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DROGODEPENDENCIA Y FAMILIA

Iñaki Aramberri; Juan A. Abeijón


Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar

1. INTRODUCCIÓN

Si trabajamos en situaciones donde hay una problemática de drogo-


dependencias, veremos que frecuentemente la familia es uno de los núcleos
que el adicto pretende excluir del tratamiento. También suele pasar que la
familia cuando acude al médico llega con el paciente designado y pretende
quedarse fuera de la comprensión y del planteamiento de las soluciones.

Estas dos situaciones son frecuentes en los contactos con el profesional de


atención al drogodependiente.

Se oyen con frecuencia expresiones tales como:

 mis padres no saben nada -mi familia está harta


 no quiero meter a mi familia en esto

Y por parte de la familia:

 no hacemos carrera con él -la culpa la tienen los amigos -se pone como un
loco con la droga o el alcohol -usted sabe lo que hay que hacer.

¿Es conveniente incorporar a la familia en la propuesta de abordaje


cuando hay tantas resistencias por ambas partes?

El investigador americano Mc Leland propone que aquellas intervenciones que


incluyen a la familia y al entorno del paciente en cualquier propuesta de
tratamiento mejoran sensiblemente el pronóstico.

¿Cuál es el estilo de las relaciones establecidas entre el


drogodependiente y su familia?

Las hipótesis tradicionales hablaban del drogodependiente como alguien


esencialmente vuelto hacia los miembros de su grupo, sus "iguales"; sin
embargo cada vez son más importantes las aportaciones que nos hablan de la
evidencia de las relaciones de dependencia del drogodependiente con su
familia de origen. La mayoría de los drogodependientes conservan lazos
familiares muy estrechos.

Goldstein ha reseñado que los drogodependientes utilizan generalmente la


casa de sus padres como punto de referencia constante en su vida, hasta el
punto de que las relaciones entre el drogodependiente casado y su familia de
origen se han revelado más importantes para él que las establecidas con el
cónyuge.

Estas relaciones con la familia, tan estrechas, pueden estar o no en el origen de la


drogodependencia, pero es más que probable que sí estén religadas al
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mantenimiento de dicho consumo de sustancias. Con frecuencia se observa que


muchas familias parecen mantener la conducta dependiente llegando incluso a
ocultar datos de esta conducta al propio médico y al equipo interviniente.

Por otra parte, una vez incorporada la familia al tratamiento ésta se convierte según
los propios pacientes en el mejor elemento de ayuda para abandonar la droga. En
las estadísticas de los servicios de atención al drogodependiente no sólo el paciente
acude al centro acompañado de la familia, sino que en un alto porcentaje la
iniciativa de acudir surge de la propia familia, siendo esta iniciativa mucho más alta
en pacientes adolescentes, y especialmente en los contactos con el médico de
cabecera.

2. LA CUESTIÓN DEL DIAGNÓSTICO EN DROGODEPENDENCIAS DESDE


UNA PERSPECTIVA SISTÉMICA

2.1.- La "situación de drogodependencia"

Mucho tiempo después de que desapareciera el comportamiento de


drogodependencia de su hijo, una madre siguió espiando la expresión
de su cara, los bolsillos de su ropa y el sentido de sus palabras,
buscando una «droga» que ya era totalmente imaginaria. El muchacho,
que se había reinsertado perfectamente en la escuela y había
cambiado de amistades y costumbres radical y, al parecer,
definitivamente, parecía haber olvidado por completo el problema de la
«droga». Pero no podía quejarse de que estaba un poco cansado, ni
comer más o menos que de costumbre, ni retrasarse un poco, ni hablar
o callar demasiado sin que su madre se angustiara muchísimo
pensando en la «droga».

Durante mucho tiempo, las sesiones de terapia familiar estuvieron


dominadas por la exposición de estas fantasías de la madre: ella veía
las facciones de su hijo «crispadas» o incluso deformadas por la droga.
La cara de su hijo podía «cambiar de color»; también cambiaban los
ojos (de pronto se volvían amarillos) y el tono de su voz, mientras que
el hijo «ya no era el mismo». A medida que fue avanzando la terapia se
puso de manifiesto que la madre notaba como inspirados por la droga
todos aquellos comportamientos comunicativos con que el hijo
demostraba su autonomía con respecto a ella. Y sobre todo salieron a
la luz, analizando las argumentaciones ilógicas y contradictorias con las
que ella defendía esta tesis, las continuas sugerencias que hacía a su
hijo para que volviera a su comportamiento drogodependiente. No es
fácil traducir en palabras dicha impresión, pero la mezcla de orgullo,
horror, admiración y desdén con que la madre hablaba de las
«extrañezas» de su hijo, el clima de misterio y tabú que evocaban sus
referencias a la droga, su constante asociación de esta última con
cualquier placer que experimentara su hijo, la expresión de desencanto
con que acogía las buenas noticias de los cambios de su hijo formaban
en conjunto el núcleo de una sensación muy precisa, que los
terapeutas fueron capaces de verbalizar para discutirlo con todo el
núcleo familiar.

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Este ejemplo nos parece muy claro para transmitir la idea que ante un
comportamiento de consumo de sustancias, no hay que hablar de un sujeto
drogodependiente, sino de una situación de drogodependencia, donde son los
elementos en torno al consumidor los que mantienen dicho comportamiento.
Por ello, para hacer un diagnóstico de las drogodependencias, hay que incluir
como elementos importantes dichos elementos.

En este caso había una sugerencia implícita por parte de la madre para
mantener el consumo, que llegaba al muchacho por dos vías principales: la
continua actualización de un problema que el muchacho, por su parte, parecía
dispuesto a olvidar, y las comunicaciones no verbales con que la madre
remachaba a su hijo la relación autonomía-droga, así como su admiración
hacia las experiencias excepcionales que había tenido y aún podía tener.

2.2.- Claves de lectura en situaciones de drogodependencias: la tipología de


Cancrini:

Una de las cuestiones más complejas en la comprensión del problema de las


drogodependencias es la cuestión del diagnostico, es decir el ordenamiento de
toda la información que el paciente ofrece al terapeuta diferenciando
situaciones mediante "etiquetas", o como muy bien define J.L. Linares,
"metáforas-guía". Ordenar la información es importante para poder saber
donde está el núcleo central del problema para el paciente y su sistema y
entender la funcionalidad del síntoma drogodependencia, y desde ahí buscar el
tipo de tratamiento más adecuado.

