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Medusa, 2017
RESEÑA
1
En este punto se hace una distinción entre el arte que responde a una estética supuestamente objetiva
y el que responde a criterios cambiantes para abandonar la primera idea.
destructiva del paso del tiempo e incluso su restauración, aun siendo conscientes de lo
subjetivo de la acción restauradora.
Por lo tanto, ambos valores, de antigüedad e histórico, siendo ambos rememorativos,
tienen intereses distintos respecto a la conservación de los monumentos. Sin embargo,
ambos son inseparables y en muchas ocasiones están en equilibrio evitando el conflicto
entre ambos 2.
Por último, el valor rememorativo intencionado aspira, por su propia esencia, a dejar
constancia perenne en la conciencia de la posteridad por lo que debe ser conservado, y
ante la degradación natural, restaurado para mantenerlo en su estado de génesis.
Además, si el monumento intencionado se deteriorara y perdiera significativamente su
estado original pasaría a ser un monumento no intencionado.
Estos monumentos están en conflicto per se con el valor de antigüedad. Sin embargo,
esta dificultad teórica para la conservación de esos monumentos es en la práctica poco
relevante.
LA CONTEMPORANEIDAD: VALOR DE NOVEDAD Y VALOR ARTÍSTICO
RELATIVO
La contemporaneidad da valor a lo que utiliza para satisfacer las necesidades materiales
o espirituales del hombre del momento. Un monumento, un edificio, por ejemplo, que
está en uso tiene un valor instrumental que sacrificará los postulados del valor de
antigüedad por la necesidad de mantener su uso y su valor instrumental. El valor de
antigüedad queda restringido pues a los monumentos no utilizables 3.
La “voluntad de arte”, otro elemento de contemporaneidad, tiene en el valor de
novedad4 el gusto por apreciar lo nuevo, especialmente por las grandes masas de poca o
ninguna cultura5, que hace que sea necesario desproveer de los efectos de las fuerzas de
la naturaleza a los monumentos.
Es decir, para agradar a la moderna voluntad de arte es necesario eliminar las huellas de
la vejez y volverá obtener, con un acabado perfecto de forma y color, el carácter de
novedad de lo recién creado, en clara contradicción con el valor de antigüedad.
En este punto la pugna está servida y la controversia entre valor de novedad y valor de
antigüedad fue central en el siglo XIX que incluyó la “alianza” entre el valor de
2
En este punto se hace una reflexión sobre el valor histórico contenido en una copia de un original
perdido que el valor de antigüedad no admitiría como equivalente al original y predice que los actuales
medios de reproducción técnico-artísticos de la fotografía en color (estamos en 1902) podrá satisfacer
las demandas del valor histórico de modo que se evitarán los conflictos con el valor de antigüedad.
Sin embargo, más de cien años después, desde mi punto de vista, no se ha superado este conflicto y,
aun existiendo facsímiles casi idénticos al original, aún las copias no son suficientes para sustituir su
valor histórico.
3
Aquí aparece un corolario: El valor de antigüedad debe oponerse a que se encierre en museos un
monumento sustraído de su entorno para el que fue creado, oponiéndose a “las prisiones del arte”.
4
Quizá para entender mejor el concepto hubiera sido adecuado emplear el término valor de lo nuevo
para evitar el sentido de “lo que antes no existía” que tiene el término novedad.
5
Apreciación explícita del autor (pág. 76).
novedad y el valor histórico, que querría restituir la originalidad de estilo sobre
aditamentos posteriores en base a una unidad de estilo del monumento.
Puesto que la “voluntad de arte” es característica de cada etapa de la cultura humana no
podemos pedir que los artistas contemporáneos creen un monumento, concepción,
forma y color, correspondiente a otra época cuyos artistas estuvieron guiados por otra
“voluntad de arte”. Por otra parte, sería inconcebible prescindir de monumentos de
periodos artísticos anteriores que, aunque no tienen valor de novedad, tienen un
segundo tipo de valor de contemporaneidad: el valor artístico relativo.
Este valor artístico relativo será positivo o negativo según responda a la voluntad de arte
moderno y, en el primer caso, surgirá el deseo de que no pierda vigor o incluso a
recuperarlo, contradiciendo al valor de antigüedad y adquiriendo, frente a este valor, un
valor de novedad. En cualquier caso, el valor artístico relativo es cambiante.
DESPUÉS DEL TEXTO DE RIEGL
La lectura del texto de Riegl aporta cuales son los factores subjetivos a tener en cuenta
en la reflexión sobre el valor de los monumentos. Es una aproximación metodológica
muy valiosa en la que se propone utilizar cinco parámetros para la toma de decisiones:
los valores histórico y de antigüedad, el valor instrumental, el valor de novedad y el
valor artístico relativo.
