus principios o a hacer cosas que cree que no
están bien?
5. ¿A menudo siente que no puede hacer lo que realmente sería necesario o se tendría que hacer por la
persona que cuida?
7. ¿A menudo se siente tan cansado/a y exhausto/a que no puede satisfacer las necesidades de la persona
que cuida?
BASE
(Brief Abuse Screen for the Elderly; “Test breve de cribaje para ancianos”.) Reis, M. y Nahmiash, D. (1993).
Test validado en Estados Unidos. Muy breve, consta de 5 preguntas de criba inicial. Precisa del conocimiento
del contexto y de los implicados para responderlas. Configura la posibilidad de sufrir malos tratos, y se
basa en la opinión del profesional, sin demanda de explicaciones aclaratorias. Es un test pensado para que
los profesionales, con cualquier usuario de sus servicios, se mantengan alerta ante la posibilidad de la
existencia de malos tratos.
Conteste a cada pregunta (según su criterio) sobre las personas mayores de 60 años a las que atiende o
sobre los que ejercen como cuidadores (formales o informales o de cualquier tipo) o personas mayores
que reciban cuidados.
En el caso afirmativo, de 1 ó 2
Valorar:
1: no, en absoluto.
2: duda.
3: posibilidad.
4: probablemente.
5: definitivamente hay.
En caso afirmativo:
Por parte del cuidador (hacer comentarios …). Valorar del 1 al 5, igual que en el caso anterior.
Por parte del que recibe los cuidados (hacer comentarios…). Valorar del 1 al 5, igual que en el caso
anterior.
¿De otras personas? (especificar …). Valorar del 1 al 5, igual que en el caso anterior.
o Físico.
o Psicológico.
o Económico.
o Inmediatamente.
o En 24 horas.
o De 24 a 72 horas.
o En 1 semana.
o En 2 ó más semanas.
AMA
(American Medical Association: Diagnostic and Treatment Guidelines on Elder Abuse and Neglect.) Aravanis,
S.C. et al. (1992).
Es un test parecido al de H-S/EAST, basado en él, pero con sólo 9 preguntas, que se realizan en una
entrevista semiestructurada a la posible víctima. Se recomienda como instrumento de detección inicial en
ancianos competentes que puedan responder a un cuestionario y para ser utilizado por los médicos en su
consulta, en la práctica diaria, aunque se puede extender a otros profesionales que mantengan un trato de
confianza con personas mayores. Una sola respuesta positiva determina el seguimiento del caso.
Percibe las circunstancias injuriosas o preocupantes, y trata de medir la violencia que utilizan los miembros
de una familia para resolver sus desavenencias o conflictos. No es específica para ancianos, sino para
violencia intrafamiliar y relaciones de pareja. No obstante, ha sido ampliamente utilizada en los estudios
sobre violencia familiar y en estudios sobre maltrato a personas mayores con una versión modificada
(Pillemer, 1988). Son 19 ítems que exploran la violencia verbal y física.
Qualcare Scale
“Escala de la calidad en el cuidado”. Phillips, L.R. et al. (1990) y Bravo, G. et al. (1999).
Es una escala que explora la cobertura de las necesidades del anciano por parte del cuidador. Ha de ser
realizada por personas entrenadas y contiene 52 ítems agrupados en 6 categorías como son las siguientes:
Vivienda (ambiental).
Salud (gerencia médica).
Cuidados físicos (físico).
Aspectos psicológicos del cuidado (psicosocial).
Aspectos económicos (financiero).
Respeto a los derechos (derechos humanos).
Todos estos aspectos son descritos de forma específica y detallada, e incluyen qué es preciso observar para
contestar positivamente a la pregunta o, de igual manera, las circunstancias que llevan a contestar
negativamente; es decir, tanto lo que se considera buen cuidado como maltrato. Tiene una duración de 5
horas. Cada respuesta proviene de una observación directa, junto con la opinión de los que intervienen en
el análisis o el juicio de la persona mayor, o de su familia.
Ambiental
La sensibilidad para la seguridad se evidencia en el espacio del residente (p.ej., espacio que camina
sin obstáculos; los medios de convocar ayuda están disponibles, utilizables y comprensibles; camas
con raíles si son necesarios; alarma de humo presente, y puerta suficientemente grande para que
el residente salga del lugar en una emergencia).
No se evidencia ninguna sensibilidad para la seguridad en el espacio del residente (p.ej., el área
que camina está ocupada; las alfombras están flojas, los suelos son deslizantes o desiguales; no
hay medios de convocar ayuda; no hay raíles en la cama si son necesarios; no hay alarma de humo,
y la estrechez de la puerta o de la calzada prohíbe al residente salir en una emergencia).
Físico
El cuidador atiende el aspecto de la piel del residente (p.ej., proporciona atención especial al área
de la piel seca, a los pliegues y a las prominencias huesudas; cuida con esmero los pies y las piernas,
y presta una atención rigurosa y apropiada a las úlceras o las abrasiones).
El cuidador no presta atención al cuidado de la piel del residente (p.ej., no atiende especialmente a
la piel seca, a los pliegues o a las prominencias huesudas; no cuida los pies o las piernas, y no
presta atención a las úlceras o a las abrasiones).
Gerencia médica
Evidenciar que el cuidado urgente o de la emergencia está proporcionado (p.ej., la historia indica el
cuidado inmediato para las emergencias médicas; la historia indica la remisión a los profesionales
de salud para las circunstancias inusuales, tales como reacciones a medicamentos, las de la
enfermedad franca y del catéter obstruido).
Ninguna evidencia de que el cuidado urgente o de la emergencia está proporcionado (p.ej., la
historia indica síntomas serios o inusuales desatendidos).
Psicosocial
Se evidencia la sensibilidad total a la autoestima del residente (p.ej., el residente recibe la atención
completa de los cuidadores durante interacciones; el acercamiento de los cuidadores es positivo,
bueno y agradable; las respuestas verbales y no verbales al residente son apropiadas, y el cuidador
es honesto y directo).
Se ataca la autoestima del residente (p.ej., no proporcionan el residente la atención completa
durante las interacciones; el acercamiento es negativo, cruel o infantilizante; las respuestas verbales
y no verbales al residente son inadecuadas, y el cuidador usa trucos manipuladores para conseguir
conformidad).
Derechos humanos
La privacidad del residente se protege (p.ej., el residente tiene tanta facilidad al acceso a la
privacidad como otros; tiene acceso privado al correo; el espacio personal de los residentes tiene
puerta que cierra; se evita la exposición del residente en las discusiones, y tiene el mismo acceso
al teléfono y a la privacidad de la socialización que otros).
La preferencia del residente por la privacidad se viola (p.ej., el residente no tiene el mismo acceso
a la privacidad que otros; no tiene ningún acceso privado al correo; lo exponen innecesariamente
durante discusiones; la información privada sobre el residente se comparte sin su permiso, y tiene
menos acceso al teléfono y a la privacidad de la socialización que otros).
Financiero
Evidenciar que las pertenencias y los recursos de los residentes están utilizados o manejados como
el residente prefiere (p.ej., constatar que las decisiones sobre las finanzas de los residentes están
tomadas con indicación del residente y que las posesiones se cuidan de la manera que el residente
quiere).
Evidenciar que las pertenencias y los recursos de los residentes están utilizados inadecuadamente
o manejados sin el conocimiento o el consentimiento del residente (p.ej., constancia de que el
control de los recursos financieros del residente se ha usurpado; uso inadecuado de los recursos
del residente; historia de posesiones o de recursos que desaparecen, y evidenciar que las
posesiones del residente están cuidadas de una manera que él considera inadecuada).
Reflexione sobre cuáles son los distintos criterios de utilización de las distintas herramientas que pueden
ser usadas por un profesional para detectar malos tratos a personas mayores.
Es el único instrumento útil en aquellos casos en los que las personas mayores no puedan responder a una
entrevista y cuando ésta no pueda ser realizada al causante del maltrato.
Los factores de riesgo indican la probabilidad de un caso de maltrato, es decir, que su presencia favorece
que ocurra. Esto no significa que todas las personas que presenten algún factor de riesgo vayan a ser
maltratadas, pero el riesgo aumenta a medida que éstos se acumulan.
El tabaco es un factor de riesgo que favorece el cáncer de pulmón y, aunque hay fumadores que no tienen
cáncer de pulmón, el 90% de cánceres de pulmón se da en fumadores que llevan años fumando.
Hay factores de riesgo más importantes que se han demostrado muy relacionados con la aparición de
maltrato, como las enfermedades mentales del cuidador o la enfermedad de Alzheimer de la víctima,
conjuntamente con aislamiento social y falta de ayudas. Otros factores de riesgo pueden ser menos
importantes –o tal vez su importancia no ha sido probada– como, por ejemplo, el caso de la dependencia
física de la víctima.
El maltrato es el resultado de una interacción compleja entre factores individuales, relacionales, culturales
y ambientales.
Mujeres.
Mayores de 74 años.
Con dependencia física o mental.
Deterioro cognitivo, demencia (con trastornos de conducta, agresividad, etc.).
A su vez, existen indicadores más determinantes y graves que otros, algunos son fáciles de detectar, y otros
requieren un profundo conocimiento del caso; en general, hacen operativas las definiciones a través de
variables susceptibles de ser observadas. Pueden solaparse y estar asociados a distintos tipos de maltrato.
Para su clasificación, en el listado, cada indicador se representa en su área de observación, en el área en la
que se expresan (física, psicológica…), aunque no significa que sean específicos de un maltrato en esa área.
Es imprescindible contextualizar los indicadores de forma que se obtenga información sobre cómo se ha
producido, desde cuándo, quién está implicado y las circunstancias o el entorno donde se produce.
Conocer de qué forma se ha producido este indicador puede ser más determinante que el propio indicador,
puesto que la explotación, el engaño, el uso indebido de autoridad o la coacción pueden hacer que el
anciano sea incapaz de tomar sus propias decisiones, o enmascarar el maltrato y, además, como se ha dicho
antes, muchos de ellos no son específicos de maltrato.
Indicadores generales
– Cambios continuos de médico y/o domicilio. Visitas reiteradas a urgencias. Servicios sociales
sin una demanda clara.
– Ulceras no curadas.
– Demandas incoherentes de medicamentos, tanto por exceso como por no administrar los
prescritos.
Indicadores sexuales
– Ansiedad y depresión.
– Intentos de suicido.
– Interés inusitado para ayudar a un anciano cuando tiene que manejar cantidades
considerables de dinero.
– Malgastar los recursos del anciano o no emplearlos de forma correcta para sus necesidades.
Indicadores de negligencia
– Alimentación inadecuada.
Indicadores de abandono
– Dejar desamparada a una persona mayor en un hospital o centro sanitario, cualquier otro
espacio público o en el propio domicilio.
Sabías que...
Recordamos que los factores de riesgo han sido expuestos en el tema 1 y los indicadores, según los tipos
de maltrato, en el tema 2; pero aquí están listados de forma sistematizada, para facilitar su uso y no olvidar
ninguno de ellos, a fin de que no quede ningún indicador importante por explorar.
IOA
(Validation of the Indicators of Abuse (IOA) Screen; “Indicadores para el cribaje de abuso”.) Reis, M.;
Nahmiash, D. (1998).
EAI
Evaluación general
– Vestimenta
– Higiene
– Nutrición
– Integridad cutánea
Evaluación de negligencia
– Rasguños
– Contracturas
– Decúbito
– Deshidratación
– Diarrea
– Impactos
– Laceraciones
– Malnutrición
– Excoriaciones por orina
– Administración de medicamentos
– Deambulación
– Continencia
– Alimentación
– Mantenimiento de higiene
– Manejo de finanzas
– Soporte familiar
Evaluación social
– Situación financiera
– Interacción familiar
– Sistemas de soporte
Evaluación médica
– Medicinas duplicadas
Evaluación resumen
– Evidencia de negligencia
¿Quiénes son los responsables de evaluar los mejores indicadores y los factores de riesgo de maltrato a
ancianos? ¿cómo deben realizarlo?
Los dos primeros cuestionarios necesitan una persona entrenada, que conozca la técnica de la entrevista y
tenga nociones de comunicación. Los indicadores precisan ser analizados según requerimientos previos,
como conocer la casa, las cuentas bancarias o el patrimonio del investigado, así como revisar análisis de
sangre o datos médicos, y lo mismo pasa con los factores de riesgo.
Es evidente que cada instrumento requiere unas condiciones, de aplicación e idoneidad, que están
determinadas por la posibilidad de responder a una entrevista y de disponer de los circuitos y recursos para
explorar un indicador.
Reflexione y describa los posibles problemas de confidencialidad de los datos. ¿Cómo puede pasarse
información entre servicios?
Idea Clave
El nieto se muestra esquivo, con un comportamiento extraño. En la escala de Zarit obtiene una puntuación
de 73. Refiere trabajar en casa como informático y no tener un trabajo regular. Maneja las finanzas del
anciano y no tienen más familia cercana. El nieto dice que ellos están bien así.
¿Consideras esta situación como posible maltrato? En caso afirmativo, ¿sería grave o severa?
¿Crees que, en ocasiones, la persona causante del maltrato también es una víctima?
¿Hace esto más comprensible lo que está sucediendo? ¿Excusa o justifica eso el maltrato?
En la evaluación e intervención, ¿es imprescindible abordar a ambos, víctima y perpetrador?
¿Y si no es posible abordar a la persona causante del maltrato?
¿Crees que, para evaluar, es preciso consultar con varios profesionales? ¿Con quién se puede
contactar?
La evaluación de una situación de malos tratos integra el conocimiento de todos los posibles actores que
intervienen en mayor o menor grado en el proceso, tanto para poder evaluarlo como para hacer un
pronóstico o proceder a una estrategia de intervención. Esta evaluación es multidimensional y
multidisciplinaria, ya que requiere de la participación de profesionales que provienen de distintas
disciplinas, debido a la existencia de un amplio rango de posibilidades bajo las cuales suceden los malos
tratos.
Cuando se detecta una posible situación de maltrato, se inicia la evaluación de la víctima y del causante del
maltrato. Además, se debe tener en cuenta a las personas que configuran el entorno inmediato de la víctima.
Todo ello a fin de valorar el grado de severidad y, por lo tanto, la urgencia en la intervención.
