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MARZO 2013

Clase 1: Sobre la ciudadanía

Aproximación al concepto de ciudadanía:


iudadanía:
¿legal o participativa
participativa??
Ciudadanía es un concepto polisémico y sumamente discutido a lo largo de la historia del
pensamiento político. Dee hecho, política y ciudadanía son términos íntimamente relacionados.
rel
En griego, política tiene su raíz en la palabra polis que significa ciudad, y que durante la
democracia ateniense (siglo V a.C.) fue la unidad mínima de organización política y
administrativa. Los asuntos de la ciudad, la polis, constituían la Política y quienes
uienes participaban
de los asuntos de la ciudad eran precisamente los ciudadanos: hombres mayores y libres (no
esclavos), nacidos en la ciudad.
iudad. Quedaban excluidos entonces las mujeres, los jóvenes, los
niños y los esclavos. Quienes gozaban del privilegio
rivilegio de la ciudadanía podían formar parte de
las asambleas donde decidían cuestiones relevantes para todos los habitantes de una ciudad,
dee ahí que el sentido más difundido de esta noción sea el de p participar en la toma de
decisiones de importancia colectiva
lectiva de una determinada unidad territorial soberana.

Ahora bien, en la actualidad, al referirnos al concepto de ciudadanía, surgen preguntas: ¿qué


entendemos hoy por ciudadanía? Si antes se refería el espacio de la polis, ¿qué significaría
hoy para nosotros
otros hablar de “polis
“polis”?

Laa ciudadanía en sentido moderno está ligada a la formación del Estado-Nación


Nación. La historia
reciente se ha caracterizado por la emergencia de un concepto fundamental en torno al
alcance de la ciudadanía, al que ha quedado enlazado desde entonces: el concepto de
derechos humanos, es decir, derechos que poseen tod todas las personas por el solo hecho de ser
humanos.. Este concepto emerge inicialmente aal calor de la revolución francesa y otros
movimientos de la época que buscaban limitar la arbitrariedad del poder del Estado
absolutista.. Los derechos de ciudadanía se postulaban como derechos elementales, e incluían
sobre todo a los llamados derechos civiles y políticos que constituyen: “los primeros derechos
que fueron consagrados en los ordordenamientos
enamientos jurídicos y están destinados a la protección del
ser humano individualmente considerado, contra cualquier agresión de algún órgano
público” (Di Marco y Otros, 2010). Esta primera generación incluye derechos tales como:
derecho a la vida, derecho al honor, derecho a la libertad seguridad
guridad e integridad personal,
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derecho
erecho a la libertad de expresión, derecho a elegir y ser elegido, derecho a peticionar,
derecho al libre tránsito.

Una segunda generación de derechos ssurge a partir de las luchas de diversos ersos movimientos
políticos y sociales a lo largo de la historia del siglo XX. Se trata de los derechos
erechos económicos,
sociales y culturales
ulturales que “tienen como objetivo fundamental garantizar el bienestar
económico, el acceso al trabajo, a la educación y a la ccultura,
ultura, de tal forma que se asegure el
desarrollo de los seres humanos y de los pueblos” y “se caracterizan por requerir la actuación
del estado para que la ciudadanía pueda tener acceso a estos derechos” (Di Marco y Otros,
2010). En efecto, las as Naciones U Unidas ratificaron el Pacto Internacional de Derechos
1
Económicos, Sociales y Culturales en 1966 que entró en vigencia en 1976. Allí se plantea la
progresividad del cumplimiento de los artículos del pacto, lo que significa indirectamente que
se establece la prohibición de regresividad o retroceso, esto es, que bajo ninguna condición
los estados
stados pueden realizar acciones que tiendan a volver a un estadio de reducción de los
derechos reconocidos y que, al contrario, deben paulatinamente ampliar su aplicación.

