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http://hablasonialuz.wordpress.com/2009/09/27/albert-einstein-la-libertad-interior-y-la-libertad-externa/
Sé que es tarea difícil discutir sobre juicios fundamentales de valor. Si, por ejemplo,
alguien aprueba, como fin, la erradicación del género humano de la tierra, es imposible refutar
ese punto de vista desde bases racionales. Si, en cambio, hay acuerdo sobre determinados
objetivos y valores se puede argüir con razón en cuanto a los medios por los cuales pueden
alcanzarse estos propósitos. Señalemos, entonces, dos objetivos sobre los cuales tal vez estén
de acuerdo quienes lean estas líneas.
El primero de estos fines exige la difusión de todos los conocimientos relacionados con
las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales, esto es, el impulso de todas las
investigaciones científicas.
La tarea científica resulta – por cierto – un conjunto natural, cuyas partes se apoyan
mutuamente de tal manera que nadie puede prever el efecto. No obstante, el progreso de la
ciencia exige que sea posible la difusión sin restricciones de opiniones y, consecuentemente,
la libertad de expresión y de enseñanza en todos los ámbitos de la actividad intelectual.
Por libertad debo suponer condiciones sociales de tal índole que el individuo que
exponga sus modos de ver y las afirmaciones respecto a cuestiones científicas, de tipo general
y particular, no enfrente por ello graves riesgos. Esta libertad de expresión es indispensable
para el desarrollo y crecimiento de los conocimientos científicos, es un detalle de decisiva
importancia práctica.
En primer término, la libertad debe garantizarla la ley. Mas las leyes solas no logran
asegurar la libertad de expresión. A fin de que el hombre pueda exponer sus opiniones sin
riesgos serios debe existir el espíritu de tolerancia en toda sociedad. Un ideal de libertad
externa como éste jamás se logrará plenamente, aunque debe persistirse en él con empeño si
queremos que el pensamiento científico avance sin tregua, lo mismo que el pensamiento
filosófico y el pensamiento creador en general.
Para lograr el segundo objetivo, o sea que resulte posible el desarrollo espiritual de
todos los individuos, es necesario un segundo género de libertad exterior: El individuo no ha
de verse obligado a trabajar tanto para cubrir sus necesidades vitales que no le quede tiempo ni
fuerzas para sus actividades personales.
Sin este segundo tipo de libertad externa, no servirá de nada la libertad de expresión. El
progreso tecnológico tornaría posible esta forma de libertad si se alcanzase una división
racional del trabajo.
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La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del espíritu en
general, reclama otro modo de libertad que puede calificarse de libertad
interior.
Esa libertad de espíritu consiste en pensar con independencia, por encima de
las limitaciones y los prejuicios autoritarios y sociales, así como frente a la
rutina antifilosófica y el hábito embrutecedor del ambiente.
Albert Einstein
En: Mis creencias (1940)
(Cursivas y subrayados de OVR).