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Seminario

1987-1988 y 1988-1989
La neurosis obsesiva

Charles Melman

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C jcoanálisis

clásicos del psicoanálisis


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EDITORIAL
SINTESIS
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PROYECTO EDITORIAL
PSICOANÁLISIS
SEMINARIO
Directores: 1987-1988 y 1988-1989
Manina Peiró
Paloma Letamendía La neurosis obsesiva
Manuel Espina

Charles Melman

-
Queda prohibida, saJvo excepción pr0\0sta
en la ley, cualquier forma de reproducción,
distribución, comun icación púb lica y
transformación de esta obra sin contar
con autorización de los titulares de la pro-
piedad intelectual. La infracción de los
derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad
intelectual (arts. 270 y sigs. Código Penal). El Centro Español de Derechos
EDITORIAL
Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
SINTESIS
Consulte nuestra página web: www.sintesis.com
En ella encontrará el catálogo completo y comentado

ÍNDICE

Ouvrage publié avec le concours du


Minisrere frarn;ais chargé de la Culture-Centre National du Livre
AVISO AL LECTOR ..... ..... ...... ... ... ......... .......... . . 9
La edición de esta obra ha sido posible gracias a una ayuda
del C entro Nacional del Libro del Ministerio de C ultura de Francia

PARTE l

© T ítulo original: La névrose obsessionnelle 1987-1988


Traducción: Ornar G uerrero

LECCIÓN l. 8 de octubre de 1987 13


© Association freudienne internationale

©EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. LECCIÓN II. 15 de octubre de 1987 27


Valleherrnoso, 34 - 28015 Madrid
Tel.: 91 593 20 98
LECCIÓN III. 12 de noviembre de 1987 47
http://www.sintesis.com

Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones LECCIÓN IV. 19 de noviembre de 1987 ........... .. ... ....... ........ .. ....... ...... ...... 61
penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir,
registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente,
por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, LECCIÓN V. 10 de diciembre de 1987 ........ .. .... ... ... .. .... ....... .... .. ... .. .. .... .... 75
sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia
o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito
de Editorial Síntesis, S. A. l ,ECClÓN VI. 17 de diciembre de 1987 ---- ---- ---······ ······· ······ ·· ······· ····· ··· 93

Depósito Legal: M-18.572-2005 l ,t·'.CCIÓ N VII. 14 de enero de 1 ')88 ........ .... ..... ..... .......... ...... ...... ..... ..... .... 109
ISBN: 84-97 56-17 4-0

Imp reso en España - Printed in Spain l ,t·:<:<:1<) N VI 11 . 2 1 dl' <.: rwro de 1l)HH ......................... ...... .. .... ............ ... ... .. 125
6 Seminario 1987-1988 y 1988-1989
Indice

LECCIÓN IX. 18 de febrero de 1988 ......................................................... 139


LECCIÓN X. 16 de febrero de 1989 ................................. .. .. .... 40,
LECCIÓN X. 10 de marzo de 1988 ............................................................ 153
LECCIÓN XI. 9 de marzo de 1989 ............................................................ 4 19

LECCIÓN XI. 17 de marzo de 1988 .......................................................... 165


L ECCIÓN XII. 16 de marzo de 1989 ......................................................... 433

LECCIÓN XII. 14 de abril de 1988 ........................................................... 181


L ECCIÓN XIII. 20 de abril de 1989 .......................................................... 447

LECCIÓN XIII. 21 de abril de 1988 .......................................................... l 93 L ECCIÓN XIV. 11 de mayo de 1989 ......................................................... 457

LECCIÓN XIV. 18 de mayo de 1988 ......................................................... 209


LECCIÓN XV. 18 de mayo de 1989 ........................................................... 469

LECCIÓN XV. 9 de junio de 1988 ............................................................. 225


LECCIÓN XVI. 8 de junio de 1989 ~8 1

LECCIÓN XVI. 16 de junio de 1988 ......................................................... 237

ANEXO. VII Congreso de la EFP - Roma, 1974 ......................................... !ir

PARTE II

1988-1989

LECCIÓN I. 13 de octubre de 1988 ........................................................... 255 '

LECCIÓN II. 20 de octubre de 1988 .......................................... .. ............. 269

LECCIÓN III. 1O de noviembre de 1988 289

LECCIÓN IV. 17 de noviembre de 1988 .................................................... 307

LECCIÓN V. 8 de diciembre de 1988 ....... 323

LECCIÓN VI. 15 de diciembre de 1988 ............................ 339

LECCIÓN VII. 12 de enero de 1989 357

LECCIÓN VIII. 19 de enero de 1989 ......................................................... 371

L1,:CCIÓ N IX. 9 de febrero de 1989 ..................................... .. .................... 389


Aviso al lector

En calidad de responsable de las publicaciones de la Asociación Freudiana Inter-


nacional*, quiero rendir homenaje aquí a nuestra colega Denise Sainte Fare Gar-
not por el trabajo considerable que ha efectuado estableciendo el texto de ~stc
seminario de Charles Melman en pocas semanas, sin que la calidad del resultado
se viera afectada.
En efecto, como fue el caso para Lacan, Charles Melman ya no tiene tiempo dis-
ponible para escribir las lecciones que da regularmente dos veces al mes desde 1982.
Es con su autorización, y con el cuidado por conservar de la mejor manera
en el texto escrito el estilo oral tan vivo de su enseñanza, por lo que de éste han
sido borradas solamente las que Charles Melman llama las escorias del lenguaje.
En el Anexo reproducimos la ponencia sobre este mismo tema que él había
hecho en Roma, en 1974, hace veinticinco años, pues. Ya aparecen en ella los
puntos importantes alrededor de los cuales se organiza el desarrollo de este semi-
nario y que, sin embargo, se han mantenido en gran parte desconocidos.

Claude Dorgeuílle

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Lección 1
8 DE OCTUBRE DE 1987

¿Qué es lo que sostuvo el empeño de Lacan? ¿Por qué se desgastó así? ¿Qué lo
empujaba a él? Tal vez podríamos anticipar, entre otras razones que así lo lleva-
ron, el hecho de que podemos decir de él que, indiscutiblemente, era un aman-
te de la verdad. Y no es tan habitual ya que, lo experimentamos todos los días,
ese amor de la verdad es detenido por el de la mujer, por el amor que podemos
tener por una mujer, aunque fuera incluso denigrándola -sabemos que es tam-
bién una de las formas del amor-, dicho de otro modo denunciando su semblant.
Es en este contexto en el que el amor por la mujer detiene toda tentativa de
camino hacia la verdad, que el perverso nos espeluzna al revelar que, para servir
al goce, cualquier objeto puede finalmente convenir; una prenda interior, aun-
que ésta tiene al menos alguna relación de contigüidad con una mujer, pero pue-
de ser, mucho más distante ya, una mirada fugaz, un látigo bien aplicado, un tóxi-
co cualquiera ... No cito otros más. Lo que da el valor, el carácter que vuelve útiles
para el goce algunas circunstancias u objetos tan dispares es su conexidad, la pro-
ximidad de éstos con un objeto que llamaremos X
Pero el perverso, con respecto a esto, por más que nos espeluzne, sabemos que
se detiene por angustia, con la idea de que este X -que no le es necesariamente cons-
ciente y cuyo objeto, el que lo hace gozar, es metonímico-, de que este X pueda no
ser el verdadero -es justamente por eso por lo que en general él es proselitista-, dicho
de otro modo, que este objeto que sirve para su goce no sea el que garantice el goce
del Otro. Es por eso por lo que el perverso necesita siempre el goce de Dios.
Esta introducción, :'\ propós ilo de lo que pudo llevar a Lacan con ese empe-
ño, puede, tal vei , servirnos p:i r:i , .il i11 k i:1r <.·src año, hace r que nos preguntemos:
Lección /: 8 de octubre ele 1987 t.
14 Parte!: 1987-1988

términos en la mujer como semblant de esta verdad. En otros términos, ella no


¿por qué, después de todo, retomaríamos su empeño?, ¿por qué incluso lo conti-
nos propone nada que pueda ser investido. Entonces, si la verdad resiste a tal pun-
nuaríamos? ¿Estaba acaso tan bien fundado?, porque después de todo, el quedarse
to a las formas habituales, a ser el soporte habitual del amor, ¿será más bien dc..:I
un tanto tranquilos, ¿no sería acaso más bien prudente? Vemos, con esta intro-
lado del goce por lo que ella nos haría alguna promesa, alguna llamada?, en otros
ducción que les propongo, que el obstáculo para el camino hacia la verdad es, por
términos ¿es acaso por ese lado por lo que valdría la pena forzar ese límite, en
supuesto, el goce en la medida en que funciona como límite al saber y que tiene
·sa propiedad de sustituir lo imposible con la impotencia. Es lo que funciona beneficio de un goce que sería de un grado superior?
Creo que podríamos tener esa sospecha si, al seguir a Lacan ... vemos que nos
omo barrera, que rechaza de alguna manera el poder, que le hace obstáculo al
poder de ir más allá, ya que más allá del semblant todo sentido se pierde. Dicho dice que la verdad es siempre hermana sororal, hermana del goce, y vemos que
epiloga sobre Minna Bernays, la hermana de Martha, de quien pareciera ser
de otro modo, esa impotencia conserva esa marca, está marcada por el goce, por
que Freud, etc. Porque, nos dice Lacan, si Freud hacía sus pequeños o grandes
el afán de preservar el goce, mientras que lo imposible es de orden puramente
lógico. No funcionan, como ven ustedes, en el mismo registro. tratos con la cuñada, es, nos dice, porque Freud amaba la verdad.
En el punto en que estamos, podría tentarnos por un instante el suspender
Este imposible es, además, les recuerdo esto al iniciar este año, lo que consti-
tuye lo indecible. ¿Cuál es, en realidad, el objeto que podría darle un embrión de esta ventaja, que justificaría el empeño, suspender esta ventaja como posibilidad
de goce para mostrar que, después de todo, con o sin Minna Bernays, es eviden-
significancia? Puesto que eso que lo caracteriza es justamente, en realidad, el que
temente la ética propia del análisis lo que basta para justificar este interés.
esté opuesto a que lo atrapemos, el que ... ¿que qué? Lo veremos un poco más
Si el deseo del sujeto está cautivo del deseo del Otro, las maniobras habitu:J-
lejos.
En todo caso, se trata allí de lo indecible, no nos queda, en nuestra prudencia, les que sólo buscan, para un partenaire cualquiera, ocupar ese lugar del Otro y,
en particular, hacer creer que ese lugar está habitado, habitar ese lugar para agi
más que callarlo, más que alimentarnos de sentido. Les recuerdo que es justamente
car mejor el deseo que allí se encuentra escondido y tener al sujeto así tomado,
por eso, ya que todo esto constituye un recordar lo que figura casi en todas partes
tenerlo cautivo, pues bien, esta posición constituye lo que Lacan llama litera l
en los textos de Lacan, es justamente por eso por lo que la verdad se nos presenta
mente canallada. Hay en él una definición de canallada -que es distinta del laca-
como quimera, un medio-cuerpo de mujer, un medio-decir pues, ya que al que-
rer decir entera esta verdad eso no podría ser sino un decir psicótico. nismo- y que consiste, pues, en mantener en el Otro las figuras del deseo que
pudieran caber allí para, de alguna manera, hacer caminar o hacer correr o hacer
Entonces, os hago de nuevo la pregunta, o me hago de nuevo la pregunta,
babear a su semejante, en el nivel, por supuesto, en que nos quedamos detenidos
como quieran también, en la víspera del eventual esfuerzo de este año: ¿por qué
en el privilegio, ese límite al saber que impone el goce, si nos quedamos sor-
ponerse, pues, en un aprieto con la verdad? ¿De qué valor, después de todo, se
trata para que, en imitación histérica de Lacan, nos hagamos de ella los amantes? prendidos por esta impotencia a la que nos condena.
Había escrito aquí unas líneas que puedo después de todo leer haciéndol es
¿Por qué no detenernos en el goce, del que, en calidad de neuróticos, no pode-
notar que esta maniobra calificada por Lacan de canallada, el hecho de ponerse
mos sino alegrarnos de lograr más o menos su asunción? Si estamos en ese pun-
en el lugar del Otro, allá donde el sujeto tiene su deseo cautivo para, ese deseo,
to, está bien, no está mal. No hay más que arreglárselas con eso. ¿Y por qué enton-
ces querer forzar el límite? mantenerlo y de alguna manera hacer pesar ese cautiverio, esa canallada consti-
tuye hoy en día - no creo para nada ser excesivo al mostrarles esto-, constituye
La pregunta para nosotros surge a propósito de Lacan: si Lacan es un aman-
hoy en día una maniobra generalizada y, a decir verdad, celebrada, quiero decir
te de la verdad, ¿cuál podrá ser el soporte de dicho amor? En realidad, no pode-
escogida, como parte de las reglas ordinarias de nuestro juego social; no necesito
mos de ninguna manera, con ella, encontrar los criterios ordinarios del amor, es
rampoco revelarles que es la difusión a escala mundial de objetos que son per-
decir, amor por la debilidad, ya que en general es la debilidad la que suscita y des-
fec tamente fútiles, que esta difusión es capaz de volver siervos y cautivos a pue-
pierta nuestro amor. ¿Amor por la debilidad? La verdad no es ni débil, ni fuerte.
blos enteros, esta inyección, esta inoculación de un deseo, esta manipulación de
Quiero decir, no es de ese registro. En cuanto al narcisismo, es evidente que la
11 n deseo presentado como siendo el correcto, como siendo el verdadero.
verdad como tal, la verdad totalmente desnuda, no puede serle más que una inju-
En la medida en que el a na 1ist:1 esd enterado de la estructura, ¿a qué man i-
ria. La verdad se sostiene de la nada y no da un rostro humano, aparte de ese
pu lación parti cipada dejando :il s11j v10, rnn q11i en tiene que vérselas, en un a ser-
medio-cuerpo por supuesto a condición de detenerse en el medio-decir, en otros
eccifm /: 8 de oc/11/n·e de I <)8 17
16 Parte 1: 1987-1988

vidumbre con respecto a un deseo considerado como del Otro? Este acercamien- Estamos así en el punto de recordar que si, en verdad, el Otro, seguim os (.' ll
to nos permite decir que en esta situación, que puede darse, ustedes notan la inte- el de mayúscula, es un cuerpo sin cabeza, incluso si nosotros siempre le at ribui -
rrogación ética, digo bien, que puede ahí tocar al analista. Y es justamente por eso mos una, si el Otro es un cuerpo sin cabeza tenemos ahí la validación, como Lacan
por lo que su deseo, del analista, ese deseo que ya he tenido oportunidad de men- lo recuerda, de la tesis materialista, la de los filósofos del siglo XVIII, es decir: no
cionarles, ese deseo no puede sostenerse en el fantasma. Es justamente por eso por hay más causal, en última instancia, que la materia.
lo que es tan raro, puesto que el fantasma tiene como propiedad un impase. Nos podría gustar, sin embargo, pensar que lo que mantiene, lo que m anru-
Utilizo este término, por supuesto, subrayándolo: el fantasma tiene como pro- vo esa pasión por la verdad en Lacan no era esa estocada contra el padre que, des-
piedad un impase, que constituye precisamente el goce que lo organiza. Lo que pués de todo, no quedaría, en cierto modo, sino en el registro de una represa li :i
ha sido llamado el atravesamiento del fantasma, y sobre lo cual se ha glosado muchí- que no va mucho más allá de la represalia sadiana.
simo, no es evidentemente el de un aro de circo, sino, simplemente, la disyun- Quisiéramos entonces pensar que no es esa estocada contra el padre la qu e
ción entre goce y verdad. pudo así picar los flancos de Lacan, sino la tentativa de reducir la impotencia, es
En este caso, este amor por la verdad que sigo tratando de explicarnos en Lacan, decir, la barrera que opone el goce fálico a la relación sexual no para anular esu::
lo que al parecer constituía su demonio y que nosotros podemos estar más o menos goce fálico, sino en todo caso ya no aferrarnos a él como escudo contra la verd ad,
bien fundados al querer retomar ese demonio, o hacer de él para nosotros, en la es decir, estar menos cautivos del culto de la castración. En lo cual normalmen-
medida de nuestros medios, el soporte, el huésped, en este caso el amor por la ver- re estamos metidos, puesto que es ella quien, después de todo, permite este goc<:,
dad, dependería, así simplemente, de un imperativo ético. Lo cual no vuelve este aunque sólo fuera un poco de goce, pero en todo caso ese goce que nos es aut o
amor especialmente, necesariamente, divertido. Sería evidentemente preferible que rizado y que permite el encuentro con una mujer, o un objeto, poco import.1 ,
pudiéramos imaginar que este amor por la verdad nos diera acceso a un goce Otro. pero en todo caso permite este encuentro.
Pero tendré la oportunidad en pocos instantes de retomar este asunto. Anular esa impotencia es una empresa particularmente difícil para los psit o
En todo caso, el que este amor sea una estocada contra el padre es indudable :i nalistas, quiero decir, para ellos mismo, puesto que su ejercicio parece co n ~a rv
y sabemos que el goce, como límite, tiene la propiedad de proteger al padre, al ñirlos, enseñarles, que mucho más vale, en cierto modo, mantener el goce qu <.,: ir
padre muerto, puesto que el goce que nos es ofrecido será, prácticamente en todos :1 cosquillear la verdad.

los casos, y es justamente esa la paradoja, nos será propuesto como, en cierto Les hago notar, en realidad, que lo propio del goce, que se libera en el es pa-
modo, el efecto de la voluntad suya, del padre. Tal vez les sorprendió a ustedes, cio del consultorio del analista, no es precisamente goce del semblant, sino lo qu"
por ejemplo, el constatar que los homosexuales hayan podido reclamar el acceso podemos llamar justamente goce del objeto mismo, puesto que lo que se produ-
a la comunión del matrimonio, al sacramento del matrimonio, y que algunos teó- e como goce, lo que es propuesto como goce en el consultorio del analista, entre
logos hayan podido apoyar su anhelo. Si hago esta rememoración, esta evocación, ;I analista y su analizante, ¿qué es? Es el inconsciente. Es justamente de sus mani-
es simplemente para subrayar bien que, después de todo, es en cierto modo natu- festaciones, de sus producciones de lo que nos proponemos gozar. Dicho de otro
ral, está dentro de la propensión normal, la propensión normalmente orientada, modo, ahí se encuentra realizado, si no me pierdo demasiado y si no quisiera des
el dar gracias por cualquier goce al padre. Y es, pues, en efecto a él al que su barre- mentirme, se encuentra realizado lo que podemos llamar en este espacio el goce
ra también defiende, protege. del Otro, el "del" tiene que tomarse aquí en su sentido objetivo. Y es este goce <.:I
Estamos entonces en el punto que - no sé para ustedes- sigue siendo emba- que, en cierto modo, se propone como intermediario amboceptivo entre el an:ili -
razoso y es que la verdad no es necesariamente, en absoluto, terapéutica puesto ·1.ante y el analista. Además, es seguramente por esto - tal vez más que las pro me-
que todavía estamos preguntándonos para qué mismo puede servir. El terapeu- sas de una curación hipotética- , es tal vez por eso por lo que la práctica analíri-
ta, por definición, es aquel que da sentido, el correcto de preferencia, ya que es ·a, tal como puede ser observada por sus efectos en tal o cual analiza n te, es
terapeuta, el sentido a las cosas, el sentido a la vida. Ahora bien, la verdad tiene .~ usceptible de provocar alrededor suyo cierto efecto de fascinación; corn o si él
como propiedad el deshacer ese sentido y nosotros todavía nos preguntamos con tuviera, en efecto, acceso a un goce hasta entonces impedido o velado. Y po r otra
qué beneficio. ¿Por qué, después de todo, su llamada no nos tentaría, por ejem- parte, es también lo que puede exponer este goce a ser un goce unendlich, aun -
plo, del lado del suicidio? Saben que se puede haber hecho esta objeción . que no fue ra sino por ser goce del O rro, y que el Otro como ta l es in fin iLO. Y :1
18 Parte!: 1987-1988 L ección /: H de oe111/Jre de 19H7 1<)

partir de ahí conviene, es del todo conveniente, que el goce en sí mismo se pro- cionar pues, el síntoma social no puede dejar de concernir al psicoanalista. No
ponga como infinito. Miren esta ventaja, si puedo llamarla así, propuesta por el ese síntoma para tratarlo, él no está, con respecto a éste, más en posición de tera-
protocolo de la cura: goce posible de su Otro y eso sin medios medicamentosos peuta de lo que está con respecto a su analizante, sino al contrario, para hacer valer
(medica-mentales) especiales, sin tóxicos y además por la buena causa. ·I brillo del mismo, brillo que no puede por sí mismo, en cierto modo, adquirir
Creo que esta observación, de la cual no estoy seguro que se la haga a menu- iodo su esplendor sino a condición justamente de ser acercado a la verdad.
do, pero seguramente ya ha sido hecha - lo que relatamos, en general, siempre ha El año pasado hablé muy rápidamente sobre el hecho siguiente: que ya se ha
sido ya más o menos percibido-, pero en todo caso creo que en esta situación 1ratado sobre la indiferencia en materia de religión, y Lacan menciona en alglin
especial del goce en la cura y que, a decir verdad, es transparente en ciertos infor- lado lo que es la indiferencia en materia de política, que está muy propagada. El
mes de cura, estamos verdaderamente en una atmósfera completamente fasci- problema es que nosotros, nosotros podemos decir por qué. Nosotros podemos
nante y, bueno, esta situación nos permite comprender lo que fue la dirección de 1:1mbién decir algo sobre la indiferencia en materia de religión; hay por supucs-
la cura por Lacan. Es decir, el recordar que no se trataba solamente de pasar ahí 10 estructuras que son completamente refractarias a la transferencia, no es nccc-
un momento agradable. No solamente de pasar ahí un momento agradable, hue- .~a rio ir más lejos para comprender que eso puede bastar para hacer obstáculo al
no, él no era obviamente masoquista al punto de rechazar todo goce en la cura. sentimiento religioso.
Pero en todo caso vemos bien el efecto que éste puede tener, de adormecimien- La indiferencia en materia de política tiene otra consecuencia, que es qui·d
to, de instalación, de costumbres, de familiaridad. Y entonces la dirección de la más interesante. Se la comprende perfectamente. Sucede que es ordinari o qu v
cura por Lacan se ilustraba con un precepto que era: es cierto, trabajen en el aná- para cada uno de nosotros el drama subjetivo se juegue, se organice en ese CÍl'r 11
lisis, en otras palabras, pasen un momento agradable, claro, pero con otro fin que lo restringido que constituye la familia. Es allí donde son distribuidas las car1:1 ~ .
aquel simplemente de mantener ese momento agradable. es allí donde la partida se decide, es allí donde las ganancias y las pérdidas se m :i t
Tal vez este punto merecería un reparo sobre la cuestión del trabajo. En los can, y es allí, en cierto modo, donde se establece una nostalgia, una reivindit'.1
cuatro discursos está ese lugar que es el de la producción y que acostumbramos r ión, llamadas, interpretaciones, sentimientos, flujos que tienen la propiedad d(·
admitir sin mayor discusión. Pero ¿qué es el trabajo? Y es ¿la producción de qué? mantenerse intactos en su frescura original, a lo largo de toda la vida; con el ri es
Es un punto suficientemente importante como para que tengamos que precisar- go de verse trasladados a todas las relaciones futuras, como si todos los dram as
lo. ¿Qué es lo que producimos en el análisis? ¿Qué quiere decir trabajar en su aná- posibles de la vida ya no pudieran sino inscribirse en este drama original que, por
lisis? ¿Cuál es el goce ahí producido por el trabajo? n lípico, se jugó en el círculo familiar. Se comprende a partir de ahí que la orga-
Entonces, ese otro fin que Lacan nos recordaba con su manera de conducir 11ización inconsciente esté perfectamente desinteresada, que suceda perfectament
la cura, esa forma eventualmente de aparente sequedad o brutalidad, ese otro fin que se desocupe de todo lo que pueda pertenecer -desinteresarse, no sentirse toca-
nos recuerda algo que quiero, a principios de este año también, subrayar o reto- da- , por lo que se refiere al registro de lo político.
mar para nosotros o para ustedes. Ese fin, si el sujeto llega a éste en su análisis, Sucede que hay otros casos, que son más raros y que son en general mucho
no puede evitar el dejarlo desarmado ante el hecho de que puede dejarlo solita- 111 ás circunstanciados históricamente, en los que para el sujeto no es el drama
rio, dejarlo aislado, hacer de él un animal aparte, puesto que toda palabra está l'.im iliar el que tiene prelación, sino el hecho de que le atribuye las consecuencias
regulada por la relación al semejante y al Otro, al Otro a quien uno y otro de los de éste al drama social, en la medida en que, de alguna manera, este drama soci:i l
interlocutores tienen que referirse. Ne impone sobre la existencia de la familia. Para decirlo en términos compl eta-
Lo que Lacan al principio de su recorrido llamaba la intersubjetividad, el nH.: nte banales, entendamos que sería el drama social el que corrompería la vida
hecho de que no había subjetividad que fuera separable de la intersubjetividad, b miliar y que resultaría ser el responsable de la castración. A partir de ese momen-
es eso. Dicho de otro modo, por más que hayan llegado eventualmente a un fin to comprendemos bien que la reivindicación del sujeto, que la organización d'·
válido, queda sin embargo que la psicosis social se impone a cualquiera, por más s1is sentimientos, de sus penas, de sus emociones, de su interpretación de su des-
analizado que sea. 1i 110, le parezca que depende de un orden patológico y que, legítimam ente, puc-
Es por eso por lo que, una vez más, les muestro, menciono el síntoma social, 1k: co nducirlo a ser lo qu e llamamos un mili tante, donde la famili a ya no tiene,
es decir, los discursos que nos rigen, puesto que es de ellos de lo que se trata, men- pues, sino un luga r compl ern rn cn1 c secun da ri o.
20 Parte!: 1987-1988 Lección !: 8 de ociubre de l lJH7

Si el psicoanalista puede estar interesado en estos asuntos, es a partir de la baciones nos permiten poner mejor. Vemos bien de qué manera los textos sin
observación de que esta alternativa, o sea, o el Edipo, o - no he encontrado nom- puntuación, y lo que fue un texto esencial sin puntuación, vaya, pues, ¡qué filón!
bre de mito, pero al fin acabaré por encontrar uno que podamos atribuir a las Se le puede sacar provecho durante algunos milenios.
consecuencias del drama social- , así, o el Edipo, o el drama social, esta alterna- Si la verdad última es que el Otro, su verdad, es que él no tiene ninglin se n-
tiva es altamente falsa y conduce a conclusiones que son tan erróneas de un lado tido, eso no quiere decir que a la vez Lacan contenga todos esos sentidos, en otros
como de otro. De un lado como de otro, puesto que pedir satisfacción a la fami- términos, que cada quien pueda darle el suyo. Aunque tengo mis dudas al n:.:s-
lia por la castración lleva precisamente a nunca rebasar, a constreñirse a no poder pecto; pero bueno, en este punto lo estaba diciendo así nomás.
rebasar el goce como límite, es decir, la impotencia, ya que es justamente del goce En realidad la interpretación de los textos de Lacan tiene un fin, como el an~í -
de que ella es garante. Y, por otra parte, el meterse, en cierto modo, con el dra- 1isis: es el fin que puso él, Lacan, porque era un racionalista. Y, otra vez, es es te
ma social no puede sino reforzar, ahí también, el desconocimiento de lo que está fin el que se trata, para nosotros, de resucitar.
en juego en lo que, para los psicoanalistas, anuda el destino del parletre. Puesto Como ustedes saben, mi tema de este año se refiere - no se le esperaría co n
que la única cosa que tengamos, nosotros, que decir sobre esto, que tratar de hacer esta introducción- a la neurosis obsesiva. Es un tema que empecé el año pasa-
valer, es que como esta alternativa nunca ha conducido a otra cosa que a los extra- do a propósito de - lo sentía, me venía más fácilmente cuando estaba, pues, en
víos que sabemos, que experimentamos, nosotros podemos hacer reconocer el lugares diferentes a éste-, lo traté entonces sobre todo en Bélgica, o en M on t-
poder único y determinante del símbolo, determinante tanto de la vida privada pellier, o en otras partes, ya no sé exactamente, donde procedí a una organiza-
como de la vida social, reconocer su poder único y determinante, incluso si los ·ión que, creo, estaba bastante avanzada y que deseo retomar este año. Que quiv
mitos que dan cuenta del Real, en uno y otro caso son evidentemente diferentes. ro retomar si en cierto modo resulta, es congruente. Porque convien e, poi·
No se reconoce nunca que es finalmente del mismo Real que se trata, porque los supuesto, que nosotros mismos estemos de algún modo desprendidos, o en iodo
mitos que dan cuenta de ese Real son fundamentalmente, son profundamente ;aso un poco en guardia con respecto a lo que es el goce del obsesivo, para 111 )
diferentes, que nada en cierto modo permite hacer que se junten. Termino dicien- digerir lo que podré relatarles al respecto con el mismo aparato de goce; en otros
do que estamos muy lejos de hacer reconocer ese poder determinante del sím- 1érminos, hacerlo pasar por los mismos beneficios. Es por eso por lo que, an l<.:S
bolo, a pesar de los esfuerzos que sabemos y que con nuestros escasos medios tra- de hablar de la neurosis obsesiva, me he detenido en esta decisión - me he dcte-
tamos de proseguir, y lo que continúa es el clivaje cuyas inconsecuencias sabemos. n ido en ella esta tarde- que era el comenzar este seminario, como lo he hecho
Las jornadas de Marsella 1, de las que pudimos beneficiar, gracias al esfuerzo hoy, hablándoles de los enigmas de Lacan; puesto que - aunque no necesari;:i -
que hicieron algunos de ustedes, y en particular Marcel Czermak y Claude Dor- mcnte haya sido dicho, pero bueno, no estoy seguro, estoy lejos de leer todo lo
geuille, estas jornadas de Marsella recordaron lo que es nuestra relación tradicio- que se publica, al contrario no leo lo bastante- creo poder mostrarles que hay
nal al texto. Es decir, nuestra facilidad para lo que llamaré la exégesis. Creo que p:hrafos, fragmentos que Lacan escribió explícitamente como enigmas. Y vinien-
nos gusta mucho la exégesis. A la exégesis le gusta la multiplicidad de sentidos do de él podemos suponer que no es inintencional, aún más cuando, al pasar,
posibles, sin que podamos nunca llegar totalmente al final, ni adivinar lo que habría nos invita a reflexionar sobre lo que es un enigma, es decir, una enunciación,
sido la intención última del autor. Es justamente por eso por lo que lo propio de 11na enunciación en la medida en que ella se propone, que se ofrece al sentido
toda exégesis de un texto es el ofrecerse, ella también, a un goce sin fin. Siempre que queramos darle. Edipo respondió de cierta manera, él dio cierto sentido ni
puede haber una más, tan astuciosa o aún más astuciosa que las precedentes. de la Esfinge, lo que tuvo ciertas consecuencias. Como lo hace notar humods-
Sucede, sin embargo, si es necesario recordarlo, que Lacan era un racionalis- 1icamente al pasar, habría podido eventualmente dar al mismo enigma otros sen-
ta; dicho de otro modo, lo que nos enseñaba es que justamente nuestro amor por 1idos. Y eso habría tenido otras consecuencias.
el sentido [du sens], incluso por los sentidos [des sens, homofonía con "decencia''] Hay en Lacan, y en particular por supuesto en sus textos de los Escritos, frag-
-justamente ... -, es justamente que funcionan como límite. Y a tal punto, ya lo 111 entos que valen para nosotros por tener esa estructura de enigma, es decir, de
recordé una vez aquí, que he podido ver escrita, en algún lugar, la voluntad de proponerse en el sentido en que queremos detenernos. Lo cual no quiere decir
que los textos, los seminarios de Lacan, sean retranscritos sin puntuación. Sin la que ol mismo tiempo no haya, como lo dedo hace un momento, ese térm ino que
puntuación que se les confiere o que se les supone, o que eventualmente las gra- <-1, Laco n, puso ahí.
22 Parte 1: 1987-1988 Lección /: 8 de oct1tbre de / l.)H7 J

Corriendo el riesgo de disgustar tal vez o contrariar a algunos de ustedes que muy diversificados. Así, con seguridad, puede haber enfoques, en cierto modo ,
preferirían que ofrezca de entrada una consideración sobre la neurosis obsesiva, que se aíslan como tales, pero vemos bien cómo, en el interior de esos enfoques,
les propongo, pues, que la próxima vez, de manera propedéutica si se quiere, no los comentarios en cierto modo pueden sucederse de manera muy divertida, muy
sé muy bien cómo decirlo, que la próxima vez, el jueves próximo, tomemos uno agradable o fastidiosa, como quieran, eso no es importante. Creo también, como
de esos enigmas, entre otros. usted dice, que podemos eventualmente después de todo tomar esa diversidad,
Yo he escogido el que me parecía oportuno, tempestivo. Está en "Radiofo- esta multiplicidad como una protección contra lo que sería el sentido único, ¿po r
nía", es decir, lo que hizo el mismo año del Seminario sobre El revés del psicoa- qué no? Pero creo que podemos, sin embargo, quedarnos en la impresión, lo digo,
nálisii2, la pregunta 7, la última que se encuentra en las páginas 96, 97 y 98 3 de de impase con el que esto se concluye.
Scilicet 213. Hay, a propósito de esto, en el interior del análisis mismo una objeción que es
Propongo, pues, como ejercicio colectivo, que consientan en releer estas tres normal y que es inevitable -y tengo que decir que durante mucho tiempo me tuvo
páginas, son tres páginas desde luego extremadamente concisas, que juntos nos muy confuso-y es que después de todo, ¿no es cierto?, en la medida en que pre-
esforcemos por resolver el enigma de estas páginas y que procuremos ver si -hacien- ·isamente no hay en el Otro una opinión, un sentido que sería el correcto, enton-
do esto, y antes de abordar un tema como el de este año- estamos listos para abor- ·es las opiniones resultan ser lo mismo y la de uno equivale a la del otro. Y llega-
dar estas cuestiones, cuestiones clínicas. Quiero decir si estamos listos para hacer mos a esto, diría a eso que tendremos que mencionar la próxima semana, a b
entrar estas cuestiones en algún discurso, entrar en un discurso que sea análogo l'unción del autor -lo que Lacan señala de muy linda manera sobre la propi ed<ld
al alcance de lo que ahí es buscado. En otros términos, ¿cuál será el sentido que del discurso universitario y cómo inevitablemente ella hace pasar el$, manda el $,
escogeremos dar la próxima vez a aquel enigma de Lacan, que figura en esas tres ¿no es cierto?, al lugar del S 1; la manera como la posición universitaria no pucdl',
páginas? Esto será el ejercicio que les propongo y ya veremos si salimos adelante t: n cierto modo, no puede dejar, ¿no es cierto?, de realzar al autor. Bueno.

mejor o más mal que ... , que el rey de Tebas. Esto es lo que les propongo, en prin- ¿Cómo, cómo responder a esto?, de lo cual pienso que intuitivamente y ex pr
cipio, para la próxima semana. rimentalmente estamos en capacidad de sentir que no es satisfactorio y que h.1y
Sobre esto que les he dicho hoy, ¿tienen alguna observación? que plantear la pregunta de otro modo, y responderla de otro modo.
También trataremos de hacerlo, es decir, que aunque no haya en el O u·o
fean Périn: A propósito de la exégesis, usted dijo que la exégesis podía ser una 1111a cabeza que fuera de algún modo llevada a fundar algún dogma y aunqu '·
multiplicidad de sentidos que van hasta el infinito. Ahora bien, hay textos, que 110 podamos en cierto modo querer asentar el psicoanálisis en afirmaciones que no
son los textos de la Biblia, ¿no es cierto?, que han sido precisamente interpreta- valdrían sino por ser dogmáticas, es decir, por ser las de un sujeto que las pro-
dos. Ahora bien, cuando leemos el Talmud, vemos que, finalmente, ¿a qué se resu- po ndría con toda su autoridad, a pesar de esta carencia, vemos bien que, sin
me? A dos escuelas. Exactamente, entonces, por ejemplo como en los Romanos ('lnbargo, no podemos hacer equivaler todos los sentidos. Y, sobre todo -es po r
los textos de ley. En Roma había los Sabinianos y los, ya no sé, los Proculianos, ~·¡;o por lo que he empezado mencionando la verdad- , hay que encontrar el
dos escuelas. 111odo para no quedar impotentes ante el sentido, para no quedarnos en la impo-
Es decir, que hay de todas maneras un dualismo y seguro también un con- 1v11 cia y para ver así que todo texto tiene un fin; y que es éste el que, a nosotros,
flicto, un conflicto del pensamiento, un conflicto también en los textos. ,1n:1li stas, nos concierne, nos interesa, y que tenemos que despejarlo como ta l,
Y, sin embargo, si esos textos, que siguen siendo bastante célebres en nuestra 1111 11que no sea la última palabra, ni siquiera la palabra justa, ni siquiera la pala-
cultura y algunos de los cuales siguen gobernándonos más o menos, si no hubie- bra verdadera; sin embargo, hay para todo texto un fin, el mismo que estuvo
1' 11 S U tnlClO.
ran tenido más que un sentido, tendríamos la impresión de vivir en lo arbitrario.
Quiero decir que una ley que no tuviera más que un sentido ya no sería una ley. jean Périn: Sí, entonces es en una temporalidad completamente distin ta ...
Eso es lo que quería decir sobre ... Ch. Melman: Es en efecto en una temporalidad que ya no se fundaría en l:i
Ch. Melman: Sí, creo que tiene razón, salvo quizás con esta restricción que 1•1nn id ad. Eso es seguro. Y que en efecto recordaría el carácter finito, aunque sólo
me inclinaría a hacer y que está en el interior mismo de estas escuelas, es que a l 11n:i <.: n el registro temporal, el carácter finito de eso en lo cual y por lo cual es rn-
pesar de ello las opiniones, lo que podemos llamar los juicios, las op ini o nes, son 111os 1om::idos.
24 Parte 1: 1987-1988 L ección/: 8 de ocwhre de 1987 :)

Gricelda Sarmiento: Quisiera hacerle una pregunta en relación a lo que usted Al mismo tiempo, entonces, creo que tenemos ahí una dificultad que depen -
ha caracterizado, en relación al analista, como indiferencia política. Quisiera pre- de de lo que llamamos la experimentación, lo que muestra bien que la experi -
guntar si es una comprobación parisina y nacida aquí, ahora, o si usted lo carac- menté\ción no es todo y que hay que distinguir la práctica de la experimentación;
teriza como fenómeno universal y eterno. Porque en 1933, por ejemplo, en Ber- si nos limitamos, si decimos simplemente que la práctica de la cura es una expe-
lín, cuando los analistas fueron alcanzados por una política, cuando fueron rimentación, comprendemos que los analistas puedan legítimamente rechazar el
concernidos, no hubo indiferencia. Lo mismo en América latina, bajo el terror síntoma social de su campo y juzgar que no ven el acceso que su práctica les daría
organizado, es imposible mantenerse indiferente. al mismo, a menos que sea el intervenir en éste en calidad de un ciudadano como
Ch. Me/man: Creo, si le parece, que este hecho, lo que ahí impactaría, según otros.
mi juicio, es un juicio que no puede referirse válidamente sino a sectores limita- Y hace falta ahí otra cosa que la experimentación, es decir, lo que Lacan ll a-
dos, aquellos que puedo conocer, creo que este hecho es lo que llamaría una defor- ma una práctica; es decir, en el registro del análisis, una referencia a la estructu-
mación profesional. Quiero decir que es en la medida en que el analista encuen- ra, para en ese momento plantearse las preguntas de manera diferente.
tra de manera relativamente excepcional en el inconsciente de sus pacientes algún Entonces lo que usted decía no impide evidentemente que unos analistas en tal
tipo de incidencias, de rasgos que habrían sido decisivamente organizados por o cual momento hayan podido conmoverse por la situación política, incluso tam-
relaciones, la relación al campo social y que -con una regularidad sorprendente, bién, como algunos, comprometerse hasta el cuello en los combates políticos.
diría- lo que encuentra son, lo más a menudo, organizaciones subjetivas que son Pero lo que yo trataba de mostrar a propósito de esta alternativa quemen -
establecidas por la constelación familiar, que así el analista puede ser llevado --digo cionaba es que el extravío es garantizado en un caso como en otro y es justamen l l'
aquí de manera que puede parecerle experimental- a concluir que, después de por eso por lo que es otra entrada, si nos interesamos en ella, que hay que inau
todo, la política, lo político, no tiene mucho que ver con lo que se refiere al incons- gurar y que pensar. Lo que no garantiza en absoluto, diría, que al mismo tiempo
ciente y a la organización de la subjetividad. Y que se trata ahí de un campo dife- sea evitado algún extravío, pero que, creo, en todo caso, tendría el mérito de pla11
rente cuyas relaciones son circunstancias -quiero decir que todo sujeto es tam- 1car los problemas de una manera que sea más homogénea, más congruente co 11
bién un sujeto social, pero nada más- y que así, en todo caso, lo que se juega en l:1s referencias que son las nuestras. En otras palabras, para responderle aún m:is
el uno no tiene que intervenir, no puede, como buen método, valer en el otro directamente, no basta tampoco comprometerse en el campo de la política para
campo. Podemos comprender esto muy bien puesto que, a decir verdad, no es ro mportarse en él de manera analítica. Puesto que no podría tratarse de otra cosa.
sino pasando por consideraciones sobre la estructura, sobre lo que, al mismo tiem- Puede tratarse de otra cosa, pero en ese momento eso no tiene un interés que
po, Lacan desde el principio sitúa como intersubjetividad, que el sujeto es pri- 11 os concierna a nosotros especialmente. En ese momento eso concierne a lo que
mero el que habla, pero no habla nunca solo; incluso cuando está solo, no habla puede ser el humanismo, la generosidad, el análisis de los hechos, etc. Pero en
nunca solo; es por eso por lo que Lacan reprobaba el término de "autismo", por- todo caso no es eso que constituye, yo no hacía este incidente en mis palabras
que decía que un sujeto hablante no está nunca solo, puesto que por lo menos el csto no es sino una observación lateral, ¿no es cierto?- , sino para recordar de
Otro está con él, por el hecho de que hable, y eventualmente todos los otros ima- qu é manera el goce funciona como límite a nuestro saber, ése es el problema.
ginarios que pueden poblar el espacio, incluso si están físicamente ausentes, y que Y en la medida en que eso se encuentra obrando en nuestra relación al texto
una palabra tiene como particularidad el dirigirse siempre a alguien, y así partir <le Lacan, es ahí que de algún modo la cosa se nos vuelve más precisa por sus con-
de un lugar, etc. M'cuencias. Tenemos quizá que tener un poquito de cuidado, un poquito, para
Y así, entre otras cosas, si no tuviéramos estas referencias a la estructura, que qu e el goce que tenemos al examinar, al estudiar los textos de Lacan no nos impi-
van muy lejos puesto que ... ¿no es así?, a mí lo que me encanta es que Lacan pue- d.1, de algún modo, oír el fin, el término, la verdad que está incluida en esos tex-
de emitir cosas tan fabulosas como son "los discursos", Los cuatro discursos, sin 1rn:, y llegar a darle, a esta verdad, a esta enunciación, llegar a darle el sentido que
que para los analistas tenga consecuencias. Él dice: 'es el discurso el que establece l onviene. Ése era el eje de mis palabras.
el lazo social". He ahí, creo yo, una aserción que es infinitamente más estruendo-
sa que las pocas cosas que yo trato tímidamente por mi parte de proponer aquí. Si les parece, hasta el próximo j U<.:vcs.
Es algo que debería causar, ¡caramba!, mucho problema cuestionar.
26 Parte J: 1987-1988

1
Las jornadas que se menciona se refieren al Seminario de verano de la Asociación Freudiana
Internacional, que tuvo lugar en Marsella (24 a 29 de agosto de 1987) y tenía como objetivo
el estudio de dos seminarios de J. Lacan: Las formaciones del inconsciente y El reverso del psico-

2
análisis. Seminario de verano parcialmente publicado en el Bulletin de l'Association .freudienne,
n.º 28, París. N del T
LACAN, Jacques, Seminario El reverso del psicoanálisis, 1969-1970, Paidós, Barcelona-Buenos
Lección 11
Aires, 1992.
'.l LACAN, Jacques, Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión, traducción de O. Masotta y O. Gimeno- 15 DE OCTUBRE DE 1987
Grendi, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977. La pregunta 7 se encuentra en las páginas 72 a 77.

Ustedes se preguntan a menudo lo que es el discurso del amo. Pero tienen uno a
disposición, a disposición de algunos de ustedes; tienen un ejemplo que es mu y
n: rcano y que conocen, es el discurso médico.
El discurso médico es ejemplar del discurso del amo, no por razones, ¿cóm o
diría?, de técnica, de práctica, en absoluto, sino por razones que por supuesto des-
bo rdan el cuerpo médico, que son razones de estructura. ¿Por qué? No tomo este
1·jt: mplo sino para volverles perceptible lo que es un discurso de amo. Es porque
l'I significante que invoca el discurso médico, ¿de dónde toma autoridad? Toma
.111 toridad de ese objeto al que en su ética, en su filosofía, el discurso médico some-
ll', ordena nuestras existencias, ese objeto respecto del cual considera que no debc-
111 os sino obedecer, que somos sus servidores, que no debemos sino cumplir lo
q ue él espera, lo que exige de nosotros, si entre paréntesis queremos asegurar un
l'un cio namiento agradable y armonioso de nuestro cuerpo. Y ese objeto, ya lo
li :1b rán reconocido, es el falo.
Es, pues, en la medida en que el discurso médico toma su autoridad, toma su
111<..:rza de ese objeto e incluso, como acabo de decirlo hace un instante, su ética,
1·x igiendo que tengamos que someterle nuestras voluntades con, como precio,
rn mo recompensa, la armonía, el bienestar físico, etc., es en esta medida, es por
vs tc dispositivo por lo que el discurso médico es ejemplar como discurso de am o.
Es justamente por eso, también, por lo que los psicoanalistas siempre han
lt· nido dificultades, dificultades normales con el discurso m édico y por eso tam-
hi én q ue l~ rc u d supo muy pronto separarl os, d isociarl os.
Lección //: 15 de oc111bre de NH7 l)
28 Parte/: 1987-1988

Después de haberles dado este ejemplo para volverles perceptible y, diría, clí- ~·on el mismo paso suyo, donde el paso tiene que oírse en su ambigüedad semán-
nica la cuestión de los discursos que nos conciernen, entremos en seguida en esas 1ica ordinaria, además del paso [pas] como el progreso del andar, por supuesto,
tres páginas de las que, estoy convencido, han sacado entre tanto el mejor pro- 1:1 negatividad [pas forma la negación en francés: ne +pas] que introduce y que
vecho. Entonces, pienso que han leído la pregunta 1: va le ahí, puesto que lo propio de cada uno de esos discursos se ilustra justamen-
ll' por su fracaso en ese paso. No es un logro, para ninguno de estos discursos es
Gobernar, educar, psicoanalizar son tres apuestas que cumplir es imposi- 1111 logro; lo que efectúa, no es nunca un logro. Lo que consigue alcanzar, no es
ble. Sin embargo, a esa perpetua discusión de todo discurso, y en especial del 1111 nca un logro. La diferencia, sin embargo, entre el discurso analítico y los otros
suyo, es necesario que el psicoanalista se aferre. Se aferra a un saber -el saber 1•s que, este paso, él lo establece con el acto mismo con que avanza, con que lo
analítico- que por definición él discute. ¿Cómo resuelve usted -o no- esta .1vanza, con que da ese paso. En otros términos, no se trata en cuanto al analíti-
contradicción? ¿Estatuto de lo imposible? ¿Lo imposible es lo Real? 2 1 o simplemente de un dicho, sino que se trata - y es lo que lo especifica en rela-

1 ió n a los otros- de un acto, y que constituye justamente el paso con que avan-
Es evidentemente una pregunta que algo vale y no vamos a detenernos en ella, 1. 1 en relación a los otros, en relación a aquellos con los que gira.
para ver en seguida la manera como Lacan la responde.
Entonces, él dice lo siguiente:
Discurso del amo Discurso universitario
Gobernar, ahí educar, psicoanalizar, son apuestas, en efecto, pero que al
llamar imposibles no se obtiene con eso sino el darles prematuramente la segu- S2~~
~
S~. --------- S2
~ a
ridad de ser reales. S1 S
Imposibilidad
¡Ah!, "ahí educar" es evidentemente porque hace entrar la educación en el mar-
co del gobierno, van bien; los separa de "psicoanalizar". Pero nos introduce en Discurso de la histérica Discurso analítico
seguida al meollo que nos interesa: al llamarlas imposibles, es un poco rápido
a · - ·~ S
anticipar que son reales. En realidad, les hago notar lo siguiente: ¿por qué, des- _1_
a ~
---------~ ~
S2 s;~Si
pués de todo, no serían, en su fracaso, del orden de la impotencia? Y serían, no Impotencia
reales, sino al mismo tiempo imaginarias en su dificultad. Lo menos que poda-
mos imponerles, dice, es que den pruebas de que son imposibles; que es imposi-
ble gobernar, educar y psicoanalizar. Antes de decir en seguida es Real, hay un
1~ntonces he ahí una frase que supongo les provocó, procuró algún tormento:
imposible, es imposible por ser Real, tenemos que dar pruebas de ello.
... Y que es a lo Real del cual este paso hace función, que él somete los discur-
Dar pruebas de ello, nos dice Lacan, no es en absoluto discutir su discurso.
sos que pone al paso de la sincronía de lo dicho.

Y no es porque eso fracasa por lo que las discutimos. No discutimos ni el arte


l·~s a lo Real del cual este paso hace función, del que él, el discurso psicoana-
de gobernar, ni el arte de educar, ni el psicoanálisis tampoco, por ser del orden
1(1ko, hace función, lo Real del que hace función es 5 2 en el lugar de la verdad
de un imposible.
¿Por qué, dice Lacan en efecto, el psicoanalista tendría el privilegio de discu-
l111(/icación en la pizarra de la fórmula del D.A. ], verdad, es decir, la estructura
1 111110 verdad. Es pues 'a lo real del cual este paso hace fanción", a la estructura como
tirlas? Cuando resulta que él, el psicoanalista, dispone esos discursos, los pone en
w n bd ''que él somete los discursos que pone al paso de la sincronía de lo dicho ". Esta
orden, y eso de paso [pas] que él, el psicoanalista, recibe de lo Real, a partir del
111nonía de lo dicho debe oírse aquí como la distribución sincrónica de esos difc-
momento en que él da su paso. En otros términos es justamente porque es el dis-
11•111 <:s lugares que ustedes saben, esos cu:irro lug:ires, el del agente, los del goce,
curso psicoanalítico el que se encuentra con lo Real como tal, lo Real como impo-
~ ihl e, que sin discutir de manera alguna estos discursos, los dispo ne. Y además
d1·I pl11s-de-goce y de b verdad.
30 Parte 1: 1987-1988 Lección l/: 15 de octubre de 1987 31

el goce (el otro) s(ntoma, como a él somos reenviados, es de estructura. Entonces este cuarto dis-
el agente
1·u rso:
la verdad el plus-de-goce
(la producción) Gobernar, dice, educar, curar pues ¿quién sabe? por el análisis ...

Esta sincronía no tiene origen sino en su emergencia. ¿Curar qué? Pues bien el cuarto discurso:

Es a partir de la estructura en posición de verdad por lo que se distinguen, al volver a él por figurar en él como Lisita -ahí está la lisis que se ha vuelto
por lo que se establecen esos cuatro sitios. Y entonces esta sincronía: Lisita, es el discurso, ese cuarto discurso que se trataría de curar-, es el discurso
de la histérica.
Ella limita el número de los discursos que ella subyuga, como he hecho yo
de la manera más sucinta al estructurarlos en número de cuatro, con una revo- Pero la imposibilidad de los dos últimos, de estos dos últimos discursos, es
lución no permutativa en la posición de ellos ... 1ln :ir el analítico y el histérico, esta imposibilidad, ¿no se propondría acaso a modo
1k coartada de los primeros? ¿De gobernar y de educar, del discurso del amo y
Ustedes saben que no se puede modificar la ubicación, la relación de estos 1 l1·l discurso universitario? En otros términos, ¿no estaríamos achacando a un acci-
términos entre ellos. 1 ll'll te el discurso histérico, incluso al discurso psicoanalítico, lo imposible que

¡1.irL·ce marcar a gobierno, dominio y educación? ¿O será más bien que estos dos
... Al estructurarlos (. .. ) con cuatro términos, el paso real que de esto se sos-
1d1 i mos discursos, psicoanalizar y el discurso de la histérica, será más bien que no
tiene es, pues, desde entonces, unívoco ... [indicación en la pizarra de 52 en el
D.A.] en su progreso como en su regresión. 11 ·~ 1idven lo imposible de los dos otros como impotencia? Muy pronto veremos
i¡111· es to se aclara.
¿Por qué?, ¿qué quiere decir que el paso real es aquí unívoco en su progreso Así, por lo pronto, sigámoslo, ya que yo estaba encantado retomando este
como en su regresión? La frase siguiente lo explica: 11 xto para esta noche al comprobar que lo que había hecho Lacan, era una pura
11,11·;1 frasis de lo que les dije la semana pasada ... [risas]. Estamos en esta pregun-
El carácter operatorio de ese paso ... 111: ¿no son acaso el discurso de la histérica y el discurso analítico quienes des-
vl.111 de alguna manera el imposible propio de los dos primeros, para darles la
El carácter operatorio de ese Real, que no vale aquí sino como paso, es fun- 1 11. 1 rtada de la impotencia? ¿Para resolverlos como impotencia? El análisis, por

cionar ahí como disyunción que rompe la sincronía entre los términos, justa- 1 1 .11 d lisis no puede hacer lisis ¿de qué? lo que puede hacer lisis por el análisis,

mente por el hecho de que esta disyunción sea fija. En otras palabras, esos cua- 1111 pu ede ser sino
tro términos son sincrónicos pero disjuntos; es lo Real que hace que no tengamos
aquí un círculo. la imposibilidad de gobernar lo que no se domina,
Luego hay una frase que juega con el término, que deshace el... justamente
que ahí nos introduce lo Real en la escritura. Es, en efecto, la forma que tiene 111 1p1 c al traducirlo en la sincronía de nuestros términos quiere decir:
Lacan de proceder.
mandar al saber.
A decir verdad, dice, ahí ninguna (na) lisis que hacer de su nombre lo que, Para la histérica, es la impotencia del saber que provoca su discurso, al ani-
en el proverbio que usted promueve después de Freud, se llama curar y que marse por el deseo ...
hace reír muy alegremente.
qtH: nos explica por qué
Es justamente por el hecho de que hay este Real, este imposible, que el aná-
1isis no puede hacer lisis de su nombre, hacer lo que se llama curar, pucsro que el 1,;d uca r fr:i cas~1.
32 Parte !: 1987-1988
Lección 1/:15 de octubre de 1987 33

Vemos bien cómo el discurso psicoanalítico transforma lo imposible del dis- En el discurso del amo, es el plus-de-goce -que le da pues la impo tencia a
curso del amo en impotencia, puesto que lo lleva de alguna manera al hecho de este discurso- el que no satisface al sujeto, sino sosteniendo la realidad única-
que mandar al saber no se puede, no se puede no como imposible, no se puede mente del fantasma - el a en su relación a $.
a causa del goce, puesto que es al dejar su libre juego al saber, que el goce es per- En el discurso universitario - lo que hace barrera, en este sitio, en esta pro-
m itido. ducción, este sitio de producción, pues bien- es la 'abertura' - lo que hace barre-
Para la histérica, la imposibilidad propia de este discurso ella la transforma ra- donde se precipita el sujeto que él produce por tener que suponerle un
igualmente en impotencia puesto que su saber animado por el deseo, manteni- autor al saber.
do por el deseo, por el objeto a, se detiene ante lo que podría ser su surgimien-
to. Es lo mismo que recordar cuán apegada está la histérica a la insatisfacción de Esto es un punto que merecería, que es desarrollado, en El reverso del psicoa-
su deseo, e incluyendo además al deseo de saber. En otros términos, saber ¡muy 11tflisis, esa propiedad que tiene el discurso universitario de no poder en cierto
bien! Pero no ir demasiado lejos. Y ustedes saben cómo en la clínica es tan fácil- 111odo soportar la emisión de un saber sin otorgarle el soporte de un autor, S 1. Y
mente verificable; la impresión a menudo, en el trabajo, de que al acercarse dema- '"~j ustamente de este si en cierto modo, de este autor supuesto, que ese saber
siado a lo que podría quemar ... ¡mejor salir un poco a fumar un cigarrillo! Así 111ma su autoridad.
esta observación de parte de Lacan de que en este dispositivo, con respecto a esos Entonces lo que estamos viendo aquí es lo que en cada uno de estos dos dis-
dos discursos - el del amo y el de la histérica-, el discurso psicoanalítico cada vez 111rsos -el discurso del amo y el discurso universitario- transforma su imposible,
reduce en efecto, en cierto modo, funciona como coartada al imposible, funcio- 1111 posible propio a todo discurso, en impotencia, por la producción de ese plus-
na para él como coartada con la impotencia. Lo cual, dice Lacan, es un ¡,. goce que, como lo ven ustedes, se distingue en un caso y en el otro. Éste nos
''"' l:uuiliar [indicación del discurso del amo]. Sin duda por razones que nos con -
1 1nnen , tendemos a descuidar el discurso universitario; es decir, tendemos segu-
Quiasma sorprendente por no ser el correcto, sino para denunciar de dón-
de las imposibilidades se dan gusto profiriéndose como coartadas. 1.1111 ente entre nosotros a respetar la función del autor; "la función del autor":
¿Cómo obligarlas a demostrar su Real, por la relación misma que, al estar 111poner, lo retomo, lo repito, suponer que la emisión de un saber no puede se r
ahí, funciona como tal, como imposible? 111portada sino por ¿qué? Pues bien, no por la falla, el corte representativo de un
-11jl'to -es decir, no estar nunca, ese saber, organizado, sino por lo que sucede con
... la relación misma que, al estar ahí, funciona como tal, como imposible, remi- 1111 deseo inconsciente, del que ese saber de manera más o menos acertada cons-
te cada vez a lo que en esos discursos ocupa el lugar de la verdad, o además el de 11111 ye un avance- , sino suponer, pues, siempre que ese saber tiene un autor, que
lo Real. Ahora bien - y esto no es patente cuando nos contentamos con mirar li.1y ahí un Uno que forjó, que organizó, que emitió ese saber.
estos discursos- , Lacan nos dice lo siguiente: No voy a retomarlo por enésima vez. Es en todo caso la explicación del ano-
111111 a to deseado en Scilicet3, es decir, la tentativa justamente de reanudar una tra-
Ahora bien, la estructura de cada discurso necesita ahí una impotencia, il 11ic)n q ue no era rara, en particular en el siglo XVII, pero también en el siglo XVIII.
definida por la barrera del goce, a diferenciarse ahí como disyunción, siempre 1
11· p11 blicaban obras escritas por personas muy honorables y conocidas y que, sin
la misma, de su producción -aquí [indicación en la pizarra del lugar de la pro- 11 11 n en absoluto la intención de disimularse, no se trataba de ninguna manera
ducción abajo a la derecha]- a su verdad -aquí [indicación del lugar de la ver- .!1 vv itar la policía, pero parecía completamente normal que uno escribiera sin
dad abajo a la izquierda J.
11rn11bre d e autor. Hay textos de Diderot, que publicó, pero sin ningún nombre,
11 ·x tos q ue no corrían ningún riesgo. No se trataba de ninguna manera de un ano-
Vemos así cómo cada discurso - y se podía sospecharlo, y se podía preverlo- 111111.1 10 para defenderse de la censura. Se trataba del hecho de que, eso que ahí
se organiza, diría, con una impotencia definida por la barrera que el goce inscri- 1 1.1 rn1 itido, no se hacía en cierto modo ni para apoyarse en la autoridad de un
be ahí, a diferenciarse ahí esta barrera como disyunción, siempre la misma, entre 11t1111h re, ni para servir a su celebridad. Lo que ahí era emitido valía eventualmen te
la producción del goce y su verdad.
¡1111· d in te rés de lo que era propues to, y punto. E n todo caso, no h abía refercn-
1.·1,1 v11 ese caso, referencia h acia aq ud qll(: ,q· propo ne co mo su auto r.
34 Parte J: 1987-1988 L ección JI: 15 de octubre de 1987 15

Queda por supuesto que en el discurso universitario se trata de una impo- entre comillas- es decir, nos dice Lacan, hacia lo peor -en progreso- con res-
tencia para realizar esta mutación puesto que, como saben, por más que se haga pecto al discurso que lo precede con cierto sentido rotatorio.
la referencia al autor la obra será ... - al autor con una A mayúscula, ¿por qué no?-
la obra; sin embargo, quedará lo más a menudo, no será, sino de manera excep- Entonces expliquemos esto con lo que sigue.
cional, la obra final, la obra última, la obra producida efectivamente por el autor
... el discurso del amo encuentra su razón en el discurso de la histérica ... - ¿Por
que se podría anhelar. .
qué? Porque el amo- al hacerse el agente de lo omnipotente ...
Y, por último, también podríamos, en esta oportunidad, si quisiéramos diver-
tirnos, mencionar todos los problemas de plagio de los que sabemos en qué medi-
Ven lo que decía hace un momento con respecto al discurso médico; el amo
da, en ciertos casos, pueden ser atormentadores y que clínicamente se ordenan
'/¡/hacerse el agente de lo omnipotente", aquí [indicación de S1], en la medida en
en torno a este tipo de problema. Quiero decir la dificultad para reconocer que
qttl' apela al Uno supremo, al mismísimo cetro, pues bien el amo,
aquel que reivindica ser el autor, necesariamente tomó prestado en el jardín de
todos esos quienes hasta entonces pudieron contribuir a esta misma función, y
renuncia a responder como hombre cuando al solicitarle que lo sea, la histéri-
que a partir de ese momento, por supuesto ... Pero bueno, ustedes conocen esos
ca no obtenía sino saber.
casos que han sido relatados en clínica de tormento a propósito de la cuestión de
lo falso ... , de ese paciente que sufría al suponerse plagiario, y podemos comprender l ~I amo, aquí, en el discurso histérico [indicación de S1 en el discurso histérico!,
esa dificultad con la ayuda de tales esquemas. l1.wiéndose el agente de lo omnipotente, al venir aquí [indicación de S1 en el dis-
Entonces, estamos en esto:
1111 ~w del amo]
La estructura de cada discurso necesita una impotencia definida por la renuncia a responder como hombre cuando al solicitarle que lo sea, la histéri -
barrera del goce -ya que esta barrera- se diferencia ahí como disyunción, siem-
ca ... -¡que sea mujer!- la histérica no obtenía sino saber.
pre la misma, de su producción ... -del goce- a su verdad.
l .a histérica solicitando al amo como hombre, solicitándole que sea, ella - y él
Y acabamos de ver de qué manera se distribuye esto en el discurso del amo y
1.1 111bién, al mismo tiempo-, que sea mujer, y no obteniendo de él más que lo que
en el discurso universitario.
1 11·s capaz de producir en ese sitio, más que saber. Y así -dice Lacan- es cuando

11· 11 uncia a responder como hombre a esta solicitación de la histérica y al volver-


Ésas son - dice Lacan-, verdades, pero en las cuales se lee todavía que son
trampas que nos fijan en el camino de donde lo Real viene al hecho. Ya que .,,. t'I agente de lo omnipotente, que el amo organiza en cierto modo su discurso
1 it-1cual vemos por qué el discurso de la histérica es la razón. En otros términos,
ellas no son sino consecuencias del discurso que proviene de éste.
1 " porque el amo solicitado en el discurso de la histérica no puede responderle

1 1> 1110 hombre que él merma el discurso del amo. Todo lo que ella obtenía de éste,
Lo propio de todo discurso, un discurso que no aguantaría si no propusiera
el goce como límite, como dote -esta palabra es utilizada en algún lado-, como d M> licitarlo, era saber.
protección contra la verdad ... "Pero", nos dice -o sea por lo pronto todo eso vale l •'.ntonces ustedes me dirán ¿pero por qué? ¿Es acaso solamente un efecto de ...
como verdad, por supuesto, pero decir todo eso nos detiene "en el camino de don- 1111.1 arbitrariedad de esta escritura? Lo arbitrario, para Lacan, de esta escritura
de lo Real viene al hecho". l1.1staría para explicarla. Solamente que también sabemos, clínicamente, cómo el
•111jt·to, al solicitar al amo, ¿no obtiene como respuesta más que qué? Ella no obtie-
Pero estos discursos - el discurso del amo, el discurso universitario, estos 111 · más que la represión. Es decir, la producción efectivamente, en el inconscien-

discursos, ¿de dónde surgieron? Pues bien, nos dice, el discurso, estos discur- 11 · , de un saber.
sos- surgieron de la báscula donde el inconsciente vuelve dinámico, al hacer- Y entonces este discurso del amo, ru es bien este amo,
lo función, a este discurso, en 'progreso' - los hace girar hacia el discurso que
se supone co nstituye un progreso en relación al precedente, 'progreso' está ahí
36 Parte!: 1987-1988 Lección 11: 15 de oc/11hre rle !<JH7 .. 7

Es al saber del esclavo que él se entrega desde entonces -se entrega a éste Se cerciora que la imposibilidad de gobernar -esa imposibilidad de m:rn -
¿para qué? Pues bien- para producir el plus-de-goce del cual, a partir del suyo dar al saber que es la tentativa del discurso del amo, al saber del esclavo- esa
(del suyo saber), no obtenía que la mujer fuese causa de su deseo. imposibilidad de gobernar no será ceñida en su Real sino al trabajar regresi -
vamente ...
Entre paréntesis, dice Lacan, no digo: objeto ...

que no obtiene que la mujer sea objeto de su deseo, no obtiene que la mujer sea ¿Por qué esas flechas, hacia atrás, no en el sentido de un progreso, sino en el
•.rn tido regresivo?
causa de su deseo.
Entonces ¿por qué no obtenía que la mujer sea causa de su deseo? ¿Por qué
... sino al trabajar regresivamente el rigor de un desarrollo que necesita la fa l-
se entrega al esclavo? Todo lo que podemos constatar al respecto, todo sobre lo
ta [manque ajouir] de goce en su inicio.
que podemos glosar, es que aquí [discurso del amo] el objeto a se propone como
plus-de-goce, es el objeto como tal. Lo que vemos acá [discurso histérico], es que lo
En otros términos, lógicamente nos es necesario falta de goce al inicio, el de
que se aísla en el lugar del plus-de-goce, es el saber.
l 1 l1istérica confrontada al amo para que se libere la imposibilidad propia de todo
Nosotros, pues, nos quedamos en que por un movimiento, en cierto modo,
1•,11h icrno. Imposibilidad, ¿por qué? Pues bien, ya que está ahí, como producción,
regresivo, ya no de progreso sino de regresión, es en el discurso de la histérica
1 11 vi lugar de la producción, ese objeto, el plus-de-goce en la medida, claro, en
donde el amo encuentra su razón. No se trata, por supuesto, en este tipo de dis-
•plt' t.:scapa al mismo tiempo a ese saber. Una vez más, no retomo esto.
positivo, de una explicación, de una antecedencia histórica, sino lo que podemos
l•'.stábamos en lo del carácter regresivo del discurso del amo en relación al d is-
solamente considerar como una antecedencia lógica y que no puede sino recor-
¡ 111 Ho de la histérica, mientras que, al contrario, era en progreso respecto del
darnos lo que hemos repetido tantas veces, es decir, que el discurso de la histéri-
d1 w11rso universitario, por venir después de él, no por estar antes sino por es t:ll
ca no lleva a la más mínima subversión; ¿y quién, en cierto modo, le responde,
il1 ·. p11és de él en esta rotación, es pues,
en el lugar en que al amo se le solicita ser un hombre?, es el discurso del amo, en
que el amo ... en que el hombre imposible, justamente, se inviste con las insignias
por estar en progreso respecto del discurso universitario que el discurso del
del amo, insignias que le confieren, como ustedes saben ... La manera que tiene
analista permitiría cercar lo Real, la imposibilidad funcionando como tal...
Lacan de definir al amo es diciendo que además el amo, el amo es sin deseo. En -del discurso universitario, funcionando como lo Real, es decir, 5 1- o sea que
la medida en que él es Uno, en que se presenta, se propone como Uno, al mismo consienta someter a la pregunta del plus-de-goce que ya tiene en un saber su
tiempo al amo por definición no le falta nada; y así es ajeno al deseo. Es por eso verdad, el pasar del sujeto al significante del amo.
por lo que Lacan insiste a menudo con el hecho de que le corresponderá a la his-
térica el intentar -es incluso el rol que él atribuye a la introducción de la filoso- ~ (~ué quiere decir esto? Quiere decir algo extremadamente simple; en la medi-
fía- hacer al amo desear. Hacer así, atraerlo con el reflejo de lo que le faltaría, el d 1 1·11 qu e el discurso del analista nos muestra que aquello de lo que se sostiene
saber, por ejemplo, y para lo cual ya no quedaría más que operar esa transfusión 1 1 )1ro, el gran Otro, es un objeto, el objeto a, el plus-de-goce, podemos com-
que haría que el amo sería el posesor de un saber que le permitiría gozar como el ¡111 111 In la vanidad del discurso universitario al querer en cierto modo sustituir
esclavo, o sea mejor que aquél puesto que es un amo; gozar de manera más per- 11 q11c en el Otro está para nosotros en función de autor, cada uno de nosotros ...
fecta que el esclavo. No voy a retomar ante ustedes todo lo que esta situación ha 1 i1 111or evidentemente desconocido por aquél quien es su producto, este autor
podido producir, tanto como situaciones novelescas, como solicitar en razón de 11ii .·~ 111 0, al querer sustituir con un significante amo ese objeto. Así esta frase que
la tentativa histórica o de las reflexiones, etc. Dejo esto. I' 111•11· diífcil, que está en la página 75, esta frase no dice nada más. Es decir, pues,
Estábamos, pues, tratando de ver de dónde la imposibilidad propia de cada 1p11 1·s l'I discurso ... Es ...
uno de los discursos podía, en cierto modo, ser suspendida para que lo real, para
que lo imposible emerja de ahí como tal; y estábamos discutiendo a propósito de po r estar en progreso respecto del discurso universitario que el discurso del
estos dos discursos, el discurso de la histérica en la medida en que da la razón al :111:1lista podría permitirle cercar lo Real, s11 imposibilid ad fun cion ando co mo
discurso del ::11110. Pues bien, nos dice Lacan, es de ahí que, 1:d ... - :1 cs Lc di scurso univ(.; rsi 1:1rio o Sl':I <jlll' co nsicnr:i so meter ah prcgun1 :1
38 Parte!: 1987-1988
L ección 11: 15 de oc/ubre de 1987 39

del plus-de-goce que ya tiene en un saber su verdad, el pasar del sujeto al sig- Hay que cesar estos juegos cuya verdad paga los gastos irrisorios. No es
nificante del amo.
sino al acorralar lo imposible que la impotencia toma el poder de hacer pasar
el paciente al agente [indicación del discurso del analista].
"Es suponer... " y vamos a llegar ahora rápidamente al fin de este ejercicio que
espero no les haya parecido demasiado arduo. ¿Por qué es la impotencia quien toma el poder de hacer pasar el paciente al
i¡•,rn te? Pues bien, porque la impotencia recuerda, cierto es, el goce, pero tam-
Es suponer el saber de la estructura que, en el discurso del analista, tiene 1¡j¡~ 11 la falta de goce. Y, nos dice Lacan, es justamente este déficit de goce propio
lugar de verdad.
1l1· c:lda uno de estos discursos que es susceptible, pues, "de hacer pasar el pacien-
¡, ,'',$al agente, a lo que es su agente, a eso que lo manda.
¿Qué es el saber de la estructura? Pues bien, es evidentemente atenerse al hecho
de que el lenguaje es la condición del inconsciente; que no hay nada más que esta Es así -dice Lacan-, que la verdad viene como acto en cada revolución
cadena sonora. Así, lo que permite en cierto modo cercar lo Real del discurso uni- cuya estructura tenga un paso que dar, para que la impotencia cambie de
versitario es, pues, el saber de la estructura que en el analista tiene lugar de verdad. modo ... -cambie de goce-. Así el lenguaje se presenta como novedad por lo
Ningún amo que aguante en el lenguaje, el amo es un efecto del lenguaje gracias al que revela del goce y hace surgir el fantasma que por un tiempo realiza -los
cual tratamos de tener algo de tono, algo de prestancia, lo que ustedes quieran. discursos pueden girar, pero-, No se acerca a lo Real -el lenguaje- , sino a la
medida del discurso que reduzca lo dicho a hacer agujero en su cálculo.
Es decir, pues, al mismo tiempo con qué sospecha debe sostener el dis-
curso analítico todo lo que se presenta en este lugar. 1 lc ahí la cuestión pues, este aislamiento de lo Real como imposible y ya no
l111pkmente, diría, defendido por la impotencia.
Todo lo que justamente no es del orden de ese saber y que, en cierto modo,
pretende responder a la pregunta de la verdad. Ya que, dice Lacan, y llego al final, Tales discursos -termina Lacan-, actualmente no hay muchos.

La impotencia no es la guisa cuyo imposible sería la verdad, pero tam po- S11hrayando por supuesto el lugar original que el suyo ocupa ahí.
co es lo contrario: ... No estoy seguro de que, si ustedes mismos no se quemaron un poquito las
111 '• l ,il1as con este texto, no estoy seguro de que este comentario que trato de hacer
La impotencia no es el disfraz, si quieren, la manera con que lo imposible d 1 1 ·~ pec to sea muy elocuente. Pero ya que la vez pasada propuse este texto como
sería la verdad; pero no es lo contrario tampoco, 11 11 1·11i gma ... ¿Qué enigma? Puesto que está escrito como ven de manera que ...
\d111 ds es un texto radiodifundido. Yo no lo oí. Creo que fue radiodifundido .
... la impotencia haría un favor fijando la mirada 1
111 111 sl'guro que era bastante jocoso! [risas] Sí, claro, digo eso ... Pero ¿qué lo hace
111i1•,11 t:í ti co? Pues bien, la manera como justamente ha respondido ese Edipo del

hay por lo menos, ahí, algo de lo que nos podríamos regocijar con lo que se ofre- 11 11 l 1• 11 contramos más o menos, en el inconsciente de cada uno, los pasos que su
ce al goce. j1C'll'>;1111i ento ha podido seguir. Eso es lo divertido. Como ustedes pueden cons-
i 111,11 lo, con la prueba del análisis, no hay necesidad de haber leído los mitos grie-
... si la verdad no se viera ahí, a punto de echarse ... un polvo. 1\i''• 11 i S6íocles para descubrir en el inconsciente de uno que ¡Sí! ¡Qué sorpresa!
l l.1y l•'.dipo!
En otros términos, dejémonos caer en los brazos de lo que se ofrece al goce, 111·1·0 ¿qué podemos, aquí, ahora, decir sobre la manera como Edipo respon -
de lo que cada uno de los discursos permite al goce, para evitar que suceda que .!111 .1 l.1 l ~s flnge? Podemos mencionar el hecho de que, por supuesto, en su tipo
la verdad de cada discurso en cierto modo llegue. Y como ustedes ven, el lugar, il1 11 '.~ p11 tsta, es decir, además situando ese recorrido del hombre, del nacimien -
la función del goce -como relataba la última vez- como protección, ¿como defen- 111 .i l.1 rn :1durez y a la muerte y, Lacan di ce en al gún lado, es decir, el regreso, en
sa?, etc. Entonces, dice Lacan, • I• 110 111odo, "irs<.: como bala al vi entre de .~11 madre", es just:imente de eso de lo
40 Parte J: 1987-1988 Lección JI: 15 de octubre de 19H7 41

que se trata; es que Edipo escogió a su madre, la madre como goce, en calidad de l<'S. Y esto me confirma lo oportuno de tener en mente -cuando hacemos clfni-
protección, ¿contra qué? Contra la verdad, claro; esa verdad de que La mujer no 1.1 , de tener en mente que ésta no vale sino a condición de tomar lugar en un
existe, de que no hay relación sexual. Edipo se encontró con su madre, bueno. discurso en que somos, nosotros mismos, siempre, quienes estamos en el ban -
Pero no era La mujer, ¡era su madre! Lo que puede recordarnos ¿qué? Pues bien, q11illo. No se trata de ninguna manera para nosotros -creo que no se me escapó
que ese movimiento edípico con que nos encontramos en el inconsciente ... , en 1l<·ll)asiado en lo que hice sobre la histeria- , pero no se trata de ningún modo para
un inconsciente bien formado, podemos además considerarlo justamente como 111,sotros de proponernos como los verdaderos maestros [maítres], porque los psi-
defensa; es decir, el establecimiento de una impotencia. No hay que ir por ahí 4111ia1ras no habrían tenido éxito en esta materia, de proponernos como quienes
porque ... porque, al parecer, hay alguien que no quiere. No estaría bien que ... , 1111drían, sobre la neurosis obsesiva, el saber del maestro [maítre]. Lo que somos
etc. Pero constitución de una impotencia por el hecho de que ella defiende radi- 1,1p.1ces de decir al respecto se refiere al funcionamiento de cada uno, que sea un o
calmente contra lo imposible, el que no haya relación sexual, el que La mujer no 1il ,~t·sivo o no en su organización, en su subjetividad. Y me esforzaré, pues, en
11.11 n lo valer para ustedes en el transcurso; la próxima vez es, si no me equivoco,
exista. Y es por eso por lo que Edipo, por más trágico que sea, era en todo caso,
en cierto modo -creo que no se puede decir otra cosa-, ¡un tonto! Porque al dete- 1 12. de noviembre.
nerse en cierto modo en esta posición está evidentemente condenado a no ver
nunca, a quedarse ciego efectivamente con respecto a la verdad. ¿' l'ienen preguntas sobre todo esto ... ? ¿Les he agobiado completamente aca-
Ven ustedes, les doy ahí una interpretación de este enigma que nos propone 11 ( 1kbe ser difícil... ¿Entonces?
Lacan y del que dice, por otra parte, hablando también de Edipo, que, después
de todo, si a la Esfinge Edipo le hubiera respondido, en el momento en que ella 1•'..~ obviamente también - pero lo anuncié claramente- nuestra relación a los
le hablaba de los cuatro pies, si él le hubiera respondido más bien con las cua- !t'l los de Lacan y a la enseñanza de Lacan que quise someter a discusión para qu "
drípodas de Lacan, hubiera sido ... , hubiera sido quizás menos fastidioso. Creo i 1.· 1 1 ,nkmos que, como lo conocemos todos y como nosotros mismos podemos

que, a pesar de todo, tenemos que tomar la medida de lo que esta especie de mito ,i1i1 lvncr tendencia, de manera tan natural, ¿no es cierto?, a hacer de sus textos
que resulta así organizador, tan naturalmente organizador de la vida psíquica y al ¡,,dije la vez pasada- a hacer de sus textos, ¿cómo diría?, una ocasión de goce.
cual además atribuimos evidentemente algunos méritos en la organización de la \ por qué no? Y no veo con qué razón vendría yo como el ogro a decir: "¡Uyu-
subjetividad, en la constitución de la realidad, este mito edípico que tan natu- 1111 :uidado con gozar con eso". Cada uno goza con lo que quiere, es asunto
1
' (

ralmente va a sostener nuestra existencia, tenemos en esta circunstancia que medir 11\11. Y si son los textos de Lacan, muy bien, no es peor que otras cosas ... El pro-
su lugar, su incidencia, incluso su función en la medida en que ese mito nos cie- l1l1 111.1 es simplemente que ese goce no tendría, para nosotros, que funcionar como
ga con respecto a lo que se refiere a la verdad. 1111111('. Es decir, como lo que finalmente sería la oportunidad de reunión de los
A algunos de ustedes les conmovió un poco el que yo mencione este término dilc1rn tcs grupos de trabajo, ése es el sentido de nuestro interés, ¿no es cierto?
de manera tan repetida y objetaron que Lacan dijo, en numerosos pasajes, en qué l l111 l', pues, ¡tanto mejor! No vamos a condenarnos, a obligarnos a una especie
medida, después de todo, la verdad - y yo también lo dije la vez pasada- ¿qué d1 10,l'l'tismo... Incluso el recuerdo, con respecto a esto, de detalles bastante obs-
hacer de ella?, ¿qué quieren hacer de ella? Y justamente es la acertada pregunta, u 11no,, debo decir, la manera como eran utilizadas en la época gloriosa del Semi-
me parece, que nos es planteada, se nos ofrece y que, entre otras cosas, tendré la 11 11!111 las grabaciones de Lacan, con motivo de partidas privadas, creo que es bas-
oportunidad de comentar a propósito de lo que proseguiré, sobre eso que pro- 1111111• ('j<.:mplar de aquello para lo que puede servir. ¡Él lo sabía además! Obviamente.
metí, es decir, sobre la neurosis obsesiva. Y que introduje, pues, con esta especie ~ ;¡ 111,, aquello no habría tenido interés ... Pues bien, hay maneras de trabajar.
de precaución por la razón que, pienso, perciben - en todo caso espero que así 111 Vl'O al leer trabajos que, es más, no vienen esencialmente de nuestro grupo.
sea- es que el problema esencial es saber qué uso hacemos de la clínica. Si la hace- l\•10 wo, en efecto, esa especie de degustación, ¿no es cierto ... ? Es de muy buen
mos entrar en un discurso de amo, lo que por la fascinación ejercida por el dis- 1\t1 •.t11 y <.:stá muy bien.
curso, por el discurso médico es muy frecuente, en ese caso el esfuerzo que pode- l11·ro hay un "pero". Quiero decir..., vamos hasta el final de la invitación que
mos hacer no podría sino contribuir a favorecer precisamente eso contra lo cual, 111 •'• l1.1rl' esta degustación; es decir, a considerar lo que he desarrollado aquí. Es

eso en lo que tratamos de no detenernos. Tratamos de no detenernos en esos lími- •jll< ' !'ll:i 11 0 cs ... incluso si es sucu lent:l, no es lo mejor de lo mejor. Hay un a cosa
42 Parte!: 1987-1988 Lección ll: 15 de ocutbre de 1987 4J

más, es a lo que nos inicia toda esa enseñanza. Cuando él decía en su Seminario: y11 1111a impotencia en el discurso del analista mismo. Es decir, que estamos acos-
' . .. mi única culpa, es el estar aquí". ¿Qué quiere decir ''el estar aquí'? Que no podía- 111111 brados muy a menudo a oponer lo imposible que sería "mejor" y la impo-
mos evitar, por su presencia física, el referirnos a lo que era su ser, a gozar de ese 11 •11 r ia que sería "no buena'', etc. Pero hay una impotencia específica del discurso
ser. Quiero decir, todo eso a lo que podía iniciarnos, las dificultades a las que 1lc·I :1na lista mismo. Es una "impotencia - dice- de mandar al saber. Para el incons-
podían iniciarnos sus articulaciones, etc., pero estaba ahí. Y si lo veíamos de lejos, ' 1r•11te, ¡no es moco de pavo!". Ah, mandar al saber; entonces ahí, abajo a la dere-
porque había mucha gente, estaba de todas maneras su voz. Lo que físicamente, 1_ l1,1 , ¿ah? Y efectivamente, en la cura misma, se ve bien que ... ¿Qué pasaría al creer
pues, en cierto modo, soportaba ahí servía de soporte, sin duda necesario, al inte- q111· se puede mandar al saber? Que además viene más bien del lado del anali-
rés y a la posibilidad de oírlo. Pero también -como él lo decía- lo que eso podía 1t1ll'. O sea, en lo que concierne al discurso del analista, S1 está más bien del lado
introducir por su parte, ¿no es cierto?, inducir como efecto de tontería. ¿Sí? ilc•I .111alizante. Pero me preguntaba, pues, si no era esa ... - ¿cómo decir?- esa fle-
h.1 torcida ahí, entre S 1 y S2 , esa impotencia, pues, específica del discurso aquí,
EmmanuelAroukh: [... ] Lacan [... ] en posición de analizante hacía semina- n l1 ~ l•:sa impotencia específica del discurso del analista, pues, o sea, que aparece
rios, ¿en qué posición estaba? 11 c• I discurso del analista, que es algo que vale primero para la cura, pero que, en
Ch. Melman: Estaba en la posición que siempre dijo; es decir, una posición 1 11 11 o modo, transpuesto al escalafón de nuestra reflexión, de nuestra elabora-
histérica. Y además ponía a su auditorio en posición de ... , ponía a su auditorio ' 11111 , etc., daría finalmente esa propensión a creer que efectivamente nunca se ha
en posición de patrón, ¿no es cierto? 11 1111inado de hacer la exégesis, como usted decía la vez anterior, ¿ah?
Emmanuel Aroukh: ¿Y de analista? ( ,'/Jarles Melman: Estoy totalmente de acuerdo. Absolutamente. Tiene toda
Ch. Melman: También de analista. El auditorio ... me parece extraordinario, l 1 1.1d>n de hacer entrar la impotencia en el discurso del analista, tiene toda la
es más, ver cómo en esos casos el auditorio oye ... Es un efecto, creo, siempre muy 11 1111, la impotencia de mandar al saber, tiene toda la razón de hacerlo entrar en
sorprendente. Es decir, cómo el auditorio en esos casos se pone en una posición 11 p1111to. Absolutamente de acuerdo, Roland. A mí se me ha escapado, una fal -
de escucha muy... muy sutil y muy justa. Cómo todos los lapsus son inmediata-
mente y finamente señalados [risas], los actos fallidos, los deslizamientos, los olvi- 1 1 "" · ..
Uoland Chemama: No, es un detalle, pero que aclara ampliamente, creo, estas
dos, etc. Es un efecto siempre muy curioso. l''• ·1·,111Has sobre la impotencia, e igualmente en nuestra lectura de Lacan.
Roland Chemama: Bueno, pues, quería tan sólo volver a eso de lo que usted <:h. Melman: ¡Exactamente! Y, como usted lo decía, esa aspiración hacia la
hablaba; es decir, en el fondo, a esa degustación infinita de los textos de Lacan. "~• ¡•,1·sis sin término, sin fin. ¡Exactamente! Absolutamente.
Y me preguntaba si se lo podría comprender a partir de un fragmento, pero que l ,o que nos diferencia es que nuestra exégesis, al dar vueltas sucesivas, no da
precisamente no estoy seguro de haber comprendido exactamente como usted; o 11 1 l1 .1s en círculo sin avanzar. Puesto que en esas vueltas, gracias a esas vueltas, se
sea, en todo caso, por lo menos en cierto momento estaba un poco perdido. Hay i 11111111c que ella pueda cercar lo que hace causa. Y es, pues, ahí por lo que se ins-
que decir que a propósito de esos cuatro discursos Lacan habla del mareo y que i 1il w un término, que se inscribe un fin que, evidentemente, al mismo tiempo
es cierto que ahí nos ... ¿ah? Un texto como éste está hecho en efecto para dar esa 1 11 1110 diría?- , no es la última palabra, la palabra final; ya que, precisamente, es
impresión. Entonces, puede ser que simplemente que yo no haya oído bien. Pero, 1111lt. hien indicar el hecho de que no hay última palabra. Pero esta exégesis que
en el fondo, en lo que se hacía énfasis en la página 75, a mi parecer, cuando habla 1í11 111ionaba Roland Chemama hace un instante juega con esto. Juega ahí con
de la imposibilidad de gobernar, es que me parece, pues, que él decía que eso se 1111.11·specie de equívoco suponiendo que, ya sea todas las opiniones se equivalen,
traducía como impotencia de mandar al saber. Pero entonces, ¿es tal vez lo que )'1 1'•'" 'terminaríamos consiguiendo, confrontándolas, ¿no es cierto?, con una espe-
ha dicho usted? Pero que yo veía más bien como un paso de la flecha S 1 ~ S2 , ! li e k habilidad suprema, conseguiríamos la última palabra, aunque fuera impro-
arriba en el discurso del amo, a la flecha, pero torcida, S2 r S1, en el discurso del 1111111 i.1blc. Pero de lo que nos enteramos ahí es que justamente el término de todo
analista. ¿Ah? Mire. Es decir, que ahí esa flecha, pues ... En el fondo, lo que es t·•.i111·s que al no haber ahí última palabra, al no haber ahí sino una falla, el que
imposible en el discurso del amo se traduce como impotencia en el discurso del 111 1tl1 i111;1 palabra no pueda sino fallar no quiere decir que al mismo tiempo todas
analista, ¿ah? Usted torció una de las dos ramas del quiasma para ver en seguida l11!1 11 pi11iones se equivalgan. Puesto que no valen sino a condición de que articu-
011 ... Y entonces, si le parece, lo he pensado como pregunta, porq11t· c.~o subra- lc 11 1·s1· ddccto de pabbra; al mismo ti empo, digamos, ¡les da completamente otro
Lección//: 15 de oc/ubre cfr 19H 45
44 Parte 1: 1987-1988

sabor! Y al mismo tiempo un precio, que podemos reconocer como tal o cual -
1 Pregunta 7 de "Radiofonía" (páginas 72 a 77, en Lacan, Jacques, Psicoandlisis, Radiofimia y 7éle-
opción de goce en la existencia, ¿no es cierto?
11isión, op. cit.).
Es, sin embargo, a propósito de esos esquemas por lo que podemos resolver ' ' l(>dos los fragmentos de "Radiofonía'' aquí citados por Ch. Melman son traducción de O. l....ll"·
esa especie de dificultad que, por ejemplo, hacía decir: Lacan es un dogmático. l'l'C l'O.

Pero vemos, en efecto -aunque sólo fuera por la manera con que haya sido capaz, 1 llcícrencia a la revista Scilicet donde ningún artículo, salvo los de Jacques Lacan, llevaba la fl r-
con que tenía la osadía de hablar en la radio-, que lo que nos proponía no eran 111:1 de su autor.
justamente significantes amo. Lo que nos proponía era, a quien quería ir a bus-
car un poquito más lejos, que simplemente, con respecto a sus dificultades de
goce en la existencia, había la posibilidad, posibilidad de tratar de ... ¿de qué?
Es en este punto, pues en el que la vez pasada no quise tampoco ser muy elo-
cuente al respecto. Es evidente que la cuestión de la inexistencia de La mujer pue-
de encontrar alguna, no digo para nada "solución", sino algún progreso, sola-
mente a condición ¿de qué? A condición de que este hecho, en calidad de verdad
- ¡ya que es una verdad!, no es otra cosa-, sea reconocido como tal. Ahora bien,
nuestra organización, nuestras tramas conyugales, lo que llamamos la vida amo-
rosa, está enteramente organizada por... ¿qué? Por la castración como impoten-
cia. Como impotencia. Quiero decir por la reivindicación y la insatisfacción defi-
nitiva que va a pegar a un hombre con una mujer, juntarlos con las tramas que
sabemos y que son ampliamente explotadas en diversas escenas.
Un día en la Asociación freudiana organizamos una velada con hombres de
teatro y de cine, mujeres también, planteándoles la pregunta: "¿Van a seguir con-
tándonos siempre las mismas historias?". Ya que, o sea, lo que es sorprendente,
es que el hecho de que La mujer no exista y que pueda repetirse ... ¿acaso el hecho
de que esto introduzca lo Real como imposible en relación a esta impotencia que
constituye el fundamento, el organizador de la vida conyugal con su tipicidad,
acaso el hecho de repetirlo ha implicado alguna otra trama? ¿Han visto esto en
algún lado? Si hay alguno o alguna que lo ha visto, creo que todos estaríamos
muy interesados. Ya que lo que es sorprendente es que, planteada esta verdad, lo
que ahí se impone como tipicidad, sin embargo, como mantenimiento, como
culto, es justamente la impotencia que parece que suelda la pareja. La impoten-
cia. Cuando podríamos evidentemente interrogarnos sobre lo que podría ser una
existencia conyugal, digo, que en cierto modo estuviera fundada en un recono-
cimiento diferente a éste. Pero, como ya les he dicho, habría que escribirlo, ¿no
es cierto? ¿Qué podría ser, para los que tendrían algún talento y que podrían zan-
jar? ¡Eso tendría éxito!, por supuesto. Les aconsejo hacerlo prontamente porque
sería de inmediato oído como novación.

Entonces, con estos ánimos ... ¡hasta el mes próximo!


Lección 111
12 DE NOVIEMBRE DE 1987

\ !I l1 .1n· al gún tiempo a una persona que se expresaba públicamente, y que tenía
i llfl 111n1cio nar a su padre -es un hombre de unos cincuenta años-, mencionar
i ~ 11 p.1d rc en la televisión y decía lo siguiente: "mi padre que tiene ochenta y cin-
,111111 1•s sólido como una roca, gracias a Dios". Es sobre ese "gracias" dirigido ::i
1 iÍ!I'~ "(lhre el que quisiera llamar su atención para comenzar.
h 1:l cl a ro en realidad que, al separarlo de lo que es simplemente lo usual, no
I" 11 l1 11 1< >S oírlo sino como la respuesta explícita a unos deseos de muerte implíci-
!" . '1 1 t•sos d eseos no se hubieran hecho presentes, en ese momento, esta fórmu-
h l11il 11 (,1 pa recido superflua.
( '111 nt nzar el examen de la neurosis obsesiva a través de este pequeño ejem-
11111í11 111pk:tam ente banal tiene el interés de mostrar ¿qué? De mostrar con este
¡io i¡111 1111 ejemplo sacado de la vida cotidiana que, por una parte, esta fórmula era
111 1 11 l.1 po r su auditorio; si él se hubiera quedado en ''mi padre, ochenta y cinco
''' • 1·1 11Í/iclo como una roca'', punto, eso hubiera dejado flotar cierto malestar.

' !1111 1n d¡·rir con esto que es tanto en el público como en él mismo, que era espe-
111i_l11 1 •,¡• ·.~mcias a Dios"; en otras palabras, que no se vean ahí, que no se oigan
lii 111111•,1111 os deseos de muerte.
1 1 •,1•¡ ,1111da o bservación, quizás también válida para nosotros, es la siguiente:
1

.¡, 1il1.1 oír :1hf, co n ese ''gracias a Dios", lo que era expresado por el sujeto del
i!11. 1111•11 11·111 v, po r el inconsciente. Ahora bien, no está en ningún caso a nues tro
¡I¡ 1111u 1•l l1 :1rn habl a r a este inconsciente; él habla cuando quiere, habla cuando
11 .! 11 lil 1•,.1 11 .1, nos so rprend e, nos so brepasa, nos hace lapsus, pero no se trata, po r
ilj•111 '• '"· 11i li :1hl:ir, d e qu e podam os ha ce r qu e s<.: ex prese a nu es tra gui sa, seg(1n
48 !-'arte 1: 1987-1988
ección 111: 12 de novie111bre de ICJH7 49

nuestro agrado, salvo, al parecer, y es aquí donde quería volver a llamar la aten- 11 i 111 111so lean el caso juaníto y verán que la parte teórica se limita a unas pocas
ión de ustedes, salvo, al parecer, en una circunstancia de este tipo; este tipo de 111111 l11siones. Este proceder es reservado al caso de esta neurosis obsesiva, y toda-
circunstancia que de una u otra manera gira alrededor de lo que se le debe al ' 11 v.dc para hacernos notar cuán atrapado está el proceso natural de nuestro pen-
padre, y ya les he hecho notar cuán frecuentes son los lapsus en las diferentes cere- ~ 111ti t• 1Ho en los rieles sobre los que la neurosis obsesiva circula habitualmente.
monias que pueden, justamente, referirse al padre, que se trate de duelo, claro, 1 ~ 11 11 0 quiere decir en absoluto que vayamos, en lo más mínimo, nosotros a evi-
pero además matrimonios, nacimientos, todo lo que quieran, en qué medida son 1111 1·s1:1 generalización, pero trataremos de sacar provecho de lo que estudiamos
ocasiones en que abundan los contrasentidos, incluso los contra-humores. Espe- ¡1.11 ,1 l'Stablecerla, para comprenderla mejor, y de una manera que, esperémoslo,
ramos risas, vienen lágrimas, esperamos lágrimas, vienen risas, etc. 1111 ~(':t demasiado obsesiva.
Entonces, de inmediato esta observación: que a pesar de que somos muy caren- Nos apoyaremos entonces en el caso del Hombre de las ratas, ustedes podrán
tes para hacer hablar a este sujeto del inconsciente, una circunstancia parece, en 1 1 11 1 ·~ rada vez seguir, anticipar la lectura del mismo teniendo, en una primera par-
ierto modo, desencadenarlo, provocarlo con relativa constancia, el temor a la l l , 1·1 caso tal como fue expuesto en los Cinco Psicoandlísi?. Haré como si igno-
metedura de pata cometida por aquel que lee o hace un discurso de circunstan- i ii .11 nos totalmente esas notas tomadas por Freud que felizmente tenemos y que
cias, en esas circunstancias; entonces es esa la circunstancia en que ese sujeto del , 1111•1011 publicadas en una excelente edición bilingüe3 ; y en un segundo momen-
inconsciente es, en cierto modo, cosquilleado; primera pregunta, entonces, que 111 , p11es, luego de haber disertado como si ignoráramos esas notas, las tomare-
plantearé a propósito de este hecho insignificante, pero que tiene la ventaja de 11111•, para captar mejor la manera como Freud operó el filtrado, el tipo de filtra-
ser social, de llevarnos a propósito de la neurosis obsesiva a lo que es el funcio- il11 q11c operó en sus propias notas, y las lecciones que a nosotros, eventualmente,
namiento casi fisiológico del pensamiento. Esta provocación, esta manifestación 1 •I<' r aso nos da.
provocada del sujeto del inconsciente, será uno de los puntos que podremos reto- l•:nconces, este caso de neurosis obsesiva publicado en 1909, ¿no es cierto?, en
mar, continuar, a propósito de este seminario. q111• l<'reud nos dice desde el principio lo siguiente:
¿Cómo vamos a trabajar este año?
Vamos a trabajar apoyándonos en lo que Freud, sobre el tema, nos ha apor- Me vi obligado a abreviar una parte por razones de discreción que ustedes
tado, es decir, el caso del Hombre de las ratas, del cual saben que se presenta, está entienden, pero hay que reconocer también que una neurosis obsesiva no es nada
construido de una manera que inmediatamente salta a la vista, nos interesa, ya fácil de comprender, y lo es aún mucho menos que un caso de histeria. En el
que ninguno de los otros casos está construido de esta manera. fondo, deberíamos habernos esperado encontrar lo contrario. Los medios que
utiliza la neurosis obsesiva para expresar sus más secretos pensamientos, el len-
En efecto -dice Freud-, les presento la historia del Hombre de las ratas guaje de esta neurosis, no es, en cierto modo, sino un dialecto del lenguaje his-
que comprenderá dos partes: por un lado un informe fragmentario de la his- térico -eine Dialekt der hysterischen Sprache-, pero es un dialecto que debería-
toria de un caso de neurosis obsesiva y, en segundo lugar, algunas breves nocio- mos penetrar más fácilmente puesto que se aparenta más a la expresión de nuestro
nes sobre la génesis y los mecanismos de los fenómenos, de los procesos com- pensamiento consciente que el de la histeria. Puesto que falta en el lenguaje de
pulsivos1. las obsesiones ese salto de lo psíquico a lo somático, la conversión histérica qu e
nunca podemos conceptuar - begreifen- con nuestro entendimiento.
Tenemos un breve fragmento clínico, luego sigue lo que podemos llamar no
tanto una teorización, sino más bien generalizaciones -déjenme presentarles así el l•'. ntonces, deberíamos comprenderlo más fácilmente que la histeria. Por otra
asunto-, porque en el camino, ustedes verán, o habrán visto que Freud nos dirá 11,11't<.:, la neurosis obsesiva es más cercana al proceder normal de nuestro pensa-
que el proceso de la generalización es justamente típico del proceder obsesivo. Pres- 11tivnto y, sin embargo, la neurosis obsesiva es muy difícil, a pesar de ser un di a-
ten atención aquí porque será igualmente un punto que tendremos que tratar, que 11•1to ele la lengua histérica, e igualmente tendremos que tratar de ver al respecto
abordar, el de saber si, como otros casos, como por ejemplo Dora, Freud lo decía: 1 l"S t:l proposición puede sostenerse, y cómo; y de qué manera tenemos que situar,
1 011 d ejemplo de Freud, la neurosis obsesiva en esta especie de pareja de oposi-

Temo que se lea como una novela, 1 1!'1 11 con la histeria. Dirá un poco más lejos algo más, es en el último tercio de su
11·xto:
.'.)() Parte /: 1987-1988
/,¡•ffi<i11111: 12 de noviembre de 19R7 51

No emprenderé aquí un estudio psicológico del pensamiento obsesivo -tal /11'1'/..:ehren, que quiere decir coitar, tener relaciones sexuales, verkehren. En todo
investigación daría resultados extremadamente preciosos y haría más por la
1 11\!1, él siente por esta dama este tipo de amor respetuoso, es una palabra intcr<.:-
elucidación de nuestros conocimientos, sobre la esencia del consciente y del
inconsciente, que el estudio de la histeria y de los fenómenos hipnóticos. Se 11H1 · verehren, venerar; jeden etwas verehren, eso quiere decir regalar algo a algu icn;
podría desear que los filósofos y los psicólogos que elaboran, de oídas o con la 11'1'!1t•iraten, que no está muy lejos, quiere decir casarse.
ayuda de las definiciones convencionales, ingeniosas doctrinas sobre el incons- l•'. n todo caso notamos que siente por ella, por esta dama, un amor respetuo-
ciente, hicieran primero observaciones concluyentes estudiando los fenóme- 11 'l 'icne miedo que les suceda algo a dos personas que quiere -papá y la dama-

nos del pensamiento obsesivo. Podríamos casi exigirlo si no fuera, con mucho, 1111 ·más tiene unos Zwangsimpulse -impulsos compulsivos- como por ejemplo
más difícil que sus métodos habituales del trabajo. Mencionaré aquí tan sólo t 1111.1 rsc el cuello con una hoja de afeitar; y luego se forman en él prohibicion es
que en la neurosis obsesiva, los fenómenos psíquicos inconscientes irrumpen 11'1·hote- que se refieren a cualquier cosa. Entonces, ha perdido el tiempo luchan-
en la conciencia en su forma más pura, menos deformada, y que esta irrup- 111 1 ontra este tipo de asuntos y la única oportunidad en que estuvo mejor fue
ción en la conciencia puede tener como punto de partida las etapas más diver- 1111.i 1·stadía en una estación balnearia en que, justamente, pudo, tuvo relaciones
sas de los procesos del pensamiento inconsciente. Podemos ver además que las r• 11.1ks con una mujer que había conocido. Es ahí donde de inmediato vemos
obsesiones, en el momento de esta irrupción, son, en su mayoría, formacio- l,1 ¡i.d:1bra verkehren, pero no sostiene estas relaciones sino de manera irregular,
nes que existen desde hace mucho tiempo. Ésta es la razón de ese fenómeno
1·11 prostitutas le dan asco, su vida sexual ha sido pobre, etc.
tan curioso que se observa cuando se busca, con un obsesivo, la primera apa-
l•'.so es lo relatado a Freud.
rición de una obsesión: el obsesivo está incesantemente obligado a hacer que
el origen de ésta sea más lejano, encontrándole siempre nuevas causas ocasio-
nales. El enfermo, dice Freud, da la impresión de un hombre inteligente, con
mente clara. ¿Por qué -le pregunta Freud- me habla inmediatamente de sexo?
Pues bien, porque conoce -dice Freud, meine Lehren-, mis lecciones - y no
De esto a decir que la obsesión estaba ahí desde siempre, ven ustedes, no está
lejos. mi doctrina como está traducido. ¿Este paciente ha leído a Freud?- No, no ha
leído nada de mis escritos, pero antaño, hojeando uno de mis libros, habría
Entonces, vamos a ver si estamos, o no, en condiciones de abordar de mane- encontrado la explicación de encadenamientos de palabras raras - Wortverk-
ra tal vez más satisfactoria este asunto, que se refiere a los procesos del pensa- nüpfungen, anudamientos de palabras, más exactamente en alemán- la expli-
miento a propósito de la neurosis obsesiva. cación de anudamientos de palabras que le recordaron sus -Denkarbeiten- pro-
El principio de este caso, los fragmentos de la historia del individuo, comien- cesos, su trabajo de pensamiento (y no sus elucubraciones cogitativas como
za de manera, para nosotros, extraordinaria: es el levantamiento de telón de una está traducido) y decidió pues ir a ver a Freud.
tragedia escrita por un autor que quisiéramos conocer porque, en cierto modo,
Freud no hace ahí sino transcribir a su manera lo que le ha sido dicho. ,~ola mente hojeó
La psicopatología de la vida cotidiana, seguro, y le impacta-
Esto es lo que nos dice Freud: lí!ll1·sos anudamientos de palabras presentes en el texto que le recuerdan su pro-
pl11 t 1.1hajo de pensamiento. Y ahí está, pues, la primera sesión. Hay cuatro rela-
Un hombre joven, con formación universitaria, viene a verme y me cuen- i.111 : 1~ .
ta que desde su infancia y sobre todo desde hace cuatro años sufre de obsesio- Ycomienza así: ¡Oh! Tengo un amigo que aprecio mucho y, es más, cada vo,
nes. Su enfermedad consiste principalmente en aprensiones -es decir, en ale- 1· lo doy a ustedes en esta forma personal- y cada vez que un impulso criminal
mán Befarchtungen-, temores, más exactamente, más que aprensiones. Teme 1111 1·s p:111ta, es a él a quien voy a ver y le pregunto si me desprecia y si le parezco
que suceda algo a dos personas que quiere: a su padre y a una dama a quien • 11111i 1wl. Y este amigo le dice: de ninguna manera, que es una muy buena per-
- dice la traducción [francesa]- ha dedicado un amor respetuoso. 1111.1 y que verdaderamente no ve lo que se le podría reprochar. Y otro hombre,
il1u;, 111vo una influencia semejante sobre mí, fue ése al que yo podía, así, ir a co n-
En alemán, una dama verehren -una dama que él venera, que adora, es en el 1il1 :1r. 1•'.ra un estudiante de diecinueve años, cuando yo tenía quince, y que me
sentido de un amor respetuoso, es un término muy interesante el utilizado aquí 11 •11Í.1 111ucho afecto y que exaltó mi narcisismo, el sentimiento de mi propio val o r.
debido a que, en unas pocas líneas más, van a encontrar ustedes otro término que IVl.h 1.1rdc, este estudiante se conv irtió en el perceptor -aquí no anoté la palabr:-i,
52 Parte 1: 1987-1988 Lecci611111: 12 rle no viernbre de / 1)87 5.

es una palabra muy interesante también en alemán, ahora mismo no voy a bus- Y lu ego hubo otra ama de llaves, que sin duda era igual de joven y bo nita.
carla-, se convirtió en el preceptor y me di cuenta en ese momento de que no era l•111011 ccs hubo un episodio de abscesos en las nalgas; le encantaba ver cómo ella
en absoluto yo quien le interesaba, sino que era mi hermana. 1 l.1s :Hreglaba con ellos, ¿no es cierto?

Y ésa será sin duda la segunda conmoción de su vida: una tarde él estaba ah (
Fue -dice Freud- la primera gran conmoción de su vida, 1 1111 las dos, en realidad ambas estaban ahí, la ama de llaves, la segunda, con sus

il 1•,1 esos, y la cocinera, y su hermano, menor que él, cuando oye a la ama de ll a-
\ 1 •, 1kcir:
¿Por qué es interesante para nosotros? Porque ese Freund, porque ese amigo
es su Freund -más tarde el paciente dirá que su propio padre, el del paciente,
había sido su mejor amigo, su mejor Freund- que viene a contarle eso al doctor Con el menor - el hermano menor- podríamos hacerlo, pero él, demas i:1-
do torpe, seguramente fallaría - lo que en alemán se dice daneben fahren, es
Freud de quien ha leído un libro, y es por eso por lo que vino a verlo, ven uste-
decir irse por un costado .. .-; no me di cuenta, claramente, de lo que querfo
des de entrada en este establecimiento de la confianza, la amistad, el recurso
decir con eso, pero eso me humilló ¡y me puse a llorar!
tomado en un Freund, en el mejor Freund, en el mejor amigo y que va a resul-
tar traicionado, ¿qué lo traiciona? Pues bien, es que él creía que este mejor ami- l1'.so es. Eso es.
go se interesaba en él -para nada-, este mejor amigo no se interesaba sino en el
l•'.s ta Lina no era muy inteligente y aparentemente no muy satisfecha sexual-
sexo y le había hecho creer, de alguna manera, en su afecto, para en realidad inte-
1111•11t L·. Tenía veintitrés años, ya había tenido un hijo cuyo padre se casó con ell:i
resarse en la señorita de al lado y reconoceremos, sin ser muy listos, cómo ese
111.l~ 1:1rde, de manera que ahora ella es Frau Hofrat. Frau Hofrat, es decir la muj t·r
eje imaginario anhelado, privilegiado de la relación al semejante, relación que
¡ k 1111 consejero Hoftat.
hubiera podido ser tan feliz, tan simple, es roto por eso que es, de todos modos,
l ,a cuestión que se nos plantea es la siguiente: he ahí un chico de quien podrí:t
lo más frecuente, lo menos evitable, es decir el hecho de que uno de esos en quie-
111m .1 11 ticipar, por lo menos, ¿qué cosa? Que está sexualmente bien orientado, l'S
nes el niño, chico o chica, se sostenía, no tenía sólo un amor paterno o amisto-
du 11·, que se interesa en lo más interesante que puede haber y se interesa en ello
so en este caso, sino que entre ellos estaba el sexo, la decepción que pudo con-
d1 111 :1nera, ¡por Dios!, muy viril.
llevar y el hecho de que fue éste el primer gran traumatismo. E incluso, tanto es
(~ u iero decir, edípicamente, ¿qué podríamos decir? Pues que está bien cons-
el primer gran traumatismo que, nos dice Freud, el paciente, después de haber
11111ido. ¿Qué es lo que le interesa ahí, bajo las faldas de la ama de llaves? ¿Cuál
dicho: "fue la primera gran conmoción de mi vida", continúa sin transición sobre
1•1 objeto, para él, de esa torturadora curiosidad? ¿Qué es lo que le ha guiado
¿qué? Sobre su sexualidad infantil. Puesto que es eso, en cierto modo, a lo que
¡1.11.1 ir :i donde va? Bueno, ha situado muy bien lo que interesaba a papá. Es atraí-
el otro le había hecho entrar, el otro al que se había entregado, entregado como
d11 por lo que está escondido, por lo que no hay que ver, por lo que las seño ras
un niño puede entregarse.
111 111·11 y que parece interesar mucho a papá, y ver aquello, es decir, poder ahí ver
Ustedes conocen esa sexualidad infantil o les quedan recuerdos de ella. Justa-
l 1\ 1 osas que tanto le interesan a papá, porque si no, ¿cómo explicar todo eso?
mente voy a contentarme con recordarles lo que nos llama la atención en ella y
l 11•11v que haberlo tomado de algún lado, no lo ha inventado solo.
puede sorprendernos: es el caso de la ama de llaves Fraulein Peter. Freud anota:
l•:11 to nces, en ese momento, simplemente no podemos sino decir lo siguien-
él le da su apellido masculino cuando lo más común es llamar a las amas de lla-
1f q1 it' todo aquello, después de todo, parece bien ... bien establecido. Sí, sí, pero
ves por su nombre; la llama entonces con un nombre de hombre y también la
¡i111· qué una curiosidad torturadora? ¡Ah, eso es! Es decir, ¿por qué hay desde
manera como él iba, en la tarde, mientras ella estaba recostada leyendo, a hacer-
1 111111 ices un lado un poco compulsivo? Es algo más, ¿no es cierto?, pero no podc-
le cosquillas bajo el vestido. Tenía, desde entonces, una ardiente y torturadora
111n~ l' l l absoluto, por lo pronto, responder a la pregunta: ¿Por qué eso le obsc-
curiosidad de ver el cuerpo femenino:
11111.1h:i? ¿Por qué esperaba de manera tan febril la llegada de la noche para poder
'1 il v!'I' :1 ve r? - es por lo menos lo que les propongo, ya que no veo lo que de orro
Me acuerdo de la impaciencia que sentía en el baño al esperar que la ama 111111 111 k habría enseñado el camino.
de llaves desvestida entrara en el agua. Y rn to nces co ntinúa y aquí tampoco entiendo muy bie n:
54 Parte /: 1987-1988 Lección 11/: 12 de noviembre de 1987 55

Ya a los seis años yo padecía de erecciones -está bien-, y sé que un día fui ·orno si tuviera que hacer todo para impedirlo -como qué, por ejemp lo
donde mi madre para quejarme de eso. ¿qué podría suceder?

Sabemos también que eso no es nada raro en el niño, no vamos a extender- Pu<.:s bien, como respuesta a esta pregunta, '¿qué podría suceder?'', dice:
nos sobre eso, pero que haya ido a pedirle alivio para este asunto a su madre, es
tan ambiguo que no tenemos nada especial que pensar al respecto. Sabemos en El miedo de que muriera mi padre ... Desde mi más temprana edad, y
qué medida se trata de un proceder que no es nada extraordinario, es banal y no durante muy largos años, algunos pensamientos sobre la muerte de mi padrt·
permite en absoluto juzgar una neurosis de antemano. me preocupaban y me ponían muy triste.

En esa oportunidad, dice Freud, me entero con asombro de que su padn:,


Sé además que me hizo falta vencer escrúpulos para ir a ver pues a mi
que era el objeto de sus obsesiones actuales -puesto que siempre tiene miedo,
madre, ya que presentía la relación de éstos con mis representaciones menta-
cuando viene a ver a Freud, de que le suceda algo a su padre-, me entero co n
les y mis curiosidades -por supuesto, y hay algo más-, tuve también, en esa
asombro de que su padre ha muerto hace varios años.
época durante algún tiempo, la idea mórbida de que mis padres conocían mis
pensamientos, y para explicarlo imaginaba que había expresado mis pensa-
' Ic: nemos que detenernos un poco en este punto para reconocer que lo qur
mientos sin oírme hablar a mí mismo.
'1111 ,~ 1 ir uye efectivamente el carácter obsesivo de ese voyeurismo es su carácter coni
111il ·,ivo, y que éste es acompañado, pues, por la idea de que su realización pod1 (.1
He ahí algo que me parece muy interesante, a pesar de que sea banal. Quie-
¡1111vorn r la muerte de su padre. Entonces, respuesta obviamente fácil que nos vi1·
ro decir que los niños tienen constantemente la impresión de que sus padres saben
111 1 orno preparada: ¿no se trata acaso de un equivalente incestuoso? Me n:ll1·rn
o han adivinado, y es sin duda un progreso, hay incluso niños como sabemos que
1 ,.,,, impresión de que aquello que era mirado ahí por él, la compulsión dl' r1-oo
juegan así, a guardar secretos únicamente para probar, para ver si en efecto hay
1p11· 1<1 t<.:nía el deseo ardiente de ver, era en realidad materno, desplazado ahí 1•11
algo que en ellos está protegido del saber de los padres.
Pero me parece interesante que esto venga aquí porque ¿qué es lo que eso nos
l." 1dadas, y que entonces él había percibido ese dispositivo esencial que es qm·
l 1 11'.dización de un equivalente incestuoso valía o pasaba inevitablemente por la
dice? Simplemente que si él tenía esa idea, sus propias ideas, sus pensamientos
1111w11c de su padre.
sexuales, éstos le venían obviamente del Otro; y es justamente por eso por lo que
I •'.,~ cierto que no podemos comprender esto sino en un dispositivo -diga-
tenía la impresión -recibía el mensaje del Otro, digamos, en este caso, de una
11111 ~ , sino en una referencia de estructura, ya que ¿cómo quieren que de otro
manera que podemos llamar directa-, es decir, si tiene la impresión de que el Otro
11111do podamos hacer, razonablemente, esa relación? Y cómo podemos com -
sabe sus pensamientos, es porque retoma sus pensamientos, no de una manera
p11 1Hkr la disposición estructural que liga el uno al otro, si no es porque esll'
invertida, volteada, es porque los retoma de manera directa; entonces suspensa-
1ilq1·10 al que se apunta, al que se le echa el ojo, parece funcionar - por los ras-
mientos, sí, sus pensamientos sexuales, ¿de dónde le vienen? Obviamente, como
1',"" qlll' acompañan a ese voyeurismo-, parece funcionar como el objeto prohi -
todo lo demás, le vienen del Otro, y es justamente por eso por lo que vino ahí la
l11do , vi objeto rechazado, el objeto que no debería estar ahí, el objeto prohibi-
idea, que él llama mórbida, no sabemos por qué, de que sus padres conocieran
sus pensamientos. Entonces, dice - esta pregunta es importante, ¿no es cierto?, ya
il11. 1.il como justamente la ley ligada al nombre-del-padre hace que este objeto
1· l.1i¡;11c y que entonces, el ver este objeto, implicaría en efecto, al mismo ticm -
que nos preguntaremos en seguida, nos interrogaremos sobre las ideas que obse-
¡111 , qtll' <.:I padre es tachado, es suprimido. La dificultad con que de inmediato ,
sionan, finalmente, ¿de dónde vienen?-, dice al fin:
1 t 1u111 d tiempo, tenemos que vérnoslas, y de la cual Freu'd, según parece en ese

Veo ahí el principio de mi enfermedad, había personas, criadas, que me 11111111t·11Lo, no saldrá muy bien que digamos, es la muerte que así él teme, es ésa,
gustaban mucho y que yo deseaba violentamente ver desnudas -insiste il1•l1ido :1 es te equivalente incestuoso, es la del padre muerto. No es muy difícil
entonces en lo obsesionante de su compulsión, de su voyeurismo-, tenía ¡1.11.1 11osolros co ncebir lo que quiere decir la muerte del padre muerto. Puesto
sin embargo al sentir esos deseos una impresión de extrañeza preocupante 1 p11 ~ lo qu<.: ahí detiene a Freud, y eso va a detenerlo a todo lo largo de la obser-
- Unheimlichkeit 4-, como si algo debiera suceder si yo pensara en eso y \'t1C i1'111 , y en particular cuando va a hahl:ir de h supersti ción del pac iente, e.le.: su
56 Parte !: 1987-1988 f ,ecci1í11111: 12 de noviembre de 1987 5

·ree ncia en el más allá, de cómo el paciente puede temer que a su padre muer- q 11 L· sc cortaría el cuello. Eso sobre lo que este dispositivo tiene el m érito dc lb
to pueda todavía sucederle algo. Freud dice ahí que eso es delirio. No es tanto 111.1r nues tra atención, de entrada, lo hago de una manera que anuncia lo que tcn
del irio sino mas bien justamente la percepción exacta, por parte de este peque- 1 l r{ que desarrollar más adelante con la lectura de esta observación, pero q ue nos
io neurótico, de que la transgresión de la ley paterna implica que, a la vez, aquel pvrm itirá tal vez dar una primera base a nuestra interpretación del proceso obs<..'.
que la funda se encuentra suspendido y entonces la muerte de la que se trata es •.ivo, es lo siguiente: en este proceso, el objeto a, ese que estoy mencionándo l<:s,
la del padre muerto. Que sea trasladada al padre vivo, el padre real que estaba por el lugar que ocupa tanto este objeto fascinante como aquel que ocupad In
en ese momento en el hogar y que era aún el mejor amigo del niño, no puede d.im a y, ¿por qué no?, ya verán, el padre muerto mismo, de una manera que jus-
entenderse sino como una participación legítima de uno a otro, si recordamos 1.1111cnte es muy específica de esta neurosis, este objeto a, en el caso de la neuro-
que es de ese padre muerto que el padre real toma su autoridad, y que la anula- ., ¡1'1 obsesiva, se encuentra en cierto modo atrapado por la cadena, la cadena del
ción, pues, de ese padre simbólico, padre muerto, no podía sino al mismo tiem- ( )1 ro, atrapado en la cadena sin estar separado de ella por un corte; quiero decir,
po, en cierto modo, matar, suprimir a su padre real. Lo que quiere decir que q11c está incluido en la cadena y la única manera que tiene el obsesivo de mant1.: -
tenemos ahí, de entrada, que recordar, me parece, dos puntos que tal vez no están 11n en el Otro lo que constituye su significancia, que le permite a él sosteners<:,
realmente en su sitio en este contexto. 1 '" rl no poder mantener este objeto sino a condición de mantenerse a distancia ;
Primeramente, el hecho de que lo que excita a esta compulsión voyeurista no 1111:1 distancia que hay que oír aquí en el sentido métrico, puesto que el acerca-
es un objeto sexual. En cierto modo - es en todo caso la deducción que me auto- 111 irn to, la captura, es decir a la vez la resolución de la satisfacción - die Befriedi-
rizo, que tendré oportunidad de retomar, y de demostrar luego- , no es un obje- ,1:1111g- sería lo que lo destruiría y entonces no puede preservarlo sino dedicá nd o-
to sexual, es el objeto sexual mismo, aquel que no se podría ver; que este objeto 11· l'SC culto casto que sabemos o, por lo menos, arreglándoselas para enco 11tr:i 1·
además confiera a la vez una virilidad a la mujer, a esa que es portadora del mis- 1111 culto que preservaría su falicismo, ponerse por ejemplo en una relación maso
m o - no a todas las mujeres, como ustedes saben, pero en todo caso a ésta- , va q1iisr:1 frente a la que es, ahí, la representante para él de ese objeto, y verse c11to11
igualmente a la par. Entonces no habrá que sorprenderse por el hecho de que, en 11·s atrapado a partir de ese momento en un proceso que va a implicar, ack: nds,
cierto modo, la que aquí es vista está falicizada, está masculinizada a pesar de la 1.i orden que viene del Otro de ir hasta el término del goce, puesto que es ésa In
realidad, ya que lo que ahí fascina es justamente el objeto que no debería estar 111den que viene del Otro: Goza y va hasta el fin ... y entonces atrapado c11
ahí. Tenemos testimonio de esto a su vez por el carácter compulsivo que va a unír- 1""o rden, el tener que defenderse de ella, aunque sólo fuera, es más, para prote-
sele y, por otra parte, por lo que inmediatamente, en cierto modo, se le cuelga y 1•,1 ·1·sc contra el horror que representaría la realización de sus deseos, que obvi a-
es que, si él lo realiza, algo va a sucederle a su padre. Su padre morirá por eso. 1111·11te toman para él tanto el carácter de la fechoría como todo lo que sabemos
Como vieron al principio, él vino con el temor, como lo dijo de inmediato, de 1 q11 c veremos desarrollarse, sin olvidar por supuesto, la muerte del padre.
que algo les sucediera a dos seres que quiere, su padre, como acabamos de verlo, Con esto podemos concluir esta noche este primer acercamiento. ¿Qué rcl:.i-
pero también la dama. La dama de sus pensamientos, ésa que él quiere, ésa con la 1 1t'l11 tiene todo esto con la religión? ¿Por qué esa afinidad de la neurosis obses iva
que nunca, por supuesto, se casará, puesto que es la dama que él honra, que él vene- 11111 l:.i religión? - o sea la religión, las nuestras, quiero decir las religiones patro-
ra, es la santa, la que él glorifica - verehren- , ¿y por qué temer que a ella también, 1 1111 t ricas, no las religiones, misterios, cultos que han podido existir, sino nuestr:i
igualmente, le sucediera algo al mismo tiempo que a su padre? Lo captamos bien; 11·ligión-. Pues bien, es que la religión, al afirmar en cierto modo la filiación que
es cierto que si él la captura, si la hace entrar en el mundo objeta!, si la desplaza, si 1111s ligaría a Dios, rompe, en cierto modo, esta alteridad, ese carácter Otro dcl
la hace salir de su posición en la punta de cadena, para hacerla venir al mundo obje- l11 ga r en que está Dios. Es decir que la religión, al tiempo que anula el co rt"
ta!, será al mismo tiempo hacerle sufrir una degradación que hará perder a dicha 1¡i1 v nos separa de él, corte que hay que oír en el sentido topológico, que hace qu"
dama su carácter glorioso, que la haría equivaler a una prostituta, lo que al mismo 1 >i11s se mantenga en lugar Otro, cuando la religión con esta aserción bo rra ese
tiempo - su carácter glorioso y obviamente fálico- no podría sino sumirlo, a él, en 1 111·1<.: , tiene como consecuencia - incluso si el nombre de Dios no debe ser pro-
la angustia de haber perdido lo que para él funciona como referente. 111111ciado, o incluso si es supuestamente impronunciable, queda que está. co nsti-
Como también lo vieron, uno de sus temores obsesionantes es que vaya a cor- 11iido por letras, no es un puro espacio en blanco, no es un puro aguj ero, se ::ipo-
ra rse, en este caso, esto tiene una imagen, está figurado por la hoja de afe itar con 1·.1 v11 un cuerpo, cuerpo m::iteri ::i l- , sin o q ue la rcligión tiene, pucs , co mo
58 Parte J: 1987-1988 Leccirín 111: 12 de no viembre de 1987 w

co nsecuencia, al borrar, al anular este corte, el hacer que Dios esté atrapado en la Ch. Melman: Perfectamente, así es. En una posición además en que, como
cadena aunque fuera sólo dándole el privilegio de estar supuestamente en la pun- ~. il lc m os , para ir inmediatamente en el sentido que usted menciona, dond e él
ta de la cadena, en la extremidad, y que no fuera posible entonces acercarse a él 111is m o es regularmente ese objeto para ella, es decir, ese objeto que se q ucd (l
sino temblando y sin jamás entrar en el Santo de los Santos, manteniéndose siem- 111d uido en el Otro materno, ¿no es cierto?, en la medida en que él mism o es,
pre a respetuosa distancia, pero, en cierto modo, lo quiera ella o no, dándole así 1•vt· n tualmente, ese objeto. Hay demostraciones clínicas de esto que son mu y,
sustancia, dándole un cuerpo, dándole sangre; vemos al mismo tiempo cómo ella 11111 y evocadoras, muy elocuentes. ¿Alguna otra cosa?
establece un dispositivo que es este mismo -con el que además el obsesivo ten- .fean Périn: Entonces, si el objeto tiene tal importancia en el pensam ient o
d rá que vérselas, sea religioso o no. 111 iscs ivo, en el proceso que usted ha descrito, ¿qué relación se puede hacer, po r
En el caso presente, el paciente tuvo fuertes, violentas, vivas preocupaciones 1lt' rnplo, con el discurso analítico en que precisamente el objeto está ahí en una
religiosas hasta la pubertad, hasta los catorce, quince años. Luego se volvió libre- pnsición de agente?
pensador, es decir, que como todo el mundo es profundamente deísta. Es lo que Ch. Melman: Sí, ¿no es cierto ... ? ¿Cómo voy a responderle? No pod ern os
le sorprende a Freud ¿no es cierto? Pero vemos ahí cómo se hace la unión y cómo tl1 ·l'ir que el objeto está ahí ... ¿podemos acaso .. . ?, no está ahí en posición de age n-
efectivamente la captura del objeto, es decir aquel que en esa disposición no va- 11 · rn la medida en que pasa el tiempo defendiéndose de eso. Como ya he podi -

le sino por estar en la punta de la cadena, en la extremidad, cómo esa captura vale 1l11 mostrar, el discurso psicoanalítico se prestaría más, tal como está escrito, a sos
como profanación, y por qué la religión se encuentra entonces necesariamente 11 11 l: r aparentemente la posición perversa. Podemos decir que si está en pos ici<'> 11

organizada en un culto cuyas afinidades conocemos con los procesos obsesivos, 1l1· .1µ,ente, en todo caso, el obsesivo pasa el tiempo protegiéndose de eso , pasa l'I
como hace tiempo lo hemos notado, y tendremos la oportunidad de volver a esto 111·1n po intentando dominarlo, entonces no podemos hacer esta asimilació n. l ,11
de nuevo un poco más tarde; en particular sobre el hecho de que esa operación i¡ 11t· está mas bien en posición de agente, y encontraremos ahí algo que lt ndn•
es una operación que, al sustituir el objeto al-menos-uno, confiere desde enton- 11111s la oportunidad de desarrollar, es en el obsesivo el saber, pero tendn.: niw; l.1
1 qu1n unidad de volver a esto.
ces a la divinidad un carácter por lo demás ambiguo, es decir, donde se mezclan
calificativos que designan tanto la santidad como el excremento; y ustedes no l ,o que era también, en todo caso en ese paciente, una compulsión a qu <.: rl'f'
ignoran que esa manera frecuente es justamente una de las dificultades con que .dwr, ¿por qué no decir las cosas así?, es tener el saber sobre este objeto y scgu
se encuentra el obsesivo cuando en sus pensamientos vienen calificativos así de 1i1 11 H·nte la compulsión voyeurista pertenece ya a este registro, ¿no es cierto? ¿Algu-
sacrílegos, de los que no logra comprender cómo se le pudieron formar a él. 11.10 1ra cosa más?
El punto en que estamos entonces constituye, creo, una primera disposición. ( :orno ya tendremos la oportunidad de desarrollar esta charla después, tenc-
No hay, por mi parte, sino muy poco, pero también mucho ... Como han visto, 11 111s todo el tiempo para ver las consecuencias literalmente clínicas de esta folia
lo que he introducido en un primer momento se refiere al lugar dado al objeto il1 · rn rte, es decir, de esta falta de heterogeneidad del objeto, con las consecucn
1 1.1s cl ínicas muy molestas que eso tiene. Tendremos la oportunidad de apreci:1r
en el pensamiento y la inevitable referencia, al mismo tiempo, hecha no tanto al
asesinato del padre, sino al asesinato del padre muerto; eso no puede entenderse 111 .1m pli amente.
de otro modo.
La próxima vez continuaremos, es decir, que trataremos de ver los últimos ( ) 1ra vez lo veremos.
fragmentos de análisis, y también la manera como ahí podemos avanzar.
¿Tienen alguna observación de inmediato?

Choula Emerich: Sí señor, a propósito de este objeto a que en la neurosis obse-


siva se quedaría todavía suelto, que haría pues que no haya verdaderamente una
d ivisión del sujeto, si entiendo lo que usted dice, ¿lo vincula usted acaso, o no, al
hecho de que para el obsesivo sigue en algún lugar, todavía en función, esta madre
r:rn ca, y entonces no tachada?
60 Parte 1: 1987-1988

1
' lodos los fragmentos de los textos de S. Freud, leídos por Ch. Melman, son traducción de
'. G uerrero.
inco importantes casos clínicos de S. Freud (Dora, Juanito, el Hombre de las ratas, el Hom-
bre de los lobos y el Presidente Schreber) han sido agrupados en una publicación francesa lla-
mada Cinq Psychanalyses, editada por PUF en París. N del T
1 La misma editora francesa, PUF, ha publicado El hombre de las ratas, en una edición bilingüe,
Lección IV
alemán y francés, que presenta el caso e incluye además las notas tomadas por S. Freud a lo lar-
go de la cura. N del T 19 DE NOVIEMBRE DE 1987
~ Referencia al término alemán Unheimlich, título además de un ensayo de S. Freud, que ha sido
traducido en francés como ''Linquiétante étrangeté" [La preocupante extrañeza J y en español
como "Lo siniestro". N del T

Al comenzar, la vez pasada, pude ir con ustedes hasta un punto esencial qu <.· vx i
ge que volvamos a partir de él. Se refiere al hecho de que, en la neurosis obsesi
va, el Otro, como lugar, no se sostendría en un corte, en una frontera, en un llnti
1(.:, sino que se encontraría en una relación de continuidad, de contigüidad co 11
1oda la cadena, de manera que sólo una relación de distancia permitiría man u.:-
11e rlo, preservarlo en su posición, en su valor de Otro.
Es un punto que exige que, de inmediato, volvamos a partir de él. ¿Por qu é?
Si esto es correcto, en el caso de la neurosis obsesiva estaríamos en una relació n
del sujeto al Otro que no estaría marcada por la castración. A partir de esto, ¿en
qué registro estamos funcionando? ¿Neurosis? ¿Psicosis? Ustedes saben que, c.: n
:1lgunos casos, el diagnóstico de psicosis es evocado a propósito de una neuros is
obsesiva de lo más típica. ¡Y se entiende por qué!
Ahora bien, es de manera legítima que hablamos de neurosis: este proceso,
·ste establecimiento del Otro como lugar mantenido por una relación de dis-
tancia, una relación de veneración, como esa que el Hombre de las ratas tien"
hacia su Dama, es decir, mantener entre ella y él algo infranqueable que él se
·ncarga de cuidar -no es lo infranqueable que él encuentra en la estructura y
que tendría que padecer, es él quien va a dedicar su vida a este infranquea ble.:,
·o nstruirlo, pasársela velándolo-, no podemos tomar este proceso -y tenclrc.: -
mos la oportunidad de retomar esto , pero lo digo de entrada- sino com o un
proceso de defensa. Proceso de defensa del obsesivo contra lo que se establ eci<'>
·o n su fa ntasma originario, y que lo deja en una posición, com o lo vim os pa ra
·I Hombre de las ratas, muy exciwda y bien ori entada, do nde él está mu y ca li cn-
62 Parte/: 1987-1988 Lección /V· 19 de novie111hre de 1987 63

te; es un explorador arriesgado pero cuyos mapas están bien señalizados, ¿qué ¡111rlrl' por haber muerto para que yo advenga al goce'', sino más bien como "castrrt ·
k vamos a reprochar? lo rll'lgoce para que no muera el padre". También podemos oírlo de esta man<.:r:t.
Así pues, el fantasma originario instalado en él y ese dispositivo que mencio- h1.1 vo. les haré notar inmediatamente algo sobre lo cual tendremos que volver
no como específico, que es un proceso de defensa pues, de defensa obviamente 1 1p1v me había intrigado, hace años: tuve ya la oportunidad de hablar de esto, :1
·ontra la castración. ¡t111p<'>sil0 de una neurosis obsesiva aparecida en una niña de unos diez años, una
Lo cual le hace temer que al sentir sus intenciones -es otra vez una traduc- lit 11rosis obsesiva integralmente constituida como la que nos relata aquí el Hom-
ción aproximativa, se trata, en el texto alemán, de la palabra Wunsch, palabra difí- /111• rll' /m ratas; me había sorprendido el hecho de que esa neurosis obsesiva s,.
cil de traducir al francés y que la palabra "va:u" 1 no traduce sino de manera apro- l1dd.1 instalado en las semanas que siguieron a la muerte de un hermanito. ¡Lo
ximada, pero en todo caso la palabra Wunsch existe en Freud y se distingue tanto • 11.il podría resultar extraño! Y lo que sin duda les parecerá igualmente extraño,
de la demanda como del deseo, y en este texto tenemos que retomarlo tal cual-, 111 1n digno de atención, es que sucede lo mismo con el Hombre de Las ratas. O
entonces, digamos que tiene la impresión de que sus deseos [va:ux] son acompa- 1 1, 110 recuerdo si esto figura en la observación, o si está en el texto que a conti -
ñados por un sentimiento de preocupante extrañeza2 , lo unheimlich aparece aquí ' 1111.H i<'>n estudiaremos, en las notas de Freud, pero tenía, debía tener tres o cua-
y podemos, justamente, reconocer en él la emergencia de ese lugar, lugar que todo 1rt1 ,1l1os cuando un hermano menor, creo que era una hermana, murió.
el trabajo del obsesivo trata de alejar y, entonces, el hecho de que podría ocurrir '1(· 1HJremos que intentar evaluar cómo podemos comprender esto, que no
algo, en dicha oportunidad, sucederle algo a personas queridas para él; entre otras, ¡-1111dt· parecer una relación puramente de circunstancias, fortuita, ocasional. Y
que le suceda algo a la Dama y que muera su padre. 11 , 11 ·d 1 ·.~ tendrán seguramente la posibilidad de volverla a encontrar -¡no siempre!,
Entonces, "algo a La Dama"... , la vez pasada lo esbocé, muy rápido, como liga- p1 1t1 l' ll otras muchas circunstancias.
do al tipo de destrucción, de extinción que implicaría esa captura del objeto orga- 1 l.1y además, en Lacan, en los seminarios del final, una formulación que mi
nizador del deseo; o sea la empresa de mortificación que implicaría en realidad. 11"' llamó la atención: dice que para el obsesivo la muerte es un acto fallido.
Sin embargo, también podemos oírlo de una manera más clásica, pero igual de \11111 .1 r ncontrar el alcance de esta observación al constatar que en el dispositivo
justa y las sobredeterminaciones son ciertas; ''algo que Le sucedería a La Dama" sería, del 1111,ivo que se organiza el obsesivo, el de ese lugar que ya no está organizado por
·videntemente, que en el momento de esa captura amorosa ella se situara en ese 11111111 tr, sino que se sostiene por una contigüidad, la misma que sirve para man-
orden contra el cual la neurosis lo defiende. Es decir, que se situara en ese orden írt11 1lo ,1 distancia -distancia geométrica, aquí estamos en una topología eucli -
fundado en una alteridad irremediable. En otros términos, que no apareciera sino 1111111 , pu es bien, en ese proceso defensivo, lo que es mantenido en la punta de
como Otro, es decir, castrada. 111 1 1ill'lla es, con seguridad, el soporte cuya imagen más constante es el falo; ese
Y podemos además -es un elemento de lo más clásico que todos los autores i,d1t 1' .1demás representado por la Dama -con una D mayúscula-, pero además
han notado, pero no tenemos ninguna razón para no retomarlo-, podemos decir 1 1111///hrc-dei-padre está encargado de dar cuenta del mismo y, es más, el padre es
algo más sobre -y también lo esbocé la vez pasada-, sobre la muerte del padre: 11111dt1f·11 una representación del mismo -ustedes saben que Lacan, al final, decía
sería que suceda algo con esta captura misma del objeto, puesto que ya nada en 1. ;/ 111r·11os-una, es el lugar, es la bisagra donde se hace la unión. Pregúntense enton-
la cadena lo separa de aquél, a no ser la muerte del padre muerto. 1 t '1 ,ttl11t· lo que es el estatuto de ese padre muerto cuando está así, en la punta de
Ahí también hay otra manera de oírlo. Si el encuentro libidinal, el encuentro 1:1 ,_ 1111·11.1: ¿está muerto o está vivo? Es legítimo plantearse esta pregunta puesto
amoroso se da de manera tal que reanima la posición original, que pone a la Dama q111.' 1 p.1rtir del momento en que no hay corte que sacralice su lugar, el lugar en
! 11 un lugar de Otro, en una alteridad radical, es decir, en posición castrada, ese 1p1 l' d1 ·,r.1nsa, y que una cadena continua, ininterrumpida, permite eventualmen-
dispositivo se sostiene, en efecto, en el padre muerto. Quiero decir que el goce, ¡j1lit_<1 •dn :11 mismo y que él mismo circule; nos encontramos ante un caso autén-
el goce fálico, se encuentra ligado, para nosotros, a ese asesinato -no voy a reto- 1i l 11 \' p111l il'icado, digamos, de alguien que está ahí en posición de ser siempre un
mar, ahora, Tótem y Tabú, ni todo el conjunto que ello implica-, pero ustedes ¡1,111 ·1ido y de quien, por último, no se puede nunca saber si está muerto o si esd
saben en qué medida el goce fálico se encuentra ligado a la realización de la muer- \d Vu ' "" 1.d vez de entrada, digamos, en esta forma que le aparece al obsesivo su
1e del padre. En otros términos, la neurosis obsesiva se nos presenta, en cierto I' 11_l1 i: 11'.d. Nunca sabe bien si está mu erto o si t·sr:í vivo y, en todo caso, siempre
modo, co mo el reverso de la religión; es decir, no algo que sería ''demos .~mrÍtls al 11Í 1.1111 l'l 1cmor de decir o hacer algo q11t· p11di n:1 li:t ('nlo morir.
Lección IV: 19 de no viembre de !9R7 6.
64 Parte /: 1987-1988

Esto es para regresar a esa paradoja frente a la cual Freud estaba en una posi- l•'.sd traducido [en francés] como instinto sexual, es Trieb, eine sexuelle lrú-
ión un poquito frágil cuando decía: '~.Pero bueno!¡Tiene miedo de que sus ideas lw, rs decir, una pulsión sexual -voyeurismo- y tendremos que hablar esta vez del
hagan daño a su padre, cuando me entero que su padre ha muerto hace meses, o años!'~ l1tTli o de que esta compulsión se ejerce, en este caso, de manera privilegiada en
Por otra parte, veremos más tarde cómo el Hombre de las ratas tenía, sin duda 11 1\·gistro de lo imaginario, tendremos que hablar de esto cuando tratemos d'·
lo recuerdan, la costumbre, cuando trabajaba, de ir a exhibirse desnudo ante un 11ti1 i'l,a r el nudo borromeo para situar la neurosis obsesiva, y entonces está trad u-
espejo imaginando que su padre iba a entrar, como si esto ocurriera prácticamente 1ido len francés] de la manera siguiente: ''este deseo, corresponde a la obsesi6n pos-
lr'l'Íor". Ahí tampoco va la palabra deseo, es la palabra Wunsch que traduciremos
a la vista de aquel padre.
Es decir, que el obsesivo está ahí en la situación que podríamos recordar como l1•11 f'rancés], a falta de otra cosa, por "va:u". A falta de otra cosa porque "va:u" S''
típica del neurótico hacia el padre muerto. Típica. Y pienso que todos ustedes 11fo·re a "vouloir" [querer]; ¿les parece acaso que Wunsch se refiere a willen? N o,
han podido notar, sea cual sea el lado del diván en que esto se deja oír, en qué 11t 1l'S cierto? El término "va:u" no es, no es, ¿ah?
medida, en qué medida siempre que se habla por ejemplo del padre, no de la
madre, es necesario que ustedes recuerden la biografía del caso, porque no sabe~ /múne Marchioni: Es como en francés, el término "va:u" no es tanto "voit-
/01 r", es más el "souhaii' [deseos, votos, anhelo].
nunca si el padre del que se habla está muerto o vivo. Quiero decir que siempre
se habla de él, verdaderamente como si su presencia estuviera ahí en la realidad, C11arles Melman: Nos quedamos con el término "va:u". Bueno.
no en el Real.
Si este deseo todavía no tiene el carácter obsesivo, es porque el !ch del 11il10,
Entonces, quiero hacerles notar, sobre todo porque se encuentra, me deten-
el yo [moi] del niño -es el !ch- todavía no está en contradicción compl<:1a \ 011
go aquí un momento, se encuentra en el origen de uno de los grandes rasgos clí-
este deseo -con este va:u-, todavía no lo siente como extraño para él - t·x11,1
nicos de la neurosis obsesiva, el temor de haber cometido un asesinato sin haber- fío esfremd, es correcto-. Sin embargo, se forma ya, en algún lugar, un:t opo
se dado cuenta de ello, por descuido. De ser un criminal sin haberlo querido y sición a esos deseos, puesto que un afecto penoso acompaña regularmente ~ ll
sin saberlo. "Sin haberlo querido", pongamos esto entre comillas. Pero en todo aparición. Es evidente que éste existe en el alma de este pequeño sensual - l&i
caso, sin haberse visto haciéndolo. Digámoslo así, eso les da una sintomatología nen Lüsternen, ¿cómo de podría traducir?
bastante rica que va hasta esas obligaciones de dar marcha atrás cuando hace un
viaje en auto, de dar marcha atrás para ir a verificar en tal cruce si realmente no l /·1mfoise Bernard: Es más bien pícaro, es en ese sentido.
1

atropelló a alguien, incluso preguntando: ¿no pasó nada ahí? Es un rasgo que de ( -1111rles Melman: Es decir, que Lust es, de todas maneras, el placer. Entonces,
inmediato podemos poner en su sitio, por la referencia de estructura que de entra- t111 M' ¡mede decir el pequeño bromista.
da les mencioné, situando la manera como el obsesivo se defiende contra lacas- frtmfoise Bernard: Lüsternenheit, es la lubricidad.
tración y que ha sido subrayado de otras maneras, de una manera menos benéfi- ( ,'/111rles Melman: Entonces, de todos modos, el pequeño sensual, o tal vez,
ca, menos clara, en la clínica tradicional al decir que el obsesivo rechaza la castración 1l1 1',\ ll' pequeño lúbrico, ¿por qué no? Ya que, es cierto, se queja de lubricidad.
materna. Lo que habría que oír, como ven, de una manera más diversificada, más \ ,1,1 vrr a su madre diciéndole: ¡mamá, soy un gran lúbrico!
precisa y más rica de lo que habitualmente se testimonia sobre esto. l•'.11 vf'ccto, ya que 'Junto a los deseos que lo obsesionan'', Zwangswunsch-hay en
Entonces, sigamos ahora nuestro examen del caso. Freud nos dice 3: 1111111 l'I tex to, tendré oportunidad de retomarlo alguna otra vez, una serie de com-
¡111•.11 j¡ >1 H.:s alemanas alrededor de la palabra Zwang-, la Zwangsidee, está trad uci-
Me entero con sorpresa de que su padre, siendo el objeto de sus obsesio-
il 1 11·11 l'r:in cés] como obsesión, es la idea que obsesiona; los Zwangswunsch, so n
nes actuales, ha muerto hace varios años. Los fenómenos que el paciente sitúa
en sus seis, siete años, no son solamente el principio de su enfermedad, es su 111 •, d¡·11vos que obsesionan; los Zwangsbefürchtungen, es decir, los temores qu1.·
enfermedad misma. Es una neurosis obsesiva completa, a la que no le falta nin- 1il1w\i( 111 :111; habrá luego los Zwangsimpulse, las impulsiones que obsesionan, etcé-
gún elemento esencial; es .. . un organismo elemental, en cierto modo, y sola- 11 1.i . l•'.nton ces, de todas maneras, ya es un pequeño obsesivo puesto que,
mente el estudiarlo puede permitirnos comprender la complicada organiza-
.. . julllO a esos deseos que lo obsesionan, se forma un Zwangsbefürcht1,1,ng, un
ción de la enfermedad actual. Vemos a este niño bajo la influ encia de un
·o mpon cntc del instinto sexual. l l'111or qu eobscsion:i, li gado íncim:imenr<.: a ese deseo.
66 Parte l: 1987-1988 Lección lV: 19 de noviembre de 1987 (¡

Y es aquí donde reconocemos la neurosis obsesiva: hay a la vez esos deseos In t'H, ¿por qué? Justamente porque no hay ninguna lucha. Hay simplemente rea-
que obsesionan, y obsesiona tanto como esos deseos, el temor que los acom- li·1.1ció n. Es así, ¡y ya está! Un ritual de lavado, por ejemplo, en la histeria pued<:
paña ... 1w d ~c tamente producirse; no quiere decir que estemos por eso en una neurosis
11hscsiva. Entonces, el hecho de que Freud se dé la molestia, ahí, en pocas frases,
Cada vez que piensa en ello es obsesionado por el temor de que suceda d1 • ais lar lo que es el núcleo elemental de la neurosis, no es ininteresante para 110-
algo terrible - schreckliches, terrible, abominable-. Esa cosa terrible está cubier- ~ 111r·os.
ta, desde esta época, por ese carácter de Unbestimmtheit típica - Unbestimm- Y luego la observación continúa sobre lo que Freud dice, lo que él llama, ahí,
theit, está traducido en francés aquí, por imprecisión, nosotros podemos tra-
1111.1 formación delirante, es la palabra que utiliza: Wahnbildung.
ducirlo más bien por indeterminación-, esta cosa terrible está cubierta, desde
esta época, por ese carácter de indeterminación típica que, de ahora en ade-
... una formación delirante - es la palabra exacta- que es que los padres del
lante, no les faltará nunca a las manifestaciones de la neurosis.
niño conocerían sus pensamientos, ya que los expresaría sin que él mismo oie.a
sus palabras.
Pero, dice Freud, vamos a saber lo que esconde esta indeterminación. Pues
bien, esta indeterminación se dice de la manera siguiente:
l ,o mencioné la vez pasada y, ahí también, fui muy rápido. Fui muy rápido
1•,1q11 c todo eso está lleno de matices que merecen que no nos precipitemos. ¿Por
Si tengo deseos de ver una mujer desnuda, mi padre debe morir -muss
q118 Si el otro conoce sus pensamientos, es justamente porque le vienen del 0 1ro,
mein Vciter sterben 4; si tengo deseos de ver una mujer en cueros, mi padre debe
morir-; este afecto penoso .. .
li', ., decir, que es del Otro, en el Otro, en el discurso del Otro donde encw.: 1111':1
"11.\ pensamientos, sus deseos sexuales, por supuesto, bien orientados, y entom't'/\
t:' f'rccuente que el niño suponga que sus padres conocen sus pensamientos. 1 1'..~
La palabra afecto en alemán toma claramente el carácter de lo Unheimlichen,
y además hay una palabra que no ha sido traducida al francés, es Aberglaubischen, 1111 vpisodio delirante, digamos, fisiológico. Incluyendo, como ustedes saben, todo
superstición, se la saltaron porque no comprendían lo que quería decir, 111 que van a ser esos juegos en el niño para construirse secretos. Verificar si ha y
1111:1s oscuras. Zonas que los padres no saben .
. . . toma el carácter de una preocupante extrañeza5, de una superstición, y eso ¿Por qué tenemos, en efecto, que retomar esto tal como se lo propongo?, pero
hace nacer, ya en ese momento, impulsiones -nosotros no vamos a traducirlo 111111hién ¿por qué prestarle un poco de atención suplementaria? Pues bien, por la
por impulsiones, les pido disculpas, no es Impulse, es Drang, un acceso-, un 1i1 d 111 siguiente: en el presente caso, quisiéramos decir que el sujeto recibe del
acceso de toma de medidas de defensa para desviar el desastre -Unheiles-, para i l1 ro su propio mensaje. Pero él tiene la impresión de que el Otro conoce sus
desviar la catástrofe. lH'llSamientos, es que se trata de un mensaje en transmisión directa.
¿Q ué es lo que indica el hecho de que, para el sujeto, el mensaje que recib··
Así tenemos entonces una pulsión erótica y un movimiento de rebelión
contra ella; unos deseos (no todavía obsesivos), un temor que le es opuesto (y d1 •l Otro es un mensaje invertido? ¿Qué más indica?
que ya tiene un carácter obsesivo); un afecto penoso y una tendencia a actos 1ndica primeramente que no está, en relación al Otro, en una alienación can
de defensa. Es el inventario completo de una neurosis. 11 wpr imible. Quiero decir que este pobre chico ¡no está en el período de late n-
1 Ld l le ahí un punto interesante. Efectivamente, el período de latencia le fa lta.

