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Esta iniciativa, Andalucía Detecta-Andalucía Interviene, puesta en marcha por la Junta de Andalucía

para la intervención en los problemas de niñas y niños expuestos a violencia de género, resulta una
apuesta innovadora y puntera en nuestro país, debido a la escasez de referencias existentes en este
ámbito de intervención.

La parte del Proyecto Detecta dirigida a población menor expuesta a violencia de género, incluye
una exploración específica sobre las posibles consecuencias que, a priori, puede producir dicha
exposición, con el propósito de disponer de información objetiva que oriente la intervención y
prevención sobre este grupo de menores de especial riesgo.

El hecho de que estas y estos menores no hayan recibido, en general, una atención más amplia, se
ha justificado en muchas ocasiones bajo la consideración infundada de que la observación de abusos
y maltratos hacia "su" madre no supone un "riesgo" hacia ellos, reduciéndose a cero las secuelas en
el caso en que ni siquiera hayan presenciado los altercados con violencia verbal o física.

Se entendía que los posibles efectos no deseados adquirían peso cuando la violencia se dirigía
directamente también hacia la p role. Esta falacia no deja en el fondo de estar relacionada
directamente con la evolución que ha tenido en las últimas décadas el concepto de violencia contra
las mujeres, pues en la medida en que se ha visibilizado ésta y reconocido como maltrato otras
formas de violencia más allá de los golpes y los insultos, se han ido considerando las consecuencias
y secuelas que pueden provocar en las y los menores. En la actualidad, la investigación avala sin
lugar a duda la tesis de que ser testigos de maltrato por razón de género ocasiona daño.

Son escasos los estudios del impacto de los menores expuestos a violencia, a pesar de que se admite
la gran envergadura de las secuelas, teniendo constancia de que el desarrollo del/la menor puede
verse alterado en los ámbitos afectivo, emocional, cognitivo, social y físico y sabiendo que afecta a
un aspecto imprescindible para el adecuado desarrollo de su personalidad, el sentimiento de
seguridad y de confianza en el mundo y en las personas que lo rodean.

Esto se ve agravado por el hecho de que el agresor es su propio padre, figura central y de referencia
para el niño y la violencia ocurre dentro del hogar, lugar que debería ser de refugio y protección.

Todo ello puede acarrear en el/la menor, a corto plazo, la destrucción del sentimiento de seguridad,
el aprendizaje de la indefensión, vivir bajo el temor y presentar emociones de ansiedad asociadas al
hecho de que la experiencia traumática se pueda repetir en cualquier momento y, a largo plazo, el
riesgo de reproducir lo presenciado/padecido en un futuro en sus relaciones de pareja, propiciando
la transmisión generacional de la violencia de género.

Por lo tanto, en la actualidad, se consideran menores expuestas/os a violencia de género en su


ámbito familiar a todas las hijas e hijos que viven en un hogar donde su padre o la pareja de su
madre es violento contra la mujer (Pâquet-Deehy, 2004), se incluye también aquellas situaciones en
que, tras la separación de los padres, las y los menores siguen expuestos en alguna medida a
situaciones de maltrato relacionadas con la separación o el divorcio en sus distintos momentos:
interacción abusiva durante el régimen de visitas, manipulación de las/os menores, etc.
(Cunningham y Baker, 2007).

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