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BAUTISMOS

Por tanto, dejando la discusión de los principios elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección, no
echando otra vez los fundamentos… de la doctrina de bautismos (Hebreos 6:1-2)
En el capítulo anterior, examinamos cómo la fe nos da acceso a todo lo que provee la salvación. Esto
incluye el privilegio de pertenecer a la familia de Dios y convertirnos en miembros de Su reino. La siguiente
doctrina fundacional que vamos a analizar es la idea de los bautismos.
Fíjate en que se usa el plural de la palabra “bautismo” y no el singular. Es “la doctrina de bautismos”
(plural), no “la doctrina del bautismo” (singular). Por tanto, podemos concluir que el escritor de Hebreos
está aludiendo a más de un tipo de bautismo.
A medida que examinemos los diferentes tipos de bautismos, es importante tener en cuenta que la
palabra “bautismo” proviene de la palabra griega “baptizo,” que significa “hundir, sumergir, saturar;
sobrecargar.” Participar en el bautismo es una experiencia total y transicional– total en el sentido de que
involucra a la persona completa, y transicional en el sentido de que marca el paso de un lugar, o estado, a
otro.
A lo largo del Nuevo Testamento, se mencionan cinco tipos distintos de bautizos:
El BAUTISMO DE JUAN “EL BAUTISTA”. Es un bautismo de arrepentimiento: “Juan vino, bautizando en
el desierto y predicando un bautismo para arrepentimiento de pecados.” (Marcos 1:4). Esto no fue sólo
un anuncio del bautismo del Nuevo Pacto; era el comienzo del bautismo del Nuevo Pacto, “Porque todos
los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.” (Mateo 11:13). El mensaje de Juan el Bautista es
considerado “El comienzo del evangelio de Jesucristo.” (Marcos 1:1).
El arrepentimiento es una transición donde el ser total de alguien pasa del pecado a la justicia; una
transición del auto-gobierno a la completa sumisión a Dios.

BAUTISMO EN EL CUERPO DE CRISTO. En el momento en que recibes a Jesucristo como Señor, te haces
uno con Él– ¡el cuerpo y la cabeza son uno solo! “Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo–
tanto judíos como griegos, esclavos como libres–y a todos se nos ha dado a beber de un mismo Espíritu…
Ahora son el cuerpo de Cristo, y miembros individualmente.” (1 Corintios 12:13,27).
Por tanto, el bautismo en el Cuerpo de Cristo es una transición total del reino de las tinieblas y una
completa inmersión en el reino de luz de Dios: “Él nos ha rescatado del reino de las tinieblas y nos ha
llevado al Reino de Su amado Hijo, quien compró nuestra libertad y perdonó nuestros pecados.”
(Colosenses 1:13-14).
Este bautismo es un bautismo de pertenencia. Como ahora perteneces a la familia de Dios, tomas parte en
los beneficios de la familia. Estos beneficios incluyen:
Adopción en la familia de Dios en calidad de hijos e hijas: “Dios decidió de antemano adoptarnos
dentro de Su propia familia, llevándonos a Él a través de Jesucristo. Esto es lo que quería hacer,
y en lo cual se complació.” (Efesios 1:5).
Ciudadanía en el reino celestial de Dios: “Ahora, por tanto, ya no son extranjeros ni forasteros, sino
ciudadanos junto con los santos y miembros del hogar de Dios.” (Efesios 2:19).
Sanidad y Provisión: La obra redentora que Jesús hizo en la cruz incluye sanidad y provisión–no se
limita al perdón de los pecados. Isaías profetizó, “Fue herido por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Sus llagas fuimos nosotros
curados.” (Isaías 53:5). Pedro afirmó, “Él personalmente llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre
la cruz, para que podamos morir al pecado y vivir por la justicia. Por Sus heridas, ustedes son
sanados.” (1 Pedro
2:24).
Toda forma de Bendición: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos
ha bendecido con toda bendición espiritual.” (Efesios 1:3)
Una Herencia Eterna: “Como estamos unidos con Cristo, hemos recibido una herencia de Dios, ya
que Él nos eligió de antemano, y hace que todo funcione de acuerdo a Su plan.” (Efesios 1:11).
