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Lunes, 25 Febrero 2013 09:13

A propósito de la política macroeconómica de Santos


Escrito por Lizeth López R., Axel R. Arias, Óscar Jualín M., Iván Urrea R.

Durante las elecciones de 2010 para la presidencia en Colombia, la propuesta bandera de


quien finalmente fue electo, sin duda, fue la promesa de generar 2,4 millones de empleos
nuevos para el 2014 y formalizar 500.000 puestos de aquellos considerados informales,
para alcanzar una tasa de desempleo menor al 9 por ciento en 2014 y al 6 por ciento en el
2020 (1). Para lograr este propósito, decía el otrora candidato Juan Manuel Santos,
fortalecería los sectores –según él– claves para el desarrollo económico: minería, energía,
vivienda, infraestructura, agricultura e innovación, mejor conocidos como "locomotoras del
desarrollo".

Esta era la proyección. Pero la realidad es tozuda, así lo certifican los datos desprendidos
del desempeño económico: la construcción –creció el 18,4% y la minería lo hizo al orden
del 8,5% para el segundo trimestre de 2012–, son sectores que no alcanzan a generar el
10% del total del empleo formal como puede observarse en la gráfica No. 1. La producción
minera sigue en aumento –durante el periodo 2000-2011 lo hizo en un 53,78%– pero sin
traducirse aún en un crecimiento del empleo en ese sector dado que la minería es una
actividad más intensiva en la utilización de capital que en la utilización de mano de obra
para la producción. Y lo que debe ser más preocupante para el hoy Presidente: hay síntomas
evidentes de una posible aparición de enfermedad holandesa rondando a la locomotora de
la minería y amenazando con una crisis2.

En estas circunstancias, y contrario a lo proyectado y prometido en la campaña electoral, la


mayor fuente de generación de empleo proviene de actividades como comercio, hoteles,
restaurantes, agricultura, pesca, ganadería, caza, silvicultura, servicios sociales, comunales
y personales y la industria manufacturera, todos estos, los sectores olvidados por la política
económica del Gobierno, como lo reflejan los datos en los gráficos No. 2 y 3.

Por su parte el sector de explotación minera, junto con el de intermediación financiera,


están entre los que menos aportan a la generación de empleo. No obstante, los sectores
intensivos en mano de obra –como la agricultura y la industria– han perdido participación
en la generación de empleo, a pesar de la recuperación de esta última hacia finales de 2012,
pero sus mejoras en el corto plazo no se traducen en la reducción significativa de la
desocupación y la informalidad.
Ante esta realidad, queda claro que para atacar las causas del desempleo y la informalidad,
más allá de privilegiar el capital (reformar la legislación laboral, darle "incentivos" a los
inversionistas extranjeros y nacionales para que creen puestos de trabajo temporales de
pésima calidad, con lo que, por supuesto, consiguen más rápido aumentar sus ganancias que
impulsar la mejora en las condiciones de vida de los colombianos), hay que ir al fondo, es
decir, cambiar el modelo económico.

El mínimo
En medio de las condiciones que supone este panorama, se inscribe la discusión sobre la
fijación del salario mínimo, que para el 2013 les dejó a los asalariados una pírrica
actualización del 4,02%.

El ajuste que se hace cada año al salario, debe entenderse, no como un incremento sino
como la actualización necesaria al ingreso de los trabajadores de acuerdo con el aumento o
disminución en el nivel de precios al consumidor, así como con otros factores como la
variación en la producción y la productividad, y la contribución de los salarios al ingreso
nacional.
Es posible afirmar, en este sentido, que en la última década el salario mínimo en Colombia
no ha alcanzado un incremento significativo, que su actualización no ha sido mayor al 8%
en ningún año. De esta manera, desde que éste se unificó en 1979, pierde, como constante,
su poder adquisitivo. Pierden los asalariados por este conducto, pero también vía reformas
laborales que en materia de seguridad social aprueba el Congreso de la República desde
hace 20 años.

Una retrospectiva. La remuneración de los asalariados como proporción del PIB ha perdido
participación desde el año 1999, con leves mejoras hasta el 2009 pero sin recuperarse por
completo, y ya en el 2010 de nuevo mostraba tendencia a la baja. Es importante tener esto
en cuenta, porque el consumo final de los hogares colombianos representa un alto
porcentaje en el consumo final y por ende en la demanda interna, que en promedio, durante
los últimos 18 años, ha significado alrededor del 70%, lo cual indica que es la demanda
interna el objetivo que la política económica del gobierno debería fortalecer a través de un
verdadero incremento del salario de quienes aportan en mayor medida al consumo nacional.
Pero no es eso lo hecho por las últimas administraciones instaladas en el Palacio de
Nariño, preocupados por favorecer la inversión extranjera en detrimento del bienestar
económico y social del país. El Producto Nacional Bruto, por ejemplo, como porcentaje del
PIB cae de manera sostenida en la última década y la cantidad de utilidades producto de la
Inversión Extranjera Directa (IED) aumenta desde el 2000, de manera que en el largo plazo
muestra una tendencia a desbordar la cantidad de IED que ingresa y que ya fue superada en
2010 como se observa en el gráfico No. 4. Esto alarma porque las utilidades pasan a ser un
componente estructural de la balanza de pagos que, como ya se dijo, afecta la estabilidad
macroeconómica atando el equilibrio externo al movimiento de los flujos de IED, todo lo
cual configura un escenario de dependencia respecto al comportamiento económico del
sector externo.

