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En la mitología, la diosa Diana era una de las más adoradas y veneradas por los

habitantes de la Antigua Roma. Tenía una belleza arrebatadora, de aspecto joven y


virginal, pues decidió voluntariamente mantenerse pura por siempre… Sin embargo,
cuentan que una vez sucumbió ante el pecado…

Diana era la diosa de la luna, la caza, la fertilidad y la virginidad. Se dice que vagaba
por los bosques más recónditos en los que el hombre no había hecho estragos y era
la protectora de la naturaleza y los animales.

A pesar de que el culto a Diana se inició en la época de los romanos, con el paso de
los años se convirtió también en una deidad muy venerada por los paganos en Italia.
Fue llamada entonces protectora de las brujas, las cuales invocaban su protección
creyendo en ella como una Diosa extremadamente enérgica y poderosa, adorándola
con fervor.

Unos años más tarde, el cristianismo prohibió el culto a Diana, tildándolo como
demoníaco; sin embargo, la brujería Italiana continuó celebrando sus festividades,
llevando a cabo sus rituales orgiásticos, e incluso venerando a la diosa con más
entusiasmo.

En el año 1899, el estadounidense Charles Leland publicó un libro llamado ‘El


evangelio de las brujas’ –también conocido como ‘Aradia’-, donde describe los
credos, rituales, invocaciones y conjuros a la venerada diosa Diana en la brujería
italiana, específicamente en Toscana. ‘El evangelio de las brujas’ se convirtió en uno
de los textos fundamentales del neopaganismo. De hecho, es la “biblia” de la wicca
diánica, una religión neopagana muy parecida a la wicca tradicional pero que adopta
valores feministas, magia folclórica italiana, prácticas de curación, y con la adoración
a Diana, reconociendo que ella es la fuente de toda vida conteniendo todo dentro de
sí misma.

‘El evangelio de las brujas’ cuenta la leyenda de cómo el interior de Diana se dividió
en dos: luz y oscuridad, dando vida a quien fue el gran amor de su vida; amor que era
prohibido ya que al venir de su interior era su propio hermano e hijo, Lucifer…
Lucifer, como su nombre lo indica, era la luz; y Diana, al ver la luz tan hermosa, -esa
luz que era su otra mitad-, la deseó enormemente. Deseaba recibir a la luz
nuevamente en su oscuridad, la hacía temblar de deseo y necesitaba convertir ese
deseo en éxtasis –olvidando sus votos de castidad-; sin embargo, Lucifer siempre
huyó de ella…
Según se cuenta en esta leyenda, Lucifer tenía esplendor de espíritu; sin embargo,
era muy orgulloso y eso le impedía servir a alguien, por lo que descendió de los cielos
por voluntad propia a la Tierra. Diana, frustrada y dolida por haber perdido a su
amor, decidió convertirse en mortal para poder ir tras Lucifer… Una vez convertida
en mortal enseñó magia y hechicería a las mujeres, en especial a las que eran
esclavas, para que pudieran liberarse del yugo opresor en el que vivían,
convirtiéndose así en su protectora. Una vez terminada su labor, Diana volvió a la
búsqueda del amor de su vida…

Se dice que Lucifer tenía una gata a la que amaba profundamente. Una noche Diana
acordó con la criatura intercambiar formas, se acostó con su hermano y, en la
oscuridad, asumió su verdadera forma. Lucifer estaba furioso, pero Diana lo fascinó
con su belleza y picardía, y él se abandonó a su amor sin poder evitarlo, así la luz fue
conquistada por la oscuridad, convirtiendo a Lucifer en lo que conocemos hoy en
día.

De esa unión nació Aradia, quien fue hija y hermana de Lucifer…


Diana crió Aradia para que descendiera a la Tierra a seguir enseñando el arte de la
magia, por lo que es considerada como la primera bruja de la historia. Ella era la
mezcla perfecta entre un ángel y un demonio, sin inclinaciones hacia el bien o hacia
el mal. Una vez repartida su sabiduría, retornó al lado de su madre Diana y juntas
guían los pasos de aquellas mujeres que se inician en el camino de la wicca…

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