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Cuento ecologista

El señor árbol
El señor árbol estaba cansado de estar siempre en el mismo lugar, sosteniendo sus ramas hacia
arriba, soportando que las moviera el viento y que los pájaros se posaran en él.

– Quizás ya sea tiempo de tener otra función. – Pensaba. – Que me utilizaran para hacer una silla o
algún mueble bonito.

Había visto como todo el bosque se había transformado, muchos de los árboles que crecieron junto
con él ya no estaban. Otros nuevos habían crecido, pero allí estaba él, en el mismo lugar de
siempre.

Cuento familiar

Lo que dijo toda la familia


¿Qué dijo toda la familia?

Veamos primero lo que dijo María.

Era su cumpleaños, el día más hermoso de todos, según ella. Llevaba su mejor vestido, regalo de la
abuelita, que lo había hecho con sus propias manos. La mesa de la habitación de María estaba llena
de regalos: libros, juguetes y una muñeca que decía "¡Ay!" cuando se le apretaba la barriga. A
María le encantaba celebrar su cumpleaños.

-¡Qué bonito es vivir!- dijo. Y el padrino añadió que la vida era el más bello cuento de hadas.

En la habitación de al lado estaban sus hermanos, dos niños de nueve y once años
respectivamente. Pensaban también que la vida era muy hermosa, aunque quizá la imaginaban de
forma distinta que María. Uno de los muchachos tenía una preocupación: que todo estuviera ya
descubierto cuando fuera mayor; quería ir en busca de aventuras, como en los cuentos.

-La vida es el más hermoso cuento de hadas- había dicho el padrino-, y uno interviene en él
personalmente.
En el piso de arriba vivía otra rama de la familia, también con hijos pero ya mayores. Uno de ellos
tenía diecisiete años, el otro veinte y el tercero era muy viejo, según decía María, pues ya había
cumplido los veintiocho.

El padre y la madre, los dos de edad avanzada, decían con una sonrisa en los labios, en los ojos y el
corazón:

-Qué jóvenes son los jóvenes! En el mundo no todo marcha como ellos creen, pero marcha. La vida
es un cuento extraño y magnífico.

Arriba, en la buhardilla, vivía el padrino. Era viejo, pero tenía el corazón joven; siempre estaba de
buen humor y contaba unas historias muy bonitas y muy largas. Siempre olía allí a flores, incluso en
invierno, y en la chimenea ardía un gran fuego.

Los ojos del padrino brillaban de alegría.

-A medida que uno se vuelve viejo- le decía a María-, ve mejor la felicidad y la desgracia, ve que la
vida es el más hermoso cuento de hadas.

El padrino tenía razón. Y también tenían razón los demás miembros de la familia. Cada uno ve la
vida desde su prisma personal, y este depende mucho de la edad. Por eso una familia es también
una escuela de vida, el lugar donde pueden compararse los diferentes puntos de vista de personas
de muy distintas edades. Cada etapa tiene su belleza, y -del mismo modo que la primavera es más
alegre porque existe el invierno-, la juventud y la niñez destacan allí donde conviven con la plenitud
de la madurez y el sosiego de los viejos.

Cuento moral

El perro y la sombra
Doggy Dog era un pueblo perro. Él siempre tenía hambre. También había un perro en lugar
codicioso. Cuando su mejor amigo Waggy Doggy Dog de la cercana ciudad lo llamó para una fiesta,
perrito estaba rebosante de alegría. Perrito tenía un gran momento en la fiesta. Y lo que es un
partido que era! Waggy tenía galletas preparados, panes dulces, sándwiches de mermelada y
algunos huesos. Perrito comimos muy bien. Pero con el tiempo ya era hora de volver. Perrito, pero
se mostró reacio a desprenderse de la última hueso. "¿Puedo tomar esto conmigo?" Iglesias
Waggy. "Claro, adelante", respondió amablemente Waggy.

Y así fue que la casa trote de perro con un hueso en su boca.


