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FALLAS Y ZONAS DE CIZALLA (PARTE I):

ASPECTOS GENERALES
Roberto Oyarzun1 y Miguel Doblas2

1: Departamento de Cristalografía y Mineralogía, Facultad de Ciencias Geológicas,


Universidad Complutense, Madrid, España.
2
: Departamento de Geología, Museo Nacional de Ciencias Naturales, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), España.

Detalle de una zona de falla (transcurrente) al norte del


distrito minero de Punitaqui (Cu-Au-Hg), Chile

Introducción

Por razones diversas, con el pasar de los años se ha producido un


divorcio progresivo, hoy notable, entre lo que es la geología de minas-
exploración y la geología estructural. En este sentido se han generado
dos problemas fundamentales, ambos relacionados con la enseñanza
de la geología en los centros universitarios. O bien la enseñanza que se
imparte es en gran medida obsoleta o restringida, o bien ésta es tan
especializada que resulta difícil relacionar los conceptos allí discutidos
con el campo aplicado de la geología económica.

Estas notas pretenden justamente esto, cerrar de una manera simple


el gap existente entre una geología estructural moderna, quizás
demasiado teorizante, y las potenciales aplicaciones de ésta en el
campo de la geología de minas-exploración. A lo largo de las próximas
secciones revisaremos desde la base los conceptos más importantes
en lo que respecta a fallas y zonas de cizalla: qué son, como se
reconocen, como podemos determinar su historia cinemática, y sobre
todo, como podemos definir ambientes estructurales favorables para el
desarrollo de mineralizaciones. Finalmente quisiéramos señalar que
este apartado no puede ser considerado como un manual de geología
estructural, en el cual tendríamos que entrar forzosamente en
innumerables consideraciones teóricas que desvirtuarían el propósito
del trabajo. Por el contrario, se trata de unas notas muy simples,
desglazadas en dos partes (Parte I y II) que pretenden servir de
herramienta de trabajo de tal manera que el geólogo de minas o
exploración pueda reconocer y entender el comportamiento de una
falla a diferentes escalas.

El descubrimiento de Kalamazoo (Arizona, USA): la


importancia de entender una falla

"Cuando se trabaja hacia la solución de un problema, siempre ayuda el


que usted sepa la respuesta; claro está, asumiendo, por supuesto, que
usted sepa que existe un problema ..."

Quizás pocos ejemplos ilustran mejor la importancia de los estudios


estructurales como el descubrimiento del yacimiento tipo pórfido
cuprífero de Kalamazoo en la década de los 60, en el cual participó de
manera fundamental el geólogo americano J.D. Lowell. Dicho
descubrimiento está rodeado de varios aspectos notables entre los que
habría que destacar sobre todo, el estudio "integral" del problema. Si
no entendemos la "geología" de una zona, poco podremos hacer en lo
que respecta a exploración, salvo que, se confíe en la "suerte" como
elemento esencial del proceso. Esto cobra especial relevancia si lo que
se está buscando es un cuerpo que puede ser no aflorante.

Los años 70 estuvieron marcados en el campo de la geología


económica por la publicación de una serie de trabajos sobre alteración
hidrotermal - pórfidos cupríferos en la revista americana Economic
Geology. Quizás el más significativo de ellos es un clásico en el tema:
"Lateral and vertical alteration-mineralization zoning in porphyry ore
deposits" (Lowell y Guilbert, 1970). Una de la ilustraciones más
conocidas del trabajo muestra la zonación espacial de las facies de
alteración hidrotermal en San Manuel-Kalamazoo (Arizona, USA) (Fig.
1). En la actualidad dicha figura se encuentra en prácticamente todos
los textos de estudio sobre yacimientos minerales. Sin embargo, un
detalle a veces poco señalado (y en ocasiones omitido) en dicha
figura, es la presencia de una falla que corta el esquema de manera
oblicua (Fig. 1). Se trata de la falla San Manuel, y como veremos a
continuación, bajo el punto de la aplicación de métodos estructurales
al estudio y exploración de yacimientos minerales, es un rasgo
extremadamente importante, paradójicamente, poco o nada señalado
en los textos de estudio.

