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Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” Tercera serie, nim. 14, 2% semestre de 1996 DE NUEVO EL ACONTECIMIENTO: ROQUE SAENZ PENA,LA REFORMA ELECTORAL, Y EL MOMENTO POLITICO DE 1912 FERNANDO J. DevoTo* “HAY GENTE, mucha gente, que considera la presidencia del doctor Sdenz Pefia como el principio, no ya de una nueva manera de hacer politica, sino de una nueva vida —asi en absoluto para el pais". De este modo La Nacién, que no compartia esos entusias- mos, ironizaba acerca de las ideas de los fieles del Presidente, cn cl momento en que se aproximaba la reforma electoral de principios de 1912." Eran esos fieles que, segdn reflexionaba amargamente Marcial Candiotti ante Julio Roca, en ese mismo afio, de- cian aspirar a sustituir por nuevas generaciones “regeneradoras” a los que denomina- ban “hombres de los regimenes pasados”.? Desde luego el mismo presidente habia puesto mucho énfasis en esa perspectiva fundacional, desde su discurso de aceptacién de la candidatura en 1909, aunque limiténdolo a una reforma politica que era vista, a la vez, como una promesa de porvenir y como un retomno a las fuentes docirinarias de Jaemancipacién y de la constitucién de 1853, La idea de un nuevo comienzo volve- ria a estar presente con tonos solemnes en el Manifiesto del Presidente al pueblo de la Reptiblica que a fines de febrero de 1912, tras la aprobacién de la ley de reforma clec- toral, se sintié compelido a pronunciar.* Menos entusiasta era en cambio 1a posicién de los contempordneos desafectos al Presidente. Para algunos, como las socialistas, las promesas de Séenz Pefia representaban una ret6rica ya conocida ¢ incumplida por les gobernantes anteriores;4 para otros, como los principales periddicos de oposicin, una reforma legislativa como la que impulsaba el Presidente, no tendrfa ningin im- * Instituto Ravignani Universidad de Buenos Aires y Grupo Movimientos Sociales y Sistemas Politicos (GMSSP), Universidad de Mar del Plata. E proyecto en el que se enmarca recibié un subsidio de la Fundacién Antorchas. La nueva era”, en La Nacién (en adelante LN), 29 de diciembre de 1911. 2 Marcial Candiotti a Julio A. Roca, 4/04/1912, en Archivo General de Ia Nacién (en adelante AGN). Fondo Julio A. Roca (en adelante AR), sala vil, feg. 110 (1338). 3 R. Séenz Peita, Escritas y Discursos, Buenos Aires, Peuser, 1935, tomo tt. pp. 3-30 y 109-119. La ley de 1a Patada”, en La Vanguardiu (cn adelante Lv), 2 de noviembre de 1910. 93 pacto sobre la vida politica, que dependia de un proceso de mas largo plazo de educa- cidn civica, como sostenia La Nacion, o de la accién polftica directa sobre los gobier- nos provinciales y sus milicias, como sefialaba La Prensa.5 Pero ,qué ocurria con aquellos deslegitimados politicos del antiguo régimen? ;,Compartian, si no desde las esperanzas, al menos desde Ios temores, la idea del fin de una época y de un posible huevo comienzo en el que perderian su rol politico predominante? Los historiadores, viendo el proceso desde sus resultados, han sostenido en gene- ral esa idea de ruptura que Sdenz Pefia y sus colaboradores presentaron, El razona- miento predominante parece haber sido el siguiente: si un grupo dirigente tomé una decisién tan dréstica de modificacién del sistema politico, ello debid haber sido mo- tivado o por fuertes convicciones ideoligicas reformistas © por ia idea de que se de- bian conjurar peligrosas acechanzas que amenazaban no sélo al orden politico, sino también al mismo orden social.® Ese razonamiento acerca de las causas de la refor- ma se completa con otro acerca de las consecuencias. Dado que el principio de toda elite politica parece ser la conservacién del poder, la realizacién de una reforma que $ “Perspectivas politicas”, on Lv, 2 de noviembre de 1910; “La Politica regional y el gobiemo de la na- ion’ y “Actuatidad”, ambos en La Prensa (en adelante 13,28 de octubre de 1910 y 1° de noviembre de 1910. "Entre los optimistas que perciben el caricter inclusivo de la reforma véase C. Waisman, Reversal of Development in Argentina, Princeton, Princeton University Press, 1987, y E, Zimmermann, Los liberales reformistas, Buenos Aires. Sudamericana, 1995, pp. 215-219. Entre los pesimistas, R. Puiggrds y D. Can- ‘t6n veian la reforma politica como una jugada téctica de los conservadores ante la amenaza radical, ten- diente a ceder el gobierno (pero no el poder) a éstos para desgastarlos mas fécilmente. Cf. R. Puiggrds, El yrigoyenismo, Buenos Aires, J. Alvarez (comp.), 1965, pp. 36-39; D. Canton, Elecciones y partidos, po- {iticos en la Argentina, Buenos Aires, Siglo Xx), 1973, pp. 79-91. Este ultimo, con todo, también ve ka ‘operacitn como resultado de errores de calculo sobre el futuro por pant de la elite. Una posicién seme- Jante de “retirada estratégica" para responder a una amenaza en D. Rock, El radicaiisma argentina, 1890- 1930 (Buenos Aires, Amorrortu, 1977. pp. 42 y ss.), para quien la reforma electoral era el resultado lgico de la necesidad de estabilizar al sistema politico con la incorporacidn de los radicales. La diferencia con {as lecturas precedentes es que et “riesgo calculado" tomado por los consevadores, no se basa aqui en los resguardos institucionales de un régimen sino en la creencia de que en, cualquier caso, los radicales no se- ffan una seria amenaza en el terreno electoral aun con las nuevas reglas. La reforma era para Rock tam bién un modo de responder a la agitacisn sociat a través de un sistema politico reforzado por la inclusion de las clases medias y de los que estimaba minoritarios sectores obreros nativos pero excluia a los mayo- Marios trabajadores extranjeros. La clisica lectura desde Ja perspectiva del partido radical, G. Del Mazo, El radicatismo, Ensayo sobre su historia y su doctrina (Buenos Aires, Ed. Gure, 1957, tomo, pp. 131 ¥ ss.), observa, en cambio, la reforma como un resultado obligado, dada fa intransigencia radical a otras so- Juciones negociadas y la permanente amenaza revolucionaria que el lider opositor y su partido planteaban, Muy equilibrada entre Ja idea de amenaza y el optimismo reformista, ¢s la posicidn del clasico libro de N. Botana. E! orden conservador (Buenos Aires, 1977, pp. 232 y ss.). Botana, con todo, es quien enfa- tiza mds fuertemente el optimismo que el grupo reformador habria tenido ante los resultados electorales a obtener con Ia aplicacién de la nueva ley. Aunque no deja de recordar las escépticas y profticas palabras de Roca u Joaquin de Vedia, Botana subraya esa misma presuncién de hegemonia politico-clectoral en los conservadores ligados al roquismo a través de sus expresiones piiblicas en el debate sobre ta lista incom- pleta, 0 a través de Jas imegenes que de los hombres del régimen proponcn tardios recuerdos como los de Federico Pinedo. fbid.. pp. 296-302. 94 trae como resultado un recambio de esa elite politica sélo puede ser producto de un grave error de cdlculo, resultado de un insanable optimismo, 0 de una imperiosa ne- cesidad de conjurar males mayores ain al precio de abandonar sus posiciones de po- der politico para conservar la preeminencia social y econdmica. El presente trabajo no aspira a refutar esos planteos sino a reconsiderarlos a la luz de las telaciones de poder politico existentes en el momento de fa teforma y desde la perspectiva que algunos de los contemporéneos tenfan acerca de esos sucesos, en la creencia de que esas perspectivas, aun si enteramente ilusorias, no dejaron de influir en las estrategias y en las acciones politicas concretas. Como fuera clésicamente di- cho, hace muchos afios, si determinados fendmenos son percibidos como reales, ellos son reales en sus consecuencias. Acotado en sus propésites, el trabajo ¢s acotado también en la indagacién de un campo politico ya extremadamente fragmentado. La prioridad otorgada a analizar la interaccién de los tres grupos principales de solidaridades politicas del orden conser- vador, dejando en un segundo plano la relacidn entre ellos y las restantes fuerzas de oposicién, es con todo (creo) no arbitraria, No sélo porque aquellas relaciones exter- nas han sido mucho mas (ransitadas por la historiograffa sino porque una de las pre- guntas que guian el andlisis es en qué medida puede hablarse para entonces de la existencia de un orden conservador. Desde el problema de la percepcisn de los acto- res, se trata de presentar apenas algunas de las posiblemente maltiples perspectivas. En primer lugar, la perspectiva del grupo reformista desde los discursos y manifesta- ciones publicas del Presidente y desde la perspectiva més intima de sus relaciones politicas, vistas a través de su correspondencia. En segundo lugar, la de sus mas en- conados adversarios, los que aqui también gustaban definirse como los “amigos po- liticos” epistolares de Roca. En tercer lugar, algunos fragmentos del espacio ocupado por la prensa de Buenos Aires en los afios y meses que van desde la asuncién presi- dencial hasta la sancién de la ley. Nuevamente la seleccisn de puntos de vista es me- in de sy adversa- nos el resultado de aspirar a una perspectiva exhaustiva que de la ambit presentar un contrapunto dentro de la galaxia conservadora de partic rios de los cambios por venir. El punto de partida es necesariamente el impulsor de la reforma, Roque Séenz Pe- fia. Ast lo percibieron sus contemporaneos, no sélo en tanto la misma fue el resulta- do de su, en ese campo, férrea voluntad politica, sino también en la medida en que era visto como parte y a la vez heredero de una més antigua tradicién reformista.’ 