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Martes, 8 de enero.

Siempre me he preguntado, qué tiene de malo ser una mujer independiente.


Una que no necesita de un hombre para estar completa. Una que se preocupa más
por sus sueños y sus metas, que en formar una familia.
El domingo pasado tuve que tomar una tarde libre del trabajo para poder asistir
a la comida anual familiar que desde que puedo recordar se celebra en la casa de mis
abuelos. Pero ojalá no lo hubiera hecho. El bombardeo de preguntas incomodas no
tardó en aparecer en cuanto cruce el umbral de la puerta principal. ¿Cuándo piensas
casarte, Ariel? ¿Cuándo saldrás por fin de la casa de tus padres? ¿Hay alguien
interesado en ti? ¿Por qué no trabajas un poco menos y te concentras en elevar tu vida
social? Son solo unas de las muchas que he escuchado a través del tiempo.
Hace un par de años atrás estuve a punto de cometer la peor estupidez de la
vida, casarme con alguien que no me amaba y que solo me veía como un cajero
automático. Creo que ese es el problema de tener un apellido como Carrasco. Mucho
tiempo atrás, antes de que la generación de mis abuelos naciera, e. Este apellido fue
uno de los más importantes de la comunidad; se dice que éramos dueñlos de una
cuarta parte de la ciudad, pero todo acabó. Ahora solo somos parte de la clase media
con un apellido de historia y legado.
Esa tarde, nNo todo fue relativamente malo malo en la tarde que pasé ahí,.
lLlevé el pastel de chocolate, que, como siempre, fue un éxito. ENo por nada también
es uno de los postres que más se venden en la cafetería.
Si puedo ser sincera, no sé cuanto tiempo más podré seguir evadiendo o
simplemente aguantando las preguntas incomodas. Sé que no debo pensar en el
pasado, me lo prometí a mi misma cuando volví a casa. Pero hay días -como hoy-, en
los que es inevitable hacerlo.
LSé que las cosas siempre mejoran, eso me queda más que claro. Aunque
haya veces en las que sea imposible hacer oídos sordos, el corazón duro y no dejar
que ni el pasado, ni el presente, ni las brumas del futuro afecten.
Ariel.
Se sorprendió a sí misma viajando hacía el pasado, al tiempo que la campanilla
del horno sonaba en advertencia. Sacudió la cabeza intentando despejarla de todos
esos pensamientos que no la llevaban a ningún lugar agradable.
Giró sobre sus talones para después dirigirse al horno y abrirlo. El ambiente se
llenó de ese esquisto aroma a pan recién horneado. Ariel lo tomó con sumo cuidado
hasta llevarlo a la barra en donde estaba trabajando. Metió unas charolas más al horno
y después cerró.
No tenía ni la más remota idea de qué hora era, pero suponía que era lo
demasiado tarde como para parecer desaprobatorio que estuviera trabajando como
una loca en la cocina de su casa. No quería voltear a mirar el reloj que posaba en la
pared.
Aunque al inicio, los fantasmas del pasado solamente la atormentaban por
lasya de madrugadas y en sus sueños, ahora se habían vuelto su sombra
acompañándola a cada paso que daba.
Volvió hacía la mezcla en la que estaba trabajando.
Se pasó el brazo por frente limpiando lo que podría haberpara limpiar su frente
del sudor.
HEl enfrascarse en hornear siempre le había funcionado a la hora de evadir la
realidad de la situación. De hecho, fue una fóormula muy sencilla a la hora de volver.
Workaholic era la palabra que mejor la describía., eso era algo que ella sabía más que
bien.
Se concentró en lo que hacía en ese mismo instante con la esperanza que
todos esos recuerdos que entraban como si de intrusos se tratasen, no volvieran.
Sábado, 12 de enero.
Es sábado por la noche y pienso con amargura, ¡qué alegría! mientras ruedo
los ojos al tiempo que me acomodo para seguir escribiendo aquí. Hace mucho tiempo
que no me emociona que sea fin de semana, ya que todos los días son iguales para mi.
He pensado muy seriamente en todas las preguntas incóomodas que hacen
mis parientes cada vez que me ven y no puedo evitar pensar en Diego; quien fue el
patán que al final todos mis amigos pronosticaron que sería.
Si puedo ser honesta, la forma como en que descubrí todo, no solo hizo que
perdiera mi dignidad como mujer, sino que también el rumbo de lo qué quería ser. Por
aquellos tiempos, apenas y era una estudiante de úultimo año de gastronomía, que
hacía sus practicaspracticaba en una cafetería de con cierto prestigio en aquella una
ciudad ubicada a que se encuentra a seis horas de aquí.
Diego me deslumbró. Jamás he sido muy popular y cuando él entró en mi vida
fue como sií mil y un fuegos artificiales aparecieran alrededor de nosotros. Era
encantador y sumamente atractivo, que pero en algún momento se tornó desagradable
y tóxico. APero aunque su exterior era igual al de un príncipe, por dentro no era más
que un monstruo. Cuando él estaba conmigo me sentía como en un sueño. Sentía que
era el indicado. Me sentía como la mujer más afortunada, pues del mundo, ya que
siempre me pregunté cómo alguien como él podía estar con alguien una mujer como
yo. Lo descubrí cuando todo acabó.
A veces me da miedo siquiera imaginarpensar si que aquella fuera mi única
oportunidad para experimentar el amor, y que es lo más cerca que estaré de ser feliz
con alguien. No quiero ser mal entendida; las cosas han ido viento en popa desde qué
pasó lo que pasó. Invertí todos mis sueños y esperanzas en el proyecto de mi vida.
Lady Gaga dijo una vez; “Algunas mujeres eligen seguir a los hombres y otras Formatted: Font: Not Italic

eligen seguir sus sueños. Sí te estás preguntando qué elegir solo recuerda que tu
carrera nunca se levantará una mañana y dirá ya no te amo”.
Fue difícil levantarme de dónde estaba, no lo puedo negar. Eso ha sido una de
las razones por las que estoy haciendo esto. Ahora estoy me siento mucho más feliz de
lo que pude imaginar en aquellos momentos. No cambiaría ni una sola cosa.
Ariel.
Suspiró mientras recargaba el peso de su cabeza en el cabezal de la cama y
cerraba los ojos con fuerza. Los abrió de par en par, sintiendo desvanecer toda la
maraña de sentimientos que se había comenzado a producir en su interior.
Cerró perezosamente la agenda al tiempo que enterraba su pluma en el arillo
de esta misma. La colocó en el buró que estaba a la izquierda, junto a su lampara de
noche. Se retorció bajo las sábanas para encontrar la posición más cómoda. Tomó el
mando a distancia del satélite y comenzó a hacer zapping intentando encontrar algo
decente qué mirar en TV.
Así eran la mayoría de sus sábados por la noche; envuelta en una pijama
caliente y cómoda -sí era invierno-, bajo las sabanas de esa cama al estilo regio que
yacía en medio de esa habitación de paredes rosas acompañadas de unos pósters de
su boyband favorita cuando era adolescente.
Paró el zapping al ver una de sus películas favoritas en la TV. Se trataba de
Ever After protagonizada por Drew Barrymore en 1998. Aún se recordaba a ella misma
de niña yendo al video club de la ciudad y rentándola una y otra y otra vez. Se sabía los
diálogos de cada una de las escenas de memoria e incluso así, siempre que la
encontraba se sorprendía al sentirse como la primera vez en verla.
Sería una noche muy corta, pero sumamente placentera, pensó mientras se
ponía en cucharita y miraba la película con esa expresión de cordero que estaba
segura tenía en ese preciso instante.

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