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I NSTITUTO MILTON H.

ERICKSON DE SANTIAGO
I NSTITUTO MILTON H. ERICKSON DE SAN LUIS

UNA TERAPIA COMÚN NO CONVENCIONAL:


ENFOCÁNDOSE EN LO QUE FUNCIONA1

Barry L. Duncan, Scott D. Miller, and Mark A. Hubble

Hay muchas clases de escuelas, muchas clases de enseñanzas. Si usted estudia esas enseñanzas
encontrará excelente traspasarlas de una generación a otra. [Sin embargo], eventualmente dirá,
"Esta es la mejor, ésta es errónea." Luchamos bajo el bello estandarte de la religión, la filosofía, la
psicología, o cualquier cosa. —Dainin Katagiri, 1988

A través de la historia en el campo, virtualmente todas las escuelas de terapia han defendido
convincentemente sus propias explicaciones y métodos exclusivos para resolver las quejas de los
clientes. Con una falta de modestia cercana a la arrogancia absoluta, los proponentes de cada
escuela han insistido que las explicaciones y los resultados de sus paradigmas son lejos superiores a
las de otros modelos de tratamiento (Miller, Duncan y Hubble, 1997).
Sin embargo, hay una diferencial verdadera entre su retórica y la realidad empírica.
Cuarenta años de sofisticada investigación de los resultados no han encontrado que ninguna
teoría, modelo, método o paquete de técnicas sea confiablemente mejor que otro (Elkin, Shea,
Walkins, et al., 1989; Lambert y Bergin, 1994; Sloane, Staples, Cristol et al., 1975; Weinberg, 1995). A
pesar del esfuerzo herculeano de legiones de adoradores modelo, nadie ha tenido éxito en
declarar que una religión sea la mejor. La diferencia entre los diversos modelos simplemente no
aporta muchas diferencias en los resultados de la terapia.2
La última locura que ha recorrido el mundo clínico es la "terapia breve." Sin embargo, con
respecto a la duración del tratamiento, las investigaciones demuestran más que convincentemente
que toda terapia es breve. La recolección de datos a lo largo de 50 años muestra
consistentemente que el cliente promedio asiste solamente a un puñado de sesiones,
independientemente del modelo de tratamiento empleado (Garfield, 1971; Koss y Shiang, 1994). En
un ejemplo impresionante, Garfield (1989) investigó la duración de los tratamientos de los clínicos
que practican terapia de larga duración, psicoterapia psicodinámica en un hospital de la

1 "An Uncommonly Common Therapy: Focusing on What Works." In W. Matthews and J. Edgette (Eds.), Current
Thinking and Research in Brief Therapy. Solutions, Strategies, Narratives . Vol. 2. New York: Brunner/Mazel, 1998, p.
203-235
Traductor: Ps. Mario Pacheco
2 Aunque la preponderancia de los datos apoya la equivalencia de las conclusiones de los resultados (el

denominado veredicto del pájaro bobo de Alicia en el País de las Maravillas), esto es controversial. Por ejemplo,
aquellos que provienen del campo de la terapia cognitiva-conductual creen que la reciente definición de la
APA de "tratamientos empíricamente validados" demuestra la validez de ese enfoque. Tratamos más adelante
este problema en nuestra respuesta a John Edgette.

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Administración de Veteranos [de Guerra] en 1949. Encontró que el cliente promedio asistía
solamente a seis sesiones. Más recientemente, un estudio nacional con cerca de 2000 miembros
clínicos seleccionados al azar de la Asociación Americana de Terapeutas Matrimoniales y
Familiares, encontró que aunque los terapeutas usaban una variedad de modelos de tratamiento y
trabajaban con una clientela diversa, el número de sesiones con fami lias promediaba solamente
nueve sesiones (Doherty y Simmons, 1996).
No hay evidencia que algún enfoque de terapia tenga como resultado una curación en una
sola sesión. La investigación indica que una sola sesión es el número moda3 de sesiones para todos
los clientes en terapia, independientemente del modelo de tratamiento empleado (Frank, 1990;
Talmon, 19990).
Cuando el promedio y el número moda de sesiones para la terapia breve es igual al
promedio y el número moda de sesiones que para otros enfoques "no breves", la declaración que
los terapeutas breves pueden "influenciar... al(los) cliente(s) en la dirección de abreviar el término
de la terapia" (O'Hanlon, 1991, p. 108) comienza a sonar hueca. Los terapeutas breves no hacen
que la terapia sea breve con sus métodos de tratamiento, así como Erastótenes no hizo que la Tierra
girara cuando él midió su circunferencia (Sagan, 1980).
Dado que las diferencias entre los modelos tiene poca relación con los resultados de la
terapia, este capítulo describe los factores comunes a todas las terapias que realmente no hacen
una diferencia. Al hacer esto no estamos colocando la primera piedra para un nuevo modelo o
creando una marca para vender una rama de la terapia "nueva y mejorada". No se ganaría nada
con agregar otro contendiente a un campo atestado de jugadores. El enfoque común y corriente y
de sentido común detallado aquí no dicta técnicas fijas, ni certidumbres ni pautas invariables en el
proceso terapéutico, ni prescripciones definitivas para obtener buenos resultados de tratamiento.
Por el contrario, sugerimos formas para que todos los terapeutas reconozcan y maximicen la
contribución de los factores comunes que ya están operando en su propio trabajo clínico.
Al promover una terapia común no convencional, esperamos que los terapeutas se sentirán
validados para abandonar la búsqueda de la intervención correcta o la rama correcta de la
terapia (Miller et al., 1997).

LOS FACTORES COMUNES

La gran tragedia de la ciencia —el asesinato de una bella hipótesis por un hecho feo.— T.H.
Huxley

El rechazo de la hegemonía de los modelos de tratamiento no significa que la terapia


debiera ser descartada como inefectiva, que "nada funciona" en el tratamiento, o que no existen
guías que ayuden a los terapeutas a navegar en las aguas ambiguas del proceso terapéutico.

3 [N.T.] La moda estadística en una distribución de frecuencias.

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Existe considerable evidencia respecto a los elementos y procesos de la terapia efectiva. Esta
evidencia se aclara en sus aspectos comunes más que en las diferencias entre los modelos de
terapia que dan cuenta de la mayoría del cambio en la experiencia del cliente.
Desafortunadamente, esos factores no son muy ideológicos; no suenan como exclusivos o
fascinantemente arcanos. Peor aun, no están articulados por partidarios persuasivos, carismáticos.
A pesar de esas desventajas, esos factores ofrecen algo que ningún modelo actual puede proveer
–una guía clara, empíricamente validada para la práctica clínica en esta era de responsabilidad
[por los resultados] (Duncan y Moynihan, 1994; Duncan, Solovey y Rusk, 1992).
En todas las formas de terapia son centrales cuatro elementos curativos,
independientemente de la orientación teórica, estilo (v.g., individual, grupo, familia, etc.), o dosis
(frecuencia y número de sesiones). Esos cuatro elementos, en orden de su contribución relativa al
cambio, son: (1) factores extra terapéuticos; (2) factores de la relación; (3) expectativa, esperanza y
factores placebo; y (4) factores del modelo y técnica (Lambert, 1992)4

FACTORES EXTRA TERAPÉUTICOS: LOS HÉROES SILENCIOSOS DE LA PSICOTERAPIA

Hasta que los leones tengan sus historiadores, los cuentos de cazadores siempre glorificarán al
cazador. —Proverbio africano

Desde hace mucho tiempo los clientes han sido retratados como "no realizados", como el
portador del mensaje de una disfunción familiar, como fabricantes de resistencia, y, en la mayoría
de las tradiciones terapéuticas, son etiquetados para la aplicación de una intervención técnica.
Parece que una vez que las personas deciden ingresar al tratamiento, súbitamente se convierten
en menos de lo que eran antes.
En la misma forma que se asume que los clientes son frágiles o no efectivos, los terapeutas son
considerados los maestros y héroes del encuentro terapéutico. Rara vez el cliente se encuentra en
el rol del agente de cambio. De Shazer (1994) describe convincentemente la tendencia
infortunada de glorificar los mensajes exitosos del terapeuta mientras se excluye al cliente, en una
comparación del recuento de los éxitos mágicos de Erickson y los poderes ficticios de Sherlock
Holmes:

Entonces caí en la cuenta que las historias del –genial– Erickson, al igual que las historias de Sherlock
Holmes, realmente subvaloran a todos los otros personajes que aparecen en las historias, particularmente
a los clientes. A veces esos otros personajes, como el Inspector Lestrade, sin importar la historia en si

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En sus análisis de la literatura de resultados ampliamente citados, Michael Lambert traduce los extensos
datos en cuatro factores y su porcentaje de contribución a la mejoría en la terapia. Los porcentajes son
estimaciones que ilustran las conclusiones e implicaciones de los resultados en la investigación de la
psicoterapia. Es digno de atención que aunque no se utilizó metodología estadística, nuestro conocimiento no
fue desafiado por las conclusiones de Lambert y los porcentajes que él estimó continúan siendo
empíricamente validados.

