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Parábola del buen samaritano

Las parábolas constituyen una de las características del


Evangelio de Lucas. Lucas se especializó en parábolas, así como
Marcos se especializó en milagros. Lucas registró ciertas
parábolas que se encuentran entre las partes más conocidas de
la Biblia. La Parábola del Buen Samaritano es, probablemente,
la historia más conocida del texto Bíblico. Algunos críticos
literarios la han considerado como una de las más grandes
historias que se han contado jamás. Leamos el versículo 25:
"Un intérprete de la Ley se levantó y dijo, para probarlo:
Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?"
La parábola del Buen Samaritano surgió como respuesta a una
pregunta sobre la vida eterna. No se trataba de una pregunta
honesta, pero sí era una buena pregunta y una pregunta
normal, que fue formulada por un intérprete de la ley y, que en
ese sentido, era un abogado.
El Señor tenía una manera muy adecuada de tratar las
preguntas. Las respondía formulando otra pregunta, lo cual es
conocido, por cierto, como el método Socrático, por haber sido
utilizado por Sócrates. El método permite que el que formula la
pregunta, sea el que la responda. Así que el intérprete o
abogado intentó poner a Jesús en el estrado de los testigos y
Jesús le dio vuelta a la situación y le puso a él en el estrado de
los testigos. Leamos el versículo 26:
"Él le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?"
Aquí vemos que Jesús ya sabía que él era un experto en la ley
de Moisés. Dicen los versículos 27 y 28:
"Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Le dijo: Bien has
respondido; haz esto y vivirás."
Evidentemente, la respuesta de Jesús fue muy aguda y
penetrante. Continuemos leyendo el versículo 29:
"Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y
quién es mi prójimo?"
Observemos que el Señor le dijo al intérprete que le había
respondido correctamente. Recordemos también que este
incidente ocurrió antes de que Cristo muriese en la cruz.
¿Quiere decir que una persona puede ser salva por guardar la
ley? Si, pero continuemos el argumento hasta el fin. No son los
oyentes de la ley, sino los que cumplen la ley los que son
justificados. Y si tú dices que puedes cumplir la ley, debo
recordarte que Dios te contradice. Él dice que es imposible ser
justificado por la Ley porque nadie es capaz de cumplirla. Dijo
San Pablo en Gálatas 2:16, sabemos que nadie es reconocido
como justo por cumplir lo que manda la ley de Moisés. Y esto se
completa con lo dicho por el mismo escritor en Romanos 8:3, 4.
Porque Dios ha hecho lo que no pudo hacer la ley de Moisés,
que era incapaz de hacerlo a causa de la debilidad humana:
Dios envió a su Hijo en la misma débil condición del hombre
pecador y como sacrificio por el pecado, para de este modo
condenar al pecado en la propia debilidad de nuestra condición.
Y lo hizo para que podamos cumplir lo que la ley exige, pues ya
no vivimos conforme a la naturaleza del hombre pecador sino
conforme al Espíritu.
Si aquel intérprete de la ley hubiera sido honesto, lo cual no era
así, habría dicho: "Maestro, he tratado sinceramente de amar a
Dios con todo mi corazón, alma, fuerzas y mente, y a mi
prójimo como a mí mismo. Pero no puedo. He fracasado
miserablemente. Así que, ¿cómo puedo heredar la vida eterna?"
Pero, en vez de ser sincero, adoptó una táctica evasiva y dijo:
"¿y quién es mi prójimo?"
Entonces Cristo le dio la respuesta a su pregunta, que es la
Parábola del Buen Samaritano. Es una historia sencilla pero
maravillosa. Leamos los versículos 30 al 32:
"Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre que descendía de
Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo
despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y al
verlo pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel
lugar, al verlo pasó de largo."
Es posible que este intérprete de la ley fuese un Levita y que al
oír esto se haya sentido molesto, al verse aludido de una
manera personal. Continuemos leyendo los versículos 33 al 37:
"Pero un samaritano que iba de camino, vino cerca de él y, al
verlo, fue movido a misericordia. Acercándose, vendó sus
heridas echándoles aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo
llevó al mesón y cuidó de él. Otro día, al partir, sacó dos
denarios, los dio al mesonero y le dijo: Cuídamelo, y todo lo que
gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos
de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él.
Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo."
Un profesor universitario ha dicho que en esta parábola
podemos ver a 3 clases de personas, que representan a 3
filosofías de la vida:
(1) El ladrón: su filosofía de vida no respeta la propiedad ajena.
Es como si dijera: "Lo que tu tienes es mío". Podría aplicarse a 2
grupos muy diferentes en su ética: aquellos que se apropian
indebidamente de lo ajeno, como en este caso y, en el otro
extremo, aquellos que no creen en la propiedad privada,
motivados por ideas políticas, sentimientos humanitarios o
concepciones de vida comunitarias que la rechazan.
(2) El Sacerdote y el Levita: Su filosofía de vida expresa: "Lo
que yo tengo es mío". Esto es individualismo puro y duro. Es un
egoísmo que se desentiende de todo sufrimiento o necesidad
ajena a la propia. Es como un capitalismo salvaje y sin Dios.
(3) El Buen Samaritano: Su filosofía de vida dice: "Lo que
tengo, te pertenece". Esta sería la filosofía cristiana de la vida.
En otras palabras se expresaría así: "Lo que tengo es tuyo si
puede resultarte de ayuda". Todas las cosas pertenecen a Dios y
nosotros somos sus administradores.
La intención del Señor fue que nosotros aplicáramos esta
parábola a nuestra propia situación. Se nos dice que un hombre
descendió de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones.
Esta es una figura de la humanidad. Es la raza que se remonta a
Adán. Figurativamente hablando en el contexto de la parábola,
la humanidad vino de Jerusalén, el lugar donde los seres
humanos podían aproximarse a Dios, y se dirigió hacia Jericó, la
ciudad que había sido maldecida en el Antiguo Testamento por
sus prácticas paganas destructivas para el ser humano.
Histórica y espiritualmente, la humanidad cayó, y se encontró
impotente, sin esperanza e incapaz de salir de esa situación y
salvarse por sí misma. Estaba muerta espiritualmente en el
pecado, como aquel hombre que, herido por los ladrones, yacía
casi muerto. Los ladrones son una figura del diablo, quien,
según Juan 8:44, ha sido un asesino desde el principio. Acerca
de este asunto, en Juan 10:8, el Señor dijo: Todos los que
vinieron antes de mí fueron ladrones y salteadores? Y cuando la
multitud se acercara a Él para arrestarle les diría, en Mateo
26:55, ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con
palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros
enseñando en el Templo, y no me prendisteis. El diablo es un
ladrón, y nuestro Señor fue crucificado entre 2 ladrones. Fue un
detalle interesante, ¿no es cierto?
Después la parábola nos cuenta que pasó cierto sacerdote por el
mismo camino, pero por el lado opuesto. El representaba al
ritualismo y al ceremonialismo, que no pueden salvar al ser
humano. Después vino también un Levita, quien igualmente
pasó por el lado opuesto. El representaba al legalismo. El
ritualismo, las ceremonias y el legalismo, no pueden salvar.
Entonces pasó por allí un cierto Samaritano. ¿A quién
representaba? El era precisamente el que pronunció la parábola.
Cuando el ritualismo, el ceremonialismo, el legalismo y la
religión no pudieron hacer nada para ayudar a aquel hombre,
llegó Cristo. Él es capaz de vendar a los que tienen el corazón
destrozado. Él es capaz de ocuparse del pecador perdido, que
está medio muerto, perdido y controlado por sus maldades y
pecados, porque es el único que puede ayudarle.
Esta parábola tiene hoy una aplicación práctica para ti y para
mí. Cualquier persona que tú puedas ayudar, es tu prójimo. La
gente necesita a Cristo, el Buen Samaritano. Se habla mucho
sobre hacer llegar el Evangelio a todo el mundo, pero no se
invierte tanto esfuerzo en ocuparse de que las personas
conozcan real y personalmente a Cristo.
El mundo actual se encuentra en la condición de aquel hombre
que cayó entre ladrones, y necesita nuestra ayuda
urgentemente. El mundo necesita a Cristo. El me levantó a mí,
estimado oyente, y puede levantarte a ti también. Este es el
mensaje del buen Samaritano.

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