En este punto deben hacerse algunas consideraciones. Por un la


lado,
do, el efectivo ejercicio de los
derechos humanos de segunda generación por parte de toda la población es objeto de
disputa de intereses económicos y de poder que permanentemente traman el mapa map social. La
existencia de estaa generación de derechos supera, por su propia definición, una perspectiva
de los derechos en términos exclusivamente individuales (las libertades individuales) para
incorporar además una perspectiva
rspectiva social
social.

cial se encuentra reñida con el discurso liberal que enarbola el argumento de


La perspectiva social
los derechos cuando se ven puestos en juego los intereses económicos. Se perfila entonces el
relato acerca de la necesidad de “protegerse del Estado”
Estado”, identificándolo como un poder
pod más
y no con lo que debería ser: la nación, la comunidad d de
e quienes habitan el territorio y que
tiene como objetivo el interés común. El neoliberalismo como propuesta económica ha
abrevado en el discurso
curso antiestatal enarbolando la bandera del derecho a la libertad para que
ell Estado que no interfiera en los derechos individuales
individuales. Pero sabemos, a partir de un
recorrido por el pensamiento moderno, que la libertad y la igualdad están en permanente
tensión. Desde
esde este discurso liberal, en muchas ocasiones lo loss pronunciamientos contra el
Estado por la libertad solapan un reclamo por privilegios o intereses particulares o de mercado
y que, por lo tanto, operan como un engranaje en un sistema mayor de distribución que es la
sociedad entera.

Entonces, la lucha por la garantía de la segunda generación de derechos instala un panorama


complejo ya que esencialmente interpela all propio modo de funcionamiento del sistema
capitalista, sus lógicas de poder y sus efectos en los modos de vida de la población.
población Lo que se
ha conocido como Estado de Bienestar equivale a la forma institucional –asumida asumida en la

1
http://www2.ohchr.org/spanish/law/cescr.htm

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posguerra por algunas sociedades occidentales


occidentales– que tiende a atender esta demanda de
derechos y que opera fundamentalmente desarrollando políticas pú públicas
blicas inclusivas que
garanticen
ranticen a toda la población ciertas condiciones que hacen a la calidad
alidad de vida.
vida En nuestro
país, los gobiernos dictatoriales han desplegado
desplegado, además de una restricción directa y severa a
la primera generación de derechos, los civiles y políticos, acciones tendientes a modificar
estructuralmente la forma de distribuci
distribución del ingreso en la sociedad –haciéndola
éndola regresiva–
regresiva y
la producción y el consumo de bienes culturales –eliminándolos,
eliminándolos, restringiéndolos–
restringiéndolos de modo
que fueron sustantivamente perjudiciales también en lo que respecta a esta segunda
generación de derechos, los culturales, sociales y económicos. Durante ell último decenio la
Argentina ha virado en la dirección de las pol políticas de derechos humanos,, derivadas en
acciones concretas del Estado dirigidas a lla inclusión de los sectores más desfavorecidos en el
mercado de trabajo, en el sistema educativo, en el sistema de salud, en el acceso a la vivienda,
en el acceso a los bienes culturales, en el espacio público, por nombrar algunos.

Los derechos de segundaa generación se ocuparon históricamente –yy hasta nuestros días– días de
definir un territorio de reivindicación y lucha social
Se podría enumerar una tercera generación de derechos en proceso de definición, definición
consagrados en diversas disposiciones de algunas conv convenciones
es internacionales. Integran este
grupo los siguientes:: derecho al desarrollo, a la libre determinación
ción de los pueblos, al medio
ambiente, a la paz. See corresponde con las nuevas necesidades de los pueblos de todo el
mundo, pues ya no tiene un destin
destinatario
atario individual, sino que presenta a sujetos colectivos (los
pueblos o la naturaleza misma) como sujetos detentores de derechos.

Por último, hay autores que sostienen incluso una cuarta generación,, vinculada con el
derecho de acceso a la “Sociedad de llaa información”, nuevo criterio de inclusión y exclusión
social que emerge a partir del auge e importancia de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación (Bustamante, 2001).

Ahora bien, los


os derechos humanos –de cualquier generación– interpelan lan la acción del Estado,
y por lo tanto, el Estado es el principal responsable de generar las condiciones para su efectivo
cumplimiento: sean tanto derechos civiles y políticos, como económicos, culturales, sociales,
derecho al desarrollo, a la libre dete
determinación
rminación de los pueblos, al medio ambiente, a la paz y a
la sociedad de la información
información. Esto significa que, en democracia, contrariamente a lo que
establece el enfoque liberal, el fortalecimiento de los recursos y las accioness desde el sector
público constituyen el único modo en que los derechos humanos tienen posibilidad de
ejercerse.