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misma, son sólo de cartón. Tenemos poca o ninguna idea acerca de sus contribuciones al esfuerzo
terapéutico. (pp. 33-34)

De Shazer implica que esto nunca es visto en los avisos que anuncian la línea de vestir más
reciente en la boutique de las técnicas terapéuticas: La investigación deja claro que es el cliente es
realment e el único y más potente contribuyente al resultado en la psicoterapia. En la literatura de la
investigación, la contribución del cliente en el resultado es parte de una categoría de elementos
terapéuticos comunes denominados factores extraterapéuticos. Se estima que esos factores tienen
la mayor porción en la mejoría que ocurre en cualquier tratamiento (40%). Se refieren a todos los
aspectos del cliente y de su ambiente que facilitan la recuperación, con independencia de la
participación formal en la terapia (Lambert, 1992). De hecho, la matriz total de éstos –fortalezas y
recursos, apoyo social, y los eventos fortuitos que ocurren dentro y fuera de sus vidas– pesan más
que todo lo que el terapeuta podría hacer.

Teniendo en Cuenta los Factores Extra Terapéuticos: Focalizándose en el Cambio


Contrariamente a lo que ocurre en el ambiente práctico, los terapeutas harían bien en
abandonar sus teorías, modelos y técnicas en el consultorio, y proveer el tipo de ambiente que
valida y nutre –es decir, tener en cuenta esos factores (Duncan y Moynihan, 1994; Miller et al., 1997;
Patterson, 1984). "Focalizarse en el cambio" significa literalmente hacer un esfuerzo concertado por
escuchar y validar cualquier cambio del cliente que es iniciado por alguna razón en el proceso de
tratamiento. Esto significa que el terapeuta confía en la probabilidad de cambio y, como resultado,
crea un contexto terapéutico en el que son bienvenidas y nutridas las nuevas perspectivas, los
nuevos comportamientos o sentimientos.

Cambios Pre-Tratamiento y Cambio Entre el Tratamiento


El cambio pre-tratamiento es el cambio que ocurre en la queja presente del cliente antes de
la iniciación formal de la terapia. Quizá no hay mejor ejemplo de esto que la operación de factores
extra terapéuticos en términos de fortalezas preexistentes en el cliente y oportunidades de cambio.
Weiner-Davis, de Shazer y Gingerich (1987) estudiaron a 30 clientes y encontraron que dos tercios
(66%) reportaron cambio pre-terapéutico positivo relacionado con sus razones para buscar
tratamiento –si les hubieran preguntado respecto a ellas al comienzo de la primera visita. Lawson
(1994) replicó posteriormente esta investigación con 82 clientes y encontró, que cuando se les
preguntaba, el 60% reportó cambios pre-tratamiento positivos respecto a la queja.
Los factores extra terapéuticos contribuyen no solamente a que el cambio ocurra antes del
inicio formal del tratamiento, sino también a los cambios que tienen lugar una vez que el
tratamiento ha sido iniciado. La investigación muestra, de hecho, que la mejoría entre sesiones es la
regla más que la excepción (Reuterlov, Lofgren, Nordstrom y Ternstrom, en prensa).
Dados estos hallazgos, la clave para la acomodación exitosa de los factores extra
terapéuticos pareciera ser escuchar para un cambio. Los terapeutas pueden preguntarles en forma

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directa a los clientes si ha ocurrido algún cambio, o simplemente pueden escuchar y amplificar
después cualquier referencia al cambio que el cliente haga durante la sesión. Quizá lo más
importante es el valor de permanecer abiertos a la posibilidad de cambio, sin importar la historia o
presentación del cliente.

Competencia del cliente y vida fuera de la terapia.


Los terapeutas pueden comenzar a considerar a sus clientes [en cuanto actores] en los roles
exitosos de éstos, como los agentes primarios de cambio, al escucharlos y estar curiosos respecto a
su competencia, y escuchar equilibradamente en una forma empática las dificultades que traen
los clientes al tratamiento, teniendo presente sus fortalezas, recursos o habilidades que implican la
vida y circunstancias de ellos. Escuchar la contribución de los clientes para el cambio no significa
que el terapeuta ignore el sufrimiento del paciente o asuma una actitud de "no escuche ni vea al
demonio" en el tratamiento. Por el contrario, el terapeuta escucha la historia completa: la confusión
y la claridad, el sufrimiento y la resistencia, el dolor y los modos de afrontarlo, la desesperación y el
deseo (Miller et al., 1997).
Los terapeutas también pueden tomar en cuenta la contribución del cliente al cambio al
incorporar los recursos provenientes del mundo fuera de la terapia del cliente. Los estudios han
mostrado que cerca de la mitad de los clientes que buscan terapia, simultáneamente buscan otras
fuentes de ayuda (Bergin, 1971). Ya sea que busquen a un amigo confiable o un miembro de la
familia, compren un libro, o asistan a la iglesia o a grupos de ayuda mutua, los clientes encuentran
apoyo donde quiera que puedan [encontrarlo] fuera de la relación formal de terapia.
El terapeuta simplemente puede escuchar y estar curioso respecto a qué ocurre en la vida
del cliente fuera de la terapia que sea útil. Es importante recordar que el propósito de este proceso
es identificar no lo que el cliente necesita, sino lo que ya tiene en su mundo que pueda usarse para
alcanzar los objetivos terapéuticos. Nosotros favorecemos la visión que la terapia crea un espacio
para los clientes, en el cual emplean sus habilidades para lograr sus metas y que los terapeutas son
recursos que el cliente utiliza en su proceso de cambiarse a si mismo (Bohart y Tallman, 1996).

LA RELACIÓN: SOBRE LOS HOMBROS DE CARL ROGERS

Hay pocas cosas en el campo de la psicología para las cuales la evidencia es tan fuerte, como el
apoyo para la necesidad, si es que no la suficiencia, de las condiciones del terapeuta para
asegurar empatía, respeto o calidad, y ser terapéuticamente genuino. —C.H. Patterson (1984, p.
437)

Para los clínicos que aclaman una variedad de tradiciones, la investigación de la


importancia de la relación terapéutica es probable que corrobore creencias centrales –una proeza
no pequeña en un mercado que exalta incesantemente los aspectos técnicos del comercio
terapéutico. La obsesión del campo con la técnica minimizó en forma desafortunada los factores

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que son más significativos empíricamente. En los últimos 40 años, la influencia de la relación ha sido
trazada en un conjunto de tratamientos (Patterson, 1984, 1989). Los investigadores estiman que un
30% de la varianza en los resultados de la psicoterapia es atribuible a los denominados factores de
la relación –estando en segundo lugar de importancia solamente respecto a los factores extra
terapéuticos (Lambert, 1992).
La visión pionera de Carl Rogers (1951) respecto a la relación terapéutica cambió para
siempre la práctica clínica. Los investigadores y los teóricos han expandido gradualmente las
condiciones necesarias y suficientes de Rogers en un concepto más amplio, conocido como
alianza terapéutica. La alianza terapéutica da énfasis a la colaboración en el alcance de metas de
la terapia, combinando el pensamiento original de Rogers respecto a que el terapeuta provee
condiciones y el cliente contribuye a las metas y a la construcción de tareas (Marmar, Horowitz,
Weiss y Marziali, 1986). En su extensa revisión de más de 1.000 hallazgos respecto a la alianza,
Orlinsky, Grawe y Parks (1994) concluyen que la participación del cliente aparece como el mejor
predictor de resultados positivos. Esta investigación provee guías concretas para aumentar la
contribución de los factores de la relación al resultado del tratamiento.