Fig. 1: Esquema de alteración en el pórfido cuprífero de San Manuel-Kalamazoo.


Nótese la falla San Manuel separando los dos segmentos del pórfido (Lowell y
Guilbert, 1990).

San Manuel-Kalamazoo no es ni económica ni geométricamente un


yacimiento único, por el contrario, se trata de dos cuerpos
mineralizados basculados: San Manuel y Kalamazoo, separados por
una falla normal de bajo ángulo (falla San Manuel; WNW/25-30 S) (Fig.
2). Si bien originalmente constituían un solo cuerpo mineralizado, el
movimiento normal de la falla cortó el cuerpo mineralizado generando
los dos segmentos actualmente conocidos. San Manuel (más cercano a
la superficie) se localiza a muro (foot-wall) de la falla y Kalamazoo 1.6
km hacia el oeste (a una profundidad de 800-1220 m) a techo
(hanging-wall).
Fig. 2: Esquema geológico de los segmentos desplazados San Manuel y Kalamazoo.
Simplificada de Lowell (1968).

Si bien San Manuel era conocido, el descubrimiento de Kalamazoo


("Lower K") fue la consecuencia de un trabajo geológico integrador,
que relacionó las facies de alteración y la mineralización con la
estructura. El razonamiento básico de exploración fue el siguiente
(Lowell, 1968): 1) San Manuel representaba sólo una parte de un
cuerpo mayor; 2) el cuerpo se encontraba basculado; y 3) la falla que
cortaba San Manuel era normal y de bajo ángulo. Conclusión, un
segmento de San Manuel tenía que estar más abajo, sobre la falla.
Resultado, efectivamente, más abajo, hacia el oeste yacía un cuerpo
mineralizado, luego bautizado como Kalamazoo.

Fallas, zonas de falla y zonas de cizalla: definiendo conceptos


fundamentales

Existen tres conceptos fundamentales relacionados entre si: falla, zona


de falla y zona de cizalla (e.g., McClay, 1987; Davis y Reynolds, 1996),
utilizados a veces de manera indistinta y de manera incorrecta. Una
falla es por definición una fractura frágil a lo largo de la cual ha
ocurrido un desplazamiento visible, en general paralelo a la superficie
de la misma. Por su parte una zona de falla se encuentra compuesta
por innumerables superficies de falla frágiles, subparalelas e
interconectadas, estrechamente espaciadas conteniendo zonas de
brecha o fault gouge. La zona de cizalla (Fig. 3) corresponde a una
ancha zona de deformación generada bajo condiciones dúctiles a
dúctiles-frágiles. Digamos además que una zona de cizalla grada hacia
arriba hacia una zona de falla. Las rocas son deformadas frágilmente
en los niveles superiores de la corteza terrestre y dúctilmente en lo
inferiores. La profundidad a la que la deformación pasa de frágil a
dúctil es conocida como la transición dúctil-frágil y generalmente se
encuentra a unos 10-15 km bajo la superficie (e.g., Sibson, 1990) (Fig.
3). En dicha transición se desarrollan ambos tipos de deformación,
mientras que por encima o por debajo la importancia relativa de una
de estas disminuye progresivamente. De cualquier manera los 10-15
km antes mencionados deben ser solamente considerados como un
referente general solamente, ya que zonas deformación dúctil pueden
desarrollarse a profundidades menores bajo condiciones de un
gradiente geotérmico anómalemente alto (e.g., magmatismo activo,
actividad hidrotermal de alta temperatura generalizada, etc), y
también pueden darse deformaciones frágiles en profundidad como
respuesta a movimientos sísmicos bruscos. Como veremos más
adelante existen dos series de rocas de deformación en relación con
las zonas frágil y dúctil, que representan tipos extremos dentro de una
serie intermedia muy amplia: la serie cataclástica y la serie
milonítica respectivamente (Fig. 3,4).