Les pasará, seguramente les ha pasado, le pasó además a Freud, en un texto li',I período de latencia no se establece acaso a partir del momento en que no es
¿de qué año? Creo que es un texto en el que habla de la neurosis obsesiva, en el 1110 de manera invertida que el pequeño sujeto recibe su mensaje del Otro? Es
que menciona, en una mujer histérica, la aparición de compulsión a lavarse. No il1·1·ir, con el establecimiento de un Real en el que ese sujeto que él constituye, ese
recuerdo si es antecedente o posterior, no importa mucho. Pero, en todo caso, no t 1jet o que lo representa, puede sostenerse y constituye, en el campo del Orro,
basta que aparezcan compulsiones que obsesionan para que estemos en una neu- 1111.1 zona, una zona de sombra, un agujero en el Otro, pero que también es un :1
rosis obsesiva. En la histeria, hay compulsiones que se instalan y que pueden tomar n11:1 de sombra; es decir, que le asegura, en cierto modo, esa impresión de imp11-

un carácter obligatorio, como si fuera una neurosis obsesiva. Y, s.in cmh:irgo, no 11idnd, de poder pensar sin que de inmediato el Otro sea inform ado. Ya qw.: des
68 Parte l: 1987-1988 Lección I V: 19 de no viem bre de 1987 (¡9

pués de todo es justamente a esto a lo que llega el término de este proceso. Si no, ... ¿Qué significa la idea del niño de que su padre debe morir si él siente di chos
el sujeto se queda, efectivamente, atrapado en ese delirio que consiste en estar con- deseos sexuales, que su padre deba morir? ¿Es tan sólo un absurdo, o hay a<.:a
vencido de que el Otro sabe todo el tiempo, está ahí todo el tiempo espiándolo. so algún medio para comprender este pensamiento, para captar en éste la r<.::i
Y no solamente espiándolo, sino que sabe incluso antes que él lo que va a decir. lización necesaria de procesos y de fenómenos anteriores?
Entonces tenemos tal vez que asociar, en esa circunstancia, el hecho de que
hay, en ese momento, en ese niño, esa idea delirante que me parece fisiológica; ... Conozco otros varios casos de neurosis obsesiva crónica que empezaron dl'
quiero decir, que podemos sostener que hay, en la infancia, una edad que podría- igual modo, a temprana edad, con similares deseos sensuales, acompañados de
siniestros temores y de tendencia a actos de defensa. Es un principio .. . típ ico,
m os legítimamente calificar de psicótica, esa edad en la que él toma el mensaje
aunque no sea ... , probablemente, el único tipo posible.
que le viene de sus padres en el modo directo. Ustedes saben, esos niños que uste-
des han podido observar, con quienes se han podido encontrar, no sé cómo cali-
Ven cuán importante es, en estas entrevistas preliminares, buscar la neurosis
ficarlos, niños un poco loros, así. Tenemos cierta dificultad, al escucharlos, para
infantil, en qué medida ella puede aclararnos sobre el estado actual.
comprender quién habla y qué los disociaría, justamente, del papá o de la mamá.
Tengo la impresión de que esa manera reduplicada es el discurso del Otro que es
Algo más - dice Freud-, con respecto a las experiencias sexuales precoces
masivamente transmitido en ese momento. Es más, por lo general, el terapeuta, del paciente, antes de pasar a la exposición de la segunda sesión. Casi no pode
que es sensible, lo más a menudo, a dichas situaciones, explica que habrá que mos negarnos a reconocer que éstas hayan sido particularmente abund ant es
hacer algo, que habrá que enviarlo a la escuela, que habrá que romper un poco eficientes. Sucedía lo mismo en todos los otros casos de neurosis obs<:s iv:1 q11<•
la proximidad, que no anda muy bien que digamos. Pero lo que podemos hacer he podido analizar. El rasgo característico de la actividad sexual precO'I. 11111 H.1
además es asociar esta permanencia, la permanencia de ese momento psicótico le falta, contrariamente a lo que tiene lugar en la histeria. La neurosis o hst·~iv.i
fisiológico en el niño, con el hecho de que este niño no entró en la fase de laten- permite reconocer, de manera mucho más clara que la histeria, que los r , ~ l o
cia. Quiero decir, que no llegó hasta esa zona de sombra donde su subjetividad res que constituyen una psiconeurosis no residen en la vida sexual actu al, ,'\ i 1111
podría sostenerse sin estar así directamente expuesta a la irritación sexual que vie- en la de la infancia. La vida sexual actual de los obsesivos puede parec<:rk tot.d
ne del discurso de los padres y que lo lleva, digamos, a estar constantemente obse- mente normal a un investigador superficial; incluso a menudo presen ta 1m·11os
sionado por sus pensamientos. factores patógenos y caracteres anormales que la de nuestro paciente.
Otro testimonio de este hecho que además ustedes ya han tenido es que, después
de todo, cuando va a quejarse con su mamá de sus erecciones, podemos legítima- Entonces, lo que tenemos aquí, al final de esto que no es sino la primera sesión,
1'N 1:t repetición de la pregunta sobre la elección de la neurosis.
mente decir que una de las motivaciones de esta queja consiste en que efectivamen-
te hay ahí algo que no anda, en la medida en que él no está privado de su pene. Y ustedes saben cuánto le importaba a Freud, y lo vuelve a hacer aquí, es dec ir
1•11 1909, si no me equivoco, el atribuir la elección de la neurosis a la elección de
Puesto que ustedes saben que, siguiendo a Lacan, decimos que lo que esta-
blece el fantasma originario es del orden de una castración simbólica y también l.1 vxperiencia sexual, del tipo de experiencia sexual que había tenido. En otros
de una privación real. Lo cual organiza la infancia. Ése es el estado de la infan~ 11\nninos, a una experiencia sexual vivida en la pasividad y seguida de asco: his-
cia. Es estar, vivir en cierta privación, pero con la promesa de que a la salida, nos 11 ·ri :i; a una experiencia sexual vivida en la actividad y acompañada de placer: ncu-
lo liberan, nos lo devuelven en muy buen estado. 111sis obsesiva.
Freud prosigue: ¿Podemos en lo inmediato contentarnos con estos dos temas que retoma, par:i
1101101 ros, al final de este primer párrafo? ¿O acaso, por el tipo de nuestras rcfr:-
Se ve claramente que esta neurosis infantil elemental implica ya su pro- ll ' IH'Ías, no se nos invita a buscar más bien lo que determinó la elección de la ncu-
blema y su aparente absurdo, como toda neurosis complicada del adulto. 111sis en disposiciones de estructuras desemejantes?
Podemos decir que hay, en general, una repartición por sexo. N o es obli ga-
No se necesita confrontarse al ejercicio sexual para ser neurótico y todas estas 1111 io; los casos de neurosis obsesiva fem enina no escasean en absoluto e, igual,
observaciones nos lo recuerdan. lrn rnsos de h is te ria masculina.
70 Parle /: 1987-1988 Lección. IV: 19 de no viembre de 1987 71

Entonces, habría una manera un poco caricatural y humorística de dar cuen- t.11fo - volvem os aquí al problema de la relación con ese padre, que no puede nun-
ta de esto: ¡así es! El niño obsesivo ha pasado por la castración, resulta portador 1 , 1 cstar del todo muerto, que incesantemente removemos en su tumba.

de una subjetividad, y eso es lo que lo incomoda. No la quiere bajo ningún con- Ven que el asunto de la elección de la neurosis se nos presenta, al término de
·cpto. No tiene otra preocupación que la de deshacerse de esta subjetividad que, 1·s1a lección, de una manera un poco diferente. No fundamentalmente nueva, ya
para empezar, es pecaminosa por definición, que además es libidinosa; pecami- qt 1<.: creo que hemos tratado bastante el asunto, pero podemos, sin embargo, com-
nosa con respecto al padre, libidinosa con respecto a la madre. Es realmente prender mejor lo que la formulación de Freud, de que la anatomía es el des tino ,
demasiado. Luego, una subjetividad es lo que tiende a darles cierto sentimien- 110 nos permite confirmar. Ya que decir que la anatomía es el destino sería justa-
ro de soledad, ya no hay ese lazo con el Otro, con los padres de quienes les habla- 1nenre olvidar o dejar de lado lo que mencionaba hace un instante: hay niños que
ba hace un rato. Entonces el niño obsesivo sería el que no tendría otra preocu- •,¡· <:olocan en la posición histérica, es decir, en el lugar del Otro, y que van a com-
pación: suturar su subjetividad, si es cierto que la subjetividad, topológicamente, prnmeterse en una defensa, como la niña, en una defensa e ilustración del padre,
se sostiene de un corte; borremos, hagamos realmente como si no lo fuera, como 1 l(' I padre muerto, con dispositivos obviamente diferentes, y para la niña la posi-

si no hubiera ningún corte en el tejido. Mientras que la pobre niña histérica que 1 l1i lidad de quedarse en el lado viril y de organizar entonces neurosis obsesivas muy
ha pasado por la misma castración, en la misma posición masculina, pero que t I¡>ic:1s.

se vio, por su destino femenino, despachada injustamente al lugar del Otro, a Entonces, es finalmente la estructura quien tiene siempre la última palabra.
ese lugar Otro en el que debe hacer valer su feminidad, no puede apelar a su sub- 1 '. 01 110 además era de esperarse. No es ni la historia - no es poca cosa decirlo- , ni
jetividad; decir, pues, así que, en una oposición simétrica, la histérica sería la l.1 l'xperiencia, ni la anatomía, es decir la biología; quien se la lleva, lo que g~111:i
que, al contrario, por estar despojada de aquélla, quisiera afirmar una subjetivi- 111 rsta situación en última instancia es la estructura quien lo decide. Sea cual fu t
dad en un lugar donde justamente tendría, en principio, que renunciar a ella, 11 • «I sexo, sean cuales hubieren sido las experiencias iniciales, cual fuere incl uso
en el que tendría que perder su alma. Finalmente, lo que podría dar cuenta de 11 li i .~to r ia .
la elección de la neurosis sería, en cierto modo, ese descontento, esa disgrega- Sob re este punto también tendremos que dar explicaciones algún día.
ción sentida en ambas partes. P:1ra concluir esta noche, voy a decirles algo más a propósito de un punto qu '·
Podemos decir algo así. Pero en la medida en que sabemos que la neurosis, 1111dn.: mos oportunidad de retomar ya que es importante y, felizmente para nos-
¿qué es? La neurosis es una defensa contra la castración. Entonces es igualmente !111 ns, cs mencionado en este principio. Es el asunto, que será retomado más tar-
legítimo retomar que la castración no se presenta de la misma manera para el niño 1 l1 , 1lt- la propensión obsesiva a utilizar términos generales y abstractos. Les hi c<.:

y para la niña; en el caso del niño, no loco, es la de la madre que él rechaza, con- 11111 ,1r la última vez que la observación de Freud, en ese caso, estaba construida de
tra la cual se subleva. Es de ella de quien él se volverá, en cierto modo, el caba- 11 i.11 wr:i extraordinaria: el principio es una novela, como si fuera un caso de his-
llero, el campeón. Tratando de preservarla. De preservarla en su rol de poseedo- 11 1f,1, sc lee como una novela, incluso como una tragedia, es así de riguroso. ¿Q ui.
ra de todos los bienes y en particular del Bien supremo. Incluso de él, como 1p111· 1~· decir que es riguroso? Que una vez que las premisas son establecidas, todo
eminente representante de ese bien supremo. Eminente encarnación de ese Bien 1 ,1 dvs:irrollarse de manera infaltable diga lo que diga el sujeto al respecto.
supremo - volveré posteriormente sobre lo que esta precaución produce en la clí- Y l11ego está, pues, esa segunda parte que consiste en tener percepciones gene-
nica- y entonces, es por estar primero en el Otro por lo que el niño neurótico 1.d1 '•sob re el asunto.
quiere obturar la castración -no es primero en la suya en la que piensa, es la que ,. Por qué podemos comenzar, desde ya, a decir algo sobre este problema qu "
está en el Otro la que le es intolerable, insoportable, tanto que se atribuye, por ,1 dl'cir verdad, un viejo problema filosófico? Un viejo problema filos ó fi co
supuesto, la culpa de ello. Y entonces, en el niño, es en la medida en que defien- 1p11 1 on1enzó con los estoicos y que consistía en decir que las especies y los gé ne-
de a su madre contra ese destino, por lo que se vuelve obsesivo. Mientras que en 111 ~ 110 ttnían existencia, que los términos generales no tenían existencia en la rea-
la niña, de manera inversa pero sin embargo simétrica, en la niña con vocación !1.I 1d . (~ ui cro decir que no había sino términos particulares, podíamos enco n-
histérica, es la del padre la que es rechazada. La niña, la niña con vocación histé- [1 1111ns 1:1 1o cual caballo. Nunca nadie se enco ntró en un prado con el concepto
rica, se destina ampliamente ya a hacerse el representante mejor armado en la tie- ¡11_ 1,ti1,dlo. Se trataba entonces ahí c.k un :1 rn nst rucci6n de un término general, d"
rra de ese padre muerto, que hay que hacer valer con toda su potencia y resuci- 1111 1c•1111ino ge néri co.
72 Parte/: 1987-1988 Ll'Cci1í11 IV: 19 de noviembre de 19H7 3

Es algo seguramente retomado, aunque de otro modo, en la querella de los sariamente en ese caso una manera de hacerse el hombre, pero en realidad hahd:1
universales. Es un asunto retomado en el pequeño círculo psicoanalítico, y con que estudiarlo a propósito de casos muy precisos. En otros términos, hacer ts tu
cierta torpeza, cuando algunos analistas dicen que ningún concepto, ningún tér- dios de casos de ese tipo.
mino que tenga incidencia conceptual debe ser tomado en cuenta ante una his- ¿Alguna otra cosa?
toria de neurótico, de ahí un rechazo, ¿no es cierto?, a todas las conceptualiza- ]ean Périn: Es la cuestión del padre muerto que no estaría del todo mu t rto.
ciones. Ya sean éstas freudianas, lacanianas, u otras ¿no es cierto?, pensando que Me pregunto sobre la atracción de todas las tradiciones, las transmisiones, de.; l:1s
son construcciones de tipo obsesivo. costumbres y todo eso. ¿Acaso lo que acabo de enumerar aquí, en cierto modo ,
A propósito de este caso, nosotros mismos tendremos ahí que avanzar, es decir, acaso estaría vivo en los hábitos si no hubiera esta cosa entre el padre muer10 y
tener que decidir. Cuando Freud introduce sus conceptos, sus Zwang... , Zwangsi- no realmente muerto?
dee, ZwangsbejUrchtungen, Zwangsimpu!se, ¿no estamos acaso ya en su mundo? Uste- Ch. Melman: Sí, eso es. La religión se mantiene por eso.
des saben cómo sucedió que algunos pacientes de Freud se quejaran, tal vez legíti- ]ean Périn: No sólo la religión.
mamente en ciertos momentos, de que era con las palabras de él que Freud abordaba Ch. Melman: Seguro.
el caso de ellos y no con las palabras de ellos. Tenemos, me parece, un poco de suer- Pero es tal vez más sorprendente cuando lo encontramos a propósito de.; 1111
te porque van a ver. .. suspenso ... en qué medida este caso nos permite avanzar problema privado, cuando es la religión que recibe una elaboración docrri11 :d,
algunas proposiciones al respecto que son, a mi parecer, más fecundas. cuidadosa, atenta, debidamente discutida, muy elaborada, muy fina, mi c.; 111 r:is
Esto es todo por esta noche. qu e aquí vemos algo que se construye solo, en alguien que además no tiene.; 11i11
¿Les queda acaso un poco de vigilia y de espíritu crítico para hacer algunas guna propensión especialmente metafísica y que funciona en ello como si lo supi1·
observaciones? ra desde siempre.
Roland Chemama: No sé si tengo realmente en mente todo lo que um:d li .1
Christiane Rabant-Lacóte: Tengo una pregunta que plantearte sobre lo que di cho esta noche, pero tengo la impresión -usted me dirá si es exacto- de.; t ¡t1t·
serían esos pseudo-síntomas obsesivos en la histeria. Lo que te pone, me parece, 11sted ha desarrollado más bien la especificidad de la defensa contra la castraci<'l11
en una posición bastante diferente a la de Freud en relación a la cuestión de la 1·11 el obsesivo, más que de su castración.
elección de la neurosis. Quisiera preguntarte qué función les atribuyes en la his- Ch. Melman: Exactamente.
teria. ¿Sería acaso, por ejemplo, un refinamiento de la manera, para la histérica, Roland Chemama: Lo que hace que uno se interrogue sobre lo que pasa co n
de hacerse el hombre, o sería acaso otra cosa? Hay también un asunto que me 1·s1a castración que no marca la relación del sujeto con el Otro; ya no recuerdo
interesa mucho, es cómo se desencadenan, porque tengo la impresión de que se d >rno lo decía usted: la relación del sujeto con el Otro no está marcada por la cas
desencadenan algunas veces gracias no a un duelo, sino a rupturas y no me lo 11:1ción. Entonces, ¿qué debe ser esa castración para que no marque la ... ?
explico. Tengo la impresión de que eso se desencadena y de que es muy difícil de Ch. Melman: No sé si me he expresado bien. Lo que quería recordar sobre rodo
1· 11 realidad es más un recordar que una idea nueva- es que lo insoportable del suj<:
hacer desaparecer, y no sé ...
Ch. Melman: Creo que para abordarlo tendríamos que llegar a la cuestión del 10 no es su castración. Lo que uno mismo soporta es increíble, él está dispu es to :t
acto en el obsesivo y todavía no estamos realmente ahí, ya que merece un des- .dgo peor y a mucho más, es a que sea en el Otro. Entonces lo que digo aquí es 1111
arrollo particular en la medida en que me parece -pero me gustaría ser desmen- 11·rn rdar el hecho de que las neurosis son ante todo defensas contra la castración dt"I
tido- que lo que se produce en la histérica son sobre todo acciones obsesivas, ( )1 ro. Lo retomaré sobre todo para tratar de mostrar cómo en nuestro caso esto tenía
mucho más que pensamientos o rumias propiamente dichos. Puede haber pen- 1111:1 incidencia clínica particular. La elección del otro a quien él negaba esta caSLra-
1 i1'111 ... En el fondo, para el obsesivo, que el padre esté castrado -vamos a decirlo
samientos o temores que obsesionen, pero habría que recordar, creo, en qué medi-
da éstos no tienen todos los caracteres de la obsesión que vemos aquí y, además ,¡,( no es molesto, sería incluso lo contrario: ¡que deje a mamá tranquila! Pero q111.·

Lal vez, también, por qué son naturalmente en ella acciones, iterativas, que se repi- \1·.1d Otro, como Otro materno, es al parecer lo que él no podría admitir. Digo
ten. Propongo entonces, si te parece, que esperemos ese momento aunque sea, hirn: no es sino con esta finalidad con la que retomaba este punto.
1:1' vez, para desarrollar ese problema de la diferencia. Ya que no creo <]lit' sea nece- l<:nton ces el 12 de diciembre str:í d gr:in :1cro de la escena de las ratas.
4 /'arle /: 1987- 1988

1
La palabra "v!Eu" puede traducirse como "deseos" (en plural), "anhelo". N del T
J cr. nora 4 de la lección precedente sobre el título de este texto freudiano.
1
Ch. M elman retoma el caso leyendo la traducción francesa intitulada Cinq psychanalyses,
l ~d. PUF, París, p. 204.
~ Referirse al texto alemán: sigue una frase que no es retomada aquí (cf. p. 389 T. VII de las
C. W de Freud).
Lección V
'
1
r ;f. nota 4 de la lección precedente.
10 DE DICIEMBRE DE 1987

l ,.1 semana pasada, en mi presentación de enfermos, examiné a una joven, de 11110.~


1n:inta y cinco años, polaca, que vive en occidente desde que tenía veinte :1hrn ,
dl'sde hace más o menos unos quince años, y que contaba -estaba ahí por· 1111
i111cnto de suicidio- una historia muy triste y deprimente, marcada por fracaso ~
•.r rces ivos en su intento de hacerse un lugar y de hacerse reconocer; y era claro, :11
l111 :il del examen, que no solamente no había salido de su estado, sino que se
1•11contraba más que nunca trabada en él de una manera que difícilmente podfo
vi 11vérsele favorable.
P:ira el diagnóstico de esta joven dije, no sin provocar, como de costumbrt,
C\ 111 ás ... suelo de vez en cuando provocar un poco de emoción, pues bien, dij t•
q11r lo que ella tenía era ser normal.
[una voz en la sala: "sensiblemente normal"] .
. . . Sensiblemente normal. Y luego puse de todos modos esta pequeña res·
111cci6n que introdujo un poco de alivio, me parece, si recuerdo bien, entre las
¡11•1so nas que estaban ahí escuchándome, dije: pero una normalidad eslava. Lo
1 pH' po r supuesto inmediatamente permitió distanciarla.

l .es recuerdo esto porque claramente me pareció, por los ecos que pude tener
di·I 111ismo, que este diagnóstico, que sin embargo es eminentemente lacan iano ,
1 ~ ti" dia gnóstico no fue en absoluto comprendido. Fue incluso interpelad o dt:

111.1111: r:1 bastante viva, a saber, cómo podía decir yo que alguien que andaba ta n
111 .il y cuyo destino parecía tan delicado podía ser calificado como normal.
Mi: parece que la dificultad para co ncebi rl o - ya que creo que sobre este tér-
1111 110 pod emos ser muy precisos- , b difi cul rad para concebirlo es que el imagi -
/,1 •c1'/ón V: JO de diciembre de llJK7
76 Parte 1: 1987-1988

nario nos lleva, nos incita siempre a poner el síntoma del lado de la neurosis y a ser abordados de manera propiamente analítica. Por ejemplo, esa paciente que
pensar entonces la normalidad como el estado que podría no tener síntoma. Los examiné aquí, ella no invocaba a algún sujeto-supuesto-saber, sino para mejor
términos de "enfermedad mental" de "salud mental", etc., van todos muy evi- umplir su ley. De ninguna manera en un movimiento de llamada a él, de tom:u·
dentemente en el mismo sentido. Si hay una enfermedad mental eso quiere decir, referencia en él para sublevarse contra este desorden del sexo, del corazón , dd
por supuesto, que hay algo que a semejanza de lo que pasa con el cuerpo pode- mundo. En ella esta llamada no se daba, en cierto modo, sino con el fin de cu ni·
rn os llamar salud mental. Ahora bien, déjenme repetirles que basta referirse a plir aún mejor su ley. Es por eso por lo que la histeria, que me sigue interesando
Malestar en la Civilización para saber que el síntoma es ante todo, para nosotros, tanto, se presenta evidentemente aquí entre dos, bifaz, puesto que después <.k
u na manera de vivir normalmente el sexo; el síntoma es ante todo nuestra mane- todo, si seguimos a Lacan, ella no es ... ¿qué? Ella no es sino un discurso, es decir,
ra normal de vivir el sexo. No es necesario que retome para ustedes esos juegos que es parte de la norma, de la norma de eso que teje el lazo social. Y además y:1
excelentes de Lacan que decía "la norma mále"1, es decir, el síntoma. he dicho abundantemente que ella era, en cierto modo, una de las expresio n<.;1>
¿Cuál es, de manera más exacta, la diferencia -tal vez voy a tratar de abor- más sensibles y más finas de la norm(a) mále. Por supuesto en esta norma ella es
darlo de una buena vez-, la diferencia entre neurosis y estado normal? quien dice que hay algo que no anda. Pero no es sino para reclamar mejor su apli-
La neurosis es lo que le sucede a un sujeto que se defiende contra la castra- ;ación. ¿La aplicación de qué? De la castración. Eso lo sabemos. Sabemos que l:i
ción, eso es la neurosis. Es el síntoma el que en ese momento le cae encima, y en histeria es una pasión de la castración.
su movimiento para defenderse contra la castración, él se apoya, que sea obsesi- No hago sino parafrasear lo que, por otra parte, ustedes saben, es decir, q11r
vo o que sea histérico, solicita al padre, a ese al-menos-uno en la medida en que ;I anhelo histérico es el de un deseo que no sea satisfecho. ¿Qué quiere decir es10?
aquél no está castrado. Es justamente por eso por lo que estas neurosis son siem- Si no que, justamente, es el anhelo de ser tomada por la castración como el coni
pre neurosis de transferencia. La transferencia es interna a la neurosis y el análi- pafiero varón, de estar como él de lleno en la norm(a) mále.
sis no hace, en cierto modo, sino liberar, digamos, aislar su pureza. Y se puede ¿Cuál era el síntoma de la mujer que examiné? Su síntoma consistía en qiw
ver en un análisis, como lo saben, que los síntomas desaparecen literalmente para dla pedía que su existencia sea reconocida de derecho; y que el lugar en que dl.1
no dejar sino la neurosis de transferencia. l'Staba, en que esa existencia estuviera, sea un lugar con límites respetados. l ~ra
Entonces luego se dice que el analista tiene que ocuparse de la neurosis, esto más o menos eso, creo que quienes estaban allí estarán de acuerdo. Y para basar
simplemente para recordarlo; lo que hace que a la neurosis podríamos también l' ll cierto modo su existencia, ¡buscaba al hombre, con H mayúscula, que se la

definirla como la rebelión privada contra un estado social, colectivo, pero rebe- g:1 ra ntizaría!
lión que sigue siendo privada, contra un estado colectivo que nos parece que trai- Pero el problema que ustedes percibieron, que su existencia retomaba, bueno,
ciona el designio paterno. rn n un afán de repetición muy dramático, era que en la medida en que ese déflci1
¿Y el estado normal, qué es? p:ira ella -lo que ella sentía como un déficit, es decir, el hecho de que esa exis1e11
El estado normal es estar, con respecto al significante, con respecto al Otro, da no fuera reconocida de derecho-, en la medida en que este déficit funcionab a
en un estado bastante correcto para de lleno sufrir sus efectos, es decir la castra- p.1ra ella como ligado a la castración, porque ella se vivía ahí como castrada, incl11
ción. Y eso sin nada que sea del orden de la resistencia, del orden de la defensa. ,•,ivt si es en el registro de la privación que ella lo expresaba -pero es, sin embargo .. .
Y es justamente por eso, en este estado normal, lo que en cierto modo le da su 1por qué?-. En seguida les diré por qué podemos decir que es como castración corno
gravedad y tal vez incluso su carácter tan difícil de tratar -ven cómo es divertido 1•11:1 lo vivía -de golpe, todas sus tentativas hechas para culminar, hechas pues par;1
el tener que tratar un estado normal-, es que la transferencia justamente en la q11t esta existencia, la suya, sea por fin reconocida, legitimada, autentificada, ga r;111

medida en que falta ese aviso defensivo de la neurosis, esa organización defensi- 1i•1.:1da de derecho, todas sus tentativas estaban evidentemente destinadas a fracas:ir,
va que el neurótico establece con su llamada al padre en su subjetividad; en la 1 oti la repetición que ustedes pudieron comprobar-. ¿Por qué a fracasar? Simpl e;~

medida en que esa instalación falta en el estado normal, puesto que se trata, al 111rnre porque en la medida en que para ella resultaba ser la castración la que, en
1 il' rlo modo, organizaba ese déficit-ese déficit es también lo que ella más quería--,
o ntrario, de vivir plenamente esa dependencia, esa relación con respecto al Otro,
'S evidente que en este caso la transferencia puede faltar de manera rad ical. Fal- 1111n110 que es, a pesar de todo, por ese déficit por lo que su poco de existcnci:1st·
ra. Y es justamente por eso por lo que estos estados presentan csr:1 difi c11lr:id para 111.1 111 cnb y que el goce, aunque fu era m:'lsoq uista, estaba asegurado para clb. l•'.l l:i
1)
/,1•('('/n 11 V: JO de diciembre de l <JR7
78 Parte 1: 1987-1988

estaba entonces en ese dispositivo, al que sin duda ustedes tal vez no prestan sufi- ciar ahora a la llamada que había hasta aquí buscado en un semejante, que sea
icnte atención, y era que lo que ella quería no lo alcanzaría, indiscutiblemente, nun- hombre o que sea mujer, y que entonces ahora, en el punto de su recorrid o, la
a. Es justamente por eso por lo que estaba atrapada en una repetición, como yo l:videncia que se le imponía era que necesitaba defenderse ella misma ante la jus
mismo me repito al decirlo, cuyo carácter dramático seguramente sorprendió a todo Licia, que no podía contar con ningún abogado puesto que perfectamente hahfo
el mundo, con la impresión de que eso no tenía ninguna razón para arreglarse. percibido la agresividad fundamental de éstos.
Porque, además, ¿qué? Lo que era menos claro era que, por no poder hacer- En el hecho de ya no querer contar sino consigo, hay evidentemente una neu-
se valer como ex-sistenté2, no le quedaba más que la otra salida, la otra solución, rotización. Es ahí donde hay neurotización, puesto que querer contar consi go
la otra posibilidad, que es, para cualquiera, el hacerse valer como objeto. Y eso es mismo es una defensa contra la alteridad y efectivamente el hecho de que la rela-
por supuesto lo que ocupaba un lugar cada vez más grande en su recorrido, que ción con el semejante pase necesariamente por esta dimensión agresiva que sab1·-
había sido marcado por episodios de prostitución y había razones para pensar rnos.
que aquella inclinación no podía ir sino agravándose, solamente hacia la realiza- Si llamo su atención sobre este problema, ¿por qué es?
ión de un estado de degradación. Pues bien, es para que notemos, notemos que finalmente el diagnóstico de
Trato entonces de hacer valer, dentro de esto, lo que estoy recordando, hasta normalidad no es un diagnóstico cuyo pronóstico sea tan, tan favorable.
este punto, como un estado normal, es decir, el estado de alguien que no hace, Un prototipo de lo normal - si me lo permiten, voy a decirlo corriendo el ries-
en cierto modo, sino agarrarse de la pasión de la castración, inscrita en el Otro, go de resultarles chocante- es el Golem, es decir, ése que ha sido puesto en mar
sin defensa. dia, ése a cuya mecánica se le ha dado cuerda y que funciona sin preocupars<: y;1
¿Por qué esa restricción: una normalidad eslava? dl' nada más que de aquello que ahora desfila y sin otra preocupación que la dr
Perdónenme, no es para evocar el alma romántica de Chopin y todo lo demás. dar sus vueltas; y para concluir sobre esta paciente, su reivindicación, una de SlL'>
Si mencioné eso, es simplemente porque resulta que esa dificultad de hacer reco- 1t·ivindicaciones, era de encontrarse con Verdad, Justicia y Honestidad.
nocer su existencia se encontraba en la realidad con circunstancias políticas pre- Sin embargo, como lo saben, la verdad nos está escondida. Ni hablar de encon
cisas que hacían simplemente que de su padre, haya sido éste jurista u oficial supe- 1drsela, así; encontrarse con ella es más bien del orden del trauma. Si yo, aquí,
rior, ella no podía esperar la más mínima garantía. Y es por eso por lo que desde les digo un poco demasiada verdad ... no es aceptable. Es nuestra relación con el
sus veinte años se dirigió sistemáticamente a hombres venidos de occidente para Nignificante lo que nos pone en esa relación sesgada con respecto a la verdad.
tratar de hacer que se la llevaran. Sin embargo, siendo una persona más bien agra- Justicia, pues bien, de ninguna manera en nuestra relación con el Otro obte-
dable, inteligente, la paradoja era que no pudo sino ir de fracaso en fracaso; quie- livmos, nunca, la más mínima justicia puesto que lo que le cedemos es nada, para
110 tener a cambio más que un semblant. ¿Cómo quieren que alguna vez eso s1.·
ro decir que no le era posible, en cierto modo, obtener, realizar lo que parecían
sus deseos esenciales. 1·q11il ibre? Y no me detengo por supuesto en todas las condiciones, condicion<.:s
Si le prestan todavía un poco de atención a esta historia clínica, pues bien, 111· estructura, que hacen que siempre estemos, además, en deuda.
habrán podido notar en lo que ella contaba, con qué pureza se distinguían las l ~n cuanto a la honestidad, es decir la referencia al honor, es una dimensión
relaciones normales en la medida en que ellas sostenían la vida psíquica: relacio- 11.1 l'l icularmente frágil.
nes con el otro, con los semejantes, relación con el Otro como lugar del cual jus- '1odo esto para hacerles notar que esas reivindicaciones, por ejemplo, verdad ,
tamente es esperada la palabra fundadora, la relación al padre, la relación al falo, p tHt icia, honestidad, en otros términos esas cosas buenas en ella, no eran en rea-
· incluso los elementos propiamente paranoicos que son constitutivos - Lacan es l1d:1d - ustedes me dirán: ¿y eso no es neurotización?, ¿no es defensa?- ... No d<:l
L:111 claro al respecto, tan explícito, tan maravilloso- , que son constitutivos de indo, puesto que son rasgos que acompañan de manera muy frecuente, muy regu-
nuestras identificaciones. Y todo esto se instalaba en ella con una especie de niti- l.1r, que acompañan a la situación de dependencia en la que estamos con respcc-
dez., una especie de pureza, una especie de claridad, cuando todo esto no era, 111 al Otro, y en la medida en que ese Otro nos esconde la verdad, en que nunc:1

·omo lo digo, sino los elementos constitutivos regulares de la psique. 1•.,t.1 mos seguros. En que para la justicia, ¡vuelva otro día! En que para lo de la
Entonces ella había llegado al punto, ahí, cuando la vimos, en q11c había com- ltt ltll'Sl ic.bd digo que el honor es muy difícil de sostener puesto que a su mi rada
prendido que nunca podía contar sino consigo y que rc n(:i c 111oi 111·~ qtH' rcnun- ¡i.11'lTC cn cierto modo no importarle.
80 Parte 1: 1987-1988
Lección V: 10 de dicie111/)r<! di' llJH7 81

Es to entonces para recordarles que la relación del analista con el síntoma es ron desde el principio de las maniobras ya que sentía cierto interés en demos
una relación que no puede dejar de tomar en cuenta estas incidencias de la nor- trar a los oficiales de carrera ...
malidad, de la cual estoy describiendo uno de los cuadros ante ustedes.
Sucedió que Lacan hiciera este diagnóstico y que subrayara, sin embargo, que Los oficiales de carrera, eso se dice en alemán Berufioffizieren. La Beruf, es 1:1
alguien normal no era especialmente fácil. ¡Bueno! profesión, pero más bien en el sentido de vocación, hay una noción de llamada . ..
Si sobre este punto tienen con respecto a esa persona ...
Lo lamento porque estaba apurado cuando se terminó. Les lancé entonces ese ... entonces sentía cierto interés en demostrar a los oficiales -digamos- de voc 1
diagnóstico y no lo desarrollé. Teniendo en cuenta la incomprensión que vino ción -aquí hay una imperfección en la traducción francesa- , que éramos cap:1
después, me pareció oportuno hacer, aunque no sea sino un recordatorio, ya que ces ...
roda lo que les cuento aquí ustedes lo saben, pero parece que no es superfluo
recordarlo.
La traducción francesa dice: que los oficiales de reserva ... en alemán, es on.I,
Hay un libro en el que algunos de ustedes seguramente se han interesado por 1 hay un impersonal.
diferentes razones. Se llama la Biblia. ¿Qué es? Es el catálogo de los síntomas de
lo que llamamos la normalidad, es decir, que cuando tenemos la suerte de tener ... que uno era capaz no solamente de instruirse, sino también de saber aguan -
un hermano, la primera preocupación que tenemos es la de hundirle un cuchi- tar. Entonces un día marchamos desde X, y en una parada -entonces ustedes
llo en el lugar preciso ¡Y ya está! Y si además el hermano tiene privilegios, enton- sabrán que en alemán parada se escribe Rast, en una parada, Aufder Rast- per-
ces en ese caso ni hablar, si tiene un rebaño, si tiene una mujer, con mayor razón. dí mis lentes ...
Y luego si podemos venderlo y hacer un buen negocio, no hay que dudar, y así
sucesivamente. ¿Qué otra cosa es? Si ustedes leen este libro con la seriedad que En alemán lentes se escribe Zwicker. Zwicker es una palabra que para nosot ro.~
merece tendrán ... ¡Miren, es puro Lacan! Tienen ahí establecida, en lo que suce- vs interesante porque Zwicken quiere decir pellizcar, atrapar entre dos dedos; quil·
de, la enumeración de lo normal, es decir, todo lo que constituye las figuras de 1·c decir, al mismo tiempo, atormentar, acosar (Zwickerviene de zwei, dos) .
nuestras alienaciones por el significante, una vez que está ordenado por los-nom- Y entonces perdió su Zwicker,
bres-del-padre. Es justamente en eso en lo que es un libro original y que atravie-
sa el tiempo. Con respecto a esto no se desgasta. . .. y aunque fácilmente hubiera podido encontrarlo, preferí no hacer atrasar 1:1
Habiendo recordado esto, vamos a proseguir con la historia del Hombre de partida.
las ratas, es decir de alguien, así es, que no aceptó. No aceptó que las cosas sean
así; a él lo normal le pareció anormal, difícil de vivir y entonces tomó el camino La partida se dice Aujbruch. Curiosamente la misma palabra, en el lengu:i.j'-
de la neurosis. q11irúrgico, quiere decir entrañas, ¡curioso! ¿Por qué? No lo sabrán esta noch e ...
Y nos habíamos quedado en "el gran temor que obsesiona"... ¡1~ueno !
Es la sesión en la que el paciente cuenta, pues, a Freud el evento que lo inci- Y entonces no quiere hacer atrasar la partida y envía un telegrama a su ocu-
tó a venir a consultar: 1ista,
en Viena, pidiéndole que le envíe otros lentes por correo:

Era en el mes de agosto durante las maniobras en X ... . .. en esa parada -Rast- , estaba sentado entre dos oficiales ... - entre, se di ct·
zwischen-, estaba sentado entre dos oficiales - zwischen ... ¡estaba acorrabdo d
Maniobras en alemán, es Wájfenübung, Wájfenübung, es decir, que son en rea- pobre!-, entre dos oficiales, uno de los cuales, un capitán - lo que se dice Hrmpt
lidad las maniobras armadas, es más explícito; entonces dice: mann, un hombre superior-, que tenía un nombre checo, iba a tener una sig
nificación para mí. Lo temía, hasta cierto punto, porque era evidente que k
.. .Antes de esas maniobras, me sentía muy mal y estaba atormentado por todo gustaba la crueldad. No quiero decir que fuera malvado, pero durante la co mi-
tipo de pensamientos obsesionantes, Zwangsgedanken, pero q111: se ap::i cigua- da se había declarado varias veces partidario de las penas corporales.
8 Parte /: 1987- 1988
L ección V.· JO de diciembre de 1987 8'.'

Prügefstrafe, Prügel, es el palo, Strafe, la pena, y Prügelstrafe puede en realidad Y entonces, por supuesto ...
1rad ucirse como penas corporales, pero, bueno, no implica la noción de matra-
ca, de palo. el paciente interrumpe su relato para asegurar cuán extraños le resultan cs1os
pensamientos y en qué medida todo lo que sigue se desarrolla en él con una
.. .Ahora bien, durante esa parada, tuvimos una conversación durante la cual rapidez extraordinaria. Y al mismo tiempo que la idea, también hay siem¡m·
el capitán de marras contó que había leído la descripción de un suplicio prac- la sanción - es la palabra alemana Sanktion- , es decir, la medida de defens:i a
ticado en Oriente, particularmente espantoso[ ... ]. En ese momento el enfer- la que debe obedecer para impedir que tal fantasma -Phantasie- se reali c<.:.
mo se interrumpe, se levanta y me pide que le permita evitar la descripción de Cuando el capitán hubo hablado de este horrible suplicio y que las ideas sur-
los detalles. Yo le aseguro que no tengo ninguna inclinación a la crueldad, etc. gieron en él, al parecer logró librarse otra vez de las dos ideas con su fórmul:t
Pero que no puedo permitirle cosas de las que no dispongo. habitual, Aber, pero acompañada de un gesto de desdeño y con las palabras
que se dijo a sí mismo: Pero bueno, ¿qué te imaginas?
La respuesta de Freud es divertidísima. Y Freud añade:
Lo cual se dice en alemán: Wás follt dir denn ein, en otros términos, ¿qué se
podría igualmente pedirme que le regale dos cometas. te ha metido? ¿Qué es lo que cae adentro? ¿Qué es lo que te penetra adentro?. :1
propósito de estas dos ideas. Entonces,
Lo cual es muy divertido porque, como le veremos más tarde, podemos pen-
El plural (las dos ideas) -dice Freud- me llamó la atención, así como debi ó
s:i r en efecto que la neurosis obsesiva intenta, en cierto modo, organizarse alre-
resultarle incomprensible al lector. Ya que no hemos oído hablar, hasta ahora,
d<.:dor de dos cometas, aunque sea buscando, por supuesto, hacerlas coincidir.
sino de una sola idea, la de la dama sufriendo el suplicio de las ratas. Tuvo q11 t·
Pero ya veremos eso. En todo caso, es Freud quien le dice: ''usted podría igual- confesar entonces que otra idea había surgido en él al mismo tiempo qu e la
mente pedirme que le regale las dos cometas': ¡Perfecto! primera, la idea de que el suplicio se aplicaba también a su padre. Dado que
Entonces Freud lo invita, ¿no es cierto?, a vencer sus resistencias, y dice: su padre había muerto hace mucho tiempo, que este temor era en consecuen-
cia aún mas absurdo que el otro, él había tratado de retardar aún un poco más
Voy a ayudarlo, ¿se trata acaso de empalamiento? ( . .. )No, no es eso, pero el confesarlo.
se ata al condenado - Verurteilte, el condenado-, se lo ata, se vuelca sobre su
trasero -es la palabra alemana Gesdjf-, se vuelca sobre su trasero un frasco en Lo que podría haberles señalado es que Freud escribe esto cuando el pacien-
el cual se introducen ratas que se . .. -se levantó y manifestaba todos los signos te dice que la idea que le había venido era que este suplicio le sucedía a una per-
del horror y de la resistencia- que se hunden scma que él quería, pues bien Freud escribe lo siguiente:

Y es Freud quien debe añadir: después de unas cortas preguntas, comprendí que esta persona era la dam a

"en el recto" -In den After. En ese momento, dice Freud, notamos en el rostro Y preguntas en alemán se dice Raten.
del paciente una expresión compleja y extraña -ustedes conocen eso- que no Estamos entonces ahí, evidentemente, ante una organización cuya simpli ci-
puedo traducir sino como el horror de un goce por él mismo ignorado. dad merece un largo desarrollo. No es solamente por el carácter en cierto modo
n1uivalente de sus ideas, que le vienen en ese momento, y de las ratas, litera l-
En ese momento -dice el paciente- , me vino a la mente la idea de que eso mente, puesto que las acompaña con esta observación: ''¿Qué es lo que te calw
le sucedía a una persona que yo quería. Respondiendo a una pregunta de mi 1dentro? ¿Qué es lo que te cae adentro?" Sino también porque tenemos, en esos
parte, dice que no era él el ejecutor del suplicio, que éste se realizaba de una deseos que se le imponen y la defensa contra esos deseos, la sanción tomada con-
manera impersonal. Y adivino pronto que esa representación se refe ría a la 1r:i esos deseos, tenemos por supuesto el núcleo de la neurosis. Tendremos qu·'
dama amada por él. ..
dtrn llado, no podemos contentarnos de lo que sería una aprehensión intuitiva o
84 Parte /: 1987-1988 Lección V: 10 de diciemhre t/(! 11.JH 8.

simplemente comprensiva, como si fuera de suyo. Tendremos, al contrario, que Bueno, esa sesión termina en cierto estado de confusión para el paciente. Lla
recalcar el carácter tan extraño de este proceso. Pero antes de hacerlo y para hacer- ma "mi capitán" a Freud [risas].
lo mejor, vayamos hasta el final de este párrafo esencial, es decir, que va a ser lue-
go ese otro suplicio que gira alrededor de la imposibilidad de pagar una deuda, Probablemente - dice Freud- , porque al principio de la sesión yo h:1hí:1
su deuda. observado que yo no era cruel como el capitán y que no tenía la intención dl·
Puesto que al día siguiente, ese famoso capitán cruel, Hauptmann, le entregó atormentarlo inútilmente.
d paquete que llegaba de Viena, con sus lentes, su Zwicker, y le dijo:
Durante esta sesión -añade Freud- , me enteré además de que, desde el
el Teniente A pagó por ti el monto, debes pagárselo ... principio de sus obsesiones, el paciente pensaba que las penas que debían ca<:r
sobre la dama y su padre los herirían no solamente aquí abajo, sino en la eter-
El monto en alemán es Nachnahme, nehmen es tomar, nachnehmen es tomar nidad. Hasta los catorce o quince años había sido escrupulosamente creyente.
Desde entonces había evolucionado y era actualmente un librepensador. Resol
después, es un envío contra reembolso - recibió algo contra reembolso; debe reem- 1
vía esta contradicción con el razonamiento siguiente: '¿Qué sabes tú de la vid:1
bolsarlo,
en el más allá? ¿Qué saben de ello los demás? Ahora bien, como nada pode
mos saber, no corres ningún riesgo, entonces hazlo'. Este hombre, de cos t u 111
(Tú) debes pagárselo al Teniente A que pagó por ti. En ese momento se bre tan inteligente, creía que este razonamiento era impecable y utiliz:ih:i : 1 ~1
forma en él una sanción: 'no devolver el dinero, si no aquello sucederá', es
la incertidumbre de la razón para ese problema, con ventaja para sus idc:1s 1·vli
decir, que el suplicio se verá aplicado a la dama y a su padre. Surge en él, siguien-
giosas abandonadas.
do un esquema que él conocía bien, una orden ...
Entonces viene luego la tercera sesión en que es él, este paciente, qui en 1irnt•
Está entonces el Teniente, el capitán cruel que le dice: "(Tú) debes pagar-¿no
que responder al brindis hecho siempre por los oficiales activos, por los ofici:ilv,,
es cierto?-, al Teniente A, las tres coronas ochenta que pagó por ti". Se le opone el
1k vocación, para los señores de la reserva. Eso es muy divertido, die Herren 1H1 11
imperativo, la sanción: "No devolver si no el suplicio ocurrirá a mi padre y a la
lf'r Reserve, pero ...
dama". Y es seguido, según un esquema que él conoce bien, por ...
Habló bien para responder al brindis, pero como en un estado de sonam-
... una orden, una especie de juramento -Eid, en alemán-, para combatir la
bulismo, ya que en su interior su juramento seguía atormentándolo y argu -
sanción: (tú) pagarás las tres coronas ochenta al Teniente A, lo cual dice casi
mentos y contra-argumentos luchaban en él.
en voz alta.
Es inútil que retome lo que ustedes han leído. Conocen el texto. Está si rn -
Es decir, que regresa, en cierto modo, a la formulación inicial del capitán cruel.
plvmente el hecho de que, cuando organizó todo un circuito que debía permi -
111 k contactar al Teniente A en su pueblo, ir con él a la oficina de correos con <.:I
Dos días más tarde, las maniobras terminaron. El paciente pasa esos dos
1(·n ic.:nte B para pagarle y partir luego a Viena, el punto que nos interesa es qu <.:,
días esforzándose para pagarle a A la pequeña suma.
1 11.111do llega a la estación con esas intenciones, un mozo de equipajes le pregun -

1.1si <.:s el tren que va a Viena el que quiere. Como el mozo le ha preguntado eso,
Y entonces no lo consigue puesto que cuando quiere pagar el dinero al Tenien-
1 1 l'l·sponde que sí. Responde que sí puesto que,
te A, éste le dice: "No he pagado yo por ti, es más no me ocupo del correo, es el Tenien-
te B quien pagó por ti". Entonces el paciente es sumido en la más grande confu-
.. . un hecho consumado se había creado. Lo cual lo alivió mucho.
sión, salvo que le viene la idea de que irá con A y Bala oficina de correos y que
podrá a través de este intermediario pagar el dinero a A, quien lo dará a la emplea-
da de correos, quien lo dará al Teniente B. Y así el reembolso será efectuado y él
el mozo quien iba a decidir su trayecto con su invitación, con su prcgun-
11'.s
l ll 1)11ran tc el viaje, se le ocurrió otra vez. q11c podría bajar, regresar al pueblo cn
habr:i cu mplido su juramento.
86 Parte l: 1987-1988 J,c1·1'/ií11 V: JO de diciembre de 1987 8

donde se encuentra el Teniente A, etc. Pero como ha reservado un billete, un tic- a toda velocidad: '.í1nte todo, no devolver esta suma, ya que si la devuelvo el suplirio
kn para el vagón-restaurante, si tiene el ticket no puede hacerlo. Finalmente lle- se produce y se aplica a mi padre y a la dama". Y luego, de inmediato, regreso dd
ga a Viena, donde va a buscar a ese amigo que siempre ha sido para él un apoyo imperativo: "(Tú) devolverás las tres coronas al Teniente A".
y le cuenta su historia. Y ese amigo jugó su rol habitual que es el de reconfortar-
lo, ele tranquilizarlo. Y por otra parte se descubre, en el diálogo que tiene con ese
am igo, que en realidad no debía ese dinero ni al Teniente A ni al Teniente B, sino
a la empleada de correos; bastará entonces con enviar telegráficamente ese dine-
ro a la empleada de correos que adelantó esa suma para estar liberado. Campo de
mamobras

Habiendo dejado a su amigo y habiendo regresado donde su familia, el Oficina de


correos de Z Estación
paciente fue atrapado de nuevo por sus dudas. Ya que los argumentos de su de P
amigo no diferían de los que él mismo se había dado y no se engañaba sobre
la causa de su calma pasajera, que no se debía a la influencia personal de su 3 horas ..._
Dirección
amigo. La decisión de nuestro paciente de ir a consultar a un médico estaba de Viena
hábilmente intrincada en su 'delirio', puesto que quería consultar a un médi-
co para que éste le diera un certificado aseverando ante el Teniente A y el Tenien-
te B que éstos debían acompañarlo para ir a reembolsar esta suma. Pero final-
mente es a Freud a quien va a ver y ya no le habla de ese certificado. Pueblo en que
se encontraba A

Me pidió - dice Freud-, muy razonablemente, que lo liberara de sus obse-


s10nes.
¿Qué tenemos que considerar?
Varios meses más tarde, cuando su resistencia llegó al máximo, estuvo una Para empezar, en esta primera formulación, "(Tú) vas a devolver el dinero al
vez más tentado de ir a P., de encontrar al Teniente A, y de escenificar con él
//•11iente A'', aunque sólo sea gracias a ese destinatario particular, el tú asociado al
la comedia de la restitución del dinero.
1111p<.:rativo que lo acompaña, podemos reconocer en ella el mensaje que viene del
( )1 ro. Lo que de inmediato se formula es del orden de una contradicción, de una
Entonces, en el punto en que estamos a propósito de esta deuda, no pode- oposición, de un rechazo. No es asumido, en el ejemplo que aquí tenemos, bajo
mos insistir, no podemos hacer grandes avances; ni siquiera sobre el hecho de que l,1 lorma ele Yo, sino del infinitivo. En alemán es así, Nicht das Geld zurückgeben,
el asunto planteado es el saber que se trata de reembolsar, y la elección no es sola- 1111 dwolver el dinero. No devolver el dinero porque si no eso va a suceder, sonst
mente del hombre o de la mujer, sino que la elección se sitúa además entre dos 1:1vltieht das, sobreentendido, escribe Freud, el fantasma del suplicio de las ratas
hombres. Cuando lleguemos un poco más lejos veremos cómo podemos enten- 1I 11.1d re y a la dama. Y luego, entonces, de esa disputa, de esa oposición, vuelv"
der, interpretar este montaje. l,1 1;1 rrnulación del imperativo precedente que viene del Otro, con una intensi -
Podría también ser interesante dibujar, pero lo haremos más tarde - el dibu- d.id, una fuerza duplicada que dice: "(Tú) debes devolver; tu devolverás las tres coro-
jo está en la página 237 de la edición francesa-, dibujar el trayecto que debe hacer /i/ 1 othmta': "Du musst dem Oberleutnant die 3 Kronen 80 zurückgeben". Lo qu··
el paciente. Es un trayecto en cruz y no es al azar que, en cierto modo, se dibu- il h 1· c:1si en voz alta.
jan en él los circuitos que tendría que haber efectuado, pero lo haremos, esto tam- 1'.s interesante para nosotros primeramente porque encontramos ahí el pro-
1

bién, a su debido tiempo. En cambio, lo que puede intrigarnos ahora mismo es 1111 i¡H> de lo que podemos llamar ... ¿por qué no llamarlo en seguida una lógica
lo siguiente: es que asistimos a una sucesión de órdenes contradictorias. La pri- l11 v,dl·111'C? Está el imperativo. Está lo que le da la vuelta en forma de oposición:
mera: "(Tú) debes devolver al Teniente A la suma que pagó por ti". De inmediato, 11
"11n Y lucc:o el regreso, en un tercer ri<.:n1po, del imperativo reforzado después

88 Parte !: 1987-1988 Lección V: JO de dicie111hre de l <JH 81)

de esa oposición. Estamos entonces ahí en una lógica, y la veremos desplegarse vnto nces a provocar ese tipo de tormento que posee al Hombre de las ratas, sin
poco a poco, en una lógica bivalente, la del sí o la del no; la que además será for- sabe r ya lo que debe hacer.
malizada por el más y el menos, o por lo verdadero y lo falso. ¿Por qué hay esa fórmula: "Si cumplo esta sanción, el suplicio va a cumplirsf!, t'!
¿Por qué esta lógica bivalente es tan instructiva para nosotros, tan impor- s11plicio va a ser aplicado a mi padre y a la dama'? Es demasiado pronto para res-
1ante? Por razones muy simples, razones que ustedes adivinan: ella prescinde de ponder a esto, pero podremos darle una respuesta. Lo que quiero mostrarles, so bre
1oda referencia tercera. Es una lógica de dos valores: el significante opera ahí en iodo, ahora mismo, es el carácter Otro del mensaje que se le impone, co n ese
la neurosis, sin dejar otra posibilidad que ser interpretado en el registro ya sea dob le aspecto de ser imperativo y particularmente de designarlo como el Tit. El
de la orden, ya sea de la prohibición; ya sea de la afirmación, ya sea de la nega- 111,;cho de que el retomar subjetivo no es posible aquí sino en forma de un inftni -
·ió n. 1ivo, en el caso presente, "no devolver", hay un "(tú) devolverds" y no es: no devol-
Ya hemos tenido oportunidad de abordar ese trabajo sobre el sentido opues- vl·ré; no devolver: el infinitivo es una forma verbal interesante sobre la cual, tal
10 de las palabras primitivas, llamadas primitivas, frente a un significante. La sig- vez a propósito de este caso, tendremos que hablar algún día, la prueba, digo pues,
11 iftcación que él produce puede ser contradictoria en la medida en que lo que se t k esa bivalencia que va a extenuar al obsesivo.

impone aquí del Otro excluye la referencia tercera, es decir, para ser más explíci- Esto, y aquí voy a concluir, puede verse reforzado, para nosotros, por esa sumi -
to, no se apoya en un real, o sea, el significante no se apoya sino en su propio ,\i<'in ante lo que él llama ''el hecho consumado", es decir, algo -y eso es lo diver1 i
orden. Una lógica bivalente, una lógica que funciona a través del más o del menos, do- que en esa situación dual. . ., él está ahí entre: "(tú) devolverás" y "no dt'110/
no se refiere a nada más que a su propio orden, no remite a nada más que a sus tll'r", y hay algo ahí que accidentalmente se presenta en posición tercera, indirl·cta,
·lcmentos. 1·1 mozo de equipajes: "Usted toma el tren de las diez, sobrentendido, hacia Vif'l flt",
Ante ese mensaje que viene en estas condiciones del Otro, un sujeto no pue- y eso es lo que le dará, en todo caso, una posibilidad de salir de esa inmovili1.:1
de recurrir, para responder a este mensaje, no tiene otra manera de endosarlo, 1i1'rn en la que se encuentra y le permite irse, es decir, algo que no funciona t.111
para ser más explícito, sino retomándolo en forma de . . . no tiene otra virtualidad 111 t:omo un imperativo, sino que zanja en ese dilema, ¿no es cierto? Y es ta mhi l-11
presente, para nosotros, en la cadena, sino en forma de contradicción, es decir, 1111 hecho que tenemos que notar.
u na virtualidad que está ya incluida en el orden significante mismo. Pero le es l ~so es.
evidente, al sujeto que realiza esta operación, que pierde al mismo tiempo toda 1 le intentado hacerles percibir, en el camino, esas referencias a las palabras
erteza. .il c1nanas, Rast, la parada; Raten, las preguntas que Freud mismo va a plantearl e;
Tendemos quizá a olvidar que lo que mueve nuestra decisión, nuestra para- v1111os al principio, la vez pasada, que una de sus amas de llaves se había conver-
da, nuestra elección, no puede organizarse sino a partir de la referencia tomada 111 lt> en la señora Hofrat; lo que pierde es un Zwicker, tiene un zwischen; y so por-
en ese lugar tercero -tercero debido a la bivalencia del significante- que consti- 1,1 pnmanentemente cosas que están marcadas por el Zwang. No podemos pen-
LUye el real; y eventualmente del apoyo que tomamos en aquel que supuestamente ;ll vv idcntemente que todo este conjunto es una casualidad. Podemos ver en éste
está en ese real. 1111.1 determinación, por supuesto, una insistencia en estas producciones del incons-
Pero a falta de este apoyo, quiero decir que si ese lugar no es preservado, man- ' i1•11ll' y, de m anera muy precisa, del juego de la letra. Tendremos que epiloga r
te nido como tal -y sabemos que es la castración la que lo mantiene-, el sujeto en 1il1rv el hecho de saber por qué es más específicamente en la neurosis obses iva
·ierto modo no tiene otra opción, para retomar ese mensaje que le viene del Otro, ¡1111· lo que la letra resulta cargada de tales efectos, mientras que en la histeri a nos
q ue darle la vuelta, lo repito, lo vuelvo a decir, en forma de negación, negación p111voi.::1ría hablar de lo que sería más bien una secuencia literal. Sería más bi e11
de este mensaje: "no devolver'', aunque éste se repita en forma de imperativo refor- 1 l1 111rden del significante que de la letra. Entonces nos fascina muy rápido, en el

·1.aclo como acabamos de verlo, pero sin que pueda, nunca, decidirse sobre la con- 1 t'• º pn:sente, la manera como algunas letras insisten cuando ocurren esas mani-

ducta que adopta puesto que lo que él reenvía al Otro está organizado por la mis- ln i.wio nes tan d iversas y veremos cómo, en las notas tomadas por Freud a pro-
ma trama. No es un mensaje invertido, sino que lo que reenvía al Otro es el mismo ¡•milo de este caso, se aíslan en una circunstancia muy particular. Hay letras qu t
mensaje del Otro, simplemente en negativo. Se encuentra entonces, de golpe, 1 .il1,l.1n de ma nera enigm ática, que incom odan mucho a Freud y de las cua les
ante dos opciones, digamos, de valores semejantes, de valores idémicos, que van l1 d1l.11·v111os a su deb ido tiempo.
90 Parte!: 1987-1988 Lección\!'.' JO de diciembre de 1987 91

Eso es, ¿tienen preguntas?


onocido juego de palabras en que Jacques Lacan, al pronunciar "normal", deja oír "la non11r
male" [la norma masculina]. N del T
Christiane Rabant-Lacóte: Me preguntaba si ese infinitivo no sería un ger- ~ Ch. Melman insiste en hacer oír el origen etimológico de existir: exy sistere, estar fuera. N del '!.'
manismo. Podríamos pensar que no es únicamente un germanismo puesto que 1 El pronombre impersonal "on" puede reemplazar a otros pronombres, sobre todo a "nosotros",

·n francés [y en español] también puede decirse el imperativo en forma de infi- pero puede traducirse por el impersonal "uno": en ese caso uno traduce, de manera impcrso·
nitivo. ¿No podríamos acaso entender ese infinitivo como la aparición, la situa- nal, al conjunto de oficiales. N del T
·ión justamente de la letra? Porque, después de todo, es lo que podemos leer con
nuestro infinitivo. ¿No habría una simetría entre: "(tú) no debes devolver" y "(tú)
devolverds", etc., y luego ''no devolver'? ¿No podríamos acaso oír ahí algo que indi-
que un orden, iba a decir desequilibrado, significante, y luego otro, leído, a par-
ri r de algo escrito?
Ch. Melman: Sí, sí, es muy justo proponerlo así. No creo que sea simplemente
la forma, que esté ligado a la lengua alemana, ya que habríamos podido tener,
incluso en alemán, a la respuesta del "(tú) debes pagar'', una respuesta inconsciente
de tipo: "si pago, ¿no es cierto?, pues bien, el suplicio se producirá". Ahora bien,
lo que se produce en el inconsciente es: "no pagar". Entonces, efectivamente,
¿podemos acaso entenderla como una expresión escrita de una orden vocal? Es ... ,
o sea hay que buscar, en efecto, hay que ver, hay que reflexionar sobre esta pro-
posición.
Sea lo que fuere, es parte de lo que incomoda mucho a Freud en el transcur-
so de esas sesiones y que él llama el carácter muy confuso e indeterminado de lo
que el paciente llega a decirle y de lo cual, además, Freud se queja por no poder
1raducirlo para el lector, por no poder dar cuenta perfectamente de eso. Pero pode-
rnos pensar que el carácter confuso e indeterminado está justamente ligado a for-
mulaciones de este tipo, ¿no es cierto?
Ahora, ¿no es acaso también, diría, uno de los procesos, una de las respuestas
obsesivas frecuentes, clásicas, justamente el oponer al "tú", la indeterminación de
aquel al que eso se dirige? Y la forma infinitiva, digo, merece que reflexionemos
sobre ella, que la analicemos. ¿Qué es ese uso? ¿Qué quiere decir una forma infi-
nitiva?
Jean Périn: A veces esta forma ha sido relacionada, por los gramáticos, al anhelo.
Ch. Me/man: Sí, pero no solamente el anhelo.

Retomaremos esca pregunta la próxima semana.


Lección VI
17 DE DICIEMBRE DE 1987

( :omo vieron la vez pasada, lo que desencadenó ese famoso episodio obsesivo dl'
l.1s ratas es la pérdida ocasional, aparentemente, de un instrumento que no t•s
1'11alq uiera puesto que se trata de unos quevedos, de unos lentes, el Zwicker; L'I>
dt•cir, que para nuestro pequeño mirón, voyeur, lo que durante esta Rast, esta p::ir:1
d.1, se había súbitamente perdido, ¡no era cualquier cosa! Era el instrumento, en
1into modo, homogéneo, congruente con lo que había sido su pulsión voyeuris-
111; su pérdida, la pérdida de ese objeto era, en cierto modo, la renuncia al ins-
11u mento, congruente, como acabo de decir, con el cumplimiento de dicha pul-
•,i1'>11, esos quevedos, es decir lo que, en cierto modo, lo atrapaba, lo arrinconaba
.dií entre dos mandíbulas y que estaba asociado a esa pulsión voyeurista que lo
.wosaba, zwicken en alemán, que lo atormentaba, zwicken que incesantemente lo
,11 rapaba entre dos; y ustedes saben en qué medida el entre-dos, el zwischen qu "
1g11:il mente hemos visto, juega un rol tanto para el mirón, entre dos tablas de la
t l'l'Ca, un ojo, en la pequeña hendidura, que da un poco de luz entre dos cosas

111:1ksq uiera, como para el exhibicionista; para él también tiene que suceder entrr 1
-

rlw, y::i sean las dos partes del abrigo o los dos extremos de la bragueta, poco impor-
1
1.1 , pe ro bueno, es el entre-ellos-dos que en todo lo que se refiere, pues, a la satis-
l.11 ('ÍÓn de la pulsión voyeurista tiene, de manera eminente, su lugar. Lo que resulta
1•111o nccs durante esa Rast, esa parada, lo que resulta entonces que abandona, ya
110 v11cucntra, pierde, es eso que le recordaba que se había tomado su tiempo, en
111·11 0 modo, con respecto a lo que no había que ver, a lo que en todo caso le ince-
" "~.1h:1 al padre en una mujer. Y la pregunta se nos vuelve a plantear, pero ¿qu é
l1 .d1b c111 o nccs que ve r?
94 Parte 1: 1987-1988 Lección VI: 17 de diciembre de 1987 9.

Es una pregunta que, en lo que a mí se refiere, me hice hace mucho tiempo, la imposible vista de su propia mirada ... No sería abusivo decir que para este
sin lograr muy bien resolverla y pienso que es posible, en todo caso para mí, pre- paciente, el volver a encontrar sus lentes habría sido algo equivalente, es decir, la
isarla mejor hoy en día, haciéndoles notar que lo que había que ver y volver a vista de lo que era para él, en cierto modo, el instrumento propio para asegurar-
v<:r, volver a encontrar -es la noción de volver a encontrar lo que nos da la pis- le esa mirada consumada, la mirada de eso que no debería verse, de eso que (k
t::i- , no era el cuerpo de la mujer, en la medida en que ese cuerpo puede ser, como otro modo no podría verse ... Es por eso por lo que podemos entender que duran-
se comprueba, un representante del falo, puesto que para nosotros ese objeto le te esa parada haya preferido, en cierto modo, abandonarlos cuando podía fácil -
d::i su valor. No era el cuerpo de la mujer, era en ella esa zona muy precisa del sexo, mente volverlos a encontrar y que haya pedido, lo que en el texto alemán se lb-
en la medida en que se trataba de verlo y volver a verlo, esa preocupación, esa ma un Ersatz, es decir, un sustituto, o también, podemos decirlo, un semblant.
angustia de correr el riesgo de perderlo, de no volver a encontrarlo, de necesitar Prefirió, en ese episodio, prefirió cederlo, dejar que se perdiera.
erciorarse y comprobar que sí está ahí, eso nos encamina hacia el objeto del que Y eso, se nos dice, para no retrasar la partida, Ausbruch; la partida, Ausbruch,
se trataba y que aquí podemos reconocer, en cierto modo, ¿como qué? No pode- es una palabra que viene del verbo brechen, que quiere decir romper; la partida,
mos llamarlo de otra manera sino como eso que detrás, o en la vellosidad, se disi- 'S decir Ausbruch, viene entonces de romper y significa tanto la partida como el
mulaba para él, el pene como femenino; y esa compulsión de volver a verlo, de quiebre; no quería retrasar lo que ahí funcionaba como quiebre, como rompi -
volver a encontrarlo, nos recuerda que al no poder ser simbolizado, no puede en miento, no necesito forzar por el lado del corte; es por eso por lo que no nos sor-
cierto modo verificarse, en cuanto a su presencia, en cuanto a su manifestación, prendemos intuitivamente cuando leemos esta historia, ya que ella se nos impo
en el sentido propio del término, sino verificándolo permanentemente, acción 11c con una suerte de coherencia lógica que no captamos y de la cual no siernpn·
propia justamente del estado obsesivo; podemos al mismo tiempo y sin abusar podemos dar cuenta, pero se lee como una historia familiar a pesar de ser m 11 y
demasiado, sin ser excesivos, ver en ese afán de verificación, propio del estado 1·xrraña, de principio a fin, y nunca la leemos, sin embargo, como una hisrori.1
obsesivo, el afán de ver que sigue estando ahí -puede ser cualquier cosa, puede L111tástica, sino como algo que tiene su tejido, ¿no es cierto?; pues bien, es extra
ser un gesto que hay que repetir para verificar que sigue siendo posible, que sigue fio que no nos sorprenda el que de manera simultánea, pues, al abandono de cst·
ahí-, podemos ver entonces en esa compulsión bastante general y que puede refe- instrumento, surja, de manera inesperada, lo que va a inscribirse en el registro J ..
rirse a un objeto literalmente indiferente, aparentemente cualquiera, lo que el l.1 deuda: "(Tú) debes reembolsar tres coronas ochenta al Teniente A"y, de inmedia-
Hombre de las ratas nos indica aquí; él nos encamina hacia lo que se trata de vol- t 11, la contraorden "no reembolsar si no eso sucederd". ''Eso'', el suplicio de las ratas,
ver a encontrar así, y permítanme el salto, que puede parecerles un salto lógico 1.111to a la dama como a su papá, y les he mostrado el contraste que había ahí entre
de una afirmación arbitraria de mi parte, pero que sólo vale por el hecho de que 1•1 imperativo de esa orden que se le impone: ';'(Tú) debes reembolsar!" y el infini-
no es el cuerpo de la mujer lo que se trata de volver a ver, sino esa parte bien pre- il vo que va a disponer la contraorden.
cisa de su anatomía que se ha vuelto esencial para su economía psíquica y que la El imperativo es, como ustedes lo perciben, incluso si no fueron a buscarlo
compulsión, el tener que volver a verlo, el tener que volver a encontrarlo, nos da 1.·11 Damourette et Pichon 2 , el imperativo establece evidentemente, necesariamen-
la pista sobre lo que podía ser el objeto en cuestión. Ese afán de preservar un obje- 11 ·, dos personajes: un locutor y un alocutor. Es una forma eminentemente dual
to, que tiene valor fálico, que tiene la equivalencia fálica, ese afán de preservarlo \' \.1bemos el provecho que de ella sacó Lacan subrayando en qué medida es del
se encuentra en varios estados, tanto en el perverso, quien también necesita veri- 11w11saje venido del Otro, con ese imperativo que mata3 , nos dice, es de ahí do11-
ficar que sí está ahí, que no ha desaparecido, pero no puede creerlo sino a con- d1· rn un modo invertido el yo [je] toma su lugar y también recibe, en cierto modo,
dición de encontrárselo, es decir, que su sistema no le da el crédito que le per- 111. <'> rdcnes.
mitiría, en cierto modo, que le daría, en cierto modo ahí, con respecto a esto un 1 l:ibfamos empezado también a hablar del infinitivo, el cual no tiene, al par<:-
poco de tranquilidad; tenemos entonces esta vez una fórmula general que vale 11•1, d mismo tratamiento privilegiado en Damourette et Pichon, pero a propósi-
para nosotros y que se desprende de esta compulsión de volver a ver. 111 d1·I cual podemos, sin embargo, continuar un poco haciendo notar que, co n-
Lo que hace que con esa pérdida de los lentes, del Zwicker, podríamos decir 11 111 i.1 111 cnLe al imperativo "(Tú) debes reembolsar'', el infinitivo tiene la propiedad
que ... Lacan tiene en algún lugar esa fórmula extraña que dice que el Edipo sería d1 v1· 11ir ... ¿diremos de ninguna parte? Quisiéramos decirlo. Vendría de ning11
la vista imposible de sus propios ojos arrancados, en el suelo. En otros términos, 1rn p.1r1 c y no iría a ninguna parte. En 01ros rérminos, no sería necesario que c:I
96 Parte l: 1987-1988 / ,1•1T/1111 \/ /: 17 de diciembre de Jl.)H7 9

infinitivo haga presente, en cierto modo, el más mínimo locutor, ni siquiera algún whre la misma pregunta de lo que engendra el imperativo del tú, es decir, ese yo
alocutor. Después de todo, el infinitivo podría sostenerse solo en un vagón: "No [i1·I cuyo deseo tendría tendencia, espontáneamente a querer contrariar ese impe-
sacar la mano por la ventana". El vagón puede estar vacío, no molesta ni contra- 1.11 ivo, tuve que hacer una presentación en un contexto médico que me había soli-
ría a nadie y de ninguna manera pone en duda la prescripción que está ahí, que l'il:ido sobre el tema de la bulimia y yo había llamado a eso "Algunas buenas rece-
está inscrita. O también podríamos querer decir que si eso pone en presencia un 1.1s :i propósito de la bulimia''; no suscitó muchos ... , no fue muy bien percibido.
locutor y un alocutor, pues bien es además un locutor cualquiera: ¿quién?, ¿de l .. 1 bulimia, en la medida en que la prescripción médica, que consiste en decir al
dónde?, ¿de dónde viene ese mensaje?, ¿quién lo dice? Y también que ese mensa- l11ilímico "(tú) no debes'', pues bien, la prescripción médica, traté de hacérselo
je se dirige a cualquiera. Nadie, en todo caso, que esté especificado en el registro <' 111<.: nder, no puede sino contribuir, sino insertarse digamos en esa dinámica pro-
del tú. Ese tú del cual decimos, después de Lacan, que es de él en cierto modo pi .1 del bulímico, que está hecha de imperativos y de prohibiciones, ¿no es cier-
que el yo [je] afirma su existencia, es porque hubo ese imperativo y sabemos en 10? t•:n ese caso, la prohibición médica preserva la bulimia más que apaciguarla y
qué medida, cuando falta en la historia de un sujeto, puede justamente perturbar 1•111onces traté de sugerir un principio de atención sobre la manera con que habb
ese establecimiento de la subjetividad, que fue necesario en la historia de un suje- i¡11 t· intervenir, eventualmente, en ese campo, es decir, no intervenir con prohi -
to, que se ejerza para él esta voluntad en el Otro, ese imperativo en el Otro para l1 it ·ioncs que no pueden sino contribuir a la dinámica del ciclo, por serle la pro-
que pueda venir a la ex-sitencia, entonces, si es del tú que viene el yo [je], podría- l11hi ció n completamente interna, primera en ese ciclo.
mos decir que el infinitivo se dirige más bien al uso, el usuario si ustedes quieren, l ,:1 contraorden que surge en el Hombre de las ratas: "No reembolsar, si no eso
¿no es cierto?, no sería en absoluto lo mismo que leer: "No saques la mano por la 1t1l'l'rlad ", hay que entenderla como la marca de una Verneinung, es decir, lo que
ventana" y el: "No sacar la mano por la ventana". Y es menos aún lo mismo -voy 11(,1 justamente la respuesta del sujeto, puesto que la Verneinung sería para no
a tratar de hacerlo más perceptible- cuanto que la articulación "No saques la mano .1111 os la mejor huella, mucho más que la afirmación, sería para nosotros la mejor
por la ventana" ... si bien es cierto que establece al mismo tiempo un yo [je], el yo l11wll:i de la expresión del sujeto, del sujeto del deseo, por la vía de la negación .
de un deseo, ¿será necesariamente el de un deseo de qué? Sin que tengamos que ¡; 1111111 ces, ¿hay que entender acaso esa contraorden en el registro de la Vernei-
hablar aquí de transgresión, será muy claramente el deseo de alguien que tendrá 11111,1~. justamente la respuesta del sujeto, así constituida por el tú y que respon -
ganas de sacar la mano por la ventana puesto que, al parecer, es por ese imperati- .1 1, q11 c se manifiesta, que dice su verdad a través de la negación? Es una vía que
vo, por esa defensa por lo que aquél es interpelado o establecido. 11111·111 é seguir, en el primer acercamiento que hice el año pasado a la neurosis
Es además extraño, es raro que esto haya podido sorprenderme, es que la orden 1d,.,1 ·.~ iva y, en particular, ayudándome con una observación de Lacan donde dice
en el registro de tú, para el usuario, la única que encontré se dirige, se le hace al 1p11 • 1·11 la sintomatología obsesiva se expresa un sujeto en la medida en que no
niño, es al niño a quien decimos: "no", "No hagas esto si no tú ... ", "si no te va a l1i1•.1.1:iholirse. Es lo que dice Lacan sobre esto, en algún lado. Puesto que de ordi-
pasar eso", la orden escrita, como si en él supusiéramos el deseo bastante sumiso, 11 11110 ~· I sujeto, el sujeto del inconsciente, el sujeto del deseo, no se expresad "
bastante débil para que esa orden, en el registro del tú, no genere al mismo tiem- 1i¡1 l111.1rio, habitualmente, sino en forma perfectamente fragmentada, incomple-
po esa especie de contra movimiento posible. Si hablo aquí, si utilizo este ejem- 111, 11 .111 sitoria, incluso escasa, en forma de lapsus, en forma de tropiezo, en for-
plo sobre el viajero, es sin duda porque constituye para el obsesivo un ideal, aquel 1111 d(' retruécano, en forma de sueño, pero es en todo caso muy raro que aquel
que puede tomar lugar en el circuito pagando su billete, el precio de su billete y 1¡111• di stinguimos como el sujeto del deseo intervenga a flujo continuo y acose,
sabiendo que al mismo tiempo está en regla, que ya no debe nada, o sea que se 1. 111110 p:1rásito, incesantemente, la palabra o el pensamiento a través de sus arti -

baja, habiendo llegado al término, a su destino, y sabe que pagó, lo cual es un 11il,11 io 11 es; y está entonces esa observación de Lacan de que en el caso del obse-
ideal, puesto que como lo hemos visto, hace un instante, abandonar sus lentes, iv1 1 •,r d:i, pues, un sujeto que no lograría desvanecerse y que se vería así llevado
abandonar ese instrumento "del plus-de-goce", puesto que se trata justamente de 1 i1111·1vl'. nir permanentemente en el diálogo, en los pensamientos venidos dd
eso, parece engendrar, contrariamente a todo pago, parece al contrario iniciar el 111111. 1•'.s r:i ahí todo el tiempo, no consigue borrarse, de lo cual habría que dar
circuito de la deuda; es en cierto modo, una vez que ha renunciado, cuando 1 11111 1,1 lopológicamente, claro; lo haré, pero no de inmediato.

comienza, cuando se abre para él, ahí, de par en par, el registro de la deuda, como l1.11':1l'Sl :1 noche, a propósito de contraorden, me han hecho notar de man era
lo hemos visto, con las dificultades más grandes para poder png:irl:i. Al respecto, 111111 j11s 1:1 q11 e l:i in stru cción militar, en p:ini cular en el ejército alemán, en lo:;
1
98 Parte !: 1987-1988
Lecci<i11 VI: 17 de diciembre de 1987 99

'. jércitos germánicos de aquella época, funcionaba habitualmente por orden y podría disgregarse, todo eso. Es entonces el placer quien aporta al goce sus 11-
;o ntraorden; lo que es también, a decir verdad, el funcionamiento propio de todas m ites,
las instrucciones militares: De pie, cuerpo a tierra, marchar, parar, etc. No voy a
·ntrar en la filosofía de la instrucción militar. . . En todo caso, para retomar la el placer como vínculo de la vida, incoherente hasta q ue otra prohibición , y
uestión de esa contraorden que tan pronto se impuso a su mente, es otra vía que ésta no discutible, surja de esta regulación descubierta por Freud como pro-
voy a proponerles ahora. Esta vía consiste en volver al asunto del carácter con- ceso primario, y pertinente ley del placer.
1radictorio, después de todo, de todo significante como ya lo hemos visto al sobre-
volar ese texto de Freud: Über den Gegensinn der Urworte, "Sobre el sentido opues- Y esta otra, y no discutible, prohibición, ¿no es cierto?, es el proceso secun -
to de las palabras primitivas" 4, el que cualquier significante pudiera entenderse dario. Y más lejos escribe:
o n un sentido opuesto y con todas las consecuencias que ello tiene; y entonces
Lenemos que interpretar ese sentido opuesto de todo significante por el hecho de La verdadera función del padre que es fundamentalmente de unir el deseo
que, a la vez, todo significante está construido como ordenándonos tener que a la Ley6
gozar, es decir, que el imperativo que conlleva es "goza'' pero, al mismo tiempo,
ese mismo significante ¡construye el goce como prohibido! Ésa es la paradoja del ... y hay además una observación de Lacan extremadamente clara y específica al
sistema significante, y como hemos podido ver, es el nombre-del-padre quien va respecto, que no pude encontrar para este seminario, pero que retomaré para uste-
a quitarle ese carácter eminentemente ambiguo del imperativo venido del signi- des y que es igualmente muy, muy, muy . .. explícita sobre esto. En todo caso, y
fi cante y que, como Lacan lo dice en algún lado, en todo caso sobre el fantasma: sin que yo tome aquí referencias clínicas, ya que son problemas que ustedes encuen-
"que vuelve el goce apto al deseo". 1ran en la clínica de manera extremadamente pura y en particular en todos los
Está, por ejemplo, en ese texto de Lacan, sobre "Subversión del sujeto"\ está <.·asos en que el sujeto está en relación con un Otro materno sin que haya inter-
esta frase: venido, o que haya querido, o que haya aceptado la intervención eficaz de un:i
referencia tercera a los nombres-del-padre, ustedes encuentran con naturalidad en
A lo que hay que atenerse es a que el goce está prohibido a quien habla 1al sujeto en relación con ese Otro materno, esa especie de conflicto insoluble
como tal, o también a que no pueda ser dicho sino entre líneas para quien- rntre un imperativo de goce venido del Otro, por una parte, y al mismo tiempo
quiera que sea sujeto de la Ley, puesto que la Ley se funda en esa prohibición nada que lo autorice para ello, la prohibición de realizarlo, es decir, la impresión
misma. de una incoherencia que toma su existencia, sin que sea fácil percibir siempr"
En efecto, aun si la ley ordenara: Goza l/ouis], el sujeto no podría res- nSmo podría ésta resolverse. Les doy esta referencia clínica, que es extremada-
ponderle sino con un: Oigo U'ouiS], donde el goce ya no sería sino sobreen-
111cnte banal y corriente, simplemente para que perciban el hecho de que no se
tendido.
1rata de epilogar sobre el significante, sino que se trata de lo que efectivament<.·
Pero no es la Ley misma quien obstaculiza el acceso del sujeto al goce, hace
solamente de una barrera casi natural .. . nuestra práctica nos permite experimentar.
Entonces, en el caso que aquí nos interesa, ¿orden y contraorden no son aca-
so, en cierto modo, el revés y el derecho, las dos caras del mismo significante? en
. . . casi natural puesto que el organismo es tal que el exceso de goce lo lleva al
sus dobles e inevitables conminaciones, pero que se encuentran, en este caso, emi-
dolor, entonces no es la Ley misma quien obstaculiza el acceso del sujeto al goce,
nentemente separadas, distintas, mientras que es de manera confusa, que di chas
hace solamente de una barrera casi natural, ¿qué hace de ella?
rnnminaciones pueden quedarse pegadas y confundiéndose. En este caso, ellas S"
vncuentran articuladas en su diferencia, en su oposición por lo puesto que al impe-
... un sujeto tachado. Ya que es el placer quien aporta al goce sus límites rat ivo del mensaje venido del Otro, y que interpela al alocutor, que lo interpela
por tener que endosarlo por cuenta del yo [je], se le responde con un infinitivo,
.. .el placer, es decir, la preocupación por mantener un nivel de tensión compa- <.·s decir, lo que al mismo tiempo rvh:ija a aq uél, de donde viene ese mensaje cn
ribl e co n el mantenimiento de la vida, no hay que ir demas iado lejos si no eso <.· I O tro, lo rebaja a se r un cu :il<.p1i n;1, 1111 rn :tlqui er cosa, aunque en el lu ga r del
100 Parte 1: 1987-1988 Lecci611 V /: 17 de diciembre de 1987 1O1

suj eto sea, igualmente gracias a ese infinitivo, un cualquiera, un cualquier cosa que recordar que existe un lugar tercero en la cadena, que no estamos simple-
quien sea interpelado, es decir alguien, para retomar mi metáfora de hace un rato: mente ante una cadena de más y de menos, sino que existe, en alguna parte, u11
"que no esta ahí sino en calidad de usuario, de pasajero'', ¡él estaba ahí sólo de paso! lugar tercero puesto que es de ese lugar donde una intervención cualquiera v:i :1
Co rno ustedes saben, son las recetas de cocina las que suelen escribirse en infini- poder valer como indicativa, indicadora, aunque fuera de manera temporal; lu "
tivo. Siempre son muy, muy interesantes los textos que se escriben en infinitivo. go de haber seguido la prescripción de la misma, vuelve a empezar, o sea que no
Podría además muy fácilmente ver cuáles, ¡pero me parece que la receta de va a estar -esto es lo importante para nosotros-, no va a estar resuelto, no va :1
·ocina no está mal! No está mal tampoco para nosotros en este caso. La Vernei- ser decisivo; ¿por qué hacerles notar esta historia de más y de menos? Porque la
nung dice la verdad del sujeto y no solamente del sujeto en la medida en que exis- operación por la cual esos más y esos menos, esos signos, signos de una presen-
te, sino también su verdad, que su formulación expresa "¡No es mi madre en quien cia o de una ausencia, se vuelven significantes, es decir, terminan siendo, tanto d
·stoy pensando!" y, dice Freud, este "No es mi madre en quien estoy pensando", más como el menos, igualmente representativos de una pérdida, no voy a empe-
pues bien, ahí sabemos que es su madre en quien está pensando obviamente. Si ·1.ar de nuevo la historia que nos tiene hartos, a la larga, la famosa historia de la
hubiera dicho: "¡Es mi madre en quien pienso!", no se sabe, quizás sí [risas]. Pero bobina, es que estamos en eso, es decir, la manera como el signo aquí se desprende
d ijo: "No es mi madre en quien estoy pensando". ¡Ahí sí estamos tranquilos! Es de la cosa y se eleva a la categoría del significante en la medida en que el m;fa
la pura verdad. como el menos serán, por igual, representativos del objeto que ahora simbóli ca -
La contraorden, la contraorden ahí no nos dice nada más que, como acabo mente falta, es decir, que se encuentra al mismo tiempo garantizado; a partir de
de hacerlo notar, el carácter despersonalizado de quien la recibe o quien la emi- t·se momento ustedes ya no necesitan ir incesantemente a verificar si sigue ah(,
te; no tiene importancia. Es decir, fíjense que con esta orden y esta contraorden vstán tranquilos. Ustedes saben que, pase lo que pase, está seguro. La creencin
lo que les voy a hacer notar va a ser bastante gráfico, estamos en cierto modo ante obviamente no viene de otra cosa. En todo caso lo que sabemos es que, a prop<'> -
una sucesión ¿de qué? Digámoslo de la manera más simple, "¡de más y de menos!", si10 de nuestro obsesivo, una intervención tercera será también la de un amigo ...
, " y unos "menos" que se suceden, es en efiecto lo que cau-
H ay ah i, unos "mas l•'.ntonces, sorpréndanse, porque de todas maneras, cuando va a encontrarse co n
sa la dificultad más grande en el obsesivo. No retomo esta noche el trabajo que l'Ste amigo, es evidente que sabe perfectamente lo que este amigo va a decirle; no
hice, hace mucho tiempo, sobre la manera con que el obsesivo buscaba la vía, 1 k:ne ninguna duda al respecto, él, que duda de todo, pero no duda de eso, sab'·
buscaba ahí las funciones de verdad propias de la lógica para tratar de establecer bien lo que va a decirle el compañero; el compañero va a decirle: "Mira, rea l-
en esa sucesión valores de verdad con respecto a las secuencias así descritas, dejo 11 1cnte, te haces problema por poca cosa, tranquilízate, vas a mandar tu dinero a
esto por el momento para simplemente hacerles notar que esa sucesión de más y l.1 mujer de los correos y se acabó". Eso en efecto lo apacigua y es lo que va a hacer,
de menos, donde ya no logra orientarse, puede llevar a esos estados de perpleji- 1>no al día siguiente ¡vuelve a empezar! Intervención tercera, pues, pero no garan-
dad fundamental, incluso de completa inmovilidad en que realmente ya no sabe 1(.i para nuestras ubicaciones topológicas, es muy, muy esencial, o también la
lo que debe hacer y en qué dirección debe ir; pues bien, podríamos pensar que 1111 crvención del mozo de equipajes en el andén de la estación "El señor oficirtl
estamos así ante una sucesión infinita de más y de menos, la de "La carta roba- 111111ri el tren de las diez obviamente". Pues sí, dijo al mozo, en alemán Gepack tril-
da", sin que en ninguna parte esté la cesura; Lacan forja en esa carta robada, uste- ,1: 1·r : es el tipo que lleva los paquetes, lleva un montón de paquetes; pues bien , es
des saben, esa cesura que va a cortar los elementos de a tres, en un primer tiem- 1'•1, es del tipo que recibe así, que endosa los paquetes, de donde viene ese m en-
po, ¡que entonces bastará para introducir un orden! ¡Y exclusiones! Un orden y \ .ljt· te rcero que le indica ahí el camino que seguir.
exclusiones, es decir, una represión, hay elementos ahí que no podrán ir en tal o Sigue habiendo, sobre esta contraorden, una pregunta que se nos podría ocu-
cual lugar de la cadena. Habrá prohibición y habrá elementos que no pueden 11 ir: "¿Podríamos acaso decir ahí que la contraorden entraría, por ejemplo, en las
en trar en la cadena. Bueno, pero en este caso, lo que simplemente quiero hacer- 1 .11t'gorías del S/'. Vamos a decir: ahí está S : la orden, S la contraorden . Serla
1 2
les notar es que en esa sucesión de más y de menos, él termina por no saber de 1111po rtante que pudiéramos decir eso, pero en realidad lo que vemos es que esas
qué lado estar; lo que va a operar para introducir un poco de calma, un poco de dos co nminaciones son igualmente imperativas; en otros términos, ambas pcn c-
descanso, un poco de alivio será una intervención tercera ven id a de un emisor IH'i't·11 :.i l mismo estatuto, ambas vienen del mismo lugar, es decir, que ambas Lic-
absolu ta mente cu:i lqu iera, pero un a intervención tercer:i , t·s d('c ir, q11 v renemos 111 · 11 r:td crc r de si q ue se repi te, :'l llll<¡ll l' Í11 (:r:1, co mo lo hacía notar hace un ins-
1 () Pa rte /: 1987- 1988
J,,.,.,·/ií11 V /: 17 de diciembre de 1987 1OJ

tan te, de manera negativada; es por eso por lo que justamente parece ahí, en eso sis y de la psicosis. En otros términos, si eso reaparece en el Simbólico, q ui e r~·
q ue en el obsesivo funciona como Otro, todos los significantes tuvieran, en cier- decir simplemente que nunca se fue de lo Simbólico. Simplemente una parte d<:I
to modo, un estatuto igual. Es también quizás lo que hace que se vería realizado Simbólico que en cierto modo se mantuvo en tal lugar, que se encontraba en pos i-
el esbozo de los deseos del obsesivo, de que el Otro sea más bien del orden del ción de reprimido; esta observación en cierto modo justifica plenamente la ase r-
mismo, pero de eso hablaremos más adelante. ción de Lacan que nos decía que lo que es reprimido no tiene que atravesar u11
No sería inútil interrogarnos esta vez, pero no podrá hacerse esta noche sino borde para reaparecer puesto que lo que es reprimido no sale del lugar del Sim-
de manera bastante anticipadora, interrogarnos sobre el estatuto de la represión bólico; sin embargo, el hecho de que las defensas no sean las mismas en el caso
·n el obsesivo y ahí también sobre problemas de topología. de la neurosis obsesiva y de la histeria nos obliga a proseguir esta vez con nuestra
Lacan hace notar que la represión no tendría que atravesar ningún borde. Yo interrogación, y es una observación, esta que les hago, que es tan poco arbitrari :1,
dije:, en alguna parte, en un viejo seminario, que la represión tenía que atravesar quiero decir que el hecho de que en la neurosis obsesiva la represión se sostenga
un borde y tendré algún día que retomar eso e intentar dar explicaciones al res- en la metonimia es una observación, digamos, tan rica clínicamente, debería n
pecto. agradecerme por hacerles notar esto ... , que encontrarán en la neurosis obsesiv:l
¿Qué quiere decir que la represión no tendría que atravesar ningún borde? Si dificultades que no entenderán al principio y que son que el sentido de lo qu e:
lo que es del orden del consciente y del inconsciente funciona sobre el lado úni- dice el obsesivo, el sentido de lo que dice se le va de las manos. Puede decir cos~1 s
;o de una banda de Mrebius, podemos evidentemente gracias a ese modelo enten- cuyo sentido dice mucho, es muy evocador y él no lo entiende; y no lo entienck
der que el inconsciente no irrumpe en una superficie, no pincha una superficie porque sus palabras están sostenidas por el proceso de la metonimia que convc: r-
o no hace burbujas, sino que es en cierto modo el movimiento mismo de la pala- e hacia el "sin sentido" [pas de sens], a lo de "poco sentido" [peu de sens], cuan-
bra que autoriza la emergencia, en la palabra articulada, en la palabra conscien- do el efecto de sentido está ligado al proceso de la metáfora. Lo que hace que haya
te, de elementos inconscientes, sin que haya entonces borde alguno que atrave- ahí una dificultad técnica que merecería que los analistas, en lugar de pasársela
sar. Sucede, sin embargo, y es por eso por lo que creo que nuestra reflexión debería en cosas diversas, se concentraran en tales preguntas que tienen, digo, inciden-
ontinuar sobre este problema, que la represión en el obsesivo no es en absoluto cias prácticas inmediatas; en otros términos, ustedes pueden pensar que hay ah í,
del m ismo orden que en la histérica y que los procesos de la represión no son en ;n cierto modo, un mal querer en el paciente, o sea un rechazo de oír lo que él
absoluto del mismo orden, lo cual, al mismo tiempo, merecería también que nos dice, mientras que el alcance de eso parece bastante manifiesto, y que le es per-
interroguemos sobre la topología de ese proceso. ¿Por qué no es del mismo orden? kctamente oscuro.
Pues bien, porque la represión en el obsesivo se sostiene esencialmente en el esta- ¿Por qué la contraorden? Las cosas que intuitivamente captamos ... , no soy
tuto de la metonimia, es decir, del distanciamiento, de la separación, es decir de p;:irtidario de dejarlas de lado. ¿Por qué la contraorden: "no pagar, no pagar los tres
procesos que son del orden del aislamiento o en últimas de la anulación, anula- florines ochenta, si no eso sucederd'?, ¿por qué el suplicio parece así ligado al hecho
ción que es otra cosa que la Verneinung. Habría incluso que ver, gramaticalmen- de que si él cumplía, ese reembolso tendría los peores efectos? Digo: uno lee eso
te, cóm o la expresión de ésta es diferente, la expresión sintáctica, mientras que de manera intuitiva: ¡no le causa problema!, no tiene la impresión de estar en pre-
omo sabemos en la histeria, la represión se sostenía mucho más por la categoría sencia de una formulación psicótica. Y el asunto es, sin embargo, dar cuenta d"
de: la metáfora, por algo que cae en lo bajo, de lo cual Freud tuvo la intuición, en 1:1 in tuición de uno. ¿Qué es lo que hace que eso nos parezca así?, después de todo,

·stc caso, por su primer esquema, en el que lo que es reprimido de la cabeza cae ¿por qué no?, pero es justamente en ese "por qué no" donde está la pregunta; ¿po r
abajo, es decir, en el cuerpo. ¿A dónde se va lo que es reprimido del Simbólico, a qué? En el fondo, ¿qué es esto?: o sea, si paga ... : ¡Pun!, el suplicio.
dó nde se va? Lo que es forcluido - es un asunto que ya he abordado aquí- , lo que Pues bien, lo que puedo, eventualmente, proponer como razón, dada a mi
;s forcl uido del Simbólico reaparece en el Real. Lo que es reprimido del Simbó- i11w ición, es que efectivamente si paga, si reembolsa, es decir, si entra en el pago
lico, ¿dónde reaparece? ¿Dónde reaparece eso? Vamos ... un buen movimiento ... dl' la deuda, ya no es pagar el billete de tren, cumplir, sino que es entrar en ese
¿Dónde reaparece lo que es reprimido del Simbólico? No quieren, ustedes andan pmccso sin fin que es el pago de la deuda. En ese momento, en efecto, respond'·
y. 1 110 co mo ciudadano, como pasajero cualq uiera, como viajero cualquiera, sin o
·o n secretos ... , pues bien, eso reaparece en el Simbólico obviamente. No reapa-
rece en otra parte, es justamente eso lo que constituye la diferencia de la neuro- qm· respo nde co mo sujeto; en otros tt" rin inos, :icept:i; o a ese tú él va a respo n-
104 Parte /: 1987-1988
Ll'l'c/1111 V /: 17 de diciembre de 1987 105

derl c: "de acuerdo, voy a comenzar a pagar", es decir, que al mismo tiempo acep- vión al falo, él puede concebirla, representársela como que le faltara algo por haber
1a entonces reconocerse como sujeto de un deseo. Pero entonces, ¿por qué el supli- sido privada de ello, desposeída; y una de sus tareas será, por supuesto, el rcg:1-
:io? ¿Por qué eso podría exponer los seres queridos, el padre y la dama, al suplicio? l:frselo. Y, en particular, regalarle el suyo, el que le ha sido entregado y que lo inco-
l•:111onces aquí sí tenemos que plantearnos una pregunta y una pregunta a la cual moda; entonces qué mejor que regalárselo a esa que, tan injustamente, ha sid o
11 0 es tan fácil responder: la deuda, esa famosa deuda, finalmente ¿es del orden maltratada.
de.: lo Real o de lo Simbólico? ¿Es acaso, sí o no, una libra de carne? Y si es sim- Es claro para mí, y pronto voy a terminar puesto que ya es la hora, que cs::i
hól ica, ¿qué es una deuda simbólica? ¿Y qué es un pago simbólico? Es evidente perdida es real, y estamos ahí en una economía que es no la del intercambio, ¡sino
qu e para el obsesivo esta deuda es real. Y tiene tanto más razón para pensarlo del regalo!, ¡de la donación! ¿Por qué el obsesivo quiere que las cuentas sean jus-
<:ll:rnto lo que es, después de todo, el soporte de lo que abandonamos así al Otro, tas? Como lo hacía notar hace un rato, lo que él quiere es ser el usuario de los
rn todo caso de eso que fingimos abandonar, tiene efectivamente una consisten- 1r:rnsportes públicos. El usuario, nada más, alguien que los toma pero una vez
cia material, puesto que la única cosa que abandonamos al Otro, por el juego pro- que ha pagado su billete, ¡ya está, hasta luego, adiós! Es por eso por lo que quie-
pio del lenguaje, es ¿qué? ¿Qué es? Vamos ... Es la letra, es en verdad la única cosa re las cuentas justas, es decir, estar seguro de que sí ha pagado y ha cumplido; que
que estamos con capacidad, en cierto modo ahí, de cercenar, ¡la letra como tal! sc ha terminado. Mientras que con la economía de la deuda que se propone al
¡Ah! ya es algo! ¿Es acaso tal o cual letra, o es acaso la letra como tal? Es toda una I fombre de las ratas, a partir del momento en que tuvo la malhadada idea de ceder
dife rencia. Porque si es tal o cual letra, puede ser justamente lo que va a hacer el d instrumento de su plus-de-goce, ¡he ahí el gran libro que se abre! Agarrado ahf,
obsesivo. Pero en todo caso, lo que es abandonado es la letra, a lo que el sujeto ¡1ac! Está atrapado entre las dos mandíbulas, entre las dos pinzas y ya no lo suel-
renuncia es la letra como tal, no tal o cual letra particularmente especificada y es tan. Pero si esa pérdida es real, lo que va a ser más representativo de la moneda
incluso obviamente lo que le da, ya lo hemos visto, tantas veces, el sabor particu- de intercamb ... , de la moneda, no de intercambio de la moneda que circula en
lar que tiene la letra para el obsesivo. ¿Por qué Lacan habla de poubellication7 ? No <:sa economía de donaciones y de regalo, eso serán las heces, en esa relación co n
es para designar tal o cual publicación, no es para decir aquélla es una poubellica- :1Otro, donde va a partir de ese momento, en cierto modo, a fantasear una eco-
ti.on y mis publicaciones son perfumadas, no es en absoluto lo que dice. Dice sim- nomía del dar recíproco. ¿Cómo el uno podría dárselo al otro mientras que el
plemente que en la medida en que la escritura es, en cierto modo, el sacar fuera otro se lo daría, al mismo tiempo, al uno? Es decir, que en ese caso el lazo con el
del tarro todas esas letras que han sido así cedidas, la escritura lleva esta marca, ese Otro no se hace por intermediación de un corte, por así decir, que mordería,
olor a basura. Dice también que la escritura es el dejar sin efecto la represión. ¿Qué simultáneamente en ambos, en el sujeto y en el Otro, algo que podríamos graft-
otra cosa quiere decir sino lo que, por otra parte, les estoy contando aquí? ca r con la intersección de dos conjuntos. Ésa es la parte común que les falta y
Entonces para el obsesivo, como para cada uno de nosotros, a decir verdad, que, en cierto modo, los asocia. Lacan inscribe esa intersección en un toro, es
hay un soporte real de la deuda, de la pérdida, y no es otra cosa que la letra. Pero decir, en algo que es ya hueco. Pero lo que une el sujeto al Otro no es nada más,
sucede que gracias a una operación milagrosa, a la cual no voy, una vez más, a por supuesto, que ese corte común. Esa intersección común. Pero en el caso del
vo lver, esa pérdida real y a decir verdad, perfectamente facticia puesto que regre- obsesivo, voy a proponerles aquí un fantasma bastante horrible, pero yo sé qut
sa, aunque fuera sin ser reconocido, sin ser identificado, cuando el inconsciente ustedes aguantan frente a todo lo que les puedo contar. Lo que aquí va a consti-
regresa no es necesariamente oído en todas sus dimensiones, puede ser reenvia- 111 ir el lazo entre ellos no será este corte, sino el eje que constituye ese mojón q uc
do al lugar de donde viene, por supuesto, pero, gracias a esta intervención mila- l' n cierto modo los solidariza; ése es un fantasma y nunca es simpático, ni bi en
grosa, mágica, esa pérdida real se vuelve representante de una pérdida que es sim- rc..:cibido, el articular fantasmas, es propiamente lo que no hay que hacer o lo que
hólica, es decir "el falo". no se puede.
El falo que no se sostiene, que no tiene como cuerpo, nada más que sus letras. En el caso que nos interesa, y con esto concluyo, todavía en el registro de lo
Pero en la medida en que el obsesivo está mosqueado con el autor de esa inter- :1bominable; la rata: ¿por qué la rata? He ahí una vez más lo que no dejaremos en
vención mágica, él se atiene al hecho de que esa pérdida es real y es por eso por l'I agujero, en la alcantarilla. La rata , seguro, hay también en el obsesivo, y te n-
lo que para él una mujer, en el peor de los casos, está privad:i , y no c:1s1r:ida. Pri- dremos oportunidad para volver a cs10, un::i confusión entre el al-menos-uno y el
v:1da, no q ui ero decir que le es privada, quiero decir simplt·11 w111 1· t¡ll <' rn su rcla- ohjcro a. l~I cree que el al-menos-11110, li11 :d111 vnt <.:. no es sin o un objeto a. ¡C ree
/ ,1'1'1 '/1111 V 1: 17 de dicie111bre de / <)8 1()
106 Parte !: 1987-1988

' lll<.: es lo mismo! Y es justamente por eso por lo que, sin falta, le vendrán a la 1 Juego de palabras: "entre-deux" que hemos traducido por "entre-dos", se pronuncia igual ()lit'
mente injurias en los momentos más sagrados, que ustedes saben, del tipo: "la "entre-d'eux'', que hemos traducido por "entre-ellos-dos". N del T
Virgen, ah, cagada" y "Dios mierda'' y así consecutivamente. La imagen de la rata, 2 DAMOURETTE, Jacques, y PICHON, Édouard, Des mots ala pensée. Essai de grammaire de In lr111

<.: n lo que es nuestra fantasmagoría inconsciente y, de una manera que rebasa con gue fran~aise, 7 vol., 1911 -1950, Ed. d'Anrey, París, Importante tratado de gramática franl't'
s(.;guridad la neurosis obsesiva, que es un tema tan banal, tan común, la imagen sa, obra de referencia. N del T
1 Referencia a la frase de Lacan sobre el carácter mortífero [tuant] del tuteo. N del T
de la rata es con seguridad, en la medida en que sostiene la idea de un mojón ani-
~ FREUD, Sigmund, "Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas", Obras complet//I',
111:1do, dotado de vida, y de un ojo, la imagen de la rata es seguramente una de vol. XI, Amorrortu, Buenos Aires; "Sobre el doble sentido antitético de las palabras primirv~1s",
l:ts más comunes y de las más sensibles que figuran, para nosotros, esta colusión, Obras completas (trad. L. López Ballesteros), Madrid.
ts ta confusión, del objeto a y del al-menos-uno; y me parece, es en todo caso así ., LACAN, Jacques, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", 1.; 11
ro mo se lo propongo, que no podemos sorprendernos mucho si, en el caso que Escritos 2, Siglo XXI, 15.ª edición, Madrid, 1989, p. 801. La traducción que aquí proponemos
nos concierne, es la rata la que será representativa de ese eje que se supone que de las citaciones de Jacques Lacan son traducciones de O. Guerrero, retomando los matices de
la enunciación de Ch Melman .
.1scgura realmente esa unión del sujeto con el Otro en un dispositivo bi-orificial, c. LACAN, Jacques, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano",
po r decirlo así, repartiendo así entre el sujeto y el Otro, siendo así el soporte del op. cit., p. 804.
lr o rror en este caso y en esta neurosis. 1 Conocido juego de palabras de Lacan: de pronunciación cercana a publication [publicación! ,

"poubellication" se refiere en francés a poubelle [basurero, tacho de basura]. A veces se ha pro


La próxima vez, es decir, si no me equivoco, el catorce de enero, el segundo puesto "basurificación". N del T
jueves de enero, puesto que el primer jueves es un siete, sí, eso es, entonces el
:ataree de enero veremos la parte que se intitula "Introducción a la inteligencia
de la cura''; verán ustedes que Freud relaciona esta introducción íntegramente,
;sta parte está íntegramente relacionada a eso: a la cuestión del padre muerto o
de la muerte del padre, como quieran; creo que no hay páginas para nosotros,
para nosotros lacanianos, no hay páginas más claras para permitirnos compren-
der lo que quiere decir el padre muerto y ... sin insistir más en el hecho de que
es eso lo que nos daría el acceso a la inteligencia de la cura, es decir, que toda la
ura estaría organizada alrededor de la cuestión del padre muerto; les aconsejaría
mucho realzar sus lecturas de fin de año retomando este texto, estas pocas pági-
nas para la próxima vez.

Esta noche, ¿tienen preguntas?

Entonces, felices fiestas y hasta pronto.


Lección VII
14 DE ENERO DE 1988

Como algunos de ustedes, volví a ver esa película hecha por la televisión belga
que trata sobre la visita de Lacan a Lovaina. Es evidente que la película obedet't'
a las leyes de ese género que siguen más lo espectacular que la inteligencia del tcx
to, pero creo que es para nosotros, entre otras cosas, la oportunidad de pregun
tamos lo que, a esa palabra, añade lo espectacular. ¿Qué es lo que añade a las pah -
bras la dimensión, aquí brillante, para nosotros y para los que lo han dirigido, de
lo Imaginario? ¿Es acaso algo que siembra la confusión o algo que contribuye,
para nosotros, a dar su consistencia a esa palabra? Si tuviéramos que atenernos al
nudo borromeo, la parte ocupada por el Imaginario en este ejercicio debe tener
un lugar que no sería de ninguna manera cegador, de ocultación, sino un lugar
que tendría que estar, en cierto modo, normalmente asociado con la consisten-
via, para asegurar la consistencia de la palabra.
¿Qué podíamos ver? Ciertamente - eso sorprendió a algunas personas que no
li:ibían conocido la manera de hablar de Lacan-, ciertamente esa manera m ani -
fi esta en él, no de articular una palabra que estaría ahí, en él, desde siempre y, en
vierto modo, hacer alarde de saber, sino la impresión que daba de ir a buscar, de
1:1b ricar poco a poco la respuesta que era capaz de dar a las preguntas que le er::i n
planteadas. Y esa impresión de inventar cada vez la respuesta, de construirla para
,.,11s interlocutores, no dejó de sorprender a quienes, llamémoslos profanos, a quic-
IKS no habían oído a Lacan hasta entonces. Lo que tenemos que recordar nos-
o l ros es que si daba así esa impresión, las palabras que dijo eran, sin embargo,
p:1r:1 qu ienes seguían su enseñanza, palabras que no sorprendían mucho. Es decir,
q1u: eran en realidad palabras que era n pa rte de su saber y si subrayo es te hecho
11O /'art e /: 1987-1988 Lección VJI: 14 de enero de 1988 11 1

11 0 es de ninguna manera para invocar algún artificio de su parte -no era en abso- La enseñanza, por otra parte, que puede intentar un psicoanalista impli ca
l11 ro su estilo-, sino simplemente para recordar que cuando hablamos de un lugar también formulaciones que no pueden pretender ser particulares, que no pucckn
de psicoanalista, nunca estamos, en cierto modo, seguros de lo que vamos a sacar pretender apuntar a la particularidad de quienes constituyen su público, incluso
·n nuestras redes; lo más a menudo, debo decir, tenemos la impresión de que lo si conoce a algunos. Hay en esto una interrogación que merece ser recordada, ya
que sacamos se resbala entre los dedos de manera que no es raro que una palabra que fue un poco más intensa, aunque mal resuelta, en particular después de 1968
psicoanalítica termine con una pequeña preocupación depresiva en el orador, es sobre la cuestión de la validez de las enseñanzas que podían brindar los psico-
decir, con esa impresión de no haber llegado a atrapar, de que tiene que hacer el analistas, pero en todo caso esa manera de proceder, esta observación de Lacan
d uclo de lo que habría podido atrapar, de no haber podido sino girar alrededor, nos recuerda que, en lo que le concernía, ¿qué trataba? Trataba de dar un con-
in rentar hacerlo oír, él mismo no está seguro de haberlo delimitado correctamente; junto de argumentos que podían permitir a su auditorio, eventualmente, si ést<.:
t<.: ngo que decirles que, en lo que me concierne, percibí durante esa demostra- quería, si lo deseaba, el utilizarlos para proseguir su propio camino. Quiero decir
ción el hecho de que, a pesar de su esfuerzo manifiesto, Lacan -y eso tenía que con esto que el aspecto tan raro de la enseñanza de Lacan se justifica, quiero decir
ver tal vez con las circunstancias, incluso con el humor con el que uno puede estar 1 todos los medios de que se priva en su enseñanza seguramente se explican por ese
·n esos casos- después de todo, en las redes que parecía lanzar así, sin que supié- cuidado suyo, incluso si no siempre fue capaz de hacerlo valer perfectamente; en
ramos bien dónde, no sacaba sino lo que finalmente, él mismo, ya había alcan- todo caso entendemos eso y es evidente que en las tentativas que nosotros mis-
zado y no podía sorprenderlo. mos hacemos, en nuestros círculos, o en lo que podemos decir al exterior, a públi-
La otra cosa que al parecer también sorprendió es que visiblemente mostraba la · cos que no son analíticos, el recordar esta exigencia puede no parecer superfluo.
indiferencia más radical respecto de esa mirada que constituye el objetivo, mirada
tanto más imperiosa cuanto junta supuestamente, en cierto modo, cientos de miles, Durante la sesión anterior, les había mencionado la diferencia entre el impe-
si no millones, de pares de ojos y de la cual, según el estilo de la televisión, sabemos rativo y el infinitivo, saben, ese imperativo que se dirigía al Hombre de las ratas y
qué rol juega en una especie de control y de tiesura impuestos a los gestos y a la el infinitivo con el que él le respondía.
mímica, como si la cortesía quisiera que ante esa mirada, aquel que a ella se expone El imperativo se dirige al particular, es decir, a quien constituye un elemento
sacrifique, en una especie de homología con la castración, sacrifique en cierto modo ·n el universal, mientras que el infinitivo se dirige a cualquiera. Cualquiera qu"
u na parte de su movimiento, una parte de su expresión y como si fuera ésa, digo, la L's té en ese tren tendrá que tener cuidado en no asomarse por la ventana.
n11cva forma de cortesía que impondría esa mirada. Ahora bien, era visible que a Les hago notar este punto ya que es una distinción entre lo universal y lo genc-
l ,:1can esto no le importaba mucho; al mismo tiempo, es tal vez uno de los elemen- r:1I que ustedes encuentran especialmente en Lacan y de la cual ven perfectamente
tos que merece nuestra atención, si esto le importaba poco, hacía vibrar sin duda el h aplicación ahí, y ven por qué lo universal y lo general no son en absoluto lo mis-
espacio que esa mirada habitualmente obtura, hacía vibrar el vado de la misma y 1110. Y la observación de esta secuencia que hice nos trae a lo que decía hace un ins-
entonces, gracias a ese Imaginario, introducía en el campo del espectáculo la dimen- l:lnte, es decir, que cuando nos dirigimos a un público, el problema es saber si ese al
sión de lo Real; en la misma medida, digo, en que esa mirada así impuesta estaba que interpelamos es del orden de lo particular o es parte de lo general. Vamos cada
notablemente ausente de la presentación que él hacía ante ella. En las pocas cosas Vl"' · más ante comunidades que pertenecen a lo general, comunidades hechas de sim-
que el montaje de ese programa recordó, sin duda habrán entendido lo que di- ples viajeros, como los del ejemplo, es decir, personas que sólo han embarcado, por
jo, que la respuesta que hay que dar a las preguntas, la respuesta que hay que dar dtci rlo así, pagando el precio justo. Pero es una observación muy incidente.
'uando se es psicoanalista, no puede ser sino una respuesta particular, es decir, una '[ermino con una palabra sobre lo que Lacan decía en esa velada, que se refc-
n.:spuesta que no toma en cuenta sino la particularidad de lo que se le ha dirigido. d.1 al discurso psicoanalítico; él insistía sobre el hecho de que el discurso psico-
Si el psicoanalista responde en un modo que valdría para cada uno, para cada ,1n:tl ftico hace lazo social tanto como los otros. Hace lazo social tanto como los
11 no, no para todos, es muy evidente que al mismo tiempo pasaría a otro discur- e )l ros, lo que quiere decir que después de todo no habría lazo psicoanalítico, lazo

so que ustedes ven de inmediato cuál sería: por supuesto, el discurso del amo. c·111rc un analizante y una analista, sino porque el discurso organiza esos lugares
:'. l problema es que si la respuesta del psicoanalista no puede ser sino par- , vn cierto modo, asegura ese lazo; es sobre esto, en todo caso, en lo que insistb
l icular, esta aserción misma no vale sino por ser general. d 11 r:111 ce; esa conferencia.
·'
l1 !'orle /: 1987-1988 Lección VII: 14 de enero de 1988 11 .l

Siempre tenemos que tratar, creo -les vuelvo señalar esto-, tratar de pensar Nos habíamos quedado la vez pasada en el relato de las ratas y de esa co m
lo q ue sería esa singularidad del discurso psicoanalítico, es decir, el saber si ésa pulsión extraña a reembolsar. La cuarta sesión llega entonces y Freud dice:
sería su originalidad, la originalidad con la que éste concluiría; eso es lo que él
permite, permite que un analizante se encuentre con un analista; o también, si la ¿Con qué tema va usted a continuar?
d ifusión de este discurso, con las precauciones que acabo de tomar en cuenta, si
hay que esperar, de esta difusión, otra cosa que una multiplicación del lazo ana- Eso viene inmediatamente después del relato de esa famosa escena y de 1:1
lítico, otra cosa que una multiplicación de los analistas. compulsión a reembolsar.
En la ironía, en el humor negro de Lacan, había algo de eso y cuando aún
vivía, veía con un ojo un poco irónico la multiplicación, casi en todas partes, de Voy a decirle lo que me atormenta desde el principio -se pone a conta r-
analistas, de curas analíticas, la multiplicación del número de analistas. me en detalle la enfermedad de su padre que murió hace nueve años.
En lo que a nosotros respecta, hoy en día, ahora, tenemos que proseguir nues-
Le pregunta una noche al médico si el peligro se ha alejado, su padre esta-
tra interrogación sobre los efectos de la difusión del discurso psicoanalítico, inclu- 1
ba enfermo, el enfermo pregunta al médico cuándo se habrá alejado el pcl i-
so si en Lacan eso dio un giro, de manera inesperada, con el establecimiento del
gro . .. Pasado mañana por la noche, le responde el médico, no se le ocurri<'>
nudo borromeo. Durante las jornadas que se preparan para el mes próximo, dedi- que su padre pudiera morir antes de ese plazo. Se acuesta a las once y medi:1,
adas al estudio del nudo borromeo, esa articulación del nudo como algo que cuando se despierta a la una, su amigo el médico le anunció que su padre ac:i
podría sacarnos de las dificultades, es una palabra que utilizo muy a ciencia cier- baba de morir.
ta, digamos, las dificultades del discurso psicoanalítico, pues bien, también ten-
dremos que retomar esa tentativa que el nudo borromeo propone. Nuestro paciente se reprochó por no haber asistido a la muerte de aqu él,
Hay un punto obviamente esencial que he dejado de lado: esa imagen, aso- reproches que se acentuaron cuando la enfermera le contó que su padre, en
ciada así al sonido, esa imagen, obviamente -no he hablado de esto porque es un estos últimos días, había pronunciado su nombre y le había preguntado, cuan-
poco demasiado evidente- , es el soporte del amor. La voz, como sabemos, pue- do se había acercado al moribundo: '¿Es usted Paúl?'. Nuestro paciente crefa
de bastar. Pero bueno, la imagen asociada no viene nada mal. haber percibido que su madre y sus hermanas se habían hecho reproches simi-
lares, pero ellas no hablaron de esto. Sin embargo, los reproches que él se hada
¿Acaso esa imagen, en este caso, cuando es así vector del amor, provocadora no fueron molestos, al principio, ya que durante mucho tiempo el paciente no
del amor, contribuye a la inteligencia del texto o contribuye a su obstrucción? No se percató de la muerte de su padre. Y le pasaba a menudo, cuando oía contar
una historia divertida, el decirse 'Voy a contárselo mi Padre'. Su imaginación
es necesario desarrollar aquí este tema, puesto que, como ustedes saben, es uno
también estaba ocupada por la imagen del difunto, de manera que a menud o
de los temas esenciales sobre el rol, el lugar, que tiene el amor en el conocimien-
cuando entraba a una habitación esperaba encontrárselo. Aunque sin olvidar
to, dejo entonces a cada uno de ustedes, claro, la nueva oportunidad, a propósi- nunca el hecho de la muerte de su padre, la expectativa de esta aparición fa n-
to de esta película, de retomar, de proseguir sobre este asunto. tasmática no tenía ninguna índole terrorífica, al contrario, la deseaba fuen c-
H abíamos llegado en el estudio del Hombre de las ratas a ese párrafo cuya lec- mente.
tura les aconsejé, que se llama "Introducción a la inteligencia de la cura'', que es
'n realidad el relato de las cuarta, quinta, sexta y séptima sesiones. No es sino un año y medio más tarde cuando despertó el recuerdo de s11
Es muy considerable que Freud distinga estas sesiones, en la medida en que ausencia - Versdumnis, es la palabra, su ausencia, le había faltado-, su ausencia
sc articulan alrededor de lo que debemos pues llamar el Edipo; es entonces con que empezó a atormentarlo horriblemente de manera que se creyó un criminal.
·I in terés más grande que podemos ver de qué manera, aunque la palabra Edipo
no esté escrita en ningún lugar, pero bueno, se trata de eso en estas sesiones, es La ocasión que desencadenó sus remordimientos fue la muerte de un a 1f:t
p:ira nosotros de lo más interesante el ver a la vez cómo Freud lo convierte en el política y su visita a la casa mortuoria. A partir de ese momento le añadió a s11
pun to nodal de articulación de la neurosis y también la manera como interpreta construcción imaginaria una continuación en el más allá - en realidad no c.~
l'~C punto, y todas las oscuridades que le están ligadas.
onstru cción imaginaria, es Ged,f/,nhf'n/!/bii11de, es decir, 'esa construcció n ck la
11 4 Parte l: 1987-1988 Lección V 11: J4 de enero de / i)HH 1I .')

mente'- , a sus invenciones de la mente les añadió una continuación en el más que acabo de hacerles. El padre no puede ver que el hijo se quema, es decir, qul'
allá. Y el resultado inmediato de esa crisis fue una grave inhibición en el tra- su vida se quema, no puede verlo porque si el hijo quema así su vida es porqu e:
bajo. el padre está muerto y entonces, para que el padre pueda verlo, el hijo tendría por
supuesto que haberse apagado. Les invito a que retomen ese pasaje en Lacan, aun -
Les hago notar lo siguiente: finalmente, ya les hice notar que, en el fondo, que sólo sea porque nos aclara un poco sobre esta impresión: ¿cómo el hijo va a
1odo esto nos parece que va intuitivamente de suyo. pasar, de este episodio, a la impresión de ser un criminal?
Y es por eso por lo que, de todas maneras, debe sorprendernos: Freud va a desarrollarlo a su manera, pero en seguida tenemos esa articula-
ción del asunto que volvemos a encontrar, finalmente, en la subjetividad de cada
Primero, claro, que su padre muerto haya -más que nunca- estado ahí. uno, el deber su vida, es decir, esa impresión de que la propia vida ha sido paga-
Segundo, que el reproche se concentre en el hecho de que no estuvo en su da con la muerte de los de la generación precedente.
último momento. En cuanto a la presencia del padre una vez muerto, de ese modo garantizada
Tercero, que se vuelva por ello un criminal. más que nunca, ya he hecho algunas observaciones; por supuesto que con su
Cuarto, que esto tenga como consecuencia una inhibición en el trabajo. muerte ese padre se ha reunido, ese padre ha, ese padre real ha ocupado un luga r
altamente simbólico cuya presencia está en general, para cada uno de nosotros,
Nada de esto va de suyo, a pesar de la simpatía con la que lo recibimos. debidamente garantizada, mucho más, por otra parte, que la del padre real qu e:
Primera pregunta: ¿por qué el hecho de no haber estado en sus últimos ins- puede ir, venir, pasearse, no ocupar su lugar, etc. ¿Acaso basta lo que digo aquí?
Lantes es fuente de esa culpabilidad? ¿Se trata acaso de un desplazamiento? ¿Es 'lal vez no, habrá mucho más que decir más tarde, pero, en todo caso, tenemos
:icaso una culpabilidad que encuentra en esta circunstancia simplemente la opor- por lo pronto que recordarlo; en otros términos, vivimos en realidad con fantas-
LU nidad de fijarse? ¡Tal vez!, pero sabemos, sin embargo, que esta circunstancia mas, claro.
pu ede, de manera bastante corriente, de manera bastante común, ser causa de Lo que en cambio sigue siendo totalmente enigmático, en el punto en qu e
·ierta culpabilidad y seguro -es una hipótesis que por el momento dejaré así en l'S tamos, es la inhibición en el trabajo, inhibición en el trabajo que es un sínto-
suspenso-, seguro, hay una exigencia particular, dirigida al hijo, de intentar estar ma frecuente, en particular en la neurosis obsesiva, que tendremos que retomar
presente en la muerte de su padre como si, estoy diciendo "como si", su presen- más tarde. En todo caso, ahora, por lo pronto, el camino no es fácil.
via en ese instante hubiera, en cierto modo, abierto una posibilidad totalmente Entonces, Freud va a darle explicaciones a su paciente, como, por lo demás,
pro hibida hasta entonces, que era la de la coexistencia, como ya lo he señalado. tenía costumbre de hacerlo, y le explica que lo que lo atormenta es un afecto que
Parece que la coexistencia entre padre e hijo no pudiera darse, es decir, que la ex- se ha enganchado a una circunstancia que no lo justifica, que se ha puesto a bus-
sistencia del uno no pueda darse sino en detrimento de la muerte del otro, y esta c u razones, en cierto modo, de existir, pero ese afecto, es decir esa culpabilidad ,
·ircunstancia como si el incumplimiento del hijo, de haber podido estar presen- vse remordimiento, es seguramente justificado y entonces la cuestión es saber de
t'e con el padre, al mismo tiempo que él, sincrónicamente, como si ese incum- dónde podría venir.
plimiento no fuera, pues, responsable de la muerte del padre. La siguiente sesión, la que viene después de las explicaciones de Freud, don-
Q uiero decir como si fuera, pues, la vida del hijo la que resultara en efecto 1lc le dice que el remordimiento es seguramente justificado, la siguiente sesión es
:ausa de la muerte del padre, aunque fuera con esa consecuencia con la que el 1n uy divertida porque, dice Freud:
hijo puede sacar, como para expiarlo, el afán de pasar luego su vida mortificán-
dose para, justamente, hacer existir a su padre. Él muestra un gran interés por mis explicaciones, pero me participa, de
El episodio que les menciono aquí es un poco demasiado condensado, dema- todas maneras, algunas dudas: ¿de qué manera la explicación del remordi -
siado sucinto, para que esto tenga todo su alcance, pero tienen un muy lindo miento podría tener una acción curativa?
l'jemplo de esto en un texto de Lacan que se refiere a ese famoso sueño: "Padre,
¿no ves que me quemo?" que les aconsejo releer, ya que entonces verán en qu;. Freud le explica la diferencia entre el consciente y el inconsciente y le mucs-
1rn.:did::i lo ap::i rentemente oscuro de este texto se aclara al reconl:ir h observac ión 1r:1 las antigüedades que tiene en su despac ho - es d ivertida la palabra "antigüc-
116 Parte /: 1987-1988 Lección Vil: 14 de enero de 1988 11 7

d::id" en alemán porque el sentido de "estar libre de deudas" [étre quitte] es mucho -Pero únicamente por el fondo de ese pensamiento de que mi pad n·
rn :ís claro que en francés [antiquite1 - , le muestra ahí esos objetos que vienen de pudiera morir.
se pulturas, esos objetos se han conservado porque estaban enterrados, uno los
saca a la luz y, como las ruinas de Pompeya, las pinturas palidecen, las columnas Freud conversa con él para tratar de convencerlo y el paciente, siempre amabk,
se desmoronan, etc.
El paciente dice ahí algo curioso: quisiera recobrar la unidad de su persona- ... va a contar que una segunda vez, seis meses antes de la muerte de su pad n:,
lidad. un pensamiento similar le había venido en mente, como un relámpago. En (;.~a
época ya estaba enamorado de la famosa dama de marras, pero no podía soña r
Freud está de acuerdo con eso, le dice algo muy, muy curioso, pero que corri-
en una unión por razones pecuniarias. El pensamiento que le había venido l:ll
ge, atenúa, en una pequeña nota; le explica que la personalidad moral es el cons-
mente era: con la muerte de mi padre me volveré lo bastante rico para casa r-
:iente y que el mal en nosotros es el inconsciente, que el inconsciente es también me con ella y fue rechazando esta idea hasta querer que su padre no dejara nin-
lo infantil, en otros términos, algo como decir que el mal es el niño malo que se guna herencia para que esta tan terrible pérdida para él no le fuera compensa-
li a conservado, como una antigüedad, en cada uno de nosotros; interpretación da con nada. Una tercera vez, una idea parecida se le ocurrió, pero mu y
que funciona, que el paciente recibe muy bien, pero va, de todos modos, a ter- atenuada, la víspera de la muerte de su padre: 'Estoy a punto de perder lo qU(:
rn i nar esta sesión, presten atención a esto, dominado por las racionalizaciones de más quiero en este mundo' -era la idea que se le ocurrió la víspera de la mu l: r
h eud, creo que podemos llamar así las explicaciones racionales que le da Freud te de su padre-. Un pensamiento se opuso a esto: 'No, hay otra persona cuy:1
so bre su estado; y va a terminar la sesión diciendo: pérdida me sería aún más dolorosa' -sobreentendido, la de la dama- , y le habf:1
sorprendido mucho el tener tales pensamientos ya que está seguro de que nun
No encuentro nada más, pero me pregunto si uno puede curarse de los ca quería la muerte de su padre; al contrario, no podía sino temerla.
trastornos que han existido desde hace tanto tiempo y, en particular, ¿qué se
puede hacer contra la idea del más allá -]enseits- que no puede ser refutada Ahí también, Freud hace un poco de teoría, le explica que ese temor corres-
por la lógica? ponde a deseos antiguos que han sido reprimidos y que las protestas contra esos
t lcseos dejan suponer la existencia de esas tendencias.
es una observación que vale para nosotros puesto que, en cierto modo, a la evo- Y luego, esta frase extraña:
::tción de la potencia del simbólico que le hace Freud -basta que todo eso se arti-
;ul e, es decir, que sea tomado en el registro de lo simbólico para que, al mismo Eso corresponde también al hecho de que el inconsciente es lo inverso,
1iempo, esos síntomas se desmoronen-, el otro le recuerda: sí, pero ... ¿y el más allá? contradictorio del consciente. Nuestro paciente está bastante conmocionad()
l•'. n otros términos, es el otro, es el obsesivo, quien le recuerda el límite impuesto pero bastante escéptico. No duda un instante de que habría renunciado a toda
por el Real, ese más allá que no puede ser refutado por la lógica. En todo caso, Freud felicidad en la vida si hubiera podido con ello salvar la vida de su padre,
lo toma bastante bien puesto que le da apreciaciones muy positivas y el paciente se
::ilegra por ello, lo que nos lleva a la sexta sesión donde el asunto se complica pues- 11t) hay razón para dudar de aquello;
to que llegamos ahí a la causa de culpabilidad hacia el padre.
Le objeto -dice Freud- , que es justamente ese amor tan intenso la condi -
Cuando tenía doce años, le gustaba una chica ... Le vino la idea de que ella ción de la represión del odio.
sería más afectuosa con él si le sucedía una desgracia; y el pensamiento que se
le impuso fue que esa desgracia podía ser la muerte de su padre. Alejó inme- l•'.s entonces ese amor intenso por el padre lo que no permitió la expresión del
diata y enérgicamente este pensamiento. Él se prohíbe, es más, admitir la posi- 111 lio y que, entonces, no permitió a este odio volverse consciente.

bilidad de que se trate ahí de un Wunsch. No era, según él, sino una simple
Denkverbindung, sino una simple asociación de ideas. Sin embargo, el origen de este odi o - dice Freud- sigue siendo un proble-
-Le objeto -dice Freud-, si no fueran deseos, ¿por qué se ha defendido ma, pero hay que admitir que el odi o csr:i ba li gado a una causa que lo volvf:i
usted tanto contra esta idea? ind estru ctible.
118 !'arte /: 1987- 1988
Lección Vll.) 4 de enero de 1988 119

rn paciente no está en absoluto convencido de todo eso y añade: Les doy la última sesión, la séptima, que concluye este párrafo.

Mi padre y yo éramos los mejores amigos. En la séptima sesión, la siguiente, el paciente retoma el mismo tema. No
puede creer el que alguna vez haya deseado cosa semejante a su padre, y adt
Ustedes recuerdan que la historia comienza con la referencia al mejor amigo más se acuerda de un cuento de Sudermann: una jovencita deseaba la mu cm·
q ue..: él h abía ido a consultar; a su decepción con el mejor amigo que había teni- de su hermana para poder casarse con el marido de aquélla y, a continuación,
do en su juventud, en la casa y que se interesaba, en realidad, en su hermana; al se suicida por no merecer vivir luego de semejante ignominia. - Entonces, el
hec ho de que el mismo Freud va a ser tomado por un amigo [Freund], etc. Mi paciente asocia.- Cita a Nietzsche: 'He hecho esto', dice mi memoria, 'no pue-
padre y yo éramos los mejores amigos, do haberlo hecho', dice mi orgullo, que sigue implacable. Por último, es mi
memoria quien cede.
-Excepto -dice el paciente- en pocos asuntos en que padre e hijo acos-
tumbran evitarse. Y luego el paciente se acuerda de que hubo una pelea con ese famoso herm a-
-Le pregunto -dice Freud- a qué se refiere. no menor, tal vez lo recuerdan, el preferido de las criadas. Hubo una pelea co n
-Pero la intimidad entre nosotros era mayor que con mi mejor amigo él y luego, un día, le puso el cañón de una escopeta de niño, que lanza pequeñas
actual. Ahora bien, dice el paciente, la dama de marras, esa que preferí a mi baquetas, se lo puso en la frente, lo puso y podría haberle hecho mucho daño. Y
padre con el pensamiento, yo la amaba mucho, pero no había sentido nunca luego recuerda igualmente unas impulsiones de venganza hacia la dama. Ven uste-
por ella los deseos sensuales que me asustaban en la infancia. En general mis des este tipo, ¡todo lo que tenía en su inconsciente! Impulsiones de venganza hacia
tendencias sensuales en la infancia eran mucho más fuertes que en la época de
l:i dama. Sucedería que un día en casa de ella, ella no querría casarse con él, ella
la pubertad.
no lo amaría como él hubiera querido, entonces un día él vendría donde ella con
-Pues bien, ahí está -dice Freud- , ahí está, encontró la tercera caracte-
rística principal del inconsciente, la fuente que alimentaba su odio y lo había 1111a hermosa dama del brazo, para que tenga mucha rabia, y luego en ese momen-
vuelto, a éste, inalterable era, obviamente, del orden de los deseos sensuales. ro entendería que aquella que había llevado con él le era indiferente, y en ese pun-
Al consumarlos, le había parecido que su padre estorbaba. Tal conflicto, dice 10 los pensamientos cesarían porque habría sido necesario que aquella que él habfo
Freud, entre la sensualidad y el amor filial es absolutamente típico. ll evado muriera.
El paciente sigue interrogándome: Entonces, en todo esto, lo que le repugna al paciente, es su cobardía.
-¿Por qué, en la época en que estaba enamorado de la dama, no habré
simplemente decidido interiormente que el obstáculo a mi amor, que repre- Entonces -dice Freud-, en la continuación de la conversación - es lo que
sentaba mi padre, no podía sopesarse con mi afecto por él? dice Freud, conversación,-, le hago notar que debe considerarse como no res-
-Respondo que no es posible -dice Freud-, matar a alguien 'in absten- ponsable de esos rasgos de carácter. Todas esas tendencias reprensibles son de
tia'. Para poder tomar una decisión como esa de la que habla, los deseos repren- origen infantil, corresponden a retoños en el inconsciente del carácter del niño,
sibles de suprimir al padre que estorba deberían haber aparecido entonces, en para el cual no puede existir, como debe saberlo, responsabilidad moral. Del
él, por primera vez; ahora bien, son deseos reprimidos hace mucho tiempo, conjunto de predisposiciones del niño, el hombre moralmente responsable no
deseos contra los cuales no pudo comportarse de manera diferente a su infan- se forma sino en el transcurso de la evolución. Pero mi paciente duda de qu e
cia y, sin embargo, deseos que se mantuvieron a salvo de la destrucción. Esos todos esos malos instintos tengan dicho origen. Le prometo probárselo en el
deseos, de suprimir el padre que estorbaba, deben haber nacido en una época transcurso de su tratamiento.
en que la situación era diferente, ya sea en que no amara a su padre más que El paciente hace notar otra vez que su enfermedad se ha agravado mucho
a la persona deseada sensualmente, ya sea que no fuera todavía capaz de una desde la muerte de su padre. Le doy la razón en el sentido en que admito qu e
decisión clara, es decir -dice Freud-, en su tierna infancia, antes de los seis la pesadumbre por haber perdido a su padre es la fuente principal de su enfer-
años, antes de la época en que sus recuerdos forman un conjunto continuo. Y medad. Esa pesadumbre ha encontrado en la enfermedad, por decirlo así, su
desde entonces, dice Freud, este estado de las cosas se mantiene tal cual. expresión patológica. Mientras que la pesadumbre luego de la muerte de un:1
pe rsona cercana acaba su evolución en uno o dos años, una pesadumbre pato-
lógica co mo la suya tiene un :i d uración ilimi tada.
120 !'arte !: 1987-1988 Lección V11: 14 de enero de 1988 12 1

Ahí se termina la parte de la historia que puede ser expuesta en detalle y lo que la prohíbe es que ella es, digamos, de constitución inatrapable, puesto qm·
de manera continua. Esta exposición corresponde más o menos a la evolución es infinita ... ¡Vayan a atraparla! ¡Vayan a agarrarla ... ! Lo que es cierto es que vi
de codo el tratamiento cuya duración fue de once meses. padre muerto nos separa de la madre en la medida en que establece un obj eto, d
objeto fálico, que desde entonces va a servir de soporte a las representaciones ama
El párrafo siguiente va a ser un análisis temático y comenzará con el de algu- das. Es así como nos separa de la madre, introduciendo el falicismo; pero la madn·
nas obsesiones, luego hablará de la causa ocasional de la enfermedad y luego el prohibida, lo es, digamos, por estructura.
·omplejo paterno y la solución de la obsesión. Es interesante para nosotros el recordar que, cuando Freud insiste en po n<.: r
Entonces, ¿qué tenemos, nosotros, que resaltar al respecto? al padre en posición de rival y en un vínculo, digamos, heterogéneo, en relac ión
Primeramente, en las referencias de Freud, se trata de un Edipo, es lo que le a su hijo, el paciente dice lo siguiente: "Mi padre y yo éramos los mejores amigos",
d:i a entender a todo lo largo ... , sucedió antes de los seis años, un Edipo que ¿o sea qué?, o sea que evoca ahí la relación de espejo que lo unía a su ideal. "/:"
pod ríamos decir absolutamente normal. Quiso matar a su papá para tener a su incluso entre nosotros no había recelo ... salvo sobre temas que de costumbre no se abor-
mamá y el remordimiento vino luego, desarrollado cuando se da la muerte real da entre padre e hijo .. . "Freud le pregunta lo que eso significa. Todo el mundo
d<.: su padre. Es más o menos lo que dice Freud y supongo que ustedes perciben sabe lo que eso significa.
·I mo ntón de preguntas que a partir de ese momento afluyen hacia nosotros,
puesto que ese Edipo, después de todo, ¿qué lo distingue de un Edipo que podría- Mi padre y yo éramos los mejores amigos, excepto en unos pocos asuntoH
mos llamar normal? En ese caso, ¿cómo es posible que haya dejado una neurosis? en que padre e hijo acostumbran evitarse. La intimidad entre nosotros c.;l":I
1 lablo del punto en que estamos y de la manera como Freud lo establece. mayor que con mi mejor amigo actual. En otros términos, la relación co n d
¿Por qué, si el Edipo tiene ese rol normativante, por qué la neurosis? Si la neu- padre era una relación, como lo vemos aquí, sublimada.
rosis está ligada a la incapacidad de asumir la muerte del padre, ¿por qué el Edi-
po, en este caso, no ha resuelto esa incapacidad? Uno y otro, en cierto modo, en sus relaciones recíprocas renunciaban al sexo
¿Por qué el sujeto no es capaz, después de todo, de endosar el remordimien- para poder mantenerse en esa posición de espejo; es un tipo de organización qu '"
ro? ¿Por qué el remordimiento toma en él. .. ? Como ven ustedes, Freud aborda no solamente es excepcional, en su realización, sino que corresponde muy a menu-
u na explicación por factores que serían económicos, es decir, la intensidad del do a deseos, a anhelos inconscientes muy fuertes. Después de todo, ¿no sería aca-
amo r que habría llevado al sujeto a reprimir el odio. Ven que hay un inicio de .~o la manera de resolver el conflicto entre padre e hijo y en particular la impos i-
explicación. Pero, ¿podemos quedarnos, nosotros, en ese factor económico que bilidad de su coexistencia? ¿No sería acaso la manera de hacerlos ek-sistir a ambos,
sirve, por último, que puede servir en todas partes y en cualquier momento? En d<..: que simplemente renuncien al sexo, tanto uno como otro ... ? Son típicamen-
otros términos, en cada circunstancia de este tipo, ¡evocamos un factor econó- i e deseos obsesivos.

mi co y ya está! ¡Es un niño que quería demasiado a su papá!, ¡y eso le dio una Pero es aún más bonito porque, igualmente, nunca ha tenido grandes deseos
n<.: u rosis! por la dama .. ., lo que le interesaba ¡no era eso!
El otro hecho que les hago notar y que se refiere a nuestra aprehensión del Entonces, ¿qué le interesaba? ¡Pero se ve muy claro ...!, la misma idealizació n.
rnmp lejo de Edipo es que el padre que aquí está en acción, para el niño, para el l •'. s decir, que tendríamos, también con la dama, una relación magnífica, un amor
p<.:q ueño paciente, es con certeza el padre real, pero este padre real, muchas veces 111:1ravilloso, en el que sin embargo el deseo no tenía.. ., en el que aparentem ent t
hemos podido verlo, no retoma su valor sino de la autoridad que le tocó, del padre l.1 condición de realización de ese amor era justamente que el deseo no sea, dl'
sim bólico, es decir, del padre muerto. En otros términos, desde el principio, ya ninguna m anera, lo que funciona como vínculo.
es el padre muerto, es el padre ya muerto, digamos, del que se trata en el Edipo, Ven ustedes el trío infernal, por decirlo ... ¡Cómo en la trinidad familiar 1:1
incl uso si es el padre real el que está ahí en posición para actualizarlo, por decir- .1n 11onía estaría por fin establecida! Estaríamos ahí en la intimidad más grand<.: y
lo as í. Por otra parte, como lo sabemos, se supone que este padre real prohíbe la lihrl-'Sde lo q ue obviamente causa conflicto; el carácter, digamos, yoico, de es p<.: -
mad re, pero sabemos también que a esa madre, encarnación del Otro, lo que ¡t 1, dL: todas las rivalidades que el paciente menciona en la última sesión, esa en
la vuel ve inatrapable, lo que la vuelve prohibida, ¿qué es? ¿Es acaso el padre? ¡No!, l.1q u<: Freud quiso h acerle comprend er que se trataba de lógica, pues bien, él
l'm·f<' /: 1987-1988 .
Lección VII: 14 de enero de 1988 12.\

habl a de su hermano, de la manera como quiso suprimirlo, es obviamente pro- blema, es decir, que justifican el esfuerzo que hago aquí con ustedes, que les invi
to dpi co de las rivalidades, justamente, del espejo. Es decir, no rivalidades de a to a hacer, igualmente, para recordarles, pues, que vale la pena que los procesos
t n.:s, por lo menos tres del Edipo, sino simplemente rivalidades duales. Y enton- que transcurren en la neurosis obsesiva sigan intrigándonos.
n:s es muy interesante para nosotros que sea de esta manera como el paciente, en La próxima semana veremos la continuación. Quisiera que pudiéramos, u11
:i<.: rto m odo, responda. Es decir, que verdaderamente hay una inteligencia del poco antes de las vacaciones de Pascuas, haber terminado el estudio de este L<.:x
inco nsciente que es siempre absolutamente admirable, puesto que vemos bien to para que entremos en el último trimestre a las notas y que podamos ento nc<.:s
·ómo procede ahí el paciente; le da la razón a Freud. Freud le dice que tenía en ver la distorsión que operó entre las notas tomadas durante las sesiones y el in fo r-
s 11 inconsciente sentimientos espantosamente hostiles, Freud se lo dijo. Entonces me de esta observación.
llega a la sesión siguiente y le dice: absolutamente, es muy cierto, verdaderamente
tengo en mi inconsciente sentimientos muy, muy asesinos y para prueba sus dos ¿Tienen observaciones que hacer esta noche?
h<.: rmanas ... Había una que estaba celosa de la otra, yo a mi hermano casi le dis-
paré con mi pequeña carabina, y con mi padre, pues bien, éramos así, los mejo- Entonces, hasta la próxima semana.
r<.:s amigos del mundo, y la dama, ella... Es decir, que al odio edípico, el pacien-
Le responde, digamos, con el odio propio de la relación dual, del amor, y tenemos
que oírlo en ese punto, por supuesto, como algo que responde igualmente a la
relación entablada con Freud y la tentativa hecha por el paciente de metabolizar,
por supuesto, los sentimientos hostiles que podía tener hacia Freud mismo.
¿Por qué estos párrafos merecen nuestra atención? De no ser para recordar-
nos que:

Primero: tenemos tendencia a no sorprendernos ante textos como éstos,


cuando son de lo más oscuros.
Segundo: que parece evidente que la cuestión del Edipo, tal como en la
práctica está aquí escrita, no resuelve nada, salvo si tuviéramos que enten-
der que aquí el Edipo es generador de la neurosis. Después de todo ... En
otros términos, es el amor excesivo por el padre el que hizo que el odio no
pudiera hacerse consciente y tuviera que ser rechazado en el inconsciente,
lo que no impide que tengamos, como el paciente mismo, finalmente, ten-
dencia a contentarnos, a satisfacernos con lo que está aquí.

Y el paciente dice: "Pero, ¿el más allá?" ¿Podemos acaso explicar todo?
En esa lección en Lovaina que mencionaba hace un rato, Lacan se enfurecía,
no se sabe muy bien por qué se enfureció esa vez, diciendo que la muerte es un
:1cto de fe, es decir, que no pertenece a nuestro saber, sino solamente a nuestra
Teencia. Es un acto de fe: es lo que le dice el paciente. Es exactamente lo que le
respo nde el paciente aquí a Freud.
Entonces quise, si les parece que los textos de Freud, incluso nuestros con-
c<.:ptos, estaban ronroneando, quise a propósito de estas pocas páginas, reanimar
:1nte ustedes su opacidad. Quiero decir el que tienen que seguir siendo un pro-
Lección VIII
21 DE ENERO DE 1988

lll·petimos que "el inconsciente está estructurado como un lenguaje". ¿Por qué no
1orno una lengua? ¿Cuál es la diferencia? Ustedes se dijeron seguramente que una
lrngua está fundada en un uso, establecido, consagrado, de los taxemas y de los
•,1• rnantemas, es decir, que una lengua se refiere a lo que Lacan llamaba, en un a
i"· poca, el código y más tarde el tesoro de los significantes.
Un lenguaje, ¿de qué está hecho? Está hecho de signos, claro, que apelan al
d1·sciframiento puesto que este lenguaje supone alguien, alguno que ese lengua-
11· l'Stablezca; una vez descifrado, ese lenguaje ya no nos remite a algUno, sino a
1111 sujeto, y les estoy contando el paso de ese algUno, al cual remite el lenguaj e,
,d sup uesto sujeto una vez que ese lenguaje está descifrado. Pues bien, esto es,
1 111110 ustedes lo saben, el transcurso mismo del análisis en la histérica, ese tipo

1 l1• desciframiento y ese paso de ese algUno, que se expresa ahí de manera caba-

lr•.i ka, a lo que no es en última instancia más que un sujeto, es decir, el produc-
111 1k: un deseo. Ustedes saben que Lacan la llama histérico-diabólica, resaltando
1 1111 csto q ue efectivamente hay un algUno que, en ella, se expresa por medio de

1¡ 1111os, alguien que en ella se expresa por medio de signos y que quisiera hace r
1 .dn :1 ése que se expresa así como el falo mismo. Es justamente por eso por lo
1pw 1·s histérico-diabólica, puesto que resulta que en ella es el falo quien habla ;
1111,1 VC'/, descifrado, si por supuesto ella, o él, da su consentimiento para eso, no
1 '~ 1·11 i'd tim a instancia más que un sujeto.
l •'. I inco nsciente estructurado como un a lengua, eso es Jung; una vez escri to
1 ' 11 · postub do, no hace falta sin o escribir el universo de los símbolos, es decir, 1:1

1 11 111·s po nd cnci:1 unívoc:1, cnrre los s i g n o.~ y lo q11 t· Sl' rí:i su sie:nifrcación. Eso <.:s
12() !'arte /: 1987-1988 Lección VIII: 21 de enero de 1988 127

post·tdar la existencia de una voz de las profundidades, a la que solamente habría La cuestión de esta muerte puede parecernos, más que nunca, enigmática. El
que poner la oreja como conviene. primer elemento del enigma está constituido por lo siguiente: es extraño que para
Es justamente porque el inconsciente está estructurado como un lenguaje, y percibir esa muerte sea necesario una "experiencia", entre comillas, una prueba
110 como una lengua, por lo que la interpretación no puede sino ser particular, es de la realidad, en otros términos, que haya sido necesario que el padre realmen -
decir, no referirse sino al cifrado propio del sujeto. Es evidente que toda inter- te muera. Porque ¿qué? ¿Estaríamos en algún nivel que podríamos denominar
pretación que quisiera fundarse en generalidad cualquiera supondría al mismo ·mpírico? ¿La muerte sería el resultado de un conocimiento empírico, o experi -
tiempo la existencia de una voz de las profundidades. mental, o incluso una prueba que podríamos calificar como fenomenológica? ¿Por
Esta particularidad del lenguaje propio de cada uno de nosotros en su incons- qué es necesaria esa muerte en la realidad, para que el sujeto se espabile com o
ciente nos trae a esta pregunta: si cada uno tiene así, su propia música, su musi- sabemos con respecto a su pregunta? Es más, les recuerdo de paso, que estuvo
quita, ¿dichas musiquitas se equivalen a partir del momento en que se dan a cono- sufrido por la cuestión de la muerte, por la desaparición de su hermana mayor
cer en la realidad en forma de opinión, de las opiniones? Cada uno de nosotros cuando él tenía tres o cuatro años, y que la culpabilidad devastadora e inhibido-
ti ene su opinión, y la sabia posición, la sabiduría común dice que, después de ra que presenta se desarrolló un año y medio después de la muerte de su padre y
todo, todas las opiniones se equivalen, lo que en cierto sentido es verdad, pues- esto a propósito de la muerte de una tía. Entonces, primer elemento de extrañe-
to que después de todo, cada uno de nosotros se las ha arreglado a su manera con ·1.:1, la necesidad de esa experiencia.
su propia economía, con su cifrado propio, ¿para qué? Para organizarse contra la El segundo elemento enigmático que ya les señalé es que se trata ciertamen-
·astración, es decir, asimismo, para sostener su goce. te de una muerte singular, puesto que es una vez desaparecido cuando el padre
Entonces, si todas las opiniones se equivalen -y ¿cómo desmentir esta verdad?-, t·stá más presente que nunca; en otros términos, está presente ... , está ahí, y ni
no tenemos nada más que añadir, salvo efectivamente contentarnos con enumerar y .~iquiera en forma de fantasma, es decir, en una forma que podría ser preocupan-
admirar las sabidurías diversas. Pero, ahí hay un pero; esa infinitud de las opiniones, ¡ e, o amenazadora, o extraña; está ahí como el personaje familiar que siempre ha

obviamente son infinitas, se sostiene en la suposición sobre la cual voy a volver un Nido; e incluso esta ahí, más a su disposición que antes: cuando el paciente oye
poquito más tarde, si alcanzo, que esta infinitud de las opiniones supone la infinitud q11 e tocan su puerta, se dice: es papá que llega ... Y suele además, igualmente,
del deseo; que los deseos son infinitos, que su variedad es infinita, no solamente infi- 1vner diálogos con él, y decirse: vaya, ésta es muy buena, voy a contársela a papá,
nita en número, sino que su variedad es infinita. Es ahí donde hay un inconvenien- l' l e . Esta presencia del padre, mantenida así, no disminuye en nada la culpabili-

te. Es que justamente, contra las especulaciones tradicionales, lo que aporta el psico- d.1d de haberlo matado. A tal punto que Freud va, en cierto momento, amen-
análisis es que el deseo es finito, y que es incluso la finitud que lo organiza, que lo ' ionar el término de delirio.
Íu nda como deseo. Puesto que, y no hago sino recordarlo una vez más, cada uno de ¿Qué relación tenía el paciente con su padre? Se la recuerdo: eran "los mejo-
esos lenguajes no es sino variación sobre un tema único, la castración, son defensas 1·1•s amigos del mundo", está en el texto, los mejores amigos del mundo; nunca ha

contra ella, lo que significa además que toda opinión es más o menos neurótica, lo podido volver a encontrar ese tipo de amistad y hablaban de todo entre ellos, sal -
ual nos trae al hecho de que no basta, para nosotros, escribir en la pizarra, en su lugar, vo de lo que se ha convenido callar, lo que el pudor implica de reserva entre un
·n los Cuatro discursos, sino que de esto importa que saquemos un poco de conse- p.1drc y su hijo. El hecho de que hayan sido así, los mejores amigos del mundo,
·ucncias, que hay en efecto una verdad. Ésta, por ejemplo, que les estoy contando. 11os permite mencionar el hecho de que se sostenían en el eje de una relación ima-
¿Contra qué verdad se organiza la neurosis obsesiva? La misma, claro. Todo 1•,i 11:1ria, el famoso eje aa', donde el rol ideal puede, cuando somos los mejores
está, como para las opiniones, todo está en la manera. ¿Qué podemos decir de su .11 11i gos del mundo, es así en general, pasar de uno a otro. Cuando somos buenos
manera? Les propongo que reflexionemos un poco sobre lo que la vez pasada reto- 1ornpañeros, no es raro, si sucede que uno esté un poco rezagado en relación al
mé para ustedes en el texto del Hombre de las ratas, es decir, ese párrafo dedica- 111 ro, que haya uno que funcione como ideal y que, cuando somos realmente bue-
do a la "Introducción a la inteligencia de la cura'', de la cual vieron cómo Freud 11os co mpañeros, pues bien, nos pasamos el cetro.
la hace enteramente girar, hace enteramente girar esa inteligencia de la cura, en 1>:1 ra decirlo de manera más clara, se comportan como dos hermanos, es decir,

torno a la cuestión de la relación al padre. Culpabilidad aparentemente absurda dos hijos de la misma madre, con la particularidad, que espero ustedes acepte n,
por su muerte, para el sujeto. l,1p:1rti cuhridad de qu e uno de los dos se :1cos t:1h:1 co n ell a; al otro le bastab:1
128 Parte /: 1987-1988 Lección VIII: 21 de enero de 1988 129

·sperar, sin moverse demasiado, para no perturbar el mecanismo, para que llegue encontramos a todo lo largo de la neurosis obsesiva, como específicos de esas cons-
su turno. Y es sin duda esta cuestión del turno, que nadie le gane el turno lo que trucciones de pensamiento, Gedankengebaude, es decir, esos pensamientos qu"
marca tal vez la importancia que, para el obsesivo, tiene todo lo que tiene que ver van sistemáticamente de afirmación a negación y así consecutivamente, esa co n-
o n lo ordinal. Lo cardinal se entiende, ya tendremos la oportunidad de volver a tradicción entre Gebote y Verbote, entre prescripciones, entre órdenes y contraó r-
'S to, a la cuestión de la suma y de la resta; lo ordinal es un poco diferente; pien- denes, esa contradicción no sería, primeramente, interna de la religión misma
so que podemos distinguir este rasgo. que, así, por el amor de Dios, dimensión Imaginaria, y por el deseo de conocer-
Puesto que ya estamos interrogándonos sobre lo que podría significar esa lo , dimensión Simbólica, resulta, al mismo tiempo, que atenta a su alteridad ?
muerte, ¿qué es? Aquí estamos buscando lo que podría ser, la manera como podría Como si al amarlo más y al desear conocerlo más, más corriera el riesgo de des-
representarse; ¿tendríamos acaso que entender el asesinato del padre, de lo cual truirlo. Hay ahí una paradoja -tal vez algunos de ustedes podrán aportar, luego,
se siente tan culpable como ligado a esa representación, a ese eje imaginario, el sus observaciones- , una famosa paradoja que la teología siempre ha percibido,
extraer a ese padre de su posición, de su sitio, de su lugar original, para hacer de sin encontrar otra manera, en cierto modo, para mantener esa alteridad, así, en
él un semejante en una relación de espejo de tipo fraterno? ¿Es acaso eso lo que peligro, que preconizar la distancia, el distanciamiento, entendiéndolo en el sen-
implicaría, lo que sería vivido, es acaso esa operación que significaría para el suje- tido euclidiano, ya no el distanciamiento del que saben en qué medida es un pro-
to, que constituiría el soporte para ese sentimiento de ser el asesino del padre? ceso típicamente obsesivo.
Notemos en todo caso, además, sin responder a la pregunta, que ese disposi- Yo leía hace un rato un libro que acaba de ser traducido al francés, de un teó-
tivo imaginario permite - no la coexistencia de consciencias, de la cual sabemos logo del siglo XII, Richard de Saint-Victor, que escribió L'unité de Dieu, De l'unité
que no es posible-, permite, como entre dos amigos, lo que yo llamaría su alter- de Dieu et de la pluralité des créatures 1 - es un libro del que tendremos oportunidad
nación. Es como para el ideal, se puede prescindir de la palabra cuando somos de hablar pero, creo, creo que si queremos entender bien lo que es el significante,
buenos amigos, unas veces es uno el que habla, el que toma la palabra, otras veces es una introducción ciertamente maravillosa a esta cuestión del significante, y la
es el otro. ¿Qué significaría un saber de la muerte? ¿Significaría acaso simboli- cuestión del Uno, de la totalidad y de la pluralidad-. No lo he traído hoy para no
wrla? ¿Tenemos acaso, después de todo, otra manera de aprehender el Real, sino hacerles tener muchas ganas de inmediato, pero se lo traeré la próxima vez. Hay en
sim bolizándolo, aunque no tengamos, hacia él, más que un acceso infinitesimal, este libro, traducido por Emmanuel Martineau y editado más o menos a cuenta
un acceso siempre distante, aunque sólo sea de manera infinitesimal? del autor, una muy pequeña observación del denominado Richard de Saint-Vic-
Es cierto que la religión, de la cual conocemos el sitio que ocupó en la vida Lor, cuya identidad se ha encontrado con mucha dificultad, el manuscrito que se
de este paciente, es una manera de simbolizar ese lugar en el que está la muerte ha encontrado recientemente, hace unos veinte años, en Padua, no pudo ser atri-
puesto que la religión dice que ese lugar está habitado por Aquél (con a mayús- buido a su autor sino con muchas dificultades, pues bien, Richard de Saint-Víctor
cula) que nos quiere lo bastante para haber muerto por nosotros. Pero esa sim- dice: "La fe siembra y la razón cosecha". Es una fórmula muy linda que podría valer
bolización tiene, claro, un inconveniente que, creo, ha sido perceptible desde hace para las pequeñas actividades que nos conciernen, de una manera que no apela,
mucho, esa simbolización tiene el inconveniente, justamente por su éxito, de abo- verdaderamente, a ningún desplazamiento; es exactamente eso; sólo que parecía
li r la heterogeneidad de ese lugar; puesto que ahora que está en la categoría de lo que para Richard de Saint-Victor era más fácil, quiero decir, que esto le planteaba
Simbólico, anulando su característica de ser Otro y mostrando la continuidad menos problemas. Pero, en todo caso, había medido perfectamente los efectos y d
que hay que establecer entre ese lugar y el Simbólico, aunque sólo fuera con el riesgo: partan de la fe y es la razón quien gana, pero bueno, no siempre ...
mito de una filiación. Entonces estamos en este punto: evidentemente, si por esta operación qu "
La pregunta que se abre así es la de saber si, paradójicamente, la religión no estoy mencionando, que opera tanto en el registro Imaginario como en el Sim-
·stá aboliendo lo sagrado de ese lugar, en otros términos, con esta simbolización hólico, el corte con ese Otro es abolido, como les hacía notar hace un instanrc,
:xi tosa, anular, denegar al padre muerto; puesto que, en cierto modo, ella lo extrae, 110 hay otra manera de preservar lo sagrado sino manteniéndose alejado, a di s-

digamos, de su tumba, lo despierta, lo importuna; él sólo quería descansar tal vez. tancia, en otros términos, teniendo el cuidado de conservar la inmovilidad y 1:1
l,a pregunta que quiero mencionar de esta manera con ustedes es la siguien- '"1·1asis de uno; que en todo caso, a partir de ese momento, el tiempo se dete nga
te: ¿esa famosa contradicción, esos pensamientos contradicto ri os co n que nos y q ue ya nada pase; en el fo ndo, co nvi ene que nada m ás se mueva.
1JO Parte /: 1987-1988 L ección V/11: 21 de enero de 1988 1J 1

La salvedad, puesto que seguimos interrogándonos sobre lo que podría ser ese que esto conlleva, momificación de lo vivo, parece responder a lo que llamo esa
saber de la muerte, la salvedad que una vez más tenemos que introducir, es que ortina de humo lanzada justamente al Otro, a la mirada en el Otro. Hago como
si esa operación simbólica, la que desempeña la religión, me informa sobre la si estuviera muerto, como si "Yo" se aboliera de la ex-sistencia para que "Tú "viva.
muerte como portadora de vida, ya que es justamente de ella de lo que se trata, l ,a pregunta sigue abierta para nosotros por el hecho de que la culpabilidad gire
es la del padre muerto en cuanto le debo mi vida, no solamente la mía, la de quie- :1lrededor, por el hecho de que el hijo no estaba presente cuando el padre murió.
nes están aquí agitándose; si entonces esa operación simbólica me informa sobre Y les hice notar la vez pasada cuán importante es que nos interroguemos sobre
·se lugar arreglado para mí en el Otro para que Yo pueda ex-sistir allí, queda que, ·sa ausencia. ¿Por qué el no haber estado presente origina, mantiene esa impre-
sob re la muerte misma, esa operación no me dice nada, el significante muerte sión de ser un criminal? Es con eso con lo que empezó; ¿y acaso esto no vuelve a
queda perfectamente vacío; ¿a qué significado al que yo pudiera tener acceso remi- plantearnos, a nosotros, el problema de la imposibilidad simultánea de ellos? N o
1e?, puesto que si la muerte es un acto, es evidente que como todo acto, me abo- pueden estar presentes al mismo tiempo: para que uno de ellos viva, es necesari o
1irá como sujeto; su única característica es que esta vez es una abolición sin fu tu- que el otro muera. Retomaré esto.
ro -es por eso justamente por lo que es un acto logrado-, sin futuro que pudiera Retomaré esto, aunque bueno, viene aquí, de inmediato; la experiencia de la
·ventualmente permitirme sorprenderme retroactivamente de lo que sería mi nue- no-coexistencia de las consciencias es una experiencia que tenemos a diario; si
va o mi otra presencia en el mundo. po r ejemplo, hablo como padre, en calidad de padre, ¿de dónde hablo? Cuando
Si creo en la resurrección es porque los actos cuya adversidad he podido sufrir, hablo como padre soy abolido, en cuanto sujeto, me confundo totalmente con
regularmente me han hecho renacer. He vuelto a la ex-sistencia o he venido a la los significantes que enuncio; es incluso a menudo, como saben, lo que sorpren-
ex-sistencia, aunque fuera de otra manera. de a los niños, es decir, esa especie de desproporción entre el padre, como suj c-
Cuando me siento culpable de la muerte del padre, ¿de qué estoy hablando 10, sujeto como todo el mundo, es decir, con todos sus "más o menos'', sus vici-
entonces? Puesto que no tengo el saber de esa muerte. Entonces soy criminal, situdes, con todas sus debilidades, con todos sus incumplimientos, todo lo que
orno este paciente, pero sin saber en qué consiste ese crimen. La cuestión ni qui eran, y el hecho de que, pues, es ese que se pone a hablar así [golpea la mes11
siquiera es saber cuándo he podido cometerlo, no sé realmente en qué ha podi- mn el puño], ¡ah!, como un padre, en otros términos, sin otro apoyo, sin otra refc-
do consistir. Puedo, claro, utilizar la referencia que guía a Freud, cuando resalta 1vncia que el significante del cual su nombre toma autoridad o al que su nombre
la oposición entre el amor por el padre y los deseos sensuales en el paciente, el rn nfiere autoridad. Y si habla como sujeto, el padre, pues bien, ya no es como
conflicto de éstos, como si matar al padre fuera necesario para que éstos se cum- p.id re... , o sea: es justamente como un sujeto cualquiera, es decir, que, es más, no
plan, para que se liberen. \icmpre causa buena impresión a los niños, que tienen la impresión de que as f,
Nos remitimos aquí al mito de Tótem y Tabú: para tener acceso a las mujeres, vndaderamente, él se chorrea ...
primero hay que torcerle el cuello. Entonces el obsesivo estaría en esa especie de Entonces, lo que es extraño es que tiene una posibilidad de hacerse oír en
d ilema, y por eso tal vez el tipo de elección que toma: ya sea abstenerme de dichos n 1anto sujeto: es hablar como padre humillado, es decir, como padre cuya di g-
deseos para que Él viva, en otros términos, Yo sublimo, pero el problema es que 11 id ad, cuya autoridad, cuyas funciones no son reconocidas.
si él aún está vivo, esto es profanarlo; la dificultad está justamente ahí; en otros Es curioso que su existencia parezca limitarse singularmente a lo que sería cl
términos, eso que se presenta, como ustedes saben, al cabo de un momento, como 1q!,istro del traumatismo. Ustedes me dirán: sí, pero el padre que desea es el qu t
si n salida, uno y otro término de la alternativa son igualmente sacrílegos. 1 1H.: nta en el Edipo ... Y justamente es la dificultad, es más, tanto para él, como

Es evidente que por estructura, la que el mito de Tótem y Tabú ilustra, por p.1ra nosotros; entonces ustedes ven el lugar en que siempre uno se pone cuando
·structura, el padre ha muerto para que "Yo" (yo entre comillas) viva; es la muer- l1 .1hla del padre: digo para él y para nosotros ... , podría decir para nosotros y par:1
te del padre en el Otro lo que dispone este lugar donde "Yo" puede venir a la ex- 1q, o para ellos, poco importa ... La dificultad es que si él desea, ya no es co mo
sistencia, donde "Yo" puede encontrar su heim, su hogar, su patria y todo lo demás, ¡1.1d re, es en calidad de sujeto por lo que experimenta deseo por una muj er.
in cl uso la ilusión de su ser. La solución dada como cortina de humo por el obse- l ·'. n este punto nos preguntamos: en el lenguaje del obsesivo, ¿qué sostiene en
sivo es: "no, no, no puedo aceptar que el padre muera para que 'Yo: entre comi- «I 1:1 muerte del padre? Podemos decir que, lo que para él está ligado a la mucr··
ll :1s, viva, más bien que 'Yo' muera para que '.Él'viva'. El efecto ck momificación I\', al ases inato del padre, lo que hace de él un criminal, es simplemente que recha
u /~art e !: 1987-1988 Lección VIII: 21 de enero de 1988 133

'/,:t pagar su deuda; no quiere pagar el precio, es decir, que rechaza la castración. pida nada más; no hay ninguna culpabilidad en esto. No debe realmente nada
Sin embargo, es este precio el que prepara en el Otro el lugar donde el padre pue- 11ds, ¡nada! Ha hecho registrar su ticket, tranquilo; controlan ... bueno.
k: estar, aunque sea como padre muerto. Si él no le prepara este lugar en el Otro, Es obviamente la gran ventaja de una relación posible con una mujer que no
l'.~ la operación que a cambio el padre da a su hijo, preparándole para existir un 111 1plicaría otro costo, sólo el precio del viaje y, luego, estamos en paz, ¿no es cier-
lugar en el Otro. Pero conviene, primero, que el hijo pague; ¿quién paga?, ¿quién 111 ?; lo que hace deseable a la prostituta, pregunta que vale la pena plantearse,
debe pagar primero en este caso? 1111:í l es el fundamento de su precio?, en el modo dual, que mencionaba hace un
1

Entonces, al rechazar su deuda, él rechaza darle, preservar para él, en el Otro, 1.11 o, de la relación imaginaria a un ideal, lo que hace su precio, es que el otro la
ti lugar en que, en calidad de muerto, podría mantener la vida. En otros térmi- 1 l1 ·sL'a, él la desea, el semejante, ella es un objeto de deseo para aquél, entonces es

nos, rechaza ofrecerle un sacrificio. Eso no quiere decir que el obsesivo no quie- 1111 objeto de deseo para mí. Es así de fácil y así de simple.
r<.: pagar; está incluso dispuesto a pagar todo lo que quiera, incluso sus joyas más En tonces, ¿recuerdan que, ante esa culpabilidad intensa, el paciente sentía
preciosas, pero no a sacrificarlas por él; en otros términos, consiente privarse, pero 1111.1 grave inhibición para el trabajo?; ¿cómo relacionar esa inhibición para el tra-
no que eso sirva a su goce, el goce que le supone al padre. Entonces, en el len- l1,1jo con el hecho de que habría matado al padre?, ¿tendríamos acaso que enten-
guaje del obsesivo, la muerte, el asesinato del padre y esa impresión de ser un cri- 111•1 esa inhibición para el trabajo por el hecho de que él habría entrado en ese
minal, si lo que les propongo es correcto, tendríamos que considerarlo como el 11•1·,istro en que todo progreso implica un riesgo de incesto, de sacrilegio? ¿Esa
rechazo a darle sepultura. 11il1ihición para el trabajo traduce acaso el riesgo que habría en seguir tratando al
Al rechazar la castración, él rechaza que en Otro haya un corte, es decir, lo 1(1 '.d por el Simbólico, sin saber bien si eso va a llevarme, y a qué extremo?
que fundaría, al mismo tiempo, el Otro en su calidad de Otro; quiere decir l ,cs haré notar de inmediato, aunque sea un poquito por distracción, que van
lo mismo que rehúsa que la madre sea castrada, es una tautología, un pleonasmo, lo l w r en la historia la importancia del número uno y medio; uno y medio; es decir,
que les estoy diciendo. q111• l 'S un año y medio, por ejemplo, después de la muerte de su padre cuando la
El problema es que Dios no por esto es abolido, todo lo contrario; Dios se i 1dp.1bilidad empezó. Se preguntan de dónde viene este uno y medio, y encuen-

mantiene en el Otro gracias a, como les decía hace un rato, la distancia, al res- 11111 (1ue se había acostado a las once y media, y que es a la una cuando su padre
peto de la distancia; ya no es el corte quien funda el lugar del Otro, es la dis- 111111 i<'>. Uno y medio; es interesante para nosotros que este número sea conserva-
tancia la que protege un lugar que tiene valor de alteridad. Pero en ese lugar, d11 .i s (, en el inconsciente, con ese valor decisivo, para conducir a la repetición, y
Dios, hay que decirlo, está feminizado, es decir, que su naturaleza de al-menos- V• 11•111 os una vez más que este número se reproduce de manera decisiva más lejos;
una -ustedes saben cómo Lacan corrigió su al-menos-uno-, pues bien, esta al- rn 111do caso es, diría, para nosotros, un número que viene muy bien, uno y medio;
menas-una se mantiene así, a condición de que, con respecto a ella, se preserve 101110 si se marcara el primer golpe y luego, el segundo, no logramos marcar-
la distancia conveniente, y fíjense en el modo de relación del Hombre de las ratas lt1 , 11os quedamos en los decimales, uno y medio.
o n la Dama, la misma que es, de manera muy involuntaria, el soporte de esa l·: 11 LOnces Freud, que este paciente trata como un Freund, no le responde como
divinidad. 111111 de sus amigos puesto que, cuando este paciente iba a ver a sus amigos y les
¿Qué me lleva a decir que es feminizada? Pues bien, es porque ya no se trata d1·1(,¡ "me siento horriblemente culpable, etc.", los otros lo tranquilizaban: "real-
del Dios de la castración, se trata de un Dios que no es más que amor y oblación; 1111 11 i t\ LOdo está en la cabeza''. Freud le dice, al contrario, si usted se siente cul-
·s decir, que ya no le queda más que ofrecerle sus órganos a ese Dios en home- 1' dd1 · de la muerte de su padre, tiene razón.
naje, por nada, nada más que su amor. Entonces, eso no quiere decir que, al mis-
mo tiempo, la actividad sexual sea prohibida; en el caso que nos interesa, puesto Ese afecto -dice Freud- es justificado.
tiue gracias a Dios, digámoslo así, existen las prostitutas, y las prostitutas, no sé
si esto ya se ha notado suficientemente bien, pero son algo extremadamente eco- 1:.,.,0 le asesta un lindo golpe al paciente, que le digan que era un afecto des-
nó mi co, porque no cuesta más de lo que cuesta; es como el viajero que, en estas 1d11 .ido, pe ro que el afecto era justificado, es una respuesta que no esperaba.
po nencias, en las primeras, les mencionaba; el viajero no pide más que pagar su l 11111 11 vcs el paciente empieza el curso de sus sesiones, no voy a tomarlo aho ra,
1

pu <.:s to aJ precio justo, es decir, embarcarse y que, una vez que ha baj::ido, no se k ii"111111,1rl·rn os mis tarde, es muy in te res::i nte pe ro es aún m ás interesan te en las
134 /)arle /: 1987-1988
Lección V 111: 21 de enero de 1988 135

notas; el paciente escucha todo eso y dice que sí, Freud le explica, una vez q11
li11i 10 o infinito, y que la respuesta dada a esta pregunta tiene consecuencias inmc-
usted lo ha visto, que todo habrá salido a la luz del día, pues bien, todo podr
11i,11:1s y prácticas. Esto es, pues, lo que quería retomar hoy sobre ese párrafo que
desaparecer: hay que buscar simplemente lo que ha podido provocar tal afecio,
l1.il1íamos visto la vez pasada.
es decir, los deseos auténticos de muerte hacia el padre que el paciente, debido a MI
amor por aquél, no ha podido nunca aceptar, es decir, que de él ha rechazado, elr.;
¿Tienen acaso preguntas, si no están agotados?
el paciente dice que sí, que todo eso está muy bien, todo eso es muy lindo; pero,
le dice, ¿qué se puede hacer contra la idea del más allá que no puede ser rechaza
.fMn Périn: Sí. Entonces, hay algo que no logro entender bien, es, por una
da por la lógica? Ahí sí, eso es realmente la fineza del obsesivo. En otros térn1i
I' 11·1c, las órdenes y contraórdenes, ¿no es cierto?, en el pensamiento obsesivo, y
nos, todo lo que usted me cuenta ahí, doctor Freud, es realmente muy lóg.ico,
l111·go la referencia que usted hace a una lógica que usted llama intuicionista, que
realmente muy racional; pero con respecto al más allá, doctor Freud, ¿qué pt1l'
1•1(.1, en e1 f,on d o, "s1,,, , "no" , pero "ta1vez", o 1o "verd ad ero " , 1o "J:ia1so" y 1o "ni.
de decir? En otros términos, le remite a Freud lo que se refiere a su propio topr,
1'1tladero ni falso'', así.
¿no es cierto?; porque, en el fondo, lo que le dice a Freud es algo como ¿qué li
Ch. Me/man: Sí, pero bueno, tendré la oportunidad de retomar esto. Todo lo
puede saber del infinito (puesto que hay siempre un más allá . .. )?
q111 · podemos, todo lo que quiero retomar ahora mismo, es simplemente para
Eso nos lleva curiosamente a lo que mencionaba hace un rato sobre la plu
il11 idir, para nosotros, sobre la cuestión de lo "verdadero" y lo "falso"; es que a
ralidad infinita de las opiniones. Es totalmente equivalente, ¿no es cierto? Sobr
¡1,111 ir del momento en que usted rechaza la referencia a los nombres-del-padre, es
eso sólo se puede tener opiniones; ahí estamos, en cierto modo, en lo que podrla
m as llamar el establecimiento de una lógica intuicionista, es decir, una lógirn
d1:1ir, en que usted se lo niega, utilizo este término porque intentaré ilustrarlo a
ill lt inuación como modo de proceder propio del obsesivo, pues bien, a partir de
donde hay el "sí", el "no" y además el "tal vez"; en otros términos, nunca pode·
p~ 1 ' lllOmento, usted ya no tiene ninguna garantía sobre lo que distingue lo "ver-
mas estar seguros. Tal vez aparecerá un día el cisne negro que mostrará que, l'll
d 1dl·ro" y lo "falso"; es decir, que usted está, a partir de ese momento, condena-
efecto, no todos los cisnes son blancos; yo les digo que todos los cisnes son blan
111 11 1'11 ncionar entre parejas contradictorias, ayudado por parejas alternativas, en
cos, porque sólo eso he visto, pero no estoy seguro de que un día, durante 1111
l 1 ~ 1p1c ninguno de los términos consigue satisfacerle o asegurarle. Lo que abor-
viaje, en Australia, por ejemplo, haya uno que desmienta la blancura universal
l 111• :1 continuación es que si usted rechaza, pues, ese lugar, del cual depende en
del cisne; entonces, ¿cómo podemos saber ante el infinito? Esto nos recuerd ia
1111<1 modo la autoridad, la referencia, que le permite decir "sí, es eso", el impe-
simplemente que hay por lo menos dos maneras de concebir este más allá , y
1.111vo, en cierto modo, un curioso imperativo categórico aquél, si usted rechaza
una de estas maneras está organizada justamente por la finitud, finitud del dem1,
r~ 1 l11 g:i r, ya no puede buscar la verdad sino en la misma cadena, en los elemen-
Es la antigua pregunta, que ya he abordado, sobre el infinito actual y el inflni
t•h ill• la cadena, sino, en particular, en la consecución de los mismos, puesto que
to potencial.
1i1 ¡111 cde buscar la causa; siempre vamos a buscarla en los antecedentes, pues
Es interesante para nosotros el recordar, simplemente, para concluir esta Vl"t.,
1111 11, es una idea del imaginario, para el imaginario la causa está siempre antes,
que vemos bien cómo, con el infinito potencial, nunca se puede estar seguro: ~(,
111.1 11naginaríamos que la causa estuviera después, bueno. Pues bien, uno va a bus-
no y tal vez, es una de las figuras del dilema obsesivo; con el infinito potencial ,
11 l.1 en los antecedentes, entre los elementos de la cadena, uno supone entonces
en efecto, estamos abandonados a la duda, me estoy repitiendo con esto, mirn
i1_•111prc un elemento primero; y además busca cuál es el error en la consecución
tras que con el infinito actual, que organiza el corte del deseo, pues bien, ahí tCJll'
l1_1 In ,~ elementos que ha podido hacer que el resultado fuera falso, por ejemplo.
mas que acostumbrarnos a que la realidad con que nos encontramos, ese SNll
blant, ese poco de realidad es, a pesar de todo, la verdadera y que de eso 1111
! 1111011ccs usted entra en procesos que son exactamente los de la lógica y en ese
11 1tl i.1 jo, que no retomo pero que merece ser retomado, no estaba mal, que hice
podemos dudar, incluso, obviamente, si es insatisfactoria, es decir, si no es ni.\\
que del registro del semblant. lt11u· 111 ucho tiempo, en un Congreso de Roma2 , realicé este ejercicio con, diga-
iilll "· cierto éxito, o sea que funciona bien.
Ven entonces en qué medida esta pregunta sobre el más allá, tal como vÍl'llt
( l 11 é vemos, en el fondo, en los procedimientos habituales de la lógica? Es
en la interrogación del Hombre de las ratas, es una pregunta en efecto interesan
q111 11110 busca la verdad en la consecu ció n. Usted se da reglas, reglas de funcio -
re y que la respuesta que cada uno de nosotros le da es la pr<.:gunta del aná li si~
1111111iv111 0, una sin taxis, una sintaxis lógica n 1:1lquiu·:1, b que qu ieran. Y cnt0 11 -
1'.'\4 /)arle /: 1987-1988 L ección Vlll: 21 de enero de 1988 l '.'\ 5

no tas; el paciente escucha todo eso y dice que sí, Freud le explica, una vez que lln ito o infinito, y que la respuesta dada a esta pregunta tiene consecuencias inme-
usted lo ha visto, que todo habrá salido a la luz del día, pues bien, todo podrá di atas y prácticas. Esto es, pues, lo que quería retomar hoy sobre ese párrafo qll"
desaparecer: hay que buscar simplemente lo que ha podido provocar tal afecto, h:lbíamos visto la vez pasada.
·s decir, los deseos auténticos de muerte hacia el padre que el paciente, debido a su
amor por aquél, no ha podido nunca aceptar, es decir, que de él ha rechazado, etc.; ¿Tienen acaso preguntas, si no están agotados?
d paciente dice que sí, que todo eso está muy bien, todo eso es muy lindo; pero,
le dice, ¿qué se puede hacer contra la idea del más allá que no puede ser rechaza- ]ean Périn: Sí. Entonces, hay algo que no logro entender bien, es, por una
da por la lógica? Ahí sí, eso es realmente la fineza del obsesivo. En otros térmi- p:1rte, las órdenes y contraórdenes, ¿no es cierto?, en el pensamiento obsesivo, y
nos, todo lo que usted me cuenta ahí, doctor Freud, es realmente muy lógico, luego la referencia que usted hace a una lógica que usted llama intuicionista, que
realm ente muy racional; pero con respecto al más allá, doctor Freud, ¿qué pue- '>l' rta,t en e1 ron
J: do, "s1"' , "no", pero "ta1vez", o 1o "verdadero", 1o "J:1a1so" y 1o "111.
de decir? En otros términos, le remite a Freud lo que se refiere a su propio tope, ve rdadero ni falso", así.
¿no es cierto?; porque, en el fondo, lo que le dice a Freud es algo como ¿qué se Ch. Melman: Sí, pero bueno, tendré la oportunidad de retomar esto. Todo lo
puede saber del infinito (puesto que hay siempre un más allá ... )? qu e podemos, todo lo que quiero retomar ahora mismo, es simplemente para
Eso nos lleva curiosamente a lo que mencionaba hace un rato sobre la plu- dt:cidir, para nosotros, sobre la cuestión de lo "verdadero" y lo "falso"; es que ;1
ralidad infinita de las opiniones. Es totalmente equivalente, ¿no es cierto? Sobre p:1rtir del momento en que usted rechaza la referencia a los nombres-del-padre, es
eso sólo se puede tener opiniones; ahí estamos, en cierto modo, en lo que podría- ' k cir, en que usted se lo niega, utilizo este término porque intentaré ilustrarlo a
mos llamar el establecimiento de una lógica intuicionista, es decir, una lógica e ontinuación como modo de proceder propio del obsesivo, pues bien, a partir de
donde hay el "sí", el "no" y además el "tal vez"; en otros términos, nunca pode- 1·st: momento, usted ya no tiene ninguna garantía sobre lo que distingue lo "ver-
mos estar seguros. Tal vez aparecerá un día el cisne negro que mostrará que, en d:1dero" y lo "falso"; es decir, que usted está, a partir de ese momento, condena-
efecto, no todos los cisnes son blancos; yo les digo que todos los cisnes son blan- do a funcionar entre parejas contradictorias, ayudado por parejas alternativas, en
cos, porque sólo eso he visto, pero no estoy seguro de que un día, durante un l.1s que ninguno de los términos consigue satisfacerle o asegurarle. Lo que abor-
viaje, en Australia, por ejemplo, haya uno que desmienta la blancura universal il .1ré a continuación es que si usted rechaza, pues, ese lugar, del cual depende en
del cisne; entonces, ¿cómo podemos saber ante el infinito? Esto nos recuerda e ÍL' rto modo la autoridad, la referencia, que le permite decir "sí, es eso", el impe-
sim plemente que hay por lo menos dos maneras de concebir este más allá, y 1.11 ivo, en cierto modo, un curioso imperativo categórico aquél, si usted rechaza
una de estas maneras está organizada justamente por la finitud, finitud del deseo. 1 '.~t.: lugar, ya no puede buscar la verdad sino en la misma cadena, en los elemen-
Es la antigua pregunta, que ya he abordado, sobre el infinito actual y el infini- tos de la cadena, sino, en particular, en la consecución de los mismos, puesto que
to potencial. 111 ) puede buscar la causa; siempre vamos a buscarla en los antecedentes, pues
Es interesante para nosotros el recordar, simplemente, para concluir esta vez, hk n, es una idea del imaginario, para el imaginario la causa está siempre antes,
que vemos bien cómo, con el infinito potencial, nunca se puede estar seguro: s{, 1H > imaginaríamos que la causa estuviera después, bueno. Pues bien, uno va a bus-
no y tal vez, es una de las figuras del dilema obsesivo; con el infinito potencial, ' .i rb en los antecedentes, entre los elementos de la cadena, uno supone entonces
en efecto, estamos abandonados a la duda, me estoy repitiendo con esto, mien- \Ív mpre un elemento primero; y además busca cuál es el error en la consecución
tras que con el infinito actual, que organiza el corte del deseo, pues bien, ahí tene- c lv los elementos que ha podido hacer que el resultado fuera falso, por ejemplo.
mos que acostumbrarnos a que la realidad con que nos encontramos, ese sern- l ·~ 11 t o n ces usted entra en procesos que son exactamente los de la lógica y en ese
blant, ese poco de realidad es, a pesar de todo, la verdadera y que de eso no t 1.1hajo, que no retomo pero que merece ser retomado, no estaba mal, que hice
podemos dudar, incluso, obviamente, si es insatisfactoria, es decir, si no es más 11.in .: mucho tiempo, en un Congreso de Roma2 , realicé este ejercicio con, diga-
que del registro del semblant. 11 1os, cierto éxito, o sea que funciona bien.
Ven entonces en qué medida esta pregunta sobre el más allá, tal como vien<: ¿Qué vemos, en el fondo, en los procedimientos habituales de la lógica? Es
·n la in terrogación del Hombre de las ratas, es una pregunta en efecto interesan - q11 v uno busca la verdad en la co nsec11 ció n. Usted se da reglas, reglas de fun cio-
Lc y q ue la respuesta que cada uno de nosotros le da es la prcgun t:-i del análisis 11 .1 111icm o, un a sin tax is, un a sin1 :1xis l<'igir:1 n 1:ilqui er:1, la q ue q uieran. Y ento n-
136 /'art e !: 1987- 1988 Lección VIII: 21 de enero de 1988 137

es mira luego si la consecución de los signos obedece efectivamente a esa sinta- tos importantes que se fundan siempre en que, en el fondo, hay alguno, en el
xis. Entonces tiene lo verdadero y lo falso. Tiene secuencias que están bien cons- registro de ese goce, o sea del lado de la mujer, no se la puede totalizar puesto
truidas y otras en que hay un error, no anda ... Entonces uno establece ahí algo que siempre puede haber alguno que estaría, eventualmente, que no estaría en
que es del registro de lo verdadero y de lo falso. Es curioso constatar que es exac- la función fálica; es justamente eso, eso sale, en resumidas cuentas, de la misma
t:lmente el trabajo al que se dedica espontáneamente el obsesivo, salvo que él ha lógica intuicionista. ¿Qué es lo que hace que ... ? ¿Acaso este asunto feminiza al
dado, al respecto, un paso suplementario, es que no tiene ninguna confianza en obsesivo?
lo verdadero, no le tiene ninguna confianza puesto que no tiene ya nada que lo Ch. Melman: Claro, por supuesto, en cierto modo.
funde. Lo verdadero es para él tan sospechoso como lo falso. Hace un rato, a pro- Christiane Rabant-Lacote: Decías que para el obsesivo no hay lugar de la ver-
pósito de la religión, traté de mostrar por qué, puesto que ambas maneras de pro- dad; entonces, ¿es acaso a partir de Freud cuando podríamos tener una especi e
ceder, por más contradictorias que sean, resultan pecaminosas. Es curioso enton- de guía, de pensamiento, para intervenir sobre, por ejemplo, la escasez de las metá-
ces, para nosotros, constatar que a partir del momento en que ustedes rechazan fo ras en una cura de obsesivo?
esa referencia a aquel que, en ese lugar, distingue, en cierto modo, entre lo ver- Ch. Melman: Ya lo creo, sí.
dadero y lo falso, siempre es la misma historia, ¿no es cierto?: ¿por qué me dices Christiane Rabant-Lacote: ¿Ése sería acaso un punto de intervención posi -
que vas a Lemberg, cuando estás yendo a Cracovia, etc., para hacerme creer que ble? Pero la pregunta que me gustaría mucho precisar, es decir, entonces ¿de qué
vas a Lemberg, me dices que vas a Lemberg para hacerme creer, cuando lo que se trata en el nivel de los juegos de significantes que podemos, a pesar de todo,
quieres es hacerme pensar que vas a Cracovia, etc.? Es la misma historia. Y eso nosotros, encontrar en las parejas de un obsesivo?; es decir, ¿qué son, congeladas,
nos muestra que el obsesivo es la víctima, en su duda, del rechazo a ese lugar que inhibidas, aisladas?
permite justamente decir: la realidad es esto y no otra cosa. Y podemos también Ch. Melman: ¿Cómo?, ¿cómo?
pensar que es justamente por su rechazo del semblant, por ejemplo, una de cuyas Christiane Rabant-Lacote: O sea, ¿de qué se trata en ese vado del lugar de la
imágenes podría ser que la madre no puede estar castrada, que habría en el obse- verdad y de los juegos de significantes?
sivo, al principio, este rechazo para aceptar esa realidad; pero lo que les digo aquí Ch. Melman: Sí, es una pregunta que se anticipa un poquito a lo que necesi-
ta otros avances. Pero es evidente que, cuando uno se ocupa de eso, uno tiene la
es un poco para, ¿cómo diría?, tal vez solicitar las investigaciones y reflexiones de
ustedes. En algún momento tendremos que volver a esto con detalle. En otros impresión de, ¿cómo diría?, de entrar en una red en que, ¿no es cierto?, todo
términos, ya no hay, para él, lugar de la verdad. t•rnpieza un poco ... a comunicar. Lo que podemos recordar, por lo pronto, es que
Raúl Scíarretta: ¿Podemos acaso decir que hay que, en la lectura que usted vstá ligado, claro, al predominio y, diría incluso, me parece, a la prevalencia casi
hace de esta especie de lógica intuicionista del obsesivo, hay que tener el punto (•xclusiva de la metonimia en la articulación del habla del obsesivo. Como ya lo
de vista de la lógica del fantasma para situar esa especie de lógica intuicionista, es l1 c hecho notar, me parece que es justamente lo que le vuelve difícil la audición
1 k: lo que hace sentido; y entonces hay que recordar, porque puede haber la impre-
decir para fundarla clínicamente?
Ch. Melman: Es la lógica del fantasma la que nos permite -tiene toda la razón-, sión de que el sentido es tan sonoro que ha sido escuchado, cuando no es así, en
la que nos permite situar eso. Es muy atractivo el intuicionismo y entonces, lo .ihsoluto; y no lo es, no por efectos de resistencia, literalmente, sino simplemen -
1(' por el hecho de que es una dimensión que no es en absoluto inmediata. Esto
que siempre nos resulta apasionante, nos consuela luego de las disputas que en
110 puede desarrollarse aquí, ahora, sería en sí un capítulo entero, ¿no es cierto ... ?
general tienen mal fundamento, entre psicoanalistas, disputas que siempre tie-
nen un carácter grotesco, un poco cómico, pero cuando vemos las disputas entre Pno, ¿había otra pregunta que era sobre el lugar de la verdad?
matemáticos, por ejemplo, el intuicionismo es una escuela totalmente rechaza- Christiane Rabant-Lacote: No, era la misma pregunta porque en realidad lo
da, rehusada por algunos, cuando por otra parte hay adeptos, ¿no es cierto? As( que suscita esto que dices está en ese sistema perfectamente terminado, en que b
cs. Es curioso ver que no somos incapaces de entender por qué -es decir, ¿qué div inidad feminizada es un refinamiento lógico extraordinario, ¿cómo intervenir?
remueve?-, lo cual es normal. Ch. Melman: Sí, pues bien, en la medida en que se trata fundamentalmente
1 k defensas, es de desear que la cura pueda permitir que esas defensas sean reco-
Bernard Vandermersch: Lo que no percibo bien es la diferencia, pues, qut·
·s1.o in troduce entre el modo de goce Otro, en relación a esto, es decir, mornen - ll(H.:idas como tales.
l '.'18 !'arte /: 1987- 1988

Maurice Boussidan: En la paradoja que usted ha situado entre el amor, diga-


mos como pasión, y el otro aspecto de un lugar sagrado, estaría, en cierto modo
ahí, la pasión de la ignorancia; ¿acaso, para redialectizar ese Real y ese Imagina-
rio, acaso, tratándose del obsesivo, el odio que usted mencionó en otros momen-
tos, como pasión, puede dar cuenta, dar cuenta de ello, como si cortara, incluso,
·I odio, y no permite dialectizar esos dos términos que quedan y que pueden apa- Lección IX
recer como paradójicos?
Ch. Me/man: Creo que usted tiene razón; en efecto, podemos admitirlo, en 18 DE FEBRERO DE 1988
·icrto modo, como un progreso y, es más, el trabajo de Freud en este análisis va
'n ese sentido; es decir, usted lo ve desde esas páginas, él quiere endosarle el odio,
'S decir, reconocer su odio y su odio como algo suyo, ¿no es cierto? Es decir, que
puede asumirlo a título del yo UeJ, la unidad de la personalidad, como dice el
paciente, ¿no es cierto? Esto es.