Bautismo en Agua. Ser bautizado en Cristo es el bautismo que los creyentes inicialmente identifican con la
muerte y resurrección de Jesús. Cuando un creyente es bautizado en agua, hace una declaración pública
y externa de una transformación interna del corazón, que ha ocurrido previamente a través del
arrepentimiento y la fe en la obra redentora de Jesucristo. El bautismo en agua es el anuncio de
que no sólo nos alejamos del pecado, sino que estamos muriendo al mismo. Estamos declarando que
nuestra antigua vida y nuestra naturaleza pecadora están muertas. Inversamente, estamos declarando
también que resucitamos a una nueva forma de vida en Cristo. Bajar a las aguas del bautismo es un
simbolismo de ser crucificados y enterrados con Cristo. Salir del agua es un acto simbólico de la resurrección
en Cristo. Por tanto, el bautismo en agua representa el poder de la muerte y la resurrección de Jesús. Con
respecto a la significación de este bautismo, Pablo escribió:
¿O han olvidado que cuando nos unimos con Cristo Jesús en el bautismo, nos unimos a Él en su
muerte? Porque morimos y fuimos enterrados con Cristo por medio del bautismo. Y de la misma
forma que Cristo fue levantado de los muertos por el glorioso poder del Padre, ahora nosotros
también podemos vivir nuevas vidas. (Romanos 6:3-4)
Cuando vinieron a Cristo, fueron “circuncidados,” pero no por un procedimiento físico. Cristo realizó
una circuncisión espiritual–al cortar de ustedes la naturaleza pecadora. Porque fueron enterrados
con Cristo cuando fueron bautizados. Y con él fueron resucitados a una nueva vida porque
confiaron en el poder de Dios, que levantó a Cristo de los muertos. (Colosenses 2:11-12).
Y el bautismo, el cual es representativo… también nos salva [de las dudas y miedos internos], no
al remover la suciedad exterior del cuerpo [baño], sino al darnos [al proveernos] la respuesta
de una conciencia buena y limpia (limpieza y paz interior) ante Dios [porque estamos
demostrando lo que
creemos que es nuestro] a través de la resurrección de Jesucristo (1 Pedro 3:21)
El bautismo en agua es una de nuestras primeras oportunidades de honrar y obedecer a Jesús después
de volvernos suyos. Antes de que un individuo pueda tomar parte en un bautismo en agua, debe cumplir
ciertas condiciones. Esas condiciones incluyen las siguientes acciones:
Arrepentirse. En el día de Pentecostés, Pedro anunció audazmente, “Arrepiéntanse, y bautícese
cada uno en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados; y recibirán el don del
Espíritu Santo.” (Hechos 2: 37-38). El arrepentimiento debe preceder al bautismo; esa es la primera
respuesta que Dios requiere de alguien que desea ser salvo.
Creer. Como vimos en el capítulo anterior, la fe en el evangelio es un requisito para activar su
poder salvador. Jesús dijo, “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura. El
que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.” (Marcos 16:15-16). En
todo lugar en que el evangelio es predicado, aquellos que desean ser salvos deben arrepentirse,
creer y ser bautizados.
Decidir. Un creyente debe tomar por sí mismo la decisión de bautizarse. Otros no pueden tomar
esa decisión en su lugar. Los requisitos de arrepentirse y creer indican que el que toma la decisión
está consciente de a qué se está comprometiendo. Al hacerlo, la persona declara abiertamente
que está muriendo a su vida anterior y está afirmando públicamente que entrega su vida a
Jesús y se compromete a vivir por Su gracia.
Así que el bautismo en agua es una inmersión completa en Cristo–declarando públicamente la muerte
a nuestro antiguo modo de vida y el compromiso con el modo de vida de Dios: “Mi antiguo yo está
crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal
confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se dio a Sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20).
BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO. Esta es una experiencia separada del bautismo en agua, a través
de la cual un
creyente es lleno del Espíritu Santo, dándole el poder para representar a Jesús de forma
eficiente. Recibir el bautismo del Espíritu Santo no es una sugerencia, una opción o una
recomendación– ¡es un mandato!
