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NOTA DE CLASE UNIDAD II-1

LOS “MERCANTILISTAS” Y EL COMERCIO INTERNACIONAL


José María Contreras Castillo

Las primeras ideas sobre el comercio internacional fueron expuestas por los
“mercantilistas”. El mercantilismo corresponde a un período de la historia y del
pensamiento económico que prevaleció durante los siglos XVII y XVIII,
aproximadamente entre los años 1500 y 1750.

El pensamiento mercantilista no puede considerarse propiamente como una escuela


de pensamiento formal, fue un conjunto de ideas económicas y una colección de
actitudes y de políticas con relación a la actividad económica interna y sobre el
comercio internacional. Las opiniones de los mercantilistas no eran sistemáticas y
variaban de calidad de un autor a otro y en la mayoría de los casos eran expuestas por
mercaderes, comerciantes, banqueros o funcionarios del gobierno.

El representante emblemático de esta corriente fue Thomas Munn (1571-1641) cuya


obra principal se denomina “La Riqueza de Inglaterra a través del Comercio Exterior”
(1664).
Los “mercantilistas” tenían una visión estática del mundo, consideraban que los
recursos mundiales estaban dados y por tanto que los países eran rivales. De ahí que
planteaban que el objetivo nacional primario de cualquier país era incrementar el
poder y la riqueza del Estado por todos los medios posibles, incluyendo la fuerza
militar.
En lo económico consideraban que el mejor medio para conseguir la riqueza nacional
era reglamentar la vida económica. Concebían la riqueza de un país como la suma de
metales preciosos, de ahí que abogaban por mantener siempre una balanza comercial
superavitaria (exportaciones mayores a las importaciones) como forma de adquirir
metales preciosos.

En lo interno se mostraron partidarios de fomentar la industria naviera nacional como


forma de mantener el poderío de un país en lo comercial y en lo militar. Estaban a favor
de mantener un férreo control de las industrias en las colonias para mantenerlas como
fuentes de abastecimiento de materias primas y mercados para los productos
manufacturados de las metrópolis y eran partidarios de un fomento agresivo a la
industria nacional a través de una reglamentación estricta de la producción.

En el ámbito del comercio exterior recomendaban una reglamentación del comercio a


través de medidas que aumentaran las exportaciones y restringieran las importaciones,
como por ejemplo: la prohibición de exportar oro y plata (fenómeno que se denominó
el “metalismo”), mantener un monopolio del gobierno en el comercio exterior,
subsidiar las exportaciones vía devolución de impuestos por materias primas
importadas, poner obstáculos a la exportación de materias primas, mantener elevados
aranceles a las importaciones, prohibir directamente la importación de manufacturas,
especialmente de tejidos de lana y seda, y por el contrario permitir la importación de
materias primas para la industria nacional libres de arancel.

En resumen, los “mercantilistas” expresaban una concepción que hoy podemos


denominar “nacionalismo económico” y en el ámbito del comercio exterior fueron los
primeros exponentes de lo que hoy se llama el “proteccionismo”. Para los
“mercantilistas”, el comercio internacional es un juego de suma cero donde las
ganancias de unos países se obtienen a costa de las pérdidas de otros; es decir, el
comercio internacional no se considera mutuamente beneficioso sino sólo una
transferencia de riqueza desde países deficitarios hacia países superavitarios.

David Hume, Adam Smith y otros representantes de la escuela clásica se encargaron


de combatir las ideas mercantilistas, en particular acerca de la forma de concebir y
medir la riqueza de un país. Aunque el mercantilismo no existe como doctrina
económica, aún existen muchos que en la actualidad siguen pensando a la manera
“mercantilista”, es decir valoran positivamente que un país siempre tenga una balanza
comercial (o en cuenta corriente) superavitaria, mientras que consideran negativo
cuando un país tiene un déficit comercial.
Esta manera de pensar conduce al dogma mercantilista de que las exportaciones son
buenas y las importaciones malas. Sin embargo, esta forma de razonar es incorrecta ya
que no se puede asociar niveles de riqueza de un país con la situación de su balanza
comercial.

En el cuadro de abajo se muestra los países más superavitarios y los países más
deficitarios en su cuenta corriente en el año 2013 (en dólares al tipo de cambio oficial)
y puede observarse que entre los primeros diez países superavitarios aparecen países
con elevado nivel de ingresos per cápita (como Alemania, Arabia Saudita y Suiza) pero
también otros países de ingresos medios o bajos como China y Rusia. Por el otro lado,
entre los países más deficitarios del mundo encontramos a países ricos como Estados
Unidos y Gran Bretaña, pero también otros de menor desarrollo relativo como La India,
Indonesia y México.

David Hume (1711-1776), filósofo escocés, fue el primero en criticar la inconsistencia del
pensamiento mercantilista sobre el comercio exterior, al poner en duda que los países
puedan seguir acumulando metales preciosos sin que a largo plazo se deteriore su
posición competitiva.
La razón estriba en que una acumulación de oro y plata, debido al mantenimiento de
un superávit comercial, provoca un aumento en la oferta de dinero dentro del país,
que se traduce en un aumento en los precios y los salarios domésticos lo cual a largo
plazo deteriora la competitividad internacional de sus productos, lo que lleva a que las
exportaciones se reduzcan y aumenten las importaciones hasta el punto en que la
balanza comercial tienda a equilibrarse.

Los movimientos contrarios ocurrirían en el caso de un país con déficit comercial, en el


que la salida de oro y plata reduce la oferta monetaria y ello provoca un descenso en
los precios y salarios, lo cual fortalece su posición competitiva haciendo que aumente
las exportaciones y se reduzcan las importaciones conduciendo a largo plazo a un
equilibrio en su balanza comercial.

Esta descripción de la relación entre flujos de mercancías y las entradas y salidas de


dinero dentro de un país se le conoce como “el mecanismo de flujo especie-dinero”.
Hoy sabemos que para que este mecanismo automático opere deben cumplirse varios
supuestos: en primer término, la relación directa entre oferta monetaria y nivel de
precios, postulada por la teoría cuantitativa del dinero, implica que la velocidad del
dinero está dada y que la economía está en pleno empleo.

En segundo lugar, la demanda de bienes comerciables debe ser elástica al precio.


Tercero, debe haber competencia perfecta tanto en el mercado de productos como en
el mercado de factores, y finalmente, todas las monedas deben estar fijadas al oro y
por tanto entre sí, es decir debe operar un sistema de tipos de cambios fijo.

En otras palabras, David Hume demostró que existe un mecanismo de ajuste


automático en el sistema económico, que permite restaurar el equilibrio de la balanza
comercial de un país siempre que un evento la trastorne momentáneamente, con lo
cual el planteamiento de los “mercantilistas” de mantener siempre una balanza
comercial superavitaria no se sostiene.

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