Bueno, pues bien, hasta el mes próximo.

Sería bueno que volviéramos esta noche al capítulo que la vez pasada sobrevol é
con ustedes, la "Introducción a la inteligencia de la cura'', para sopesar bien el
carácter extravagante de ese capítulo y de todos los problemas que nos plantea,
puesto que siempre corremos el riesgo de responder al enigma con la precipita-
ción del sentido y las preocupaciones tanto de la demostración como, a decir ver-
dad, de la cura; después de todo, resulta que, incluso si es aproximativo o inexac-
Lo, el sentido, como tal, tiene siempre virtudes potenciales en una cura. Es cierto,
sin embargo, que para nosotros, es decir, para nuestra generación, cuando ya no
·stamos a tal punto atrapados en tales preocupaciones, ya no hay que dejar pasar,
tras la precipitación del sentido, todos los enigmas que quedan abiertos y es impor-
lante que nos ocupemos de ellos, que veamos si hoy en día tenemos mejores res-
puestas que las que se ha podido dar hasta aquí. No se trata entonces, de ningu-
na manera, de ir a decir una vez más algo que habría sido lo aproximado en Freud,
se trata de sopesar lo que fueron sus dificultades para que, como se dice, fecun -
den las nuestras.
Este capítulo, "Introducción a la inteligencia de la cura'', les recuerdo que esta-
ba hecho en cuatro partes que se referían a las sesiones, de la cuatro a la siete; b
1
Achard de Saint-Victor [Ricardo de San Víctor], L'unité de Dieu et la p luralité des créatures [La primera parte contenía lo que el paciente anota como la causa, el fenómeno que
unidad de Dios y la pluralidad de las criaturas], texte lat., trad. et prés. E. Marcineau, Sainc- desencadena su enfermedad, es decir, la muerte de su padre: lo han despertado
L::unberc-des-Bois, Authentica, 1987. una hora y media tarde, su padre murió a las once y media, a él lo han desperta-
l M FLMAN, Charles, "La névrose obsessionnelle" [La neurosis obsesiva], Actas del VII Congre-
do a la una de la mañana, y eso que su padre lo había solicitado. Ustedes nota-
so de la École freudienne de París, en Roma, en 1974, en Lettres de l 'École fteudienne, n. º 16,
p. 346. Publicado aquí en anexo. ron conmigo que pareciera que esta muerte fue totalmente ocultada, incluso nega-
da, puesto que el paciente sigue dialogando, viviendo con su padre, hablando co n
140 / '111'/(' /: 1987-1988 Lección IX: 18 de febrero de 1988 l '11

1, esperando que venga al apartamento; cuando tocan a la puerta dice 'j lláya!, es sí misma, en que domina el amor. Hemos evocado de paso la relación con la nift.1 .
papá que viene". Entonces pareciera que esta muerte fue perfectamente negada, y Por último, la relación con el hermano, que es habitualmente prototípica dt la N
esto durante un período que empieza a dejar de sorprendernos, puesto que es un relaciones en que domina la agresividad narcisística. Lo que debería sorprcndl'r
año y medio. ¡Aniversario! Y al cabo de un año y medio, lo recuerdan, viene la nos y que le da a este texto, como lo decía hace un rato, su extravagancia fabulo
muerte de una tía y entonces el tío afligido dice algo como: "Otros hombres se sa, es que Freud interviene explicándole al paciente que sus remordimientos, co11
autorizan todo tipo de cosas, pero yo no he vivido sino para esta mujer"; el pacien- respecto a su padre, correspondían a anhelos, a deseos de muerte justificados por
te oye eso como una indirecta dirigida a su padre, a pesar de las negaciones de la el hecho de que aquél era un obstáculo a la expresión de su sensualidad haci:1 l.1
fa milia, puesto que el tío decía que no se refería en absoluto al padre del pacien- dama. Ahora bien, está visiblemente forzando puesto que está bien explicado y
te, pero éste sigue convencido de que aquello se dirigía a su padre. Y es a partir nos es de lo más esencial, que eso que lo liga a la dama no sea del orden de la s<:n
de ese momento cuando se acusa de ser un criminal. Como ustedes ven, los lazos sualidad, caso frecuente en la constelación amorosa del obsesivo, aquí se trat:-i dt·
de causalidad que hay que mencionar aquí no son, de ninguna manera, simples la dama que no está ahí para que uno se acueste con ella, aquí se trata de la d::i111 :1
ni inmediatos, y tiene esa inhibición en el trabajo que recuerdan. que está ahí para ser amada. Esto es para hacer notar que el forzamiento edípico,
Les recuerdo que Freud interviene diciéndole que el remordimiento que ha ¿no es cierto?, que opera Freud es remarcable aquí y no es válido, en cierto modo,
sentido, esa impresión de ser un criminal, es ciertamente justificado. Justificado sino porque Freud atribuye sus anhelos, el querer, sus deseos de muerte a fecha .~
pero desplazado, justificado por deseos antiguos, lo que es rechazado por el pacien- de la infancia, sin precisar más en absoluto y explica la virulencia de los mismoN
te. En la siguiente sesión, dos cosas: por una parte el recuerdo de un amor pasa- por el hecho de que esta dama representa la oportunidad, simplemente la opor
jero, cuando era niño, con una chiquilla de doce años, y la idea de que si su padre tunidad de resurgimiento de éstos.
estuviera muerto, él le habría parecido interesante a la chiquilla, ¿no es cierto ... ? ¿Por qué esto debería causarnos problema? Pues bien, porque esa prevalencia qut•
Luego le viene la idea de que si su padre estuviera muerto, él se volvería lo bas- se le da en la interpretación, en el establecimiento del dispositivo, esa prevalend.1
tante rico para casarse con esa famosa dama quien sigue siendo el objeto de sus que se le da a lo Imaginario va a servir a Freud para, en cierto modo, explicar loN
deseos. Él rechaza esta idea hasta desear que su padre no le deje ninguna heren- mecanismos de defensa propios del obsesivo. Ahora bien, son justamente ésLos
cia, etc. Finalmente, ese último recuerdo, cuando Freud le había dicho que veía los que nos causan problema, los que nos plantean interrogantes, y es por eso por I< >
en esos recuerdos una oposición absolutamente típica entre la sensualidad y el que este montaje que aporta aquí Freud justifica que lo solicitemos un poquito.
amor filial, un último recuerdo le viene, el de una violencia cometida contra su En realidad, ¿podemos acaso pensar que los mecanismos de defensa del obs<:
hermano menor con un pequeño fusil, un juguetito infantil, pero, sin embargo, sivo se refieren esencialmente a procedimientos imaginarios, a procesos imagina-
al parecer, podría haberle hecho bastante daño. Y este recuerdo le es particular- rios? Es decir a procesos que consistirían en suprimir cada vez, de la representa-
mente penoso, se acusa de su cobardía y reconoce, por último, que su enferme- ción de sí, de la imagen que se da de sí mismo ante esa mirada que estaría :ihf
dad se ha agravado considerablemente desde la muerte de su padre. omnipresente, tener entonces que suprimir regularmente de sí algunas expres io~
Les recuerdo esa sucesión de imágenes, de sesiones, para hacerles notar que nes, ciertas virtualidades que serían, que deslucirían, la imagen que se ofrece a cs;i
es una sucesión de evocaciones en que domina, con una prevalencia absoluta, la mirada, con el fin de realizarse como imagen ideal. Claro que ésta es, como lo
categoría de lo Imaginario: recordamos la relación con el padre, pero también se saben, una de las preocupaciones del obsesivo; se trata, se trataría - lo pongo en
la menciona aquí, era una relación establecida ''como entre los mejores amigos del condicional- de realizarse como imagen ideal con una reserva, sin embargo, pues
mundo", ''mejores amigos" entre quienes nada se insinuaba, en cierto modo, pues- to que no habría que correr el riesgo, en esta realización, de usurpar, en ci cr10
to que nunca se trataba entre ellos de esas cosas que, de costumbre, no se habla modo, de ocupar, de sustituir esa imagen ideal que constituye el padre.
entre padre e hijo; entonces: sexo excluido. Por otra parte, su relación con la dama, Hay entonces, y está clínicamente verificado, esa especie de tormento q1H:
es una relación que se sitúa igualmente en el campo de lo Imaginario y, ahí tam- consiste, por una parte, en tratar de realizarse como ideal, manteniendo una dis
bién, el texto lo menciona particularmente, no es que sienta por ella deseos sen- ra ncia, un lugar secundario con respecto a esa imagen ideal representada po r l'I
suales, no se trataba de eso en absoluto, era una cuestión de amor; en otros tér- padre. Y en este caso, se podría pensar que ocupar ese lugar ideal haría, en cFcc
minos, aquí una vez más, en su relación a esta dama, una relación cerrada sobre to, que ese padre corriera un riesgo dt mucrrc.
111 11orte /: 1987-1988 Lección IX: 18 de febrero de 1988 '14'. \

Efectivamente, esa prevalencia de lo Imaginario es tan activa en el proceso a un pequeño otro, como a un semejante, como a un compañero, como a un hcr
q1u..: cnfrentamos que, como les hice notar hace un rato, por más que el padre esté mano, ¿no es ya, en cierto modo, hacerlo morir? ¿No hay acaso, ya en el proceso
11111 crto en el Real todo sucede - lo cual dice mucho sobre la calidad de lo que imaginario mismo, en éste por lo menos, es decir, esa tentativa de homogenei:t.a r
f'1111 cionaba hasta entonces con él- como si bastara que su imagen sea evocada al padre, una operación mortífera ejercida sobre lo que tiene que ver con la sin
p;1r:1 q ue todo sea como antes. Tuvo que pasar un año y medio, tuvo que pasar gularidad de su lugar, que es el hacerlo Otro? Entonces, primera pregunta: ¿No
('S te aniversario y la circunstancia que mencionaba para que sus remordimientos es acaso, ya esa camaradería, una manera de suprimirlo?
.1p:1rc:tcan. Ese "un año y medio" vuelve de manera notable en la observación en Hemos visto, y ampliamente, que hay esa operación simbólica que consiste cn
qu c veremos, en un párrafo siguiente, que por ejemplo se dedicará a oraciones situarlo en posición de ''al-menos-uno", es decir, como padre muerto. Es el padrt·
durante una hora y media, es el tiempo, ¿no es cierto ... ?, ''en la época en que vol- que habría tenido todas las mujeres, pero bueno, eso era el padre de antes, una vc:t.
flirJ a ser devoto, inventó oraciones que poco a poco llegaron a durar una hora y media'~ que ha muerto, es el padre que también es impotente o es el padre sublime, subli
Y hay otra circunstancia en que de manera muy clara este "uno y medio" inter- mado, es el gran papá, es aquel que, como tiene una larga barba blanca, sólo nos
viene otra vez a manera de aniversario. quiere el bien. Ése ya no molesta, es puro, está vestido de lino blanco.
Podemos, por supuesto, simplemente, aquí también, pasar esto por alto, ya Y luego está la muerte real, esa que por ejemplo interviene aquí, para el pacicn
que sabemos que el inconsciente tiene memoria para los números, incluyendo los te, y sabemos, en todo caso es algo que les he hecho notar varias veces, en qut
que puede combinar en operaciones elementales no muy complicadas, pero bue- medida una muerte real ocurrida, por ejemplo, entre los hermanos suele ser de
11 0, a veces, son de todas maneras poco simples, es decir, asociando eventualmente sencadenadora, encontrarse en el comienzo de disposiciones obsesivas y esto sigm·
varias operaciones sucesivas; pero en este caso el "uno y medio" debería llamar siendo enigmático. En el caso del Hombre de las ratas, nos encontramos con 1:1
más nuestra atención puesto que hace, en cierto modo, que al "uno" le siga un muerte de un hermano infante. ¿Cómo comprender el efecto de esta muerte real ?
"medio". En otros términos, podría eventualmente oírse como retomando ese dis- ¿Hay que contentarse acaso con verla como lo que justificaría la creencia en lo
positivo Imaginario del que hablaba hace un rato, ese eje a-a: asociando un "Uno" todopoderoso del pensamiento, como lo dice el obsesivo? Y es cierto que el pcn
ideal a esa mitad que él mismo se esforzaba por no rebasar. Pero puede ser tam- samiento es todopoderoso. Tendremos la oportunidad de retomar lo que quiere
bién, tal vez es una de sus manifestaciones temporales, como la expresión de un decir este todopoderoso y en particular en el obsesivo pero, hacer que regrese, por
"dos" que no podría cumplirse, de una dualidad que no podría cumplirse y que ejemplo, ser capaz de hacer que regrese lo reprimido, ¿no es acaso todopoderoso?
podemos tal vez, quizás tendré que tratar de justificarlo más tarde, tal vez oír ¿Puede acaso haber algo más poderoso que eso que puede hacer resurgir lo repri-
co mo una doble vuelta que no logra completarse y tal vez también como una mido?
es pecie de imposibilidad de que la sucesión del rasgo unario pueda cumplirse per- A todo lo largo de ese párrafo, la pregunta que atormenta a Freud, a la qu"
fectamente. Pero volveré a este punto que por el momento nos sirve sobre todo, trato de responder y que sigue atormentándonos, es la que consiste en responder,
para nosotros también, de apoyo aparentemente imaginario. Volveré a este pun- en saber cuáles son los procesos de defensa específicos de la neurosis obsesiva y
to puesto que, lo intuimos incesantemente, son los procesos topológicos parti- cómo explicar dos cosas: primeramente, que lo que es presentado como lo repri-
rn lares que están determinando la mecánica del obsesivo, es decir, procesos que mido tiene la tipicidad de ser sistemáticamente sacrílego, a falta de mejor térm i-
t' n sí mismos no tienen ningún sentido y es justamente por eso por lo que la pre- no lo llamaría así; ¿me propondrían ustedes uno mejor? Además hay algo asom
cipitación por el sentido para explicar fenómenos debe hacernos desconfiar y que broso, que se reconoce inmediatamente el carácter obsesivo de los pensamientos
nu es tra interrogación puede ser justamente el tratar, si lo logramos, de evaluar reprimidos por el hecho de ser sacrílegos, que toman la figura más sagrada, la m:)s
cuáles serían las particularidades topológicas de dicha neurosis. santa, y se ponen a blasfemar contra ella ¡y de la manera más sucia, más trivial,
En todo caso, el punto en el que estamos exige que retomemos una vez más incl uso la que al paciente le parece la más repugnante que pueda existir, la mane
d enigma que representa para nosotros lo que llamamos, lo que también en la ra más cruda, más violenta, más obscena! Y reconocemos inmediatamente, ahí,
díni ca llamamos, en la expresión corriente, la muerte del padre, puesto que des- ¡cs obsesivo! Es necesario que tratemos de comprender, si podemos, el porqué.
de cl principio en esta observación no deja de ser misteriosa para nosotros. Des- Segunda pregunta: ¿por qué se presentan en un forma que, justamente, obsc
p11és de todo, el hecho de captar su imagen en el eje imaginario a-a: trnrnrlo como siona? ¿Por qué la emerge ncia de cs1os pcnsamientos no podría ser, despuó dt·
144 /'arte /: 1987- 1988 Lección IX: 18 de f ebrero de 1988 145

t ()(lo, ocasional, circunstanciada, intermitente, y por qué se presentan con ese una transformación de ese afecto, de ese odio, es decir, si ese mismo amor no esd
cadcter iterativo que, sabemos, puede llegar a comerse toda la vida mental? ya marcado por el odio, si es ese mismo amor que lo transporta, con lo cual no
En esa parte que les volví a resumir vemos bien la inclinación de Freud cuan- hace más que aparentarse a todas las formas del amor en general; con la salvedad
do hace prevaler en el establecimiento del dispositivo el juego de lo Imaginario. de que el carácter obsesionante de este amor, en el caso que nos interesa, de esa
V<.: mos cuál es su inclinación al pensar el proceso de defensa como algo del orden transformación, contribuiría a la tan conocida dificultad del obsesivo; ya que él
dt.: la exclusión; es echado. Es echado, no se sabe a dónde, pero en todo caso fue- sabe que tiene que desconfiar de sus sentimientos amorosos, es decir, que su amor
ra del Yo [Moi]. El paciente no lo reconoce como parte de su Yo. Tiene un Yo puede ser mortífero. Sabe, pues, que está atrapado en lo siguiente: cuando trata-
í111 cgro, puro, afectuoso, amoroso y, de pronto, no sabe de qué parte, exacta- ba, estableciendo una pareja de opuestos, como lo decía hace un instante y como
mente, de dónde viene eso. Hay cosas que, sin embargo, reconoce como ya lo Freud mismo lo sigue, trataba de operar un corte, algo que por fin sería radical:
h<.: mos dicho, no es xenopático, no es delirante. Es suyo sin saber muy bien de en un lado el bien y en el otro el mal, él sabe que el amor mismo esta infiltrado,
dónde viene, es un "afuera" que sigue siendo un "adentro" y que incesantemen- está atrapado en la metabolización del odio y a partir de ese momento entra en
t <.: insiste, como el padre hace un rato, toca la puerta. Entonces, la inclinación de ' esa perplejidad que sabemos y que hace que ya no puede reconocerse en ningu-
h ·eud es decir ¿qué? Es decir cosas de este tipo: la personalidad moral es lo cons- no de los lados en que trata de encontrar un poco de reposo, de calma.
ciente y el mal en nosotros es lo inconsciente. Y Freud pone obviamente una nota Entonces, dos preguntas resultan reanimadas por ese párrafo: son las del carác-
di ciendo: ter sistemáticamente sacrílego de la idea obsesionante y, por otra parte, el hecho
de que ésta sea obsesionante.
Todo esto no es verdad sino de manera muy aproximativa, pero basta para ¿Qué podemos comentar o decir sobre el carácter sacrílego de la obsesión?
una introducción preliminar. .. La personalidad moral es lo consciente -expli- ¿Qué quiere decir sacrílego? Quiere decir que son pensamientos que sistemática-
ca Freud al paciente-, el mal en nosotros es lo inconsciente, y un poco más mente apuntan al falo, apuntan al falo en su representación sublimada, desexua-
lejos, además, Freud lo retoma: Esto corresponde, es más, al hecho de que lo 1izada, como de ello dan cuenta tanto el padre muerto como la figura de la vir-
inconsciente es lo inverso contradictorio de lo consciente. gen. Es justamente del falo, del falo simbólico que se trata, más allá de sus
representaciones imaginarias, es decir, del falo como portador de esa vida no tan
Es decir, que Freud, en el campo de lo Imaginario, es conducido, empujado, bien hecha que es la nuestra y que nosotros perpetuamos. Para lo cual el obsesi-
·mpujado obviamente por el paciente mismo, empujado a conceptuar en el cam- vo , lo más a menudo, causa problema, para justamente perpetuarla; no es tan
po de lo Imaginario esa especie de dualidad. Es una concepción, en cierto modo, simple. Falo, entonces, que la idea obsesionante va a ultrajar o -y he aquí, tal vez,
dual del mundo, una interpretación binaria del mundo, como lo hace el obsesi- una anotación más interesante- , que va simplemente, ¿cómo diría?, a amenazar,
vo mismo, de manera que el uno no va sin el otro; hay el yin y el yan, ¿no es cier- :1 mostrar que no es él, en todo caso, que va a detenerlo, a él, al obsesivo, en todas
ro?, hay el bien y el mal, hay lo consciente y lo inconsciente, hay la personalidad sus ideas, en todas sus impulsiones de actos criminales o de actos suicidas que son
moral e inmoral, hay la infancia y el adulto, hay el amor y el odio, puesto que numerosos en esta neurosis. En otros términos, aunque el falo sea ahí el repre-
Preud trata de explicar por qué, por qué ese amor no va sin odio. Lo que hace sentante de la vida, no es él quien podrá detenerme, ya sea en el acto que podría
que entonces toda la articulación de Freud reposa sobre lo siguiente: es la inten- lkgar a cometer respecto a alguno de mis allegados, volvemos a encontrar aquí el
sidad del amor por el padre lo que, al no permitir la expresión del odio, explica problema del hermanito y de la hermanita, entre otros, no solamente, o sobre mí
que este odio haya sido echado en lo inconsciente y que insista de la manera obse- mismo, sobre mí mismo como cría de esa cosa, de esa cosa que con mis obsesio-
sio nante que sabemos, aunque igualmente nos preguntemos sobre esto. Ya que 11t.:s ultrajo denunciando su ¿qué?, denunciando en él, finalmente, el que a pesar
s:1bemos que un afecto -el odio es justamente de este orden- no podría ser repri- de pretender la sublimación, finalmente es por él por lo que hay goce, y goce con
in id o; un afecto puede ser desplazado, transformado, negado, proyectado, pero, lo que sabemos, es decir, lo más obsceno que hay, lo más abyecto, lo más des-
en cierto modo, el ser reprimido no es de la naturaleza del afecto, no puede más l1onroso, es decir, el objeto a.
que sufrir esa serie de transformaciones; entonces tendríamos que preguntarnos Seguimos, con estas observaciones, en el lado sistemáticamente sacrílego de
:1ho ra si ese amor por el padre, la intensidad de ese amor, no es ya la marca de l.1 obsesión, seguimos, sin embargo, en b periferia de la pregunta ya que, fin al-
146 Parle/: 1987-1988 Lección IX: 18 de febrero de 1988 147

mente, el lado obsesionante, el carácter obsesivo de este asunto sigue siéndonos je de amor, es decir, esa invitación para hacerse Uno con el padre, constituyera
tan enigmático ... ¿Podríamos tal vez utilizar aquí una observación que valga? ¿Es en cierto modo, al mismo tiempo una invitación ¿a qué? ¿Podemos acaso decir
acaso simple analogía? No sé pero, bueno, hagámosla. Tenemos la paradoja de una invitación a castrarse? ¿Podemos decir eso? Es evidentemente, justamente
que en el delirio, el sujeto, que afirma que se mantiene, en cierto modo, lo más por la realización del amor, la única manera de hacer posible esa unidad, la rea-
a menudo, fuera del sexo, recibe del Otro mensajes que, como sabemos, apun- 1ización de esa unidad, de fundirse con él. Entonces, ¿tendríamos, ven ustedes,
tan hacia él sistemáticamente como objeto infame. Es de lo más sistemático y pongo todo esto como interrogante, tendríamos que oír ese mensaje de amor que
cuando solemos examinar pacientes aquí 1, nunca falla. Cuando un paciente tie- viene del Otro como invitación que reanimaría incesantemente ese corte de una
ne alucinaciones, estamos absolutamente tranquilos, es seguro que hay en esas castración posible?, ¿y que haría qué? -porque tenemos que tratar de explicar el
alucinaciones, que hay en eso que le viene del Otro, designaciones que le apun- carácter obsesionante del asunto- , que haría que ese mensaje, por su propia vir-
tan como objeto infamante. Lo que es extraño es que, en la neurosis obsesiva, el wd, solicitaría en cierto modo ese borde virtual, ese corte virtual del que se sos-
sujeto recibe del Otro un mensaje amoroso puesto que es un mensaje que, en tiene el sujeto -digo virtual porque, justamente, todo el problema del obsesivo
general ¿no es cierto?, es atribuido en cierto modo a un padre que ama, que ama es saber si ese corte es efectivo o virtual, pero más tarde veremos la cuestión de
y es el sujeto quien responde en un modo obsesivo, que responde sin querer, sin la castración, retomaremos eso más lejos, para saber si está realizada o no en el
poder hacerlo de otro modo, remitiéndole al Otro injurias que tratan, al Otro, obsesivo- , en todo caso, pues, como si ese mensaje, por su propio efecto, reani-
allá, de objeto infame. Y esto ocurre, digamos, con una regularidad, una insis- mara, incesantemente, la virtualidad, digo la virtualidad de ese corte y entonces,
tencia no menos grande que en el delirio, así, una especie de inversión. Y no se :n cierto modo, solicitar la expresión de un sujeto; tocar una cuerda, si quieren,
nos ocurriría decir que el obsesivo es un delirante, ¿no es cierto?, no es así, en hacerla vibrar, es más representativo, hacer al mismo tiempo vibrar la cuerda sub-
absoluto. jetiva que no puede, en ese caso, encontrar un modo de expresión más que reto-
Esta observación que, creo, debería sorprendernos, ¿nos da una pista sobre el mando como negación lo que es un modo ordinario de expresión del sujeto, en
intercambio que se produciría así, en el obsesivo, para el obsesivo, entre él -el que la obscenidad sería ahí, digamos, por el retomar como negación, la respues-
sujeto- y el Otro? Freud, un poquito más lejos, hace esta observación que es muy ta obligada a ese mensaje de amor venido del Otro. Es decir, que si ese mensaje
mteresante: t le amor es una llamada a realizar la similitud con ese padre en la sublimación,
l.1 cuerda subjetiva, la cuerda subjetiva que se ha hecho vibrar a la vez, no tiene
En la histérica, el síntoma es siempre un síntoma de compromiso ... <H ro medio, no tiene otro vocabulario, no tiene otro registro que esa denuncia-

1·ión de lo que el Otro espera, es decir, justamente ese objeto a, y de lo que es en


es decir, que el síntoma, un mismo síntoma, junta una realización y la defensa 1r:d idad en su esencia, a pesar de la sublimación a la que pretende; es decir, el
contra esta realización, IH:cho de que en última instancia, es de su goce de lo que se trata, que está eje-
t titándose, es del goce para él de lo que se trata, es que ese lino blanco que lo vis-
... mientras que, en el obsesivo, siempre hay dos tiempos
it· no hace más que recubrir las peores infamias.
Hay ahí una disociación, en este punto, del Uno y del objeto a, presente en
hay la defensa y la realización, o la realización y la defensa. No hay esa forma- t•s:i respuesta del obsesivo. Tal vez podemos entender así por qué, en el momen-
ción de compromiso. Es algo que puede plantearnos problemas puesto que, en to en que el tío, un año y medio después hizo esa observación, de inmediato eJ
el fondo, hemos observado constantemente en qué medida había, así, perma- paciente la tomó de manera interpretativa manifiesta, de inmediato la entendió
nentemente, en el obsesivo, una especie de diálogo, de diálogo con el Otro. Todo 1 orno que se aplicara a su padre. En otros términos, ese santo que era su padre,
sucedería entonces como si en el obsesivo viniera, del Otro, un mensaje de amor, 1•11 su sistema, él muy bien sabía que su padre no tenía nada de un santo, que su
una invitación para hacerse Uno con ese que en el Otro emite ese mensaje, envía p.1dre no era más que un gandul, como si entonces con ese flash se hubiera cris-
ese mensaje, y es un poco lo que vemos, en efecto, en lo que acabo de decir, de 1.ili·1.ado esa impresión, en ese momento, de ser un criminal, es decir, de haber
retomar ahora, es decir, el tipo de relación que tenía este obsesivo con su padre. 111 .1tado al padre, al que sin duda hay que oír aquí como ese padre sim bóli co,
Y luego -y es aquí cuando entramos en lo incomprensible- , como si ese mensa- •.i1hlirne, del que hablaba hace un insran tt·; dt· h:ihtrlo matado, es decir, de haber-
148 Parte /: 1987-1988 Lección JX: 18 de f ebrero de 1988 149

lo llevado al hecho de que no habría sido más que un tipo ocupado en sus asun- mente extraordinaria que es que el paciente, en sus oraciones de una hora y medi a,
titos como todo el mundo. para que no se introduzcan esas famosas fórmulas que contradicen lo que es pt:-
Lo que les digo, ¿cómo diría? -para mí, en todo caso-, no funciona sino como raba poder formular, llega a enunciar fórmulas compuestas de letras y sílabas in i-
adaraja puesto que todavía tenemos, en esta observación, tanto y tanto que ver, ciales de varias oraciones, es decir, que llega a la enunciación de puras letras.
pero creo que es, sin embargo, un camino que vale la pena tomar - y es justamente Entonces, ahí también, el sentido es evidente: es para protegerse . .. ¡es en todo
lo preciado de esos textos de Freud-, un camino del que esos textos tienen la caso interesante para nosotros! Llega a articular puras letras. Y van a ver adem ~is
paternidad. este punto, ese párrafo siguiente que se refiere a la causa ocasional de la en fe r-
¿En qué se diferencia lo que les digo y el proceder freudiano? ¿Qué más esta- medad, dice Freud, y que gira en torno al hecho de que, finalmente, el padre S"
ría haciendo yo aquí? Una sola cosa, una sola, es que, o sea, si ustedes consien- había casado con su mujer, la madre del paciente, por su dote, lo que no les había
ten, digamos dos en todo caso ... Por un lado, ahí donde Freud, dejándose llevar impedido desempeñarse no muy mal a ambos. Y a él, la familia le había prome-
por su paciente, es fascinado por el registro de lo Imaginario, vemos, podemos tido una primita también con dote. Ahora bien, él seguía apegado a esta dam a
distinguir, nosotros, claramente, como un síntoma entre otros en el obsesivo, a pobre, claro, despojada, él quería a esta dama por lo que ella no tenía, es eviden-
esa relación dual con el padre, y esa con la dama que es simétrica, ya se lo hemos- te, y no lograba decidir en ese conflicto, salvo que visiblemente se trataba, para
trado, ¿no es cierto?: tiene con la dama exactamente la misma relación que con él, en ese amor así desinteresado, de reparar lo que el padre había hecho. Y vamos
el padre, es decir, que es una relación idealizada, una relación de amor, en la que a ver más adelante el problema de esta reparación con el reembolso de la deuda ,
no se trata en absoluto de sexo entre ellos. Entonces, ahí donde Freud se deja, en que recuerda la deuda de juego no pagada por su padre. Y quiero preguntarles:
cierto modo, cautivar por el proceso del Imaginario, hasta el punto de conver- ¿les parece acaso clarísimo el hecho de que el sujeto tenga así que poner su vida
tirlo en una especie de teoría del inconsciente que no puede valer para nosotros, bajo la influencia de lo que tendría que reembolsar, que pagar por su padre? Si
incluso si, como ya les he dicho, Melanie Klein hizo de éste, obviamente, su apo- les parece clarísimo: ¿cómo dan cuenta de ello? ¿De qué manera explican enton-
yo, su provecho; pues bien, lo que yo aporto además es, obviamente, el retomar ces que Freud haga de esa historia, del matrimonio del padre, la causa ocasional
estas manifestaciones en el registro, en los registros sincrónicos de lo Simbólico de la neurosis? Razón de más para ver cómo la explicación edípica, unas páginas
y de lo Real. Eso es después de todo, después de todo lo que, en gran parte, dis- antes, ya no vale nada; el padre no se opuso en absoluto a la realización de los
tingue lo que les estoy aportando. deseos sensuales del hijo puesto que sí debía conocer que el apego de su hijo hacia
La otra cosa es, por supuesto, que como ya no estamos atrapados en la prisa t:sa dama no era, justamente, del orden de los beneficios que podía esperar de ella,
por justificar y validar, gracias a Freud, gracias a Lacan, podemos, ya no tenemos, ni en dote y ni siquiera, diría, para satisfacer su sensualidad, era otra cosa.
tenemos mucho menos miedo para mostrar todos las brechas que quedan ahí, Son algunas preguntas que la próxima vez tendremos que retomar y prosc-
abiertas, todos los enigmas, y entonces con mucha más comodidad que ellos nos gwr. ..
toca tratarlos . .. Por ejemplo, y se lo digo en seguida para la próxima vez, es decir,
el jueves 1O de marzo, dos grandes problemas figuran en los párrafos siguientes; Entonces, ¿tienen esta noche alguna observación que hacer? Adelante .. .
primero las compulsiones del obsesivo, ustedes verán en qué medida falta la res-
puesta, si ya el carácter obsesionante del pensamiento, del cual ahí se trata, nos Christiane Rabant-Lacote: Me interesó el vínculo que podría haber entre el
causa problema, ustedes verán en qué medida el carácter compulsivo, en qué mensaje de amor que viene del Otro y la oración que comienza con unas letras.
medida los actos compulsivos nos causan aún más problema ya que en ese momen- Porque ¿cuál es el contenido de un mensaje de un Otro? Y es singularmente mí-
to se está interrogando toda la cuestión de la inhibición y de la acción. Ustedes 1111110 ••.
no están particularmente cómodos en eso y yo tampoco. Ch. Melman: Sí.
Van a ver entonces para la próxima vez la cuestión de la compulsión, van a Christiane Rabant-Lacote: . ..y ¿se podría decir al respecto un poquito m:is
ver además cómo en el capítulo de la compulsión están ordenados algunos fenó- <1ut: ... ? N o en tiendo muy bien ¿por qué constituyen, esas letras, una defensa y :1

menos inconexos. Tendríamos que tratar de ser un poco más daros sobre lo que q11é? No entie ndo muy bien ... y en relació n a ese mensaje de amor que viene del
es el problema de la compulsión del obsesivo. Van a ver también esa cosa total- ( ) 1ro, la o ración en todo caso viene :m p11 r s 1:i 1m ·n1 t: del Otro po rq ue teo lógica-
150 Porte /: 1987-1 988 Lección IX: 18 de febrero de 1988 15 1

mente no se puede orar sino porque él nos da la gracia de orar, y entonces hay algo un juego de tres letras va a tener un lugar muy particular. Y entonces Freud se
:ihí que me parece interesante pero que no entiendo de manera muy precisa ... devana los sesos ante estas tres letras, ¿qué pueden querer decir? Nosotros tam -
Ch. Melman: Sí porque no hago, a decir verdad, no hago aquí más que indi- bién vamos a devanarnos los sesos sobre esto, vamos a preguntárnoslo, pero es
·a rlo, o sea, más que marcarlo para retomarlo porque el problema para nosotros divertidísimo, ¿por qué? Porque es sobre esto sobre lo que yace, obviamente, el
·s la manera como el regreso de lo reprimido opera en la neurosis obsesiva, de fantasma del nombre propio. Es decir, que cada uno de nosotros tendría sus letras
11 na manera que es visiblemente distinta a aquella con que dicho regreso opera
propias en el inconsciente, tendría un juego privilegiado de letras ... Eso querría
·n la h isteria. Y podemos, en cierto modo, pensar que en la neurosis obsesiva esta- decir que ellas no regresarían puesto que esa materialidad constituiría su ser; pero
mos ante un proceso en que el regreso se refiere a ... , pero bueno, no quiero aho- bueno, todo esto solamente para responder a tu pregunta, pero de manera pro-
ra ... , me molesta un poco entrar de inmediato en desarrollos que todavía hay que visoria y para marcar bien que hay ahí tantos caminos y vías que explorar y, con
hacer, pero sólo para dar algunas de sus premisas, ¿no es cierto ... ?; la represión, prudencia si es posible, que verificar ... Me gustaría mucho que ustedes, si les
omo tal, se refiere a letras, no se refiere a pensamientos, se refiere a letras; esas parece, reflexionen sobre la siguiente pregunta que me causa dificultad . .. , enton-
letras pueden ser representativas de pensamientos, pero el soporte material de la ces si tuvieran sugerencias al respecto, eso sería muy amable: ¿por qué un obsesi -
rep resión es la letra. La propiedad de la letra es que regresa, es su juego natural, vo piensa como escribimos? ¿Por qué es así? ¿Por qué el pensamiento del obse-
incluso cuando tal escritor, ya lo hemos dicho cientos de veces, ha redactado un sivo está organizado como una escritura, no es cierto, como una palabra?
texto, que ha suprimido sistemáticamente una letra, queda que lo propio de las
letras es regresar con todo lo que les es asociado; es decir, todo lo que ha podido He ahí un trabajito, un deber para la próxima vez. ¿Tienen otras preguntas?
ser, en tal o cual secuencia, su represión, por ejemplo, tal letra estará cargada de
algún color, como decía alguien, o de algún hedor, o de alguna negrura, o de tal ... Entonces, hasta el 10 de marzo.
Bueno, de lo que quieran. Sea lo que sea, lo que le da su carácter embarrado a la
letra es justamente el hecho de que es reprimible y que necesariamente es repri-
mida, y que de eso reprimido regresa. Es decir, que el juego normal del pensa-
miento contiene ¿qué? ¿Qué es un pensamiento? En todo caso, el pensamiento
pasa necesariamente, lo quiera o no, por la puesta en movimiento de todo lo que
está así reprimido, lo que hace que en el juego normal del pensamiento intervie-
nen así elementos que son, digamos, apestosos, que están marcados. La famosa
historia: una letra [misiva] llega siempre a destino, lo que muchos toman como
una dignidad de la letra, llega a destino porque regresa al basurero, puesto que es
de allí de donde sale. Eso es Lacan. Y hay que darle a esto todo su lado, digamos,
chocante y, por último, la introducción a La carta [letra] robada es eso, la letra
extraviada, ¿dónde está extraviada?, ¿dónde está extraviada, dónde está desviada?,
¿dónde está caída?, si no es precisamente en ese desvío donde está, reprimida,
antes de resurgir. Con el obsesivo nos encontraríamos en esa paradoja en la que
él sería particularmente sensible ... Y entonces, ésta sería otra manera de enten-
der la obsesión, el carácter obsesionante, por el hecho de que necesariamente siem-
pre regresan, esas cosas que creíamos haber evacuado, regresan, ¿no es cierto?, y
el hecho de que llegue, con esa inteligencia propia del obsesivo, llegue a recitar
só lo letras, con buenas razones obviamente, constituye, digamos, una maravillo-
:>J ilustración para conducirnos al meollo, la materia misma del caso. Y veremos,
1
lld"crencia a la actividad llamada "present3ció n de enfermos" llevada a cabo en el Hosp ital S:t in-
mucho más adelante, es decir, a propósito de las notas tomadas por Freud, cómo ti.:-/\nn c, en Pa rls. N del T
Lección X
10 DE MARZO DE 1988

Pueden darse cuenta de la manera como giramos incesantemente alrededor de los


mismos temas, buscando cuál sería la vía más favorable para, por fin, entender-
los, con esa impresión de que lo más importante estaría siempre en otra parte,
que habría que buscar siempre la causa siempre más lejos. Pues bien, al compro-
bar así cuán difícil es zanjar en lo que a la neurosis obsesiva se refiere y, en otros
Lérminos, abordarla como tratamos de hacerlo, por la vía del concepto, tenemos
que considerar que esa dificultad con que nos encontramos -tal vez, después de
LOdo, somos sus cómplices- constituye primero una defensa, precisamente, de b
organización obsesiva, una defensa contra lo que sería la tentativa de entendi -
miento, de acercamiento, ejercida por un pequeño otro, manera de desviar cons-
L:intemente y recordar que es al lado o en otra parte donde habría que ir a ver,
que habría que ir a buscar, que los fantasmas siguen en la habitación y entonces
defensa también contra el Otro que junta esos pequeños semejantes que se con -
frontan así. El obsesivo no deja de oponernos el hecho de que si pone en prácti-
·a en su vida una relación privilegiada con lo infinito, ¿cómo podríamos nosotros
rcner la más mínima certeza, cómo no seríamos nosotros devorados por la duda
<.' n lo que tratamos de entender?
La vez pasada les hice notar en qué medida Freud, cuando situaba en el an:l-
1isis de este caso a lo inconsciente como el revés inmoral de lo consciente, lo malo
que habría en nosotros, lo malo y lo infantil, o también cuando situaba las repn;-
.~c n tac iones, Zwangsvorstellungen, como las que responderían a la dualidad odio-
:irn o r ejercida res pecto al padre, me parece.: haberl es hecho notar en qué medid:i ,
(' ll su reori/,ación, Freud mismo cedía :1111(' ese mt ns:lje qu e le era enviado de cst
154 Parte /: 1987-1988 L ección X: 10 de marzo de 1988 155

() ero constituido para él por su paciente, por ese obsesivo, teorizando en el regis- son rechazados; y luego, en el negarse a rechazarlos, cuando lo "sagrado" prescri -
1ro de la dualidad, parejas de opuestos; sabemos que eso tiene un lugar impor- be tener que rechazarlos, en el negarse a rechazarlos que opera el obsesivo, justa-
1:111 te en el initium de su proceder; en todo caso está claro que va a tratar, se lo mente, resulta que subsisten en lo que parece marcar justamente esa reticencia
recuerdo de nuevo, de curar a su paciente introduciendo una especie de edipifi- para cederlos, para abandonarlos. Habría entonces que entender que, en cierto
c:1ción forzada en la cura, organizando a toda costa la interpretación de síntomas, modo, la elaboración del registro de lo "sagrado", por todo lo que implicaría al
:1 pesar de que la palabra, el término de Edipo, no figura, hasta aquí no lo hemos mismo tiempo como abandono de ciertos pensamientos, fomentaría esos pensa-
·ncontrado, pero incesantemente... , o sea el Edipo, es decir, el odio del niño hacia mientos que habría que abandonar y que el obsesivo, es algo que se nos va a pre-
su padre, representado como rival sexual y obstáculo para la realización de sus sentar: por el hecho mismo de negarse a cederlos, y al negarse a cederlos los man-
deseos sexuales, y eso desde la infancia, incesantemente, ese dispositivo es men- tiene, persisten, tienen ese carácter obsesionante. De ahí, en una comparación
·ionado por Freud para interpretar los síntomas del Hombre de las ratas. clínicamente muy buena, esa especie de estreñimiento mental que parece apli -
Resulta, sin embargo, que esto no explica de manera completamente satis- carse al proceso obsesivo, o también aunque esta met . .. no es una metáfora, es
factoria, por una parte, el carácter obsesionante de los síntomas -no basta decir, más bien una descripción, aunque sea bastante desagradable, pero bueno, es jus-
desp ués de todo, que el amor es incesantemente acompañado por el odio como ta, esa especie de masturbación anal del juego del pensamiento.
doble, para que al mismo tiempo el carácter obsesionante específico de la neuro- Comencé este seminario sobre la neurosis obsesiva con esa anécdota sobre una
sis sea clarificado- y, por otra parte, lo cual es una objeción que nos parece aún frase escuchada: "mi padre tiene ochenta años, está con muy buena salud, ¡gracias 11
más importante, eso nos adara aún menos sobre esa especie de inventiva perma- Dios!". Normal. Ella merecía nuestra atención para mostrar, para ilustrar que, en
nente en la creación obsesionante, puesto que, si debemos considerar a lo incons- ierto modo, basta -y aquí se ilustra el término de "sagrado"- mencionar, en un a
ciente como animado por una constancia, una fijeza que origina igualmente su frase banal, la instancia castradora, en este caso el padre, para que de inmediato,
carácter indestructible, eso que está ahí en lo inconsciente, de una vez por todas, al parecer, se inscriba en los pensamientos, en el caso presente aparentemente d'·
tenemos cierta dificultad para explicar que, al mismo tiempo, las invenciones de manera inconsciente, de manera no sabida, de manera no articulada, lo que esta
la neurosis sean así permanentes y estén, entre otros, digo entre otros, en el regis- referencia castradora indica, ordena que se abandone, aquí explícitamente unos
tro de lo sacrílego, pero no solamente; hay una especie de creatividad, literal- deseos de muerte; deseos de muerte cuya traducción tenemos en forma de ese "gra-
mente, del inconsciente en la neurosis obsesiva que también queda por explicar. ·ias a Dios", del que ya les había hecho notar cuán socialmente esperado era, ilus-
A pesar de las dificultades propias de esta sintomatología, dificultades que 1rando simplemente con eso en qué medida era un fenómeno, una manifestación
·stoy mencionando, y a pesar tal vez de ciertas repugnancias cuando uno se acer- t]ue desborda de la neurosis obsesiva puesto que parece activa en el registro de los
a demasiado, es también parte de las defensas de la neurosis obsesiva, pues bien, intercambios sociales. Parecía totalmente conveniente decir en ese momento ''gra-
a pesar de ello, ven ustedes como no tenemos miedo -digo "tenemos" ... , sí ... , rias a Dios", es decir, conjurar los deseos mortíferos que, al mismo tiempo, esto es
puesto que después de todo ustedes están escuchando-, pues, como no tenemos lo que trato de hacer valer, eran fomentados por la referencia castradora y se les
miedo de nada, hoy vamos a zanjar. Vamos a zanjar, tratando justamente de expli- prohibía el acceso a la consciencia, donde la característica del obsesivo es que - y
:ir cómo se forma este pensamiento obsesionante, este pensamiento obsesivo, éste es otro enigma- en lugar de que su consciencia esté dispensada de aquéllos,
partiendo de lo que parece fenomenológicamente verificado, seguro, constante, su consciencia está obsesionada con ellos, y él se niega a separarse de ellos. ¿Se nie-
y q ue nos dice que el pensamiento obsesivo parece organizarse a la medida de lo g:1 a separarse de ellos o es su pensamiento el que se niega a dejarlo? La pregunta
prescrito por lo "sagrado", pongamos aquí lo "sagrado" entre comillas, a la vez 1:11n bién merece ser planteada. Pero en todo caso, si lo que les propongo es corrcc-
para negarlo y para decir su verdad. Es decir, que la referencia única, la referen- 10, prestemos atención aquí, un poquito, y preguntémonos dos cosas: admitamos,
·ia misma a lo "sagrado", utilizo aquí el término en un sentido amplio, volveré provisoriamente, que la referencia a lo "sagrado" ordena, por ella misma, algunas
sobre esto, la referencia a lo "sagrado" exige de nosotros la renuncia, el corte, de prohi biciones, algunos pensamientos prohibidos; a lo que asistiríamos en la neu-
:dgunos pensamientos. Lo que vemos, y que sería específico de esta neurosis, es l'l)s is obsesiva es al surgimiento de esos pensamientos, su retención. Pero, prosi-
qu e estos pensamientos van a formarse, pues, a partir del tener que ser rechaza- g:11nos la pregunta: ¿de dónde se profiere este pensamiento en el obsesivo, de dón-
dos, rechazados a causa de la referencia a lo "sagrado"; primer:im cn1 c, entonces, dt· viene? Y luego, ¿quién la sostiene, qué insta ncia la sostiene?
156 Parte l: 1987-1988 Lección X: 10 de marzo de 1988 157

Pues bien, en un movimiento que puede parecer de pura analogía, que pue- En todo caso, ya se lo he hecho notar, la rata es un soporte bastante admira-
de parecer criticable, les propongo avanzar diciendo que este pensamiento pro- ble para tratar de situar en lo Imaginario lo que se referiría a ese objeto inmun-
hibido se articula, se profiere, a partir justamente de ese objeto que debería haber do, pero dotado de un alma. Otra observación más, pero que merece un poco
sido abandonado, que debería haber sido sacrificado en la relación al Otro, del más de atención: el sujeto no duda un instante que esos pensamientos son efec-
ual sabemos que el obsesivo se dedica a practicar la retención del mismo; y en tivamente suyos; es justamente por eso por lo que siempre se atribuye la culpa, y
él hay ese cuidado por la economía, incluso de economía de goce, que le hace les hago esta observación para que consideren cuán extraño es, ya que les viene
retener, para su propio beneficio de goce, ese objeto aparentemente tan precia- un pensamiento, nos viene un pensamiento, ¿de dónde viene?, evidentemente
do, ese objeto a, preciado puesto que es supuestamente lo que el Otro le estaría uno se lo atribuye en el registro del yo [je], etc., a pesar de que ... , pero bueno, nos
pidiendo. Entonces, tendremos que pensar que esta jaculación obsesiva se arti- queda esa relativa indeterminación que nos recuerda que es del Otro, que es del
cula, y se retiene, con el mismo movimiento con que este objeto se captura, y que lugar del Otro de donde, después de todo, eso nos viene. Es muy extraño que
esos pensamientos obsesionantes le dan su valor por ser articulados, por articu- - no sé, tal vez me desmientan ustedes, pero bueno, no creo verdaderamente haber-
1arse a partir de él. lo puntuado ni observado-, que un obsesivo tenga la menor tendencia ya sea a
¿Podemos decir tal cosa? ¿No sería mejor decir simplemente y como se debe- ciar a sus pensamientos un carácter paranoico, ir a acusar a quién sabe Dios, o un
ría, lo cual es mucho más seguro, que se expresarían ahí, en ese momento, en esas carácter xenopático, diciendo que algunos le ... , que algunos le ... , que algunos le
jaculaciones obsesionantes, el sujeto del inconsciente y, al mismo tiempo, unos mandan ahí cosas en que no se reconoce. ¡Al contrario!, pareciera ser que los endo-
deseos reprimidos? Una preguntita entonces, ¿eso habla acaso? ¿Esos pensamien- .sa con una apropiación que, digo, parece bastante rara en lo que es el juego ordi-
tos se forman en el sujeto, en el paciente, en el obsesivo, a partir de ese objeto en nario del pensamiento. No parece realmente poner en duda que son suyos. Y,
la medida en que éste estaría fonetizando pensamientos, haciéndolos audibles? orno les hice notar la vez pasada, son suyos en la medida en que van al Otro. En
Ustedes saben que hay alucinaciones que se caracterizan por ser alucinaciones sin iodo caso, ante esta interrogación que hago ante ustedes, a propósito del lugar
voz; cuando digo fonetizar, quiero decir que esos pensamientos se han hecho, en donde eso se articula, Freud zanja, digamos, puesto que trabaja para favorecer la
cierto modo, presentes, articulados a la mente, sin voz, ¿no es cierto?, pero hay reintegración subjetiva de todos esos pensamientos. En otros términos, todo su
alucinaciones que llamábamos de distintas maneras, entre las cuales las alucina- vsfuerzo en la cura es hacer oír al paciente que es él, es él pero como sujeto de un
ciones sensoriales para oponerlas a las alucinaciones sensorio-motrices, que tie- deseo, deseo inconsciente, sujeto inconsciente, ¿no es cierto?, pero sujeto. Y pode-
nen exactamente la misma característica, es decir, que el enfermo no reconoce en mos pensar que es de esa manera de la que Freud trata de favorecer justamente
ellas la característica de una vocalización; oye, pero aquello no tiene voz como ¡·se corte que mencionaba hace un instante que tal vez sería apto para separar de
soporte y, sin embargo, él oye, y aquí estamos ante el mismo fenómeno. 111anera más distinta el sujeto en su relación con ese objeto a.
Entonces, ¿vendría desde ese objeto?, ¿o es el sujeto del inconsciente, en la H ace un rato mencionaba, pues, esa acción muy, muy particular que ejerce-
medida en que es trabajado, vector, lugar de emisión de los deseos inconscientes? ría en el pensamiento la referencia a lo "sagrado", y es cierto que la religión - sabe-
Podríamos considerarlo eventualmente como un problema de topología, utili- 111 os su relación con la neurosis obsesiva, pues Freud decía que la neurosis obse-
zando eventualmente el cross-cap, es decir, pensando que en el cross-cap, para el siva es una religión privada- , la religión entonces, en su articulación a lo "sagrado'',
obsesivo, el objeto a estaría con seguridad recortado, puesto que está perfecta- 11os invita a amar al Padre, es decir, al mismo tiempo, claro, a suprimir de nues-
mente aislado en sus aprehensiones subjetivas, está perfectamente acorralado; está 1r:1 mente, de nuestros pensamientos, el odio que acompaña normalmente a nues-

recortado, pero mantenido, mantenido en su lugar, si se quiere, de manera que 1l'o amor, a nuestra relación al Padre. Odio, ¿por qué? Lo sabemos, odio incons-

abre tal vez una interrogante sobre la pertinencia del corte, en el que ese objeto se 1 it·nte, como el amor, también, antes de ser articulado en la religión, puesto que

sostiene como separado, entonces una interrogación sobre la pertinencia de este •.e 1rata del Dios de la castración, y del desencuentro sexual.
·orte puesto que, finalmente, no renunciaría a dicho objeto; y a partir de ese ins- Pregunta embarazosa: la religión, ¿nos invita a una operación que sería del
1:in te, pues, la pregunta que les presento no es del todo ociosa, el saber desde dón- 11rdcn de la represión o de la supresión? No es exactamente lo mismo, puesto
de eso habla, en el inconsciente. ¿Acaso habla desde el sujeto, es decir, desde lo 'llll: eq uivale, en cierto modo, a hablar en el caso de la represión de un proceso
qu e sed a simplemente el corte, como Lacan lo especifica, o eso desde el objeto? 11rn r6 t ico, en el caso de la supresión de un proceso :i nálogo al de la forcl usió n.
158 Parte f: 1987-1 988 Lección X: 10 de m arzo de 7988 159

Y después de todo, ¿no tendríamos ganas de decir que esos pensamientos obse- pero en la cual el obsesivo está destinado, sin embargo, a estar en una posició n
sionantes tendrían como particularidad el aparecer en el Real? ¿No tendríamos en relación al Padre, ya sea de inferioridad, ya sea eventualmente de "feminiza-
ganas de decirlo? ¿No se presentan acaso como si tuvieran esa característica, por ción" entre comillas. Entonces, si ese amor es consumado, es decir, si estamos en
ejemplo, entre otras, ¡el que ya no hay cómo sacárselos de encima!?, que si fue- el campo de la dualidad, la vez pasada les hice notar que todo un capítulo se refie-
ra simplemente en el registro de lo Simbólico donde aparecieran, en el registro re a una sucesión de relaciones amorosas de modo dual, con el padre, con la dama,
de lo Simbólico hay todos los procesos de defensa que ustedes saben y a los cua- con una niña, con el hermano, pues bien está claro que esa relación amorosa, ante
les vemos cómo el Hombre de las ratas va a entregarse. Se nos cuentan todas las todo, no es posible sino a costa de una forclusión del sexo, es decir, justamente
medidas, en cierto modo las contra-medidas, las medidas electrónicas que toma de los nombres-del-padre, y es justamente una de las razones, entre otras, por las
para defenderse contra sus pensamientos obsesionantes, hasta decir, ¿no es cier- que el obsesivo está obligado a follar en una parte diferente a la que ama, porque
to ?, sus oraciones de manera muy rápida para que no se introduzca ahí ningu- :11lí donde ama, eso implica que haya renunciado a ello, que no sean más que dos,
na maldición, hasta ya no pronunciar sino el principio de las letras, de las pala- en téte atéte, y entonces vemos aquí una paradoja más de la religión, que es exi-
bras, es decir, que utiliza métodos de defensa, aquí, que son específicamente gir para hacerlo un amor tal que el consumarlo llevaría a la negación de su Nom-
inherentes al orden simbólico, ¡pero sin éxito! ¡Ése es el problema! Eso lo persi- bre, el del Padre. Se podría mostrar fácilmente cómo esto pudo ser, en definiti-
gue, se le pega como lo hace el Real, y ahí, contra el Real, ¿cómo arreglárselas? va, un tormento explícito en los místicos; no fui a buscar los textos, pero si esto
Es sin duda el tipo de rasgo que, en ciertas circunstancias, ha hecho pensar, a les divierte podríamos algún día hacer ciertas lecturas, explícitas al respecto, sobre
propósito de la neurosis obsesiva, ha hecho pensar en la psiquiatría clásica, ha d carácter finalmente imposible de lo que es pedido, puesto que consumarlo sería,
hecho pensar en la psicosis, cuando por supuesto estamos tratando con una neu- 'n cierto modo, destruir al mismo tiempo a Aquél que damos por sentado.
rosis. Y ven bien que la analogía que les propongo es muy ilustrativa a partir del En todo caso, el inicio seguro que tenemos, y que es el inicio clásico, cono-
momento en que la vida mental estaría, en cierto modo, congestionada por algo ·ido, es que el obsesivo se niega a ceder ese objeto, que supuestamente es pedido
contra lo cual no puede protegerse, defenderse, hay esa especie de tendencia por el Otro, ¿por qué? Porque si ese Otro le pide ese objeto es porque quisiera
espontánea y sucede seguramente lo mismo a propósito de ciertas fobias en que gozar del mismo, y que el obsesivo quiere gozar, él, de ese objeto. Eso es además
abusivamente se habla de psicosis. lo que le pasa, puesto que, después de todo, los pensamientos obsesionantes tie-
Sólo que, si se tratara de fordusión, habría que decir fordusión de qué, pues- nen también ese carácter de una especie de goce mental al que no puede poner
to que, como ya les he hecho notar, un afecto no se presta a la forclusión, si es fIn; no logra realizar la detumescencia.
del odio hacia el padre, si es el odio hacia el padre que habría que forcluir, un Entonces, como les hacía notar, las imprecaciones, las jaculaciones obsesio-
afecto no se presta de ninguna manera, no se presta a esas operaciones, puesto nantes del obsesivo dicen la verdad sobre el Otro. Y es justamente en este punto
que puede simplemente, como les he dicho, ser desplazado, convertido en su con- que no tratamos con una operación de forclusión. Ya que finalmente lo que dicen
trario, deformado, etc., y que, en realidad, no podemos encontrar huella de esto esas obsesiones es que lo que constituye el ser del Otro, lo que en cierto modo lo
en la neurosis obsesiva, sino justamente en la intensidad, en la intensidad misma wbsuma, lo que lo resume, lo que constituye su poder, no es otra cosa que ese
del amor destinado al Padre, como por ejemplo en esta observación. Además, en objeto inmundo, ese famoso objeto con el que nos conduce. El único error, en
este caso, y es otra vez para hacer perceptible en qué medida estamos ahí, ince- cierto modo, que comete ahí el obsesivo, ya que después de todo podríamos decir
santemente, tratando de atrapar lo que se resbala, con la siguiente restricción que que, en cierta manera, no está muy, muy lejos de lo que podría ser un fin de la
tenemos que mencionar: que si ese amor por el Padre es un amor perfecto, es cma, pero el error que comete es darle a ese objeto un alma. Es decir, hacer de él
decir, que logra una dualidad consumada, una similitud acabada, aunque fuera 11na rata.
a costa de la reversibilidad, es decir, aunque fuera a costa, para el hijo, de mante- Les mostré que en la psicosis este género, este tipo de insultos es explícit~-
nerse en el registro de cierta inferioridad querida, en el presente caso sabemos en 111 cnte situado como algo que viene del Otro, y se dirige al Sujeto denunciado
qué medida el Hombre de las ratas, por ejemplo, está destinado a la impotencia; rn mo obj eto inmundo. Podríamos decir que en la psicosis la jaculación vendría
se dedica a la impotencia para, en cierto modo, mantener en relación al Padre esa dd Uno, y que iría al objeto a que el paciente está, en este caso, supuestamente
d istancia en el campo de lo Imaginario; en otros términos, simili tud buscada, rep resentando, puesto g ue ya n ingún signi fic1n tc puede, en cierto modo, da r
160 Parte /: 1987-1988
L ección X: 10 de m arzo de 198H 1() 1

alguna nobleza, alguna autorización a su presencia, a su identidad. En la neuro- sea sólo eso-, en la medida en que éste faltaría en la imagen especular, por lacas-
sis obsesiva podríamos decir que, ahí también, esa jaculación obsesionante pare- tración; ahora bien, es precisamente eso que él mira en el espejo, suponiendo al
cería venir de lo que funcionaría como Uno, pero que dirigiría a la a minúscula mismo tiempo, o sea ven ustedes esa relación a la vez de desafío y de complici-
incluida en el Otro. Saben que, en el Proyecto, Freud distingue los procesos pri- dad en relación de la imagen, de la presencia supuesta ahí del padre, ¿no es cier-
mario y secundario diciendo que en el proceso primario, lo que es buscado, lo to?, a la vez desafío, digo, y complicidad, ya veremos por qué. Aquí hay pre-
que rige al proceso primario, es la identidad de percepción, mientras que el pro- guntas que retomaré, a partir de las cuales empezaré la próxima vez y en particubr
ceso secundario estaría regido, en cambio, por la identidad de pensamiento, la la que se refiere a la relación con la muerte, que es difícil de entender, pero qu"
identidad de los pensamientos. Ahí quisiera mostrar que el obsesivo ha com- podemos ahora abordar de manera un poco más segura. Quería tan sólo decir-
prendido que el objeto primario del goce es el pensamiento, y que es lo que se les, para terminar hoy, aunque era mejor luego de las observaciones sobre la
dedica a repetir sin cesar, tratando justamente, sin cesar, de establecer esa identi- m uerte, pero no importa, decirles que tendría ganas en todo esto de proponer-
dad de los pensamientos, cadena de los pensamientos en la medida en que sería les una escritura, atrevámonos, una escritura borromea de la neurosis obsesiva
la identidad que los regiría. Les mostré que el obsesivo pensaba cómo se escribe, diciendo que sería [dibuja en la pizarra] como si el círculo de lo Simbólico, uni-
es decir, que cuando habla, tenemos fácilmente la impresión de un texto que sería, do al de lo Imaginario, como si este círculo de lo Simbólico, al estar abierto y
en cierto modo, leído. Lo cual se puede comprender por el hecho, justamente, fo rmando una recta al infinito, fuera justamente esa noción de infinito que hada
de que si lo que le interesa, si lo que alimenta su goce es la perfección de la letra las veces de Real, de infinito en la medida en está, atrapado diría, en las redes d'·
en su regreso, y en un regreso en el que nada debe faltar, nada debe estar ausen- lo Simbólico.
te, él cuenta sin cesar para ver si no falta nada, en esa perfección de la escritura,
como soporte de su pensamiento, vemos cómo es abolido en calidad de sujeto,
es la fórmula misma del fantasma, ¿no es cierto?, es abolido detrás de eso que no
es más que pura perfección de la letra. Lo que le resulta perceptible, lo que per-
cibe, es que S2 no sea igual a S 1, puesto que S2 se encuentra en un lugar Otro,
que parece a la vez rechazar la similitud, la identidad buscada con S 1, S 1 que se
sostiene, se imagina ser integral.
Les mostré, en esta observación, la insistencia del "uno y medio" en la orga-
nización de los síntomas del paciente y es casi demasiado bonito, diría yo, es casi
demasiado bonito porque el esfuerzo del obsesivo va a ser el elevar ese "medio" a I
la dignidad del "uno". Entre otros, por el amor. Está claro que una de las razones
también por las cuales la Dama es objeto de interés es que, por razones materia-
les, ella se sitúa del lado de esa amputación que puede representar aquí el "medio",

I'
¿no es cierto?; es por eso por lo que quiere hacer de ella su mitad.
Van a encontrar incluso otra cosa que es aún más curiosa, pero igual de típi-
ca: es entre medianoche y la una cuando, en su trabajo, se detiene para mirarse FiguraX. 1.
en el espejo, e imaginaba que su padre lo veía desnudar su sexo en el espejo, en
un estado de satisfacción particular. Entre medianoche y la una, si escriben media-
noche, se puede escribir de dos maneras, pero si lo escriben con un 1 y un 2, escri- Sería, en otros términos, un nudo de dos círculos - es barato ... - en que la
ben 12, y luego la una, vuelven a encontrar esta interrogación obsesionante que .1prehensión del Real no sería permitida sino de esa manera. Recuerdan las famo-
le concierne a él, a propósito de estas cifras. s:1s especulaciones sobre el más allá, en la medida en que la referencia al falo seda
¿Por qué admira en el espejo su sexo imaginando que su padre lo mira? Pode- 11cgada, la única representación imagi nari a pos ible del Real, ¿qué sería? Se ría l:t
mos pensar que es justamente su sexo -eso no quiere decir, por otra parte, que 111 11 crte. En otros términ os, a .la pa l ~1br:1 "m 11 t rt t", aq uí, no habría que en te nder-
16 Parte /: 1987-1988
L ección X: 10 de marzo de 1988 163

la de otra manera, sino como una tentativa de aprehender, en un modo imagi- Ch. Me/man: Sin duda, sin duda, se puede sin duda decir eso, sí. En codo
nario, la dimensión de lo Real. Pero, en la medida en que ese Real no se sosten- aso, vemos cómo ese dispositivo protege del corte, puesto que el corre, en cier
dría sino por valer como infinito en el registro de lo Simbólico, es al mismo tiem- to modo, en esa representación es eso de lo que nunca podemos estar seguros; l'S
po, digamos, una muerte de broma, no es sólo por eso, además, por lo que el muy posible que no exista. Y, en efecto, en esa representación, no existe, pues10
obsesivo se ríe de la muerte, pero es finalmente una muerte de la que nunca esta- que se riza hasta el infinito. Entonces aquí es simplemente, en cierto modo, rech:i
mos seguros y de la cual no sabemos muy bien el límite que puede tener con lo ·1,ar lo que se referiría a lo Real en lo hipotético, en lo que no se puede saber, en
vivo. No solamente porque tiene que haber intermediarios entre el muerto y lo que no se puede saber, a condición de no ir a verlo. Y es ahí donde pueden
el vivo, sino porque además sólo la distancia, como ya lo he mostrado, puede rntender el cuidado del obsesivo por quedarse en su sitio. No moverse, porque si
hacer valer ese más allá. Y entonces, finalmente, el Padre muerto es también ése que se mueve, si trabaja por ejemplo, sabe Dios lo que puede ocurrir, ¿no es cierto ?
lo Simbólico puede, sin embargo, inscribir y, entonces, abolir a la vez en lo que sería '1omen, por ejemplo, en el Hombre de las ratas, aquí, hay un momento en el q u<:
esa especificidad de lo Real. 1icne, por ejemplo, una compulsión al suicidio, es decir, que la orden de cortar-
Este dispositivo podría, si vale, explicar, entre otras cosas, dar cuenta, y con se el cuello con una hoja de afeitar podría surgir en él. Entonces, eso también,
esto termino por hoy, por un lado del carácter ida-y-vuelta que es tan específi- lendremos que retomar otra vez la cuestión de la orden, Gebot, vimos Gebot, vimos
co del proceder del obsesivo, camina para adelante, camina para atrás, y esto en Vf'rbot, lo que todavía no hemos visto es Gebet, la oración, bueno, de donde podría
general con respecto a ... , justificado por lo que sería la búsqueda de la causa o v¡:nir la orden, de acuerdo. Entonces, Freud nos dice lo siguiente:
del origen, de lo que es causal, del accidente causal, por ejemplo, entonces reto-
mar sus pasos, incluso en su pensamiento, retomar todo, reverificar todo, ¿no Resulta que eso pasó porque la Dama estaba ausente, mientras que él se
es cierro?, y podría también, eventualmente, dar cuenta de que, aquí [en la piza- aplicaba preparando su examen, para acercar lo más posible la realización de
rra] se operaría una confusión de goces, o una contaminación con el objeto a su unión.
de lo que habría podido ser el Goce fálico o el Goce del Otro. Puesto que, de
todas maneras, tenemos que dar cuenta de esta paradoja propia del obsesivo, Trabajaba para casarse con ella, tener un oficio y poder casarse con esta Dama.
de que para él la actividad fálica, ¡vamos!, es de manera natural que se hará en Y, d ice Freud, la idea original era ir a matar, cortarle el cuello a la vieja enferma
él la equivalencia entre pene y heces, por ejemplo, y que asimismo el cuerpo no i¡11t su amiga había ido a ver, razón por la que ella estaba ausente, y es en un
podrá servir de objeto sexual sino a condición de cierto tipo de rebajamiento, wg11 ndo tiempo cuando tuvo la idea de cortarse el cuello, ¿no es cierro? Como lo
como saben, Erniedrigung, en que se exige, en cierro modo, que el objeto a se vrn, hay ahí una inyección masiva de sentido, cuando justamente podemos pen -
h aga presente. No es la Dama, ¿no es cierto?, noble y pura, la que puede ahí .•.. 11 que lo que da todas esas órdenes es, como les había mostrado, es algo que tie-
mantener el deseo sexual. No es por eso por lo que él se interesa en ella. Es así llt' que ver con una estructura completamente insensata; es decir, que el sentido
entonces que esta escritura podría tal vez permitirnos justificar ciertas mani- 110 viene sino después porque es necesario, pues, dar un poco de sentido a todo
festaciones clínicas. Veremos, tendremos otras oportunidades para ver si hay 1 •.n. 1ncl uso el psicótico da sentido. Ahora bien, ¿qué podemos imaginar, nos-

que retomarla, modificarla, o si puede tener algún alcance, si puede tener otra 1111 os también imaginar, qué sentido dar, pero refiriéndonos a esta estructura?, es
fecundidad. Veremos eso más adelante. i¡111· si el aproximarse al término, puesto que se trata de eso, realizar la unión con
1 ll.1, ¡piensen!, va a tener cuidado en no lograrlo nunca, ¡es obvio!, sólo acercarse

Es todo por esta noche. ¿Tienen acaso preguntas? d lr rrn ino. Es cierro que hay un riesgo de muerte, ya que el término en este sis-
11 111 :1 es lo que se confunde, en efecto, con el lugar de la muerte, muerte tanto
Emmanuel Arouk: ¿Acaso en la cura del obsesivo los cortes podrían restituir 11 11 .1 b Dama, es más, como para él mismo, ¡no importa, ¿no es cierro?! Enton-
el anillo de cuerda de lo ... Real? 11 .~ 11 11 poco más allá se lee que había otras obsesiones, que eran las siguientes:
Ch. Me/man: ¿Acaso los cortes podrían ... ? Ni1dr1 tiene que pasarle': "dürft ihr nicht geschehen': que en todo caso nada le pase,
Emmanuel Arouk: Restituir en ese nudo borromeo de a dos, el tercer anillo 111 ws sí, q ue nada le pase, porque si algo le pasara, en nuestro sistema, ella deja-
de cuerda, lo Real. 11 ,1 de esta r en ese lugar divino en qu e él la localiza, donde la sitúa, entonces ... , la
164 Parte/: 1987-1988

·ompulsión a protegerla ... , es entonces atrapado en algo que sería dizque atra-
parla y, al mismo tiempo, por supuesto, con el cuidado mayor de no hacer nada
de eso, de la prohibición, del riesgo que habría en ensuciarla así. Pero bueno, ya
veremos otra vez, digo, pondremos otra vez esto a prueba.

¿Tienen acaso otras preguntas?, ¿así está bien?


Lección XI
17 DE MARZO DE 1988
Hasta la próxima semana.

Nuestro último encuentro les dio tal vez la impresión de que por fin teníamos un
lcrreno un tanto sólido para abordar las interrogantes que nos plantea la neuro-
sis obsesiva.

Espero que no les parezca mucho una enemistad de mi parte, en la víspera de


v.1 c:.i.ciones, pero hoy vamos a comprobar, procediendo a la lectura, al estudio del
p;irrafo en que nos quedamos, comprobar que nuestra certeza debe quedarse toda-
vl.1tn espera. Pienso que podrán percibir todas las preguntas tan importantes que
11os plantean estos textos de Freud, de los cuales Lacan decía que tenían el méri-
1' 1 de prestarse siempre a comentarios; es decir, que tenían el privilegio de estre-
' l1.1r un Real tal que, sin cesar, nos invita él a retomar lo que fue su manera de
.1hordarlo, para que precisemos cuál es la lección que nos deja esa manera.
Estábamos en ese párrafo, que pienso que todos han leído: ''Algunas obsesiones
1 '. ti traducción". Obsesiones en alemán, ya lo saben, es Zwangsvorstellungen, es decir,
11 prL·scntaciones obsesionantes y traducción es Übersetzung, traducción, y les sor-
¡111•11dió de inmediato que se tratara, pues, de traducir, en otros términos, como si
l 1•, obsesiones estuvieran escritas, las representaciones obsesionantes estuvieran escri-
1i1 ~ t·11 una lengua desconocida, aunque hablada por el paciente, en todo caso dcs-
1 11 11< >r id::t para él y sus allegados, que se tratara de traducir, de traducir a nuestro len-
r,11.1 jl' corriente; y en efecto Freud comienza ese párrafo diciéndonos:

Las representaciones obses iona nt <.;s parecen ya sea inmotivadas, ya sea absurdas
- 11nsinnit- , desprovistas de s<.;ntido. l'X:1v1.1111rnt t, como nuestros sueños nocturnos.
166 Parle /: 1987-1988 Lección XI: 17 de marzo de 1988 16

Hay además una palabra en alemán que merece ser precisada: ganz wie der Comienzo, nos dice, con un ejemplo particularmente transparente: la co m-
Wortlaut unserer nachtlichen Traume. pulsión al suicidio, tan frecuente en nuestro paciente y cuyo análisis se hact·
casi solo .
. . .que la primera tarea que ellas nos imponen - esas representaciones obsesio-
nantes, ¿qué es?- es darles un sentido -es curioso- y un lugar en la vida psí- Su amiga se había ido para ocuparse de su abuela enferma y esta ausencia k:
quica del individuo para hacerlas comprensibles. hizo perder tres semanas de sus estudios.

Lo que dice Freud es muy curioso. La traducción francesa obviamente no per- En pleno trabajo, nos cuenta, la idea siguiente me vino a la mente.
mite que lo encontremos. Para hacerlas verstandlich, comprensibles, ja eigentlich
selhstverstandlich, e incluso como que fueran de suyo. La idea siguiente me vino a la mente ... , en alemán es así, de golpe, esto es lo
que le vino a la cabeza, esto es lo que le cayó encima, esto es lo que le sucedió, lo
Hacemos bien en no dejarnos nunca alejar, en esta tarea, de esta tarea de que pasó en su cabeza,
la traducción de las obsesiones, por su apariencia de insolubilidad: las obse-
siones más antojadizas y más extrañas se dejan resolver si profundizamos en Podrías aceptar si te ordenaran pasar tu examen en la fecha más próxim:i,
ellas debidamente. pero ¿qué harías si surgiera en ti la orden de cortarte el cuello con una hoj a d<.:
afeitar? Comprendí inmediatamente, añade el paciente, que esta orden acaba-
Entonces la traducción de estas obsesiones es encontrarles, darles un sentido, ba de entrar en vigor, me precipité al armario para tomar la hoja de afeitar pero
su sentido, de manera que se vuelvan comprensibles e incluso completamente pensé: ¡No! ¡Sería demasiado simple! Anda y destruye a la vieja. De terror, ca í
naturales, de suyo. Eso nos plantea obviamente la pregunta, retomada por Lacan al suelo.
a todo lo largo de su reflexión, que concierne a la interpretación analítica que
muestra, nos dice, que ésta actúa en el registro del sentido, en el registro de Entonces, como ven, lo que le sucede se refiere a la orden que podría pasársc-
lo Imaginario, y una vez que hemos dicho eso, como ven, estamos muy cerca de lo 1\" por la mente, podría ser aquella de pasar su examen en la fecha más próxima,
que es la experiencia, pero la pregunta puede seguir siendo, sin embargo, difícil. ¡icro de inmediato: "Y si entonces viniera la orden de cortarte el cuello con una cuchi-
En efecto, ¿por qué la intervención en el registro del sentido puede operar esa //r1, ¿qué harías?". Va a tomar su cuchilla. No, sería demasiado simple y lo que le
cesación del síntoma, de la representación obsesionante? Ya que es justamente lo vk·ne es "anda mds bien a matar a la vieja" y, de terror, es él quien cae al suelo.
que Freud va a decirnos y de lo cual va a darnos la prueba. Dejemos esto por el Y entonces, como Freud nos lo ha dicho, todo eso se explica, toma su senti-
momento, pero no olvidemos en todo caso el interés del problema que nos es do si acercamos esas compulsiones a los eventos de la vida del paciente, puesto
planteado aquí desde el principio. q11c nos dice:
Y entonces, nos dice, paso por alto la manera como él resuelve el asunto ...
La dama estaba ausente mientras él se aplicaba con energía preparando su
examen para acercar lo más posible la realización de su unión - ella era pobre,
Podemos fácilmente convencernos de que, una vez encontrada la relación
era necesario, para que pueda casarse con ella, que termine sus estudios-. Sin-
existente entre la representación obsesionante y los eventos de la vida del enfer-
mo, todos los problemas enigmáticos y que interesan a esta formación pato- tió entonces, durante su trabajo, una nostalgia por la ausente y se puso a soñar
lógica se vuelven fácilmente inteligibles, la significación de la obsesión, el meca- en las razones de esta ausencia. Entonces se produjo en él lo que en un hom -
bre normal hubiera podido ser un movimiento de cólera contra la abuela de
nismo de su formación y las fuerzas instintivas psíquicas que le corresponden
y de las cuales proviene -todo eso, nos dice, se vuelve claro. la dama y que podría traducirse así: '¿por qué esta vieja tiene que enfermarsc
justo en el momento en que tengo tantas ganas de ver a mi amiga?' Hay qu "
suponer en nuestro paciente algo semejante pero mucho más intenso, un acce-
Como ven, aquí se trata, para él, de encontrar la relación existente, el senti- so de rab ia inconsciente. 'Quisiera ir allá - ésa es la idea que le supone Freud- ,
do, de encontrar la relación existente entre la obsesión y los eventos de la vida del quisiera ir allá y ases inar a esa vicj:1que me priva de mi amiga.' A lo cual siguc
·nfcrmo. l:i orden: 'M ár:itc para casti g;trt t· por tnH-r st·nH:j;1111 cs pcnsamicncos'. "lodo es te
168 !'arte !: 1987-1988 Lección XI: 17 de marza de 1988 169

proceso aparece en la consciencia del obsesivo, pero -nos dice Freud- , en inver- bición de cumplirla; tipo de compulsión, de representación obsesionante suicida
so orden: castigo primero - cortarse el cuello-, y al final mención del deseo o mortífera en la neurosis obsesiva, pero que no es raro que pueda preocupar al
culpable. No creo - dice Freud- que este intento de explicación pueda parecer paciente que pregunta al médico si no sería capaz un día de atravesar el límite, y
forzado y que contenga gran número de elementos hipotéticos. de cometer lo irreparable, donde nosotros tenemos bastantes fundamentos para
decir que hay poco riesgo. Hay poco riesgo porque justamente todo eso está atra-
Tenemos todas las razones para creer lo que aquí adelanta Freud, puesto que pado en ese tipo de proceso, es decir, a la vez el del Gebot y del Verbot, de la orden
es probable que - no me atrevo a decir la interpretación-, que la explicación y de la prohibición al mismo tiempo, es justamente lo que aquí paraliza al obse-
que da al paciente de esta compulsión, el mecanismo que de ella le da, fue ope- sivo. Lo que encontramos entonces, de inmediato, y que no podemos tratar como
ratorio; es obvio que lo que le da fuerza a Freud en esta demostración es que lo cantidad despreciable, es, por un lado, algo que sería, en cierto modo, una invi-
que dijo tuvo efectos. Y puede, sin embargo, parecernos extraño porque, después tación al acto, el acto al que llamamos, del que tenemos que hablar como el acto,
de todo, estamos ante lo que hay que llamar una reconstrucción, en últimas, una no un acto fallido, éste, sino el acto que sería el acertado, el último, ¡no hay otr
·onstrucción como Freud la llama en uno de sus artículos, "Las construcciones ' después! Y al mismo tiempo, la resistencia que se hace para defenderse de él, pro-
·n el análisis". Cuando estudiamos el texto alemán vemos que lo que le viene en Legerse de él, sabemos cuán frecuente es este dispositivo en la neurosis obsesiva.
mente es lo siguiente: podría ser que se te pase por la cabeza la orden de pasar tu 'lodo sucede como si-aquí estamos obligados a decir "como si"- , como si a fal -
examen en la fecha más cercana. En alemán es Prüfangstermin, es decir, el día del la de un acto que hubiera sido fundador, pongamos la palabra "fundador" entr"
examen más próximo, el más cercano. Prüfangstermin, la orden de pasar este exa- comillas, a falta de un acto, en todo caso, que hubiera sido el acertado, o qu e
men en la fecha más próxima. Es un termino interesante Prüfangstermin, pero es hubiera sido tal vez rechazado, o escamoteado, o amortizado, o Dios sabe qué,
de todas maneras curioso que sea en torno a la cuestión del imperativo, de la rn la mente del obsesivo se representaba sin cesar algo que habría sido escamotea-
o rden, que gire esta compulsión y de una manera que no carece de efectos, pues- do, travestido, engañado, camuflado, desviado, semblant de acto. Como si, digo,
to que va a determinar en él lo que podría ser un pasaje al acto. Ya que el pro- sin cesar le regresara algo como la incitación casi vengadora, puesto que así es,
blema, ahí, no es solamente el de la representación Zwangsvorstellung, es aquel, .tlgo así: "Pues bien, vas a cometer uno de ésos y éste no fallará" .
muy particular, representado por el hecho de que se trata de una orden y el pavor, Si les pido su atención aquí es por una razón que van a ver florecer, brotar,
ahí, de cumplir lo que sería, para él, lo más extremo, algo como ir hasta el fin, 1111 poco más adelante, es otra pregunta teórica que merece nuestra atención y
cometer lo irreparable, el acto después del cual difícilmente podría haber otro, ya p:1r::i la cual les propongo una explicación que podríamos llamar estructural, mien-
sea que se corte el cuello o el de la vieja. Podemos suponer que, en ambos casos, 1 ras que la explicación que le da y nos propone Freud es una explicación que
su unión con la dama amada estaría, en todo caso, en aprietos. Esta orden que le pod damos llamar de orden - es más, él lo dice-, de orden histórico. No estamos
viene así a la mente merece ser distinguida de una simple representación obse- 1·11 absoluto en la misma dimensión. Y tenemos razones para creerle a Freud cuan-
sionante. Es una orden, Gebot, es la orden de cometer lo peor. Sabemos además do se funda, se apoya, en el carácter operatorio de sus construcciones. ¿Diríamos
en qué medida este "peor" espanta fácilmente las especulaciones del obsesivo, ya ,w:1so "Esta construcción es inexacta''? No veo realmente a cuenta de qué podría-
sea en el ultraje, ya sea en la ofensa a la ley, o la ofensa a los modales, todo lo que 111os decirlo, ¿por qué no sería verdad lo que nos dice ahí? Obviamente, es un
quieran, la ofensa a lo sagrado, bueno. Por otro lado, nos dice que se trataría ... , poro forzado. ¿En qué sentido es forzado? Es forzado en el sentido edípico qu"
que el paciente trabaja!Ja así, duro, porque quería por fin terminar sus estudios y l1•s l1 abía subrayado las veces anteriores. En otros términos, la vieja no es ahí, en
acercar su unión a la dama. 'i" no modo, sino la representante de esa x que hace obstáculo a la realización c.k
Pero acercar su unión a la dama sería ir hasta el fin, sería justamente lo que •.i1 :1111or. Entre él y la dama hay siempre algo que se interpone y el paciente ten -
para él sería el acto último. Y la pregunta que se nos plantea es ¿por qué pasa el dd:1, sentiría, esa rabia. En otros términos, incluso con esta historia de la vieja,
l iempo esquivando este acto último?, en otros términos, demorándose, sin llegar, w¡;11imos en una explicación de tipo edípico. Y cuando estamos en ese registro
perdiendo su tiempo, es un estudiante retrasado. Aquí estamos confrontados a 1111 Vl'O quién podría decir que no es verdad, que no es correcto. Ya que la virtud
algo que se presenta, por un lado, como - y es un tema que ya hemos menciona- il1· l.1s explicaciones edípicas es, obvi ame nte, que son siempre verdaderas, ¡uno no
do- la orden, en efecto, de ir hasta el fin y, de manera simultánea, casi, la prohi- ¡tt I!'( le cq u ivocarse! En ton c<.:s, vit1wn l'S t :1s observaciones de mi parte para q u<:
170 Parle /: 1987-1988 Lección X I: 17 de m arzo de 1988 17 1

iodo lo que podría haberse vuelto para nosotros una especie de sopa familiar, más bien, justamente, una interpretación, analítica en este caso, simplem ent"
¿có mo diría?, les revele ingredientes exóticos y sabores completamente insospe- retomando la palabra: ''Ah, bueno, ¿Dick?". Eso es. "¡Ah! Se trata de Dick, es a
chados. Quiero decir que esto sigue siendo misterioso. Dick al que hay que eliminar", no es en absoluto el mismo tipo de cosas.
Prosigamos. Entonces, lo que sigue es aún más interesante porque la otra com- Prosigamos con otras representaciones obsesionantes, por ejemplo, aquí, en
pulsión es aún más fácil de comprender, fue una compulsión a adelgazar. Es una efecto, una compulsión:
l' poca en que estaba en veraneo y le dio por dedicarse a extravagancias gimnásti-
c: 11> para adelgazar. Pues bien, es simplísimo; estaba por ahí un primo de su ami- Daba con ella un paseo en barco, un viento muy fuerte sopló y él tuvo que.:
g:1, que, al parecer, tenía relaciones un poco privilegiadas con ella, lo que le dis- forzarla para que se pusiera su capa ya que se había formado en él la orden: no
gustaba mucho. Vean, siempre el obstáculo ... Ahora bien, este primo, ¿cómo se tiene que sucederle nada -Es darf ihr nicht geschehen.
lb maba? Se llamaba Richard. Richard, a los que se llaman Richard, se los llama
l) ick. En alemán, Dick es el gordo; entonces, cuando quería adelgazar, es al gor- Hay que decir que Freud no cree forzar las cosas al hacernos notar que, con
do al que quería eliminar. Esto nos hace reír, pero es verdad, estamos justamen- ·se "no tiene que sucederle nada'', regresamos al problema de la compulsión ante-
te en la lógica del inconsciente. Quiero hacerles percibir lo siguiente: aunque rior, la primera, puesto que ir a término, aunque sólo sea en sus exámenes, esta-
Freud nos haga este análisis, lo que llama también una compulsión, ¿es acaso exac- ría bien, llegar a que a la dama le pase algo; y es importante para nosotros recor-
tamente del mismo orden que la compulsión anterior? No es exactamente lo mis- dar que ese "algo" que podría sucederle a la dama es sinónimo, en cierto modo,
mo clínicamente, ya no se lo puede poner en el registro de la compulsión. Diga- p:ira el paciente de un acto mortífero, de un acto de destrucción. De ahí, po r
mos que era más bien un comportamiento. Pero lo que es fundamentalmente supuesto, la compulsión a protegerla, protegerla para que no le suceda nada, sobre-
d iferente, y Freud va a poner, es más, una nota al respecto, es que en el caso de tr1tendiendo además que no les suceda nada a ellos dos, ¿no es cierto?
Dick estamos en presencia ¿de qué? En presencia de un juego de significantes, un
efecto de significantes, que no está en absoluto en la compulsión anterior. No En otra ocasión, mientras estaban juntos durante una borrasca, se form ó
podemos decir que la compulsión anterior se organice en torno a un significan- en él la compulsión de tener que contar hasta cuarenta o cincuenta entre el
te suficientemente ambiguo para justificar dicha compulsión. Ven entonces que relámpago y el trueno, sin comprender por qué.
b segunda manifestación que Freud pone en el registro de la compulsión es de
un tipo totalmente diferente. Es más, Freud lo entendió obviamente muy bien He ahí, verdaderamente, una de las compulsiones obsesivas, de la que pode-
puesto que pone en una nota lo siguiente: 111os decir que es realmente de una banalidad muy grande, quisiéramos decir en
1·1 llmite de la normalidad; es el tipo, así, de cositas mentales que parecen tan difun-
La utilización de nombres y de palabras para crear vínculos entre los pen- didas, tan frecuentes, y que incluso no llaman la atención, diría casi van de suyo.
samientos inconscientes, por un lado, y los síntomas, por otro, se da mucho ~ ( ~u é quiere decir esta compulsión de tener que contar? A propósito de cifras, entre
menos a menudo y menos brutalmente en la neurosis obsesiva que en la his- 11 1:1renta y cincuenta, no hay gran cosa para que podamos intervenir, pero ¿qué
tena. 1k cir de la compulsión a contar, y a lograr contar algún número, así, entre dos
1·w ntos, esa especie de verificación de que en el espacio, así considerado, nada fal-
Es cierto que en el síntoma siguiente lo encontramos mucho más un perfu- 1.11 b s cuentas están bien, o que logramos mostrar, o verificar que las cuentas están
me histérico, ¡es cierto! Estamos incluso mucho más cómodos, tenemos una impre- lik n entre esos dos límites? Ya se imaginan ustedes que, si se trata ahí, por ejem-
sión de familiaridad mucho más grande con el síntoma siguiente que con el ante- plo, de la tormenta, del relámpago y del trueno, Aquél ante quien, o a propósit
ri or que tiene, de todos modos, ese carácter extraño, esa orden que puede atravesar 1k q ui en, se hace estas cuentas, Aquél no es cualquiera. Se trata, en cierto modo,
:1 pensamiento, una orden de muerte, una orden de terminar. Entonces, el segun- d1· proceder a esa gran preocupación del obsesivo: verificar que no falte uno. Lo
do ejemplo que nos da Freud merece que le presten atención, puesto que es esen- ¡¡H'lllUl o así para recordar que en las cuentas, en efecto, siempre falta uno, ¿no es
cialmente diferente del primero, no es en absoluto fabricado de la misma mane- 1 i1·1·10? Siempre falta uno, aunque sólo sea ese cero que contamos como cero, es

ra y, es más, para intervenir al respecto, no hay reconstrucción qu e hacer, sino 1l1·vir, que no contamos como un o. Po r el hecho mismo de que no lo contamos
!'arte /: 1987-1988 L ección X I: 17 de marzo de 19HH 17:1

·o mo uno, si hacemos el total, si hacemos la suma, falta ese uno, ahí. Y es una debe acaso vigilar ese recorrido, corregirlo? Y tal vez diciéndolo como lo cs1oy
operación muy, muy extraña porque está obviamente marcada por esa duplicidad haciendo, con las resonancias que puede tener para nosotros el término de rc.: co
propia de toda tentativa para salir adelante del obsesivo, ya que, en efecto, verifi- rrido natural, que evoca el movimiento con el que un sujeto puede contar co n vi
·:i ndo que no falte nada, al mismo tiempo, ese cero, retomo este ejemplo pero otro, podemos tal vez delimitar mejor o delimitar de otra manera lo que justa
podría dar otras metáforas, el obsesivo hace de éste uno más entre otros, en otros mente sería parte del objetivo obsesivo. ¿Puedo acaso contar con el otro o te ngo
1érm inos, le quita la distancia, ya que en su calidad de sagrado está aparte. Ya no acaso que contar conmigo? Y finalmente la incapacidad para decidir entre u no y
sé quién me recordó hace poco que en hebreo "sagrado" significa "aparte", "a dis- otro, porque lo que no es raro es que la renuncia no se haga tan fácilmente po r
1:t ncia'' . Es decir, que está ahí, es contado, en otros términos, para retribuirle la haber vuelto a poner la piedra en su sitio, y que el obsesivo pueda retomar sus
:o rtesía diciéndole: "ves, ¡no te olvido!", pero al mismo tiempo sacándolo de su pasos para volver a ponerla en el borde, y así sucesivamente. Conocemos el cadc-
di stancia, es decir, haciéndolo, ya he desarrollado al respecto otros ejemplos de ter bastante tormentoso y trágico que puede tomar un incidente de tan poca
csle problema, haciéndolo un mortal entre los demás. En otros términos, un pobre importancia, tan banal.
tipo entre los demás, digo pobre tipo para atenuar. .. Volvemos a encontrar, inclu- 1

so a propósito del contar, el riesgo, en cierto modo, que corre el obsesivo de ir has- Después de la partida de la dama, le obsesionó una compulsión a co 111
r:i el fin, de ir hasta el término, de hacer que la cuenta sea exacta; a la vez para veri- prender -Verstehenszwang, una compulsión a comprender-, que le volvió inso,
fi car sin cesar si la cuenta está exacta, ya que una vez que ha verificado que la cuenta portable para quienes le rodeaban. Se esforzaba por comprender exactam cn1 v
es tá exacta, sabe que al mismo tiempo el cero se ha reconstituido, es decir, que cada sílaba de lo que se le decía, como si, sin ello, pudiera escapársele un teso
perdió, y entonces tiene que volver a hacer su cuenta, obviamente, de eso nunca ro. Preguntaba continuamente "¿Qué acabas de decir?" -Was hast du jetz t ges1w .
¿q ué dices?, ¿qué acabas de decir?- Y cuando se le repetía la frase, decía q11 t•
se puede estar seguro. Por más que llega a un total justo, él sabe bien que, sin
antes había oído otra cosa y se quedaba insatisfecho.
embargo, el total es falso. Pareciera que está bien. ¡Pues no! Entonces, la observa-
ión siguiente que se justifica para nosotros: fíjense en qué medida, en este tipo
Freud nos lo explica con un evento de la vida del enfermo, es decir, que cuan
de compulsión, giramos siempre en torno al mismo problema y es tal vez intere-
do se había despedido de la dama en Viena ...
san te para comprender ese carácter particular de la compulsión como tal, su carác-
Lcr original en relación a las simples representaciones obsesionantes.
Había interpretado alguna de sus palabras como destinada a repudiarl o
ante las personas presentes y había sufrido mucho por eso. Ahora bien, en el
El día en que se va la dama, nuestro paciente patea una piedra en la calle. campo, tuvieron la oportunidad de explicarse -las buenas explicaciones comen-
Tuvo que quitarla de la ruta, puesto que había pensado que, en unas horas, el zaban- y ella pudo probarle que la palabra tan mal interpretada por él había
coche de su amiga, al pasar por ese lugar, podría tener un accidente debido a sido destinada a salvarlo del ridículo. Y él se sintió de nuevo muy feliz luego
esa piedra. Pero unos instantes después se dijo que era absurdo y tuvo que de esta explicación.
regresar y volver a poner la piedra en medio de la ruta.
Y, dice Freud, esa duda debe significar, de todas maneras, otra cosa, va a expl i-
Ahí también, es de lo más común, realmente ¡es el tipo de síntoma que se d rnoslo más tarde por la naturaleza, otra vez, la naturaleza contradictoria de sus
encuentra con tanta facilidad! ¿Cómo Freud va a explicar todo esto? Ya podemos 1'tntimientos. Es decir, que alguien dividido así entre el odio y el amor nunca est:í
anticiparlo. Va a explicarlo por la ambivalencia, es decir, la importancia del odio sl·guro de lo que oye. ¿Cómo oír, cómo interpretar lo que oye? Freud da aquí tam-
·n la medida en que acompaña al amor y que si, por amor, quiso quitar la piedra bi én una explicación en el registro del sentido con un evento relacionado a la bio-
y luego, al hacerse oír el otro sentimiento, fue . . . , en otros términos es sin cesar grafía del enfermo. Con esto es fiel a la línea dada desde el principio. Pero no te n
1r:i icionado por. .. ¿Por qué no? Pero podemos tal vez ver en eso aún más cosas, q1 1c esa compulsión a comprender merece tal vez mejor suerte. Y que nos lleva :t
algo, tal vez por ejemplo una especie de duda entre lo que sería dejar su dama l.1 pregunta de lo que podría ser una comprensión que fuera hasta el término, un:i
·xpuesta a lo que sería, una vez más, en cierto modo, el dispositivo natural del r o1nprensión que fuera perfecta, qu e fu era hasta el fin, que comprendiera, ¡eso
·am ino, del recorrido. Creer que se puede contar con un recorrido natural, o ¿no t·s!, y que disipara, pu es, tod:.i dud a pos ible. Lo que obviam ente percibe el obs1·-
174 /)orl e /: 1987-1988 Lección XI: 17 de marzo de 1988 175

sivo es que la comprensión no hace nunca otra cosa que, justamente, quedar some- compulsión a comprender significa que duda del amor de su amiga. En CS lt'
l'id a a la duda, aunque fuere en los más queridos y solemnes juramentos. Sabe enamorado la lucha entre el amor y el odio, sentidos respecto a la misma pcr·
bi en que no se puede estar seguro. sona, causa estragos. Esta lucha se expresa de una manera plástica a través dl'
Lo cual no es simple, no voy a desarrollarlo aquí, de inmediato, puesto que, un acto compulsivo con simbolismo muy significativo: quita la piedra del ca mi
·o rno saben, hay en Lacan algunas observaciones sobre una época dada sobre lo no de su amiga para, acto seguido, anular ese gesto de amor volviendo a poner·
la en su lugar para que el coche la golpee y que su amiga se haga daño.
qu e llama palabra plena - "Tú eres mi amo", "tú eres mi mujer"- que él opone a
·sa historia sempiterna de Lemberg y de Cracovia donde, ahí, no se puede saber;
¡Bueno!
opone lo que sería la palabra plena a lo que sería, al contrario, la palabra vacía.
l ~ n todo caso, sin ir más lejos en este asunto que sería muy delicado, notemos que
... Tales actos compulsivos en dos tiempos -dice Freud- , cuyo primer tiempo
lo que le falta, de manera evidente, al obsesivo sería el tipo de apoyo que le daría
es anulado por el segundo, son fenómenos característicos de la neurosis obse-
11na palabra plena tal como Lacan la especifica. Por ejemplo, el hecho de que esa siva.
muj er pueda decirle "Tú eres mi esposo", que él pueda por fin saber a qué ate- ,
ncrse y estar aliviado, o que él pueda decir "Tú eres mi mujer'', que a la vez se Tiene mucha razón.
establezca esa seguridad, incluso si es una criatura infiel e incluso si ella piensa en
otro, eso no importa, no estorba casi en nada a la calidad establecida y no por El pensamiento consciente de los enfermos se equivoca, por supuesto, sobre
ello permite que se tenga la menor duda al respecto. Ahora bien, pareciera justa- el sentido de estas compulsiones y les atribuye los motivos secundarios, fo s
mente que una de las especificidades obsesivas fuera el sufrir la ausencia de lo que racionaliza. Su verdadera significación reside en que ellas expresan el conflic-
sería ese tipo de apoyo, ese tipo de palabra, y entonces a la vez el contribuir a to de dos tendencias contradictorias y de intensidad casi igual, y que son, segli n
sumirlo en la perplejidad generalizada, es decir, en la historia permanente de Lem- mi experiencia, siempre la oposición entre el amor y el odio. Esos actos com-
berg o Cracovia, sin tener ya referencia alguna que pueda en tal o cual momen- pulsivos en dos tiempos tienen un interés teórico particular ya que permiten
co hacerle oír que, si dijo Lemberg, no es para engañarlo e ir hacia otro lado, sí reconocer un tipo nuevo de formación de síntomas. En lugar de encontrar,
se trataba de Lemberg. Cuando el viajero se presentó en la ventanilla de la esta- como suele darse regularmente en la histeria, un compromiso, una expresión
;ió n, podemos suponer que no trató de engañar al hombre de la ventanilla. Le para los dos contrarios (matando, por decir así, dos pájaros de un solo tiro),
las dos tendencias contradictorias se satisfacen aquí una después de otra, no
di o la indicación de donde efectivamente quería ir.
sin tratar, por supuesto, de crear entre las dos obligaciones un vínculo lógico,
Entonces esa representación obsesionante "¿Qué acabas de decir?", esa espe-
y a menudo a pesar de toda lógica.
ie de preocupación por hacer repetir cada sílaba con la impresión de que algo
no dejaba de escapársele, cada vez, es un síntoma de una riqueza muy grande, de
Son observaciones sorprendentes. Es verdad, vemos bien cómo el síntom::i
u na gran complejidad, ya que no hago aquí más que tratar superficialmente al
tihsesivo muestra ahí su entera originalidad con respecto a la histeria, con su aspec-
pasar, durante esta lectura, y que en sí merecería un seminario, un trabajo.
1o en dos tiempos. Lo que queda en suspenso es saber, lo dije hace un rato, por-
Las explicaciones que va a darnos Freud están en el registro que han visto, que
qué se trata de actos compulsivos, ya que allí también se revela la originalidad con
y:l esbocé hace un rato ante ustedes, la compulsión a proteger no puede signifi-
1rspecto al síntoma histérico, es que se trata de actos, Zwangshandlungen, actos
ca r otra cosa que una reacción ... a una tendencia contraria, la compulsión a con-
t•f(:ctivamente compulsivos.
t::i r durante la tormenta puede ser interpretada como una medida de defensa con-
rra las aprehensiones de peligro de muerte. Pero, ¿por qué contar? ¿Por qué es El conflicto entre el amor y el odio se manifestó en nuestro paciente a tra-
·ontar? ¿Por qué tiene que ser, cuando el relámpago resplandece así, sobre el Sinaí, vés de otros signos más. En la época en que se volvió devoto, inventó oracio-
qu e el contar se imponga en la mente?, eso no va de suyo, en absoluto. nes - Gebete, Gebot, Verbot, Gebete- que, poco a poco, llegaron a durar una
hora y media -les he hecho notar el uno y medio- ya que contrariamen te :1
A través de su compulsión a dudar, él expresa su duda, su duda persisten- Balaam, siempre se introd ucían en sus fórmulas devotas algunos pensami en-
te de haber comprendido bien a su amiga en su explicación ... la duda en su tos que las transforn1 :1h:1n (' 11 s11 co nrr:i ri o .
176 Parte /: 1987-1988 Lección Xl: 17 de marzo de 1988 17

Si no recuerdan la historia de Balaam, este ejemplo basta, incluso si no la No estamos, en absoluto, en el Edipo, es algo bien diferente, es justame rw·
·onocen, para hacer presente esa historia. lo que les mostraba hace un rato, es que desde el momento en que el asunto se
acerca, bruscamente, ya no la ama, se enfría; la llama vuelve cuando ya no h::iy
Decía, por ejemplo, 'que Dios lo proteja', y el Maligno le susurraba inme- riesgo, no hay riesgo de llevar a cabo su empresa.
diatamente un 'no' - nicht-. Un día se le ocurrió la idea de proferir injurias
- ¡ah!, va a proferir injurias, tal vez se entrometa ahí lo contrario-. Esperaba Un día en que ella estaba muy enferma y en cama, lo que excitaba su com-
que, ahí también, se entrometiera una contradicción -es curioso que no fun- pasión, un pensamiento surgió en él al verla: deseó que se quedara por siem-
cione- . Pero, dice Freud, se dio ahí la explosión de la intención primitiva repri- pre extendida así. Interpretó sutilmente estos deseos declarando que deseaba
mida por la oración. Desamparado, nuestro paciente suprimió las oraciones que ella estuviera constantemente enferma ¡únicamente para liberarse de la
- en que siempre se entrometían, así, maldiciones- y las reemplazó por breves intolerable angustia de una posible reincidencia! [risas en la sala J.
fórmulas compuestas de letras y sílabas iniciales de varias oraciones. Decía tan
rápido estas fórmulas que nada podía introducirse en ellas. A veces ocupaba su imaginación en ensueños que él mismo reconocía como
fantasmas de venganza.
El paciente me contó un día un sueño que contenía la expresión del mis-
mo conflicto en su transferencia hacia el médico -es un sueño que se refiere a Veamos entonces uno de estos que termina este párrafo y que es hermoso,
Freud-: Mi madre ha muerto, él quiere darme sus condolencias, pero teme
muy, muy... , es magnífico,
tener en ese momento esa risa impertinente que había tenido varias veces en
este tipo de ocasiones. Prefiere dejar su carta escribiendo en ella "p.c.", "para
Ella se ha casado con un alto funcionario, un alto funcionario - no cual-
condolencias'', pero estas letras se transforman mientras escribe en "p.f", "para
quiera- y él entra en la misma carrera que este funcionario y avanza en ella
felicitar". Y, nos dice Freud, la naturaleza contradictoria de los sentimientos
mucho más rápidamente, de manera que aquél se convierte en su subordina-
hacia la dama era demasiado evidente como para sustraerse enteramente a la
do. Un día, este hombre comete una indelicadeza. Su mujer se lanza a las rodi-
percepción consciente. Sin embargo, por su carácter compulsivo ...
llas de nuestro paciente y le suplica que salve a su marido. Él se lo promete,
pero le revela que solamente había entrado a esa carrera por amor por ella,
Nos está diciendo entonces que el paciente tenía de todas maneras una peque- habiendo previsto dicha eventualidad [risas]. Ahora que ha salvado a su mari-
ña idea de la hostilidad que sentía por ella. do, su misión ha terminado, presenta su renuncia [risas J.

Sin embargo, por su carácter compulsivo, podemos concluir que a nues- ¿Por qué nos da risa? Es un guión de historia que seguramente ha sido escri-
tro paciente le era imposible reconocer la intensidad de sus tendencias nega-
10 muchas veces, no solamente en la prensa, en la prensa sentimental, no sola-
tivas contra ella.
mente. Acepten de todas maneras que si es una historia que aparentemente h a
.~ ido servida muchas veces, que seguramente muchas veces ha hecho llorar, es por-
En otros términos, si las hubiera reconocido, si le hubieran llegado a la conscien-
que verdaderamente es una historia que debe ser parte del stock inconsciente.
cia, no habría necesitado defenderse de ellas, ni tampoco sufrir esas compulsiones.
l1'n:.: ud es muy bueno porque termina su párrafo ¿con qué? Termina su párrafo con
11 na historia cuyo carácter edípico es obviamente transparente. Ella se casó con
La dama había rechazado la primera petición de matrimonio que le había
hecho nuestro paciente diez años antes -vean como era una historia a largo 1111 tipo que es un alto funcionario pero que es, de todos modos, un cerdo. Mien-
1r:is que él, va a salvar a este tipo, pero por nada, puesto que una vez que lo ha
plazo- y desde aquel entonces se alternaban períodos en los que creía amarla
intensamente, con otros en que, incluso inconscientemente, ella le resultaba hecho puede retirarse, no se trata de otra cosa, estamos en lo sublime. Entonces
indiferente. A partir del momento en que, durante el tratamiento, él tenía que llrtud, como lo ven a través de este fantasma de venganza que pone ahí, al fin,
dar un paso para acercarse del objetivo de sus deseos, su resistencia se mani- 11os recuerda la validez de sus interpretaciones que son esencialmente edípicas;
festaba, primeramente, con la impresión, en el fondo, de no amarla tanto, li 11 alm en te, lo que él llama interpretación por el sentido, interpretación por acc r-
impresión que por lo demás se desvanecía rápidamente. 1 ,1miento a eventos de la biogr:iÍí;i, son en rc'1 lidad .interpretaciones esenciaJmcnt"
178 Parte /: 1987-1988 L ección X I: 17 de marzo de 1988 179

cdípicas, es decir, dos cosas: por un lado la rabia provocada contra ese x tercero y "El complejo paterno y la solución de la obsesión de las ratas", porque verfo
que impide la realización de su amor y, por otro lado, si el paciente es presa de surgir una pregunta que les muestro, desde ya, para que la piensen hasta enton -
cal ambivalencia de sentimientos, es porque en la infancia, lo hemos visto en los ces, la pregunta sobre la relación de la historia y de la estructura del sujeto por-
párrafos anteriores, organizó contra su padre un odio por lo menos tan fuerte que ahí van a ver surgir, de golpe, lo que podríamos llamar la relación del sujeto
como su amor por él, y que como este odio no podía permitirle acceder a su cons- a su historia, no la historia de los eventos, sino su historia, ¿cómo calificarla?, su
ciencia, todo lo que quieran, se volvió neurótico. historia genérica, es decir, la historia de su padre y la pregunta que debemos seguir
Vemos la coherencia que tiene Freud en su enfoque. Es cierto, de todos modos planteándonos, aunque ya no interese a nadie, eso no importa, es decir, el pro-
hay que decirlo y la observación al respecto ya ha sido hecha, dar hoy en día inter- blema de la historia y de la estructura, la verán en las páginas siguientes. No es
pretaciones de este tipo es ineficaz y Lacan habla en algún lugar, no sé dónde, de por casualidad el que esto venga ahí, en la elaboración de Freud, es decir, que des-
que el introducir construcciones como ésas, las que se refieren al Edipo, ya no hacen pués de haber hecho esa referencia edípica forzada, las partes siguientes, cuyos
ni frío ni calor. Podemos entonces pensar que si resultaron eficaces aquí es porque títulos son magníficos, "La causa ocasional de la enfermedad" y "El complejo
eran dichas por Freud, eso también ya ha sido dicho, pero en todo caso, su efica- paterno y la solución de la obsesión de las ratas", son la intrusión de la dimen-
cia venía, dependía de otro factor que el haber sido simplemente del orden de una sión histórica en la determinación neurótica del sujeto. Y es una de las pregun -
coma de consciencia, toma de consciencia de la importancia del odio y toma de 1as, estén seguros, a las que tienen que responder en su práctica y en lo que les
consciencia del porqué de este odio. Y este punto, con el que concluyo esta noche, interese. El hecho de que surja aquí a manera, así, de irrupción, tan violenta, tan
es para mostrarles en qué medida, cuando decimos "sí, entonces, si ha sido eficaz es dara. He puesto la pregunta entre paréntesis: ¿Por qué lo que le pasó al padre es
porque era Freud quien lo decía'', vale la pena que retomemos esta aserción. 1an determinante para la neurosis del hijo? Quisiera que, para el seminario del
¿Qué quiero decir con esto? ¿Por qué el hecho de que sea él quien ... ? Sabemos 14 de abril, hayan reflexionado un poco sobre esto.
que el paciente vino donde él porque había leído el libro de Freud, Psicopatología de
la vida cotidiana, donde había podido constatar que algunos de los ejemplos citados Y bueno, con esto, ¿alguna pregunta?
se parecían a sus propios síntomas, etc. Es un punto que, igualmente, tenemos no
que repetir, sino que tenemos que volver a poner en movimiento, volver a poner en Sr. X : No, simplemente un ... mencionar el problema de la historia y de b
circulación, para tratar de comprender mejor, no hacer como el obsesivo, comprender 1·srructura, el problema de la causa suficiente. No tengo el texto en mente parJ
todo, sino comprender mejor este punto en todo caso puesto que, a propósito, la w r si hay algo que despejar al respecto ...
cuestión del manejo de la cura está presente para nosotros a codo lo largo. ¿Cómo, Ch. Me/man: Sí, tendremos que preguntarnos si es la causa suficiente o si es
hoy en día, tendría que considerarse codo esto?, y ¿cómo habría que intervenir?, ya l.1 causa necesaria. ¡Justamente! Su pregunta empieza bien. ¿Por qué el paciente
que si yo les he dado referencias que se fundan sobre la estructura es muy obvio que 1 ·~ d ligado, ahí, por la ausencia paterna? Entonces, bueno, necesaria y suficien-
no es la actualización de las mismas lo que podría aliviar al paciente. Si, por otro 11· .. • En todo caso, para Freud, parece ser la causa seguramente de ... Miren, vamos
lado, se trata de intervenir en el sentido, si la interpretación analítica actúa en el regis- ,1 .trreglar eso juntos, no vamos a empezar inmediatamente.

tro del sentido, ¿cuál, a propósito de estos síntomas?


¡Esto es! Ustedes ven en qué modo codo esto se presta al comentario, es decir, Pues bien, entonces, ¡hasta pronto!
en qué medida estas páginas transportan cargas que nosotros no hemos, en lo más
mínimo, no solamente agotado, sino también en qué medida ni siquiera hemos,
pienso, tomado todas sus dimensiones y el valor de estas páginas. Pues bien, esta
carga no se ha perdido, al ceñirla, está ahí. Con todas las preguntas que hace sur-
gir. Entonces, ¿a ustedes les quedan acaso preguntas, algunas?

Me gustaría mucho que para cuando retomemos, es decir el 14 de abril, hayan


releído las dos partes siguientes, es decir "La causa ocasional de la enfermedad"
Lección XII
14 DE ABRIL DE 1988

¿Q ué es lo que más les estorba, eso para lo que incesantemente buscan una utili-
z.ación porque nunca saben muy bien qué sentido darle, eso de lo que eventual-
mente tratan de deshacerse, qué es? ¿Qué es?

[Vtirias voces]: La castración.

Ch. Melman: Pues bien, lo que más les estorba es la ex-sistencia. Es extraño
que esta ex-sistencia, cuando sus expresiones son rechazadas o prohibidas, a veces
sucede, en ese momento parece ser lo más querido; pero cuando se dispone de ella,
de manera que sin contar se pueda producir sus diversas expresiones, es justamente
lo que lastimosamente nos estorba y de lo cual tratamos, en general, de curarnos;
hay varias formas de curarse de esto, pero puede ser por ejemplo encontrándose,
buscándose un Amo, quien además no siempre es lo que creemos.
Es una constatación, no es de ninguna manera una reflexión, es una consta-
1:1ción que, pienso, es inmediatamente cercana a la experiencia de ustedes, a su
propia práctica, y que es al menos paradójica. Lo que en política se llama liber-
1,1d no es otra cosa que la facultad de poder dar todas las expresiones posibles a
1•s1:1 ex-sistencia. No creo que puedan darme, de este término en general oscuro
que llamamos libertad, en el campo de la política, una mejor definición, una defi -
11i ció n más precisa que ésta. Y, como saben, lo que llamamos democracia, qu e
<'x is1c, supone que todas esas ex-sistencias, expresadas así con su fantasía, lograrán
~i 1 1 embargo, hacer un cúmulo arm onioso y que el sumarlas expresará, de m anc-
1,1 ve ri fi ca ble, po r lo m enos par:i la es1:1d ís1ic:i, un a sabiduría; como si, desp ués
182 Parte /: 1987-1988 Lección XII: 14 de abril de 1988 18.

de todo, la sabiduría divina no tuviera hoy en día otro modo de hacerse oír que Nos quedaría, pongámoslo en condicional, interrogarnos sobre esa tan curiosa
por vía de esta unión de todas las sabidurías, en cierto modo individuales, cuya experiencia protopática, sobre esa tan curiosa endoscopía, endopatía -habría que
suma sería así necesariamente representativa. reflexionar tal vez algún día un poco más sobre el hecho de que percepciones tan
El inconveniente para nosotros, y es a partir de allí que retomo nuestra refle- fundadoras, tan fundamentales, sean las que se hacen en primer lugar, justamente
xión sobre la neurosis obsesiva, es que el psicoanálisis nos muestra que esa ex-sis- a propósito de nuestra relación a la lengua, que sean más importantes, en cieno
tencia, cuya expresión condiciona, sin embargo, la libertad política, pues nada es modo, que todo lo que posteriormente podría ser percepción sensorial de cual -
menos libre en cada uno de nosotros que esa ex-sistencia. Es decir, que nos vemos quier tipo que sea- . Es entonces extraño que en esta protopatía, que acompaña
obligados a decir que no hay nada más limitado, más irracional, incluso más estú- a la ex-sistencia en su relación a la lengua, se imponga a nosotros la idea de que b
pido que este sujeto del inconsciente, que esta ex-sistencia. Les mostraba desde el ex-sistencia no encuentra su patria, su home, sino a costa de una castración del
principio esa paradoja de que, cuando somos de ésos, es nuestro privilegio decir- cuerpo materno, puesto que es así como se impone para cada uno de nosotros la
lo, cuando estamos afligidos por ella, ustedes lo verifican todos los días en la clí- culpabilidad original ligada a la ex-sistencia, es decir, que el precio, en cierto modo,
nica suya, nuestra principal preocupación es el tratar de encontrarle algún guía, pagado por ella es, sería esta castración del cuerpo materno. Esto es un hecho clí-
si ella no tiene alguno que fuera natural, espontáneo, intuitivo, que le venga solo. nico que ya ha sido verificado, señalado desde hace mucho tiempo, que sigu "
Y entonces nos dedicamos en general a encontrarle algún amo a esta ex-sistencia. siendo verificable y que, por supuesto, tiene mucho que ver con nuestro tema d,.
No olvidemos que el Sujeto espera del Otro, de ese Otro donde está para noso- este año, es decir, el obsesivo. Extraño entonces, para empezar, que la lengua pue-
tros lo que constituye el dominio, donde se ejerce para nosotros todo lo que es da proponerse a nosotros como distribuidora de todos los bienes, como deposi-
del orden del dominio, no olvidemos que el Sujeto espera del Otro el mensaje taria de todos los bienes, rica en su cuerpo de todo lo que podría ser deseable;
que le hace saber lo que él, Sujeto, desea, puesto que a falta de este mensaje corre- hay, tal vez hayan podido comprobarlo, algunos amores por las lenguas antiguas,
ría el riesgo de encontrarse aún más perdido que lo que acabo de decir, es decir, lenguas llamadas muertas, algunos intereses masivos por tales lenguas que no tie-
entregado a la angustia. nen mejor razón que, precisamente, el interés por una madre que sería la madre
Ahí hay, creo, una interrogación válida para nosotros, el preguntarnos ¿cómo original, por ejemplo, si todavía no lo han visto, seguramente ya se encontrarán
es posible que el sujeto esté a tal punto incomodado por su ex-sistencia, de mane- con ello, y esto es sin duda una marca de nuestro antropomorfismo irreductible
ra que quiera, a toda costa, entregársela a quien quisiera hacerse cargo, entregár- que quiere que no podamos concebir al Otro sino con un sujeto como soporte.
sela a algún Otro, incluso eventualmente al primer Otro que pueda ocupar esa Entonces, culpabilidad, es nuestra culpabilidad de existir lo que se pagaría por
función? ¿Cómo es posible? ese Otro que antropomorfizamos, así con ese precio del que hablaba hace un rato,
Nosotros podemos decir que hay que buscar la respuesta en la estructura, esa es decir, con esa amputación de la que seríamos responsables.
estructura de lenguaje, estructura tal, que la presencia del Sujeto, en la lengua, Les recuerdo que una de las paradojas de esta situación es que mientras más
no puede en cierto modo regresamos sino como impureza, que en cierto modo quiera afirmarse el sujeto en esta ex-sistencia, es decir, en esa libertad, en esa facul -
descompleta esa lengua, la ensucia, la trastorna. Es extraño que tengamos tal per- 1ad de decir "todo", todo entre comillas, más se afirma en esa posición de sujeto,
cepción de nuestra ex-sistencia, puesto que es verdad que, por su presencia en la más marca esa amputación en el Otro; es decir, que mientras más libertad recla-
lengua, el Sujeto efectivamente la descompleta, aunque sólo fuera por el hecho ma este sujeto, por la misma prevalencia que le da a la ex-sistencia, más le da un
de que no se sostiene, como sujeto, sino por introducir en ella la represión, lo que lugar a la castración en el Otro, es decir, que a la vez más se somete, puesto que
en efecto es descompletud de la lengua y es a costa de esta amputación, ya que HU lugar, su voz se une ahí, de manera cada vez más asintótica, con lo que en el
además se lo siente así, no son solamente términos con imágenes que doy, es a Otro justamente es el soporte de la voz, es decir, el falo; entonces, a la vez, esa
osta de esta amputación por lo que encuentra un lugar como sujeto en el Otro, libertad que llega a invocar como suyo ese lugar, en cierto modo se condena, elb
lugar que le garantiza ese alojamiento esencial, esa patria primordial, digamos, lllisma, en su movimiento mismo, a ser sierva de ese objeto cuya ex-sistencia, en
'Sa tierra prometida inaugural, indispensable para el mantenimiento de la ex-sis- cierto modo, hace lugar.
tencia, es decir, el hecho de que en el Otro, en la lengua, a costa de esta descom- Les hago notar estos pocos puntos para recordarles de nuevo lo que debería
pletud, a costa de esa represión, el sujeto encuentra ahí su nicho, riene un home. ¡.vguir sorprendiéndonos en la clínica, es decir, esa asombrosa agresividad del prtr-
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lr?tre para consigo. No creo que tengamos en el reino animal un ejemplo de criatu- lugar, aunque fuera ficticio, poco importa, pero un lugar de sujeto; en otros té r-
ras que se traten tan mal y que tengan tal agresividad contra ellas mismas como el minos, ella prefiere esta ex-sistencia, aunque fuera prestada, aunque fuera seud o,
parletre, que esta agresividad sea dirigida contre el sujeto mismo o contra un pro- prefiere haberse creado así en el Otro una ex-sistencia, ex-sistir como sujeto, aun -
IOtipo, o contra los prototipos de la especie, no importa, pero en todo caso tene- que fuera como sujeto de una queja, en vez de, por supuesto, renunciar a esta
mos todos los días testimonios de esa agresividad fundamental del sujeto contra la queja.
t x-sistencia, y también esa irreprimible necesidad de amor con que trata, en cierto
1 Si he vuelto una vez más al problema de la histérica es, por supuesto, porqu '·
modo, de sanar esa llaga que su ex-sistencia abre en el campo del Otro, es decir, esa este problema de la ex-sistencia se le plantea a una mujer de manera más intensa
impresión de que no podría sostener su ex-sistencia si no hubiera una muestra de sin duda que a su compañero, en la medida en que ella puede tener la impresión
amor que le diera la bienvenida, y que lo disculpara, que lo absolviera. de que para ella la castración no habría operado como para él y se quedaría enton-
Les subrayo este punto porque en la teoría, en las referencias lacanianas que ces, en cierto modo, con la esperanza de una marca, de un golpe, de un traum a-
son las nuestras, el hincapié que se hace sobre la agresividad implica esencialmente tismo que sería el adecuado. Pienso que con esto no hago más que volver a hablar
el registro de lo Imaginario. Trato de mostrarles que el registro de lo Simbólico 1 de lo que -muchas veces nos hemos apiadado, muchas veces lo hemos rechaza-
es tal vez aún más, de manera aún más decisiva, la fuente de esa agresividad con- do-, lo que sería el masoquismo propio de la feminidad, en todo caso, si es autén-
tra nosotros mismos que llevamos a cuestas, y de la cual nos es tan difícil librar- tico, pienso que es en este dispositivo donde se pueden entender sus coordenadas.
nos, puesto que, y en este campo vamos siempre de paradoja en paradoja, pues- Entonces, este amor, y van a ver cómo llego progresivamente a nuestro tem:1
to que si el amor funciona como bálsamo en el registro de lo Imaginario, en el favorito, sabemos que este amor, justamente, por nuestra relación al Otro tien e.:
registro de lo Simbólico el único testimonio que tengamos del interés que le da dos expresiones mayores posibles y claramente diferenciadas: puede ser un amo r
el O tro a nuestra ex-sistencia es justamente que seamos golpeados, que seamos de tipo materno, que es esperado, deseado, del que creo haber suficientemente
pegados. Es inútil que vuelva otra vez a ese artículo fundamental donde ven bien dich o que es un amor que tiene como característica el ser sin condición, el arti -
cómo la muestra última de amor que el niño pueda recordar de la parte del padre, cularse esencialmente en el registro de lo Imaginario; y un amor al que podemos
hacia su producto, es justamente que ese producto sea golpeado. Y a diario tam- calificar de amor paterno, en el sentido en que está ligado a una condición abso-
bién, en la clínica, verificamos los efectos de estos deseos, de tal manera que ese 1uta para el sujeto, que es la castración y, esto es parte de la clínica de la histéri-

famoso sujeto, en la punta de alfiler donde se apoya todo lo que sostiene la liber- ca, es justamente por eso por lo que la niña podrá aspirar, en cierto modo, a pre-
rad en el campo político, ese sujeto que, sin embargo, era originalmente siervo, sentarse como campeona, mucho más que el pequeño varón para quien el asunto
regresa a la servidumbre en sus aspiraciones puesto que, tal como las pocas indi- parece funcionar solo, y entonces entrará fácilmente en el desafío que consistirá,
caciones que de él les recuerdo, que no les resultan, creo, muy lejanas, ni extra- para ella, en el presentarse como el mejor hijo, es decir, el que no titubea con la
ñas, ese sujeto es fundamentalmente masoquista y animado por la pulsión de ·astración y pone su ex-sistencia al servicio del Padre. Entonces, aquí también,
m uerte. ·stos posibles testimonios del amor: uno en el campo de lo Imaginario, otro qu
Entonces, ese tormento propio del ex-sistente, que primero le digan lo que tie- podemos decir en el campo propio de lo Simbólico.
ne que querer, en otros términos, que haya un mensaje inscrito en el Otro para El problema del obsesivo, y en esto está seguramente en una posición total-
él, que no se quede sin correo, que tenga su cartita dirigida a él, incluso si esta mente contraria a la de la histérica, puesto que si la posición histérica consiste en
carta -como es usual y como tenemos que volver a estudiarlo en las próximas jor- querer a toda costa sentar la ex-sistencia, afirmarla, invocarla, hacer girar el mun-
nadas- está esencialmente destinada a quedarse extraviada; pero bueno, incluso do alrededor de su eje, hacer de ella la referencia última, pues bien, para el obse-
si el sujeto no logra leerla y, es más, ni siquiera siente la necesidad de leerla, le sivo, es aquí donde se entiende mal con la histérica, su problema es eliminarla, él
basta saber que está ahí, entonces el sujeto está en espera de ese correo. (·stá a favor de la limpieza. Y es sin duda en este rasgo mayor que podemos sefía-
La famosa historia con que tropezamos en la clínica, en la práctica, es el deseo l:ir, recordar su gusto por lo que funciona como ciencia, como lógica, incluso
insatisfecho de la histérica, es decir, el deseo de la histérica de que su deseo se que- romo literatura, es decir, un alineamiento de letritas, cuya consistencia no debc-
de insatisfecho, en otros términos, que se quede en su queja, que su queja sub- rí:i a nada más que a la perfección de la consecución. Encontré en Peirce una defi -
sista; a través de ese mito individual, el de su queja, ella mantiene en el Otro un 11 ic.: ió n de las matemáticas, hecha, es m ~s, por su padre, Benjamín Peirce, en q w·
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di ce que las matemáticas son la ciencia de las conclusiones necesarias. Es obvia- No habrá que sorprenderse nunca si se encuentra que en las especulacio nes
mente un gran fantasma del obsesivo, no hay el menor interés en decir que Peir- del obsesivo se propone este dispositivo como algo que sería refractario a tod :1
e o los matemáticos son unos obsesivos, sino que tiene el interés de subrayar lo empresa de cesura.
que es aquí, en cierto modo, el ideal del obsesivo: poder establecer una secuen- ¿Entonces cómo, me dirán ustedes, en ese dispositivo, cómo toma su lugar la
ia de letras cuya disposición sería del orden de lo necesario y no debería enton- religión? Creo que lo entendemos bien, puesto que podemos pensar la reli gió n
·cs a nada más que a su correcta consecución. como una invitación a que el sujeto anule su ex-sistencía en beneficio de la de Dios,
Tenemos legítimamente que caracterizarlo como un interés por la escritura, es decir, el hacerse el objeto puro, el objeto puro de la voluntad divina. Freud nos
lle vado obviamente hasta una estética de la letra, que se llama caligrafía; voy a dice, nótenlo al paso, que el síntoma obsesivo no es, contrariamente al síntoma
decir que, incluso si les parece un poco demasiado rápido, si lo que les propon- histérico, un síntoma de compromiso. No siempre es verdad, ya que hay también
go tiene cierta consistencia, no debemos sorprendernos demasiado si este amor en el movimiento religioso, en la intención religiosa, algo que a la vez termina cas·
po r la caligrafía tiene una relación directa con el gusto por el suicidio, puesto que, trando a ese Dios, puesto que termina, en cierto modo, anulando lo que haya
si hiciera falta, lo recuerdo, es justamente la ex-sistencia lo que, en cierto modo, podido ser su poder creador, en beneficio de ese otro modo de reduplicación qu '·
daña la belleza de esa pura disposición. mencionaba hace un rato; hay entonces, seguro, en la religión misma, una inten·
Esto nos encamina a responder a lo que es el odio del obsesivo contra la ex- ción hostil, agresiva y no soy, por supuesto, el primero en hablar de ella.
sistencia y que encontramos en las expresiones que de ella es capaz de dar, por A propósito de la religión volvemos, otra vez, a retomar la distinción que y:1
una parte, claro, el daño causado al cuerpo materno, es primordial, y también, tuvimos que hacer: ¿qué pasa en ese momento con la relación del obsesivo a su
lo que es tal vez menos situado, menos señalado, el hecho de que esta anulación padre?; ya que hemos visto lo que pasa con el Hombre de las ratas. Él quiere a su
de la ex-sistencia responde también a los deseos de castrar al padre, de castrarlo padre, incluso lo quiere tanto que se ve obligado a reprimir, nos dice Freud, el
justamente en lo que tiene de creador, de desalojarlo de ese lugar, incluso de desa- odio que siente por él, aunque este padre sea un obstáculo para la realización de
lojar el lugar mismo en que está como padre muerto, donde mantiene la crea- sus deseos, de manera que por ese odio reprimido se convierte en un obsesivo,
ción, donde llama a la venida, autoriza la venida de todos esos ex-sistentes. Enton- un neurótico, que ya no sabe, que está atrapado constantemente entre el sí y el
ces, la mejor manera de resolver esos deseos de muerte, ¿no es acaso, justamente, no, y ahora ya no sabe cómo decidirse. Ahora bien, en el punto en que estamos,
deshaciendo ese lugar mismo donde está, ese lugar del al-menos-uno?; lo cual no podemos hacer, aquí también, esa distinción benéfica entre, para el obsesivo: el
q uiere decir que a la vez, como ya he podido muy rápidamente mostrarles, que padre real, el que está presente en el hogar y es un obstáculo físico para que pudie·
el falo deje de ser referente, sino que es un falo cuya representación tomará a ra tomar a la madre, el padre que lo priva de la madre, es el padre real; está el
partir de entonces la vestimenta infinitamente más complaciente de la Virgen padre imaginario, para el obsesivo lo conocemos, es el padre lúbrico, el padre obs-
madre. ceno, el padre que corretea y no piensa más que en satisfacer sus necesidades, sus
¿Cuál es la diferencia? Pues bien, es que de ese vientre ahora, de ese Otro, apetitos grotescos; y después está el padre simbólico y, curiosamente, para el obse·
salen niños a discreción, no quiere decir en absoluto que la procreación se deten- sivo el padre simbólico sería ése al que precisamente su padre real, el que está en
ga, sino niños para empezar iguales que se reproducen por un mecanismo origi- el hogar, no le pagaría lo debido, su deuda.
nal esencial, que es muy fuerte, siempre muy importante en el registro de la neu- ¿Qué es lo que vemos en la relación del Hombre de las ratas con su padre? Ya
rosis obsesiva, que es el de la duplicación en espejo. El juego de espejos hasta el les mostré eso, es una relación, justamente, en espejo; es esa famosa relación, hace
infinito, un espejo que refleja un espejo que también refleja otro espejo, que tam- un rato les hablaba de la reduplicación en espejo, es una relación en espejo, un a
bién, etc. Esa famosa hilera, saben, que da así una idea de lo que sería el infini- relación de tipo fraterno, una relación con un ideal, donde el lugar de ideal es
to; no hay razón para que se detenga. En este modo de producción y de repro- dejado al padre, con la siguiente consecuencia, no despreciable, de que mientras
d ucción por la mirada, en la medida en que está regulado por una mirada cargada vive ese padre, es decir el padre real, el acceso a la masculinidad está bloqueado,
de amor, hay un modo de reproducción indoloro, asexuado puesto que no está puesto que todo sucede como si en esa lógica, y volveré a esto que me parece muy
1igado sino al amor, claro, y cuyas consecuencias van a encontrarse incesante- 'Sencial, en esa lógica el obsesivo .tuviera que esperar la muerte del padre pa ra
mente, incluso en el modo de especulación. tener derecho a portar las insignias.
188 Parte 1: 1987-1988
Lección Xll: 14 de abril de 1988 189

¿En qué lógica estamos ahí? Para encaminarnos hacia dicha lógica, sabemos trofe: en el momento en que podría, en cierto modo, por fin, ahora sí tiene dere-
que a menudo es un problema que se plantea de manera aguda para la niña en cho a llevar los pantalones, pues bien, justamente la culpabilidad es tal, no es sob-
relación con su madre. Como si, para la niña, el lugar de la feminidad estuviera mente que en ese momento se ponga a masturbarse, no es solamente que en ese
oncedido, ocupado, que tuviera una representante titular, y que la niña, en cier- momento su madre le diga "pero deberías casarte con esta prima que es una here-
to modo, no pudiera acceder a dicho lugar mientras la madre lo ocupe. Eso podría dera, etc."; sino que en ese momento está también esa inhibición en el trabajo, es
hacernos pensar que una lógica cercana está trabajando. Puedo, de manera muy decir, que esa agresividad que fue la suya contra el padre real se encuentra, podría-
sucinta, señalar esta lógica mostrando que el inconsciente diferencia perfecta- mos decirlo, se encuentra en espejo, devuelta masivamente contra él en el momen-
mente, y esto es una sorpresa, lo cardinal y lo ordinal y que, para él, no es en abso- to en que, ahora, aunque sea en lo Imaginario, él se vería marcado por las insig-
1uto la misma cosa; como si para poder contar l.º, 2.º, 3.º, es decir, estar en el nias que podía envidiarle a su padre, cuando éste era el portador de las mismas.
registro ordinal, hiciera falta ese al-menos-uno, es decir, esa castración, ese cero Veamos esta noche, para avanzar todavía un poquito más rápido, la pregun-
original, pues, a partir del cual los números podrían disponerse en un cierto orden. 1a que seguramente les sorprendió al leer el caso: Freud nos dice todo el tiempo
Si no, a falta de éste, los elementos pueden ser contados, como dice Lacan, a pro- "es eso'', entonces es el odio reprimido hacia el padre, odio edípico, el padre corno
pósito de las mujeres, en Aúnl, es un infinito enumerable, pero como si ahí, en ·I obstáculo para la realización del deseo sexual, etc.; en el dispositivo quemen-
ese campo, pudieran ser ordenadas.
·iono, se ve bien cómo sucede, se ve bien de qué manera. Entonces, aunque Freud
¿Qué consecuencia clínica monstruosa y rara tiene esto? La consecuencia ines- 110 utilice el término, es el Edipo.
perada, siempre sorprendente, pero es así, es que en el caso, en cierto modo, si Ahora bien, uno llega al capítulo que se llama "La causa ocasional de la enfer-
ustedes consideran el campo ordenado por el cardinal, se pueden juntar los ele- 1ncdad" y "El complejo paterno y la solución de la obsesión de las ratas" y de
mentos, contarlos, pero no se los puede disponer en orden, en fila india; todo golpe uno descubre que, primeramente, la causa ocasional de la enfermedad ,
sucede como si en este campo, el lugar de la feminidad, por ejemplo, o de la viri- ¿qué es?, es que el padre no se casó con la muchacha pobre que amaba, sino con
lidad, no se distinguiera sino por estar ocupada por ésa o ése que es su represen- 1:1 madre del paciente, es decir, una muchacha adinerada. Entonces eso nos deja
tante, y como si hubiera que esperar, pues, la evacuación de este lugar para que pasmados, porque creíamos que era el Edipo del Hombre de las ratas el que cau-
el sujeto pueda portar sus insignias, salvo eliminando, matando a quien es, ahí, ~: 1ba todo eso, pues bien, no; la causa ocasional de la neurosis es el padre que ha
obstáculo. Mientras que en el campo de lo ordinal todo sucede como si el lugar lit·cho algo.
subsistiera por sí mismo y se encontrara entonces apto a recibir la sucesión de Por otra parte, en "El complejo paterno y la solución del la obsesión de las
quienes, aunque fueran coexistentes, fueran capaces, de manera idéntica, de repre- 1.11 as", uno se entera de que el padre, cuando era militar, había tenido esa desdi-
sentar ese lugar y ser el soporte de sus insignias, es decir, que en un caso, no habría 1l1 :1da deuda de juego; se había mostrado deshonesto puesto que había gastado
o bstáculo para que un hijo sea padre, de la generación siguiente, se los cuenta 1•11 el juego la suma que los oficiales o suboficiales le habían confiado, que les ser-
como en los reinos, mientras que a falta de ese lugar es obvio que el padre real, vl.1 para jugar, él la había gastado en el juego, no podía reembolsarla, uno de sus
el padre viviente, es el obstáculo viviente, no el obstáculo simbólico, para que el .¡111igos le había prestado ese dinero para que él no sea deshonrado, Spielraten:
hijo pueda valerse de esas insignias, puesto que es el padre quien ha sido delega- 11'>1110 se traduce en francés esta función en el juego?, no importa.
do para portarlas. En este caso, el hijo no puede sino esperar. Y entonces, de repente, uno descubre que lo que fue determinante en la neu-
Pienso, al describirles las cosas así, al darles este dispositivo que me parece, si 11111 is del hijo era el Edipo del padre, y la manera como el padre se comportó ,
no me pierdo, esencial, y lo digo con esta sorpresa de comprobar que el incons- 11111 10 un tramposo, ya que ¿ante quién faltó el padre? ¿Cuál fue su falta, cuál fw
ciente haga una diferencia fundamental entre estas dos contabilidades, que pode- \ ll i11 cumplimiento? ¿Por qué, al renunciar a su amor y al casarse con una mucha-
mos ver bruscamente cómo se adara, bruscamente o progresivamente, todo el ' 11.1 :1dinerada, con quien aparentemente vivió de manera muy agradable, por qu
problema de la relación del Hombre de las ratas con su padre, es decir, a la vez esa 11 ,dirí:i cometido una falta significativa para el hijo?, ¿dónde está el incumpli -
relación en espejo, ese ideal que constituye el padre para él, ese amor que siente 11iirnto? ¿Lo es en relación a la mujer?, puesto que, en cierto modo, vamos a prc-
por él mismo, los deseos de muerte, pero de muerte real; y también el hecho de 11 111.1rlo co n esa metáfora, habría vivido co miendo su bien. ¿Acaso el padre rerd
qu e cuando el padre va, en efecto, a morir, será para nuestro paciente una catás- 1111 11111plió en rel ación al padn sil/lhdlim haciendo trampa en relación a la castr:1-
1
190 !'orle /: 1987-1988 Lección Xll: 14 de abril de 1988 191

ción?, puesto que finalmente en su acceso al sexo, ¿qué encontró allí? Encontró Éste es, si quieren, uno de los puntos con los que podremos retomar la pr<'i
que era una ganga, un buen negocio. Ahí donde el Otro esperaba con la castra- x1ma vez.
ción, él encontró lo que le permitió vivir de manera agradable, sin preocuparse
demasiado, sin tener que trabajar de ningún modo por su mujer, ella tenía el bien. ¿Tienen acaso alguna observación esta noche?
Entonces, ¿es acaso esta falta? ¿Qué es así de determinante para el hijo?
La primera pregunta: ¿cómo analizan ustedes lo que habría sido incumpli- ]acqueline Pasmantier: Esa deuda que el Hombre de las ratas toma a su car·
miento significativo, para el hijo, de la parte de su padre y en relación a quién? go, me parece, en el texto, que la paga a una mujer pobre, que es la cajera, y 11 0
Segundo, ¿por qué este incumplimiento se vuelve determinante en su neuro- al oficial.
sis?, puesto que como les he mostrado salimos bruscamente de lo que es su Edipo Ch. Me/man: Exactamente. Se la paga a una mujer pobre. Es más, lo que mucs-
para pensar que es el Edipo de papá el que fue determinante en la neurosis del hijo. Lra es que, primeramente, va a amar a una mujer que no tiene nada, es lo que la
Entonces, es ahí sin duda donde tenemos que hacer, o volver a hacer, esta obser- caracteriza, no tiene fortuna, ni siquiera tiene ovario, ni siquiera tiene ovario par:1
vación tan singular: que eso que hereda el hijo es siempre la deuda de su padre real, tener hijos. Bueno. Entonces, él muestra que está prendado de una mujer que real-
en relación al padre simbólico, la manera como el padre real respondió más o menos mente es ... y luego, no se trata en absoluto de follar con ella, es decir, ya lo hl·
bien a la llamada ejercida aquí por el padre simbólico. No voy, en lo inmediato, a mencionado, entonces se trata verdaderamente de amor "puro", es verdaderamente
retomar la pregunta sobre lo que sucede con esa llamada, sino a mostrarles que eso dar lo que no se tiene a alguien que no lo es [risas]. Estamos realmente en el regis-
concierne a los hijos, ya que es justamente una deuda que se transmite de padre a 1ro del amor puro y desinteresado, en los sentimientos nobles. Estamos lejos dd
hijo, incluso si las hijas pueden tener el anhelo fundamental de retomar esta deu- papá descrito como un vividor, al que le gustan las palabras un poco crudas, que
da que sus hermanos pueden descuidar o dejar como barbecho. ha viajado un poco, que se las arregla. Es interesante que de tal padre venga tal
Cuando algunos hijos tienen padres reales, que han pagado ampliamente esta hijo. Obviamente, tenemos que preguntarnos por qué. Cuando menciono la entre-
deuda, que han sido padres brillantes, de primera, súper, es curioso que, en gene- ga de su ex-sistencia al padre simbólico, ni siquiera es necesario mencionar, como
ral, los hijos están marcados por cierta estupefacción, o sea que no saben muy ustedes saben, el hecho de que va a morir en el frente, eso no, después de todo,
bien lo que ellos tendrían que hacer. Curiosamente, no hay que creer que eso se ·o mo también ya he podido decirlo, eso no quiere decir necesariamente que sea
transmite con el ejemplo, eso hace fácilmente hijos un poco ... , para empezar, 1111 héroe, ni que lo haya necesariamente buscado. Pero bueno, vemos bien aquí
puesto que nunca llegan a lo que su padre real pudo hacer, bueno, lo más a menu- n)mo en su conducta de obsesivo él entrega, da, se deshace de su ex-sistencia.
do, y luego porque justamente se plantean la pregunta de su ex-sistencia. He teni-
do la oportunidad de conocer tales hijos, o tales nietos, y realmente la pregunta ¿Otras observaciones? Entonces, hasta la próxima vez.
de su ex-sistencia se les planteaba de manera muy aguda e insatisfactoria.
Y cuando el hijo tiene que vérselas con un padre real que, como el padre del
Hombre de las ratas, no es un hombre deshonesto, no vamos a decir eso, no hay
que exagerar, ¿cómo caracterizarlo?, es alguien que se las arregla más bien, se las
ar regló muy bien en la vida; lo que es transmitido en ese caso al hijo, es extraño
que sea el peso integral de la deuda en relación al padre simbólico y que el pago
de esa deuda parezca imponerse al hijo como exigencia de tener que renunciar a
su propia ex-sistencia en un movimiento que sería a la vez el de un don -no pode-
mos decir, en todo lo que leemos de la vida del Hombre de las ratas, que sea la
preocupación por su ex-sistencia la que organiza su vida-, y entonces la entrega
de su ex-sistencia al padre simbólico, en un movimiento que, como lo mostraba
hace un rato, no carece sin duda de agresividad hacia ese padre simbólico, una
1 l .A( :AN, Jacq ues, Seminario Aún (1 972-1973), Paidós, Barcelona-Buenos Aires, 1992.
:t!!resividad fundamental puesto que, a la vez, consiste también en castrarlo.
Lección XIII
21 DE ABRIL DE 1988

l•'.stamos hechos de tal manera que reprimimos y que hay, en cada uno de noso-
tros, pensamientos, emociones, que no llegan, que no tienen acceso a la cons-
ciencia. Al mismo tiempo, ahí tenemos una definición de la consciencia - no una
defi nición neurológica, sino psicoanalítica- porque podríamos decir que, después
dt todo, la consciencia es lo que podemos asumir a título del yo Ue]. En otros
11." rm inos, puesto que el yo psicoanalítico no es el lugar a partir del cual podemos
l1ablar a nuestro antojo, según nuestra voluntad -es el lugar del sujeto del incons-
1·k n te-, la consciencia, entonces, es todo lo que es asumible por el Yo [moz], que
1·s la única instancia a partir de la cual somos capaces de hablar a nuestro seme-
j.111 ce asumiéndolo, diciendo "lo digo yo [moi]". Si en ese "lo digo yo" se intro-
d1 1ce un lapsus, pues bien, no tenemos la obligación de reconocer ese yo [je], que
l1 .1bla, podemos declararnos irresponsables.

La pregunta que se nos plantea con esta introducción, con esta manera de
,il)() rdar la cuestión de la represión, se refiere a lo que puede garantizarnos la pro-
¡1ivd::id -quiero decir el que seamos propietarios- de lo que es reprimido. ¿Qu é
nos dice que sí es nuestro, puesto que, precisamente, en general no será articula-
1 l1 >, de la manera más clara, sino como negación?

