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FUNDACION UNIVERSITARIA MONSERRATE

NORMAS APA

PRESENTADO POR:

ESCUELA DE POSGRADOS

ESPECIALIZACIÓN EN EDUCACIÓN Y ORIENTACIÓN FAMILIAR

III CUATRIMESTRE

LA IGLESIA Y LA FAMILIA

PADRE

Bogotá, 2015
LA IGLESIA Y LA FAMILIA

A lo largo de la historia, la familia sin lugar a dudas se ha constituido como una

institución básica de la sociedad, es un hecho que la conformación de la misma

obedece a un proceso de vinculación y por ende la existencia de una relación

entre sus miembros, que puede darse de diversas maneras, no solo por un lazo de

consanguinidad.

Esa diversidad que se da desde la misma conformación, no ha sido algo

inmediato, factores económicos, sociales, culturales y políticos entre otros han

orientado sin duda la amplia gama de organizaciones familiares que se conocen y

que siguen emergiendo día tras día.

Considerar a la familia, o más bien a las familias en el contexto actual colombiano,

implica sin duda reflexionar acerca de cómo, no solo están constituyéndose estas,

sino, además de cuál ha sido nuestro proceso histórico, marcado por la violencia y

el conflicto armado, y junto con ello, una creciente desesperanza hacia un modo

de justicia y verdad que nos brinde garantías para volver a reconstruir la fé hacia

el futuro.
Y a las familias que no hemos estado tan de frente en la guerra, y a las que nos

tocan tantas otras cosas fisiológicas como el alimento, el vestido, la vivienda o una

educación digna, o un trabajo bien remunerado, que limitan y crean una estrecha

barrera entre unas y otras; cosas socio afectivas, donde no hay expresión alguna

de afecto y donde se van generando vacíos tan profundos que se reproducen de

una generación a otra; cosas a nivel de comunicación, donde se malinterpreta lo

que se dice, como se dice, donde se pierden los canales de comunicación entre

las parejas, donde se asumen cosas que no se han dicho y donde todo termina en

un gran conflicto.

A grandes rasgos, lo anterior, descrito de manera muy general, da cuenta en

alguna proporción de lo que puede llegar a afectar a las familias, a tal punto de

lograr su desintegración o desestructuración, porque a final de cuentas la familia

se transforma, no podemos desligarnos de nuestros vínculos esos permanecen

para siempre.

El llegar a comprender esto, nos permite reflexionar sin duda, frente a la

necesidad latente en buscar alternativas que nos permitan interesarnos por salvar

a las familias, desde el buen sentido que esta frase puede llegar a significar, y digo

salvar, porque estamos como sociedad naturalizando su perdida, justificando

vanamente su existencia y es precisamente porque hemos perdido el sentido de lo

que esto significa, en gran parte, porque hemos dejado de lado un aspecto

fundamental que sin lugar a dudas tiene que ver con la fé y con ello, el
encontrarnos con Dios, quién en un principio dio origen a la familia y quién por lo

tanto es el fundamento de la misma.

Con ello, no solo me refiero a decir que es suficiente con creer en su existencia, es

aprender a vivir con Dios y en Dios, quién demostró el máximo acto de amor que

nada ni nadie pudo hacerlo y es precisamente en dar a su único hijo, por amor a

nosotros y de esta manera librarnos de una muerte eterna. Entender y hacer parte

de nuestras vidas esta verdad, nos permite encontrar otra forma de concebirnos

en la tierra, y por ende de conformar un proyecto familiar, donde somos

conscientes de que la base fundamental es el amor.

La fé en Dios, nos permite entonces, contemplar formas posibles de vivir con

esperanza, porque entendemos que no es esta la única vida que nos depara, sino

que hay una eternidad, y comprender que no vinimos sólo a vivir en medio de

necesidad y sufrimiento, lo cual es algo inherente al ser humano, sino que

tenemos la fuerza para transformarlo y darle un propósito diferente, que edifica y

nos hace crecer como seres humanos.

