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CONCURSO “LOS JÓVENES Y EL

PARLAMENTO”

Categoría: “B”

Tema: El Congreso de la República y la ciudadanía

Título: Parlamento, ley, ciudadanía y trasgresión. Rastros


y rostros de la política en el Perú de hoy.

Pseudónimo: Fulanito de tal


2

Parlamento, ley, ciudadanía y trasgresión.


Rastros y rostros de la política en el Perú de hoy.

Por: Fulanito de tal

El Parlamento es en principio una entidad de dialogo. Es decir, el Parlamento

se construye sobre la noción básica de comunicación, en la que el debate

constituye el elemento fundante de su puesta en escena. Aquello que es

propuesto a debate, el núcleo de la discusión, es la ley; tanto en el sentido del

planteamiento de reformas y modificaciones de las normas y reglas que rigen el

movimiento político, como en el sentido de la creación de nuevas leyes que se

imbriquen de un modo más conveniente en el terreno social. El Parlamento, en

suma, es una entidad dialogante que toma decisiones a través de un debate

sobre asuntos de interés nacional y que se dirige fundamentalmente a la ley.

Este dialogo sobre la ley, el debate que funda la condición misma del

Parlamento, muestra también que la ley no está completa, es decir, que ésta no

está terminada de antemano, sino que se debe modificar y reconstruir según

ciertas condiciones sociales, intereses y perspectivas, tanto de los actores

políticos, como de los movimientos sociales. La ley es, pues, un terreno

siempre incompleto.

Esta cuestión implica comprender que el terreno de la construcción de

leyes es un espacio performativo, en el que la puesta en escena, la

recreación1, es la que da sentido a dicha ley, tanto en el ámbito de su práctica

1
La recreación implica no solo la repetición sistemática de una determinada práctica, sino la condición
misma de su existencia. Recrear implica poner en escena y construir el sentido de algo en dicha apuesta.
Recrear, no es repetir, sino justamente volver a crear, volver a dar sentido. La idea puede ser consultada
en “La selva de los símbolos” de Victor Turner.
3

por parte de los ciudadanos, como en el de la performatividad que implica su

construcción. Es, entonces, la práctica misma de la ley la que permite la

construcción de ciertas normas, las que constituyen el elemento básico de este

proceso comunicativo. Así, la ley se convierte en una entidad del afuera, en un

espacio complejo de luchas y debates y no en un elemento completo y

preexistente que se asume al interior de los sujetos2. De este modo, “Si

estuviera presente en el fondo de uno mismo, la ley no sería ya la ley, sino la

suave interioridad de la conciencia. Si por el contrario estuviera presente en un

texto, si fuera posible descifrarla entre las líneas de un libro, si pudiera ser

consultada en el registro, entonces tendría la solidez de las cosas exteriores:

podría obedecérsela o desobedecérsela”3.

La ley es pues, una entidad-del-afuera, siempre en constante

construcción y en donde la puesta en escena y la práctica performativa dan

sentido, y forman parte no solo del proceso, sino de su propia consistencia. Es

la recreación práctica de la ley, las formas de dialogar con ella, de usarla o de

modificarla, las que van a dirigir la dinámica política y social. Así, la ley no es

un habitus4, sino más bien una constricción del afuera (no una imposición, sino

un terreno dialógico). Esto permite a los sujetos trazar relaciones estratégicas

frente a ella, permite diseñar prácticas y construir canales de comunicación, los

cuales no necesariamente están dentro del marco del planteamiento de dicha

ley. Se trata de comprender que los actores, al dar cuenta de una entidad

exterior, pueden elegir estratégicamente (según las condiciones de la situación)

los mecanismos que utilizarán para establecer el dialogo con la ley.

2
Es por eso que hay que diferenciar una ley de un hábito o costumbre.
3
FOUCAULT, Michel. El pensamiento del afuera., Valencia, Pre-Textos. 2000. P. 43-44.
4
BOURDIEU, Pierre. El sentido práctico. Madrid, Taurus. 1996. Puede revisarse especialmente el
capitulo tercero dedicado al concepto de habitus.
4

La ley, al existir en el afuera permite entonces establecer una relación

viva frente a ella. No se trata pues, de una cosa inmóvil, sino de un terreno

dialogante. Este dialogo se convierte en el núcleo de la relación entre los

ciudadanos y el Parlamento, pues es a través de la ley que se construye un

canal de comunicación, aunque a veces poco visible, que constituye el punto

álgido de esta relación en la vida cotidiana. Parlamento y ciudadanía se

relacionan a través de la ley.

