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CAPITULO I

INTRODUCCIÓN

1.1 ANTECEDENTES

Los movimientos en masa constituyen un riesgo geológico de origen natural


o inducido (Ayala et al., 1987), que deben ser considerados en el momento
de planificar el territorio o de evaluar la amenaza que representan estos
fenómenos en las áreas urbanas. Durante las últimas décadas se han
incrementado los movimientos en masa en el ámbito mundial, generando
daños cuantiosos, traducidos en pérdidas materiales y lo que es más
lamentable en pérdidas de vidas humanas (Alexander, 1993; Alcantara-
Ayala, 2002; United Nations, 2002).

La ocurrencia de estos eventos afectan más a los países menos


desarrollados (Bonachea, 2006), afirmación que se vislumbra desde dos
factores fundamentales: la localización y las condiciones de desarrollo
económico, social, político y cultural. En cuanto a la localización, la mayor
extensión de las áreas urbanas se encuentra en zonas de intensa actividad
geodinámica (límites de placas, tormentas frecuentes) y en con suelos con
litologías desfavorables.

El otro factor se refiere a la escasa o nula existencia de normativas que


oriente la planificación y la ordenación del territorio, sobre todo en el tema
de los riesgos naturales. Asimismo, la poca preparación de la población
para enfrentar y corregir situaciones originadas por los movimientos de
masa.

La susceptibilidad a los movimientos en masa del terreno aumenta más en


las zonas montañosas tropicales, debido a que por lo general coinciden
cuatro factores que influyen directamente en este fenómeno, tales como el
relieve, la sismicidad, la meteorización y las lluvias intensas.

La cordillera de los Andes en Suramérica es joven, si se analiza bajo el


aspecto tectónico. Presenta condiciones que promueven los movimientos en
masa como es: el relieve topográfico abrupto, actividad sísmica y extenso
vulcanismo. (GEMMA, 2007). Estos eventos han impactado directamente a
la población y han ocasionado pérdidas materiales y humanas.

Venezuela es un país que parte de su territorio lo conforma la cordillera de


los Andes y por ende, está sometido a las condiciones antes descritas. Se
suma a estos escenarios desfavorables, que la mayor densidad poblacional
se encuentra en el eje andino costero (Pacheco, XXXX), estas zonas exigen
mayor cantidad de investigaciones que permitan un conocimiento exhaustivo
de las causas, distribución espacial de los movimientos en masa y sus
consecuencias, y de igual forma establecer las respuestas óptimas ante
estos eventos.

En Venezuela las autoridades competentes solo le prestan atención a los


fenómenos de movimientos en masa cuando estos interrumpen una vía
importante o cuando hay un número de elevado de pérdidas humanas. Así
lo expresó Salcedo (1988):
“las pérdidas de vidas, damnificados, cierre y daños a vías de
comunicación, daños a edificaciones y vehículos y daños graves
a los servicios públicos originados por problemas geotécnicos en
Venezuela. Estos daños continúan año tras año, se aceptan como
rutinarios y solamente loa catástrofes esporádicas que
comprometen la seguridad de un servicio público o donde el
número de víctimas es significativo, atraen temporalmente la
atención nacional.”

Desde el año de 1961 hasta el año de 1972, se registraron en el área


Metropolitana de Caracas - Venezuela, 4000 damnificados, 39 heridos, 40
muertos y 13 veces se interrumpió el tráfico de vehículos en la autopista
Caracas- La Guaira, como consecuencia de movimientos en masa (Singer,
1983).

En las últimas décadas en Venezuela, ha ido en aumento los incidentes


relacionados a los movimientos en masa, basta con revisar cualquier
hemeroteca para comprobar la publicación de noticias que reportan la
ocurrencia de eventos de este tipo a lo largo y ancho del territorio nacional y
donde se resalta los daños a personas y bienes inmuebles que ocasionan.
El colapso de vías, el daño a viviendas, el deterioro de los servicios de agua
potable y recolección de aguas servidas, lo que ha afectado a la mayoría de
las ciudades, generando pérdidas económicas cuantiosas.

En el estado Táchira los daños por deslizamientos y flujos son muy altos,
han afectado comunidades enteras y han interrumpido en numerosas
oportunidades las vías de comunicación locales e interestatales (Salcedo,
1988).
Jaime Bonachea (2006)

Los datos registrados durante el último siglo a nivel mundial muestran un


incremento en el número de eventos catastróficos debidos a procesos
naturales y en los daños producidos por los mismos, especialmente en los
últimos 40 años; los países de Asia, América y África son los que más
numerosas y mayores catástrofes naturales han padecido (Alexander, 1993;
Alcántara-Ayala, 2002; United Nations, 2002; EM-DAT, 2005).