7 Como es bien conocido, el seminal trabajo de Natatio Botana prefiere otorgar un Jugar central en la reforma a quien en otra perspectiva fue sélo el gran operardor politico de la misma Indalecio Gomez. Me parece que los testimonios son coincidentes en que el protagonismo politico excluyente de Gomez, como consecuencia de la enfermedad de Saenz Peita, se hace visible cuando aquélla se agrava seriamente, es de- ciren 1913, luego de la aprobacisn de la reforma electoral. Sobre el punto, cf. los testimonios posteriores, ‘eneste aspecto coincidentes. de dos ministros del gobierno: E. Ramos Mexia, Mis Memorias (1853-1935), Buenos Aires, Libreria “La Facultad”, 1936 y C. Ibarguren, Lar historia que he vivido, Buenos Aires, Dic- tio, 1977 95 Es dificil con todo recorrer ese itinerario reformista y moralizador de la vida publica como si fuese siempre idéntico a sf mismo. En la forma en que él se expresa en 1909 aparece claramente enmarcado en una dimensién mayor de una reforma a la vez so- cial y politica que apunta a resolver, en primer lugar, una preocupacién por entonces bastante extendida: la cuestién nacional. Al volver a mirar su manifiesto de agosto de 1909 se observa que la reforma politica aparece en secuencia atgumental con otras dos reformas: la educacién publica que argentiniza y el servicio militar obligatorio que forma el amor 2 la bandera. Del mismo modo, el voto obligatorio, que es casi la nica precisién que acerca de la naturaleza de la reforma contiene ese mensaje, es propuesto como una escuela de ciudadania. De esta forma, los tres instrumentos son reunidos por Séenz Pefia en una sola formula “perfeccionamiento obligatorio”, y vuelven a aparecer estrechamente unidos, como medios para la consteuccién del fu- turo, en el mensaje de asuncién del mando.*® Todos ellos parecen atender ante todo a la cuestin de la nacionalidad, a la de la creacién de los argentinos de los hijos de esa avalancha inmigratoria. En este sentido, Sdenz Peiia puede aparecer compartiendo ¢on otros intelectuales y politicos, un conjunto de preocupaciones sobre Ja cuestién aacional, la cuestién social y la cuestién urbana y, desde ellas (o junto a ellas) una voluntad de reforma. Empero, la cuestién social no aparece ante sus ojos como igual- mente relevante que la primera ya que la Argentina no conoce “la opresién del capi tal, pero sf la largueza del salario”. Ese ancho optimismo no aparece abscurecido, al menos en sus manifestaciones publicas, por preocupaciones acerca de un conflicto social que no tiene razén de ser en la Argentina, pero tampoco por un activismo anar- quista, que encuentra su terapia, en su mensaje de asuncién del mando, en una firme aplicacién de la ley de residencia.® En cualquier caso es dificil extraer de las opiniones publicas de Sdenz Pefia, la idea de que su proyecto de reforma era de algéin modo una respuesta a una amenaza social. Aun si, en varios momentos, la reforma politica aparece como una via para in- tegrar y desarmar las alternativas revolucionarias, en especial en una carta a Félix Garz6n (en donde Ja reforma es vista como una forma de canalizar pacificamente las disconformidades politicas de las oposiciones 0 de las “masas revolucionarias”), ello parece referirse mds a un marco hipotético que permita contraponer idealmente evo- lucién-revolucidn que a un diagnéstico de la situacién presente." Se debe apuntar, ademés, ¢l énfasis de Séenz Peiia al sefialar como si hubiera sido un atento lector de las observaciones del Tocqueville del “Antiguo Régimen y ia Revolucidn” acerca de la peligrosidad que tienen para un régimen los momentos en que intenta regenerar- se~ que precisamente ése era el tiempo oportuno para la reforma por no existir nin- *R, Sdenz Peta, ob. cil,, tomo 1, p. 48. “ Ibid., p. 47. Que Séenz Peta tenfa poca sensibilidad y poca comprensién de la supuesta gravedad cel problema social era ta conviccién de su ministro de Justicia e Instruccién Publica, C. Ibarguren, ob. cit, p. 320. ™ Roque Saenz Pefia a Félix Garzsn, 30/01/1911, en R. Sdenz Pefia, ob. cit, 1, pp. 70-72. 96 gtin tipo de amenazas en el horizonte y no por el hecho de que ellas existieran.!! En cualquier caso, no es menos cierto que esa posicién de distanciamiento no era undni- memente compartida entre los miembros de la elite dirigente. Un personaje como Pe- dro Luro podia manifestar sus temores al neoelecto presidente, acerca del anarquismo y la revolucién social, sugiriendo que ésa debfa ser la prioridad del nue- vo gobierno, pero su propuesta de solucién era mantener la supresién de las garan- tias constitucionales y en general frmulas “radicales y definitivas” que estaban muy lejos de cualquier programa de reforma politica.'2 En términos mas generales, aunque aquellas tres cuestiones aludidas (social, na- cional y urbana) son muchas veces dificiimente escindibles en el pensamiento del Centenario, Saenz Pefia parece priorizar en su retérica, de modo no disfmil que su amigo politico José Marfa Ramos Mejfa, la cuestién nacional por sobre las otras. Ello establece un matiz diferencial con un Indalecio Gémez, para quien esa reforma polftica parece mas estrechamente asociada (en la imagen que nos da de ella Eduar- do Zimmermann) con una estrategia de reforma social.'? Més ambigua parece, en cambio, la jerarquia de cuestiones en otro reformador como Joaquin V. Gonzélez. Mientras en el perfodo 1901-1904 su propuesta de reforma electoral se articulaba fuertemente con la de reforma social, afios mas tarde, en “El Juicio de siglo” ella era vista también como instrumento para resolver la integracion de los inmigrantes a la nueva sociedad. La reforma politica propuesta por Séenz Pefia aparece aludida con otras valen- cas, también en la segunda parte de aquel discurso de 1909. Aqui el propésito de la reforma propuesta es mds estrechamente politico y viene a buscar remediar los pro- blemas de un régimen que Sdenz Pefia ve, de modo no dis{mil que Pellegrini en un discurso en el Senado de 1902, en ocasién del debate sobre la Ley Gonzalez, como resultado sobre todo de un proceso regresivo iniciado en 1880. La busqueda de una solucién aspira a erradicar lo que aparece a sus ojos como el principal vicio de la po- litica argentina, que es el personalismo, sustituyéndolo por partidos orgénicos y doc- trinarios. Y no deja de ser relevante que la modernizacién de la politica reciba un mucho mas extenso tratamiento que e] problema de Ja pureza del sufragio, aludido “He dicho en otra ocasién que los gobiernos defensivos no pueden ser reformadores (...]. Ello ex- Plica los retardos, En este perfodo, cuando ejerzo mi mandato sin convulsiones ni asechanzas [,..] Antes de acometer la reforma, me he preguntado con previsidn y cautela si el momento politico que atravesamos era realmente propicio para realizarla. La respuesta fue categérica. {...] El principio de autoridad se man- tiene inalterable a través de luchas libres y respetuosas del orden [...} La revolucién ha pasado a ser re- everdo, desarmada por la libertad, que es seguro de concordia y de paz perdurables”. "Manifiesto. El Presidente al pueblo de la Republica”, en R. Sdenz Peia, Escritos..., ob. cit, p. UO-112, "7p Luro a R. Sdenz Peita, 8/06/1910, en AGN, Fondo Celesia, Archivo Roque Séenz Pefia (en ade- lante asp), sala vu, leg. 2459, 1B. Zimmermann, “Reforma Politica y Reforma social: tres propuestas de comienzos de siglo”, en F. Devoto-M. Ferrari (comps.), Lar construccién de las democracias rivplatenses: proyectos instituciona- les y préctivas potiticas, 1900-1930, Buenos Aires, Biblos, 1994, pp. 17-29. 97 s6lo de manera indirecta en ese mensaje.'