Esta idea implica la pregunta por la manera en que los ciudadanos se

relacionan con el Parlamento. La respuesta, como hemos indicado, implica una

relación inmediata con la ley. Es decir, que los ciudadanos se relacionan con el

Parlamento a través de su elemento más exterior. Es así que el debate, el

dialogo que se plantea en el parlamento y que constituye el núcleo de su

funcionamiento, deviene en la ley que es puesta en escena socialmente; es

frente a esta que, tanto los parlamentarios como los ciudadanos, performan. Es

decir, es frente a la ley que se constituyen prácticas, maneras de negociar y

estrategias sociales de interacción.

Así, la pregunta debe redirigirse, pues al tener en cuenta que la ley es el

nodo de relación entre el Parlamento y la ciudadanía, lo que cabe preguntarse

es: ¿cómo es que los ciudadanos se relacionan con la ley? He ahí el asunto

central de este breve ensayo que nos deja finalmente, más que conclusiones

exhaustivas, preguntas abiertas que permiten mirar lo “político” de otro modo.

Ahora, con esto no intentamos decir que la relación cotidiana con la ley

es la única vía de interacción entre Parlamento y ciudadanía, pues existen

diversos canales creados a través de diferentes instituciones sociales,

organizaciones y frentes que permiten una relación entre estos ámbitos.


5

Existen pues canales de participación ciudadana, de ayuda, asistencia,

programas para jóvenes, etc. Sin embargo, lo que interesa en este caso es

encontrar los elementos dialogantes que no son explicitados como tales en la

vida cotidiana. En otras palabras, se trata de entender que el Parlamento es

una institución social no porque funciona en un edificio delimitado y sea elegido

mediante el voto, sino justamente porque está enclavado en el terreno social de

un modo práctico, cotidiano. Lo que hay que comprender son estos modos

cotidianos de comunicación, eso que se pone en discusión en la “Esfera

Pública”5 y que no necesariamente es parte de un debate oficial de la política

“institucional”.

Se trata de comprender al parlamento en su institucionalidad práctica (en

el sentido de Giddens, ahí donde se relaciona cotidianamente con los actores,

en las actividades, decisiones y estrategias) y no exclusivamente en su

institucionalidad política formal (en el sentido de Weber).

Así, como hemos indicado, si bien las organizaciones sociales crean

nexos para establecer diálogos, sugerencias, peticiones, demandas o quejas a

un parlamentario o al parlamento, estos canales son rastreables en el suceder

ordenado de la institucionalidad formal o de las ciudadanías “reales e

imaginarias”6. Sin embargo, existen otros canales, más cotidianos, menos

formales, pero tan importantes como estos, que determinan ciertas prácticas y

modos de performar frente a dichas estructuras. La pregunta por las maneras

en que los ciudadanos se relacionan con el parlamento desemboca, como

hemos ido diciendo, en la pregunta por las relaciones frente a la ley, porque

5
Existe un amplio debate en torno a los estudios de “Esfera Pública”. Se puede consultar al respecto tanto
los textos de Habermas, como los de Nancy Fraser y Arjun Appadurai.
6
LOPEZ, Sinesio. Ciudadanos reales e imaginarios. Concepciones, desarrollo y mapas de la ciudadanía
en el Perú. Lima, IDS. 1997.
6

ésta constituye el exterior poco visible. Es decir, la ley “esta ahí” todo el tiempo,

y obliga a los actores, incluso a la gran cantidad de ciudadanos que no

pertenecen a una organización política, barrial o social, a relacionarse con las

instituciones políticas, ya no en el único sentido institucional que las disciplinas

sociales estaban acostumbradas a entender, sino justamente en la ampliación

del margen de “lo político a lo cultural”7. La ley, brazo exterior del parlamento

está siempre presente en las actividades sociales y es frente a ésta que los

sujetos trazan sus estrategias.

