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Johann Metz
Johann Metz
Año: 1988.
Páginas: 61 – 67.
Por otro lado, Metz alude que la existencia de una teología tradicional necesita de la
existencia de un axioma encerrado con una visión antigua que en muchos casos encubre
intereses concretos. Por ende, la teología y la iglesia nunca son políticamente inocentes. En
este sentido, el autor resalta que hay un problema epistemológico o de verdad que la teología
debe resolver. Para esto, se toma en cuenta que es de suma importancia la relación entre el
interés y el conocimiento ya que los intereses pueden ser capaces de expresar la verdad
siempre y cuando sean o lleguen a ser universales, es decir, una verdad expresada para todos
como la biblia. Además, se menciona que la búsqueda de justicia ayuda a la búsqueda de
verdad y esto al mismo tiempo se fundamenta en la práctica de un buen cristiano. Por esto,
el buscar a Dios, estar a la disponibilidad de él y la justicia para vivos y muertos no se pueden
separar. Asimismo, se resalta que es necesario no tan solo ser destinatarios de la narración de
historias de fe o de vida, sino más bien ser portadores de ellos para estar sujetos del lenguaje
en memoria de Dios y con esto, superar el modelo tradicional de la iglesia en el que los fieles
solo podían ser receptores.
Esta lectura nos invita a abrir la mente y aprender que la teología está relacionada con
los problemas actuales del hombre, que no se puede dejar de lado la importancia de la relación
entre lo mundano y lo divino porque hay antecedentes históricos que no se pueden volver a
repetir. Además, la responsabilidad del hombre en la historia es muy visible y casi
injustificable. Por esta realidad, el hombre actual ya no puede justificar en Dios cada una de
sus faltas. Cada quien tiene conciencia de lo que hace y por eso debe tomar responsabilidad
de cada uno de sus acciones. Asimismo, la teología está estrechamente vinculado con la
historia, nuestro día a día y el cómo vivimos nuestra fe. Es importante reconocer la realidad
actual y los cambios constantes en el que estamos inmersos. Hablar de Dios ahora es muy
diferente a como fue en los siglos anteriores y esto es algo que debemos tener presente.