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10/1/2015 El pensador de la sociedad de riesgo - 09.01.2015 - lanacion.

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Viernes 09 de enero de 2015 | Publicado en edición impresa

El pensador de la sociedad de riesgo


Adiós a Ulrich Beck. El sociólogo alemán, uno de los intelectuales más
importantes de las últimas décadas, falleció el primer día del año. Aquí, el perfil de
sus contribuciones, que incluyen reflexiones clave sobre la riqueza, la tecnología y
el cosmopolitismo
Por Ana María Vara | Para LA NACION

E
l primero de enero murió de un
infarto el sociólogo alemán Ulrich
Beck. Inesperadamente, porque
se encontraba en un momento de gran
actividad académica y pública:
escribiendo, dando conferencias,
formando discípulos, discutiendo la
política europea y mundial. Con una
agenda que alcanzaba a 2016 y 2017,
por los muchos requerimientos que le
llegaban de todo el mundo. Beck se
prodigaba: era un intelectual integral, de
esos que no pueden dejar de pensar el
presente y de imaginar -y contribuir a
construir- el futuro.

Pero ¿quién era Ulrich Beck? Nació en


1944 en la ciudad alemana de Stolp, que
es actualmente la ciudad polaca de
Foto: LA NACION Slupsk. No hablaba de la Segunda
Guerra Mundial y puede decirse que, en
general, su pensamiento es el resultado de la Europa integrada, reindustrializada y
próspera, que debe lidiar con las complicaciones derivadas de la abundancia,
antes que con las de la carencia. Y sin embargo, alguno de los fantasmas de esa
tragedia todavía debía de azuzarlo como para inducirlo a alertar recientemente
sobre los peligros de una "Europa alemana", sobre esa Alemania que se convirtió
en un "imperio accidental" como consecuencia de la crisis económica iniciada en
2008. Y a defender con fervor la continuidad de la Unión Europea, una institución
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que convirtió en vecinos a los antaño enemigos. "En el contexto de la historia de


Europa, esto constituye en realidad una suerte de milagro", reflexionaba.

Comenzó estudiando derecho y después pasó a la filosofía y de allí a la


sociología. El cambio se originó en un momento de iluminación, un insight, como
dice cierta vulgata psicológica. La anécdota la recuerdan Mads P. Sørensen y
Allan Christiansen en un capítulo del volumen conmemorativo de la editorial
Springer, Ulrich Beck. Pioneer in Cosmopolitan Sociology and Risk Society
(Ulrich Beck: pionero en sociología cosmopolita y sociedad del riesgo), publicado
en 2014 y todavía no traducido al español. Mientras caminaba por la ciudad de
Freiberg, un joven y poco leído Beck llegó a la conclusión de que no era la
realidad aquello sobre lo que podía pensar, sino que tenía en su cabeza apenas
una visión de la realidad. Pronto un compañero de estudios le explicó que su idea
no era original: algo similar había dicho el filósofo Immanuel Kant unos doscientos
años antes. Beck disfrutaba de contar la historia, bajándose del pedestal y, a la
vez, compartiendo con sus interlocutores un momento crucial en su búsqueda
intelectual.

PROGRESO Y APOCALIPSIS
Aunque sus aportes al estudio del presente fueron diversos, su nombre está
asociado sobre todo a un concepto, el de "sociedad del riesgo", que captura el
dilema de las sociedades industrializadas. La ciencia y la tecnología traen
beneficios y desgracias: multiplican el trigo, pero también el veneno. Como
resultado, vivimos en una suerte de vaivén, o mejor, de ambivalencia: los
problemas provienen de los triunfos. Controlamos el átomo y podemos extraer su
energía infinita, pero también exponernos a accidentes como los de Three Mile
Island, Chernobyl o Fukushima. Y si el auto es nuestra libertad y el petróleo
nuestro impulsor, el cambio climático puede convertirse en nuestro apocalipsis.
Así comienza la obra clave de Beck, La sociedad del riesgo, publicada en alemán
en 1986 y traducida al inglés en 1992, cuando ya había vendido en su idioma
60.000 ejemplares:

En la modernidad avanzada, la producción social de riqueza es


sistemáticamente acompañada de la producción social de riesgos. Como
consecuencia, los problemas y conflictos relacionados con la distribución en una
sociedad de escasez se superponen con los problemas y conflictos que surgen
de la producción, definición y distribución de los riesgos producidos por la
tecnociencia.

Los bienes y los males se producen de manera simultánea, inevitablemente unidos

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unos y otros. La tecnología da y la tecnología quita: eso es la sociedad del riesgo.


