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Aviso

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Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera
altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a
nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los
lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos.

El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado por


aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos que
disfrute de la lectura.
Indice

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Sinopsis ....................................................................................................................... 4

Prólogo........................................................................................................................ 5

Capítulo 1 ................................................................................................................... 9

Capítulo 2 ................................................................................................................. 27

Capítulo 3 ................................................................................................................. 46

Capítulo 4 ................................................................................................................. 64

Capítulo 5 ................................................................................................................. 81

Capítulo 6 ................................................................................................................. 97

Capítulo 7 ............................................................................................................... 111

Capítulo 8 ............................................................................................................... 132

Capítulo 9 ............................................................................................................... 151

Capítulo 10 ............................................................................................................. 172

Capítulo 11 ............................................................................................................. 193

Capítulo 12 ............................................................................................................. 209

Capítulo 13 ............................................................................................................. 227

Capítulo 14 ............................................................................................................. 243


Capítulo 15 ............................................................................................................. 258

Capítulo 16 ............................................................................................................. 277

Capítulo 17 ............................................................................................................. 293

Sobre la Autora ...................................................................................................... 311

Próximo Libro ........................................................................................................ 312

Saga Argeneau....................................................................................................... 313

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Sinopsis

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Desde que Domitian Argenis reconoció a Sarita como su compañera de vida,
él ha estado esperando el momento perfecto para reclamarla. Esas fantasías no
incluyeron que lo encadenaran a una mesa en un laboratorio secreto o que ambos
fueran tomados como rehenes por un científico loco. De alguna manera, tienen
que escapar...

Sarita ha visto algunas cosas locas como policía, pero nada que rivalice con
Domitian. ¿Un vampiro? ¿En serio? Pero su capacidad de curación, poderes
increíbles y su conexión física alucinante, nada de eso debería ser posible, pero
su cuerpo lo sabe de manera diferente. Ahora, no solo tienen que salvarse el uno
al otro, sino que otras vidas inocentes están en juego. El fracaso no es una opción,
porque Sarita pretende que Domitian le muestre exactamente cómo se siente una
eternidad de placer.
Prologo

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—Empiezo a pensar que van a llegar tarde —murmuró Domitian, alzando su
bolsa de lona sobre su hombro para que el micrófono escondido en su manga
captara sus palabras.

—Tal vez es una señal. —La voz de Lucian Argeneau era sorprendentemente
clara. El auricular que le habían dado a Domitian era tan pequeño que no se veía
una vez insertado, pero el sonido se escuchaba alto y claro como el cristal—.
Deberíamos desechar esto ahora y…

—¿Todavía tratas de convencerme de que no vaya, tío? —preguntó Domitian


con diversión, y luego, de repente, impaciente, agregó—: No sé por qué eres tan
resistente a que yo haga esto. Especialmente con el tío Victor, Lucern, Decker,
Nicholas, tía Eshe, Mirabeau La Roche y Santo Notte ahora entre los
desaparecidos. Pensaría que todos habrían sido tomados...

—Esa es precisamente la razón —gruñó Lucian—. Esto es peligroso. Ya hemos


perdido varios cazadores, personas armadas y entrenadas para manejar
situaciones como esta. Tú, Domitian, vas allí desarmado, y no eres un cazador.

—Cierto, pero una vez fui guerrero. Puedo manejarme a mí mismo —


argumentó Domitian—. Además, ninguno de tus cazadores fue invitado, yo sí.
—Sí, pero ¿fue porque eres cocinero y Dressler quiere que trabajes para él? ¿O
porque eres un inmortal que quiere agregar a su colección?

—Te lo dije. Él no sabe que soy un inmortal —dijo Domitian lenta y


firmemente, haciendo hincapié en cada palabra. Ya habían tenido esta
conversación varias veces, pero parecía que la tendrían nuevamente—. Si
Dressler lo supiera, podría haberme llevado en cualquier momento. Él ha sido un
habitual en mi restaurante durante cinco años. Obviamente, él no sabe.

—O tal vez no deseaba secuestrar a un inmortal tan cerca de casa —replicó


Lucian—. Podría habernos llevado directamente a Venezuela.

Domitian se movió con impaciencia ante la sugerencia.

—Un inmortal desaparecido en Caracas difícilmente te hubiera traído aquí

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cuando tantos han desaparecido en los Estados Unidos.

—Quizás. O tal vez habríamos...

—¿Ese helicóptero se dirige hacia aquí? —interrumpió Domitian, levantando


una mano para protegerse los ojos del sol mientras miraba el vehículo acercarse.
Estaba volando bajo y parecía dirigirse directamente hacia donde estaba parado
en la base del gran muelle… que era donde le habían ordenado que esperara su
viaje. Esperaba un bote, pero...

—¿Son esos flotadores? —preguntó Lucian bruscamente en su oído.

Domitian sabía que Lucian y los demás no tendrían una buena vista desde el
pequeño bote donde esperaban más lejos en los muelles. Además de eso, estaban
perdiendo vista en la pequeña cabaña en la proa, que tenía solo ventanas
diminutas que estaban acristaladas y protegidas. Su punto de vista sería muy
oscurecido en comparación con el suyo.

—Sí. El helicóptero tiene flotadores —confirmó, su mirada en los patines con


los dispositivos de flotación colocados en ellos. Estaba preparado para ser un
helicóptero anfibio para que pudiera aterrizar en el agua o la tierra, lo que hizo
que Domitian sospechara que ese era su viaje. Aparentemente no era el único en
pensar eso, se dio cuenta, haciendo una mueca cuando una fuerte maldición sonó
en su oído.
—¡No debes subirte a ese helicóptero! —ordenó Lucian con firmeza—. Haz
una excusa. Diles que has cambiado de opinión. No planeamos esto. Los barcos
en la bahía podrían perder el helicóptero. ¿Me escuchas?

Con los pensamientos acelerados, Domitian observó cómo el helicóptero


disminuía la velocidad y comenzaba a caer al final del muelle. Subir o no a bordo
fue la pregunta. Si decía que tenía miedo a volar, Dressler podría enviarle un bote
y luego los hombres de Lucian podrían seguirlo desde una distancia segura para
encontrar la isla. Por otra parte, es posible que no. Dressler podría sospechar que
algo estaba en marcha y simplemente cancelar la oferta de trabajo por completo…
y Domitian no podría arriesgarse. Tenía que llegar a esa isla. Su compañera de
vida estaba allí y podría estar en peligro.

—¿Domitian? ¿Puedes oírme? —gruñó Lucian bruscamente, y luego su voz se

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desvaneció cuando le preguntó a alguien más—: ¿Funciona esto? ¿Por qué no
está respondiendo?

—Tal vez el ruido del helicóptero te está ahogando —respondió otra voz.
Domitian estaba bastante seguro de que esa voz pertenecía al joven cazador
Justin Bricker y estaba agradecido por la sugerencia. Él fingiría que era verdad y
no podía escuchar a su tío. Estaba subiendo a ese helicóptero. Podría arriesgar su
vida haciéndolo, pero no seguir adelante sería arriesga su oportunidad de tener
un futuro feliz.

—¡Maldición! ¡Domitian! ¡No te subas a ese helicóptero! ¿Domitian?

Haciendo caso omiso de la voz en su oreja, Domitian vio el helicóptero


aterrizar, no en el agua, sino en el extremo del muelle. Luego comenzó a avanzar.

—¡Domitian Argeneau! —rugió la voz de Lucian en su oído.

—Es Argenis, tío. No Argeneau —le recordó Domitian suavemente. Se quitó


discretamente el auricular de la oreja y se lo metió en el bolsillo delantero de sus
ajustados jeans. No importaba lo que dijeran. Iba a ir, pensó Domitian mientras
miraba que se abría la puerta del pasajero del helicóptero.

Instintivamente agachándose, corrió rápidamente bajo los rotores a la entrada.


Un hombre con traje esperaba con la mano fuera para llevar su bolsa de lona.
Domitian lo entregó con un gesto de agradecimiento y luego se agarró al marco
de la puerta y se subió. El asiento de la ventana era el único disponible, por lo
que se acomodó y cerró la puerta sin necesidad de que se lo dijeran.

Domitian entonces comenzó a girar para ver mejor a los otros hombres en el
helicóptero, pero se puso rígido de sorpresa cuando sintió un repentino dolor
agudo en un lado de su cuello. Perdió el conocimiento casi de inmediato.

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Capitulo 1

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Sarita cerró el libro que había estado tratando de leer y lo arrojó con
impaciencia a un lado. Era un libro horrible O tal vez simplemente no estaba de
humor para leer, reconoció con irritación, poniéndose de pie inquieta. Como
agente de policía, su vida en el hogar en Canadá solía ser muy ocupada, llena de
actividad e incluso de urgencia. Pero aquí… estar sentada esperando poder
visitar a su abuela estaba empezando a desquiciar sus nervios. Sarita estaba
ansiosa por ver cómo estaba su abuela después de su accidente. Por lo que ella
estaba allí, después de todo. En cambio, había pasado su tiempo desde que llegó
a Venezuela, atrapada en esta isla, alternando entre caminar y tratar de leer libros
que simplemente no podían mantener su interés. La estaba volviendo loca,
sentada aquí, esperando que el Dr. Dressler regresara a la isla y ordenara a sus
hombres que la llevaran a tierra firme. Desafortunadamente, él no había estado
allí cuando ella había llegado, y no la llevarían allí sin sus órdenes.

Con un sonido impacientemente de su lengua, salió de la biblioteca, su boca


apretada mientras su mirada se deslizaba hacia los dos hombres que montaban
guardia dentro de las puertas dobles delanteras de la casa. Estaban de pie uno a
cada lado, los ojos al frente, los rostros inexpresivos, las manos flojas a cada lado,
al alcance de las armas que sabía que cada uno llevaba.
Y eso era lo único que estaban haciendo bien por lo que ella podía decir. Le
dijeron que el ridículo nivel de seguridad en la isla era porque los secuestros se
habían vuelto tan rampantes en Venezuela y que el doctor quería garantizar su
seguridad y la de su familia, sus empleados y visitantes como ella. Pero si ese
fuera el caso, entonces debería tener toda su seguridad en el exterior, vigilando
el acercamiento de posibles secuestradores, no dentro, mirando lo que sucede en
la casa. Aunque él también tenía eso, lo reconoció. También había dos hombres
montando guardia fuera de las puertas dobles, y una docena más caminando por
los jardines hasta donde ella podía ver. El doctor era obviamente paranoico sobre
los secuestros. Pero dado que su propia madre había sido secuestrada y asesinada
cuando era joven, Sarita supuso que probablemente debería apreciar sus
esfuerzos para garantizar su seguridad. En cambio, encontrarse a los hombres

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publicados en todas partes era algo más de lo que molestarse hoy.

Sabiendo que estaba de mal humor por una combinación de aburrimiento y


frustración, Sarita giró sobre sus talones y se dirigió hacia la cocina. Tomaría un
trago y tal vez una de las sabrosas galletas de Aleta, y vería si el cocinero tenía
algo que hacer para ayudar a pasar el tiempo. En ese punto, incluso algo tan
mundano como lavar los platos sería bienvenido… que le dijo a Sarita lo aburrida
que estaba.

Haciendo muecas en las profundidades a las que se había hundido después de


tres días de inactividad, Sarita abrió la puerta de la cocina y entró. El rico aroma
de algo delicioso rodó sobre ella cuando entró, y su nariz se crispó mientras
inhalaba el aroma. Al ver a Aleta removiendo una olla hirviendo a fuego lento en
el centro de la isla, se acercó para mirar el contenido con interés. Había trozos de
verduras y carne en un jugo espeso. Olía a cielo.

—Hola —la saludó Aleta suavemente, una sonrisa tímida curvó sus labios.

Sarita le sonrió a la mujer.

—Hola. Huele bien. Lo juro, Aleta, eres un ángel. Todo lo que haces es
delicioso.

—Gracias —dijo Aleta, sonrojándose de placer.

—¿Qué es eso? —preguntó Sarita, inclinándose sobre la isla para inhalar más
profundamente.
—El estofado de ternera —respondió.

—Mmm —murmuró Sarita, otra vez inhalando el aroma que salía del estofado
de ternera.

—No es tiempo de cenar, pero está listo —dijo Aleta, viéndola prácticamente
babear sobre la olla—. Si tienes hambre, puedes comer ahora.

—Oh, sí, por favor —dijo Sarita de inmediato.

Aleta se rió de su entusiasmo.

—Ve al comedor y lo llevaré.

Sarita negó.

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—Puedo comer aquí. Sería bueno tener algo de compañía —agregó cuando
Aleta frunció el ceño.

La expresión de la mujer se suavizó y asintió.

—Aquí entonces. Siéntate —agregó, gesticulando hacia los taburetes en el lado


opuesto de la isla desde donde estaba cocinando.

Sarita quería insistir en obtener su propia comida y bebida, pero sospechaba


que si lo intentaba, Aleta podría cambiar de opinión sobre dejarla comer en la
cocina. Así que se hundió obedientemente en uno de los taburetes y vio que Aleta
le traía un cuenco y una cuchara y servía el guiso.

—¿Qué quieres tomar? —preguntó Aleta mientras dejaba el tazón frente a ella.

—El agua está bien —respondió Sarita y luego dijo "agua" también. Aleta
parecía hablar bien inglés, pero la forma en que volvió a hablar español, como
cuando acababa de preguntar qué quería beber Sarita, sugería que la cocinera no
dominaba el idioma. Y no tenía ningún deseo de avergonzar a la mujer
haciéndola admitirlo.

Recogiendo su cuchara, Sarita recogió un poco del guiso, lo sopló brevemente


y luego se lo metió en la boca. Era tan bueno como olía, mejor aún, y gimió de
placer cuando el sabor estalló en su lengua.

Riéndose, Aleta colocó un vaso de agua y un plato con un largo tequeño al


lado de su plato, y luego volvió a su guiso.

Sarita recogió el palito de pan frito con queso y le dio un mordisco. Amaba los
tequeños de Aleta. Honestamente, amaba todo lo que la mujer le había hecho
desde su llegada a la isla tres días antes. Sarita estaba considerando seriamente
tratar de atraerla a Canadá con un trabajo. Solo estaba tratando de averiguar si
podía pagarlo. Su apartamento no tenía espacio suficiente para albergar a las dos.
Tendría que comprar una casa, y luego estaba todo el tema de la inmigración de
que preocuparse.

Sarita estaba terminando su guiso y tequeño cuando Aleta volvió a dejar la


cuchara y sacó una licuadora del armario. La cocinera la colocó en el mostrador,
la enchufó y luego se movió al refrigerador. Un momento después, regresó al

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mostrador con un montón de verduras y vegetales limpios y precortados.

—¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó Sarita con curiosidad mientras


Aleta dejaba caer una buena porción de las verduras en la licuadora y luego se
trasladaba a la despensa.

Aleta salió de la despensa un momento después con un frasco de algún tipo


de polvo. Llevando eso a la licuadora, murmuró:

—La bebida nutritiva del doctor.

La bebida nutricional del doctor, Sarita se tradujo y se tensó en su taburete


mientras observaba a Aleta medir una porción del polvo. En voz alta, preguntó:

—¿El doctor ha vuelto?

—¿Volver? —Aleta frunció el ceño al polvo en su taza de medir y agregó un


poco más, sacudiéndolo para nivelarlo—. ¿De vuelta de dónde? No ha ido a
ninguna parte durante semanas. Él siempre está en los laboratorios desde que
tomó el año sabático.

Sabático, Sarita tradujo. El Dr. Dressler le había dicho que estaba en un año
sabático de la universidad cuando la llamó para informarle que su abuela se
había caído y se había lastimado. Y aparentemente había estado pasando todo su
tiempo desde entonces en sus laboratorios… no en el continente como le habían
hecho creer. Después de que la llamada del doctor Dressler le informara sobre el
accidente de su abuela y sus temores por su bienestar, ya que las caídas podrían
ser mortales para las mujeres mayores, Sarita reservó inmediatamente un vuelo
a Venezuela para vigilarla.

Había sido recibida en el aeropuerto por el jefe del equipo de seguridad del
Dr. Dressler y había volado en helicóptero para enterarse de que su abuela
todavía estaba en el hospital de Caracas y aún no había regresado a la isla.
Inmediatamente había pedido ser transportada de vuelta al continente para
poder verla, pero le habían dicho que ni los barcos ni el helicóptero podían ser
utilizados sin antes obtener el permiso del doctor Dressler y que él no estaba allí.

Sarita había asumido que eso significaba que no estaba en la isla y había estado
esperando impacientemente su regreso, pero parecía que estaba en la isla, pero
no en la casa. Frunció el ceño ahora ante esta noticia, furiosa de que el hombre de
Dressler no lo hubiera dejado en claro. Si lo hubiera sabido, podría haber buscado
al propio Dressler para obtener el permiso necesario, y haber estado a la cabecera

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de su abuela días atrás.

Frunciendo el ceño, Sarita se levantó y rápidamente llevó su plato y su plato


vacíos al fregadero.

—Déjalo. Haré eso —dijo Aleta cuando Sarita comenzó a enjuagarlos.

—Gracias —murmuró Sarita en lugar de discutir y cerró el grifo. Había


terminado de enjuagarlos de todos modos. Se volvió hacia la puerta y añadió—:
Y gracias por la cena. Estaba delicioso.

—De nada —dijo Aleta distraídamente mientras se concentraba en su


medición.

Sarita estaba en la mitad del pasillo antes de que recordara a los hombres en
la puerta principal. Como no quería ser interrogada y posiblemente que no la
dejaran ir a los laboratorios, se volvió cuando llegó a la entrada y trotó escaleras
arriba al segundo piso. Sarita se movió rápidamente a lo largo del pasillo hacia
la habitación que había habitado desde su llegada y se deslizó adentro.

Una cautelosa mirada a las puertas francesas de su habitación le mostró que el


sol se estaba poniendo. Bajo la luz moribunda podía ver hombres moviéndose
hacia la casa desde todas direcciones. Aunque no había sido la hora de la cena
cuando llegó a la cocina, ya era casi ese momento y no era la única que apreciaba
la cocina de Aleta.
Observó hasta que todos los hombres se habían movido alrededor de la casa y
se habían perdido de vista. Iban a dirigirse a la puerta de la cocina para buscar
su comida, lo sabía. Dejarían una tripulación esquelética de dos hombres en la
puerta principal, así como a los hombres en las torres y en la entrada a los
laboratorios cercados. Esos hombres serían reemplazados y entonces ellos
también podrían comer. O tal vez les llevaran comida. Sarita no tenía idea, nunca
le había importado lo suficiente como para descubrirlo.

Realmente no le importaba ahora tampoco, decidió Sarita mientras salía al


balcón. Al encontrar el patio vacío, se subió a la barandilla del balcón, se bajó
hasta que colgó del metal pintado de blanco, y luego se dejó caer suavemente en
la terraza de abajo. Un pequeño gruñido se deslizó de sus labios mientras sus
pies descalzos golpeaban la piedra. Después de echar un rápido vistazo, corrió

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por el costado de la casa hasta la esquina delantera.

Un vistazo rápido a la vuelta de la esquina le mostró a Sarita que incluso los


hombres en la puerta de entrada habían ido en busca de su comida. Siempre
había supuesto que, debido a que los hombres que estaban adentro esperaban a
comer en el segundo turno, los hombres que estaban afuera también lo harían,
pero parecía que no. Reflexionando sobre eso, se separó de la casa y corrió por el
césped, en dirección al sendero entre los árboles hacia los laboratorios.

Sarita esperaba ser detenida en cualquier momento, pero logró llegar hasta la
línea de árboles fuera de la cerca sin encontrar a nadie. Se detuvo justo dentro de
los árboles, echó un vistazo a los edificios cercados que componían los
laboratorios del Dr. Dressler. Desde el aire, la media docena de edificios largos y
bajos la habían hecho pensar en los cuarteles del ejército. Ahora, mientras su
mirada se deslizaba sobre las torres en cada esquina de la valla alta que rodeaba
los edificios, decidió que se parecía más a una prisión.

Miró a los hombres en las torres de nuevo, esta vez revisando cada uno más
cuidadosamente. Sarita no podía estar segura bajo la luz moribunda, pero le
pareció que su atención se centraba más en la valla que en el exterior. Como si
estuvieran protegiendo a alguien de escapar en lugar de a los intrusos. Pensando
que eso solo podía ser bueno para ella, se enderezó y se acercó a la puerta de la
entrada de la valla.

Sarita se preparó para una batalla verbal mientras cruzaba la corta distancia,
esperando que quien estuviera vigilando la puerta se negara a entrar. Pero estaba
decidida a hacerlos llamar al doctor Dressler a la puerta. Haría que le dijera a sus
hombres que la llevaran al continente en el helicóptero o en un bote para poder
ver a su abuela. Por eso estaba aquí en Venezuela. Y Sarita estaba muy molesta
por haber sido mantenida aquí en la isla durante tres días cuando su abuela
estaba en un hospital en el continente.

Al final, Sarita no tuvo que discutir con el hombre en la puerta de entrada. Se


acercó a la ventana, abrió la boca para explicarse y luego la cerró sin decir una
palabra al darse cuenta de que el hombre rubio que había dentro ni siquiera
estaba mirando en su dirección. Estaba sentado de espaldas a la ventana y la
puerta, con auriculares en las orejas mientras veía una película en la
computadora en el mostrador frente a él.

Una pornográfica, vio mientras su mirada se deslizaba hacia la pantalla de la

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computadora.

Tanto por la seguridad, pensó Sarita secamente y miró a la puerta. Había una
gran puerta, presumiblemente para vehículos, y otra más pequeña para que la
gente pasara. Sarita caminó hacia la puerta más pequeña. Cuando descubrió que
ni siquiera estaba cerrada con llave y se abrió con facilidad, negó con disgusto y
entró, luego la cerró suavemente. Se dirigió al edificio más cercano con un rápido
movimiento y estaba a medio camino de allí antes de que sonara un grito. Fue
seguido por otro, y luego otro cuando otros escucharon la llamada y la notaron.

Sarita los ignoró y siguió, pero se movió un poco más rápido. Llegó a la puerta,
y una mirada alrededor mientras se deslizaba hacia adentro le mostró que
mientras uno o dos hombres bajaban por las escaleras de las torres, el hombre en
la puerta de entrada aún tenía la cabeza gacha mientras miraba su pornografía.
Aparentemente, él aún no había notado nada extraño. Sospechaba que él estaría
en un montón de problemas por eso.

Cerrando la puerta, Sarita se volvió para inspeccionar la habitación en la que


había entrado. Era un laboratorio, todo blanco con armarios metálicos superiores
e inferiores en dos paredes, un gran refrigerador industrial, así como un
congelador industrial grande a lo largo de otro y un escritorio contra la última
pared. Dos pequeñas mesas con ruedas se encontraban a cierta distancia en el
centro de la habitación, y aquellas atraparon y mantuvieron su atención al
instante.
Al tener problemas para aceptar lo que estaba viendo, Sarita se movió
lentamente a través de la habitación hacia la primera mesa y miró hacia abajo a
la mitad superior del cadáver que yacía atado. Era un hombre que probablemente
tendría unos veinticinco años. Su cabello era corto y rubio, su rostro atractivo
pero sin sangre, y su parte superior del cuerpo estaba en perfecto estado…
excepto por el hecho de que terminaba justo debajo de su ombligo donde parecía
haber sido cortado por la mitad.

Sarita lo miró fijamente, notando que había un par de docenas de tiras


metálicas que se elevaban de la mesa, cruzaban su cuerpo y luego desaparecían
por las ranuras de la mesa. Había una en su frente, y luego en su garganta, sus
hombros, debajo de sus axilas, y otra cada dos o tres centímetros por su torso
después de eso por toda la mesa. También había media docena de tiras de metal

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más pequeñas que le sujetaban los brazos desde las axilas hasta las muñecas.

Sarita volvió la cabeza para mirar la segunda mesa pequeña donde yacía la
mitad inferior del cuerpo. Una pequeña toalla estaba colgada sobre su ingle, y
había incluso más correas recorriendo su parte inferior del cuerpo, con una gran
herida abierta donde su cuerpo había sido separado. Parecía como si hubiera sido
cortado por la mitad como un árbol.

Mientras estudiaba la herida abierta en la mitad inferior del cuerpo y la de la


parte superior del cuerpo, Sarita tuvo que preguntarse por qué no se estaba
volviendo loca.

Probablemente por la falta de sangre, pensó… y porque no se veía real O tal


vez porque le recordaba a Body Worlds, una exposición de cuerpos humanos
preservados que mostraba la anatomía del cuerpo interno. Su padre la había
llevado a verla en el Centro de Ciencias de Ontario en 2005. Esto le recordaba,
una exhibición de funcionamiento interno sin sangre. Parecía uno de esos.
Obviamente era un cadáver de la universidad o algo así.

Eso tenía sentido, pensó Sarita. Después de todo, el Dr. Dressler era profesor en
una de las universidades en Venezuela. Eso sí, las universidades que ella conocía
generalmente no permitían que los profesores llevaran cadáveres a casa.

Y por qué las dos mitades del cuerpo estaban atadas a la mesa de esa manera
era un completo misterio para ella.

El sonido de voces que se acercaban llamó su atención y Sarita giró la cabeza


hacia la puerta cuando alguien dijo:

—Lo manejaré. Vuelve a tu puesto… y haz tu trabajo esta vez.

La puerta se abrió entonces y un hombre mayor entró. Vestido con pantalones


oscuros y una bata blanca de médico, el Dr. Dressler era alto, con una cabeza llena
de cabello blanco como la nieve dividida a un lado y cepillado lejos de su rostro
en ondas que sugerían que estaba un poco retrasado para un corte de cabello.
Tenía un bigote y una barba de chivo a juego, pero sus cejas eran una mezcla de
blanco como la nieve y un marrón oscuro o negro que sugería que había sido un
hombre de cabello oscuro cuando era más joven. La piel de su cuello estaba
flácida y un poco arrugada y su rostro tenía arrugas y líneas que con el tiempo se
tallarían en todo su rostro, pero eran mucho menos pronunciadas de lo que
hubiera esperado de alguien que sabía tenía ochenta años.

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—Dr. ¿Dressler? —preguntó con incertidumbre, antes de mirar a la mujer que
lo seguía a la habitación. También vestida con pantalones oscuros y bata blanca
de médico, era mucho más joven, tal vez en sus treinta. Su cabello era rubio y
estaba recogido en un moño apretado, revelando un rostro que no había sido
tocado por el maquillaje pero que aún era hermoso.

Al menos habría sido hermoso si no hubiera tenido una expresión tan amarga en su
rostro, pensó Sarita.

—Sarita, querida. Qué placer finalmente conocerte —dijo el Dr. Dressler,


volviendo a centrar su atención mientras guiaba a la rubia por la habitación. Él
estrechó sus manos en las suyas y usó su agarre para moverla hacia un lado
mientras agregaba—: Desafortunadamente, has llegado en un momento bastante
inconveniente. Este experimento es sensible al tiempo, así que por favor
mantente fuera del camino mientras hacemos nuestro trabajo y hablaremos
después.

Sentada junto a la pared donde la había instado, Sarita observó en silencio


mientras él se unía a la rubia y la ayudaba a rodar las dos mesas juntas para que
la parte superior del torso del cadáver se juntara perfectamente con la parte
inferior del torso.

—Trae la sangre, Asherah —ordenó el Dr. Dressler mientras se movía para


poner cierres en cada lado de las mesas donde se unieron, convirtiendo las dos
mesas cortas en una larga.

La rubia de inmediato se movió a un refrigerador al final de una pared de


armarios y abrió la puerta, revelando pilas de sangre en el interior.

Sarita se puso rígida por la sorpresa. Las bolsas parecían algo que verías en un
hospital o en un banco de sangre, pero el número de ellas era asombroso. Habría
adivinado que había al menos un centenar de bolsas apiladas en los estantes del
refrigerador. Una cantidad ridícula para que cualquiera tuviera.

Asherah llevó las bolsas a una bandeja con ruedas de instrumentos


quirúrgicos, las arrojó sobre ella, e hizo rodar la bandeja junto a la mesa, luego se
movió para recoger dos soportes IV sin que se lo dijeran. En el momento en que
los sentó junto a la mesa, el Dr. Dressler recogió una de las bolsas de sangre de la

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bandeja y comenzó a colocar una de las IV. Colgando la bolsa de sangre del
anzuelo, rápidamente colocó el tubo antes de insertar la aguja en el brazo
izquierdo del cadáver. Una vez que terminó, agarró otra bolsa de sangre de la
bandeja y arrastró la segunda vía IV hacia el lado derecho del cuerpo para hacer
lo mismo. Luego levantó la vista expectante.

Siguiendo su mirada, Sarita vio que Asherah había vuelto a los armarios para
recoger algo más. Ahora regresaba con lo que parecía una mordaza de pelota,
pero con más correas. También había un embudo donde estaría la pelota, notó
cuando Asherah se acercó a la mesa.

—Dos minutos —advirtió el Dr. Dressler, mirando su reloj mientras Asherah


ataba el arnés a su lugar, con el embudo en la boca del cadáver.

Asherah se enderezó y se movió rápidamente de vuelta al refrigerador para


recoger otra media docena de bolsas de sangre. Dejó caer la mayoría de ellas
sobre la bandeja con ruedas cuando regresó, pero guardó una y tomó un bisturí
de los artículos quirúrgicos en la bandeja antes de pasar a la mesa donde estaba
unida. Miró hacia abajo, donde las dos mitades del cuerpo estaban juntas y
simplemente esperó, aparentemente lista.

Negando con desconcierto, Sarita preguntó:

—¿Qué…?

—Shh —siseó el Dr. Dressler—. Lo entenderás en treinta segundos.


Sarita cerró la boca, pero negó otra vez por la locura que estaba presenciando.
Ofrecer indignidades a un cadáver era una ofensa incriminatoria en Canadá y lo
que hacían parecía encajar en esa descripción. Desafortunadamente, esto no era
Canadá y no tenía idea de cuáles eran las leyes aquí en Venezuela. Sin embargo,
lo consideraría a la primera oportunidad que tuviera, decidió Sarita.

—¡Tiempo! —espetó el Dr. Dressler, y rápidamente abrió la pinza de la válvula


intravenosa junto a él, antes de apresurarse alrededor de la mesa para hacer lo
mismo en la segunda intravenosa. La sangre comenzó a correr por los tubos hacia
los brazos del cadáver, pero Sarita apenas lo notó: Estaba demasiado ocupada
mirando con horror que Asherah hacía un agujero en la bolsa de sangre que
sostenía, y permitía que el líquido carmesí saliera por el cuerpo donde las dos
mitades ahora se presionaron juntas.

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—Dios mío —dijo Sarita con un asco que solo aumentó cuando el Dr. Dressler
agarró un segundo bisturí y otra bolsa de sangre de las que quedaban en la
bandeja con ruedas y la pinchó sobre el rostro del cadáver. La sangre
inmediatamente comenzó a fluir en el embudo fijado en la boca del cadáver.

Cerrando los puños, Sarita se hizo a un lado, la repulsión curvó su estómago


mientras miraba las acciones de la pareja. Estaba empezando a desear con todo
su corazón que fuera un oficial de policía en Venezuela en lugar de Canadá y
pudiera arrestar al doctor loco y su asistente igualmente loco. No tenía idea de lo
que pensaban que lograrían con esta locura, pero...

Los pensamientos de Sarita murieron bruscamente cuando los ojos del cadáver
se abrieron repentinamente y comenzó a chillar. O lo intentó. Lo que salió fue un
gorgoteo ronco mientras trataba de gritar alrededor del líquido que le corría por
la garganta. Forzó a que parte de la sangre retrocediera en un pequeño chorro
que salpicó al Dr. Dressler.

—Olvidaste el tubo, Asherah —acusó el Dr. Dressler con dureza, pero


rápidamente agregó—: ¡No pares lo que estás haciendo!

Asherah había comenzado a levantar la bolsa de sangre que sostenía sobre la


herida a las primeras palabras del doctor Dressler, pero se detuvo de inmediato
cuando le ordenó que no lo hiciera.

—Sarita, debería haber una longitud de tubo en el mostrador a lo largo de la


pared detrás de mí. Tráiganmelo —ordenó el Dr. Dressler bruscamente mientras
continuaba dejando que la sangre corriera por la garganta del hombre que ella
había creído que estaba muerto, pero que ahora estaba gritando y sacando la
sangre de su boca mientras lo hacía.

Sorprendida por lo que sucedía, Sarita hizo lo que le pedían, encontró el tubo
mencionado y se lo llevó al Dr. Dressler. Cuando llegó a su lado, él asintió hacia
la bandeja.

—Toma otra bolsa de sangre.

Girando, ella recogió la bolsa y se la ofreció. La tomó con una mano, esperó un
latido del corazón para que la que ya tenía se vaciara, luego la arrojó a un lado y
movió la bolsa nueva sobre la boca.

20
—Sostén esto —ordenó el Dr. Dressler una vez que pinchó la nueva bolsa
como lo hizo con la primera.

Sarita vaciló, pero luego se movió hacia el lado opuesto de la mesa y se hizo
cargo de la nueva bolsa de sangre. Sus manos temblaban, notó, pero hizo todo lo
posible para sostener la bolsa y apretar los dientes mientras el cadáver
continuaba gritando, enviando la mayor parte de la sangre disparando a través
y alrededor del embudo y sobre ella y el doctor ahora. Pero un momento después,
el doctor Dressler introducía un tubo en el embudo y bajaba por la garganta del
hombre. El tubo, además de garantizar que la sangre llegara a su estómago,
también pareció obstaculizar su capacidad para gritar. En el momento en que
varios centímetros habían sido alimentados a través del embudo, sus gritos se
detuvieron.

Muy segura de que la acción no hacía más que aumentar el dolor del hombre,
Sarita tuvo que apartar la mirada y desplazar su mirada hacia Asherah en lugar
de mirar. La asistente estaba arrojando a un lado la primera bolsa que había
abierto, pero rápidamente agarró y abrió otra donde su cuerpo se partía por la
mitad. Sarita negó, incapaz de creer lo que estaba sucediendo.

El Dr. Dressler terminó de insertar el tubo de alimentación, pero luego no


retiró la bolsa de sangre que tenía mientras Sarita esperaba. En su lugar, colgó
dos bolsas nuevas de los soportes IV al lado de las que ya estaban en uso. Le
llamó la atención el hecho de que ambas bolsas ya estaban medio vacías. Las
transfusiones por lo general no funcionaban tan rápido en su experiencia. Todo
lo que podía pensar era que el catéter debía ser más grande que el estándar. Sin
embargo, no tenía idea de lo que podría estar causándole a las venas del cadáver.

La sola idea hizo que Sarita negara. El hombre obviamente no era un cadáver.
Los cadáveres no se movían y gritaron. Pero él debería ser un cadáver. Lo habían
cortado a la mitad por el amor de Dios. Ese pensamiento siguió corriendo por su
cabeza mientras sostenía bolsa tras bolsa sobre su boca mientras Asherah hacía
lo mismo sobre su herida y el Dr. Dressler manejaba las IV y sacaba sangre fresca
del refrigerador cuando era necesario.

Sarita estaba sosteniendo su sexta bolsa y comenzaba a pensar que esto


continuaría para siempre cuando Asherah de repente gruñó:

—Tiempo.

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El Dr. Dressler inmediatamente miró su reloj de pulsera, asintió y luego le
sonrió a Sarita.

—Muy bien. Asherah limpiará lo peor de la sangre y luego se hará cargo de la


última bolsa que tienes. Tengo que anotar la hora y luego podemos hablar.

Se apresuró a ir al escritorio que había notado antes, y Sarita dirigió su


atención a Asherah cuando la mujer buscó debajo de la mesa y sacó una especie
de boquilla. Solo cuando empujó una palanca y el agua comenzó a correr por el
estómago del cuerpo, Sarita se dio cuenta de lo que era.

Con cuidado de mantener su mano sobre el embudo, Sarita se inclinó


ligeramente para mirar debajo de la mesa y vio que la mitad superior de la mesa
estaba fija en su lugar, solo que la mitad inferior era móvil. Dos tubos subían por
una pata de la mesa, una tubería terminaba en una manguera con la boquilla en
el extremo y la otra en un drenaje en este lado de la mesa. Enderezándose
nuevamente, se aseguró de que la bolsa de sangre todavía estuviera sobre el
embudo, y luego miró para ver que Asherah ya había enjuagado la mayor parte
de la sangre del cuerpo.

Al encontrar el punto donde la parte superior del cuerpo se había separado de


la mitad inferior, Sarita vio que ahora estaban unidos, con solo una profunda
cicatriz roja donde una vez estuvieron separados.

—Madre de Dios. —Suspiró, incapaz de creer lo que veía—. Se mueve.


Mirando alrededor con sorpresa, vio que Asherah había terminado con la
manguera y se movió a su lado. Incluso cuando notó eso, la mujer se hizo cargo
de la bolsa y la instó a alejarse.

—El Doctor quiere hablar contigo.

Sarita dio un paso atrás, sus ojos volviendo a la cicatriz donde el cuerpo había
sido cortado por la mitad.

—Muévete —repitió Asherah con frialdad—. Has terminado aquí.

Al notar la antipatía en el rostro de la mujer, Sarita se giró de mala gana para


caminar hacia el escritorio donde el Dr. Dressler garabateaba furiosamente en un
cuaderno.

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Aparentemente terminó de tomar sus notas, levantó la cabeza cuando ella se
detuvo frente al escritorio, y le sonrió ampliamente mientras se ponía de pie.

—Gracias, Sarita. Tu ayuda fue invaluable.

—¿Con qué exactamente ayudé? —preguntó Sarita frunciendo el ceño


mientras Dressler se movía alrededor de su escritorio—. Ese hombre estaba
muerto.

—No está muerto —le aseguró, cruzando la habitación hacia los armarios y
sacando un par de jeringas antes de dirigirse al refrigerador—. Y no es un
hombre.

Con las cejas levantándose, Sarita miró hacia la mesa.

—Me parece un hombre.

—Sí —estuvo de acuerdo, inclinándose para sacar dos ampollas de la nevera—


. Pero él no es. Él es un inmortal.

—¿Inmortal? —preguntó Sarita, siguiéndolo de regreso a la mesa. Cuando él


no respondió, sino que se concentró en preparar un disparo para el hombre, ella
miró a Asherah mientras arrojaba la bolsa de sangre ahora vacía. Cuando la
mujer se movió hacia la bandeja con ruedas y agarró otra bolsa de sangre, Sarita
pensó que tenía la intención de seguir metiéndola en el embudo. En vez de eso,
reemplazó una de las bolsas IV ahora vacías antes de tomar otra bolsa y
reemplazar la otra también.
—Los inmortales son mortales científicamente evolucionados —anunció el Dr.
Dressler, atrayendo la atención de Sarita hacia él—. Este hombre está lleno de
nanos de bioingeniería programados para mantener su cuerpo saludable. —
Terminado de llenar la jeringa, colocó la ampolla en la bandeja con ruedas y luego
simplemente sostuvo el disparo y miró al hombre al que llamaba inmortal
mientras explicaba—: Estos nanos combaten la enfermedad, reparan los estragos
del sol y el tiempo, y como viste, reparan heridas.

Sarita cambió su mirada hacia donde el cuerpo una vez había sido separado,
y estaba bastante segura de que la cicatriz era más pequeña y menos profunda
de lo que había estado hace unos momentos.

—Después de suficiente sangre, ni siquiera habrá una cicatriz —anunció el Dr.


Dressler—. La sangre es lo que impulsa los nanos que ves. Al parecer, la usan

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para replicarse así como para hacer reparaciones, etc.

—Sangre —murmuró Sarita, mirando hacia las bolsas de sangre vacías que
ahora cubrían el suelo.

—Sí, necesitan mucha cuando están heridos —dijo asintiendo—. Pero incluso
si no se combate una enfermedad o se repara una lesión, los nanos necesitan más
sangre de la que pueden producir los cuerpos de acogida para mantenerlos
jóvenes. Los nanos han forzado a sus cuerpos anfitriones a evolucionar para
compensar esa necesidad. En efecto, convirtiéndolos científicamente en vampiros
creados.

Cuando Sarita se volvió hacia él con incredulidad, miró a Asherah y le dijo:

—Muéstrale.

Asherah desabrochó el arnés de la cabeza del hombre y comenzó a quitarlo


lentamente, sacando el tubo de alimentación con él.

Sarita medio esperaba que el hombre comenzara a gritar de nuevo, pero aparte
de un gemido débil, permaneció en silencio. Una vez que Asherah dejó el arnés
y el tubo a un lado, tomó una de las bolsas de sangre dispuestas y la abrió, luego
limpió la poca sangre que quedaba dentro. En el mejor de los casos, ascendió a
un par de gotas, pero lo agitó bajo la nariz del hombre y, a pesar de parecer
inconsciente, dos de sus dientes superiores se movieron y se deslizaron hacia
abajo en su boca abierta, convirtiéndose en colmillos.
Jadeando, Sarita dio un paso atrás.

—Está bien. Estamos a salvo —le aseguró el Dr. Dressler—. Aunque si esas
correas fueran de cuero en lugar de titanio, sería una cuestión diferente. Además
de darles colmillos, los nanos hacen que sus anfitriones sean increíblemente
fuertes y extremadamente rápidos. También tienen una asombrosa visión
nocturna. Y pueden leer y controlar las mentes —añadió sombríamente, y
finalmente se inclinó para inyectar al hombre el disparo que había preparado
mientras decía—: Por eso tenemos que mantenerlos drogados.

—¿Ellos? —preguntó Sarita frunciendo el ceño.

—Hay dieciocho aquí en mis laboratorios —dijo el Dr. Dressler,


enderezándose de la inyección.

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—¿Por qué? —preguntó Sarita con consternación mientras colocaba el tiro
usado en la bandeja con ruedas y se preparaba para llenar la segunda jeringa—.
¿Seguro que son peligrosos?

—Normalmente no, no —le aseguró—. Como regla, consumen sangre


embolsada. De hecho, es una ley entre su tipo, ahora que existen bancos de
sangre. Ellos tienen prohibido mordernos a los simples mortales.

Sarita se relajó un poco. Si se pegaban a la sangre embolsada, eso no era tan


malo.

—E incluso antes de los bancos de sangre, aparentemente no se les permitía


matar a nadie que mordieran. Es como han logrado vivir entre nosotros sin que
nadie haya sido tan sabio durante todos estos milenios.

—¿Milenios? —Sarita entrecerró los ojos hacia el doctor, pero simplemente se


encogió de hombros.

Al parecer, eran un pueblo aislado del resto del mundo que avanzó
tecnológicamente mucho más rápido. Los nanos fueron el resultado de uno de
esos avances. —Frunció los labios y consideró al hombre—. Ellos dicen que su
hogar era Atlantis, y que cuando se hundió en el océano, solo aquellos con los
nanos sobrevivieron y se arrastraron para unirse al resto del mundo. También
dicen que en la Atlántida tenían médicos y hospitales como lo hacemos hoy en
día, y se les dieron transfusiones de sangre para combatir la necesidad de sangre
extra de los nanos. Pero cuando la Atlántida cayó fue el final de esas
transfusiones. La tecnología en el resto del mundo estaba muy por detrás de la
de Atlantis, y los nanos forzaron los colmillos, la velocidad y otras habilidades
para que pudieran obtener la sangre adicional que necesitaban para sobrevivir.

Sarita observó al hombre en la mesa y negó.

—Si lo hubiera pasado en la calle, nunca hubiera sabido que no era humano.

—Esa es la belleza de eso. Él es humano —le aseguró el Dr. Dressler—. Él y


otros como él tienen hijos y familias y viven, ríen y aman al igual que el resto de
nosotros. Solo que ellos pueden hacerlo más tiempo y no sufren enfermedades
mientras lo hacen. Él no es diferente de ti o yo a excepción de esos nanos. Sin
ellos, él sería simplemente mortal, y con ellos, podríamos ser inmortales.

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Sarita se puso rígida, algo en su voz cuando dijo esa última parte
molestándola.

—Lo cortaste por la mitad —dijo lentamente, comprendiéndolo—. Quieres los


nanos y lo cortas a la mitad para tratar de atraparlos.

—No —le aseguró el Dr. Dressler—. Eso sería un desperdicio. Los nanos están
programados para permanecer en el cuerpo del huésped. Incluso desangrarlos
no funciona. Los nanos aparentemente se mueven hacia los órganos y la piel para
evitar salir con la sangre. Puedes obtener un par con esfuerzos, pero se
desintegran rápidamente una vez que salen del cuerpo.

Sarita estaba a punto de preguntar cómo sabía eso, y cómo el hombre había
sido cortado por la mitad si no lo hubiera hecho, cuando Dressler continuó:

—Sé que los nanos deben ser transferibles, sin embargo. Tienen que ser para
que ellos conviertan a sus compañeros de vida.

—¿Compañeros de vida? —Se hizo eco, brevemente distraída.

—Hmm. —Él asintió pensativo—. Aparentemente, mientras los inmortales


pueden leer y controlar a la mayoría de los mortales, hay algunos casos en los
que no pueden hacerlo. Una es si el mortal está loco. Aparentemente, eso lo hace
difícil. El otro es si el mortal es un compañero de vida para ellos. De hecho, así es
como reconocen a un compañero de vida.

Sarita abrió la boca para preguntarle qué era un compañero de vida, pero la
cerró de nuevo cuando dijo:

—De todos modos, no lo corté por la mitad en un esfuerzo por recuperar los
nanos. Lo hice como parte de un experimento para ver cuánto tiempo podían
separarse sus partes superior e inferior del cuerpo y, sin embargo, repararlo solo
si los comprimía nuevamente. Empezamos con treinta segundos y hemos estado
trabajando desde ese momento. Esta vez fueron dos horas. Por supuesto, tienes
que vaciarlos de sangre antes de hacerlo o, de lo contrario, los nanos intentan
usar la sangre que tienen para tratar de reparar el cuerpo de una vez mientras
están separados. Las dos mitades comienzan a sellarse, la mitad inferior muere
por falta de sangre mucho antes de que termine el trabajo. Pero mientras no haya
sangre, es como si los nanos forzaran al cuerpo a una especie de estasis. Una vez
que juntas las dos mitades y añades sangre, entran en acción y curan el cuerpo.

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Funciona si también se corta un dedo, una mano, un pie o una extremidad. Y
cuanto más rápido les das sangre, más rápido se curan.

—Dios mío —dijo Sarita, mirando al hombre que estaba sobre la mesa. Estaba
horrorizada de que el Dr. Dressler hubiera infligido deliberadamente este tipo de
dolor a un humano vivo y que respiraba… vampiro o no.

—Me he tomado la molestia de averiguar todo lo que puedo sobre su especie,


pero debo confesar que me estoy cansando de este experimento. Creo que
pasaremos a eliminar una extremidad y destruirla, y luego veremos si los nanos
pueden construir una nueva extremidad en su lugar.

—Tú… —Sarita se interrumpió conmocionada cuando de repente levantó la


segunda jeringa que él había preparado y se la metió en el cuello, presionando el
émbolo hasta el fondo. Sucedió tan rápido que no tuvo oportunidad de
reaccionar o tratar de detenerlo. Cuando comenzó a levantar la mano, ya estaba
sacando la aguja y poniéndola en la bandeja con ruedas—. ¿Qu...? —Lo miró con
horror, incapaz de formular la pregunta que estaba tratando de hacer. Cuando se
tambaleó sobre sus pies, él la agarró del brazo para sostenerla, y luego miró hacia
el techo cuando el sonido de un motor ruidoso llegó hasta ellos.

—Ese será el helicóptero que regresa con tu compañero de vida —murmuró el


doctor Dressler y luego le ofreció una sonrisa mientras la dejaba caer lentamente
al piso—. Ustedes dos serán una gran ayuda para mí, Sarita. No puedo decirte lo
mucho que lo aprecio.
Capitulo 2

27
Sarita se removió somnolienta, dándose cuenta lentamente de que estaba boca
arriba en la cama. Nunca dormía boca arriba. Dormía de lado y siempre lo había
hecho. Estando de espaldas con las manos apoyadas justo debajo de sus pechos…
bueno, francamente le hizo pensar en su padre en su ataúd. Haciendo muecas
cuando ese pensamiento la sacó el resto del de la somnolencia, Sarita
rápidamente se puso de lado y abrió los ojos. Luego se congeló por un latido del
corazón antes de ponerse de pie en la cama.

—¿Qué demonios? —murmuró, mirando a la sala de alienígenas.

No era su dormitorio en su soleado y pequeño apartamento en Toronto,


Ontario. Esta habitación estaba decorada en blanco. También era al menos tres
veces el tamaño de su habitación en casa. Tres grandes ventiladores de techo
colgaban sobre su cabeza, girando de manera descuidada y provocando una
agradable brisa suave, y ellos, junto con los tres juegos de puertas francesas que
se alineaban a la pared a su izquierda, parecían dividir cada sección de la
habitación sin la necesidad de paredes. Frente a las puertas del fondo, un sofá,
un sofá de dos plazas y dos sillas formaban una sala de estar, todos de mimbre
con cojines blancos.
Frente a la puerta central había una pequeña mesa de comedor de mimbre con
cubierta de vidrio para dos. El último juego de puertas francesas estaba justo al
lado de la cama en la que estaba sentada, que era un mar de sábanas blancas.
Sarita nunca había visto una cama tan grande. Era más grande que King, sin
duda. También era terriblemente romántico con finas cortinas blancas que se
recortaban en cada poste de la cama con dosel.

Con todo, parecía que la habían arrojado en medio de un anuncio de un retiro de luna
de miel en un paraíso tropical, pensó Sarita, mirando las plantas y palmeras que
podía ver a través de las puertas al lado de la cama. Había una terraza con suelo
de piedra justo fuera de las puertas, pero más allá de eso había una pared de
jungla que ofrecería privacidad a cualquier recién llegado que hiciera uso de la
cama con dosel. Era una habitación encantadora, y una instalación encantadora…

28
pero no tenía idea de cómo había llegado allí o qué estaba haciendo allí.

Apartando las suaves sábanas blancas, Sarita deslizó sus pies al piso de
madera del mismo lado que las puertas francesas, y luego notó el camisón blanco
que llevaba puesto y se detuvo para tocarlo con desconcierto. Esto
definitivamente no era de ella. Ella era la clase de chica que dormía con una
camiseta demasiado grande y bragas de algodón. Esto también fue sacado de un
anuncio de luna de miel en el paraíso. Las correas de espagueti caían hasta formar
un escote entubado y recogido que apenas llegaba por encima de sus pezones, e
incluso entonces no los cubría bien. El material era delgado y transparente,
ofreciendo cobertura a sus pechos solo por la forma en que el material se reunía
allí. Sin embargo, el material sedoso no estaba recogido en sus piernas, y podía
ver claramente sus piernas bronceadas a través de él e incluso el lunar en la parte
superior del muslo derecho.

De pie bruscamente, Sarita miró alrededor, aliviada cuando vio una bata sobre
un baúl de mimbre al pie de la cama. No la había notado en su primer escaneo
de la habitación. Moviéndose hasta el final de la cama, agarró el material y
rápidamente metió sus brazos en de ella. Una mueca se apoderó de sus labios,
sin embargo, cuando la envolvió por delante y usó la cinta para atarla. La bata
era tan ligera y transparente como el camisón, el escote también estaba recortado
y tan bajo como el escote del camisón. Obviamente eran un conjunto, pero no
estaban destinados a cubrir nada.
Murmurando entre dientes, Sarita echó otra mirada alrededor de la habitación
en busca de ropa real, preferiblemente la suya. Pero no había señales de equipaje
o incluso de cajones que pudieran contener sus pertenencias.

Aparte de las puertas francesas que conducían al exterior, también había tres
puertas de madera maciza en la habitación, todas pintadas de blanco para que
coincidieran con las paredes. Una de las puertas estaba en la pared opuesta a la
cama, más allá de los muebles de mimbre. Por alguna razón, Sarita sospechaba
que era la que conducía al resto de la casa u hotel en el que se encontraba esta
habitación. Por el momento, se apartó de ella, no queriendo salir de la habitación
vestida como estaba.

Su mirada se deslizó entre las otras dos puertas restantes. Ambas estaban en

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la pared contra la que se apoyaba la cama, una a cada lado, de hecho. La del
costado en el que estaba parada estaba abierta, y Sarita se encontró mirando a un
gran baño blanco.

Trasladándose a la entrada, miró a su alrededor y vio que el tema de la luna


de miel continuaba aquí con una bañera construida para dos y una gran ducha
con paredes de vidrio en la que podría haber cabido la mayoría de los baños de
tamaño normal… o dos personas teniendo sexo de mono loco. También había un
largo mostrador de mármol blanco con dos lavabos, un mostrador separado más
pequeño con una silla y un gran espejo iluminado para maquillarse, y una puerta
que conducía a una pequeña habitación completamente separada que resultó
contener nada más que un inodoro y un bidé.

Sarita los miró y de repente se dio cuenta de que tenía que hacer sus
necesidades. Suspirando, rápidamente se deslizó adentro para usar las
instalaciones, su mente corriendo. Una plétora de preguntas corrían en círculos
en su mente. Desafortunadamente, no tenía respuestas y su mente solo corría en
círculos en su cabeza. ¿Dónde estaba? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo había llegado allí?
¿De quién era la ropa? ¿Y cómo había entrado en ella?

Sarita se preguntó sobre eso cuando notó que incluso las bragas que llevaba
no eran suyas. Una tanga blanca y sedosa era lo único debajo del camisón. Sarita
no usaba tangas. Las había probado una vez porque eran muy sexys, pero no
había sido capaz de soportar la sensación de tener un calzón chino constante.
¿Qué demonios está pasando? Esa parecía ser la pregunta que seguía
tamborileando en su cabeza. Lo último que recordaba…

En realidad, su memoria era bastante borrosa en este momento. Tenía un vago


recuerdo de un laboratorio y un cadáver y algunas tonterías sobre vampiros, pero
todo era tan inconexo y surrealista en su mente que estaba segura de que era una
pesadilla fragmentada que había tenido. También tenía algo en mente sobre la
preocupación por su abuela, pero, de nuevo, estaba tan fragmentado y confuso
que no estaba segura si era real o un sueño. Por lo que sabía, lo que estaba
sucediendo ahora también era un sueño. Ciertamente, no podía permitirse unas
vacaciones en un lugar como este.

El pánico intentó subir dentro de ella, pero Sarita lo forzó a bajar. Ella era una

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agente de policía, entrenada para controlar sus respuestas automáticas y evaluar
situaciones antes de decidir la mejor manera de responderlas. Así que… lo
evaluaría, Sarita decidió firmemente mientras terminaba en el baño.

Al salir al gran baño, se vio en el espejo sobre los lavabos. La vista la hizo
parpadear. Su cabello negro caía en salvaje abandono alrededor de su rostro y
sobre sus hombros. Ella y su piel bronceada contrastaban increíblemente con la
bata y la bata blancas y transparentes. Parecía que había salido de una novela
gótica… o una porno, pensó con consternación, notando cómo su piel bronceada
y la correa blanca que llevaba se revelaban a través de la tela transparente
mientras se movía. Afortunadamente, la forma en que el material se acumuló en
el escote ayudó a ocultar sus pechos… principalmente.

Chasqueando la lengua con irritación, Sarita se lavó y secó rápidamente las


manos, usando el jabón y las toallas blancas esponjosas proporcionadas. Su
presencia la hizo comenzar a abrir cajones y alacenas en el baño para ver qué
tenían. Encontró un montón de jabón, champú, acondicionador, toallas y paños
en los armarios debajo del lavabo.

Luego, al levantar la caja de maquillaje, encontró más cosméticos de los que


una mujer podría usar en su vida. Parecía haber cada sombra de lápiz labial,
rubor y sombra de ojos jamás creada, completamente nueva y con su envoltura
intacta. También había varios delineadores de ojos, rímel, pinzas, limas de uñas
y tijeras, y demás en el mismo paquete, junto con un secador de cabello, varios
rizadores diferentes, desde rizos planos hasta enormes, y laca para el cabello, así
como varios cepillos para el cabello y peines. Básicamente, cualquier cosa que
una mujer pueda necesitar para hacerse bonita para cualquier ocasión.

Sarita se detuvo por un momento, simplemente mirando lo que estaba


disponible mientras trataba de entender qué significaba todo esto. El sexy
camisón sexy, el maquillaje, la gran cama…

—No —murmuró y luego dejó caer la caja de maquillaje mientras giraba para
salir apurada del baño. La habitación todavía estaba vacía, eso fue todo lo que
Sarita notó mientras corría alrededor de la cama hacia la puerta al otro lado. Su
aliento la dejó con un suspiro de alivio cuando abrió esa y encontró un armario
con ropa y zapatos.

¡Gracias a Dios! Podía ponerse ropas reales y averiguar dónde diablos estaba y qué

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estaba pasando, pensó Sarita. Su alivio fue efímero, sin embargo. En segundos
estaba parada en el medio del armario, obligándose a respirar lentamente.

La confusión que la había asaltado al primer despertar había dado paso a la


ira cuando había revisado el armario. Aquí no había ni rastro de su propia ropa,
o al menos, nada que reconociera como propia. Cada artículo que colgaba era una
bata o un camisón. Había varios colores y longitudes, desde baby dolls azules
hasta negligés carmesíes transparentes, pero cada prenda colgante era
reveladores camisones para dormir adecuada solo para una luna de miel.

En cuanto a los cajones, estaban llenos de tangas, medias y bikinis. Ni siquiera


había un sujetador. ¿Y esos zapatos que había notado al entrar por primera vez?
Eran todos tacones de aguja, una selección de arcoíris de ellos, uno para que
coincida con cada bata colgando. Eran sexy como el infierno e inútiles en su
situación actual.

Respirando lentamente, Sarita se giró y regresó al dormitorio y luego se


detuvo, sin saber cuál sería su siguiente movimiento. Su mirada se deslizó hacia
la puerta que sospechaba que conducía al resto del edificio… y posiblemente a
respuestas, pero Sarita se encontró alejándose de eso. No tenía idea de lo que
había más allá de esa puerta y, después de descubrir todos los negligés y baby
dolls en el armario, no estaba segura de querer saber qué respuestas estaban
esperando. Pero quedarse donde estaba tampoco parecía una buena idea, decidió
Sarita cuando chocó contra algo y se volvió para mirar la cama.
Su mirada se deslizó a regañadientes a la puerta desconocida otra vez, pero
luego se movió rápidamente hacia las puertas francesas. Al menos allí podía ver a
lo que estaba saliendo, pensó Sarita y se movió por el pie de la cama hasta el primero
de los tres juegos de puertas francesas. Haciendo una pausa, se asomó a la terraza
y la jungla, y luego miró tan lejos a cada lado como pudo desde su posición. La
terraza se extendía en ambas direcciones, izquierda y derecha, la jungla bordeaba
su extensión como una valla de privacidad. También vio que había muebles de
mimbre afuera, pero no vio a ninguna persona alrededor.

Sarita tomó la manija de la puerta derecha y la giró con cuidado, tratando de


estar lo más silenciosa posible. Una vez que se abrió, asomó la cabeza lo suficiente
como para poder ver mejor. No había mucho más que ver que la terraza que
corría por las esquinas del edificio. Sarita no podía decir qué podría estar a la

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vuelta de la esquina del edificio a su izquierda, pero a su derecha vio el extremo
redondeado de una piscina en el suelo que sobresalía del edificio.

Después de un breve viaje de regreso al dormitorio para desenchufar y tomar


la lámpara de la mesita de noche, Sarita salió a la terraza y comenzó a arrastrarse
a lo largo de las frías baldosas de piedra hacia la derecha. Redujo la velocidad
cuando pasó el último juego de puertas francesas de su habitación y se acercó a
otro set. Apretando con la mano la lámpara, se inclinó hacia delante lo suficiente
como para asomarse al interior.

Su mirada se deslizó sobre una gran sala de estar abierta. Se extendía a lo largo
de este extremo del edificio. Nuevamente había ventiladores de techo, pisos de
madera y paredes blancas, pero también había alfombras y almohadas que
agregaban toques de color. Los muebles eran de una variedad grande y mullida
en lugar del mimbre usado en la habitación en la que había despertado. La
habitación estaba vacía de cualquier habitante humano.

Relajándose un poco, Sarita continuó hacia la esquina del edificio para


inspeccionar la piscina y sus alrededores. La jungla bordeaba esta área también,
corriendo alrededor de la piscina en forma de lágrima y de vuelta al otro lado del
edificio. Había una cascada en el extremo superior de la lágrima donde el agua
se derramaba perezosamente sobre las rocas apiladas a cuatro metros de altura
antes de caer en la piscina. Era hermoso.

Desafortunadamente, no estaba en posición de disfrutarlo, así que Sarita se


movió a lo largo de la terraza hasta la siguiente esquina del edificio. Éste conducía
al frente de la casa, donde la jungla se desmoronaba, dejando que la arena
bordeara la terraza y corriera seis o diez metros hacia la costa y un muelle vacío.
Miró el océano brevemente y luego consideró las sólidas puertas dobles
delanteras de la casa bajo el sombreado porche antes de girar para volver sobre
sus pasos hacia la puerta abierta del dormitorio.

Sarita no se detuvo allí, sino que continuó hasta la siguiente esquina para mirar
a su alrededor. Más terraza y puertas francesas esperaban, pero no había señales
de una persona real. Sarita se movió a otro juego de puertas francesas y repitió
su cautelosa rutina de espiar. Lo que encontró esta vez parecía ser una oficina,
también deshabitada. Su mirada se deslizó sobre un escritorio de madera oscura
y paredes forradas de estanterías, y luego continuó hacia una pequeña ventana.
Sabiendo esto sería una nueva habitación; aminoró la marcha y miró

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cautelosamente a través de la alta ventana hacia… otro baño. Mucho más
pequeño que el de la habitación, era solo un inodoro y un lavabo.

Supuso que era un baño de invitados y avanzó cautelosamente hacia el


primero de los dos conjuntos de puertas francesas que había más allá del baño.
Sarita no se sorprendió cuando las primeras puertas le dieron una vista de una
cocina, mientras que la segunda reveló un área de comedor. Sin embargo, se
sorprendió de que ambas habitaciones estuvieran tan vacías como el resto de la
casa.

Deteniéndose en la esquina delantera de este lado de la casa, Sarita miró hacia


la arena y el agua otra vez y luego frunció el ceño y miró hacia la puerta principal.
Nada de esto tenía sentido. Estaba vestida para el sexo en medio de un paraíso
de luna de miel, pero no parecía haber nadie más que ella.

A menos que hubiera un segundo piso, pensó Sarita de repente. No había visto
ninguna escalera en su exploración, pero…

Sarita caminó rápidamente hacia la playa y luego se volvió para mirar la casa.
No había un segundo piso. Estaba sola. Lo cual no tenía ningún sentido en
absoluto. A pesar de su vergonzoso estado de casi desnuda, todavía habría
preferido encontrar a alguien que podría haberle explicado las cosas… como por
qué estaba aquí y dónde estaba.

Negando, Sarita se alejó de la casa y luego se dirigió al muelle. Salió al final y


miró primero hacia un lado y luego hacia el otro a lo largo de la playa, notando
que no se estiraba a ambos lados antes de curvarse. Así que esta casa estaba en
un extremo de la isla, o de alguien en tierra, razonó y miró hacia abajo, notando
lo que parecía ser una cuerda nueva en dos de los puestos del muelle. Uno en el
poste en el extremo del muelle y el otro en la orilla, estaban a una distancia de
tres o cuatro metros, sugiriendo que el bote que usualmente estaba atracado aquí
no era grande.

Sarita se volvió para mirar la casa. No había nada más que jungla alrededor
del edificio, no había señal de un camino. Solo se podía acceder por agua. Pero
no había señales de un bote y parecía ser la única persona aquí.

Por ahora.

La última idea la hizo volver a la casa, esta vez moviéndose rápidamente.

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Parecía estar sola. Pero alguien la trajo aquí. El muelle vacío sugería que
quienquiera que fuese se había ido por alguna razón. Pero no la habían arrojado
a una casa en el medio de la nada sin ningún motivo. Sin duda regresarían y tenía
que prepararse para eso. Necesitaba encontrar un arma, un teléfono o algo para
ayudarla a salir de esta situación.

Cualquiera que sea esta situación, Sarita pensó sombríamente. Teniendo en


cuenta todos negligés y escasos baby dolls que había encontrado, y que eran la
única forma de cubrirse disponibles, sospechó que el sexo tenía algo que ver con
su presencia allí. Si ese era el caso… Bueno, Sarita no tenía intención de ser la
esclava sexual de nadie.

Apretando la boca, usó las puertas delanteras para entrar a la casa. La entrada
era una gran área entre el comedor y la sala de estar. Podía ver ambas
habitaciones desde allí y rápidamente comprobó que estaban tan vacías como
habían parecido desde afuera. Después de una vacilación, se volvió hacia el
comedor. Tenía una gran mesa con cubierta de cristal y seis sillas. Había un jarrón
grande en el centro de la mesa del comedor con un enorme y desenfrenado ramo
de flores. Sarita apenas echó un vistazo a las flores mientras continuaba por la
gran entrada arqueada que separaba el comedor de la cocina.

La cocina parecía el lugar más probable para encontrar una mejor arma, por lo
que Sarita comenzó allí y se sorprendió al descubrir que no tenía que buscar en
cada cajón y alacena para obtener una. Había un bloque de madera en la isla con
un juego de cuchillos de chef. Cuchillos afilados largos, cuchillos cortos y
afilados, y una cuchilla estaban en exhibición.

Poniendo la lámpara en el mostrador de la cocina, Sarita se movió hacia el


bloque de madera y sacó el cuchillo de carnicero. Después de probar la sensación
en la mano, lo colocó en la isla y sacó dos de los cuchillos para carne también,
pensando que serían buenos para tirar. Apartando la ridícula bata y el negligé,
deslizó las dos cuchillas bajo la correa de su tanga. Cuando la correa se sostuvo
y no fue arrastrada por el peso de los cuchillos, agarró dos más y los añadió.
Tiraron un poco de la correa, pero se mantuvo arriba, así que dejó que el
espumoso material blanco volviera a su lugar y volvió a agarrar el cuchillo de
carnicero.

De acuerdo, estaba armada. ¿Ahora qué? ¿Encontrar un lugar donde

35
esconderse donde podría emboscar a su captor a su regreso? O…

¡Teléfono! Sarita pensó de repente, y chasqueó la lengua con irritación mientras


recordaba su intención inicial de encontrar uno. Una rápida mirada alrededor de
la cocina no reveló un teléfono, por lo que regresó a la sala de estar, pero una
inspección de esa habitación demostró que tampoco había nadie allí.

Con los dedos cruzados, usó la puerta de la sala para deslizarse a la oficina y
se dirigió al escritorio. Sarita no estaba terriblemente sorprendida de no encontrar
uno allí tampoco. Había sido demasiado esperar, supuso. ¿Secuestrada y dejada
solo con armas y un teléfono? No es probable. Tuvo suerte de que los cuchillos
estuvieran disponibles, o de que la habían dejado sola, pensó Sarita y frunció el ceño.
En serio, ¿qué tipo de secuestrador te secuestra y luego te deja solo con armas tan
fácilmente disponibles? Pensarías que él habría limpiado cualquier cosa y todo
lo que podría usar para defenderse. A menos que quien sea que fuese no esperaba que
se despertara tan pronto de cualquier droga que le hubieran dado, pensó. O tal vez se
habían retrasado inesperadamente al regresar.

Tal vez ella tuvo suerte y su bote estalló.

Eso sería karma, pensó Sarita y sonrió ante la idea cuando notó el sobre apoyado
contra la lámpara del escritorio. La sonrisa se desvaneció al ver que su nombre
estaba en él, lo agarró y comenzó a sentarse en la silla del escritorio solo para
recordar los cuchillos que había enfundado en la correa de la tanga que llevaba.
Literalmente. Un golpe rápido de un par de cuchillas fue suficiente para que se
enderezara y decidiera permanecer de pie.

El sobre no fue sellado. Soltando el cuchillo de carnicero, Sarita levantó la


solapa y sacó la carta, luego la desdobló y leyó el mensaje en el fino papel vitela.

Querida Sarita,

Tu ropa estaba llena de sangre. Asherah te limpió y te


metió en la cama.

Sarita se dejó caer contra el escritorio cuando esas primeras palabras enviaron
recuerdos que la inundaron. El laboratorio del Dr. Dressler. El pobre hombre
cortado por la mitad. El Dr. Dressler y la mujer que llegó. La sangre salpicando
sobre ella mientras ese pobre inmortal trataba de gritar y... ¿Inmortales? ¿Nanos

36
biodiseñados? Giró la cabeza brevemente, todo lo que Dressler le había dicho
volvió a su mente, y luego recordó el disparo que le había dado en el cuello.

—Bastardo —murmuró con un disgusto que se dirigía a ella misma tanto como
a él. Aunque parecía obvio que era un cabrón, debería haber estado más alerta.
Debería haber notado el movimiento cuando él había extendido la mano para
inyectarla, y ella debería haber alejado su mano o algo así.

Tomando una respiración profunda, contó hasta tres y se recordó que no era
la Mujer Maravilla. Nadie lo era, hizo lo mejor que pudo y lamentarse era una
pérdida de energía que podría ser dirigida hacia esfuerzos más útiles.

—Bien —murmuró—. Vamos a continuar con eso.

Alzando la carta, comenzó de nuevo.

Querida Sarita,

Tu ropa estaba llena de sangre y arruinada. Asherah te


limpió y te metió en la cama.

Una vez que perdiste el conocimiento, pensé que no expliqué


la importancia de ser un compañero de vida. Por lo que puedo
deducir, parece que los nanos en su huésped eligen a un
compañero de vida, y son criaturas extrañas que el inmortal
no puede leer ni controlar, y puede vivir felizmente a lo
largo de su vida. También son pocos y distantes. Algunos
inmortales aparentemente esperan siglos o incluso milenios
para encontrar el suyo. Mientras que algunos han tenido la
suerte de encontrar uno, perderlos, y más tarde, por lo
general mucho más tarde, encontrar otro, hay otros inmortales
que nunca encuentran ni siquiera un compañero de vida. Así
que los compañeros de vida son valorados más que cualquier
otra cosa en la vida de un inmortal.

Parece que los inmortales, como gibones o lobos, tienen un


compañero de por vida. No debido a ningún estándar moral,
sino simplemente porque otro compañero no satisfaría sus
necesidades. Lo que me han dicho es que los compañeros de
vida se complementan entre sí en todos los sentidos, y que
el compañero de vida no es como ningún otro: Poderoso y
abrumador hasta el punto en que ambas partes se desmayan o
se desmayan al final. Sospecho que los nanos deben causar
esto liberando una avalancha de las hormonas relevantes.

37
También entiendo que los compañeros de vida se encuentran
irresistibles, y de hecho a menudo pasan semanas o incluso
meses en la cama en la primera reunión. Te digo esto para
que sepas que no hay ninguna razón para creer que pensaré
menos de ti si te encuentras haciendo lo mismo, o incluso
dejar que el hombre te tome en tu primera reunión. Eso
espero.

Sarita resopló ante el comentario. No le importaba una mierda lo que un


demente como Dressler pensara de ella. Dormiría con quien quisiera siempre que
quisiera. Aunque, francamente, no era una chica de una sola noche o una que
probablemente "deje caer el lío" al conocer a alguien por primera vez. El padre
de Sarita había sido un tipo de hombre pasado de moda; también había sido
sobreprotector e insistió en conocer a todos los hombres con los que había salido
alguna vez. Sabía sin lugar a dudas que les había dado a todos la charla de "el
infierno no tiene furia como un padre cuyo bebé ha sido manoseado por un adolescente
cachondo", seguido rápidamente por "Tengo un gran patio trasero para enterrarte".
Ella tuvo suerte de haber tenido sexo.

Negando, Sarita volvió su atención a la carta, rápidamente encontrando


donde se había quedado.

—Primera reunión de yada yada —murmuró mientras encontraba el lugar.

Ahora, no te alarmes. Estás en el hogar que mi esposa y yo


habitamos al mudarnos a Venezuela. Vivimos allí durante un
año mientras esperábamos a que se construyera nuestra casa
en la isla. Lo estuve renovado y actualizado hace algunos
meses en previsión de esta eventualidad. Espero que lo
encuentres cómodo y de tu agrado.

Todo ha sido suministrado para su uso.

El refrigerador y los armarios de la cocina están llenos


de comida y se rellenarán según sea necesario. El estante
del vino en el comedor está lleno de vinos que pensé que
podría disfrutar.

Sarita apretó la boca. Parecía que esperaba que ella estuviera allí durante
mucho tiempo. Él tenía otro pensamiento por venir.

Has conocido a tu compañero de vida, aunque fue hace mucho


tiempo que no puedes recordarlo. Aparentemente tenías trece

38
años cuando entraste a su restaurante en Caracas. Reconoció
que eras su compañera de vida, pero fue lo suficientemente
caballero como para no reclamarte cuando eras tan joven. En
cambio, decidió dejarte vivir tu vida y crecer primero y
poner a un detective privado averiguando sobre ti, durante
los últimos quince años, le ha dado informes mensuales sobre
tu vida.

—¿Qué? —Sarita jadeó con consternación. ¿Trece? Esa es la edad que tenía
cuando murió su madre. También fue cuando ella y su padre se mudaron a
Canadá. Trató de pensar en los restaurantes que habían visitado aquí en
Venezuela antes de mudarse a Canadá, pero habían pasado quince años.
Además, con el trauma de lo que le había sucedido a su madre, ese año era una
especie de borrón en su memoria de todos modos.

Suspirando, volvió a mirar la carta, leyendo la parte sobre la decisión de este


compañero de vida de dejarla vivir su vida y crecer. Qué honorable, pensó con
disgusto. ¿Como si ella no tuviera voz en eso? En cuanto a poner a un detective
privado persiguiéndola los últimos quince años… bueno, eso fue simplemente
espeluznante. Obsesivo incluso. Pero solo porque Dressler lo dijo, no significaba
que fuera cierto. Ni una vez en quince años había notado que alguien la seguía
por la ciudad o algo por el estilo, y ella era policía, entrenada para observar cosas.

Sarita frunció el ceño brevemente, pero luego continuó con la carta.

—Yada yada, informa sobre tu vida… ahí está.


Su nombre es Domitian Argenis. Él está abajo.

—¿Debajo de qué? —murmuró Sarita, y luego leyó la siguiente línea.

Dejé el refrigerador en la planta baja, lleno de sangre


para él.

Por su propia seguridad, le sugiero que espere a que se


despierte, lo alimente con al menos cuatro bolsas de sangre
y se asegure de que comprende que usted no es responsable de
que lo encadenaron a la mesa, y que usted es una víctima e
indefensa como él…

—Impotente mi culo —gruñó Sarita.

… antes de desencadenarlo.

39
Buena suerte. Espero aprender mucho de su estadía en mi
hogar lejos del hogar.

Dr. Dressler

—¿Antes de desencadenarlo? —murmuró con incredulidad.

¿Algún pobre tipo fue encadenado en el sótano? Al menos asumió que estaba
en el sótano. El doctor había dicho que estaba abajo y luego mencionó un
refrigerador en el sótano, por lo que adivinaba abajo estaba el sótano.

—¿Pero dónde demonios está el sótano? —murmuró Sarita, frunciendo el ceño


ante la carta por no agregar esa información. No había visto escaleras en ningún
lado de su recorrido por la casa.

Dejando caer la carta, Sarita comenzó a rodear el escritorio, pensando que


tendría que pasear por la casa de nuevo. Pero se detuvo al ver una estantería en
un ángulo en la esquina opuesta de la habitación. El borde estaba un par de
centímetros más allá de la estantería al lado.

Con los ojos entrecerrados, Sarita caminó hacia las estanterías, agarró el
costado del que sobresalía y tiró.

—Eureka —murmuró mientras el estante se balanceaba como una puerta—.


Puertas ocultas. Justo lo que debería haber esperado del Dr. Demente.
Al entrar en la abertura que quedaba, Sarita miró las escaleras que conducían
a la oscuridad y frunció el ceño.

—Acogedor.

Una mirada a la pared a cada lado no reveló un interruptor de luz. Sintiendo


a lo largo de la pared a cada lado del marco de la puerta tampoco lo hizo. Parecía
que se esperaba que se deslizara ciegamente en la oscuridad como un idiota.

Sarita miró brevemente el agujero negro, preguntándose por el hombre


encadenado allí abajo. No estaba comprando este negocio de compañero de vida
sobre el que Dressler había escrito, pero tenía curiosidad por saber cómo era su
supuesto compañero de vida. Con su buena suerte, sería un bandolero de ojos bizcos
con un mechón, pensó Sarita y luego se encogió de hombros. Lo que sea. No

40
importaba. No estaba interesada en ser la vampiresa de algún vampiro. Aunque
tenía curiosidad por verlo. Pero no había forma en el infierno de que se arrastrara
hacia la oscuridad sin algún tipo de luz.

Girando lejos de la entrada oculta, Sarita se dirigió a la cocina en busca de una


linterna. Pero, por supuesto, no parecía haber ninguna.

Golpeando la última puerta del armario con un golpe irritado, vaciló, y luego
suspiró y se dirigió al cajón junto al fregadero. Al abrirlo, recuperó la caja de
fósforos que había visto allí durante su búsqueda. Era una de esas cajas grandes
de fósforos de madera con una franja llamativa en el costado, y estaba llena, notó,
abriendo la caja.

Llevándolos con ella, Sarita salió a la sala de estar. Tuvo un vago recuerdo de
ver velas aquí en uno de sus viajes a través de...

—¡Ajá! —dijo con triunfo, corriendo hacia la repisa de la chimenea donde


había cuatro velas grandes en los candelabros alineados como una especie de
decoración de bronce en el medio como la pieza central. Cogió una de las velas y
regresó a la oficina.

Sentando el candelabro sobre el escritorio, Sarita rápidamente lo encendió, y


luego metió un par de fósforos adicionales entre sus labios por si acaso se
apagaba la vela. Luego agarró el candelabro y su cuchillo de carnicero y se dirigió
hacia la puerta secreta.
La escalera era estrecha y empinada, descubrió con el primer paso, y Sarita
alcanzó la mayor parte de la tela de la bata que pudo en la mano que sostenía el
cuchillo y la levantó por encima de las rodillas. Nunca admitiría esto, pero a veces
se sabía que era un poco torpe, y enredarse los pies en la bata y caerse no era algo
que quisiera experimentar.

