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René Schérer

Schérer, René, Miradas sobre Deleuze. -1a ed. - Buenos Aires: Cactus, 2012.
ze
160 p.; 21X14 cm. - (Occursus) Miradas sobre Oeleu
ISBN 978-987-26219-8-8
1. Filosofía. l. Título.
CDD190

Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d'Aide a la Publication Victoria Ocampo,
bénéficie du soutien du Service de Coopération et d'Action Culturelle de l'Ambassade de
France en Argentine

Esta obra, publicada en el marco del programa de Ayuda a la Publicación Victoria acam­
po, cuenta con el apoyo del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada
de Francia en Argentina

Título: Miradas sobre Deleuze


Título original: Regards sur Deleuze
Autor: René Schérer
© 1998 by �ditions Kimé

Traducción: Sebastián Puente

Diseño de interior y tapa: Manuel Adduci


·
Impresión: Gráfica MPS

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.


ISBN: 978-g87-26219-8-8
Editorial Cactus
ira. edición-BuenosAires, Noviembre de 2012

I}: www.editorialcactus.com.ar
·�OCCURSUS�
181: editorialcactus@yahoo.com.ar
ÍNDICE

Advertencia
9
1. Preludio. Deleuze vivo - Un tono de amistad
11
2. La escritura, la vida.
15
3. El demonio de Deleuze {Impersonal 1)
29
4. Homo tantum {Impersonal 2)
39
5. Paradojas de los devenires
57
6. Potencias del deseo: Deleuze y las costumbres
73
7. Una vía no-platónica de la verdad.
La homosexualidad revisitada
79
8. Fábrica del alma - Gilles·Félix
10]
g. subjetividades fuera del sujeto
121
10. Deleuze y la utopía
131
René Schérer
UZE
MIRADAS SOBRE DELE
Advertencia

Inspirados en la amistad, estos textos se escalonan a partir de las muertes


sucesivas de Félix Guattari en 1992 y de Gilles Deleuze en 1995.
«Deleuze» es entonces también la escritura común de El Anti-Edipo
y de Mil Mesetas, de Qué es lafilosofta?, además de los libros escritos por
el filósofo solo: Lógi.ca del sentido, Diferencia y repetición, Cine 1 y 2, El
pliegue, por citar solamente estos.
Nada impide concebir esta recolección de artículos como un acto de
recogimiento, el acto de una amistad que llama a recogerse recogiendo.
No se encontrará aquí, evidentemente, una exposición sistemática en
regla, sino vistas, es decir cortes a partir de ciertos puntos singulares, de
ciertos temas. Son miradas. Y se sabe que las miradas son también aber­
turas hechas en un muro para poder mirar'. De afuera hacia adentro, e
inversamente. Por medio de estas miradas esperamos hacer sentir hasta
qué punto la obra deleuziana hoy, intensamente, «nos mira».
Dadas las circunstancias de redacción de cada fragmento, en varias
ocasiones se encontrará la idea de la muerte. Quisimos este rasgo como
estribillo. Pero no es para rumiar una tristeza can contraria a un pensa­
miento totalmente consagrado al deseo ilimitado de la vida, a la alegría.

1 En referencia a un uso de la palabra que no existe en castellano [N. del TJ.


1
Preludio
Deleuze vivo - Un tono de amistad

Gracias a Nico las


Hutter'
Emilie Y Jean-Bap
'
tiste
Muriel Sch u
m-King z OUZJ, . En 1994, dado que tenía trato con dos estudiantes de América latina,
D nss,
. Halim y Pau!ette' discípulos muy entendidos de Gilles Deleuze, «deleuzianos» incondi­
sm
. ellos Kays er,
esta recopilación cionales, ganado yo mismo por el entusiasmo y sintiéndome devenir un
no hubiera visto la
luz. prosélito, le escribí a Gilles:
«Nosotros, deleuzianos . ..».
Me contestó, divertido:
«No creo que seas 'deleuziano' sino, en cambio, que son1os amigos,
y estamos entonces en ese estado de entendimiento anticipado, o aún
mejor, en esa hospitalidad».
Esta frase, que hace partícipe al humor, me ha tocado y me ha gustado.
Más aún hoy, que nos ha abandonado trágicamente y tan dignamente.
Eso es Deleuze, aquél que desde el principio convirtió su filosofía tan
atractiva, fuera de toda inquietud de orden teórico y de obediencia, en
el deslumbramiento provocado por sus fulguraciones : esa hospitalidad,
ese acto de amistad y de amor.
Ella le ha dado a mucha gente la posibilidad simple de pensar, de no
avergonzarse de su propio pensamiento .. . o de su falta de pensamiento;
los ha despertado al ejercicio d el pensamiento, los ha reconciliado con

11
René 5chérer
él. Es un fenóme
no absolutamenre
Miradas sobre Deleuze
Dele uze. Se prod curioso, excepcio
ujo desde el mo nal, propio de cada vez más grande que reunen, · Lyotard, René
Gilles Deleuze, Fran�o1s
Vincennes (la únic mento en que co
a universidad que menzó a enseña r
Félix Guattari em haya podid o tole en Schérer y Guy Hocquenghem, a quienes consideraban la avanzada de1
prendió la edificaci rar), cuando con irracionalismo»'
una máquina de ón de ese siste ma .
g uerra, nada cóm riguroso que llamó .
odo de asimilar, Evidentemente, Fran�ois nd1cuhza
. . esta idea tan estúpida como extrana,
-
su terminología seguramente, difíc
y sus métodos, il en así como la falsa unidad de una «prete1� dida filosofía del deseo». Con
el mundo, que le pero que sin embargo
concernía a todo le hablaba a tod
guía n alojarse. Por el m undo , y en el o su expresión li 1oso'fica, Deleuze ¡e otorgo a la multiplicidad de agencia-
«todo el mundo» cual todos conse­ . .
que la filosofía hab enti end o, por supuesto, miemos de deseo en los mo;1m1entos de ese entonces (mujeres y MLF,
ía dejad o librados a aquellos
·

a su suene, a los _, y FHAR') , un mcremento de vida y de potencia. En!°'l deseo


homosexuaies
desanimaba, sea a que ater rorizaba,
causa del terror susc homosexual, Guy Hocquen�hem , . filosofia·. la d e
aba en una umca
de la filosofí a, o a itado por la hist
ca usa del terroris oria universitaria
aún, del laca no- mo marxista-leni Deleuze y Guattari. Tomare otro :�:!;o de la relación sin igual que ha
freudismo. nista-maoísta, o
más hecho que se encuentren, en u J te de reconocimiento mutuo, una
No se puede com
prender a Dele uze filosofía compleja, exigente, y :� ,:�::imiento simple de la v ida. Este e
período bisagra y si no se vuel ve
crucial para él co sin cesar a este
Vincennes en el cua mo para nosotros más reciente, y lnas puntual y ano ¿·mo, pero característico. Esta sacad �

. Este período
·

l todo el que (to de del Abecedario de Claire Parnet, Justo. des ués de la muerte de G'll l es.
la palabra, pudo dos los que) toda
tomarla a través vía no había to
Muy reciente de él y grac ias a él; encontró
mado Es un ejemplo a propoSito de Historia ue lafiloso"a,
PJ Y' de la correspon­
men te volv í sobre su Fórmula .
, ·

ci encia entre « problema» y «concept Deleuze explica que mvento el


.

acaban de ser reed sus Diálotos con


Clai re Parnet, que.

Advertí en ella
itados en una-edic
�de bolsillo. ¡Ad concepto de «pliegue» para dar re�p
�:;
r a al problema leibniziano de �a
aquello que lo hiz mirable obra! implicación del universo en las mona das Comenta entonces: «Üespues
su imagen calcada o des viarse de la
del Estado, con historia de la filo .
suje tos, tribunales, sofía: de haber escrito eso, reci'bí una carta de los «plegadores de papel» (sic;
A esa imagen personas, juicios.
que aplasta, que
otro discurso, le rechaza todo otro diciéndome: «¡Pero el pliegue somo s nosotros!»», Es un poco ¡ o que paso .
opone el pensami pensamiento, todo .
captura, vuelo, ento que ope ra sob en los años 70, en V111cem�es y en otras par tes del mundo, debido al Hu¡o
barr ido. Una fórm re el afuera, por 1 y
barrende ro». De ula extr ao rdinaria: «Antes de extranjeros. Se encontro ge te que di'o: wDeleuze somos nosotros.»
este modo es que que juez, .
revueltas, las sole ha recogido todas las que se reconoció deleuziana. �ra un �tido' una dirección, y un senm,
dade s, que le ha exclusiones, las
lugar en ning una dado derechos al una sensibilidad, que iba al encue�t ;: de ,; sensibilidad de él, siem�re
parre, y sobre todo deseo, que no tení
no lo tenía enrre a tan segura en sus ev alua�10n. es N o JUlC · s' por los cuales sentía avem�n,
·,a
psico-analfricos. los especialistas .
Lo hizo pasar con abierta a 1o que hacía falta albergar, y por eso ¡ ISta
que componen su esa a mistad y esa corte 1 '
sino una sens1'b'J'dad
enc anto. La hosp sía extremas .
de la altivez' filo italidad deleuziana para develar la estupidez y la mf amia
sofante, «la turba lil e mpezó a burlarse . .
Leía aún más recie osoFe sca», hubiera Mencioné a Guy H ?cqu g h Una de las últimas cartas que rec1b ,
ntemente, en el
bello libro de Fran
dicho Fourier.
de Deleuze era a propomo
: : L
;phithéatre de morts1
. Está fechada e;
�ois Chltelet,
s
perdidas, la evocaci Z8 de octubre de 1 994:
Crónica de las ideas
había escapado de ón de un curi oso
mi memoria. Se episodio que
<<Al comienzo del ubica hacia 1976:
pasado año univ
mento de filosofía ersitario se pro dujo
un Fenómeno rev en el departa­
tituyeron un «se elado r. D ocentes y
ctor m arxista» con estudiantes cons­
el prop ósito de
opo ner se al aud ' Fron,ois Chatelct, Croniqut des'·,¡,·
itorio e�s rrdues París, Stock, 1977.

1 Morgue: �u P . ón d e las mujeres y Frente homosexual de


J Res cctivamcnte: Movimiento de hber;ic1
'
e <ignifica a <u vez
.,/tivo, y «mo
craductor].

acción r�volucionaria [Nota del crad cto .
� Guy Hocquenghem, L'Amphzrbeatre n 111.orts• Paris, Digrnphe, éd. Gal/imatd, 1994.
rgue• [Nota del

12
13
René Schérer

«El libro de Guy


bri·11a nre hasta
es m uy buen o
morra¡. y amo tu
epílogo, la disti '. , en la e nfer med
ad 2.
la homosexual nc1on pro funda de
idad como el ad los dos estados d e
¿Voy a copiar lo
en ro y el afuera.
Sólo tú...».
La escritur a, la vida.
que sigue> L � go
pongo a cada una solamente a causa
de sus pal;br:s· � del v alor que Je
omo lo dice diven o creo que fuese
a ofenderse, ni
idamente de'una
o haga «llorar en su
t que'
en Dia'/,ogos,
man era tan sen sible
. ,
tumb a>1.. «Esa es
hay en tre nosotr Ja r a ón»' me escn
z
j ª, cua. j te admiro y
os una rela ción e b1a, «por la cual
jo que puedo decír te quiero m:ís de
telo ... Esa es la�
gustan,a poder deci on or la cual,
rme «del eu ziano� p hasta la muerte, me

París, 5 de noviembre del 95: terrible, espantosa noticia de la m:uerte


del filósofo Gilles Dcleuze. Evidentemente se temía su muerte, puesto
que estaba gravemente enfermo, respirando con esfuerzo y, después de un
tiempo, alimentado por tubos de oxígeno, pero ahuyentábamos sin cesar
la idea hacia plazos inciertos. Agotado, sin duda, pero obstinado en el
trabajo, radiante, acogedor hasta el final. Se decidió: levantó vuelo en una
caída rara y sublime, llegando a igualarse al acontecimiento de Ja muerte,
conservando en él toda su trágica ambigüedad. Pues, como había escrito
hacía mucho tiempo en una de sus obras mayores, Lógica del sentido:
((La muerte es a la vez lo que está en una relación extrc1na o definitiva
conmigo y con mi cuerpo, lo que está fundado en mí, pero también Jo que
no tiene relación conmigo, lo incorporal y lo infinitivo, lo impecsonal, lo
que está fundado sólo en sí mismo»; a propósito de otro gran imposibili­
tado, de Joe Bousquet que supo, él también, un estoico, «devenir digno
de lo que nos llega», «decir sí a la muerte por amor a la vida>>.
Creo que de la muerte de Gilles Deleuze, que guardará eternamente su
misterio, sólo se puede hablar filosóficamente. Ciertamente no se debió
a alguna desesperación o «deseo de muerte>>, siendo que esta expresión,

14 15
ze
Miradas sobre Oeleu
René Schérer
finalmente no
asistió al examen. Si
Jean Deprun, que idada. Pero su
· .
la idea misma de un ((rnscmco de muerte» p opu1 anza . d a por el psicoaná- lo que me contó otra materia descu
guna defección en
lts1s, siempre le pareció aberrante Y contradictori a. -r;oda 1a filosofía de
. . . ingresó, fue por al meteórico,
filosofía, en un recorrido
trazado, haci a la
De1 euze es un himno a la v1ºda, una afi umación de 1ª vt'd a. y nadie supo
En Crónicas de las
ca mino y a estab a Fram ;ois Chitelet
ideas perdidas,
me1or que él vivir filosóficamente hasta el extremo I'imite.
sobr e
. de estrella fugaz. unos años más tarde,
in».
. D eJemos. esta posi ción , de
mbrante ex la originalidad,
muerte en su secreto ' en ese momento de vuelo en el que 1 a muerte como menciona una deslu illa de Ad En
a través de «la cost
.
Malebranche visto s, ya es en
acontecimienco y su aceptac'ó ' n se reunen , en un gesto de t·b 1 errad de cara ezclar las ideas recibida
en la manera de m
a1 demno: «Es en este sentido que e1 amorfati se a'
. la «tra nsve rsali dad», de imág enes -clave,
una con e 1 combate de o filosófico
mo poblará el camp Mil
,
1 os hombres libres», escribía' una vez 'ªs en el mismo texto. todo Deleuze, tal co gru entes: « máquinas deseantes», «
'; traz ados incon
Gilles Deleuze está muerro, se volo ' se disipó en tanto que cuerpo, de ideas-fuerz.a, de
... ere. desplaza-
. ..
· dºivi duo; alcanzó ese estado (<de impercepub1lidad», de impersonalidad, mesetas>), (<pliegue» habría que agregar su
in os de juventud,
afirmado por toda su filos 0 f' '.•ª 1 a borradura del autor, de1 escritor . frente Para volver a esos añ rra. Única confide ncia salid a de su
a caus a de la gue
. , nunca rue e
. miento a Deauville ceda rio en Canal Arte: Deauville,
a su obra. Esta reivindicac1on para 'l ,
e umcamente un rasgo una emi sión del Abe
. propia boca durante su madre
solo, encome ndado por
e
pS1colog1co , . o una marca de modest1a . Está filos,ofica111ente, o como se había sido enviado
· de 1a persona,
. . con su casera (pues , su profe sor Hal bwachs,
d.i ce también' <(onroló gicamente» mndada.· sólo el despOJO ora vieja)
en casa de. una señ
d e1 «yo», del «sujeto» permite acceder � l ª verdad del ser de las cosas. La o pen sion ado cont ra el cual la
com res en las dunas, y
Los alimentos terrest
verdad de Deleuze lil sof.o no es pS1colog1ca

6 . que le declamab a dia». N o sé sobre eso más que cua
' . ni biogra'fi ca, es impersonal . • ía «puesto en guar
empujado
, .
cosm1ca. Es por medio de este rasgo que se " m arca, ante rodo, su lugar temible casera lo hab al confi dencia me hubie ra
nte. Esta excepcion
en e1 pensamiento contempor'aneo, que retó
"- . quier otro tele vide damente, las
a su autor. Desgracia
� las grandes mtuiciones le más preguntas
. que rec ra, en 1os modernos, la me impidieron vol­
. natu ralm ente a hacer
antiguas d e los estoicos, de Lucrec10, ar su enfe rmedad
que daba lug soñador y del
. .
msp1ración de un Schelling. bruscas recaídas a las imagen del adolescente
queda suge rida la
Sin duda se espera de m,1• amigo -pero no íntimo- de De1euze, preci-
. ver a verlo. Sólo cotej arla con las de los últimos
ta
to marino. Me gus lta hacia
.
Slones biográficas. Decepcionare,, sa 1vo para confi mnar este rasgo de que gidi ano bajo el vien del filósofo, la mirad a vue
entregan las fotos
G 111es tenía realmente avemon
mar
. . tiempos, que nos evaches: Mil m esetas, el
f: . .
, por tod0 lo q ue concie .rne al recuerdo de nes de M ill
1. 11 f:anda, a la confidenci a sob re su am1ha• con10 so bre s1 1111Smo. Nació
es o ndulacio Fanny Grand­
, . el infinito, las suav arse , propied ad de
donde amaba retir
, en 1 925 (l S de enero ) 'por tanto tenía 15 anos -
de Saint-Léonard, inspirad ora
en P ans
'
en el 40, alumno cipio de los años 60, su
an, conv ertid a en su mujer a prin ra dich o Fourier.
precoz y, en opinión de q lllenes . 1 o trataron' extrema damente brillante. jou «pivotante», hubie
boradora , su pasión Fanny: la muerte
S,e que estudió en Carnot y que hºizo el kh'agne' en H enn IV.. No sabría
. y ocasional cola este confi ado p or
. Y otro recuerdo
de guerra, trágico, encia, deporta­
partícipe de la resist
eniero (en Lyon
d ec1r exactamente cuándo· Me viene . a la memoria que p·ierre Roubinet or, saint-cyriano ,
. de un r.enomeno,
, de un herm ano may , dur ante la guerra,
lo conoció en ese entonces y m e h ªbl,o d e él como
la de un padre, ing a
un gemo
,
· d e gran inteligencia. Esa es 1a r putac10n que tenía cuando' do; poco después, vaci ón) , consumi do por \a.tristeza. L
globos de obser
sobre el final de la guerra' o mas bºlen qu1z,as en el 45 o el 46, hizo su
, �
en una fabrica de nsa. De eso, apenas
,
esto era inme
uze respecto de todo
oral en la E · N · S· ' -Hente
e a un pu'blºico a¡ que ya atra1a su
., disc reción de Dele uir arbit raria
o -pero sería reconstr
.,
expos1c1on . trasf ondo psíquic
pued e capt arse un cía, que denuni:: ió
reputac1on de joven pródigo- so bre (( b,arb aros . .·1iza
y c1v1 · dos», creo, según r» que él aborre
una <movela familia ivo
y artificialmen te oan álisis freudia no- en el calificat
contra del psic uy positiva.
explícita mente en sciente, con una c arga m
� .
de «huérfano» que
le otorga al incon
de buscarse en otra
parte, en las
el trad uccor].
s En la jerga educativa, curso superior del L'ic o pre paratono para el ingreso a la sección
de Letras de la Escuela normal superior [Nota cion es real es de Deleuze han
2 EscueIa Normal Superior [Nota del traduccor].
Las m otiva
17
16
Rene Scherer
relaciones mant enid
contra la sociedad as m uy tempra namen te con la protes Miradas sobre Deleuze
circ ta,
En cuanto a los «enrai undanre, sus fulsos valores, su infumia, la revuelca
cosa le fue tan extraña zam ienr os», muy de moda hoy en día, su estupidez. acerca de las obras literarias, de las iwvdas infinitamente mas · s, más
' nea
al esquema tradici . En el momento en que con Félix Guartninguna orra profundamente verdaderas que cualqu1era de las experiencias vividas fuera
onal . esta es ¡a razo, n por la cual sentía un profiun do
sentidos, del «rizom del árbol aquél otro profuso, Ruyenre ari le oponía de ellas . Entre parenres1s,
, ., en l os que
a»,
una lóg ica de los «ag convirtiéndolo en un verdadero co todos los
en ..
horror hacia las em1s1ones de los medi.os de comunicac1on,
de Fanny) el origen enciamie nro s», se divertía recorda nce pto para se convoca al autor en ramo que oductor distinto de su ob ra, y se le
ndo (c ;:
De l'yeuse3, es decir meridional de los Deleuze, que eran onfidencia interroga como s1· poseyera la cl e Mientras que lo verdadero es · l�
. aunque lo eser1r
D ant
inq uietud que la de el roble. Un :írbol respecto del cual iguamente contrario. La verdad de u� hombre escá en lo escnto,
·

des no
fuga» (una de sus fórm atar se, co mo de la familia, tomando tuvo m:ís nunca este, enfocado en s1 mismo -del �ismo modo en que se habla
. y
ulas favo rita s) de un libro der iva la «línea de de «el arte por el arte», pero ara otra cosa: para la vida que connene
Estudiando en la Sor . ne la
Oliv ier Renaulr-d'A bona, Gilles Deleuze, junco co n Fra. n�o exalta-. «La escritura, a travésP de 1as combinaciones que arro¡a, . ne
Michel 1ournie1; conllonnes, Jean-P ierre Bam berger, amigo is Chireler, vida como ú nico fi n», 1�co� , Claire Parnet en Diálogos.
la phi!ia griega que forman un primer núcleo de amistad. de siempre, Así como la escmura e �:��: :s rica, agitada, propone p�rsf:��.;:�
:
no dejará de acompa Una . dºItas en to dos l os dominios del sen do y e
Fundamental en su
mism ñar su vida, que jug amistad, y experiencias mau n
reposó sobre una iden a concepción de la filosofía. Una am ará un rol riencia, soltando amarras respec�o de todas las creencias . y de todas 1os,
sino en un entendim tidad, ni siquiera sobre una com unidad istad que no constricciones, comenzando por a de un yo timorato replegado s�b r_e :�
de
libertad preparatorioien to m:b \ecreto, en parre inexpr esa ble, doctrinas, . su vida «real» fue sensata, d iscip linada, sedentaria.Él, el apo �g�
será, más adelante, la para roda e ritura, para todo pensam campo de
� ;:t: bundeo, del nomadismo, el�:; �� a �:formó esta última pa a ra
';;,
Vince nnes, de la cual amistad del gr po de filosofía de la Univ iento. Así en concepto operatorio de u�a " no 0 g », nunca salió de �u ha - �
las cultivó cuida dosa yo seré parrícip . Deleuze vivió en esc ersidad de ración -o casi-. V iajero mm�vil, . . as , se der10minaba. Así me lo escn e
me as amistades,
D igo que no exi nte.
5 0 160
otro de sus amigos . de los anos - ' Alain Aptekman, confidf ente!
de Deleuze consist e,gieron entendimientos doctrinales. La cómplice de sus «escapadas» ª'."ºro�as de ese entonces, como lo ue mas
namente una rupt por el conrrario, en q ue se impuso originalidad tarde, hac1a. 1 972 de su relac1on co su estudiante Claire Parner: en una
.
ura muy tempra­
agit aban a nosotros, con todas las tendencias conrem pod ' Samr-Louis' literalmente tapiz
habitación de la Isla . ada con postales que
A co nrracorrie me, est udia ntes: a la cabeza, marxismo neas que nos reproducían cuadros: su v1¿.e. No cesó de dar la espalda, procl�ma,ndolo f: �
con y feno
y de apariencia- reco un dandismo-canc o intelectual com menología. a los coloquios tan precia os en nuestros dfas, falso nomad1�mo, a ls.
o
(con Etnpirismo y subjno cido por todos, eligió como referenc de mo dales comunicación en la cual cada uno permanece replegado sobre s1, mientra;
.
ias
deslumbró y aseguró etividad}, a Bergso
n, a Prousr, a un Nie a Hume que el problema ' co slS e en desenganc h arse de las pertenencias, en sabe
� �
adentro en el camino su reputación de virt uos ismo. Pero veo tzsche que abandonar los «temtonos», en «desterritorializar», segun ' la queridísima
. ·n necesariamente tener que despla-
de la cua l, efecrivam de la bibliografía, de la construcción que ya me palabra formada con '.
é
de divertimento pasc�liano :�:¿�1:'l
Deleu ze está en su enre, la biografía será difícilmente diso una obra zarse. Deleuze, al reves exl
� ��:�ª;:·;�¡
obra; esre debería ser ciable. Todo ue supo cambiar la imagen de1 pensamiento y del mun o que e

todo de sí mismo esr:í el postulado de su


seen el sentido, sino en sus libros. Son ellos los que, no solbiógrafo. El
que constituyen el
acontecimiento, com amente po­ �·��::;;�;;;;:�:; ;�;�brn �"�,;;',,':';'.'.��º�:;::��',;;;::,�'.
o escribió él entrada, como dato principal, que e
Lire r;ilmente
volviendo a empezar en cada libro con un nuevo pie aportando fórmulas
.' dolo exten-
J
«De fa encina»
conceptuales apropiadas �ara e 'zar el conjunto,
' hac1en
[Nora del rrad
ucrorJ.
.
18 '
derse por todos. los costa os a; '�'.���� tiempo, como la mar en su flu¡o.
19
René Schér er
No le gustan las
recaídas las recu .
C
Miradas sobre Deleuze
escolástica s: él erac1 nes, los
avan za. omo � � machaqueos o
el u¡o, ;ust discusiones
Estos hitos· está . ameme . das en la sociedad contemporánea, en las almas por sobre codo, y en los

n 1as tesis del
efeero revolu : 69, en las qu to do comportamientos. El nombre, la obra de Deleuze, están asociados a ellas.
cionario relativ esta dispuesto a


.

o a la filo su
cura) �orno lo he dicho) pract ca_da en ese Otro dominio en el cual Deleuze docente, Deleuze educador (tal como
i � . es marxistas
con las oríent:� � i entonces: rup­
en Diferencia
y repetición, Lógi o fe nomenológicas, Nietzsche calificaba a Schopenhauer) dejó su huella, es el cine. Aparte
y Sp moza y el
ca del senfido
exp �estón. Esta
s tesis ya habí problema de la de una filosofía concreta de la imagen nunca antes intentada, y que es
an sido u
a s a
¡
P ns, sea en Lyon, don prueba en los también la exposición sistemática de una filosofía a secas, sus dos grandes
de Deleuze e:s ".:''.ª
libros del 83 y del 85, lmage-mouvemente lma ge-temps, resultantes de sus
cursos, sea en
d� nde experi eno
as'
como pro esor
. n'. y conoc10 de su mal y su •
mentó el primer f de conferenci
fino
c1o ataq ue
to del 68 al
segu1ra• siendo
· e movimien

· una grave cursos de Vincennes y sobre todo de Saint-Denis (donde fue transportada
_ opera-
lid · Es verdad que
110 e ra s . ple
cual, como lo . «Vincennes» después de su destrucción local), hablan, en la abundancia
ha dicho > siem
pre
ser directame y la multiplicidad de los ejemplos, del valor de pensamiento del cine
nte instigador ' . un menre un espectador. S
polinco, ue fi in
estab an, por v1a aquél cuyas 1·d
¡ fi
situándolo a la misma altura que el de Jos modos verbales de expresión.
; �; eas

suri1, más allá de directrices ya
en el movimie as y de las ideo El cine piensa con la imagen y es incluso, entre las artes contemporáneas,
nto. Anunciaba ; logías expresad
sam1ento --est un c � o p as
a vez- va a ser . ost-mayo, en el aquella que más da qué pensar, o para decirlo mejor, que es creadora de
ab 1 cual su en­
va a congre
una cantidad crec amen te reconocido, pensamientos: al menos por medio de los grandes creadores, de Eisenstein
iente de estu dia �:: ;
s, de pensado res, r a
post-m ayofues e
Este hito del de artistas crea u Ozu a Godard, a Resnais y Wim Wenders. De este modo, nadie se puso
_ oan 1 encuent ro dores.
psic con más y mejor que Deleuze a la misma altura que la creación viviente, ni se
cerá 1 a ruptura
alista disidente Félix Guattar1>'
, q ue • vore ¡'oven
cando el com
.
s1 gnada
� ·enz de una
colaba raci. on •
sostenida de m
con el Iacanis
mo, mar-
asoció con ella más íntimamente. Su mirada de espectador no se detiene

en 1972' fiech
'Po/" Antt-. Edipo as
· de vein
en una estética de la apreciación y del juicio: establece la lógica secreta
te años,
a clav e.
.
En ese'énronce de la operación, el acto de fundación de universo y de producción de
docente en v·J
del 81, consagrado a
s D e1euze es
co� e1 grupo � cen es, donde se ha sensibilidades nuevas. Ya en Lógica de la sensación,
de a migos, al � reunido
rincip io Fran�o
M1cheJ Serres, 1s Chareler,
sitano,
luego Jean- ran
· so· ¡ o p odía
� >
ro 1
· s 1 yotard y yo. A
Michel Foucault
e·¡' tan poco
'
Francis Bacon, proponía los fundamentos de esta estética profundamente
anclada en lo sensible y en la vida, como réplica a las incertidumbres, a
convenirle esta . univer-
uya única pre un.ivers1da d a las equivocaciones, a las divagaciones de las recientes teorías del arte. A
ocupación era e _ mistosa, entusias
� xplo rar tierras mada'
pensamiento.
a ense1íanza nue vas para el propósito de esto puede ser útil señalar que Deleuze nunca se tomó en
de D eleu ze en y
bJ·ica da, '·ba aco ·
mce nnes ' que .
mpa ñada, tal co _ ¡.¡ue e¡ cnsoJ de su serio la moda del «posmodernismo», quizás por la simple razón de que,
obra u-
una actividad º era de ngo en según un bello artículo de Antonio Negri en Chiméres, su filosofía estaba
partid . o, fue
militanre. Sin so
uno de los pro
:::
eterse a n mgu
: aqu él momen
n grupúsculo,
:to, ar
a nin ún
más adelante y ya había respondido a aquello sobre lo cual el posmoder­
moto s de esas
los oprimidos
Con Fou caul t
y de los excluid �;
os q se llam.
b
Formas nuevas
a an •grupos de
;
de defens de nismo podía interrogarse:
«Hay que ver en ella la primera filosofía de lo post-moderno. Una
fund ó el de •int . intervención»
_
1nt erv enc1 on so bre 1 as
er 1en · e contra la pns · 10ne
· s», con Guatrari· filosofía que, hundiendo sus raíces en la opción alternativa, inmanentista)
. � inst itución si
u1a . ,mca.
psiquiat ría» den . Pues lo que se lla materialista de la modernidad, propone las bases que permiten reconstruir
tutela, llam aba
unciaba tambi
1b�
encierro, la
mó «la anri­
�d a una to �
las ciencias del espíritu»4.
.
pue sta de los loc
rna d e concien .
a la sociedo os bº¡·o
mas d uradera No es mi propósito, ni está en mis posibilidades, exponer aquí un

que aquella ue cia más p rof


s� estuvo dispu . unda
después del frac
incluso estas uto
aso de esto mo ; .
v1m1e ntos revo
esto a adm itir
luci onar ios. Esta
más tard: '
pensamiento caracterizado ame todo por su riqueza, su complejidad, su
imaginación proliferante. «Fulgurante», decía Foucaulr. No obstante, y
ayo del 68' han
pías del post-rn s Iuchas,
.
de¡ado marcas
prof un-
20 � Chimhes, nº 17, otoño de 1992, p.93.

