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PERSONA

Se concibe como persona a todo individuo de la especie humana, hombre o mujer,


que, considerado desde una noción jurídica y moral, es también un sujeto
consciente y racional, con capacidad de discernimiento y de respuesta sobre sus
propios actos. Como tal, es un concepto opuesto a animal o cosa, pues se le
atribuyen la racionalidad y la vida, y, en este sentido, cumple un desarrollo
biológico y psíquico, desde que nace hasta que muere.

La palabra persona deriva del latín persōna, que significa ‘máscara del actor’,
‘personaje teatral’, y este del etrusco phersu, que a su vez viene del griego
πρόσωπον (prósōpon), que traduce precisamente como ‘máscara’. Persona, pues,
se refiere a la máscara que se ponían los actores griegos o romanos en las
representaciones teatrales, y que contaba con una bocina para darle mayor
resonancia a la voz, de modo que llegara a todos los espectadores. De allí que
muchas veces se profundice sobre su significado en un sentido filosófico y se diga
que ser persona es representar un rol ante el mundo, en la sociedad, así como
tener voz.

Con el transcurso del tiempo ‘personae’ se refería ya al rol, ya no a la máscara. Y


con el devenir del tiempo incluso el significado de rol se perdió, actualmente con
persona ya nos referimos al ser humano. Y por esa figura del lenguaje y de la vida
real se considera que cada ser humano cumple un rol en la vida.

En la antigüedad la persona no tuvo gran valor, porque el mismo sólo le venía


otorgado por su adscripción al grupo (gens, polís, fratría, oikós). Fue el estoicismo
quien difundió el concepto de persona como un valor, que, con la extensión de la
ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, sería recogido por el
cristianismo, concibiendo a la persona como ‘rationalis naturae individua
substantia’.

En sus usos cotidianos, como persona denominamos a un hombre o mujer de


quien no sabemos el nombre: “Dile a aquella persona que te ayude”. Así como
también se puede referir al hombre o mujer distinguido con un cargo público
importante. Persona es también una forma de denominar a un personaje de una
obra literaria.

Por otro lado, existen expresiones que contienen la palabra persona, como la
locución latina persona non grata, que significa persona no grata. Mientras que
"hacer alguien de su persona", por su lado, se refiere a evacuar, aliviar el vientre.

Aunque el concepto más común de «persona» es el de «ser dotado de razón,


consciente de sí mismo y poseedor de una identidad propia», su significado puede
tratarse desde diferentes perspectivas.
Contexto del Derecho
Persona es aquel ser que tiene aptitud para intervenir en una relación jurídica
como actor o pretensor o como sujeto obligado (escuela francesa).

Persona es aquel ser o ente, a quien el ordenamiento jurídico le reconoce voluntad


para ser titular de derechos subjetivos y de deberes (escuela alemana). Persona
es todo ser o ente de derechos y deberes.

Persona y sujeto de derecho. Personalidad y capacidad

Persona es aquel ser o ente con voluntad que tiene derechos y deberes fruto de
su relación con sus semejantes. Personalidad es la aptitud legal de una persona
para ser titular de esos derechos y deberes. La personalidad es una cualidad
jurídica, es una condición para ser titular de esos derechos y deberes. La
personalidad es esa cualidad, es esa aptitud que le otorga el ordenamiento jurídico
a la persona.

Capacidad es la medida de la personalidad que se tiene, en relaciones jurídicas


determinadas, para ser sujeto activo o pasivo. Esa capacidad puede ser absoluta,
si permite actuar en toda clase de actos jurídicos y políticos, o relativa, cuando
consciente realizar alguno de ellos y otros no. Así se puede tener capacidad para
testar, para contrajere matrimonio, para trabajar, para ser elector o diputado y no
tenerla para disponer de los bienes, para ser senador. La personalidad es el todo,
la capacidad parte de ese todo. Por eso un ente tiene o no personalidad, no
existen grados como en la capacidad, ej., capacidad plena (18 años), capacidad
relativa, capacidad parcial, etc.

Sujeto de derecho. Cuando nos referimos a un derecho concreto, por ejemplo, si


es dueño de una cosa, su derecho es concreto, entonces se lo debe llamar sujeto
de derecho. En cambio, se denomina persona cuando nos referimos a una aptitud
abstracta de ser titular de un derecho, por ejemplo, realizar una compra o un
matrimonio en un futuro más o menos cercano; el derecho todavía no está
determinado, sino sólo está en forma abstracta.

Determinación de las personas

Con esto nos referimos: quienes son personas, o sea quienes tienen voluntad para
relacionarse con sus semejantes y provocar obligaciones. Para el derecho romano
personas eran solo quienes tenían el estatus libertatis (no estar sometido a poder
alguno), civitatis (estado de ciudadanía) y el estatus familiae (conjunto de
derechos de padre de familia).
En el derecho medieval no había distinción entre persona y la personalidad,
incluso existía responsabilidad criminal de los animales. Para la iglesia católica
eran personas sólo las que profesaban el cristianismo, los demás eran gentiles
(que adora a ídolos o falsas divinidades, desde el punto de vista cristiano).

En la actualidad los animales no pueden ser sancionados por que no tienen


voluntad reconocida por el ordenamiento jurídico. Sólo puede tener voluntad en
derecho aquel ente que razona y sólo ellos son personas. Existen personas
privadas de esa voluntad propia, la voluntad es ejercida por un tercero, por
ejemplo, en los locos, los fatuos (tonto, necio, falto de entendimiento), en los
débiles mentales.

Clasificación de las personas

Las personas se clasifican en: Naturales. O Individuales Son las personas físicas.
Colectivas. Llamadas también jurídicas.

PERSONA FÍSICA O NATURAL

Una persona física o natural es, según el derecho, un individuo con existencia real
y material, que tiene la capacidad para ejercer sus derechos y contraer
obligaciones dentro del marco de la ley y la constitución. En este sentido, el de
persona física es un concepto jurídico, elaborado originalmente en el derecho
romano. Se refiere a un individuo humano, con existencia real y concreta.

Un ser humano, por el simple hecho de nacer y existir, está dotado de un conjunto
de atributos dados por el derecho, los cuales, a su vez, acaban con su muerte.
Estar vivo, pues, es suficiente para encontrarse protegido por la ley en un Estado
de derecho.

Los atributos que caracterizan a una persona física son los siguientes:
personalidad jurídica, capacidad, nombre, domicilio, estado civil, patrimonio y
nacionalidad.

Una persona física o natural está habilitada para ofrecer servicios profesionales,
llevar a cabo actividades de naturaleza comercial, arrendar o poseer bienes
inmuebles, trabajar a cambio de un sueldo, contraer matrimonio, etc.

Asimismo, una persona física puede actuar en su propio nombre o puede hacerlo
en representación de otra persona física o de una persona moral o jurídica.

La persona moral se diferencia de la persona física en que esta última no tiene


una existencia real y concreta. Mientras que la persona física es un ser humano
que por el hecho de existir ya es protegido por el derecho, la persona moral es,
por lo general, una entidad constituida mediante una escritura pública y
representada por un conjunto de personas físicas. Aparte de eso, ambas son
iguales en el sentido de que tienen la capacidad de contraer obligaciones y ejercer
sus derechos dentro del marco de la ley y la constitución.

PERSONA JURÍDICA O MORAL

Es aquella entidad independiente, de existencia exclusivamente jurídica, que está


constituida por grupos u organizaciones de personas y bienes que son
reconocidos desde el punto de vista del Derecho como instancias unitarias con
capacidad para ser sujeto de derechos y obligaciones.

Como persona moral o jurídica se designa, en derecho, toda aquella entidad de


existencia jurídica, que está constituida por grupos u organizaciones de personas,
y que es reconocida como instancia unitaria con capacidad para ejercer derechos
y contraer obligaciones.

Las personas morales no tienen existencia material o concreta; no existen como


individuo sino como institución, pues son una ficción de derecho para dar
reconocimiento a una entidad individual e independiente, que está sujeta a
obligaciones y dotada de derechos, tal como una persona física.