Fig. 3: Esquema de una gran zona de cizalla y rocas asociadas. Transición dúctil-
frágil en líneas verticales. Simplificada de Sibson (1977).
Fig. 4: Clasificación de las rocas de fallas en función de las tasas de deformación y
recuperación. Simplificada de Wise et al. (1984).

La textura de las rocas deformadas es principalmente el resultado de


la relación dinámica entre la deformación y la
recuperación/recristalización del material sometido a esfuerzos (Wise
et al., 1984). El balance entre la tasa de deformación y la tasa de
recuperación/recristalización determina la textura de la roca de falla. A
su vez, ambas tasas son función de variables tales como la
composición de la roca, el tamaño de grano, la temperatura, la
velocidad, la presencia/ausencia de fluidos y el campo de esfuerzos.

Rocas de falla

Los materiales que se encuentran sometidos a una rápida


deformación, a relativamente baja temperatura, con recuperaciones
bajas o nulas, originan rocas pertenecientes a la serie cataclástica.
En el otro extremo, ahí donde domina la recuperación/recristalización,
a temperaturas más elevadas, se formarán rocas pertenecientes a la
seriemilonítica (Wise et al., 1984). Considerando que en muchos
aspectos texturales (y su modo de formación) esta última recuerda a
las rocas metamórficas, las rocas miloníticas pueden ser consideradas
como tales. De hecho en Chile se acuñó el término "esquistos
dinámicos" para referirse a rocas de la serie milonítica encontradas en
grandes zonas de cizalla como la de Atacama. Sin embargo, a
diferencia del metamorfismo regional (que abarca extensas zonas), en
el caso de las rocas miloníticas el proceso se encuentra circunscrito a
una banda de deformación más o menos estrecha, también conocida
bajo el término "corredor milonítico". Sin lugar a dudas esto puede
crear innumerables problemas de interpretación en aquellas zonas
donde coexisten deformaciones metamórficas de carácter regional con
grandes zonas de cizalla.

Las rocas de la serie cataclástica (o simplemente "cataclasitas") se


generan en un régimen frágil e incluyen rocas tales como brechas,
microbrechas, la denominada "fault gouge" (o harina de falla en español)
(Fig. 5), y las seudotaquilitas. Dado que las dos primeras son
fácilmente reconocibles, nos centraremos en las últimas. La fault
gouge es una roca arcillosa pulvurulenta, poco consolidada y rompible
con los dedos (salvo cuando ha sido cementada por fluidos
hidrotermales), que puede presentar colores desde el blanco grisáceo
hasta llamativos colores (rojos, verdes, violáceos). Esto último puede
provocar grandes equívocos al ser confundida con aquellas rocas
fuertemente alteradas asociadas a yacimientos epitermales, o con
ciertas rocas sedimentarias o metamórficas de bajo grado (e.g. arcillas,
pelitas, esquistos de bajo grado). Al respecto (y dado que la confusión
esposible), lo importante es ver si esta roca tiene una persistencia
regional dentro de una zona de cizalla (con estructuras internas típicas
de estas deformaciones), si pertenece a una formación geológica
cartografiable con marcada estratificación (o esquistosidad interna), o
corresponde a una fenomenología local de morfología irregular (i.e.,
zona de alteración). Por otra parte, el que reconozcamos unas rocas
alteradas como pertenecientes a una zona de falla no implica que
estas carezcan de "interés económico". Por el contrario, solo nos
encontraríamos en otro ambiente geológico, en el cual tambien
pueden existir mineralizaciones. Al respecto cabe destacar la
posibilidad de mineralizaciones auríferas encajadas en la zona de
cizalla o zona de falla. Las seudotaquilitas (Fig. 6) son un fundido de
roca de origen mecánico (friccional) generado por un movimiento muy
rápido de la falla bajo régimen sísmico. La inyección de este fundido en
grietas de tensión locales conlleva el enfriamiento instantáneo del
material dando una roca con aspecto vítreo (de allí el nombre).
Fig. 5: Ejemplos de "fault gouge" estructurada con criterios P, Y, R (movimiento
sinestral). Sureste de España (Doblas et al., 1997b). Este es una ejemplo de fault
gouge "cohesiva" por circulación de fluidos hidrotermales.