La condición de ciudadaníaa implica lla a posesión de un conjunto de derechos pero no se


restringe solo a esto. Si retomamos la historia del concepto de ciudadanía, y partimos
partim de la
idea de que el ejercicio de la ciudadanía refiere a la acción en el marco de lo que constituía la
polis –en
en tanto unidad político
político-social más básica y elemental–, ¿dónde empieza y termina el
llamaríamos polis actualmente? La unidad
ámbito de la participación ciudadana hoy? ¿A qué llamaría

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mínima ha cambiado por lo que ya no hablamos de ciudades, iudades, sino de estados o de


sociedades.
ociedades. La instancia equivalente a la de la polis griega en la actualidad sería la del Estado
nacional.

En un primer plano de pensamiento


pensamiento, podríamos afirmar que el Estado –la la polis de hoy–
hoy es una
jurisdicción que condiciona legalmente. Sin embargo, ello o significaría ceñirnos sobre todo a
un aspecto de la ciudadanía –el que refiere a la legislación– pero,, además de una figura
jurídica, el Estado
ado constituye sobre todo un espacio social, el mundo que habitamos junto con
otros en nuestra cotidianeidad
cotidianeidad. Ser ciudadano, en tanto miembro de un Estado nación,
implica entonces un cierto nivel de responsabilidad en relación con la sociedad en la que
vivimos.
imos. ¿En qué instancias pongo en juego mi “ser ciudadano”? ¿A través de qué qu acciones
contribuyo a la construcción de espacios de ciudadanía democrática?

Si la Política –con mayúscula–– se desarrollaba en el marco de la polis griega como una


actividad limitada
itada a un momento y a un grupo de personas
personas; en tiempos actuales de estados-
nación, la Política
olítica no puede pensa
pensarse ya como un campo separado espacio-temporalmente
temporalmente de
otros. Por tanto, llamamos política –con minúscula– a esa dimensión donde lo público
aparece en tanto espacio de lo colectivo, lo común, lo compartido, lo que se construye con
otros. Desde esta concepción n la ciudadanía como entidad conceptual se integra con el
hombre real que es económico, cultural, social yy, también, político.

En consonancia con estos dos modos de concebir la polis, vemos que se delinean entonces
ciudadanía: ciudadanía legal y ciudadanía participativa. ¿En qué
dos modos de concebir la ciudadanía
consisten?

El concepto de CIUDADANÍA LEGAL se restringe a la posesión de derechos,, entendidos


entendid desde
una perspectiva individual en relación con la ley
ley. Refiere estrictamente a los deberes y los
derechos garantizados y protegidos por el Estado al que un sujeto pertenece,
pertenece por tanto un
buen ciudadano es aquel que conoce y defiende sus propios derech derechos. No obstante, esta
e
concepción desconoce el dinámico y complejo proceso histórico de lucha y conquista de todas
las generaciones de los derechos por parte de los diversos actores sociales, y entiende que la
posesión de derechos antecede al sujeto ciudada
ciudadano.

Podríamos decir que si ssolo


lo pensamos la ciudadanía en términos legales
corremos el riesgo de educar para formar sujetos que únicamente interpelan
al Estado cuando sienten vulnerados sus derechos.

Como correlato de estasta concepción


concepción, una formación ciudadana apelaría nada más que a la
formación de los estudiantes en torno a los derechos
hos elementales, y a tomar ejercicio activo
de la ciudadanía solo cuando la legalidad fue
fuera quebrantada.
Ahora bien, ¿qué efectos tiene pensar en términos de ciudadanía legal?

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La concepción de ciudadanía legal remite a su ejercicio en términos


exclusivamente individuales. LLaa esfera colectiva, el espacio de lo común se
desdibuja, dando lugar a una actitud exclusivamente de defensa de lo
privado, de lo individual, de lo pro
propio.
pio. Se trata de una ciudadanía pasiva y
meramente reactiva y no un espacio de proposición, de discusión, de diálogo.

Sin embargo, y tal como lo demuestra este breve recorrido histórico, los derechos no
surgieron espontáneamente,, n ni fueron siempre los mismos como tampoco lo fueron las
condiciones de acceso a ellos.