Es por eso que no nos centramos en los modos en que las

organizaciones sociales se relacionan con el parlamento (que per se son

ciudadanas y que muestran su ciudadanía en el mismo hecho de agruparse y

organizarse para construir canales formales de comunicación), sino justamente

en aquellos sujetos (que son la mayoría, incluso todos en su hacer cotidiano)

que sin pertenecer a una organización ciudadana se comunican con las

instituciones, en este caso con el parlamento.

La pregunta se hace entonces más clara: ¿qué tipo de estrategias

performativas construyen los actores sociales (los ciudadanos) que les

permiten relacionarse con la ley y, por ende, con la institución parlamentaria en

la vida cotidiana? y al mismo tiempo ¿de qué modo esto muestra que los

actores rebasan en las prácticas los límites mismos de la ciudadanía y cómo es

que ésta se separa de la idea de una ciudadanía-de-pertenencia o de

reconocimiento-del-otro generando prácticas paralelas de estar-en-la-

sociedad?

7
La idea está en comprender cómo es que se traza una relación con la política a través de la “esfera
pública”, en eso que Appadurai llama relaciones constantes de acción política en medios aparentemente
extra políticos.
7

Ahora, la relación con la ley se traza desde diferentes vías y

perspectivas. Un primer terreno se da desde el Parlamento, desde donde se

tiene una doble relación, tanto de práctica ciudadana, como de construcción-

elaboración de dichas normas. De este modo, los parlamentarios son

inicialmente ciudadanos que performan cotidianamente frente a la ley, pero

también son quienes dialogan y construyen estas. Es fundamental en este

ámbito dar cuenta de la importancia de la idea de “esfera pública”. Es, pues,

importante entender que las relaciones “culturales” y las relaciones sociales

entre los actores del Parlamento condicionan el desarrollo de la política. Es

decir, que es la actividad cotidiana, la performance de los actores del

parlamento la que posiciona las bases de la construcción de la política. La idea

está en comprender que estas relaciones cara a cara, que estos márgenes

sociales interiores construyen las “instituciones políticas”, en otras palabras: las

instituciones políticas y sociales no son conglomerados sin rostros, sino que

estos rostros son la entidad fundante de dichas instituciones. La política es

pues una actividad cotidiana, las instituciones se componen de relaciones

sociales, de interacciones8. Esto permite entender a su vez, la importancia de

comprender por un lado el funcionamiento cotidiano del parlamento (labor que

se ha intentado en otras partes del mundo9) y, al mismo tiempo, entender las

relaciones cotidianas de los actores frente a la política.

En síntesis, el espacio parlamentario se construye también en prácticas

cotidianas de interacción e interrelación que condicionan la actividad política y

que le dan un marco a las relaciones sociales al interior de una institución. Es

8
Sería interesante retomar los importantes aportes de la escuela del Interaccionismo Simbólico e intentar
una investigación semejante en el ámbito de la política institucional.
8

por eso que las relaciones cotidianas de los sujetos son fundamentales en este

asunto.

El segundo espacio se construye desde las organizaciones ciudadanas,

sobre las que hemos hablado brevemente. Estas, si bien construyen

mecanismos ordenados y aparentemente formales de relación con la ley (con

el parlamento y con otras instancias políticas) también se componen de

relaciones sociales de interacción y es la estrategia tomada frente a la ley el

canal de dialogo fundamental. Lo mismo sucede con otros actores políticos

institucionales, tanto del Poder Ejecutivo y Judicial como de las Fuerzas

Armadas, estos trazan relaciones sociales performativas frente a la ley y

diseñan estrategias según los intereses de una determinada situación.

En el mismo sentido se ubican los ciudadanos no organizados, los que

se relacionan con la ley de modo cotidiano. Ahora, es aquí donde hay que

preguntar cómo, qué mecanismos y qué tecnologías10 utilizan los actores

sociales en la cotidianidad para relacionarse con la ley.

