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La sexualidad de los célibes
Luis Valdez Castellanos, sj
Jesuita, actualmente es el director del Centro Ignaciano
de Espiritualidad
La sexualidad ha sido causa de muchos sufrimientos y culpas,
en parte, porque se le ha reducido a lo genital (la
reproducción y los órganos genitales) y porque ha sido vista
y transmitida como algo negativo y peligroso.
El temor a la sexualidad obliga a conductas rectas pero
no conduce al amor. El reto es conocer y amar la propia
sexualidad, pues sólo desde su aprecio la persona podrá ser
responsable en su vida sexual.
El mundo de la sexualidad es tan amplio que es imposible
abordarlo en un artículo breve como este. Las tareas
pendientes de la sexualidad en los hombres y mujeres célibes
de la iglesia por célibes me referiré a sacerdotes,
religiosos, religiosas y algunos laicos y laicas que han
hecho voto y/o promesa de no vivir en pareja y en castidad,
son múltiples, mencionaré una lista y solo me restringiré a
comentar tres de ellas.
Tareas pendientes en la sexualidad de los célibes
Para favorecer ese trabajo de revisión honesta presento
las tareas que, a mi entender, son vitales para formar
hombres y mujeres nutricios para los demás.
Aclaro que hablo como varón, que conozco más el mundo de los
religiosos, que la lista no se presenta bajo ninguna
jerarquía.
Formar en la sexualidad no en base al castigo,
el miedo, la amenaza, la represión sino en el amor y la
responsabilidad vivida desde la libertad.
Unir sexualidad y espiritualidad. Descubrir a
Dios en ella.
Trabajar la autoestima que es básica para
vivir una sexualidad integrada. Incluir el nombre de uno
mismo en las personas a las que hay que amar.
Hablar abiertamente con respeto y cariño de la
sexualidad, tanto de lo positivo como de las dificultades
que enfrentamos.
No reducir la sexualidad a la genitalidad.
Quitar la visión negativa y centrada en el
pecado respecto a la sexualidad.
Ayudar los procesos de identidad sexual en los
seminaristas, estudiantes y religiosas.
Dar formación sexual integral a los célibes,
sean heterosexuales u homosexuales, ya que no basta la
oración ni los consejos espirituales.
Revisar las ideas aprendidas de lo que
significa ser varón y ser mujer, pues ahí está la causa de
diversos sufrimientos en las relaciones interpersonales.
Fomentar la conversión para que haya un nuevo
modo de relación varónmujer. Dejar de establecer
relaciones de dominio, competencia y poder.
Reeducar en la afectividad a los varones y a
las mujeres.
Aprender a integrar el placer en la vida para
el Reino.
Aprender a pedir ayuda.
Decir la verdad a nosotros y a otros.
Desarrollar la capacidad de intimar con otras
personas y también de saber poner límites.
Aprender a ser asertivos: decir lo que
sentimos y necesitamos sin destruir al otro ni sentirnos
culpables.
3
Una visión positiva de la sexualidad
Cuando era adolescente tenía un grupo de amigos entre
los vecinos. Uno de ellos era nuestro líder, le llamaremos
Francisco. Tenía una gran personalidad, muchos valores y era
bien parecido. A los pocos años decidió ingresar a una
congregación para ser sacerdote. Lo dejé de ver por diez años
y lo volví a encontrar cuando le faltaban dos años para
recibir la ordenación sacerdotal. ¡Qué tristeza sentí!
Desapareció aquel joven dinámico, vital, con personalidad, y
me encontré con alguien acartonado, distante, con ropas
clericales. Sus formadores estaban contentos porque lo habían
amoldado a sus normas y parámetros. La vida que tenía se
había apagado por dar una imagen.
Estoy seguro de que si Jesús de Nazaret ingresara hoy a
una congregación o a un seminario diocesano para ser
sacerdote, no llevaría esas ropas y actuaría con tanta
libertad que desconcertaría a los formadores.