En ocasiones, se realiza de forma paralela la detección y la evaluación, sobre todo en los casos donde hay
urgencia social o médica y es preciso acelerar la toma de decisiones.
La evaluación inicial es imprescindible para organizar un plan de requerimientos de servicios a los que es
preciso consultar, a fin de obtener la información que permita hacer una evaluación integral, integrada y
continuada. Se recomienda estratificar la evaluación en tres grandes apartados, a modo de algoritmo que
simplifique y facilite la toma de decisiones a la hora de intervenir:
Para seguir los pasos marcados en el algoritmo, es necesario que los profesionales evalúen la situación y,
para ello, deben estar preparados y tener las habilidades que se requieren para enfrentarse al trabajo de
peritar y tratar los malos tratos.
Esta evaluación acabará determinando cuáles son los recursos que se deben poner en marcha para actuar,
es decir, para intervenir.
Con frecuencia, el físico va acompañado del psicológico y, también, de la vulneración de los derechos. La
negligencia asimismo comporta vulneración de los derechos, en muchos casos.
Sin embargo, el grado de severidad del maltrato según la presentación debe considerarse desde todos los
diferentes aspectos.
La valoración del grado de severidad es lo que determina la urgencia. Se consideran severos los casos en
los que exista un peligro vital, o que puedan dejar graves secuelas irreversibles, es decir, cuando la
seguridad personal del anciano esté comprometida, ya sea por situaciones de agresión directa o por
situaciones de desamparo. También se consideran urgentes las situaciones en las que puedan correr peligro
terceras personas, como, por ejemplo, por dejar el gas abierto o por el mal estado de la vivienda. Estos
casos precisan de asistencia inmediata. Cualquier situación en la que las secuelas puedan ser permanentes
se catalogará de severa.
La descripción detallada del caso incluye evaluar las personas implicadas y las circunstancias que lo rodean.
Reflexione sobre las situaciones que hacen que un maltrato sea severo y si ello depende de la tipología del
maltrato.
Idea Clave
En primer lugar, se valorará la severidad del maltrato, definida como la gravedad, teniendo en cuenta el
tipo, la reiteración y la progresión del mismo, así como sus consecuencias.
El ideal sería que los centros residenciales fueran una continuación del hogar.
Para valorar los malos tratos que se dan en centros geriátricos residenciales o sociosanitarios, hay que
evaluar los siguientes parámetros:
o Datos personales.
o Una valoración de las discapacidades cuando sea procedente (actividades de la vida diaria o instrumental, estado
cognitivo, etc.).
Este informe tiene como objetivo garantizar la idoneidad del centro para el tipo de necesidades que presenta
la persona mayor, y forma parte del expediente asistencial. En él se realiza el seguimiento y supervisión de
las actuaciones posteriores. Este expediente debe estar a disposición de los servicios de inspección de los
departamentos autonómicos (en el caso de Cataluña), de la Consejería de Bienestar y Familia, así como de
los Departamentos de Sanidad y Seguridad Social.
El responsable del centro debe responder de la atención higiénica sanitaria y, además, debe implementar
en su centro una serie de protocolos de actuación y de salud, de forma que se garantice una atención
correcta:
Hay que hacer hincapié en el hecho de que las instituciones residenciales acogen, junto con personas
ancianas, a enfermos mentales, muchos de los cuales no llegan a la edad de 65 años.
Es una manera de trasvasar el problema de una institución a otra, sin que nadie haya protestado por ello,
aunque es inadecuado y contraproducente contemplar los centros residenciales como lugares donde es
posible “aparcar” problemas de cualquier índole.
Sabías que...
La responsabilidad de inspeccionar los centros residenciales, tanto públicos como privados y concertados,
recae sobre los gobiernos autonómicos que, a través de los Servicios Sociales, disponen de un servicio
específico para realizar tal inspección, y es donde se pueden denunciar los casos de incumplimiento de la
normativa vigente.
Para ello, se recomienda conocer y manejar al menos las escalas más importantes y de uso más extendido,
como son las expuestas a lo largo de este tema.
Algunas de estas exploraciones pueden ser realizadas por cualquier profesional entrenado y, en el caso de
encontrar alguna alteración, se consulta a quien corresponda. Otras valoraciones, como la historia clínica,
sólo las realizan sanitarios, médicos y enfermeras.
o AVD básicas(imprescindibles para la vida): la escala más usada para valorar las AVD básicas es el Índice de
Barthel, por lo que recomendamos su familiarización con éste, ya que, igual o modificado, es el que se utiliza
en los servicios sanitarios y sociales para establecer e l grado de dependencia. Asimismo, se puede usar la Escala
de Katz.
o AVD instrumentales (más complejas): valoran la capacidad de realizar acciones cotidianas que permiten vivir en
la comunidad y relacionarse con los demás; se suelen medir mediante la Escala de Lawton y Brody.
En la escala de Lawton y Brody, ¿por qué cree usted que hay aspectos para los que no se entrevista a los
hombres?
Comida
Necesita ayuda para cortar la carne, extender la mantequilla, etc., pero es capaz de
5
comer solo.
Lavado (baño)
Independiente. Capaz de lavarse entero, de entrar y salir del baño sin ayuda y de
5
hacerlo sin que una persona supervise.
Vestido
Necesita ayuda. Realiza sin ayuda más de la mitad de estas tareas en un tiempo
5
razonable.
Arreglo
Independiente. Realiza todas las actividades personales sin ninguna ayuda; los
5
complementos necesarios pueden ser proporcionados por alguna persona.
Deposición
Accidente ocasional. Menos de una vez por semana, o necesita ayuda para colocar
5
enemas o supositorios.
Ir al retrete
Independiente. Entra y sale solo y no necesita ninguna ayuda por parte de otra
10
persona.
Necesita ayuda. Capaz de manejarse con una pequeña ayuda; es capaz de usar el
5
cuarto de baño. Puede limpiarse solo.
Independiente. No requiere ayuda para sentarse o levantarse de una silla ni para entrar
15
o salir de la cama.
Deambulación
Necesita ayuda. Necesita supervisión o una pequeña ayuda física por parte de otra
10
persona o utiliza andador.
La incapacidad funcional se
valora como: * Severa: < 45 puntos. * Moderada: 60 -80 p.
Puntuación total:
* Grave: 45 -59 p. * Ligera: 80 -100 p.
Términos empleados:
Independiente: sin supervisión, dirección o ayuda personal activa, con las excepciones que se listan
a continuación. Un paciente que se niega a hacer una función se considera incapaz de hacerla.
Bañarse: aunque necesite ayuda para lavarse una sola parte (espalda o extremidad incapacitada).
Vestirse: coge la ropa de los cajones, se la pone y se abrocha cremalleras (el nudo de zapatos no
cuenta).
Uso del retrete: llega solo, entra y sale de él, se arregla la ropa y se limpia (puede usar orinal de
noche).
Movilidad: entra y sale solo de la cama, se sienta y levanta sin ayuda (con o sin soportes mecánicos).
Continencia: control completo de la micción y defecación.
Alimentación: lleva la comida del plato u otro recipiente a la boca (se excluye cortar la carne o untar
mantequilla en el pan).
Usar el teléfono
Ir de compras
1 Prepara, calienta y sirve las comidas, pero no sigue una dieta adecuada
3 Realiza tareas ligeras, como lavar los platos o hacer las camas
0 No viaja
Realiza las compras de cada día, pero necesita ayuda en las grandes compras,
1
bancos...
Puntuación Total:
Test de Barber:
1. ¿Vive solo?
2. ¿Se encuentra sin nadie a quien acudir si necesita ayuda?
3. ¿Hay más de dos días a la semana que no come caliente?
4. ¿Necesita de alguien que le ayude a menudo?
5. ¿Le impide su salud salir a la calle?
6. ¿Tiene con frecuencia problemas de salud que le impiden valerse por sí mismo?
7. ¿Tiene dificultades con la vista para realizar sus labores habituales?
8. ¿Le resulta difícil conversar porque oye mal?
9. ¿Ha estado ingresado en el hospital el último año?
Conocer la competencia de la víctima de malos tratos y delimitar su capacidad de decidir libremente en las
cuestiones, especialmente las que tengan relación con el maltrato, es el segundo paso en el algoritmo de
evaluación e intervención.
Hay que tener en cuenta que la función cognitiva es el resultado global de distintas áreas intelectuales que
pueden estar afectadas en diferentes intensidades y que comprenden:
El pensamiento abstracto.
La capacidad de juicio.
El lenguaje.
El reconocimiento de los objetos, etc.
Los estados de demencia avanzados son los que más incapacitan a las personas mayores.
El estado cognitivo se evalúa en unidades especializadas, dirigidas por neurólogos, pero generalmente las
escalas pueden ser administradas por personal médico o psicólogos. Entre los distintos instrumentos,
destacamos el Test Mental de Pfeiffer (SPMSQ) y el Mini-Examen Cognoscitivo de Lobo (MEC).
INTERPRETACIÓN:
Continencia normal.
Incontinencia ocasional.
Grado 4: Deambula con mucha dificultad, ayudado, al menos, por dos personas.
Incontinencia habitual.
Incontinencia ocasional.
Incontinencia frecuente.
Desorientación completa.
Incontinencia habitual.
Demencia avanzada.
Incontinencia total.
También hay escalas que valoran la progresión o gravedad evolutiva del deterioro cognitivo, como la Clinical
Dementia Rating (CDR) . En esta escala, la afectación del área "memoria" tiene primacía para determinar el
estadio general. Si al menos otras tres áreas son calificadas con la misma puntuación que la memoria, el
grado de afectación de ésta es el que define el estadio general. Sin embargo, si tres o más categorías se
gradúan por encima o por debajo de la calificación de la memoria, entonces predomina la puntuación de
aquéllas.
Algunas dificultades
con relaciones
temporales; Habitualmente,
orientados por lugar desorientación Orientación
Completamente Completamente
Orientación y persona durante la temporal; a sólo respecto a
orientado. orientado
prueba, pero puede menudo, de personas.
haber lugar.
desorientación
geográfica.
Manejo de
Resuelve bien problemas
Sólo deterioro Dificultad moderada
problemas gravemente
dudoso en la para manejar Incapaz de
Juicio y cotidianos; deteriorado.
resolución de problemas intentar juicios
resolución de juicio bueno en Similitudes/
problemas. complejos; el juicio o resolver
problemas relación al diferencias. El
Similitudes/ social suele problemas.
rendimiento juicio social
diferencias. mantenerse.
pasado. suele estar
deteriorado.
Función
independiente Incapaz de
en nivel funcionar Ninguna
Ninguna
habitual de Deterioro independientemente pretensión de
pretensión de
trabajo, dudoso o leve, si en estas actividades, funcionamient
funcionamiento
Vida social compras, es que existe, en aunque todavía o
independiente
negocios y estas puede realizar independiente
fuera del
asuntos actividades. algunas; puede fuera del
hogar.
financieros, aparecer normal en hogar.
grupos sociales contacto casual.
y voluntarios.
Necesita Requiere
Totalmente Totalmente asistencia para mucha ayuda
Necesita
Cuidado capaz de capaz de vestirse, para el cuidado
estimulación
personal cuidarse de sí cuidarse de sí lavarse y cuidar personal; a
ocasional.
mismo. mismo. de sus efectos menudo
personales. incontinente.
Defecto cognitivo Se corresponde con No suele haber defectos en las áreas siguientes:
moderado una demencia en
estadio leve. 1. Orientación en tiempo y persona.
2. Reconocimiento de personas y caras familiares.
3. Capacidad de desplazarse a lugares familiares.
En esta fase se valoran la demencia y las pérdidas o deterioro de la memoria, así como los trastornos de
conducta o comportamiento, confusión y delirio. Es imprescindible su evaluación, puesto que se explora la
competencia respecto a la capacidad de decidir y discernir.
Evidentemente, pueden existir problemas muy complejos que debe diagnosticar y tratar un especialista en
psiquiatría o psicología; sin embargo, algunas de estas escalas, aunque en general son administradas por
personal médico o psicólogos, son accesibles y de fácil uso para otros profesionales.
Tal es el caso de la Escala de Yesavage, de la que también hay una versión abreviada, y que puede ser usada
por cualquier persona entrenada. Sirve para detectar desánimo o depresión en primera instancia, siempre
que quede pendiente de revisión y confirmación por un profesional sanitario. Está especialmente indicada
en personas mayores.
1 punto si
Ítem Pregunta
responde:
1 punto si responde:
5 ¿Se encuentra alegre y optimista, con buen ánimo, la mayor parte del tiempo? NO
6 ¿Teme que le vaya a pasar algo malo? SÍ
10 ¿Le da la impresión de que tiene más trastornos de memoria que los demás? SÍ
Puntuación Total:
¿Cree que los ítems seleccionados en la escala abreviada pueden proporcionar la información necesaria? ¿O
piensa que sería más efectivo aplicar la escala completa en todos los casos?
Otro instrumento de valoración es la Escala de Goldberg. Es una escala de detección de ansiedad y depresión
muy usada, pero no es específica para personas mayores.
SUBESCALA DE ANSIEDAD
SUBESCALA DE DEPRESIÓN
1. ¿Se ha sentido con poca energía?
2. ¿Ha perdido el interés por las cosas?
3. ¿Ha perdido la confianza en sí mismo?
4. ¿Se ha sentido desesperanzado?
(Si hay respuestas afirmativas a cualquiera de las preguntas anteriores, se debe continuar
preguntando.)
CRITERIOS DE VALORACIÓN
También se pueden tener en cuenta las enfermedades psiquiátricas diagnosticadas según DSM-IV y CIE-10,
cuya competencia queda en manos de los psiquiatras, psicólogos y médicos.
La valoración del estado emocional es muy importante, dado que, por un lado, la depresión favorece la
vulnerabilidad del anciano y puede actuar como un factor de desprotección ante el maltrato y, por otro,
también puede ser una consecuencia del maltrato (ancianos emocionalmente vulnerables debido a que son
maltratados).
La Escala de Yesavage es una de las más usadas por los servicios de sanitarios como técnica de cribaje, por
lo que recomendamos su conocimiento.
Gran parte de las personas de edad avanzada en situación de dependencia es atendida por la familia. Y es
ésta la que se encarga de contratar ayudas formales y/o de ejercer como cuidadora de manera informal.