Sarita dio un par de pasos más, con una vela frente a ella y entrecerró los ojos
para mirar más allá. Luego disminuyó la velocidad cuando una escena de una
vieja película en blanco y negro que una vez había visto vino a la mente. Una
mujer solitaria con un camisón blanco y largo que bajaba las escaleras hacia la
oscuridad con solo una vela para iluminar su camino. Mientras tanto, el malvado
Drácula esperaba en la oscuridad, listo para saltar sobre ella.

Sí, buena, Sarita. Lo perfecto para pensar en este momento, se reprendió

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mentalmente mientras continuaba abajo. Se suponía que su Drácula estaba
encadenada allí, pero ¿y si se hubiera soltado?

Sarita rápidamente apartó ese pensamiento como inútil y continuó hacia abajo.
No podía ver más que un par de pasos por delante, y no necesitaba películas
antiguas para ayudarla a imaginar lo que le esperaba. Sin embargo, otras escenas
de películas de repente se deslizaron por su mente. Todas eran solo versiones
diferentes de esa escena en cada película de terror donde la estúpida chica hizo
algo increíblemente idiota que la apuñaló o la decapitó horriblemente.

Ese pensamiento hizo que Sarita se detuviera abruptamente en las escaleras


cuando se dio cuenta de que realmente estaba siendo como esa idiota de todas
las películas de terror. La imbécil de cabello largo con grandes tetas hinchables y
sin cerebro generalmente en algo escaso y... ¡Mierda! ¡Tenía el cabello largo, tetas
grandes y llevaba una bata transparente! ¡Ella era esa chica!

Nah, su cabello era largo, no muy largo. No estaba rizado a menos de unos
centímetros de su vida y rociado hasta la muerte. Y sí, tenía pechos grandes, pero
eso no era su culpa. Eran naturales, no comprados, y de verdad, sus pechos
grandes habían sido la ruina de su existencia desde que se le aparecieron en el
pecho cuando tenía trece años. Su presencia no había pasado desapercibida para
los chicos de su escuela, y lo que siguió fueron burlas, burlas e intentos de
intimidar de los más groseros de sus compañeros de clase. Ellos fueron la razón
detrás de su primer golpe a un hombre en la cara. Había golpeado a muchos más
desde entonces, tanto dentro como fuera del trabajo, por lo que su compañero de
trabajo la llamó Rock'em Sock'em Reyes, o simplemente RSR para abreviar.

Sarita sonrió torcido al pensar en Jackson, su compañero de patrulla. Él era un


buen tipo. Recién casado y locamente enamorado de su esposa, a menudo la
trataba como a una hermana pequeña. Él era lo más cercano que tenía a su familia
ahora y solo pensar en él la hizo enderezar los hombros. Grandes pechos, imbécil
o no, iba allí. Además, a diferencia de las chicas idiotas en las películas, ella estaba
armada con más de doble D. Tenía un cuchillo y sabía cómo usarlo. Tener su arma
habría sido más tranquilizador, pero… lo que sea, Sarita pensó mientras bajaba a un
piso frío y duro y se detuvo.

Se quedó quieta por un momento, solo escuchando, pero no hubo un ligero

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arrastrarse mientras alguien se movía en la oscuridad, ningún silbido de un
vampiro a punto de lanzarse sobre ella.

Nada, pensó, y soltó el aliento que había estado conteniendo para aspirar un
poco de aire fresco en sus ansiosos pulmones.

De acuerdo, no tan fresco, se corrigió, arrugando la nariz ante el aroma rancio


y húmedo que la asaltaba. El sótano definitivamente tenía un olor a moho. Sarita
movió un pie descalzo por el suelo y luego bajó la vela hasta que pudo ver que
era de hecho concreto y no simplemente tierra compacta.

Enderezándose, miró alrededor, esperando que sus ojos se hubieran ajustado


lo suficiente para que pudiera distinguir algo en la oscuridad. Sin embargo, no lo
habían hecho, así que avanzó arrastrando los pies hasta que la luz de la vela
reveló una pared con una puerta. Soltando el agarre que había tenido sobre su
bata, alcanzó el pomo de la puerta.

El ruido del metal contra el metal cuando la empuñadura del cuchillo chocó
contra la perilla le hizo hacer una mueca de dolor, pero Sarita la giró y abrió la
puerta.

La vela parpadeó violentamente por el aire creado por la apertura de la puerta.


Aterrorizada de que se apagara, Sarita instintivamente la acercó más a su pecho
y levantó su mano para sostener la llama. No sabía si eso ayudaría, pero después
de un momento la luz de la vela volvió a asentarse y dejó escapar el aliento que
había estado conteniendo en un suspiro de alivio que hizo apagar la maldita cosa.
—¡Mierda! —murmuró Sarita en la oscuridad, casi escupiendo las dos cerillas
que había colocado entre sus labios. Estirándose instintivamente para quitarlos,
se dio un golpe en la mejilla con el cuchillo de carnicero y se sorprendió tanto que
dejó caer la vela, el soporte y todo. Sarita inmediatamente se congeló cuando la
oscuridad pareció engullirla, enviando una sensación punzante a lo largo de su
piel.

Intentando ignorarlo, Sarita respiró hondo y razonó consigo misma. La vela se


había apagado y ella la había soltado y ahora estaba oscuro. No era un gran
problema. Tenía fósforos. Encendía uno, buscaba la vela y volvía a encenderla.
Boom, problema resuelto, se dijo.

En el momento en que Sarita alzó la mano de su vela, ahora vacía, y sacó uno
de los cerillos de su boca, se sintió un poco mejor. Incluso el prenderlo emitiría

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luz. Todo lo que tenía que hacer era golpearlo en algo. Se encendería y lo usaría
para encontrar la vela. Todo estaría bien, razonó Sarita… excepto que no había
traído la caja de fósforos con su tira llamativa en el costado.

No hay problema, se dijo otra vez, el piso de cemento era áspero, y podría usar
eso. Parecía bastante fácil. Desafortunadamente, Sarita había olvidado los
cuchillos metidos en su tanga. Los recordó con fuerza cuando se arrodilló
rápidamente y los cuchillos se clavaron en su piel, su posición encorvada
presionó su estómago contra la parte superior de ellos y básicamente los forzó en
sus piernas.

El fósforo en su boca fue escupido en una maldición cuando Sarita


rápidamente se enderezó de nuevo. Ignorando eso por el momento, sintió la
parte superior de sus muslos para ver cuánto daño se había hecho a sí misma.
Pero estaba oscuro, y la tela del negligé y la bata no ayudaban.

Murmurando por su estupidez, tiró del material de la bata y el negligé y volvió


a tocar. Los dedos de Sarita encontraron lo que suponía que era sangre en la parte
delantera de sus piernas, pero no parecía haber demasiado. Al menos no estaba
chorreando ni nada, así que no pensó que se había hecho demasiado daño. Lo
cual fue un alivio.

Suspirando, Sarita colocó la empuñadura del cuchillo de carnicero entre sus


dientes para sostenerlo, atrapó el material de la bata y el negligé entre su barbilla
y el pecho y usó ambas manos para sacar los cuchillos de su tanga. Luego levantó
la barbilla, dejando que el material volviera a su lugar y quitó el cuchillo de
carnicería mientras consideraba sus opciones. Solo tenía dos: Encontrar las
cerillas o al menos una de ellas, encenderla, buscar y encender la vela, o subir las
escaleras y recuperar otra vela y más fósforos.

Sarita miró por encima del hombro hacia las escaleras, aliviada de ver la luz
que se derramaba desde la puerta abierta de arriba. En realidad, ahora que la vela
estaba apagada, sus ojos se estaban ajustando y podía ver un poco más de lo que
tenía con ella. O tal vez era porque la luz no estaba entre ella y lo que estaba
tratando de ver. En cualquier caso, podía ver formas más oscuras en la oscuridad
a su alrededor. Y lo que parecía una larga cadena o cuerda colgando del techo al
pie de las escaleras.

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Olvidando los fósforos y la vela, Sarita volvió a la escalera, cogió todos sus
cuchillos entre su mano y el pecho, luego levantó la otra mano para sentir el
objeto con los dedos libres. Era una cuerda con un pequeño peso en forma de
campana en el extremo. Le dio un tirón y luego cerró los ojos cuando un clic fue
acompañado por una explosión de luz en la habitación. Al abrir los ojos
cautelosamente después de un momento, vio que la fuente de luz era una
bombilla desnuda en un accesorio en el techo.

Bajando la cabeza, Sarita se volvió para mirar lo que parecía ser un área de
almacenamiento. Los viejos muebles de mimbre estaban apilados a lo largo de la
pared a su derecha, y varias cajas llenaban el espacio a la izquierda, las escaleras
estaban frente a ella, y…

Sarita se volvió y miró hacia la pared opuesta, donde había más artículos y
cajas apiladas a ambos lados de la puerta que había abierto. La luz no llegaba
demasiado lejos en la habitación contigua, pero podía ver la esquina de un
mostrador de metal justo adentro. También podía ver su vela y su soporte en la
entrada con las cerillas no muy lejos.

Sarita cruzó el pequeño espacio, puso sus cuchillos en el mostrador justo al


lado de la puerta y se arrodilló para recoger los artículos caídos. Recolectó los
fósforos y los colocó junto con la vela en el soporte, la levantó y comenzó a
ponerse de pie, pero se detuvo al mirar la habitación que tenía delante.

La luz suficiente se derramaba a través de la puerta que podía distinguir


formas, y una en particular había llamado su atención. Había una mesa en el
centro de la habitación… y había un cuerpo en ella. Sarita inmediatamente pensó
en el último hombre que había encontrado en una mesa. Bueno, dos mesas
realmente, al menos al principio.

Apretando el estómago, se enderezó lentamente y se inclinó ciegamente hacia


un lado con la mano libre para sentir a lo largo de la pared un interruptor de luz.
Sus dedos encontraron un armario superior de metal fresco, y justo debajo de eso
encontró lo que pensó que era un interruptor de luz. Aliviada, Sarita lo movió
hacia arriba y volvió a cegarse cuando las luces fluorescentes de arriba cobraron
vida al menos diez veces más que la habitación con una bombilla calva.

Parpadeando rápidamente, captó instantáneas de la habitación mientras


intentaba obligar a sus ojos a ajustarse más rápidamente. Parpadeo. El laboratorio
era muy similar al laboratorio en el área cercada en la isla. Parpadeo. Estaba la

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mesa de metal en el centro de la habitación a su izquierda. Parpadeo. Había
alguien sobre la mesa. Parpadeo. Estaba inmóvil, desnudo y... parpadeo. Maldita
sea era sexy.
Capitulo 3

46
Sarita no estaba segura de cuánto tiempo estuvo parada en esa puerta mirando
al hombre en la mesa. Pero él fue digno del tiempo dado. Porque definitivamente
no era un tonto bizco con un mechón. Bueno, en realidad, tenía los ojos cerrados
y estaba inconsciente, por lo que no podía estar segura de la parte de bizco, pero
francamente, con un cuerpo como ese, podía pasar por alto algunos defectos,
pensó Sarita y luego parpadeó y se dio una bofetada mental.

—Sal de ahí —murmuró—. Él es un vampiro… científico o no. Y si Dressler


estaba diciendo la verdad, ha estado haciendo que te siguieran durante años
como un pervertido espeluznante —agregó, en buena medida, porque realmente,
eso le molestaba. No era que confiara en Dressler y en lo que dijo todo eso, pero
en realidad, ¿por qué mentiría sobre algo así? Incluso… ¿cómo pudo haber sido
rastreada por un detective privado durante quince años y no haberlo sabido?
Loco. Imposible—. Dios, mira ese pecho.

Sarita puso los ojos en blanco cuando la última parte salió. No tenía idea de
dónde había venido. Pero en serio, tenía un pecho increíble. Al menos, lo que
podía ver por encima de las cadenas que estaban envueltas alrededor de la mesa
y su cuerpo desde justo debajo del codo hasta la parte superior de los muslos. Era
mucha cadena.
También notó que había un catéter intravenoso pegado a su codo interno en
este lado. Y debajo de la falda de la cadena se revelaban unas fuertes y
musculosas piernas que se estrechaban hasta llegar a unas buenas pantorrillas
antes de que las cadenas comenzaran de nuevo en sus tobillos, cubriendo varios
centímetros y luego se detenían a sus pies.

El Dr. Dressler había mencionado que estos inmortales eran más fuertes que
los mortales, pero esto parecía demasiado excesivo, pensó Sarita y finalmente
comenzó a avanzar. Se detuvo después de solo un par de pasos cuando se dio
cuenta de que aún llevaba la vela. Haciendo una pausa, se giró hacia atrás para
colocarla en el mostrador junto a la puerta, haciendo una nota mental para no
olvidarla cuando volvieron al piso de arriba. Podrían necesitarla de nuevo.

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Ese pensamiento la detuvo. ¿Cuando volvieran arriba? ¿Podrían necesitarla?
¿Realmente planeaba liberar al vampiro desnudo en la mesa? Originalmente
había tenido curiosidad por verlo. No había tenido la intención de liberarlo
necesariamente. Ahora, sin embargo…

Volviéndose hacia la habitación, Sarita dejó que su mirada recorriera las


cadenas que ataban al hombre. Se suponía que era más fuerte, más rápido y todo
eso. Él podría ser útil para ayudarla a salir de este lugar. Y sí, era un vampiro,
pero también había sido drogado y drogado aquí por el Dr. Dressler al igual que
ella. Tenían un enemigo común. ¿Cómo era ese viejo dicho? ¿El enemigo de mi
enemigo es mi amigo?

¡Maldita sea, lo estoy desencadenando!

Tal vez, agregó Sarita, volviendo a la mesa.

Echó un vistazo por encima de las cadenas, pero al no ver el final en la parte
superior, comenzó a inclinarse para mirar debajo de la mesa, solo para detenerse
cuando vio una gota de sangre en el suelo. Enderezándose nuevamente, miró
más de cerca la cadena alrededor de su brazo inferior. Estaba justo encima de
donde estaba la mancha de sangre en el piso y, al principio, pensó que debía ser
herido bajo toda esa cadena. Sin embargo, un examen más exhaustivo no reveló
ninguna evidencia de sangre en la mesa o cadena.

Perpleja, Sarita volvió a mirar al suelo para ver que ahora había dos gotas de
sangre, al lado...
Tres, se corrigió mientras daba un paso atrás, revelando otra gota que estaba
entre los pies de ella.

Ella era la que sangraba, se dio cuenta Sarita y rápidamente comenzó a tirar
del material de la bata y el negligé que llevaba puesto. Había olvidado todo sobre
apuñalarse con los cuchillos antes. Su preocupación por encender la vela y poder
ver otra vez la había apartado de su mente. Sin embargo, esa preocupación ya no
estaba. Tenía mucha luz y aprovechó la oportunidad para ver mejor las heridas.

Una mueca reclamó sus labios una vez que se quitó el negligé y la bata y pudo
ver las cuatro rebanadas a lo largo de la parte superior de sus muslos. Dos de
ellos eran muy poco profundos y ya estaban cubiertos de sangre seca. Dos, uno
en cada pierna, sangraban libremente. No mucho, pero suficiente como para que

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la sangre goteara por sus piernas en riachuelos lentos.

Los limpiaría y los vendería más tarde, decidió Sarita mientras dejaba que la
bata y el negligé volvieran a su lugar. No eran tan profundos como para ser una
preocupación importante, pero los cortes podrían infectarse y eso era más
probable en los trópicos que en cualquier otro lugar. No eran solo las arañas y las
criaturas deslizantes las que prosperaron aquí. Las bacterias también disfrutaban
del clima húmedo y cálido.

Asegurándose que cuidaría de ellos a la primera oportunidad que tuviera,


Sarita miró nuevamente al rostro del hombre y luego extendió la mano para
acariciar suavemente sus mejillas con la esperanza de despertarlo. No hubo
reacción alguna, ni siquiera una conmoción, así que lo intentó de nuevo,
acariciando su mejilla con más firmeza. Cuando eso tampoco tuvo ningún efecto,
le dio una bofetada. Nada.

Inclinándose sobre él, Sarita presionó un pulgar contra su párpado y lo abrió.


El ojo del hombre era el azul más hermoso que había visto en su vida. En serio,
era precioso, tan azul como el cielo en un día soleado, pero con rayos de plata
que casi parecían brillar. Estaba tan fascinada con el color que le llevó un
momento recordar por qué había abierto su ojo, pero luego Sarita obligó a su
atención a la pupila y asintió solemnemente.

—Drogado —murmuró, soltando su párpado y volteándose para mirar la


bolsa intravenosa. Al ser inmortal y todo, asumió que era una bolsa de sangre
vacía. Ahora vio que todavía quedaba unos centímetros de líquido claro en la
bolsa. Bueno, en su mayor parte claro, notó, entrecerrando los ojos ante la calidad
lechosa del líquido en su interior.

No solo salino entonces, pensó Sarita.

Dirigió su atención al catéter en su brazo, rasgó la cinta y deslizó el aparato.


Lo dejó caer para columpiarse libre al lado de la mesa, y luego le dio al punto de
inserción una mirada rápida para asegurarse de que todo estaba bien. Una gota
de sangre había salido a borbotones a la superficie, pero cuando la limpió, Sarita
ni siquiera podía ver un punto exacto para mostrarle dónde había entrado la
aguja. Se curó muy rápido.

Encogiéndose de hombros, liberó su brazo y miró su rostro otra vez,


preguntándose cuánto tardarían las drogas en desaparecer. Probablemente por

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un tiempo, decidió y debatió qué hacer a continuación.

Sarita miró alrededor de la habitación, vio el refrigerador a lo largo de la pared


a su derecha, y se acercó para abrirlo. Sangre. Montones. No tanto como había
estado en el refrigerador que había visto en la cámara de tortura del doctor
Dressler, sino unas buenas treinta o cuarenta bolsas.

Otra señal de que Dressler esperaba que estuvieran aquí un tiempo, pensó Sarita y
sintió que su boca se apretaba. Eso no iba a suceder. Saldría de allí tan rápido
como pudiera. Tenía cosas que hacer. Tenía que encontrar a su abuela, y eso
podría ser un problema en sí mismo. No la había visto en la casa de Dressler ni
en los laboratorios, pero eso no significaba que no estuviera allí. Ciertamente,
Sarita ya no confiaba en que el hombre le hubiera dicho la verdad cuando llamó
con la noticia de que su abuela había resultado herida en una caída.

Donde quiera que estuviese, Sarita tenía que encontrarla y alejarla del loco
vejestorio para el que la mujer había trabajado desde antes de que Sarita naciera.
Y entonces tenía toda la intención de denunciar al bastardo a la policía
venezolana y ver que se formulaban cargos contra él antes de que ella regresara
a su pequeño departamento y su trabajo. Tendría que llevar a su abuela con ella,
pensó Sarita ahora. La mujer no tendría a dónde ir allí.

Su mente inmediatamente se llenó de preocupaciones acerca de cómo podía


hacer eso. ¿Necesitaría una visa de visitante? ¿Cómo haría para conseguir uno?
¿Su abuela incluso tenía un pasaporte?
Apartando esas preocupaciones por el momento, Sarita cerró la puerta del
refrigerador y se volvió para apoyarse en ella mientras consideraba cómo alejarse
de este lugar. El Dr. Dressler había dicho en la carta que allí era donde él y su
esposa habían vivido mientras esperaban que se construyera la casa en la isla.
Supuso que eso significaba que esta casa estaba en el continente. Eso era algo al
menos. Había un muelle y ninguna carretera, así que obviamente estaban en la
costa y a una buena distancia de la villa o pueblo más cercano.

Tendrían que irse, supuso Sarita. Tratar de encontrar ayuda. Con suerte no
tendrían que viajar demasiado para encontrarlo. Pero había muchas provisiones
aquí que podrían llevarse con ellos por si les llevaba un tiempo encontrar la
civilización.

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A Sarita no le gustaba la idea de tener que salir de allí vestida como estaba, sin
embargo, o en cualquiera de los ridículos brebajes en el armario del piso de
arriba. Probablemente era por eso que eso era todo lo que había disponible para
ella. El doctor Dressler probablemente había esperado que eso la mantuviera allí.

—No va a suceder —murmuró Sarita y se apartó de la nevera para salir a la


habitación contigua. Revisaría rápidamente las cajas mientras esperaba a que el
durmiente Drácula despertarse. Tal vez encontraría algo útil, como ropa vieja.
Probablemente apestaran a moho o bolas de naftalina, pero podría lidiar con eso,
y al menos tendría alguna protección para no ser comida viva por insectos.

Deteniéndose junto a las cajas a lo largo de una pared, Sarita comenzó a


abrirlas. La primera parecía estar rellena con papel de estraza, pero cuando
agarró un puñado y lo sacó, se desenredó y algo cayó al suelo y se hizo añicos.

Frunciendo el ceño, Sarita dio un paso atrás y miró la porcelana rota en el


suelo. Se dio cuenta de que era una taza de té y vio un delicado mango aún
adosado a un trozo de porcelana rota. La caja estaba llena de porcelana, se dio
cuenta después de sentir los objetos envueltos en papel aún dentro. Dejando la
caja a un lado, pasó a la siguiente, pero también contenía porcelana, al igual que
la tercera. La cuarta caja tenía un montón de viejos juegos de mesa. Las siguientes
dos cajas tenían libros. La mayoría eran libros de bolsillo, viejas novelas y ficción
mala, nada que fuera útil para vestirse a sí misma o al hombre de la habitación
contigua.
Sarita apenas tuvo la idea cuando un tintineo hizo que su cabeza se volviera
bruscamente. Al reconocerlo como el sonido de cadenas chocando entre sí, se
olvidó de las cajas y se dio la vuelta para correr hacia la puerta.
Desafortunadamente, aunque había sido consciente de la taza de té rota en el
suelo y había tenido cuidado de evitar los fragmentos de porcelana mientras
buscaba en las cajas, no pensó en ellas cuando giró para correr hacia la puerta. Al
menos, no hasta que un dolor agudo la hizo jadear y alcanzar la caja más cercana
para mantener el equilibrio mientras levantaba el pie del suelo. La caja no ofrecía
mucha estabilidad. En el momento en que sus dedos lo rozaron, la maldita cosa
y las dos cajas en las que descansaba se derribaron, estrellándose contra el suelo.

Sosteniendo su dolorido pie del suelo, Sarita miró el mar de cristales rotos que
ahora cubría el suelo entre ella y la puerta y no pudo contener la explosiva cadena

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de maldiciones que resbalaron de sus labios.

Domitian acababa de despertarse y se dio cuenta de que estaba encadenado a


una mesa cuando alguien comenzó a llamar a su pato. Al menos pensó que
estaban llamando a su pato. Su pensamiento era un poco lento y confuso, su
visión borrosa, y su oído también podría estar apagado, pero estaba seguro de
que lo que escuchó fue:

—¡Duck! Duck Duck Duck Duck! ¡Duck!

Aunque por qué alguien llamaría pato a su pato estaba más allá de él, y
realmente, ningún animal respondería a la furia en esa voz, pensó. Y luego otro
"Duck" rasgó el aire, pero esta vez se dio cuenta de que no era pato lo que estaba
escuchando, sino fu…

—¡Estás despierto!

Domitian volvió la cabeza y miró inexpresivamente la visión de pie en la


puerta. Y ella era una visión. El cabello largo y oscuro caía sobre los hombros de
la mujer, fluyendo detrás de ella, y hermosos ojos oscuros lo miraban por encima
de sus labios fruncidos mientras lo miraba con disgusto. Se preguntó por su
expresión brevemente, pero luego comenzó a brincar hacia adelante, el
movimiento causó que la bata larga y transparente que ella usaba revelara las
diminutas bragas blancas y la hermosa piel aceitunada que estaba haciendo un
pobre trabajo de esconder.

Maldita sea, la mujer era un pequeño paquete precioso. Pequeña, curvilínea


de grandes pechos y con el camisón más pecaminoso que le habría gustado ver,
decidió Domitian, dejando que su mirada se deslizara sobre la bata blanca
transparente con cintas rojas. Era casi suficiente para hacerle olvidar que ya tenía una
compañera de vida, pensó mientras observaba sus pechos rebotar con cada salto.

¿Salto?, pensó de repente. Sí, ella estaba saltando, Domitian se aseguró


mientras ella seguía avanzando. No era el resultado de lo que le había dejado tan
atontando donde yacía. La mujer estaba saltando sobre un pie y dejando un
rastro de sangre en el piso de concreto mientras se dirigía hacia él.

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—No esperaba que te despertaras tan pronto —dijo mientras llegaba al borde
de la mesa y la agarraba para mantener el equilibrio. Sus ojos se deslizaron sobre
su rostro—. Solo saqué el IV quizás hace diez minutos. Pensé que estarías abajo
otra hora o más.

—¿IV? —preguntó Domitian, su voz sorprendentemente brusca. Tenía la


garganta seca y áspera. Su cabeza también dolía. Estaba obviamente deshidratado y
necesitando líquidos, pensó mientras trataba de ignorar el aroma de la sangre que
provenía de la mujer, pero era difícil de ignorar y le hacía retumbar el estómago.

—Sí. —Ella se inclinó hacia un lado y arrastró un soporte para vía intravenosa
con una bolsa casi vacía que colgaba más cerca para que él pudiera verla—. Dr.
Dressler te dejó atado aquí con un goteo salino y algo extra añadido para
mantenerte en la tierra de los sueños. Lo saqué cuando llegué aquí.

Al soltar el IV, se dio vuelta y se alejó.

Domitian se volvió de inmediato e inclinó la cabeza, tratando de ver a dónde


iba. Ella abrió un refrigerador detrás de él. La vio abrir la puerta, pero no pudo
ver por qué hasta que dejó que la puerta se cerrara y se volteara para retroceder,
ahora con media docena de bolsas de sangre en los brazos. Sus ojos se abrieron
incrédulos.

—¿Para qué es eso? —preguntó cautelosamente.

—Para ti —dijo, su tono todo negocios. Al llegar a la mesa, dejó caer las bolsas
sobre la superficie de metal al lado de él—. Eres un inmortal.
No fue una pregunta. Parecía bastante segura y las cejas de Domitian se
alzaron. No estaba acostumbrado a que los mortales supieran de su especie, pero
de alguna manera estaba conectada con el Dr. Dressler, porque lo sabía. Lo cual
era una maldita vergüenza, decidió, su mirada fija en sus pechos al ver que su
actividad había hecho que la tela de su bata se juntara entre ellos, dejando los
hermosos globos llenos tan bien como desnudos con solo un velo de tela
transparente sobre ellos.

Domitian tuvo un terrible impulso de extender la mano y tocarlos, pero las


cadenas lo inmovilizaron… lo cual era algo bueno, se dijo con el ceño fruncido.
Tenía una compañera de vida, o lo haría una vez que reclamara su Sarita. No
tenía ningún problema en ver los senos de otras mujeres.

—¿Trabajas con Dressler? —preguntó y frunció el ceño ante la posibilidad y el

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hecho de que las palabras no salieran tan fuertes como le hubiera gustado.
Maldita sea, tenía la garganta seca y dolorida. Necesitaba sangre.

—Infiernos, si lo hago —gruñó la mujer, sonando insultada ante la sugerencia


mientras se giraba y saltaba hacia la puerta.

Cogió algo y se giró, pero no fue hasta que estuvo a mitad de camino cuando
vio que lo que había ido a buscar era un cuchillo de carnicero largo. Y estaba
saltando con él, aparentemente ajena al hecho de que podría ensartarse con él si
se caía. No era un científico loco, pensó secamente.

—Dressler es un sádico demente —resopló cuando llegó a la mesa de nuevo y


recogió una de las bolsas—. Él me drogó y dejó aquí también.

Domitian frunció el ceño.

—¿Por qué iba a...? —Las palabras se detuvieron en un gorgoteo cuando de


repente sostuvo la bolsa sobre su boca y la pinchó con el cuchillo, enviando un
torrente del líquido espeso salpicándole en la boca abierta y en el rostro.

Tragando el bocado que había obtenido por primera vez, giró la cabeza hacia
un lado para evitar el flujo y espetó:

—¿Qué diablos estás haciendo? —Mientras el líquido continuaba


derramándose sobre un lado de su cabeza.
—Tratando de alimentarte —dijo con exasperación. Al atraparlo firmemente
por el mentón, intentó obligarlo a volver a su posición original—. Abre la boca.

Domitian se resistió al principio, pero luego consciente de la pérdida de


sangre, echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca para que la sangre fluyera. Sin
embargo, el líquido corría demasiado rápido. Trató de seguirle el ritmo, pero
terminó asfixiándose y tosiendo, enviando una buena porción del líquido
disparando sobre el rostro y pecho de la mujer.

—Ustedes comen muy desordenadamente —murmuró con disgusto,


lanzando la bolsa a un lado en el momento en que estaba vacía y buscando otra.

Domitian rechinó los dientes y gruñó:

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—Así no es como nos alimentamos.

—¿Oh? —Se detuvo con la bolsa y el cuchillo sobre su boca y levantó una
ceja—. ¿Cómo te alimentas, entonces?

—Desencadéname y me alimentaré —dijo de inmediato.

Eso trajo un bufido de sus deliciosos labios.

—Sí, claro, amigo. Sí, te desencadenaré, no sucederá hasta que tengas al menos
cuatro bolsas de estas cosas. No tengo intención de ser tu desayuno.

Domitian frunció el ceño.

—No nos alimentamos de...

—Sí, sí —interrumpió—. Tienes reglas contra alimentarte de los mortales y


yada yada. Bueno, perdóname, pero soy policía y conozco a muchos infractores
de las reglas. No tengo intención de arriesgarme aquí. Así que dime cómo
alimentarte adecuadamente o voy a cortar esta bolsa como hice la última y te
alimentaré de esa manera.

Se miraron el uno al otro brevemente y luego Domitian suspiró.

—Dejo salir mis dientes y los encajo en la bolsa —dijo sombríamente, y luego
advirtió a regañadientes—, pero no demasiado fuerte o la bolsa se romperá y
salpicará en todas partes. Y no demasiado ligero o mis dientes no la pincharán.
—Correcto. No demasiado duro, y no demasiado ligero —dijo con un
movimiento de los ojos. Y luego bajó el cuchillo y dijo—: Está bien, saca tus
colmillos. No tenemos todo el día aquí.

Domitian tomó un momento para mirarla. No tenía idea de quién era, pero
definitivamente era un poco mandona… y ridículamente sexy en ese maldito
negligé. Maldiciendo en voz baja, abrió la boca. Sus colmillos habían estado
tratando de deslizarse desde que ella había entrado a la habitación, trayendo el
aroma de la sangre con ella, pero él los había obligado a quedarse donde estaban.
Ahora los dejó avanzar. La mujer observó fascinada y luego puso la bolsa en su
boca.

Ambos lanzaron un pequeño suspiro de alivio cuando aterrizó correctamente,


deslizándose sobre sus colmillos sin estallar. Domitian se relajó entonces, su

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mirada se deslizó sobre ella mientras esperaba que sus colmillos drenaran la
bolsa. Ahora tenía manchas de sangre en la mejilla y el cuello, pero cubría sus
bonitos senos tanto por encima del cuello de la bata como a través de la misma
tela frágil. Se encontró deseando poder lamerlo por ella. La idea era bastante
impactante para un hombre que no había pensado en el sexo en siglos, al menos
no en lo que respecta a nadie más que la compañera de vida que esperaba que él
la reclamara.

De hecho, lo suficientemente sorprendente como para aclarar un poco las ideas


de Domitian y hacerle comprender que debería haber tomado el control de la
mujer y haberla hecho desencadenarlo en el momento en que había entrado en la
habitación. Eso hizo que su mirada se elevara a su frente para poder concentrarse
en sus pensamientos y tomar el control.

Solo que no pudo.

Cuando se encontró con una pared en blanco en su mente, Domitian se


reincorporó e intentó nuevamente, pero no funciono. No podía leer a esta mujer.

Por un momento, Domitian se sorprendió demasiado al pensar algo, pero


luego su cerebro comenzó a chillar.

¡Querido Dios! ¡Ella era otra compañera de vida! Después de todos estos milenios solo,
ahora tenía dos mujeres para elegir; su pequeña y dulce Sarita y esta… criatura.
La mirada de Domitian patinó sobre sus pechos otra vez cuando un exceso de
posibilidades comenzó a llenar su mente. El más interesante fue la idea de dos
compañeras de vida en su cama. Tuvo algunos problemas para imaginar a su
dulce Sarita desnuda y en su cama en ese momento, pero podía verla allí, su
cabello era una masa salvaje en la almohada, sus ojos soñolientos de deseo, su
boca abierta en un gemido en vez de fruncida con irritación o disgusto y sus
pechos brillando con sangre como lo estaban ahora.

Si la bolsa no hubiera estado en el camino, Domitian se habría lamido los labios


mientras los miraba. Ellos eran encantadores. Melones grandes y completos,
como melones maduros que esperan ser arrancados de la vid. Y sus pezones,
exhaló lentamente a través de su nariz mientras se enfocaba en sus pezones,
notando que se estaban endureciendo ante sus ojos.

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Curioso, volvió a mirarla a la cara y vio que, mientras la miraba con el rabillo
del ojo, sus propios ojos habían estado ocupados viajando por su cuerpo. Ahora
estaban concentrados en las cadenas a través de su ingle.

—¿Estás usando algo debajo de esa falda de cadena tuya? —preguntó de


repente, su voz ligeramente ronca. Aparentemente no contenta por eso, ella
frunció el ceño y levantó su mirada a su rostro—. ¿Eres tú?

Domitian simplemente la miró por encima de la bolsa que tenía en la boca. Era
difícil hablar con la boca llena.

Pareciendo darse cuenta de eso, dijo:

—Parpadea una vez para sí y dos veces para no.

Inseguro de la respuesta, él miró hacia atrás sin parpadear.

—Tomaré eso como que no lo sabes —anunció secamente y arrancó la bolsa


ahora vacía.

—¿Cuál es tu nombre? —logró decir Domitian justo antes de que lo abofeteara


en los dientes con otra bolsa.

Ella arqueó sus cejas hacia él.

—Tú debes saber. Eres el que ha tenido un detective privado siguiéndome


durante quince años.
Domitian se quedó inmóvil ante este irritado anuncio, sus ojos examinando su
rostro. ¿Sarita? No, no podría ser, pensó. Pero ahora que miraba su rostro y no sus
pechos, o el resto de su cuerpo en esa bata seductora que llevaba puesto, había
algo…

Como ella había dicho, el detective privado que había contratado le envió
informes mensuales durante quince años. Los informes le contaron lo que estaba
haciendo y con quién. Había leído sobre su buen desempeño en la escuela, sus
artes marciales, sus trabajos a tiempo parcial cuando era adolescente y el gran
grupo de amigos que había tenido. Él se había sentido orgulloso cuando pudo
terminar la escuela secundaria y se fue a la universidad para obtener una
licenciatura en criminología. Siempre había planeado esperar hasta que ella
creciera y trabajara en su carrera elegida durante dos años antes de ir a

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reclamarla. Entonces, cuando se graduó, comenzó a planear su viaje a Canadá,
donde tenía la intención de hacer los arreglos para "toparse con ella" y luego
cortejarla como se merecía. Pero luego Sarita se postuló y fue aceptada en la
universidad de la policía. En ese momento, estaba decepcionado por la demora
en poder reclamarla. Pero se había mantenido firme y esperó.

Valió la pena la espera, decidió Domitian mientras su mirada se deslizaba


sobre ella otra vez.

Si bien los informes que había recibido habían sido muy minuciosos, incluso
al mencionar a los chicos con los que había salido, lo único que no habían incluido
eran fotos de Sarita. Eso había sido por elección de Domitian. Quería que ella
experimentara un poco de vida antes de que él la reclamara, y le había resultado
más fácil resistirse a hacerlo siempre que la considerara como la niña que había
sido cuando la vio por primera vez en su restaurante. Domitian había temido que
no pudiera resistirse a ir con ella antes si conseguía fotos de ella a los dieciocho,
diecinueve o veinte años. Así que en su mente había permanecido como la
pequeña y flaca hija que había conocido por primera vez, y aunque a menudo
había imaginado cómo sería su aspecto ahora, ninguna de sus fantasías había
igualado a la mujer seductora y exuberante inclinada sobre él, dándole de comer
sangre. Maldita sea, había crecido bien.

Entonces, no tenía dos compañeros de vida, se dio cuenta Domitian, y no se


decepcionó para nada. Dejando de lado las fantasías, sería difícil complacer a dos
compañeras de vida inmortales en la cama cuando te desmayas después de dar
placer a la primera. Además, solo podía cambiar una y habría tenido que elegir
entre ellas si hubiera dos.

Ahora no tenía que hacerlo, pensó Domitian, sus ojos regresaron a sus pechos.
Dios no podía esperar para poner sus manos sobre ellos. Se deleitaría con ellos,
lamería la sangre, y chuparía esos pequeños guijarros perfectos entre sus labios,
los azotaría con su lengua, y los mordería mientras estaba dentro de ella y...

El ruido metálico de cadenas atrajo su atención de sus pechos y Domitian miró


hacia abajo para ver que definitivamente había sido afectado por sus
pensamientos. Había logrado trabajar hasta el punto de que ahora tenía una
erección presionando contra las cadenas a través de su ingle. No había pensado
que las cadenas tuvieran mucha fuerza, pero a juzgar por el bulto ahora visible

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entre sus piernas, suponía que debía haberlo.

Aparentemente él no fue el único que notó su estado actual. Sarita dijo


secamente:

—Si tienes suficiente sangre para tener erecciones, definitivamente has tenido
suficiente.

Domitian desvió su mirada hacia ella, sus ojos quedaron atrapados en sus
pechos temblorosos mientras arrojaba la bolsa vacía a un lado.

Sarita se giró, frunciendo el ceño cuando vio dónde estaba mirando y espetó:

—¡Oye! ¡Ojos aquí, amigo!

Levantó la mirada para encontrarse con la de ella, y ella frunció el ceño y negó
con la cabeza.

—Mira, tenemos que conseguir algo claro aquí. Dressler dijo que somos
compañeros de vida o algo por el estilo y mencionó un montón de tonterías sobre
el buen sexo y el yada yada, pero no estoy interesado. ¿Lo tienes? No habrá
besitos, toqueteos… o sexo. ¿Entiendes? ¡No sexo!

Domitian se mordió el labio para contener la risa que quería escapar de él.
Sospechaba que ella no vería lo que era tan divertido aquí, pero realmente, había
imaginado su primera reunión repetidamente en los últimos quince años. Pero
ni una sola vez en ninguno de ellos había sido una pequeña luchadora de bienes
en una sexy bata transparente que le decía "¡No sexo!".
—¿Entendido? —repitió ella.

Domitian asintió suavemente, permitiendo que una sonrisa curvara sus labios.

—Como desees.

Los ojos de Sarita se entrecerraron, sus palabras golpeando algún recuerdo en


la parte posterior de su cabeza. Cuando no pudo acceder, simplemente lo soltó y
se enderezó para apoyar su mano en sus caderas mientras lo miraba. La
preocupación reacia a entrar en su expresión, le preguntó:

—¿Cómo te sientes?

Domitian no pudo ocultar su sorpresa ante el aparente cambio de actitud.

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—Quiero decir, ¿estás lleno o qué? —explicó, y luego, aparentemente, no
queriendo que él pensara que estaba realmente preocupada por su salud,
agregó—: ¿Lo suficiente como para no morderme si te desencadeno?

—No te morderé —le aseguró Domitian solemnemente, y solo porque estaba


seguro de que la molestaría, agregó—: Hasta que me preguntes.

—Sí, bueno, eso será cuando el infierno se congele —murmuró Sarita y de


repente se escabulló de la vista.

Sobresaltado, Domitian levantó la cabeza y se tensó contra las cadenas para


mirar por el borde de la mesa, relajándose cuando vio que ella simplemente se
había dejado caer para sentarse con las piernas cruzadas en el suelo para poder
examinar las cadenas debajo de la mesa. Pero frunció el ceño cuando notó las
manchas de sangre en el piso donde había estado parada. ¿Y esas cintas rojas que
él había pensado que eran parte del vestido? Eran riachuelos carmesí de sangre
que caían desde la parte superior de sus muslos hacia abajo, vio.

Domitian acababa de abrir la boca para preguntar si estaba bien cuando


anunció:

—Hay un candado que sujeta las cadenas.

—¿Estás…?

—Está bien. Es un candado de bloqueo numérico —gruñó.


Olvidando su pregunta, Domitian se dejó recostar nuevamente y le preguntó:

—¿Por qué está bien?

—Es uno de esos candados con cuatro ruedas numeradas. Tienes que ingresar
los números correctos para abrirlo —explicó y la escuchó moverse y el tintineo
de la cadena.

—¿Y eso es bueno porque? —Su tono era seco esta vez. A él no le pareció tan
bueno. Si el candado estaba en la parte superior de las cadenas alrededor de su
cintura, podría haberlo roto y haberse liberado. Pero no ser capaz de alcanzarlo
lo convertía en un problema y sabía sin lugar a dudas que ella no tendría la fuerza
para simplemente romperlo.

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—Es bueno porque tuve un novio en la escuela secundaria que me enseñó a
romper estos pequeños —le informó—. Creo que estaba tratando de
impresionarme —continuó secamente Sarita—. Pero realmente, todo lo que hizo
fue convencerme de que él sería uno de los tipos a los que tendría que arrestar
un día cuando me convirtiera en policía, y que nunca más volvería a usar este
tipo de candados. En ese momento, tenía uno para mi bicicleta —explicó
distraídamente, y luego añadió irritada—: Uno pensaría que Dressler habría
dejado la combinación en su carta.

—Hmm —murmuró Domitian, pero se preguntaba si el novio en cuestión era


uno de los que había recibido informes.

Después de su primer par de novios en la escuela secundaria, le había dicho al


detective privado que no se molestara en informar sobre ellos en el futuro.
Mientras que quería que ella creciera y tuviera todas las experiencias habituales
que tenía una mujer joven, Domitian había descubierto que tenía una terrible veta
celosa. Cada mención de un adolescente mortal llevándola a un baile o una
película le hizo querer subirse a un avión e ir a reclamarla. Afortunadamente, se
había contenido.

—Entonces —dijo cuando el silencio se prolongó solo con el sonido de las


cadenas—, ¿querías ser un oficial de policía incluso en la escuela secundaria?

—Desde que tenía trece años —respondió, su voz cada vez más ronca y triste.

Domitian simplemente gruñó. Trece años fue cuando su madre murió. Él no


dudó ni por un minuto que esa era la razón por la que había decidido convertirse
en agente de policía. Sin embargo, era un tema que evidentemente aún la
lastimaba, y descubrió que no le gustaba su tristeza. Él prefería a su "Sarita
agresiva", por lo que, sabiendo que la molestaría, sugirió:

—Tal vez deberías mirar a tu alrededor y ver si dejó una combinación en


alguna parte aquí en esta sala.

—No necesito una combinación —dijo con evidente irritación—. Todo lo que
tienes que hacer es tirar firmemente del grillete y girar cada una de las ruedas
desde la más alejada, hasta la más cercana al grillete. A medida que cada rueda
alcanza el número correcto, se bloquea en su lugar y el grillete se desliza un poco
hacia afuera y pasa al siguiente. Es fácil y... —Dio un gran golpe y terminó—.
¡Listo!

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Su puño voló por la cerradura removida y luego Sarita apareció de nuevo a la
vista. Su aire era triunfante, pero no se perdió la mueca de dolor que cruzó su
rostro cuando se enderezó junto a él. Una expresión determinada se hizo cargo
casi antes de que él notara el dolor, y ella rápidamente comenzó a desenredar la
cadena que lo rodeaba a él y a la mesa.

—No estoy segura de dónde estamos —dijo Sarita mientras trabajaba,


colocando el extremo de la cadena sobre su cuerpo, dejándolo caer debajo de la
mesa y luego alcanzándola para agarrar la longitud cada vez más larga de la
cadena y tirar de ella a través de él otra vez—. Dressler dijo que era su primer
hogar aquí en Venezuela. Donde él y su esposa vivían mientras esperaban que se
construyera su casa en la isla. Estamos en la costa, pero no estoy segura de dónde,
y no hay acceso por carretera, solo un muelle y ningún barco. Vamos a tener que
salir de aquí para buscar ayuda.

—Estás sangrando —dijo Domitian en cuanto dejó de hablar—. ¿Él te lastimó?

—¿Qué? —Se detuvo al quitar la cadena para mirar hacia abajo. Su mirada se
detuvo en su pecho ensangrentado y negó—. Tú eres el que me ensucio. Mientras
te estaba alimentando. ¿Recuerdas? —dijo, tratando de despertar su memoria.

—No son tus hermosos pechos —dijo solemnemente, y se sorprendió al verla


sonrojarse y parecer un poco nerviosa. Aparentemente, no estaba acostumbrada
a cumplidos así. Una situación que Domitian intentaría cambiar—. Me refería a
tus piernas y pies bien formados.
Cuando volvió a mirar hacia abajo, estiró la cabeza para echar otro vistazo a la
parte inferior de su cuerpo y pies.

Sarita frunció el ceño ante sus heridas y negó con la cabeza otra vez mientras
volvía a desenredar la cadena.

—Eso no fue Dressler.

—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó Domitian de inmediato.

—Pisé los vidrios rotos —dijo Sarita encogiéndose de hombros mientras volvía
a pasar la cadena por su cuerpo y la dejaba caer.

Eso explicaba las huellas sangrientas y sus saltos, reconoció. Pero…

62
—¿Qué pasa con la sangre en tus piernas?

Sarita guardó silencio durante tanto tiempo que no creyó que iba a responder,
pero finalmente hizo una mueca y admitió:

—Me apuñalé con cuchillos para carne.

—¿Qué? —preguntó con incredulidad—. ¿Por qué?

—Bueno, no lo hice a propósito —dijo con irritación—. Fue un accidente.

—¿Cómo demonios te apuñalas accidentalmente con un cuchillo para carne?


—preguntó Domitian con incredulidad.

—Cuatro cuchillos de carne en realidad. Bueno, un cuchillo de cocina y tres


cuchillos de carne —corrigió Sarita y luego explicó—: Los metí en mi tanga, me
olvidé de ellos, me incliné para recoger algo, y... —Terminó encogiéndose de
hombros y de repente dejó de trabajar. Miró hacia la puerta. En el momento
siguiente, agarró el cuchillo que había puesto sobre la mesa y comenzó a saltar
hacia la puerta.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Domitian con preocupación—. Deja eso,


te lastimarás a ti misma. Acaba de liberarme y veré tus heridas.

—No estás viendo nada —le aseguró bruscamente—. Y solo estoy obteniendo
mis cuchillos en caso de que obtengas ideas una vez que estás desencadenado.
—No seas ridícula —gruñó, y luego miró con consternación cuando Sarita
llegó al mostrador junto a la puerta y comenzó a recoger varios cuchillos de la
superficie de metal. Sin duda, el cuchillo de pelar y los tres cuchillos de carne que
había mencionado. Para su consternación, los agarró por el mango, los presionó
cerca de su pecho junto con el cuchillo de carnicero, y comenzó a saltar hacia la
mesa—. ¡Alto! —bramó Domitian con horror, con visiones de su caída y
apuñalamiento bailando en su cabeza.

—Detente tú —gruñó Sarita.

Fue demasiado para Domitian. Evidentemente, estaba a punto de tirarse al


piso y empalarse con los cinco malditos cuchillos, se sentó abruptamente,
rompiendo la cadena restante que lo rodeaba. Una parte de su mente notó que
no se había quedado completamente desnudo, todavía tenía los calzoncillos

63
puestos. Pero la mayor parte de su concentración cuando se lanzó de la mesa fue
para llegar a su compañera de vida antes de que la mujer tonta se matara con
esos malditos cuchillos.

Sarita soltó una maldición de sorpresa cuando él la levantó y la presionó contra


su duro pecho. Pero ella no protestó, simplemente agarró los cuchillos contra el
pecho y frunció el ceño mientras él la sacaba de la habitación.
Capitulo 4

64
Domitian llevó a Sarita arriba antes de reducir la velocidad para mirar
alrededor de la oficina en la que estaban ahora. En el momento que vio la puerta
abierta en lo que parecía ser una sala de estar, se dirigió hacia allí, solo para
detenerse otra vez.

—¿Un baño? —preguntó.

En lugar de responder, Sarita lo fulminó con la mirada y le exigió:

—Bájame.

Resoplando ante la sugerencia, Domitian miró alrededor otra vez. Esta vez vio
una puerta más allá de la pared e instintivamente se dirigió hacia allí. No se
molestó en pedirle a Sarita que girara el picaporte cuando llegó allí. Medio
sospechando que ella se negaría de todos modos, soltó el agarre que tenía en las
piernas y extendió la mano para abrirlo él mismo, dejando que su peso se
equilibrara en su brazo sin su mano para sostenerla en su lugar. Solo tomó un
segundo y luego la llevó a la habitación.

Mientras su mirada se deslizaba sobre la sala de estar, la mesa para dos y la


cama, Domitian al principio pensó que había tomado una decisión equivocada.
Sus pasos se ralentizaron, pero luego vio el largo mostrador con dos lavabos a
través de la puerta a la derecha de la cama. Siguió avanzando más rápido ahora,
llevándola a un opulento baño blanco y hasta el mostrador donde la sentó entre
los dos lavabos.

Sarita no había dicho una palabra desde que exigió que la detuvieran.
Simplemente lo miró ceñuda, con las manos apretadas alrededor de sus cuchillos,
su expresión sugiriendo que le gustaría arrojárselos al rostro.

Temiendo que ella hiciera exactamente eso, lo intentó por un tono


tranquilizador.

—No te haré daño.

Un resoplido se deslizó de sus labios y sus dedos se apretaron alrededor de

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los cuchillos.

—Maldita sea, si no lo harás.

—Solo voy a quitar el cristal de tu pie y atender tus heridas —continuó


Domitian, ignorando su respuesta grosera. Levantando las cejas, preguntó—: ¿De
acuerdo?

—Puedo hacerlo yo misma —espetó.

—Será más fácil si lo hago —disputó Domitian y se arrodilló frente a ella.


Tomó su pie en la mano para examinarlo.

—Es el otro —dijo Sarita de inmediato, su tono seco y agudo.

—Por supuesto —murmuró y rápidamente cambió de pie. Al levantarlo para


poder ver mejor el fondo, Domitian trató de concentrarse en el trabajo e ignorar
el dulce olor de su sangre. Sin embargo, era difícil cuando lo único que quería era
lamerla, y ese deseo no tenía nada que ver con el hambre, al menos no con el
hambre de sangre. Había tenido suficiente sangre para luchar contra las drogas
que le habían dado. Su hambre ahora era puramente por la mujer ante él. Era
independiente, luchadora y sexy como el infierno sentada allí con esa maldita
bata.

Sus ojos vagaron del pie ensangrentado de Sarita a los rastros de sangre en sus
piernas y siguieron uno debajo de la tela fina de su bata. Subió por su pantorrilla
hasta su muslo, y subió hasta la piel rebanada justo debajo de la correa de la tanga
que llevaba.

Ella también podría estar usando solo la correa para toda la protección que la bata
ofrecía, pensó con descontento. Pero se descubrió lamiéndose los labios mientras
su mirada se deslizaba entre los rastros de sangre y ese triángulo blanco puro de
tela, lo único que le impedía tener una vista perfecta de ella…

—Hay pinzas en la mesa de maquillaje.

Los ojos de Domitian inmediatamente se clavaron en su rostro y pudo notar


que había notado dónde estaba mirando.

—Cuidaré los cortes después de ver el pie —anunció como si eso hubiera sido

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lo que había llamado su atención. Sin embargo, sospechaba que ella no caería en
la trampa. Su voz había sido ronca con un deseo que no podía ocultar.

Domitian se puso de pie y se levantó para ir a la mesa de maquillaje que había


mencionado. En una búsqueda rápida encontró las pinzas todavía en su
embalaje, que rompió cuando regresó a Sarita.

—Trataré de no hacerte daño —le prometió Domitian mientras se arrodillaba


frente a ella y recuperaba su pie.

Sarita simplemente asintió, pero no pudo evitar notar la forma en que sus
manos apretaban esos cuchillos otra vez. Le hizo soltar el pie y enderezarse.

—¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó con sospecha.

—Preferiría no ser apuñalado si accidentalmente te lastimara mientras quito


el vidrio —dijo simplemente Domitian y luego esperó.

Cuando Sarita lo miró con suspicacia, sin dejar los cuchillos, encontró un poco
de exasperación propia.

—De todos modos, son realmente inútiles para ti como arma. No me mataría
si me apuñalaras.

—Tal vez, pero apuesto a que todavía duele —dijo sombríamente.

—Sí. Por eso prefiero evitarlo —dijo Domitian deliberadamente, y luego


agregó con rigidez—: Tú eres mi compañera de vida, Sarita. El Dr. Dressler puede
que no te haya contado esto, pero un inmortal nunca dañaría voluntariamente a
un compañero de vida. Sin embargo, a menos que quieras continuar dando saltos
como un conejito enloquecido, necesito sacarte ese vidrio de tu pie, y puedo
herirte involuntariamente al hacerlo. No deseo ser apuñalado por mis esfuerzos.
Por favor, baja los cuchillos.

Sarita frunció el ceño, miró hacia abajo a las armas que sostenía, y luego
suspiró y las puso en el mostrador junto a ella con evidente renuencia.

—Gracias —dijo en voz baja, y dejó las pinzas para recoger los cuchillos y
rápidamente los movió al otro lado del lavabo y fuera de su alcance. Cuando
luego fue a agarrar las pinzas nuevamente, se habían ido.

Sarita las tenía, Domitian la vio. También había levantado su pie lesionado

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para descansar sobre su otra rodilla para poder ver el fondo. Sonriéndole
ampliamente, ella se encogió de hombros.

—No tienes que agradecerme. No puedo sostenerlos y sacar el vidrio al mismo


tiempo de todos modos.

Domitian abrió la boca, pero luego simplemente la cerró de nuevo y se apoyó


contra el mostrador junto a ella. Esperando. Había tres piezas de porcelana blanca
en su pie, una pieza grande y dos más pequeñas. Podía arreglárselas con la pieza
grande, pero sabía que las más pequeñas iban a ser difíciles y dolorosas de quitar,
y por eso había sugerido quitarle los cuchillos.

Sin hacerle caso, Sarita sacó la mayor de las tres piezas primero como había
esperado. Luego dirigió su atención a las pequeñas piezas que se veían debajo de
la piel y Domitian hizo una mueca de dolor cuando comenzó a hurgar en la carne
tierna sin duda, tratando de forzar el vidrio a la superficie.

—Déjame ayudarte —dijo Domitian, enderezándose cuando aspiró un aliento


sibilante de dolor.

—No necesito ayuda —dijo Sarita obstinadamente y continuó empujando y


cavando, causando un dolor innecesario.

Perdiendo la paciencia con ella, Domitian le arrebató las pinzas de la mano y


se arrodilló frente a ella otra vez.

—Dame tu pie.
—No —gruñó—. Devuélveme las pinzas.

—No —respondió de inmediato, y luego respiró antes de decir en un tono más


razonable—: Tengo mejor vista. Puedo eliminarlo rápidamente, deja que te
ayude.

Por un momento, pensó que ella se negaría, pero luego Sarita soltó un suspiro
reprimido, y espetó: “Bien”, como si le estuviera haciendo un favor y le dio el pie.
Luego se cruzó de brazos y lo miró.

Domitian notó que una sonrisa se dibujaba en su rostro ante su actitud y


agachó rápidamente la cabeza para examinar su pie y que no lo notara.

Aparentemente él no había sido lo suficientemente rápido, sin embargo,

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porque ella gruñó:

—Ve y ríe, chico colmillo, pero caminaste a través de un piso lleno de esa
porcelana rota en tu camino hasta aquí y tengo que cavar en tus pies después.

—¿Por qué tengo la sensación de que disfrutarías haciéndome sentir dolor? —


preguntó Domitian con ironía, inclinándose para quitarle el primer trocito de
vidrio del pie. Ella no había respondido cuando quitó el vidrio, así que después
de golpear las pinzas en el borde del lavabo para quitar el fragmento, preguntó
suavemente—: ¿Qué he hecho para enojarte tanto?

Una mirada hacia arriba la mostraba con aspecto insatisfecho y tan triste como
un niño de doce años. Cuando él simplemente agarró firmemente el pie y esperó
su respuesta, Sarita finalmente se encogió de hombros con tristeza.

—No me gusta la idea de que alguien me haya estado siguiendo durante


quince años.

—Ah. —Domitian volvió su atención a su pie—. Me disculpo por eso. Pero no


deseaba interrumpir tu vida mientras eras tan joven. Quería que tuvieras una
infancia normal y experimentaras todo lo que hacen otras chicas: La escuela, los
amigos, incluso los novios —añadió, apretando la boca con la palabra—. Sin
embargo, tampoco quería perderte la pista. Quería acercarme a ti una vez que
tuvieras la edad suficiente y cortejarte de la manera normal. Pero necesitaba saber
dónde estabas cuando llegara el momento, así que contraté a un detective
privado.
—¿Eso es todo? —preguntó con desconfianza.

Domitian se encogió de hombros mientras trabajaba en la última astilla.

—Bastante. Recibí informes mensuales que me dejaban saber que estabas viva
y bien. A veces incluían pequeños detalles como la escuela a la que asististe, o
que tenía amigos y asistía a fiestas y bailes o cualquier otra cosa. Pero le dije que
no me diera nombres ni que fuera demasiado minucioso para obtener su
información.

—¿Por qué? —preguntó Sarita, sonando un poco más curiosa y menos


enojada.

—Porque no deseaba saber con quién salías —admitió bruscamente.

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—¿Por qué? —repitió con verdadero interés ahora.

Domitian levantó la cabeza y la miró brevemente, pero luego admitió:

—Porque has sido mía desde el momento en que entraste en mi restaurante


con tu padre a los trece años y me di cuenta de que no podía leerte —admitió
solemnemente.

Los ojos de Sarita se ensancharon levemente ante este anuncio y la forma


posesiva en que lo dijo, y de repente se dio cuenta de que sus dos manos se
curvaban alrededor de su talón, y su aliento soplaba suavemente sobre su pie.
Tragando, ella cerró los ojos y luchó por no encoger los dedos de sus pies
mientras Domitian volvía a sus esfuerzos, y agregaba:

—No quería saber si otro hombre te besaba.

Sarita se mordió el labio inferior y clavó sus uñas en sus manos mientras no
solo sentía sus palabras respirar sobre sus dedos, sino de repente tuvo una
imagen en su mente de este hombre besándola, sus brazos apretados alrededor
de ella, sus dedos tirando su cabeza hacia atrás, sus caderas restregándose contra
ella mientras su lengua recorría su boca. Asustada por la oleada de necesidad que
la envolvió, Sarita se obligó a abrir los ojos, desterrando la imagen.
—O acariciando tus deliciosos pechos —continuó Domitian.

Sus dedos se movieron, rozando la sensible piel de su empeine, pero fueron


los pechos de Sarita los que le hormiguearon en respuesta. Sus pezones incluso
se endurecieron como si estuviera haciendo lo que estaba diciendo y cerró los
ojos brevemente otra vez, solo para ser asaltada por una repentina visión de
Domitian quitándose el camisón de sus pechos y cubriéndolos con sus manos.

—O quitarte la ropa y explorar tus profundidades ocultas con sus labios,


lengua y cuerpo.

Sarita sacudió su cabeza y forzó sus ojos para ver que su mirada se deslizaba
por su pierna, siguiendo un camino invisible hacia su centro. Era solo una
mirada, pero casi podía sentir su toque allí, y tontamente cerró sus ojos

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nuevamente cuando un escalofrío la recorrió. Esta vez la visión que llenó su
mente fue la de él arrodillado entre sus piernas, tirando de ella hacia adelante
hasta que se posó en el borde del mostrador y luego besó un sendero subiendo a
un muslo hasta la tira de tela blanca que tenía entre sus piernas.

—Oh Dios. —Suspiró Sarita, sobresaltándose. Parpadeó abriendo los ojos con
confusión justo a tiempo para ver a Domitian ponerse de pie y colocar las pinzas
sobre el mostrador.

—Todo hecho —dijo ligeramente, volviéndose hacia ella—. Eso no fue tan
malo, ¿verdad?

Sarita lo miró fijamente, su cuerpo palpitando por la necesidad, y luego se


llevó una mano a la frente y negó con la cabeza.

—Yo no…

Cerró los ojos otra vez y contuvo la respiración cuando el imaginario Domitian
estuvo allí inmediatamente, tirando de la tela sedosa de la tanga a un lado y
enterrando su cabeza entre sus muslos para que su lengua pudiera rozar su
sensible carne.

—¿Sarita? ¿Estás bien?

Abrió los ojos y descubrió que Domitian se había inclinado hacia ella mientras
hacía la pregunta. Su rostro estaba directamente frente a la de ella, sus labios a
pocos centímetros de distancia, su aliento deslizándose sobre sus labios y
haciéndoles sentir hormigueo también.

Gruñendo, Sarita lo atrapó por el cuello e intentó acercarlo más, deseando, no,
necesitando besarlo. Pero Domitian se resistió y le recordó:

—Dijiste n…

—Cállate y bésame —espetó Sarita, y para su alivio lo hizo. Su boca bajó de


inmediato para cubrir la de ella, su lengua se deslizó para deslizarse entre sus
labios justo como lo había tenido en su mente momentos antes.

Su beso fue cálido y profundo y tan dulce que casi no notó sus manos
deslizándose debajo de su trasero y levantándola mientras se enderezaba. Sin

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embargo, ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, cuando sus manos
se movieron hacia sus piernas superiores y él las instó a que se separaran. Sarita
gimió en su boca mientras sus ingles se frotaban una contra la otra, la acción
enviando una ola de fuego líquido rodando a través de su cuerpo.

Temblando a su paso, Sarita lo besó desesperadamente y movió sus caderas


para provocar la sensación otra vez. Sintió la mano de Domitian tirando del
escote de su bata y rompió brevemente el beso para inclinarse hacia atrás lo
suficiente como para permitirle el acceso. Luego observó como él tiraba
rápidamente del material de ambos artículos, liberando sus pechos. Sus pezones
estaban duros y excitados, ansiosos por ser tocados, y Sarita jadeó "sí" en un
gemido cuando su mano cubrió uno. Pero luego le apretó los brazos alrededor
del cuello y presionó hacia adelante, atrapando su mano allí mientras cubría su
boca otra vez, silenciosamente exigiendo otro beso.

Domitian respondió a la llamada, azotándola con un frenesí con la lengua


incluso mientras la apretaba detrás y el pecho que sostenía. Cuando luego atrapó
su pezón entre el pulgar y el índice, rodó y lo pellizcó suavemente, ella gritó en
su boca y rompió el beso para echar la cabeza hacia atrás mientras se arqueaba
en la caricia. Ella también apretó sus piernas alrededor de sus caderas y se movió,
apretándose contra la dureza que había crecido entre ellos.

La respuesta de Domitian fue una cadena de maldiciones a través de los


dientes apretados, y luego sintió el borde del frío mostrador debajo de su trasero.
Parpadeando por la sorpresa, Sarita lo miró con confusión, y luego lanzó un
grito de asombro mientras caía de rodillas ante ella y simplemente le quitaba la
odiosa tanga blanca que llevaba. Cuando él enterró su rostro entre sus muslos,
Sarita gritó, sus pies golpeando contra el frente de los armarios y sus brazos
moviéndose hacia atrás para poder apoyarse sobre la encimera mientras se
arqueaba, levantando parcialmente su trasero del mostrador mientras él
trabajaba.

Domitian no solo raspó su lengua con su carne como había imaginado, la


devoró. Manteniendo sus piernas firmemente separadas, usó dientes, lengua y
labios mientras exploraba cada centímetro de su carne más sensible.

En cuestión de segundos, Sarita estaba perdida. Las piernas se agitaban donde

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las tenía inmovilizadas y el trasero rebotando, le arañaba la cabeza y los hombros
y gemía una y otra vez. Y cada vez que gemía, Domitian gruñía en respuesta, su
boca vibraba contra su piel y aumentaba su placer dos veces y luego dos veces
más.

Justo cuando Sarita estaba segura de que no podía soportar un momento más,
Domitian interrumpió lo que estaba haciendo y se puso de pie entre sus piernas.
Tiró de sus calzoncillos hacia abajo, liberando una erección realmente
impresionante, y luego la agarró por las caderas y la empujó dentro de ella.

Sarita no estaba segura de lo que había esperado, pero no era explotar en el


orgasmo con solo ese primer impulso. Pero lo hizo. Clavó sus uñas en sus
hombros y echó su cabeza hacia atrás en un largo grito mientras ola tras ola de
placer explotaba a su alrededor, empapándola, ahogándola, hasta que finalmente
la atrajo hacia la calmada oscuridad que esperaba más allá de la consciencia.

Domitian se despertó en el piso del baño con Sarita sobre su pecho. No


recordaba haberse desmayado y retrocedido, llevándola consigo, pero debió
haberlo hecho. Alzó la mano para sentir su cabeza. No hubo corte o golpe, pero
había sangre seca. Obviamente había tenido un buen cabezazo cuando golpeó el
piso. Le alegraba no haber estado despierto.
Domitian miró hacia la parte superior de la cabeza de Sarita, feliz de saber que
había aterrizado sobre él. Nunca se habría perdonado si hubiera salido lastimada.
El sexo de compañero de vida podía ser muy peligroso para un mortal, al menos
cuando terminaba, y por lo tanto era mejor realizarlo solo en superficies blandas.
Lo sabía, pero se había dejado llevar por el momento.

La próxima vez tendría más cuidado, Domitian hizo un voto en silencio, y pasó
una mano suavemente sobre el cabello de Sarita. Ella había sido aún más
apasionada y receptiva de lo que había esperado cuando le envió esas imágenes
de lo que él quería hacerle. Domitian simplemente había esperado que la
excitaran y suavizaran su actitud hacia él, por lo que se sintió más que
sorprendido por su reacción. Agradablemente sorprendido, pero sorprendido.
La mujer era un barril de pólvora de pasión.

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Y ella era suya, pensó Domitian con satisfacción. Finalmente, su paciencia había
sido recompensada y estaba aquí con su compañera de vida en sus brazos y todo
estaba bien con el mundo.

Bueno, no todo, pensó de repente mientras miraba alrededor de la habitación.

Domitian no había estado pensando con claridad desde que se despertó


encadenado a la mesa del sótano. Le gustaría echarle la culpa a cualquier droga
que haya sido utilizada para mantenerlo dormido, pero sabía que ese no era el
caso. Había estado sufriendo un mal caso de compañera de vida; la incapacidad
de pensar más allá de su deseo de poseer a la mujer que yacía inconsciente sobre
su pecho. Por el momento, había pasado, pero sabía que volvería, y
probablemente en el momento más inoportuno. Lo que significaba que tenía que
pensar mientras podía, y ahora que estaba haciendo eso, varias preguntas se le
venían a la mente.

¿Dónde demonios estaban?

¿Y por qué estaban allí?

Su mirada se posó en Sarita y Domitian tuvo un vago recuerdo de que ella


había dicho algo sobre Dressler drogándola y dejándola allí también. ¿Por qué?
¿Qué estaba haciendo el hombre? ¿Por qué los había secuestrado y luego los
había juntado en esta casa? Para el caso, ¿por qué había secuestrado a todos esos
otros inmortales? ¿Estaban ellos en otras casas, preguntándose lo mismo?
Domitian no lo sabía, pero estaba bastante seguro de que, por más placenteras
que fueran las cosas en ese momento, cualesquiera planes que Dressler tuviera
para él y Sarita no incluían un final que quisiera. Necesitaban salir de allí.

Y necesitaba sangre, pensó Domitian, al darse cuenta de que le estaba royendo


el estómago.

Mirando a Sarita, la sacudió suavemente para despertarla. Cuando eso no tuvo


ningún efecto, la apartó suavemente de él y hacia un lado para tumbarse sobre la
fría baldosa, luego se puso de pie rápidamente y se inclinó para levantarla del
suelo. Ella ni siquiera se movió cuando la llevó al dormitorio y la dejó en la cama.

Domitian la miró por un minuto, observando su dulce rostro en reposo. Nunca


adivinarías cuán espinosa y obstinada podría ser por cómo se veía ahora, pensó

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irónicamente. Y luego su mirada se deslizó hacia su cuerpo y sus pensamientos
se volvieron hacia su pasión. Sus pechos todavía estaban expuestos sobre el
escote que había tirado debajo de ellos, mostrando que sus pezones ya no eran
duros. Y sus piernas se habían abierto un poco cuando la había bajado, dejando
una visión perfecta de lo que había estado ansioso por probar.

Domitian se pasó la lengua por los labios, de repente hambriento por


saborearla de nuevo. Casi hizo eso, casi gateó sobre la cama con ella para lamer
la sangre seca como lo había querido hacer antes y luego probar su esencia. Fue
lamer la sangre seca lo que evitó que se metiera en la cama durante la segunda
ronda. Domitian no habría tenido reparos en lamer sangre fresca de su cuerpo si
se hubiera cortado ella misma recién, pero la sangre seca era otra cosa. Era
desagradable. Incluso pensar en hacer eso le decía cuánto necesitaba alimentarse.

Suspirando, Domitian se dio la vuelta y salió de la habitación para dirigirse a


la oficina y al sótano debajo de esta. No fue hasta que llegó al pie de la escalera
que recordó el cristal en todas partes.

Domitian hizo una pausa, considerando brevemente caminar de nuevo por


allí, pero esa y su herida en la cabeza eran la razón por la que necesitaba sangre
tan pronto. Los nanos habían forzado a salir el vidrio de su pie mientras se
arrodillaba para quitarle a ella las astillas. También repararon los pequeños cortes
de porcelana y la herida en la cabeza y ahora necesitaban más sangre. No tenía
sentido aumentar su necesidad.
Girando sobre sus talones, regresó arriba para buscar una escoba y un
recogedor de la cocina.

Sarita se estiró feliz y rodó sobre su espalda en la cama. Se sentía genial.


Increíble. Increíble. No se había sentido tan bien en mucho tiempo, si es que
alguna vez, y le debía todo a…

Sus ojos se abrieron y se quedó mirando fijamente su propio reflejo. Le dijo


que estaba sola en la cama, pero, ¡Dios mío, el techo está refleja el marco de la cama
abierta! ¿Qué tan pervertido era eso? ¿Y cómo no lo había notado cuando se había
despertado aquí antes?

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Obviamente, no había levantado la vista. Inclinando su cabeza, Sarita se
preguntó cómo hubiera sido haberla visto a ella y a Domitian teniendo relaciones
sexuales. Probablemente no tan genial, decidió. Verse a sí misma retorcerse y
gemir mientras Domitian había hecho las cosas que había hecho… bueno,
francamente, la habría sacado del momento.

Lo cual hubiera sido una pena, porque no había limpiado sus tuberías de esa manera
en mucho tiempo, pensó Sarita con una sonrisa y luego gimió rápidamente y cerró
los ojos.

—Sal de ahí —se ordenó sombríamente, pero no fue fácil. Estaba tan caliente,
y hombre, nunca había experimentado sexo así, ni siquiera había imaginado que
fuera posible. Desafortunadamente, su educación católica estaba en guerra con
la mujer en la que había crecido, una policía independiente que no tenía reparos
en ir tras lo que quería. Todo dejaba a Sarita como una mujer extremadamente
confundida. Una parte de su cerebro le decía que había sido muy traviesa y que
debía dirigirse al sacerdote más cercano para confesarse. La otra parte sugería
que, si iba a tener que hacer penitencia de todos modos, realmente debería
encontrar a Domitian y hacerlo de nuevo.

¡Dios mío, realmente había hecho eso! Sarita negó ante su reflejo con
consternación. ¡Después de su gran conferencia con él de que no habría besos,
besos, toqueteo, toqueteo y no sexo, había seguido y comenzó ella misma! Ella lo
había besado.
Oh, ¡qué vergüenza! ¡Oh, la humillación! Oh… quería hacerlo de nuevo.

Al abrir los ojos, Sarita encontró su mirada en el reflejo superior y dijo


solemnemente:

—Obviamente eres una mujer muy confundida.

Y Dios, qué desastre era ella, pensó Sarita mientras notaba la sangre seca en todas
partes. Estaba en su rostro, su pecho, sus manos, piernas y pies. ¿Y su negligé?
Eso era un enredo alrededor de su cintura dejando todo lo demás desnudo.

Parecía una prostituta de dos bits cuyo último John había sido un asesino.

—Ugh —dijo Sarita con disgusto y se obligó a salir de la cama. Necesitaba una
ducha y una buena bebida fuerte. Alternativamente, necesitaba una ducha y un buen

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Domitian, pensó. Y luego negó con la cabeza—. Eres incorregible, Sarita Reyes —
murmuró para sí mientras se dirigía al baño—. Tu padre está allá en algún lugar
del cielo, con la cabeza baja por la decepción y la vergüenza, y todo lo que puedes
pensar es…

Sarita dejó de hablar consigo misma cuando llegó a la ducha y rápidamente


abrió los grifos. Pero sus pensamientos no se detuvieron allí, porque todo lo que
estaba pensando mientras buscaba una toalla, champú y jabón era lo increíble y
ardiente que había sido con Domitian.

Dressler había dicho que su vida sexual no se parecía a ninguna otra y que no
podía estar más de acuerdo. También dijo que era abrumador y esas cosas, y no
había estado bromeando. Si lo que ella había experimentado era todo debido a
esos nanos que él había mencionado, ¡maldita sea! Eran una buena invención y ella
los apoyaba, pensó Sarita mientras se quitaba el negligé y la bata arruinados y se
metía en la ducha para comenzar a lavarse el cabello.

Desafortunadamente, o quizás afortunadamente, los pensamientos de


Dressler fueron suficientes para apagar sus deseos caprichosos y la mente de
Sarita se centró en lo que el doctor quería mientras enjuagaba el champú de su
cabello. ¿Por qué la había puesto allí con Domitian?, Sarita se preguntó mientras
comenzaba a fregar rápidamente el jabón sobre su cuerpo, removiendo la sangre
seca.

En la carta, él había dicho que esperaba aprender mucho de su estancia aquí.


¿Qué era exactamente lo que esperaba aprender? Él ya sabía acerca del
compañero de vida, así que no era eso. A menos que él tuviera cámaras aquí y
esperara verlo por sí mismo.

Sarita se puso rígida ante ese pensamiento, y luego levantó la cabeza y se giró
en la ducha. Vio uno casi de inmediato. Estaba en la esquina de la ducha,
empotrada en la pared, pero un diminuto lente era siempre visible si la estabas
buscando.

Resistiendo el impulso de cubrir sus partes privadas, Sarita bajó la cabeza, le


dio la espalda a la esquina, y luego se metió bajo el rocío para enjuagarse. Sin
embargo, en el momento en que terminó, cerró el agua y agarró la toalla que
había recogido. En lugar de secarse con ella, simplemente se envolvió alrededor
de sí misma al estilo toga.

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Sarita miró alrededor del baño cuando salió de la ducha y vio tres lentes de
cámara más. Había uno en cada uno de los otros tres rincones de la sala.

—Bien —susurró en voz baja. Fingiendo no haberlos visto, Sarita se acercó y


agarró una toalla de mano del estante para secarse el cabello lo más posible, luego
pasó un peine rápidamente por él antes de salir de la habitación.

Un alto en el armario demostró que no era mágico y de repente le había


producido ropa real. Lanzando un suspiro de resignación, revisó lo que estaba
disponible y eligió un camisón corto de encaje y satén rojo y negro que al menos
tenía sustancia para su falda muy corta.

—Y eso es todo lo que tiene —refunfuñó Sarita una vez que se lo puso y vio
que la parte superior del encaje mostraba tanto como se escondía. Podía ver
claramente el contorno de sus pechos, pero al menos un par de flores de encaje
estratégicamente ubicadas ocultaban sus pezones. Negando con la cabeza, no se
molestó con los zapatos, pero se apresuró a salir de la habitación en busca de
Domitian.

En su búsqueda en la sala de estar, el comedor y la cocina no vio a Domitian.


Sin embargo, detectó más cámaras, cuatro en cada habitación. Debería haber
revisado la habitación también, pero ahora suponía que no necesitaba molestarse.
Si el baño no era sagrado, la habitación definitivamente no lo sería.

La oficina también estaba vacía, pero también tenía cámaras, notó Sarita
mientras corría para bajar rápidamente la escalera. Sin embargo, no vio a ninguno
en la habitación al pie de la escalera. Probablemente porque las paredes eran de
piedra y las cámaras no podían ser empotradas en ellas. Posiblemente también
porque la habitación era desagradable, húmeda y maloliente. Él no imaginaría
que harían algo allí.

Sarita estaba en la mitad del piso antes de darse cuenta de que todo el cristal
había sido limpiado, pero apenas lo pensó mientras entraba apresuradamente en
el laboratorio abandonado.

—Domitian. —Frunció el ceño cuando lo vio junto a la nevera. Había


empezado a preocuparse de que se lo habían llevado mientras ella dormía, y aquí
estaba comiendo más sangre, pensó con irritación mientras sacaba una bolsa de
sangre vacía de su boca. La última de las cuatro, vio, contando las bolsas vacías

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que ya estaban en el mostrador.

—Mi corazón —saludó Domitian con una sonrisa mientras arrojaba la bolsa
vacía al lado de los demás y se movía para encontrarse con ella. Mientras
caminaba, sus ojos bajaron con aprecio sobre el camisón que llevaba.

Notando que sus ojos azules se volvían más plateados a cada paso y
recordando que habían quemado en plata brillante mientras le hacía el amor
arriba, Sarita comenzó a alejarse cautelosamente. Poniendo su mano en alto, dijo
sin firmeza, su mirada patinando alrededor para encontrar las cámaras en las
esquinas. Esta vez no en las paredes, sino en el borde de los armarios superiores.

Las cejas se levantaron, Domitian hizo una pausa y Sarita dudó. Quería hablar
con él sobre Dressler y por qué estaban allí, pero no cerca de las cámaras. Ella no
dudó ni por un minuto que grabaran audio y video, y no quería que Dressler
supiera de lo que estaban hablando.