* Ello puede ser el resultado de que la mo- demizacién politica le interesaba més que los principios generales de la democracia representativa 0 de que, en las ambigtiedades del trénsito de un viejo régimen a uno nuevo, Saenz Pefia no quiere privarse de principios de legitimidad que hubieran sido poco compatibles con una afirmacién mas notoria de} estado de cosas existente. Ello puede Ilevarlo a sostener algo tan poco convincente como que su candidatura era hi- ja de un pronunciamiento extenso de la nacién, compulsado a través de las adhesio- nes de las agrupaciones politicas oficialistas y los opositores. Al afio siguiente, en 1910, al asumir como presidente no dejé de apelar al mismo procedimiento a través de una manipulacién de los datos de participacién electoral en 1a Capital que le pro- veyera a su solicitud Juan Balestra-,'> para argumentar acerca del consenso popular del que habria emanado su gobierno que, aunque imperfecto, era, 2n su opini6n, su- perior al de todos los precedentes. Ciertamente en ese mensaje de asuncién del mando en octubre de 1910 hay mas precisiones acerca de os objetivos mds estrictamente politicos que orientardn a la re- forma, sobre todo la representacion de las minorias y dentro de los instrumentos po- liticos a utilizar, el nuevo padrén electoral. Ninguna precisién aparece en cambio acerca de los medios para lograr aquella representaci6n ni acerca de otros instrumen- tos para garantizar la voluntad del sufragante, como la cuestién del voto secreto. Fal- ta de precisiones que quiz4s pueda scr colocada en relacién con un debate todavia abierto, Situacién que no dejaria de ser observada por sus opositores en la prensa que acusaban al gobierno de retrasos innecesarios en su cronograma de reforma electo- ral, s6lo explicables porque el gobierno debis improvisar, ya que no disponia en 1910, at asumir, de un programa preciso en ese sentido.!¢ No era quizds tan sorprendente que el impulsor de 1a reforma sélo tuvicra plani ficado e} disefio general de la misma pero no su parte prdctico-instrumental. Final- mente ese poco interés por los detalles caracterizarfa la forma de hacer politica del nuevo presidente a la vez que revelaba un cierto distanciamiento de las formas con- cretas del hacer potitico. No dejarfan de observar los contempordneos la paradoja de un presidente que impulsaba como principal punto de su programa de gobierno una reforma politica, teniendo por esta actividad un escaso interés concreto y una escasa estima moral. Ya en 1902, en ocasiGn del debate sobre el proyecto de reforma elec- toral, Mariano de Vedia, para mostrar el problema de la indiferencia ciudadana, re- cordaba maliciosamente una escena que le habfa tocado presenciar en las elecciones de la Capital, cuando el hijo mayor de Lucio V. Lopez llevaba abrazado de Ia cintu- '4“Comprendo que la democracia pura es un ideal, pero el gobierno es una necesidad, y habremos de constituirlo mejorando, en el proceso de la marcha ascendente, los procedimientos y sistemas, con los hombres y partidos que no delegan ni omiten la funcidn del sufragio". Programa de Gobierno, en id, p27. 184 Balestra a R. Sdenz Pefia, 11/09/1910, en AGN, ARSP, sala Vit, leg. 2459. Tan, 1° de enero de 1912; LP, 1° de enero de 1912. OB ra a Roque Saenz Pefia a votar, mientras exclamaba: “jLo sacamos a Roque!" (he- cho que en ocasién de los debates de 1911 no dejé de ser recordado por la prensa opositora). Esa imagen de desinterés cra, mas en general, un t6pico extendido entre los opositores al Presidente, como en el faccioso retrato que del mismo dejara en un lidto Julio Costa.'* En cualquier caso, ellos no dejaban de captar bien el distancia- riento de aquél de una actividad que, al menos en sus aspectos précticos, nunca le habfa apasionado, Ese distanciamiento de la actividad politica acerca del cual se ha insistido tanto esconde otro hecho en general poco observado: que el impulsor de una ra- dical reforma politica era (mas alld de sus intenciones) un presidente nacido po- Ihicamente débil y cuya debilidad politica no haria mds que incrementarse con el correr de su presidencia pari passu con su debilidad fisica. En cierta forma cra, en los términos de Séenz Pefia, un gobierno inesperadamente a la defensi- va, pero no por Ja situacidn externa al orden conservador sino por su situacion interna al mismo. Esa debilidad derivaba de multiples causas: el haber estado alejado del pais por mucho tiempo, consagrado a la actividad diplomética, siem- pre preferida por él a la actividad parlamentaria; el ser un candidato natural s6- lo en tanto que heredero (y amigo y socio profesional) de Pellegrini; el no ser, en cambio, hombre del circulo de Figueroa Alcorta -y algunos efectivamente pensaron que slo la imposibilidad de encontrar a alguien de su citculo llevé a este iltimo a prohijar la candidatura de Séenz Pefia-.'? Su mejor argumento era, seguramente, su largo y tenaz. antirroquismo. Aunque no hizo mucho para acrecentar su capital politico entre la proclamacién y la asuncién presidencial, Roque Séenz Pefia, aun permaneciendo en el exterior la mayor parte del tiempo, no dejaba de estar inserto en una red de relaciones persona- les y politicas, hija del antiguo grupo pellegrinista renunciante a 1a Convencién en 1904. Estas relaciones pugnaban por expandir su espacio aprovechando el poder que le concedia a Saenz Pefia la posicién de sucesor presidencial designado, primero, y de presidente electo, después. Nuevamente auf, sin embargo, puede apreciarse répi- damente la debilidad del saenzpefiismo y su cardcter minoritario dentro del orden censervador. La primera prueba de ello fue la eleccién del presidente de la Camara de " Diario de Sesiones de la Cémara de Diputados de la NaciGn (en adelante b$cb), sesién del 15 de oc- tubre de 1902, "J. Costa, Et presidente, Buenos Aires, A. Moen y Hno. (comps.), 2a. ed.,s.f, pp. 94-101 YN, Botana, ob. cit. p. 237, Ezequiel Ramos Mexia, ministro de Figueroa y luego de Séenz Pefa, in- siste en sus memorias, escritas muchos afios después, en que nunca habfa visto prohijar (ni siquiera hablar) a Figueroa Alcorta de la candidatura de Séenz Pefia, antes de que &sta apareciera en los medios politicos y ‘que la acompaié con simpatia después de que ei movimiento, promovido pot Ricardo Lavalle estaba lan- zado. Al negar la existencia de siquiera una media palabra por parte del presidente saliente, Ramos Mexia intentaba mostrar que la designacién no podia considerarse como una “candidatura oficial”. Sin embargo, lio podia también indicar cémo, puesta en marcha la nominacién desde otros Ambitos, habia escapado a {a posibilidad de Figueroa el bloquearla 0 desatentarta, E. Ramos Mexia, ob. cit, pp. 358-360. 99 Diputados, cargo que los sacnzpefiistas consideraban clave por su papel en la futura integracién de las presidencias de las comisiones parlamentarias. El candidato de los renovadores, Montes de Oca, debié confrontarse con otra figura proveniente del gru- po cercano a Figueroa Alcorta, Eliseo Cantén y fue derrotado por 61 votos a 26. En dicho resultado, segtin los saenzpefiistas Carlos Estrada y Abel Bengolea, habfa con- tado de modo decisivo el apoyo brindado por Figueroa Alcorta a Cantén, el antiguo pellegrinista devenido en firme apoyo capitalino del presidente saliente y en frecuen- te contertulio de la casa de gobierno. Ello habia sido tan decisivo como la reconstruc- cidn de una ya frecuentada alianza antirrenovadora de lideres politicos y territoriales, como la que unié una vez mas al presidente de 1a nacién, Figueroa, con el hombre fuerte y futuro gobernador de la provincia de Buenos Aires, Inocencio Arias 20 No menos desfavorable resultaba la posicién del saenzpefiismo en la prensa de la ciudad de Buenos Aires. A ello concurrian razones histéricas, lineas politicas coyun- turales y enemistades personales. La Nacidn, que mantenia sus relaciones con un mundo politico, el de los civicos, tradicionalmente enfrentado con el grupo de perte- nencia del nuevo presidente, habia apoyado a Udaondo y en general se mantenia dis- tante de las posiciones del presidente electo, y escéptica respecto de sus proyectos, salvo en lo concemniente a las relaciones con el Brasil y en general a la politica inter- nacional pacifista. En este sentido, la creencia de Juan Agustin Garcia de que el pe- riddico se habia alineado con el nuevo presidente, a partir de las posiciones sobre su politica exterior, parecen menos certeras que las de un amigo de Saenz Petia, José Maria Ramos Mejfa, que identificaba claramente al diario de los Mitre como un irre- ductible adversario2! Ciertamente un diario es, inevitablemente, un complejo hete- rogéneo de intereses de grupo y personales, y ello Hevaba también a la presencia dentro de La Nacién de periodistas como Mariano de Vedia (y otres a través de él), quien estaba estrechamente ligado a Roca por relaciones de amistad y por recurren- tes deudas personales.”