Un bajo porcentaje de mayores, que no llega al 5%, es atendido en centros residenciales o de día, la mayoría,
privados. Las ayudas a domicilio por parte del Estado llegan al 4,7% de las personas mayores no
institucionalizadas (Universidad Pompeu Fabra, 2000).
Existen distintos instrumentos para valorar el entorno que aprecian las circunstancias de relación,
económicas etc., incluso algunos valoran el grado de satisfacción de la vida de la persona mayor. Entre ellos,
destaca la Escala de Valoración Sociofamiliar de Gijón por ser uno de los más usados.
A. SITUACIÓN FAMILIAR
B. SITUACIÓN ECONÓMICA
2 Desde 1,5 veces el salario mínimo hasta el salario mínimo exclusive (460-552€) 2
4 LISMI-FAS-Pensión no contributiva 4
C. VIVIENDA
1 Adecuada a necesidades 1
Humedades, mala higiene, equipamiento inadecuado (sin baño completo, agua caliente,
3 3
calefacción)
D. RELACIONES SOCIALES
1 Relaciones sociales 1
3 No tiene apoyo 3
Puntuación total:
Además, se dispone de las siguientes herramientas para evaluar el entorno y calidad de vida:
Puntuación:
¿Cómo influye el entorno sociofamiliar en la aparición del maltrato? ¿Es tan importante como los otros
factores, más o menos?
Sabías que...
Las tendencias auguran una reducción en la oferta de cuidadores informales que afectará a la sociedad
española en las próximas décadas, aumentando la demanda sobre los servicios públicos y privados.
Se debe evaluar si se trata de una decisión premeditada y hay una actitud activa, con la intención de
maltratar, o si, por el contrario, se trata de una omisión, dejando de hacer lo que le corresponde, sobre todo
si es de forma inconsciente.
El grado de voluntariedad y participación tiene repercusiones legales y repercusiones sobre el abordaje del
caso.
Aunque la involuntariedad puede ser un atenuante legal, es necesario remarcar que ésta, la inconsciencia
o la omisión pueden llevar a situaciones graves de maltrato por sus consecuencias, del mismo modo que
las voluntarias y premeditadas. Como ejemplo puede exponerse la mala administración de los fármacos
(insulinas, anticoagulantes, etc.), que puede resultar grave o incluso mortal. Por lo tanto, no hay que
presuponer que la inconsciencia de estar maltratando no pueda llevar a situaciones de deterioro grave de
la vida de un anciano.
Es obvio que la intencionalidad en una persona causante de maltrato, que actúa con plena conciencia, puede
dificultar mucho la detección y la intervención de terceras personas.
Por otro lado, en algunas ocasiones, se desarrolla la disyuntiva de saber si el maltratador o maltratadora es
un enfermo o un delincuente.
Entre los causantes de maltrato pueden encontrarse personas con un claro problema psiquiátrico, que no
saben hasta dónde llegan sus acciones y que, en cuadros delirantes alucinatorios, pueden agredir a sus
familiares. En otros casos, no está tan claro si el agresor es o no consciente o responsable de sus actos,
como ocurre con los trastornos de personalidad, donde el maltratador/a es consciente de que está causando
un maltrato y lo hace a sangre fría y sin remordimientos –de forma premeditada–, porque es incapaz de
respetar las normas sociales. Pueden ser egocéntricos y narcisistas, y perseguir una finalidad (en algunas
jurisdicciones de Estados Unidos, esta circunstancia actúa de atenuante y, en otras, de agravante, de forma
que los corredores de la muerte están llenos de los llamados trastornos antisociales de personalidad).
También, y son mayoría entre los maltratadores, hay personas “normales”, de carácter controlador o
colérico.
Idea Clave
Hay que determinar la voluntariedad, si la persona que causa el maltrato lo hace de forma voluntaria y
consciente o si, por el contrario, no es consciente de su conducta ni de que está causando un maltrato.
La función de cuidar fue y sigue siendo asumida mayoritariamente por las mujeres de la familia; es una
tarea poco considerada e infravalorada socialmente, además de escasamente retribuida, que exige
dedicación y renuncia a aspiraciones, en muchos casos, laborales, o a tiempo de ocio, o incluso a las
relaciones personales (renuncia a la vida privada). Es una situación en la que el aislamiento y, en ocasiones,
la hostilidad del anciano cuidado y su falta de agradecimiento acaba en depresión, desesperanza o maltrato
hacia la persona cuidada.
Aunque cada vez se contratan más servicios y el cuidado se profesionaliza, a un cuidador se le sigue
pagando poco y no se le exige preparación, e incluso dentro de las instituciones persiste esta dinámica.
Para ello se requiere un conocimiento que debe proporcionarse a todos los que, de manera formal o
informal, se dedican a cuidar a personas mayores.
La sobrecarga del cuidador se ha revelado como un factor importante tanto en la utilización de servicios de
larga estancia como en la calidad de vida de los cuidadores.
Se debe evitar el aislamiento y la soledad de los cuidadores mediante una relación abierta con el médico,
psicólogo, enfermera, trabajador social y asociaciones, reconociendo su labor y evitando situaciones de
sobrecarga. La sociedad y las instituciones tienen que velar por el bienestar del cuidador durante los años
de cuidados.
Existen instrumentos para evaluar la sobrecarga del cuidador o cuándo aparece el agotamiento y
claudicación en la persona que está ejerciendo ese papel. Uno de ellos es la Escala de Zarit. Consideramos
útil conocerla por ser la más extendida.
1 ¿Siente que su familiar solicita más ayuda de la que realmente necesita?
¿Siente que, debido al tiempo que dedica a su familiar, ya no dispone de tiempo suficiente
2
para usted?
¿Se siente tenso cuando tiene que cuidar a su familiar y atender, además, otras
3
responsabilidades?
¿Cree que la situación actual afecta de manera negativa a su relación con amigos y otros
5
miembros de su familia?
¿Cree que sus relaciones sociales se han visto afectadas por tener que cuidar de su
11
familiar?
¿Cree que su familiar espera que usted le cuide, como si fuera la única persona con la que
13
puede contar?
¿Cree que no dispone de dinero suficiente para cuidar a su familiar además de sus otros
14
gastos?
15 ¿Siente que será incapaz de cuidar a su familiar por mucho más tiempo?
¿Siente que ha perdido el control sobre su vida desde que la enfermedad de su familiar se
16
manifestó?
21 En general, ¿se siente muy sobrecargado por tener que cuidar de su familiar?
Se valora cada ítem según el siguiente baremo: Nunca: 0 ; Casi nunca: 1; A veces: 2; Bastantes veces: 3;
Casi siempre: 4.
¿Cuáles de las siguientes situaciones son aplicables a usted como cuidador de ese
Sí No
paciente? Responda Sí/No.
Esto es muy incómodo (p.ej., porque ayudar al paciente me toma demasiado tiempo,
o porque he de acudir desde muy lejos).
Esto me somete a tensión física (p.ej., a causa de tener que levantarme de la silla
una y otra vez; se requiere esfuerzo o concentración).
Hemos tenido que realizar reajustes en la familia (p.ej., porque ayudar al enfermo
ha roto la rutina; no hay intimidad).
He tenido que realizar cambios en mis planes personales (p.ej., he tenido que
renunciar a un empleo o no he podido irme de vacaciones).
Tengo que atender otras necesidades al mismo tiempo (p.ej., de otros miembros de
la familia).
Es muy desagradable ver que el paciente ha cambiado tanto con respecto a como
era antes (p.ej., su personalidad ha cambiado).
He tenido que realizar reajustes en el trabajo (p.ej., a causa de tener que dedicar
más tiempo al paciente).
Puntuación total:
Resultado: Contabilizar las respuestas afirmativas. Cualquiera de ellas puede indicar
la necesidad de intervenir en ese área. Una puntuación igual o superior a 7 indica
un alto grado de estrés.
Idea Clave
La carga o sobrecarga del cuidador es un concepto clave en el análisis de las repercusiones del cuidado de
las personas mayores sobre la familia.
Si el causante del maltrato es el que hace inaccesible el problema, lo niega, o no reconoce sufrir trastornos,
aunque los tenga, puede dificultar la evaluación y la intervención.
Aunque siempre hay que regirse por la voluntad de la víctima, en ocasiones, la opinión y actitud del causante
del maltrato condiciona la de la víctima, que, a veces, presenta una alta dependencia emocional hacia el
perpetrador y se cierra a cualquier intervención.
También puede resultar difícil tratar sólo a una de las personas que comparten el mismo escenario, aunque
a veces es la única opción.
Ante casos graves, de acceso imposible, y con la implicación de una víctima presuntamente incapaz, hay
que recurrir a los juzgados, informando o denunciando.
Hay que tener en cuenta que, para denunciar, no basta con una sospecha de maltrato, sino que se necesitan
pruebas y/o testigos y, además, contar con que la víctima consienta y afirme el maltrato; la excepción está
en los casos graves de maltrato a un incapaz, en los que es obligatorio denunciar.
Piense en situaciones en las que se niegue el acceso o no haya colaboración. ¿En cuáles es posible actuar?
¿Es posible intervenir sin acceso o colaboración de la víctima y/o del maltratador?
Idea Clave
En aquellos casos en los que se permita el acceso de forma fácil, puede desarrollarse una intervención
planificada.
Los casos menos severos pueden considerarse de mejor pronóstico, pues las soluciones permiten una
planificación.
El último aspecto que se debe considerar en la evaluación y como factor pronóstico son los recursos
personales de los implicados, ya sea en términos económicos o de disponibilidad familiar. Esto afecta a los
recursos sociales disponibles que se requieran y a las disposiciones para acceder a ellos, como pueden ser
el hecho de cumplir criterios para obtener un servicio, o las listas de espera y las coordinaciones eficientes
entre los distintos servicios que deben intervenir, sean sociales, sanitarios o jurídicos.
El funcionamiento y la disponibilidad de los recursos que necesitamos se tienen que concretar antes de
intervenir, teniendo en cuenta la rapidez de aplicación, la adecuación al problema, la coordinación entre
servicios, etc.
Las relaciones entre víctima, maltratador y entorno son procesos dinámicos y cambiantes con el paso del
tiempo, ya que pueden producirse acontecimientos que modifiquen el escenario tanto en un sentido como
en otro. Por lo tanto, las valoraciones deben ser sistematizadas de forma que se detecten los cambios, si
los hay: hasta el cierre del caso se hará un seguimiento permanente.
Velar para que la intervención sea lo menos traumática y perturbadora posible, con el objetivo final
de la protección a la víctima.
Velar para que el derecho que tiene la persona mayor a decidir por sí misma sea respetado, siempre
en la medida de lo posible.
Obtener la contribución de todas las partes involucradas en el seno de la organización, del servicio
o del establecimiento, para obtener su apoyo en la ejecución de las medidas por aplicar.
Coordinar la intervención con los profesionales que participan en ella, para que se actúe de forma
coherente a todos los niveles.
Tener en cuenta los aspectos morales, jurídicos y administrativos que influyen en el proceso de
intervención.
Determinar las actuaciones y las actividades que conlleva cada situación.
Documentar todo el proceso.
Asegurar el seguimiento y formular un proceso de evaluación de los resultados de la intervención.
Los objetivos de cualquier intervención son acabar con los malos tratos y prevenir sus consecuencias, al
tiempo que se preservan los derechos y los intereses de la persona mayor y sus relaciones personales.
Conceptualizar las decisiones siguiendo un modelo hacia la comprensión o un modelo punitivo, establecer
un árbol de decisión y determinar las estrategias que generarán unas actividades es un trabajo
multidisciplinar que se debe consensuar entre todos los profesionales implicados y, siempre que sea
posible, con las víctimas y causantes del maltrato.
En primer lugar, todas las intervenciones exigen unos objetivos principales que se centran básicamente en:
A partir de éstos se generan unas estrategias de actuación hacia unos objetivos mucho más específicos que
se determinarán para cada problema; para plantearlos, hay que tener en cuenta unos principios básicos que
engloban:
Aspectos éticos que rigen el comportamiento de los profesionales y que son los de la bioética:
o Principio de autonomía: la obligación de respetar la libertad de cada persona para decidir por sí misma y sobre
sí misma.
o Principio de beneficencia: la obligación de hacer con otro aquello que cada uno entiende como bueno para sí
mismo.
Reflexione e intente planificar una estrategia para que una persona mayor con deterioro cognitivo
permanezca en su domicilio.
Este modelo incluye la obligatoriedad por parte de todos los profesionales de denunciar abusos,
abandono o explotación realizados a personas mayores cuando se disponga de una sospecha
fundada, y se extiende a cualquier persona que sea testigo de éstos. Este modelo se aplica, de forma
controvertida, en 44 estados de EEUU (Wisconsin, Oregón, Kentucky, Texas, Iowa, etc.).
Su eficacia respecto a los resultados y la prevención de los malos tratos ha sido muy polémica. Es
así, porque los profesionales son reticentes a denunciar, porque esta medida pone en peligro la
autonomía y la capacidad de decisión de la víctima, por la necesidad de mantener el secreto
profesional y la relación de confianza y confidencialidad y, además, porque crea una demanda de
servicios jurídicos y sociales a la comunidad que, en muchas ocasiones, ésta no puede satisfacer,
acumulándose los procedimientos sin resolución o sin un seguimiento del cumplimiento de las
sentencias.
Este modelo proporciona una seguridad respecto al cumplimiento de las decisiones que se toman
respaldadas por sentencias, y es interesante en los casos donde hay un peligro eminente para la
víctima.
Evidentemente, no existe ninguna justificación para los malos tratos, ni se justifica con este modelo
en que el abordaje se plantea sin culpabilizar a los implicados y sin hacer juicios de valor, dado que
las intervenciones están dirigidas a cubrir las necesidades de las víctimas así como las de los
abusadores, y en el que se trabaja intentando trasformar las causas y factores que precipitan la
situación de maltrato.
Preservar a la víctima, pero, también, mejorar las condiciones del cuidador o del causante del
maltrato es lo que se pretende en la medida de lo posible.
