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LAS SE�ALES DEL FIN. Jes�s da las se�ales que caracterizar�n todo el curso
hist�rico de los �ltimos d�as y que se intensificar�n a medida que se acerca el
fin.
Aumentar�n los falsos profetas y los transigentes religiosos dentro de la iglesia
visible, y enga�ar�n a muchos.
El aumento de las guerras, el hambre y los terremotos ser�n principios de dolores
de parto para la nueva �poca mesi�nica.
Al acercarse el fin, la persecuci�n al pueblo de Dios ser� m�s severa, y muchos
aban-donar�n su lealtad a Cristo.
Aumentar�n r�pidamente el desacato a la Ley de Dios, la violencia y el crimen, y
disminuir�n el amor natural.
A pesar de la intensificaci�n de los problemas, se predicar� el evangelio en todo
el mundo.
Se salvar�n los que permanezcan firmes en su fe a trav�s de la aflicci�n del tiempo
del fin.
Los fieles, al ver la intensificaci�n de esas se�ales, sabr�n �que se acerca� el
d�a del retorno del Se�or por ellos (Jn 14.3; Heb 10.25).
En Mateo 24.15-22 leemos: �Por lo tanto, cuando vean que aparece en el Lugar Santo
la desoladora impureza de que habla Daniel el profeta (�preste atenci�n el
lector!), el que este en Judea huya a los montes. El que est� en la azotea no baje
a hacer las maletas. El que est� en el campo, no regrese a buscar la capa.
�Ay de las mujeres que est�n en cintas o que tengan ni�os de pecho en aquellos
d�as! Oren para que la huida no sea en invierno ni en el d�a de reposo, porque como
la persecuci�n que se desatar� no se habr� desatado ninguna en la historia, ni se
desatar� despu�s. Si aquellos d�as no fueran acortados, la humanidad entera
perecer�a; pero ser�n acortados por el bien de los escogidos de Dios.� (Versi�n:
La Biblia al d�a)
En el libro del profeta Daniel hay menciones de esta abominaci�n (9.27; 11.31;
12.11). la expresi�n alude a la profanaci�n del templo por el rey sirio Ant�oco
Ep�fanes en el a�o 168 a.C., este coloc� un altar pagano sobre el altar de los
holocaustos, sacrific� cerdos en el templo y convirti� en burdeles las habitaciones
de los sacerdotes que viv�an en el recinto del santuario. De esta manera intentaba
erradicar la religi�n jud�a; esta espantosa profanaci�n del templo provoc� la lucha
apasionada de los jud�os de las cosas sagradas y de su independencia nacional. Otra
profanaci�n semejante tendr� lugar y ser� una de las se�ales de que se aproxima la
destrucci�n de la Ciudad Santa.