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la piba que rapeaba en silencio.

Pelear cabida es re cansador. Agustina lo intuye: si no hay atención, al pedo la


intención: me voy, me rajo con el cuerpo o con la mente. Fue.

´ ¿Por qué no hay pibas en la sede, por qué no se ven dando vueltas por ahí? ´,
preguntamos en uno de los encuentros. ´Lo que pasa es que las pibas ya no están
en el barrio´, responden dos pibitos. Estaban grabando una canción y como
sucede siempre en las improvisaciones carteleaban la aspiracional vida de gánster :
que tener la AK para pelarla en el barrio, que lukearse con brillantes cadenas de
oro, que gastar los billetes que se caen de los bolsillos. Apenas cayó Agustina a ´la
cumbre´ aplicó a los pibes –que suelen copar la sede- y los puso pillos: “¿qué se
hacen ustedes eh?”. La piba los atendía y los pibes se quedaban en silencio.
Agustina pintó no más de dos veces por el taller, pero dejó una zarpada marca.
Escribía, pero no rapeaba: decía que escribía las letras rapeando pero que nunca se
había animado a hacerlo delante de otra persona. Sus letras eran en carne viva:
recordaba a una novia que había muerte hace ya un tiempo, bardeaba contra la
homofobia y contra la escuela por no tolerar su relación, del día que murió su
novia, de la reacción de su familia cuando se lo contó (ellos nunca supieron de su
inolvidable relación) y de cómo los vueltos de esa confesión la perseguían hasta
hoy. La presencia de Agustina hacía pasar otras brisas y otras fuerzas en el taller.
En Don Orione, en Azul, en 2 de abril, en La Cumbre: siempre pibes-que-hacían
hip hop, que tiraban muchas veces letras piolas, pero que podían expandir su
parla filosa de manera gratuita porque no había del otro lado una piba que los
aplique cuando les pintaba ´dárselas de chetos´. La segunda vez que vino al taller,
se animó tímidamente a ensayar y termino grabando una gran canción. Pero el
ambiente de la sede era hostil: jugaba de visitante y los pibes le tiraban siempre
que podían algún berretín y aunque ella lo sacaba cagando, la fatiga de estar con
la guardia alta y devolviendo descansadas te vacía el tanque de energía y te deja
un hilito de voz cansada que no alcanza para grabar. Los talleres siguientes no la
volvimos a ver; un par de semanas la sede estuvo cerrada por quilombos en el
barrio -que eran también, claro, más quilombos en la sede- en el lugar no tenía una
alianza concreta con otras ´compañeras´ (pibas del barrio, desbordadas
laburantes del equipo técnico, pibas de por ahí, de alguna orga…no sé: de algún
maldito lugar que no te haga sentir de más…). Nos queda su imagen con pelo
corto, ropa ancha y las largas canciones escritas en hojas cuadriculadas que nos
regaló (nunca supimos si guardó alguna copia, si le interesaba atesorarlas…).

Hace algunos años escribimos que si las pibas tiene que cargar con un montón de
roles fundidos que les cuelga en el cuerpo la economía barrial: ser madres de sus
hermanitos y hermanitas, ser pibas, ser alumnas, ser hijas y madres de sus hijos y
de sus padres o tíos y hacer las tareas domésticas y de ciudado y lookearse y
ponerse lindas porque es un modo de ingresar a la economía libidinal de la
ciudad, porque también es respeto necesario frente a las otras pibas (como el pibe
que la cartelea de mafioso porque si no pasa por pollo y deviene víctima fácil
para las fuerzas oscuras del barrio) y ahora también laburar mucho más horas: se
ven muchos pibes en la sede o ranchando por el barrio y muchas pibas en la
parada de bondi yendo a laburar de algo…). Las mismas preguntas nos siguen
tomando y siguen latiendo con fuerza: ¿cómo se acompaña, se ´alianza´ los rajes
de las pibas que quieren desplazarse de toda esa cadena de asfixiantes y fundidos
roles? ¿qué alianzas hacen entre las mismas pibas ahí, en el barrio, en la noche
fea, en la parada de bondi durante las mañanas en las que el barrio es tomado por
los que aún no se acostaron? ¿cómo cada una de ellas se acompaña a sí misma y
se empodera en medio de las frágiles redes por las que sostiene haciendo
equilibrio su existencia? ¿cómo evitar que esos rajes se regalen y queden en orsai
frente a una sociedad mula y gorruda? ¿cómo pescar ahí mismo, sin desambientar
esas vidas arrastrándolas para afuera del barrio, rechazos y aguantes frente a las
agobiantes y violentas imágenes sobre lo femenino: cagarse en la maternidad,
querer salir de gira y garcharse a quien se le cante, mandar a la mierda a la madre
verduga y al padre borra y celoso. Agustina ya no pinta por la sede, pero debe
intentar seguir sosteniendo su raje, ese que choca con la sensibilidad de las pibas
que únicamente intensifican su propia vida y la de sus otros –hermanitos,
primitos- desde lo materno. Sobre el cuerpo de las Agustinas, sobre el cuerpo de
todas las pibas que ya no están en el barrio, pero si en los interiores estallados, en los
transportes públicos, en el kiosquito o el mercadito, en los laburitos híper
precarios y en la ciudad cae feroz, recae feroz el macrismo que ajusta y hace aún
más densas y violentas las implosiones.

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