¿Qué puede garantizar que seamos propietarios de lo que está reprimido y


1.1111bién su realidad? ¿Lo que está reprimido depende acaso de la realidad?, pues-
111 q 11e lo único que garantiza alguna realidad pasa necesariamente por la inter-
\1 il )jctividad, es decir, el reconocimiento por algún otro. No hay realidad que un o
p11vda, en cierto m odo, defend er, sosrc ner solo. La realidad nunca es ot ra cosa
194 Parle /: 1987-1988 Lección XIII: 21 de abril de 1988 195

que aquello que ha recibido el sello de por lo menos un compañero -eso puede confesión -como tampoco la represión- tenga un lugar notable. En esos libros,
hacer un delirio de a dos-, pero, justamente, el que haya dos es lo que le da a este el ser de la criatura es descrito - en el Antiguo Testamento- tal como se prese n
delirio su consistencia, su realidad, su fuerza particular, puesto que sí hay alguien ta, es decir, celoso, rapaz, criminal, engañoso, ladrón, malo, lúbrico, etc., sin qu t·
dispuesto a participar en él, a reconocerlo. veamos que alguno de ellos busque, primeramente, defenderse de ello y s i11
Esta introducción conduce entonces, igualmente, a una reflexión sobre el con- que una exigencia de confesar, es decir, de reconocimiento de la infamia-puesto que
íesar, puesto que si uno quiere hacer reconocer esa realidad de lo que está repri- hay infamia-, sin que esta exigencia de confesar sea la más mínima punta decisiva
mido es necesario que haya por lo menos alguien que lo reconozca como tal, y de algún cambio de situación, ni pueda valer como el más mínimo alivio.
co mo se trata de lo reprimido es, en general, en el registro del confesar que se Tal vez - iba a terminar mencionándolo- esto puede explicarnos finalmente el
efectúa ese reconocimiento. poco interés de los adeptos del Antiguo Testamento por el psicoanálisis. Ustedes
Si les interrogo sobre el estatuto de lo reprimido, respecto al hecho de saber saben, hay cierta antipatía, por ejemplo, entre los judíos religiosos y el psicoanálisis.
quién es su propietario, ¿es Real? ¿Cuál es su realidad? Otra pregunta puede sur- ¿Cuando emerge, en el mundo de las ideas, lo que podríamos connotar como
gir en seguida, ¿lo reprimido es acaso del orden de lo verdadero? ¿Acaso la verdad principio exigible de la represión, la emergencia, la exigencia cultural de un ideal
- ¿no es cierto?- es justamente del orden del artefacto, de la escoria, de la nade- nos conecta directamente con el famoso xa'Ao xayaeór;, "lo Bello y lo Bueno"?
ría? ¿Qué le autoriza a uno, después de todo, para ir a situar una verdad cual- Tal vez eso comienza con los socráticos. No los presocráticos, justamente, es
quiera en el lado, precisamente, de eso que uno se ha encargado, aunque fuera 1:ti vez precisamente lo que hace toda la diferencia. No pienso que se pueda encon-

inconscientemente, de rechazar? 1rar nada parecido - pero aquí tampoco, no he ido a retomar los textos en el trans-
Todo esto, en cierto modo, nos hace girar en torno a la exigencia -ha sido rn rso de la semana-, pero si mis recuerdos no me engañan -y lo digo para que
señalada por Lacan-, a la exigencia moderna del confesar. Para que eso entre en 1·vcntualmente algunos de ustedes me contradigan-, no creo que se encuentre en
el registro de la realidad de la propiedad atribuible y de lo verdadero es necesario 1 kráclito, por ejemplo, nada sobre semejantes exigencias.
que lo que ha sido reprimido sea, pues, confesado. Y llegamos, aquí, a lo que es Mencionar lo bello y asociarle lo bueno introduce - y bruscamente entramos
justamente esta exigencia moderna del confesar, puesto que, como ustedes saben, 1•11 un mundo que nos es familiar- la exigencia, el dominio de la. mirada.
la prueba en materia penal pasa, donde nosotros, por esta exigencia, que nos pue- Es extraño, además, que al proceder socrático no le parezca auténtico sino el
de seguir pareciendo extraña. ¿Por qué necesitamos que alguien confiese, con las •.. 1hcr que, en cierto modo, se revela como si fuera una confesión: el sujeto lo sabía,
consecuencias que ello tiene?, incluso si a menudo puede ser un confesar perfec- \Í 11 saberlo, como el famoso esclavo del Menón, y todo el trabajo consiste en hacer-
tamente facticio -¿cuántas confesiones son totalmente "mentiras" y ponen pues ¡,. confesar ese saber. Y la autenticidad, al parecer, ¡estaría ligada a esa operación! Es
en serias dificultades a los jueces?, puesto que hay tantas falsas confesiones, sin 11 11:1 rareza, no creo que valga la pena hacer otras observaciones, otras reflexiones.
duda, como verdaderas ... , pero poco importa. Sea lo que sea, voy a valerme de una experiencia infantil personal - que ade-
Al hacer esta introducción sobre la rareza de nuestro estatuto, la rareza del 11 d .~ no es muy audaz, felizmente- que se refiere al hecho de que, cuando era niño,
estatuto de lo reprimido -y ven, todas las preguntas que abordo al pasar: quién 111t· tocó leer, con el interés más grande, aunque profano, la Biblia, pues bien, ten-
es su propietario, tiene acaso la más mínima realidad, es acaso del orden de lo ver- t•,o d recuerdo muy exacto, muy preciso, de mi sorpresa al comprobar que esta-
dadero, por qué esperamos, exigimos, apelamos a las confesiones para que lo que 11.i hecha de dos mitades, de dos partes, la antigua y la nueva, las cuales, a mi pare-
está reprimido sea autentificado, incluso en la cura, por qué es necesario que el 11·1 de niño, parecían claramente, o sea de una manera tan intuitiva, inmediata y
paciente confiese para, en este caso, no esperar de ninguna manera condenación 1111rccogedora - ya que sin duda no me fueron igualmente placenteras una y otra- ,
alguna, sino algún progreso posible- , pues bien, me venía en mente la siguiente i¡w· 1.·sas dos mitades no tenían nada que hacer una con otra, que había ahí dos
observación: que finalmente la cuestión de la confesión, si no me equivoco, ya lil1ros q ue se encontraban, en cierto modo, pegados en el mismo volumen, pero
que es un texto que no he releído desde hace mucho -lo que seguramente no está 'I' 11' 11 no se preguntaba lo que podía justificar el juntarlas; puesto que si, en el
bien-, es muy marginal en el Antiguo Testamento. Puesto que se trata en este \n1ig11 0, se trataba, a manera de historia, del relato de las faltas realizadas co n
asunto de probar, atestiguar, testificar -tal vez luego ustedes me desmientan, quie- 11 ' \l'l'rlO a los diez mandamientos, por ejemplo, está ahí el ser de criaturas tales
nes quieran, si es necesario-, pero no recuerdo que, en el Antiguo Testamento, la 1111 110 se presentaban en efecto, con tod os los rasgos de los que hablaba hace un
196 Parte/: 1987- 1988 Lección Xlll: 21 de abril de 1988 197

rato, entre otros: para la herencia uno mata a su hermano, se lo vende, uno enga- Lo que comprobamos, en efecto, gracias a su práctica, no es acaso que, final
ña a su padre ciego ... , o sea, todo lo que sabemos, en el Nuevo Testamento se mente, los santos auténticos -los que no están así estorbados, entorpecidos, por
trataba de la historia del sacrificio de un hombre para hacer efectivos esos man- lo que se encuentra reprimido, rechazado, los santos auténticos, los hay y los li :1
damientos, para hacerlos triunfar efectivamente, por ejemplo el amor del próji- habido- parecen rarísimos y que estamos fabricados de tal modo que los ideal<:s
mo, la caridad, la templanza ... , todo lo que sabemos. En otros términos, entrá- que ostentamos y en cuyo nombre opera la represión, desde un punto de vis1 :1
bamos con el segundo en lo que hay que considerar como una prescripción, en fenomenológico, se muestran sistemáticamente a quien tenga a bien considerar
cierto modo, de tener que suprimir en nosotros algunos impulsos, en otros tér- los -y no solamente a los analistas-, se muestran sistemáticamente infiltrados por
minos entrar en el registro de la represión. los contenidos reprimidos antagonistas, y esto de una manera que es tanto m:ís
Podemos volver otra vez, ahora, a esa observación de Lacan, de que el análi- cruel, para quienes tratan con esos ideales, cuanto el carácter eficaz, es decir, <.:I
sis de los cristianos, ya no recuerdo su término exacto, era imposible o difícil. Tal hecho de que aquello que efectivamente domina en el uso de esos ideales, la acción
vez podemos, esta vez, señalar que aquello que, por ese procedimiento, por esa inspirada por esos ideales es justamente lo que se revela fenomenológicamente :
conminación, por esa referencia, es rechazado por la religión, por esta religión, es justamente lo que ha sido reprimido, lo antagonista reprimido.
lo que es rechazado es lo que se propone como a la vez sin ningún valor, y mucho Uno de los experimentos más crueles que se pueda hacer en nuestra vida es,
menos valor de verdad, puesto que lo que tiene valor es precisamente el hecho de por supuesto, el tratar con esos ideales en la medida en que desconocen o recha-
que eso haya sido rechazado, es en eso en lo que se hace hincapié. zan, de manera radical, el reconocerse como infiltrados, como dominados, en su
En cuanto a lo que ha sido rechazado, no es más que el desperdicio sin ... , eficacia, justamente por lo que ha sido rechazado, y que así en la ceguera rn:is
¿sin qué? Pues bien, primeramente, sin propietario, puesto que justamente uno completa pueden tener efectos radicalmente contrarios a lo que es, en cierto modo,
rechaza ser su propietario. promovido, propuesto, alabado o expuesto.
Es entonces justamente lo que, a la vez, se vuelve propiedad, ¿de quién ... ? Se Tomemos el ejemplo que puede parecer más inocente y que puede parecer-
ha evocado, claro, al diablo, y todo lo que quieran ... , pero bueno, no se sostie- nos el más puro: el amor de una madre por su hijo, puesto que en general es el
ne esencialmente. Entonces lo que se presenta a partir de ese momento como lo Lipo de experiencia que casi todos hemos podido tener. ¿Puede acaso haber algo
que pierde toda atribución y que, a la vez, pierde todo sujeto que pudiera ser el más puro?
portador de lo que ahí está reprimido, es entonces lo que, al mismo tiempo, ya Freud restringió ya esta pureza, es decir, el hecho de que sea un amor que no
no tiene ningún lugar, ningún derecho a existir, ningún estatuto en la existencia. es té infiltrado por nada, que este amor no sería un amor donde se disimularía esa
Quiero decir que, en el registro de los fenómenos, es un estatuto seguramente agresividad que su imposición llama. Freud restringió este amor al de la madre,
muy especial, muy particular, que está atribuido a lo que se encuentra reprimi- no hacia sus hijos, sino hacia su hijo varón . .. Es ya una restricción, entonces, con
do, bajo el efecto, por la referencia a esa religión. Y, sin embargo - y éste es el lugar respecto a la hija, es tal vez ya un amor un poco más complejo. Pero basta inte-
en el que el psicoanálisis se presenta llevando la contraria-, el psicoanálisis va a rrogar a algunos de los varones que están en la sala. ¿Están tan seguros de que ese
decir, a afirmar, que es en el lado de ese desperdicio donde se sitúa nuestro ser. amor de su madre se encontraba tan libre de agresividad, incluso de odio, como
Ése es, digamos, el infortunio del parlétre, puesto que hace el esfuerzo, en cier- podría esperarse?
to modo, de apartar, de echar, de rechazar a la vez lo que le es prescrito, lo que se Conocen, en la clínica, todos, ese impulso tan banal, por su frecuencia, e.se
le pide, lo abandona, y entonces va a haber gente que dirá que es, sin embargo, impulso en las madres: el miedo de hacer daño a su niño . .. , lo que debería so r-
en esa nadería así rechazada, cuyo derecho a la existencia es rechazado, que se prendernos es justamente lo banal de este temor, su carácter casi ... , que se pro-
sitúa el ser de aquél que opera de ese modo. ¿Con qué derecho el psicoanálisis d uce, en últimas, sin ni siquiera una neurosis específica. No podremos decir qu "
puede mantener una aserción tan grave y, a decir verdad, tan inesperada?, inclu- l'.qe temor es característico de tal o cual neurosis.
yendo, después de todo, a la reflexión filosófica, puesto que esto es darle al famo- ¿De dónde puede producirse, de dónde puede venir, en una madre -sin embar-
so Dasein un estatuto totalmente original. go, ella ama a su niño-, ese temor de que podría hacerle daño? Viene, obviamente,
¿El psicoanálisis opera ahí con un puro proceder metafísico, o es acaso por 1k la represión, es decir, que eso es proferido desde ese lugar en que el sujeto no
razones que podemos calificar de orden puramente fenomenológico? pm:de reconocerse. No es su yo [moi] quien piensa eso. ¿De dónde le viene eso :1
198 />a rte / : 1987-1988 Lección X III: 21 de abril de 198H 1<)<)

la cabeza? - sobre todo que está dispuesta a hacer todo por ese niño, obviamen- lo como una armadura reactiva del yo [moi], es decir, que va a decir que, sin
te.:- . Lo más extraordinario es que, mientras más cuidado tiene en hacerle el bien, embargo, la verdad no está ahí.
hay más posibilidades de que esta idea se le pase por la cabeza. Volvamos a la cuestión de saber por qué en nosotros los afectos funcionan <:11
Ven entonces la cuestión un poquito diferente que surge para nosotros, de pares antagonistas, por qué no hay nunca, digamos, el uno sin el otro. Y <.:s lo
saber por qué los afectos funcionan así, andan así en pares antagonistas. ¡antes de toda represión! En esos héroes bíblicos que mencionaba hace un ra10,
¿Por qué, en cierto modo, ese amor de una madre hacia su hijo, por el hecho eso funciona perfectamente así, en pares. Y entonces preguntémonos sobre el por-
mismo de que ese amor se afirma y parece querer excluir todo lo que podría con- qué de esa ambivalencia primordial y general que precede a la ambivalencia n<.: u-
trariarlo, parece, al contrario, provocar eso que lo contrariaría, suscitar, en todo rótica que es totalmente diferente. ¿Por qué una ambivalencia fundamental y pri-
caso, que eso emerja en el registro de sus pensamientos? Tendremos tal vez, en el mordial?
transcurso de esta velada, que responder a esta pregunta. A menudo se les dice a algunas personas: ¡ah, tú eres tremendamente ambi-
H ay que hacerle - tal vez a algunos de ustedes les llama la atención esta obje- valente! ¿Quién no es ambivalente?
ción- una objeción mayor a esa tentativa de localizar lo que tendría que ver con Si, por ejemplo, el Hombre de las ratas reprime su odio hacia su padre, de lal
la verdad, la verdad del ser, en lo que está reprimido. Esta objeción mayor, siem- suerte que su odio se vuelve una manifestación compulsiva y obsesionante, entra-
pre en el registro de lo que es fenomenológicamente observable, se refiere a algo mos en el registro de la ambivalencia neurótica, puesto que uno de los elem en-
muy importante, de lo que se habla poco, ya que en general se lo desprecia -sin tos de la pareja se vuelve síntoma, síntoma por su carácter obsesionante y co m-
razón-, que se llama carácter. pulsivo. Pero ¿de dónde viene ese famoso odio del Hombre de las ratas por su
¿Por qué? Porque justamente es evidente que, cuando uno tiene tal o cual padre? A Freud, como lo he indicado, le sorprendió tanto esta polaridad, esu.:
carácter, es algo que justamente no vale sino al imponerse por su eficacia. El carác- arácter contrastado de los afectos que iban de a dos en la neurosis obsesiva, un o
ter no es como el ideal del que hablaba hace un rato que, en la acción, se des- de cuyos elementos está reprimido, que propuso fórmulas bastante arriesgadas,
miente sin cesar y se niega a reconocer el hecho de que todo lo que hace es, sin puesto que llega a decir que lo inconsciente es el reverso de lo consciente - lo cu:il ,
embargo, contrario a lo que dice que practica ... Lo que define a un carácter es admítanlo, sería de una simplicidad tremenda-, que es el lugar de todo lo malo
precisamente su eficacia. que hay en nosotros.
Alguien del que se dice: aquél es valiente, es porque, en efecto, ha podido Entonces, ¿cómo explica Freud ese odio del Hombre de las ratas por su padr<.:,
manifestar valentía, como eficacia, como práctica, como efectividad. Es su esti- od io que, a ese Hombre de las ratas, la intensidad de su amor le prohibiría mani-
lo, así es, es valiente, y no tenemos justificación para ir a situar alguna verdad en í ~star? ¡Ama tanto a su padre que no puede m anifestar su odio!
todo lo demás que pueda existir. Incluso si, por ejemplo, esa valentía, ese carác- Notemos de paso que la religión prescribe tener que amar a ese padre, y enton-
ter valiente es una reacción, por ejemplo, a una fobia - es mucho más frecuente 1'l'S ese odio ... hay que arreglárselas para ponerlo dondequiera, anularlo, repri -
de lo se cree, hay mucha gente que es temeraria porque reacciona, con su carác- 111 irl o, sublimarlo, transformarlo, desplazarlo, todo lo que quieran, pero en tod o
ter, a lo que es una fobia-, les aseguro, he conocido algunos que tenían una valen- < .tso evacuarlo de cualquier modo.
tía blindada, a prueba de todo y que tenían agallas. Pero ¿qué importancia pue- Freud explica ese odio por el hecho de que el padre del Hombre de las ratr1s
de tener en la eficacia el que sea una reacción? ¿Qué nos autoriza, a la vez, a situar l' r:i un obstáculo a la realización de su deseo sexual. Es el obstáculo con el qu e S"
la verdad en la fobia?, puesto que, en la práctica, es cierto, son gente valiente y 1·11<.: ontraba en su camino. Se lo encontró cuando niño, ustedes recuerdan tocias
ya está. En otros términos, ¿por qué no valorar, aquí, el carácter, el rasgo de carác- l'.~:is evocaciones, y lo encuentra al ser adulto, puesto que el padre no es particl ;i-
ter en detrimento del síntoma? Supongamos que usted es generoso, y que esta ' Í< 1 de la realización de sus deseos con la dama.
generosidad sea una reacción a la avaricia de su padre ... ¿Y qué? ¿Qué importa? ' orno les he hecho notar -con mucha picardía- , es que el padre real, tal como
l ,a verdad está ahí, usted es en efecto un tipo generoso. l1rl'lld lo describe, si mantiene con su hijo un silencio sobre la cuestión sexual, lo
Ahora bien, el psicoanálisis al respecto tiene además una singular caradura 1 i1 .tl , hay que decirlo, es parte del modo cultural de las relaciones que se es tabl<.:-

puesto que va a tratar al carácter como síntoma, es decir, una neurosis de carác- 1 1· 11 en nues tras latitudes entre padre e hijo -es así, en todo caso, com o fun cio na
ter - lo cual no es un término muy acertado-, pero bueno, en todo caso va a tomar- il1111dc nosotros- , no vemos en absoluto por qué el padre real, po r su actitud , por
()() Parte 1: 1987-1988 Lección Xlll: 21 de abril de 1988 () 1

s11 simplicidad, por su franqueza, su carácter vividor, etc., sería alguien que "se religión le da cuerpo, le da voz, a ese padre ideal que se supone eventualm ent l'
bs cortaría'' a su hijo ... ¿Ven acaso en el estilo del padre del Hombre de las ratas que la renuncia al sexo es lo que le gustaría. Se comprende el porqué, puesto q11 e
lo que haría de él un padre castrador? al renunciar al sexo, se trata justamente de salvar a Dios ... ¡Mejor renunciar :ti
Si no está a favor de la dama es porque considera que no es un buen partido, sexo que dar pruebas de su incapacidad, de su chochez! ¿Cómo poder ser sacc1·
que ha presentido que hay algo neurótico de la parte de su hijo; haría mejor casán- dote, es decir, ser el chantre de la creación y, por otra parte, estar casado, es decir,
dose con la pariente que, para empezar, tiene dinero y, además, aparentemente, dando pruebas de que esta creación es un completo fracaso?
·s "conveniente". Creo entonces que procediendo de esta manera progresiva podemos com -
El padre no lo alienta porque esa dama venerada -lo han visto desde las pri- prender que el psicoanálisis pueda decir que, finalmente, lo que es reprimido es
meras páginas-, que el paciente venera como a una santa -el padre percibe bien todo lo que, en nosotros, se refiere a la castración, que sea de la castración, fin ~tl ­
que hay algo ahí- es, además, estéril. Y entonces, ¡es más bien el paciente el que mente, de la que nos defendemos.
se distancia de una realización sexual con ella! Ya que de otro modo, ven ustedes el riesgo que habría, al seguir la historia dd
Entonces, ¿por qué Freud, de quien tenemos pruebas de que no era, de nin- Hombre de las ratas, de pensar que lo que reprimimos sería ¡solamente lo que serf:t
guna manera, un imbécil -y sabemos para empezar que es gracias a él, ustedes moralmente condenable! Es feo sentir odio por papá, es feo para una mujer mos-
ven cómo estamos estudiando textos de los que brota todo eso que hay que tomar trar que desea la muerte de su cuñada para poder quitarle su hombre, ¡es mu y
y cuestionar. .. -, por qué Freud atribuye la represión a ese amor por el padre, y feo! Sería entonces una especie de simplicidad, de inmediatez, tremenda por s<..: r
el hecho de que el odio estaría ordenado por lo que sería un obstáculo al cum- completamente oscurecedora, y creo que aquí no quedamos mal parados al v<..: r
plimiento de los deseos sexuales? de qué manera, finalmente, si hay esa ambivalencia primordial, fundamental -ten-
Pues bien, porque a lo que Freud se refiere, aquí, como soporte, a la vez de dría que inventar una palabra aquí, pienso que" Ur-ambivalencia'' no debe exis-
ese amor y ese odio, y como obstáculo a la realización de los deseos sexuales, es tir-, una ambivalencia originaria, si hay una ambivalencia originaria en todo suje-
al padre simbólico, es decir, el que en efecto es el soporte del amor, ese amor que LO y antes de toda neurosis, es justamente porque lo que se le ofrece, lo que se k
luego se hará Übertragung, que se hará transferencia, y que también es el sopor- ofrece a su goce es también lo que hace fracasar cualquier cumplimiento posibk.
te del odio, puesto que al operar ese ordenamiento, es decir, el del falo, al mismo l ~se goce le es prescrito y, sin embargo, es de imposible cumplimiento, y lo qu "
tiempo, y en efecto, aquél se hace obstáculo a toda realización sexual -no hay ·ventualmente va a reprimir es lo que, en él y por intermedio, por las vías de esta
relación sexual. am.bivalencia, testimonia de este fracaso de lo sexual.
Hay gracias a él un goce, como ustedes saben, desviado, el del falo, al que Vean, por ejemplo, cómo en nuestras culturas la expresión del odio ... El Hom-
eventualmente se entregará alegremente el paciente luego de la muerte de su padre, hre de las ratas la reprime ... , pero háganse la siguiente pregunta: ¿ustedes, sopor-
puesto que ahora que él está muerto tiene derecho, es su turno de gozar de él: se l an acaso ustedes la expresión del odio en torno a ustedes?, ¿soportan su expre-
masturbará ofreciendo eso como espectáculo imaginario a su padre. sión? ¿O no les parece, de inmediato, una especie de falta a la civilidad, a la mesura,
Y también es gracias a eso, gracias a la intervención de su padre por lo que no .1 la cortesía, a la discreción, a la decencia, a todo lo que quieran ... ?
hay relación sexual, y es igualmente por eso por lo que ese padre es también el Nada es más mal tolerado, en el campo de nuestra cultura, que la expresión
padre de la castración. Es también por eso por lo que es, en efecto, el padre de la del odio o de la violencia. Y, sin embargo, todos ustedes saben que existe, todos
castración. 11sredes saben cuán general es este odio, cuán presente está en cada uno. Y, si11
Es cierto que, con lo que podríamos llamar su originalidad en la estructura, ·mbargo, nuestra cultura exige su represión. Y es lo mismo para la violencia.
ese padre funciona como ideal, es decir, sirve como padre de la castración, pero El Hombre de las ratas, como es indicado, tenía un miedo terrible a los go l-
también como aquel que prescribe, de manera superyoica, de un modo super- 1lL'S. ¿Qué son esos golpes? Son esos golpes que vienen del Otro, que marcan la
yo ico, el goce sexual, que dice que hay que ir hasta el final ... r:1stración y que son también los golpes de su amor; es más, al no tener sus gol-
Y es en la medida en que la religión va, en cierto modo, a darle importancia pl's, ya no está seguro de su amor. .. He ahí un problema típicamente obsesivo.
a ese padre ideal que podrá, por una parte, exigir que a ese padre se le reserve todo Sin esos go lpes, viene la angustia ... ¿Por qué la angustia?, habrá que hablar c::t m-
d amo r, dejando el odio para librarnos de él. Es también en la medid a en que la lii r n de eso . ..
02 Parte !: 1987-1988 Lección Xlll: 21 de abril de 1988 m

Podemos en todo caso deducir, como lo mostraba hace un rato, que si el psi- atribuye siempre esas ideas, mientras que en la histeria lo que está articulado st
oanálisis dice que la verdad del ser está en lo que éste mismo reprime, no en lo presenta como algo que no tiene nada que ver, nada, con la subjetividad propi:1
que pavonea, es cierto que el resultado de la represión con respecto a esta Ur- de la histérica, como si estuviera habitada por algún demonio que se pusiera a
ambivalencia es justamente el hacer que lo reprimido resulte, primeramente, con- hablar así por intermedio de su cuerpo.
denado a la perpetuación, a la indestructibilidad, y, por otra parte, a infiltrar aho- Estamos entonces, esta vez, ante la oportunidad de tener que avanzar con res-
ra, incesantemente, todos los sentimientos, incluso los que se valen de su antónimo, pecto a esta cuestión esencial - cuestión sobre la que pude, en el pasado, leer casi
de su contrario, incluso los que se valen del amor. todo lo que se había escrito, pero cuya bibliografía no he renovado desde hac<.:
Entonces nosotros, neuróticos, no tenemos que buscar la verdad en el ente, algunos años-, sobre comparación y diferencias entre histeria y neurosis obses i-
sino justamente en el ser, pero el ser en la medida en que es lo que para nosotros va; puedo decirles que lo que se podía leer al respecto no era particularmente esti-
está en ese lugar donde la represión, en cierto modo, nos petrifica -eso es el incons- mulante.
ciente, es donde nos petrificamos- en nuestro ser. En todo caso, el proceder que he adoptado hoy nos permitirá la próxima vez,
Siguiendo este hilo conductor, vuelve una pregunta que trato de retomar en toda es decir, en un mes, el 19 de mayo, retomar esta cuestión.
oportunidad, en toda circunstancia: ¿por qué, en la neurosis obsesiva, por qué ese Pero, ahora mismo, esta noche, les hago notar lo siguiente: les había dibuja-
carácter obsesionante del síntoma?, y ¿por qué esa diferencia de expresión del sínto- do una vez el nudo borromeo que proponía como el que funcionaría para la neu-
ma obsesivo y del síntoma histérico? Gran pregunta que aparece de nuevo, puesto rosis obsesiva ...
que yo la he tratado hasta aquí de manera muy general, he hablado de la represión
en general. ¿Por qué no habría un tipo de neurótico?, ¿por qué hay dos ... ? y quizá
ni eso, pues la pregunta sería justamente saber si la histeria es una neurosis.
La pregunta planteada, entonces, se refiere al comportamiento tan diferente, R IS
de lo que es reprimido en la neurosis obsesiva y en la histeria, puesto que si tene-
mos que decidir sobre el lugar donde se aloja lo que es reprimido, ese lugar no
puede ser sino el Real; ¡si no, no sería reprimido! Obviamente, puede regresar,
regresa, pero regresa como reprimido, es decir, reconocido como tal, con esa cua- 1
lidad particular. Si se ha retirado entonces de lo Simbólico, es entonces cuando
no toma su cualidad de reprimido, sino por estar, por mantenerse en un lugar
que se supone, además, lo protege de la circulación, de la puesta en circulación
que hace lo Simbólico, que no se da, después de todo, sino por accidente; puede
ser tanto un síntoma como lapsus y lo que quieran, chiste, acto fallido, etc.
Tenemos que mencionar así el mismo lugar para la histeria y para la neurosis 1 Figura Xll 1. 1.
obsesiva y, sin embargo, ¡lo que es reprimido va a manifestarse, en el registro del
síntoma, de manera tan diferente! En la neurosis obsesiva, lo que es reprimido se
produce, se manifiesta, en forma de ideas claramente articuladas, mientras que, Es decir, estos dos círculos: el de lo Imaginario y el de esta recta, ordenad::i ;11
como ustedes saben, en la histeria se trata de jeroglíficos, de rehús que hay que i11flnito, que sería la de lo Simbólico, pero cuyo carácter infinito, justamente, seria
descifrar. No está escrito en la misma lengua ... l'l1 la neurosis obsesiva el soporte de un Real, un Real que no valdría sino por
En la neurosis obsesiva eso se produce en el campo de las ideas, mientras que rsr:i r, justamente, en el infinito.
en la histeria eso se expresa en el campo del cuerpo, esencialmente, en particular Podemos eventualmente utilizar este esquema para responder ahora mismo a
utilizando, digamos, el lenguaje de las funciones del cuerpo. 1111a de las preguntas que habíamos abordado, que era la del estatuto tan par-
Hace un rato planteaba la pregunta de saber a quién atribuir la propiedad de 1ir11hr de esas ideas obsesionantes que no son, justamente, reales, puesto que no
lo que es reprimido; en la neurosis obsesiva, la particularidad es que el sujeto se .~1· presentan en absoluto como alucinaciones.
04 Parte /: 1987-1988 Lección XIII: 21 de abril de 1988 205

Es entonces difícil decir que vienen del Real. Ch. Melman: ¿Es cierto?
Pero, por otra parte, no se presentan tampoco como simbólicas, puesto que [Se oyen algunos ''sí" en la sala y otros comentarios inaudibles].
si fueran simbólicas, el sujeto sería capaz de retomarlas en calidad de Yo l/e], de Rebecca Majster: También está José ... [inaudible].
manera invertida, de recibir ahí, del Otro, un mensaje tácito, callado, pero reto- Ch. Me/man: Sí... Es muy interesante, es importante. No me parece, sin
mado justamente por el sujeto a partir de ese Tú que le viene del Otro. embargo, que la manera misma como son descritos los protagonistas, los héroes
Nos interrogábamos, ¿recuerdan?, sobre el estatuto de las ideas obsesionantes, del Antiguo Testamento que ... , es decir, están descritos en ... Es una escritur:i
incluso sobre el hecho de que tenían ese carácter imperativo del que, sin embargo, realista ... , pues bien, hay que recordar lo que usted dice, pero, sin embargo, creo
d obsesivo se protege siempre con la mayor eficacia ... A pesar de ser órdenes ter- que se comprende bien por qué la confesión, finalmente ... no se ve muy bien lo
minantes y supremas, nunca son cumplidas, realizadas. Son órdenes de tener que t1ue habría que esconder, puesto que todo está ahí, por decir así, a libro abierto.
ir hasta el fin; ese famoso goce del que hablaba hace un rato, de tener que ir hasta La gente se pasea allí con el libro abierto y, finalmente, no esconden sus infamias.
el término, de cortarse el cuello, cortarle el cuello a la anciana... , hemos visto estas Christiane Rabant: No se trata de confesar, sino de nombrar lo que se ha
cosas ... En todo caso, este modo, este tipo de escritura ¿no nos permitiría acaso' hecho, las rapiñas ...
comprender ese estatuto particular propio de las ideas que le vienen, como parási- Ch. Me/man: Sí, es en ese sentido en el que yo lo entendería, pero bueno, no
tos, al obsesivo y que no serían entonces ni reales ni simbólicas, sino -ésta sería la 1enemos nunca la impresión de que confesar sea un progreso moral para nadi"
diferencia- ambas a la vez, reales y simbólicas, pero al no saber, finalmente, al no t· n el Antiguo Testamento. Eso permite continuar. ..
poder el sujeto determinar si son lo uno o lo otro, se queda, con respecto a ellas, Acostumbro decir que todos los guiones construidos, que constituyen la bas
en ese estado de indecisión y de perplejidad que sabemos y en esa disposición que de nuestras novelas, de nuestras películas, etc., son tomados de la Biblia ... , no
a la vez admite su realidad -no dice en absoluto que son fantasmagorías, ensue- hemos conseguido inventar otros. Al respecto, sería muy fácil mostrar que ése es
ños ... , no, conoce el peso de su realidad-, de la cual, sin embargo, no hace nada. vi gran fondo donde se los toma.
Tal vez con esto podemos, igualmente, comprender el carácter obsesionante Jorge Cacho: Pero, ¿esa cuestión de la confesión no está acaso ligada al con-
de esas ideas en el hecho de que ahí donde el sujeto no parece nunca articular re pto del individuo? ¿Acaso es concebible esa cuestión de la confesión fuera del
más que su rechazo de tener que gozar fálicamente, quiero decir donde reprime individuo?
ese rechazo, es decir, donde, en cierto modo, anula justamente esa incidencia de Ch. Melman: Su pregunta me parece muy pertinente, estoy totalmente de
los nombres-del-padre, recibe a la vez, en cierto modo, por un fenómeno auto- .1rnerdo con ella, pero usted dice el individuo, tal vez habría que decir, incluso,
mático, esa conminación venida del Otro de tener que ir hasta el fin. ¡•I sujeto, es decir, hacer que asuma la responsabilidad sobre lo que se refiere a las
Es en estas preguntas, este último punto, del que solamente hago una intro- dvliberaciones del sujeto.
ducción esta noche, que voy a detenerme y que retomaré entonces la próxima Sr. X: [Otro comentario difícilmente audible] Quería recordar una historia ...
vez, otra vez con los dos niveles que abordaba hace un rato, es decir, lo que hace donde alguien preguntaba a un gran rabino de entonces ... cómo, puesto que se
que las manifestaciones de la histeria sean de una clase tan diferente, tan hetero- I" pedía perdón a Dios por sus pecados, cómo se sabía que había perdonado ... ,
génea en relación a las manifestaciones obsesivas. ' n.:spondió que era cuando el pecado ya no volvía a producirse ...
Ch. Melman: Sin duda lo que quería decir con eso -era muy sutil ese sabio-
Esto es por esta noche ... ¿Cuáles son sus comentarios? 1'1.1que no oía a menudo a Dios.
!\sí está escrito, e incluso si Martín Buber no lo oyó así, yo diría que se equi-
]acqueline Pasmantier. Es posible que en la religión judía haya un estatuto vor6. Todos esos textos, ¿no es cierto?, hay que leerlos así.
de la confesión, tengo que verificar. Se refiere, creo, a ese período que se sitúa Si era sabio, sabía que eso volvería a producirse .
entre el Rosh Hashaná, el primer toque del schofar y el segundo que se sitúa para .Jorge Cacho: Tengo la impresión de que usted vincula en su exposición la cues-
~ I Yom Kippur. Creo que se les pide a los fieles que hagan una especie de confe- 11011 de la confesión al establecimiento de un ideal ... sobre todo griego, que esra-
sión, tal vez incluso colectiva, para que al momento del segundo toque sus faltas 1l.1 .1rticulado en torno a la cuestión de la mirada ... ¿No podríamos acaso arti -
sea n absueltas. Creo que hay eso. 1 id.ir esa cuestión de la confesión en torno a otro aspecto como es el del padre ... ?,
06 Parte l: 1987-1988 Lección Xlll: 21 de abril de 1988 207

¿po r qué vincular la cuestión de la confesión de manera tan estricta a la cuestión mente decir que ese saber que encierra el sujeto, del que dispone y que no sabría ...
de la mirada, cuando podemos suponer que está ligada a la dimensión de la fal- El proceder socrático será mostrar que todos pueden ponerse al día con respecto
ta que sena ,
....? a ese saber si es bien interrogado. Pero bueno, Lacan dijo sobre esto cosas muy
Ch. Melman: Se trata de un atajo, un poco excesivo de mi parte. Los griegos interesantes, sobre la posición del amo, en últimas ... , y lo que dice Lacan es que
no se ocupan tampoco de la cuestión de la confesión, pero yo no pondría en abso- si el amo interroga tan bien al esclavo es que, en realidad, la manera que tiene el
1u to esa dimensión en relación con el ideal de lo bello y de lo bueno; hacía notar amo de interrogar al esclavo ya se la ha robado al esclavo. Ustedes saben la famo-
simplemente esa cosa extraña, que el saber auténtico era, al parecer, lo que resul- sa oposición que encontraremos en Aristóteles entre el saber del artesano y el saber
taba confesar el sujeto, aunque fuera sin saberlo, es decir, que eso se presenta del arquitecto, el artesano no conoce su saber, lo practica pero de manera sim-
:uriosamente como en una dimensión de confesión. Creo que habría que hacer plona ... , folla sin saber ... , mientras que el arquitecto folla sabiendo, hace planos
hincapié en el hecho de que el índice de verdad de ese saber sería justamente que antes de follar, folla según los planos.
li.mcionaría como una confesión, lo que no es en absoluto querer referirse en ese Esta división nos persigue y tiene una importancia muy grande para nuestra
ontexto ni a un sujeto, ni a lo que sería una relación al padre, ¿no es cierto? Pero 1 propia vida cultural, nuestra enseñanza, nuestra vida universitaria, etc.; el dispo-
hay, sin embargo, un acercamiento posible que tal vez no es puramente fortuito , sitivo de nuestra enseñanza está inspirado en esa división aristotélica, sobre la cual
no solamente por casualidad ... o sea todo el proceder ... Vamos a interrogar al habría mucho que decir, sobre la cual Lacan, en todo caso, dijo muchísimo. Él
virtuoso, vamos a preguntarle: ¿sabes lo que es la virtud? Entonces, dice que sí, no pone en absoluto al saber de lado del amo, puesto que dice que el amo no ha
si, soy virtuoso, sé lo que es la virtud ... y lanza su perorata sobre la virtud y enton- hecho más que robárselo al esclavo para hacer de ello un saber de amo, es decir,
ces, ahí, se demuestra que no sabe lo que es la virtud. para justificar su dominio, y al mismo tiempo no hacer ya del saber más que aque-
Pero la famosa mayéutica va a estar en algo que funciona como una confe- llo que podría hacerse reconocer como otorgando un poder de amo; es así como
sión, por lo que sabía sin saberlo y que entonces, de repente, la verdad estaría liga- funciona hoy en día el saber en nuestra cultura, un saber no vale sino en la medi-
da, inherente a ese saber. .. Eso tiene cierta validez, pero bueno es un comenta- da en que nos da acceso a algún permiso, a algún dominio. Y entonces cuando
rio que me parece posible. 11110 se convierte en doctor, pues ahí. ..

Es extraña esa idea de que el índice de verdad, que se lleva allí ... ¿por qué
sería en el conocimiento de sí mismo que se diría la verdad del mundo y en algo Bueno, miren .. ., hasta el mes de mayo.
que, a partir de ese momento se presentaría, pues, como la confesión de esa ver-
dad?
Choula Emerich: Lo que es interesante, justamente, es que me parecía que en
el Menón la división se situaba no entre el sujeto consciente y su inconsciente,
Sócrates lo expresa así, sino que se situaba más bien entre el amo y el esclavo, a
saber que sería constantemente el amo quien daría ahí, así ... , y cuando miramos
de cerca la demostración de ese saber que no se sabe en el esclavo está constante-
mente insuflado por lo que el amo dice al esclavo; la respuesta es dada ahí - todo
lo que decimos nos viene del otro- casi directamente y no invertida, y me pare-
cía que la división se situaba entre el uno y el otro, más que entre sí mismo y sí
mismo, por lo menos en el Menón.
Ch. Melman: No estoy totalmente de acuerdo con su formulación, pero ya
volveremos a ello, podré entonces no tomar un atajo demasiado rápido; que el
saber esté en el esclavo es algo muy, digamos, muy anti-aristotélico ... , nosotros
no podemos decir que la división se hace entre consciente e inconsciente, no creo
que podamos invocar aquí la dimensión de lo inconsciente. Pod emos simple-
Lección XIV
18 DE MAYO DE 1988

"Neurosis de obligación 1." Puesto que es el término propuesto con cierta reper-
cusión para designar la Zwangsneurose, creo que podemos notar al empezar hoy
día que no es un hallazgo muy acertado; el explicar por qué nos permitirá avan-
zar en nuestro trabajo sobre la neurosis obsesiva.
¿Por qué no es un hallazgo muy acertado? Primero porque no es en absoluto
un hallazgo, puesto que es la traducción, literal como se dice, del término Zwang
que en efecto quiere decir obligación, violencia, fuerza, coerción, en el lenguaje
jurídico, la molestia también, en el sentido moral por ejemplo, y luego está tam-
bién una tradición que hace que en el lenguaje médico Zwang traduzca la obse-
sión. Es una tradición y nos resulta difícil, a nosotros, saber si la palabra "obse-
.~ i ó n" en francés tradujo Zwang o si la palabra alemana tradujo la frances a
"obsesión". Traté de buscar cuándo apareció este término por primera vez, tal vez
.dgunos de ustedes puedan responder mejor a esto, en todo caso yo no puedo res-
ponder esta noche.
Lo que llamamos una traducción literal, aquí hay que poner "literal" entre
rnmillas, es una traducción que apunta al sentido. Uno de los sentidos de la pala-
1ira Zwang, el sentido corriente, es efectivamente la obligación.
Sólo que lo que sabemos es que el sentido de una palabra está ligado justa-
111 cnte a su textualidad, a su literalidad, de manera que al querer aislar el sentido
1k lo que es la literalidad de la palabra perdemos al mismo tiempo el tejido que
1•11 un a lengua dada crea el verdadero sentido de una palabra, ese tejido que esd
ligado a la constitución literal de la palabra, según la sabiduría propia de cada len-
1•,11:1, es evidente. Es as í que, cuando empezamos este estudio, traté de mostrarles
1O Parte /: 1987-1988 Lección XJV.· 18 de mayo de 1988 2 11

·ómo la Z y la W tenían que ver en esta neurosis, tanto en el zwíschen, en el zweí, terística de la neurosis. Vemos bien entonces cómo, incluso si hubiera que, en
'n el Zwícker, por ejemplo, y sin duda también en el Zwang, cómo la Z y la W cierto modo, confiar en el sentido, en una traducción que fuera fiel al sentido, la
tenían un lugar particular que no puede ser respetado sino en la lengua original. "obligación" en francés restituye de manera particularmente defectuosa la espe-
Lo cual hace que podamos decir que una traducción literal es siempre inexac- cificidad de la neurosis. Este término de neurosis de obligación podría ser abusi-
ta y que -no quiero entrar en una gran discusión sobre este tema, me limito a lo vamente preocupante para el obsesivo, puesto que sabe muy bien que, justamente,
que nos concierne- una verdadera traducción no pueda ser sino poética - creo uno de los problemas de su neurosis es el pagar, el librarse de toda obligación ,
que hay que llamarla así- , es decir, tratar de restituir en la lengua de llegada teji- incluso si paga el precio a manera de eso que le retorna como sabemos.
dos en la elección de las palabras, tejidos que estén en resonancia, pues no pode- Obligación [contraínte] viene, como es lo más frecuente, del latín, constrínge-
mos esperar nada mejor, con los de la lengua original. re, apretar, mientras que obsesión viene de obsídere, sentarse alrededor, ob-sedere,
Hay traductores con talento, en particular para la poesía, pero no solamente, en otros términos, asediar. Y si confiamos en estas sutilezas etimológicas, vemos
están también todos los problemas, por ejemplo, que han suscitado al respecto muy bien que si la idea de sitio evoca por supuesto con él los muros elevados para
las traducciones de Joyce, puesto que el texto está enteramente construido justa_¡ defenderse contra los asediantes y eventualmente el riesgo de que haya brechas
mente sobre ese tejido, ¿cómo traducirlo correctamente en francés? Entonces, en las defensas -estamos con esto tan cerca de la preocupación del obsesivo-,
nosotros podemos decir, como principio, que una traducción que apunta al sen- vemos muy bien cómo, al contrario, constríngere, apretar, no conlleva de ningu-
tido y que se dice literal es, necesariamente, una traducción inexacta. na manera este matiz, que no es cualquiera, del sentido; constríngere significa sim-
Si ahora vamos justamente al sentido, y es con eso con lo que nos adentra- plemente apretar y no creo, en todo caso, que se pueda decir que esta imagen del
mos más en lo que nos concierne de manera muy precisa en el transcurso de este :1pretón, que esta imagen de la constricción sea algo que en el imaginario del obse-
seminario, vemos bien que, en la tradición semántica que conlleva este término, sivo tome un lugar particular.
la obligación es algo que especifica un forzamiento perfecto, un forzamiento supo- Zwang es el sustantivo del verbo zwíngen. Zwinguen, verbo irregular, z wang,
niendo que, por más reservas que suscite este forzamiento, esas reservas son ven- gt'zwungen quiere decir en efecto obligar (constreñir). La palabra Zwínger curio-
cidas, suprimidas; y cuando uno observa un poco los usos del sustantivo Zwang .~a mente restituye el sentido del cerco, puesto que Zwínger es también la jaula, lo
en la lengua alemana, se tiene toda una serie de usos que no voy a desarrollar pero q11e encierra apretando, o la arena o la liza, pero lo que es interesante para noso-
que nos recuerdan, en efecto, que la obligación supone que uno se encuentre allí 1ros es que existe otro verbo que al parecer deriva del sustantivo Zwang a su vez,

ante una violencia, ante una fuerza contra la que nada se puede. ~ u pongo en todo caso que ese verbo viene de este sustantivo, y que ya no es el
La idea de obligación, el sentido de la palabra, supone igualmente, conlleva Vl'rbo zwíngen del que vendría el Zwang, sino que es el verbo zwangen. Y z wan-
igualmente la idea de un logro, es decir, de un cumplimiento, entre otros, de esa ,1:m quiere decir hacer entrar algo por la fuerza en algo, o hacer entrar por la fuer-
misma obligación. Ahora bien, lo que especifica a la neurosis obsesiva es justa- 1.1 a través de algo. Sích durch eíne ójfnung zwangen quiere decir entrar por la

mente el hecho de que el sujeto esté perfectamente dividido en relación a sus l11erza en una abertura. Si uno entra por la fuerza, si uno entra en el comparti-
ideas obsesionantes, es decir, que haya entrado en la lucha contra ellas que sabe- 111ic.:nto de un vagón de metro muy lleno, uno puede legítimamente utilizar este
mos; incluso si cede ante ellas, finalmente, podemos decirlo así, nunca es en serio; l!'. rm ino: uno entra por la fuerza. Éste es un término interesante para nosotros
las obligaciones ante las cuales cede, los gestos, por ejemplo, que acepta hacer ¡11u:s ro que este zwangen es homogéneo con ... Ven cómo los significantes no son
nunca son otra cosa que obligaciones de broma, ya que si le viene, por ejemplo, 111111<.:a ajenos a la organización misma de la neurosis, puesto que sabemos en qu
la orden de cortarse el cuello, en la medida en que es un obsesivo, estamos casi 11H·dida, justamente, esta penetración por la fuerza es precisamente lo que cons-
seguros de que es el tipo de obligación que no se aplicará y que las exigentes acti- 11111yc.: el gran temor obsesionante y que es contra él como el obsesivo reacciona ,
vidades a las que se va a someter serán sustitutos, todos los que ustedes conocen, 1tl 1,.1 muros, eleva defensas.

verificar una llave de agua, repetir tal o cual gesto, o repetir tal o cual palabra, etc. l'c.:netración por la fuerza, ¿de qué? Lo que, a mi parecer en todo caso, descal.i-
Para el obsesivo, nunca se tratará de ir al término del cumplimiento de dicha obli- li1 .i de.: manera radical el término neurosis de obligación, para hablar de lo que nos
gación, puesto que, precisamente, una de sus especificaciones es que le resiste, i1111·1l'S:t, es que justamente si hay una neurosis que se podría calificar de obligación ,
que frena, que se le opone, que opone esa inmovilidad, esa estasís que es tan carac- t'" 1b:ir, ésa en la que la penetración o el forzamiento se hiw a pesar de lo que pudic-
12 Parle /: 1987-1988 Lección X Iv.· 18 de mayo de 1988 2 13

ra pensar la pareja, es precisamente la histeria en su versión traumática. La inter- estrafalario, obviamente, pero es al mismo tiempo sensacional, quiero decir co n
pretación traumática de la relación al falo en la histérica se expresa regularmente esto que están todos los hilos que ese tipo que conocía bastante bien esas lenguas,
; n términos de obligación. Mientras que justamente, y es aquí donde este preám- todos esos hilos que él trenza son justamente tan cercanos de ese tejido que sabe-
bulo nos permite proseguir el examen de la neurosis obsesiva, vemos en efecto que mos operatorio de manera esencial, que a decir verdad la locura, pues ese texto
se trata en la neurosis obsesiva del otro gran medio de defensa contra, en efecto, es loco, que la locura de ese texto parece mucho más sabia que numerosas eti -
un a vez más, una relación inevitable al falo, pero en la medida en que el obsesivo mologías que se proponen como sabias y son sin embargo inexactas.
ha construido contra dicha introducción todo el aparato que sabemos. Y es justa- Es por esto por lo que no es indiferente que la elección de términos, que el
mente por eso por lo que no podríamos contentarnos con este término. significante que utilizamos no se haga, ya que es justamente nuestra responsabi-
¿Por qué - y no desarrollaré más- tendríamos, nosotros, que encontrar nom- 1idad, sino con mucho, mucho cuidado. Si nosotros tuviéramos que inventar tér-
bres para dichas neurosis?, ya que después de todo la neurosis obsesiva es parte minos para estas neurosis, términos poéticos como les decía hace un rato, serían
de la tradición, después de todo, es tal vez una tradición defectuosa, pero es un tal vez los mejores términos. No nos atrevemos; no nos atrevemos porque somos
término que Freud utilizó en la lengua francesa; en uno de sus artículos escritos personas "serias", entre comillas, en todo caso eso aparentamos. Pero serían, diga-
en francés, en 1896, "La herencia y la etiología de las neurosis'', es el término que mos, términos no menos poéticos que serían atinados, y tal vez, después de todo,
utiliza para designar la Zwangsneurose; entonces, ahí, su elección está dada, no salvadores para designar las neurosis; después de todo, ¿por qué no?
veo por qué trataríamos de traducir mejor que él. Simplemente les hago notar Cada uno de ustedes puede dedicarse a ese ejercicio y preguntarse, por ejem -
q ue hace un rato hablaba de tejidos propios de cada lengua y que son particular- plo, cómo quisieran llamar a la histeria. Tal vez el llamarla de otro modo cam-
mente importantes, por ejemplo, en la neurosis obsesiva donde no se puede enten- biaría muchas cosas. ¿No? ¿No quieren? Yo, por ejemplo, con gusto la llamaría
der nada si uno no es sensible, si uno tiene un poco de consideración hacia los li istepalo [hystétrique]. ¡No les gusta! ¡No está mal la histepalo [hystétrique]! ¿No?
términos originales. Está claro que a estas palabras, obsesión, obligación, tene- No, ¡no quieren!, histepalo [hystétrique] no resulta muy serio. Sin embargo, ¡está
mos que oírlas también en lo que es su conexión específica en nuestra lengua. lan bien! Y luego, un paso más sería la estupalo [l'estatrique] . .. [risas] ... la estu-
O bsesión, a propósito, es un término que, por sus conexiones, por todo lo que p:tlo [l'estatrique], ella tiene un estupalo [l'estatrique].. . , ella es una estupalo [l'es-
nos evoca tanto en lo que concierne a lo obsceno como lo que concierne a la 111trique] mayor. ¿No aliviaría acaso a todo el mundo?, ¿no tendría acaso efectos,
observación, como lo que concierne al cerco -podríamos decir mucho al respec- 1·kctos digamos terapéuticos, ah? Además pueden escribirlo como quieran estu-
to-, de una manera que, obviamente, parece arbitraria cuando sabemos que es la p:ilo [l'estatrique], ¡se imaginan! Estupalo [l'estatrique]: es acaso tu palo [est-ce ta
manera misma de proceder del inconsciente, es decir, finalmente la manera que lrir¡ue], [risas], ¡deja tu palo [laisse ta trique]! Entonces, la neurosis obsesiva, ¡no
tiene el inconsciente de escoger lo que podemos llamar la palabra justa. Una vez 111\.: atrevo a decirles! [risas] No me atrevo a decirles porque, realmente, ¡ustedes

intentamos en una revista, el Discours2 creo, tratar la cuestión de "la palabra jus- '. e .i1 demasiado serios! La neurosis obsesiva, en lugar de llamarla neurosis de obli-

ta'', de lo que es una palabra justa y de la relación del poeta con la palabra justa. ¡1,.1 ción [contrainte], lo que no es muy alegre, más bien, hay esa palabra, ¿no es
La palabra justa es ciertamente aquella cuyo tejido tiene una riqueza congruente 1inrn?, muy linda, que es el zwangen, es decir, el verbo del que les hablaba hace
con lo que trata de hacerse oír. En la palabra obligación [contrainte] también se 1111 rato, es decir, la penetración por la fuerza, ah, entrar por la fuerza, ah, es decir,
puede oír algunas cosas, pero no está ahí lo que nos incumbe; todo lo que nos 11 f(Hzar, el perforar. Entonces, ¿podríamos acaso encontrar en francés ... ? [risas J
incumbe es comprobar en qué medida la palabra obsesión tomada, diría, en esa No? Pues bien, forzar, perforar. .. , porque es justamente de eso de lo que se tra-
evaluación que no es para nada arbitraria, aunque parezca loca, es decir, manía- 1.1 , puesto que el asunto del que se trata, después de todo, en esta neurosis, es jus-
ca ... -si uno se dedica con demasiada facilidad a ese juego con esas asociaciones 1.111H.: nte el cuidarse de ese perforar. Lo que hace que, a la vez, obviamente, o sea,
locas, uno tiene la impresión de exponerse rápidamente a la manía, la impresión 11'.In les conocen las consecuencias, de eso resultan fantasmas como los del Hom-
de que, verdaderamente, todo el tejido aquel de la lengua parece emerger- . Ten- /11 '1· dt' las ratas, obviamente, puesto que esa cosa de la que hay que cuidarse, uste-
go la suerte de poseer un diccionario del siglo diecinueve donde un honorable 1 11 "~ s:1hen dónde se la mete el obsesivo. Entonces, ¿qué vamos, qué vamos a encon-
abad muestra cómo las palabras del francés, del alemán y del griego vienen todas 11 ,11? No sé si puedo [risas], ¡perdería toda consideración! [risas abundantes] .. . ¡no
del hebreo, puesto que es la lengua madre, com o ustedes sa ben. Es totalmente 11 •, va :1 gustar! , pero en todo caso va a evocarles alguien de quien, po r m i parte,
14 Parte /: 1987-1 988 L ección X IV 18 de m ayo de 1988 215

lamenté mucho la ausencia en el transcurso de la última campaña electoral, lamen- do a la unificación - la unificación- y había tomado como modelo el proceso
té mucho que no haya estado ahí, ya que creo que hubiera ciertamente tenido mismo de los obsesivos, los cuales con su inclinación particular hacia lo qu e
es indeterminado -unbestimmtheit- confunden y reúnen las formaciones psí-
incidencias.
Pues bien, forzar, perforar, vamos, ahí voy: la neurosis obsesiva es una neuro- quicas más diversas bajo el nombre de "obsesiones".
sis de cagado3• No es peyorativo. Pero dice, de todas maneras, muy bien lo que
quiere decir, y me parece que es, a la vez, más bien un alivio, porque es realmen- Es interesante puesto que Freud nota cómo un procedimiento de su pensa-
te ya no sentirse solo. Entonces, podríamos seguir así. Yo seguí así, pero les dejo miento sobre la neurosis obsesiva fue el mismo que el del proceso obsesivo mis-
continuar por ustedes mismos, es decir, entre nosotros, seriamente esta vez, ¿no mo, por esa unificación en cierto modo abusiva. ¿Se dejó acaso contaminar? ¿O
les parece acaso que apelaciones que llamo poéticas, parece trivial, yo las llamo no tenemos acaso que pensar, ahora, que los procesos del pensamiento, lo que as í
poéticas, que la elección de estas apelaciones tiene inmediatamente consecuen- llamamos, son los procesos mismos de la neurosis obsesiva?, es en todo caso lo
cias, efectos sobre el asunto tratado?, a mí me parece que aclara mucho la situa- que tendremos la oportunidad de retomar un poco más adelante.
ción. El fóbico, pues, el fóbico, ¿cómo vamos a llamarlo al fóbico? Bueno, no se En lugar de hablar de Zwangsvorstellungen, de representaciones obsesionantes,
lo diré ... [risas abundantes] ...
Sería en realidad más correcto hablar de Zwangsgedanken, de pensamien-
En todo caso, en lo que a mí respecta, y como suelo a veces correr pequeños
tos obsesionantes, y hacer hincapié en el hecho de que las formaciones obse-
riesgos, les prometo que el trabajo que haré sobre la neurosis obsesiva llevará el
sionantes pueden tener la significación de los más variados actos psíquicos
título que les he dicho ... [risas]. -miren un poco esto-: deseos, tentaciones, impulsiones, reflexiones, dudas,
Vamos a proseguir ahora con un capítulo particularmente interesante de la órdenes y defensas. Y cuya claridad, nos dice, los enfermos tienen en general
observación de Freud, el primer capítulo de las consideraciones teóricas. Parti- tendencia a atenuar y a presentar el contenido desprovisto de su carga afecti-
cularmente interesante porque ahí también el desmenuzamiento no deja de abrir- va en forma de obsesión.
nos preguntas. Este capítulo se llama "Caracteres generales de las formaciones
obsesivas" y va a tratar sobre dos puntos: por una parte, el hecho de que las defen- Esos actos psíquicos tan variados que se encuentran así sostenidos por los pen-
sas secundarias van a verse atrapadas en el proceso obsesivo mismo, primer pun- \,1rn ientos obsesionantes, deseos, tentaciones, impulsiones, reflexiones, dudas,
to, y segundo punto, la utilización por el obsesivo de esa figura de retórica que 111·dcnes y defensas, ¿no podemos ver en eso la actividad misma del sujeto? ¿A tra-
se llama elipse. Freud comienza diciendo que en 1896, en su texto sobre "Nue- vt1s de qué puede un sujeto manifestar su actividad, su presencia, si no es a través
vas observaciones sobre las psiconeurosis de defensa", había dado una definición 1lt' deseos, de tentaciones, de impulsiones, de reflexiones, de dudas, de órdenes y
de las obsesiones que ya no le parece exacta en el momento en que escribe. En 1lt' defensas? ¿Qué falta?
efecto, había dicho entonces que las obsesiones eran, Es entonces muy importante para nosotros notar que lo que se articula, lo
q11<.: se da a oír con esa forma obsesionante, es justamente en lo que podemos
reproches transformados, que resurgen fuera de la represión y que se rela- l1 . 1 ~:1rnos, al confiar en un examen puramente fenomenológico. Ven ustedes cuán
cionan siempre a una acción sexual de la infancia ejecutada con satisfac-
ddl.·rc nte es a lo que sucede en la psicosis. Pues bien, nos vemos obligados a resu-
ción.
111i1 todas esas actividades a las mismas que especifican la ex-sistencia. ¿Cómo
1 1111oceríamos algo de la ex-sistencia sí no fuera gracias a los deseos, tentaciones,
Ustedes saben la oposición que plantea al principio: una actividad sexual expe-
rimentada con asco, es la histeria; una actividad sexual precoz efectuada con pla- 11 •lll'x iones, dudas, órdenes y defensas? Les recuerdo, a propósito, que no se ven
cer en la infancia, es la obsesión; y las ideas obsesionantes serían los reproches que 111111c:1 en el obsesivo interpretaciones xenopáticas de estas manifestaciones obse-
tendría contra el placer obtenido en dicha ocasión. 11111:1 1ites . Incluso cuando se dirigen a él, como es de costumbre, bajo la forma
il1 1 "11'1", él no va a interpretar eso como sostenido por algún enigmático sujeto
Y rectifica:
1. 11 t•I Otro de quien él sería el juguete. Nunca. Aunque eso le parezca perfecta-
ya no pienso así. Esa definición me parece atacable desde el punto de vista de 1111•111e repulsivo, absurdo, obsceno, siempre es integrado por él como algo del
la forma, aunque esté compuesta por los mejores elementos. Tendía demasía- 11 1dt·11 de lo más ín timo, de lo más fnri mo de él mismo.
l6 Porte /: 1987-1 988 L ección XJ V.· 18 de mayo de 1988 2'17

Freud prosigue: ·s decir, si sigo masturbándome, va a sucederle una desgracia a mi padre en d


más allá; es con este pensamiento, es decir, una defensa patológica, con lo qu <:
Hay que admitir también que hasta ahora la fenomenología misma del fue posible un término a esas extravagancias.
pensamiento obsesionante no ha podido ser convenientemente considerada y ¿Por qué esto es importante para nosotros? Pues bien, porque basta, en cier-
estudiada. ro m odo, que un pensamiento sea reprimido para que, por el mecanismo qu <:
todavía tenemos que precisar, estemos seguros de que pronto, o de manera ineluc-
¡Ah! ¿Cómo es posible? 1able, va a volver en lo que está inscrito para el sujeto como mensaje en el Otro.
1~stamos seguros de que en el Otro ese pensamiento reprimido va a volverle, en
En el transcurso de la lucha de defensa secundaria, llevada por el enfermo la medida en que al volverle, aunque lo haya reprimido, duplica su represión, va
contra las obsesiones que han penetrado su consciencia, se forman fenómenos
:1 regresar con una insistencia y una repetición tanto más grande cuanto cada vez,
dignos de una denominación especial. En efecto, por ejemplo, en su viaje al
justamente, él lo vuelve a rechazar. Estamos hechos de tal manera, y en eso no
regresar de las maniobras, no eran consideraciones enteramente razonables las
que se oponían a las obsesiones, sino en cierto modo una mezcla de las dos podemos ver el más mínimo rastro de finalidad, que lo que es reprimido regresa
formas de pensamiento: a las ideas de defensa -lo cual es, creo, muy intere- de m anera infalible en lo Simbólico, a lo cual podemos dar como soporte legíti-
sante-, a las ideas de defensa se incorporaban ciertas premisas de la compul- mo el que Lacan desarrolla en L'Étourdit 4, la banda de Mcebius. En otros térmi -
sión contra las cuales ellas debían combatir, de tal manera que estas ideas de nos, es inevitable que regrese; sólo que regresa de manera obsesionante -es en esto
defensa se situaban, aunque fuera por medio de la razón, en el plano del pen- t• n lo que progresamos un poquito puesto que nos quedamos en el problema de
samiento mórbido. 1cner que explicar el carácter obsesionante del asunto- y la verdadera iteración
l'Stá en la iteración de la represión, puesto que cada vez es rechazado con una
Entonces, un ejemplo, intensidad, digamos, una fuerza, un vigor tanto más grandes cuanto las primeras
represiones habían fracasado. Y va entonces a regresar con artimañas aún m ás
Cuando el paciente se dedicó durante algún tiempo, en el transcurso de Sii tiles, con una fuerza aún más apremiante, en un proceso propiamente auto-
sus estudios, a las excentricidades arriba descritas, trabajar hasta tarde en la m:üico y contra el cual, obviamente, el sujeto está desarmado.
noche, abrir la puerta al espíritu de su padre y luego contemplar sus órga- Es justamente por eso por lo que, al ver lo que sucede con la neurosis obsesi-
nos genitales en el espejo, trataba de razonar pensando en lo que habría v:i, podemos decir, en efecto, que la represión no franquea ningún borde. ¿Dón-
dicho su padre si todavía estuviera con vida. Pero este argumento se man-
1 k se sitúa cuando es reprimida? ¿Dónde se sitúa lo que es reprimido? Tenemos
tenía sin efecto, siempre y cuando él se expresara de esa manera razonable.
1'. r1.ones para pensar que lo que está reprimido se aloja en el Real, pero regresa del
Las excentricidades no terminaron sino cuando le dio al mismo pensamiento
la forma de una amenaza de tipo "delirante". -Ese pensamiento era: si otra IZc:il, es decir, de ese lugar ocupado por el Otro, puesto que el Real es el lugar
vez hiciera semejante tontería, una desgracia le sucedería a su padre en el ornpado por el Otro. De ahí regresa al registro de lo Simbólico, sólo que viene
1 011 esa ambigüedad de la que he tratado de dar cuenta con mi nudo borromeo,
más allá.
1-.w círculo de lo Imaginario atravesado por una recta infinita donde el Real ya no
En el plano de las defensas secundarias contra el pensamiento obsesionante, v. dc sino como lo que iría al infinito, es decir, no lo que estaría constituido po r
he aquí un pensamiento del que Freud nos dice que está invadido por premisas 1111 límite, sino que sólo valdría por ir al infinito, y entonces regresa a lo Simbó-
de lo que ya era el pensamiento patológico, puesto que esa defensa misma es un 1in >, pero con esa tonalidad particular, de imperativo, de orden, de algo im pe-

pensamiento patológico. 1ioso, por estar organizado a partir de esa ambigüedad que es, que sería que en l:i
1w11 rosis o bsesiva Real y Simbólico estarían puestos en contigüidad.
Mientras se desenvolvía -nos dice-, mientras las defensas secundarias se Fs por eso además por lo que se puede, en ciertos casos, digamos a partir de
desenvolvían en el registro de la razón, resultaban ineficaces, es con la inter- 1111:1 formación psiquiátrica, pensar que la neurosis obsesiva es una verdadera ps i-
vención de este pensamiento patológico - es lo que dice Freud- , que es pato- 1 osis, que las ideas obsesionantes no se distinguirían de la alucinación, cuand o
lógico, pode mos ver de mane ra mu y precisa c idn esencialmente distintas son de la alu-
18 Parte !: 1987-1988 Lección XIV.-18 de m ayo de 1988 2 19

inación, incluso si son portadoras de esa ambigüedad Real o Simbólico, Sim- ver a un m édico" . Él no lo pensaría, ¿y por qué no lo piensa? ¿Por qué lo disi-
bólico o Real. mula? Pues bien porque todo funciona, por supuesto, para él, en el registro de la
Al observar esto entendemos también por qué las defensas van a verse, en cier- lalta moral, y es por eso por lo que irá, de manera mucho más natural, a consul-
to modo, reprimidas con el pensamiento insoportable, puesto que el pensamiento 1:ll" un guía moral, eventualmente, o como en el caso del Hombre de las ratas, un
que no puede ser admitido, que no puede ser aceptado, por ejemplo ese pensa- compañero, su buen amigo al que va a confiarse, que le dirá "pero mira ... estds.
miento que le viene a la mente: "que mi - ¿cómo vamos a llamarla?, la dama, ya r·stds enfermo, es necesario que vayas a ver a un médico". Ahí podemos entender esa
no sé, él la llama, en todo caso, la dama- , que ésta, que mi querida y mi padre se singularidad y el por qué tantas neurosis obsesivas finalmente se quedan, toda la
vayan a tomar por c ... ". ¡Ése es el tipo de pensamiento que le viene! Si reprime vida, como un asunto privado: mientras pueda ser disimulado, mientras se las
este pensamiento, los procesos de defensa que habrá emprendido contra él van a pueda arreglar para que los allegados no perciban nada, se lo hace ...
sufrir, digamos, el mismo movimiento, la misma separación; los procesos de defen- Ahora mismo no desarrollo, aquí, la observación de Freud sobre el hecho de
sa van a ser llevados con el pensamiento que hay que reprimir y entonces no nos que fue necesaria una idea, una defensa secundaria delirante, es decir, "le sucede-
debe sorprender si lo que veremos regresar como pensamiento obsesionante es el 1
¡¡f algo a mi padre en el más allá'', para que el asunto se detenga, por el momen-
pensamiento reprimido más lo que fue la primera defensa contra el mismo. Es 10 dej o esto en suspenso, es otro problema.
justamente así como se construyen en la neurosis obsesiva esas especies de ajus- Y entonces, Freud nos da otros ejemplos de la manera como los procesos de
tes, esas especies de cortezas, crecientes, sucesivas, donde cada vez hay un peda- (lefonsa secundarios son infiltrados por las premisas obsesivas. Por ejemplo, el Hom-
zo más que se reprime y cuyo regreso necesitará una capa suplementaria de pro- /1re de las ratas tenía una fórmula de defensa que era pronunciar un aber [pronun -
tección, hasta llegar a esas verdaderas torturas mentales que no es raro ver, donde d11do "dber'j, es decir, un "pero bueno". Él le había transformado la pronunciación
el obsesivo puede tener la obligación de volver a pasar, en el camino, por todas 1 01110 aber [pronunciado 'aber'j y lo analiza completamente: había asociado a aber

las anulaciones adoptadas contra el pensamiento que había que reprimir. IJ>mnunciado 'aber'] la palabraAbwehr, defensa, tomada, claro, del vocabulario que
Es entonces, justamente, esa ausencia de borde que explica que en la neuro- 111cud le había podido dar, del vocabulario psicoanalítico, y había entonces refor-
sis obsesiva los procesos de defensa sean los procesos de los que tan bien habla 1.ido, en cierto modo, su aber, lo había convertido en un verdadero proceso de
Freud, de aislamiento, es decir, la tentativa de crear un borde, de crear un espa- 1 l¡.fensa, puesto que Abwehr estaba forrado en el interior por un proceso que es

cio, de anulación, de negación, en otros términos, toda una serie de procesos que 11hv iamente, no insisto en esto en el transcurso de la neurosis obsesiva, pero que
se nos vuelven particularmente claros si pensamos en efecto, como es el caso, el 1~ obviamente un proceso lingüístico. Esa introducción de un acento particular,
movimiento del significante organizado por una cadena, una cadena continua. i¡11v se refiere a un acento, ya que si no está escrito es entonces un acento, un sig-
Volvemos de manera incidente a la cuestión de la religión y de su congruen- 11n lingüístico, un acento que tiene aquí valor metafórico, en el fondo estáAbwehr.
cia con la neurosis obsesiva, puesto que si ella implica el tener que separarse de 1
1:11 otros términos, si hay un campo en el que vemos que están en juego, de
ciertos sentimientos hacia el padre, es decir, ser, con respecto a él, tan sólo amor, l 1 1n:111era más cruda, no solamente los mecanismos del pensamiento, tal como
sabemos la consecuencia de esto: no dejará de regresar de una manera que toda- 111" llamamos, sino el juego de los mecanismos lingüísticos, es justamente el de la
vía tenemos que retomar, que desarrollar, pero en todo caso no deja de regresar 1w11rosis obsesiva, como por ejemplo la siguiente situación que ustedes conocen:
y poner pues al sujeto, a la vez, en un ritual obviamente reforzado, obsesionante 1111 l.1s sus oraciones terminaban con un amén, que él había transformado en, si
también, y con la paradoja de que, como Lacan lo hace notar en alguna parte, 1111•11 recuerdo, Glissamen, está desarrollado en las notas, en lugar de decir amén,
mientras más moral sea, más atormentado será. 1l1 ·1(;1 C:lissamen, y Freud lo analiza de maravilla haciendo notar que con ese "samen",
Y con esto seguro tocamos igualmente uno de los puntos que se refieren a 1p11· quiere decir semen, y el Glissamen que era la condensación de Gisela, que era
algo que por mucho tiempo me había intrigado: ¿por qué el obsesivo esconde sus 1l 11rnnbre de su amada, tenemos un proceso de defensa donde él lograba de mane-
sín tomas?, ¿por qué, primero, la histérica los exhibe y los pone en el registro de 1 1 11111 y poética, ese Glissamen es una creación poética, donde lograba traspasar
.la enfermedad mientras que el obsesivo los disimula y no solamente los disimula, 11111.1:1 las prohibiciones e inundar a su amada alegremente, mientras reza.
sino que no los pone en el registro de la patología? A menudo tiene que ser alguien 1
l '. 111onces la siguiente observación, porque quiero terminar rápidamente este
de su entorno que, viéndolo maniatado por sus rituales, le d iga : "pero hay que u q IÍI 1do, se refiere al juego que Freud aísla en el proceso obsesivo, el juego de b
O Parte 1: 1987-1988 Lección XIV: 18 de mayo de 1988

dipse, es decir, el hecho de que una proposición va a poder formularse de mane- sión sea más lejana, es justamente porque, desde el fantasma originario, el ni 110
ro obsesiva sin tener más que el antecedente y el consecuente, como en lógica, ha sido introducido, resulta introducido al juego del pensamiento.
pues los intermediarios han sido reprimidos. Puesto que son los intermediarios En el punto en el que estamos hay que mencionar dos elementos. Primero d
quienes finalmente llevan, eventualmente, la carga insoportable, lo que queda es hecho de que en la histeria el regreso no se hace de la misma manera. Ustedc:.:s
el antecedente y el consecuente, con la idea aquella de que aquí se trata de una saben que Freud intenta dar cuenta de esto con problemas de topología. Dice q11t·
asociación delirante. Por ejemplo, un día se le ocurrió esta idea: ''si tú te autori- en la histeria lo reprimido no va al mismo lugar que en la neurosis obsesiva. Lc:.:s
zas un coito -¿ven?, sigue siendo el tú, eso viene siempre del Otro con esta indi- remito a ese famoso esquema cuadrangular de una de las cartas a Fliess, creo qu ··
cación del tú y, sin embargo, él lo reconoce como sus pensamientos, ya les he es en el "Manuscrito G". Ese famoso esquema cuadrangular que sigue siendo inte-
mostrado esto- si tú te autorizas un coito, le sucederá una desgracia a Ela", Ela es resante. Al respecto, tendremos que intentar dar cuenta de lo que vuelve diferent<:
su sobrina, su sobrinita. Entonces, ¿qué puede querer decir esto?, ¿por qué ''si tú a la sintomatología histérica. La histeria no es en absoluto así.
te autorizas un coito" le sucederá una desgracia a su sobrina? Pues bien, ahí Freud La segunda observación sobre el juego del pensamiento se refiere a lo que en
restituye muy bien los pensamientos intermediarios que hacen que esta secuen- el Proyecto se distingue como proceso primario y secundario. El proceso prima-
cia sea absolutamente coherente, a pesar de que esos pensamientos intermedia- rio estaría en busca de la identidad de percepción, de restablecer la percepción¿ ,.
rios son justamente lo que él no puede admitir. ese mítico primer objeto. Pongo "mítico" entre comillas, además, porque es bas-
Les vuelvo a leer en este capítulo el comentario donde Freud escribe tante complicado. Pero en todo caso lo propio del proceso primario sería resta-
blecer la percepción, para siempre perdida, del primer objeto de satisfacción. El
No voy a emprender aquí un estudio psicológico del pensamiento obsesi- proceso secundario estaría en cambio animado por la búsqueda de restablecer la
vo -lo cual es lamentable-. Tal investigación daría resultados valiosísimos y identidad de los pensamientos, es decir, de los procesos de pensamiento que per-
haría más por la elucidación de nuestros conocimientos sobre la esencia de lo
mitieron la emergencia de la percepción original, volver a encontrar los penso-
consciente y de lo inconsciente, que el estudio de la histeria y de los fenóme-
mientos que permiten la satisfacción, la Beftiedigung. Lo que vemos con la neu -
nos hipnóticos. Sería conveniente que los filósofos y los psicólogos que acce-
den a él, de oídas o con la ayuda de definiciones convencionales, de ingenio- rosis obsesiva es que -y éste es uno de sus méritos- la identidad buscada, esa
sas doctrinas sobre el inconsciente, hicieran primero observaciones concluyentes identidad de percepción o de pensamiento está, esa identidad o esas identidades,
al estudiar los fenómenos del pensamiento obsesivo. Se lo podría casi exigir si ;stán confundidas, resumidas a una sola cuando lo que se trata de encontrar es
no fuera mucho más difícil que los habituales métodos de trabajo que tienen. la letra. La letra. Ya hemos comentado que, salvo ciertos artistas que escriben una
Mencionaría tan sólo, aquí -y es así como termina este capítulo-, que en la página privándose voluntariamente de una letra -son ejercicios de estilo- , en el
neurosis obsesiva los fenómenos psíquicos inconscientes irrumpen a veces, en juego del alfabeto, todas las letras regresan. Es justamente por eso por lo que todas
su forma más pura, la menos deformada, en la consciencia y que esta irrup- vstán, todas, en cierto modo, en falta -es lo que tendremos la oportunidad ¿,.
ción en la consciencia puede tener como punto de partida las fases más diver- ,1hordar a propósito de las jornadas sobre "La carta [letra] robada"5: esa famosa
sas de los procesos del pensamiento inconsciente. Además se puede ver que, r~1rta [letra] buscada, que sería esa primera letra original, no figura en el alfabeto
en el momento de esa irrupción, las obsesiones son en su mayor parte forma- puesto que cada una de las letras del alfabeto que, por el proceso de represión,
ciones que existen desde hace mucho tiempo. Ésta es la razón de ese fenóme-
1·specífico del funcionamiento de la lengua, resulta ser representativa de la letr:1
no tan curioso que se observa cuando se busca, con un obsesivo, la primera
qu e falta y que Lacan llamó letra a- . Es también por eso por lo que volveremos
aparición de una obsesión: el obsesivo está incesantemente obligado a hacer
.i ver el problema del nombre secreto, del nombre escondido, la fantasía de qu ··
que el origen de aquélla sea más lejano, encontrándole siempre nuevas causas
ocasionales. l1 :1hda letras, por lo menos un conjunto de letras en el inconsciente que sería b
ll.1 vc inconsciente, esas letras que estarían al menos por su disposición apartadas
Si el obsesivo está incesantemente obligado a hacer que el origen de aquélla 1 k la circulación común, que serían letras-llave, de lo cual surge la idea de un:i

sea más lejano, ¿no es acaso, justamente, para recordarnos que, con el pensamiento idvntidad inconsciente, etc.
obsesivo, no estamos confrontados a otra cosa que a la fisiología propia del pen- :o mento esto, entonces, para que recordemos una vez más cuán homogéneo
: ; amiento, y que si estamos obligados a hacer que la aparición de la primera obse- 1·s l"l movimiento mismo del pensamiento con lo que nos muestra el proceso obsc-
2 Parte/: 1987-1988 Lección XIV 18 de mayo de 1988 2-.

sivo , salvo que el proceso obsesivo no estorba sino en la medida en que la exi- mucha dignidad, su cuidado había sido, con respecto a esos pacientes, de no tra-
;cncia de la represión da al pensamiento, a algunos pensamientos, ese carácter tar de saber, es decir, que no iba, obviamente, a ejercer con ellos, el mismo tipo
obsesionante que puede invadirlo completamente. de tortura que ellos habían podido sufrir, pero lo que este analista, por lo demás
Había otra cosa, un último punto; la pregunta fue planteada la vez pasada, ·xcelente y movido por las mejores intenciones, desconocía es que al mismo tiem-
por Roland Chemama, para saber por qué el Superyó empuja a gozar, es decir, po, al no querer, él, saber, eso no podía sino hacer que, hacer que se queden en
justamente a volver a encontrar esa letra supuestamente perdida. Una de las mane- la ignorancia de lo que es la tortura y, entonces, que continúe. Y que si nuestro
ras de dar cuenta de ello es justamente que si la realidad es del orden del semblant, proceder tiende más bien a evitar los medios de coerción, de preferencia, queda
de lo que es tan sólo defecto en relación a ese objeto a, es decir, lo que está tan sin embargo que su objetivo sí es, de todas maneras, hacer que se sepa: "Tú pue-
sólo marcado por cierta amputación, amputado de ese plus-de-goce, es lo que fun- des saber, no tengas miedo ahí, de saber".
da la realidad, ¿qué puede darnos, asegurarnos que estamos en la realidad, salvo Vean cómo, de otro modo, el proceso del pensamiento, el movimiento pro-
la impresión de encontrarnos ante lo que es del orden de un semblant organiza- pio del obsesivo, nos trae a cuestiones que son, en efecto, inherentes a lo que has-
do por la castración? Eso es lo que nos da la impresión de estar en la realidad. 1 l:t aquí siempre ha sido un obstáculo para el pensamiento, a lo que el pensamiento
El significante Uno, el significante amo, por su carácter, como dice Lacan, si<.: mpre ha rechazado.
totalizador, nos incita, nos empuja, nos ordena exigir una realidad que no sea la
realidad defectuosa a la cual estamos confrontados, con la que tenemos que vér- La próxima vez, es decir el 9 de junio, continuaré; quisiera que este año ter-
noslas, sino una realidad que sea congruente, que esté en relación con ese signi- 111inemos la lectura del análisis de este texto y, como lo prometí, más tarde, segu-
ficante Uno, es decir, una realidad no menos totalizadora que ese significante 1.11nente el próximo año, proseguiré con las notas del análisis del Hombre de las
amo. Les he mostrado cómo en esta observación el uno y medio intervenía en las mtrrs y los otros textos de Freud, y trataremos también, a propósito de la neuro-
formaciones obsesionantes, el uno y medio, a partir de la muerte del padre que •,i .~ obsesiva, de no quedarnos en el camino.
había ocurrido a las once y media, y él había faltado, se había despertado a la una
y le había faltado una hora y media para poder asistir a su muerte, etc. Uno y orno es tarde, pues bien, ¡hasta el mes de junio!
medio, la escritura del Uno y, al lado del Uno, la escritura del medio, es justa-
mente a esto a lo que estamos confrontados, es decir a lo que partimos de esa con-
minación que nos viene del Uno, de ese Uno totalizador para ya no tratar sino
con una realidad amputada y que incluso no es sino del orden -para apoyarme 1
"N<.:urosis de obligación" es el termino que ha reemplazado, en las nuevas traducciones de la
en esta imagen-, sino del orden de lo dicho a medias [mi-dit]. 11hr:1 de Freud, al tradicional término de "neurosis obsesivi'; muchas de las opciones tomadas
Y a partir de aquí se puede entender esa conminación de no tener que satis- 1·11 di chas traducciones han resultado polémicas. N del T
facernos, que contentarnos con ese defecto, ese defecto que imputamos, donde "1)l· la poésie: qu' est-ce que le mot juste?" [Poesía: ¿qué es la palabra justa?], 1 y 2, Revistas Le
cuestionamos nuestra capacidad para construir una realidad correcta, sino el bus- I )/.l·murs Psychanalytique n.º 19 y n. º 20, Ed. Le discours psychanalytique, París, 1986, pp. 5 1-
110 (n.0 19), 34-42 (n.º 20).
car una realidad, un objeto que esté a la altura, que sea satisfactorio y que nos 1 1
1 1 irx to dice névrose d'enfoiré: "enfoiré" puede tener el sentido de: bueno para nada, imbécil ,
encamine en la búsqueda del plus-de-goce, es decir, de esa letra imposible, aunque ¡11 ·1w na mala; siendo sinónimo de: bruto, imbécil, idiota, cretino, tonto, desgraciado, degcnc
sólo fuera porque no existe. 1dilo, <.:stúpido, cabrón; y utilizado también de manera amistosa o humorística (cf. el fallecid o
Es obviamente contra este descubrimiento, horrible, contra lo que nuestras 111 111i rn francés Coluche), pero en este contexto no se puede eliminar su origen etimológico:
defensas están organizadas, es decir, contra el hecho de que, obviamente, a lo que UI /(,in• ldiarrea], aquel que está embarrado con sus excrementos. N del T
1 l .Al :AN, Jacques, 'TÉtourdit", en Scilicet n .º 4, Seuil, París, 1973, pp. 5-52 (traducido como
se nos invita siempre es a nunca ir hasta el fin. Es incluso, como saben, uno de
"A111londradicho", en Escansión, n. º 1, Paidós, Barcelona-Buenos Aires, 1984) .
los problemas de la cura analítica, el no ir al término. Hace no mucho tiempo oí
lt1 l<·1't' 11 cia a las Jornadas "La lettre volée ou le palimpsesste de Lacan" [La carta robada o <.:I
una conferencia de un sudamericano sobre los problemas de la tortura en su país, ¡1,il1111pst·s10 de Lacan], de la Asociación freudiana que tuvieron lugar el 11y12 de junio d<.:
donde había encontrado el problema, en su diván, de pacientes que habían teni- l 'IHH, r 11 París. El contenido de las jornadas fue publicado en Le Trimestre Psychanalytiqut',
do ese tipo de experiencia; él nos decía que su cuidado había sido, lo decía con 11 ,'' -'/H<J, i\soci;ición freudi ana, París, 1898, 17 1 p.
Lección XV
9 DE JUNIO DE 1988

V:1mos a esforzarnos por terminar este año el comentario de esta observación.

Nos quedamos en ese capítulo intitulado: ''Algunas particularidades psicoló-


gicas de los obsesivos, su actitud hacia la realidad, la superstición y la muerte".
l 1' rcud comienza este capítulo diciéndonos que va a tratar sobre algunos caractc-
1vs psicológicos de los obsesivos que, en sí mismos, no le parecen muy impor-

1.1 n tes pero que van a darnos acceso a nociones más importantes:

Estos caracteres, acentuados de manera muy clara en mi paciente, no son


atribuibles al individuo mismo, sino a su enfermedad y se los encuentra d (;
manera bastante típica en otros obsesivos.

Es interesante para nosotros por la siguiente razón: que se refiere al estatuto


1 ivn tífico o no del psicoanálisis puesto que, si volvemos a tomar como punto (k
p.1n id a esa definición, que sigue siendo valiosa, de Aristóteles, de que sólo hny
1 11·11 cia de lo general y sólo existencia de lo particular, estamos obligados, no

,01 ros analistas, a decir que si lo que nos interesa es del orden de la ciencia, es 1:1
1 1rncia de lo particular y ya no de lo general, e incluso, para que no se confunda

In part icular con el elemento tomado a lo universal, podemos decir, de man era
111 ;1s precisa, que es la ciencia de lo singular, es decir, de lo que ex-siste, y que S\.'
1_111·11\.:ntra en el Real. Cuando se trata de ciencia, la respuesta del Real es siempre
l,1 11iisma, puesto que el Real (es lo que define la ciencia experimental) responde
•.i1•1npr<.: con " si"' o co n " no" . r.1 ~s 1a resp uesta que se espera de e'l 1o que liace qul'
6 Parte /: 1987-1988 Lección XV.· 9 de junio de 1988 227

al mismo tiempo, gracias a la ciencia, es un Real que ya está, digamos, domesti- Entonces, ¿cuáles son esos caracteres psicológicos del obsesivo?
·ado, simbolizado, puesto que es un Real que responde de una manera que nos
Lranquiliza, dice "sí" o dice "no"; no hay otras posibilidades; el procedimiento Él era muy supersticioso -aberglaubisch-, aunque fuera muy instruid o,
qu e hemos establecido funciona o no funciona, es lo uno o lo otro. cultivado y extremadamente inteligente y que, por momentos, haya asegura-
En lo que a nosotros respecta, nosotros psicoanalistas, el Real que interroga- do no creer en todas esas pamplinas. Así, siendo a la vez supersticioso y no
siéndolo, se distinguía claramente de las personas supersticiosas incultas cuya
mos no tiene más de una manera de responder. Su respuesta es "no" y es por ese
convicción es inquebrantable. Él parecía comprender que sus supersticiones
"no" , por esa Verneinungque sabemos que funciona, que dice "sí", que quiere
dependían de su pensamiento obsesivo, a pesar de haber creído, a veces, ente-
decir "sí'', incluso si puede haber un margen, un hiato entre el "no", así proferi- ramente en ellas. Tal actitud dubitativa y contradictoria se deja concebir mejor
do, y las consecuencias que tendría el reconocerlo fundamentalmente como un si uno adopta cierto punto de vista para intentar una explicación de la misma,
"s í" para el sujeto. No es lo mismo que responda "no" o que reconozca que su yo no dudaba en admitir que él tenía, en lo que se refiere a estas cosas, dos opi-
"no" era, en realidad, un "sí". La neurosis obsesiva tiene, obviamente, como ambi- niones diferentes y opuestas, y no una opinión aún indeterminada. Oscilaba
;ión científica espontánea el hacer que lo que viene del Real sea siempre "sí"; su entre esas dos opiniones y sus oscilaciones dependían, de manera evidente, de
ideal es eliminar lo que hace que el Real sea obstáculo, sea muro, sea prohibición su actitud hacia sus obsesiones en general. A partir del momento en que había
y, entonces, la ambición obsesiva es hacer espontáneamente que tan sólo sea "sí". dominado una obsesión, se burlaba de su credulidad con mucha comprensión
El problema es que lo que viene de lo reprimido es siempre ese famoso "no", ese y nada podía hacerlo vacilar, pero, cuando otra vez sufría el imperio de una
fomoso "ne" [''no" expletivo .francés] que, sin cesar, lo invade como parásito, lo compulsión aún no resuelta -o lo que resultaba ser el equivalente de una resis-
estorba; por ejemplo le viene la fórmula "¡Que Dios la guarde!" y, en seguida, le tencia-, le sucedían las cosas más extrañas que servían de soporte a esas
viene en mente el "ne": "¡No la guardará Dios!", en otros términos, "¡Que se mue- creencias.
.da.. Su superstición era, sin embargo, la de un hombre cultivado y que hada
1
r::t .aquen !"
abstracción de tonterías tales como el miedo al viernes, al número 13, etc. Sin
Sea lo que sea, lo que podría tranquilizarnos en nuestro proceder es que las
embargo, creía en los presagios - Vorzeichen- precisos, en los sueños proféti-
maneras, "las maneras" de que dispone el sujeto para defenderse contra esta res- cos, encontrándose continuamente con personas de quienes se había ocupado
puesta venida del Real, son estereotipadas; son siempre las mismas y es justamente sin razón poco tiempo antes, recibiendo cartas de personas en quienes acaba-
en eso en lo que se constituye una clínica psicoanalítica. Ese singular que es el ba de pensar de golpe, luego de los más largos intervalos. A pesar de esto, era
objeto de nuestra tentativa de ciencia no tiene más que procedimientos estereo- lo suficientemente honesto o más bien fiel a sus opiniones oficiales como para
tipados cuando trata de curarse; es por eso por lo que Freud podrá regularmen- no olvidar los casos en los que sus presentimientos más intensos no habían lle-
te decir que esos caracteres de los que vamos a hablar, esos caracteres psicológi- gado a nada ... Confesaba también que la mayor parte de esos presagios se refe-
os no son atribuibles al individuo mismo, sino a su enfermedad, a sus procesos rían a cosas sin importancia particular para él y que cuando se encontraba, por
de defensa y entonces al hecho de que se encontrarán de manera típica, que siem- ejemplo, con una persona de sus relaciones con la que no había soñado hace.;
pre nos maravilla, en otros obsesivos. Es evidente, y con esto termino este pre- mucho tiempo, en la que acababa de pensar unos instantes antes, no pasaba
ámbulo, que la preocupación de la ciencia es dominar el Real; es por eso por lo nada entre él y la persona que volvía a ver en esas extrañas circunstancias. Natu-
ralmente, no podía tampoco negar que todos los eventos importantes de s 11
qu e exige una respuesta que sea un "sí" y que muestre su éxito; el montaje teóri-
vida hubieran tenido lugar sin estar acompañados de presagios; así su padn:
o experimental funciona, poco importa si es la realidad o no, si no es, como ella
había muerto sin que él se lo esperara. Pero todos esos argumentos no cam-
lo dice, más que un modelo; poco importa la teoría que uno aborda en el estu- biaban en nada la dualidad de sus opiniones y no revelaban sino el caráctc.:r
dio de la luz, lo que importa es que funcione. Nuestra ambición no es del mis- obsesivo de su superstición, carácter que podía además ser deducido del hecho
mo orden; nosotros no proseguimos esa herencia que la ciencia toma del discur- de que sus oscilaciones y las de la resistencia estaban sincronizadas.
so del amo, y es por eso también por lo que nuestro procedimiento, una vez que
hemos obtenido esa confesión en forma de un "no", no puede sino continuar, es Ento nces, poco importa la manera como Freud intenta comprender racio-
por eso por lo que no se considera satisfecha sino a partir del momento en que ial mente cómo funcionaba el paciente para establecer sus presagios;
1
habría convencido al sujeto de su ajuste con lo que le es propuesto.
8 / )orle !: 1987- 1988 Lección XV 9 de junio de f<JHH 9

Al final -dice-, él mismo me ayudaba a descubrir el secreto de esos trucos en la cadena elementos que vinieren de su fantasía. Hay ahí toda una serie de pro-
de prestidigitación gracias a los cuales producía sus milagros. Fue interesante, blemas teológicos sobre el libre arbitrio de Dios en los cuales no voy a entrar, pero
como raíz infantil de su creencia en la realización de sus presentimientos y de les hago notar que Schreber no se abstuvo de abordarlo y de preguntar, con mucha
sus predicciones, el recuerdo que le volvió un día: su mamá, cada vez que había
ironía y mucho humor, si Dios era totalmente presiente, sobreentendido él como
que escoger una fecha, decía 'tal o cual día no podré porque estaré acostada' y,
perfectamente determinado. Lo que nos hace igualmente tener la sospecha, la
en efecto, ¡ese día estaba en cama!
huella, es ese recuerdo infantil sobre su madre y sus reglas, con el dominio qu<:
parecía mostrar de lo que yo llamaría "un gran flujo materno". Ella se mostraba,
¿Qué es lo sorprendente en esta superstición?
en cierto modo, como dominando los grandes flujos naturales, lo cual es u11 :1
Lo que es sorprendente es que coincide, de manera fortuita, pero esta coin-
ambición obsesiva por excelencia y, a decir verdad, todos funcionamos, por el
idencia es de todos modos preocupante, con lo que estudiaremos este fin de
automatismo de repetición, como si esos flujos naturales fueran efectivamente
semana: "La carta robada''; es decir, el problema de las cadenas de Markov, en
dominados. He evitado hablar de automatismo de repetición en todo este p ro-
otros términos, esas cadenas constituidas de tal modo que la venida, el surgi-
ceso para no hacer pesado el comentario, pero habría que hablar de él. Está bas-
miento de un elemento se ve comandado por los antecedentes; son los elemen~
tante claro que el automatismo de repetición contribuye, quiero decir que es::i
tos antecedentes de la cadena los que deciden el advenimiento, la posibilidad de
complicación introducida en la cadena de Markov, tal como "La carta robada'' lo
tal o cual elemento y no es arbitrario pensar que esa facultad particular para el
muestra, el automatismo de repetición contribuye, claro, a esa idea de una pres-
presagio, esa superstición, está ligada al funcionamiento inconsciente de una cade-
ciencia del porvenir. Ustedes saben que la pasión del jugador se refiere precisa-
na organizada de ese modo; en otros términos, esa percepción endopsíquica de
mente a ese objeto, es decir, el afán por verificar el dominio de lo que debería,
que al estar organizadas de tal o cual manera las premisas, en el futuro, tal o cual
debe, necesariamente, así, volver en uno u otro momento, pero toda la pasión del
elemento necesariamente va a poder aparecer; por eso esa impresión extraña, en
jugador es hacer que eso coincida con su gesto. Les doy un ejemplo de cuán con-
efecto, de estar en capacidad de prever el porvenir.
vencidos estamos de tener este dominio: supongan un instante que estén embar-
¿Qué refuerza esa aprehensión que tenemos?
;ados en un océano cuyo movimiento de olas (les voy a hacer soñar, creo, ten -
El hecho, justamente, de que creía sin creer, es decir que, en el fondo, no esta-
drán para soñar), cuyo movimiento de olas no obedece a ninguna regularidad, se
ba muy seguro y sabía que estaba ligado a sus obsesiones y a su enfermedad, en
presenta con la más perfecta anarquía no solamente en el ritmo, sino también en
otros términos, percibía bien -es extraordinario esto, esta endopsiquis en la neu-
l:is direcciones; con esta imagen que les propongo podemos tener una idea de lo
rosis obsesiva, es muy extraño- que ahí había algo que era congruente con su
que sería el encuentro con un Real que, precisamente, escaparía al Real, digamos,
enfermedad. ¿Por qué? Pues bien, porque el establecimiento de una cadena de
"al Real verdadero", traumático en la medida en que escaparía, justamente, a tod a
Markov atribuye todo el peso de la causa a los elementos simbólicos preexisten-
determinación por el automatismo de repetición y, suponiendo que estén embar-
tes, antecedentes, es decir, niega o, eventualmente, forcluye lo que sabemos, es la
l·:idos en esta situación, esta anarquía de las intervenciones del mar llegarían ineluc-
causa que nosotros llamamos objeto a, es decir, lo que se encuentra en otro lugar
1.1blemente a pensar que hay alguien detrás de eso y que, sin duda, quiere decir
que los elementos de la cadena simbólica, puesto que es lo que se encuentra en
el Real. En el caso de la neurosis obsesiva, de lo que se trata más precisamente en
.il go; esto es sólo para que perciban, para hacer perceptible en qué medida el Real
1·011 el que nos vemos como neuróticos, el que mencionaba ya hace un rato, que
la causa, en cuanto negada, es del padre, es eso que no quiere como una gran cau- 1
\ <>10 podía responder con "sí" o con "no", es desde ya un Real domesticado, el dd
sa. Es por eso por lo que, al mismo tiempo que esa negación, el peso de la causa
1t Ú'róµa'TOV.
se encuentra enteramente desplazado hacia la consecución de la cadena y si no
Entonces, Freud prosigue, es más, el análisis de esta superstición diciendo lo
cree completamente en sus presagios - es justamente en esto en lo que no es loco-,
•,1gu1ente:
no es solamente porque no están, como todo el resto de sus obsesiones, someti-
dos a la duda, ya nada le garantiza la validez de esos elementos sino, además, por-
Como lo he expuesto antes, la represión en esta enfermedad se efectúa no
que percibe que se trata ahí de una maniobra inconsciente hecha para eliminar por la amnesia, sino por la disyunción de las relaciones de causalidad, disyun -
::iquello, como el libre arbitrio supuesto, es decir al padre, que podría introducir ción que es consecuencia de una retirada del afecto. Esas relaciones reprimi -
'.)() Por/e 1: 1987-1988 Lección XV- 9 de junio de 1988 •• 1

das conservan como una fuerza capaz de advertir al sujeto, fuerza que en otra que no puede sino sostenerlo en su creencia con respecto al futuro puesto qul',
parte he comparado a una percepción endopsíquica, de manera que el enfer- en el fondo, tiene un mecanismo que funciona muy, muy bien, basta que repri
mo introduce las relaciones reprimidas en la realidad exterior por medio de la rna para que sepa que, justamente, en la cadena, eso va a aparecer; y basta quv
proyección y, ahí, ellas muestran lo que ha sido omitido en el psiquismo ... piense para que en la realidad aquel o aquella en quien había pensado aparezcan;
és ta es, una vez más, una confirmación de su procedimiento. Freud aísla la cert i
Freud aborda aquí lo que acabo de comentar de manera un poco diferente, d umbre y la duda como mecanismos de defensa autónomos, mecanismos qul'
pero es el otro lado, diciendo que, en la medida en que las relaciones de causali- funcionarían por su propia cuenta, en otros términos, una manera de librarse d<:
dad han sido reprimidas, van a reaparecer en el exterior. Casi se podría leer este la realidad, de la que nunca podríamos estar muy seguros. Podemos también pen-
otracto como ejemplar de la forclusión. sar que la incertidumbre y la duda son originalmente, primordialmente, conse-
Estas líneas son, desde un punto de vista teórico, muy interesantes para no- cuencias de la denegación realizada con respecto a aquel que hace, justamente,
so tros. qu e no dudemos de la realidad, sepamos reconocer la realidad del ensueño, del
1
sueño, de la fantasía, del cine; sabemos reconocerla y sabemos por medio de qué
Luego, la otra necesidad psíquica común de los obsesivos, es la incerti- 111ecanismo la realidad se autentifica para nosotros, por el mecanismo de lacas-
dumbre en la vida y la duda. La formación de la incertidumbre es uno de los
i ración, lo que nos da la impresión de la realidad es el funcionar en un mundo
métodos que utiliza la neurosis para retirar al enfermo de la realidad y aislar-
!techo de sembiants en el que nosotros somos, en el que nos desplazamos como
lo del mundo exterior, lo que es, en el fondo, una tendencia común a todo
trastorno psiconeurótico. Aquí también es extremadamente claro que estos r:1strados. Entonces, ahí no dudamos que estamos en la realidad y es inmediato,
enfermos tratan de evitar una certidumbre y de mantenerse en la duda; en t• 11 cambio, el que se rechace lo que pone en juego la castración, para que a la ve'!.,
algunos, esta tendencia encuentra una viva expresión en su aversión contra los 1la ro, se instale la duda que es de un registro totalmente diferente que el del sern-
relojes que aseguran por lo menos la precisión en el tiempo; encuentran mane- Mrtnt; no es en absoluto lo mismo, puesto que del sembiant no dudamos, lo ama-
ras, gracias a trucos inconscientes, de volver inoperantes todos esos instru- 111os, lo deseamos, mientras que la duda tiene consecuencias que son, claro, muy
mentos que excluyen la duda. Nuestro paciente demostraba una extraordina- 11i lerentes.
ria habilidad para evitar toda información que hubiera podido llevarlo a tomar LI asunto de los relojes se refiere a un tema sobre el que habría mucho que
una decisión en sus conflictos. De este modo, ignoraba de la situación de su d1·sarrollar, que no desarrollaré ahora, y que se refiere a las relaciones del obsesi-
amada hasta las cosas más importantes para su matrimonio, al no saber, decía, vo co n el tiempo ya que, entre otras cosas, rechaza, paralelamente a la denega-
quién la había operado y si esta operación se había efectuado sobre un ovario 111'>11 de ese padre del que hablaba hace un rato, lo que rechaza al mismo tiempo
o sobre los dos. "• 1ocio lo que es del orden de la escansión, del ritmo, aunque fuera el del regre-
La predilección de los obsesivos por la incertidumbre y la duda se vuelve
.n del au-róµawv, es decir que, al mismo tiempo, rechaza la categoría del tiem-
en ellos una razón para aplicar sus pensamientos a temas que son inciertos para
j lll , 1 lc aquí uno para el que la categoría del tiempo no es trascendental puesto
todos los hombres y para los cuales nuestros conocimientos y nuestro juicio
deben necesariamente mantenerse sometidos a la duda -eso es gracioso-. Tales q 11< · la rechaza y que vive la inmovilidad, la estasis, es su ideal, se agarra a ello; de
temas son, ante todo: la paternidad, la duración de la vida, el sobrevivir des- 1.il manera que se observa en la clínica esa paradoja del obsesivo quien es tanto
pués de la muerte y la memoria, en la cual confiamos habitualmente sin tener, il 1· 1111 a exactitud suiza como de la anarquía más completa respecto a todo lo que
sin embargo, la más mínima garantía de su fidelidad. 1'• t•sca nsión en el tiempo; y es apenas paradójico que sea exactamente lo mismo,
El obsesivo utiliza abundantemente la incertidumbre de la memoria en la 1 • .1rtamente lo mismo porque la exactitud que tiene que ser perfecta en cuestión

formación de sus síntomas, dentro de un rato nos enteraremos del rol que jue- il1 'vg undos, en el tiempo, le permite en cierto modo evitar la idea de que del
ga en el pensamiento de estos enfermos la duración de la vida y el más allá. 1 111 o vendría una escansión que le sería impuesta, un ritmo que le sería impues-
111 , llll Cs to que el hecho de coincidir perfectamente con él anula el carácter de
Es evidente que en el mecanismo del presagio, es decir, esa certidumbre sobre 1 >11<1 y de impuesto que tendría dicha escansión; la coincidencia perfecta es enton-
lo que va a pasar, funciona también eso que el obsesivo sabe, que lo que reprime t , .,, t"Vl'lltualmente, también su propia determinación; la exactitud perfecta es,
va a regresarle inevitablemente. Entonces también está aquí, en cierto modo, lo p11t ''• :i hí un a manera de volverse :11110 del ritmo del Otro, de las escansiones posi-
3 Parte 1: 1987-1988 Lección XV.· 9 de junio de 1988 :u

bles impuestas por el Otro y es evidente que la anarquía más grande con respec- gidos contra el padre, en otros términos: "Tú que supuestamente fundas la ccr
to al tiempo puede ser otra manera, el otro modo, mucho más comprensible éste, teza, ¿puedes responderme sobre eso?". Quiero decir: "¿Eres realmente capaz, u'1
de defenderse de aquél, con consecuencias que pueden ser graves; no solamente, que supuestamente eres el amo de los grandes flujos naturales, eres tú acaso t i
por supuesto, por la repercusión en la vida social, incluso por los problemas que amo de, por ejemplo, la duración de la vida y qué puedes decirme sobre lo qut•
esto plantea en las relaciones con el analista, sino graves por la perturbación pasa después de la muerte?". Y la memoria, en otros términos, esa cadena q11 e
que esto puede aportar al ritmo biológico, a la cronobiología de la cual sabemos que mencionaba hace un rato, ¿puedo alguna vez estar seguro de su consecució n?
dichos ritmos juegan un rol importante en el funcionamiento del organismo, en Espero que logro transmitirles un poco de esto, pero me parece extremadamen-
el funcionamiento y el mantenimiento de la vida. Todos ustedes saben, por expe- te humorístico que en este punto Freud se deje atrapar, él también, en el juego
riencia, en qué medida, cuando uno está de guardia, los desfases de horario de las del obsesivo.
noches en vela pueden inducir perturbaciones orgánicas que son perceptibles y No sé si han recibido, como yo, una hoja anunciando jornadas que deben
q ue se comienza a conocer mejor. Ahora bien, en la neurosis obsesiva, aparte de darse en Madrid y llevan por título, creo, "Preguntas sobre la 'metáfora paterna"'.
lo que es, por supuesto, el ritual de la exoneración, a horas fijas, uno encuentra A los que han recibido la hoja les invito realmente a leer el texto de presentación,
paralelamente el rechazo de los grandes ritmos vitales, tanto los de la exonera- que es extremadamente gracioso, porque es un poco del mismo tipo que aquél;
ción, de la absorción, como los ritmos del sueño, de la vida diurna y nocturna, es una especie de conminación lanzada al nombre-del-padre, de tener que res
con consecuencias que pueden ser muy desagradables, muy molestas. ponder,
- pnmero:

¿'-<-ue' hace ah'?"
" Í),
l.

Entonces, la predilección -dice Freud- de los obsesivos por la incerti- - segundo: "¿Quién le pidió que venga?"
dumbre y la duda se aplica en ellos a temas en los que nuestros conocimien- - tercero: "y
¿ a nosotros que/ nos importa.
. ?"

tos y nuestro juicio deben necesariamente mantenerse sometidos a la duda. y así consecutivamente ... Hay que decir que es sorprendente. Comienza co n:
"Nosotros no nos referimos a ninguna doctrina y no tenemos la menor intenci6n
Y entonces, esto es muy gracioso ya que precisa: de referirnos a la más mínima doctrina". Es muy gracioso. ¿Por qué? Porque, cn
el contexto, la cuestión no es la esencia de la doctrina, sino la manera como el
Tales té;_mas son, ante todo: la paternidad, la duración de la vida, el sobre- significante "doctrina" es utilizado en tal texto; la doctrina tal como el texto la
vivir después de la muerte y la memoria .. . interpela, es el corpus del saber instituido por algún autor, es eso, es decir que,
obviamente, tiene que ver en cierto modo con ese saber del que todos somos tri -
es gracioso puesto que, justamente, es la paternidad -y el orden simbólico que butarios en el inconsciente; en el inconsciente hay un corpus de doctrina, hay un
ella está en condiciones de establecer- lo que puede sacarnos de la duda. Con- saber congruente, hay un saber organizado que es el que nos procura cierto goce;
trariamente a esa observación de Freud, a pesar de que creo que es muy intere- es decir, que la doctrina remite inevitablemente a la autoridad que la ha establ e-
sante para nosotros el apuntarla, si hay algo de lo que no podemos dudar es la cido y además, obviamente, ese saber inconsciente que nos habita y esa auto ri -
paternidad y ahí ven, digamos, el pequeño acceso de obsesión que posee a Freud, dad que la ha establecido, es congruente con ese nombre-del-padre que es alií in ter
de poder, como su paciente, decir semejante cosa, puesto que va a retomar la vie- pelado. Uno tiene entonces razón, en cierto modo, al interpelar la doctrina pucs10
ja historia del astrónomo que sabe casi con la misma certeza si la luna está habi- que ella no nos garantiza sino un goce imperfecto, errado, pero decir que no nos
tada y quién es su padre, pero sabe con una certeza totalmente diferente quién es referimos a ninguna doctrina y que pensamos mantenernos en esto es, ¿có mo
su madre, ustedes conocen la vieja historia, siempre se sabe quién es la madre, diría? Es una incongruencia lógica, bastante sorprendente, bastante graciosa, pucs-
pero el padre ... Bueno, es obvio que es ante todo del orden de la broma, del orden 10 que si no hubiera un lugar para quienes plantean la pregunta sobre la doctri-
del humor, es justamente defensivo ese humor, en relación al hecho de que sea na constituida no serían ni siquiera capaces de plantear su pregunta. Para que sc
po r nuestra relación al padre que podamos, en cierto modo, desplazarnos en el sirlie n como sujetos que interpelan la doctrina, para que sean sujetos, es pri mc-
registro de la certeza. En cuanto a la duración de la vida, el sobrevivir después de ro necesario que haya habido algun a doctrina en algún lugar, es decir, un cuerpo
b m uerte y la memoria son precisamente los desafíos ordinarios del obsesivo diri- 1k saber inconsciente y que les h:iy:.i procurado, en cierto modo, un lugar de sujc-
.A Porte /: 1987-1988 Lección XV.· 9 de junio de 1988 J.

to. Es entonces un proceder que ... , o sea, la manera como comenzó, como ini- estaba destinada, en contra de la realidad, a hacer que esta muerte no hubicr:t
:ió, es un proceder comiquísimo el de esta afirmación de un desapego, de una ocurrido, lo cual había intentado primeramente a través de varios fantasmas.
libertad con respecto a toda doctrina, cuando digo: esa afirmación misma está Hemos aprendido a traducir varias veces la expresión 'en el más allá' por 's i 111i
1igada al funcionamiento; ella no es posible sino por la existencia, el juego de un padre viviera aún'.
Sin embargo, el comportamiento de otros obsesivos no es nada difercnt v
sa ber constituido.
del de nuestro paciente, aunque el destino no los haya puesto tan precozmc11
Este capítulo va a terminar con el tema de la omnipotencia de los pensa-
te en presencia de la muerte a todos. Están eternamente preocupados por 1:1
mientos, omnipotencia que no me parece necesario retomar. Creo haberla abor- duración de la vida y las probabilidades de muerte de otras personas y sus ten
dado antes con ustedes: omnipotencia de los pensamientos cuyos ejemplos son dencias supersticiosas no tienen, para empezar, otro contenido y tal vez tam
los deseos de muerte que se realizaron, y creo haberles hecho notar en qué medi- poco otro origen. Ante todo, necesitan la posibilidad de la muerte para reso l
da es en efecto, la muerte más dolorosa, la que nos deja a todos en duelo y cul- ver sus conflictos.
pables para siempre, es decir, la muerte del padre, es en efecto la que dispone el
puro juego del pensamiento y que hablar de omnipotencia del pensamiento es, En este párrafo, varios elementos funcionan en planos diferentes. Hay, pa r;1
<.:n cierto modo, solamente restituirle, rendirle honores; es cierto que el pensa- empezar, la siguiente pregunta que podemos plantearnos: ¿por qué la influencia
miento puede matar puesto que es a partir, aquí también, de ese asesinato que se decisiva, a mi parecer y que he encontrado tantas veces, de la muerte siendo peque
constituye como pensamiento. Entonces, no nos sorprendamos demasiado por ños de un hermano o de una hermana mayores? - ¿por qué?-. Me parece que Sl'
este calificativo de omnipotencia que se le da al pensamiento. Y, por último, pues- puede interpretar este evento como la verificación experimental, hace un r:u o
to que se trataba, con respecto a esta omnipotencia, de su poder de matar a dis- hablaba de ciencias experimentales, es decir, de verificación en el Real del podtr
tancia y sin haberlo querido, sin haberlo tratado, involuntariamente, a través de de lo Simbólico, esa verificación experimental de que los deseos de muerte po
su simple juego, el simple juego del pensamiento, no había mala intención, bas- dían matar puesto que de manera infalible ha habido normalmente deseos dt·
tó pensar y ¡ya está! Pues bien, el capítulo se termina con el análisis del compor- muerte hacia ese rival o esa rival, eso es parte de la panoplia ordinaria y la cons
tamiento del paciente hacia la muerte. tatación, pues, de esa temible eficacia puede haber parecido una confirmación
peligrosa de que no había que tener esos pensamientos porque eso sucede.
Tomaba parte muy activamente en todo duelo, participando con mucha La separación que hay que hacer, uno de los planos que hay que separar s"
devoción a toda obsequia, de manera que en su familia le habían apodado: 'el refiere al problema de los deseos de muerte respecto al padre, el que los obses i-
pájaro carroñero' -es exactamente la palabra alemana: Leitenvoguel- y, en ima-
vos necesiten la posibilidad de la muerte para resolver sus conflictos, ya que ah 1
ginación, mataba constantemente a la gente para poder expresar su simpatía
está, como ya lo he distinguido aquí, con ustedes, son los deseos de muerte liga-
sincera a los parientes de los difuntos.
dos al dispositivo dual propio del imaginario, en otros términos, no podré comen-
'l,:ir a vivir, a utilizar mi instrumento, sino a condición de que mi padre se hay;t
Entonces, lo que para nosotros es lo más interesante es que ...
l.1rgado. Entonces aquí es la muerte que se proyecta como posibilidad para resol-
... La muerte de una hermana mayor cuando él tenía tres años jugaba un rol ve r los conflictos, otra muerte, una muerte diferente a la que acabo de mencio
11 :1r un poco antes, porque el problema, como les había mostrado, es que pom·
importante en sus fantasmas y esa muerte estaba en estrecha relación con las
pequeñas fechorías cometidas a esa edad. Sabemos también con qué precoci- 111os en el término de "muerte'', en el significante "muerte" unos Rcaks
dad se había preocupado por la muerte de su padre y podemos incluso consi- rnmpletamente disparatados. Es obvio que eso que llamamos muerte no es <: ll
derar su enfermedad como una reacción a los deseos compulsivos de ese even- .1hsoluto lo mismo para la histérica, por ejemplo, y para el obsesivo, o tambié11
to, deseos de quince años antes, y la tan extraña extensión al 'más allá' de sus para el fóbico. Por ejemplo, para el obsesivo, se puede pensar que lo que él llam:1
preocupaciones obsesionantes no es más que una compensación a sus deseos "11111crte" es justamente el Real, ese Real en la medida en que es traumático, qut·
de la muerte paterna. Ese estado se había establecido cuando la pena por la 1 ·~ t:I nombre que da a esa cosa que, a decir verdad, está en realidad más allá de
muerte de su padre había sido reanimada un año y medio después del falleci- 11111.:srra experiencia y de nuestra comprensión, y es incluso, supongo, porque<.:.~
miento -les recuerdo la presencia de este número: uno y medio- y esta pena In q11e la muerte representa para él en este registro, puesto que se puede fun cio
_J6 !'orle /: 1987-11)88

nar en registros diferentes, que es un pájaro carroñero, es decir, alguien que nece-
sita una serie de rituales para intentar domesticar ese Real, regularlo, dominarlo.
Vieron hace un rato esa pregunta: "¿Y la duración de la vida?". ¿Por qué es un
interrogante para los obsesivos? Porque la duración de la vida es lo que escapa, a
menos que uno se llame Fliess, es decir, a menos que uno esté un poco chiflado,
·s lo que escapa al automatismo de repetición. Ése es uno de los flujos de los que
Lección XVI
uno no está, justamente, protegido: "¿Quién puede, aquí, saber, es decir, quién
ti c.; ne el dominio de este Real?'', ésa es la pregunta que viene a propósito de la 16 DE JUNIO DE 1988
muerte y es por eso por lo que él no tiene otra respuesta que aquella que consis-
L<.; en participar en todos los duelos, en participar con mucha piedad en todas las
obsequias, en otros términos, en repetir sin cesar las palabras y los gestos que nos
permiten hacer que la muerte sea tranquila, que sea apacible, que no sea tanto un
accidente cuanto un evento dentro del gran flujo de la naturaleza.
Éstos son los comentarios que se pueden hacer sobre este penúltimo párrafo
y la próxima semana tomaremos, les invito a que lo lean hasta entonces, el final
de esta observación.
Vamos entonces a terminar este año la lectura comentada de esta observación .
¿Tienen acaso comentarios o preguntas esta noche? Creo que tienen razón al l •'.stamos en el último capítulo que se intitula: "La vida pulsional y el origen de l:i
no tener porque lo que les acabo de decir no está nada mal... ro mpulsión y de la duda", capítulo admirable para nosotros, admirable por sus
problemas mismos y la dificultad en que está Freud para avanzar con respecto :i
Hasta la semana próxima. l.1 cuestión de la neurosis obsesiva, pues este título terminal, este capítulo term i-
11. il nos indica de qué manera él trata de resolver el anudamiento entre sexo y pen-
1.. 1miento; y van a ver la manera, tan instructiva para nosotros, como tropieza. Se.;
trata de intentar dar cuenta de esa conjunción clínicamente tan elocuente, tan
p.11ente, y va a retomar este capítulo mencionando la relación edípica de nuestro
l1{roe, es decir, el hecho de que,

La enfermedad se desencadenó cuando, a los veinte años cumplidos, st:


enfrentó a la tentación de casarse con otra joven que la que amaba desde h:.Kl'
mucho; evitó la necesidad de resolver ese conflicto dejando todo lo que tenla
que hacer para preparar la solución del mismo, para lo cual la neurosis lé d:1
los medios. La duda entre su amiga y la otra joven se puede llevar al conílic10
entre la influencia de su padre y el amor por la dama, entonces a un coníli c
to entre la elección de su padre y la de un objeto sexual, conflicto que, scgt'111
sus recuerdos y sus obsesiones, existía ya en su infancia. Está claro, adem:ís.
que existía en él, desde siempre, una lucha entre el amor y el odio en lo que se
refería tanto a su amiga como a su padre.

No voy a entrar en todas las sutilezas que necesitaría este pequeño párrafo qw::
de manera muy diferente, lo qu e se nos había dicho hasta aq uí. Ya ks
1t ' l1>1n:1,
:18 Porte /: 1987- 1988
Lección XVI: 16 de junio de 1988 ••1)

había mostrado en qué medida no podíamos considerar al padre como un obs- odio, en cada uno de los casos, no tienen nada que ver una con otra, tanto d<.:s
táculo para la realización de su vida sexual, puesto que es, al contrario, justamente de el punto de vista del fondo como desde el de la génesis. El primero de esw.~
él quien se mantenía, quien mantenía idealizado este amor, garantizándole, en conflictos corresponde a la oscilación normal entre el hombre y la mujer co mo
ierto modo, la repetida postergación de toda realización, y que el padre final- objeto de amor, en la cual situamos al niño con la famosa pregunta: '¿a qui én
mente intervenía en esto más bien como alguien que trata de encontrarle una sali- quieres más, a papá o a mamá?', oscilación que luego lo acompaña toda la vida ,
da, después de todo, razonable, práctica y efectiva, para que salga de su celibato a pesar de todas las diferencias individuales en la evolución de las intensida<k s
y que se case, ¡por Dios!, con alguien que ... Entonces se retoma, en todo caso, a afectivas y en la fijación de objetivos sexuales definitivos. Pero normalment e
partir de lo que habría sido ese dispositivo edípico y anudamiento de esto con lo esta oposición pierde pronto su carácter de contradicción pura, de inexorable
que debió haber ocurrido en la infancia, es decir, alternativa; un margen se crea para las exigencias desiguales de las dos parn.:s,
aunque en el mismo hombre normal la depreciación de las personas de un sexo
se acompaña siempre de una estima tanto más alta de las personas del sexo
esos motivos de hostilidad que -dice Freud- hemos podido constatar casi con
opuesto.
certeza; los sentimientos, sus sentimientos hacia su amiga compuestos de ter-
nura y de odio, le eran en gran parte conscientes. Se equivocaba a lo sumo en
cuanto al grado y a la expresión de los sentimientos negativos; en cambio la Termino este párrafo, unas líneas más, antes de que reflexionemos juntos al
hostilidad hacia su padre, antaño muy intensa, se le había escapado hace mucho respecto.
y no pudo ser traída a la consciencia sino contra resistencias muy violentas. Es
en la represión contra el odio infantil contra su padre donde vemos el proce- El otro conflicto, aquel entre el amor y el odio ...
so que forzó, en el marco de la neurosis, todos los conflictos posteriores de su
vida. El primer conflicto, ¿no es cierto?, la primera pareja se refiere al objeto, el
hombre o la mujer, cuál es el apego más .. .
En cierto modo, el misterio se perpetúa, ¿no es cierto?, puesto que él se habría
autorizado sentimientos que Freud llama negativos, es muy curioso este térmi- El otro conflicto, aquel de la elección del afecto, entre el amor y el odio,
no, no vemos por qué el odio no sería un sentimiento positivo, entonces se habría nos sorprende más. Lo sabemos: un estado amoroso se siente a menudo, :.d
principio, en forma de odio, el amor al que se le rechaza la satisfacción se trans-
autorizado sentimientos negativos con respecto a la dama, pero habría reprimi-
forma, en parte fácilmente, en odio, y los poetas nos enseñan que en las eta-
do esencialmente esos mismos sentimientos contra su padre.
pas apasionadas del amor esos dos sentimientos contradictorios pueden co-
existir durante algún tiempo y, en cierto modo, rivalizar. Pero la coexistencia
En nuestro paciente, estos conflictos afectivos ... crónica del amor y del odio hacia una misma persona, y la muy grande inten-
sidad de estos dos sentimientos, es algo que nos sorprende. Habríamos espe-
No sé si perciben toda la dificultad de Freud cuando retoma, quiero decir que rado que el gran amor hubiese, desde hace tiempo, vencido al odio o hubics<.:
lo que en ese momento es su propia falta de certidumbre, su propia duda; sido devorado por éste. En efecto, esta coexistencia de sentimientos contrarios
no es posible sino en ciertas condiciones psicológicas particulares y gracias :1
... En nuestro paciente, los conflictos afectivos que hemos enumerado, uno su carácter inconsciente. El amor no ha apagado al odio, no ha podido m:ls
por uno, no son sin embargo independientes unos de otros, se han soldado que reprimirlo en el inconsciente y, ahí, protegido contra la destrucción por
por pareps. la acción del consciente, puede subsistir e incluso crecer.

¡Ah! ¡Bueno!

El odio por su amiga se suma al apego por su padre, y viceversa. Pero las una separación muy precoz de los contrarios, amor y odio, en la edad prehis-
dos corrientes de los conflictos que demuestran, luego de esta simplificación, tórica de la infancia, acompañada de la represión de uno de los dos se nti -
la oposición entre el padre y la amiga, y la contradicción entre el amor y el mientos, habitualmente el odio, parece ser la condición de esta constelación
t:rn extraña ele la vid a amoros:1.
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¿Cómo decir la cosa de manera diferente a este preámbulo? Vemos al mismo que no lo obligaría a identificarse al otro sexo; en un estilo obsesivo hay natural
Preud ceder ante lo que hay que llamar, pues, esa prohibición moral que excluye mente, ¿cómo diría?, cierta reticencia, cierto rechazo a los rasgos que pertenect 11
que los sentimientos contradictorios puedan coexistir con respecto, es justamen- a la mascarada viril, podrá haber tendencia a realizar una especie de imagen 11 :1111
te de esto de lo que se trata, a una persona que debemos amar. Se siente la difi- ralmente mixta; sería obviamente el gran ideal unisex del obsesivo.
cultad de Freud en ese párrafo, incluso en esta cosa pequeña: esa separación pre- Sin embargo, ¿por qué el obsesivo -aunque trate de mantener a la madre co nio
coz de los contrarios, entre el amor y el odio, en la edad prehistórica de la infancia; elección de objeto sin renunciar al privilegio de una identificación que conser-
es obvio que es en la infancia donde se efectúa la represión, que la educación le varía los rasgos que pertenecen a su lado, que le pertenecen- se distingue de mant-
impone al niño - la educación pero también el temor que tiene, claro- que mani- ra tan patente, tan manifiesta, de la histérica? Pues bien, porque esa tentativa de
fieste sentimientos hostiles con respecto a aquellos de quienes depende; todo esto identificación preservada no se hace del lado del Otro, trata, al contrario, de hacer-
es bastante banal, nos dice, acompañado de la represión de uno de los dos senti- se del lado tradicionalmente masculino, digamos para simplificar o para abrev iar
mientos, habitualmente el odio, ya que Freud concibe sin problema que el amor más bien, del lado del S1, pero, como sabemos, es alguien que, al venir a este lugar
pueda ser también reprimido, que sea uno de estos dos sentimientos. y con lo que es su ideal, se dedicará a reprimir lo arbitrario y lo violento que ew:
En el caso que nos es relatado, el Hombre de las ratas ha reprimido su odio S 1 conlleva, incluso si, por supuesto, lo ve resurgir para él en ese mixto de Rea l y
hacia su padre. Sin duda ya se han encontrado con casos de neurosis obsesiva mas- de Simbólico del que le vuelven esos imperativos pesados y crueles; el obsesivo S"
culina - les aseguro que no son escasos- en los que el sentimiento reprimido es el mantiene, sin embargo, en ese trabajo de reconciliación de los sexos aunque no
amor, en los que el paciente necesita algunos años de análisis para descubrir que fuera más que en su propia persona, claro, y que lo lleva, lo llevaría, para seguir
lo que él se había ocultado hasta ahí era que a su padre lo había amado siempre; en este eje, a ocupar el lugar que sería el lugar de dominio, pero habiendo con
¿en qué contexto se produce esto? Poco importa. Es simplemente para hacer valer servado en última instancia atributos que son habitualmente propios de la femi-
que Freud también, al decirnos que habitualmente es el odio el que se reprime, nidad y esforzándose por introducir en ese lugar del amo lo que se podría llamar
deja oír que, después de todo, puede también haber un problema; se comprende una moral nueva.
espontáneamente que el odio sea reprimido, ¿por qué el amor? ¿Por qué estamos ¿Cuáles son esos atributos propios de la feminidad que traería consigo a esle
destinados a tolerar tan mal la contradicción de sentimientos con respecto a quie- lugar? Pues bien, esos atributos, lo haya querido él o no, son, entre otros, ese objt-
nes queremos? ¿Cuál es ese tipo de unificación que buscamos a costa, por supues- to a del cual hemos visto cómo podía repugnarle el separarse de él, cederlo par:i
to, de la represión y de la neurosis? el goce del Otro, y es justamente, en cierto modo, su conjunción mantenida con
Este preámbulo, es decir, esa elección entre el hombre y la mujer, no creo que este objeto a, pero en la medida en que lo lleva consigo a ese lugar, lo que va a
se lo pueda calificar de otra manera, es un poquito tonto, puesto que la cuestión dar a su personalidad y a su pensamiento esa complejidad y esa delicadeza tan
perceptible para Freud, y que curiosamente está ausente en toda la observación, particulares que le son propias, incluyendo, por supuesto, y vamos a desarrollar-
es la cuestión de la elección del objeto y de la identificación; el famoso proble- lo un poco más, dentro de un rato, ese temor a la homosexualidad que está liga-
ma: "¿a quién quieres más, a papá o a mamá?" no quiere decir absolutamente do en general a esta neurosis. Es justamente por eso por lo que la pregunta plan-
nada, puesto que la elección de objeto implica a la vez que uno renuncie a éste ltada de "¿a quién quieres más, a papá o a mamá?", cuando su tentativa consistt,
para identificarse al sexo opuesto; a partir de ahí, ¿cómo puede uno decir a quién :1 costa de nunca comprometerse en elección alguna, en no zanjar, en no decidir,

ha preferido?, ¿cómo sabe uno si no es, justamente, en nombre del narcisismo y vn intentar conservar ese estatuto compuesto, hecho de elementos tomados t ll
no de la elección del objeto que uno ha tomado partido por tal o cual identifi- 11110 y en otro, que esta pregunta es a la vez particularmente pertinente y, al mi s-

cación? En otros términos, ¿no es acaso renunciando al objeto materno que el 1110 tiempo, radicalmente fuera de lugar puesto que, justamente, él no deja de no

niño varón, para tomar un ejemplo, no muestra que lo que aún prefiere es el 1~·spo nder a esta pregunta.

padre, puesto que es con él con quien va a identificarse?; esto entonces, justa- Entonces, podemos retomar todo esto también de manera un poco diferen-
mente, para recordar el carácter absurdo de esta cuestión. ll', diciéndonos que si la dama en efecto está ahí, para él, en posición de divini -
En nuestro caso, esta pregunta está aún más fuera de lugar en la medida en d:1d, él se hace, digamos, el representante de esta divinidad femenina; se hace el
que lo que el obsesivo trata de resolver es precisamente una elección de objeto 1t·prcse nta'nte de ésta en ese dispositivo que consiste, pues, en celebrarla como
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objeto y, a la vez, en no distinguirse del mismo, no separarse del mismo en su qué buscamos con tanta naturalidad las comunidades amistosas, con los encrni -
ide ntificación. Esta elección a la que cada uno se ve confrontado en el momen- ;os fuera, era uno de los grandes rasgos de Freud; él lo decía. Es sin duda por eso
LO del Edipo, de tener que zanjar, pues bien, una de sus particularidades es, pre- po r lo que en este punto él está tan enredado y uno de los temas que será explo-
·isamente, el rechazarla y entonces esforzarse por conservar uno y otro. tado por la literatura o por otras formas de expresión artística será, naturalm en-
Esta coexistencia del amor y del odio nos sigue resultando compleja. Lacan te, esa revelación de que el verdadero enemigo había estado en el interior ¡o er:1
la atribuye primordialmente a un efecto del espejo, ese al que me identifico en el la figura que creíamos benevolente! Sobre este tema, tienen todo lo que qui eran,
espejo es al que amo, pero hacia quien siento, a la vez, ese odio mortal que de vaya si es dramático, es potente y ¡qué impresión de verdad!
ahora en adelante me une a él puesto que, para siempre, ese Otro me separa de Pues bien, con esa dificultad de Freud para responder a esta pregunta, esta-
todo acceso tanto al objeto como a cualquier realización de mi ser. mos en el nivel de ese tipo de problema y de la posibilidad que se nos da aquí de
H ay que decir, entonces, si seguimos a Lacan, que el estadio del espejo es, por explicar por qué soportamos mal el vivir nuestra ambivalencia y por qué una
sí mismo, vector causa de esta ambivalencia primordial que vamos a dedicarnos, com unidad tratará, en cierto modo, de reconocerse en torno a una simpatía exh i-
precisamente a tratar de zanjar, de resolver, pero ¿es todo? En otros términos, ¿bas~ hi da, o sea, requerida, necesaria entre sus miembros y, a partir de ahí, para su
ta el Imaginario para dar cuenta de esta ambivalencia o no tenemos acaso que :mcestro. Es lo que Lacan llamaba comunidades fraternas con todas las conse-
considerar igualmente el hecho extraño de que aquel cuya transferencia muestra cuencias, no vamos a retomar eso, que ello implica y en particular lo que señala-
que lo queremos más, el padre, que es a ése al que hemos matado? Pareciera ser ba entre las consecuencias: el racismo; puesto que el enemigo, a partir de ese
que es también él por quien hemos sentido el odio más decisivo, el más asesino; momento, es ese que está afuera, que pertenecería a otro ancestro; está claro que,
en otros términos, en el campo de lo Simbólico ¿no se encuentran acaso unidos w su actitud con respecto a la École freudienne, siempre tenía el cuidado, que pue-
de manera no menos primordial y decisiva estos dos sentimientos contradicto- de no haber parecido evidente, de aceptar que en el interior de dicha comunidad
rios, que dejarían esta huella que es que yo podría ser atrapado por esas ideas locas no fuera el afecto de los miembros entre ellos, ni hacia el jefe, que no fuera ese
de realizar ese amor tratando de matar a aquel o a aquella que más quiero. Ya 1ipo de afecto el que los reuniera; en otros términos, él cultivaba gustoso y acep-
hemos hablado mil veces de las famosas ideas compulsivas del obsesivo; ¿cómo taba gustoso la expresión de toda la gama de los sentimientos que podían reco-
hacer conciliable este hecho de que sea aquel que por odio he matado, que sea él 1Ter dicho grupo y es indudablemente algo que merece que lo tengamos en men-
a quien quiero más? Esto es, en todo caso, algo que embrolla bastante al obsesi- 1e para nosotros mismos.
vo y en la clínica vamos a encontrarlo de nuevo de la manera siguiente; de la Continuemos, prosigamos puesto que hay otros problemas; y el siguiente con
n1anera siguiente que se refiere a la ambigüedad, la ambivalencia espontánea, d que tropezamos es enorme:
natural, con respecto al enemigo, la figura del enemigo; es extraño que haya natu-
De todas maneras -dice Freud-, este odio incluido en el inconsciente no
ralmente una gran ambivalencia con respecto al enemigo, mucho más grande que,
es especial de la neurosis obsesiva puesto que también juega un gran rol en la
justamente, se autoriza su expresión, puesto que el padre, después de todo, ese
patogénesis de la histeria y de la paranoia.
padre que hemos matado, es justamente porque estaba, ahí, en posición de ene-
migo, era incluso, digamos, el enemigo primordial, ¿qué implica esto? Esto impli- Sí, claro.
a que si me mato -justamente- amándolo, es precisamente para suprimir toda
huella de ese odio primordial, pero que puede resurgir muy fácilmente puesto Conocemos muy poco la naturaleza del amor para poder emitir, desde ya,
q ue basta que se libere, en su instancia un rechazo de reconocimiento, el recha- un juicio certero ...
zar reconocerme, para que tan pronto la dimensión del enemigo, del enemigo
Bueno, está claro, tiene razón.
hereditario surja; ustedes saben en qué medida, por ejemplo, en las niñas, para
las mujeres podrá ser particularmente perceptible que puedan querer, fácilmen- ... en particular la relación del factor negativo del amor. ..
te, ir a encontrarse un padre en el enemigo de su padre. Es banal.
Y el punto en el que quedamos bien parados es tal vez en el esfuerzo por expli- Lo que él llama el factor negativo del amor ¡es el odio! Vean: el factor negat i-
·a r po r qué tratamos desesperadamente de unificar nuestros sent imientos y por vo del amor es el término alemán, yo verifiqué, no voy a buscárselo, pero es és'·
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en efecto, factor negativo del amor; en otros términos, siempre es parte del amor, Bueno, dejemos este asunto del sadismo en el obsesivo que merece, claro,
pero sería un menos; ¿por qué?, no sé, pero bueno no importa, muchos otros avances, y volvamos a esa articulación fundamental en Freud qu<:
es la tentativa de explicar, a través de la coexistencia de esos contrarios, es decir,
... pero la relación del factor negativo del amor con el componente sádico de del amor y del odio, la abulia que marca al obsesivo, notando al respecto cómo
la libido sigue siendo enteramente oscura. Y es por eso por lo que no le damos esa indecisión va a trasladarse, por desplazamiento, a todas las acciones ya qu t:,
más que el valor de un conocimiento provisorio al decir que, en los casos antes nos dice Freud,
mencionados de odio inconsciente, el componente sádico del amor habría sido
constitucionalmente desarrollado de manera particular y habría sido, por esto, ¿cuáles son los actos de un enamorado que no estén relacionados con su pasión?
reprimido de manera demasiado precoz y demasiado intensa. Podemos con- Ahora bien, si un amor intenso se opone a un odio casi tan fuerte, el resulta -
cluir de esto que los fenómenos estarían determinados, por un lado por el cari- do inmediato de esto tienen que ser una abulia parcial, una incapacidad ck
ño consciente reforzado reactivamente, y, por otro, por el sadismo que se mani- decisión en todas las acciones cuyo motivo eficiente es el amor. .. -Y luego
fiesta como odio en el inconsciente. el comportamiento sexual de un hombre tiene una potencia determinante por
la que se transforman todas sus otras acciones; y, por último, está entre los
Hay ahí un salto absolutamente fantástico porque la asimilación del odio al caracteres psicológicos de la neurosis obsesiva el utilizar en gran medid a ti
sadismo viene obviamente, no hay como decirlo de otro modo, no puede venir mecanismo del desplazamiento. Así la parálisis de la decisión se extiende poco
sino del prejuicio obsesivo puesto que hay en el estilo obsesivo una manera de a poco a la actividad entera del hombre.
rechazar la violencia, el imperativo, que es obviamente una defensa contra él, jus-
tamente el que le vuelve del Otro de manera tan imperiosa, pero asimilar el sadis- Es de una gran fragilidad ya que es difícil decir que sea el amor quien dirige
mo al odio es un abuso, puesto que la clínica del sadismo muestra bien que no 11 uestros actos; el amor es, eventualmente y en el mejor de los casos, una coarta-

se trata de ninguna manera de odio, sino que se trata de la tentativa por llevar el da; no se podría decir que sea el amor como tampoco, tal vez, más el odio a decir
goce sexual a su término, de no tomar por límite ni lo que sería la conservación ve rdad, tal vez se puede decir que el odio, en ciertos casos, podría dirigir nues-
de la vida del objeto, ni su preservación como sujeto, ni cualquier cosa que pue- 1ros actos; pero bueno, lo que determina nuestros actos es la debilidad idealiza-

da ser por su bien, ni por su participación a algunos bienes; de lo que se trata en dora de suponer que es el amor quien los dirige; lo que es adorable en Freud es
el sadismo es de la verdad del goce. qu e no duda, en sus observaciones, en ponerse en contradicción con toda su
¿Qué tiene que ver eso con el odio? Esto también es algo de lo que la literatu- 111etapsicología puesto que es perfectamente contrario, por ejemplo, al principio
ra sabe hablar muy bien, puesto que el sadismo puede también ser la realización <le placer, ¡es perfectamente contrario! Pero bueno, tiene razón, es él quien fabri -
1 .1 i·odo eso, cuando está en aprietos lo deja de lado y ya está.
de un amor idealizado. Eso nos interesa aún más en la medida en que el impera-
tivo contra el que el obsesivo se rebela es el que le viene del Otro y que le prescri- Pero bueno, lo que nosotros sabemos, o sea lo que sabemos ... , lo que hemos
be ir hasta el fin, que se lo prescribe a él como a todo sujeto; el sujeto, por defini- 11.ilado de hacer valer, es que esa indecisión del obsesivo estaría tal vez más radi -
ción, se siente siempre en falta al no poder cumplir lo que le es prescrito, porque l ,ilmente ligada a la indecisión en la que se queda a propósito de ese acto mayor

tiene moral. Pero esto quiere decir que, en relación a ese famoso sadismo del obse- y original que ha sido, por ejemplo, el asesinato del padre, en todo caso lo qu e
sivo, lo que notamos como sus tendencias sádicas, contra las cuales se defiende ., ¡<'1He como asesinato del padre; éste es, en efecto, el primer acto de la comedia;
como sabemos, con esa cautela que le es particular, él siente directamente, diga- 1·~ concebible que éste pueda dejarlo en la indecisión con respecto a todos los actos

mos, la violencia de esto en la medida en que en el Otro hay ese imperativo que 1¡11v vendrán, incluso con respecto a ese otro que es su sucesor y que se llama cas-
le ordena tener que gozar; y es justamente, también por esto, por lo que descon- 11.ición, contra la cual el obsesivo se opone y, es más, sin duda por las mismas razo-
fía del goce, ¿no es cierto? El sadismo, podemos decirlo así, está primero en el Otro 1ws; ya que la castración es la manera más segura de repetir el asesinato original,
y no tiene nada que ver con el odio. Ese riesgo de destruir a su pareja y, eventual- 1 I< · cdcbrarlo, ¡puesto que es para él para lo que se lo ha hecho! Si entonces tene-

mente, de destruirse a sí mismo, lo que es parte de las preocupaciones de nuestro 111 os que considerar la indecisión del obsesivo, su relación más general a la cucs-
Hombre de las ratas, ese riesgo está incluido en la orden que viene del Otro. 11 <'ll 1 del acto, del acto como tal, vemos bien cómo es justificado que tenga razo-
111 · ~ de dudar, porque sabe muy bien que eso tiene serias consecuencias; además
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de ese primer acto, del que siempre se pregunta cómo pudo haberlo hecho sin Ahora viene la gran tentativa de explicar que, visiblemente, el obsesivo goz:1
saberlo, que sigue atormentándolo - esa cosa, ese crimen cometido, espantoso, del de sus pensamientos y que los actos, lo que podría ser un acto, cualquiera que
que no consigue lavarse las manos, el obsesivo es el que tiene siempre esa sangre sea, una decisión en la medida en que ésta contendría, implicaría una cesura <.· n
en las manos-, habría que replantearlo, ahora con la castración, ¡vaya garantía! En la vida, por ejemplo el hecho de tener que casarse, o incluso el pasar un exam (.; n
todo caso, Freud trata de hacer jugar esta pareja, del amor para dar cuenta de la - las dificultades del Hombre de las ratas para pasar sus exámenes-, en definitiva ,
indecisión que es propia del obsesivo y, a propósito de esta incertidumbre, dice: todo lo que sería un símil de acto que haría de corte en la biografía, el matrimo-
nio, por supuesto, por lo que implica de corte el tener que dejar su familia y así
el que duda de su amor ya no puede estar seguro de nada; ¿no es entonces la sucesivamente, se debería a que el voyeurismo precoz y la curiosidad sexual mar-
incertidumbre la que le sería específica? carían la ocupación por el sexo del pensamiento, la ocupación del pensamiento
por el sexo, entonces el obsesivo ya no tendría necesidad de lo que sería del orden
Luego trata de explicar la compulsión del obsesivo con una formulación en
e.le la acción para satisfacerse.
la que nos es muy difícil seguir a Freud, que es hacer del pensamiento lo que pre-
Estamos en un lenguaje que es el de la psicología y que es extraño a todo lo qu "
pararía a la acción; d ice Freud en su metapsicología. Nuestras últimas jornadas recordaron perfecta-
esa regresión, [hace que] algunos actos preparatorios reemplacen las decisio- mente, perfectamente, que el verdadero problema no es saber cómo opera esa regn.:-
nes definitivas, el pensamiento se sustituye a la acción y un pensamiento, como sión que consistiría en el goce de su pensamiento, sino que el verdadero problema
estadio preliminar al acto, aparece con una fuerza de compulsión en lugar del \.'S saber por qué, en general, nos desprendemos de ese goce representado por el pen-

acto sustitutivo. samiento para, justamente, interesarnos en otros; eso no implica especialmente algo
<.JUe sería del orden del acto, pero ¿qué es lo que hace que no necesariamente pase-
En otros términos, primero el acto sería precedido por un pensamiento y al mos la vida gozando de nuestros pensamientos?, puesto que, luego de lo que hemos
no poder la carga evacuarse con la realización del acto, este pensamiento no ten- visto sobre la constitución de la letra, vemos bien que ella es, digamos, el objeto más
dría otro recurso que repetirse con la fuerza de compulsión que sabemos. Vean .1propiado para garantizar nuestro goce. Gozar de sus pensamientos es el autoero-
más o menos, no voy a releerles todo esto, pero bueno, vean más o menos cuál 1ismo sublime. Tenemos entonces que plantearnos la otra pregunta: ¿qué es lo qu '·
es su proceder. l1ace que no todos estemos necesariamente funcionando así? ¿Por qué nos interesa-
Entonces, el pensamiento como preparación a la acción me parece absoluta- 1nos también en otras cosas? En todo caso, no se puede decir que gozar de sus pen-
mente maravilloso porque es muy obvio que no es en su práctica donde Freud \,1mientos sea una regresión; tal vez se puede decir, más bien, que es un terreno, que
pudo ver esto. ¿Acaso alguno de ustedes, tanto en su vida como en su práctica, 1·s el suelo a partir del cual se organiza nuestro goce y que basta que opere ese desli-
se ha encontrado con una acción que haya sido precedida por el pensamiento, 1;1111iento, que hace que el imaginario se desprenda de la representación del cuerpo
habiéndosela, en cierto modo, figurado antes que ... ? Todo esto es tomado, no sé ll' menino, para atenerse a lo que es su verdad, es decir, la letra, es probable que est<.·
muy precisamente de qué autor, pero bueno, es tomado de la psicología. En todo lipo de desprendimiento baste, quiero decir ese amor de la verdad, para que gozar
caso, Freud no tiene otro modo para dar cuenta del carácter compulsivo, a par- d1· li LL pensamiento se vuelva la consigna, que nos volvamos profesores. ¿Por qués<.'
tir de ahí, de los pensamientos, que éste que les estoy relatando. Los actos, los 11.1 es te desprendimiento?, por el momento no es el problema. Pero el goce de sus
verdaderos que hacemos, no han sido pensados en lo más mínimo, ni en la mane- 1wnsamientos es la victoria del objeto real ante el imaginario, ante la representación.
ra de prepararlos, ni en sus consecuencias, ni en sus medios. Cuando se trata ver- Y lo que les relato es tan verdadero que uno ve con una sorpresa absolutamen1 c,
daderamente de actos, funciona solo y, justamente, piense lo que piense uno, no 1 t'11no se la podría calificar?, yo diría inesperada, la manera como Freud concluye
hay nada que hacer, uno lo hace porque sí, porque no hay alternativa, porque no ·.1 1 observación, uno se pregunta verdaderamente lo que esto hace ahí, ¿qué hace a11í?,
se puede hacer de otro modo y sin saber por qué, claro. Entonces Freud dice: , ..,1;1 hablándonos de esa historia, de pensamientos que regresivamente deben reem-

la primera regresión, la del acto al pensamiento, es favorecida por otro factor ¡1l.r1.: 1r a los actos, de ese otro proceso que es el de la deformación y de la generaliza-
1
1 1< 111 , cosas, todas, de las que ya ha hablado, etc., de la compulsión por comprender,
que participa en la génesis de la neurosis. Es la aparición y la represión preco-
ces del voyeurismo y de la curiosidad sexual 1r•n1./1zu;ang, y va a con el u ir:
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me gustaría regresar a la vida instintual de los obsesivos, para hacer una obser- nueva o incluso cualquier cosa pertinente. ¿Quiere decir esto que, a la vez, co n
vación. Nuestro paciente era un olfativo ... Lacan todo ha sido dicho al respecto y que entonces no tenemos que intentar
pensar nuevos conceptos?, tampoco es eso, para nada, claro. Pero bueno, si unos
Uno se pregunta verdaderamente lo que hace aquí esa brusca tufarada. y otros queremos salir de la neurosis obsesiva que organiza el proceder intelec-
tual, lo que como tal llamamos proceder intelectual, es decir, la tentativa de cons-
Era un olfativo que, como un perro, reconocía en su infancia a todo el l ruir cadenas de pensamientos que estén racionalmente ordenados - es justamente
mundo según el olor y para quien, ya adulto, las sensaciones olfativas impor- por eso por lo que Lacan horroriza por sus propias construcciones, a todos los
taban más que otras. Encontré hechos semejantes en otros neuróticos, obsesi- que se valen de aquella racionalidad, claro- , vemos bien ahí el pequeño esfuerzo
vos e histéricas, y he aprendido a tomar en cuenta, en la génesis de las neuro-
que hemos podido hacer para que el proceder intelectual no se confunda nece-
sis, el rol de un placer olfativo desaparecido desde la infancia. De manera
sariamente con el pensamiento obsesivo, sin por ello, ésa era la tentativa de Lacan,
general, uno puede preguntarse si la atrofia del olfato en el hombre, consecu-
tiva a la postura erecta, y la represión orgánica del placer olfativo que resulta caer en lo arbitrario y la irracionalidad ...
de ella, no jugaría un rol mayor en la facultad del hombre para adquirir las
neurosis. Así se comprendería que, a medida que se elevaba la civilización del ¿Cuáles son, eventualmente, las preguntas antes de separarnos por este año?
hombre, fuera precisamente la sexualidad la que tuviere que pagar el precio de
la represión. Ya que hace mucho tiempo sabemos cuán estrechamente ligado ]ean Berges: Al escucharte me pregunté sobre los lazos que podía haber entre,
está, en la organización animal, el instinto sexual al olfato. puesto que es idéntico en este capítulo, entre las pulsiones y la neurosis obsesív:i
porque, finalmente, las diferentes acrobacias con que nos enfrentamos en est"
¡Ah! Ese famoso objeto a, según la concepción que Lacan nos da del mismo, capítulo nos permiten pasar por los diferentes campos de las pulsiones, comen-
que hemos rastreado en esta historia, del que les hablaba a propósito del goce de zando por el amor y el odio, continuando con el sadismo y terminando por la
la letra, ustedes ven cómo se pone a flotar en la superficie, cómo es justamente pulsión escópica, o sea el voyeurismo, y yo entendí este capítulo como una tenta-
ésa su física y que Freud no duda en utilizar esa nostalgia de una civilización que Liva, en realidad tienes toda la razón al decir que la reminiscencia es, por destino
debe habernos alejado de lo que parecerían ser los verdaderos objetos, puesto que obsesivo, una tentativa de aplicar el concepto de pulsión a esta observación. Y en
es a medida que el placer olfativo fue reprimido por lo que la neurosis se puso a esta oportunidad, y teniendo en cuenta las reflexiones que acabas de hacer, me
propagarse; y cómo vincula, ahí, ese objeto, a la realización de la pulsión sexual, pregunto si este concepto de pulsión no será nada más que un dispositivo defen -
del instinto sexual. Les hago notar que todo lo que podemos decir de este último sivo, de tipo obsesivo, que en cierto modo ha mostrado su naturaleza en este capí-
capítulo se sostiene en los conceptos que Lacan nos ha dado; este último capítu- LUlo, lo que me permite, a posteriori, comprender tal vez por qué en un cartel,
lo parece sumamente pertinente, le podríamos dedicar mucho más tiempo, hay que no llegó nunca a terminar su labor, el trabajo que hacíamos sobre las pulsio-
tanto que decir al respecto que podríamos dedicarle un trimestre. Se ve en qué nes se hundió en un dispositivo no menos obsesivo; seguramente no había un
medida lo que llamamos pensamiento normal está infiltrado, habitado por la neu- imperativo suficiente para que llegáramos hasta el fin.
rosis obsesiva, de manera que obviamente tiene cierta dificultad: en la medida en Ch. Melman: Creo que te acercas con eso a otra pregunta de igual impor-
que aplica a su análisis, y a su propio análisis, instrumentos que no logra des- tancia que es la de saber por qué Freud puede haber dicho que el traumatismo
prender del mismo, éste se encuentra atrapado en esa banalización y en esa gene- en el obsesivo habría sido un goce sexual demasiado intenso mientras que en la
ralización que nos sorprendieron en este último párrafo. Nos enfrentamos, a todo histérica no solamente que éste habría sido menos precoz, sino que habría sido
lo largo, a una observación absolutamente sensacional, extraordinaria, pero este vivido en el registro del dolor o del traumatismo. En efecto, ¿tenemos acaso qu '·
último párrafo muestra, podríamos decirlo así, un triunfo del pensamiento obse- considerar el proceso pulsional como defensivo para el obsesivo o no tendríamos
sivo ya que sería fácil mostrar en qué medida los argumentos, tomados aquí por acaso que considerar el tormento que está ahí, incesantemente, que la pulsión
Freud, son justamente los del obsesivo; no somos capaces de decir otra cosa sino está ahí incesantemente dando un nuevo impulso en el obsesivo, en realidad podrí-
ayudándonos con los conceptos dejados por Lacan; se ve bien cómo, sin éstos, amos decirlo así, a nivel de todos los orificios? ¿No podemos acaso relacionarlo a
los analistas que no recurren a éstos deben estar paralizados para decir alguna cosa lo que sería un efecto mecánico debido al hecho de que ese objeto a muestra una
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presencia que no deja descanso, quiero decir que hace fracasar el principio de pla- En este último texto Freud lo hace de manera tan desarmada, tan incómoda,
cr? En otros términos, sería el equivalente de un verdadero suplicio, algo que y diciéndolo:
nos cosquillea sin cesar y del cual no hay ya ninguna manera de obtener apaci-
guamiento, puesto que el acto mayor que habría permitido entrar en el ciclo de Finalmente, comprendemos menos bien la neurosis obsesiva que la histcri:1.
la periodicidad, del automatismo de repetición, ese acto mayor es rechazado.
Entonces tiene constantemente, en realidad, y tu pregunta lo recuerda y lo intro- Y no parece que después de él hayamos hecho muchos progresos. El próxim o
duce muy bien, cosas obscenas que le vienen y de las cuales no logra librarse, ni año tendremos la suerte de estudiar el diario del análisis, donde uno aprende un
zanjarlas con un alivio; es también, indudablemente, una de las razones de su n10ntón de cosas, y el ponerlo en paralelo con la observación nos enseñará mucho
antipatía para con la histérica, tanto que la histérica se apoyaría, justamente, en también; en últimas verán, ya lo han visto y lo volverán a ver, verán en qué medi-
tratar de mantener la presencia de ese objeto en el campo perceptivo, mientras da la observación del Hombre de las ratas dice mucho más y mucho menos a la
que él ya está harto; bueno, es un olfativo, o sea que lo huele en todas partes. vez, y lo que nos resulta absolutamente apasionante es el avance del análisis, es
Marc Nachr. ¿Piensa usted acaso que pueda haber una relación entre la teo- decir, los efectos de las interpretaciones de Freud puesto que, aparentemente, sal i6
ría, el fragmento teórico de Freud sobre la represión de lo olfativo, la represión de su problema, lo cual, a pesar de nuestra ciencia, nosotros no logramos hace r
precoz de lo olfativo, como habiendo marcado la sexualidad humana?, lo que le tan fácilmente.
decía el Hombre de los lobos cuando revelaba esa sensibilidad de su infancia con-
tinuada, es más, bastante tarde puesto que era aún sensible a los perfumes y lo Sí, entonces el próximo año habrá que informarse un poco para saber lo qu<:
que le sucedió luego, después de su análisis con Freud, al Hombre de los lobos pues- se dice sobre la neurosis obsesiva después de Freud, saber si hay algo nuevo. Vere-
to que hubo el síntoma psicótico, pensando que había granos de infección en la mos, lo veremos también ... ¡Bueno!
nariz y que deseaba a toda costa hacer que se los retire el otorrinolaringólogo.
¿H abría acaso ahí una especie de regreso de un objeto a que habría sido, que le
habría pasado en la teoría, que habría pasado en la teoría por Freud, por así decir?
Ch. Melman: Mire, creo, tiene razón en recordar este episodio del Hombre de
los lobos, pero creo que este episodio es, en todo caso, del orden psicótico. No creo
que podamos considerarlo como del registro de la neurosis; que esté relacionado
a determinaciones cercanas, es muy probable, pero todos los rasgos de este epi-
sodio son, de todas maneras, eminentemente psicóticos y rebasan lo que es la pre-
sencia de la olfacción en este caso. Entonces, es obvio que si el Hombre de los lobos
hubiera hablado francés, habríamos dicho con gallardía que había presentado ese
episodio porque "no podía ni oler a Freud", lo cual es cierto, pero, como la con-
tinuación de la historia lo muestra, pues ¡no funciona!
Uno entiende que al término de este párrafo, puesto que está construido de
manera admirable, que al término de este párrafo Freud llegue a la olfacción, real-
mente, ya no sabe a qué santo encomendarse, no está realmente cómodo en este
párrafo, realmente es muy lindo, no estaría demás recomendarles, a quienes ha-
brían así, un poco ... , a quienes yo habría, al respecto, suficientemente calentado,
que hagan un trabajo sobre este último párrafo. Al mismo tiempo es tan instruc-
tivo sobre eso a lo que todos somos proclives, puesto que todos tenemos, todos
buscamos hacer un poco de bricolaje; tenemos una caja así, entonces tomamos los
instrumentos que tenemos a mano y tratamos de atornillar un poco las cosas.
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Lección 1
13 DE OCTUBRE DE 1988

P:ireciera ser, pues, que la neurosis obsesiva presenta un tal poder de seducción
rnmo para que no hayamos podido resistir, siguiendo el ejemplo del Hombre de
!t1s ratas, a aplazar el término de nuestro examen, para que no lo hayamos dete-
11 ido el año pasado y que este año prosigamos así nuestro placer.
¿Placer o goce? Es obviamente una pregunta bastante obsesiva, puesto que él
,1spira al placer, pero está condenado a lo que se podría llamar el goce perpetuo,
1 ondenación a la cual precisamente se niega a marcarle un término.

Hemos visto en la sintomatología del Hombre de las ratas que la traductora


ll.1ma Ernst Lehrs - lastimosamente nos advierte que ése no es su verdadero ape-
llido, ni siquiera su verdadero nombre, ¡lo que resulta realmente molesto!-, b
1111 posibilidad que tenía para llegar a un término, cualquiera que fuere. En alc-
11 d n esta palabra, Termin, sirve también para designar un examen universitario
'I' 1c hay que pasar, la orden que podría recibir de terminar consigo mismo, es
1 lcci r, de cortarse el cuello, por ejemplo, pero es una palabra, también, que sig-

1ii ll ca, en la observación, la muerte de su padre de la cual hemos podido not:ir


1 i'> mo la anulaba de la misma manera, cómo aplazaba todas las terminaciones,

iodos los términos que podían imponérsele, proponérsele. Por eso esa procrasli -
11.1 ción y ese gusto por la estasis en las que tal vez también estamos metidos, :1
p\'s:1r de que no esté demostrado, ya veremos.
l ,o que podemos notar, al mismo tiempo, es que ese Termin, ese término qu '·
11·cha'/,a con tanto vigor en su existencia, el terminar cualquier situación, cubr"
11·¡ ,11larmcnte situaciones altamente simbólicas, que se trate del matrimonio -qu'·
1

1•1 d<.:hc rechazar- , que se trate de h muerte, que se trate del nacimiento, que S"
:16 !'arte 11: 1988-1989 L ección 1: 13 de octubre de 1988 :1

trate del valor simbólico del examen universitario, puesto que es el que marcaría En ningún momento vemos nada de eso. No lo vemos de ninguna man <.: r:i
su acceso a un nuevo estatuto, el de adulto, como se dice; indudablemente este buscar algún alivio con ese objeto así buscado e, incluso, ustedes recuerdan, cu:111-
acercamiento entre el término y estas situaciones altamente simbólicas nos enca- do tiene erecciones va a mostrárselas más bien a su madre, como algo enfermizo,
mina a comprender su rechazo, o su dificultad, en aceptarlo. mórbido, preocupante.
Antes de entrar en este análisis, hagamos la breve observación de que justa- Tal vez podríamos, no sé, atrevernos a decir que si a las amas de llaves les pare-
mente hay una ambigüedad con la palabra Termin, en alemán, o terme, en fran- ch torpe, es tal vez justamente que no parecía buscar, por ninguna parte, alguna
cés [término, en español], puesto que vienen, claro, del latín que significa mojón satisfacción, salvo la visión y, eventualmente, el captar dicho objeto.
[terminal], del latín terminus, y que por una extensión metafórica tomó el valor Si tenemos, sin embargo, que dar cuenta del goce supuestamente ligado a esta
de definición; es curioso comprobar que encontramos exactamente el mismo jue- pequeña experiencia, es necesario, justamente, suponer que ese goce es espiritual ,
go metafórico en la lengua griega donde existe 'rEpµa, pero que es muy poco uti- vuelvo a utilizar estos términos para ir hacia el punto, en todo caso el punLO
lizado, la palabra griega para significar mojón [terminal] es opo<; y, de la misma que les propongo: que ese goce parece, justamente, en él, estar ligado, ¿a qué?, :i
manera, el mismo uso metafórico de esta palabra se produce en la lengua griega vo lver a encontrar y a captar el objeto.
puesto que igualmente, en esta lengua, significará definición. Su problema, al parecer querellante, lancinante, era justamente el lograr volver
Es interesante ver cómo esta sabiduría de la lengua, como decía Lacan, oyó .1encontrar ese objeto, verificar que en efecto estuviera allí y captarlo, tenerlo.
lo que se refería al mojón [terminal], lo que se refería al término -incluso había Ven entonces la pregunta que obviamente se nos puede plantear, ¿volver a
en los romanos un dios Terminus, un dios Término, al igual que el opo<; griego, 1·11 contrar qué? ¿Cuál es ese objeto?
el mojón podía tener un carácter sagrado-, oyó cómo los griegos y los latinos H ago resurgir este tipo de formulación para que notemos que parece bastan-
habían pasado sin ninguna dificultad a un uso metafórico del mojón para expre- 1l' notable (¡notemos que es notable!, ¡buena me ha salido!) que sea la clínica y no
sar lo que se refiere a lo terminado, a la definición, al término tal como lo enten- •,1'110 una especulación retroactiva la que nos muestre el goce ligado, sobre todo
demos en francés [y en español], es decir, también a la palabra. 1·11 este caso de neurosis obsesiva, al reencuentro y a nada más que a comprobar
A partir de esta especie de panorama, volvamos al principio de la observación l.1 presencia del objeto.
del Hombre de las ratas, tal como nos invita a hacerlo el estudio de estos cuader- Hemos visto con el estudio del seminario sobre La Ética, y lo que él toma del
nos1, volvamos pues al inicio, es decir a la neurosis infantil. l /11wuifde Freud, de qué manera se identifica ese momento de iluminación en que
1

Ella gira en torno a la curiosidad lancinante de volver a ver el sexo femenino. 1·1 niño accede al establecimiento de un deseo ligado a una causa. Accede a la cau-
Está claro que si hubiera habido, en ese momento, una defensa contra esos deseos, •,.1del deseo, al deseo como algo causado. ¡Es eso!, ¡ahí está!, es importante que a
hubiéramos tenido una neurosis constituida. Pero podemos, sin embargo, recor- 1•st· momento aparentemente pueda dársele una fecha así; y con nuestra fórmul a
dar que el carácter lancinante e imperioso de esos deseos, es decir, lo que él mis- t lvl fantasma escribimos que si con el establecimiento de ese objeto se encuentra a
mo sentía como algo un poco apremiante, un poco raro, nos encamina a com- l.1 vez establecido un sujeto $, el precio que se paga por esa ex-sistencia es también
prender lo que se refería a una formación que podemos, legítimamente, calificar 1•1 perder la inmediatez -estoy diciendo inmediatez- de esa presencia tan soberana,
desde ya como obsesionante. Curiosidad lancinante, entonces, de volver a ver el 1.1 11 il uminante, enrojecedora, el perderla para ya no tener, si el sujeto quiere su ex-
sexo femenino. 111/mcia, más que representaciones de dicha causa, representaciones que le esdn
Una pregunta puede plantearse de inmediato: ¿cuál era el goce del que se tra- lig. 1das metonímicamente pero que pueden encontrarse a distancias variables. Hemos
taba en este caso?, ¿en qué medida, por ejemplo, el hecho de volver a ver ese obje- vis to, también al retomar este seminario sobre La Ética, que si Lacan llama a este
to y, eventualmente, manosearlo, a lo cual se dedicaba, podía alimentar algún goce? 111o rn ento de resurgimiento del deseo como algo causado, de la causa del deseo, si
En realidad, si ya en esa época, como es mencionado, tenía erecciones, es nota- lt 1 1lama, si define ese surgimiento como "plus-de-goce'', no es por efecto de una esti-
ble que no veamos en ninguna parte que haya buscado satisfacciones que hubie- 111.1r ión moral, sino que la economía psíquica se defiende contra ese "plus'', en nom-
ran puesto, en cierto modo, aunque fuera de manera fantasmática por medio de l11 ·t· dd principio del placer y, como seguramente lo han notado, Lacan plantea un a
la masturbación, que hubieran puesto en relación ese órgano tan ofrecido, diga- jll'q~ un ta que, desde un punto de vista metodológico, puede detenernos; porqu '·
mos, a él, a una posible satisfacción, con el objeto así buscado. 11n 1r:lta al aparato psíquico co mo si íucra un aparato orgánico, hace la pregunra
58 Parte /!: 1988-1989 Lección!: 13 de octubre de 1988 59

sobre esta defensa contra ese "plus-de-goce", se pregunta si la economía psíquica no s<.:creto, que era que se dedicaba, desde hace muchos años, a una colección. Cole"
está ligada a una ética, si no es el efecto de una ética; en otros términos, no supo- ;ión que había juntado en un álbum. Tuvo suficiente confianza para traerme ese
ne que haya una regulación orgánica al inicio, que en el sistema nervioso, en cier- :l lbum.
to modo, ordene esa baja de tensión que representa el placer. Era un álbum que debía tener varios cientos de páginas y en cada una de esas
En todo caso, para nuestro pequeño Ernst, llamémoslo así, el goce de ese páginas, recto-verso, había pequeñas viñetas recortadas de las fotografías de las
momento no parece muy ligado a nada más que a volver a encontrar, a la verifi- n.: vistas; todas esas pequeñas viñetas, todas esas pequeñas fotos, representaban 1:1
cación de que sí, está ahí, a captarlo manualmente, ¿en qué medida? -es en esto 1n isma zona anatómica, esa zona delimitada por el sexo femenino y la parte inm<.:-
en lo que avanzamos, que damos un paso en la interpretación de la neurosis obse- d iatamente adyacente, fotografías siempre muy castas, quiero decir que ninguna
siva-, en la medida en que ese objeto, en que esa causa se disimula bajo las fal- nan obscenas o con alguna desnudez; eran siempre fotos de mujeres vestidas con
das de una mujer. por lo menos una prenda, era recortado eventualmente de las publicidades de.:
¿Cómo opera esta localización? Como todas las ubicaciones topográficas que 111oda para la lencería femenina y el carácter obviamente bastante surrealista d<.:I
se hacen a partir de contextos primeramente culturales, es decir, los que la len- .1sunto era esa acumulación en ese libro. No conté cuántas -no soy muy conta-
gua acarrea. Había una época en que la pregunta era cómo la niña descubría su dor que digamos- , pero debía haber miles ... ¿de qué?, de lo que era siempre la
vagina. Es cierto que no siempre es fácil, y que la vagina puede ser por mucho 111 isma representación del sexo femenino, lo más cerca posible pero no descu-

tiempo desconocida o ignorada, pero es obviamente no por una ignorancia, sino 11i erta, en nada pornográfica, es decir, inmediatamente detrás la prenda. Hay razo-
por una defensa, puesto que está claro que todo en el aparato imaginario, como 11<.:s para pensar que ese álbum era, en cierto modo, un sustituto de lo que le per-
lingüístico y cultural, está hecho para situar su lugar. 111itiría tener, siempre a mano, la seguridad de la presencia de dicho objeto causa
El problema es, obviamente, que a partir del mismo contexto cultural, lin- 1 lcl deseo. Como ven, el ser mujer no le impedía de ninguna manera localizarlo

güístico y de los padres, quiero decir lo que puede también observar del com- 1.111 bien como lo hacía el pequeño Ernst.
portamiento de los padres, lo que busca ahí es el único objeto que él sabe que es Esa disposición tiene, obviamente, algunas consecuencias que podemos apre-
causa del deseo, es decir, justamente el pene. El no encontrarlo ahí no le impe- l i:ir de inmediato y muy fácilmente. Primeramente ese recorte del objeto causal

dirá buscarlo ahí, es decir, preguntarse dónde está, esa idea de que tiene que estar ;n este punto, tienen obviamente derecho a objetar que a ese famoso objeto,
en algún lado. Y, en todo caso, mientras tanto, suponerlo ahí. Si esto le parece ¿l1 :1y que entenderlo acaso como, en cierto modo, un lugar, un puro lugar vacío,
curioso, como está dicho en la observación, es justamente porque no es tan evi- 1111 agujero, ese que lo simbólico establece, por ejemplo? O más bien, puesto que
dente como podía haberlo supuesto. 11110 habla de él como objeto, ¿no habría que entenderlo acaso como trans-sus-
Les hago notar de inmediato que lo que le interesa, y esto vale para nosotros, 1.111tificado? ¿No tiene acaso algún cuerpo?
es lo que sucede bajo las faldas de una mujer. Con respecto a esto, las niñas pro- Tomarlo así es ceder a nuestra inclinación positivista, es decir, justamente obse-
vocan, al parecer, mucha menos fascinación. •,iv:i, de unos y otros, puesto que es en estado de puro agujero que se distingue, que
¿Por qué mostrarles esto?, porque el situarlo, como siempre cuando se sitúa w enciende, que enrojece como causa del deseo. Pero sabemos también que en es"
lo que es causa del deseo, implica la persona del rival. p11ro agujero el sujeto va a implicar, como nos lo hace notar Lacan, tal o cual apén-
Lo que es ya específico en la neurosis obsesiva es que vemos la persona de ese din .: de su cuerpo y que, en efecto, este objeto tomará de ahí alguna sustancia.
rival introducida en la observación y lo que es típicamente obsesivo es que ese Entonces, no vivamos como una dificultad el hecho de que podamos tener
rival es representado como el hermano menor, ¿lo recuerdan?; él, el hermano q11c hablar como de un objeto, de algo que resulta, de manera inaugural, que no
menor, dicen las criadas, las amas de llaves, lo haría mucho mejor y todo nos per- 1 · ~ más que un puro lugar, pero que vale ya como objeto puesto que es originario
mite suponer que si el hermano menor es puesto aquí en posición de rival es tal d1· un plus-de-goce.
vez, es probablemente en relación al hecho de que su madre se interesaba más en /\hora bien, como les mostraba hace un instante, el hecho de el niño obsesi-
el hermano menor que en él. vo 11 0 encuentre en ese lugar lo que esperaba contribuye a esa duplicidad, esa
Conocí hace tiempo, hace ya mucho tiempo, una joven que tenía una neu- d11pli ciclad de la presencia y de la ausencia, sobre la cual a los autores les gusta,
rosis obsesiva. Fue necesario mucho tiempo para que ella acepte compartir su 1•11 ge nera l, disertar y que, creo, no requiere más comentarios de nuestra parte.
60 Parte 11: 1988-1989 Lección 1: 13 de octubre de 1988 61

Entonces, primer efecto: ese recorte del objeto distingue un borde, un borde damente por la economía psíquica, ¿no es cierto?, el principio de placer, hay dem:1
corporal, apto para el goce. Por la dificultad inherente del obsesivo a lo que yo siado goce, eso raya en el dolor; mencioné el hecho de que era, eventualment t·,
llamaba esa condenación perpetua a tener que gozar, es decir, que no llega al pla- un mecanismo ya de origen ético, pasemos ... , pero ¿por qué esa necesidad dt·
cer, él quisiera que se lo deje tranquilo, eso lo atormenta todo el tiempo. 1ener que verificar incesantemente la presencia real del objeto?
El problema, como les mostré con el ejemplo de esa joven obsesiva, es que, ¿Por qué, a semejanza de ciertos perversos - y con esta pregunta abordamos l:i
por una razón que diré un poco más adelante, el obsesivo necesita que ese obje- dimensión perversa de la neurosis obsesiva-, por qué necesita verificar qu e no
to no esté muy lejos, que se mantenga cerca. Necesita a la vez mantenerse a dis- t·s tá perdido, que podrá siempre volver a encontrarlo? A esta pregunta podemos
tancia del mismo, protegerse de él, pero al mismo tiempo saber que podrá siem- res ponder que, si es lo Simbólico lo que ha dispuesto ese objeto causa del deseo,
pre atraparlo. Tiene que estar en un cajón pero que pueda estar seguro de volverlo l'I afán por perennizar el goce que ese objeto produce, que su emergencia produ-
a encontrar. n.:, el rechazo, pues, de aceptar el mundo de las representaciones, ese afán rom -
Y esta cercanía, constitucionalmente necesaria, me explicaré dentro de un ins- pe el pacto simbólico puesto que lo que funda el símbolo es precisamente ese pac-
tante, causa lo que podemos llamar, legítimamente, un prurito del borde, y pue- 10. Es por eso por lo que en mi introducción, que puede haberles parecido un
den situar ese borde donde quieran, un prurito del borde en la medida en que poco un revoltijo, insistía en el hecho de que eran circunstancias altamente sim-
hace un rato decía, en que hablaba de goce espiritual ya que, realmente, ¿de qué hólicas las que le planteaban problema, ya que todas esas circunstancias, que se
borde goza cuando desea volver a ver o manosear ese objeto? 1 r:ue de la muerte, del matrimonio o de un nacimiento, están organizadas por es"

Si queremos desligarnos de una respuesta inmediata, escópica u otra, me pare- 1>acto, se vuelven posibles por ese pacto, pacto de lo Simbólico. Entonces, el peren-
ce que, teniendo en cuenta lo que será la principal manifestación del obsesivo, es 11 izar este goce del aspecto rompe el pacto de lo Simbólico, ese pacto, si hubiera

decir, sus ideas obsesionantes, tenemos derecho a mencionar ese corte original, qu e repetirlo, lo recuerdo, que dice que es a condición de cierta pérdida que el
como algo que funciona al principio en la psiquis y ese prurito como el respon- ,\ 11j eto accederá a un goce. Y aquí estamos estudiando lo que sucede cuando, pre-
sable de esas manifestaciones intempestivas del sujeto del inconsciente. Es decir, 1 isa mente, él se niega a ello ... , y ¿por qué no?

¿por qué en el obsesivo ese sujeto del inconsciente está en una incesante come- Q uiero decir, ¿por qué se nos ocurriría criticarlo o reprochárselo? Pero al mis-
zón? Aquí nada nos impide entender ese borde, irritado de esta manera, como 1110 tiempo, si esta presencia mantenida rompe el pacto de lo Simbólico, al mismo

aquel, precisamente, del que se sostiene ese sujeto del inconsciente. 1it mpo resulta anulada toda posibilidad de certeza, ya que la certeza, como lo
Si él tiene esa idea delirante, dice Freud -él la califica de delirante- , de que ~. 1h c mos, no depende precisamente sino de la existencia de ese pacto -es este pac-
sus padres conocen sus pensamientos, es tal vez que, justamente, esos pensa- lo el que la funda.
mientos inconscientes se presentaban a él con ese carácter imperioso en la mane- En la famosa y sempiterna historia de ... ¿Por qué me dices que vas a Lem-
ra de dirigirse, en el "tú", sin que ni siquiera haya podido retomarlos de manera l1crg cuando en realidad . .. ?, etc., lo divertido es obviamente que los dos pro ra-
invertida a manera de "yo", como si sus pensamientos inconscientes le vinieran 1•,o nistas, digamos, están indudablemente bien fundados, tanto por su origen como
directamente puesto que reconocía en esos imperativos, dice Freud, deseos incons- ¡tor su destino, para plantear que es raro que ese pacto se sostenga. Plantear que
cientes que le venían, sin embargo, redactados en forma de "tú"; podemos enten- 1•11 :ilgo se les ha robado, que se les ha engañado. Entonces, ¿cómo creer? ¿A quién
der ese fenómeno clínico como momento, eventualmente intermediario y que 11l't: r? Y a partir del momento en que la posibilidad de esa certeza es anulada, ya
indudablemente habrá que desarrollar, en que el sujeto es ahí, digamos, indis- 110 hay otra garantía posible de la existencia del objeto que el buscar una veri f'i-

tinto entre el "tú" y el "yo", en que todavía no está resuelto entre el "tú" y el "yo". 1.1r ión real del mismo, es decir, tratar de atraparlo, el verlo y el atraparlo.
Y tal vez, si queremos pensar en alguna especificidad topológica de esta circuns- No entré mucho en la observación que voy a hacerles que, después de todo,
tancia: ¿por qué esos pensamientos inconscientes le vienen con la forma de ese ¡tl.1 1n ca en cierto modo - porque todos hemos sido formados en nuestras clases
"tú", de ese "tú" imperativo? Entonces podemos suponer ahí algunas especifici- 111• li loso fía para celebrar la gloria de la ciencia experimental opuesta a lo que pod b

dades topológicas, que retomaré. •,1•1 l:i escolás tica- que la promoción de la experiencia, que en la ciencia por ejem-
Segunda pregunta: ¿Por qué esa necesidad de verificar incesantemente?, com- 1il1 •· el proceder científico está probablemente ligado a una crisis del poder que
prendemos por qué el sujeto tiene que mantenerse a distancia, lo explicamos rápi- 1· k da a lo Simbólico. Pcrso n:dm cnr<:, lo digo al margen, siempre he tenido la
6 Parte 11: 1988-1989 L ección!: 13 de octubre de 1988 6.1

impresión de que vivíamos mucho mejor con la ciencia inexacta que era la cien- naza; aunque nO sea obligatorio, no es raro que esta dimensión hipocondríaca
·ia aristotélica, que era mucho más agradable, que el goce era mucho más fácil, ·xista e incluso, a veces en ciertos casos, pase al primer plano.
mucho más en acorde a la época, época de la escolástica, que con la promoción Voy a abordar también esta noche con ustedes la cuestión de la naturaleza dt'
de la llamada ciencia experimental. :se objeto, es decir, lo que va a imaginarizarse como siendo parte del cuerpo qll"
C uando uno lee esos textos de las especulaciones escolásticas es sorprendido hay que ceder.
po r el goce que de ellas chorrea y que es literalmente fascinante. Seguro que no No vuelvo a esos objetos que conocemos, que Lacan distingue, esos vari os
será lo mismo al leer la Introducción a la medicina experimental 2 [!ntroduction a objetos a, objetos llamados parciales, entre los cuales se puede incluir al pene,
la rnédecine expérimentale], de Claude Bernard; seguro que no. pero es el pene tratado como objeto parcial, es decir, de ninguna manera en b
Sea lo que sea, las consecuencias de ese negarse a renunciar a ese goce nos medida en que fuera ahí el testigo de la primacía de lo genital, que supuestament"
vuelven a encaminar hacia lo que ya había propuesto, es decir, la manera como 1ermina con la perversidad polimorfa del niño, sino el pene tratado como un objc-
justamente el Real y el Simbólico estaban ahí, puestos en continuidad, una con- 10 llamado parcial; es decir, justamente, como el objeto; es lo que nos muestra d
tigüidad, y una falta de corte, una falta de cesura, incluso si en lugar de esta cesu-' pequeño Ernst, que sería siempre posible, como Real, volver a encontrar.
ra se encontraba un prurito, prurito que, en cierto modo, recordaba el lazo entre ¿Por qué, sin embargo, es esencialmente el objeto anal el que resulta prototípico?
Simbólico y Real. Podemos obviamente comprenderlo en la medida en que es el principal objc-
En este punto, otro elemento vuelve a plantear la duda y se refiere al hecho 10 implicado en el intercambio con la madre, que corresponde a los deseos de b
de que la invitación que hace el Simbólico de tener que remitirse a un orden, el 111:1dre, que está sometido, este objeto, a un ciclo que es el de la periodicidad, del
suyo, que requiere ese objeto, que requiere que se acepte su desaparición; hay que rrg reso periódico -salvo que una de las sintomatologías será, claro, el tratar de:
darle crédito. ¡Darle crédito! Sí, pero ¿qué nos garantiza que alguna vez se nos 1 orregir esta periodicidad-, que se presta a la captación; además, hay una pre-

reembolsará? Es decir, que el goce que uno tendrá a cambio, de vuelta, ¿equival- g1 1n ta abierta, en la duda del obsesivo, sobre el hecho de saber si el objeto qu t
drá al que uno perdió? Y en la medida en que Lacan, justamente, llama a ese goce logra captar es efectivamente el verdadero, el correcto, o si no es de nuevo un
perdido el "plus-de-goce", es justamente que, en efecto, hay ahí un déficit. No es 11hjeto metonímico con respecto a lo que sería el verdadero objeto. Es la pregun -
solamente porque lo llama "plus-de-goce': sino porque justamente, en efecto, vemos 1.1que puede plantearse el obsesivo, el pequeño Ernst, ante el órgano femenino ,
funcionar el goce producido por ese lugar, por ese enrojecimiento, como un "plus" 1·11 b m edida en que, justamente, se pregunta qué pasó con el pene, dónde se
en relación al que aceptamos tolerar. 1•\ro nde, de qué manera se ha encerrado.
En todo caso, esta observación sobre la tentativa de mantener ese goce, ese Pues bien, es cierto que, en nuestra tradición cultural, el objeto anal está estig-
goce que sería indebido, nos señala, digo, esa dimensión perversa propia de la 111.11 izado como el objeto que más asco produce y es probablemente por esto, es
neurosis obsesiva, de la que ya hemos hablado un poco y cuya fuente vemos aquí. d1·c ir, como no hay nada mejor en lo que puede provocar asco, que el niño obse-
Si lo propio -para darles un comentario más- , si lo propio del obsesivo es .•.ivo puede encontrar la confirmación de que se trataría ahí del verdadero -y ya
merodear alrededor de las prostitutas, no hay nada más común, es porque desea 11n solamente de un objeto otra vez metonímico.
simplemente verificar, él también y una vez más, que el objeto causa del deseo Es en ese momento, en todo caso, cuando se le plantea la cuestión, difícil d"
sigue en efecto estando ahí. Sale de su casa por la noche, simplemente para ir a 1t'.•,olver, de la diferencia de los sexos. A la manera del pequeño Ernst, claro, que
verificar que sí, en efecto, ellas están ahí; ahí está, eso basta. 111'1:1 este objeto, eventualmente el pene, del lado de la mujer. No duda en pcn-
O tra observación puede, en la marcha, asociarse a ésta; a esa retención del 11 , ts también al parecer un mecanismo bastante general, que si eventualmen te
objeto puede atribuirse otra manifestación que no es nada raro encontrar en la 11• l'. 1lta es porque ha sido la víctima traumática de una privación efectuada por el
neurosis obsesiva y es su lado hipocondríaco. Es decir, esa impresión de que hay, ¡i.1dn: . Y sabemos que es ordinario, que es corriente, que el niño obsesivo, para
ahí en el cuerpo, ahí en el Otro, algo que seguramente perturba la fisiología del 11 •¡1.1r:1r este daño, se haga el caballero servidor, al servicio de la dama, para renunciar
o rganismo, es decir, su regulación justamente organizada alrededor de la tensión d 11so de su propio órgano y donárselo imaginariamente. Aquí hay toda una econo-
y la detumescencia, alrededor del goce y del placer, mientras que él está incesan- 111 l.1, justamente - los obsesivos no son solamente tacaños-, hay también una eco-
temen te en el goce y que hay, entonces, algo que resulta portador de una ame- 1111111Í:1de la ca ridad, del don, incluso del sacrificio, que tiene su lugar aquí.
64 Parte 11: 1988-1989 Lección/: 13 de octubre de 19HH ú.

