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Géneros y Sexualidades

OPINIÓN

El día que se prohibieron los


prostíbulos
Un día como hoy de 1936 se promulgaba la Ley Nacional de
Profilaxis que prohibía los prostíbulos en todo el país con el
objetivo de controlar la sífilis. La prostitución ejercida en ámbitos
comunes para tal fin, se convertía así en un delito.

Ana Sanchez

Viernes 30 de diciembre de 2016 | 10:19




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La ley de profilaxis 12.331 fue sancionada el 17 de diciembre de 1936 y
promulgada el 30 de diciembre de ese mismo año. Entre sus disposiciones
incluía cerrar todos los burdeles y crear un programa nacional de exámenes
prenupciales obligatorios para hombres, quedando exceptuadas las mujeres.
Con esta ley, además de intentar evitar el avance de la sífilis, se proponían
combatir el proxenetismo y la práctica de coimas entre funcionarios policiales
y judiciales, lo que ya era moneda corriente.
Fue conocida popularmente como la ley de “cierre de prostíbulos” adoptando
el país una posición abolicionista. “La prostitución como actividad por elección
personal no está prohibida; sí lo están los prostíbulos en todas sus formas”, se
puede leer en el texto de la ley.
Pero la prostitución nunca dejó de existir. A lo largo del tiempo se convirtió en
una de los principales negocios del país, y del mundo, que supo cómo sacarle
provecho a la clandestinidad, a costa de los cuerpos de las mujeres.

Un poco de historia
La primera legislación que se conoce sobre el tema data de 1875 y declara a la
prostitución una actividad legal en la Ciudad de Buenos Aires.
El crecimiento de la inmigración en Argentina fue exponencial, entre 1853 y
1930 ingresaron 6.000.000 de personas, en su mayoría varones que venían a
probar suerte, buscando un futuro mejor al que Europa podía darles en aquel
momento. Pero el mercado laboral favorecía a la mano de obra masculina,
mientras que la femenina engrosaba el sector informal de la economía, con los
trabajos peores pagos.
El contexto económico y social forzó a miles de mujeres a permanecer en
situación de prostitución y permitió el desarrollo internacional de redes de
trata a gran escala en el país.
En las primeras legislaciones puede verse una política de regulación de la
prostitución por parte del Estado bajo el argumento de tratar de controlar las
enfermedades venéreas. Por ejemplo, en julio de 1920, mientras se mantenían
las condiciones sociales y económicas que impedían el acceso de las mujeres a
la educación, la salud y el trabajo, las autoridades municipales de la Ciudad de
Buenos Aires dictaron una Ordenanza donde obligaban a las mujeres en
situación de prostitución a tener una libreta sanitaria y la inspección médica
periódica obligatoria.
En 1926 hay una disposición municipal, también en Buenos Aires, que hace
referencia a “la moral e higiene”, buscando obtener un “registro de nombre y
filiación de prostitutas y sirvientas, que deberá ser sellada en la Comisaría”.
Además “los prostíbulos no debían tener signos externos que denunciaran su
existencia y la atención médica de las mujeres enfermas debía estar a cargo de
los médicos de la Intendencia Municipal”. Nótese ya la participación policial y
cómo la profilaxis va transformándose en una cuestión de “moral”.
Pero los tiempos empezaban a cambiar. Hacia 1930 se conoció con gran
escándalo, gracias a la valiente denuncia de Raquel Liberman, cómo operaba la
organización Zwi Migdal con la trata de mujeres inmigrantes. La organización
existía desde 1906 bajo la cobertura de la “Sociedad de Socorros Mutuos” y se
supo que para 1929, con el nombre de “Sociedad Zwi Migdal”, el gobierno de
la provincia de Buenos Aires le había otorgado la personería jurídica. Así
podían traer engañadas a mujeres judías que escapaban del fascismo y las
obligaban a prostituirse con total legalidad estatal. “Raquel Liberman, la Polaca
protagonista de este libro, se atrevió a desafiar con su denuncia a la
organización judía de tratantes de blancas Zwi Migdal, que –amparada en la
corrupción de la institución policial- engañaba, secuestraba y esclavizaba a
mujeres inmigrantes para hacerlas trabajar en burdeles” (“La Polaca” de
Myrtha Schalom) .
Para 1934, se dispuso la clausura de los prostíbulos en la Capital Federal y se
propusieron preparar una legislación para la abolición de los prostíbulos en
todo el país.
En 1935 se dispuso la clausura y desocupación inmediata de casas ocupadas
por prostíbulos. Este decreto comprendió también a hoteles y fondas con
alojamientos, casas amuebladas y posadas. Nuevamente fueron cobertura de
la prostitución los cafés, para conseguir clientes al paso, cabarets, por una
noche, restaurantes, etc.
Finalmente el 17 de diciembre de 1936 se sancionó la ley 12.331, llamada de
“Profilaxis de enfermedades venéreas” y se promulgó el 30 de diciembre de
ese mismo año.
Esta ley tenía un claro carácter abolicionista con vigencia en todo el territorio
nacional. El ejercicio individual de la prostitución no fue especificado como
delito, o sea que era una actividad lícita, siempre y cuando no se realizara en
forma “escandalosa” y no afectara “el pudor público” en el que sería calificado
como contravención. ¿Quién controlaría esta actividad? Nuevamente, la
policía.
¿Abolir o regular?
La prostitución y la trata de mujeres para la explotación sexual sigue siendo
uno de los tres negocios que mueve más dinero en el mundo entero, a costa
de los cuerpos de las mujeres y de las niñas, entre las que siempre se
encuentran las más pobres.
En la historia de nuestro país hubo diferentes políticas para el tratamiento de
los que suele llamarse “el oficio más antiguo de la historia”. Ninguna ha
logrado sacar de este flagelo a las cientos de miles de mujeres y niñas que a lo
largo de este último siglo se vieron forzadas a ejercer la prostitución, ya sea
por sus apropiadores bajo las redes de trata, ya sea porque no les quedó otro
recurso para subsistir.
Las mujeres y las niñas no desaparecen, alguien se las lleva; para que de eso no
se sepa nada hay impunidad y connivencia de la policía, de los jueces y de los
gobiernos y funcionarios de turno. En nuestro país, se estima que son más de
600 las mujeres desaparecidas a manos de estas redes en los últimos años. Sin
embargo, ningún gobierno ni institución estatal ha aportado hasta la fecha
datos oficiales.
De la ilegalidad y de la clandestinidad se han hecho millonarios negocios. De lo
que se trata es de apuntar los cañones contra el sistema capitalista y patriarcal,
que ha hecho de la opresión de las mujeres una herramienta invalorable para
mantener su dominación sobre millones de personas

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