21
René Schérer
mienrras me
sagradas a
acu erdo de l
as sorprende
or
Miradas s b e Oeleuze
ntes variado
-

Ka nt· «S bre
la filosofía cuatr o fórm :s de D eleuze con ­ La filosofía de Deleuze ocupa un lugar fácilmente reconocible y único

kan ti na ', � se presenta
ulas poéticas q e
podn_ an res
que le co ·
fórmula poe a m i espíri· umir en la filosofía contemporánea gracias a esta afirmación, a esta reivindica­
r
' ica
· ru a¡ men os ·
fallecido al nvie ne adecua dam un a primera ción, renovada sin cesar, de la inmanencia contra rodas las trascendencias
del J4: «Yo
princ· ente Es d
.

d a guerra
; Georg TrakJ ,
afirn 1a la sup
. er io :�: ; �
d e poe ma .

he s rim
do el yo»,
pretendidas y que pretenden dominar, poseer el campo del ser; comen­
movimient
os y p . .
de vis1 0nes»'. Per
i m pers on al «in
fla . d que
º¡ li asta explotar de
zando por las más eminentt:s: la conciencia, el sujeto, el significante. La
afirmación de inmanencia no es una simple constatación, es un acto que
fórni u¡as en
propio filó o prefiero
,

sofío· or eso escoger as


reconozc o, , Para esta derriba las fronteras, las creencias, las instituciones y los poderes de todo
exposicio'i1
bastante arb
· n.a, pro , 1.da y Por
rap el
ma pondre, e1 nt otra parre lo tipo. Acto de resistencia y de revolución contra la aceptación resignada
• ulo: '
Sobre cuatro del curso de las cosas.
fórm· ula s que ,
la fi/oso'ía podnan resu Deleuze es, se quiere heredero de Spinoza, a condición de que se renga
,,, deleuz1ana. mir
en cuenta que ha despegado la inmanencia de la Sustancia. Inventa «la
inmanencia que no está en nada», la inmanencia pura e identificada con
l. «¿Qué es la inman
encia? Una vida
»'·
la vida: «Diremos de la pura inmanencia que es Una Vida».
Es la Fórmu ¿Es este pc::nsamiento, entonces, una «filosofía de la vida», una Lebens­
de1 p ensa
¡ a de conju
nto,· Ja que b .
miento de Del nnda el co

�er o y e1 terre
euze, cualq ntorno y la o . philosophie?
ció n. Pensar uier a sea el ob . nenración
es alca nza rJa En un sentido sí, pero es preciso que nos entendamos. Araí1e a una
inm . no de apl.• a-
¿Qué signific · nencia, const

a esto' Ante ruir un pla no � filosofía de la vida como todas las grandes filosofías contemporáneas
desde Nierzsche, Bergson, hasta Husserl y Sartre. En todas se trata efec­
hay princip ro o, que no de.�nmanenc1
io origin . hay jerarquí a.
nivel, perre
nece
¡� o,-no hay Dios. Todo
mo plano, tie
, El to do
a en t e os

esra en el m
seres, no
tivamente de la vida, pero captada a partir de ese pequeño territorio de
los hombres ?
, sin o ta mb · • ne Ja misma ' . ' ismo la conciencia en la que se nos aparece, en el cual podemos acapararla:
ien ¡os ani dign idad.· no
jerarquía, mal so¡a mente
sino difere . es, las plan tas, l as la vida de conciencia, lo «vivido». En todos salvo en Nietzsche, al cual
pu ede suc ncia s de inte cosas; no
rés y de sen hay
• sentido
eder que tenga por otra parre Deleuze se vincula, como con Spinoza, en el rechazo de la
iy
tiºdo, de imp .
1·,1 de un ca mb
acecho que ' mas orrancia.
·
. la obser vacio . ,n reducción de la vida a la conciencia, y aún más, a la persona, al sujeto,
de u na arr
'º de ministerio! Todo se
de1 pensa .
po de inma _ g apata al
desp1 reg·a en
e1 cam -
nenci.i al propio hombre.
recorrerlo mienro, con .,
._

sin de)ar · que nos la co nd'icio Deleuze piensa la vida pre- y a-subjetiva, pre- e in-org:ínica, pre- y
n de que sep
no-individual. La extiende a las cosas, a las formas, a los abstractos: la
q ue lo estría detengan las amos
n y lo erizan . ilus iones de l
con tanros as «r rascen
Para el p en obstáculos dencias»
ano e.¡ ser es
sa dor deleuzi vida de «la línea abstracta».
Inmanencia y vida no conocen ni sujeto soberano (una trascendencia),
. ·
superi or e
inferior ., ser unívoco. Es d .
solame nte por analog ec1r que no
ía, ni tampo hay
fc as, sin
acontecirniemo ' co sustancia ni persona, o individualidad org ánica, sino solamente acontecimientos,
superficie, s Sólo esra, s aislad . d
arrugas sobre el aconreci o singularidades, ecceid a es. No hay trasmundo; las profundidades son
ei campo mie nto • los e ecr
del ser, «plie os de
gue s». intensidades. El campo de inmanencia, superficie, es recorrido por
tensiones, está poblado por partículas. Deleuze deshace la imagen del

Criti que et clin


pensamiento centrado alrededor del sujeto cara a cara con un mundo
ir¡u e Paris
Georg TrakJ P. , Minuit, 1993 40
s

objetivo. Sobrepasa la oposición sujeto-objeto y las certezas, que considera


1"1Jlljt.•ur.s, Paris' A ' P·
Ed· .o s de
m n
,

Plufosophie ubicr,
· p. 93.
6 •

pobres, esrerilizantes, de las filosofías fenomenológicas. Por asalto, por


' oenu.'s ·

ufr' Jo de se
7 .
, Paris' Ed·
medio de una subversión de la imagen, ubica la impresión, el aconteci­
prien1bre de J 9 5
. mons de Min
9 47
.

• p. 5·
22
o
miento, la propia imagen (que se piensa en la imagen cinematográfica)

23
> Jl
René lchérer
fuera de las cap
. turas del sujeto - Miradas sobre De/euze
mm anente de de sus reducci
ones, arroján
b vid a. Un em
¡' lo dado/a no es dado
p is o ir : e todo descr
dolas al Ru'o

� dado,, . Paradóji a un su j et ' am


. ino q ue el SUJe
iptivo, para el
cu I � el psicoanálisis freudiano se desvió de su proyecto original; revelador del
deseo, no se detuvo hasta haberlo encecrado en la tríada parental, haberlo
cam ente' a cau to se constit,uy
p msmo tras sa de su rad e en
cende11tal)). icalidad, lo !Ja «edipizado» después, y haberlo finalmente anulado, castrado, sometido
. mara: <<em-
P nvado del .
. su jeto domina a la muerte, aunque nunca se pueda concebir a esta última como deseo,
m1enros y de ,
dor ' todo es repobb
vida . No hay m do, plagado . pulsión intrapsíquica. Deleuze pensó la muerte, la integró a su filosofía,
as que mul de movi­
Uno. tiplicida des, . pero a la manera estoica, en tanto que consentimiento, decisión libre, en
1 erenc1as
d'fc , nunca
torno de la vida empujada a aceptarla.
2.((No es el deseo
lo que está en . No hay en el deseo fijaciones personalistas exclusivas ni negatividad.
en el des eo,,9. el su1eto,s1no la máq
uina Esta es la razón por la cual la «falta» no es más que una definición frív�la,
.

Es la fórmula una perogrullada carente de importancia. El deseo conduce, producti­


del deseo d :
con :élix G �� :�:� eero de su filo vamente, hacia asociaciones nuevas, simbiosis con seres y cosas, reinos
uat tari, que h . sofí a escrito en
a co mún diferentes. Esros pasajes hacia lo otro son devenires: devenir-mujer, niño,
que a enc ntr uec�amenre a
� ado una reson l�s no-espec
comporram1 anci a hasta en la ialistas, animal, planta, fundirse en elementos o devenir imperceptible. A tales
enros• La 11
1 os anos i en 1 os asociaciones producidas por el deseo, y que son las {micas capaces de defi­
c losofíJa de1 e co udianeidad
uz".'�n a se prese
70, como pensa ntó ante todos
p ·

mient pol ca del des nirlo, pertenecen los «agenciamientos». Agenciamiento, devenir, deseo son,
interpretación,
a su excep c1on
sino co mo p lí
o
�� ·
• a
'.u ,
•llJ esta l o
deseo: no sola :
menr ca; ;: desde ángulos diversos, tomados en diferentes perspectivas, los aspectos
al'd
' ad. En gen que h ace a su origina
eral, la filo sof
·

í c ontemporánea había
todº lo que lidad, de una misma realidad. El deseo nunca está sin un agenciamiento. «El
D e1e uze y G deseo en 1 as m 'ª
concie rne al
puesto deseo y su agenciamiento», he aquí la verdadera fórmula.
. anos del psic .
· oan ál'isis freu
uatta n se lo arra
de h ablar de ncaron · Le h diano El agenciamiento es lo que el deseo maquina, o mejor, es la máquina
l deseo an dado a la filo '
e;; ra m sof ía el derec¡lo
confinarlo en aner a : ya no ara · emb . descante en su actualización. La expresión ((máquina deseante» hizo for­
el equeño
produc .o
ndarlo, castrarlo
,
� ot ncia de con
teat ro intrafam ili
exión entre el
:� .
pa
.' · ºº ra tratarlo como
, tuna, pero pudo dar lugar a contrasentidos. No significa la reducción del
A ntz- zpo es
E! cz t�
indivi uo Y el hombre a una máquina o de la vida a la mecánica, sino que, por el con­
el libro del dese colectivo.
de su producti o, cuyas otras trario, designa la verdadera vida individual y colectiva producida siempre
e no coz
caracter ísticas
faJnpere a 1a .
vidad• son qu , ademas
co mp en derse , y de nuevo por agenciamientos singulares. Pues los que se agencian no
: sobre la base mterpretación
d� la « ta». y no puede son personas, sino siempre trazos singulares, productores de devenires.
La 1nrerpreta . ,
Cion consiste .
en red ucirl Un ejemplo entre mil: el amor cortés, la novela de caballería, fruto del
idad de ¡o que _e
la especific o ªlo que no
· es' desconoc1en .
se e cuentra
a. urm a El eje
m plo m ás clar do agenciamiento-devenir entre el homb re y el caballo, el escribo, el combate,
� en el desvío o y más con .
estu iados por d
de los eseos
expr esados por
stant e la relación con lo sexual, con la mujer.
anie Klein y
Freud o Mel el niño (aquell
intra familiares, sus suce sores os El deseo, liberado de la picota psicoanalítica, agenciado, desborda por
relativas al padr ) hacia fijaciones
llacia el.' afu e o 1 a m adre, por m ás , todas partes el secreti to del sexo, de sus identificaciones, de sus estructu­
eia
. (anim . al, que escen orientad
pensamient cam arada cali os raciones, de sus constricciones. Prolifera en todos los sentidos, inventa
o de D eleuze e, etc.), Este
devenires, líneas de agenciamientos y, particularmente, esos agenciamien­
hilo con duc tor
d
sobre el eseo
corre a Jo largo
de toda su ob .
del

E,mpms111eet
. ra. tos y devenires portadores del sentido de la vida, los que le dan sentido:
' mbjec1ivité, Paris, P.U.
s

L'Anti-CEdipe, (en
. F, 1953• P· 92. los «agenciamienros colectivos de enunciación», la literatura.
FéJix Guarran")
' P:a ns,
. Edm
. .ons de
cola boración con
p. 339.
Minuir, 1972,

25
Dele uie
Miradas sobre

René Schérer mbinaciones que


escnfi. cura,. a través de las co
fin. Recuerdo 1a e• , .
IOrmuh� · "La
3. «Se escribe siempre para dar la vida, para liberar la vida allí donde esté o un�co . n » 12 . la moral, con la opin�o, n, co�
arroja, tiene la vida comla ps1qu1am,a, con Es psicótico, esqu1zofrém-
apresada, para trazar líneas de fuga,,••.
En comparación con on�>�� . ne la <<CIini ' ·ca» . . e;1te
na1:1
De cierta manera, toda la obra de Deleuze puede ser considerada el Estado, al escri tor Ie c ' fo de la inmanencia es necesaasocia: as,
mod o que e o Deleuze q uiso
quizás como una teoría de la literatura, de la escricura. Y, en particular, co, del mis mo .o. Criti
. ��ca clínicoa.del psicoanálisis freud1ano
de la literatura inglesa y americana. Sin exclusión alguna, puesto que anarquista, revolucionari asos s obre e{e p\an ado sobre el
menciona y estudia ampliamente a Proust, Artaud, Kleist, Dostoiewski, Como réplica a los exist frac
. encia· risea de sarrre, demasiado calc
ecc; pero sigue siendo cierto que ticuló uno de los capítulos de Diálogos, y del psi coaná lisis
c1o .
. , n nt significación, desc ub re en lº,s .de­
«De la superioridad de la literatura anglo-americana», y que considera . . P-.... ro él
antenor sin interp réta
• -an ima1 es a men udo p arad igrnanco,
para una
1

que esca literatura, en contraste con la francesa, ha sido la única capaz venires (encre los cualesMo el �ev;.•�) caci ones
� te y sus líne libres que se asemep
as, indi . n ,"
de liberarse del psicologismo y del moralismo del sujeto y de la persona, como en Melv ille con .inaudtt. a, curvas
de la vida toda v1a eÍla rá la fi\os ofla
de dar vía libre a la vida aucosuficienre, sin necesitar más justificación experiencia ,
zca», nomada, de
las cuales se adu
que ella misma. una línea abstracta «gotcept
' ·

os.
La lireratura es, para Deleuze, referencia y fuente. En razón de su para construir sus con
«evaluación más adecuada de la sexualidad», saca más de David Herbert
Lawrence y de Henry Miller, de Sacher-Masoch, que de Freud. Es por
4 . «Antes que juez, .trta, d buena gana para 1a filosofíaenensu senn. d o
medio de una cica de Virginia Woolfo de Charlone Brome que alumbra su barrende ro»'' · tanto cal,
concepción de la «dispersión del sujeto», de las «singularidades nómades», Última fórm. ula que eleg as y
parac1 , con ocras disciplin.
� 0n
de esta diseminación de partículas, moléculas que componen el deseo, el en su singu landad' en com . da y on las dominaciones.
inconsciente, las má�as«rnoleculares». Más que una base de naturaleza último, en su relación confi\osoftala v1 , _escel conce to que no perteneceoaly de­
or
ge 1eral1zact0n, si�conc
física, escas tiene�a correspondencia en la escricura. Pues es ella la que la espe cificidad de la , o del aco nte cim ient
.,
capta y expresa, en el agenciamiento de sus signos volátiles, lo incorporal den de la reflex1on , d e lna de creac1. 0
' El epto da un contornoceal
del acontecimiento. Sólo la escritura alcanza l as singularidades que escapan la cons trucción ; al orde •la ; ; r que él anuncia. El c?nea re
ec1 m1�n :os veni
a las formaciones masivas (lo molar) de los objetos y las entidades que el aconteci mien to y a acont
tec1m��n�os por tanmic to como línea. L�no d�
lenguaje corriente transporta como si fueran la realidad de las cosas. Sólo ro como contorno dedeaco� �sque an�a polé a o de guerra. que e
cuentan las singularidadés, las ecceidades. El escritor ha de tomarse al pie agencia1niento, línea el pb!tegu p.'ra definir, dibujar la manera en
de la !erra. Tiene el arte de acceder a la vida porque tiene el secreto de los los mejores ejemplos:o, replega�o e n la mónada que lo expresa . ..Cuerpo
devenires en la línea en la cual se mete, que es llamada línea defaga: no universo está env uelt dese o, es un concepto
porque ella le haga volver irreal el mundo por medio de una evasión en que expr esa la vida �o o r ánica del nifiesta la uascen-
sin órganos», ma
«Agu¡ero t�egro» querosuidad (el efecto de
lo imaginario, sino porque él sabe meterse, por fuera de los caminos de tomado de Antonin Artalaud.maq , ui· d espa' nca
. ' de l'mea
las identidades pesadas, en los caminos de las metamorfosis. dencia de la mirada en concepto';e on. gen astronómico; y línn,ea,Dl adeuze
«La escritura es inseparable del devenir»". Un devenir que es devenir ro), es un ra bie
terror del rost de o . e\ geométrico . Aho
niño, mujer, animal, nunca hombre: al contrario, es la «vergüenza de ser abstracta, es un concep tono son ng 1 ora s·' es decir que estas ><imágenes»
m etat 1
hombre» lo que mete al escritor sobre su línea de fuga en la búsqueda de insiste sobre este punrn..
on, 1 977' P ·
ct) • P:iris' Fl:iin m:iu
una vida que valga la pena ser vivida; pues la escritura nunca es su propio
on Chirc fürn
.
. ' 12.

i2Di,tlogues (en cob.borac16n e


Pourpar/ers, Paris, Edirions de Minuic, 1990, p. 192.
n Dilllo
gues, P· 15.
Critique et clinique, p. 1 1 . 27
10

11
René Schérer
3.
no tienen que ser introducidas por un «como». Designan exactamente eleuze
aquello de lo que se trata, pero en un dominio distinto a sus territorios El dem oni o de D
de origen, desterritorializadas. (Imperson al 1)
Es preciso ser breve; pues sobre este punto habría que convocar a
toda la filosofia de Deleuze. Bastará con decir que Deleuze es el virtuoso
artificiero, el extraordin ario creador de todo un repertorio de conceptos
tomados de las ciencias, de la literatura, del arte. No de manera arbitraria,
sino para responder, cada vez, a un problema. en el coloquio
or el
(Intervención
io organiz.ado p
anencia vida '
Entre estas disciplinas, los conceptos deleuzianos ocupan nudos de
. ona1 ele Philosophie,
.

College lnteyrnau
1tOeleu1.e, inm
interferencia, puntos donde se cruzan y entran en resonancia las líneas
melódicas extranjeras. El filósofo atento se enriquece a partir de este 25-2 7 de enero de 1997)
pensamiento del afuera: «todo se produce por don y captura»14•
Esta es la razón por la cual le gustaba presentarse a sí mismo como
un barrendero, operador de un scanning genial sobre el plano de inma­
nencia. Pero «antes que juez, barrendero» es también, aparte del humor
corrosivo respecto del poder del Estado, la recusación, que acompaña
a Artaud, a Nietzsche, a Kafka, de una filosofia que tradicionalmente
se edificó sobre el modelo estatal: pensar es juzgar, subsumir, reprimir. . , de Bernard . ,
Cache'•
Deleuze, del otro lado, opone el combate libre del amor, de la vida, de un , ulo con la expos1. c10n
vmc relac 1on a lo
lecer en
las creaciones. (<Quiz:í allí etá el secreto: hacer existir, no juzgar»15• Otra
Voy a estab mes y nue vas
ecn· vas muy mteresa oqu1· 0: sobre
porqu e abre persp aqu1, sobre G1·nes Deleuze en este col
versión de la misma fó ula.
Permíraseme reto ar, para terminar, esca nota de tierno humor que
que se ha dicho hast
del fun
a .
ci��am1e7to de un
pen s a mie nto fuer
en
a del su¡et
sll
.
domm10.
o.
.
posib ilidad de segu irlo
tomo prestada haciéndola mía: Pero no rengo la imenc10 m
la n �
a ca acidad u sición cuya idea me
m diante na tran de los dos Founer
por su cuesno; de la
«Cuando escribo sobre un autor, mi ideal sería no escribir nada que culo sola m ent�
torno de la
Estab lezco un vín homonimia
entre ellos en
.
, n teórica
pueda afectarlo de tristeza o, si est:í muerto, que lo haga llorar en su
tumban16•
fue provista recién
la even tua lida d de una re ac1o. .
y sobre . entre el Founer
ontemp orane1dad
·

noción de serte . men te d e en-


dam
No, la relación es sola
, ·co cuya imp orta
ncia, acab o.s de "..m e
escucharlo,
'
fue fun
ores , y
mateman •
os( de la 1mo rman·ca por ordenad eau
tal p ara la creació n de los ,
_cálc;{ l
es pas1on es a pesa
de
r lo que Ray mon d Que n
el Fourier de las seri
Riu
nes moycnS»,
de la phi·tosop
hie par d'au
Ca e .Ob ¡·etil, porsuite . 1 P· 150 : 11 . evoquemos el
..
1 49 157· enp
e, ar
i Dernard h
199 8, Pari · F.
ria,de las cien
arucu
cias, Joseph. cont p
,
cm oraneo
Pourparlers, p. 171. t·��o d�ia his�o
Fourier, ese gran o vt a
Drsca rus/20, mayo

cn·liqut � t dinique, p. 169. nombre


•<1

de Charlcs . i)..
de

16 Dialoguer, p. 142
29
u
.
.

28
René Schérer
creyó que podía esrabl
ecer2). Aun que en h on Miradas sobre Deleuze
haya p ropuesro form or de esras series, el ú! rn
as de cálcuJos, de com . ri o
, . bmac1.0nes' de prop
re rnusica1 es, no h ay .
arrno nicas; pero purarnen orciones los concepros, pero simultáneamenre precede, de cierra manera, a los
er sm · ern bargo hay
D e1 euze y Félix Gua ·
series de Joseph Fouri ninguna relación con las concepros . Es pre-conceprual, pre-filosófico, es el lugar, el espacio tópico
rrari en 1a cntic . ' 1
una re¡ac1on · · cierra
.
rna1 eje, del pivote que , e1 ab andono del
,
. con Gilles de los concepros, su lugar de invención, siendo la condición primera,
forrnª e¡ yo ego1sra si
a de a civiliza cion,
¡as ¡¡uerzas, a los Ru1·os
·
pero que ha de reenconcrarse sin cesar y de conscruirse con el fin de crear
concepcos -como se 1nuestra no solamcnce en ¿Qué es 111 filosofía?, sino
,
. es que se quiere .
de pas1o n y de deseo' acceder a
Junro a esre camb io de pivor
. .· ,

. . rambién en Empirismo y mbjetividad-.


e ex1g1.do por J as series
hay algo que esrá impli de Fourier (Charles)
q ue e1eg1, para hablar
cado en esre gran re ma ' Toda filosofía crea ese plano, necesira de ese plano sobre el cual debe
Del euze: lo impersonal. de presentarse la experiencia, aplanada, sin resabio de trascendencia o, como
Digo «rem a» confi rién dicen los husserlianos, «reducida».
dole a esra al abra. el senri.
¡y de l os J
en el capítulo I del Libro . do que le dio Leibniz ¿Qué es este plano? Bernard Cache hablaba hace un rato de la di­
Dele uze en la ¡ 70 serie ( tevos Ensayos, al cual se
1 ez sene. ) de Lóo-ic
¡ as proposiciones y los
refiere Gilles
ó ' a delsen tiuo.
ferencia, a primera visra ineludible, enrre la creación maquínica por
J Disringue
·arra v . ; . .
remas o p 10
de 1 a J og1ca, con ciern
. allí ordenador y aquella que parece necesirar de la conciencia. ¿Pero qué
' . . bl ernas . L os pn .
rneros, 0 bjera farniliar
¡
rea1 y su verdad. Refier
en a as dererrn mac1o . . . quiere decir esro? Desde luego que no se trata de una conciencia-sujero
. nes del cono c1rn 1enro .

. en a. los 111 . d tv1.d uos 1as person de Jo que conremplaría el plano, de una persona frente a un plano como el
as, a sus signifi ca-
1
c1on es. Pero, anees de
. ' 1 senu do se forma al
ellos, mas , pnrn mvarnenre . . . ' �
arquirecro contemplando el suyo sobre la mesa . Pues es más bien el plano
.
mas Y de 1os prob lernas.
n1ve de las ideas de los re e el que mira, interroga e integra al arquitecto. No es plano de conciencia
real objerivo, de su ' E sros no rraran de Jo
de 1o posi ble, de la
acrual izac·ion, , smo . más que en el sentido de que es plano de sobrevuelo, superficie que tiene
que abren y cubren rod
1os 11ama eop1co
o el campo
,
. la propiedad de sobrevolarse ella misma. Deleuze reriene a esre respecto
inve nción ». y sucede qu
invención. Le1.brnz
e so 1 s /rem as llam
. .
·
s» o «l ugares de
de ¡º fi crici o, de las rnp¡ ejos»- rraran
� "
la definición que daba Raymond Ruyer, que la incluía entre «las para­
fanrasías d a imaginacion,
-
ados «mco dojas de la conciencia»3• Es un plano de experiencia, plano absoluro de
.,
de Arios ro Amadís d.e
. .
aula C
fimoso de lo 11npos1bl e: Orlando una fenomenología que no necesita Yo conscienre. Y es en efecto una
'
.yrano de Ber¿;erac, son
campo d el senri do' q u
de remas o de proble '
exposiciones paradoja que desbarata la lógica pero funda otra, reenvía a otra «imagen
.. mas en 1
prop os1c · 10n objeriva corno a r da x . e preceden a roda del pensamiento».
for;a � :::�:
.
c1a de person s .
y al mismo r1ernpo
Enronces, lo imp � La lógica deleuziana es, se sabe, una lógica paradoja], que admire, exige
ersonal u
o problema pertenece '
roda rema
1son a1' muan dose,
de algur¡a manera a Jo la paradoja con rango de operador afirmativo, de principio crearivo. Es
·

es» «anres de que 11egue


corn o dice Leib niz, «anr
.
irnpe .

,
en la lógica de la paradoja que el plano se despliega, que el concepto se
esra. all'I, en la enrrada
de verdades» . Esre rema ' mos a las proposiciones construye, que puede haber conrinuidad y a la vez diferencia entre las
. del campo o de1 plano.
mcon resrablem enre lilosófi
filoso {¡'ia, pues ya hay
ca, pero casi. podría de . Es máquinas récnicas y las máquinas deseantes, tal como están alma y ma­
em e que precede a la reria en concinuidad, al nivel de lo inhnicesimal y de lo molecular, en la
comenzar a filosofar.
que si ruarse según él y e ,
Me cruzo aquí orra vez '.1 el para
con una in d1cac . monadología leibniziana . La paradoja no es jamás negativa o dirimente,
wn
I cac1.on
de B ernard Cache: lo
' s1. es q ue se puede uriliz
personaJ es una propie dad im- sino afirmaciva y constituciva .
' una ca1·fi ,
pa1ab ra, del plano . El
nencia es irnpersona¡ y
plan o de inma. . . ar esra Retomando aquí mi tema, diría que es constituriva a causa de lo
udas aq ue11o sobre lo
·
inm anenc ia es sin Jugar a d el plano de
·
impersonal. Entendámonos: en primer lugar porque sólo se comienza
cual van a desarrollarse a pensar con lo impersonal del plano; y en segundo lugar porque sola·
cnne y sénes de Founer"
. • Bordas, 1 9G3.
2 (<Dial ecriq ue hégdi

PamtÚJxrr de la conscience er limites dr /'automatismr, Paris, Albin


.

30
3 Raymond Ruyer,
Michel, 1966.

Jl
René Schérer

creyó que podía


esrablecer') . Aun que Miradas sobre Deleuze
en h on or d esras
as de cál cuI os, de
haya prop uesro form _e seri es, el úlrimo
, . .
ar�on1cas; pero comb1nac10nes,
puramente m usica . de pr ord ones los conceptos, pero simult:íneameme precede, de cierta manera, a los
concepros. Es pre-conceptual, pre-filosófico, es d lugar, el espacio tópico
�_P
Fourier. sm · em bargo ' hay
les' no hay nmgun
senes de Joseph a relac1 0n con las
1a , .
una re
, e1 abandono del
D eleuze y Féli x ¡ ·
ac10n · cier ra con Gilles de los conceptos, su lugar de invención, siendo la condición primera,
Gua , rrari en
cnuca de 1 a civiliza .
que form a I yo eg ,
ma1 eje, del pivote . c1on, pero que ha de reencontrarse sin cesar y de construirse con el fin de crear
¿Qué es Ítz fiíosofla?, sino
.
o1sta s1 es que se quiere
las fuerzas, a los R ¡· o
u s de pas1·on � , acceder a conceptos -como se muestra no solamente en
Junto a este cambio de p ivote
y de deseo .
también en Empirismo y subjetividad-.
Toda filosofía crea ese plano, necesita de ese plano sobre d cual debe
exigido por las sen.
hay algo que esrá es de Fourier (Char
De1 euze: lo impe
impl icado en esre les)'
gran rem a q ue e¡eg1,
rson al. para hablar de presentarse la experiencia, aplanada, sin resabio de trascendencia o, como
Digo «tema » confir
en el cap ítulo 1 del L
itndole ª esr;:. alabr dicen los husserlianos, «reducida»
a el senri do que le .
ibro IV d ¡os ; dio Leibn iz ¿Qué es este plano? Bernard Cache hablaba hace un rato de la di­
Dele uze en la ¡ 70 serie : � e;os¡nsayos, al cual se
( ·orra v serte . refiere Gilles ferencia, a primera vista ineludible, entre la creación maquínica por
. e ó'gica ddse
las p roposiciones y
d e 1 a 1og1c
' a, con ciern en a
. �
los r mas o pro b j L
emas. os pnm eros, o
ntido. Disri ngue allí
b·;ero f:amdiar
ordenador y aquella que parece necesirar de la conciencia. ¿Pero qué

rea1 y s u verda d. nes de1 conoc1m1 . .


l as dererm macio . quiere decir esto? Desde luego que no se trara de una conciencia-sujeto

. Refie ren a 1 .
os 111 d1v1 . . duos ' las person
ento de lo que contemplaría el plano, de una persona frente a un plano como el
c1ones. Pero, antes
de ellos mas , . . . as, a sus signi fica- arquirecto contemplando el suyo sobre la mesa. Pues es más bien el plano
pn m1ttvamen te, el
los re as Y d e l os
sentido se forma al
nivel de las ideas de
rea1 o b.¡ettvo,
. ' r:i
., problemas . Es ros no
el que mira, interroga e integra al arquitecto. No es plano de conciencia
de su acrualizac1on rraran de lo más que en el sentido de que es plano de sobrevuelo, superficie que tiene
, smo.
. 1 os JIama " top1co
de 1o posi ble, de que abre n y c ub ren
. rodo el campo la propiedad de sobrevolarse ella misma. Oeleuze reriene a este respecto
s» o «1 ugares de
la
mven ción ». y suced
. inve nción . Le1b niz .
e q ue -so 1 s /
,
la definición que daba Raymond Ruyer, que la incluía entre «las para­
� rema.s llamados «m
Fantasías d 'la
de ¡o ficticio, de las · comp¡ejos))-
tratan dojas de la conciencia»3• Es un plano de experiencia, plano absoluto de
a imag1nac1on, .,
15 de au , C
.
de lo imposibl e:
/itrioso de Arios to' Amad' Orlando una fenomenología que no necesita Yo consciente. Y es en efecto una

p o de1 sentido ' que


roblemas en 1 cam
de temas o d e p yrano de Bergerac, son
exposiciones paradoja que desbarata la lógica pero funda otra, reenvía a otra «imagen
p ropos1c1o· · ,n . p receden a toda
objetiva co mo a t dª . del pensamiento».
Entonces, lo imperson
al for a u
; : ::�
x
:cta e person�s.
� La lógica deleuziana es, se sabe, una lógica paradoja!, que admite, exige
ece de a1guna man
o pro blem a perren ' y a mism o r1emp
o todo rema la paradoja con rango de operador afi rmativo, de principio creativo. Es
co mo dice Leibniz, era a Jo imp · ersona¡' situándose,
«antes>> '. «antes de en la lógica de la paradoja que el plano se despliega, que el concepto se
. verda des». Esre tema esra a11't, construye, que puede haber continuidad y a l a vez diferencia entre las
de que JI egue mos a las prop
osici ones
cam po o de1 plano.
en la enrrada del
tncon tesrablemente máquinas técnicas y las máquinas deseantes, tal como están alma y ma­
hlosófi co, pero casi. Es
que si ruarse seg ün él reria en continuidad, al nivel de lo infin itesimal y de lo molecular, en la
podría , . dec1rs . e que precede
el
filoso fíta, pues ya hay la
�n
Me cruzo aquí otra
vez con una mdicac
. y para comenzar a filoso
a far. monadología leibniziana. La paradoja no es jamás negariva o dirimente,
edad • una ca ¡·e
1ón. de B ernard Cache: Jo im-
pa1a
person al es una propi
• b ra, del plano El plan
., sino afirmativa y constitutiva.
. 111cac1on st es. que se puede ur1l1z . .
. o d . ' ar esta Retomando aquí mi tema, diría que es constitutiva a causa de lo
· . e 1nmanenc1 a es tm
mma nenc1a es sin lugar persona¡ . y el plano
a d udas aq ueJI o sobre de impersonal. Entendámonos: en primer lugar porque sólo se comienza
lo cual van a desar
rollarse a pensar con lo impersonal del plano; y en segundo h1gar porque sola-

cnne y sénes de Founen1, Bordas,


2 ((Dial ecrique hégdi

R.-iymond Ruyer, Pamdoxer de La conrcience er limites de l'automatirme, Puris, A1bin


.
. 1 963.
30
3

Michel, 1966.