Tanto por el número de eventos como por el número de víctimas, son los
países menos desarrollados los que se ven más gravemente afectados. Esto
se debe a dos factores fundamentales: 1) localización: esos países, en
conjunto, abarcan una extensión mucho mayor y, además, se encuentran en
muchos casos en zonas de intensa actividad geodinámica (límites de placas,
zonas sujetas a frecuentes tormentas); 2) desarrollo económico, social,
político y cultural: es frecuente que en estos países no existan, o no se
apliquen, normas o políticas de ordenación territorial que tengan en cuenta
los riesgos naturales; también suele ser limitado el grado de preparación de
la población o la organización de planes de prevención y corrección de
riesgos.

En cambio, las mayores pérdidas económicas se producen en los países


desarrollados, debido principalmente a que el valor de los bienes expuestos
a las amenazas (infraestructuras, edificios, actividad económica, etc.) es
mucho mayor (Crozier, 1986; Alexander, 1993; Uitto, 1998; Berz, 1999;
Chardon, 1999; Alcántara-Ayala, 2002, 2004;Downton & Pielke, 2005; Fuchs
& Bründl, 2005). No obstante, aunque el valor absoluto delos daños sea
mayor en los países industrializados, su importancia en relación con el PIB,
es mucho menor que en los países en vías de desarrollo (Burton et al., 1978;
United Nations, 2002). Así, por ejemplo, durante el período 1990-99 los
gastos afrontados por la Federal Emergency Management Agency (FEMA),
como consecuencia de las catástrofes naturales ocurridas en los Estados
Unidos, ascendieron a más de 25,4 millardos (miles de millones) de dólares,
cifra absoluta muy considerable pero poco significativa en relación con el
PIB del país (FEMA, 2002). En el caso de España y referido únicamente a
las inundaciones, los daños medios anuales han estado en torno al 0,1% del
PIB durante las últimas décadas (CCS, 2004).

Por otro lado, la mayoría de los deslizamientos que ocurren en el mundo


producen únicamente daños materiales, o si acaso un número pequeño de
víctimas. Es por tanto frecuente que no queden reflejados en las
recopilaciones de ámbito global o nacional, a pesar de que, por lo frecuentes
y extendidos que son estos procesos, causan, en conjunto, daños muy
importantes. Muchos deslizamientos se producen en zonas montañosas,
prácticamente deshabitadas, con lo cual el riesgo es mínimo (pero no la
peligrosidad). En otras ocasiones, los movimientos son pequeños o
superficiales, y los daños que producen son reducidos, y por tanto no se
consideran (Remondo, 2001). En muchos otros casos, aunque los daños
sean importantes, los deslizamientos coinciden con inundaciones o con
sismos y, en menor medida, actividad volcánica. Los daños así producidos
son, con frecuencia, achacados a los otros procesos, bien porque ocurren
de forma puntual y aislada, bien porque los organismos encargados de hacer
frente a los eventos catastróficos naturales (caso de España), tanto desde
el punto de vista de su gestión (Dirección General de Protección Civil), como
desde el punto de vista de las indemnizaciones pagadas por el Consorcio
de Compensación de Seguros (CCS, 1999) o desde un punto de vista
jurídico, no los contemplan como catástrofe natural. No obstante, existen
numerosos ejemplos de grandes deslizamientos que han producido daños
considerables en muy diversos países

Nuria

Dentro del contexto latinoamericano, es notable la fuerte devastación


causada por eventos de origen natural. La frecuencia de los desastres y el
nivel económico de los países afectados pone de manifiesto una fuerte
relación entre la ocurrencia de éstos y el subdesarrollo. Los países en
desarrollo se caracterizan por aportar el número dvíctimas más elevado. De
las 109 catástrofes más graves ocurridas en el mundo entre
1960 y 1987, el 38% sucedieron en los países en desarrollo, aportando el
73% del total delas víctimas (3 millones de personas en el siglo XX).
(CHARDON, 2002: 1).
En la última década del siglo XX, en América Latina, los desastres naturales
han deja un saldo de más de 45.000 muertos, 40 millones de damnificados
y daños directos que superan los 20.000 millones de dólares, con un
promedio de 40 desastres lo que ubica a la región en el segundo lugar
después de Asia en cuanto a frecuencia (BID, 2000: 1).
En Colombia, se conoce muy bien la devastación causada por inundaciones,
terremotos, deslizamientos de tierra, flujo de lodos, entre otras amenazas
naturales, que han dejado
un costo importante en el aspecto económico y social (Ver Figura 1).

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