? En La Prensa la oposicién al nuevo presidente era tem- pranamente encarnizada, incluida su politica exterior hacia el Brasil, y en ella Estanislao Zeballos, presentado como el principal impulsor de la linea politica del diario, desempefiaba un rol preponderante.?> 29, Estrada a R, Séenz Petia, 29/04/1910 y A. Bengolea a R. Saenz Pefia, 11/05/1910, ambos en AGN. ‘ARS»P, |, 2459, La versi6n de ambos difiere ligeramente ya que mientras el primero sostiene que Figueroa habia prometido apoyo a Montes de Oca para luego cambiar de candidato, el segundo habla de una pres- cindencia inicial convertida luego en abierto apoyo a Cantén. 2 Juan A. Garcia a G. Udaondo, en Juan A, Garcia, Obras Completas, Buenos Aires, 1955, tomo I. La hostilidad de José Marfa Ramos Mejfa a La Nacién en carta a R. Séenz. Pefla, 8/01/1910, en AGN, ARSP. 1, 2459. 2 M, de Vedia a J. Roca, 3/03/1913 y 5/07/1913, ambas en AGN, AR, sala vil 1. 112. 2 La propaganda de La Prensa contra la visita a Rio a mediados de 1910 del futuro presidente, vista como obra exclusiva de Zeballos, en J. Gomez a R. Sdenz Pefia, 12/08/1910, en AGN, ARSP, |. 2459. La manipulacién de la informacién politica parlamentaria segiin los intereses de Zeballos, en E. Soler a J. Ro- ca, 6/09/1912, en AGN, AR. 1. 111 (1339), 100 Et saenzpefiismo habia intentado contrarrestar esa oposicién de los dos diarios Principales, sea con una politica de cooptacién en el diario La Maftana sea sobre to- do prohijando una operacién periodistica que deb(a acompajiar la campafia del can- didato a presidente en el Sarmiento. La operacion periodistica concordada entre José Marfa Ramos Mejia y Roque Séenz. Pefia, entre otros, se apoyaba en la régie de Ma- tias Ramos Mejia y en el papel que debian desempefiar algunos intelectuales incor porados a la redaccién como Sanchez Sorondo y Bunge. La operacién periodistica sin embargo no despegaba por la inexperiencia en el medio de los encargados y pot su linea mérbida frente a las otras voces de opinién.*4 Una operacién similar la cons- titua La Gazeta de Buenos Aires, que pese a las protestas de independencia de su Je- fe de Redaccidn, aparecia claramente alineado con Sdenz Peiia, entre otras razones porque su propietario era José Marfa Rosa (h.), designado ministro de Hacienda por al presidente electo.?5 En cualquier caso era dificil desde esas tribunas competir con los dos 6rganos de mayor tirada y prestigio de la ciudad. E] amplio triunfo de la férmula Séenz Pefia-De la Plaza no Ilegaba a oscurecer esa situaci6n de debilidad y tampoco lo hacfa el hecho de que desde antes de asumir y como consecuencia del enorme peso politico del cargo (aun si ejercido por una per- sona que no aspiraba a hacer un uso sistematico del mismo), el futuro presidente co- menzaba a ser considerado como Arbitro por las distintas facciones provinciales. Por lo demAs algunos, como Osvaldo Magnasco, pensaban que tenfa una dificultad adi- cional a los efectos de acumular un capital politico: las desconfianzas que generaba el hecho de que era un hombre de Buenos Aires.25 La asuncién de Séenz Pefia no modificé sino que acentué la debilidad politica del gTupo reformador. Ante todo porque el nuevo presidente decidis desprenderse de su principal valedor, el presidente saliente, y de aquellos que habian construido su mo- desto pero no inexistente capital politico y electoral. La cordialidad del mensaje de despedida al presidente saliente, que fuera juzgado muy negativamente por érganos como La Nacién, que veta a Figueroa Alcorta como un bajo politiquero,2” fue un ex- tremo gesto de cortesfa que encubrfa el hecho de que las apetencias politicas del fi- guercismo en la nueva administracién no serfan satisfechas, En realidad los Ifmites de la solidaridad de Saenz Pefia con su predecesor estaban en Jos elogios puiblicos y en la resistencia a dejar avanzar las investigaciones que acerca de la venta de tierras pablicas comprometian al ex mandatario y a muchos de sus operadores politicos (in- cluido el conocido puntero capitalino Cayetano Ganghi), los que habrian realizado 2 J, M, Ramos Mejfa a R. Séenz Pefa, 8/01/1910, cit 25 A. Zavalla Guzmén a J. Roca, 20/01/1911, en AGN, AR, I. 109 (1337). 26 Yo lo que sé es que hasts hoy no ha podide ocupar permantentemente la presidencia ninguno de Bue- ‘nos Aires [...] es cierto que el pais hoy es distinto, que hay mucho de sentido conservador y pacifico, pero fc que no veo es que se haya hecho distinto el ambiente politico y no hay que dar al ambiente econémico més influencia de Ja que tiene”. , Magnasco a J. Roca, 22/08/1910, en AGN, AR, 1. 108 (1336), 77 1N, 2 de noviembre de 1910. 101 maniobras para s{ o para obtener fuentes de financiacién para las maquinas politicas oficialistas. Mas alld de ello, el nuevo presidente procedié répidamente a granjearse las criticas de Figueroa Alcorta, quien dejaba trascender, a pocos dfas de haber asu- mido aquél, que considcraba incomprensible que el nuevo presidente declarara que queria “no hacer politica” y que ello reflejaba en realidad que su larga estancia en Eu- ropa le habia hecho olvidar en realidad cémo se hace politica.”® Los descontentos ante el nuevo gabinete eran muchos. Sélo continuaba uno de los ministros precedentes -y éste era Ezequiel Ramos Mexfa, muy cercano a Séenz Pe- fia y cuya filiacidn politica podia deducirse répidamente recordando que habia sido incorporado en el gabinete del presidente anterior, sin su aquiescencia sino a través de la aceptacién.de Pellegrini en su nombre, en un acuerdo con Figueroa.” No se tra- taba s6lo de la poca presencia de los hombres del anterior presidente, en ministerios y en otras reparticiones publicas mAs relevantes desde el punto de vista politico, co- mo el correo, la policta o la municipalidad.™ En realidad, Séenz Pefia parecia ade- més exasperar las distinciones de estilo con su predecesor y, como se sefialara humoristicamente, mientras en la presidencia de Figueroa predominaban las reunio- nes, a veces hasta en mangas de camisa y circulaba cl mate, en la de su sucesor, el ri- guroso frac y los tés presidenciales Jos habfan sustituido. Los hombres que habian frecuentado la tertulia presidenciat figueroista, como Eliseo Cant6n, lideraban ahora Ia oposicién encubierta a los reformadores desde la presidencia de la Camara o eran despedidos malamente de la quinta presidencial por el portero, como el caudillo na- politana Ganghi. Este ultimo, que en su arrogancia consideraba a Roca un caudillo en completa decadencia, “un poroto a mi lado”, mientras sazonaba las cartas que le enviaba a Séenz Pefia —y en las que prometia las ovaciones de sus 2.500 amigos- con Bruesos comentarios acerca de la vida afectiva del general,” era un personaje més basto que lo que Ja sensibilidad del neoclecto podia soportar. Sdenz Pefia también parecia poco dispuesto a dar espacio cn el nuevo gobierno a Jas figuras que habfan armado el soporte politico de su candidatura, la Unidn Nacio- nal. El principal operador politico en la capital, el hombre fuerte de Barracas al Nor- te, Juan Balestra, expresaba rapidamente su descontento ante la no obtencién de un ministerio, y dada la forma territorial y clientelar de su relacién con la actividad po- Iitica no debfa sorprender que rechazara el cargo de Ministro Plenipotenciario y En- viado Extraordinario que se le ofreciera. Por su parte Ricardo Lavalle, el presidente del partido, renunciaba casi inmediatamente, antes de aceptar la embajada en Chile. % “Novedades politicas”, en El Diario, 26 de octubre de 1910. Ecos de la misma idea de que el Pre- sidente debia hacer politica (aunque no, claro, en ei mismo sentido que lo indicaba Figueroa Alcorta), en Lp, 3 de noviembre de 1910. % B, Ramos Mexia, ob. cit., p. 228, ® “La politica del presidente”, en La Gaceta de Buenos Aires, 1° de noviembre de 1910. M Cayetano Ganghi a R. Séenz Pefia, 17/11/1909, en AGN, ARSP, 1. 