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FRANCISCO J. RUBIA
La tesis parte de que existen personas que son muy capaces intelectualmente
hablando, pero que emocionalmente son un auténtico desastre y sufren problemas
de relación con otras personas o de otro tipo, siempre con respecto al control de
las emociones.
El sistema límbico agrupa una serie de estructuras que están en relación, como
hemos dicho, con emociones y afectos, pero también con la memoria y su
almacenamiento, de manera que la decisión de qué se almacena en la memoria
depende de este sistema. De ahí que los contenidos de la memoria que tienen una
alta carga emocional se graben en la memoria con mayor intensidad que los que
no la tienen. Somos capaces de recordar sucesos con alta carga emocional que
sólo se produjeron una sola vez en la vida y, sin embargo, tenemos que repetir una
y otra vez contenidos que queremos aprender pero que son áridos y sin ninguna
relación con nuestro mundo emocional. Una de las estructuras del sistema límbico
es el hipocampo, que está en relación con la memoria espacial y la transcripción
de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo. Recientemente se ha
comprobado con técnicas modernas de imagen cerebral que los taxistas
londinenses tienen un hipocampo mayor que el ciudadano normal, muy
probablemente por el ejercicio de orientación espacial que tienen que hacer a
diario. Esta capacidad del organismo ha sido muy útil para saber dónde se
encuentran los alimentos que han sido escondidos, para la localización de
predadores o compañeros sexuales, o el lugar donde se encuentran las fuentes de
alimentación.
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podía almacenar nada de lo que vivía durante el día. Al cabo de una hora
aproximadamente todo desaparecía de su memoria. Lloraba siempre que le
decían que un tío suyo muy querido había muerto, porque no recordaba que se lo
hubieran dicho anteriormente.
En el sistema límbico se encuentran asimismo estructuras que son la base del placer
y del displacer, sistemas importantes en nuestra vida cotidiana. Curiosamente, las
estructuras cuya activación producen satisfacción, placer o gratificación son más
numerosas que las que producen sensaciones desagradables. Es posible que esto
explique por qué olvidamos con mayor facilidad las experiencias desagradables y
conservamos la memoria de las agradables, que hacen que tengamos una actitud
positiva ante la vida.
Son una respuesta evaluadora del organismo que supone una combinación de
alerta fisiológica, que incluye la activación del sistema nervioso autónomo o
vegetativo, una experiencia subjetiva, como amor, odio, ira, etc., y una expresión
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conductual o emocional, como las expresiones faciales que indican una emoción
determinada.
Hoy día existe unanimidad en considerar que las emociones son vitales para nuestra
actividad racional y que la falta de emocionalidad es tan nociva para la razón
como su exceso. A esta conclusión se podía haber llegado simplemente
observando que la corteza cerebral, sede de nuestras llamadas funciones
superiores, entre las que se encuentra la razón, se desarrolló a partir de estructuras
subcorticales que pertenecen a lo que se ha llamado «sistema límbico», o sistema
de emociones y afectos. El hecho es que cuando un paciente tiene lesiones
cerebrales que afectan a la emocionalidad de forma que resulte en un exceso o
una falta, este hecho puede impedir la conducta racional. Por tanto, se ha
pensado que las emociones pueden ser algo así como el cemento que une los
diversos módulos mentales o los indicadores del contenido de la consciencia que
es importante en un momento particular.
Las emociones son señales importantes para los congéneres. Expresan los estados
de ánimo del individuo y, por tanto, son extraordinariamente relevantes para
informar al otro sobre la situación anímica del compañero. Se trata, pues, de
mensajes que cualquier mamífero, que dispone de un sistema límbico, es capaz de
interpretar y que son utilísimos para la convivencia en sociedad.
Es un lenguaje no verbal que compartimos con todos los mamíferos y que hace
posible que nos entendamos con ellos, no con el lenguaje hablado, que sólo
nosotros poseemos, pero sí con ese lenguaje ancestral que utilizan todos los
mamíferos que nos han precedido en la evolución.
Las diversas emociones, como la ira, la rabia, los celos, el amor, el odio, y un largo
etcétera, son adaptaciones que han servido para la convivencia y la vida social
de los mamíferos.
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Toda nuestra vida está basada en estas emociones y afectos y el organismo confía
mucho más en ellos que en las elucubraciones de nuestra capacidad intelectual.
En momentos de peligro o en situaciones de emergencia, el organismo confía en
las respuestas emocionales, inconscientes, que protegen mucho mejor al
organismo y son además más rápidas que cualquier otro pensamiento consciente
y racional.
En el cerebro existe un sistema de fibras que discurre desde el cerebro medio hasta
el sistema límbico y que se denomina sistema mesolímbico; sus neuronas contienen
dopamina y se activa cuando, por ejemplo, un drogadicto está en la fase de
carencia de cocaína. Este sistema conecta la corteza orbitofrontal, en el lóbulo
frontal, con la amígdala y el núcleo accumbens, dos estructuras importantes del
sistema límbico. La estimulación eléctrica del núcleo accumbens, por ejemplo,
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hace que las ratas se autoestimulen hasta la muerte porque ni comen ni beben,
obsesionadas con apretar la palanca en su jaula que les procura esa estimulación
eléctrica.