Este modelo deja de ser interesante cuando hay una inaccesibilidad completa de los equipos de
intervención para el abordaje del maltrato y en situaciones en las que es necesaria la imposición de
unas condiciones determinadas para evitar el maltrato. En estos casos, hay que explorar de dónde
procede la resistencia a la intervención y sus causas (miedo, pesimismo) y ayudar a las propias
personas a explorarlas, mostrando una actitud comprensiva al mismo tiempo que confrontándolas.
¿Cuál de los dos modelos es mejor? ¿Cómo y cuándo se debe escoger cada uno? ¿Por qué?
Recopilar una información exhaustiva de las implicaciones de los malos tratos sobre los aspectos legales,
económicos, sociales y sanitarios tanto de salud física como mental puede servir a otros profesionales y a
la sociedad en general. Y, como en el caso de las personas mayores, es reconocido que los servicios están
más limitados para obtener sus propias respuestas, sirve para apoyar su actuación en dichos casos,
recomendar y asesorar.
Otra razón para defender la existencia de equipos acreditados es que son útiles para cambiar el concepto
social de que, en general, “no se puede hacer nada”.
La razón es que “no se sabe adónde acudir”; normalmente no se recurre a la justicia, y las estructuras
actuales no han facilitado puntos de referencia donde asesorarse. El hecho de conocer la existencia de
equipos que trabajan este tema los sitúa como puntos de referencia y llena este vacío.
Las ventajas de disponer de equipos especializados en malos tratos a ancianos son las siguientes:
Los equipos acreditados para el abordaje y la intervención en los casos de maltrato deben componerse de
profesionales de distintas disciplinas y, al menos, estar constituidos por:
Trabajadores sociales.
Médicos.
Psicólogos.
Abogados.
¿La familia es responsable del cuidado de sus mayores o lo es el estado? Argumentar la respuesta.
Sabías que...
La mayoría de las personas mayores víctimas de violencia han tenido contacto con servicios sanitarios, o los
vecinos conocían el problema, pero nadie ha actuado.
Hay que tener en cuenta que cada Comunidad Autónoma tiene competencias exclusivas sobre esta materia
y, por tanto, los servicios pueden variar de una a otra. Como ejemplo, se describe a continuación el caso de
la red catalana.
Cataluña recibió los traspasos de competencias exclusivas de servicios sociales desde el Estado en los años
80. El Sistema Catalán de Servicios Sociales (SCSS) es un conjunto coordinado de servicios, establecimientos,
prestaciones económicas y actividades generales de prevención, atención y promoción social, que se llevan
a cabo en el territorio catalán, y que está orientado a prevenir la exclusión social y a promover la prestación
social de soporte personal, de información, de atención y de ayuda a todos los ciudadanos, especialmente
a las personas, familias o colectivos que, por razón de dificultades de desarrollo y de integración en la
sociedad, falta de autonomía personal, disminuciones físicas, psíquicas o sensoriales, problemas familiares
o marginación social son acreedores del esfuerzo colectivo y solidario.
Dentro del SCSS ubicamos la Red Básica de Servicios Sociales de Responsabilidad Pública, que está
compuesta por 24 servicios desde su creación en 1996, y que integra los servicios sociales de atención
primaria y especializada, formada por:
Presentamos a continuación un cuadro resumen de los elementos definitorios de la Red Básica de Servicios
Sociales que atienden a todos los ciudadanos, incluidos los mayores. En los siguientes apartados se describe
cada uno de ellos y su papel en la asistencia a los mayores.
Sabías que...
El primer Plan Gerontológico Nacional, del año 1971, es el punto de partida del compromiso desde la política
social hacia los recursos o dispositivos especializados para atender a las personas mayores.
La sectorización territorial aplicada a la gestión de los SSAP es la coincidente con los municipios de más de
20.000 habitantes o, en su defecto, el conjunto de municipios menores de 20.000 habitantes que integran
una comarca.
Estos servicios van dirigidos a toda la población, pero especialmente a las personas que presentan
necesidades sociales. Los integran los servicios y establecimientos siguientes:
Servicios Sociales Básicos. Son el conjunto organizado y coordinado de profesionales, integrado por
el equipo técnico básico (trabajador social, trabajador familiar y educador social) que tiene como
tarea promover los mecanismos para conocer, prevenir e intervenir en personas, familias y grupos
sociales, especialmente si se encuentran en situación de riesgo social o de exclusión. A su vez, se
trata del primer nivel del Sistema Público de Servicios Sociales y la garantía de más proximidad a los
usuarios, en los ámbitos familiar y social.
Servicios de Atención Domiciliaria. Incluyen la ayuda a domicilio y los servicios de Teleasistencia y
de Telealarma. Se trata de un conjunto organizado y coordinado de servicios que se llevan a cabo en
el domicilio del usuario, y que van dirigidos a proporcionar atenciones personales, atenciones de
carácter urgente, ayuda en la casa y soporte social a las personas o familias en situación de falta de
autonomía personal, dificultades de movilidad o con problemáticas familiares especiales.
Se pueden completar con otros servicios como el de comidas a domicilio, lavandería, podología, etc.
Aunque estos servicios domiciliarios van dirigidos a toda la población, es decir, tienen carácter
polivalente, son las personas de edad avanzada las que los utilizan mayoritariamente.
Servicios residenciales de estancia limitada (centros de urgencia y albergues). Los centros de acogida
de urgencia son servicios de acogida residencial que suplen temporalmente la casa familiar en casos
puntuales de urgencia de personas o familias que presentan necesidad de carácter coyuntural e
inmediato de ser alojadas.
Servicio de comedor. De forma temporal, proporcionan comidas elaboradas a personas y familias
con necesidades sociales y que necesitan ayuda para la subsistencia. Sus principales beneficiarios
son, sin excluir ningún colectivo, las personas mayores con dificultad de autonomía y las personas
en situación de marginación o exclusión social.
Servicios de asesoramiento técnico. Dirigidos a los equipos y profesionales de los Servicios Sociales
de Atención Primaria. Formados por equipos interdisciplinares que comprenden, como mínimo,
trabajador social, psicólogo, pedagogo, educador social y abogado.
Idea Clave
La coordinación entre las dos estructuras funcionales (Atención Primaria y Especializada) se lleva a cabo
mediante la planificación y programación de las diversas situaciones establecidas en el Plan de Actuación
Social de Cataluña y en la reglamentación concreta de los servicios establecidos.
Podemos observar que la distribución entre niveles es muy estanca y poco permeable, y que se clasifican en
función de las áreas de intervención-actuación.
Centros de día. Establecimientos que prestan atención en horario diurno, y en los que se desarrollan
actividades de acogida, distracción y convivencia, soporte comunitario y acciones preventivas.
De acogida residencial. Establecimientos sociales que tienen una función sustitutoria del hogar, ya
sea de una forma temporal o permanente, para aquellas personas que, por diversas circunstancias,
no tienen casa o no pueden estar en ella.
Viviendas tuteladas. Dirigidas a las personas mayores, con carácter temporal o permanente.
Estos servicios se agrupan en función de sus áreas de actuación o de los sectores específicos de población
a los que van dirigidos.
Enumere los recursos sociales existentes que considere más importantes, y reflexione si son adecuados
para la intervención en los casos de malos tratos.
Idea Clave
Constituyen el nivel de actuación específica dirigida al diagnóstico, la valoración, el tratamiento, el soporte
y la rehabilitación de los déficits sociales de las personas que pertenecen a colectivos o segmentos de
población caracterizados por la singularidad de sus necesidades.
La mayoría de estos recursos se organizan funcionalmente en redes que forman parte de la red sanitaria de
utilización pública:
Las diferentes redes que prestan los servicios específicos a través de los cuales se lleva a cabo la asistencia
sanitaria se combinan y se complementan.
Además de los servicios de atención primaria y especializada, se puede acceder a una serie de prestaciones
complementarias que suponen un elemento adicional y necesario en la consecución de una asistencia
sanitaria completa y adecuada: prótesis especiales, rehabilitación, transporte sanitario, oxigenoterapia y
otras terapias respiratorias a domicilio, etc.
¿Quién debería financiar las intervenciones en los casos de desamparo de los mayores?
Sabías que...
El principio de universalización, introducido en la Ley de Sanidad de 1986, ofrece a todos los ciudadanos
del Estado español la posibilidad y el derecho a recibir atención sanitaria pública, distribuida mediante una
red de centros, servicios y establecimientos de atención y protección de la salud.
Acerca de la efectividad de los recursos sociales y sanitarios expuestos, ¿qué se puede mejorar y cómo?
Los servicios de este tipo con los que se cuenta son los siguientes:
Servicio de Tramitación de Justicia Gratuita. Ofrece prestaciones jurídicas a todas las personas que
acrediten no tener recursos económicos para litigar en un juicio y que son parte en uno o pretenden
iniciar uno. Entre otras prestaciones, se ofrece asesoramiento y orientación gratuita antes del
proceso, así como defensa y representación gratuitas por parte de abogados y procuradores de oficio
en el procedimiento judicial.
Servicio de Orientación Jurídica (SOJ). Este servicio es una iniciativa de diversos abogados llevada a
cabo con la finalidad de que las personas puedan resolver consultas legales fácilmente y de forma
fiable.
Turno de Oficio especializado en violencia doméstica del Colegio de Abogados de distintas
poblaciones o provincias. Ofrece una ayuda inmediata a la víctima de la violencia de género y evita
la espera en la tramitación que la misma ley de asistencia jurídica gratuita exige. El letrado designado
para estos casos sigue toda la causa, de manera que la persona agredida tiene un único
representante legal en todo el proceso.
Servicio de atención a la víctima. Es un servicio de atención a la víctima ofrecido desde la propia
fiscalía.
Guardia Urbana/Policía local. Es un recurso policial cuya función principal es el auxilio de la víctima,
además del acompañamiento en los traslados a los hospitales o al SAM y, según el caso, la detención
del presunto agresor.
Servicio de Atención a la Mujer. Se trata de una comisaría especializada en la tramitación de
denuncias referidas a la violencia contra las mujeres.
Centro Municipal de Atención a las Urgencias Sociales (CMAUS). Es un centro de atención social
permanente que atiende cualquier situación de urgencia y también los casos de violencia fuera de
los horarios de atención del resto de servicios, con un equipo especializado en urgencias que
gestiona un conjunto de recursos y servicios de soporte.
Existen otras entidades especializadas, asociaciones dedicadas a la atención a las víctimas de la
violencia de género, que ofrecen espacios de atención individual y grupal, escucha, atención
psicológica, sensibilización, contención, mediación, asesoramiento, acompañamiento, prevención y
detección. Entre las asociaciones más relevantes se encuentran las siguientes: Asociación de Mujeres
Juristas, Asociación THEMIS, Asociación TAMAIA, Instituto GENUS. Tras obtener información de todas
ellas, se puede afirmar que el tema de la violencia a las mujeres de edad avanzada no es un punto
de interés y atención en sus organizaciones. Asimismo, manifiestan no conocer el tema y no tener
demanda de servicios por parte de mujeres mayores.
Entre otros recursos, cabe destacar el Servicio de Mediación. La mediación, en general, se configura
mediante cuatro características identificativas básicas: voluntariedad, confidencialidad,
imparcialidad y neutralidad.
¿Como se podrían mejorar u optimizar los recursos sociales y los sanitarios de los que se dispone? ¿Cree
que hacen falta más recursos? ¿Cuáles?
Son el punto de referencia donde desemboca el grueso de las responsabilidades, sea cual sea la estructura
en la que estén ubicados, es decir, pueden ser trabajadores sociales componentes de equipos de atención
primaria o pertenecientes a hospitales o que trabajen para organismos locales (ayuntamientos, consejos
comarcales, Centros de Asistencia Primaria de salud –CAP–, etc.). En ellos acaban casi todos los protocolos
de detección con “derivación al trabajador social”.
Ciertamente, los trabajadores sociales son los profesionales de primera línea en la detección, pero también
en la intervención, ya que son claves para desarrollar un plan estratégico puesto que son el enlace entre el
anciano maltratado y la mayoría de los recursos, sean del tipo que sean, que ofrecen la comunidad y los
demás servicios.
En la actualidad, los trabajadores sociales invierten muchos esfuerzos en potenciar la coordinación con
otros profesionales de las mismas áreas, a pesar de la poca receptividad que encuentran en ellos
(profesionales de salud –médicos–, fiscales o jueces), en muchas ocasiones poco sensibles al tema. Por
tanto, es frecuente que el trabajador social afronte solo la problemática del maltrato a un anciano y que,
además, como los casos suelen permanecer ocultos, generalmente tenga que intervenir en las situaciones
más graves y cronificadas, situaciones que, por su magnitud, acaban en su mesa como un caso insostenible
para la sociedad y, por tanto, con exigencias de una actuación inmediata.
Recepción-acogida (escuchar).
Detección: discriminación de la existencia de maltrato y del tipo de maltrato.
Determinación del tipo de demanda que genera.
Determinación de objetivos necesarios en cada caso.
Información sobre recursos y asesoramiento (claro y completo de requisitos, varemos, plazos).
Canalización hacia la red o circuito correspondiente. Coordinación.
Implementación de las actividades que conducen a los objetivos específicos.
Tramitación de prestaciones.
Realización de informe.
¿Están solos los trabajadores sociales ante los casos de malos tratos a ancianos?
Sabías que...
Según un estudio realizado (Ayuntamiento de Barcelona, 2002), los trabajadores sociales se sienten solos
para decidir, con poca disponibilidad de recursos para realizar una buena praxis, y la institucionalización
de las personas mayores maltratada es vivida por el trabajador social como un fracaso en su labor.
Si existe una urgencia, se actuará de forma inmediata. Si no es una situación de urgencia, se actuará, aunque
la actuación no requiere inmediatez. En cualquier caso, siempre se valorará la intervención más adecuada.
Las actividades que se llevan a cabo desde este ámbito son las siguientes:
Describir el estado de la persona mayor en lo que se refiere al aspecto social, determinar las
necesidades y carencias de las condiciones en las que vive el anciano víctima de malos tratos.
Explicar cómo percibe la persona su felicidad y su salud, qué expectativas tiene y el grado de
asimilación de los cambios y su adaptación a ellos.
Describir las necesidades del cuidador, los contactos existentes con la familia y la red social de
apoyo.