En este sentido, la persona moral es un organismo conformado y representado por


un conjunto de personas físicas sobre las cuales recae la capacidad para la toma
de decisiones. Para ello, la persona moral tendrá uno o varios administradores, un
consejo de administración o una junta de socios que tendrá la responsabilidad de
actuar en su nombre.

La persona moral o jurídica se constituye mediante un acto jurídico ante una


autoridad, en el cual, a través de la creación de una escritura pública, quedan
asentadas las normas y los estatutos por los cuales esta se regirá y los derechos y
obligaciones que poseerá.

Según el derecho, las personas morales tienen una personalidad jurídica propia, lo
que quiere decir que están capacitadas para actuar como sujeto de derecho:
adquirir bienes, contraer obligaciones, ejercer acciones ante un juez.

Las personas morales se caracterizan por tener domicilio, nombre, capacidad y


patrimonio. Son personas morales, por ejemplo, asociaciones, corporaciones,
sociedades y fundaciones.

Igualdad civil de las personas

Significa que todos los seres humanos gozan de las mismas potestades y
prerrogativas. Esto viene del liberalismo francés.
No siempre fue así. En la Antigüedad los esclavos eran considerados objetos. El
Derecho Canónico introdujo la clasificación de hijos en legítimos e ilegítimos
(mánceres, sacrílegos, adulterinos, incestuosos).

Actualmente la mujer es relegada a un segundo plano y no se respetan sus


derechos. Además, existen desigualdades económicas y culturales que el Derecho
trata de equilibrar con otra desigualdad: proteger a los débiles. Aún no está
superada la discriminación ante la ley por razón de raza y procedencia étnica.

Contexto gramatical
En el área de Lingüística, persona gramatical es un concepto que designa
el accidente gramatical que afecta al verbo y al pronombre, y que en la oración
indica si la persona agente (que es la que ejecuta la acción del verbo) o
la persona paciente (que es la que recibe la acción) es quien habla, aquella a
quien se habla, o aquella de quien se habla.
En español existen tres personas, que tienen formas específicas para el singular y
para el plural y que son representados por pronombres personales (yo, tu, él, ...):

Singular:
1ª Persona: el hablante realiza la acción solitariamente: yo estudio, yo juego, yo
descanso
2ª Persona: el oyente realiza la acción solitariamente: tú estudias, tú juegas, tú
descansas
3ª Persona: la acción es realizada por una persona distinta del hablante o el
oyente: ella estudia, él juega, ella descansa
Plural:
1ª Persona: el hablante realiza la acción acompañado: nosotros estudiamos,
nosotras jugamos, nosotros descansamos
2ª Persona: el oyente realiza la acción acompañado: ustedes estudian, ustedes
juegan, ustedes descansan
3ª Persona: la acción es realizada por varias personas distintas del hablante o el
oyente: ellas estudian, ellos juegan, ellas descansan

La persona gramatical es un rasgo gramatical que expresa una relación de las


personas o cosas referenciadas en un acto de habla con ese acto. Típicamente
distingue la primera persona, que es el emisor del acto de habla, la segunda
persona, que es el receptor (quien escucha), y la tercera persona, que es
cualquiera que no sea ni emisor ni receptor del acto (de quien se habla). La
persona gramatical se puede reflejar en diversas clases gramaticales; por ejemplo
en español afecta al verbo, a los pronombres personales, a los posesivos, y en
cierta medida a los demostrativos.
Este rasgo regula la forma deíctica concreta necesaria para desambiguar qué
papel ocupan el hablante, el oyente u otro interviniente respecto a la predicación.
Desde un punto de vista formal la persona gramatical puede ser tratada con
un rasgo gramatical.

Contexto Sociológico
Desde la óptica sociológica puede definirse persona como un ser sociable que
vive y se desarrolla en sociedad, pero al mismo tiempo nunca deja de actuar con
un carácter individual. Es decir, somos “yo” y “nosotros” al mismo tiempo. Persona
social es entonces aquella persona capaz de vivir en sociedad y que tiene
sensibilidad, además de contar con inteligencia y voluntad, aspectos típicos de la
humanidad. Por eso algunos pensadores como Aristóteles definen al hombre
como “animal sociable” y por tanto su naturaleza es ser social.

Carlos Marx indicaba que somos seres sociales, entablamos y creamos grupos de
comunicación, el ideal es contribuir para que una sociedad sea comunista y
equitativa para poder tener libertad y no estratifiquen por clases sociales, que el
poder de los apellidos de renombre no pese, para que una persona se convierta
en a-social.

Según Jean Piaget, la personalidad, agregado y organización de los hábitos,


valores, actitudes, motivos e impulsos de cada individuo es adquirida más bien
que heredada. Los individuos adquieren su personalidad a través de la interacción
social; se convierten en personas en lugar de meros organismos biológicos, como
miembros de grupos sociales. Hasta la noción del yo, la conciencia individual de
su identidad, tanto personal como social, surge de la experiencia social. La vida
social es necesaria.

En general, la persona desde el punto de vista sociológico, se entiende como


todos aquellos individuos de la especie humana que necesita socializarse con
otros individuos, no podemos remontar al nacimiento del hombre, es posible
identificar su naturaleza social, la cual motiva indudablemente a la aparición de
vínculos grupales, no solo con el objeto de coordinar esfuerzos en la búsqueda de
satisfacciones primarias, sino, también en la íntima necesidad de establecer
relaciones constantes, así pues, el hombre acepta su naturaleza social y deja de
vivir en soledad para sumarse a pequeños grupos que le permitan realizar
funciones específicas.

Contexto fisiológico
Si nos atenemos a la fisiología, se puede identificar a la persona como un ser o
individuo de la especie humana; como un hombre o mujer dotado/a de un conjunto
de características físicas únicas que le permite diferenciarse de los demás.
La fisiología humana busca comprender los mecanismos que funcionan para
mantener vivo y en funcionamiento el cuerpo humano a través de la investigación
científica sobre la naturaleza de las funciones mecánicas, físicas y bioquímicas de
los seres humanos, sus órganos y las células de las que están compuestos. El
nivel principal de enfoque de la fisiología está en el nivel de los órganos y sistemas
dentro de los sistemas. Los sistemas endocrino y nervioso desempeñan papeles
importantes en la recepción y transmisión de señales que integran la función en
los animales. La homeostasis es un aspecto importante con respecto a tales
interacciones tanto en las plantas como en los animales. La base biológica del
estudio de la fisiología, la integración se refiere a la superposición de muchas
funciones de los sistemas del cuerpo humano, así como su forma acompañada.
Se logra a través de la comunicación que se produce de diversas maneras, tanto
eléctricas como químicas.

Los cambios en la fisiología pueden afectar las funciones mentales de los


individuos. Ejemplos de esto serían los efectos de ciertos medicamentos o niveles
tóxicos de sustancias. El cambio en el comportamiento como resultado de estas
sustancias se usa a menudo para evaluar la salud de las personas.

Gran parte de la base del conocimiento en fisiología humana fue proporcionada


por la experimentación animal. Debido a la conexión frecuente entre forma y
función, la fisiología y la anatomía están intrínsecamente vinculadas y se estudian
conjuntamente como parte de un plan de estudios médico.

Pintura al óleo que representa a Claude Bernard, el padre de la fisiología moderna, con sus alumnos.

Contexto psicológico
Desde el punto de vista psicológico, persona designa a un ser concreto,
abarcando tanto sus aspectos físicos como psíquicos para definir su carácter
singular y único. Percibe e interpreta el estado de ánimo, el carácter y la forma de
actuar de las personas, además estudia las cualidades y facultades que tiene la
persona, como la razón, los sentimientos y los valores que lo distingue de los
demás seres.