Acomode las Intervenciones de Tratamiento a las Metas del Cliente para la Terapia
Acomodar las intervenciones del tratamiento a las metas del cliente significa tomarse el
tiempo para explorar los pensamientos y sentimientos del cliente, y sus actitudes, hacia la
naturaleza de su problema, así como también las ideas del cliente respecto a cómo la terapia
podría adaptarse mejor a esos problemas. En otras palabras, la teoría del cambio del cliente toma
el escenario, por consiguiente invite al cliente a participar en una relación de compañerismo para
alcanzar los deseos del cliente para la terapia (Duncan, Hubble y Miller, 1997).
A pesar de la práctica histórica de basar las intervenciones en diagnósticos psiquiátricos,
determinar teóricamente la etiología problema, o los planes de tratamiento generados por el
terapeuta, la investigación sobre la alianza terapéutica deja claro que el tratamiento es más
efectivo y más eficiente cuando las metas de los clientes son aceptadas y se les otorga valor sin
reformularlas de acuerdo a líneas doctrinarias, y cuando esas metas, a su vez, determina el foco y
la estructura del proceso de intervención. Mientras más conscient e, deliberado y focalizado es el
intento de atraer al cliente hacia las metas y construcción de intervenciones, los modelos
explicativos y la técnicas se convierten en menos significativas.

Acomode el Tratamiento a la Forma en que el Cliente Ve la Relación Terapéutica


Por años se creyó que los comportamientos del terapeuta asociados con relaciones de
ayuda podían ser estandarizados y enseñados a los terapeutas en formación (véase Truax y
Carkhuff, 1967). La investigación posterior ha mostrado, sin embargo, que proveer "el corazón" o las
"condiciones necesarias y suficientes" de la psicoterapia efectiva es mucho más complicado.
Por ejemplo, en un estudio de la empatía proporcionada por el terapeuta, Bachelor (1988)
encontró que el 44% de los clientes experimentó la empatía de su terapeuta como cognitiva, un

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30% como afectiva, un 18% como un compartir, y un 7% como nutritiva. Las relaciones terapéuticas
exitosas son aquellas que se acomodan a la experiencia singular de los clientes a esas variables –en
otras palabras, la definición del cliente del terapeuta que proporciona calidez, empatía, respeto y
autenticidad, así como también el rol del terapeuta.
Los datos indican que las valuaciones [ratings] de los clientes de esas condiciones entregan
predicciones más fuertes de los resultados que las valuaciones que hacen los terapeutas (Bachelor,
1991). Los clínicos, por consiguiente, tienen la gran oportunidad de facilitar la contribución de los
factores de la relación cuando ellos adaptan activamente el suminist ro de las condiciones
centrales a la definición que hace el cliente de esas variables. La acomodación da énfasis a que el
terapeuta esté al tanto de la respuesta del cliente al proceso en si mismo y ajuste rápidamente la
terapia cuando sea necesario calibrarla según las expectativas del cliente.

Empatía.
En contraste con lo que se repite a menudo en la escuela de graduados, puede ser que la
mayoría de los clientes no experimente la empatía como cálida, nutritiva, o exclusivamente
concentrada en sus sentimientos. Como lo indica el estudio de Bachelor (1988), la empatía emerge
a menudo como una apreciación con discernimiento razonamiento de las circunstancias del
cliente. La empatía no es, por consiguiente, un comportamiento del terapeuta fijo, reflejo o, incluso
específico (v.g., el reflejo de sentimientos). Por el contrario, es mejor comprendido como una
actitud que coloca al cliente en primer lugar, antes de lo que según las definiciones de la teoría
específica debiera ser (Duncan et al., 1992; Miller et al., 1997).

Respeto.
La condición central del respeto comienza cuando se asume que todos los clientes pueden
hacer por si mismos más satisfactorias sus vidas. La contribución de los factores extra terapéuticos a
los resultados obliga a los terapeutas a colocar una fe inquebrantable en los clientes y sus
habilidades. El respeto se refleja en las actitudes y comportamientos que valoran al cliente como
una persona de valía, por sobre las perspectivas teóricas, técnicas de tratamiento y
consideraciones diagnósticas. Se hace manifiesto, también, por una sensibilidad a la aceptación
de la conducta del terapeuta hacia el cliente, porque, como ocurre con la empatía, la percepción
del cliente del respeto es la clave para aumentar los efectos de la relación.

Autenticidad.
Los clientes quieren que los terapeutas sean auténticos, el "McCoy real", sin una pizca de
auto-indulgencia a sus expensas. Quizá en contraste de lo que podría asumirse, el terapeuta tiene
una gran oportunidad de ser percibido en esta forma cuando hacen conceptos, intervienen y se
acercan tentativamente al cliente (Duncan et. al., 1992). Al ser tentativo5, no se necesita acertar a

5[N.T.] Véase los tipos de mensajes empáticos descritos por Greenberg et. al. (1996) Facilitando el cambio
emocional. El proceso terapéutico punto por punto. Ed. Paidós, Barcelona

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lo real. En lugar de vestir el manto inescrutable del experto, el terapeuta se presenta como un
compañero que, en virtud del entrenamiento y la experiencia, puede ofrecer información [input]
productiva. Como tal, ser auténtico requiere una medida de humildad, en términos de los límites de
la psicoterapia y de la diversidad y complejidad inherente a los seres humanos (Duncan y
Moynihan, 1994).

Validación.
La efectividad de la relación es reforzada por la experiencia de validación del cliente. La
validación legitima o justifica las preocupaciones del cliente y combate la minimización y
disparidad que traen a menudo consigo. A través de la validación, el terapeuta expresa una
creencia en el cliente y en sus fortalezas para resistir y eventualmente sobreponerse al problema.
La validación habla de los aspectos de la relación terapéutica que han sido más estudiados,
es decir, las afirmaciones de los terapeutas. La afirmación es definida como la aceptación, calidez
no posesiva o la consideración positiva. Orlinsky y sus colegas (1994) revisaron cerca de 90 hallazgos
que sugieren que la percepción de los clientes de las afirmaciones del terapeuta es un factor
significativo en la promoción de un resultado positivo.

FACTORES PLACEBO : ESPERANZA PARA UN CAMBIO

Ahora no tenemos la obligación de hablar como científicos,... respecto a esta antigua pero
redescubierta verdad, la validez de la Esperanza en el desarrollo humano —La Esperanza, junto a
sus hermanas inmortales, la Fe y el Amor. —Karl Menninger

La expectativa, la esperanza y el placebo contribuyen en un 15% a los resultados positivos.


Esos factores son responsables de una porción de la mejoría que los pacientes experimentan
simplemente al estar en la terapia. La investigación muestra que la simple expectativa en la terapia
ayuda a contrarrestar la desmoralización, moviliza esperanza y adelanta la mejoría (Frank y Frank,
1991). Murphy, Cramer y Lillie (1984) encontraron que el 58% de los clientes identificaron a la
esperanza infundida [por el terapeuta] como un factor curativo en la psicoterapia.
La creación de esa esperanza está fuertemente influenciada por la actitud del terapeuta
hacia el cliente durante los momentos de inicio de la terapia. Las actitudes pesimistas transmitidas
al cliente por un énfasis en la psicopatología o en las dificultades, y la naturaleza demorosa de los
cambios, es probable que minimicen o restrinjan el efecto de esos factores. Un énfasis en las
posibilidades y en una creencia que la terapia puede funcionar ayudará a infundir esperanza y una
expectativa positiva para la mejoría. La creación de esta atmósfera esperanzadora no es lo mismo
que adoptar una actitud de "todas las nubes tienen un techo de plata" hacia las dificultades del
cliente. Por el contrario, la esperanza proviene del reconocimiento de las dificultades del cliente y
las posibilidades para un futuro mejor.

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Algunas de las formas más potentes para facilitar esperanza y expectativas positivas para el
cambio ya se han discutido: en particular, formar una alianza terapéutica fuerte con los clientes e
incorporar las fortalezas de los clientes en el tratamiento. Las siguientes sugerencias, aunque
potencialmente útiles, tienen valor solamente en el grado en el cual se ha estimulado la esperanza
y la expectativa positiva para el cambio.

Tener un Ritual Sanador


Los rituales tienen una característica compartida con los procedimientos curativos (Frank y
Frank, 1991). Su uso inspira esperanza y una expectación positiva para el cambio que transmite que
quien los realiza –ya sea el chamán, el astrólogo o el terapeuta– tiene un conjunto especial de
habilidades para la curación potencial. Los procedimientos no son en si mismos los agentes
causales del cambio (Kottler, 1991). Más bien, es que los participantes tienen un método
estructurado y concreto para movilizar los factores placebo en el proceso de recuperación.
Cuando se instruye al cliente que se recueste en un diván, hable a una silla vacía, escriba su
diálogo interno negativo, se dé afirmaciones positivas, o piense en un milagro, los profesionales de
la salud mental están involucrados en rituales curativos. Dado que las comparaciones de las
técnicas psicoterapéuticas han encontrado una pequeña efectividad diferencial, ellas pueden ser
concebidas como rituales curativos –técnicamente inertes, pero sin embargo métodos poderosos y
sistemáticos para aumentar los efectos de los factores placebo.
La pregunta perenne que enfrentan los terapeutas es qué ritual particular usar cuando
trabajan con un cliente individual. A continuación se presentan algunas guías para responder a
esta pregunta.