—No aquí —dijo Sarita finalmente, y luego probó con un mohín picante para
las cámaras que, sospechaba, parecía más una mueca y dijo—: El suelo es
demasiado duro.

—Ah —dijo Domitian, avanzando de nuevo. La plata había retrocedido un


poco en sus ojos ante su negativa, pero volvió hacia atrás ahora, y el cuerpo de
Sarita respondió, produciendo líquido como los salivantes perros de Pavlov. Solo
que su salivación era mucho más baja y más cálida—. Ven. Iremos arriba —
susurró Domitian, deslizando su brazo alrededor de ella y empujándola hacia la
puerta.
—Sí —murmuró, incapaz de resistirse a inclinarse sobre él mientras su mano
bajaba por su costado desde su cintura hasta su cadera y más abajo, antes de
deslizarse bajo su camisón para agarrarle una mejilla redonda. Fue solo entonces
cuando Sarita se dio cuenta de que había olvidado buscar una tanga para usar
debajo del camisón escaso.

—Oh, chico. —Jadeó, y luego se deslizó lejos de su mano acariciante y avanzó


decididamente frente a él cuando llegaron al pie de las escaleras. Susurrando
para que las cámaras de la otra habitación no recogieran sus palabras, dijo—:
Tenemos que hablar.

Al entender mal sus susurros, Domitian se puso rígido de inmediato y miró


hacia las escaleras.

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—¿Hay alguien aquí?

—No —le aseguró Sarita, dándole palmaditas tranquilizadoras en el pecho. Al


menos comenzó una palmadita tranquilizadora, pero se convirtió en una
palmada. Tenía un pectoral tan hermoso que simplemente no podía resistirse a
tocarlo.

—¿Mi tesoro? ¿Qué es? —preguntó en voz baja. Desafortunadamente, él


también toco sus brazos y luego pasó sus dedos ligeramente arriba y abajo
mientras esperaba.

El simple toque la distraía mucho y Sarita se estremeció cuando le envió un


hormigueo nuevamente. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba acercándose más
a él hasta que sus pezones rozaron su pecho a través de la parte superior de encaje
de su camisón. Ya semi-duros, se convirtieron en piedra a medida que la
excitación la atravesaba, y un pequeño ahhh se deslizó de sus labios.

—Ah, Sarita. Bésame. —Jadeó Domitian la demanda de que lo besara, su


cabeza bajando hacia ella.

—¡No! —Volvió la cabeza bruscamente, frunciendo el ceño con irritación por


lo distraído que estaba el maldito hombre. Ya era bastante malo esquivarlo sin
que su propio cuerpo la traicionara así—. No besos. Necesito hablar contigo —
agregó Sarita en voz baja—. Tenemos que salir de aquí.
—Sí —estuvo de acuerdo—. Hablar. Voy a escuchar. —Domitian comenzó a
besar su mejilla, ya que eso era todo lo que tenía disponible, y luego arrastrando
sus labios hasta su oreja.

Sarita cerró la boca para no gemir por las sensaciones que sus acciones
enviaban al chuparla. Levantó sus manos hacia sus hombros, con la intención de
empujarlo hacia atrás. En cambio, se encontró agarrándose a él y arqueándose
mientras mordisqueaba su lóbulo sensible.

—Mi amante. —Jadeó Domitian, sus brazos se deslizaron para ahuecar su


trasero y levantarla contra él para que pudiera darle besos por la garganta—. Tú
eres la mujer más bella que he visto. Tú eres mi luz en la oscuridad. Eres la mujer
más hermosa que he visto en mi vida.

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Eres mi luz en la oscuridad, Sarita tradujo en su cabeza y luego la sacudió para
tratar de forzar las palabras de amor y concentrarse.

—Realmente, tenemos que hablar —dijo sin aliento.

—Sí. —Jadeó, al tiempo que la ponía de pie—. Hablar.

—Bien —dijo Sarita con alivio y trató de ordenar sus pensamientos


nuevamente.

—Me gusta este camisón —murmuró Domitian, levantando una mano para
juguetear con un pezón a través del encaje.

—Eso no es muy útil —gruñó Sarita cuando atrapó la punta excitada a través
de la tela y la pellizcó entre el pulgar y el dedo. Cuando su otra mano volvió a
deslizarse debajo de la falda del camisón y le agarró el trasero, Sarita estaba
segura de que estaba perdida… hasta que sus dedos comenzaron a caminar
lentamente por delante y a lo largo de la parte superior de su tierno muslo. Era
la primera vez que sentía dolor desde que se cortó. Todo lo que podía pensar era
que involuntariamente había atrapado la piel del corte y la había tirado un poco.
Lo que sea que haya sucedido, fue suficiente para ayudarla a luchar contra su
atracción hacia él y retroceder. Cuando Domitian trató de seguirlo, ella lo
abofeteó bruscamente en la cara y siseó—: ¡Sal de ahí! Tenemos que hablar sobre
Dressler..
Capitulo 5

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Domitian sacudió la cabeza y miró el pequeño volcán frente a él. Tenía el rostro
enrojecido por el deseo, los labios llenos de besos, pero sus ojos ardían de furia,
pasión y desesperación. Fue la desesperación la que atravesó su sorpresa y enojo
cuando lo abofeteó y provocó una calma inmediata.

Estaban en una posición delicada y necesitaban encontrar una salida. El deseo


y la necesidad que ambos obviamente estaban experimentando estaban causando
estragos en su habilidad para hacerlo, y ambos sufrían bajo ese deseo y
necesidad. Podía verlo en el rostro de Sarita. Pero ella estaba tratando de luchar
mientras él la había seguido con su creciente erección a través de la habitación,
pensando solo en arar profundamente en la mujer que estaba tratando de
encontrar una forma de salvarlos a ambos.

Soltando sus manos, Domitian se enderezó y dio un lento paso hacia atrás.
Asintió y luego, con la voz plana, dijo:

—Tienes razón. Deberíamos hablar.

Vio el arrepentimiento parpadear brevemente en su rostro, pero Sarita


retrocedió un paso y simplemente preguntó:

—¿Sabes por qué fuimos secuestrados?


Después de una vacilación, dijo:

—Fui secuestrado porque soy inmortal. Dressler ha estado recolectando


inmortales durante los últimos años.

—¿Ves a otros inmortales aquí? —preguntó secamente y luego señaló—: Y no


soy inmortal.

Domitian negó lentamente, y luego la miró con curiosidad y preguntó:

—¿Tienes alguna idea de por qué los dos estamos aquí?

Sarita suspiró y asintió con tristeza.

—Dressler ha estado experimentando con los inmortales que tomó.

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—¿Experimentando cómo? —preguntó Domitian de inmediato con
preocupación.

—Solo sé de un experimento, pero fue absolutamente horrible —dijo Sarita


con gravedad y rápidamente le contó sobre el experimento que ella había
interrumpido y luego, sin darse cuenta, ayudó—. Al final me explicó acerca de
los nanos que hacían inmortal a tu especie, y mencionó que mi compañero de
vida estaba por llegar. —Ella frunció el ceño y luego agregó—: Antes de eso, él
dijo que había hecho todo lo que estaba en su mano para descubrir todo lo que
podría acerca de su tipo. Estoy bastante segura que este experimento fue solo uno
de muchos. No me sorprendería si cada uno de los inmortales que tiene está
atado a una mesa con diferentes extremidades o piezas faltantes. El hombre está
enfermo.

—Madre de Dios. —Jadeó Domitian. Su estómago ahora se agitaba al pensar en


lo que el inmortal que Sarita había visto había sufrido y lo que los otros podrían
estar pasando ahora. La peor parte fue que conocía a algunos de esos inmortales.
Demonios, estaba relacionado con cuatro de ellos. Mirándola con dureza,
preguntó—: ¿Qué color de ojos tenía el hombre que viste?

Ella pareció sorprendida por la pregunta, pero luego pensó brevemente antes
de decir:

—Él solo abrió los ojos una vez y fue rápido, pero recuerdo haber pensado que
eran los ojos verdes plateados más hermosos que jamás había visto.

—Verde. —Domitian respiró con alivio.


—¿Qué es eso? —preguntó Sarita frunciendo el ceño—. ¿Conoces a uno de los
inmortales en la isla?

Él no estaba sorprendido que lo hubiera adivinado. La mujer era inteligente y


una oficial de policía. Probablemente fue entrenada para juntar pistas.

—Sí. O al menos conozco a cinco hombres que han desaparecido y sospecho


que están en la isla —admitió, pero no mencionó que uno era su tío Victor y otros
tres eran sus primos Lucern, Nicholas y Decker. El quinto hombre, Santo Notte,
estaba relacionado solo por matrimonio y muy poco en eso. Tampoco mencionó
a su tía por matrimonio, Eshe Argeneau, ni a su compañera Mirabeau La Roche.

—Lo siento —dijo solemnemente y Domitian hizo una mueca cuando sus
palabras le hicieron darse cuenta de que, si bien ninguno de sus parientes podía

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ser el hombre cortado por la mitad, probablemente estuvieran siendo sometidos
a otros experimentos igualmente horribles, como ella había sugerido.

La preocupación y la culpabilidad lucharon dentro de Domitian cuando se dio


cuenta de que mientras sus parientes estaban sufriendo horrores desconocidos,
había sido arrojado a un paraíso tropical y se estaba apareando con su compañera
de vida. Negando, se alejó, y luego regresó, gruñendo:

—¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no estoy en un laboratorio siendo cortado?
¿Por qué no está experimentando conmigo?

—Creo que lo estás —dijo Sarita en voz baja.

Domitian se detuvo a mitad de camino y giró sobre ella.

—¿Qué?

Ella se encogió de hombros e hizo un gesto hacia el camisón que llevaba puesto
y señaló:

—Él nos puso aquí en este refugio de luna de miel, solo me dejó vestidos cortos
y boxers para ti, junto con mucha comida, vino, sangre para ti y una cama muy
grande.

—¿Sí? —dijo, sin ver cómo podría ser un experimento.

—Dijo que se había tomado la molestia de aprender todo sobre los inmortales
—señaló Sarita—. Creo que eso debe incluir ver de primera mano el sexo de
compañero de vida que ha escuchado. Hay cámaras en todo este lugar. Al menos
adentro. No miré para ver si había alguno afuera. —Frunció el ceño brevemente
y luego se encogió de hombros—. Sospecho que esta es la primera parte del
experimento: Vernos aparear en un hábitat natural. La siguiente parte
probablemente nos obligue a aparearnos en un laboratorio con electrodos por
todos lados para medir la frecuencia cardíaca y otras cosas, y luego tomar
exámenes de sangre antes, durante y después para verificar los niveles de
hormonas y demás.

—Él es el Diablo. —Domitian respiraba horrorizado.

Sufrir el dolor físico por el que probablemente este hombre estaba haciendo
pasar a los demás era bastante malo, pero mientras Sarita trataba de ocultarlo,

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pudo ver que la idea de que alguien había filmado y visto sus momentos privados
la molestaba. No podía imaginarse cómo verse obligado a actuar sexualmente en
un laboratorio con electrodos y otras cosas no afectarían a la pequeña mujer que
tenía delante. Y él no lo permitiría, pensó Domitian sombríamente. No volverían a
hacer el amor hasta que estuvieran lejos de allí y a salvo.

—Por supuesto —dijo Sarita ahora, frunciendo el ceño en su rostro—, podría


haber tomado nuestra sangre después de que nosotros… ya sabes… golpeáramos
arriba en el baño —dijo, sonrojándose un poco—. Perdí el conocimiento. Dijo que
eso pasa, pero me desperté en la cama en vez de en el suelo y él pudo haber…

—Te moví a la cama cuando me desperté —le aseguró Domitian y luego dijo
con rigidez—: Y no lo golpeamos, hicimos el amor".

Sus cejas se levantaron levemente.

—Estoy bastante segura de que debes amar a alguien para hacer el amor, y yo
no te amo. Ni siquiera te conozco.

Domitian sabía que no deberían lastimarle por sus palabras, pero lo hacían. Le
recordó que, aunque él había sabido durante una década y media que ella era su
compañera de vida y había seguido su vida, viniendo a admirarla, respetarla y
cuidarla a lo largo de los años, ella nunca había escuchado su nombre hasta solo
unas horas antes. Dejó el tema de lado por el momento cuando otro surgió en su
mente.

—Espera, esto no puede ser un experimento. No hay forma de que Dressler


sepa que eres mi compañera de vida.

—Lo hace —le aseguró Sarita—. Me lo contó en el laboratorio, y luego habló


sobre lo caliente que es la relación sexual y las cosas en la carta que dejó.

—La carta. ¿Dónde está? —preguntó Domitian de inmediato.

—Está en el escritorio de la oficina —admitió, pero lo agarró del brazo


mientras giraba hacia las escaleras y le recordó en voz baja—: Hay cámaras por
todas partes allí, y en el laboratorio también aquí abajo. Necesitamos cuidar lo
que hacemos y decimos.

La expresión de Domitian se tensó. Asintiendo brevemente, la tomó de la


mano y la llevó escaleras arriba.

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La carta estaba en el escritorio donde la había dejado. Domitian la instó a
sentarse en la silla del escritorio, y luego se sentó en la esquina del escritorio y
rápidamente leyó el mensaje. A diferencia de ella, solo hizo una pausa para
comentar una vez mientras lo leía y eso fue para maldecir.

—¿Qué? —preguntó Sarita con curiosidad.

—Él sabe mi nombre —dijo Domitian en un suspiro.

—Está bien —dijo, entrecerrando los ojos—. ¿Se suponía que no debería?

Negó.

—He vivido bajo el nombre de Diego Villanueva durante los últimos cinco
años, y ese fue el nombre con el que me contrató.

—¿Te contrató? —preguntó Sarita con sorpresa.

—Sí. —Domitian supuso que había asumido que acababan de ser secuestrados
en la calle o algo así como los demás, por lo que explicó—: Dressler me había
ofrecido un trabajo durante años y siempre me negué. Pero cuando este negocio
de secuestro fue rastreado, acepté su oferta. El bastardo me la jugó desde el
principio —agregó con gravedad—. Él sabía mi verdadero nombre todo el
tiempo.

—¿De qué te contrató?

—Chef en su casa en la isla.


Sarita asintió lentamente.

—Sí, él te la jugó. Aleta es la cocinera y es increíble. Él no la reemplazaría —


dijo con certeza.

—Soy un maestro chef, entrenado en las mejores escuelas europeas —dijo


Domitian un poco rígido.

Sarita se encogió de hombros como si todo su entrenamiento y habilidades


fueran de poca importancia y luego preguntó con curiosidad:

—Entonces, ¿por qué has estado viviendo bajo el nombre de Diego Villanueva
durante cinco años?

—Los inmortales viven mucho tiempo y no envejecen. Tenemos que movernos

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cada diez años para evitar que los mortales se den cuenta.

—Ah —murmuró con comprensión—. ¿Cuál era tu nombre antes de Diego?

—Mi verdadero nombre, Domitian Argenis —respondió rápidamente—. Y


cuando me vaya de aquí seré Domitian nuevamente. Diego, el chef, se fue del
restaurante y pasó a pastos más verdes.

—¿Y nadie reconocerá que Diego es Domitian? —preguntó Sarita con dudas.

Sonriendo débilmente, explicó:

—Tengo varios restaurantes. No volveré al mismo. El gerente continuará


administrándome e informándome durante otros diez años y me mudaré a otro
restaurante o comenzaré uno nuevo.

—De acuerdo —murmuró Sarita y luego volvió el tema al lugar donde había
comenzado y preguntó—: Entonces, ¿cómo crees que sabía sobre mí y este
compañero de vida entonces?

Frunciendo el ceño, Domitian volvió su atención a la carta y leyó el resto, pero


sobre todo era que Dressler decía que esperaba aprender mucho de su estancia
en su "hogar lejos del hogar" antes de que él firmara.

Domitian volvió a dirigir la mirada hacia la parte de que Sarita era su


compañera de vida y que, aunque ella no lo conocía, se conocieron cuando ella
tenía trece años y él la había rastreado desde que había usado un detective
privado. El hombre parecía saber todo sobre él y Sarita, notó con perplejidad.
—No sé cómo lo sabe Dressler —dijo finalmente Domitian, arrojando la carta
en el escritorio. Encontrando su mirada, él le aseguró—: No le dije a nadie que
eras mi compañera de vida.

—¿Qué pasa con este detective privado que contrataste? —preguntó ella—.
¿Podría él haber...?

—No —dijo Domitian de inmediato—. Él es mortal. Él no sabe nada sobre


inmortales y compañeros de vida y yo no lo eduqué en el asunto.

Sarita aceptó eso, pero luego inclinó la cabeza y preguntó:

—Entonces, ¿qué razón le diste al detective por qué me hiciste seguir?

—Ah. —Domitian se movió incómodo, hizo una mueca y luego admitió—: Le

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dije que tu madre era mi hermana, pero que tu padre y yo tuvimos una pelea y
que no me dejaba ver a mi único pariente vivo de sangre. Dije que quería que te
siguiera para que, una vez que fueras un adulto y pudieras tomar tus propias
decisiones, pudiera contactarte y decidir si querías verme o no.

Eso pareció impresionar a Sarita. Con los ojos muy abiertos y con incredulidad,
preguntó:

—¿Le dijiste que eras mi tío?

—Bueno, no podría decirle la verdad —señaló Domitian, a la defensiva.


Frunciendo el ceño, agregó—: No veo por qué te molestaría de todos modos.

—Hmmm, no sé —dijo secamente—. ¿Por qué me molestaría que la gente


pensara que estaba jugando pastel patty con mi tío?

—¿Pastel patty? —preguntó con desconcierto.

—Chocando fuzzies —dijo y cuando todavía parecía en blanco agregó—:


Shaboink.

Domitian solo negó con la cabeza con desconcierto. No tenía idea de lo que
estaba hablando.

—No importa —murmuró Sarita y luego suspiró y señaló—: De todos modos,


todavía no sabemos cómo Dressler sabía que pensabas que yo era tu compañera
de vida.
—No creo que seas mi compañera de vida, lo sé —dijo con firmeza—. Y
deberías saberlo también después de lo que sucedió en el baño.

—Sí, sí, fue alucinante sexo y me desmayé —admitió—. Lo que sea. Eso
todavía no explica cómo lo supo Dressler.

—No, no es así —admitió y reflexionó sobre eso brevemente y luego negó con
la cabeza—. No tengo idea cómo se enteró.

—Bueno, creo que podemos preguntarle cuándo venga a buscarnos para la


segunda parte del experimento.

Domitian la miró en silencio. Mientras sus palabras eran ligeras y ligeramente


sarcásticas, pudo ver el miedo en sus ojos. Estaba aterrorizada de que no

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escaparan y se verían obligados a llevar este experimento, si eso es lo que era, al
siguiente nivel. Sin embargo, no iba a dejar que eso sucediera.

—Creo que necesitamos nadar para relajarnos —anunció de repente,


cogiéndola del brazo y empujándola hacia la puerta. De hecho, consiguió que
Sarita cruzara la habitación por la mitad antes de que ella liberara su brazo y se
girara.

—¿Nadar? ¿Estás bromeando? —demandó.

—Creo que es mejor después de nadar —dijo Domitian suavemente, pero alzó
la vista hacia la cámara más cercana y agregó—: Créeme. Ve a cambiarte y
buscaré toallas.

A juzgar por la forma en que Sarita se calmó de repente y se volvió hacia la


puerta, ella había captado su mensaje.

—Está bien. Nos encontraremos en la piscina.

—Sí —dijo aliviado y esperó a que ella se fuera. Entonces, Domitian dijo—:
Toallas. —Y se volvió hacia las puertas francesas. Se deslizó hacia la terraza
lateral y se dirigió hacia las puertas francesas que daban a la cocina. Una rápida
mirada al frente, y otra vuelta por donde había venido mientras se deslizaba
hacia la cocina, probó que no había cámaras montadas en la pared lateral de la
casa.

Todo lo que Domitian pudo encontrar en el medio baño de la cocina eran un


par de toallas de mano. Encogiéndose de hombros, las tomó, y luego se deslizó
afuera por las puertas francesas de nuevo. Caminó alrededor de la casa hasta la
piscina para poder ver el frente de la casa y el lado donde estaba la piscina
también. No había cámaras afuera entonces, notó mientras hacía una pausa y
miraba a lo largo de la parte trasera de la casa donde estaban el dormitorio y el
baño.

Eso era algo, al menos, decidió Domitian y se llevó las toallas para dejarlas en
una de las tumbonas. Al menos podrían hablar aquí sin miedo a que los escuchen.
Por eso había sugerido nadar. Además, una vuelta rápida en la piscina fría con
suerte ayudaría a mantener sus mentes en la pista si se distraen de su objetivo.

Con ese pensamiento en mente, Domitian se acercó y sumergió un dedo del


pie en el agua para probar la temperatura.

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—¿Cómo está?

Mirando a su alrededor, vio a Sarita acercándose en un pañuelo desgarrado


en tres pequeños triángulos que estaban pegados con cinta adhesiva sobre sus
partes importantes. Al menos así es como se veía. La parte inferior del bikini tenía
menos material que la tanga que había usado antes, y los trozos de tela sobre sus
pechos apenas cubrían sus pezones y mucho menos sus pechos.

—Dios —dijo Domitian y pensó con horror que Dressler era un bastardo
diabólico.

Sarita redujo la velocidad cuando notó la expresión de Domitian. El traje de


baño que llevaba puesto, si así podía llamarse, era el más grande disponible. No
era grande en tamaño, todos eran de su tamaño, pero este había ofrecido la mayor
cantidad de material, cubriendo más que los demás. Todavía cubría muy poco.

Sarita se mantenía en forma para el trabajo. Hacía un centenar de abdominales


y flexiones cada mañana y cada noche, y luego hacía una hora de cardio todas las
noches después de la cena para mantenerse en forma y en buen estado para
perseguir a los delincuentes. Estaba extremadamente en forma.

Desafortunadamente, también le gustaba comer, y la combinación la dejaba en


forma, pero aún demasiado curvilínea. Tenía los muslos y las caderas que sentía
eran demasiado grandes y un top de muffin que la hizo gemir de desesperación.
Sin embargo, su cuerpo era su cuerpo y después de una rápida mueca al verse en
bikini y notar lo que había expuesto, se encogió de hombros y salió con la cabeza
en alto.

Sin embargo, al ver el horror en el rostro de Domitian, Sarita entrecerró los


ojos y se detuvo, casi desafiándolo a decir algo insultante sobre cómo se veía en
el traje de baño.

Ella no tuvo que esperar mucho.

—¿Cómo puede un hombre pensar con su mujer con este aspecto? —estalló
Domitian, saludándola como si fuera una pesadilla—. ¡Mírate! Tus hermosos
pechos rebosan esos pequeños parches de tela. ¡Ni siquiera deberías llevar la
parte superior! Y esas pequeñas correas que forman los fondos. Simplemente
llaman la atención sobre tus deliciosas caderas y tus piernas bien formadas. ¡Oh
Dios! ¡Tus piernas! Solo quiero lamerme y besar su hermosa longitud. ¡No!

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Quiero lamer y besar cada parte de tu hermoso cuerpo, y luego... —Se
interrumpió, casi jadeando, y luego se volvió y se sumergió en la piscina para
comenzar a nadar hacia la cascada.

Sarita lo miró sin comprender, su mente lenta para entender lo que acababa de
escuchar. Pensó que estaba horrorizado por cómo se veía, y lo estaba, pero no de
la manera que ella había esperado. Dios mío, las cosas que él quería hacerle.
Domitian daría buen sexo telefónico, eso era seguro. Solo sus palabras la habían
dejado parada allí húmeda y dolorida por el placer que ya sabía que él podía
darle. Y ella no podía hacer una maldita cosa al respecto. Tenían que elaborar un
plan para salir de esta isla, y estaba adivinando que esa era la razón por la que
Domitian había sugerido "nadar".

Él había estado pensando que no había cámaras aquí. Echó un vistazo


alrededor de la piscina, mirando sospechosamente el bosque. Podría haber
cámaras allí que no pudieran ver. Sin embargo, no importaba. Ser escuchado era
la principal preocupación y el sonido de la cascada cubriría cualquier
conversación que tuvieran mientras la mantuvieran baja. El problema era
controlarse el tiempo suficiente para hablar y surgir con la idea de salir de allí, y
eso empezaba a parecer imposible.

—Dios, necesito un trago —murmuró Sarita y miró por encima del hombro
hacia la casa, pero se volvió rápidamente al sonido de las salpicaduras.

Domitian había salido a la superficie después de una vuelta y ahora estaba


subiendo las escaleras de la piscina, el agua cayendo a cada paso para revelar sus
hermosos hombros, su amplio pecho, su vientre plano, y...

Dios mío, él había dicho que lo mejor sería no llevar la parte superior, pero
también podría quitarse los calzoncillos. Empapados, se aferraron a él como una
segunda piel, y no estaban haciendo nada para ocultar la increíble erección que
estaba luciendo. Estaba apuntando directamente hacia ella, y él la estaba
siguiendo, notó, dando un cauteloso paso hacia atrás.

—Te necesito, mi corazón —dijo Domitian sin poder hacer nada.

—No —dijo Sarita con firmeza, dando otro paso atrás—. Necesitamos
descubrir cómo vamos a salir de aquí.

—Saldremos al anochecer —anunció, continuando.

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—Pero ¿cómo? Si Dressler sabe que estamos tratando de irnos, podría enviar
hombres detrás de nosotros. Demonios, podría haber una valla alrededor de este
lugar a un kilómetro en el bosque donde sus hombres están esperando para
detenernos.

—Nos preocuparemos por eso después de hacerte el amor —le aseguró


Domitian con dulzura—. Pero ahora… —Sacudió su cabeza sin poder hacer nada,
e hizo un gesto hacia su pene—. No puedo pensar así, querida. Te necesito.
Necesito acariciar y besar tus dulces pechos y amamantar tus pezones con mis
labios. Necesito sentir y saborear tu calor húmedo sobre mi lengua, y luego
enterrarme en tu cálido y caliente cuerpo y sentir cómo me aprietas y ordeñas
mientras te empujo hasta que ambos gritamos nuestro placer.

—Nos desmayaremos —protestó débilmente Sarita, y siguió retrocediendo.

—Sí, pero es solo media tarde, tenemos tiempo.

—Las cámaras —protestó con un poco más de fuerza, y su rostro se volvió


sombrío al recordarlas. Expresar esa preocupación había sido un intento
desesperado, pero ahora que estaban en su cabeza, eran un problema. Ella no
tenía ningún deseo de ser una estrella porno para gente como el doctor.

—Las cámaras están adentro. Estamos afuera —dijo suavemente.

—Puede haber cámaras aquí —señaló Sarita con terquedad, sin retroceder
más, pero quedándose quieta y cruzando los brazos de forma prohibitiva—. Pero
incluso si no las hay, las cámaras de la sala podrían vernos.
Domitian se detuvo, frunciendo el ceño mientras consideraba el problema y
luego se iluminó.

—La piscina.

—Nos ahogaríamos cuando nos desmayamos al final. Al menos yo lo haría —


señaló.

—Oh, sí —murmuró y consideró el problema de nuevo, y luego dijo—: Ven.


Tengo una idea. —Cogiéndola del brazo, Domitian se giró y tiró de ella hacia el
sillón más cercano donde la soltó y se dejó caer para sentarse hasta la mitad, con
las piernas a cada lado y los pies sobre las piedras que formaban el suelo de la
terraza.

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—¿Qué estás...? —Comenzó con confusión y luego se quedó sin aliento con
sorpresa cuando él la agarró por la parte superior de las piernas, la giró, y tiró de
ella hacia abajo para sentarse en la V de sus piernas.

—Ahí. ¿Ves? —murmuró Domitian, apartándole el cabello para poder besarla


en el cuello.

—No, no veo —murmuró Sarita, tratando de volver a levantarse.

—Todas las cámaras en la sala de estar ven mi espalda—le susurró al oído


antes de darle un mordisco.

—Es cierto —dijo, y sus intentos de quitarse las manos de la cintura y


levantarse se debilitaron un poco, pero solo un poco antes de que dijera—: ¿Qué
pasa si hay cámaras en los árboles?

—No verán nada, lo prometo. Mira.

Sarita no tenía idea de lo que se suponía que debía mirar hasta que una de sus
manos abandonó su cintura. Echó un vistazo alrededor con curiosidad para ver
que se había estirado detrás de él para recuperar una… ¿toalla? Parpadeó ante la
pequeña toalla y negó.

—¿Esas son las toallas que trajiste para nosotros?

—Fue todo lo que pude encontrar en el pequeño baño de la cocina —dijo


Domitian encogiéndose de hombros y abrió la toalla para apoyarla en su pecho
y estómago. Sarita lo miró con desconcierto hasta que él deslizó una mano debajo
de la toalla, y luego debajo del ridículamente pequeño bañador que llevaba
puesto.

Jadeando, ella se presionó contra él con sus hombros mientras su pecho se


arqueaba hacia la palma que de repente cubría su pecho.

—¿Lo ves? Nadie verá nada.

Sarita soltó una carcajada. Su voz estaba igualmente sin aliento cuando se
retorció entre su pecho y su mano cariñosa y jadeó:

—Así que estás… simplemente… toqueteándome… al orgasmo.

—Oh, mucho más que eso, mi amor —le aseguró, sonando un poco sin aliento,
y luego su otra mano se deslizó debajo de la toalla y hacia abajo entre la tela del
bikini para ahuecarla entre las piernas.

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Sarita saltó en sus brazos y jadeó mientras deslizaba un dedo suavemente
dentro de ella.

—Mucho más —le aseguró Domitian en un gemido cuando su pulgar


comenzó a deslizarse alrededor del botón por donde su dedo la estaba
saqueando.

Sarita gimió en respuesta, pero comenzó a negar con la cabeza. Girando para
intentar mirarlo, dijo:

—No puedes…

Su protesta terminó abruptamente cuando su boca cubrió la de ella, su lengua


deslizándose para silenciar la suya.

Sarita se estremeció, sus caderas se movían por sí mismas al baile que él estaba
dirigiendo, su lengua se enredó con la suya. Levantó una mano para cubrir la
suya donde permanecía en su pecho, animándolo mientras comenzaba a tocar y
juguetear con el pezón del primer pecho y luego el otro. La combinación de todo
lo que él hacía la estaba llevando a un punto álgido. Quien dijo que besarse
primero, segundo y tercero sin llegar al cuarto puesto no fue muy satisfactorio,
obviamente nunca tuvo un compañero de vida inmortal corriendo sobre esas
bases. El hombre la estaba volviendo loca. Un minuto más de esto y ella...

Los pensamientos de Sarita murieron bruscamente cuando deslizó un


segundo dedo para unirse al primero y su cuerpo se disparó como un cohete.
Agarrando sus manos, ella arrancó su boca para gritar, vagamente consciente de
que él también estaba gritando, y luego la puesta del sol llegó temprano para ella
cuando la mente de Sarita se apagó.

Se despertó un rato después y se encontró reclinada en el pecho de Domitian


Argenis mientras él deslizaba los dedos perezosamente arriba y abajo de sus
brazos. Él podría ser un gran amante, pero se convirtió en una cama abultada,
decidió e inmediatamente se sentó. Esta vez no la había llevado a la cama.
Todavía estaban en la tumbona junto a la piscina.

Sarita agarró la toalla mientras comenzaba a caer, pero al comprobar que su


traje de baño estaba en su lugar y cubriéndole tanto como lo había hecho antes
de esta pequeña excursión lateral, dejó que la toalla se le cayera y se volvió para

94
mirar a Domitian con el ceño fruncido mientras se sentaba.

—Eso no fue justo.

Sus cejas se levantaron en cuestión.

—¿Qué, mi amor?

—Primero me comiste en el baño y ahora tú…

—¿Te complací? —sugirió.

Sarita se sonrojó y se alejó.

—Sí, eso, sí. Mientras tanto, no tienes nada de eso —murmuró, y trató de
ponerse de pie, solo para que él la cogiera del hombro y la mantuviera en el
asiento.

—Sí, mi corazón. Lo obtuve.

—¿Qué? —preguntó con incredulidad—. Tú…

—Obtuve un gran placer de ambas uniones.

Sarita chasqueó la lengua con irritación e intentó quitarle la mano del hombro
para poder levantarse.

—No hubo unión. Bueno, supongo que fue por medio segundo la primera vez
—agregó secamente—. Pero no se unió a esta última vez. Tú solo… —Sus
palabras murieron abruptamente cuando Domitian liberó su hombro para
deslizarse hacia abajo para tomar su mano y arrastrarla hacia atrás para cubrir la
parte delantera de sus boxers. Él ya estaba semi erecto, o tal vez todavía medio
erecto, supuso, pero a su toque, comenzó a crecer. Sarita no se dio cuenta al
principio, se había congelado, sorprendida y confundida por la excitación y el
placer que la sacudió en el momento en que su mano lo tocó.

—Así es como nos unimos —dijo Domitian, su voz ronca de pasión.

Sarita se giró ligeramente en el extremo del sillón para mirarlo, y luego miró
hacia donde su mano lo estaba tocando cuando su movimiento accidentalmente
movió su mano, enviando otra emoción de placer a través de ella.

—Se llama placer compartido —dijo, gruñendo ahora—. Es algo que solo
disfrutan los compañeros de vida. —Cubriéndole la mano para mantenerla
quieta, Domitian añadió—: Sentí cada momento de tu placer, experimentándolo

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como si fuera el mío. Y al final, mi grito de placer se unió al tuyo y ambos
perdimos el conocimiento.

—¿En serio? —Le miró a la cara con interés.

—Sí. De verdad.

—Es un beneficio bastante ingenioso —admitió Sarita, y deslizó su mano


dentro de sus boxers para sacarlo. Él era sorprendentemente sensible, encontró.
Solo hacer eso le dio una sacudida de placer que la atravesó.

Domitian reprimió un gemido e intentó quitarse la mano.

—Sí. Ahora suéltame, date la vuelta y déjame…

—No —dijo, cambiando de posición para arrodillarse sobre el cemento frente


a la silla, sin soltarlo mientras lo hacía

Domitian gimió, pero luego tomó su mano para detenerla y le preguntó:

—¿No? —Con desconcierto—. Pero quiero tocarte.

—Qué lástima —dijo Sarita encogiéndose de hombros. Le ofreció una sonrisa


maliciosa, y agregó—: Ya lo has hecho. Y siempre quise saber lo buena que era
en BJs1.

1 BJ's: Torpemente el nombre jerárquico del sexo oral conocido como Blow Job, o BJ.
—¿BJ? Eso es... ah, sí, eso es lo que pensé que era —dijo débilmente mientras
ella se apoyaba en el sillón y se lo llevaba a la boca.

Sorprendida por el tsunami de placer que la envolvió, Sarita cerró los ojos y
casi lo mordió, pero logró detenerse en el último momento. Una vez que sintió
que estaba preparada para lo que iba a suceder, Sarita comenzó a mover su boca
sobre él, gimiendo junto con Domitian cuando el placer inmediatamente
comenzó a atravesarla de nuevo. La vibración de su gemido simplemente se
sumó al placer, causando que ella gimiera nuevamente, lo que provocó más
placer y más gemidos. Era como un círculo sin fin, el placer construyéndose y
construyéndose con cada movimiento hasta que apenas podía respirar.

—Madre de Dios, eres buena. —Jadeó Domitian, su trasero se levantó

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ligeramente del asiento mientras trataba de seguir su boca.

Sarita no podría estar más de acuerdo. Literalmente, no podía estar de acuerdo


con él con la boca llena. Pero estaba bastante impresionada consigo misma
mientras los volvía locos con sus labios, dientes y lengua. Era vagamente
consciente de que Domitian enredó sus manos en su cabello y le agarró la cabeza
un momento después. Sarita sabía que estaba diciendo cosas, pero no tenía
mucho sentido.

Las bellas palabras en español fueron seguidas por las demandas más sucias,
pero no les prestó mucha atención. Estaba escuchando los dictados de su propio
cuerpo, aplicando más presión ahora, moviéndose más rápido, disminuyendo la
velocidad, acelerando, pellizcando ligeramente para aumentar el placer que
estaba experimentando. Y todo el tiempo, Sarita estaba gimiendo, su cuerpo
temblando en ese mismo borde de la liberación de libertad que se le ofreció, y
luego… ¡bang! Algo estalló y el placer se disparó en cada esquina de su cuerpo,
llenándola y bloqueando la luz mientras ella suspiraba y se deslizaba hacia la
inconsciencia.
Capitulo 6

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Sarita se despertó esta vez para encontrar su cabeza en el muslo de Domitian
y su miembro drenado desmayado frente a ella.

Fue una delicia despertarse, pensó con ironía mientras se separaba


cuidadosamente de él para sentarse en el suelo de piedra al final de la tumbona.
Él todavía estaba dormido esta vez, notó, lo cual era un poco extraño. Domitian
se había despertado primero las dos últimas veces hoy, pensó, y miró a lo largo de su
cuerpo hasta su rostro para ver que no solo estaba inconsciente, sino que también
estaba extremadamente pálido.

Sarita miró hacia el sol y frunció el ceño mientras trataba de averiguar qué
hora era. El sol estaba haciendo su descenso, pero aún estaba alto en el cielo, así
que supuso que debía ser de media a última hora de la tarde, entre las 2 y las 4
p.m.

Ese descubrimiento fue algo asombroso. Ni siquiera conocía a Domitian un


día completo. Se sentía como siempre. Y realmente, ¿qué tan estúpido era el
hombre que se metía por ahí con ella donde se desmayaría bajo el ardiente sol?
No una, sino dos veces, fíjate. Esto de compañero de vida sexual evidentemente
hacía idiotas a sus víctimas. ¿Y realmente no habían pasado veinticuatro horas
desde que Dressler la había golpeado en su laboratorio con ese disparo? ¿De
verdad? Se sintió como una semana.

Suspirando, se puso de pie y luego se detuvo sorprendida cuando una oleada


de mareo la recorrió. Domitian no era el único que tenía demasiado sol, al
parecer. Mientras Sarita creció en Venezuela, ya no estaba acostumbrada a un sol
tan concentrado y durante tanto tiempo.

Probablemente necesitaba agua, se dijo Sarita. Conseguiría un poco antes de ir


a buscar sangre para Domitian. Lo miró y cambió de opinión. Parecía que la
muerte se calentaba. Primero conseguiría la sangre y luego buscaría agua,
decidió, alejándose cautelosamente del sillón hacia la casa.

Sarita se sintió mejor en el momento en que entró en la casa sombreada. Era


unos buenos veinte grados más fría que afuera, los ventiladores de techo giraban

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lentamente y empujaban el aire más frío. De hecho, se estremeció ante la
diferencia cuando cerró la puerta y se dirigió a la oficina y la puerta oculta al
sótano. Su mirada barrió las cajas en la habitación al pie de la escalera cuando la
atravesó, y Sarita recordó que no había terminado su búsqueda de ellas. Volvería
a hacer eso después de darle la sangre a Domitian, decidió mientras continuaba
al viejo laboratorio para recuperar la sangre.

Sarita tenía cuatro bolsas en sus brazos y estaba saliendo de la nevera cuando
sintió que algo le rozaba el codo. Al mirar hacia la puerta del refrigerador, vio
que había una cinta adhesiva con un trozo de papel en el extremo. Parecía que
algo había sido pegado allí, pero había sido arrancado. Cerrando la puerta, Sarita
miró alrededor y vio un pedazo de papel en el piso. Curiosa, llevó las bolsas de
sangre a la mesa y las dejó, luego se apresuró a recoger y alisar el papel. Por un
lado, había cuatro números y Sarita hizo una mueca al reconocerlos. Formaban
la combinación del candado numerado que había tenido que abrir para liberar a
Domitian.

Al parecer, Dressler había dejado la combinación después de todo.


Probablemente lo había puesto en el refrigerador para asegurarse de que le diera
la sangre a Domitian antes de liberarlo. Lástima que no lo hubiera puesto en las
bolsas donde podría haberlo notado en vez de pegarlo al interior de la puerta
donde lo había pasado por alto.

—Hombres —murmuró para sí, y en el siguiente momento se disculpó


silenciosamente con los hombres en general por el insulto. Dressler era un
monstruo, no un hombre.

Había un par de palabras debajo de los números y las leyó con interés.

Esta combinación es para que uses para liberar a Domitian


DESPUÉS DE QUE LO ALIMENTES POR LO MENOS CON CUATRO BOLSAS
DE SANGRE. Sin embargo, la carta adentro es para él. Por
favor, asegúrese de que lo lea.

Era un trozo de papel, no un sobre, pero aún tenía el pliegue doblado por la
mitad, cerrando la carta para Domitian cuando estaba pegada a la puerta. Con
las cejas levantándose, Sarita volteó el papel y leyó el mensaje del otro lado.

Domitian Argenis,

Esta sangre está limpia e inmaculada. Es seguro consumirla.

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La ofrezco como una forma de garantizar que no lastimes a
nuestra pequeña Sarita. Sé lo importante que son los
compañeros de vida para los tuyos.

Obviamente, hay algo que quiero de ti. Me pondré en


contacto contigo pronto para informarte qué es eso. Mientras
tanto, disfruta de mi hogar lejos de casa.

Dr. Dressler

Sarita leyó la nota al menos tres veces antes de arrojarla al piso donde la había
encontrado. El mensaje realmente no decía mucho. La sangre obviamente estaba
bien. Al menos no había perjudicado a Domitian, aunque, francamente, ni
siquiera había considerado que no estaría bien.

Y Domitian ya le había dicho que los compañeros de vida eran importantes


para un inmortal. En cuanto a la parte "obviamente, él quería algo de Domitian",
eso tampoco era realmente noticia. Ya habían decidido que los tenían allí por una
razón. Pero esa línea le preocupaba de todos modos. Al igual que la mención de
que se pondría en contacto con Domitian pronto para hacerle saber qué era eso.
Él no dijo que los contactaría, solo a Domitian.

Frunciendo el ceño, Sarita recogió la sangre por la que había bajado y se dirigió
al piso de arriba. Estaba cruzando la sala de estar hacia las puertas de la terraza
antes de darse cuenta de lo que le resultaba más molesto de la carta. Era el hecho
de que Domitian no se lo había mencionado.
¿Por qué?, se preguntó, deteniéndose junto a las puertas. Varias posibilidades
llenaron su mente. Quizás él pensó que eso la molestaría, lo que sugería que la
consideraba débil. O tal vez no se lo había contado porque no quería que ella
supiera que Dressler lo contactaría de alguna manera. O tal vez porque ya lo
había contactado y le había dicho lo que quería. Tal vez Dressler le había contado
sobre las cámaras y que quería que tuvieran relaciones sexuales. Tal vez le había
prometido la libertad a Domitian o algo así si lo hacía a menudo y con
entusiasmo.

Sarita miró hacia donde aún estaba Domitian, aparentemente inconsciente en


el sillón. Consideró brevemente no darle la sangre. Incluso consideró dejarlo allí
afuera al sol para que se friera, tomar varias botellas de agua del refrigerador del

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piso de arriba, e irse ahora mismo. Pero luego abrió la puerta, salió y la cerró de
un puntapié antes de dirigirse al sillón.

Una mirada fue suficiente para asegurar que Domitian todavía estaba
inconsciente e incapaz de alimentarse. Sarita dejó las bolsas de sangre en la silla
al lado de su cuerpo y luego le dio una buena bofetada para tratar de despertarlo
y así poder alimentarse. Cuando eso no tuvo ningún efecto, se enderezó para
considerar qué debería hacer.

Después de un momento, Sarita se apresuró a regresar a la casa y atravesar la


sala de estar y el dormitorio hacia el baño en la suite, donde recuperó uno de los
cuchillos de carne que aún descansaba en el mostrador. Luego buscó una toalla
de baño grande antes de apresurarse hacia la piscina.

Moviéndose rápidamente ahora, cubrió a Domitian con la toalla de baño desde


el cuello hacia abajo para evitar daños mayores por el sol, luego agarró una bolsa
de sangre y la sostuvo sobre su boca. Sarita estaba levantando el cuchillo para
pinchar la bolsa cuando recordó lo que Asherah había hecho en el laboratorio
para traer los colmillos inmortales. Haciendo una pausa, dejó la bolsa y pinchó la
punta de su dedo. Fue solo un pequeño golpe, lo suficiente como para traer una
gota de sangre que luego agitó bajo la nariz de Domitian.

Su nariz se crispó, y luego su boca se abrió y ella vio que dos de sus dientes
superiores se movían y luego se deslizaban hacia abajo, convirtiéndose en
pequeños colmillos puntiagudos. Sarita los miró por un minuto, maravillada de
que parecían dientes normales en su posición de descanso, pero luego agarró la
bolsa de sangre nuevamente y la llevó a sus colmillos. Una vez que estuvo segura
de que estaba fija en su lugar, acunada en su boca abierta, lo soltó y lentamente
le quitó la mano, lista para agarrarla nuevamente si giraba o se movía y se caía.
Cuando eso no sucedió, Sarita se enderezó con un suspiro y luego lo dejó allí y
volvió a entrar para sacar agua. Estaba bastante segura de que él se despertaría
antes de que la primera bolsa estuviera vacía y pudiera alimentarse del resto de
las bolsas que le había dejado. Parecía que no le había costado mucho al chico del
cadáver regresar revolviendo a la vida y aparentemente había sido drenado.

El agua embotellada estaba helada cuando Sarita la sacó de la nevera. Tan sedienta
como estaba, no la abrió de inmediato, sino que la presionó contra su frente y luego
contra sus mejillas, suspirando mientras enfriaba su carne caliente. Cuando finalmente
la abrió y comenzó a beber, tragó la mitad de una vez. Sarita arrojó la tapa en el
fregadero y tomó una segunda botella de la nevera para llevarla antes de dirigirse al

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sótano. Estaba decidida a terminar esta búsqueda de esas cajas esta vez… y los
armarios en el viejo laboratorio también.

En realidad, tal vez comenzaría en el laboratorio, pensó de repente Sarita. Puede haber
una vieja bata de laboratorio escondida en uno de los cajones o armarios que podría
usar cuando saliera de este lugar. Incluso un delantal cubriría más que cualquier cosa
en el armario del piso de arriba.

Diablos, si hubiera cortinas en cualquiera de las ventanas de aquí, se cosería un vestido al


estilo Lo que el viento se llevó, Sarita pensó secamente y luego se detuvo al pie de las
escaleras mientras pensaba en las sábanas de la cama. Ni siquiera tendría que coser
eso; podría envolverlas alrededor de sí misma estilo toga.

Sarita casi se da vuelta para volver corriendo al piso de arriba, pero luego
continuó hacia el laboratorio. Solo tomaría un minuto revisar los armarios por
una bata de laboratorio, y eso sería mucho menos engorroso que la sábana grande
de la cama.

Comenzó su búsqueda con los armarios a lo largo de la pared al lado de la


puerta, abriendo y cerrando rápidamente armarios y cajones uno tras otro
mientras caminaba. Todo lo que Sarita encontró fue un viejo equipo polvoriento
—y probablemente anticuado—, un par de lápices, una engrapadora, una botella
de whisky vacía y libretas en blanco.

Decepcionada con sus resultados, se movió hacia los armarios del piso al techo
a lo largo de la pared con el refrigerador y el congelador. El primer armario era
un viejo armario de escobas con un recogedor de estaño y una escoba y una
fregona, que se desintegraban con la edad. Los otros dos armarios estaban vacíos
a excepción de los ganchos, que sin duda alguna habían tenido batas de
laboratorio alguna vez.

Sarita casi dejó su búsqueda, para seguir con las cajas de la habitación
contigua. Pero había sido entrenada para ser exhaustiva en una búsqueda, por lo
que continuó hasta la fila de armarios superiores e inferiores a lo largo de la pared
opuesta a la puerta. No esperaba encontrar nada de mucho interés en estos
armarios tampoco, por lo que se sorprendió al abrir la primera puerta y se
encontró mirando varios frascos llenos de líquido con formas extrañas flotando
en ellas.

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Sarita los miró brevemente con desconcierto, y luego dio un paso adelante y
recogió el frasco central de tres en el estante inferior. Luego lo acercó a su rostro
para examinar el contenido. Durante un minuto, no tenía idea de lo que estaba
mirando. Su mente simplemente no podía darle sentido a lo que estaba viendo.

Aquí había un pequeño puño. Aquí un pequeño pie unido a lo que podría ser
una pierna pequeña y malformada. Aquí otro pie pequeño con una pierna
perfecta, y entre los dos una cola de algún tipo. Una cola de pez, se dio cuenta
Sarita, girando el frasco lentamente hasta que pudo ver la cabeza de la figura
doblada. Pero en lugar de la cabeza de un bebé, una especie de gran cabeza de
insecto la miró a través del cristal transparente. La vista la asustó tanto que Sarita
casi pierde el control sobre el frasco.

Apretó los dedos en el último momento, atrapó la tapa del frasco, luego
rápidamente la puso sobre el mostrador y retrocedió, su instinto de alejarse lo
más posible de la monstruosidad.

Sarita se detuvo después de solo un par de pasos, sin embargo, su mirada se


deslizó hacia los otros frascos en el armario. Había dos filas de tres, o lo había
sido antes de que ella hubiera quitado la que acababa de poner en el mostrador.
Ahora su mirada se deslizó sobre los otros frascos con una especie de fascinación
enfermiza. Cada uno tenía un feto mutante, lo que supuso que eran bebés
parcialmente humanos con atroces deformidades o mutaciones. Había un feto
perfectamente formado con piel que le hizo pensar en una salamandra. Uno con
una cabeza deforme y lo que parecía una piel corriendo por su espalda. Otro sin
extremidades, solo una cabeza y un tronco, la piel tan transparente que eran
visibles los órganos en su interior, aunque esos no parecían estar del todo bien.
Otro feto estaba casi perfectamente formado, pero con solo cuatro dedos de los
pies y los que lucían largas garras curvas. La última fue solo una masa gelatinosa
sin nada humano al respecto.

—Dios mío —susurró Sarita. Miró fijamente los frascos expuestos por un
momento, su estómago se revolvió, y luego se movió casi sin pensar al siguiente
armario y también abrió esa puerta, y luego la siguiente y la siguiente y la
siguiente. Su garganta se levantó con cada puerta que abrió y cada conjunto de
seis frascos se reveló, hasta que Sarita se asombró por su horror y disgusto
cuando abrió el último.

Cubriéndose la boca, retrocedió y simplemente se quedó mirando las variadas

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monstruosidades exhibidas, apenas consciente de las lágrimas silenciosas que
salían de sus ojos y corrían por sus mejillas.

Estas no eran malformaciones naturales. No podrían ser. Estaba segura de que


habían sido diseñados. ADN humano empalmado con varios ADN de animales
y peces para crear atrocidades que nunca hubiera imaginado que podrían existir.
Era horrible. No podía imaginar cómo se había hecho. ¿Qué tipo de psicópata
enfermo podría hacer algo tan monstruoso?

Dressler parecía la respuesta obvia. Parecía que los inmortales no eran lo único
en lo que le gustaba experimentar. También le gustaba jugar con ADN humano.
La verdadera pregunta era ¿por qué? ¿Por qué haría eso? ¿Qué esperaba obtener
de ello?

Los pasos que bajaban las escaleras en la habitación contigua captaron su oído,
y Sarita rápidamente apartó sus lágrimas. Ella no era una llorona por naturaleza.
Solo había llorado tres veces en su vida; cuando su madre murió, cuando murió
su abuelo y cuando murió su padre. Sus lágrimas ahora eran una aberración, y
una que no estaba dispuesta a compartir con nadie.

—¿Sarita?

Tomando una respiración profunda para calmarse, se volvió para ver a


Domitian cruzar la habitación hacia ella.

—Me desperté y tú no... —Se detuvo en medio de la habitación, la


preocupación de repente inundó su rostro—. ¿Qué está mal? ¿Has estado
llorando?

—No —espetó Sarita, y luego puso los ojos en blanco con irritación. Tanto por
su intento de parecer normal, pensó, pero añadió con voz más tranquila—: No hay
nada de malo. Sólo estaba… —Se giró, gesticulando hacia los armarios abiertos
y frunciendo el ceño a los frascos.

—Ah… —Domitian continuó hasta pararse a su lado, su rostro sombrío


mientras miraba por encima de los frascos—. Los vi antes.

—Yo no —respondió Sarita, su voz hueca.

—Entonces esto debe haber sido una conmoción —murmuró, deslizando un


brazo reconfortante alrededor de su hombro.

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Sarita no respondió. Ella también permaneció rígida bajo su brazo, incapaz de
relajarse. Sin embargo, no fue por los frascos. Era esa maldita carta y el hecho de
que él no se lo dijera, y su preocupación de que Dressler ya se hubiera contactado
con Domitian de alguna manera.

—Mi tío dijo que uno de los hombres de Dressler mencionó una gran cantidad
de criaturas en la isla —anunció Domitian—. Gente pescado y aves, y un
centauro, creo.

—¿Qué? —preguntó con incredulidad, pero luego miró al feto con la cola de
pescado entre las piernas antes de dejar que sus ojos se deslizaran sobre las otras
mutaciones. Sacudió su cabeza—. No vi nada parecido en la isla.

—Tal vez los mantengan en los laboratorios que mencionaste —sugirió


Domitian.

Sarita asintió lentamente.

—Había varios edificios. Sin embargo, solo vi la sala delantera del primer
edificio. Supongo que podría haber tenido varias personas y cosas encerradas
allí.

—Hablando de encerrado, Dressler te dejó la combinación del candado en mis


cadenas —anunció de repente Domitian.

Sarita se puso un poco más rígida.


—¿Oh?

—Sí. Está por aquí en algún lado. —Miró por el piso brevemente—. Estaba
pegado con cinta adhesiva en el interior de la puerta de la nevera. Tenía la
combinación en el exterior y una breve nota en el interior que decía que la sangre
estaba inmaculada y que nos contactaría más tarde para decirnos qué quería de
nosotros.

Dando vuelta atrás, Domitian hizo una mueca y admitió:

—Quería decírtelo, pero cuando bajaste en ese pequeño camisón rojo y negro,
me temo que lo olvidé. Puedo encontrarlo, sin embargo, si quieres leerlo. Creo
que lo arrojé al suelo en alguna parte.

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—No. —Suspiró y sintió que se relajaba. Había querido decirle y se había
distraído. Eso fue todo. Él no le había estado ocultando nada.

—Él es un monstruo.

Sarita miró a Domitian para ver que su atención estaba en los frascos de nuevo.
Ella los miró de nuevo, y sintió un nudo formándose en su garganta. Estas
criaturas que el hombre de Dressler había mencionado debían ser sus éxitos, las
mutaciones que habían sobrevivido. Gente de peces y aves, y un ¿centauro? ¿Por
qué crearía tales seres? ¿Qué tipo de vida podrían tener en este mundo? No es
que les estuviera permitiendo salir al mundo. Al menos no había encontrado
nada en la isla. No se sorprendería si estuvieran encerrados en sus laboratorios,
probablemente siendo disecados y experimentados como los inmortales.

Súbitamente incapaz de soportarlo más, Sarita dio un paso adelante y cerró la


puerta del armario frente a ellos. En el momento en que lo hizo, Domitian
comenzó a cerrar los otros a la izquierda y comenzó a hacer lo mismo con los de
la derecha.

—Tenemos que irnos de aquí —dijo Domitian en voz baja mientras trabajaban
juntos.

—Sí —dijo simplemente.

Una vez que la última puerta se cerró, él se movió hacia atrás para abrazarla y
la giró para mirarlo. Mirándola solemnemente, dijo:
—Gracias. Por la sangre y por cubrirme, por cuidarme.

—No fue nada —dijo Sarita, encogiéndose de hombros, alejando sus palabras
y girándose para salir de la habitación. Y realmente no había sido nada.
Ciertamente no lo había cuidado bien en su libro. Eso hubiera incluido quedarse
a alimentarlo bolsa tras bolsa hasta que se despertara y luego asegurarse de que
estaba bien. No solo estallar uno en sus colmillos y marcharse. Pero había estado
demasiado enojada para hacer eso, enojada y suspicaz acerca de la carta y que él
no se lo había contado.

No, esa no era la verdad, reconoció Sarita. Había estado enojada, pero había
sido porque estaba asustada del porqué no le había contado sobre la carta. Había
temido lo que podría significar. Había pensado que eran un equipo que intentaba

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escapar juntos hasta ese punto, pero la carta le había provocado dudas y miedo.
La mayoría de la ira se basaba en el miedo, lo sabía.

—El sol se pondrá pronto. Creo que deberíamos recoger un poco de agua
embotellada y algunos productos enlatados y partir lo más pronto posible —dijo
Domitian en voz baja una vez que salieron del viejo laboratorio.

Sarita hizo una pausa y se volvió para señalar:

—Verá lo que estamos haciendo en las cámaras y podría enviar hombres a


cazarnos.

—No hay nada que podamos hacer al respecto. Tendremos que ser rápidos en
reunir cosas y esperar salir antes de que pueda hacer que los hombres se
detengan aquí —dijo con firmeza.

Cuando Sarita frunció el ceño y parecía insegura, señaló:

—O nos arriesgamos y nos vamos ahora, o esperamos aquí a lo que tenga


reservado para nosotros después. ¿Qué prefieres?

—Irnos ahora —dijo sin dudarlo. Ponerlo de esa manera hizo que fuera obvio
que era la única opción.

Domitian sonrió y se relajó un poco.

—Estoy encantado de escucharlo. No estaba feliz con la idea de tener que


noquearte y sacarte de aquí como un hombre de las cavernas.
Sarita resopló y se volvió para subir las escaleras, diciendo:

—¿Noquearme? En tus sueños.

—Créeme, en mis sueños noquearte es lo último que te haría —le aseguró


Domitian, siguiéndola—. A menos que cuentes…

—No lo digas. Ni siquiera lo pienses —advirtió Sarita, sabiendo que estaba


pensando en sus desmayos poscoitales.

—Es difícil no pensar en eso cuando estoy siguiendo tu perfecta subida por las
escaleras en ese ridículo traje de baño —le aseguró Domitian—. ¿Por qué los
bikinis ya no traen tela? ¿Por qué incluso usarlos en absoluto, si es que todo es,
una tira de tela por la rendija de tu trasero deja tus mejillas en exhibición? —se

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quejó, y luego agregó—: No me malinterpretes, es una hermosa vista, pero la
mayoría distrae y...

—¿Domitian? —lo interrumpió Sarita mientras bajaba las escaleras y entraba


en la oficina.

—¿Sí? —preguntó.

—Deja de mirar mi trasero —ordenó con firmeza.

Él permaneció en silencio cuando salieron de la oficina, pero cuando entraron


a la sala de estar, murmuró:

—Como desees.

Las palabras hicieron que Sarita girara para mirarlo sospechosamente. La


última vez que había dicho eso fue en respuesta a su conferencia acerca de que
no beso, beso, no toqueteo, toqueteo, y no sexo. Y mira cómo eso terminó.
Sospechaba que el hombre no era tan agradable como le gustaría que ella creyera,
y que el "Como desees" no significaba lo que significaría para los demás. Ella aún
no había descubierto lo que significaba todavía.

—¿Por qué no vas a tomar una ducha y te cambias a algo un poco menos
distrayente? Prepararé un picnic para ti mientras lo haces y podremos comer en
la playa —dijo Domitian en voz alta, agregando un guiño en caso de que ella no
entendiera que estaba tratando de comprar algo de tiempo antes de que Dressler
se diera cuenta de que estaban haciendo un intento de escape.
—Suena bien —dijo Sarita con igual fuerza, pero se volvió hacia la cocina, y
agregó—: Cogeré el botiquín de primeros auxilios para poder poner un poco de
antiséptico en los cortes en las piernas después de bañarme.

—¿Hay un botiquín de primeros auxilios? —preguntó Domitian, siguiéndola.

Sarita asintió. Lo había visto en una de sus primeras búsquedas en la cocina.


También había un kit de costura, y decidió llevar eso al baño con ella también.
Coser una sábana sobre sí misma podría ser la única forma de que tuviera algo
que la ayudara a ocultarse contra los mosquitos y los otros insectos aquí. No
correría por la jungla en bikini o en uno de esos ridículos negligés.

—¿Todo listo? —preguntó Domitian cuando se enderezó de recoger ambos

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kits.

—Sí. —Sarita se dirigió hacia la puerta y agregó—: ¿También puedes arrojar


agua embotellada en el picnic? Estoy bastante deshidratada después de pasar
toda la tarde bajo el sol.

—Es un placer —dijo Domitian, pero estaba sonriendo, y ella sabía que estaba
contento de que acabara de darle una excusa para empacar el agua. Podría
ayudar a que Dressler no se diera cuenta demasiado rápido de lo que estaban
haciendo. De todos modos, ella solo podía esperar, pensó Sarita.

En el momento en que salió de la cocina, la mente de Sarita se concentró en lo


que necesitarían para escapar. El problema era que no habían discutido cómo
debían viajar. ¿Planeaba que pasearan por la jungla o siguieran la playa?

Seguir la playa lejos de allí sería más fácil y probablemente más seguro, al
menos de cualquier animal, reptil e insecto que pueda habitar en la jungla. Por
otro lado, los dejaba a la vista y expuestos si Dressler se daba cuenta de lo que
estaban haciendo y enviaba hombres a buscarlos a lo largo de la costa.

Por otra parte, si se dirigían directamente a la jungla el viaje podría ser más
corto y era menos probable que su secuestrador los encontrara nuevamente,
también significaba que podrían estar entrando en un peligro desconocido. Sarita
había vivido en la ciudad siendo una niña aquí, ella y sus padres vivían en
Caracas antes de mudarse a Canadá. No tenía idea de qué animales se podían
encontrar en la jungla alrededor de esta casa, pero sabía que había tigres y
jaguares en la selva amazónica de Venezuela, así como también serpientes
cascabeles. Sí, la jungla no parecía una buena apuesta para ella.

Corriendo a toda prisa a través del dormitorio hacia el baño, Sarita abrió los
grifos de la ducha y luego fue a buscar toallas. Quería agarrar una, pero
rápidamente cambió de opinión y agarró cuatro en su lugar, arrojando tres en la
mesa de maquillaje antes de llevarse la otra para colgar en la ducha. Se le había
ocurrido que las toallas grandes podrían ser útiles. Podrían ser útiles como
toallas, pero también podrían usarse para envolver todo y llevar colgadas de los
hombros como el saco de Papá Noel. Esa fue la razón para dos de ellas. La tercera
fue porque estaba considerando convertirla en una toga en lugar de usar una
sábana. Las toallas eran bastante grandes y deberían llegar muy por debajo de
sus rodillas. También eran gruesas, ofreciendo más protección contra insectos y
serpientes. Pero aparte de eso, exigiría menor esfuerzo. Podría usar traje de baño,

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envolver la toalla alrededor de sí misma y luego usar uno de los alfileres de
seguridad grandes en el kit de costura para cerrar la toalla. Incluso podría usar
una segunda para asegurarla en la parte superior de su bikini para que no
hubiera riesgo de que la toalla se cayera y la hiciera tropezar.

Satisfecha con la idea, Sarita se quitó el bikini y se metió rápidamente debajo


del agua.

Se ocupó de lavar los cortes a lo largo de la parte superior de las piernas y de


los pies. Y tuvo cuidado de restregar hasta el último centímetro de su cuerpo para
asegurarse de que eliminara todo rastro de la sangre seca que se había perdido
durante su ducha anterior. Incluso se lavó nuevamente el cabello con champú
para asegurarse de eliminar las gotas de sangre que pudieran haber salpicado
allí. Con todo eso, aún no tardó más de tres o cuatro minutos en bañarse.

Cerrando el agua, Sarita jaló la toalla del panel donde la había colocado. Se
restregó el cabello con ella para secarlo tanto como fuera posible y luego
simplemente se lo envolvió, al estilo toga. Agarrando las otras tres toallas, así
como los botiquines de primeros auxilios y de costura de emergencia, salió del
baño.

Sarita entró al armario un momento después y rápidamente revisó los trajes


de baño en los cajones otra vez. Recuperó uno y se puso el bikini más decente,
uno negro que no había notado antes. De hecho, tenía más de una correa a
diferencia de la mayoría de los demás, y la parte superior en realidad parecía que
al menos podría cubrir sus pezones.

Abrió el botiquín de primeros auxilios, consideró los contenidos y luego se


puso a trabajar untándose las heridas con una crema antiséptica. Una vez hecho
eso, golpeó una venda de tela sobre cada herida, incluso las que estaban en sus
pies.

Satisfecha de haber hecho todo lo posible, Sarita colocó el botiquín de primeros


auxilios junto al kit de costura y agarró una de las toallas grandes. La envolvió
alrededor de sí misma, y luego abrió el kit de costura para recuperar un par de
alfileres de seguridad grandes para fijar la toalla en su lugar.

Satisfecha, volvió su atención a los zapatos en el armario.

110
Capitulo 7

111
Domitian cerró la última caja a lo largo de la pared y la apartó con irritación.
Bajó las escaleras para terminar de buscar en las cajas y ver si podía encontrar
algo para ponerse además de los boxers que tenía en ese momento. Era una idea
sensata. No podía irse a la jungla en bóxers. Bueno, realmente podía, pero Sarita
no podía con una bata y tacones altos, y mencionó que esas eran las únicas ropas
disponibles para ella aquí además de bikinis.

Desafortunadamente, su búsqueda no había encontrado nada. No solo no


había ropa en las viejas cajas que se desmoronaban en la habitación al pie de las
escaleras, sino que tampoco había nada más que pudieran usar cuando salieran
de este lugar.

Apartándose de las cajas, Domitian se dirigió hacia las escaleras. Verificaría a


Sarita y vería si estaba casi lista. Había establecido algunas cosas en la cocina para
su supuesto día de campo, pero necesitarían más de lo que tenían. Simplemente
no quería sacar el resto hasta que Sarita estuviera lista para partir. Cuanto más
tiempo tuvieran que alejarse lo más posible de la cabaña antes de que Dressler
enviara a sus hombres a detenerlos, mejor.

Se dirigió a la cocina primero, esperando que ella hubiera terminado con su


ducha y esperándolo allí. Domitian no encontró a Sarita, pero sí encontró pruebas
de su reciente presencia. Parecía como si alguien hubiera saqueado el lugar y
estaba bastante seguro de que ni Dressler ni ninguno de sus hombres eran
responsables de eso en el momento en que su mirada se deslizó sobre toallas,
comida enlatada y un botiquín de primeros auxilios.

Eso fue todo lo que se molestó en catalogar antes de apresurarse hacia el


dormitorio. Tenían que moverse. Si Dressler estuviera viendo la alimentación de
la cámara, todas esas cosas en la isla lo llevarían al hecho de que un simple picnic
no era su intención.

Un ruido sordo ahogado llegó a las orejas de Domitian mucho antes de llegar
al dormitorio. Frunciendo el ceño ante el sonido, empujó la puerta y vio a Sarita
casi de inmediato. Había un armario a la izquierda de la cama que no había

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notado antes. La puerta estaba abierta y Sarita estaba sentada en el suelo,
envuelta en una toalla… tratando de golpear un zapato hasta la muerte con un…
¿abrelatas?

Deteniéndose, Domitian caminó hacia la puerta y la miró.

—Hola —dijo, sin molestarse en mirar hacia arriba.

—Hola a ti también —respondió—. ¿Qué estás haciendo?

—Tratando de quitarle el tacón a este zapato —respondió, y luego le dio otro


golpe al tacón con el abrelatas antes de explicar—: Prefiero no ir a caminar por la
jungla descalza si tenemos que ir por ese camino.

Sarita se detuvo para examinar el zapato que había estado golpeando.

—El cuero se siente suave. Podría aplanarse un poco con un poco de desgaste.
Solo necesito quitarle el tacón...

Sus palabras murieron cuando Domitian se inclinó, arrancó el zapato de su


mano y partió el tacón con poco esfuerzo.

—Huh —murmuró Sarita, tomando el zapato cuando se lo devolvió. Mientras


fruncía los labios, lo examinó brevemente y luego murmuró—: Gracias. —
Mientras se inclinaba para recoger el segundo zapato y también le partía el tacón.

—Tenemos que irnos —dijo, ofreciéndole una mano para que se levantara.

—Sí. Lo sé. —Ignorando su mano, se puso de pie y pasó junto a él al


dormitorio. Agarrando dos grandes toallas de baño de la cama, se dirigió hacia
la puerta.

Domitian lo siguió, su mirada sobre sus piernas debajo de la toalla que había
envuelto alrededor de su cuerpo. Ella obviamente se había dado una ducha como
se lo había sugerido. Su cabello todavía estaba mojado, notó.

—Reuní algunas cosas que podríamos necesitar antes de pensar en los zapatos
—anunció Sarita mientras lo guiaba por la sala de estar.

—Esa no sería la pila de cosas en la isla en la cocina, ¿o sí? —preguntó


Domitian frunciendo el ceño.

—Sí. Pensé que podríamos cargarlo todo en estas dos toallas y llevarlo al estilo

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Santa Claus. —Levantó las toallas de baño que había agarrado mientras hablaba.

—¿Estilo Santa? —repitió Domitian con desconcierto. ¿Qué demonios era el


estilo Santa?

—Como un saco —explicó—. Ponemos los artículos en el medio, juntamos los


extremos y los izamos sobre nuestros hombros para cargarlos.

—Dios mío —murmuró con consternación—.

—¿Qué? —preguntó Sarita por encima del hombro y pudo escuchar la


diversión en su voz—. Eres un gran hombre. Probablemente puedas llevarlo todo
tú solo si es necesario.

—Sí, pero Sarita, no podemos arrastrar todo lo que has acumulado en la cocina
con nosotros —dijo razonablemente—. No creo que todo encaje en dos toallas.
Probablemente necesitaríamos seis para encajarlo todo. Seguramente no
necesitaríamos todo.

Habían llegado a la cocina para entonces y Sarita consideró la pila de artículos


en la isla y arrebató una pila de toallas. Tirándolas a la estufa, dijo:

—Supongo que no las necesitamos. Las toallas de baño gigantes pueden


cumplir doble función como sacos y toallas de Santa si es necesario.

Domitian alzó las cejas. ¿Eso era todo lo que ella no creía que necesitarían? Su
mirada barrió la pila de artículos y tomó una caja de plástico del tamaño de una
resma de papel.

—¿Qué pasa con esto?

—Es un kit de costura —explicó, quitándoselo y colocándolo de nuevo en la


isla con los otros artículos.

—¿Intentas coser un poco alrededor de la fogata por la noche? —preguntó


secamente.

—Yo no, pero esos boxers tuyos se ven algo endebles. Atrápalos en una rama
u otra cosa y podrías ser tan bueno como estar desnudo si no tenemos algo para
coserlos —señaló, y luego se encogió de hombros y agregó—: Pero yo estaba
pensando más en la línea de que el kit de costura puede ser útil si uno de nosotros

114
se lastima gravemente y necesita puntos. El botiquín de primeros auxilios tiene
antisépticos y vendajes, pero nada para cerrar una herida profunda.

Eso le dio a Domitian una pausa. Teniendo en cuenta los cortes en la parte
superior de las piernas y el cristal en el pie, Sarita demostraba ser casi más
peligrosa que Dressler hasta el momento. Si continuaba así, muy bien podría
coser alguna herida u otra en algún momento. Aun así, podrían tomar un carrete
de hilo y una aguja. No era necesario arrastrar todo el kit de costura junto con
ellos, pensó y estaba a punto de decirlo cuando Sarita volvió a hablar.

—Además, si bien es más grande de lo que me gustaría, es una superficie plana


agradable y podría ser útil para limpiar pescado o poner cosas que no queremos
ensuciar, como vendajes. Y —agregó, recogiéndolo de nuevo y sopesando—. Es
bastante ligero, por lo que no aumentará el peso.

—Muy bien. —Domitian cedió. Sus argumentos en realidad eran bastante


buenos, pero todavía había demasiado para llevar, así que se volvió hacia la isla
y cogió un montón de tela blanca, solo para fruncir el ceño mientras lo
desentrañaba y lo reconoció—. ¿Es este tu negligé?

—Era mi negligé que llevaba puesto —corrigió Sarita, aparentemente reacia a


reclamarlo como propia. Tomó una segunda bola de tela y dijo—: Y esta es la bata
que llevaba puesta. Pero... —cubrió la parte superior del negligé con la bata y le
sonrió a través de la tela de araña—, ahora son mosquiteros para mantener a los
insectos fuera mientras dormimos. Lavé la sangre de ambos —agregó Sarita y
luego examinó el material mientras lo quitaba y pronunció—: Ya están casi secos.
En realidad, fue una idea bastante ingeniosa, pero Domitian no lo dijo. Estaba
preocupado por el hecho de que ella parecía pensar que tendrían que caminar
durante más de un día para encontrar civilización y ayuda. O tal vez estaba más
afligido por no poder asegurarle que ese no sería el caso. Volteándose a los
artículos en la isla, sacó una raqueta y frunció sus labios mientras la giraba en su
mano.

—¿Una raqueta de tenis? ¿En serio? —Domitian negó con la cabeza—. ¿Dónde
la encontraste?

—Es una raqueta de bádminton —corrigió, quitándosela—. Y la encontré en


una de las cajas de almacenamiento de mimbre en la terraza. También había una
red de bádminton y consideré traer eso, pero es demasiado grande y voluminosa,

115
así que decidí que la raqueta y las medias funcionarían en su lugar.

—¿Por qué? —preguntó con desconcierto.

—Como una red de pesca —dijo como si eso fuera obvio. Cuando él
simplemente la miró inexpresivamente, Sarita suspiró con exasperación y tomó
un par de medias. Levantando la raqueta, explicó—: Cortamos las cuerdas de la
raqueta para que quede un aro, doblamos la parte superior de la media sobre el
aro y la cosemos, y voila, una red para atrapar peces. —Mirando la tela sedosa,
Sarita sonrió sarcásticamente y agregó—: Es una pena que no sean medias de red,
¿eh?

Domitian sonrió débilmente ante su broma, pero simplemente dijo:

—Eso es brillante. —Se tomó un momento para disfrutar de la satisfacción que


su cumplido le daba, pero luego preguntó en voz baja—: Pero aquí también tienes
comida enlatada y agua. ¿De verdad crees que tendremos que encontrar pescado
para la cena? ¿Cuánto tiempo crees que nos va a llevar buscar ayuda?

El placer de Sarita se desvaneció de inmediato. Volviendo a la isla, dejó la


raqueta y las medias y luego en voz baja admitió:

—No sé. Pero la costa de Venezuela tiene más de dos mil kilómetros de largo.
Muchos de ellos están habitados, pero no todos, y también hay al menos cuatro
parques nacionales a lo largo de la costa que no están habitados. Realmente no
creo que Dressler nos hubiera puesto aquí si hubiera ayuda cerca. ¿Tú sí?
—No —reconoció Domitian solemnemente. Había planeado tomar a Sarita y
algunos artículos y salir de allí como un toro que carga contra una capa roja. No
había considerado que podría llevar más tiempo de lo que esperaba obtener
ayuda. Ahora lo consideró y se dio cuenta de que esto podría ser más peligroso
de lo que había pensado al principio. No había considerado los efectos del viaje
arduo durante días a través del bosque sin sangre para reponerse, o que podría
volverse peligroso para Sarita si eso sucediera. Y eso era solo como resultado del
paso del tiempo. No tomó en cuenta el esfuerzo de la caminata, los efectos del
calor y el sol, o la posibilidad de una lesión. Cualquiera de ellos podría dejarlo
rápidamente en grave necesidad de sangre y hacerlo peligroso.

Una vez que tomó en cuenta esos problemas, Domitian comenzó a preguntarse
si esta era una buena idea. Pero realmente no tenían otra opción.

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—Bien —dijo en voz alta, enderezándose y girando sobre sus talones.

—¿A dónde vas? —preguntó Sarita con sorpresa.

—Vuelvo enseguida —dijo en lugar de responder—. Pero luego vamos a


ordenar hasta el último elemento aquí y deshacernos de cualquier cosa que no
sea absolutamente necesaria. No podemos posiblemente llevar todo esto con
nosotros.

Domitian no esperó su respuesta, sino que se dirigió rápidamente a la oficina


y luego al sótano. Se repondría antes de irse. No demasiado, los nanos
simplemente funcionarían para sacarlo de su sistema. Pero Domitian quería
comenzar con tanta sangre en su sistema como podía consumir de forma segura
para asegurarse de que durara el mayor tiempo posible. No quería dañar a Sarita.

Tratando de distraerse de esa preocupación, Domitian comenzó a pasar lista


mental de los artículos que había tomado nota allá arriba, tratando de decidir qué
podían dejar atrás.

—¿Qué hora crees que es?

Domitian miró a Sarita, su boca se torció con disgusto cuando vio cómo se
estaba desbalanceando bajo el peso del "saco de Santa" que llevaba sobre el
hombro. A pesar de su determinación de no tomar todo lo que había
coleccionado, al final lo hicieron.

Oh, había intentado reducir gradualmente el contenido, pero Sarita tenía una
razón para cada artículo que había elegido, y sus motivos eran buenos. Al menos
sonaron bien cuando los explicó. Así que terminaron amontonando todo en las
dos toallas y luego juntaron los extremos haciendo un "saco de Santa" para cada
uno.

Mientras que Sarita había bromeado antes que él era un tipo fuerte y
probablemente podría llevar todo por su cuenta, su bolso era tan grande,
voluminoso y pesado como el suyo. Había tratado de llevar los artículos más
pesados en su propia bolsa para aligerar su carga, pero ella se había negado a

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permitirlo, insistiendo en dividir los artículos de manera uniforme entre ellos y
llevar "su parte".

La mujer era obstinada como una mula, pensó Domitian, pero notó que su boca se
curvaba en una leve sonrisa ante el conocimiento. A él le gustaba eso de ella. Oh,
no es que ella fuera obstinada, en realidad, sino que no estaba actuando como
una princesa titulada, esperando que él la cuidara y llevara la carga solo. Le
gustaba que ella fuera independiente y decidida a cuidar de sí misma. Aun así,
odiaba verla forcejeando bajo el peso de su saco de Santa cuando fácilmente
podía cargar ambos sin mucho esfuerzo. El problema era encontrar una forma de
lograr que ella le permitiera cargar con la mayor parte de la carga. Ella era
orgullosa e independiente. Era complicado.