2460, 102 En este sentido, fa répida crisis de la Unién Nacional es menos el reflejo, sefialado por Peck, de una situacién politica que con todo cra muy fluida, que el producto de una politica deliberada del grupo gobernante para debilitarla como parte de la cons- tuccién de un nuevo tipo de agrupacin politica que expresase mejor las nuevas ideas. Esta operacién rompia en realidad con la herencia pellegrinista que, si no en el ideario de su lider si en los hechos, habia tratado de combinar modernizaci6n po- litica con los mecanismos de construccién del consenso de las maquinas politicas y, mas en general, también con los métodos de la Ilamada politica criolla. Es claro que a linea adoptada por Saenz, Pefia era una operacién que entrafiaba enormes ricsgos. Cualesquiera hubieran sido las posibilidades electorales de esos aparatos, en el con- texto de una nueva legislacién electoral, por ejemplo en la Capital Federal, ¢! saenz~ pefiismo deliberadamente prescindfa de figuras como Balestra, Ganghi 0 Zoilo Cantén (hermano de Eliseo) que eran la estructura politica de la que habia dispuesto en la ciudad para vencer a socialistas (en la eleccién para presidente) y al mitrismo, en laeleccién para senador capitalino del mismo afio. Prescindencia que, seguramen- te, no era sélo hija de ese aristocratismo sefialado del Presidente, aun si hubo quic- nes vieron en la ruptura con Figueroa Alcorta una motivacién personal de Saenz Pefia alimentada por un profundo desprecio hacia su antecesor.”? Era, tal vez, resultado de una concepcién de la vida politica que prescindia de dichas maquinas, no sélo por el cardcter corruptor de la vida publica que ellas tenfan sino por la creencia de que nue- vas reglas del juego habrian permitido la construcciéa del consenso politico por otras vias. En términos, que no eran los de entonces, podria sugerirse que el modelo de funcionamiento de la politica de Saenz Pefia recuerda al de la construccién de un mercado transparente en el que, eliminadas todas las trabas, los individuos pueden maximizar sus ideas o sus intereses. En este sentido, los reaseguros de la nueva po- Iitica, tal cual parecfa percibirla Séenz Pefia cn sus documentos piiblicos, serfan los ce una mejor oferta electoral (es decir mejores candidatos con mejores programas) a la que se suponfa debfan ser receptivos los potenciales electores, més que la construc- cidn de costosos aparatos partidarios. {En qué medida esa idea no era la de un siste- ma politico en que las elites compiten entre si para alcanzar el favor de los ciudadanos, es decir aquellas viejas formas decimonsnicas del hacer politica que ta tan percibida corrupcién habia desnaturalizado? La operacién del nuevo presidente era cicrtamente también, el resultado de la ne- cesidad de crearse un espacio politico propio, pero al prescindir de la estructura par- tidaria realmente disponible, Séenz Pefia se quedaba sin ningiin soporte partidario. ‘Tenia enfrente tanto al figueroismo como a los restos del roquismo y al partido so- cialista que vefa al nuevo elenco gobernante, desde su érgano partidario, como una mezcla de clericalismo (los istros Gomez y Garro ¢ incluso el mismo Presidente) y de capitalismo internacional (el ministro Ramos Mexia que se suponia representan- % Ignacio ? a J. Roca, 22/08/3910, en AGN, AR, |. 108 (1336). 103 te de los intereses financieros y ferroviarios extranjeros).3? Algunos pensaban inclu- so que la presencia de ministros claves muy cercanos a la Iglesia podia evar a la constitucién de un nuevo partido liberal de oposicién que reagrupara a los distintos grupos anticlericales. ‘Séenz Pefia contaba, no obstante, con varios elementos a su favor. Ante todo, con el poder que brindaba la posicién presidencial y luego con un programa de reformas que era extremadamente popular en la opinién ptiblica (si considerada ésta como equivalente a la que expresaban los periddicos capitalinos). Sin embargo, los benefi- cios politicos que el nuevo grupo gobernante podia extraer de la popularidad de la re- forma en la opinién pablica y en los periédicos no eran autométicos. Fistos, como se sefialé, apoyaban en los casos mas relevantes, una reforma pero no la reforma que planteaba Séenz Pefia. Usaban una téctica de exigir mas (como sostenfa La Prensa) o de manifestar escepticismo hacia los resultados que se podian obtener mediante modificaciones legislativas (como lo hacfan La Nacidn o La Argentina). Algunos de Jos medios propuestos por e} Presidente eran desechados con argumentos bastante bi- zantinos. Asf, La Nacién pensaba que la utilizacién del padrén militar en vez de beneficiar al sistema politico habria corrompido al sistema de la conscripcién obli- gatoria porque se hubiera producido la interferencia de los caudillos en la manipula- cién del mismo.*5 Con todo, aquella dicotomia entre opinidn periodistica ¢ intereses de la clase politica planteaba problemas, como veremos, no sélo al oficialismo sino también a la oposicin. El poder que emanaba del ejercicio del Poder Ejecutivo le permitia, en cambio, aspirar a construir nuevas aliarizas politicas, sobre todo con aquellos que estaban radicalmente enfrentados con Figueroa Alcorta, como el roquismo. Los rumores de acercamiento entre saenzpefiistas y roquistas, estaban a la orden del dia, ya en los momentos de asuncién de] nuevo presidente, y los corresponsales de Roca no de- jaban de ilusionarse con las posibilidades de una situacién que les daba nuevamen- te juego potitico.** Seguramente su excesiva atencién a los pequefios gestos de cortesia sobrevaloraba la importancia que para la estrategia del grupo gobernante tenia el roquismo. Sin embargo, el hecho de que Figueroa intentara prontamente también un acercamiento a Roca revelaba tanto que el conflicto principal dentro del orden conservador era ahora entre partidarios del presidente en ejercicio y de su antecesor como que el roquismo recuperaba fugazmente un inesperado papel de potencial socio menor de alguno de ellos.2? Finalmente, aquellos escasceos lleva- ron a un acercamiento efectivo entre saenzpefista y roquistas (la otra opcién era 53 “Un caudillo en desgracia’, en Lv, 27 de octubre de 1910: Lv, 23 de diciembre de 1911; Lv, 22 de diciembre de 1910. + BM, Soler a J, Roca, 12/10/1910, en AGN, AR, 1. 108 (1336). ‘La reforma electoral”, LN, 21 de diciembre de 1910. %* Ignacio ? a J. Roca, 22/08/1910, cit., y 11/04/1911, en AGN, AR, I. 109 (1337) 77 Cata.a J, Roca, 18/07/1911, en AR, 1. 109 (1337). 104 absolutamente inaceptable para los ultimos fieles del general) que no dejaron de promover resultados escenogrificos, como Ja designacién en 1912 de Julio Roca co- mo Ministro Plenipotenciario en Brasil, y politicos, como la confluencia en las elec- ciones cordobesas de 1912. Del mismo modo, pero en forma més activa, dado su peso parlamentario, S4enz Pefia iniciarfa una politica de acercamiento con el grupo conservador de la provincia de Buenos Aires, ligado a su gobernador, Arias. Una pronta visita protocolar a La Plata sellarfa los términos de un acuerdo que aportaria el apoyo parlamentario de! bloque de la provincia de Buenos Aires para la reforma del padrén electoral pero, té- citamente, dejaba al margen de las posibitidades de una aplicacién efectiva de esa re- forma a la misma provincia de Buenos Aires. En el contexto politico existente, el recurso a una negociacién con Yrigoyen, co- mo la propuesta por Séenz. Pefia poco antes de asumir el mando, era no slo conve- niente a los efectos de una reforma que los integrara al sistema sino también potencialmente util para ampliar la base de operaciones del grupo gobernante. El in- tento de manipular a la oposici6n para dirimir conflictos internos al orden conserva- dor gozaba, por lo demés, ya de una larga tradicién en la que, entre otros, Pellegrini habia sido un experto. El éxito obtenido por la operacién politica del saenzpefiismo fue suficiente como para debilitar al principal nécleo opositor dentro del régimen y aventar las dudas de un pronto colapso politico del Presidente (y su desplazamiento por el vicepresiden- te, sefialado como més afin), que algunos estimaban como muy posible si el figue- roismo consegufa articular una alianza estable con Arias y con la provincia de C6rdoba. gE] capital politico acumulado era sin embargo suficiente, no sdlo en el mediano plazo, sino aun en lo inmediato para impulsar una reforma de las reglas del juego de la politica argentina? Los hechos son conocidos: el gobierno impulsé Ia reforma en dos tiempos. Pri- mero, implementé una nueva forma de empadronamiento que utilizaba el padrén militar enviado al Parlamento en diciembre de 1910. Para su aprobacion seria de- cisivo el apoyo prestado por los diputados de la provincia de Buenos Aires y pro- metido en un acuerdo previo por el gobernador Arias. ‘Tras la aprobacién de la ley, comenzaria la confeccién de un nuevo padrén electoral (mientras se desarrollaban ala vez negociaciones con los radicales para asegurar su participacidn cn los co- micios provinciales a realizarse en Santa Fe en 1912). Luego, envi al Congreso, en Ja segunda mitad de 1911, una nueva ley electoral que proponia el voto obliga- toric y secreto, y la lista incompleta. El gobierno comenzaha un complicado itinerario parlamentario, apremiado por una fecha que eran las elecciones nacionales de diputados a realizarse en marzo de 1912. El retraso inicial oblig6 al gobierno a enviar el proyecto a las sesiones ex- EM. Solera J, Roca, 3/01/1911, en AGN, AR, 1. 