El alma y la búsqueda de la verdad
Platón fue un filósofo eminentemente espiritualista, para él, el alma se distingue
completamente del cuerpo y es la posesión más valiosa del hombre, cuya
vocación o tarea principal es la BUSQUEDA DE LA VERDAD. Una vida que no esté
dedicada a la búsqueda de la verdad no es una vida completa. De ahí que Platón,
por boca de Sócrates, pronuncie las siguientes palabras en uno de sus más
famosos diálogos: “Otorgadme la belleza en lo más íntimo de mí, y que mis
dependencias exteriores se armonicen con las interiores. Que llegue yo a
considerar al sabio como el único rico, y que mi fortuna sea tal que sólo el
temperado [moderado] pueda llevarla y conducirla.” Para Platón, el alma es la
fuente de los movimientos humanos, en un sentido amplio (movimiento del
cuerpo, pero también toda actividad intelectual), así el alma es superior al
cuerpo y es la que lo gobierna. De hecho, propiamente hablando, el alma es la
depositaria de la inteligencia. Pero, ¿qué es el alma?, ¿cuál es su naturaleza?,
¿en qué consiste un alma bella?
Para Platón el alma es lo invisible que gobierna sobre e interactúa con el cuerpo;
es lo eterno que hay en nosotros. Platón divide el alma en tres partes: (1) la parte
racional, (2) la parte irascible o vehemente y (3) la parte apetitiva o
concupiscente; las cuales corresponden a tres distintas funciones o principios de
la acción en el alma humana (pensamiento, sentimiento y deseo). La parte
racional es la más elevada, es la que le da al hombre su ser inmortal y lo
emparenta con lo divino; mientras que los otras dos partes son mortales. Esta
concepción tripartita del alma (en tres partes) es la evidencia del conflicto que
ocurre al interior del alma humana. Platón compara el alma con un auriga que
tira de dos corceles, conduciendo un carro alado:
Alegoría del
Carro Alado
Platón compara el elemento racional del alma humana con el auriga (conductor)
y las otras dos partes con cada uno de los corceles (caballos). Uno de los corceles
es bueno naturalmente, se trata del elemento vehemente, que ama o persigue
el “honor” con temperancia y modestia; mientras que el otro caballo es malo, se
trata de la representación del elemento apetitivo, de los deseos ligados al cuerpo
y lo material, siendo amigo de contrariar e insolentarse.
El alma y la búsqueda de la verdad
Platón fue un filósofo eminentemente espiritualista, para él, el alma se distingue
completamente del cuerpo y es la posesión más valiosa del hombre, cuya
vocación o tarea principal es la BUSQUEDA DE LA VERDAD. Una vida que no esté
dedicada a la búsqueda de la verdad no es una vida completa. De ahí que Platón,
por boca de Sócrates, pronuncie las siguientes palabras en uno de sus más
famosos diálogos: “Otorgadme la belleza en lo más íntimo de mí, y que mis
dependencias exteriores se armonicen con las interiores. Que llegue yo a
considerar al sabio como el único rico, y que mi fortuna sea tal que sólo el
temperado [moderado] pueda llevarla y conducirla.” Para Platón, el alma es la
fuente de los movimientos humanos, en un sentido amplio (movimiento del
cuerpo, pero también toda actividad intelectual), así el alma es superior al
cuerpo y es la que lo gobierna. De hecho, propiamente hablando, el alma es la
depositaria de la inteligencia. Pero, ¿qué es el alma?, ¿cuál es su naturaleza?,
¿en qué consiste un alma bella?
Para Platón el alma es lo invisible que gobierna sobre e interactúa con el cuerpo;
es lo eterno que hay en nosotros. Platón divide el alma en tres partes: (1) la parte
racional, (2) la parte irascible o vehemente y (3) la parte apetitiva o
concupiscente; las cuales corresponden a tres distintas funciones o principios de
la acción en el alma humana (pensamiento, sentimiento y deseo). La parte
racional es la más elevada, es la que le da al hombre su ser inmortal y lo
emparenta con lo divino; mientras que los otras dos partes son mortales. Esta
concepción tripartita del alma (en tres partes) es la evidencia del conflicto que
ocurre al interior del alma humana. Platón compara el alma con un auriga que
tira de dos corceles, conduciendo un carro alado:
Alegoría del
Carro Alado
Platón compara el elemento racional del alma humana con el auriga (conductor)
y las otras dos partes con cada uno de los corceles (caballos). Uno de los corceles
es bueno naturalmente, se trata del elemento vehemente, que ama o persigue
el “honor” con temperancia y modestia; mientras que el otro caballo es malo, se
trata de la representación del elemento apetitivo, de los deseos ligados al cuerpo
y lo material, siendo amigo de contrariar e insolentarse.
Mientras que el buen caballo es guiado fácilmente porque acata las órdenes del
cochero, digamos que persiguen propósitos semejantes, el caballo malo es
indócil y tiende a obedecer las voces de la pasión sensual, por lo que hay que
refrenarle y castigarle con el látigo. Platón toma, como punto de partida para su
construcción del alma, el hecho observable de que dentro de nosotros rivalizan
distintas motivaciones, distintos principios de movimiento.