Fig. 6: Pseudotaquilita, Vaal River (Sudáfrica). El afloramiento tiene unos 2 m, note


los bloques angulosos de granito en una matriz negra de grano fino a
microcristalina. Tomada de Spray (1998).

Las rocas de la serie milonítica son cohesivas y foliadas, se


desarrollan en régimen dúctil (asísmico) e incluyen a las
protomilonitas, milonitas y ultramilonitas. Las protomilonitas
presentan una matriz producida por procesos de recristalización
sintectónica, y muestran al menos algo de foliación. Las milonitas
(Fig. 7) presentan una matriz de recristalización sintectónica y
foliaciones internas. En estas rocas son claramente reconocibles las
denominadas estructuras S-C (del francés: schistosité-cisaillement).
Finalmente, las ultramilonitas (Fig. 8) representan el caso extremo de
deformación dentro de la serie, la recristalizacióm es muy avanzada y
los planos S se hacen paralelos a la fábrica C dando lugar a una
foliación milonítica y estructuras de tipo SCC'.
Fig. 7: Granito milonítico S-C del Sistema Central Español (Doblas, 1990).

Fig. 8: Evolución de la deformación en granitos cizallados del Sistema Central


Español (Doblas, 1990). Nótese la evolución de la deformación desde grados medios
(A) hasta grados ultramiloníticos (F).

Fallas: conceptos básicos

Anderson (1905) realizó a comienzos de siglo una clasificación


dinámica de las fallas basada en posicionamiento de tres vectores
principales de esfuerzos:  1,  2,  3, ortogonales entre si, que cumplen el
requisito general de  1> 2> 3 (Fig. 9). Dependiendo de las posiciones
de los vectores se definen los tres tipos de fallas principales: normal
( 1 vertical,  2 y  3horizontal), transcurrente( 2vertical,  1 y  3
horizontal), e inversa ( 3 vertical,  1 y  2 horizontal). Como veremos
más adelante, la clasificación Andersoniana es muy restringida y
presenta problemas para la interpretación de muchos casos. Por
ejemplo, no explica el comportamiento lístrico(curvamiento
progresivo del plano de falla en profundidad) de las fallas normales
(Fig. 10), ni menos las grandes superficies tipo "detachments
extensionales" (Fig. 11), o el carácter irregular (con variaciones en el
rumbo) de las fallas transcurrentes. Otro aspecto a considerar es el
hecho de que muchas veces la fallas presentan un movimiento
combinado, (e.g., normal-transcurrente). En resumen, las fallas distan
mucho de presentar un comportamiento "ideal" Andersoniano y al
respecto deberíamos recordar una premisa fundamental: las fallas se
curvan y de hecho casi nunca son planos sino más bien
superficies. Producto de esas curvaturas se generan situaciones
asimétricas en la distribución de esfuerzos a ambos lados de la falla o
zona de falla, resultando en zonas de extensión o compresión locales.
Discutiremos esto más adelante.

Fig. 9: Clasificación dinámica Andersoniana de las fallas. 1,2,3: vectores de


compresión  1,2,3. Tomada de McClay (1987).

Fig. 10: Fallamiento normal de carácter lístrico en la región costa afuera de Nova
Scotia. 1: corteza inferior de origen magmático; 2: rocas plutónicas masivas; 3-4:
basaltos y rocas sedimentarias; 5: rocas sedimentarias. Tomada de Davis y Reynolds
(1996).
Fig. 11: Sistema tipo detachment extensional. Wernicke (1985).

