El religioso, aunque entendía la Palabra de Dios, no había experimentado aún del amor del Padre en su vida. Por esto quería discutir con Jesús solamente la teoría de la salvación. Jesús le dijo: “haz esto y vivirás”. Él sabía cuál era el mayor de los mandamientos que resumía toda la Biblia, pero no podía vivirlo, así es la mera religiosidad. El hecho es que para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, es necesario primeramente experimentar el amor de Dios hacía uno mismo. Cuando una persona tiene la revelación y se rinde al amor de Dios en Cristo Jesús, esta persona nace de nuevo y es llenada del amor de Dios a través del Espíritu Santo en su vida. En la 1ª carta de Juan nos dice: Nosotros le amamos porque él nos amó primero. Jesús le cuenta una historia para enseñar el mayor de todos los mandamientos. 1. EL HOMBRE CASI MUERTO – vers. 30 Esta es la historia de todos nosotros. El hombre que descendía de Jerusalén para Jericó, es decir, salía de la presencia de Dios a la ciudad de destrucción y maldición es toda la humanidad que, como dice la Palabra: “todos pecaron y fueron destituidos de la gloria de Dios. Estando separados de Dios, todos fuimos blanqueados por el Satanás (el ladrón) y el pecado que nos robó y nos dejó postrados en el camino. 2. EL SACERDOTE Y EL LEVITA – vers. 31,32 Representan a la religiosidad que no puede salvar y transformar a nadie. 3. EL SAMARITANO – vers. 33 Jesucristo usó el término samaritano para referirse a Él mismo, porque los religiosos así le consideraban a Jesús, uno que no era puro, según ellos. Jesucristo se hizo uno de nosotros, se acercó a nosotros y nos amó. Se hizo hijo del hombre para que fuésemos hijos de Dios. Él es el único que puede salvar y transformar hasta al más vil pecador, porque él asumió nuestro lugar en el sufrimiento y en la condenación. Se hizo pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios. 4. ACEITE Y VINO – vers. 34 Para sanar y restaurar nuestras vidas como hijos de Dios, solo Jesucristo puede derramar aceite y vino sobre nosotros. El vino es su sangre preciosa, lo único que puede limpiarnos de nuestros pecados. El aceite es el Espíritu Santo que, solo Jesucristo puede enviar a aquel que lo recibe como su Señor y Salvador. 5. EL MESÓN – vers. 35 Es como un hostal u hospital que significa la Iglesia. Jesús nos rescata de la muerte y condenación eterna nos da la salvación y el Espíritu Santo. Entonces nos regala la Iglesia, un lugar donde el mismo nos encarga a pastores y hermanos que cuidarán de nosotros, el provee los recursos y promete al cuidador: “todo lo que gastes demás yo te lo pagaré cuando regrese”, es decir: todo que hacemos para servir en el Reino de Dios no quedará sin recompensa. 6. VE, Y HAZ TÚ LO MISMO – vers. 36,37 Jesucristo nos amó primero y toda persona que experimenta el amor de Dios, su salvación, jamás podrá quedarse indiferente a los demás. Todo creyente es un ganador de almas, que va a recoger los que están casi muertos, sin Dios. Él nos reconcilió con el Padre y nos dio el ministerio de la reconciliación. Cuando somos salvos podremos cumplir el resumen de todos los mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”