Una sociedad que, por lo tanto, está condenada a la deliberación constante, a
ponderar beneficios y riesgos de cada avance: una modernidad "reflexiva", otro
concepto central en Beck, que compartía con autores como Anthony Giddens. No
es posible resolver los dilemas de hoy de forma simple. Por un lado, no podemos
volver a las cavernas, abandonar las tecnologías que nos trajeron hasta aquí,
desde la producción de energía hasta las vacunas, la potabilización del agua, los
antibióticos, las computadoras. Por el otro, no es honesto acusar a los ecologistas
de retrógrados, habida cuenta de que los impactos negativos de muchas
tecnologías son patentes, y cuando nuevos desarrollos se proponen como
alternativas para solucionarlos.

En una nueva versión del mito de Sísifo, estamos condenados a escalar el monte
de las ideas con nuestras piedras innovadoras, aunque sepamos que cada vez
podemos volver a caer, cuando la solución de ayer se convierta en el problema de
hoy y la amenaza de mañana. Así, en 2007 Beck precisaría su noción clave en La
sociedad del riesgo mundial:

la dinámica de la sociedad del riesgo no consiste tanto en asumir que en el


futuro tendremos que vivir en un mundo lleno de riesgos inexistentes hasta hoy,
como en asumir que tendremos que vivir en un mundo que deberá decidir su
futuro en unas condiciones de inseguridad que él mismo habrá producido y
fabricado.

En la segunda parte de la cita está lo esencial, una intuición sobre la que Beck
seguiría trabajando: el énfasis en nuestra capacidad de decidir y de hacer. El
riesgo es la alarma: no la catástrofe, sino la "anticipación de la catástrofe". El
riesgo nos impulsa a actuar y, por lo tanto, nos cambia. Por vía de la reflexión y
ante la inminencia del daño, el riesgo representa una fuerza potencialmente
transformadora. Nos sentimos urgidos, compelidos a intervenir. El riesgo así
entendido nos convierte en actores políticos, ya que por definición trasciende las
soluciones individuales.

ANTE LAS DESIGUALDADES


El trabajo de Beck no pasó inadvertido. Pronto se convirtió en un autor comentado,
criticado, retomado. Otro aporte fundamental fue la teoría de la individualización,
que desarrolló junto a su colega y esposa Elisabeth Beck-Gernsheim. La noción de
"individualización" destaca la transformación de una sociedad de roles fijos, en
que las personas se encuentran contenidas en instituciones como la familia, la
escuela, el trabajo; a una sociedad de roles cambiantes, que nos lleva a tener

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vidas más fluidas como consecuencia, en gran medida, de fuerzas globales. Se


refiere a la necesidad, mediada por un mercado de trabajo inestable, de
desarrollar "la propia biografía y separarse de las regulaciones colectivas", pero
también tiene que ver con el "régimen del mercado global que fuerza a los
individuos a pensar su interés personal como el centro mismo de la racionalidad".

Beck llegaría a ser uno de los autores más influyentes del último tramo del siglo XX
y los primeros años del XXI. Sus ideas se fueron enriqueciendo y afinando con los
múltiples diálogos que entabló. Cambió, por ejemplo, su mirada sobre los países en
desarrollo, a los que inicialmente había considerado excluidos de la dinámica del
riesgo, en la medida en que los creía más preocupados por las ventajas del
progreso que por sus amenazas. En la misma lógica y con la mirada puesta en la
nube de Chernobyl que sobrevolaba Europa, también dijo en sus comienzos que el
riesgo es "democrático", en la medida en que no puede circunscribirse a una
jurisdicción o un grupo social: las partículas radiactivas llueven sobre todos.

Con los años, sin embargo, Beck fijó su atención en las desigualdades y las
exclusiones a nivel global, trazando las rutas de ida de los beneficios y de vuelta de
los riesgos, en la dinámica de la relación entre países menos y más poderosos. En
esta mirada más madura, riesgo y poder se convirtieron en las dos caras de una
moneda, la del capitalismo global, responsable tanto de la exportación de industrias
contaminantes a los países del Sur global (con emblemas como el desastre de
Bhopal en 1984, que dejó miles de muertos y medio millón de personas afectadas)
como de una nueva concentración de la riqueza. Así, al referirse a los resultados
de la reciente crisis financiera, señaló que estamos ante "la redistribución del
riesgo, desde los bancos, a través de los Estados, a los pobres, los desempleados
y los ancianos". Una "nueva y sorprendente inequidad".