El DSM ha resuelto esta cuestión poniendo el acento en la sustancia y


clasificando la información a partir de la sustancia consumida: heroína,
cocaína, alcohol... Este ordenamiento de la información es útil a nivel a nivel
epidemiológico, pero no resuelve el entender las diferencias que dos personas
distintas tienen cuando consumen la misma sustancia. Por otra parte la
psicología clásica diferencia las situaciones planteando entidades
psicopatológicas como la neurosis, la psicosis, las psicopatías...pero a su vez
esta clasificación no incorpora la interacción del individuo con la sustancia
consumida por lo que también aquí tendríamos problemas para entender la
significación del síntoma en el sistema.

Luigi Cancrini ha planteado una tipología de situaciones de drogodependencia


cuya originalidad se encuentra en que establece tres vectores que van a
catalizar toda la cantidad de información recibida:

 uno es el referido a las características del sistema en el que se presenta la


drogodependencia aunque se concreta especialmente en la familia como
sistema de especial significación.

 el segundo son las características psicológicas individuales, es decir, cómo


la sustancia interfiere y se acopla con la organización psicológica de la
persona y sus necesidades íntimas en función de las teorías del desarrollo
de la estructura de la personalidad.

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 el tercer vector se refiere a la relación con la sustancia y la forma de


presentación de la demanda de tratamiento. Estos tres vectores
pueden organizar toda la información recibida y construyen los cuatro
tipos de drogodependencia propuestos.

Una característica especial de esta clasificación tipológica es su


consecuencia práctica a nivel de las propuestas de tratamiento que se
infieren de ella. A cada grupo le corresponde una oferta de tratamiento
lógica que se inscribe en el proceso funcional de la situación de la
drogodependencia como una consecuencia natural.

Otra característica es la consideración de este consumo como «auto-terapia».


Su estudio clínico demuestra claramente que el uso de fármacos se puede
considerar, en el plano de las motivaciones, un intento evasivo y equivocado de
auto-terapia. Bajo este punto de vista, la principal dificultad del terapeuta
consiste en identificar, conocer y afrontar el problema que antecede, explica y
determina la drogodependencia, aportando respuestas alternativas que
mejoren las proporcionadas por el proveedor.

De acuerdo con un análisis de este tipo, hay que identificar las condiciones que
hacen que el encuentro entre los efectos de la droga y las necesidades de una
persona y / o el sistema interpersonal del que forma parte pueda ser una
vivencia positiva e importante, hasta el punto de tener que repetirse de un
modo obsesivo (pensamiento coartado por el fármaco, que centra gran parte de
la afectividad) y desmesurado (el comportamiento se distancia de las demás
necesidades de la persona). Debe quedar claro que estas necesidades se
pueden intuir o atisbar antes, pero sólo se descubren realmente cuando la
persona acepta (o lo intenta) prescindir del fármaco. Aquí planteamos la idea,
sencilla pero no del todo clara para el médico y el resto de los asistentes, de
que la terapia del drogodependiente no comienza realmente hasta que aquél
trata de dejar las drogas.

3. LA DEMANDA DE TRATAMIENTO EN DROGODEPENDENCIAS

3.1.- Participantes en la interacción en torno a la demanda

3.1.1 El Usuario de los Servicios

Virginia llama por teléfono al Centro de Atención, quiere hablar con el


responsable, le plantea el problema de su hijo drogodependiente.
Quiere saber qué puede hacer con él porque llega a casa siempre en
mal estado. Se le sugiere que hable con él, que le invite a acudir a
una consulta, que es muy difícil hacer un tratamiento a distancia, que
no se pueden dar medicamentos sin ver al paciente... pero ella dice
que no es posible por que su hijo nunca aceptará acudir a la consulta.
La conversación se prolonga durante unos veinte minutos. Al final el
terapeuta se pregunta: ¿servirá de algo lo que he dicho a esta mujer?

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En otra ocasión, Antonia acude a la consulta, como de paso, tras


recoger la última receta con el hipotensor, le dice al médico: "A
propósito, ¿podría Vd. atender a mi marido? Sabe Vd., bebe mucho,
no es de ahora, es de siempre, pero últimamente está mucho peor, ya
no se controla y monta muchas broncas en casa. Pero no va a querer
venir, aunque sí le digo que es para el corazón... ¿Podría Vd. decirle
algo sobre la bebida con esa excusa?

Se establece un diálogo entre el médico y la mujer. Aquél intenta


convencerla de que es mejor decirle al marido para qué viene a la
consulta. La señora insiste: "Si se lo digo no vendrá". Al final el médico
cede: "Dígale que venga, ya veremos qué se puede hacer". En esta
conversación han transcurrido quince minutos.

Muchos de los servicios que intervienen en problemas de


drogodependencias se dan cuenta de que una parte importante de su
trabajo se desarrolla no en intervenciones directas con el consumidor sino
con un conjunto de personas que en torno a ellos demandan información
e intervención, que se sienten tan afectados como el propio consumidor y
con cargas importantes de sufrimiento.

Dependiendo de la calidad de la intervención realizada con este conjunto


de personas se cambia el pronóstico, la evolución del propio consumo y el
tratamiento tendrá más o menos éxito.

El usuario del servicio no es únicamente el propio consumidor sino que el


usuario, desbordando los límites del propio consumidor se convierte en el
conjunto de personas que se encuentra en torno a él y que participan de
su problema.

Esta situación va a requerir que el profesional desarrolle estrategias que


los incluyan en las soluciones. En este capítulo estudiaremos las
características de la intervención terapéutica teniendo en cuenta todos
estos aspectos y reflexionando sobre las características de la
intervención.

3.1.2 El interviniente

Se tiende a pensar que el interviniente es el médico o el terapeuta que


atiende directamente al usuario y que de él y de su preparación va a
depender el resultado de su consulta. Sin embargo la realidad es algo
más compleja: el terapeuta está integrado en un equipo y en un contexto
que envía continuamente mensajes al paciente; mensajes explícitos e
implícitos, verbales y no verbales, que determinan la secuencia de
relaciones que se producirá entre él y el paciente.