La continua expansión de la esfera de derechos, fruto de las transformaciones de las


sociedades en todo el mundo, pero sobre todo, de las luchas por el reconocimiento y la
expansión de nuevos derechos
erechos, nos conduce a plantear un forma de concebir la ciudadanía
c
que enfatice no solo su rol defensivo, reactivo, si no su aspecto positivo, creador, siempre
histórico y por lo tanto transformador
transformador: la CIUDADANÍA PARTICIPATIVA. Según esta perspectiva,
ser ciudadano significa no sólo tener deberes y derechos sino, sobre todo, ejercer la facultad
de compartir y construir con otros el espacio de lo común, lo público
público.

Cabe preguntarnos entonces: ¿cómo debemos ejercer la ciudadanía para contribuir a la


construcción de lo común? Una sociedad democrática no se restringe solamente a aquella
que garantiza legalmente los procedimientos eleccionarios, la expresión libre de ideas o el
derecho a la organización y el reclamo, sino aquella donde se logra instaurar una
subjetividad ciudadana comprometida en su articulación con lo público
público..

La subjetividad implica formas de pensar, de sentir y actuar socialmente establecidas,


establecidas
disponibles para pensar, para sentir y para actuar. No se circunscribe a lo que la persona
tulo individual sino que comprende las formas que circulan socialmente. Pero ¿a
piensa a título
qué nos referimos con subjetividades comprometidas con lo público? A cómo habitamos lo
público, entendido
do como aquello que se relaciona con la idea de comunidad que queremos
querem
producir.

Abad y Cantarelli (2011) proponen dos grandes modelos para pensar la sociedad y las formas
de habitarla, de ser, de estar, de participar, de pensar, de decir en relación con la vida
colectiva: la “sociedad
ociedad de la gran vinculación” y la “sociedad
ad de la gran desvinculación”. La
diferencia entre una y otra radica en la forma que asumen las relaciones entre las personas y
el modo de subjetividad dominante.

Asimismo hayay dos formas subjetivas fundamentales de relacionarse con el Estado: Estado la
subjetividad demandante y la subjetividad responsable. Podemos vivir nuestra relación
con los espacios colectivos, con las instituciones en las que trabajamos, con el espacio público,

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bajo la forma de la demanda o bajo la forma de la responsabilidad. Desde ya que nadie es


ciento por ciento demandante ni ciento por ciento responsable todo el tiempo, se trata de
modos que ponemos en práctica (también discursos que enunciamos)) en mayor o menor
medida.

La subjetividad demandante es, justamente, una subjetividad, no una na persona, ni un


grupo, ni una institución. Equivale a un posicionamiento que se sostiene sobre una idea o
pensamiento –sese enuncie o no
no–, esa idea en este caso correspondería a la frase “yo no le
debo nada a nadie”.. En la subjetividad demandante la deuda queda separada de la
pretensión y del reclamo, “solamente
solamente pretendo y reclamo, no debo nada, no aporto nada”.
nada

El modo demandante se sostiene en el artilugio que los autores llaman fuga. fuga Los sujetos
hablantes se retiran de una situación
situación, y, al hacerlo, construyen un discurso que de algún
modo los exculpa de la causa de su fuga, entendida como artificio discursivo que el
demandante construye, a veces muy complejo y desgastante, para desentenderse de una
tarea que le cabe. El demandante es, a su modo, astuto y construye uye distintas formas de
astucia. En otras palabras: las
as fugas son excusas que el demandante construye para retirarse
(2011).

Ahora bien, hayay cuatro tipos de fugas que argumentan la imposibilidad de participar en la
construcción de lo público:
• fuga al pasado: sintetizada en la frase “todo tiempo pasado fue mejor”, donde el presente
se vuelve un lugar en el que nada se puede
puede.
• fuga a los valores: basada
ada en una supuesta pérdida de valores, la realidad nunca llegará a
ser lo que debe ser.
• fuga a la interna: consiste en la idea de que siempre hay un problema interno que impide
participar.
• fuga a los recursos: basada en el argumento de las carencias materiales.

El ciudadano,, echando mano de estas fugas, se justifica en una posición de impotencia,


impotenc
donde no puede hacer nada, donde queda como mero hombre o mujer que está est por fuera y
solo padece los efectos de un supuesto sistema que lo trasciende. Como resultante queda esa
persona incapaz de pensarse más desde un rol activo, n ni de valerse de los recursos
ecursos disponibles
para aportar e incidir en una situación
situación.. Se produce así un modo subjetivo descomprometido.
Podemos aseverar que la recurrencia a estas prácticas fugitivas contribuye a consolidar el
discurso antiestatal funcional a un modelo de sociedad neoliberal.