Respecto al causante del maltrato, se debe indagar sobre las causas o motivos que conducen al
maltrato, aunque en todo momento con una postura clara para hacer comprender que son
inaceptables e inadmisibles e incluirlo siempre en la estrategia de intervención.
Dirigir al cuidador a programas de formación o de ayuda de la colectividad, como son los programas
de descanso en el cuidado, centros de día, transporte adaptado, ayudas familiares, entre otros.
Gestión del estrés del cuidador.
Concretar el tipo de oferta social de que se dispone para actuar en una situación concreta: centros
de día, programas de atención a domicilio (comida, trabajadora social, limpieza, etc.), centros
residenciales para personas mayores, plazas para descanso de cuidador, etc.
Gestionar el ingreso en centros residenciales en los casos necesarios y separar a la víctima del
maltratador.
Promover las mejoras de la calidad de vida mediante la gestión de ayudas a domicilio, redes sociales
y de la comunidad.
Proporcionar consejos financieros y de solicitud de ayuda según los programas vigentes y las
necesidades de la persona causante del maltrato (“Pirmi”, “Vivir en familia”,…).
Realizar expedientes o historias sociales. Atender el seguimiento, evaluación y cierre del caso.
Emitir un comunicado para el juzgado, en los casos considerados graves.
Si bien es cierto que consideran que los maltratos físicos y psicológicos son los que les afectan más
directamente, por cuestiones de peritaje, también son testimonio de muchos casos de negligencia y de
abandono por conocer el domicilio y generalmente las relaciones familiares, sobre todo si se trata de
ancianos que reciben atención domiciliaria.
Recepción-acogida.
Detección: discriminación de la existencia de maltrato, del tipo de maltrato y de la demanda que éste
genera.
Determinación de las necesidades sanitarias de las personas implicadas en el maltrato: su capacidad
y dependencia.
Derivaciones a otros servicios de salud.
Coordinación con la red o circuito de trabajo social y servicios jurídicos.
Responsabilidad sobre los tratamientos específicos.
Realización de informes médicos.
Cuidado de la salud de la población.
Las actividades que se promueven desde la vertiente sanitaria son las siguientes:
Determinar el estado de salud y los requerimientos de las necesidades de salud que deben ser
cubiertas, el grado de discapacidad física y mental de la víctima y la afectación de su estado funcional
y de su capacidad cognitiva.
Establecer el estado de salud física y mental del cuidador o de la persona que maltrata.
Prestar asistencia a todas las patologías agudas o crónicas (diagnóstico, tratamientos, pronóstico y
prevención de complicaciones).
Gestionar consultas con servicios especializados, sobre todo para trastornos cognitivos
(psiquiátricos) tanto de la víctima como del causante del maltrato.
Peritar los casos de malos tratos en los que haya daño físico, sexual o psicológico. Y las
consecuencias de éstos sobre la salud de la víctima.
Valorar la necesidad de ingreso en hospital de agudos, centro sociosanitario o de atención sanitaria
domiciliaria de la víctima.
Preservar los aspectos de salud teniendo en cuenta el contexto social y familiar.
Garantizar la continuidad asistencial, accesibilidad y equidad tanto en el domicilio como en
instituciones y, en especial, en el momento del alta hospitalaria, velar por la seguridad del anciano.
Informar a todos los implicados en el maltrato, especialmente a la víctima de que se trata de un
problema que afecta a su salud con consecuencias y secuelas.
Crear sistemas operativos de vigilancia epidemiológica que disparen la alarma en caso de producirse
más muertes de las esperadas en ancianos de la comunidad o instituciones.
Realizar un comunicado para el juzgado, en los casos considerados graves.
Idea Clave
Los hospitales y los centros de atención primaria son un lugar de recepción de casos, y de primera
intervención en muchas ocasiones.
Aunque la vejez es la etapa anterior al hecho biológico de la muerte, es imprescindible abordar el aspecto
psicológico de esta etapa caracterizada por pérdidas y deficiencias en el área corporal, psíquica y relacional
y, por lo tanto, la etapa más susceptible y necesitada de estos cuidados.
También hay que remarcar que la única persona responsable del maltrato es quien lo ejerce, en ningún caso
la víctima, ni directa ni indirectamente. Este principio ha supuesto cambios en el paradigma psicológico
utilizado, haciendo sustituir en algunos casos la terapia familiar sistémica por terapia individual o colectiva
que se centra en el individuo ejecutor en el caso de malos tratos físicos y psicológicos.
Recepción-acogida.
Discriminación del tipo de maltrato y demanda que genera.
Ayuda psicológica a la víctima.
Determinación de los trastornos psicológicos o psiquiátricos de la víctima y del causante del
maltrato.
Ayuda psicológica al cuidador y/o al causante del maltrato.
Coordinación con la red o circuito de servicios sociales, jurídicos y de salud.
Responsabilidad sobre los tratamientos específicos.
Realización de informes psicológicos.
Las actividades que se llevan a cabo desde la vertiente psicológica son las siguientes:
Idea Clave
Los servicios de salud y los servicios sociales cuentan con la colaboración de psicólogos y psiquiatras para
la atención psicológica a las víctimas de malos tratos, ya que éstas requieren atención psicológica para
afrontar el problema y para paliar sus consecuencias.
Es preciso difundir las posibilidades de asesoramiento y de acompañamiento que ofrecen estos servicios en
los casos de malos tratos.
Una especial mención merece la fiscalía, que ejerce la defensa de las víctimas de malos tratos dentro de la
violencia doméstica en general, sean mujeres, niños o ancianos.
Las actividades que se ejercen desde la vertiente jurídica son las siguientes:
Atención a la víctima. Tomar denuncia de los hechos y tramitarla. Dotar de toda la información
jurídica: derechos, consecuencias y finalidades de una denuncia. Informar de los servicios
disponibles (turno de oficio, etc.).
Apoyo a los procesos judiciales.
Adopción de medidas cautelares establecidas por la ley (de protección del ofendido y detención del
ofensor).
Dictado de órdenes desde la autoridad judicial.
Seguimiento de las actuaciones y órdenes dictadas.
Comunicación al fiscal de las posibles y presuntas incapacidades.
La mediación puede ser recomendable en los casos en que se descarte la posibilidad de un maltrato grave
o severo y en los que las personas implicadas tengan acceso a la búsqueda de soluciones. Se descarta esta
posibilidad en aquellos casos en los que hay un daño severo o existe la previsión de la posibilidad de éste.
Exige que las personas que intervengan estén en igualad de condiciones y que no haya una vulnerabilidad
que lo impida a alguna de las partes.
El mediador puede ser un abogado, un psicólogo o un trabajador social. Se trata de una manera genérica
de intervención de un tercero, neutral, preparado en técnicas de negociación. Tiene como objetivo ayudar
a las personas en conflicto a buscar una solución.
Idea Clave
Existe la posibilidad de contar con una mediación en los casos de malos tratos a mayores.
Los profesionales que intervienen deben tener unas habilidades específicas, no sólo desde un punto de vista
genérico, sino también específico (conocimiento de recursos comunitarios, manejo de conflictos y formación
en geriatría y malos tratos) dentro de una interacción coordinada de servicios. Una de estas habilidades
imprescindibles consiste en saber marcar los objetivos, puesto que éstos ayudan a establecer las funciones
y actividades que van a desarrollar cada uno de los profesionales. Asimismo, es importante mantener
canales bidireccionales y coordinación entre los distintos servicios.
Hay que evitar la revictimización de las personas mayores, dado que, en definitiva, de forma genérica se
trata de mejorar su calidad de vida, evitar daños y respetar la autonomía de las personas.
Es preciso revisar periódicamente las intervenciones y medir sus resultados analizando la consecución de
los objetivos marcados y la relación coste-efectividad de éstas, no sólo en lo económico, sino también en
lo emocional.
Siguiendo el algoritmo establecido para la toma de decisiones (ya presentado en el tema anterior), podemos
encontrar varias situaciones que llevan a realizar un tipo determinado de intervención; son las situaciones
que se detallan en los apartados siguientes.
Idea Clave
El punto principal para desarrollar una estrategia de intervención es establecer un plan de actuación
individualizado para cada caso.
Por otra parte, siempre que sea posible, se incluirá al causante del maltrato en la estrategia de intervención,
asumiendo de antemano la dificultad añadida que esto puede entrañar.
Estas medidas pasan por separar a la víctima de la persona que la maltrata, y se concretan en los siguientes
puntos:
Denuncia de los hechos a la fiscalía o al juzgado de guardia. La denuncia puede ser firmada por la
víctima o por los profesionales que atienden el caso, ya que éstos pueden también denunciar los
hechos, y, además, deben comunicarlos. Después hay que solicitar medidas cautelares inmediatas
de protección (orden de alejamiento, bloqueo de las cuentas bancarias, etc.).
Ingreso en hospital de agudos, si las lesiones lo requieren, o en un centro sanitario, para atender las
lesiones físicas, sexuales y psicológicas, y hacer un parte de lesiones para informar al juzgado.
Ingreso en centros residenciales o en centros de urgencias de atención al maltrato de ancianos, si se
precisa una recuperación.
Permanencia en el domicilio siempre que las circunstancias lo permitan, facilitando ayudas y
seguimiento.
Hay que concretar el tipo de intervención que se necesita para el causante del maltrato desde el
punto de vista de sanción y, también, de rehabilitación.
¿Es posible convencer a una persona que está siendo víctima de malos tratos de que actúe contra esa
situación?
Ante una demencia sin capacidad de decisión, hay que separar a la víctima del maltratador e informar
al juzgado (juzgado de guardia o fiscalía) para que sean tomadas medidas cautelares y se pueda
iniciar el proceso de incapacitación legal para conseguir un tutor legal.
Una posibilidad es trasladar a la víctima a una institución donde el responsable técnico del centro
asume la guardia de hecho o, en caso de que la persona permanezca en su domicilio, ponerla bajo
custodia de un tutor judicial a la espera del nombramiento de un tutor legal. Si el anciano no tiene
familia, la tutela puede ser asumida por instituciones tutelares (Asociación de Alzheimer, etc.).
Si el profesional encargado del caso considera que debe denunciar y/o comunicar la situación
después de valorar todos los derechos de la víctima, debe hacerlo.
Asimismo, hay que precisar el tipo de intervención apropiada para el causante del maltrato desde el
punto de vista de sanción y, también, de rehabilitación. En este punto, se debe recordar que las
medidas legales son más duras cuando los delitos o faltas tienen como víctima a una persona con
incapacidad.
Es importante la implicación, en esta toma de decisiones, del responsable del maltrato, ya que forma parte
del problema y de su solución.
Se ha de proporcionar información, apoyo y asesoramiento sobre el maltrato a todos los implicados
y su entorno.
Hay que trabajar sobre las causas que originan el maltrato, intentar conciliar relaciones conflictivas
y buscar el consenso en las posibles intervenciones según el contexto.
Se deben utilizar los recursos de apoyo domiciliarios, de descarga del cuidador, terapéuticos
(psicológicos, médicos) y rehabilitadores, así como la red social.
En el caso de que la víctima no pueda permanecer en su domicilio, hay que trasladarla a una institución
donde el responsable técnico del centro asuma la guardia de hecho. En caso de que pueda permanecer en
su domicilio, se le debe poner bajo custodia de un tutor judicial, a la espera del nombramiento de un tutor
legal. Si el anciano no tiene familia, la tutela puede ser asumida por instituciones tutelares (Asociación de
Alzheimer, etc.).
Siempre que sea posible, se debe preservar la cotidianidad de la persona con demencia, puesto que es
recomendable para el mantenimiento de sus habilidades y el reconocimiento del espacio. Asimismo, se
pueden estimular sus reservas cognitivas mediante actividades apropiadas (por ejemplo, talleres de
memoria).
No se debe olvidar que hay que intervenir sobre el causante del maltrato aportándole apoyo, descargándole
de situaciones de estrés, haciéndole interaccionar con terceras personas, o proporcionándole terapias
psicológicas que permitan la desaparición de los malos tratos y la permanencia de todos los implicados en
el núcleo familiar.
También se debe intervenir sobre las causas del maltrato e higienizar las situaciones mediante pactos y
apoyo del exterior (trabajadora familiar, retribución al cuidador, etc.), al mismo tiempo que se actúa como
fiscalizador externo, manteniendo un control y seguimiento del caso, al que hay que referirse como una
situación de malos tratos y del que debe informarse a todos los implicados.
La mayoría de protocolos son elaborados desde los ámbitos de trabajo social y salud. A continuación,
destacamos algunos de ellos:
Protocolo sobre malos tratos del Departamento de Trabajo Social del Hospital de San Pablo de
Barcelona (2003).
Guía para el abordaje de la problemática médica y legal de las personas mayores (Colegio de Médicos
de Gerona, 2002).
Protocolo de actuación en situación de maltrato a personas mayores (Departamento de Trabajo
Social, Hospital General de Cataluña, 2002).
Protocolo de actuación ante los malos tratos en las personas mayores del Servicio Canario de Salud
(Consejería de Sanidad y Consumo del Gobierno de Canarias, 2002).
Protocolo de “Maltratos a los ancianos” del Grupo de Expertos del Programa de Actividades
Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS, 2003).
El uso extendido de protocolos constituiría una fuente de información que permitiría, con el tiempo, la
extracción y análisis de datos sobre las intervenciones en malos tratos útiles para la investigación y, por
tanto, para facilitar el avance del conocimiento en este campo.
Los recursos expuestos en el tema, ¿están diseñados adecuadamente para atender casos de malos tratos a
personas mayores?
Si se les pregunta a los ancianos si se “sienten solos”, el 39% de mujeres mayores y el 21% de hombres
mayores responden que sí. Las pérdidas de amigos y familiares, la viudez, la dispersión de la familia, la
jubilación y desvinculación del trabajo, y las pocas aficiones extradomésticas son algunas de las causas.
La opción de vivir en una residencia sigue representando para los mayores españoles un abandono por parte
de la familia (IMSERSO).
Dependencia y enfermedades.
Problemas socioeconómicos.
Soledad.
La elección puede ser por decisión propia del anciano (para satisfacer una serie de necesidades que mejore
su bienestar), por necesidad (en el caso de desamparo), o contra su voluntad, sólo porque la familia delega
responsabilidades.
