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En el exordio o preámbulo explica el origen y significado del documento, es decir, pone

el objetivo que le induce a esta tarea que no es otra que la misión que Cristo le entregó a los
Apóstoles, dirigido al hombre de hoy, con todos los problemas actuales. Las divisiones se
dan también en la iglesia, cuya raíz es el pecado.
Se descubre el deseo de reconciliación de una conversión a la cual no puede renunciar
la iglesia, cuya misión tiene asignada.
La penitencia es la conversión que pasa del corazón a las obras, a la vida entera del
cristiano. Se entiende la penitencia unida a la reconcialición, al esfuerzo y al don
misericordiosa de Dios, es una conversión personal.
La primera parte de esta carta esta dedicada a la conversión y reconciliación, tarea y
empeño de la iglesia, presenta la parábola de la reconciliación, la parábola del hijo prodigo
mostrando la actitud de del padre y el hermano que también necesita reconciliación.
En el capítulo II presenta las fuentes de la reconciliación, se muestra la luz de Cristo
como verdadero reconciliador, su muerte en cruz es una misión de reconciliación expresa
para nosotros, es un acto redentor en doble aspecto: “como liberación del pecado y comunión
de gracia con Dios” La Iglesia es reconciliadora queriendo decir que la Iglesia hace que
experimentemos la reconciliación por medio de la celebración de sus misterios, cuando
proclama el mensaje, cuando ofrece las vías y los medios de reconciliación pero para realizar
esta tarea la Iglesia tiene que ser reconciliada dando testimonio de unidad, ejerciendo el
dialogo con las demás tradiciones religiosas y reconcialiandose en la verdad.
El capítulo III presenta la iniciativa de Dios y el Ministerio de la Iglesia, sin olvidar que
el don y la misión de reconciliación parte de Dios que es Amor. Dios es fiel y aunque el
hombre se separa es fiel amor, y la iglesia irradia ese misterio anunciando la reconciliación,
siendo un gran sacramento de reconciliación por su misma existencia, por su servicio y por
los siete sacramentos. Otras vías de reconciliación son: la santísima Virgen María, la
predicación, la acción pastoral y la más silenciosa, la del testimonio.
La segunda parte trata del amor más grande que el pecado.
Así en el capítulo I presenta el misterio del pecado, a la desobediencia a Dios por la
oposición frontal a un mandamiento suyo, por un gesto de rivalidad hacia él, por la engañosa
pretensión de ser como él, a la exclusión de Dios en la propia vida.
Reconocerse pecador es imprescindible para volver a él. También habla de la división
entre los hermanos porque del pecado personal lleva al pecado social y dice que “por ser el
pecado una acción de la persona, tiene sus primeras y más importantes consecuencias en el
pecador mismo, y en su espíritu, debilitando su voluntad y oscureciendo su inteligencia” en
cuanto a la sociedad dice que “en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e
imperceptible como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los
demás” y así es como se convierte en social todo pecado que va contra el bien común.
El capítulo II esta dedicado al “Mysterium Pietatis”, el cual resalta la naturaleza
antagónica del pecado ante la economía de la salvación y como el misterio de piedad vence
al pecado; ahora es el mismo Cristo el que en carne humana se ofrece por los injustos, el que
es más grande que los ángeles y es portador de salvación, el que es enviado del Padre y ha
sido elevado al cielo como Señor; “Por lo tanto, el misterio o sacramento de la piedad es el
mismo misterio de Cristo… en el misterio de la Encarnación y de la Redención, de la
Pascua… misterio de su pasión y muerte, de su resurrección y glorificación” .
Por lo mismo que el cristiano debe de responder ante esto, este será su esfuerzo “la
piedad de Dios hacia el cristiano debe corresponder la piedad del cristiano hacia Dios”. “Así
la Palabra de la Escritura, al manifestarnos el misterio de la piedad, abre la inteligencia
humana a la conversión y reconciliación, entendidas no como meras abstracciones, sino como
valores cristianos concretos a conquistar en nuestra vida diaria”.
La tercera parte la dedica a la pastoral de la penitencia y de la reconciliación.
Partiendo en el capítulo I de la misión connatural de la iglesia que es suscitar la
conversión y la penitencia, tiene que llevar esta reconciliación a todos los lugares del mundo
y tendrá que realizar las tareas para promocionarla. Cuenta con dos medios la catequesis y
los sacramentos basado en el método del diálogo. El segundo medio son los sacramentos,
porque cada uno de ellos, además de su gracia propia, es signo también de penitencia y
reconciliación y, por tanto, en cada uno de ellos es posible revivir estas dimensiones del
espíritu; el sacramento de la penitencia, es el sacramento de la conversión y de la
reconciliación.
En el capítulo II está dedicado al sacramento penitencia y de la reconciliación, el cual a
través de los tiempos se ha ido sobrevalorando, cuando es Jesús mismo el que lo confiere a
los apóstoles, ellos que también estaban sujetos al pecado. El sacerdote actúa in persona
Christi. Termina el documento con una rogativa a la madre y un deseo a todos a acoger las
sugerencias y directrices del documento.

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