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El Lunes de Aguas
Fiestas como esta y con muy semejante cariz hubo muchas en la historia de
Salamanca, como la fiesta del Obispillo en la que un estudiante vestido de
mamarracho representaba la figura de un obispo, y era llevado entronizado,
en procesión por las calles de Salamanca, escoltado por toda una cohorte de
estudiantes vestidos de fraile completamente borrachos. Una muchedumbre
estudiantil embriagada bailaba, cantaba y saltaba tras él al paso que
marcaba la procesión burlesca, que ridiculizaba al clero y a la iglesia.
Llegados a uno de los recintos académicos (normalmente el Patio de Escuelas
Menores), coronaban al mamarracho ebrio, y declamaban una ceremonia
enteramente en latín, con un discurso lleno de obscenidades en dicha lengua,
ante la enfervorizada masa de estudiantes. El vino y lo carnal corrían a
raudales ese día, y los clérigos trataban de ocultarse en sus casas, en una
juerga que duraba desde por la mañana hasta el día siguiente.
Esta fiesta fue prohibida por indicación del Santo Oficio, que no admitía
tanta permisividad. Y al igual que ésta, muchas otras de similares rasgos.
La fiesta del Lunes de Aguas debió de ser igualmente prohibida, pero sin
embargo, ha permanecido en el calendario festivo salmantino con otras
connotaciones no tan desenfadadas. La memoria colectiva del pueblo ha ido
conservando tal fecha, como un poso o un remanente de aquella en que
afloraba el fervor pagano.
En la actualidad, el Lunes de Aguas se celebra en familia o en compañía de
las amistades, que se reunen para ir a merendar al campo o pasar una
jornada campestre, con un clima de ociosidad, esparcimiento y diversión. Y
que hasta hace no mucho, servía también como desahogo de los estrictos
ritos de la Semana Santa, época de recogimiento y hastío.
A pesar de ser una fiesta que emana del cosmopolitismo salmantino, se
celebra hoy en dia en toda la provincia sin excepción.
Es costumbre durante ese día degustar el hornazo, una empanada hecha a
base de chorizo, lomo, etc, y en ocasiones también huevo duro. Alimento que
amasan, y cuecen en las tahonas las mujeres en los días precedentes a tal
fecha, sobre todo en el medio rural, aunque también se ha industrializado su
elaboración en cierta medida, y es posible adquirirlo en cualquier
establecimiento dedicado a la pasteleria.
Sin embargo, Angel Rufino de Haro, rescata nueve años después aquel
cometido y el 31 de Octubre de 1985, asciende a lo más alto de la torre de
la Catedral Nueva de Salamanca, toca la campana del Reloj, trepa hasta la
Veleta, en lo alto del pináculo con el tamboril al hombro y agarrado por
medio de las piernas a la bola que sustenta el punto más alto de la Catedral,
más allá del cual se extiende el cielo, toca la gaita y el tamboril durante un
cuarto de hora a ritmo de charrada.