El doctor del consultorio del barrio no entendía por qué siempre


acudían a última hora los jóvenes con problemas de sueño, pidiendo
"algo para dormir". Él estaba cansado a esa hora, y las consultas con
estos jóvenes con frecuencia acababan con enfados y tensiones. Un

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día descubrió que la auxiliar encargada de dar las citas tenía un vecino
drogodependiente que ocasionaba muchos problemas en el vecindario.
Sin quererlo relegaba a los jóvenes con "aires de drogadictos" a última
hora para evitar que originasen conflictos en "el vecindario del
consultorio".

Es conocida la anécdota del servicio que tenía la sala de espera


coincidente con el pasillo de circulación del centro asistencial. Los
pacientes pasaban deprisa, circulaban sin detenerse, querían obtener
algo concreto, una cita, un medicamento, y se marchaban. En este
servicio se produjeron muchas situaciones violentas y de
enfrentamiento cuando no se daban de forma inmediata una
medicación o cuando se pretendía proponer un ritmo algo más pausado
a un paciente para entender mejor su situación y hacer un buen
diagnóstico. El contexto enviaba mensajes del funcionamiento de todo
el servicio que influían en la relación del médico con el paciente. Es
difícil hacer un trabajo pausado cuando todo el mundo está de paso y
tiene prisa.

Por tanto el interviniente no es sólo la persona del médico o del


enfermero o terapeuta sino el equipo en su contexto y su estructura, que
envía mensajes al usuario del servicio que determinarán el estilo de
relación.

3.2.- La Demanda de Tratamiento

La demanda se sitúa como punto primordial del trabajo de un equipo de


profesionales que van a ver en ella el punto de encuentro entre dos
sistemas:

- por una parte aquél que pertenece al conjunto de relaciones en el que el


comportamiento dependiente se manifiesta y desde donde se realiza la
demanda.

- por otra parte aquél otro que desde su capacidad de escucha y su


preparación profesional pretende elaborar una respuesta eficaz.

La demanda se ha descrito en ocasiones como un juego interrelacional a


base de trampas a sortear en la relación, como pruebas que el
demandante propone a su interlocutor. Dependerá de la destreza de este
para sortearlas la posibilidad de establecer unas relaciones que permitan
el cambio o bien perpetuar el conflicto y los síntomas.

Caminamos hacia un proceso de mayor complejidad, dado que cada vez


son más los intervinientes en la demanda de tratamiento y cada uno tiene
necesidades propias. Como hemos visto este cruce de expectativas y
necesidades puede crear incluso patologías que influyen en el pronóstico
final del tratamiento.

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¿Pero qué sucede con la demanda de un drogodependiente?

El contexto aparece confuso e indeterminado. ¿Quién está más


interesado en que los problemas se resuelvan? ¿El médico, el paciente,
la familia, el juez...? ¿Qué hay que ser para resolver los problemas:
médicos, asistente social, psicólogos, controlador de conductas...? ¿Se
puede decir todo lo que se conoce?

Esta confusión hace que se presente la demanda como un juego de


poderes, como una relación entrampada en alguna de sus características
que es necesario aclarar antes de iniciar propiamente un tratamiento.

Si no tenemos en cuenta ese aspecto el terapeuta o el interviniente darán


respuestas construidas en tiempo y espacio de drogodependencia, es
decir, en tiempo y espacio distorsionado.

Ante un paciente que nos llega con una demanda inmediata y urgente
para un problema con varios años de historia y cuya solución por lógica
no es inmediata sino a largo plazo por qué son muchas las cosas que hay
que reordenar y encajar, el terapeuta se mueve en su respuesta en las
dimensiones de tiempo del propio drogodependiente, proponiendo
soluciones rápidas e inmediatas, que abarcan únicamente el aspecto
sugerido por el propio consumidor: "estoy nervioso", "me duele la espalda",
"quiero algo ya", dejando a un lado aquellos otros elementos que para él
mismo son difíciles de asumir.

Es importante que desde el inicio se presente el programa de tratamiento


como una oferta integrada de los diferentes recursos existentes y que va
a intentar abordar todos los aspectos de la drogodependencia
ajustándolos a cada caso, incluso aunque sólo podamos ofrecer un
aspecto parcial de todo el proceso.

Es cierto que el terapeuta no va a poder abordar todos los aspectos y va


a necesitar recurrir a otros servicios y a otros profesionales para ir
completando el proceso pero si en esta primera parte de relación con su
paciente se presenta con claridad el hecho de que estamos ante un
proceso largo esto cambiará el estilo de la relación, sabiendo que el
proceso puede sufrir toda clase de incidentes pero que a pesar de todo, si
el consumidor quiere, se puede ir desarrollando toda la evolución de su
tratamiento como se desenrolla una larga alfombra y que si él está
dispuesto también cada uno desde su propio espacio estará preparado
para acompañar el conjunto de situaciones que se puedan acompañar.

3.2.1 Los juegos de poder en la demanda de tratamiento

Un ambulatorio sufre constantes conflictos y agresiones por parte de


algunos drogodependientes. Su personal está sometido a presión. La
dispensación de medicamentos y recetas es importante. Los pacientes
acuden y repiten aunque no mejoran.

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Estas situaciones son harto frecuentes y todo el mundo se pregunta cómo


se llega a ellas, y todo el mundo constata la enorme dificultad para
resolverlas. Algunas preguntas surgen con intensidad: ¿Cómo se
entienden? ¿Cómo se producen?

La relación entre el paciente y el terapeuta, entre el drogodependiente y


el servicio, entre su familia y los trabajadores de un centro, forma un
sistema coherente.

Es una ingenuidad intentar entender y mucho más intervenir en un


sistema a partir de aquellos elementos considerados como accesorios por
su patogenia (léase la ansiedad de un Síndrome de Abstinencia a
Opiáceos, la entrega de medicamentos ansiolíticos, la presión de una
familia) sin entender la importancia de éstos en la consolidación de la
demanda.

Teniendo en cuenta que la relación terapéutica es la establecida entre el


demandante y el interviniente, los juegos de poder son manifestaciones
de la relación que expresan el conjunto de estímulos intercambiados entre
todos.

¿Cómo son los juegos de poder con pacientes drogodependientes?