Jesús instruyó claramente:
Y estando reunido con ellos, les ordenó no marcharse de Jerusalén hasta recibir la
Promesa del Padre, “la cual,” dijo, “han escuchado de mí; porque Juan ciertamente bautizó
con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días.”
(Hechos 1:4-5).
Jesús también reveló el propósito de este bautismo, diciendo: He aquí, yo envío la Promesa de
Mi Padre sobre
ustedes; pero permanezcan en la ciudad de Jerusalén hasta que sean investidos con poder
desde lo alto.
(Lucas 24:49).
Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y me serán testigos
en Jerusalén, y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” (Hechos 1:8).
Con el bautismo del Espíritu Santo viene poder para vivir esta nueva vida que Jesús ha puesto
a nuestra disposición. Investidos con este poder de Dios, somos libres del poder del pecado y
equipados con dones sobrenaturales del Espíritu Santo (1 Corintios 12). Dios desea que todos
los creyentes sean llenos de Su Espíritu. Pedro dijo, “Porque la promesa es para ustedes y para
sus hijos, y para todos los que están lejos, tantos como el Señor nuestro Dios llame.” (Hechos
2:39).
Conocí a Jesucristo como Salvador a través de un hermano de fraternidad en la Universidad
Purdue en 1979. Una vez que me volví de mis propios caminos y confesé a Jesucristo como mi
Señor, supe que había nacido al reino de Dios. No había duda de que era salvo. Sin embargo, algo
faltaba en mi vida, y durante varios meses no pude imaginar qué era. El Señor parecía distante,
incluso aunque yo sabía que era Su hijo. Cuando leía la Biblia, era difícil entenderla, a pesar de
que la leía con diligencia. También carecía de la habilidad de triunfar sobre la tentación,
especialmente con la presión que viví como estudiante universitario.
A medida que pasó el tiempo, empecé a conocer personas que parecían más cercanos al Señor de lo que yo
era. Hablaban sobre Él de una forma personal. Yo estaba perplejo. Parecían tener fuerza y una perspectiva
de los caminos del Señor que yo no tenía. ¿En qué estaba desconectado? me pregunté. Entonces,
estudiando mi Biblia, comprendí que había un encuentro con el Señor que aún no había experimentado–
el bautismo del Espíritu Santo. Esta experiencia fue el punto de giro en mi caminar con Dios.
El bautismo del Espíritu Santo no puede ganarse ni comprarse; debe ser recibido. Las Escrituras nos revelan
tres simples pasos que nos posicionan para recibir ese bautismo:
Desear. Jesús nos reveló que el nivel de hambre y sed de Dios que tengas, determinará hasta
qué punto serás llenado: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán llenados.” (Mateo 5:6).
Pedir. Jesús nos dijo, “Si ustedes, siendo malos, saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡cuánto más
su Padre celestial dará el Espíritu Santo a aquellos que lo pidan!” (Lucas 11:13).
Creer. Pablo recordó a la iglesia gálata, “Sólo esto quiero escuchar de ustedes: ¿recibieron el
Espíritu por las obras de la ley, o por el oír de la fe?” (Gálatas
3:2).
El bautismo del Espíritu Santo es una experiencia en la cual te llenas del Espíritu de Dios hasta desbordar–
en la que Su presencia te sobrecoge y te satura hasta que te fundes con Dios mismo: “[Para que en
verdad lleguen] a conocer [de forma práctica, a través de una experiencia propia] el amor de Cristo, que
sobrepasa el simple conocimiento [sin la experiencia]; para que puedan ser llenos [en todo su ser] hasta
llegar a la plenitud de Dios [y puedan tener la medida más rica de la Presencia divina, y convertirse en un
cuerpo lleno y rebosante del mismo Dios].” (Efesios 3:19).
Por favor, entiende que la llenura del Espíritu Santo no es un suceso único, sino una experiencia
continua. Pablo nos alentó, “Y no se embriaguen con vino, porque eso es libertinaje; sino que sean llenos
y estimulados con el [Santo] Espíritu.” (Efesios 5:18). El Espíritu Santo es crucial para nuestra experiencia
cristiana.