109 (1337), También las observaciones de Mag- asco citadas, traordinarias. Al apremio temporal se sumaba la débil posicin del saenzpefismo en las Cémaras, y mas grave atin, un hecho poco percibido: que la reforma electo- ral que el gobierno intentaba tlevar a cabo, aunque vista como inevitable por mu- chos, no gozaba de simpatias en Ja clase politica (a al menos en sus grupos parlamentarios). Ciertamente las vias propuestas por Saenz Pefia parecfan a la vez peligrosas y onerosas. Algunos como Zoilo Cantén —en carta a Figueroa Alcorta— pensaban que cra disparatado destruir el trabajo de afios de construccién de una base de libretas electorales, mediante la introducci6n del padrén militar."? Prome- tfa junto con su hermano Eliseo hacer obstruccién en ta Camara (“filibusterismo” La especulacién opositora era que si el gobierno no consegufa aprobar la ley a tiempo para las elecciones tal vez todo el proyecto reformista caeria. Lo curioso de este obstruccionismo es que no era ptiblico, aunque los diaries hablaban oca- sionalmente de ello, El hecho de que los opositores a la ley no pudieran manifes- tarlo abiertamente refleja hasta qué punto todos crefan que esa u otra reforma eran extremadamente populares, Comenzé asi una carrera que contraponfa distintas posiciones en la Camara, con el curioso espectaculo, como observara La Nacién, de que la mayoria de tos orado- res parlamentarios se manifestaba en contra de ciertos articulos del proyecto de ley enviados por el Poder Ejecutivo y luego los mismos eran aprobados, sin cambios en cl recinto, por amplia mayoria.” El secreto de ello era la capacidad de persuasién o de presién del Poder Ejecutivo sobre los parlamentarios. El mismo diario de los Mi- tre observaba que si el proyecto del Poder Ejecutivo habia sido derrotado en un pri- mer intento en la Cémara de Diputados, en lo concerniente al voto obligatorio, ello era el resultado de que “la mirada escrutadora” del ministro del Interior, Indalecio Gomez, no estaba presente ese dia en el recinto parlamentario, La presién del Minis- terio del Interior parecia combinarse, segtin los numerosos criticos del gobierno, con otros instrumentos clésicos de los precedentes regimenes conservadores como la concesién de cargos piblicos a los mejores colaboradores parlamentarios del go- bierno. Asf fue interpretada la designacién, en el momento dlgido del debate, de quien era de todos modos un antiguo saenzpeiiista entrerriano,*! Adolfo Mugica, co- mo premio por haber sido uno de los estrenuos defensores del proyecto del Ejecuti- vo. En este sentido se pronunciaban concordemente La Nacién, La Prensa y La Gazeta de Buenos Aires.” 2. Camtén a J. Figueroa Alcorta, 3/06/1911, cit. por D. Peck, Argentinian Politics und the Provin- ce of Mendoza, 1890-1916, PHD Thesis, St. Anthony's College, Oxford, 1977, p. 168. A mitad de camino”, en Lv, 22 de diciembre de 1911. 4" Que Mugica cra el hombre més cercano a Sdenz Peha en Entre Rios, aun antes de Ia asuncién det mismo como presidente, parece desprenderse de uma carta de Saba Herndndez a R. Sdene Pefia del 8/01/1910, en AGN, ARSP. 1. 2459. LN, 22 de diciembre de 1911; “Ministerios y Ministros”, en iP, 22 de diciembre de 1911 y La Ga- zeta de Buenos Aires, 22 de diciembre de 1911 106, El instrumento mas fuerte de persuasién del Poder Ejecutivo era, con todo, el pre- supuestario. Comenzé asi un filibusterismo cruzado entre los diputados ceqeanos al Ejecutivo, que demoraban en Diputados la aprobacién del presupuesto para evitar que tras su sancién la Camara se sintiese tentada a disolverse, mientras la oposicion con- servadora demoraba la aprobacion de la ley electoral en Senadores que deberfa retor- nar luego a Ja Camara baja para su aprobacién definitiva. A mediados de enero, La Nacién revelaba la trama y los intoreses detrds de la misma: evitar que las elecciones legislativas de marzo se hiciesen con ta nueva ley.*? A comienzos de febrero en el mo- mento en el que La Prensa parece constatar con satisfaccién que la ley esté “moral- mente muerta” y no sera aprobada en el periodo parlamentario, estalla un serio sncidente que hace més piblico el conflicto de intereses.** Mientras un diputado, Ma- auel Pefia, parecia hacer filibusterismo en la discusi6n parlamentaria en la Camara ba- ja para evitar que el presupuesto fuera aprobado e impedir de ese modo que el Senado etardase la sancién de la ley electoral, un incidente estalla en un salén anexo entre dos férreos opositores a Saenz. Pefia, y ligados por entonces a Figueroa Aicorta, los diputados Manuel y Carlos Carlés y et ministro de Obras Piiblicas y operador a la sa- z6n de! Bjecutivo, Ezequiel Ramos Mexia. Este fue conminado a tetirarse en malos ‘modos por los diputados. Los diarios darian una amplia cobertura al incidente.*> Po- cos dias después el proyecto del Ejecutivo era aprobado con leves modificaciones. La oposiciGn de buena parte de la clase politica parece desmentir también el ex- cesivo optimismo que algunos han considerado tenia la elite conservadora ante la nueva situacién y ante las posibilidades clectorales de la oposicién. Ciertamente, en sus declaraciones en la Cémara, los miembros del parlamento expresaban notable op- timismo acerca de la posibilidad de superar tas nuevas pruebas con éxito, sea en cl Ambito nacional o en algunas provincias como la de Buenos Aires. La discusién so- bre la lista incompleta, propuesta por el gobierno para asegurar la representacién de las minorfas, estaba plagada de referencias a lo arbitrario de una situacién que bul ra dado un espacio parlamentario a las oposiciones, gue de otro modo no hubieran obtenido. En algunos casos los gobiernos provinciales, en Buenos Aires en primer lu- gar." pero también en Corrientes y en otros lugares, esbozaron el proyecto de pre- sentar dos listas alternativas, en la certidumbre de que obtendrian cémodamente, mayorfa y minoria, Dichas declaraciones pablicas contrastan con las reticencias pri- vadas y éstas Ghtimas, cualquiera haya sido su extensidn, hacen necesariamente mas ambigua la posiciGn del orden conservador ante la reforma propuesta que lo que ha podido deducirse apoydndose exclusivamente en las primeras. “EI Proyecto electoral en el Senado”, 1x. 17 de enero de 1912. La obstruccidn ministerial en la Camara de Diputados”, on LP, 7 de febrero de 1912. “8 “Incidente parlamentario”, en LN, 7 de febrero de 1912; “EI ruidoso incidente de ayer", LP, 7 de fe- brero de 1912; “El incidente de ayer”, en La Raziin. 7 de febrero de 1912, J. Mel6n Pirro, “La ley Séenz, Peita de Ugarte 0 cl éxito de la reforma conservadora en Buenos Ai- res”, en F. Devoto-M, Ferrari, ob. cit. 107 En paralelo, la larga negociacién con los radicales para lograr su participacién en las elecciones provinciales de Santa Fe !legaba a buen puerto a costa de que el go- bierno tuviera que hacer varias volteretas para adaptarse a las cambiantes exigencias de los radicales, que primero demandaban, para participar, el uso del padron militar de 1902, y luego cambiaron de opinién reclamando el empleo del nuevo confeccio- nado en 1911. Si aiguna duda tenian los miembros de los grupos dirigentes acerca de la am- bigiiedad y los peligros que conllevaba la nueva situacién, el triunfo radical en Santa Fe las disip6 inmediatamente. Uno de los derrotados, Marcial Candiotti, lo expresaba en la amarga carta a Julio Roca. Habia que prepararse desde ya para or- ganizar “la resistencia, agrupando la fuerza conservadora que ha de servir de base para detener la avalancha”.7 Candiotti describia por vez primera, algunos de los elementos del éxito radical, como la postbilidad de nacionalizar las campafias pro- vinciales (financiera y politicamente), la capacidad para integrar a otros oposito- tes a los grupos dominantes, la organizacién y disciplina partidaria; pocos meses después Carcano percibirfa en Cérdoba factores semejantes. Desde otra perspecti- va politica, Ezequiel Ramos Mexia expresaba opiniones coincidentes acerca de la nueva era politica que se abria. La derrota conservadora revelaba, a su juicio, la mistificacién en que se habia mantenido al pais acerca del apoyo popular con que contaban los elementos del viejo régimen y prenunciaba sucesivas victorias radi- cales en muchas otras provincias.