Los podemos definir como el trabajo que el bloque demandante y el bloque


terapéutico realizan juntos para construir un sistema terapéutico al servicio
del cambio y por tanto se requiere un esfuerzo por parte del terapeuta para
bloquear alguna de las características fundamentales en la que se presenta
la petición de ayuda por parte del "sistema adicto".

El drogodependiente y su familia, tienden a presentar la demanda desde


unas posiciones que sienten que les atribuyen un "poder", es decir tienen
el "poder" de exigir una serie de cosas al profesional:

El poder de la urgencia; El poder de la Dramatización; El poder de la


delegación.

4. LA TERAPIA FAMILIAR CON PACIENTES IDENTIFICADOS CON


PROBLEMAS DE DROGODEPENDENCIAS: MODELOS ESPECÍFICOS

A la hora de trabajar con "situaciones de drogodependencias", podemos


utilizar como referencia los conceptos vistos hasta ahora en torno a la
implicación familiar tanto en la génesis de la drogodependencia como en la
búsqueda de cambios.

Pero hay una serie de autores que han desarrollado modelos específicos
de intervención con familias para este tipo de problemáticas.

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4.1. - El enfoque estratégico de Jay Haley

Haley, que utiliza el concepto de ciclo vital como brújula prioritaria a la hora
de plantearse los objetivos de su intervención, incluye a los
drogodependientes en un grupo más amplio, el de "jóvenes con trastornos
de emancipación", a la hora de plantear sus ideas para abordar esta
problemática. En todos los casos en que hay adolescentes con problemas
se presentaría una misma disfunción familiar que consistiría en una
organización jerárquica anormal.

El contenido de su libro "Trastornos de emancipación juvenil y terapia


familiar" puede sintetizarse en una serie de supuestos y de diversas etapas
en el tratamiento

1. El problema no consiste en que un joven se drogue, sino en que una


familia y una persona joven estén en fase de separarse. Esto genera
una inestabilidad familiar y, aunque sea desde una situación de
sufrimiento, si el joven fracasa en su proceso de independencia, la
familia vuelve a estabilizarse. Aunque el paciente viva fuera de casa,
aunque parezca que la relación padres - hijos es muy conflictiva, la
situación se mantiene estable siempre que el paciente haga saber a
su familia que su fracaso sigue.

2. Si la organización familiar no cambia, el joven consumidor seguirá


fracasando año tras año, a pesar de todos los esfuerzos terapéuticos.
La unidad que tiene el problema no es nunca el joven, sino él mas
otras dos personas de la familia (tríadas, triángulos), sean padres o
familiares.

3. Se supone también que hay dos personas adultas en la familia que


pueden comunicarse entre sí a través del paciente y que si no
estuviera él como vehículo de la comunicación, surgiría un grave
conflicto.

4. Por ello el objetivo de la terapia no es que surja el insight o la


autoconciencia ni que se fomente la expresión de sentimientos, sino
liberar al paciente del triángulo de forma que pueda llevar una vida
normal y que la familia se estabilice sin su problema

4.2. - El enfoque estructural estratégico de Stanton y Todd

Estos dos autores norteamericanos estuvieron durante varios años


trabajando con una amplia muestra de drogodependientes (118), de edad
inferior a los 35 años y con un consumo de al menos dos años de heroína.
En 1982 publicaron un libro que constituye todo un manual del tratamiento
para este tipo de pacientes y que abarca aspectos del problema que
habían sido poco o nada abordados anteriormente: desde un modelo
conceptual que explica la dinámica familiar del drogodependiente de
manera amplia, hasta un modelo de tratamiento con estrategias y técnicas
para afrontar muy diversas situaciones.

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Ellos definen su modelo de trabajo como "estructural -estratégico" porque


aunque introducen algunos rasgos distintivos de su propio estilo, parten de
los principios básicos de esas dos escuelas de terapia familiar. El estilo
general es estratégico, pero muchos de los movimientos de cada momento
o "micromovimientos" son más de tipo estructural con la única excepción
del uso regular de la interpretación positiva. Dicha interpretación positiva
consiste en el hecho de que en familias tremendamente defensivas, como
es en el caso de este tipo de familias, para que el tratamiento progrese,
necesitan atribuir nobles motivaciones incluso a las conductas más
destructivas manifestadas por estas familias. Llaman a esta técnica
"adscripción de intención noble".

Su terapia está orientada a un objetivo y es de corta duración porque


piensan que una terapia breve cataliza y comprime en un periodo máximo
de cuatro o cinco meses todo un proceso que de otra forma se prolongaría
sin ningún aumento en su eficacia, mientras que si el terapeuta puede
mantener a la familia como aliada durante este proceso, podrá forzarse el
cambio más rápidamente.

Al igual que Haley, también ellos enfatizan que hay que implicar
activamente a la familia de origen del paciente en la terapia, aunque ya no
viva con ellos. Se trataría de hacerles volver a una fase anterior, la de su
marcha de casa, que no fue negociada de una manera adecuada, y hacerlo
de una forma correcta esta vez.

En principio son partidarios de empezar el tratamiento con la tríada padres


- drogodependiente y tratan de incluir también a todos los otros hermanos
que viven en casa o en las proximidades, no sólo por evitar el poder
homeostatizante del miembro ausente, sino porque pueden servir para una
serie de funciones dentro de las sesiones: actuar como aliados del
paciente y ayudarles a ser más asertivo de una forma adecuada, o reforzar
la posición de un padre en su lugar adecuado, o servir de foco alternativo
impidiendo que se dé una atención excesiva al paciente, o en cualquier
caso ofreciendo más información sobre las interacciones familiares.

4.3. - El enfoque relacional de la Cooperativa Albedo

Esta cooperativa socio-sanitaria de Roma publicó en 1984 una síntesis de


su trabajo con drogodependientes en un librito pequeño en el que de
manera breve pero completa plantean un modelo de abordaje de las
drogodependencias como elaboración de los conflictos relacionales a partir
de las fases en que se puede dividir un tratamiento.

Su modelo de terapia está centrado en torno a una opción fundamental: en


la familia y en la red microsocial de las relaciones están los recursos para
afrontar positivamente las situaciones con una sintomatología de las
drogodependencias.