BAUTISMO DE FUEGO
Este bautismo está directamente relacionado con el bautismo del Espíritu Santo. Juan el Bautista
dijo sobre Jesús, “Yo los bautizo con agua; pero pronto vendrá alguien que es mayor que yo–tanto,
que ni siquiera soy digno de ser Su esclavo y desatar las correas de Sus sandalias. Él los bautizará
con el Espíritu Santo y con fuego.” (Lucas 3:16).
El bautismo de fuego representa la purificación. Cuando eres lleno del Espíritu Santo, Él comienza
una obra de santificación que produce refinamiento y madurez. El bautismo de fuego incluye un
elemento de sufrimiento. Déjame aclarar que Dios no está detrás del sufrimiento, pero lo usará
para fortalecer nuestra fe y madurar nuestro entendimiento de Su bondad y fidelidad (lee el
primer capítulo del libro de Santiago).
El apóstol Pedro escribió:
Así que deben alegrarse. Hay una alegría maravillosa por delante, aunque por un tiempo
deban enfrentar muchas pruebas. Estas pruebas mostrarán que su fe es genuina. Está
siendo probada como el fuego pone a prueba y purifica el oro–a pesar de que su fe es
mucho más preciosa que el simple oro. Así que cuando su fe permanezca fuerte a través
de muchas pruebas, les traerá mucha alabanza y gloria y honor en el día en que Jesucristo
sea revelado al mundo entero. (1 Pedro 1:6-7).
Amados, no piensen que la prueba de fuego que están pasando es extraña, como si algo
muy raro les hubiera pasado; sino que regocíjense mucho porque están compartiendo los
sufrimientos de Cristo, para que cuando Su gloria sea revelada, ustedes también se
alegrarán con gran gozo. (1 Pedro 4:12-13).
El bautismo de fuego también es llamado “Bautismo de Sufrimiento.” Este es un bautismo
único, en el cual entras en una temporada de refinamiento para la preparación de tu propósito.
El cumplimiento del plan de Dios para tu vida exigirá, inevitablemente, una rendición total de todo
tu ser– espíritu, alma y cuerpo–en manos de Dios.
Este bautismo de sufrimiento se menciona en Marcos 10:38. Dos discípulos–Santiago y Juan–se acercan a
Jesús y le piden que les conceda el privilegio de sentarse en un lugar de honor, a la derecha y a la izquierda
de Su trono.

En respuesta, Jesús dijo, “¡No saben lo que piden! ¿Pueden beber de la amarga copa de sufrimiento de la que
yo estoy a punto de beber? ¿Pueden ser bautizados en el bautismo de sufrimiento que yo debo recibir?”
“Sí,” respondieron ambos discípulos, “¡sí podemos!” Entonces, Jesús les dijo, “De hecho, pueden beber de Mi copa
amarga y ser bautizado con Mi bautismo de sufrimiento. Pero no tengo derecho a decidir quién se sentará a mi
derecha o a mi izquierda. Dios ha preparado esos lugares para los que Él ha escogido.” (Marcos 10:39).
Desafortunadamente, mucho no entienden el propósito de las pruebas y el sufrimiento. Para ilustrarnos
al respecto, Pablo escribió, “Porque a ustedes se les ha concedido por el bien de Cristo, no sólo creer en
Él, sino también sufrir por Él.” (Filipenses 1:29).
¿Esta afirmación te hace pensar un poco al considerar que el sufrimiento te ha sido concedido? ¿Cómo
pueden aparecer en la misma oración “conceder” y “sufrimiento”? ¿Puede ser que hayas mantenido
una visión incorrecta sobre el sufrimiento?
En cualquier prueba que enfrentamos, Dios permite las dificultades con un propósito–edificar nuestro
carácter y capacidad. Dios permitirá una dificultad hoy para simular los niveles de presión que Él sabe
que enfrentaremos mañana. Dios está usando nuestros retos actuales para fortalecernos en
preparación para una gran conquista en nuestro futuro. Ese es el motivo de que las pruebas siempre se
sientan mayores que nuestro nivel actual de preparación o responsabilidad. [Por favor, fíjate en que estoy
usando cuidadosamente la palabra “permitir,” porque Dios no es el autor de las tentaciones. Santiago
afirma, “Recuerden, cuando estén siendo tentados, no digan ‘Dios me está tentando.’ Dios nunca es
tentado a hacer lo incorrecto, y Él nunca tienta a nadie” (Santiago 1:13)].