De este modo, si bien la ciudadanía implica pertenencia, es decir, desde

el punto de vista de la inclusión no problemática de los otros a un espacio

ordenado de reglas, leyes, derechos y deberes, es al mismo tiempo una

preocupación por aquellos que se asume no-son-ciudadanos, que no tienen las

mismas oportunidades o que no reciben el mismo trato que los demás (lo que

se ve reflejado en el racismo, la exclusión económica, la segregación por el

origen, religión, idioma, etc.). De otro modo, lo que el debate por la ciudadanía

9
La producción de Marc Abeles en Francia es más que importante al respecto. Este autor a intentado ver
desde la antropología el modo en que el se construye el Parlamento a través de relaciones sociales cara a
cara.
10
La noción de tecnología implica una forma ordenada, sistemática, aunque no determinante, de
relacionarse con un campo social, implica el desenvolvimiento de una lógica de saberes-poderes- y
verdades y la construcción de una forma de ética.
9

ha generado, en la mayor parte de los casos, es la pregunta por cómo hacer

para integrar a aquellos que “no-están-con-nosotros”, que “no-son-como-

nosotros”, a los seres de la alteridad, a los otros, a los que son diferentes o se

trata como diferentes, pero que “no-deberían-serlo”.11

Lo que nos interesa, sin embargo, es comprender cómo estos “sujetos

de la alteridad” construyen canales no necesariamente de integración en los

términos de una inclusión formal en el sistema económico o político, sino,

justamente los mecanismos por los que establecen un dialogo cotidiano con

ellos. Estos medios, si bien constituyen, en muchos casos, reinterpretaciones

de las leyes que se proponen en el Parlamento, en el sentido de una

ciudadanía multicultural12 en donde muchos grupos con costumbres diferentes

trazan estrategias de interpretación y de acomodamiento frente a diferentes

normas, también debe estudiarse en las estrategias de transgresión que los

sujetos utilizan en el hacer cotidiano y que lejos de constituirse en una simple

ruptura, fractura o quiebre de la ley, se trataría de formas complejas de dialogar

con ella.

Lo que resulta interesante es comprender cómo estos sujetos

construyen distintas estrategias de dialogo con la ley y, por ende, con el

Parlamento que construye dichas leyes y, al mismo tiempo, en reconocer a la

transgresión como un lenguaje particular mediante el que los ciudadanos

manifiestan mecanismos estratégicos de acción frente a la política y, porqué

no, estrategias y tecnologías políticas particulares (entendiendo política en el

11
LOPEZ MAGUIÑA, Santiago, Gonzalo PORTOCARRERO, Rocio SILVA SANTISTEBAN Y Victor
VICH. Estudios culturales. Discursos, poderes, pulsiones. Lima, RPDSCP. 2003.
12
CACERES, Eduardo. De repente la misma cosa va a ser. Lima, OXFAM. 2004.
10

sentido amplio que propone Appadurai13 y es comprendida en el terreno de los

estudios de “Cultura Pública”).

La transgresión empezaría a funcionar entonces como un diálogo con la

ley. Es decir, como un modo de imbricar a cierto grupo de ciudadanos, o mejor

dicho, a cierto margen de prácticas cotidianas de los actores sociales en el

terreno político. Hay que recordar que, así como la idea de lucha para Georg

Simmel significaba antes que una ruptura una unión, un modo de relación14, la

transgresión constituye así no un terreno simple de ruptura, sino más bien una

relación social con características especificas y que constituyen una practica

cotidiana, común y reconocida por los sujetos, de relacionarse con la sociedad,

es una manera performativa de relacionarse con la ley. La transgresión, en sus

diferentes variables constituye pues, contra lo que se piensa, un mecanismo

ordenado de prácticas y no un caos, es más, es posible trazar cierta

sistematicidad, e incluso algunos han llegado a hablar de una cierta

institucionalización de la transgresión15. De lo que se trata es de reconocer

estas prácticas que van desde la corrupción al robo, la piratería, la estafa o la

violencia política, el autoritarismo, la mentira o el abuso de poder no como

disrupciones eventuales de la actividad política, sino como una verdadera

tecnología operante, un espacio dinámico de relaciones sociales que no

simplemente resquebrajan, sino que sedimentan y hacen funcionar las

instituciones (aunque no del modo mas deseado).