Dicen que el ejemplo, arrastra, y que más ejemplo que Jesús mismo, que lo que

su vida habla y refleja, y si siguiéramos en efecto este ejemplo, podríamos

comenzar a buscar formas diferentes de relacionarnos con los demás, en especial

con aquellos con los que es más difícil y son nuestra familia, a través de la

fundamentación de valores como el respeto, la solidaridad, la humildad, la


paciencia, la bondad, el amor, la paz, la benignidad entre otros, que son

precisamente los frutos de vivir en una intensa relación con su espíritu.

Sin duda es un compromiso arduo, ya que nos toca a nosotros a nuestra

humanidad, a trabajar arduamente en el dolor que sentimos, de lo que nos

hicieron, del resentimiento, el orgullo, la rabia, que son sentimientos que surgen en

momentos de crisis y que son los primeros que en muchas ocasiones operan y

destruyen eso bonito que pudiésemos llegar a expresar. De ahí la importancia por

encontrar sentido al ser familia, a que es lo que nos identifica y nos hace serlo aún

por encima de las dificultades que podamos llegar a tener; la importancia por tener

un propósito de seguir juntos de vivir y permanecer siendo a pesar de las

dificultades que siempre van a estar ahí.

La iglesia cristiana, sin importar la denominación, aunque se ha esforzado por

garantizar el sostenimiento de la familia, debe esforzarse por trascender y

posicionar la importancia de fomentar la unidad familiar, el sentido de ser familia y

su razón de ser, en especial, dirigido hacia aquellas familias que están iniciando.

Avanzar en el propósito de asesoramiento y orientación familiar desde un enfoque

espiritual, que atienda a las familias y les brinde ayuda en momentos de dificultad

y de crisis. Y eso solo se vive de la experiencia, ¿cómo orientar un proceso

familiar, sino se ha sido, esposo, novio, o se ha tenido hijos?, es necesario que se

dé la oportunidad a vivir el ser familia para poder incidir en ella con más autoridad

y dar un mayor impacto.


Atender, como lo dice el documento, “signos de preocupante degradación de

algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica y práctica de

la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la

relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con

frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores; el número cada

vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la

esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad

anticoncepcional” (II)

En tal sentido, siempre y cuando se edifique desde casa una conciencia de Dios y

de su existencia y se considere a la Iglesia como una institución vinculante del

amor de Cristo, y de la originaria de los valores y los principios mínimos que nos

permiten vivir en sociedad, y que nos permiten establecer una convivencia al

interior de nuestras familias, podremos llegar a concebir el respeto hacia la vida,

los derechos humanos y la dignidad, los cuales se convierten en fundamentos

indispensables para contemplar la posibilidad de ser, en un mundo donde se está

perdiendo cada vez más el sentido de lo humano.

La construcción de la familia, hace necesario el establecimiento de un orden,

donde la pareja que se une por convicción de conformar una familia y establece su

unión a partir del matrimonio establece el reconocimiento de Cristo y lo invita a ser

la cabeza de dicha unión, estableciendo así el reconocimiento de una vida juntos,

cimentada en Dios, de allí surgen los hijos y la importancia de que se conserve


dicho orden, es decir así como Dios es la figura de autoridad y respeto en el hogar

y los padres siguen sus principios, los hijos, por su parte se someten a sus padres,

a partir del reconocimiento de esa verdad, y siguen una vida de ejemplo, donde el

amar a Dios se convierte en su propio estilo de vida.

Sin embargo, ante esta verdad dada por la biblia y fomentada por la iglesia,

existen familias que no siguen dichos principios y en donde se evidencia que

mantienen otro tipo de órdenes y de formas de convivencia en donde Dios no es el

centro y no es el que orienta sus acciones, además porque emergen nuevas

culturas, religiones y espiritualidades que conducen a dioses, diferentes al

cristianismo. En estos casos, ¿Cuál ha sido el papel de la iglesia?, ¿Cómo debe

ser interpretada esa realidad?

“Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor,

Por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra

personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las

virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan” (II). Es desde allí, desde el

fomento de la educación y el hecho de multiplicar una forma de vida en Dios,

como ejemplo, que podremos llegar a despertar nuevamente el interés y la

necesidad de vivir a Dios, no como una religión sino como una experiencia de

vida.
BIBLIOGRAFIA

II, J. P. (s.f.). FAMILIARIS CONSORTIO.

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