Para Platón, la parte racional del alma tiene el derecho y el deber ético de
gobernar a los otros elementos; dicho elemento es superior, tiene cierta afinidad
con los dioses y es el que debe gobernar. Es el elemento que puede contemplar
el mundo invisible e inteligible de las ideas, en donde Platón ubica la verdad
propiamente dicha; a diferencia de las otras dos partes, que están más
vinculadas con el mundo de los sentidos, con lo material que pasa y se destruye
rápidamente. Esta lucha entre distintas partes o funciones del alma está en
nosotros mismos, es el gran dilema que nos atraviesa y quizás tenga mucho que
ver con nuestra búsqueda y alcance de la felicidad.
Finalmente, habría que agregar que Platón concibe el alma humana como
invisible e inmortal, estando dicha inmortalidad reservada a una parte del alma;
además hay en el autor una idea de la vida futura con castigos y recompensas,
que alcanza hasta nuestros días por vía del cristianismo. Si a partir de la vida se
produce la muerte, entonces resultaba lógico pensar, decía Platón, que a partir
de la muerte se genera la vida. Platón creía en un ciclo eterno de nacimientos y
renacimientos, en cuyos intervalos el alma pasaría por el “mundo de las ideas”,
contemplándolas para luego olvidarlas en el momento en que nuevamente es
encarcelada en un cuerpo. Para Platón, aprender es recordar dichas normas o
ideas universales, que dirigen y organizan el “mundo de los sentidos”; así, si
queremos acceder a la Verdad, que nos coloca a un paso de la Inmortalidad, no
debemos fiarnos de la percepción sensible, sino que debemos “darle alas a
nuestro carro”, buscando en nosotros mismo, en un proceso de “introspección”
similar al recordar. Se trata de la reminiscencia platónica, para la cual es un buen
inicio el arte matemático, siempre exacto, con verdades universales y necesarias.
Platón es heredero de un antiguo misticismo en el que la búsqueda de la Verdad,
la Inmortalidad y el cultivo de la razón no se encuentran separados.
Preguntas: (1) elabore el dibujo de la alegoría del carro alado y señale mediante
flechas qué representa cada uno de los elementos, qué persigue cada uno de
estos y cómo se relacionan entre sí; (2) ¿cuál es la diferencia entre las distintas
partes que, según Platón, conforman el alma?; (3) podría explicar el conflicto que
según Platón vive el alma con un caso de la vida real.
Mientras que el buen caballo es guiado fácilmente porque acata las órdenes del
cochero, digamos que persiguen propósitos semejantes, el caballo malo es
indócil y tiende a obedecer las voces de la pasión sensual, por lo que hay que
refrenarle y castigarle con el látigo. Platón toma, como punto de partida para su
construcción del alma, el hecho observable de que dentro de nosotros rivalizan
distintas motivaciones, distintos principios de movimiento.
Para Platón, la parte racional del alma tiene el derecho y el deber ético de
gobernar a los otros elementos; dicho elemento es superior, tiene cierta afinidad
con los dioses y es el que debe gobernar. Es el elemento que puede contemplar
el mundo invisible e inteligible de las ideas, en donde Platón ubica la verdad
propiamente dicha; a diferencia de las otras dos partes, que están más
vinculadas con el mundo de los sentidos, con lo material que pasa y se destruye
rápidamente. Esta lucha entre distintas partes o funciones del alma está en
nosotros mismos, es el gran dilema que nos atraviesa y quizás tenga mucho que
ver con nuestra búsqueda y alcance de la felicidad.
Finalmente, habría que agregar que Platón concibe el alma humana como
invisible e inmortal, estando dicha inmortalidad reservada a una parte del alma;
además hay en el autor una idea de la vida futura con castigos y recompensas,
que alcanza hasta nuestros días por vía del cristianismo. Si a partir de la vida se
produce la muerte, entonces resultaba lógico pensar, decía Platón, que a partir
de la muerte se genera la vida. Platón creía en un ciclo eterno de nacimientos y
renacimientos, en cuyos intervalos el alma pasaría por el “mundo de las ideas”,
contemplándolas para luego olvidarlas en el momento en que nuevamente es
encarcelada en un cuerpo. Para Platón, aprender es recordar dichas normas o
ideas universales, que dirigen y organizan el “mundo de los sentidos”; así, si
queremos acceder a la Verdad, que nos coloca a un paso de la Inmortalidad, no
debemos fiarnos de la percepción sensible, sino que debemos “darle alas a
nuestro carro”, buscando en nosotros mismo, en un proceso de “introspección”
similar al recordar. Se trata de la reminiscencia platónica, para la cual es un buen
inicio el arte matemático, siempre exacto, con verdades universales y necesarias.
Platón es heredero de un antiguo misticismo en el que la búsqueda de la Verdad,
la Inmortalidad y el cultivo de la razón no se encuentran separados.
Preguntas: (1) elabore el dibujo de la alegoría del carro alado y señale mediante
flechas qué representa cada uno de los elementos, qué persigue cada uno de
estos y cómo se relacionan entre sí; (2) ¿cuál es la diferencia entre las distintas
partes que, según Platón, conforman el alma?; (3) podría explicar el conflicto que
según Platón vive el alma con un caso de la vida real.