Podríamos recordar en este momento la palabra alemana, la palabra freudia- organización, el funcionamiento sincrónico del significante supone precisal1l(.'ll ll'
na de Wunsch. Freud la utiliza y Lacan se preguntaba cómo se podría traducir al que se haya renunciado, el sujeto, al goce procurado por ese lugar. El único recur
fran cés, entre la demanda y el deseo [désir], ¿qué son los deseos [va?ux]?, ¿de qué so del obsesivo es, entonces, para poder tener acceso y para mantener ese objl'lo
hdo se situaría el Wunsch, los deseos? fundamental en existencia, aunque fuera, como digo, en formas pruriginosas, l.1
A mí me parece que podríamos - ya he esbozado un poco esto, pero creo que única manera que queda es, claro, el camino de la diacronía, el camino de la melO
;n este punto se precisa del todo-, podríamos oír este Wunsch como una deman- nimia; es indudablemente ese riesgo de encontrarse incesantemente viajando lo quv
da perfectamente erotizada. ¿Qué quiere decir una demanda erotizada? Todas las le da al obsesivo esa gana de encontrar en el Real, por no encontrarlo en el Simb(>
demandas son necesariamente erotizadas, pero ésta con una erotización, diría, lico, un lugar que sería un lugar estable, un lugar fijo, un domicilio, y es induda-
realizada de la manera siguiente: lo que especifica la demanda es el ser incondi- blemente por esto por lo que hay, en esos casos, ese gusto por el hogar, cercado,
-ional en relación al deseo, mientras que el deseo, la condición del deseo es el cerrado, ¿no es cierto?, pero constituyendo, digo, en el Real, verificando ahí un :1
objeto a; la demanda, en cambio, es incondicional. Si el deseo es finito, la deman- vez más, que falta en el Otro un lugar que le garantizaría su ex-sistencia.
da en cambio es siempre demanda de otra cosa e infinita. Por eso también, claro, frente a ese flujo en el que se halla atrapado, el gusto
Ahora bien, tenemos la impresión de que, en el caso del obsesivo, la econo- por la estasis, por la inmovilidad, en el Real, como reacción a la ausencia de 1:1
mía con respecto al objeto a, para marcar, en cierto modo, esa distancia que toma sincronía propia del funcionamiento del significante.
el obsesivo con respecto a su propio pene, en esa relación va a pasar, ¿no es cier-
to?, que al deseo se va a sustituir una demanda, pero demanda de ese objeto. Lo He querido entonces, esta noche, darles los comentarios que se imponen, los
que le da, obviamente, el carácter de una erotización absoluta. Y es tal vez ese primeros comentarios a la relectura de estas notas. La próxima semana los to111a
Wunsch que sería una demanda, digamos, viciada por esa modalidad del deseo, ré con ustedes de manera cercana, más inmediata, pero los centraré con respc.:cw
es tal vez en esa circunstancia cuando el término de Wunsch toma, eventualmen- a otra cuestión, no menos esencial, la relación, que de manera deliberada he deja
te, una especificidad interesante. do de lado en este inicio que me parecía ya bastante compacto, la relación al pad 1't•
Entonces, un comentario incidente, pero que, creo, nos permitirá aquí tam- y por qué en el obsesivo hay ese temor tan frecuente, tan difundido, de haber sido
bién añadir algo a esta clínica: el obsesivo trata con tres mujeres, una para follar, o poder ser un criminal.
una para amar y una para desear. Y, como sabemos, es fácil que sean soportes dife- Eso es todo por hoy.
rentes que se encarguen de representar estos lugares, digo lugares puesto que la
que es para amar será, obviamente, la mujer imaginaria, ¿imaginaria de qué? Ima- ¿Tienen preguntas? ¿Les queda acaso un poco de espacio mental para una pre-
ginaria en cuanto representante del falo, claro, como en todos los casos. La mujer gunta?, ¿o para objeciones?
para follar será la mujer cuyo estatuto es tal que se puede pensar que realmente
ella es dicho falo, están entonces todos los rasgos, o sea ... , el problema del reba- Roland Chemama: Yo tendría una pregunta un poco larga y circunstanciacl:i
jar la vida amorosa, ¿no es cierto? Quiero decir que debe estar marcada por algu- ya que, en el fondo, usted ha planteado: ¿por qué el neurótico obsesivo, como d
nos estigmas o circunstancias que la especifican como que fuera realmente ese perverso, trata siempre de asegurarse de la presencia real del objeto?
objeto. Hay entonces la mujer que queda para desear y que se puede calificar de Me parece que lo que usted sostiene es una especie de círculo, es decir, que
puramente simbólica, el falo ahí como simbolizado. 1rata de asegurarse de esta presencia real, por lo cual se rompe el pacto simbóli-
Pienso que esta trinidad, que muy fácilmente podemos encontrar en la clíni- ;o que supone, éste, una pérdida, por lo cual se ve condenado a la incertidum-
ca, puede constituir, digamos, una especie de punto de apoyo, de verificación de bre, por lo cual esta presencia real ocupa tanto lugar.
nuestras categorías y de nuestra argumentación ya que, si no es así, les desafío a Ch. Me/man: Así es.
explicar cómo se justifica esta clínica. Roland Chemama: Me preguntaba, en el fondo, puesto que usted plantea 1:1
Por último, para terminar hoy, esa preocupación por mantener el goce origi- rn estión de la causalidad, ¿se la encuentra acaso únicamente en el funcionamicnro
nal, pues bien, no solamente rompe el pacto simbólico, sino que al mismo tiem- mismo de la circularidad o hay que interrogarla acaso en otra parte?, con resper-
po, digamos, perturba la organización sincrónica del significante -puesto que la 1o, en cierto modo, a la circu l:i ricfad de.: ese proceder.
66 Parte 11: 1988-1989 Lección/: 13 de octubre de 1988 ()7

Ch. Melman: La dificultad es que una vez que estamos ante un círculo, es muy des, o esos amores perverdosos, dejan una marca imborrable y que vemos que ~s
difícil notar cuál es el initium. En otros términos, es difícil "cuadrar" el círculo. tan poco instrumental, dicho goce infantil es muy poco instrumental. Creo, rea l-
Sin embargo, lo propio de la estructura es el ser cuadrangular; podemos enton- mente, que no es abusivo calificarlo de goce espiritual.
es creer, suponer que establezca un cuadrángulo, podemos entonces entender
ese círculo como algo que es defensa contra ello; y en particular, por ejemplo, en ¿Otra pregunta?
los cuadrángulos, en los grupos de Klein con que tratamos, lo que los caracteri-
z.a en Lacan, ¿no es cierto?, es que siempre la circulación se rompe entre dos ele- A. Leduc: Usted ha hablado del obsesivo hombre, pero ¿qué pasa con la mujer
mentos, es decir, que justamente no puede circular. obsesiva?; ¿es una posición exactamente simétrica a la del hombre?
Podemos suponer que en el obsesivo hay la preocupación por que aquello cir- Usted dice: hay tres mujeres, una para follar, una para amar y una parad<.:-
cule y responder a esta pregunta es, al mismo tiempo, una apuesta; tal vez valga sear, ¿es acaso simétrico en la mujer?
la pena desarrollarlo; sería ... , yo ya había dado una supuesta escritura borromea Ch. Melman: En todo caso, lo que puede parecer sorprendente es que, en d
de la neurosis obsesiva, que sirve de base también en cierto modo a lo que relato ejemplo que he traído, pues bien, la preocupación obsesiva era absolutamenr(•
hoy, pero habrá tal vez que pensar igualmente en la transformación que introdu- semejante. No le hablo de simetría, sino de que era absolutamente idéntico. 1'.s 1

ce dicha neurosis en el cross-cap - se lo doy como una sugerencia para que, even- bastante sorprendente, o sea, estaba localizado, localizado de la misma man<.: r:1,
tualmente usted mismo, si le tienta, reflexione sobre esto-, es decir, como si en que había esta misma compulsión obsesionante a coleccionar dicho objeto, pero
dicha neurosis el lado "moebiano" del cross-cap fuera abolido en beneficio de lo está claro que las consecuencias clínicas en cuanto a la vida sexual eran nec<.:sa-
que hacía de ese cross-cap simplemente una bolsa y, lo que decía hace un rato, una riamente diferentes, necesariamente de otro orden.
bolsa con el corte, eventualmente, que separa un bonete, ya no un bonete de obis- No creo que se pueda, tampoco, tipificar todo; en todo caso no cabe dud:t
po, sino simplemente un gorro de dormir, diría. Tal vez una cosa muy sorpren- que eso implicaba ... , que eso no hizo que el pequeño Ernst llevara una vida .. .
dente, que merecería mayor atención, ya que siempre la pasamos por alto con ¿Usted quería hacer una pregunta, Jean Périn?
facilidad: la manera como le vienen esos pensamientos inconscientes, en la for- ]ean Périn: He pensado en la manía. Es decir, en la cercanía del objeto de In
ma de "tú" y como imperativos, es decir, como del Otro, está ligada probable- manera como usted dijo, en el obsesivo, y algo que en la manía el objeto se encuen-
mente a esta modificación topológica, si el carácter moebiano del cross-cap está 1 r::t también .. ., ¿no?, ¿cuál es la distinción allí?
ligado a esa virtualidad que Lacan dibuja en el cruce de los dos bonetes, ese peque- Ch. Melman: Sí. Sí. Bueno. Bueno, como sabemos, es probable, ¿no es cier-
ño círculo virtual, ese pequeño agujero virtual pero que permite, que simboliza 10?, hay un punto en que nos encontramos con un límite y es que nuestros infor-
la topología moebiana. Lacan liga esta propiedad a la referencia al falo; tal vez mes, digamos ... , nuestros informes ¿con qué tropiezan? Con el hecho de gu
podemos imaginar que justamente el rechazar la primacía del orden genital, es rncontramos formulaciones semejantes, en efecto, tiene razón de mostrarlo; por
decir, ese apetito por rebajar lo que se refiere al pene al estatuto del objeto par- ejemplo, formulaciones que pueden parecer cercanas entre manía, por ejemplo,
cial, tal vez sea una particularidad, ¿cómo diría?, homogénea justamente con la y neurosis obsesiva. Entonces es justamente ahí donde encontramos algo impor-
defección de la propiedad moebiana del cross-cap. tante, es que lo que especifica a estas dos sintomatologías se refiere aparentementt·
Una observación más: me parece lamentable que no se muestre lo que, sin .1 dispositivos topológicos diferentes.
embargo, pertenece a la experiencia, y que tan fácilmente se encuentra en el adul- En la medida en que la idea que podemos hacernos de esto queda oscura, qul'-
to, esa nostalgia del goce infantil, del goce del niño. Quiero decir, el recordar algo démonos en formulaciones que pueden parecer cercanas, que pueden, pero 1:1
a lo que la regulación adulta nos obliga a renunciar, en cierto modo, a lo cual nos diferencia es, de todos modos, que clínicamente el maníaco no se defiende, no es
exige tener que renunciar, en efecto, decirle adiós. No es raro, en absoluto - se lo 1111 neurótico, mientras que el obsesivo trabaja a la vez, digamos, para mantener
observa constantemente en la clínica- , que la transición no se dé sin problema, t\~:1 cercanía pero, al mismo tiempo, para mantener cierta distancia; es entonces
incluso sin ida y vuelta; sin contar con que lo que llamamos el goce adulto está 1111 proceso esencialmente diferente; por otra parte el maníaco es, diría, llevado a
onstantemente sostenido por el goce perverso polimorfo del niño. Es éste, de 111 1a subjetividad que ya no logra fijarse un lugar, un domicilio, mientras que el
rodos modos, el que organizó el fantasma. Pero esos amores infantiles aún ver- t 1hscsivo, al contrario, verificará que en el Real .. ., bueno .. ., quiero decir, pues, qtH.:
68 Parle 11: 1988-1989

son dos afecciones esencialmente diferentes, incluso si lastimosamente estas


formulaciones parecen cercanas y, lo digo por los problemas metodológicos, mien-
tras no progresemos, no intentemos dar cuenta de esas especificidades, a través
de las propiedades topológicas a las que podemos atribuir esas especificidades,
pues bien, tendremos este tipo de inconvenientes.
Entonces, ¿acaso lo que propongo para esto, como he hecho por ejemplo hace
Lección 11
un rato, o en la escritura borromea que propongo, son acaso simples soportes,
modelos? ¡Es el eterno problema! 20 DE OCTUBRE DE 1988
¿Qué es, ahí, lo que garantiza? Sobre todo porque ya no tenemos a muchos
que aporten al respecto la más mínima reflexión, no solamente el más mínimo
consejo como podíamos tener, sino la más mínima reflexión. A todo el mundo
le importa un bledo. Entonces nos toca trabajar con nuestros medios; la única
verificación que tengamos es el comprobar que tal representación topológica resul-
ta heurística desde el punto de vista clínico, es decir, que confirma algunos ras-
gos o incluso los hace aparecer; algunos rasgos clínicos que podrían pasar desa-
percibidos, surgen. Finalmente, no es sino de esta manera como podríamos tener
una relativa garantía con respecto a lo que intentamos. Le voy a preguntar a Bernard Vandermersch si acepta decirnos sus cogitacion t:s
sobre lo que podrían ser las particularidades del cross-cap en la neurosis obsesiva ,
¡Bueno! Hasta la próxima. a partir de sus propias reflexiones ... ¡y de su propia imaginación!
Entonces, ¿tal vez puede venir al tablero?

Intervención de Bernard Vandermersch


en diálogo con Ch. Melman

Bernard Vandermersch: Me pareció entender que usted proponía concebir


que la anulación del punto <1> en el cross-cap, anulación por lo menos temporal,
engendraba como consecuencia la anulación del corte del objeto.
Ch. Melman: No, no la anulación del corte del objeto, sino la anulación ck
la propiedad moebiana del cross-cap.
Bernard Vandermersch: ¿Sí ... ?
Ch. Melman: Es decir, la anulación de la propiedad moebiana del cross-cap a
partir, justamente, de la anulación del punto <j>.
Bernard Vandermersch: Sí. El problema es que, a partir del momento en qu t:
la metáfora paterna es establecida, es un poco difícil pensar que la significaci.ó n
fálica pueda saltar ocasionalmente.
1
FREUD, Sigmund, ]ourna! d'une analyse, colección Bibliotheque de la psychanalyse, P.U.F., París.
¿ BERNARD, Claude, lntroduction ala médecine expérimenta!e [1865], Garnier-Flammarion, París, Ch. Melman: Se lo puede decir así ...
1966. La versión española: Introducción a la medicina experimenta!, Ed. Enrique Teodoro [1880], Bernard Vandermersch: Es eso lo que me ha resultado difícil. Había trabaja-
Mad rid, 1947. do sobre la neurosis obsesiva, a propósito del Hombre de los lobos, de manera, <.:s
O Porte //: 1988-1989 Lección JI: 20 de octubre de 1988 71

más, completamente incidente ... Era a propósito del recuerdo encubridor del tida. Pero si se corta con un par de tijeras la superficie, siguiendo la línea de pu n
l lombre de los lobos, cuando éste recuerda que estaba con su nodriza, jugaba con tos, ahí no se da sino una vuelta, que abre la superficie y se obtiene un disco co n
su cuchillo en el árbol. De repente, se había cortado el dedo que colgaba soste- un derecho y un revés ... [figura II.3].
n ido sólo por la piel. Era en un momento, dentro de lo que hacemos a propósi-
ro del "rasgo del caso" 1, en que había una paciente que había tenido una historia
de este tipo.
Lacan acostumbra mostrar cómo se presenta el cross-cap; el objeto a es corta-
do a partir de este doble lazo que, en definitiva, gira en torno al punto <j), como
si hubiera una especie de gravitación. ---+ ---+ ---+

---+ ---+ ---+

Figura II.1 . Figura If.3.

Entonces, ya había dos posibilidades de inscribir un corte significante. La pri-


lllcra, el corte simple [figura II.3], que no corta ningún objeto pero donde toda
l.1 superficie se vuelve objeto, en cierto modo, toma las propiedades del objeto,
---+ lo que me parece haber podido proponer para la psicosomática.
Ch. Melman: Así es.
B. Vandermersch: Y aquí entonces el doble lazo [figura II.1] que se apoya en
Figura 11.2. 1•1 punto <P y que divide la superficie en dos partes: el campo de la realidad que es
l.1parte moebiana, que en esta figura es la parte periférica, y esta parte que se suel-
1.1. Esta parte que puede soltarse es el objeto a. Por más complicado que sea, esto
El significante se le escapa a uno en la primera vuelta, pero se lo recupera en 1it·nc la estructura de un disco con dos caras.
la segunda, y en esta separación cae el objeto a. Ya a propósito de la psicosomá- Entonces pensé: ¿qué pasa en la neurosis obsesiva?, y es más, es a partir de lo
tica yo había pensado que ... , después de todo, había otros tipos de cortes posi- 1¡11r usted decía, de lo que Freud dice también, a propósito del Hombre de los lobos.
bles: que, por ejemplo, el significante podría no escaparse a sí mismo y ser total- 1 1'. ~ d primeramente la noción del término que vuelve con mucha frecuencia. Ahí
mente idéntico a sí mismo; se obtenía ese lazo simple que es, en realidad, un doble 1:i11:1 un término. ¡Es más, para el Hombre de los lobos, Freud pone llanamente un
' • 1
lazo, si uno se fija bien, y el segundo lazo avanza al revés del primero. Es, en cier- l t' l llllllO ... .

10 modo, un caso de doble lazo cuyos dos brazos se acercan a tal punto que se 1,:i vez pasada usted habló del Termin, esta vez a propósito del Hombre de las
onfunden. Y en ese momento, si uno se pasea en la superficie, como una hor- il/111', que volvía a menudo, y de esa dificultad, justamente, en relación a esa cucs-
miguita, uno dará de todas maneras dos vueltas antes de regresar al punto de par- 111111 dd término.
72 Parte Jl: 1988-1989 L ección JI: 20 de oc/ubre de 19RR .\

Por otra parte, Freud, en el Hombre de los lobos, habla de tres rasgos: primero sobre la pertinencia del corte, puesto que finalmente no se habría renun ciado
"la tenacidad particular de la fijación'', segundo "un extraordinario desarrollo de la a él (al objeto).
inclinación a la ambivalencia': y un tercer rasgo ''una constitución arcaica': dice,
que es "la capacidad de conservar los intereses libidinales mds diversos y mds contra- Entonces, si queremos evitar el recurso a las líneas de puntos ¡o a las men1
dictorios, uno al lado del otro". branas semi-permeables! - porque, después de todo, ¡podemos imaginar todo ... ! .
Y dice que es un poco como en la religión egipcia; se ve todas las épocas, pues Pero bueno, si queremos a pesar .Ae todo mantenernos en una práctica del cor
bien, son conservados uno al lado del otro .. ., están en un mismo plano, mien- te ... Y, por otro lado, eso viene en efecto de él, como objeto, y va hacia el Otro.
tras que en las neurosis habituales los tenemos más bien en capas superpuestas. No es como en la psicosis. No viene del Otro hacia él. Los pensamientos vienen
El caso del neurótico habitual puede ilustrarse con este tipo de corte. Perci- de él. No es como la alucinación psicótica que lo trataría como objeto: mujer-
bimos, por ejemplo, que muy bien se puede hacer un segundo corte que reprima zuela, puta, etc. Entonces, a diferencia de la psicosis donde el insulto viene c.kl
al que precede, etc. Otro para denunciar al sujeto, aquí es más bien un uno que es dirigido al a inclui-
do en el Otro.
Ch. Melmann: ¿Es un uno dirigido ... ?
B. Vandermersch: Es un uno que es dirigido -tal vez voy un poco rápido- :1I
1 que siempre está incluido en el Otro.

Entonces el problema es dar cuenta de esta inclusión del objeto en la caden:i


para el obsesivo, encontrar una explicación de estructura y no una explicació n
simplemente histórica.
Y usted dijo también:
Figura II.4.
Hay como una invitación al acto último. Todo sucede como si a fal tad'·
un acto que habría sido fundador, el correcto, algo se presentara incesanLc-
Hay un escalonamiento así, siempre profundo, claro, centrado alrededor de mente en la mente del obsesivo. Recuerdo de una deuda con respecto al acw
camuflado, encubierto, un semblant de acto.
este punto de gravitación <j>.
Es lo que no debería encontrarse en la neurosis obsesiva .. ., o por lo menos
en la del Hombre de los lobos. Por otra parte, si la alucinación del Hombre de los Como ve, ¡continúo ... !
lobos nos dice también algo de su estructura, es que, después de todo, se ha cor-
en toda cuenta falta uno ... Contar lo sagrado es, a la vez, anular su diferen-
tado, pero de todos modos aguanta un poco.
cia ...
[Rumor de interrogación en la sala]
Ch. Me/man: Es en efecto el Hombre de los lobos ...
Entonces, bueno, es una cosa, algo muy tonto, pero bueno, Lacan dijo qu~
B. Vandermersch: Sí. Es por eso por lo que estaba un poco en problemas pues-
l1.1bfa que utilizarlo tontamente, es más, ¡es el único consuelo que tenemos en
to que me apoyo en un caso cuya estructura es muy discutida ... Entonces, obvia-
1·s1e asunto! [Risas] Bueno, ¡espero que no sea demasiado tonto ... ! Bueno, a ver
mente, esto sugiere un corte incompleto. Bueno .. ., ¿qué es lo que usted decía
1 rism], el primer caso puede ser muy listo [risas] y atraparse a la primera. Eso tie-
aquí, a propósito del Hombre de las ratas esta vez? Usted decía:
IH' efectos desastrosos en la significación ... Esto [figura Il.3], esto atrapa todo y
ve rnos que lo que se pierde es la estructura misma (alusión al caso de psicosomá-
Este pensamiento prohibido se profiere a partir de ese objeto que debería
1 ic:1). Segundo caso, hay el doble lazo que, en cambio, deja escapar algo (precio
haber sido abandonado para el Otro y que el obsesivo retiene para su goce - a
partir del objeto y no del sujeto ... -. El objeto estaría ciertamente cortado, dice d1· la castración) y en este caso hay un sentido posible, una dirección, una orien-
usted, pero mantenido en su lugar de una manera que abre una interrogación 1.1vi<'>n (alusión al caso normal) [figura II.l].
Lección 11: 20 de octubre de 1988 7'5
74 Parte JI: 1988-1989

En el obsesivo, propongo tontamente pues que, se hace una vuelta [trazada H.: mmbreada de la figura II.6] es el tejido; y acá el tejido está aquí [sombreado J,
en la figura II.l] y, en lugar de recuperarse, no se recupere. Es decir que arrastra- pero es exactamente lo mismo.
do, iba a decir, por la gravitación del punto <!> - gravitación no es obligatoriamente Ch. Me/man: ¿Es una esfera con agujero?
necesario-, se encuentran alusiones a esto, por ejemplo, en "La dirección de la Bernard Vandermersch: Es una esfera con agujero, cuyo agujero está recosi -
cura'', cosas así, ah ... Entonces, he aquí este lazo que puede continuar su reco- do según los principios del plano proyectivo, es decir, que a cada punto del bor-
rrido indefinidamente y por el otro lado se lo puede ver irse así, etc. [figura II.5]. de del agujero se le hace correspol'l.der el punto diametralmente opuesto. Lo he
hecho en cuadrado. No es absolutamente necesario para el plano proyectivo. Quie-
ro decir que muy bien se lo podría hacer, hacer el orificio del agujero en forma
vircular. Lo importante es hacer corresponder a cada punto su punto diametral-
111 ente opuesto. Si he tomado esta configuración cuadrada es porque ella permi -
t l' también hacer el toro, hacer también la botella de Klein. Para el toro y la botc-
1l:i de Klein hay que volver a cerrar el agujero de manera diferente. Bueno. H"
.iquí un doble lazo [trazado en la figura II.7].

Figura II.5.
cp -
s I
I
I
I
Ahora voy a presentar el plano proyectivo (cross-cap) para ver las cosas un poco I
a~-----1-------Ja'
I
más claras [figura II.6]. I
I
I

k
b' '~ Figura Il.7.

Va de este punto (a), va hasta acá (b). Este punto (b) corresponde a ese (b').
1 >t·I punto (b') vamos hacia (a') que corresponde a (a). Éste es el punto<!> que
1 11t ontramos en ambos lados. Es más, se podría recordar que en los Escritos, en

1 1 '\·~quema R'', Lacan propone, construye el cross-cap un poco de la misma mane-

1.i , rnn un cuadrado dividido en dos partes: el triángulo simbólico y el triángulo


i111.1ginario. Han leído el artículo de Marc Darmon en Topique [risas], sí ¡bue-
1111 ... !, en Nodal, n.º 12 ; aquí [<\> arriba a la izquierda, figura II.7] es el lugar del
Figura II.6. 1 tl11 donde vamos a poner al sujeto (S) y aquí[<\> abajo a la derecha] el nombre-
/,/ ¡111rlre. ¿No es cierto? Así es, los dos puntos <!>van a confundirse.
Alt ora transformo esto, por medio de un artificio, en cross-cap. Lo que acabo
Esto es lo mismo que lo que he hecho hace un rato, salvo que se trata aquí de il1 l1.1c:er aquí [figura II.7] corresponde a esto [figura II.l]. ¿Está de acuerdo?
una esfera con agujero. El agujero, en lugar de estar en el medio, está en la peri- C'h. Melman: [Signo de asentimiento].
feria, pero es exactamente lo mismo. Si imaginan que el tejido es elástico, pero /J. Vnndermersch: Veamos ahora lo que podría suceder en la neurosis obsesi-
que el borde del cuadrado se mantiene rígido, basta con que lo hundan detrás del 1 1 !figura 11.8]. Si después del recorrido (ab), el trazo del significante que parte
tablero y tienen esto [el interior del rectángulo] que se vuelve vacío y aquí [par- il1 (li'), en lugar de regresar a (a') para cerrar el lazo, llega a (c), volverá a parcir
76 Parte 11: 1988-1989 L ección JI: 20 de octubre de 1988 7

de (c') para llegar a (d) y así sucesivamente. Vemos entonces que esta rama pue- B. Vandermersch: Podría decir, además, que esto también me fue sugerid o
de acercarse infinitamente del punto cp sin jamás englobarlo puesto ya no puede por su esquema borromeo de la neurosis obsesiva, en el que el Real aparece situa-
errar el lazo. ¿Qué pasa en la otra extremidad? La otra rama del mismo signifi- do en el infinito de lo simbólico, representado por una recta infinita.
can te (que sería una línea espiral infinita) colonizaría la parte que, en el "esque- Ch. Melman: Me parece muy bien y, en todo caso, es en esa dirección en 1:1
ma R" de Lacan, corresponde al campo R de la realidad. que tenemos que buscar. El punto en el que usted se detiene, el de las conse-
cuencias del corte, del tipo de corte que usted imagina, es ahí donde no podría-
mos sino aconsejarle que prosiga, es decir, poner a prueba la sintomatología pro-

s ----ii
pia del obsesivo, que usted evoca aquí y que voy a retomar. Esto le ayudará tal
b x'
• >
<j>
1 vez para proseguir su trabajo al respecto .
Voy a retomarlo de otra manera, planteando la pregunta siguiente: ¿por qu '·
·I síntoma por el cual el Hombre de las ratas llega donde Freud es que se sien r<.·
'Otno un gran criminal? Son sus impulsiones, sus formulaciones homicidas l:ts
que lo atormentan. En el transcurso de los años anteriores ya he esbozado u11 :1
res puesta, que gira alrededor del hecho de que, en efecto, el pecado, para cad:1
11 no de nosotros, consiste primeramente, por supuesto, en sustentarse del padre
"------P Figura Il.8. muerto. Quiero decir que la existencia del sujeto, en cierto modo, se siente como
li gada a la deuda que hay que pagarle a aquel que está muerto para que, justa-
mente, esta existencia sea posible, es decir, además, que este corte se haga.
Entonces, me parece que este trazo en forma de espiral infinita constituye otra Pero hay, indudablemente, otra manera de retomar la cuestión de esa imprc-
variedad posible del significante. Esto da cuenta del error de conteo, puesto que .~ i ó n de ser un criminal y que pertenece, más directamente, a la clínica del obsc-
aquí el cómputo no parte de un cero. En ''LÉtourdit" 3 , Lacan decía: .~ ivo. Ella consiste en hacer notar que, para él, el padre constituye ante todo un
1 >hstáculo real, es decir, que todo sucede para él como si - y, de todos modos, es

La vuelta no existe sino por el número con que se inscribe en el corte, del 1111 gran rasgo clínico- tuviera la obligación de esperar que este obstáculo real s
que sólo cuenta el cierre. La vuelta que gira sin cerrarse puede repetir, no es ni l1:1ya largado, haya salido justamente del campo de la realidad, para tener acceso
dicho ni por decir. ~ .1 qué? Para deslizarse en su cama. Es más o menos así como es vivido.
Es obvio, cuando digo esto, que escamoteo algo, para no complicar de inme-
En cuanto a la inclinación por la ambivalencia, yo lo veía traducido por esta di :ito, que es que si es cierto que para el obsesivo, Simbólico y Real se encuen-
expansión en sentido opuesto de las dos ramas [figura II.5]: la una hacia el obje- 1r:111, en cierto modo, constituidos por el mismo círculo, hay en él un juego siem-
to cp y la otra en la dirección opuesta. Por último, esta estructura espiral que no pn.: posible entre el hecho de saber si ese padre es real o simbólico.
va directamente, ¡que va más bien a lo peor!, podría dar cuenta del tercer rasgo En todo caso, en su sintomatología, parece que en efecto todo sucede como si
del Hombre de los lobos que es la posibilidad de conservar intereses libidinales lo 1•1 padre fuera ante todo un obstáculo real y que, entonces, no tendría más que esp<.:-
más diversos, uno al lado del otro, pero no haré el dibujo porque es demasiado 1,1r su desaparición para tener acceso al objeto. Es decir, que, en esta construcción,
complicado, sin embargo, si imaginamos dos significantes, o sea dos cortes de l.1 c 1stración no es, en cierto modo, sostenida sino por la realidad, el carácter real
este tipo, uno al lado del otro, entonces nos damos cuenta de que a menos que •Id padre. Se concibe entonces fácilmente en qué medida los deseos de que dc-
vayamos hasta el infinito, hay siempre un momento en que terminan por con- •,,1parczca pueden figurar entre los anhelos inevitables de aquel que anhela acced<.: r
fluir e invadir todo lo que parte de ahí [centro de la figura II.5], terminan por ,n1 qué? Digo entonces, obviamente para simplificar, la madre, pero es acceder tam-
invadir la realidad, uno al lado del otro. l1 i1(11 a lo que se referiría a un estatuto que llamamos, entre comillas, "adulto".
Ch. Melman: Bueno, me parece muy bonito. Me parece muy bien y muy alen- l•'.s aquí donde voy a abordar de otra manera, es decir, justamente en el regis-
tador. 111 > dtl número, lo que usted esboza co n el cross-cap, es decir, que es su relación :.:i l
78 Parte 11: 1988-1989 L ección 1!: 20 de octubre de 1988 79

número que parece extraña, puesto que en lo que podríamos considerar como negación es una de las formas de la revelación de la verdad. Es justamente lo qu t·
una normalidad, quiero decir en lo que no sería neurótico, basta con aprehender le sucede al obsesivo. Entonces, que Frege diga eso no nos importa puesto qu e.:,
la secuencia de los números llamados naturales 1, 2, 3, 4, con el O que hay que para nosotros, es más bien del lado del cero donde ponemos, al contrario, la idc.: n
inscribir antes: O, 1, 2, 3, 4, etc. lid ad perfectamente asumida de uno, la identidad del que dice "soy el que soy",
Es, en todo caso, necesario que esté establecido, en cierto modo, lo que per- puesto que el lazo, en cierto modo, no hace sino voltearse sobre sí mismo ... , pero
mite a un sujeto identificarse, sostenerse, venir al lugar de un 1, sin que este lugar, ·sto no importa mucho.
en cierto modo, sea necesariamente el que, en la realidad, ocupa su padre. Basta Si fuera cierto que la dificultad del obsesivo estuviera ligada al hecho - lo qu "
con que venga a la segunda fila, por ejemplo, o a la filan, cuando estamos en la vn cierto modo usted decía, Bernard-, al hecho de que el segundo significante se
secuencia de los números naturales. Es justamente así como se inscribe la suce- k- escapaba y que por más que hiciera una serie de vueltas no se le acercaría nun-
si.ó n de las generaciones. c:i, podríamos suponer que su funcionamiento mental esté atrapado, estructura-
Ahora bien, con lo que nos encontramos, al parecer, en la neurosis obsesiva, do por lo que se refiere a los números que llamamos reales; muy bien podemos
es algo que funcionaría como si el número 2 constituyera un límite en sí mismo rnncebir de qué manera éstos pueden formar una secuencia eventualmente con-
inaccesible, de tal manera que la única posibilidad para poder apelar al 1 sería 11t•rgente, es decir, que van, eventualmente, hacia ese límite. Digo eventualmen te
evacuar eso que a partir de ahí ya no es simbolizado por una secuencia de núme- l'Onvergente porque el gran temor del obsesivo puede ser también que su secuen-
ros, es decir, la sucesión de los 1 de los números naturales, sino que depende aho- 1i:1 sea, como se la llama en matemáticas, divergente, es decir, que rebase el obje-
ra tan sólo de la existencia de un lugar. 1ivo y, como sabemos, es uno de los grandes temores del obsesivo, una de sus
Si proseguimos, abordando esto, ¿qué podemos decir? Propongamos esta hipó- grandes angustias el encontrarse, sin haberlo querido, como rebasando al idea l.
tesis: para el obsesivo, el registro del número sería activo, no en la aprehensión ¿Qué puedo decir desde un punto de vista intelectual?, es decir, de nuestra
de la secuencia de los números naturales, sino de los números reales, los números propia especulación de obsesivos puesto que el intelecto es eso ... , salvo, obvia-
reales ya que entre dos números cualesquiera, clásicamente O, 1, o para nosotros 111L·nte, si tratamos de ser un poquito analistas y eso muestra todo el interés de lo
digamos 1, 2, porque es así como funciona para nosotros, puesto que el cero -reto- q11c Lacan nos ha enseñado. La especulación intelectual no quiere decir nada más
maré esto posteriormente- es justamente lo que le causa problema. Cada vez que q11c hacer consistentes los encadenamientos de pensamiento; y aún mucho mejor
un número es propuesto entre 1 y 2 hay, necesariamente, otro posible que viene, 1•11 la m anera depurada, claro, de las secuencias de símbolos. En lo que llamarnos
que surge, y luego otro, y luego otro, y luego otro ... , de manera que en esta apre- 1111 pensamiento consistente, un pensamiento lógico, cada término le debe su vali-
hensión, casi lo diría así, encontramos el sentido etimológico de la palabra 1 lvz solamente al que lo antecede en la cadena, en esto estamos de acuerdo. H ay

cálculo ... , es decir, la banda de las piedritas ... , con el hecho de que entre dos pie- q11c ser psicoanalista para atreverse a decir, como Lacan, que justamente es un
dras siempre se puede poner otra y luego, entre las tres, se puede poner otra y así 111odo de pensamiento muy particular, ¿tal vez paranoico?, yo lo propongo, en
sucesivamente. Puesto que se trata aquí de una dimensión, que es la de lo trans- todo caso, como algo activo en el registro de la obsesión -y que la causa se encuen-
finito, no se logra nunca -a pesar de que esto se llame potencia de lo continuo-, 111· l' l1 otra parte, que la verdad se encuentre en otra parte-. Uno de los aportes
no se logra nunca garantizar esa continuidad. Entre dos números, por más cerca nds notables de Lacan a nuestros problemas es, indudablemente, desde un pun-
que estén, habrá siempre un ypsilon que hará que pueda surgir otro, y así sucesi- 111 de vista que podríamos calificar de epistemológico, esa dimensión del Real,
vamente, hasta el infinito, infinito no enumerable. qtw la co nsistencia de la cadena tiende, por supuesto, a ... , ¿a qué?, a forcluir.
El punto del que quiero dar cuenta es esa particularidad que haría, pues, que, A pesar de que Lacan utilice fórmulas del tipo: "incluso una fórmula mate-
contrariamente a lo que permite la aprehensión de la secuencia de los números 1111 itrt hay que decirla", uno no puede hacer un libro de matemáticas donde no
naturales, es decir, una serie, que es la serie de los 1 en la medida en que, como l11d1da más que fórmulas de la primera página a la última: es necesario que el
sabemos, por lo menos después de Frege, es necesario el cero para, en cierto modo, 1111ior, ¿no es cierto?, se dedique a decir un poco sus fórmulas. Es decir que, final-
fundar ese intervalo, que autoriza, que permite esa sucesión de los 1. Ya no recuer- 1111 · 111~:, esas fórmulas reposan sobre lo que él va a decir de ellas. Hay incluso - es
do la formulación exacta de Frege, pero, en todo caso, el cero es el único repre- 1111 1. drnto muy particular de los Estados Unidos- matemáticos que se dedican jus-
sentante de lo que no sería idéntico a sí mismo. Esto no nos importa porque la 1it11H·11 tc ::i hacer valer, así, el lado es piri tual y humorístico de la calidad del decir qu'·
280 Parte 11: 1988-1989 Lección JI: 20 de octubre de 1988 28 1

para ellos resulta de esto, quiero decir que hay libros anglosajones de este tipo que aprehensión de la secuencia de los números llamados naturales, va bien con lo que
son muy buenos en esto. Russel era también un poco una mente de este tipo. llamaba el rechazo de lo Simbólico o, más bien, esa corrupción de lo Simbóli co.
Todo sucedería entonces como si la negación ... , es por eso por lo que el obse- Puesto que, justamente, lo Simbólico implica el reconocimiento de ese famoso
sivo no es psicótico - puesto que no se trata, en lo que a él le concierne, de una cero y, entonces, el establecimiento de esta serie de los números naturales.
forclusión del nombre-del-padre-, se trata ... , justamente, por esa confusión entre Tenemos otro testimonio clínico, creo, esencial que es el siguiente: la autori-
Simbólico y Real, de negar, o anular la pertinencia del nombre-del-padre. Enton- dad, pero ya les he resaltado esto, para el obsesivo la autoridad no vale, ¡esto cs
ces, por esta negación, todo sucede como si el corte, en cierto modo, fundador, muy raro!, sino por el lugar del antecesor, quiero decir, la calidad del antecesor,
al ser negado resurgiera a todo instante en la cadena. ¿De qué manera ... ? Pues es decir, el que está antes. Es por estar antes, es decir no por referirse a alguna
bien, porque si en efecto uno está atrapado en una cadena de números reales, es exterioridad, justamente a algún Real, a algún al-menos-uno para mantenernos en
obvio que uno puede acercarse tan cerca como quieran -clásicamente semen- nuestras categorías, sino por referirse a lo que sería el 1 primero; y entonces seda
ciona, clásicamente se menciona '1"2, comprendida entre 1,4114 algo así y 1,4115-, d hecho de ocupar esa función de primero que daría toda su autoridad y todo su
pueden apretar este intervalo cuanto quieran, pero siempre se encontrarán ante valor al que la ocuparía.
un fenómeno que los matemáticos llaman ... -no nos dejemos abusar demasia- Curiosamente, un sucesor también es capaz de ocupar este lugar, es decir, el
do por esos significantes-, pero, en todo caso, lo llaman un corte. Ese corte exis- nacimiento, por ejemplo, de un hermanito ... , entonces ahí, ¡es la sorpresa obvia-
te en todas partes puesto que basta que en el campo, en esa dimensión de los mente! ¿Por qué el sucesor? ¿Por qué, por ejemplo, esos celos hacia el hermano
números reales, que uno tome dos números para que entre ellos surja un tercero, menor. .. , mejor que él? Seguro que podemos entenderlo como una valorización,
que abra un intervalo que uno no puede colmatar. En otros términos, el corte o sea, quiero decir, la atribución a ese niño que acaba de nacer y que destrona al
pareciera resurgir aquí, digamos, bajo los pasos del que está atrapado en ese meca- precedente de su relación con la madre, seguro que podemos entenderlo como
nismo con una insistencia ... , ¿cómo calificarla ... ?, ¡iba a decir obsesionante! algo marcado con un índice fálico, como algo que constituye un testimonio fáli -
¿Qué encontramos en la clínica? Pues bien, lo que es obviamente sorpren- co, de ese falicismo que causa tanto problema al obsesivo, de manera que a pesar
dente es que no hay sintomatología obsesiva sin que la dimensión del tajo surja de ser sucesor en la cronología, se ordenaría entre los antecesores ... , entre los pre-
con ... - entonces, aquí también, creo, un fenómeno que puede maravillarnos- decesores. Es además un tipo de inversión que no es raro en otras familias ... , pero
esa endopsiquis tan particular del obsesivo. Creo que si podemos comprenderla, bueno, eso no merece más desarrollo.
tal vez no podríamos captar más que en el obsesivo por qué tiene esa aptitud para Este dispositivo mencionado tiene, necesariamente, gran número de conse-
hacer que los fenómenos endopsíquicos, esa endoscopia de los fenómenos psí- ;uencias puesto que, en cierto modo, si intentamos representarnos su mundo,
quicos sea tan prevalente. Es decir, ¿en qué lugar está él, en todo esto, para estar habría así algo que se distingue como perteneciente a la categoría del 1 real y lue-
tan expuesto a esa percepción de los fenómenos psíquicos? Pero en todo caso el go una sucesión de elementos que se encontrarían siempre faltantes en relación
tajo, el corte -y entonces eso va desde lo que hicieron los niños, es decir, cami- :i ese 1 y que, en todo caso, no permitirían jamás acceder a la repetición de ese 1
nar en la calle evitando el espacio que separa los adoquines, o suponiendo que si que, en lo ordinal, puede figurar como segundo.
cruzan ese espacio, pues bien, se produciría por esto tal o cual inco.oveniente, has- Entonces, entre las consecuencias, retomemos a partir del siguiente punto:
ta cosas un poco más desagradables como, por ejemplo, esas impulsiones que le ¿cuál es la relación que le conocemos con la mujer, o incluso ... con la niña? Es
vienen en mente "tomas tu cuchilla de afeitar y te cortas el cuello''-. Como si -es lo bastante obvio que el futuro o el ya pequeño obsesivo pasó por la castración. Ü'·
que decía alguna vez anterior-, como si una especie de corte terminal fuera el otra manera, todo esto no existiría puesto que es una defensa. Esa maravillosa
único que pudiera aportar algún alivio a sus tormentos. catedral, esa formidable, o sea ese soberbio encaje que tiene su sintomatología no
¿Cómo se puede verificar, a través de otros rasgos clínicos, esta especie de cap- es sino una defensa contra ... Bueno ... ya pasó por ello. Es decir, que se encuen-
tación por los números llamados reales? No_hay que hacer una confusión entre l ra en un estado de privación. En cambio, es probable que la niña, por su espc-
estos números llamados reales y, necesariamente, el Real tal como Lacan lo entien- ciflcidad de niña, se encuentre de inmediato, en cierto modo, como represe n-
de, aunque . . . , pero por lo pronto podemos dejar esto de lado. Bueno, vemos bien 1:in te, ocupada por ese objeto a - ese objeto a al que él tuvo que renunciar, sc
de qué manera esta confusión, o sea esta ... ¿confusión?, este hecho de no tener sicntc empobrecido, se sicnrc cÍ<:cl ivamcn te privado, se siente castrado- , mi cn-
82 Parte JI: 1988-1989 Lección JI: 20 de octubre de 1988 8.1

tras que la niña sigue, al parecer, impunemente brillando, en cierto modo, con la vida del obsesivo- es que, habiéndoselo dado a la mujer, es hacerse follar por ella.
posesión de ese objeto; el niño no puede saber que, primero, ella pasó como él ¿Por qué les digo esto? Van a pensar que es, no sé, ¡maldad! [Risas].
por la castración y, segundo, si ella está brillando por ese objeto, es luego de un En la historia que estudiamos, hay una cosa formidable, cuyo lado erótico no
desplazamiento, no tanto un desplazamiento de órgano, como Freud trató de neo que nunca haya sido visto; yo no lo he visto: quiero decir que no he visto 1:1
construirlo, es decir, del clítoris a la vagina, sino de un desplazamiento topológi- li1cratura psicoanalítica existente a propósito del Hombre de las ratas. Tendría qm:
co. Es porque ella ha venido a otro lugar que se encuentra siempre -no siempre conseguirla, pero soy un poco vago seguramente para ir a leer lo que ha podido
se encuentra, en realidad-, es para ella un regreso sorprendente y, como lo sabe- 1.:scribirse y, ustedes saben, cuando uno propone una idea, lo más común es qu <.:
mos, suele ser un regreso con asco al lugar de ese objeto a. Pero en todo caso es :dguien ya haya empezado. En el famoso episodio de circulación de la deuda, del
justamente para él, en calidad de niño, la paradoja de tener a ... sus hermanas o objeto de la deuda entre la empleada de correos, el Teniente A, el Teniente By él
esas niñas, como si resultaran privilegiadas por el hecho de ser mantenidas en mismo, no hay que hacer esfuerzo de imaginación; pero esa famosa circulación
posesión de ese objeto, mientras que él pareciera pertenecer a lo gris. Y conoce- del objeto entre esos cuatro personajes, en la medida en que los fantasmas del
mos la sintomatología del Hombre de las ratas, es decir, la tentativa de volver a obsesivo son los de absorción, de la intromisión del objeto ... -en lo que se refie-
encontrar en la niña, esta vez ... , ese objeto. Ya que es ella la depositaria del mis- re a la absorción les remito a la obra célebre de un psicoanalista francés que sella-
mo, por esto seguramente una desvalorización de su propio órgano, como lo ma Bouvet4 , no pienso que muchos de ustedes lo conozcan, pero cuando emp<.: -
hemos visto. ;é era el gran teórico sobre la neurosis obsesiva; y Bouvet hace, de manera muy
Es decir, que si es sensible a la diferencia de sexos -porque, lo repito, es una directa, de la absorción del falo del analista por el obsesivo lo que puede poner
defensa contra la castración- , la mujer tiene que tenerlo, etc. Todo esto, claro, es un término a la cura. ¡Para decirles que el afán de ... , el furor de curar puede ir
verdad pero creo que no nos dispensa de ... ¿cómo diría?, de tratar de afinar -si lejos! [Risas]. Tanto que el obsesivo se contenta con ello .. . , pero es, obviamente,
no nos equivocamos- , de afinar un poco el proceso en cuestión, es decir, el por- una manera de dar cuenta con imágenes de que habría que permitir que el obse-
qué está convencido, en la medida en que ha habido percepción del falo y enton- .~ivo vuelva a encontrar, con respecto al falo, una relación que no sea más esa sepa-
ces de la relación del pene con el falo, de que la mujer lo tiene y que el suyo, al ración insalvable; y eso hasta ir a hacer de aquél un objeto caníbal en la medida
lado, no vale mucho. Y lo busca. Con esto estamos, creo, en grandes evidencias ;n que ... cuando se es obsesivo hay inmediatamente, como lo he dicho hace un
y trivialidades clínicas. instante, una manera de introducirse, que necesariamente viene en mente, lo que
Lo que va a suceder más tarde, o muy pronto en la interpretación de la situa- quiere decir entonces que creo que la empresa ésta es bastante arriesgada ...
ción familiar, a través de lo que es, digamos, el desequilibrio, es la sorpresa de com- Bueno ... ya no sé, gracias a este desvío, en qué punto estaba ... [Risas].
probar que es el padre quien, eventualmente, hace la ley a la madre y, entonces,
esa interpretación de que el padre privaría a la madre, como él mismo ha sido pri- Sr. X: ¡Estaba hablando de la manera como el obsesivo es follado por las muje-
vado. O también que la madre, por alguna delegación, lo que también pasa, algo res! [Risas].
haría que ella le mostraría a su hijo que es, finalmente, por caridad, por la caridad Ch. Me/man: Ah, sí. Entonces es esa transmisión del objeto entre esos cuatr
de su conducta y de su sumisión que ella se las arregla para que el padre tenga algo. personajes, no tienen que dudar un instante, se trata de una fantasía de ... -¡voy
Si ella no estuviera ahí para someterse ... Bueno. Porque el estilo de su existencia :1 buscar un término delicado! [Risas]-, de ... paso en coronas y para que nadi "

consiste evidentemente en - como ya lo he mencionado-, en donar a su madre, sea perjudicado en el asunto, ya que ésa es la gran preocupación del obsesivo:
donarle eso de lo que el padre la ha privado. Y dar lo que no se tiene, como uste- ;ómo hacer que uno pueda pagar su deuda y, sin embargo, recuperarla [risas] y
des saben, no hay gesto de amor más hermoso. Y, en un fantasma que no sé si les hacer que los personajes, eventualmente intermediarios en el asunto, saquen pro-
parezca muy duro, pero les digo cosas bastante duras sobre la neurosis obsesiva vecho.
porque, a decir verdad, no veo cómo se las podría evitar puesto que estamos nadan- Es por eso por lo que los fantasmas obsesivos, si toman esta figura de estos
do, justamente, en el Real, no sé muy bien cómo hacer para estar, yo mismo, un ;uatro personajes -entonces algún día abordaré la cuestión de saber por qué hay
poco menos con las manos metidas en esto, pero el fantasma, el que es en todo dos Tenientes cuando él sabe, desde el principio, que le han dado una indicación
caso uno de los grandes fantasmas -y que, hay que decirlo, es parte del estilo de ·rrónea-. Sabe, desde el principio, que es la mujer de correos la que ha pagad
84 !'arte 11: 1988- 1989 Lección 11: 20 de octubre de 1988 8.

por él. Pero, ¿cómo es todo su asunto, cómo pagar, ir allá con el tipo? Daría enton- orro modo, podrían parecer de una abstracción ... , de una abstracción vana('.
ces el dinero a la mujer de correos, que lo daría al tipo, que lo daría al otro ... Él infundada, fuera de la palabra de Lacan.
tiene los binóculos, es decir, el famoso instrumento que le permite esa visión, la Ahora bien, al parecer, ¿no es cierto?, vemos funcionar en el inconsciente algu-
famosa visión soberana. Tiene entonces el cacharro. Pues bien, es, como les decía nos mecanismos que no solamente distinguen perfectamente lo que se referid:1
hace un instante, una fantasía erótica propia del fantasma del obsesivo con esa al rasgo unario, sino también a los números, que además, como digo, son encon-
preocupación por garantizar una circulación del objeto que no perjudicaría a rrados además, son distinguidos además por los matemáticos, o también cuali -
nadie. Puesto que lo que rechaza es un intercambio -el de tener que renunciar a <Jades como la de lo transfinito. Ven entonces de qué manera, por esta dispos i-
ese objeto a- , es un intercambio que a él le parece fraudulento puesto que ya no ión, volvemos a la cuestión de la duda del obsesivo y también a la cuestión de
se le propone, como sustituto, como pálida representación del goce que pudo saber por qué para él la cuenta nunca es justa. La duda, obviamente, puesto que
haber sentido en el momento del surgimiento de ese centro incandescente, más si ya ni siquiera se puede confiar en el número para estar seguro de que es ése el
que el mundo del semblant. Y entonces con esto se lo perjudica. total, entonces, ¿en quién confiar? Y, por otra parte, ¿cómo saber si esa famosa
Hemos entrado, como saben, en una economía generalizada del intercamb~o preocupación por la justicia, es decir, de igualación de la que hablaba hace un
a escala planetaria. Pero el primer intercambio del que tengamos la dimensión, y rato, cómo saber si se ha realizado?, puesto que si hasta con los números, ¿no es
es indudablemente la que nos rige aún en todo lo que serán luego nuestros inter- cierto ... ?, supongamos que en su inconsciente se trate siempre de decimales, o
cambios entre semejantes, ese primer intercambio está fundado en el que se ha del acercamiento a un límite que nunca puede ser alcanzado, ¿cómo, cómo estar
operado con el Otro. Y en ese pacto simbólico, concluido ahí, el obsesivo recha- .~t:guro de la exactitud del resultado?
za eso que le parece un robo. Y terminaré, finalmente, con este último punto: les hice ver la prevalencia d<:
La cuestión, y con esto terminaré esta noche, la cuestión de la homosexua- su sintomatología del 1 1/ 2 -¿recuerdan?-, que encuentran a cada paso, pero en
lidad del obsesivo. Lo que tiene de particular es que no está, en absoluto, cons- l:i medida en que ese 1 1/ 2 origina síntomas en él, es decir, síntomas que "frac:i-
truida como las homosexualidades. Tiene una organización totalmente diferen- s:1n" un año y medio después. Bueno. Es evidente que con el 1 1/ 2 vuelven a encon-
te. ¿En qué? Justamente es diferente porque si en sus fantasías hay la idea de que 1rar los dos números en torno a los cuales he articulado mi ponencia de hoy.
por fin podría ser un objeto homosexual para un hombre, en cuya elección fan- 1'. ncuentran el inicio de una secuencia ... , el inicio de una secuencia 1+ . ..
1

tasmática a menudo se reconoce fácilmente a un hombre mayor que él, un ele- 1/2 + 1/4 + 1/8 ... , que es una secuencia justamente convergente y que no llega
mento de esta fantasía que mencionaba hace un instante es la idea de que, a cos- 11unca ... , en la cual el 2 constituye el límite por más lejos que vayan.
ta de este sacrificio, se operará una transmisión como Real; de manera muy Entonces, con esto estamos un poco en el registro de lo maravilloso. Pero ... ,
curiosa, en última instancia, no es fundamentalmente diferente de hacerse follar pno ¿qué?, nos corresponde justamente el tratar de descifrar eso maravilloso. El
por una mujer, puesto que aquí también lo que funciona en su economía es que riesgo, el gran riesgo en materia científica -ha sido una de las grandes dificulta-
él se lo regala y, con generosidad, ¡ella se lo devuelve! Nos lo entregamos, ¿no es 1 lvs de la ciencia- es el de la analogía. Para nosotros es aún más complicado pues-
cierto? 10 que la analogía funciona en el inconsciente. Es decir, no es porque estem os
Y un último comentario más: es corriente decir, y con justa razón, que la neu- .111rc manifestaciones que parecen asemejarse, sólo por su analogía, que estam os
rosis obsesiva es una construcción -y Freud dice que es magnífica-, no hay cons- 1'< p1ivocados. El inconsciente funciona por analogía. Pero aquí no se trata de ana-
trucción sin matemáticas: lo que se construye se refiere a un orden necesariamente logía. Tal vez podamos, por medio de referencias que podrían parecer también
matemático. Lo que, desde un punto de vista metodológico, es notable para no- .ihs1ractas, dar cuenta de una clínica que, de otro modo, queda sometida a una
sotros es el comprobar en qué medida las especulaciones sobre el rasgo unario, .ipn.:hensión puramente intuitiva y poética.
sobre el lugar del número en el inconsciente, incluso sobre el valor del cero, sobre
el hecho de que el inconsciente pueda, según lo que propongo, tener una apren- Hueno, es todo por esta noche. ¿Tienen comentarios?
hensión de los números llamados reales, pues bien, creo que desde un punto de
vi sta metodológico, esto es obviamente de la mayor importancia para nosotros, Sr. X Usted habló la vez pasada del problema de "terminar". Resulta que hay
puesto que ahí encontraríamos, si no abusamos, la confirmación de tesis que, de l1·11 g11as en 1.as que goza r y tcrmin:ir son la m isma palabra.
86 Parte JI: 1988-1989 Lección JI: 20 de octubre de 198H 8

Ch. Me/man: Sí. Pero es justamente por eso por lo que, en la cura, al analis- hasta el último centavo, ¿no es cierto?, 1.298.879,74 dólares con cents, ¿no e.~
ta le toca eventualmente imponer un término. A decir verdad es lo único. Es, cierto? Uno encuentra eso en el registro del débito y encuentra exactamente l:i
¿cómo diría?, es simbólicamente más rico, me parece -que funcione o no-, que misma suma en el registro del crédito -pues bien, es a este tipo de ejercicio co n-
la tentativa de hacer que ese término sea introyectado de la manera que mencio- l:lble al que el obsesivo se dedica. Bueno.
naba hace un rato con, por ejemplo, las especulaciones del Sr. Bouvet.
Este hecho, para el analista, de imponer un término a la cura muestra bien Hasta el mes próximo.
cómo en ciertos casos puede no haber otro recurso. Entonces sería necesario,
obviamente, que diéramos cuenta de esta manera de hacer ... , de una manera no
solamente global, intuitiva, sino que tomáramos ahí el sentido de la manera con
que eventualmente puede operar. Pero, en todo caso, esto da totalmente cuenta
de la sensibilidad del analista a lo que sería la imposibilidad interna que tendría
el obsesivo para ... Entonces, ¿es acaso una imposibilidad interna o solamente es
su rechazo, es decir, su preocupación por mantener esa negación de lo que vale
' •
como termmo ....;>
Perla Dupuis: No es adelantarse demasiado, creo, el decir que lo que acabas
de aportar, a propósito de las series, de la secuencia ... , ¿es una verificación de que
el Real está tejido por el número?
Ch. Me/man: Sí, sí, sí ... , claro.
Bernard Vandermersch: En la historia de los cuatro personajes en corona del
Hombre de las ratas, hay todo un sentido también alrededor de esto, un sentido
histórico. Parece que su padre ... no se había casado con la joven ... ¿no es cier-
to?, y que hay toda una interpretación de esta fantasmagoría con una especie de
reparación, asumiendo la deuda del padre ... Y bueno, en definitiva, usted nos
invita aquí, resueltamente, en cierto modo ... , o sea .. ., a aniquilar progresiva-
mente toda esa parte de significación para llegar, en resumidas cuentas, a una
estructura que es, simplemente, que nada tiene que perderse, nada se crea en este
asunto.
Ch. Melman: Mire ... , no creo aniquilar toda esa dimensión.
Bernard Vandermersch: No aniquilar, quiero decir reducir.
Ch. Me/man: No creo reducirla, quiero decir que no es porque traigo luces
sobre tal disposición que querría decir que a la vez las otras, por estar en la som-
bra, serían suprimidas; no es posible mantener al mismo tiempo todo el. .. , al 1
1i .1hajo de clínica psicoanalítica en el Hospital Henri Rousselle (Centro Hospitalario Saint<.:-
contrario ... la deuda al padre ... -retomaré algún día el problema de la especifi- /\ 1111 <;), en París, que consiste en situar el rasgo fundamental de un caso clínico.
cidad de esta deuda, ¿no es cierto?-. ¿Por qué es una deuda particularmente ator- ' 1)/\ ltMON, Marc, ''L'inconsciem nodal" [El inconsciente nodal], en Revista Nodal, n. 0 1,
mentadora para el Hombre de las ratas? Pero la deuda del padre sigue siendo, obvia- l•'.d. J. Clims-Association freudienne internationale, París, 1984, pp. 249-269.
1 1./\( :AN, Jacques, 'TÉtourdit" (Atolondradicho), op cit.
mente, esencial. A pesar de todo, puesto que, en el fondo, su sistema es lograr 1 J{dc:n.: ncia a Maurice Bouvet (1911-1960), psicoanalista que manruvo cierto diálogo con Jac;-
reparar todo de una vez y sin que le cueste nada a nadie. Es una contabilidad,
q11t·s Lnca n y que escribi6 algunos textos sobre la neurosis obsesiva (algunos de ellos han sido
diría, extremadamente sutil. Es como el balance de las empresas, uno llega ... , 1111d11cidos: BOUVET, Maurice, El yo en la neurosis obsesiva; relación de objeto y mecanismos dt•
débito, crédito ... Hay sumas fantásticas y que son exactas, estrictamente exactas l1'(i'llS11, Nueva Visi6n, Buenos Aires, 1983). N del T
Lección 111
10 DE NOVIEMBRE DE 1988

Fuimos, algunos de nosotros, a un congreso en Israel, éramos varios, incluso, y


creo que fue una oportunidad para verificar en qué medida el estatuto de la sub-
jetividad, es decir, el de esa singularidad cuya preservación se dice necesaria, en
cuanto fundadora de la moral occidental, de qué manera ese estatuto de la sub-
jetividad que nos parece, digo, necesario, es en realidad contingente con las con-
diciones locales. Creo que los que fueron pudieron fácilmente apreciar cómo algu-
nas condiciones, tanto históricas como actuales, podían requerir tan fácilmente
en cada uno la obliteración de esa subjetividad en beneficio de lo que es, pues, el
individuo como miembro del grupo y ya no lo que lo singulariza en éste, lo cual
en calidad de visitantes podía darle a nuestro discurso un carácter intempestivo,
que obviamente ya podíamos percibir incluso antes de ir.
En todo caso, esa especie de obligación local tiene, obviamente, efectos sobre
dicha subjetividad: va a llevar inevitablemente a que esté presente en el Real, en el
lugar mismo en que reside este sujeto, del cual hacemos, nosotros, de su culto, el
eje de nuestra ética, en la medida en que exaltamos su singularidad - ¡importa poco
lo que ese sujeto pueda decir, puede pendejear, puede decir tonterías, puede decir
cualquier cosa, a partir del momento en que se afirma como singularidad, es acla-
mado como tal!- , en todo caso, de lo que podemos estar seguros es de que la obli-
Leración de ese sujeto conduce a hacer presente en el Real -es decir, en su lugar, ya
que después de todo el sujeto es justamente lo que debe estar, en cierto modo, for-
cluido, puesto que es en el Real donde reside-, pues bien, su obliteración lleva a
que se manifieste en su lugar, en el Real, ya no ese sujeto como soporte de un deseo,
sino el uno, el uno del significante llevando su carga, todo su peso de imperativo.
90 Parte 11: 1988-1989 Lección 111: 10 de noviembre de 1988 t) 1

Cuando nos interrogamos sobre lo que Lacan pudo haber pensado cuando, Pero, en todo caso, el que se lo diga allá - en la medida en que eso no podf:i
a propósito del cross-cap, hace del sujeto un puro corte - nada más que el corte, sino contribuir a ese efecto social, a esa obligación social- no dejaba de suscitar,
no ese corte moebiano- , podemos medir la incidencia clínica de esto al ver lo que de parte del público francés, cierta preocupación y también cierta tristeza, es m:\11,
pasa cuando - por esa obliteración, ese rechazo, esa anulación, incluso esa forclu- no solamente en nosotros, que además del hecho de que eso que podían apor
sión del sujeto- lo que en cierto modo está en el Real es el uno del significante 1arnos como representaciones de la economía psíquica podía resultar totalmente
como tal, cargado con todo su peso superyoico, su peso de imperativo. A partir inadecuado con la más mínima experiencia clínica. Podía parecer el apego :i 1111
de ese momento, es el individuo en la realidad el que aparece como dividido, es f() rmalismo que no valía sino por ser imperioso, por ser imperativo, ¡tenía que ser
decir, como faltante en relación a ese uno que hace las de sujeto en el Real. así!
Y con respecto a esa referencia que, a partir de ese momento, se hace a ese uno Esto hizo que -puesto que me habían confiado, me habían encargado abrir
que reside en el Real, casi no se puede evitar que tenga toda una serie de conse- los debates-, en lo que a mí respecta, y antes de los colegas y compañeros qu"
cuencias, consecuencias obviamente muy variables y que nos permiten, en todo tenían que hablar, metiera la pata hablándoles de la lengua materna.
caso, concebir en qué circunstancias, muy precisas diría, pueden nacer tanto los Como ustedes saben, ese Estado en que nos encontrábamos presenta una sin-
profetas como los terapeutas de todo tipo - justamente a partir de ese uno en el gularidad; todo Estado se constituye siempre sobre la base de una lengua nacio-
Real, y en la medida en que es el individuo en la realidad el que, por regresar a nal - cuando digo ¡todo Estado ... ! En general, los Estados se han constituido sobrt:
ese momento, parece como dividido en relación a él, ¡es decir, como faltante! la base de una lengua nacional -en todo caso, en los tiempos modernos es parri-
Ese regreso, quiero decir el efecto de esa obliteración, obviamente tiene sus ;ularmente patente y claro, no vamos a remontar a la génesis de los Imperios y
consecuencias en la clínica, en la patología. Y es indudablemente la razón por la de los Estados-, entonces se han constituido sobre la base de una lengua nacio-
cual hay que atribuir la concurrencia que nos recibió allá, quiero decir cuál era nal, eventualmente oprimida, prohibida, pero con la ambición de darle el terri-
nuestra sorpresa el saber por qué tantos, tantos "clínicos" israelíes, jóvenes en su torio donde por fin se la podría hablar libremente.
mayoría, se habían desplazado de manera tan numerosa con la esperanza, visi- Ahora bien, la particularidad, la singularidad del Estado en que nos encon -
blemente, de ubicarse o de oír algo un poco nuevo. Lrábamos es que, justamente, no fueron condiciones muy clásicas las de su naci-
En todo caso, teniendo en cuenta la población del país, el número de perso- miento, no lo fueron puesto que los que se volvieron a encontrar allá hablaban
nas presentes no podía dejar de darnos, a unos y a otros, un sentimiento de res- t0dos lenguas diferentes -ya sean dialectos específicos propios de la región don -
ponsabilidad y de preocupación con respecto al saber si íbamos a estar en condi- de habían vivido, ya sea la lengua de su país de origen- y no había entonces len-
ciones, en efecto, de aportarles algo que les permitiera trabajar un poquito. gua nacional propicia para, en cierto modo, de entrada, garantizar la unidad del
Es cierto que lo que les aportan los psiquiatras y psicoanalistas oficiales que país.
tuvimos la suerte de escuchar allá-y que resultaban estar entre quienes allá más Y como algunos de ustedes seguramente lo saben, hubo en ese país largos
confianza merecen, e indudablemente también cierto hastío-, lo que pudimos debates sobre la elección y la adopción de una lengua nacional y se hicieron las
escuchar de ellos pudo mostrarnos que en las representaciones mismas que se proposiciones más extrañas, que hoy en día pueden parecernos las más extrañas,
hacían ellos de la economía psíquica, justamente lo que decía hace un instante, puesto que podían referirse por ejemplo a la lengua alemana - escoger el alemán,
esa obliteración del sujeto, estaba funcionando de manera notable, es decir, que es decir, la lengua del pueblo europeo más cultivado, más que, eventualmente, d
no podían evocar la economía psíquica sino en las representaciones de un siste- inglés que era la lengua del ocupante de la región después de los turcos, incluso
matismo perfectamente cercado, perfectamente cerrado -inspirado de Freud, d ruso, ¿por qué no?-. Como pueden encontrarlo en un libro cuya traducción
seguramente, y remedando en cierto modo su rigor científico, es decir, exclu- recientemente al francés estuvo a cargo de uno de los que contribuyeron a orga-
yendo todo lugar propio del sujeto. 11 izar ese congreso allá, es decir, Gérard Haddad, quien tradujo al francés la bio-
Lo cual hace que el escucharlos no podía dejar de suscitar cierta preocupa- grafía de un hombre muy singular, ese hombre tan extraño impuso, él sólo, b
ción -su manera de expresarse no es específica de ellos, es decir, no es propia de ·lección del hebreo, un hebreo modernizado como lengua nacional. Si uno lec
quienes viven en ese país, es seguramente muy cercano a lo que se puede escu- esta biografía-que no creo ni siquiera que esté publicada en Israel, a nadie le intr·-
char igualmente en el nuestro. rcsa, y aquí es un libro que ha tenido un éxito de estima y, diría, con justa razón- ,
292 Parte 11: 1988-1989 Lección lll: 10 de noviembre de 1988 9]

se entera de cómo el individuo tan oscuro que se llamaba Eliézer ben Yehudá, es ¿No quieren responder?, en cualquier lengua ...
en todo caso el nombre hebreo que él mismo se dio, tuvo una revelación noc- Y no quieren responder porque, porque la respuesta es desagradable. Supon-
turna, es decir, que oyó en la noche una jaculación - ¿venida de dónde?- , jacula- go que es por eso. Puesto que la lengua materna - es en todo caso la definición
ción singular que decía "renacimiento del hebreo en el Estado de Israel", desde enton- que les propuse de ella, y al parecer no tuve objeciones al respecto- es la lengun,
ces se sintió inspirado, sin ser de ninguna manera psicótico y entonces este hombre la lengua en la que ha funcionado para el pequeño hablante, para el sujeto que h
tomó la decisión de ya no hablar sino el hebreo en su propia familia, formando .1rticula, ha funcionado la prohibición de su madre.
así una especie de "islote", totalmente aislado en la ciudad. Se la llama lengua materna porque está enteramente organizada por esa pro-
Era el único que había estudiado el hebreo, la lengua hebrea que, hasta enton- l1ibición, es decir, que en cierto modo imaginariza el imposible propio de tod::i
ces, estaba reservada para el uso sagrado, es decir, que no era pues conocida, al lengua.
principio, sino por quienes practicaban, el que volvió entonces profano el uso de Entonces rápidamente, muy, muy rápidamente para avanzar esta noche sobre
esta lengua, obligando a su niño, su hijo, negándole todo contacto con el exte- l'Sta cuestión y porque no voy a retomarlo en absoluto para ustedes - porque ade-
rior para que se impregne con esta lengua, de tal manera que cuando, a la edad más muchos de ustedes hicieron el esfuerzo de ir-, sino que quisiera esta noch "
de seis o siete años, a este chico se le autorizó salir, encontrarse con compañeri- ir hasta el final de lo que, justamente, sobre este tema, no podía decir allá.
tos, descubrió con cierta estupefacción que nadie comprendía lo que él podía En todo caso, las consecuencias de esa prohibición propia de la lengua mater-
decir. Es más, él hablaba el hebreo de papá, pues bien, nadie estaba con capaci- na son esenciales puesto que contienen a la vez la represión, la represión del deseo
dad de comprenderlo; es más, este chico todavía existe. Es entonces este indivi- prohibido, la represión de los significantes que harían presentes esos deseos pro-
duo, tan oscuro, quien, sin otro medio que unos pocos artículos que escribía en 11 ibidos y de ahí, a partir de ese instante, el gusto por las metáforas y las metoni-
revistas, las escasas revistas que se publicaban de manera irregular en hebreo, es 111ias que recuerdan, en cierto modo -sabiduría de esa lengua-, ese cuerpo pro-
este personaje quien impuso una lengua que tenía como efecto el hacer ¿qué? hibido, y luego los lapsus y demás, todo desliz, todos los tropiezos que dicen el
Obviamente, era la lengua ancestral, pero tenía como efecto el reprimir o pro- deseo inconsciente. Lo que hace que, como les mostraba, es el inconsciente mis-
hibir en cada uno de los que la hablaban, de reprimir la lengua materna, la que 1110 el que, a partir de ese momento, puede representarse como un cuerpo matcr-
fuera, la que hubiera sido, que esta lengua materna haya sido el dialecto hablado 110 cuya libre disposición es prohibida, pero que deja oír el deseo que le quedó
por esas poblaciones, su dialecto específico, o que haya sido la lengua de su país, inherente, que le quedó pegado. Y añadí que, si uno está hablando una lengua
digo, de estadía. <'Xtranjera, extranjera para lo que fue esta lengua materna, es decir, esta lengua
Es entonces allá, en ese contexto, donde decidí hablar de lo que es la lengua, 1 uya sabiduría tejió el inconsciente de uno, pues bien, el retorno de lo reprimi-
la lengua materna. Y me gustaría plantearles la pregunta a ustedes - en todo caso ' lo de uno en la lengua extranjera ya no podrá ser oído como la expresión de un
a los que no fueron , que no conocen el tipo de respuesta que propuse-, me gus- 1 kseo, aunque sólo fuere para los oídos de uno, sino como simplemente la expre-

taría preguntarles a ustedes, ya que me da curiosidad el saber si algunos de uste- ~i6n de faltas gramaticales, sintácticas, léxicas, etc.
des tuvieran al respecto ideas que fueran más allá, o fueran semejantes a las que Y entonces -voy muy rápido para darles las líneas generales de lo que dijc-
propuse al respecto: ¿qué definición dan ustedes de la lengua materna? 1IL'Cesitamos distinguir, además de los padres reales, una madre simbólica, es decir,
¿Qué es la lengua materna para ustedes? i11herente a la lengua que va a hablar el niño pequeño y, en la medida en que esta
¿Qué representación, quiero decir qué especificación le dan ustedes? 111adre transmitida por la lengua será prohibida, a la vez, claro, el padre simbóli -
¿Tienen una proposición honesta que hacer al respecto? ' o que está sosteniendo esa prohibición. Mostré toda la riqueza de la clínica qu "
¡Es de todos modos importante! Uno llora al escuchar su lengua materna cuan- 1 onocemos, que se produce cuando los padres reales, los que están en el hog::ir,

do no la ha escuchado desde hace mucho. ¡Uno sufre! 11< > coinciden con los padres simbólicos, es decir, que no son de la misma lengu ~
Como les mostraba allá, está inscrito en nuestros engramas cerebrales, pues- que la lengua de uso, que la lengua oficial, que la lengua social, y no voy a volver
to que es la última lengua, si a uno le da una afasia, la última lengua que se con- .1 1oda la riqueza de esa clínica - a decir verdad, inexplorada.
serva. Creo que estas observaciones constituyen, en efecto, una introducción a esa
Entonces, ¿qué sugieren ustedes?, los que sean inocentes ... 1 líni ca puesto que los padres reales, tanto como sus hijos, no pueden deja r d"
94 Parte //: 1988-1989 Lección lll: 10 de noviembre de 1988 95

tener la impresión de que la aceptación de la lengua social, de la lengua oficial, Entonces, ¿esto no les sorprende? ¿Cómo así? ¿Cómo es posible semejan te
es decir, de los padres simbólicos inherentes a esa lengua, lleva a tener que renun- ·osa?
ciar a sus padres reales, que ya no están ahí sino como reproductores, es decir, Es incluso irritante, si uno es por ejemplo un nacional, comprobar que extran-
orno ganado, en la misma función que hoy en día permiten los métodos de repro- jeros hablen la lengua de uno, de manera tan fluida como si no les hubiera cos-
ducción en laboratorio, o con las madres portadoras, etc.; reproducir, es decir, tado nada ...
estar ahí puramente como fabricantes. Pues bien, es justamente ésa la cuestión. Como no les ha costado nada, como
Mientras que la paternidad real, que la paternidad auténtica es sostenida por para ellos en esta lengua la madre no está prohibida, para ellos, en esta lengua es
esos padres simbólicos transmitidos por la lengua. los pone entonces en una posición lúdica, que puede ser muy cercana a la manb
En cuanto a las relaciones, a la reciprocidad de la dificultad entre esos padres es decir, el agitarse en una lengua donde pueden tener la impresión de que, para
reales y los padres simbólicos, que pueden parecer los únicos que valen puesto dios, en ella todo puede decirse, y de ser a la vez infinitamente más libres y libe-
que son los que permiten ser identificados y reconocidos en el contexto social, rados de obligaciones que estos desdichados nacionales enligados en toda su pru-
u no sospecha y, eventualmente, lo saben ustedes mismos por su experiencia clí- dencia ¡y en sus prohibiciones.
nica, todo lo que puede tejerse en ese tipo de divorcio; lo cual puede esclarecer-
nos sobre la pertinencia de nuestras categorías, las categorías lacanianas, ya que El punto a partir del cual quisiera avanzar un poco, porque nos interesa a unos
realmente no veo otras que nos permitan distinguir hechos tan masivos y que, de y otros, es el siguiente: incluso si lo que parece así prohibido y reprimido es una
otra manera, se quedan nublados. k:ngua, como por ejemplo para los que han tenido que hablar una lengua nacio-
Esa vez señalé también que al cambiar de lengua -y es un comentario que nal inventada, nueva, un hebreo moderno y entonces renunciar en público a su
ofrezco a la sagacidad de ustedes, a todos los que quieran trabajarlo un poquito, kngua materna, con todas las consecuencias que eso puede tener. .. -tiene muchas
ya que es un comentario que, creo, puede ir lejos en la comprensión de la neu- otras que las que les estoy lanzando, por ejemplo, los que viven en ese país se que-
rosis-, uno puede cambiar de neurosis. j:tn con naturalidad de que los habitantes tienen relaciones duras entre ellos, áspe-
Entonces no hay necesidad de ir a buscar los libros de Wolfson 1 y demás, sino ras, difíciles; no son necesariamente gentiles ahí, son directos, positivos; es justa-
de referirse de manera muy simple al hecho de que, si en la lengua materna uno mente por eso por lo que teníamos temores sobre nuestro congreso, sobre la
tiene espontáneamente tendencia a ser obsesivo -es decir, atrapado en el sujeto, 111anera como podía ser entendido-, pero cada uno tiene que preguntarse, obvia-
atrapado en la preocupación, en cierto modo, de llegar a apagar ese sujeto que le 111 ente, si no es ésa la consecuencia más inmediata, más simple, justamente, de la
estorba a uno, que no le importa-, pues bien, si ese mismo obsesivo pasa a una .1dopción de una lengua en la que, como acabo de mostrarlo, lo que va a expre-
lengua extranjera, al contrario, en esa lengua extranjera va a tratar de hacer valer \, trse, lo que va a darse a oír será mucho menos el deseo -puesto que para la mayo-
su subjetividad, de hacerla reconocer, va a tratar de hacerse admitir en calidad de 1(:1 de ellos, la mayor parte, ésa no ha sido la lengua materna; tal vez sólo ahora
un sujeto como los demás. In sea y para generaciones jóvenes, muy jóvenes; y aún así, no es raro que sus
¡Y helo ahí convertido en histérico! ¡i.1dres sigan hablando en la casa lo que fue su lengua de origen; el encontrarse
Y he ahí cómo un obsesivo se convierte en histérico cambiando de lengua por 1•11tonces atrapado en una lengua en que la expresión del deseo es tan difícil d"
el hecho de que, simplemente, cambia de lugar con ese cambio de lengua. ¿No 1wrcibir y donde son la demanda y la necesidad las que organizan, en cierto modo,
es cierto?, no es solamente cambio de lugar en la garganta. Cuando uno escucha, l.1 relación social con eso que puede, a la vez, implicar como impulso hacia la sim-
cuando uno presta un poquito de atención y escucha hablar lenguas diferentes plicidad e incluso la transformación de la palabra en signo.
por un mismo sujeto, uno se da cuenta muy rápidamente de que no las articula Es en efecto lo que oímos de boca del eminente psicoanalista que nos habló
en el mismo lugar en su garganta, se aloja en puntos diferentes, y en puntos dife- y que nos dio ejemplos, ¿no es cierto?, en relación al lenguaje y todos los g ue
rentes porque su subjetividad no es la misma. 101116 pertenecían al Código de Circulación; seguro que no era casualidad.
Una palabra más. Hice notar, a propósito, que en esta lengua extranjera -es Y en cambio, en cambio en ese mismo país, y es indudablemente la co nse-
una observación trivial que ya se deben haber planteado- , uno puede hablar de 11u.: ncia, está el gusto por la poesía. Es uno de los países donde los libros de poc-
manera mucho más suelta y fluida que en su lengua materna. •,(.1 se publican en decenas de miles de ejemplares, y se leen, lo que se puede supo-
96 Parte JI: 1988-1989 Lección fil: 10 de noviembre de 1988 29

ner que es esa aspiración, justamente, a un juego de la lengua que se habría libra- materna que tuvo que ser impedida luego- , para cualquiera la relación a cs:i
do de las contingencias, de la urgencia cotidiana por articular lo que se referiría 7rundsprache va a interpretarse y a ser vivida de la misma manera, la diferencia
a la respiración propia de la lengua misma, es decir, de su juego metafórico y ·s que algunos tienen, en cierto modo, una justificación real, es decir, pucd1.: 11
metonímico, y entonces de su espesor, de sus oscuridades. 1cner una especie de coartada real para dar cuenta de esa disposición, pero esa cir
Lo que nos importa a nosotros es el punto siguiente: incluso si lo que está ;unstancia real no hace sino ocultarles, obliterarles, esconderles el hecho de q uc
reprimido es, pues, una lengua, eso _no quiere decir que en el inconsciente, que lo que creen que es un accidente de la historia es, en realidad, un hecho de estru c-
el inconsciente esté estructurado como una lengua. Y aquí otra vez la formula- tura y que concierne entonces a todos.
ión de Lacan es esencial para nosotros, aunque sólo fuera para preservarnos de Tienen los testimonios clínicos más patentes y más variados de esto; desde el
todas las facilidades que habría ahí, hacia los Schwarmereien, hacia el misticismo, juego de la histérica que consiste en hacer entender que ella tendría en las entra-
es decir, el suponer que hay en el inconsciente una lengua que es la lengua de los lías esa lengua de los orígenes, que ella no pediría mejor cosa que dejarla hablar,
orígenes. Era una de las grandes ideas de Jung. Mientras que, si el inconsciente, ya sea por su boca, ya sea por su cuerpo, pero eso puede traducirse de todas las
como Lacan se esmera diciendo, "está articulado como un lenguaje" y no como una maneras que quieran; eso puede ir... , lo que les voy a decir va a resultarles cho-
lengua, eso nos recuerda que, sea cual haya sido su determinismo, aquél está cons- cante, ¡espero!, eso puede ir hasta el amor por los perros ... ¿Les parece chocante?
tituido por una cadena hecha de elementos cuya unidad es variable, puesto que ¿No son lacanófilos? Se dice canófilos, ¿no es mejor canófilo?
va desde la letra hasta el fonema, pasando por la palabra, pasando por el segmento Hubo una novela, que no tuvo un éxito muy grande si mal no recuerdo, un a
de frase, la frase, incluso un fragmento de discurso, es decir, lo que produce uni- 11 ovela de Colette Audry, se llamaba, si mal no recuerdo, Derriere la baignoire .
dad en el inconsciente, unidad significativa. Es eminentemente, eminentemente Contaba en ella la muerte de su perro. Al lector de esa novela no podía caberle la
variable. Si el uno está presente ahí, es que es un uno cuya cesura es móvil. Es que menor duda de que se trataba de ese padre mudo, que no podía hacerse oír sino
el inconsciente, pues, no contiene entonces ninguna voz, sino que el sujeto debe rnn ese ... ese ladrido más o menos articulado, pero que visiblemente vibraba por
prestarle su voz, la suya, si quiere que se deje oír, sin saberlo y sin que pueda iodo lo que hubiera querido, todo lo que hubiera querido transmitir, pero buc-
comandarlo, lo que habita ese inconsciente -es decir, lo que aquí podemos lla- 110, hay también, me parece, hay en Lacan observaciones al respecto, no recuer-
mar la Grundsprache, la lengua fundamental-, no puede en ningún caso, salvo en 1 lo en qué seminario.

caso de delirio, tomar la palabra. [Intervenciones de la sala, inaudibles ... J


¿Qué es lo que esto nos recuerda? Es con esto con lo que avanzo esta noche. Sí, es decir. .. , porque lo que necesariamente nos sorprendió a todos ante ese
Es que cada uno de nosotros, sea cual sea finalmente su historia y su relación a .111imal ... , del cual tenemos, a cada instante, la impresión de que está a punto, a
las lenguas - o a la lengua- que hayan podido organizar su infancia, en cada uno, punto de tomar la palabra, ¡¿no es cierto?!
sea cual sea esa historia, el inconsciente funciona como una lengua prohibida y Pues bien, si para cada uno de nosotros el inconsciente está así constituido
cuya expresión más evidente reside en que el sujeto no puede articular plenamente por esa cadena relacionada a ese padre que sufre de estupor, prohibido, entende-
el deseo que es transmitido por esta cadena, que es constitutivo de esta cadena. mos mejor todas las divagaciones, por ejemplo, que pudieron referirse en un
Para cada uno de nosotros, sea cual sea su historia lingüística, el inconsciente va 111omento dado a la idea de que habría una lengua madre, madre de todas las
a ser interpretado siempre como si hubiera habido una lengua original que habría 1 lcmás, el hebreo, justamente en este caso, idea ciertamente loca y al mismo tiem-

permitido esa transparencia perfecta, la articulación perfecta del deseo, pero que po perfectamente sabia, puesto que es bien obvio que esa Grundsprache, en su
algún accidente ha producido este impedimento y, a partir de ese instante - es l L·x.tura, incluso si no adquiere sentido, en cierto modo, sino por su irrupción par-
decir, puesto que esta lengua se vuelve la de un sujeto que sufre de mutismo en 1 ·viaria en tal lengua positiva hablada, en su tejido, en su tramado [étojfe], es la

cuanto a la expresión del deseo, puesto que ese deseo ya no puede expresarse sino 111isma para todos. Quiero decir que su textura es obviamente, sea cual sea la len-
a través de los accidentes y caprichos- , a la vez ese inconsciente, esa Grundspra- 1111a positiva hablada, en la medida en que esa textura está hecha de rasgos dis-
che, se vuelve también la de un padre, el mismo que procedió a esa prohibición, 1intivos, de amplitud variable, digo, esa textura es fundamentalmente ... , funda -
y el deseo se vale necesariamente de él, de un padre condenado al mutismo. Es 11H.;ntalmente la misma. Entonces la idea de una lengua madre, de nuevo esa locur:1
dec ir, que para cualquiera -no es necesario para eso h::ibcr co nocido una lengua de glosólalos, no es tan absurda qu e di gamos.
Lección 111: 10 de noviembre de 1988 l)l)
98 Parle 11: 1988-1989

Para volver otra vez a un punto que traté de abordar durante un seminario de Entonces, no voy a entrar en todos los debates y los conflictos que en wrno
verano, el primero, creo, el comentario siguiente: es que la palabra se despliega ,, la evolución de la música ... Dejo eso. Pero lo que también mostré es que, si lo
para nosotros, para cada uno de nosotros, en un doble alcance, uno que es sos- que entonces no permite que la música sea la aglomeración cualquiera de su b:11r
te nido por la significancia y otro, al que curiosamente no le damos el lugar que ría de elementos discretos, sino que hace que estén regidos por cierto orden , 1111
merece, el otro es la música, lo que llamamos el acento. Es curioso que no se le orden matemático ... , relaciones que se pueden situar, que se pueden inscribil',
dé todo su lugar. Toda palabra es obviamente cantada, ¿qué estoy haciendo aquí?, que definen un canon estético, hay en la música un efecto - en todo caso en aq11<:
estoy -¡si no entienden francés!- cantando. lla música-, un efecto que, creo, se puede situar y que es una invitación que se k
Tuve el placer de oír la otra noche una lengua, que es el portugués de Brasil, hace al sujeto, una invitación al sacrificio y a la muerte.
y tengo que decir que siempre me alegra porque, en la medida en que no lo com- No creo que esto se diga a menudo, ni que lo que estoy proponiendo sea neces:1-
prendo, ¡es realmente el canto de los pájaros en la selva amazónica! Lo que, para riamente aceptado, pero creo que se puede muy bien sustentar y verificar. No es por
mí, hace que esta lengua sea obviamente algo muy descansado y ... y estupenda, 11ada por. lo que la música siempre ha habitado los campos de batalla, aunque fu er;1
¡estoy tranquilo puesto que no entiendo nada! [risas en la sala], y además soy arru- 1·11 su forma más sucinta, es decir, la de la escansión, la escansión de los tambores.
llado por esa música tan linda, en que puedo verificar a cada momento lo que Si tomo este desvío es simplemente para recordarles que si bien es cierto que
acabo de decirles, que la persona que la articula no coloca en absoluto su voz de 1· 11 toda palabra, que toda palabra es cantada e incluye esa música, a la que curio-

la misma manera como coloca el francés, en absoluto. .~;imente parecemos, así, apegados con la preocupación de preservar lo que harí:1
Entonces, en toda palabra hay el canto. De lo cual tienen aquí, otra vez, ese tes- 1111estra identidad, no es absurdo -lo presento así, es decir, con reservas, como lo
timonio al que vuelvo porque es parte de las cosas que me divertían en su momen- ve n, y lo someto a la reflexión de ustedes, a su crítica, a lo que quieran- , no es
to, que es justamente que, en general, cuando uno aprende una lengua extranjera, .d1surdo pensar que la música inherente a la palabra, y en la medida en que rige la
lo que uno se niega a abandonar es el canto, uno acepta cambiar de lengua, pero •, 11 cesión de los elementos a través de una relación matemática y una relación fija ,
uno quiere quedarse con la música de la otra. ¿Por qué? ¿Por qué quiere uno que- 1elación calculable, relación ordenada, pues bien, que la música es justamente b
darse con la música de la otra? ¿Por qué quiere uno hablar su nueva lengua con la 111anera más tradicional que tienen los elementos de la Grundsprache de hacerse
música de la otra? En cierto modo, ¿por qué tiene uno la impresión de conservar su 11lr por nuestros oídos, es decir, el testimoniar de su presencia, de la presencia pues
identidad - ya que es evidente que hablar una lengua extranjera es despersonalizan- 1 k ese padre muerto, en todo caso muerto porque, a pesar de todos nuestros esfuer-

te-, entonces por qué tiene uno la impresión de conservar su identidad al conservar 1os, no conseguimos darle voz. Y que la palabra estaría acompañada entonces d'·
la música de la lengua precedente? ¿Uno de los elementos que garantizan la identi- 1·s:i llamada. Indudablemente transmitido, diría, justamente por el acento. Y es
dad del hablante en esta lengua está acaso ligado a la música? Y ¿por qué no? ¡Ah!, por eso ciertamente por lo que el acento extranjero es tan irritante al oído. ¿Por
eso es, ya es algo, ¿por qué no? ¿Por qué no?, puesto que, como pude mostrarlo en q11é es tan irritante?, ¿por qué no podríamos, justamente, como lo decía hace un
ese seminario de verano, la música está hecha de elementos discretos, no están orga- 1.110, por qué no sentiríamos, espontáneamente, algún placer al escuchar un acen-
nizados como un lenguaje puesto que ahí, en la música, no hay nada que sea del 111 cxtranjero, justamente esa música de la que hablaba hace un rato, que nos dis-
orden ni de lo prohibido, ni de lo reprimido; no es en absoluto cierto elemento repri- 11.1t ría con respecto a la nuestra - ¿no es cierto?- , por qué es tan desagradable?
mido o prohibido el que da su significancia a la música. La música está constituida En el transcurso de ese congreso, a propósito de ese padre que, así, no llega a
por una batería de elementos discretos, donde no todo nos es permitido - entonces, 1.i expresión, ese padre que sufre de mutismo, que es interno en toda palabra ,
es ahí donde se pone interesante- , salvo si uno emite ruidos, ¡y aun así! Pero bueno, 1 111110 digo, sucedió algo -de lo que diré tan sólo unas palabras porque es bas-

lo que para nosotros organizó la música antes, antes justamente, de que se transfor- 1.1111 e evocador al respecto- que fue la objeción, la protesta emitida por ciertos
me, de que se modifique, es justamente que entre sus elementos discretos, lo que p.1 r1 icipan tes a que unos significantes - ciertos significantes- puedan, ¿cómo diría?,
rige su venida en cierto modo es cierta relación entre esos elementos discretos, una p11t·dan servir de soporte a reflexiones o a consideraciones en ese lugar, allá, como
relación matematizable. Una relación que debe tener su importancia, puesto que 1•11r ejemplo el significante "jabón", en la medida en que, para algunos, era por-
uno tiende a juzgar inarmónico, o disonante, o como que no se refiriera a la músi- 1.idor de recuerdos dolorosos, de evocaciones dolorosas. Y que convenía en ton -
a, o como que fuera una nota falsa todo lo que no respeta dicha relación. 1 I'~ t¡ ue ya no se hiciera de ellos un uso profano o laico.
300 Parte 11: 1988-1989 Lección lll: 10 de noviembre de 19Hfi JO 1

Esas objeciones que se hicieron allá, por ejemplo, me recordaban otras que se lo, esa tentativa no puede ser sino vana. Primeramente porque es obvio qw.: 110
hadan en la época de la École Freudienne, en particular por una de nuestras cole- p11 ede imponerse en una lengua, no puede ser el efecto de una deliberac ión
gas que había conocido en carne propia la experiencia dolorosa de los campos de Vl) lu ntaria y aún mucho menos, digamos, de recomendaciones morales, éticas
concentración y que protestaba cada vez que se ponían en circulación significantes 11 otras ... - pues en tal caso se vuelve odiosa e insoportable- , sino además por
que podían evocar, de cerca o de lejos, esos episodios, atribuyendo esa puesta en que son otras sanciones, otras reflexiones a las que recurren, diría, los que tr:i
circulación a una indiferencia o también a la expresión de sentimientos agresivos 1:111 de pensar en este asunto, otras sanciones a las que se recurre para tratar ev<.:11 ·
hacia ella o hacia quienes habían conocido ese período. Por ejemplo, la palabra 1ualmente ese duelo que no se acaba. Otras sanciones, diferentes a esa tentativ:1
"cartel" era rechazada y denunciada por ella, puesto que la palabra cartel puede l.1 ica de fundar, ante nuestros ojos - vean cómo se hace una prohibición especf-
evocar, entre otros, los que fueron los carteles, los altos hornos de la siderurgia li ca- y, al mismo tiempo, garantizar, garantizar una muerte que podría dejar en
francesa, o también las chimeneas, ¿no es cierto?, el humo, los cuerpos que se des- 1\· poso, dejar tranquilos a los que, de otro modo, se verían constantemente as1·-
vanecieron en ese caso, o también el cartel evocaba, de manera aún más trivial, 1Ii:idos por esto.
la parte superior de la chimenea ... En cuanto a mí, creí entender a la vez de qué Es seguro que hay un problema en esto, incluso si el camino propuesto no
se trataba, sin alentar nunca, en lo más mínimo, ese tipo de prohibición, por la parece el adecuado.
razón siguiente: es cierto que este tipo de eventos -recordados así en esta opor- Para concluir hoy, puesto que me alargo un poco, pero he retomado algunas
tunidad, de ninguna manera porque vengan en el discurso significantes que pudie- msas que algunos de ustedes ya han oído, para concluir diré lo siguiente: cuan-
ren parecer anodinos y no estar especialmente marcados por quien los utiliza, sino do hice esta ponencia allá sobre la lengua materna, preguntándome obviamenc"
por quien los escucha-, los eventos que menciono aquí provocan, provocaron y <'on gran preocupación cómo iba a ser oído, no le di título a mi ponencia. No 1,.
siguen provocando en quienes están marcados por ellos, sin que lo hayan queri- di título porque el único que se me había ocurrido era un título extremadamcn -
do especialmente, un duelo que no tiene fin, un trabajo de duelo que no encuen- 1r raro, se me había ocurrido y era [escribe en la pizarra y luego lee]: Chimneys wee-
tra su término. ¡1ing3.
¿Por qué es un trabajo de duelo que no encuentra su término? Como ven, había en mi título, curiosamente ... me dije: ¡vaya pues, es bas-
Justamente, porque no se organiza, no puede organizarse por el carácter mis- 1.1nte molesto! Y luego me pregunté por qué, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿por qué divcr-
mo, digamos, laico de lo que sucedió ahí, no puede organizarse en torno a una 1irme con eso?, ¿por qué divertirme con el desplazamiento de esa "s", no es cier-
p rohibición, es decir, justamente en torno al renunciar a ciertos significantes. 1o? Entonces, claro, estaba el hecho de que Anna O. pasaba al inglés, como ustedes
Lo que permitiría que este trabajo de duelo encuentre su término sería, en efec- ,\aben, que el chimneys sweeping era su afición.
to, que haya significantes que estén específicamente marcados par la prohibi- Entonces, ¿por qué yo quería unas chimneys weeping, es decir, unas chim e-
ción, pero es a costa de esa obligación como se podría comenzar, en cierto modo, 11 t"as pues, unas chimeneas "weeping'', mojándose, llorando?
a pensar en el final de ese trabajo de duelo. En la medida en que eso no opera, Mientras más intentaba deshacerme de ese título, menos encontraba otro. Por
es cierto que quienes son aspirados por esa historia están atrapados en algo que, 11 t ra parte, mi discurso consistía en decir que en una lengua extranjera no habf:1

para ellos, no encuentra reposo, no encuentra paz. Es en esa media en la que se ómo hacer juegos de palabras ni lapsus. Ahora bien, justamente, estaba contr:i -
puede entender esa especie de voluntad completamente vana de hacer que a los d iciéndome alegremente, a pesar de que no entendía muy bien lo que era tan
significantes se les prohíba, digamos, la residencia - como por ejemplo no hablar, v.~ piritual y tan divertido en todo eso. Entonces estaba ahí, en mi dificultad, es
con respecto a un poema, de la palabra jabón, porque éste tiene connotacio- d1.:cir, sin aceptar ese título y al mismo tiempo sin lograr deshacerme de él. Y ILI(.:·
nes ... - , lo cual sería, digo, el precio que pagar y entonces, a la vez, el posible ¡110, luego me dije que chimeneas [cheminées], caminar [cheminer], ¡ah, eso es!,
término del duelo. <':1minar, las chimeneas, caminé, en español, hay algo de camino [chemin] en eso,
Queda que esa tentativa, que no puede dejar de recordarles la que, en otro obviamente el "estar en camino", las chimeneas, los caminantes [cheminants], los
registro, intentó hacer Freud a propósito de su Moisés, es decir, hacer ahí, esta- que caminan, ¿cómo se dice, cómo se dice en hebreo los que caminan? ¡Oh, usr1·-
blecer ahí lo que sería un duelo organizado, realizado, esa tentativa de parte de des sa ben!
quienes quisieran ahí instalar un lugar que permita el final del trabajo de due- 1 Voz en la sala]
.,() Porte //: 1988-1989 Lección III: 10 de noviembre de 1988 30.

¡Pero claro, se dice hebreos!, hebreos no quiere decir nada más que "los que Tal como se utiliza la palabra habitualmente, me parece que se acentúa más
<.: :iminan'', es decir, los que están en camino. Me encontraba entonces ante el pro- algo como la tentativa de definir a esos, también los nómadas, si quiere, es decir,
blem a de esos hebreos, que estaban ahí, o llorando, o mojándose. Y me decía -es a esos que no son localizables en tal o cual lugar, por su fijación en tal o cual lugar,
t i sentido de mi discurso de esta noche- que los que caminan, en la medida en si no que están en movimiento. Más bien, entonces, como usted lo decía, de una
qu e, justamente, hay siempre esa aspiración a salir del exilio que es propio del manera que no es falsa, con lo que habría sido un pasar y, entonces, habrían sido
.~ 11j eto, y que es encontrar esa tierra donde por fin podría dejarse oír esa lengua, los que habrían hecho el pase, por decirlo así.
donde por fin podría expresarse, articularse claramente el deseo, donde a la vez Entonces me parece más marcado en el lado activo y presente, ¿no es cierto?,
d padre perdería su mutismo, encaminarse [cheminement] así, como lo mostra- de la palabra en el pasado que incluiría, en el evento pasado que incluiría.
ha hace un rato, es propio de quienquiera. Es por eso, además, que quienquiera En todo caso, si quiere lo que esta historia ... , el punto en el que me permi-
está atrapado en el mismo dilema en cuanto a la interpretación del weeping. Saber tía salirme con la mía, diría para mí, es pues en todo caso el recordarme, en efec-
si ll ora por eso o si se moja por eso, ya es su problema, ya es su opción. Pero en to, que en lo que era mi inconsciente, era justamente, en último recurso, la len-
1ocio caso, esto les da las razones por las cuales no tuve muchas ganas, allá, de ' gua que utilizaba -y que funcionaba visiblemente como lengua materna- que se
disertar, ni de dar siquiera este título, del cual ven por qué . . . las múltiples razo- manifestaba, en el interior de una lengua extranjera, como ahí, por ejemplo, el
nes por las cuales habría estado absolutamente agobiado con esto, ¡con esto me inglés.
habrían caído encima! Pero eso no era audible sino por accidente, no era audible sino porque, de
Habría estado, no sé ... En todo caso, creo que eso no habría sido .. . Después de otro modo, quiero decir si no hubieran sido esas circunstancias particulares, yo
todo, no lo sé, tal vez que alguna otra vez ... , alguna otra vez puede intentarse. mismo no le habría prestado ninguna atención a esta historia, eso muestra cómo
Pero al mismo tiempo esto nos recuerda cómo -a pesar de las urgencias de las el francés, por ejemplo, puede irrumpir en una lengua extranjera, incluso si ese
situaciones, lo que puede parecer intempestivo en la intrusión del psicoanálisis fran cés se relaciona, a nivel de sentido, como saben, a una lengua, a otra len -
en situaciones que pueden parecer dominadas por imperativos, por considera- gua extranjera. En todo caso, me alivió el comprobar que ese título que se m e
iones que no tienen el lujo o la oportunidad, la posibilidad de detenerse-, en imponía no era una ilustración a falta de otra o en contradicción con lo que yo
qué medida podemos pensar, sin embargo, que el psicoanálisis nos es esencial si decía. Mi inconsciente no me estaba jugando, no me estaba jugando una mal:i
queremos orientarnos un poquito en esos problemas y responder, justamente, a pasada.
esas urgencias de una manera que no sea trivial. ¿Acaso en Anna O., acaso ese chimneys weeping estaba funcionando?, nadie lo
Eso es. sabe, nunca nadie lo sabrá. Y no importa saber si ella pensaba en chimeneas que
se mojan, ¿qué nos importa?, nada.
Entonces, al respecto, ¿tienen ustedes alguna observación u objeción? ]acqueline Pasmantier: A partir de lo que acaba de decir, ¿podríamos enten-
der lo que sucedió allá en relación a la topología, justamente? Había una especie
Sr. X: Me sorprende que no le hayan dicho allá, deben saberlo finalmente bas- de simpatía, de atención interesante ¡y que contrastaba tanto con lo que sucedi ó
tante bien, que hebreos son los que pasan, más que los que caminan. en ciertos momentos!
Ch. Melman: No, no son especialmente los que pasan, son los que migran. Ch. Melman: Sí. Pues bien, la respuesta que me di a su pregunta, que en efec-
No es especialmente los que pasan. No marca especialmente el famoso paso. Mar- to es muy justa, ya que a todos nos sorprendió que lo que mejor pasó allá fuero n
·a más bien el carácter de la migración, son los que se desplazan. los textos de topología, es decir, lo que nos parecía lo más difícil; la respuesta que
Sr. X: Porque es la misma raíz que el verbo ... , que pasar, que el verbo en pa- doy a eso, que me di a eso no fue, diría, muy favorable. Creo que lo que alivió,
s::iclo. cuando nuestros textos están construidos en general sobre cierto balanceo de 1:1
Ch. Melman: Es seguramente la misma raíz, pero queda que el acento, si quie- metáfora, lo que pasa mal con la traducción es completamente enrasado por
r<.:, diría que se refiere más, ¿cómo diría?, me parece más dotado, portador de una la traducción, pero bueno, no hay cómo hacer de otra manera; en cambio, co n 1:1
referencia topológica que de una referencia topográfica, quiero decir que será el topología, a partir del momento en que comentábamos esas figuras, esos dibu-
((a1gu nos h ab, nan pasad" o . jos, es decir, ofrecíamos un soporte, tengo la impresión de que el carácter fác il y
304 Parle 11: 1988-1989 Lección 111: 10 de noviembre de 1988 3():)

dt: humor más bien alegre de esa mañana pudo haber estado ligado a eso. Quie-
1
ro decir que ahí teníamos algo para ponernos, ¿ponernos dónde?, no sé, donde Referencia a Louis Wolfson y a sus escritos sobre lengua y psicosis (cf., por ejemplo, WOl .I'
quiera, donde quiera, a la vista, a la mano. SO N, Louis, Le schizo et les langues [El esquizo(frénico) y las lenguas], NRF-Gallimard, Pads,
1970). N del T
Ahí había algo consistente. 1
!\UBRY, Colette, Derriere la baign.oire [Detrás de la bañera], Gallimard, París, 1962, 238 p.
Y es justamente uno de los problemas que nos planteaba la topología de Lacan. 1
MELMAN, Charles, "Chimneys weeping", en Le langage et l'inconscient, colección Le Trimc.:s1 r~·
Puedo equivocarme, sería normal que esté sobredeterminado, quiero decir que Psychanalytique, edición bilingüe francés-inglés de las jornadas "Le langage et l'inconsci<.: 111
haya otras razones que pensar, tal vez más agradables para nosotros, pero en todo a pres les enseignements de Freud et Lacan" [El lenguaje y el inconsciente después de la cns<.:·
·:iso es la que me pareció. Si hablamos de planos y comentarios de planos, ahí, ía nza de Freud y Lacan], que tuvieron lugar en Shefayim (Israel), en octubre y noviembre lk
1988, Association freudienne internationale, París, 1989, pp. 9-23.
·n efecto, ¡todos nos orientamos! 1
l•'. n español en el texto. N del T
Se vuelve, incluso si son referencias geométricas que no son fáciles o comu-
nes, ¡se entiende mejor a pesar de todo!, pasa por arriba, pasa por abajo, se cor-
1a, ¡bueno!, ¡está bien, pues!, en todo caso, fue una buena lección para nosotros '
justamente en relación a lo que se puede dar a oír.
Ahora bien, Lacan, en sus conferencias norteamericanas -que tanto esfuerzo
me costó transcribir, a partir de pedazos de papeles arrugados que me habían dado
;n calidad de notas-, intentó transmitir un poco de topología a su público: no
funcionó en absoluto. Les expuso los nudos y visiblemente el público se quedó ... ,
no cedió ante el encanto.
B. Vandermersch: No estoy del todo de acuerdo con lo que dice que sucedió
en esa mañana, allá. Es que hubo un cambio muy importante, es que la traduc-
ión no fue hecha a medida que ... y eso desplazó seguramente el hilo, lo impo-
sible de cada lengua entre las dos. Hubo así..., se veía algo del objeto surgiendo
del plano entre las dos ...
Ch. Melman: Seguramente, seguramente eso jugó un rol importante, que la
traducción ya no haya sido simultánea y hecha por las personas, incluso compe-
tentes, que son las traductoras, mientras que ahí fue un traductor interesado por
la cuestión, un traductor que puso de sí, que entonces podía detenerse cada vez.

La próxima vez volveremos a ...


Lección IV
17 DE NOVIEMBRE DE 1988

l .os comentarios que obtuve después del seminario de la semana pasada me con-
ducen a retomar y a precisar algunos puntos: el primero se refiere una vez más
,1 <.:sa formulación de Lacan ''el inconsciente estd estructurado como un lenguaje'',
1·s decir, no como una lengua, aunque fuera una lengua extranjera. No hay obvia-
1111.·nte ningún inconveniente en que palabras que pertenecen a una o algunas
l1·11guas extranjeras figuren en el inconsciente, incluso fragmentos de discursos
1•xtranjeros, eventualmente con su sintaxis propia; es seguramente uno de los
1•11 igmas al menos provisorios con que nos enfrentamos al comprobar que las
1 "~ 1 mcturas sintácticas, por ejemplo, incluidas en el inconsciente pueden orga-
1ii·1.ar, pretender organizar la estructura de la lengua que llamo oficial, de la len-
¡1111:1 social. Incluso si el inconsciente, con una ausencia completa de todo chau-
vi 11 ismo y de todo nacionalismo, es capaz de incluir palabras o giros de lenguas
11111y diferentes, en todo caso, no es una lengua. ¿Por qué? Pienso que basta con
111"11sarlo un instante para ver la razón de esto. En efecto, la definición que nos
d.1111os nosotros de una lengua es que sus unidades distintivas, como saben, están
l1 l'chas de significantes -lo que no se confunde con la palabra- , de significan-
11 .,~, <.:S decir, de rasgos, no voy a retomarlo una vez más, que no valen sino por
1•1 diferentes unos de otros y por remitir incesantemente unos a otros. Es su
il d tT<.:ncia lo que funda la significancia. El significante así es pura diferencia, a
¡i.1rt ir de lo cual el Uno del rasgo unario, que sea contable o que sea totalizante,
110 importa aquí. Ahora bien, en el inconsciente, cada uno de los elementos sig-
111lk:1Livos es significativo de lo que pudo ser una intención o un deseo, y en
111,11110 reprimido; en el inconsciente, los elementos que constituyen la textura
.,08 JJarle 11: 1988- 1989 Lección IV: 17 de noviembre de 1988 ] ()()

no toman ningún valor, ni de su relación, ni de la diferencia que pueden tener raso bastante conocido, cuando los padres disponen de una lengua original, ahí
los unos en relación a los otros. los orígenes no dejan de manifestarse y, en todo caso, esa cadena sonora es por
¿De qué toman su valor? Toman su valor del poder irrumpir en la lengua posi- 1:1dora, así se la percibe, del deseo de los padres pero en la medida en que se man
riva hablada e irrumpir en ella como signos, signos de un deseo prohibido, que 1icne inaudible para el niño. Podemos suponer que lo que la vuelve traumática :1
esos signos sean percibidos o no, en todo caso, al menos por el sujeto; les recuer- esta cadena sonora no es solamente el hecho de que el oyente esté excluid o tk
do al respecto en qué medida la letra, en todo caso la de nuestro alfabeto, se pres- t· ll a, en este caso el niño, como ante una lengua extranjera, sino que con su carfr
ea admirablemente para ser el soporte de ese juego puesto que, si seguimos la ense- 1cr enigmático es como si hiciera presente, digamos, en la realidad, esa caden:t
ñanza que nos ha sido dada, ella es, esta letra, el signo del objeto que ella ha inconsciente que precisamente ninguno de nosotros puede pretender sonori'.la r.
asesinado; es por eso por lo que, como sabemos, el objeto le pisa los talones, y es l ,a alucinación misma, además, no es pura y simple sonorización de esa cadena ,
por eso por lo que la letra es también capaz de volverse ese objeto mismo. t·.s infinitamente más complejo, pero todo parece suceder como si para el niño,
En todo caso, podemos, me parece, distinguir como lengua materna a esa len- lo que se deja oír, ahí, fuera equivalente.
gua positiva hablada, concreta, en la que el regreso de esos elementos, cuya cade- Cuando yo era psiquiatra, me sorprendió, ya he hablado de esto, me so r-
na está despojada de toda significación, es solamente su regreso a la cadena efec- prendió el comprobar que cuando los psicóticos que eran conducidos a aquí eran
tivamente producida, hablada, significativa ésta, que le permite al deseo darse, ugoslavos, pues bien, si eran serbios, la lengua de sus perseguidores era el croa-
ofrecerse al reconocimiento. La lengua materna es entonces aquella donde, ade- 1.1, era el croata que oían en sus alucinaciones, y si eran croatas, la lengua de sus
más, la poesía es posible, es decir, la solicitación de ese tejido que Lacan llama la perseguidores era el serbio. Me preguntaba, obviamente, qué operación singular
inteligencia propia de cada lengua y que hace que haya esa conexión, esa conexi- hacía que eso fuera tan sistemático. En efecto, si la cadena inconsciente puede
dad, ese trenzado, ese tejido, ese anudamiento entre significantes aparentemen- 1>roducirse fonematizada como lengua extranjera, eso no quiere decir que a la ve·
te tan diversos, tanto por su etimología como por su uso, como por su sentido. t'.~a fonematización represente la lengua materna. En el ejemplo que doy, esa fonc-
Sin embargo, está esa inteligencia, ese genio propio de cada lengua que, en cier- 111:itización en una lengua extranjera se produce en un movimiento que es homo-
to modo, mantiene entre esos significantes esa forma de tejido que la poesía reve- ¡•/neo con la impresión que tiene el sujeto de estar excluido de la cadena. Quie-
la, tejido que gracias a la poesía se ofrece al goce como tal. 1o decir que si ésta se produce en una lengua extranjera, es seguramente par:i
Lo que llamamos prosa nos hace creer que lo que nos interesa, lo que nos 1t·sponder a esa vivencia que tiene el sujeto psicótico de ser rechazado por la cade-
organiza, sería la historia, incluso el mundo de los objetos. Es muy obvio que 11.1 y es concebible de qué manera una circunstancia, histórica digamos, singular
identificamos inmediatamente eso de lo que se trata, eso que es poesía, en la medi- 1 omo la que mencionaba hace un instante, pero hay muchas más, puede consti-

da en que la poesía trata la palabra ya no como Simbólico, sino como Real, es 111 ir el soporte de una tentativa de interpretación, es decir, ya una tentativa deli-
decir, en su tejido mismo. Diría que, en cierta manera, la poesía es el regreso ino- 1.111 te de curación del fenómeno psicótico ante el cual el sujeto está confrontado,
cente de lo reprimido al no ser identificado como tal. Espero que tengamos pron- p11 csto que será regularmente tratado como objeto por la cadena alucinatoria,
to en nuestras publicaciones ese texto que Josée Lapeyrere 1 presentó en este últi- 1111110 ese objeto innominado e innombrable, salvo con injurias que implican jus-

mo congreso y que no dejará, que no deja de ser muy ilustrativo al respectp. 1.1111ente tener que eliminarse, desaparecer, despejar, que estorba con todo lo que
Para mantenernos en estas preguntas, retomo esta interrogación: ¿qué le da q11icran, con su insolencia, con ... , con su hediondez, o sea con todo lo que sabc-
su carácter traumático a la escena primitiva? Primero porque no es una escena. 111os, ¿no es cierto? Pero, lo vuelvo a decir para que no haya demasiada ambigi.ic-
Q uiero decir, que no es, en general, del orden de lo escópico, sino del orden de 1 l.1d al respecto, eso no quiere decir que porque una lengua extranjera, en cierto

una cadena sonora; es en todo caso así como se presenta al niño. Es más bien raro, 111odo, funcione en el deseo que de pronto sería la lengua materna. ¡En absoluto!
obviamente sucede pero, bueno, no parece que sea necesariamente como espec- l•:s más, a falta de lengua extranjera disponible para el sujeto, eso puede ser un a
táculo -que, para el caso, queda como algo incomprensible- que esta especie de 111·0-lengua, una lengua que él inventa, es más, el neologismo es, como saben, d
singular cadena sonora, que entonces se produce, haya podido ser vivida como 111 icio de esto.
traumática para el niño, ya que es una cadena sonora incomprensible e incluso, l·;sto nos trae ante el hecho, singular a decir verdad, de que, cualquiera qu e
uando el caso se presenta, articulada explícitamente en lengua extranjera. Es un "1"1 l:t lengua positiva hablada, en su textura de cadena podemos pensar que d
31O Parle 11: 1988-1 989 Lección JV· 17 de no viembre de 1988 3 11

inconsciente es sensiblemente idéntico en cada uno, cualquiera que sea, digo, la :n el registro de lo Imaginario, como un peinado, como un sombrero, como tod< 1
le ngua positiva hablada. Es decir, que no habría un inconsciente específico de tal lo que quieran, como un chirlo, o se trata de otra cosa? Sea lo que sea, la cm·s
o cual lengua, salvo que los fragmentos de frases o de discurso pueden ser más tión de la música, que retomamos hoy, puesto que tiene consecuencias par:1 el
frecuentes en la lengua original, en la lengua materna; pero para empezar no es 1ema que nos concierne este año, es decir, la neurosis obsesiva - diré algo al l"l 'S
ni siquiera obligatorio y, además, vamos a ver un poquito más adelante que, en pecto dentro de un rato-, no podemos abordar la cuestión de la música sin o po r
últimas, eso no tiene consecuencia directa. La sorpresa es que esa cadena incons- una sola vía, la única que nos evita - aquí, en todo caso, en general, cuand o 11 0
iente en su textura, si en efecto es semejante cualquiera que sea la lengua posi- nos dejamos extraviar demasiado-, que nos evita las divagaciones; esa vía es Ja dl'
tiva, más o menos semejante, cualquiera que sea . . . -Digo más o menos, ¿por qué? la psicopatología. Quiero decir que debemos abordar el registro de la música jus-
Porque es obvio que hay recurrencias literales o significativas que pueden ser más i amente en la medida en que puede ser síntoma - o que la encontramos como
frecuentes en tal lengua que en otra, como para el teclado de las máquinas de síntoma- para que se preste a nuestra interrogación.
escribir-. Podemos pensar entonces que el inconsciente se distingue tal vez por ¿Qué la hace síntoma? Mencionaba hace un instante ese síntoma por com -
frecuencias diferentes de tal o cual morfema o fonema, etc., pero, habiendo hecho pleto menor, síntoma si se quiere, que llamo, que se llama el acento. Si quisiéra-
esta observación trivial, no habría entonces diferencia esencial y vuelvo a ese pun- mos tener consideraciones más generales, menos singulares, habría que pregun -
to del cual parte la idea, que fácilmente se entiende, que no es solamente una elu- 1:1rse obviamente por qué la composición musical ha podido provocar implicaciones
cubración diría teológica, cuidadosa de ser fiel a la Biblia, sino de donde parte la l :m considerables: o sea, incluso si uno no tiene sino una idea muy pequeña de la
idea de una lengua madre, de una lengua madre de todas las demás. Y cuando historia de la música, bien se conoce todas las batallas, todos los conflictos, todas
recordamos que la lengua hebraica se refiere a una escritura que originalmente l:is exclusiones, las injurias, las denunciaciones, etc., que pudieron jugarse, ej er-
no era ni puntuada ni fonematizada, no había esas marcas de vocales, por eso ade- n :rse en el campo de la música. Y tenemos que preguntarnos: ¿en qué punto la
más todas las ambigüedades en el desciframiento, se entiende seguramente mejor 1uúsica concierne de esa manera a un sujeto para que esté apegado a ella, de modo
cómo espontáneamente, intuitivamente, una especie de afinidad pudo suponerse q11 e una composición musical diferente pueda provocar en él oposiciones tan vivas,
entre una lengua escrita de ese modo, sin puntuación y sin fonematización, es decir, que decoran la historia?; en la historia y en la vida contemporánea eso continúa,
ofreciéndose a que el sujeto preste allí su voz ... No había una voz inmediatamen- continúa también para nosotros. Se puede pensar que tal forma de música lla-
te incluida en esa escritura, incluso si se suponía que conllevaba la voz divina; y mada moderna, por ejemplo, es una ofensa, una injuria.
entonces tal vez no es absurdo pensar que si debemos calificarnos por la textura del Parece entonces, ¿no es cierto?, que hubiera ahí una pregunta que no serfa
inconsciente, es probable que sea muy cercano de un país a otro y de una cultura 1otalmente vana, totalmente gratuita.
a otra, salvo que, cada vez, es solamente en la lengua materna, es decir, en la len- La tesis que proponía a la sagacidad de ustedes y, digo, a sus comentarios es
gua donde se produjeron esas represiones, donde su regreso puede ser significante. que la música está constituida por elementos que, al desplegarse en un doble eje,
El segundo comentario se refiere a lo que les propuse la vez pasada que me q11 c es a la vez diacrónico, longitudinal, y vertical, es decir, diacrónica y sincró-
parece, diría, bastante original y sobre lo cual apreciaría que la sensibilidad natu- nica, está hecha de elementos, digo elementos, ¿no es cierto?, que al mismo tiem-
ral suya y su mente inmediatamente crítica no dejen de ejercerse, para que yo 1'º con esos dispositivos miman el juego de la lengua; elementos sonoros cuyos
aproveche los comentarios que quisieran hacerme. Les recordaba que toda arti- 1Iis positivos miman el juego de la lengua y que curiosamente procuran como, como
culación de lenguaje se efectuaba en un doble alcance, el del sentido, por una par- 1111 efecto de sentido. No es un efecto de sentido, es como un efecto de sentido.
te, el de la música, por otra parte, y que el alcance musical parecía bastante impor- <,/1mo si ese efecto de sentido pudiera realizarse, quiero decir llevarse a cabo, como
tante e íntimo del sujeto para que lo conserve eventualmente a pesar de todos los •i i :iquel que con esos elementos sonoros parece producir ese efecto de sentido
aprendizajes y de todas las adaptaciones, como si fuera, en últimas, la marca de electo de sentido que se llevaría a cabo si aquél, lo dije la vez pasada, no sufrie-
su identidad mantenida y afirmada. Esto nos plantea, en este momento, la pre- 1.i de mutismo.
gunta siguiente: ¿cómo una identidad se afirmaría por medio de la música? ¿Se Les dije la vez pasada que, por esta razón, la música estaba dominada por la
trata simplemente de un Imaginario, es decir, de la tentativa de marcarse con un 111vitación hecha al sujeto, una invitación a la muerte. ¿Qué quería decir con eso?
rasgo, con un rasgo especial, es decir, con un rasgo que funcionaría esencialmente No era só lo para hacer una frase, sino que todo pasaría como si aquel que, en esca
J 12 Parte fl: 1988-1989 Lección IV: 17 de noviembre de 1988 J l .l

::idena sonora, se supone que anima un sentido, como un sentido, sin lograr a absolutamente nada. Están ... , corren detrás ... , bueno, bromeo, obviamente, sobrl'
pesar de esto realizar ese sentido, hacerlo llegar a término, hacerlo llegar hasta el :l lugar absolutamente curioso que ocupan hoy ... hoy en día; es realmente 1111
fl nal, como si éste se suspendiera justamente, que estuviera en suspenso por no fo nómeno reciente, nunca había sido así. Quienes hayan vivido en el campo saber1
haber llegado a la muerte y como si fuera con su propia muerte por lo que el suje- muy bien que el perro no entraba a la casa; no solamente que no venía a la ca m:1,
to le diera una existencia por fin inmortal. Puesto que, como ya he podido mos- para nada, sino ... que no entraba a la casa. Cuando uno mira a esos animales, <.·s
trarlo en otra circunstancia, lo que les falta a esos signos sonoros para, justamen- obvio que ellos saben lo que estoy diciendo aquí. Visiblemente utilizan su posi-
te, autorizar el sentido, permitir un sentido, mejor algo que sería como un sentido, ción de una manera que muestra su gran inteligencia; saben perfectamente qu<:
¡pues bien! , es el sacrificio, lo que les falta para que el sentido pueda realizarse, 1ienen ahí un lugar del todo privilegiado y que pueden permitirse muchas cosas .
para que ya no sea solamente los signos de aquel que suponemos en suspenso y No voy a mencionar. .. bueno, ¡esta historia podría ir lejos!
que está ahí, sufriendo de mutismo, que golpea debajo de la mesa y que no logra El problema, para mantenernos en lo que se refiere a la música, es decir,
hacerse oír, realizar su sentido. En esa música, entonces, lo que se oye es la lla- también a ese ladrido, es que su uso instrumental es el acompañar circunstan -
mada al sacrificio ... , llamada dirigida al sujeto, del sacrificio que a ese signo lb cias altamente simbólicas. En este punto, también digo trivialidades. Como ven,
elevaría a la dignidad de significante, el sacrificio del objeto precisamente y, como l'Stoy tratando de extraerme de la idea de que sería esencialmente en el registro
sabemos, el sacrificio del objeto no sucede sin que el sujeto venga a la muerte. Es de lo Imaginario donde ella se instalaría para nosotros, es más, por cualquier
decir, que todo pasaría -vean que cada vez utilizo el condicional-, todo pasaría rnón . Les hago notar, entonces, que incluso si se trata de una música profana,
como si hubiera en la música esa llamada hecha para que el sujeto realice una 110 voy a entrar en la música sagrada, etc., resulta que incluso para nosotros elb
m uerte bien lograda, verdadera ésta, sí, para que ese mudo en el Otro pueda por st mantiene, está eminentemente ligada a las manifestaciones simbólicas qu '·
fin hablar. Lo que les digo ahora, y que espero les parezca extraño, espero, a menos son además el matrimonio, la muerte, la guerra, como lo decía la vez pasada.
que, al contrario, les parezca que va de suyo, lo cual también es posible, no sé, Al respecto, se nos plantea una pregunta que tiene mucho que ver con la inte-
pero ven ustedes que lo que digo ahora es simplemente una de las alternativas 1 rogación de este año. Si es cierto que la música está compuesta de elementos

que se nos plantean por el hecho de que en el Otro no sé lo que Él quiere de mí. sonoros, es decir, de signos, de signos, cada uno de esos signos representa cier-
Y si no sé lo que, en el Otro, Él quiere de mí, es tal vez justamente que el sacri- t.1 cualidad física, representa cierto espacio, cierto tiempo sonoro y ya esttí;
ficio no se ha realizado correctamente, aquel que le habría permitido a ese que 1·1ironces, si la música está así hecha.de signos, ¿cuál es el estatuto que tenemos
está en el Otro que venga por fin a la palabra y que me diga ... ¡que yo oiga por 1p1c darle a esta cadena? ¿Es acaso una cadena que podemos calificar de simb6-
fin lo que quiere de mí! Sólo que es obvio que eso implicaría que, a la vez, yo ya lic:1 o una cadena real? Ahora bien, si damos crédito a lo que les digo, es decir,
no esté ahí. Entonces sigue habiendo una pequeña dificultad en esto, salvo que .1 l'Sa llamada que se hace a esa cadena de signos, esa llamada dirigida al sujeto
es el tipo de dificultades que el psicótico afronta, afronta en sus expresiones, afron- ¡>.ira que pase al sacrificio, digo llamada a la muerte, también podría haber dicho
ta de manera corriente. Lo dice claramente, ¿no es cierto? IL1rnada a la castración, pues bien, se podría decir que esa cadena musical es un
Si111b6lico que no desemboca: es una cadena que a la vez es intermediaria entr"
El otro día me resultó muy chocante que mi historia del perro no les resulte 1•1Simbólico y el Real; es decir, que tendría cierta relación con la neurosis obsc-
chocante; esperaba, ahí también, que no estén en absoluto contentos. Dije, a pro- " 'V:t que nos concierne si confiamos en la tentativa que propongo para reprc-
pósito del perro, que era una de las representaciones imaginarias del padre. No '.1' ll l arla, para calificarla.
cabe la menor duda. Hay que ver tan sólo cuántos perros hay hoy en día en las Por otro lado, si es cierto que lo que en la cadena musical valida la continui-
ci udades para saber que el nombre-del-padre funciona de manera tan torcida y 1l.1< 1de los elementos y su relación, entre ellos, relación como sabemos matema-
"alrevesada'' que se necesita uno, real, del hogar. Como el abuelo estorba dema- 111,, 1hlc, ahí también nos encontramos ante una analogía - que no es demasiado,
siado ... se tiene un perro. En realidad la representación imaginaria que da el ani- tl1·111asiado estrafalaria- con la neurosis obsesiva, con la tentativa de la neurosi s
mal, ese tipo de animal familiar, es obviamente la de un falo, del falo en la medi- 11liH1·siv::i, que es el establecer entre los elementos de la cadena hablada una reb -
da en que está ahí en la posición en que, justamente, tendríamos que domarlo. ' 10 11 de co nsecuencia, una relación de contigüidad que esté cada vez enteramcn-
Hay que ver tan sólo a los amos pasear su perro en la calle para ver que no doman 11' f'1 111 dada en la calidad del antecedente o de los antecedentes. Es decir, qu e nos
3 14 Parte //:1988-1989 L ección IV: 17 de no viembre de 19HH :\ 1 C,

encontramos, en efecto, aquí esto puede tener alguna consecuencia para nosotros, O tra observación que, al parecer, provocó cierta perplejidad se refiere :1 l:i
ante una analogía que tal vez no es realmente cualquiera. rnes tión del duelo, cuando no se acaba. ¿Qué quiere decir eso?, ¿cómo pu<.:d1·
Pero me doy cuenta de que he saltado algo en mis notas, lo cual puede tal vez producirse un duelo que no se acaba? Eso existe, como saben, se habla de tr:i
hacer que todo esto sea un poco menos claro. Efectivamente, el préstamo que se liajo de duelo y se espera que se termine y, en general, se termina. Pero suel t'
hace a esa cadena, la cadena inconsciente que mencionaba hace un rato, nos per- .~ u ceder que no se termine. Pues bien, podemos decir, nosotros, que un duelo
mite considerar que no está ordenada de ninguna manera. Puede ofrecerse a la 110 se acaba cuando, para el sujeto ahí concernido, no se encuentra un lugar p:1r:1
lectura de derecha a izquierda como de izquierda a derecha, es lo que muy, m uy operar el sacrificio. Ya que un trabajo de duelo es siempre un trabajo de sacrifl
rápido muestra el descifrado de las formaciones del inconsciente, es decir, cómo 1 io, la repetición de un sacrificio. Digo repetición porque al primer sacrificio,
incluso las producciones del inconsciente se ofrecen precisamente a una lectura. 1>hv iamente, ya lo ha olvidado, nadie se acuerda de ése. Pero es la repetición de
Y ésta puede, además, saltarse elementos intermediarios, es decir, operar agrupa- 1111 sacrificio y el duelo que no encuentra término, no es solamente porque s<:
mientos totalmente arbitrarios, es una cadena, la cadena inconsciente, que no está l r:Ha de un duelo particularmente intenso y que exigiría algún sacrificio pani -
ordenada. No hay ahí ningún orden, ninguna jerarquía, ningún sentido que vec- 11darmenté marcado, es porque no encuentra un lugar en lo que es su cad ena
torice los elementos, ni siquiera la más mínima puntuación. Mientras que, es lo I'·' ra operar ese sacrificio.
que había perdido al saltarme esta observación, lo que la distingue de la cadena Hay esa película a la que se le hizo tanto caso y que se refería justamente al
musical es el introducir entre los signos, entre los elementos sonoros, el introdu- l' rob lema de esos duelos que no llegaban a un fin. Yo vi una parte, sin que me
cir un orden, un orden riguroso, un orden matemático, y la paradoja, para vol- 1•11 1usiasmara especialmente . .. , pero lo que me sorprendió es que lo que mues-
ver a eso, es que parece ser que es a ese orden al que nos apegamos si somos músi- 11.1, los lugares donde tuvieron lugar algunas muertes masivas, esos lugares, cuan-
cos o si participamos en los asuntos de composición musical, y que es ese orden do son filmados, ¿qué son? Son praderas, verdes, tranquilas, incluso muy ver-
que, una vez establecido, es considerado como lo que son los cánones de la esté- 1lt·s ... , ¡las hay! Bosques apacibles, lindos, ¡sin problemas! Es decir, la representación
tica, pero también como si hubiera algún sacrificio, en cierto modo, al no que- 1 , , la película misma de la defección del lugar que en este caso no vale, para nos-
rer respetarlo; ésa es la paradoja; es como si la música interviniera allí como lo 111 ros, sino en la medida en que recuerda que, en esa circunstancia que mencio-
que establecería ... , entre elementos que están así sonorizados pero que no acce- 111 >,es en la estructura que no hay un lugar original para que se cumpla, en cier-
den sin embargo a la voz, quiero decir a la vocalización; el aparato vocal sirve en 11>modo, de una buena vez el sacrificio. Por eso lo que mencionaba la vez pasada,
ese caso de instrumento de música, ¿no es cierto?, funciona como un instrumento 1·.. 1 1cntativa, artificial y sin esperanzas -y que, lo estoy diciendo, no aliento en
de música. Entonces la música funciona como doble de la palabra, funcionando ,tl1so luto-, de crear prohibiciones, de crear una censura, de hacer que haya pala-
como lo que introduciría entre sus elementos un orden que, al parecer, nos sería l11 .1s q ue no deberían ser pronunciadas, es decir, esa especie de operación lai ca
bastante preciado, bastante querido como para que sintamos resistencias ante la trq•,rn ua, operación profana, de sacralizar un evento que no fue, en sí mismo, un
posibilidad de que sea modificado, de que ya no sea éste. 1•v1·11 to sagrado, que fue un evento profano, pero entonces la tentativa, a través
Un comentario más y que se refiere también a la psicopatología. Saben que 1111 es tablecimiento de un lugar, de hacer, justamente, de esbozar lo que podrfa
la reeducación de los tartamudos pasa, y es seguramente la reeducación más efi- 111.irr:1r el final de ese trabajo. Ya que el problema es un poquito más, más amplio
caz, por el aprendizaje de ... , se les enseña a cantar la palabra. Pienso que ya han 1 l 11 e tal vez perceptible para quienes vinieron, numerosos, a ese último congre-
tenido la oportunidad de oír a tartamudos reeducados así. Se los oye así, si per- 11 t·:se problema del duelo que no se acaba, ¿es acaso un problema puramente
d ieron la música, entonces están ahí, tartamudeando, salta por todas partes y lue- LÍ 111111stancial, un problema puramente histórico? ¿O es acaso un problema mucho
go, cuando volvieron a encontrar la frase musical, ¡epa, arrancan! Es obvio que 1>1.1 ~ :1ntiguo, quiero decir, un problema de siempre? De siempre, o sea en tod o
podemos preguntarnos, en ese caso -¿por qué no, por qué no preguntarse esto?, • l '. n .. ., que es tal vez una de las marcas de los pueblos del exilio, es más, cuales-

si tienen tartamudos en análisis, seguramente han comprobado su agresividad 1p11t·ra sean éstos, porque ese lugar en el Otro, ese lugar posible del sacrificio en
fundamental, justamente, en relación al padre-, podemos preguntarnos si, des- l 11,1d1.· na tendría para esto que encontrar su verificación en la realidad, es decir,
pués de todo, lo que es rechazado en un tartamudo, ¿por qué, después de todo, 1l 11 ·.~ t i m o ni o, en la realidad, de que ese sacrificio fue en efecto recibido. Ah o ra
no sería la música de la palabra? Es una pregunta. 111111 , ma ndo, debido al exilio, la realidad social, por la discordancia, desmi ent e
3 16 Parte 11: 1988-1989 L ección JV: 17 de noviembre de 1988 31

incesantemente la validez del sacrificio, esa realidad social obliga, conduce a rein- 1idades que serían más fuertes, más íntimas, más justificadas que otras, identid:i-
te rroga~se sobre el hecho de saber si el lugar de ese sacrificio ha sido efectivamente 1ks m ás limitadas que en cierto modo garantizarían mejor, tal vez, la expresió n
encontrado en la cadena. No solamente el interrogarse sobre la calidad del sacri- < k aquél que en el Otro sigue marcado por la prohibición de la palabra y, con res-

fi cio, sino también el saber si se ha sacrificado, en efecto, para el dios que había pecto a esto, éste es el punto en que estamos todos.
que hacerlo. Podemos preguntarnos si no hay en esos pueblos del exilio una melan- La pregunta que nos plantea la estructura es la siguiente: ¿puede acaso el suj <.: -
colía fundamental, incluso si ésta es contrarrestada, si está forrada con una espe- 10 declararse propietario de un lugar en el Otro? ¿Acaso alguna cosa se presta, po r
cie de ánimo y de excitación y de alegría, un poco hipomaniaca; pero aun en esos 1·s1 ructura, a tal operación? ¿O no es acaso por algún abuso, en relación precisa-
casos, aun en esas excitaciones alegres se oye bien, se percibe bien que la tonali- 111<.:nte con la intervención del nombre-del-padre, que opera esta ocupación, diga-
dad fundamental sigue siendo melancólica. 111os, de un lugar en el Otro, en la medida en que sería el lugar específico, es<.:
Si les digo todo esto es por dos razones y siempre para que mi intervención donde el sujeto estaría seguro, en cierto modo, de tener su lugar y de tener un a
de la vez pasada no se preste demasiado a malentendidos. La primera es que esto 1dtntidad realizada? Lo propio de la estructura con la que tratamos es el ser intrín-
nos reinterroga sobre la es<;:ritura de Freud con respecto a Moisés y el monoteísmo2, "1·1.:amente rebelde a todo lo que hace identidad y esa apropiación de la que les
puesto que es el libro más raro, el más históricamente infundado que Freud haya 1 · ~ 1 oy hablando, es decir, la manera como el sujeto se defiende contra lo que sería,
podido escribir, el más traído por los cabellos desde un punto de vista histórico dr otro modo, su impresión de que el otro va a echarlo, que lo van a sacar, que
y en el cual tenemos que preguntarnos si no estamos ya, en esa escritura misma, 110 quieren que esté ahí, que es ilegítimo, todo lo que quieran, todo eso que es
frente a lo que mencionaba hace un rato, el encontrarse confrontado a una estruc- ¡1.1rre, aquí, de la vivencia más banal y más corriente y, al mismo tiempo, más
tura que tiene sus propias exigencias y una realidad que desentona con relación d11"undida, sin embargo, es por una especie de forzamiento relacionado a esa idea
a aquélla. Es más, tal vez la única definición que se pueda dar de esa realidad es 1 l1· q ue los ancestros reservaron el lugar que le da al sujeto propiedad en el Otro

acaso la distancia que, eventualmente, tiene con la estructura. C on Moisés y el \', dtsde entonces, tiene en él su derecho, su derecho de propiedad; con sus con-
monoteísmo, ¿qué hace Freud? Acomoda un lugar en el Otro, podríamos enten- 1·rucncias en definitiva divertidas e insensatas que son, para quienes fueron por
derlo así, es decir, que empieza un trabajo de duelo que podría eventualmente, 1'j1·111plo a los Lugares Santos, el comprobar en qué medida iglesias que depen-
con esa concepción, esa historia loca de Moisés, encontrar su final. Ya que si el dí.1 11 de la misma religión se peleaban por el pedacito de terreno, los pocos metros
asesinato fue consumado, ¡pues ya está! Ahora no me queda sino conmemorarlo 1 1wJrados, perfectamente hipotéticos en este caso, quiero decir que histórica-

y luego vivir. En todo caso, con esa interpretación ofrecida por Freud se puede 11w11 rc no están en absoluto, en absoluto seguros - ni siquiera se trata de eso-, se
decir que la separación está realizada. p1·lv:1ban por ese pedazo de terreno, ese lugar para ser, ellos, su guardia, ellos, su
Para mantenernos en la nota que mencioné hace un instante, hay una perso- ¡111 >p ictario. Esto tiene que llevarnos, creo, si somos psicoanalistas, a saber que la
na que hizo una investigación sobre niños, niños que hoy están cuarentones si no 1111 ic1 alternativa que se nos ofrece, que se le ofrece al parlétre, va de la impresión
cincuentones, niños de los que fueron llevados y que se hicieron humo; hizo una di· l'Xclusión, a ese apego de pequeño propietario literalmente grotesco. No por
investigación sobre ellos para saber lo que había sucedido para ellos. Si encuen- 1.i m 11 <:s estéticas, en absoluto, sino simplemente porque esto sólo es posible efec-

tran su libro, verán lo que les digo con respecto al duelo que no puede acabarse; 111.111do un abuso a la estructura.
ella le dio a su libro un título bastante explícito y que, en efecto, se separa de lo l•'. s por esto por lo que pude decir la vez pasada que todos éramos emigran-
que esos personajes interrogados decían: No tuve tiempo de decirles adiós, es decir, 11 ·~. salvo obviamente si uno quiere, justamente, cerciorarse sobre su identidad
de marcar la separación. Es eso lo que era, en cierto modo, lo más insoportable. d1 · l.1 manera como acabo de decir un poco antes. Pero es cierto que la estruc-
¿Por qué esto nos concierne, más allá de esas singularidades? Pues bien, porque, 1111.1 ~·stá hecha de tal manera que no podríamos en ningún caso, aunque fuera
como lo he dicho hace un rato, el problema es el de un lugar en el Otro, puesto t 111 110 111 bre de los ancestros, creernos propietarios del lugar que podemos ocu-
que, incluso cuando tenemos un lugar, una identidad nacional, hay siempre debi- ¡1111 1·11 su seno, es muy obvio que todas las otras pretensiones se vuelven de
do al inconsciente esa impresión de un deber que cumplir con respecto al padre 11 p1·111 c radicalmente, radicalmente vanas. Pero en todo caso, a pesar de, o ta l
puesto que aquél no logra decir plenamente su deseo. Hay entonces siempre, '\111khido a ese carácter tan lábil de nuestra morada, ustedes saben en qué medi-
incluso en el seno de las identidades nacionales más seguras, la búsqueda de iden- 1! 1, y.1 hc te ni do la ocasión de m encionarlo, nuestro estilo de vida es el co ns-
J 18 Parte //: 1988-1989 L ección IV: 17 de noviembre de 1988 J 19

truimos una pequeña tumba lo más pronto posible, es decir, lograr acceder, ¿no Ch. Melman: Sí, así es.
es cierto?, a construirse su pequeño mausoleo en la juventud, es un triunfo social. Marion Arnoux: Lo que se dice de los perros es que ... se dice que no les foi -
Nos quedamos obviamente estupefactos al comprobar que los faraones se hací- l a sino la palabra.
an enterrar con toda una serie de utensilios, de comidas, o sea todos los obje- Ch. Melman: Sí, sí, ¡claro!
tos necesarios, para que no les faltase nada. Sólo que, visiblemente, ellos lo hací- Marion Arnoux: Entonces, ¿podemos acaso decir que en ese momento Lac::in
a n una vez muertos, mientras que el estilo nuestro es hacerlo mucho antes, ¡no hace música?
esperamos ese momento! Ch. Melman: Mire, a mí me parece muy bien, a mí me parece muy bien.
El Hombre de las ratas, para terminar nuestro caso, ¿qué tiene que ver con Fn todo caso, hacía ruidos, en efecto, ruidos caninos, hacía ruidos lacaninos,
todo esto? Pues bien, tiene que ver que en el Prefacio de las notas del Hombre de seguro. Y era en realidad, en verdad un sufrimiento, ¿cómo diría?, si estaba po r
las ratas, tenemos esa pequeña indicación, que Freud había callado radicalmen- ej emplo con un paciente que visiblemente estaba mintiendo de manera desca-
te; esa pequeña indicación era que el padre del Hombre de las ratas había queri- r:ida, entonces es cierto que tenía unos pshhh, hhhrhh, pfjjfy, en efecto, signos
do, ¿cómo se dice eso?, había querido austrianizar su origen y había lamentado, que eran los ·de un auténtico sufrimiento, en definitiva, como si ese objeto con-
había dado nombres con consonancia perfectamente germánica a sus hijos, había rnnido en el análisis y que en esa oportunidad resultaba muy maltratado, que
lamentado no haber sido bautizado, no sé si el Hombre de las ratas lo fue, pero en po r la mentira resultaba aplastado, negado, ridiculizado, torcido, presionado,
todo caso había manifestado su dificultad para soportar su origen. Lo que quie- romo si él devolviera eso. No puedo saber si siempre tenía el efecto esperado,
re decir que la impresión del hijo de que el padre era fraudulento, es decir, que pno en todo caso, es cierto que era intermedio entre la pelota aplastada con
no había querido pagar el precio como se debía, esa impresión, no es solamente 11 H.:rza que se desinfla y el animal que sufre, es muy cierto. Hay que decir ade-
la cuestión de la deuda de juego y ese tipo de cosas, va mucho más lejos y, en todo 11ds, los famosos gruñidos que se le atribuye al analista .. ., como en general no
caso, ya lo he mencionado rápidamente, esto puede explicarnos por qué, en su •,1· lo ve, no se sabe si muestra los colmillos o no. El analista tal vez no sabe por
idea delirante sobre el modo de reembolso, va a tener que pasar por dos oficiales. q11 ~ gruñe.
Es decir, que no solamente tiene que vérselas con la deuda no pagada en relación Choula Emerich: Señor, a propósito de la música, me he planteado también
al padre, sino, además, el problema para él es saber a qué padre tiene que ser paga- l.1 pregunta de saber. . ., estaba leyendo los textos sobre la sublimación y me pre-
da esa deuda, en particular la deuda de su padre, que no ha pagado, por ello esa ¡•,1in taba, a propósito del arte del intérprete en especial, si no habría, en lo que
especie de montaje, como recuerdan, completamente delirante, de tratar de orga- 11 •11 ía al intérprete volviendo a trabajar lo que ya había sido hecho, si no sería algo
n izar una circulación que haría que todo el mundo terminaría siendo reembol- 1rn110 un aislamiento de la relación a la Cosa, precisamente a das Ding, de lo que
sado. Se lograría pagar al uno pagándole al otro al mismo tiempo, puesto que se •;1' 1r:ltaría y si no sería, tal vez, un poco específico del intérprete en relación al
trata de pagarle al padre, pero sin hacer nada que pueda perjudicar a la mujer, y 111111positor, por ejemplo, en la música.
él recuperaría sus lentes, es decir, que podría seguir echando un ojo como .. ., lo Ch. Melman: No sé. No ... , tal vez, ¡tal vez sí! En todo caso el trabajo del intér-
cual, como ven, era una tentativa económica osada pero, que fue pagada con un l'"'ll' seguramente es el intentar llevar a buen termino esta música, es decir, dar-
costo .. ., a costa de la neurosis. Es justamente por eso, incluso si toman, si algu- l 1 .1 oír como si nunca hubiera sido oída, ¿no es cierto?, seguramente. También
nos de ustedes toman lo que les digo como excursiones, esto nos concierne, ¿no 11.iy que ver los conflictos entre intérpretes, que pueden parecernos enigmáticos
es cierto? 1 110 nos preguntamos qué es lo que está en juego en ese caso. Quiero decir que
il 1o<.: :tr, al interpretar tal músico de tal o cual manera, después de todo ... Pero
Éstas son algunas precisiones por hoy. ¿Tienen comentarios? l 1m·110, creo que algún día tendremos que retomar este problema, en algunas Jor-
11 , 1d.1 .~; ya habíamos hablado de esto con algunos, de ese problema que podríamos
Marion Arnoux: Me vino una idea un poco descabellada a propósito de la ll 1111.1 r psicopatología de la vida musical, es decir, abordar la vida musical desde
música y de los perros. Recordé lo que usted decía de Lacan, en algunas de sus ¡.,, fog ul o.
in te rvenciones cuando la gente hacía reproches y ... usted decía que él se queja- /1'11 11 Périn: D urante las Jornadas de Dijon hubo un diálogo sobre la música,
ba, es decir, que gemía, como hacen también los perros cuando se les pega ... r 111 n· ( :1:i ude Do rgeuille y usted, y usted dijo -eso no fue transcrito, creo, en d
320 Parte Il: 1988-1989 Lección IV: 17 de noviembre de 1988 32 1

texto que fue impreso, no me acuerdo- que la música excluía lo cómico, salvo en 1 i:ilcs en las discusiones que se están entablando. La experiencia de la psicosis
una puesta en escena, entonces algo que sería exterior a las notas. Entonces lo 11os muestra que la palabra puede perfectamente desunirse de la voz. N o voy a
recuerdo, ahora mismo, porque después de todo, ¿por qué ese mudo, que trata- d:1r ejemplos, pero quienes tienen experiencia en eso lo saben. Y que esta voz,
ría ahí, si he entendido bien, de hacerse oír en cierto modo, en la música, sería qu e tiene sus particularidades en la psicosis, aunque se la llame voz, es cornpl"
únicamente trágico o acaso la cuestión de lo cómico y de lo trágico no sería, de 1.1mente afonética. Pues bien, una de las propiedades de esa voz en la psicosis es
todos modos, una buena pregunta? 1 ¡u e ella lanza a la gente por la ventana, es decir, que desencadena pasajes al acm.

Ch. Melman: Déjeme decírselo: primeramente creo que era, como me lo han <~ u c por un poco ... Es una noción muy poco difundida en la clínica, e incluso
objetado con justa razón, creo que era un error de mi parte. Seguramente no soy 1•11 nuestros medios, por la razón de que estas cuestiones han sido muy mal estu-
especialmente sensible al carácter cómico de ... , pero es cierto que se puede obte- d L1das. Me alegra mucho que hagas hincapié en ellas. La experiencia común, si
ner ... , en efecto, cuando me lo dijeron me acordé de algunas músicas que, en 1111 0 presta atención, es que la voz ordena el pasaje al acto. Ahora bien, en la
efecto, se puede pensar de manera muy trivial en Erik Satie, que buscan el efec- 111 (1sica, ¿con qué nos encontramos? Nos encontramos con un código que no
to cómico y lo obtienen. Pero tal vez hay que decir, además, y tal vez no sea in.in- 1·111ite ningún mensaje, por supuesto, y que, como lo decías hace un rato, se sitúa
teresante, que era a través de procedimientos que me parecen justamente proce- 1 111re un Simbólico y un Real, y que entonces es parte de una voz que podría lla-

dimientos de disonancia, de ritmo, de imprevisto, que creo que se parecen un 111.1r una voz evocada, ex vocere, una voz fuera de la voz. Es decir, que esa voz de
poco a lo que hace un rato llamaba el mimo del lenguaje. Pero puedo equivo- l.1 111 úsica, esa música es llevada por una voz fundamentalmente afonética, el
carme y puede ser otra cosa. Me parecía, sin embargo, en todo caso que, estadís- 11 l1jcto, el objeto a, literalmente. Y me parece que lo que para cada uno sería lo
ticamente, si miramos la masa de la escritura musical, no parece que la escritura 111.1 c.:tivo de la música es, precisamente, que la música, por más que sea un códi-
cómica ... , a pesar de que hayamos tenido una muy brillante interpretación, jus- J', º (¡ue no entregaría ningún mensaje, sino que sería esa voz, que sería lo más
tamente, durante ese seminario, por Claude y Marie Germaine Dorgeuille. Eran •.• ll'ana posible, manteniéndose fonética, a esa voz afonética que la gobernaría
interpretaciones, hechas por músicos franceses, de Wagner. Era, en efecto, extre- 11111 estando en sustracción, pues bien, eso sería lo que nos daría esa extremada
madamente divertido y, de todas maneras hay que decirlo, un alivio. '1 ¡¡·:inía al pasaje al acto, al que cada uno podría tener tendencia, sin por ello

Choula Emerich: Más un popurrí que música ... ¡ 11 1111 itirlo, es decir, sin que por ello el objeto, como tal, sea entregado. Y enton-
Ch. Melman: Pero, en todo caso, si se considera la masa de la música que escu- ' 1 \ es to podría incitarnos a considerar que, después de todo, es una dicha para

chamos, no se puede decir en realidad que el efecto cómico sea lo que más se bus- 111•., 111lisicos el que puedan perseguir ese objeto sin nunca alcanzarlo puesto que
ca. A pesar de que sea posible, a través de ciertos procedimientos y, es más, hay ¡ l l1 os sabe lo que podría sucederles!; y no me parece que haya en la historia de
que decir que dicho músico, Erik Satie, si le hablan de él a Claude Dorgemille, l 1 1111'1sica muchos músicos que hayan caído en la psicosis [algunas protestas en la
justamente, les dirá que eso no es un músico. Le pido disculpas por citarlo en su 11tli1 J. No sé, sería muy interesante situar el momento y cómo, en tal caso, no sé.
ausencia pero, bueno, él mismo se defenderá al respecto, sabrá hacerlo muy bien. l >1 todas maneras, me parece un hecho fundamental, el que esa inclusión de la
Pero, es también una pregunta que podríamos plantearnos: ¿por qué la música 111 li ablamos de la voz de un psicótico, no sabemos de qué hablamos, llama-
con objetivo cómico no es mucho más abundante? 11111\ .1eso una voz-, que esa inclusión de la voz me parece que gobierna funda-
]ean Perín: Por ejemplo la Pulcinella, el nombre debe ser obviamente impor- 11 11 111 .dm cnte el asunto, me parece que es una incitación decisiva al pasaje al acto,
tante, de Stravinski, a mí me parece cómico. 1 111 1 11al toda la música incita.
Ch. Melman: ¡Sí! <.'h. Melman: Lo que dices me ayuda mucho. Este recuerdo que haces de la
]ean Périn: ¿Acaso el nombre de Pulcinella ... ? li.c u iació n entre la palabra y la voz me parece muy justo y oportuno, totalmen-
Ch. Melman: No. No ... no, no solamente ... Pero, bueno, no me parece, para 1• 11ii li ·1,:i ble y además con ese hecho que dices, el que hay músicas que incitan al
ir al fondo de mi pensamiento, no me parece que el placer, que a priori se espe- I' ''·Wal acto. Ha habido músicas acusadas, en ciertas épocas, de causar suicidios.
ra de la música, sea lo cómico, eso es lo extraño. ¿Marcel? l l ,11·dvs han conocido eso ... , epidemias de suicidios. Esto subraya lo que tú men-
Marcel Czermak: Puesto que hace un rato mencionaste cuestiones de psi- " 111,1\, de manera tan, tan justa, la invitación al pasaje al acto que me parece inter-
opatología, hay algunas cosas que quisiera recordar, que me parecen muyesen- 111 ele· la m(1sica.
322 Parte Jl: 1988-1989

Ahora la pregunta de la salud mental de los músicos, tú sabes, es un proble-


ma muy difícil. No veo por qué, además, la suya sería mejor que la nuestra. Es
Malher quien estuvo en el diván de Freud ...
[Algarabía]

¡Bueno!
Lecci6n V
8 DE DICIEMBRE DE 1988

1\ 1esto que la temporada en que intercambiamos los mejores deseos se acerca, voy
.t anticipar proponiéndoles los míos. Les deseo evitar, si lo logran, el eclecticismo.
P:irece menos chic, menos rico que el desearles la prosperidad, pero creo que es
rnu cho mejor. El eclecticismo se basa en esa representación según la cual hay algo
Vt'rdadero en toda idea puesto que ha podido ser formulada y que entonces hay un
1 ll'cir. El eclecticismo supone un escepticismo fundamental puesto que estipula que

.i l:i verdad no es posible más que acercársele, aunque sea por la vía estadística, como

~ 11de suceder, es decir, tratando de hacerse una media, una media numérica de las
opin iones; así, gracias a esa reunión y a esa evaluación de las opiniones, obtendría-
111os, en cierto modo, el acceso más cercano a lo que sería la verdad, es decir, para

111 >sotros, aquí, en este caso, los deseos que consideramos en el Otro.

