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Universidad San Buenaventura, sede Bogotá

Programa de Licenciatura en Filosofía


Métodos de Evaluación
Prof. Luis Alexander Aponte

Fray Miguel Ángel Estupiñán Zafra, OFM

El imperio de la evaluación cuantitativa en la educación

I. Introducción
Cuando utilizamos los términos “valorar, medir o evaluar”, por lo general, buscamos
asociarlos con el cumplimiento de ciertos requisitos para el desarrollo de X o Y proyecto,
programa o proceso de aprendizaje. Asimismo, existen diferentes modelos que permiten
llevar a cabo esa valoración en los diferentes campos de acción que los requieran, llámense
programas, instituciones, procesos o, incluso, personas. Sin embargo, es evidente reconocer
que estos modelos de evaluación no aplican por igual para todos los receptores de esta
valoración; en otras palabras, si bien existen múltiples modelos evaluativos que permiten
proyectar una aplicabilidad de desarrollo a los diferentes campos en los cuales se usen, existe
un campo característico en el cual, lamentablemente, sólo uno de estos tipos de evaluación
se aplica generalmente, a saber: el campo educativo, las escuelas, los colegios, las
universidades. Así las cosas, el objetivo de este escrito es considerar que es la evaluación
cuantitativa la que prevalece por encima de otros tantos modelos de evaluación en el campo
académico.

II. La Evaluación del Aprendizaje


Son mucha las respuestas al interrogante: ¿qué es la evaluación?; por una parte, algunas
respuestas asocian la evaluación al ámbito investigativo y, por otra parte, la relacionan con
procesos de desarrollo, en donde se va analizando, entre cierto, periodo de tiempo la
evolución de un programa. Sin embargo, para el objetivo de este escrito, se ha querido
adoptar la definición que plantean Daniel Stufflebeam y Anthony Shinfield en su obra de
investigación Evaluación Sistemática (1995), quienes aseguran que una definición
importante, y que se viene dando desde hace mucho tiempo, afirma que la evaluación supone
comparar objetivos y resultados, mientras que otras exigen una conceptualización más
amplia, apelando a un estudio combinado del trabajo en sí y de los valores. Esta definición,
según Stufflebeam y Shinfield, podría resumirse de la siguiente manera: “la evaluación es el
enjuiciamiento sistemático de la valía o el mérito de un objeto” (Stufflebeam y Shinfield,
1995, p. 19). Evidentemente, vale la pena resaltar que el término “valor”, subrayado en esta
definición, supone siempre un juicio: es a partir de allí desde donde la crítica de este escrito
se centrará.

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Seguidamente, y teniendo en cuenta la acentuación anteriormente dada al juicio en la
valoración, debemos centrar nuestra atención en lo que puede significar la evaluación en el
campo del aprendizaje. Entonces, ¿qué es la evaluación en la educación? Aunque al hablar
de “educación” podríamos referirnos también a la valoración de programas institucionales,
curriculares, proyectos educativos, entre otros, el interés de esta crítica se centrará en la
evaluación de estudiantes, para demostrar que, lamentablemente, en estos casos, sólo se está
evidenciando la evaluación cuantitativa.
Ahora bien, para acercarnos a una posible definición de la evaluación del aprendizaje,
traeremos a colación lo señalado por Giovanni Ianfrancesco, quien en su escrito La
Evaluación Integral y del Aprendizaje (2004) la defina como “un proceso sistemático y
permanente que comprende la búsqueda y obtención de información de diversas fuentes
acerca de la calidad del desempeño, avance, rendimiento o logro del estudiante y de la calidad
de los procesos empleados por el docente, la organización y análisis de la información a
manera de diagnóstico, la determinación de su importancia, y pertinencia de conformidad
con los objetivos de formación que se esperan alcanzar, todo con el fin de tomar decisiones
que orienten el aprendizaje y los esfuerzos de la gestión docente” (Ianfrancesco, 2004, p. 29)
Ahora bien, si detallamos con detenimiento esta definición nos daremos cuenta de que la
fuerza en los términos “calidad, desempeño, rendimiento, decisión, formación” son evidente.
Esto hablaría a favor de que la evaluación en el ámbito educativa se preocupa, en últimas,
por una valoración cuantitativa del estudiante; quien al final de sus procesos académicos,
sólo depende de la valoración (por números generalmente) que imponga el docente; el
estudiante resulta “valiendo” según la nota que obtenga.