De acuerdo al sentido de movimiento podemos decir que una falla


normal (Fig. 12) es aquella en la que el bloque del techo se mueve
hacia abajo con respecto al bloque del muro. Estas fallas suelen tener
buzamientos moderados a altos, con un promedio de 60 . Con
buzamientos menores a 45 (no previstos por la dinámica
Andersoniana) pasan a denominarse fallas normales de bajo
ángulo. Las fallas transcurrentes (Fig. 12) son aquellas que
acomodan movimiento horizontal de los bloques adyacentes. Estas
dependiendo a su vez del movimiento relativo de un bloque con
respecto al otro, pueden ser de dos tipos: dextrales o sinestrales.
Por su parte, las fallas inversas (Fig. 12) se caracterizan por un
movimiento del bloque del techo hacia arriba con respecto al muro. Las
fallas inversas tienen generalmente un buzamiento menor a 45 , en
promedio 30 . Si estas buzan más 45 pasan a denominarse fallas
inversas de gran ángulo. Tanto las fallas normales como las inversas
pueden ser lístricas.

Fig. 12: Clasificación de las fallas en función del sentido de deslizamiento. Tomada
de Davis y Reynolds (1996).

A esto habría que agregar el movimiento combinado que pueden tener


las fallas, hablaremos en este caso de fallas con deslizamiento
oblicuo (Fig. 12), que son combinaciones de movimiento (mixto) entre
fallas transcurrentes (traslación horizontal) con movimientos normales
o inversos (deslizamiento hacia arriba o abajo a lo largo del plano de
falla).

Zonas de cizalla

Una zona de cizalla (e.g., Davis y Reynolds, 1996) (Fig. 3) es una


estructura ancha formada bajo condiciones dúctiles a dúctiles-frágiles
compuesta por rocas de la serie milonítica. La intensidad de la
deformación dentro de una zona de zona de cizalla es muy grande. Por
ejemplo, granitos afectados por una zona de cizalla pueden dar el
aspecto, y ser erróneamente cartografiados, como ortogneisses,
metariolitas o esquistos o pizarras de origen metasedimentario. En
este último caso, la presencia de estructuras S-C (zona dúctil) da el
aspecto de los típicos clivajes de crenulación indicativos de una
foliación S2 superpuesta a una inicial S1. Ejemplos en Chile de grandes
zonas de cizalla incluyen los de la falla de Atacama (Fig. 13) y la de
Liquiñe-Ofqui (Fig. 14). Las zonas de cizalla pueden tener desde
centenares de kilómetros de largo, kilómetros de ancho (y cortar a
escala cortical) hasta solo algunos centímetros de largo por un
milímetro de ancho. Las grandes zonas de cizalla pueden mostrar
desplazamientos relativos de los bloques de decenas a centenares de
kilómetros. Muchas veces las zonas de cizalla son en realidad sets de
múltiples subzonas de mayor o menos grado de la deformación,
subparalelas a oblicuas entre si, resultando en una morfología
anastomosada. Una zona de cizalla dúctil evoluciona hacia zonas más
superficiales hacia una zona de cizalla más estrecha en régimen dúctil-
frágil, dando lugar en las zonas más someras a una compleja zona de
falla frágil. Por lo tanto una zona de falla (Fig. 15) es a menudo la
prolongación en superficie de una ancha zona de cizalla dúctil en
profundidad (Fig. 3). Las zonas de falla consisten en conjuntos de fallas
relacionadas cuya envolvente o límite externo está marcado por un
paso más o menos discreto hacia rocas no fracturadas. Las fallas
internas suelen envolver a su vez a rocas con una fracturación más o
menos intensa. Las zonas de falla pueden desarrollarse a todas las
escalas, con potencias desde unos pocos centímetros a un kilómetro o
más. Cabe destacar sin embargo, que este termino se aplica
principalmente a los conjuntos potentes observados en la zona de
deformación frágil. Otra característica de las zonas de falla es la
potencia variable que presentan, mostrando adelgazamientos y
engrosamientos.
Fig. 13: Un segmento de la zona de cizalla de Atacama (norte de Chile). Nótese la
relación espacial con mineralizaciones de hierro. Thiele y Pincheira (1984).
Fig. 14: La zona de cizalla de Liquiñe-Ofqui (sur de Chile). Hervé (1984).
Fig. 15: Ancha zona de deformación frágil con presencia de fault gouges de
llamativos colores. Zona de falla en Almería (SE de España).