El terapeuta debiera creer en el procedimiento o en la orientación terapéutica.


La investigación confirma que los terapeutas aumentan el componente placebo de los
procedimientos que emplean cuando de verdad creen en esos procedimientos y tienen confianza
que serán terapéuticos (O'Regan, 1985). Tener fe en un procedimiento o una orientación particular
no significa que el terapeuta debiera adoptar una actitud hacia el procedimiento de "al demonio
los torpedos, a toda máquina adelante". No quiere decir que el terapeuta debe congraciarse
activamente con los favores del cliente ni aconsejar acerca del poder del pensamiento positivo. La
fe en un proceso terapéutico dado o en una orientación se transmite mejor a través de las
creencias que los terapeutas tienen respecto al cambio en general. Es este aspecto, los terapeutas
que creen en la probabilidad a favor del cliente es más probable que aumenten el componente
placebo de los procedimientos que usan.

El procedimiento o la orientación debe ser creíble y persuasiva en base al marco de referencia del
cliente.
Los efectos pl acebo de un procedimiento dado es probable que sean aumentados cuando
el procedimiento coincide y es complementario con las creencias del clientes antes del tratamiento

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respecto a su(s) problema(s) y el proceso del cambio. El ritual debe ser congruente con la teoría del
cambio del cliente (Duncan et at., 1997). La "aceptación" de un procedimiento u orientación
particular por parte del cliente, es el determinante principal de su puesta en práctica y, por último,
de su éxito (Murphy, 1996; Reimers, Wacker, Cooper, & De Raad, 1992).
Considérese el estudio efectuado por Hester, Miller, Delaney y Meyers (1990) que compara la
eficacia del tratamiento tradicional para el alcohol, el cual concibe al problema como una
enfermedad, con el enfoque conductual que ve al problema de la bebida como un mal hábito.
Los investigadores no se sorprendieron cuando encontraron que ambos enfoques eran igualmente
efectivos. Lo que los sorprendió fueron las diferencias que emergieron entre los grupos seis meses
después. La diferencia en el resultado provenía de las creencias que los clientes tenían respecto a
la naturaleza de los problemas del alcohol antes de la iniciación del tratamiento. Los clientes que
creían que los problemas del alcohol eran causados por una enfermedad, era mucho más
probable que estuvieran sobrios en el seguimiento de seis meses si habían recibido el tratamiento
tradicional; mientras que los clientes que creían que los problemas con el alcohol eran un mal
hábito, era más probable que tuvieran éxito si habían participado en una terapia que había
tratado el problema como un hábito.
La credibilidad y la persuasión no son características del terapeuta, como uno lo pensaba,
sino que son el resultado de la congruencia entre el marco de referencia del cliente y el enfoque
del terapeuta (Duncan et. al., 1992,1997).

El procedimiento o técnica debiera estar basado en, conectado con, o en la extracción de


experiencias previas exitosas del cliente.
En 1968, los investigadores Batterman y Lower administraron placebos a personas que sufrían
de artritis reumatoidea y osteoartritis, y encontraron que aquellos que recibieron placebos
experimentaron un alivio significativo del dolor (O'Regan, 1985). Más interesante aun, sin embargo,
fue su hallazgo que las personas que habían sido tratados previamente con éxito para el dolor con
un agente analgésico activo experimentaron más alivio cuando recibieron un placebo, que
aquellos que no habían sido tratados con éxito por su dolor antes de recibir el placebo.
Combinados con reportes similares provenientes de la literatura, esos hallazgos sugieren
fuertemente que los efectos del placebo de cualquier procedimiento dado es probable que sean
aumentados cuando éstos están basados en, apareados con, o extraen una experiencia previa
exitosa del cliente.
Los terapeutas pueden aparear en diversas formas los procedimientos terapéuticos con las
experiencias previas exitosas de los clientes. Lo primero y más principal, sin embargo, es
simplemente escuchar o preguntar al cliente acerca de su método usual de experimentar el
cambio.

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Orientación del Tratamiento Hacia el Futuro


Frank y Frank (1991) sugieren que lo que facilita la esperanza y las expectativas positivas para
el cambio en el tratamiento, no es revisar el pasado, sino que el desafío de las asunciones
pesimistas que tienen los clientes respecto al futuro. Como lo muestran convincentemente las
investigaciones, los clientes vienen a terapia no porque tengan problemas, sino porque se han
desmoralizado respecto a sus oportunidades para resolverlos (Frank, 1973; Garfield, 1994). Si como
resultado de un suceso remoto o uno de historia más reciente, ellos han abandonado la esperanza
de cambio y actúan como si sus problemas fueran permanentes (Seligman, 1990).
El trabajo clínico orientado hacia el futuro se ha hecho crecientemente popular en los últimos
10 años. Aunque se lo conoce bajo distintas denominaciones (v.g., progresión de edad, proyección
en el tiempo, pseudo orientación en el tiempo, resultado final y metas imaginadas en una entrevista
de intervención, tratamiento orientado a la solución/focalizado, línea del tiempo en programación
neurolingüística, externalización), todos los modelos orientados hacia el futuro comparten la
característica común de ayudar a los clientes a crear una visión del futuro cuando los problemas
con los que ha estado luchando han sido resueltos o ya no hay más problemas.

ESTRUCTURA DE LAS T ÉCNICAS T ERAPÉUTICAS Y NOVEDAD EN PSICOTERAPIA

Cada persona es un individuo. Por lo tanto, la psicoterapia debiera ser formulada para acoger la
singularidad de las necesidades del individuo, más que amoldar a la persona al lecho de
Procusto de una teoría hipotética del comportamiento humano. —Milton H. Erickson (Zeig y
Gilligan, 1990, p. xix)

En su ampliamente citada revisión de la investigación de resultados en psicoterapia, Lambert


(1992) estima que los modelos y técnicas de los terapeutas contribuyen solamente en 15% al
impacto total de la psicoterapia. Aunque sus hallazgos pueden ser un problema para las escuelas
de terapia que se han mostrado orgullosas de su concepción exclusiva del proceso terapéutico o
sus innovaciones en los métodos de intervención, los datos son claros: la sonora e históricamente
incesante fanfarria acerca de sus virtudes es obviamente inmerecida.
Dado que la investigación ha demostrado en forma consistente que los diversos enfoques
terapéuticos alcanzan resultados equivalentes, ¿qué rol juegan los modelos y técnicas en una
terapia informada por los factores comunes? ¿Cómo debieran ser vistos cuando mucha de la
varianza es controlada por otros factores –85% para ser exactos (40% factores extraterapéuticos,
30% factores de la relación, y 15% factores placebo)? Sugerimos que la técnica terapéutica sea
vista no como un reflejo de una escuela particular de terapia, sino como un vehículo para
aumentar los efectos de los otros factores comunes.

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Modelos y Técnicas como Práctica


Gregory Bateson observó una vez cómo los miembros de una familia japonesa mostraban
respeto hacia el padre (Simon, 1996). Advirtió que las hijas mostraban con gran énfasis su elevada
consideración hacia el padre, al inclinarse y evidenciar excitación a la llegada de éste al hogar
después del trabajo. Bateson buscó a una de las hijas para averiguar por qué ella y su hermana
eran tan respetuosas con el padre. Sin embargo, contrariamente a lo que esperaba escuchar, la
hija le informó que ella y su hermana no respetaban a su padre. Ella dijo, "Practicamos mostrarle
respeto, de modo que si nos encontramos con alguien a quien realmente respetamos, sabremos
cómo mostrárselo" (Simon, 1996, p. 53)
Esta historia da a entender una respuesta a la interrogante acerca del rol de los modelos y
técnicas. Al igual como la reverencia proveía a las dos hijas de una método para aprender el
respeto, los modelos y técnicas nutren al terapeuta con formas estructuradas que se pueden
aprender y replicar, para desarrollar/practicar los valores, actitudes y comportamientos consistentes
con los ingredientes centrales de la psicoterapia efectiva –es decir, los factores comunes (Miller et
al., 1997). Las técnicas terapéuticas suministran a los clínicos algo similar a un lente de aumento que
focaliza y concentra las fuerzas del cambio; limitándolas a un lugar y un tiempo; y haciendo que
enciendan una acción.
La pregunta desafiante, dado el amplio número de opciones disponibles, se relaciona con
cuál estructura debería adoptar el terapeuta cuando trabaja con un cliente en particular. Los
terapeutas pueden evaluar el grado en el cual un modelo particular o técnica lo coloca en una
dirección terapéutica, haciéndose las siguientes preguntas:

Ø ¿La orientación o estrategia encaja con, apoya, o complementa la teoría del cambio del
cliente? Si es así, ¿cómo?
Ø ¿La teoría o intervención encaja con, o puede ser individualizada, o complementa las
expectativas del cliente para el tratamiento? ¿Cómo encaja? ¿Puede ser individualizada?
Ø ¿La estrategia particular capitaliza las fortalezas del cliente, recursos y habilidades?
¿Cómo?
Ø ¿En qué grado la orientación/intervención toma en consideración y usa el ambiente del
cliente y las redes de apoyo existentes?
Ø ¿El método identifica o construye en base a los cambios espontáneos que el cliente
experimenta mientras está en terapia? ¿Cómo?
Ø ¿En qué grado la orientación/técnica se identifica, encaja con, o construye de acuerdo a
las metas del cliente para la terapia?
Ø ¿El cliente describiría la interacción terapéutica resultante de la adopción de la estrategia
particular como empática, respetuosa y genuina?
Ø ¿La orientación o intervención aumenta el sentido de esperanza, expectativa o control
personal del cliente?