Jl
ze
Mirad as sobre Deleu

René Schérer aba ..el fin i111na-


M·'¡ mesetas situ
ercept1"bl e �n el que ente amb1c1ón,
" .
hasta el devenir imp . (p . Sorp rend
fórm�la cosm1c:: : de ser
342)
mente lo impersonal abre a la creación, a la novedad de los conceptos deve nir, su mu ndo>>, l a
nente del todo
\ d er < como
el
y de las imágenes. te asce sis del filos ofo d K ierk ega ard, a la
so rpre nden
er e � ballero de la fe• de par a
¿No hay ya una evidente paradoja en la proposición de que «Deleuze a la m a escri tura ,
desconocido. Pero � � . .;oolf para fundirse en la
afirma lo impersonal, aspira a lo impersonal>>? ld, de V'.rgm1 a. ª \ personal>'.; De-
man era de Ficzgera rceptib e, indisc erni ble , im
¿O no? Alguien can original, can «personal» como Deleuze, no habla o». «Devenir impe 1 ·) · Modestia
del filosofo.
"hacer Un mund tas, "1b"d
más que de lo impersonal, tiene horror de hablar de sí mismo, rechaza a «las tres virt u desi) (M"I mese te que alirma
leuze les llam t ona, contrari
amen a lo
coda alusión a su propia biografío (o llegado el caso, lo hace con una que no es la pers . entada po r la cree ncia en
la
Queda el nombre, d
sonrisa molesta, con humor, rozándola, eludiéndola) . Afirma lo imper­
antr opol ogía emo\ógi ca demas se adhi ere el no mbre,
una ;�
o es a p:r��na que
sonal, y sin embargo nadie como él ha dado la impresión, sea por escrito
supenon . . dad de la persona. N
u oralmente, de inventar al mismo tiempo sus propios pensamientos, . ersona. Esta
es al persona¡ e. lece po r sob re la P
de ser su único autor. Impersonal aunque plagado de originalidades, de
Pero el personaj e,
afirma D eleu� Preva rto de un yo. mientras que
Í r incie
idiosincrasias, me atrevería incluso a decir de códigos secretos, tan propios que designar e ug ertes, codas las
últi ma no hace m:ís _ :i sos' \os rasgos fu
que sólo un «deleuziano» curtido, casi de «nacimienco», puede descifrar. onaj e agru pa l os momentos incen per so na exangüe' e¡
el pers a la
orman un cuerpo. Frente _ en­
Las intervenciones de ayer lo mostraron bien. .
smgular·1 dade s que conf n de cons1st
o
. uja y ocupa un pla
Había muchos <cno-deleuzianos» que se paralizaban frente a su defini­ conS1 sten c1· . Dib se compone d e
personaj e tiene una �
onceptu \, se ee e
fía'.
e
pulsan fuera d
la filoso
ción del concepto -por retener solamente esta de entre otras muchas-.
·Qu é es
cia. El personaje c � a, sino que se pro
Y Deleuze, sin embargo, imperturbablemente, sólo coma lo impersonal. dade s que no hab1tan la p�r��n La ris a de Fou caul t.
singulari por ejemplo.
Efectivamente, he aquí un tema lleno de paradojas. nómades. U n� nsa,
ella, vagabundas, e.
No pudiendo enumerarlas todas, me atendré solamente a la paradoja pers ona¡ al que
es su de ese imperson
más flagrante de una im ¡.ersonalidad reivindicada por el pensador más
N0 es su persona,
e esta , del lad d
e lo .1 mpersona1 , n o o de aq ue'I qu
pers onaj , sin
El .� indiferenciación �
original de su época. P o es quizá esta paradoja la que nos ofrece la llave confund1 o con la podría llamarse
impersona
es co múnm ente · das. El primero
e eleva
libera las d uere
de la solución, la el e del enigma; la que indica el cambio de pivote . ncia s m:ís
to consistente.
conforme al cual co viene abordar el problema, entender la respuesta. imp ersonal concre es un no mbre,
abst racto, el otro qu D el�uze en el fondo,
Lo que nos respo de aquí es «Deleuze», no es otra cosa que ese nombre.
Se me obje tará : usted dice
ción de Oeleu7.<! «e
desapari �
¿Qué quiere decir? Tenía la intención de iniciar mi homenaje -a riesgo de ent amo s tod os a tua\ ente I; b ro., su e canto.
¿pero no lam �aza ' sus gestos, su pala
:i: , m1s � o en
resultar un poco solemne para un amigo al que no podemos decidirnos senci a m emp el
erso na», su pre ersona. Lo explica �
a saber desaparecido- comerlzando por una frase de Paul Valéry que no es el yo, la P, c o de atm osfera,
PJust amente el encanto; s ''era' un cambi .
ustedes conocen, la que abre La iutroducción al método de Leonardo da
mo
Clai. re parnet. u na ac
Es . a de carga, de
Diálo,,"os con · ' en e1 espac10, una diferenci a1 0
on
Vinci en 1 894:
un temblor• un a tur b ac1 a lo imperson .
«Queda de un hombre lo que su nombre hace soñar y las obras que . u1 an·d des que se deben
ncial. Esas son las smg p on en el pers ona¡ e, y
hacen de ese nombre un signo de admiración, de odio o de indiferencia».
pote Son e�las las que com tamb1 en
.me1uso a lo pre- ind1v1dual. duda producen
su p resenc1a. s·in
.
Esta frase parece convenir de tal manera a lo impersonal, a Deleuze y io, man an d e e enc ade narse a
las que, a camb corriendo el ries
go d
los individuos y
al homenaje que podemos rendirle, que finalmente hago callar mis escrú­ las personas, pero
pulos. Deleuze, sí, es un nombre. Él hubiera reivindicado ser un nombre. ecer. onal, lejos de
ellos y de desa par sólo lo impers
Un ,nombre doble también, ya lo dijo Toni Negri: Gilles-Félix . E incluso razó n por la cua1 en D leuze gu larid ades.
Esca es la te liberar las sin
_ ,
hubiera querido ser una multitud, uno. multiplicidad, puesto que sólo hay ferenc1ac1on, per�i
conducir a una indi
multiplicidades, no individuos o personas. Hasta la dispersión molecular,
33
32
Miradas sobre oeleu ze
René Schérer
com ien-
ura que solamence
su teoría de .la escrit parcialmente una
Para fijar las ideas y el vocabulario, en un tiempo tan breve y un espa­ completo a Blan chot y dmit e sólo
ele a .
za con el i/-, el i mpersonal � i �� � � � lingüísnca
cio tan sucinto, solo me es posible citar este texto de Lógica del sentido, . a. Sobrep asa toda
cción o una crans pos 1c1on ' g í t . do qu e necesita
uno de los más explícitos: «Lejos de ser individuales o personales, las tradu
cierne � 1 a emergencia
de un mun
singularidades presiden la génesis de los individuos y de las personas: se hacia el sentido . Con . las pers onas, por más que fuese
nt l de
esarse un lenguaj e d1St1 � cª o n sobre ese
reparten en un potencial que no implica por sí mismo ni mi, ni yo, sino Para expr l� s «si gula ridades»
cuarta' especmca de l ' pues
que los produce al actualizarse» (p . 1 25). la terce ra. .
Exig e una do cras cend enta
que tamb " ien puede set llama ' a.
l'd
Lo cual podremos completar con el pasaje de ¿Qué es la filosofía' plan o de inm an
· comenzando por la de las personas, ta meriocan
encia es al l'
' ab
o
consagrado a los «personajes conceptuales» nacidos de lo impersonal de roda tras cendencia , pers ona n del poe
a
e, ula de la «cuarta . on
,
singularidades que están cornadas en el movimiento de un devenir. «Es el Deleuze toma esta iorm a co mp1etar un poc o su indi cao
. y val e la pen 'º a
Lawrence Ferlin ghern. rdo de esa oda mag
nmc
o) m ediante el recue
destino del filósofo devenir su o sus personajes conceptuales ... Es a través .

de nuestros personajes que nosotros, filósofos, devenimos siempre otra alusiva (en Lógica del sentid
cosa y renacemos parque público o zoológico» (he aquí el devenir-animal a Allen Ginsberg intit
ulada «Él» (He) .
tan caro a Mil Mesetas) .
Esta página (62-63) habría que citarla encera, pues responde a codas «Él es uno de los profetas que regre saron
l ados que regr
esaron
las cuestiones que podrían plantearse sobre la paradoja de un impersonal de los proferas ch'fl
Él es uno ... . ...
que se une a la más elevada intensidad de singularización y de vida: «Yo
. ... . . . . . . . .... . . . .. . . ¡ ��¡� ;�; � ��·;�b;�·��· ��¡�; ··
ya no soy yo, sino una aptitud del pensamiento para verse... El persona­ . d� · · ·· l �
Es u n agu¡ero .
je conceptual n iene nada ci,ue ver con una personificación abstracta, le on a mck)
(He is stalking assho ...... ...... . . . .

un símbolo o u a alegoría>>. El insiste, terminando por la fórmub que
d� �;;���·d�l singular
explícitamente bajo su forma gramatical, hace intervenir lo impersonal y·¿¡ �; ·�j�·¡���· ·¡�·���;��·�
pronominal: «¿ ué es Yo? Es siempre una tercera persona». de la q"e nadie habla smgu1ar
.
Se puede incluso ir más allá de esta última fórmula, que es ambigua cuarra perso na del
y él es la voz de la
y no parece decir la última palabra sobre el tema. Pues si es cierto que
a través de la cual nadiee.habla
los pronombres il y on nombran lo impersonal' y son los verdaderos que no obstante exist
. . .... of the four
sujecos de los enunciados narrativos -sobre este punto Deleuze sigue por
�. . . .. ... th person singttlar

yet exists)».
of nobody speaks .
" JI es el pronombre corrcspondienrc a la tercera persona del .singular pero, a diferencia ... : ........ ...a11d which
de, t rad . por
. Un regard sur le mon
que se utiliza para introducir verbos impersonales: por ejemplo, //pleut, <�Llueve», o ll . \ 970 ' P. 1 1 1) .
del c:1stell:mo, en francés es también pronombre perso nal neutro de la tercera persona,
nghem,

M . Beach y C .
(Law rence Ferli
umble que e.Parece quc11, En los casos relevantes para el argumento, indicaremos que la Paris, Bour gois,
Pélio,
craducción lo suprime. On es un pronomhrc personal indefinido <le tercera pt!rsona lJ.llC

, ofo el escritor, voces múlt iples que, en


el filos
no tiene equivalen ce en cascdlano, que puede utilizarse para seilalar la indeterminación
Así de sem ejanres son .
mr imperce, pu'ble .
deveY.
del sujeto, pero puede reprcsenrar también una o varias personas determinadas -primera,
tiend en al
segunda o cerccra persona del singular o del plural-. Optamos por traducirlo siempre por
tanto que personas,
para que el lcc m r pueda seguir su uso en el texto, y para seguir las cra.ducciones castellanas
el pronombre personal u-incluso aunque implique en algunos casos cieno forn.unienro­

uti·1.l'l·
king por
a el auror'
que tradncc stal

perder de visea esta polisemia, en panicular para seguir el argumento del capítulo 4
ya cxistences de los libros de Deleuze que cita Schérer al respecto. Pero el lcccor no debe
cción fr:mcesa que
Respetamos la tradu
parlanr. [Nota del uaducrorl
s

35
[Nora del craduccor].

34
René Schérer
Miradas sobre Deleuze
Horror en Deleuze a la
perso na, y justifi cado
tam bién, hay que
por un rech azo delibe
sociedad bienpensa
rado, obstinado, de
rodas las conm inac
decirlo , Deleuze, la craductora. 1'.-1 li' Lawrence opone al cristianismo del poder y
nte: en psicoanálisis, iones de la
a «estmcturan1 el Yo, del resentimiento ambu1do a Juan de Patmos, el cristianismo del amor
mora], por todas parres en política,
en la vida ordinaria, de Juan el evangelista.
. emb argo, es e1 propio amor cnst1ano
lizarse: «Pers onalic a personalizar, a . .
en vuestro auto, persona­ lo que hay que incriminar,
vuestros muebles, Sm
interl ocutores perso tengan objetos, . . . . ..
nalizados; ¡personalic , entre 1 o natura1 y 10 esp1ntua 1 q ue lo funda ' en su li¡ac10n
sobre 1a mrenon
en la opos1c1on
· ·da d del yo . Ah ora b'1en, «e1 yo no es una relación, es un
por todas parres. en!». He aquí lo que se escuch .
.

Entonces Dele uze repl a


des tello que hace e1 su¡eto, e1 destello del triunro e en
ica: lo impersonal. .
Lo impersonal es
· seeretito», dice a veces Lawrence)» (Critiq11e etcliniq11e, P
una suene de estan reAejo, es el pequeno
un OJO
. («e1 sucio
darte, de antorcha
·

Karl Kraus6. Es la como la de .


máquina de guerra de
religión, el Estado, Deleuze . Contra la
la burguesía . En este sociedad, la
68). De allí el rechazo de este amor-d 0n falso e hipócrita, pues, escn'b en
i es y Fanny Deleuze: «e1• amor no es Ja parte individual:
a volver hacia atrás punto voy a hacer un
rodeo, y

a su obra, a su vida,
1 o que hace del alma rn
una vez mas, G'll
d'ivi'dua1 un yo· Ahora bien, un yo es
constante polít ica de para mostrar que hay .
en él una
,
lo antip erson al. Tom es mas bien
tesis de Ricardo Tejad o prestada la idea de .

.
Ja notable
a, Elproblema ético
-político en la obra de Deleu algo para dar o para tomar, que quiere amar o ser amado ' es una alegona,
una imagen, un su¡eto, no es una verdadera relaci· Ón» . y leo un poco mas:
(Madrid 1 995). Rica ze . ,
rdo Tejada parte de un
brió, y que había sido pequ eño artículo que
descu­ _ a .dencilicarse con el mundo, pero ya es la
·
escrito por Dele uze en «El yo tiene una tendencia
de una efím era revista 1 946 para el único núme i '
creada por Mich el ro muerte, m1ent1as q ue el alma nende e1 hil 0 de sus simpatías y antipatías
vivas». y a contmuacion esca formu 1 a, a m1 encender muy founensca:
«la interioridad», a la Tournier, Espace, con .

. ., . . .
sagrado a
crítica de la vida inter
ior. ,
n o quer 'a i"6cuch Entre paréntesis, Deleu
� ar hablar de este
artíc ulo, pero tácita
ze «Dejar de pensarse como un yo para v ivirse como un flujo, un conjunto
. , con ° t ro s flu¡os fuera de s1' y en SÍ».
su trad uc ión, y men te autorizó
apareció en el número de flujos, en re1ac10n
Se hablaba ayer con Jªcques Ranc1ere de I a Posibilidad' que él discuna,
Barcelo
1 5 de Ja revista Archip .: ,
( 1 993). iélago en
de una po 1,mea de1euz1ana. Pero e IJ a se fiunda en esta oposición al su¡eto
Com lo indica su .
título , «De Cristo a ·
y al yo, a la persona. Es en las vasras m tmcio nes de Lawrence que nace
mostrar la relaci ón Ja burguesía», su .
. . .
«no contingente», cuestión es
existe entre eJ
sino esencial, que
cristianismo y el
Estad o burgués, to ' . para concernir al alma, individual,
esta política que desborda lo polmeo
mando co mo punto
colusión entre la Iglesi de parti da la
a y el Estado de colectiva, cósmica.
nueva orien tació n Vichy, y tamb ién la
socialcrisri ana salida de crítica de la
No se trata, por otra parte, de una fusión en la naturaleza, sino de
un impersona1' de una nueva parado¡a de 1o i·mpersonal ' alrededor de la
rales , pues no podem la resistencia . En líneas .
os seguir los mean gene­
compleja, la vida dros de esta demos
traci ón fin a y .
interi or, en la cual cual podemos ver que se fo rma una po I'mea del alma·. «No hay retorno
Cristo ha con centrado
espiritual, devino vida roda la vida
burguesa privada puest a la naturaleza, hay solamente un pro blema político del alma colectiva,
familia, bajo la salva a, junto con la perso
guarda del Estado. na y la . dad ' los fl ujos que soporta,
Contrariamente a lo las conexiones de las que es capaz una sacie
piensan y esperan, que algun os
no hay revol uciona
. • sigmen
inventa, deja o hace pasan>.
y es tambien
rismo cristi ano, porq
rida d cristiana, en ue la interi o­
el clivaje que impl · · d o esta Imea
' que, siempre por u n a suerte d e
paradoja -para una fil oso fía tan anu-
ica, jt1stilica el pode
El resul tado nega r.
tivo del cristia nismo . ]rnman 1·sea en el sentido de un hu-
mamsmo de I a persona-' se va a reencon trar «el hombre», lo humano.
un texto de 1 978, se señala todavía .
que con razón Ricar mejor en

Pero en tanto que «h ombre cua1 quiera», «s·1n particularidades», �uera


do Tejada coteja
conti nuidad entre -mostrando la
ambos- con el escrit
del sujeto y �uera de 1 pe na como se ve en el estudio fundamenta¡
o de 1 946. Se trat .
al Apocalipsis, de a del prefa cio
D . H . Lawrence, firm
Bart!eby de e1vi:11 e. Un hombre extraído, desembaraza­
ado conju ntamente
con Fanny
consagrado al ª �
Karl Kraus, Die Fackel. do de la especie Y d e1 genero reconduci'do a su 1'nmanencia y a su tema
. '
¡ tantum de Avicena y de Duns Scoto al
6
'.
impersonal, como lo es el amma
36
37
René Schérer

que se refiere Lógica del sentido: horno tantum (Logique du sens, p. 1 48 ,


4.
Critique et clinique, p. 1 1 O). Que se podrá cotejar con ese «humano pri­ Horn o tantum
mordial» que introduce el guattariano y deleuziano Fernand Deligny a
propósito de Janmari, su autista, «ese chico ahÍ» (Le croire et le craindre,
(Impe rsonal 2)
p. 120). Sin persona y sin yo. [ . . .]
Para terminar, úlrimo momento de este recorrido -y encuentro en este na del singu lar
de la l'Uarta perso
punto las bellas explicaciones de Jean-Clet Martin sobre el acontecimiento: y es la voz
lo impersonal es lo que se relaciona con el acontecimiento, es lo que lo hace
e habla
a través de la l'Ual nadi
exis'.e
y que sin embargo ;
surgir, particularmente por y en la escritura. Lo incorpóreo del aconteci­ (Lawrence Ferlinghem)
miento es llevado por lo impersonal de la escritura. Es una operación, lo
impersonal que deviene activo, podría decirse, accionando, encarnándose,
activándose como una fuerza oculta, como la fuerza maquínica del alma.
Se habrán dado cuenta: es la fuerza del il y del on, ese «esplendor del
on» que celebra la 2 1 ° serie de Logique du sem (p. 1 78), consagrada a la
muerte, a Joe Bousquet, y a Maurice Blanchot. Se puede leer también
en Virginia Woolf, con Clarissa en tanto que persona que se revoca en el
on del paseo por Bond Street:

Í «on était la, a avancer dans Bond Street . .. Meme plus


Clarissa, non, on était Mrs Richard Dalloway»7 (Traduc­
El ar tículo de la muerte
t mente a ese maravt'[loso
texto en el que está
Hay que volver constan bajo el título: «La
� cado
ze
1
ción de M.C. Pasquier, Folio Gallimard, p.7 1 -en inglés d e G'lles Deleu
m
publi
this being Mrs Richard Dalloway, también totalmente codo dicho, el último
». Volver sob re esas l' eas i � spirad as, cuas i mís-

1smo ateo' en las cu .


impersonal-) . inma nencia: una v1'd.a .... . ale s a prop ósito de N1testro
ricas , pero de un m1snc l acenc ia, del amor que rodean
a

Y como menciono el paseo, me viene a b menee irresistiblemente una


ens, de la comp
comú n amigo de D.ick ble, escribe · «Hay un mom ento
a
de las objeciones que Hobbes le ha•Ía a Descartes (3° objeciones): que de
. .
poco esnm . .
una vt'da que ¡uega eon
un monbu ndo en s1, m1·smo la muerte. La vida d
el
1ar,
,
«yo paseo», se podría concluir que «luego, yo soy un paseo». que no es mas que e¡ de ly sin emb argo singu
ª una vida im persona
1 erado de Jos
¡Por supuesto!, hubiera contestado Deleuze. Incluso hay que ir más indiv iduo ha de1ado lugar . . accidentes de la
e un . acon tec1m1ento l'b
pu10
lejos: no soy Yo quien soy, sino que ante todo hay el acontecimiento, el que despre n d
. sub' etivida d y de la objetividad de

tantum» �1 que to o e1
es decir de la
paseo. vida interior y extenor,
lo que sucede. «Horno

mund o com padece y que
Hay en todo filósofo, además de su personaje conceptual, otro que es
que 1 o tema principales
cud»-.
también en segundo plano personaje conceptual, su demonio: el demonio alcanza una suerte de
bean
� � del pensami ento

ntran condensa os y,
de Sócrates, el demonio de Descartes, que los impulsa. Todo está dicho ahí, puesto cierta man era, llevados en
e
Y bien, ¿no es lo impersonal el demonio de Gilles Deleuze? de Deleuze se encue

cit.
L. Ferlinghetti, loe. 7 ' p• 5 .
1
,,Jiie
Philowr 47• scptiembre d e 1 9º5
7 "se escaba allí, avanzando por Bond Srreer .. Ni siquiera Clarissa, no, se era la scfiora nce: une vic..

G. Ddeuz.e, l(Linmanc
"•

39
2
de Richard Dalloway)) [Noca del traductor].
René Schérer Miradas sobre Oeleuze

sentido, el �ímite abso­


este atajo expresivo. en esta contracción última, a la suprema potencia. Por supuesto, la muerte es efectivamente, en un .
Estos temas se conocen: la dispersión o la elusión del sujeto, el "Yº di­ luto de toda experiencia y de todo pensamiento. Es
mcluw lo '.mpensable,
suelto» y el «yo resquebrajado»; una sustitución de ese sujeto, e incluso de rimenc able, lo innom brable. No se la puede nurar fi¡amente-se
lo inexpe
una individualidad todavía demasiado masiva, demasiado «molar», por máxim a de La Rochef oucauld - más de lo que se
sabe, según la célebre
puede mirar el sol. y además esta exterioridad a
. .
una persona artificial, esto es, puramente alegórica, de «singularidades» roda expenenc1a �os1ble,
. a, en
en la filosofí a ep1cure
moleculares, movedizas o «nómades», que se desprenden de un «campo esta nada, se convierte en fuente de quietud
trascendental» cuyo descubrimiento y construcción son el primer acto igitur mors est'. Sólo que estas máxim as, conjuro de los
Lucrecio: Nil
individual, a un yo, a una
del filósofo; el encuentro con un «en1pirismo trascendental» que se las terrores y consuelo, están destinadas al sujeto
arregla sin el Yo pienso de la tradición cartesiana, e incluso sin conciencia persona. . .,
expres1on- se aparta de
alguna; «un campo trascendental impersonal», llamado cambién «plano La muerte deleuziana -si puede convemr tal
de inmanencia», al cual nos da acceso este último texto de una manera lo insopo rtable, así como del pat hos trágico , gracias a
lo impensable y de
a la vez exiscencial y teórica, haciéndonos tocar en cierto modo con el to y de lo impers onal; escapa a la aprehen­
la paradoja del acontecimien
o de una lamentación
dedo la juntura de lo más impersonal y de lo más singular; animando, sión interna del individuo, sin depender tampoc
llega la muerte', que se des­
finalmeme, ocras formulaciones: «Las singularidades son los verdaderos intersubjetiva. Es en tanto que impersonal que
acontecimientos crascendentales: lo que Ferlinghetti llama la «Cuarta que afecta aunque sea induda bleme�te y u� 1cam�nte
prende del sujeto al
persona del �ingular». Lejos de ser individuales o personales, las singula­ «suya». Es en canto que impersonal que e�presa' .
cualifica, e¡emphfica
¡ustamente a causa de
do. El imposibl� "Yº
ridades presiden la génesis de los individuos y de las personas»'. todo acontecimiento del cual deviene paradigma,
Sobre esta líne ronteriza, sobre esta cresta o en esta punta en la cual ese desprendimiento impersonal del sentido expresa
se le disputa « a vida1> a la muerte, aparecen, quizás mejor que en nin­ un il en el que se metam orfosea . En ese zl, en
muero» se desplaza hacia
guna otra pa e, los trazos originales del pensamiento deleuziano y sus ese on de la muerte, es que entra el moribundo'.
-al que muy bren lla­
El momento, el pasaje 0 trance de la muerte
.
apuestas. Es un desenlace que nos complacerá encontrar muy cercano a
al yo que en él se des­
la intuición bergsoniana, o al conocimiento que Spinoza llama «del tercer mamos su «artículo»'- es siempre, relativamente
bre que �esigna
pureza. El «un», el ti, el on,
género», aquél que corresponde al conocimiento adecuado de la esencia o o artículo , o pronom
morona, un impersonal, infinitiv

a toda vida -una vida-,


de las cosas: «La vida de tal individualidad se borra en provecho de la el acontecimiento en su independencia y su
vida singular inmanente a un hombre que ya no tiene nombre, aunque son denotaciones de una singularidad que valoriz
no se confunde con ningún otro. Esenci� singular, una vida» . jetiva. «En ella yo no muero, soy degradado del
pre-individual, pre-sub
Desde luego que esta revelación intuitiva bruscamente introducida poder de morir, en ella se muere, no se deja
'. no se termma de monr»,
"
. y retoma para s1 .
por el acercamiento de la muerte no debe llevar a creer que la filosofía escribe Maurice Blanchot, a quien Deleuze cita
debería convertirse en una meditación sobre la muerte, puesto que, por el , sujeto indefin ido de lo anónim o, de lo banal, de
El On desacreditado
opuso a la autenticidad de
contrario, la muerte sólo obtiene su sentido al revelar la vida. La muerte la famosa «banalidad cotidiana» que Heidegger
no es un destino ni un fin, ni d motivo incesante para lamentar nuestra

Lucredo, De la nattmtltzn, Ill, verso 842.


finitud. No es sin embargo una simple «facticidad» -lenguaje de Sartre­

del traductor nº 4, pág. 34 {Nota del


1 Sobre los pronombres ily on ver nota
que nos sería totalmente exterior, ajena. Es un punto límite, uno de esos 4
traductor]
puntos singulares que Deleuze se complace en oponer a las «ordinarias»
6 Por l:i expresión •artículo
�rancés c�mo en castellano, del
o tiempo de vida antertor a la muectc
de la muerte•� utiliza.da en
inflexiones del movimiento, bocetos de «devenires». [Nora
latín in articulo mortis: en el último estado

Logiqut du sens, p.
del traductor] .
1 124. 1 logique du sms, loe. cit.
40
René Schérer
la existen cia, ese Miradas sobre Deleuze
on que aparentemen
la opinión, del te no debería ser
luga r común , es m:ís que el signo
que' no estando sometido a las eg1as de orgamzac1on del cosmos, del
. . •

convenido a causa de
misma en índic e de su impersonali
de la más elevada
p otencia de vida. dad mundo y del yo, pertenece todav1a ; al caos . Lo impersonal se s umerge en
en que el acon Llega al extremo . de 1as fuerzas que saca d e a11'1 que traza,
tecimiento eclosion ese caos, ese abi' smo·, es a parnr
inminencia de la a, abre la regi
ón del sentido.
muerce, en su artíc En la en superficie, líneas sembradas de puntos singulares.
carga encera -el p ulo, se aparca de
oren ciaJ de fuerzas la angustia cuya
evidencia de la sing que ella represen ta- se tra
ularidad irre mpla nsforma en
La inmanencia zable y no pere
absoluta de una cedera de una vida. Líneas de vida
vida.
I o.. 1os impersona 1 es d e la' lengua constituyen Y ha-
Incesante es tn'b'll
Expresio nes impe
rson ales, el il, el
1
fuerce, nietzsche on, el «Un », valen
ano, de un valor en el sentido
dete rmin aciones que se opone a la cen subsistir por sí mismo el senn. d del acontecimiento , e1 «SO amenee
Ja medida en que
de lo verdadero y
lo falso, del bien y
incertid umbre de
las �
acontecimiento» , eventum tantum. na expresión del mismo or en q e � �
el horno tantum, adecuada para poner en evidencia su ínti ma a n '.d a .
son vehículos de del mal. Valen en
incorpóreo disti lo acon tecimen
Pertenecen am bos a ¡a m1·sma natural eza, a la misma esencia, al mismo
nto de las cosas tal como tal, de este
aun que indisocia corp orales y de
sus co nexiones
ble de ellas, y q ue causales,
tarlas: «Se m uere. a la vez permite nom brar sentido.
Cuánto difiere ese las y orien­
coti dian a. Es el se se, escri be De!e uze,
de la banalidad
El eventum tantum es lo aconteCI·mental propiamente d'ICho ' el nada
de las singularida . .
des imp ersonales ' que acontec1m1enco cuyo «su¡eto» -su¡· eto gramatical, se ennen de-
. ·

El se del acon teci más


él
miento puro en y pre-indi vidu
que ales. es siempre un impersona
. ¡ ' y para e1 cua! la muerte es parad'igma . Pues
del se es el del aco muere com o llueve'. El .
ntecimiento mismo esplendor para simplemente nombrarl o, e presa lo y hacerlo vivir, para a1 canzar 1 a
El on es el oper
ador acon ceciment
o el de la cuarta
al, el revelador, al
persona»'. x � '
acontecimentalidad pura, es prec1so a olir l a par e demasiado subj etiva,
r
el creador de su mism o tiempo que
sentido, el pun to . . ad ue se llama comúnmente �con­
aspecto privado y
Lo cual no signi
en el que se con
su aspecto colectiv
o, su cara ideal
jugan sin confun
y s u cara enca
dirse su
demasiado personalmente v1v1 d �� �
tecimiento, tanto como su parte d e s do o bjetiva de en cad enam i�n o �
fica la fusió n de lo rnada.
in maten.a1 de las causas y efectos donde se dis uelve . Abolir lo demas1a o
• que so'1 o soporta lo impersonal.
hacién dolo entr divi dual en la gen er
ar en el conjunto alidad vaga que,
estadístico, lo edu humano en el
Spinoza t iene la costum re de u Tiz la expresión !arma
del acon tecimien lcora. Es sólo a
to, accediendo a través
l )
.
como Ja m uerte •>,
que las singulari
él, «doble, e imp
dades
erso nal en su dob
se liberan de los
le,
n : ��u
para ia .expresión de la SustanCia (o Na a eza por los modos. Estos
b quatenw
las man tenía la lindes en que
persona in divid ual. .
La liberaci ón últimos son la Sustancia . misma en tanto que expresada ' el Ser en tanto
que opera el acon . .
la del fantasma tecim ien to es del que acontec1m1ento , en tanto que mo do o singularidad.
El tantum, el «solamente» d�1 , even tmn es ese quatenus, y Jo mismo
que Lógica del senti mismo orden que .
activo, en tanto do sitúa más allá
que efec to de supe de lo pasivo y de
lo
vimiento por el rficie o aco ntecimient
o, com o «el mo­
para el tantum del hom ex e
o: ' p.r '.10t :��::
ecimental de la Naturaleza en
cual el yo se abre a
la sup erficie y li tanto que hombre. O mas a n. e h an
t"'n

es «una vida» en tan o
' da. Esta ex pres 1on requ.1ere la abolición de la persona, o
acósmicas, impers bera las singularidades �
onales, y pre-indiv que exPresa
com o esporas y iduales que ap
estalla en esa desc rision aba. Las suelta
arga» 'º. Acós mico impersonal o, como esm'b'JO, oéticamente L awrence Fe rlinghetn , una
«cuarta Persona . . . por la cual P nad.ie habla, de la que nadie habla ' Y. que
designa aquí aqu
ello
8 • .,;¡
me11r1 com me ;/pk11t>. si mbargo existe» . O meJ. or, en el lengua;e . prop1. 0 de Deleuze, mmte o
.
francés. Ver nota En referencia al
4, pág. 34. [Nora
del trad uctor]
uso personal e
i/ en e/

cor. zs,,
. 'e, más y de otro modo que el ser un «extra-ser», como el aconte-
' Id, ;b;d.
del rraductor "º impersonal del

ci iento del cual ella se convierte � s ¡ to-.