El modelo tradicional de asistencia a ancianos en residencias refuerza la idea de que éstos son una carga
para la sociedad y las familias: los centros funcionan con una pequeña plantilla de empleados y gran
cantidad de ancianos inmovilizados y ensimismados.
Sin embargo, aunque es cierto que los ancianos con alto grado de dependencia o enfermedades que
suponen grandes limitaciones requieren un lugar protegido de atención continuada, también hay un gran
número de personas mayores que no se encuentran en esta situación y que viven igualmente en una
institución. Sería interesante que estos ancianos que conservan autonomía conocieran sus derechos a
fomentar y mantener una red social de amigos, y conocidos, etc., y que dispusieran de actividades fuera de
la residencia para obtener el grado de libertad que deseen incluso estando dentro de una institución. De
esta manera, por lo tanto, se acabaría con el encorsetamiento que suponen las normas de funcionamiento
de las instituciones.
Las residencias deberían representar una continuación de la vida social de esa persona, permitiéndole la
realización de actividades individuales (uso de la cocina, o del comedor, etc.) dentro de ella y, por supuesto,
fuera de ella.
Las residencias que funcionan como apartamentos privados están muy extendidas en Inglaterra.
Hacen compatible la independencia y la seguridad.
Los pisos tutelados pueden ser una opción para personas que se han quedado solas. Suelen ser de
6 u 8 personas y el mantenimiento es más barato que en una residencia.
Las minirresidencias son una alternativa para personas mayores que precisan cuidados específicos,
pues ofrecen asistencia y posibilidad de desarrollar al máximo las capacidades de cada cual. Suelen
ser de pocas personas, una de las cuales actúa como coordinador.
Las viviendas comunitarias en régimen de convivencia familiar cuentan con servicios comunes de
manutención, lavado de ropa, limpieza y apoyo adecuado para la realización de la vida cotidiana
según las necesidades de sus habitantes.
Las familias de acogida están dispuestas a ofrecer los cuidados que precise una persona mayor con
dependencia por necesidades económicas, como si fuera un trabajo que uno puede hacer en casa, o
por otras razones bajo la supervisión de los servicios sociales.
Recibir los mismos servicios a domicilio es más barato que recibirlos en una institución.
Partiendo de la premisa de que los mayores desean vivir en sus domicilios, hay que plantearse la posibilidad
de esta permanencia como primer recurso de intervención, con diferentes opciones como las siguientes:
Sabías que...
En la actualidad, un 14% de las personas mayores vive sola en España, con variaciones según las zonas. Pero
este porcentaje es mucho menor que el de ancianos que viven solos en el resto de Europa (el 40% en
Dinamarca, el 30-40% en Suecia…). Las previsiones es que la tendencia vaya al alza también en España.
Sección 28. Síntesis
¿Por qué se consiente que en un mismo centro convivan personas mayores y personas con trastornos
mentales? ¿Las demencias y los trastornos mentales son lo mismo?
¿Quién es el responsable de la inspección de los centros? ¿Hay suficiente control de calidad en los
centros geriátricos?
¿Cómo aumentar el respeto social hacia los derechos y los deberes de los mayores?
¿Se penalizan menos los delitos y las faltas a los mayores?
¿Están implementados todos los recursos de los que se dispone en teoría? ¿Son de fácil consecución
y aplicación?
¿Se dispone de recursos para actuar sobre el riesgo? ¿O sólo hay recursos para situaciones extremas?
Para tener en cuenta este tipo de prevención, es necesario que los problemas sociales y sanitarios reúnan
determinadas condiciones:
Magnitud importante que justifique el esfuerzo, o sea, que afecte a un número de personas bastante
elevado como para poner en marcha estrategias de prevención.
Gravedad suficiente como para que influya en la salud y el bienestar de la persona que lo sufre.
Susceptibilidad de poder corregirse o desaparecer utilizando estrategias de prevención.
Los malos tratos a personas mayores cumplen las tres condiciones más relevantes para la prevención
primaria, pues afecta a un 5%-6% de la población en su domicilio familiar y a un 10% en el ámbito residencial,
y es un tema de consecuencias graves y devastadoras que puede desaparecer si se actúa sobre las
situaciones de riesgo y se conciencia a la población para evitarlos.
Promoción de los derechos de las personas mayores y contra los malos tratos dirigida a la población
general o a grupos específicos (niños, ancianos, profesionales, etc.) que pretende difundir, informar
y concienciar sobre una realidad soterrada.
Aplicación de las actuaciones concretas sobre los factores de riesgo para conseguir eliminarlos o
minimizarlos antes de que se produzcan los malos tratos.
Los elementos que constituyen el primer aspecto de estas partes son las estrategias de sensibilización y
concienciación, y se exponen en los siguientes apartados.
Idea Clave
La finalidad de la prevención primaria es prevenir los malos tratos, es decir, actuar antes de que se
produzcan.
La difusión de los malos tratos a ancianos por los medios de comunicación debe seguir un modelo educativo,
sin caer en los aspectos morbosos o sensacionalistas que impregnan algunas de estas informaciones.
Por otra parte, los medios de comunicación también son muy útiles para desempeñar una doble función:
La sensibilización incita a las personas mayores en situación de maltrato a comunicar su caso y a pedir
ayuda, aunque también a evitar que se produzcan malos tratos antes de que aparezcan. Además, puede
servir para disuadir a los posibles perpetradores de malos tratos alertándoles de las consecuencias de sus
actos.
El 15 de junio de 2006 se celebró por primera vez el “Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y
Maltrato en la Vejez” convocado por INPEA (Red Internacional para la Prevención del Abuso y Maltrato en la
Vejez).
De esta forma, se pretendía focalizar los esfuerzos mundiales para tomar conciencia sobre el tema de un
modo coordinado. Diversos expertos exploraron y promocionaron la comprensión y el entendimiento sobre
el tema. Se incluyeron eventos como actividades culturales, educacionales, sociales, artísticas, etc., todas
ellas relacionadas con el maltrato a personas mayores a fin de difundir el fenómeno por todo el mundo y
así conseguir concienciar, sensibilizar y posicionar a una población que vive de espaldas a los malos tratos
a los mayores.
Actuaron como partners organizaciones como la OMS (Organización Mundial de la Salud), NCEA (National
Center on Elder Abuse-USA), CNPEA (Canadian Network for the Prevention on Elder Abuse), IAG
(Internacional Association of Gerontology), entre otras muchas.
La educación en unos valores culturales de respeto y comprensión de la vejez es la apuesta más efectiva,
aunque lenta, pues actúa sobre las bases de las relaciones interpersonales.
Según el Artículo 9 de la Constitución Española, el respeto de los derechos fundamentales incumbe a todos,
y corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad sean reales
y efectivas.
“La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de su
personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son el fundamento del orden político y de la
paz social” (Título 1, de los derechos y deberes fundamentales, Artículo 10 de la Constitución Española).
Asimismo, se dispone que las normas relativas a los derechos fundamentales se interpretarán y aplicarán
según lo que se derive de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y de las Normas y Tratados
Internacionales en que España sea parte.
Una de las características de la sociedad actual es que existen relaciones sociales y personales en las que el
conflicto se manifiesta en forma de malos tratos y violencia, y resulta imposible identificar ámbitos donde
no aparezca. Pero es un error pensar que es algo propio de nuestro tiempo, ya que el maltrato tiene un
largo recorrido histórico.
Este siglo se singulariza por la desaparición de las viejas solidaridades comunitarias y por el desarrollo de
las nuevas solidaridades administrativas, solidaridades que algunos autores cuestionan reclamando no un
“Estado del bienestar”, sino un “Estado de justicia”, un Estado que sea más equitativo, menos violento.
Hay que educar a los niños y jóvenes en el respeto a los derechos de los mayores, para invertir las tendencias
y conductas de culto a la juventud –al hombre eternamente joven– y, además, fomentar el diálogo, la
reflexión y la relación intergeneracional mediante programas y proyectos diseñados para estos fines. Es
decir, hay que “educar en la cultura de la no violencia”, proporcionando modelos de funcionamiento donde
predomine la resolución de conflictos mediante el diálogo y que se extiendan a toda la sociedad.
¿Es cierto que se ha perdido el respeto a los mayores? ¿Cómo ve usted esta situación en su entorno? ¿Se
percibe algún tipo de cambio hacia la mejora de las relaciones intergeneracionales en la sociedad actual?
Idea Clave
La educación en unos valores culturales de respeto y comprensión de la vejez es la apuesta más efectiva,
aunque lenta, pues actúa sobre las bases de las relaciones interpersonales.
El hecho de aumentar el nivel cultural de las personas mayores influirá de forma definitiva en la prevención
del maltrato, pues incrementa la percepción y defensa de los derechos de cada uno.
Los programas universitarios para mayores están dotados de estructuras distintas, acogen alumnos de
formación académica diferente y otorgan una amplia variedad de certificaciones y diplomas, teniendo en
cuenta la asistencia o evaluación de los alumnos, según los casos. La oferta está destinada a atender la
demanda de unos alumnos que, en buena parte, no tuvieron en su momento la oportunidad de acceder a la
enseñanza superior, no son personas activas en el mercado laboral y no necesitan una actualización
profesional.
En este momento de cambio de los actuales estudios, nuestras enseñanzas para personas mayores se están
adaptando también a los nuevos retos a los que se enfrentan las universidades: programas de movilidad de
alumnos y profesores, participación en programas europeos, fomento de las relaciones intergeneracionales,
etc.
Las dos líneas principales de actuación en las que deben situarse estos programas universitarios para
personas mayores en el futuro inmediato son las siguientes:
Enmarcarlos en la "Formación a lo largo de toda la vida" como principio inspirador del sistema
educativo.
Adaptar su modelo de aprendizaje al espacio europeo de Educación Superior.
La Agrupació Formació Permanent Aula Gent Gran (Aulas de AFOPA) se fundó en el año 1981, y desde 1993
colabora con la Universidad Pompeu Fabra. Agrupa 40 aulas en diferentes universidades de Cataluña, a las
que asisten 10.000 personas de entre 60 y 80 años. Cada curso se programan unas 1.300 horas lectivas
sobre temas diversos, impartidas por 400 profesores universitarios. El consejo interuniversitario de esta
entidad está formado por representantes de las universidades catalanas y de la Asociación Internacional de
Universidades para Mayores.
Reflexione acerca de la siguiente pregunta: ¿Tienen las personas mayores capacidad para aprender?
Sabías que...
En España, los programas universitarios para personas mayores se iniciaron a mediados de los años 80, y
desde entonces hasta hoy se ha producido un ascenso progresivo y constante. En la actualidad, estos
programas se imparten en unas 50 universidades españolas.
Más de estos especialistas también son necesarios en los centros hospitalarios. En la actualidad, se dispone
de un geriatra por 14.000 habitantes y sólo 43 de los 8000 hospitales españoles tienen dicha especialidad
(Guillen, 1997; IMSERSO).
La aparición de sociedades de psicogeriatría y gerontopsiquiatría son una esperanza para el futuro, puesto
que las características de las personas mayores merecen una especial atención desde la perspectiva
psicológica y emocional.
En general, en nuestro país, cuando los enfermos psiquiátricos son personas mayores se derivan a
instituciones residenciales, abandonando las consultas de los psiquiatras y psicólogos y pasando el
problema a otra institución (transinstitucionalización).
La demencia y las enfermedades mentales no tienen ninguna relación, aunque pueden compartir algunos
síntomas o coexistir.
Las demencias son tratadas por neurólogos y abarcan aspectos psicológicos y físicos como movimiento,
capacidad de vestirse, comer, etc. Las enfermedades mentales son competencia de psiquiatras y psicólogos
y afectan a la esfera psicológica de la persona.
En el ámbito del trabajo social, para mejorar la calidad del cuidado que se ofrece a los mayores y evitar
malos tratos desde el punto de vista preventivo, sería recomendable que las estructuras administrativas de
los servicios sociales exigieran capacitación y titulaciones académicas regladas convenientes a las personas
que vayan a ejercer de cuidadores formales en instituciones públicas, privadas o concertadas.
¿Cómo se puede controlar que los cuidadores informales estén bien capacitados para ejercer su función
adecuadamente? ¿O no debería controlarse?
Idea Clave
La aparición de sociedades de psicogeriatría y gerontopsiquiatría son una esperanza para el futuro, puesto
que las características de las personas mayores merecen una especial atención desde la perspectiva
psicológica y emocional.
Los siguientes recursos se consideran muy útiles y se deberían fomentar, ya que en la actualidad están poco
potenciados:
La autotutela (medida preventiva) se utiliza para determinar previamente quién ocupará la figura del
tutor o del curador (figura jurídica) en caso de ser declarada la incapacidad legal, según los deseos
de la persona que la redacta y como un acto de aplicación y respeto al principio de
autodeterminación.
Las voluntades anticipadas (testamento vital). Medida preventiva, centrada en el ámbito sanitario,
relacionada con los deseos de la persona sobre los tratamientos que quiere recibir y los que no en
una situación irreversible y terminal.
Los recursos de atención primaria (para recordarlo, véase el tema 2 del bloque 3) son los siguientes:
3. Sistema jurídico: la incapacitación con sus figuras tutelares (tutor, curador y defensor judicial).
Idea Clave
Algunos de los recursos destinados a la población mayor no maltratada pueden ser utilizados como recursos
preventivos (prevención primaria) para evitar que se produzca el maltrato y, a la vez, como prevención
secundaria (cuando ya se ha producido), por ello se van a desarrollar en los dos apartados (Prevención
Primaria y Secundaria).
Igualdad de oportunidades.
Cooperación.
Formación especializada.
Información e investigación.
Poner a disposición de las personas mayores una amplia red de recursos sociales y de servicios de
calidad que mejoren sus condiciones de vida.
Promover la autonomía y la plena participación de las personas mayores, basándose en los principios
del envejecimiento activo.
Avanzar en las políticas de protección de las personas mayores en situación de dependencia.
Mejorar la imagen social de la vejez y el envejecimiento.
Cooperación.
Fomento de la participación de la sociedad civil.
Mejora de la formación de los profesionales.
Capacitación de los cuidadores no formales (familias que atienden a los mayores en su propia casa).
Fomento de la investigación gerontológica.
Idea Clave
El plan plantea una política integral destinada a mejorar las condiciones de vida de las personas de edad y
pone a su disposición una amplia red de recursos.