A lo largo de cualquier dificultad o sufrimiento, siempre hay promesa. Santiago nos dice, “Considérenlo
como un puro regalo, amigos, cuando les vengan pruebas y retos de todas partes. Saben que, bajo
presión, su vida de fe es forzada a mostrarse en sus verdaderos colores. Así que no traten de librarse de
nada prematuramente. Dejen obrar a las circunstancias para que puedan madurar y desarrollarse bien,
sin deficiencia alguna.” (Santiago 1:2-4).
Cuando experimentas sufrimiento y a través del mismo permaneces fiel a Dios, sales más fuerte,
desarrollado y preparado para lo siguiente que Dios ha planeado para ti. Santiago también nos dice
qué esperar del otro lado del sufrimiento, “Bienaventurado el hombre que resiste la tentación; porque
cuando sea aprobado, recibirá la corona de vida que el Señor le ha prometido a aquellos que lo aman.”
(Santiago 1:12).
La palabra “corona” conlleva autoridad, y con la autoridad llega el poder. Jesús entró a un tiempo de
prueba en el desierto para ser tentado por el diablo. Debido a Su obediencia y perseverancia, emergió
con mayor autoridad y poder (lee Lucas 4:1, 14). Como Jesús, también nosotros podemos emerger del
sufrimiento con mayor autoridad y poder.
Mi libro La Trampa de Satanás ha sido un éxito de ventas por más de veinticinco años. Ha liberado a
incontables personas de la mortal trampa de la ofensa. Durante años, mi equipo y yo hemos recibido
abundancia de testimonios que nos permitieron conocer cómo ha impactado ese mensaje en sus vidas,
matrimonios e iglesias. Sin embargo, antes de escribir una sola palabra del mismo pasé por un periodo de
sufrimiento en el cual tuve que manejar una traición muy dolorosa. Ese periodo duró varios años, en los
cuales aprendí a encontrar libertad de la ofensa y a crecer en obediencia a Dios. Al salir exitoso de ese
tiempo de dificultades, pude hablar y escribir sobre el tema de la ofensa con convicción, autoridad y
poder. El mensaje se formó primero en mi interior antes de ser predicado y escrito a través de mí.
Debido a que obtuve victoria en esa área, pude impartir fuerza a otros para que hicieran lo mismo.
Déjame reiterar: los sufrimientos de Cristo que se nos permite experimentar no son los
sufrimientos de los cuales Él nos ha redimido, como la enfermedad o la pobreza. El
sufrimiento que experimentamos es morir a nosotros mismos y a la naturaleza pecadora de
la carne. Como Pedro señaló, “Por tanto, ya que Cristo sufrió por nosotros en la carne, ármense
con la misma mente, porque el que ha sufrido en la carne ha desistido del pecado.” (1 Pedro 4:1).
Un bautismo (inmersión) de sufrimiento tiene el propósito de prepararnos para que emerjamos
con una nueva disposición, necesaria para cumplir nuestro destino en Cristo. Como he
experimentado, el fuego que inicialmente nos purifica liberará a otros con los que entramos
en contacto.
A través de los diferentes tipos de bautismo se nota un tema central–inmersión completa.
Esto significa que entras en ellos por completo– ¡sin guardarte nada! Estás completamente
comprometido con este nuevo tipo de vida.
Es un hermoso intercambio entre tú y Dios–tu vida por la Suya.

PREGUNTAS DE DEBATE
1. ¿Por qué es importante el bautismo en agua? ¿Qué representa?
2. ¿Cuál es el resultado del bautismo del Espíritu Santo, y por qué es tan importante en la vida
de un creyente?
3. Cuando somos bautizados en el Cuerpo de Cristo, ¿cuáles son los beneficios de pertenecer
a la familia de Dios?
4. Teniendo ya una comprensión del Bautismo de Sufrimiento, ¿por qué es importante
para ti?

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