Y es el juego de la intensidad de estos valores lo que nos permitirá, se entiende, tomar
las decisiones de conservación adecuadas a cada momento, porque esto es precisamente
lo que le falta al texto: Riegl plantea los criterios y los conceptos a tener en cuenta, pero
no concluye o hace una propuesta sobre la utilización de estos parámetros de
metodología.
Sin embargo, el trabajo es plenamente vigente pues, aunque las valoraciones sobre la
cultura o incultura de las “masas” o el clero rural o sobre el papel de la Iglesia en su
visión del arte religioso sean bastante inexactas cien años después, los valores que
propone pueden ser plenamente útiles para tomar decisiones de conservación de
monumentos por mucho que ciertas aportaciones sobre la importancia de cada valor que
da en el texto hayan cambiado.
En el fondo se trata de encontrar un equilibrio entre las tensiones, en ocasiones
dialécticas, de la intensidad de cada uno de los cinco valores presentes en la toma de
decisiones de conservación de monumentos que adquiere un sentido especial cuando los
recursos para esa conservación dedicados por los poderes públicos son escasos y las
necesidades de conservación crecen y crecen.
Ante la crítica, y después del texto de Riegl, ¿qué?, es decir, ante la decepción de la
inexistencia de propuestas de uso de la metodología me voy a permitir, en el siguiente
aoartado, aportar una orientación general, sujeta a un posible desarrollo de detalle
posterior.
UNA PROPUESTA DE USO METODOLÓGICO
La idea es utilizar como base para la toma de decisiones el valor de antigüedad y el
valor histórico según la intensidad alta o baja de cada valor según el esquema siguiente:
VALOR
HISTÓRICO
Tener en
Conservar consideración el
+ y restaurar valor artístico
relativo
- acción del
azar.
para evitar
una
destrucción
No dedicar
recursos rápida o
irreversible
- + VALOR DE
ANTIGÜEDAD
6
HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Francisca, Manual de museología, Madrid, Síntesis, 2008, p.231
La formalización de una voluntad de conservación del patrimonio cultural, ampliando el
concepto de monumento de Riegl, tomó forma por primera vez, en un ámbito
internacional, con la Carta de Atenas en 1931 y a partir de ese momento se suceden los
acuerdos y la creación de organismos internacionales, y por ende nacionales, que
tutelarán el patrimonio como un derecho de la colectividad frente al interés particular.
En el desarrollo y evolución de, por una parte, la conciencia de conservación, y por otra,
el corpus normativo y legislativo, ha estado presente esta aportación del autor austriaco,
pero también han aparecido nuevos valores, en muchas ocasiones ligados a los medios
de comunicación de masas y a la preponderancia de la imagen como forma de
valoración social, como es el valor de autenticidad.
La autenticidad es una condición que se considera esencial en el patrimonio cultual y así
aparece expresado en la documentación de las Conferencia y Congresos internacionales
dedicados a estos asuntos7.
La estricta observación del valor de autenticidad puede llevar a tratar de revertir los
efectos del paso del tiempo tratando incluso de subvertir el orden natural intentando
llegar a la forma primigenia a costa de adulterar la materia, lo que, en realidad, es una
falsificación. Es decir, la acción del tiempo hay que conservarla pues sus huellas son
testimonio de su autenticidad excepto cuando la acción del tiempo es destructora lo que
obliga a la restauración.
Nuevamente estamos ante la necesidad de encontrar un equilibrio entre tendencias
contrarias y, en este sentido, se considera actualmente la autenticidad como una
cualidad indispensable del patrimonio cultural.
El Documento de Nara sobre la Autenticidad elaborado en 1994 es ilustrador cuando
reconoce que la preservación del patrimonio cultural se fundamenta en los valores que,
en cada época, se atribuyen al patrimonio y que por lo tanto son cambiantes, y en
consecuencia para entender esos valores es necesario disponer de fuentes de
información creíbles y verdaderas, también de valoración cambiante, y no es posible
elaborar juicios sobre el valor y la autenticidad con criterios que no puedan ponerse en
cuestión o se consideren inmutables.
BIBLIOGRAFÍA
GONZÁLEZ-VARAS IBÁÑEZ, Ignacio, Patrimonio cultural. Conceptos, debates y problemas.
Madrid, Cátedra, 2015
7
GONZÁLEZ-VARAS IBÁÑEZ, Igancio, Patrimonio cultural. Conceptos, debates y problemas, Madrid,
Cátedra, 2015, p. 113