Cuento sobre el bullyng

Los grandes dones


En cierta ocasión un grupo de niños de un colegio estaba de excursión. Prácticamente todos
jugaban a la pelota, menos Moncho, al que veían como un chico tontorrón que no servía para otra
cosa que para reírse de él. Y es que no le gustaban ni las peleas, ni los deportes, ni nada de nada,
¡ni siquiera se defendía cuando le pegaban!. Era tan raro, que ni siquiera aquel día jugaba al fútbol
como los demás. Y la única vez que dio al balón, lo hizo tan mal que acabó en una pequeña cueva.
Cuando entraron por la pelota, en su interior descubrieron un cofre con un enorme libro del que
salía un brillo especial. Corrieron a llevárselo a la maestra, quien lo encontró fascinante, y
acordaron leerlo en clase a lo largo de los días siguientes.

El libro se titulaba "Los grandes dones", y contaba maravillosas historias y cuentos acerca de
grandes inventores, maravillosos artistas, sabios escritores y aventureros y buscadores de tesoros.
Con cada historia, los niños abrían aún más los ojos, y quedaban encantados con aquellos
personajes con dones tan especiales.

Hasta que llegaron a la última página del libro, la que contaba el origen de aquellos grandes
personajes. La maestra leyó:

"Existe un lugar en el cielo llamado la fuente de los corazones, donde antes de nacer a cada
corazón se le asignan sus muchos dones. Más o menos un poquito de cada cosa, para conseguir
personas normales. Pero de vez en cuando, algo sale mal, y algunos corazones llegan al final mucho
más vacíos. En esos casos, se rellenan con un último don que convierte esa persona en excepcional.
Pueden faltarle muchas otras cualidades; en muchas cosas será distinto del resto y le verán como
un niño raro, pero cuando llegue a descubrir su don especial, sus obras pasarán a formar parte de
estos libros y cuentos."

Cuando cerró el libro se hizo un largo silencio en clase. Mientras todos pensaban en sus propios
dones, Moncho salió con una de sus rarezas:

- ¿Y si te hacen un trasplante y te ponen el corazón de un cerdo, tendrás cualidades de cerdo? -


preguntó todo serio.

Todos sintieron unas enormes ganas de reír, pero entonces, al mirar a Moncho, comprendieron
que era él precisamente uno de aquellos casos tan especiales. Y sintieron pena por cada una de las
veces que se habían reído de su torpeza y sus cosas raras. Desde aquel día, nunca más trataron de
burlarse de Moncho, y entre todos trataban de ayudarle a descubrir su don especial, que resultó
ser un talento artístico increíble que le convirtió en el pintor más famoso de su tiempo.
Cuento sobre la diversidad e inclusión

Goldi, una princesa diferente


El mundo de los cuentos esperaba a su nueva princesa. Prepararon todo con esmero, pero no
contaban con que fuera gordita. Nada de lo que habían preparado sirvió: ni los vestidos, ni el baile,
ni las páginas del cuento, ni siquiera la historia de amor con el príncipe… nada. Pensaron que se
trataba de un error, pero la máquina de crear princesas lo confirmó cien veces: Goldi era la
princesa perfecta.

Volvió loco al sastre de palacio que, acostumbrado a lujosos vestidos de cinturita de avispa, no
sabía cómo hacer ropa deportiva, pantalones o camisetas.

Volvió locas a las damas de la corte, cuando rechazó al guapísimo y admiradísimo príncipe azul
preparado para ella, y se casó con un chico bajito y delgaducho, pero muy divertido.

Volvió locos a los generales del reino, cuando el país entró en guerra y, en lugar de esperar
tranquilamente en palacio, decidió dirigir la batalla ella misma.

Volvió locos incluso a los escribanos, quienes tuvieron que buscar para su cuento un libro mucho
más ancho en el que hubiera sitio para ella.

Pero aprovechó aquel libro tan gordo para llenarlo de historias y aventuras, de ocurrencias
divertidas y frases sabias, de personas interesantes a las que conocer y de amigos y amigas
fantásticos que nunca hubieran pensado que podrían aparecer en un cuento de princesas, porque
jamás habrían entrado en libros tan delgados.

Y casi nadie lo sabía, pero el resto de princesas, guapísimas y delgadísimas, estaban aburridas de
vivir siempre las mismas historias tontas de amor a primera vista en las que ellas nunca hacían nada
interesante -entre otras cosas, porque esas historias simples eran las únicas que cabían en sus
finísimos libros-. Por eso, cuando leían el cuento de Goldi, la princesa gordita, sentían la mayor de
las envidias, y pensaban para sus adentros: esta sí que es una princesa perfecta.

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