Describiremos a continuación las características internas de las zonas


de cizalla dúctiles y las zonas de falla frágiles. Existen determinados
tipos de rocas y fracturas que podemos esperar en una zona de falla
frágil. Entre las primeras se encuentran las brechas, fault gouges y
seudotaquilitas (Wise et al., 1984). Existen tres sets de fracturas que
pueden desarrollarse en una zona de falla frágil. Estas son los
denominados planos de Riedel (R) 1 y 2 (R1 y R2; tambien denominados
R y R') y los planos P (Fig. 16). Los planos sintéticos R1 se forman a un
ángulo agudo (~ 15 con la envolvente general de la zona de falla. Su
arreglo geométrico es en échelon (escalonadas), es decir, paralelas
entre ellas dentro de la zona de cizalla. Las fracturas antitéticas R2 son
conjugadas con respecto a R1 y forman un ángulo de unos 75 con
respecto a la envolvente de la zona de falla. Debido a la evolución
dinámica de la zona de falla se producen ciertos fenómenos que llevan
a la rotación de los sets R1 y R2. Los primeros se disponen
progresivamente a ángulos inferiores (< 15 ) con respecto a la
envolvente y los segundos evolucionan hacia un ángulo mas grande (>
75 ). Por otra parte, durante esta evolución aparece un tercer set de
fracturas, esto es, los planos P, formando un ángulo agudo con la
envolvente. Otras estructuras que se pueden formar en esta zona son
pliegues y grietas de tensión en échelon, aunque estas últimas suelen
ser más representativas de transición dúctil-frágil. Las grietas de
tensión tienen sus puntas orientadas de forma paralela a 1y suelen
rellenarse de minerales fibrosos que crecen en la dirección de 3.

Fig. 16: Fracturas de Riedel (1 y 2) y planos P. Tomada de


McClay (1987).

Una zona de cizalla dúctil está caracterizada por la presencia de


rocas de la serie de la milonitas (proto a ultramilonitas; Wise et al.,
1984). Como podemos imaginar esta zona dúctil se caracteriza por una
altísima deformación, que ha generado importantes niveles de
recristalización dinámica en las rocas afectadas. Las estructuras más
notables en la zona dúctil son las denominadas S-C (del francés:
schistosité-cisaillement) que corresponden a planos de foliación (S) y
de cizallamiento (C). Los planos C son fácilmente reconocibles
(superficies discretas), siendo paralelos a la dirección de cizallamiento.
Los planos S son sigmoidales y oblicuos a la dirección de cizallamiento
(oblicuos con respecto a C) y perpendiculares a la dirección de
compresión (planos de aplastamiento, perpendiculares a 1). Como
veremos más adelante, esto permite determinar el sentido de movimiento en una milonita.

En la práctica muchas zonas de cizalla presentan en realidad un caracter dúctil-


frágil, ya que han operado mecanismos propios de ambos tipos de
deformación (e.g., Davis y Reynolds, 1996). Gran parte de los
yacimientos de oro asociados a zonas de cizalla en Canada y
otras regiones del mundo se han originado justamente en este
ambiente. Alternativamente, las zonas de cizalla pueden presentar
una evolución en el tiempo, de dúctil a frágil o de frágil a dúctil si el
sector en concreto ha sufrido un alzamiento o hundimiento tectónico
progresivo mientras funcionaba el sistema.