—¿Domitian?

—¿Hmm? —Arrastró su mente de sus pensamientos y miró inquisitivamente


su rostro.

—¿Qué hora crees que es? —preguntó, sonando un poco molesta porque tenía
que repetir la pregunta.

Domitian volteó su mirada hacia el cielo oscurecido sobre su cabeza. En


Caracas, el sol subía entre cinco minutos a seis y aproximadamente diez o doce
minutos después de las seis todas las mañanas, pero se ponía ocho minutos
después de las seis casi todas las noches. No creía que la casa en la que habían
sido ubicados pudiera estar lejos de Caracas si el doctor hubiera vivido allí
mientras enseñaba por primera vez en la universidad. Encogiéndose de hombros,
dijo:

—Probablemente un poco antes de las seis en punto.

—Es la hora de cena —murmuró Sarita.

Domitian frunció el ceño. Solo habían caminado durante una hora


aproximadamente, pero mientras comenzaron con un paso rápido, Sarita había
empezado a quedarse atrás un poco después de la primera media hora. Lo había
sorprendido. Ella era una mujer en forma. Pero luego ella llevaba ese saco de
Santa ridículamente pesado. Y caminar por la arena requería más energía que la
que sería caminar sobre la tierra compacta de la jungla.

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Domitian había querido tomar la ruta de la jungla inicialmente, pero
rápidamente cambió de opinión. No fue por el argumento de Sarita que podrían
perderse demasiado fácilmente en la jungla, donde no podrían ver la posición del
sol para asegurarse de que viajaban en línea recta, o que era probable que
estuviera lleno de venenosas serpientes y otros animales peligrosos. Era más
porque no tenía ropa ni zapatos adecuados.

Domitian se sorprendió un poco cuando le sugirió que se vistiera antes de irse


y ella anunció que estaba vestida. Y luego señaló que tenía el bikini debajo, que
había fijado la toalla a él, y que sin duda iba más decentemente de lo que lo haría
cualquiera de los negligés en el vestidor. Él supuso que sí. Aunque sospechaba
que uno de los largos negligés, aunque trasparente, al menos habría protegido a
más de ella de las picaduras de insectos. Y esa fue la única razón por la que pensó
que tal vez debería haber usado uno de esos en su lugar. No tenía absolutamente
nada que ver con el hecho de que recordaba, y echaba de menos, la visión que
había tenido de sus pechos, estómago y muslos, por no mencionar la pequeña
tanga sexy que había tenido debajo del camisón blanco de gasa en el que la había
visto por primera vez. Al menos eso es lo que se dijo, pero incluso él no se lo
estaba comprando.

En cuanto a los zapatos, incluso sin los tacones, los que ella había elegido
hacían que caminar fuera incómodo para ella. El cuero podía parecer más suave
y más aplanado que los otros zapatos de los que había tenido que elegir, pero las
plantas no eran planas. Los zapatos habían conservado su forma, solo que ahora
sin el talón para ofrecer su pequeño apoyo. En el momento en que ella se los puso
y se tambaleó por la cocina, Domitian había pensado que los zapatos no le iban a
servir como estaban. Tendrían que tomar la playa. Al menos al comienzo. Planeó
empapar los zapatos en el mar durante un rato en su primera parada para ver si
podía aplanarlos después de eso para ella. Mientras tanto, no había estado
dispuesto a arriesgarse en la jungla con ella descalza. Así que se pusieron en
camino a lo largo de la playa, decididos a vigilar si se acercaban botes por si
Dressler enviaba hombres detrás de ellos.

Ahora, sin embargo, su comentario de que era la hora de cenar hizo que
Domitian mirara a Sarita con preocupación y preguntara:

—¿Cuándo comiste por última vez?

Sarita guardó silencio durante un minuto, y luego admitió a regañadientes:

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—Cena anoche. Si fue anoche que Dressler me drogó.

Maldiciendo, Domitian se volvió hacia los árboles que bordeaban la playa.

—¿Qué estás? ¡Oye! —protestó Sarita cuando le arrebató su "saco de Santa" de


pasada y se lo colgó al hombro con su propia bolsa improvisada.

Dijo mucho que Sarita no protestó más, sino que siguió caminando en pos de
él. Eso solo le dijo que ella debía estar en su última fuerza.

Como Domitian era inmortal no tenía que comer mientras consumiera sangre.
Sarita, sin embargo, tenía que comer para obtener energía, y aunque se había
alimentado innumerables veces ese día e incluso había tomado sangre extra antes
de que se fueran, Sarita no había comido en absoluto.

Tampoco la había visto beber nada hoy, pensó Domitian frunciendo el ceño. Allí
ella se había ocupado de él, le había traído sangre y se la había llevado a la boca
cuando se despertó en la terraza mientras él todavía dormía, y no se había
molestado en siquiera preguntar si había comido. ¡Y él era un chef! Enfadado
consigo mismo por su falta de consideración, Domitian miró a Sarita cuando se
dejó caer en la arena con un suspiro de cansancio.

—Fue una tontería por tu parte no comer algo —gruñó, aunque estaba más
enojado consigo mismo que ella.

—A menudo hago tonterías —le informó Sarita, sin parecer preocupada—. Es


parte de mi encanto. Mi padre solía decirlo —agregó, y se dejó caer en la arena.

—Lo hizo, ¿verdad? —preguntó Domitian, una sonrisa renuente tirando de


sus labios y forzando su ira hacia atrás. Dejó las bolsas y se dejó caer para sentarse
junto a ella, y comenzó a revisar sus contenidos en busca de algo saludable para
ella.

—Sí —le aseguró Sarita y de repente se sentó para inclinarse más allá de él y
tomar una lata de la pila de artículos en la bolsa más cercana. Agitándola frente
a su rostro, agregó—: Además, tampoco has comido.

—No, no lo hice —coincidió Domitian.

La diferencia era que no necesitaba comida si había sangre disponible. No

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había sangre disponible para él en este momento, sin embargo, y comer reduciría
la cantidad de sangre que necesitaría. No por mucho, pero un poco ayudaba
cuando no tenías sangre a la mano. Además, aliviaba la carga en sus sacos si
comían algo de eso, pero Domitian frunció el ceño al leer la etiqueta en la lata que
le estaba saludando.

—¿Fruta enlatada?

—Nutrición y líquido también —dijo simplemente y dejó caer la lata en su


regazo antes de buscar otra y el abrelatas. Sarita se apresuró a abrir su propia
lata, y luego le entregó el abrelatas y se recostó para comenzar a sacar fruta de la
lata de metal y llevársela a la boca.

Domitian la miró brevemente, pero luego abrió su propia lata y comenzó a


comer la fruta. En realidad, no estaba mal, teniendo en todo en cuenta, decidió.
Aunque tampoco fue tan bueno.

—Entonces, eres un chef —comentó Sarita después de haber comido en


silencio por unos momentos.

Al percibir el tono nostálgico de su voz, Domitian la miró y vio que veía su


etiqueta con insatisfacción. Parecía que ella no estaba completamente feliz con su
comida. No podía culparla, decidió Domitian mientras masticaba una porción de
lo que él pensó que podría ser durazno. La etiqueta de lata decía fruta mezclada,
pero, aunque las piezas del interior eran de diferentes formas y colores, todas
parecían saber a lo mismo. Debería haberle preparado algo antes de que salieran de la
casa, pensó. Algo abundante y delicioso. Le gustaría cocinar para Sarita, pensó
Domitian. Quería satisfacer todos sus apetitos. Desafortunadamente, por el
momento no tenían tiempo para satisfacer ni uno solo. Decidiendo distraerlos a
ambos de lo que no podrían tener, Domitian recogió otra fruta de su lata, y
comentó distraídamente:

—¿El Dr. Dressler es el empleador de tu abuela?

—Sí. Ella ha trabajado para él… Dios, ni siquiera sé cuánto tiempo ha pasado
—admitió Sarita y luego inclinó su cabeza hacia el cielo e intentó resolverlo en
voz alta—. Cuarenta y tantos años, al menos —adivinó finalmente—. Mi padre
era un niño pequeño cuando comenzó a trabajar para el Dr. Dressler —dijo
Sarita—. Ella aparentemente trabajó para él y su esposa durante ocho o nueve
meses antes de dejar a mi padre y mi abuelo para mudarse a la isla.

121
—¿Así que ella vivía en casa y venía a la casa donde nos ubicamos al principio,
y luego, una vez que se mudaron a la isla, dejó a tu abuelo para vivir en la isla
permanentemente? —preguntó Domitian con interés. Esto era nuevo para él. Los
informes de su detective privado solo habían cubierto el hecho de que su abuela
todavía vivía en Venezuela, trabajaba para el Dr. Dressler y que Sarita le escribía
semanalmente a la mujer. No había cubierto la historia de la abuela. Eso no había
sido importante para Domitian. Al menos, no hasta que su tío llegó a Venezuela
con varios cazadores a remolque, alegando que Dressler estaba detrás de la
reciente erupción de inmortales que había desaparecido.

—Sí. Bueno, no sé si fue solo por el trabajo. Tal vez mi abuelo fue abusivo o
algo así. No sé toda la historia. Es en lo único en lo que la abuela es reticente a
hablar. Pero, papá… —sacudió la cabeza con tristeza—… nunca le perdonó por
abandonarlos. Ella aparentemente intentó llamar para hablar con él, pero él no
atendió las llamadas, así que comenzó a enviar cartas semanales que rompía y
tiraba.

Domitian enarcó las cejas.

—Entonces, ¿cómo terminaste en contacto con ella?

—Mi madre —dijo Sarita simplemente.

—¿Cómo? —preguntó—. ¿Insistió ella en que le escribieras?

—No. —Ella frunció el ceño ante la sugerencia, y explicó—: La abuela no sabía


que papá estaba tirando sus cartas. Ella debe haber sospechado cuando nunca
recibió una respuesta, pero siguió escribiendo de todos modos y todavía estaba
enviando cartas semanales cuando él y mi madre se casaron. Mamá dijo que él
nunca le mencionó las cartas mientras la cortejaba, y que cuando llegó la primera
después de la boda, ella era la que las recibía. Dijo que no pensó mucho en eso
hasta que se las dio a papá y él las rompió y las arrojó a la basura, y luego salió
de la habitación. Dijo que estuvo gruñón el resto de la noche, lo que era inusual
para él, y luego estuvo bien después de eso hasta la próxima carta,
aproximadamente una semana después, y la siguiente.

»Mi madre dijo que en cuatro semanas aparecieron cuatro cartas que eran rotas
y arrojadas, y a cada una le seguía una noche en la que estaba enojado y triste.

122
Para la cuarta carta ya había tenido suficiente. Ella esperó hasta que él había
salido de la habitación como de costumbre, recuperó la carta y la escondió.
Después de irse a trabajar a la mañana siguiente, ella fue a buscar la carta. Luego
se sentó a la mesa, la pegó con cinta adhesiva y la leyó. Se sorprendió cuando se
dio cuenta de que era de su madre. Solo había sabido de mi abuelo en la vida de
mi padre desde que lo conocía y mi padre siempre se había negado a hablar de
su madre, por lo que mamá había asumido que la abuela había muerto y hablar
de ella era demasiado doloroso para él.

Sarita guardó silencio un momento y volvió a coger su lata para arrancarle otra
fruta. Después de masticar y tragar, negó con la cabeza y dijo:

—No sé lo que había en la primera carta, pero mi madre decidió que ella
misma le respondería. Su primera nota fue solo para que mi abuela supiera quién
era y que papá no leyó sus cartas, sino que simplemente las rompió y las tiró.

Sarita sonrió débilmente.

—Mamá dijo que solo esperaba que una vez que la mujer supiera que estaba
perdiendo el tiempo escribiendo, dejaría de enviar cartas y molestar a papá. Pero
una semana más tarde llegó otra carta, esta vez dirigida a ella. Lo que sea que
estaba en esa carta aparentemente tocó a mi madre —dijo Sarita solemnemente—
. Le respondió y todas las semanas recibía otra carta dirigida a ella, y todas las
semanas mi madre respondía. Le contó a la abuela sobre ella, mi padre, su vida
juntos, y luego sobre mí cuando yo nací. Dijo que papá nunca le preguntó si había
recibido su carta semanal, y ella nunca explicó por qué él ya no los recibía. Ese
fue el único secreto que nunca le conto.
—¿Cuándo supiste de las cartas? —preguntó Domitian.

—Tenía alrededor de once años —dijo Sarita con una pequeña sonrisa que le
fascinó a Domitian. Sugirió un lado más suave en ella que parecía decidido a
mantener oculto la mayor parte del tiempo—. Estaba fisgoneando y encontré una
caja llena de cartas —explicó Sarita—. Mamá había mantenido todas en caso de
que mi padre tuviera un cambio de corazón y quisiera tener contacto con su
madre. Él podría leer las letras. En cambio, las encontré y leí un montón de ellas
antes de que me atrapara. Mamá me explicó cómo había llegado a escribirse con
la abuela y me hizo jurar que no le contaría a mi padre. Entonces se convirtió en
nuestro secreto.

—Y comenzaste a escribirle también—sugirió, pero Sarita negó con la cabeza.

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—No. —Miró hacia abajo en su lata de fruta, y tragó, antes de decir
bruscamente—: Eso no sucedió hasta que mi madre murió cuando tenía trece
años. Cuando llegó la primera carta de la abuela después de eso, le escribí para
explicarle que mi madre había muerto y que ya no podía responder a sus cartas.
La siguiente carta fue dirigida a mí. Hemos estado escribiendo desde entonces.

—¿Y tu padre nunca lo supo? —preguntó Domitian.

—¿Estás bromeando? —preguntó con seca diversión—. Ese hombre lo sabía


todo. Aunque fingió no saberlo.

—¿Qué te hace pensar eso? Quizás él no sabía.

Sarita negó con la cabeza.

—Hubo muchas ocasiones en que le llegaba el correo antes que mamá o que a
mí. Él debe haber visto las cartas. Él habría reconocido la letra, pero nunca dijo
nada.

—Hmm —murmuró Domitian, pero preguntó—: ¿Alguna vez tu madre te


llevó a conocerla?

—No. —Sarita negó con la cabeza—. La abuela nunca abandonó la isla o nos
invitó a hacerlo.

—Hasta ahora —dijo.


Sarita frunció el ceño ahora, frunciendo los labios mientras negaba con la
cabeza otra vez.

—En realidad, ella tampoco me invitó esta vez. El Dr. Dressler lo hizo.

Domitian se calmó.

—Dressler me llamó el fin de semana pasado —explicó—. Se presentó como el


empleador de la abuela, dijo que ella había caído de las escaleras y se había
lastimado. Él dijo que estaba preocupado. Ella era mayor y las lesiones como la
suya podían causar complicaciones en los ancianos. Él sintió que una visita mía
podría ayudarla a mejorar y asegurar su recuperación. Me pidió que fuera a la
isla para sorprenderla. —Suspirando, agregó—: Tenía dos semanas de

124
vacaciones. Las pedí y estuve en un vuelo dos días después.

—Entonces llegaste a la isla… ¿hace tres días? —adivinó.

—Cuatro —corrigió—. Llamó el sábado. Salí volando el lunes, y luego


desperdicié tres días meneando los dedos antes de que Dressler me noqueara y
me trajera aquí. Hoy sería el cuarto día desde que volé aquí a Venezuela. A menos
que estuviera inconsciente más que de la noche a la mañana, como supuse
cuando desperté aquí, este es viernes.

Domitian asintió. Había sido jueves cuando había ido al helicóptero que había
pensado que lo llevaría a la isla. Probablemente tenía razón de que era viernes.
A menos, como ella había dicho, él también hubiera estado inconsciente durante
más de una noche. Apartando esa preocupación, preguntó:

—¿Te pareció extraño que fuera el Dr. Dressler quien te invitó a ti y no tu


abuela?

—Sí. —Sarita asintió y luego negó con la cabeza y dijo—: Pero no. Pensé que
había tenido una mala caída y estaba débil y enferma. Pensé que era bueno por
su parte llamarme —añadió con amargura.

Ambos guardaron silencio durante un minuto y luego ella dijo


pensativamente:

—Sabes, mi abuela rara vez mencionó al Dr. Dressler en sus cartas, pero
cuando lo hizo parecía obvio que ella no se preocupaba por él en absoluto y no
lo consideraba un "hombre honorable" como ella lo dijo. Debería haberme dado
cuenta de que había algo cuando llamó. Salvo eso, debería haberme dado cuenta
en el aeropuerto, o cuando llegué a la isla.

—¿Por qué en el aeropuerto? —preguntó Domitian con curiosidad.

—Porque cuando aterricé aquí ni siquiera pasé por la aduana —le dijo Sarita
con gravedad—. Aterrizamos en la pista. Rodaron una de esas cosas portátiles de
la escalera para que desembarcamos, y cuando llegué al pie de la escalera, este
tipo corpulento con un traje se puso delante de mí. Me preguntó si yo era Sarita
Reyes. Dije que sí y, mientras todos los demás continuaban al aeropuerto y a la
aduana, simplemente me cogió del brazo y me condujo a este Jeep. Mi equipaje
ya estaba esperando allí —agregó, y cuando las cejas de Domitian se alzaron, ella
explicó—: Mi asiento estaba en la parte trasera del avión. Fui una de las últimas

125
en desembarcar. Cuando salí, el equipaje de todos estaba fuera y sobre esta gran
repisa de metal sobre ruedas en la pista. Bueno, excepto mi equipaje, que, como
dije, ya estaba en el Jeep.

Cuando él asintió, ella continuó.

—De todos modos, en el momento en que el tipo corpulento me llevó en el


Jeep, aceleró y se alejó un poco más por el asfalto hacia donde esperaba un
helicóptero. Chico Grande Fornido me cargó a mí y a mi equipaje, se dejó caer a
mi lado y salimos volando hacia la isla. No pasé por la aduana ni la inmigración
ni nada —dijo y luego negó con la cabeza—. Por Dios, sabía que el crimen y la
corrupción eran malos aquí, pero en serio, ¿se saltaron las costumbres y la
inmigración? ¿Quién hace eso?

Domitian simplemente negó con la cabeza y no se molestó en mencionar que


los inmortales lo hacían regularmente. No estaba relacionado con la
conversación. Además, Dressler no era inmortal, aunque tenía varios a su
disposición. Inmortales que él había secuestrado. Tal vez el hombre había obligado a
uno de ellos a manejar cosas en el aeropuerto, pensó. Si no, debe haberle costado un
montón de dinero para asegurar que la llegada de Sarita a Venezuela no haya
sido registrada. Eso no sugería que sus planes para ella incluían su partida, pensó con
preocupación.

—De todos modos, una vez que llegamos a la isla, Chico Grande Fornido
ordenó a dos hombres que trajeran el equipaje y luego me llevó a mi habitación.
Le di las gracias y le pregunté cuándo podía ver a mi abuela y me dijo que no
estaba en la isla. Ella estaba en el hospital en el continente. Pero estaría en casa
pronto.

—Me sorprende que no hayas exigido ir a verla —comentó Domitian.

—Lo hice —dijo Sarita con gravedad—. Pero Chico Grande Fornido dijo que
no podía autorizar eso, dijo que tendría que esperar a que el Dr. Dressler
regresara. Él era el único que podía dar permiso para usar el helicóptero o el bote
para llevarme a tierra firme. Mientras tanto, debería simplemente relajarme y
disfrutar de mi estancia —terminó Sarita con disgusto.

—Debe haber sido frustrante —murmuró Domitian.

—Sí, podrías llamarlo así —dijo secamente Sarita—. En realidad, yo estaba

126
súper enojada. Especialmente cuando descubrí que Chico Grande Fornido me
había engañado. Lo hizo sonar como si el Dr. Dressler no estuviera en la isla y no
hubiera forma de contactarlo. Mientras tanto, Dressler estuvo allí en la isla todo
el tiempo, justo en sus laboratorios.

—¿Cómo lo descubriste? —preguntó Domitian.

—Aleta.

—¿La cocinera? —preguntó, reconociendo el nombre.

Sarita asintió y rápidamente le contó sobre su cena en la cocina y que Aleta


había preparado la bebida nutricional del doctor.

—Fue entonces cuando me escabullí a los laboratorios y vi al inmortal cortado


por la mitad.

Ambos guardaron silencio durante un minuto, y luego Sarita frunció el ceño y


dijo:

—Sabes, mi abuela comenzó como cocinera y ama de llaves para los Dressler,
pero a medida que crecía trajeron más ayuda. Mencionó que alguien fue
contratada para cocinar, y más tarde alguien que ayudó a limpiar la casa, y tuve
la sensación de que ahora es más una compañera de la Sra. Dressler.

—¿Sí? —murmuró Domitian, preguntándose a dónde iría con esto.

—Pero ninguno de los nombres concuerda —dijo Sarita ahora—. Quiero decir,
no recuerdo el nombre que ella mencionó, fue solo una vez, pero estoy bastante
segura de que la cocinera que mencionó no era Aleta.

—Quizás la primera chica se fue y fue reemplazada con esta Aleta y tu abuela
simplemente no la mencionó —sugirió Domitian.

—Sí, eso es lo que yo también pensé, pero ella solo mencionó que se trajo a una
chica para ayudar con la limpieza y había al menos tres en la casa —continuó
Sarita—. Y antes de decirlo, sí, sé que podrían haber contratado más ayuda a lo
largo de los años que la abuela no mencionó, pero además de eso, ni una vez me
encontré con la Sra. Dressler o su hijo, mientras estuve allí.

—¿Hijo? —preguntó Domitian con sorpresa. Su tío no había mencionado que


Dressler tuvo un hijo.

127
—Hmm. —Sarita asintió solemnemente—. La abuela lo mencionó varias veces
a lo largo de los años. Tengo la sensación de que ella pensó que él era el hijo
perfecto. Su nombre es Thorondor.

—¿Thorondor? —preguntó Domitian, haciendo una mueca por el nombre


inusual. La vida sería un infierno para un niño con un nombre así. Los niños
podían ser crueles.

Sarita se encogió de hombros.

—Supongo que la Sra. Dressler era fan de Tolkien. Lo llaman Thorne para
abreviar.

Domitian asintió, pero sugirió:

—Tal vez este Thorne y su madre se estén quedando en su apartamento en el


continente para que la señora Dressler pueda visitar a tu abuela todos los días.
—Sabía que su tío había enviado hombres para comprobar el apartamento en
tierra firme y lo encontró vacío. Pero la señora Dressler y este tipo Thorne podrían
haber estado en el hospital en ese momento, supuso.

—No sabía que tenían un apartamento en tierra firme —dijo Sarita


lentamente—. Pensé que tal vez ella estaba en el continente, sin embargo, para
visitar a la abuela, pero…

—¿Pero? —preguntó.
Ella vaciló, y luego admitió:

—Durante los tres días que estuve en la isla, vagué por todas partes en esa
casa. Todas las puertas estaban abiertas excepto la puerta de la oficina del doctor
Dressler y examiné todas las habitaciones que pude. —Moviendo la cabeza
solemnemente, agregó—: No había señales de la señora Dressler o Thorne. No
los vi a ninguno de ellos, y no había fotos ni objetos personales para sugerir que
ni ellos ni mi abuela hubieran vivido allí. Cada habitación, incluso lo que
obviamente era el dormitorio principal… —Sarita frunció el ceño, buscando las
palabras para explicar lo que había encontrado—. Todos parecían no vivos. Eran
como cuartos de hotel vacíos. Amueblado y listo para ser ocupado, pero no
utilizado en este momento.

128
»Y cuando le pregunté a Aleta dónde estaban la esposa y el hijo del Dr.
Dressler, ella me miró con cara de pocos amigos, como si nunca hubiera
escuchado que tenía esposa. Entonces Chico Grande Fornido entró a la cocina y
me dijo que dejara de molestar al personal con preguntas que no eran de mi
incumbencia. Me sugirió que saliera al jardín o me divirtiera a mí misma.

Domitian negó con la cabeza, sin saber qué decir ni qué hacer con esta
información. Nunca había pensado en la señora Dressler. Asegurarse que su
compañera de vida estuviera a salvo y descubrir la ubicación de la isla, así como
también lo que el Dr. Dressler estaba haciendo, había sido su única preocupación
cuando aceptó ir.

—Mientras caminábamos aquí comencé a preguntarme si la Sra. Dressler,


Thorne y mi abuela no vivían en la casa pequeña —agregó pensativa.

—¿La casa pequeña? —preguntó Domitian de inmediato—. ¿Qué casa


pequeña? Nunca mencionaste una casa pequeña.

—Nunca surgió —dijo Sarita encogiéndose de hombros.

—Ya surgió. Explica —pidió firmemente.

Ella pareció entretenerse con su voz rígida, pero dijo:

—Cuando volamos en el helicóptero, pude ver toda la isla. El área cercada con
los laboratorios estaba en la punta de la isla a medida que nos acercábamos, había
un poco de jungla y luego la gran casa seguía con un área abierta a su alrededor.
Después de eso, había una gran extensión de jungla, pero en el extremo más
alejado de la isla había una casa más pequeña en la playa con una piscina al lado.

—¿Una pequeña casa con una piscina? —preguntó Domitian, enderezando


desde donde se había relajado contra la base de una palmera. Su voz aguda,
agregó—: ¿Como la casa que acabamos de dejar?

—Sí. Lo consideré mientras caminábamos —admitió Sarita, pareciendo


despreocupada—. Pero luego pensé en no encontrarme con la señora Dressler o
su hijo en la casa grande y decidí que ellos y mi abuela, probablemente vivían en
la casa pequeña en su lugar. Quiero decir, ¿quién querría vivir con Dressler? El
hombre es un monstruo. Por supuesto —añadió frunciendo el ceño—, ahora que
sé sobre el apartamento, supongo que podría ser donde están. La casa grande
podría ser como una cabaña. Donde generalmente se quedan los fines de semana

129
y en el verano cuando Dressler no está enseñando. Eso podría explicar el aire de
hotel en el lugar. —Después de eso, Sarita continuó lentamente—. Pero si
normalmente se quedan en la casa grande y simplemente no están allí porque
volvieron al continente para estar cerca de la abuela, entonces la pequeña casa no
es donde viven… lo que significa que podría ser la casita en la que nos
despertamos después de haber sido drogados.

Domitian no podría haber estado más aturdido si hubiera sacado un martillo


de debajo de la toalla que estaba usando y de repente lo golpeara con él. Por un
minuto, sus pensamientos estaban en tal caos; ni siquiera podía aferrarse a uno.

Los había sacado a toda prisa de la casa para llevarla lo más lejos posible a un
lugar en el que estaría a salvo de Dressler, y en su lugar podría estar caminando
directamente a sus brazos.

Maldiciendo en voz baja, se puso en pie de un salto.

—¿A dónde vas? —preguntó Sarita alarmada, levantándose también.

—Está bien. Solo quiero ir un poco más lejos a lo largo de la playa y ver si
tienes razón y todavía estamos en la isla —dijo tranquilizador.

—¿Pero y si te ven? —preguntó con preocupación.

—Seré cuidadoso. Pero tengo que ver si tienes razón, mi corazón. Si estamos
en la isla de Dressler, entonces tenemos que encontrar una manera de salir de
ella, y rápidamente. Y caminar hacia la casa y pedir un aventón no es la forma de
hacerlo. Solo siéntate y descansa un poco. Regresaré antes de que lo sepas —dijo
y luego se dio vuelta y se alejó rápidamente antes de que ella pudiera seguir
discutiendo.

Sarita observó hasta que Domitian siguió a la playa curva fuera de la vista, y
luego se volvió para mirar hacia el agua. Había estado vigilando a cualquiera que
se acercara en un bote mientras caminaban, e incluso si estaban en la isla con la
casa y los laboratorios como sospechaba, todavía tenía que hacerlo porque el
agua era la única forma de acercarse a la casa. Desde el helicóptero, Sarita había
pensado que había visto una carretera que desaparecía en la jungla en dirección

130
a la pequeña casa, pero si era allí donde estaban, aparentemente no había llegado
hasta allí. Habían verificado dos veces antes de salir y no habían encontrado ni
siquiera algo parecido a un camino de tierra para caminar.

Viendo movimiento por el rabillo del ojo, la cabeza de Sarita se movió


rápidamente, pero se relajó cuando vio a Domitian corriendo hacia ella. Su
primera reacción fue de alivio, hasta que notó la expresión enojada en su rostro.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras se detenía y simplemente reunía los


extremos de la primera toalla y luego la otra.

Domitian realmente no respondió su pregunta. Simplemente colgó ambos


sacos de Santa sobre su hombro mientras se enderezaba. Volviendo por donde
había venido, dijo:

—Ven conmigo. —Y comenzó a caminar rápidamente.

Sarita frunció el ceño y corrió tras él, pero sus piernas eran más largas, lo que
le permitió avanzar más. La arena floja bajo los pies tampoco ayudó. Había
dificultado el caminar incluso cuando se movían a un ritmo más lento en el que
se habían acomodado al salir de la casa, razón por la cual se habían movido para
caminar en el oleaje húmedo y más sólido a pesar del riesgo de ser descubiertos
por un bote que se acerca. Domitian había igualado su paso al de ella entonces
para no dejarla atrás, pero ahora no lo hacía. Parecía estar dominado por una
fuerte emoción y ansioso por llegar a donde la estaba llevando, así que Sarita
reprimió su protesta a su velocidad y trató de moverse un poco más rápido.
Con su enfoque en Domitian y mantenerse al día con él, Sarita no se dio cuenta
del muelle al principio cuando apareció ante ellos. O cualquier otra cosa, hasta
que se detuvo y se volvió para mirarla.

Deteniéndose, Sarita captó su expresión inescrutable y finalmente miró a su


alrededor. Su corazón tartamudeó de ansiedad cuando vio el muelle un poco más
adelante a su izquierda, y su cabeza se sacudió rápidamente hacia la derecha
incluso cuando sus pies dejaron de moverse del todo, pero luego simplemente se
quedó mirando la casa sobre la playa.

Sarita no sabía lo que esperaba ver. El muelle era mucho más pequeño que el
frente a la casa del Dr. Dressler. Aun así, lo último que esperaba era encontrarse
mirando la misma casa en la que había despertado esa mañana, y que habían

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dejado atrás hacía poco más de una hora.

—Pero… Echó un vistazo atrás por donde habían venido, preguntándose


brevemente si de alguna manera se habían dado la vuelta y habían regresado tal
como se habían ido, pero incluso mientras lo hacía, sabía que eso no había
sucedido. Ella había estado equivocada. Esta no era la isla del Dr. Dressler. Al
menos no en la que estaban las casas y los laboratorios. Era una isla diferente,
mucho más pequeña… y simplemente habían caminado alrededor de ella y
regresado a la casa de la que habían estado tratando de escapar.
Capitulo 8

132
Sarita salió a la superficie en la piscina y se pasó las manos por el cabello,
empujando el agua hacia atrás a lo largo de los mechones húmedos y lejos de su
rostro. Dejó que sus manos cayeran al agua y luego miró hacia la cascada con un
pequeño suspiro. Era tan hermoso por la noche como lo había sido durante el día.
Había luces en la piscina y en los bordes de la cascada. También estaban en la
casa, iluminando la terraza. Entonces, incluso por la noche, era un lugar
verdaderamente hermoso, un pequeño paraíso en el medio del océano.

Lástima que era como la canción de Eagles, pensó Sarita, nunca podrías irte. Al
menos, así era como le parecía, porque por lo que podía ver, estaban atrapados
allí.

Suspirando de nuevo, se inclinó hacia atrás para flotar en el agua y miró hacia
el cielo nocturno. Según su conjetura, tal vez había pasado media hora desde que
Domitian la había conducido a la playa frente a la casa. Después de superar su
conmoción al encontrarse allí de nuevo y darse cuenta de las ramificaciones,
Sarita había echado un vistazo a Domitian. Él había notado su expresión y luego
se había vuelto silenciosamente y la había llevado a la casa.

No se habían dicho una palabra desde entonces. Domitian simplemente dejó


las bolsas en el suelo de la entrada y luego desapareció en la oficina. Sarita había
considerado brevemente desempacar las bolsas y guardar todo, pero luego
pensó: ¿Por qué molestarse?

Se dirigió hacia la habitación y el baño más allá. Su excursión, corta como había
sido, la había dejado caliente y sudorosa y cubierta de arena; una ducha parecía
una buena idea. Pero una vez que llegó allí, simplemente se paró en el baño y
miró a su alrededor en el entorno opulento, su estómago revuelto. Era parte de
una prisión. Una bonita prisión, pero una prisión igual y Sarita de repente no
podía soportar ni siquiera estar adentro.

Girando, había vuelto sobre sus pasos y había regresado a la sala de estar
donde la piscina había llamado su atención. El agua fría parecía estar llamándola,
ofreciendo calmar su cuerpo estresado. Lo siguiente que Sarita supo fue que se

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estaba moviendo a las puertas. Para el momento en que los había alcanzado,
había desabrochado los dos seguros que sujetaban la toalla a la parte superior del
traje de baño. Abrió la puerta y salió para caminar hasta el borde de la piscina,
deshaciendo el último seguro, el que mantenía la toalla cerrada, mientras
avanzaba. Entonces simplemente dejó caer los seguros y la toalla y se zambulló
en la piscina.

Ahora yacía en el agua refrescante, rodeada de los suaves sonidos de la


naturaleza. El susurro de la brisa a través de los árboles de la jungla que rodeaba
la piscina. El gorjeo de las aves nocturnas. El chapoteo del agua que viaja sobre
la cascada de la roca en un extremo de la piscina…

Debería haber sido una pequeña porción del cielo; en cambio, era una especie
de infierno.

—¿Sarita?

Enderezándose en el agua, se volvió hacia la casa y vio a Domitian de


inmediato. Salió del comedor y se movió por la sala de estar hacia la puerta del
dormitorio mientras la buscaba. Lo llamó y él hizo una pausa de inmediato y
miró en su dirección.

Al verla a través de las puertas de vidrio, Domitian usó la que había dejado
abierta y se deslizó afuera para pararse junto a la piscina. Entonces solo la miró.

Sarita le devolvió la mirada, preguntándose por qué había ido a la oficina.


—¿Estás bien? —preguntó finalmente.

—Tan bien como una cucaracha en un Motel Roach —dijo con sarcasmo.
Cuando la confusión cubrió su rostro, se dio cuenta de que no entendería la
referencia y explicó—: Son trampas para las cucarachas. La cucaracha entra, pero
es atrapada y no puede volver a salir.

Domitian no sonrió ante su pobre broma. Con una expresión seria dijo:

—No estamos atrapados, Sarita. Prometo que te sacaré de esta isla y te llevaré
a un lugar seguro.

—No deberías hacer promesas que no puedes cumplir.

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—Puedo prometértelo —le aseguró.

—Olvidas que el Dr. Dressler podría estar de vuelta en cualquier momento.


Podría estar llegando al muelle en un bote en este momento —señaló.

—No vendrá aquí tan pronto —le aseguró Domitian.

—No puedes saber eso —dijo.

—Su carta decía que tenía esta casa renovada y actualizada solo por esta
eventualidad —le recordó y señaló—: Difícilmente tendría ese problema y gasto
para un día de uso.

—Es cierto —dijo Sarita pensativamente. Había olvidado esa parte de la


carta—. ¿Pero por qué lo hizo? ¿Qué diablos quiere de nosotros? —preguntó, y
escuchó la frustración en su propia voz.

—No sé —admitió Domitian, y luego anunció—: Hice de comer.

Sarita casi le dice que no tenía hambre, pero en realidad sí tenía, y sacarlo de
sus casillas no le daría las respuestas que ella quería. Negando, se movió hacia
las escaleras y caminó fuera de la piscina.

Domitian estaba esperando con una toalla abierta.

—Gracias —murmuró Sarita, cuando la envolvió alrededor de sus hombros.


Agarrando los extremos debajo de su barbilla, ella se movió más allá de él,
diciendo—: Me voy a cambiar. Seré rápida.
Si él respondió, ella no lo escuchó mientras volvía a entrar.

Dos minutos más tarde, Sarita se había quitado la toalla húmeda que Domitian
había envuelto alrededor de ella y estaba mirando hacia el vestuario algo
deficiente que estaba disponible para ella. Consideró brevemente ponerse un
traje de baño seco y colocarle una toalla fresca, una que no estaba húmeda, pero
en realidad todos los trajes de baño restantes tenían tangas que eran simplemente
incómodas. No estaba ansiosa por usar ninguno de ellos.

Además, la toalla que había usado como toga ese día era un montón sucio
junto a la piscina, y la que se acababa de quitar estaba húmeda y sería incómoda,
y entre su uso después de las duchas y la natación, y su selección de artículos, la
pila de toallas se agotaba rápidamente. Pronto se quedarían sin toallas limpias si

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las usaba como ropa.

Dejando caer la toalla húmeda, se volvió decididamente hacia la ropa que le


habían dado y se preguntó con repugnancia quién había elegido todos esos
ridículos negligés. Murmurando en voz baja, se decidió por una negra con una
falda corta y transparente, pero con un encaje en la parte superior que cubría casi
todos sus pechos. Tendría que usar una tanga para que quedara cerca de lo
decente, pero la parte superior era lo que Domitian vería sentada a la mesa y esa
era su principal preocupación. La mayoría de los otros negligés eran
transparentes allí también.

Se lo puso rápidamente, encontró una tanga negra, se la puso con una mueca
y luego corrió al baño para pasarse un cepillo por el cabello mojado. Su mirada
se deslizó brevemente hacia la mesa de maquillaje, pero luego la ignoró. Esta no
era una cita. Lo último que necesitaba era hacerse atractiva. Ya tenían problemas
para mantener las manos separadas y no quería terminar extendida sobre la mesa
del comedor y aullando por las cámaras con Domitian…

Sarita cortó ese pensamiento rápidamente mientras sentía calor en la ingle.


Honestamente, era como una perra en celo alrededor del hombre. Solo pensar en
él la hizo...

En lugar de terminar el pensamiento, arrojó el cepillo sobre el mostrador y se


apresuró a salir de la habitación.

Domitian estaba en el comedor, de pie detrás de una silla que cortésmente sacó
para ella cuando entró.

Sarita miró su rostro cuando se acercó, captó la forma en que sus ojos
comenzaron a brillar con esa extraña plata mientras su mirada se deslizaba sobre
su último conjunto y solo logró no mover la cabeza mientras tomaba asiento. Para
su alivio, Domitian ni siquiera tocó su hombro, sino que acomodó su silla y luego
se movió inmediatamente para reclamar el asiento de enfrente.

Sarita miró su plato y luego se detuvo y dijo con sorpresa:

—¡Lomito en salsa de mango!

—Sí. —Domitian sonrió débilmente cuando lo miró con asombro—. Es lo que


pediste cada una de las tres veces que estuviste en mi restaurante, así que cuando

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vi que teníamos los ingredientes para hacerlo, lo hice.

Sarita sonrió torcidamente.

—Bueno, ahora sé qué restaurante tienes. Buena Vida era la favorita de mi


padre. Pero es caro, solo para ocasiones especiales —dijo con una sonrisa al
recordar—. Antes de que mi madre muriera, papá la llevaba allí cada año en su
aniversario. La primera vez que fui fue la noche antes de mudarnos a Canadá.
Quería que “nuestra última comida en Venezuela fuera memorable”, como él
dijo, así que me llevó allí.

Ella sonrió débilmente, y luego su expresión se volvió seria y dijo:

—Fuimos de nuevo hace cinco años cuando el abuelo murió. Volvimos para
arreglar el funeral y verlo enterrado, y la noche antes de irnos a casa, papá me
llevó allí otra vez… la última vez que estuve allí fue hace dos años, cuando papá...
—Para horror de Sarita, su voz se quebró, e inclinó la cabeza rápidamente y miró
a través de sus ojos enturbiados con lágrimas al solomillo con salsa de mango en
su plato.

—Cuando murió tu padre y tú lo trajiste a casa para que le enterraran entre tu


madre y tu abuelo —terminó Domitian solemnemente.

Sarita asintió una vez, pero se estaba concentrando en su respiración. Estaba


tomando respiraciones profundas repetidas que luego dejó salir lentamente, todo
el tiempo pensando: ¡Maldición, nunca lloro!
—Comiste en mi restaurante la noche antes de volar a Canadá —agregó—. Esa
vez sola.

Sarita cerró los ojos cuando la última palabra la atravesó. Sola.

Ella pensó que había perdido todo cuando su madre murió y su padre la alejó
de sus amigos y abuelo para vivir en Canadá. Pero Sarita no se había sentido
verdaderamente sola hasta el día en que su padre tuvo un ataque cardíaco y se
fue de esta tierra. Oh, todavía tenía los amigos que había hecho en Canadá, y los
otros cadetes que habían estado en entrenamiento policial con ella en ese
momento. Pero ella sola había volado a casa a Venezuela con el cuerpo de su
padre, y solo ella lo había visto enterrado. Incluso su abuela no había estado allí,
que era culpa de Sarita.

137
Todo había sucedido tan rápido y había habido tanto que hacer para organizar
el regreso del cuerpo de su padre a Caracas, así como hacer los arreglos del
funeral a larga distancia que no había pensado en contactar a su abuela hasta la
mañana del funeral. Para entonces ya era demasiado tarde. No tenía un número
de teléfono para la mujer entonces. Solo se habían escrito. Así que ella había visto
a su padre enterrado, y luego había escrito y enviado una carta a su abuela con
la noticia de su muerte. Esa noche ella había seguido la tradición y comido en el
restaurante favorito de su padre, sola.

—Quería tanto consolarte esa noche —confesó Domitian en voz baja y luego
admitió—: Recibí el último informe de mi detective esa misma mañana. Sabía que
tu padre había muerto y que habías volado a casa con su cuerpo para verlo
enterrado. En el momento en que obtuve el pedido de Lomito en salsa de mango
en solitario, miré hacia afuera. No podía ver tu rostro, estabas sentada de
espaldas a la cocina, pero sabía que eras tú. Te veías tan pérdida y sola sentada
allí sola. Fue una lucha para mí no ir a ti.

—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó, su voz más aguda de lo que había


pensado. Pero realmente había necesitado consuelo esa noche. Sarita levantó la
cabeza para mirarlo a través de los ojos llorosos.

—Para ti era un extraño —dijo simplemente—. No hubieras aceptado nada de


mí. Y si la atracción natural entre compañeros de vida nos abrumaba, temía que
te odiases por lo que pasó entre nosotros en un momento tan trágico.
Sarita dio un breve asentimiento de comprensión, luego miró su plato y exhaló
lentamente. Solomillo en salsa de mango. Nunca volvería a mirarlo sin pensar en
su padre… y simplemente no podía comerlo.

—Lo siento —murmuró, empujando su silla hacia atrás—. Creo que solo
quiero irme a la cama.

Domitian no protestó ni señaló que había trabajado duro para hacer la comida
que ella no estaba comiendo. Simplemente murmuró en comprensión y la dejó
ir. Sarita estaba bastante segura de que no podía saber cuánto apreciaba eso.

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Sarita no estaba segura de cuánto tiempo estuvo dormida o incluso lo que la
despertó, pero de repente sus ojos se abrieron y estaba mirando hacia la
oscuridad, escuchando un suave sonido crujiente en algún lugar en el fondo de
la cama. Con las orejas tensas, trató de descubrir qué era sin revelar que estaba
despierta. Cuando no pudo, alargó lentamente la mano hacia la lámpara de la
mesita de noche, solo para hacer una pausa cuando su mano encontró material.

Frunciendo el ceño, Sarita deslizó su mano primero a la izquierda y luego a la


derecha, pero el material parecía estar colgando allí como una pared. Subió
silenciosamente la cama un poco, pasó la mano por la tela hasta que encontró el
extremo, y luego se acercó, buscó la lámpara del otro lado y la encendió.

Por supuesto, fue inmediatamente cegada por la luz, pero sus ojos se ajustaron
rápidamente y Sarita notó la pared de tela blanca a lo largo del borde de la cama,
colgando del marco superior. Otra corría por el fondo también y Domitian
parado en una silla, incluso ahora colocando una tercera franja de tela blanca a lo
largo del marco en el lado opuesto de la cama.

—¿Sábanas? —preguntó con diversión.

—Sí. —Domitian continuó su trabajo, se bajó de la silla y se colocó en el borde


de la cama para pasar la tela más lejos a lo largo del marco sin tener que mover
la silla ahora que estaba despierta.

Sarita observó el juego de músculos en sus brazos y en su pecho hasta que notó
que tenía una vista interesante en la parte inferior de sus boxers desde su
posición. Despejando una garganta repentinamente llena, preguntó esperanzada:

—¿Vamos a tener sexo?

—No.

—¿No? —gruñó Sarita con incredulidad—. ¿Por qué no? ¿Para qué es todo
esto? —preguntó, haciendo un gesto hacia la cortina de sábanas que ahora
rodeaba la cama. Había asumido que era para poder tener relaciones sexuales sin
preocuparse de que las cámaras en la habitación lo capturaran… aparentemente
no, pensó Sarita y frunció el ceño.

Domitian se rió de su indignación mientras continuaba su trabajo, moviéndose


más arriba en el borde de la cama hasta que pudo haber extendido la mano y

139
tocarlo.

—Primero es “¡no sexo!”. Ahora es “¿Qué? ¿No sexo?”. —Mirándola, arqueó


una ceja—. Tengo planes para ti, ya verás.

—Hmm —murmuró Sarita, pero resistió la necesidad de tocarlo y sentarse en


la cama. Se movió hacia atrás para apoyarse contra la cabecera, pero no se
molestó en tirar de las sábanas para cubrir su regazo a pesar del hecho de que
ahora estaba desnuda bajo el camisón negro. Lo último que Sarita había hecho
antes de meterse bajo las sábanas y el edredón era quitarse la última tanga odiada
que se había puesto antes para usar debajo. Eran realmente incómodas. No habría
podido dormir con eso. Ahora, estaba desnuda desde debajo de los pechos hacia
abajo.

—Oh. —Suspiró Domitian—. Vas a hacer esto difícil, ¿sí?

—No sé de lo que estás hablando —dijo encogiéndose de hombros, alisando


sus hombros y empujando sus pechos mientras fingía examinar sus uñas.

Domitian se rió bajo, pero siguió trabajando. Sin embargo, le tomó mucho
tiempo terminar, sobre todo porque no dejaba de mirar furtivamente hacia ella
en lugar de prestar atención a lo que estaba haciendo.

—Finalmente.

Sarita alzó la vista para ver que la sábana también llegaba hasta la pared de
este lado, y frunció el ceño cuando se dio cuenta de que ahora estaba del otro
lado de la sábana. Estaba a punto de inclinarse y tirar de la sábana para ver qué
estaba haciendo cuando lo hizo él mismo.

Tirando de la sábana con una mano, se subió para unirse a ella, balanceando
una bandeja en su otra mano como un camarero experto.

—¿Qué es esto? —preguntó con interés mientras dejaba que la sábana se


cerrara de nuevo y se acomodara con las piernas cruzadas junto a ella.

—Comida. Debes comer —dijo Domitian con firmeza—. Has tenido poco más
que un par de frutas durante todo el día.

—Oh. —Sarita miró con interés sobre la bandeja que colocó en la cama entre
ellos. Había una selección de carnes y queso, galletas, aceitunas, dos vasos de

140
zumo y una copa de vino.

—¿Quién se toma el vino? —preguntó ella sospechosamente.

—Tú —respondió con facilidad—. El vino no es bueno para nosotros.

—¿Son inmortales? —preguntó con interés.

Asintiendo, Domitian tomó una aceituna y se la metió en la boca.

—¿Cómo es que no es bueno para ti? —preguntó Sarita de inmediato,


recogiendo una galleta y amontonando queso y carne.

—El único efecto que tiene sobre nosotros es hacer que los nanos trabajen duro
para eliminar el alcohol de nuestro sistema. Significa consumir más sangre.

Sarita arrugó la nariz ante eso, colocó una galleta sobre la carne y el queso,
hizo un mini sándwich y se comió la mitad en un solo bocado. Copos de galleta
salpicaron inmediatamente sus pechos y muslos e hizo una mueca. Pensando que
iban a tener migajas en la cama, alzó una mano para apartarlas del pecho, pero
Domitian la tomó de la mano.

—Los lameré más tarde —le aseguró, presionando su mano hacia abajo.

Con una sonrisa lenta extendiendo los labios, Sarita dijo con satisfacción:

—Entonces habrá sexo después.

—No —contestó Domitian rápidamente y construyó un sándwich de queso,


carne y galleta para él.

Sarita lo miró por un momento, medio confundida y medio molesta, pero


luego negó con la cabeza y se metió la segunda mitad de su propio sándwich de
galleta en la boca. Estaba hambrienta. Más como muerta de hambre realmente.
Se preocuparía por el asunto del "sexo o no sexo" más tarde.

Comieron en silencio por un momento, y luego Sarita miró a Domitian y dijo:

—Entonces eres un chef con tu propio restaurante. ¿Por qué aceptarías un


trabajo de cocina para Dressler?

Domitian dejó escapar un suspiro y se encogió de hombros.

—Es una larga historia.

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—Sí, bueno, parece que no vamos a ir a ninguna parte por un tiempo, así que
escúpelo.

Asintiendo, dijo:

—Varios inmortales han desaparecido de los Estados Unidos en los últimos


años. Nadie lo notó al principio, porque era solo uno o dos y estaban muy
separados. Pero el número ha aumentado y el tiempo entre los secuestros se
acortó recientemente y se notó.

Las cejas de Sarita se levantaron levemente, pero ella asintió para alentarlo a
continuar.

—Sabía que mi tío hizo que los cazadores lo investigaran por una conversación
telefónica que tuve con Drina, y...

—¿Quién es Drina? —preguntó Sarita bruscamente, sorprendida por las


diferentes emociones que la azotaban al oírlo mencionar a otra mujer. La
posesión, la preocupación e incluso los celos de repente estaban tirando de sus
emociones, lo cual fue algo inesperado para Sarita ya que no tenía claro sus
propios sentimientos por el hombre.

—Mi hermana —explicó suavemente—. Ella es una cazadora de renegados en


Canadá. Solía vivir y trabajar en España, donde vive mi familia, pero
recientemente encontró a su compañero de vida y como él vivía en Canadá y mi
tío necesitaba más cazadores de renegados allí, se mudó para estar con su pareja.

—¿Tienes familia? —preguntó, incapaz de ocultar su sorpresa.

Domitian arqueó las cejas.

—¿Pensaste que había sido incubado?

—No claro que no. Yo solo... —Negando ante su propia estupidez, Sarita
dijo—: El Dr. Dressler mencionó que los de tu clase eran como nosotros, con
familias y todo, pero supongo que solo... Drácula no tenía familia, ¿sabes?
Supongo que simplemente sigo mezclándote con él. —Viendo por su expresión
que había logrado insultarlo, rápidamente dijo—: Trataré de no hacer eso.
Entonces, ¿qué son los cazadores de renegados?

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Domitian la miró con los ojos entrecerrados por un momento, pero luego se
relajó lentamente y explicó:

—Básicamente, son la policía de los inmortales. Cazan inmortales renegados,


aquellos que están violando nuestras leyes y alimentándose o haciendo daño a
los mortales, o convirtiendo grandes cantidades, y así sucesivamente.

Sus cejas se levantaron.

—¿Tienes tu propia fuerza policial?

—Bueno, la policía mortal no podía manejar a nuestro tipo con nuestra


capacidad de leer y controlar las mentes —señaló suavemente.

—Correcto. El Dr. Dressler mencionó que ustedes podían hacer eso —dijo con
el ceño fruncido. Inclinando la cabeza, agregó—: ¿Pero dijo que no podías leerme
o controlarme?

—No. Es como supe que eras mi compañera de vida —dijo solemnemente.

Poco dispuesto a hablar de eso, Sarita bajó los ojos y trató de pensar en algo
que decir que alejara el tema de este negocio de compañeros de vida. No estaba
segura de cómo se sentía con el hombre sentado frente a ella. Era sexy como el
infierno, y ella nunca había tenido relaciones sexuales como las que compartían,
pero en realidad todavía era un extraño para ella… y él era diferente. No mortal.

Sarita ya no estaba horrorizada por el hecho de que él era un vampiro. O


quizás estaba más cerca de la verdad decir que había dejado de preocuparse por
eso por el momento. Sin embargo, mientras necesitaba trabajar con él para salir
de esta isla, Sarita no estaba segura de poder aceptar lo que alguna vez fue hecho.
Ciertamente no estaba lista para pensar en lo que él podría querer de ella o si ella
podría dárselo.

—Entonces, ¿es tu tío el jefe de la policía inmortal? —preguntó, finalmente,


cuando se le ocurrió la pregunta.

—Sí. Pero no —dijo Domitian y sonrió ante la cara que hizo en reacción a la
confusa respuesta. Teniendo compasión de ella, explicó—: Se supone que un
hombre llamado Garrett Mortimer es el jefe de los cazadores de renegados, pero
responde al tío Lucian, que nunca fue bueno para delegar.

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—Entonces, ¿dos cocineros en la cocina? —sugirió Sarita.

Él sonrió con aprecio por la elección de sus palabras y asintió.

—¿Por qué este tipo Mortimer tiene que responderle a tu tío? ¿Quién es él?

—Mi tío Lucian es el jefe del Consejo de Inmortales de América del Norte.
Ellos hacen las leyes, y básicamente gobiernan a nuestra gente allí. También solía
correr con los cazadores antes de poner a Mortimer a cargo de ellos.

—Bien, está bien. —Sarita asintió, segura de que ahora entendía lo básico—.
Entonces, tu tío hizo que este Mortimer pusiera a sus cazadores de renegados en
el trabajo.

—Sí. Debían averiguar si las desapariciones estaban conectadas y, de ser así,


quién estaba detrás de ellas. Los inmortales desaparecían de varias áreas, pero
los últimos tres desaparecieron de los bares en Texas, por lo que se concentraron
allí y los cazadores y voluntarios fueron enviados a actuar como cebo. Pero algo
salió mal. Hace un par de semanas dos de los voluntarios, hermanos gemelos que
yo entiendo, fueron secuestrados juntos.

—Gemelos —murmuró Sarita recordando el "experimento" del Dr. Dressler.


Los científicos tenían algo por los gemelos y los experimentos, ¿verdad? Ni
siquiera podía imaginar lo que les estaba haciendo. ¿Tal vez cortarlos por la
mitad y luego ver si una vez aplicada la sangre, la mitad inferior del gemelo A se
volvería a unir a la mitad superior del gemelo B y viceversa? La sola idea la hizo
estremecerse de disgusto.

—Afortunadamente, ambos hombres escaparon —agregó finalmente


Domitian, y nunca sabría lo cerca que estaba de recibir un puñetazo por no
decirlo de inmediato y por evitar a Sarita sus angustiosas fantasías—. Un puñado
de hombres de Dressler murieron —continuó sin darse cuenta—, pero no antes
de que nuestra gente descubriera algo de información vital. Una, la intención era
llevar a los dos hombres capturados a Caracas, y luego a una isla, y dos, que el
hombre a cargo era un doctor Dressler.

Sarita asintió.

—Así que tío Lucian reunió a tantos cazadores de renegados como sintió que

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podía necesitar y voló hasta aquí para tratar de encontrar a Dressler.
Rápidamente se dieron cuenta de que era un profesor universitario aquí en
Venezuela. Pero debió haberse enterado de que venían, o tal vez sospechaba que
lo harían cuando no supo nada de sus hombres, porque cuando los cazadores
llegaron a Caracas, el doctor Dressler se había ido a tomar un año sabático.

»Durante su primera semana aquí, lo único que pudieron aprender fue que
Dressler tenía un departamento en la ciudad donde se hospedaba mientras
enseñaba en la universidad, y una residencia en una isla a la que iba los fines de
semana y durante las vacaciones de verano. Sin embargo, nadie parecía saber el
nombre de la isla, ni dónde estaba, aunque se mencionó que tenía un helicóptero
y varios botes que solía llevar de ida y vuelta. Así que tío Lucian decidió que
tendrían que verificar todas las islas dentro de los ochocientos kilómetros de
Caracas.

Sarita parpadeó y preguntó con incredulidad:

—¿Ochocientos?

Domitian se encogió de hombros.

—Estaba siendo conservador con la esperanza de acelerar la caza.

—¿Crees que ochocientos kilómetros es conservador? —preguntó con una risa


incrédula.

—Sí —le aseguró—. El apartamento en la ciudad podría haber sido necesario


solo por las noches que tenía clases nocturnas. Pero también pudo haber sido
porque la isla estaba demasiado lejos para viajar hacia y desde día a día, por lo
que la casa de la isla era como una casa de campo para un estadounidense o un
canadiense. Los helicópteros pueden viajar a velocidades de doscientos
veinticinco kilómetros por hora. Ochocientos kilómetros solo tomarían tres horas
y media o un poco más para viajar.

—Hmm —murmuró con un asentimiento. Un par de muchachos en el trabajo


tenían cabañas en el norte de Muskokas, a unas tres horas en coche o más,
dependiendo del tráfico y las paradas de café. Uno de ellos había invitado a un
grupo de sus compañeros de trabajo a la cabaña un fin de semana el verano
pasado. Sarita había sido una de esas invitadas y había estado charlando con la
gente de la casa vecina. Vivían más al sur y manejaban cinco horas para llegar a
su cabaña todos los fines de semana. Conducir el viernes por la noche y salir el

145
domingo por la tarde. Si la casa de la isla se usara como casa de campo para el
Dr. Dressler, suponía que tres o cuatro horas no tardarían mucho en llegar.

—De todos modos —continuó Domitian—, tío Lucian dividió las áreas en
cuatro cuadrantes y envió dos equipos de dos cazadores a cada uno.

—¿Qué pasó? —preguntó en seguida cuando hizo una pausa.

—Nada al principio —respondió—. Estaban usando barcos, no helicópteros,


con la esperanza de hacer un enfoque furtivo, pero era una gran área para cubrir.

—¿Y? —sugirió Sarita cuando calló.

—El tercer día dos equipos de dos cuadrantes diferentes no se presentaron —


admitió Domitian solemnemente—. Dos mujeres, Eshe, mi tía por matrimonio, y
Mirabeau La Roche McGraw formaron un equipo, y mis primos Decker y
Nicholas formaron el segundo equipo.

—Oh. —Suspiró Sarita suavemente. Sabía que él conocía a algunos de los


inmortales desaparecidos, pero no se había dado cuenta de que eran familia, y
preguntó—: ¿Tu tía y tus primos son cazadores de los renegados también como
tu hermana?

—Sí —murmuró Domitian, y luego se aclaró la garganta y continuó—: De


todos modos, cuando los dos equipos no aparecieron al amanecer, tío Lucian
intentó hacer un seguimiento de sus teléfonos, pero deben haber sido
desactivados. Así que sacó a todos de los otros dos cuadrantes y los dividió entre
los dos cuadrantes de los que los equipos habían desaparecido. Pero ahora
estaban buscando a los cazadores desaparecidos, así como a la isla que posee
Dressler.

—¿Verificó la oficina de registro de tierras? —preguntó Sarita, y luego frunció


el ceño—. Así se llama en Canadá, no recuerdo cómo se llama aquí, si es que
alguna vez lo supe, pero deben tener un registro de quién compra qué
propiedades.

Domitian asintió.

—Ellos revisaron. No hay propiedades registradas para Ramsey Dressler en


Venezuela.

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—Ramsey —murmuró Sarita. Nunca había sabido el nombre de pila del Dr.
Dressler. Su abuela nunca lo había mencionado. Negando, dijo—: Debe haber
usado otro nombre entonces.

—Sí, eso es lo que se sospecha, pero no tenemos idea de qué nombre podría
haber usado.

—Bien —dijo Sarita—. Entonces, deduzco por el hecho de que Dressler todavía
está aquí torturando a la gente con sus experimentos que no encontraron la isla.

—No, y otros cuatro cazadores desaparecieron. Esta vez uno de cada equipo
de dos.

—¿Qué? —preguntó con asombro—. ¿Cómo?

Domitian se encogió de hombros impotente.

—Nadie sabe. Con cada equipo, era la misma historia. El otro cazador estaba
allí, y de repente no.

Sarita lo miró sin comprender y luego negó con la cabeza.

—Bueno, los que volvieron tenían que haber visto u oído algo. Estaban en
botes, ¿verdad?

—Sí, pero los cazadores que regresaron estaban todos piloteando los botes. En
cada caso, dijeron que estaban revisando el agua, miraron alrededor para decir
algo a su compañero, y ya no estaban. No oyeron ni vieron nada que sugiriera
una lucha. Y lo que sea que pasó fue rápido. En dos casos, el hombre
desaparecido estaba manteniendo una conversación con el piloto cuando
sucedió. Dijeron algo, el piloto respondió, les devolvió la mirada y no estaban
allí.

—Oh, eso es simplemente espeluznante —declaró Sarita después de un


momento.

—Sí —murmuró Domitian.

—Ninguno de ellos estaba relacionado contigo esta vez, ¿verdad? —preguntó


con preocupación.

Domitian asintió lentamente.

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—Mi tío Victor y Lucern, otro primo, estaban entre los tomados. Mi hermana,
Drina, estaba en uno de los equipos, pero, afortunadamente, ella estaba pilotando
el bote. Ella regresó, pero el hombre que iba con ella, un hombre llamado Santo
Notte, no lo hizo.

—¿Tu hermana está aquí en Venezuela?

—Sí. Tío Lucian llamó a todos los cazadores de renegados en América del
Norte después de que mi tía y mis primos desaparecieron. Aquí hay varios civiles
que intentan ayudar, lo que enfurece al tío Lucian —agregó irónicamente.

—¿Por qué le molestaría eso? —preguntó Sarita con sorpresa.

—Porque ha perdido tantos cazadores que están capacitados y entrenados


para situaciones como esta. Considera que es demasiado peligroso no tener
cazadores aquí y teme que solo sean carne de cañón.

—Pero él te dejó ayudar —señaló.

—En realidad, él rechazó mi ayuda cuando la ofrecí por primera vez —admitió
Domitian con una sonrisa torcida, y explicó—: Cuando supe que él y los demás
habían llegado, fui directamente a las villas que habían alquilado y me ofrecí para
ayudar, pero dijo que no, era demasiado peligroso y yo no era un cazador. —Se
encogió de hombros—. Así que volví a mi restaurante y ayudé de la única manera
que pude.
—¿Comida? —adivinó de inmediato.

Domitian asintió.

—Preparaba grandes cantidades de alimentos cuatro o cinco veces al día y los


enviaba a la villa.

—Estoy seguro de que lo apreciaron —le aseguró.

Se encogió de hombros, y continuó:

—Ofrecí mi ayuda nuevamente cuando mis tíos y primos desaparecieron, pero


de nuevo fui rechazado.

Sarita extendió la mano y le cubrió la mano con simpatía. Parecía

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perfectamente tranquilo con todo, pero podía sentir la frustración y la ira que
bullían bajo la superficie al no poder ayudar a buscar a los miembros de su
familia que faltaban.

Domitian miró su mano brevemente, luego giró la suya y agarró sus dedos
suavemente, sus hombros se relajaron un poco.

—Entonces —dijo, aclarando su garganta—, ¿qué cambió? ¿Por qué te dejó


ayudar al final?

—Tú —dijo Domitian apretando los dedos ligeramente.

—¿Yo? —preguntó con sorpresa.

—Sí —dijo solemnemente—. Dressler ha sido habitual en mi restaurante


durante al menos dos años y me ha ofrecido un trabajo como chef personal cada
dos meses durante ese tiempo. Pero hace dos días, llamó y lo ofreció nuevamente.
Esta vez, sin embargo, mencionó que Sarita, la nieta de uno de sus empleados,
venía de visita y que deseaba ofrecerle más que la ración de sopa que servía su
cocinero habitual.

—Aleta no sirve solo sopa —dijo Sarita, apartando su mano y frunciéndole el


ceño por el insulto a la mujer.

—Él lo dijo, no yo —le aseguró Domitian solemnemente—. Y ahora que sé que


él sabía desde el principio que eres mi compañera de vida, estoy seguro de que
fue solo una excusa mencionar tu nombre y decirme que estabas aquí.
—Oh… sí, probablemente lo fue —dijo, relajándose.

—De todos modos —continuó Domitian—, esta vez no pude rechazar la oferta,
no cuando supe que estabas en la isla y posiblemente en peligro. Así que acepté
el trabajo, como sin duda esperaba Dressler, y luego fui directamente a la villa
para darle la noticia a Lucian. —Sonrió con ironía—. Esperaba que estuviera
satisfecho. Después de todo, Dressler no tenía idea de que yo era inmortal, así
que no estaría en peligro, y mi tío podría rastrear mi teléfono y descubrir dónde
estaba la isla.

—¿Deduzco que no vio las cosas de esa manera?

—Diablos no. Según él, me estaba poniendo en peligro. Dressler


probablemente sabía que yo era inmortal, y esto era solo una trampa para

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agregarle otro a su colección, y Dressler incapacitaría a mi teléfono y a mí mismo
rápidamente para evitar que lo siguieran y estaba en lo cierto —dijo Domitian en
un suspiro.

—Y sin embargo, él te dejó venir —dijo.

Domitian resopló.

—No tenía elección. Esto es Sudamérica; el consejo norteamericano no tiene


poder aquí o sobre mí. Una vez que lo señalé, no tuvo otra opción y comenzó a
hacer planes sobre la mejor forma de rastrearme y mantenerme a salvo, y así
sucesivamente.

Sarita asintió, pero ahora fruncía el ceño al considerar lo que había dicho y
luego preguntó:

—Me sorprende que no haya habido ningún problema.

—¿Qué? —preguntó Domitian.

—Bueno, esto no es América del Norte —señaló.

—No —estuvo de acuerdo.

—La policía mortal puede ponerse bastante irritable sobre la jurisdicción y


otras cosas —dijo con una mueca—. ¿No le importa al consejo Sudamericano que
su tío haya entrado en su jurisdicción en busca de un criminal? ¿O tu tío los
contactó y coordinó con ellos en esta operación?

Domitian hizo una mueca, y luego admitió:

—En realidad, asumí que lo sabían, pero cuando estábamos camino a los
muelles, llamaron desde la villa que el consejo Sudamericano estaba allí y querían
verlo. El tío Lucian acaba de decir que volvería pronto y colgó, pero uno de los
hombres, Justin Bricker, dijo: "Uh-oh. Han descubierto que estamos aquí”.

—Hmm. —Sarita se mordió el labio. Si los inmortales eran algo así como los
mortales, ella sospechaba que podría haber una guerra de mini césped pasando
en el continente ahora y se preguntaba cómo se vería eso entre los vampiros. ¿Un
duelo al anochecer con apuestas? Sacudiendo la cabeza, buscó otra galleta, con la

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intención de hacer otro sándwich de galleta, solo para detenerse cuando se dio
cuenta de que todas se habían ido. Había comido hasta la última migaja de
comida de la bandeja que Domitian les había traído mientras hablaban. Ni
siquiera quedaba una aceituna.

—Es hora de postre —anunció Domitian, agarrando la bandeja y deslizándose


rápidamente fuera de su capullo envuelto en sábanas. Cuando no volvió a
aparecer de inmediato, Sarita frunció el ceño y se arrastró por la cama para tirar
de la sábana y ver lo que estaba haciendo.

¿Dejar la bandeja a un lado y quitarse los calzoncillos?, pensó con esperanza. Él


sería un postre encantador. Pero cuando Sarita miró, vio que la habitación estaba
vacía. Domitian se había ido.

Soltando la sábana, se dejó caer y se tumbó en la cama con decepción. El


hombre estaba enviando mensajes mixtos. Diciendo que no, no planeaba tener
relaciones sexuales con ella, y luego diciendo que le chuparía las migas más tarde.
Ahora aparentemente se había ido a buscar el postre. No tenía idea de lo que
había planeado.
Capitulo 9

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Domitian cortó el último profiterol por la mitad, lo llenó con helado como los
demás, y luego recuperó la salsa de chocolate que había dejado para mantenerse
caliente en el surtido. Inclinando la sartén, la roció lentamente sobre los
profiteroles que había dispuesto en el plato, y luego colocó el plato en la bandeja
con el vino y los pequeños platos de postre. Se tomó un momento para revisar
los artículos en la bandeja, asegurándose de que tenía todo, y luego lo recogió y
se dirigió a la habitación.

Sarita había elegido plátanos flamee como su postre las tres veces que había
comido en su restaurante, pero después de su reacción al lomito en salsa de
mango, no estaba cometiendo el error de servirle el postre que ella también pedía.
Esperaba que los profiteroles fueran mejor recibidos.

—¿Más vino? —preguntó Sarita con diversión mientras apartaba la sábana y


volvía a su capullo—. Es un moscatel, perfecto con profiteroles, pero también hice
capuchinos. Puedes tener uno o ambos, como quieras. —Se sentó en la cama y
dejó que la sábana volviera a su lugar cuando dejó la bandeja sobre la cama.

—¿Profiteroles? —preguntó con interés y se inclinó para mirarlos. Sus ojos se


agrandaron—. ¿Hiciste estos?
—Por supuesto —dijo con diversión.

—Nunca he tenido profiteroles recién hechos —confesó—. He tenido los


congelados que venden en las tiendas de comestibles en Canadá, pero…

—Basura —le aseguró mientras deslizaba dos en un plato pequeño y se los


ofrecía con un tenedor—. Estos serán mucho mejores.

Sarita sonrió levemente por su presunción mientras tomaba el plato y el


tenedor. Cortó un trozo de profiteroles llenos de helado y se lo puso en la boca
mientras Domitian se ocupaba de servirle un vaso de moscatel antes de apartar
la sábana e inclinarse para dejar la botella de vino sobre la mesita de noche y
apartarla del camino.

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—Mmmmmmmm.

Domitian dejó que la sábana volviera a su lugar y se volvió para sonreír a


Sarita mientras gemía por su primer mordisco de profiteroles.

—¿Bueno?

Sarita asintió y tragó.

—Oh sí. Celestial —le aseguró—. Eres un dios.

—Me alegra oír que dices eso —dijo solemnemente Domitian, y reconoció el
momento en que ella se dio cuenta de lo que había dicho por cómo se calmó y
luego se ruborizó por la vergüenza. Cuando Sarita siguió eso tomando un trago
de vino, Domitian suspiró para sus adentros y recogió su propio plato para
comer.

La mujer aún no había aceptado que eran compañeros de vida, y él sabía que
no debería apresurarla, pero no pudo evitarlo. Había esperado más de dos
milenios para encontrar a su compañera de vida. Quince años atrás la había
encontrado, pero se había obligado a esperar a que creciera y se convirtiera en su
propia mujer. El plan había sido esperar hasta que hubiera trabajado durante un
par de años en su profesión elegida y luego encontrarla y cortejarla, pero Dressler
había cortado un tiempo de ese objetivo con sus acciones. Aun así, en su opinión,
Domitian había sido increíblemente paciente. Sin embargo, parecía que tendría
que ser paciente un poco más. Podría hacerlo. Uno no vivía tanto sin aprender
paciencia. Pero eso no significaba que lo disfrutaría.
Mirando a Sarita, notó la expresión apretada e incómoda en su rostro y suspiró
para sus adentros. La mujer estaba tan cerrada como una tortuga en su
caparazón. Necesitaba abrirla un poco antes de que siquiera viera las
posibilidades delante de ella. Tragándose los profiteroles que tenía en la boca,
dijo:

—Háblame de ti.

Sarita levantó la vista con sorpresa, y luego arqueó una ceja.

—Pensé que tu detective privado te había dicho todo lo que había que saber.

Domitian negó.

—Esos fueron solo hechos fríos y duros escritos en blanco papel prístino.

153
Quiero saber más que los hechos. Quiero conocerte —dijo con firmeza—. Quiero
ver el pasado a través de tus ojos. El presente también. Quiero saber tus sueños,
tus deseos, tu corazón. Quiero conocer a la verdadera Sarita, no los hechos detrás
de su existencia.

Sarita lo miró con los ojos muy abiertos por un momento, y luego bajó la
cabeza y miró el helado que se derretía y se deslizaba fuera de sus profiteroles.
Estuvo en silencio por tanto tiempo que comenzó a pensar que no iba a responder
en absoluto, pero luego dijo:

—Tuve una infancia bastante normal hasta que tuve trece años.

Domitian exhaló lentamente, dándose cuenta de que había estado conteniendo


la respiración, inseguro de si ella respondería a su pedido.

Sarita se encogió de hombros.

—Felices padres cariñosos, buena en la escuela, muchos amigos y un abuelo


que me malcrió y a quien adoré… y luego mi madre fue secuestrada.

Tomó un bocado de profiteroles y helado, lo masticó y lo tragó, y luego lo


persiguió con un sorbo de vino antes de añadir:

—Aunque supongo que también era bastante normal cuando lo piensas. El


secuestro en Venezuela es prácticamente un pasatiempo nacional y había más de
un par de niños en mi escuela que conocían a alguien que había sido secuestrado.
Domitian asintió solemnemente. El secuestro se había vuelto desenfrenado en
Venezuela. Les pasaba a todos, los ricos, la clase media e incluso los pobres. De
hecho, era tan común que la gente había comenzado a formar grupos con amigos,
compañeros de trabajo y vecinos, uniéndose para poner dinero en fondos para
pagar a los secuestradores y recuperar a los seres queridos de esas personas.

—Mi padre amaba mucho a mi madre e hizo todo lo que los secuestradores le
dijeron que hiciera. No se comunicó con la policía, no se lo contó a nadie, reunió
el dinero exigido y se dirigió al lugar de reunión donde lo instruyeron para que
lo entregara. Había esperado que mi madre estuviera allí y que lo cambiaran por
el dinero, pero le dijeron que no funcionaba de esa manera. Que una vez que
estuvieran a salvo y seguros de que los policías no estaban allí en algún lugar

154
esperando para atraparlos, le enviarían a mi madre.

—Pero no lo hicieron —dijo Domitian en voz baja, lamentando haber hecho


que reviviera esta triste parte de su vida.

—Oh, lo hicieron —le aseguró, y luego añadió amargamente—: En pedazos.

Domitian hizo una mueca. El secuestro había sucedido tres meses antes de que
conociera a Sarita y supiera que no podía leerla. El detective que había contratado
había mencionado en su primer informe que su madre había muerto en un
secuestro que había salido mal, y su padre la estaba sacando del país por eso,
pero no había dado detalles, y Domitian no los había pedido.

—Lo siento —dijo en voz baja.

Sarita reconoció sus palabras con un asentimiento y volvió su mirada a su


plato mientras tomaba otro bocado de profiteroles. Después de tragar, dijo:

—Después de la muerte de mi madre, mi padre tenía miedo de que me


sucediera lo mismo y decidió que tenía que sacarme de Venezuela. Trabajó para
el Royal Bank of Canadá aquí. Era el subdirector en su sucursal en Caracas y, con
la ayuda del gerente del banco, pudo obtener una transferencia a una sucursal en
Canadá. —Su expresión se volvió pensativa—. Creo que el banco ayudó a
acelerar el papeleo necesario para que nos mudemos, visas y demás. Sin
embargo, pareció tomar un tiempo, creo, varios meses.

Hizo una pausa, aparentemente tratando de recordar, y luego se encogió de


hombros.
—De todos modos, nos fuimos a Canadá. Nos instalamos en una pequeña
ciudad al sur de Toronto, donde sería fácil para mi padre viajar a su nuevo banco.
Afortunadamente, era verano y la escuela estaba fuera. Bueno, para todos los
demás —agregó con ironía—. Mi padre quería que empezase bien una vez que
comenzara la escuela, y quería que yo pudiera protegerme, así que me inscribió
en artes marciales dos noches a la semana y luego me contrató un maestro para
que me enseñara inglés. Pasé ese primer verano aprendiendo inglés ocho horas
al día, todos los días. Era inglés, inglés e inglés con ocasionales interrupciones de
artes marciales por la noche.

—¿Tu padre encontró un maestro dispuesto a trabajar los siete días de la


semana? —preguntó con diversión.

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—Oh no, la maestra solo me enseñó durante los días de semana, mi padre me
enseñó los sábados y domingos… y por lo general durante un par de horas los
días de semana después del trabajo. Toda mi vida fue en su mayoría inglés. Para
cuando las clases comenzaron, estaba harta de las contracciones y del orden de
los adjetivos y sustantivos. —Puso los ojos en blanco y luego suspiró y se encogió
de hombros—. Pero había aprendido lo suficiente como para poder ir a una
escuela secundaria normal.

—¿Ya estabas en la escuela secundaria a los trece años? —preguntó. Le parecía


joven.

—Catorce —corrigió ella—. Mi cumpleaños es…

—Siete de julio —terminó Domitian con un asentimiento—. Sí, por supuesto.


Tendrías catorce años para cuando comenzó la escuela.

—Claro —dijo lentamente, mirándolo—. Tu investigador privado te habría


dicho mi fecha de nacimiento.

—Sí —dijo simplemente.

—Hmm —murmuró, y luego continuó—: De todos modos, mi vida fue


bastante normal otra vez después de eso. Bailes de la escuela secundaria, ir al
centro comercial con amigos, fiestas arbusto, hacer...

—Disculpa —interrumpió—. ¿Fiestas arbusto? ¿Qué son?

Sarita se encogió de hombros.


—Justo lo que parece, fiestas arbusto.

Domitian frunció los labios brevemente y luego dijo:

—Esa sería una fiesta muy pequeña.

—Diablos, iban muchachos. Como dije, era una ciudad pequeña. No había
mucho que hacer a menos que condujeras a la ciudad, y los primeros dos años de
la escuela secundaria no se podía conducir por ningún lado. Pero incluso después
de que mis amigos y yo comenzamos a cumplir dieciséis años y obtener nuestras
licencias, ninguno de nuestros padres estuvo dispuesto a dejarnos llevar el
automóvil de la familia a la ciudad. No creo que nadie lo haya hecho realmente.
Los niños mayores también estaban en las fiestas arbusto.

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—¿En un arbusto? —preguntó con incredulidad—. ¿Muchos de ustedes? ¿En
un arbusto?

—Sí —dijo, sin parecer entender su confusión, y luego sus ojos se abrieron—.
No en un arbusto como una planta, no arbusto. Arbusto como una pequeña área
boscosa o bosque.