No hago más que pasar muy rápido sobre este punto que habría que de-
.11 ro ll ar y que consistiría en situar lo que nuestra procrastinación, lo que nues-
11.1 manera de arrastrarnos en el eclecticismo, debe a un ideal que es, de manera
11111y precisa, el del protestantismo y casi diría, por vía de consecuencia, un ideal
q 1w es el de la democracia, el nuestro pues. Espero no sorprenderles demasiado
1
LAPEYRERE, Josée, "Un parcours de Francis Ponge" [Un recorrido de Francis Ponge], en Le lan li.11 ié ndoles notar que el eclecticismo, en que estamos inmersos todos, puesto que
gage et l'inconscient, colección Le Trimestre Psychanalytique, edición bilingüe francés-inglés dl·
1 11os enseña hoy en día como si fuera la sabiduría, la sabiduría moderna, ahora
las jornadas "Le langage et l'inconscient apres les enseignements de Freud et Lacan" [El len
guaje y el inconsciente después de la enseñanza de Freud y Lacan], que tuvieron lugar en Sbt •pi!' l:1s " ideologías", como se dice, han caído, el eclecticismo es ante todo una
íayim (Israel), en octubre y noviembre de 1988, Association freudienne imernationale, París, il1 lrnsa conrra-fóbica; no es otra cosa, es decir, la única manera que se nos ofre-
1989, pp. 253-277. e I'·'"ª evitar encontrarnos con un Real en la medida en que está vacío, el Real
FREUD, Sigmund, "Moisés y el monoteísmo", en Obras cornplnm. 11 l:i med ida en que está vacío. Para evitar encontrárnoslo, somos eclécticos, tomJ-
124 Parle 11: 1988-1989 Lección V.·8 de diciembre de 1988

mos un poco todas las opiniones, así como podemos también tomar todas las voy a retomarlo; sabemos de qué manera las tentativas de curar dicho síntom:l no
nacionalidades, igualmente, puede parecerse al mismo proceso. Les hago notar al l1an resultado acertadas a tal punto que hoy en día dicho síntoma es una vez nds
pasar que nuestro gusto, nuestra ética del especialista va en el mismo sentido, es ig norado, o apartado, o descuidado, para no ser considerado ya sino como u11 :1
subtendido por el mismo proceso, por la misma intención, por la misma evita- rnntingencia de la organización social, a pesar de ser reconocido como lo qut
ción, puesto que la ética del especialista supone que el plano esté dividido en algu- li :1ce gozar. No voy a desarrollar este punto.
nos sectores, cada uno con su especialista que supuestamente domina perfecta- El destino del lógico para abordar lo Real, el pensamiento del lógico puc(k
mente el campo, por más pequeño que sea, por más sucinto que sea; a la vez la p:1recer más favorable puesto que su ciencia es justamente la de lo Real; es la úni-
totalidad de especialistas cubre todo el campo y así estamos de lo más tranquilos. 1 .1que puede establecerlo, es decir, escribirlo. Pero está claro que él no lo sabe, ¿cómo

lay gente, como saben, que corre tras los especialistas. lo sabría?, puesto que lo propio de ese Real aislado por el lógico es que sea sin goce.
Hoy en día, no hay cuestión en psiquiatría que se proponga a los estudiantes No proporciona ningún goce y es por eso, justamente, por lo que les recuerdo esr:1
sin que se la concluya con tratamientos eclécticos. Si esto no funciona se inten- 1i1:1ción de Russell: "los matemáticos no saben de qué hablan". En efecto, nunca sabe-
ta otra cosa, lo que quieran. El precio que paga, y es por eso por lo que hace un 111os de qué.hablamos, puesto que se trata de lo que puede, de algún modo, apor-
rato les brindaba mis deseos, por lo que les recordaba el interés de nuestra posi- 1.trnos algún goce, no hay otro sentido que éste. Es justamente por eso por lo qu'·
ción, la posición lacaniana, el precio que paga este proceso es considerable pues- l11s matemáticos no saben de qué hablan, ni si lo que dicen es verdadero, ya que
to que consiste en escamotear una dimensión, la de lo Real, es decir, de lo impo- por supuesto habiendo establecido, pudiendo haber escrito lo que se refiere al Real
sible. Ahora bien, todos ustedes son capaces de experimentar que un pensamiento ¡;111.:den también haber verificado que en ese Real no hay nadie, nada, que pueda
que evita la dimensión de lo Real está condenado a raciocinar. d1-cir la verdad de lo que pueden haber establecido. El precio que paga ese desco-
Lo poco de filosofía, de enseñanza de la filosofía que les, que nos dieron es, 1111ci miento no es sólo mental. A nivel mental, el precio que se paga es lo que podc-
sin embargo, suficiente para permitirme recordarles que la desdicha del pensa- 11111s llamar, de la manera más legítima y simple, la imbecilidad. La etimología d'·
miento filosófico -desdicha en la medida en que su enseñanza deja inevitable- l.1 imbecilidad es, al parecer, dudosa; yo no veo muy bien por qué; la que es pro-
mente huellas puesto que, debido a esa evitación de la que hablo, lleva consigo ¡1111.·sta, pero que seguro les parece demasiado linda a los etimólogos, no se atreven,
mucho más de lo que dice, y entonces tiene otras consecuencias-, la desdicha de il1 ·IK· asustar, debe funcionar demasiado bien, debe ser demasiado conveniente, es
la filosofía es que, cuando dicho pensamiento no evita lo Real, termina en el mejor 1l1•l ir, que imbecilidad viene de "ím" privativo y de "baculus" el palo, o "bacíllus",
de los casos alojándonos en una caverna y nos condena a ser incapaces de sopor- di111inutivo de "baculus"; el imbécil es el que no sabe hacer palitos, es así como lo
tar la luz y a no poder contentarnos sino con un mundo de imágenes. O tam- 1111 k·ndo con ustedes; es decir, que no sabe que, lo que en el Otro manda y dispo-
bién, como en Kant, ella le da un lugar a lo imposible, pero lo sitúa como lo que 111• lo Real, es el palo, es decir, el rasgo unario. Como no lo sabe, es un imbécil.
es rechazado al conocimiento, es decir, que dicho pensamiento filosófico nos con- 1•:1 daño causado por este desconocimiento no es solamente mental; es tam-
dena a la impotencia. Efectivamente, no puedo saber, a menos que se trate de no bl1' 11 - les señalo esto brevemente, incluso si les parece que hago una excursión
quererlo, es decir, de un movimiento que sigue siendo contra-fóbico. Es un apor- 11111 l'Sto, no me molesta-, es también, y todos ustedes pagan el precio, es tam -
te esencial -al que todavía no estamos acostumbrados- de la enseñanza de Lacan: l111 11 político. El precio que se paga es también político en la medida en que si la
lo que es ese Real y que si lo evito es porque temo su vacuidad, el hecho de que .11 1110<.: racia que es la nuestra está organizada en torno al principio de una deter-
no hay en ese Real nadie que me diga lo que tengo que querer. 111111.1ción de la conducción de un país a partir de la reunión de las opiniones, es
El progreso que Lacan nos recuerda en el pensamiento filosófico es el que d1 •1ir, :1 partir de lo que es la numeración de las opiniones expresadas, pues bien,
Marx opera, es decir, ese pensamiento que sitúa al Real en el meollo de su refle- dii- 110 principio termina también, en cierto modo, callando lo que se refiere a lo
xión, en el centro de su reflexión, lo Real como síntoma en este caso; síntoma 1(1 ,ti vn el juego social y en nuestra vida política; es decir, que condena los dis-
social, pero también determinando el pensamiento de todos los que lo cogitan y 1111 •,os políticos a no ser nunca otra cosa que engañosos, con todas las consc-
determinando su pensamiento según el lugar que ocupan con respecto a ese real, 1111 lll'ias que eso tiene, tanto de desafección cívica como de incapacidad par:l
es decir, con respecto al goce que conlleva. El inconveniente de esta concepción, d1111d :1r lo que se refiere al Real social, al síntoma social, y para distinguir ahí, por
sin embargo, ha sido el pensar ese síntoma como un accidente de la historia y no • j1 11i¡1 lo, lo que se refiere a lo imposible y a la impotencia.
326 Parte 11: 1988- 1989 Lección V.-8 de diciembre de 1988 3').7

Es por eso por lo que les señalo, en lo que va a ser el próximo inicio del año, cada, suavizada por el hecho de que es del límite mismo establecido por el fo.~fJS
tanto para nuestro propio funcionamiento privado como para otros, que el pre- do nde viene esa voz que no nos hace señas, que no nos envía rayos luminosos,
cio de lo que Lacan nos aporta nos recuerda como algo"interno al psicoanálisis, que no solamente hace un poco de ruido, sino que habla, hasta dejarnos un lihm.
como algo que es, en cierto modo, lo más cercano, lo más decisivo, de lo que el l ~ ntonces la simbolización de lo Real es un proceso obviamente interno de 1.i
psicoanálisis introduce en el pensamiento y sin que por esto le oponga a ese eclec- rdigión misma.
ticismo un dogmatismo; es el tipo de oposición que se hace de manera corriente La pregunta que, a propósito de la neurosis obsesiva, puede seguir siendo ¡x: r
y que se le ha opuesto tan a menudo a Lacan, y algunos de ustedes que conocie- l inente para nosotros, ya que todavía no le hemos dado respuesta, me parece, d<:
ron la École Freudienne saben, por ejemplo, que en la École Freudienne estaba manera satisfactoria, es la siguiente: ¿Por qué en esta neurosis no hay, para ernpc-
de moda pensar que a partir del momento en que alguien se expresaba a partir ·1.ar, tal facilidad para que regrese lo que estaría reprimido? Primera pregunta.
de su decir, eso bastaba, y que las juntas, las reuniones, podían ser a la vez una Segunda: ¿Por qué eso reprimido tiene ese carácter de obscenidad que v:1
colección de esos decires; no es para rechazarlos -oigan bien lo que quiero hacer .1umentando a medida que se refuerza la moralidad del locutor, del interesado?
oír-, sino para mostrar simplemente que cuando éstos no se sitúan en su proce- ¿Q_ué es ese inconsciente que parece constituirse, diríamos, a medida? ¿Cómo
so, en relación al punto de que se trata ahí, es decir, cuando sucede que partici- 1•s posible que eso reprimido que regresa esté tan perfectamente articulado? Es
pen en un proceso contra-fóbico, de evitación de lo Real, hay inconvenientes. decir, no se trata solamente del significante, como sabemos, sino que se tra la
¿Por qué el psicoanálisis no resulta por ello dogmático? Termino esta parte con 1 k locución.

este punto. Justamente porque si los dogmatismos se especifican, prácticamente ¿Por qué, además, una pregunta más, este regreso se da a manera de senten-
siempre, basando su autoridad en eso que en el Real los funda o en aquel que en 1·ia que indica lo más a menudo que se dirige a un ''tú": ''vas a ir delante del espe
el Real los funda, funda su proceder, proceder dogmático, en la medida en que jo y te vas a cortar el cuello", ''vas a ver a la vieja y la vas a ejecutar" y a manera, les
el psicoanálisis lleva al punto de la comprobación, de un Real vacío, al mismo 1ecuerdo, de los imperativos más triviales, ''vas a instalarte en tu mesa de trabajo ".
tiempo rechaza, sin favorecer al eclecticismo, rechaza sin embargo todo dogma- INísas].
tismo. No es más dogmático que el proceder de Godel, puesto que es obvio que ¿Ya han oído eso?, ¡queda como algo extraño! Saben, obviamente, todo el ero-
uno llega a preguntarle, a Godel, si no hay metalenguaje, ¿qué funda, qué justi- 1ismo que de inmediato se anuda a ese imperativo: ''sí, sí, ya voy a hacerlo, pero no
fica su propio teorema?; como ustedes saben, al pensamiento le fascina natural- 1111nediatamente".. ., ''todavía tengo una cosita que hacer". . ., y así sucesivamente.
mente ese tipo de encajamientos hacia el infinito. ¡Pues vaya!, lo que funda el teo- 1nsistí, para tratar de explicar esas particularidades ep la neurosis obsesiva, tra-
rema de Godel es primeramente el haber distinguido que hay ahí un Real, un 1t'· de dar cuenta de ellas con lo que llamé "la irritación del Yo Ue]", del Yo del
Real en cuanto imposible. Eso es lo que funda, digo, y no organiza en nada dicho i 11 consciente en la medida en que no consigue eclipsarse, en que se encontraría
pensamiento como un dogmatismo. .tlií en un estado de prurito, decía yo, permanente; lo solicita permanentemente;
Para nosotros el eclecticismo, es decir, esa manera de ir a buscar la salvación 11 .né de explicarlo, en últimas, por causas mecánicas, en la medida en que el objc-
de uno un poco en todas partes, donde se pueda, donde haya una señal, el eclec- 111 rr está en ese juego, en el caso del que hablaba hace un instante, un juego: ceder,
ticismo opera obviamente en lo que nos interesa en el transcurso de este año, la 110 ceder, tal vez, no de inmediato, ya veremos más tarde, pero disfrutémoslo un
neurosis obsesiva. No hay más ecléctico que un obsesivo puesto que es una de las ¡111rn, etc. , toda esa especulación anal; traté, pues, de dar cuenta de la manifesca-
vías para escamotear la dimensión de lo Real y, en el caso que nos interesa, por ' i1 11n del inconsciente con esa especie de prurito del Yo inconsciente, decía, y en
medio de un proceso de simbolización. l.1 medida en que ese Yo se da gusto manifestándose con todas las formas de la
C reo que es en el seminario sobre La transferencia, si mal no recuerdo, que 1wg:1ción, la Verneinung.
Lacan señala al respecto, discretamente como siempre, la importancia de nues- Sin embargo, ustedes estuvieron de lo más chic, como a menudo no opus.ie-
tras religiones, puesto que, creo haberlo dicho ya, son religiones reveladas; éstas 11111 objeciones. Pero con la Verneinung, ¿estamos completamente satisfechos?
suponen que lo que nos viene del Real, el Real mismo, es del orden del logos, del l111dc mos acaso situar tan facilmente estos pensamientos, que llamamos incons-
o rden del verbo; ven el paso que se opera ahí puesto que el límite, en cierto 111·111 cs, como que fueran simplemente el regreso de pensamientos conscienu.:s
modo, la ratio propia del logos se encuentra, en cierto modo, corregida, rectifi- 1111 1 h barra, barrados po r el signo de h negación? ¿Es así de simple?
J28 Parte 11: 1988-1989 Lección V.· 8 de diciembre de 1988 J2<J

Por ejemplo, encuentran, en la página 139 del diario del Hombre de las ratas, resto indicándolo con la negación, es decir, idéntico, por el hecho mismo d<.: l:i
que retomaré las próximas veces de manera más precisa, encuentran lo siguien- simbolización, a la aserción inicial; sin embargo, puesto que trato de produ cir l:i
te: él va a visitar a su dama, la famosa prima; ella está acostada, está enferma, tie- separación máxima entre ellos, aunque no fuera más que para que conserve su
ne una gripe o no sé qué ... , de repente a él se le ocurre la siguiente fórmula: "que valor de resto, ¿qué otro medio tengo, qué otra restricción tengo, si no es la ten
pudiera quedarse siempre acostada así". tativa de marcarlo, incluso de marcar una prohibición, de introducir un "no hay
Ahí no está indicado con un "tú" (implícito) [tu], está más bien indicado con que", de introducir lo que es, al mismo tiempo que la simbolización, una exclu
un "tú" (explícito) [toi], casi diríamos, ''que tú te quedaras así acostada". Es una sión, un rechazo, un rechazo que no se da, puesto que hay simbolización, pero
fórmula a la vez extraña y natural que no aparece especialmente extremada como, entonces haciendo intervenir ahí, en la misma formulación, el signo de la nega-
por ejemplo, la de ''cortarte el cuello" o alguna fórmula como ésa. ción?
Pero nuestra pregunta puede seguir siendo la siguiente: ¿cómo llega, en la psi- Lo que querría decir que en un dispositivo de este tipo, si es justo, la articu -
quis, a hacerse oír, cómo llega a producirse?, ya que, o sea, ¿qué cosa vamos a sos- lación contraria se organiza al mismo tiempo que la que estoy profiriendo open -
pechar en el inconsciente de este Hombre de las ratas?, ¿que hay deseos de muer- sando, es de¿ir, que cada pensamiento tiene, en cierto modo, como doble, en esl<.:
te con respecto a esta dama?, es fácil obviamente. Pero, una vez que hemos dicho tipo de dispositivo, a su contrario. Nada nos impide imaginar que la formulación
eso, ya que después de todo seguro que los deseos de muerte no son exclusivos que surgió en este paciente cuando se encontró ante su dama enferma eran cosas
de él, ¿por qué la especificidad de esta formulación misma ''que se quedara siem- triviales, o tal vez incluso quiso decir "te deseo un pronto restablecimiento" o "qu<.:
pre acostada así'?, lo que tiene también una connotación erótica; no vamos a decir pudiera reponerse pronto" y, ¡vaya!, lo que se deja oír para él es ''que se quedarrt
que es un necrófilo, en la observación se habla de necrofilia; algo se dice al res- siempre acostada así", lo cual, hay que reconocerlo, es un suplicio bastante desa-
pecto; se dice como, está traducido como un "pájaro de cadáveres", no recuerdo gradable. ¿En qué les hace pensar ese suplicio? Ése es el suplicio del Hombre de
cómo está traducido en francés ... pájaros, carroñeros. Pero aquí también, ¿esta- las ratas: lo que uno quiso expulsar le vuelve a entrar a uno por el orificio, viene
mos acaso satisfechos cuando hemos dicho esto?, ¿tenemos acaso que mantener- de nuevo, así, lo perfora; uno pensaba que ya se había librado de eso y resull:t
nos atentos en cuanto a las modalidades de esta formulación? No es un relámpa- atrapado en algo que hace que no sea así. Es decir, que en ese dispositivo tendrí:1
go, no es una vaga impresión, no es un gesto hostil; no tomó el termómetro en mos algo como una formación permanente de lo que se impone como reprimi-
la cosa esa, y sin prestar atención y lo rompió; eso se dijo en su cabeza de esa do, pero que está permanentemente en formación; permanentemente form án-
manera ''que se quedara siempre acostada así". Entonces, ¿cómo? dose en esas formulaciones ya que, después de todo, los deseos de muert<.:,
Es en este punto en el que me parece conveniente retomar nuestras tentati- obviamente, son parte del inconsciente, los deseos de Ínuerte hacia las personas
vas topológicas simples mencionando lo siguiente: si el espacio funciona -aun- más queridas están inscritos en el inconsciente de cualquiera, pero el problem:1
que no sea más que el espacio físico- para el obsesivo como un espacio cerrado, es que aquí se hacen oír de manera permanente, ¿por qué? Vuelvo a esta pregun -
supongamos un instante, no digo que sea así, podemos imaginar de qué manera ta, ¿por qué se hace oír?, con la particularidad que tantas veces he mostrado, <.k:
toda aserción que corta en un conjunto cerrado tiene como resto ¿qué? Una aser- que no se trata de alucinaciones; no se trata de esas alucinaciones llamadas aper-
ción, digo aserción; tomemos un significante; un significante que ejerce su efec- ceptivas, es decir, de esas voces oídas en el interior, pero no por las orejas; se tra-
to de corte en un conjunto cerrado tiene como resto ¿qué? ta de otra cosa, se trata de algo que el sujeto reconoce como sus propios pensa-
No se discute el efecto de corte; no se lo puede discutir puesto que es lo pro- mientos.
pio del significante el operar con corte, es lo que lo distingue del signo, es una de Tal vez aquí podemos decir algo más, es que esta articulación simultánea,
sus propiedades más importantes. ¡Pues bien! Lo que ese significante tiene como pues, pero marcada con el signo de la negación, se deja oír como el significado
resto, no sé lo que es pero puedo pensar que si ese resto es de inmediato simbo- de lo que en efecto se articula; como el significado puesto que eso se produce en
lizado, retomado en el orden Simbólico, es decir, rechazado en su dimensión de vez, en su lugar. En el obsesivo hay problemas esenciales con respecto al símbo-
O tro, y retomado pues en el registro Simbólico, la única manera que queda para lo, la cuestión de la relación del síntoma y del lugar, luego diré algo más al respec-
marcar una separación máxima, diría la única manera retórica que queda para mar- l O, puesto que esa articulación se produce en el lugar que debería haber sido el del
ar la separación máxima, entre la aserción inicial y este resto, es imaginar a este Otro; esa articulación negativa, esa contra-articulación, se puede oír como algo qu<.:
J'.10 Porte 11: 1988-1989 Lección V.- 8 de diciembre de 1988 '.).\ 1

pcrtenece al registro del significado, es decir, que está diciéndose "quisiera que se Entonces, si está frente a esas dos proposiciones, lo que fue su anhelo de pron
repo nga rápidamente" y sin embargo oye ''que se quedara siempre así, acostada". to restablecimiento a su querida y luego esos deseos de muerte, ¿cómo puede deci
En este enfoque que les propongo, ya no es el sujeto el que con su irritación, dir? ¿Cómo puede saber cuál de las dos proposiciones conviene? Esto va a pbn
;on su prurito, es en cierto modo determinante para que el pensamiento formu- teársele en todas las circunstancias en que tendrá que elegir; una elección, es deci1 ,
l:ido sea retomado en negativo, sino que aquí el sujeto es más bien un efecto de lo que implica para él un abandono, lo que implica, pues, aceptar que haya u11
·sa contra-articulación, un producto, puesto que en la medida en que eso se le resto; en su proceso mental ese resto es de inmediato simbolizado y desd e <:Sl'
ocurrió, al mismo tiempo que le formulaba deseos de mejoría, no puede hacer momento está atrapado en ese dilema: ¿cuál de los dos tiene que soltar? Y es por
orra cosa, obviamente, que atribuirse -y no deja de hacerlo- la responsabilidad ·so por lo que no puede decidirse, no se decide nunca o, incluso, a veces suclw
de esa maldición que está lanzando; es decir, que se acusa incesantemente de lo paradójicamente lo que había creído; es el problema que ustedes conocen del
que no ha pensado, sino que a su pensamiento se ha impuesto, a la vez como si obsesivo ante su papel, ante su hoja, que no sabe lo que tiene que quitarle o no.
tuviera que pertenecerle, como si a la vez fuera de su propiedad, y ustedes saben Us tedes estái: al tanto. Porque si lo que quita era justamente lo que había que
que nunca deja de hacerlo; no se trata nunca de xenopatía, no se trata nunca de co nservar, y si a la vez deja ...
ideas atribuidas a algún personaje diabólico que le habría metido eso en la cabe- Esta noche pensaba ir más lejos, con respecto a lo que ahora es posible reto-
za. Y lo que va en el sentido de lo que les propongo que reflexionen es que, mien- mar sobre la cuestión de la diferencia entre histeria y neurosis obsesiva; lo abor-
rras más moral sea, lo que va a oír así, en esa contra-articulación, será -a la vez, 1 lé un poco la semana pasada en Bruselas y lo retomaré aquí ya que creo que cs

diríamos- más obsceno e insoportable. 11 na cuestión que tal vez les ha atormentado desde hace mucho tiempo, que a 111 (
¿Conviene acaso que retomemos el problema de la doble cara de la banda?, ¿se 111 e atormenta desde hace mucho tiempo, en la cual Freud, una vez más, mues-
trata acaso de la cara única de una banda de Mrebius? Dejemos eso en suspenso por 1 ra un gran sentido de adivinación topológica; les remito aquí al famoso esquc-
d momento, contentémonos con notar que, en todo caso, la indicación al dirigirse 111:1 cuadrangular que sigue siendo sensacional; pero dejo eso, para mostrarles sol:i-
con el "tú" o, en este caso, el ''quédate acostada, que pudieras quedarte acostada'~ el "tú" 111cnte lo que les permitirá avanzar mejor para la próxima vez: cómo está constituida
es de todos modos, para nosotros, la indicación de que es en el lugar del Otro don- para él, lo postulé hace un rato, la existencia de un conjunto cerrado, en el qm·
de esto es articulado, ese lugar se ve de repente ensuciado, al ser simbolizado; ese lugar 1·starían tanto los más como los menos, el menos -pero el más también- simbo-
se ve en cierto modo violado por la simbolización que se ejerce sobre él. 1i·1.a lo que se presentaba como lo que tenía que ser rechazado y que ha sido cap-
Es por esta vía, entonces, por lo que trato de entender, en este seminario, la ¡ .id o, atrapado por el símbolo, lo que entonces estaba en el lugar de lo Real y
especificidad de las manifestaciones de la neurosis obsesiva mostrándoles de inme- t l's u ltó simbolizado.
diato el siguiente punto que podré desarrollar más adelante: el hecho de que el ¿Cómo se sitúa la diferencia de los sexos en ese espacio? Pienso que tenemos,
universo esté, para él, repartido en un más y en un menos, inevitablemente ten- rnn lo que les aporto aquí, un soporte válido para admitir que en esa lógica, hom-
drá algunas consecuencias lógicas puesto que, con respecto a la pregunta que a la lin.: y mujer pertenecen a la misma comunidad. Pueden distinguirse por el signo
vez se le plantea sobre la verdad, está metido en un sistema binario que es el de 111:ís o por el signo menos, si hay que establecer una diferencia máxima entre ellos,
la lógica clásica, de la lógica bivalente -no voy a retomar aquí el trabajo que hice l.1 más grande que el símbolo autorice, pero están en la misma comunidad, son
hace ya mucho tiempo en el segundo congreso de Roma 1-, pero ustedes cdno- l1111damentalmente semejantes, salvo que si le damos algún valor a esos signos
en, a propósito de esta lógica binaria, que el obsesivo, de quien mostré en ese 111:is y menos, hay quienes son, que los son más que otros, más fálicos que otros.
trabajo en qué medida esta lógica operaba en él, el juego de ese más y de ese M:ls Fálicos que otros en esta comunidad sin que se pueda resolver si esa relación
menos, de ese verdadero, de ese falso, con los problemas tanto de conjunción d l ~il o se caracteriza por el registro del ser o el registro del tener, puesto que ernín
-omo de disyunción, etc. Ustedes saben que en dicha lógica binaria lo verdade- 1• 11 la misma comunidad.

ro puede venir tras lo falso, puede estar implicado en lo falso, lo que quiere decir Entonces, es solamente que hay algunos que lo son más que otros.
:ntonces que a la vez está en la imposibilidad radical y atormentadora, y acosa- Co n este hecho, como sabemos, el obsesivo, por oblatividad, para que su eco-
dora para él, de no poder nunca orientarse, puesto que en la implicación, dicha 110 111h se sostenga, tendrá el cu idado de hacer que sea la mujer quien esté del
implicación material, lo verdadero puede perfectamente venir tras lo falso. l11¡•,.1r del más; más de ser o mds dc rener, es una de las cuestiones gue logra muy
332 Parte ll: 1988-1989 Lección V.· 8 de diciembre de 19HH .ttl

mal decidir. Pero en todo caso no rechaza algo que a nivel de lo Imaginario, a dido, a pesar de todos los cuidados de limpieza; y entonces a la vez el entrar t. : n l.1
nivel de la apariencia, puede hacer sospechar cierta uniformización. Quiero decir vía del intercambio es extremadamente difícil, no es porque el talento del obsesivo
que el dimorfismo sexual no se note demasiado, ni la vestimenta ni los caracte- está en el registro de la contabilidad que va a ser un especialista del intercambio; vi
res sexuales, redundantes iba a decir, la moda, etc. que se interese en la contabilidad es justamente para estar seguro de que al final sv
Pero eso no quiere decir, y volvemos a intentar imaginar la topología que pue- encuentre de nuevo exactamente lo que se sacó, ésa es la gran preocupación.
de ser el soporte de eso, la dama, ¿dónde está la dama?, esa famosa dama, la que Entonces, esta famosa dama es ahí una representante de la figura materna , 110
hay que mantener a distancia; ¿diríamos que está afuera? No podemos decirlo podemos dudarlo en lo más mínimo; ella ocupa dicho lugar, y es también, jus1:1·
puesto que justamente no hay un afuera; hay una periferia, con respecto a la cual mente por eso, por lo que no puede casarse con ella, pero el obsesivo no ti ene
hay que mantenerse a distancia, con el riesgo, sin embargo, de que esa distancia, inconveniente con que sea su hermano quien lo haga, que se case con ella - y eso
en la medida en que esta periferia es también propicia a la simbolización, es decir, es una particularidad que no pueden explicar; traten de explicar eso .. ., me gus-
propicia al ensuciarse, propicia a la violación, propicia al rapto, propicia al supli- taría mucho que para la próxima vez algunos de ustedes me dieran un proyecLO
cio anal, se mantiene pues en esa periferia, donde se mantienen también, y diría de respuesta-, y no ve inconveniente, en el fondo ... , el hermano mayor, por ejem-
en el mismo lugar, el objeto .. ., o sea lo que es la otra cara de ese objeto sagrado, plo; ¿y por qué quiere eso? Les dejo por lo menos con una pregunta, ya estoy abor-
es decir, tanto el objeto excremencial, es decir, tanto el objeto de los deseos sexua- dando algunas, pero admitan que es, de todos modos, un sistema maravilloso, cuya
les como, en ese mismo lugar, y es otra representación de aquello, la figura pater- extrañeza radical nos sorprende, y a la vez la gran familiaridad puesto que todo eso
na, con ese horror de los pensamientos inconscientes que van justamente amos- está finalmente inscrito en las potencialidades de cada uno, puesto que basta con
trar la confusión por el hecho de que ese lugar es único, por el hecho de que esas tener una psiquis para que eso esté ahí depositado, que uno sea obsesivo o no; ha y
diversas personas, las diversas representaciones de ese lugar pueden confundirse ahí una latencia, algo que puede siempre actualizarse, es por eso por lo que siem -
y así la imagen santa del padre se ve superpuesta a la del objeto excremencial, la pre hay ante el obsesivo esa impresión de . . ., no es la simpatía, no es con el modo
dama se ve superpuesta a la suciedad peniana, etc. de la simpatía histérica, es más bien otro tipo de simpatía, que podríamos llamar
En este dispositivo -que nos explica también eso que abordé una vez ante- resonancia de lo Simbólico, puesto que es por este proceso, que la neurosis Sl'
rior, el por qué no hay seriación de la función paterna-, ¿por qué un obsesivo tie- caractenza.
ne tantas dificultades para verse como padre al mismo tiempo que el suyo, en
vida del suyo? Porque si la posición paterna sólo se sostiene de un lugar, y no del ¿Tienen acaso comentarios, preguntas?
símbolo, es concebible que ese lugar no pueda ser ocupado, mientras no esté
vacante ese lugar, no está disponible, salvo obviamente, y es ahí donde surgen Sr. X: Quiero decirle que usted tiene algo fuerte contra el obsesivo; eso es una
esos deseos de muerte que ustedes conocen, en el Edipo. manera obsesiva de ver al obsesivo.
Un pequeño comentario anecdótico más que es parte de la crueldad inherente Ch. Me/man: ¿Que tengo algo fuerte contra el obsesivo?
a esta neurosis; hay una tendencia incestuosa fundamental en dicha neurosis, ten- Sr. X: Sí, es un pensamiento obsesivo el tener algo tan fuerte contra el obs 1 ·-

dencia que se dice claramente, pero que también se encuentra a través de un ras- s1vo.
go mayor que nunca falta, el de la endogamia, esa aspiración a la endogami~; tie- Ch. Me/man: Creo que usted se equivoca.
ne que quedar en la familia, en nuestro caso es una prima; pero a todo lo largo Sr. X: No, porque ...
hay los juegos sexuales con las hermanas, y el lugar que eso ocupa: ese gusto por Ch. Me/man: No, le aseguro que en lo que a mí respecta, ¡yo adoro a los
la endogamia en el que encontramos también un efecto de que el intercambio no obsesivos! [Risas]. Sobre todo que no terigo ninguna contra-formulación al decír-
pueda hacerse, porque la exogamia está organizada por el principio del inter- selo.
cambio; ahora bien, trato de hacer valer el carácter estrictamente mecánico del Sr. X: Porque, de todos modos, para Freud, el obsesivo es alguien intert·-
proceso, es infernal, una vez que se instala de cierta manera, se desarrolla solo. sante.
Por ejemplo, el hecho de que el intercambio no sea posible; si el objeto de inter- Ch. Me/man: ¿Cómo?
ambio es de inmediato simbolizado, se halla en estado de retención, no está per- Sr. X: Es alguien interesante.
Lección V.·8 de diciembre de 1988 33.
334 Parte 11: 1988-1989

era-pensamiento había, marcada pues, una denegación del significado de lo gut•


Ch. Melman: ¿Cómo?
Sr. X: Es alguien interesante. Lo que me molestó un poquito es el paralelo :1 él se refería. Ahora bien, formulado de esta manera, creo que eso querría decir
que usted hace, en un primer momento, en realidad usted opuso la democracia, que el contra-pensamiento del obsesivo sería del orden de la significación, enton
esa forma actual del social, y entró inmediatamente al obsesivo como alguien que ;es del orden de lo Imaginario. Ahora bien, creo que en la respuesta que acabas
podía representar algo de ese registro. de dar hay un pequeño desfase; después de todo, ¿no se puede considerar acaso
Lo que me parece sorprendente al respecto es que Freud presenta al obsesivo al contra-pensamiento del obsesivo de la misma manera como, en La interprett1-
·orno alguien que tiene una práctica de lo Real que va a dar, en definitiva, lo cul- ri6n de los sueños, Freud trataba el sueño en el sueño? Es decir, la indicación de
LUral. Es cierto que tal vez se juzga mal al obsesivo el decir al mismo tiempo que 1111 Real. Es justamente lo que acabas de señalar. . ., nos has dado ese ejemplo del
está de lado de la cultura, pero al mismo tiempo su exceso de simbolización, diga- obsesivo que se pone a trabajar: "ponte a trabajar", el modo imperativo y el con-
1r:i.-pensamiento "sí quisiera, pero puede esperar"; al imperativo le da una res-
mos, lo llevaría a evacuar lo Real.
Ch. Melman: ¿Cómo le voy a responder? puesta del orden de un condicional "habría que ver".
Creo que usted estaría equivocado, de todas maneras, al ver en esto el más El otro ejemplo es "que se quedara siempre acostada'', del que nos has permiti-
mínimo juicio ya que verdaderamente no pienso en absoluto que esté en acusa- do percibir muy bien la connotación perversa, el goce de un objeto inanimado,
ción aquí, como nadie lo está. Los únicos que pueden estar en acusación ... Si he 1·1contra-pensamiento es "puedes esperar sentado, mi viejo", es decir, esa especie
t le oscilación entre un condicional, por un lado, y un imperativo, por el otro; for-
intervenido sobre la cuestión del eclecticismo es que obviamente tiene que ver
con la neurosis obsesiva. Nos interesa. No es para especificar al obsesivo; no se 111 u laciones que, en los contra-pensamientos que arrastran, ponen en juego, en
trata en absoluto de poner en acusación. No hay ahí ningún juez que pueda con- 1 -.~ os contra-pensamientos, si podemos considerarlos como si estuvieran entre

denar en lo más mínimo al obsesivo. p.1réntesis, puesto que es así, tanto en el sueño como en la lógica del obsesivo ,
Lo que usted dice sobre lo cultural es justo y es justamente lo que podemos que se nos presentan; hay que saber entonces en qué ámbito vamos a ponerlos.
reprocharle a él; si se le puede hacer un reproche, iría por ese lado. Es justamen- l •'.s en lo Simbólico, en lo Real o en lo Imaginario?
te lo cultural. Es más, hay un pequeño esquema de Lacan donde muestra de qué Y me parece, a partir de lo que has aportado hoy y que me parece muy ... muy
manera la cultura está ligada a la perversión, pero dejo eso de lado. dilkil de atrapar, muy complejo y, en la medida misma en que eso remite a esos
En todo caso, en lo que se refiere a lo cultural, en esa especie de juicio que p1oblemas políticos que se mencionaba hace un instante, la cuestión: "ponte a
usted quisiera hacer valer, habría lo bueno y lo malo, etc., si hubiera que entrar 11 ,1hajar" .. ., eso habla en un ámbito que es el ámbito que se impone al sujeto,
en tal juicio, lo cultural no es en absoluto lo que le daría peso a la coartada o a la 'lll l' está en el registro de su Simbólico, de lo que puede integrar y eso responde

absolución, al contrario. Entonces, también dejo esto de lado. ,1 1•11 qué ámbito?, no responde, me parece, desde lo Simbólico o, en todo caso, de
En cambio, si en efecto, como muy bien lo ha dicho usted, pasé de las obser- 1111 Simbólico que estaría tan alejado del sujeto que no puede tener una noción
vaciones sobre nuestro funcionamiento político al obsesivo, es porque hay en esa il1 • l-ste. ¿Eso podría acaso responder desde lo Imaginario? Seguro que no, es de
vía, como creo haberlo insinuado, una preocupación por la igualdad que tiene su 111 que más quiere sustraerse y que está más alejado de él. Entonces, aparente-
repercusión política y que tiene consecuencias como las que acabo de decir en la 1111•11te, el contra-pensamiento es mucho más cercano -es muy difícil de hablar
vida psíquica y también en el registro del malestar social. 1l1 • l'crcanía porque eso depende de las nociones de topología-, o sea mucho más
Es la vía en que, usted tiene razón, y notó muy bien cómo sin mayores expli- 11 1r.1no a un Real, es decir, que la cuestión se plantea en cierto ámbito, el de lo
caciones pasé del uno al otro, pero es seguramente en este registro -el de la pre- ;1111h6lico pues, y responde en otra parte. Y quisiéramos que un ámbito respon-
ocupación propia del obsesivo, de que nadie sea perjudicado en el intercambio o d 1.d otro, cuando son heterogéneos y, cuando se ha aplastado un botón, eso no
en los lugares- donde se mantiene un rechazo de lo Real; un rechazo de lo Real, 11 "1 ponde desde otra parte sino desde el lugar en que se lo espera y entonces una
es decir, a la vez un rechazo del goce relacionado a éste. il1• l.1 .~ d ificultades sería, justamente para un sujeto dado, la heterogeneidad de los
Marce! Czermak: Luego de la pregunta que acaba de ser planteada y de la 1111hi 1os en los que, para él, eso responde, en los que se pueda manejar eso; me
manera como acabas de responderla, quisiera aclarar algunas cosas ... Has insis- ¡1i111·da, a través de lo que aportabas y a través de nuestra experiencia, no sola-
tido mucho, justamente, en la lógica binaria señalando el hecho de que en su con- li11'111 e el í ni ca sino política también, que en el marco de esta lógica binaria no-
'.'\36 Parte //: 1988-1989 Lección V.-8 de diciembre de 1988 '.'\J'/

sorros quisiéramos que todo se presente en el mismo ámbito, lo cual es aparente lo sitúe como significado, puede ser retomada, aunque sólo fuera para plan1 carl.1 ,
a nivel de enunciados, cuando a nivel del lugar del que eso habla son ámbitos que se podría plantear de manera mucho más amplia, sobre lo que hace las vcn".s
estrictamente heterogéneos y entonces no es porque una pregunta se plantea en de significado para un obsesivo. Podemos plantearnos así la pregunta.
ierto nivel por lo que la respuesta puede ser tratada de la misma manera; enton- El hecho de que, eventualmente, lo que para él haga las veces de signiflc:1do
es hay ahí una dificultad muy particular para manejar todo esto, propia justa- esté atrapado en el registro de la significación, si en efecto se da el caso, o t:s 1111
mente del obsesivo que es . .. desliz de mi parte, o es un efecto propio de la neurosis obsesiva el encon tr:i r11v
Has señalado la cuestión de la topología en tus ejemplos: "ponte a trabajar" y confrontado al hecho de que ahí donde se esperaba significancia, es significació n
"que se quedara siempre acostada", ahí hay un problema no solamente topológico, lo que vendría, pero en realidad hay que retomarlo, verificarlo, discutirlo.
sino un problema que se refiere a la última pregunta que planteabas: ¿Dónde está Marce! Czermak: Planteaba este problema a propósito de lo que plantcas ll'
la dama? en tu seminario precedente y lo que, mientras tanto, he podido desbloquea r al
Hay realmente un problema porque, en todo eso, aparentemente no hay nin- respecto, a saber ese hecho tan sorprendente ... contra-fóbico. Freud dice que las
guna dama. Eso va a responder en alguna parte. Si ese objeto desde donde eso neurosis obsesivas no pasan al acto. Está en El yo y el ello. Eso ha embrollado al
responde es la dama, obviamente ... , estamos todos más bien en dificultades. Tal psicoanálisis. Toda la experiencia muestra que es enteramente falso. Cuando la
vez es así, es más, pero eso va a responder de alguna parte entre el "ponte a tra- gente tiene un poco de experiencia de peritaje, la mayoría de neuróticos que pasan
bajar y a follar" y, por otra parte, "no, no, no ... ". Entonces esto se refiere a esa :ti acto son, justamente, neuróticos obsesivos y entonces, a la vez, eso plantea es<:
manera como el objeto nos solicita directamente, interpela directamente al suje- problema que mencionaste la vez pasada y que mencionabas hoy, el contra-pen-
to con esa especie de brutalidad infernal y, para el sujeto que entra en el análisis, sa miento como significado. Es un significado muy extraño puesto que es un sig-
que eventualmente está en la obsesión, lo pone abruptamente al corriente de: nificado que está tan alejado para el sujeto de toda captación, articulación, de
Entonces, mi viejo, sobre el sexo, ¿qué eres capaz de decir? Y, me consta, eso no toda simbolización. Está tan cercano a él pero, como siempre, está tan cerca qu t:
puede responder sino de la manera más infernal. Éstos son algunos comentarios vs como si estuviera a mil leguas. Es un significado fundamentalmente fuera de
que tu ponencia me suscitaba, sobre todo con respecto a formulaciones que me su alcance, fuera de toda captación articulatoria al punto que, cuando es solici -
parece que no llegan a lo que tú has aportado cuando decías: Toda articulación 1ado en ese punto, ¿cómo se responde?, responde en ese modo - no voy a resol -
marcada con la negación que es el significado de ... ¿Es acaso su significado o no vt: rlo ahora-, pero responde en ese modo que es el del pasaje al acto. Se respon -
es tanto su significado sino ese ámbito diferente desde el cual eso responde para dl: con un acto. Es por eso, yo mencionaba menos la cuestión de un significado
él, fuera de toda significación?, y que es, pues, toda la dificultad que sentimos 1·11anto la de un Real que estaría ahí, es decir, algo que realmente ...
cuando tratamos de hacer oír a un obsesivo cómo entre lo que ha pensado y el Ch. Melman: Sí, no estoy seguro ... No voy a abordar esta noche la cuestión
contra-pensamiento que se le ha ocurrido podría haber una coyuntura. Como dd pasaje al acto y no estoy seguro de que este problema nos encamine por ahí.
ves. . . es tan difícil. . . Si me parece posible mencionar este contra-pensamiento como efecto de sig-
Ch. Melman: Gracias, Marcel. ¿Cómo decirte? Estoy totalmente de acuerdo 11i flcación es porque se produciría en el lugar. .. , que se escribiría al mismo tiem-
con lo que dices. Es por eso por lo que insistía al principio sobre la especificidad po que es formulado el pensamiento, en el lugar donde opera la significancia, en
de la religión, en la medida en que ella consiste justamente en ocupar el Real con l.1 medida en que esta significancia, en los casos más ordinarios, queda como algo
el logos, es decir, con el símbolo. Tienes toda la razón de señalar cómo lo que se 1·11igmático. Pero si en ese lugar se encuentra, como por un procedimiento tipo-
articula desde ahí es realmente análogo a los mandamientos divinos, toma todos ¡•,r:íflco, como una máquina -es más, habría que retomar los problemas que Lacan
los giros, toma la forma de estos mandamientos divinos absurdos; entonces se tra- 111vnciona, él daba el de la letra cuyo tecleo se imprimía también en el revés de la
ta ahí de lo Simbólico, es más, hice un nudo borromeo que trataba de dar cuen- l1.111da-, si es cierto entonces que en el lugar donde es esperada la significancia ,
ta de esta especificidad, de esta particularidad, y lo referí en esa oportunidad. quL· le prepara un lugar a la significancia, en el momento mismo de la articub-
Lo que explica, entonces, que lo que viene de ahí se separe a la vez por la per- ' Í(>n se inscribe esta contra-articulación, ese contra-pensamiento, podemos irna-
sona a la que se dirige, como bien lo recuerdas, y por ese lado imperativo. Ahora ¡•,i 11:1 r de qué manera ese contra-pensamiento sirve de significado, es decir, hact: r
bien, la pregunta que planteas, el saber si eso es compatible con el hecho de que yo l.1s veces de significación, sirve de significación a lo que se esperaba.
'.B 8 Parte lf: 1988-1989

En otros términos, es como si el lugar de la signifi<;.:ancia no fuera nunca vir-


ge n. Pero vale la pena que recordemos tu objeción y que esta cuestión quede en
suspenso, a pesar de que podría ser, a mi parecer, retomada así: ¿qué es lo que,
para ti, funciona en el registro de la significancia, qué hace las veces del signifi-
ado en un obsesivo? Y tal vez retomándolo así llegarás también a otras formula-
iones que me interesarán mucho, y tal vez veremos ahí una especie de efecto de
Lección VI
feedback que es muy desagradable para el que está expuesto a él, es decir, un efec-
w de obturación, un efecto de tapón, puesto que seguramente es una de las imá- 15 DE DICIEMBRE DE 1988
genes, uno de los efectos más sorprendentes en dicha neurosis, en que uno nun-
ca puede limpiarse la mente.

Gracias por tu intervención. Hasta la próxima semana.

Alguna vez hice ante ustedes una pregunta, la de saber si en la neurosis obsesiva
los pensamientos, digamos sacrílegos, los pensamientos que ponen en aprietos, los
pensamientos obsesionantes, eran el efecto del resurgimiento de un inconsciente
rn nstituido, o marcaban más la constitución que se estaba haciendo de ese incons-
1·icnte, de manera sincrónica y a la medida de los pensamientos conscientes arti-
¡ u lados. Como recuerdan empecé con esa observación mínima, la de ese hombre
q11e decía: ''Mi padre, a los 80-85 años, ¡estd sólido como una roca!", añadía ';·Gra-
l'i11s a Dios!"... , y yo había planteado la pregunta: ¿ese "Gracias a Dios" respondía
.1r:iso a la corrección, marcaba acaso la corrección de un pensamiento inconsciente,
1111os deseos de muerte con respecto al padre pertenecientes al inconsciente, pro-
¡1ios del inconsciente, o era esa articulación misma, es decir, la evocación de la lon-
¡•1¡·v idad paterna que la estaba llevando en sí, constituyendo, marcando el lugar de
1111 os deseos de muerte que, oídos tanto por él mismo como por un público even-
111:i l, tenían que ser, civilmente digamos, corregidos con esa formulación, ese agra-
d1 ·~· i míento a Dios? Podríamos asimismo hacer el comentario siguiente: sí en la
1w11 rosís que nos interesa el hablar de matrimonio, o la fiesta de matrimonio, es
l.i oportunidad para que se le ocurran formulaciones obscenas y altamente esca-
111l{1gicas, ¿tenemos acaso que concebir que esas formulaciones pertenecían pro-
1' i.11 ncnte al inconsciente del obsesivo, o eran acaso sincrónicas y a la medida de
l,1 ci rcunstancia que era, en ese caso, la celebración, la celebración del matrimo-
1110? En todo caso, ustedes saben cómo esta dicotomía condujo a Freud a postu-
1 MELMAN, Charles, "La névrose obsessionnelle", en Lettres de l'École freudienne, tomo 16, París, l.11 de manera muy extraña en el análisis del Hombre de las ratas que, finalmente
1 1 i11consciente era "lo malo en nosotros, lo infantil y lo malo en nosotros".
1975 , p. 346. Ver el texto en anexo : "La neurosis obsesiva''.
340 Parte II: 1988-1989 L ección V1: 15 de diciembre de l 9HH 34 1

La vez pasada llamé a esos contra-pensamientos como con un término pro- contradicción que permanentemente inflige lo Real a todo sentido, y lo hace co11
visorio, literalmente, un efecto, el significado de los pensamientos conscientes, lo todos los medios que le son propios, es decir, los de la simbolización -entonces, es
que éstos dejaban oír en la neurosis. Esta noche voy a empezar retomando esta aquí donde doy, creo, un paso- , es el representar ese defecto, esa defección iníligi
uestión, utilizando esta vez ese texto de Freud "Sobre el sentido opuesto de las da al sentido con eso que contradice al sentido; por ejemplo, lo que parece, pu t:dv
palabras primitivas" 1, su texto sobre la Verneinung, sobre lo que figura en la "Inter- parecer lo más inmediato, pero también lo más verificable: lo contrario del se nt i
pretación de los sueños" 2 , en la Traumdeutung, en el capítulo que se refiere a la do. Y es de esta manera como acostumbramos a funcionar en nuestra mente, co11
c.:l aboración del sueño y, en particular, lo que se refiere a la figuración de la nega- parejas antagonistas, de calificativos antagonistas, de las cuales les digo, de innH.: -
ción en el sueño, y luego me referiré también al artículo de Benveniste que mar- diato, que son parejas ilegítimas. Son falsas parejas, por la razón que, pienso, per-
ca, que abre el n.º 1 de La Psychanalyse3, sobre el cual no digo nada por lo pron- ciben inmediatamente, que uno y otro término no están en el mismo lugar, in cl u-
to, sólo que el retomarlo no ha hecho más que reanimar el sentimiento de so si, claro, la simbolización apunta a hacer pasar a un lugar, a un conjunto único,
decepción que pude tener en la primera lectura, hace mucho tiempo. Entonces, al otro lado, digamos, al lado humanizado, civilizado, lo que presentaba como sal
retomo esta noche esta cuestión tratando justamente de distinguir, a propósitd vaje desmentido infligido por lo Real. Paso por alto el hecho de que esas parejas
del significante, es decir, lo que es del registro de lo Simbólico, el efecto de sen- antagonistas retoman obviamente el modelo de la pareja sexuada, el modelo justa-
tido que se produce y que estamos de acuerdo en decir que es del registro de lo mente de las falsas parejas, puesto que ése es un aporte decisivo de Lacan, el haber
1maginario, y el significado que conlleva, que tenemos que considerar como del mostrado en qué medida se trataba de una falsa pareja; pero en todo caso dejo eso
registro de lo Real. Dejo de lado el problema de la significación que podría sola- para mostrar que lo que es más interesante para nosotros, en el caso que nos inte-
mente embrollarnos, del cual Lacan dice, de paso, que la significación es grama- resa, el de la neurosis obsesiva, es que si justamente son una falsa pareja, es decir, si
tical, seguramente algún día tendríamos que dar explicaciones al respecto . . . Lo el antónimo, a pesar de ese esfuerzo, en cierto modo, de absorción por lo Simbó-
que nos interesa en este recuerdo del significante, del sentido y del significado, lico queda con la huella de estar, o de haber estado, o de salir de ese lugar que es lo
es que el significado, como sabemos, es lo que desmiente al sentido. Es literal- Real, es a la vez el lugar, el que ocupa el antónimo, del significado. No hay enton -
mente eso que lo contradice. Que el significado, como lo muestra Lacan, es tam- ces, al parecer, en esta tentativa de demostración que les propongo, mayor obstá-
bién el sinsentido que rompe el espejo donde se miraba el sentido, es también, culo para considerar al antónimo, en ese tipo de organización, como algo que pue-
para continuar en los juegos de palabras que introduce en esa oportunidad, ese de ser el significado de cualquier significante. No hay, en esta demostración, obstáculo
significado es también, en general, lo que se tiene la decencia4 de dejar de lado. para hacer valer el gegensinn, el sentido opuesto, no solamente de las palabras pri-
En todo caso, lo que es notable es que este Real, en la medida en que desmiente, mitivas, de las urworte, sino de cualquier significante.
que contradice el sentido, ese Real se hace oír. No es por nuestra parte, luego de Lo que retomo aquí, esta noche, para ustedes, ya que es un punto que ya he
Lacan, algo del orden de la suposición, es del orden de la clínica. Se hace oír por tenido la oportunidad de abordar, es que podemos decir aún más: el sentido de
todos los medios que tiene a su disposición: el lapsus, por ejemplo, todo lo que un significante parecerá aún más verdadero, más verídico si justamente el uso qu r
quieran . . . Lacan dice incluso que si es la verdad la que lo habita, él habla, habla hago de ese significante deja oír o apela a su sentido antitético. Puedo darles sobn:
en calidad de "yo" [je] ... no sé - no desarrollo este punto- si el hecho de decir: esto los ejemplos tradicionales y tan fáciles, ¿no es cierto?: si digo a mi hijo "es r:is
"Yo, la verdad, hablo'', sea la mejor formulación ... Esa verdad, en todo caso el limpio", bueno, de acuerdo, así no más, ¿eh . . . ?, quiero decir que es una limpi t:-
Real, en la medida en que es seguramente la verdad del sentido, al menos, ese 'f.a que necesariamente siempre es relativa ... , pero si digo "¡vaya que estás lim -
Real se hace oír por todos los medios que tiene a su disposición y, en particular, pio!", ahí no hay la más mínima duda sobre la mugre considerable en la que esl':i,
en la medida en que desmiente y contradice el sentido. Tenemos entonces que ¿no es cierto?, pueden retomar todos los ejemplos que quieran en ese tipo de uso
recordar que lo propio de todo significante es el llevar consigo una parte de Real, y verán cómo siempre funciona. Si le digo a alguien que es inteligente, él se pn:
que desmiente su sentido y que lo contradice. gu nta primero si no me estoy burlando un poco, obviamente. Mientras qu e si
Lo que trataba de proponer la vez pasada, a la atención y juicio de ustedes, es d igo: "¡vaya que es inteligente!" - no hay duda, es completamente idiota, ¿no es
que la manera común que tiene lo Simbólico de tratar de corregir esa pérdida, esa :ierto?-. Para prep::irnr d s1.:111in:1rio he leído o releído a los lingüistas. Lo que escri-
pérdida operada por lo Real, ese defecto, esa injuria que se le hace al sentido, esa hcn al respecto es sir n 1ptt• \ºX 1n· 111:1d:1rn en re decepcionan te, pero no es solam<; n-
342 Parte ll: 1988-1989 Lección VI: 15 de diciembre de 1988 343

te decepcionante, diría que es, en todo caso "¡inteligente!". Quiero decir que, real- particularmente conmovedora en Schreber; en su celda, en el aislamiento, en l:i
mente, es sorprendente la estupidez cuando se lee lo que al respecto se ha escri- oscuridad, etc., se dedica a un ejercicio mental que consiste justamente en la orga-
to y el artículo, sin embargo, de alguien como Benveniste, que trata justamente nización de esas parejas de oposición, en una tentativa que podemos legítim:l-
sobre esa crítica también; los lingüistas no han aceptado nunca el libro de Abel, mente concebir como el forzamiento de una simbolización que no se puede. Y
que es seguramente, desde un punto de vista lingüístico, súper falso pero soste- que toma entonces esa vía, digo, imposible.
nido por una intuición que es buena y que nos interesa puesto que después de En todo caso, eso nos recordaría que, en su relación al sentido, un significan te
todo no hace más que hablar -no es necesario ir a buscar las palabras-clave- lleva consigo siempre una doble cara; y que es siempre capaz, al lado de la cara
de lo que es nuestra relación absolutamente ordinaria, de nuestro uso ordinario de común, de la cara usada, dejar oír, en el mismo movimiento, el sentido opuesto,
la lengua, y que no sorprende a nadie. la contradicción, lo contradictorio, y éste se sitúa del lado de la verdad. Es justa-
Como ven, una de las preguntas que surgen en este punto, es decir, lo que mente por eso por lo que, como se debe, toda afirmación les parece necesaria y
llamo esas parejas ilegítimas, esas falsas parejas, ¿vamos a decir acaso que son uno regularmente sospechosa.
con respecto a otro en una relación metonímica o que están uno con respecto a Conviene notar, además, que las circunstancias en que este fenómeno, el de
otro en una relación metafórica? Es cierto que la disposición de tal pareja es orde- lo contradicho, de la contra-dicción - es así como llamaría lo que la vez pasada
nada por el sentido -grande-pequeño, o blanco-negro, masculino-femenino, malo- llamé contra-pensamientos, lo que Marcel Czermak había retomado llamándolo
bueno, inteligente-tonto, así, bueno ... - , que parejas de este tipo dejan pensar, contra-articulaciones-, las circunstancias en que este fenómeno de la contra-dic-
por su organización misma, que, como tales cubrirían todo el espacio, darían ción aparece en la neurosis obsesiva, como por ejemplo los pensamientos escato-
cuenta perfectamente del espacio. Agotarían, en cierto modo, el espacio. Puede lógicos en el momento de una oración dirigida a María son, en general, justa-
haber variaciones, matices entre ellas, pero bueno, como tales y en calidad de mente, circunstancias que podemos calificar como altamente simbólicas. He
parejas, darían cuenta de que, por ejemplo, en el campo de la inteligencia, uno tomado como ejemplo, hace un instante, la oración; es evidentemente una cir-
pone la inteligencia de un lado, la estupidez del otro, y uno puede pensar que, cunstancia que podemos, por lo menos, calificar como simbólica, pero en la obser-
en lo que se refiere al espacio del cociente intelectual, estos dos términos y sus vación del Hombre de las ratas, uno ve incesantemente en qué medida esos fenó -
intermediarios, sus matices, cubren todo el ámbito. Es decir, que podemos pen- menos de contra-dicción se producen con todo lo que puede evocar el nacimiento,
sar que, justamente por su cercanía imaginaria, están en cierto modo en una cone- por ejemplo, el matrimonio, la muerte -circunstancias simbólicas, vaya si lo son- ,
xión metonímica. También podríamos pensar que como hay efecto de sentido, incluso si, justamente, como voy a decirlo un poco más tarde, van a volverse rea-
por el uso antitético, por la referencia al sentido opuesto de la palabra, podemos les para el obsesivo. Es decir, circunstancias en que a lo Simbólico se le solicita lo
pensar que esos dos términos estarían sin embargo en una relación metafórica; que debería ser su despliegue, el despliegue perfecto de su potencia, en el momen-
puesto que uno vendría al lugar del otro y que eso produce un efecto de sentido, to que debería, en cierto modo, enteramente, perfectamente bendecir, a la ve'
ahí donde quería poner muchachito, lo meto debajo y digo "muchachón", me que constituye ese momento, donde sin embargo para el obsesivo se hace oír ese
dirijo a mi hijo y le digo "muchachón"; la pregunta puede quedarnos, por el Real, esa verdad, que le aporta su desmentido, esa contra-dicción. Es decir, que
momento, en suspenso. Es decir, el saber si esos dos términos antagonistas están ese efecto, digamos, de contra-dicción parece aún más solicitado, aún más pro-
en una relación metonímica o metafórica, y es un punto que abordaré tal vez pos- vocado cuando la potencia evocada de lo Simbólico es más ... clara, más decis.i-
teriormente, pero solicito su atención o su cuestionamiento al respecto. va. Es también el momento en el que podemos recordar - ¿cómo diría?- nuestra
En todo caso, lo que es indudable es que encontramos el uso de esas parejas debilidad al querer atenernos a la potencia del concepto, debilidad de nuestro
antagonistas, grande-pequeño, norte-sur, arriba-abajo, parejas antagonistas que pensamiento que, justamente, es desmentido por lo Real que, visiblemente, no
juegan un rol tan grande en la histeria, por ejemplo, en la tentativa ¿de qué? ¿Por parecería faltarle, el gusto obviamente obsesivo por el concepto, incluso el asco
qué la pareja arriba-abajo juega un rol tan importante en la histeria? Obviamen- histérico por el concepto, es decir, por todo lo que parece general y que, enton-
te en la tentativa de simbolizar el cuerpo. Y en todas partes encontrarán el ejer- ·es, a la vez, desafiaría la existencia, no daría cuenta de la singularidad de la exis-
icio de esas falsas parejas como, justamente, la tentativa descarriada de simboli- tencia, que no valdría sino p:ir:1 h s ¡.;(·ncr:1 lidades; ciencia, claro, pero ciencia que
iación, tentativa, digo, condenada al fracaso , y que encontrarán de manera 110 sería más que de lo gc 11 {'l':il , 1·11 . Y;1 ro11ocen esto totalmente de memor.ia. Y
J44 / arte //: 1988-1989
1

Lección Vi: 15 de diciembre de 1988 J45

además también, ¿por qué no decirlo?, ante esa inconsistencia introducida en la


mente, sería bastante fácil demostrar -pero ciertamente no lo haré esta noche ya
':1dena, por esa contradicción permanente que ya no logra encontrar su verdad,
que tengo mejores cosas que hacer- que no se ha verificado en absoluto, que en
el gusto que puede producirse por ello, la salvación que puede, diría, aparecer
nuestras culturas no hay maneras de operar sacrificios humanos, incluso si no ti"
·a mo algo que viene ¿de dónde? Algo que viene de un uso de la letra que estaría
ne el mismo aspecto que antes; es tal vez a una escala insospechada en relación :1
vaciada de todo sentido, es decir, de la letra que ya no funcionaría sino en un
antaño, dejo de lado este tipo de cosas, pero en todo caso, este tipo de sacrifi cio,
puro formalismo; entonces, digamos, el gusto por la matemática y por la lógica,
en cierto modo, que supuestamente espera de nosotros, tiene otras consecuenr i.i¡;
en la medida en que ese gusto salvaría ahí, diría, de la confusión, y de la deses-
que merecen ser evaluadas.
peración o del malestar permanente que tal juego puede implicar.
En todo caso, vemos bien cómo el establecer esta pareja, aquí digo pareja, 11os
Pero sabemos que si eso que tenía que ser tirado, debido al corte operado por
deja suponer que, gracias a ella, el espacio es enteramente recorrido y ento nc<.:s
el significante, tirado en lo Real, es, al contrario, retomado, aunque fuera en la
cerrado, que es un círculo; es esa famosa imagen con la que Lacan tanto Insiste;
!arma de ese antónimo, pues bien, éste se queda a partir de ese momento engan-
¿por qué la representación del círculo es para nosotros una imagen ideal?, segu-
hado al significante, como un doblez; es por eso por lo que hace un rato 'decía
ro que han podido notar que lo que la diferencia de la circulación del tetrápodo
que el sentido opuesto, después de todo, es algo que funciona con cualquiera de
es que, en el lugar donde podría hacerse círculo, hay un imposible. La comuni -
nuestros significantes, pero, a la vez, por ese enganche, por esa mancilla, el signi-
cación ahí está rota, no hay manera de que se haga círculo, debido al significan-
fi cante se vuelve signo, signo de lo que le queda enganchado, de ese corte que no
te, pero con esa pareja antagonista imaginamos que el espacio está organizado y
ha operado, que no ha sido decisivo -al volverse signo, inscribe la muerte de lo
errado, organizado como un círculo; entonces el significado puede hacerse oír
Simbólico-; al mismo tiempo, es lo que ya he mencionado alguna vez a propósito
como lo que el significante deposita, organiza, deja por su corte, en ese círculo y,
de la complejidad de lo que puede representar la muerte del padre para un obsesi-
lo que deposita en ese lugar, que es lo Real pues, es a la vez para nosotros tam -
vo, con ese asesinato de lo Simbólico, la anulación del Padre simbólico para no
bién el lugar del Otro. Podemos igualmente, sin forzar demasiado, oír el carác-
dejarle más que su dimensión real e imaginaria. Lo cual nos lleva, si hubiera que
ter imperativo de lo que regresa en lo Real, con ese contradicho, esa contra-di c-
calificar a esta neurosis, en una palabra, a lo que se podría llamar la especificidad
ción. Les he mostrado que eso aparece infaliblemente como en la psicosis, en el
de la neurosis obsesiva, puesto que lo que la caracteriza es precisamente el rechazar el
registro del imperativo, de la orden, "tú", "haz esto", o "no hagas aquello", segli n
pacto solicitado por lo Simbólico. Ya en varias ocasiones he podido mencionar
escoja, es más, sin que a menudo sepa muy bien el obsesivo si es "haz" o ... , si es
el rol de la religión en la determinación de dicha neurosis, en la introducción, en
del orden, ¿cómo?, del gebot o del verbot, ya hemos visto esto a todo lo largo del
la invención de dicha neurosis, en la medida en que decía había que recordar que al I fombre de las ratas.
ser reveladas, nuestras religiones son, en efecto, religiones del Verbo, religiones
Pero podemos oír, nosotros, ese lado imperioso de lo contradicho que, enton-
del Logos, es decir, religiones constituidas, sostenidas por la simbolización de lo
ces, se hace oír en lo Real, como el regreso de lo que es rechazado por el obsesi-
Real, que lo Real se agota, es agotado por esa simbolización; pero está también la
vo en lo Simbólico, es decir, el rechazo que hace el obsesivo de la orden. Ustedes
particularidad de que nuestras religiones están construidas en torno a ese fantasma
conocen la repugnancia que tiene el obsesivo por todo lo que sería una ord en.
de que Dios gozaría con ese sacrificio, con ese regalo que consentimos darle, de que
1 lay que hablarle con suavidad. El inconveniente es que obviamente eso regresa
es eso lo que quiere de nosotros. El obsesivo tiene su respuesta al ''che voi?", es tam-
de manera bastante salvaje en lo Real.
bién lo que lo caracteriza; es incluso lo que le llega a preocupar en sus fantasma-
Freud, en la Traumdeutung, a propósito de la elaboración del sueño, y en p:ir-
gorías. ¿Por qué? Es tal vez con el excremento con el que Dios se alegraría, pero, si
1icular a propósito de la figuración de la negación en el sueño, escribe lo siguicn-
Dios se alegra con eso, en ese momento, eso se convierte en un valor, un valor de
1e en la página 316 de las Gesammelte werke 5:
cambio; es así que pasamos, como ya lo he mostrado en alguna oportunidad, del
valor de uso al valor de cambio. Si eso se vuelve un valor de cambio, no vamos a A menudo nos encontramos con una especie de irradiación de los pens:1
sacrificarlo así no más, no hay que precipitar el movimiento ... mientos del sueño, a partir de varios centros. Pero esos tipos de pensami entos
Es obvio que acogemos como un p10greso el hecho de que, gracias a nuestras tienen pun tos d<: c o 111 :ic10.
reli giones, Dios ya no se estaría satisfaciendo con sacrificios humanos: primera-
Co mo ve n, es l:t red, 1:1 i111:i¡•,c11 < l.1dsi111:1 de la red. O igan bien esto:
346 Parte 11: 1988-1989 L ección VI: 15 de diciembre de 1988 347

Casi siempre, un pensamiento claramente dirigido en un sentido tiene, inconsciente ¿conoce algo de la castración? ¿Sabe siquiera de qué es efecto? El incons-
cerca suyo, un pensamiento de sentido opuesto, ligado a él gracias a una aso- ciente, que es nuestro saber sobre el goce, no sabe nada de la castración, él que s:ibt
ciación por contraste. todo. Eso no lo sabe y la mejor prueba es que los caminos que nos indica, qu ~·
nos señaliza son precisamente los del incesto. Eso es el verdadero principio dd
¡Ah!, es gracioso que en el inconsciente, casi siempre, un pensamiento clara- placer. En la medida ... él puede encontrarse con lo Real, como acabamos de ver
mente dirigido en un sentido tenga, cerca suyo, un pensamiento de sentido opues- lo hace un instante, es incluso, en general, el momento en el que se produ ce l·I
ro, ligado a él gracias a una asociación por contraste. Un poco más lejos, en la despertar, es decir, en el que curiosamente, en el que justamente sea algo que . ..
página 322 de las Gesammelte werke, Freud escribe: un encuentro que pueda parecer heterogéneo con el proceso del sueño.
Sin embargo, si es verdad que el inconsciente ignora lo que se refiere a la c:is-
Lo Real (sic) parece ignorar el no. tración, puede parecer mucho menos sorprendente que los significantes que fu n-
cionan en el inconsciente, o los sentidos, los pensamientos que se formulan en
¡Ah!, es excelente ... , ¡lo Real [rée~ !, ¡el sueño [reve]... parece ignorar el no<í! su seno, puedan hacer oír, de manera casi automática, su antónimo, su sentid o
Es excelente, al reunir los contrarios y al representarlos en un solo objeto, repre- opuesto, sin que se presente, de manera alguna en el inconsciente, la necesidad
senta a menudo también un elemento cualquiera con su contrario, de manera de escoger, de tener que optar. Es un poco como si, en el inconsciente, el signi-
que no se puede saber si un elemento del sueño traiciona - traduce, en realidad- ficante funcionara de tal manera que no dejara nunca, digamos, de hacer oír lo
un contenido positivo o negativo en los pensamientos del sueño. Es decir, que que hace un rato llamaba esa especie de doble cara original, que repugnamos en
cuando uno encuentra un sentido en el sueño, uno no puede conocer, para empe- nuestra vida consciente, puesto que ella pasa por, implica la castración y, en cier-
zar, primeramente, los sentidos, el sentido y su opuesto están casi siempre -dice to modo, nos obliga a escoger, a hacer incesantemente, a operar incesantement''
Freud- pegados y además, por otra parte, cuando uno se encuentra con uno de esa división.
l.os dos, en el sueño, uno no sabe si tiene que optar por el sentido positivo o nega- Han visto esa cuestión de lograr en el sueño, ese logro, el reunir los contra-
tivo, contenido latente del sueño, y es en ese momento en el que Freud se refie- rios y representarlos con un solo objeto. ¡Es para morirse de risa!, porque reco-
re, en la Traumdeutung pero es una nota, pienso, posterior a la primera edición nozcan que va a ser justamente, por ejemplo, el proceder mismo de nuestro Hom-
- no verifiqué esto, pero no tiene mayor importancia-, es ahí donde se refiere al bre de las ratas cuando inventará, por ejemplo, esa fórmulaglejisamen ... , es decir,
libro de Abel sobre el gegensinn der Urworte, sobre el sentido opuesto de las pala- que en su afán de llegar a legalizar y a mantener los dos sentidos opuestos logra-
bras primitivas. Y llega a decir, finalmente, que hay de todas maneras en el sueño ní esa formulación poética, glejisamen, que asocia el nombre de su amada a un a
una única manera para expresar la negación, es la impresión de no llegar a hacer Íórmula religiosa y a una fórmula obscena. En todo caso, creo que les propongo,
lo que uno quiere. Es la única manera, finalmente -es un interesante proceder que on esto, a propósito de estas cuestiones, un camino que puede interesarles y dar-
sigue Freud, en este punto, porque comienza diciendo, finalmente, que no hay les ganas, a ustedes, de continuarlo y trabajarlo un poco. Esto va tan lejos qu "
manera y que, luego, desemboca en que no habría más que una, el hecho de no podemos encontrar obsesivos que ya no saben en qué registro están, quiero decir
llegar a hacer lo que uno quiere- ; pienso que el ejemplo que nos da ahí, ese modo por esas formaciones compuestas si aún están en, en el registro del inconscienre,
de figuración nos hace percibir de inmediato que se trata de algo diferente a las qu iero decir, esos obsesivos mal despertados que no saben si están realmente dur-
negaciones precedentes, puesto que podemos pensar que el hecho de no llegar a rn iendo o si tienen los ojos abiertos.
hacer lo que uno quiere es el surgimiento, en el sueño, de la dimensión de lo impo- C oncluiré esta noche haciéndoles notar lo siguiente, voy a ir rápido, lo que
sible, es decir, de la dimensión de lo Real, y que es entonces algo totalmente dife- nos interesa es lo que viene de lo Real - el resto nos hace dormir- , es lo que nos
rente a la unión de los sentidos opuestos que mencionaba hace un instante. puede despertar; que la gran diferencia, sobre la cual me he sacado el aire tan LO
Entonces, ¿por qué es así en el inconsciente? tiempo, entre histeria y neurosis obsesiva, me acabé algunos artículos y algun:i
Es obvio que esto abunda, digamos, en el sentido de mi tesis, de la tesis que lireratura, y les aconsejo en pa rticular, ahora ya no sé qué es de éste, si lo han vucl-
les propongo ... ¿Por qué apoya a mi tesis? Porque el inconsciente, el inconscien- 10 a hacer, pero el artícul o de l:i h'l/(:yrlopédie M édico-Chirurgicale sobre la di fr-
re . . . , es un comentario que, creo, tiene que volver a hacerse, volver a decirse, el re ncia entre histeria y 1w11ro,,¡,, o hM.,~Ív; 1 , les aseguro que es una literatura un poco ...
. .48 Parte //: 1988-1989 Lección VI: 15 de diciembre de 1988 J4.l)

un poco pesada; la gran diferencia que pueden ver en esto es que la histérica no lico, es la respuesta de lo Real, en la histeria, no como contra-dicción, sino rclO-
·sd menos interesada por lo que puede venir de lo Real; pero como Freud lo pre- mando como negación.
si n ció, con ese genio propio del que trata de dar cuenta con esa topología que Y para terminar, el comentario siguiente: la vez pasada mencioné el hecho dl'
figura en ese esquema cuadrangular, primitivo, en que dice que la represión en la que el obsesivo llegaba así, gracias a su relación con lo simbólico, a establecer un
hi steria, la represión tiene que atravesar una frontera que está situada entre lo conjunto, una comunidad en la que trataba de resolver la oposición de antóni -
mental y el cuerpo, pero en todo caso tiene que atravesar un límite, una fronte- mos, los conflictos, con el cuidado de hacer valer una igualdad entre los sexos y
ra, mientras que en la neurosis obsesiva lo que es reprimido se queda en el mis- de llevar la mujer al estado de semejante, a la posición de semejante. Utilicé - para
mo lugar, en la misma zona; en la histeria lo que es reprimido atraviesa un lími- situar la posición de la posición de la Dama, o también la posición paterna, sin
Lc, atraviesa una frontera, es decir, va a pertenecer a lo Real, de donde lo que es que sepamos ya de qué posición, de qué Padre se trata-, hablé de periferia; la siLUé
rcprimido regresa, pero regresa no como en la neurosis obsesiva, a manera de esas en la periferia de ese conjunto. Tal conjunto es constituido como cerrado, es decir,
ontra-dicciones, sino que regresa ¿de qué manera? De una manera ... que va a como organizado por el fantasma de una circularidad posible, en la organizació n
Lener que ser delicada; en general nos estancamos en este tema, a pesar de que del tetrápodo, y es por eso, justamente, por lo que la neurosis obsesiva, contra-
l ,acan haya dicho al respecto cosas que rara vez se utilizan, creo que eso es un pro- riamente a la histeria, no es una estructura -ya han encontrado esa paradoja en
blema, vuelve como el afecto; la histérica es ante todo afectada por lo Real, es Lacan, para quien no hay sino una estructura, dice, no hay sino la histeria para
decir, que ella, o él, siente algunos afectos perfectamente enigmáticos -en gene- ser una estructura, no la neurosis obsesiva, ni la fobia, ni la perversión; no hay
ral, provocados por las situaciones de valor simbólico, pero que pueden serlo tam- literalmente estructura sino con respecto a la histeria-, si ese conjunto está en
bién por los regresos al inconsciente, mal conocidos como tales, no reconocidos efecto cerrado, lo que se encuentra en la periferia es, precisamente, lo que se lla-
como tales; ustedes saben, esas capas de tristeza, que llegan no sé por qué o, al ma una frontera y los elementos que están situados en esa frontera pueden dis-
contrario, una alegría, pero entonces, ¿qué es lo que causa ese momento de feli- Linguirse como si tuvieran una doble cara, una que está en relación con todos los
cidad?, vaya uno a entender. . ., vaya uno a saber. .. -, afectos de los cuales les digo elementos del conjunto, la cara viva si quieren, y la otra, que está en relación con
que valen nada menos que como imperativos, en el sentido en que van a ordenar una exterioridad vivida ahí como algo que pertenece al registro de lo extraño, que
la conducta, ordenar eventualmente las decisiones; en análisis pueden quedarse, es la cara muerta de esa misma instancia situada en la periferia; entonces con su
orno tales, absolutamente sin criticar, quiero decir, que parecieran pertenecer de cara viva volteada hacia el conjunto y su cara muerta volteada hacia esa exterio-
tal manera al campo de lo que no es simbolizable, que no hay nada más que decir ridad; pero esa exterioridad es, en cierto modo, el lugar, justamente el lugar, hubie-
:i l respecto, sino simplemente el hecho de que el sujeto es afectado por ello y pun- ra querido decir del "noúmeno", es decir, también el lugar de lo que resistiría para
to, que ésa es la última palabra. A propósito del valor imperativo de esos afectos, siempre a todo conocimiento posible, el lugar también de todas las fuerzas oscu-
les hago notar que volvemos a encontrar el lado de la orden o la prohibición que ras; lo que hace que junto al cientifismo más riguroso, no les sorprenderá encon-
funciona en el contradicho obsesivo, de manera muy limitada y muy precisa, pero l rar en un obsesivo o en una obsesiva las marcas de las más delirantes creencias,
que identificarán tan pronto les hable de ella; lo que es dirigido, en cierto modo, vn los fenómenos más telepáticos, más parapáticos, más ... de adivinación ... ck
por esos afectos en la conducta, dirigido de manera imperativa, es una orden de l'uerzas extra-cósmicas, o sea quiero decir ... la referencia, justamente, a lo que en
tipo binario que es ya sea tener que participar en el mundo, entrar en el mundo, 11 ingún caso se podría alcanzar.
ya sea retirarse, estar afuera; dos operaciones que perfectamente, de igual mane- Si es válido lo que les digo, y con esto concluyo, sobre el carácter doble-cara,
ra, no son criticadas, pero que pueden en grado diferente marcar la oscilación de es decir, de muerto-viviente que tiene la instancia situada, así, en esa perife ri :1,
la conducta histérica, oscilación donde todos los extremos pueden verse, desde la podemos tal vez comprender mejor esa formulación, esos deseos, que m encio-
participación completa, digamos, hasta el rechazo integral, pero de todas mane- naba la vez pasada, ante la Dama enferma: "que pudiera quedarse acostada", así,
ras, lo que viene de lo Real, ahí, en la posición histérica, si no es del orden de lo puesto que yaciendo en esa posición es seguro que está destinada, por un lado - ¿:i
·ontradicho, de la contra-dicción como en la neurosis obsesiva, es del orden de qué?, primeramente a no escapársele nunca, es decir, estar atrapada de manera
un retomar como negación todo lo que es del orden de la realidad, es decir, de lo sq.;ura, puesto que d prohk-111 :1, obviamente, del Hombre de las ratas es que c.:1;;i
Simbólico; la posición histérica se define por retomar como negación lo Simbó- 1l'krencia esencial no 1:1llv, 11 0 t·11 1<- ,111Nl'll l l'; rrate n de imaginar la angustia qu<.:
350 Porte //: 1988-1989 Lección Vl: 15 de diciembre de 1988 35 1

podría producirse para él si se entera de que la Dama no está ahí porque se ha ido Ch. Melman: Sí, te lo digo en seguida ... Creo que el pequeñísimo detalle .~<:
a cuidar a su abuelita, por ejemplo, ese alejamiento basta para sumirlo en la angus- referiría a lo siguiente: es que tú hablas de las respuestas en lo Real. Lo qu e yo
tia- , entonces, por un lado, garantizar con esto el control de su presencia, garan- decía de manera más precisa con respecto al obsesivo era la respuesta de lo Rea l,
tizar un embalsamamiento que le garantice al mismo tiempo una muerte eterna es decir, la paradoja es que lo Real se hace oír - no voy a poder, no retomo la Íor
y, hay que decirlo así, por absurdo que parezca, una vida eterna. Algo entonces mulación de Lacan, "Yo, la verdad, hablo''-, pero que se hace oír y que se hace oír
que está situado, no situado entre la vida y la muerte, sino esa formación de com- de maneras necesariamente diversas, según lo que tratemos de hacerle decir, 1:1
promiso, como lo decíamos hace un rato, que logra reunirlas en una sola instan- manera como queramos cercarlo. Eso valdría entonces más bien como respu es1:1
cia, de la cual él, con su estilo de existencia, se hace representante. de lo Real como tal, en la medida en que ahí responde con la contradicción c.: 11
lo que sería el proceso obsesivo, contradicción que hace oír, en el momento mis-
Eso es por esta noche. ¿Tienen algún comentario? mo, por ejemplo, que acabas de mencionar, es decir, en el momento de una fcl i-
citación, ¿no es cierto?, y al mismo tiempo hace oír en él la injuria que la acom -
Marce/ Czermak: Lo que aportas hoy me adara un poco retrospectivamen- paña, mientras que, como lo he mostrado al final, en la histeria, la respuesta d'·
te sobre lo que aportabas el otro día. Pones el significado de esta contra-dicción lo Real es no del orden del contradicho, sino del retomar como negación, es dccir,
del obsesivo de lado de un Real. Tengo que decir que en el lugar de lo Real yo del "¡no es eso!"; y esto, por una razón que esbozo, que justamente, en uno y otro
tenía mi taxonomía. Lacan, incluso si nunca lo dijo así ... , pero bueno, él pen- caso, lo Real no es en absoluto tratado de la misma manera: puesto que en el caso
saba que en lo Real eso podía responder de maneras diferentes: entonces, pri- del obsesivo se trata, en cierto modo, de reducir ese Real, por el poder de lo Sim-
meramente, hay el caso canónico, eso responde en lo Real del lado de la aluci- bólico, celebrando el poder del verbo, del logos divino, es decir, en un movimiento
nación, luego eso responde en lo Real, igualmente, del lado del pasaje al acto y, que es, en cierto modo, querer ejecutar, digamos, testimoniar del poder divino y
luego, eso responde en lo Real del lado del fenómeno psicosomático, luego, cuar- ¡vaya!, se produce lo más inesperado, lo más escandaloso, lo más paradójico en
to caso, eso responde en lo Real como ese afecto que es la angustia; me parecía esa tentativa de reducción, mientras que en la posición histérica, por el hecho de
que, en total, teníamos ahí cuatro modalidades de respuestas en lo Real, las cua- que la represión, las tentativas de represión no se hacen en el mismo lugar, de qu'·
les no me parecen, al formularlas así, congruentes con lo que Lacan nos propo- hay esa frontera, se trata más de proteger lo Real contra lo Simbólico, de mante-
ne; con la particularidad, para la angustia, de que es un afecto, a diferencia de nerlo para tomar una metáfora que tiene todo su alcance clínico, por mantener-
las otras. Ahora bien, aquí, lo que tú aportas sería otra modalidad, a saber que lo virgen, pero en el cual opera entonces el retomar como negación. Sería la mod:J-
si lo que responde en el obsesivo, del lado de ese significado, estaría del lado de lidad propia de lo Real, ¿no es cierto?, de hacerse oír. Y esto para recordar que lo
lo Real, estaría, lo que tú dices, lo que yo formulaba como contra-articulación, Real tiene otras maneras, tiene otras respuestas, que hay otras respuestas, no en
sería una articulación, una dicción, que estaría acompañada de un afecto, pues- lo Real, sino de lo Real, que son lo que rápidamente mencionaba hace un rato,
to que en definitiva el obsesivo puede entrar a tu consultorio diciendo: "Buenos por ejemplo, el lapsus que es, en efecto, una respuesta de lo Real en la medida en
días, Doctor Melman", y luego de un instante te va a confesar, con vergüenza, que simplemente deshace el sentido, dice: ¡todo eso es broma!, con el alivio qu '·
que pensó "¡qué tipo insoportable!", o cualquier cosa, ¿no es cierto?, ¡o algo peor! esto procura como resultado - puesto que el sentido, después de todo, tiene sus
Entonces, es algo que se dice con un afecto además, entonces tengo que enten- efectos de pesadez, de captura, de agarre-, el alivio que esta defección del senci -
der lo que tú aportarías, eso haría más compleja esa taxonomía, puesto que en do procura como resultado ... y entonces defección de la verdad que a la vez se
definitiva habría, por una parte, por ejemplo, la angustia, la angustia no dice hace oír con lo Real. Entonces, ves, creo que habría que retomar la cuestión ahí:
nada y eso es un afecto como tal; por otra parte tendríamos la alucinación que respuesta en lo Real, que seguro vale para el psicótico, o respuesta de lo Real corno
en su inicio, como lo sabemos después de Clérambault, es neutra y anideica, no tal, de la cual sabemos que la histérica quisiera hacer que sea la respuesta de un
afecta, incluso si después ... ; para el psicosomático nada en absoluto. Lo que tú sujeto. Es tan respuesta de lo Real, que la histérica no puede imaginarla como
introducirías aquí sería algo del orden de un Real que se diría y que simultánea- que no fuera la respuesta de un sujeto, es decir, que es ventrílocua .. . , y esto v:1
mente provocaría un afecto, entonces algo de un Real que afectaría, lo cual sería tan lejos en Freud, el que no haya voz en el inconsciente, que dice - lo volví a
muy particular; no sé si estoy ... ·ncontrar a propósito dr 1:1 p<>1H:n cia de esta noche- esto: si hay un discurso en
L ección VI: 15 de diciembre de 1988 353
352 Parte II: 1988-1989

el inconsciente, es un fragmento oído en el día, un fragmento diurno. ¡Es formi- siguiente: que muestro a menudo, a pesar de que no tengo la impresión de qu c
dable! ¡Era tan sensible al hecho de que no hay nada en el inconsciente que pue- interese mucho que digamos, que nunca el obsesivo tiene la menor duda sobre
.l a ser el emisor, el organizador de un discurso! Si hay algo que aparece como un la propiedad de sus pensamientos inconscientes, mientras que si éstos le vinieran
discurso, es un fragmento que ha sido un fragmento diurno y, de preferencia, del de una posición de Sujeto, escucha bien, yo diría incluso que el Sujeto puede pcn-
mismo día, ¿no es cierto? Pero bueno, tienes toda la razón de indicar en qué medi- sar que sus pensamientos le han sido inspirados, que le vienen de algún lugar. U11
da estamos aquí, en efecto, en caminos que no están tota.lmente seña.lizados; tene- Sujeto puede dudar sobre la pertenencia, la venida de sus propios pensamien LOS,
mos que tratar de ver si podemos iluminarlos un poco a partir de la enseñanza a pero si sus pensamientos vienen de ese lugar donde, en cierto modo, son equi
la cual nos referimos ... No sé si estabas aquí al inicio, trato, por lo menos esta valentes a lo que tiene que ser rechazado, la propiedad de lo que tiene que sc r
noche, de responder a esta pregunta: ¿acaso todos esos pensamientos que le vie- rechazado no puede ser negada. No hay duda a.I respecto. Es su asunto. Y me pari·-
nen al obsesivo son parte de un stock inconsciente o se constituyen a medida y ce que hay algo igua.I de interesante, ves ...
sincrónicamente con todos los pensamientos conscientes nobles, desinteresados, C. Emerich: Eso le obligaría a retomar también el análisis del sueño "Padre,
generosos, oblativos, santos y todo lo que quieras, que le pueden venir . . . ? ¡Es mi no ves acaso que me quemo", del que habíamos hasta ahora hecho algo como ... ,
gran pregunta ... ! Y si fuera cierto que esos pensamientos obsesivos se forjan a algo precisamente del inconsciente, del cua.I me pregunto, después de todo, sin
medida, como parecería ser, queda por verificarse, habría que explicar, ¿a través es una de esas frases que podría ser como una contra-dicción, en una neurosi s
de qué rodeos?, ¿de qué fisiología?, ¿de qué vías? ¿Cómo basta que yo haga, que obsesiva.
dirija una oración -voy a tomar ejemplos repetidos, masivos, etc.-, que dirija una Ch. Melman: No sé; ahí habría, en efecto, que retomarlo y reflexionar al res-
oración a la virgen para que, al mismo tiempo, lo peor pueda estorbarme? Ya que pecto. No sé ... , no sé, hay una cosa respecto a esos términos "no ves acaso que rne
no hay ninguna razón para suponer que si los deseos de muerte del padre son r¡uerno"; pero bueno, hay que reflexionar. . . ¿Christiane . . . ?
supuestamente, de manera inevitable, parte del stock inconsciente, tales forma- Christiane Lacote: Quisiera estar segura de entender bien lo que he oído esta
ciones, las que acabo de mencionar, estén en el interior del stock inconsciente ... 11 oche. ¿Eso quiere decir que el obsesivo tendría una aprehensión de la contra-
Es tán seguramente en el interior de la neurosis obsesiva misma, en la medida en di cción que no estaría mediatizada por la negación? ¿Esa ausencia de mediatiza-
que es evidente que la virginidad le causa problema, puesto que si es eso lo que r ión con la negación, entonces, no explicaría acaso ese aspecto de una vez tras
01 ra . . . ?
la histérica quiere proteger, es al mismo tiempo lo que a él le causa dificultades
Ch. Melman: Es decir, que, en efecto, el obsesivo siente de manera bastan te
enormes.
Marcel Czermak: Siento la distinción entre lo que responde en el inconsciente directa que la negación, en el registro de lo Simbólico, no es una negación. Y que
y lo que responde ... , respuesta de lo Rea.!. 1·lla no hace sino perennizar lo Simbólico ... Quiero decir que, en ningún caso,
rn nstituiría una defensa contra lo Simbólico, es decir, que es una negación de
Ch. Melman: ¡Sí!
Marcel Czermak: Respuesta en lo Real y de lo Real. .. Lo que acabas de decir 111 1.: ntirillas ...
- que no habría voz en el inconsciente que, entonces, significaría- aclara esa fór- Christiane Lacote: ¿Y que la verdadera negación entonces sería, conforme :1
m.ula de Lacan de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. 11 > q ue acababas de decir, algo del orden de la expulsión?
Ch. Melman: Pero el problema es que la histérica que, yo diría, es adepta del
Ch. Melman: Así es.
Marcel Czermak: El lenguaje es agenciado por una voz, ¿el inconsciente no? 1n ·hazo, hace funcionar la negación de manera tota.lmente diferente.

Ch. Melman: La lengua es agenciada por una voz ... ¡lalengua!-el lenguaje Christiane Lacote: Se podría decir que ...
ch ... , !alengua sí. . . la lengua, en dos palabras, ¿ah? Ch. Melman: Puesto que, sobre todo, es una negación que se refiere a todo
Marcel Czermak: [incomprensible] . . . Se dice que el inconsciente no es agen- lo Simbólico.
ciado por una voz, sin embargo, hay algo que irrumpe en el inconsciente: cuan- Christiane Lacote: ¡Eso es, es el universal!
do el soñador, en una pesadilla, se despierta hay ahí una indicación de lo Rea.! . .. Ch. M elman: Sí, qui ero dec ir que ella le niega a lo Simbólico todo poder
Ch. Melman: ¡Sí!, ahora, ves, ahora tal vez no vamos a prolongarnos dema- 111115ntico sobre lo Rea l - o i11 cl 11so i odo poder para representar lo Real, en lo cual
siado, todavía tengo un argumento más, si quieres, digamos, en mi defensa; es el 1111 esrá cquivocacl:i , hay r i<·rt .1.~. 1 hi d11 d. 1 rn eso- . Mientras que la negació n cn el
Lección V I: 15 de diciembre de 19HH 3::!.
354 Parte JI: 1988-1989

obsesivo es simplemente la prueba de que, buscando la verdad, está perdido entre hecho de que el texto de Freud hace valer que dos significaciones contradi cto rias
h afirmación y la negación. Ya no sabe realmente qué lado tomar. pueden intervenir en el sueño, no sepamos nunca si es positivo o negativo, salvo
Christiane Lacóte: La dificultad es ¿cómo se dice uno ... , se dice, él, lo que es si hay imposibilidad; eso no le impide a él, en el análisis de sus sueños, escoge r .. .
Ch. Melman: No del todo y es justamente por eso, diría, por lo que un o ti "
un contrario?
ne esa desagradable sorpresa de no encontrar nunca una conclusión, es decir, qu <:
Ch. Melman: ¿Cómo?
Christiane Lacóte: ¿Cómo se dice, él, lo que es un contrario? el sueño termina, como usted sabe, en un ombligo . ..
Ch. Melman: Pero justamente, ¡ya no lo sabe ... ! Y ya no lo sabe, de tal mane- Roland Chemama: Es cierto, pero hay toda una parte del proceso del sucf10 ,
ra, que será capaz de hacer lo contrario, de lo contrario, de lo contrario, ¿no es en todo caso, en que ...
Ch. Melman: Mire, él escoge o no escoge, quiero decir que él hace funcio nar
cierto?, tan perdido está.
C. Landman: ¿Hay que entender acaso que la respuesta de lo Real en la histe- o funciona incesantemente, y los que han tratado por ejemplo de resolver eso
ri a y la neurosis obsesiva, que puede presentarnos una respuesta unívoca, contraria diciendo "esto es lo que quería decir" . . . , es en general poco satisfactorio.
pero de todos modos unívoca, tendría que pensarse como una defensa última con- Roland Chemama: Es una pregunta que en este momento me interesa, es por
tra lo que sería una verdadera respuesta de lo Real, es decir, una respuesta en el regis- eso por lo que estoy un poquito agarrado a esta pregunta, porque en todo caso,
tro del equívoco, una respuesta en el registro de la literalidad pura, es decir, de una incluso si uno piensa que no hay momento conclusivo último, y que queda siem-
significancia que no se fija nunca, en cierto modo, definitivamente y entonces, a la pre la posibilidad de un doble sentido, yo pensaba recientemente en un sueño, el
vez, no podemos acaso pensar la contra-dicción, la contra-dicción, o la respuesta sueño del tío Joseph, en que en efecto él señala bien que, aunque tenga pensa-
del lado del afecto negativo, para la histérica, como la defensa última? mientos que van en el sentido de la ambición y para eso considera que sus cok:-
Ch. Melman: Totalmente, totalmente de acuerdo. Es más, es por eso por lo gas son criminales, etc., entonces eso se señala en el texto del sueño con el hecho
q ue el equívoco es finalmente odioso e insoportable. Absolutamente -y es por de sentir una gran ternura y, entonces, hay una cercanía muy grande con un con-
eso por lo que Lacan era odioso e insoportable-. Es por eso por lo que nos encon- 1cnido que, aparentemente, va en el sentido contrario, ¿ah?, y entonces tiene q11c
tramos ante el fenómeno actual que, hay que decirlo, tiene que conmovernos en orientarse en sentidos contradictorios, pero hay momentos, en todo caso, en qu t
todo caso, es decir, el constatar que en un país como el nuestro todo el curso del privilegia una línea .. .
pensamiento prosigue como si él no hubiera existido. Lo cual es, hay que decir- Ch. Melman: Mire, retomaremos esto entonces, si le parece, de manera muy,
lo, una hermosa operación, una operación de represión muy ejemplar. Ustedes 111 uy precisa.

saben, uno siempre se sorprende en la historia: "¡Ah, ése aportó tal cosa y no se Roland Chemama: De todas maneras pienso retomarlo .. .
le quiso escuchar, oír, etc.!, ¡qué época, qué época tan retrógrada!". Eso se pro- Ch. Melman: ¡Bueno!, pero veremos si privilegia [... ],veremos.
duce ante nuestros ojos actualmente.
Pierre-Christophe Cathelineau: Quisiera hacer una pregunta sobre lo qu e
C. Landman: ¿Se puede hablar exactamente de inconsciente en ese momen- 11sted ha dicho, sobre el hecho de que el inconsciente ignoraba la castración. QLw-
to? Quiero decir, para esa respuesta que sería, en cierto modo, la respuesta con-. 1 (:1saber simplemente si había que situar la castración de lado de la realidad.
Ch. Melman: No pienso que la oposición esté ahí, entre inconsciente y rea-
tradictoria.
Ch. Melman: Mire, eso plantea la pregunta, eso plantea la pregunta, eso plan- lidad.
tea exactamente la pregunta y creo que algún día tendremos que llegar a interro- Pierre-Christophe Cathelineau: O el estado de vigilia ...
garnos sobre el estatuto del inconsciente. Sí. Me parece que, además, Lacan lo Ch. Melman: Pienso sobre todo que hay que ... ni, tal vez ni siquiera el esta-
dice en alguna parte. ¿No lo dice en algún lado? Sí, ¿ah?, ¿cómo? do de vigilia, sino que hay que oponer las expresiones del inconsciente al discur-
•,( 1 concreto, articulado. Es decir, en la medida en que se dirige, no es el ensuefí o
]acqueline Pasmentier: He leído recientemente algo en el caso Aimée ...
Ch. Melman: ¡Oh!, es después del caso Aimée donde dice que el inconscien- di1 1rno ... , es en la medida en que se dirige a otro. Es a eso a lo que hay que opo
te es . .. , dice ya que no lo habría llamado así. 111·r el inconsciente. Y si en el in co nsciente, como lo mostraba, es cierto que todo
Roland Chemama: Es en "Posición del lnconsciente" 7 , pero, en todo caso, •o11111ificante lleva co nsigo su von1 r: 1did10, di p,:i mos, si en efecto es un a especie dv
un a pregunta más; hay algo que me molesta un poquito, es que, en efecto, por el ¡11npi<:lbd del signiflc 1nlt' ('I p . 1 ·,1 · ¡1 1 10 11 .~i1•,n .~1 1 rn ntradi cho, vemos bi en cómo las
.,56 Parte 11: 1988-1989

necesidades, digamos, de la articulación del discurso concreto articulado invitan,


:1pclan, exigen que dejemos, nosotros mismos, esa parte que la palabra intercam-
biada exige, en la medida en que es intercambiada, en que se dirige a otro. Aun-
que no fuera, es más, para empezar, sino a nivel de la representación de sí mis-
mo, que debe ser unitaria y, digamos, que apela al narcisismo ... ¿Ve más o menos Lección VII
lo que quiero decir. .. ?
12 DE ENERO DE 1989
Bueno, pues bien, entonces ... hasta enero.

Me quedé la vez pasada en preguntas que trato de aclarar sobre la lógica que obli-
ga al obsesivo, a tal punto que tendríamos casi la impresión de que el hablar de
lógica del obsesivo es casi pleonástico; puesto que la tentativa de establecer una
verdad organizada exclusivamente en el registro del símbolo, gracias a la escritu-
ra de un orden simbólico, que es lo propio, obviamente, de una tentativa lógica,
todo nos muestra que ese ideal es el mismo del obsesivo.
Entonces quedé la vez pasada en proseguir esa tentativa. Tal vez se disgust:1-
rán conmigo si, sin embargo, no la prosigo esta noche, en la medida en que encon-
tré algunos problemas en el camino que me exigen verificaciones que no he podi-
do, por razones diversas, por razones que tienen que ver con distracciones, con
FREUD, Sigmund, "Sobre el sentido opuesto de las palabras primitivas" , en Obras completas, obligaciones diversas, que no he podido hacer.
1
Hay, por ejemplo -esto incentivará tal vez, en ustedes mismos, alguna reflexión
op. cit.
FREUD, Sigmund, "La interpretación de los sueños", en Obras completas. que pueda hacer progresar este seminario-, una interrogación sobre lo que parcc:t
BENVENISTE, Émile, "Remarques sur la fonction du langage dans la découverte freudienne" , tan esencial en la sintomatología del obsesivo y que gira en torno a la cuestión dd
Revista La Psychanalyse, n.0 l, París, 1956, pp. 3-16; pero también publicado en BENVENISTE, orden, el orden correcto, de la seriación, de una seriación correctamente efectuada.
Émile, Problemes de linguistique genérale, n .º 1, Gallimard, París, 1966, pp. 75-87. La ver-
Si tratamos de abordar esta cuestión y de no responder inmediatamente con todas
sión castellana: "Observaciones sobre la función del lenguaje en el descubrimiento freudiano",
en Problemas de Lingüística General (1966), Siglo XXI, México, 1971.
las proposiciones, diría, sensatas que podamos aportar; si suponemos en cambio qut
~ Juego homofónico de palabras entre dé-sens [des-sentido] y décence [decente]. N del T hay, tras esta obligación, justamente, una exigencia de las necesidades lógicas en ti
5 Todas las citaciones de la obra de Freud que hace Melman son traducción de O. Guerrero, y obsesivo, podemos partir del hecho de que para que, en una línea, un punto ew:
no la traducción oficial del texto freudiano, para hacer oír su lectura personal, pero también lo ordenado, es necesario que figure entre por lo menos otros dos puntos, es decir, que
que la versión francesa transmite. 1vngamos por lo menos tres punros en una línea para poder organizar un orden. Para
r, Lapsus de Ch. Melman; evidentemente, Freud dice "sueño". N del T
·¡ Li\ Ci\N , Jacques, "Posición del inconsciente", en Escritos 2, Siglo XXI, 15.ª edición, Madrid,
situar el orden entre 11, h y t vs IH'('(•sario que pueda decir que b, por ejemplo, est:I
rntrt a y r. Y eso hns1 :1 p:1rn d.11 1111 rnd1·11. 1•'.n una línea.
1<)89, pp. 8~8 - 829.
l.ección VIL: 12 de enero de 19H9 '.);') ()
~'.)8 Pnrte 11: 1988-7989

Sucede que si esta línea está cerrada, quiero decir que forma un círculo, ese no, el tipo de dificultad que resultaba de esto para el obsesivo, el no poder asl
dispositivo ya no es suficiente. Y en un círculo son necesarios por lo menos cua- conseguir librarse de lo que quería reprimir; puesto que, después de todo, co mo
l ro puntos. Ahora bien, se puede pensar -y trataré de validar esta proposición- él lo comprueba, esa anulación vale tanto, tiene el mismo valor lógico, en Lilti111.1
q ue, justamente, el obsesivo tendría esa exigencia de no poder contar sino hasta instancia, que la afirmación misma.
tres. Y sería tal vez, igualmente, a este tipo de organización al que debería, por Y llevé las cosas a un punto extremo, puesto que llegué a decir que tod::i asvr
-jemplo, el hecho de que la llegada de un cuarto a la familia pudiera ser, entre ción aislaba en el registro del sentido, aislaba su negación; que ésta, a la w1,, S(º
otros, en general. .. ¿indebida? En cambio, si esto es correcto, en la medida en hacía oír por quien profería o decía cualquier aserción. Al mismo tiempo, pod 1:1
que la figura en la cual el obsesivo opera es precisamente una línea que se ensor- oír la contradicción, el retomar como negación -retomar como negación es u 11
l ija, es decir, un círculo, como ese dispositivo resulta notoriamente, resulta inevi- término de Lacan en ''Létourdit" 1-, retomar como negación su aserción. Y, como
Lablemente insuficiente para garantizar un orden entre esos tres elementos, pode- se acuerdan, traté de decir que ese retomar como negación una aserción que t·n
mos concebir de qué manera su tentativa de ordenar, de seriar los elementos y el obsesivo se pretendía tan definitiva por su sentido, en el cumplimiento del se11
entonces, en cierto modo, de situarse él mismo en la jerarquía conveniente, se tido -y tendríamos que entender por qué en el obsesivo la aserción pretenderla
choca ahí con una imposibilidad que lo atormenta definitivamente y, eventual- ser tan definitiva, no es tampoco muy difícil entenderlo-, decía entonces que .si
mente, induce esa obligación de tener que verificar incesantemente si alrededor el obsesivo obtenía de vuelta, de manera obsesionante, el retomar como negación
suyo los elementos están correctamente ordenados, por ejemplo. su aserción, que teníamos que reconocer en eso un efecto propio del ejercicio de
Pero digo, justamente, que es eso, entre otras cosas, lo que se puede ir a veri- toda aserción. Y en particular, cuando ésta apunta a esa afirmación última, es:i
ficar en la lógica misma que, por los efectos que puede tener, es obviamente mucho afirmación definitiva, esa afirmación sin resto; es decir, -y con esto me explico ,
menos inocente de lo que se puede pensar. es decir, eso que en su verdad no se apoyaría sino en una escritura; es decir, eso
La vez pasada abordé otro punto que es un obstáculo -a mi parecer en todo que se apoyaría en un dicho, por ejemplo, y ya no en un decir. Lo cual no va l-
caso- y que sigue siendo la cuestión de la represión, la cuestión que se refiere a la dría, a la vez, sino al imponerse, ese dicho, casi como una escritura.
manera como la represión se sostiene. Les había mostrado esa diferencia radical Era entonces alrededor de estos puntos donde me quedé y, por el momenw
que intuyó Freud, con respecto a la diferencia de los mecanismos de la represión entonces, los dejo en suspenso, hasta que pueda, con una mejor verificación (k
en el obsesivo y en la histérica, situando desde el principio el hecho de que en la mis palabras, continuarlos con ustedes.
histérica, lo que es reprimido atraviesa una frontera -que él le haya dado esa repar- Entre las obligaciones que me contrariaron, así, en mi trabajo de este semi -
tición de la cabeza y del cuerpo, de la mente y del cuerpo, no tiene una impor- nario, hubo, entre otras cosas, anoche una manifestación a la que algunos de uste-
tancia esencial para nosotros, a pesar de que no sea falsa-, pero, en todo caso, des -es más, fue una agradable sorpresa el encontrarles ahí-, a la que algunos dr
Freud situaba bien de qué manera el elemento reprimido en la histérica tenía que ustedes fueron y que era una velada en la que, para responder a la invitación ck
atravesar un borde, tenía que atravesar una frontera, se encontraba a partir de ese Béatrice Chemama, iba a hablar sobre una cuestión aparentemente muy alejada
momento en otro lugar. Freud subrayaba que, en cambio, en el obsesivo el ele- de la nuestra -digo aparentemente-, la del Malestar en la civilización2 • Esa vela-
mento reprimido se quedaba en el mismo lugar -lo recuerdan-y que desde ese da se daba en el marco de ese grupo que en Sainte Anne se ocupa de la psicop:1-
momento, a manera de defensa, el obsesivo se veía reducido a tener que poner tología de la expresión, del arte psicopatológico. Hice algunas proposiciones. No
paréntesis; es decir, a proceder ya sea por aislamiento o a inscribir ciertas fórmu- les conté que las circunstancias hicieron que hubiera aquí, en Sainte Anne, un :1
las con el signo "menos", es decir, a proceder por anulación. exposición de arte psicopatológico, que tuvo lugar en la capilla, yo fui en co m
Eso nos plantea la pregunta, entre otras, que nos llevará a revisar de manera pañía de nuestro maestro y me quedé con un doble recuerdo de esa mañana qut·
mucho más general los mecanismos de la represión que, como lo ven en el caso les voy a relatar -o sea una doble lección, eso fue para mí una doble lección- . 1•'. I
del obsesivo, la represión opera esencialmente sobre el sentido; puesto que lo que primero se refiere al punto siguiente: creo que era la inauguración de esa exposi -
es puesto entre paréntesis está obviamente aislado, vale por su sentido. Y por otra ción, ya no me acuerdo muy bien, había mucha gente, y Lacan trataba, ostensi -
parte -lo vimos la vez pasada-, lo que es anulado conserva justamente el senti- blemente, de hace rse ver. Si les relato es te rasgo es porque yo podía, a su befo,
do, aunque fuera como negado, pero lo conserva. Y vimos también, en el cami- ap reciar, eso podla no soh11H ·11t(' so rprend erme, sino también apreciar de qu 't.
360 !'arle 11: 1988-!989
Lección VII: 12 de enero de /<)¿!') ]() 1

rn:inera tratamos, de ordinario - de ordinario, es decir, en general, unos y otros-,


Este comentario es completamente incidente en relación a lo que pude lr:ll.11
de mantenernos invisibles. Ya había tenido otras oportunidades de notar en él
de decir sobre el malestar de la civilización. Y no les parecerá, pienso, demasiad<,
este rasgo -pero, de rebote, la distinción de lo que es seguramente un síntoma alejado de nuestras reflexiones sobre la neurosis obsesiva.
1:111 general, síntoma de tipo fóbico, que es que en general, podemos decirlo así,
Traté de recordar, en efecto, o de proponer - no sé si es un recuerdo o u 11 .1
lo que sería del orden de la normalidad sería precisamente el mantenerse invisi-
proposición- , que todo grupo, es decir, toda vida social, está organizado por 1111
hlc, el no ser visto, el no ser distinguido, el fundirse en la masa.
tó tem. Y que el nuestro no es la excepción. La cuestión es, obviamente, sabn lo
Decir que es un rasgo fóbico es simplemente recordar que, justamente, uno
que es ese tótem. ¿Y por qué hablamos, en lo que a nosotros respecta, de civili
de los elementos de la fobia, o sea quiero decir que la molestia fóbica es fácil-
zación, que oponemos a las sociedades primitivas? Pues bien, la diferen cia l ' fl
mente desencadenada por todas las situaciones en que aquel que está predis-
este campo es fácil de establecer. En los grupos, que abusivamente llamarnos pri
puesto a ese estado se encuentra en posición de ser visto. Si atraviesa una plaza
mitivos, ese tótem, justamente, es del orden de lo Simbólico. Mientras qu e l:i
y está solo, está ahí como si a la vez se hiciera presente la mirada o tal vez inclu-
gran invención en que estamos, la gran invención cultural, es el situar ese tótem
so por reversibilidad, como si él mismo se volviera una mancha en el cuadro,
en lo Real y, a la vez, el concebirlo como invisible, como desconocido, co mo
en cierto modo análoga a ese opérculo, o sea a ese principio de ojo. O también,
inaccesible para siempre; con un movimiento que, a la vez, equivale a univcrs:1-
desencadenamiento del pánico fóbico por el hecho de levantarse en una sala,
lizarlo. Quiero decir que, incluso si originalmente era el representante de un gru·
ualquiera, aquélla, una sala de espectáculos, lo que quieran, ¡y resultar, así, vis-
po privado, su intención, la intención de ese tótem, sin embargo - puesto qul·
LO!
[adra, como ustedes saben-, es el proponerse como uno de alcance, uno de valor
No es en absoluto indiferente el notar en qué medida eso que podríamos lla-
universal. Pero está claro que, en la medida en que pertenece al registro dr
mar un rasgo - en la medida en que éste es general y es parte de lo que estamos
lo Real, al mismo tiempo, perdemos el sentido de lo que para nosotros ha ce
ele acuerdo en llamar la cortesía, las costumbres, los buenos modales- es también
vínculo social, quiero decir lo que para nosotros hace sociedad. Esa sociedad de
de estilo obsesivo, claro, y el subrayar en qué medida es parte de nuestra norma-
la que, justamente, Lacan decía que ¡es la infección! Y de la cual Freud, por ejem
lidad, de lo que llamamos la normalidad. plo, decía que era ¡neurótica!
La otra lección que pude aprender en esa oportunidad y que tampoco quise
Entonces, ¿cuál es ese tótem que hace no solamente que nos mantengamos
exponer en esa velada, para no molestar a los que trabajan sobre la cuestión del
juntos, sino que a la vez estemos en el registro del humanismo?, es decir, ¡que
arte psicopatológico, es que, después de haber visto esos cuadros que eran, como
:ada humano tiene su valor! ¡Cada uno vale! Tiene su valor. E incluso, tanto valor
se debe y como en toda exposición, de calidad desigual, Lacan me dijo: "Final-
tiene que, a la vez, el juego tanto erótico como social tratará de extraerle ese valor.
mente, no hay arte psicopatológico. Es arte, o no es''.
¡lis así como el humano se ha convertido en la principal fuente de extracción de
Lo cual puede recordarnos que, si volvemos a lo que está en sus teorizacio-
valores! Ya no es necesario ir esencialmente a buscarlos en la naturaleza, puesw
nes, tanto la escritura del fantasma, como sus observaciones sobre lo que funda
que el valor está ahora en los humanos. Conocemos ese tótem, obviamente. A
la cualidad de lo bello, esto puede seguramente recordarnos que, al respecto, a
pesar de que sea el análisis, y en particular el análisis lacaniano, el que lo haya
partir del momento en que alguien entra en una producción con objetivo artís-
valorado, ese tótem, claro, es el falo. Y les recordaba anoche que, en un encucn-
tico, es decir, destinada a ser enmarcada y a ser mostrada, designada como obra
1ro con especialistas de la toxicomanía, les había mostrado que todos, unos y otros,
de arte, uno pone inevitablemente en juego, uno apela inevitablemente a instan-
l'Stamos en un estado de adicción. Ninguno de nosotros se sustenta sin una refe-
cias estructurales que son idénticas, que son únicas, cualquiera que sea, es más,
rencia a ese algo, que tanto necesita uno tener a mano, que constantemente tic
el estado psíquico de quien apela. Y con respecto a esto, debo decir que, en la
ne consigo. Y si no tiene consigo ese algo, ello provoca algunas consecuencias q u<.:
medida en que en ese grupo hay pues una tentativa, de parte de quienes lo ani-
p11cden ser la depre, la despersonalización, la angustia, el vértigo, todo lo que qui <.:-
man, de ejercer una acción terapéutica por medio de, justamente, apelando a la
r:in. No voy a entrar en eso. Pero, con respecto a eso, todos estamos en un esta-
producción de obras con objetivo artístico en los enfermos mentales, se puede
do de dependencia. Y un a de las principales tareas del niño es, precisamente, d
pensar que, en efecto, es un proceder que no es vano, aunque no fuera, además,
11 bi carse en relación :i <.:Sl' 1Ó l l' lll l' ill l l.' n lar situarse en ello con su mejor eco no-
sino a título ortopédico, sino a título de apoyo.
11 da, de la cual sabl.' n1os qut• 110 si1•111pn: co r-rc.:spo nde a la de su sexo anatómico.
362 Parle JI: 1988-1989 Lección Vll: 12 de enero de 11.JH<J ](1.\

Volvamos a la cuestión del malestar. ¿Por qué la sociedad es una infección? Hay ahí una disyunción entre el objeto que nos sostiene y el objeto causa dd
¿Por qué la sociedad es neurótica? ¿Y por qué nos cuesta tanto reconocernos en deseo, disyunción que merece ser subrayada, puesto que la problemática <le <:.~:i
nuestro mundo? ¿Por qué la vivimos ya sea como extranjera en relación a no- disyunción se ve incesantemente en funcionamiento, justamente, en el torrne11
sotros -y mucho más aún, obviamente, cuando algunas razones históricas cua- to del obsesivo. Éste es un punto que le cuesta mucho resolver. A tal punto que
lesquiera sustentan ese dispositivo-, o por qué nos sentimos extranjeros en rela- se encuentra, en el Hombre de las ratas, fantasmas que uno puede calificar co mo
·ión a ella, preguntándonos qué venimos a hacer en ella? Pues bien, es que ese abominables, pero no tiene ninguna importancia. Supongo, es más, que si hoy
tótem, que es el nuestro, como ya se lo he mostrado, pide sacrificios humanos. en día los encontráramos en un neurótico, hoy en día diríamos: es psicóti co ...
Es eso. No nos hemos librado de esto, puesto que cada uno es llamado a sacrifi- Pero esos fantasmas que son, por ejemplo, de -está escrito en ese texto y h ·cud
car y de manera bastante radical, puesto que es precisamente lo que de ahora en lo toma muy, muy bien, como se debe- algo que se sustituye a la felación, la ddi.·
adelante va a causar su malestar. cación en la boca del ser amado o incluso la evocación de una posición libidin :il
En otros términos, el poder apoyarse en ese tótem, el poder depender de él, el que no figura, que seguro no figura en el catálogo tradicional, que es el enco 11
poder ser reconocido como humano, implica para cada uno ese sacrificio que saben trarse acostado, él sobre la espalda, acostado sobre el cuerpo de la amada y pen"
y que va a hacer, desde ese momento, que su goce esté condenado a una insatis- trarla con un excremento.
facción radical. Como Freud lo desarrolla a todo lo largo de su texto -ya que sólo Hay que reconocer entre nosotros que [risas], para que estemos expuestos - no
habla de eso- , si estamos mal en la civilización es porque en ella el goce está insa- sé, una criatura aparentemente tan honorable como la del que la traductora lla -
tisfecho. Y como goce, él califica tanto la satisfacción de pulsiones libidinales como ma Lehrs, nos hubiera gustado conocer su nombre de todas maneras, su paLro-
las tendencias agresivas. Si releen ese texto de Freud, Malestar en la civilización, ven nímico, pero bueno, parece que comenzaba con una "L" de todos modos-, p:ir:i
la tranquilidad con que dice cosas tan tremendas y sin ningún afán moralizador, que estemos atrapados en un sistema que expone, digamos, a tales represeni:i-
partiendo desde un punto de vista que es exclusivamente el punto de vista soste- ciones, es que realmente ese sistema es, al menos, muy raro.
nido por la economía de la psiquis. Su punto de vista es económico: ésta es la psi- Es por eso por lo que retomo aquí, para ustedes, este comentario a propósi
quis, nuestra psiquis está organizada, apunta al principio del placer. Debido a la to de esa disyunción entre falo y objeto a, a la que el obsesivo es particularm cn-
realidad a la que ese principio tiene que someterse, ese placer nunca podrá ser per- te sensible, disyunción que será oportuno . .. que Lacan individualizó muy bi en,
fectamente satisfecho. Por eso, al mismo tiempo, el sentimiento de irrealidad que pero que seguramente tendremos que retomar.
tenemos con respecto al mundo, puesto que no es el de un goce que se cumpliría. Eso era para volver a este punto: si nuestro tótem es en efecto ése, está claro
A propósito, ayer les mostraba que hay una sola categoría, digamos, de huma- que a partir de ahí todo grupo social, cualquiera que sea, está condenado a un :i
nos que se sienten perfectamente cómodos en nuestro mundo, que piensan que infección. ¿Por qué? Pues bien, puesto que todo grupo social estará necesa ria
este mundo sí es el suyo -en general, hacen muy pocas reflexiones metafísicas mente organizado por la invitación expresa a ese sacrificio que se llama cas Lra
sobre el más allá o piensan muy poco en las utopías sociales, robinsonadas, u ción, que estará necesariamente organizado por esa invitación a los buenos moda
otras-, son los perversos. No hay pez más ágil en el agua, como habrán podido les que se llama neurosis; que todo grupo conocerá obviamente esa elaborac i611
experimentar, que un perverso. Ya que él, justamente, puede creer que - creer-, reflexiva - eventualmente filosófica, entre otras- que se llama cultura y que, al ais
que la satisfacción no choca con nada factual, puesto que ella se refiere precisa- lar el objeto causal, organiza la sociedad en torno a la perversión, a la pervers i
mente a lo que, para él en todo caso, es el objeto. Claro, no podemos decir que dad. Puesto que, a partir de ese momento, es ese objeto que, en efecto, que es1:1
sea la mujer. Pero, en todo caso, es el objeto. blecerá el precio del partenaire y cuya extracción, es lo que digo, va a term i 11a r
Estos comentarios valen -y es aquí donde volvemos por entero al problema por parecer, parecerá necesariamente de lo más fino.
del obsesivo- para recordarnos la doble alienación en la que, en cierto modo, esta- Por eso también esa otra fórmula de Lacan: ''La civilización es la cloaca". ¡Asl
mos atrapados puesto que, por un lado, tenemos que apoyarnos, identificarnos es! Es a partir del momento en que, justamente, la civilización se organiza, csd
:1 ese algo de lo Real que es de orden fálico -que es entonces el soporte de nues- organizada en torno a lo que es ese cercenamiento de una parte del cuerpo, en 1:1
Lra identificación en uno u otro registro, del aparentar serlo o del aparentar tener- medida en que ese tótem lo exige. A tal punto, es más, que encontrarán en Frcud,
lo- y que apuntamos a un objeto que es del orden del desecho. en su texto sobre Malestrrr t'll !t1 ri11ili:wrión, encontrarán especialmente la mcn -
364 Parte 11: 1988-1989 Lección V//: 12 de enero de I Wi'J '.'\().

ci<'> n de la civilización como sublimación anal, sublimación de las pulsiones ana- tes y todo lo que quieran, donde se ejerce el atractivo sexual. ¡Por una razó n de
k s. El orden, la limpieza, la parsimonia que son, obviamente, los grandes rasgos, exigencia lógica! ¡No es solamente por destino incestuoso! Sino que eso que cons
al gunos de los grandes rasgos de nuestro estatuto, de nuestra presentación, de tituye, eso que fundó el valor, el tótem, ahí no puede sino ser familiar y cnt011
nuestra vida, de nuestra cultura, pues bien, como sublimación de la pulsión anal. ces la elección del objeto debe darse necesariamente en el interior de, en tre lo/\
FsLá en Freud. que están sostenidos por dicho tótem. Mientras que con el falo - ahí está at rap:1
Eso quiere decir también que, a la vez, por esa insatisfacción, es inevitable que do en la cosa, ¿no es cierto?- , tiene siempre, obviamente, la posibilidad de si111
1:1 o rganización social esté desgarrada por conflictos, puesto que hay insatisfac- bolizar el falo, es decir, de hacerlo un excremento, es justamente lo que succd<"
ció n; es, pues, inevitable que haya conflictos y éstos se dirigen, obviamente, a con esos fantasmas que he mencionado hace un rato; o de aceptar ese fal o en .~ 11
donde pueden y, entonces, también es inevitable que la organización social, cual- lugar, que es el de lo Real. Pero al mismo tiempo, es el fracaso de su empresa obsc
quiera sea ésta, ¡esté condenada a su perdición! siva -es decir, de un simbolismo perfecto- y entonces, aquí igualmente, no co n-
Éstos son tipos de consecuencias que, a partir de indicaciones masivas y sim- sigue salir del aprieto.
ples, podemos hacer valer. Esto vale igualmente, claro, para nosotros mismos, Mostré para concluir anoche que, al revelar, como el psicoanálisis lo hace, lo
qu iero decir nuestros propios grupos. Es evidente que los psicoanalistas no han que es esa instancia fálica, el psicoanálisis - puesto que, como Lacan lo di ce en
resuelto sus problemas de vida en grupo. Seguro que podemos pensarlo porque, algún lugar, el que nosotros hablemos de esto no es tan fácil, implica cierta vi o-
justamente, lo que hace lazo social, lo que hace que estemos pegados, lo que hace lencia-, que el psicoanálisis esté expuesto en el juego social a plantear, a dibujar,
que, como decía Lacan, nos frotemos unos con otros, que nos sostengamos unos aunque sea en huecograbado, el lugar y la pertinencia de ese objeto fálico, pll<:S
a otros, incluso que tratemos sobre todo de no aparecer demasiado; porque es bien, aparentemente obtuvo la única respuesta que tenía derecho a esperar, jus-
obvio que si nos separamos, eso quiere decir a la vez que estaríamos ocultando tamente, del juego social; es decir, no la que podía esperarse, cierta relativizaci611
algún objeto que pudiera suscitar las miradas y que entonces no habría sido cedi- con respecto a dicho tótem, distinguiendo en particular el hecho de que él no <.'S
do, eso quiere decir que sería una falta nuestra, que no habríamos obedecido a la todo y que no es capaz de hacer todo; y que por más que se presente en esa pos i
ley general; es justamente lo que constituye, entre otras, una de las problemáti- ción, en ese valor de cetro absoluto, de monarca soberano, sucede que no es solx:
as de la mujer, es que tiene, a la vez, que suscitar las miradas y, al mismo tiem- rano de todo y que existe el no-todo. Pues bien, aparentemente se puede supo
po, hacerse ver lo menos posible, es algo con lo que trata de arreglárselas de la ner -esto es obviamente del orden de las especulaciones- que uno de los efcct.os
mejor manera, la mejor o la peor, como pueda, pero sin comprender necesaria- del psicoanálisis es el obtener, con respecto a ese objeto, la respuesta tradicio n:il
mente muy bien esta especie de doble exigencia paradójica. Ustedes saben, la y apropiada, que es que el problema va a ser resuelto dominándolo. Quiero decir
famosa escuela californiana, Palo Alto . .. , a propósito de las órdenes contradicto- que el funcionamiento social responde de la manera más tradicional que se put
rias que vuelven psicótica a la gente, ya he tenido oportunidad de mostrar que, da y con un éxito que debemos reconocer.
noso tros los normales - digo los normales, ustedes ven lo que quiero decir con ¿Cuál es este éxito? Está en el hecho de que no solamente los procedimi ent os
esto-, recibimos todo el tiempo ese tipo de órdenes, las órdenes contradictorias de fecundación van a poder prescindir perfectamente del consentimiento, es decir,
omo ésta, por ejemplo, y eso no nos impide ser normales, es decir, funcionar en de las disposiciones subjetivas auténticas, verdaderas, de las parejas, sino que p:1r:1
d sistema. d deseo mismo - del cual sabemos que está eminentemente vinculado a esas dis
Entonces la pregunta para nosotros -otro comentario que se refiere más direc- posiciones subjetivas auténticas de las parejas- vamos a disponer, o dispo n c m o.~
ramente, muy directamente a este seminario- es que, justamente, en esa disyun- ya, de drogas que pueden garantizar el dominarlo; es decir, la producció n tkl
:ión entre falo y objeto a, en la que el obsesivo no consigue resolverse, figura tam- deseo en el momento esperado y con los efectos necesarios, con los efectos es p<:
bién el hecho, por supuesto, de que con el objeto a el tótem se encuentra rados durante un tiempo necesario prescindiendo, en cierto modo, del co nsent i
obviamente simbolizado, materializado, ¡ahí está la materia! ¡Es decir, que encon- miento auténtico de las parejas.
tra mos ahí el tótem tribal! Lo que hace que, como lo mostraba la vez pasada, a la Como lo formul ab;i anoche, si hasta aquí podíamos funcionar en nuestr:l rcl:1
vez. la tendencia del obsesivo, ¿no es cierto?, los gustos del obsesivo serán necesa- ción al falo al servi cio de Dios, p11 es bien, ahora nos íbamos a encontrar ent <.·r:1
riament e endogá micos. Es de lado de las herm anas y de hs primas, y de parien- ll1e nte al se rvi cio (k los :11 110,, , l •:.~ 1 1 · dom in o, que vemos realizarse anee nu es tros
366 /'arl e 11: 1988-1989 Lección Vll: 12 de enero de 1981.) J()

ojos, no son perspectivas futuristas en cierto modo. Ustedes saben que siempre En todo caso, Lacan fue bastante claro en su texto sobre la cuestión del <.:s t i
t'S muy difícil ver el futuro presente, el futuro ya funcionando en lo que sucede. lo, sus trabajos sobre la paranoia y creo que, sobre el texto, que sigue siendo t:trt
1'ero como todos ustedes son sensibles, les recuerdo todos esos problemas éticos actual, en lo que se refiere al grado de significación de toda obra de arte, quit·ro
qu<.: no logran en absoluto seguir los progresos de la ciencia al respecto y lo que decir que son cosas que siguen siendo de actualidad, que seguirán, creo, siéndo
rdato aquí no es del orden del fantasma o de la pesadilla que les gustan a los escri- lo mañana, a saber que lo que hace la facultad creadora del psicótico, por ej<.:111
tores, a esos escritores que nos gustan y que entendieron muy bien esto hace plo, y también de artistas, pero ¿qué es el arte? En efecto, se ha escrito tan to :1I
mucho tiempo; ¡pero aquí estamos! Aquí estamos, es decir, que vamos hacia lo respecto ... Pero bueno, es de todas maneras una emoción, una significación, u 11:1
que no dejará de ser una obsesivización, en cierto modo, generalizada de la nor- sensibilidad, hay algo que vemos, o que oímos, o en el discurso.
malidad, con las preguntas que esto puede plantearnos a nosotros, psicoanalistas, Pero, entonces, justamente en relación a la representación, ¿cuáles son las co n-
sobre lo que nuestra acción, sobre lo que nuestra acción, sobre lo que nuestra secuencias en el discurso, ese Imaginario de mañana, cuáles van a ser las conse-
práctica, sobre lo que nuestro discurso podrá hacer valer. cuencias en el discurso, puesto que es finalmente en el discurso de la ciencia y dt
No es absurdo entender las tentativas de los últimos años de Lacan como mar- ' lo que usted decía en relación a la información y todo eso? Finalmente será como
·adas por esa presencia que estoy mencionando aquí. Y, en particular, lo que inten- un discurso exterior sobre el cual un sujeto tendrá que posarse para alimentar, tal
tó con el nudo borromeo, es decir, esa relativización radical de los nombres-del- vez, el suyo propio, él que no es totalmente sujeto.
padre y de la instancia fálica con, como ustedes saben, ese goce Otro puesto casi Entonces me decía, ¿no habrá acaso un imaginario que sea un poco compa-
en simetría, y luego el objeto a en el centro, etc., no es absurdo, igualmente, el rable al del psicótico, es decir, una especie de Imaginario sin yo [moi]? No sé si
pensar su tentativa, pues, como una tentativa para responder al avance de este soy clara en lo que digo.
t ipo de cosas. Ch. Melman: Es clara en lo que dice, pero se anda por las ramas.
Una -y con este comentario termino-, una de las preguntas planteadas ano- ]acqueline Pasmantier: Sí, seguramente.
che fue el saber ¿cuál sería la obra de arte, cómo podíamos imaginar lo que sería Ch. Melman: Y, entre otras, no responde directamente a la pregunta que tra -
la obra de arte, en una disposición de este tipo? Ya se imaginan que fui pruden- to de plantear, es decir: ¿podríamos acaso evocar la presencia, entre nosotros, d"
l<.: y que son campos en los que se lanza tanta trivialidad. Pero, y lo que no dije, lo que es ya ese arte futuro?, ¿no es cierto? ¿Es acaso absurdo lo que estoy dicien-
·s que ahí también cabe pensar que ese futuro ya está presente en la representa- do o efectivamente existe?
ción artística contemporánea; ya está aquí, no lo reconocemos necesariamente C. Emerich: ¿Acaso la música, tal como se la escribe actualmente, no estada
;omo tal, tal vez nos interroga. Seguramente tenemos dificultades para indivi- con algo totalmente reventado, sin regla, sin ley, algo que no estaría organizado?,
dualizarlo como un objeto de arte. ¿Qué, de lo que conocemos, qué podría ser? ¿no podría ser una manera de hacernos oír lo que podría ser, precisamente, es:i
posibilidad de oír de otra manera?
¿Tienen al respecto alguna fantasía? ]acqueline Pasmantier: Pienso en la imagen electrónica, es un ejemplo ...
¿Qué propondrían, así no más? Marce! Czermak: Pareciera haber una respuesta bastante clara en el eje de lo
que aportas, que es a la vez una respuesta, digamos, clásica. Es decir, que el an<.·
]acqueline Pasmantier: Finalmente, en este asunto, es la cuestión de la repre- venidero, ¿puede ser acaso otra cosa que el desecho? Puesto que, después de todo,
sentación de lo que se trata. Y a mí, después de la reunión de anoche, en efecto es el estatuto tradicional del arte, tanto en su valor más merdoso como el m~ s
me pareció que usted estuvo muy prudente. Entonces durante la noche me ator- eminente, pero con el matiz de que no está descartado el que la dimensión dd
mentó lo que usted dijo y lo que yo consideraba como algo que no llega. La angus- desecho o de la ablación tome un aspecto más o menos brutal, retorsivo, sa n-
tia que se puede sentir, de todos modos, ante las distintas formas de mañana, ¿qué griento, según las épocas. Puesto que, después de todo, es una de las constant<.:s
pasará mañana? Entonces me vinieron diferentes ideas, pero puesto que usted también de la historia del arte.
hablaba de Lacan hace un rato que ... Usted no ha dicho por qué, justamente, él Hay, en la historia del arte, hay cuerpos gloriosos, o sea hay esto, hay aqudlo.
se mostraba ahí. Entonces es también un asunto de representación o de presen- Entonces me parece diíícil -1vni<.· 11do <.: n cuenta el hecho de que el arte represent:t
tació n de él mismo. ¿Qué estaba en juego? No sé. lo que viene a p:t li ;1r o .1s1r¡ 1li1 11110 de los :1spectos de la falta del sujeto, lo que ca<:
.)(¡8 Parte 11: 1988-1989
Lección VII: 12 de enero de 1989 369

c.k él- que no venga en sus formas variadas para reenviar al sujeto las modalidades ticas, que son operaciones en que se trata, digamos, de seccionar, de volver a eye' -
p:1rt iculares de recorte, de fractura o de elaboración, como quieran, propias de la tar, de ablación, etc. Y, entonces, la infección no puede sino crecer.
época. Entonces trato de responder aquí a tu pregunta, la pregunta era, pues, pues- Entonces la cuestión está, de todos modos, en ... , bueno, no sé si mi análisis
10 que la planteas así, ¿a qué mismo podemos esperarnos que esté ya aquí? es justo, es más bien así como veo las cosas actualmente, a saber lo que produ ct"
Lo que me sorprende mucho, puesto que la haces con vivacidad, es que la actualmente en el mundo el aumento de los problemas de religión, de guerra, d<:
1Jlan teas en el triple registro, tanto de la neurosis, de la perversión ... Menciona- racismo, etc., e incluso lo que acaba de pasar ahora, ¿por qué fue necesario rrn
h:1s la cuestión de la perversión. Hay dimensiones de lo horriblemente bello. Es nir a todo el mundo para que no se utilice el arma química?
111 ~1s, la fascinación en el horror, tal como la perversión puede escribírnosla, es Entonces, ¿qué arte esperar ahora, si no es el testimonio de ese objeto que no
·nntemporánea. Es una dimensión que no ha dejado de amplificarse, tanto en el pide sino ser. .. , que debería ser silencioso, dejarnos en paz o, en todo caso, o d'·
:1rcc.:, en la escritura, como en la vida social. manera un poco apaciguada, que aquí está excluido de la manera más radical y
abemos que hay una dimensión en los grupos humanos que es fundamen- que pudiera agarrarnos del cuello? Es decir, un arte cuya virulencia estaría pro-
t:ilm ente perversa, aunque sólo fuera al ver que cada uno no está ahí sino como piamente en un registro perverso.
un objeto que puede ser tratado como tal por los otros e independientemente de Ch. Melman: Bueno, te agradezco de nuevo tus comentarios. Es, en efecto,
tocia otra consideración. Y entonces, a la vez, esa dimensión da todo su alcance inevitable que este tipo de lectura, así por encima, nos exponga, ¿cómo diría?, a
al valor de la orden, que es la misma que, a la vez, en la vida común, es normal, especulaciones de este tipo. Ahora bien, habría apreciado, si tu propia interven-
necesaria y que, al mismo tiempo, es la misma que fragmenta. ción al respecto hubiera ido más directamente a la pregunta, bastante reducid a,
Ahora bien, a partir del momento en que estamos en un mundo en que - para bastante sucinta, que trataba de plantear, es decir: ¿acaso ya está aquí? Y si ya esd
tomar el ejemplo de la publicidad- el deseo está colapsado en la necesidad y que, aquí, ¿cómo podemos reconocerlo, cómo podemos verlo y cómo está hecho? - si
a nivel de la necesidad, la ciencia se propone para satisfacer ese colapso del deseo y ya está aquí- puesto que, ves, tú concluyes con: debe ser algo perverso.
de la necesidad y, es más, no sin lograrlo; se produce entonces un proceso en que Pero si está aquí, ¿dónde es? ¿Cómo es? Yo voy a dejarlos con esta interroga-
el sujeto se encuentra en una especie de plenitud. Si ésta no es realizada, en todo ·ión haciéndoles, simplemente, notar que hay, justamente, en nuestro Hombre
aso se puede presentar como un espejismo, es decir, que ella espejea y, como lo de las ratas, esa cosa absolutamente notable, que cuando se representó a la hija d
sabemos, a partir del momento en que el sujeto está en lo pleno, que sea efectiva- h·eud -saben que hay toda una serie de cosas, él comete las peores vejaciones con
mente en lo pleno o a título de una promesa, por razones ligadas a la estructura, se respecto a la hija de Freud-, y luego hay una de las representaciones, le cuesta
producen automáticamente ablaciones, pasajes al acto. Es decir, que a partir del rn ucho decirla, la ve con dos montones de mierda en el lugar de los ojos, ¿ah? Lo
momento en que el objeto, el objeto a, es encarcelado en el sujeto, concentraciona- que aquí es traducido como: "dos placas de suciedad" [risas]. El término alemán
do en el sujeto, automáticamente, para crear algo del orden de la falta, se producen 110 es exactamente ése.

mecanismos que buscan eyectarlo, librarse de él para crear una falta. Marcel Czermak: Tú me reprochas el no haber ido directamente al punto d'·
Pero cuando eso se produce a escala planetaria, ¿qué produce? Produce obvia- 111 pregunta, puedo muy rápidamente decir algo.

mente un aumento de los racismos, de las guerras de religión, o sea toda una serie Ese arte del que hablas, ya está en la mesa, digamos, con la tele y lo que en
de dificultades que conocemos actualmente a escala planetaria, y sin los cuales 1·lb se ve. Es decir, que esa manera que se nos ofrece con imágenes móviles, ¡d'·
me pregunto cómo podríamos dar cuenta, por ejemplo, de lo que sucede en Líba- l.1 manera como tratan unos a otros! En realidad, es una de las modalidades ...
no o toda una serie de otros conflictos. Ch. Melman: No sé, no sé tampoco. Pero, en todo caso, si mi preguntita los
1 livierte y los atormenta un poco, y si tienen ganas, por su lado, de pregun tarse
Entonces, tú mencionabas esa disyunción del falo y del objeto a. Es cierto,
desde el momento en que la ciencia funciona en el registro en que éste vendría •, i, al haber paseado en las exposiciones de arte moderno, de arte contemporáneo,
ahí como falta, o funcionaría como velado, como operador lógico, pero a partir p11dieran decir: ¡vaya!, ¡esa especie de cosa, eso es! ¿Cómo lo figuran? ¿Cómo lo
del momento en que la ciencia dice: este operador lógico no se sustenta, no tie- v1·11 ? Ya veremos si eso les evoca algo.
ne valor como tal, puesto que puede paliarse con objetos que lo subsuman, se
r<.: inrroducen a la vez -esta vez en lo Real- operaciones completamente automá- lh1 <.: no.
.no Par1e 11: 1988-1989

1 l .ACAN, Jacques, 'Tétourdit" (Atolondradicho), op. cit.


El texto de Freud en alemán ha sido traducido al francés como Mal.aise tÚms /,a civilisation [Males-
1ar en la civilización/cultura]. Algunos traductores han propuesto retraducir el término "civili-
zación" y preferirle "cultura''; mantenemos aquí "civilización", pues es el término utilizado en
1oda la lección, y no solamente en referencia al texto freudiano. N del T Lección VIII
19 DE ENERO DE 1989

Voy a tratar de retomar el punto de dificultad en el que estoy con respecto a b


cuestión de la represión. Estaría además muy contento si, durante este semin a-
rio, sobre una cuestión aparentemente tan primaria, dieran su contribución, sus
comentarios. Para mí, mientras más avanzan las interrogaciones, más me pare"'"
enigmática y difícil la cuestión de la represión. Lo es de manera tan evidente a
propósito de nuestro caso, del caso que estudiamos, puesto que está claro que lo
t¡ue se llamaría reprimido no lo está, de ninguna manera, en él. Quiero decir qu"
11na serie de manifestaciones está presente en su consciencia, manifestaciones qu'·
se presentan, ya sea en forma de imperativos, ya sea en forma de formulaciones
.idoptadas por el yo (je], puestas a cuenta del yo y él se dedica a negarse a ejecu-
tarlas; en todo caso, quisiera decir: ¿qué es lo que, en él, sería literalmente repri-
mido? Por ejemplo, tendencias incestuosas, tendencias homicidas, pulsiones libi -
d inales, fantasmagoría escatológica, los sacrilegios más abominables, ¿qué es lo
q 11c, en él, se presentaría como literalmente reprimido? Y además su perplejidad
110 gira en torno al hecho de que eso que llamamos inconsciente -ven cuán dcli -
1',1da es esta denominación y en qué medida Lacan tenía razón de considerar que
111 >s causaba problemas-, el inconsciente, en él, está a la luz del día.
Entonces, la pregunta puede replantearse para nosotros. No solamente sob r"
111 que entendemos por represión, sino también sobre los mecanismos de la rcp n.:-
'. 1<1>11 y, luego -y creo que no les va a parecer, en lo más mínimo, una pregun ta, :1
¡ws: 1r de que debería sernos tan inmed iata, a todos nosotros-: ¿por qué hay repn:-
~ i {,11 ? Puesto que, después dr todo , 1:1 rl~ pres ión no es del orden del juicio. Fs del
1>11k 11 de un meG1nismo ( \~ 1 H111d1ll'o , d1· 1111 juego espo ntáneo, in consciente éste.
Lección VIII: 19 de enero de f9HI) 37.\
'372 Parte JJ: 1988-1989

Hasta aquí me había limitado a mostrar en qué medida las defensas del obse- Lacan? Es un punto que creo haber esbozado en la marcha; si lo que está forcluido
sivo son, justamente, diferentes de lo que podríamos llamar, literalmente, repre- de lo Simbólico reaparece en lo Real, podemos decir, me parece, basándonos rn
sión, retomando el término freudiano de Verdrangung. Una persona que presta nuestra experiencia, que lo que es apartado de lo Simbólico, lo que es puesro l'u r
atención a estos seminarios me ha transmitido comentarios al respecto que giran, ra del campo de lo Simbólico, reaparece en lo Simbólico. Reaparece en lo Si111
·n particular, en torno a las especificidades de la lengua alemana respecto a esto, bólico con un estatuto renovado; es decir, reaparece en lo Simbólico como un sig
:1 pesar de que el punto que le interesa se refiere esencialmente a la diferencia entre nificante opaco que produce efectos, efectos, ¿cómo diría? Efectos que se impOIH'll
al sujeto sin que éste .. ., o sea efectos, diría para resumir, efectos no dialecti'.l.ado1-
Unterdrückung y Verdrangung.
La dificultad al querer avanzar en el análisis de estos dos términos que no tie- por el sujeto. Es decir, que no son retomados por él en calidad de yo (je]. Part·
nen el mismo campo semántico, la dificultad es que Freud los utiliza, al princi- ciera que el regreso de un elemento reprimido a la cadena, a la cadena hab bd:1
pi o, de manera casi equivalente; de una manera que no se puede decir que sea para no decir consciente, se presentara como una especie de pedazo, en sí mismo
opaco, pero que necesariamente tiene efectos, sobre el sujeto, de orden impera-
significativa.
La Unterdrückung nos da obviamente la imagen de abajo en la que algo, o tivo o prohibitivo que quedan incomprensibles y desconocidos para el sujeto.
alguien, o un pueblo, o la clase obrera -como me lo han hecho notar- está opri- Pareciera que en la cadena hablada se presentara un significante que no tuvi era
mida. Es decir, con la idea, claro, de que esa opresión no impide la permanencia y el mismo estatuto que los otros. No hay otra manera de explicar que el regreso
la vitalidad de lo que está ahí, abajo, y que puede irrumpir en cualquier momento de un elemento reprimido pueda tener ese tipo de efectos en el sujeto sin que és tl'
arriba, mientras que la Verdrangung, que viene pues de drangen, empujar, verdran- lo sepa y sin que comprenda nada de lo que está diciendo o de lo que está haci<.:n-
gen que yo traduciría como: apartar, lo que también podríamos tal vez llamar una do. Y al parecer sería por vía del análisis, es decir, de una reintegración de ese sig-
puesta fuera de campo, no se pronuncia sobre la permanencia de lo que es así apar- nificante a la dialéctica propia del sujeto, algo que lo desprende de esa opacidad
tado, la permanencia en cuanto a la existencia de lo que es así apartado y no esti- original que parece marcarlo; hay ahí un elemento como de una lengua extran -
pula para nada, no da para nada tampoco la imagen de lo que sería la contra-fuer- jera que se le impone y pareciera que el retomarlo así pudiera tener, eventual -
·¿a, el contra-empuje que se le puede adjudicar a lo que se encuentra oprimido. mente, un efecto sedante para el síntoma.
La distinción en Freud, entre esos dos términos, Unterdrückung que se puede Pero, en todo caso, para volver de manera muy precisa a lo que nos atormenta,
traducir en francés como répression [término acuñado en español como "supre- si la represión y el regreso de lo reprimido son lo mismo, ¿cómo no entenderlo
sión", N del T] y Verdrangung que ha traducido pues como refoulement [término de la manera siguiente?: lo que es reprimido se regresa, digamos, al lugar del Otro,
traducido al español como "represión'', N del T], mientras que a mí la traducción es rechazado, no admitido -inconscientemente, puesto que no hay el juicio, Verur-
como apartar, dejar de lado o poner fuera de campo me parecería más justa, esta teilung, que Freud distingue muy bien, la condena moral, es una instancia auto-
distinción de los dos términos, por Freud, no parece significativa. En cambio, lo mática-. Lo que viene ahí, desde el Otro, es pues rechazado, pero si es al lugar
1
que es significativo, tardíamente, es decir, con "Inhibición, síntoma y angustia'' , del Otro al que ese elemento regresa, que es remitido, podemos concebir que sea
es el comentario que hace Freud al decir que los mecanismos de defensa -retoma inevitable que, de una manera directa o de una manera desviada, como lo seña-
al1í ese viejo término que había utilizado al principio- rebasan ampliamente el pro- l:t Freud, y vamos a verlo de manera muy precisa, ese elemento reprimido, nece-
ceso de la represión y que -en particular, en la neurosis obsesiva, figuran los meca- .~ :uiamente, si yace en el lugar del Otro, se reintroduzca, de una u otra man era,

nismos de aislamiento, de anulación, de negación-, y que nos inclinaríamos a vin- t·n la cadena hablada.
cular el proceso de la represión más específicamente a la histeria. Cuando menciono este mecanismo, hablo de la Verdrangung, literalmente dl'
Estos procedimientos de defensa propios del obsesivo, ¿qué nos muestran? l:t represión, del apartar, del poner fuera del campo o, incluso, lo que especill co
Nos muestran que lo que el sujeto, que el neurótico trata de apartar, no abando- rnmo un reenvío al lugar del Otro. Vemos bien que no parece ser exactamente d
na el lugar, su lugar original, el lugar en que se encuentra. Hay simplemente un r:1so del obsesivo, del que estudiamos aquí, por ejemplo, y que algunos elemen -
paréntesis que se pone alrededor, o incluso un signo de negación. tos que él querría, en cierto modo, reprimir, pareciera haber una especie de obs-
Una fórmula puede parecerles enigmática, la de Lacan, que dice que la repre- t:ícu lo constitucional, s<:gur:1 nH·n1t· co nstitucional de su neurosis y no podemos
1

sión y el regreso de lo reprimido son la misma cosa. ¿Qué querrá decir con esto 110 rel acionar, por un 111< >111 (>11 (k 1.1'101 H'S, L'St:l ausencia, literalm ente, de rcpri·-
374 Parte ll: 1988-1989 Lección V III: 19 de enero de 1989 J7;i

sión, con el hecho de que justamente el obsesivo es el que no suelta nada, no quie- el yo [moi] -el !ch- no podría fugarse. Más tarde, será eventualmente un jui
r<.: soltar nada, no quiere ceder nada, tenemos que recordarlo. Y entonces, al man- cio reprobador -Verurteilung-, una condena que proveerá el arma eficaz co 11
t <.: nernos en el campo de lo Simbólico, no hay otro recurso que esos procedi- tra la iniciación pulsional. Pero la represión constituye el grado preliminar d ~·
mi entos que sabemos, pero que vuelven a plantearnos la pregunta de lo que la condena, un término medio entre la fuga y la condena. Antes de los lr:1h:1
podemos o no llamar inconsciente. jos psicoanalíticos, este concepto no habría podido plantearse.
Para avanzar en este asunto que, en el punto en que estamos, me parece inevi-
tab le -lamento realmente que los analistas no parezcan interesarse más en cues- A los autores ingleses y alemanes que tradujeron este texto les gusta decir quv
tiones tan básicas, pero que son también decisivas para todos nosotros, quiero el término de represión, Verdriingung, se encuentra en Herbart, en el siglo XIX, y
decir, ¿qué es este asunto?- , vamos a tomar ese texto de Freud de 1915 que figu- que es probable que sea por intermedio de su profe, por Meynert, que este tér-
r:i en los artículos sobre la Metapsicología, está traducido en francés como Metap- mino habría venido hasta Freud. En todo caso él, Freud, subraya bien que el tér-
sicología, ese librito, y que se refiere a la represión, Verdriingung, así se llama. Tal mino que él emplea no tenía el sentido y la amplitud que le podemos dar pu<.:s
vez las dificultades que Freud encontró en ese texto nos ayudarán a que, even- to que es la piedra angular del psicoanálisis. Y Freud lo dice. Este concepto no
tualmente, nosotros mismos veamos las cosas un poco más claras. habría podido ponerse, dice Freud, antes de los trabajos psicoanalíticos.
Vamos entonces a tratar de trabajar, si se puede, juntos. Quiero decir que,
eventualmente, sus comentarios sobre las cuestiones planteadas sobre la marcha Desde el punto de vista teórico, difícil explicar la posibilidad de la repn.:
sión. ¿Por qué, en efecto, una incitación pulsional sufriría semejante destin o?
son bienvenidos. No duden en manifestarse.
La condición de tal fenómeno tiene, obviamente, que ser debida al hech o c.k
La traducción que les voy a dar de este texto es un poco arreglada ya que,
que la consecución del objetivo de la pulsión provocaría no placer, sino dis-
como de costumbre, la traducción no es excelente, pero poco importa, nos las placer.
arreglamos a pesar de todo con los distintos textos de que disponemos.
Desde la primera frase van a ver la dificultad. Vean ese punto de vista estrictamente económico.
En el destino de las pulsiones, puede suceder que una ... Triebregung 2 Sin embargo, ese caso es difícilmente concebible. Semejantes pulsiones no
existen. Una satisfacción pulsional siempre es agradable. Hay que postular
lo que traduciré para ustedes como: "incitación pulsional", más que "noción pul- entonces la existencia de ciertas condiciones, de ciertos procesos, por los cu:1-
sional"; no voy a hacer, aquí, finezas de traducción, yo les propongo esto, no está les el placer de la realización se transforma en displacer.
nada mal puesto que la Regung se opone a l'Erregung, que es la excitación. Enton- Para delimitar mejor la represión, podemos estudiar algunas otras situ :i-
ces, pues, ciones pulsionales. Puede suceder que una excitación exterior que provoca rf:1,
por ejemplo, una irritación, que atacaría a algún órgano, sea interiorizada y
. .. en el destino de las pulsiones, en el destino de las incitaciones pulsionales provea así una fuente permanente de irritación y un aumento de tensión. Pero
puede suceder que esta incitación choque contra resistencias que tienden a vol- esa excitación se acerca así mucho a una pulsión. En semejante caso sentim os
verla impotente, ineficaz. una impresión de dolor.