Sus ideas se expandieron y fueron incorporadas en investigaciones sobre las


políticas de defensa, el mercado de trabajo, las inequidades de clase, el derecho y
la justicia, el análisis del terrorismo, los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología, la política ambiental, los estudios de género y familia. También fueron
importantes sus aportes a la teoría sociológica en general, donde dejó además dos
mandatos: abandonar el "nacionalismo metodológico", es decir, el estudio de las
sociedades dentro de las fronteras nacionales, una tendencia muy arraigada en
Europa y Estados Unidos; y esforzarse por pensar el cambio, en lugar de la
reproducción de lo mismo.

Con todo lo exitoso que llegó a ser en el mundo académico -fue uno de los autores
más citados por sus colegas, con doble afiliación en la Universidad de Munich y
en la London School of Economics, más posiciones honorarias en la Fondation
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Maison des Sciences de l'Homme, de París, y en la Universidad de Harvard-, lo


cierto es que era también un nombre de la casa en diarios europeos como
Frankfurter Allgemeine Zeitung o Der Spiegel, pero también La Repubblica, El
País, Le Monde y The Guardian. Escribía para todos, acercando su palabra en los
debates urgentes, desde el abandono de la energía nuclear en Alemania hasta la
denuncia del excesivo poder de Angela Merkel, a quien acusó de incurrir en
"merkiavelismo" por el modo de imponer políticas de austeridad a los países
deudores, mientras seguía políticas de estímulo en casa.

Su última preocupación era el cambio climático, y estaba analizándolo como caso


central en relación con su teoría de la globalización, para la que desarrolló
conceptos nuevos. Dirigía un proyecto de investigación financiado por el
European Research Council, el opulento ERC, de más de dos millones de euros
por cinco años. Había comenzado en 2013 e incluía investigadores de Alemania,
Gran Bretaña, Dinamarca, Estados Unidos, Australia, Israel, Corea, China, Japón,
Argentina y Brasil. Cosmo-Climate Research Project -o Cosmopolitismo
metodológico: en el laboratorio del cambio climático- buscaba indagar en esta era
de la "cosmopolitización", que entendía como un proceso de inclusión forzado,
inevitable, pero que trae un "horizonte normativo de equidad", una expectativa de
cambio de las actuales estructuras e instituciones globales marcadas por la
inequidad y las relaciones de poder. En este sentido, valorizaba especialmente el
nuevo régimen mundial de derechos humanos, que veía como un avance hacia el
desarrollo de "normas globales de equidad".

Beck pensaba que la toma de conciencia ante un "destino compartido" en relación


con las incertidumbres derivadas del cambio climático y otros graves fenómenos
globales, como la crisis financiera estaba generando una "metamorfosis del
mundo", apelando a la palabra alemana Verwandlung, la misma que designa el
cambio de gusano a mariposa y la misma que usó Kafka para hablar de Gregorio
Samsa.

"La escala del cambio supera nuestra imaginación", sostiene en un artículo


publicado en el número de enero de la revista académica Current Sociology, una
de las más reconocidas de la especialidad. Más allá de las viejas oposiciones,
propone: "La idea de que somos los amos del universo ha colapsado totalmente.
En la era del cambio climático, la modernización no es acerca del progreso, ni
acerca del apocalipsis. Ésta es una falsa alternativa. Es, en realidad, acerca de
algo ?entre medio'."

Estamos en un tiempo de "catastrofismo emancipatorio", cuando los efectos no


anticipados de nuestras decisiones nos liberan de preconceptos y nos obligan a
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repensarlo todo. Sí, una vez más, en contra de las pasadas modas posmodernas y
de las propuestas de conformismo neoliberal, Beck proclama: "¡La historia está de
vuelta!" Por eso su preocupación sobre cómo pensar el cambio en la teoría
sociológica.

Había presentado ese trabajo en julio pasado, en la ciudad de Seúl, donde en


apenas una semana multiplicó sus apariciones académicas y públicas,
contribuyendo a la creación de una red de investigadores del sudeste asiático,
debatiendo con el alcalde de la ciudad, dando numerosas entrevistas a la prensa y
comentando las presentaciones de sus colegas en el proyecto Cosmo-Climate.
Una vitalidad desbordante que la noticia de su muerte vino a desmentir. "Como un
rayo en cielo despejado", en la dolida metáfora de un colega. Quedan sus decenas
de libros, sus más de 150 artículos, la memoria de su generosidad y su
inteligencia liberadora.

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