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Para poder plantear metas con finalidades reformistas, tenemos que hacer hincapié en lo que
abarca el concepto de reforma, según la RAE lo define como:
“Aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Podemos
entender entonces a la reforma como una mejora o enmendar lo que esta equivocado, o es
insatisfactorio, o lo que más predomina en nuestro sistema judicial peruano LA CORRUPCION
y/o malas prácticas.
La única meta en la reforma de justicia es la mejorar el sistema que presta este hacia la
colectividad. No debe tomarse esta reforma como algo sin relevancia, vago, innecesario; sino
debe de ser una mejora concreta y específica, que se pueda medir con indicadores de cantidad
y calidad.
Los medios para realizar esta reforma en América latina pueden darse de manera inmediata,
tenemos los conocimientos técnicos disponibles para llegar a esta meta. Pero la dificultad esta
en que se debe trabajar con intensidad y perseverancia, principalmente con los jueces que
deben de ser los lideres de este proyecto ya que en ellos recae la responsabilidad de utilizar de
manera efectiva y eficiente el poder coercitivo del estado.
Hay que percibir, entonces, que el verdadero acceso a la justicia no consiste sólo en medidas
para brindar facilidades lingüísticas, de gratuidad de la justicia, proximidad geográfica, movilidad
y acceso para discapacitados, patrocinio gratuito de abogados, y otras por el estilo, si al final del
largo camino, el sistema de justicia no está preparado para responder eficientemente y prestar
el servicio que los miembros de la comunidad requieren. Eso es lo que hay que buscar en una
reforma y es lo que hay que ofrecer al usuario.