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Compañía: Escenapache
Dos buenas sorpresas. La primera, la visita a una sala nueva en pleno Barrio de las
Letras, que intenta reconquistar para el teatro esa zona condenada y que siempre está
más dispuesta para la industria del picoteo, del tomarse algo o cenar (más al sur de las
espaldas del Español no hay espacio para el teatro. Ya lo intentó La mansión de las
pulgas, y la cosa se fue a pique… y eso que estos tuvieron éxito…) Teatro de las Letras
es una iniciativa valiente, situada en la Calle San José 3, muy cerca del Convento de
Huertas. Es un espacio habitual al de cualquier otra sala pequeña, pero sin el agonio
de estas muchas de éstas. Un patio interior le da un poquito a aire y cielo y el espacio
escénico no deja de ser cómodo. Siguiendo la fórmula de hoy en día, su programación
lo asemeja a un minicine: dependiendo del día y la hora, te puedes encontrar un
espectáculo u otro. Ojo a la cartelera y recomendamos visitar su espléndida página
web.
https://teatrodelasletras.com/
Y la segunda, la recuperación de Maxi Rodríguez, que como la sidra, es difícil que pase
Pajares; viene desde Asturias con un espectáculo que al contrario de lo que dicen de la
sidra, no se estropea con ese trayecto. Niue bajo los coconuts es un espectáculo sólido
y fresco, repleto de humor, en el que el texto maneja, hilvanando frases llenas de
comicidad y situaciones en que se mezcla lo absurdo con la metáfora de una realidad,
una crítica inteligente a la sociedad despersonalizada que vivimos y al aislamiento del
ser humano en ella.
Dos naúfragos en una isla desierta que viven y no viven en una isla desierta, una
extraña pareja que es y no es pareja conyugal. Dos hombres maduros vestidos de traje
que no pueden salir de una isla dibujada a golpe de cómic. Maxi Rodríguez es un
especialista en el humor, y su espectáculo (éste sí, y no como otros que hay que sufrir
en la cartelera madrileña) está repleto de comicidad inteligente. Últimamente escucho
en el teatro mucha risa floja, mucha risa perdida. Aquí el texto clama por la risa del
espectador. Es de agradecer que lo cómico no haya muerto sepultado por la trivialidad
o por la mediocridad, aquí hay alguien que sabe manejarlo. Los referentes de esta obra
son tan variados como ilustres. Todos ellos, son maestros del humor, empezando,
rizando la broma, por Ibáñez y por George Herriman, el gran autor de Mortadelo uno,
el gran autor de Krazy Kat el otro. A ambos se les puede identificar homenajes en
Niue... Y claro, también podemos ver en esta obra a Neil Simon con su extraña pareja
y al mejor teatro del absurdo, desde el menos pesado de los Ionesco a los españoles
Mihura y sobre todo Jardiel. Es buena estirpe a la que acogerse. Pero Niue bajo los
coconuts no es un pastiche, sino una obra muy personal, escrita desde una larga
trayectoria de dramaturgo, guionista y humorista y que domina pese a lo extravagante
de su historia y la construcción a partir de pequeñas situaciones humorísticas (de
chistes, pero bien hechos y que no molestan en la acción) el manejo de la trama. Es un
engranaje perfecto, en el que desgraciadamente lo que echamos de menos es más
respuesta por parte del público. El público teatral que se encapricha con lo último que
sale y no sabe localizar apuestas que deberían ser seguras como éstas.
Pero no estamos hablando sólo de un texto, sino de un trabajo para la escena. De una
dirección imaginativa y que no se queda en ilustrar el texto, y de una pareja de
intérpretes fabulosos. Actores que llenan la escena, que saben construir su personaje
por absurdo que parezca y le dan la dimensión humana y real que lo sustenta. Carlos
Mesa y Alberto Rodríguez tienen el poso del buen trabajo, de haber pisado muchas
tablas y de además saber conectar con el público. En estos tiempos tan inciertos,
encontrar a dos actorazos como estos es algo que se agradece.
RAÚL HERNÁNDEZ GARRIDO
SINOPSIS