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Este modelo está centrado en torno a tres puntos fundamentales: el primer


contacto, el contrato y el proceso terapéutico:

1) El primer contacto. Es un momento decisivo el primer contacto entre


el servicio y la demanda de ayuda, porque están estrechamente
relacionados y se influyen recíprocamente, en una secuencia circular
sin fin. El análisis de los distintos tipos de peticiones tiene en cuenta
dos parámetros: quién hace la petición y qué es lo que pide.

Hay dos elementos básicos en la respuesta del servicio a la petición


de ayuda:

• En primer lugar la especificidad, es decir, que el primer encuentro no


debe terminar necesariamente con "el" proyecto de terapia, sino que
su objetivo es el tratar de comprender juntos cuál es la intervención
más adecuada a la situación específica que están viviendo el
consumidor y su familia en ese momento concreto. De hecho en
dicha Cooperativa en el 12% de los casos los primeros encuentros
terminan con una indicación de tratamiento en estructuras distintas a
las suyas

• En segundo lugar, la activación tanto en el sentido de que la actitud del


servicio es de escucha activa, como que se trata de activar a todas
las personas implicadas para que la búsqueda sea común y el
proyecto sea compartido, de forma que quede claro ya desde este
momento que son ellos, el consumidor y sus familiares, los
protagonistas de la solución y del cambio. Lo mejor es llegar a un
resultado compartido, aunque este resultado sea el de no hacer
nada.

2) El contrato terapéutico constituye la piedra angular sobre la que se


articulará todo el proceso terapéutico. Son cuatro los requisitos
necesarios para que pueda hacerse este contrato.

• Primero, el acuerdo entre las partes para definir y formar el sistema


terapéutico; poniéndose de acuerdo con la familia, el terapeuta
establece las premisas para llegar juntos a una reestructuración y a
las consecuencias de los objetivos terapéuticos.

• Segundo, la causa del contrato es el cambio, puesto que la exigencia


de cambio está implícita en la petición de terapia por parte de
personas que se dirigen a un "experto" porque la situación en la que
viven no les satisface.

• Tercero, el objeto del contrato es la definición del problema que puede


presentar las formas más diversas y que no consiste solamente en lo
que es evidente y explícito, sino también en lo que se filtra a través de
lo que Mara Selvini llama la "agenda secreta" y de los aspectos
implícitos de la comunicación de quien está pidiendo ayuda. A veces,

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ya la misma definición explícita del objeto de contrato se convierte en


el problema en sí.

• Cuarto requisito del contrato es la forma de trabajar. Se ha de delimitar


una forma de abordar el proceso terapéutico, pero sin caer en la rigidez
ni dejar de admitir la modificación del contrato y la posibilidad de
renovar el acuerdo sobre un contenido nuevo.

3) El proceso terapéutico lo dividen de forma artificial en tres fases:

(a) Fase de deshabituación centrada en la desintoxicación física


domiciliaria. Para la realización de esta fase las indicaciones deben ser
claras, negociadas y focalizadas, de forma que todos los miembros de
la familia sepan el rol que deben desempeñar y sólo se pasa a la
actuación práctica cuando se haya llegado a un acuerdo preciso. En
cualquier caso los terapeutas deben estar disponibles el mayor tiempo
posible, el término medio de los 7 días que dura dicha fase. Se les
proporcionará a los padres los fármacos sintomáticos que precise el
paciente y es necesario que durante todo el proceso exista la seguridad
de que el drogodependiente no consume droga mediante el control por
parte de sus familias.

(b) Fase de confrontación con los nudos estructurales del sistema. Aunque
en la fase anterior ya se ha puesto en marcha una cierta
reestructuración, no ha sido suficiente para establecer un cambio
significativo porque se trabaja sobre el contenido concreto del control
del comportamiento sintomático. En esta segunda fase del proceso
terapéutico las intervenciones se van a referir explícitamente al cambio
en las relaciones y en las reglas entre los miembros de la familia, para
las cuales el comportamiento sintomático cumple una funcionalidad
específica en esa familia.
Los "nudos estructurales" que la drogodependencia suele tener la
función de encubrir, pueden ser la falta de elaboración de un luto, un
conflicto conyugal de los padres, la imposibilidad de una
desvinculación, problemas intrapsíquicos de origen remoto, problemas
educativos o de inserción social.

(c) Fase de desvinculación. Una vez desatados los nudos que sostenían la
estructura del sistema, es el momento de que la familia haga frente a la
problemática relacionada con la salida de casa del hijo de forma que
ese distanciamiento progresivo sea vivido no como un abandono sino
como una entrada en la vida de los adultos por parte del hijo y como
una fase de crecimiento colectivo por parte de la familia. Por lo que se
refiere a los padres, el terapeuta debe evitar que pongan en marcha
mecanismos homeostáticos que impidan que el hijo consiga una
simulación de autonomía real, al mismo tiempo que les ayuda a
descubrir y a reconstruir su propia competencia y un nuevo proyecto
de vida en el que no sea necesaria la presencia del hijo consumidor.

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En cuanto al drogodependiente, frente a su antiguo proyecto de vida


centrado en su pasividad y la dependencia, se trata ahora de comenzar
otro nuevo plan de vida centrado en la autonomía y la desvinculación y
que pasa por una cierta independencia económica o laboral y por unas
relaciones sociales y afectivas que sean válidas.

4.4. - El modelo etiopatogénico relacional de Stefano Cirillo y col.

Stefano Cirillo fue uno de los miembros que participó con Mara Selvini
Palazzoli y otros autores en el estudio de las dinámicas relacionales en
las familias a transacción psicótica postulando un proceso generador del
síntoma o etiopatogénico a partir de una serie de fases observables en
las relaciones entre sus miembros. Posteriormente, a partir de un trabajo
en colaboración con otros profesionales que trabajan en el campo de las
drogodependencias, iniciaron una investigación analizando los casos
tratados en los servicios para intentar desvelar el proceso de
interacciones familiares que a lo largo del tiempo acaban generando una
drogodependencia en uno de sus miembros. A la hora de observar este
proceso dan más importancia a los aspectos trigeneracionales y al
estudiar la historia emocional familiar, se da más importancia a los
aspectos evolutivos de los padres, empezando la recogida de datos desde
su historia infantil y su relación con sus propios padres.