. -:
" Id. ib;d., p. 149.
�:ue se es ablece entre Deleuze y
t
'
s e bien aquí cuál es la prox1m 1 a
- 1ada' para su «Se muere», y qu e podría tamb ién invocarse

Blanc ot, sena

43
42
ento puro -e
d �co ntecirni
el criterio es
René Schérer
i e p un to to co m o del horno ta11 -
; aco n1ec1m 1e�
También sob re al no se dej a
e1 " 'ª a r gü1suca,
«so\am�nte� o ' canda en relacion a 1
para su teoría de la escritura que debe abolir las cosas antes de -para­ nto qu e» del a la cu

'
i;

diferencias
.

nombrarlas, pues las nombra a parcir de su «puesta fuera de juego», de su gua, a sus
tttm-,· el senala
la abr as e la len
ausencia, «de la ausencia del todo, es decir de nada», según las fórmulas ue a tn.b uye a \as pal
someter, a \a vez iás alto.
q
or i
ya convertidas en clásicas de Laparte delfaego11•
Pero quizá hay que decir más. La cuarta persona, o el uso que hace más finas, e\ val
Deleuze de ella para hacerse cargo de todo el plano de despliegue de lo
xplíci-
lrnpersonal. no Uíll P . e
impersonal, viene a llenar el vacío, la ausencia, el giro puramente negativo . esona\ de ma nera e
del análisis de Blanchot, las resonancias de la potencia de lo negativo . ub -reu .
ne , ndos e a esto incluso
incorpora 1 ' dob le de
Oeleuze no d1s1\fl rn.l. ento p uro o lengua¡ e,
.
hegeliano o heideggeriano. Lo impersonal escapa a la dialéctica de la ne­ " pc1on . , del aco nteci d a l0 qu e en otr
su con ón , esl
·
gn o»: est e
gatividad. Elude tanto la lógica de lo contradictorio, como la lógica de la ca- que en . ncarnaci nn· do <moem
átic
, m31e na\ o e oeema »,. 0 e\ se . dºis-
la producc10n

unión de los contrarios, para adoptar la de la paradoja, o de la admisión \ \\a mó <<11 \os em ple a in
' . ¡lusse r . 1o, n (Husser\
feno m enolog1 co, ,ennºdo o de sign1ncac capa irnpa\pa
b\ e,
l ª
de ese «imposible», motor del sentido, que es la cuarta persona. Salto de
y la cosa ,
.
a d e b ra
una partícula fuera de su órbita que activa el mecanismo de la creación. doblez o cap la ent re la pa ., cos a «co mo tal
de la cosa. La
se int erca 1gnac10 n d e \a "•

tintam ente) que ...o, reo, que for ma \a des palabra


¡ 0 parte _,
. e cac.1on o ' para volver ai
«Reconocemos en el escritor», decía Blanchoc, C<ese movimiento que va sin
cal como \o mco rverba\ sería simple se na
. r
parar, y casi sin intermediario, de nada a todo. Vemos en él esta negación -

ual el . no
sig n d e su s1g · nm ,
nfie re
que no se satisface con la irrealidad en la que se mueve, pues quiere rea­ sin \a c interp osi ció . tal ' este \e co
to po r \ o acontec1men ·
nombra el obje Jeuz1 ª. , de su sentid
lizarse y sólo puede hacerlo negando algo real, más real que las palabras, ano
. aci.on es [ó,.
. d
lenguaj e esto ico- ue acontecirniento. uicas, no val '
en
sentido en ta �t� es husserlianas de \as I
más verdadero que el individuo aislado del que dispone; por eso no cesa
"i n
adas <<ob'Jeüv
q nvestig catn b
de empujarlo hacia la vida del mundo y la existencia pública para llevarlo asn , si no �
Las pro pos1c10 � . n1·ficaeiones fijas \\am .
1
ellas que escan
sola mente. para as nes na uidas \\amadas « c s ales co rno a los adverb"io .
a concebir cómo, mientras escribe, puede devenir esa misma existencia» . s1g ale s», aq u
o a 1an s
b res person
Y Deleuze, como en eco, viene a completar a Blanchot, a quien cita
y en quien se inspira profusamente para sus observaciones sobre el i/ en para \as s1gni
·fi cae,o den.
ente Iig
. adas a \os prono".' que dep en
de \os
la escritura de Kafka: «La literatura solo se plantea al descubrir, bajo las Particularm . nes verba\es . · aci ón de escas
r11 Pº y
a \as \ocuc1o . 1fic
y d e ue el se no d o o \a s1gn e se nndo
.
me-
de lu gar ' exactam ente ,
personas aparentes, la potencia de un impers�nal que no es en absoluto . CUnstancia. Est
""ª fie
1 m :i5 de l a clf
. ¡deas reu<
«llueve» . ' 3 O os
e e¡
. . nc no
en ¡ as
una generalidad, sino una singularidad en su punto más alto: un hom­ . es son disu '·ti·vas a
exp re s1o n
lo cuc ion es y
arJ!ªdo se ¡¡·Jª defi4
bre, una mujer, un animal, un vientre, ·un niño. No son las dos primeras " no em áti co » niti va m ent
personas las que sirven de condición para la enunciación literaria, la nes , donde
ten. ores a
es el que sera \l tiiffl cio 1
las [1z ves " ,
temporanea ·

\abras y las
,
nología, pos enolo g1a co n co sas , este
literatura sólo comienza cuando nace en nosotros una tercera persona de \a fenom p a
re» , .
. ntre las
que nos despoja del poder de decir yo» 1 2• vocabulario pro piº e personal o.
, co, e5 el lugar
. est e .e nt de l o im
Una observación preciosa (la nota número 6), en el mismo texm de
tfled10, es n1
Esta capa del
u ar, top 1co
ern au
de \o e no
«neutro», sentl d )personal despliega. L g
do o no ' . qu
º o expresa
Crítica y clínica, indica que aquí la literatura desmiente a la lingüística ·I•--
A
cuando esta convierte a las dos primeras personas, calificadas de embra­ el plano que lo
s P.U .F, 1 99 1
gues, en condiciones de la enunciación, es decir de la determinación del
. ne ra
qu es 2, pru
arte. fari ,
sentido. !Lpltut [Nota de ,¡duct0r).
t<i Edmund Hus�e
u

erc:t"Je
1

r " 26: «\as Auctuaciones


1ercl1ts logi
Uec1
I �
d
0 ' eu prim
sig
. cu ar.
l ni· fipcar,.,. e
l . t:..
':J 90 •
� . · º"
crs pou.r
«d se ntido noc111auc .
Jdtes dirtctri

'' Mauricc Blanchor, Lnparld11ft11, Paris, Gallir.iard, 1 949, pp. 320-321 . 45


(rcedic ión) , Rech
_ j.>a.r i Ga\\ \
ima r d, 195

Critique et c/inique, p. 13.


nologit,
12
une pbénomé

44
Miradas sobre Deleuze
René Schérer

mterl ocuc1on, Yo y tu y la mo
significación
. 1
-persona» del il y del on, con
absolutamente exterior ni interior, ni absolutamente subjecivo ni objetivo, "

objeriva17• la no-persona,
en el cual se intercambian cosas y palabras. . nte D eleuze adopta la tesis de
Lugar de la creación, del universo del lenguaje en todas sus potencias, Si es cierto que apare�ceme icuc ión que produce, desde
arta persona». y la evitació
a .Pº' enc ía de susc
liberado de su dependencia para con el sujeto personal que enuncia con no puede negarse a su ¡/es n de la
· ' smo una ((cu�
él y que, mis bien, está penetrado, atravesado por él. Del yo ocasional, luego no un «umpersona.ln .
el mgreso en e1 dom inio de las sign ificaciones
inmovilizado en sus vivencias psíquicas, salta, gracias al operador del il, pers ona no es por lo tanto
al plano de los enunciados que dicen el acontecimienco puro: aquél que fi¡'as de la obje tividad. .. ' · a·' pracuc .
a una seParac·io' n una dist
an-
1mc

'
«ni permanece, ni desaparece, y dura sin posibilidad de duran>, según las No, la elección no es !mgu amen te una «lín ea de fuga» en
. propuestas ' sigue exacc
bellas fórmulas de Blanchot15• cia. Entre las tesis . escritura se vuelven
de lo impe rsonal ' vida y
Los enunciados que corren sobre sus propios pasos independience­ la cual, por interp osición
mente del sujeto de la enunciación son la herencia herética de un análisis indiscernibles.
noemitico del lenguaje, al que también Michel Foucault, por su parce,

Esplendor del On
radicaliza al tergiversarlo . Deleuze expone límpidamence la lección en
el libro que consagra a este último: «De modo que lo primero es un Se
habla, murmullo anónimo en el cual se disponen los emplazamientos Resumam os: . era cara presencada por lo impersonal era su
. . , en el ar tículo (o pronomb re) de 1a muerte . Lo imp .
para sujetos posibles: «un gran zumbido incesante y desordenado del - El pnmer acto, la pnm ersonal en

' or de1
discurso>1. En varias ocasiones Foucault invoca este gran murmullo en el apan c1on cec1m
. .
ienc o ' de la acontec1menta-
acon
tanto que abso1 uto revelad "
cual él mismo desea situarse»16• Devenir imperceptible, escribirá Deleuze,

on ', n el Plano d inmanen
cia de una v1'd a ;
1 vatura sive vt .t;
primer gesto del escritor, primer paso hacia el On, hacia el horno. lidad del hombre, horno, qttatem tS horn o tantttrn. La
Con la condición de no restringirla abusivamente a una egología, en tanto que su expresión.
hay que saber leer en la fenomenología el prólogo a este proceso que prim era potencia. . vez vircualidad y poder,
- La segu nda poten cia (pote noa que es a la
le confiere coda su fuerza al impersonal ddeuziano . Que asegura sobre
todo su independencia respecto de las tesis lingüísticas y de su limitado
..
ese Potenz que uulrz.aba
a roen do Heg � .
el en sus primeros escritos) es el
istentes pero insistentes,
horizonte; que favorece su vuelo o su sobrevuelo.
ras e un1ver sos inex
flujo de las palab ras creado
realidad hum�iia.
En efecto, ¿cómo escapar a los «embragues» del sentido, que la lin­ factores integrantes de la
y es tas
. l .·
lican una log1ca parado¡a
1
pote ncias imp
.
güística sitúa en los pronombres personales, sino recurriendo al sentido dos
,

ac10 , 1: de una vida por la muerte.


noem:ítico? La elección no es lingüística, eso es seguro. Desde el punco - la pri1nera es la reve , y auténtica de �<sí mismo)),
.

es10n, mas , original


de vista de la lingüística, se sabe, se presentan dos tesis: - la segun da es que la expr . rsonal.
conquista por lo impe
- La primera es la que incluye en una única y misma clase el yo, el la más singu lar, sólo se
tu, y el il, y propone para este último la denominación de unipersonal,
extendida al on, habida cuenca de sus posibilidades de sustituir todas las
Gallimard, 1996 (;:irtícu
.
. s de lmg1m . ti ut é11érale. P:iris,
q gd 1 • · 230. J. Moigne{, Le
lo
otras personas: onlse.
17 "t:m ile Benvcnisce, Probleme
des re1
de 1946): «Struccure historiqttt, Paris, Klm
- La segunda, mis antigua y clásica, la de Émile Benvéniste, descansa bes ' P

de psycho-ry1ur11atiqiu
ans es ver
. e erson nes .

frm1r111s - EssaJ
auons d p .

pranom persowu:l
cks1eck,
_
en una distinción radical entre las dos únicas personas subjetivas de la _

lSS.
1965 , en p:1.n. PP· 110- on sostiene que
. . 1og1co
• . del pronombre
Lapart dufi1t, p. 30.
cumo
hipótesis sobre el ongcn
homo [Nora e craducrorl.
.
u Una J.e las

1 988, p. 62 .
n

" Fourau/1, proviene del ladn


1 47
Miradas sobre Oeleuze
René Schérer
imperecedero: «Oh, las
as y alcanza lo
el cua1 se arranca
a las circunstanci
·
.

tarde ... e1 espe¡ o


La primera potencia conduce a un plano de inmanencia, la segunda .
del estanque resplandece•> , p rincipio
construye y desenvuelve un plano de consistencia que lo puebla de perso­ horas rojas de la

splandece es ramb'
.
, el desgarro del « duro l ago olvida -
enta
najes y de figuras. Que, precisamente, suscita «Un pueblo» y se dirige a él19• de La tarde. de torm ien .
Ese espe¡ o que· re y esa tarde, «el virgen, vivaz
.

. d e Mall armé ·
'
Fuera del registro de los ejemplos provistos por el propio Deleuze y do que ased ia b
a¡o la escarcha...»
del acontecimiento,
eventum tantttm.
y bel 1o oy» 11ev
'
ado a la ererni dad
., ¡a trans
, ·
confi rmacton de
h alquumca operada
que forman algo así como su corpus, se encontrará una justificación 1nuy form ac ión
.,
·
Se vera, me¡o r la
,
ilustrativa de las propiedades de la borradura del sujeto de la enunciación ad, en ¡ a co m parac10n
e la sub¡' etivid
1 M
. ono d
elaire y el
rson al 0 el aban d
en el poeta alemán Georg Trakl, que pertenece a ese expresionismo con­ por o 1mpe sonet o d e aliarm e,
imp on e entr e El e·isne de Baud s ·
tempor:íneo que Deleuze convirtió en el rasgo destacado de su estética. que se . rdo lleno de 1a .ub'¡ e uvi'dad.
·

. e su repli , . ca' un pasa¡e del recue


· de 1a v1s1o
Pues tal como no hay dos estéticas, la de la sensación en el conocimiento que consuruy . . , n en su pureza, su consistencia casi
is del ..sobre el áspero
.
y la de la sensibilidad en el arre, no hay dos expresionismos, y la expresión
expre s'ón
i
. ral de1 e·isne , metamorfos
roma, nuca a la .
que es inmanente a la vida es aquello que le da al arte su valor y su estilo. minera1 . O even lí-
mme
su blanc o p luma'
J e » (Baud elaire) en «Los transparentes
suelo arras tran do
ue1 os que e no uyer
é).
1
Por eso el artista no se propone otro objetivo más que el de conquistar h on» (M allarm
glaciares de os v . para el propósito
la expresión. ple bosque¡· 0 que,
ente rurnva, s1m ,
.
Tal es el tema de una carta de 1 9 1 1 en la que Trakl, evocando las Nora evi'den tem . . ral como tampoco sena aconseja-
conu nua r,
cuerno' n de
e Cime de Baudelair
prese nte, no es . e en nombre del
etapas del trabajo de uno de sus poemas, La tarde de tormenta, escribe:
ble rechazar e1 igu
almente adm irabl
mper sona1 mallarm
.
«He aquí el poema modificado. Es mucho mejor que la primera versión, basta con indica r de qué manera
. . . eano·'
expresio msmo 1 , en vuelto en
lll
cia
' ea• lo que permane
esp¡ieg
en la medida en que ahora es impersonal (unpersonlich} y est:í lleno has­ ,
· a' segun su l .
ta reventar de movimiento y de visiones». Para introducir a este texto, lo imp erson
.
a l d
expe ne ncia interior. «¡París cambia , pero
retos de una
los rep liegues sec a «Fantasma que a
elancolía I se a
Georges Bloess, que llamó mi atención sobre él, encuentra esta fórmula h movi'do'. . . . ,. ' opuesto
lapidaria: «he suprimido el yo»20• nada en mi m _
. asigna». . .
su puro resplandor
1a I'mea abstracta del aco
Podría servir igualmente para resumir a Deleuze, de la misma manera este siuo . ntecimi ento puro.
El expresio · ms · mo desenrolla transm uta ción orienta
en que él mismo supo encontrar las fórmulas poéticas que sirven para o en visión · Esta
Ella es 1 a que tra
nsmuta e1 recuerd
expen. encia personaI
.
resumir la filosofía de Kant. Baste con cotejar las «visiones» de Trakl con comu nic ar una
. e no se contenta
ganadas gracias a lo impersonal con estas proposiciones deleuzianas: «La cod a escntura qu . !la-' sino que prere n de se r recibida,
--o mas
nformar sob re e
, b'ien, con i irse en el prój imo a
fabulación no consiste en imaginar ni en proyectar un yo. Alcanza más . es e ·ima'genes ' dirig
e l prOJl' · · mo emocion
.
desp ertar en puestO q u e la forma
bien a sus visiones, se eleva hasta sus devenires nacientes»21• ndor del
alcanzar la singu¡ experiencia
Esple on,
'smo que resuena.
la parte de si, mi ar
persona1 es irnpo
Lo impersonal nos hace pasar del relato subjetivo, de la anécdota, del , . • para
tente por si m1Sffi•
arla al pró¡' imo .
impersonal del
·

recuerdo, del «demasiado cerca», al acontecimiento conforme a su sentido . Sólo lo on


a la cua1 asp!í a,
y para comumc
y su resplandor propios: esplendor del 011, del il. El poema de Trakl csti
rode 1as .111tenon
haque indefinido
.

. 'dades ' abre el mac


. d ern 'b a e 1 mu
rmas de experiencias
0 del tl
del "Yº pie
consagrado al acontecimiento atmosférico en su esplendor cristalino, en ,, hacia otras fo
. nso, yo soy •
lirario , ni a una
.
intersub ¡etividad que
y mon otono ,
en m a 1 su¡eto so
cede de e' I .
. .

que no pertenec
Critique et clinique, p. 15 . es del mis mo ord
en puesto que pro im
da en el mov iento, el
pasa¡ e de 1 entra
. índice
.
PotmeJ majmrs, : c sisrencia a ¡0 que pasa entre dos (o
1'

la ma rca d el
El on es
Adrien Finck, París, Aubier, 1993, p. 19; Georges Bloess, \ilix, regard, eJpace dans l'art
del agenc1am ient
o col ecnvo ,· a
d
Georg Trakl, trnducción de Jaques Legrand, prcsenr:ldo por
20

n
" n paseo» como
el de Mrs. Dalloway
exprwionniJu, París, LH:i.rrnanan, 1998 .
cont ra el "Yº pienso»,
21 Critique et clinique, p. 13.
vari os) , y

René Schérer
en Bo nd Street, Miradas sobre Deleuze
descrito por Virg
.
inia Woolf jus tam
Pronombre para referm e a1 hom bre. Horno, om, on; o M.ann Y man 4.
impersonal y de ente en térm inos
impercep tibi lida de
.
d: «Tenfa el sen 2
o de senrido implicado. ,.A
de ser invisible: timiento muy
no visea, no con extraño .
, sm
sarse, tener hijos, ocid a; aho ra el problem a No se trata, sin emb argo, d e enmo1ogia,
se estab a allí, ya no era ca­
los transeún tes, avanzand o por
Bon d Street en qué concierne o a quién conc1e . rn e 1 o '. mpersonal del on, a que, h ombre,
en una sorpren medio de
dente procesió n a qué relaciones, a que, soc1edad h urnana'.
y' en este dominio, 1 a ob"Jec10 .
era Mrs. Dallow bastante solem
ay; ni siqu iera ne, y se .
Clarissa, no, se
era la señ ora de · ' n pronom1'na! puede servir de cnteno,
Dallowayn22•
Richard .
pue de de cierta forma resal tar a contrarto 1a originalidad de De1euze,
Que el on fran cés . . .
transponga un this .
puede permitirnos precisar y orientar las tmp 1·icac10 nes' a primera vista
este últim o es being inglés no cam
tamb ién imperso bia nada, pues
s ustituyéndolo nal en su exp desapercibidas, de lo i mpersona :
resión y suprime
por la pro cesió n
de
el Slljeco , ta¡anre � más pertinente formulación de la �b-
Se encontrad la mas
el «sujeto» mod los tran seú ntes, por esta ent
erno, el hom bre '.
de las m asas. rada en . , tanto más interesante en la medida
)· eción en Femand D el.igny. Ob¡ec1on
en que, cuando en L e eroue
Pero si se busca .
el on en todo el
francés, he aquí espl endor de s u
sono
.. et le cram. dre hace del On -ubica do en la
ento nces el de Rim ridad p ropi a, en
diecisiete años / bau d: «No se es , 1o de la ilusión subjetiva, 1o h ace
categoría de «la ideología»- el veh1cu
Y se tienen tilo seri o cuando se
s verd tien en a partir de pos1cwnes qu e comparte con Deleuze y Guattari: crítica del
· ·

tem ente es insu es sobr e el paseon23,


sino lo imperso
stit uible por lo
nal del «cualqu
unipersonal.
No es un yo ni
que evi den­
un nosotros,
sujeto, adopción del plano de cons1. tenc1a,
.

. 1·beración de las smgu
· Ian· dades
iera», del sola prop13S de los autistas con los cua es vive, rivados de Si mismo, sin ser
. . zs
que se levante triu
nfan te, al dirigirse
men te -tantttm
-, que hace .

,
la cuarta pers ona a él, el p uebl o P or eso menos md1v1duados .
habla I por la cual
«de la que nadie joven, enamora .
do, • · y 1 a teonzac1" 0' n de D cligny es ademas
nadie habla I y
sin embargo exis La importancia de la pracnca
re)), que reconocida por Deleuze, rom �da en cuenca cu..• ndo ' a propósito d e "1 o
. 1 a reducción abusiva de la .int�rpr�-
que dicen los niños», y para crmcar

Del On a lo humano
,
cación psicoanalítica a una «personol ogra» pa renta!, retoma del solita no
de Monoblet la idea de una cartografj'ia en la cual se traza el proceso de
Sin em bargo, uno . .
yo, en otros térm inos,
no se desemba subJ"etivación del propio aut1sta con «e l1ne d"oi >) "• El rechazo del On,
ente del 011/se u
raza tan fácilm
de la gen erali zaci on/ tal como aparece en Le aozre , craa
· et te . idre• ha de tomarse en tonces no
cesar com o una ón pronomin
objeción perjud al. Ella renace como una crítica negativa, s1no más bien como una radicalizac10n . . de
icial al em pleo sin
· n do el autista -al que prefiere 1!I
la tesis deleuziana y guattana na· s l�
del on del cual pen estri ctamente impe .
de toda la teoría rsonal
atra er al 011 hacia _ dIV! <
dU O>> Janmari,
deleuzia na. ¿Qu .
el lado de lo imp é es lo q ue perm
ite . .,
siquiera llamarle «nmo»-, ' el 10 designado por ese
erso
, nico vocablo, extraño al st'. rms. mo, lo es también al
lingü ística, o lingü nal? La cuestión no
ística en un sent es p uram ente U on. Sin emb argo
ido estricto. Desb
soporta las apelaciones de1 t·¡ y del «Comun», SI. no del «nosotros>>, cuan-
orda la categoría
del ,
do se trata de la re1ac1on
. .
, q u e mantiene
. , . con el medio de las cosas o de
Mrr. Dal/oway, las personas enrre las cuales vive. S1 su Pfano de consistencia . a
TrJdu cción y notas
" Virgin ia Woolf, . e1.imm.
Livre de pocl1e,
p. 71 . [Se traduce de Marie-Cbire
Pasq uier, Paris,
le senriment rrés respet3ndo la
traducción fran
cesa del inglés.
.
bizarre d'étre
invisible: pas vue, •El/e avai r
maüuenant de se
était Ji, á avan
pas conq ue; le
marier, d'avo ir prob léme n'étair plus

" En r fer ncia a las h1porcs1S del latín homo o del


des en fants, on
. Jog
, 1co de
milieu des passa

sa, non, on érair


nrs en une éro cer dans .
.
germánico numn (Nota del traductor].
nnan ce processio Bond Srreec au ee . , sobrc el origen ernno
meme plus Glris n solennel/e et on:
on étair Mrs.
Mrs. Richard Dalloway;

is Fcrn:md Del1gny, Lt, eroire fl le cmmdre, p :ins, Stock' 1978, en part.: PP· 120 y s1.g.,
Dal/o wayn - Nota
dix-sepr ans / fa
" •Ün n'esr pas séric del tradu
ux qua nd on a ctor) . . .
.
y el texto de Isaac Joseph sobre De!'igny, p. z35 hasra el final.
promcnadc)1 [Not
a del tradu ctor]. qu'o n a des tille
uls veres sur la

�6 Critique et clinique, P· 81.


so ""'
5� --
René Schére r
Miradas sobre Deleuze
del il y de1 cornun.
, La exp resión q ue
el
onlse, gravi ta alrededor
conviene: ese chic más le
o-ahz'27 Deligny se equivoca al creer que el on es la persona (o las personas) de
Punros de encu entro

, un ros de diverg la ideología y de la opinión, pero tiene razón al ligar lo impersonal a la
,-r. No se pod
el ahíviene a ocupa encia, aunque el on
r su Iu,,.,
d evu :;,·
es repelido y
singularidad puramente humana de una «naturaleza» de la cual se apartan
1 ser 1" Y el º" de la
oposición heideggeria
na entre el ahíde «e �vocar, pero sin razón, la
las filosoflas de la conciencia y del lenguaje: «Todo está hecho para ridicu­

cia onto1 ogic


El ahí de Deligny . � banal idad.
, a•» es el
no concie rne a una «dif.eren . lizar el término mismo de naturaleza que se encadena con los pequeños.
medio de las cosas . s·1
de l as cosas, el del
irnpl ica · un «ser-con», no es Tal es la creencia reinante. Ahora bien, ustedes saben que, incrédulo, yo
manera del Mit-sein . a la
1 eggenano
he'd , sen,a más bien busco en el ser. . . Hacer causa común con las palabras denigradas es casi
de ese trasfondo · corn o un
recordatorio
un w.·zr ·'-
m.t como el que
.
anger en su ana'Its1s ' .
. de un «nosotros» pnrnordial una posición política>,3 1 .
introduce Binsw . . ' r El autista más acá de la palabra, el mutisra es -tergiversemos una
ex1srenciaJ .
expresión de ¿Qué es la filosofla?- «el caos que proporciona la visión»32
No, no hay que comp
render a Deli gny de
, .
rnanera heid . eggeri
de 1a crmc .
es, deleuzianamen ana. Su ahi
a a1 psicoanálisis
. . re' de superlic1e. . parr1 c1pa . del hombre, del solamente hombre. No que él mismo sea un caos. Lo es
ed ip1zanre que
.me1uso 1 corazon , del niño'
por rodas parres solamente en relación al orden del lenguaje, pero, dice Deligny, tiene sus
mere person as en e
de aquél que esta' d .
ahJ, cuan do ese chico
esprovisto de suJ'ero «referencias», su «punto de ver» singular, ajenos a los puntos del sujeto
. y d e persona: «Nad
··¡¡a, fl1. Ed'ipo, ni
del Serrer Juega ie está
con la YaJl corno de lo intersubjerivo, y que permiten (volvemos a encontrar aquí a
«ecceidades», diría Narciso,
Ddeuze' que no man1· 11 Deleuze) revelar en él «el individuo primordial» conforme a Naturaleza33•
Es cierto, el término es difícil de manejar pues implica a su vez algún
1estan
cia es manifi eSta. $ '
cuya entera presen mas, que SU presen cia
y
»28. y esra es la razo,
rn secre to' o como
n por 1 a cual
descu bierro. ¡o d ice
' usred' a

, «a111>, en superfi .
orden preestablecido según leyes inmutables, y como un fondo sustancial
, suced• .... ta
• m blen
ven• de ese niño-ahí , el nosotros, desde el
. «pun to de
que sería «el hombre», el hombre por naturalez.1, homo natura.
acta de 1os suje
entente lejan a y abstr c1e, reemplazando
tos unid os' en e1
. . la «Naturaleza humana» puede ser también la legitimación de todos los
señal ado des de e1
«que da un nosotros rnundo, por el on:
punro conservadurismos morales y sociales. Pero hay que pensar la naturaleza
de ver de individuos
.
los cuales el on no
La paradop
existe»". para
como dinamismo, potencia, naturans y no simplemente naturata; devenir
de Deligny: la perso . y vida cuya expresión inmanente es el hombre. En este sentido sí hay
nalizad on ' d e
del nosotros. Esta
paradoj que r ¡ on, la irnpersonalización
:renta C? ntradecir literalmente el
una naturaleza humana, un horno natural, tantum, cuando el lenguaje
deleuziano del º"

: perrn e tª° ien precisar
: el senti do y lleva
uso falta o se abre en él un vacío y se -el Se- esr:í en el límite, en el borde de
ersoh al del on es ·
lejos de lo que pa rlo más
-ece · Pues ¡o irnp
Justamen te lo que
. la falla, del abismo.
quiere decir el
nosotros de De¡1g .
el ahí
· y en su al1an El rnutista que en su ausencia de palabra revela en sí mismo lo «nada
del chico de las za no-personal con
puras ecce1'd ades . l o _ � s1rnplernen te h uma más que humano», cumple exactamente, entonces, la función que Deleuze
.
· 1 o prunera;
una natu raleza que . no conforme a
puede ca1 1· ¡¡ carse de reserva para las variaciones extremas sobre la lengua y las experiencias
límite. Así puede leerse en el epílogo al Bartleby de Melville, a ese pasante
pnm ord 'ª
d'1a1 pa
'º ra · · gulf. 1 o de las personas
que un «Nos otros"
llamado «pn. rnor lo mismo
. d istm

o «escribiente» cuya sorprendente fórmula e> capaz de dejar atónito a todo


conj ugadas o de la · .
concienc1... · col ecuva» .
interlocutor, de cortar todo lazo humano: «Prefiero no))34.