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Ø ¿El método u orientación contribuye al sentido de autoestima, autoeficacia y sentido de


maestría del cliente?

Modelos y Técnicas como Novedosas


Los modelos y técnicas también proveen al clínico de formas alternativas de concebir y
conducir el tratamiento cuando el progreso no aparece. Con cerca de 400 modelos de terapia y
técnicas entre las cuales escoger, hay pocas razones para continuar siendo leal a una orientación
teórica cuando no produce resultados. No se asignan culpas; el terapeuta y el cliente pueden
simplemente cambiar sus mentes, volver al a la bandeja con bocadillos, por decirlo así, y hacer otra
elección. Pareciera que las diferentes escuelas de terapia pueden ser de más ayuda cuando dan
al terapeuta formas nuevas para mirar situaciones antiguas, cuando le dan poder al terapeuta
para cambiar más que preparar sus mentes respecto a los clientes (Miller et al., 1997).
En este aspecto, las orientaciones que ayudan al terapeuta a adoptar una forma diferente
para identificar o acercarse a las metas del cliente, establecen un mejor apareamiento con la
visión de mundo del cliente, capitalizando la oportunidad de los sucesos, o utilizando o siendo
conscientes de los factores externos o apoyos ambientales que pueden probar que son más
beneficiosos en la resolución de un impasse en el tratamiento.

CASO EJEMPLO: NINGUNA RAZON PARA VIVIR

Peg fue referida por su doctor familiar y estaba tomando elevadas dosis de dos
antidepresivos, y también medicamentos para el dolor. Sufría un dolor severo como resultado de
una caída de 30 pies en la caja de un ascensor, y no había trabajado desde el accidente que
había ocurrido dos años antes. Peg estaba "profundamente deprimida" y su doctor quería una
opinión acerca de la terapia electroconvulsiva porque la cliente no había respondido a muchos
cambios de antidepresivos. Peg se negaba a ser ingresada al hospital.
Un terapeuta que vio a Peg durante seis sesiones expresó gran preocupación. Peg nunca
hizo contacto ocular, y durante cada sesión, sólo mencionaba que no tenía razones para vivir. Las
sesiones se caracterizaron por preguntas acerca de la depresión, los medicamentos y su dolor, y
por los ojos de Peg mirando hacia abajo y sus réplicas monosilábicas difícilmente audibles.
El terapeuta pidió una consulta. El equipo de tratamiento y el terapeuta consultante fueron
presentados a Peg y su esposo, Wain, en la sala de espera. El terapeuta consultante (TC)6 explicó el
proceso de tratamiento en equipo y solicitó a Wyne que participara en la sesión.

TC: He advertido el sombrero para pescar [que está usando].


Wayne: Sí, adoramos pescar... no saco muchos [peces], pero nos saca de [la] casa, y los
niños dejan de estar frente a la caja de idiotas. Peg realmente ama pescar.

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TC: Realmente [mirando a Peg].


Peg: Oh sí. Mi papá era un pescador fanático. No había hombres en la familia, de modo
que Papá simulaba que yo era uno... Ibamos a pescar todo el tiempo. Lo adoro.
Puedo recordar un cuando pesqué mi primer pez. Era un sun granny. ¿Sabe lo que
es eso?
TC: Seguro. ¿Qué recuerda de cuando pescó ese pez?
Peg: Recuerdo lo feliz y orgullosa que estaba... Pero ahora que papá ha muerto,
recuerdo cómo se entusiasmaba por mi. Era una persona amorosa, siempre
cuidando de su familia.
TC: Debe haber sido difícil haberlo dejado ir.
Peg: Bien, tenía cáncer y estaba sufriendo muchísimo. Fue una bendición, pero, sí, fue
realmente difícil. Sucedió inmediatamente después de mi accidente.
TC: Uhmmm, fue mucho que enfrentar, demasiado para enfrentar... ¿Cómo se las
arregló en el mundo?
Peg: No podría haber hecho nada si no fuera por Wayne. El es mi apoyo. No sé que
hubiera hecho sin él.
Wayne: ¿Sin mi? Yo no sé qué hubiera hecho sin ti. Hemos pasado un montón de cosas
juntos. Cuando volví de Vietnam, yo era realmente un caso perdido. Despertaba a
medianoche gritando empapado en sudor. Yo era realmente estaba hecho un
desastre y me tomó un largo tiempo volver adonde estaba antes que me fuera. Yo
era realmente un idiota para Peg. Bebía un montón, e incluso la golpeé un par de
veces... Pero ella estuvo para mi, cuidó de mi cuando yo no dejaba que me
cuidaran.
Peg: Yo sabía que volverías. Sabía que era algo temporal y que el hombre que amaba
regresaría.
Wayne: Cualquier cosa que yo haga por ella ahora no se acerca a lo mucho que ella hizo
por mi.
TC: Su relación es muy impresionante. Dios, qué fuente de apoyo y fortaleza. Con todo
lo difícil y el trauma que han tenido que sufrir... Vietnam, el accidente, las muertes...
es asombroso cómo ha sobrevivido [su relación]. Su matrimonio representa todo lo
que es bueno cuando se está casados.
Ambos clientes: Gracias.
Wayne: No hay mejor persona en el mundo que Peg.
Peg: Gracias, cariño. Sólo que me siento tan inútil.
Wayne: ¡Peg! Tú sabes que yo no valía nada... como proveedor durante los cinco estúpidos
años después que regresé.

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El terapeuta consultante fue Greg Rusk, cuya compasión y fe en los clientes, así como también sus
habilidades para gustar de y agradarles a personas muy diversas, se combinan para hacer de él uno de los
mejores terapeutas en el universo, o al menos entre los que conocemos.

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Peg: Sí, pero es difícil no hacer lo que solía hace. No es el dolor, puedo enfrentarlo. Es no
ser capaz de hacer cosas lo que me deprime. Me siento tan inútil.
TC: Suena como que si se sintiera más útil, las cosas estarían un poco mejor.
Peg: Las cosas estarían mucho mejor.
TC: ¿Qué ha hecho que hace que se sienta útil?
Peg: No mucho.
Wayne: ¿Y qué hay del libreto de cheques?
Peg: Sí, eso es cierto, me hice cargo de las altas finanzas. [Risas] Me gusta hacer eso. Me
gusta sentir que hago algo por la familia.

Continúa una conversación acerca de todas las cosas en las cuales Peg contribuye a la
familia –la mayoría de las cuales tenían el estilo gentil del padre, el terapeuta hizo notar que eran
una reminiscencia del padre de ella. Wayne estuvo de acuerdo que Peg y su padre se parecían
mucho.

TC: ¿Cuál cree que fue la mayor contribución de su padre a su familia?


Peg: Siempre tenía una cosa que decir, casi nunca criticaba, incluso aunque usted
hibiera hecho algo mal. Estaba siempre ahí para usted. Mamá estaba también,
pero Papá era especial.
Wayne: Los niños aman a su madre, y lo están haciendo bien en la escuela. El más grande
está en el cuando de honor "B" y el pequeño es un estudiante "A". Todo debido a
Peg.
TC: Peg, suena como que está haciendo una contribución muy útil a la familia. ¿Qué
otra cosa cree que haría que usted se sintiera más útil?