En estas circunstancias, no hay duda, si en política de paz hay un viraje entre el actual y el
anterior gobierno, en materia macroeconómica todo es continuidad: favorece la inversión
extranjera, mantiene el desequilibrio en la balanza de pagos, impulsa la moneda hacia la
revaluación, profundiza el fenómeno de desindustrialización dando prioridad a las
importaciones a través de los múltiples tratados de libre comercio, mantiene un superávit en
el balance fiscal a costa del déficit en los balances privado y externo, como lo hizo Grecia
antes de caer en la crisis de la deuda soberana, perpetúa el modelo económico extractivista
que no genera el nivel de empleo que necesita el país, poniendo en condición de
insostenibilidad económica y social, en el corto y largo plazo, su estructura
macroeconómica, y los reajustes anuales al salario mínimo mantienen la senda de su
precariedad.

* Estudiantes de la Facultad de ciencias Economías de la Universidad Nacional de


Colombia.

1 Cárdenas, J. M. Locomotoras para el desarrollo. Portafolio. Com. Julio 6 de 2010.


Tomado el de de 2013 desde: http://www.portafolio.co/columnistas/locomotoras-el-
desarrollo

2 El término en economía hace referencia al aumento significativo de los ingresos producto


de la exportación de algún bien o servicio, que experimenta un país con consecuencias
negativas, como la revaluación de la moneda local y con ello el deterioro y disminución de
la competitividad industrial. Este fenómeno se asocia generalmente a la explotación de
recursos naturales o de reciente descubrimiento que generan grandes ingresos en el corto
plazo.
Recuadro

Los negados de siempre

El salario mínimo es de reciente aparición en nuestro país. Sólo hasta hace 67 años fue
constituido legalmente, y hace apenas 33 se ajusta cada año a través del establecimiento de
una Comisión de Concertación, constituida para permitir una negociación tripartita –
Estado, trabajadores y empresarios–, y que sólo hasta entonces unificó este salario para
todos los trabajadores en el territorio nacional.

Por definición, el salario mínimo es la menor retribución legalmente permitida para un


trabajador a cambio de la prestación de sus servicios y, según el artículo 3 del convenio 131
de 1970 de la OIT sobre la fijación de salarios mínimos, ratificado y con vigencia en el
país.

"Entre los elementos que deben tenerse en cuenta para determinar el nivel de los salarios
mínimos deberían incluirse, en la medida en que sea posible y apropiado, de acuerdo con la
práctica y las condiciones nacionales, los siguientes: a) Las necesidades de los trabajadores
y sus familias teniendo en cuenta el nivel de salarios del país, el costo de vida, las
prestaciones de seguridad social y en nivel de vida relativo de otros grupos sociales, y b)
Los factores económicos, incluidos requerimientos del desarrollo económico, los niveles de
productividad y la conveniencia de alcanzar un alto nivel de empleo"*.

Pese a ello, la Mesa de la Comisión de Concertación instalada el pasado año dejó por fuera
algunas de dichas consideraciones y se limitó a negociar desde la rutina de los últimos
años: el cálculo de la productividad, el crecimiento del PIB y el índice de inflación
esperado, cifras y perspectivas que por cierto diferían entre las partes en debate, de las
cuales terminó por utilizarse las que mostraban resultados a la baja para la actualización del
salario. Muchos asuntos de gran talante como la Reforma Tributaria, que se tramitaba en
simultáneo en el Congreso –con carácter de urgencia–, que desmontó el aporte a salud de
los empleadores como aporte a la nómina, el nivel elevadísimo de informalidad y el papel
de este sector en la economía que aún no tiene representación en la Mesa, se quedaron en el
tintero.

Por el ambiente de las jornadas de negociación y el tono con el que fueron abordados los
debates, quedó claro que el gobierno Santos no tiene voluntad (como no la habido en los
anteriores, por lo menos desde que se unificó el salario y se adoptó la metodología actual)
para dotar a los asalariados de condiciones dignas y estables de trabajo, las que generen
prosperidad para esta parte de la población, una fracción poco despreciable del mercado
laboral. Las consecuencias que ello traería para el país se traducirían, no solo en más
ingresos para los trabajadores asalariados, sino en el fortalecimiento veraz de la economía
pues implicaría un cambio en toda la política macroeconómica en su conjunto.

* Convenio sobre la fijación de salarios mínimos, 1970 (núm. 131). Convenio relativo a la
fijación de salarios mínimos, con especial referencia a los países en vías de desarrollo
(Entrada en vigor: 29 abril 1972) Adopción: Ginebra, 54ª reunión CIT (22 junio 1970).
Tomado el de 2013 desde:
http://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:12100:0::NO::P12100_INSTRUMENT_ID:3
12276

Gráficos

Gráfico No. 1

Participación de las principales "Locomotoras" en la generación de empleo

Fuente: Urrea I. y otros. Salario mínimo en Colombia 2013.

Presentación en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y


Laborales de 2012.

Gráfico No. 2

Porcentaje de población ocupada según ramas de actividad.

Total Nacional - Mayo a Julio 2012

A. Agricultura, pesca, ganadería, caza y servicultura

B. Explotación de minas y canteras

C. Industria manufacturera

D. Suministro de electricidad gas y agua

E. Construcción

F. Comercio, hoteles y restaurantes

G. Transporte, almacenamiento y comunicaciones

H. Intermediación financiera

I. Actividades inmobiliarias

J. Servicios, comunales, sociales y personales


Fuente: Urrea I. y otros. Salario mínimo en Colombia 2013.

Presentación en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y


Laborales de 2012.

Gráfico No. 3

Evolución del empleo en industria, agricultura, construcción, comercio

Fuente: Urrea I. y otros. Salario mínimo en Colombia 2013.

Presentación en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y


Laborales de 2012.

Gráfico No. 4

Relación entre utilidades e IED

Fuente: Urrea I. y otros. Salario mínimo en Colombia 2013.

Presentación en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y


Laborales de 2012.

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