" Deligny, op. cíe.,


pp. 1 1 8-226.
rexto de Isaac Joseph, p. ibid., p. 164.
259.
2H
/bid.,

" Ddigny, ibid., p. 122.


" Deligny,

Que'est-a que úrphi/mophie?, p. 192.


'° !bid. , Isaac Josep
h, p. 260. Critique el clinique, p. 95.
32

"' Id. !bid.


JJ

52
53
René Schérer

lpre.fer not to supri me, Miradas sobre Deleuze


en sentido propi o,
· dad ' 1 os flujos que soporta,
fórm ula «arrasa», a aquél que la profi
escribe Deleuze, «el ere. La las conexiones de las c¡ue es capaz una soc1e
lengu aje», «desactiva
habl a,, y produce así,
presupuestos» . Es
en el lenguaje, «un
los actos de
i nventa, deja o hace pasar» •· '.
Por eso la «naturaleza pnmera» o «e1 hombre primordi:il>• :idquieren
vacío » que «arruina
decir, la dirección hacia todos sus

sentido .Y va 1or, pues e so bre esca b:ise que se m


el prój imo.
Bardeby, es cierto , no . ventan las formas de
es un mutis ta. Se
tismo, en su borde encu entra en el límite _s
pero del otro lado , lo del au­ una sociedad nuev . Vmud de lo im ersonal que engendra la vida y l a
hace cambiar, precisamente porque a vida, como lo dice Diálogos, «no
t
el puente Lo sufic suficientemente cerca �
. iente para que se m para hacer
de la com unicación anten ga el pasaje entr
e el mundo
hum ana normal, hench es algo personal> '� ·
de reglas de condu ida de buenas inten : .
cta, y la escandalosa, cion es y El lector fam1lianzado con Charles Fourier comprenderá fácilmente
lado , el hombre del inhu mana, singularidad. . .
De un

. de 1a s1ngu]·«ridad en los infin itesimales, una


«dem asiado humano», estos pasajes parado¡a , s1ngul·.u a ¡o colectivo' 0 mejor, a lo so-
. les de lo mas
. En ef.ecto, es a part1r
imposible de frecuent del otro, el singular, .
ar y de vivir. el original,
cietano.
el horno tantttm, el vez dispersado e1 SUJ·eco ' que «el u111ºdºismo» puede efectuar sus acuerdos.
Sin embargo es él,

Los artículos consagrados ª Mel vi·11 e, " W:ªle Whitman, así como a los
liberado del peso de que vuelve visible al
las reglas y las oblig hombre

de eri'tica y clínica y le dan su


men te, así com o de aciones de comportarse
social­
.
todo lo que lo «estr _
· , a!comente «congreg ante» (en lenguaje foune·
dos Lawrence, que con forman el pivote
tono, precisan 1a �unc10n
-comenzando por la uctura» en tanto que
agobiante paternidad persona

risca) d e l o impersona¡ En la 1·b


su parte, Deligny)-. «padremadre» (escri .
be, por
. , de la SUJºeción paternal, consiste
1 erac10n
en abrir el camino hacia una soc1edad d', hermanos o en favorecer en e¡
Punto de encuentro : .
entre el hombre del
mutismo (Del igny- lenguaje (Deleuze) y :
Janmari), entre el hom el del
.
«aquí y ahora» una <(can aradería» ' exrranas ambas a la caridad cristiana
y a la lilancropía humanista.
la lenti tud («lo inm bre de las velocidade :
utabl e» de Deligny), s y el de
(eventttm tantum) y el entre el del acontecim
de la naturaleza. Enc iento Entre el h ombre cua!quiera que parece red uc1ºdo a una originalidad
singular que P_ºdna
desprovisto de sujeto uentro en torno del
homb re ·
«prim ordi al», a causa
de la ausen cia en él , to arse por un rep¡ iegue en 1a so !edad ' y la apertura
pied ad», de «cuali de «pro­ �
dades». Convergencia a! alma colewva a traves de la ca den a fraternal, hay una corriente con­
tinua. Son dos po los ' indispensabl es para 1 ª creación y la circulación de
que Dele uze llegará en torno de esos
«origi nales»
,
a calificar, en una
los Aujos intensos. En «un m1·smo mun d0)), escrº1be Deleuze a propos1to
alus ión muy spino
la Nat uraleza prim zista, «seres de
era»35•
·

de Kleist y de Melville, «alternan 1os p10


. cesas estacionarios y cuajados y

Política de la no-pe rsona


los procedimientos de loca veloc ;� ad»".
En efecto --e indudablemente a i se encu
- enrra el secreto "ª descubierto»
Sin embargo, sobre
la base del descu brim de lo impersona1-, de Sll.l ado escá el alma, la v1ºda' inientras que la muerte
las cual idades y fuera iento del hom bre fuera
tión para Dele uze
de como un yo para vivirse como un
.
está del lado del yo: «De¡ar de. ,,.;;; ;,
«retorno a l a natu
ensarse
n o es un
de la perso na, la cues
Auj o, con¡ unto de A u¡o , con otros A u¡"os ' fuera de sí y en sÍ»".
s, e11 r�lac1011
. ."
¡_. • h
l
+o¡a. ·· s1 omo .a n tttm dice el hombre, segu -
ralez a». La guía, la
escribió a prop ósito
de D. H. Lawrence
brújul a orien tado ra,
es aquí lo que
Fina1 mente, u' l urna
· para•• '1
,
. , sino lo mhumano, l o sob 'ehumano en ese acceso
los gran des pens que, se sabe, es para
adores filosóficos de él uno de ramente dice tamb ien,
a la natur aleza, hay
solamente un prob
nuestro tiempo. «No
hay retorn o . . Nada imP ide encontrar su expresion,
abierto a los flu¡os de la vida
,
lema político del alma
colec tiva,

" /bid. p. 170.


Dialoques, p. 12.
" lbüi. p. 1 06.
" !bid., p. 108.
37

" !bid., p. 68.


54
55
René Schérer

incluso al precio de una contradicción in adjecto, en el sobrehumano de 5.


enire s
Nietzsche, exaltación de lo que el hombre tiene de potencias. Paradojas de lo s dev
Georges-Arthur Goldschmidt lo ha pensado en su bello prefacio a Así
habló Zaratustra: «Reencontrar o más bien constituir ese estado a la vez
original y posterior (la naturaleza es eso que fuimos, es eso que queremos
volver a ser), a esca quiso referirse Nietzsche mediante las ideas de lo so­
brehumano y del eterno retorno». O, sin duda m:ís acorde a lo que expone
Deleuze a propósito de Melvilley de Lawrence: «Lo sobrehumano es m:ís
una alegoría que un tipo: no es nadie, y nunca nadie lo ser:í. Representa
el franqueamiento de rodas las constricciones: yo soy de no ser nada»4º.
Ya no es lo «demasiado humano» acumulando en sí y sobre sí rodas
las estratificaciones alienantes, sino el ser abierto a todos los devenires:
ni1io, mujer, animal, vegetal, mineral, y finalmente también Naturaleza,
como se ve con Walt Whicman.
Una «política de lo impersonal» es la que da consistencia e impulso
a estos devenires. Más allá también del marco personalisca o personali­
zanre de la Polis, se dirige a las «etnias», y aun más a ese «quinto mundo
nacionalirario» del que hablaba Félix Guarrari, el de los sin patria, el de
. esta, n en nosotros)>,
leitmotivs,
los sin techo, el de los sin existencia ciudadana41• Una política que viene les», «los devemres
a redoblar --0 más bien a animar- el «sueño revolucionario» de fraterni­ Los deve nires son rea deveni res .
deleuz1. ana de los t en su
estrib illos de la t.eoría uren una en o ra
«

dad o de camaradería a la Whitman, «esa camaradería que implica un


os1c1
. 0nes d e M'l ' Mesetas. repe rc a su parado¡a .
Estas prop otra parr e,
encuentro con el Afuera, una marcha de las almas al aire libre por la «ruta .. ca d a una remire, po r ar,
. al -mujer -niño,
d ó ca, y -m o ecu
conjunción para p . ¡ ¡
de salida principa1»»4'. de los deven1res
Una política que no vacilaríamos en calificar -si la palabra no le re­ inmanente : realidad
f�r m
;�:
a.
� se rra�sforma «realmente»
o
obst ante, de » de estos
sin cam biar, no . , nifica la «realidad
pugnara a Oeleuze- de utópica,,. no para disminuir su eficacia sino, al
niÍlo, anim al, molecula, ,que '. perc eprib ilidad»
sr;uríem ente.� '
contrario, para incrementar su valor. Pues designa, en efecto, ese lugar en m ujer, �Sería la «im
devenires, que se a¡;
-
rma con / . - mperceptibie») ' la borrad ura, l ·
a re-
todavía no actualizado, de «el aquí y ahora», de un Erewhon (now-here), a (e¡ devemr 1 1 , declf
cuyo mapa traza siempre Ja escritura, y atraviesa sus líneas. Líneas de fuga del su ¡' ero que enu nc i
. ?u
llo; ue guarda a c
lave del enig ma ? ¿Pero que
tea, en
tirada del sujeto , aque enires? ¿No plan ' ..
gracias a las cuales uno escapa de «la vergüenza de ser un hombre» para «en n oso. tros)) de los dev
ento nces de la pres encia ·
cues tión igua lmente paradopca
expresar al hombre solamente, hamo tantum: Ecce homo. del su ero, la
la hipótesis de. la reti rada · rer!10ndad?
o de una m · an, 1 o
del man tenim ient al lector, lo fascm.
es que arraseran vanre.,
. Dónde siruar estos d evem· r
iam1·1·iar y de ma
gia cauu
' . e
mezc 1 a d e e vide ncia
,
situa ,,
r, ¡s1.,
convencen, en una n Y Deleuze. '·
. Dó nde
40 F. Nierzschc, Ainsi parlait Zmuhou.stra, tr.tducido, prescni:i.do y comentado por ros, bru¡
.
os», escn· b en Guarra ' . qu dina .m1ca, fi qu é
que' [u empo , seg
«No sot ún é
que espac1· o 'C
·

,
Georgcs-Anhur Goldsd1midt, P:i.ris, Llvrc de Poche, 1983, p. XI. a rma-
estos devenl- fe S, en odo de existencia,
Claire Auzias, «Echnie vs Polis11, Chimeres n° 25, primavera de 1995. p. 75. espa cio- tiem po? ¿ ua es su m
curvatura del
Critique et clinique, p. 80.
41

57
42

56
René 5chérer
do sim ulránea
men te con
tampo co Jo es:i
un ((real» que no es, y un ccen n Miradas sobre Deleuze
· osorros» que
En esre caso nosa en su libro sobre la formación del individuo3• Entre el exrerior y el
lo �'.�� o que
sucede un poco
Benjamin. Uno co n los calcerines interior, la membrana es selectiva: «Ella es lo que mantiene el medio de
se acuerda de
�eu�nra ese de Walter
la experiencia ª ° ie Infancia interioridad como cal por relación con el medio de exterioridad. Podría
pueril e inqu ie�a
ana en el arm
ario '. Uno de
�r��e{ c ico fren re a los calcerin
. en Berlín, que
decirse que lo viviente vive en el límite de sí mismo, sobre su límite; es
es
conrenido en
su man o p ara
la peq ueña
l
bolsa for:a a �ªl cetines enrollado
por orro . El
s parecía esra
r
por relación con este límite que hay una dirección hacia el adentro y
agarrarlo y rira niño hun de en una dirección hacia el afuera». Por oposición al cristal, en el cual rodo es
. Pero ran pro ella
bolsa, esra úlri nro co mo lo ha exterior. Escas relaciones dinimicas de lo viviente no son métricas, sino
E��=�encia
ma desapa rece sacado de su
la infancia, en verdaderamen re
e ru rbado
la que Benjami

� : . ra» del calcetin desenrollado,_«und aber desc ub1err
filosófica de
o, con la «apa
topológicas: «Es una solución topológica, no una solución euclidiana»,
escribe Simondon a propósito de los plegamientos de la corteza.
e;ara de acosarlo
: «La forma y
a verdad enigm:íti
rici ón
ca» que no En la emoción del niño que hunde su mano en el interior de los cal­
nrro y de la bols :�:
calcetín de ade el ten1do, la e volru
� ra y lo envuelto, cetines enrollados, en cda blanda masa de lana», con su «calor lanudo»,
el
t;a terce ra tam bién, es
as
verdad : ese c�;c �
y so a y m sma se encuentra rambién la emoción inquieta frente a la vida, una vida de
¡ 1 cosa . Una sola
cosa
et n
f
� cº r:'º el devenir dele uziano : i : ruto de su metamorfosis». las cosas y sus sortilegios. Sin ella, no habría «adentro», ni desenvolvi­
que el m smo),2, «El deven l r no
1 prod uce otra cosa miento, ni devenir.
más
Por nuestra parte, hundiendo la mano en el espesor de los devenires
deleuzianos que se ofrecen perturbadores, conforme a su realidad y su
Un concept o dram
atizado interioridad, encontramos en ellos, en canco que ideas e imágenes, los
L1 experienc ia dinamismos espacio-remporales propios de la vida. Es decir, la consti­
del calcetín in t . ga,
despliega en · �1 e� revel ación tución primera de un campo polarizado, de una tensión producrora. El
un espacio par filosófica porq
adoJa •l o llleJ or' ue se
espacw· m an1·¡¡esra una devenir es acontecimiento de la vida, dramarización de la idea, de donde
ge�m erna
� uand o este
métrica, y que
�:
escapa a Ja in . . , .
u cw n u1med
1ata de las for
paradoja del
mas de Ja
extrae a su vez su c<realidad» y su «en nosotros)), Pues b «solución)) de los
atañe n una proyección devenires es, también, ropológica.
anállSls cualir
arivo de las plan a, sino a un
s1"tuac1.ones. eJ
.
carac ten,sr1c las re1ac1o. nes top ológ
vim1en tos 1 e
as de los envol · d e Esro se dejará captar mejor, y se dejará tirar como el calcerín benja­
g'ener I, las .rr 1entos, Y que designan, en
. icas,
miniano, en un escrito de Deleuze diez años ames de MilMesetas, una
_ �
_
cci nter wnda
propiedades de
d)} com ien za a
lo vivie �te. o o con la
vida, en efecto comunicación a la Sociedad francesa de filosofía bajo el tírulo «Método
· · sen tido . Lo in
delin1rs. • Ja

ridad' par''"
e' a ad c¡umr
"" -��
todo exterio
npartes · j
de dramatización»'. Texro muy esclarecedor puesto que en él se encuentra
·�"
que e mpuja haci � v1· d ·
a in vagina, al
anim ad• o es
expuesto el «devenir» del pensamiento, el proceso de su producción en
inve nta la inte
a el afuera, em
u ·a hª;1ª � n adentro que
mism o tiempo
dinámicas espacio-rempora s que .requieren un espacio ropológico. Po­
pro pied ades espe
rioridad distrib
��
y ndº a rede
ella consriruye·
dor de esra sup dría titularse este texto, en
� uchos aspectos inaugural, «¿Cómo las ideas
Gilberr Simondo
cíficas que es- la
mem /rana.
. erficie d : vienen al espíritu?»: en un c mpo intensivo de fuerzas en el que algunas
n ha ex ¡ 1cad .
aparición de J o
vivienre de u a : o esta
m anera p amc
d1forenciación y el p roceso
de
series enrran en resonancia, ellas fulguran como el «rayo que surge entre
intensidades diferentes». «Estos movimientos terribles», escribe Deleuze,
ularmen te acce
sible y l um1-
' W. Benjamin , «Arm
.
oires>J , Sens iau.q
ue- Enjtnce her/inoise
' trad . )ean La ' G. Simondon, L'individu et u1 gmbephysicobiologique, PUF, 1964, pp. 200 y siguicnres.
nouve!Jcs, 1 97

2 G. Deleuze
4, p. 1 1 1

y F. Guar ran,. Lit individuación, Cactus-La Cebra, Buenos Aires, 2009).


. cosre, Lerrres

Mdlepla1e11ux, Minu ir, (Ed.

Bulletin de la Sociétljrttnftrise de phi/os1Jphie, sesión del 28 de enero de 1 967, pp.


c:J.st:

1 980 , p.

58
291. .¡

90- 1 0 1 .

59
Miradas sobre Deleuze
René Schérer
. . · ·
' de devenires.
enciacio nes v1viences
Y Plano de difer
Natu raleza, hogar . , no clari dad,
Al nivel de la 'i dea .
<drreconciliables con un sujeto formado)), sólo pueden conciliarse con ccun ires ha ·y disti
nción
como de los d even .

sujeto larvorio», o con el de la infancia. Entrar en devenir, tener ideas, es .


tativ a,. y tanto ideas co mo deve nires, .
represen
el ocden de la repr
sie mpre ecir
1
siendo esta , u lnma
.
esentació n, es d
un fenómeno no de interioridad subjetiva, sino de intercambio viviente en
T - 1• dea en sí
d)). «1.Al
no l o 10ce n
entre el adentro y el afuera, un acontecimiento en el límite. si dramatizan, ya - misma no es clara
sino de la «crue.lda oscura. E s
de la semejanza,
' b e Oele�ze ,
íaca, en esta zon a de
Releamos estas páginas inspiradas y perturbadoras, aplicando a los «sm o a l con erario ' disti nta y
y disti nta)>, escn 1C l
devenires los dinamismos descriros para la idea en su relación con el . dioni s
ea es
pensamiento y el concepto: «Es que los dinamismos y sus concomitantes
senudo que l a
precis amente en este iación que no por
en esca indiferenc
que conserva en si, :
trabajan bajo todas las formas y extensiones cualificadas de la representa­ disti nción oscu ra d"·
eterm. ma · da.· su ebneda que, como
ción, y constituyen, más que un dibujo, un conjunto de líneas abstractas eso está menos d ' edad de los devenires
cambien de la ebri
Se pued e hab lar « reales sin ser ac-
, proust acer ca de sus esta . , n oscuca,
cia son
. ia
salidas de una profundidad inextensa e informal. Extraño teatro hecho dos d e ex p erien '
.mc1o
de determinaciones puras, que agita el espacio y el tiempo, que actúa escnb
parado¡a . es la de su disc
como la t'dea '
. .
ab st ractos>» . Su
directamente sobre el alma, que tiene larvas por actores -y para el cual cuales, ideales sm ser · de ocup ar un espac10
de esta man era q ue u�nen ' cal int ensida d entre
Arcaud había elegido la palabra «crueldad». Estas líneas abstractas forman Y la . llos d1' �eren cias de
o surgir po r deste
topológico, h acie nd representación no
puede
un drama que corresponde a cal o cual concepto, y que dirige a su vez la acto El cogt'to de la
especificación y la división. Es el conocimiento científico, pero también
en en cont ·
las series que pon ; eco lacvario de la
comp renderl os 111
hacerlo el suJ
· sopo rtarlos ' solo puede
. ., cuentra las fuerzas
las cosas en sí mismas las que dramatizan. Dado un concepto, siempre luc1o n)), que reen
, b"ien de la «mvo ,
,
mas
se puede buscar el drama». «regr esión », o
ares, y las redis tribuye siempre segun
. es, h as t a las mol ecu l
de vida angi . na l rior, envo lvente
En MilMesetas volvemos a encontrar este espacio, escas líneas abstrac­ . enere interior y exte
idad e mterc�mb''º
la ley de reversibil
e "
tas, estos dramas, en los diagramas, las máquinas, la maquinación de las
;.
0n
le un real que lo imp
ex pres1
. 1 egio Y esp mtu e
c10n Y ulsa y al que
almas y de las cosas en los devenires. La dramatización se encuentra en Y envuelto , aiec .

la fuente profunda de una operación que capta lo real en los dos polos El deve nir es soru , su envo lv ,· miento ' cal como
la

extremos de la subjetividad no comparcible de las imágenes del sueño y del constituye; el de a � ?


l cr aci n ue
.
� sale d
ila ro del ca
e
l cet í n salido com o milagro

te y de la escritu
Benp mm.
objetivismo comunicable de la ciencia, en los puntos donde se sustituye «tercera cosa» de
de la ccea ción , de la «gran salud,, el ª'. J ra. El devenir es
el mundo ambiente por la preg9ancia alucinatoria del fantasma, y donde enci a.
de ser y de pot
la «verdad» compartida del átomo y de la molécula disuelve las formas de alegría, incremento
la representación. Subjetivismo radical y objecivismo extremo se reúnen

Lugar de vampi ros


en una misma constitución «trascendental» del mundo. Trascendental,
\ dramas . La
es decir aquello que vuelve posible, que establece la consistencia de un esquemas Y de los
del ord n de ¡ �
M a
Los devenires son
Mi�I eset
los de
mundo dramatizado por los devenires. Un paradójico «empirismo tras­ travé s de «recuecdos»:

de . .
, narrau· va de
cendental» sustituye a las constricciones de un conocimiento cerrado. Presentac1. on . un b rllJ0• de un
�a
bergsoniano .. ., asi
'
' la y una eccei
e un naturalista '
ente' los de una mo
A fin de cuentas, Kant no está ausente. «El método de dramatización» un espectado r, d dad, conttibuy. e a
, l ec
. , , descareando toda aspH
se emparenta en Kant con el esquematismo, al que llama un «arte oculto» como ' insol'ltam . acion
" a una lógica deducnva.
en las profundidades del alma ( Gemiit) . El esquema es un drama que le esta dra1natizac10n . as al ,
ogi. cas))6.
smo, en «cons tanci
permite a la categoría abstracta manifestarse en la intuición. Y del mismo Estamos en el alogi
modo, la idea esquematiza en esa zona oscura en la cual la vida pasa a la
expresión. Aun más, hay que decir que la idea es el propio arte oculto, Citado ibid. , p . 135.
la potencia de formación a través de la cual el alma se sumerge en la ' Mili< Plat<aux, p . 309.
1

61
60
René Scllérer
Miradas sobre Deleuze
Los devenires son esqu
emas• pero ram b·ren , son vampiros .
. . Quiza· , anre

rod o vampiro
1 730 ' de rodo e1 capr•cu1
s> si se riene en cuenra la ., Pero para los vampiros, hay más; pues en su caso lo que está en discu­
que, bªJº e1 subtítulo «rec
. daracron
uerdos '. o sión es precisamente lo animal del devenir-animal. Dom Calmet llama
, d e un bergs onra
a 1 755 no se escuchó h no», precisa: «De 1 730 «Sanguijuelas» a estos fantasmas que el serbio nombra como vampirs, el
ablar mas que de vam
piros. . . >1.
Hay que tomar en serio checo o el ruso oupires, que proviene del turco ubre («brujo»). En cuanto
esta broma ' con la d .
sabe' en D e1 euz� siem osis de h umor que' al vampiro, ese murciélago de América, chupador nocturno de la sangre
se

pre acomparía a la verd
de los animales, fue nombrado así por Buffon en 176 1 , en referencia a los
ad.
Solo se neceSJta abrir
el libro clásico de D
inrrodujo en Francia al om Calmer que, en
mismo tiemp 1 o 1 746, vampiros de Dom Calmet. Esta reversión onomástica hace de nuestros
y la pala bra�. El
VIII enumera todos los caso
s relatado d s � : �;� capít ulo vampiros un paradigma paradoja!. Ocupan un entre-dos, en el límite de

P.' .1'ºPhicae
Glandeur de Hollande cica los 730, en pam cular por una superficie en la cual se pasa sin discontinuidad (superficie topológi­
01tationes de vampiriis de
Le
J. Chrisrophe Herenberg en 1 733, .
""°
.
'
. cov ca de Moebius) del animal al hombre y del hombre al animal, primero
rones de1 mercu.., re
menciona rnformac·
s casos a 1 os que , el R. P.. ap1.rea
gala nt a partir de 1 693 Todo sanguijuela, después mamífero alado que alimentó el imaginario del
·
n el gusto de la En
escéptica demasiado falca una crírica cine, hasta la serie Elpequeiío vampiro que llega cada tarde para alegrar
de encusia smo, segu
(artículo «vampiros»). ryclopédie la soledad televisiva de los jóvenes alemanes.
Un incon testable fenóm Si el vampiro es animal, en todo caso sólo lo es (pero paradigmática­
eno histórico ' ento
de las observaciones más �ces. Es por otra parre una mente) por la succión, por la boca o la cabeza.
i nteresan tes deI pr�
llamaríamos hoy la «mo ac10 que esta blece
lo que
siglo, d esd e l ace
·
derni dad "· "En este En el horizonte de las arres plásticas, Gilbert Lascault reunió notas

5I·¡es1a,
damen te sesen ta años, en , . i aproxima-
e
Hungna, . muy convincentes sobre el vínculo entre la boca y lo bestial: «Una de
Morav1a' Polorna,
nues tros ojos una nuev , . se orrec e. a las maneras de hablar de la animalidad consiste en pensar las bocas». El
a escena.· se d rce
.

ver h ombres muer


muchos meses que vuel . tos desde hace privilegio del hombre es el ojo, la mirada; el animal es todo boca; la lleva
ven, habl an, camin .
. an , infestan los pue
ning una historia se lee bl os ... En al frente, es su «proa» (G. Bataille). En cuanto a Francis Bacon, j uega la
nada tan compam. d
o n1. ran p ronu nc1a
autor es particularmente . dº" · El animalidad en contra de «la hipótesis del alma»; «elige la boca que agrede,
sensibl e a esre ,nuevo
citados, benevo los o
rosrro ' a esta metamorf

a 1a Antigüedad; en térm
de una creencia en los resu osis sufre una regresión, aúlla, se retuerce, se devora a sí misma»8.
Resta comprender y situar la animalidad. La relación del animal con
.
tem ibles, que se rem
onta
y habiendo leído MlM.
inos deleuzianos .
, , sensi ble a estos «deve
nires».

el hombre, ¿es simplemente la de la materb con el alma? ¿No es la ani­
malidad en el hombre aquello que persiste, insiste, lo fuerza a «sufrir 4na
' esetas, agregarramos .
s más prop10s, . en e1 borde extremo
que el deven1r se mani fiesta
en este caso bajo los rasgo
cera, en 1 a ocupación de de una fjron-
una zona de «indeci· d·b·1 · regresión» hacia más acá de sí mismo para transportarse más allá de las
y lo muerto, lo hum ano
'. r '.�ªd" entre lo viviente formas cerradas? Más bien una involución, como aquella que, en el seno
y lo animal . . Rasgos s1gn1
propósito de los 1iom
existencia del ser mera cativos del modo de mismo de la molécula viviente, mantiene las materias y las cristalizaciones
bres 1o bo
' mórfico , como a
ab ordados bajo el títul
o «Recuerdos d e un de lo no-viviente'.
1 o bo, e1 hombre no puede deve reo'l ogo» .· «No h ay
. hom bres La boca de las figuras de F. Bacon, esa manera qu tiene de devorarse
nir real menee anrm
ella misma, l a carne, el grito que borra todo habla, 1 a no es la simple
al,,'· «Hay srn ·
del deven u_anim
una realidad demoníaca . em b argo
al del homb re».
.

materialidad presente, son fuerzas que brotan, lo ihvisible de la vida
7 R. P. Dom Augustin
Traitésur les 0 .
rJParition� �es esprus
pasando a lo visible, deviniendo. Así las evoca Deltuze: «Bacon hace
, et sur !es vnmpires, ou
Calmct,
&c.., Pans, e Bu rc l ame'
1 746· l
.

dara de l 75 1 . Sobre fa hisror


tT
les revennm de Hon ie, de
gr Moravie,

ftanrniu, Le Roben, 1 994 2; 13 .O b. . l ra, ve� D.1ct


. ionnaire histori
G. L'lScaulr; Pcriu timidt•s rnr le visibk, A Colin, 1992, pp.
a segunda e
ia de Ja palab dición
p. que de /11 ftmgue
(l 976).
344-345: 110nzc bribes
Que Je se� rc;ri�u�d:� de bcsciaircs a P<'U pres contemporains•
11

Jcan-Bapciste Monr agu r. nocu111emo de csco a mi jove


n esru diant c
� G. Simondon, op. cit., pp. 1 3 1 - 1 32.
Miradas sobre Deleuze
René Schérer

estratl. ficaeiones
su espado
políticas masivas,
Ja pincura del grico porque pone la visibilidad del grico, la boca abierta En comparación con las ,
d a>» su
,
rea de ap arición y de
co mo «liso», «110ma
ropolítica» . y se
como abismo de sombra en relación con fuerzas invisibles que no son propio puede califi carse , ación de Gilles
recordara la �eclar
. «s 1· los nómadas nos
.
existencia como «mtc
· tas con ' p
otras que las del porvenir»10• Un porvenir -<:onviene precisarlo- que no han
CLu re :unet.
evis
está proyectado en el fu tu ro, sino presence en la torsión espacio-cemporal Oel euze en sus entr , r y no forman parce de la
evem
del devenir que animaliza al hombre humanizando al mismo tiempo al �
inte resado t nco, es
porque tienen un
d
. s de el1 ª P ero se metamorfosean
para reaparecer

, �armas .tnesperadas, en las l'mea


animal, escableciendo encre ellos una zona de pasaje o de indiscernibilidad. historia; estan excl uido s de fuga del camp o
.
1
No hay más que boca, todo el rostro distingue al hombre de la bestia de otra manera, ba¡o vamp iros es la de una
sem 1-
os
1 campo liso y libre, ,
a d e
1
2 , La mo d ern1 ·dad nómad esta bl ece
al»'
desti no de1
y disimula la cabeza, que Bacon reescabiece. «Bacon es pincor de cabezas, soci
corte transversa en e
. fiormar el único
.
. a wn
no de raseros». A Ja organización estructurada en vistas de la supremacía histonc"1 dad , opera un .
H1s ton
· e-�� ·1m 1 pero no sm
imp ide a la
del sujeco, a la «máquina de rostridad» imperiosa y aterrorizante («el una fisura que le , q ue al mism o tiempo
d:v1en
hombre: «El hombre físico del hombre
rostro, ¡qué horror!», de Mil Mesetas) , esca pincura le opone Ja cabeza,
el ani mal devenga espm
i
, cu, espmtu ; hombre, espíricu
prolongamiento del cuerpo, su «punta)), y al pensamiento cogicante, ccun
espíricu que es cuerpo, soplo corporal y vital, un espíritu animal». Es esce presentado en el espejo
como Eumemde : . . o Oesci no»".

espíricu el que, en el hombre, con el hombre, insufla la animalidad: «Es


el espíricu animal del hombre: un espíritu-cerdo, un espíritu-búfalo, un
espíritu-perro, un espíricu-murciélago)). Eventum tantum tu' como se
. ne trazos, un espíri
.

la seme¡anza:, retie
El devenir escapa a
,
He allí, en efecto, el espíritu del vampirismo que sedujo a la Europa no
ata de esa «semejanza
escribe en Logz.ca de la
ese caso, ,se
. t r
de 1730, que se difundió a través de las mallas del racionalismo de las sensa ión En mín en uno
e , keifj
. ue habla W. Benja
Aehnlich , de la q

. , n,
Luces, demasiado poco sensibles al soplo de ciertos devenires que Ja razón sensible» (unsinnliche diferente del
de un me' todo muy
aunque dependen
1
lógica es incapaz de escimar, y cuya riqueza y fecundidad es incapaz de de sus ensayos, que odas de su concepcualiz
ac1o
en as ant í p
apreciar. En, con los vampiros, est:í en germen una poécica, el contagio de etas , aparent emente

no carecen de relac1.ó
de Mil Mes acta . e1 1a.
'''
" n, e ,me1uso convergen h
do en e1 hor"1zonte
otra cultura En esto también los vampiros son paradigma de una génesis de la mim esis, le
. toma
ó n en l a cual
mm · sigu
· e
de los devenires, proliferantes y prolíficos no según un modo natural, Pues si bien B en¡a . . ella parece disol-
.'
n, una generalizact
<maturalístico}>, de filiación, sino según aquél, demoníaco y dionisíaco, imp one una van. ac1o .
msptr . a do ' la imitación
no
ese texto
. s E n e�ecto, en

de las «epidemias» . verse en los devenire . la vida orgánica,


· "bles ' m
se relaciona con las �
. tampo co con

ce1.estes, las estrel


armas v,"'
A lo cual convendrá agregar que Jos vampiros, que ocupan la frontera las, los planetas,
, a los fenomenos , ,
entre el hombre y la animalidad, seres de los confines, lo son también sino que concierne , retiene trazos, un
espmcu,

del unive º· La
1cas . O e ·llo
de acuerdo a su nacimiento geográfico y la difusión de sus leyendas . Se nde ncia s astrol6g anza
produjo en las guarniciones de los Cárpatos, en Jos bordes móviles de las
las correspo
elem entos de una lecc
ura y de una escn�cura
j semej

a.
no sensib le es cósmic
ten P ueden ser trata
provincias fronterizas, cal como aquella Moravia, recientemente agregada «escritura»
e1
- , d os como u ,a
Los devenires tamb"
al 1 6
al Imperio". Son, como Jo advertía Dom Calmet, un fenómeno de la ¡
t como o or mul Oeleuze en
relación con,
modernidad, pero en sus márgenes. cósmica1 una puesta en

. P 209.
12 G. Ddcu1.e, Pourparlers, Minuit, 1990 ·
Dclcuz.e, Frnncis Bacon, Logique de /11 sematfon, Paris, ed. De La Oiffércnce,
smsation, P· 20.
la
o G. Oeleuz.c, Logiq1tr
dr
nouvelle série,
'º G .