La discusión acerca de la inutilidad continuó hasta que la sesión finalizó. El equipo sugirió que
Peg prestará atención a cuando ella se sentía útil, así como que también imaginara en qué otras
cosas podría ser útil a la familia. Se solicitó a Wayne que señalara a Peg las cosas útiles que la
observara hacer, y también discutir con ella qué otras cosas útiles podría hacer. Se solicitó a la
pareja que volviera a una sesión de seguimiento con el terapeuta.
Para cambiar la mentalidad del equipo en este caso, el terapeuta consultante comenzó la
sesión con una orientación diferente a la del terapeuta que la derivó. El tratamiento cambió de una
terapia individual a una matrimonial, lo cual posibilitó que emergieran diferentes posibilidades que
aumentaron los factores comunes. Es destacable en la conversación la ausencia de alusiones al
suicidio, respuesta monosilábicas, ojos abajo, y desesperanza. En cambio, se destacaron las diversas
fortalezas de los clientes. La alianza pareció fortalecida como se evidencia por el diálogo acerca
de la pesca. Ambos clientes hablaron con libertad, rieron ocasionalmente, y participaron en la
sesión desde el principio hasta el final. El terapeuta validó repetidamente las tragedias y los triunfos
de la pareja. El equipo de intervención amplió la discusión en la sesión, apoyándose en los recursos

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y experiencias de la cliente, tomando en cuenta la percepción de inutilidad de Peg, facilitando


una expectativa para el cambio, llevándola a una conversación de colaboración acerca de lo
qué sería de utilidad.

CONCLUSION

Como Dorothy en El Mago de Oz, los terapeutas siempre han tenido los medios para regresar
a Kansas. NO es necesario ni un gurú ni un terapeuta maestro, ni ninguna teoría compleja del
comportamiento humano, ni asistir a un "taller avanzado." Ni es necesaria la lealtad a ningún
modelo o combinación de modelos, métodos, ni doctrinas. En la terapia efectiva, los factores
comunes operan sin que sea importante el modelo o la técnica que está empleándose (Duncan et
al., 192; Miller et al., 1997).
Piense en los factores comunes de cambio como su pastel favorito (Murphy y Duncan, 1997).
El ingrediente principal de la torta es su relleno –ya sea chocolate, natilla, ruibarbo, limón o
cualquier otro. Comer un pastel sin relleno es como hacer terapia sin los recursos ni la participación
del cliente.
Los factores de la relación son la masa o el contenedor del relleno. La relación acomoda al
cliente mientras permite que sus recursos sean el centro de la escena. La masa provee el contexto
que permite que el relleno sea apreciado. La relación dispone las condiciones a través de las
cuales el cliente explora y formula metas y soluciones.
La presentación visual del pastel, el aroma y las expectativas suscitadas por la delicia
culinaria constituye la esperanza y los factores placebo. La terapia tienta al cliente con visiones de
un futuro delicioso, ofrecuendo una ayuda saludable de esperanza distinta al presente
desagradable. Para finalizar nuestra metáfora del pastel, los factores del modelo y la técnica
pueden ser entendidos como el merengue. El merengue aumenta la apariencia del pastel y
embellece su sabor, pero no puede reemplazarlo, dejando que pierda su figura y definición. Sin el
resto del pastel que le da forma y sustancia, el merengue no es nada más que un engaño.

CONCÉNTRESE EN LO QUE FUNCIONA


Basados en nuestra revisión de los factores comunes, ofrecemos las siguientes sugerencias
como alimento para el pensamiento.

Ø El cliente es el relleno. Vea al cliente como saludable, capaz y competente. Respete sus
habilidades, invítelas a participar. Reconozca su dependencia del cliente para el resultado
exitoso. Tenga presente las contribuciones del cliente al cambio. Concéntrese en el
cambio. Lleve el compás del mundo del cliente fuera de la terapia.
Ø El terapeuta es la masa. Acomode las intervenciones a las metas del cliente. Estimule la
participación aceptando las metas que son valiosas para el cliente. Trabaje con las metas
del cliente. Acomode la relación para que encaje con la percepción del cliente. Usted es

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multidimensional y puede usar su propia complejidad y recursos para sus clientes, al encajar
con las percepciones de ellos.
Ø Esperanza, expectativa y placebo. Lo primero y principal, crea en el cliente y en la
probabilidad del cambio. Crea en su ritual curativo (el procedimiento u orientación
terapéutica). El procedimiento u orientación debe ser creíble y persuasivo desde el marco
de referencia del cliente y debiera estar basado en aquel, conectado con, o extraer
experiencias previas exitosas del cliente. Oriente el tratamiento hacia el futuro.
Ø La técnica es el merengue. Recuerde que la técnica no tiene beneficios curativos
intrínsecos. La técnica es mejor concebida como un vehículo para aumentar los efectos de
los otros factores comunes. Los modelos y las técnicas también proveen formas alternativas
de concebir y dirigir el tratamiento cuando el progreso no ocurre. Use un modelo para
cambiar su mentalidad respecto al cliente –no para amoldar su mente.

Es tiempo que dejemos de lado nuestra apelación intelectual a los modelos, la promesa de
las técnicas relámpago, el carisma y encanto de los gurú y los maestros, y el marketing perspicaz de
los charlatanes. Este capítulo aboga que, en lugar de lo anterior, como profesión, nos
concentremos en lo que funciona –los factores comunes que cuentan para el cambio a través de
las terapia, más que resaltar las diferencias que solamente sirven para dividirnos.
Debemos confesar, sin embargo, que nuestra evolución en la dirección de los factores
comunes ha sido acompañada por un sentido de pérdida. Nos hemos atrapado a nosotros mismos
al mirar hacia atrás con nostalgia la promesa de los modelos que capturaron primero nuestros
intereses personales y profesionales. Además, aun somos tentados por los avisos que ofrecen
enseñarnos una terapia nueva y mejorada que promete hacer lo que 40 años de investigación de
resultados garantiza virtualmente que no puede hacer (v.g., conquistar lo ignorado y suministrar
resultados terapéuticos más veloces y más duraderos). En el momento presente, hemos optado por
comprender la tentación de responder a esas promesas como evidencia de esperanza –esperanza
en la posibilidad de ayudar a otros a resolver sus problemas y aliviar su sufrimiento, la verdadera
esperanza que guía a la mayoría de los terapeutas para entrar en la profesión en primer lugar, pero
que en algún lugar del camino es desplazado hacia los modelos y las técnicas.

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TODAS LAS TERAPIAS NO SON CREADAS IGUALES

Réplica de John H. Edgette

Primero, desde luego, los autores Duncan, Miller y Hubble, debieran ser elogiados por sus
esfuerzos en concentrarnos en el problema de lo que es efectivo en la psicoterapia como opuesto
al énfasis en la "lealtad" a una escuela de psicoterapia. Sin embargo, puede parecer democrático
declarar que todas las terapias son creadas iguales, esta conclusión, de hecho, no se desprende
de las investigación de los resultados citados y de las premisas de los autores. Si es verdadero que
ciertos factores están asociados con mejores resultados y que la ausencia o antítesis de esos
factores va en deterioro de la terapia exitosa, entonces las escuelas de terapia pueden ser

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colocadas en una escala de acuerdo al grado en que encarnan las cualidades útiles, y el grado en
que evitan las cualidades opuestas.
Algunos ejemplos pueden clarificar esos puntos. Si ciertas cualidades –como mirar hacia el
presente y el futuro con optimismo y esperanza, estar orientado al cambio, estar en el presente y
orientado al futuro, y crear una expectativa positiva– son factores que están asociados con la
terapia exitosa, entonces es claro que la terapia orientada a la solución y quizá la terapia
estratégica, debieran ser más efectivas que la mayoría de las otras escuelas de terapia. Por
ejemplo, en el modelo orientado a la solución, se estimula un foco en el cambio positivo, incluso en
la llamada telefónica inicial, donde los cambios antes de la sesión son colocados en una escala y
examinados durante el período antes del primer contacto cara a cara. Esta expectativa positiva
del cambio ocurre muy tempranamente, junto a un foco en los recursos y la salud, en las
interacciones o experiencias positivas que han ocurrido en el pasado, y en los sucesos positivos que
ocurrirán en el futuro.
Esto presenta un marcado contraste con un modelo de terapia psicodinámica y
psicoanalítica, aun uno de los más comúnmente aplicados en la actualidad. Los profesionales
enamorados del pensamiento psicoanalítico y psicodinámico usan un tipo de mente oncológica
para aproximarse a los problemas: buscan descubrir y erradicar la "psicopatología", de modo que
ningún "nódulo linfático" sea infectado con el cáncer de la "enfermedad mental". A menudo hay
una dinámica adversaria, abierta y delicada, o encubierta e insidiosa, entre el terapeuta y el
paciente, en la cual el terapeuta es el "experto" que está en mejor condiciones que el paciente
para estar constantemente consciente de la infiltración de la psicopatología en la vida cotidiana,
como es evidenciado por los olvidos y otros fenómenos parecidos. A través del curso de los años,
estos terapeutas interpretan esas manifestaciones y las defensas del paciente, de modo que se
estimula la consciencia de si mismo (Ursano, Sonnenberg y Lazar, 1991). Aunque la mayoría de los
profesionales sensibles comprenden actualmente que el insigth no está relacionado con el cambio
real (no hay, por ejemplo, la más mínima evidencia empírica que sugiera que el insight es necesario
o suficiente para que ocurra el cambio terapéutico), en un modelo influenciado por el psicoanálisis
aun se cree que aquel es esencial para el cambio genuino.
En este modelo, sin embargo, el cambio en si mismo no es el foco, e incluso se lo desalienta
como un "acting out" de un conflicto intrapsíquico, y de ahí surge la resistencia al análisis de ese
conflicto. Cuando se lo toma en cuenta, el cambio es dejado para las fases posteriores, los últimos
meses de terapia, cuando se supone que ocurre una culminación rápida de todo el trabajo de los
años anteriores. No se ha escrito mucho acerca de esta fase del trabajo en la literatura
psicoanalítica; no se le da importancia (Auld y Hyman, 1991).
Antes de esa fase de trabajo, los movimientos hacia la salud son vistos con desconfianza,
como una manifestación posible de un conflicto neurótico, o como resistencia –cambios como
decidir tener un hijo, jubilarse antes de tiempo, o casarse. Este énfasis en el cambio ha sido tan
extendido que cuando me acerqué a la terapia ericksoniana/estratégica en mi programa de
entrenamiento doctoral a principios de los años 1980, la facultad psicoanalítica nos imploraba que