Son varias las dificultades del estudio de la persona humana estimadas


insalvables para la psicología. Recordemos solo las mayores: la persona no es ni
un objeto ni una manifestación susceptible de ser objetivada, sino manantial o
estructura de actos; no es una realidad fenoménica ni una suma de cualidades,
sino unidad singular inabarcable; no es formación hecha, definitiva, sino proceso
concreto que termina solo con la muerte; por último, los actos que origina y que
constituyen su realidad no se prestan a la reflexión psicológica, pues se dan de
manera inmediata y concreta, sobre todo en la participación amorosa.
Un examen sumario de estas dificultades nos permitirá justificar nuestro punto de
vista. En primer lugar, si la persona no es susceptible de objetivación, no se
concibe que constituya asunto de ninguna disciplina. Sin embargo, los mismos
autores que niegan ser pertinente el estudio psicológico de la persona, toman a
ésta como "objeto" de análisis sistemático de la ética; y en esto último obran con
acierto, pues nada puede ser materia de conocimiento si no se le objetiva en
alguna forma. Por otra parte, no vemos la razón por la cual los actos y estructuras
espirituales no puedan ser descritos como manifestaciones de la persona. De
hecho, algunas de las caracterologías modernas más significativas para el
conocimiento de las maneras de ser del hombre se fundan precisamente en la
comprensión de los actos y estructuras del espíritu personal.

En lo que atañe a la índole unitaria y singular de la persona, reconocemos que


ningún género de conocimiento puede aprisionarla y agotarla en un orden de
conceptos. Lo mismo cabría decir de los fenómenos en general. Y si a causa de
ser una unidad única, la persona no se presta a la investigación psicológica, por el
mismo motivo se debería negar la legitimidad de toda doctrina que pretenda
alcanzarla, cualquiera que sea la rama del saber a qué pertenezca. Como
justificación de la psicología en este caso, cabe recordar que la vida anímica
individual tiene también los caracteres de unidad y singularidad, y sin embargo
nadie discute que sea el campo legítimo de su ejercicio. Claro está que el
psicólogo, como el moralista o el historiador, penetrará más o menos lo singular y
completivo de una persona dada y sacará mayor o menor provecho de la
comparación de unas personas con otras, según las facultades que posea para
lograrlo.

Ahora consideremos el argumento de que la persona no es una realidad hecha


sino un proceso en marcha con infinitas posibilidades. Ciertamente, la ciencia de
los fenómenos conclusos, de los hechos definitivos, es la que permite llegar a los
resultados más precisos. Empero, por la circunstancia de no consistir en
semejante clase de realidad estática, la persona no deja de ser tema del
conocimiento de diversas disciplinas. Puede serlo también de la psicología, pues
la actividad anímica toda es cambio, devenir, realización continua y en parte
nueva, sostén finito de virtualidades infinitas.

En fin, es cuestionable reputar que la persona y los actos que la constituyen, no se


prestan a ser investigados con los métodos psicológicos. Sin duda, no podemos
enfrentarnos interiormente con nuestra persona como lo hacemos con una
imagen, pues la aprehensión de la propia entidad, en general, es imperfecta
siempre; pero sí es factible experimentar vivos sus actos, y, por tanto, analizar y
reconstruir el conjunto, con creciente precisión y ahonde, si somos perseverantes
y prevenimos los posibles espejismos.

Y si se trata de la persona ajena, aparte de la comprensión amorosa, la vida que


enfrenta al hombre con los hombres, particularmente en determinadas situaciones
dramáticas, permite al observador captar las actitudes y, tras ellas, las intenciones,
los móviles, planes y hasta movimientos muy recónditos. Para esto no se requiere
penetración extraordinaria ni mucha escuela, sino algo de raza, pues constituye
perspicacia corriente, incluso entre labriegos incultos. Así tenemos una fuente de
información general humana, que es cantera auténtica y preciosa para la reflexión
psicológica.

Contexto religioso
El concepto de persona es una gran aportación del cristianismo a nuestra
civilización, si bien se trata de un concepto de difícil definición, puesto que definir
implica poner límites y es imposible poner límites al espíritu, que es la nota
esencial de la persona. Santo Tomás la define como “sustancia individual de
naturaleza racional”, y mucho se ha escrito, por parte de grandes pensadores,
sobre tal definición.

Según la doctrina cristiana, existen personas angélicas, no humanas, como el


Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son personas distintas, pero con una misma
esencia divina. Al mismo tiempo, se admite también la existencia de personas
diabólicas.

Desde el punto de vista católico, existen trece notas del concepto de persona,
según estudios bíblicos: 1) naturaleza espiritual, 2) libertad, 3) centralidad, 4)
unicidad/inaprensibilidad, 5) singularidad, 6) condición de sujeto y soporte del ser,
7) dinamismo/autosuperación, 8) virtualidad/potencialidad, 9) sinergismo, 10)
universalidad, 11) relacionalidad, 12) autonomía, 13) naturaleza sacrificial.

1. Naturaleza espiritual

1.1. La persona no nace, sino que es creada: a diferencia del individuo, que es
una unidad dentro de la especie, engendrada biológicamente, sujeta a la muerte,
la persona es creada por Dios.

1.2. Representa el culmen o aspecto más elevado de la creación: por el mismo


motivo, es también el centro de la creación, aquello a través de lo cual la creación
debe alcanzar su última finalidad.

1.3. La persona está constituida por el espíritu, lo que la sitúa por encima del
orden natural: si no fuese así, el valor de la persona desaparece y sólo queda el
individuo biológico. El valor de la persona se sitúa por encima de cualquier
generalidad, sea ésta el estado, la nación, la humanidad o cualquier otra, y no
puede situarse en su mismo plano.

1.4. El hombre es al mismo tiempo individuo y persona: el conflicto radical del


hombre proviene de su doble condición de individuo (ser natural) y persona (ser
espiritual). Su afirmación como persona depende de que ésta prevalezca sobre el
individuo, de que el espíritu prevalezca sobre la naturaleza.

1.5. La persona es la imagen del Dios personal: “¿En qué consiste la grandeza
del hombre? Los Padres son unánimes: es hombre es imagen de Dios. Tal es su
verdadera ‘naturaleza’, naturaleza de ser divinizado (...) El hombre es “persona”,
imagen del Dios personal; un privilegio que sobrepasa la simple cuestión de la
‘naturaleza’” (Spidlík, L’Idée russe).

1.6. La persona es una categoría espiritual unida a Dios: “Al igual que en Dios,
en la persona humana hay que distinguir también entre la naturaleza y la persona
(...) La hipóstasis, persona, es el rostro espiritual del hombre; es por ello antitética
a laousia. Y es esa antítesis lo que crea el dinamismo de la vida interior (...) La
persona puede pues ser definida como “categoría espiritual unida a Dios”. Se
distingue de ese modo del individuo, categoría biológica sometida a la naturaleza”
(Spidlík, L’Idée russe).

2. Libertad

2.1. La libertad y el amor son los elementos constitutivos de la persona: “La


libertad y el amor, elementos constitutivos de la persona, son inaprensibles por
medio de categorías racionales (...) El hombre, en su realidad concreta, forma
parte del cosmos y de la sociedad, cuyos condicionamientos lo ponen
constantemente en peligro de ser cosificado, objetivado. Sin embargo, como
persona se arraiga en el más allá, en el infinito, y no sólo escapa entonces a la
sociedad y al universo, sino que los engloba y los marca con su genio creador.
Lejos de que la persona sea una parte del universo, es el universo lo que es una
parte, una dimensión, de la persona, cualificado por ella” (Spidlík, L’Idée russe).

3. Centralidad

3.1. La centralidad con relación al cosmos: en tanto que realidad espiritual, de


la que Dios es verdadero principio y fundamento ontológico, la persona es –como
se ha dicho antes – centro de la creación, aquello por lo cual la creación cumple
su finalidad.

3.2. La centralidad con relación al ser: la persona es el centro que permanece a


través de todos los cambios que el ser atraviesa en su peregrinaje hacia Dios. Ese
centro encierra el gran misterio de la inmanencia y la trascendencia divinas, que
Santo Tomás describe así: “Tú eres más interior a mí mismo que mi propia
interioridad, y estás por encima de lo más alto de mí mismo”. En ese centro
profundo del ser puede el hombre reencontrar a Dios.

4. Unicidad/Inaprensibilidad
4.1. La persona supone integridad y unidad: la persona es el principio que
integra todos los aspectos del ser y los lleva a la unidad. Tal integración no está
realizada de antemano, sino que supone la tarea que el ser debe realizar,
dominando sus elementos inferiores y constituyendo así su personalidad. La
persona une inteligencia y voluntad, conocimiento y libertad, para la realización de
esa tarea.