Los planteamientos que hacen los limitan a la drogodependencia


masculina, renunciando por el momento a hacer hipótesis explicativas de
los procesos etiopatogénicos cuando el paciente identificado es mujer.

Empiezan con el hecho de que los miembros de la pareja parental ha


tenido cada uno dificultades en su infancia, las cuales han sido
"minimizadas", es decir, no se han negado o escondido los
acontecimientos reales, pero sí se ha amortiguado la relevancia
emocional que los acompaña, sobre todo cuando se trata del dolor ligado
a eventos de alcance traumático. Los padres transmiten esa "cultura
afectiva" a los hijos, que también tienden a negar haber tenido
experiencias traumáticas en el seno de su familia y se asumen todas las
responsabilidades.

En síntesis, el proceso que empiezan a percibir es el siguiente:

a. El padre se distancia de la propia familia de origen demasiado


prematuramente y de manera sólo aparente

b. La madre no se distancia nunca, permaneciendo dependiente de la


relación con la propia madre sea desde el punto de vista objetivo,
sea desde el punto de vista emocional; estos dos puntos (a y b)
corresponden al que denominan primer estadio del proceso: la
familia de origen

c. Las dificultades de distanciamiento de los padres crean una unión


matrimonial fundada en el intento de replicar y resolver las temáticas

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referentes a las respectivas familias de origen; este punto


corresponde a lo que denominan segundo estadio: la pareja paterna

d. El nacimiento de un hijo representa la posibilidad de redefinir el rol


figura parental - hijo con relación a la propia familia de origen; la
madre, en posición de dependencia de la propia madre, atiende a su
hijo de manera incierta, mientras que el padre está afectivamente
fuera de rol, expropiado por los abuelos maternos; esto corresponde
al tercer estadio: relación madre-hijo en la infancia

e. La adolescencia del hijo es una información traumatizadora para los


padres, por lo que el adolescente no es reconocido en sus tensiones
evolutivas; esto corresponde al cuarto estadio: la adolescencia

f. El hijo se siente incómodo en la relación con la madre y busca la


relación con el padre, el cual sin embargo rechaza al hijo ya sea de
manera clara o de manera disimulada, tras aparente acogida inicial;
esto corresponde al quinto estadio: el paso al padre

g. Autoterapia, para afrontar las desilusiones y los rigores de una


infancia llena de privaciones y de un modelo de crecimiento no
querido, y a la vez en un vehículo de protesta respecto de las
numerosas exigencias reivindicativas no vividas conscientemente a
causa de los mecanismos de ocultamiento; esto corresponde al
sexto estadio: el encuentro con las sustancias estupefacientes

h. Las reacciones de los padres y el beneficio obtenido por el hijo


acaban cronificando la situación; esto corresponde al séptimo
estadio: las estrategias basadas en el síntoma

4.4.1.- El proceso etiopatogénico y sus distintos recorridos

Los autores proponen tres maneras distintas de realizarse este proceso; lo


que ellos llaman "los tres recorridos"

• Recorrido uno: el abandono disimulado: en este recorrido, los padres


pueden reconocer haber experimentado en la propia familia de origen
una relación carencial, pero no reconocen el daño recibido; esto
condiciona la búsqueda de pareja, la forma de cuidar al hijo, y las
respuestas ante sus necesidades y ante la aparición del consumo

• Recorrido dos: el abandono desconocido; en este recorrido la


diferencia inicial es que los padres no sólo no reconocen un daño sino
que tampoco son conscientes ni recuerdan la presencia de hechos
traumáticos, que sí pueden aparecer posteriormente al construir con
paciencia la historia emocional familiar; hay mecanismos mentales
colectivos masivamente caracterizados por el desconocimiento y la
ocultación de la realidad; este inicio genera un recorrido distinto al
anterior al atravesar los distintos estadios

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• Recorrido tres: el abandono activo; en este recorrido en el punto de


partida están estructuras familiares típicamente disgregadas, con
comportamientos antisociales por parte de sus miembros, con
experimentación de abandonos objetivos, que reproducirán luego tanto
en la pareja como con los hijos; como si hubiesen aprendido que las
necesidades emocionales de cada uno no pueden ser colmadas, que
es inútil desarrollar experiencias que siempre van a ser decepcionadas,
y que es mejor enrocarse en la autosuficiencia y asumir hacia los otros
una actitud depredadora, arrancando en una existencia miserable
algunas briznas de gratificaciones inmediatas y concretas

4.4.2.- Las distintas posibilidades de trabajar con la familia.

Los recorridos relacionales propuestos por estos autores sirven también


para plantear iniciativas terapéuticas. No plantean propuestas rígidas, sino
ideas de cara a articular el manejo de la información obtenida en la
reconstrucción de la historia

Plantean diversas puertas de entrada a partir de las cuales ir profundizando


en la complejidad de las situaciones que encontramos. Las líneas básicas de
las estrategias terapéuticas que proponen se fundan en el presupuesto de
que la reconstrucción con la familia de su específica y peculiar historia
emocional y relacional y, en particular, el descubrimiento de los aspectos y/o
los eventos carenciales, constituyen un potente factor de cambio (aunque
obviamente no el único).

El sentido que tiene para la familia esta reconstrucción es dar sentido al


malestar experimentado por el paciente en su recorrido vital conectándolo
con una carencia real sufrida. En efecto, esta reconstrucción:

• Permite explorar el síntoma desde una óptica trigeneracional sin


culpabilizar directamente a nadie
• Ofrece a cada miembro la posibilidad de considerarse parte de un sistema
sufriente, dando sentido a los malestares experimentados.
• Alivia el peso de las responsabilidades individuales favoreciendo una mejor
colaboración en la terapia.
• Quita al síntoma "drogodependencia" (y a su cronicidad) la etiqueta de
"enfermedad de la voluntad", dándole un significado más amplio respecto
al mero uso autogratificante.

Algunos posibles accesos terapéuticos en función de los estadios recorridos


en el proceso etiopatogénico son:

 Empezar por la historia de los padres con su familia de origen: para


poder empezar de aquí es posible cuando por los contactos ya
efectuados o por la modalidad de envío se ha estructurado un
contexto terapéutico que defina a toda la familia como objeto de la
intervención.