—Ah… —Domitian asintió, una sonrisa irónica curvó sus labios—. Aprendí
inglés hace siglos y todavía no puedo hacerlo bien. Estoy impresionado de que
lo hayas dominado en verano.

—No diría que lo dominé en ese verano —le aseguró, aparentemente


divertida—. Todavía tuve problemas en mi primer año de escuela secundaria,
pero sabía lo suficiente como para salir adelante. Además, hablas inglés
perfectamente. Nuevas palabras y términos o jerga aparecen todo el tiempo.
Incluso hablándolo diario es difícil de seguirlo a veces. Los niños siempre están
inventando algo que nunca antes había escuchado.

Domitian sonrió suavemente. Intentaba hacerlo sentir mejor, como si se


sintiera estúpido por haber cometido un error. Su autoestima no era tan débil,
pero era dulce de su parte preocuparse por él.

—De todos modos, como dije, todo fue bastante normal después de eso.
Terminé la escuela secundaria, fui a la universidad para obtener un título en
criminología, pasé por el entrenamiento de la policía, y... —se encogió de
hombros—, ahora estoy viviendo el sueño.
Las cejas de Domitian se elevaron por el tono sarcástico en su voz.

—¿Tu sueño no era ser un oficial de policía?

Sarita hizo una mueca.

—Sí, lo fue, pero… —Negó con la cabeza—. Quería ser un oficial de policía
para ayudar a la gente. Para asegurarme de que nadie más perdiera a su madre
de la manera en que lo hice. En vez de eso, estoy sacando borrachos de la acera,
deteniéndolos y arrestando a ladrones de tiendas. Y ninguno de ellos asume la
responsabilidad de por qué están en problemas. ¿Simplemente dicen, “gracias,
oficial, por no dejarme morir congelado en la acera” o “lo siento, oficial, tiene
razón, estaba acelerando” y aceptar su culpa o lo que sea? No. Siempre intentan
dar excusas. El borracho que recogemos todas las noches como un reloj nunca

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bebe demasiado, alguien debe haberlo drogado. El corredor no estaba
familiarizado con el camino y pensó que el límite de velocidad era más alto, o su
velocímetro no funcionaba, o todos los demás lo estaban haciendo, o iba rápido
porque tenían que orinar. Y ¿el ladrón? Oh, no, no estaban robando en tiendas,
simplemente lo dejaron caer distraídamente en sus bolsos o pantalones y se
olvidaron de pagar.

Ella exhaló un suspiro de exasperación.

—¿Y cuando esas excusas que ya hemos escuchado cientos de veces no


funcionan? Luego comienzan a maldecirnos y gritarnos, a patearnos y luchar
para que tengamos que luchar con ellos en el coche. Y todo el tiempo están
gritando a sus amigos que graben esto en video. “¡Es abuso! ¡Es abuso!”. A veces
es bastante deprimente, tengo que decírtelo. Me convertí en un oficial de policía
para ayudar a las personas, pero no quieren la ayuda cuando se dirige a ellos.
Oh, sí, están felices cuando se dirige a otra persona, pero... Por ejemplo, hace un
par de meses, Jackson y yo tiramos de este hombre por exceso de velocidad y
zigzaguear2. Él…

—¿Acelerar y tejer? —interrumpió Domitian—. Entiendo el exceso de


velocidad, pero tejer no significa...

2 En el original es weaving, significa tejer o zigzagueo, por eso la confusión de Domitian.


—Zigzagueando todo el camino —explicó.

—Ah. —Domitian asintió—. Lo siento. Continua.

—Entonces, él supera el límite y, quiero decir, en el alcoholímetro —se detuvo


para explicar—, se lee cuánto alcohol tienen en su sistema.

Domitian asintió.

—Correcto, por lo que supera el límite legal, y luego se asusta cuando lo


arrestamos. Empieza a maldecirnos e incluso le dio un golpe a Jackson. Multa.
Nada nuevo allí, ¿verdad?

Aparentemente era una pregunta retórica, porque ella continuó:

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—Hace dos semanas. Recibimos una llamada para ir a un accidente de tráfico.
Esta pequeña y linda niña de seis años fue golpeada al cruzar la calle de su casa
a la de su vecino al otro lado de la calle. Resulta que el conductor estaba
manejando por encima del límite de velocidad y borracho.

—Y es el hombre que arrestaron dos meses antes —adivinó Domitian.

—No. Él es el padre de la niña. Este borracho es un vecino. Pero el padre, que


permitió que la niña cruzara esa calle concurrida sin supervisión, quería
matarnos a los dos solo un mes y medio antes por arrestarlo por hacer lo mismo,
y en la misma maldita calle, comienza a gritarnos ahora acerca de cómo no
hacemos nuestro trabajo y detenemos a las personas que conducen rápido y
ebrios es esa área. ¡Ack! —exclamó con disgusto—. Yo quería golpear al tipo. Pero
no, tenía que ser cortés y tomar su abuso. Y todo el tiempo que me está gritando,
estoy tratando de consolar a la niña con la pelvis destrozada y la pierna rota
mientras esperamos la ambulancia.

Cuando se recostó con un gruñido exasperado, Domitian dijo suavemente:

—Parece un trabajo muy ingrato.

—Lo es —le aseguró, y luego agregó—: Y no lo es.

—¿Entonces, lo es o no? —preguntó con una leve sonrisa.

Sarita sonrió torcidamente.


—A veces puedes marcar la diferencia y realmente ayudar a alguien. Y a veces
incluso lo aprecian, y esos días —exhaló un largo suspiro—, esos días compensan
todos los días de mierda. Pero hombre, son pocos y distantes. Solo he estado en
el trabajo durante un año y ya siento que tengo diez años. ¿Ver las cosas que la
gente se hace a los demás? —Negó tristemente—. A veces me da vergüenza ser
humano.

Ambos estuvieron en silencio por un minuto. Sarita estaba mirando


pensativamente a su taza de capuchino. Él la miraba igual de pensativo,
pensando que su trabajo sonaba increíblemente ingrato y estresante. La mayoría
de los agentes de policía sin duda entraron porque querían ayudar a la gente.
Pero sospechaba que las cosas que ella había descrito probablemente los
desgastaban bastante rápido. A él no le gustaba la idea de que estuviera agotada.

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Y se preguntó qué parte de la capa exterior dura que presentaba al mundo había
estado allí antes de convertirse en oficial. Tal vez los entrenaban para ser de esa
manera. Se esperaba que fuera fuerte en el trabajo y en control en situaciones de
emergencia. Significaría ser duro, suponía.

Una vez que la convenciera de que era su compañera de vida, tal vez debería
hablar con ella sobre cambiar su carrera y...

Domitian detuvo sus pensamientos allí y sacudió su cabeza un poco. Si todo


lo que quería era una muñeca Barbie para hacer lo que mejor le pareciera, bien
podría haber escogido a cualquier mortal que atrapara. Pero parte de la razón
por la cual los compañeros de vida eran tan especiales era porque no podían ser
controlados. Y todo el motivo por el que había dejado a Sarita para crecer en vez
de reclamarla cuando la había encontrado siendo tan joven era para poder
convertirse en su propia mujer y no ser manipulada por él.

No. Él no trataría de convencerla de cambiar su carrera. La dejaría tomar sus


propias decisiones y simplemente la apoyaría en esas decisiones lo mejor que
pudiera.

Sarita bebió lo último de su capuchino, y volvió a poner la taza en la bandeja


con un pequeño suspiro, luego enderezó los hombros y miró a Domitian. A
juzgar por su expresión, lo había deprimido tanto como ella misma con su
pequeña diatriba. Era hora de cambiar la melodía de esta conversación, decidió
y dijo:

—Entonces, esa es mi historia. Tu turno. Háblame de ti.

Domitian levantó la cabeza y la miró con sorpresa.

—¿De mí?

Ella se rió de su expresión, y luego bromeó:

—¿Qué? ¿Un chico guapo como tú nunca ha tenido una chica que quiera
mirarte fijamente con ojos soñadores y escuchar todo sobre tu vida?

160
—No que yo recuerde —dijo con una sonrisa.

Sarita resopló con incredulidad.

—Sí claro.

—Te estoy diciendo la verdad —le aseguró.

Sarita lo miró sospechosamente, y luego arqueó una ceja.

—Entonces, ¿qué haces en las citas? Quiero decir que la mayoría de las
personas al menos cuentan un poco sobre ellos mismos.

—No tengo citas.

—Bien —dijo Sarita lentamente y luego negó—. Lo siento amigo, nadie tiene
tanto talento como tú en el dormitorio, o debería decir baño y sillón —agregó
secamente antes de terminar—, sin un par de miles de experiencias sexuales en
su haber.

—Ah —murmuró Domitian, y luego se encogió de hombros suavemente—.


He tenido relaciones sexuales, por supuesto.

—Por supuesto. Simplemente no te molestaste en hablar primero con las


mujeres con las que te acostabas —dijo con incredulidad y luego se enderezó al
darse cuenta de que así era como había ido con ella. Ella no había sabido nada de
él aparte de su nombre y de que era inmortal cuando lo hicieron en el baño.
—Indudablemente, les hablé a las mujeres con las que me acosté como lo dices
con tanto encanto —dijo divertido—. Sin embargo, fue hace tanto tiempo que no
recuerdo si primero me preguntaron por mi vida.

Eso la distrajo lo suficiente como para alejar a Sarita de preocuparse por lo que
temía que pudiera considerarse una conducta cachonda, y ahora lo miraba,
preguntándose cuánto tiempo había pasado desde que se había acostado con una
mujer. Era inmortal: Podía tener dos años, tal vez incluso trescientos años.
¿Habían pasado diez años? ¿Veinte? ¿Tal vez incluso cincuenta años desde que
se acostó con una mujer? Como su padre solía decir, la única forma de saber era
preguntar, y lo hizo.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que te acostaste con una mujer? Aparte de

161
mí —agregó rápidamente en caso de que tratara de evitar la respuesta
nombrando el incidente en el salón.

—Hmm. —Domitian inclinó la cabeza, aparentemente teniendo que pensar un


poco para recordar, y luego asintió y dijo—: Creo que fue cuando Auletes sucedió
a Alejandro II.

Se había acabo el cappuccino, pero aún con sed, Sarita se había acercado para
recoger el vaso de vino que él le había servido. Enderezándose con él en la mano,
lo miró con confusión.

—¿Quién? ¿Qué dijiste?

—Lo siento —dijo Domitian encogiéndose de hombros—. Debería haber dicho


cuando Ptolomeo XII Neos Dionysos sucedió a Ptolomeo XI Alejandro II como
Rey de Egipto.

Sarita miró fijamente, y luego simplemente dijo:

—¿Eh?

Domitian frunció el ceño y ofreció:

—Neos Dionysos también era conocido como Auletes o Nothos, ¿eso ayuda?

—¿Me estás tomando el pelo? ¡Diablos no, no ayuda! ¿De qué estás hablando?
—preguntó con exasperación—. Egipto tiene presidentes, no reyes, y ahora
mismo es un tipo llamado el Sissy o algo así.
—El-Sisi —corrigió con diversión—. Y sí, ahora tienen presidentes, pero los
líderes eran reyes cuando vivía allí. O faraones.

—¿Faraones? —Jadeó—. ¿En serio? ¿Faraones?

—Sí. —Él asintió, aparentemente fascinado con las expresiones que


revoloteaban en su rostro.

—Pero los faraones están... Eso fue antes de Cristo, tú...

—Sí, los faraones reinaban antes de Cristo —dijo asintiendo—. Entonces los
romanos invadieron aproximadamente el año 30 A.C. y llevaban el título de
emperador por… ¿Cuál es el problema? ¿Estás bien? ¿Por qué bebes así tu vino?
—preguntó con preocupación.

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Sarita solo negó y bebió el resto del vino en su copa una vez llena. Para cuando
terminó, estaba jadeando por aire. Poniendo el vaso vacío en la bandeja, negó y
luego miró a Domitian por un momento mientras recuperaba el aliento, antes de
decir:

—Por favor, no me digas que estás tratando de decirme eso, estás diciendo
yo…

—Concéntrate, mi corazón —alentó—. Puedes decirlo.

—No me estás diciendo que naciste en el año 30 A.C. —dijo con firmeza.

—No —estuvo de acuerdo Domitian, volteándose para tirar de la sábana y


tomar la botella de vino de la mesita de noche.

—Gracias a Dios —murmuró Sarita, su cuerpo relajado.

—Treinta A.C. es cuando disfruté la cópula con una mujer… antes de ti, por
supuesto —explicó, dejando que la sábana volviera a su lugar y girando con la
botella—. Nací en 260 A.C.

—No, no lo hiciste —dijo de inmediato.

—Sí, lo hice —le aseguró y comenzó a verter más vino en su vaso.

—No, tú… solo dame la botella—murmuró, se la arrebató de la mano cuando


dejó de verter y la miró con sorpresa ante la petición. Ignorando eso, Sarita se
llevó la botella a los labios para beber directamente de ella.
—El detective que contraté no mencionó un problema con la bebida —dijo
Domitian secamente mientras la miraba jadear. Sarita lo miró alrededor de la
botella, pero luego dejó de tomar y la bajó. Sin embargo, se aferró a ella y
simplemente lo miró por unos segundos.

Ignorándola, Domitian deslizó otro profiterol en un plato y se lo ofreció.

Sarita estaba tan enojada con él que casi se negó por principio. Pero los
profiteroles estaban tan buenos, y no era culpa de ellos que estuviera molesta con
él. Parecía injusto sacar su ira en ellos así que tomó el plato, murmurando un muy
corto:

—Gracias.

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—De nada —murmuró Domitian, mirándola cortar una gran pieza del
profiterol y llevársela a la boca.

En su irritación, no estaba prestando mucha atención a lo que estaba haciendo


y la pieza era mucho más grande de lo que había pretendido. No peligrosamente,
pero significaba mucho masticar y mover la comida en su boca antes de tragar
para asegurarse de que no se ahogara. Todo el tiempo que ella lo hizo, Sarita miró
a Domitian.

—No entiendo tu angustia —dijo mientras la miraba masticar—. Dijiste que


Dressler te había explicado sobre los nanos y sobre nuestro ser inmortal y tal.

Sarita se tragó la comida en la boca, tomó un trago de vino de la botella para


aclararse la garganta, y luego asintió.

—Sí. Inmortal. Pero estaba pensando, ya sabes, cien años, tal vez dos… ¡no dos
mil!

—Dos mil doscientos y...

—¡Oh, Dios mío! —Las palabras estallaron en la boca de Sarita y sus ojos se
agrandaron como platillos—. ¿Dos mil años?

—Dos mil doscientos y...

—¿En Egipto? —interrumpió su segundo intento de darle su edad exacta.

—Sí. Viví en Egipto dos mil doscientos y...


—¿Entonces llevabas esas pequeñas faldas blancas y esas cosas?

—Lo que llevé fue un shendyt no una falda —dijo con rigidez.

—Si eso significa pequeña falda blanca, de eso estoy hablando —dijo con una
sonrisa y luego comenzó a levantar la botella a los labios otra vez, pero se detuvo
cuando se le ocurrió algo—. ¿Todavía estabas allí cuando los romanos se hicieron
cargo?

—Sí.

—¡Oh Dios! —Sarita tragó un poco más de vino, y luego bajó la botella para
decir—: Por favor no me digas que tuviste que cambiarte la falda por esas
ridículas y largas togas y esas cosas de hojas tontas que llevaban en sus cabezas.

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—Me temo que sí —dijo Domitian con diversión mientras levantaba la botella
de nuevo para otro trago—. Aunque como gladiador, tuve que usar un
subligaculum y…

—¡Oh Dios mío! ¿Eras un gladiador? —preguntó en el momento en que bajo


la botella y pudo tragarse lo que había tomado—. Oh, apuesto a que eras muy
sexy como gladiador.

—Er… —dijo Domitian, sin saber cómo responder a eso. Tenía un ego
saludable, pero parecía algo egoísta estar de acuerdo con ella en que él se veía
sexy en su subligaculum.

—¿Dime cómo fue?

—¿Usar un sublig...?

—No, no —interrumpió—. ¿Que cómo fue ser un gladiador?

Domitian se encogió de hombros.

—Levantarse temprano, buena comida, entrenamiento duro, los masajes más


increíbles que he disfrutado en mi vida, y…

—Espera, espera —dijo Sarita con el ceño fruncido—. Eres un vampiro.

—Inmortal —corrigió con rigidez.


—Lo que sea —dijo, agitando una mano—. Pero como gladiador tendrías que
estar afuera en el sol todo…

—No. Puedo controlar las mentes, ¿recuerdas? —dijo suavemente—. Solo me


aseguré de que nuestros doctores siempre me pusieran a la sombra para
practicar.

—¿Los médicos decidieron dónde pelearías? —preguntó Sarita con sorpresa.

—No doctores, doctores —la corrigió Domitian suavemente—. Así le llamaban


a los entrenadores.

—Oh. —Se encogió de hombros—. Está bien, entonces tienes que entrenar a la
sombra, pero no puedes pelear en la sombra. Eso hubiera sido en el coliseo, al

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aire libre.

—Sí, pero cada gladiador solo tenía que pelear tres o cuatro veces al año, cinco
como máximo —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Qué? —Jadeó con incredulidad.

Sonriendo Domitian asintió.

—Sí. El resto del tiempo solo fue buena comida, entrenamiento, masajes, baños
y mujeres dispuestas. La vida fue buena.

—Hmm. Claro —murmuró Sarita, de repente parecía molesta—. Si eso es todo


lo que quieres de la vida.

—Yo era joven entonces —dijo Domitian con diversión—. Era todo lo que
quería de la vida.

—Um, no —dijo secamente—. Dijiste que Roma conquistó Egipto en el año 30


A.C., por lo que si naciste en el año 260 A.C. estabas… eh, veamos, tenemos que
ir hacia atrás, a la derecha, entonces doscientos treinta menos treinta… doscientos
treinta años —dijo, y luego arqueó una ceja hacia él—. Doscientos treinta años no
es joven.

—En realidad, solo tenía ciento cincuenta años. Yo era un gladiador en 110
A.C. mientras que todavía disfrutaba de la comida y el sexo —explicó—. Y fue en
Roma, no en Egipto, donde fui gladiador.
—Oh. —Sarita frunció el ceño—. Por alguna razón, pensé que naciste en
Egipto.

—Lo hice. Mi familia era de Egipto, y viví y trabajé allí durante mis primeros
treinta años.

—¿Trabajar de qué? —preguntó con curiosidad.

—Fui entrenado para ser un sesh, un escriba —explicó Domitian—. Eso era lo
que mi madre quería que fuera, y lo intenté, pero fue terriblemente aburrido para
mí y cuando tenía unos veinticinco años me fui corriendo para ser soldado. Pensé
que seguramente sería más interesante, y lo era a veces, pero en tiempos de paz
solo era trabajo duro, ayudando a mover piedras para pirámides y cosas así. Solo

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me quedé durante cinco años más o menos.

—¿De verdad? ¿Tú ayudaste a construir una pirámide? —preguntó Sarita con
fascinación.

Domitian sonrió débilmente ante la pregunta.

—Creo que llamar a lo que hice “ayudar a construir una pirámide” es un poco
exagerado. Ayudé a mover algunos bloques grandes, pero eso fue todo, y fue un
trabajo agotador, incluso para un inmortal —le aseguró—. De todos modos,
pronto me cansé de eso y aterricé en Ostia, donde fui urinatores durante una
década.

—Er, ¿qué es un urinario? —preguntó Sarita, arrugando la nariz.

—Urinatores —dijo entre risas—. Un buceador de salvamento. Bajamos hasta


treinta metros con nada más que una campana de buceo con aire atrapado en el
que podíamos respirar mientras trabajábamos. Una vez que se agotaba, teníamos
que regresar a la superficie y tomar aire fresco para volver a bajar. Un trabajo
peligroso para los mortales, pero no para mí, y me iba bien económicamente. A
partir de ahí, aterricé en China, donde terminé convirtiéndome en praegustator
durante una década para el emperador Qin Shi Huang. Probaba la comida para
probarla en busca de veneno —explicó Domitian, y luego agregó—: Otro trabajo
muy peligroso para un mortal ya que el emperador no era muy querido. Pero yo
era inmortal, entonces… —Se encogió de hombros—. Me pagaron bien mientras
estuve allí, lo cual es parte de la razón por la que me quedé una década completa,
pero también fue porque descubrí que me gustaba bastante la comida.
—¿No te gustaba antes de eso? —preguntó con diversión.

—Oh sí. Bueno, a veces. Los soldados no comían exactamente comidas


gourmet, y yo tampoco era muy buen cocinero, así que mi tiempo como urinatores
no era muy educativo en ese sentido, pero el emperador tenía cocineros
adecuados y le gustaba la comida. Y a mí también. La comida allí era nueva y
diferente. Decidí que quería viajar y probar comida de otras culturas. Entonces,
a pesar de que me ofrecieron una gran cantidad de monedas para quedarme, me
fui y comencé a vagar, buscando probar diferentes comidas y cosas por el estilo.
Al menos hasta que comencé a perder el gusto por la comida.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó de inmediato.

Domitian suspiró y pensó en su regreso.

167
—Supongo que comenzó cuando tenía unos ciento ochenta años más o menos.
Comencé a comer cada vez menos, y cinco años después, en la celebración de la
ascensión de Ptolomeo XII, fue la última vez que disfruté de la comida.

—Y la última vez que tuviste sexo —dijo.

Domitian asintió.

—Los dos apetitos a menudo se desvanecen juntos.

—¿Por qué? —preguntó de inmediato.

Domitian se encogió de hombros impotente.

—Le pasa a todos los inmortales eventualmente. De hecho, me aferré a mi


apetito por más tiempo que algunos de mi clase. Creo que porque viajé y probé
varias comidas exóticas.

—¿Y varias mujeres exóticas? —sugirió con amargura.

—Sí —dijo sin disculparse, y luego agregó—: Todas han muerto hace mucho
tiempo y se convirtieron en polvo por lo que ya no vale la pena tus celos.

—¡No estoy celosa! —protestó Sarita al instante, pero no estaba segura de estar
diciendo la verdad. Sin duda había sentido algo así cuando había mencionado a
sus mujeres exóticas. Maldición, estoy celosa, se dio cuenta y tomó otro trago de su
botella.
Dejándolo ir, lo miró con los ojos entrecerrados y le preguntó:

—¿Qué otra cosa hiciste además de ser un orinador y andar gladiadorando?

—Urinatores —corrigió Domitian en una carcajada, y luego agregó—: No creo


que el gladiadorando sea una palabra.

—Eh… —Sarita lo rechazó con despreocupación—. Entonces, ¿qué más


hiciste? —exigió.

Domitian se encogió de hombros.

—Una vez que perdí mi apetito, reboté entre la agricultura, viajé como un
comerciante, y abrí y administré pubs o albergues, hacía trabajos de mercenarios

168
ocasionalmente para practicar.

—¿Qué tipo de trabajo mercenario?

—Fui un dragóon por un tiempo —dijo después de pensar por un momento.

—¿Qué? ¿Ustedes chupan sangre y soplan fuego?

—Dragóon, no dragón —dijo riendo—. Un dragóon es un mosquetero a


caballo.

—Ooooh —susurró Sarita, impresionada—. Los mosqueteros son geniales.


Apuesto a que eras candente con el cabello largo y esos gorros de froufrou.

—¿Gorros de froufrou? —preguntó, sonando ofendido.

—Bueno, ya sabes, con el ala ancha y las plumas sobresaliendo —dijo,


agitando sus manos alrededor de su cabeza para mostrarle a qué se refería—. La
mayoría de los muchachos no podrían llevarlo, pero apuesto a que tú sí. Como
apuesto a que llevaste muy bien la falda egipcia también.

Cuando Domitian simplemente la miró con una expresión de desconcierto,


Sarita preguntó:

—¿Alguna vez fuiste un pirata? Podría verte como un pirata. Todo pantalón
negro ajustado y camisa ondulante y espada larga.

Domitian asintió lentamente.

—Sí. Da la casualidad que hice un breve período como pirata.


—¡No! —Suspiró Sarita con asombro—. ¡Oh, eras travieso!

—En mi defensa, fue solo por un año más o menos para ayudar a mi hermana,
Alexandrina. Ella tenía pocos hombres en su barco, así que me puse a ayudarla
un tiempo.

—¿Tu hermana era una capitana pirata? —preguntó, con los ojos muy abiertos.

—Bueno, técnicamente, Drina era un corsario —admitió Domitian.

—Ah, piratear con permiso —dijo Sarita, asintiendo sabiamente, y luego


preguntó—: ¿Algún otro trabajo que fuera emocionante? ¿Alguna vez fuiste un
caballero?

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—Fui nombrado caballero tres o cuatro veces —admitió, y luego explicó—: En
un país diferente cada vez.

—¿Qué más? —preguntó.

Domitian negó con la cabeza en tono de disculpa.

—Me temo que no hay nada más importante que haya hecho. Aparte de eso,
cultivaba, y... oh, casi lo olvido, fui corredor de Bow Street por un tiempo. Ellos
eran…

—Sé lo que eran los corredores de Bow Street—interrumpió Sarita en una


carcajada—. Soy un oficial de policía, y esos tipos... bueno, tenía un profesor que
los consideraba la primera fuerza policial profesional de Londres. —Sonrió—.
Así que eso significa que también fuiste muy bueno al mismo tiempo.

—Creo que te refieres a la policía —dijo Domitian con diversión—. Sí, creo que
era o soy bueno, y creo que estás achispada.

—¿Yo? Nunca —le aseguró—. No bebo.

—Lo que explicaría por qué estarías borracha ahora —dijo secamente, sacando
la botella medio llena de su regazo y apartando brevemente la sábana para
colocar nuevamente la botella sobre la mesita de noche.

—Estoy segura de que no sé por qué pensarías eso —dijo Sarita, sentándose
derecha en la cama y tratando de tener un rostro serio, lo que hizo que quisiera
reírse.
—Creo que... —Domitian dejó que la sábana cayera en su lugar mientras se
volvía para mirarla de nuevo… porque estás riendo, sonriendo y completamente
relajada. Sospecho que esas son tres cosas que no te permites hacer a menudo.

—Ah, entonces ahora estás diciendo que tengo un palo en el culo —acusaba
bromeando.

—Nunca —dijo solemnemente—. Pero estoy diciendo que tienes una hermosa
sonrisa y si un vaso o dos de vino te relajan lo suficiente como para compartirla
conmigo, entonces creo que te serviré vino en cada comida.

Sarita tragó saliva, su sonrisa temblaba. La sobriedad cayendo a su alrededor


como una capa, dijo:

170
—No quiero comer más aquí, Domitian.

Después de una vacilación, él se inclinó hacia adelante y ahuecó la parte de


atrás de su cabeza para acercarla y poder susurrar:

—Solo dos o tres comidas más aquí, mi corazón. Planeo sacarnos a ambos de
esta isla mañana por la noche.

—¿Mañana? —preguntó con sorpresa. Retrocediendo ligeramente, le miró al


rostro mientras él asentía—. ¿Cómo?

La palabra apenas fue un susurro, pero la oyó y la llevó hacia atrás para decir:

—Voy a nadar hacia el continente.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¿Vas a dejarme aquí sola?

—Silencio —susurró Domitian y colocó su frente sobre la de ella—. No, mi


tresoro, nunca haría eso. Te llevaré conmigo… en mi espalda.

Sarita lo miró boquiabierta brevemente, y luego abrió la boca para decirle qué
loca idea era esa. Pero Domitian atrapó las palabras antes de que pudieran
formarse simplemente besándola.

Sobresaltada, Sarita levantó las manos para apartarlo, decidida a decirle que
su plan era completamente loco. Pero cuando sus dedos llegaron a sus hombros,
la idea se perdió y se encontró pegada a él mientras lo besaba.
Los brazos de Domitian se cerraron alrededor de ella de inmediato, sus manos
se extendieron sobre su espalda y la atrajeron con fuerza hacia su pecho,
moldeando su parte superior del cuerpo contra la suya. Sarita gimió en su boca
y se puso de rodillas para acercarse. La acción la puso a la misma altura que él
sentado, notó y luego se distrajo cuando sus manos se deslizaron bajo el camisón
negro y levanto las piernas.

Cuando una mano ahuecó su trasero y la otra se deslizó para rozar entre sus
piernas, Sarita jadeó y rompió el beso.

—Me has estado volviendo loco con esto toda la noche, mi corazón —gruñó
Domitian, soltando su trasero para tirar de la tela transparente de su negligé—.
Quítatelo para mí. Me gustaría lamer y mamar tus senos.

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Sarita gimió cuando la mano entre sus piernas se burló de ella otra vez, y luego
rápidamente atrapó el material del negligé, tiró de él y se lo quitó. Ni siquiera
estaba sobre su cabeza antes de que Domitian cerrara la boca sobre un pezón
excitado y comenzara a dibujar mientras sus dedos dejaban de burlarse y se
deslizaban suavemente a lo largo de la carne cálida y húmeda entre sus piernas.

—¡Oh! —Jadeó Sarita, tirando el camisón a un lado. Agarrándose a sus


hombros, jadeó—: Creí… dijiste… no sexo.

Dejando que su pezón se soltara, levantó la cabeza para mirarla a los ojos y
aceptó:

—No sexo. Pero te haré el amor.

Los ojos de Sarita se abrieron de par en par, pero fue voluntariamente cuando
la ayudó a acostarse en la cama.
Capitulo 10

172
Sarita se despertó abruptamente y con la certeza de que tenía que levantarse
de inmediato y visitar el baño. Demasiado vino fue su evaluación personal de la
situación. La buena noticia era que al menos su cabeza no dolía, pensó y miró a su
alrededor para ver que Domitian estaba inconsciente en la cama junto a ella.

Sonriendo, comenzó a sentarse, pero se detuvo al darse cuenta de que su brazo


estaba sobre su cintura. Sarita levantó cuidadosamente su mano hacia un lado
para poder sentarse. El hombre ni siquiera se movió cuando se arrastró hasta la
parte superior del colchón para tirar de la sábana y levantarse de la cama. Dejó
que volviera a su lugar, se apresuró a entrar en el baño contiguo.

Cogió una toalla de baño, la arrojó sobre el panel de vidrio de la ducha y luego
se acercó para abrir los grifos dejándolos puestos para permitir salir el agua se
caliente, luego se deslizó en el armario del baño para manejar problemas más
apremiantes.

Momentos después, sintiéndose muy aliviada, Sarita salió del armario del
baño para comprobar la temperatura de la ducha. El agua era perfecta y se colocó
debajo de ella con un pequeño suspiro que murió en su garganta cuando echó la
cabeza hacia atrás y vio la lente de la cámara.
Cerrando la boca, Sarita bajó la cabeza y prácticamente corrió a través de su
ducha después de eso. Luego cerró el agua y rápidamente envolvió la toalla
alrededor de sí misma cuando salió. Dirigiéndose al mostrador, se pasó un cepillo
por el cabello húmedo y se cepilló los dientes mientras debatía si volver a dormir
o no. Sarita ya no estaba cansada, pero si realmente iban a intentar salir de la isla
esa noche, probablemente debería dormir lo más posible hoy.

Haciendo una mueca, se encontró con su mirada en el espejo y sacudió la


cabeza ligeramente. No había forma de que pudieran nadar hacia el continente.
Primero, no tenían idea de en qué dirección estaba el continente. En segundo
lugar, había tiburones y otros depredadores en el océano, y no le apetecía jugar a
Jonah en el vientre de una ballena. Y luego estaba la distancia. No había visto ni
una pizca de tierra en ninguna dirección mientras caminaban por la isla. Podrían

173
estar a diez kilómetros del continente o cien. Ninguno de los dos tenía idea.

No. Sarita simplemente no podía ver nadar hasta tierra firme. Pero tal vez
podrían construir una balsa o algo así. Cerrando los grifos, se secó las manos y
luego se apoyó en el mostrador para pensar. Es posible que no pudieran irse esta
noche si viajan en balsa, pero al menos hay más posibilidades de sobrevivir.

¿Cuánto tiempo tomaría construir una balsa?, reflexionó eso ahora. Cortar
algunos árboles, atarlos juntos usando sábanas tal vez. Hacer una especie de
refugio para mantener a Domitian alejado del sol, y algunos remos o algo así para
que no terminaran siendo arrastrados al mar por las corrientes.

Ese pensamiento fue lo suficientemente alarmante que Sarita se apartó del


mostrador y regresó a la habitación. Echó un vistazo hacia la cama, pero lo único
que había que ver era la pared de sábanas que había creado Domitian. Dejándolo
dormir, entró en el armario y agarró otro traje de baño para ponerse debajo de la
toalla. Una vez que estuvo lo más decentemente vestida que pudo en este lugar,
Sarita se dirigió a la oficina con sus estantes de libros.

Cuando no sabía algo, Sarita lo investigaba. En su casa, habría estado


revisando Internet, buscando en Google "cómo hacer una balsa robusta" y "cómo
navegar aguas desconocidas guiándose por las estrellas" y "lo que debe tomar si
espera quedar varado en el océano". Desafortunadamente, no había internet aquí.
Afortunadamente, esperaba que la oficina tuviera algo útil en una de sus muchas
estanterías.
Sarita no tardó en ver que los libros en la oficina no serían de mucha ayuda.
Había un par de estantes de novelas, pero el resto eran viejas revistas científicas
sobre genomas y empalme de ADN y otras cosas. Si hubiera querido crear una de
las pobres criaturas en los frascos en el sótano, probablemente habría estado lista, pensó
Sarita sombríamente. Pero no había un solo libro que pareciera indicarle cómo
navegar guiándose por las estrellas o construir una balsa.

Se alejó con frustración cuando su mirada se posó en una de las novelas en el


estante, un viejo clásico, Robinson Crusoe. Calculando que era mejor que nada y
podría tener al menos uno o dos bits de información útiles, Sarita lo agarró,
maldiciendo cuando el libro al lado cayó del estante al suelo.

Murmurando en voz baja, se inclinó para recogerlo, leyendo el título mientras

174
se enderezaba. Era The Hobbit de J.R.R. Tolkien, vio Sarita, y había un poco de
papel sobresaliendo en la parte superior. Curiosa, Sarita abrió el libro y miró las
páginas dobladas dentro. Parecía una carta. Llevando todo al escritorio, dejó los
libros, se sentó en la silla y abrió la carta.

Querida Margaret,

Lo siento, esta carta va a tardar mucho en llegar, pero la


vida ha sido un poco caótica últimamente. Y me disculpo,
pero esta será una breve carta porque ya casi es hora de
dormir y Ramsey llegará a casa pronto.

Primero las buenas noticias; ¡Ramsey y yo esperamos nuestro


primer hijo! Oh, Maggie, desearía haberte dicho esto cara a
cara. Sé que serías tan feliz conmigo como yo lo soy, y
estaríamos saltando de un lado a otro y chillando como
colegialas.

Intenté convencer a Ramsey para que me llevara a casa para


una visita, así podría decírtelo en persona. Tristemente, él
dice que no hay forma de que podamos regresar a Inglaterra
antes de que nazca el bebé. Tan decepcionada como estoy, sé
que tiene razón. ¡Hay mucho por hacer!

Mencioné en mi última carta que vivíamos en una pequeña y


encantadora casa en su propia isla, pero que estábamos
buscando una casa más grande cerca. Encontramos varias casas
bonitas, pero ninguna de ellas parecía tener todo lo que
Ramsey necesitaba, por lo que decidió construir una nueva
casa en su lugar, y compró una isla vacía cercana.

La nueva isla es cinco veces más grande que la pequeña en


la que vivimos y, hasta donde puedo decir, Ramsey está
construyendo una casa que también es cinco veces más grande.
También está construyendo laboratorios, lo que es bueno si
significa que no tendrá que quedarse en la universidad tan
tarde trabajando en los laboratorios allí.

Afortunadamente, la nueva isla está a solo media hora de


distancia en el pequeño bote de pesca que Ramsey compró, de
ida y vuelta. Bueno, es cuando lo pilotea de todos modos. Me
temo que no voy tan rápido como él y me tomaría cuarenta o

175
cuarenta y cinco minutos si estoy sola. Prefiero cuando
Ramsey me lleva, pero está tan ocupado preparando sus clases
y supervisando los laboratorios de sus alumnos que la mayoría
de las decisiones sobre la nueva casa me están llegado a mí.
Eso significa que la mayoría de las veces tengo que hacer el
viaje para encontrarme con el contratista en la isla más
grande.

La gran isla no es visible desde la isla pequeña, excepto


en los días más claros, e incluso entonces no es más que una
sombra en el horizonte, que se echa de menos fácilmente si
no se sabía que estaba allí. No puedes imaginar lo nerviosa
que estaba de pilotar el bote la primera vez que estuve sola.
Estaba segura de que extraviaría la isla y terminaría en
medio del océano y sin gasolina. Pero Ramsey fue muy dulce
y alentador al respecto. Estaba seguro de que podía hacerlo,
e hizo todo lo posible para que fuera más fácil para mí.
Marcó la brújula del bote en un punto justo entre los veinte
y treinta puntos de grado y dijo que mantuviera el bote en
esa dirección y llegaría bien a la isla. ¡Y él tenía razón!
Pude y lo hice, y después estuve tan orgullosa de mí misma.
Eso sí, todavía lo prefiero a él al timón, pero es necesario
y, en este caso, necesitamos que la casa esté bien y lista
antes de que llegue el bebé y, si se le deja, eso nunca
sucederá.

Hablando de eso, Maggie, no quiero quejarme, y sé que tiene


que trabajar, pero no me daba cuenta de cuánto tiempo tomaría
el trabajo de Ramsey. La mayoría de las veces me quedo sola
aquí en esta pequeña isla con nadie más que nuestra doncella,
la señora Reyes, para hablar y me temo que no sabe mucho
inglés. Además de eso, ella solo está aquí durante el día
cuando a menudo no estoy. Ramsey le paga a un pescador local
para que la traiga y la lleve de vuelta al continente todas
las noches y algunos días la veo solo de pasada cuando llega
y me voy o viceversa. Pero las noches son solitarias. Ramsey
a menudo no regresa del continente hasta la hora de acostarse
y luego está demasiado agotado para hacer más que un gruñido
de “buenas noches". Me hace anhelar el hogar. Te echo tanto
de menos. Extraño a toda mi familia y amigos y extraño a
Inglaterra. Esto no es la emocionante aventura que pensé que
sería cuando acepté casarme con él y mudarme aquí. Pero
espero que todo cambie una vez que la casa esté terminada y

176
el bebé esté aquí. Entonces él puede trabajar en su propio
laboratorio y pasar tiempo con el bebé y conmigo. Estoy
seguro de que las cosas mejorarán entonces. Mientras tanto,
yo…

Sarita bajó la carta con el ceño fruncido. Terminó allí, bastante bruscamente
también, obviamente a mitad de camino. Supuso que Dressler había llegado a
casa desde la universidad y que la señora Dressler probablemente había metido
la carta sin terminar en el libro, con la intención de terminarla más tarde, pero
nunca volvió a tocarla.

Sacando las páginas del libro, Sarita lo cerró y golpeó con los dedos la cubierta,
su mente se agitaba.

Domitian se dio la vuelta y buscó a Sarita, pero solo encontró sábanas.


Frunciendo el ceño, abrió los ojos y miró alrededor de la cama. Estaba solo.
Girando sobre su espalda, miró hacia el techo, solo para descubrir que se veía a
sí mismo. El techo estaba reflejado.

Maldición, no sabía que estaba allí, pensó Domitian y examinó su reflejo. Su


cabello corto estaba levantado, probablemente porque Sarita estuvo tirando de él
anoche, pero aparte de eso, no había mucho que ver. Los arañazos y mordiscos
que estaba seguro ella le había dado se habían ido, los nanos habían borrado
hasta el último rastro de lo que había sucedido en esa cama la noche anterior, tres
veces.

Bien, a menos que contaras el lío en que se encontraba la cama, suponía. El


edredón había desaparecido, probablemente yacía en algún lugar en el suelo
junto a la cama, y la sábana superior estaba apilada en el fondo de la cama. En
cuanto a la sábana inferior, se había desprendido en ambas esquinas superiores
y se había curvado hacia la cabeza y los hombros. Eso era todo lo que había que
ver. Ahora, si Sarita estuviera allí, habría tenido una vista perfecta mañanera.
Podría besarla para despertarla y luego, si se ponía de costado junto a ella, podría
ver su rostro en el espejo mientras acariciaba su cuerpo y le daba placer.

Esa idea fue bastante atractiva, decidió Domitian, sentándose. Se bañaría, se

177
cepillaría los dientes, bajaría las escaleras para una rápida recarga de sangre y
luego buscaría a Sarita y la atraería de vuelta a la cama.

Era un plan sólido, y funcionó hasta el punto en el que llegó a atraer a Sarita a
la cama. Domitian se duchó, usó la afeitadora que encontró en el cajón para
afeitarse, y luego se cepilló los dientes antes de dirigirse a la planta baja para
tomar un poco de sangre. Escuchó golpes desde la cocina cuando atravesó la sala
de estar desde la puerta del dormitorio hasta la puerta de la oficina, y se preguntó
qué estaría haciendo Sarita, pero no se detuvo a comprobar. Después de drenar
cuatro bolsas, volvió a subir, sin embargo, fue directamente a la cocina, con la
nariz crispada. Había un fuerte hedor de algo que ardía en el aire, y sus pasos se
ralentizaron con cautela mientras cruzaba el comedor hacia la cocina.

—¡Ahí estas! —le saludó Sarita en un tono que habría dicho que era una mezcla
entre “estoy muy molesta y estoy tratando de no mostrarlo" y “June Cleaver no
tiene nada conmigo". Buen ánimo. En otras palabras, era súper falso y teñido con
la amenaza de la violencia. Una mirada alrededor del caos en la cocina le dijo por
qué. Su Sarita era brillante, hermosa, sexy, y estaba seguro de que tenía muchos
talentos… pero cocinar obviamente no era uno de ellos, decidió mientras
anunciaba—: Nos preparé el desayuno.

—Sí. Ya veo eso —murmuró Domitian, su mirada deslizándose sobre la


tostada quemada, el tocino que estaba crudo en los extremos y quemado en el
medio, y los huevos tan poco elaborados que la parte superior de lo blanco estaba
clara. No, la mujer no podía cocinar, pensó y se sentó en la silla de la isla cuando
ella lo indicó, decidido a comer hasta el último bocado si eso lo mataba.

—No soy tan buena cocinera como tú —anunció Sarita mientras se sentaba a
su lado—. Pero me preparaste la cena anoche, así que pensé que iba a tomar el
desayuno. —Encogiéndose de hombros, le confesó—: El desayuno para mí suele
ser de cereales o tostadas strudel, y no tenían esos aquí, así que hice lo mejor que
pude.

Fue una disculpa tan libre de disculpas que a Domitian le costó no reírse. La
mujer no tuvo problemas para reconocer sus pocos defectos o fallas e incluso
pareció aceptar tener algunos como inevitables. A él realmente le gustaba eso de
ella. Demasiadas personas intentaban ser perfectas en todo o inventaron excusas

178
por no serlo. Sarita solo se encogió de hombros como para decir “Hice lo mejor
que pude. Tómelo o déjelo”.

Estaba más que feliz de tomarlo, decidió Domitian, recogió su cuchillo y


tenedor, luego se detuvo para mirar a Sarita cuando comenzó a emitir sonidos de
asfixia.

—Oh Dios —murmuró después de escupir la tostada y el huevo que


aparentemente había combinado para poner en su boca—. Oh, ick. No, déjalo. —
Le dio una palmada en las manos, obligándolo a bajar el tenedor y el cuchillo,
luego agarró su plato y el suyo y se levantó para llevarlos a la isla, diciendo—:
No podemos comer esto. Es horrible. Esos huevos están crudos. —Abriendo el
armario debajo del fregadero, arrojó ambas comidas en la basura, platos y todo,
y pateó la puerta con un estremecimiento—. Ugh. Odio los huevos crudos.

Exasperada, Sarita se dirigió al refrigerador, lo abrió para mirar dentro y


preguntó:

—¿Qué tal un sándwich de queso? Puedo manejar eso.

Negando con la cabeza, Domitian se levantó y caminó detrás de ella para


agarrarla por los hombros y empujarla hacia la silla que acababa de dejar.

—¿Qué tal si te sientas y te relajas y yo preparo el desayuno?

—Oh, pero cocinaste anoche —protestó—. Podría intentarlo de nuevo. Tal vez
una tostada francesa o algo así. Es solo una tostada bañada en huevos y leche y
luego frita, ¿verdad? Aunque, tendré que ver si me proporcionaron jarabe de arce
aquí primero. ¿Ustedes consiguen jarabe de arce aquí o es algo canadiense? No
recuerdo haberlo tenido alguna vez cuando vivíamos aquí.

Sarita había escapado de su agarre y corrió hacia los armarios, pero él la


atrapó y la giró hacia los taburetes de la isla.

—Siéntate. Será un placer cocinar para ti. Lo disfruto. De hecho, tú eres la


razón por la que aprendí a cocinar.

—¿Qué? —preguntó con sorpresa, dejándose caer en la silla y volteándose a


mirarlo.

—Es verdad —le aseguró Domitian, abriendo el refrigerador para sacar más
tocino y huevos—. Si recuerdas, perdí el apetito…

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—Antes de que Cristo naciera. —Sarita terminó por él secamente—. Sí, lo
recuerdo. —Frunciendo el ceño ahora, dijo—: Hablando de eso, si no comías
antes de conocerme, ¿por qué tienes un restaurante?

—Me gustan —dijo simplemente—. Es donde la gente va a celebrar eventos


felices. Además, no solo tengo restaurantes. Tengo un par de hoteles y una
discoteca también. De hecho, antes de encontrarte, siempre había dedicado más
tiempo a supervisar el club nocturno que a cualquiera de los restaurantes.
Normalmente los dejo a los gerentes que contraté para que los administren.

—Entonces, ¿por qué estabas en el restaurante la noche que mi padre me llevó?


—preguntó con curiosidad.

—Eso fue pura suerte —le aseguró mientras sacaba una sartén limpia y la
ponía en la estufa—. El gerente anterior lo había dejado abruptamente debido a
problemas de salud. Esa no fue la parte de la suerte —agregó secamente, antes
de continuar—. La parte afortunada fue que contraté a un reemplazo para él, pero
tuve que entrenarlo yo mismo. Y luego entraste. Sonriendo, él negó con la
cabeza—. De repente, estaba mucho más interesado en la comida que en la
administración del negocio. Conocerte despertó mi apetito —explicó.

—¿Todos tus apetitos? —preguntó, levantando las cejas. Ella solo tenía trece
años. Seguramente su interés en el sexo no había…

—Todos ellos —admitió solemnemente mientras comenzaba a poner las tiras


de tocino en la sartén una tras otra. Encendió la llama debajo de la sartén y
añadió—: Por supuesto, no había nada que hacer con la reaparición de mi deseo
físico. Eras demasiado joven. Pero la comida… —Sacudió la cabeza—. No solo
redescubrí mi deleite en él, sino que descubrí que tenía un gran deseo de
aprender a cocinar la comida que comiste la primera vez. Parecías disfrutarla, y
quería poder hacerlo por ti. Así que hice que nuestro chef me enseñara cómo
hacerlo, y descubrí que me gustaba tanto cocinar como comer.

—¿Así que aprendiste a cocinar? —preguntó, mientras lo miraba girar el


tocino.

—Sí. Contraté a un gerente para supervisar todos los negocios y volé a Europa
para asistir a las mejores escuelas culinarias disponibles. Pasé diez años
entrenando.

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—¿Diez? —susurró Sarita de sorpresa mientras giraba el tocino.

—Sí. Tenía tiempo que llenar mientras esperaba que crecieras —dijo
encogiéndose de hombros—. Y quería aprenderlo todo. Quería hacer lo que tu
corazón deseara. Quería ofrecerte exquisiteces que nadie más podría tener.

—Diez años —dijo pensativa—. ¿Estuviste aquí la segunda vez que comimos
en tu restaurante? ¿La noche antes de que volviéramos a casa después del funeral
del abuelo?

—Sí. Había regresado solo tres semanas antes —admitió Domitian y sonrió al
recordar ese día—. No te puedes imaginar lo sorprendido que estaba cuando mi
gerente vino a decirme que alguien le había pedido que le agradeciera al chef por
una comida tan deliciosa, y eché un vistazo para verte a ti y a tu padre
acercándose a la puerta para salir de mi restaurante.

—¿Tu detective privado no te había dicho que estaba aquí en Venezuela? —


preguntó Sarita con un poco de malicia.

Domitian negó.

—Su informe llegó un día después de que te fuiste. Lo cual —agregó—,


probablemente fue algo bueno al final.

—¿Por qué fue algo bueno? —preguntó divertida.


—Porque ya no eras una niña —dijo con ironía—. Tú tenías veintitrés años,
una mujer completamente crecida. —Dejó caer un poco de mantequilla en la
sartén vacía para derretirse y comenzó a romper huevos en un cuenco mientras
recordaba la oleada de emoción y deseo que se había apoderado de él solo
sabiendo que estaba cerca—. Te estabas yendo, tu espalda estaba hacia mí, y no
podía verte el rostro. Por un momento, solo te miré la espalda, esperando que te
volvieras para poder ver tu rostro. Pero no lo hiciste. Una vez que la puerta se
cerró detrás de ti, no pensé, simplemente corrí detrás de ti. Pero fue una noche
ajetreada y parecía haber un camarero o cliente en mi camino cada dos metros.
Cuando salí, tú y tu padre se habían ido.

»Luché esa noche —admitió Domitian solemnemente—. Cuando te encontré


por primera vez a los trece años, había determinado que no te reclamaría hasta

181
que hubieras trabajado en tu carrera elegida durante al menos dos años. En el
momento en que regresaste a mi restaurante, habías regresado a la universidad
para obtener tu título de maestría en criminología después de tomar solo un año
de descanso en el trabajo.

—Mi padre había pagado la universidad para obtener mi licenciatura, pero


sentí que debía pagar mi maestría, así que trabajé durante un año para juntar el
dinero y seguí trabajando mientras obtenía mi maestría —dijo Sarita explicando
suavemente.

—Sí. —Domitian asintió mientras echaba los huevos crudos del cuenco en la
segunda sartén. Echando un vistazo a ella, sonrió y dijo—: No puedes saber
cuánto lamenté haberme enterado de que habías elegido una carrera que requería
una escolaridad tan larga. Aunque —añadió Domitian secamente, lanzándole
una mala mirada—. Entiendo que un título de maestría no es necesario para
convertirse en un oficial de policía, por lo que tardó más de lo absolutamente
necesario.

Sarita se rió de su expresión y se encogió de hombros.

—Quiero ser detective algún día. Así que fui a una maestría en criminología
con un menor en psicología.

—Y luego demoró una eternidad para ser aceptada en la fuerza policial —dijo
con gravedad.
—Sí, hay un proceso de selección bastante largo —admitió—. Hay tres etapas
de evaluación con pruebas y otras en cada etapa. Lleva un tiempo, y luego, una
vez que te acepten, todavía tienes que ir a la universidad de la policía para recibir
capacitación.

—Sí. Lo sé —le aseguró Domitian—. Lo descubrí cuando supe lo que querías


hacer. Estaba tratando de juzgar cuánto tiempo pasaría antes de que pudiera
venir y cortejarte —admitió, y luego negó—. Sin embargo, cuando te vi esa noche
en mi restaurante, mis buenas intenciones volaron por la ventana, y si te hubiera
alcanzado, mis nobles planes no tendrían sentido.

—Noble, ¿eh? —preguntó Sarita con diversión.

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Levantando la vista del tocino que estaba viendo, Domitian la miró con
seriedad.

—Créeme, esperar fue noble. Un sacrificio. Ya había esperado más de dos mil
años para encontrarte cuando te vi por primera vez. Me pareció que pasaban muy
despacio, ¿pero estos últimos quince años? —Negó con la cabeza—. Parecían más
largos que los dos mil que vinieron antes.

Girando, presionó el botón para comenzar a tostar pan y luego agarró dos
platos y mantequilla. Mientras los colocaba junto a la tostadora, Domitian
admitió:

—Te busqué esa noche. Llamé a todos los hoteles de la ciudad para ver dónde
se alojaban.

—Nos quedamos en el departamento de mi abuelo —dijo Sarita en voz baja.

—Sí. Eso también estaba en el informe que recibí al día siguiente, pero para
entonces ya estabas en un avión de regreso a Canadá. —Cogió otro plato, lo tapó
con una toalla de papel y movió las tiras de tocino de la sartén al plato una por
una—. Me obligué a calmarme entonces. Me dije que era el destino asegurándose
de mantener mi plan original, y esperaría hasta que se graduara y trabajara dos
años.

Domitian miró hacia atrás para ver a Sarita mirándolo con una expresión
indefinible. Parecía seria, pero su expresión era extrañamente suave al mismo
tiempo. Preguntándose qué estaba pensando, dejó el plato de tocino frente a ella
y centró su atención en quitar los dos huevos, ahora perfectos, con el flanco
dorado.

—¿Y cuando vine para el funeral de mi padre? —preguntó Sarita, caminando


alrededor de la isla para comenzar a untar con mantequilla la tostada cuando
salió.

Domitian casi suspiró por dentro. Había planeado omitir ese viaje, no quería
molestarla como cuando le había dicho de su padre anoche, pero parecía que el
destino los estaba empujando de esa manera, así que admitió:

—Luché también, pero un poco menos. Estabas en la universidad de la policía.


Una vez hecho, solo tendría que esperar dos años para ir, cortejarte.

183
—Entonces, ¿planeabas ir a Canadá este verano? —preguntó con curiosidad.

—Ya tengo el boleto de avión —admitió encogiéndose de hombros. Apagando


el fuego bajo las dos sartenes, Domitian cargó los platos con los huevos sobre
ellos para colocarlos en la isla frente a sus asientos.

—¿Y cómo planeaste acercarte a mí? —preguntó Sarita, siguiendo con la


tostada.

Domitian sostuvo su silla para ella mientras se sentaba y puso el desayuno en


la isla, luego reclamó su propio asiento antes de volverse hacia ella y decir
solemnemente:

—Iba a acercarme a ti y decirte: Mi nombre es Domitian Argenis… tú eres mi


compañera de vida… prepárate para ser amada.

Sarita parpadeó varias veces, y luego el reconocimiento floreció en su rostro,


y gritó:

—¡La princesa prometida!

—Sí. —Domitian sonrió.

Contenta de haberlo reconocido.

—¡Como desees! —dijo de repente y negó—. Sabía que me recordaba algo


cuando dijiste eso, yo solo… —Sarita negó—. No puedo creer que no entendí de
inmediato. Me encanta esa vieja película. Es un clásico.
—No es tan viejo —protestó.

—Fue hecho antes de que naciera —dijo secamente.

—Sí, pero todavía eres joven —dijo Domitian, y sonrió.

—Sí, y siempre lo seré para ti… porque eres tan viejo —se burló Sarita.

—Disfrutas recordándome eso —dijo con ironía.

—Oye —dijo encogiéndose de hombros—. Encuentro diversión donde puedo.


La vida es corta.

—No tiene que ser así —dijo solemnemente.

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Sarita había vuelto a su plato, pero pareció congelarse ante sus palabras. En el
momento en que lo hizo, Domitian podría haberse pateado a sí mismo por
decirlas. Fue demasiado pronto. La estaba apurando y la asustaría si no tenía
cuidado.

—Jugo de naranja —dijo abruptamente, y se levantó para ir a buscar vasos y


el jugo.

—Domitian.

Se las arregló para no encorvar los hombros como contra un golpe cuando
escuchó el tono solemne de su voz. Obligándose a permanecer tranquilo y
relajado, le sonrió inquisitivamente mientras llevaba los vasos y el jugo de
naranja a su asiento, tratando de no parecer que sabía que iba a decir algo que lo
alarmara.

—¿Sí, mi tresoro?

—He disfrutado nuestro tiempo juntos —comenzó Sarita con cuidado, y él


escuchó el pero antes de decirlo—: Pero una vez que salgamos de esta isla y esté
segura de que mi abuela está a salvo, regresaré a mi trabajo y mi hogar, en
Canadá.

Domitian se obligó a asentir levemente.

—Sí. Y te seguiré.

Ella frunció el ceño.


—¿Me seguirías a Canadá?

Él se encogió de hombros.

—Tengo familia allí. Sería bueno estar más cerca de mi hermana.

Sus ojos se abrieron con incredulidad.

—¿Quieres decir que te mudarías allí? ¿Pero qué hay de tus restaurantes y...?

—Mi corazón —la interrumpió suavemente—, eres mi compañera de vida. No


te apresuraré. Seguiré siendo paciente y te daré el tiempo que necesites, pero te
seguiré hasta Canadá y te cortejaré como te mereces.

Vio la garganta de Sarita moverse mientras tragaba, pero luego volvió el rostro

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hacia su plato y no estaba seguro de cómo ella estaba tomando sus palabras.
Domitian supuso que esperaba que ella le echara los brazos al cuello y lo
declarara el hombre más maravilloso del mundo y que prometiera ser suya. Sin
embargo, sabía que era una esperanza ridícula. La vida nunca era tan fácil.

Comieron en un silencio mayormente amistoso, y luego limpiaron juntos.


Domitian estaba a punto de finalmente llegar a su plan para atraerla a la
habitación cuando de repente lo tomó de la mano y lo condujo fuera de la cocina.
Pensando que no necesitaría atraerla al dormitorio y que ella lo estaba guiando
allí, la siguió con facilidad. Sin embargo, frunció el ceño con confusión cuando,
en lugar de volverse hacia el dormitorio, Sarita lo guió a través de la sala de estar
y afuera.

—Er… ¿Sarita? —preguntó Domitian finalmente mientras tiraba de él hacia la


piscina—. ¿Que estamos haciendo?

—Vamos a la piscina —anunció, soltándolo para alcanzar y deshacer la toalla


envuelta alrededor de su torso. Dejándola caer al suelo, pisó sobre ella y se
zambulló en el agua.

Domitian la miró con perplejidad por un minuto, su mente congelada en la


vista que había obtenido de ella en el diminuto bikini de color rosa pálido que
llevaba puesta hoy. Era más pequeño incluso que el blanco con el que la había
visto por primera vez y contrastaba bellamente con su piel bronceada.

—¡Oye! Venga. Date prisa.


Parpadeando, forzó la imagen de Sarita que todavía estaba congelada en su
mente y miró a la mujer real para ver que estaba junto a la cascada y parecía estar
esperándolo. Fue entonces cuando tuvo la idea de que podría querer hablar sobre
algo que no quería que las cámaras oyeran. Poniéndose en acción, caminó hacia
el borde de la piscina, se zambulló y nadó hacia ella, saliendo a la superficie un
poco más o menos.

—Estaba pensando cuando me desperté —anunció Sarita.

—Está bien —dijo Domitian cautelosamente y esperó.

—Bueno, no tenemos idea de dónde estamos y no tenemos idea de qué


dirección tomar para llegar al continente —señaló—. Y el océano está lleno de

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tiburones y ballenas y otros enemigos.

—¿Enemigos? —preguntó con diversión.

Sarita se encogió de hombros.

—Simplemente no quería decir criaturas que quieren comernos —admitió con


una sonrisa torcida—. De todos modos, el punto es que pensé que tal vez
necesitábamos una balsa, y tal vez había algo en uno de los libros en la oficina
que podría ayudar con este escape nuestro, así que fui y eché un vistazo. No hubo
nada realmente —agregó rápidamente—. Quiero decir que lo más cercano que
encontré útil fue Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Pero…

—Sarita —la interrumpió suavemente—. Estará bien. Puede que no sepamos


dónde estamos, pero tiene que estar al norte de Venezuela, así que si vamos hacia
el sur, encontraremos el continente.

—Sí, pero no tenemos idea de qué camino está al norte y qué camino al sur —
dijo de inmediato.

Domitian levantó un brazo y señaló hacia el frente de la casa y el muelle.

—Por ahí es al sur.

Ella parpadeó, echó un vistazo en la dirección que señalaba y luego se volvió


hacia él y arqueó las cejas en cuestión.

—Tengo más de dos mil años, mi corazón. Aprendí hace mucho tiempo cómo
navegar por las estrellas.
—Oh. —Sarita parecía desconcertada, y luego miró hacia la playa de nuevo,
pero siguió eso volteándose para mirar hacia la jungla detrás de la casa—. Así
que el norte sería por ahí.

—Sí —asintió pacientemente.

—Está bien, bueno, mira, eso es bueno saberlo, porque la gran isla está al norte
de esta isla —anunció.

Domitian se puso rígido.

—¿Pensé que no sabías dónde estaba esta isla? Ayer pensaste que podríamos
estar en la gran isla.

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—Encontré una carta —dijo Sarita, de repente prácticamente llena de
emoción—. Era de la Sra. Dressler a un amigo suyo en Inglaterra, y le estaba
diciendo que vivían en esta isla, pero que estaban construyendo una nueva casa
más grande en una isla no lejos de aquí. Media hora por uno de esos pequeños
barcos de pesca con motor fuera de borda. Bueno, media hora cuando el Dr.
Dressler lo piloteaba, pero cuarenta y cinco minutos cuando ella lo hacía —se
corrigió—. Elizabeth Dressler dijo que estaba nerviosa de conducir allí sola, pero
le marcó la brújula en un punto entre veinte y treinta grados al norte y dijo que
mantenía el bote en esa dirección y que llegaría a la isla.

—Esas son buenas noticias, mi corazón —dijo Domitian sonriéndole


ampliamente—. Significa que cuando lleguemos al continente, podemos decirle
a mi tío dónde está la isla.

Sarita frunció el ceño.

—Sí, pero estaba pensando…

—¿Qué estabas pensando? —preguntó, receloso otra vez.

—Mira, no quiero ir especialmente a la isla, pero…

—No —interrumpió Domitian con firmeza—. No te llevaré a ninguna parte


cerca de esa isla. La idea es llevarte lo más lejos posible de Dressler, no
entregarnos a ti y a mí en sus brazos.
—Lo sé —dijo Sarita con comprensión—. Pero solo escúchame. Estaba
despierta en el viaje en helicóptero a la isla y fue un viaje bastante largo.
Desafortunadamente, no revisé mi reloj cuando salimos y llegamos, pero
supongo que fue una buena hora, y el helicóptero no estaba yendo como un barco
de pesca, estaba yendo realmente rápido. No creo que podamos llegar a tierra
firme.

—Puedo nadar durante mucho tiempo —le aseguró.

—¿Y llevarme? —preguntó—. Porque sospecho que deberás hacerlo. Al menos


parte del camino. Puedo nadar, pero no todo el día y la noche. Y esa es la otra
cosa —agregó Sarita—. ¿Qué pasa si lleva veinticuatro horas o algo para llegar
allí? Tú dijiste que ochocientos kilómetros era la estimación conservadora de tu tío

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acerca de dónde podría estar la isla. No estás nadando tan lejos en una noche.
Estaremos nadando durante el día también, sin sangre para que puedas recargar.
En particular, no quiero ser un banco de sangre ambulante.

Domitian frunció el ceño.

—No tenemos que llegar a tierra firme. Estoy seguro de que encontraremos
otra isla...

—¿Qué pasa si no lo hacemos? —preguntó Sarita—. ¿Y qué si somos atacados


por un tiburón? ¿Qué pasa si estás herido?

Él estaba más preocupado de que un tiburón la lastimara, pero antes de que


pudiera decirlo, agregó:

—Sin sangre para ayudarte a sanar, podrías ser más peligroso para mí que un
tiburón.

Domitian abrió la boca para asegurarle que nunca la dañaría, pero se detuvo
al darse cuenta de que no podía hacer esa promesa. Si fuera gravemente herido
en un ataque de tiburón… bueno, se sabía que los inmortales perdían la cabeza y
atacaban a los mortales en ese estado. Los nanos podían causar terribles agonías
y una sed de sangre cuando necesitaban sangre. Sarita podría tener razón. Él
podría ser más peligroso para ella que un tiburón en ese caso.

—Y luego está mi abuela —le dijo ahora.

Domitian se centró en ella con confusión.


—Tu abuela está en tierra firme.

—¿Realmente crees eso? —preguntó Sarita secamente—. Piénsalo. Dressler


nos quería a los dos aquí por alguna razón, y él fue quien llamó y me dijo que mi
abuela me necesitaba. ¿Cuáles son las posibilidades de que ella simplemente caiga
por las escaleras y se lastime en el momento exacto en que aparentemente él nos
quería aquí? ¿Hmm?

Domitian negó con la cabeza. Eso no se le había ocurrido.

—Pero dijiste que ella no estaba en la isla. Pensamos que tal vez viven en el
continente en el apartamento y usan la casa de la isla como una cabaña.

—Dije que no había señales de que ella viviera en la casa grande —dijo Sarita

189
con firmeza—. Pero estaba pensando en las cartas de la abuela, y de acuerdo con
todo lo que me escribió, definitivamente vive en la isla con la Sra. Dressler y su
hijo todo el año. Estoy bastante segura de que Dressler es el único que se queda
en ese departamento de la ciudad. Deben estar en la casita. No hay ningún otro
lugar donde puedan estar.

—Está bien —dijo tranquilizador—. Le daremos esa noticia a mi tío y ellos


pueden estar seguros de... ¿Por qué niegas? —Se interrumpió para preguntar,
pero sospechaba que ya sabía por qué.

—No voy a ir a tierra firme —anunció, demostrando que había sabido por qué
después de todo—. No creo que lo logremos si nos vamos de esa manera. Y no
voy a dejar a mi abuela atrapada en esa isla con el Dr. Demento mientras te sigo
hasta mi muerte en el medio del océano.

—Sarita —dijo Domitian pacientemente.

—No iré —dijo con firmeza—. Pero no te detendré si quieres probarlo. Es


probable que tus posibilidades sean mejores sin que yo te frene. Incluso podrías
hacerlo. E incluso te contaré todo lo que sé sobre la gran isla para que puedas
contarle a tu tío.

—¿Y luego qué? ¿Tratarás de llegar a la gran isla por ti misma? —preguntó
con incredulidad, y luego dijo sombríamente—: No recuerdo ninguno de los
informes que recibí diciendo que eras suicida.
—No lo soy —le aseguró—. Y aunque no soy una nadadora de maratón, tomé
clases cuando era niña, y soy buena flotando. Puedo nadar, luego flotar un rato
para descansar y luego nadar de nuevo.

—Sarita —dijo, pasando una mano cansinamente por su cabello mojado.

—Está más cerca que el continente —señaló con firmeza—. Sé que no puedo
nadar hasta el continente, pero la isla está más cerca. Estoy segura de que puedo
llegar allí y ni siquiera tengo que construir una balsa. Hay algunos cojines
hinchables en uno de los asientos de mimbre que harán el viaje más corto.

Domitian frunció el ceño.

—Creo que probablemente podrías llegar a la gran isla, pero estaríamos

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nadando directamente a los brazos de Dressler.

—¿Nosotros? —preguntó.

—Bueno, no te estoy dejando nadar por tu cuenta. Hay tiburones por ahí —
dijo bruscamente.

Sarita sonrió ampliamente, pero luego respondió a su comentario sobre nadar


directamente a los brazos de Dressler.

—El doctor y sus hombres estarán pendientes de botes, no de alguien que vaya
a la isla.

Domitian consideró eso.

—En realidad, esto podría funcionar mejor en todos los sentidos. Después de
revisar la casita en el extremo norte de la isla para asegurarnos de que mi abuela
está bien, podemos escabullirnos y descubrir todo lo que necesitamos saber para
ayudar a tu tío y a los cazadores de los renegados a atacar la isla.

—Sí —estuvo de acuerdo—. ¿Pero cómo le conseguimos esa información?

Sarita se encogió de hombros.

—Hay un teléfono en la casa grande. Si no hay nadie en la casita, podemos


colarnos en la casa grande y usarlo. Podríamos llamar a tu tío, darle la ubicación
y toda la información pertinente, y coordinar con él.

—¿Coordinar? —preguntó Domitian con alarma.


—Sí. Averigua a qué hora espera atacar la isla para que podamos ayudar.
Incluso podemos tratar de entrar y liberar a los inmortales secuestrados para que
puedan ayudar en la isla —agregó pensativa.

—No —dijo Domitian con firmeza—. Esperarás en un lugar seguro mientras


yo…

—Domitian —interrumpió Sarita pacientemente.

—¿Sí? —preguntó cautelosamente.

—Por favor, no vayas todo Ramsay conmigo.

—¿Ramsay? —gruñó, seriamente insultado—. No soy como Dressler.

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—Gordon Ramsay, no Ramsey Dressler —dijo secamente—. Sé que eres un
chef, pero no vayas a lo Gordon Ramsay y empieces a tratar de controlarme —
explicó—. Soy oficial de policía, entrenada para la confrontación, y también he
estudiado artes marciales desde que tenía trece años. Como mencioné, eso fue en
lo primero que mi papá me inscribió en Canadá. De nosotros dos, estoy más
equipada para lidiar con esto.

—Soy más que un chef —dijo indignado—. He sido un guerrero, un caballero,


un pirata. Puedo manejarme en la batalla, Sarita —terminó rígidamente.

—Oh sí. Supongo que puedes ayudar entonces —dijo, girándose para dirigirse
a las escaleras—. Vamos, deberíamos dormir tanto como podamos hoy, así
estamos bien descansados esta noche.

Domitian se volvió, pero no comenzó a moverse de inmediato. En cambio, la


miró con sospecha, preguntándose cómo el tratar de protegerla de alguna manera
se había convertido en que tenía que justificar su participación en la batalla que
vendría.

Le había dado la vuelta a la situación, se dio cuenta. Y bastante bien también.


Y ahora se estaba pavoneando pensando que la iba a dejar arriesgarse ayudando
en la isla.

—Sarita —dijo Domitian bruscamente—. Necesitamos… —Había querido


decir que necesitaban discutir esto más a fondo, pero su voz murió en su garganta
cuando ella se echó hacia atrás para deshacer la parte superior de su bikini y lo
dejó caer al agua mientras subía las escaleras.

Dando vuelta una vez que estuvo de pie en la terraza, Sarita lo miró de frente.
Sus manos estaban sobre sus caderas y su cabeza estaba alta y orgullosa, notó
antes de que su mirada cayera sobre sus bellos pechos desnudos. Dios, amaba su
cuerpo.

—Date prisa, Domitian. Tienes que hacerme el amor para poder dormir —dijo
con voz ronca—. Creo que deberíamos quedarnos en la cama todo el día para
estar seguros de que estamos bien descansados para más adelante.

Él estaba al otro lado de la piscina y afuera, tomándola en sus brazos antes de

192
que terminara la última palabra.

—Como desees —gruñó Domitian mientras caminaba hacia la casa.


Capitulo 11

193
Con los ojos entrecerrados, Sarita escaneó la isla en la distancia, buscando
cualquier movimiento que pudiera decirle a alguien que estaba patrullando la
playa y podría notar su acercamiento cuando se acercaran. En verdad, a ella no
le preocupaba que Domitian fuera visto, sino que estaba bajo el agua con solo la
cabeza moviéndose de vez en cuando mientras tomaba aire.

Sarita, sin embargo, estaba acostada sobre su estómago en una tumbona


inflable y era mucho más visible. Sabía que tendrían que sacar el colchón y dejar
que se hundiera pronto, pero estaba bien con ella. Ella realmente no había
querido traerlo de todos modos. Lo habría tomado voluntariamente si hubiera
estado tratando de llegar sola a la isla, solo por razones de seguridad. Pero con
Domitian para ayudarla, ella no esperaba que lo necesitara. Había insistido en
que podía alternar la natación y la flotación y recorrer la distancia sin el colchón
de aire cuando lo había sacado a colación mientras comían su última comida en
la isla en la cama cubierta de arrugas. Sin embargo, insistió en que lo trajeran,
argumentando que su descanso los retrasaría y que debían llegar a la isla antes
del amanecer. Con la tumbona, podía descansar sobre ella cuando se cansaba y
podía remolcarla mientras nadaba.

Sarita había cedido y había sacado el colchón de aire del asiento de mimbre
donde lo había visto antes. Dejando a Domitian para inflarlo junto a la piscina,
ella fue a recoger tijeras y se las llevó a la habitación. Había hecho la soga para
tirar del colchón de aire en la intimidad de la cama cubierta de arrugas con la
esperanza de no delatar lo que estaban haciendo antes de lo necesario. Eran las
sábanas en realidad sobre la cama que había usado, cortando tiras finas que luego
había trenzado juntas. Afortunadamente, no había llevado demasiado tiempo.
Todavía había sido más tarde de lo que querían cuando tomaron el colchón y la
cuerda y se dirigieron a la playa.

Desafortunadamente, como temía Sarita, ella había pasado una buena parte
del viaje en el colchón de aire. Oh, había nadado más de la mitad de la distancia
bajo su propio vapor, pero Domitian era un nadador mucho más rápido que ella

194
y había tenido que trepar al colchón para descansar más a menudo de lo que a
ella le hubiera gustado. Era humillante cada vez que notó que ella se estaba
mareando y la había relegado al colchón para que la remolcara como una ballena
enferma que fue sacada a aguas más profundas por un bote.

Ese pensamiento hizo que Sarita lanzara una rápida mirada al agua iluminada
por la luna en busca de cualquier señal de tiburón o algo así. Habían sido
afortunados y hasta ahora no habían encontrado nada parecido, pero ¿cuánto
tiempo podría aguantar su suerte?

El movimiento debajo de ella hizo que Sarita mirara hacia abajo a través de la
ventana de plástico transparente en el centro del reposacabezas del colchón de
aire. Casi esperaba ver la sombra de un pez nadando debajo de ella. Lo había
visto una o dos veces bajo la brillante luz de la luna, la sombra más oscura de un
pez en el agua oscura, o incluso un destello de color si estaba justo debajo del
colchón. Esta vez, sin embargo, se sorprendió al ver una figura humana nadando
debajo del colchón. Vio el contorno claro de una cabeza, un pecho y unos brazos
moviéndose rápidamente a través del agua que se dirigía hacia Domitian.

Maldiciendo, Sarita inmediatamente se lanzó del colchón detrás de la figura.

Domitian estaba pensando que se estaban acercando lo suficiente a la isla


como para detenerse, levantar el colchón de aire y dejarlo atrás cuando la
improvisada cuerda atada a su cintura de repente pareció aflojarse.
Deteniéndose, se volvió rápidamente en el agua para mirar hacia atrás y vio que
mientras la tumbona seguía allí, Sarita se había ido.

Frunciendo el ceño, rápidamente alcanzó debajo del agua, agarró la cuerda de


su cintura y le dio un tirón. El dolor le abrasó la espalda cuando la tela se hundió
antes de que la cuerda improvisada se partiera, pero lo ignoró y se sumergió bajo
el agua. El océano estaba oscuro, pero Domitian no tuvo problemas para localizar
a Sarita a unos cinco metros de distancia. Aun así, le tomó un segundo aceptar
que parecía estar luchando con algo. No algo, alguien, se dio cuenta. Era un
hombre, y estaba arrastrando a Sarita más profundo en el agua y lejos del aire
que necesitaba para sobrevivir.

Gruñendo en su garganta, Domitian se lanzó hacia adelante, nadando para

195
alcanzarlos lo más rápido posible. Sarita no podría sobrevivir mucho tiempo bajo
el agua sin aire. Ella ya parecía estar flaqueando mientras el hombre no mostraba
signos de tener el mismo problema. Nadando detrás del hombre, Domitian ni
siquiera titubeó, simplemente rompió el cuello, luego agarró a Sarita por el brazo
y pateó hacia la superficie, arrastrándola con él.

Había temido que estuviera inconsciente al agarrarla, pero Sarita comenzó a


toser y farfullar en el momento en que su cabeza rompió fuera del agua. Era
música para sus oídos. Sintiendo una oleada de alivio a través de él, Domitian la
arrastró hasta el colchón de aire y la levantó para que se recostara sobre él, luego
se aferró a ella con una mano mientras le daba palmaditas en la espalda para
ayudarla a escupir el agua que había tragado.

—¿Estás bien? —preguntó con preocupación mientras ella jadeaba por aire.

Sarita asintió, pero simplemente siguió absorbiendo grandes cantidades de


aire. Cuando se recuperó lo suficiente como para hablar, le dio la cara y le miró
boquiabierta:

—Su rostro.

Domitian frunció el ceño, y luego miró a su alrededor en busca del hombre,


pero no había flotado hacia la superficie. Una astilla de preocupación
deslizándose a través de él, dijo:

—Espera aquí. —Y soltó el colchón para sumergirse bajo el agua otra vez. Vio
al hombre de inmediato, inmóvil en el agua donde lo había dejado a unos cinco
metros de distancia.

Desconcertado, nadó hacia la figura y se detuvo para mirarlo. Mientras


Domitian estaba teniendo que esforzarse para evitar salir a la superficie gracias
al aire en sus pulmones, el hombre muerto flotaba allí a unos tres metros debajo
de la superficie, sin hundirse ni flotar hacia arriba. Aunque parecía muerto.

Cogiendo una de las manos del hombre, Domitian pateó hacia la superficie,
arrastrando el cuerpo hacia atrás. No se sorprendió al ver que Sarita no había
escuchado, que no había descansado en el colchón como le había indicado. Estaba
a medio camino entre él y el colchón, mirando a su alrededor con preocupación
cuando salió a la superficie y acercó al hombre a su lado.

196
—Había algo mal en su rostro —le dijo, nadando más cerca para mirar al
hombre que yacía boca abajo entre ellos—. Y parecía estar respirando bajo el
agua.

Domitian asintió y acercó al hombre. Fue cuando comenzó a darle vuelta


sobre agua cuando notó algo detrás de la oreja del hombre. Haciendo una pausa,
tiró de la oreja hacia adelante para obtener una mejor vista.

—Se ven como agallas —dijo Sarita con asombro, deteniéndose junto a él.

—Sí —murmuró Domitian, pasando un dedo a lo largo de una de las seis aletas
de diez centímetros que rodeaban la oreja del hombre y se curvaban por su cuello.

—¿También tiene cola o solo piernas? —preguntó Sarita con fuerza, sin duda
pensando en los fetos en los frascos en el laboratorio—. No podría decirlo
mientras estábamos luchando.

—Piernas —respondió.

—Sin embargo, tiene los dedos palmeados.

Domitian miró la mano que estaba mirando y vio que la piel entre los dedos
estaba palmeada.