En su polo opuesto existe, como modo disponible socialmente, la subjetividad responsable,


responsable
aquella que construye ciudadanía democrática. ¿De qué se trata? Si la subjetividad
demandante separa derecho de debdeberes (“el Estado me debe pero yo no debo nada”),
nada”) de
algún modo la subjetividad responsable encuentra el modo de anudarlos. No hay un solo

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modo de anudar derechos con deberes


deberes,, hay muchos. Para pensar estas distintas formas
veamos cómo podríamos pensar la fuga del lado de la subjetividad responsable:
e:

 Cuando alguien dice “se acabaron los valores”, lo único que señala es la diferencia
con un ideal pasado, está diciendo
diciendo: “yo
yo pienso, yo siento, yo quiero algo distinto”.
distinto La
subjetividad responsable frente a esta fuga a los valores opera haciéndose las
siguientes preguntas: ¿Es acaso imposible pensar algo más grande que las diferencias?
¿Es imposible pensar en algo que contenga las diferencias generacionales entre
maestros y alumnos por ejemplo
ejemplo?? ¿Se puede pensar qué tenemos en común que nos
acerca?
 Frente a la fuga a la interna, la subjetividad responsable no tiene que forzarse por
imaginar una institución sin internas, sino más bien pensar que cualquier construcción
política tiene dos lados
lados, la dimensión del proyecto, pero también una a dimensión más
micro, donde aparece el conflicto,, como algo propio de la relación social.
social Hay que
pensar las dos dimensiones a la vez.
 La contracara de la fuga los recursos es la capacidad de leer la activación posible de un
recurso, ¿qué soy capaz o qué somos capaces de hacer con esto que hay?
 La fuga al pasado tiene que funcionar en la subjetividad responsable como operación
de historización. ¿De dónde venimos? ¿Qué hemos construido? ¿Qué estamos
cuidando, a qué proyecto estamos abonando siendo responsables?

La ciudadanía no equivale
quivale solamente a una condición jurídica a defender
cuando es atacada, sino a una posición que significa asumir una práctica
activa y transformadora, que cuida, propone, crea y exige en lugar de
solamente reclamar.

Asumir el posicionamiento de la subjetividad responsable implica poner en práctica una ética


estatal: ¿qué estoy descuidando cuando pongo en práctica alguna de las formas de fuga?
¿Cuál es mi aporte al proyecto de sociedad o, hablando de la escuela, al proyecto de la
institución? Tengo derechos que cuidar, pero también tiene que cuidarse mi lugar de
participación en un proyecto colectivo. Por tanto, la
a responsabilidad está en el cuidado de mi
lugar de participación, y esto se hace no fugando sino ocupando el lugar. Más allá de las
afinidades con un colega y discrepancias con otro
otro, tengo que poder construir con él o con ella
en función de un proyecto y de una norm normaa que nos incluyen a ambos. El proyecto es lo
común, lo que nos reúne.

Para construir una “sociedad de vinculación”, don


dondede funcionemos como colectivo, donde
nuestros vínculos estén fortalecidos
fortalecidos, hay que dar lugar a aquellas prácticas que consolidan
una ética de la responsabilidad.

Si llevamos esta reflexión a nuestro trabajo docente, es importante que no interroguemos:

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¿Desde
esde qué concepción de ciudadanía trabajamos
trabajamos? ¿Cómo concebimos al
Estado? ¿Cómo nos relacionamos con lo público? ¿¿Nos
Nos comportamos
solamente como ciudadanos demandantes hacia el Estado o también
participamos en la construcción de lo público
público? ¿Sostenemos desde nuestra
práctica cotidiana una concepción de ciudadanía en el modo ampliado,
participativo o la restringimos a su dimensión legal e individual?
individual

Autora: Ana Campelo


Cómo citar este texto:

Ana Campelo (2013). “Aproximación


Aproximación al concepto de ciudadanía: ¿legal o participativa?,
participativa?
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC, Buenos Aires, Ministerio de
Educación de la Nación.

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