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Clara Itzel Olvera Rivera ENES Juriquilla UNAM

Introducción a Geodinámica 16 octubre de 2019


Lic. Ciencias de la Tierra

Historia de los Supercontinentes de la Tierra


En nuestro planeta nada es permanente; lejos de ser estático, se trata de un planeta
dinámico que reacciona a los cambios. Uno de los cambios más grandes y colosales que
desde su formación ha pasado la Tierra son los movimientos de las placas tectónicas, que
se separan y colisionan a cada cierto tiempo para dar lugar a diferentes continentes o
supercontinentes.
El interior de la tierra está conformado por tres capas denominadas desde la más profunda
hasta la más externa, como núcleo, manto y corteza. La corteza está compuesta por la
litósfera, dividida a su vez en una serie de fragmentos de diferentes tamaños que reciben
el nombre de placas litosféricas o tectónicas, al menos en unos 20 bloques, que “flotan”
sobre la astenosfera a menos de 10 cm por año. La astenosfera se encuentra en la parte
más externa del manto, siendo más caliente y plástica que la litósfera. Por esta razón, las
placas interaccionan unas con otras: chocan, se separan o se deslizan entre ellas según
diferentes fuerzas externas. Estos movimientos permiten el desarrollo de los distintos tipos
de bordes de placa, provocando la formación o desaparición de los continentes y
supercontinentes; y aunque sea a ritmos muy lentos, del orden de pocos centímetros al
año, a escalas geológicas significan cambios muy grandes.
Este descubrimiento fue hecho por Alfred Wegener cuando planteó su deriva continental,
indicando que hace entre 300 y 200 millones de años las masas continentales estaban
reunidas en un supercontinente, Pangea (Murphy y Nance, 2014). Pangea es el
supercontinente del que más se sabe por tener grandes evidencias. Sin embargo, éste no
es el único supercontinente que se ha formado en el planeta, puesto que a lo largo de la
historia de nuestro planeta las masas continentales se han unido en varias ocasiones,
dando varios supercontinentes.
Según parece, la constitución de Pangea vino precedida, hace entre 650 y 550 millones de
años, por la formación de Pannotia y, hace alrededor de 1000 millones de años, por la de
Rodinia, cuya configuración es todavía objeto de debate. Se supone que otro
supercontinente, llamado Nuna o Columbia, se formó hace 1800 millones de años; otros
dos, Kenorlandia y Ur, lo harían hace 2500 y 3000 millones de años, respectivamente
(Murphy y Nance, 2014).
El Ciclo Supercontinental
La actividad orogénica no ha seguido una distribución uniforme en el tiempo. Hubo
intervalos cortos (de unos 100 o 200 millones de años), en los que se produjeron numerosas
colisiones continentales, e intervalos largos (de 300 millones de años o más), en los que
apenas se registró dicha actividad orogénica. El descubrimiento de ese fenómeno condujo
a la hipótesis del ciclo del supercontinente; según reza la misma, la congregación transitoria
de todos los continentes en una sola masa continental, o supercontinente, acontece, en
cifras redondas, cada 500 millones de años. (Murphy y Nance, 2014).

Para comprender la formación y destrucción de los supercontinentes, el ciclo de Wilson


explica los mecanismos que regulan estos procesos. El Ciclo de Wilson se define como la
formación y destrucción de cuencas oceánicas que van a separar a los diferentes
fragmentos continentales existentes. El motor que causa el movimiento de las placas
tectónicas lo tendríamos en la creación de litosfera en las dorsales oceánicas que existen
en el centro de los océanos, en los llamados bordes constructivos o divergentes, separando
poco a poco los lados de la grieta donde se encuentra la dorsal. Así como crece la corteza
oceánica, se debe destruir la más vieja en los bordes destructivos o convergentes, zonas
donde la litósfera oceánica subduce y vuelve al manto del que en su momento partió.
Sin embargo, para explicar la formación de un supercontinente existen 2 modelos
“opuestos”, partiendo del ensamblaje de los fragmentos continentales anteriores para
formar masas de mayor extensión.
Modelo Introvertido: sigue el propio ciclo de Wilson. Según este modelo, cuando un
supercontinente se rompe se generan varias nuevas cuencas oceánicas en su interior que
van a ser las responsables
de separar cada vez más
los distintos nuevos
fragmentos continentales
creados. Estas mismas
cuencas, sufrirán una
inversión tectónica al
activarse uno de sus
márgenes (cuando no son
los dos), dando como
resultado que el mismo
océano vuelva a cerrarse
poco a poco y los
continentes vuelvan con el
tiempo a fusionarse
prácticamente por el
mismo lugar por el que se
separaron. En este modelo el supercontinente experimentaría un movimiento hacia dentro
(de introversión), de manera que las cuencas que se cerrarían serían las que se han
formado después del supercontinente anterior y no la cuenca que lo rodeaba, mucho más
antigua.
Modelo Extrovertido: los fragmentos continentales se moverían siempre hacia afuera y el
nuevo continente se formaría por extroversión, ya que las cuencas que se cierran no serían
las que se han formado en la ruptura sino las que ya existían antes y que rodeaban al
anterior supercontinente. Es decir, aquí no estaríamos asistiendo a un ciclo de Wilson en
sentido estricto, sino que los nuevos océanos ganarían la partida a los más viejos, que
serían los que acabarían por cerrarse.
Supercontinentes del Pasado
Lo primero que tenemos que aclarar es que todavía no hay un consenso claro respecto al
número exacto de ellos. Algunos autores creen que el planeta ha tenido un mismo modelo
de tectónica, por lo cual, ha habido seis supercontinentes, otros hablan de cinco y algunos
lo reducen a tan solo cuatro e incluso tres. Por otro lado, muchos científicos lo han dejado
en 6 supercontinentes.