Arreglo geométrico de las zonas de falla: fenómenos de


curvatura

Uno de los aspectos no previstos por la teoría Andersoniana (Fig. 9) es


que las fallas se curvan. Las fallas se curvan, entre otras cosas, porque
los materiales geológicos no son isotrópicos. Las inhomogeneidades
causadas por el paso de un ambiente geológico a otro (litología,
estructuras previas) a escala local o regional induce variaciones
direccionales en el vector de propagación de una falla, en otras
palabras, una falla o zona de falla no puede mantener una continuidad
en el rumbo (a veces ni siquiera una continuidad ...) debido a los
cambios físicos que encuentra en el camino.

Esto tiene la mayor importancia en lo que se refiere a la interpretación


de la estructura regional local bajo estudio. Como veremos a
continuación, el que nos encontremos con dos sets de fallas
transcurrentes, por ejemplo N30 E (sinestrales) y N30 W (dextrales),
no implica necesariamente que estas constituyan un par conjugado
en el sentido Andersoniano del termino, con 1orientado según N-S.
Perfectamente podríamos encontrarnos ante el caso de un duplex que
analizaremos más adelante (Woodcock y Fischer, 1986) (Fig. 17),
ocasionado por el curvamiento de una falla, cuyas características e
implicaciones difieren substancialmente del concepto simple de par
conjugado. Antes de abordar este tema en concreto analizaremos las
geometría más simples del fallamiento.
Fig. 17: Inflexiones, saltos, abanicos imbricados y duplexes en sistemas
transcurrentes. Woodcock y Fischer (1986).

Saltos e inflexiones en fallas

Los sectores transcurrentes en zonas de falla pueden disponerse


espacialmente de diversas maneras: en échelon (o escalonadas), en
relevo, anastomosadas, en terminaciones en "cola de caballo" (Fig. 17,
18). Estas disposiciones reflejan las diferentes formas en que se puede
distribuir el deslizamiento en función de las condiciones reológicas y el
esfuerzo total que tiene que ser acomodado. Cabe destacar que
algunas de las consecuencias estructurales más interesantes desde el
punto de vista de los yacimientos ocurren justamente donde las fallas
se curvan o se escalonan.

Fig. 18: Arreglos diversos de fallas. Tomada de Davis y Reynolds (1996).

El movimiento de las fallas a lo largo de superficies planares perfectas


(cosa poco común en la naturaleza) se desarrolla sin complicaciones,
deslizándose una pared sobre la otra sin interferencias. Bajo estas
condiciones la aparición de ramales a partir de la falla principal es
mínima a inexistente. Sin embargo, si una falla presenta una inflexión
abrupta o gradual se producen situaciones complejas, que dan lugar a
procesos de estiramiento o acortamiento. La curvatura de las fallas
puede ser descrita en términos de inflexiones (bends) (Davis y
Reynolds, 1996) (Fig. 19). Inflexiones en apertura (releasing bends;
zona en extensión) tienden a crear espacios, en tanto que las
inflexiones en cierre (restraining bends; zona en compresión) son
sitios donde el acortamiento genera apilamiento. Hablaremos de
inflexiones en cierre cuando el movimiento de uno de los bloques a lo
largo de la falla se realiza "contra" la curva. Por el contrario, si el
movimiento "aleja" el bloque de la curva, diremos que se trata de una
inflexión en apertura. Bajo el punto de vista de la exploración de
yacimientos minerales, las inflexiones en apertura son las más
interesantes, ya que es en esos lugares geométricos donde se generan
espacios, y por ende, donde las soluciones hidrotermales pueden
circular con mayor facilidad. Además, a escala regional, una inflexión
en apertura es el lugar perfecto para el desarrollo de intrusiones
menores bajo condiciones extensionales.

Fig. 19: Situaciones de extensión y compresión (ver sentido de las flechas) en


sistemas de fallas dextrales y sinestrales con inflexiones y saltos. Tomada de Davis y
Reynolds (1996).

Aparte de las inflexiones otro rasgo típico en fallas son los saltos
(stepovers, offsets) (Fig. 19), que a diferencia de las inflexiones, no se
conectan entre si, aunque mantienen parecida dirección y el mismo
sentido de movimiento. Al igual que las inflexiones, decimos que los
saltos pueden generar zonas en apertura o en cierre.