—Probablemente sus pies también —dijo Sarita pensativamente, soltando su


mano—. Se estaba moviendo bastante rápido en el agua. Si hubiera sido más
lento, no lo habría atrapado. Tal como están las cosas, apenas me zambullí lo
suficientemente rápido como para agarrar su pie cuando pasó volando.
—¿Lo atacaste? —preguntó con sorpresa. Había supuesto que el hombre la
había sacado del colchón.

Sarita asintió.

—Lo vi nadar debajo del colchón. Él se dirigía hacia ti a toda velocidad. Estaba
seguro de que iba a atacarte, así que me zambullí y lo agarré. No fue hasta que se
dio la vuelta que vi el cuchillo —agregó con una mueca y luego miró al hombre—
. Pudo haberme apuñalado en ese momento, pero no lo hizo.

Domitian volvió su mirada hacia el hombre también, preguntándose si había


permitido que su preocupación por Sarita lo hiciera matar a alguien que
realmente no les había hecho ningún daño.

197
—Aunque parecía estar intentando ahogarme a medias —agregó Sarita—. Sin
embargo, él no era demasiado rudo mientras lo hacía. —Ella frunció el ceño y
luego miró a Domitian y dijo—: El Dr. Dressler todavía necesita algo de nosotros.
Tal vez ha dado órdenes de que si veníamos no deberían hacernos daño, pero
podrían hacer lo que sea necesario para someterte porque sanarías. Tal vez no
estaba realmente tratando de matarme, solo debilítame para hacerme más fácil
de manejarme.

Domitian asintió y se relajó un poco. Sarita probablemente tenía razón sobre


eso. Dressler sabría por ahora que no solo se habían ido a nadar en el océano y
que se dirigían a alguna parte. Él habría advertido a su gente que vigilara en caso
de que de alguna manera terminaran cerca de la isla. Lo que significaba que
probablemente había otros híbridos como este en el agua.

—Tenemos que movernos —dijo Domitian, soltando al hombre y tomando al


brazo de Sarita para empujarla hacia el colchón de aire.

—Quería ver su rostro —protestó—. Lo que pude ver mientras luchábamos


parecía extraño.

—No hay tiempo. Podría haber otros aquí afuera —señaló sombríamente—.
Tenemos que movernos.

—Oh, sí, por supuesto —murmuró Sarita y dejó de intentar regresar.

Cuando comenzó a nadar, Domitian la soltó y siguió el resto de la distancia


hasta el colchón de aire.
—Deberíamos hacer estallar el colchón —dijo mientras se detenían junto a él—
. Puedo nadar desde aquí.

Domitian simplemente asintió, dejó que sus colmillos se deslizaran y mordió


el colchón. Pero él deseaba que fuera una bolsa de sangre. Su cuerpo había usado
mucha energía para llegar tan lejos y mantener el calor de su cuerpo alto. Estaba
empezando a tener calambres con la necesidad de sangre.

—Práctico —dijo Sarita con una sonrisa irónica mientras lo veía pinchar el
colchón dos veces más para acelerar la liberación de aire.

Domitian gruñó.

—Vamos —dijo en voz baja. Ambos instintivamente habían estado hablando

198
en voz baja. Voces llevadas a través del agua.

Sarita asintió y golpeó a un ritmo constante que fácilmente podría haber


superado, pero no lo hizo. Todavía tenían una distancia para llegar a la isla y
luego tenían ir hacia el extremo norte. Era mejor ir a un ritmo medio constante
que ir rápido y usar a Sarita. Además, quería estar atento a las personas con
agallas que pudieran estar allí con ellos.

Afortunadamente, no necesitan apresurarse. O la isla grande no estaba tan


lejos de la pequeña isla como él había pensado, o habían salido bien. Por su
suposición, todavía faltaban un par de horas para el amanecer.

Sarita seguía esperando que Domitian la superara y se adelantara para


impulsarlos a un ritmo más rápido, pero no lo hizo. Se quedó detrás de ella
mientras se acercaban y luego nadó alrededor de la isla donde Dressler tenía sus
laboratorios. Acababan de doblar para girar en el extremo de la isla donde debía
estar la casita que había visto cuando Sarita se dio cuenta de por qué no la había
alcanzado. Él estaba mirando por si había más criaturas con agallas, como la que
ahora flotaba en el agua al otro lado de la isla. Lo cual fue agradable, pero no
había nadie mirándolo y ella giró la cabeza y miró hacia él mientras sacaba el
rostro del agua para tomar su próximo aliento. Era algo que había hecho hasta la
última respiración desde que dejaron atrás el colchón de aire, y él estaba allí tal
como lo había estado cada vez que ella lo había revisado. Pero esta vez, estaba
nadando de costado en lugar de estilo libre, obviamente esperando que ella
mirara hacia atrás, pensó cuando notó que ella lo miraba y dejó de nadar para
hacerle un gesto de que se detuviera también.
Sarita obedeció de inmediato y giró en el agua para enfrentarlo. Mientras
esperaba que se moviera a su lado, lanzó una mirada hacia la orilla. Ahora
estaban mucho más cerca que la última vez que había intentado escanear la isla.
En aquel entonces, había sido poco más que una mancha negra con luces que
brillaban detrás de sombras negras aquí y allá. Pero se acercaron cada vez que
llegaron al final de la isla, y en las oscuras sombras, pudo distinguir la forma
general de la playa y la jungla que la rodeaba. Aún no podía ver la casa, pero
sospechaba que estaban cerca.

—¿Estoy en lo cierto al suponer que la casa está cerca de ese acantilado? —


preguntó Domitian en voz baja mientras se detenía a su lado para flotar sobre el
agua.

199
Sarita miró hacia el afloramiento del que estaba hablando y asintió.

—Creo que sí.

—Entonces creo que deberíamos desembarcar aquí y avanzar entre los árboles
en lugar de acercarnos por el agua.

Sarita miró a lo largo de la playa. Podía haber alguien en los árboles dentro de
la jungla, pero era fácil ver que la playa al menos estaba vacía. No se podía decir
lo mismo del agua que los rodeaba. Podía haber una docena de criaturas con
aletas flotando cerca de la superficie, mirándolos, y no lo sabrían hasta que fueran
atacados. Ella asintió.

—Te seguiré —dijo Domitian, mirando alrededor de la superficie del océano.

Al volverse, Sarita se dirigió a la orilla, realmente aliviada de poder hacerlo.


Se mantenía en forma para su trabajo, pero aunque no había tenido que nadar
todo el día como lo había hecho Domitian esta noche, era obvio para ella que no
habría podido hacerlo. Según su conjetura, solo había estado nadando durante
una hora o un poco más desde que abandonaron el colchón, y no rápidamente,
sin embargo, estaba temblando por el esfuerzo. Esos nanos obviamente hicieron
a Domitian y otros de su clase sobrehumanos.

La idea la hizo preocuparse por lo que estaba haciendo en ese sentido. ¿Sus
nanos usaban sangre como locos para mantener su velocidad y resistencia?
¿Estaba ahora en necesidad de sangre? No tenía idea de lo que harían si ese fuera
el caso. Dejaron el suministro de sangre en la isla. Aunque sabía que había una
gran nevera llena en el laboratorio de Dressler. El problema era llegar a eso.

El primer roce de arena contra la punta de sus dedos mientras realizaba su


siguiente ataque hizo que Sarita apartara esas preocupaciones de su mente y
levantara la cabeza del agua para mirar a su alrededor. Todavía estaban bastante
lejos de donde el agua lamía la playa, pero parecía que era poco profundo, se dio
cuenta mientras sus pies bajaban para tocar la arena que acababan de tener sus
dedos.

Sarita se puso de pie en el agua y se tambaleó hacia un lado antes de


enderezase. Suspirando, se detuvo por un momento, examinando los árboles
mientras le daba a sus piernas un momento de descanso antes de obligarlas a
moverse.

200
—¿Estás bien? —preguntó Domitian en una voz que era casi un susurro
mientras caminaba a su lado.

Sarita asintió.

—Solo estoy revisando para asegurarme de que no haya nadie en los árboles
—dijo en voz baja.

Asintiendo, Domitian los examinó. Cuando dejó escapar un poco de aliento y


se relajó un momento después, ella supo que él no había visto nada. Dado que
sus ojos eran indudablemente mejores que los de ella, gracias a esos nanos, Sarita
dejó de mirar y comenzó a avanzar. Con cada paso que daba, estaba segura de
que sus piernas iban a ceder, pero la levantaron y la llevaron a la orilla.

—Avancemos por los árboles y nos sentamos —sugirió Domitian, tomándola


del brazo para impulsarla a seguir—. Creo que deberíamos descansar un
momento antes de continuar. Quiero que puedas correr si hay problemas cuando
llegamos a la casa.

—¿Qué tipo de problema crees que podría haber? —preguntó Sarita


frunciendo el ceño, olvidando brevemente sus piernas temblorosas.

Domitian negó con la cabeza.

—Podría ser cualquier cosa: Guardias en la casa, guardias dentro de la casa. O


tu abuela podría no estar aquí. Dressler podría haberle dado la casa a su jefe de
seguridad como parte de sus ingresos.
Sarita consideró la posibilidad, pero negó con la cabeza.

—Eso no puede ser. Mi abuela y la Sra. Dressler tienen que vivir en algún lugar
aquí en la isla. Y aparte de esta casa y la casa grande, todo lo que hay son los
laboratorios.

—Estoy seguro de que tienes razón —dijo suavemente Domitian—. Solo


quiero asegurarme de que puedes moverte rápido si es necesario. Ahora siéntate
y descansa tus músculos.

Sarita miró alrededor para ver que habían caminado hasta el borde de la jungla
mientras estaba distraída. Aliviada, se dejó caer para sentarse en la arena frente
al agua y levantó sus rodillas para descansar sus brazos encima de ellas.

201
Apoyando su barbilla en sus brazos cruzados, miró hacia el horizonte, notando
que se estaba aligerando. El amanecer no estaba tan lejos. No podían descansar
mucho y deberían estar adentro antes de que el sol iluminara el cielo y los hiciera
fácilmente visibles. Podía haber guardias aquí.

—Ya vuelvo.

Sarita levantó la vista con un sobresalto, pero antes de que pudiera preguntar
a dónde iba, Domitian se había deslizado entre los árboles y desaparecido.

—Probablemente va al baño —se dijo en un murmullo y miró nerviosamente


a lo largo de la orilla, mirando si algo se movía. No había nada que pudiera ver.

Suspirando, Sarita se volvió para examinar el lugar donde Domitian había


desaparecido. Al no ver nada, volvió a mirar a lo largo de la costa para darle otra
rápida revisada y luego repitió las dos acciones, buscando a Domitian, y luego
mirando la playa silenciosa.

Sarita acababa de hacer eso por alrededor de la vigésima vez y estaba mirando
a lo largo de la orilla cuando un crujido hizo que su cabeza girara bruscamente
hacia los árboles detrás de ella.

Sarita se asomó a la oscura masa de árboles, esforzándose por ver y creyó ver
ramas moviéndose en un árbol detrás y a la izquierda de ella. Y luego un sonido
detrás de ella a la derecha la hizo girar bruscamente la cabeza para mirarlo. Se
congeló de alivio cuando vio que era Domitian que resbalaba de regreso del
bosque.
—Ven —susurró, sosteniendo una mano hacia ella.

Sarita tomó su mano y permitió que la pusiera de pie. Sus piernas ya no


temblaban, pero sus músculos protestaban por verse obligados a moverse otra
vez tan pronto. Ignorando eso, siguió a Domitian a la jungla y le preguntó

—¿No deberíamos usar la playa?

—Es más corto de esta manera —respondió en voz baja.

Sarita asintió para sí mientras obligaba a sus piernas a seguirlo por un camino
sinuoso. No había ido a hacer sus necesidades en el bosque, pero había estado
revisando la casa para asegurarse de que era seguro acercarse. El hombre parecía
olvidar que ella era una agente de policía y que podía cuidarse sola. Tendrían que

202
hablar de eso en algún momento, pensó, y luego levantó la vista y se inclinó hacia
un lado, tratando de ver cuánto más tenían que caminar. Los músculos de su
pantorrilla ardían como locos.

Incapaz de ver alrededor del amplio pecho y los hombros de Domitian, Sarita
simplemente bajó la cabeza y continuó, recitando letras de canciones en su cabeza
mientras marchaba para distraerse. Funcionó tan bien que no estaba preparada
cuando Domitian se detuvo de repente. Se estrelló contra su espalda, casi
tirándolo.

—Woah —susurró, alcanzando la espalda para estabilizarla mientras


recuperaba el equilibrio.

—Lo siento —murmuró Sarita y tomó su brazo para inclinarse y tratar de


mirar a su alrededor de nuevo. Esta vez logró la hazaña, y sus ojos se agrandaron
al ver que estaban allí. Una pequeña cabaña de estilo inglés estaba a menos de
tres metros de ellos. De dos plantas, era de tejas cruzadas con techos inclinados
y ventanas de celosía altas y estrechas. Su mirada se deslizó sobre la chimenea y
la entrada a dos aguas y asintió solemnemente—. Oh sí, la Sra. Dressler vive aquí.

—¿Qué te hace decir eso? —preguntó Domitian en un susurro.

—Echaba de menos a Inglaterra en su carta, y esto es definitivamente un poco


de Inglaterra en el medio del trópico —señaló Sarita—. Parece que podría haber
sido sacado de los Cotswolds y arrojado aquí o algo así.

Él asintió.
—Sí, supongo que sí.

—Venga… —Sarita comenzó a moverse a su alrededor, pero él la tomó del


brazo.

—Espera —soltó ásperamente Domitian, acercándola a su costado—. ¿Cuál es


el plan?

—Tocamos la puerta y pedimos ver a mi abuela —dijo simplemente.

—¿Solo así? —preguntó con incredulidad—. ¿Qué pasa si Dressler tiene


algunos de sus detalles de seguridad allí?

Sarita volvió a mirar la casa y negó.

203
—Es demasiado pequeña para eso. Supongo que hay tres dormitorios
diminutos en el piso de arriba, una sala de estar, un baño, una cocina y un
comedor en la planta baja. No puede haber mucho más que eso —dijo con
certeza.

—No dije que sus hombres tuvieran que vivir allí —dijo Domitian con
gravedad—. ¿Qué pasa si están vigilando en las puertas?

Sarita suspiró con exasperación, pero supuso que no era imposible.

—Está bien, primero miraremos por la ventana y llamaremos a la puerta si no


hay señales de los matones de Dressler.

—¿Y si hay matones allí? —preguntó Domitian.

—Entonces volvemos aquí y hacemos otro plan—dijo pacientemente—.


Venga.

Él no la detuvo esta vez cuando ella comenzó a caminar hacia la casa, pero
murmuró:

—Estás demasiado acostumbrada a ser un oficial de policía.

Sarita frunció el ceño por encima de su hombro.

—¿Qué significa eso?

—Significa que pareces pensar que puedes acercarte a la puerta y tocar y nadie
te disparará ni nada.

—Acepté revisar las ventanas, ¿no es así? —señaló Sarita.

—Además, sospecho que Dressler nos necesita vivos para cualquier pequeño
experimento repugnante que tenga en mente para nosotros, por lo que no es
probable que nos disparen. Ahora calla o vamos a despertar a alguien antes de
que queramos —advirtió, disminuyendo la velocidad al acercarse a la ventana
delantera de este lado de la casa.

—Demasiado tarde para eso, niños. Entra. Estamos todos despiertos.

Sarita se puso rígida y miró hacia la ventana cuando la voz de lo que ella pensó
que era una anciana se les acercó. Solo entonces vio que la ventana estaba abierta.

204
Apretando la boca, miró las formas oscuras que había dentro.

—La puerta está desbloqueada —dijo la voz ahora y Sarita pensó que venía de
una silla al otro lado de la habitación, donde podía distinguir lo que parecía una
figura sentada. La voz era definitivamente de una mujer mayor y tenía un acento
inglés.

—¿Señora Dressler? —preguntó.

—Sí, cariño. Y tú eres la nieta de Maria, Sarita. Entra, querida, bajará en un


minuto.

Sarita se volvió de inmediato y dobló la esquina hacia el frente de la casa.


Domitian estaba pisándole los talones. Cuando llegó, la puerta de entrada no
estaba abierta, estaba entreabierta. Ambos aminoraron la velocidad
cautelosamente cuando entraron. Sarita casi esperaba que alguien saltara y los
atacara, pero no pasó nada y se detuvo un par de pasos para mirar a su alrededor.
Estaban en una pequeña entrada. Una puerta a su izquierda conducía a una
pequeña cocina proyectada en las sombras de una luz que se había encendido en
la habitación detrás de ella. Unas escaleras estaban directamente frente a ellas,
conduciendo al segundo piso, un pasillo estrecho que conducía al otro lado de
las escaleras hasta una puerta en la parte posterior de la casa, y una puerta a la
derecha conducía a una pequeña sala de estar.

—Adelante —dijo la Sra. Dressler nuevamente, sonando un poco impaciente


ahora—. Y cierra la puerta, querido. Ramsey tiene un hombre estacionado en la
playa, y si ve la puerta abierta, podría decidir investigar.
Sarita se volvió, pero Domitian ya estaba cerrando la puerta.

—El guardia en la playa es también la razón por la que todavía no podemos


encender ninguna luz. Así que tendremos que sentarnos en la oscuridad y hablar
hasta que salga el sol —añadió la Sra. Dressler mientras Domitian tomaba el
brazo de Sarita y la conducía a la habitación. Si bien no podía ver nada en el
espacio no iluminado, parecía no tener problemas para caminar en la oscuridad.
Pero luego Dressler había mencionado la visión nocturna como una de las
mejoras que los nanos le daban a sus anfitriones, recordó.

—Tus ojos están brillando, joven —dijo la Sra. Dressler en voz baja—. ¿Eres
uno de los híbridos creados por mi esposo y que disfruta torturando?

205
—No —murmuró Domitian, y Sarita giró para ver que sus ojos brillaban
realmente. Más o menos como lo hacía un gato por la noche, pensó. Pero eso no la
perturbó tanto como el hecho de que la pregunta de la mujer sugería que sabía lo
que Dressler había estado haciendo todos estos años.

Sarita esperaba que ese no fuera el caso. Había esperado que la señora Dressler
y su abuela hubieran sido ignorantes e inocentes todos estos años, y que por eso
nunca lo habían entregado o hecho nada para detenerlo. Sin embargo, parecía
que ese no era el caso y le preocupaba que su falta de acción los convirtiera en
herramientas. Incluso podrían aprobar sus acciones, pensó ahora y se volvió hacia la
silla donde estaba sentada la señora Dressler. Usando la voz de su mejor agente,
Sarita preguntó:

—¿Entonces sabe lo que su marido ha estado haciendo, señora?

—Oh, sí, niña. Sé mejor que nadie lo que está haciendo ese bastardo.

Sarita se relajó un poco. No había forma de confundir el tono en la voz de la


señora Dressler con algo más que repugnancia. La mujer odiaba a su marido y
no estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo. No logró sacarla a ella, ni a la
abuela de Sarita, por no haber intentado. Pero al menos no fueron cómplices.

—Por aquí —dijo Domitian en voz baja, tomando su mano ahora y llevándola
el resto del camino a lo que resultó ser un sofá. Cuando se sentó y tiró de su mano,
Sarita se sentó junto a él y entrecerró los ojos hacia la mujer en la silla frente a
ellos, pero no pudo distinguir mucho más que una silueta.
—¿Dijiste que venía mi abuela? —preguntó educadamente.

—Sí. Mi hijo fue a despertarla después de que él me levantó y me aviso —dijo


la Sra. Dressler suavemente—. Eso fue justo antes de que comenzaras a hablar
fuera de la ventana. Ella no tardara mucho. Pero no será rápido tampoco, me
imagino —dijo con ironía, y señaló—: No somos tan agiles como solíamos ser.

—Por supuesto —murmuró Sarita y luego se quedó allí sentada como tonta,
completamente pérdida en cuanto a qué decir.

La situación le pareció algo surrealista en ese momento. Afortunadamente,


Elizabeth Dressler no parecía tener el mismo problema.

—Mi hijo cree que ustedes dos nadaron hasta aquí —anunció abruptamente—

206
. ¿Tiene razón?

—Sí —respondió Sarita.

—¿De dónde? —preguntó la Sra. Dressler de inmediato.

—Desde la pequeña isla en la que viviste por primera vez cuando te mudaste
aquí desde Inglaterra —admitió Sarita.

—¿Todo ese camino? —preguntó con asombro.

—Sí —le aseguró Sarita y luego admitió—: Bueno, realmente Domitian nadó
todo el camino, pasé gran parte de la noche descansando en un colchón de aire,
mirándolo hacer todo el trabajo.

—Y abordar a hombres con branquias que planeaban apuñalarme por detrás


—dijo Domitian de inmediato, aparentemente sin apreciar la imagen que acababa
de pintar de sí misma como una mujer inútil.

—Ah. Uno de los híbridos de Ramsey —dijo Elizabeth y parecía cansada


ahora—. La mayoría de ellos son víctimas que no quieren nada más que quedarse
solos. Pero algunos sufren una especie de síndrome: ¿Cómo lo llaman cuando las
víctimas del secuestro comienzan a ponerse del lado de sus secuestradores? —
preguntó, con el ceño fruncido evidente en su voz.

—Síndrome de Estocolmo, creo —murmuró Sarita.

—Sí. Eso es —dijo la Sra. Dressler de inmediato—. Bueno, algunos de sus


híbridos sufren de una versión de eso y simplemente viven para servirlo. Son
extremadamente peligrosos —advirtió—. Al igual que los seguidores de Charles
Manson, harían cualquier cosa por él, incluso matar. Tenlo en cuenta.

Sarita abrió la boca para decir que lo haría, solo para cerrarla y mirar a su
alrededor cuando escuchó un crujido desde el piso de arriba.

—Esa es tu abuela saliendo de su habitación. Ella estará aquí pronto—comentó


Elizabeth y luego agregó—: Siento que debo advertirte… ella no estará contenta
de que estés aquí.

—¿Qué? —preguntó Sarita bruscamente, su cabeza se sacudió hacia ella—.


¿Por qué no?

207
—Porque has tropezado en el corazón del infierno aquí, niña —dijo la Sra.
Dressler con tristeza—. La gente que viene a esta isla rara vez se va. Al menos no
vivo. Mi esposo se encarga de eso.

—¿Y lo permites? —preguntó Domitian, su voz profunda en la oscuridad.

—¿Permitir? —preguntó la Sra. Dressler con seca diversión—. No tengo nada


que ver con eso. Soy una de sus víctimas y prisionera tanto como esos pobres
híbridos que ha creado. También Maria.

Los ojos de Sarita estaban comenzando a ajustarse, o tal vez solo se hacía más
clara en la habitación mientras el sol se acercaba al horizonte, pero estaba
bastante segura de que vio la cabeza de la Sra. Dressler voltearse mientras añadía:

—¿De verdad creías que tu abuela quería abandonar a su marido y su joven


hijo que amaba más que a la vida misma? ¿O que ella no habría hecho nada para
encontrarse con su único nieto? No —dijo firmemente—. No tenía otra opción.
Su única alegría en todos estos años ha sido la primera carta de tu madre y luego
de ti. Estos últimos quince años, ella se consoló con el conocimiento de que al
menos estaba a salvo en Canadá, lejos de este horror. Entonces —agregó
sombríamente—, no, definitivamente no estará contenta de que estés aquí. Ni yo
tampoco, para el caso.

—¿Tú? —preguntó Sarita con sorpresa—. ¿Por qué te importaría?

—Tu abuela tuvo la amabilidad de compartir sus cartas conmigo, Sarita.


Primero de tu madre, y luego la tuya cuando tu madre murió. Ella me los leyó y
luego te escribía de vuelta, expresando su respuesta en voz alta mientras lo hacía
y a menudo le sugería que mencionara esto o aquello. Me hizo sentir parte de eso
—admitió—. Esas cartas han sido el único punto brillante en un mundo muy
oscuro para las dos durante estos muchos años. He llegado a sentir que te
conozco tan bien como tu abuela. He crecido para cuidar de ti. Y me rompe el
corazón verte aquí sentada en esta isla al alcance de Ramsey.

—¿Elizabeth?

Sarita miró detrás de ella al escuchar esa llamada y escuchó a alguien


arrastrando los pies por las escaleras.

—En la sala de estar, querida —llamó la Sra. Dressler suavemente.

208
—Thorne dijo que había alguien aquí para verme. ¿Quién podría? ¿Por qué
estás sentado en la oscuridad? —la pregunta fue acompañada por un clic y la luz
estalló repentinamente desde lo alto.

Parpadeando, Sarita se levantó y se volvió para mirar a su abuela por primera


vez en su vida. Lo que vio fue a una anciana con un camisón de algodón y una
túnica blanca y esponjosa que se agarraba a la garganta. Tenía el cabello blanco
plateado, ojos castaños oscuros sobresaltados y un rostro amable y arrugado que
en ese momento estaba lleno de confusión.

—¿Quién eres? —preguntó con incertidumbre, apretando con fuerza la bata


que se agarraba a su garganta mientras miraba a la señora Dressler—. Ella se ve
como…

—Sí, Maria. Es Sarita —dijo la Sra. Dressler, sonando triste.

—¿Qué? —dijo la mujer con desconcierto y se volvió hacia Sarita, quien


asintió.

—Sí, abuela. Soy yo —dijo casi disculpándose.

—¿Sarita? —preguntó, con voz alta. Dio un par de pasos vacilantes en la


habitación y luego se desplomó.
Capitulo 12

209
Sarita corrió alrededor del sofá hacia su abuela, pero Domitian era más rápido.
Incluso logró llegar allí y atrapar a su abuela antes de que cayera al piso,
salvándola, lo que sin duda de lo habría sido un buen golpe en la cabeza. En el
momento en que agarró a la frágil anciana en sus brazos, sus ojos se abrieron.

La abuela miró alrededor con confusión, pero su mirada se agudizó cuando


aterrizó en el rostro del hombre en cuyos brazos yacía, y le preguntó:

—¿Quién eres tú?

Sarita se acercó, llamando su atención y ofreció una sonrisa tranquilizadora.

—Está bien, abuela. Él es mi… —vaciló y luego terminó con—… amigo. —


Frunciendo el ceño incluso mientras decía la palabra débil. Debería encajar, pero
Domitian ya se había convertido en algo más que eso para ella. El problema era
que no estaba segura de qué era eso más.

—Sarita, querida, apaga la luz antes de que el hombre de Ramsey la vea —


ordenó la Sra. Dressler.

Echó un vistazo hacia la mujer, y luego se acercó a la pared y apagó la luz que
su abuela acababa de encender. Pero una visión de Elizabeth Dressler se quemó
en el fondo de sus ojos cuando lo hizo. La mujer estaba en una silla de ruedas, no
en un asiento, y había una terrible cicatriz en un lado de su rostro. Un rostro que
de lo contrario le parecía familiar a Sarita a pesar de nunca haberla visto antes, ni
siquiera en las fotos. Mientras ella enviaba fotos cada vez que su abuela las
solicitaba, lo cual era varias veces al año, cuando Sarita le había pedido una a
cambio, le había dicho que no tenía una cámara.

—Bájame. ¡Puedo yo sola!

Sarita se mordió el labio ante la irritada orden de su abuela y se volvió para


mirar hacia donde habían estado los dos antes de que se volvieran a apagar las
luces, pero no podía ver una maldita cosa. Estaba completamente ciega ahora
después de la intrusión de la luz brillante. Sus ojos necesitaban ajustarse de

210
nuevo, supuso, y luego frunció el ceño al darse cuenta de que Domitian no había
respondido a la demanda y su abuela no lo había repetido, sin embargo, podía
oír movimiento. Adivinando que había usado parte de ese negocio de control
mental para calmar a su abuela y evitar más protestas, probablemente ahora la
estaba cargando para ponerla en el sofá. Sarita decidió encontrar su camino de
regreso al sofá.

Alargándose tentativamente y sin encontrar nada en su camino, avanzó,


segura de que la parte de atrás del sofá no estaba muy lejos.

—Mira por la ventana, querido Thorne, y asegúrate de que el hombre de tu


padre no haya notado que la luz se encendió y apagó. Él podría venir a investigar
—murmuró Elizabeth Dressler y Sarita se quedó quieta, con las orejas
esforzándose por escuchar los sonidos del movimiento. No había visto a nadie
más en la habitación cuando las luces se habían encendido, pero en realidad no
había mirado a nadie más que a su abuela y a la señora Dressler.

Algo rozó su brazo, y Sarita se puso rígida y volvió la cabeza.

Olió un toque de brisa marina y jungla y luego una sombra se movió frente a
la ventana a la izquierda de la puerta de entrada, y contuvo el aliento ante la
silueta deforme revelada. En lugar de cabeza y hombros, parecía que Thorne tenía tres
cabezas, o una cabeza y dos jorobas, pensó. Miró a su alrededor con sorpresa cuando
alguien le tocó el brazo.
—Por aquí —dijo Domitian en voz baja, arrastrándola hacia la derecha y frente
al sofá de nuevo. La condujo a lo largo del sofá y luego la instó a sentarse—. Tu
abuela está a tu izquierda.

—Gracias —murmuró Sarita mientras se acomodaba en los cojines y luego


sintió una mano en su brazo. Sabiendo que era su abuela tratando de alcanzarla,
cubrió la mano con la suya, pero miró hacia la ventana solo para ver que la silueta
había desaparecido.

—No parece haber notado nada raro —anunció una voz tan profunda como la
de Domitian cerca de donde se encontraba la Sra. Dressler.

—¿Qué estás haciendo aquí, chiquita? —preguntó su abuela con tristeza


cuando Sarita sintió a Domitian acomodarse en el sofá junto a ella.

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—Vine por ti —dijo Sarita disculpándose, apretando la mano de su abuela en
la oscuridad.

—¡Oh, tan buena chica! —canturreó tristemente su abuela y Sarita olió un poco
de rosas y luego se vio atraída por el suave abrazo de una mujer mucho más baja
y redonda, y añadió—: Pero no entiendo. ¿Por qué?

Sarita la abrazó, cerrando los ojos cuando una ola de emoción la recorrió.
Habían pasado dos años desde que tuvo el amor y la comodidad de la familia.
Reprimiendo los abrumadores sentimientos, carraspeó y explicó:

—El Dr. Dressler llamó y dijo que te caíste y estabas lastimada.

—¿Que me caí? —preguntó su abuela, retrocediendo como si tratara de ver su


rostro para verificar que la había escuchado bien.

Como Sarita no podía ver a su abuela, dudaba mucho de que la anciana


pudiera verla, entonces dijo:

—Sí. Dijo que estaba preocupado de que pudiera haber complicaciones y sintió
que mi visita podría ayudarte a superar esto.

—Pero no me he caído —dijo Maria Reyes con una confusión que pronto se
convirtió en enojo cuando agregó—: ¡El viejo bastardo! ¿Qué está tramando
ahora?
—Nada bueno, estoy segura —dijo Elizabeth Dressler con cansancio y luego
preguntó—: Pero si te invitó a la isla, ¿por qué tuviste que nadar desde la isla
pequeña?

—¿Estabas en la isla pequeña? —preguntó su abuela.

—Sí —respondió Sarita, apretando su mano y luego dijo—: Estuve aquí


primero. Cuando llegué me dijeron que estabas en el hospital y que estaría de
vuelta en la isla pronto y debería esperar. Pero el tercer día que estuve aquí, él
me noqueó y desperté en la pequeña isla con Domitian. Creemos que se suponía
que íbamos a ser parte de algún tipo de experimento —admitió, pero no explicó
que pensara que tenía que ver con el sexo. Era su abuela después de todo.

212
—Entonces eres uno de los híbridos —gruñó Elizabeth Dressler, sonando
furiosa—. Y probablemente estuviste enterado de lo que estaba sucediendo todo
el tiempo.

Sarita se calló, al principio pensando que se refería a ella, pero luego la mujer
agregó:

—¿Qué quería Ramsey que le hicieras a nuestra Sarita? —La pregunta apenas
había terminado antes de que dijera—: Thorne, atrápalo.

—No —gritó Sarita, prácticamente arrojándose sobre el regazo de Domitian—


. No está con Dressler, está aquí para atraparlo.

—¿Qué? —La Sra. Dressler se quedó sin aliento.

De repente, se hizo un silencio absoluto en la sala como si todos se hubieran


congelado y Sarita frunció el ceño con frustración, deseando que hubiera algo de
luz para poder ver dónde estaban todos y qué estaban haciendo. Especialmente
Thorne.

Esperando que la quietud significara que escucharían y dejarían a Domitian


solo, Sarita se enderezó para sentarse a su lado otra vez y explicó:

—La gente ha estado desapareciendo de América del Norte. Lo suficiente


como para que lo notaran, y a… —dudó y luego dijo—… se formó un equipo
especial de policía para averiguar quién los estaba secuestrando, por qué y dónde
los llevaron. Este equipo rastreó las desapariciones a Caracas y al Dr. Dressler,
pero para cuando llegaron, Dressler había tomado un año sabático en la
universidad y se había retirado a la isla. Pudieron descubrir que tenía una isla,
pero no dónde estaba. Aparentemente no hay registro de que sea dueño de una
isla.

—La compró con mi apellido de soltera —dijo la Sra. Dressler—. Elizabeth


Salter. No entendí por qué en ese momento, pero probablemente fue solo por este
tipo de eventualidad. El hombre siempre está pensando diez pasos por delante
de todos los demás —terminó amargamente.

—Oh —dijo Sarita y miró instintivamente a Domitian. No podía ver su


expresión, pero cuando él le apretó la mano, ella se volvió—. Bueno, no sabían
eso, así que enviaron equipos en barcos para explorar las islas. Pero ocho de sus
personas desaparecieron durante las búsquedas y no estaban más cerca de

213
encontrar la isla, por lo que Domitian aceptó un trabajo de Dressler para ser un
chef en la isla y ayudarlos a localizarla. El plan era que rastrearan su teléfono
para encontrar la isla, pero Dressler no quería a Domitian para el trabajo de chef.
Eso fue aparentemente un cebo para traerlo aquí. En el momento en que subió al
helicóptero para volar aquí, fue noqueado. Luego fue arrojado a la isla pequeña
conmigo. Eso fue anteayer. O tal vez fue el día anterior a eso ahora —agregó con
incertidumbre, el cansancio disminuía la velocidad de su pensamiento.
Finalmente, dejó de tratar de calcular la cuenta del día y simplemente dijo—: Esta
es la tercera mañana desde que los dos nos despertamos en la isla.

Hubo silencio por un minuto y luego Thorne preguntó:

—¿Esta fuerza policial especial va a asaltar la isla?

Era difícil saber si estaba contento o preocupado, la voz de Thorne parecía


contener ambas emociones y nuevamente Sarita deseó que la luz fuera mejor para
poder ver su rostro. Cuando salió el sol, la iluminación de la habitación se hizo
más brillante, pero todavía estaba llena de sombras y Thorne parecía estar en la
sombra más oscura de la habitación.

—Ellos quieren —dijo ella con firmeza—. Pero no pueden hasta que descubran
dónde está. Como dije, esperaban rastrear el teléfono de Domitian, pero Dressler
debe haberlo destruido o deshabilitado, o ya habrían asaltado la isla, detenido a
Dressler y liberado a las personas que había capturado.
—¿Pero por qué el doctor te puso en la pequeña isla con este hombre, chiquita?
—preguntó su abuela.

—Probablemente para cosechar huevos —dijo la Sra. Dressler sombríamente,


salvando a Sarita de tener que responder.

—No necesitaría al hombre para eso. Solo a Sarita —dijo Thorne, y la


familiaridad con la que usó su nombre la sobresaltó. Él pronunció su nombre
como si la conociera desde hace años. Pero entonces, tal vez él también había estado
allí para las lecturas de la carta, pensó. Tal vez, como la señora Dressler, él sentía
que la conocía por sus escritos.

Una sonrisa torcida reclamó sus labios. Parecía que todos en esta sala sabían

214
todo sobre su vida y la conocían y se habían sentido conectados con ella durante
años, Domitian con sus informes de detectives privados y el resto de sus cartas.
Ella era la única que no sabía o no sabía mucho a cambio. No sabía nada de
Domitian, y aparte de mencionar sus nombres, su abuela no había dicho mucho
sobre Thorne o Elizabeth Dressler, y tampoco había revelado mucho sobre ella…
como que había estado prisionera aquí todos estos años.

—Tal vez estaba esperando huevos fertilizados —dijo la Sra. Dressler en el


silencio.

—No podía esperar que mi pequeña Sarita tuviera relaciones sexuales con un
extraño —protestó su abuela al instante—. Ella es una buena chica.

Sarita hizo una mueca ante esas palabras, y sintió que Domitian le apretaba
suavemente la mano.

—No dudaría que Ramsey metiera drogas en cualquier alimento y agua que
él haya suministrado para obtener lo que quisiera —dijo Elizabeth en respuesta
y luego volvió la cabeza hacia Sarita y Domitian y agregó—: Es bueno que
escaparan de la isla pequeña. Cualquier razón que él tuvo para ponerte allí no
podría ser bueno. Pero ¿por qué venir aquí? —preguntó casi lastimera—. Esto es
incluso menos seguro para ti que la isla pequeña.

—Esa es mi culpa —admitió Sarita—. Domitian quería nadar para el


continente, pero encontré una carta a medio escribir de usted, señora Dressler, a
alguien llamada Margaret. Estaba metida en un libro en la oficina. En ella
menciona que esta isla se encontraba a una media hora o cuarenta y cinco
minutos al norte de la pequeña isla en un bote pesquero. Eso parecía manejable,
mientras que no estábamos seguros de cuán lejos estaba el continente.

»Además, estaba preocupada por ti, abuela —dijo Sarita, dirigiéndose a la


mujer que estaba a su lado—. Vi uno de sus experimentos en ese laboratorio suyo,
y después de que Dressler me noqueara, me enteré de todas las personas que ha
estado tomando y experimentando, estaba preocupada por ti. Pensé que de esta
manera que podríamos verificar para estar seguros de que estabas bien, obtener
las coordenadas exactas de la isla de ustedes, usar su teléfono para llamar al
continente y transmitir la información. Y ahora puedo decirles que tengan
cuidado, que hay híbridos y humanos que no están del lado de Dressler, pero
otros que sí lo están.

215
—Oh, chiquita… —Maria Reyes le apretó la mano firmemente con una de las
suyas, y la palmeó con la otra—. No tenemos teléfono. El doctor no nos confiaría
uno. Ni siquiera podemos sellar las cartas que enviamos desde la isla. Tienen que
pasar por él y las lee primero.

Sarita no estaba terriblemente sorprendida por esto. De hecho, explicó el


extraño tono de las letras a lo largo de los años. Eran afectuosas pero reservadas
al mismo tiempo.

Una maldición de Domitian la sacó de sus pensamientos y Sarita se volvió


hacia él y le aseguró:

—Está bien. Hay un teléfono en la casa grande.

—¿Estás segura? —preguntó con preocupación.

—Sí. La puerta de la oficina estaba abierta un día y corrí hacia ella pensando
que el doctor Dressler había regresad, pero Chico Grande Fornido estaba
hablando por teléfono.

En lugar de relajarse ante esta noticia, en realidad podía verlo fruncir el ceño.
La habitación se estaba volviendo más clara rápidamente. De hecho, podía verlo
lo suficientemente bien como para darse cuenta de que estaba extremadamente
pálido.

—Entrar en la casa puede ser complicado —dijo ahora con preocupación—.


No me gusta que tomes ese riesgo. Lo haré yo mismo y…
—Sí, claro —dijo Sarita y bufó groseramente ante la sugerencia—. No va a
pasar. Además, no es tan arriesgado. La seguridad de Dressler es una broma —
le aseguró—. Todo lo que tenemos que hacer es esperar hasta la hora de la cena
y prácticamente podemos entrar.

Domitian negó con la cabeza.

—No quiero que tomes ese riesgo.

—Y no me voy a quedar atrás como una criatura indefensa que no puede


cuidarse a sí misma —espetó con impaciencia. ¡Honestamente! Ella fue entrenada
para esto. Bueno, no exactamente esto, reconoció Sarita, pero no era...

—Quizás sería mejor intentar robar un bote —dijo Domitian ahora—. De esa

216
forma podríamos tomar a todos en esta habitación y sacarlos de la isla antes del
ataque. —Mirando hacia donde estaba Thorne oculto en las sombras, preguntó—
: Tienen más de un bote aquí, ¿no?

—Sí —respondió Thorne—. Pero las llaves se guardan en otro lado y él


mantiene las llaves y los barcos bien guardados. Se asegura de que nadie salga
de la isla sin que él lo diga. En cuanto a la seguridad de la casa —agregó, y Sarita
pensó que su cabeza se volvía ligeramente hacia ella—. Mientras que la mayoría
de los hombres dejan sus puestos a la hora de la cena. Todavía hay algunos de
servicio, y las cámaras no se apagan. Están todo el día todos los días. En el
momento en que ingreses a la casa, alguien lo sabrá.

Sarita frunció los labios mientras consideraba la situación y luego dijo:

—Su oficina tiene puertas francesas. Tendríamos que ir de esa manera. Podría
bloquear las puertas del pasillo mientras haces la llamada. Tendría que ser
rápido, solo diles que la isla es propiedad de Elizabeth Salter y adviérteles que
estén preparados para una gran fuerza de seguridad y luego nos vamos. Espero
que podamos salir antes de que nos detengan.

—¿Y si no lo hacemos? —preguntó Domitian solemnemente.

—Entonces nos atrapan y esperamos hasta que llegue la ayuda —dijo


encogiéndose de hombros.

—Parece que no entiendes —dijo Thorne ahora—. Las cámaras están en todas
partes alrededor de la casa, los laboratorios y el muelle. También están en los
árboles en el borde de la jungla para que Dressler pueda ver cada centímetro de
la costa y el jardín.

Sarita se puso rígida y miró a Domitian con alarma.

—Él sabrá que estamos aquí entonces.

—No —dijo Thorne, atrayendo su mirada hacia él nuevamente—.


Afortunadamente para ti no pude dormir anoche y estaba afuera… para caminar.
Te vi en el océano mucho antes de que te acercaras a la orilla y me hice cargo de
las cámaras de la cala donde saliste.

—¿Cómo? —preguntó Domitian.

217
—Rompí una rama sobre una, de modo que colgaba delante de ella
oscureciendo su vista. Sin duda, enviarán a alguien para que lo revise, pero con
suerte asumirán que un animal aterrizó en la rama y lo rompió.

—Dijiste que te hiciste cargo de ellos —señaló Domitian.

—Me coloqué frente a la otra hasta que saliste de la cala —admitió Thorne a
regañadientes—. No pensarán mucho en mi presencia allí.

—¿En el árbol? —preguntó Sarita, recordando los sonidos que había


escuchado y las ramas en movimiento en el árbol. Si este hombre lo había provocado,
él era un trepador de árboles, pensó. Las ramas que había visto moverse habían
estado en la parte superior, a unos nueve metros en el aire al menos.

Thorne gruñó afirmativamente y luego agregó:

—No hay cámaras en la jungla, solo en los árboles a lo largo de la frontera.


Hubo una vez pero seguían siendo dañadas o destruidas por animales, por lo
que Dressler no se molestó en reemplazarlas. Sintió que ver el acercamiento a la
jungla era suficiente. Así que, una vez que ustedes dos comenzaron a subir la
colina, me apresuré a despertar a mi madre y advertirle que vendrían. Una vez
que llegué aquí, también me encargué de las cámaras a un lado y al frente de la
casa, y luego fui a despertar a Maria.

—¿No le parecerá extraño que todas las cámaras en la parte delantera y lateral
de la casa hayan sido destruidas? —preguntó Domitian, frunciendo el ceño en su
voz.
—No. Las destruyo regularmente —dijo Thorne encogiéndose de hombros.

—Y Ramsey las repara regularmente —agregó la Sra. Dressler secamente—.


Es una batalla silenciosa de voluntades entre Thorne y su padre.

—No lo llames mi padre —dijo Thorne con rigidez—. Él es un donante de


esperma, nada más.

—Espera —dijo Sarita ahora, sentándose recta e intentando perforar las


sombras alrededor de Thorne con sus ojos mientras preguntaba—: ¿Cómo
supiste quiénes éramos, o que nos dirigíamos aquí a la casa?

—Estabas hablando cuando saliste del agua —dijo sin preocuparse—. Pero
incluso si no hubieras mencionado que querías ver a tu abuela, te habría

218
reconocido de inmediato por tus imágenes —dijo en voz baja—. Excepto por el
color y el estilo de tu traje de baño, podrías haber salido de la que le enviaste a
Maria con tus amigos en la playa para celebrar tu ingreso en la universidad de la
policía.

—Bien —dijo Sarita y se dejó caer en el sofá, recordó el traje escaso que llevaba
puesto. De repente, se sintió agradecida de que la luz no fuera tan buena aquí.
Olvidando que su abuela ya la había visto, dijo—: No sufras un ataque al corazón
cuando veas mi bañador, abuela. No fue mi elección, fue lo que Dressler dejó en
la casa para mí. —Hizo una mueca y agregó—: Aunque supongo que no debería
quejarme, al menos me cambié de ropa, incluso si no me importa por lo revelador
que son. El pobre Domitian lleva los mismos boxers desde hace tres días.

—Oh querido, bueno, podemos hacer algo al respecto al menos —dijo


Elizabeth Dressler, y de repente giró su silla alrededor del sofá y hacia la cocina—
. Ven, Sarita, Maria, haremos una incursión en mi armario y veremos si podemos
encontrar algo un poco más adecuado.

Sarita se levantó cuando su abuela lo hizo, pero miró insegura a Domitian.

—Thorne —dijo la Sra. Dressler entonces—. ¿Van a ver si tienen algo que
pueda usar el “amigo” de Sarita?

—Por supuesto —murmuró.

La Sra. Dressler asintió con satisfacción y luego sonrió a la abuela de Sarita


cuando se colocó detrás de su silla y comenzó a sacarla de la habitación.
—Gracias, Maria —murmuró y luego volvió a decir—: Vamos, Sarita.

—Ve. Estaré bien —dijo Domitian cuando todavía dudaba.

Asintiendo, Sarita se volvió para seguir a las dos mujeres. Resultó que ella
había estado equivocada. Podría haber tres dormitorios en el piso de arriba, pero
la habitación que suponía que sería un comedor resultó ser la habitación de la
Sra. Dressler en el piso principal. Aun así, Sarita sospechaba que originalmente
había sido un comedor, pero se había convertido para acomodar a la anciana en
su silla de ruedas.

—Aquí estamos. Ahora veamos…

Las palabras de la Sra. Dressler atrajeron su atención hacia el armario que la

219
mujer había abierto. Era de un buen tamaño, corría a lo largo de la habitación,
pero la ropa colgaba lo suficientemente alto como para que no hubiera forma de
que la mujer pudiera alcanzarlos. Sarita acababa de decidir que su abuela debía
ir a buscar la ropa que quería, cuando la señora Dressler agarró una larga vara
que colgaba entre la ropa y usó el gancho en el extremo para levantar una blusa
de algodón liviana.

—¿Qué pasa con esto? —preguntó, ofreciéndole a Sarita.

—Es hermoso —le aseguró Sarita, tomando la parte superior.

—Oh, sí, eso te quedaría muy bien, chiquita —dijo alegremente su abuela—.
Tengo la falda para que la uses. Y es nueva, acabo de terminar de hacerla. Espera
aquí y la buscaré.

Sarita observó a la pequeña mujer salir corriendo de la habitación con una


sonrisa que se desvaneció lentamente al pensar en lo que la señora Dressler había
dicho antes. Volviéndose a la mujer, dijo:

—Usted sugirió que todos eran prisioneros aquí. ¿Incluyendo a mi abuela?

—Sí —dijo la mujer simplemente.

—¿Por qué? —preguntó con el ceño fruncido—. Por lo que entiendo cuando la
empleó por primera vez, la abuela vino a trabajar por las mañanas y se le permitió
salir por la noche. Al menos lo hizo mientras vivían en la pequeña isla. ¿Por qué
eso no continuó aquí?
—Lo hizo durante las primeras dos semanas después de que nos mudamos
aquí a la casa grande —dijo la Sra. Dressler, colgando su palo enganchado de la
barra de la ropa de nuevo. Luego, sentándose en su asiento, suspiró y añadió—:
Pero luego me sometí a un trabajo de parto prematuro con Thorne. —Apretando
la boca, explicó—: Había hecho los arreglos para mudarme a al continente
durante el último mes de mi embarazo, por si acaso había complicaciones
Ramsey iba a llevarme en avión al día siguiente, pero de repente estaba en medio
de eso. Lo que no sabía entonces era que Ramsey no tenía intención de dejarme
tener a mi hijo en tierra firme y que había puesto algo en mi bebida durante el
almuerzo para inducir el parto.

Sarita enarcó las cejas ante eso. Estaba sorprendida de que él se arriesgara con

220
su propio hijo. Si ocurrieran complicaciones, podría haber perdido tanto a su
esposa como a su hijo.

Soltando un aliento furioso, la Sra. Dressler continuó:

—Debería haberme dado cuenta de que algo andaba mal cuando canceló sus
clases por el día y estaba en casa a mediados de la semana. Dijo que era porque
quería pasar tiempo conmigo, y pensé que era dulce e incluso afortunada de que
él estuviera allí cuando comencé a tener contracciones. Corrí hacia él, segura de
que me pondría en el helicóptero y me llevaría directamente a tierra firme, pero
me dijo que todo estaba bien. Era demasiado temprano, probablemente solo eran
contracciones de Braxton Hicks. Dijo que debería relajarme y respirar, y
seguramente se irían. Él siguió diciendo eso hasta que rompí aguas.

Su boca se tensó y la ira cruzó su rostro.

—Y luego mostró sus verdaderos colores. El dulce hombre con el que pensé
que me había casado se convirtió en un monstruo frío y duro. Declaró
rotundamente que nunca había tenido la intención de ir al continente a tener el
bebé. Había provocado el parto temprano para asegurarse de que no sucediera,
así que también podría resignarme al hecho de que estaba teniendo al bebé aquí
en la isla, y dejar de lloriquear y llorarle. Estaría en trabajo de parto por horas.
Que me acostara y le dejara solo. Él me vería más tarde y me ayudaría si fuera
necesario.

»Yo era joven entonces —dijo la Sra. Dressler con tristeza—. Y me quedé
destrozado por su comportamiento. Estallé en lágrimas y tropecé de regreso a mi
habitación y cerré la puerta. Y entonces decidí que no quería que ese hombre se
acercara a mi bebé y puse una silla debajo para asegurarme de que no pudiera
entrar. —Chasqueando la lengua, negó y añadió—: Y con esa única acción, sellé
el destino de tu abuela.

Sarita enarcó las cejas ante las palabras.

—¿Cómo?

—Porque Maria estaba en la habitación —explicó en voz baja—. No me di


cuenta hasta que terminé de meter la silla debajo de la puerta y me volví para
verla congelada con la cama medio hecha, los ojos muy abiertos.

La señora Dressler negó tristemente.

221
—Si hubiera sabido lo que significarían mis acciones para tu pobre abuela,
habría movido la silla y le hubiera ordenado salir de inmediato. Pero no lo sabía,
y estaba agradecida de tenerla allí. Tenía miedo y me sentía más sola que en toda
mi vida y ella era todo lo que tenía. —Sonriendo con ironía, dijo—: No éramos
exactamente amigas en ese momento. Si bien tu abuela sabía algunas palabras de
inglés, yo no sabía ni una palabra de español. Había un poco de barrera de
comunicación allí, pero Maria fue amable, gentil y solidaria y me ayudó durante
las horas más oscuras de mi vida. Ella fue quien trajo a Thorne a este mundo. —
La señora Dressler suspiró—. Y en el momento en que lo vio a él, Maria estaba
condenada a permanecer en esta isla por el resto de sus días.

—¿Por qué? —preguntó Sarita con confusión.

—Porque ella vio lo que soy.

Dando vueltas, Sarita miró hacia la puerta ante ese sombrío comentario y miró
por primera vez a Thorne Dressler. El hombre era impresionante. Con los
pómulos altos, una mandíbula cincelada, ojos dorados pálidos, y un cabello tan
rubio que era casi blanco donde estaba plano contra su cabeza. Con la cabeza
descubierta, pensó, así era como lo llamaban porque era del color de las fibras de
cáñamo o lino.

Sarita lo miró fijamente por un minuto y luego negó ligeramente.

—No entiendo por qué verte…


Las palabras murieron en su garganta cuando entró en la habitación y salió de
la sombra que había ocultado las jorobas en su espalda. Todavía mirándole al
rostro, apenas había notado las jorobas cuando de repente levantó los brazos.
Inmediatamente, las dos jorobas cayeron y se balancearon en dos enormes alas
marrón chocolate. Se extendieron al menos metro y medio a cada lado de su
espalda, tocando las paredes en cada extremo de la habitación.

—Dios mío —susurró.

La boca de Thorne se tensó como por un golpe.

—Son magníficas —terminó ella y él parpadeó, pareciendo repentinamente


inseguro.

222
—¿Encontraste algo de ropa para Domitian? —preguntó la Sra. Dressler
suavemente.

Aclarando su garganta, Thorne asintió y miró a su madre mientras decía:

—Sí. Es por eso que vine. Pensé en decirte que él está listo. —Vaciló y luego
dijo—: Voy a poner un poco de té y esperaré con él en la cocina para que terminen
las damas.

—Gracias, hijo —dijo Elizabeth Dressler cariñosamente.

Sarita lo vio irse, su mirada deslizándose de sus pálidos ojos dorados, la


elegante gorra blanca de lo que ahora pensaba que podrían ser plumas y no
cabello, y luego, cuando se dio vuelta para salir de la habitación, examinó las alas
de color chocolate que se habían doblado de nuevo en su lugar a sus espaldas.
También vio que no había espalda en la camisa debajo de los hombros. Había
sido hecho especialmente para acomodar sus alas.

—¿Águila calva? —preguntó en voz baja una vez que salió de la habitación.

—Sí. —La palabra silbó en la Sra. Dressler en un suspiro—. Mi esposo... —la


palabra sonó como una maldición de sus labios—… aparentemente me drogó y
cosechó mis huevos en nuestra noche de bodas. Los fertilizó con su esperma y
luego los inyectó con varias mezclas de ADN mezclado de animales que él
consideraba valiosos. Al menos creo que eso es lo que me dijo. —Agitó una mano
con irritación y agregó—: Estaba un poco angustiada en ese momento.
—Puedo imaginarlo —dijo Sarita con simpatía.

—De todos modos, aunque no pretendo entender lo que hizo, mencionó el


empalme genético o algo así cuando lo enfrenté. —Negó con la cabeza, y luego
agregó—: Al parecer, me volvió a drogar aproximadamente una semana después
de nuestra boda y plantó uno en mi vientre. Mi Thorne.

Miró hacia la puerta donde había estado su hijo y luego volvió a Sarita.

—El águila en él aparece más debido a las alas y sus ojos. Ramsey siempre
tuvo que usar lentes, por lo que las águilas de visión excepcional lo atrajeron.
Pero Ramsey dice que también hay otros ADN en él. Medusa porque envejecen
hacia atrás. Salamandra porque pueden regenerar miembros, orejas, incluso sus
corazones, y así sucesivamente. No sabemos todo lo que tiene, o lo que podría

223
significar. Ramsey quería probarlo a lo largo de los años para ver qué ADN había
tomado y qué efecto tenía, pero me negué a permitir que se acercara a mi hijo —
dijo sombríamente—. No pude proteger a todos esos otros niños que él creó, pero
lo mantuve alejado de Thorne y me negué a vivir en la misma casa que él.
Amenacé con vivir en la jungla si él no construía una casa pequeña para mí, Maria
y Thorne, y lo hubiera hecho. No podía soportar esa casa después de darme
cuenta del tipo de monstruo con el que me había casado. Creo que me habría
matado hace mucho tiempo si no fuera por Maria y Thorne.

Sarita miró el rostro de la señora Dressler. Si bien obviamente amaba y estaba


orgullosa de su hijo, también estaba furiosa y probablemente dolida de que el
marido que había pensado que la amaba hubiera hecho tal cosa. Y probablemente
también estaba sufriendo por su hijo, porque el hombre nunca podría tener una
vida normal. Si apareciera en el continente, no dudaba de que pronto se
encontraría en un laboratorio en algún lugar, siendo empujado, pinchado y
experimentado mientras los doctores y científicos trataban de resolver
exactamente lo que él era.

—Aquí estamos.

Sarita miró hacia la puerta cuando su abuela volvió corriendo y pensó en lo


que Elizabeth había dicho. Maria Reyes había sido amable y consoladora y había
estado condenada a quedarse aquí en el momento en que ayudó a traer a Thorne
a este mundo.
Por supuesto, ahora que había visto a Thorne correctamente, Sarita lo
entendió. Estaba bastante segura de que todo lo que Dressler había hecho era
ilegal. Desde cosechar los huevos de su esposa sin su permiso para el juego
genético de Scrabble, que había jugado con ellos y todo lo demás. No podía
arriesgarse a que su abuela saliera de la isla y le dijera a nadie lo que había visto.

Así que todos estos años, su abuela había sido mantenida aquí en contra de su
voluntad, mientras que su esposo y su hijo habían pensado que ella los había
abandonado. Sarita podría haber llorado por ella… por los tres. Si su padre y su
abuelo hubieran sabido la verdad, no dudaba que hubieran movido el cielo y la
tierra para traer a su abuela a casa. Sin embargo, sin saber la verdad, pensaron
que ella los había abandonado y la habían odiado por eso.

224
—¿Te gusta?

Sarita obligó a su atención a la falda que su abuela estaba sosteniendo y sonrió


con sorpresa. Era una preciosa falda campesina azul pizarra. Tocando el material
suave, asintió.

—Sí.

—¿Estás segura? —preguntó su abuela y frunció el ceño—. Probablemente sea


ridículamente pasado de moda, lo sé, pero no tenemos patrones aquí para hacer
la ropa. Tenemos suerte de que Ramsey nos traiga algo de tela, y...

—Abuela —dijo Sarita con firmeza, tirando de la falda y abrazándola con


fuerza—. Las faldas campesinas nunca pasarán de moda. Es bonito. La amo. —
Liberándola, añadió secamente—: Y estaré muy contenta de llevar algo más que,
como dijo Domitian, un pañuelo roto en tres pedazos pequeños y pegado.

Su abuela la miró en el bikini minúsculo que llevaba y sonrió con ironía.

—Estoy sorprendido de que se haya quejado. Eres hermosa, chiquita.

Sarita se rió entre dientes.

—Se quejaba de que le resultaba distractor cuando estábamos tratando de


encontrar una forma de salir de la isla.

—Ahora eso lo puedo creer —dijo con una sonrisa, y luego inclinó la cabeza y
preguntó—: Es un buen hombre, ¿verdad?
—Sí —respondió Sarita sin dudarlo—. Es un hombre muy bueno.

—¿Cómo? —preguntó ella de inmediato.

Sarita parpadeó sorprendida, pero no tuvo ningún problema para responder.

—Bueno, él es fuerte, inteligente y valiente. Es considerado también. Y puede


cocinar —agregó, eso era muy importante ya que ella no podía—. Y creo que debe
ser el hombre más paciente que he conocido, y... —Sarita hizo una pausa y miró
a su abuela con incertidumbre cuando lanzó un pequeño suspiro—. ¿Qué pasa?

—Nada —dijo rápidamente su abuela.

Fue Elizabeth Dressler quien dijo:

225
—Me temo que tu abuela y yo nos hemos permitido incursionar en la fantasía
un poco más de lo que deberíamos para aliviar el aburrimiento aquí.
Esperábamos que algún día quizás Ramsey muera, y que podamos invitarlo aquí.
Estábamos seguras de que una vez que conocieras a mi Thorne, los dos se
enamorarían y podríamos vivir felices aquí con ustedes produciendo varios
nietos para que pudiéramos echar a perder.

—¿Qué? —Jadeó Sarita, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Girando a
su abuela, dijo—: ¡No lo hiciste!

—Bueno, Thorne pensó que eras bonita cuando vio tu foto… y él disfrutó tus
cartas tanto como nosotros —dijo su abuela a la defensiva—. Y él es un buen
hombre, chiquita. Él es tan bueno con nosotros, pero está muy solo. Él también
merece ser feliz. —Suspiró y negó—. Pero si amas a esta Domitian entonces… —
Se encogió de hombros.

—Nunca dije que amara a Domitian —susurró Sarita con alarma, sintiendo sus
mejillas arder de vergüenza—. Apenas nos conocemos. Solo nos conocimos hace
un par de días en la isla pequeña. No puedo amarlo.

—Las cosas que dijiste sobre él sugieren que lo conoces bien, y me sonaron
como amor —dijo su abuela y luego miró a Elizabeth Dressler—. ¿No lo creías,
Elizabeth?

—Sí, me temo que sí.


—Sí. —Su abuela miró hacia atrás y se encogió de hombros—. Pero si no es
así, entonces bueno. Todavía hay una posibilidad para ti y Thorne.

—Er… —dijo Sarita débilmente.

—Vamos, Maria —dijo la Sra. Dressler, sonando divertida—. Thorne estaba


haciendo té. Veamos si está listo y deja a Sarita vestirse.

Asintiendo, su abuela se movió detrás de la silla de la mujer y la sacó.

Sarita los miró irse y luego suspiró y negó.

—Increíble —murmuró. La pareja la había estado casando con Thorne en sus


fantasías antes de que ella los conociera, y mucho menos al hombre en cuestión.

226
Vaya. Entonces, ¿eso era tener una abuela? La idea la hizo sonreír débilmente.
Los abuelos de Sarita por parte de su madre habían muerto cuando ella era muy
joven. Sus recuerdos de ellos eran confusos en el mejor de los casos. Consistían
en un abuelo que siempre tenía una sonrisa en el rostro y un cigarro en la mano,
y una abuela que olía a lavanda. Eso fue todo. Parecía que tener una abuela iba a
ser interesante.

Negando, comenzó a ponerse la ropa prestada sobre su bañador.


Capitulo 13

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—Debes estar cansado después de nadar toda la noche.

Domitian apartó los ojos de la puerta cerrada de la habitación de la Sra.


Dressler por el comentario de la abuela de Sarita y volvió su atención a la gente
sentada a la pequeña mesa de la cocina con él. La Sra. Dressler, Maria Reyes y
Thorne. La mesa parecía demasiado pequeña para que comieran los tres. No
había pensado que cupieran cinco sillas alrededor. Sin embargo, lo habían
logrado. Era apretado, pero serviría para tomar el té.

—Sí, estoy un poco cansado —dijo finalmente, sobre todo porque esperarían
que cualquier persona normal se cansara después de todo. Pero mientras
Domitian estaba cansado, también sentía dolor. Definitivamente había usado
mucha sangre para nadar aquí y necesitaba más. Sin embargo, no se iba a
alimentar de ninguna de las personas aquí en la mesa. Las mujeres tenían
alrededor de setenta años y, según su suposición, eran frágiles.

Alimentarlos podría causar un ataque al corazón. En cuanto a Thorne...

Su mirada se movió hacia el hombre. Thorne parecía tener poco más de treinta
años, pero no había forma de que fuera tan joven. Esta casa era vieja y las paredes
delgadas, Domitian no tuvo problemas para escuchar lo que la Sra. Dressler le
había contado a Sarita sobre su matrimonio y el nacimiento de su hijo. Si hubiera
nacido ocho meses después de que ella y el Dr. Dressler se casaran y se mudaran
a Venezuela, entonces él sabía que Thorne estaba en la cincuentena.

Sin embargo, no fue la edad de Thorne lo que lo quitó de la consideración de


donante de sangre. Era el hecho de que no era totalmente humano. Domitian no
tenía idea de cómo el empalme de ADN había afectado la sangre, o cómo su
sangre lo afectaría. Él no lo arriesgaría.

—Oh, bueno… —Comenzó la abuela de Sarita, y luego se detuvo cuando la


puerta de la habitación se abrió y su nieta salió.

Domitian se puso en pie de inmediato, y se movió detrás de la silla vacía al

228
lado de la suya. La había traído de la sala de estar mientras arreglaban la mesa.
Era una silla acolchada de respaldo recto y ahora la sacó ligeramente, sus ojos se
deslizaron sobre Sarita mientras se acercaba con una blusa blanca de campesino
con una falda campesina azul pizarra. Se veía hermosa y él sonrió y murmuró:
“Encantador”, mientras se acercaba. Sarita sonrió ante el cumplido mientras se
acomodaba en la silla que sostenía para ella.

—Gracias.

—Es un placer —murmuró, recorriendo la silla.

—Domitian estaba diciendo que estaba cansado de nadar toda la noche —


comentó la abuela de Sarita mientras recuperaba su asiento.

—Sí —estuvo de acuerdo la Sra. Dressler—. Y realmente podría tomar un


pequeño descanso yo misma. No estoy acostumbrada a levantarme temprano.

—Yo tampoco —admitió Maria Reyes y luego confesó—: Parece que duermo
más y más, en cuanto más vieja me hago.

—Entonces creo que todos deberíamos ir a la cama después del té —anunció


la Sra. Dressler—. Sarita, puedes tener la habitación de invitados arriba. Solía ser
mi habitación hasta… —Hizo un gesto hacia su silla de ruedas con disgusto.

—Domitian puede tener mi habitación —dijo Thorne—. No estoy cansado, y


alguien debería vigilar al guardia en la playa de todos modos. Asegurarse de que
no suba a la casa.
—Bien, bien entonces. Todo está decidido —dijo la abuela de Sarita
alegremente—. Terminaremos nuestro té y luego todos descansarán un poco. De
esa manera, estaremos descansados cuando decidamos cuál es la mejor manera
de llevar la información necesaria a la policía que espera atacar la isla.

Domitian miró a las ancianas, notando sus expresiones de satisfacción y tuvo


la clara impresión de que habían planeado esto entre las dos. Obviamente no
querían que Sarita hiciera nada tan arriesgado como acompañarlo a la casa para
usar el teléfono, y él estuvo de acuerdo con ellas. De hecho, simplemente le
hicieron las cosas más fáciles. Podía fingir que se iba a la cama, esperar hasta estar
seguro de que Sarita estaba durmiendo, y luego escabullirse e ir a hacer la
llamada él mismo… deteniéndose en el camino para alimentarse de uno de los
hombres de seguridad de Dressler, por supuesto. O dos, agregó, y luego notó que

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Sarita lo estaba mirando con preocupación.

Sin duda, ella había notado su palidez, pensó Domitian con un suspiro interno.
Desafortunadamente, el sol ahora estaba subiendo por el cielo y entraba por las
ventanas y no había manera de que ella no se extrañaría. La mujer no se extrañaba
de nada de lo que él podía decir.

—Sí, dormir es una buena idea —dijo ahora, sonriendo a la abuela de Sarita y
la Sra. Dressler.

Para su alivio, Sarita asintió y su abuela le preguntó si había recibido su última


carta antes de partir hacia Venezuela. Cuando se volvió para contestar, Domitian
consideró su plan. Decirle a su tío que la isla había sido adquirida con el nombre
de Elizabeth Salter ayudaría a traerlos, pero ciertamente no prepararía a los
cazadores de renegados para lo que encontrarían una vez que llegaran. Parte de
su venida había sido obtener tanta información como pudiera sobre la seguridad
en la isla y otras cosas.

Dirigiéndose a Thorne, preguntó:

—¿Sabes cuántos hombres de seguridad y trabajadores domésticos tiene el Dr.


Dressler en la isla?

El hombre vaciló, pero luego negó con pesar.


—Aparte de un par de viajes para ver dónde estaban las cámaras y ver si podía
tomar uno de los barcos y sacar a mi madre y a Maria de aquí, me mantengo
alejado de ese lado de la isla tanto como sea posible.

—A mi pedido —dijo solemnemente la Sra. Dressler—. Lo último que quiero


es que Ramsey ponga sus manos en Thorne y experimente con él como lo hizo
con los demás. Así que se queda aquí en la cabaña en su mayor parte.

—Todos lo hacemos —dijo tristemente Maria Reyes, interrumpiendo su


conversación con su nieta—. Toda nuestra vida es esta cabaña, el jardín y la playa
debajo del acantilado.

Domitian asintió con comprensión, pero deseó que fuera de otra manera.

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Alguna información sobre lo que los cazadores de renegados enfrentarían sería
útil, y hasta ahora tenía muy poco.

—Tiene un buen número de personas aquí —dijo Sarita en voz baja, llamando
su atención cuando comenzó a marcarlos con los dedos—. En la casa estaba la
cocinera, Aleta. Ella rara vez deja la cocina, así que no debería ser un problema.
Pero hay al menos otras cuatro personas dentro de la casa que ayudan con la
limpieza y otras cosas. También había tres o cuatro hombres y mujeres trabajando
afuera en los jardines. —Se detuvo brevemente y luego dijo—: Eso es todo con
los empleados domésticos. Al menos en la casa.

—¿Y seguridad? —preguntó Domitian.

—Había un montón de seguridad —admitió—. Tenía cuatro hombres en la


puerta principal, dos adentro y dos afuera, y dos más en la puerta de atrás hacia
el jardín, uno dentro y otro fuera. Pero vi una buena veintena de ellos viniendo
de todas direcciones en las comidas, así que creo que debe haber muchos que
caminan por la playa, el jardín y la jungla. Y eso no incluye a los muchachos en
las torres y la garita de los laboratorios.

—¿Torres y garita? —preguntó con interés.

Sarita asintió.

—Aparte del tipo en la puerta de entrada, había cuatro torres. Uno en cada
esquina de la valla alrededor de los laboratorios —dijo sucintamente—. Había
dos hombres en cada torre. Pero estaban más interesados en mirar los edificios
dentro de la valla que cualquiera que venga del exterior. —Hizo una pausa, y
luego dijo—: Ahora que sé sobre las personas que han secuestrado, supongo que
su trabajo es realmente vigilar posibles intentos de escape antes que de intrusos.
—Su boca se torció levemente—. Pensé cuando lo vi, que la configuración parecía
más una prisión que laboratorios. —Negando, dijo—: Pero mientras hay muchos
hombres alrededor, como dije, su seguridad es una broma.

»Al menos en los laboratorios. El tipo en la puerta de entrada estaba viendo


porno. Yo solo pasé por su lado. Y los muchachos en las torres no se dieron cuenta
de que caminaba hacia los edificios hasta que estaba a mitad de camino de la
primera. Estaba dentro antes de que pudieran bajar la escalera. —Hizo una pausa
y dijo—: Sin embargo, puede haber más personas dentro de los edificios. De
hecho, sé que tiene al menos otra persona trabajando con él. Su asistente, Asherah
—dijo Sarita y luego agregó—: Era una amazona alta y rubia, fría como un pez y

231
sarcástica. No parecía gustarle mucho.

—Imposible —dijo Domitian en voz baja y Sarita le sonrió en respuesta. Él le


devolvió la sonrisa y luego dijo—: Cuéntame sobre los laboratorios de Dressler.

Sarita asintió.

—Solo vi la primera habitación del edificio más cercana a la puerta. Pero hay
varios edificios. Desde el helicóptero conté seis en el área cercada y uno afuera.
Parecen cuarteles del ejército, estructuras metálicas largas, bajas y estrechas con
solo una puerta cada una en el extremo que da a la puerta de entrada. No vi
ventanas —agregó Sarita sombríamente y luego dijo—: Creo que la que está fuera
de la cerca es probablemente el cuartel y el comedor de los tipos de seguridad.
Un grupo de ellos salían a la hora de la comida para recolectar la comida, pero la
llevaban de vuelta a ese edificio para comer y luego devolvían las cazuelas y todo
eso.

Hizo una pausa, pensó por un minuto, y luego se encogió de hombros.

—Eso es todo lo que sé.

Domitian asintió en un suspiro. Tendría que ser suficiente.

—Pero no podemos olvidar mencionar al hombre con agallas a tu tío —agregó


Sarita de repente—. Puede haber más como él allí afuera. De hecho, ahora que lo
pienso, es muy probable que lo haya sido. Esa es probablemente la forma en que
tu tío y ese compañero de Santo, así como los demás fueron arrastrados de los
barcos y desaparecieron sin que tu hermana y los otros pilotos lo pudieran ver.

—Sí. —Domitian asintió lentamente. Eso tenía perfecto sentido. Fácilmente


podrían haber sido disparados con un dardo y arrastrados por el costado,
derribados en las profundidades y arrastrados por una de las criaturas que había
matado en su camino hasta aquí. Podrían haber arrastrado a los inmortales hasta
la isla sin salir a la superficie y no haberlos matado. Los nanos simplemente
habrían entrado en una especie de estasis y luego se habrían activado de nuevo
para reparar las cosas una vez que la sangre oxigenada estuviera disponible de
nuevo. Sin embargo, dudaba que hubiera sucedido. Algunos de ellos habían sido
llevados tan lejos de la isla que viajar de ida y vuelta llevaría demasiado tiempo.

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Debía haber barcos alrededor, fuera de la vista, esperando que trajeran su presa.

—Avísenles sobre los híbridos alados que vigilan desde el aire también —dijo
Thorne.

Domitian lo miró bruscamente, pero no estaba siendo sarcástico.

Levantando una ceja, el hombre preguntó:

—¿Pensaste que yo era el único?

—En realidad, lo hice —admitió Domitian con una mueca en los labios—.
¿Hay otros, sin embargo?

Thorne asintió.

—Solo vuelan por la noche. Probablemente porque el doctor no desea que los
vean, pero a veces vuelan bastante lejos sobre el océano.

—¿Hay otros híbridos por los que debo advertirles? —preguntó.

—Estoy seguro de que hay muchas variaciones —dijo sombríamente—. Sin


embargo, ya que no voy al otro lado de la isla… —Se encogió de hombros—. Me
temo que no puedo ayudarte.

—Por supuesto —dijo Domitian y asintió pensativamente. Solo tendría que


advertirles que mantuvieran los ojos abiertos.

—Bueno, no sé sobre el resto de ustedes, pero estoy lista para irme a la cama
—anunció la Sra. Dressler brillantemente.
—Yo también. —La abuela de Sarita se puso de pie, vaciló y luego se inclinó
para besar tímidamente la mejilla de Sarita antes de decir—: Deberías dormir
también, chiquita. Has estado despierta toda la noche.

—Sí, abuela —dijo Sarita suavemente, levantando su mano para tocar su


mejilla donde su abuela la había besado.

—Iré contigo después de ver a Elizabeth acostarse —agregó Maria Reyes con
una sonrisa.

Domitian vio la forma en que los ojos de Sarita se suavizaron y se dio cuenta
de repente de que no había tenido la influencia y el afecto más suaves de una
mujer en su vida durante mucho tiempo, desde que tenía trece años. Esto debía
ser un poco abrumador para ella en algunos aspectos.

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—Buenas noches, Sarita —dijo la Sra. Dressler, extendiendo la mano para
apretarla cariñosamente—. Duerme bien.

—Tú también —dijo Sarita y luego se puso de pie para besarla en la mejilla,
antes de enderezarse para abrazar a su abuela y besarla también en la mejilla.

Ambas mujeres le sonrieron radiantemente por la exhibición afectuosa, y


entonces la Sra. Dressler sonrió a Domitian y dijo:

—La habitación de Thorne es la primera a la izquierda en la parte superior de


las escaleras. Deberías correr hasta la cama. Pareces listo para caer—.

Domitian asintió cortésmente y se levantó cuando la abuela de Sarita comenzó


a alejar a la mujer. Cuando las damas desaparecieron en la habitación y Sarita se
giró hacia atrás, la besó suavemente en la mejilla.

—Te dejaré con tu abuela e iré a descansar un poco. Duerme bien.

—Buenas noches —susurró Sarita, y él vio su preocupación anterior parpadear


en su rostro—. ¿Estás bien?

—Estoy bien —le aseguró, y luego se volvió y se escabulló antes de que ella
pudiera preguntar cualquier cosa que pudiera obligarlo a mentir.
—Bueno, esta es la vieja habitación de Elizabeth —dijo la abuela de Sarita, un
poco sin aliento por subir las escaleras. Hizo un gesto hacia la puerta a su derecha
cuando entraron al pasillo superior.

—Oh. —Sarita lo miró y luego dijo—: Te acompañaré hasta tu puerta.

—No seas tonta. Solo son un par de pasos. Entra y vete a la cama. Sé que debes
estar cansada. —Le dio unas palmaditas en el hombro, luego levantó la mejilla y
Sarita se inclinó para besarla nuevamente, lo que hizo que la mujer volviera a
sonreír. Girando, se dirigió hacia la puerta al final del pasillo y dijo—: Buenas
noches, cariño.

—Buenas noches —murmuró Sarita y la miró, pero luego abrió la puerta y se

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deslizó adentro cuando su abuela llegó a su propia puerta y miró hacia atrás.

Sarita cerró la puerta y simplemente se quedó allí escuchando hasta que oyó
abrir y cerrar la puerta de su abuela. Dejando salir su respiración con un pequeño
suspiro, abrió la puerta de nuevo y miró hacia el pasillo. Al encontrarlo vacío,
Sarita vaciló, su mirada se deslizó hacia la puerta del otro lado del pasillo donde
estaba Domitian. Pero finalmente, salió y se dirigió de puntillas a su puerta.

Comenzó a levantar la mano para llamar, pero se contuvo en el último


momento y puso los ojos en blanco. Alguien lo oiría. Estaba definitivamente
cansada. Negando, Sarita giró lentamente el pomo de la puerta y luego se deslizó
dentro.

Domitian estaba acostado en la parte superior de la cama, completamente


vestido y completamente despierto. Él se sentó de inmediato cuando ella entró,
pero permaneció en silencio mientras ella cerraba su puerta con cuidado. Él no
dijo nada después de eso, sino que simplemente observó en silencio mientras se
acercaba a la cama, notó Sarita mientras su mirada se deslizaba sobre él.

Vestía jeans y una camisa sin espalda. Lo había notado cuando se había ido
para subir las escaleras. Pero luego supuso que no debería haber esperado nada
más. Thorne no tendría camisetas con espaldas en ellas. Aun así la había
sorprendido y tuvo que contener una carcajada.

No se estaba riendo ahora. No se veía que la camisa era diferente de frente y


esta era la primera vez que lo veía en algo más que boxers. Era sexy en los boxers,
pero lo encontraba igual de irresistible en la ropa. Domitian no era tan bonito
como Thorne, suponía, si lo tomabas por rasgos, pero había algo en él que la
atraía.