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 Empezar la indagación partiendo de la elección matrimonial: este tipo


de apertura piensan los autores que hay que abordarlo en situaciones
muy seleccionadas, ya que creen que es la dificultad con las familias
de origen las que están a la base, y en situaciones de un abordaje
terapéutico más amplio.

 Empezar la indagación partiendo de los comportamientos inusitados


anteriores a las drogas: partir de este estadio puede estar
particularmente indicado para los pacientes más jóvenes y menos
cronificados. De esta manera se introduce a la familia en temáticas
aún vivas de la adolescencia y del estancamiento de las tareas
evolutivas familiares conectadas a ella, trabajando en una zona
reconstructiva intermedia entre la relación madre-hijo y la relación
padre-hijo.

 Empezar el proceso de ayuda partiendo de las estrategias basadas en


el síntoma: cuando los padres descubren la drogodependencia del
hijo tienden a repetir las dificultades relacionales y afectivas
precedentes. Esto genera unas demandas por parte de uno o ambos
padres sobre el "qué hacer", que se intentan satisfacer desde un
"régimen" informativo y prescriptivo sobre todo en las condiciones de
elevada intensidad emotiva (cárcel, sobredosis, etc.), o cuando el
descubrimiento de la drogodependencia es muy reciente.

 Empezar por las necesidades de protección de los hijos del


drogodependiente: al tocar este tema los autores sólo quieren aludir
al hecho de que hay que tener en cuenta las necesidades de tutela
de los hijos de los dependientes. Cuando se aprecia que hay un
riesgo fuerte o una desprotección, otra vía de acercamiento es a
partir de la notificación al Ente encargado de dicha tarea de
protección para que tome las decisiones pertinentes. Aunque la
decisión no sea estratégica para potenciar el cambio del padre (o de
los padres), el ver que la continuación de la drogodependencia lleva
a una posible pérdida importante puede hacer ver con claridad las
consecuencias del mantenimiento de la sintomatología y activar
procesos de cambio.

5. LA RED DE INTERVENCIÓN EN DROGODEPENDENCIAS Y SUS


IMPLICACIONES EN EL ABORDAJE RELACIONAL

A la hora de intervenir en este campo de las drogodependencias, donde,


como hemos visto tanto en la tipología de Cancrini como en el modelo
etiopatogénico de Stefano Cirillo, hay tantas situaciones distintas, el
cambio se busca no sólo desde intervenciones específicas de Terapia
Familiar sino desde la construcción de lo que podemos denominar una "red
de intervención" en el que tenemos para utilizar toda una serie de recursos:

 eliminación del impacto de la sustancia mediante la realización de


una desintoxicación

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 utilización de espacios de convivencia "controlada" (comunidades


terapéuticas) para contener las ansiedades y las dificultades
relacionales tapadas por el consumo así como reconstruir hábitos
cotidianos y la asunción de responsabilidades aprovechamiento de
las dinámicas grupales que se generan por el hecho de compartir
dificultades personales así como programas terapéuticos: grupos de
padres y grupos multifamiliares

 desarrollo de programas de integración socio-laboral

 desarrollo de programas de reducción de daños: mantenimiento de


metadona, dispensación controlada de heroína, etc...

Estas son herramientas a utilizar a partir del diseño de un "recorrido


específico" para cada problemática, en el que se trabaja sobre lo que
podemos denominar "crecimiento personal" del paciente designado, y
donde la familia puede (aunque más bien habría que decir "debe")
implicarse en dichas fases. A continuación vamos a describir algunas de
ellas.

5.1.- La desintoxicación desde una perspectiva relacional: implicación de la


familia en el control del síntoma

Una de las maneras de participar las familias en el tratamiento es


colaborando en el control del síntoma y en el restablecimiento de hábitos
cotidianos

Podemos diferenciar dos momentos:

• el momento de la desintoxicación: es una fase complicada, en la que se


producen momentos de gran ansiedad ante los cambios fisiológicos y
comportamentales generados por la interrupción del consumo de drogas

• reconstrucción de hábitos en un entorno "protector": el estilo de vida


asociado a la drogodependencia genera normalmente una falta de hábitos
en la organización cotidiana de cara al desempeño de tareas, así como un
funcionamiento impulsivo marcado por las necesidades relacionadas con
el consumo; la reconstrucción de hábitos requiere generalmente un
control externo en un entorno "protector", decir, requiere la presencia de
personas que contengan al paciente en los momentos en que siente la
tendencia impulsiva de retomar el consumo.

Los programas de intervención libres de drogas, incorporan como fase


importante del tratamiento el control externo a la persona para garantizar
que no se dé el consumo. Este no consumo es fundamental para desde ahí
trabajar en la producción de cambios a partir de movimientos emocionales,
relacionales, y una mejor adaptación a la realidad y al entorno.

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5.1.1. Objetivos de las desintoxicaciones domiciliarias

En este tipo de tratamientos, siempre que es posible, se incorpora a la


familia como colaboradores en el aspecto normativo: acompañamiento
constante al paciente que garanticen el no consumo y el respeto de las
programaciones cotidianas. Es decir, trabajo a dos niveles:

 Abstinencia total del uso de sustancias

 Recuperación de hábitos cotidianos estructurados y de una


responsabilización en el desarrollo de actividades

Objetivo explícito con los padres: colaborar en la desintoxicación y en


ayudar al paciente a recuperar el control

Objetivos complementarios: la participación familiar supone una implicación


importante en una tarea posiblemente vista como imposible hasta ahora.
Supone renunciar a la delegación (la delegación a los profesionales, por
verse incapaces) y recuperar un sentido de capacidad y competencia a partir
de una alianza con dichos profesionales. La familia puede hacer "algo".

Las personas cercanas se convierten en parte de la solución.

Dar pautas para que ellos puedan resolver las crisis con la paciente:
recuperar el sentido de competencia

Profesionales que dan instrucciones a los familiares sobre cómo manejar


las crisis

La tarea a plantearse en la desintoxicación domiciliaria es cómo convertir un


problema de dos personas (drogodependientes y profesional) en un
problema de muchos.

Con la desintoxicación domiciliaria se obtienen dos ventajas:

• La posibilidad de sentirse fuertes "en su propio terreno"

• La eliminación de las variables e interferencias externas que, presentes


por ejemplo en los ambulatorios públicos y en los hospitales,
contaminarían notablemente el campo de acción (y de observación); por
ejemplo, sería más fácil para un padre "desligado" no implicarse,
delegando toda la responsabilidad en el médico "más experto".