Re-vue d'rsthttiqur,
t4 W. Benj:i.m in,
«Théorie de la n:ssemblancen,
1984, p. 19.
Esca vez la indicación me la dio Claire Parner, que participó de las investigaciones

históricas y bibliográficas que acompañaron la redacción de Mil Mrsetm.


11

1, 1 9 8 1 , pp. 61-67.
65
Miradas sobre Deleuze
René Schérer

caso del cine: «la


potence vida no-
orgánica que enci erra .
en efecto, es a p el mundo»". Y esa otra Ética: «El ser unívoco .ms1 te en el len ua· e y sobreviene en las
artir de tales apro �
su modo de exist
encia, dar senti do
ximaciones que se
a una reali dad
puede comprender cosas»; y: «No más que un solo y
rr::
smo ser par � I;
imposible, lo posible
confunde con la de insistente que no _
y lo real, para todo lo que se dice» .
los cuerpos y la de se
su dependencia las cosas visib les; .
así como definir
. .
resp ecto del «nos Devenir es alemán. �rden con uga el ser haciéndose, fieri en latm. ,
Pero conviene disunguir en e1 proceso l o advemdo ' eventus, del adveni r,
otros» que los cont ¡ "
que los inventa y ie ne, es decir de
de aquellos que los aquél
del instante, haci recogen al menos
en la iluminación eventum. El devenir es advenir: eventum tantu m, como se escribe tambten "'
éndolos suyos, sin
, . de¡ sentido .
con fundir ese «en
inclusión cual quiera nosotros» con una en la misma página de
en un sujeto, en Logzca
· · neos o l os acontecimientos de los deventres
una interioridad
Los devenires no psíquica. Los devenires-acontec1m1e
·

son prod uctos .


«maneras de decirn, subje tivo s, ficci one .
«modos de habla s o metáforas, . 1 ulacro)), en el sentido de Lucrec10, para
son «efectos de super fi cte)), «sm
r». Creacio nes litera .
no son sin embargo rias, desde luego, quien los simulacros, ¡uego de l os aromo
, s que los componen, escapan a
«solamente» literatura,
potencia de una vida sino que aseguran .,
revel ada por la escri la más alta las confrontaciones vanas entre m delo y co ia, imagen y cosa, fi cc1on
Y rea lidad. En el plano de los si mu ac'.os s e presa todo el ser en tanto

:�
incl uir en una filos tura y por el arre. No
ofla del «co mo si» se dejan
del neo-kanti ano (Alr ob), co mo aqu .
ella, célebre, , e la línea firontenza q e separa y reúne a la vez lo
si mples ficcion es
Hans Vaihinger, que
cóm odas 16•
hace del arre com o
del concepto
que �eventr. Es tan
. �
corporeo y l o meorp reo ' sobre esa cresta, en su punta.
La lilosofla de los
deven ires es sin duda,
El capítulo de Mi! en gran parte, una
pragmática.
¿Qué es !aji!osofin? confi Ponderación misteriosa''
Mesetas sobre los «regíme
nes de signos» esta
rma, que la ver blece, y
su fecun didad , en dad de un con cept
la medida en que o depende de .
Los devenires deleuz1anos ocupan lineas
, de eresta 0 puntas. Hacen
más que estar en e11as, son e!las. En ellos se caneentran trazos singul ares
da una mejor resp
es •mejor» que
mas: «Si un concepto uesta a los probl e­
el preceden te, es .
varia ciones nuevas porque hace oír o ' lo que es lo mismo, multiplicidades que ellos refle¡"an y expresan. Son,
y resonancias desco
aporra un Aconteci nocidas, opera reco .
miento que nos sobr rres insólitos, según sus puntos de vista . y las coneXlones raras pero irrecusables. que
Así es el concepto evuela» 17• . . .
de devenir en comp establecen, espejos VlVlen e del umverso. A t01 , nicos o molecu1ates, ¡s1.,,,
arac ión con las teorías ��
mesis o del estr ucturalis de la mi­ pues irisan todas las super c1es, destruyendo sin tregua viejas fig�ras para
mo. Es •mej or».
Escapa a los alr ob
porq ue no se deja
apris iona; en una precisam ente hacer surgir otras nuevas en I�� que v1. nen a alojarse otros senudos. Los
defin ición limitativa �
los géneros del ser de lo real o de devenires-anima1 es , rnuJ· er, mno' mo lecul a... aseguran al mundo y a su
(seres por analogía) ,
óvil' en el cua1 es senc1·110
aun, el Ser en tanto sino que expresa el . .
devenir, o más "d
expresión una v1 a y u n estremec1m1ento .
mm
que Devenir, ese
Aconcecimiemo --o
to- que se manifi
esta al mismo tie advenimien­ descubrir el arre barroco del concett� c 'ept o ., ese «temblor fi.¡o del
?
se produce un mpo, «nos sobrevu �:
devenir- (devenir ela», cada vez que barroco», según la impac tante e pres . n Lorca .
con gu ión). Dicho � w
Devenir, el Ser en de otro mo do: el
tanto que Devenir, A no dudarlo, el concepto de euziano, y singula ente el de los de­
de !os devenires-. no está en ningu
La filosofía deleu na parre más allá
venires, es barroco.
-
zian a no es la del
reposa sobre la univ «com o si» porque
ocidad del ser expre
IH G. Deleuz.e, Logique du sem, pans,
· Mi11uit, 1969, P· 2l ! .
sado en el aconteci
r a las prop osici
que volver sin cesa mien to. Hay
el presence
ones fundadoras de
Lógica de! sentido, L9 Castellano en el original rod:l va que aparece esta frase en cursivas en

G . Deleuze, L'ima
capítulo [Nota del traductor] .
Minuic, 198 5, p Castellano en el original roda vez que parec
. 109.
a e
1'
ge-temps, P:iris,
Philusophie des Als
p>labra en cursivas en el presente
ob, Berlin, Reuther u.
20 csra
.
" Ha ns Vaihingcr,

" G. Deleuze y E 191 l.


capículo [Nota del traducrnr] .
Gua rtari, ¿Qu'tst-ce Federico García Larca, 11L'l�
�age poédque chcz G angora»,
que f11phil•sophie?,
Reichard,

Minuit, 1992, p. 32.


CEuvres compfew 1' Paris,
Gallimard, •Bibliom¡ue de la Pleiade•, p. 897.
zi , .

67
66
René Schérer

Tiene en com un
' con Miradas sobre Oeleuze
el concepto (rem .
itJen
, dorne aquí a
l u�r d el conc
utilizaré el térm ino Baltasar Gracián
Deleuze en Elplieg
español
El don de la libertad, «excepción» concedida a codos, excepco al pri­
d �� ;
etto italiano que
fulgura en la p
ue) esa i n cw �
oscura que se elabo
mencion
ra en la idea y
sionero, allí está lo intraducible del concepto, la punta. El «concepco» es la
uma •· agudeza de
bras. Es producció
espimu que no
':-' a men udo m:ís que fisura que entreabre el abismo del sentido y del no sentido. Crea, como lo
escribió por su parte W. Benjamin en su estudio sobre el drama barroco,
un juego de pala
n y emergencia
«acceso a l a conc del sentido, que
fi'orm ula de Gón
epción ba¡o . las som bras da
de la oscun. dad «el vértigo frente al abismo que sobrepasa las fuerzas del pensamiento»,
"• según
gora". una
pues uciliz:i codos los recursos de la imaginación representativa para llegar
El con cepto barr
. oco, en su p unta' . ao
d0 de B a1 tasar
inge es l a cim el acumen: Agudeza a lo no-representable.
nio, título del trata del
concepto: «un acto Grac1an,
·' ·
quien Es cierto, si bien se abre a la profundidad paradójica del pensamiento,
.
del eneen d.1m1enco ddine además
el
se encuentra . que expresa la correspo el concepto o concetto no es todavía, filosóficamente, un concepto. Para la
entre los o b')CtO . ndencia q ue
S>}, o «Sutdeza objetiva))23 . constitución de una filosofía dd barroco hará falta aquello que Deleuze
Puede parecer a
veces que el conc
epto zozo bra en el
, como en el e1·e
lenguaje amo roso preciosism o verbal expone en Elpliegue, que Leibniz transponga la puma del concetto en la
mplo de este cuar del
teto de Lope de unidad subjetiva de la mónada, en la cual se concentra el universo: «El
Vega:
mundo como cono hace coexistir la interioridad m:ís elevada y la más
La vida, aunque da
pasión, amplia unidad de extensión»26• El mundo como cono es el «punto de
no querríayoperd
ella, vista». Es la perspectiva multiplicame que ha puesto los espacios y las
por no perder la razó
n significaciones en movimiento.
Sin embargo, en su devenir filosófico d concetto también corre el riesgo
que tengo de estar sin
ella. "
de empobrecerse, de «sedentarizarse» replegando los mundos sobre la
Pero alcan za toda
su potencia y su
La Viaa es un sueno
, interioridad del sujeto A despecho de su diversidad y de su infi nidad, las
- efecto con• las celebres estancias de
de Calderon, 1 .
Seg1sm undo en .
1 e rrad de tod
1.b Hmn perspectivas leibn izianas serán forzadas a converger hacia una sumisión a
as las cria turas, . o magn ífico a la
opu esta a la ír1Ste . . la solución única del cálculo divino que crea un solo mundo real elimi­
con dición del
pns1o nero:
nando los «incomposibles)>. Esta aparición, esta movilización del «sujeto»,
¿Qué ley, Justicia o
razón' anuncia una manera de cierre en lo abierto . Pero se puede preferir, ames
negar a los hombres
s�be, que el «principio de razón», la riqueza infinita de los pliegues en cuyas
privilegio tan suave,
cavidades palpita el alma rara, proliferante y contagiosa de la creación
excepción tan prin
cipal
que Dios le ha dado
barroca, poco preocupada por los incomposibles, inspirada más bien en

d un pez., a un
a un cristal. esas «potencias de lo falso» que Deleuze ha sabido reivindicar en varias
bn1to y a un ave�j ocasiones, y principalmente en sus escritos sobre elt\(le. Partiendo de
Leibniz, sin duda, pero al margen, en una provocado?a afirmación de
los incomposibles". \
edes Blanco, Les
Rhltoriqurs .
de lapomt
1 992, p. 62. r, Paris, Honoré
22 Ci rada por Merc La filosofía deleuziana de los devenires participa en la proliferación
Champion,
" fbid, p. 57.
alógica del concetto barroco. Pero no abandona totalmente la exigencia de
la concentración leibniziana del concepto. A propósito de los maleficios de
,. !bid, p. 4 1 .
" Pedro
un abuso acolondrado de las drogas, a propósito de las fuerzas destructivas
Calderón de la Barca
75.
L a Viie rrt un songe,
'
«G F., 1 976, p. G. Dclcuze, Le plie, P�uis, Minuir, 1988, pp. 169-170.
Scsé, Flam madon, Premíere journée,
rrad. Bcrnard 26

27 L'!m11ge-temps, p. 171.
68
69
Miradas sobre oeleuze
René Schérer esa pon­
era. Es el requisito de
el equ ilibrio y pond
. El mínimo asegura la agude za de la punca".
de la locura, cuando bajo el disfraz de los devemres desterritorializados se i:ín ubica
en la cual B. Grac
, mortales, re e'iene a1go que expresan deración misteriosa ncia de
. mas mas asegurando la convenie
1 as pal bras «prudencia» y «mínimo». Gran Pr0blema et1co
operan retornos a los rerr1'co nos conexion es extre
, Ella da cu enca de las segú n Ovidi o, conviene ofrecerle
� -en el sentido o . Indica por qué,
la imagen a su objet su rapidez (es el pri
mer caso que
de la Ettca de Spinoza- del uso de 1 os devenires. Las potencias· de lo falso sacrificio: a causa de
. . . al sol cabal los en ilógica sin emba rgo, puesto que
no tienen nada que ver con eso, pues siguen los cammos de una creación corcespondencia , no
r . . nuevas. eua1quier otra
da Graci:ín). Oscura e a un Dios r:ípido.
que sólo abandona los límites para ror¡ar a1·1anzas no podría conv enirl
. e1 ab'ismo de cienos devemres, o pro-
una vícti ma lenta a la ar­
. . Borinski ha exten dido
cosa es 1 a caída' el arrastre hacw riador del arce Karl
Por su parce, el histo

riosa, aplic:í ndola al equilibrio


miste
d uctos semeja1ues' cuando de¡an « fil erar partículas fuera de 1os estratos». de la ponderación
' me"'setas: «Pero aqu1, camb ien, quitectura la validez
·.
cer macizo
ntes, que crea el car:íc
las
Record emos la advertencia de M'/ ' , cuanta
,
ntes y las fuerzas pesa
prud encia. es necesaria para que el !ano de cons1stenc1a
s porta ­
. .
no devenga un
entre fuerza
ocas. Es el sentid o que retiene Benja
P de las Fachadas barr
. , no se convierta y a la vez aére o el milagr o reno vado del arce'º ·
plano de abolición o de muerte. Para que la involuc10n intervención divi na,
en 1 a regresión en lo indiferenciad o. '. Nºrh abra, que conservar un mínimo
min : una misteriosa tamb ién reposa sobre
una mis­
uzian o, esa pun ta,
de estratos, un mínimo de f.armas y d e runc1ones ' un rmmmo
. , El devenir dele or la idea de una
conveniencia
. de sujeto, penet rado p
n. Está
. . teriosa p onde ració la base de las singu
laridades del
para extraerles materiales ' afecc os, agenc1amienros>)>2s. . ismo, que est:í en
� muumo
mesur ada, en su alog ence, -perro
es también ese «mínimo» de. ser comun
, . , a lo real, a lo po- ortu ga de D.H. Lawr
El capitán Ahab , -t
devenir-ballen a del omo o niño de Virgi nia Wolf...
sible y a lo imposible ' que Lo,p.ca del sentido extendía bajo la expresión er de Aquil es, -át e­
de Pencesilea , -muj contra natura»; pero la pond
«univocidad del ser» · Es • segun l a concepcua 1izac10n
· · , barroca que aquí eros, prepa ra «bo das
. ., · Con funde los gén hacer qu e la dispe rsión molecular,
siempre traza su línea• ' no una. Ind'IC:J.CIOn .
1 1mitativa, reactiva, .
smo, por logra el milagro de
e1 contrario, un principio de ab un danc1a y de perfecc·IOn.
. ració n misteriosa apoya (ani mal, mujer,
niño ...) ,
, Corresponde sobre el cual se
a 1a «1ey de extremum» de la materia,
. . gracias al «mínim o» consi sten cia, e n lugar
. defi mda en E/pi'zegue, siguiendo a concepto , su
los contornos del
. alumbre y prec ise de lo que son un anim al,
una
Let'b mz,
. como «Un máximo de macena para un mm1mo ' · de extensión», una com pren
aboli ción. Se
, . de proceder a su to de su entra da en la región
1 ey de plenitud en la concencració ' El mmuno es, en efecto, la virtud de ente en el momen
la punta según su función de hace J ugar los extremos en la convocación
�. mujer, un niño, solam indiscernibil idad
su acceso a una
en el mo mento de
de las imágenes dispersas, separadas y dfsp es � .
' reu �'.d as, para producir
de los devenires;
pero de tal modo qu e son final mente camb iado
s en

Es 1 ª 1 ey e descubre la efica
que los rcelabora, cia de cal deve nir en el arce con­
con ellas m:ís intensidad y sentid e equilibrio de las fuerzas.
El mínimo de prudenc·13 (que e euze no deja de record arnas, incluso
0º1• . sí mism os. El pliegu odern o quiz:í volve
mos a encon trar
arce informal m
rec1entemente, en su Abeceda no,
. . temp oráneo: «En el ra y escultura, entre
b".Jº 1a palabra «deseo») pondera, al alarse «entre» dos
arces, entre pintu
tiempo que libera ' 1os devemres cemdos e11 un espacio estratificado y
.
.

ese gusto por inst o


.
nzar una unid ad de las arces com
ra, para alca
. ol um una manera de sed entanzar1os en torno
. escultura y arqu itectu ombr ado, en efect o, de acuerdo a
subjecivado. No es en abs minimalisca es n
1so. 'T'.
perfo rmance (el arte mismo del cubismo,
de un sujeto que limite su impu. 10d o lo contrano:· a partir. de un um) »31• ¿Pero no
podría decirse lo
, la ley de excrem
mmuno, . levantan su vuelo nómada' ab ren el abanico de su multiplici-
dad. Es lo mismo que con e1 «pivote». .
de t'i:sprit, Discours
o el «foco )' en Founer, mmimo
.
B. Gr:i.dán, Art et
figum
Pdegr in, Paris, Seuil,
d e ego1smo indispensable para d im p ulso de las pas10nes, pero que en
, 6, trad. llenito

e 1983, p. 1 14 . Wcicher, 1914, p.


und Kuwttheorie, Berlín, O.
29
. .
A11tike in Poetik
K:i.rl Borinski, Die
composición con ellas se meeamonosea ' bajo el no m bre de «unid1smo»,

op. cit. , p. 254.


,
193 y \VI. Benj> min,
en «ego1smo compuesto». .1o

" Lepli, p.
Mil/e plíiteaux, p. 331.
168.
28
71
70
René Schérer


del ab trac to, del expresion
ismo, tan barroco en sí
mism o'. Arres de 1 os
entre- os, d los devenires
� paradójicos.

Ha ���� �
do;a del dev ni1; de los deve
a;arse, de rerorza.rse en
'
nires, no puede ser resuelta
su medio Y en la pun ta, so
ni eludida.
6.
Potencias del deseo:
de to da P fi d'd d v1en
al borde de Ja bre la divisoria'
• fi sura don

instante del sobrevuelo,


del tiempo s n i o q
. e a ª superficie; en el
;: �: � � .
/ Deleuze y las costumbres
ue es e tiem po recobrado
de la creación.
Permítaseme desv
1as seme¡anzas «no sensibles . Benjamin escri b10
iar hacia los devenires
» (,pero no son ellas ¡. usta
lo que
. , para
sobre e1 momento en que mente devenires-')
'
marcan el
"
esctirura- con su brusca y oscura
ritmo de toda lectura -com
ilumin:ición sobre el mo
o de to a d
meneo en que
de 11
«surgen furtivamente del
torrente de las cos ::..
� t

e e

:;; :�����: : :::
d n evo Añadi ndo
». �
, en di recc ó a 1 i r e ¡� ;�: �: :� ��;1;,;0�
�ga n1 mas rn menos que de comprender, la lectu
profana tiene en ra
un con toda lectura m:í<>
ica el hecho de de�en der
de un rirmo necesario,
no debe descuidar por
o más bien de un inst n
nada en el mun do, si no
, .
;
te crmco, que quien lee
quiere quedarse con las
n1anos vacías>>32.

Gilles Deleuze murió: de una muerte bella y cruel, como la muerte


estoica, aceptada y anticipada. Esa muerte nos conduce, más que a
cualquier otra cosa, a reflexionar sobre el sentido de su obra co nsagrada
a la exaltación de la vida. De la vida bajo todas sus formas: humana,
anin1al, vegetal, c6s1nica; hun1ana y no-humana, sobrehumana, en el
sentido nietzscheano . Es la gran especificidad, la «singularidad» -pala­
bra a la que era afecto- de este pensamiento. No depende de ninguna
instancia superior, de ninguna trascendencia, no remire a ningún
principio creador o fondador, sino solamente a la vida, la vida terrenal
en su plenitud, su inmanencia: «La inmanencia, una vida1> es el título
de su último artículo.
La tarea de cada uno -pues esta filosofla es una Ética- consiste en llevar
esa vida, con y por el prójimo, a la mayor intensidad, a la potencia más
elevada. Lo cual no quiere decir poder sobre los otros, todo lo contrario.
Fuerza a resistir a todos los poderes instalados, t
< reírse de la opinión, a
construir ntÍevas e insóliras alianzas en t e sexos y reinos. Así es que esta
r
J1 \V Bcnjamin, Théorie <le la rt:sscmbhnc
e• ' r
Oh ,,.,., p. 65 .
• filosofla es fundamentalmente revolucionaria; para ella, filosoffa y revo­
72
lución son una misn1a cosa.

73
Miradas sobre Oeleuze
René lchérer
una de su lado
análisis y el marxismo, cada
Revolución verdaderamente «permanente», pero no solo en la política: miscificadoras, como el psico castra'.la, sea
n te, con el objet ivo de
sa y desea
.
>obre
.
todo en la> ideas, en las costumbres. Raro filósofo contemporá­ confiscatoria de la vida profu en mtr:lS de
etaria », sea
z revolucionaria «prol
.
neo -con Sartre y Foucault- que ha osado meterse con los tabúes de las en nombre de la pudibunde
la norm alizac ión de la perso na social.
la salud mental y de
costumbres, con tabúes sexuales actuales. Al margen del conformismo
c1rcundante, de los remares pudibundos y puriranos, de las bocas ce­
rradas, una filosofía incansablemente e inventiva.mente revolucionaria. rdas baj o la
s, a las alianzas tímidas y basta
Acopbda a todas las emergencias liberadoras, y sobre todo minoritarias, Frente a los acomodamiento
arxism o», E!An ti-Ed ipo era, en filosofía, la fuerza
de su tiempo. Minoritarias porque la mayoría, la masa, está siempre del insig nia del «freudo-m
los conc��tos
vida. La mutación necesaria en
lado del poder, del conformismo o del adormecimiento de la verdadera del afuera y el sobresalto de la
las revol ucion es del espmtu .
que acompaña
potencia de vida. y los modos de pensamiento
r el deseo como vergo nzant e, subjecivo, pensado como
Deleuze deja su marca sobre nuestra época, como lo hicieron en su En lugar de pensa
fulta, de aquello
. lugar de situarlo a parcir de la
tiempo, del lado de la libertad del espíritu, Spinoza y Bergson. Aun más conq uistador, colectivo. En
rique za todav ía desco nocida de sus
en la
q�e ellos, puesto que ha expresado explícitamente su apoyo a esos movi­ de lo que se carece, abordarlo de vista de los
uales punto s
. invierte los habit
mientos minoritarios y revolucionarios gracias a los cuales la historia viva producciones E!Anti-Edipo . El
itado s del deseo sobre sus pretendidas aberraciones
escapa a la repetición, entra en el devenir. Todo lo que es movimiento especialistas acred
iza no el deseo,
Y devenir en el cuerpo social siempre ha encontrado en Deleuze su eco ipo (1972 ).
ueng hem, que probl emac
deseo homosexual de Guy Hocq
Y su voz. «El siglo ser:í deleuziano», decía Foucault. Todavía no hemos
con el impulso de ElAnti-Ed
sino su represión, fue escrito
acabado de explorar el alcance de estas palabras.
potenci a
o es el dese o como tal, en su
El tema central de ElAnti-Edip l a s qtie
ca y en
_ Una de las mejores entradas "ª Deleuze» es, sin duda, la puerta del deseo.
nes colec tivas que provo
productiva con las combinacio la
el hilo conductor de roda
lodos aquellos que vivieron el 68 y los años siguientes se acuerdan de la
esta idea será
b
entra. Bajo form as diver sas,
la estética. E n todo, la
bocanada de ire, de la gran sacudida, provocadas en I 972 por El Anti­
do la políti ca, ética,
filoso fía d e Deleuze, ligan

Edtpo• .escmo ¡unto con Félix Guattari El libro respondía a las aspiraciones fuerza actuante es el deseo. Abecedario re-
; Canal Arte, en la bella serie
Incluso recientemente, por
gistrada en el 88 por Clair
de su tiempo, les daba expresión, las orientaba relanz.1ndolas con un nuevo
har a Deleuz� hablando
impulso Se comprendía finalmente, gracias a él, por qué y cómo el deseo
e Parne t, se pudo escuc
c1am1entos,
concern1a Y penetraba lo político y lo social, cómo y por qué era tanto
; como inseparable de sus agen
simple y directamente del deseo comp rende r!�
, asociaciva . No hay que
como lo económico, sino mis, una fuerza macerial, una <cinfraestructura», es decir de su fuerza vinculante por si
Y no dependía de «la ideología burguesa». Fuera de las constricciones ins­ re insac iable que cada uno cultivaría en sí mismo
c?mo un hamb
un «devenir>» De­
muc1onales, de las amputaciones y los travestismos teóricos, conquistaba
. Crea lo que Dele uze llama
mism o. Es acto, relación.
y se deviene. No es una apropiació
n , sino un
e.n el pensam1ento un lugar que había ganado en la calle. Se operaba una seando, se hace devenir algo seme
.
¡ante
no es
entre ese libro-furo y esas políticas del deseo que instalaban eJ
. _ agenciamiento del deseo
movimiento hacia lo otro. El
a una filiación natural o instit
s1mb1os1s n c1.as,
mov1m1ento de las mujeres (MLF) o de los homosexuales (FHAR) ' ElAnti­
difere
ucional (en la familia). Liga
· «rein os», cosas , anim al, vegew.l ,
. a)), asocia
Ed1po reencaminaba una razón extraviada, abusada por «ciencias» ilusorias, efectúa i<bodas contra natur
iones nuevas,
tos y afecciones, confi gurac
hace surgir, para los sentintien
os.
Mottvemmt dr libiratio11 dtsftmmes y Front homosexzul d'nction rrvolutirmnaire (Nota
enunciados nuev
d
el rraducror].
1

75
74
Miradas sobre Oeleuze
René Schérer

Un excelente ejemplo
fuerzas subyacente� a 1a co nc1enc1a. despierta. Sartre se confiromo con el
de agenciamiemo, histó
rico y poético a la vez, . .
e
que reaparece en varia .

psicoana· ¡·1s1s combmandol o con l a renomenología en un «psicoanálisis


s ocasionas en la obra
de Deleuze, es el del amo . ,
cortés. Esta forma orig r
· 1 ar, su muy rica m onogra-
inal del deseo tuvo su naci
existencial» que d''º com resultado , en pamcu

miento con la caballería
. .•
caracterizada ella misma ,
por una relació n parti
por la invención del estri
bo. La relación her ami
cular que se volvió posible

fía sobre Flaubert. Pero � po icw de Deleuze es muy diferente . Él no
(caballo) - orden social r
(caballería) - nfección y
enta (estribo) - animal
intentó ver �ómo la conc1 c1 �: ���

. volver a hacerse cargo de lo que se
es un agen ciamiemo de
deseo y, en la novela de
sexualidad (amor cortés)
atribuye al mconsc1en . � �
0 e vista, por el contrario, es mucho
más cercano al de Freu : e1 pnmer
caballería, un «agencia
miento coleccivo de enun ­ � en sí, la primera fuerza inmanente de
la vida, debajo del sujeto Y de la� personas . 0 más bien sobre un plano
ciació n1>. Se ve ento nces
siem pre social e histó que esre último está

distinto al de e11os, e1 "P¡ no de mmanenc1a», es en efecto la fuerza del


ricamente definid o, al '
mismo tiempo que orien
conductas individuales. ta
Piénsese en el amor cortés deseo. Es entonces sobre ese p1 ano de1 deseo que establecerá en princi-
ª
1 o, en I 967, en su Presentación ,ue
de Lanzarote, de Perc
León, del Caballero de la eval, del Caballero del
p10 un vmcu 1o con Freud -por e¡emp
. •
Carre ta, del Caball ero .

de la Torre más aira, inexistente, y en la Dama . , dose ya netamente en s u preoc . •


Sacher-Masoch, aunque d'� ' erenc1an upac10n
. . 1 del masoquismo del co mp lejo
y en el Queru bín de
p or qué no sobre Beau march ais, y por qué .
todo, en las variaciones no, por despegar el agenc1am1ento ongma
sobre el tema de los escu .
y de los pajes, de los deros «Sado-tnasoquismo»-, para d'iscuur . 1o y rechazarlo finalmente a parnt
niños príncipes -todo
niño, decía Péguy en Clío,
un gentilhombre- con
los que Genet pob ló es de El Anti-Edipo.
la colonia penitenciari
Mettray: el deseo y sus a de ¿La diferencia con Freud'. En primer lugar, que esa vida del deseo no
está encerrada en el sujeto en ca¡1· dªd de P ulsión , sino que reside siempre
agenciami emos.

