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Instituto Universitario Eclesiástico

Santo Tomás de Aquino


Palmira Estado Táchira

Palmira 28-06-2019

Nombre: Johan Pineda


C.I: 23.826.482

Análisis sobre San Juan 13, 1-20


El lavatorio de los pies

Texto

1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su


hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2 Durante la cena, cuando
ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el
propósito de entregarle, 3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus
manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la mesa,
se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego echa agua
en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con
la toalla con que estaba ceñido.6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor,
¿tú lavarme a mí los pies?» 7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo
entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» 8 Le dice Pedro: «No me
lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte
conmigo.» 9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las
manos y la cabeza.» 10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita
lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»
12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les
dijo: « ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me
llamáis `el Maestro' y `el Señor', y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo,
el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis
lavaros los pies unos a otros.15 Porque os he dado ejemplo, para que
también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. 16 En verdad les
digo: el servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que
lo envía. 17 Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en
práctica. 18 No me refiero a todo ustedes, pues conozco a los que he
elegido, y tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: el que compartía mi
pan se ha alzado contra mí. 19 se los digo ahora, antes de que suceda, para
que cuando suceda, crean que Yo Soy. 20 En verdad les digo: el que reciba
al que yo envíe, a mí me recibe, y el que me reciba a mí, recibe al que me
ha enviado.

Contexto

1. La purificación: El Evangelio de Juan habla varias veces de las


“purificaciones de los judíos”. Antes de las comidas o al iniciar actos
sagrados se lavaban, se purificaban. Recordemos las seis jarras de las bodas
de Canaán, la piscina de Siloé, el Bautismo de Juan. Se habla ya de ellas en
el AT: (Ex 30,17-21) (Cro 4,6-8) y en el NT. Entre otras muchas: (Lc
11,34-44) (Hb 9,6-10).

En un país donde la gente caminaba con sandalias abiertas por caminos


polvorosos constituía un gesto de hospitalidad muy de agradecer el hecho
de lavar los pies al visitante. Esa tarea la ejecutaba siempre un sirviente de
la casa o un esclavo.

2. La cena: Mientras los tres evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y


Lucas) explican la institución de la Eucaristía durante esta cena, Juan
subraya otro momento de la misma: el lavatorio de los pies. Este
evangelista sitúa la enseñanza de Jesús sobre la Eucaristía en el momento
de la multiplicación de los panes.

3. Discurso de despedida: Juan escribió los capítulos 13-17 del Evangelio


que hoy vamos a considerar como un Testamento de Jesús. Efectivamente
Él sabe que su misión en este mundo ha terminado y que está frente a su
pasión y muerte. Es inminente, pues, su traspaso y vuelta al Padre. Sus
acciones son ahora un compendio de su doctrina, son solemnes y se
resumen en una sola palabra: amor.

Exegesis

En cuanto al lavatorio de los pies, los comentaristas católicos, a partir de


San Agustín, defienden por lo general la opinión de que sirvió para
purificar a los apóstoles de las culpas veniales diarias. En cambio, no pocos
exegetas de diversas escuelas críticas piensan que contiene una alusión a la
Eucaristía, la cual perdonaría los pecados cometidos después del bautismo 1.
Para otros intérpretes protestantes, el lavatorio es símbolo de la purificación
de los pecados, sean mortales o veniales, que todo bautizado puede cometer
aun después de adherirse a Cristo.

San Agustín reflexiona sobre estas palabras del Señor: "Uno que se ha
bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio»
(Jn 13, 10). El Santo se pregunta qué quiere decir: si uno se ha bañado, es
decir, bautizado, todo él está limpio; ¿por qué y en qué sentido tiene
necesidad de lavarse los pies? ¿Qué puede significar este lavatorio de los
pies, siempre necesario después de haberse bañado, después del bautismo?
Así responde el Santo Doctor: sin duda, el bautismo nos ha limpiado
enteramente, incluso los pies. Estamos «limpios»; pero, mientras vivimos
aquí abajo, nuestros pies pisan la tierra de este mundo. «Pues los mismos
afectos humanos, sin los cuales no hay vida en esta nuestra condición
mortal, son como los pies, con los cuales entramos en contacto con las
realidades humanas; y estas realidades nos alcanzan de tal manera, que si
dijéramos que estamos libres de pecado nos engañaríamos a nosotros
mismos»2. Pero el Señor está en presencia de Dios y, en virtud de su
intercesión, nos lava los pies día tras día en el momento en que nuestros
labios pronuncian la oración: perdona nuestras deudas. Todos los días,
cuando rezamos el Padrenuestro, el Señor se inclina hacia nosotros, toma
una toalla y nos lava los pies.

Teología

A través de la escena del lavatorio de los pies, el evangelista interpreta


no sólo la cristología y la soteriología, sino también la antropología
cristiana. Para ilustrar esta afirmación se puede esbozar en tres puntos:

a) Además de la vida y de la muerte de Jesús, esta visión comprende


también los sacramentos del bautismo y de la penitencia, que nos sumergen
en las aguas del amor de Jesús: la vida y la muerte de Jesús, el bautismo y
la penitencia, constituyen juntamente el lavatorio divino, que nos abre el
camino de la libertad y nos permite acceder a la mesa de la vida.

1
Wikenhauser ALFRED, El evangelio según San Juan, tercera edición, editorial
Herder, Barcelona, 1978, pág. 380.
2
San AGUSTÍN, Tratado sobre San Juan, LVI, Madrid, 1982, pág. 468.
b) En esta escena se interpreta también el contenido espiritual del bautismo:
el «sí» constante al amor, la fe como acto central de la vida del espíritu.

c) De estos dos puntos se desprende una eclesiología y una ética cristianas.


Aceptar el lavatorio de los pies significa tomar parte en la acción del Señor,
compartirla nosotros mismos, dejarnos identificar con este acto. Aceptar
esta tarea quiere decir: continuar el lavatorio, lavar con Cristo los pies
sucios del mundo. Jesús dice: «Si yo, pues, os he lavado los pies, siendo
vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos
a otros» (13, 14). Estas palabras no son una simple aplicación moral del
hecho dogmático, sino que pertenecen al centro cristológico mismo. El
amor se recibe únicamente amando3.

Según el Evangelio de Juan, el amor fraterno se halla entrañado en el


amor trinitario. Este es el «mandato nuevo, no en el sentido de un
mandamiento exterior, sino como estructura íntima de la esencia cristiana.
En este contexto, no carece de interés poner de relieve que San Juan no
habla nunca de un amor universal entre todos los hombres, sino únicamente
del amor que ha de vivirse en el interior de la comunidad de los hermanos,
es decir, de los bautizados. No faltan teólogos modernos que critican esta
posición de San Juan y hablan de una limitación inaceptable del
cristianismo, de una pérdida de universalidad. Es cierto que existe aquí un
peligro y que se hace necesario acudir a textos complementarios, como la
parábola del samaritano y la del juicio final. Pero, entendido en el contexto
de todo el Nuevo Testamento, en su indivisible unidad, Juan expresa una
verdad muy importante: el amor en abstracto nunca tendrá fuerza en el
mundo si no hunde sus raíces en comunidades concretas, construidas sobre
el amor fraterno. La civilización del amor sólo se construye partiendo de
pequeñas comunidades fraternas. Hay que empezar por lo concreto y
singular para llegar a lo universal. La construcción de espacios de
fraternidad no es hoy menos importante que en tiempos de San Juan o de
San Benito. Con la fundación de la fraternidad de los monjes, San Benito se
nos revela como el verdadero arquitecto de la Europa cristiana; él fue quien
construyó los modelos de la nueva ciudad, inspirados en la fraternidad de la
fe. .

3
Ratzinger JOSEPH, El camino Pascual, BAC popular, Madrid, 1990, pág. 117.
Volviendo al Evangelio, podemos afirmar que el relato del lavatorio de los
pies tiene un contenido muy concreto: la estructura sacramental implica la
estructura eclesial, la estructura de la fraternidad. Esta estructura significa
que los cristianos han de estar siempre dispuestos a hacerse esclavos los
unos de los otros, y que únicamente de este modo podrán realizar la
revolución cristiana y construir la nueva ciudad.

Aspecto literario

En primer lugar hay que tener claro que el Evangelio de San Juan en su
formar de escribir usa mucho el tema de los símbolos. Igualmente los usa
en este pasaje.

Otra cosa que es importante resaltar es que Juan suplió una gran
cantidad de material único no registrado en los otros Evangelios. Mientras
los Evangelios sinópticos no narran con detalle la cena del Señor, San Juan
se centra en este hecho del lavatorio de los pies.

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