Si se quiere organizar una buena desintoxicación domiciliaria, las


indicaciones para la familia deberán ser claras, focalizadas y negociadas de
manera que todo miembro de la familia tenga claro qué rol deberá
desempeñar. El programa de la desintoxicación domiciliaria se discutirá en
una sesión familiar, y sólo cuando se haya alcanzado un acuerdo preciso se
pasa a la actuación práctica. Si esta fase termina con éxito la familia habrá
experimentado una nueva manera de afrontar y resolver el problema, sobre

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la base de modelos transaccionales distintos y más eficaces, aunque éstos


se focalicen en torno al síntoma drogodependencia. Se perciben también
pautas relacionales, que luego podrán ser abordadas de manera explícita en
una fase posterior.

5.2.- Los grupos de padres: un trabajo implícito de terapia familiar

Una de las modalidades cada vez más habitual de la forma de implicar a los
padres en los programas de tratamiento de las drogodependencias es su
participación en grupos guiados por un profesional.

Dichos grupos se realizan sobre todo en tratamientos libres de drogas que


implican una responsabilidad de la familia en el mantenimiento de la
abstinencia, sea a través de un control estricto, sea a través de su
preocupación por el hijo cuando está en una fase más autónoma en la que
no hay miembros de la familia implicados directamente en un control
permanente respecto al consumo y los hábitos cotidianos

Su objetivo explícito es:

1. apoyar a los padres en el mantenimiento estricto de las normas

2. ayudar a los padres en los problemas que suelen plantear los


pacientes sobre todo en la fase en la que hay un acompañamiento
familiar permanente

La ayuda se proporciona:

• mediante el apoyo proporcionado por el/los profesional/es

• mediante la autoayuda ofrecida entre sí por los padres presentes

La tarea de dichos grupos consiste en la presentación de cada grupo


familiar: contar a los demás miembros del grupo amplio las situaciones de la
familia, así como la problemática vivida en torno a la drogodependencia y la
forma de implicarse del hijo en el programa terapéutico: cambios,
dificultades, etc... Esto genera movimientos empáticos en el ámbito emocional
en torno al sufrimiento y al malestar vivenciado por dichos miembros familiares
así como cuestionamientos de determinados comportamientos en el ámbito
pragmático, de cara a generar comportamientos parentales más eficaces, y
movimientos de apoyo emocional y de transmisión de confianza en los propios
recursos, restaurando al menos parte de su autoestima tan dañada por el
sufrimiento en torno a la drogodependencia y los autorreproches subyacentes
en muchos de sus miembros. Un objetivo implícito y no declarado
abiertamente, es la modificación de las dinámicas familiares mediante el apoyo
al subsistema parental (movimiento estructural), ya que el reforzamiento de
dicho subsistema genera también cambios en el paciente identificado (P. I.).

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Podemos hablar pues de una intervención "estructural" en el sentido que el


hecho de dar poder al subsistema al que le corresponde ejercer la autoridad, se
está modificando la estructura de la familia

5.3. - El enfoque multifamiliar de los Kaufman

Este modelo desarrollado por E. y P. Kaufman, tiene algunos aspectos del


modelo anteriormente propuesto, pero hace más hincapié en la reconstrucción
del papel de la familia en el desarrollo del comportamiento drogodependiente.

Los grupos pueden ser incluso de varias decenas de personas que se reúnen
semanalmente, y con el apoyo de un terapeuta comparten su experiencia y sus
sentimientos frente a un problema común. Al mismo tiempo, van reflexionando
sobre el papel que ha desempeñado la familia en la aparición y el
mantenimiento de la drogodependencia, sin caer en la culpa estéril pero desde
la asunción de las responsabilidades pertinentes, sin delegar todo el papel del
cambio del miembro consumidor en los profesionales.

En la fase central de la terapia (y en esto se añade quizás la novedad al trabajo


grupal expuesto en el apartado 5.2.) el grupo identifica el rol desempeñado por
la familia a la hora de producir y perpetuar el abuso de la droga. Se ponen en
evidencia los procesos de manipulación recíproca y el grupo manda mensajes
que ayudan a bloquear los movimientos con los que la familia favorece la
dependencia del hijo. Éste es un trabajo muy delicado pues el miembro
drogodependiente puede sobredimensionar este proceso, y la evidenciación de
los comportamientos precedentes debe ser hecha de tal manera que favorezca
la aparición de nuevos comportamientos parentales en lugar de generar
sentimientos fuertes de inadecuación que bloqueen cualquier iniciativa. En esto
se puede diferenciar este modelo de un trabajo estructural clásico, en el sentido
de que la propuesta de los Kaufman pone de diferente el reflexionar sobre la
inadecuación de los comportamientos precedentes, cosa que los terapeutas
estructurales y/o estratégicos rechazan con vehemencia.

Al final de este trabajo terapéutico, a veces aparecen situaciones traumáticas


difíciles de compartir pero que tras el trabajo realizado se pueden narrar ahora
con facilidad, así como conflictos de pareja o con otros adultos. Estos temas,
así como posibles mitos familiares, pueden dar lugar a las "así llamadas
terapias familiares" en el sentido de que se pueden generar demandas de
trabajo terapéutico individual para las familias por separado.

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BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

Cancrini, I.; Mazzoni, S. (ed.) (1993): Estrategias de intervención familiar


en drogodependencias, Grupo Igia, Barcelona.

Cirillo, S.; Berrini, R.; Cambiaso, G. ; Mazza, R. (1999): La familia del


toxicodependiente, Barcelona, Ed. Paidós.

Cooperativa "Albedo" (1984): Terapia familiare per tossicodipendenti, Ed.


NIS, Roma.

Haley, J. (1985): Trastornos de emancipación juvenil y terapia familiar, Ed.


Amorrortu, Buenos Aires.

Kaufman E.; Kaufman P. (1979): Family therapy of drug and alcohol abuse,
New York, Gardner Press.

Stanton, M.D.; Todd, T.C. (1988): Terapia Familiar del abuso y adicción a
las drogas, Ed. Gedisa, Buenos Aires.

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