Primera cosa que nos interroga ya que ven que la cuestión de la represión está ¿No es cierto?, una excitación exterior, interiorizada. Se acerca a una pulsión
aquí localizada en la represión de la-incitación pulsional. No sería sino una inci- provoca dolor.
tación pulsional, una Triebregung, la que podría soportar la represión.
Esta seudo-pulsión no tiende, sin embargo, sino a hacer que cese la mod i-
En ciertas condiciones que vamos a estudiar más a fondo esta incitación ficación orgánica y el displacer que está ligado a ella. El cese del dolor no pue-
entra entonces en estado de represión -Verdrangung- . Si se tratara de una exci- de provocar pl:icc r, pl::i cc r d irecto. El dolor también es imperativo, no podd:1
tación exterior, la fuga sería obviamente la solución apropiada. Pero como st· ser suprimido .~ i110 por l.1 acc ió n de un tóxico o por el efecto de algun :i divcr
trata de una pulsión, toda tentativa de fug~ csd rnndc nada al fracaso ya qut· sión psíqui r.::1.
.176 /'orle //: 1988- 1989 Lección Vil/: 19 de enero de 1989 37

l~ n otros términos, no se trata de operar con represión en tal fenómeno d e y la diferenciación entre lo inconsciente y lo consciente. Antes de esto, 110
dol o r orgánico provocado por alguna excitación. podemos sino dar de manera simplemente descriptiva algunas caracterís1ic:is
clínicas reconocidas de la represión, con el riesgo de tener que repetir 111 0 11 <'>
Pero el caso del dolor no es lo bastante transparente para que podamos uti- tonamente mucho de lo que ha sido dicho en otros lugares.
lizarlo. Supongamos que una excitación instintiva, como el hambre, quede
insatisfecha. Ella se vuelve entonces imperiosa, no puede desaparecer sino gra- Entonces, presten atención.
cias al acto propio de satisfacerla y mantiene una tensión perpetua causada por
la necesidad. Parece imposible que algo análogo a la represión pueda produ- Podemos, entonces, admitir la existencia de una represión primitiva.
cirse aquí a la larga.
Ustedes conocen la famosa Urverdrangung. Represión primitiva puesto q ui:
No se ha visto nunca a alguien reprimir eso. no siempre ha existido. Aparece en un momento en que habría esa represión ori-
gmana.
Así, la represión no se produce ciertamente cuando la tensión que resulta
de la no satisfacción de una incitación pulsional aumenta al punto de volver- Primera fase de la represión durante la cual a la Vorstellungsreprdsentanz dc
se insoportable. la pulsión se le rechaza el acceso a lo consciente. Así se establece una fijación,
el representante en cuestión se mantiene, desde entonces, invariable y la pu l-
Pero atengámonos más bien a la experiencia clínica tal como nos la brin- sión le queda fijada. Este fenómeno se produce gracias a procesos inconscien-
da la práctica psicoanalítica. Comprobamos entonces que la satisfacción de la tes cuyas características estudiaremos más tarde.
pulsión sometida a la represión era posible y que hubiera en sí, cada vez, pro-
vocado placer; sin embargo, esa satisfacción hubiera sido incompatible con N o retomo de inmediato, aquí, ustedes saben que ese Vorstellungsreprdsentanz
otras exigencias y otros propósitos, provocando así por un lado placer y, por ha sido traducido en francés como el representante representativo de la pulsió n,
otro, displacer. Para que se realice la represión es necesario entonces que el fac-
o algo así, mientras que Lacan lo tradujo como el representante de la pulsión qu '·
tor displacer pueda vencer al factor placer de la satisfacción. Luego, el estudio
va a hacer que haya representación; que uno entre en el dominio de la represen -
psicoanalítico de las neurosis de transferencia nos lleva a concluir que la repre-
sión no constituye un mecanismo de defensa presente desde el principio, que tación. Vorstellungsreprdsentanz. Pero es extraño que Freud lo aísle -¿con qué datos
no puede producirse sino una vez establecida una distinción clara entre las acti- clínicos?, preguntarán ustedes-, puesto que parecía que iba, ahí, a describir, a dar
vidades conscientes e inconscientes y que, según su naturaleza misma, su rol simplemente de manera descriptiva las características clínicas retomadas de h
es el rechazar fuera de lo consciente, de mantener alejado de este último todo represión. Ustedes le preguntarán: ¿qm qué datos clínicos concluye que ex ist'·
lo que debe ser reprimido. u na represión, una Urverdrangung?
El segundo estadio de la represión. Lo que Freud llama "la represión propia-
Bueno, aquí, la traducción, disculpen, es muy mala. No se entiende: está en mente dicha". Dice "ein Eigentlicheverdrdngung': La represión propiamente dicha:
la naturaleza misma de la represión el rechazar fuera de lo consciente, el mante-
ner alejado de lo consciente todo lo que tiene que serlo. El segundo estadio se refiere a los retoños psíquicos del representante rep ri -
mido o de las cadenas de ideas que, al venir de otra parte, se asociaron con
Antes que el mecanismo de represión se establezca, ¿no es cierto?, la tarea dicho representante.
de defenderse contra las incitaciones pulsionales debía ser atribuida a otros
modos de destinos pulsionales, como la transformación de la pulsión en su ¿Oyeron bien eso?
contrario, o el volverla contra sí mismo.
El segundo estad io de la represión, la represión propiamente dicha, se reli <.: -
Así como lo admitimos ahora, la represión y el inconsciente son concia
re a los retoños psíq ui cos del representante reprimido, o de las cade nas dl"
tivos a tal punto que esperaremos, para profundizar nuestro conocimiento del
ideas que, al v(·11 ir d1· 011·:1 p .1rll\ st· asoc iaron con dicho represe ntante.
inconsciente, conocer mejor la estructur:i ck l:1s insr:1ncias psíquicas sucesivas
.. 78 Parte 11: 1988-1989
Lección V IIJ: 19 de enero de 19/W ]7 <)

Por esta asociación, esas Vorstellungen, esas representaciones, corren la misma sional. Esta fuerza ilusoria es el resultado de un despliegue sin trabas en la im:1
suerte que lo reprimido primitivo. La represión propiamente dicha es, así, tra- ginación y de una estasis por rechazar la satisfacción.
du cida en francés como: una represión secundaria, el término alemán es nach- Sin embargo, volviendo a partir desde el punto de vista con trari o, <.:s t.1
lrangen, una represión apres-coup, a posteriori. blecemos que ni siquiera es justo creer que la represión mantenga alejados dt•
lo consciente a todos los retoños de lo reprimido primitivo. Cuando éstos <.:stfo
La represión propiamente dicha es una represión a posteriori. suficientemente alejados del representante reprimido, ya sea por medi o dt·
deformaciones - debe ser Enstellungen-, ya sea adoptando algunos enlaces in1 r 1
Todo esto, por el momento, puede, como lo fue, claro, para mí, parecerles medios, encuentra sin más un acceso a lo consciente. Todo sucede com o si 1:1
bas tante oscuro o abstracto; pienso que antes de terminar esta noche las cosas se resistencia de lo consciente contra ellos se diera en función de su alejam i<.: 111 0
de lo reprimido primitivo.
podrán aclarar un poco, pero les indico el carácter tan sorprendente de estas aser-
Entonces, cuando un paciente se somete a la técnica psicoanalítica, le in ci
ciones, puesto que ven una represión originaria que se mantiene fija, ¿no es cier-
tamos incesantemente a producir tales retoños de lo reprimido, etc.; y exig i
to? Es la represión propiamente dicha, no, perdón, la represión originaria que se mos del paciente que nos revele todas sus asociaciones, etc.
mantiene fija y la pulsión, dice Freud, le queda pegada. Y luego la represión pro-
piamente dicha que se refiere a los retoños psíquicos del representante reprimi- Los síntomas neuróticos tienen que haber satisfecho la susodicha obli g:1
do. O las cadenas de ideas que, al venir de otra parte, se asociaron con dichos ción ya que no son más que retoños de lo reprimido, lo reprimido que grac i:is
representantes. Entonces la represión propiamente dicha es una represión a pos- a construcciones -Bildungen- se ha abierto, en fuerte lucha, el paso prohibi
teriori, nachdrangen. Y esto que tal vez ya saben, do hacia lo consciente.

sería un error, es más, el no tomar en cuenta más que la fuerza repulsiva que Una vez más voy a .. . , espero que su atención se mantiene y la solicito un a
actúa a partir de lo consciente sobre lo que tiene que ser reprimido. Convie- vez más en el punto siguiente.
ne considerar también la atracción que ejerce lo reprimido primitivo sobre
todo lo que entra en relación con él. Seguramente la tendencia a la represión Es imposible determinar de manera general hasta dónde deben ir la defor-
no alcanzaría su meta si esas fuerzas no cooperaran, si no hubiera ya un repri- mación y el alejamiento del material reprimido para que sea vivida la res is-
mido anterior listo para apoderarse de lo que lo consciente rechaza. tencia de lo consciente. Se trata ahí de un delicado procedimiento de dos ifi -
cación cuyo mecanismo nos es disimulado pero cuyo modo de acción nos dcj:1,
Entonces, no voy a leerles todo el texto, salto algunas cosas. Les doy, sin embar- sin embargo, adivinar que se trata de detenerse ante cierta intensidad de inves-
go, las líneas generales y subrayo, les digo integralmente lo que me parece esencial. tidura venida del inconsciente.

olvidamos que la represión no le impide al representante de la pulsión el que- Si hiciéramos caso omiso, llegaríamos a la satisfacción.
darse en el inconsciente, el seguir organizándose en él, el formar retoños y el
anudar nuevos vínculos. La represión no dificulta realmente más que la rela- El trabajo que realiza la represión es entonces perfectamente individu:tl .
ción con un solo sistema psíquico, el de lo consciente. Cada retoño de lo reprimido puede tener su propio destino. Un poco rn ;ís o
un poco menos de deformación y todo el resultado está en dificultades. E.~
El psicoanálisis logra mostrarnos otra cosa importante para la compren-
también lo que nos permite comprender cómo los objetos de predilección cfol
sión de los efectos de la represión en las psiconeurosis. El hecho, por ejemplo,
hombre, sus ideales, derivan de las mismas percepciones, de las mismas cir-
de que el representante de la pulsión -Triebrepriisentanz- se desarrolle más
cunstancias que lo que él más aborrece y que ambos no difieren sino po r rnfni
libremente, más abundantemente cuando escapa, gracias a la represión, a la mas diferencias.
influencia de lo consciente. En ese caso, aumenta, por decirlo así, en la oscu-
ridad y encuentra formas de expresión extremas que, señaladas y traducidas al
paciente, le parecen necesariamente no sólo extrañas, sino que lo asustan, por ¿Oyen bien este tipo de cos:is? En la medida en que eso que accede a lo cons-
percibir en ellas como el reflejo de una extraordinaria y peligrosa fuerza pul- r irn te está determin ado .~q·/1 n l.1 t o ln :mci:i de cada uno, por la distancia m~s o
Lección Vlll: 19 de enero de 1989 18 1
180 Parte TI: 1988-1989

menos grande, por la deformación más o menos grande, en relación al elemen- Ven la pregunta que surge de inmediato. ¿En qué medida la producció n de
to, a la representación reprimida, eso ''nos permite comprender cómo los objetos de un chiste - si ella puede decir la verdad, lo verdadero de un deseo reprimido- p1it'·
predilección del hombre . .. '', en los que se interesa, "... sus ideales, derivan de las de ser el equivalente de la satisfacción de una incitación pulsional? Quiero decir,
mismas percepciones, de las mismas circunstancias que lo que él más aborrece'', es si la represión es lo que actúa sobre una satisfacción pulsional, ¿en qué medid a 1:1
decir, eso que rechaza, eso de lo que se defiende, 'J que ambos no difieren sino por producción de un chiste puede resultar, en cuanto a la producción del pl:icn,
equivalente?
mínimas diferencias".
Ven al respecto, cómo la fórmula de Lacan, al decir que el primer objcl'O (k l
Sí, como lo hemos visto para la génesis del fetiche, puede suceder que el deseo, fórmula hegeliana por lo demás, pero aquí, hay que decirlo, es tan patrn
representante pulsional primitivo esté escindido en dos pedazos, uno de los te que el primer objeto del deseo no es su objeto sino que el primer obj eto tk l
cuales ha sufrido la represión, mientras que el otro, por este mismo enlace ínti- deseo es hacerse reconocer; en la medida en que podemos suponer que, justa ·
mo, es idealizado. mente, la facultad del chiste es hacer reconocer un deseo sin que el suj eto esté,
1 en nada, implicado - ni visto ni oído, fue dicho, ya salió, ya se olvidó, ya nad ie
Es sensacional que Freud asocie sobre lo que acabo de mostrarles, mencio- habla de eso- . Es buen negocio y alivia a todo el mundo. Pero, ¿no reanima el
nando al fetiche. En otros términos, el fetiche que quieran, el zapato de la dama enigm a, así, en ustedes, de lo que hay que reprimir, lo que causa la represión ?
que vale, ¿no es cierto?, por la cercanía con el objeto, el objeto reprimido, ven la Espero que les incito a que ustedes mismos estudien este texto, que asociarán
cercanía inmediata, el interés posible por el zapato convertido ahí en un ideal ade- a lo que es retomado en Inhibición, síntoma y angustia, donde un capítulo es ded i-
cuado para sustentar, por ejemplo, la sexualidad. cado a la cuestión de las defensas y de la represión. Un capítulo es igualme rir"
Una cosa más y me detendré en este texto, que les aseguro merecería un comen- dedicado a este asunto en la Introducción al psicoanálisis3 .
tario, o sea, merecería que lo comente durante, durante mucho más tiem po. Pero En lo que a nosotros concierne, en el tiempo que esta noche nos da y qu"
voy a detenerme en algo antes de hacerles com entarios sobre el principio de este voy a utilizar para, esencialmente, invitarles a reflexionar, eventualmente, al res-
texto, algo que, creo, seguro los sorprenderá. Y es lo siguiente. pecto y aportar comentarios u objeciones, si damos crédito a esa represión o ri -
ginaria; esa Urverdrangung parece, en efecto, ser determinante puesto que las
Una modificación en las condiciones necesarias para la producción del pla- otras represiones, la represión propiamente dicha, nunca será más que un a po~·
cer y del displacer puede llegar, en el otro extremo, por decir así, del aparato, teriori de aquélla; nunca se referirá más que a esos retoños de lo que aquí ha sido
al mismo resultado que un grado más o menos grande de deformación. Cier- originalmente reprimido; ¿no estamos obligados a leer esto como filigrana en lo
tas técnicas particulares han sido establecidas para provocar semejantes modi- que dice Freud, lo que Lacan desarrolló por su parte en una conceptualizació n
ficaciones en el juego de las fuerzas psíquicas para hacer que lo que causa, gene-
que, hay que decirlo, se detuvo en el problema de la represión?; esa rep res ió n
ralmente, displacer pueda también, si llega el caso, dar placer y mientras
o riginaria, a ese representante -Vorstellungsreprasentanz- , la represión de ese
semejante medio técnico participe, la represión se verá suspendida en lo que
se refiere a un representante pulsional habitualmente rechazado.
representante que va a condenarnos a un mundo de representaciones, lo co no·
·emos, es el falo.
¿Oyen? Entonces, astucias de la vida psíquica, ¿no es cierto?, para permitir que La paradoja, si seguimos a Freud en esto, es que todo lo que el sujeto tend rla
se transforme en placer lo que, de otra manera, habría sido causa de displacer. Hacer que reprimir se referiría a los retoños de ese representante originario; en otros rér-
que un elemento reprimido, cuya irrupción habría sido causa de displacer, trabaje minos - ¿por qué no decirlo así?-, todo lo que, al venir del Otro, se daría a olr
como sexual. Éste es un punto en el que nos confrontamos a numerosas parado-
la psiquis para hacer que su irrupción sea posible y sea fuente de placer.
¿Q ué técnicas? Es con esto, hay que decirlo, con lo que nos da el golpe. jas. Primero porque es, aparentemente, justo. Es justo, puesto es verdad , rc::tl ·
mente, que desde un punto de vista antropológico extraño, el sujeto está atrapa·
Hasta aquí, esas técnicas no han sido estudiadas con precisión sino para el do en ese proceso gue consiste no en condenar - Verurteilung-, en emitir un juicio
chiste. Habitualmente la suspensión de la represión no es sino pasajera, se la mo ral, sino espo n tá nc:inwn tt· en :ip:irrnr de su palabra, incluso de su pensam ien-
restablece inmediatamente. to, lo que se refie re, lo q 11 l' pndr<.1 onrrdrsclc de orden sexual.
JH !'arle 11: 1988-1989 Lección Vil!: 19 de enero de 1989 '.1HJ

Pero, como sabemos, no se acaba ahí. Ya que podemos decir que son igual- mecánicas que también mencioné. Otra vez, más tarde, presenté lo que me p:1n·
mente todas las pulsiones que llamamos parciales las que se ven prohibidas. Que ce valer como "contra-dicción". En otros términos, que por lo tanto toda asn
se ven apartadas. Es decir, que tenemos la paradoja, con la afirmación de la pri- ción haría inevitablemente oír su contra-dicción.
macía de la sexualidad, de una instancia que se propone como algo que, como Aquí hay que mostrar, tal vez, que esa aserción no hace oír su contra-di cció11 ,
:ligo que provoca la represión de todos los retoños que podrían atribuírsele, pero una contra-dicción, sino cuando es aserción de amo, cuando pretende ser asn
también da una notación sexual a las investiduras orificiales de la infancia y de ción de amo, imperativa, es decir, cuando quiere cubrir todo el campo del sen 1i.
·lbs prohíbe sin embargo el goce, la satisfacción de la pulsión. Es decir, que con do. Es como si esa tentativa misma de cubrir todo el campo del sentido, en ciel'-
'Sta instancia, para retomar bien el carácter, si nos mantenemos en el sentido de to modo, provocara que se retome como contra-dicción.
·ste texto, con el establecimiento de esta instancia, se plantea la pregunta de ese ¿Tenemos acaso, ésta es otra formulación posible, una hipótesis más, tenemo8
po r qué la satisfacción de la pulsión no puede ya ejercerse sino en ciertas condi- acaso que oír en esa contra-dicción, la voz del que dice que no - y, aunque no Íu<.:-
ciones extremadamente limitadas, mientras que fuera de esas condiciones de satis- ra más que para mantenernos en un terreno familiar, sin ser demasiado analógi-
facción de dicha pulsión provocarían un displacer que sería, al parecer, más gran, co por mi parte-, el que dice no a la castración? Es decir, que responde a esa ten
de que el placer que se podría esperar de una satisfacción pulsional, puesto que tativa de dominio propia de la aserción, recordando que su presencia, ah(, Sl'
la economía psíquica prefiere evitarse ese displacer y, entonces, reprime, hace mantiene intacta y no dominada. Y que esa tentativa de dominio no puede co n-
actuar ese proceso automático que es el de la represión. cluirse con una formulación de rechazo. ¿Tenemos acaso que entender, en est
Una pregunta aparentemente absurda se plantea aquí. Absurda porque la esta- mecanismo, esta participación?
mos tratando en términos de economía psíquica, cuando parece ante todo ética, Me parecería, en todo caso, que habría que relacionar esta singularidad de b
es decir, esencialmente relativizada; es la siguiente: ¿cuáles son esas condiciones neurosis obsesiva con el hecho de que, justamente, la Urverdrangung es algo qu<.:,
restringidas que permiten una satisfacción cabal de la pulsión sin provocar dis- para el obsesivo - volvemos aquí a imágenes que nos son familiares- , que la Urver-
placer? Abordar las cosas así es abordar un problema ético; ahora bien, está plan- drangung misma no sería nunca perfectamente consumada. ¿Será necesario, cla-
teado en términos de economía psíquica, es decir, en función del juego del prin- ro, que trate de decir, de explicarme sobre lo que quiere decir que sea nunca per-
cipio de placer y del principio de realidad. fectamente consumada? Tal vez lo que digo, en todo esto, es decir, que ese elemen LO
Dejo esta pregunta en suspenso para volver al problema de las manifestacio- estaría solamente apartado, anulado, aislado, incluso negado.
nes del obsesivo y les recuerdo la sorpresa que, pienso, han compartido conmigo La pregunta que puede, me parece, quedarnos atravesada en la garganta, tal
- y también, es más, el asombro de Freud cuando dice que el inconsciente es lo vez atravesada, no sé, en los hemisferios, en lo que quieran, es justamente la par-
malo en nosotros, es lo malo y lo infantil en nosotros-, entonces la sorpresa de ticularidad de nuestra relación a lo sexual que sería que, por un proceso autom ~ ­
comprobar que, finalmente, lo que podíamos llamar pulsiones inconscientes eran, rico como el de la represión, la orden sería el tener que cortar, incesantemente,
de manera absolutamente sorprendente, el estricto negativo del mandamiento todos los retoños, como dice Freud -es exactamente su término en alem~l.n,
moral; y que mientras más fino era, elaborado, ese mandamiento moral, más esos Abkommlingen, todos los descendientes de esa pulsión-, y la pregunta que nos
elementos inconscientes adoptaban, en espejo negativado, ese carácter mons- queda a partir de ahí, por supuesto, es: ¿qué nos queda? Quiero decir, ¿cómo, co n
truoso. todo esto, salimos adelante? O sea, cuando salimos adelante, puesto que desp ués
¿Cómo intentar, en este punto, unir todos estos cabos sueltos? de todo, no hay que olvidar, de todas maneras, que gran parte de nuestra prácti -
He tratado de hacer valer que al objeto ideal, dice Freud, bastaba una defor- ca gira en torno a que, justamente, hay algunos que no salen adelante, que no
mación mínima, para que sea también el más aborrecido, el más abyecto. Encon- .salen nunca de esta paradoja. Y la pregunta nos regresa de nuevo: ¿cuáles serían ,
tramos aquí lo que dice Lacan, lo que de manera tan bonita llama "la anfibología desde un punto de vista estrictamente económico, las condiciones autorizadas
propia de lo sagrado". Traté de decir que lo que había que entender, al retomar de para que la satisfacción de la pulsión sea permitida?
manera en cierto modo negativada las formulaciones, las tendencias morales, era ¿Acaso esas condiciones quieren decir que en tal sistema, en tal mecani.smo,
la manifestación de ese sujeto, del sujeto como tal que, en la neurosis obsesiva, ·I sujeto, por el juego del signifi ca nte, tendría que incesantemente suprimir de
tenía - mencioné las imágenes de la irritación-, tenía un prurito, por razones su discurso, in ccs:111t (· 1111·1it c, todo lo que podría, todo lo que podría evcnru:d -
384 Parte//: 1988-1989 Lección VIII: 19 de enero de 19H9 38.

mente presentarse como sexual para ya no dejar sino la palabra del Otro? Quie- Denise Lachaud: Sí. Hay algo que ha llamado mi atención en su lectura del
ro decir, ¿que no se autorice, en la satisfacción de la pulsión, sino a condición que texto de Freud. Usted ha mencionado la problemática de la represión en el ohsl'
sc.;a el Otro el que hable, y que el sujeto, como tal, sea abolido para no ser ya más sivo, que podemos encontrar en cierto modo en lo que Lacan estableció con s11s
que el instrumento de eso que le da órdenes, ahí, en el Otro? Tengo la impresión, "Complejos familiares" 4 y creo que ahí estableció, como dicen en la construcción ,
al decirles esto, que estoy bastante cerca de los arcanos por los que pasa, en el par- el conjunto de paredes maestras; tal vez podemos encontrar algunos elemc.;ntos
letre, la realización de su deseo. Seguramente es también por eso por lo que el de respuesta ahí.
simple hecho de poder hacer reconocer su deseo sin que eso parezca una obsce- Usted ha mencionado, igualmente, las defensas del obsesivo y luego en su k-r
nidad, una incongruencia, lo que el medio social señalaría sin falta; que la única tura, y es justo, Freud habla de resistencias del yo [moi]. Entonces, esto, es :1lgo
posibilidad de hacer oír ese deseo que de otra manera estaría, al parecer, blo- que me choca un poco porque es cierto que podemos, en efecto, hablar de la.~
queado, sería en efecto el chiste. defensas del yo, pero las resistencias del yo, ya sea en Inhibición, síntoma y ang11s
Según el juego de la economía psíquica, los caminos de la satisfacción sexual, tia, ya sea en su texto sobre "la transferencia'', en varios de sus textos, sitúa la res is
esos caminos son, en efecto, estrechos. Queda que si el psicoanálisis, al respecto, tencia del lado del inconsciente sin ambigüedad posible. Si el inconsciente ti<.! nt·
está en condiciones de señalizar esos caminos, si en efecto son ésos, de señalizar- que establecer unas Bildungen, unas construcciones -hay una noción de form:1
los y entonces de hacer reflexionar sobre esas instancias que están tan prontas a en eso-, para abrirse un paso hacia lo consciente, podríamos pensar, al leer esu:
instalar el displacer en el centro de lo que podría ser una fuente de satisfacción, texto, que el yo establece defensas contra esas construcciones, es decir, que en ese
a tal punto que el culto de ese displacer puede parecer el objetivo de la existen- momento hace, en efecto, el juego de la represión puesto que eso va a ayud ar a
cia, pues bien, sobre el problema de la represión, al psicoanálisis más le vale cues- sustentar esos retoños de lo reprimido que son atraídos, así, hacia la represión vc.;r-
tionar la legitimidad de esas instancias de las que digo que antes -es justamente dadera, la Urverdrangung. Entonces, en eso me pregunto ... , porque, de todas
éste el problema-, que antes de ser éticas parecen económicas. Como si la ética maneras, la resistencia es algo que encontramos en la cura, que funciona, sin que
no fuera luego más que una tentativa de arreglarse con lo económico. el sujeto lo sepa, pero funciona, está ahí. Si nos atenemos a este corto texto, ¿qut
Creo, con el riesgo tal vez de haberlos cansado con ese pedazo de lectura, creo sucede con la resistencia? Es mi pregunta.
haber abordado algunas preguntas que están en el centro de nuestras preocupa- Ch. Me/man: Sí, sí. En Inhibición, síntoma y angustia, encontrará no una rc.;s-
ciones. Estaría muy contento si ellas les hicieran meditar y si quisieran la próxi- puesta a su pregunta, sino algo que podrá desarrollarla aún más, es decir, q uc
ma vez, hasta la próxima vez, comunicarme sus comentarios, sus reflexiones. Y Freud menciona ahí cinco tipos de resistencia: tenemos que combatir, en el ami-
que podamos en febrero retomar este punto, es decir, ¿por qué los retoños, de lo lisis, cinco tipos de resistencia provenientes de tres direcciones, el yo, el ello, el
que viene de la instancia fálica, por qué los retoños son aspirados? Es lo que dice superyó, y la fuente de las tres formas de resistencia, que difieren por su dinámi-
Freud. Y que hay esa doble fuerza. ca, es el yo. No voy a tomarlas aquí, de inmediato. Lo que quiero simplemente
¿Ven igualmente todo lo que puede sacarse a partir de ese punto sobre la decirle es que, al mencionar la resistencia del yo, es das !ch, se traduce como yo
metapsicología de la consciencia, de lo que llamamos la consciencia? Pero ¿por [moz], no es exactamente lo mismo. En todo caso, Freud vuelve a tener al1í una
qué hay esa especie de aspiración? ¿Por qué? Es muy divertido; Freud dice: vamos intuición genial y que, para no dejarle solamente con un reenvío, para que usL<.: d
a partir de observaciones clínicas, tenemos que volver a la clínica y empieza con misma desarrolle su pregunta en esos textos, una de las maneras de oír esa resis
esta historia de represión originaria y luego de represión a posteriori que actúa tencia del !ch, del yo, es seguramente el ligar esta resistencia, el ligarla a la
sobre los retoños de la represión originaria que ejerce, a la vez, un efecto de aspi- existencia misma del Ich, es decir, el Ich, el yo [je] como tal es resistente.
ración, mientras que lo consciente tira de su lado. Reconozcan que es genial; es Pueden oírlo, Freud dice inmediatamente que hay tres; puede ir a buscar; puc
una percepción que es absolutamente genial, de la cual podemos pensar que se la de ir a buscar eso en los tres registros que nos son familiares, pero al Ich, al yo l/t•I
obtiene por caminos de la clínica que no son claros, en efecto, pero confiesen que, hay que concebirlo seguramente, para comenzar, como esencialmente del ordt:11
al respecto, todavía no hemos respondido definitivamente. de la resistencia, es decir, que la resistencia no sería tanto uno de sus at riburos o
De momento, ¿tendrían acaso preguntas? una de sus virtu ali dadc.;s, sino el rasgo interno de su estatuto. Su estatuto es d
rvs istir. Pero aq uí, t:.~ d p11111 0 '" '' q11(· 1:1 resistencia del !ch se ve co nfo rtada po r
.,86 Parte 11: 1988-1989 Lección VJJJ: 19 de enero de 1989 3W/

o nsideraciones éticas, por ejemplo lo que puede ser, en una sociedad dada, el Regula Schindler. Sí, es justamente como la segunda capa de la represió n q1 H·
·ulco del !ch. Es más, es por eso por lo que Lacan también, con respecto al !ch, n o funciona.
no tenía en absoluto la devoción y el respeto que nuestra cultura le brinda. Pero Ch. Melman: Se puede decir.
bueno, habrá que retomar esto. Pero si usted dice que es la segunda capa, es la represión, es la Nachdrang1111.~.
En todo caso, lo que experimentamos regularmente en la clínica es que mien- la represión a posteriori que no funciona; también tiene que preguntarse po r q11 «
Lras más importancia se le da al Ich, narcisísticamente claro, más fuertes son las y, a la vez, preguntarse sobre lo que hace esa presencia obsesionante de la sig11 il1
resistencias. La resistencia de Dora ... En lo que he dicho, no he hablado del pro- cación, de la significancia fálica, de la significancia sexual en el obsesivo y, en to n
blema de la histeria, habría sido demasiado largo. ¿Cómo funcionaría todo esto ces, de vuelta, interrogarse sobre la manera como esa famosa represión ori.gin:1
en la h isteria?, puesto que no es lo mismo. Freud dice en los textos que, justa- ria ... Volveremos a esto, volveremos a discutir, pero no es absurdo interrogarse
mente, la represión es la histeria. Menciona en este texto el problema de la dife- sobre la manera como él, sabemos, justamente no quiere ceder nada. Quiero decir
rencia de las neurosis según el tipo de represión, lo que muestra bien que no son que si la represión originaria supone justamente un renunciar primero, y es jus
las m ismas organizaciones. 1 to, que puede ser figurado de diferentes maneras, que puede también ser male
En todo caso, cuando Freud habla de la resistencia del !ch, nuevamente es rializado por una parte del cuerpo, tenemos ahí un dispositivo, una sintoma to
muy justo, no es la resistencia del Ich, es el !ch como resistente. logía esencial del obsesivo puesto que esa parte del cuerpo es altamente valorizad:i,
ha funcionado y, a la vez, esa parte del cuerpo está en un lugar no compatible co n
¿O tras preguntas? lo que exige la represión. Pero bueno, si le parece, prepare estos comentarios, dc-
sarróllelos ...
Regula Schindler: Quiero tratar de decir algo muy problemático en este ar- Pierre-Christophe Cathelineau: Pregunta sobre la obsesivización del lazo socia l.
tículo. No se puede imaginar una Vorstellungsreprasentanz antes que haya habido ¿Habría acaso en el lazo social algo que, debido a la presentación del objeto rea l
una Verdrangung. Creo que Lacan dice eso . .. Hay otras indicaciones en Freud mis- como tótem, perjudicaría al mecanismo de la represión originaria?
mo cuando habla de identificación primaria. Queda un poco vago. No hace una Ch. Melman: No lo he pensado, pero seguramente se podría buscar por ese hd o.
teoría de esto. Me parece que habría que hacer una diferencia entre esa Urverdran- Es cierto que funcionamos también en un dima cultural en el que hablar de repn:
gung como entrada a ese yo [je] primitivo que es la existencia del sujeto que entra sión originaria hace reír. Sin embargo, encontramos en nuestro dima una sex uali
en la lengua y la barra fálica que no vendría sino después. Me parece que justamente zación del pensamiento y, como lo vemos, eso no impide además que la represió n
el representante de la representación, l{orstellungsreprasentanz, está como entre los exista. Pero bueno, podemos reflexionar y ver lo que resulta al explorar eso.
dos, no es lo sexual que está reprimido en la Urverdrangung, lo sexual es reprimi-
do a posteriori. Creo que se lo puede mostrar con el Rattenmann. No es lo sexual, Bueno.
como tal, lo que es lo reprimido primitivo. Es lo sexual, en la medida en que se
refiere a objetos que interesan de otra manera, de una manera loca, justamente.
Ch. Melman: Usted lo ve. Eso plantea aún más la pregunta de lo que es repri-
mido, si hay algo reprimido.
Regula Schindler. Hay siempre lo sexual en la medida en que no cualquiera
está en el lenguaje, sino en la lengua, incluso los psicóticos.
Ch. Melman: Justamente. Usted ve que hay una Urverdrangung pero se ve 1
FREUD, Sigmund, "Inhibición, síntoma y angustia", en Obras completas.
obligada a interesarse en un pensamiento y es tan poco urverdrangt que todo está Todas las citaciones de Freud que hace Ch. Melman son traducción de O. Guerrero. N del '/,'
sexualizado en él. Es decir, que uno está confrontado, en el caso de la neurosis J FREUD, Sigmund, "Conferencias de introducción al psicoanálisis'', en Obras completas.
obsesiva, a un pensamiento que no logra nunca, por un solo momento, limpiar- " LACAN, Jacques, La fa milia, Argonauta, Barcelona-Buenos Aires, 1978. Este texto fue publi
se; constantemente lo que se le impone está en el registro de la significación sexual. cado en francés en dos mo mentos distintos. En la Enciclopedia, baj o el título "La fam ili ~". y
por la edito ra N:w~ ri11 , hajo ~· I d111lo " l.os co mplejos familiares" . N del T
Es justamente ésa la pregunta. Es decir, ¿cómo, qué hace este tipo de pensamiento?
Lección IX
9 DE FEBRERO DE 1989

Espero haber logrado la vez pasada, al comentar ese texto de Freud sobre la repre-
sión, por lo menos una parte, transmitirles cierto escalofrío a sus puestos, es decir,
la impresión de que estábamos acercándonos a lo que constituye segurament"
uno de los misterios de la creación de la condición del parlétre. Tal vez recuerdan
que, al final de su argumentación, en los últimos años, sucedió que Lacan dije-
ra que, finalmente, no sabía muy bien lo que era la castración. Ahora bien, con
el comentario que les propuse la vez pasada del texto de Freud sobre la represión ,
llegarnos a ese punto en que se puede establecer para nosotros que la castración se
opera en el mismo movimiento que la represión y que es ésta, la represión, la que le;
prepara el terreno ... Al seguir a Freud, ¿qué es, en efecto, la represión?, sino el hecho
de que la emergencia en la vida psíquica de una incitación pulsional, Triebregun,R,
de cualquier orden que sea, va infaliblemente a encontrarse primeramente, diría
y lo ilustraré, automáticamente, con la cuchilla que va a "desbarbada", a quitar-
le las barbas, a exigirle, en todo caso, que se renuncie a esa incitación pulsion::il ,
que se la haga inofensiva, anulada, transformada, desviada, sublimada o, inclu -
so, si tiene que realizarse, no podría sino con ciertas condiciones para que, evcn-
t 11almente, haya placer. Lo que quiere decir que se trata, a esa incitación pulsio-
11al, cualquiera que sea ... , venida de nuestra psiquis, por una especie de movimiento
.1utomático, de sacarla de la palabra, de prohibirle el acceso a la palabra y de red u-
vir sus manifestaciones somáticas.
Pareciera ser que ese curioso destino de las pulsiones tal vez no es bien perci-
bido por nosotros porqut:, de 111:111cra <:xrraña, todas las pulsiones no parecen eq ui-
v: tlcntcs, habida cuc111 :1dt· l.1 n·pn•sÍi 1)1l , l ·~s :isf por lo que podríamos estud iar cs t:i
'.' 90 Parte /[: 1988-1989 Lección IX: 9 de f ebrero de 1989 :N 1

noche, por ejemplo, para comenzar a examinar su movimiento y para tratar de los alimentos. Es probable que esta preparación de los alimentos tome su virtud ,
ilustrar lo que les propongo, la mejor tratada de las pulsiones, es decir, la mejor tome su valor -bueno, nosotros no somos etnógrafos, etnólogos, no es por <.:Sl"
aceptada, la mejor tolerada, justamente ésa que se escaparía a esa cuchillada sis- lado por lo que el problema de la cocina, ni siquiera de las modas culinarias, se:
temática que mencionaba hace un instante, que es visiblemente la pulsión oral nos presenta- , pero en todo caso este valor particular ligado a la preparación d('
- oralidad que será tratada en unas jornadas en junio 1- puesto que las manifesta- los alimentos no es tan fácil; a veces, será incluso, justamente, descuidada o ta111
·iones de dicha pulsión, de la pulsión oral, son en general bienvenidas y de ordi- bién rechazada, por ejemplo. Entonces, la importancia que tiene la preparaci<'>11
nario se las satisface sin mayores dificultades. Lo cual va a aclararnos tal vez con en la alimentación está aparentemente ligada al hecho de que esa preparación, vn
res pecto al destino de las otras pulsiones en la medida en que ellas están, justa- cierto modo, ilustraría un permiso del Otro materno. Tampoco entro, ahora mis
mente, más marcadas por la represión, es justamente lo que sirve de coartada a la mo, en comentarios que no harían más que sustentar lo que les estoy proponiendo
pulsión oral para estar así, digamos, para tener su lugar libre y ser bienvenida en y que se refieren a las patologías de la pulsión oral ...
el comercio social. Primero, obviamente, porque siempre tiene la coartada de no Tal vez sólo una palabra sobre algo que existe, que se llama glotonería, y que
satisfacer más que una necesidad, claro; pero sobre todo supone regularmente la puede, justamente, presentarse como la tentativa de prescindir de ese permiso dd
benevolencia en el Otro del objeto causa de la pulsión oral. Me parecía, gracias tal Otro, de mostrar que éste no le importa en absoluto o también que ese permiso
vez a la ilustración que nos da, justamente, dicha pulsión, que para que una pul- es inexistente. La glotonería es una manifestación que quienes trabajan en los asi
sión no sea tal vez inmediatamente marcada por la represión -dicha pulsión no los conocen bien, en los asilos o en los servicios de niños. Y luego está, claro , l:t
podría autorizarse por sí misma- necesitaba, en cierto modo, para justificarla, esa anorexia que no voy a desarrollar en absoluto aquí, pero, si lo hiciera, sería en d
especie de connivencia, seguramente una de las manifestaciones de regreso con sentido de lo que les propongo. Notemos, en todo caso, lo que es seguram ent "
que Lacan ilustra el trayecto pulsional en torno al hipotético objeto causal. más interesante, que ese goce simultáneo atribuido al objeto causa de la pulsión
Entonces, parece que para que una pulsión se autorice, necesitaría ese per- inscribe a l~ vez, en cierto modo, unos deseos en el Otro y es seguramente ése.: d
miso del objeto que causa, del objeto causal y parece que, en lo que aquí nos con- privilegio realizado por esos deseos que, a la vez, autorizan a la pulsión, no h
cierne, no habría mejor manifestación de este permiso que el signo del goce para- hacen sucumbir a la represión.
lelo, simultáneo, armonioso de ese objeto con el movimiento pulsional mismo, Consideremos ahora, en el examen de las diferentes pulsiones con respecto a
orno si hiciera falta, pues, esa garantía de que el objeto mismo gozaría de aque- la represión, la pulsión escópica. La tomo aquí, de inmediato, ya que está emi -
llo que hace gozar, del goce que trataría de obtener quien es animado por dicha nentemente opuesta a lo que acabo de decir a propósito de la pulsión oral; t:s
pulsión, que haría falta entonces ese testimonio para que un goce ... , para que curioso comprobar que la pulsión escópica estipula muy difícilmente un acuer-
una pulsión se autorice; al describirlo así, vemos bien cómo, en efecto, la pulsión do con el Otro, con el objeto del que se trata aquí, es mucho más común que b
oral supone la connivencia compartida, digamos, la connivencia de aquella que pulsión escópica esté eminentemente teñida de culpabilidad; esto es lo que nos
alimenta, el testimonio explícito de que ella participa en el goce de su hijo; es trae, ya que no alejo de él en absoluto como verán al Hombre de las ratas; ella esd
indudable que decirlo así es recordar lo que, después de todo, es aparentemente marcada por la prohibición, está eminentemente reprimida y su expresión clíni-
una de las funciones maternas. Todos los que trabajan con los niños pueden situar ca más corriente, más frecuente, es justamente el guiñar en la medida en que s11
las incidencias, cuando la alimentación es simplemente del orden, justamente, rapidez permite, en cierto modo suponer una anulación que haría que su reali -
del servicio y de la satisfacción de la necesidad, lo cual no va sin efectos ... zación hubiera apenas existido. ¿Quién pudo ver ese guiño? Y sabemos que cs:1
Notemos también que ese goce oral, esa pulsión oral va, sin embargo, a encon- culpabilidad es, igualmente, la del exhibicionista que es un mirón a su mancr:1
trarse con un límite, pero este límite es ante todo cultural; no parece que, en esa puesto que de lo que se trata es, para él, de ver la mirada de una mujer mirándo-
pulsión, este límite sea del orden, justamente, de lo orgánico: un índice de glice- lo, mirándolo en su exhibición, además el cierre, como lo hace notar Lacan, y:1
m ia, por ejemplo, o lo que quieran, no sé. Sabemos que este límite es ante todo sea el cierre del abrigo que nos recuerda la economía del guiño, de lo que se vuc.:1-
ultural. Y les digo sólo esta incidencia: ese permiso exigido, pues, del Otro, esa ve a cerrar inmediatamente después de haber estado abierto. Volvemos a enco n-
autorización del Otro es aparentemente lo que se encuentra en el precio que atri- trar esa dificultad qu e.: se rtll(· r(· a la pulsión escópica en ese cuidado que tenemos,
buirnos, en nuestras costumbres alimenticias, que atribuimos a la preparación de apa ren temen te codos .. ., t .L~ i todo.~. hoy t· n día, en no hace rn os ver, en no a t r:1<: r
.w Parte 11: 1988-1989 Lección IX: 9 de f ebrero de 19H<J '.W3

l:1s miradas. Nos presentamos, en general, en un buen tono gris, un buen pro- siqn anal, mucho más aún que la precedente, es prototípica de la repres ión p1d
medio, así, en que mostramos bien, cada uno, nuestra represión ya que, después sional, puesto que parece que la salida más ordinaria, que de ella esperan nu es
de LOdo, ¿acaso el deseo de hacerse ver, justamente, no existe? Y es a propósito de tras convenciones sociales, es que sea sublimada; para Freud, la cultura, la civili
l'S lO, ya he esbozado esto antes, por lo que habría que retomar, no sé si llegare- zación es una sublimación de Ia: pulsión anal y el orden, la parsimonia y la limpil''/;1
mos a hacerlo un día, en nuestro grupo, retomar una filosofía del vestir, de la cual no son nada más que efectos de la sublimación de dicha pulsión; y recuerda11 qlH '
k:s recuerdo en todo caso que, con su vestimenta ridícula, Lacan no paraba nun- la sublimación, como nos lo dice, está siempre muy, muy cerca de lo que cs pro
·a de provocar dicha filosofía; no paraba de solicitar, en todo caso, una interro- yectado, de lo que es reprimido. De nuestra civilización, Lacan decía qu e l'.~ l.1
g:i ción sobre lo que se refiere, justamente, a la represión con que estamos, nos- alcantarilla; ven ustedes que por esa cercanía podemos incluso dar a nuesrra civi
otros, normalmente, "normalmente", quiero decir según la norma, según el lización calificativos aún más crudos, aún más malolientes. Entonces, a propósi
pro medio, con que estamos marcados. to de la pulsión anal, podemos preguntarnos: ¿por qué hay, así, represión?, ¿cómo
Lo que es curioso -y pienso que, en el punto en que estamos, no estoy segu- así? Pues bien, si las heces son prototípicas del intercambio con el Otro, si h~
ro de que alguno de ustedes pueda responder-, lo que es curioso es el preguntarse heces son el equivalente de esa parte del cuerpo cedida al Otro, si son en efecto
¿qué causa tal prohibición? ¿Por qué la pulsión escópica es, contrariamente a la ese regalo que se pide, se exige al niño, podemos decir que el renunciar a gozar
precedente, justamente, amputada, bloqueada, rechazada, de manera tan siste- de ese objeto, es decir, la represión de la pulsión anal, es la condición mism a dt
mática? ¿Es acaso el temor? Es una pregunta que les planteo, ¿temor acaso, que un ejercicio posible del significante cuyo juego, cuyo movimiento consiste justa
se tendría, de cegar al Otro? Tal vez ... Notémoslo. Tal vez es simplemente la pre- mente, ¿en qué? En el establecimiento, en ese lazo constituido con el cuerpo, en
sión social que va en ese sentido, ciegamente digamos, sin interrogarse al respec- ese lazo en el que la nada es el soporte de la posibilidad del juego del significa n-
to. Lo cual no quiere decir que no sea buscado el goce de la mirada en el Otro, te; sin él, no hay juego posible del significante -ustedes saben, seguramente k s
el goce del objeto causa de dicha pulsión. Sabemos, al contrario, que ese goce es sorprendió, Lacan, en un momento dado, ordena la nada entre los objetos a; sin
buscado con bastante frecuencia, pero parecería que ese goce fuera más bien con- esa nada, el juego del significante es invalidado y es por medio del sacrificio dc
sumado por el sacrificio que hace el sujeto de la pulsión escópica, por lo que aban- una parte del cuerpo como se anuda la ex-sistencia de un sujeto con un goce falli -
dona a la mirada, salvo al retomar con la madre esa pareja que mencionaba hace do, cierto es, pero que en todo caso vuelve este sujeto ... ¿cómo decir?, congrucnlt
un rato, a propósito de la pulsión oral, esa pareja que establece la posibilidad de con la propiedad, las propiedades, la especificidad del significante.
u na connivencia armoniosa con el Otro, simétrica, recíproca y que, claro, va ver- Tenemos la ilustración de esto, inmediatamente, en el hecho de que si esa
se como modelo, como ideal de todos los goces y, en particular, del goce sexual, nada falta, el aislamiento de esa nada, falta o está, en cierto modo, deliberad:i-
Jaro. Entonces, en el campo de lo escópico, digo que no es sino en un caso muy mente ocupado por un objeto, el objeto anal, por ejemplo - el juego del signifl
preciso en el que la connivencia es, en cierto modo, establecida con la mirada del cante es suficientemente modificado por esto, perturbado, para pasar al rango dt·
Otro, Otro primordialmente materno: es cuando la madre y su hijo forman aquf signo-. Lo que quiere decir entonces -y lo retomaré o lo ilustraré de manera m :~ s
un a pareja en la cual el que es vehículo de esa pulsión está destinado a ser homo- decisiva a propósito de lo que llamamos pulsión sexual- , punto de interrogación,
sexual, es decir, a mostrar que, precisamente, él tiene el orgullo de no haber cedi- que es propiedad del significante el ejercer esa aspiración, esa aspiración el e u11
do al Otro el objeto cuya tenencia lo vuelve notable, lo vuelve visible, lo vuelw objeto, de un objeto condenado pues a la pérdida, puesto que si resurge provoc:1
atractivo para las miradas; es precisamente el hecho de haber rechazado ese sacri- la angustia ante un mundo que se ha vuelto señalizado, todo se vuelve signo, L'S
f·lcio que, paradójicamente, sería por un giro, la causa auténtica del goce del Otro, pues propiedad del significante, propiedad física, el ejercer esa cuchillada en 1:1
pero les digo que ése es un caso un poco especial que, sin embargo, tiene tal ve'/, pulsión que, sin embargo, él mismo organizó, que, sin embargo, él mismo llam ó
la ventaja de contribuir a justificarnos la validez de este proceder. con esa aspiración, con esa llamada a un sacrificio. Entonces: llamada a un sacri ..
Y luego está .. ., no es todavía la última pulsión pero es esencial y va induda ficio y, a la vez, prohibición de realizar el goce que sería el precio de dicho sa-
bl emente a aclararnos más, digamos, sobre este extraño destino de las pulsionts crificio.
que escandaliza a Freud. Freud se pregunta: ¿por qué pasamos el tiempo, así, esca A propósito de es1:1 pulsió n anal, hemos visto, es tan elocuente en la observ:1
mo teando, evitando, obstaculizando la satisfacción pulsional? Pues bien, la pul ió n del Hombre dt• /m M/111, q11t· 1•1 ohsrsivo esta blece eminentemente con el O tro
'.\94 Parte l/: 1988-1989
Lección IX: 9 de febrero de 1989 .W:i

<.:s<.: modelo tomado del goce oral, el de una reciprocidad del goce anal con el Ot~o, "sí" o del "no'', es decir, una dialéctica del "tiene" o "no tiene". No es la dialfrti
algo que entonces autorizaría ese goce. Tenemos, digamos, ilustraciones, una ilus- ca del sí y no; es la dialéctica más específica, digamos, del orden significante y<'.~
l ración en que chorrean todas esas fantasías de excrementos que se intercambian tal vez lo que hace que curiosamente sea una mujer, o sea, que no sean las rnuj{'
·ntre los orificios ... de uno y de Otro, y eso, justamente, por todos los agujeros res las que hayan hecho valer, por ejemplo, la dimensión del goce Otro. Pu<:s to
posibles. ¡Todos! Incluso escópicos, es más, en imágenes que son muy sorpren- que en la dialéctica del sí o del no, el goce sería o fálico, o no es; la dialécric:1 dt•I
ckntes; uno se pregunta cómo pueden venir a la mente; pero en todas esas imá- sí y del no es la única en condiciones de plantear, justamente por esa Bej1tlm11g
;enes el intercambio del objeto excremencial entre los dos miembros de la pareja de la cual el sujeto no se hace portador sino a condición de oponerle, en seg11i
se funda en la idea de que el Otro participa, está de acuerdo con este goce y enton- da, una negación, decir que no es eso, negación referida a la Bejahung funda
·es, a la vez, es uno de los argumentos para rechazar el renunciar al mismo. mental, es lo que llamo el sí, la dialéctica del sí y del no, y que es, pues, la t'1nit':i
Algo más, ya que no es ajeno a mi ponencia, sobre la pulsión invocante. No que puede introducir una dimensión Otra, sin que esta dimensión Otra sea sim
·s ajena a mi ponencia ya que tiene que ver, obviamente, con la religión. La pul- plemente negadora del goce fálico.
sión invocante, en la medida en que eso de lo que se trataría sería de gozar de la1 En todo caso la castración, para uno y Otro sexo, no tiene un objeto real como
voz, del objeto voz, puede desde ya instruirnos, ponernos la mosca detrás de soporte, porque la mujer tampoco, a pesar de su posición viril al principio, y a
la oreja sobre lo que puede referirse al goce esperado de la religión. Está claro pesar de la idea que puede hacerse, no por eso ha cedido un órgano real; sabenws
que la religión tampoco se sostendría si no estuviera suspendida, organizada por que ese objeto es imaginario, es pues el falo y esto tiene dos consecuencias que so n
las siguientes: por un lado, lo que con Freud llamamos "la primacía de lo geniral",
un goce.
Entonces, bueno, ¿se puede hablar de pulsión sexual? Es una pregunta que es decir, el hecho de que el goce fálico, de que la distinción de ese objeto .imagi -
puede plantearse puesto que en el caso de la pulsión sexual, el objeto causal no nario, el falo, va a exigir la represión de todas las otras pulsiones al tiempo que l:1s
tiene nada de real; el objeto escópico es real, eso es lo extraño; cuando por mani- sexualiza si ya no lo estaban en un principio. Las sexualiza y exige la represión dt
pulaciones desafortunadas, digamos, de dicho goce uno obtiene efectos retinia- las mismas, es eso la primacía de lo genital. Pero también, y es ahí donde encon -
nos, por ejemplo, no menos desafortunados u otros efectos del ojo, y muy bien tramos esa incidencia inesperada, chocante, escandalosa, mal hecha y todo lo dem:ls
pueden notar las correlaciones ... , es decir, pareciera que la vista, que la buena que decía hace un rato, de que a falta de objeto real, ese objeto imaginario -ca11
salud del aparato oftálmico dejara suponer que el objeto escópico, que el objeto sa pues de la significancia y, digamos, de la sexualización del significante- va a exi
ausa de la pulsión escópica, que la mirada haya sido, en efecto, establecida para gira la vez que sean sistemáticamente reprimidas todas las incitaciones sexuaks
un sujeto dado. Quiero decir que haya habido cierta renuncia, cierto límite esta- que, sin embargo, él mismo ha provocado y solicitado. He mostrado, a propósito
blecido para que funcione la visión. de la pulsión precedente, que el sacrificio con el goce fálico va a ser como pcr111:1
En la pulsión sexual nada real es abandonado al Otro, puesto que lo que es neme, a falta, parece, del órgano real para sacrificar en realidad, para dar co mo
abandonado es del orden esencialmente de lo Imaginario, incluso si es lo Sim- Real, todas las Triebregungen sexuales provocadas por dicha pulsión. Es por eso
bólico lo que se vuelve su soporte; salvo, notémoslo de todas maneras, salvo tal por lo que mencionaba al principio esa coincidencia de la castración y de la reprt
vez en la idea que una mujer puede hacerse de ésta, ya que está excluido que ima- sión que no son, en cierto modo, sino las dos caras de la misma incidencia propia
gine la pulsión sexual organizada, justamente, por el sacrificio de un objeto real; del significante y con esta otra consecuencia que será, aquí, mucho más imperio
es incluso, tal vez, por esa concepción que ella puede percibir la castración como sa y exigente que en los casos precedentes, el hecho de que para autorizarse goce
un indicio de virilidad; sabemos que no es raro, mientras que, al contrario, la sexual, la autorización tendrá que venir del goce cedido, otorgado, reconocido ,
posesión del instrumento feminizaría a su compañero. Es tal vez, igualmente, es explícito de ese objeto fálico en el Otro, a tal punto incluso que lo más ordinario
esta interpretación de la castración lo que haría que su goce ... Lacan lo señala en de la vida de un sujeto consiste en hacer gozar ese objeto en el Otro, darle go<.T
2
uno de sus textos, que debe ser Subversión del sujeto y dialéctica del deseo , en que aunque implique renunciar a él, es decir, no tomar sino las sobras. Y aunque impli
muestra en qué medida, en una mujer, el objeto causa del deseo es el objetivo que, claro, preguntarse eventualmente, en los momentos críticos de la exiscent:i:i
<l irecto, sin semblant -que su goce podría aquí, eventualmente, parecer perver- que pueden producirse nds o menos temprano, más o menos tarde, lo que cs t:I
so- , lo cual pone a dicha interpretación en una dialéctica particular que es la del haciendo y de qué a 1110 S<' l'St:1 li :1cirndo servidor, servidor lleno de abnegación.
..96 Parte ll: 1988-1989 L ección IX: 9 de f ebrero de 198() '.W

Si lo que les digo aquí les parece demasiado desagradable, lastimosamente tie- La letra no es en absoluto la articulación, ¿cómo diría ... ?, el elemento, el el"
nen que referirse a lo que nos ilustra, a lo que nos muestra la clínica que, al res- mento primero de nuestra relación a la cadena significante. El elemento prim<.: -
pecto, es de una elocuencia, digamos, de una elocuencia siempre muy sorpren- ro de nuestra relación a la cadena significante es el significante. Y, justamente, en
dente. Y cuando Freud nos habla de la aspiración ejercida por esa represión este efecto que acabo de decir, es debido a la represión que se da en el in con s
o ri ginaria, es decir, el establecimiento de ese objeto imaginario en el Otro y el ciente esa distinción, esa presencia de elementos materiales que, como lo dice
hecho de que la represión secundaria va, en cierto modo, a asociarse a ella para Lacan, constituyen un alfabeto, una escritura antes incluso de que el sujeto St' I),1
·xpulsar del significante ... , ¿expulsar qué del significante? Todo lo sexual que leer. No voy a retomar ahora este punto. Pero, ¿cuál es la consecuencia de <.:s to?
podría venirle, como si lo que pudiera venirle de sexual debido a ese objeto ima- Es extremadamente simple; no hay para un sujeto elementos que estarían, en cicr
gin ario en el Otro hubiera que, incesantemente, pasar por el altar para deposi- to modo, marcados de obscenidad, que él echaría del alfabeto, y otros a los cua-
d.rselo. Espero que lo que les digo les parezca más estimulante que deprimente; les daría acceso en su palabra. Es muy obvio que cada letra está marcada con cs:1
·s en todo caso así como funciona. obscenidad originaria, "ob-scenidad'', es decir, que, en efecto, ella viene de otra
Hay esa cuchilla que mencionaba hace un rato; lo que tenemos que notar escena y que está marcada, al ser el signo del objeto a, por ese objeto en la medi-
todavía, para volver o para concluir con nuestra neurosis obsesiva, ya que, en el da en que está perdido, puesto que es lo que ella, la letra, inscribe ahí como sig-
fo ndo, son las dificultades de la represión en la neurosis obsesiva las que nos obli- no. Lo que quiere decir. . ., ¿qué? Lo que quiere decir que en la palabra, por d
gan a repensar la manera como todo esto funciona. No es necesario que haya un hecho mismo de esa propiedad específica de la letra, el regreso de lo reprimid o
padre en el significante para que actúe esa cuchilla que acabo de mencionar, y está ahí permanentemente y es uno de los enloquecimientos del obsesivo: el no
q ue es propia del significante y, como hace notar Lacan, la función paterna no es confrontarse sino a pensamientos que son, todos, obscenos; el ya no tener pen-
cn absoluto manejar aquí la cuchilla, muy al contrario puesto que la función pater- samientos que logren, justamente, establecer una barrera.
na va a ser la que dará la autorización del goce ... y que, eventualmente, permite ¿Por qué es éste el destino del obsesivo? ¿Qué vamos a evocar? Quiero decir,
al sujeto ser un poco menos timorato, estar menos cautivo en ese proceso. ¿vamos acaso a evocar, como lo hacemos comúnmente, como yo mismo lo hago,
Pero, ¿en qué registro pasa esta cuchilla? Pasa, obviamente, en el registro del el hecho de que no quiere renunciar al objeto causa de ese goce y que, en cierto
sentido, no hay sino el sentido para ser sexual, pero el soporte de este sentido, su modo, él tendría el objeto causa de ese goce, ese objeto imaginario cuya presen-
soporte material, es lo significante, es decir, que uno no puede, en cierto modo, cia en la cadena hace, justamente, que los otros significantes se vuelvan signos de
amputar este sentido sino a condición de arrancar algo significante, que sea una esa obscenidad que se ha vuelto una mancha que ya no puede ser lavada? En efec-
palabra, que sea una frase o que sea una letra. Y ahí nos volvemos a encontrar con to, podemos decir todo eso pero también es posible mostrar que la religión, ¿qué
la pregunta siguiente: ¿eso querría decir que en el inconsciente habría una ins- es? Nuestra religión, pienso que hay que decirlo así, es primordialmente el culto
cripción privilegiada, que sea de significante, que sea de frase o que sea de letra, del falo, es decir, de que este objeto, por una parte realice lo Simbólico, lo vuel -
que constituiría lo reprimido, propio de cada uno, que le da a uno su aparente ori- va Real puesto que exige incesantemente que lo que tiene que ser suprimido dt·
ginalidad en su relación al lenguaje y el hecho de que, para aquél, las palabras, jus- lo Simbólico vaya a lo Real, es decir, da consistencia real a lo Simbólico y, al mis
tamente, no se agencian exactamente como las de su vecino, que tienen en su ore- mo tiempo, en cierto modo, conduce inevitablemente al regreso de lo gu e sin
ja incidencias que no son necesariamente las mismas que las de su vecino? Lo que cmbargo fue sacrificado, fue rechazado, con ese movimiento que conocemos bien
es curioso, e indudablemente habrá que retomar este punto, es que es muy pro- que, mientras más marcado es ese rechazo, más creciente es el regreso. El culio
bable que la represión originaria esté, en efecto, organizada en un sujeto dado en de ese objeto exige entonces una posición de sublimación. Es obviamente el itk
to rno a una inscripción que le es específica, que es suya y que es posible, por el al religioso del cual hay que decir, sin embargo, que el obsesivo nos muestra ti
análisis, efectivamente, descifrar. Pero se trata, ahí, de la represión originaria ... , lo fracaso. Ustedes han visto, quiero decir, lo que no se puede. Eso no ha impedí
que algunos han llamado el famoso "nombre secreto", el "nombre escondido", el<:. do, obviamente, la existencia de santos ciertamente auténticos, pero creo qu <.: h
La represión "propiamente dicha'', como la llama Freud, es decir, la represión posibilidad de su san tid ad es en efecto un gran misterio . .. Si toman al Hornbn·
s<.:c undaria, ¿sobre qué tiene efecto? Tiene efecto, como lo decía hace un rato , le las ratas, por ejempl o, ¿q11 <- w n? Ti ene, dice Freud, una doble personali chd , la
sobre el material de la cadena significante, es decir, las letras, en última instancia . 1111a es la perso nalid ad : 1 sn~ li < .1, "·~ d1·vir, qu e renuncia, es el caballero se rvid or ti<.:
398 Parte 11: 1988-1989 Lección IX: 9 de febrero de 1989 399

la Dama, no se trata en absoluto de casarse con ella algún día. Seamos muy pre- toriador, obviamente, a pesar de su verdadera erudición, tiene de todas maneras
·isos, seamos también un poco crudos; no dejo de serlo esta noche, pero bueno, dificultades para dar cuenta de algunas de estas faltas. ¿Por qué algunas faltas?
no corro mayor riesgo. ¿Qué sacrifica en aras de la Dama? Está muy claro que Por ejemplo, en efecto, dice,
pasa el tiempo sacrificando. ¿A costa de qué? A costa de ciertos inconvenientes,
justamente, en lo que se refiere a su relación con un significante al que ya no logra Se encontrará en este catálogo algunas transgresiones rituales, por ejemplfJ:
volverlo clean. Y va a tener esa doble personalidad que va a consistir en, por un
l:ldo, presentar "sus saludos respetuosos", como se dice, a la Dama, pasar el tiem- - Haberle faltado el respeto a un dios en palabras o en actos -¡todavía no t'N
po en eso y, al mismo tiempo, va a tener lo que hay que llamar conductas per- el monoteísmo, ah . .. !
- Haber desviado la materia de un sacrificio prometido a una divinidad si
versas, fantasmas eminentemente perversos y conductas de tipo claramente
uno roba en el altar el pollo o el cordero puesto por el predecesor, es un:i
perverso ... Les aseguro entonces que este tipo, si fuera necesario que se lo ase-
falta ...
gure a ustedes, que este tipo de división entre la Dama que se honra y la que se - Tomado, para rezar, una actitud arrogante ... -tampoco hay que hace r
fo lla, este tipo de división es de lo más banal ... , es parte del estilo más ordinario trampa . ..
de la organización pequeño-burguesa, es uno de los pilares de la institución peque- - O ... haber descuidado el lavado de manos ... ven ustedes ...
'ío-burguesa, es decir, ¡de la gente bien! - Omitido ... si uno ha omitido, durante el sacrificio, mencionar el dios rtl
Pero, ¿qué protege este tipo de dicotomía? Para el Hombre de las ratas lo vemos que uno se dirigía ... No hay que pensar que se va a poder, en el mismo
bien, eso protege el hecho de tener que considerar que la Dama y, ya sea la pros- sacrificio, satisfacer a varios dioses a la vez diciendo que no se dan cuen-
Lituta, ya sea la costurerita, ya sea quienquiera, no son aquí sino representativas ta ... Hay que decir a qué dios se sacrifica ... [risas]
del mismo objeto; del mismo objeto tomado con la Dama en su lado castración - Si uno ha desordenado la disposición de un altar preparado para el culto ...
y realización del Ideal, de la sublimación y tomado en su otro lado, con el aspec- Ven ustedes, ahí ya hay algo un poco raro, algo justamente del lado del
to del objeto, del objeto que, para ser excitante, debe ser un poco repugnante, es orden, de la disposición. Bueno.
- Si uno tiene relaciones sexuales con una mujer destinada a una divinidad...
la condición en este dispositivo; entonces, la otra cara de ese mismo objeto como
eso ya existía ...
ausa del deseo. Es por eso por lo que hay en la religión una gran verdad, y pien-
so que Lacan celebraba por su parte esa gran verdad, que es necesario que haya
Y luego el historiador continúa y dice que en ese catálogo, ya que es él quien
u nos que se castren, "se castren", es decir, renuncien al uso efectivo de sus medios,
ha hecho la clasificación, esas doscientas cincuenta faltas están ordenadas así, en
de sus atributos, para que otros puedan follar. Es en cierto modo su verdad. Y
desorden, no hay capítulos; entonces dice que hay también faltas que se refieren
·sto nos recuerda además, si fuera necesario, ese comentario de Freud que, espe-
al orden público, cuya responsabilidad le incumbía también al poder civil. Eso
ro, les hizo temblar la vez pasada porque realmente es bastante abominable que
ya es extraño porque uno puede cometer una falta religiosa, un sacrilegio con un:i
pueda decir que entre el Ideal y lo que es reprimido el margen es ínfimo. E inclu-
falta de orden civil, eso ya es más extraño, por ejemplo:
so, ¡que lo que va a constituir el Ideal es lo más cercano a lo reprimido!
Entonces . .. , ya es tarde, pero les he traído un artículo que una persona que
- El uso de monedas falsas o de medidas falsas; desplazamiento injusLifl
sigue este seminario me ha comunicado, hace algún tiempo ya, artículo hecho cado de límites o de barreras que delimitaban las propiedades; aprop ia-
por un historiador llamado Jean Bottero que escribió un libro muy interesante ción de herencia; robo; adulterio; falso testimonio; falta de respeto a los
sobre el nacimiento de la religión 3 y ese artículo -que es igualmente un artículo padres ...
que no es ininteresante de la parte de un historiador- se llama "El nacimiento dd
pecado", fue publicado en la revista L'Histoire, en mayo de 19874 • Pues bien, tene- Es interesante ver cómo parecía haberse percibido ya que esos dioses honra-
mos la sorpresa de comprobar que nos cita un catálogo de faltas tal como figu - dos por esos pueblos semitas, finalmente, tenían también una relación co n el
ran en una liturgia exorcística que pertenece a una religión semítica, religión man o rden social, con el orden civil, era en cierto modo nada menos que engafüirlos
tenida por pueblos semitas antes de la religión hebrea. Y hay ahí un catálogo dr ·I no respetar cierto rcpario, l'i<: rt:i confianza, también, un pacto. Y luego emon-
las faltas, hay doscientas cincuenta de ellas ... ¡sólo doscientas cincuenta! El his ces, y es sobre todo esto lo q11 t· q11 cd.1 ro nrarlcs, esto es lo que di ce el historiador:
400 />(fr/e 11: 1988-1989 Lección IX: 9 de febrero de 19H9 401

. . .y luego hay otras [faltas] que, evidentemente, son más benignas, que más he tratado, de manera muy cruda, de recordarles hoy, es decir, que son co nse
bien tienen que ver con la simple civilidad o con los usos sociales, incluso con cuencias de una contradicción y de un absurdo visibles.
el sentimiento de dignidad personal o de lo que se llama el orden moral.
Entonces, ¿puede uno entregarse a un pacto así ... ? Y, sin embargo, si u no 110
¿Cuáles son esas otras faltas que consistirán en perturbar los usos sociales?,
se entrega a ese pacto que quiere que, al ir a la taquilla de la estación, a un o le dt ·11
L'Scuchen, está en el mismo catálogo, es decir, en el mismo nivel, en el mismo
un billete para Lemberg cuando uno dice "Un billete para Lemberg . . . ", si 11110
impulso que eso que acabo de citarles, hay:
no se entrega a ese pacto, ya nada, en efecto, ya nada de la existencia es posihlv.
Bueno. Esto es, he sido muy largo hoy pero, como ven, era un poco duro .. .
- Haber proferido mentiras o inconveniencias ... ; charlado o hablado mal;
hecho discursos aduladores o indecorosos; cometido alguna incoheren-
cia; haberse negado a socorrer a un hombre despojado de todo; haber
¿Les queda fuerza para una pregunta, breve?
intervenido para que se encarcele a alguien; no haber hecho, cuando se ¿No hay preguntas? Bueno.
tenía el poder para ello, liberar un prisionero; no haber cumplido una
promesa; haber tapado un canal; haber comido carne robada ...

Y él pone ªetc." ... Nos habría gustado conocer el catálogo entero ... Si les
uento todo esto es para mostrarles en qué medida vemos, rápidamente, preocu-
paciones de orden, literalmente, obsesivo, que invaden el campo psíquico e inclu-
so, como les he dicho, faltas que son explícitamente faltas cometidas con respec-
to al significante o con respecto a lo que se puede llamar el pacto propio del orden
Simbólico, ese pacto que hace que, mentir, para nosotros también es un pecado;
y si les pregunto ¿por qué es un pecado mentir? ¿Qué me dirían? ¿Por qué es un
pecado? A ver ... ¿qué idea tienen al respecto? ¿Por qué es feo mentir? ¿Por qué ... ?
¿Por qué les gusta a ustedes, a todos, eso que llaman la verdad? ¡Ah!, es decir, el
hecho de que, justamente, no habría que mentir, lo que llamamos comúnmente
verdad, es eso .. ., no hay que mentir, ¿por qué? Pues bien, mentir es justamente
lo que viola el pacto propio de lo Simbólico, el pacto de lo Simbólico, y a partir
<lel momento en que uno miente, perturbando ese pacto, uno toca en efecto los
fundamentos mismos, los fundamentos del orden del mundo, de la existencia.
La famosa historia, que sigue siendo la misma: ¿Por qué me dices que vas a Lem-
bcrg para que yo crea que vas a Cracovia, etc.? Como ya se lo he mostrado muchas
veces a ustedes, cuando van a la taquilla de la estación, si le dicen al taquillero
"quisiera un billete para Lemberg" y que él les da un billete para Cracovia, no les
va a agradar, no les va a agradar y van a protestar ... El tipo les dirá "Mira, tú me 1
Referencia a las jornadas de la Asociación freudiana "Pourquoi l'oralicé?" [¿Por qué la o r:ili
has dicho que ibas a Lemberg, yo he entendido que en realidad querías ir a Cra-
dad?], que tuvieron lugar el 1Oy 11 de junio de 1989 en París. El contenido de estas jo rnadas
·ovi a ... ".No les va a agradar, es decir, que a pesar de que el significante sea, por fue publicado en Le Trimestre Psychanafytique n. º 1190, Asociación freudiana, París, 1990.
;sencia, mentiroso, implica sin embargo ese pacto; en torno al cual gira, acusán- ' LA CAN, Jacques, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudi:1110'' ,
dolo, esta historia graciosa y que es verdaderamente ... ¿cómo puede uno creer en llfJ cit., pp. 773-807.
1
' SC pacto cuando uno ve las consecuencias que tiene? Son las consecuencias que l\(J l"J' ERO, Jean, Nr1iss11111·1· dt• 1>it·11 1 N:1 ci111i1.:nto de Dios], Ed. NRF-GaJlimard , Parls, 1 9') ~ .
1
llO'l"J'ERO, Jea n, " l.a 11 : 1is.~ 1 1111 1 · d11 ¡11 ·1 l1 i<'' ¡1:111:1cimi1.: nto del pecado], en Revista J,'f-lis111in-, 1')8i.
Lección X
16 DE FEBRERO DE 1989

Pienso que ustedes se dan cuenta de mi dificultad. Pero creo que no será una difi-
cultad inútil, ¡por una vez! Y que saldremos de estas diversas dificultades. Una d"
ellas es que la neurosis obsesiva tiene obviamente la propiedad - durante toda
investigación que pretende ser una investigación, uno va por supuesto del lado
de la causa, de lo que es causa- de remitir siempre la causa a lo que sería antece-
dente. Cada vez tenemos la impresión, cuando captamos algo y que a pesar d 1

todo tiene integridad, de que sin embargo no es eso y que tenemos que ir a bus-
car más allá y así consecutivamente; inevitablemente seguimos el movimiento dd
obsesivo mismo, es decir, que damos vueltas. Creo que lograremos situar el cor-
te en el buen lugar. En todo caso, es en este caso donde dicho corte puede ser
benéfico o salvador, si nos permite por fin escapar de ese espejismo obsesivo y
entonces situar bien su causa.
En lo que he hecho con ustedes con respecto a una primera parte del estudio
<lel texto de Freud sobre la represión, todos ustedes percibieron el hecho de qu "
Freud hace que la represión afecte a un representante de una pulsión, Triebrt'-
prasentanz.
Cuando uno lee El hombre de las ratas, uno ve que la represión afecta a .. . , ¿:1
qué? A la agresividad del paciente con respecto a su padre. Freud hace de esto la
clave; es ahí donde ubica lo que para él es causa, en lo que visiblemente es una in ter-
pretación edípica, es decir, la hostilidad del paciente hacia su padre debido al obs-
t:ículo que éste consti tuye para la realización de sus deseos, especialmente sexuales.
Tenemos entonces, por 111rn pan e, un a explicación de Freud que hace que 1:1
1\·pres ión afecte a 11n rq l r~~M · n 111 11 11 · p1dsio11:1l , un a pulsión cualquiera, en la medí-
404 Parte lf: 1988-1989 Lección X: 16 de f ebrero de 1989 40.S

da en que su realización sería fuente de displacer por razones, dice Freud, que observaciones del psicoanálisis. O esta carga se encuentra totalmente reprimida ,
pueden ser misteriosas. ¿Por qué la realización de una pulsión sería fuente de dis- unterdrückt, de manera que ya ninguna huella es detectable; o ella aparece c 11
forma de afectos coloreados afectivamente de alguna manera, el afecto la b;i 1r:in ,~
placer y por qué la economía psíquica exige la represión de dicha pulsión? Es lo
formado; o también esta carga se transforma en angustia. Estas dos últimas c w11
q ue vimos alguna vez anterior. Pero en El hombre de las ratas se trata de la repre-
tualidades, es decir, la transformación del afecto en un afecto diferenre, o c 11
sión que afecta a la agresividad; y la agresividad con respecto a quien impide, jus- angustia, estas dos últimas eventualidades nos obligan a considerar co mo 1111
1:1rnente, la realización pulsional, sexual en este caso, escópica por ejemplo, para nuevo destino de las pulsiones a la 'transformación' de las energías psíquicas ¡mi
no decir sexual. sionales en 'afectos' y, de manera muy particular, en 'angustia'.
Entonces, ¿dónde ponemos esa agresividad? ¿Vamos a hacer de ella el repre- Recordemos que el único motivo, el único objetivo de la represión, es csrn
sentante de una pulsión? ¿O hacemos de ella un afecto? ¿O se trataría, en el caso par del displacer. Resulta que el destino que esta carga <tfectiva, de esa carga dt·
del H ombre de las ratas, de una represión que se efectuaría sobre un afecto? afecto, del representante de la pulsión es, con mucho, más importante qu e la
¿Qué nos enseña Freud sobre la represión de los afectos, en el mismo artícu- de la representación. Y que es eso lo que decide nuestro juicio sobre el valor
lo, eternamente instructivo para nosotros, sobre "La represión" 1? del proceso de represión. Si la represión no logra impedir la producció n dl'
Es la continuación de lo que emprendí con ustedes alguna vez anterior. Nos dice: impresiones penosas o de angustia ... -puesto que el afecto puede transío r-
marse en sensaciones, en impresiones penosas, dice Freud- podemos decir qu e
En lo que precede, hemos estudiado la represión de un representante pul- la represión ha fracasado, incluso si ha conseguido su objetivo en lo qu e S"
sional, es decir, de una representación, Vorstellung, represión de un represen- refiere a la parte de representación. Naturalmente, la represión que ha fra ca-
tante de la pulsión que es investido, el representante, por una carga determi- sado nos interesará más que aquella que ha tenido más o menos éxito, pues to
nada de energía psíquica, ya sea la libido o el interés. que esta última se aparta generalmente de nuestro estudio.
Tratemos de entender ahora el 'mecanismo' del proceso de la repres ión y,
Tenemos entonces en la pulsión un representante de la pulsión y una carga, ante todo, tratemos de saber si hay un único mecanismo de represión o varios,
carga de energía psíquica que puede ser libido o interés. o incluso si cada psiconeurosis se distingue por un mecanismo propio de reprt·
sión.
La observación clínica nos obliga ahora a disociar lo que hemos conside-
rado hasta aquí solamente en la unicidad, ya que esta observación clínica nos Van a ver en las pocas páginas que siguen, van a ver la manera como Frcud
muestra que hay que pensar en otra cosa que represente a la pulsión, más allá nos habla de la represión en la fobia, en la histeria de conversión y en la neu-
de la representación. Ese algo tiene un destino de represión que puede ser total- rosis obsesiva; van a ver en qué dificultades se encuentra y, a la vez, en qué di fl -
mente diferente al de la representación. Ese otro elemento de la representa- cultades nos pone. Entonces estamos tratando de saber si hay uno o vari os
ción psíquica, es decir, que puede tener un destino de represión diferente al de mecanismos de represión y si en cada psiconeurosis hay un mecanismo es pi·-
la representación, es la 'carga afectiva', Affektbetrag. Ella corresponde a la pul- cífico.
sión, en la medida en que se ha separado de la representación y encuentra una
expresión adecuada a su cantidad en los procesos que percibimos en forma de
Sin embargo, desde el principio de esta investigación, encontramos co m-
afectos. Desde ahora, cuando describamos un caso de represión, tendremos
plicaciones. El mecanismo de una represión no se nos vuelve accesible si no
que estudiar separadamente lo que la represión ha hecho, por un lado con la
cuando concluimos su existencia según sus propios resultados. Si nos lirni1 :1-
representación, con el Triebreprasentanz o Vorstellung pues, y por otra parte
mos a observar los resultados obtenidos en la parte representativa del rcp rc-
con la energía instintiva, con la energía pulsional que a ella está fijada.
sentante . .. -en el Triebreprasentanz y ya no en la Affektbetrag, la carga afcc1i-
va- nos enteramos de que la represión crea en general una 'formación sustitu tiva',
Les paso por alto lo que no nos es inmediatamente utilizable, interesante, sal- Ersatzbildung. ¿Cuál es entonces el mecanismo de esta formación?
1:0 algunas líneas y voy a lo que nos interesa:
¿C uál es el paso enrn: lo qu e es rep ri mido y la formación sustitutiva? ¿Es 1111
El factor 'cuantitativo' del representante pulsional, esa carga afectiva, puede
mecanismo linico? O :1r11No,
tener tres destinos diferentes, como nos lo ense ña el más mínimo vistazo a las
406 Parte II: 1988-1989
Lección X: 16 de f ebrero de 1989 407

¿... tenemos que distinguir varios de ellos? Sabemos también que la represión pueden aplicarse al estudio de la represión. En lo que se refiere a la 'histeria d ..
deja tras ella algunos 'síntomas'. ¿Podemos hacer coincidir la formación susti- angustia' ...
tutiva y la formación del síntoma? Y si, después de todo, es así, ¿debemos
creer que el mecanismo de la formación del síntoma coincide con el de la repre-
Lo que Freud llama en ese momento de su elaboración la histeria de angus-
sión? Parece actualmente que los dos -es decir, la formación del síntoma y la
formación de la represión ... - , parece entonces que sus mecanismos divergen
tia, es la fobia. En esta oportunidad no voy a cuestionar en absoluto esta apela
notablemente y que no es la represión misma quien crea las formaciones sus- ción, una apelación de la que Lacan subrayó cuán estructuralmente inexacta <:r:i ,
titutivas y los síntomas ... - no habla de todas las formaciones sustitutivas como es decir, que no se podía hablar de histeria de angustia por la razón extremada
síntomas .. ., la representación da formaciones sustitutivas y síntomas-, sino mente simple de que a la histeria, al estar organizada en torno a la relación co n
que estos últimos, los síntomas, como índices del 'retorno de lo reprimido' la instancia paterna, no puede confundírsela, a esta histeria, con una fobia. Y
deben su aparición a procesos totalmente diferentes -procesos totalmente dife- entonces, dar este término a la fobia, histeria de angustia, es un deslizamiento
rentes de los que ordenaron la represión-. Seguramente también convendría explicado en Freud por el cuidado que tiene en equilibrar la histeria de angustia
estudiar, antes que los de la represión, los mecanismos formadores de sustitu- de un lado, histeria de conversión del otro. Luego va a hablar de la histeria de
tos y de síntomas. conversión. Pero esto no nos importa por lo pronto. Comienza por el estudio de
la represión en lo que llama aquí la histeria de angustia y dice:
Ven que él mismo, ahí - el artículo es de 1915- , tiene dificultades.
. .. voy a escoger el caso bien analizado de una fobia a los animales ...
Pero está claro que la especulación aquí no puede avanzar nada y que tie-
ne que dejar lugar a un minucioso análisis de los resultados diferentes de la Entonces uno se espera obviamente la referencia a Juanito, ¡pues bien! ¡Nada
represión en las diferentes neurosis -¡Qué bien!-. Propongo, sin embargo, pos- de eso! Lo que va a surgir en ese momento es la referencia al Hombre de los lobos.
poner este trabajo hasta el momento en que hayamos llegado a tener una idea ¡Nos importa poco!
clara y segura de las relaciones de lo consciente con lo inconsciente -en otros
términos, ¡sigan esperando!-. Sin embargo, para permitir que las considera-
... La incitación pulsional que cedió a la represión en el caso de esta fobia d
ciones que preceden no sean enteramente estériles, diré por anticipado: pri-
animales - la Triebregung-, que cedió a la represión, es una actitud libidinosa
mero, que el mecanismo de la represión no coincide, en efecto, con el o los hacia el padre ...
mecanismos de la formación sustitutiva; segundo, que hay mecanismos de for-
mación sustitutiva muy diferentes; tercero, que un fenómeno al menos es
común a los diversos mecanismos de la represión y es 'el retirar la carga ener- he arreglado la traducción para ustedes, puesto que la francesa es poco com -
prensible;
gética' (es decir, la 'libido' si se trata de pulsión sexual).

Eso es muy curioso, puesto que yo no sabía que había otras pulsiones, en el . .. es una actitud libidinosa hacia el padre, asociada al temor del mismo.
punto en que estamos, no creo que en 1915 haya hablado ya de pulsión del Yo
[Moz], de Ich-Trieb. En todo caso, notemos que de todas maneras un fenómeno ¡Es extraño! Es extraño porque, ¿se puede decir que una actitud libidinosa
es común a los diversos mecanismos de represión, se trata de retirar la investidu- hacia el padre está inscrita en un movimiento pulsional? Bueno. ¡Parece! Pero
ra energética, es decir, la libido, si se trata, dice Freud, de pulsiones sexuales. ¿cómo hacer funcionar eso en el registro de las diferentes pulsiones? En todo caso,
Y con esto venimos, es lo que nos va a traer a nuestro asunto, el de la neuro- nos dice que en el caso de esa fobia de animales, lo que cedió a la represión es es:i
sis obsesiva, venimos con esto al estudio de la represión en las tres grandes psi- .1ctitud libidinosa hacia el padre, asociada al temor de éste.
coneuros1s.
Después de la represión, el padre ya no aparece sino como objeto de la libi-
Mostraré también con algunos ejemplos, seleccionados exclusivamente do. En su lugar se cncucnrra un animal sustituto más o menos apto para ser
entre las tres psiconeurosis más conocidas, có mo los conceptos aquí expuestos el objeto de :ing11s1i:1. l ,:i fonn :1ci6 n .~ 11stitutiva de la parte representación - 1:1
1
parte repn.: sc 111 :iri( lll , d1· l.1 p.1111· N1·¡1ri/sr•ntrmz- se ha estab lecido por vía dt.:I
Lección X: 16 de febrero de 1989 409
408 Porte //: 1988-1989

'desplazamiento' a lo largo de un encadenamiento determinado en cierta mane- ... o el contenido imaginario del representante pulsional
ra. La parte cuantitativa, Affecktbetrag, no ha desaparecido sino que se ha trans-
formado en angustia. ¿Qué resulta de esto? Que el miedo del lobo reemplaza en todo caso, para seguir esta división entre carga afectiva y representante pul -
las reivindicaciones de amor hacia el padre. Naturalmente estas categorías no sional, aquí estamos en el nivel del representante de la pulsión y, dice Freud,
bastan para satisfacer la necesidad de comprender incluso el caso más simple
de psiconeurosis. Hay que pensar todavía en otros puntos de vista. va a escapar, en la histeria de conversión, totalmente a la consciencia.

Ven que no está muy satisfecho con lo que acaba de establecer. Así como la carga afectiva era posible hace un rato, aquí, de todas mancr:is,
en la histeria de conversión, este representante de la pulsión escapa a la co ns
Una represión similar a la del caso de la fobia a los animales debe ser con- c1enoa.
siderada como enteramente fracasada, ya que la represión no ha hecho más que
alejar, reemplazar la representación -el padre por el lobo-, pero el ahorro en Encontramos, como formación sustitutiva y a la vez como síntoma, una
displacer sigue siendo nula. Es por eso por lo que la neurosis no se detiene a~í innervación demasiado fuerte (somática en los casos típicos), que es de n:rn1 -
y prosigue su obra en un segundo 'tiempo' para alcanzar su objetivo próximo raleza unas veces sensorial, motriz otras veces, y que se traduce ya sea en u na
y más importante. Llegamos a la tentativa de huida, a la 'fobia' propiamente excitación, ya sea en una inhibición. Un estudio más minucioso muestra qu'·
dicha, a una serie de eventos destinados a escapar a la descarga de angustia[ ... ]. el punto hiper-inervado en el nivel pues del soma es una parte del represe n-
tante pulsional, reprimido, que como por 'condensación', Verdichtung, ha atraí-
El cuadro clínico de la verdadera 'histeria de conversión' -llegamos aquí a do hacia él toda la carga -¡Están contentos!-. Sin embargo, naturalmente, estas
la histeria, digamos, común- nos obliga a pensar de manera totalmente dife- observaciones no muestran enteramente el mecanismo de una histeria de con-
rente el proceso de la represión, ya que aquí. .. -les va a sorprender- el hecho versión. Conviene añadir además el factor de la 'regresión' del cual hablaremos
sobresaliente es la posibilidad de una desaparición total de la carga afectiva. en otro contexto.
La represión de la histeria debe ser considerada como completamente fra-
En la histeria de conversión, lo que la caracterizaría es que -no el represen- casada puesto que no ha podido producirse sino gracias a exuberantes forma -
tante pulsional, el Triebrepréisentanz- la carga afectiva, la Ajfektbetrag, podría sufrir ciones sustitutivas. Sin embargo, en lo que se refiere a la liquidación de la ca r-
una desaparición completa. ga afectiva, verdadera tarea de la represión, ella tiene un éxito total ... -la histeri:1
tiene un éxito total- el proceso de represión en la histeria de conversión te r-
El enfermo manifiesta, con respecto a su síntoma, ese comportamiento mina, de hecho, con la formación del síntoma y no necesita, como en la his-
que Charcot llamó 'la bella indiferencia de la histérica'. Otras veces esa supre- teria de angustia, proseguir en dos tiempos, incluso indefinidamente.
sión no tiene tanto éxito. Una parte de sensaciones penosas se liga al síntoma
mismo - en otros términos, quedan afectos penosos- o una parte de descarga Puesto que en la histeria de angustia han visto que es la fobia la que conti -
como angustia no puede ser evitada y esta descarga desencadena por su lado nuará los procesos de desplazamiento del representante pulsional.
el mecanismo de la formación de la fobia. Pero -escuchen bien esto- el repre-
sentante de la pulsión ... Entonces por último, por último, en la tercera de las afecciones que pone-
mos aquí en paralelo, la 'neurosis obsesiva', la represión toma un aspecto
o más bien su Vorstellungsinhalt, der Vorstellungsinhalt der Triebreprasentanz, Vors- totalmente diferente. Aquí comenzamos dudando ... ¿Habría, en efecto, qu"
tellungsinhalt, nosotros en francés [como en español] nos vemos obligados a reu- considerar la tendencia libidinal o a la tendencia hostil como el represen tan I"
tilizar el término de representación, habría que traducir der Vorstellungsinhalt der sometido a la represión? - ¡Ah!, ¡pregunta interesante!- La incertidumbre vie-
Triebreprasentanz como el contenido representativo del representante pulsional. ne porque la neurosis obsesiva se apoya en las premisas de una regres ión , por
Pero por un lado tenemos Triebreprasentanz, por otro tenemos Vorstellungsinhalt, la cual un a renden cia s~d i ca ha reemplazado a una tendencia cariñosa y ¡;s
entonces se podría decir, ¿no es cierto!, la representación imaginada o imagina- esta im pu lsi<i n hos1i1 ('0111 r:1 u 11:1 persona amada la que es sometida a la rcpn:-
sión ...
ria Vorstellungsinhalt.
4 1O Parle 11: J988- J989
Lección. X: J 6 de f ebrero de J 989 4 11

Es un juego de manos estupendo. Estupendo porque, para empezar, habría Unas líneas más para terminar con la neurosis obsesiva:
q ue explicar la presencia de esa impulsión hostil. Para explicarla hay que postu-
lar una regresión pulsional y entonces invocar un tipo de pulsión, claramente La feliz represión del principio no se mantiene a pesar de eso y despuó s11
designada aquí, la pulsión anal, donde la intención de destrucción sería caracte- fracaso es cada vez más perceptible -no se entiende por qué, ¿por qu é fr;iv.1
rís tica, parece ser, de dicha pulsión. Ya que, ¿cómo explicar? Ven, ¡es fabuloso! sa?-. La ambivalencia que había permitido la represión por medio de un:1 l(>i
¿Cómo explicar que una pulsión que originalmente es de cariño hacia el padre mación reactiva es justamente el lugar por el que se opera el retorno de lo rt p1 i
pueda llegar a que se le sustituya una pulsión hostil, y que sea ésta quien sea fuen- mido. El afecto desaparecido reaparece, integralmente transformado en a ngu.~ t i.i
te de represión? Entonces, para dar cuenta de esto: regresión pulsional. ¡Bueno! social -una angustia social, ¡vaya!-, angustia de consciencia, remordimi ent os
Y entonces la represión afecta aquí a la pulsión hostil. o en autorreproches. La representación expulsada es reemplazada por un 's us
tituto de desplazamiento', a menudo un desplazamiento hacia un detalle, hacia
En una primera fase del trabajo de la represión, el efecto va a diferir del una cosa indiferente. En general, se observa una innegable tendencia a resta-
que observamos después, puesto que primeramente el éxito es total, la repre- blecer en su integridad la representación reprimida. El fracaso en la repres ión
sión lo logra. El contenido representativo es eliminado y el afecto desapare~e. del factor cuantitativo -es decir, el retorno del afecto- desencadena el mi smo
Vemos producirse como formación sustitutiva una modificación del Yo [Moz] . .. mecanismo de huida con evitación y prohibición que hemos aprendido a cono-
-como formación sustitutiva, ven, Freud no habla de ella como de síntoma cer en la formación de la fobia histérica. El rechazo de la representación fuera
aquí-, vemos producirse como formación sustitutiva de la represión una modi- de lo consciente es, sin embargo, obstinadamente mantenido, porque gracias
ficación del Yo, !ch-Veranderung, una aumentación de la escrupulosidad, gewis- a él el obsesivo se impide pasar al acto y su impulsión motriz se ve obstaculi -
senhaftigkeit, que difícilmente podemos calificar como síntoma. La formación zada. Es por eso por lo que el trabajo de la represión de la neurosis obsesiva S' '
de sustituto y de síntoma ya no coincide .. . traduce en una lucha que no puede tener ni éxito ni conclusión.

En otros términos, si uno es una persona escrupulosa y ordenada, no se ve en ¡Bueno! Me detengo en este punto, es decir, casi al final de este artículo sobr<:
absoluto por qué ... son formaciones sustitutivas que serían .. . la represión, para mostrarles que Freud se siente obligado a vincular el afecto a la
Llego ahora al final y tendremos tiempo de aportar algunos comentarios que pulsión cuya cantidad energética, en cierto modo, él representaría. Sería por razo-
convienen sobre la dificultad radical en la que puede hundirnos este texto que, nes puramente ligadas a la economía psíquica, es decir, a la cuestión del mante-
en sí mismo, es obviamente maravilloso y muestra la dificultad propia de Freud. nimiento de las tensiones, de la tensión psíquica, por lo que la persistencia de esa
Les pido tres minutos más de atención. cantidad no gastada, no saciada, podría transformarse por esa retención, ya sea
en sentimientos penosos, ya sea en angustia. Esto no da cuenta de esa formul a-
.. .Adquirimos con esto algunas luces sobre el mecanismo de la represión. Ésta ción apenas antecedente en que Freud nos habla de una transformación del afec-
ha provocado, como en todas partes, una retirada de libido, pero utilizando to reprimido en afectos diversamente coloreados; puesto que tendríamos que ima-
para ello la 'formación reactiva', Reaktionbildun, reforzando a un contrario .. . ginar aquí que un elemento puramente cuantitativo podría traducirse en la vid a
-eso no está subrayado en el texto, yo lo subrayo para los oídos de ustedes-, psíquica, además de lo penoso, en toda una gama de afectos diversamente colo-
la represión ha provocado, como en todas partes, una retirada de libido, pero reados.
utilizando para ello la 'formación reactiva', Reaktionbildun, reforzando a un ¿Por qué dar ese origen al afecto, es decir, un origen que podríamos calificar
contrario. La formación sustitutiva se hace aquí siguiendo el mismo mecanis-
de orgánico, inherente al juego de la economía psíquica? ¿Por qué podemos vol-
mo que la represión y coincide en el fondo con ella, pero se separa temporal-
ver a cuestionarlo, más allá del hecho, como ven, de que cuando Freud se esfu er-
mente y conceptualmente de la formación del síntoma. Es muy probable que
sea la relación de ambivalencia en que entrara la pulsión sádica la que haga za aplicando estos conceptos a las tres grandes psiconeurosis, no es nada menos
que demostrativo, nada menos que convincente?
posible todo el proceso.
Pues bien, por una razón muy simple, es que todo nos muestra que an tes d··
Es estupendo para nosotros puesto que anuda la ambivalencia a una pulsión, t·star orgánicamen te ligado, p:ira los CJSOS en que lo estaría, el afecto tiene un a
a .la pulsión sádica. determinación que dt•p<.: 11dt• l' ll pri 11 H·r lug:1 r de la vida social. Q uiero decir q u"
4 12 Parte !/: 1988-1989 Lección X : 16 de f ebrero de I ()H<J 4 1'. l

el afecto es un elemento que, en su diversidad, en su variabilidad, está mucho absoluto, lo mismo? ¿Por qué no era, después de todo, el reunir los diversos cul
más determinado por las contingencias locales de la vida social, de la cultura dada, tos que existían en lo que habría sido el culto de uno solo, ¡y ya!? ¡Se habría aho-
para que podamos considerarlo como orgánicamente determinado, ordenado, rrado tiempo y dinero! ¡Y que no se hable más del tema!
li gado. No son necesarias grandes excursiones antropológicas para recordar, por Es más, en la historia del judaísmo, se encuentran episodios que muestran hi l·11
ejemplo, que los afectos que con respecto a la neurosis obsesiva nos conciernen, que ha habido esa tendencia a ir por ese camino: recitemos las oraciones, hag;1m n~
especialmente los que se dirigen hacia el padre, son eminentemente variables, sacrificios ¡y después estamos tranquilos! Nos dedicamos a nuestras ocupacio11 v,,
según el estatuto del padre en la sociedad considerada. de la manera que nos convenga, es decir, con el interés de nuestros asun tos.
En otro tiempo me interesé, hace mucho tiempo, en las sociedades africanas. La transformación que introduce esa religión está en que dispone - y cs10 ~.,,
Una de las modalidades frecuentes es una bipartición de la función paterna entre lo original- , dispone en el Otro el mensaje al que ahora se confronta el sujcto.
el tío materno, encargado de funciones de autoridad, y el padre, que no vive en el Ahora hay alguien en el Otro que le envía mandamientos. Eso es el mono tds
hogar, que viene de su propia tribu y que tiene con el niño lo que se llama rela- mo ... La paradoja, paradoja dolorosa, es que cuando uno recibe un mandamien10
ciones de bromas. del Otro, un mensaje, y que ese mensaje uno tiene que retomarlo a cuenta de
Es el tío el que está encargado de velar por la buena conducta del niño, mien- uno como sujeto, mientras más imperativo es ese mensaje, más uno lo ama, más u no
tras que cuando Papá llega, es para bromear. No es necesario ser un gran sabio trata de conformarse a él, mientras más tenga estas características, es decir, mien-
para comprender que en este contexto, los tipos de afectos que se siente por el tras más busque la abolición de la ex-sistencia de uno como sujeto -ya que reLO-
padre son, obviamente, de un orden totalmente distinto que los que, por ejem- mar tal cual ese mensaje directo es obviamente anularse como sujeto, es obvia-
plo, nos son propios, nos son íntimos. Es algo que cae por su propio peso. mente el ideal del místico-, entonces, mientras más fe se dé a ese mensaje, m:ís
En una cultura, en una civilización tan ensalzada, alabada, como la griega, se produce en uno, en el momento mismo en que se lo recibe, ese Einfoll, eso q11 l'
donde los niños podían ser expuestos -se los dejaba morir en el portal cuando no cae en la cabeza de repente y que responde a ese mensaje, por ejemplo, cualquier
interesaban-, es muy obvio que la relación con el padre no podía ser del mismo cosa: "amarás a tu prójimo como a ti mismo", y lo que en ese momento va a pro
orden que la nuestra y además la literatura nos da todos los testimonios al res- <lucirse en la cabeza de uno es: "¡tu abuela!".
pecto. Esto es para recordar, si fuera necesario, que los afectos tales como los vivi- Ése es el problema del obsesivo, es decir, el mandamiento de un amor por d
mos están en primer lugar determinados por las circunstancias culturales que, padre, de un mensaje de amor al padre, que ya no podrá ejercerse para él, a mcnos
oigan bien, los vuelven exigibles. En nuestra vida afectiva hay esa noción de una que acceda a ese estado excepcional y extraordinario que se llama santidad , es
exigencia, en cuanto a nuestros afectos, muy claramente planteada como tal, por decir, el hecho de llegar a mortificarse radicalmente en su existencia para ya 110
último es incluso enseñada. ser más que el mensaje entero de Dios, es decir, transformarse en vidente y e11
¿Qué es lo que nos interesa a nosotros, a propósito de la neurosis obsesiva de profeta. Son casos muy raros; y que además no se dan, como lo hemos visto, sin
la cual ya han podido ver que sus síntomas nunca se producían tanto como lo lucha considerable, sin tormento. Pero ese amor prescrito, amor por el padre, no
hacen en todas las circunstancias altamente simbólicas: nacimiento, matrimonio, podrá dejar de provocar en el sujeto, en retorno, un odio mortífero, si se man-
duelo, es decir, todas las circunstancias en que justamente la función paterna en tiene como sujeto. O sea, si se mantiene ... ¡es en todo caso lo que se producc n
nuestra cultura está concernida, se hace presente? Lo propio de nuestras culturas pesar suyo! ¡No lo ha escogido! Es en ese momento el Einfoll que le vendrá a 1:1
es pues, el volver exigible, en calidad de afecto, el amor por el padre. Es justa- cabeza. Es por eso por lo que en el momento de escribir una carta de condol<.:11
mente en eso en lo que la religión está concernida en este asunto. cias, en lugar de escribir: "sinceras condolencias'', escribirá "sinceras felicicacio
El problema decisivo va a ser el siguiente: todos los historiadores y, entre otros, nes". Y es, obviamente, lo que va a constituir el principio de sus tormentos.
ese excelente que cité la vez pasada, es decir, Bottero en su libro sobre La nais- El hecho de que el sujeto reciba su mensaje del Otro, que lo retome de mane-
sance de la religion [El nacimiento de la religión]2, se dedican intensamente a hacer ra invertida, tiene la ventaja de evitarnos, digamos, reducir el mecanismo de 1:1
el paso entre lo que fue el paganismo con todos los ritos, todos los cultos que neurosis obsesiva a un a incidencia de pura estructura. Pero el problema es que en
podían coexistir, y la transformación introducida por el monoteísmo; se dedican ·sta neurosis no pod d darse sin o en fo rma negativada. Ésa es la dife rencia. l•'.so
intensamente a buscar la ruptura entre lo uno y lo otro, ¿por qué ya no era, en va a produ cirse sis1t·111 :í 1i i'.111 w111 v vn 11n:i fo rma negativada y el obsesivo rendr:í
Lección X' 16 de f ebrero de 1989 41 .
4 14 Parte 11: 1988-1989

que rechazar cada vez ese retomar como negación que lo desespera y del cual vere- Incluso si históricamente los judíos han intentado muchas veces sustituir, por
mos después todas las consecuencias, no menos lógicas, quiero decir, no menos el mismo confort que tenían los cultos cananeos alrededor de ellos, el volver a lo
d<.: estructura, que tiene ese amor que nos es prescrito, amor por el padre, que es que habría sido un culto, ¿cómo diría?, un culto puramente formal, factual, sem<.:-
:x:igido por nuestra intimidad con el padre, el que es responsable de la castración. jante a los otros, y vemos en efecto el constante esfuerzo del jefe político, y 111 <.·
Por fin vamos a poder comenzar a poner esas consecuencias un poquito mejor go de los jefes religiosos, por tratar de hacer valer la presencia permanente, t· 11
o rdenadas, es decir, a darles por fin una jerarquía un poco más conveniente. todos los lugares y para cada uno, de eso que se volvía desde entonces tanto 1111:1
mirada como una voz.
Sr. X Ese punto que usted le da al afecto, como dimensión social, me parr
¡Bueno! ¿Tienen preguntas al respecto esta noche?
ce en efecto un poco nuevo y al mismo tiempo muy importante, es entonces en
. .. Les digo en seguida, para abrirles el apetito, que les sorprenderá, infalible- esa dimensión de una opción religiosa [inaudible ... ]... donde lo social sería idén-
mente, y desde la Biblia, la posición feminizada en la que se encuentra el aman- tico o sinónimo ahí del sentimiento religioso.
te de Dios y eso con términos bastante explícitos; la tribu de Israel es muchas Ch. Me/man: Yo no podría atribuir el nacimiento del afecto al sentimien to
veces mencionada como "la novia de Dios", por ejemplo. Les digo esto para que religioso, quiero decir, al nacimiento de ... Hay afectos, claro, y tenemos testi-
eventualmente les dé ganas de ir a ver, ustedes mismos, durante las tres semanas monios de una vida afectiva muy rica que existía antes, hay testimonios de aque-
llo. Pero está claro que era esencialmente diferente, era de otro tipo, de un orden
que nos separan del próximo seminario.
Ustedes conocen, justamente, en qué medida en la neurosis obsesiva la posi- totalmente diferente. La exigencia era mucho más de tipo estético, por ej em -
ción feminizada del sujeto con respecto a su padre no deja de ser un gran obs- plo, que de orden moral; vemos bien que eso que llamamos finalmente cultu-
táculo. Pero es obvio que no es más que una pequeñísima consecuencia sobre la ra, el nacimiento de la cultura, nuestro amor por Grecia, ¿qué es? Es la consti-
tución, ante nuestros ojos, de prohibiciones, de la elección de la determinació n
cual hay mucho que decir. 3
Sr. X Una pregunta, un poco como anexo, a propósito del libro de Bottero de lo que es lo Bello y lo Bueno, es el establecer eso; ese establecimiento no es
sobre la religión. Creo que el título no es La naissance de la Religion [El nacimiento de ninguna manera prescrito, lo vemos bien, por una relación íntima del suje-
de la Religión], sino Naissance de Dieu [Nacimiento de Dios]. ¿Acaso en el paso to, una relación interior con la autoridad, con cualquier autoridad que prescri-
del paganismo al monoteísmo, el monoteísmo respondería específicamente en lo ba esas instancias. Cada uno se las arregla y se trata, ante todo, justamente, d'·
que se refiere a la religión? ¿Podemos acaso decir que antes también es religión? una demostración social de la cosa. Hay que hacerla valer, hacer que otro la
reconozca. Y nos admiramos unos a otros en la belleza y la bondad reciente-
¿O acaso no lo es, o es otra cosa?
Ch. Melman: Justamente, ¿cómo diría? Pareciera en efecto que esta ruptura, mente adquiridas y, entonces, de manera muy homosexual, ¿no es cierto?, nos
que la religión hubiera sustituido a lo que era una autoridad esencial civil o tam- emperifollamos.
bién una autoridad religiosa cuyo poder no rebasaba los límites del templo y de Pero bueno, tengo la impresión de decirle perogrulladas con esto, verdades bas-
los sacrificios que había que hacer, con este movimiento extraordinario, del que tante elementales, pero simplemente para hacer valer la diferencia mayor de lo qu "
no salimos, de haberle sustituido una autoridad que puede de ahora en adelante ;s nuestra vida afectiva, en la medida en que ha sido inducida. Creo que no se pu<.:-
acompañar al sujeto donde se encuentre, exigirle cuentas; estoy diciendo además Je hacer nada ... La neurosis obsesiva, si tenemos dificultades para entenderla, <.:s
con esto algo que es una perogrullada, que ya ha sido perfectamente subrayada, porque nos toca demasiado cerca, en resortes que son los de nuestra fisiología mis-
pero entonces el sustituirle una autoridad ... , el transformar la religión, culto colec- ma; es por eso por lo que no los percibimos, dichos resortes, como sintomáticos,
tivo, el transformarla pues en un deber individual, permanente, íntimo. Es esa simplemente porque son constitutivos de nuestra normalidad. Y es más, Freud mis-
manera tan clara, esa manera tan nítida y verificada, en particular en ese libro que mo tiene el cuidado, a propósito de las formaciones reactivas, ya les he mostrado
~·sto, de decirnos cómo el sujeto va a reaccionar con el contrario. Ven que yo h"
se llama, en efecto, La naissance de Dieu, o sea muchos de los artículos en ese libro
giran en torno al momento en que se adquiere una dimensión psíquica original dado una interpretación a ese contrario. Pero esas formaciones reactivas de las que
y nueva: una verdadera revolución, es decir, una transformación de la economía l1 :1bla Freud, las Ich-Veri111rlmmgm, las modificaciones del Yo [Moz] , por ejempl o
In escrupulosidad, ¡Pn.:ud 110 l:1s li nce: sínt omas! Las hace formaciones susti tutivas.
psíqui ca.
4 16 Parte 11: 1988-1989 L ección X: J6 de f ebrero de J 989 4 17

( ,as considera en definitiva -no en definitiva, claramente- como elementos de nues- y entonces de algo de un orden totalmente distinto al afecto. Creo entonces qu e
tra normalidad social, ¡ah! Es normal que seamos escrupulosos y que reaccionemos ha entendido muy bien, es además de manera muy legítima que el obsesivo lh-
·on un Yo fuerte a esos sentimientos agresivos que son los nuestros. ma a eso Einfall, es decir, "que cae dentro".
El problema, ¿por qué esos sentimientos agresivos?
Ni siquiera podemos hablar de sentimientos agresivos. Simplemente pode- ¡Bueno! Entonces hasta la próxima.
mos hablar de esto: tomemos un momento capital, uno se entera de la aflicción
de un amigo querido. Uno aprecia a ese chico. Uno no es fundamentalmente
malo. ¡Es lo que se puede pensar! ¡No más malo que otro! Uno se entera de la tris-
teza que tiene este amigo querido y se le ocurre una cosa del tipo: "¡Bien hecho!'',
¿De dónde puede salir tal cosa? ¡Que uno no piensa! Ni siquiera se puede decir
que lo sienta. Y eso no le impedirá a uno, probablemente, mostrar a ese amigo
apenado el apoyo y el afecto que uno siente legítimamente por él. Pero la pre-
5unta queda planteada sobre esos absurdos, como los llaman los mismos obsesi-
vos, esos absurdos. Entonces, ¿vamos acaso a decir que ... relaciones narcisísticas
on ese amigo? ¿Deseos de muerte? O sea, ¿toda la cosa? Seguramente, claro. Pero
todavía hay que dar cuenta del hecho de que en ese momento -en que a uno se
le solicitaba, en cierto modo, desaparecer tras éste, ser anulado, digamos, por el
sentimiento que exigía en uno esa pena que uno va a compartir- se haya podido
producir en la mente de uno ese tipo de cosas. ¡Es eso!
Sr. X: ¿Hay en cierto modo un vínculo entre el sentimiento de existir. .. ?
Ch. Melman: No es entre sentimiento de existir; es, digamos, del orden más
bien del reflejo, uno no hace, no es una intención voluntaria de existir, sino que
es como si hubiera un reflejo de ex-sistencia, que no pudiera en cierto modo reto-
mar el mensaje que se prescribía desde el Otro a uno, es decir, lo que realmente
desde el Otro no podía venir a uno sino como la plena participación al dolor de
ese amigo, y que lo anulaba, diría, como sujeto, pues ese reflejo de la ex-sistencia
retoma ese mensaje como su negación.
Alicia Kweksilber: Yo había entendido, leyendo a Lacan, que justamente él
decía que los afectos no eran reprimidos y toda la crítica que hacía de la gente
que ponía todo el interés en los afectos, que se basaba en los afectos; Lacan, jus-
tamente, al remitirles el mensaje les había dicho que los afectos no tenían nada
que ver con la represión, eso no es la represión. No sé si he entendido bien pero,
al oírlo a usted, al leer a Freud, ya no era tan claro pero, para mí, Lacan erabas-
1
tante radical al respecto. FREUO, Sigmund, "La represión" (1915), en Obras completas (trad. López Ballesteros), pp. 205.G-
Ch. Melman: Usted ha entendido bien puesto que, como lo ve, he llegado a 2260; "La represión" (1915), en Obras completas (trad. José L. Etcheverry), vol. 14, Amorror-
tu editores, Buenos Aires, tercera reimpresión de la segunda edición, 1990, pp. 135-152. l''. i
mostrar las dificultades del dispositivo que trata de implicar la represión del afec-
texto de Freud, leído por Ch. Melman en esta citación, es traducido por O. Guerrero; no co 1T<:$·
to y de hacer valer para ustedes que se trataba, de manera mucho más automáti- ponde exactamente a las versiones publicadas. N del T.
a, en esa agresividad, por ejemplo, que se trataba mucho más de retomar como ' BOTTERO, Jea n, Nnissmu·r• dt• Dif'll !Nacimi ento de Dios], op. cit.
1 ttlem.
negativo, ¿no es cierto?, de retomar como negación un mensaje venido del Otro
Lección XI
9 DE MARZO DE 1989

Desde la última vez que nos vimos, las circunstancias me han llevado a proseguir
este seminario ante públicos inesperados y bastante inconexos, sucesivamente el
Departamento de Psiquiatría del Hospital Universitario de Dublín, una velada
organizada en Bruselas por los miembros belgas de la Asociación y, por último,
los estudiantes del Departamento de Psicología de la Universidad de Nanterr'·
por invitación de Roger Dorey 1. Como tengo cierta dificultad para machacar,
para regurgitar lo que ya he dicho, no pude hacer de otro modo que tomar el pre-
texto de esas diversas ocasiones para proseguir, y tuve la sorpresa agradable d"
comprobar que esos públicos no preparados parecían mostrar una intuición qu"
volvía mis palabras, para ellos -palabras que les podían parecer extrañas o sor-
prendentes-, completamente admisibles e interesantes. Esto me ayuda un poco,
puesto que puedo tener tendencia a atribuirles a ustedes, es más, con o sin razón ,
cierta connivencia con lo que digo desde hace años ya, incluso una previa sim -
patía; la posibilidad de verificar ante esos públicos, absolutamente no informa-
dos, la aceptación que por lo menos intuitivamente daban a las tesis que yo k.s
aportaba, no podía sino alentarme, claro, en lo que prosigo con ustedes.
Lo que desarrollé, sobre todo con los estudiantes del Departamento de Psi -
cología de Nanterre, que voy a retomar esta noche, y que será más o menos b
unión con el seminario precedente, giraba en torno al análisis que podríamos lla-
mar lingüístico, porque no creo haberlos tratado con miramientos, ni haber bus-
ado la facilidad; el análisis lingüístico de esas tres réplicas, de esas secuencias, qu'·
provocaron la entrada de l ~ rn s 1 Lrnser -sé su nombre gracias a una de ustccl c.s
que me ha traído el lihro 1 -.~ 1 ri10 por un holandés (h ay que pasa r po r <l hí) en d
11.20 />arte 11: 1988-1989 Lección XI: 9 de marzo de 1989 42 1

que figura el patronímico auténtico del Hombre de las ratas: Ernst Lanser, patro- atenuar el imperativo puesto que el "usted" supone la división propia del sujcw;
nf mico como todos los de esta historia, que son, cada vez, significativos-, esas ella le supone, al sujeto, esa pluralidad2 , al menos esa dualidad de personas posi
1rc;s secuencias que provocaron, pues, la entrada de Ernst Lanser en esa fase de bles, es decir, que a la vez ella le procura, por último, esa facultad, la facultad de
perplejidad ansiosa que lo condujo hasta Freud. cierta reserva con respecto a ese imperativo. Si digo a alguien: "devolved usH·d
Entonces les recuerdo ese tipo de réplica o de responsorio. Se encuentra con tres coronas a fulano", de inmediato lo oyen, ya no es lo mismo. El "tú" apu111.1
;I Capitán Cruel quien le da un paquete venido de Viena con sus quevedos y le especialmente al sujeto de la enunciación, apunta al sujeto en su subjetividad 1'dii
di ce: ma, aunque no fuera sino por el hecho de tener que tomar ese "tú" en el regis1 n >
del "Yo"; es lo que va a constituir su mensaje. Por otro lado, acabo de mostdrsL'
El Teniente A ha pagado por ti, debes reembolsar tres coronas ochenta. lo, la ausencia además de toda condición, de toda explicación, incluso el car:k
ter eminentemente amenazador de ese imperativo, por el hecho de que no se
De inmediato se formula ese incidente, Einfoll, en su mente: molesta diciendo cuáles podrían ser las dificultades a las que se expondría en d
caso de ... ¡es así y punto! Lo cual, como lo oyen, supongo, no hace sino que b
No devolver el dinero si no eso sucederá. amenaza esté más presente. ¿La amenaza de qué? Es justamente porque no es for-
mulada por lo que está presente y, diría, con las fauces abiertas. Otro rasgo esen-
Y, tercera fórmula que de inmediato como responsorio se impone asumen- cial en esta formulación: el enunciador de ese "tú" está, a la vez, muy presenL"
te y que retoma lo dicho por el Capitán Cruel: por la elección misma de a quién se dirige, sin figurar, al mismo tiempo, en nin-
gún lugar. En última instancia, no es más que el vozarrón que sustenta la em i-
Tú devolverás las tres coronas ochenta al Teniente A. sión de la prohibición, sin embargo el dirigirse con ese "tú" supone infaliblemente
un enunciador y, aquí también, mucho más temible en la medida en que, justa-
Y ese período de perplejidad ansiosa se desarrolla en torno a la imposibilidad mente, no figura en ninguna parte como sujeto de ese enunciado.
material, práctica, de consumar ese imperativo. Supongan por un instante que la formulación sea: "Yo te digo que devuel -
¿Por qué, aquí, un análisis lingüístico? Primero porque la fórmula del Capi- vas ... ". En seguida lo oyen, es una formulación ya bastante amortiguada; en CSL"
tán Cruel se presenta en forma de ese imperativo notable que rige el "tú": "Tií caso, se puede discutir: "Te lo digo Yo, que devuelvas'', "Ah, bueno; pues bi en,
devolverds las tres coronas ochenta al Teniente A". El retomar, el responsorio, toma hablemos de eso ... ", vamos a regatear un poco: "tres coronas ochenta ... ¿por qué
una forma, gramaticalmente muy interesante puesto que primero pasa por el infi- no tres coronas sesenta?", o sea no se puede ... Ustedes perciben bien que en la
nitivo: ''No devolver el dinero si no eso sucederd"; luego es una frase hecha con dos formulación que menciono ...
elementos: una proposición condicional, que incluso podemos calificar de hipo- Entonces, en esa escritura misma que ustedes reconocen, es la prohibició n
tética: ''Si devuelves el dinero, eso sucederd", una condicional, una proposición hipo· moral, sin ni siquiera demorarse, por supuesto, en el sentido que se refiere al pago
rét ica y luego la consecuencia, el retomar, a manera pura esta vez de la orden de una deuda, a pesar de que ese sentido nos encamine hacia el asunto que tr:1-
moral, de la orden interior, el retomar a lo que ha sido su defensa en esa manera tamos aquí. La prohibición moral, en efecto, no se hace oír nunca de manera ta n
inflnitiva, el retomar "Tú devolverds las tres coronas ochenta al Teniente A"y, a par imperiosa desde el Otro -puesto que es justamente desde ahí desde donde se la
rir de ahí, pues, la crítica. promulga- , de manera tan imperiosa, tan caprichosa, tan versátil, tan absoluta ,
Esa formulación, "Tú devolverds", tiene todas las características del imperari tan intolerante, tan asoladora desde el Otro, sino en la medida en que la ca us:1
vo moral debido por lo menos a dos razones que les parecerán, pienso, eviden del deseo es expurgada, incluso ausente, del Otro.
Les: primero la manera de dirigirse regida por el "tú", luego el hecho de que esl· Quiero decir que si, en el Otro, la presencia de dicha causa nos implica mc;n -
imperativo excluye toda apreciación, tanto toda justificación como toda aprecia sajes lo suficientemente equívocos como para que pasemos el tiempo inte rro-
·ión, en cuanto a los riesgos que podrían resultar. "Tú devolverds'', ¡y punto! Pode g::i ndonos sobre lo que querrá de nosotros, en cambio, el volver aséptico al Otro,
mos leer en esa escritura la formulación habitual del imperativo moral; si esta Í(ll volver aséptica en el 0 1ro 1od:1 rt Ícrcncia al deseo, a un deseo que estaría inscri -
mula hubiera sido regida por el "usted", pues bien el "usted" tiene la facultad dl• 10 en el Otro, nos irnpli rn, .il 11ii .~ 11 io li <"mpo, imperativos así de categó ri cos, y
Lección X i: 9 de marza de 1989 42J
4 !'arre 11: 1988- 1989

vaya si lo son, que ya no le dejan al sujeto, ¿qué? El más mínimo escondite, el ese aspecto mortífero 5, como lo llama Lacan, del imperativo. Supongan ahora
11 ds mínimo lugar que pudiera servirle de escondite para, justamente, retomar que uno lea: "¡Limpiarse los pies antes de subir!", es otra formulación y supongo
d<..: alguna manera ese mensaje, que sea de manera invertida, o que sea de mane- que oyen, ahí, que es otra manera de dirigirse. Voy a darles otro ejemplo de cs10,
1':1 d ialogada, o que sea de manera discutida, disputada, sino un imperativo así de aún más perceptible, más inmediato. "¡Psicoanalizar!", en infinitivo; si lo po1H·11
significativo, puesto que ahí, lo que quiere el Otro, no hay interrogación, está en infinitivo, como bien oyen, no compromete a nadie. Se puede psicoa n:di :t,;11
di cho: "Tú devolverds tres coronas ochenta". Decía hace un instante que la impor- eh ... ¡Fu! ¡O la la! ¡Tenemos tiempo! Psicoanalizar no es en absoluto lo mi sn10
1:1ncia dada aquí a la deuda que hay que pagar no está desligada del hecho de que que "el acto psicoanalítico"; ¿psicoanalizar? ¡Ya veremos! ¡Psicoanaliza r h:1s1,1
:1Otro interviene aquí como expurgado de toda referencia al deseo y como si, a morir. .. ! [risas] . "¡Soplar no es jugar!" ¡Son formulaciones extraordinarias! "Sopl:11
1:1 vez, se hiciera oír en él esa llamada, esa aspiración, esa exigencia de cumpli- no es jugar." ¿Esto se refiere al sujeto del enunciado o al sujeto de la enunciación?
mi ento, por el sujeto, de una deuda que estaría reintroduciendo al mismo tiem- ¿Difícil de decidir? Uno puede, en todo caso, hacer como si fuera ... , jugar co n
po, en el Otro, esa dimensión del deseo. Es por eso por lo que yo decía que esto el equívoco, tal vez. Pero ya les he dado la lata con la historia del "No inclin:HS"
se presentaba, en cierto modo, como si la ley a la que en esa formulación el suje- por la ventana si no se la cortamos". Para que perciban que hay, en esa respuesw
10 se veía confrontado fuera una ley sin deseo. con el infinitivo -esa respuesta que le viene con el infinitivo a Ernst Lanser-, coda
Mostraba también que, en esta etapa, estamos muy cerca de un proceso bas- la habilidad obsesiva para, justamente, mantener ese equívoco, quiero decir qu"
1:inte semejante al que conocemos en la psicosis. Pienso que ustedes están más o si con el imperativo el aludido es él en esa intimidad subjetiva que le dictamina
menos de acuerdo en esto. Lo que muestra que Ernst Lanser no es psicótico es en cierto modo anularla, para retomar tal cual el mensaje del Otro, directamen-
que no va, después de haber oído eso, donde el Teniente A para decirle: ''Aquí te, pues bien, con esa fórmula, ''no devolver, si no eso sucederd ': podemos oír qll"
está, es para ti", y que el otro le diga: "Pero no, no quiero", "¡Ah!, ¡no me impor- él se acondiciona el lugar escondido de un sujeto de la enunciación, haciendo lle-
l:l , es para ti ... !". No sucede así. Habiendo recibido ese mensaje, ese imperativo var el peso del infinitivo al sujeto cualquiera del enunciado que se puede supo-
moral del Otro, cargando además esa deuda que no ha sido pagada de manera ner apto para sostener un infinitivo y sin que eso comprometa a nadie. Como les
adecuada, de manera vinculada, como si al mismo tiempo faltara en el Otro lo decía hace un rato, el infinitivo, justamente, no implica de ninguna manera el
que marcaría en él, que pondría en él, que inscribiría en él el deseo, que intro- acto; más bien, diría, todo lo contrario.
du ciría en él la significancia del deseo, pues bien, la respuesta es entonces esa fór- Por otra parte, esa fórmula, esa escritura hecha con dos proposiciones, co n
mu la que le viene: "No devolver el dinero, si no eso se producird", eso, es el supli- una condicional, con una hipotética y su consecuencia, realiza otra hazaña; si en
io de las ratas infligido a papá y a la dama venerada. Una vez más, formulación el caso del imperativo moral el sujeto del enunciado se mantiene así disimulado,
:stupenda. Primeramente por el uso del infinitivo. Sería conveniente que algün esa escritura: "Si devuelves .. . pues bien, eso sucederd", inscribe lo que se refiere a 1:1
d fa, si tenemos talentos y fuerzas suficientes para eso, dediquemos tal vez más causa, de una manera que reduce radicalmente el terror que podía inspirar la ca u-
1iempo al estudio del infinitivo. En todo caso, nuevamente de manera intuitiva, sa del imperativo moral en la medida en que no estaba en ningún lugar, es decir,
percibimos muy bien la diferencia ... Si al entrar en el edificio uno encuentra un al mismo tiempo en todas partes. Aquí, la causa está escrita. Hay un enunciado,
letrero al lado de la puerta de la conserje: "¡Te vas a limpiar los pies antes de una hipotética, una proposición condicional, que se vuelve la causa. Es: "si devuel-
subir!" [risas], a uno le parecerá ... Pero, ¿por qué? ¿Por qué les parece chocante? ves el dinero ... ", entonces la causa que invierte obviamente aquí ... , pero dejemos
Les hace reír pero, ¿por qué no sería así? ¿No les gustaría? Es más, ¡no sé lo qu(' eso por lo pronto, o sea, ya lo he desarrollado bien, pero la causa aquí se vuelve,
harían! Entonces, de manera más clásica, uno lee: "¡Límpiese los pies antes de diría, racional y esa formulación, que es la de la lógica de las proposiciones, S''
subir!". escribe, como saben, algebraicamente, si la proposición "P", pues bien, resulta 1:1
Sr. X ¡Se le ruega .. .! proposición consecuente, la proposición "Q'' y ya está. Es decir, que hay en es"
JIK lman: "¡se 1e ruega.. ..I" , s1,
' s1. quiere.
. tipo de respuesta una manera de neutralizar al sujeto de la enunciación, de neu-
C'l-n. 1He
3
Bueno, en todo caso, la forma plural aquí. Uno admite que lo puede hacel', tralizarlo en cierto modo, de suprimirlo. Ya no hay otra cosa, ahí, más que "enun-
le dan a uno el derecho a hacerlo y a no hacerlo, mientras se dirijan a "usted", iado". Un enun c i ~1do se vuelve.: la causa de otro. Ya no es una enunciación qul'
·o n ese plural4, es que a uno lo están invitando a hacerlo. Pero ya no tiene todo se vuelve causal, l'S 1111 t·11111 wi.l( lo co 111 0 ca usa de una consecuencia de otro en un -
424 Parte 11: 1988-1989 Lección XI: 9 de marzo de 19H<J 425

iado. Mientras que él, presten atención a esto, gracias a ese infinitivo, mantiene liado con su padre. Eso deja subsistir, en el mejor de los casos, una tensión Ul l l'l'
disimulada la eventualidad de su propio sujeto de la enunciación, de su propia Padre e Hijo, tensión de rivalidad, de competencia celosa donde sabemos qu v d
subjetividad. amor paterno encuentra a veces máscaras, digamos, torpes, para mal disim11l:tr s1 1
La última réplica no merece mayor desarrollo, a no ser que nos muestra el irritación ante el éxito eventual de la progenitura; es evidente que los pap:is h:1n· 11
regreso inmediato -ven como es circular- de la formulación del Capitán Cruel, lo que pueden, pero bueno, no son más santos que los demás, en gener;:il y l' ll <·I
pero esta vez en la forma de esa voz interior pura, de ese puro edicto moral: "Tú mejor de los casos; y esto a pesar del amor que llamamos paterno y que no q11 h·
devolverás'', es decir, sin ninguna condición, sin ninguna restricción, sin ningún re decir nada más que un amor más allá de la competencia entablada por el l1ijo:
arreglo. "Tú devolverás las tres coronas ochenta al Teniente A". un amor que es refractario a lo que podría sentirse ante la competencia cn1 :1hl.1
El Capitán Cruel lleva un nombre checo, en el diario sabemos su verdadero da por ese hijo que ha tenido éxito con su Edipo y que quiere hacer mejor q11 r
nombre y ahí podemos pensar que la traductora no quiso maquillarlo puesto que papá. Entonces, en el mejor de los casos, no hay ninguna razón para que h:1y:1,
comenta a propósito de ese nombre, entonces es verdaderamente éste, se llama- una vez que el hijo ha asumido así su virilidad, la más mínima posibilidad par:1
ba "Nemeczek", lo que quería decir, justamente, en checo, "pequeño alemán1', ellos de abrazarse uno a otro diciéndose: "¡Por fin! ¡Es increíble cuánto vamos :i
pero con el interés, no despreciable para nosotros, de que Nemec, que forma la poder querernos ahora!"
raíz de ese apellido checo, antes de significar "alemán", para los checos significa- La única manera para que esta tensión residual se resuelva - no hay muchas
ba también "el mudo". No es impensable que este apellido, quiero decir que este otras- es, para el hijo, una vez que ha adquirido la virtualidad de esa virilidad , (.'11
mudo, así presente en ese edicto moral, se haya hecho oír para Ernst Lanser; no cierto modo, el sacrificarla a su padre y decirle: "Pero no, Papá, es tuya ... Te dejo
era en absoluto tranquilizador que tenga que vérselas con el mudo, con el Gran la integridad de tus atributos y en cuanto a mí, pues bien ... " La reconciliació11
Mudo. El Teniente A, pienso que ahí tampoco maquilló los apellidos, era el Tenien- implica, de la parte del hijo, un tipo de renuncia, por lo menos en vida del padrt·;
te David, lo que no es del todo indiferente, eso nos lleva a un punto que ya les es justamente por eso por lo que no puede hacer de otra manera que esperar s1 1
he mencionado, y el otro, el Teniente B, es el Teniente Ehrlich, no veo por qué muerte para poder por fin prevalerse dichos atributos. Actitud que no es absur
ella habría retocado burdamente este apellido también, es decir, el Teniente Hones- da y que es justo calificar de feminización con respecto al padre. Si voluntariamenl l'
to, entonces nos orientamos, más o menos nos orientamos. utilizo este término, no es solamente porque pertenece a la clínica del obsesivo - no
El problema que a partir de aquí hay que retomar es el saber lo que nos per- a la de la histérica, ahí, un tipo de feminización totalmente diferente, es una fcm i-
mite hablar de ese Gran Otro como estéril, expurgado de ese objeto causa del nización que, al contrario, mantiene la rivalidad con el padre- , pero si menciono
deseo. ¿La deuda impagada por la generación precedente de los Lanser basta para esto es que, justamente, la religión, los escritos que tenemos, parecen implicar en
explicar el proceso? ¿Es acaso lo que constituye aquí esa zona de aspiración que el tipo de metáforas escogidas para especificar la relación del hijo, de los hijos, :i 1
se vuelve tan significativa, que se vuelve significante, que da su significancia al padre, parecen implicar metáforas propiamente feminizantes, de las cuales podt:·
mensaje venido del Otro? Significancia, les hago notar de nuevo, sin equívoco; mos pensar que no vienen sin consecuencias, como todas las metáforas.
es directo. ¿O tenemos acaso que retomar, esta vez, la pregunta sobre lo que intro- Es, pues, una primera consideración, una primera observación. Paso. Mc11
duce la religión en el Otro, en el Gran Otro? El Edipo ha sido, por mucho tiem- ciono aquí la relación de hijo a padre, paso por alto la relación entre maesrro y
po, esa especie de cumbre, diría, de audacia que se daba al psicoanálisis, es decir, alumno. En ella, pues ... , como se trata de una fecundación, digamos, purame 11
la facultad de decir que verdaderamente nos creían buenos hijos, ahí donde en te espiritual, este tipo de problema se da muchísimo, realmente; se manifiesta :i
realidad nos habitaba un odio feroz hacia Papá y que sólo teníamos una idea lo grande; incluso con la inevitable protestación viril, no de Adler, sino de los
en mente, era ... , etc. Entonces, ¿el Edipo representa acaso, en cierto modo, la alumnos, ¿no es cierto? Dejo de lado este tipo de cosas.
cumbre de la audacia que el psicoanálisis es capaz de permitirse en el análisis de La otra cuestión que quiero ver que se desarrolle aquí, y espero que pu<.:d:1
las relaciones entre Padre e Hijo? Si tenemos que volver a partir de ahí - de ahí hacerse, ya le pedí a uno de ustedes que lo haga, la otra cuestión que m erece sn
puesto que es el pivote que utiliza Freud para tratar a su paciente- , si tenemos retomada se refiere a lo que se puede suponer como el goce de Dios. Hay un a (~ 1r­
que partir de ahí, tendríamos que notar que el Edipo, un Edipo exitoso, si uno mulación de Lac;:in en " K:111r co n Sade'', que dice que no prestamos mucha :Ht n
ha tenido éxito en su Edipo, uno no está a la vez, de ninguna manera, reconci- ción a lo que es el g<H'<' di' 1)ios. l 1~ 11 ronces no vamos a prestarle mucha atcnci611
~ 26 Parte JI: 1988-1989 L ección X I: 9 de marzo de 1989 427

:i <.:so esta noche, pero ¿les parece acaso posible en ese goce decir que Dios quie- do prescinde de todo lo que habría sido el goce sexual de Dios. Es tomado ind11
re gozar de su producto? ¿Les parece acaso una formulación correcta? Tienen dere- so, mucho más fácilmente, en el registro de lo que habría sido el sacrificio de .~ ll
·ho a ... , no se la presento en absoluto como un imperativo, les aseguro que sus parte, es decir, que no solamente que no habría gozado un poco, sino que, :td"
protes taciones serán bien recibidas, no necesitan ponerlas en la forma infinitiva, más, le habría costado, lo ha cansado por lo menos, puesto que tuvo qu e dn,
p<.:ro, si se lo formula así, ¿no encontramos acaso uno de los problemas propios cansar un poco después.
dd obsesivo?, es que tiene, primeramente y por definición, que apuntar ante todo Si entonces ese objeto está presente en el Otro, vale la pena repetirlo, y t'S lo
al :1mor del padre; segundo, es gracias, en cierto modo, a la obtención de ese amor que diferencia a nuestras religiones de los cultos fálicos ordinarios, habitu a l<.'.~, d .
q ue puede verificar, que garantiza a ese padre el goce ante su producto; pero a la sicos, tanto los que funcionaban con los misterios eleusinianos indudablww111 1·
v<.:z, por un singular efecto perverso e inesperado, si es el mensaje que descifra en o, justamente, todos los ritos paganos ... Y entonces, nuestras religiones li l:1w11
d Otro, en el Gran Otro, que le viene del Gran Otro, ¿no está acaso atrapado, él no solamente la facultad de sublimar ese objeto, sino además de supon er q11t·
wmbién, en el afán, con el ejemplo ilustre que le viene de allá arriba, de tener que nuestra participación con él es una donación que nos vendría del Otro, viviendo
~ozar de su propio producto -acaso metido en un circuito singular, un poco como nosotros en el pecado de no poder cumplir plenamente todos los deberes qu e
·I del Hombre de las ratas, que quiere pagar a uno quien pagará a otro, etc.-, de tenemos a cargo, que hay que anotar en nuestra deuda, por esa donación del O tro.
poder garantizarse el goce de su propio producto, sin privar al padre del goce que Hace falta esa invención que se llama psicoanálisis para saber que, justamcr11 l',
esperaría, etc.? nuestra relación a dicho objeto no se hace por intermedio de una donació n, :1
¿No nos encontramos acaso aquí ante un tipo de economía justamente de pesar de todo lo que puedan intentar al respecto las mujeres, sino que se hace por
reembolso imposible, de pago imposible, salvo al imaginarse en fantasmas de rela- esa vía sorprendente que es la de la castración. La castración como tal, en sí, qui <:
ciones de a tres, fantasmas de una crudeza particularmente obscena donde él esta- ro decir en la medida en que se inscribe con la ley, está rigurosamente ausente dv
ría en una posición intermediaria entre el padre, por un lado, y la madre, por nuestros mitos religiosos y es por eso por lo que no es absurdo retomar - pud "
otro, garantizando así el goce del uno, mientras se manda la otra? mencionarlo ante ustedes hace mucho tiempo, ya no se cuándo- que había en l:t
Son construcciones así de raras, así de extrañas, no tanto por su carácter de religión una forma de anulación del nombre-del-padre, es decir, de ese significan·
invención, sino, diría, por su carácter de obligación lógica, en la medida en que te, en la medida en que él relaciona el deseo a la ley y en la medida en que esa ky
pueden imponerse, es más, a una mente sana cuya imposible economía habría es la de la castración.
que tratar de resolver. Les señalo finalmente esto porque lo que encontramos, a todo lo largo de los
Pero, puesto que he partido de ahí, ¿cómo entender esa expurgación de ese síntomas de Emst Lanser, son imperativos de cortes, de cesuras, de cortaduras,
objeto causa del deseo en el lugar del Otro? ¿Habría acaso -retomo esta interro- incluso de golpes, en los que ustedes pueden haber leído lo que era en él esa espc·
gación que creo que vale la pena-, habría acaso que entenderla solamente como cie de miedo extraordinario con respecto a todo lo que podía ser violencia y ri es-
vinculada a la falta de pago, de reembolso de la deuda? El Nachnahme. Él recibió go de golpes. Es decir, que todo sucede como si se viera, y él veía el riesgo de qul'
algo y no pagó por ello. ¿O habría acaso que entenderlo también como un pro- aparezca en el Real un conjunto de manifestaciones, las que acabo de mencionar,
eso de sublimación de dicho objeto en el Gran Otro, sublimación en la medida en la medida en que, con respecto a lo Simbólico habrían sido, ¿qué?, ¿anuladas?,
en que, justamente, sería lo propio de la religión? Puesto que estas religiones que ¿forduidas? ¡Ah!, la pregunta podría, puede ser dejada en suspenso.
nos animan estipulan la presencia en el Otro de ese objeto, del Falo. Es inútil Pero no puede no sacudirles a ustedes el comprobar que toda, toda la sin1 0
mantener ritos paganos, ritos de fecundidad, puesto que nuestras religiones aco- matología, toda, o sea . . . una gran parte de la sintomatología que atraviesa la obst·r
modan el sitio de ese objeto en el Otro; en última instancia, ellas son justamen- vación -como a menudo en los obsesivos, por lo demás- está marcada por el h<.:cho
te, en efecto, el culto de ese objeto. Creo ya haberlo hecho notar. No es sino ante de temer la aparición de una cicatriz en lo Real; de una verdadera cicatriz.
él ante quien nos prosternamos, y es justamente por eso por lo que es normal que Pero, como ustedes tienen mente crítica y como tienen el sentido, ustedes
los teólogos defiendan los derechos de dicho objeto. Es parte, de manera muy también, de la réplica, ustedes dirán que todo eso está muy bonito, pero que có mo
lógica, de sus deberes, ¿no es cierto? Pero es, evidentemente, un objeto, en nues- es posible que, des pu és de todo, la neurosis obsesiva se ve tan, tan bien en edu ·
tras religiones, un objeto sublimado, puesto que el obrar para la creación del mun- aciones, familia s q11 (.· 11 0 li :1c('ll 11i11 g11n a referencia a la religión y que so n in cl u-
428 Parte 11: 7988-1989 Lección Xi: 9 de marzo de 1989 421)

so fomilias notablemente ... que podríamos calificar de mente racionalista, a tal Sr. X Disculpe mi torpeza. Hubo, hace tiempo, una pregunta que usted plan ·
punto que podríamos preguntarnos si no hay, diría, una connivencia aún más teó diciendo que, en cierto modo, el obsesivo evitaba lo Real gracias a subtcrl11
sn.: reta, aún más íntima, entre racionalismo, no digo racionalidad, digo raciona- gios que le permitían un manejo virtuoso de lo Simbólico, con eso fabrica sínto
1ismo y neurosis obsesiva. Entonces, ¿cómo es posible? Se puede mencionar indu- mas, diríamos, sobre medida, pero no muy confortables. Ahora bien, ¿qu é t•s, 1· 11
dablemente al respecto el hecho de que, en la medida en que lo que caracteriza el fondo, lo que reprime? Usted lo dijo, creo, la semana pasada, justamente d j111·
:ti ra cionalismo es el inscribir sistemáticamente lo que se refiere a la causa en un ves pasado, con una fórmula a mi parecer muy acertada, en ... de esta m :11H' 1,,
t nun ciado antecedente, teniendo éste una causa que es un enunciado antece- que, en el fondo, lo que reprimía era, indudablemente, entre otros, un deseo .~ i11
dt:nte; es un proceder que ha caracterizado a escuelas filosóficas, pero que es el ley, se trataba de un deseo sin ley, entonces, a partir de eso, se trataba pues d1·
proceder propio del racionalismo, que todo lo que es Real es racional, es decir, reprimir, a costa de un desplazamiento subjetivo, incluso de una denegació n, d..
simbolizable. Es decir, que, a la vez, en el proceder racionalista, la función pater- una renuncia en casos a veces bastante endiablados. Entonces me parece, en efec-
na - ahí estamos de nuevo- se encuentra necesariamente rebajada al rango de sim- to, que la cuestión de lo Real parece atormentar un montón al obsesivo.
pl e enunciado, causa antecedente, como enunciado. Quiero decir que en el pen- ¿Continúo?
sam iento racionalista, el padre es simplemente el que estaba ahí antes. Y, en este Ch. Melman: Por favor.
proceder osado, pues bien, el padre se ve, por una colusión que podría sorpren- Sr. X En lo que se refiere a la feminización, justamente, porque es algo dt
dernos aún más, puesto en el mismo lugar que en la religión. todas maneras que interroga mucho. Lacan dice de Schreber: "Se trata de una sig-
Ya que, incluso si la religión dispone, claro, de una parte de inconocible, de nificación que se refiere al sujeto pero que es rechazada y que tiene la mds íntima reirt·
misterio, si la religión rechaza la gnosis, si le conserva a Dios una cara que, o nun- ción con esa bi-sexuatidad primitiva, el Presidente Schreber no ha integrado nunNt,
;a ha sido vista, o solamente ha sido apenas divisada, o se ha quedado escondi- de ninguna manera, ninguna especie de forma femenina". A partir de esto, hice una
da, etc.; queda sin embargo que el decir de Dios, tal como los teólogos hacen su pequeña intervención el jueves pasado, justamente sobre el problema de la tran-
·xégesis, es un decir que no deja dudas, no deja misterio, sabemos lo que quiere, sexualización de Schreber, es pues, entonces, lo que reaparece en lo Real efectiva
·s decir, que ese decir se ve de manera propiamente - espero que este término les mente, lo que no ha sido simbolizado, esa mujer, y eso me hace pensar en un auto r
escandalice- , de manera propiamente asesina, reducido a un dicho. que se suicidó muy joven, que era vienés, un judío vienés que se llamaba Otto
Ahí encontramos el mismo proceso que el del racionalismo y ya no tiene que Weininger6 y que escribió Sexe et caractere [Sexo y carácter], y que decía, un poco
so rprendernos tanto, a la vez, el que los teólogos hayan podido darle al raciona- a la manera de Schreber, que si había castración en el mundo, era, pues, en efec-
lismo el lugar que conocemos y creído que no había antinomia fundamental, fides to, el desorden ontológico y era a causa de la mujer y de los judíos, sobrentendi-
r¡uerens intellectum. Es indudablemente por eso también por lo que Lacan puede do, indudablemente, los judíos circuncisos, se puede imaginar. .. Pero bueno ,
haber dicho que los teólogos eran los que no creían en Dios. Tal vez dijo incluso esto es.
que eran los últimos que no creían, que no creían en Dios. Ch. Melman: Sí, mire ... , no, pero es verdad que es .a causa de ... creo que . ..
Me gustaría mucho que estas proposiciones que les formulo, que aceptaran yo estoy de acuerdo con esa fórmula, aunque no me suicide por ello, pero es vcr-
rdlexionarlas, que se den el trabajo de construir, de evocar, en torno a ellas algu· dad, ¿no es cierto?, es verdad ... salvo que la religión, digo, se dedica a esconder,
nas objeciones. Quiero también, como les he dicho hace un rato, ya veremos si, a esconder eso, ¡pero es verdad!
omo quiero, puede hacerse, que podamos hablar más, de manera más precisa, Ahora, sobre lo demás que ha dicho, el problema de la feminización, lo abor
sobre lo que podemos suponerle como goce a Dios, tal como nuestras religiones, daremos de manera más desarrollada, si le parece, justamente utilizando al Horn·
t n todo caso, lo establecen. bre de las ratas, siempre en la medida en que ... él también está atrapado, o s<.:a
puedo tal vez aquí, de inmediato, hacer el comentario siguiente: él también cs r:I
Y, mientras esperamos la próxima semana, ¿tienen ahora mismo alguna pregunta ? atrapado en una contradicción insoluble que es que, por un lado, en el fo nd o,
nunca placería tanto a Dios sino, finalmente, dejándole todo el peso de la virili-
Sr. X Tengo algunas pequeñas intervenciones que hacer. . . dad y de la paternidad y q 11 c, po r otra parte, tiene que mantener, sin embargo,
Ch. Me/man: Sí. digamos, un a imagrn qtl l', rn 11 rvspvc10 a Dios, sea gratificante, sea satisfocrori:t.
UO !'arte //: 1988-1989
Lección X I: 9 de marzo de 1989 4'.'1 1

rn ejercicio al que se dedica Ernst Lanser, que consiste, cuando trabaja en la


noche, en ir a exhibirse ante su espejo en cueros, en el que Papá está presente 1
MELMAN, Charles, "La logique del' obsessionnel'', en Bulletin de l'Association freudierme i1111•r
p11 <..:sto que Papá, aunque esté muerto va a entrar, o si no debe estar mirando esto. nationale, n.º 74, Ed. Association freudienne internationale, París, 1997, pp. 3-12; versión ,.1'<
' l(; nd rcmos la oportunidad de desarrollar la paradoja y si Lacan dice que hay en rellana "La lógica del obsesivo", en Neurosis obsesiva, Revista El Trimestre Psicoanalitito 11 ." ./.,
d obsesivo una dimensión que es la de la hazaña, es probable que se refiera en Ed. Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2002, pp. 43-60. La conferencia tuvo lug.11 1•1
2 de marzo de 1989 en el Hospital Sainte-Anne. N del T
p:1rtc a este punto; es decir, llegar a realizar una sorprendente, una bastante asom- 2
En francés, la segunda persona del plural, "vous", es la misma que se utiliza para el tr:11 :1 111 irn
brosa, no diría bi-sexualidad, sino una ambi-sexualidad, que clínicamente podría to de cortesía en singular, es decir, la traducción del "usted", en singular, y tanto del "voso 11 11N"
p:1recer asombrosa. Entonces, no he retomado esta noche lo que usted oyó el jue- como del "ustedes", en plural. Sería interesante evocar los distintos matices que tiene, ta nto r 11
vts pasado, pero volveré a desarrollar esta cuestión del deseo sin ley, que se opo- francés como en español, el origen y la evolución del tratamiento de cortesía. N del T
ne a la ley sin deseo, que podré desarrollar de otra manera, en otro momento. 3 Cf nota anterior.
4
Cf las dos notas anteriores.
Sr. X Tal vez una última cosita. 5
Lacan juega aquí con la homofonía que hay entre tú es [tú eres] y tuer [matar], lo que le lk:v<'>
Ch. Melman: Sí. a hablar del aspecto mortífero [tuant] del tú, del imperativo que tutea. N del T
Sr. X Lo que me cuestionó mucho es la exterioridad del "tú", justamente. 6
WEININGER, Otto, Sexe et caractere (1902), ed. I.:age d'homme, París, 1989, 291 p. La versión
Ch. Melman: Sí. castellana: Sexo y cardcter. Losada, Buenos Aires, 1942 (pero también Ed. Península, Barcelo-
Sr. X: En todo caso, me ha hecho pensar en esa tensión proyectiva que pro- na, 1985).
pone el Ideal del Yo al Yo. Me ha parecido que ahí, en el Ideal del Yo, hay algo,
·n efecto, que me hacía pensar, en cierto modo, en una posición casi melancóli-
;:i en relación, justamente, a ese Ideal del Yo, lo que me obliga a convertirme,

pero que me obliga a convertirme en ese Ideal del Yo representado, admitamos,


por el Otro, pero Otro, en efecto, donde el deseo estaría ausente, donde se sen-
tida una especie de fuerza, se podría decir, sin deseo, así. Y eso hace pensar, en
efecto, en una posición de todos modos melancólica en que, de pronto, nada se
mueve; es decir, que el sujeto se neutraliza a sí mismo y neutralizaría al Otro.
Ch. Melman: Ese acercamiento a la melancolía me parece, en efecto, bastan-
ce justificado.
Sr. X Se piensa también en el Final del juego [Fin de partie].
Ch. Melman: Pero claro, claro. Así es.
Sr. X Donde nada se mueve.
Ch. Melman: Pero claro, así es, totalmente de acuerdo. En todo caso, ¡vamos
a movernos! ¡Venga!

[Risas]
1

Lección Xll
16 DE MARZO DE 1989

Esta noche, Jorge Cacho ha aceptado encargarse de abordar esta cuestión que par-
te del comentario de Lacan en "Kant con Sade" de que no prestamos suficiente-
mente atención a lo que se refiere al goce de Dios2; lo cual será retomado de otra
manera, es más, unas quince páginas más lejos donde dice que, finalmente, la
experiencia sadiana está cómoda en los pilares de la ética cristiana3 •
En todo caso, le agradezco a Cacho el haber aceptado reflexionar sobre esta
cuestión y le doy de inmediato la palabra.

Jorge Cacho: A la invitación del Dr. Melman, para intervenir sobre un comen-
tario de esta frase que se encuentra, como acaba de decir, en el texto de Lacan,
"Kant con Sade", la frase es, como ustedes la conocen:

Sin duda el cristianismo ha educado a los hombres para que presten poc:1
atención a lo que se refiere al goce de Dios 4

y a su invitación, entonces, le he propuesto, por mi parte, comentar, tal como


puedo hacerlo, un texto místico, puesto que en el texto de Lacan se trata del goc<.:
de Dios, oyendo a ese genitivo tanto del lado del genitivo objetivo como del lado
del genitivo subjetivo, y que me ha parecido que, si hay en el cristianismo, claro,
algo que hable, de una manera diría incluso obscena, del goce de Dios, son los
textos místicos.
Puesto que soy es p:ifíol, nw h:i parecid o más justo inclinarme por un tcxro
·scrito en esta lengua , t ' ll 1111.i 1nl.~ 1i r: 1q11 v 11 s 1 cdes seguramente conocen, Teresa
t1J4 Parle 11: 1988-1989 Lección Xll: 16 de marzo de 1989 4.15

dt· Ávila. He escogido en esta escritora mística un texto que me parece particu- especifica, en esta misma teología, al vínculo de filiación por el espíritu. En efcc..
l:rnnente pertinente, por encontrarse primeramente en su libro llamado El casti- to, no es sino a Dios a quien le corresponde el acto singular de la creación, y 110
llo interior o, en otros términos, Las moradas, y de manera más puntual en ese de la emanación del alma, es decir, de lo más íntimo que hay, lo más si 111 plr,
tt·xto, que es un texto largo, he escogido un capítulo particular, el capítulo XI de inmortal, en la criatura y sin lo cual ésta no podría nunca valerse de tal fili ac i<'> 11 .
" l ,as moradas sextas" puesto que, como saben, los místicos consideran que su pro- Pero ese don, esa gracia, lejos de apaciguar el dolor que siente el alma, no h.1 n ·
r cdcr está articulado, digamos, en tres momentos estructurales a los que ellos lla- sino aumentar su pena en los místicos. La causa de esta paradoja se sosticnc, t·11
111:111, primero, la Vía iluminativa, donde las potencias, como decían, las poten- el decir de Teresa, por el hecho de que, la cito:
r i¡is del alma están en ejercicio pleno; un segundo momento que es el de la Vía
purgativa, que expresan con la metáfora de la Noche oscura del alma; y la terce- Es la causa, que como va conociendo más y más las grandezas de su Dios
ra que es la Vía unitiva. y se ve estar tan ausente y apartada de gozarle, crece mucho más el deseo; por-
Este capítulo XI de "Las moradas sextas" es un capítulo que me parece un que también crece el amar mientras más se le descubre lo que merece ser am::i-
pivote del paso, pues, entre la Vía purgativa, la Noche oscura del alma y el paso do este gran Dios y Señor
a la Vía unitiva. Claro que, por llamarse el texto como acabo de decir, El castillo
in terior, estamos de entrada en un tipo de topología muy particular, que es la La traducción del texto francés no responde, me parece, exactamente a la cons-
topología definida por un solo espacio, el del interior, El castillo, protegido pues trucción gramatical singular de ciertas expresiones como, por ejemplo, 'se ve apar-
dc toda exterioridad, con una interioridad nunca completamente asegurada, pues- tada", 'se descubre'', en la forma reflexiva que ella emplea y, además, no solamen-
10 que en esos lugares hay siempre moradas, moradas cada vez más íntimas, cada te aquí, sino en otros párrafos, no voy a leer todo el texto porque no es mi interés,
vcz más estrechas, cada vez más secretas y aisladas. En estas "Moradas sextas" que pero quisiera subrayar la importancia de todos los significantes que se refieren a
podemos oír como la metáfora del sujeto místico mismo, de un sujeto del cual la mirada: "ver", "descubrir", "develar", etc.
t r:itaremos de delimitar el enigma de su estatuto, en estas moradas, pues, las sex- Insistiré entonces en esta frase de Santa Teresa sobre la forma gramatical, el
tas, va a desplegarse una escena cuyo carácter intemporal la vuelve cercana al sue- reflexivo, que subraya, como sabemos, la identidad del sujeto y de su comple-
fo, a lo que, en el sueño, el soñador no puede de costumbre soportar. mento. En otros términos, presenta la persona que es sujeto del verbo y corno
complemento; es decir, que hay, me parece, como una especie de vacilación, de
Trata -lo leo- de unos deseos tan grandes e impetuosos que da Dios al fluctuación entre la posición de sujeto y del objeto en este texto y en otros pasa-
alma de gozarle, que ponen en peligro de perder la vida, y con el provecho qm· jes escogidos, en los que veremos cómo esta misma lógica reaparece.
se queda de esta merced que hace el Señor5• Las metáforas que utiliza Teresa para significar ese dolor del alma son las de
la tradición mística, de la cual es parte. Es un fuego que abrasa, que quema, es
Se trata entonces del deseo que da Dios al alma, cuyo objeto consiste en gozar, una flecha que hiere, con tal agudeza que abre en el alma esa llaga imposible d"
·n infinitivo, lo que nos ha señalado el Dr. Melman, es decir, esa forma verbal sanar, por la que se expresa el mismo dolor en formas sin palabra, antes de toda
que no expresa ni el sujeto, ni el tiempo en que la acción se desenvuelve y cuya palabra, como gemidos, lágrimas, suspiros o "grandes gritos", como ella dice.
Íunción equivale, gramaticalmente, a la del sustantivo; en nuestro caso, el gozar, Esta metáfora del fuego equivale en el texto a la de la purificación del alma,
precisamente, representa al objeto del deseo, el deseo de gozar de Él o, más pun siempre, cuyo lugar teológico de consumación, el purgatorio, es mencionado
tualmente en español, de "gozarle". por Teresa:
El deseo de gozar de Él no depende de la voluntad del alma, no representa
tampoco el desenlace de una ascesis difícil, cierto es, pero asegurada en lo que a Con ser persona sufrida y mostrada a padecer grandes dolores, no pucd '·
su fin se refiere. Es, en cambio, un don de Dios, un don del Creador, como Tere hacer entonces más; porque este sentimiento no es en el cuerpo -como que-
sa lo nombra, un don que hace al alma, otra metáfora del sujeto místico, a mi da dicho-, sino en lo interior del alma. Por esto sacó esta persona cuán m:.ís
parecer, pero que testimonia esta vez, esta metáfora, por su peso en la teologl:i recios son los scnrimicnros de ella que los del cuerpo, y se le representó ser d'·
esta mancr:1 los qt1t· p:ulnTn rn purg:irorio
·ristiana sobre la creación, del vínculo íntimo que anuda a los partenaires y q1H'
'1J6 Parte 11: 1988-1989 L ección Xll: 16 de marzo de 1989 4J7

Pero purificar el alma, ¿de qué?, de Véame mis ojos, dulce Jesús bueno, véame mis ojos, muérame yo lu ego.

todo -cito- cuanto halla de esta tierra de nuestro natural. De esa desaparición subjetiva testimonia la escritura misma de Teresa en l:i
medida en que no habla de sí misma, como acabo de decir, sino en terce ra pn
Los dos modelos de mujeres purificadas que Teresa cita en este capítulo, la sana, o en la forma gramatical de un pronombre impersonal, alguien, una ¡w1
S:1111aritana y la Magdalena, podrían permitirnos situar mejor sobre qué actúa sana, etc. Después de haber puesto de relieve los efectos corporales de .la pu ri li
·sta purificación y cuál es su objeto. E incluso, si esta purificación no se conten- cación, Teresa subraya otros efectos, esta vez abarcando toda la esfera de su vid .1.
ta con combatir todo lo que pertenece a los sentidos, todo lo que hay de terres- Es entonces para subrayar cómo la mortificación del sujeto no es sólo una mor
1re y de natural, purificación que, es más, como sabemos, es considerada en otras tificación, digamos, interior, sino que abarca tanto como toda su experiencia dd
trad iciones ascéticas, especialmente la estoica en cierto modo, esta purificación mundo. Eso es.
produce, pues, efectos corporales, incluso si no implica directamente al cuerpo.
Este estado de sufrimiento del alma en la noche del espíritu, por más breve Ahora no, porque su razón está de suerte, que no es señora de ella - es par:i
q ue sea, desarticula el cuerpo: subrayar la diferencia con la fase o, como dicen, la Vía iluminativa-, ni de pen-
sar sino la razón que tiene para penar, pues está ausente de su bien, que par:1
. . .los pulsos tienen tan abiertos como si el alma quisiese ya dar a Dios, que no qué quiere vida. Siente una soledad extraña, porque criatura de toda la tierra
es menos; porque el calor natural falta y le abrasa de manera que con otro no la hace compañía, ni creo se la harían los del cielo como no fuese el qu'·
poquito más hubiera cumplídole Dios sus deseos ama, antes todo la atormenta. Mas vese como una persona colgada, que no
asienta en cosa de la tierra, ni al cielo puede subir
La lógica purificatoria va mucho más lejos; ella apunta a dejar, cito,
Pero todos esos sufrimientos en que se sustenta el sujeto místico, en su cami -
... hecha pedazos, hecho polvos no hacia "La séptima morada'', no representan, cito, "nada" a cambio de lo gu "
el Esposo le dará al alma después: la unión perfecta con él. Unión, es más, no
incluso la humillación del sujeto, su desaparición y van a entender esta escena dr merecida y cuyo precio a pagar no es más que, cito,
b que nos habla, a la que más tarde haré, es más, cierta alusión puesto que lo
urioso en este texto es que nunca habla en primera persona; ... una gota de agua en la mar.

Acaecido ha no durar más que un cuarto de hora y quedar hecha pedazoN. Y si ese sentimiento vinculado a la promesa del bien incomparable no está en
capacidad de aliviar al alma de su sufrimiento, cito,
Hay toda la cuestión del tiempo que es interesante en el texto pero ...
mas con esto la sufre de muy buena gana y sufriría toda su vida - como lo di
Teresa-, si Dios fuese de ello servido.
Verdad es que esta vez del todo perdió el sentido, según vino con rigor y
estando en conversación, Pascua de Resurrección, el postrer día, y habiendo
estado toda la Pascua con tanta sequedad, que casi no entendía lo era, de sólo La traducción francesa no corresponde, me parece, es mucho más fuerte en
oír una palabra de no acabarse la vida. la escritura española en el sentido en que ella dice,

Y la edición crítica española nos da, en pie de página, lo que ella había oído; si Dios fuese de ello servido.
era pues la misa de Pascuas, es más, era un canto que se cantaba, no sé si aún ~t·
anta hoy en día, voy a leérsela, la música en esa época era de Schubert, no es1:1 Es, entonces, la cuestión del servicio de Dios y tal vez incluso de la servidumbre.
ba mal..., el texto dice así: Es justo en el m<Hl1 t 111 0 v11 <111<.: <:l 1cx 10 cs rablece esos vínculos oscuros ent r"
el sufrimi en to dd :d111 .1 v " I .~t · 1 virio .il hirn dr D ios que la santa introdu ce por
438 Parte Il: 1988-1989
L ección X II: 16 de marzo de 1989 439

primera vez la relación entre ese mismo sufrimiento y el peligro de muerte que
alma a Aquel que la había creado, porque esa muerte libera el alma totalmente
él implica. Relación tanto más peligrosa cuanto esa muerte no pone fin de una
del cuerpo, es decir, de lo que era el único obstáculo para la Unión.
vez por todas ni al sufrimiento, ni al sujeto patético que se vale de él:
La segunda fórmula, ''el alma se muere ( . .) por no acabar de morir" y que Tcrc
sa considera como una tentación que viene de "la flaqueza natural'', indica bit.· 11 ,
aunque no sería -cito- morir de una vez, sino estar siempre muriendo, que
verdaderamente no es menos. a mi parecer, la tensión destructora entre las pasiones del alma mística. Es pcci:1I
mente la de, cito, ''aflojar la pena'', esa pena insoportable y el buen querer de 1)io.~
quien le impide, Él, acabar de morir. Es por eso por lo que el párrafo termina co n
El texto de este capítulo termina con esa cuestión de la muerte, del peligro de la imposible liberación de esa pena salvo sí, cito,
muerte cuyas causas indica Teresa.
el Consolador la consuela y fortalece, para que quiera vivir todo lo que fuer"
Dos cosas me parece a mí que hay en este .camino espiritual que son peli- su voluntad.
gro de muerte: la una ésta, que verdaderamente lo es y no pequeño -es decir,
el sufrimiento del alma que no llega a terminar de sufrir-; la otra, de muy exce- Dos tipos de muerte, me parece, se distinguen en este texto. Aquella, primera-
sivo gozo y deleite, que es en tan grandísimo extremo, que verdaderamente mente, de la cual la muerte sería la fuente, como deseos, y el objeto. Deseos impo-
parece que desfallece el alma de suerte que no le falta tantico para acabar de sibles de cumplir en el sentido en que no es sino a partir del Otro lo que podría ser
salir del cuerpo: a la verdad, no sería poca dicha la suya. dado, incluso aprobado, esta vez, como corte y como término; es entonces del Otro.
Q ue resulta, sin embargo, imposible dados los rasgos ilimitados, universales que lo
Estas dos causas, ¿podemos acaso considerarlas homogéneas?, ¿como perte- especifican y que determinan el carácter mortífero de esta unión sin partenaire.
necientes al mismo registro?, ¿cuál sería la lógica que subtiende a ambas? Esto es lo que quería decirles sobre el texto. Quisiera, un instante, decir sola-
Me parece que el peligro que deriva de este exceso de delectación llevado al mente cómo leer esta frase, o sea la cuestión: "Los cristianos no prestan mucha
extremo y que representa para el alma esa ''nada" que ella necesita para que deje •
atenc10n .
I ))

el cuerpo, está en la base de ese otro peligro relacionado, esta vez, a un sufrimiento Después de haber presentado este texto, me parece que "no prestar mucha
tan invasor, del cual hemos subrayado su fin último: especialmente el de la mor- atención"6 se puede entender de diferentes maneras: por ejemplo, no tiene que
tificación del sujeto. evitar lo que se refiere al goce de Dios; o también, me parece más radical en el
Mortificación de la que Teresa habla en varias partes del texto que estoy tra- texto: para poder mirar, de todas maneras, tiene que haber cierta distancia; y, ter-
tando de comentar con muchas dificultades, como ven, y cuyo interés está en las cera, que de ... obviamente, al mirarlo, el peligro es descubrir en qué goce se sus-
form ulas mismas que ella emplea, fórmulas, me parece, bastante paradójicas en tenta esa unión mística, esa relación a Dios, obviamente es peligroso. Pero bue-
las construcciones gramaticales, las cuales cito: ''el alma (. . .)se muere por morir" no, por lo pronto, es ahí donde se ha detenido mi trabajo y habría, obviamente,
o también esta otra frase del texto ''querría aflojase la pena por no acabar de morir". que discutir sobre lo que es el goce con que goza el místico, porque vemos lo que
Su carácter enigmático, paradójico, está dado, me parece, por la utilización del es el goce de Dios, como genitivo subjetivo.
mismo verbo, pero cuya significancia no cubre el mismo campo semántico. L:t
muerte de la que el alma es objeto en la primera frase y que, además, es una fra- Esto es lo que he podido hacer para esta noche.
se bastante rara, porque ''el alma se muere", es decir, es el lado reflexivo, como si
fuera ella quien se diera la muerte . . . y de la cual sería a la vez el objeto, es la con- Ch. Me/man: Le agradezco a Jorge Cacho, creo que es muy útil, muy intere-
d ición, para que la muerte, la verdadera, ponga fin de una vez por todas al sufri- sante para todos nosotros; no somos necesariamente igualmente versados abor-
miento que ella padece. dando estos textos. ¿Acaso, antes de que proponga a Cacho algunas observacio-
Pero esa condición resulta imposible en la medida en que la muerte real, lejos nes al respecto, algunos de ustedes quisieran intervenir en seguida, a pro pós ito
Je cortar definitivamente los vínculos que la unían al "Creador", al ''gran Dios" y d<.: lo que han oído . . . ? Sé que :1 lg11nos y algun as de ustedes se han interesado tam-
"Señor", com o ella lo llama, permitía justam ente, esta muerte real, entregar <:I bién en la cuestión d<: los n iís1irns ...
440 Parte 11: 1988-1989 Lección X ll: 16 de marzo de 1989 44 1

Entonces, ¿habría de inmediato ... ? Jesús, me parece, me pregunto si ahí, en efecto, lo que dice de su sufrimiento 110
tendría que ver justamente con ese régimen autárquico de la pulsión ...
Maurice Boussidan: Quisiera pedir una precisión en cuanto a la filiación por Jorge Cacho: ... Lo que diría, solamente para indicar una diferencia, de t0d os
·I espíritu, tal vez ya en la doctrina cristiana ... , pero es algo sobre lo cual quisie- modos, es que ésa sería una manera de leer esa frase enigmática de la que no hi n ·
ra preos10nes ... sino indicar algunas posibilidades de lectura, pero que no la agotan en abso l111n,
Jorge Cacho: Desde el punto de vista, sabe, de la teología medieval, porque la cuestión de "muero por morir", también se la puede leer como una ten 1:11 iv,1,
1.:s ahí, como usted sabe, donde la cuestión de la teología sobre la creación . .. finalmente, de terminar ese goce, de separarse, pero es una tentativa impm ihl1·
Obviamente, para Santo Tomás la pregunta era ¿por qué Dios - que no necesita en el sistema - usted ve cómo no es una cuestión de voluntad, es el sistema , l.1
nada, es una de sus cualidades- , por qué habría creado el mundo? ¿Por qué lo lógica del sistema que implica necesariamente que, desde que hay ... se arri c11l:1
habría creado? Y se responde con esta frase que no es teológica, que yo sepa, que el lugar del Otro como el del Creador y de un creador con ese tipo de vín cul o
va mucho en el espíritu filosófico, incluso aristotélico: Bonum est diffosum sui. con su criatura, creo que el discurso místico muestra la radicalidad a la que llcv:1
Se puede traducir: "Es lo natural del bien el difundirse ... ", lo cual es muy la lógica de ese discurso religioso. ¿En qué sentido ateo, este texto ... ? No sabría .. .
in teresante. Es decir, que, finalmente, no hay literalmente criatura como algo Jacqueline Pasmantier. Jorge, quisiera simplemente remitirte una frase de un
d iferente, es una parte. La pregunta que se planteaba en esa época, al leer esta fra- personaje de Beckett, Molloy, disculpa, no quisiera para nada ... , una frase qu t
se en el contexto filosófico que era el contexto medieval, es ¿cómo se justifica dice: "Pero, ¿qué diantre hacía Dios antes de la creación?".
entonces que los seres humanos no sean una emanación?, ¿lo ve? Entonces, en Jorge Cacho: Pero, lo que sabemos: que se aburría ... [risas]. Es decir, si como
ese momento, la teología cristiana estableció que la creación era para cada uno los filósofos medievales hubieran entendido bien, que "es lo natural del bien , su
de los individuos - la creación del alma, claro, porque la creación era de los cuer- propia expansión". Es algo que es interno; suponer entonces que habría un C rc~1 -
pos ya sabían muy bien cómo era, no era eso lo que les interesaba, dependía d<: dor. . . -bueno, ni siquiera va con el significante creador puesto que supone la cre-
un acto personal, singular del Creador, en el momento mismo de la concepción- . ación- , un Dios que no habría ... en el monoteísmo porque en el politeísmo es
Lo que dio, como ustedes saben, todos los Problemas con respecto a la moral totalmente diferente.
matrimonial en la teología cristiana. Pero es interno a la estructura misma del Dios monoteísta el crear. Lo qu e
Es decir, que eso supone un vínculo tan singular y un vínculo tan particular sabemos es que tuvo necesidad de crear, podemos entonces suponer que se abu-
que implica justamente una deuda, de la cual vemos bien la dificultad para pagar· rría ... Pero bueno, era una ocurrencia, no sé lo que habría hecho si no hubi era
la. ¿Por qué por el espíritu?, porque, y para diferenciarse justamente de la tradi creado, pero a ti, ¿qué te parece que habría hecho? Ni siquiera me he planteado
ión judía, los cristianos no nacen de la sangre ni de la carne, sino del espíritu, es esa pregunta. Me incomodaría mucho ...
decir, no podemos valernos de la filiación en esta tradición por pertenecer a una Ch. Melman: ¿Hay acaso otras preguntas que quisieran plantearle ahora mis-
etnia o a un grupo. Es algo que introduce necesariamente la cuestión de la gra mo a Jorge Cacho sobre lo que nos ha aportado .. . ?
tuidad absoluta de la filiación, puesto que no está relacionada, como acabo tk Marion Arnoux: Jorge, a mí me sorprendió el tinte melancólico del discurso
decir, a ninguna connotación histórica, étnica, de sangre. Pero bueno, no sé si lw de Santa Teresa de Ávila y me preguntaba ¿qué diferencia puede haber entre su
respondido en cierto modo, pero es en todo caso lo que puedo decirle ... posición y la de un melancólico? y ¿por qué, por ejemplo, el hecho de encontrarse
Sr. X: Una pequeña pregunta: tengo como la impresión de que lo que usted en Dios un partenaire podía ... ?
ha subrayado es como la definición de un ateísmo radical, tengo la impresión tk Jorge Cacho: Es verdad que hay una tonalidad, diría, una tonalidad, pero no
q ue no se podría encontrar mejor definición en relación a lo que usted ha dicho hay, ¿no es cierto?, esos elementos que son constitutivos del discurso melancóli-
ele un ateísmo radical, es decir, que se siente que en el sentido en que la alteridad co. No se ve que no hay tanto la cuestión . .. Primero para el místico, es por eso
es como fagocitada, es decir, que la alteridad como convocación al deseo es fago por lo que su discurso se sostiene, ese Otro siempre está ahí; diríamos incluso qu"
itada, en una manera un poco autárquica, así y lo que sería interesante es qtH' siempre está ahí, m ás aún cuando no está ahí; pero es una presencia que lejos
en esa experiencia de la encarnación de Dios, esa especie de fagocitación, de encar de ... Es verdad qu e h Í:1s<: qu e hemos in te ntado examinar un poco, la fase pur-
nació n de Dios, que hace pensar también , de toci as maneras, en la posició n d(' gativa, t iene esa 10 11 :il id ,l( 1 d ig.11nos, pno 1:1 m poco encontram os la cuestió n d,.
442 Parte Il: 1988-1989 Lección Xl !: 16 de marzo de 1<JH<) 44'.1

reproches incluso a ... Al contrario, es decir, que todos esos discursos, ¿cómo no pueden dejar de recordarnos justamente, en cierto modo, las heroínas sadi:i-
decir?, de "humildes", entre comillas, que resultan no encontrarse a la altura, etc., nas. Eso también, creo, puede ser relacionado.
lejos de impedirles, de ... es la condición misma para ser amado por el Otro, por- Lo que podría, eventualmente, presentarse como especulación sobre la 111:11 -
que eso muestra justamente que ese don del Otro es completamente gratuito, que dad de Dios es su incitación al goce, incitación que nos es hecha y en la que ve1110.~
vi ene de él, que no responde en absoluto ... que el místico toma sus responsabilidades; quiero decir que toma esta invit:tci<'i11
Vemos entonces ahí el proceder que, si podemos oírlo como dellado de los en serio, no es timorato, no es pequeño burgués, no es prudente, va hast:1 l'I 1111
reproches o de la humillación, etc., lejos de impedir, sostiene el proceder místi- de lo que es ordenado; esta invitación toma entonces la figura de una experirn
o, pero bueno, seguramente hay otras observaciones ahí, pero no veo, por lo cia que paradójicamente, de manera sorprendente, aunque no se confunda t· 11
pronto ... absoluto con la experiencia sadiana, que es de otro orden, pero en todo caso, aquí,
Ch. Me/man: Jorge Cacho, voy a proponerle algunas observaciones y usted en este punto, toma curiosamente este aspecto y hay que decir, además, es u11 :1
te ndrá a bien, si no le molesta, decir si le parece que convienen con lo que usted especulación que es propia del obsesivo, nos interroga sobre las consecuencias el·
aporta. La primera, para empezar, es eso que no puede dejar de sorprendernos, tal consumación en la persona de Dios. Puesto que si es cierto que, para nosotros,
creo, es que el texto de Santa Teresa de Ávila es un texto, discúlpeme, pero no Dios está en lo Real, es una de las dificultades, creo --el otro día hablaba con uno
creo que se lo pueda decir de otra manera, un texto lacaniano; es un texto laca- de ustedes que se planteaba muchas preguntas a propósito de los nombres-de/-
niano en la medida en que -no debemos, creo, regocijarnos por anticipado pen- padre, o sea la manera como esto interfería-, Dios para nosotros, es lo propio jus-
sando que todo está, así, en vibración y en armonía y que vamos a encontrar a tamente de nuestra religión, es que ella inaugura, y esto desde principio, desdt
Lacan en todas partes, sino que es un texto lacaniano-, en la medida en que es los orígenes, está en lo Real; a tal punto incluso, sabemos, que habría sido sacd-
clarísimo que Lacan utilizó, se apoyó en esos textos para elaborar su propia con- lego que lo Simbólico incluya tan sólo su nombre. El nombre-del-padre es, claro,
cepción, su propia teoría del fantasma. del registro de lo Simbólico; es la manera como lo Simbólico da cuenta de aq ud
Me parece que lo que vemos de manera tan límpida en esta experiencia es jus- que está, ahí, presente en lo Real. Pero, entonces, si Dios está para nosotros en lo
camente, en efecto, el desapego del mundo, es decir, del mundo tal como cuya Real, ¿no habría que temer un goce que se terminaría, tal como aquel que se nos
realidad es constituida por el fantasma, para tratar de garantizar un goce que sería convida, al que se nos invita? ¿Este goce no implicaría, a la vez, la extinción d,.
el de, claro, el objeto mismo, objeto que no tiene, para nosotros, justamente por esa categoría de lo Real y, lo que sería entonces, a la vez, el fin de Dios? Y acaso,
la religión, ninguna razón de no confundirse con la persona, la sustancia del crea- por ejemplo, en Teresa de Ávila, el hecho de que se trate, a la vez, de vivir una
dor y lo hago notar en seguida puesto que es una de las dificultades del obsesivo; agonía que no terminaría al mismo tiempo, es más, creo que está dicho, que Dios
y lo propio de la estructura del fantasma es el hacer que el acercamiento de este no dejaría cada vez de retroceder, como si, después de todo, fuera ése un mismo
objeto no pueda darse sin por lo menos dos consecuencias: la una es, claro, el movimiento, ¿no es también ésa la garantía del fracaso de lo emprendido, a cos-
dolor que es el testimonio, uno de los signos de esta travesía, de este viaje, de este ta de un sufrimiento que no terminaría, pero que sería un sufrimiento, un suíri-
acercamiento, quiero decir dolor sentido, pues, como benéfico y, por supuesto, miento inseparable, inseparable de, no recuerdo cuáles son los términos que usted
simultáneamente, esa impresión de una extinción del alma, esa impresión de estar ha traído, pero bueno, inseparable justamente de ese goce extremo, sin lograr si n
muriendo, la esencia, el aparato, es más, no puede mantenerse sino a condición embargo que sea el último?
de que esta agonía "no deje de no acabar". No sé muy bien, así como usted, claro, me cuesta distinguir ese "muero por
Encontramos, creo, relatado en esta experiencia, de una manera que, digo, morir", no me atrevo a entrar en especulaciones, habría que saber a qué se opo1w
no es clara para nosotros, sino porque, entre otras cosas, sirve de guía, de sopor- eso; ¿acaso deja a la mano ya el hecho de mencionar que habría la muerte por vivir
te a Lacan, encontramos el hecho de que el acercamiento del objeto no puede y que no sería la misma que la muerte por morir? No me atrevo. No sé. Eso cs.
sino acarrear el fading del sujeto. En el asunto que aquí tratamos, eso está toma- Entonces, el punto en que para nosotros se refiere al obsesivo, y por lo cual
do, claro, en una economía de restitución, de restitución del alma a Dios y no esto tiene su lugar en el estudio que nos ocupa, es que tenemos la impresió n de
podemos no estar sorprendidos por el hecho de ese fading que no termina, esa que, justamente, csd arra¡xido, entre otras, en esa imposibilidad, quiero decir cn
,)jJrtftung que no termina de acabar, esa agonía que no termina de no terminar, esa trampa de m:111d:i111i<·111 os q11 c dece pcionan, que no pueden dejar de decc p-
444 Parte JI: 1988-1989 Lección X II: 16 de m arzo de 1989 445

·io nar al más obediente. Hasta aquí, la economía del obsesivo ha sido conside- sino de una voz, es decir, hace que se suponga inevitablemente un sujeto. ¿Aca-
r:1da esencialmente como una economía avariciosa, justamente la economía de so el cumplimiento del pago de la deuda no es lo que, a la vez, por la estructura
alguien que más bien "prestaría atención" y que no estaría dispuesto a ceder tan del fantasma, garantizaría simultáneamente el fading de ese sujeto? En otros tér
l:kilmente al goce del Otro, a lo que parece que tendría que ser - al parecer- el minos, si no nos quedáramos en deuda, ¿no tendríamos - por un efecto ines pl'
oce de ese Otro. Si es lo que lo hace gozar, mejor guardárselo. Pero hay otro pro- rado, pero propio de la estructura del fantasma, si es cierto que Dios se manl t' ll
cder posible y que es, creo, más interesante, que no consiste en devolver la acu- dría en el Otro en esa posición de S tachada- que ofrecernos nosotros mismos :i
sación, es normal que el sujeto tome a cuenta propia el defecto que marca su exis- él como objeto acertado de goce, tal como Teresa de Ávila se esfuerza en hace r-
te ncia y al mismo tiempo que apene a su Creador, puesto que es incapaz de lo, como el verdadero objeto? ¿No sería acaso, al mismo tiempo, correr el riesgo
garantizar la perfección del goce de su Creador, si es cierto que el Creador tiene del fading de Él, el fin de Él? Hay en esto, me parece, una interrogación que tie-
que gozar de su criatura. Pero es verdad que la criatura no puede garantizarlo, ne su lugar en la economía del obsesivo, como tiene también su lugar, creo, en .la
creo que siguiendo este texto se entiende bien por qué, por qué no puede, ¿no es economía subjetiva de cada uno y que retoma el tema de la falta feliz. En otros
ierto? Es decir, que, durante nuestro estudio sobre la neurosis obsesiva, tal vez términos, mantengamos, cuidemos nuestra falta y, como ya he podido citar varias
onvenga que demos ese paso que consiste, primero, en no poner lo que se refie- veces, puede ser el mandamiento de un teólogo que no era despreciable y que se
re al defecto, como lo hacemos sistemáticamente, en calidad de neuróticos, del llamaba Lutero. En otros términos, incluso mientras más faltas cometan, o hagan
lado del sujeto. Segundo, no devolver, digamos, la acusación con esa especie de como les dé la gana, será mejor. Entonces, no duden, vayan y cometan faltas ...
inversión que no va muy lejos, no tiene mayor consecuencia y que sería el echar- No nos es muy cómodo, yo le agradezco mucho a Cacho el haber aceptado
le la culpa al Creador. Eso no tendría, como ven, una consecuencia menos neu- intervenir sobre esto, no nos es muy cómodo ya que, trabajar estas materias, ya
rotizante, para mantenernos en el nivel de la economía que nos interesa y enton- q ue son, claro, muy sutiles, muy delicadas, corremos mucho el riesgo, cuand o
ces nos convendría más el considerar por qué nuestras maneras, las maneras que somos muy poco ilustrados, de echar a perder, de pisotear o de desgarrar todo ese
tiene el parletre de intentar de acomodarse con las consecuencias de la estructu- encaje sutil; sin embargo, son preguntas poco evitables y creo que si es la impo-
ra, por qué esas maneras tienen efectos en los que estamos y que no nos parecen sibilidad que la neurosis obsesiva ilustra, que nos muestra en cuanto a la realiza-
los más favorables. Creo que es de esta manera como nos encontraremos con lo ción, es decir, en cuanto a la realización de la felicidad -creo que es eso lo qu e
que fueron las especulaciones de Lacan en sus últimos seminarios, es decir, una vemos en la neurosis obsesiva- , pues bien, ella implica que aceptemos "pres tar
relación a la estructura donde el nombre-del-padre ya no sería, en cierto modo, lo un poco más de atención", como hemos tratado de hacer gracias a Cacho, qu "
que condenaría al parletre a esa distancia respetuosa o prudente con respecto al "prestemos un poquito más de atención", justamente, a ese goce del Otro, pues-
Real. Hubo frases, formulaciones de Lacan, que son muy bonitas, por ejemplo: to que es de ahí donde se organiza el nuestro, obviamente.
''el principio del placer ( . .) es el egoísmo de la felicidad ... "7 , en otros términos, el
nivel de tensión más bajo, es decir, el ponerse a ... , el mantenerse a distancia de ¿Tendrían acaso, ahora mismo, algún comentario más?, ¿alguna objeción ?,
lo Real, es ''el egoísmo de la felicidad". Teresa de Ávila no es egoísta en absoluto, hagan un pequeño esfuerzo ...
¿no es cierto?, y es otra felicidad que ella busca, es decir, la de Dios. Pero sus últi-
mas especulaciones, el nombre-del-padre, así como la interpretación que hacemos Sr. X: Sí, para volver al ''tú": eso suena en Ernst, eso suena como bíblico, sue-
del Edipo, ya no serían el establecimiento de ese tipo de imposible, sino que per- na un poco bíblicamente el tú; es decir, que hace pensar en el Decálogo, en los
mitirían anudar Real, Simbólico e Imaginario de una manera que ya no haga de diez mandamientos y hay como un eco de reconocimiento de la ascendencia judía
lo Real esa tierra ... , esa zona de sombra, esa zona que habría que proteger, ese de Ernst en eso, como si fuera a buscar al padre más allá del Padre, un poco . . .
imposible que habría, como tal, que venerar y cuyos efectos podemos medir. Ch. Me/man: Le dejo toda la responsabilidad de lo que propone . . .
Si toman lo que yo mencionaba la vez pasada, es decir, esa orden que se impo- Sr. X: Nietzsche dice que no hay que querer hacer más que el padre.
ne a Ernst Lanser, ''tú devolverds las tres coronas ochenta ... '', es la orden terminante Ch. Me/man: Pienso que lo que podemos, sobre todo, recordar, ¿no es cier-
en bruto, si uno separa la cuestión de las tres coronas, es la orden terminante en 10?, a propósi to del pago de b deudo, es que justamente, mientras más pagad a,
bru to de tener que pagar su deuda. Como les hacía notar, ese ''tú" no se sostiene menos lo está. ISs<.; l'.~ d .1s11111 n, rn11 d1 :1 q ue un o no puede pagarl a el e un a bucn:i
446 Parte ll: 1988-1989

vez y estar tranquilo. Es obvio que una vez que ha pagado sus tres coronas ochen-
ta , no por ello está absuelto. Eso es. Entonces podría haber pagado mucho más,
podría haber hecho una donación a las obras caritativas, todo lo que quieran, pero
no habría estado más absuelto. ¿Qué quiere decir esto? Esto quiere decir que él
deja el goce del Otro en falta. Tratar de perfeccionar ese goce, plantea, no hace
sino retomar las dificultades.
Lección XIII
Bueno, yo creo que ya está bien por esta noche y nos volvemos a ver el 20 de
20 DE ABRIL DE 1989
:1hril.