—Sarita —gruñó en advertencia y rodó por el otro lado de la cama grande


cuando ella comenzó a sentarse en el borde junto a él.

Enderezándose, ella frunció el ceño y caminó hasta el final de la cama cuando


lo hizo.

—No deberías estar aquí —susurró Domitian, tomándola de los brazos como
para contenerla—. Necesitamos dormir.

—Sí, lo hacemos —estuvo de acuerdo Sarita—. Pero también necesitas sangre.

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—Sí —admitió con gravedad—. Desafortunadamente, no hay nada que pueda
hacer por el momento.

—Ahí está —dijo solemnemente y apartó su largo cabello de su cuello.


Empujándolo sobre su hombro para caer por su espalda, descubrió su garganta
hacia él. Sarita no dijo nada, simplemente inclinó su cabeza hacia un lado,
ofreciéndole su cuello.

—Así que —la palabra salió en un suspiro siseado, y luego Domitian presionó
un beso en su garganta y murmuró—: Lo imposible ha sucedido.

—¿Qué? —preguntó con confusión, temblando mientras sus labios recorrían


su garganta.

—El infierno se ha congelado —susurró, recordándole sus palabras al


conocerlo por primera vez. El infierno se congelaría antes de que lo dejara
morderla, había dicho ella.

Antes de que Sarita pudiera responder, sus dientes se hundieron en su


garganta. Se puso rígida por el agudo dolor que le causaba y luego se relajó
cuando desapareció repentinamente y el placer se deslizó a través de ella, una
cálida sensación de humedad que se posó en su vientre.

Gimiendo, se presionó más cerca, sus brazos deslizándose sobre sus hombros,
sus manos acunando su cabeza mientras él bebía de ella. De alguna manera, una
de sus piernas estaba entre las suyas y jadeó cuando se frotó contra ella, y luego
se movió, frotando hacia atrás y aumentando su placer mientras él... se había ido
de repente.

Parpadeando abrió los ojos, Sarita miró a su alrededor con consternación


cuando sonó un fuerte golpe y vio a Domitian golpear el piso con Thorne encima
de él. Se quedó boquiabierta brevemente cuando los dos hombres comenzaron a
rodar por el suelo, forcejeando para poner las manos alrededor de la garganta del
otro, y luego algo de su buen sentido regresó y corrió alrededor del par para
alcanzar sus cabezas. Doblándose, agarró a cada hombre por una oreja y las
retorció.

—¿Qué diablos estás haciendo? —siseó Sarita cuando ambos se congelaron,


sus ojos se movieron de lado para verla.

236
—No comencé esto —señaló Domitian con rigidez—. Sólo estaba… er… y
luego, de repente, me apartó de ti.

—¿Er? —preguntó secamente.

—¿Es eso lo que llamas a morderla? —gruñó Thorne y comenzó a forcejear con
él otra vez, pero se congeló de inmediato cuando Sarita dio otra vuelta a su
oreja—. Maldición, mujer, detente —gruñó—. Estoy tratando de protegerte de
este vampiro.

—No es…

—¿Hola? —dijo su abuela a través de la puerta, tocando—. Escuché un


alboroto venir de aquí. ¿Está todo bien?

Sarita se mordió el labio y luego miró a Domitian y le dijo:

—Controla su mente y haz que él le diga que todo está bien.

Domitian se volvió hacia Thorne y se concentró en su frente.

—¿Hola? —llamó su abuela otra vez, más fuerte.

—¿Qué está pasando, Maria? —La voz de la Sra. Dressler sonó desde abajo—
. ¿Está todo bien?

—No lo sé, Elizabeth. Nadie me está respondiendo.


—No puedo leer ni controlarlo —susurró Domitian finalmente, sonando
sorprendido y preocupado.

Sarita enarcó las cejas.

—¿Otro compañero de vida?

Domitian se sobresaltó ante la sugerencia, pero luego negó

—Él no es totalmente humano. Quizás es por eso que no puedo leerlo.

—¿Hola? —Su abuela comenzó a golpear la puerta.

—Está bien, Maria —dijo Thorne de repente—. Solo estaba moviendo mi cofre
y lo dejé caer.

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—Oh, está bien, querido Thorne —dijo su abuela, sonando aliviada—. Bueno,
no te quedes ahí demasiado tiempo. Domitian necesita descansar después de
nadar toda la noche.

—Por supuesto —dijo sombríamente y luego arqueó las cejas hacia Sarita.

—Está bien, Elizabeth. —La oyeron decir ahora—. Thorne simplemente dejó
caer su cofre.

—Oh Dios. Bien, bien duerme bien, vieja amiga —dijo la Sra. Dressler.

Cuando Sarita escuchó que la respuesta de su abuela sonaba más lejos de la


puerta cuando aparentemente se fue, soltó a los dos hombres. Para asegurarse,
observó con cautela cuando Thorne se bajó de Domitian y se puso de pie. Él no
le ofreció a Domitian una mano para que se levantara, se dio cuenta, pero se cruzó
de brazos y los miró a los dos cautelosamente mientras Domitian se levantaba
también.

—Déjame ver tu cuello —murmuró Domitian con preocupación, moviéndose


de inmediato hacia ella.

Thorne se puso rígido y dio un paso adelante, pero Domitian lo fulminó con
la mirada y gruñó:

—Me preocupa que algún daño se haya podido hacer cuando me atacaste. Si
está rasgando, podría desangrarse hasta la muerte.
Thorne pareció preocupado por el comentario, pero no trató de interferir
cuando Domitian examinó su garganta. Pareció aliviado cuando Domitian dijo:

—Parece estar bien. Retracté mis colmillos lo suficientemente rápido al


parecer.

Aliviada, Sarita asintió y bajó la cabeza cuando la soltó. Miró a Thorne y


suspiró cuando vio su expresión. Iba a necesitar explicaciones.

—Me encargaré de esto —dijo Domitian en voz baja, tomándola del brazo e
intentando llevarla a la puerta.

Sarita se mantuvo firme y negó.

238
—No confío en que no habrá más pelearás.

—No pelearemos —le aseguró y luego miró a Thorne y dijo pesadamente—:


¿Lo haremos?

—No si ella me dice que está bien si la muerdes —gruñó Thorne.

—No diría que estoy de acuerdo con eso —admitió Sarita con ironía,
manteniendo la voz baja—. Pero entré aquí por mi propia voluntad y sin haber
sido invitada y le dije que lo hiciera. La natación obviamente lo dejó con
necesidad, y no hay sangre embolsada aquí, como en la isla donde nos estábamos
quedando.

Thorne desvió su mirada hacia Domitian.

—Entonces, ¿por eso el doctor te quería? Eres un vampiro no pensé que


realmente existieran.

Frunciendo el ceño, dijo:

—Él no es...

—Mi corazón —interrumpió Domitian—. Por favor. Ve a acostarse. Thorne y


yo hablaremos.

Sarita vaciló, pero luego suspiró y asintió. Estaba cansada, y realmente no


quería escuchar las explicaciones de lo que era Domitian, etc. Esta vez, cuando
Domitian trató de empujarla hacia la puerta, se fue sin protestar.
—Te veré cuando te despiertes —murmuró, y le dio un beso en la frente antes
de abrir la puerta.

Con una sonrisa torcida, Sarita asintió y salió sigilosamente de su habitación,


dejando que Domitian le explicara las cosas a Thorne. No sabía si era parte de su
sangre o no, pero estaba tan agotada que Sarita no se molestó en quitarse la ropa
prestada o incluso meterse bajo la sábana y el edredón. Simplemente se dejó caer
en la cama, dormida casi antes de que su cabeza golpeara la almohada.

En el momento en que Domitian se despertó, supo que había cometido un

239
error. Solo se tendió durante un minuto, con la intención de esperar media hora
más o menos para asegurarse de que Sarita estaba durmiendo antes de deslizarse
para ir a través de la jungla hacia la casa grande. Su pensamiento había sido que
prefería correr el riesgo de intentarlo a la luz del día que llevar a Sarita consigo y
ponerla en peligro. Afortunadamente, después de haberle explicado todo a
Thorne, el hombre había accedido a ayudar asegurándose que las cámaras
estuvieran fuera a lo largo de la parte posterior de la casa para poder deslizarse
por el bosque de esa manera. Tratar de seguir el camino por el que él y Sarita se
habían acercado a la casa antes del amanecer esta mañana lo habría dejado visible
para el matón de Dressler en la playa ahora que el sol había salido.

Desafortunadamente, la natación de anoche lo había dejado exhausto y la


pequeña cantidad de sangre que le había quitado a Sarita antes de que Thorne lo
hubiera alejado de ella no había sido suficiente para hacer mella en su apetito. Se
había quedado dormido y, en el momento en que sucedió, se había perdido.

Sentado, Domitian se pasó una mano por el cabello y luego se frotó la base de
su cuello. Los sueños compartidos eran comunes entre los compañeros de vida.
Si bien esta era su primera experiencia con el fenómeno, había oído hablar de
ellos. Nunca ocurrían cuando los compañeros estaban juntos y habían hecho el
amor, pero cuando estaban cerca y no habían saciado sus necesidades, los sueños
a menudo llegaban.

Le habían dicho que las dos partes contribuían al sueño, consciente o


inconscientemente, y que cualquiera de las partes podía cambiar la configuración
del sueño y lo que estaba sucediendo en un abrir y cerrar de ojos. Había oído que
los sueños eran cálidos y agotadores, pero difería en que no había pérdida de
conciencia después del sexo en los sueños, probablemente porque, para empezar,
no eran conscientes. También se le había dicho que, de alguna manera, podrían
ser mejores que la vida real porque la abrumadora necesidad por el compañero
de vida que hacía que fuera tan rápido y frenético se atenuara, y los compañeros
de vida a menudo podían hacer esas cosas que nunca tuvieron la oportunidad de
hacer mientras estaban conscientes.

Domitian había descubierto que todo lo que había escuchado era verdad. Al
parecer, se había unido a Sarita en un sueño que ya tenía cuando se había
quedado dormido. Se había encontrado parado en el borde de una pista de

240
patinaje al aire libre, mirándola girar y zumbar alrededor del hielo, saltando y
girando. Según los informes que había recibido, sabía que había tomado patinaje
durante varios años después de mudarse a Canadá y había observado con
fascinación, preguntándose si realmente podría realizar los movimientos en la
vida real. Era algo que tenía que preguntarle, había pensado y luego lo había
visto y se había detenido a mirar con sorpresa.

Mientras caminaba hacia ella, Domitian había cambiado conscientemente la


escena. Para cuando la tomó en sus brazos, estaban en una cabaña de madera con
un fuego encendido para mantenerlos calientes y una suave alfombra de pieles
donde podía recostarla y hacer todas las cosas que nunca tuvo la oportunidad de
hacer cuando estaba en las garras de la urgencia del compañero. Por supuesto,
Sarita le había cambiado las tornas y se había encontrado atado a una cama
mientras ella lo había enloquecido con su hermosa boca y sus manos, y luego sus
cadenas se habían ido y él la había puesto debajo de él y le hizo un amor lento y
apasionado. Y así el día había pasado, con él perdido en sueños de estar en los
brazos de Sarita.

Levantándose de la cama, Domitian salió de la habitación, aliviado al ver que


la puerta de la habitación de Sarita estaba cerrada. Esperando que eso significara
que todavía estaba durmiendo, se movió silenciosamente por las escaleras.

—Estás despierto.

Domitian bajó las escaleras y miró hacia Thorne cuando el otro hombre
apareció en la puerta de la cocina.
—Temía que fuera Sarita y hubieras perdido tu oportunidad —dijo secamente.

—¿Ella todavía no está despierta? —preguntó Domitian con alivio. Había


estado soñando hasta que abrió los ojos, pero tal vez se había despertado al
mismo tiempo y se había levantado antes que él.

—No —dijo Thorne y luego miró hacia el techo y dijo—: Pero sospecho que no
pasará mucho tiempo antes de que lo haga.

—¿Qué te hace decir eso? —preguntó Domitian frunciendo el ceño.

—Porque ella estaba gimiendo y gruñendo como loca todo el día, pero
finalmente se ha callado. Sospecho que eso significa que también estará despierta
pronto. —Miró a Domitian y consideró su expresión brevemente antes de decir—

241
: Los dos lo estaban. Alarmó a las mujeres. Maria fue a ver a Sarita varias veces y
dijo que se estaba revolcando y gritando para morir y que las pesadillas que
estaba sufriendo debían de ser horribles. —Él arqueó una ceja—. Ella hizo que te
revisara también. No me pareció que estuvieras teniendo una pesadilla.

—¿Por qué no me despertaste? —preguntó Domitian con irritación.

—No me pediste que lo hiciera —dijo encogiéndose de hombros.

Domitian le frunció el ceño y luego se giró y se dirigió hacia el pasillo al lado


de las escaleras, preguntando:

—¿Saboteaste las cámaras para mí?

—Dije que lo haría, ¿no?

—Sí, lo hiciste —murmuró Domitian—. Gracias.

Thorne dio un gruñido de reconocimiento.

—¿Dónde están las mujeres ahora? —preguntó Domitian cuando llegó a la


puerta de atrás. Estaba girando el pomo de la puerta cuando Thorne respondió.

—Todo ese griterío las inquietó tanto que decidieron sentarse en el jardín.

Domitian se congeló, y luego exhaló un suspiro de resignación y abrió la


puerta. Salió, totalmente esperando que las mujeres se acercaran a él con un
aluvión de preguntas preocupadas. En cambio, una mirada alrededor reveló que
el jardín estaba vacío.

—Supongo que deben haber ido a la piscina o al frente —dijo Thorne con
despreocupación cuando Domitian lo miró.

—De acuerdo —dijo Domitian, dirigiéndose a los árboles que bordeaban el


jardín—. Mantén a Sarita aquí si se despierta antes de que yo regrese. Y si algo
me sucede, no dejes que Dressler ponga sus manos sobre ella.

Para entonces ya habían llegado a la línea de árboles. Domitian no esperó a


que Thorne estuviera de acuerdo, sino que se dirigió al bosque a la carrera. Él ya
sabía que el hombre haría todo lo posible para mantener a salvo a Sarita. No tenía

242
dudas de que Thorne había estado allí todas las semanas para leer las cartas de
Sarita, y que, como las damas, habían sido el punto brillante de su vida en esta
prisión dorada. Domitian sospechaba que Thorne había estado medio
enamorado de Sarita antes de poner los pies en la isla. Sin embargo, una vez que
había visto lo vital, valiente y hermosa que era en la vida real, Domitian no tenía
dudas de que el hombre había perdido el resto de su corazón por ella.

Afortunadamente, Domitian no era el tipo celoso, y el pellizco que sintió


cuando entró en la cocina y escuchó a Sarita en la habitación de la Sra. Dressler,
diciendo que Thorne era magnífico… bueno, eso no había sido celos. Tampoco
tenía la tensión que había sufrido en su pecho cada vez que Sarita le había
sonreído al hombre mientras tomaban el té esa mañana. Les había sonreído a
todos varias veces mientras tomaban el té. No había nada de qué estar celoso.
Pero se le ocurrió mientras caminaba por el bosque que, si algo le ocurría, Sarita
podría quedarse atrapada en esta isla durante mucho tiempo, escondiéndose en
la cabaña con su abuela, la señora Dressler y Thorne, como su único consuelo.

—Bastardo —murmuró Domitian, pero no fueron celos.


Capitulo 14

243
Sarita salió de su habitación y frunció el ceño cuando vio la puerta abierta de
la habitación de Thorne, donde se suponía que Domitian estaba durmiendo.
Obviamente, había despertado antes que ella, y se dirigió hacia las escaleras justo
cuando sonó la voz de su abuela, llamando a Thorne.

—Voy. —Lo escuchó decir y la palabra fue seguida por sus pesadas pisadas.
Sarita llegó a la cima de las escaleras a tiempo para ver al hombre salir y cerrar la
puerta de la entrada. Frunciendo el ceño, corrió hacia la entrada y miró por la
ventana hacia la puerta para ver que su abuela, la señora Dressler y Thorne
estaban afuera, hablando mientras miraban al matón de Dressler en el acantilado.

Matones, se corrigió Sarita mientras seguía sus miradas hasta los dos hombres
que ahora estaban en el acantilado. Dressler había duplicado la guardia. ¿Eso
significaba que habían encontrado al hombre con agallas que Domitian había
matado la noche anterior y ahora sospechaban que podrían haber venido por allí?
Probablemente. El hombre con branquias probablemente rodó hasta la playa, empujado
por la marea, pensó con el ceño fruncido. Deberían haberlo ocultado o algo así.
Aunque, en realidad no tenían nada con que ocultarlo, pensó con un suspiro y se alejó
de la puerta.
Una mirada al salón no reveló a Domitian. También miró en la cocina. Sarita
incluso cruzó la cocina y echó un vistazo a la habitación de la Sra. Dressler, pero
no tuvo suerte. El baño del piso principal era el último lugar donde podía estar,
y Sarita ni siquiera tuvo que abrir la puerta para ver que él no estaba allí, la puerta
ya estaba abierta.

Comenzó a regresar por el pasillo, pero se detuvo y miró a la puerta de atrás.


Dando un paso hacia ella, tiró de la cortina a un lado y se asomó para ver un
sendero que atravesaba primero una pequeña área de césped y luego un jardín
antes de desaparecer en la jungla. Debió llover en algún momento de ese día; el
camino estaba embarrado, y pudo distinguir claramente dos juegos de pisadas
que se alejaban de la puerta. Y una que volvía.

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Se había ido sin ella. Sarita estaba tan segura como lo estaba de su propio
nombre. Domitian había seguido adelante sin ella.

Maldiciendo por lo bajo, abrió la puerta y salió al exterior. Estaba entrando a


la jungla antes de que se le ocurriera preocuparse por las cámaras.

Demasiado tarde ahora, se dijo y echó a correr. Sarita estaba decidida a


alcanzar a Domitian. En realidad, tenía que hacerlo. No conocía el diseño de la
casa y el patio, la rutina de los hombres que patrullaban los terrenos, el camino
que tomaron para acercarse a la cocina a la hora de la cena, ni siquiera el conjunto
de puertas francesas que conducían a la oficina de Dressler. Él la necesitaba.

Tan desesperada como estaba por alcanzar a Domiciano, Sarita pronto


descubrió que tenía que reducir la velocidad. Si bien había sido relativamente
claro cuando había salido de la casa, con el sol poniéndose rápidamente se volvió
mucho más oscuro en la jungla. Temiendo que tropezara con algo y se fracturara
una pierna o que incluso pudiera apartarse del camino que intentaba seguir,
Sarita disminuyó la velocidad para dar un paseo rápido y maldijo la necesidad
de hacerlo. Sabía sin lugar a dudas que Domitian no debería frenar. El hombre
tenía una gran visión nocturna gracias a esos nanos suyos. Él también había
aumentado la velocidad. Su única esperanza real de alcanzarlo era llegar al borde
del bosque antes de que los hombres se dirigieran a la cocina para cenar. Tendría
que esperar dentro del bosque para que eso sucediera antes de correr hacia la
casa. Al menos esa fue su mejor apuesta de éxito.
La caminata por la jungla fue más larga de lo que Sarita había esperado. El
tiempo suficiente para que no se sorprendiera al descubrir que estaba
completamente oscuro fuera de la jungla cuando llegó al borde del terreno. Una
rápida exploración del área demostró que Domitian no estaba.

Además de la hora de la cena, Sarita vio mientras se escondía rápidamente


detrás del tronco de una palmera cuando los dos hombres se acercaron
patrullando el borde de la propiedad.

—No sé por qué quiere que se dupliquen las patrullas —se quejaba uno—. Ya
hice mi turno. Demonios no quiero estar aquí mientras es tu turno.

—Oye, te escucho —dijo el otro—. Y créeme, prefiero estar haciendo esto solo.

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—¿Sí? —preguntó el primer hombre—. ¿No tienes miedo de esos vampiros?

El segundo hombre soltó una breve carcajada.

—No soy estúpido. Sé que son peligrosos, pero tengo el jugo especial del
doctor en mi arma igual que tú. Golpéalo con uno de estos cachorros y es “hasta
la vista, bebé” —dijo con satisfacción. Después de un momento, agregó—: Y,
francamente, prefiero dejar que el bastardo me drene en seco a tener que
escucharte gimotear y llorar por tener que caminar un poco más.

Cuando el primer hombre le dijo al otro que hiciera algo anatómicamente


imposible, Sarita se alejó del árbol y se deslizó a lo largo de la línea de árboles
para acercarse a la casa. El camino apareció unos sesenta metros delante y al lado
de la casa. Quería llegar ahí. La pondría en una mejor posición para ayudar a
Domitian cuando tratara de salir de la casa.

Él todavía tenía que estar allí. Sarita no lo había alcanzado ni lo había dejado
en el camino. A menos que hubiera perdido otro camino que se bifurcaba desde
el principal, todavía estaba en la casa. Con suerte, eso significaba que estaba
hablando por teléfono, dando tanta información como podía a su tío, y no que lo
hubieran atrapado en la casa y que ahora estuviera inconsciente o herido o
simplemente encadenado en alguna parte.

Sarita casi había llegado a un punto que estaba en la parte delantera de la casa
cuando vio movimiento en la esquina más alejada de la terraza. Stilling, ella miró,
con los ojos tensos. Un momento después, Sarita fue asaltada por una
combinación de excitación y preocupación. Estaba feliz porque estaba bastante
segura de que la cabeza que seguía saliendo en la esquina de la casa era Domitian.
No había sido capturado o herido. Su preocupación, sin embargo, era porque
obviamente estaba considerando intentar cruzar el patio delantero, a pesar de
que los dos hombres que estaban en la puerta de entrada seguramente lo verían.

Conteniendo la respiración, Sarita lo vio concentrarse y mirar a los dos


hombres que estaban en la puerta de entrada. Para su asombro, el primero de
repente se volvió y miró hacia la pared junto a la puerta que estaba protegiendo,
y luego el otro lo hizo. Fue tan suave como un reloj… y era bastante impactante
verlo, reconoció Sarita, dejándola sin aliento. De repente, estaba muy contenta de
que el hombre no pudiera leerla o controlarla.

246
Segura de que Domitian hizo una pausa por el camino de la jungla ahora,
Sarita miró hacia el patio, notando que cada hombre que podía ver parecía estar
mirando hacia donde no estaba Domitian. Miró hacia un costado de la casa y
luego aspiró horrorizada. Dos hombres acababan de doblar la esquina desde la
parte posterior de la casa, se dirigían a lo largo de la pared lateral hacia el frente.

Sarita no estaba segura de cómo funcionaba este negocio de control mental,


pero sospechaba que Domitian tenía que concentrarse para hacerlo. Si era
abordado inesperadamente por los dos hombres a los que no podía ver, sin duda
perdería su concentración, y luego haría que todos los hombres del jardín
convergieran en él. Y aparentemente los hombres tenían algún "jugo" especial en
sus pistolas. Estaba adivinando una bala de alta tecnología o algo así. Fuera lo
que fuese, aparentemente acabaría el juego para Domitian.

Sarita consideró la situación brevemente, y luego maldijo en voz baja y corrió


por el borde de los árboles hasta que estuvo a la mitad del costado de la casa.
Ahora, incluso con los hombres que Domitian no podía ver, se desvió y los
acecho. Mientras uno de los hombres aparecía en el medio de contar una historia
sobre algo que necesitaba grandes movimientos de mano, el otro levantó la vista
y la vio justo antes de que Sarita los alcanzara. Lo vio levantar su arma para
apuntarle, pero ya era demasiado tarde, ella ya estaba en medio de una patada
voladora. Lo golpeó duro en el rostro, haciéndolo girar y enviándolo al suelo.

El segundo hombre se dio cuenta de lo sucedido e inmediatamente levantó su


propia arma.
Agarrando el cañón del rifle, Sarita lo movió hacia un lado para evitar que le
dispararan y lo golpeó contra el rostro del hombre mientras intentaba apuntar.
Cuando él pareció aturdido, pero no bajó, lo golpeó otra vez. Esta vez, los ojos
del hombre retrocedieron y su cuerpo siguió el movimiento, de modo que cayó
de espaldas sobre la hierba.

El tercer hombre salió de la nada. Sarita vio una gran sombra por el rabillo del
ojo y luego una banda de hierro alrededor de su garganta, levantándola del suelo
cuando el sonido de alas grandes le dijo que no era un humano con el que estaba
tratando, sino uno de los híbridos. Uno que era alado como Thorne.

Jadeando por aire, Sarita luchó por liberarse, arañando el brazo que estaba
alrededor de su garganta y ahogando cualquier acceso al oxígeno. También

247
estaba pateando salvajemente, pero colgando debajo del hombre como estaba,
sus piernas no pateaban nada excepto el aire. Desesperada por poder respirar,
redobló sus esfuerzos para agarrar su brazo, pero parecía impermeable a los
profundos rastros que estaba dejando en su piel.

—Sigue así —sugirió su captor perezosamente—. Si te dejo caer ahora, estás


muerta.

Sarita miró hacia abajo y vio que habían ganado altura rápidamente y que ya
estaban sobre las copas de los árboles.

La oscuridad apenas empezaba a acumularse en las esquinas de sus ojos por


la falta de oxígeno cuando vio a Domitian abajo. Había llegado a los árboles sin
impedimentos y estaba desapareciendo en el bosque, completamente ajeno al
hecho de que estaba volando por encima de él.

—Buena chica —dijo el hombre que la sostenía con aprobación cuando dejó de
luchar. La presión alrededor de su cuello se relajó cuando él cambió su agarre.
Sarita se encontró suspendida en el aire con uno de los brazos de su captor sobre
sus costillas bajo sus pechos y el otro ahora sobre sus hombros en la base de su
garganta en lugar de ahogarla.

Demasiado consciente de que podía decidir soltarla en cualquier momento,


simplemente se agarró al brazo con ambas manos y miró hacia la isla.

—Mi padre estará feliz de verte —anunció, girándolos hacia los laboratorios—
. Tú y ese vampiro tuyo arruinaron las cosas dejando la isla cuando lo hicieron.
Íbamos camino a la isla para poner en marcha el plan de papá cuando MacNeil
nos comunicó por radio la noticia de que los dos habían salido de la isla, nadando
hacia el sur y remolcando un colchón de aire detrás de ustedes. Pensó que iban a
tierra firme, y pasamos muchas horas anoche entrecruzando el agua tratando de
encontrarlos.

Sarita no hizo ningún comentario. Esa había sido su idea. Ella sospechaba que
un hombre que tenía tantas cámaras adentro, probablemente también las había
dejado afuera y había sugerido irse a la playa frente a la casa y nadar alrededor
del norte después de nadar hacia el sur a unos quince metros muy lejos de la isla
Aparentemente había funcionado por un tiempo.

—Pero cuando MacNeil me comunicó por radio que el cadáver de mi hermano

248
había aparecido en la orilla con el cuello roto, sabíamos que vendrían aquí, así
que todos nos dirigimos a casa.

Sí, debería haber encontrado la forma de hundir el cuerpo del hombre con agallas,
pensó, ya que ese podría ser el único hombre del que estaba hablando. Incluso
arrastrarlo con ellos hubiera sido mejor, pensó sombríamente. Domitian podría haber
atado la cuerda del colchón de aire alrededor de la cintura del hombre y
arrastrarlo, y entonces podrían haber arrastrado su cuerpo a la orilla y dentro de
la jungla y haberlo dejado allí bajo algunas hojas. Al menos había menos
probabilidades de que lo hubieran encontrado de esa manera, pensó Sarita y luego
frunció el ceño.

—¿Él era tu hermano? —preguntó mientras comprendía lo que él había dicho


en sus pensamientos. Su voz era ronca, notó Sarita frunciendo el ceño.

—Uno de tantos —respondió el hombre con indiferencia, y luego preguntó


astutamente—: ¿Temes que voy a querer vengarme y dejarte caer?

Sarita se puso rígida en sus brazos.

—Podría —dijo con diversión—. Afirmar que estabas luchando y perdí el


control.

Sarita miró hacia abajo, a los árboles, preguntándose qué le haría a un cuerpo
atravesarlos.

—Afortunadamente para ti, no me gustaba mi hermano —agregó el hombre.


Sarita guardó silencio durante un minuto y luego preguntó:

—¿Cómo te sientes respecto a Dressler?

Él se rió entre dientes.

—¿Esperando que odie a mi padre también y que pueda convencerme de que


te ayude a escapar?

—Es posible que desee considerarlo. Estoy segura de que los cazadores de
renegados serán más amables si saben que me has ayudado.

—¿Los cazadores de renegados? —dijo pensativamente—. No te refieres a esos


idiotas en el continente, ¿verdad? No nos encontrarán aquí.

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—Lo harán tan pronto como busquen en qué isla se encuentra Elizabeth Salter
—dijo Sarita con gravedad.

—El problema es que nunca sabrán que tienen que buscar a Elizabeth Salter
—dijo con diversión—. ¿Es eso lo que estabas tratando de hacer en la casa?
¿Llama al continente y decirles eso? Supongo que el vampiro estaba allí y crees
que se las arregló para hacer la llamada. No lo hizo —dijo con una certeza que
golpeó su corazón—. En cuanto MacNeil comunicó por radio que mi hermano
había desaparecido en la playa, mi padre le dijo que retirara el teléfono satelital
de su oficina en la casa y lo encerrara en su oficina en los laboratorios. No viene
nadie por ti, pequeña Sarita. Tu vida está aquí ahora.

La mente de Sarita se rebeló ante la sugerencia y estaba a punto de decirle que


su vida segura como el infierno no estaba aquí ahora, pero cerró la boca de golpe
cuando de repente se abalanzó hacia abajo, cayendo rápidamente hacia la tierra.
Por un momento pensó que iban a chocar contra el suelo entre la valla y los
laboratorios, pero en el último momento se detuvo, balanceando su cuerpo hacia
abajo y forzando el suyo mientras aleteaban sus alas contra el viento para
detenerlos. Aterrizaron de forma bastante abrupta, pero de pie, y luego la tomó
del brazo con un agarre de acero y comenzó a caminar hacia el primer edificio.

Sarita miró alrededor al patio dentro de la cerca. Las torres estaban tripuladas
con hombres armados como lo habían estado la primera vez, pero esta vez habían
notado su llegada de inmediato y los estaban observando.

—Dispararán si paras —dijo el hombre alado sin hacer nada.


Sarita resopló ante la sugerencia.

—Lo dudo. Dressler me quiere por algo. Algún tipo de experimento.

—Sí, lo hace —estuvo de acuerdo fácilmente mientras la llevaba hacia el


primer edificio, aquel donde el inmortal había sido cortado por la mitad y vuelto
a unir—. Pero no tienes que estar en buena forma para lo que él quiere.
Simplemente no debes estar muerta. Pueden dispararte en la pierna y no se
enojaría.

Cuando Sarita lo miró por un momento, tratando de decidir si decía la verdad


o no, añadió:

—¿Para qué crees que nos dirigíamos a la isla? No fue para llevarte sábanas

250
limpias.

Sarita volvió a mirar hacia adelante, con la mente acelerada, y luego preguntó:

—¿Qué planea hacer conmigo?

Él vaciló y luego negó con la cabeza.

—A papá no le gustaría si arruino su sorpresa. Pronto lo sabrás. Pero déjame


darte un pequeño consejo —dijo mientras se acercaban al laboratorio—. No
luches contra él. No puedes ganar y él hará las cosas desagradables para ti. En
esta isla, mi padre es Dios.

Habían llegado a la puerta y, en la última palabra, la abrió y la empujó delante


de él.

Sarita entró dando tumbos y miró rápidamente alrededor del laboratorio,


aliviada al ver que la mesa estaba vacía esta vez y que no había un pobre inmortal
torturado en ella cortado por la mitad o sin extremidades. Estaba menos feliz de
ver a Asherah sentada en el escritorio que Dressler había usado, escribiendo algo
en un cuaderno. La mujer alzó la vista sobresaltada al entrar.

—Tengo un regalo para mi padre, Asherah —anunció el hombre alado,


cerrando la puerta—. ¿Dónde está él?

—Dormido —dijo Asherah, mirando a Sarita con una extraña expresión en su


rostro.
—Bueno, despiértalo. Él querrá saber que tenemos a la niña.

Asherah negó con la cabeza y cerró su libro antes de levantarse.

—Dijo que no lo despertara a menos que los tuviéramos a los dos.

—Pero…

—Eso es lo que dijo, Caelestis —dijo Asherah con firmeza, dando la vuelta al
escritorio.

—No me llames así, sabes que odio ese nombre —espetó el hombre que
sostenía a Sarita.

—Bien. Eso es lo que dijo, Cael —dijo con impaciencia y luego arqueó una

251
ceja—. ¿Mejor?

—Sí, pero…

—Nada de peros —interrumpió Asherah irritada—. Sabes lo miserable que se


pone cuando se despierta de su sueño. No lo despertamos hasta que tengamos
también al vampiro.

Cael lanzó un suspiro resignado.

—Bien. ¿Qué hacemos con ella, entonces?

—Encerrarla en las celdas hasta que encuentren al vampiro —dijo Asherah


encogiéndose de hombros, sacando un gran juego de llaves de su bolsillo.

—¿Pensé que las celdas estaban llenas? —comentó Cael y Sarita se giró
levemente, mirándolo por primera vez a la luz. Era casi como Thorne. Tenía los
mismos pómulos altos, los mismos labios carnosos, los mismos ojos dorados
pálidos y el mismo color en sus alas. También era tan hermoso como el otro
hombre. Pero él estaba en el lado equivocado.

—Están llenas. Tendré que ponerla con Colton —dijo Asherah distraídamente
mientras los conducía hacia la nevera, clasificando las llaves de su cadena.

—¿Todavía está vivo? —preguntó Cael, aparentemente sorprendido.

—Apenas —dijo Asherah y se detuvo al lado del refrigerador para


desbloquear… una puerta, Sarita vio cuando Cael la instó a acercarse. No se había
dado cuenta la última vez que estuvo allí porque estaba oculta por el refrigerador
que sobresalía. Debería haber esperado que existiera, sin embargo. Este
laboratorio no ocupaba una quinta parte del edificio. Tenía que haber una puerta
para lo que estaba detrás de esta habitación, que, como se vio después, eran
celdas como lo que estos dos habían dicho.

Sarita miró a su alrededor con curiosidad el momento en que Cael la llevó a


través de la puerta. Todo lo que había que ver era un pasillo con paredes blancas
y baldosas blancas en el piso, como el laboratorio que acababan de dejar. También
había cinco puertas blancas fuera de él. Dos a cada lado y una al final. Asherah
los condujo a la puerta del final, la abrió y entró, presionando un interruptor al
lado de la puerta.

252
Sarita llegó a la mitad de esta puerta y luego se congeló. Las paredes blancas
y el piso de baldosas blancas habían desaparecido, reemplazados por paredes de
metal y un piso de concreto desnudo. También había seis celdas con barrotes
aquí, tres a cada lado, todas ocupadas. Un pasillo ancho corría por el largo entre
ellas, conduciendo a una puerta en el otro extremo de la habitación. Dado que el
laboratorio, el pasillo y estas celdas probablemente solo ocupaban la mitad de la
longitud del edificio, Sarita sospechaba que la puerta más alejada conducía a más
celdas y más prisioneros.

Deslizó su mirada sobre los ocupantes de las dos primeras celdas. Había dos
mujeres en la de la izquierda. Permanecieron inmóviles como estatuas, con
rostros inexpresivos mientras los observaban entrar. Un hombre solitario estaba
en la celda de la derecha. Él era enorme Incluso sentada boca abajo contra la
pared, Sarita sospechaba que era casi tan alto como ella. De pie, ella dudaba que
hubiera alcanzado la mitad de su brazo. Él también era calvo y extremadamente
pálido, casi azul. Tenía los ojos cerrados, la cabeza gacha, la barbilla apoyada en
el pecho. No estaba segura si estaba respirando.

—Muévete. —Cael la empujó hacia adelante con su agarre en su brazo y Sarita


a regañadientes siguió a Asherah por el pasillo pasando las dos primeras celdas,
consciente de que las mujeres las seguían con los ojos entornados—. Deberías
haber movido a Colton a la celda frontal en lugar de dejarlo rodeado de estos
monstruos —dijo Cael con fuerza cuando Asherah se detuvo en la segunda celda
a la derecha y comenzó a buscar a través de sus llaves de nuevo—. Al menos
entonces solo los tendría a un lado de él.
Asherah se encogió de hombros.

—No pueden alcanzarlo en el centro de la celda y no se mueve hasta que le


decimos.

—¿Qué pasa con ella? —preguntó Cael, moviendo hacia Sarita su mano libre—
. Podrían morderla.

Asherah seleccionó una llave y la colocó en la puerta de la celda. Mientras


giraba, miró a Sarita y su boca se torció.

—A juzgar por las imágenes de la isla, parece que le gustan los vampiros.
Estará bien.

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Sarita sintió calor subir a su rostro ante las palabras de la mujer cuando se dio
cuenta de que Asherah obviamente había visto las imágenes de la cámara de ella
y Domitian. Habían tenido cuidado de no hacer nada fuera de la cama cubierta
de sábanas una vez que Domitian había creado el pequeño refugio, pero antes
había ocurrido ese incidente en el baño en el primer día. También hubo su
interludio en la piscina. Era posible que una cámara hubiera sido colocada en los
árboles junto a la cascada y captara esa acción. A pesar de que había sido cubierta
por la toalla cuando Domitian le había dado placer, no habría sido difícil saber
qué estaba pasando. Y no había habido una toalla cubriendo la erección de
Domitian después, solo su boca.

Su alma se encogió ante la idea de que esta perra fuera testigo de esos
momentos íntimos entre ella y Domitian, pero cuando Asherah abrió la puerta
de la celda, Sarita levantó la barbilla y preguntó bruscamente:

—¿Disfrutaste el espectáculo? ¿O estabas celosa?

Gruñendo, Asherah la tomó del brazo, clavando las uñas en el antebrazo de


Sarita mientras la apartaba de Cael y la empujaba por la puerta abierta. Sarita
tropezó varios pasos, casi pisando una figura en el suelo antes de equilibrarse.
Congelada, miró al chico que casi había pisoteado. Era joven, tal vez de seis años,
y yacía sobre el cemento frío con solo una manta envuelta alrededor de su
voluminosa forma, dejando visible solo su delgado rostro.

—Vamos —espetó Asherah cuando la puerta se cerró.


—No. No podemos dejarla aquí. Si la dejan seca, Dressler estará enojado —
dijo Cael y Sarita miró hacia atrás para verlo mirando a los habitantes de las otras
jaulas con cautela.

—Bien —gruñó Asherah y sacó una pistola del bolsillo.

Sarita dio un instintivo paso atrás, deteniéndose cuando pisó algo. Mientras
miraba hacia abajo para ver que había pisado la manta del niño, no una parte de
él, oyó dos suaves ruidos de sonido y miró a la mujer. Luego siguió el arma a la
celda junto a la que estaba cuando los dos hombres que estaban dentro de repente
cayeron como marionetas cuyas cuerdas habían sido cortadas. Había dardos
saliendo de cada uno de ellos ahora, vio.

254
—¿Feliz? —le preguntó Asherah a Cael lacónicamente.

—¿Qué hay de él? —preguntó Cael, señalando con su barbilla al hombre que
estaba desplomado contra la pared en la primera celda al otro lado de Sarita.

—Él no tiene sangre. No puede hacer nada. Ahora vámonos de aquí —dijo,
volviendo al pasillo hacia la puerta por la que habían entrado—. Estos
muchachos me dan ganas.

Cael vaciló, pero luego se volvió y siguió a Asherah.

Por la suposición de Domitian, estaba a poco más de un par de minutos de la


cabaña cuando algo grande se desprendió de un árbol al costado del sendero y
aterrizó en el sendero frente a él. Lo detuvo, y comenzó a agacharse en una
postura de combate, y luego reconoció al hombre frente a él.

—Thorne —dijo con sorpresa, enderezándose—. ¿Qué eres…?

—¿Has llamado a tu gente? —interrumpió, tratando de mirar a Domitian


como si esperara que hubiera alguien detrás de él.

—No. Movieron el teléfono —admitió Domitian, su voz cargada de decepción


por haber fallado.

—¿Has buscado dónde lo movieron? —preguntó Thorne frunciendo el ceño.


—Por supuesto, busqué —dijo Domitian con impaciencia—. Y luego leí la
mente de uno de los hombres que vigilaban la puerta principal y me enteré de
que Dressler la había trasladado a los laboratorios en cuanto se dio cuenta de que
estábamos en la isla.

—¿Cómo sabía que estabas en la isla? —preguntó Thorne con preocupación—


. Pensé que me hice cargo de las cámaras… a menos que el bastardo tenga algo
que yo no sepa.

Domitian negó con la cabeza.

—No creo que necesites preocuparte por eso. Desafortunadamente, hoy el


hombre con agallas apareció en la orilla. Dedujeron que su cuello roto significaba
que no había muerto por causas naturales —dijo Domitian secamente, y luego

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frunció el ceño cuando notó que Thorne estaba tratando de mirar a su alrededor
de nuevo. Negando, continuó—: Juntaron uno y uno e hicieron dos. Siendo dos,
habíamos llegado aquí.

Thorne maldijo violentamente.

—Sí. Eso significa un cambio de planes. Voy a tomar a Sarita y nadar hacia
tierra firme u otra isla, lo que lleguemos primero. Necesito alejarla de aquí. Desde
allí, le daré la información a mi tío en la villa.

—¿Tu tío? —gruñó Thorne—. Pensé que alguna fuerza policial especial estaba
detrás del doctor. ¿Qué está haciendo tu tío aquí?

—El tío Lucian dirige la fuerza especial —dijo Domitian con dulzura—. Ha
alquilado un par de villas en Caracas y ha tomado un par más en Isla Margarita,
en el área de Rancho de Chano, para él y el resto de los cazadores mientras están
aquí.

Thorne gruñó y luego trató de mirar más allá de él otra vez.

Cada vez más cansado del juego, Domitian se volvió hacia un lado al borde
del camino para tener una vista clara.

—¿Qué demonios estás buscando?

Thorne miró el oscuro y vacío sendero y luego preguntó preocupado:


—¿Dónde está Sarita?

—¿Qué? —preguntó Domitian con alarma—. Se supone que ella debe estar en
la cabaña. Se suponía que debías mantenerla así…

—Ella no está allí —interrumpió en un gruñido.

—¿Qué quieres decir con que ella no está allí? —espetó Domitian—. Se
suponía que debías estar observándola. Tú…

—La estaba mirando. Me senté en la sala casi todo el tiempo que te fuiste.

—¿Casi? —preguntó con gravedad—. ¿Casi todo el tiempo?

Thorne hizo una mueca.

256
—Solo salí por un minuto. Maria me llamó, pensé que tal vez había un
problema, pero solo quería decirme que el guardia en la playa había sido
duplicado. Temía que el doctor sospechase algo. Las mujeres estaban molestas.
Me tomó solo un momento o dos para calmarlas y luego volví a entrar para seguir
esperando. Pensé que Sarita todavía estaba en la cama hasta que aparecieron
MacNeil y un grupo de sus hombres de seguridad.

—¿Qué? —siseó Domitian, mirando hacia la cabaña.

Thorne asintió.

—Irrumpieron, asustando a mi madre y a Maria y comenzaron a buscar en el


lugar. Corrí escaleras arriba para tratar de advertir a Sarita, pero cuando abrí la
puerta del dormitorio de invitados, ella se había ido.

—¿Qu…?

—Cállate y escucha —espetó Thorne—. MacNeil estaba justo detrás de mí y


vio que la habitación estaba vacía. Empezó a insultar y maldecir y luego alguien
lo llamó por su radio. No escuché lo que se dijo, MacNeil me sacó de la habitación
y les dijo a sus hombres que me llevaran a la sala de estar con las mujeres mientras
él tomaba el mensaje y luego daba un portazo. Pero él bajó las escaleras unos
minutos más tarde y me dijo que te dijera que tienen a Sarita y que si quieres que
viva, debes entregarte antes de la medianoche.
—¿Qué? —Domitian jadeó con consternación. Luego negó—. Bueno, entonces
¿por qué demonios seguiste mirando detrás de mí? ¿Por qué crees que ella estaba
conmigo?

—Estaba seguro de que estaba fanfarroneando —dijo Thorne en un suspiro y


luego dijo—: Y todavía medio creo que lo estaba. Además de ser un oficial de
policía entrenado, Sarita tiene años de entrenamiento en artes marciales en su
haber. Su padre la hizo aprender a defenderse después del asesinato de su madre.
Tenía miedo de perderla como lo hizo con su madre.

—Lo sé —dijo Domitian en voz baja. Aparte de estar en sus informes,


mencionó ella misma el entrenamiento en artes marciales.

—Y ella es inteligente —agregó Thorne con firmeza—. No puedo verla

257
atrapada. Debe ser un farol. Probablemente esté en camino de vuelta ahora
mismo. Simplemente se perdieron el uno al otro en el camino. ¿A dónde vas? —
Thorne terminó cuando Domiciano giró bruscamente para regresar por donde
había venido.

Domiciano no se detuvo ni se bajó el ritmo, simplemente dijo:

—Me entregaré.

—Espera. —Thorne se apresuró a seguirlo—. Tienes un poco más de cuatro


horas antes de que tengas que hacer eso.

Domitian hizo una pausa y pensó brevemente, y luego suspiró y asintió.

—Si. La buscaré primero. Si la encuentro, la liberaré, pero si no, me entregaré


a la medianoche.

—¿Qué hay de decirle a tu tío? —preguntó Thorne con consternación.

—No tengo forma de llamarlo y no tengo idea de cuánto tiempo me llevaría


nadar a Isla Margarita. No me arriesgaré a tratar de nadar allí y regresar con un
equipo a tiempo para salvar a Sarita. Debo estar aquí a medianoche para
entregarme. Estamos solos.
Capitulo 15

258
—Tu nombre es Sarita.

Sarita dejó de mirar a Asherah y Cael irse y miró cautelosamente a los hombres
en la celda de enfrente. Estaba bastante segura de que el hombre que había
hablado era uno de esos tres, pero no tenía idea de cuál. Todos se veían muy
parecidos. Todos ellos vestían idénticos trajes de cuero negro como si
pertenecieran a una pandilla de motociclistas. También todos tenían cabello
oscuro y rasgos faciales similares. Obviamente estaban relacionados, pero los dos
en las orillas eran un poco más pequeños que el hombre en el medio. No mucho,
todos eran hombres grandes, pero los dos en las orillas solo tenían hombros muy
musculosos, mientras que el que estaba en el medio tenía hombros
increíblemente musculosos. Sarita los llamó motociclista #1, motociclista #2 y
motociclista #3 en su mente.

—Sarita Reyes —dijo el hombre en el medio, motociclista #2, ahora.

—Eres la compañera de vida de Domitian —dijo con curiosidad el hombre de


la izquierda, motociclista #1.

—Te sacrificaste por él —agregó el de la derecha, motociclista #3.

—Tú…
—Bien, vamos a desacelerar a nuestros ponis aquí, muchachos —dijo
finalmente, interrumpiendo a motociclista #2. Apoyando sus manos en sus
caderas y usando su mejor gesto de policía, dijo—: Sí, mi nombre es Sarita Reyes.
Sí, Domitian cree que soy su compañera de vida. Pero no, no me sacrifiqué por
él. —Alzando las cejas, sugirió—: ¿Qué tal si ustedes se ocupan de sus propios
asuntos y salen de mi cabeza? ¿Hmm?

—Domitian no cree que seas su compañera de vida —dijo motociclista #2


solemnemente—. Él lo sabe… y tú también.

Sarita frunció el ceño ante la sugerencia, pero antes de que pudiera comentar,
motociclista #3 dijo:

—Y tú te sacrificaste. Sabiendo que no podía verlos, atacaste a los hombres que

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venían por el costado de la casa… sacrificándote a ti misma para que él pudiera
escapar.

—Tomaré eso como un “no, no nos importará nuestro propio negocio y nos
mantendremos fuera de tu cabeza, Sarita”, ¿o no? —preguntó secamente, y luego
espetó—: Y no me sacrifiqué. —Frunciendo el ceño, agregó—: Quiero decir, no
se suponía que fuera un sacrificio. Se suponía que debía patearles el trasero y
unirme a Domitian para regresar a la cabaña. Y pateé sus traseros. Simplemente
no esperaba que Bigbird volara y me llevara como un águila arrebatando un
conejito —terminó irritada, porque, realmente, eso no había sido justo en
absoluto.

—Eres más un puercoespín que un conejito, muchacha —comentó uno de los


dos hombres en la celda de la derecha del que contenía a los motoristas con un
fuerte acento escocés. Sarita frunció el ceño al hombre rubio por su problema.

—Quinn —gruñó Motociclista #2 en reprimenda.

—¿Qué? —preguntó el escocés inocentemente—.Tienes que admitir que lo es,


Victor.

Sarita se puso rígida ante el nombre que Quinn usaba para dirigirse a
Motociclista #2. Estaba bastante segura de que el tío que Domitian había
mencionado se llamaba Victor. ¿Podría ser este?
—Los conejos son suaves y esponjosos —continuó Quinn—. Los pensamientos
de esta mujer son agudos y puntiagudos. —Dirigiéndose a Sarita, el escocés
sonrió con encanto y agregó—: No es un insulto. Me gusta agudo y puntiagudo.
Mucho.

—Baja la velocidad, Quinn —sugirió Victor secamente—. Trata de enamorar a


esta mujer como lo haces con cualquier otra mujer mortal y Domitian te matará.
Ella es suya.

—¡No lo soy! —protestó Sarita al instante, resentida por la forma en que la


hicieron sonar como una posesión.

—¿De verdad? —preguntó Quinn, moviendo las cejas.

260
—Oh, hazlo, Romeo. No estoy interesada —gruñó, y luego miró al niño a sus
pies cuando gimió de dolor.

Frunciendo el ceño, Sarita se puso de cuclillas para ver mejor su rostro.


Mientras Asherah había encendido las luces brillantes cuando habían entrado,
también las había apagado al irse. La única iluminación en la habitación ahora
provenía de débiles bombillas desnudas que arrojaban un tenue resplandor. Sin
embargo, fue suficiente para ver, y miró el pálido rostro del niño con
preocupación y luego sintió su fría frente.

—No tiene fiebre —murmuró para sí mientras lo miraba. El niño jadeaba


levemente, y tenía un tinte azulado en los labios y las orejas. Con la intención de
revisar sus uñas para ver si sus lechos ungueales también eran azules, le quitó la
manta y luego se congeló—. Madre de Dios. —Suspiró, mirando lo que había
revelado. El niño tenía la cabeza, los brazos y el pecho de un niño pequeño, pero
de cintura para abajo era todo pony, hasta la cola.

Otro de los experimentos de Dressler, pensó sombríamente, acariciando con la


yema de los dedos una de sus piernas para sentir el grueso pelo de caballo. El
chico gimió y se movió inquieto, y Sarita miró su rostro y frunció el ceño. Él no
se veía bien en absoluto.

Suspirando, lo cubrió de nuevo, y luego apartó el cabello humano de su rostro


y lo miró con tristeza mientras les preguntaba:

—¿Qué le pasa?
—Se está muriendo —dijo Victor solemnemente.

—¿De qué? —preguntó Sarita, mirando al hombre y notando la compasión en


su rostro mientras miraba al niño.

—No puedo estar seguro, pero a juzgar por los rápidos latidos del corazón, su
dificultad para respirar y el azul de sus labios y orejas, supongo que no está
tomando recibiendo oxígeno.

Sarita miró al niño y pensó que era una muy buena evaluación de la situación.
Al menos sí coincidía con los síntomas.

—¿Crees que es neumonía o algo así? ¿No debería Dressler darle antibióticos
u otros medicamentos?

261
—Sospecho que si ese fuera el caso, lo haría —dijo Victor solemnemente—.
Como no lo es, yo diría que el problema tiene más que ver con la fisiología del
niño que con la enfermedad.

—¿Su fisiología? —preguntó, frunciendo el ceño, levantando la manta de


nuevo, el cuerpo de un caballo en el cuello donde comenzaba la parte superior
de un cuerpo humano. Un torso humano entero, cabeza y brazos en lugar de solo
una cabeza de caballo.

—Podría ser cualquier cosa —dijo Victor agotado—. Tal vez nació solo con
pulmones humanos. No podrían suministrar suficiente oxígeno para el cuerpo
que tiene. O tal vez tiene algo que ver con el hecho de que tiene una nariz y senos
nasales humanos. Los caballos tienen las fosas nasales mucho más grandes y sus
senos nasales corren a lo largo de su cabeza. Los senos humanos pueden no ser
lo suficientemente grandes como para acomodar las necesidades de su cuerpo.
—Se encogió de hombros—. No lo sé.

—Pero si fuera fisiológico y no una enfermedad, ¿no habría muerto poco


después de nacer? —preguntó Sarita, no queriendo creer que el niño no podría
ser salvado.

—Quizás —dijo Victor—. Pero por los recuerdos del niño, parece que siempre
ha sido débil y respirando sin aliento. Podía manejar un sprint durante una breve
distancia, pero no tenía resistencia, por lo que no podía correr y jugar con los
demás. Y luego, a medida que envejecía, ya no podía correr ni siquiera caminar
lejos, y, sin perder el aliento. Él aparentemente se ha debilitado con el tiempo a
medida que su cuerpo crecía

—¿Puedes leerlo? —preguntó Sarita mirando con sorpresa.

—Sí.

—Domitian no podía leer al hombre con agallas que encontramos. Pensé que
tal vez todos eran ilegibles.

—La mayoría de ellos lo son —dijo Victor encogiéndose de hombros—. No he


podido leer ni controlar ninguno de los otros híbridos que hemos encontrado.
Solo este chico, que es lo que me hizo preguntarme si de la cintura para arriba es
completamente humano.

262
Sarita se volvió para mirar al chico. Estaba acostado sobre concreto duro con
solo la fina manta debajo de él. No se veía cómodo, pensó. Sentada, le apoyó la
cabeza en su regazo y apartó el cabello del rostro del niño mientras en silencio
maldijo al Dr. Dressler al infierno.

Sabiendo que era una pérdida de tiempo, Sarita miró a Victor y a los otros dos
hombres en la celda frente a ella, notando que todos se habían movido hacia la
parte delantera de la jaula y ahora estaban apoyados contra ella, mirándola. Esta
vez, cuando los examinó, notó que no solo se parecían entre sí, sino que muchas
de sus características, especialmente sus ojos, eran muy similares a los de
Domitian.

—¿Y? —preguntó, enfocándose en el hombre más grande en el medio—. ¿Eres


Victor Argenis? ¿El tío de Domitian?

—Soy el tío Victor de Domitian —reconoció, pero luego agregó—: Sin


embargo, es Argeneau, no Argenis.

Eso hizo que Sarita frunciera el ceño.

—Pero el apellido de Domitian es Argenis, no Argeneau.

—Ambas son solo una variación de nuestro antiguo nombre Argentum —


explicó Victor—. En los viejos tiempos no había realmente apellidos. Básicamente
era Bob el panadero o Jim la herrería. Para nosotros era un primer nombre más
plata, debido a la plata en nuestros ojos. A medida que la familia creció y se
extendió, se produjeron diferentes variaciones de Argentum, Argenis en España,
Argeneau en Francia, y así sucesivamente.

—Ya veo —murmuró Sarita, pero no estaba segura de haberlo hecho. ¿Quién
oyó hablar de alguien cambiando su nombre para que coincidiera con el país en
el que vivían o al que se mudaron? ¿Y qué tipo de persona hacía eso?

—Alguien que no quiere llamar la atención —dijo Victor en voz baja,


obviamente leyendo sus pensamientos.

Sarita se mordió la lengua para evitar chasquearle por obviamente ver en sus
pensamientos otra vez. Sin embargo, a juzgar por la diversión que
repentinamente curvó los labios de Victor, sospechó que él sabía que estaba
molesta. Suspirando, cambió su mirada a Motociclista #1.

263
—Mi sobrino, Nicholas Argeneau —anunció Victor, señalando al hombre que
estaba mirando. Girando al lado de Motociclista #3, agregó—: Y otro sobrino,
Decker Argeneau-Pimms.

Sarita asintió a modo de saludo, reconociendo los nombres de los primos de


Domitian. Luego miró a los hombres en la tercera jaula en el lado opuesto. Con
los ojos puestos en el escocés, ella dijo:

—Y sé que eres Quinn… también Argeneau?

—Tristemente no. No somos todos Argeneaus, muchacha —dijo el hombre en


un tono que sugería que estaba contento de haber evitado ese destino—.
Afortunadamente, soy un verdadero MacDonald y cierto. Y estoy contento de
serlo, mi señora.

Hizo una reverencia galante, moviendo la mano como si se quitara un


sombrero, y luego se enderezó y señaló al segundo hombre en la celda con él y
anunció:

—Y mi compañero de celda es un Ochoa Moreno, el latino más recalcitrante


que he tenido y tuve el placer de conocer. Sospechamos que él y su compañero
son cazadores del consejo Sudamericano, porque no vinieron con nosotros. Pero
no nos contará una maldita cosa sobre cómo él y su compañero llegaron aquí. Su
compañero de allí es Enrique Aurelios, el tipo de cabellos oscuros que yace
inconsciente en el suelo allí.
Sarita se volvió para mirar hacia el tipo desplomado en la celda delantera junto
a la de ella.

—No, no él. Ese tipo es calvo, y su nombre es Santo Notte —dijo secamente—
. Dije el cabello oscuro: Oh, reconoces el nombre Santo —se interrumpió Quinn
para decir—. Ah, sí, Domitian te contó sobre su desaparición del barco en el que
estaba con la bella Drina.

Sarita dirigió una mirada furiosa al escocés.

—¿Crees que podrías dejar de leer mi mente?

—Me temo que no —dijo, sin sonar muy arrepentido—. En verdad, ninguno
de nosotros necesita leerte. Como todos los nuevos compañeros de vida, estás

264
gritando tus pensamientos sobre nosotros.

Sarita entrecerró los ojos sobre Quinn y luego se volvió hacia Victor Argeneau
inquisitivamente.

—Él está diciendo la verdad. No estamos leyendo tus pensamientos tanto


como recibiéndolos.

Suspirando, Sarita negó con la cabeza, y miró en ese momento, a los dos
hombres que Asherah había disparado. Enrique Aurelios, había dicho. Miró al
hombre, notando su buena apariencia oscura, y luego miró al segundo hombre
que yacía inconsciente en el suelo con un dardo sobresaliendo de él.

—Ese es Lucern —le informó Quinn secamente y luego agregó—: Sin


embargo, es otro primo Argeneau con compañera de vida.

Sarita simplemente asintió, reconociendo el primer nombre. Luego dirigió su


mirada a la última celda, la primera en el otro lado, frente a la celda de Santo
donde estaban las mujeres. Victor se hizo cargo de las presentaciones de nuevo,
diciendo:

—La encantadora dama con puntas de color fuego en el cabello es mi cuñada,


Eshe Argeneau, y la mujer con el cabello rosa de punta es Mirabeau La Roche
McGraw.

Eshe Argeneau resopló con diversión.


—Podrías haber dicho que la chica negra y blanca, Victor. No nos habríamos
sentido ofendidas y hubiera sido más simple.

—Nunca me dignaría a definirte como simplemente negra, Eshe —le aseguró


Victor.

—¿Pero me definirías por mis tintes de cabello? —preguntó con incredulidad.

—Nuestro color de piel es simplemente algo con lo que nacemos, como el color
de nuestro cabello y el color de nuestros ojos —le dijo él encogiéndose de
hombros—. Sin embargo, el tinte ardiente que aplicas a tu cabello realmente
revela mucho sobre ti, y refleja mejor tu personalidad.

—Está bien —dijo Mirabeau, la chica blanca, empujando el brazo de Eshe.

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—Sí, esos chicos Argeneau —dijo Eshe con una sonrisa lenta—. Todas las
conversaciones suaves y el atractivo sexual.

—Hablas como una mujer emparejada con uno —dijo Mirabeau entre risas.

—Y no soy la única que está aquí —señaló Eshe y sonrió a Sarita—. Bienvenido
a la familia, pequeña. No conozco bien a Domitian, pero si se parece un poco a
sus tíos, te espera un infierno.

Sarita sintió el rubor que repentinamente la invadió, pero antes de que pudiera
siquiera pensar en cómo responder, el hombre que Quinn había llamado Santo
Notte de repente emitió un rugido de dolor. Girando bruscamente, ella lo vio
cuando de repente se enderezó y se apretó la muñeca derecha con la mano
izquierda. Fue solo entonces cuando notó con horror que le faltaba la mano
derecha, cortada en la muñeca.

El grito terminó tan abruptamente como había comenzado, como si el sonido


lo hubiera despertado del sueño, y ahora consciente, podía silenciar el sonido del
sufrimiento. Se sentó jadeando por un minuto, y luego se apoyó contra la pared
y tomó varias respiraciones profundas una tras otra.

Sarita se tragó la bilis que se había levantado en su garganta por su sufrimiento


y observó con compasión mientras dominaba su dolor. No podía imaginar lo que
estaba pasando. Deseosa de ayudar si podía, dejó la cabeza del pequeño niño en
el suelo y se puso de pie para moverse hacia las barras entre sus celdas.
—¡Detente! —gritó Victor. Cuando se detuvo y miró a su alrededor con
sorpresa, agregó—: No te acerques, Sarita. Santo podría perder la cabeza y atacar
si te acercas lo suficiente para que él te atrape.

—No la atacaré. —La voz de Santo era un gruñido cansado—. Pero te


agradecería, Sarita, si pudieras regresar a donde estabas. Tu aroma es fuerte y,
francamente, más un tormento que los decepcionantes intentos de tortura de
Dressler.

—¿Decepcionante? —preguntó con incredulidad. Cortar las partes del cuerpo


parecía bastante horrible ya que las torturas iban hacia eso, pensó Sarita mientras
inclinaba subrepticiamente la cabeza para olerse por el hombro y axila.

266
—Sí. Lamentable. He sido torturado por hombres mucho mejor que él —dijo
Santo solemnemente.

Sarita frunció el ceño, tanto por sus palabras como por el hecho de que no olía
tan mal. No estaba fresca como una margarita, pero...

—Quiere decir que hueles delicioso —dijo Victor, sonando divertido.

—Sí. Delizioso, como el pez espada de momma a la siciliana —dijo Santo en un


suspiro, y luego levantó la cabeza e inhaló profundamente.

Con el ceño fruncido por la preocupación, Sarita volvió a agachar la cabeza,


esta vez olfateando el otro hombro y la axila. No olía nada a pescado, pero había
estado en el océano toda la noche nadando y no había tenido la oportunidad de
ducharse ni nada desde entonces. Suspirando, volvió a sentarse al lado del
pequeño niño otra vez.

—¿Es Santo el único de ustedes con el que Dressler ha experimentado hasta


ahora? —preguntó Sarita mientras colocaba la cabeza del niño sobre su regazo
otra vez.

—¿Experimentar? ¿Es eso lo que él llama? —preguntó Victor, su voz rígida.

Sarita asintió.

—Aparentemente ha estado sometiendo a los otros inmortales que tiene a


varios y diversos experimentos.
—Y aquí pensamos que él simplemente le cortó la mano a Santo porque no le
decía cómo convertirse en un inmortal —dijo secamente Decker.

—¿Convertirse en inmortal? —preguntó Sarita, levantando la vista con


sorpresa—. ¿Puedes hacer eso?

Victor asintió lentamente.

—¿Y Dressler quiere saber cómo? —preguntó bruscamente.

Las ramificaciones de ese suceso pasaron por su mente. El hombre era


brillante, y como lo había dicho la Sra. Dressler, pensaba diez pasos por delante
de todos los demás. Así fue como se había salido con la suya torturando a sus
híbridos, manteniendo a la gente en contra de su voluntad, secuestrando

267
inmortales, y probablemente matando gente durante cincuenta años en esta isla
sin ser detectados. El único punto brillante que su abuela y la Sra. Dressler
esperaban era el día de su muerte y serían libres. Pero, ¿y si descubriera cómo
convertirse en inmortal y convertirse él mismo? Dios los salve a todos entonces.
El hombre podría continuar torturando y mutilando a personas e inmortales en
esta isla indefinidamente. La idea fue horrible.

—Pero nadie se lo ha dicho, ¿verdad? —preguntó Sarita con ansiedad—. ¿Ni


siquiera el chico que cortó por la mitad?

—¿Cortó a alguien por la mitad? —preguntó Victor bruscamente.

—¿Quién? —Decker se agarró a los barrotes de su celda—. ¿Cuál era su


nombre?

—No lo sé —admitió Sarita frunciendo el ceño.

—¿Cómo era él? —preguntó Nicholas.

Sarita intentó pensar. Todo lo que podía recordar eran sus heridas abiertas y
lo gris que se veía. No podía imaginar su rostro en absoluto.

—¿Viste de qué color eran sus ojos? —preguntó Victor.

—Verde —dijo Sarita de inmediato. Domitian le hizo la misma pregunta y


recordó que los ojos del hombre se abrieron como lo había hecho cuando le
preguntó—. Y tenía el cabello rubio, y…
—Está bien, podemos ver el recuerdo en tu mente —dijo Victor en voz baja.

Sarita alzó las cejas. Domitian no había podido hacer eso, pero luego dijo que
los compañeros de vida no podían leer las mentes de los demás.

—Fue Davies —murmuró Decker con disgusto.

—Sí —estuvo de acuerdo Nicholas—. Cristo, él es solo un cachorro. Apenas


cien años.

—Pero él fue uno de los primeros en desaparecer —señaló Victor—. Así que,
si él todavía vive, los otros también podrían estar vivos.

—No fue la primera vez que Dressler le hizo eso —dijo Sarita con el ceño

268
fruncido—. Dijo que lo cortó por la mitad y lo dejó solo por diez segundos la
primera vez y que había llegado hasta dos horas. Si lo que Dressler realmente
quería era saber cómo convertir a un mortal, bueno… —Negó—. Francamente,
estoy sorprendido de que alguien pueda soportar esa tortura y no cantar.

—Hmm —murmuró Victor, luciendo preocupado, pero luego preguntó con


curiosidad—: ¿Dejarías que Dressler sepa cómo vivir para siempre?

—Dios no —dijo Sarita de inmediato—. Preferiría morir.

Victor asintió con aprobación, pero dijo:

—El problema es que Domitian no lo haría.

—¿No crees que moriría en vez de decírselo? —preguntó con sorpresa, porque
francamente, Sarita no podía ver eso. Estaba bastante segura de que Domitian
estaría de acuerdo con ella y moriría antes de darle esa información al hombre.

—Estoy seguro de que moriría antes de decirle a Dressler —dijo Victor


solemnemente—. Pero no creo que pueda quedarse a la expectativa y dejarte
morir por cualquier motivo. Incluso ese. Hará lo que sea necesario para salvar tu
vida si se trata de eso.

Sarita negó con la cabeza.

—Tiene razón, Sarita —dijo Decker solemnemente—. Todos nosotros


daríamos lo que sea por nuestros compañeros de vida. Es nuestra mayor
debilidad
Sarita bajó la cabeza, su mente de repente girando. Esta gente pensaba que los
experimentos de Dressler eran solo una excusa para torturar información de
inmortales sobre cómo convertir a un mortal. O cómo podría ser cambiado,
porque eso es lo que Dressler sin duda quería. Pero ella no estaba totalmente de
acuerdo con su evaluación.

Dressler era un científico, necesitaba saber cómo funcionaban las cosas, y no


tenía dudas de que querría saber cómo le afectarían los nanos una vez que se
convirtiera. Ella sospechaba que muchos de los experimentos fueron para ver a
lo que podría sobrevivir, o por cuánto tiempo ciertas lesiones podrían
incapacitarlo. El hombre hacía las cosas diez pasos adelante después de todo. Él
debía saber que convertirse en inmortal no detendría a los demás de cazarlo. En
todo caso, probablemente les sería más difícil. Saber lo que él podría soportar y

269
la manera más rápida de sanar, y cosas por el estilo sería ciertamente útil para un
hombre así.

Pero ¿y ella y Domitian? Pensó que los habían puesto en la isla como parte de
un experimento. Pero este asunto sobre convertirse en un inmortal y cómo los
inmortales eran protectores con sus compañeros de vida le dio un nuevo enfoque
a las cosas. El hombre pájaro, Cael, había dicho que Dressler se dirigía a la
pequeña isla cuando MacNeil había llamado con la noticia de que ella y Domitian
la habían dejado. ¿Para qué habían venido él y sus hombres a la isla? Nada bueno,
estaba segura, pero…

—Dressler probablemente tenía la intención de obligar a Domitian a decirle


cómo podría convertirse amenazando tu vida —dijo Victor en voz baja.

Sarita lo miró, por una vez no molesta porque su mente había sido leída.

—¿Pero por qué nos pusieron en la isla? ¿Por qué no intentó simplemente
obligarlo a hacerlo aquí? ¿En su laboratorio?

—Tal vez pensó que Domitian sería más propenso a dar la información si los
dos se hubiesen unido —sugirió Decker y luego dijo—: ¿Al parecer no conocías
a Domitian antes de ser arrojada a la isla?

—No. No lo conocí antes —admitió—. Pero él me conocía. Él sabía que yo era


su compañera de vida y había estado recibiendo informes sobre mí durante
quince años. Entonces, ¿estás diciendo que Domitian renunciaría a esa
información ahora, pero que quizás no lo hiciera antes de nuestro tiempo en la
isla?

—No. Estoy diciendo que Dressler sin duda creía que ese era el caso—dijo
suavemente—. Hay que recordar que ha secuestrado y torturado a varios
inmortales en los últimos años, pero ninguno de ellos revelaría la información,
aunque probablemente los habría salvado de una futura tortura y tal vez podrían
haber ganado su libertad. Para un hombre como Dressler, que no tiene ningún
concepto de lo que significa ser inmortal o el valor de un compañero de vida o
incluso cómo amar, sería incomprensible que un hombre no renunciara a esa
información para salvar su propia vida, pero lo haría para salvar la vida de una
mujer con la que nunca había interactuado. Probablemente estaba cerrando sus

270
apuestas. Asegurarse de que Domitian te deseaba lo suficiente antes de llevar a
cabo su plan.

—Así que soy el cebo —dijo Sarita con gravedad—. ¿Hará que Domitian revele
su secreto amenazando mi vida?

—Sin lugar a dudas —estuvo de acuerdo Victor solemnemente—. Y Domitian


no dudará en darle lo que quiere para salvarte.

Sarita pensó en eso por un minuto, y luego miró a las mujeres y preguntó:

—Pero Domitian y yo somos los únicos compañeros de vida que él tiene,


¿verdad? Ninguno de ustedes…

—Ustedes son los únicos compañeros de vida que están aquí —coincidió
Eshe—. Afortunadamente para nosotros, Lucian no permitió que compañeros de
vida trabajaran juntos en esta cacería. Lo sintió demasiado peligroso.

Sarita asintió, luego volvió a bajar la cabeza del niño al suelo y se levantó para
acercarse a los barrotes entre su celda y la de Santo otra vez.

—Sarita —dijo Eshe con preocupación—. Puedo ver lo que estás pensando,
pero no hay necesidad de esto.

—Cristo, ella se sacrificará a sí misma —murmuró Decker, pareciendo


consternado.
—Domitian llamó a Lucian con la información sobre esta isla, Sarita —le
recordó Nicholas con urgencia—. Él estará aquí pronto trayendo a los otros
hombres con él y…

—Santo —gruñó Victor de repente en advertencia cuando el otro hombre giró


bruscamente su cabeza, atacando a Sarita con ojos plateados bordeados de negro.

Dressler había dicho que los nanos entraban en los órganos para permanecer
en el cuerpo cuando un inmortal había sido drenado de sangre, y parecía que
muchos de ellos estaban en los ojos de Santo. Haciendo una pausa en los barrotes,
deslizó sus manos e hizo un gesto hacia Santo como si fuera un cachorro y ella
tuviera comida.

—Ven. Aliméntate —lo animó—. Dréneme completamente. No quiero que

271
Dressler lastime ni a una persona más.

Domitian se arrastraba por la franja de la jungla entre los acantilados sobre la


playa y la valla alrededor de los laboratorios cuando escuchó un pssst.

Haciendo una pausa, miró a su alrededor hasta que vio a una mujer con bata
de laboratorio blanca, agachada a unos tres metros adelante, detrás de un árbol.
Estaba seguro de que la había visto salir de los laboratorios hace varios momentos
y caminar hacia la garita para hablar con el guardia allí. Aparentemente, ella
había caminado aquí después.

Domitian la miró cautelosamente, pero cuando le hizo un gesto para que fuera
hacia ella, consideró sus opciones. Primero había buscado en la jungla a Sarita.
No se había sorprendido cuando no estaba allí, pero había tenido que asegurarse
y echar un vistazo a su alrededor no le había frenado demasiado. Había llegado
al borde de la jungla para encontrar a los hombres reunidos en el césped y recibir
instrucciones para buscarlo en la isla. Utilizando su distracción para su ventaja,
se había movido a lo largo del borde interior de la jungla hasta que estuvo
paralelo a la parte posterior de la casa y luego rápidamente se coló por la esquina
trasera.
Una mirada a través de la ventana en la primera puerta le había mostrado una
cocina con una mujer dando vueltas, aparentemente ajena o sin preocuparse por
lo que estaba sucediendo afuera. Domitian había seguido sin molestarla y había
usado un juego de puertas francesas que conducían a una sala de juegos vacía.
Aparte de la mujer en la cocina, la casa parecía completamente vacía. Domitian
la había buscado rápidamente, pero no había señales de Sarita. Como había
temido, ella había sido llevada a los laboratorios más seguros con sus torres y la
puerta de entrada. Había pasado la última hora o más, moviéndose a través del
bosque que se alineaba en la parte posterior y los lados de la valla, en busca de
un punto débil, o un lugar donde podría entrar sin que nadie lo notara. Pero
mientras podía controlar a los guardias en las torres de las esquinas y hacer que
miraran hacia otro lado, las cámaras de todas partes aseguraban que se vería su

272
enfoque.

Había estado echando un último vistazo, esperando inspiración sobre cómo


salvar a Sarita antes de resignarse a entregarse a Dressler, cuando había
escuchado ese pssst. Ahora se arrastró hacia la mujer, esperando contra toda
esperanza que los ángeles le hubieran enviado una solución a su problema.

—Tienes que salvar a Sarita —siseó la mujer en el momento en que se detuvo


frente a ella—. Puedo ayudar.

—¿Quién eres? —preguntó Domitian, mirándola con cautela—. ¿Y por qué


ayudarías?

—Yo soy... Mi nombre es Asherah.

Él se detuvo ante el nombre, reconociéndolo. Sarita había dicho que la mujer


había estado presente cuando Dressler la había inyectado con una droga. Esta
mujer no había hecho nada para ayudarla.

—De nuevo —dijo con frialdad—. ¿Por qué ayudarías?

—Porque si no la alejas de aquí, el doctor la usará para hacerte convertirlo en


inmortal —dijo con gravedad.

—¿Y no quieres eso? —preguntó dudosamente.

—Malditamente no lo hago —gruñó, mirando resentidamente hacia los


laboratorios—. Nos ha torturado lo suficiente. Debes sacar a Sarita de aquí y
llevarla a algún lugar donde no pueda tener acceso a ninguno de los dos.
Domitian miró hacia los edificios nuevamente, debatiendo si confiar en la
mujer o no. Sarita había dicho que a Asherah no parecía gustarle mucho, pero
podría haber confundido la rabia obviamente hirviendo bajo la superficie de esta
mujer por desagrado hacia ella misma. De cualquier manera, en realidad no
importaba. No vio una manera de entrar sin ayuda. Si la mujer lo traicionaba y
lo entregaba a Dressler, entonces simplemente estaba haciendo lo que acababa de
decidir que tendría que hacer de todos modos y lo entregaba.

—¿Cómo? —preguntó finalmente Domitian, sin dejar de mirar los jardines


dentro de la valla—. Puedo controlar a los guardias y hacer que miren hacia otro
lado, pero no puedo controlar las cámaras.

—Hay un punto ciego entre dos de las cámaras —dijo Asherah de inmediato,

273
y se volvió bruscamente para mirarla.

—¿Dónde?

—Justo aquí —respondió, señalando con la cabeza hacia la valla—. Si te


mantienes en una línea recta desde este árbol hasta la tercera luz del edificio, las
dos cámaras de este lado del laboratorio no te tomaran.

Domitian miró la luz de la que estaba hablando y luego miró por primera vez
una cámara y luego la otra en las esquinas del edificio y pensó que sería posible
que estuvieran inclinadas de tal manera que se perdieran una franja de terreno
de un metro de ancho. Pero luego echó un vistazo al siguiente edificio detrás de
este y frunció el ceño.

—¿Qué hay de las cámaras en ese edificio? ¿No apuntará a este lado?

—No tiene el ángulo correcto —le aseguró Asherah y luego agregó—: Utilizo
este punto ciego para escaparme de los laboratorios y bajar a la playa a nadar
cuando el doctor me obliga a quedarme toda la noche para vigilar uno de sus
horribles experimentos. Nunca me atraparon ni una vez.

Domitian asintió lentamente y luego miró el camino del que estaba hablando.

—¿Cómo manejas la valla? —preguntó después de un momento. Podía escalar


de forma rápida y fácil, pero Sarita podría tener dificultades para salir.
—Hay una brecha en la valla que sube un metro y medio. Até un poco de
alambre alrededor en el medio y en la parte inferior para mantenerlo cerrado
entre usos.

—¿Y los hombres del equipo de seguridad nunca se dieron cuenta? —


preguntó con incredulidad.

—Los hombres en los detalles de seguridad son inútiles —dijo secamente


Asherah—. Ni siquiera patrullan aquí. No sé por qué el doctor desperdicia su
dinero en ellos. Aunque, supongo que no debería quejarme ya que no podría
escabullirme para nadar si lo hicieran bien.

Domitian miró hacia las torres. Los dos hombres en la torre a su derecha

274
estaban hablando y riendo mientras fumaban. Los dos en la torre a su izquierda
parecían estar jugando a las cartas. Parecía que ninguno de ellos estaba
demasiado preocupado por la búsqueda en la que estaban involucrados los otros
hombres.