.
El método deleuziano
fuera de e'I, en sus agenciam1entos co1ecnvos,. desp ués, que el psicoanálisis
consiste en seguir los .
varia ciones y sus metáfo agenciami emos en sus

do en la exploración de todas 1as


ras. Está acoplado direc
bres . Permite comp tamente con las costum­ ,
render sus evoluciones .
freudiano esta mucho menos interesa
cuando· tienden hacia .
ciam ientos origi nales, agen­ potencias construct'ivas del deseo que en su reducción a algunas figuras
adop tando «líneas de
convencionales, al interior de la f;ªm''!''"· en romo de algunos co mplejos
fuga», o su rigidez cuando
fijan y se inmovilizan se
entre nmos Y padres Entre los cua1es se encuen tra aquél fundamental del
en filiaciones rutinarias,
las «territorializacion .-
·
cuando entran en el es»,
orden trascendente de
El deseo y sus agenc
iamien ros eclosionan
una «máq uina despó tica».
Edipo, tomado eorno ase
� í / q ue ti���
.
r objetivo final la estruc cura­
maneras de vivir, difere
mundos. Proponen, para
las .
ción social del su¡eto. e a ' 1 a el ecc �� Deleuze y Guacrari del cítulo
. E
dr''hº• desde el momento en que se trató para ellos de rec usar
ntes «regím.,nes de signo
sentido. El deseo produ s», códigos de doble
E.,' A ntl-
tanto las finalidades a d aptanvas de1 análisis , como el valor teóri co de sus
ctivo, la vida, están del
los agen ciami entos lado de la inventiva .
que dispersan, «desterrito de
rializam>, crean lazos con
afuera, proyectan en el el princi,fios .
, • deleuzo - uattariana al psicoanálisis freudiano p uede
vagab undeo el «nomadism
las fijaciones territoriales, o» fecun do. En frente: .
institucionales, estatales, La opos1c1on
diversas trascendencias. la constricción de las
e�
concentrarse en algunas rormul as, que se encontrarán parcicularrnente
.
en D1a "logos: «rompe todas las producc10nes del deseo» , «ap 1 asta to das
1 as e · . .
wrmac10nes de enunciados», «qwebra el agenciamiento colectivo»;
En este punto es que .
·
io cua1 hace de él , contranamente a 1o que parece, «el enemigo de¡ m-
consciente» que preten 1a reve1ar. S e empecinó en recubrirlo; «od.'ª e1
aparece el antagonismo
de esta concepción del .
deseo con la del psicoa
· prete de no obstante, conservar. Supuso, para
d'
deseo» cuyo monopo¡10
nálisis freudiano . Se sabe
contemporánea el psic
oanálisis ha representado
que para la filosofia

oportunidad de renov
por mucho tiempo una
d
el inconsciente, una escena po la a de personas, Padre, Madre, Yo, Ello,
es 1o que el deseo «maquina» con el
ación, un aporte excerjor
refrescan re, por su caráct .

de ciencia concreta, su er Superyo, mientras que lo importante
afuera. La noción de «nrnqumas deseantes» a!rededor de la cual se edifica
interés por la vida cotid .
iana, su revelación de las

76
T7
René Schérer

. . . contra 1·
la concepción del deseo productivo en E/Anti-Ed1po es introducida
la verd ad
.
la representación del inconsciente como un t at º' y a I a vez contra el Una vía no- platóni ca de
estructuralismo mis reciente' que so'I o ha sustituido e1 Juego .
: '.
sitad a
sonas (o mstancias
. personificadas) Por el de los simbolos:,
entre per­
el nombre del
La homosexuali dad revi
. ' fi cante» de Jacques Lacan
padre, el falo simbólico ' el «sign1
Lo que importa para Deleuze y G uattan es esencialmente l a fi nalidad
.
. .

de todos esos aparatos Aho ra bten, el•j ·


l a .co nsiste,
rmente,
estadísticamente o mola
·
.
· ' en contrarrestar el carácter
. b ªJº cualquier vesti- Somos heterosexuales
person almente, sabiéndolo o no,
pero homosexuales
·
menta con que se presente el ps1coana 1sis
revolucionario del deseo ' en castrar1 0' De a 11'l 1a importancia
molecularmente.
yfinalm ente transexuad EL Anti-Edipo.
os elementalm ente,
., Oeleuze y Félix Guattari,
del com-
'
piejo de castración' de la sub ord mac10n del deseo a una i<Ley)) mítica, Gilles
de 1a introducción de esa «Cosa l" d ic ' u 1"'' que es la pulsión de muerte .
.
1
Pero de las acciones
nuestros semejantes,
«Pues no se puede suponer» ' esen be D e euze ' ((un agenc1am1ento
'.
desconcertantes de
" .
· · lo su- os los móviles.
nera.
Marcel Proust, la prisio
. rara vez descu brim
fi ctentemente
· retorcido como para desear la muerte ' para gntar viva la
"
� uerte ». La muerte puede ser aceP tada, pero por «amor a la vida que
.
1
dice sí a la muerte» ' a la manera estoica. De nin guna manera constituye
por SI misma una pulsión . En resumen ' en Ja vis10n · · • tota mente negativa
,
.
d 1 deseo a partir de la care neta ' e1 psico ana' ! ists
e . . h
no a sabido enseñar
1·istas son 1 os u, lnmos
'

·
. .
más que la resignación «Los ps1coana sacerdotes»,
. a toda alegría.
uze objeto
d fue para Gilles Dele
., s la homosexualida
h osttles
Con la definición del deseo como «P roducc1on desean te», Deleuze ha
En muchas ocasione orre y puntú a toda su
1 ,
tema. Rec
investigación, un
de fendido, por el contrano, l a a egna tal com o 1 a entend'tan Spinoza o
. privilegiado de una sión.
su escan
1964, que gravita alred
algo así como
M.
obra; forma en ella
Pro1ist y los signos, de
' edor de
de v1" da y de potencia . En lugar de
después El
N ierzsche, es decir, un crecimiento
contentarse con lamentar el alestar en la cultura' se opuso a e. 1 sin cesar,
En primer lugar, Anti-E dipo, escrito con
lus y de Albertine,
'
las figuras de Char ducti­
1972, donde
a sus .m¡usticias
. y a sus infami
.
as , guiado por una lógica del deseo, de las se la tom a co m o ejemplo de la irre
· ¡ as «maquinas de guerra»
«micro-políticas»' de las Imeas de .resistenetas,
Félix Guattari en del psicoanálisis freu
diano,
interp retación a través
·

bilidad del deseo a su algo muy disti nto a un ejemp lo»'.


de sus obras . precisi6n: «pero es as cuyo pi­
con la impo rtante entarias de Mil Meset
variacion es com plem
jer» (198 0).
Están tamb ién las por tadas partes, el l eitm
otiv
Un poco
vote es el «devenir-rriu reHe:;iones sob re
(Crítica y
suger ida guía las
uali dad declarada o
de una homosex Edward Lawrence
Whitman, Tho mas
Virgi nia Woolf, Walt Bac on. En
clínica, 1 9 93), así
consagrado a Fran cis
como el gran estudio
homosexu alidad
en 1974.
cio dedi cado a la
tambi én el bello prefa
últim o lugar, está L'Apres-mai desfa1mes,
Hocquenghem, en
militante de Guy

80.
L'Anti-CEdipr, Paris, Minuit,
G. Deleuze y E Gu:mari,
1971, p.

79
1
Miradas sobre Deleuze
René Schérer
ad
, se pued e ap¡ tcar a la . homosexualid
·

Según Deleuze, entonces


"ª� ª
La homosexualidad bajo todas sus formas ha ejercido sobre Gilles v1'da no es un
. he en La ,, " cienc ia · «La
Deleuze una innegable atracción. Está acompañada por la seducción, por esta proposición de N1etzsc :,
, cuerpos, l meas
' ,
tos d e toda demostrac�on.
la propia fascinación de una deriva minoritaria por fuera de los caminos a rgumento))3. Los argumen so, no
as efect os form a y cont enido, 1nov1m1ento y repo
trillados y de los consensos triviales, por una ruptura con las representa­ super fi�.1es, caus '
dos. Solamente
·. 'u los d. fe
' ellos mismos no demostra
ciones de la opinión común. Abraza el camino de su propio pensamiento. son mas que arnc emb argo, ana - de
poda mos vivir ». S in
1
el que
Y este, a la inversa, ha orientado a muchos homosexuales en su ser y su construyen «un mundo en , figurar el error» La
d na
vía de 1 a verda ' es
iciones de a v1 d a po
Nieczsche «entre las cond d
.
práctica, ha conducido del simple hecho, del estado de cosas, a la idea.
� es un argumento. Es una
Pues la elección ejemplar de la homosexualidad en tanto que moti­ homosex alidad tampoco
aunq ue el error , la men nra, la duda sobre su
vación del pensamiento no es del orden de la constatación. Al mismo en un sentido «verdad»,
s.
tiempo que acoge la homosexualidad y se inspira en ella, Deleuze la cri­ identidad le sean coextenso ,
una v':" mas en
del homosexual•, leemos
tica, recusa el concepco, el nombre inconveniente que hace pensar en lo «Pero la posición marginal re lo
. .'
. d ecir so b
cond1c10n 1 a h omo-
que
necesano que e'l tenga algo
mismo allí donde no hay más que diferencia. La homosexualidad según Deleuze, «hace posi ble y
ad•'. Sola men te bajo esta
Deleuze no es una categoría sexológica, sexológicamente analizable. Lleva que no es la homosexualid
fía y le da signos .
a otra parte, mucho más allá y al margen de su idencificación clínica. Y sexualidad inspira a la filoso
si pu�de decirse que discribuye, no es ciertamente en el sentido de que la
humanidad se dividiría encre homosexuales y heterosexuales, sino en el
sentido de que hace saltar el «aparato binario•, hace estallar las certezas El envolvimiento de los signo
s
Es
relaciones intersexuales?
de idencificación, turba, dispersa. No es una solución, sino un problema. . En qué la homosexualidad supera a las
ad se oponen a los de
nso de Jª hete-
la hom osex ualid
en s'1gnos · Los signos de
El problema que plantea está en resonancia con la escritura y el pensa­
miento contemporáneos. Es el problema del devenir-otro, de la línea que
mas � nea
.

a los sobrentendidos del cons



la comunicación directa,
Pues la hom osex ualid �
ad no se ce fác1¡ men e,
· �
fuga lejos de los valores identitarios de la Ciudad, de los valores masculinos rosexualidad estadística.
de la sexualidad. L1 homosexualidad descubre el plano en el que se perfila lama habe rla reco noci o y acepta o
se proc
ni siquiera hoy, cuando _
al. Dectr «yo soy
en el comportamiento sexu
como una simple variante 1
este problema; pero a condición de que ella misma entre en la problematiza­
· so o pued e valer como
tatación. Ese lengua¡e
homosexual» no es una cons
·
ción, pues no es solamente lo que se cree ni inmediatamente lo que se dice.

1
ña.
se aviene inal con a h o mose
Las dos vertientes de la afirmación y d� la problematización son provocación o con.trase . xualidad. Hay
,
indisociables. La vía señalada por la homosexualidad, el ingreso de la El significante lmgu1st1co
signo indicia!. El hom osex ual se � �
econ? c en
homosexualidad en la filosofía, sólo puede comenzar por una duda sobre que reemplazarlo por el as,
ulan. El cuerpo, as mira
su propia existencia. Como escribe en el prefacio a L'Apres-mai desfaunes,
comentando a Guy Hocquenghem: «Nadie puede decir: yo soy homo­
índices que, al mism
los silencios, las inRexion
o tiem
es,
po,
las
lo
postu
disim
ras, son h env ?
lrura ab� �����:� e.
signos, �s
ual está rodeado de cales
sexual» viendo en ello una respuesta, cuando se trata de una pregunta. La su 'ero !ffico. El homosex :� �
.
'º de 51gn
paradoja de la homosexualidad contemporánea es sin embargo reivindicar � �
«C arl s, prodigios o emis or de signo s», «prod igio:o inter c
.
entre Charlus y Jupien•' · y
«¡ ' a ¡uventu .
el nombre, haciendo a la vez que por ese nombre se designe más bien encima, signos enganosos:

n<lre Vialane, Paris, Gallim


algo completamente distinto: «Es en el fondo de un nuevo estilo que la
.
.l F. Nieri.sc11c, lt Gm. Savoir,
ard,
homosexualidad produce hoy enunciados que no descansan y no deben . rraducido por AJexa

L'Aprts-Mai dt'S /aunes, P· 9,


descansar sobre la propia homosexualidad·"· 1 950. § 1 2 1 , p. 102.

signes, Paris, PUF, 1964 , PP· 12-13 .


" G. Delcuze, prefacio a

ibid., p. 9. ' G . Deleuze, l'roust " lts

81
2 Id.,

80
René 5chérer

Eso confunde todo ... rá que rehacer vuestra


dice el propio Charlushab
M i radas sobre Deleuze

homosexualidad de unalpatr narrador, quien creía podeduc er


ación, hijo mío», le
infe rir de la revelada homosexual un nudo de la complejidad social. Charlus, y antes el Vautrin
ón pecador la de todos sus amig os6. homo­ de Balzac, tocan lo mas, profundo, 1o mas, oscuro de las fuerzas que con­
sexual «no habla, no disimula, da sign
de Delfos según Heráclito: «Sin dudaos», a la manera del dios delElorác ducen a 1os hombres. Son revelad ores, no so'lo de una verdad individual,
alma directriz, presida el curso de los astrosucede que un genio singular, ulo sino de la sociedad en su con¡unto. . «La verdad», por otra parre, ¿no se
La homosexualidad, haz, red
s: así por ejemplo, Charlus•un». ha confundido tradicionalmente, . y no se confiunde a menudo incluso
de sign os, da entonces en que pensar. hoy en día, con el descu bnmiento . d e ue l o cual «1 o es>>.' y I� verdad
ta
¿Pero qué? Ciertamente
en tanto que dependeríano,deenuna primer lugar, la propiaalgo homosex ad, de l�s grupos hum�nos, ¿no a ho�osexualidad primordial, y no la
causas distintas y heterogéneas, queinte rpretación, de una reduualid pare¡a eter e u '. ;(v��·o homosexual de grupo», señalará El
orgánica o psíquica fuera de su pura man le busquen un origen, una cció géne
na
sis Anti-E�zpo. �er�a� "�:1:,�iable Je las apariencias falaces y enc:ipcadas.

abordada en la cobertura de los signos queifestprod ación. Pues solo puede ser Siempre, para e1 �:s�ador de verdad, «los signos están implícitos y los
uce, en la complejidad sentidos enrollados»' Y la h0mosexualidad es su centro, su foco. Es por
de ese envolvimiento. o t l e. roca al propio problema

Da algo en que pensar en la medida en que desalient �: ,;��::�� �'. �:�e��i�:��:i�;; �o� l:�P;��encia y con los signos, el
clara y distinta. Su riqu signos la dota de una profaund
consiste en su reticenciaezaa bsenconv
la comunicación
idad que sólo
. .
envo1v1mienro d envolvimiento de la idea.
Deleuze es er unico "". d e todos los filósofos contemporáneos -ademas,
sobre las cuales está fundado el ordeenci ones de Ja comunicación corr iente de Michel Foucault, por otras
'

razones, aun qu: con curremes- que le ha


legible en las modulaciones de una nsupe social. Una profundidad superficia
e saturada, intensiva. Ella sel, otorgado a 1a 110111osexual .dad este Jugar ". fi losofico».. No el de un objeto
1
condensa y se descifra en los signos-índicrfici es que revolote sometido al. estud.10 d e un pensamienco a1eno a eI sino e1 de operador y'
mundanidad, a la man
de Guermantes, de orqueraídeadelenabej orro observado en el anpatienci ma de la por as1, decir1o.. de SUJ'eta Pues aunque se. sornete a una conceptualización
' •

orqu ídea o del hotel frente a eJIa mlSlna: entra. en el pensamiento en tanto que {<parte prensil».
·
.
.
La riqueza en signos de lo homosexual, que cons Lo apresa en su pliegue: el P1·iegue del sistema de signos que produce y
un objeto selecto, tampoc
inteligencia. Se emparentaría o tiene nada que ver con tituy e para el filósofo
una superioridad de con e1 cua1 se envuelve. Asume' por eso, una función de verdad.
más bien con las propiedades de la «mujer­ Sólo Deleuze. . . Sin embargo, Sartre 1 o h bía. entrevisto· pero inserto
mediocre» de la que habla Prou en el vaivén red uctor de1 J. Uego de la conc1enc1a a
con s1, mi�ma' en tanto
más de lo que lo haría una mujst,er intel que enriquece el universo del arrisca
que «ma1a f;e»: <<A l a vez que reconoce su me . . 1 ma
· c1'0' n homosexual, a la vez
está más cerca de las materias y de las natu igente, pues, comenta Deleuze,
que confiesa una a una cada f;alea que ha cometido, se niega con todas
mujer-mediocre retornamos a los orígenes deralezas elementales: «Con la sus fuerzas a cons1.derarse co".10 un. pederasta» " El homosexual ¡'uega
momento en que los signos prevalecían sobre ella humanidad, es decir al sobre «el ser» y desliza un ."en SI» a¡o el ·,, de la «realidad humana»
·

jeroglíficos sobre las letra contenido explícito y los con su trascendencia, . amncona;a, co���:��t, «en los torniquetes del
Riqueza de lo elementas»8•l. Allí se entrevé algo . · 11
ser y de 1 a apanenc1a» La homosexuaJ'd d pasaba así es cierto, de lo 1 a '
cubrimiento de lo «mo lar,, en los futuros que comandará el des­
ya en Prousty los Jignos lecu
la multiplicidad de signanál isis deleuzianos. Pero empírico a lo trascendental, . . e1 pe derasta ad uiría una función paradig­
.
q dad · y' por otra parre, lo
os a descifrar hace de lo mática, pero enga�osa.' a costa . d. eI su autennCl
. m
muestra el psicoanalis1s ex1stenc1a de Sa e' la simple transposición de1

6 M. Proust, La Prisonniirt. Á la rechercht du


G. Oeleuze, Prowt et les
tempsptrdu, t. V, p. 80.
nes, p. l OO. ' Id., ibid. , p. 122.
' Id., ibid., p. 3 1 .
7
sig
'"J. P. Sartre, L'l1re et le Néant, Paris, Gallimard, 1976, p. !OO.
, .
11 J . l� Sartre, Saint Gtnn comidw1 tt marryr, Pan's' Gallimard, 1952, P· 409 ·
83
Miradas sobre Deleuze
René Schérer

ziano de Proust gravita



alrededor de dos pr
inconsciente en conciencia permitía volver a ton:'ar en cuenta todos los Todo el anális is deleu y «Pro ust es
sig nos,
del amor» "
. osexu alidad es la verdad
presupuestos del inconsciente freu d'.ano. Cualquiera sea la beUeza de sus posici ones: «la hom en el juego de l os
aplicaciones a Genec y a FIaubere, sigue escando ba¡' 0 1a depen dencía de
ese platonismo , cornada
plaró nic0> >". Solo que fuera de los camin
os
va :i enco ntra rse desviad al
hacia las «esen cias oscur as»,
o
J as culpabilizaciones edípicas. exact ament e lo opuesto
Todo lo contrario, la concepción deleuz1ana va a liberar a lo homosexual
del pathos. Es decir,
analítica y del pensa
. .
del logos, en el m undo racion al»" .
de la mala fe y de la falta.
mienco
mundo de «la expresión aquella, ideali­
movi miento. Ya no es
La homosexualidad sigue ese ersión, sino aquella de la perversión ,
y de la
La homosexualidad está ma ;ue la h ecerosexualidad, sobre el camino
·

. � conv
de lo verdadero. Lo cual no' ;e cque entre las condiciones de su verdad zance, de la pedagogía
no pueda, como dice Nie� �7i;:' «ngurar el errorn. del desorden. filosofía, acerquém
onos
Para comp render mejo
r cómo puede aliarse a la
uestas en Ló gica
de filóso fos» exp
las «tres imágenes
a esa opo sición de
Perversión versus conversión nica. Hace del filóso fo
ascensional, es plató
del sentido'''. un se r
. La prim era imagen, alizante
de las altur as; y tambi
Un paréntesis, un rodeo. Sin duda la horno sexualidad se vuelve rara en mica nces: filo sofía ide
los modernos·' '·pero en los griegos ' ·No es 1comemporanea de la filosofía
. , én de las caídas conco aníaco-
able a una psicosis m
ta, clínicame nte asoci
en su nacimiento? En el fon do, (··h'ace D e euze algo mas de ten sión vol untaris
' que reanudar
a y nietzscheana, es
depresiva. la del
una tradición que, con Platón, Uevaba la homosexual1dad al plano de
a la vez presocrátic
La segunda imagen, rn a, la
pensador de las fuerzas
la filosofía? de aband onar la cave
. . profundas. En lugar arece r
sobre Proust hacía ap
hombre Y
. b rayar las diferencias. La h a-
Pregunta tramposa, pero que pe rm1te su Así, el libro
la cierra.
. trata' por otra parte, de ella? Ver el estudio explo ra, se arraiga en
mosexualidad en Platón -,se homosexualidades del
encajadas de las dos
de K. J. Dover "- es una pederastla peda gog .
, 1ca. e, orno lo ha mostrado
.
las profundidades . Las atrac­
y a su
movim ient o social
fuerzas secretas del
de un modo decisivo Miche l Foucau 1 t, la li losofia del Ban quete to de la mujer como las
a los amo res incerse
xuales reconocidos
a su cargo l a pederastia para convertirla hacia la verdadl3, asocian do <
u_ m� cione s que no con ciernen Ahora bien, en P rou
sc es
hacia lo bajo.
amante y al am d en una b usqueda asc ensional de la Idea. Remitiéndose
sional tiran
, espiri cualización ascen es las esenci as viven en las
lo claro Y, de lo
«Pu
se al ojan las esencias:
� . precisamente allí que disti nto.
a Foucault ' De�e ze ve en e l amor gnego d l o m ch ch os el «pliegue regio nes templadas de
� � �

· . u as uerzas exteriores
de subjetivación» que hace volver sobre el in iv'
zonas oscuras, no en las
rma el pensa mient o»'º· El platon ism
o de

de la ciudad para Uevarlo a que se gob'terne a si pusmo14 .


? en eso que fo
Est:ín enrolladas
rtido . Apela no al intelecto, sino
placo nismo inve
La homosexualidad que lo atrae • la que 11 eva al plano de la lilosoffa,
Prousc es entonces un eva imagen
ad. Dibuja una <mu
untario , a la sensibilid
Es "1 a h omosexual"ida d ¡u ' " ' 11amada al encuentro invol io Placón
de lo infi nito
,
prop
.
no es la h omosexualidad
' gnega.
. · dia» que allí dond e el
No es platónico más
• . l umrnosa,
así por referencia a Proust · Al contrano d e la eróft�a �Jarornca . del pensa miento».
por el m ovim iento
ideas presocráticas:
de las significaciones espirituales ex lícitas esta ultima es subterránea, se vincula con las
de la mania.
oscura; pero toca las profundidades Je ,
la vid'�· esta anclada en los cuerpos lo elemental, el delirio
h asta el punto de cubridos en un pansexual1smo cósmico.
" Jd., ibid., p. 99.
12 K. J. Do e , Homosexualité .::.ur
vr ·e qut' Paris • La 1ne Id., ibid., p. 1 22.
ogos».
e l capítulo «Ancil
Id. , ibid., p. 1 3 1 ; codo
c. - nsée sauvage, 1982.

P. 261 ·
17

u M . Foucault, 1969. p. 152.


·

séric, Pa.ris, Minuit,


,
du
"' G. Ocleui.c, Logique
16
LJt.Sagt des plaisirs, Paris, Gallimard' 1984 '

" G . De1cu2e, Foucault, Paris, Minuir, 1986, p. l l O.


sens, l 8'

15 G. De1euze, l'roust tf les rignes, Minuir, 1986, p. 129. '" Jd., ibid.• p. \ 22.
85
De\e uze
Miradas sobre

René Schérer ecos, cos mopolitas


el no ser au tócto nos , sino n1et dad , fue ra de los
a riencia, osexuali
Delirio de la profundidad sm . fondo cavadaden. el cuerpo y su deseo. Es, perficie , en la apdos , co mo lo es también la hom patria, en la francma­
en Lógica del sentido 1 desterr itor ia\iza rm alidad, de la familia , de la de la «raza maldita»
. ' a filosofía situada bajo ��g:� e la disp� rsión, de
� no
terr itorios de la que co mpone. Los homosexuale deo y el no madismo
s
una esquizofre7 i�7ue propone el doble rostro iomsos impasible ers al abu n
_ . enia filosófi ca sone ría u niv ultiv an el vag ales
de la sombra, c os», los ho mosexu
se aloja lo homosexual en el cuerpo y el a1 ma cuyo od'10 y amor, ridicu-
y glorioso y de omsos desmembrado . En esa es quizo fr
de Pro usr, ser es se mejanza de los «terceros grieg nan y traducen su
Y,
1 1
lización Y g ona, cuerpo �ragmentado y cue:r:; ��i ��· «S in órganos» ,
a . Tra icio
. . de los afecto s. la provocación .
enetrabilidad a
se mezclan L: h � m.�exual es el ser en la pr pasan de la imp sidad irreprimible del alarde engañan, las miradas
Totalment o fec1 o, sin embargo� en su s �per cialidad aparen te. La
d a impenetrable. ece
. li secreto por la n las caderas , los guiños que no rep entinamente la
filosofía de 1 as pr¡° fundidades está, e1 efecto; "¡°ctamente ligada a la de El bala nceo de das, las voces en las que pasa lidad ho mosexual
rficia
inquie tas y fu
rib un n, he allí la supe ebatos
las aparienci:s, � �chazo de los trasmundo ; d e mu�do «verdadero» de eni na del maricó cín ico . Es Diógenes con los arr
d el
ento na ció n fem fo al\[» ,
la idea o del � s.1 . n el análisis deleuziano e Nietzs.c e, el gran pensador so arse
, el
e con la filó desa rroll
de los presocraucos , que los retoma en un pe nsam1ento de 1 porvenir, . el co n fundiéndos
rlus, su gro ser ía mu ndana. «Uno ve
acio nes. P or un lado
filósofo de las superfic1es de 1a pro fundidad dªda en Ias v1'b raciones y las br uscos de Cha un curioso sistema de provoc atraca; se masturba en
.
. a d' de 1as superficies · « L gn. egos eran profundos e, « se
n la más extre
escr ibe Oeleuz ma glo to nería,
·

con
.
d.1Ferencias d e 1ntens1d hacerse lo mismo
a fuerza de ser superficiales»", célebre fó;muolsa-clave que conviene . filós ofo co me co m entándose de que no pueda m ana o hija; tolera
y o de 1 a r'd'
de
icu rización,
.
her
igual modo al homosexua¡' vicnma
la
la p laza p ública ndena el i ncesto con la madre, ues to que es también
virtud precisamente de su superficialidad 1rny que ana
, . a menud i en co up
. el hambre; no lis mo y la antropofagia -y por s alla cuando le hac en
la
- d'ir que esta
superficie de acuerd0 a ¡a nrnnera en que es aprehend' 1d a, trastorna la
iba c
tambié n el can su mo grado. Por otro lado, se
·

filos ofía transfo rma


visión del mundo y ¡a onen ración de las af;ecc1ones·. «�· Que, es nuestra

. y cast o en - Se meja nte
sob rio n bas to naz o•.2' de la idea en lo
da u ncialidad
charlatanerí"... so bre.1 os guegos? pre guntas , o \es en horizontalidad, y la susta
.

Benjamin '',
.· �
¿Qué comprende� enronces de su arte,
di mensión v ert ical
. Si es verdad, co rno lo sost uvo
el signo lingüís
tico
cuya alma es la ��sion , por la belleza viril desnud � solo a partir de allí acontecim ie nto en la que se erige

q ue experime t an la belleza femenina. Tenían n:i incorp oral del dim ens ión los signos pr e­
mon ees sobre ella u. dad es la de
del
región
perspectiva totalm ente distmta a la nuestra »22 E monees' u. na atracc1on , q ue la ver ticali erativo, la horizontalidad es la co nse nso,
d no es la
¡; expresiva. Pues solo
imp
sig ni ficante e nde la co mu nida la tierra, el do mini
s; la región do
·

no platónica por ei cuerpo' cap.tad o en su apariencia o


¡a superficialidad de 1: e presion da acceso a las uerzas profundas. Ella -sig nific a nte os sen sibl es y �
o a ent re los cue rp . N o hay pr fu n­
alianza da
es ellas, en tanto que aevienen.
a na
� sino la de la y que no disimul no hay
nde sucede to do ible, solamente combinacio nes; e en
Sin emb argo, no es en esta dirección de una ho:C:� se�ualida� �odavía ele men tal do nac ces múl tipl
gnega, aunque n � �1� tonica, que Deleuze tmpren u escnpcion de la
dab le ni alt ura i la de la vid a
didad inso n in manencia p ura, no de inman encia de
, .

solam ente una


tercera imagen de losofo, con lo q ue ella impl1'ca d e nueva imagen del
pla
trascendencia, las evaluaciones variables: el
y
pensamiento o con relacion · a ¡a imagen que domrna
. las intensida des d co mo de la filosofí a. lógica
los esto icos , con su est:í
. de «pensamiento
sm imagen»· Ella se propone p:miendo de 1os «terceros gnegos»,
lida
la ho mosexua entien de Deleuze, el mundo de
• ' '

Tal co rno lo
· los cí- a en supe rfici e",
jueg
nti do aparece y se
mcos, los epi'cureos
, n
' los esto icos, que pie san «mod erno», es decir en la l, don de el se
superficie del pi ano de consistencia o de i n n nc1a del pensamiento
7� � aco nteci me nta
SS.
d11 sens, p. 1
Ademis tienen e n común con la homosexua i a moderna dada en su-
.
2J G.Ddcuz.c. Logiqite Sdirifim JI. 2, Fr>n
p. 602.
t, Suhrkam p,

n, .Malerci und
kfur

" W. Bcnjanü
Graphik»

21 F N1erz.sche ' Contre W'agner, §2 . sellS, P·


" G . Del
cuz.e . /.JJgique d•
¡58 .

n F. N1erzsche, Aurom, § 170 ' Pans, Gallrn1ard, 1970, p 134 . 87

86
Miradas sobre Oeleuze
René 5chérer

al1'd·ad sin otro fin


en Íntima reson
ancia con una sexu .
·
. miento b 'ºl og1co
inquiet · q ue· e¡¡ a mism plano, a la manera geométrica o geográfica, como una curvatura dd
ud por el engendra . ' . a, sin
o espiritual, a la
• · a de PIatón.
la relación inte mane ra de plano de inmanencia del pensamiento, que vuelve l indantes, hasta el
rsexual o de 1a ped .
Y de ]Unt
erasna peda gog1c
Punto de encuentro punto de que intercambian propiedades y llegado el caso se confunden,
í y ¡iomosex ualidad' la filosofía y esa homosexualidad que lleva el nombre de «j udía» , cuyas
.
filóso F.o en exp1orador
ura entre fil oso fia
de 1as superfi cies,
esta muta ción del
una torsi ón, de un
, y el
a favor de propiedades y función son alógicas, jeroglíficas: «No hay logos, no hay
desarreglo en la ap r .
ec1ac1on
los val ores. «�· Corno
los sentidos y de funcionamien to de
nomb ran> ' 1 eem os
más que jeroglíficos»" .
sentt.ao,J «la
,
nueva operaci on , fil oso, fi ca en tant en Lógica del
ónica y a 1 a subvers1. ,
co nversión plat o que se. opone a la
on pres ocráti ca.;i Q . ,
Culpable - no culpable
vez a la
de perversió n, que mza con el término
al menos convi.ene
ai sistem a
. , 11 i.
n uevo tipo de de provocaci ón de
mpl ica un extrañ o
filosofía, si es ca�rto este El jeroglífico es el emblema de la homosexualidad moderna. A la
que la pervers10
arte de las superficie
una anª¡ ogia
s»26· Y no se trata d e marcha anagógica, ella le opone la dispersión de los signos. A la tensión
perversión liberada . , o una metáfora.
de toda refcerenc1a La unificante, la división desgarradora de su esquizofrenia. Se aparta del
. normativa' mo ra¡ izan ·
1
des1gn a otra cosa más te, y que no
que el vuel o l 1' bre de camino de la verdad común, echa una maldición sobre aquél al que
freu dianos (las prof os afectos fuera de los
undidades) c�'_lland lastres afecta y lo convierte en transmisor de la falta inmemorial. Judía en eso.
Masocli''. Ella man tiene �ba Ja Presentación de Sache
. .
inventivo. E n un
una r � I ac1on pnv1 leg1ada eon el pens
r- Ciertamente uno podría detenerse en estas anotaciones, y develar en
parJlelismo cauu.vante

amiento esa culpabilidad la marca de una profundidad para-una filosofía de las
. ' en una co rrespondenc1a térmi .
a term ,
Pl aton
ino, pens amienro y no profundidades. Esa sería una homosexualidad trágica, que asegura al
hom osex ua¡1· dad se
Por ¡a 1era
, . responden. El pensam
ico esrá comandado ienro homosexual la marca de una vocación, la carga de un destino. En todo
homosexual, y ciertamente en Charlus, hay algo de eso trágico que, por
· .
igua ¡mente anag rqu1a , del lo-gos, y por
ógica, aseen swna . su pederastia
l · El pensamien ' · o,
epicureo, nietzs
· '
to c1n1c
1 ogos, es perverso y
chea no' en una pal esto ico ' otra parce, es muy nietzscheano.
a b ra' moderno,
que se aparra de ese Pero la homosexualidad trágica, con su carácter de excepción, es inme­
' la homosexua l'd 1 ad es el paradi gma
El pen samiento «mo de ¡a perversión . diatamente equilibrada, puesra en conflicto humorístico con su reverso:
dern o». Ya era perv
comprometido en erso el de Kant, cuan
la perspectiva del . do se halla la omnipresencia de una francmasonería homosexual, que practica un
ento y de 1a razo,n. E coree transversal de la sociedad y de la historia. Humorístico porque
J uego estet1 ,
ción del enten dimi co que libera la
imagina-
a la rareza le opone: todo el mundo lo es. No hay más que Sodoma y
. ntre las «Cua tro fc'
ana» de 1 986' De¡
apropiadas para resu ormulas poéti cas
la de Ri m b aud:
mir la filosof1ª l<ant1.
Gomorra, la separación de los hombres entre ellos y de las mujeres entre
.

los sentidos». Es
«llega r a lo d�s�o
.
que «el e¡erc1
í-
� oc1'do a través del
euze llltroduce
desarreglo de rodos
ellas, en cada generación, repetitiva. Esca repetición no es desvaloriz.anre.
Todo lo contrario, dibuja el cuadro nuevo en el cual la homosexualidad
c10 esarreglado de

1os senti dos


a defini r la filos todas las facul tades
para Rimbaud e1 d
ofía, furura, como va
esarreglo de todos
No, 1 a pervers1o
debía defin ir ¡a poes , se deja pensar, se filosofa.
. ia de l porveniri>2s.
, n no carac teriz La homosexualidad moderna, contrariamente a la platónica y también
a un pensamiento del destino, no se funda sobre una reminiscencia, sino
a a la filoso fia por
metáfora. Ha de com í medio de una simple
prenderse en tanto
que torsi ón de supe
rficie o de que anuncia una repetición. Es cieno, todavía se encuentra la reminiscen­
" Id. ibid. cia en algunos modernos, tal el caso de Frederic Rolfe, contemporáneo

l7 G. Deleuze, Présm
del joven Proust, en El deseo y La búsqueda del todo'°. Pero ni En busca
tation .
dt·�dcher mmoch, Pans,
sma y del suspenso. och es
el amo del fonra Minuir,

-i<J G. Delcuze, ProUJt et /,•5 rigm•J, p. 124.