Parece que pertenecemos a una sociedad del espectáculo. ¿Qué quiere decir? No
está relacionado solamente al hecho de que hay maravillosos aparatitos que trans-
miten tan bien las imágenes, sino más bien a un problema puramente técnico,
de progreso técnico; está indudablemente más relacionado a que estamos prob:i-
blemente en un momento en que, para hacerse reconocer, hay que hacerse ver.
Es decir, que a falta de un reconocimiento simbólico, el que justamente se supo-
ne que garantiza con sus diversas funciones lo que llamamos el nombre-del-padre,
a falta de ese reconocimiento simbólico ya no hay otro posible, sino el que se bus-
ca en el registro Imaginario.
Éste consiste, obviamente, en producirse como "Ideal", con todos los incon-
venientes que sabemos, ligados a esta posición, y con el carácter inevitablemen -
1 Esta lecci6n fue parcialmente publicada en CACHO, Jorge, ''Au terme de la souffrance" [En los te agresivo ligado a esa presentación de Ideal, puesto que presentarse como Ideal es,
límites del sufrimiento], en Bufletin de l'Association fteudienne internationale, n.º 33, AFI, París, por supuesto, reenviar el otro, el semejante, a la mediocridad de su yo [mo1l , dr
l989, p. 13. su imagen; lo que implica de parte de los ideales todo un aprendizaje de b st· 11
LA CAN, Jacques, "Kant con Sade" ( 1966), en Escritos 2, Siglo XXI, 15. ª edici6n, Madrid, 1989,
p. 751.
do-humildad, de la seudo-gentileza, o sea todo lo que quieran, etc., y que nos lit·
LACAN, Jacques, "Kant con Sade", op. cit., p. 769. va a una situación regresiva en relación a lo que constituye el reconocimiento si111
LACAN, Jacques, "Kant con Sade", op. cit., p. 751. bólico que tiene la ventaja de esconder mucho menos lo que se refiere a la vcrd:1d ,
Para todas las citaciones del texto de Santa Teresa de Ávila que hace Jorge Cacho, se ha toma es decir, a la castración. Este comentario con el que comienzo esta noche quivrt·
do el texto original en lengua castellana para evitar una doble traducción que lo habría empo decir simplemente que, si es cierto que el reconocimiento buscado en el campo
brecido. N del T
de lo Imaginario es, en efecto, una falta de reconocimiento simbólico, vemos bien
<> La frase que hemos traducido por "prestar atención" es "étre regardant'', donde hay toda 1:1
dim ensi6n de la mirada [regard] que la traducción pierde y que sin embargo es utilizada por cómo los analistas, por un reconocimiento simbólico que se ha vuelto hoy en dfo
Jorge Cacho en su presentaci6n. N del T cada vez más discutido, o cada vez más precario, corren el riesgo de estar ten ra-
I l .ACAN , Jacques, "Kant con Sade", op. cit., p. 765. das por ir ellos mismos :1 buscar este reconocimiento en el registro, en el campo
448 /,art e //: 1988- 1989 Lección XIIL: 20 de abril de 11.NN 4 1jt)

del espectáculo. No es necesario mencionar todas las consecuencias que esto pue- to, de desaparecer completamente, por amor a Él, por amor a ese Ser, para pod v1
de tener y, en primer lugar, sobre el tipo de debate que, a partir de ese momen- confundirse con Él, para ya no ser más que Él mismo.
to, se ve permitido, se vuelve posible entre los analistas mismos, puesto que sabe- Ese tipo de relación que estoy mencionando y bosquejando a grand vs r:1 .~j',rn
mos bien cómo la argumentación, la dialéctica o sea, en la medida en que es ante ustedes no les es en absoluto extraño. En todo caso, podemos decir qt1l' l'M'
o rdenada por preocupación por parecer, es una dialéctica desviada de manera a estilo puede ser parte de una interpretación, de cierta interpretación dv l.1 rt•li
la vez muy precisa pero, al mismo tiempo, muy especial y que no puede sino extra- gión, es decir, de la vida que se pasaría en lo que sería la agonía del sujl'IO, .~ 11 .1¡ ,t1
1

viar a quienes la emprenden así. No lo menciono sino porque algunos de ustedes nía progresiva; y en esa exaltación del Ser pueden reconocer la juntura q uc sv l1.11 1•
se conmovieron con los debates que encontraron en la prensa o en otras partes a ahí con, por supuesto, la perversión, lo que nos evita, creo, devanarnos los Sl'.'m
propósito de la situación del psicoanálisis, y de que la Asociación freudiana no para saber cómo eso puede conjugarse en algún lugar; puesto que es del Sl'r q1w
intervenga en ese debate. Comentarios, pues, para decirles por qué no se trata, se trata de gozar, y ya no del semblant, está claro que estamos directamente t: n lm
en absoluto, de entrar a ese tipo de ring alrededor del cual han sido convocados rieles de la perversión.
todos los proyectores, o sea todas las sunlignts, todos los micrófonos y demás. 1 Resulta que ayer aquí, en esta misma sala, tuve la oportunidad de exami 11 :1r
Dicho esto, la vez pasada pudimos sacar provecho, gracias a la intervención a una enferma, una enferma bastante ejemplar por su simplicidad, por su si 111
el e Jorge Cacho, del examen de ese texto de Santa Teresa de Ávila que decía, de plicidad astuta, ya que es una persona muy inteligente y artera, a pesar de su ap:i
manera tan clara, cómo el amor de Dios, es decir, el goce del Ser, la intención, rente ingenuidad. Es una mujer de cincuenta y cinco años que vino del campo n
la tentativa de gozar del Ser era, para el sujeto, infaliblemente contemporánea los veintiún años para instalarse en París con su marido y que había sido hospi
de su propia agonía. Al recordarlo así, no hago finalmente sino recordarles la talizada aquí, en el servicio de Marcel Czermak, gracias a quien pude verla. l111v
fórmula lacaniana del fantasma$ Oa y lo que Lacan dice sobre la reversibilidad hospitalizada por malestares somáticos que fueron tratados como histéricos poi
inscrita en esta fórmula gracias al punzón entre los dos elementos de esta escri- los diversos médicos que pudo consultar, malestares que aparecían sistem:Íl it .1
tura, $y a, y que hace, claro, que el acercarse al objeto no puede hacerse sino a mente en el momento en que estaba ocupada en tareas domésticas [mén11gh~·.11.
costa de la extinción progresiva del sujeto. Lo que llamo aquí su agonía, en la Al examinarla, apareció que el significante central de su historia, y que ind1ul:i
medida en que está articulada de manera muy clara en ese texto que oyeron blemente va más allá de lo que podemos imaginar, era la palabra "ménage" 1, q11t·
comentar la vez pasada. encontrábamos también en lo que había sido en ella su obligación, su preocupa
Hice al respecto una comparación, que a algunos de ustedes les puede haber ción, a los veintiún años, de fundar, de hacer pareja ífaire ménage], porque h:ibh
parecido un poco rápida o tal vez incongruente, con la situación, con la posición pasado lo esencial de su vida, de sus ocupaciones, limpiando ífaire le ménrtgc l,
propia del sadismo puesto que les recuerdo que se trata, en esa posición, de reve- que había amenizado, diría, esta actividad con algunas horas empleadas hac ien
lar a la víctima todo el goce incluido en su envoltorio, la tentativa de captar lo do horas de limpieza ífaire des ménages] y que, por último, en el momento en qu e
que sería su ser, hurgando, digamos, en lo más secreto de ella, en lo más íntimo, llegaba aquí, al servicio, se trataba ahora, para ella, de cuidarse [se ménagerl.
rompiendo, como Lacan lo escribe en algún lado, los diques de su pudor y bus- ¿Qué era lo interesante, aparte de la articulación de este término, que hahrfo
cando, exigiendo, en todo caso, que la agonía ahí provocada deliberadamente, la que explorar aún mucho más? Pues bien, encontrábamos en su biografía que tks
agon ía del sujeto, sea nada menos que, en el caso que precede, una agonía que de la infancia había, puesto que era la mayor de un grupo de diez hermanos, e11
dure. Como lo hace notar Lacan, no se trata en absoluto de que la víctima tenga un pueblo cerca de Poitiers, desde su infancia había, es una mujer que ten fa ci11
el mal gusto de fallecer; tiene que prolongarse, tiene que resistir como sujeto. cuenta y cinco años, podemos decir que trabajaba más o menos desde ha c~·
Ese estilo de vida, la vida como una agonía permanente es, creo, algo que cincuenta años; había pasado el tiempo haciendo lo que yo llamaría su servi cio
debería sonarles conocido, porque es seguramente lo que no dejan, en la clínica fálico, es decir, sirviendo al goce de los otros. No había escatimado. Era tamhi é- 11
o en otras partes, como también en la psicopatología de la vida cotidiana, lo que el de la madre que ella conoció constantemente encinta, el de los hermanos y h ~·r·
no dejan de encontrar en esos sujetos que rechazan el semblant del mundo, por manas que llegaban, fue el de un hermano que tuvo la buena idea de nace r, :i l
codo lo que sabemos, por la caída original, por ejemplo, ¿por qué no?, y que des- parecer, con una parálisis que hizo de él un lisiado de por vida; todo el mundo ,
de entonces buscan, se dedican, a una exaltación del Ser y a los deseos, como suje- ella también, claro, st· dedicó a servir a este hermano; a los qu ince años Í11 e uhi
tl .'>0 />arle 11: 1988-1989 L ección X 111: 20 de abril r/1' / CJl.¡I) •l.5 1

rad;1 como criada y luego, a los veintiuno, es decir, cuando tuvo la edad legal, se La hazaña del obsesivo es que él, justamente, es formidable; no va a rv111111
p11so al servicio de su marido y de sus hijos, y pensaba visiblemente que había lle- ciar a nada de nada. En otros términos, tiene seguramente el interés en inscrihi1 M·
gado el momento, ¿el momento de qué? Ésa es la pregunta, ¿el momento de qué? en el linaje paterno, pero no por ello renunciar a ese objeto a. Lo qu e le ir11 por
El momento de poder gozar un poquito, ella, de lo que hasta aquí había gene- ta es el ser lo uno y lo otro. Esos dispositivos alimentan en él sus temorvs o '" ''
rosamente repartido en su entorno. Que pueda por fin gozar un poquito, ella, de fantasmas de homosexualidad. Está claro que, al realizar esta hazaña, logr.1 ,1 l.1
lo que había pasado su vida distribuyendo a los otros para que gocen de ello, es vez, en su cuerpo, abolir la dimensión de lo otro, la dimensión de la :d11 ·r id .11 I,
decir, su cuerpo. Ahora bien, la gran manera de gozar de su cuerpo, como saben, puesto que podríamos decir que su cuerpo, en cierto modo, realiza esa ir111·1•,11
l'S .l a enfermedad. No digo que es la única, pero es, de todos modos, la manera ción de lo Simbólico y de lo Real; en lugar de que haya entre ellos hetno¡;1 ·111 •1
1n~s automática y la más simple. dad, en lugar de que lo Real se presente en la categoría del heteros, esca idc111 i l r
Entonces ella estaba enferma y pensaba ahora tener un poco la oportunidad, cación, pues, él se hace, digamos, con su cuerpo el garante, ¿el garante de q111~?
.1 pesar de todas las tareas que aún tenía, tenía dos hijos de quince y dieciséis años, Pues bien, de que justamente el símbolo está en capacidad de dominar lo Rv.il ;
bueno eso la preocupaba un poco, pero pensaba ahora poder gozar un poquito 1 es decir, que a la vez, después de todo, y es que ahí, digamos, esa duplicidad l '.\
de su propio cuerpo. Con el ejemplo, obviamente, de ese famoso hermano que tal vez bien evidenciada, él no hace sino cumplir la promesa divina que, les rec:ul'I
vivía todavía, con su parálisis, que tenía cuarenta y tantos años y que había sido, do, consiste en lo siguiente -si ustedes son un poco fóbicos apreciarán de nul·vo
visiblemente, el amado, el preferido, el querido de todo el grupo, de los diez. su sabor y todo el progreso- , es que gracias, justamente, a la religión, lo Real es
¿Por qué había sido el querido, el preferido? También lo saben. Es lo que nos ahora el hábitat del padre; lo Real está ahora colonizado, dominado, ya no tit·11c
va a hacer avanzar ahora mismo en nuestro tema favorito, el de la neurosis obse- nada que pueda ser, en lo más mínimo, preocupante, amenazador, puesto qu(' t ',\
siva, porque en esa posición de excepción que era la suya, la de lisiado y estando el domicilio del que me ama, de mi creador.
marcado de manera tan evidente por una falta, no vamos a entrar en el proble- Es justamente por eso por lo que, al mencionar hace un instante esa haz;1fl.1
ma de saber privación-frustración-castración, etc., pero no podía, en cierto modo, del obsesivo, esa hazaña en cuanto al éxito de sus identificaciones, es decir, ali (
para esa familia, sino figurar al Otro, al gran Otro, en la medida en que justa- donde no renuncia a nada, les hago notar que podría, después de todo, estarse
mente, marcado por una falta y, a partir de ahí, fuente de esa aspiración al amor valiendo, autorizándose de lo que es la enseñanza, la enseñanza más alta a la q111·
y al deber. se refiere, en cierto modo, no hace más que cumplirla.
Para utilizar esta disposición, a propósito de lo que nos interesa, lo que está Como ya he podido un poquito hacerles notar, pero es un tema que vale l.1
escondido, al parecer, en la cuestión de la identificación sexual, es que ésta impli- pena abordar de nuevo, el precio pagado, puesto que siempre es una cuestión 1k
ca siempre una pérdida, obviamente. ¿Cuál? Para el chico, por ejemplo. El chico precio, la historia del Hombre de las ratas comienza con una cuestión de precio,
no tiene otra alternativa, si quiere estar en el campo de la virilidad, tiene que no salimos de ella; entonces el precio pagado por ese éxito es que, con esa si111
renunciar a lo que podía ser su encanto de niño, lo que es el encanto de los niños bolización de lo Real, Dios se ve a la vez, lastimosamente, desacralizado; se vv
sea cual sea su sexo, es decir, el objeto a. Si el chico quiere estar en el registro, en desgraciadamente humanizado, es decir, aspirado a un campo que es el de la c:ts
el campo de la masculinidad, conviene que renuncie a ese objeto a, que lo cubra, tración, lo que explica tal vez el lugar tomado, eventualmente en ese punto , ¡1111 1·
lo sostenga con su imagen. Tiene que dejar de hacerse desear, aunque sólo fuera ese problema, por la figura tan bien concebida del hijo, si se trata justamen te de
como niño, sin lo cual corre el riesgo de presentarse con cierta ambigüedad, quie- una operación de humanización involuntaria, de humanización de Dios; y 111 \' ·
ro decir cierta feminización. go, si es desacralizado, si es humanizado, obviamente también por mi cu lpa, 1·s
La niña, si quiere estar en el campo de lo que llamamos la feminidad, tiene decir, porque lo amo, se encuentra castrado, claro, y a partir de ahí volvernos .1
también que renunciar a algo; a algo que conviene que abandone, ¿qué? Por ejem- ese famoso problema de esa deuda. Y además, también, si Dios está atrapado 1·n
plo, tiene que renunciar, y es eminentemente conflictivo, doloroso y eventual- ese proceso, ya no sé muy bien si está muerto o vivo. Ahora bien, tal vez sea como
mente no resuelto, no más en todo caso que para el chico, renunciar a proseguir yo, es decir, como yo obsesivo, es decir, ni-muerto ni-vivo; ése sería un rasgo clf
el linaje del padre. Va a tener, por su matrimonio, que proseguir, hacer fructifi- nico del obsesivo que valdría la pena desarrollar. Ni-muerto ni-vivo, lo que par:1
car un linaje extranjero al de su padre. nosotros quiere tkcir cos:is muy precisas como saben.
452 Parte JI: 1988-1989 Lección Xlll: 20 de abril de 1989 45.

El segundo riesgo, el segundo precio que se paga por este éxito, este cumpli- encuentra en la observación del Hombre de las ratas, el afán que tiene Erns l .a11 ·
miento del amor por Dios, es aún más inesperado; pero, si es cierto que lo que ser, justamente de hacer su vida un fracaso para que el padre quede en posi ción
ah ora es del orden de lo Real es captado por la cadena simbólica, se produce eso de Ideal; una de las maneras frecuentes de arreglar el problema, es decir, el nt111
que ustedes conocen bien y que se llama la polución. Es obviamente fabuloso el ca acceder a nada. Pero hay también otras maneras, la manera que tiene l1'.l'll s l
ver hoy en día que la polución ya no sea sólo un fantasma obsesivo, sino que se no es sino una entre otras. Hay otra que consiste en dar vuelta a la cosa, co11 l.1
realice, pero antes de realizarse en la realidad es el fantasma obsesivo mayor; aho- facilidad que hay en este dispositivo para que el obsesivo pueda dar vuelta :1 l.1
rn , con el éxito que acabo de mencionar, ya no hay lugar donde pueda deshacer- situación y se ponga a amar a su padre, ya no como Ideal, sino como man:ado
me de mis desechos. Lo cual es, en efecto, un problema, como se dice hoy, de por el defecto, y todas las posibilidades ... Eso puede seguir dando vueltas, 110
·ivilización. Entonces, si ya no puedo deshacerme de ellos, corro el riesgo de que necesita quedarse fijo.
empiecen a rodearme. Empiezan a subir. En definitiva, en este dispositivo, para Lo que es curioso es que ese mismo dispositivo va a estar regulando la rela-
proponerles una imagen cruda pero, digamos, bastante acertada, los WC están ción con el semejante femenino. Digo el semejante femenino porque ahí hay u1w
siempre tapados. gran aventura; si lo Real es en efecto absorbido, estamos en un mundo donde l:i
Si lo Real es así absorbido en cuanto a su dimensión específica, reducido en similitud se vería realizada, sólo que el dispositivo imaginario, ese eje a-a', ya no
;uanto a su heterogeneidad, voy a remitirles ahora al "esquema L", se entiende separa específicamente hombres y mujeres, sino que separa los que están del bdo
bien cómo la relación al semejante, esa relación organizada por el eje a-a', va a de lo Ideal, del Yo Ideal, y los que están en posición de sostenerse de esa fragili -
verse, en el caso de la neurosis obsesiva, enteramente entregada al eje imaginario. dad, de ese defecto del Yo, que no es Ideal.
Ésa es una paradoja, hay un triunfo de lo Simbólico y si se remiten al "esquema La relación con una semejante femenina está inevitablemente tomada por el
L" verán cómo paradójicamente es el eje imaginario a-a' que está exaltando, es dispositivo y el caso más ordinario, y que conocen de memoria, lo encuentran,
decir, organizando la relación al semejante. es más, de manera transparente en la observación del Hombre de las ratas, es qul'
¿Con qué tipo de consecuencias? Rápidamente podemos ver tres de ellas. el obsesivo se presenta a la mujer como, claro, en posición ideal pero sacrifican-
Si se trata del pequeño otro, la relación al semejante está dominada, justa- do esa posición para hacer de ella, al ser marcada por ese defecto, lo que sería el
mente, por el temor de la polución, el temor de la contaminación; no habría que verdadero Ideal. Es decir, que hace ahí una donación, la donación, podemos decir
estar expuesto a todos los miasmas que podrían serle transmitidos a uno. En otros en este caso, de su persona. Y ustedes notan esa curiosidad de la observación del
términos, hay con esto la aspiración de haber conservado cierta distancia y tratar Hombre de las ratas, es justamente la simetría de su relación con su padre y con
al semejante como lo que es, es decir, un contaminador. la dama. Con su padre está en esa posición que podemos decir feminizada; con
Pero mucho más interesante es este fenómeno: en que el eje imaginario a-a' respecto a la dama hemos visto que la ama justamente por todo lo que ella no tie-
;stá necesariamente tendido entre un Ideal y el Yo [Moi]. Vemos bien, de inme- ne; no tiene dinero, no tiene belleza, al parecer no tiene salud, no puede tener
di ato, lo que va a pasar, por ejemplo, entre padre e hijo. Es así como el padre va hijos, su amor está en otra parte, o sea que tiene muchas razones para gustar. Él,
a funcionar, eventualmente, como Ideal; lo que a la vez remite, claro, al sujeto a claro, la venera, se pone en posición, como deber, de restaurarla.
lo que es él frente a ese Ideal, la mediocridad de su yo. Pero hay, como saben, ese El inconveniente de este dispositivo es que, obviamente, si la mujer intervie-
milagro propio de lo Imaginario que es el de la reversibilidad, obviamente. ne aquí en el campo de la similitud, el precio que esto tiene es el favorecer el amor
Y queda, luego, esa gran pregunta, la del obsesivo: el Ideal - es por eso por pero contrariando un poco al deseo. Entonces, basta obviamente aceptar el pago
lo que hablaba hace un momento de ni-muerto ni-vivo-, el Ideal, ¿es en efec- de ese precio y ya está. Puesto que, para que el deseo se sostenga, se necesita, pues,
to él quien hace de Uno, es decir, que se muestra no castrado, que sería el sopor- esa dimensión de la alteridad. Como ustedes saben, incluso los homosexuales no
te del ideal del Yo que el Yo Ideal recubre, o no estará más bien, este Ideal, del han llegado nunca a vencer esta dificultad que no tiene que ver con la anatomía ,
lad o de ese Yo que estaría marcado por la falta [manque]? Digo siempre falta a sino que tiene que ver con la estructura. Por más que escojamos anatómicamen-
pesar del desagrado de este término, pero, puesto que nos permite abarcar las te un partenaire que sea semejante a nosotros, eso no impide que si el deseo s"
vari as categorías que sabemos, es decir, en el fondo, en ese eje imaginario y en entromete o si el deseo se entrom ete a pesar de esa similitud anatómica, la alte-
esa tensió n especular con respecto al padre, finalmente, ¿quién es Ideal? Y uno ridad se instal::i y con 1:1 :d1nid:1d iodos los conflictos. Y.:1.lía entonces la pena hacer
454 Parte 11: 1988-1989 Lección Xlll: 20 de abril de 1989 455

todo ese esfuerzo par encontrarse con una alteridad en brazos, tanto más inso- Lo que es mal percibido en esta orden moral es la referencia al todo, b rd(:
portable cuanto hemos hecho todo para ser semejantes. ¡Ah! rencia a lo Universal, en la medida en que sabemos, como analistas, gue lo q11t·
Lo que menciono aquí, en el registro de la similitud, es, otra vez, homogéneo funda el todo, todo x, ¿qué es lo que funda el todo x? Es el <J>, es el fa lo. No t ·i,
on una de las grandes exigencias que nos es propuesta, que nos es impuesta por sino del falo y de su imperativo, moral en efecto, que viene la exigencia del todo,
la divinidad y cuyas consecuencias tampoco son necesariamente bien percibidas. de lo Universal. Y es justamente ése el progreso mayor que introduce Lac:111 (•11 !'I
Esta exigencia es la de la Universalidad; no podría haber nada que escape al poder pensamiento, en esta lógica, el establecer que ese todo se sostenga nada rn('ll m
de Dios. Esa dimensión de lo Universal introduce, claro, la categoría del todo. que de un no-todo. Es decir, que hay mujeres, hay un Real, proceder que va 101.il
Ustedes saben cómo inscribe Lacan el destino de Alejandro de Macedonia, como mente en contra del pensamiento, en la medida en que éste es fundamental1m:111t•
débito, digamos, de Aristóteles y de su lógica. Es decir, por haber introducido en obsesivo, puesto que lo propio del pensamiento es necesariamente el tratar <.k
la lógica la categoría del "todo". Todo hombre, todo signo, toda hoja, toda plan- reabsorber lo Real.
ta con hojas anchas, etc. Y, en todo caso, esa totalidad es esencial para la existen- En lo que se refiere más directamente, más inmediatamente a nuestro tema,
cia de la Divinidad, en la medida en que vamos a verla resurgir como exigencia no podría haber la más mínima ideología totalitaria. Hay sabios coloquios para
tanto en el campo contable como en el campo totalizador justamente. Lacan decía, entender de dónde viene el totalitarismo. Nos sorprendemos de que siga habi en·
a propósito del Uno, que estas mismas características son bastante visibles, para do malvados que resurgen; nos preguntamos cómo, no entendemos, pero con d
el Uno contable o el Uno totalizador, en los efectos de la totalidad. progreso, sin embargo, siempre vuelve a empezar. Sin embargo, el totalitarismo
Uno, contable puesto que el Ideal será, en efecto, el realizar esa totalidad o ir no tendría la menor existencia mental posible si no hubiera, justamente, ese impe·
a verificar que ella sigue estando ahí, ir siempre a contar sus reales para ver si su rativo del todo, ese imperativo de lo Universal. Es justamente por eso por lo qu "
total sigue siendo el mismo, y luego su poder totalizador, lo que ya les hemos- hay un lado eminentemente salubre, aunque se ha puesto muy poco de relieve,
trado a propósito de la orden venida del Otro: ''tú devolverds, tu debes devolver tres tengo la impresión, en el tipo de lógica de Lacan; la lógica lacaniana no es u 11:1
coronas ochenta, etc.", o también la idea: ''te vas a cortar el cuello", con ese carácter lógica entre otras, puesto que es la lógica a partir de la cual las otras lógicas p:i n:
absurdo y difícil de entender si uno lo separa del aspecto totalizador, propio de cen como defensas, parecen como defensas contra el hecho, justamente, de qur
esas exigencias de ir hasta el fin. no hay todo y si es cierto que no hay todo, a partir de ese momento, para ser tola·
El último comentario que voy a hacerles esta noche, a propósito de esto, es el litario, ¿cómo pueden hacer?
siguiente: esto tiene, obviamente, incidencias éticas. No tenía, cuando redacté En todo caso, una de las consecuencias de ese totalitarismo que es tambi cn
estas pocas notas para esta noche, no tenía a mano el ejemplar del libro que nece- propio de toda exigencia universalista, es lo mismo, pues bien la manera como
sitaba para darles la citación de Kant en la Crítica de la razón prdctica. En Kant, esa exigencia totalitaria va a hacerse oír, una de las maneras como va a hacerse oír
no puedo entonces darles su formulación exacta pero les doy su sentido, lo que para el obsesivo es que hay que pagar; hay que pagar su deuda y es así como
caracteriza al acto moral o a la actitud moral, es el no cometer nada, no cometer comienza la observación del Hombre de las ratas; pero el problema es éste, que no
ningún acto que no pudiera ser hecho por cualquiera. Es necesario que ese acto solamente la cifra, el monto de la deuda para el obsesivo no es conocido - en d
pueda referirse a todos para ser considerado como moral. caso del Hombre de las ratas se trata de otro problema, o sea el que emerge no es
¿Por qué Lacan dice que se trata ahí de una moral de soltero, a propósito de éste, no importa-, sino que para el obsesivo el monto de la deuda no es conoci·
Kant? Espero que lo entiendan un poco pero, no cometer un acto que no pudie- do y lo que se propone entonces, inevitablemente, es que habría que pagar todo,
ra ser ejecutado por cualquiera, como ven, eso excluye, digamos, de la conside- incluso si no sabe lo qu~ es ese todo o si tiene dificultades para concebirlo. Pero
ración moral el hecho de que hay actos que tienen cierta importancia en nuestra podemos comprender que ese tipo de exigencia, venida del Otro, lo vuelva par·
vida y que, justamente, implican la dimensión del no todos. cicularmente escrupuloso en sus cuentas, que tenga particularmente la preocu ·
No cometer un acto que no pueda ser hecho por cualquiera, no me van a dis- pación de hacer que sus cuentas sean justas, pagadas de la manera más clara, co n·
culpar mi crudeza, una vez más, pero eso consiste, de manera muy precisa, en tanda todos los centavos y, claro, con la esperanza fundamental de que con cuentas
follar en ronda. Es justamente por eso por lo que Lacan escribió el "Kant con tan bien establecidas, 1:1 h:1l:111za estaría equilibrada, la balanza de las entradas y
Sade", entre otras cosas. de las salidas.
456 Parte 11: 1988-1989

Esto es por esta noche. ¿Tienen comentarios?


¿Todo está bien? ¿Están seguros?

Entonces hasta la próxima.


Lección XIV
11 DE MAYO DE 1989

Voy a pedirles, a quienes han querido encargarse de transcribir este semin:irio ,


que adelanten un poco su trabajo ya que voy a necesitar verificar algunos pu11tn,i,
que he podido proponerles y que no están en mis notas sino en las palabr:1s q111·
les he dicho.

Pienso que perciben el hecho de que, en el momento en que va termin:irst·


ahora este segundo y último año sobre este tema de la neurosis obsesiva , pod e
mos tener la impresión de haber avanzado un buen trecho y, a la vez, de que lo
que sería el meollo del asunto se nos sigue escapando y que nos quedan entre los
dedos algunas apreciaciones, interesantes espero, pero que nos dejan seguramen-
te en la exigencia de un progreso respecto a nuestro tema.
Lo cual me lleva, en estos últimos seminarios del año, a intentar presentarles
lo que puede valer como conclusiones provisorias. Otro trabajo, en todo c:iso,
que el que he llevado hasta aquí, puesto que se trata ahora de tratar de juntar los
datos que he podido proponerles.
No sé hasta dónde iré esta noche, vamos a ver. Para hacerlo, les propongo qur
retomemos a partir de la.característica tan particular, tan específica de ese 1n<.: 11
saje que el obsesivo recibe del Otro -puesto que no es, de ninguna manera, <.:s~·
mensaje que de ordinario retomamos de manera invertida- , en la medida en qm·
11
se le impone a él en esa manera de dirigirse directa, de un tú, "(tú) vas a" o (/li)
debes" algo. Por otra parte, no se trata de una alucinación, a pesar del carácter casi
sonorizado de este mensaje. Es, además, un punto que condujo a Freud a rtv isal'
1 La palabra ménage puede traducirse como limpieza, como hacer pareja, como lo relativo a lo esa aserción de q u <.: los c:kme n tos de discurso oídos en los sueños eran sicm 1m·
doméstico, pero también como limitarse o cuidarse. N del T
458 Parte l/: 1988-1989 Lección X IV: 11 de mayo de 19tW 459

to mados de los discursos efectivamente pronunciados la víspera o la antevíspera; nados y asimilados a psicosis. Ahora bien, podemos muy bien decir que se tr;11 ;1,
·I carácter casi sonorizado de esos mensajes puede, de la manera más acuciante, en efecto, de neurosis en la medida, y es aquí donde podemos dar no sobmc11I('
preocuparnos, interrogarnos y nos obliga a tener que dar alguna respuesta al res- nuestra impresión, sino también las razones de estructura que hacen que es ta aser
pecto. ción sea fundada: mencionar, como lo hago, la intimidad de esa orden venid :1 d(•I
Estos mensajes venidos del Otro no tienen tampoco el carácter que tienen los Otro con el tejido constitutivo de la vida mental, de la vida psíquica, eq uiv:il (· ,1
el ementos habituales, carácter tomado por aquel que llamamos el diálogo inte- decir que esta formulación en el Otro, esa orden en el Otro, se organiza a par1Í1
rior, el de esas maneras de dirigirnos que acostumbramos, diálogo que se organi- de un Real que es el mismo de donde parte esa respuesta antagonista qlll.: pro
za en el interior de nosotros mismos entre un tú, un tú superyoico o moral, de pondrá el sujeto y que adoptará como suya. En otros términos, no nos vemos d\'
tipo "(tú) eres realmente tonto al haber hecho eso'', y el tipo de respuesta que se ninguna manera, en la neurosis obsesiva, confrontados a esa especie de Real err:i
esboza ante esa manera de dirigirse. Los mensajes recibidos por los obsesivos no tico que observamos antes de que el delirio esté organizado - una vez que está orga-
tienen tampoco este carácter, aunque no sea más que por valer como imperativo nizado, es el trabajo del delirio el fijar ese Real, el detenerlo, el localizarlo-, pc:.: ro
incitante; éste es un rasgo que también puede preocuparnos, interrogarnos. La antes de que el delirio esté organizado, si ya lo estuviera, nos confrontamos a u 11
característica específica de éstos es el incitar a actuar, a un acto, a una acción. No Real errático, incluso a un Real plural, diseminado: puede hablar por todas par-
es entonces, en absoluto, una apreciación moral "(tú) eres realmente un bobo'', tes. Esto les da igualmente a las alucinaciones ese carácter no sistematizado, con -
sino "(tú) tienes que hacer esto o aquello'', en otros términos, hay ahí, de mane- tradictorio, divertido, discordante y deja al sujeto expuesto a la impresión de corrc.· r
ra subyacente, el imperativo de un acto que es inherente, interno de este tipo de el riesgo de perder lo que sería su propia identidad, su propia palabra, ya qu e:.: ya
mensaje. no está seguro, él mismo, del lugar donde su propia palabra estaría fundad a.
Les recuerdo también -ya lo he mostrado varias veces y es muy esencial si que- Ahora bien, en el caso que nos interesa, en la neurosis obsesiva, tenemos vi .~i
remos progresar un poco- que esos mensajes venidos del Otro no tienen ningún blemente, por un lado, lo Real a partir del cual se origina esa orden en c:.:I 01 rn,
carácter xenopático y no contienen ninguna especie de interrogación en el recep- eminentemente estable, fijo, a pesar del carácter aparentemente aberrante (k• l.1.,
tor sobre el emisor. Cuando recibe el imperativo "ahora (tú) vas a tomar un cuchi- órdenes que de él han salido y, por otro lado, el lugar mismo a partir del cual vi
llo y hundírtelo en el corazón", no hay nunca en él una pregunta sobre la natura- sujeto va a originar su propio decir, aunque sólo fuera en esa respuesta, recom:rndo
leza de aquel que le envía ese imperativo. ¡Nada! Éste también es un rasgo que el mensaje como contradicción.
tenemos que distinguir. Tal vez empezamos a tener un poco la impresión de que, al mencionar c:.:s tt
En efecto, yo calificaría como familiaridad esa orden tan extravagante y, por punto de estructura, nos acercamos más a lo que sería como el núcleo, el nuCÍt'llS
más raro que sea, puede ser una orden de lo más absurda de tipo, como han vis- de la neurosis obsesiva puesto que, como bien lo ven, trato de distinguir aquí lo
to: "Pues bien, ahora (tú) vas a buscar a la anciana y (tú) vas a matarla'', puesto que sería su rasgo mayor y constante en todas las neurosis obsesivas, es decir, es"
que la persona encantadora está ausente de Viena ya que se ha ido a ocuparse de tipo de orden imperativa venida del Otro y el retomar como contradicción qu ··
su tía o de su abuela. Entonces el carácter extravagante de esa orden no rompe el sujeto toma en cuenta como su propio decir.
de ninguna manera la impresión de familiaridad, la impresión que tiene el suje- Ya les he mostrado, y tal vez este punto merece que nos detengamos en él un
to de que esos tipos de orden están íntimamente tejidos con el mismo tejido que poco más, que el retomar como contradicción que el sujeto imputa a su propi<>
constituye su vida mental y toda su vida psíquica. decir, de tipo "no devolver las tres coronas ochenta, si no eso sucederd", es una reto-
Y es a causa de eso por lo que llamo la familiaridad - la intimidad de esa orden, ma que se distingue de la orden por el hecho de que ella está logificada, puesw
por más extravagante y absurda que sea, por más salvaje, por más obscena que que está hecha de dos proposiciones, una causal y la otra su consecuencia, de tal
sea, con toda, con el tejido de la vida psíquica-, que podemos, a pesar de la gra- manera que el decir del sujeto se eclipsa en ella, detrás de lo que se presenta ya
vedad de ciertos casos, desechar de manera absolutamente formal el diagnóstico no como una enunciación, sino como un enunciado; y diríamos que, si está logi-
de psicosis. Supongo que aquellos de ustedes que trabajan con la psiquiatría han flcada, es porque la respuesta está hecha de proposiciones articuladas. No se tra-
encontrado, infaliblemente, casos de neurosis obsesiva, llamados severos a causa ta de un conflicto de a 111<>rid ~1d :111re el mensaje venido del Otro. El obsesivo no
de la repercusión de los signos clínicos en la vida cotidiana, casos que son inter- se opo ne al gr:in 01 rn di 1 i1~ 11dolv "¡/\h , tú me dices eso! Pu es bien, yo te di go
460 Parte ll: 1988-1989 Lección X I V: 11 de mayo de IWW 4() 1

que ... ", lo cual puede observarse en la psicosis. Eso nunca tiene esta característi- ta de que se trata del que está en la cabeza, eso es, el término Haupt que <.:s t:i l' ll
:~1 en la neurosis obsesiva, en la cual el retomar como negación, como contra- el caput del Capitán. Éste tiene un apellido que no es indiferente, como u s t td t'.~
di cción tiene siempre ese aspecto de proposiciones articuladas y que son explica- saben, Nemeczek, puesto que ese apellido tiene la ventaja de no solamente sig11i
das unas por otras, respuesta en forma de enunciados, respuesta logificada de la ficar el pequeño checo o pequeño alemán, sino que viene de la raíz nemec, qtw
q11e diría incluso que es casi una respuesta por escrito a lo que fue un decir. ¿Por quiere decir el mudo. En otros términos, este Capitán Cruel, el que di ce <.:so, l '.~
qu é respuesta con la escritura? En la medida en que, justamente, lo que es pro- también el que no habla. Es el gran Mudo, el gran Mudo que manda. Es <k <:I
puesto, ahí en el retomar como negación, no adquiere su autoridad sino por la del que vienen las cosas.
:l rticulación de proposiciones consecutivas, es decir, que la justificación de la res- Ustedes conocen perfectamente la secuencia: "(tú) debes devolver tres com1111.1
puesta no se funda en un decir de tipo: "(Tú) me dices que tengo que devolver ochenta al Teniente David"; de inmediato la retoma como negación, como si (ir
las tres coronas ochenta, pues bien, yo te digo que no haré nada de eso y ¡vete al ra un mensaje venido del Otro: "no devolver si no eso sucederd"y, en ese m o mcn
di ablo!". Eso nunca tiene este carácter y es por eso por lo que les hago notar que to, la retoma exacta de los términos del Capitán, pero esta vez viniendo del gran
la justificación de esta respuesta es del tipo de la justificación con que se sostiene Otro: "(tú) debes devolver esas tres coronas ochenta al Teniente David".
un escrito. Todo esto ocurre en una unidad de tiempo y de lugar que es extraordin ari a,
Pero, y es aquí donde la paradoja merece una vez más que dilaten el iris o que todo se organizó en el mismo día puesto que cuando el Capitán le dice eso <.:s 1:1
abran la oreja, ya que esta respuesta puede igualmente imponerse al sujeto con noche, mientras que en la mañana dicho Capitán había contado ese supli cio dv
un carácter de orden. De lo que era una orden inicial venida del Otro, sale una las ratas y que al oír ese suplicio le había venido esa Vorstellung, esa represc.: 111 :1
respuesta como contradicción, articulada de manera muy diferente, pero que sin ción, de que eso le sucedía a una persona querida, y ese término genérico ck 1111,1
embargo puede tener, de manera equivalente, un carácter de orden. El sujeto se persona querida cubre, nos enteramos luego, tanto su padre como la Dam::i , 10111:1
enfrenta, a partir de ahí, a dos órdenes contradictorias y puede hundirse en ese da ahí en esa singular comunidad. ¡Sanción! No es en absoluto un m ensajt.: vr11i
estado de perplejidad ansiosa, como el que presenta el Hombre de las ratas y que do del Otro, es una representación que se le impuso a él, ese suplicio le ocurd.1.1
lo llevó a consultar, ya que acabó por no saber ya lo que debía hacer, atrapado la Dama y a su padre, es un fantasma de la Virgen follada. De inmediato la sa 11
entre esas dos órdenes contradictorias. ción, lo que él mismo llama la sanción, hay en el termino sanción un San/(/ q11 v
Lo que les estoy mostrando se ilustra de manera trivial en lo que podríamos podría ... Freud lo escribe entre comillas. Es el término del paciente. Freud ti <.: 11l'
llamar la psicopatología cotidiana del obsesivo, en la medida en que conocemos la necesidad de escribirlo entre comillas aunque sea una palabra que existe, qu L'
su propensión a retomar sistemáticamente como negación todo lo que en su entor- es de uso corriente en la lengua alemana, incluso si es de introducción extranjl·
no puede presentarse como del orden del decir. Ustedes conocen el carácter en ra. Sankt es el santo y, entonces, lo que se le impone como sanción es la palabr:1
cierto modo huraño, o sea, hay un lado ergotista del obsesivo y uno puede, clí- aber, con un gesto de la mano para apartarlo, donde Freud, y otros, claro, se ha11
nicamente, especificarlo muy bien a través de este rasgo con que lo caracterizo: divertido encontrando el Abwehr, es decir, la defensa.
lo que se propone a su alrededor como un decir lo incomoda como lo que más y Pero en la sanción hay esa formulación tan sensacional, extraordinari a, :1
no deja nunca, o sea tiene tendencia, lo más a menudo, a retomar estos decires propósito de esa Vorstellung, "Was follt dir denn ein", es decir, "¿Qué te en1 r:1
del entorno en forma de "sí, eso lo dices tú, pero bueno, hay tal objeción, tal adentro?", "¿Qué te está entrando adentro?". En el momento mismo en qu t·
omentario". Es lo que da a su comercio un carácter bastante particular que podría menciona ese suplicio, que esas ratas podrían, etc., es él mismo que, de repL·n
tener su encanto y, al mismo tiempo, procurar cierta irritación. te, es penetrado por algo absolutamente abominable. Es entonces esta reprl'
Entonces, continuemos en la distinción, tan atenta como sea posible, de la sentación, en la que vemos bien la equivalencia con la representación y el supl i
rnanera como sucedió esa secuencia que aíslo para ustedes, la historia del Capi- c10 mismo.
tán Cruel. "(Tú) debes devolver tres coronas ochenta al Teniente A, el Teniente David" Esa sanción formulada así va a servirme todavía ya que ese "Was follt dir de1111
Eso se presentó como que no fuera de ninguna manera un imperativo venido del ein" es central. Ha tenido antes, venidas del Otro, órdenes de las que, claro, u11 0
O trn; es un imperativo efectivamente articulado en la realidad por el Capitán se pregunta qu é relación tienen con esta historia, como por ejemp lo esa o rd e11
ruel; Hauptman, la traducción francesa [y española], Capitán, da en efecto cuen- ven id::i del 0 1ro "(l!Í) /1111· 1tll()rtr mismo a clavarte un cuchillo en el corazón". ¿Q ut1
Lección XIV: 11 de rn.ayo rle llJHIJ 'l<i'.~
1(1 !'arte 11: 1988-1989

l irne que ver este tipo de formulación con lo que acabamos de aprender? ¿Qué niza la significancia del mismo? La respuesta se impone en todos los casos: lo qm·
organiza la significancia del discurso del obsesivo es un objeto, que gracias .1 tq
l omunidad puede haber entre esas órdenes?

Entonces, en este punto del recordatorio que hacemos, ¿qué podemos hacer conocemos muy bien, que es muy precisamente el objeto anal, es decir, la mit·1
da. Es este objeto que sostiene en el obsesivo, de manera inmediata, la sig11 ili
p:ir:1 jntentar desenredar todo esto?
Podemos obviamente apoyarnos en la forma de esas órdenes y, como les he cancia de su discurso, es éste quien hace efracción, intrusión, a pesar de t od. 1 ~ l.1 ~
1nostrado, decir, retomar, el hecho de que tienen totalmente la forma de impe- defensas que opone a la manera increíble como es introducido, a pesar de todm
r:tt ivos morales, incluso cuando se trata de meterse un cuchillo en el corazón, en
los Aber que trata de oponerle y que son, por supuesto, perfectamente int:lit .11 l~~.
1:1 medida en que eso se comprende, justamente, por todas las bajezas que pue- porque esa intrusión es inevitable; se produce en el sitio, en el lugar que d sig11 i
dvn atravesar el pensamiento del obsesivo. Entonces, en todo caso su forma, "(tú) ficante no deja nunca de introducir con él, y que es el lugar de lo Real. Si el ohsv
vas realmente", "(tú) debes ahora'', cualquiera que sea el sentido de la orden, es sivo se ve así confrontado a lo que incesantemente hace efracción, cualesqu il·r:i
de inmediato reconocida como perteneciente al campo del imperativo moral. sean sus defensas, sus barreras, hace intrusión, lo envenena, sin que él pueda hacl'I'
Podemos apoyarnos en el sentido. Si retomo simplemente lo que acabo de nada, a pesar de todos sus atrincheramientos, es simplemente porque, sin qul: 01
decirles hay, por supuesto, la deuda, hay que pagar la deuda; también hay esas haya visto cómo eso se introdujo, eso está ahí porque, por el hecho mismo dt•
c'1rdenes que se refieren al asesinato, que tienen siempre esa figuración tan espe- hablar, dispuso un Real y que es en ese lugar donde está, para él, ese objeto qut•
cial del cuchillazo o del navajazo, y que pueden tanto implicarlo, apuntarle a él garantiza la significancia de su discurso.
Notarán además que en su discurso ese objeto funciona literalmente co1110
mismo, como a una persona del entorno.
Creo que no les resulta difícil reconocer en estas últimas la obligación, indi- cópula; es imaginado de la manera más cruda, más increíblemente obscena en sus
cada aquí, de cometer, contra sí o contra los demás, una efracción corporal -mos- evocaciones donde es el objeto que está reuniendo a los amantes, por todos los
l rar esto no es arriesgarse demasiado-, una penetración cuyo carácter es en cada
orificios que ustedes quieran, es literalmente ese objeto, ese palo que funcio11.1
<:aso constante; es una penetración horrible a tal punto que puede costar la vida, como cópula, que relaciona; también se puede decir que es ese objeto que fl 111
que sea la suya o que sea la de una persona de su entorno. Esta obligación de tener ciona como masilla entre los significantes, que asegura su concatenación obs t ru
que cometer esta efracción corporal es completamente homóloga con lo que pro- yendo, a la vez, el espacio que de otro modo cava el significante, es decir, el agu
vocan sus propios pensamientos, en la medida en que éstos lo penetran con ese jero. Y es ese objeto el que, por su sentido, obtura lo que los significantes ticnt:11 ,
cirácter horrible, repugnante, que pueden tener y no me arriesgo en lo más míni- así, la propiedad de organizar, es decir, el agujero en el que justamente se sostic
mo al subrayar lo común del proceso mencionado. Después de todo, si se trata- ne la significancia de los mismos.
ra de matarse, podría haber sido de tantas otras maneras. Aquí se trata, en cada Entonces, si lo que les propongo es correcto, ¿cómo es posible esta operación?
·aso, del horror de una efracción corporal que puede llegar a costar la vida. Es posible a partir de un proceso que aquí en mis notas he llam ado anulació 11
Entonces, en este punto, vuelve a surgir una pregunta a la que he tratado has- pero, en realidad, hoy tengo un poco de dificultades para llamar de manera rn:is
ta aquí de responder de la mejor manera: ¿por qué ese carácter tan estereotipado exacta al procedimiento por el cual, para el obsesivo, el falo en el Otro se ve an11
dd retomar como negación? ¿Por qué, a esa orden venida del Otro, habrá de lado, o tal vez negado, tal vez rechazado u obliterado.
manera inmediata, sin el más mínimo intervalo, sin el más mínimo hiato, sin la En todo caso, la manera como, para el obsesivo, el falo en el O tro se ve por
más mínima respiración, por qué habrá inmediatamente, como ráfaga, ese este- él anulado, y entonces el agujero que el falo, en su dimensión imaginaria, esd t'll
cierto modo velando, anulación entonces, por el obsesivo, del falo y de ese :1g11
n_·ot ipo del retomar como negación?
Para intentar aportar aquí por fin otro elemento de conclusión provisoria es jero que éste está velando, es decir, a la vez anulación de la castración. Un tén 11 i
necesario que interroguemos lo que para el obsesivo habla en lo Real. ¿Qué es lo no que nos viene de Lacan me ha puesto mucho tiempo en aprietos, el de for
que ahí, en lo Real, organiza así esos mensajes? Incluso si para él la pregunta no clusión de la castración. No es fácil concebir cómo la castración, que es un proceso,
puede ser forcluida. Pero, en todo caso, en lo que a nosotros respecta, aquí, vc111os
se plantea -lo cual para nosotros es una indicación.
Para tratar de responder abordemos el problema de la manera siguiente: en el bien cómo el hecho de anular en el Otro al falo es, a la vez, anular lo que se rdk
re a la casrra ci<'i n, t'.~ decir, :1 1:1 operación propia de lo Simbólico. Anularla, ¿c:ón10?
obsesivo, ¿qué es lo que le da la significancia a su discurso? ¿Qué es lo que orga-
4M Parte II: 1988-1989 Lección XIV 11 de mayo de 1989 46.')

l'or la positivación efectiva del objeto que participa en el intercambio con el Otro, der esta evocación: ¿cómo van a explicar esa historia de cacas en los ojos de fo hij:i
y en la medida en que ese Otro es primordialmente materno. de Freud? Van a decirme que ahí hay un "no amarla por sus lindos ojos". Sí, segu-
En otros términos, si el falo se sustenta en una dimensión simbólica e imagi- ro, pero esta imagen de efracción de la mirada por el objeto anal representa exac·
na ri a, el regalo del objeto ofrecido al Otro es, justamente, ya del orden de lo Real. tamente ese proceso que yo estaba mencionando; es entonces por eso por lo t(IH·,
l •'.sta positivación no es una operación arbitraria, está en cierto modo sostenida en regla general, se encuentra en la neurosis obsesiva un brote de goces llan1:idoN
po r el tipo mismo del intercambio real que vincula el niño a su madre y que es, parciales, es decir, de las diversas pulsiones. Y la pulsión genital, a partir dv 1'M'
justamente, muy diferente al intercambio -que ya ni siquiera es intercambio- al momento, se presenta con un carácter casi pulsional. Si es el pene el que la org.i
qu e tendrá que renunciar en la relación con el padre, relación que ya no tiene niza, que es su objeto en una equivalencia con el objeto anal, el pene como 1:il ,
11 :ida de real, que ya no es más que simbólica. uno puede entender que en este neurótico la libido pueda presentarse como si
A la vez, por esa operación de positivación del objeto que participa en el inter- estuviera organizada por una pulsión, una pulsión sexual, es decir, que tuviera s11
cambio con el Otro y por su carácter real, ya no es el goce fálico el que podría objeto propio -aparte del precio a pagar por la heterosexualidad en este caso, y:i
subsumir los goces llamados parciales, los goces pulsionales. Al contrario, el goce 1 que, después de todo, la homosexualidad es aquí, en efecto, una posibilidad laten-
r:llico es subvertido, el pene mismo se vuelve en este proceso un objeto real, posi- te-. Éste es el punto en que encuentra, en cierto modo, su soporte, pero la hete-
livado, equivalente a los otros objetos llamados parciales, es decir, equivalente al rosexualidad es pagada con este precio: que la mujer destinada a satisfacer esta
seno, a la mirada, a la voz, a las heces. Y lo que ahora está subsumiendo, soste- pulsión, la paradoja de esta pulsión genital -de una libido que estaría organiza-
niendo todos esos goces orificiales, incluso el goce peniano, ahora es ese objeto da por un objeto específico- , esa mujer, para tener encantos tiene que estar m:'lr-
anal, en la medida en que es el que, en el Otro, da la significancia a su cadena, es cada por algunos rasgos que ustedes conocen de memoria, que son los de cierra
decir, que se supone que ese objeto responde simplemente, con esto les estoy decadencia, para que así pueda situarse, justamente, en la categoría de los diver-
di ciendo cosas elementales, se supone que es el soporte del deseo que anima al sos objetos que pueden mantener la pulsión.
O tro. Una última palabra, entonces, que nos introduce a la continuación de lo que
Resulta de esto un efecto de perversión generalizada - es en este punto en el estoy preparando. Retomemos esta pregunta: ¿cómo es posible esa "anulación"
qu e se puede retomar la cuestión de la perversión del obsesivo-, puesto que se del falo? Lo decía hace un rato, por un efecto de efracción, de penetración , de
refiere a todos los orificios, y es por eso por lo que seguramente no tiene que sor- intrusión en lo Real de un objeto positivo, éste también real, que en cierto modo
prenderles el comprobar, por ejemplo, el lugar que tiene el goce escópico en el embadurna todos los objetos parciales posibles, es decir, que les da esa marca anal
obsesivo, pero también el goce oral, y no les sorprenderá nunca comprobar, por . a los diversos objetos posibles, lo que se explica en ese lugar, como les decía har '·
·jemplo, la frecuencia con la que el alcoholismo puede acompañar, rociar, diga- un rato, por el hecho de que, si es el objeto que el Otro pide, es a la vez el que
mos, una neurosis obsesiva. El goce también llamado invocante, todo lo que vemos para el Sujeto organiza su deseo. Aquí retomo para ustedes lo que Lacan, de mane-
girar alrededor, incluso el decir es rechazado como tal, muy fácilmente podrá ra muy audaz, propuso con ese doble toro enlazado, en el seminario sobre / , 11
haber un interés por todo lo que es del orden de la voz (es un punto que merece identificación, donde son los círculos de la demanda en el Otro quienes organi -
mucho desarrollo, pero lo dejo ahí). zan el deseo para el Sujeto. Tomo entonces la soltura de esta disposición, que nos
Pero es aquí donde una restricción nos interesa: no es una perversión como explica de paso la pertinencia, tantas veces verificada, del rol patógeno del apren-
b s demás, por la razón que acabo de proponerles. Si las perversiones de ordina- dizaje de la limpieza. Si bien es cierto que la madre puede tener un rol patógeno
ri o están organizadas como subsumidas por el goce fálico -es el que las organi- en el desencadenamiento de la neurosis obsesiva, es obvio que es el procedimienw
za- , éstas nunca son más que maneras de acercarse a este goce, incluso si es a nivel por el cual su demanda se ve privilegiada, se hace oír y en el que se organiza :1 b
de uno de esos objetos llamados parciales; queda que es al goce fálico que se apun- vez, para el niño, su deseo.
La detrás, más allá, y le da su valor a ese objeto; es el caso del fetichista, del exhi- Es evidente que, a la vez, les doy además esta última conclusión, la dialéctie:1
bicionista, del mirón, etc. Aquí la restricción es muy evidente, estas modalidades que se propone para el sujeto es sostenida, a partir de ese momento, ya no por b
perversas en el obsesivo ya no están tensadas por el goce fálico, sino tensadas, sub- castración, en el registro de la castración, sino que se sostiene en el registro de l:i
sumid as por el obj eto anal, y es en esta medida como no nos tiene que sorpren- privación, es decir, q11r l:i diferen cia ya no sería tanto entre hombre y mujer, sino
Lección XIV: 11 de mayo de 1989 467
466 Parte ll: 1988-1989

entre quienes lo tienen y los que no lo tienen. No es exactamente lo mismo en la Por otro lado, retomaré un punto que he vuelto a mencionar en el camino,
medida en que la cuestión de lo que tienen, o lo que no tienen, es una cuestión, el carácter siempre antagónico, antagonista de las formulaciones y de las órdents
que intriga muchísimo al obsesivo, de ese objeto que hay que tener o no tener. que se plantean en la psiquis del obsesivo, que parecen constituir el núcleo, t·I
Voy a ilustrarles esto recordándoles lo siguiente: lo que juega un rol desencade- proceso elemental de su neurosis y que pueden reinterrogarnos en el punlO ~· 11
nante para el caso de Ernst es el nacimiento del hermano menor, en la medida que estamos, de una manera nueva y que puede tal vez hacernos avanzar en otro~
en que es éste, en calidad de hermano menor, quien se verá investido con la pose- campos.
sión de ese objeto, de ese objeto x, de ese objeto enigmático, es decir, que este
objeto parece causar el deseo, en todo caso el de la madre, es decir, el deseo que Es todo por esta noche. ¿Tienen algún comentario?
le interesa. Él se siente, Ernst, a la vez, como desposeído, es decir, que entra, a Me gustaría que, hasta la próxima semana, intentaran pensar en objeciones
partir de ese momento, se ve en seguida, en las primeras páginas de la observa- posibles a lo que les propongo.
ción, entra en esa fase de marasmo en que, de manera muy curiosa, es el herma-
no menor quien es rival, y un rival ante las mujeres, por ninguna otra razón que Claude Landman: Pregunta sobre la diferencia estructural entre neurosis obse-
ésta: el menor, como es banal, lo ha suplantado en el afecto de los padres y, en siva y perversión.
todo caso, parece ser portador de ese objeto causa de deseo y, en particular, cau- Ch. Melman: La diferencia entre neurosis obsesiva y perversión es la siguien-
sa del deseo de la madre. Éste es un rasgo que no lo abandonará más. Lo que, de te: la que propongo es que las perversiones se sostienen, todas, en la primacía del
paso, puede igualmente explicarnos lo que será la preocupación eventual del obse- goce fálico. Ya no es así en la neurosis obsesiva, donde la primacía es asumida por
sivo por mantener, por prolongar un estado de infancia, de rechazar las rupturas un objeto real, situado en el Otro. Son entonces tendencias perversas que exigi-
que marcarían el final de ese estado en la medida en que ese estado de infancia le rían que se retome el análisis clínico de las mismas. A todo el mundo le ha sor-
parece preservar ese vínculo con la madre ya que en esta medida seguiría siendo prendido siempre el hecho de que la perversión en el obsesivo, cuando existe en
el depositario, seguiría conteniendo ese objeto causa del deseo del Otro. los hechos, cuando el obsesivo no sólo se defiende de ella, es de un tipo parti cu-
Éste es el punto en el que voy a detenerme esta noche, dejando para la pró- lar. Me parece que hago valer por qué razones.
xima semana el mencionar dos elementos que son muy molestos: por un lado el Claude Landman: Pregunta sobre la primacía del goce fálico en la perversión,
soporte que podemos encontrar en la topología para justificar nuestras asercio- que trata de tapar el agujero del Otro con el objeto a, acompañándose con la
nes y tal vez para especificar, una vez más, la estructura del obsesivo. Después de denegación de la castración materna.
todo, es obvio, es la pregunta que siempre me planteo a propósito de la topolo- Ch. Melman: Sí, tiene razón. En el caso de las perversiones, parece que esos
gía: ¿qué progreso puede hacernos hacer?, si se trata simplemente de dar sopor- objetos llamados parciales no tienen su valor sino como tentativa de sustituirse ni
tes intuitivos a nuestras elucubraciones, seguro que eso no va muy lejos e inclu- hecho de que el objeto fálico, como tal, escapa a una captación, hablo del objeto
so es correr el riesgo de extraviarnos, seguramente encontramos cada vez soportes fálico. En el caso de la neurosis obsesiva, los objetos no se escapan de ninguna man('-
imaginarios a nuestras intuiciones. El problema es saber si la topología es opera- ra a la captación. Lo que funda la jerarquía de éstos no es, en absoluto, el hecho d
toria, si por ello implica consecuencias y, entre otros, claro, en lo que es nuestra que se trata de inventarse un objeto que se sustituiría a aquello cuya captación no
tentativa de acto. Se acaban de publicar algunos libros sobre la topología que tie- sería posible. Es entonces una jerarquía totalmente diferente que se establece y, a b
nen algo interesante, pero se percibe muy bien, a pesar de su interés y a pesar de vez, es otro carácter el que se les da a esos goces parciales y, en particular, al goce
todos los estímulos que se pueden dar a esas tentativas, la dificulten en que se sexual puesto que, en la neurosis obsesiva, este mismo toma el carácter de lo qu"
encuentran sus autores para darles a sus esfuerzos un carácter operatorio y que se podría llamar un goce parcial. Ésa es la diferencia que trato de hacer valer.
no sean solamente un brote de dibujos y de digresiones. Si una utilidad tienen, Choula Emerich: Me preguntaba, al escucharle, si justamente la especificidad
haría falta además interrogarlos como conviene, saber lo que les pedimos. Es por de este objeto anal no vendría del hecho de que para los otros objetos, por ejem-
eso por lo que uno de nuestros problemas, a propósito de la manera como Lacan plo el seno, había una demanda del Sujeto, y una contra-demanda del Otro. M ien-
aportaba un modelo topológico, es el tratar de descifrar lo que él le pedía, lo que tras que, para el objeto :111::11 , la demanda no viene del Sujeto, viene del Otro, y
esperaba de éste. Trataré de retomar este punto la próxima vez. es solamente con10 rn111 r: 1 d vm:111d ::i como el Sujeto puede responderle o no.
468 Parte ll: 1988-1989

Ch. Melman: No veo inconveniente, Choula, salvo que todas las demandas,
ualesquiera que sean éstas, se originan necesariamente en el Otro. El Sujeto no
tiene demanda natural, incluso la demanda oral. La necesidad no se convertirá
en demanda sino a partir del momento en que es articulada a partir del Otro. La
única cosa que puede distinguirse ahí, por un procedimiento cuya simplicidad
so rprende, es que vemos bien cómo un objeto real, debido a la demanda ejerci-
Lección XV
da por el Otro real, cómo un objeto real puede sustentar el enigma del deseo del
Otro, darle su significancia, con todas las consecuencias que de ello se deducen, 18 DE MAYO DE 1989
son consecuencias automáticas, entre otras, el hecho, para él, de ser real.

Entonces, la continuación en el próximo número ...

He recibido preguntas muy interesantes, de algunos de ustedes, que torn ~irc c.· 11
cuenta en el camino.

Lo que tal vez puede darnos una impresión de consuelo, en lo que es1:1111011
intentando, es lo que ya ha sido notado varias veces en otros campos, que so l11
ciones que parecen elegantes conllevan, regularmente, la impresión de que, por·
que son elegantes, tienen que ser verdaderas. No estoy seguro de que sicmpn.: st:1
así, pero digamos que esa impresión, quiero decir de formulaciones condens:ld:is,
simples y que pueden aclarar a amplios sectores, esa simplicidad misma puetk-
tranquilizar en cuanto al proceder, en cuanto a la validez del proceder. Ahora bien,
las soluciones que les propongo, terminando este seminario, son en efecto si 111
ples y no carecen de esa eficacia que puede referirse a la elegancia, puesto qtH'
establecen una relación al Otro, organizado por ese intercambio real, y en la med i
da en que, en efecto, está en general, para cada uno de nosotros, inscrito en l:t
biografía; pues bien, recordar esto, como lo han visto, puede, a partir del rnomtn
to en que sacamos todas las consecuencias, aclararnos a propósito de una par1t·
muy grande de la sintomatología.
Digo de una parte muy grande. Una de esas partes está constituida por <.'Sl'
comentario que les hacía la vez pasada, que lo que yo llamaba el contra-pensa
miento estaba, después de todo, organizado con el mismo carácter irn pera 1ivo
que la orden obsesiva, la Gebot, incluso si su textura era diferente puesto que - voy
a retomar.lo- la orden dd obses ivo se presenta, se sustenta en un decir, es lo qm•
run dasu :u11orH. 1:u1... "("/'11') 11111· 11 ", "(7~u.') áebes "... "Ah
C /tu') vasa," m1.entr:111
/l. ora 1
470 JJarte l/: 1988-1989 Lección XV.· 18 de mayo de 1989 47 1

que.: el contra-pensamiento obsesivo se presenta nada menos que en el registro del tido de lo que es dicho, en nuestro caso, encontramos, por un lado, la orden dt·
imperativo, incluso si toma su fuerza en una referencia totalmente diferente; quie- pagar la deuda ... , y otra orden, que atormenta mucho a nuestro héroe, de 1c1w1
ro decir si toma su fuerza en una articulación que se pretende puramente sim- que cortarse el cuello, de morir ... Y luego encontramos otras, diseminadas l"ll l.1
bólica: "Si (tú) no devuelves las tres coronas ochenta, eso sucederd". observación, que son conminaciones absurdas, como por ejemplo tener que ror 11•1
Sin embargo, ¿no tendríamos que, una vez más, tratar de entender mejor, si alrededor de la habitación, o aparentemente absurdas, como contar entre d rr lfo1
<:S posible, esa articulación?, de la cual yo decía que era nuclear en la neurosis pago y el trueno, etc. ¿Qué tienen en común? Tienen todas en común el ser ce >11
obsesiva, que llamaría su fenómeno elemental, eso a partir de lo cual se puede minaciones; lo que se hace oír ahí, de manera pura, es la orden por sí mis111 11
infaliblemente emitir el diagnóstico de neurosis obsesiva, es decir, a partir del acaso, diría, desinsertada de lo que podría ser su pretexto, o su oportunidad , o Nll
Orro, de los mensajes que son del registro de la orden, y la formulación inme- circunstancia. Lo que se distingue en todos esos imperativos, en todas esas C't!ÚIJ
diaramente sucesiva, sin ninguna demora, de lo que llamo contra-pensamiento, ten venidas del Otro, es la orden y también lo que no deja de causar un gran espa n
·on esa organización que acabo de recordar hace un instante, y cuyo carácter no to a nuestro paciente, la orden de tener que cometer un acto, un acto decisivo
menos imperativo está marcado por el hecho de que haya balanza de poder; es ' puesto que puede ser, por ejemplo, el cometer el suicidio, el cometer un asesina-
incluso lo que lleva, en general, a la perplejidad del obsesivo que ya no sabe a qué to, etc.
poder referirse. La orden de tener que realizar un acto es de lo que da cuenta el obsesivo, qu<:-
La cuestión que merece, pues, ser retomada es la del lugar desde donde se for- jándose a la vez de sentir esas exigencias y lo que llama sus impulsiones, son <: 11
mulan una y otra, la orden y la protesta o el contra-pensamiento. realidad esas órdenes que lo podrían llevar a ...
¿Desde dónde se formula la orden? Seguro que, en la medida en que se trata Si aceptamos distinguir a la vez esa característica y, al mismo tiempo, apoynr-
de un decir, se formula desde lo Real. Desde ese Real que se acuerda bien, diga- nos en lo que es, de manera absolutamente sorprendente, el sentido de esas co n-
mos, del obsesivo, mientras que su tentativa ha sido justamente hacerlo callar, minaciones, podemos sin mayor dificultad, quiero decir sin mayor atrevimien 10,
disminuirlo. Seguramente le debemos a esa tentativa de amordazamiento de lo sin mayor audacia, pensar que lo que habla así en lo Real, al obsesivo, y qu<: t ' ll
Real el hecho de que ya no va a dejar de hacerse oír. Es una reacción que tendre- cierto modo le recuerda incesantemente su deber incumplido, es precisamente.: l.'W'
mos, también, que precisar mejor. En todo caso, podemos decir que la orden es falo que su esfuerzo consiste en tratar de transformar, de mutar, de desviar co mo
:il rro real que se articula en forma, por ejemplo, del "(Tú) tienes que devolver". ese objeto esencial del que hablé la vez pasada, en la medida en que es su pr<:<:rni
El contra-pensamiento, en cambio, ¿desde dónde se articula? Propondríamos nencia, ese objeto anal, que se sustituiría a la orden, al imperativo fálico.
que, incluso si su textura está organizada de otra manera, si toma su poder de una Orden pura venida del Otro, en la medida en que esa tentativa de oblit<:ra
referencia totalmente distinta, diríamos que, por ese carácter imperioso, equiva- ción, de maquillaje del falo lo es, a la vez, con respecto al significante amo, y s:.i ht -
len.re, que después de todo la está marcando, se formularía tal vez desde ese mismo mos en qué medida el obsesivo es alguien para quien el significante amo es de
Real. Aunque sólo fuera por la tan simple razón de que es desde ese lugar desde una particular antipatía; es alguien que sigue su ritmo y que no va a ... --0 sea, su
donde "ello habla'' para nosotros. Es en ese lugar donde se originan los pensamientos propio ritmo, cuando hay uno-, y no está en absoluto decidido a dejarse ni co n-
y también nuestras palabras. Es a partir de lo Real donde encuentran sus fuentes. ducir, ni mandar. Conminación de tener que realizar el acto, en la medida en qu t
¿Cómo entender que desde el mismo lugar puedan venir así formulaciones, pri- la presencia del falo en el Otro está ligada a la aceptación, por el sujeto, de <:Sl'
mero contradictorias y, luego, presentándose con esas diferencias de estructura? acto mayor que será, lo más a menudo, el único de su existencia -es decir, ese:
Yo decía que ese Real, en la neurosis obsesiva, no deja de hacerse oír por la acto que funda esa existencia- que se llama castración, como si el no cumplirlo,
so.la tentativa de hacerlo callar. Pero la estructura misma de los imperativos que la no realización de este acto se hiciera oír, incesantemente, desde ese lugar y d<:s-
vienen del Otro nos informa de manera más precisa sobre lo que, en lo Real, es de esa instancia fálica, para el obsesivo ... en ese doble registro, digo, tan explíci-
b instancia que habla. Y seguramente es por eso, además, por lo que el obsesivo to que es a la vez el de un imperativo desenfrenado y portador de una conmina·
ni se sorprende ni la encuentra xenopática ... ción que lleva al acto.
¿Cuál es esa instancia, en lo Real, que habla así en esta neurosis? En todo caso, Es por eso por lo que no creo tomar muchos riesgos al decir que lo que sur
si nos fiamos de lo que ella dice, ¿qué encontramos ahí? Si nos referimos al sen- ge aq uí, en la si1110111 :11ologí:1 1nn p:irticular, es decir, lo que es del o rd en de la cxi -
472 Parle JI: 1988-1989
Lección XY.18 de mayo de 19H9 473

gc ncia - y que llamamos con un término inadecuado "la impulsión"- está rela-
r io nado a la tentativa que hace dicha neurosis de anular el juego, los efectos, las De hacer valer que, con este enunciado, el obsesivo va al término de la co11
co nsecuencias, de la instancia que menciono. minación hecha por la enunciación, por ese decir, puesto que, y es justamcnl <.'
Pero entonces, si esto es verdad, ¿de dónde podrá salir el contra-pensamien- eso lo propio del pensamiento obsesivo, reduce el poder de ese Real al simholi
to? Es en este punto donde podemos tal vez avanzar un poquito considerando zar lo que, en un primer tiempo, era esa figura enigmática que hablaba <. 11 t'M' 0

<.'.~lO, y que ilustra lo que desde hace tiempo ya les mostraba a propósito de esas lugar imposible, reduciéndolo a lo que es pura articulación, a un puro c1H11H i.1
s11puestas conminaciones contradictorias, los padres que terminarían volviendo do, es decir, reduciéndolo a ya no ser más que una causa ... Un si. Es algo q1w v,t
loco al niño, esquizofrénico ... Pues bien, si prestamos un poco de atención a las a ser precedido por un Si, "Si (tú) haces esto ... ", "Si (tú) haces esto, pues bi1·11, '"
·onminaciones que son las de la instancia fálica, ¿de qué orden son estas conmi- producirá aquello". Es decir, que lo propio de la respuesta obsesiva es, en ci<: rl o
naciones? Primeramente, claro, del significante amo, es decir, del registro de la modo, defendiéndose al mismo de eso, el cumplir la conminación venid:i dd
orden, orden que, debido a esta instancia, es justamente la orden de tener que Otro, es decir, efectivamente el proceder, en cierto modo, a un asesinato.
gozar y-es ése el sentido del significante amo- , de tener que gozar, de ir hasta el Entonces, ¿cómo puede sustentarse con las representaciones topológicas a las
1érrnino de ese goce, hacer que sea un goce realizado. que tratamos de referirnos?
Hay entonces ahí algo que viene de ese Real, en la medida en que está habita- Si tomamos al cross-cap como soporte, y si suponemos un solo instante que d
do por la instancia fálica. Pero es esta misma instancia fálica en el Otro lo que le cross-cap con -se lo recuerdo- ese punto fuera-de-línea que organiza la estructura
di ce no a la realización del goce, lo que le prohíbe ir hasta su término, aunque sólo ma:biana de lo que de otro modo era una esfera, ese punto fuera-de-línea, en d
rucra porque si por mala suerte llegara a su término, o por buena suerte, como quie- que Lacan sitúa la instancia fálica, en otros términos, sería a esa instancia fáli ca :1
ran, sería al mismo tiempo la extinción de dicha instancia, es decir, que sería al mis- la que le deberíamos la organización ma:biana de .. . ¿De qué? Pues bien, de 1:1
1110 tiempo su anulación puesto que esta instancia no se sustenta sino en un lugar
manera como en el Otro se dispone la textura del lenguaje, su trenzado a pan ir
que vale por resistir a lo Simbólico, por rechazarlo. Y la particularidad de esta ins- del momento en que pensamos el cross-cap como constituido por tal trenzado, u11
tancia fálica es, a la vez, el darnos la orden de tener que ir hasta el término del goce trenzado hecho con lo que es su material, es decir, con las letras, y a partir de ah (,
y, al mismo tiempo, nos lo prohíbe, da en cierto modo una prohibición moral a lo creo, las dificultades propias de la imaginación, en lo que se refiere a ese cruce q11<.'
qu e de otra manera es un imposible, digamos, de estructura, y da ahí una prohibi- no es una penetración, se ven reducidas; si pensamos, digo, ese cross-cap como el
·ión moral, un "que no" a la orden que sin embargo ella ha originado. soporte, la manera como circularía ese material que para nosotros constituye t•I
Es justamente por eso por lo que todos estamos atrapados en esta contradic- Otro; pues bien, si suponemos un solo instante que el objeto a, del cual habrá q11 <.'
·ión, propia del juego de esta instancia en el Otro, y que el obsesivo tiene la pro- reconocer que en la neurosis obsesiva -es justamente por eso por lo que no es un :1
piedad de volver elocuente, en la medida en que esa instancia, al querer cerrarle psicosis- está recortado ... Yo decía, trataba de proponerlo, con la imagen de u 11
el pico, el obsesivo no deja de hacerla hablar, en ese doble registro que es, a la vez, punteado; pero está recortado, está recortado si no no habría, para el obsesivo, cs:1
;I de la orden de tener que gozar e ir hasta el término del acto, y de tener que rea- impresión, que tanto he señalado, de familiaridad con esos pensamientos, con es:1s
lizar el acto e ir hasta su término. E ir hasta su término implica ciertamente una conminaciones venidas del Otro; pues bien, si suponemos un solo instante q11v
dimensión que, por sí misma, es mortal para quien quiere ir a lograr su acto. Uste- haya, en ese objeto a, alguna operación de cambio que intentaría, en cierto modo,
dt::s conocen esas formulaciones de Lacan sobre lo que es el único acto que algu- obstruir -¿por qué no dar esta imagen rudimentaria?- lo que funcionaba co mo
na vez se logra, es decir, el que en efecto permite captar lo Real - obviamente el ese punto que daba a la esfera su estructura ma:biana, estaríamos entonces an te
sujeto en ese momento ya no está ahí para sacar provecho de esto, puesto que al un resto, una bolsa cuyo borde parecería querer comportarse como si -estoy di cic: n
mismo tiempo cayó en el agujero-. Hay entonces ahí una orden que podemos do como si- su propiedad ma:biana estuviera abolida. Porque la dificultad es rr:1
llamar homicida y, en el mismo movimiento o en la misma solicitación, ese con- tarde explicar por qué el obsesivo ... Decimos ''Es del Otro del que el sujeto retih1•
tra-pensamiento, en forma de prohibición, de un "que no", incluso si, como les su propio mensaje de manera invertida ... ". Conocemos muy bien esta formubci6n
he indicado, la paradoja es que su articulación ya no sea la de un decir, sino que de Lacan; pero, el problema del obsesivo es, para empezar, que ese mensaje, par:1
!!Ca la de un enunciado, y que ya he tratado de hacer valer. ¿De hacer valer qué?
él, está dcmasi:1do wnorizado. Quiero decir, no es que lo reciba, es abrum ado por
todos eso.s nw11 s: 1j 1-,~ q1w nTilw dd Orro. Por otro lado, no tiene la facu ltad de rc 10~
474 Parte 11: 1988-1989 Lección XV.· 18 de mayo de 1989 47.S

marlos de manera invertida, o más bien, la única inversión posible es el retomar- Si prestamos atención al hecho de que el lugar que es para nosotros el géisn
los de manera negativa, lo que no es exactamente lo mismo ... Puesto que la inver- de los calificativos, en la medida en que es el lugar que no solamente nos intrig.1,
sión, de la que habla Lacan, es una inversión que retoma el tú venido del Otro a sino el lugar de donde ello habla, si ese lugar es el de lo Real, y si la instancia q1w,
manera del yo (je]. Y es también una inversión temporal puesto que el sujeto toma para nosotros, habita ese lugar es en efecto la instancia fálica, no debería en ahso
·I mensaje a nivel de lo que es ya su conclusión, y lo retoma a nivel de lo que es luto sorprendernos el sentido sistemáticamente opuesto de cualquier cali flc:t t ivo
para él su partida, es decir, en efecto de manera invertida. y también del significante. Quiero decir que cualquier significante, incluso 1d s1·
Lacan señala que, cuando uno habla una lengua extranjera, uno tiene ten- nos impone con ese carácter imperioso que nos invita, en cierto modo, a re:1li'l.. 11
dencia a fácilmente invertir las letras y los fonemas de dicha lengua; es justamente la cosa que designaría, que supuestamente estaría designando, ese signiflcanlt'
porque en el Otro, y en la medida en que se trata para nosotros de una lengua conlleva, a la vez, en calidad nada menos que de ... -¿se puede decir que es igual
:xtranjera, es decir, que en esa lengua no recibimos nuestros mensajes ... quiero mente en calidad de sentido?-, en todo caso, conlleva nada menos que esa ren li -
decir que no estamos situados en el mismo lugar en que estamos habitualmente zación es imposible y que, a la vez, ese mismo significante designa también, rc:pre
uando se trata de nuestra lengua materna porque, si se trata de una lengua extran- senta también, significa también su antónimo.
jera, como sujeto, uno no está ahí, en lo Real de esa lengua extranjera, como suje- Lo que debe sorprendernos y puede llevarnos a meditar bastante, a pensar
to, sino que uno está despersonalizado. bastante es que, como lo saben, las percepciones endopsíquicas son de una par
Entonces, tenemos que intentar dar cuenta del soporte topológico que pro- ticular riqueza en la neurosis obsesiva; no podemos contentarnos simplement t•
duce en esta neurosis esta transformación tan radical. con eso, tenemos que dar un pasito más, es decir, que todo sucede como si, jus-
Y me parece que lo que les propongo aquí, es decir, los efectos topológicos tamente, por esas particularidades que menciono, el objeto esencial que se ofrt·
provocados en el cross-cap por esa tentativa de cerrarle el pico al falo, de colma- ce a la sensibilidad del obsesivo fuera justamente ese Real, como es el caso p:1r:1
tar sus colmillos con el objeto a o el objeto anal, pues bien, tenía tal vez esa con- todos nosotros, pero sin que lo sepamos, puesto que para nosotros es amortiguado
secuencia topológica que produciría en el borde de la bolsa una estructura que por los procedimientos que mencionaba hace un rato. Lacan dice, "el sujf'lo 1·1•t1
sería la .. . que conservaría el recuerdo, digamos, de una superficie bilátera, como be del Otro su propio mensaje de manera invertida"... Pero si no es dicho, n:idi l' lo
si a partir de ese instante, en ese dispositivo, lo que se articula, lo que se dice des- sabe. Hace falta la neurosis obsesiva para que tengamos una mutación de.: c.~ 1 o,
de el falo fuera distribuido de manera irreductible según ese doble movimiento que vuelva esta situación bastante elocuente y que, sobre todo, vuelva visibk- t i
marcado, el uno, por la conminación de realización del acto y, el otro, marcado hecho de que lo que excita nuestra sensibilidad es, seguro, del orden de la rca li
por esa conminación de la prohibición, del no realizar ese acto. dad, es decir, del orden de lo que funda el fantasma.
Porque en el fondo -lo cual podría ponernos en aprietos-, los contra-pensa- Pero como en la neurosis obsesiva hay, entre Simbólico y Real, esa especie dt:
mientos no son menos subjetivados por el obsesivo que los pensamientos, esos comunicación, se concibe que a partir de ese instante lo que organiza direct:1-
'eboten. Aquellos se le imponen de la misma manera, con el mismo reflejo, con mente la sensibilidad del obsesivo sea menos el fantasma que el acceso directo
el mismo movimiento, se podría decir que, en definitiva, él está tan fuera de foco posible a lo Real..., a la Cosa, justamente. Y es incluso eso de lo que tanto mi l'-
como en el caso precedente, el caso de los Geboten; no puede hacer de otra mane- do tiene, que precisamente se esfuerza por hacer que no se mueva y que le acer-
ra que oírse formular esos contra-pensamientos. que demasiado, puesto que ella podría aparecer.
Lo que podría apoyarnos, en este punto, es lo siguiente: he insistido a menu- A propósito del cross-cap, no lo he señalado hace poco, pero lo ofrezco a $11
do, ante ustedes, sobre el carácter contradictorio del significante, cualquiera que reflexión y a sus observaciones, que si lo que digo es correcto, es decir, si el bor-
sea ... , no de las palabras primitivas .. . , sobre el sentido opuesto del significante de de la bolsa resulta que está funcionando así. .. como si la estructura mreb ia11:1
orno tal. Si recuerdo bien, es Pierce quien dice que -no creo equivocarme en mis estuviera deshecha, ahí podríamos decir que el objeto a, que en este caso el obj ~'.­
referencias- lo que estaría al principio sería el calificativo, y que es a partir del to a se vuelve especularizable, se vuelve orientado.
alificativo cuando se distinguiría el sustantivo, como se dice. Por ejemplo, que Y me preguntaba -pregunta que ofrezco a su reflexión, a su esfuerzo- , m"
es a partir del calificativo redondo cuando se formaría el sustantivo redondez, del preguntaba si la parti cularid:-id de la relación al tiempo que tiene el obses ivo, y
aliftcativo agradable cuando se formaría el sustantivo agrado. que no sólo es tSl ' g 11 s 10 por 1:1 inmovilidad, con el temor de lo que he di cho, si no
476 Parte JI: 1988-1989 Lección XV: 18 de mayo de 1989 47

también esa facultad tan especial de reversibilidad en el tiempo, volver hacia atrás, so que haya uno entre ustedes que no perciba lo que en él se formula. Pero, ¿qu(-
quiero decir, en lo que se presenta como una especie de equivalencia con el hecho se formula en él?
de ir, de avanzar hacia delante, como también el volver hacia atrás, me pregun- Pienso, en todo caso, ven como mi propio inconsciente me sirve bien al haber
taba si esa facultad singular no tenía una relación con el hecho de que, en ese caso, dado con este sueño ¡en el momento en que les hablo de la relación del objeLO ti
el objeto a estaría dotado de esa propiedad original de estar orientado y, enton- y el falo ... !
ces, de organizar de manera diferente, al mismo tiempo, el desplazamiento de la La emoción y el intenso arranque de deseo, al descubrir el seno en esa pc.:rso
cadena cuyos giros, al inscribir cada vez el dejar escapar el objeto, se supone sin na acostada al lado en la cama de esa mujer ... /!.cerco mi boca en un intenso am111
embargo que constituyen cierto progreso y, en todo caso, que inscriben un tiem- que de deseo ... " Y luego, claro, la pregunta que está planteada en el interior JT1is
po, El tiempo. mo del sueño ... Pero entonces, si es posible ... , y el sexo .. ., ¿por qué no el sexo ... ?
La pregunta que nos es planteada es el saber por qué en el obsesivo esa ins- Pero en ese momento, en el momento, pues, de poner la mano sobre lo que sería
cripción visiblemente no se hace; es justamente por eso, es más, por lo que tene- un posible acceso al sexo .. ., situado en esa equivalencia ... , en ese momento sur-
mos naturalmente la impresión de una inmutabilidad que no es solamente psí- ge, inevitable, la angustia y, luego ... el sosiego ... en otros términos ... falló ...
quica, sino que puede ser incluso física, o sea en estos casos, ese rasgo también, Y entonces interviene ese sosiego, ¿como qué ... ? Como excusa, como ven, el
ah í, esos giros, digamos, retrógradas. hecho de que no se trata de una infidelidad hecha al marido, "puesto que la per-
Voy a terminar esta noche leyéndoles ... He encontrado en mis archivos un sona acostada es mi marido". Si prestan un poco de atención a esto, ¿qué ven? Ella
texto de sueño de una persona que frecuentó durante cierto tiempo mi diván, no dice la "persona acostada es un hombre ... " Es "mi marido". Si esa persona
con una neurosis obsesiva. Se trataba de una mujer joven y ese sueño marcó, esta- acostada en el sueño fuera un hombre se trataría, claro, de un sueño totalmente
ba muy cerca del fin de su análisis y pienso que van tal vez a tener, al descubrir- diferente ... ¡Pero aquí se trata del marido!
lo, la misma sorpresa que tuve yo al volverlo a encontrar. Es decir, de aquel a quien la une ese tipo de sacramento que pretende que su
Aquí está, el texto es bastante corto. unión esté fundada en que, claro, el falo la subtiende, es incluso lo que le da un
carácter sacramental ... , pero se queda, a la vez, como tal inaccesible y, entonces,
Me doy cuenta de que la persona acostada a mi lado, en mi cama, tiene hace resurgir con ese sosiego mismo, sosiego de la angustia, el fracaso de la reb -
un seno hermoso. Violentamente emocionada al hacer ese descubrimiento, ción.
acerco mi boca en un intenso arranque de deseo. Extiendo la mano a lo largo Entonces, obviamente hay lo siguiente ... "Pero, ¡Dios mío ... !'', retoma del
del cuerpo de la persona para tocar el sexo ... Angustia ... otro lado, "pero, ¡D.zos mio' ....' ¡M.z marzuo
. J es un hom bre ....t"
Sosiego ... No tendré nada que esconder de este engaño a mi marido ... Admítanlo, es graciosa esta frase, ¿ah ... ?
puesto que la persona acostada es mi marido ... Pero, ¡Dios mío ... ! ¡Mi mari-
Y luego esta última fórmula ... Ya ''no soy culpable", todo está en orden "pero
do es un hombre ... !
No soy culpable, pero con desolación ... con desolación".
Ven que un sueño como éste, por ejemplo, tomado entre otros, es bastante
¿Cómo decir? Esta persona tenía, entre otras cosas, una fuerte tendencia a difícil de interpretar, parece, a pesar de que sea evocador para cada uno. Muestra
beber. Lo que es, me parece, interesante o extraordinario, en un sueño como éste, bien la actividad del inconsciente en cada uno de nosotros ...
es primeramente el hecho de que nadie podría dudar de su origen. ¡Es en efecto Me parece muy problemática esta fórmula de Lacan:
una manifestación del inconsciente! No creo que sea posible fabricar textos como
éstos, pienso que no. Y la pregunta, entonces, que se nos puede plantear -de entra- El inconsciente es en nosotros lo no realizado.
da, ante un texto como éste, puesto que es el texto de un sueño, es decir, que no
hay nada más en este texto- es: "¿Por qué sabemos de inmediato que es una mani- ¿Es acaso lo no realizado ... ? No sé ... ¿O no podríamos acaso decir que es lo
festación del inconsciente?". que realiza incesantemente, sin parar, nuestra vida cotidiana?, puesto que c:.id::i
La otra pregunta es que, intuitivamente, todos entendemos este sueño, pero uno de ustedes, c:.id::i un o de nosotros ... entiende este sueño sin comprender
sin embargo estamos en serios aprietos para descifrarlo y, sin embargo, no pien- nada ... Pero, ¿por q11 { lo rn1 ic11dc.:?
478 Parte /l: 1988-1989 Lección XV· 18 de mayo de 1989 479

No es, para ninguno de ustedes, ni un poema, ni una página de escritura, ni podría ser del tipo de tajo, del tipo del corte con que se organiza nuestra refl e-
un fragmento novelesco, ni una invención. Cada uno de ustedes lo entiende inme- xión tradicional, nuestro proceder reflexivo, de un pensamiento, diría, el qu e <:s
diatamente como una producción del inconsciente ... estético además, con su admitido . . . , el que es reconocido como tal, el que se llama lógica.
·stética ... y me parece difícil de entenderlo, de descifrarlo ... ¿Qué más les voy a decir?
Si uno quiere descifrarlo, me parece difícil de descifrarlo sin estas referencias que ¿Tienen todavía alguna pregunta?, rápidamente, porque es tarde . .. , ¿un comen-
trato de mencionarles, sobre el rol del objeto a en la neurosis obsesiva y sobre las tario?
onsecuencias que de él resultan; creo que de otra manera queda bastante opaco. A partir del momento en que uno califica cualquier cosa como agradable, uno
especifica a la vez que ese carácter de agrado de la cosa ... conlleva también el de-
Ahora bien, si algunos de ustedes quieren intentar proponer interpretaciones sagrado que funda, con un justo retorno, el agrado que uno le supone ... Porque
q ue parecerían más elegantes que las que les propongo, es decir, más concisas, si no ... es la angustia ... es como en el sueño. Eso quiere decir que uno puede
más sucintas ... Y, por otra parte, pienso que tampoco tiene que sorprendernos si muy bien especificar ese desagrado diciendo cuán agradable es. Ahora bien, no
rn.l sueño, en efecto, estuvo tan cerca de lo que pudo ser el fin de su cura. dejen de decirlo en sus felicitaciones a las personas queridas ... Lo cual vuelve las
La próxima vez será tal vez menos árido, les daré ilustraciones tomadas en la palabras, inevitablemente, sospechosas, lo que es legítimo ... Lo cual las vuelve
observación del Hombre de las ratas, ilustraciones de lo que les he aportado hoy inciertas para siempre, lo que va de suyo ... , lo cual las vuelve definitivamente
y de lo que he tratado de hacer valer, y que señala, entre otras cosas, que la dia- insuficientes, inadecuadas, inapropiadas . .. todo lo que quieran. Es lo que justa-
léctica ... o sea ... eso comienza con la dicotomía platónica, lo que incesantemente mente necesitaría, ven ustedes, un nuevo léxico.
hay que aligerar para llegar a captar el concepto. Lacan dice también que los adverbios son siempre mentirosos ... , entonces
C ontinúa con la dialéctica hegeliana ... al contrario, hay que conservar. .. ya desconfíen . . . Quiero decir que si dicen . .. "te quiero mucho", el mucho, ahí, es
está en progreso ... y también ... laAujhebung . .. , es decir, que eso no impide que sospechoso. Es lo que entendieron en seguida ... El problema es que por eso nadie
la otra parte se conserve . .. Pero hay, claro, en la dialéctica hegeliana la idea de quiere creerlo, ni siquiera el emisor . .. ¡Pero, cómo! He dicho te quiero mucho,
u na síntesis. mu-cho, mu-cho .. . y mientras más dice mucho . ..
Me parece que lo que les digo esta noche, de manera un poco rápida, un poco ¿Por qué? Porque es obvio que lo propio del verbo, cualquiera que sea éste, es,
sumaria -pero digo que trataré, para ustedes, de imaginarlo mejor la próxima vez-, claro, el estar marcado como no consumado, y que él se mantenga así. Como hay
tiene consecuencias que son para nosotros muy interesantes, que no hacen sino reto- ese no consumado, hay que decir mucho, quiero decir. .. con locura, terriblemen-
mar lo que, por lo demás, sabemos por la clínica, es decir, que los contrarios, los opues- te, apasionadamente ... Pero ese mucho recuerda, claro, lo que trata de suplir.
tos, son, en última instancia, la misma cosa. Es de la misma cosa de la que se trata. Entonces, como ven, si les menciono lo que sería el entretenimiento de un
En nuestro caso, es la misma cosa que habla, que se hace oír. Entonces el hecho léxico en cierto modo renovado, ven que la sintaxis también ... Y si prestan un
de que luego se hagan campos opuestos, etc., es más bien gracioso. Pero es la mis- poco de atención, encontrarán esto en los seminarios de Lacan.
ma cosa y sabemos que es la misma cosa. Esto podría originar en los analistas, No diría que son tentativas, pero es la manera normal como sus palabras se
orno además sucede espontáneamente en ellos, incluso si no es muy reflexiona- dirán ... y que se hace oír a sus lectores, como ese texto del inconsciente, sin estar
do, un modo de pensamiento que zanja radicalmente con el de nuestra mejor tra- todavía bien descifrado.
di ción de reflexión. Ustedes me dirán que Lacan, él sí sabía zanjar, sabía ser radi- Hay algunos de ustedes a quienes Lacan dijo que eran muy gentiles. Le gustaba
cal. Pero entonces, es lo apasionante, es lo que haría que, en cada uno de su s mucho decirlo. Decía a sus alumnos, a sus pacientes: 'jQué gentiles son ustedes!': Segu-
seminarios, en particular los que vamos a retomar este verano, que nos interro- ramente hay aquí quienes se beneficiaron de ese calificativo ... Pero, ¿era verdad?
guemos sobre la manera como zanja. El problema, obviamente, es que cada uno ... claro, pero bueno. Lacan tenía
Entre las preguntas que me fueron planteadas, una de ellas se refiere a lo qu " el don de hacer que alrededor suyo un montón de personas se esforzaran por ser
·s el corte del analista. gentiles. Es cierto. Se r gentil quiere decir algo muy preciso. Hablaré de ello tal
He tratado, en cierto modo, hoy, de responderla, de responderla tal vez giran- vez en el ülti mo sc m i11 :1 ri o, <:I scm inario de vacaciones para darles un curso sobr"
do alrededor, tratando sobre todo de mostrar lo que ella no es . .. Puesto que no có mo ser ge ntil. ..
480 Parte JI: 1988-1989

Tal vez haga incluso un curso más audaz ... , ya veré.


Ser gentil quiere decir algo muy preciso. Alguien gentil es alguien que pro-
cura satisfacer nuestro fantasma, es decir, alguien tan sensible a nuestra castra-
ción . .. que ... hace lo que puede ... para que suframos menos . .. Solamente que
el problema es, como en el sueño, es que si es demasiado gentil, es la angustia o
también puede ser el aburrimiento. Entonces, cuando Lacan decía a sus alumnos
Lección XVI
"Ustedes son demasiado gentiles, son de-ma-sia-do gentiles ... ".
Ustedes sacarán las conclusiones que quieran ...
8 DE JUNIO DE 1989

¡Bueno! Venga ...

Esta noche será el seminario de cierre de nuestro año. El próximo año con ri -
nuaré con un tema que está en el eje de éste, tema actual y que próximamenL('
verán.
El objeto a no es un concepto o, para decirlo también de otra manera, no cs
un significante. En efecto, el objeto a no es un acercamiento al objeto, acercn-
miento por más infinitesimal que sea; tenemos que mostrar cómo él es el objeto
mismo, cualidad que no puede deberse sino al hecho de señalar el lugar propio,
ordinariamente, de ese objeto, es decir, lo Real.
El objeto a es entonces, les recuerdo, esa parte del cuerpo propio que el par-
letre hace participar en su relación con el Otro, con el gran Otro, y que va a vol -
verse la prueba de un posible funcionamiento pulsional, es decir, de un estable-
cimiento del goce del cuerpo, lo que equivale a decir que el objeto a es también
lo que hace el cuerpo, lo que le da consistencia.
Esta parte pertenece entonces, inicialmente, a lo que se puede llamar la rea-
lidad del cuerpo, pero es su destino lo que lo eleva a la dignidad de Real.
El ceder eso que Lacan pudo llamar alguna vez un apéndice corporal, el ceder-
lo, ¿qué lo exige sino el juego de la letra, es decir, de lo Simbólico?, en lamed ida
en que hace agujero en el Otro, es decir, también agujero en el cuerpo, y sabe-
mos que lo Real de ese agujero es lugar de ocultación de la letra indebida.
Les recuerdo con estas pocas palabras la disposición propia del Simbóli co y
que da cuenta de las propiedades del objeto a. Pero ese Otro, ese gran Otro, no
está solamenrc en ese rcgis1 ro qu e :icabo de especificarles, es decir, en ese registro
'"·il
Simbólico; h:1y t·,~t · ( )110 q1ll' se llam a la madre, ese Otro real en la mcdid:1
48 Parte ll: 1988-1989 Lección XVI: 8 de junio de 1989 48.

·n que la madre vuelve real, le da a ese Otro simbólico esa cualidad, lo hace pasar ca para asimilar sus efectos, difícilmente se ve con qué razón uno podría ordv
:t lo Real y en que es ella, la madre, la que sensualiza esa cesión, que en cierto narlos en una misma categoría bajo el título de objeto a. ¿Cuál es ese efecto di
modo podríamos decir fisiológica, del objeto y que hace que, lo que es perdido nico, ese efecto sintomático cuya manifestación nos permite plantear esa equiv.1
así, va a tomar el carácter de ser el objeto. Ella vuelve así real ese Otro simbólico lencia singular? ¿Cómo dirían, de otro modo, que la voz, por ejemplo, pert<.:nt'l'<'
por darle a esa aspiración fisiológica, por el gran Otro, el carácter de ser una a esos objetos que el cuerpo habría cedido al Otro y aun menos la mirada?; l'I
demanda, la demanda de ella, de la cual sabemos que funcionará para el niño seno, acaso, ¡y aun así! Y entonces se da ese hecho tan extraño, de que si el obj"
·omo su propio deseo. to a, destinado pues a estar en lo Real, se manifiesta en la realidad, con algun :1
Si hubiera que dar una vez más una especie de definición de la madre, se podría operación de cambio de lugar, o también de cambio de registro, y si conserva esa
decir que es ella quien le da al gran Otro, al gran Otro simbólico, su dimensión propiedad que ha ganado de pertenecer a lo Real, pero ese Real con que ahora se
de Real. confronta el sujeto es un Real sustantificado -daré explicaciones, eventualmen-
¿Cuál es - esta transición les parecerá tal vez abrupta pero ya veremos- , cuál te, sobre este término si es necesario-y que, en todo caso, por un efecto que sos-
'S la diferencia, puesto que estamos aquí en el juego de la letra y las consecuen- pechamos, reorganiza la cadena significante, ¿qué podría procurar un Real sus-
·ias de ese juego, cuál es la diferencia entre una escritura ideográfica y una escri- tantificado? Pues bien, reorganiza la cadena significante en la medida en que cada
l u ra fonética, la silábica? La diferencia es que la escritura fonética, la nuestra, significante, por ese Real sustantificado, se verá transformado en signo, el signo
retranscribe una palabra, es decir, que supone a la vez, en esa retranscripción, de una presencia en la cadena, de una presencia indebida, quiero decir contraria
plantea a la vez la existencia de un sujeto y entonces, con el mismo movimiento, al funcionamiento de la cadena, presencia indebida que tomará fácilmente un
una pérdida objetal. La letra, la nuestra, va a volverse de ahora en adelante el sig- carácter persecutor.
no de esa pérdida, pérdida de un apéndice corporal que en su initium nunca ha Lo que nos resulta totalmente extraño es que todo incumplimiento de las leyes
sido, además, más que el de una letra. La escritura ideográfica no solamente no de la palabra, cualquiera sea éste, va a traducirse regularmente por el hecho de
rctranscribe una palabra, sino que además puede plantear dificultades al lector en que haga presente, en la realidad, dicho objeto a en forma, por ejemplo, de una
uanto al desciframiento de la escritura; puede verse en serios aprietos para saber mirada, la famosa mirada que sigue al culpable y de la cual no logra liberarse,
ómo leer, como dar palabra a tal o cua~ signo ideográfico que puede buscar en librarse, o también en forma de una voz, que no solamente es la de la alucinación
un diccionario, chino por ejemplo, para encontrar ahí una escritura fonética del sino que es, de manera mucho más corriente y mucho más fácil, la de los impe-
signo, saber entonces cómo articularlo; pero la diferencia fundadora, mayor, es rativos morales que participan en el diálogo interior; es nada menos que un fenó-
que si la escritura fonética inscribe una palabra, es decir, la existencia de un suje- meno de voces, incluso si no está catalogado como tal. Es entonces sorprenden-
Lo, si la letra inscribe con el mismo movimiento esa pérdida constitutiva del sis- te para nosotros el comprobar que cualquier incumplimiento de las leyes de la
tema de escritura, ven ustedes cómo de ahora en adelante va a ser el signo de ésta. palabra, lo que quieran, no necesariamente un incumplimiento de las leyes de
Ya nos habíamos planteado la pregunta de saber ¿por qué, en la elección de la ciudad, no se las puede confundir, va a traducirse automáticamente por el hecho
·sos objetos que el cuerpo puede ceder al Otro, por qué ese privilegio otorgado de que se haga presente dicho objeto en el campo de la realidad, la tendencia del
al objeto anal? cambio de significante a signo, y el carácter eventualmente persecutorio que toma
Podemos notar de inmediato que, ciertamente, es el que es más fácilmente esta presencia.
objetivable y que, por otra parte, por todo lo que se refiere a las condiciones de Si el signo representa algo para alguien es justamente porque aquí la presen-
rianza del niño es el que de la manera más inmediata, más directa, anuda el cuer- cia de la cosa anula al sujeto; ya no es el significante lo que representa a un suje-
po del niño al deseo de la madre. Es por eso por lo que se convertirá en un obje- to para otro significante, el signo representa algo, la cosa que está ahí, para algu-
10 mutuo, un valor mutuo, entre la madre y su niño, entre el Otro y el niño. no, en la medida en que se lo podría decir así, con esa transformación en signo,
Noten la dificultad que uno tiene para inscribir, en la misma serie que el obje- es cada significante lo que se distingue por ese carácter de ser uno; pero es el par-
10 anal, a la mirada, la voz y el seno, ya que si uno quiere hacerlo seguramente létre, es el que antes era sujeto que ahora ya no puede identificarse sino a ese uno,
:on toda la razón, como lo hace Lacan, no se puede sino a partir de una equiva- a ese individu o que es, en el que se ha convertido; tratado como un individuo, es
kncia exclusivamente clínica; ya que a priori esos objetos, si no hubiera la clíni- una de las q11rj :1s, ro 1110 s:1hcmos, o sea tan frecuente en Schreber por ejemplo.
~.Ktl. Parte /l: 1988-1989 Lección XVI: 8 de junio de 1989 48.

Ustedes conocen esa sorprendente injuria lanzada por el pequeño Ernst Lan- los colores lo más grises posible, para no atraer demasiado la mirada, pero ta m
Hl ' I" :i su padre cuando era niño, "tú, ldmpara'', ''tú, servilleta", a lo cual el padre bién relación a esa mirada en la medida en que se trata de hacerla gozar, de S:l t is-
l'v:1ccionaba diciendo ''este chico, o serd un criminal, o serd un genio". Es gracioso facerla con hazañas secretas que es capaz de realizar y tienen ejemplos de es ro t 11
qu e d padre oiga ahí, en todo caso, el carácter en efecto mortificante de esa iden- el Hombre de las ratas sobre los cuales diré algo dentro de un rato. Presen cia del
1i ll cación del padre a algún objeto, a un objeto cualquiera, reduciéndolo a no ser seno, que vamos a encontrar tanto en rituales alimenticios como eventualm c11t <.•,
111:ís que eso, ''tú, ldmpara", ''tú, servilleta". Pienso que van a aceptar esta proposi- o sea, en esa otra cara perversa, siempre posible en este dispositivo, que será ew11
d1'1 n de que es ése el principio mismo de la injuria, es decir, la abolición de toda tualmente, eventualmente el alcoholismo.
l'l'lt rencia subjetiva, de toda cualidad subjetiva, que se le hace a quien es así alu- No es necesario retomar lo que se refiere al objeto anal, salvo tal vez para mos-
dido, que le niega toda referencia subjetiva, es decir, a la vez toda humanidad para trar de qué manera en la clínica uno encuentra fácilmente su presencia en la for-
n:d11 cirlo ya a esa cualquier cosa, aunque fuera incluso su pertenencia nacional o ma de esa cosa tan desagradable que es la impresión permanente de ser acompa-
( 111ica, es decir, que ya no es más que uno en una bolsa, en un montón; pero lo ñado, la impresión de ser acompañado por un mal olor, el no poder librarse d··
qu t: se refiere a su singularidad es negado por la injuria. éste.
Les estoy mostrando aquí el carácter extraño de los efectos del incumplimiento Y luego, por último, puesto que el obsesivo lo hace entrar en esta categoría,
d1.: las leyes de la palabra; diría que ese incumplimiento a las leyes de la palabra el pene; aquí también tendremos comportamientos que serán tanto conductas de
no tiene, finalmente, otros medios para manifestarse, sólo tiene éste; es la res- evitación, de protección contra el objeto; como conductas que serán eventual-
pu esta, en cierto modo, del incumplimiento de las leyes de la palabra; este fenó - mente masturbatorias, o también pasajes al acto homosexual; todo esto es válido
meno, pienso, se explica para nosotros fácilmente si recordamos que lo que con- para nosotros porque muestra el carácter objetivado, puesto que es la pregunta
siste simbólicamente en incumplir las leyes de la palabra, simbólicamente, la que nos planteábamos al principio; lo que nos permite asimilar, poner en la mis-
esencia de la falta, digamos, es simplemente el insertar en la cadena lo que, por ma categoría todos esos objetos; pues bien, todas esas manifestaciones clínicas
s11 funcionamiento mismo, debería haber quedado excluido de ella. Y si es cier- nos permiten sustentar el carácter objetivado de esas instancias de las cuales vemos
10 que el obsesivo opera así, con este juego que gira en torno a la retención de lo una expresión clínica semejante.
que debería así haber sido abandonado, pues bien, podemos ver en efecto cómo Algo merece ser recordado, al mismo tiempo, en la medida en que da cuenta
se encadena, a la vez, una serie de consecuencias clínicas de las cuales me parece de una manifestación que no es rara y que de otro modo parecería extraña; es la
interesante que recordemos que, por esa retención de ese objeto ejemplar que es hipocondría. Se concibe muy bien lo que aquí se refiere a la hipocondría si se
<.: I objeto anal, podremos ver la manifestación de toda la serie de objetos a, para recuerda esa referencia que les doy, la presencia en la cadena del objeto indebido
él en la realidad, con todas las dificultades que esta consecuencia molesta le pro- y los disfuncionamientos diversos que esta presencia puede acarrear en la fisiolo-
· 11 ra. Por ejemplo: nada nos impide oír, en las conminaciones superyoicas que gía; ¿en la fisiología de qué?, no del organismo, sino en la fisiología de la regula-
so n las del obsesivo, la presencia de la voz; no voy a retomar el punto que ya he ción, de la regulación libidinal, puesto que ése es, en cierto modo, un goce al que
1.:s pecificado bien de por qué no era una voz xenopática y por qué, a la vez, no se le aproxima demasiado, con las dificultades para encontrar el alejamiento nece-
oye esa voz como sonorizada, pero bueno, ya he hecho varias veces este comen- sario que puede provocar un poco de placer, en otros términos, un poco de alivio.
1:i ri o: que hay, en la serie de las alucinaciones, una categoría de alucinaciones audi- Lo que también es extraño y podemos una vez más señalar es que en todo esto
1ivas no sonorizadas que tienen todas las características de lo que puede oír el todavía no estamos, literalmente, en una relación organizada por la castración,
obsesivo, salvo que en ese caso, en la psicosis, es "oído" como xenopático, oído sino en una relación que depende más bien del registro de la privación. Es por
1..: 11 tre comillas puesto que justamente no es sensorializado, no es oído, como muy eso por lo que les he mostrado que estábamos aquí en una economía fundada en
hi t: n lo dice el paciente, no es oído con las orejas, es oído dentro de la cabeza. la donación, el regalo y la reciprocidad. Les recuerdo también que Lacan, al res-
Les propongo entonces una presencia de la voz. Presencia de la mirada, de la pecto, va muy, muy lejos puesto que al deseo, por ejemplo, no lo origina en una
mi r:ida ante la cual se trata, para el obsesivo, de hacerse olvidar, de desaparecer, referencia literalmente fálica, lo origina, al contrario, en un proceso que sería esen-
pu esto que por el hecho de esa retención tienen tendencia a sentirse, él mismo, cialmente topo l6gico: esos dos toros anudados y los círculos de la demanda a nivel
como la mancha en el paisaje, entonces aspiración al camuflaje, al uniforme y a de un o d<.: los toros, dl' li111i 1:1ndo el círculo propio del deseo; en este proceder
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podemos seguir el afán de Lacan de inscribir todos esos fenómenos en lo que es se puede simplemente tomar lo que nos parece inmediatamente sensato y dt"jar
111ucho menos una historia que efectos de estructura. Pero, en cambio, lo que de lado el resto; sino que podemos considerar este tipo de cosas como igualnwn
li:ice historia, lo vuelvo a señalar, es el nombre-del-padre o los nombres-del-padre, te, y diría incluso aún más significativo por no ser fácil. Nos enteramos e n1onv1 "~
l' l1 la medida en que la ley consistirá en marcar como prohibido el regreso de esos de que es el sonido de la corneta de un postillón -antes de que un poli da .~ e 11,
objetos, es decir, consagrar su pérdida definitiva, en otras palabras a la vez poner prohíba, porque los cláxones ya eran prohibidos en Viena-. ¿Por qué? Y lu <:go ,
1111 término a la perversidad polimorfa y sustituirles, a nivel de un Real que se ha entonces, está igualmente, en la misma serie, ese recuerdo en Goethe de la mal
vuel to por esa pérdida definitiva, mudo, quiero decir ya no significativo, susti- dición, la famosa historia, la maldición que caía, creo, sobre Frédérique Brion , la
111irles ya no un objeto real, sino un objeto imaginario que se llama, como uste- prohibición emitida por una mujer de poder acercarse a otra. Ése es un juego muy
des saben, el falo. sutil si lo podemoSdescifrar. Tenemos que resolvernos, aunque a algunos de noso-
Entonces utilicemos estas observaciones que retomo esta noche para ver otra tros les guste el sonido de la corneta, tenemos que resolvernos a interpretar es1.:.
vi:.z de qué manera están disociados el amor y el deseo; en el caso de la neurosis sonido, en ese caso prohibido, como algo obviamente muy cercano a un fen ó-
qu e nos interesa, el deseo en la medida en que es sustentado por el objeto a, pero meno vocal, claro, de la voz. Pero, indudablemente, esa voz ¡no es cualquiera!
l' ll este caso por la tentativa de volver a atrapar el objeto a, no podrá manifestar- ¿Por qué les digo esto? ¿Por qué detallo este tipo de cosas que pueden parecer
se mejor que por caminos clandestinos, fraudulentos, accidentales, sin legitimi- demasiado obscenas ya que es, bueno es obvio, el ruido de un pedo, con ese carác-
dad: al deseo estará opuesto el amor en la medida en que el amor estará susten- ter además de emisión prohibida?, pues bien, si lo detallo es para, justamente,
1ado por la relación a lo bello, puesto que resulta que se sitúa en el campo de lo entender la diferencia entre lo que es la sustantificación, la materialidad del obje-
estético y en la medida -es aquí donde les hago este pequeño comentario- , en la to anal y lo que ahí, con ese ruido, en cierto modo, representaría al espíritu, si
med ida en que lo bello, siguiendo siempre a Lacan, se sustenta ya no en el obje- quieren, a la nada inherente al objeto, y el que esa emoción estética lo haga pasar
10 a, sino que se sustenta de la nada. a la masturbación. Se inscribe en esa especie de singular economía de balanceo
Esa nada a la que, ciertamente, el obsesivo trata de rendir homenaje y cuyas que es que el homenaje que se hace a la nada ... o, en todo caso, el que se logre
hu ellas encontraremos en su relación también con ... el tipo de relaciones que hacer presente autoriza, da permiso, al mismo tiempo, para atrapar el objeto y
cultiva con un amigo, se trata de una relación, o sea, más una relación que no es para gozar del objeto; van a encontrar esto de manera aún más evidente cuando
específica, es parte de las relaciones narcisísticas ordinarias, es decir, fundadas en relata cómo al trabajar en la noche para preparar sus exámenes, episódicamente,
1111 a exaltación mutua de las cualidades yoicas de los partenaires; es lo que orga- iba a exhibirse delante del espejo y a masturbarse.
ni za habitualmente, lo que organiza de la manera más común lo que llamamos Entonces, está ahí, trabajando para sus exámenes, diciéndose que a su padre
:t mistad. Mismo tipo de relación con su padre, es decir, una relación que no está le gustaría verlo así, entonces sí trabaja, no está procrastinando, está pues la evo-
fi1nd ada en ningún otro intercambio que esa confrontación yoica recíproca y, lue- cación del goce producido por la mirada paterna y, a la vez, la autorización de
go, de manera totalmente idéntica con la dama, donde se trata, ahí también, de poder, por haber pagado, poder ahora, él, gozar de ese objeto.
mirarse recíprocamente, en la medida en que es una relación, es lo que la especi- Lo que les señalo aquí se vuelve a encontrar en otro nivel, el de la relación que
fi c:l, es lo que la caracteriza, que es completamente desinteresada, es decir, que es ya les he mencionado, de la relación al número. He puntuado que había en la
un a muy linda ejemplificación de la definición de Lacan, él la ama por lo que ella neurosis obsesiva una imposibilidad para concebir el ordinal y que eso daba cuen-
110 tiene, y en la medida en que ella no tiene nada, como ya les he mostrado, él la ta de la dificultad propia de este paciente, su dificultad para inscribirse en la serie
:i ma mucho y, recíprocamente, se siente obviamente altamente valorizado al inte- de las generaciones, incluso para soportar que haya inscripción luego de él, naci-
rl'sarse así, al interesarse así por nada, por la nada. miento de un hermano menor, de una hermana menor, etc., él no puede vivir ese
En la observación encontrarán igualmente esos pequeños fenómenos extra- nacimiento, o sea no puede poner ese nacimiento sino en una relación conflicti-
1os y tal vez les sorprenderá un poco la interpretación de los mismos que voy a va dual del tipo o él o yo. Pero esa inscripción en la serie, en el linaje de las gene-
proponerles, no sé. El hecho, por ejemplo, tal vez lo notaron, de que el sonido raciones tiene efectos aún más temibles por el hecho de que, de manera más ori-
de l:t co rneta de un postillón en la ciudad que provoca en él una emoción, una ginal, se trata de tomar lugar en un linaje filial y es lo que para el obsesivo es
gra n emoción estética que va a llevarlo a masturbarse. ¿Qué hacen con eso? No problcm ~ 1 ico.
IKK t 111rt1' 11: 1988-1989
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No retomo todos los problemas. Pero podríamos eventualmente, nosotros,


todo caso, una interpretación que es inmediata y fácil, que consiste en pensa r 'llll'
M'lial:ir al respecto todas las especulaciones que han hecho los mejores genios sobre
ahí también la disposición en espejo con la que el obsesivo regula su relación .1
l.1 rn nsti tución de los números. Pueden retomar para esto lo que Frege dice al res-
los demás y, en particular, su relación al ideal, al padre por ejemplo, esa disposi
pvr to, él hace una crítica muy, muy pertinente y muy inteligente de todas esas
ción en espejo es particularmente propicia a una retoma como negación de lo qu r
ro 11stru cciones y construye el número, la constitución del número, del número
sería formulado en el lugar del Otro. Sería una identidad pero, en cierto modo,
c:1rdinal, del uno, a partir del cero, pues en la medida en que sería el concepto de
invertida o marcada simplemente con el signo de la negación.
lo qu e no es idéntico a sí mismo y entonces de lo que no existe; es así como lo
Les hago notar también que este retomar como negación organizaba el ded r
prcsc.: nta Frege, donde cada uno recuerda en cierto modo, es la marca de ese cero,
de la conminación superyoica en una fórmula organizada por dos proposiciones,
l 'S decir, de ese concepto que no sería idéntico a él mismo; en otros términos, ten-
la primera de las cuales establecía la dimensión de la causa, de la causalidad: ' .ri
dd:1mos que inscribirlo, en cierto modo, entre series de uno, entre cada elemen-
(tú) haces tal o cual cosa, se producirá aquello". Nos encontramos ahí con otra pre-
10 1cndríamos que inscribir, en realidad, al cero generador.
gunta que dejo también para que la trabajen ustedes y es la siguiente: como uste-
Lo que es, lo que sería gracioso, y les digo que dejo esto a su sagacidad o a su
des saben, luego de un antecedente falso puede venir cualquier cosa, tanto lo ver-
1r:1hajo, lo que sería gracioso sería el mostrar que, en el registro de los números
dadero como lo falso, es la implicación material. Esto tiene como consecuencia
ca rdi nales, el uno parece funcionar esencialmente como parte de un todo. Aquí
el hacer que el establecimiento de tal relación causal introduzca otra manera de
rt: to mo entonces definiciones, por ejemplo, definiciones que son anteriores a Fre-
hacerlo, una duda definitiva sobre la validez del consecuente puesto que luego
ge, como la de Stuart Mill, por ejemplo. Pero lo que nos interesa aquí, porque la
del antecedente puede venir tanto lo verdadero como lo falso, más allá, claro, de
prc.:gunta es muy, muy linda, pero bueno, queda entera, de saber lo que hace uno,
todos los escrúpulos morales que el obsesivo va a sentir por el hecho de atribuir
lo que hace la unidad, es la pregunta que Frege persigue a todo lo largo de su reco-
al antecedente tales consecuencias, justamente, es decir, una manera, en cierto
rrid o. Dejo esto al cuestionamiento de ustedes, pero les señalo simplemente que
modo, de establecer que no se puede estar seguro de nada a partir de lo que vie-
·n el obsesivo el uno cardinal nunca sirve para otra cosa que para verificar lo com-
ne de él, a partir de lo que lo causa, digamos en este caso.
plc.:to de una suma. Y entonces, si tenemos que tomar en cuenta lo que dice Fre-
Para concluir esta noche, las dificultades del obsesivo, como lo hemos visto,
ge.: sobre el origen del número, tendríamos que pensar que es en el registro de lo
están organizadas teniendo en cuenta lo Simbólico, es decir, también que se cris-
o rdinal donde funcionaría ese cero, del cual, luego de lo que acabo de decir hace
talizarán alrededor de todas las circunstancias donde el registro de lo Simbólico
1111 instante a propósito de ese balanceo entre la nada y la cosa, etc., del cual no
está concernido, que se trate del nacimiento, que se trate del matrimonio, que se
podem os librarnos diciendo simplemente que el obsesivo no quiere saber nada
trate de la muerte. En cada caso, en efecto, el obsesivo tendrá tendencia a res-
de.: esto puesto que, en cierto modo, esto le interesa, que no pide más que subli-
ponder con una reificación, una sustantificación de lo que, ahí sin embargo, no
111 :1 rl o, como se dice, que no pide más que celebrar lo bello, que no pide más que
debe su eficacia sino al puro símbolo. Es así que para él un nacimiento, por ejem-
caer en lo que es del orden estético, que no pide más que amar.
plo, no será nunca atribuido a un efecto del espíritu, el matrimonio implicará,
Sin embargo, ahí hay un problema ya que todo nos hace pensar que si el obse-
claro, siempre un intercambio, o sea la dote tendrá un lugar esencial, y la muer-
sivo tiene esa dificultad para concebir el ordinal, es justamente por la razón que
te misma tomará ahí ese carácter de ser real, es decir, que, a falta de ser simboli-
1:rc.:ge pudo evidenciar, pero a propósito de los números cardinales, y que tendría-
zada, entra en un duelo imposible, en un duelo sin fin. Ustedes conocen ese ras-
mos entonces que retomar de esa manera a propósito del ordinal. Podría ser, si
go del que se queja Ernst, de ser un carroñero; ahí está en el equívoco, entre el
esto res ulta ser exacto, podría ser una forma de contribución que, por una vez,
carácter simbólico y el carácter real de la muerte; es evidente que la muerte tiene
11 0 sería to talmente vana, contribución del psicoanálisis, justamente, al proble-
que ver con lo Real, pero no tiene valor para nosotros a pesar de todo y su efec-
111 :1 de los fundamentos de las matemáticas. Entonces propongo este tema .. . , les
to sino por ser simbolizable; ése es el precio del que la mu erte contribuya a la
doy este tema como deber de vacaciones.
vida, si no, se mantiene, no puede sino mantenerse ::i s ( misma y ::icarrear, por últi-
Otro com entario está, también, articulado a partir de lo que propongo, ese
mo, a los que están tomados en el juego de cul1i v:1rl:1.
rt.•tom:i r como negación que les he propuesto como específico de la neurosis obse-
El prohlrn1 :1<k 1:1 religión, al res pecto, es qrl<' 1·ll.1 1irn « ll'l ldcncia a rea liza r el
siv:1; he tratado de darles una interpretación topológica de la misma; hay una, en
sacrifi cio q1 w nn tl1•ltn(.1s1·r ni:is q11 t· si11il 11'>l h n: 1p111•111 " '" i1 q11 (· pide s:icriG cios
490 Parte JI: 1988-1989
L ección XVI:8 de junio de 1989 491

l'l':des, ahí donde la ley de la palabra, la ley del lenguaje espera un sacrificio pura- gunta! Oír esa nada presente en el Otro como una invitación a la muerte, .~ i e1-.
t nl· n te simbólico. Es, una vez más, una de las uniones, uno de los puentes que
esa llamada que Ernst oyó, es el último abuso posible, digamos, es decir, l:i lt' ll
podemos encontrar entre neurosis obsesiva y religión. tativa de responder con una muerte real a lo que no es más que la exigencia dt"'
Estos comentarios que he juntado para esta noche, con la intención, a la vez, de el Otro de una muerte que tenemos que llamar puramente simbólica, es dn i1,
de darles ganas de desarrollar su trabajo personal o sus cogitaciones sobre la neu- para retomar formulaciones de Lacan, la que nos da acceso a la vida; y enw11 cr.~
ros is obsesiva, estos comentarios culminan también y por último en un proble- la muerte real sería ahí también la tentativa de responder de manera suscan1 ili -
ma que es el del fin de la cura. Porque si uno admite que el fin de la cura pasa cada, es decir, de responder con un peso de carne a lo que es una llamada, u na
po r el reconocimiento, en el Otro, de la nada contra la que nos protegemos, nos invitación puramente simbólica, es decir, que sería otra vez una manera de supo-
defe ndemos de todas las maneras, quiero decir que la verdad del Otro es la nada ner deseos en el Otro, algo como mejor morir antes que aceptar que el Otro se:J
qu e lo organiza - cualesquiera sean las interpretaciones que trato, que quiero dar- tan indiferente con respecto al parlétre, es decir, finalmente, que no le diga nada
le a esa nada o la manera como quiera interesarme en ella-, el Otro no me pide y no le pida nada a condición, es de todas maneras raro, de que respete las leyes
nada . del lenguaje, sin lo cual nos enfrentamos a este tipo de rareza que se llama neu-
Si han seguido un poquito esta última ponencia que es tal vez un poquito rosis.
densa, no sé, si la han seguido pueden comprobar que el neurótico obsesivo tie- Bueno, esto es, mi ponencia es tal vez un poquito pesada para esta noche, no
ne una relación privilegiada con esa nada; hay un acceso directo por vía de su he podido, seguro, hacerla de otra manera, ni más alegre.
neurosis en la medida en que he especificado ese acceso en su culto a lo bello, su
gusto narcisístico por lo bello; hay un acceso, pero es un acceso que está ahí sólo ¿Tienen acaso comentarios que hacer?
para hacer equilibrio, para hacer que pase, para permitirle pagar el goce del obje- ¡Vamos, hagan un comentario!
10, un goce eventualmente perverso del objeto; lo cual hace, pues, que el fin de ¡No quieren!
la cura plantee ahí, para el análisis, un pequeño problema particular en la medi-
da en que, para él, esta conclusión no sería una; no sería una conclusión, sería Sra. X: Sí, yo quisiera plantear una pregunta sobre un punto que no he com-
simplemente caer de pie y, digamos, favorecer o encender, si ésta fuera la con- prendido bien: el homenaje que se haría a la nada que permitiría atrapar el objeto.
lus ión a la que lo llevaría su analista, podría encender como reacción, justificar Ch. Melman: Sí, no es que permitiría atrapar el objeto, sino que sería, ¿cómo
1ambién, las tendencias perversas que están en equilibrio con ese culto a la nada, diría?, sería la contrapartida, es decir, una especie de manera de en vez de acep-
q uiero decir que son la contrapartida de éstas. tar lo que es del orden del semblant, es decir, en vez de aceptar lo que nunca es
Aquí también dejo esto a la ingeniosidad de ustedes y a sus elucubraciones otra cosa que un acercamiento al objeto, su representación, pues bien, en vez de
personales para hacerles percibir el hecho de que el fin de la cura plantea cada vez eso, autorizarse un acceso directo al objeto en un modo, en un modo eventual-
problemas particulares, claro, con cada analizante, pero siempre según el tipo de mente perverso, aunque se lo tenga que pagar con un culto a la nada. Ese equi-
la neurosis, como ven con Ernst Lanser. Si se debe considerar su fin como no librio está inscrito en la vida amorosa de Ernst; se sacrifica por la dama, la ama
pu ramente accidental, se puede decir en efecto que no hizo sino realizar su des- por nada, quiere esencialmente que entre los dos no pase nada; todo eso es hecho
tino de neurótico, en la medida en que su padre había realizado todos los incum- simplemente por la belleza del gesto, ¿no es cierto?, y esas aventuras, esas rela-
pli mientos que sabemos con respecto a las leyes de la palabra, es decir, con res- ciones amorosas tendrán lugar con mujeres que están en una supuesta posición
pecto a las leyes del símbolo, tanto frente a sus propios ancestros como en su inferior, o sea supuestamente despojadas, criadas, sirvientas, costureras, etc.
matri monio, tal vez incluso frente a su hijo puesto que lo invitaba esencialmen- Entonces usted puede oír, en cierto modo, esto no tanto como una disocia-
te a repetir sus mismos giros, sus mismas astucias; pues bien, podemos descifrar ción, sino como una forma de equilibrio, es decir, uno que paga al otro. Podría
así el destino del hijo, un destino organizado enteramente en torno al cuidado de darle ejemplos aún más triviales, pero bueno, no quiero herir a nadie, entonces . . .
re nunciar a todo goce para, en cierto modo, darse enteramente a esa nada. Pero bueno, quiero decir que este tipo de economía es el prototipo, donde noso-
Es entonces un punto, y me detendré finalmente aquí, un punto que discu- tros, de b vi d:1 peq ueño-burguesa. O sea, podemos preg unt:i rn os por qué la vida
tí en otro día, en otro lugar, ¿esa nada es una llamada a la muerte? ¡Es una pre- amo rosa tsd IH·d 1.1dt· 1:il manera que se la pasa co n 1:1s1·í1or;1 y, l11 q~o, lo que es
492 Parte II: 1988-1989
Lección XVI: 8 de junio de 1989 493

s<..:xual se da en otra parte. Obviamente eso no sorprende a nadie puesto que es Ch. Me/man: Sí, sí, hablé al respecto, un poquito e incluso hice proposicio
parte del orden normal de las cosas, pero sin embargo podemos interrogarnos al nes al respecto, es decir, que, si recuerdo bien lo que les propuse al respecw , v1'. 1
r<..:specto. que la mujer cuyo destino podía ser obsesivo, esa mujer había tenido tend t·11 d.1,
Sra. X: Pero, ¿eso responde acaso a una exigencia o podría acaso darse de otra en el momento del Edipo, a ponerse con respecto al padre en posición de ri v;tl ;
rn :i nera? dad; dirán que ése puede ser un movimiento ordinario puesto que es legítimo tp11•
Ch. Me/man: Oh, mire, yo no voy a ... , no doy ningún consejo al respecto. cada uno de nosotros pruebe los diferentes lugares posibles, que explore un poq11 i
Pero, en todo caso, eso se presenta no como una exigencia, sino como una to las posibilidades de la combinatoria, pero pareciera que en ese caso, qu i<..: l'o
rn nsecuencia, indudablemente, de las modalidades del matrimonio ... en nues- decir si la posición histérica hubiera sido el ponerse en posición de esperar dd
1ras latitudes [carcajadas]. Pero bueno, es de todos modos un equilibrio extraor- padre la solución de su castración, el esperar de su amor que él encuentre la res-
d in ario y lo que es aún más extraordinario es que, en el fondo, Freud no trata eso puesta adecuada, parecería que en una mujer, cuyo destino podría ser obses.ivo,
·o rn o un síntoma, quiero decir que lo trata, en definitiva, como, como algo que la cristalización se haga más bien en una posición que es de rivalidad edípica co n
·s parte de la organización social. el padre; incluso con cierta dimensión, a la vez, homosexual, y que sea entonces,
He recibido una muy buena pregunta de Roland Chemama que se refiere al uso que se pueda eventualmente, a partir de ese viraje decisivo, quiero decir de un :i
<.k las entidades clínicas: ¿por qué encontramos, de manera muy clara, manifesta- fijación en el momento de ese viraje decisivo, que se pueda ver organizarse ahí,
;io nes, resumo un poco, manifestaciones obsesivas en sujetos que no presentan esas incluso de manera retroactiva, ver organizarse la continuación. Es un poco bre-
órdenes?, puesto que he propuesto que el núcleo de la neurosis obsesiva estaba hecho ve. Pero creo que es válido.
de esa orden seguida de esa retoma como negación; los rituales, después de todo, ¿Por qué neurosis obsesiva?, ¿por qué no perversión?
1:1mbién se los puede observar en otros y, en particular, en la histeria pues. Pero que Bernard Vandermersch: Puede suceder en la neurosis obsesiva femenina que
lo que era específico era esa orden con la formulación inmediata de un contra-pen- la persona, la mujer, se identifique a la dama también, tal vez como nada, como
samiento, de una retoma como negación, etc., y entonces Roland pregunta, de mane- la que no tiene nada, y aquí, ¿es acaso posible?, o sea, ¿cómo oír esa necesidad d-·
ra muy justa, ¿por qué encontramos rasgos obsesivos típicos cuando puede no haber una retribución ... ? Da la impresión de que tal persona que viene al diván a encar-
<.:sos pensamientos superyoicos y esos contra-pensamientos. nar una especie de nada no tiene ninguna contrapartida a nivel de la captación
Hay, creo que la respuesta está en la pregunta misma, Roland; vemos bien del objeto, o sea, ¿cuál es, en definitiva, su contrapartida?
ómo en quienquiera se pueden organizar defensas a la manera del obsesivo, es Ch. Me/man: Ajá, no sabría decir. No sabría decir, salvo que, usted entiende,
decir, la tentativa de responder a la castración a la manera del obsesivo, con una en torno a esa nada hay la dificultad siguiente: es que la contrapartida, es logra-
operación de este tipo. Pero creo que hay que distinguir defensa, ¿no es cierto?, cioso en nuestras historias, es que uno puede terminar por gozar de ella, hacer d'·
de tipo obsesivo y neurosis obsesiva. Quiero decir que cada uno de nosotros tie- ella un objeto de goce libidinal.
ne cierta plasticidad que le permite organizarse con los medios que tiene a mano Mencioné hace un rato la cuestión del seno. No he querido desarrollar eso
y, eventualmente, con medios de tipo obsesivo y, entonces, tener en efecto, como puesto que vamos a tener nuestras "Jornadas sobre la anorexia''. Pero [risas en el
usted bien dice, rasgos obsesivos. Y, sin embargo, falta ese núcleo del que hablo. público], ¿no es así? Sí, ¡así es! La anorexia, puesto que es lo que quería decir, un o
' reo que se puede decir eso. Así como el obsesivo no se privará, en la cura, de puede oírla como una reacción al hecho de que el objeto, el seno, se hace pre-
p~i sa r por el registro histérico e incluso, a veces, de manera muy intensa.
sente en el Otro, en la medida en que vuelve todo goce imposible, todo goce oral,
¿Sí? y que la anorexia es ahí una especie de tentativa reactiva para encontrar, justa-
]anine Marchioni: Una pregunta ... , usted no ha hablado de neurosis obsesiva mente, del lado de la nada, ¿encontrar qué? Ahí está la dificultad puesto que esa
fe menina y la pregunta que me planteo es: ¿se puede acaso encontrar una neurosis nada, donde ella busca a la vez sosiego, digamos, es decir, bajada de la tensión, :i
obsesiva en sujetos que están ya sea del lado hombre, ya sea del lado mujer, o hay nivel de la economía psíquica, vemos muy bien cómo su goce va a organizarse en
acaso un lado, precisamente, que daría cuenta de la neurosis obsesiva ... ?, porque torno a esa nada; ahí el prin cipio del pl:icer v:i :1 ve rse desbaratado una vez más.
'S posible que en la clínica tengamos la oportunidad de situar sujetos que están ya Entonces, t·n todo c: 1.m, p nr; 1 n·spo11d l·1· .d t•jt•111plo q1w 11s1ed daba, y puedo muy,
st·:1 de un lado, ya sea del otro, teniendo auténticas, creo, neurosis obsesivas. muy hi t· 11li.u1' 111 11'10 p11·~ 1· 1 1 1 1 ·, 1~1 • 111 1 1 •1111 1111 1 .r~o rll11 ico, pa reciera que se v<.:,
494 Parte ll: 1988-1989

¿no es cierto?, ese tipo de mujer que se fue primero del lado de la nada para defen-
derse contra un exceso, pues bien, termina por gozar, es decir, la manera que tie-
ne la pulsión, seguramente por el hecho mismo de su recorrido, de hacer que lo
que está cercando toma cuerpo, digamos, toma sustancia al mismo tiempo, algo
así. Entonces, hay ahí una pequeña dificultad, es decir, una pequeña restricción,
o un complemento que habría que aportar. ¿Le parece bien, no? Busco otros ejem-
Anexo
plos que podrían ... En todo caso, digo, la presencia del objeto mamario en el
Otro ... , o si no, tenemos esos cuadros que son rara vez descritos pero que son VII CONGRESO DE LA EFP - ROMA, 1974
muy, muy elocuentes, con arrebatos de bulimia, o sea esas anorexias mixtas, arre-
batos de bulimia seguidos de vómito, o también arrebatos de bulimia que alter-
nan con períodos de anorexia; es frecuentísimo, es muy trivial y es por eso por lo
que todas las medidas dietéticas, todas las prohibiciones alimenticias, no hacen
sino reanimar el proceso, no hacen sino acelerarlo.

Pero bueno, dejemos eso para más tarde.

Si después de todo, como todo el mundo, yo también tuviera que darles mis
impresiones, diría que, después de los comentarios que ha podido haber sobre el
discurso de Jacques-Alain Miller, no tendría ganas sino de cerrar el pico. Sin
embargo, no lo haré porque no puedo librarme, lo que quiere decir que yo tam-
bién voy a echar mi cancioncilla al que hace un rato nos habló de armonía denun-
ciándola. Señalo que, para decirlo, hubo que, en efecto, echar la cancioncilla.
Entonces aquí voy.

A propósito de la neurosis obsesiva, lo que no deja, en cierto modo, de refe-


rirse a los problemas que han sido mencionados aquí, a todo lo largo, y comen-
zando por un problema de método, que es el decir que lo propio de la clínica fue-
ra hacer un cuadro, el de la neurosis obsesiva presentaría una dificultad singular,
una dificultad singular en la medida en que presenta una mezcla confusa de ras-
gos de los cuales cada uno, sin embargo, es claro. Sea lo que fuere, a pesar de todo,
lo que este cuadro comparte con los otros es la cuadrícula más minuciosa, el orde-
namiento de ese cuadro más obsesivo que haya, no permitiría en absoluto encon-
trar ahí lo que se refiere a la causa, incluso entreteniéndose en soñar lo que, en
ese cuadro, figura como búsqueda inagotable de un regreso, de un imposible vol-
ver a verse.
En otros términos, no cederemos aquí a la fascinación del cuadro y para eso,
por supuesto , no tendremos sino un recurso, hacer referencia a la estructura, es
decir, l:i del lrn p,11:1j c; es lo que vamos a poner a prueba aquí, y a nosotros tam-
bién. E111011t ,.,, , ¡ 1kj .11nos de lado el cuadro y si tomamos la neurosis como un
496 Seminario 1987-1988 y 1988-1989 Anexo: VII Congreso de la EFP - Rom a, 1974 497

ovillo, nuestra primera prueba es justamente la elección del hilo que nos guiará decir, que podríamos considerar que lo que se hace cuerpo no sería otra cosa qut
en su devanado. Para ello, utilizaremos la pregunta que nos plantea el Hombre de la letra misma.
las ratas al principio de su observación, cuando relata de entrada la génesis de su A partir de ahí, en todo caso, el deseo iría a sustentarse en un objeto que no
obsesión, de su neurosis infantil. parecería mantenerse sino por su evitación de un distanciamiento imaginario co n
Y retomaremos esta pregunta así: ¿qué es lo que, una famosa noche, pudo ver el riesgo "mortal" de la suspensión de lo que en el fantasma funcionaría ya 110
bajo las faldas de su ama de llaves para que feche ahí el origen de su compulsión como una pantalla, sino como un simple velo. Goce del horror cuando ést<: st·
obsesionante de volver a ver el sexo femenino?, compulsión que, para Freud, aso- levanta, goce del crimen realizado. Pero también, velo o no, el objeto que estad:1
ciada a dos otros rasgos, va a asegurar la signatura, la constitución de la neurosis, así marcando los rasgos va a hacerse conocer de otra manera, insistente y fuerce.:,
esos dos otros rasgos son: el temor de que suceda algo terrible, la muerte del padre sin que sin embargo ninguna de sus orejas oiga nada.
por ejemplo, y esa impresión delirante que tiene el paciente de que sus padres Propongo que entremos así en lo que sería, ¿por qué no?, una fenomenolo -
conocen sus pensamientos, con este apunte que es eminentemente clínico, creo, gía de la obsesión, señalando lo siguiente: es que su estudio no parece haber lla-
de clínica psicoanalítica en todo caso, de que sus padres conocerán suspensa- mado particularmente la atención -no voy tratar de precisar porqué- . La única
mientos "como si él los hubiera pronunciado en alta voz sin oírlos". cosa que señalaré es que el término francés de obsession no da muy bien cuenta
El enigma no es solamente de la asociación de estos tres términos, sino que del término alemán de Zwang, simplemente porque obsession significa "asediar",
ese sexo, antes de que el volverlo a ver se convirtiera en algo obsesionante, lo había mientras que zwangen significa, al contrario, "penetrar por la fuerza al interior
visto muchísimo, puesto que nos enteramos de que la costumbre familiar zam- de"; el matiz no es indiferente.
bullía sin restricción ni melindres en una misma ablución a los niños de los dos
sexos más la ama de llaves, y que no había ninguna razón para que esta costum- Entonces, lo que sería es una fenomenología de la obsesión. Tomaré este pri-
bre doméstica se detuviera. mer rasgo, que no me parece, de todos modo, del todo trivial, que es el que duran-
Digamos entonces que lo que él vio esa gran noche, con sus ojos, deslizados te mucho tiempo la obsesión no parece ser considerada como un síntoma por el
de manera fraudulenta bajo las faldas de la Srta. Roben, es, en lo que dura un paciente. Durante años parece ser soportada, como un objeto familiar y natural,
relámpago, la falta del objeto como tal, la falta misma; el inconveniente, sin embar- con el que se acomoda y, muy a menudo, no son sino las limitaciones que ella
go, es que el experimento no se da sin consecuencias, la falta del objeto, en efec- impone a su actividad o son las preocupaciones de su entorno que lo llevan a con-
to, se vuelve su concepto, se transforma ahí en un objeto de la falta, es decir, un sultar. Pero de otro modo no parece ser que la sienta como algo del orden del sín-
significante cuyo tormento por volverlo a encontrar aumenta cada vez con lo que toma.
muestra, es que con él la falta, un relámpago que entrevió, está muerto, destrui- El segundo rasgo es que no hay, en el paciente, ninguna interrogación sobre
do, desaparecido para siempre. La impresión de una catástrofe inmanente irre- el origen de esa idea que le viene, ni ninguna suposición sobre algún sujeto, jus-
mediable, figurada, por ejemplo, por la muerte del padre, parece la percepción tamente, que estaría supuestamente soportando esa idea obsesionante, incluso si
justa del desastre que se produce ae esto en la estructura cuando lo Real se ve así naturalmente ella se dirige a él con el imperativo del tú, ninguna especulación
oscurecido, taponado. El temor tan trivial en el obsesivo de haber cometido algún sobre lo que se referiría a un yo (je], supuesto emisor de esa idea.
crimen supremo, aunque fuera sin saberlo o al dormir, puede relacionarse, nos El tercer rasgo es que, después de todo, nos dice en efecto que toma conoci-
parece, a ese efecto. ¡Sorprendámonos después de que esté convencido de la omni- miento de esta obsesión como de una "idea'' y que no hay nada ahí de estésico
potencia del pensamiento! que sería del orden del fenómeno alucinatorio, a pesar de que la cuestión no sea
Pero otro efecto de esta aventura es que un significante comprometido así se fácil de zanjar puesto que, como lo sabemos, existen alucinaciones auténticas, lla-
transforma en un signo, signo del objeto que falta, lo que tendría, lo propone- madas por la clínica clásica aperceptivas, y que prescinden de ese fenómeno esté-
mos así, a nuestro riesgo y a nuestras expensas esa particularidad decisiva en la sico, y que el paciente que la soporta distingue perfectamente.
constitución del fantasma en el obsesivo, el que ese objeto de la falta estaría sig- Sea lo qu <: fu ere, notemos que esa idea obsesionante se le impone a él corno
nado, marcado, tatuado, impreso. Pero creo que aquí hay que ser un poco más una idta y 1-d i.d t· 111 08, 1:1 1 vez aquí, que después de todo las ideas no son algo que
preciso ya que es obvio y claro que no hay ningún sustento para tal tatuaje, es nos v e ng.1 1.111 1'11 •1 11111t1 ·1111·111e, ni tan fácilmente. Diría incluso que, de mancr::i
498 S1!111inario 1987-1988y1988-1989 Anexo: VII Congreso de la EFP - Roma, 1974 4 l)i)

mu y común, ideas no tenemos. Tenemos ideas, eventualmente, cuando tomamos Sucede en ciertos casos que estas obsesiones terminen perdiendo todo sen ti
la pluma y tratamos de escribir algo. Es en ese momento cuando podemos, even- do. A propósito de este "perdiendo todo sentido", hay una compulsión que pare
l u:i lmente, ver producirse algo que se parece a la idea. ce interesante en el Hombre de las ratas, es lo que Freud distingue muy bien corno
Entonces, si prosiguiera en este camino que es ciertamente delicado, tendría- el Verstehenzwang, la compulsión de comprender. Tuvo un momento, así, tll el
mos que pensar que habría algo en el inconsciente como una tipografía que se que ya no comprendía nada de lo que su entorno le decía e incesantemcnll' lt'11
ejercería sin que el sujeto lo sepa, que sería así productora de sus ideas. Lo que en pedía que repitan y les decía: '¿Qué dice, que estd diciendo?", lo que obvi:1111rnl e
todo caso se puede notar, de manera elemental y aquí sin el menor riesgo, es que irritaba mucho a su entorno, se los comprende.
la unidad de esos fenómenos ideicos es ciertamente la letra, puesto que vemos Esto es algo que debería, creo, justamente encaminarnos sobre lo que se rdi l'
que el inconsciente, por lo menos en el obsesivo, juega al juego de esa letra exac- re a la relación del obsesivo en cuanto al sentido. Notemos, en todo caso, q11 c 1> i
tamente, claro, como lo haría un tipógrafo. Esto es por lo menos sorprendente y nos interrogamos diciendo: "Pero entonces, ¿qué estaba oyendo, ahí, el obsesivo ,
nos permite, en todo caso, distinguir bien la idea obsesionante por el hecho de que no comprendía?", podríamos, claro, decir -lo propongo así- que lo que oía
que no se impone al sujeto como una palabra, con lo que sería ahí un tiempo de era la música y que ésta no producía sentido. En todo caso, en ciertos casos ella
;nunciación, una puntuación, el reenvío de un sentido, ambigüedades del senti- llega, como sabemos, a lo que es un puro juego de letras; el que figura en el Hom -
do, sino que se impone al sujeto como un enunciado; percibido de una sola vez, bre de las ratas es particularmente extraordinario; su inconsciente logró forjar esc
su sentido es claro, sin errores, realizado, constituido, es un dicho. neologismo Glejisamen, en el que logra conjugar lo que es a la vez la santidad en
Otro rasgo, claro, es el notar que ese dicho siempre está adornado con el sig- la que debe mantener a la que llama con ese lindo nombre, la dama, y gracias a
no del imperativo. Eso podría, ¿por qué no?, parecer enigmático. Tal vez pode- ese nombre Glejisamen, que le permite nada menos que follársela, lo que cicn :1-
rn os dejar en espera lo que se referiría al funcionamiento del significante como mente es un hermoso logro de equilibrio.
significante-amo. Pero esperemos. Freud se apresura interpretando de manera brillante este Glejisamen. No1l·
Sea lo que fuere, si tuviéramos que atenernos a lo que es el sentido de esta mas sin embargo que en ese Glejisamen pareciera haber, en efecto, vocales que no
o bsesión, podríamos fácilmente, en sus grandes líneas, esquematizarla de una están ahí sino para que esa palabra pueda ser pronunciada. Y en el análisis qu "
manera general diciendo que prácticamente ella es siempre -casi siempre- el hace Freud de esto hay, primeramente, dudas, al parecer, sobre el neologismo ,
soporte de lo que funciona a la vez como una prohibición y una conminación. sobre la manera como lo transcribe y luego hay ahí unas vocales que no están liga-
Una prohibición, el ''no (hacer)'', el no (hacer) cualquier cosa. Sabemos que das a ningún sentido.
en ciertos casos puede ir desde el no presentarse a sus exámenes hasta el no levan- Sea lo que fuere, después de que Freud hubo interpretado así, con el pacien -
c:use, no comer, no hacer todo lo que quieran. te, de manera brillante, ese Glejisamen, el paciente vuelve y dice "he tenido un sue-
La conminación se presenta con una ferocidad no menos grande, puesto que ño formidable, se trataba de una carta de estado mayor en la que leía WLK". Ima-
lo que impone al sujeto son, como los pacientes nos lo muestran, muy a menu- ginemos que en ese instante espera, claro, de Freud, que interprete WLK. Freud ,
do los actos más crueles, más obscenos y ello, por supuesto, a pesar de la rebelión es más, se apresura haciéndolo. Es más, como por casualidad, lo interpreta equi -
del sujeto. Lo menos que podamos notar aquí es, en todo caso, cuán perfecta- vocándose puesto que va a interpretar esas letras como Wielks, un apellido pola-
mente clivado está en relación a sus ideas obsesionantes. co que va a traducir como "grande", creo, o como "vieja". Cuando parece que no
Si presentamos las ideas obsesionantes de esa manera, podríamos tal vez decir era el sentido de la palabra; esto no tiene mayor importancia. Pero, en todo caso,
que, después de todo, la contradicción entre lo que se refiere ahí a una prohibi- lo que me parece interesante en WLK es que eso no se pronuncia. Puro juego de
ión feroz y a una conminación no menos feroz nos permite tal vez decir que es, letras, puro juego de lo Simbólico, sin ninguna voz aquí, sin ningún Imaginario
des pués de todo, lo que bien sabemos, que el deseo y su prohibición se originan aquí.
·n un mismo movimiento que es, por supuesto, lo que sabemos, es decir, lacas- Hay otro punto que me ha atormentado en la tentativa de lo que sería una
tración. Pero que en todo caso lo que se impone aquí como particular son el modo fenom enología de la idea obsesionante, es que cualquiera que sea, después d'·
fe roz y el exceso en el envite con los que se ejerce el imperativo del deseo que, todo, SLI st·111ido o !'I st·111ido q11 c puede tomar, parece que ella conserva sicmpr"
:1quí, nada parece poder contener, al que aquí nada parece decir no. una misn1 ,1 1(11111.1 I' t''< l.1111 1111 1c·111 :1dos, de todos modos, de atrevernos :i propo-
..0() Seminario 1987-1 988 y1 988-1989
Anexo: VII Congreso de la EFP - Roma, 1974 5() 1

111.:rl o así, parece que esta forma de la idea obsesionante, incluso cuando prohíbe
puesto que, en efecto, el valor de verdad de un conjunto de proposiciones, en 1:1
10tlo sentido, podría anotarse así: primeramente la conjunción de proposiciones
lógica proposicional, no vale sino por el hecho de que cada uno de los elem entos
q11 c están puestas en fila, unas después de otras, ligadas por la cópula conjunti- es reconocido como verdadero.
va. Es en particular lo que se observaría en el ritual.
l .uego, otra forma que me parece particularmente frecuente y que es la de la Ahora bien, sabemos cuán presente está, claro, en la sintomatología obsesiv:1
esa preocupación por volver hacia atrás en la cadena que acaba de transcurrir, par.i
d isy unción, que conocemos bien en el obsesivo, puesto que es el "o". O esto-o
verificar que justamente uno no se ha equivocado aunque sea en uno solo (k lo,,
1r¡11ello. Lo que se llama también (lo cual es muy bonito) el "tercero excluido". O elementos, lo que podría echar todo a perder.
111 c caso con ésta ... , pero si me caso con ésta, pierdo la otra. Entonces voy a casar-
Ese volver hacia atrás, esa verificación posterior del obsesivo, cuando lce n10.~
me con la otra, pero si me caso con la otra, voy a perder ésta. O esto-o aquello. Y
lo que se ha escrito al respecto, encontramos que si el obsesivo se entrega a <.:s:1
111e ate ngo a este o esto-o aquello que, como lo dice de linda manera la lógica, es
maniobra es porque hacemos caca por atrás. Es obvio que no es muy satisfacto-
la del tercero excluido.
rio, no más satisfactorio que decir ¡que es porque tenemos las orejas laterales por
O tra forma de esta idea obsesionante que me arriesgo también a proponer lo que siempre estamos un poco desfasados!
<.:st:i, obviamente, totalmente relacionada a la de la disyunción, es la implicación.
1•:I caso del Hombre de las ratas está lleno de esto e, incluso, Freud lo sitúa de mane-
Pero bueno, dicho esto, veamos de todas maneras que esto puede ser útil ,
como la intervención aquí de lo que se refiere a la conjunción.
ra particular. Freud lo dice: el modo hipotético con el que se presentan las ideas
obsesionantes. Siempre es: "Si (tú) haces aquello, entonces se producird esto". Y por
1'il rimo, otra forma que indicaré a propósito de la idea obsesionante es, obvia- A nivel de la disyunción, es evidente que lo que nos interesa es más bien el
hecho de que ella funciona con lo que es el principio del tercero excluido, es decir,
1n<.: n re, la de la negación de la cual sabemos hasta dónde puede ir, puesto que va
que en efecto, ahí, ya no hay nada que pueda dar la verdad de uno u otro. Enton-
a ser la negación de la negación ... con el riesgo, por supuesto, como infalible-
ces uno se balancea, obviamente, duda. A decir verdad, el Hombre de las ratas sale
mente sucede, puesto que el obsesivo no cuenta las negaciones que pone ahí de
adelante en cierto modo, quiero decir que el tercero no parece tan excluido que
llegar a lo que se llama un pequeño estado un poco de confusión.
digamos, después de todo, puesto que, como él lo dice, va a confiar en lo que es
Entonces, el presentar las cosas así, el arriesgarme con esta presentación, digo
el juicio de Dios, es decir, un signo que le vendrá y que hará que él tomará tal
q ue es un riesgo puesto que algunos de nosotros aquí han notado, por supuesto, decisión en lugar de tal otra.
que ese modo de presentación es tomado totalmente de lo que funciona y ha sido
distinguido en un campo totalmente distinto como lógica proposicional, lógica
En lo que a la implicación se refiere, ahí el uso es tal vez un poco más rico
proposicional de la que sabemos que se trata de un sistema cerrado esencialmen-
porque la implicación, como lo sabemos, además de ser una transformación de
t:c constituido por dos elementos y dos valores, sistema cerrado formado por dos
la disyunción, sabemos obviamente que lo verdadero puede venir tanto de lo ver-
:lcmentos habitualmente esquematizados como "p" "q" y de dos valores, lo ver-
dadero como de lo falso y, a decir verdad, es de todos modos un poco sorpren-
dadero y lo falso.
dente notar que en el obsesivo es justamente así como se presenta. Por ejemplo,
Lo que podríamos, en todo caso, proponer aquí, siempre como un riesgo, es
a propósito de la conminación que llamamos del Capitán Cruel: "(tú) vas a devol-
q ue después de todo, si en efecto lo que propongo es el signo, es decir, converti-
ver el dinero al Teniente A'', lo que se le presenta inmediatamente a él como idea
do en el signo de una falta, en efecto podríamos suponer que aquí nos encontra-
obsesionante es "(tú) devolverds el dinero al Teniente A, si no sucederd algo a tu padre
mos ante lo que se presenta como un sistema de dos elementos, de dos valores.
y a la dama". E inmediatamente después: "(tú) no devolverds el dinero al Teniente
Ahora bien, ¿acaso el proponerlo así tiene el más mínimo interés? Quiero
A, si no sucederd algo a tu padre y a la dama'~ Me parece, y es gracioso proponer-
dccir, ¿es acaso una especie de fantasía, incluso lo que más precisamente se llama
lo así, que es sorprendente. Es obvio que si lo arriesgara más, sería particular-
un a analogía?, ¿acaso puede aclararnos en alguna medida sobre el mecanismo de
mente sorprendente el establecer Jo que sería un juego en el inconsciente, qu e
·sa idea obsesionante?
resultarfa ser un p11 ro juego de <·scri 111 r:is rn mo lo es b lógica de ese tipo; quiero
Si tratamos de aplicar lo que se refiere a las reglas de esta lógica proposicio-
decir qu t· 1 od:i.~ l.1 ~ po.~i h i l id,HI<"• <'~ l fo .di( rn 11d it io 11 adas po r lo que se refi ere a b
nal, notamos de todos modos que, a nivel de la conjunción, puede servir un poco escrilllrn q1 w l,11111 14' 11 í11 1111
502 Seminario 1987-1988 y 1988-1989 Anexo: Vll Congreso de la EFP - Roma, 1974 503

Sea lo que fuere, digamos que, en el Hombre de las ratas, la obsesión conser- madre, se apoya también en una falta [manque] en la realidad, en una privacif111
v:1 ese sentido de un acto propiciatorio, conmemorativo de lo que habría sido una tal como él, el Hombre de las ratas, se la impone con respecto a la dama, ohjv10
catás trofe o un crimen original que estaría incesantemente recordando su deuda soporte de su único amor, o tal como va a imponerle el destino con la mtu.:r1¡- dt•
para con el ser. su padre. No es solamente que en su organización, me parece, la dama y d p.1d 11'
Lo que sin embargo es una consecuencia molesta de esta disposición, si se sos- se superpongan exactamente en el mismo lugar, sino que se comporta con i 1 ·~
tiene, es que la particularidad de esta mala acción hace que la deuda sea, en ade- pecto a la dama con la veneración que se tiene a los muertos y, justamente, n· l1·
lante, impagable, cualquiera que sea el desvío de los intermediarios y de los cir- bra a su padre muerto como si estuviera vivo. Nada, me parece, que aquí sea deli
cuitos y cualquiera que sea el número de las mensualidades. Aquí, nunca más rante; sólo, me parece, un efecto de su organización.
absolución posible. En efecto, parece que el obsesivo ya no supiera si el otro, esen- Sea lo que fuere, ese reembolso que decíamos imposible va a encontrar s11
·i::d para su conservación, se sustenta en una compleción que mostraría la efecti- solución, que me parece ser en efecto de estilo obsesivo. La alternativa pagar-no
vidad de su integridad o, al contrario, en una falta que supone (mala suerte si este pagar, avaricia-prodigalidad, lavado o, al contrario, retención de sus excreciones,
1érmino se presta a ambigüedades) entonces ya no poder ser sustentado en la rea- va a ser seguida por lo que se refiere al orden de la contabilidad y del derecho. El
lidad sino por ser una privación esencial para esta supervivencia del otro. "(Tú) Hombre de las ratas aprendió a contar gracias a su neurosis. Hay una frase de Freud
levolverás ese dinero al Teniente A o sucederá algo terrible a tu padre y a la dama- al respecto, a propósito de la siguiente idea obsesionante que se le ocurre al Hom -
(tú) no devolverás ese dinero al Teniente A o sucederá algo terrible a la dama y a tu bre de las ratas cuando está con una enamorada: por cada coito, una rata para b
padre'', dos imperativos contradictorios que obtienen, me parece, su violencia y dama. Y Freud añade este comentario en el Diario de un análisis que se publi.có:
su efecto de turbulencia ya que su proferimiento por el Capitán Cruel encuentra "Dies zeigt dass eine Ratte etwas zdhlbares ist", esto muestra que una rata es algo
·n el Hombre de las ratas, venido al ejército preparado a pagar su deuda de san- contable. Es una significación que debe haber causado dificultades puesto que c.: 11
; re, a saber que el reembolso al Teniente A es imposible puesto que A no ha paga- la Standard Edition eso se ha traducido, la palabra zdhlbares con una diéresis sobn·
do por él y que, toda la historia nos lo muestra, él lo sabía desde el principio. la a, fue traducida como zahlbares, es decir, pagable.
Ciertamente no han pagado por él y es por eso por lo que el Hombre de las Me parece que aquí, de manera muy espontánea, sin haber leído a ningt'111
ratas, como buen neurótico, tiene su porvenir atrás suyo. Aquí diríamos que emer- autor, vemos lo que, justamente, opera como génesis del Uno, de la unidad en d
ge la figura de su padre, explicitado en la historia, siempre gran barbián por haber Hombre de las ratas, a partir del objeto perdido y, a partir de ese momento el com-
podido hacerse un holgazán astuto con respecto a sus deberes tanto frente a su prometerse en una conducta digamos de estricta legalidad y de respeto del dere-
propio padre y su religión que camufla o abjura, frente al matrimonio en que no cho con respecto al otro, del tipo "uno para ti, uno para mí".
se compromete sino para palpar la dote, lindamente llamada en alemán Mitgift, Sucede incluso que en sus sueños se pueda interpretar, de manera muy cer-
:s decir, "veneno incluido", como frente a sus hijos que no recibe sino como unos cana, esa fantasía obscena de lo que sería un objeto intermediario situado entr"
déficit, sino como unas cargas, sin sentir deberes con respecto a ellos. Mal juga- dos partenaires que gozarían cada uno por cada extremidad.
dor a lo sumo, ávido del buen número que da el premio gordo contra una apues- Mientras prepara sus exámenes, es atrapado, claro, por el imperativo tan fre-
ta pequeña, pero hace trampa y roba cuando la suerte se le pone en contra. cuente en el obsesivo de no agotar el programa, como se dice, de presentarse antes
Así, lo que he establecido como origen de la neurosis infantil, esa escena intro- de estar listo. Me parece que podemos ver aquí, entre otras cosas, lo que sería
du ctoria de mi ponencia, lo que habría visto bajo las faldas de su ama de llaves, renunciar a la posesión del saber del otro, S2 , porque se referiría al sacrificio d'·
¿no habría acaso que concebirlo no como el producto de una mala conducción su propia falta [dqaut], su propia falta como testimonio de lo completo y como
ÍcHtuita de la percepción, de un desdichado accidente de la estesia sucedido una garantía de lo completo del otro.
noche un poco demasiado ardiente, sino como un efecto de estructura inscrito Es por eso, me parece, por lo que hay tan naturalmente en el obsesivo colcv
p:ua él, para este neurótico, y esto, como sabemos, como lo vemos en todo caso, ción de todos los saberes y piensa que, después de todo, todos se equivalen pues
mu cho antes de que él hubiera nacido? to que pu<:d cn scrv i r oaci:1mcn re para lo mismo. Pero, después del esfuerzo dc.:I
Sea lo que fuere, si el otro se apoya en la compleción, supuestamente se apo- trabajo, st1 pi w~ 1.11111 • 111t · t' lt•t 'l 11 .1do para el goce post mortem de su padre, la hor:1
ya en la compleción tal como lo repara el dinero de la herencia que deja a su que m:Hc.1 ~ 11 111111 1111 11¡11 '1,1l ,1t1·ldH:1c ión masturbatoria del derecho qu e es t:1rí:1
504 Seminario 1987-1988y1988-1989 Anexo: VII Congreso de la EFP - Roma, 1974 50.

·o mo adicto al goce fálico, y este goce, como sabemos, se apoya nada menos que M Safouan: Es difícil intervenir salvo para decir verdaderamente la ad ni ir:1
l' ll un renunciar a la dama que sustenta su amor. ción de uno. Cada palabra era la palabra justa. El ángulo era exactamente el áng11
Lo que quisiera decir aquí es que si, para él, esto plantea algo que se referiría lo. Es un trabajo de orfebre. No hay nada que corregir en esta ponencia. Es por
;1I orden de la no relación sexual, sería ciertamente en el modo, en todo caso, del eso por lo que cerramos el pico. Es sólo para decir una vez más que era la pOn l·11
irn perativo. cia más "novadora" que he oído sobre la neurosis obsesiva.
Ese distanciamiento le permite, en todo caso, al Hombre de las ratas, en su
:rn:ilisis, gozar de un objeto más proximal, las costureras de la casa por ejemplo. [Aplausos]
l•'.n alemán, costurera se escribe Naherin, lo que podría traducirse, forzando ape-
nas la fonética (forzar la fonética sería leer Naherin, sin la diéresis), podría tra- F. Klapahouk: Hay un problema que me ha preocupado, a propósi10 d(·I
du cirse como "proximeta'' [proximete] o incluso, de manera más justa, como lo Hombre de las ratas, desde la publicación del manuscrito contra el cual he pd <::i
he buscado, como "proxineta'' [proxinete], aquella que tiene la profesión de estar do un poco este verano, es el que ya había mencionado Lacan a propósito ck l:t
próxima. relación entre el análisis del Hombre de las ratas y la muerte del Hombre de Iris
Sea lo que fuere, en el transcurso de su análisis, el Hombre de las ratas va ratas. Dado que las relaciones en el significante familiar que había entre el pacien-
mejor e, incluso, lo cual parece muy interesante, que Freud anota, se vuelve cada te de Freud y uno de los hijos del terapeuta, el problema que se podría plan -
vez más alegre. Cuanto más insiste Freud interpretándole su neurosis según el tear -Lacan, creo, había apartado la pregunta con una negación, pero ¿no S"
mito del Edipo y dando sentido ahí a lo insensato irritante de sus obsesiones, el podría plantear la pregunta de saber si el Hombre de las ratas había pagado con
I fornbre de las ratas insiste de manera paralela diciendo que él, a decir verdad, su vida el hecho de volverse un héroe?, un poco como sucedió, de otro modo,
no veía nada de todo eso, que su padre después de todo era más bien un buen con el Hombre de los lobos, de la misma manera como Freud había tal vez sal -
·o mpañero y que, según él, todo se jugaba por el lado de la madre. Y más aguan- vado así a su hijo-. Es un poco rebuscado, pero me parece que Melman, en su
ta Freud, forzando además, visiblemente, en la interpretación de las obsesiones, ponencia, tal vez un poco demasiado precaucionada con tanto que contenía ,
o perando lo que él llama la introducción de la elipse, Freud va muy rápido en ha esquivado un poco la cuestión de la muerte en este trabajo. Creo que eso era
'SO, de inmediato comienza diciendo que la obsesión tiene que interpretarse, es un poco demasiado crítico.
un producto de la misma manera que el sueño y el chiste, y que finalmente hay Y puesto que la neurosis obsesiva a rebasado los límites de una ponencia per-
una figura de retórica que resulta ser principal y que es la elipsis. Pero, en todo sonal y que parece tener alguna relación con lo que pasa aquí, es una cuestión
aso, Freud tuerce esta elipsis hacia lo que sería una interpretación constante- que merecería tal vez ser rediscutida.
mente edípica de esas obsesiones. Y mientras más opera así, más el Hombre de Ch. Melman: Le diré simplemente dos cosas. Ciertamente, sería lamentabl e
las ratas parece mostrar que eso lo interroga, que se pregunta, etc., y al mismo que la última manera de pagar la deuda sea ésa, es decir, la que le sobrevino al
riempo va mejor y está alegre. Hombre de las ratas. Tal vez no es necesariamente la que habríamos podido de-
searle. Sin embargo, obviamente, es la que le sobrevino.
Entonces, si tengo que hacer un comentario conclusivo sobre todo esto, diré Ahora bien, ésta le sobrevino de una manera que no implica en absoluto qul'
que lo que me parece operar como eso que ha ejercido ese efecto de mejoría en necesariamente haya sido un héroe. ¡Hay montones de personas que mueren sin
·I Hombre de las ratas en el transcurso de este análisis, es tal vez justamente que por ello ser héroes!
eso de lo que pudo darse cuenta y que pudo poner a prueba es que el célebre Pro- B. This: Hay muchas maneras de "pagar la deuda''. Callarse sería una de ellas.
foso r Freud, pues bien, con respecto a lo que al ser se refería, su saber estaba par- ¿Hablar? Es difícil en una sala como ésta, somos tantos: tomar la palabra es tomár-
ri cularmente bloqueado. sela a alguien. Y sin embargo ... hablo, para mencionar otra manera de pagar la
deuda: pagarla con un sacrificio. Pero, ¿qué sacrificio?
[Aplausos] Cuando Júpiter quiso sondear a Numa, para saber si conocía la importancia
del vocabulari o y de b sfnrcs is, le pidió un sacrificio: "cortar una cabeza" . Era
A. Verdiglione: ¿Hay acaso intervenciones sobre la ponencia de Melman? impreciso, N11111 :1 n·.~ po11di c'1 d¡· i11nwdi:11 0:
, ,()() Se111i11ario 1987-1988y1988-1989 Anexo: VII Congreso de la EFP - Ro111.a, 1974 507

- Obedeceré, cortaré la cabeza de una cebolla de mi jardín. Ch. Melman: Sólo un comentario: lo que te puedo asegurar es que si esw11101-
-Pero quiero del hombre, retomó el dios (sin precisar la parte del cuer- en esta sala es por una razón absolutamente mayor, es que resulta que no hahl¡1
po que convenía sacrificar). otra disponible.
B. This: Se habría podido, al exterior de Roma, a unos veinte kilóm eLros,
Numa aprovechó la oportunidad: encontrar todo lo necesario.
L. Me/ese: Creo que This ha puesto el indicador en algo que se me ocurrió t' l 1.111
-Cortaré entonces puntas de cabello. do fui a pagar mi deuda de ignorancia al Moisés de Miguel Ángel. Lo que me 111olt.,~
taba en ese momento es la estética de la que hablabas. Hay muchos pliegues :ilrl'd1·
El dios prosiguió: dor de la cintura de Moisés; sus brazos, que parecen vigorosos, vistos de tres cuano,1,
atrás son casi enclenques; su regazo, ancho como un delantal de cocinera. He recor
-No, quiero algo vivo. dado esto al oír a Melman ese asunto de la dama y del padre muerto.
-Voy a sacrificar pues un pez.
Tengo la impresión de que estamos aquí en tan hermosos pliegues que, a f(;
mía, todo se confunde en ellos. Ese Moisés que se presenta como una figura em i-
Con estas palabras, Júpiter comprendió que tenía en frente un hombre a quien
nentemente viril (¿hay acaso una más viril?) pero que, en el fondo, no llegará nun-
habl ar. ca a su tierra prometida, basta mirarlo dos minutos para ver que es una imagen
poderosamente femenina, con una feminidad duplicada por esos cuernos, qu"
-Bien, dijo, que sean ésas las ofrendas expiatorias de mi rayo, mortal
significan un remedo fálico más.
muy digno de conversar conmigo -o vir colloquio non abigendo meo.
Aquí, quedamos en esta confusión, esa fatalidad estetizante.
Numa, hemos comprendido, se situaba no en el cierre del discurso, sino siem-
[Aplausos]
pre al lado, en la apertura. Sabía manejar los cuantores y las relaciones partitivas,
¡era un lógico!
Estamos aquí, en este momento en que el Congreso va a cerrarse, es por eso
A. Verdiglione: Tiene la palabra el Dr. Lacan.
]acques Lacan: Les invité, al abrir este congreso, en nombre de ciertas fór-
por lo que dudaba en tomar la palabra.
mulas que se refieren al mensaje, a agradecerse a ustedes mismos. Al cerrarlo, les
Lo he hecho, sin embargo, para decirle a Melman mi admiración por su tra-
agradezco. Les agradezco por lo que he aprendido, lo que he aprendido y de lo
bajo, para desear que a futuro ya no seamos víctimas, no de la ética, sino justa-
cual necesariamente que no siempre estoy informado. He aprendido mucho sobre
mente de la estética. Ya que este congreso parece darse bajo influencia de la esté-
l ica. Hemos escogido una sala hermosa, en un conjunto hermoso, en el centro
el trabajo de cada uno. He aprendido que indudablemente tendré que seguir
diciendo lo que, creo, puede aclararles puesto que también tengo tanto de reci-
de Roma, lo que nos ha permitido, fuera de las sesiones, descubrir ese mundo
procidad y de recompensa.
antiguo, ciertamente hermoso, pero, en cierta manera, extrañamente muerto.
Quisiera agradecerle a Muriel Drazien, pues gracias a ella todo lo que se ha
[-Jemos sacrificado en ello la posibilidad de comunicar unos con otros en gru-
dado en Roma ha funcionado, de una manera que indudablemente, como todo
pos pequeños, y tal vez tenemos todavía un poco la nostalgia de esos diálogos de
funcionamiento, no se da sin que se le pueda hacer reproches. Pero lo que deseo,
Monrpellier. No hagamos ascos, sin embargo, a nuestro placer de hoy, pero a futu-
a propósito del comentario de que hay muy pocos italianos aquí, es un comen -
ro pensemos en volver a ese desmenuzamiento del grupo grande, a ese trabajo en
tario indiscutiblemente justo, he lamentado, en efecto, que haya tan pocos, lo
gr upos pequeños, donde unos y otros pueden intervenir. Tengo la impresión de
que deseo es que en el futuro se forme algo donde los italianos puedan oír la mane-
que son muchos los que quisieran volver a un modo de comunicación menos aca-
ra como nosotros concebimos el análisis, es decir, creo, la correcta.
démico y más fructuoso.
Sin embargo, una mañana como esta de hoy me ha parecido benéfica para
[Aplausosl
iodos.
• CLÁSICOS DEL PSICOANÁLISIS

Porge, Erik
Jacques Lacan, un psicoanalista.
Recorrido de una enseñanza

Vtznier; Afain
Léxico de psicoanálisis

Vegetti-Finzi, Silvia (editora)


Psicoanálisis en femenino

André, ]acques
Los orígenes femeninos de la sexualidad

Gutiérrez Terrazas, José


Cómo leer a Freud

King, Pearf/Steiner; Riccardo (editores)


Las controversias Anna Freud-Melanie Klein (1941-1945)

De Mijoffa, Afain/
De MijoLLa-MeLLor; Sophie
Fundamentos del Psicoanálisis

Moreau Ricard, Micheffe


Michael Balim.
La renovación de la Escuela de Budapest

Harari, Roberto
lntraducción al psicoanálisis.
Acerca del ''Linsu" ... , de Lacan
• CORRESPONDENCIAS

Roberts, Thomas (editor)


Viena y Manchester.
Correspondencia entre Sigmund Freud y su sobrino Sam Freud (1911-1938)

Sigmund Freud/Ernest Janes


Correspondencia completa (1908-1939)

Sigmund Freud/Sándor Ferenczi


Correspondencia completa
Vol. I-1 (1908-1911)

Sigmund Freud!Sándor Ferenczi


Correspondencia completa
Vol. I-2 (1912-1914)

Sigmund Freud/Sándor Ferenczi


Correspondencia completa
Vol. II-1 (1914-1916)

Sigmund Freud/Sándor Ferenczi


Correspondencia completa
Vol. II-2 (1917-1919)

Wittenberger, G.!Togel, C (editores)


Las circulares del Comité Secreto
Vol. I: 1913-1920

Wittenberger, G./Togel, C (editores)


Las circulares del Comité Secreto
Vol. II: 1921

Freud, Sigmund/Abraham, Karl


Correspondencia completa (1907-1926)
Charles Melman

Ha sido médico de hospitales


Seminario 1987-1988 y 1988-1989 psiquiátricos, antiguo responsable
de las enseñanzas en la Escuela
Freudiana de París y fundador
Este libro es el fruto de dos años de seminario de la Asociación Freudiana
de Charles Melman sobre la neurosis obsesiva, Internaciona l.
denominación clásica freud iana que nuestro autor
sugiere cambiar para la ocasión por neurosis
de obligación. El punto de parti da es el texto
clínico de Freud sobre "el hombre de las ratas"
y el diario de éste publicado mucho tiempo
después de su muerte, que él lee minuciosamente
como con ayuda de una lupa, siempre fiel al
texto. A lo largo del seminario, Melman relaciona
estos textos con su propia experiencia clínica
en un movimiento de ida y vuelta , clásico
del psicoanálisis .

ISBN 84-9756-174-0

-
EDITORIAL
SINTESIS

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