Actuar sobre los factores de riesgo es el mejor sistema para reducir o eliminar el maltrato. Entenderlos y
afrontarlos es crítico para desarrollar iniciativas políticas, dado que es ir a las causas del problema.
Exponemos en los apartados siguientes algunas de las medidas que sirven para actuar sobre los factores
de riesgo.
Idea Clave
La finalidad de actuar sobre los factores o situaciones de riesgo antes de que aparezca el maltrato es
corregirlos o paliarlos, por ello deben ocupar un lugar principal en cualquier programa de prevención.
Cursos de formación para mejorar los conocimientos de los cuidadores formales o informales sobre
qué es y qué representa el envejecimiento. En estos cursos se dan a conocer los posibles
condicionantes y problemas que se tendrán que afrontar en situaciones de enfermedades específicas
(demencias o dependencias físicas). Asimismo, se pueden exponer propuestas de estrategias de
manejo ante situaciones concretas (movilizaciones, contenciones, higiene, nutrición, etc.).
Apoyo externo para evitar el aislamiento y la soledad en que viven muchas personas mayores al
mismo tiempo que se intercambian unos servicios interesantes para las dos partes. Se trata de
programas que también son beneficiosos para la familia de la persona mayor, pues, en muchas
ocasiones, los libera de una preocupación continua sobre eventualidades.
Un ejemplo de ello es el programa “Vivir y Convivir”, que da respuesta a las necesidades de compañía
de las personas mayores y a las de alojamiento de los jóvenes universitarios mediante una relación
intergeneracional.
¿Implantar programas preventivos para atender a personas mayores puede proporcionar puestos de
trabajo?¿O es de gran coste social?
Trastornos mentales.
Consumo de drogas.
Acontecimientos vitales que impactan en las relaciones (por ejemplo, la dependencia económica).
La prevención consiste en valorar si la presentación de ciertas circunstancias va a conducir al maltrato al
anciano, puesto que no todas las personas que las presentan actúan como maltratadores.
Si se prevé el maltrato, porque una persona acumula antecedentes de violencia o agresividad, es aconsejable
iniciar acciones que deriven al abordaje de estos problemas con la utilización de los siguientes recursos:
Los Centros de salud mental. En estos dispositivos ambulatorios de asistencia a los enfermos
psiquiátricos se lleva a cabo la prevención, asistencia y seguimiento de los pacientes crónicos. Es la
unidad desde donde se coordina con hospitales y otros centros especializados –entre ellos, Centros
de Rehabilitación Psicosocial– en los que se realiza rehabilitación de las habilidades laborales y
actividades de psicoeducación y de apoyo para la integración en la comunidad, además de
proporcionar el tratamiento pertinente.
Es necesario valorar las posibilidades que tiene un paciente psiquiátrico de producir daños
inmediatos o inminentes, a sí mismos o a terceros, para solicitar a la autoridad competente que inicie
un tratamiento involuntario en el caso de considerarlo oportuno.
Los Centros de atención a las drogodependencias. A lo largo del tiempo ha ido cambiando la
percepción del consumo como la principal causa de exclusión de las personas con problemas de
drogodependencia para pasar a una visión más global, en la que se tienen en cuenta aspectos de
carácter personal, psicológico y social que inciden directamente en la relación de la persona con el
consumo o adicción. Su objetivo es favorecer los procesos de cambio.
Hay que potenciar programas de inserción sociolaboral para las personas que, bien por la pérdida
de trabajo o por tener dificultades físicas, psíquicas o sensoriales, se encuentren en situación de
dependencia económica de la persona mayor y no puedan acceder al mercado laboral por diferentes
circunstancias.
El Programa de Renta Mínima de Inserción (PIRMI) favorece la inserción social y/o laboral de personas que
se encuentran con graves dificultades sociales y económicas. Dicho programa ofrece una prestación
económica mensual, actividades de formación de adultos, información, orientación y soporte psicológico,
motivación, orientación laboral y formación ocupacional.
En todo caso, los factores de riesgo que influyen en la aparición de los malos tratos a personas mayores
deberían ser siempre monitorizados desde la entidad que corresponda y, ésta, a su vez, derivar o dotar a
los ancianos de servicios que puedan ayudarles a reducir el riesgo y la vulnerabilidad.
Sabías que...
La casuística, según lo expuesto anteriormente, destaca la negligencia como el tipo de maltrato más
frecuente y que puede ser ejercida por cualquiera.
Disponer de unas fuentes de datos fiables (recogidos de forma adecuada y sistemática por parte de
las personas que atienden diariamente a los ancianos maltratados), a fin de poder seleccionar la
información crítica que permita hacer estudios e investigaciones para después extraer conclusiones
sobre muchos aspectos desconocidos. Definitivamente, faltan estudios en profundidad que valoren
las consecuencias de los malos tratos a las víctimas ancianas y el coste social de éstos. Como
ejemplo, podemos mencionar las siguientes propuestas de investigación:
Disponer de centros de documentación a escala nacional, con unas bases de datos bibliográficos
donde se incluyan los estudios relevantes sobre el tema. A título de ejemplo, citamos el
Cleraringhouse on Abuse an Neglect of the Elderly (CANE) en USA.
Elaborar listados de organizaciones, instituciones y servicios, a escala nacional, que atienden y
ayuden a las personas mayores en situación de maltrato.
Editar una revista especializada para que investigadores, educadores, profesionales y políticos
sensibilizados con el tema de los malos tratos a las personas mayores puedan expresar sus
inquietudes, opiniones y propuestas.
Fomentar las asociaciones de ancianos víctimas de malos tratos, que puedan actuar como referente
con sus testimonios y sus consejos a otros maltratados. También se puede contactar con ancianos
expertos en temas relacionados con los malos tratos, como pueden ser asuntos fiduciarios,
instituciones disponibles, recursos, etc.
Impulsar la creación de los grupos de ayuda mutua (GAM), mediante los cuales se enfatiza la
interacción personal, proporcionando ayuda emocional y promoviendo valores a través de sus
miembros, que pueden reforzar la propia identidad. Existen diversos tipos de grupos, pero los que
aquí se proponen están centrados en las personas mayores que padecen o han padecido malos tratos
y también en las personas responsables del cuidado, formal o informal, de mayores con dependencia.
Promover las asociaciones de voluntariado mediante las cuales se puedan prestar servicios de diversa
índole: compañía a domicilio, acompañamiento para gestiones, visitas a facultativos, resolver
aspectos burocráticos u otros.
Algunas cuestiones que harán replantear tácticas de manejo de los casos se refieren a cómo mejorar las
técnicas de detección, de qué forma obtener las más ágiles y rápidas, y disponer de valoraciones de los
resultados de las intervenciones para conocer el nivel de eficacia. Aunque por el momento no hay
conclusiones que aporten la evidencia o las pruebas necesarias para contestar a estas preguntas respecto a
la prevención secundaria, en los casos de malos tratos a ancianos sí se realiza un trabajo arduo y tenaz para
mejorar.
Idea Clave
La Prevención Secundaria es aquella que proporciona una detección e intervención precoz de las situaciones
de malos tratos a personas mayores. Significa actuar sobre el maltrato cuando éste se está produciendo,
pero lo antes posible para evitar la reiteración y sus consecuencias.
Los profesionales de la salud (médicos, enfermeras, psiquiatras y psicólogos), como personas de confianza
de muchos ancianos, también están en la primera línea de detección, y sus observaciones son cruciales para
demostrar que el maltrato ha ocurrido. Asimismo, pueden actuar a nivel preventivo formando parte de
grupos multidisciplinarios y animando a clínicas, hospitales y otras organizaciones sanitarias a que
desarrollen y adapten protocolos para detectar y responder a los malos tratos a los mayores de forma
precoz.
Se ha de fomentar que los sanitarios sepan más sobre los abusos y las negligencias.
Los trabajadores sociales son el enlace entre las víctimas y los servicios, incluidos los jurídicos. En muchas
ocasiones y al mismo tiempo ofrecen apoyo y animan a las víctimas a tomar decisiones que acaben con su
victimización. Transmiten el mensaje de que nadie merece el maltrato y fomentan entre las personas la
aceptación de la ayuda.
Lo que los servicios sociales pueden hacer para potenciar las habilidades de sus trabajadores y mejorar la
respuesta que la propia comunidad tiene ante los casos de abusos y negligencias a ancianos es conocer
mejor la magnitud del problema, profundizar en las causas y proveer a sus trabajadores de los recursos de
intervención y servicios necesarios.
También deben proponer la participación de sus trabajadores en estudios de investigación, eventos y fórums
que se realicen al respecto, enlazándolo con las iniciativas de la comunidad para concienciar. A la vez, han
de identificar los desencuentros entre las necesidades de la población y los servicios disponibles abogando
por nuevos y mejores servicios, políticas y coordinaciones.
Los agentes jurídicos también pueden participar en la prevención, adquiriendo una formación específica
sobre las necesidades e implicaciones jurídicas de las personas mayores maltratadas y participando en los
equipos básicos. Es necesario fomentar políticas y programas que faciliten la persecución de los malos
tratos y hacer que el sistema judicial esté más cerca de las personas mayores maltratadas. Esto se puede
conseguir mediante:
Unidades policiales o de guardia urbana especializadas. La policía y los cuerpos de seguridad deben
contar con medios para recopilar pruebas como vídeos (sobre todo, en el caso de que las víctimas,
por su edad o estado de salud, no puedan desplazarse).
Abogados que aconsejen, informen y sensibilicen, y juristas que participen en la tramitación de las
instancias judiciales pertinentes que provengan de los trabajadores sociales, otros profesionales o
de las propias víctimas.
Jueces y fiscales sensibilizados con el problema de los malos tratos a las personas mayores.
Un ejemplo es la experiencia desarrollada en Estados Unidos con los programas creados desde el Ministerio
de Justicia con la colaboración de las Oficinas para la Defensa de los Derechos de Consumidores y la
Asociación de Bancos de Massachussets a fin de desarrollar un proyecto de formación dirigido al personal
de los bancos para identificar e informar de abusos económicos. En España, el SOJ (Servicio de Orientación
Jurídica) del Colegio de Abogados de Barcelona y la Escuela Universitaria de Trabajo Social llevan a cabo de
forma gratuita un servicio donde se asesora a las posibles víctimas y a los ancianos en general sobre
actuaciones jurídicas.
Legislación de apoyo para actuar. La finalidad es proteger a la víctima y defender sus derechos; para
ello, se deben crear juzgados especializados en malos tratos a ancianos dentro de los de violencia
doméstica o paralelos a ellos.
Idea Clave
Los profesionales que configuran los equipos básicos de atención primaria son el pilar y están en la primera
línea de la prevención
La acogida familiar para personas mayores. Se considera un recurso muy positivo, con una ley que
lo sustenta. Concretamente, en Cataluña, el Parlamento aprobó una ley relativa a la acogida familiar
para personas mayores, juzgándola como un servicio social con la finalidad de conseguir un grado
de bienestar más alto para las personas que lo precisen.
En Portugal y en Francia utilizan este programa para acoger a personas mayores en situación de riesgo de
padecer, o en situación confirmada, de malos tratos. En España, la propuesta no se está desarrollando en
algunas Comunidades Autónomas, como Cataluña, aunque sí en otras, como el País Vasco.
La pensión de alimentos. Se trata de un recurso jurídico infrautilizado por las personas mayores,
destinado a paliar situaciones de abandono y negligencia. En Cataluña se recoge en el Código de
Familia, Ley 9/1998, de 15 de julio. No es reclamado por distintos motivos, entre los que destacan:
1. La falta de información sobre la existencia de este recurso tanto por parte de las personas mayores como
de los profesionales que las atienden. Su aplicación, en algunos casos, permitiría no tener que compartir
la vivienda con el familiar que comete la negligencia y, por lo tanto, se evitaría la situación de maltrato.
2. Motivos culturales. En algunos casos, una vez que los profesionales han informado a la persona mayor de
la posibilidad de reclamar alimentos, ésta se niega rotundamente, pues el hecho de dirigir una acción
judicial contra un familiar –en esta ocasión de padres a hijos– provoca vergüenza y un sentido de
protección mal comprendida. La víctima percibe el hecho como si fuese en contra del concepto de familia
que ha promovido a lo largo de toda su vida. Consecuentemente, al final no se presenta la demanda.
3. La lentitud de todo el proceso judicial puede ser otra de las causas, puesto que, mientras se tramita, la
persona que reclama ha de continuar conviviendo con la que comete la negligencia o el maltrato,
circunstancia que puede agravar la situación.
4. Por último, la persona informada y decidida choca con otra posible adversidad. La opción que tiene el
alimentante de satisfacer la pensión con dinero o bien acogiéndolo y manteniéndolo en su casa, con lo
cual si antes se producían malos tratos, posiblemente éstos empeoren después de este proceso judicial.
Cabe la posibilidad de oponerse cuando la convivencia es inviable, pero esto tiene una difícil justificación
por parte de la persona que sufre maltrato.
Los recursos especializados. Entre éstos se encuentran el Sistema de Servicios Sociales (centros de
día y centros residenciales) y el Sistema de Salud (centros sociosanitarios de convalecencia: corta,
media o larga estancia).
Va orientada al seguimiento de las personas que sufren o han sufrido malos tratos para evitar
complicaciones. Se realiza cuando los malos tratos están ya establecidos y han causado daños irreversibles.
Su objetivo es devolver a la víctima sus capacidades de funcionamiento, hasta donde sea posible, mediante
la rehabilitación integral. El éxito depende de los recursos personales de las víctimas y también de las
opciones que les ofrezca la comunidad. En ella se incluye la rehabilitación del causante del maltrato.
Idea Clave
La prevención terciaria es lo que se entiende por rehabilitación. Consiste en paliar las consecuencias de los
malos tratos.
Se incluye que el daño haya podido ser causado por negligencias, pues se contempla la reparación desde
las consecuencias de éste.
¿Cómo se puede determinar la compensación por secuelas que se precisa en cada caso?
En ambos casos, se formulan las mismas preguntas (¿se trata de enfermos o malas personas?, ¿estamos con
las víctimas o con los agresores?) y se establecen determinismos (no tienen remedio, requieren mucha
inversión para pocos resultados, etc.).