Vidas opacadas, disminuidas, asexuadas, angustiadas por
la represión sexual, ceñidas a un mismo molde. ¡Qué
desperdicio! Cómo podrían haber aprovechado esa personalidad
tan rica, ese liderazgo, esa afectividad para las promoción
vocacional, para el servicio sacerdotal. La persona en
función de una imagen (modelo) sacerdotal y con pérdida para
4
1
Valdez, Luis. (2001). El don de la sexualidad. México: Buena Prensa, p. 12.
2
Ver el artículo “¿Qué sería buena noticia (Evangelio) en la sexualidad?” En Boletín de Espiritualidad, año
13, núm. 53, junio-agosto de 1998.
5
La mayoría de las personas (incluidos los célibes) hemos
recibido el mensaje que sexualidad es igual a genitalidad. Y
en la práctica esto acaba por empobrecer mucho el don de
Dios. Por eso, al ampliar la visión de la sexualidad y verla
de manera integral, la persona será más capaz de dar vida y
de recibirla. En la parábola de los talentos esto significa
dejar de tener miedo y hacer producir el talento de la
afectividad y sexualidad. De otra manera, por miedo se
enterrarán el afecto y la energía sexual y quedarán sin
utilizarse.
La sexualidad tiene cuatro dimensiones: la corporal
genital, la psicoafectiva, la sociológica y la trascendente
espiritual. Al enriquecer la visión de la sexualidad se
entenderá que ésta tiene no sólo que ver con la reproducción
sino también con el género y la identidad sexual, con la
manera de sentir, de ver el mundo, de vestir, caminar, amar,
relacionarse con los demás y con Dios. “Todo en la persona es
sexual pero la sexualidad no es todo en la persona” 3. Todo el
día y todos los días la persona vive su sexualidad y por eso
puede dar y recibir cariño, afecto, presencia, apoyo y
escucha. Madurar sexualmente es trabajar estas dimensiones.
Quizá tengamos información biológica sobre los órganos
reproductores pero eso no es más que información. Falta la
formación.
Cuando descubrí esta visón ampliada empecé a conocerme
más y a ser más feliz viviendo mi sexualidad de manera
permanente y más plena. También descubrí que la genitalidad
(masturbación, coito, etcétera) no es la única fuente de
placer, pues con la visión ampliada de la sexualidad existe
placer en escuchar a un amigo, en sentir su cercanía, en
expresar mis sentimientos a alguien en quien confío, en
admirar el cuerpo de los demás, en sentir la intimidad del
amigo o la amiga, en aprender a dar y recibir abrazos, pues
todo ser humano (célibe o no) tiene derecho a la ternura.
El sanador herido
Es una realidad muy triste tratar con sacerdotes,
religiosos y religiosas aplastados por la carga de trabajo y
que tienen un grado elevado de desnutrición interna. No
aportan su riqueza personal, sólo repiten ideas, teorías,
normas morales; son personas que necesitan ser escuchadas,
atendidas, valoradas y también acariciadas.
3
Valdez, L., op cit. p. 12.
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Sin embargo, la mayoría de los formadores de seminarios,
de casas de religiosos y formadoras de religiosas, al tener
esta educación, la siguen fomentando en las personas que
acompañan. No les favorecen el pensar en ellos mismos pues
creen erróneamente que significa egoísmo.
Yo mismo comprobé y experimenté el temor de volverme
egoísta cuando me explicaban estas ideas. Y después de
arriesgarme y empezar a atenderme y cuidarme descubrí, con
sorpresa, que tengo una gran necesidad de darme a los demás,
que en mí existe el deseo de compartir mis riquezas para
ofrecerlas a otros, que me viene muy bien servir a mis
hermanos. Pero ahora lo hago de manera diferente: desde una
persona más nutrida interiormente porque aprendió a amarse y
cuidarse. Y esto favorece mi vida sexual, pues doy y recibo
mucho más en las relaciones interpersonales.
No se redime lo que no se asume
Una tarea pendiente es que los célibes nos digamos la
verdad, primero a nosotros mismos y luego a otros en quienes
confiemos. Y como no es algo fácil, por eso es una tarea
permanente e importante.