** A Ramos Mexia no se le escapaba, con todo, que ello seria posible sdlo si se creaban las condiciones para el ejercicio de un fragio libre; es decir utilizando masivamente la intervencién federal en todo el te- tritorio nacional. Las elecciones de renovacién parcial de diputados del 7 de abril parecen haber acarteado una nueva sorpresa a los politicos conservadores, segtin los clisicos tes- timonios posteriores de Nicolés Repetto y de Federico Pinedo. La debacle de la Unién Nacional en la Capital aparecfa como inesperada. Es dificil, con todo, pensar cémo podia haber ocurrido de otra manera, dadas las nuevas reglas del juego y el debilitamiento de la maquina conservadora en el distrito, que el saenzpehis- mo habia prohijado. De todos modos, cualesquiera fuesen las ilusiones acerca de los reformadores saenzpefiistas 0 de los observadores capitalinos, acerca de las po- sibilidades electorales conservadoras en el marco de la nueva ley electoral, el ro- quismo era mucho mAs contenido al respecto. Aun tras algunos alentadores éxitos, como el triunfo de Carcano en Cordoba o el de Julio Roca (h.) en una eleccién com- plementaria para ef Parlamento nacional en la misma provincia, o la previsin del préximo triunfo de Patrén Costas en Salta, el superintendente del Senado nacional y frecuente corresponsal de Roca, Cayetano Carbonell no dejaba de ser extremada- 7M, Candiotti a J. Roca, 4/04/1922, cit “EL Ramos Mexia aR. Sienz Pefia, 04/1912. en AGN, ARSP. 1. 2464. 108 mente prudente en sus observaciones. Ciertamente el radicalismo encontraria el ca- mino en subida en las provincias, pero la Capital es un territorio librado ya ala com- petencia exclusiva entre radicales y socialistas.” Del mismo modo, otro amigo- politico de Roca, R. Gavier expresa todas las perplejidades que la nueva situacién suscitaba, a propésito de la eleccién complementaria para la Camara baja en Cérdo- ba en la que competia Julio Roca (h.). Aqui las ansiedades no derivaban del poder del radicalismo sino de incertidumbres mds profundas ligadas a la dificultad de es- cudrifiar los efectos de la nueva legislacién electoral, en lo que concierne al voto se- creto y a la ahora cerrada competencia partidaria. ;Habrin movilizado los aliados (el Partido Constitucional) todas las personas que dicen haber Ilevado a sufragar? {Habrin mantenido su fidelidad en el cuarto oscuro los votantes propios?® En la composicin del voto, el dirigente roquista crefa percibir una doble vertiente que contenfa una imagen dual de las vias para obtener cl consenso politico, que era bas- tante diferente de la de Roque Saenz Peiia: los votos independiente (que estimaba en 1.500) y los votos partidarios (que estimaba en 5.000 entre autonomistas y cons- titucionalistas). Mis en general, al roquismo le preocupaba fuertemente lo que percibia co- mo el lirismo de un presidente que era visto ejerciendo una neutralidad dema- siado inclinada a aceptar las demandas radicales, lo que, segtin ellos, no dejaria de influir en el comportamiento de un electorado, por sf 0 por sus mufiidores lo- cales, demasiado atento a las preferencias presidenciales (es decir a seguir a cualquier costo lo que intuyen es la voluntad del Ejecutivo central) de 1a que po- dian surgir si no beneficios tangibles al menos una via sdlida para auscultar el futuro politico. Preocupacisn, escepticismo y un dejo de satisfaccién ante las di- ficultades crecientes de sus antiguos adversarios sacnzpeflistas campean en esa correspondencia otofial del roquismo. Los renovadores no dejan, con todo, desde un pertinay optimismo tan contra- puesto al escepticismo del roquismo, de promover nuevas iniciativas politicas que complementen ja reforma. En realidad esa diferente percepcidn del proceso futuro puede vincularse también con que valoran de distinta manera los riesgos que una victoria opositora conllevaria, ya que juzgan de diversa manera al radicalismo. Aun si era completamente infundada la imagen de que Séenz Pefia deseara Ja victoria ra- dical en Santa Fe, dicha victoria era mirada sin aprehensién per hombres como Ra- mos Mexia o el Interventor Ernesto Bosch;*! 0 luego también por un Indalecio Gomez que podia percibir al partido de Yrigoyen como bien enmarcado en fas tra- 4°. Carbonell a J, Roca, 1/09/1912, en AGN, AR, 1. HI (1339), %* hay dos puntos sobre Los cuales no tenemos seguridad: 1) el de votantes del Partido Constitucio- nal, nuestro aliado y 2) fa idelidad de nuestros elementos en general. que valigndose del yolo secreto pue- den habemos engafiado en parte y no robado, porque na hemos comprado ni un solo vou". R. Gavier a J Roca, 3/00/1912, em AGN, AR, L TIL (1339). SIE, Bosch aR. Sens Pefia, 20/04/1912. en AGN, ARS? | 2464, 109 diciones nacionales, La perspectiva del roquismo era, ya en 1912, sin dudas muy di- ferente, Expresiones como ésta: “peligro amarillo [que] avanza estimulado por el li- rismo del Presidente, que es el imperio del malevaje, del analfabeto y del compadre, contra la cultura, la inteligencia y el ctemento conservador y calificado”,*? y otras que preferian aplicarle metaforas con ecos de la Revolucién francesa como “arrabal de San Antonio”, eran muy reveladoras de la gran distancia que separaba a esos inesperados intrusos de Ja vieja clite politica. Diferencia de ambitos de pertenencia pero también distancia social. Asi, nuevamente Cayetano Carbonell, discutiendo a propésito de la campaiia para la eleccién de Julito Roca quien observaba: “El con- tendor de Julio era Ramén Moreno (8) Mil Nogales, un pobre diablo empleado en 1a Municipalidad con $100 de sueldo! Y es de lo mejor que tienen los radicales en Cérdoba”. La menor aprehensién hacia el radicalismo de los reformadores no oculta con to- do que el objetivo central de estos no era promover Ia victoria del partido de Yrigo- yen sino reformar las pricticas politicas, a la vez que renovar la oferta electoral conservadora. Empero ahi es cuando nuevamente se hace més visible la debilidad po- Iitica del saenzpefiismo. La intervencién federal en Santa Fe, en abril de 1911 habia sido politicamente posible por el conflicto existente entre la legislatura y el goberna- dor que, en una actitud suicida, haba llevado a ambos sectores a soticitarla. Un mes antes (en marzo) las elecciones en la provincia de Buenos Aires, con una lista nica conservadora, no habian desatado apetitos reformadores en el Ejecutivo (a la sazdn aliado politico del Gobernador) que ni siquicra habia enviado un Comisionado Fede- ral como observador, como en cambio si lo habfa hecho a las que habfan tenide lu- gar contempordneamente en Santa Fe ese mismo aio. La idea de aplicar la receta federal continéa en la cabeza de los reformadores en 1911 y principios de 1912, los que sdlo parecen diferir en la forma en que de- bian Ilevarla a cabo. Algunos como el ministro Garro pensaban en una intervencin conjunta a todas las provincias; otros como Ramos Mexia, pensaban, en cambio, en una actuacién gradual que despertase menos resistencias politicas.*4 Con todo, es visible que el elenco gobernante no dispone de fuerza politica para una iniciati- va semejante. Un periédico no deja de especular con un extendido rumor acerca de la creacién de una Liga de Gobernadores entre las provincias del litoral y del inte- rior para resistir por Jas armas posibles intervenciones del Poder Ejecutivo.*® Nue- vamente aqui la existencia de una amplia opinién entre dirigentes politicos, como en una recordada intervencién en la Cémara de Lucas Ayarragaray, 0 en los prin- cipales periédicos La Prensa no dejaba de insistir en la solucién federal como Unico remedio para purificar a ta politica~ no constituia mas que un contexto favo- 5° FR. Cibils a J. Roca, 21/11/1912, en AGN, AR, LH (1339) 5.C, Carbonell a J. Roca, 11/09/1912, en AGN, AR, L 111 (1339), 5+. Ramos Mexfa a J. Roca, cit 55 “Novedades Politicas”, El Diario, 10 de marzo de 1911 110 rable pero poco efectivo a ta hora de tener que enfrentar situaciones politicas muy consolidadas.