4.2. La persona no es parte, sino todo: en tanto que el individuo es parte de un


todo, la persona, como categoría espiritual, no es parte, sino totalidad en sí
misma; no es aplicable a la persona el concepto de parte, puesto que el espíritu no
es un compuesto.

4.3. La persona es indeterminable e inaprensible: así como el individuo, en su


realidad biológica, es perfectamente determinable, la persona, como realidad
espiritual, es inaprensible. Podemos observar al ser, pero la persona no se
muestra a la observación; permanece, por así decirlo, “detrás” del ser operante. El
espíritu no se sujeta a la observación y al análisis de la razón, porque supera
infinitamente toda categoría racional. La persona, inalcanzable en sí misma, se
revela a través de su acción.

5. Singularidad

5.1. La persona es única, irrepetible: cada persona es única e irrepetible, y en


ello se fundamenta su valor eterno. Cada hombre es un valor absoluto en sí
mismo, distinto de todos los demás, único e inimitable; de ahí su dignidad
inalienable y su valor insustituible.

6. Condición de sujeto y soporte del ser

6.1. La persona es el sujeto que sostiene al ser: la persona “lleva” y sostiene al


ser en todas sus operaciones, en todas sus acciones y manifestaciones. Es
aquello a través de lo cual el ser actúa.

6.2. La persona no es algo “añadido” al ser: el hombre se compone de cuerpo y


alma, o de cuerpo, alma y espíritu, si consideramos a este último como esa “punta
fina” del alma capaz de “rozar” la divinidad. La persona no es algo que se añade a
ese conjunto, sino el conjunto mismo, en la medida en que está centrado en su
sujeto, en la propia persona como sujeto y portador del ser en su conjunto, al que
centra y unifica.

7. Dinamismo/Autosuperación

7.1. La persona no es algo dado, sino un proceso de auto-construcción: la


persona se construye a sí misma mediante la profundización en su propio principio
espiritual; no es algo ya realizado, sino una tarea a realizar, a fin de llevar a
término el proyecto que Dios ha iniciado al crear esa persona. La persona es un
proyecto de Dios que debe auto-realizarse.

7.2. La naturaleza de la persona es dinámica: la persona es espíritu y, por tanto,


energía creadora; debe poner en juego esa energía creadora para romper su
estado de aislamiento y alcanzar el mundo divino.

7.3. La persona es superación de uno mismo: la persona se construye


superando aquello que hay de únicamente natural en el ser, su individualidad; es
la superación de uno mismo.

8. Virtualidad/Potencialidad

8.1. La persona es, en principio, potencialidad: el carácter dinámico de la


persona y su condición de proyecto o tarea a realizar implican el paso de la
potencia al acto. La persona es pura potencialidad del ser, que debe llegar a ser
acto. El individuo pertenece a la naturaleza; la persona está por encima de la
naturaleza. Pasar de la potencia al acto implica romper la dependencia, la
subordinación a la naturaleza del individuo.

9. Sinergismo

9.1. La persona es creada por Dios, pero “terminada” por el hombre: en la


medida en que la persona es una “tarea a realizar”, una potencialidad que debe
llegar a ser acto, puede decirse que es fruto de la sinergia entre la acción de Dios
y la del hombre en uso de su libertad. Su existencia implica crecimiento, desarrollo
y, al mismo tiempo, sacrificio, puesto que ese crecimiento se sustancia mediante
el sacrificio de lo que hay de natural en el hombre y su subordinación al espíritu.

10. Universalidad

10.1. La persona es irreductible al individuo: la existencia de la persona implica


salir de la individualidad e incardinarse en el espíritu, cuya naturaleza comporta
universalidad. La persona no es separable del resto de las personas, ni tampoco
del resto de seres que constituyen la creación. La persona, en su universalidad, es
solidaria con la creación entera y se vincula a toda ella en todos sus aspectos,
hasta el punto de que la creación entera depende de la persona para alcanzar su
última finalidad. Salir de la individualidad no implica dejarla atrás, sino
reabsorberla, integrarla y unificarla en ese centro personal, como se ha dicho más
arriba.

11. Relacionalidad
11.1. La persona implica al “otro”: no hay persona si no hay “otro”, otro al cual
se ama, por el cual la persona se sacrifica, hacia el cual tiende. La persona no
existe sin una relación de amor-sacrificio-tendencia. La persona no existe
confinada en sí misma, porque ese confinamiento es antagónico con su naturaleza
espiritual. La persona es relación.

11.2. El amor que crea relaciones es parte de la formación de la persona: “El


amor que crea relaciones es parte de la formación de la persona humana (...) “Yo”
y “nosotros” (...) son las primeras categorías del ser personal. El “yo” es imposible
si no se opone al “tu”, pero esa oposición es superada en el ‘nosotros’”
(Spidlík, L’Idée russe).

11.3. La persona está constituida por relaciones libres, que se extienden a


todo el cosmos creado: “La persona está constituida por relaciones libres, y el
primer fundamento de nuestras relaciones con los seres es conocerlos (...),
uniendo por medio del amor al sujeto cognoscente con los objetos conocidos (...)
Las relaciones que constituyen la persona se extienden a todo el cosmos creado.
Éste es para el hombre palabra de Dios, revelación, objeto de la “contemplación
natural”. Pero, por otra parte, el hombre no se siente únicamente espectador
exterior de esa realidad cósmica, sino que se siente incluido en el interior de la
misma realidad que percibe como “total-unidad” orgánica y viva. No es un
microcosmos en el sentido de los antiguos griegos, sino que es más bien un
macrocosmos, una persona que engloba el universo para comunicarle la gracia”
(Spidlík, L’Idée russe).

12. Autonomía

12.1. La persona es soberana y autónoma con relación a la naturaleza: el


individuo está sometido a la naturaleza; no así la persona. Si lo estuviese, su
libertad no existiría. La libertad implica dominio de la acción y plena
responsabilidad por sus consecuencias. La voluntad, afirmación de sí mismo, y su
libre ejercicio, es lo que revela más directamente a la persona. Como decíamos, la
persona se revela a través de su acción, que es acción libre, soberana y
autónoma.

13. Naturaleza sacrificial

13.1. La persona implica sacrificio: hemos visto que la persona no existe


confinada en sí misma, sino abierta a los demás, y esa apertura es
necesariamente sacrificial, puesto que implica romper la barrera y la “protección”
de la individualidad para entregarse al otro, para poner al otro y al bien del otro por
encima y por delante de uno mismo y del propio bien. El individualismo es
antagónico con la persona porque la aísla y la ahoga en ese aislamiento.

13.2. La persona debe realizar su propia “kenosis”: “En la vida Trinitaria, el


Padre se comunica totalmente al Hijo y el Hijo se “evacua” (Ph 2, 7) por amor a los
hombres. Por ello, si la persona humana, para ser tal, debe llegar a ser “agápica”,
debe también realizar su propia ‘kenosis’” (Spidlík, L’Idée russe).

Persona en Filosofía
En Filosofía, existen varias definiciones de persona.

Para Boecio, una persona es una sustancia individual de naturaleza racional.


Rationalis naturae individua substantia («substancia individual de naturaleza
racional») es la definición clásica de Boecio que se caracteriza por tres notas:
la sustancialidad, la individualidad y la racionalidad. En este sentido persona no es
un nombre genérico ya que indica un «quién» y no un «qué»; tampoco designa
una naturaleza común sino incomunicabilidad.

Mientras que Santo Tomás de Aquino considera que una persona es un “supuesto
o individuo de naturaleza racional”, es decir, una unidad completa y suficiente que
posee espíritu (inteligencia y voluntad). Tomás de Aquino se refiere a la persona
con la sentencia persona significat id quod est perfectissimum in tota natura,
scilicet subsistens in rationali natura («persona significa lo más perfecto de toda la
naturaleza, es decir, el subsistente de naturaleza racional») insistiendo así en la
incomunicabilidad en el modo de existir.