Sin embargo la rehabilitación del causante del maltrato se considera primordial y la verdadera solución para
acabar con el maltrato.
Además, teniendo en cuenta que la mayoría de los casos de maltrato a ancianos son por negligencia o
psicológicos y, según algunos estudios, económicos, el perfil del agresor o perpetrador o causante no está
tan claro como cuando se habla de violencia doméstica a mujeres. Y es mucho más amplio, hasta el punto
de que cualquier persona puede ser causante de abuso o negligencia a un mayor. El abandono, la falta de
responsabilidad y el desamparo que sufren muchos ancianos son el resultado de actitudes que adoptan
personas “normales” y que habría que replantear.
Las experiencias que existen sobre la efectividad de las intervenciones psicológicas a individuos que
maltratan físicamente o son negligentes con ancianos dependientes se han mostrado positivas y efectivas a
los seis meses de seguimiento.
Campbell, 2002
Reflexiona sobre las siguientes preguntas: ¿Cómo debe llevarse a cabo la prevención terciaria? ¿A quién va
dirigida?
Idea Clave
La rehabilitación del causante del maltrato se considera primordial y la verdadera solución para acabar con
el maltrato.
Sección 21. La prevención del maltrato institucional
La prevención en este ámbito tiene como objetivo conocer de qué modo viven y perciben los malos tratos
las personas mayores que se encuentran temporal o definitivamente institucionalizadas, así como conocer
las medidas que se toman para solucionar este problema.
A pesar de que la tendencia de los países europeos es mantener a las personas mayores en su entorno
habitual, en sus domicilios, proporcionando toda clase de servicios de salud, de soporte personal,
teleasistencia, voluntariado social y otros, el número de personas mayores con necesidad de cuidados
institucionales (sociosanitarios) devendrá considerable. Por este motivo, es conveniente abordar con rapidez
las cuestiones relacionadas con la calidad de vida y, por lo tanto, el compromiso de prevenir los malos tratos
en las instituciones, pues se desconoce la amplitud de este tipo de problema en las instituciones.
Idea Clave
Lo importante es conseguir que en las instituciones se cumplan las normativas existentes y que, en el caso
de que alguna medida necesaria no esté implementada, tal acción sea motivo de denuncia contra el propio
establecimiento.
Existen cuatro niveles de responsabilidad en la prevención de los malos tratos institucionales. Como
ejemplo, exponemos una serie de recomendaciones para cada nivel de actuación que puede ayudar a evitar
o reducir las situaciones de malos tratos en el medio institucional. Estos niveles hacen referencia tanto a la
propia institución como a todo el personal colaborador, las personas residentes , y sus familias y visitantes
conocidos.
En primer lugar, el establecimiento es el que debe tomar las medidas oportunas para reducir el riesgo de
que sus residentes o pacientes sufran malos tratos. Incumbe a la dirección del centro la supervisión del
buen funcionamiento y la buena gestión de éste.
Anunciar públicamente que el centro ofrece y se compromete a prestar unos servicios de calidad
(el control de calidad es aún poco común en nuestros servicios sociales).
Publicar una declaración de los derechos de los residentes.
Velar para que todo el personal conozca o tenga información básica de lo que se considera maltrato
institucional hacia los residentes.
Adoptar una política de tolerancia cero respecto a los malos tratos a los mayores.
Ofrecer, de forma regular, formación a todos los niveles y a todos los miembros del personal
referente al proceso de envejecimiento, para que conozcan más a fondo las posibles necesidades
de los ancianos.
Dar formación y sesiones de supervisión sobre la resolución de conflictos a todos los trabajadores.
Tener regularmente reuniones interdisciplinares para la planificación de cuidados y toma de
decisiones.
Favorecer entre el personal la práctica de alguna técnica de relajación que, especialmente en
momentos de crisis, ayude a calmar las tensiones y las frustraciones que impiden actuar con
corrección ante los ancianos enfermos.
Asegurar la rotación de puestos entre los trabajadores con los grupos de ancianos más difíciles,
para evitar los posibles malos tratos.
Buscar una fórmula para estimular, reconocer y potenciar el bien hacer de los profesionales.
Insistir para que las cuestiones del cuidado y ayuda a los residentes difíciles y agresivos se aborden
en las reuniones del personal.
Parar la actividad si uno considera que está perdiendo la paciencia.
Pedir excusas al residente si se le ha tratado de una forma ofensiva.
Ser un buen conocedor de la política del centro y de los procedimientos que se han de seguir en
materia de malos tratos. En caso de no existir dicha política, hay que solicitar al supervisor del
centro que explique lo que se piensa sobre estos temas.
Conocer bien la normativa legal y los derechos de las personas mayores.
Tratar al residente de la misma forma en que uno quisiera ser tratado.
Notificar y dar cuenta de todos los malos tratos que pueda observar o sospechar.
Los grupos y organizaciones que se ocupan de las personas mayores (incluidos los sindicatos), así como la
población en general, pueden tener una gran incidencia sobre el funcionamiento y la aplicación de las
normas que rigen en las instituciones.
Las personas y los grupos pueden ser agentes de influencia y de cambio en aquellos establecimientos donde
el comportamiento no es aceptable.
En nuestra cultura, la eliminación de la violencia y de los malos tratos representa el triunfo de nuestra
humanidad sobre los vulnerables y las debilidades individuales.
Idea Clave
En primer lugar, el establecimiento es el que debe tomar las medidas oportunas para reducir el riesgo de
que sus residentes o pacientes sufran malos tratos. Incumbe a la dirección del centro la supervisión del
buen funcionamiento y la buena gestión de éste.
La situación en España
En España nos encontramos ante una situación incipiente y básica respecto algunas experiencias centradas
en la prevención de los malos tratos a las personas mayores. No obstante, existen algunas iniciativas. En
ocho Comunidades Autónomas (Andalucía, Cantabria, Cataluña, Extremadura, Galicia, Guipúzcoa, Madrid y
Valencia) se ofrece un servicio telefónico para atender denuncias referentes a situaciones de maltrato.
Presentamos tres ejemplos:
Desde 1999, el Instituto Andaluz de Servicios Sociales de la Junta de Andalucía ofrece un servicio
público y gratuito mediante el Teléfono del Maltrato al Mayor (900858381) y pone a disposición de
los ciudadanos un instrumento para denunciar situaciones de riesgo que afecten al grupo de
personas mayores.
La Consejería de Bienestar Social de la Junta de Extremadura dispone de un Teléfono de Atención al
Mayor (900847070) gratuito como instrumento público para recoger denuncias de problemas que
afecten a los derechos de los mayores y de información sobre servicios sociales para este colectivo.
La Conselleria de Benestar Social de la Generalitat Valenciana dispone de un Teléfono gratuito del
Mayor (900100011) para recoger situaciones de necesidad de las personas mayores.
El resto de Comunidades Autónomas que dispone de este servicio telefónico funciona de forma similar a los
ejemplos expuestos. El circuito que se suele seguir es que, una vez detectada la necesidad o situación del
problema, el caso se deriva a los departamentos de servicios sociales del sector territorial que le
corresponda a la persona afectada.
Deberían instaurarse programas dirigidos a las personas mayores con la finalidad de prever los riesgos
relacionados con la vejez y reducir al mínimo la posibilidad de ser víctima de malos tratos.
Salud Canadá, una organización no gubernamental, ha desarrollado un proyecto educativo bipartito sobre
el maltrato de las personas de edad, destinado a los niños y a los jóvenes. Su objetivo es lograr que los
niños tomen conciencia de la vejez y se sensibilicen con el tema y sus implicaciones, y crear oportunidades
para que los jóvenes se interesen en las relaciones con otras generaciones. Con ello, se espera que los niños
y los jóvenes adquieran mayor respeto por las personas mayores y se sientan menos inclinados a
maltratarlas, ahora y en el futuro.
La primera parte del proyecto es un juego interactivo de relato de historias para niños de 3 a 7 años de
edad, que incluye juegos y cuentos. Si bien no aborda directamente el tema del maltrato de las personas de
edad, el juego transmite imágenes positivas de la vejez. También ha resultado eficaz con niños mayores
que tenían conocimientos de inglés limitados.
El núcleo de la segunda parte del proyecto está constituido por un programa escolar formal, elaborado
después de extensas consultas con muchas personas, entre ellas docentes, asistentes sociales
especializados en jóvenes, líderes religiosos, prestadores de asistencia sanitaria, jóvenes, personas que
trabajan con los mayores y las propias personas mayores. Mediante este programa de estudios, apropiado
sobre todo para los adolescentes, se intentan cambiar las actitudes negativas profundamente arraigadas en
la sociedad hacia los ancianos y el envejecimiento, y reducir el grado de maltrato de las personas de edad.
Las escuelas de Ontario han incluido el tema de la resolución de conflictos en sus programas de estudios,
y los docentes han comprobado que es muy fácil promover las conversaciones sobre el maltrato a los
ancianos en ese contexto.
Centro de prevención de los malos tratos a las personas mayores del Japón
Dicho centro se creó en el año 1996 como resultado de una encuesta nacional realizada tres años antes
sobre el tema de los malos tratos a las personas mayores, llevada a cabo por trabajadores sociales y
académicos.
El centro pertenece a una entidad no gubernamental que ofrece un servicio de orientación, asesoramiento
e información de carácter jurídico, de salud y de servicios sociales. Dispone también de una línea de ayuda
telefónica. En el supuesto de necesitar atención personal, se deriva a los servicios de atención
correspondientes.
A finales de 1995, después de algunas experiencias muy limitadas y algún que otro estudio en el marco de
la salud y de los cuidadores a domicilio, se creó la asociación nacional denominada “ALMA France” (Allo
Maltraitance Personnes Âgées), acogida en el seno de la Comisión de los Derechos y Libertades de las
personas mayores, dependiente de la Fundación Nacional de Gerontología de Francia. Se trata de una red
telefónica de ayuda a las personas mayores maltratadas.
Su objetivo principal es instaurar, a escala nacional, un punto de escucha del maltrato a las personas
mayores, así como también desarrollar la prevención, y promover la información y las acciones de
formación. Hace un seguimiento de las llamadas telefónicas y de las solicitudes de demanda de consejo,
tanto de los profesionales de la salud como de los servicios sociales.
En diferentes departamentos de Francia actúan antenas ALMA, cada una constituida por:
Las personas que escuchan, voluntarios formados previamente en el tema de los malos tratos a
mayores.
Un equipo de profesionales de formación social gerontológica.
Un comité técnico que actúa como consultor, integrado por personas provenientes de las distintas
estructuras de salud, judiciales, policiales, asociacionismo, tutelas y otros representantes de
organismos oficiales tanto a escala local como estatal.
ALMA recoge, analiza y diagnostica el maltrato. Al identificar los elementos que favorecen el maltrato en las
instituciones y en la familia, proporciona una herramienta indispensable para la detección del problema.
Glosario
Cheque servicio
Instrumento que utiliza un medio de pago no universal y que se halla condicionado al consumo de
diversos servicios sociales o modalidades de servicio, tales como residencias, atención de ayuda en
el hogar, estancias temporales, centros de día o programas de respiro. Tiene como finalidad
conseguir una mejor atención y calidad de vida de las personas atendidas, así como contribuir a la
creación de empleo estable en el ámbito de los servicios sociales. Hace posible la libertad de elección
del usuario para escoger la tipología de la atención requerida y el proveedor del servicio, además de
ser flexible y estar adaptado a las necesidades específicas de estas personas y de sus familias. Al
actuar más agentes en el sistema, la red asistencial puede tener una mayor amplitud, estar más
diversificada y proporcionar una oferta más variada y flexible en las atenciones e intensidad
concedidas, especialmente, en el propio hogar del dependiente.
Edadismo
Conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que padecen las personas por el hecho de
ser mayores.
Seguro de dependencia
El envejecimiento de la población y las nuevas estructuras familiares están dando lugar a la aparición
de un nuevo riesgo social: la ’dependencia’, que afecta a los sujetos que necesitan la ayuda de una
tercera persona para la realización de los actos esenciales de la vida. Nuestro sistema de protección
social contempla su cobertura, pero de una forma dispersa e insuficiente. La dimensión del problema
ha llevado a instaurar una nueva prestación: el ‘seguro de dependencia’ que, si bien en España está
en fase de gestación, ya opera en otros países de nuestro entorno. «Los poderes públicos
mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice la
asistencia, y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente, en caso
de desempleo. La asistencia y prestaciones complementarias serán libres». Así recoge la Constitución
Española, en su artículo 41, el derecho de los españoles a la protección social, en su concepto de
índole pública de carácter universal. Por contra, el sistema de servicios sociales, junto con la
protección social de la dependencia, en particular, no han sido ampliamente desarrollados por falta
de regulación específica, lo cual repercute en el vacío de cobertura de las necesidades de la población
en situación de dependencia (Art. 50 de la CE). Así pues, en estos momentos, la cobertura ofrecida
desde el sector público deja fuera de la misma a las personas mayores en situación de dependencia,
siendo este grupo de población el que presenta un riesgo mayor de requerir dicha cobertura. Hoy en
día, la financiación de la dependencia es un tema de debate político y social en nuestro país y, por
el momento, son las familias quienes se hacen cargo de todas las situaciones de personas
dependientes.
Adulto vulnerable
Persona que está o puede estar en situación de necesidad de servicios de atención comunitarios por
razón de dependencia y no puede tener cuidado de sí misma o de protegerse contra daños o
explotaciones significativas.
Es la especialidad médica que trata las patologías de las personas mayores. Fue Isaac Nasher quien
utilizó por primera vez el término geriatría en el año 1909. El especialista se denomina geriatra. La
geriatría se centra en los problemas médicos de las personas mayores y, asimismo, forma parte de
un cuerpo científico más extenso y global que se denomina gerontología.
Término introducido por N. A. Rybnikov en el año 1929 (Streib, G.F. y Orbach, H.L. 1967). Ciencia
que estudia los procesos de envejecimiento. No se limita al estudio del hombre, sino que más bien
se centra en el estudio del envejecimiento en todos los seres vivos. Abarca muchas disciplinas que
van desde la investigación básica o experimental que se pueda ocupar de los aspectos biológicos
propios del envejecimiento, hasta aspectos psicológicos, sociológicos, jurídicos y sociales. También
incluye aspectos clínicos.
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