** No menos dificultosa se presenta para el Presidente y sus colaboradores, sefiala- damente su principal operador y virtual primer ministro, Indalecio Gomez, la concre- cin de la aspiracién a generar esa mejora de ja oferta politica a uavés de la promocion de nuevas candidaturas, mds cereanas a su idea de partidos doctrinarios. Ello es no solo el resultado de su debilidad originaria sino de un cuadro politico ain més inestable para los reformadores a medida que pasa el tiempo, ya que su consen- so disminuye entre los partidarios del viejo régimen, y no parece expandirse entre los radicales, beneficiarios parciales del nuevo. Estos tltimos se revelan aliados extraor- dinariamente inc6modos, en tanto capaces de exprimir hasta la ultima gota la debili- dad del gobierno y su desesperada aspiracién de lograr mantener a aquel partido dentro del terreno electoral. Nuevamente el roquismo ve con perspicacia la tenaza en la que se encuentra cl equipo gobernante, pese a su reconocida imparcialidad y c6- mo la muerte de Arias en la provincia de Buenos Aires agrava la situacién de los re- formadores a la vez que constituye otro factor desestabilizante del nuevo cuadro. politico.” La muerte del gobernador de Buenos Aires generé primero una pardlisis profunda y una expansién de la conflictividad interna al grupo conservador, deriva- da de la debilidad de De la Serna pero, por detras de ella, en realidad promovia las condiciones para el retomo al primer plano de un antiguo enemigo de Saenz Pefia y los renovadores, Marcelino Ugarte. La operacién Carcano en Cordoba seria el tiltimo triunfo que el debilitado archi- piélago saenzpefiista se anotaria. A ello contribuiria seguramente 1a extremada dis- ponibilidad hacia la reforma del gobernador precedente, Garz6n, y una operacién de alianzas politicas que no desdefiaba ahora incorporar al roquismo y a otras significa- tivas porciones del viejo orden.® Con todo, dificilmente esa operacién constituia, més alld de las formas y del candidato, un paso seguro en la direccién promovida por el Presidente. Ciertamente habia ahora junto al candidato una plataforma, pero la for- ma en que ella habia sido gestada revela mejor el desconcierto reformista que su mo- dernidad. Como observaba Angel Avalos a Julio Roca, é habfa sido el principal autor de la plataforma que llevaba el candidato triunfante. Habiéndole pedido a Car- cano, antes de disefiarla, algunas ideas para redactarlas, éste se habia limitado a su- 5 Intervencién del Diputado L. Ayarragaray, en SCD, 10 de noviembre de 1911, Reunién nim. 59, p. 175. “La politica regional y el gobierno de fa naci6n”, en LP, 28 de octubre de 1910, No menos escép- tico, ef diario La Nacida en una nota titulada “Ilusiones y Realidades” opinaba que el “snico instrumeato contra las méquinas era hacer desde el centro reformista “buenos diputados”. Seccién Ecos del dia, us, 7 de febrero de 1912. 7 C. Carbonell a J. Roca. 11/09/1912 y 1/09/1912; E. Soler a J, Roca, 6/09/1912. Todas en AGN, AR, 1 1EL (1339). Las ahora leales relaciones entre Cércano y el roquismo en R. Gavier a J. Roca, 408/1912, en AGN, ar, 1. 111 (1339), gerirle que “consigne algo que se aproxime al programa minimo del socialismo y al- go sobre vinculacidn en la tasa de los impuestos”.*? Aun si dicha expresién de Cér- cano podfa expresar un deseo sincero y una simpatia, que pese a su bizarria no era de ningtin modo excepcional entre partidarios del orden conservador, no dejaba de re- flejar, a la vez, una enorme dosis de improvisacién y una escasa originalidad ideol6- gica. Si ello no era seguramente la base para un partido de ideas, cl] nuevo gabinete del electo gobernador volvia a reflejar la idea de un gobierno de personalidades y no de partidos que habia sido patrimonio también del gabinete Séenz Pefia, excluyendo a.una parte del aparato politico que habia ayudado a construir su victoria. El pro- blema de ello es que es dificil admitir que esa concepcién de la accién politica fuese en realidad compatible con las nuevas caracteristicas de la vida social y publica de la Argentina de principios de siglo -y la veloz. decadencia de la coalicién renovadora en Cérdoba pareceria asi indicarlo-. El reformismo consumfa en ese 1912 sus tiltimas energfas politicas y las de un Presidente cada vez ms ausente afectado por su enfermedad ¢ imposibilitado para impulsar los actos de gobierno. Otras teformas, como la reestructuracién de las fi- nanzas ptiblicas quedaban en el camino y arrastraban la renuncia de su ministro de Hacienda, José Maria Rosa (h.). El gobierno parecia concentrarse en una ultima ope- raci6n politica de envergadura que concernia a la provincia de Buenos Aires. Los pla- nes fueron multiples, desde la potencial candidatura de José Marfa Ramos Mejia a senador nacional por Buenos Aires, hasta la aspiraci6n a intervenir la provincia, aprovechando la acefalia, y promover ia candidatura del ministro de Relaciones Ex- teriores, Francisco Bosch a gobernador.*' EI fracaso fue tan rotundo como sélida la consolidacién del liderazgo de Ugarte. La trayectoria politica del reformismo saenzpefiista se extinguia habiendo produ- cido una drdstica transformacién de la politica argentina que no estaba probablemen- te en sus planes. No era ella, ciertamente, sélo el resultado de una reforma electoral sino de la combinacién de la naturaleza de la reforma con el momento en que ella se producfa. En los términos propuestos por Séenz Pefia, el mismo era de extrema de- bilidad (y no de fortaleza) del grupo que intentaba llevar a cabo Ja reforma. Ello le impediria lograr el doble objetivo de transformar a la vez las reglas del juego politi- co y modernizar la oferta politica conservadora. Més atin, al consumir todas sus ener- gfas en la reforma, el saenzpefiismo tampoco podia desempefiar el pazel que el Poder A. Avalos a J. Roca, 6/01/1913, en AGN, AR, L112 (1340), ® A, Avalos a J. Roca, 28/09/1913, en AGN, aR, 1. 112 (1340). *" Dionisio Schoo (h.) a J. Roca, 18/03/1913, en AGN, AR, I. 112 (1340), La cxtica a Séenz Pefia que comtenia ta carta reproducia bien Ia opinién general del grupo roquista "Es cierto que ef pais es ri- co y crece pero es cl colmo un gobiemo apoltronado y sin iniciativas {,..] Y hace ratos que vivimes asi, necesitando de un presidente laboriose que no tenga a menos ocuparse de detalles y que sepa ha cer mover el lote de haraganes que tiene a sus 6rdenes |...] Hidalguia, dignidad, altivez, eso solo, no sirve para nada” 112. Eiecutivo habia ejercido siempre de articulacién de la mayorfa oficialista aun si ello podia ser también el resultado, si se prefiere una imagen mds acreditada, de la falta de voluntad politica del Presidente para desempefiar ese papel y, més profundamen- te, para comprender y aceptar las nuevas caracteristicas de la accién politica. Si se quiere ver el problema menos desde la perspectiva del centro presidencial y més desde el conjunto, la imagen resultante es que dificilmente pueda hablarse en el momento de la reforma de la existencia de un orden conservador y por ende es difi- cil pensar que el mismo podfa realmente rearticularse, no sélo ni tanto por la enco- nada oposici6n radical sino por la ya definitiva fragmentacién del mismo. La ley Sienz Peiia no lograria resolver dichos problemas sino que profundizarfa atin mas las divisiones del campo conservador, si se quiere esquematizar, en dos tendencias: un bloque reformista ¢ idealmente programético y otro que articulaba conservadurismo y chentelismo. La tensidn entre el Senado y el Ejecutivo en los momentos finales de Ja presidencia de Saenz Pefia, a propésito de los renovados pedidos de licencia (que e1 realidad escondfan el hecho que de ese modo el elenco reformista conservaba el control del Ejecutivo) lo reflejan. La sucesiva confrontacién De la Torre-Ugarte pa- a Ia definicién de la opcién politica conservadora para los comicios de renovacién presidencial seria cl capitulo siguiente de una dicotomfa que s6lo la oposicién al ra- dicalismo en el gobierno conseguiria resolver, demasiado tarde. En cualquier caso, ya en ese temprano 1912, el optimismo ante las posibilidades que brindaban las nuevas leyes del juego para mantener {a supremacfa conservadora, que muchos historiadores han sugerido, era mucho menos uniforme de lo que se ha supuesto. También aqui dos Ifneas parecian contraponerse. Para los mis escépticos, colocados en fa vereda de enfrente de los reformadores, la dindmica politica abierta por el presidente Saenz Pefia se parecia a un salto al vacfo que no dejaron inmedia- tamente de percibir, aun si no siempre estaban dispuestos a proclamarls a viva voz.6? ® Con todo, aun dentro renovador habia voces que no dejaban de sugerit muchas perplejidades y de rodear de numerosos condicionales la posibitidad de que el nuevo sistema pudiese funcionar. EI discurso de Carlos Tbarguren en la Colacién de grados de la Facultad de Derecho en 1912 (que le vali6 pcos dias después una llamada del presidente Séenz Peiia y una promesa de incorporaslo prontamente al Gabinete Nacional) revelan todas las reticencias y ambigibedades acerca de la posibilidad del funcionamiento de Ta democracia y de conjurar las amenazas sociales ¥ politicas s6lo desde una refortna electoral. Lo que se re- querfa, ante todo, era un rassemblement de las fuerzas conservadoras. Discurso reproducido en C. Veargu- ten, Escrivus politicay e histérice- politicos, incluido en La inguietud de esta hora y otros eserites, Bucnos Aires, Dictio, 1975, pp. 296-297, aa

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