Sin embargo, no se trata de decir que la transgresión es un elemento

liberador o que constituye el sustento de la vida política, tampoco se trata de

13
APPADURAI, Arjun. La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. México,
Fondo de Cultura Económica. 2001.
14
SIMMEL, Georg. La sociología. Volumen 2. Madrid, Taurus. 1985.
11

sugerir un desgobierno. Lo interesante está en comprender que estas

tecnologías de la transgresión se han constituido como elementos importantes

en el hacer político cotidiano, que los actores sociales reconocen en la

transgresión (potencial, vívida o práctica) un mecanismo posible de acción y

“ciertamente útil en muchos aspectos”16. De ahí que uno de los modos de

comunicarse con la ley sea a través de la transgresión, y no solo en los

espacios de la alteridad (en la pobreza extrema, en espacios marginales), sino

en el seno mismo de las instituciones, de las personas comunes, de la vida

cotidiana y de las relaciones en la política y el Parlamento.

Ahora, de lo que se trata es de comprender estos lenguajes

transgresores desde su complejidad y tomándolos en cuenta como fenómenos

y no dejados a la simplicidad de ser no-fenómenos, pues cuando se habla de la

transgresión, del crimen o del delito, suele asumirse de antemano que estos no

son fenómenos, sino epifenómenos del derecho, de la política o del estado,

cuando en realidad resultaría más que enriquecedor construir maneras de

comprender estas prácticas y entenderlas como lenguajes complejos, con

gramáticas, pragmáticas, lenguajes no verbales y modos performativos que

hacen de estos fenómenos hechos sociales, una practica real de los sujetos

para estar-en-la –sociedad.

De este modo, se trata de intentar dar cuenta de que la transgresión en

sus múltiples formas, prácticas, estrategias y tecnologías resulta ser uno de los

mecanismos más utilizados para relacionarse con la ley (no el único, por

supuesto). La ley se transgrede, se evita, se evade o se juega con ella, se le

15
Se trata de una cierta forma de institucionalidad, ligada a las practicas recurrentes que la sostienes,
como indica Giddens
12

utiliza para beneficio propio o se le manipula según ciertos requerimientos,

grupales, personales, familiares, etc. Esto, sin embargo, implica que los sujetos

construyan tecnologías apropiadas para dialogar con la ley, pues la

transgresión no constituye, contradiciendo su primera acepción, un simple

quiebre con la ley, sino más bien un modo de acercarse a ella, un modo

significativo de establecer un dialogo con ella, una relación.

Así, las ciudadanías reales y las imaginadas dan paso a una serie de

fenómenos que deberíamos empezar a considerar como parte importante de

nuestro hacer cotidiano y como una estrategia práctica de hacer política en la

cotidianidad. La transgresión enlaza, de este modo, los sujetos a la política, se

constituye como una canal que cobra fuerza, no como una contracultura, sino

como una práctica perfomativa real que funciona al interior de la sociedad, que

utilizada en la vida diaria; no es un mecanismo formal, sino más bien una

práctica cultural.

Ser transgresor es requisito, en muchos casos, para pertenecer a ciertos

grupos sociales, y no solo nos referimos a terrenos marginales, sino a espacios

institucionales, políticos y organizaciones sociales. La corrupción en red es

muestra de ello. Esta se mueve con la ley, es decir, en el uso y abuso de la ley,

de un cargo o de un bien público, lo que implica en muchos casos una red

ordenada, compleja y sistemática de dones y contra-dones, de favores,

amistades y “varas” que permiten a los sujetos acceder a estos espacios. No

estamos diciendo que esta sea la única forma de relacionarse con la ley, sino

que es un modo recurrente, tan importante como las ciudadanías de

pertenencia.

16
Este era un comentario recurrente en un trabajo de campo que realizamos en Andahuaylas respecto a
las percepciones de la corrupción en mayo del 2003 y en una serie de entrevistas en Lima en el verano del
13

Lo que la transgresión demuestra es una manera de estar-ahí, de

establecerse en el marco social de un modo particular. Esto no implica

renunciar a la ciudadanía de inclusión o a los mecanismos de respeto de la ley,

de aplicación o de instrumentalidad, sino que nos empuja a estudiar el

fenómeno con más detenimiento y sin dejar de lado algo que es, efectivamente,

una parte importante de nuestras prácticas. Comprender y no subestimar las

estrategias de transgresión significa reconocer los rostros de los ciudadanos

ahí donde se ponen en escena, significa pensar el quehacer social como una

tarea más compleja, más difícil, pero también más interesante y retadora.