Kenorlandia: Este supercontinente se formó hace unos 2.500 Ma, a finales del Eón Arcaico
(ver Los eones, los reyes del tiempo), cuando pasamos de la tectónica primitva al modelo
de tectónica actual. Kenorlandia es para muchos el primer supercontinente del que tenemos
evidencias claras, si bien algunos autores hablan de otro anterior que han denominado
como Ur. La forma de Kenorlandia todavía es bastante debatida, pero sí que parece que su
formación coincide con el inicio de la acumulación de oxígeno atmosférico que acabó por
desencadenar la Gran Oxigenación. También de este momento datan los primeros registros
de una glaciación global, la llamada Glaciación Huroniana, lo que nos recuerda lo
relacionado que está todo en el planeta.
Nuna o Columbia: Hace unos 1.800 ma, durante las orogenias Hudsoniana y Karélida (y
seguramente otras), se formó el que consideramos en esta entrada como el segundo
supercontinente del planeta. Nuna, también llamado como Columbia, surge a finales del
Paleoproterozoico, en un momento de la historia en el que ya son abundantes los primeros
arrecifes de estromatolitos y la atmósfera es ya oxidante, aunque no tenemos constancia
clara de que hubiera una nueva glaciación.
Rodinia: El tercer supercontinente es posiblemente uno de los más conocidos, pero a la vez
uno de los más controvertidos en cuanto a su forma. Rodinia se formó hace unos 1.100 Ma
años, muy probablemente por un ensamblaje extrovertido, aunque hay quien cree que pudo
haber sido todo lo contrario. En cualquier caso parece que la orogenia principal que marca
la formación de Rodinia es la Orogenia Grenville, y coincidiendo en el tiempo con esa
formación tenemos el pico de mayor abundancia de estromatolitos en el planeta. Este
supercontinente pudo tener una posición más o menos tropical, sin embargo eso no impidió
que se desarrollase una gran glaciación global de tal magnitud que algunos autores han
propuesto la Teoría de la Tierra en Bola de Nieve. Es decir, que todo el planeta estuvo
cubierto de hielo.
Vendia o Panotia: Ya en el límite del Neoproterozoico con el Fanerozoico, haceunos 600
Mma, tenemos el último de los supercontinentes precámbricos. Vendia, también llamada
como Pannotia, fue un supercontinente con forma de “V” que se formó como consecuencia
de una serie de eventos orogénicos y siguiendo un modelo de ensamblaje claramente
introvertido. Asociado con este supercontinente tenemos la aparición de los primeros
organismos pluricelulares de la fauna ediacarense, pero también el final de la gran
glaciación del Criogénico. Los orógenos de éste supercontinente incluyen el cinturón de
Borborema, en Brasil, y los cinturones Transahariano y de Mozambique, en el norte y este
de Africa. Se caracterizan por conservar litosferoclastos procedentes de océanos que se
cerraron para formar Pannotia. Debido a que el anterior supercontinente, Rodinia, se
fragmentó hace unos 760 millones de años, la edad de los terranes originados en el océano
interior no debería superar los 760 millones de años, mientras que la de gran parte de los
derivados del océano exterior debería hallarse entre los 760 y los 1100 millones de años,
la vida aproximada de Rodinia.
Pangea: El último y más conocido de todos los supercontinentes del planeta es Pangea.
Este supercontinente se formó en el Paleozoico, (hace unos 300 Ma) a partir de una serie
de colisiones continentales relacionadas con el cierre de algunos de los océanos interores,
lo que ya nos indica que se trató de un ensamblaje introvertido. Pangea se formó durante
la Orogenia Varisca, en el Carbonífero, y en su formación la Península Ibérica acabó por
situarse en el núcleo mismo del continente. Los Apalaches en Norteamérica, el Cinturón
Caledoniano del Atlántico norte, el Cinturón Varisco de Europa meridional y los montes
Urales en Rusia constituyen los principales orógenos de colisión asociados al ensamblaje
de Pangea. La disgregación del supercontinente que le precedió, Pannotia, se inició hace
550 millones de años; ello nos permite definir dos envolventes, una para cada tipo de
océano, interior y exterior. Trazando la ascendencia de las rocas oceánicas desde dichos
cinturones montañosos hasta el momento en que abandonaron el manto empobrecido, se
obtienen líneas de crecimiento que, al coincidir con una de las envolventes, permiten
distinguir con claridad si Pangea se ensambló por introversión o extraversión.
Referencias Bibliográficas
J. Brendan Murphy y R. Damian Nance (2004): “La formación de los supercontinentes”.
Investigación y Ciencia, pp. 14-24.
R. Damian Nance, Thomas R. Worsley y Judith B. Moody (1988): “El ciclo del
supercontinente”. Investigación y Ciencia, pp. 36-43.
Hernández, D. (2019, 11 julio). El ciclo de los supercontinentes. Recuperado 17 octubre,
2019, de https://geologicalmanblog.wordpress.com/2018/04/24/ciclo-de-los-
supercontinentes/amp/

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