—Una vez que lleguemos a la pared, pégate contra ella y sígueme hasta la
puerta, pero luego espera allí. Sacaré a Sarita.

—Iré contigo y la sacaré yo mismo —anunció sombríamente.

—No puedes —dijo con voz ronca—. El doctor está trabajando en el


laboratorio. Te dispararía con un dardo al minuto que entraras y todo habría
terminado.

Los ojos de Domitian se estrecharon.

—Entonces, ¿cómo saliste?

—Él me envió a decirle al guardia en la puerta de entrada que reuniera a los


hombres en las torres y ayudara en la búsqueda. Él piensa que la ausencia de
guardias te animará a entregarte —agregó—. Cuando salí, vi un destello de
movimiento y estaba seguro de que serías tú, así que después de transmitir el
mensaje, me deslicé para hablarte.

—Parece que el guardia no ha escuchado —señaló Domitian, haciendo un


gesto hacia las dos torres en su lado del área cercada.
—Sí, lo ha hecho —dijo y señaló a dos hombres que se acercaban a la puerta
desde el otro lado de los edificios—. Es lento y flojo. Y probablemente se quedó
hablando con uno de los hombres cuando los llamó. Una vez que todos salgan,
podemos deslizarnos a través de la cerca y apresurarnos hacia el edificio. Pero
sígueme. Si sales del punto ciego y las cámaras te recogen…

Asherah se encogió de hombros impotente, sin decir lo obvio, y Domitian


asintió en silencio y luego miró de nuevo hacia las torres de guardia que podía
ver, notando que uno de los hombres que jugaban a las cartas se detuvo para
atender una llamada telefónica. Momentos después, el hombre finalizó la
llamada, le dijo algo a su compañero y los dos hombres comenzaron a descender
por la escalera hasta el suelo.

275
La mirada de Domitian pasó de ellos a un tercer par de hombres cuando
aparecieron desde el otro lado de los edificios, dirigiéndose a la puerta de
entrada. Solo quedó uno. Miró hacia la torre a su derecha para ver que los
hombres habían dejado de hablarse y que uno tenía un teléfono en la oreja.
Observó al hombre terminar la llamada y luego esos dos hombres comenzaron a
descender también por su escalera, dirigiéndose al suelo. Los siguió con la
mirada mientras se dirigían hacia la puerta de la entrada, deseando poder
gritarles que se dieran prisa. Pareció llevar una eternidad, aunque probablemente
solo fueron cinco minutos más o menos. El tiempo suficiente para que Domitian
se preocupara.

Lanzando a Asherah una mirada fría, preguntó:

—Si Dressler está adentro, ¿cómo pretendes sacar a Sarita?

—Tengo un plan —le aseguró.

—¿Qué plan? —insistió.

—Ella puede decírtelo todo, una vez que salga. Tenemos que movernos ahora
—dijo y luego se precipitó desde el árbol hasta la cerca para agacharse y
comenzar a quitar los lazos.

Tenso y sospechoso, Domitian la siguió, llegando justo cuando ella deshacía el


segundo lazo. Antes de que pudiera hacer su pregunta nuevamente, ella se volvió
y le tendió los lazos.
—Asegúrate de ponerlos antes de seguirme. Si alguien ve la valla abierta,
podrían investigar y bloquear tu salida.

Asherah estaba casi en el hoyo antes de que terminara de hablar. Frunciendo


el ceño, Domitian la siguió, y luego se detuvo para hacer lo que ella le había
indicado, deslizando un lazo a través de los bordes de la cerca en el punto medio
del corte, y retorciéndola dos veces para sellar la cerca sin apretar, y luego
haciendo lo mismo en el parte inferior de la valla.

Cuando se volvió hacia el edificio, Asherah ya había llegado y se quedó con la


espalda contra la pared, esperándolo. Al ver que estaba directamente debajo de
la luz que ella había mencionado, Domitian se adelantó.

276
Asherah esperó hasta que casi la había alcanzado, y luego comenzó a
deslizarse a lo largo del edificio con la espalda aún pegada. Siguiendo su ejemplo,
Domitian dio la espalda a la pared e hizo lo mismo.

Se detuvieron brevemente en la esquina del edificio mientras Asherah se


asomaba para asegurarse de que la costa estaba despejada, y luego se deslizaron
por la esquina para acercarse a la puerta. Estaban a punto de hacerlo cuando
Asherah miró hacia atrás y susurró:

—Espera aquí. Sarita saldrá en cinco minutos. Quizás diez. Y asegúrate de


tomar el camino largo de regreso. Sigue el borde de la jungla por los laboratorios
y la casa. Están buscando en la playa en los botes, esperándote por ahí.

Continuando hacia adelante, ella se deslizó a través de la puerta hacia el


laboratorio y desapareció, dejándole mirar la puerta de entrada ahora vacía y el
camino a su lado con preocupación.
Capitulo 16

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Sarita vio que la plata en los ojos de Santo borraba por completo el negro de
sus iris. Era como si los nanos estuvieran respondiendo ansiosamente a la oferta,
pero luego Santo giró la cabeza en señal de negativa.

—Maldita sea —espetó Sarita furiosa—. No quiero ser responsable de que


Dressler se convierta en inmortal. No podría vivir sabiendo que él está afuera
lastimando a otros porque Domitian no pudo dejarme morir. No lo obliguen a
hacer esa elección.

—¿Se te ha ocurrido que quizás Santo no podría vivir sabiendo que le ha


quitado la vida a un inocente? —preguntó Victor con voz aguda—. Estás
pidiéndole que te mate.

—Él es un inmortal. Todos ustedes se alimentan de inocentes todo el tiempo


—dijo con impaciencia.

—Para vivir —espetó Eshe—. Pero no asesinamos a personas para sobrevivir


más de lo que una víctima de un accidente o un hemofílico obtendría la sangre
que necesita. No somos animales, Sarita. Él no se alimentará de ti. Acabas de
torturar a Santo en este momento, y sin un buen propósito. Déjalo en paz.
Hundiéndose contra los barrotes, Sarita retiró los brazos y luego se volvió para
mirar con malos ojos a Eshe y Victor.

—No quiero torturar a Santo ni obligarlo a hacer algo por lo que pueda sentirse
culpable. Pero preferiría morir antes que permitir que Dressler tenga éxito, y
preferiría morir antes que permitir que Domitian tenga que vivir sabiendo que le
dio a Dressler la información que necesitaba para volverse inmortal y sentirse
culpable por las muertes y torturas que le siguieron.

—Lo sé, pero… —Eshe comenzó, y luego hizo una pausa y miró bruscamente
hacia la puerta cuando se abrió.

Todos miraron en silencio mientras Asherah entraba, esta vez a solas.

278
—Es hora de irnos —dijo la mujer, desbloqueando la celda donde estaba Sarita.

Ella vaciló, pero luego notó el cuchillo que Asherah tenía en su mano y se
acercó a la puerta de la celda mientras la mujer la abría.

—Sarita —gruñó Victor.

—No lo hagas —ordenó Eshe roncamente.

Haciendo caso omiso de ellos, Sarita salió de la celda, mentalmente


preparándose para patear a la mujer. Por la forma en que lo veía, o bien le daba
una paliza a Asherah, conseguía las llaves y liberaba a todos, o ella fallaba y
moría, lo que arruinaba las posibilidades de Dressler de obligar a Domitian a
darle la información que deseaba. De cualquier manera, ella ganaba. Aunque,
realmente, organizar una ruptura y sobrevivir sería el mejor final para ella,
considerando todo.

Sonriendo irónicamente, al pensarlo, Sarita comenzó a volverse hacia Asherah


y luego se puso rígida y soltó un grito de asombro ante un dolor agudo en el
costado. Bajando la cabeza, miró con asombro el cuchillo que sobresalía justo por
encima de la cintura.

Bueno, eso fue inesperado, pensó, vagamente consciente de los gritos y


maldiciones que provenían de la familia de Domitian. Levantó la cabeza para
mirar a Asherah sin comprender.
—No te estás muriendo —dijo Asherah con cansancio mientras los demás
callaban.

Deslizando el cuchillo hacia atrás, tomó a Sarita por el brazo cuando sus
piernas se rindieron de inmediato. Acercándose, le susurró:

—Deberías saber que hay cámaras en todas partes en las islas. El doctor
escuchó tus planes para sacrificarte y decidió que debía recogerte temprano para
asegurarse de que no arruinas sus planes.

Asherah tiró del brazo de Sarita sobre su hombro y se giró para medio caminar
y medio arrastrarla hacia la puerta, y agregó:

—Trataré de sacarte de aquí. Pero no será fácil, y él me matará si se entera de

279
que te ayudé.

—¿Ayuda? —preguntó Sarita con sorpresa.

—¿Crees que quiero a ese bastardo? ¿Vivir otro año y mucho menos cientos?
—preguntó en un susurro amargo—. Lo mataría yo misma si tuviera el coraje,
pero… —Negó con la cabeza y abrió la puerta del pasillo, hizo pasar a Sarita y la
cerró nuevamente.

Mientras ella la ayudaba a lo largo del pasillo, Asherah agregó:

—Él solo tiene meses de vida. Tiene cáncer. Es por eso que intensificó su juego.
No porque estuviera preocupado por ser atrapado. Nadie encontrará esta isla y,
si lo hacen, no llegarán vivos a tierra. Los híbridos voladores dan vueltas en un
área de tres kilómetros alrededor de la isla, esperando a que alguien se acerque.
Sonarían la alarma y sería Armageddon en el agua con los hombres de seguridad
humanos y los diversos híbridos que se unirían. Así que no podemos contar con
ayuda. Solo tenemos que aguantar un par de meses y luego somos todos libres…
siempre y cuando no descubra cómo volverse inmortal.

—Mátame —dijo Sarita de inmediato—. Eso lo detendría. Domitian nunca le


diría sin pruebas de que estoy viva.

Asherah le lanzó una mirada exasperada.

—Si no puedo matar a ese animal de Dressler, ¿qué demonios te hace pensar
que podría matarte?
—Me apuñalaste —señaló secamente.

—Sí, pero no de forma mortal. Y es solo para asegurar que el doctor piense que
estás sometida y que no serás difícil.

—Sí, bueno, me temo que también lo creo —dijo Sarita débilmente, consciente
de que se inclinaba cada vez más hacia la mujer. También se sentía aturdida,
mareada, y estaba empezando a sudar, todas las señales malas que sabía—. Creo
que tocaste algo importante después de todo.

—¿Qué? —preguntó Asherah bruscamente, y la ayudó a apoyarse contra la


pared para poder examinar su costado—. Maldición.

—Eso no suena bien —murmuró Sarita, tratando de mantener los ojos abiertos.

280
—Creo que debí haber cortado una arteria o algo así. Espera un minuto. No te
desmayes. Vuelvo enseguida.

Sarita asintió débilmente, pero tenía los ojos cerrados y no podía ver a la mujer
irse, aunque sí la oyó alejarse rápidamente. Una puerta se abrió y se cerró,
seguida de silencio y luego el sonido de una puerta que se abría y se cerraba de
nuevo. Sarita escuchó los pasos que regresaban.

—Ten. Te estoy dando una dosis de adrenalina y algo para frenar el sangrado
—susurró Asherah justo antes de que Sarita sintiera un dolor agudo en su
muslo—. Debería comenzar a funcionar con relativa rapidez.

Sarita tragó, y mientras esperaba para sentirse mejor, preguntó:

—¿Cómo vamos a salir de aquí?

—No nosotros, tú.

Ella abrió los ojos y miró a la mujer con incredulidad.

—No podré salir de aquí sola. Apenas puedo estar de pie.

—Estarás bien una vez que el tiro se active —le aseguró Asherah.

—Pero…

—Además, Domitian está esperando fuera —le aseguró.

—¿Lo está? —preguntó Sarita con sorpresa.


—Sí. Lo vi en la cámara antes, buscando por la valla, tratando de encontrar
una manera de entrar. Así que distraje al doctor hasta que pasó la cámara y luego
preparé una excusa para salir y guiarlo con seguridad a través de las cámaras
hasta el lado del edificio. Hay un punto ciego —explicó—. Solo uno y muy
pequeño. Él te está esperando.

—¿Qué hay de los hombres en las torres? —preguntó Sarita con confusión.

—El doctor los envió para ayudar a buscar en la isla a Domitian. —Asherah la
miró con preocupación—. ¿Cómo te sientes?

Sarita vaciló y luego se alejó de la pared, encontrando que podía sostener su


propio peso otra vez. No se sentía al 100% ni nada, pero al menos podía moverse
por su propio pie.

281
—Bueno. Ahora escucha, tiene que parecer que escapaste y no tuve nada que
ver con eso, ¿entiendes? El doctor me matará si cree que te dejé ir o te ayudé de
alguna manera.

—¿Cómo hacemos eso? —preguntó Sarita con dudas—. Estoy lesionado y no


eres débil.

—Hay un microscopio de disección estéreo en la bandeja con ruedas, lo puse


allí antes. Cuando pases por delante de la bandeja, la agarras y me golpeas en la
cabeza —instruyó—. Haz que se vea bien. Si él no lo cree, estoy muerta —
repitió—. Una vez que me has golpeado, corre hacia la puerta exterior. Dressler
es viejo, no te atrapará si eres rápida, y solo tienes que salir por la puerta.
Domitian estará allí para alejarte. ¿Lo tienes?

Sarita asintió bruscamente, apretando las manos, y luego preguntó:

—¿Qué es un microscopio de disección estéreo y cómo se ve?

Asherah parpadeó y luego maldijo en voz baja, y dijo pesadamente:

—Solo busca algo grande en la bandeja que se ve pesado.

—Bien —murmuró Sarita, sintiéndose estúpida.


—Vamos —dijo Asherah, poniendo su brazo sobre su hombro otra vez—.
Apóyate en mí y luce débil. Y mantén la cabeza baja para que tu expresión no te
delate. Tienes que engañar al doctor.

Asintiendo, Sarita se apoyó en ella y bajó la cabeza mientras caminaban por el


pasillo los últimos cinco metros hasta la puerta.

—Buena suerte —susurró Asherah justo antes de abrir la puerta y obligarla a


pasar.

—Ah, allí estás. Estaba empezando a preguntarme qué te estaba llevando tanto
tiempo. —Dressler sonaba molesto por la demora.

—Creo que la lastimé un poco peor de lo que pretendía —dijo Asherah en tono

282
de disculpa—. Está perdiendo sangre rápidamente.

—No importa. Ya es casi medianoche. Estoy seguro de que Domitian se


entregará pronto y salvará el día —dijo secamente—. Y un poco de urgencia no
dolerá al ayudarlo a tomar la decisión correcta. Ponla sobre la mesa y enchúfala,
Asherah, para que sea lo primero que ve Domitian cuando entre —instruyó
Dressler—. Solo quiero comenzar mis notas antes de que comience la emoción.

Entonces Asherah le apretó el lado sano, y Sarita alzó la vista para ver que
Dressler les había dado la espalda para inclinarse sobre el escritorio y escribir
algo en su libro. También vio que se estaban acercando a la bandeja con ruedas.
La única cosa en él era algo que se parecía a los microscopios que habían usado
en la clase de ciencias de la escuela secundaria, pero más de ciencia ficción en su
mente.

Lanzando una oración rápida y silenciosa de que esto funcionaría, Sarita


agarró el pesado microscopio y se lo lanzó a Asherah. Era más pesado de lo
esperado y, temiendo que matara a la mujer, Sarita retrocedió un poco al final
tratando de disminuir el golpe. Todavía conectó con un golpe fuerte y no se
sorprendió cuando Asherah gritó y cayó al suelo.

Al ver que Dressler se enderezaba y se volvía hacia ella, Sarita le dio la vuelta
al microscopio y se dirigió a la puerta lo más rápido que pudo. Lo que realmente
no fue tan rápido, se preocupó mientras se tambaleaba hacia adelante. Claro que
sería detenida por el viejo bastardo en cualquier momento, Sarita aceleró y
tropezó a través de la puerta sin ser atrapada. Pero el esfuerzo le costó y casi se
cayó por la puerta cuando se abrió.

En un momento el suelo se precipitó hacia su rostro, y al siguiente fue atrapada


en fuertes brazos y presionada contra un pecho duro.

—Gracias a Dios —susurró mientras el aroma de Domitian llenaba sus fosas


nasales.

—¿Mi corazón? —susurró Domitian con preocupación cuando Sarita se quedó


en sus brazos. Ella no respondió, y el olor a sangre era pesado en ella. Se tomó un
momento para escuchar los latidos de su corazón, su propio corazón tartamudeó
de preocupación cuando escuchó lo débil y filiforme que era—. Descansa, mi
corazón —susurró—. Te tengo.

283
Presionándola fuertemente contra él, miró alrededor para asegurarse de que
el camino todavía estaba despejado y los hombres no habían regresado de su
búsqueda, y luego se movió rápidamente por la esquina y de regreso a lo largo
de la pared. Cuando alcanzó la luz que Asherah había señalado, se inclinó y
corrió hacia la valla, asegurándose de permanecer dentro de la zona muerta entre
las cámaras como Asherah había instruido. Al llegar a la valla, no se molestó en
desatar el lazo, sino que pasó a empujones, con cuidado de evitar que Sarita
quedara atrapada por el alambre afilado y roto.

Una vez que pasó, inmediatamente se metió en la jungla y luego dudó. Sería
más rápido cortar por este lado de la isla y Sarita estaba herida y necesitaba
atención inmediata. Sin embargo, Asherah le había advertido que esa ruta era
demasiado peligrosa.

Maldiciendo, se volvió y siguió la ruta más larga, corriendo a través de la


pequeña franja de bosque que discurría entre la valla y los acantilados sobre la
playa, siguiéndolos por los laboratorios cercados y luego detrás y más allá de la
casa grande. Tuvo que detenerse solo dos veces para evitar ser descubierto por
los pocos buscadores en esta área. Como Asherah había dicho, parecía que se
estaban concentrando en el otro lado de la isla frente a la casa, esperando que
intentara ir a uno de los barcos.

Domitian siguió un camino recto a lo largo de los acantilados hasta que estuvo
a una buena distancia a través del bosque, entre la casa grande y la cabaña donde
vivían la abuela de Sarita y la señora Dressler. Luego cortó por el bosque,
evitando los senderos, pero haciendo un rastro en zigzag hacia la cabaña.
Domitian vio a un par de hombres a su izquierda en un punto, pero ambos
miraban hacia el lado opuesto y él continuó, moviéndose tan silenciosa y
rápidamente como pudo, esperando que no se giraran y miraran en su dirección
hasta que estuviera lejos. Cuando nadie gritó o comenzó a dispararle, estaba
seguro de que había evitado la detección.

Pareció llevar una eternidad llegar a la cabaña, y Domitian pasó todo el viaje
escuchando ansiosamente los latidos del corazón de Sarita, temiendo que se
detuviera en cualquier momento. Nada en su vida lo había aterrorizado tanto
como la posibilidad de perder a Sarita durante ese interminable viaje de regreso

284
a la cabaña. No disminuyó la velocidad cuando llegó al borde del claro,
simplemente corrió hacia adelante por el camino. Cuando la puerta se abrió antes
de llegar, pensó que Thorne debía haber estado esperando por él, pero era la
abuela de Sarita.

—¿Está bien? —preguntó Maria Reyes con alarma mientras Domitian entraba
corriendo.

—Ella lo estará —le aseguró sombríamente al pasar y corrió por el pasillo


hacia las escaleras.

Domitian llevó a Sarita directamente a la habitación de huéspedes en la que


había dormido antes, cerró la puerta de un puntapié y se acomodó en la cama
con ella en su regazo. No pensó en lo que estaba haciendo, o que debería cerrar
la puerta o atar a Sarita primero, o que necesitaría sangre para ayudarla con el
cambio, Domitian simplemente movió su brazo izquierdo debajo de su cuello
para que su cabeza quedara colgando. Cuando su boca se abrió, él rasgó su otro
brazo con sus propios colmillos y presionó la herida que brotaba en su boca.

Cuando el sangrado se detuvo, repitió la acción. Domitian estaba terminando


de hacerlo por tercera vez cuando la abuela de Sarita finalmente lo alcanzó y
entró a toda prisa a la habitación.

—¿Ella est...? —Maria Reyes se detuvo a medio camino de la cama mientras


sus ojos telegrafiaban lo que estaban viendo a su mente. Miró la sangre que
empapaba el costado y la cadera de Sarita, la sangre manchada en sus labios y su
rostro, y la sangrienta herida que ahora se extendía desde la muñeca de Domitian
hasta su codo, y luego sus ojos se cerraron en su cabeza y se desplomó.

Domitian se sentó ligeramente, estirando la cabeza para ver a la mujer,


preocupado de haber matado a la abuela de Sarita, y luego se distrajo cuando
Sarita comenzó a gritar y convulsionarse en sus brazos. Obviamente, ella tenía
suficiente sangre. El cambio había comenzado. Maldiciendo cuando se dio cuenta
de que no estaba preparado para eso, Domitian levantó a Sarita, se puso de pie,
la sentó en la cama e intentó retenerla.

Oyó gritos desde abajo, reconoció la voz ansiosa de la señora Dressler, pero no
tuvo tiempo de responder a sus preguntas. Estaba en medio de una batalla real
con su compañera de vida. Sarita estaba corcoveando, golpeándose, pateando y

285
golpeando. También estaba gritando todo el tiempo, en evidente agonía y
necesidad, y no había nada que pudiera hacer al respecto. Él no tenía sangre.

Después de darle una tercera patada a la ingle y de que le clavaran las uñas en
la mejilla dos veces, Domitian, desesperado, se arrojó sobre la mujer salvaje, con
la esperanza de inmovilizarla con su peso. No funcionó exactamente como
esperaba. En lugar de inmovilizarla, Domitian se encontró aferrándose a su vida
mientras se resistía y rebotaba en la cama como un salvaje caballo.

—Oh querido… ¿qué…?

Domitian no estaba seguro si realmente escuchaba esas palabras sobre el


alboroto de Sarita o si Maria Reyes estaba tan angustiada que gritaba sus
pensamientos. En cualquier caso, echó un vistazo alrededor y vio a la mujer
sentada en el suelo, mirando aturdida y horrorizada mientras lo miraba a él y a
Sarita galopar alrededor de la cama. Al menos hasta que Sarita dio una gran
sacudida y patada que los hizo dar media vuelta y caer de la cama al piso junto
a la mujer.

Estrechando su control sobre Sarita, que ahora estaba en la cima, Domitian


trató de ofrecerle a la anciana una sonrisa tranquilizadora, pero su cabeza
rebotaba repetidas veces desde el suelo, enviada allí por los pechos de Sarita
mientras se revolcaba encima de él, y sospechaba que lo en realidad logró fue un
rictus de dolor.
Con los ojos muy abiertos, Maria Reyes sacó una cruz dorada del escote de su
vestido, la sujetó entre sus manos y comenzó a rezar. No fue hasta que ella
comenzó a gritar: “¡Fuera demonio! ¡Fuera demonio!", que se dio cuenta que
pensaba que Sarita estaba poseída.

Domitian cerró los ojos y comenzó a orar también, pero rezaba para que
sobreviviera a la vuelta de Sarita con al menos un testículo intacto. Estaba
bastante seguro de que uno de ellos estaba roto.

—¿Qué demonios?

Domitian abrió los ojos esperanzado para encontrar a Thorne de pie en la


puerta de la habitación con la señora Dressler muy alarmada en sus brazos.

286
—Oh, gracias a Dios. —Lloró Maria Reyes y se apresuró a pararse junto a la
pareja en la entrada, parloteando en español tan rápido y frenéticamente que
incluso él no podía entenderlo, y Domitian había estado hablando español
durante siglos. Cuando finalmente se calmó, los tres se quedaron allí mirando
horrorizados mientras Sarita seguía rockeando y golpeándose encima de él como
si fuera un caballo meciéndose. Con las manos de Domitian cerradas alrededor
de su cintura, ahora ella se arrojaba hacia adelante, golpeando su cabeza contra
el suelo con sus pechos, y luego tirando su parte superior del cuerpo hacia atrás
y bajando sus rodillas, justo entre sus piernas. Y solo estaban mirando, pensó con
incredulidad. Como si esto fuera alguna pelea de WWF.

—Ayuda —gimió Domitian en una voz que estaba seguro era demasiado baja
para ser escuchada. Afortunadamente, Thorne pareció entender. Miró alrededor
un poco salvajemente, y luego sentó a su madre en la cama. Maria lo había
seguido y se había sentado a su lado para que las dos mujeres pudieran agarrarse
de las manos mientras miraban y rezaban. Al menos estaba bastante seguro de
que Maria estaba rezando, Elizabeth Dressler estaba gritando consejos a su
confundido hijo mientras trataba de resolver cómo ayudar a Domitian.

—¡Rápido, agárrala alrededor del pecho cuando ella se balancee! —gritó la Sra.
Dressler.

Thorne se enderezó, se sentó a horcajadas sobre Domitian y Sarita e intentó


rodearle el pecho con sus brazos mientras se lanzaba hacia arriba y hacia atrás,
golpeando con sus rodillas las joyas familiares de Domitian, tan maltratadas. Las
estrellas explotaron detrás de sus ojos, un zumbido sonó en sus oídos y cerró los
ojos en un gemido mientras esperaba que la agonía terminara. Pero cuando pudo
escuchar de nuevo, Elizabeth Dressler estaba diciendo:

—Dios mío, Thorne, no, no creo... Oh, eso no funciona para nada.

Obligándose a abrir los ojos, Domitian vio que, mientras Thorne había
comenzado a abrazar al pecho de Sarita, se agitaba y movía tanto que ahora solo
la tenía agarrada por los pechos, con una mano agarrada a cada uno. Trajo un
gruñido de Domitian justo antes de que el hombre murmurara "Lo siento", y la
soltó.

—¡Sus piernas, Thorne! ¡Prueba sus piernas! —sugirió la Sra. Dressler.

Asintiendo, Thorne se hizo a un lado, y luego se movió hacia abajo para

287
agarrar los pies de Sarita mientras volaban en el aire. Eso fue todo lo que vio
Domitian antes de que su cabeza fuera aplastada contra el piso de madera por la
parte superior del cuerpo de Sarita. Pero pronto se dio cuenta de que esto
tampoco iba a funcionar. Con las piernas en el aire, la movilidad de Sarita se
limitaba a un cortocircuito. Básicamente, sus pechos estaban jugando pastel con
su cabeza en el piso.

—Oh, querido, eso tampoco va a funcionar, Thorne —dijo Elizabeth Dressler


con consternación—. Suelta tus piernas.

Domitian gritó cuando Thorne escuchó a su madre, liberó las piernas de Sarita,
y rápidamente se estrellaron contra su ingle.

—¡Fuera demonio! ¡Engendro del infierno! —rugió Maria Reyes en respuesta.

Domitian cerró los ojos en miseria cuando se dio cuenta de que no iba a salir
con un solo testículo intacto. Había sentido el segundo estallar esta vez. Que Dios
lo ayude, pero estaba agradecido de no tener mucha sangre en ese momento. La
idea de que sus testículos cicatricen solo para ser aplastados nuevamente…
Bueno, realmente era más de lo que cualquier hombre debería soportar, pensó.

—¿Qué diablos está pasando aquí?

Domitian parpadeó abriendo los ojos y miró al hombre que ahora se elevaba
en la entrada, y luego los pechos de Sarita oscurecieron su vista. Pero cuando ella
se levantó de nuevo, y el zumbido en sus oídos terminó, abrió los ojos y miró a
su tío una vez más. Todo lo que logró salir fue: "Se estaba muriendo", antes de
que la parte superior del cuerpo de Sarita chocara de nuevo contra su cabeza.
Afortunadamente, fue un mero rebote esta vez, porque Sarita fue de repente
levantado de él.

Al abrir los ojos, Domitian vio que Lucian la había agarrado por debajo de los
brazos y ahora la estaba tendiendo delante de él todo lo que su alcance le
permitía, como si fuera una niña con un pañal sucio. Soltando un suspiro de
alivio, Domitian se puso de pie, dio un paso vacilante, y luego cayó cuando el
mundo se inclinó.

Estaba bastante seguro de haber escuchado un suspiro de su tío y luego el


hombre comenzó a gritar órdenes.

288
—¡Bricker, vuelve corriendo al bote y consigue la cadena que trajimos! ¡Jo, ve
con él y trae la sangre! ¡Sobrino, quédate abajo! —agregó cuando Domitian abrió
los ojos e intentó moverse—. La parte de atrás de tu cabeza es hamburguesa.
Necesitas sangre antes de intentar levantarte nuevamente. ¡Y, Basha, por favor
controla y borra a estas damas para que pueda amarrar a Sarita!

—En eso —dijeron tres voces a la vez y Domitian vio como la sala comenzaba
a funcionar. Justin Bricker y una mujer joven y bonita que debía ser Jo salieron
corriendo de la habitación en busca de cadenas y sangre, y Basha se paró frente
a Maria Reyes y Elizabeth Dressler por un momento mientras Thorne miraba con
preocupación. Luego se volvió para decirle algo a Thorne que Domitian no podía
oír por los continuos chillidos de Sarita y luego se hizo a un lado para permitirle
a Thorne recoger a su madre. Tomando a la abuela de Sarita por el brazo, ella
también la sacó de la habitación.

Domitian miró a la mujer, tratando de concentrarse, y luego preguntó:

—¿Ella es...?

—Sí. La hija de tu tío Félix, Basha. —Lucian asintió.

—Escuché que la encontraron —murmuró, cerrando los ojos nuevamente para


evitar tener que mirar la sala girar—. ¿Es ella una cazadora ahora?

—Sí. Como es su marido, Marcus.

Domitian asintió y luego hizo una mueca cuando le causó dolor mover la
cabeza en el piso. Luego reflexionó sobre el hecho de que podía escuchar a su tío
a pesar de los gritos de Sarita. Y luego se dio cuenta de que el hombre
probablemente no estaba hablando en absoluto, sino que le transmitía sus
pensamientos.

Justin Bricker fue el primero en regresar con su botín. El tintineo de las cadenas
hizo que los ojos de Domitian volvieran a abrirse e, ignorando las órdenes de su
tío, rodó sobre su estómago y se arrastró hasta la cama cuando Lucian puso a
Sarita sobre ella y comenzó a encadenarla con la ayuda de Justin. A mitad del
proceso, Sarita finalmente dejó de gritar y se calló.

Preocupado, Domitian logró levantarse para arrodillarse al lado de la cama, y


luego se estremeció de sorpresa cuando una bolsa de sangre le golpeó en la boca,
que estaba abierta, sin aliento.

289
Domitian levantó la mano en señal de agradecimiento, lo mejor que podía
hacer con una bolsa de sangre en la boca, y luego vio que Jo llevaba una hielera
llena de sangre al otro lado de la cama y la dejaba.

—Dani está enviando a alguien con drogas para ayudar con el cambio —
anunció Jo mientras se enderezaba—. Encontraron a Nicholas y los otros. Ella
dijo que la mayoría de ellos están bien, pero Santo está mal. Su mano fue cortada
y parcialmente sellada y no pueden encontrar la mano.

—¿Y Dressler? —preguntó Lucian.

—No hay señal todavía —dijo Jo sombríamente—. Todavía están buscando.

Lucian terminó de encadenar a Sarita, luego se enderezó y la consideró


brevemente, antes de preguntar:

—¿Están enviando un IV?

—Sí —dijo Jo, agarrando otra bolsa de sangre y alejándose de su vista.

—Entonces todo lo que podemos hacer es esperar —dijo Lucian.

Domitian se estremeció cuando la bolsa ahora vacía le fue arrancada de la


boca, pero levantó una mano para atrapar la siguiente bolsa cuando Jo la iba a
meter en sus colmillos.
—¿Cómo supiste dónde estaba la isla? —preguntó, y luego metió la bolsa
mientras esperaba la respuesta.

—Un pequeño pájaro me lo dijo —dijo Lucian secamente, trayendo un bufido


de Justin Bricker mientras terminaba de cerrar la última cadena en su lado de la
cama y enderezado.

—Un gran maldito pájaro, hombre —dijo Justin y luego sonrió—. Oye,
¿entiendes? ¿Birdman? ¿Pájaro, hombre?

—Por favor. Perdónanos —dijo Lucian secamente.

—No tiene sentido del humor —se quejó Bricker, luego miró a Domitian y
sonrió—. Deberías haber visto a Lucian saltar cuando Thorne salió volando del

290
aire y se posó en la barandilla del balcón de la villa como un gran maldito buitre.

—Es parte águila, no buitre —gruñó Lucian.

—Sí. Lo que sea. Deberías haber visto tu rostro, sin embargo. Esa fue la
primera vez que te he visto sorprendido por algo.

—Es la primera vez que me sorprenden en muchos siglos —admitió Lucian—


. ¿Estás diciendo que no estabas sorprendido?

—Ah, sí, me sorprendió muy bien —admitió Bricker y luego miró a Domitian
y se lo contó—. Lucian estuvo condenadamente cerca de matarlo antes de que
supiéramos que era un amigo. Afortunadamente, Thorne soltó tu nombre y luego
me explicó todo. Nos llevó de vuelta a la isla tan pronto como pudimos reunir a
todos y armarlos. A unos cinco kilómetros de distancia nos hizo detenernos y
esperar, dijo que podía ver híbridos en el aire. Pensé que estaba bromeando, pero
Jo sacó los prismáticos y, efectivamente, había un par de ellos volando. Estaban
lo suficientemente separados como para que Thorne pudiera ocuparse de ellos
uno a la vez. Voló muy alto en el cielo para poder acercarse desapercibido —dijo
Bricker, levantando una mano hacia arriba todo lo que pudo alcanzar. Luego la
bajó rápidamente, agregando—: Y luego se abalanzó y le dio un puñetazo al
primero en la parte posterior de la cabeza mientras pasaba volando. —Se golpeó
la palma de la mano con un golpe—. El tipo todavía estaba cayendo en el aire
cuando giró y ganó altura otra vez para ir tras el siguiente.

Bricker negó con la cabeza.


—Cuando voló fuera de la vista alrededor de la isla, no sabíamos qué estaba
pasando. Resulta que había una patrulla a cada lado de la isla. Diez minutos
después, volvió a volar con un pájaro colgando de cada mano. Literalmente —
agregó con una sonrisa—. Eran chicas. Ambas inconscientes pero vivas. Lucian
las encerró en la bodega del bote grande, y luego recogimos los del agua. Uno
había aterrizado sobre sus alas en su espalda y estaba inconsciente, pero todavía
vivo. Uno aterrizó boca abajo, sin embargo, y se ahogó antes de llegar a él.

»Después de encerrarlo en la bodega con las otras dos, continuamos hacia


adelante por más de un kilómetro, pero luego Thorne nos obligó a detenernos
nuevamente, y nos advirtió que podía ver híbridos en el agua a kilómetro y
medio de la isla. Una vez más, pensé que estaba bromeando, pero... —Hizo una
pausa para esperar a que Jo arrancara la segunda bolsa de sangre de la boca de

291
Domitian y la reemplazara con una tercera. Y luego continuó—. De todos modos,
después de un debate, se decidió que Thorne llevaría a Basha en el aire con él. La
abrazó por la cintura y voló, y ella disparó a los híbridos con una de nuestras
escopetas de dardos. Los encerramos en la bodega también, pero no estamos
seguros de cómo manejarán nuestros dardos. Son lo suficientemente fuertes
como para noquear a los renegados, entonces… —Se encogió de hombros
tristemente, sin necesidad de decir que podrían ser mortales para los híbridos
dependiendo de cuán fuerte era su constitución.

Al menos habían intentado no matarlos, pensó Domitian. Aunque, si estos eran


los que la Sra. Dressler había mencionado eran leales a su esposo, no se sentiría
tan mal por sus muertes. Habían sido cómplices de las actividades de Dressler,
algunas de las cuales habían sido dirigidas contra su propia gente.

—Después de eso, Lucian envió a los otros botes para atacar y registrar la casa
y los laboratorios, y seguimos a Thorne a la cabaña para asegurarnos de que su
madre y la abuela de Sarita estaban bien.

—Por mi culpa. —Ese comentario vino de Basha cuando ella entró en la


habitación y se unió a la conversación.

—No fue por ti —dijo Lucian con calma—. Alguien tenía que controlar a
Domitian y Sarita y teníamos sangre en nuestro bote. Si alguien lo hubiera
necesitado, hubieran sido ellos.
—Ni siquiera sabíamos que estaban aquí —argumentó Basha en breve—. Y me
tenían en nuestro bote. —Levantando la mano para silenciarlo cuando iba a
discutir. Basha preguntó deliberadamente—: ¿Cuándo antes delegaste la batalla
a otros y tomaste la tarea más segura, tío? Nunca —se respondió a sí misma.

—Basha —comenzó Lucian.

—Tío —respondió, interrumpiéndolo—. Realmente necesitas dejar de lado tu


culpabilidad por lo que crees que no me protegiste cuando era una niña, y dejar
de tratar de protegerme de todo ahora. Si no lo haces, sugeriré a Marcus que nos
mudemos a Italia a tiempo completo para estar cerca de su familia.

Girando sobre sus talones, Basha salió de la habitación y el silencio reinó

292
brevemente.

—Bueno —dijo Bricker alegremente, evitando mirar a Lucian, que parecía


haberse convertido en piedra—. ¿Dónde estaba? Oh sí, seguimos a Thorne. Por
supuesto, volando, llegó aquí más rápido y… bueno, ya sabes el resto.

Domitian asintió levemente, haciendo una mueca cuando la acción le envió


dolor a través de su cabeza. Dejó de mover su cabeza con la esperanza de
terminar con el dolor, pero en lugar de eso simplemente se desarrolló y creció,
enfocándose principalmente en la parte posterior de su cráneo. La curación había
comenzado, pensó sombríamente antes de perder el conocimiento.
Capitulo 17

293
Sarita se despertó en la habitación que le habían dado en la casa del doctor
Dressler y por un momento pensó que todo había sido un sueño loco. Después
de todo, ¿quién creería en vampiros y hombres alados? Nadie, por supuesto, pensó,
y luego un cálido brazo se deslizó alrededor de su cintura, y el aroma del hombre
que ahora la acunaba le aseguró a Sarita que no había sido un sueño. Todos esos
recuerdos salvajes que llenaban su mente realmente habían sucedido. Incluida la
primera vez que se había despertado y Domitian le había contado lo que había
sucedido después de que ella se hubiera tropezado en sus brazos fuera del
laboratorio.

Él la había convertido para salvar su vida. Sarita no sabía cómo se sentía al


respecto. Ella no estaba interesada en todo lo de la sangre. Por otro lado, estaba
aún menos interesada en todo lo de la muerte, por lo que la sangre ganó esa
ronda, supuso.

Domitian también le había dicho que Thorne había noqueado cuatro híbridos
alados solo, y luego había llevado a una mujer inmortal llamada Basha al aire
para usar dardos tranquilizantes en los híbridos acuáticos. Sarita tenía mucha
menos ambivalencia sobre eso. Se alegraba de que Thorne estuviera bien y
hubiera atravesado la situación de manera segura, y aunque lamentaba los
híbridos que habían muerto, incluido el joven Colton, que aparentemente se
había escabullido durante la batalla, era aún más triste por los que habían
luchado contra los inmortales y sobrevivieron, porque su futuro parecía bastante
sombrío por lo que ella podía decir.

En este momento estaban encerrados en celdas en los laboratorios donde todos


los otros que ahora estaban libres, habían sido encerrados. Bastante irónico en su
opinión. Pero se habló de que el consejo los juzgara. El problema era que nadie
parecía estar seguro de qué consejo por el momento. Aparentemente, el consejo
Sudamericano, que no había estado nada contento con el tío de Domitian
pisoteando todo su territorio, ahora estaba retrasando hablar con él sobre qué
hacer con la isla y sus habitantes. Significaba que Lucian y una buena parte de su

294
gente estaban atrapados aquí hasta que se tomara una decisión. Algo de lo que
aparentemente no estaba muy contento, según Domitian.

Y luego estaba el asunto por el que Sarita que no estaba muy contenta… El Dr.
Dressler había escapado. Después de que Thorne sacó los híbridos del aire y el
agua, los cazadores de renegados atacaron la isla. Los hombres de seguridad de
Dressler habían peleado un poco y un par de inmortales habían sido noqueados
por los dardos. Pero cuando los inmortales e híbridos encerrados habían sido
liberados para unirse a la refriega, los hombres de seguridad pronto se dieron
por vencidos. El consenso primordial fue que Dressler no pagó lo suficiente como
para arriesgar sus vidas.

Sin embargo, no importaba, era demasiado tarde. Dressler aparentemente ya


había escapado. A pesar del interrogatorio repetido, nadie parecía saber dónde
podría estar el doctor hasta que se desperdiciaron horas buscando en cada
centímetro de la isla. Solo entonces MacNeil "recordó de repente" que Dressler
tenía un bote en una cueva escondida en el lado de la isla detrás de la casa.

En ese momento, el bote se había ido hace mucho, por supuesto, al igual que
Dressler, Asherah, y un inmortal que Asherah aparentemente había ido a buscar
después de ayudar a Sarita a escapar. El inmortal era Davies, el hombre que Sarita
había visto por primera vez cortado por la mitad. Y nadie estaba más triste que
ella al escuchar esa noticia. El hombre seguramente había sufrido lo suficiente.
¿Qué más podría hacerle Dressler? Nadie lo sabía, pero Lucian había enviado a
los cazadores en busca del trío, con la esperanza de capturar a Dressler y salvar
a Davies y Asherah.
Hablando de Asherah, Sarita estaba un poco confundida cuando se trataba de
cómo se sentía con respecto a la mujer. Ella parecía estar bien al final. Incluso
había salvado la vida de Sarita. Bueno, en realidad había apuñalado a Sarita y
estuvo a punto de matarla, pero luego la ayudó a escapar. Sin embargo, había
algo que preocupaba a Sarita sobre esa cosa de escape. Domitian le había dicho
que Asherah afirmaba que Dressler la había enviado a hablar con el guardia en
la puerta de la entrada cuando ella había salido a ayudar a Domitian.

Pero Asherah le había contado una historia diferente. Ella había afirmado que
había visto a Domitian en la cámara, había distraído a Dressler hasta que había
pasado sano y salvo, y luego había inventado una excusa para irse y llevarlo sano
y salvo al edificio. Eran dos historias diferentes, y Sarita había sido entrenada
para buscar inconsistencias en las historias de las personas. Era una clara señal

295
de la falta de fiabilidad de un testigo y, a veces, un signo de un intento de encubrir
un crimen. Sarita estaba un poco preocupada por lo que Asherah podría haber
estado encubriendo.

Apartando ese pensamiento de su mente, se acurrucó contra Domitian y


suspiró con satisfacción. Él era un buen hombre. Mientras él y su abuela se
sentaron al lado de su cama mientras ella hacía el cambio, aparentemente él le
explicó lo que él y ahora Sarita eran para su abuela. Su abuela lo había tomado
mejor de lo que Sarita había esperado, aunque ahora llevaba tres cruces y rezaba
mucho por sus almas. Aparte de eso, ella parecía estar bien, sin embargo.

Sarita se quedó quieta cuando Domitian se movió, su mano deslizándose para


descansar sobre su pecho a través de la sábana. Cuando se detuvo allí, su
respiración profunda, decidió que él todavía estaba dormido y cerró los ojos con
otra sonrisa. Como había prometido, ahora que el peligro había terminado, la
estaba cortejando como él deseaba. Solo había estado despierta una semana, pero
él ya le había traído flores y dulces, y hasta la había llevado a dos citas reales…
con su abuela acompañándolos.

Al parecer, la abuela pensó que necesitaban un acompañante. Para la primera


cita los había llevado a cenar a uno de sus restaurantes. Sarita en realidad lo había
disfrutado. Hablar con Domitian fue fácil, y los tres se rieron mucho mientras
comían. Sarita sospechaba que no habría experimentado eso si hubieran estado a
solas. No habrían durado hasta los aperitivos antes de salir corriendo del
restaurante para buscar un lugar seguro más cercano donde tener relaciones
sexuales y desmayarse. En cambio, se habían quedado durante horas, charlando
y riendo antes de volar de regreso a la isla en el helicóptero. Después de un beso
casto bajo la atenta mirada de su abuela, Domitian las había dejado en la cabaña
y se había ido a la gran casa donde él, junto con Lucian y algunos de los
cazadores, se quedarían hasta que se resolviera la situación en la isla.

Su segunda cita había sido bailar, pasar la noche en su casa en el continente y


un viaje para visitar las tumbas del padre y el abuelo de Sarita al día siguiente.
Al parecer, la abuela le había mencionado a Domitian que el baile era lo único
que más echaba de menos, además de su marido y su hijo mientras estuvo
prisionero en la isla. Domitian había decidido que era donde llevaría a Sarita en
su segunda cita… con la abuela como acompañante. Parecía que no estaba por

296
encima de congraciarse con la anciana para ganar a Sarita. Pero a ella no le
importaba. Ella realmente lo había disfrutado. La presencia de su abuela los había
obligado a comportarse y Domitian había pasado la noche bailando con una de
ellas y luego con la otra.

Su abuela realmente lo había disfrutado y también lo había hecho Sarita. Pero,


querido Dios, bailar con Domitian había sido una dulce tortura. Su cuerpo
presionando contra el de ella, sus manos sobre ella, su aliento en su oreja. La
había enloquecido y no había una maldita cosa que pudiera hacer al respecto con
su abuela allí. Ni siquiera una vez llegaron a casa de Domitian.

Al principio, Sarita estaba demasiado aturdida ante la decoración como para


pensar en su necesidad de Domitian. Miró a su alrededor, a las plantas en
macetas, los mullidos muebles de color claro y los hermosos pisos de madera y
pensó que esta era la casa que siempre había soñado. La que ella había planeado
hacer para ella un día, y aquí Domitian la había creado para sí mismo. Le había
hecho preguntarse sobre esos nanos. Tal vez ellos realmente conocían su negocio.
Domitian ciertamente parecía complacerla de muchas maneras.

Sarita dejó escapar un pequeño suspiro y miró hacia la pared frente a ella
mientras su mente giraba con el caos que la había reclamado durante días
mientras consideraba todas sus opciones y todos sus deseos y necesidades. No
había estado bailando y visitando tumbas la semana pasada, había pasado
mucho tiempo ayudando a su abuela y la Sra. Dressler mientras ayudaban a los
híbridos en la isla. Las dos mujeres se habían comprometido a asegurarse de que
la mayor cantidad posible de ellos tuviera una vida normal.
Para algunos, eso no era factible. Al igual que Thorne, sus diferencias eran
demasiado notorias y harían que su vida se acercara a algo casi inalcanzable. Pero
para otros era posible, y las dos mujeres estaban decididas a hacer que sucediera
lo que podían. Resultó que tenían las finanzas para hacerlo también. Parecía que
el dinero que Dressler había gastado tan felizmente era el de su esposa. Elizabeth
Salter Dressler había heredado una fortuna de sus abuelos antes de casarse con
Dressler, y más tarde había heredado la fortuna aún más sustancial de sus padres.

Ahora que Dressler estaba fuera de escena, Elizabeth estaba recuperando su


poder y su dinero. Ella había vuelto a su nombre de soltera y había movido todo
su dinero para que el doctor no pudiera acceder a él. Luego había colocado casi
la mitad en una cuenta para Thorne, y tenía la intención de usar el resto para
ayudar a los híbridos.

297
Para Sarita, solo una semana de ayudar a estas personas había sido más
satisfactorio que un año como agente de policía, y sin siquiera el uno por ciento
del estrés hasta el momento… y eso era parte de su problema y la razón del caos
en su mente. Cuando se despertó por primera vez para darse cuenta de que había
sido cambiada, Sarita se había sentido un poco perdida, por lo que
instintivamente había recurrido a su antigua vida en busca de consuelo. Había
determinado que se quedaría por una semana más o menos y luego regresaría a
la seguridad y comodidad de su hogar y trabajo en Canadá. Domitian ya había
dicho cuando estaban en la pequeña isla que disfrutaría vivir más cerca de su
hermana y la seguiría y la cortejaría como se merecía, por lo que ni siquiera lo
había considerado en la decisión. Pero le había pedido a su abuela que volviera
y viviera con ella, y su abuela había aprovechado la oportunidad y parecía
realmente emocionada.

Pero eso fue parte del problema. Ahora que se estaba adaptando a la idea de
ser una inmortal, Sarita descubrió que tenía menos interés en regresar a Canadá
y su trabajo. Encontró que ayudar a los híbridos era satisfactorio, y le gustaba
pasar la siesta perezosa en la cama con Domitian. Pero tampoco quería
decepcionar a su abuela ni hacer que se quedara en una isla que había sido una
prisión para ella durante cincuenta años.

Un suave ronquido sonó detrás de ella y sonrió para sí, reconociendo que la
verdad era que, ahora que la estaba cortejando como creía que se merecía, Sarita
en realidad no lo necesitaba. Algo había cambiado en ella. O tal vez era solo que
todo se combinaba para hacerla darse cuenta de lo mucho que se
complementaban, desde que su casa fuera la casa de sus sueños hasta cómo su
sentido del humor coincidía con el de ella, cómo su gusto por los alimentos
parecía estar siempre alineado, y cómo habían bailado juntos tan suavemente
como si lo hubieran estado haciendo toda su vida. Si bien sabía que no era posible
que lo amara ya, sintió en sus huesos que pertenecía a Domitian.

Sonó un suave golpe en la puerta y Sarita se deslizó rápidamente fuera de la


cama, tirando de su ropa nuevamente en orden mientras corría a responderla.
Ese fue uno de los beneficios del compañero de vida: Todo sucedía tan rápido y
furioso que rara vez lograban quitarse toda la ropa, pensó con ironía al llegar a la
puerta.

298
—Hola —dijo Eshe suavemente cuando Sarita abrió la puerta.

—Hola —respondió Sarita con sorpresa. No había visto a la mujer desde que
las encerraron en las celdas. Eshe, junto con los otros cazadores, habían estado
buscando a Dressler, Asherah y Davies por la mañana, al mediodía y por la noche
desde que habían desaparecido.

—¿Tienes un minuto? —preguntó Eshe.

—Por supuesto. —Sarita se deslizó en el pasillo, cerrando la puerta


silenciosamente y luego siguió a Eshe por el pasillo, su mente giraba con
curiosidad mientras trataba de entender de qué se trataba todo esto.

—Es hermoso aquí —comentó Eshe unos minutos más tarde mientras
conducía a Sarita a los jardines—. Difícil imaginar la pesadilla en la que Dressler
se convirtió para todos cuando miras tanta belleza.

—Sí. —Asintió Sarita, mirando por encima de los bien cuidados jardines.

—Quería hablarte sobre Domitian —dijo Eshe, guiándola por un sendero con
flores altas que crecían a cada lado.

—¿Oh? —preguntó Sarita, repentinamente cauteloso.

—Sabes que lo amas, ¿verdad? —preguntó.

Sarita tragó saliva y miró hacia otro lado, frunciendo el ceño.

—Solo lo he conocido por…


—Corta la mierda —dijo Eshe no desagradable, y Sarita parpadeó y se volvió
hacia ella con sorpresa. Sonriendo, Eshe dijo—: Niña, he estado viva por mucho
tiempo y…

—¿Cuánto tiempo? —preguntó Sarita con curiosidad. Honestamente, ninguna


de estas personas parecía tener más de treinta años y la mayoría parecía más de
veinticinco. Sin embargo, Domitian era jodidamente antiguo.

—Nací en 1446 A.C. —dijo Eshe con naturalidad.

—¿La gente existía en ese entonces? —preguntó Sarita, tratando de


concentrarse en ese número. ¿Había alguna historia en ese momento? No
recordaba haber estudiado nada tan viejo. ¿No fue esa la edad de hielo o algo así?

299
—La última edad de hielo fue hace once o doce mil años —dijo secamente
Eshe, obviamente leyendo su mente.

—Correcto… y tú solo naciste hace tres mil quinientos años… dar o tomar un
par de décadas —agregó Sarita sarcásticamente—. ¡Dios!

Eshe se rió de su expresión y dijo:

—Mira. Solo quería hablar contigo antes de irme porque Victor estaba
diciendo que Domitian está preocupado de que no lo dejes entrar y no reconozcas
tus sentimientos por él.

—No sé cuáles son mis sentimientos —dijo Sarita con frustración—. Todos son
un revoltijo y no puedo pensar con claridad cuando él está cerca. Quiero decir
que sé que lo quiero. Es como una droga para mí, pero... —Sacudió la cabeza
impotente.

—Hmm —murmuró Eshe—. Y, sin embargo, estabas dispuesta a morir por él


en las celdas.

—Eso fue para que Dressler no supiera cómo volverse inmortal —argumentó
Sarita.

—No. En realidad, lo que dijiste, y lo que leí de tu mente en ese momento —


añadió con firmeza—, fue que preferirías morir antes que permitir que Domitian
viviera sabiendo que le había dado a Dressler la información que necesitaba para volverse
inmortal y sentirse culpable de las muertes y torturas que siguieron. Eso es morir por
Domitian, para que no sufra la culpa.
Sarita la miró fijamente.

—¿Qué? ¿Vas a negarlo? —preguntó y luego dijo simplemente—: Lo amas,


Sarita. Esta no es una noticia que rompa la tierra a nadie más que a ti. Como
inmortales, sabemos que amaremos a un compañero de vida si tenemos la suerte
de encontrarlos. Es un hecho simple. Y en el fondo sabes que lo amas. Son solo
las costumbres y tradiciones de tu vida mortal las que te están deteniendo. Según
ellos, no puedes amarlo todavía y debes esperar para aceptarlo o admitirlo hasta
que haya transcurrido un período de tiempo adecuado.

Girando, ella comenzó a caminar de nuevo y agregó:

—Y eres libre de hacer eso. Pero espero que no, niña, porque Domitian ya ha

300
esperado mucho tiempo por ti y se merece ser feliz. Como tú. Y me duele saber
que estás luchando con esto cuando todo es tan simple.

Sarita la siguió, pensando que realmente era simple. Había querido morir ese
día para salvar a Domitian de toda una vida, una larga vida de culpabilidad. Y
moriría por él ahora para salvar su vida si era necesario. Era un hombre especial,
muy paciente, amable y apasionado. Nunca había conocido a nadie como él.
Nunca salió con alguien a quien respetara tanto o le importara tanto. Lo amaba,
reconoció Sarita, si lo había conocido tanto tiempo como la sociedad lo
consideraría suficiente o no.

—De todos modos —dijo Eshe después de un momento—, solo quería decir
eso antes de irnos. Y volverte a dar la bienvenida a la familia, porque ahora
formas parte de ella, ya sea que lo admitas hoy o el próximo año.

Sarita dejó de caminar y frunció el ceño.

—¿Irse? Pensé que te estabas quedando hasta que encontraron a Dressler.

—Ese barco ha navegado, desafortunadamente —dijo rotundamente—.


Tenemos información que sugiere que se ha ido del país. Lucian está arreglando
que un par de cazadores de renegados permanezcan en la isla por si intenta
volver aquí. Trabajarán con un par de cazadores de renegados que el consejo
Sudamericano asignará a la isla y la isla estará bajo el control de ambos consejos,
al menos hasta que atrapen a Dressler. Pero mientras tanto, el resto de nosotros
nos vamos a casa.

Exhalando un suspiro, sonrió con ironía y agregó:


—Tenía ganas de ver a mi esposo, Armand, pero aparentemente eso no va a
pasar en un tiempo.

—¿No? —preguntó Sarita con curiosidad.

Eshe negó.

—Algunos renegados se aprovecharon de nuestra ausencia y nos causaron


muchos problemas en nuestro país mientras muchos de nosotros estábamos
fuera. Tenemos un par de líos para limpiar y algunos incendios para ayudar a
apagar. —Se encogió de hombros—. Habiendo sido un policía mortal, ya sabes
cómo es. Mientras el policía esté fuera, los delincuentes jugarán, ¿verdad?

Sarita sonrió débilmente. Nunca había escuchado eso. Tendría que acordarse

301
de contárselo a Jackson.

—Escucha, eso es algo más que quería decirte —agregó Eshe ahora—. Si
alguna vez te cansas de jugar a la policía y ladrones con los malvados mortales,
tenemos algunos renegados podridos que necesitan ser abatidos. Y cada trabajo
salva vidas. No hay gatos bajados de los árboles o golpeando las muñecas de los
ladrones de tiendas. Cada renegado es un tipo realmente malo que está matando
o controlando a los mortales. Y ya hablé con Mirabeau al respecto. Ella también
te aprecia y dijo que podías viajar con nosotros. Solo piénsalo —agregó—. Sin
presión. Y el trabajo seguirá estando ahí diez, veinte o incluso cien años más
adelante si prefieres quedarte y ayudar a los híbridos por un momento.

—¿Lo leíste de mi mente? —preguntó Sarita con diversión.

—No fue necesario —le aseguró Eshe—. Brillas cuando los ayudas, tal como
lo haces cuando Domitian está cerca. Es obvio que te hace feliz.

Habían dado una vuelta completa y se estaban acercando a la casa otra vez, y
Sarita frunció el ceño cuando vio a su abuela corriendo hacia ellas.

—Parece que no soy la única que quiere hablar contigo hoy —dijo Eshe,
mirando a su abuela con interés—. Las dejaré a ustedes dos.

—¿Eshe? —dijo Sarita mientras la mujer se alejaba. Cuando la inmortal más


vieja se volvió, le dijo—: Gracias.

Eshe sonrió.
—No les digas a los niños que tuvimos este corazón a corazón. Piensan que
soy una tipa dura y me gusta de esa manera.

—Oh, por favor —dijo Sarita con diversión—. Eres un asno duro.

—Sí. —Sonrió—. Pero tú también. Es por eso que nos gustas a Mirabeau y mí.
Te veo, chica.

—Más tarde —dijo Sarita con una sonrisa y luego vio como las dos mujeres se
cruzaban. Eshe le sonrió a su abuela con facilidad, y Maria Reyes le devolvió la
sonrisa nerviosa, mirándola con recelo hasta que ya había pasado y había llegado
a Sarita.

—Ella es uno de esos vampiros, ¿no? —le preguntó su abuela en un susurro,

302
su mano fue a las cruces en su garganta mientras miraba a Eshe. Solo llevaba dos
hoy, notó Sarita. Eso era un progreso.

—Ella es una inmortal, abuela —dijo con firmeza—. Como yo.

—Si. Un vampiro. —Se giró hacia ella y negó con tristeza—. Tan joven y bonita
como para ser un vampiro.

—De nuevo, no un vampiro. Y no tan joven tampoco —dijo Sarita con


diversión—. Ella es más vieja que tú.

—No —dijo su abuela, volviéndose a mirar a la mujer de nuevo—. No.

—Sí —le aseguró Sarita. Casi le dijo la edad de Eshe, pero decidió que podría
darle un ataque al corazón a la pobre mujer, entonces le preguntó—: ¿Querías
hablar conmigo?

—Oh, sí. —Maria Reyes se volvió hacia ella y le dijo preocupada—: Sí,
chiquita, necesito hablar contigo.

—¿Qué es? —preguntó Sarita, su sonrisa se desvaneció—. ¿Ha pasado algo?

—No —le aseguró rápidamente y luego suspiró con tristeza y soltó—: Quiero
ser parte de tu vida, ¿sí? Pero no puedo ir a Canadá contigo, chiquita. Elizabeth
estaría sola y necesita mi ayuda. Estos pobres híbridos, tan maltratados y
encarcelados durante tanto tiempo. Ellos necesitan ayuda. Y tú no necesitas
ayuda. Tienes a tu Domitian. Pero ellos no tienen a nadie, y Elizabeth solo nos
tiene a Thorne y a mí...
—Abuela —interrumpió Sarita amablemente cuando la mujer no dio muestras
de estar terminando—. Está bien.

—¿Sí? —preguntó con incertidumbre.

—Sí —le aseguró Sarita, y luego respiró hondo y admitió—: He estado


pensando que me gustaría quedarme y ayudar con los híbridos también.

—¡Oh, Sarita! —La abrazó rápidamente—. ¡Eso sería maravilloso! Sé que


Elizabeth estará muy contenta. Y luego, Domitian puede quedarse y conservar
sus restaurantes y casarse contigo como él quiere y puedo hacer que los bebés se
echen a perder y...

—Sí, Gran, quizás quieras desacelerar a tus ponis allí —dijo secamente—.

303
Domitian no me ha pedido que me case con él ni nada.

—Me pidió permiso para casarse contigo.

—¿Lo hizo? —preguntó Sarita con sorpresa—. ¿Cuando?

—Cuando nos llevó a bailar. Él es un verdadero caballero. Pidió permiso


formal por respeto. Un buen chico.

—¿Qué dijiste? —preguntó con curiosidad.

—Dije que sí, por supuesto —exclamó como si eso fuera obvio—. Él te ama y
tú lo amas y harás hermosos bebes para mimar. —Parecía que todos "sabían" que
ella lo amaba, pensó Sarita con ironía. Ella era la única desconfiada… y no quería
serlo.

—¡Oh! Él está aquí. Me voy. Le dices que te estás quedando y que te casarás
con él. Él será tan feliz. —Su abuela se apresuró antes de que ella pudiera
protestar y Sarita la vio alejarse radiante hacia Domitian.

Cuando todo lo que logró fue una sonrisa débil a cambio, Sarita frunció el
ceño. Algo estaba obviamente mal, y no parecía que este era el momento de
decirle nada. En el momento en que pasó junto a su abuela, su sonrisa murió y
su expresión se convirtió en una combinación de ira y preocupación.

—¿Qué pasa? —preguntó Sarita, cuando la tomó de las manos y comenzó a


empujarla más hacia el jardín.
—Estaba hablando con Lucian —dijo y luego anunció abruptamente—.
Dressler se fue a su apartamento cuando se fue de aquí.

—¿Lo encontraron? —preguntó con sorpresa.

—No. Encontraron lo que dejó atrás.

Sarita lo miró con incertidumbre.

—¿Davies?

—Él está vivo. Estaba mal, pero le han dado sangre y se está recuperando y
hablando y nos dijo todo lo que sabía —dijo, frotándose la parte posterior del
cuello. Alzando la cabeza, agregó—: Asherah está muerta, sin embargo.

304
—¿Cómo? —preguntó de inmediato.

—Su garganta estaba rasgada —dijo sin rodeos.

Sarita se puso rígida.

—Davies no...

—No. Eso es lo que primero pensaron cuando llegaron a la escena, pero él dijo
que no y la información en la computadora de Dressler lo respalda. Al parecer,
el doctor se apresuró a salir, y supongo que manipuló para ver todo lo que
registraron las cámaras… todas las cámaras.

—¿Nosotros en la isla pequeña? —preguntó ella y luego hizo una mueca


cuando él asintió. Bueno, eso era embarazoso.

—Y nosotros en esta isla —dijo en voz baja—. Incluyendo cuando te cambie.

—¿Qué? Pero…

—Lucian envió a alguien a buscar en la cabaña. Había una cámara en cada


habitación de la casa. Las grabaciones comenzaron cuando los hombres de
Dressler estaban buscando en la cabaña. Estaban plantando y activando las
cámaras durante su “búsqueda”.

—Así que él sabe cómo ser inmortal —dijo con temor, y luego se dio cuenta y
lo miró con dureza—. Es por eso que se llevó a Davies.

Domitian asintió.
—Hizo que lo cambiara —adivinó.

Domitian negó.

—Aparentemente él se cambió a sí mismo. Casi mastica el brazo de Davies


para hacerlo también.

Sarita hizo una mueca.

—Así que Dressler mató a Asherah.

—Los vació a los dos, Davies y Asherah. Ella murió, pero la mayoría de los
nanos de Davies se movieron a sus órganos. Estaba sufriendo hasta que llegó la
ayuda, pero vivo. Pobre bastardo. —Se pasó una mano por el cabello y dijo—: En
cuanto a Asherah, ella hizo su propia cama. Ella nunca trató de ayudarnos

305
cuando organizó su escape. Ese era Dressler pensando sus diez pasos adelante
como de costumbre. Su plan era herirte mortalmente y dejarte ir para que te
pusiera delante de las cámaras que había colocado en la cabaña durante la
búsqueda. Él ni siquiera se quedó hasta que te convertí. Una vez que te tuve y
me dirigí de regreso a la cabaña, hizo que Asherah tomara a Davies y lo llevara
al bote en la cueva. Se habían ido antes de que los cazadores llegaran a la isla.

—Oh —dijo Sarita en voz baja.

—Davies dice que estaban camino a tierra firme para cuando te traje a la
cabaña y te cambié. Dressler lo vio en el bote, y en el momento en que llegaron a
su apartamento en la ciudad, atacó a Davies. Mordió su brazo una y otra vez para
asegurarse de que "tomara lo que necesitaba". Supongo que no llevó sangre en
bolsas con él. El plan era que Davies supliera la sangre que necesitaba.

—Pero se supone que no debemos alimentarnos de inmortales —dijo en voz


baja. Domitian le había estado dando lecciones sobre ser inmortal desde su
cambio. Ese fue el primer punto que hizo hincapié. No morder. Tomar sangre
inmortal era malo. La afluencia de nanos significaba que la sangre del huésped
se consumía a un ritmo acelerado. Beber a Davies hasta secarlo solo había
aumentado la necesidad de sangre de Dressler, que sin duda era la razón por la
que había drenado a Asherah.

—Sí, bueno, aparentemente eso fue algo que Dressler no aprendió de todos
sus experimentos —dijo Domitian secamente.
—Lo siento —dijo Sarita solemnemente.

Él la miró con sorpresa.

—¿Por qué?

—Que el hecho de que me hayas cambiado le dio a Dressler exactamente lo


que quería —dijo simplemente—. El conocimiento de cómo cambiarse a sí
mismo.

—Oh, no, no, Sarita, no —dijo suavemente, tomando sus manos en las suyas
otra vez—. Él ya sabía cómo un inmortal convertía un mortal. Davies le dijo
repetidas veces con la esperanza de que se detuviera cuando lo cortó por la mitad.
Lo tienen en las cintas del laboratorio. Dressler sabía exactamente cómo un

306
inmortal convierte a un mortal antes de que nos reuniera en la isla.

—¿Qué? —preguntó con sorpresa, y cuando él asintió, le preguntó—: ¿Pero


entonces por qué nos necesitaba? ¿Por qué tomarse tantas molestias para
ponernos en la isla? ¿Y de qué se trataba todo ese sinsentido de escape?

La boca de Domitian se torció levemente.

—Porque quería ver qué sucedía exactamente antes de someterse él. Parece
que Dressler disfruta infligiendo dolor a los demás, pero no le gusta sufrirlo.
Quería saber si era doloroso, y si era así, qué tan doloroso.

—¿Quieres decir que Asherah tenía que dejarme al borde para que pudiera
ver un cambio antes de intentarlo? —dijo con incredulidad, y cuando él asintió,
preguntó—: ¿No le dijo Davies que era doloroso?

—Si. Pero pensó que solo intentaba convencerlo de que no lo hiciera. Así que
tenía que ver por sí mismo y necesitaba un par de compañeros de vida para lograr
eso.

—Nosotros —gruñó Sarita enojada—. ¿Cómo diablos nos encontró?

—Pablo Guerra, mi detective privado —admitió con tristeza—. Dressler lo


contrató, le explicó sobre nuestros ojos, y dijo que le pagaría una tarifa por cada
inmortal que le informara. Bueno, mis ojos se ajustan a la descripción —señaló
Domitian—. Entonces Pablo le dijo que había estado trabajando para un cliente
durante trece años que tenía ojos así. Un hombre extraño, que solo quería
informes regulares sobre una niña en Canadá. Ella tenía trece años y vivía aquí
en Venezuela cuando me contrató, etcétera, etcétera.

»Aparentemente, Dressler le preguntó a los pocos inmortales que tenía en ese


momento por qué haría eso. Supusieron, correctamente, que tal vez eras mi
compañera de vida y yo estaba esperando que crecieras para reclamarte.
Entonces le dijo al detective que contrataría a otros para encontrar a los
inmortales. Pablo solo le envió copias de los informes que estaba pagando y puso
cámaras en su apartamento. Y luego, al parecer, esperó a que fuera hacia ti,
porque seguramente lo haría pronto, ya que ya eras mayor.

—Solo que tú estabas siendo noble —dijo en voz baja.

—Sí —dijo.

307
Sarita asintió, y luego negó.

—¿Pero por qué seguía tratando de contratarte?

—No estoy seguro —admitió—. Él solo comenzó a comer en mi restaurante


hace unos dos años.

—Cuando contrató a Pablo —comentó.

Domitian asintió.

—Él me ofreció un trabajo la primera noche, pero lo dijo en broma, y luego


repitió la oferta de vez en cuando. —Se encogió de hombros—. Tal vez él planeó
atraerte a la isla si no te reclamaba lo suficientemente rápido y quería poder
utilizar el contratarme como una excusa para reunirnos.

—Que es lo que sucedió —señaló Sarita y luego comentó—: Me sorprende que


no esperara a cambiarse hasta que pudiera ponerse algunas drogas para aliviar
el dolor si veía lo que yo había pasado. Por lo que todos dijeron después, parece
que fue una agonía. —Haciendo una mueca, agregó—: Lo que recuerdo fue pura
agonía.

—Ah… —Domitian hizo una mueca.

Sarita alzó las cejas.

—¿Qué?
—Bueno, la cámara en el dormitorio era defectuosa. No tenía sonido, y la
imagen era un poco granulada, y según Davies, Dressler pensó que te alimenté
con mi sangre, te retuve por un minuto y luego tuvimos sexo salvaje, por lo que
no podía haber sido tan malo.

—¿Qué? —Sarita jadeó con incredulidad—. ¿Pensó que tuvimos sexo mientras
estaba cambiando?

—Bueno, yo estaba encima de ti y estábamos muy activos en la cama —señaló


Domitian. Luego agregó—: Y aparentemente el ángulo de la cámara era tal que
nunca vio a tu abuela entrar a la habitación. Y luego solo vio tu torso superior
elevándose hacia arriba y hacia abajo más allá de la cama después de que nos
cayéramos al piso. Davies dijo que Dressler dejó de mirar cuando comenzó ese

308
negocio, entonces… —Se encogió de hombros casi en tono de disculpa,
aparentemente capaz de ver cómo Dressler podía malinterpretar las cosas tan
mal.

Sarita lo miró fijamente y luego cerró los ojos y dejó que su cabeza cayera en
la palma de una mano.

Hubo un silencio por un minuto y luego Domitian preguntó:

—¿Estás enojada?

Ella negó con sorpresa.

—¿Con Dressler? Por supuesto, el…

—No, conmigo —interrumpió Domitian.

—¿Por qué estaría enojado contigo? —preguntó con desconcierto.

—Porque fue mi detective quien causó que todo esto nos sucediera. Si no lo
hubiera contratado...

—No —interrumpió Sarita con firmeza—. No eres responsable de las acciones


de Pablo —le aseguró, y luego sonrió con ironía y dijo—: Yo estaba preocupada
de que me culparas por el aprendizaje de Dressler sobre cómo ser inmortal
porque tuviste que convertirme para salvar mi vida, y mientras tanto, estabas
preocupado de que estuviera enojada porque tu contratación de Pablo llevó a
Dressler a darse cuenta de que éramos compañeros de vida.

—S´—dijo con una sonrisa torcida.


—Hmm… —murmuró Sarita, luego inhaló profundamente y dijo—: Creo que
debe ser amor.

Domitian se calló, su mirada fija en su rostro.

—¿Crees eso?

—Lo sé —admitió en voz baja y luego le ofreció una sonrisa torcida y dijo—:
En realidad, todos los demás aparentemente lo saben también.

—Sí. —Asintió solemnemente—. Eres una mujer inteligente, mi corazón, pero


en este caso…

—Sí, sí, esta vez fui la última en la mesa —murmuró.

309
Domitian sonrió, y luego preguntó:

—¿Esto significa que consentirás en ser mi esposa y mi compañera de vida?

Sarita tragó saliva, pero luego asintió.

—Sí. Pero…—añadió, levantando su mano entre ellos rápidamente para evitar


que la besara cuando se inclinó hacia ella.

Domitian se detuvo, la incertidumbre en su rostro.

—¿Pero?

Después de una vacilación, deslizó sus brazos alrededor de su cintura y


presionó su mejilla contra su pecho antes de admitir:

—La abuela no quiere mudarse a Canadá.

—Lo siento —dijo sinceramente—. Sé que esperabas tenerla allí con nosotros.

—Sobre eso —murmuró, y luego respiró hondo y admitió—: En realidad, he


estado pensando que me gustaría quedarme aquí también.

Domitian se detuvo y luego se retiró un poco para mirarla.

—¿De verdad?

Sarita asintió.

—¿Qué hay de tu trabajo? —preguntó con incertidumbre.


—Quería ayudar a la gente, Domitian. Es por eso que me convertí en oficial de
policía. Pero… —Sacudiendo la cabeza, dijo—: No puedo pensar en alguien que
necesite ayuda más que la gente de aquí. Y quiero decir, no tenemos que
quedarnos aquí para siempre. Solo me gustaría ayudar a todos los que pueda.
Pero sé que mencionaste que sería bueno estar más cerca de tu hermana y...

—Sarita —la interrumpió.

—¿Sí? —preguntó cautelosamente.

—Te amo. Estoy feliz de estar aquí. Me gusta tu abuela y estaremos cerca de
ella mientras esté con nosotros. Puedo mantener mis restaurantes funcionando
por ahora mientras ayudas aquí, y podemos visitar a mi hermana en los veranos.
Y si luego deseas mudarte a otro lugar, podemos hacerlo también. Tenemos

310
tiempo.

Sarita resopló.

—Sí, tenemos tiempo. Como miles de años al parecer.

—Pasará rápido —le aseguró.

—Sí, no estoy muy segura de eso —dijo dudosa.

—Mi corazón —dijo Domitian solemnemente, bajando la boca justo por


encima de la de ella, de modo que su aliento rozó sus labios tentadoramente
mientras hablaba—. Si hay algo que aprendí en mi larga vida; es que la vida pasa
rápidamente cuando eres feliz. Y me haces muy feliz. Nuestra vida juntos volará
en un abrir y cerrar de ojos.

—Eso es tan dulce, mi amor —dijo en voz baja y luego, sonriendo, añadió—:
Ustedes los viejos saben lo que se debe decir.

Domitian cerró los ojos, sacudió la cabeza y luego acalló su risa con un beso.

Fin
Sobre la Autora

311
Autora canadiense, Lynsay Sands estudió en la
Universidad de Windsor y comenzó su carrera
literaria a finales de los años 90, aunque ya había
enviado sus primeros manuscritos a la editorial
Harlequin cuando todavía estudiaba secundaria. Tras
el éxito de novelas como The Deed, Sands decidió
dedicarse por completo a la escritura de manera
profesional.

Sands es conocida por sus novelas románticas


paranormales, donde se ha especializado en historias
protagonizadas por vampiros, siempre con un toque de humor muy personal. Ha
aparecido en varias ocasiones dentro de las listas de los libros más vendidos del
New York Times o el USA Today y ha ganado premios como el PEARL, quedando
finalista en varias ocasiones del RITA.

.
Proximo Libro

312
Ciento veinticinco años es mucho tiempo para cuidar
de un encaprichamiento. Eso es lo que ha pasado desde
que Beth Argenis conoció a Cullen "Scotty" MacDonald
y se convirtió instantáneamente en la estrella de sus
sueños más preciados. En aquel entonces, él la estaba
rescatando de un Inmortal Rogue. Ahora Beth es una
cazadora de renegados, una malditamente buena. Ya no
necesita salvar nada, a pesar de lo que Scotty piense. Lo
que ella necesita es el deseo feroz y salvaje que
finalmente estalla entre ellos.

Scotty ha dudado en reclamar a Beth como suya. Pero un beso explosivo


confirma lo que siempre sospecharon: ella es su compañera de vida. Pero Beth es
dura, intrépida, hermosa... y está en peligro inmortal. A menos que quiera
perderla para siempre, tendrá que reconsiderar todo lo que alguna vez creyó
sobre el amor y el destino, así como enfrentarse a un enemigo terriblemente
cercano....
Saga Argeneau

313
1.- A Quick Bite (Lissianna, 2005)

2.- Love Bites (Etienne, 2004)

3.- Single White Vampire (Lucern, 2003)

4.- Tall, Dark & Hungry (Bastien, 2004)

5.- A Bite To Remember (Vincent, 2006)

6.- Bite Me If You Can (Lucian, 2007)

7.- The Accidental Vampire (Victor Argeneau & Elvi, 2008)

8.- Vampires Are Forever (Thomas, 2008)

9.- Vampire, Interrupted (Marguerite & Julius Notte, 2008)

10.- The Rogue Hunter (Garrett Mortimer & Sam Willan, 2008)

11.- The Immortal Hunter (Decker Argeneau & Dani McGill, 2009)

12.- The Renegade Hunter (Nicholas Argeneau & Jo Willan, 2009)

13.- Born To Bite (Armand Argeneau & Eshe, 2010)

13.5.- Bitten By Cupid (Tiny McGraw & Mirabeau, 2010)

14.- Hungry For You (Alex Willan & Cale Argeneau, 2010)
15.- The Reluctant Vampire (Harper Stoyan & Drina, 2011)

16.- Under A Vampire Moon (Christian Notte & Caro, 2012)

17.- Lady Is A Vamp (Jeanne Louise & Paul, 2012)

18.- Immortal Ever After (Anders & Valerie, 2013)

18.5.- The Bite Before Christmas (Teddy Brunswick, 2011)

19.- One Lucky Vampire (Stephano Notte & Nicole, 2013)

20.- Vampire Most Wanted (Marcus Notte & Basha, 2014)

21.- The Immortal Who Loved Me (Basil Argeneau & Sherry, 2015)

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22.- About A Vampire (Justin Bricker & Holly, 2015)

23.- Runaway Vampire (Dante Notte & Mary, 2016)

24.- Immortal Nights (Tomasso Notte & Abigail, 2016)

25.- Immortal Unchained (Domitian Argenis & Sarita, 2017)

26.- Immortally Yours (Cullen “Scotty” MacDonald & Beth Argenis, 2017)

27.- Twice Bitten (Elspeth Argeneau & Wyatt, 2018)


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