III. Primado de la evaluación sumativa o cuantitativa


Ahora bien, siguiendo la propuesta de Ianfrancesco, la evaluación del aprendizaje puede ser:
diagnóstica, formativa o sumativa. Es en este última donde, parece recaer al final de cuentas
todo el proceso formativo. Ianfrancesco define la evaluación diagnóstica como aquella que
permite la recolección de información inicial del conocimiento previo de estudiante. Es decir,
es la que permite que el docente adquiera cierto contexto del conocimiento que sus
estudiantes poseen en determinada área o materia (Ianfrancesco, 2004, p. 32). Sin embargo,
aunque este tipo de evaluación no sólo puede hacerse al inicio de un período académico, no
es, a mí parecer indispensable para el resultado final que los objetivos formativos requieren.
Por otra parte, la evaluación formativa, según Ianfrancesco, “consiste en la apreciación
continua y permanente de las características y rendimiento académico del estudiante, a través
de un seguimiento durante todo un proceso de formación. Esto permite verificar en el alumno
la capacidad de aplicar lo aprendido en el momento de la toma de decisiones y en la solución
de los problemas propios del futuro ejercicio profesional (Ianfrancesco, 2004, p. 33). Como
vemos, tampoco la evaluación formativa determina el resultado del proceso educativo, pues
ésta se encargaría sólo de ir recogiendo la información cuantitativa que, al final, la evaluación
sumativa tendrá en cuenta para determinar el futuro del estudiante.

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Por último, Ianfrancesco identifica la evaluación sumativa como la que “busca la valoración
y alcance total de los objetivos planteados para la labor educativa. En otras palabras, este tipo
de evaluación no es otra cosa que la verificación o constatación respecto a la obtención o no
de lo propuesto inicialmente, y de su valoración depende la toma de decisiones que por lo
general son bastante comprometedora para la vida estudiantil, tales como la aprobación o no
de un curso, de una asignatura o de una práctica, etc.” (Ianfrancesco, 2004, p. 33). Así
entonces, podemos apreciar como la evaluación sumativa termina siendo, según
Ianfrancesco, y yo también lo creo, en la herramienta más importante dado que las demás
conducen a ella y le posibilitan llevarse a cabo. Ahora bien, vale la pena subrayar la
importancia de esta evaluación sumativa dado que es la responsable de hacer el balance de
todos los logros o calificaciones que el estudiante ha obtenido durante cierto período de
tiempo. En este sentido, podríamos problematizar cómo esta evaluación puede llegar a afectar
a los mismos estudiantes en cuanto a que no sólo la nota define el rendimiento del estudiante,
sino que su comportamiento, su participación, su atención a las clases, también deberían ser
tenidos en cuenta en la misma medida a la hora de cuantificar el proceso formativo del
estudiante.
Ahora bien, no se trata entonces de generar una especie de “relajación” en el tipo de
evaluación que se decida implementar, cayendo por ejemplo en la mala interpretación de la
evaluación comprensiva, definida por Robert Stake (2006), donde se defiende la posibilidad
de familiarizarse con las preocupaciones de los agentes implicados concediendo una atención
adicional a la acción del programa, a su singularidad y a la pluralidad cultural de las personas
(Stake, 2006, p. 141). Esto es, que no se trata de evaluar de manera particular a cada
estudiante, pue sesto implicaría un trabajo y tiempo con el cual, normalmente, no se cuenta
y, por supuesto, sería un trabajo que implicaría otros aspectos; ni tampoco quiere decir que
el docente deba perder la rigurosidad al evaluar. No obstante, esta evaluación comprensiva
brinda al evaluador la posibilidad de observar otros aspectos a evaluar del estudiante, no
limitándolo solamente a un asunto acumulativo de notas o logros, sino que se puede
identificar de manera particular el rendimiento del estudiante desde otros aspectos, como sus
habilidades, su contexto y sus propios intereses.

IV. Conclusión
Finalmente, hemos visto cómo la evaluación cuantitativa o sumativa juega un papel
importante en la evaluación de aprendizaje en el ámbito educativo; sin embargo, surgen
muchos interrogantes acerca de la veracidad de la misma y cómo ésta afecta en gran medida
el futuro de los estudiantes, especialmente aquellos que, aunque participan en clases, asisten
responsablemente y muestran un interés por cumplir con las expectativas de la institución,
no rinden de la mejor manera en el momento de la evaluación y esto, definitivamente, termina
afectándolos. He intentado demostrar que este tipo de evaluación, es, en definitiva, el que
finalmente termina definiendo el futuro formativo y académico de los estudiantes.
Lastimosamente, en nuestra sociedad, la misma lucha de competitividad económica e
industrial presenta diferentes desafíos que conllevan a una lucha constante por adquirir los

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primeros lugares en todos los ámbitos; esto ha llevado a que las instituciones educativas, en
su mayoría, tenga la obligación de educar para la competencia, es decir, formar individuos
competentes ante los restos económicos e industriales, sin permitirles explorar lo que
realmente anhelan realizar con sus vidas. Es así como las escuelas, colegios y universidades
se empeñan por buscar la calidad del conocimiento en la sumatoria de los números de notas
y resultados. Ahora bien, para generar un cambio de perspectiva, aunque suene algo utópico,
debe cambiar la mentalidad en cuanto a la competencia y a la manera de evaluar, sin dejar a
un lado el desarrollo integral de la persona, pero centrándose en las características y
aspiraciones específicas de las mismas.

Bibliografía
Stufflebeam, D. (1995) Evaluación sistemática, guía teórica y práctica. Barcelona: Paidós
Ianfrancesco, V., G. M. (2004) La evalcuación integral del aprendizaje, fundamentos y
estrategias. Bogotá: Magisterio.
Stake, R. (2006) Evaluación comprensiva y evaluación basada en estándares. Barcelona:
Graó.

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