Uno de los santos padres decía que “no se redime lo que
no se asume”. No puedo madurar mi sexualidad si no asumo que
no la he trabajado, que la he descuidado, que me da miedo y
me fascina a la vez.
Se necesita recuperar la historia sexual como la ve
Jesús de Nazaret: con ojos de misericordia, sin condenar a la
persona, tal como actuó ante la adúltera (Jn 8, 1ss). Sin
golpearnos ni lastimarnos sino con la actitud que le pidió
Yahvé a Moisés de respetar la tierra sagrada, pues es en
nuestra historia afectivosexual donde Dios va escribiendo
sus designios de amor.
Si me siento amenazado por el padre espiritual o mi
superiora, no le contaré nada de mi vida que pueda ir en
contra mía. Esconderé cosas para defenderme de la amenaza, el
castigo y la reprobación. Si por el contrario, la persona que
me acompaña es comprensiva, no condena y sabe escuchar con
amplio criterio, podré compartirle mis sufrimientos y mi
historia completa, pues sé que me ayudará mucho a crecer.
También es usual que seamos muy duros con nosotros
mismos, más que con los demás. Esta tendencia a la
autocondena impide que reconozcamos toda nuestra verdad.
Vemos y aceptamos en el campo de nuestra conciencia sólo
aquello que no acarree consecuencias negativas. Por eso no
vemos la viga que traemos en el ojo.
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La experiencia del amor incondicional de Dios hacia cada
uno de nosotros, renovada con frecuencia en la Eucaristía y
en la oración, es fuente para que podamos animarnos a
descubrir nuestra verdad y desde ahí partir para nuestro
crecimiento. Si Dios también es una amenaza, será difícil que
llegue a asumirme como soy.
Los prejuicios hacia ciertos sentimientos impiden
también que nos conozcamos y que podamos llamar pan al pan y
vino al vino. Equivocadamente se cree que hay algunos
sentimientos malos (pecaminosos) como podrían ser la
excitación y la atracción sexual4. Si lo creo, evitaré y
reprimiré esos sentimientos, pero como no se mueren, siguen
agazapados y saltarán para empujarme a hacer cosas que no
deseo. El reconocimiento y la aceptación de todos los
sentimientos es la mejor manera de manejarlos y canalizarlos.
Por ejemplo, si como varón célibe admito de forma clara que
una mujer me atrae sexualmente, y yo a ella, es una
información valiosa para que decida o no procurar encuentros
a solas con ella. Si disfrazo o encubro el sentimiento de
atracción sexual por otro de amistad, será más fácil que
busque estar a solas con ella pues creo que lo que siento es
amistad. Así, me pongo en situaciones que me pueden llevar a
hacer cosas que no quiero. Ayuda mucho decirme la verdad en
todo lo que estoy sintiendo.
Otra verdad que es necesario admitir y recordar de
manera constante, es que el celibato no se vive impunemente,
sin costos de bienestar. La persona que opta por él se maneja
mejor si admite de entrada que no es fácil vivir esa opción,
ya que cada vez más el celibato es visto por la cultura
actual como algo raro. Si acepto que tengo y tendré momentos
de soledad, de vacío, de no tener quién me acompañe en
comunión, cuando se presenten esos sentimientos no me
sorprenderán y podré mantener mi elección. Alguien
interpretaba aquel texto de Jesús “el hijo del hombre no
tiene donde reclinar su cabeza” en este sentido de carencia
afectiva asumida por el Reino. El hueco es un hueco, y a
veces queremos que el hueco sea compañía.
Conclusión
Para ser honestos con nosotros mismos y con los demás se
necesita un ambiente de seguridad interpersonal (que los
otros no sean una amenaza de condena o reprobación) e
4
No existen sentimientos malos ni buenos, pues surgen espontáneamente. La que sí es mala o buena es la
conducta que tenga. Puedo manejar el sentimiento de ira y de coraje y comunicarlo de manera constructiva.
Pero también, si no manejo el coraje puedo dañar a otra persona.
9
Kahlil Gibran. El Profeta.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA