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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO

MAESTRÍA EN HISTORIA

SEMINARIO: TENDENCIAS ACTUALES DE LA HISTORIOGRAFÍA

CÁTEDRA: DIEGO BARREYRA: HISTORIA EN


EXPANSIÓN: HOMINIZACIÓN, DOMESTICACIÓN Y
URBANISMO EN LAS PROFUNDIDADES DEL TIEMPO
HISTÓRICO

(1° cuatrimestre de 2017)

ALUMNO: ALMADA, Juan de Dios Ignacio

1
ALGUNOS APUNTES SOBRE HISTORIA PROFUNDA

Las razones de un nuevo escenario

En la segunda mitad del siglo XIX se le adjudicó a la historia, partícipe del naciente espectro de las
ciencias sociales, la producción de conocimiento sobre una parcialidad de ese campo diverso. La
demarcación inicial le concedió una cronología contenida, limitada por el sesgo paradigmático
positivista, que comprimió su radio de acción al admitido por una ineludible documentación
escrita probatoria. Desde entonces la historia pugna por extender ese destino fatal que
arbitrariamente le fuera concedido. Periódicas renovaciones e innovaciones epistemológicas
dieron lugar al surgimiento de escuelas y corrientes internas que fueron diversificando el
panorama original. Este proceso se ha repetido cíclicamente y, progresivamente, sobre todo desde
las últimas décadas del siglo XX, la historia se fragmentó en parcelas crecientemente
especializadas.

Esta situación llevó a la historia a un nivel de ensimismamiento tal que pierde las referencias que
demarcan su campo extendido, y generó previsibles reacciones que intentaron contrarrestar los
efectos del proceso. Una crisis de los modelos estructurales de explicación de la historia se perfiló
ya en la década de 1960. Muchas de las conclusiones de estos modelos fueron puestos en tela de
juicio a causa de numerosas desmentidas provenientes de rigurosos trabajos de escalas más
reducidas1. Cada crisis dejó una secuela de desgranamiento. Y en la década de 1980 vuelve a
suceder. Esta vez impulsada, sin duda, por la percepción de un fin de ciclo, captada por la
entrenada intuición del historiador. Una vez más los modelos explicativos son sometidos a análisis
y reconsiderados. Desde estos años la producción académica especializada se intensificó y con
ello también el cuestionamiento hacia el creciente desarrollo de una historiografía inflacionaria.
La sumatoria de estos factores contribuyó a edificar un clima de inquietud y debate que sirvió
para renovar, una vez más, las ideas y propuestas de la historia, como ha venido sucediendo
virtualmente desde su nacimiento.

1
Para la década de 1960 comienza a emerger un cúmulo de investigaciones cuya escala de análisis se va
concentrando crecientemente. Desde las historias locales, ya con pergaminos académicos en vías de
convalidarse, hasta la microhistoria, que aparece en ese firmamento en la década siguiente, enfatizaron las
particularidades y pusieron en duda los resultados provenientes de las escalas mayores. Las generalizaciones
eran confrontadas no solo por un exacerbado determinismo y abstracción, también porque en ellas el
individuo perdía definición y entidad, ver Burke (1996), pp. 11-15 y Levi, (1996), pp. 120.121

2
En este contexto se produce el paulatino regreso de las grandes escalas de análisis, tanto
espaciales como temporales. Y ante la certeza de caminar una nueva época, se presenta la Historia
Profunda como una de las opciones dispuestas a intervenir en el renaciente escenario
historiográfico. Historia Profunda designa la intención de remontarse en el tiempo hasta que las
cualidades humanas casi se desvanecen. Su inserción en la puja historiográfica quizás haya sido
precedida y acompañada por cierta reflexión epistemológica. Las espaldas de esta nueva corriente
parecen apoyarse en cierto sustrato filosófico que recuerda enunciados como este de Hans-Georg
Gadamer: “el tiempo no es ya, en primer lugar, ese abismo que hay que franquear porque separa
y aleja; en realidad es el fundamento y sostén del proceso, donde el presente tiene sus raíces”
(Gadamer, 1996, p. 281)2. Esta afirmación obtiene un correlato empírico ideal en el ejemplo que
interponen Andrew Shryrock y Daniel Lord Smail al exhibir la imagen geológica del foso de Amiens
como metáfora perfecta del tiempo profundo3. En ella se acumulan, capa tras capa, los restos
naturales encimados y comprimidos que contienen también los vestigios de aquella humanidad,
donde en las capas más profundas la biología se confunde con la cultura. La poderosa imagen se
convierte en expresión gráfica y confiable, tanto para el público general como para los
especialistas. De este modo, el poder que otorga la visualización de la imagen reafirma el
convencimiento de la irremediable correspondencia entre todos los niveles históricos
representados.

El surgimiento de la Historia Profunda4 se inscribe como reacción a un marco cuyo rasgo


sobresaliente es el de la especialización extrema, y que desemboca en cierta saturación de la
producción académica. Para Shryrock y Smail, el origen de tal situación se remonta al momento
del reparto de los campos de incumbencia de las ciencias sociales y al impedimento que pesa

2
Ver Ricoeur (2010) pp. 15-16
3
Los autores toman esta representación del tiempo de los descubrimientos relacionados al foso de Amiens
por Evans y Prestwich, ocurridos en 1859, es decir de la misma época de la publicación de la Evolución de las
Especies; sin embargo, la disposición vertical del escenario histórico, diferente a la propuesta de Darwin,
proveyó una explicación más convincente y explícita, aunque tal yacimiento había permanecido oculto a la
vista del público y su interpretación exigiría una preparación experta. Este acontecimiento habría
contribuido tanto como la obra de Darwin a una ruptura fundamental con la concepción del tiempo hasta
entonces percibida. Shryrock y Smail (2011), pp. 26-27
4
Las observaciones a gran escala pueden ser tomadas como un regreso más que como innovación
historiográfica. Roger Chartier abordó el tema expresando cierta aprensión por el cumplimiento de las
exigencias metodológicas elementales de la disciplina: el examen de las fuentes primarias. Por otro lado, al
reflexionar sobre la diversidad historiográfica sugiere una fórmula componedora en la que niega una
superioridad epistemológica de alguna de las formas de hacer historia sobre otras. Chartier (2007), pp. 74-
76.

3
sobre la historia de intervenir más allá de las fronteras de la escritura. El desarrollo posterior de la
disciplina se caracterizó por una interminable incorporación de tendencias que en cierto modo
intentaron escapar a esa circunscripción original5. Y uno de sus efectos más notorios fue la pérdida
del horizonte lejano –la perspectiva- que había sido una de sus grandes herramientas. Desde la
Historia Profunda se enfatiza este desenlace. Y para contrarrestarlo proponen romper con el ciclo
constante de encogimiento de la cronología. Y con ello también reivindicar para la historia cierta
injerencia que le fue negada injustamente en aquel reparto original, la de intervenir en el estudio
del pasado profundo.

Algunos rasgos definidores

En la Historia Profunda existe una explícita preocupación por la narrativa. Sobre todo por la
utilización de algunas de sus herramientas, como la metáfora, cuya implementación tiene la
función de exteriorizar un criterio selectivo que ayude a determinar qué ha de incorporarse al
argumento. La metáfora muestra preponderancia en la voluntad del historiador; y en cierto modo
es capaz de dictarle la conveniencia de una incorporación a la narración. “Lo que importa a la
escritura de la buena historia es desarrollar un conocimiento relacionado con la narrativa, que
incluya los motivos y las metáforas que nosotros empleamos”6. La metáfora logra imponerse
porque expresa una situación trascendente que el historiador no puede soslayar. Detrás de su uso
también se esconde la intención de mostrar que el argumento, además de fidedigno, debe al
mismo tiempo ser convincente. Convencer es tan importante como explicar la historia de modo
riguroso. Por otro lado, asumir una actitud de “Llamar la atención” responde también a una
resuelta intención de recuperar cierta presencia perdida de la historia como referente literaria.

La publicación de La Evolución de las Especies de Charles Darwin fue un momento decisivo en el


proceso que persigue el planteo profundo de la historia; su enorme trascendencia estableció los
parámetros de un nuevo paradigma científico. La publicación, que contribuyó a ratificar evidencias
geológicas y biológicas hasta entonces conjeturales, fue el principal artífice de lo que Smail ha
llamado “La Revolución del Tiempo”, el comienzo de la disrupción con la cronología judeo-

5
Shryrock y Smail (2011), p. 10
6
Shryrock y Smail, idem, Preface, p. ix

4
cristiana, que produjo el enlace definitivo entre el tiempo geológico y el biológico7. Esta situación
única posibilitó la apertura hacia una percepción de continuidad en el tiempo, en el que se podía
incluir desde el hombre actual hasta el del Paleolítico, desde la historia a la prehistoria. Sin
embargo la continuidad narrativa quedó en cierto modo frustrada dado los lazos establecidos
entre el creacionismo y la versión historicista de la historia8. Por diversos motivos aquella historia
desarrolló convenientes analogías o situaciones simétricas entre historia ya entendida como una
ciencia, y la versión bíblica de la creación. De esta forma se negó la continuidad entre la historia y
la prehistoria, y se fortaleció el recelo por incursionar en el pasado abisal, aquél que supera las
barreras de las civilizaciones con escritura.

Esa historia le adjudicaba al Paleolítico una inmovilidad que desde los cultores de la nueva
vertiente están dispuestos a desmentir categóricamente. La imagen que se nos ofrece desde la
Historia Profunda es más bien cinemática, plagada de variaciones e innovaciones, tanto biológicas
como culturales y tecnológicas. De allí que parte de la osadía del planteo resida en la afirmación
de que la vida compleja comenzó mucho antes del Neolítico9. Sin embargo, esa audacia requiere
de un esfuerzo mancomunado porque decodificar los nexos que sin duda existen con aquellos
mundos perdidos depende de fuentes escasas y precarias y de interpretaciones tan expertas
como heterogéneas. Por lo tanto, los puentes que se puedan tender con el pasado profundo
tienen diversos emplazamientos científicos. Algunos de ellos se desarrollan desde la genética o las
diversas ramas de la biología, otros desde el amplio arsenal de los estudios culturales y sociales.
Por ejemplo, para la neurociencia la evolución del cerebro puede convertirse en uno de los
vectores más efectivos para establecer enlaces con el pasado remoto de nuestra especie, oculto a
las evidencias explícitas10. Si hasta años recientes se había considerando a las ciencias naturales
como las mejor dispuestas para resolver los problemas que depara el estudio del pasado remoto,
desde la Historia Profunda se perfila una actitud que rivaliza con aquellas y en la que,
previsiblemente, se exalta el rol de las ciencias sociales. Sobre todo de las que pueden llegar a

7
Smail (2008), p. 26
8
En esta resistencia se incluye a Ranke, que si bien es considerado uno de los padres de la historia moderna,
no pudo soltar los amarres que lo mantenían atado al legado creacionista. Según Smail, esta extraña unión
entre historia y creacionismo se explica en parte por la falta de herramientas metodológicas que pudieran
compensar la sensación de inseguridad que producía el vacío de fuentes escritas, y que generaba una duda
genuina en los intelectuales de la época, Smail (2008), pp. 42 y 46
9
Smail (2008), p. 5
10
Smail (2008), p. 7

5
potenciar los resultados a partir de compartir y articular sus parcelas dentro del campo de dichos
estudios.

Alan Barnard postula a la antropología social como una candidata especialmente preparada para
asumir este compromiso. La cualidad que la hace más competitiva frente a sus pares es un gran
capital acumulado, sobre todo en los análisis de parentesco, por lo que obtiene una gran ventaja
en su capacidad interpretativa11. Más allá de estos ejemplos que solo alcanzan para apenas
entrever algunos objetos y sus formas de estudiarlos, se admite de manera consensuada que
ninguna vía por sí sola conducirá al conocimiento del pasado profundo sin una inexorable
interdependencia disciplinar.

Una fructífera tensión: biología y cultura

En la historia algunos fenómenos se nos revelan por su trascendencia, ya sea porque a través de
ellos se puede explicar el proceso del que derivan, tanto como porque sus efectos perdurables
poseen la capacidad de ser enhebrados en explicaciones complejas. En el estudio del pasado
profundo se perfila una intensa búsqueda de esos episodios formidables, generadores de
innovaciones trascendentes, cuya magnitud se nos puede manifestar de manera rotunda en algún
momento del decurso humano, y quedar consolidado como cualidad permanente. Esta es una de
las intenciones dilectas en las que se enfoca la Historia Profunda, la identificación de elementos
que nos aseguran una persistente relación a través del tiempo con nuestros más lejanos pasado y
antepasados. El surgimiento del lenguaje constituye uno de los objetos de esa predilección. El
lenguaje se incorpora a la humanidad como un componente esencial, literalmente, porque
constituye uno de los hitos fundantes de nuestra genealogía. Seguramente derivado de las
necesidades del comportamiento grupal, el lenguaje hablado constituyó un recurso útil para
superar conductas y lenguajes corporales de las sociedades paleolíticas12. Aunque las

11
Barnard (2011), Preface, p. xii
12
En una representación hipotética de la situación del surgimiento del lenguaje, Alan Barnard plantea que
existe una correlación entre el funcionamiento del grupo y la necesidad de comunicación; determinados
comportamientos de intercambio dentro del grupo (por ejemplo, la mutua desparasitación en algunos
primates) solo son posibles hasta una capacidad crítica. En la medida en que el número de integrantes del
grupo crece y llega a ese límite, el intercambio no es posible sin un recurso adicional que supere la mera
conducta y lenguaje corporales. Arribar a tales circunstancias requiere de la intervención del lenguaje para
mediar entre un número de individuos donde aquellos recursos ya no son efectivos para garantizar la
convivencia. Barnard (2011), pp. 53-54

6
investigaciones no nos aseguran la máxima precisión en las fechas, es seguro que hace unos
500.000 años los ancestros humanos ya habían desarrollado la capacidad anatómica del habla13. La
aparición del lenguaje hablado agregó desde entonces un nuevo mojón imprescindible en el
proceso de “humanización”, pero también se señala que este sería un atributo que debe su
desarrollo más a la cultura que a la biología.

Aun considerando una datación imprecisa, este descubrimiento le da entidad a la afirmación, en


cierto modo corroborada por estas inferencias, de que el lenguaje complejo es mucho más antiguo
que la escritura. La importancia del lenguaje complejo reside entonces en la incorporación de
cualidades diferenciadoras y edificadoras de la humanidad. Una explicación de la importancia de
este fenómeno se ha captado desde la semiología. Émile Benveniste ha sostenido que “el lenguaje
es condición primera de la humanidad, no porque sea el mero soporte del conocimiento sino
porque es el lugar efectivo de la significancia”14. La afirmación expresa el convencimiento de que
en el lenguaje está guardada una de las claves que habilitan una cualidad humanizante. Y también
descubre una vía franca para el estudio profundo porque el lenguaje proporciona un sistema al
que, de algún modo, siempre se retorna. Llevado este argumento al extremo, el lenguaje se ubica
primero como componente fundacional de la especie, un equivalente cartesiano del habla. El
habla “mantiene juntos a los hombres”, inaugura y contiene a la sociedad. Pero además se recalca
en estas explicaciones que las circunstancias que canalizan el surgimiento del lenguaje se deben
tanto a factores culturales como biológicos15. La intervención cultural involucra al comportamiento
social del que deriva la necesidad de comunicarse de una forma más compleja. Y también implica
cualidades biológicas, porque la adopción del lenguaje también produjo el abandono de una
existencia biológica anterior.

En el ascenso por esta genealogía, las distinciones entre la naturaleza biológica y la cultural
respecto de las variaciones, se vuelven cada vez más difusas. Crece la precariedad de aquél
razonamiento hegeliano que compartimenta de forma tajante la cultura de la biología16. Con
fronteras tan susceptibles, ubicar el momento del surgimiento del pensamiento simbólico,

13
Ver Barnard (2011), pp. 53-56 para observar detalles de algunas investigaciones relacionadas con esta
cuestión.
14
Émile Benveniste, citado por Michon (2010), p. 275
15
Esta es la apreciación de Griffiths acerca del surgimiento del lenguaje complejo, citado por Shryrock y
Smail, ( 2011), p. 120
16
Hegel había situado a la historia y la naturaleza en campos disímiles imposibles de relacionar. La
naturaleza se reproduce a sí misma, sin alteraciones; en contraste, la historia es el campo de la intervención
humana, que produce el cambio, había dicho el filósofo. En Shryrock y Smail (2011), p. 160

7
próxima estación evolutiva, se convierte en una tarea riesgosa17. Si bien Barnard deduce que el
hombre debió estrenar esta cualidad en una fecha estimable en 130.000 años, aún está
supeditada a ajustes de precisión cronológica. Desde entonces el pensamiento simbólico se agregó
a las cualidades humanizantes incorporadas para quedarse. De estos razonamientos inferenciales
se desprende una inquietante deducción: los cazadores recolectores ya poseían una mente
moderna, con capacidad de razonamiento equivalentes a las actuales; es decir el pensamiento
simbólico es otro de los ingredientes que nos definen como especie18. Y los humanos modernos
conservamos algo -quizás mucho- de aquella mentalidad cazadora-recolectora que sobrevive en
actitudes y comportamientos cotidianos que quedaron como remanentes de esa contribución
primitiva a la edificación de la especie que hoy somos. Aun asimilando el proceso evolutivo dentro
de una necesaria escala de grandes proporciones, la revolución simbólica significó remontar, acaso
repentinamente, un gran escalón.

Si bien el persistente argumento historicista fue fundamentalmente biológico, tempranamente se


estableció una confrontación entre las interpretaciones lamarckiana y darwiniana de la evolución.
Cada una de ellas se orientó en una dirección preferencial. A partir de evidencias históricas y
biológicas, Smail sugiere la co-existencia de estos dos modelos de desarrollo evolutivo. Por un lado
postula la interpretación que se hace de la teoría lamarckiana, que enfatiza la condición
hereditaria en las características que todos los organismos reciben de sus predecesores. Una
repetición incansable que reproduce las cualidades de la anterior generación casi sin alteraciones.
Puesto bajo cierto prisma interpretativo, el planteo de Lamarck tiene más chances de ser admitido
como una convincente explicación de la evolución cultural19. Por lo tanto, esta perspectiva
constituye una opción tentadora para explicar los cambios culturales en contraposición a la
explicación interpuesta desde las ciencias naturales. El modelo evolutivo darwinista sigue un
proceso lento y parsimonioso, más apto para rastrear el pasado biológico y ancestral de la
humanidad. Como contraparte, el exponente paradigmático lamarckiano luce más idóneo para

17
Para Barnard, existen múltiples elementos que nos permiten inferir ese momento revolucionario en la
evolución humana, como la capacidad craneal, que es usada para determinar el nivel de probabilidad y de
intencionalidad. Barnard establece niveles que indican el crecimiento de la complejidad que adquirió el
pensamiento simbólico: pensar en lo que piensa alguien más; tener una conciencia de lo estético; una
conciencia superadora de lo mortal, religión; expresar la complejidad a través del mito. Barnard (2012) pp.
4-5
18
Barnard (2012), p. 2
19
“La evolución cultural humana es fuertemente opositora de nuestra biología, es de carácter lamarckiano.
Que nosotros aprendemos y transmitimos por la enseñanza y la escritura”, ha dicho Stephen Jay Gould para
refrendar esta convicción, citado por Smail (2008), p. 86

8
guiar los análisis culturales, que se caracterizan por un mayor dinamismo. Ambas tradiciones, sin
embargo, niegan una ruptura total entre el mundo paleolítico y el actual20. Así como se acepta en
estas interpretaciones que la evolución cultural fue más rápida, también se admite que con toda
probabilidad produjo un efecto de aceleración en el proceso biológico.

Respecto de la interpretación cultural de la evolución humana, Clifford Geertz ha señalado que “lo
extraño y lo particular” pueden revelar lo que llamó ‘procesos naturales duraderos´21. Los
mecanismos de control afectan el comportamiento de los humanos, siendo que “El hombre es el
animal más dependiente (…) de los programas culturales para ordenar su comportamiento”22. Es
manifiesta aquí la intención de mostrar la preponderancia de los factores culturales sobre los
biológicos, al menos en determinados momentos del proceso evolutivo; en todo caso, existe un
esfuerzo evidente por colocar sendos agentes en un plano de equivalencia en relación con su
ascendiente sobre la evolución. Algunos científicos sociales han planteado que la intervención y
relevancia de la cultura se puede demostrar, y aun postular cierta preponderancia frente a la
biología23. En la exhibición de una convincente escala Foley y Gamble parecen demostrar que la
presencia del factor cultural en los diversos saltos evolutivos es por lo menos innegable:

.Australopitecos: consiguen el bipedismo y dispersión; fusión de grupos

.Los primeros homo: herramientas, ingestión de carne, lazos afectivos fuertes entre hombres y
mujeres

.Homo Heidelbergensis: control del fuego, cocción de alimentos, diferentes niveles sociales

.Homo Helmei, Neanderthal y Sapiens: cerebros sociales, estructuras sociales más complejas y
grandes; se trasciende la comunidad

20
Smail, idem, p. 81
21
Smail (2008) pp. 92-93. Paradójicamente, este planteo también ha sido interpretado como un importante
estímulo metodológico adoptado simultáneamente por el otro extremo del arco iris historiográfico, la
microhistoria, donde la antropología descriptiva de Geertz es fuente inspiradora y ampliamente valorada. En
numerosas oportunidades Giovanni Levi, que supo ser uno de los popes de esta expresión historiográfica, ha
reconocido la poderosa influencia de la “antropología descriptiva” y su apéndice metodológico, la
“descripción densa”, un planteo teórico-metodológico que recogieron los cultores de la microhistoria
italiana en sus inicios y que se ha difundido exitosamente fuera de ese ámbito.
22
Clifford Geertz, citado por Smail, idem, p. 93
23
Barnard (2011), p. 46

9
.Homo sapiens: intensificación ecológica, domesticación, apropiación de recursos, relaciones
intergrupales24.

La idea del impacto cultural en la evolución no es completamente nueva. Buena parte de los
argumentos expuestos hasta aquí pueden reconocerse en ecos de elaboraciones teóricas
anteriores. Julian Steward ya había expresado su teoría del cambio cultural, en la que descubrió la
correlación entre medio ambiente y una particular evolución cultural de los grupos que habitaban
esos ecosistemas25. En ella expuso que la adaptación humana al ambiente no es solamente una
empresa biológica sino que se trata de una transformación en la que intervienen medios
culturales26. La Historia Profunda no deja de recalcar esta postura, el convencimiento de que las
variaciones culturales pueden inducir adaptaciones biológicas. Un argumento que propone, al
menos, una responsabilidad compartida entre la biología, la cultura y el medio ambiente.

No deja de impresionar, luego de lograr cierto acceso a la intimidad del planteo de la Historia
Profunda, y dada la comprobada cercanía genética con otros primates modernos, la efectividad
evolutiva observada desde la vertiente cultural. Uno de sus resultados se puede traducir en cierto
asombro al percibir una separación sutil, y en buena medida provisoria, entre esos “parientes
cercanos” y nosotros. Este parece ser también uno de los efectos buscados por la narrativa del
pasado profundo, llamar la atención mediante un recurso novedoso –aplicado desde la
primatología- que consiste en abrir una ventana a nuestro pasado remoto mediante la
observación de nuestros parientes genéticos más cercanos.

Conclusión

“Los muertos de antaño fueron seres vivientes” y la historia en cierto modo se empecina en
elaborar una exegesis que nos aproxime a ese “haber estado vivos”27. Parece inevitable recalar en
la reflexión epistemológica en que hallamos comprometida una concepción de historia. Para Paul
Ricoeur la muerte forma parte de una requisitoria condicionante, sin esa percepción la calidad
histórica se resiente. De allí parte la certidumbre que la distancia temporal instaura como tabique,
una condición suficiente para que las sociedades puedan verse reflejadas en la historia. El principio

24
Barnard (2011), p. 50
25
Barnard , idem, pp. 60-61
26
Barnard, idem, p. 61
27
Ricoeur (2010), p. 27

10
de la constatación de la muerte como requisito -siguiendo el razonamiento de Ricoeur- constituye
un momento desafiante, a partir del que el historiador se propone la “resurrección del pasado y de
sus seres vivientes”28. Para el historiador, la distancia que impone la muerte lleva a un desenlace
promisorio porque a partir de allí puede ser confrontada sin ningún compromiso que arriesgue su
rigurosidad. La historia resulta de esta especie de ejercicio introspectivo en que la distancia entre
nosotros y el pasado es una “distancia entre sí y sí”, un “estado vivido y puesto a distancia”, que es
como hablar de sí como si fuera de otro29. O en análoga expresión de Shryrock y Smail, un método
que obliga a un encuentro con “parientes extraños”, pero que al mismo tiempo podemos
entender, al establecer patrones recurrentes que respaldan inferencias o las fortalecen30.

Los efectos de la reflexión de Ricoeur también pueden entreverse en la escena geológica


convertida en visión metafórica por Shryrock y Smail. Esa poderosa representación vertical donde
la definida visibilidad de las capas facilita el reconocimiento del contacto íntimo entre ellas;
percibir cómo el compuesto biológico y cultural humano viaja transversalmente; aunque su cabal
interpretación deba ser realizada necesariamente por expertos.

La concepción de historia deriva de un largo desarrollo, cuya definición moderna se inicia con la
Ilustración. Allí se planteó una “verdad universal o natural” como vía orientadora de las ciencias31.
Desde entonces, lo que entendemos por historia inició un desarrollo que desembocaría en el
reconocimiento, a fines del siglo XIX, de que la historia había comenzado mucho antes de lo que se
suponía. En un principio, la precariedad metodológica de la época no pudo darle un sustrato
disciplinar riguroso por lo que la historia como ciencia atravesó un terreno primigenio provisional y
conjetural, debido a que no había una forma fehaciente de corroborar los argumentos que la
intuición insistía en establecer. Aunque en los inicios esas inquietudes se hayan reflejado en
conductas científicas elementales y equívocas, iniciaron un interés por los orígenes que ya nunca
se apagó. A un siglo y medio de la demarcación de las fronteras de las ciencias sociales, muchas
cosas han cambiado. Las fuentes hoy son amplísimas y hace tiempo que no hay razones para
desconfiar de esa evidencia “extraída de las cosas”. En el transcurso del siglo XX se introdujeron a
la historia distintas innovaciones paradigmáticas que redujeron la dependencia de documentos
escritos. En la actualidad no son imprescindibles para la escritura de la historia.

28
Ricoeur, idem, pp. 29-30
29
Darbo-Peschanski, (2010), p.72
30
Shryrock y Smail (2011), p. 52
31
Smail (2008), pp. 14- 15

11
Un abordaje desde la Historia Profunda implica combinar tradiciones científicas, someter un
objeto de análisis a “una relación de reciprocidad creativa” como ha dicho certeramente Clifford
Geertz32. Cultura y biología, cada una encabezando respectivas estelas investigativas, se
encuentran en el propósito de develar los secretos guardados en nuestra historia, ya sea que estos
provengan del estadio natural o de los factores implicados en la evolución social. Entonces,
tenemos que estos dos artífices de la humanización animan una especie de polémica de la que no
es necesario que uno solo salga airoso. Más bien lo que se contempla es una responsabilidad
repartida y complementaria.

Los cuestionamientos y revisiones que han caído sobre la historia no involucran solamente
aspectos tan intrínsecos de la disciplina, como los que hemos señalado más o menos rápidamente
hasta ahora. Algunos obedecen a otras razones menos relacionadas con la ciencia. Uno de esos
aspectos muestra que la historia ha perdido en las últimas décadas el lugar relevante que supo
tener como guía de la vida pública. La historia había jugado un rol prestigioso no solo en la
dimensión académica sino también como magistra vitae33. Desde este ángulo, la crítica apunta a
provocar una reacción que le devuelva a la historia ese lugar perdido y recuperar el interés masivo
que la especialización extrema pudo haber socavado en las últimas décadas.

La búsqueda de nuevos modelos que permitan matizar los efectos de la especialización depara
además otro tipo de aprensiones. En parte porque subyace el temor a que los nuevos abordajes
pongan en riesgo o afecten la calidad disciplinar, ya sea que distorsionen el análisis metodológico
o fuercen la adquisición de requisitos propios de las ciencias naturales que pueden producir
resultados impostados, parciales e incluso falsos. La realidad social no debería someterse a esas
formas de razonamiento, sostiene Joseph Fontana, quien ha reflexionado sobre esta cuestión. Y a
continuación sugiere prudencia en el uso de instrumentos o técnicas que pueden no ser
adecuadas para la historia y por lo tanto producir resultados infructuosos. Sin embargo, continúa,
es importante mantener una actitud abierta y permanecer atentos a lo que esté sucediendo en las
disciplinas afines y considerar la posibilidad de diálogo con ellas34.
Más allá de los diferentes reparos, la Historia Profunda representa una variedad historiográfica
fresca, que recién comienza a resplandecer en el firmamento disciplinar de las ciencias sociales.

32
Citado por Smail (2008), p.8
33
Armitage (2016), p. 247

34
Fontana (2011), pp. 6-7

12
Devenida como manifestación de una dinámica interna de cíclicas reacciones, que casi siempre
precede a los cambios y las innovaciones, la Historia Profunda posiblemente esté edificando una
nueva tradición.

13
Bibliografía

Armitage, David: “Tiempo, espacio y el futuro del pasado, los horizontes de la historia”, Revista de
la Facultad de Geografía e Historia, UNED, 2016, pp. 245-262

Barnard, Alan: Social Anthropology and Human Origins, Cambridge, Cambridge University Press,
2011

Barnard, Alan: Genesis of Symbolic Thought, Cambridge, Cambridge University Press, 2012

Burke, Peter: Formas de Hacer Historia, Madrid, Alianza, 1996

Chartier, Roger: La Historia o la Lectura del Tiempo, Gedisa, Barcelona, 2007

Darbo-Peschanski, Catherine: “Las historicidades griegas y sus rupturas”, en Christian Delacroix,


François Dosee y Patrick García, Historicidades, Buenos Aires, Waldhuter, 2010

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Dosee y Patrick García, Historicidades, Buenos Aires, Waldhuter, 2010

Shryrock, Adrew y Daniel Lord Smail: Deep History: The Architecture of Past and Present, Los
Angeles, University of California Press, 2011

Smail, Daniel Lord: On Deep History and the Brain, Los Angeles, University of California Press, 2008

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