Reconocernos como sujetos transgresores implica además preguntarnos

porqué es que nos comunicamos de ese modo con la ley, pero antes, implica

preguntarnos por los modos de transgresión, por los significados, causas,

objetivos y finalidades17. Esto significa, además, reconocer que las relaciones

con la ley son relaciones vivas, y estas representan el modo en que nos

imaginamos a los otros; dialogar con la ley de esa manera implica relacionarse

con el otro conflictivamente, lo que podemos ver y sentir en la paranoia

cotidiana de nuestra ciudad. Este conflicto cotidiano es a su vez un diálogo, y

como tal permite que nos preguntemos por el modo en que nos gustaría

relacionarnos.

Ahora, la idea de la transgresión permite comprender que los actores

sociales rebasan en gran medida, en sus prácticas y puestas en escena, las

posibilidades que la ciudadanía de pertenencia plantea en la teoría. “Como lo

ha explicado Zizek, las transgresiones periódicas del orden establecido son

inherentes al propio orden social y muchas veces funcionan como condiciones

2004.
14

para su propia estabilidad. Por ello, Zizek ha afirmado que lo que mantiene

unido a un grupo social, es decir, lo que le proporciona la cohesión necesaria

para su existencia, no es tanto la identificación con la ley, sino, mas bien, la

identificación con formas especificas de transgresión y de evasión de esas

normas”18.

Lo que resulta de esto, es que los ciudadanos desarrollan estrategias de

comunicación con las instancias políticas que van más allá de las que son

socialmente permitidas. La tarea frente a esto es recoger, documentar,

interpretar y analizar estas estrategias prácticas y replantear la idea de

ciudadanía (se trata de una apuesta comprensiva), estos sujetos no dejan de

estar-aquí, sino que se relacionan de un modo diferente. No se trata de otros,

sino de prácticas que cada uno de nosotros escoge performativamente en una

situación determinada.

Eso quiere decir que la transgresión se forma como un canal de diálogo

que no debe ser dejado de lado sino estudiado en su complejidad, no como un

epifenómeno, un fenómeno marginal o un accidente (como hemos indicado),

sino como un eje que atraviesa transversalmente las instituciones y que

designa y demarca una forma particular de hacer “política”. Hay que

preguntarse por supuesto, qué significa este lenguaje y porque se usa así.

Pero, ¿cómo relacionamos esto a la discusión que planteamos

inicialmente sobre el Parlamento? Es decir, ¿qué tiene que ver el

planteamiento de una cotidianidad transgresora con la puesta en escena del

Parlamento como institución política? La respuesta va en dos márgenes. En

primer lugar se trata del argumento que esgrimimos inicialmente, es decir, que

17
De este modo se trata de analizar metodológicamente la transgresión. Sería interesante hacerlo en el
mismo sentido que se ha propuesto para el análisis de conflictos y como propone Smelser.
15

si es que el Parlamento dialoga y debate sobre la ley, significa que ésta está

incompleta y al mismo tiempo constituye, por su incompletud, el elemento de

diálogo con los sujetos sociales, los ciudadanos. Así, si la relación entre la

ciudadanía y la ley determina el punto más cotidiano y álgido de las relaciones

entre la ciudadanía y el Parlamento y, a su vez, si las relaciones entre los

sujetos sociales, los ciudadanos y la ley se caracterizan por un cierto cariz

transgresor; la cuestión nos lleva en indicar que las relaciones entre los

ciudadanos y el Parlamento se construyen sustancialmente en un diálogo

transgresor, en un conflicto de posiciones, en donde las prácticas sociales

juegan estratégicamente con la institución parlamentaria y la obligan a

modificar constantemente su estructura de relaciones (no su estructura política

formal, sino más bien la estructura de interrelaciones). Es así que la relación

cotidiana entre los sujetos y la ley y, por ende, entre las prácticas sociales de

los ciudadanos y el Parlamento, se juegan en una inestabilidad que caracteriza

el diálogo complejo que se origina en la cotidianidad de las actividades sociales

de los ciudadanos.