Para Immanuel Kant, una persona supone una categoría moral, sujeta de
derechos y deberes, que existe como fin en sí. Kant denomina a la persona como
aquel ser que es un fin en sí mismo. Si bien en Kant se vuelve a un concepto
ontológico, no se trata de un ser abierto a la trascendencia, sino autónomo

En síntesis, se podría afirmar que una persona es un individuo racional,


consciente de sí mismo y de los valores morales, capaz de responsabilizarse de sí
mismo.

Una persona, muchas personas

Sabido es que toda palabra puede ser ambigua y vaga. Ambigua porque con
ella podemos referirnos a cosas muy diversas y vaga porque muchas veces no se
halla adecuadamente limitado su ámbito de referencia.
Las palabras de uso corriente no suelen cargarnos con grandes inquietudes en
cuanto a su sentido o ámbito de referencia: “libro”' “lápiz” o “mañana” no suelen
ser términos que generen encendidos debates. Claro es que no ocurre lo mismo
con palabras como “justicia”' “libertad”' “dignidad”' “derecho” o como en el caso
que nos ocupa especialmente “persona”. Se tratan todas ellas de vocablos que
poseen una gran carga emotiva' lo cual esencialmente no es incorrecto' por el
contrario' forma parte de las funciones del lenguaje no solamente transmitir
información objetiva' sino también emociones' sentimientos u opiniones. Claro es
que la carga emotiva siempre dificulta la univocidad del término.

También sabemos que toda palabra posee una designación y una denotación. La
designación está constituida por el conjunto de propiedades de la cosa referida' y
la denotación comprende a todas aquellas cosas u objetos que son nombrados
por una palabra.

El problema de la designación y de la denotación no es poca cosa, especialmente


en lo que al término “persona” se refiere. En efecto, auguro un problemático capo
de interminables discusiones cuando se intente establecer cuáles son las
propiedades o características que debe cumplir alguien, un ser, para que nos
refiramos a él como persona.

Como veremos más adelante, el problema de la denotación de la personalidad es


un punto crucial para el derecho. pensemos tan sólo como ejemplo en un par
de preguntas con consecuencias jurídicas ¿es un embrión humano congelado una
persona? Podemos afirmar que una sociedad comercial sea realmente una
persona, es decir, posea personería jurídica, como suelde decirse. Por supuesto,
cuanto mayores o más amplias sean las propiedades de la personalidad que
admitamos, más restringida será la denotación del término.

Haciendo un juego de palabras sería algo así como: “a más persona,


menos personas”. por eso se dice que entre designación y denotación existe una
relación inversamente proporcional. Pensemos un poco en las múltiples
alternativas en las que utilizamos término “persona”, como sinónimo de individuo,
de hombre o mujer, para referirnos a la presencia física de alguien: “en persona”,
para referirnos a la intimidad y “personal”, para mencionar a un individuo que nos
desagrada “persona no grata”, para referirnos a la unidad de ejercicio de los
derechos, “persona jurídica” y hasta para hacer mención a los accidentes
gramaticales propios del verbo: “primera, segunda o tercera persona”, entre
tantísimas otras acepciones.

Pero no menos dificultades semánticas hallamos también con la palabra “hombre”:


ser racional, varón o mujer, grupo determinado del género humano, “el hombre
americano”, individuo con cualidades varoniles, “todo un hombre”, marido cobarde:
“poco hombre”, individuo indeterminado: “hombre al agua”, entre otras.

Los diversos ámbitos de referencia


De acuerdo con lo antedicho, se presenta, entonces, la necesidad de
establecer las perspectivas del concepto “persona” según los distintos ámbitos de
referencia
deltérmino. La sociología, el derecho, la psicología, la historia, la antropología y
esencialmente la filosofía han tratado de brindar una explicación al respecto.

La sociología ha considerado a la persona en el contexto de los diversos vínculos


que se construyen en la sociedad los procesos, es decir, visualiza a la persona en
el marco de la vida en sociedad, es decir, de las sociedades humanas. El derecho
enmarca a la persona en el contexto de sus capacidades, derechos, deberes
y responsabilidades. La psicología enfoca el concepto de persona desde la
perspectiva de esta disciplina que estudia los procesos mentales, incluyendo
procesos cognitivos de los individuos y las estructuras de razonamiento
y racionalidad cultural

La historia se ocupa de un análisis de la persona desde la perspectiva del


desarrollo de los acontecimientos de la humanidad. La antropología abarca el
estudio del ser humano desde diversas esferas, casi diríamos “holístico”, pero
siempre considerándolo parte de una sociedad. Todas estas son legítimas
visiones que elaboran una noción de “persona” en el ámbito de las ciencias
sociales, pero que en su última instancia convergen en ese saber totalizador,
crítico y omnicomprensivo que es la filosofía, y tratar este tema filosóficamente no
implica eliminar los otros aspectos de la cuestión, sino justamente al revés, se le
da su verdadero centro de gravedad y se lo fundamenta en una noción clara y
precisa de lo que es ser “persona”.

Filosofía de la persona y filosofía del hombre

Si partimos de la base que una de las características del conocimiento filosófico es


su reflexividad, hallaremos necesariamente una estrecha vinculación entre el
hombre y la filosofía, al punto tal de reconocer, juntamente con Francisco Romero;
que el hombre es “filosofía en acción”, precisamente por el señalado carácter de
reflexividad del pensamiento. Esto lleva a afirmar que la filosofía de la persona no
es otra cosa que la filosofía misma.

Es importante aquí que dediquemos un breve espacio de reflexión a tres conceptos


estrechamente vinculados: “persona”, “hombre” e “individuo”.

La idea de persona y la idea de individuo convergen en la noción de hombre (o ser


humano), pero desde perspectivas distintas. La “personalidad” está determinada
por todas aquellas posibilidades que el hombre ejerce en el ámbito de su libertad.
Se define entonces como una característica positiva, una adición de cualidades.
La “individualidad” se establece por defecto, es decir, cuando se es un individuo,
no se es otro.
De lo anteriormente expresado, es posible concluir que el concepto filosófico de
“persona” dependerá del posicionamiento del hombre frente a la filosofía. Y, como
es sabido, este posicionamiento no ha sido siempre el mismo. Ha transcurrido por
varios momentos y etapas.

Podríamos ensayar una sistematización (que, como toda clasificación puede


ser criticable o arbitraria, pero intento clasificatorio al fin) de seis momentos o
perspectivas filosóficas sucesivas que a través de una especie de “túnel del
tiempo” nos muestran cómo ha sido considerada la persona dentro de un sistema
filosófico, y por qué: la Antigua Grecia, la Edad Media, la “revolución” del Idealismo
como paso de ingreso a la modernidad, la contemporaneidad y el hoy, es decir, la
actualidad.

El concepto de “persona” en filosofía griega.

Si algo ha caracterizado el pensamiento filosófico griego es su visión ontológica


“realista”, lo cual permitió una clara distinción entre la naturaleza (physis) y la
sociedad(polis). Si bien el hombre formaba parte de la naturaleza, se
caracterizaba también por compartir su vida con sus semejantes sobre la base de
una organización social y normativa en la “polis”.

Uno de los puntos máximos de la revalorización filosófica del hombre como tal en
los verdaderos principios de antropología filosófica que surgen de la obra del
genial Sócrates (no en vano en honor a su natalicio ha sido fijado el “día de la
filosofía”), quien se alzó frente al relativismo escéptico de los sofistas, realzando
las características éticas del hombre, su capacidad y posibilidades de
conocimiento de la verdad, y su esencia individual única e irrepetible, que
precisamente esta forma de percepción y explicación de la realidad que
elaboraron los filósofos lo que permitió desarrollar las ideas de “hypóstasis” y
“prosopon”.

El término griego “hypóstasis” fue utilizado para referirse al ser o a la sustancia,


puede ser entendido como substrato y también puede explicar aquello que esta
“sotopuesto” o puesto por debajo, como soporte, como naturaleza. Frente a lo
“sotopuesto” está lo “sobrepuesto”, lo puesto por arriba, lo que se veo exhibe. Esa
es la “prosopon”, nombre con el cual además los griegos hacían referencia a las
máscaras propias del teatro clásico, en virtud de las cuales cada actor
representaba un “personaje”. La personalidad era así entendida como una
proyección del individuo hacia la sociedad. Nuestro carácter de hombres, en tanto
seres biológicos, es nuestra hypóstasis o sustrato, y el cómo esa racionalidad e
individualidad se proyecta socialmente es nuestra prosopon o personalidad.

Mucho se ha debatido acerca de si los griegos elaboraron una idea de persona en


el sentido de “persona humana” en el sentido que luego fue desarrollado por
los pensadores cristianos. Tal vez no ha sido así, pero lo cierto es que podemos
concluir que elaboraron un concepto de que la personalidad del hombre que le
permite trascender su ser como parte del cosmos y también como parte de la
polis. Esta ha sido uno de los importantes legados del pensamiento griego, el
hombre tiene una naturaleza biológica, pero también una dimensión social.

La persona en la Edad Media.

Si bien es cierto que la introducción cultural del cristianismo no ocurrió


propiamente durante la Edad Media, sino durante los últimos tiempos del Imperio
Romano en la antigüedad, durante esta época se consolidó la noción del hombre
como ser creado por Dios, y como tal, dotado de dignidad y racionalidad. Una
racionalidad que le permitía acceder al conocimiento de los fundamentos del
derecho divino y comprender así el llamado derecho natural (definido por Santo
Tomás de Aquino como la participación racional del hombre en el conocimiento de
la ley divina).

Los términos griegos “prosopon” e “hypóstasis” fueron utilizados además para


explicar los misterios de la religión cristiana; según el Concilio de Nicea (año 325)
Jesucristo posee dos naturalezas (humana y divina) pero una sola persona divina
subsistente, y la Santísima Trinidad posee una sola naturaleza divina, pero está
integrada por tres personas (Padre -hijo y Espíritu Santo).

Todos estos fundamentos permitieron a autores como Boecio sostener que


“la persona es una sustancia individual de naturaleza racional”. Claro que esta
visión filosófica ha sido por momentos más teórica que real.

De otra manera no resulta comprensible que


bajo estos principios y fundamentos la sociedad medieval continuara con prácticas
tales como la esclavitud y las muertes infamantes. En síntesis: la persona tenía,
por esencia, dignidad, pero ¿Quiénes estaban alcanzados por el
término “persona”? Otro aspecto que debe remarcarse en esta época es que, más
allá de las distintas teorías y sistemas filosóficos que se elaboraron,
la mayoría de las líneas del pensamiento asignaron a la persona una suerte de
“dependencia teológica”.

A diferencia de la filosofía griega, según la cual la persona y su sustrato (prosopon


e hipóstasis) convergían en un individuo que se vinculaba en sociedad,
obviamente, según diversos niveles, perspectivas o posibilidades, pero siempre
bajo la libertad que brinda el ejercicio de la razón, durante la Edad Media el obrar
humano, nuestra personalidad, estaba delineada, preestablecida
por quien nos había creado (quien, después de todo,
se había tomado el trabajo de hacerlo a su imagen y semejanza). El libre albedrío
humano se hallaba condicionado

El impacto del idealismo filosófico


Hasta el siglo XV y principios del siglo XVI los sistemas filosóficos vigentes en el
continente europeo presentaban la característica marca de realismo griego, es
decir, un pensamiento que daba por sentada la existencia de las cosas, de
realidades exteriores al sujeto pensante (ya se trates de realidades cosmológicas
o teológicas).

Pero cierto es que los grandes cambios de todo tipo acaecidos en esa época,
pusieron en crisis
toda la estructura de conocimientos adquiridos: la redondez de la tierra, las
verdades religiosas, la estructura del universo y, fundamentalmente, las bases
filosóficas del pensamiento.

Aunque no el único, aunque sí tal vez el pensador más destacado de la época, fue
Renée Descartes quien propuso un replanteo epistemológico según el cual más
importante que conocer era hallar un camino apropiado y certero para ello. Esa
idea lo impulsó a reconstruir la realidad y el universo, pero ya no con apoyo en una
teoría
cosmológica (como los griegos) o teológica (como lo eran mayoritariamente las
concepciones medievales), sino con estricto apoyo en la razón humana.

La razón humana es la que provoca la duda, la duda evidencia el pensamiento, y,


finalmente, el pensamiento justifica mi existencia.

A partir del pensamiento cartesiano se desató en Europa una controversiafilosófica


acerca de los orígenes o esencia del conocimiento que se proyecta hasta nuestros
días y en distintas disciplinas: el dilema entre razón y experiencia, o, dicho de otra
forma, la confrontación entre el racionalismo y el empirismo. Paradójicamente,
estas dos posiciones antitéticas tenían un sustrato común: sea a través de su
razón o sea a través de la captación empírica, lo cierto es que el hombre vuelve a
posicionarse como centro de la reflexión filosófica. Sólo se discute (y no es poca
cosa) cuál es el camino para acceder al conocimiento

El racionalismo filosófico tuvo más arraigo que el empirismo en la Europa


continental (no así en Gran Bretaña), y llevó a pensadores como Gottfried Leibnitz
a concluir que es persona todo ser pensante e inteligente, capaz de razón y
reflexión, que tiene la capacidad de considerarse a sí mismo como la misma cosa
y que piensa en distintos tiempos y en diferentes lugares, lo cual es posible ya que
posee el sentimiento de sus propias acciones.

Pero. ¿qué es lo que debe prevalecer en la conceptualización de la persona? ¿la


razón o la experiencia? ¿es que somos solamente una mera “sustancia pensante”
como afirmaba Descartes? En el marco de esta disputa producida entre el
racionalismo y el empirismo, se introduce el concepto de “yo” o “conciencia”, y
será un genial filósofo posterior quien intentará encontrar una respuesta apropiada
a estos interrogantes.
La modernidad: influencia de la filosofía Kantiana.

Durante el siglo XVII surge en Europa la llamada Ilustración. Este período que
también fue llamado “siglo de las luces”, se caracterizó por tratar de descubrir los
más intrincados secretos del universo a través de la razón. Uno de sus más
destacados expositores desde la perspectiva filosófica, y particularmente en el
campo de la ética ha sido Emmanuel Kant.

Resulta particularmente esclarecedor tener presente el concepto kantiano de


“ilustración”, que se halla expuesto en el texto ¿Qué es la Ilustración?” (escrito en
el año 1784) publicado en la obra “Filosofía de la Historia”: “la ilustración es la
liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la
imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es
culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y
valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el
valor de servirte de tu propia razón! He aquí el lema de la Ilustración. La pereza y
la cobardía son causa de que una tan grande parte de los hombres contiene a
gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó
de ajena tutela”

Esta frase kantiana encierra en sí misma la base de toda su propuesta ética: la


moral depende de cada uno de nosotros, no es necesaria una autoridad
sobrehumana para encontrar la moralidad, y nosotros dependemos sólo de
nosotros mismos, esto es de nuestra razón. Solamente en el marco de la razón es
posible el ejercicio de la libertad. Que realmente un gran esfuerzo intelectual el
realizado por Kant: bajo la influencia de los grandes avances de las ciencias
positivas, y particularmente las teorías newtonianas, Kant también intentó
establecer una realidad moral de la misma forma que Newton descubrió la realidad
física. Es así como concluye que el ser se halla sometido a leyes propias, leyes
puras prácticas, establecidas por la razón.

Conmueve pensar en las palabras finales de la crítica de la Razón Pura, cuando el


autor remarca que dos son las cosas que mueven a la mente: el cielo estrellado
sobre nuestras cabezas, y la ley moral en nuestro interior.

Es posible aventurar entonces que, desde la perspectiva de la filosofía kantiana la


persona no es solamente una abstracción racional, una “cosa que piensa”, sino
que actúa en relación con la naturaleza, pero a su vez distinguiéndose de ella.
Según Kant la personalidad es la libertad e independencia frente a la necesidad de
la naturaleza. El hombre debe ser considerado como un fin en sí mismo en todas
sus acciones: en las que se dirigen a sí y en las que están dirigidas hacia los
demás seres. Los seres cuya existencia descansa solamente en la naturaleza (es
decir, seres irracionales) tienen un valor relativo como medios, y por eso se llaman
“cosas”, en cambio los seres racionales se denominan personas porque su
naturaleza los distingue precisamente como fines en sí mismos.
De allí surge el imperativo práctico kantiano “obra de modo tal que uses a la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre
como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”.

El positivismo cientificista y su visión sobre la persona.

Dentro del ámbito de la historia de las ideas filosóficas, merece una especial
atención el positivismo filosófico del siglo XIX, bajo el impulso de las ideas de
autores como Augusto Comte y Emil Durkheim, y también influenciado por el
pensamiento cientificista de Charles Darwin.

En realidad, el positivismo filosófico surgió como un movimiento de reacción contra


los excesos cometidos por el idealismo poskantiano. Por este motivo postuló un
rechazo hacia todo planteo o teoría de carácter metafísicos, partiendo de la base
de que el único método posible es el de la observación de los fenómenos en el
tiempo y en el espacio.

Los avances ocurridos en el ámbito de las ciencias empíricas difundieron el


concepto de que en ellas y no en otras disciplinas se hallaba la base de todo
elconocimiento. Toda postura de carácter filosófico y metafísico era desechada: se
rechazaba toda construcción conceptual que trascendiese de la observación
empírica y se entendía que la filosofía debía limitarse a los resultados de las
ciencias

Autores como H. Spencer se basaron en la teoría biológica evolucionista de


Charles Darwin aplicándolo al campo ético al considerar que la moral es un
conjunto de normas que hacen posible la convivencia en sociedad, pero también
constituye una necesidad biológica porque es un instrumento de adaptación al
ambiente que tiene su punto de partida en la experiencia, pero no
en la experiencia del individuo, sino en la experiencia de la especie; las normas
cambian a través del tiempo en su adaptación a las circunstancias ambientales.

A pesar de su negación filosófica y metafísica, el positivismo constituyó


una particular visión del mundo, del hombre y del conocimiento, es por ello que,
paradójicamente, ha quedado inscripto su nombre dentro de la historia de la
filosofía que tanto ha rechazado.

Las ideas del positivismo influyeron también en la dogmática del siglo XIX que
halló inspiración en las grandes conquistas científicas que se produjeron a partir
del siglo XVII, que vincularon a la ciencia en forma casi exclusiva con un modelo
de conocimiento positivista y racional (de hecho, muchas corrientes de la filosofía
moderna poseen una actitud despreciativa para todo aquello que no se presente c
omo formal y científico).

Podríamos decir entonces que, bajo la influencia de las ideas positivistas, para
elhombre dejó de tener relevancia su “prosopon” o “personalidad” entendida como
expresión del ejercicio su libertad, ya que la misma se hallaba condicionada por el
determinismo natural de la “especie”.

Esto trajo consecuencias en la forma en que el positivismo jurídico habrá de


conceptualizar a la “persona” o a la “personalidad”

El positivismo jurídico y la persona.

El positivismo jurídico de principios del siglo PP se halló fuertementeinfluenciado


por el afán cientificista y antimetafísico del positivismo filosófico, también
desarrollado por el círculo de Viena, y asimismo por la concepción de pureza
lógica impulsada por el Neokantismo de Marburgo y por la Escuela Histórica del
Derecho, en tanto ontologiza al derecho positivo como dato de la experiencia
histórica y como objeto de la investigación científica.

Hans Kelsen es el más destacado representante de esta teoría, según la cual el


estudio del fenómeno jurídico debe limitarse a las normas jurídicas, tanto en su
fazestática (elementos que las componen) como su faz dinámica (relación defunda
mentación y derivación que se presenta entre ellas).

El aporte teórico más importante y más conocido de la teoría kelseniana es el que


surge del libro “Teoría Pura del Derecho”, que a pesar de sus distintas ediciones y
modificaciones ha exhibido tal relevancia que pasó a ser el nombre con el cual se
rotula en general toda la amplísima obra de Kelsen.

Con marcada influencia kantiana, la Teoría Pura del Derecho establece, entre
muchas cosas, una propuesta de purificación metódica del objeto de la ciencia
jurídica, distinguiéndola de las ciencias causales (ciencias del “ser”), pero a su vez
estableciendo un lugar especial entre las ciencias normativas (ciencias del
“deber”).

Como conclusión de este proceso, Kelsen afirma que una de las características
esenciales del derecho es su neutralidad valorativa, con lo cual el problema de la
justicia le resulta ajeno.

Claro es que tal conclusión ha hecho que Kelsen se hiciera acreedor a duras
críticas, las cuales, más allá de su valía, considero por momentos injustas. Se
sostiene esto especialmente por la circunstancia de que la obra kelseniana (cuyo
análisis exhaustivo no es materia del presente trabajo) debe ser considerada en
una perspectiva general, interrelacionada u holística. Efectivamente no es difícil a
través de este camino establecer que la rigurosidad metódica kelseniana no es
más (ni menos) que una consecuencia de la necesidad de establecer pautas de
seguridad jurídica y de criterios objetivos de justicia frente a una sociedad
careciente de ellos paradójicamente su purificación de valores se funda
en valores puros, lo cual no está mal, él mismo debió entenderlo así. De otra
manera no sería comprensible su preocupación no sólo por del orden jurídico, sino
también por la paz, por la tolerancia, por la democracia y por la misma justicia.

Para fundamentar esta teoría según la cual una norma no puede ser un mero
capricho sujeto a los vaivenes políticos de quien ejerza el gobierno de turno,
Kelsen consideró que el “deber” del derecho era un imperativo despsicologizado,
lo cual suponía que el derecho objetivo, como querer del estado, no podía ser
caracterizado como una realidad física atribuida al querer de los individuos desde
una perspectiva antropomórfica.

Y es precisamente en este punto en el cual la Teoría Pura del Derecho elabora su


concepción de “persona” desvinculándola de una noción meramente
antropomórfica.

Para él la noción de “persona” es una noción estrictamente determinada por la


normatividad. No es posible establecer según el autor, una dualidad entre la
persona “física” y la persona “jurídica” (ficción que ha sido impuesta por las
diversas teorías jurídicas) pues toda persona es necesaria y solamente un
concepto jurídico

Para Kelsen, lo que llamamos “persona” no es más que un “centro de imputación


normativa” en el cual convergen deberes, derechos y responsabilidades. En sus
palabras, “definir a la persona física (o natural) como un ser humano, es
incorrecto, porque el hombre y la persona no son solamente dos conceptos
heterogéneos, sino también el resultado de puntos de vista enteramente distintos.
Hombre es un concepto de la biología y de la fisiología, en una palabra, de las
ciencias naturales. Persona es un concepto de la jurisprudencia, una noción
derivada del análisis de las normas jurídicas”. Y también “El concepto de persona
física o natural no es otra cosa
que la personificación de un complejo de normas jurídicas. El hombre, como
hombre individualmente determinado, es sólo el elemento que constituye la unidad
en la pluralidad de esas normas”.

Este particular enfoque, si bien es coherente con el espíritu cientificista de la obra


kelseniana, suscita algunas reflexiones críticas, ya que si bien por un lado es
ciertoque establece derechos,obligaciones y responsabilidades para los sujetos so
nindependencia de que sean individuos de carne y hueso (piénsese en las
disposiciones dirigidas a las llamadas personas colectivas),a nuestro sentido
común le resulta muy difícil imaginar que algo diferente a un hombre pueda ser
una persona susceptible de adquirir derechos y tener obligaciones y
responsabilidades.

Dentro de la línea positivista, pero más orientada a la perspectiva del análisis del
lenguaje, autores como Herbert Hart han sostenido que no debemos insistir en
tratar de definir la expresión “persona” en sentido jurídico, de modo que la palabra
denote algún tipo de entidad (sean seres humanos u organismos) ya que la
expresión es un término teórico que no tiene denotación alguna, es decir, que no
hace referencia a ningún hecho u objeto observable (al igual que las palabras
“dólar”, “intención” o “promesa”). En opinión de este autor, solamente debemos
limitarnos a analizar las funciones que la expresión “persona” posee en los
distintos contextos en los que aparezca en frases que hagan referencia a hechos
observables.

Evidentemente la identificación del concepto “persona” con la normatividad implica


una limitación demasiado estricta, pero no por eso debemos dejar de
considerar un importante aporte del positivismo jurídico establecer una estrecha
vinculación entre persona y derecho, pero no porque ambos sean normas
positivas, sino porque ambas son “actuar humano”,
forman parte del ámbito de la “praxis”, lo cual nos lleva necesariamente a
considerar a la persona y a sus finalidades en el marco de la filosofía de la cultura

La persona en el mundo de la cultura.

El pensamiento filosófico neo kantiano, especialmente en la orientación generada


por la Escuela de Baden, constituye uno de los movimientos que permitirá
conformar a la axiología moderna o teoría de los valores.

Uno de los más destacados expositores de esta dirección es Heinrich Rickert,


quien introduce el concepto de valor en el ámbito de las llamadas “ciencias
culturales”, caracterizando especialmente a la cultura como todo aquello que es
creado por el hombre de acuerdo a fines valorados.

El Neokantismo de Baden permitió reconducir el pensamiento filosófico y particular


mente la visióndel hombre y de la persona en el originario sentido que
desarrollaron los filósofos griegos; el hombre no es solamente su naturaleza, sino
también su vínculo con la sociedad, su cultura y los valores.

Si bien este movimiento comienza a consolidarse a fines del siglo XIX, sus más
importantes aportes surgirán a mediados del siglo XX, especialmente luego de
finalizada la Segunda Guerra Mundial, alzándose como una de las principales
concepciones críticas del positivismo jurídico imperante hasta ese momento.

El jurista y filósofo alemán Iustav Radbruch se opuso al positivismo precisamente


por el empeño de esta teoría en relegar los valores del ámbito jurídico, ya que
precisamente la distinción entre el “ser” y el “deber” radica precisamente en el
valor. En otras palabras, la justicia es la que determina el ámbito de lo jurídico. Por
este motivo, la consideración filosófica sobre el derecho es necesariamente una
consideración sobre la justicia y, en definitiva, una doctrina de las ideas políticas.
El sentido de la “personalidad” posee fundamental importancia en la
caracterización de estos idearios políticos.

Distingue así a las posiciones individualistas, las supraindiviudalistas y las trans-


personalistas. Las primeras son aquellas posiciones que afirman la prevalencia
delos valores de la personalidad humana, a cuyo servicio deben estar los valores
colectivos. Se identifican con las doctrinas clásicas que sostienen a ultranza laindi
vidualidad y los derechos de ella derivada como base fundamental. Las posiciones
supraindividualistas, en cambio, sostienen que los valores de la personalidad
están al servicio de los valores colectivos, por tal motivo, anteponen al Estado por
sobre el individuo, casi podríamos decir sacrificando al individuo por el Estado.

Esto fue evidenciado y también sufrido por Radbruch en épocas de la Alemania


nacionalsocialista. Finalmente, los idearios transpersonalistas (nótese que ya el
autor no usa la palabra “individuo”, sino “persona”) son aquellos en los que, si bien
no se sacrifican las libertades y los derechos individuales, los mismos se
consideran en relación con las demás personas que integran la comunidad y se
hallan al servicio de la cultura. Estas tres orientaciones, presenta, según Radbruch
distintas metas: las individualistas afirman la libertad del hombre, las supra-
individualistas exaltan la nacionalidad, y las transpersonalistas integran a la cultura
misma.

Si bien no dentro del Neokantismo axiológico, pero sí dentro de las corrientes


culturalistas, también debemos referirnos al existencialismo, particularmente en el
marco de la obra del filósofo español José Ortega y Gasset.

Ortega se ocupa en trazar un paralelismo, pero también distinguir la realidad


humana con la realidad animal; ambos son seres vivientes, pero merced a la
habitud intelectiva el hombre posee una sustantividad muy distinta de
la sustantividad animal: la habitud radical del hombre es su inteligencia, por la cual
las cosas no quedan específicamente prefijadas, sino que constituyen lo que se
llama “mundo”. El animal tiene medio, pero no tiene mundo. El mundo es el
conjunto de todas las cosas que el hombre se representa, por eso es algo
formalmente abierto y en permanente creación. Cuando el hombre, como persona
determina con un acto de razón la realidad del mundo. Estamos frente a lo que se
llama la libertad. La libertad como posibilidad de determinación hace a la esencia
de la persona.

En similar sentido, Luis Recaséns Siches sostiene que la vida del hombre como
hecho biológico no sería diferente a la de las plantas o a la de los animales de no
ser por la concepción de “dignidad de la persona”, es decir, de su concepción
como un sujeto con una misión moral.

Por su parte, la Teoría Egológica de Carlos Cossio recibió la impronta


del positivismo kelseniano, del neokantismo y también de la fenomenología
existencial. Ello se percibe por cuanto no constituye solamente una propuesta
ontológica sobre el derecho, sino que también implica una verdadera concepción
de la acción humana en la cual subyace una verdadera antropología filosófica.

Según Cossio el objeto cultural egológico está constituido por vida humana
viviente, cuyo sustrato material es la propia conducta del sujeto actuante. Por ello,
la vida humana siempre es una vida en situación, o, en términos de Heidegger, es
un estar siendo en el mundo. La persona está implicada en los juicios de valor,
pero no como mera espectadora, sino como quien toma posición, decide y
distingue tratando de hallar la mejor posibilidad situacional. La vida misma está
relacionada con los valores.

De esta manera, cabe sostener que el hombre posee una dimensión física y una
dimensión social o política que es un “ser”, pero también un “poder ser” que se
ejercita a través de la fenomenalización de la libertad metafísica.

Conclusión

A lo largo de este desarrollo hemos podido observar la estrecha relación del


concepto filosófico de persona con las características del hombre y su naturaleza.
Esto se evidencia también en una serie de dualismos conceptuales que se
presentan como diversas caras de una misma moneda: physis y logos,
determinismo y libertad, experiencia y razón, hypóstasis y prosopon, individuo y
personas.

Fines, potencialidades y razones son los planos por los que transita la
personalidad.
Planos que no siempre se presentan simultáneamente sino uno por vez, según la
situación, como un juego de telones.

El derecho se encuentra también esencialmente relacionado con la persona


por cuanto se refiere siempre al obrar, bajo la influencia instrumental de la razón
y las metas finalistas de los valores.

Entonces, y más allá de las diversidades conceptuales, es evidente que la


perspectiva filosófica del concepto “persona”, vinculada al obrar, a la ética, a la
normatividad y, fundamentalmente a la potencialidad y capacidad de
autoconsciencia (ese “conócete a ti mismo” que imponía el oráculo de Delfos y
también la filosofía socrática) que se apoya en el sentir e inteligir, debe partir de la
base de una filosofía humanista, es decir, esta pregunta por el hombre que se
halla presente en todos los saberes particulares que parten de una “preconcepción
de la hominidad”

Vemos así, cómo diversas disciplinas como la biología, la medicina, el derecho, la


psicología o la psicología no esperan, en realidad, hallar una respuesta a esta
pregunta,
sino que es precisamente la pregunta por el hombre la que les sirve para ordenar
sus conocimientos.
Fuentes bibliográficas

Derecho Civil QUISBERT, Ermo, Concepto De Persona En Derecho, La Paz,


Bolivia, CED®, 2010. I. Título II. 1.- Historia. 2.- Persona. 3.- Igualdad. 5 págs.

La persona humana desde el punto de vista psicológico


HONORIO DELGADO
Universidad Mayor de San Marcos, Lima
http://www.filosofia.org/aut/003/m49a0270.pdf

El concepto de persona
FRANCISCO LARROYO
Universidad Nacional Autónoma de México
http://www.filosofia.org/aut/003/m49a1297.pdf

Persona
https://es.wikipedia.org/wiki/Persona

Carlos Enrique Pettoruti


El concepto filosófico de persona.
https://www.academia.edu/9408322/El_concepto_filos%C3%B3fico_de_persona

Por: Pedro Abelló


Sobre el concepto de persona
Trece anotaciones para intentar definir lo que es una gran aportación del
cristianismo
https://es.catholic.net/op/articulos/54939/cat/403/sobre-el-concepto-de-
persona.html#modal

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