Las zonas en apertura y en cierre (en inflexiones y saltos) pueden dar


lugar respectivamente a depresiones (pull-aparts) susceptibles de ser
rellenadas por materiales sedimentarios, o a alzamientos
compresionales (pop-ups, push-ups) (Fig. 20).

Fig. 20: A: Depresión (pull-apart) susceptible de ser rellenada por materiales


sedimentario y alzamiento compresional (pop-up, push-up) asociados a una falla
transcurrente dextral; B: Esquema sinóptico (en planta) de la situación observada
en el bloque superior. U: bloque levantado, D: bloque descendido (movimiento
relativo). Tomada de Davis y Reynolds (1996).

Duplexes y estructuras en flor

La presencia de inflexiones y saltos a lo largo de una falla promueve la


formación de estructuras denominadas duplexes (Woodcox y Fischer,
1986). Las rocas que se encuentran dentro de la zona de influencia de
una inflexión o salto se pueden fallar progresivamente (fallas menores
paralelas a la dirección de la inflexión) generando sistemas imbricados
en relación a la falla principal. Por otra parte en el caso de fallas de
traza recta, la formación de un duplex puede originarse a través del
desarrollo de fracturas de Riedel.

El análisis del proceso de formación de duplexes puede realizarse a


través de dos mecanismos: procesos de deformación planar (plane-
strain) y de deformación no planar (non-plane strain) (e.g., Davis y
Reynolds, 1996). En el caso teórico de la deformación planar si una
esfera es deformada triaxialmente y ocurre un estiramiento en la
dirección S1 (máximo estiramiento) éste será compensado de manera
perfecta por un acortamiento en la dirección S3 (mínimo estiramiento),
sin que se produzcan cambios en la dirección S2, así una esfera
perfecta se transformará en un elipsoide perfecto (de revolución). Si
llevamos ésto al caso que nos interesa (sistemas de fallas
transcurrentes), la situación será la siguiente (Woodcock y Fischer,
1996): dado que 1(esfuerzo máximo) y 3(esfuerzo mínimo) están en la horizontal,
todos los cambios ocurrirán ahí. En otras palabras, bajo esta perspectiva teórica, no
habrían levantamientos (pop-ups, push-ups) o hundimientos (pull-aparts), ya
que estos tendrían que ocurrir en la dirección de 2 (en este caso,
equivalente a S2), que es perpendicular a la superficie horizontal. La deformación planar
es difícil de mantener en sistemas reales, pero sirve en todo caso como referente para
introducir el modelo cinemático.

La diferencia principal que presentará la formación de duplexes por deformación


no planar (caso más cercano a la realidad) se encuentra en la
compensación volumétrica por hundimientos y levantamientos. Así en
duplexes extensionales se formaran hundimientos, y en los
compresionales, levantamientos. Unas de las estructuras más notables
derivadas de la deformación no planar son las denominadas flores
positivas (positive flowers) y flores negativas (negative flowers)
(Woodcock y Fischer, 1986) (Fig. 21), que a su vez se corresponden con
los casos de duplex compresional y extensional, respectivamente. La
geometría interior de las fallas secundarias en un duplex muestra que
estas convergen en profundidad hacia una zona de falla única. En el
caso de una estructura en flor negativa, las fallas secundarias dentro
del duplex tendrán un comportamiento mixto, transcurrente-normal,
por lo cual podemos decir que la zona interior está en extensión y
sometida a hundimiento. Por el contrario, en una estructura tipo flor
positiva, las fallas interiores se comportarán como transcurrentes-
inversas, por lo cual podemos decir que la zona está en compresión y
por lo tanto sometida a levantamiento.
Fig. 21: Estructuras tipo flor negativa (A) y flor positiva (B). Note la subsidencia y
alzamiento respectivo en A y B, así mismo como el caracter mixto (transcurrente-
normal y transcurrente-inverso) del fallamiento asociado. Woodcock y Fischer
(1986).

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