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examináramos y confrontáramos a los pacientes con cualquier cambio rápido en su estado de


bienestar. Si, en las fases tempranas de la terapia, los pacientes informaban que estaban
haciéndolo en mejor forma o que sus síntomas estaban disminuyendo, más que aplaudir esto como
uno lo haría en el modelo orientado a las soluciones y descubrir la anatomía del cambio positivo, se
nos instruía para ver esas manifestaciones como resistencias, las cuales eran etiquetadas con
nombres imaginativos como "huir hacia la salud." Esto era muy ingenioso para aquellos inclinados a
creer que sabían más que sus pacientes. Sufrir era un signo de psicopatología; cambiar en una
dirección positiva también era un signo de psicopatología, y era equivalente a mantenerse en lo
psicopatológico al resistirse al maravilloso "tratamiento."
Con su énfasis en el pasado y no en el futuro, basados en lo negativo y psicopatológico en
lugar de los recursos del cliente, interesados en la comprensión y el insight en lugar de los cambios,
los terapeutas con formación psicoanalítica no representan los factores comúnmente asociados
con el cambio que es discutido por los autores [Duncan, Miller y Hubble]. Debido a esto, uno podría
hipotetizar que la investigación experimental mostrará que la terapia orientada a las soluciones es
más efectiva que las psicoterapias psicoanalíticas.
En algún grado esto ya ha estado ocurriendo. Los autores no mencionan que se ha
encontrado comúnmente en los estudios de resultados que la terapia conductual cognitiva (de la
cual la terapia orientada a las soluciones –por su foco en las pautas de pensamiento y
percepciones del mundo– puede ser considerada una rama) se ha mostrado que es más efectiva
que otras formas de terapia (Bellack, Hersen y Kazdin, 1990; Freeman, Pretzer, Fleming y Simon,
1990). Aunque sería controversial suponer, y con bastante imaginación, que la efectividad de las
terapias orientadas a las soluciones se afirma en aquellos hallazgos de la investigación que
muestran como más eficaces a una amplia variedad de terapias conductuales cognitivas, la línea
de pensamiento que discuto más arriba provee una clara agenda de investigación para evaluar
algunas afirmaciones de los autores. Pero sin considerar la investigación venidera, los autores harían
un buen servicio en considerar que la riqueza de los resultados de la investigación ha mostrado que
la escuela de terapia conductual cognitiva ser superior que las otras [ramas de la psicoterapia]
nombradas.
Algunas escuelas de psicoterapia pueden, de hecho, obtener un tipo de evaluación
Consumer Reports como las "más vendidas", mientras que otras pueden parecer inaceptables, y es
muy probable que caerán en algún lugar entre ambas evaluaciones. En forma clara, la terapia
orientada en las soluciones y la terapia centrada en el cliente tendrían firmes designaciones en
color verde como las "más vendidas", mientras que a la psicoterapia psicoanalítica/psicodinámica
y la terapia de sincronización de la energía se les otorgaría un punto negro o medio punto. Al citar
a Greg Rusk como el mejor terapeuta en el cosmos, los autores en forma inadvertida plantean una
pregunta interesante. ¿Cuál es la competencia del terapeuta? Un terapeuta mayor, con mucho
entrenamiento, muy talentoso, será más efectivo que cualquiera en su primer año de
entrenamiento; y la investigación que muestra que los "consejeros" con nivel de bachiller o
"profesores con experiencia universitaria [college]" (Strupp y Hadley, 1996) son tan efectivos como

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los profesionales experimentados, debieran ser obligados a enseñarse a si mismos, a sus esposas, o
mejor aun, a sus hijos, a esa gente de verdad, a reemplazar a los Greg Rusks del mundo. Si son
honestos, los investigadores o aquellos que reportan los resultados de los estudios de resultados,
confesarán qué hace el resto de nosotros durante la época de juicio y trauma –rápidamente
anunciando al mejor terapeuta más brillante y compasivo que conocemos, y al que estamos
esperando.
En cualquier caso, puede ser que haya muchos sabores de pastel, cocinados con los mejores
ingredientes y creados por chefs bien entrenados y experimentados. Sin embargo, un trozo de
mármol caliente, denominado pastel por alguien, incluso si se lo adorna a la moda, debiera ser
arrojado a la basura.

REFERENCIAS

Auld, F. & Hyman, M. (1991) Resolution of inner conflict. Washington, DC: American Psychiatric
Association
Bellack, A,S.; Hersen, M. & Kazdin, A.E. (Eds.) (1990) International handbook of behavior modification
and therapy. (2nd ed.) New York: Plenum Press
Freeman, A.; Pretzer, J.; Fleming, B. & Simon, K.M. (1990) Clinical Applications of cognitive therapy.
New York: Plenum Press
Matthewus, W. (1991) CBFT Effectiveness.
Strupo, H.H. & Hadley, S.W. (1979) Specific versus nonspecific factors in psychotherapy: A controlled
study of outcome. Archives of General Psychiatry, 36, 1125-1136
Ursano, U.; Sonnenberg, S. & Lazarus, S. (1991) Psychodynamic psychotherapy. Washington, DC:
American Psychiatric Association

ALGUNAS TERAPIAS SON MÁS IGUALES QUE OTRAS

Respuesta de Barry L. Duncan, Scott D. Miller y Mark A. Hubble

Agradecemos a John Edgette (y William Matthews) por esta oportunidad para clarificar
nuestra posición. La réplica de Edgette coloca de relieve algunos puntos interesantes en respuesta
a nuestra versión resumida de una revisión extensa de la literatura presentada en nuestro libro
Escape From Babel (Miller, Duncan y Hubble, 1997). El sugiere que los factores comunes pueden ser
usados como un medida para evaluar la que es buena terapia y la que no lo es, y alude a la