Esto indica que las relaciones entre la ciudadanía y el Parlamento están

caracterizadas por un diálogo fluido en términos prácticos pero caracterizados

por una posición transgresora. Porqué los ciudadanos se relacionan con la ley,

y por ende, con el elemento cotidiano del Parlamento a través de un diálogo

transgresor. Las respuestas implican un movimiento de los lenguajes que el

Parlamento utiliza y una comprensión profunda de los mecanismos de diálogo

que el Parlamento genera. Pues lejos de considerar las estrategias prácticas de

18
Tomado de: VICH, Víctor. El discurso de la calle. Lima, RPDCSP. 2001. P. 177.
16

los actores, responde a “reglas” planteadas de antemano, sin tomar en cuenta

la incompletud de la ley que fundamenta su existencia.

Así, la transgresión nos muestra, en el ámbito más plano de la

cotidianidad, la necesidad de dialogar de un modo diferente, y la urgencia de

construir mecanismos dialógicos que permitan recoger en sus propios términos

lo que sucede en la ciudadanía. De este modo, si bien el parlamento es en

principio una entidad dialogante, el dialogo que los actores sociales (los

ciudadanos) establecen con él, no es tomado y estudiado en la pertinencia de

su tono; la ley, el elemento del diálogo, lejos de permitir un espacio de

ordenamiento institucional, obliga a los sujetos a generar estrategias

paralelas19.

Lo que tenemos hoy es entonces un juego complejo de lo político y un

descentramiento de su propia actividad. El parlamento se ha convertido así en

escenario fundamental del juego de la representación, pero que no permite

constituir mecanismos dialógicos con fluidez. Se trata de un espacio en donde

los rostros políticos juegan un cambio de roles constantes. Esto, sin embargo,

significa que hemos empezado a comprender que la cotidianidad se trata de

una acción política constante, que no obedece a reglas últimas determinadas

de antemano, sino que se moviliza en el juego complejo de las

representaciones y de las prácticas y estrategias sociales.

De lo que se trata, entonces, es de preguntar cómo es que los sujetos

sociales, (los ciudadanos), constituimos un entidad correlativa a esa institución

que llamamos Parlamento. Se trata de una apuesta práctica en la que lo

19
Resulta interesante trazar una relación con la industria de la piratería. Pues el argumento generalizado
sobre ésta suele asumir que la gente es engañada cuando adquiere un producto pirata, cuando los actores
saben muy bien lo que están adquiriendo. Es así que se trata de performar frente a la ley, a lo que se está
ofreciendo y a lo que se elige, consume o escoge.
17

político deja de ser un estamento infranqueable y se vuelve una vez más al

terreno social, a la práctica misma en donde es puesta en escena, en donde se

recrea, se reconstruye y cobra sentido: se trata de comprender la

performatividad de lo político.

Lo que encontramos es que, si bien el Parlamento se constituye como

una puesta en escena constante que moviliza el hacer político, la ciudadanía

hace, (produce), este mecanismo de acción en el espacio cotidiano y crea

estrategias particulares para relacionarse con la política.

Lo que tenemos, en suma, es la apertura de un nuevo sujeto político, en

eso que algunos llaman la “Esfera Pública”. En otras palabras, hay que buscar

allí, en las prácticas culturales, eso que llamamos Parlamento. Ese terreno de

puestas en escena constantes, de discusión y de carácter dialógico.

La pregunta que queda de este ensayo gira en torno a los medios que

los ciudadanos utilizamos para hacer política, para dialogar con la ley y así

representar en la práctica el parlamento, significa preguntar ¿cómo imaginamos

activamente nuestra ciudadanía incluso ahí donde esta parece encontrar su

limite? Esto implica reconocer, finalmente, que los ciudadanos no solo son

miembros de una comunidad imaginada, sino que imaginan activa y

estratégicamente su comunidad y la de los otros.


18

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