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"riqueza" de la literatura que declara la superioridad de la terapia cognitiva conductual, afirmando


que "todas las t erapias no son creadas iguales."
Hay una antigua historia Zen acerca de cuatro aprendices de monje que acudieron al
Maestro para recibir consejo respecto a cómo obtener la iluminación. El Maestro aconseja al monje
más joven que guarde un estricto silencio. Al escuchar esto, el monje responde con entusiasmo,
"Entonces, no diré ni una sola palabra." El segundo monje entonces regaña al primero diciendo, "Ja,
ya has hablado." "Ambos son estúpidos" afirma el tercer monje, "¿Por qué hablaron?" Con una voz
orgullosa, el cuarto monje concluye, "¡Soy el único que no ha hablado!"
El comportamiento de esos cuatro monjes aprendices es probable que no sea distinto al de
quienes proponen los diversos modelos de tratamiento. Al igual que los monjes en la historia, los
campeones de esos muchos modelos de tratamiento están prestos a mostrar su comprensión
exclusiva del proceso de la terapia y la superioridad de sus métodos elegidos. Mientras que los
adherentes al modelo pueden citar los estudios ocasionales que demuestran la superioridad de un
enfoque particular, la preponderancia de los datos indican que no existen diferencias significativas
(Wampold, 1997).
Esto es cierto a pesar de la muy vendida “revolución cognitiva”. En la actualidad la mayoría
de los clínicos ha leído o escuchado que la terapia cognitiva o la terapia cognitiva conductual son
los tratamientos de elección para la ansiedad generalizada, los trastornos fóbicos y de pánico
(Barlow, 1988). Resultados como esos han sido reportados en un estudio de Barlow y Wolfe (1981),
donde el 75% de los clientes tuvieron éxito en sobreponerse a sus fobias es la norma. En la década
pasada, esos anuncios y otros similares tuvieron influencia en la forma de la práctica de los clínicos y
en la estructura de los programas de tratamiento en la nación. Son destacables esos hallazgos para
que eventualmente se creara una fuerza especial de trabajo dentro de la Asociación Psicológica
Americana para promover y “diseminar los importantes hallazgos acerca de las innovaciones en los
procedimientos psicológicos” (Task Force Report on Promotion and Dissemination of Psychological
Procedures, 1993, p. 1; Chambless, 1996). No es sorprendente que el 80% de los enfoques que este
comité identificó como “validados empíricamente” pertenecieran a las escuelas de pensamiento
cognitivo o cognitivo conductual.
Infortunadamente, la evidencia de esos reclamos está lejos de ser abrumadora. Aunque
algunas revisiones de la literatura encontraron una pequeña (y quizá trivial, véase Wampold, 1997)
ventaja para los enfoques cognitivo y conductual sobre las terapias tradicionales verbales y
orientadas a la relación [terapéutica], los estudios posteriores han mostrado que esta ventaja fue un
artefacto. Considérese, por ejemplo, que el 75% exitoso citado por Barlow y Wolfe (1981) y otros, a
menudo estaba basado en los sujetos que realmente habían completado todo el protocolo de
tratamiento –no en el número de sujetos que entraron originalmente al estudio. Cuando otros
investigadores introdujeron el 25% restante en la ecuación, la tasa de éxito de los enfoques alcanzó
al modesto 50% (Duncan, Solovey y Rusk, 1992; Prochaska, 1991).
Incluso pueden mencionarse otros análisis que han demostrado que los resultados que
favorecen a los enfoques cognitivo y conductual son atribuibles a la naturaleza muy reactiva de las

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medidas para los resultados empleadas en la investigación y en la lealtad de los experimentadores


hacia los métodos que estaban siendo investigados (v.g., Robinson, Berman y Neimeyer, 1990).
Cuando este hecho fue tomado en cuenta en los análisis de los datos de éxito, ¡las diferencias que
favorecen a las terapias cognitivo y conductual desaparecen completamente! (Lambert y Bergin,
1994). Dado esto, el lector probablemente no se sorprenderá al averiguar que la fuerza de trabajo
mencionada más arriba –uno de cuyos resultados fue favorecer a los enfoques cognitivo y
conductual– fue creada a “petición” de una de las figuras líderes en el movimiento conductual
cognitivo. Aquellos que tienen el control de la fuerza de trabajo [de la APA] , en una forma similar a
los animales a cargo de la granja en La Granja de los Animales de Orwell, continúan afirmando su
posición que algunas terapias son más iguales que otras.
¿Por qué tanta antipatía hacia los enfoques psicoanalíticos? Considérese, por ejemplo, el
trabajo de Sloane, Staples, Cristol y colegas (1975) que es resumido en Psychotherapy Versus
Behavior Therapy (Goldfried y Newman, 1992). Este estudio, alabado por sus sofisticados
procedimientos, asignó al azar 90 pacientes a terapia de orientación psicoanalítica, terapia
conductual o a un tratamiento mínimo, y una lista de espera como control. Los terapeutas que
participaron en el estudio eran clínicos experimentados y conocidos por su apoyo a los modelos
escogidos (Lambert y Bergin, 1994). Como se anticipó, los sujetos en los dos grupos de tratamiento
estaban mejor que aquellos en el grupo control de la lista de espera, cuando fueron evaluados
después de cuatro meses de terapia. Sin embargo, sorprendentemente, los sujet os en las dos
condiciones de tratamiento se encontraban igual de bien. Ningún enfoque logró resultados
superiores. En un seguimiento de ocho meses, los datos obtenidos acerca de la efectividad de las
terapias continuó demostrando un hallazgo de “sin diferencias.” Ese hallazgo y otros similares
establecen que tratamientos muy diferentes en teoría y métodos alcanzan resultados equivalentes.
La buena terapia, a pesar de los que muchos sugieren, puede venir en diversos sabores: cognitivo
conductual, orientado a la solución, o incluso psicoanalítica. La equivalencia de los resultados
encontrados indica la conclusión inevitable que es otra cosa, distinta a la orientación específica, la
que influencia el cambio del cliente.
La interesante réplica de Edgette se reduce a la pregunta de si los factores comunes o los
específicos son primariamente los responsables de los resultados positivos en las terapias cognitiva y
la orientada a la solución. Dos estudios recientes responden esta pregunta. En un estudio del
tratamiento cognitivo de la depresión, Castonguay, Goldfried, Wiser y colegas (1996) encontraron
que solamente los factores comunes (v.g., la calidad de la alianza terapéutica y el compromiso
emocional del cliente en el proceso terapéutico), y no los factores específicos (técnicas de la
terapia cognitiva) predijeron la mejoría en las mediciones de los resultados. Además, ellos también
encontraron que el énfasis del terapeuta en la conexión entre los pensamientos distorsionados y los
síntomas del cliente, estaban asociados negativamente con los resultados.
Considérese un estudio cualitativo reciente de la terapia breve orientada a la solución –un
enfoque que, desde su concepción, ha colocado énfasis en la contribución del modelo y técnica
por sobre los factores de a
l relación. Cuando los investigadores Metcalf, Thomas, Duncan y

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asociados (1996) entrevistaron a los clientes y a los terapeutas en el centro donde el enfoque
estaba siendo desarrollado, encontraron que mientras los terapeutas tendían a atribuir el éxito
terapéutico al uso de las técnicas centradas en soluciones (v.g., técnicas de entrevista
especializada), los clientes reportaron consistentemente a una estrecha relación terapéutica y otros
factores no específicos como los ingredientes críticos de los resultados exitosos (v.g., aceptación del
terapeuta, calidez no posesiva, consideración positiva, inspiración de esperanza, y el mostrarse a si
mismo del terapeuta).
¿Qué será lo que convencerá al campo de la terapia a abandonar la búsqueda del
ganador, dejar de culpar al perdedor, y concentrarse en cambio en lo que funciona? Atestigua
esto un artículo reciente en la prestigiosa revista Psychotherapy Research en la cual el investigador
en psicoterapia Donald Kiesler –famoso por su artículo en 1996 donde denomina como un mito a la
uniformidad de los resultados de los tratamientos–continúa afirmando que las interacciones
específicas se encontraran en unos 30 años donde él y sus colegas han fracasado en descubrirlas.
Aquí nuevamente, uno debe preguntarse qué es lo que motiva el énfasis en la diferencia. ¿Qué
hace tan difícil admitir, como se pregunta Kazdin (1986), que “la ausencia de diferencias en los
tratamientos refleja el estado verdadero de los acontecimientos” (p. 102)?

REFERENCIAS

Barlow, D. (1988) Anxiety and its disorders. New York: Guilford


Barlow, D. & Wolfe, B. (1981) Behavioral approaches to anxiety disorders. Journal of Consulting and
Clinical Psychology, 49, 448-454
Castonguay, L.; Goldfried, M.; Wiser, S.; Paul, P. & Hayes, A. (1996) Predicting the effects of cognitive
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Chambless, D.L. (June, 1996) Identification of empirically supported psychological interventions.
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Duncan, B.L.; Solovey, A. & Rusk, G. (1992) Changing the rules: A client-directed approach to
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Goldfried, M.R. & Newman, C.F. (1992) A history of psychotherapy integration. In J.C. Norcross &M.R.
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Lambert, M.J. & Bergin, A.E. (1994) The effectiveness of psychotherapy. In A. E. Bergin & S. L. Garfield
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Metcalf, L.; Thomas, F.; Duncan, B.; Miller, S.D. and Hubble, M. (1996) What work in solution-focused
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Miller, S.D.; Duncan, B.L. & Hubble, M.A. (1997) Escape from Babel: Toward a unifying language for
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Prochaska, J.O. (1991) Prescribing to the stage and level of phobia patients. Psychotherapy, 28, 463-
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Wamplod, B.E. (1997) Methodological problems in identifying efficacious psychotherapies.
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