1 967, p. 132: ((Mas
" G. D eleuze, Critiq
ue et Cliuiqur,
.

30 E Ro lfe, Lr Désiret Í11 pour;uite du tout (1 909), Paris, Gallimard, 1963.


Paris, Minuit, 1 993,
p. 49.

88
89
René Schérer
Miradas sobre Deleuze
del tiempo perdido,
.. za homosexual? El carácter an-
ni Deleuze, van en esa
¿Qué es lo que compone ¡a verguen
dirección. La repetición
mosexual, que connota ho­
la noción de ((raza)), se
en profundid ad; efectúa en superficie, .,
vuelve posibl e el espacio no tinatural d e l a homosexualidad ' su con d"1c10n 1'nacabada• una pulsión
· d a, mmadura ' mantern da, como pre tende el Edipo freudia-
de los encuentros alta . .
improbables, y sin emba
Charlus y Jupien, el
mente inmov1· ¡ iza
de Alberrine y sus comp
rgo efectivos, como el
no, en el estado de 1a ¡¡·¡ac1on a 1a rnadre . La vergu
de .,
· · enza • cuando ya no
de Diferencia y repetic
añeras de safism o. Se
es aque¡¡ a mh erente a¡ pecado
desliza en esta proposición .
ión que, incluso sin ser escrita .
• proviene de una ausencia de verdad, de
una imper fiecc1on,
., en el orden estructura¡ ' de 1 o sexual subordinado a 1 a
'

le sienta de maravillo: a propósito de ella,


«un espacio de encu
aparición de la persona, a sus 'd
reperición se funda al entro con signos, donde
mismo tiempo que se la ' e1uificaciones exclusivas como h om bre
el cual adqu iriría peso y i erar a la homosexua l"d1 ad de la vergüenza es entonces
disfraza»31• .
Desdeñ ando un centro en o como mu;er. L"b
a los orígenes, la homo sentido un retorn o ¡
sexualidad -signo se opone reinsenar a en ¡ a naturaleza ' esta blecer, de algún modo • la naturalidad de
. , Es • concomi·rantemente, hacer estallar la identidad persona¡ •
logos para cons truir su a la homosexualidad­
encuentros y de persp
universo poco a poco, la pervers1on.
descubrir y escablecer una 'capa el ementa¡ de se ntido que no debe nada a
en un entrelazam iento .
ectivas. de
La ascensión se sustit . ,
uye por la circula ción. las derivaciones personalistas • una otra verdad a la cual se acerca mas la
homosexualidad que la intersexuaJ"'d ad . Sexu alidad de otra naturaleza,
repiten en la diferencia Los signos circul an, se
pura, en ella misma,
de toda dialéc tica fuera de toda progre . . ¡
integradora, de toda sión, ' b ien qu� �e inser
o mas ta en una n�ltura eza co mprendida y analizada de
finali dad. Ser homosexual
negarse al destino biológ es otro modo: ex1g1ra, ouas pal ab ras • .la elaboración de nuevos conceptos. Se
ico orgán ico de ser
desprende de un ¡ engua¡· e todavia impregnado por ciercó estructuralismo
o muchacho. Sin exclusivamente much ,
acha
·
1 S signos,
embargo, la homo sexu
Prousty LO para dar lugar en ' nri-Edr ino• con el rechazo de 1 a
E''A
alidad de la «raza maldita»
el ejemplo mismo del es
peso del destino : la separ en
. , fireudiana' a' una teor1a de ¡os. Au¡· os y del funcionamiento
la maldición recogida ación de los sexos segú ,
en La cólera de Sansón, n estructurac1on
.

d e¡ deseo , La homosexua l"d


morirán cada uno de su de Vigny: «Los dos sexos
,
maqum1co, 1 ad ya no tiene necesidad de ser
0
lado».
¿Qué hace Deleu ze! . . , .
¿Qué hace de y con Prou estructurada expl icauva mente' es maquma acopiada , al deseo polimono .
la elevada signi fica st! Mien tras que acepta . .
ción de la raza maldi
ta, recusa su lógica De todas maneras, un movim1ento continuo corre de un libro al otro,
identitaria, su fatalidad exclusiva e
trágica y divina . A la . del primero, el impulso dado por e¡
permitiendo aprehender, a pamr
atomismo de las supe manera de Lucrecio, de
rficies, le opon e el su segundo a las luchas homosexuales.
revolo teo de los sign os,
panículas, la naturalez de las
a de las cosas. Se rem
las Rores» y a la coexi
abejo rro, al «lenguaje de ite al modelo natural
del
sexos, signos de una sten cia en ellas de los
repe tición en la dispe dos El secreto de Albertine
no es la verdad de 1a homosexualidad . La
rsión que reemplaza la
serie de un linaje culp única
. , de los sexos
1
able32. La separac1011 .
escn·be Deleuze, con 1eva tres niveles: en el primero,
Liberar la hom osexu .
alidad de la culpa bilidad teona' proumana,
los amores intersexua 1es, en el segund.o, la d'iv1s10
idea es a la vez teóric y de la vergüenza. Esta
a y práctica. Habrá per . "n de ese con¡·unto en
dos series homosexuaj es q ue buscan «el secreto» de la mu¡'er amada y del
mitido la emergencia de
Et deseo homosexual de
luch a contemporánea la
de los homosex uales:
amante. Al¡'i es donde «reman la 1:dea de ful
Hocq uenghem fue escrito Guy .
en el movim iento que , ta y de culpabilidad>>''. Pero
ese nivel no es e1 u'! umo. Aunque ¡as d os senes
prod ujo ElAnti-Edipo y
luchas y las ha sostenido.
bajo su impulso33• Deleuze . ,
.
ha acompañado estas . homosexuales sean «mas

finas que la gruesa aparienci:J. de ¡os amores he terosexuales» , todav ía con-


¡
Differe
11ru·t Répétition, Paris, PUF, J
996, p. 35.
JJ C. Dcleuze,
cierne solamente a l os grupos 0 as masas. Lo que importa para Deleuze,
G . Dcleuzc y F. Gu rra
a ri, L:Anti�CEdipr, p. S I . . d.tv1· dual' donde los dos sexos
co1no para Proust, es un tercer n1vel ' tntrarn
Ji . .

Le Désir homuuxur/,
Paris, PUF, 1996, p.
33 G. Hocquenghem,

3'1 G. Deleuzc, Proust rt les signes, p. 1 62.


35.

91
90
René Schérer
Miradas sobre Deleuze
man tienen una coexi
stencia tabicada. «a 1·
el mism o individuo . ,¡ vez presenres y sep
. arados en Anti-loaipo en un dinamismo de los Rujos, en movimiento molecular que
anima las m:íquinas de deseo. Pero es la misma implicación plena y total
J pero ta
b ica
- ·
dos y no com unicant
·- '
.
o ini u, w >.
un h erm afrodi tism es en e1 misterio de

por la homosexualidad masculina y femenina del otro sexo, la misma


. El amor no esrá com andado por
a1 ongen1 una reminiscencia esp un retorno
platónico de Et Banq
onr.t: ea como en el
� miro del Arisrófan es presencia elemental y constitutiva de lo otro en el corazón de lo mismo.
uete .Es un,1 . reper1c1on , en la, difcerencia
a div1
. das. E . de parres
n cada individuo. , l·
1
c1a
y f;avorece comb
. .s1on diso- Una de las consecuencias esenciales de este transexualismo, sea que
. , mantenida sosri
inaci ones múlri·pl es 1
.ene a mult

.
iplicidad
.s. allrn, dice Dele
c
se considere en la estructura o en los flujos, concierne al personaje de
con as parces correspon .
otro. «.1 .: dientes de Albertine, central para la comprensión deleuziana de Proust. Albertine,
uze, «que el tema
· . re: el
vegeral adquiere
un Logos-grnn y1v1en
por oposición con . rodo su sentido tesis reafirmada constantemente, no es una transposición literaria, es
herm afrod itism o no
1os dos sexos al h oyrperd'd · el rabican1ien ro
propi edad de una tota
l a, sino
l1ºdad .1mm . es l a muchacha, es mujer amada, perseguida por la inquietud celosa que
sobre una mism ·
a 1 de alimentan sus amores femeninos. En el capítulo de conclusión agregado
a Proust y los signos en 1 973, después de El Anti-Edipo, Deleuze escribe:
p anta)} '
.
. ·
Lenguaje desc ulpab'
ilizante de las Rores'
a Ia de d os 111d1. v1d
que fund a la posibilidad de
· r .1 dOS por
conj uncio nes mu¡• «Los amores intersexuales, y en particular el del narrador por Albertine,
distin tas
arios s·igu1. end o el h º
·
sexos complement UOS 1·dentmc
SUS no son en absoluto una apariencia bajo la cual Proust ocultaría su homo­
. ilo de la teoua · '· pro ust1a . na, la
sexual mdivi
·
. dual se frag1 . . unidad sexualidad. Por el contrario, esos amores forman el conjunto de partida
• nenra mreno rmenre mient

a 1a Ror, forma
exteriormente, puesto ras que se dispersa del cual van a extraerse, en segundo lugar, las dos series homosexuales
que el abeJorro
de la sexu alºd·
. fcecun dador' extenor
J ªd de aquelJ a, segú
no o bstante parre .
representadas por Albertine y Charlus». ¿Es necesario, sin embargo,
" samuel Burle
de Darwin y que n una tesis tom ada
r.ormación de la teoría r,· tan impo
usará tamb ien como parece invitar a hacerlo Deleuze, suponer en la vida sexual «real»
, .
· rtan te para h' de Proust «algunas relaciones amorosas con las mujeres»38, y poner en
nti-Edipo'r.. L�
de las maqum as deseantes en E!A
masculino y lo fe _ duda la confidencia que le hace a Gide de «no haber conocido nunca
meni no se 1nrerc ambi an' permutan, ,
frente a firente, 1.d
un vaivén perpetuo estan torn ados en otro amor que el de los hombres>»9? Nosotros preferimos apoyamos en
No hay perso nas
«1 a agaa esa otra observación deleuziana de que «la obra y la teoría dependen de
.
su sexo inm utable .
de pam,cu1as singu
ent1fic ables por
' sino .s1emp 1e . . n
c1ó
ualid·•1d esta, ma1 nomb

· n do
.
Por eso la hom osex lares».
mal se 11ama la homo
la vida secreta a través de un vínculo mucho m:ís profundo que el de
sexu·alºd· 1 eld» " nunca
rad a -sie
con
que «ló que todas las biografías»4º. En efecto, Albertine no es una transposición, es
la «muchacha» de Proust, y convenida en alguna figura de muchacho
c1·� rne a «¡ o misn1
d de1 ·amor' si no 1 .
.,
itivamente l·a verd·a
tampoco es defin 0»- y

. La verdad hay que sería desconocerla y traicionarla. Pero sería igualmente falso ver en ella
,1 .
rel ac10n interpers . . re at1vamenre a Ja
onal e tnte rsexu al
. 1s1no loca1 y no
u runo de un «tnns b uscarla en el nivel
.exu·11· la creación de una atracción heterosexual, traducirla, como lo hace un
global Y espe ciuca ·e
espec1·'fi CO»
·•

.
la homosex ualida . en el que se
d disuelve comentarista reciente, manifiestamente inspirado en Deleuze sin citarlo,
que divide a l10111 b
enem1gos que co1np res y t11uj eres en en estas proposiciones tan triviales: «La heterosexualidad en el alma de
. onen sus senes . d'1verg ' entes y culpa
La moce
. ncia, junto con la verd·
(«obJ. etos par

d' se en uentra del
, bles. Proust» o «Proust era heterosexual en el alma»41•
· c' ial
,a es » en ,-rousty los ugnos
con las partículas lado de lo elemental,
) que entran en
Pues Alberrine es la producción del transexualismo proustiano; es
masculino y d e fcemen .
com b maci. ones m últiples de ·
llevada por su Aujo. La heterosexualidad «global» no le conviene; no más
presentada prim ero mo. Esta combinat
de manera estruc oria
tural, se convertirá
a partir deEt " Id . , ibid., p.
" Id., ibid., p. 2 1 2.
212.
39 M. Proust, Sodomeet Gomorrhe, vol . I y [l, texto establecido, presentado y anotado
·" G . D
eJcuze y F. Guarr por Franc;oise Lcriche, Paris, Le Livre de Poche, 1993, p. XIX.
ari, l'Anti-CEdipe
, p.
uze, Prouu et if'J si:vzes, G. Deleuzc, Proust et In signes, p.
p.
.11 G
. Dde
338 .
166 .
.ii S. Zagdanski, Le stxe dr Prowt, Paris, Gallimard, 1994, p. 14.
164. 40

93
92
Miradas sobre Deleuze
René Schérer

L'Apres-Mai des fa¡¡ nes .


práctica de
' se descubrirá la
re "lo
de lo que le conviene a Proust la homosexualidad global. Ella surge en el En el prefacio a mis mo" ' la homo sexualidad
os de cerrarse sob
·
punto de indistinción en el que las dos series del hombre y de la mujer este destino: «Le¡ . bles, micro lógicas o
es nuevas posi
. to das las relacwn
va a abnrse so bre
· lme nte reve
sexos
.
se reúnen y se confunden. <cSe extrae lentamente>), escribe Deleuze, c<de versales , con tanros
,
rs1 ºbl es, trans . .
esencia
la nebulosa de las muchachas jóvenes» que retornan a su «indivisión microps1qu 1cas,
trata d e ser homb re ni muJer, smo
ientos
. h aya... Ya, no se
primera»42• Albertine es el rostro que se disuelve en la proximidad del como agenciam . re puede encontrar
homosexual homb
de modo que un n
de inven tar sexos, inversamenten" . E
. ¡ P1aceres que le dana
beso, que «pasa por una serie de planos sucesivos a los cuales corresponden
, un hombre • e
en una muier os s-
otras tantas Albertine, mientras el lunar salea de uno al otro; en último ncia a la teona prou
,

ese texto d e 1974 se


. ' mrer
. és la refere
ua1·id ad exclusiva de
advern ra con .
lugar, la confusión final en la que el rostro de Albercine se desencaja y lo mism o, esa
, a la homosex .
1o�
oma
se deshace»". Albertine se funde en el plano corto, cuya definición se tiana: «Proust ya op ye todo upo de
La imagen-movimiento de 1 983, que «no actúa ni por la
"ºl'1zada que inclu
' !tiple y mas .
encontrará en homosexual'd ' ad mas ' mu ,
. letas» . Cierta-
bicic
versales ' mc . l us1ve con flores y ,
individualidad de un rol o de un carácter, ni siquiera por la personalidad cacion es trans lugar comu n
co muni b'sex
' ualid ad
, '
e abre sob re una
'

" sexual ' smo sobre -leitmouv


osexuai l'd ad no s . sexos »,
del acton>44, y extrae su potencia de expresión de la singularidad de las mente la hom . . de E/An ti-Ed ipo-- «n
partes y de su diferenciación, haciendo «del rostro un puro material del de una liberac1on es nada menos

Y sobre e1 «sexo no-


d e Alber tine no
humano» . El secreto
siemp re F reud
11
afecro, su hylé», transformándolo en otra cosa, hasta borrarlo. O aún
aran' pn's'1 oneros por
esta ar eso de ¡ o que qued . 1
más, está Alberrine dormida en su apariencia mineral, su desvanecimiento que « hacer
an uop omór hca del sexo»•s.
c1on
álisis: la representa
atmosférico, cósmico: «Como si hubiera manipulado una piedra que y todo el psicoan
encierra la salsedumbre de los océanos inmemoriales o el rayo de una
estrella, sentía que tocaba solamente la envoltura cerrada de un ser que,
d interior, accedía a lo infinito»45. res
y guattanana de la
por Sobre la línea de los deveni .
sexualida d
teon, a deleuúana
111
El secreto de Albercine no es el secreto vergonzoso de la condena o de
Resu mamo s. La personológica, para
. . on
,
. terpr etació n
la «novela familiar», el de la relación edípica, aunque una culpabilidad · · va
dec1S1 ' con toda
rom pe de manera del deseo y de su compoS1c1
· de los flu¡os .

ad ' declara D e1euze


eters e en e¡ ana'l'1s1s
·
y una explicación de este tipo no estén ausentes en Proust bajo la forma rom una ener ·
. comp gos ' <mo es
en Diálo
de la homosexualidad neurótica. En relación con la norma social, la
molecular. La sexual'' d un flujo entre
. una .mrra
e estructura, solo puede
ser p ensada como
gía m fl
homosexualidad es una «locura», pero una locura constituyente, pro­ ' las que
s UJOS, q ue em ite parncu
· ' con otro
cual re1ac10n
ductiva, que permite albergar lo masculino y lo femenino y su común coniu · ncion
.

otros. que entra en de lentitud en

ción rompe con •la


. de veloc idad o

las»49 · Esea concep


dispersión en el plano corto46• Albertine ocupa en Deleuze y en Proust . mas ba¡o tal o
"

entr an ellas mis


dos personas» . M as
un lugar central, ejerce una función de pivote, porque es gracias a ella esas otras Par ' ticu '
la vecin da d d e '
'
!ació n entre
1
na re
qu e hace d e el u
, esta' 1 o concreto d
que la homosexualidad escapa a su exclusividad, a su auto-limitación.
triste idea del am or los elementos.
, aca,
larid ades, de
Si bien bajo su forma limitativa no es expresión completa de la verdad, e as smgu .
. en.
, o 5 que no son
allá o mas . devien
mmóviles • sino que
rra la escritura y el
1

.
indica el ca.mino. ad de ¡os arom que
pe trilica ' encie
mater ialid sam iento
La persona coagul a,
la . pen

ción. La invenuv
. . . . parable de una escntura
42 G. Dcleuze, Prowt et lts signes, p. 2 1 2.
a, mse
.
. en su conven
hacer surgir lo con
se le asocia ncia mayo r de
. creto de la consiste
43 ld., ibid. nueva, consiste en
44 G. Ddeuze, L'fmage�mouvemmt, Paris, Minuit, 1 983, p. 147.
G . Dcleu zc, prefucio
L'Aprts-Mai dnfa wus, p. 1 5 .
Guat mi, L'Anti-<Edip
<. P· 3 5 0 .
corps erses jictiom, P:uis, Minuit,
a

1983, p. 123. " G. Dcleuzc y F.


0 M. Proust, ÚI Prisomliére, citado por Claude Reichlcr, «La cré:nion du corps sublime», o

Dialogues. op. d t , P ·
l 2l .
Lr
G. Deleuze, 1<Condusion: présence et fonction de la folie», Proust et/es signes, p. 205. � ., G. Ddeuzc
}' C. Pa.rnet,

95
�6

94
Miradas sobre Deteuze
René Schérer

las singularidades, de
los comp onentes ele
menrales de la verda
f. qu1s1
«Me vino a Ja cabeza ¡, dera vida. una imitación de la mujer o de «la presencia de un alma femenina en un
" 1·dea de que Jo que
w 1
era h acer ahora es
J
· ·
cada átomo»'°, escribía saturar cuerpo de hombre», expresión muy en boga en los tiempos de Prousr55•
Virg"in1a " ,
ulas, 0 «particles)) sin .
, woo · Pues no h ay mas que
parcic átomos, Aunque no pueda desatenderse la imitación efectiva en los travestís,
su¡ e to, que compone
así co mo de las afecc n el Rujo de las palab
iones . Lª Pregun ra «¿po ras escribe Deleuze, el devenir no concierne a la mujer «molan> que, también,
esra a1 n1vej de jas pam.
cine?» sólo tiene respu r qué Prousr creó a
. Alber- tiene que devenir-mujer. Devenir mujer no es «ni imitar ni tomar la for­
culas don de Jos exclu
se funden en eJ era b . .
personales y sexuales sivos ma femenina, sino emitir partículas, es producir la f!1Ujer-molecular»56•
«No se escribe en tanto que mujen>, leerr1os una v� más en las mismas
a¡o de una .
J
a Ja vida . ((Es un proc • escncura mma

' n erittca ' . yC '' . ' «es


es nence
'ttmca
. o » ' se ee en Otra parce e
,
vivib le y 1 o v1v1"d o. La
decJC un pasa;'e de V'd
. 1 a que atravi.esa Jo páginas, a propósito de Virginia Woolf, «sino que la escritura produce
es inseparable del escritura un devenir-mujer como un átomo de femineidad capaz de recorrer y de
devenir·· al e sen'b'ir se d . .
o vegetal, se devien e ev1ene m u¡er, · se dev1en
molecul ' h ' d evernr . . e animal impregnar el campo social y de contaminar a los hombres y de atrapar­
ª. ":' ª impercep tible» ".
11erero
Alberrine no es una los en ese devenir». Es entonces que desborda toda identificación sexual
transp os1c1on de l a · hornos
sexualidad' es su devenJ. exual 1'dad de Prous r en y que, incluso si aparentemente y directamente no tiene nada que ver
C-mu¡er ·
dev'iene 1a rorm
su piopia
' .
"h omosexualidad»,
r alta 1a mas
.

ranro que la escritura '


·
en con la homosexualidad, descubre una región, dibuja un contorno que
a mas ,
1 me set as52 h ace del
v1' da. Una tesis cen tral intensa, de su
. 1
de M.l"" ' pertenece al concepto de esca última o a s u constelación: «Aquellos que
idades de1 devernr,
ro das las otras modal devenJ· C-mu¡er
,
a clave de
e1 mov1mienro deten
. son considerados los m:ís viriles, los mis falócraras, Lawrence, Miller,
porq ue es el que pone
ido por las 'd n 1'dad en marcha no cesaron de captar y de emitir a su vez escas partículas que entran en
libera las pamcu las, 1 as devu elve a su
c es masivas de lo masculino
'
lo femenin o, el que � y de la vecindad o en la zona de indiscernibilidad de las mujeres . Devienen
originario el cua1 --esto
su «nom adis mo))
es Jo que defin e esenc
vaga b undeo, a mujer al escribir»5'.
el deven ir- perm ice ' ialmente La teoría de los devenires hace desaparecer las fijaciones dirimentes
que enrren en una
que, en El A11ti-Edipo, son inherentes a la interpretación del deseo ho­
zona ' de in · d1rere
' ' nciación y de
1
murua vecin dad. Una
puesca en maceh a sem .
en Fourier, a quien a e¡ante es a de las pasio
menudo se evoca como nes mosexual según el complejo freudiano. A las disyunciones exclusivas,

Y d e1 hogar. Devenir-mu ·
por Ios grupos falsos . referencia · 53• mmo · · ·
v1!1za
de la pare¡a das culpabilizantes, se oponen las inclusiones extra-edípicas; a la homose­
adoptar la heterosexual . . ¡er, pero no para xualidad neurótica, una esquizofrenia disolvente de la persona y de las
cu1 ar, y en ese senti
idad D even1r-mu ¡er molecular
· . mueh ach a mole. estructuraciones parogénicas. Tomado bajo esta luz, En busca del tiempo
do, (( univers . 1 54 E . '
ina ditas, llamadas a
� alum brar :; : ,
pr s1 nes alta mente
� � inventivas, perdido puede ser presentado, en una extraordinaria digresión de crítica
d1namica, las com binac
iones e rucrural � � ���
ibera
, ndolas en una perspe
os elem encos mascu :
tiva «clínica» y poética, como el esquizoan:ílisis de las tierras perversas y la

1 o rese ta el libro
��
y femernn os tabica linos exploración de esas «regiones nuevas donde las conexiones son siempre
dos tal e
homo sexualidad extra
su ve: �:� d e evernr-m u¡er
� sobre Proust. La
molecular, y no de
parciales y no personales, las conjunciones nó madas, las disyunciones
inclusas, donde homosexualidad y heterosexualidad ya no pueden dis­
tinguirse: mundo de las comunicaciones transversales, donde el sexo no
" Id., ibüi. , pp. 145- humano finalmente conquistado se confunde con las flores, tierra nueva
146.
j1 G. O e1euze, Critiqu
e et c/inique, p.
11.
y todo el pas>e •<leve
J .·
s2
Id., ibid., pp. 330-339

'j) Pencnccc a Karl Hcinnch Ulrichs en La N atwr sexutlle dr l'uraniste mált (1868).
.
::immal, .
IHr-fcmme, deven ir-enfum,
dcven ir-moléculaire».
: devenir-
En p:1rticular, L'Anti-
CEdipe, pp. 348-34 9. Citada por Guy Hocquc11ghem, Race d'Ep.', cditio·ns libres/Hallier, 1979, p. 50.
G. Deleuzc y E Guarc
ari, Mi!ltplattaux, p. G. Dclcuz.e y F. Guan:1.ri, MiLlr p!atc1//L'C, p. 338.
ibid.

339.
" Id.,

97
96
René Schérer

donde el deseo func Miradas sobre Deleuze


iona según s us eleme .
Es un mun do de mos y sus ílujos
«viaje intensivo», moleculares»".
hom osexual recon
«inm óvil», pero que
es lícito que el Deleuze escn'be que el humor es ¡. ud.10, la 1·ronía griega o romántica. ¿No
ozca como el de sus , .
do, el de su «leva prop ios vagabun deos por el hay sin embargo humor en Piaron, por e¡em plo en la escena de aberrura
del Carmides, cuand° 1 os que se empu¡on en el banco para estar al lado
nte» nómada, tal mu n­ .
p aseo del homos com o lo hará G. Hocq
exual, ateneo a todo uenghem: «El
a su deseo, no lo que puede llega del bello adolescente hacen caer al sue¡o a 1 muc¡hacho de la punta? ¿O en
deja de recordar lo r a conectarse
q ue El Anti-Edip los andróginos con �orma de huevo que 1magina Aristófanes en El Ban-
esquizofrénico»5 9. o llama el paseo del
quet/'1? Es verdad que el hu
descripciones, mientras que
;��:;:celodainmiscuye
generalmente reservado para las
en el propio concepto :
Granum salís la mujer molecular. En todo caso, qu1za. ' el romántico Jean-Paul -los ro­
.
. ipre irónicos- es qmen
mánticos no son sien l ia dado la mejor definición
.
del humor, una deti 1111c1on adecuada tam b"
Los devenires, esc . ,
ribe Deleuze, están ien al humor de Deleuze: ase-
«en nosotros». ¿Se
sobre 1as reg1 as mezquinas del entendimiento,
ces de una ilusi ón, trataría enton­
de una metáfora? gurar la pnmac1a de la 'dea 1
No, todo lo cont
. •

enriq ueci do por el


con su «luz arurdt' dora))" . El humor descansa de lo
concepto que lo rario, de un real .
circunscribe, abarcand avasallar a este u' l nmo
átomos corporales, o a la vez los
las singularidades .
sublime al tiempo que se le acerca en tanto que toca lo infinito; pero no en
tura, rodas panículas afectivas, los elem
dadas y que se agita
entos de la escri­ . do e1 11orizonte en super fi ei e. Gracias a él la idea arrasa
al tura, sino ab nen
a una m aterialidad n en superficie, y
com ún. El mundo que conciernen .
de Deleuze es lucre con toda pretens10n; , e'l ·gnora
i ((1 a mo f:a ensañada con los individuos; es
humor de la v1'dª"· puede ' como tal , trabaarJ interiormente el concepto.
este, abarca en una
·

continuidad los átom ciano y, como


os m ateriales y los
El de los deve111res aporta su nora de l1umor a. la pesada categona
devenir ocupa la vocablos. El .
zona de indiscern , de la
ibili dad entre real
comprend e en la e imaginario, y los . .
aproximación y la sexualidad interpretada sexolog1came
.
nte psicoanalíticamente. Ü1S 1 pa
elaboración de una '
'
No carente de hum misma verdad.
or, sin embargo.
Que ante todo no . dad y e1 abumm1ento. pu e s '· qué es m:ís aburrido que el
en ella la sene
fórm ula una cláu se vea en esta .
sula restri ctiva. El · do, 0 el que se toma por tal ' instalándose en su ge-
heterosexual edip1za
humo r es parre
. y soci. a1 ' .Que, mas
a transm itir, le integrante de la verda
ofrece a esta últim a d . 16g1ca
neralidad ps1co , humorístico que el pederasta
el alivio de s u hosp ,
1'
dice del h umor '° italidad. Deleuze ' '
' que es efecto de sup .
que Charlus en su devemr-mu¡er. .
. ' El devenir-mujer, muchacha umversa
puros, que desh ace erfici e, arre de los aconrecim
los señ uelos de la iencos
representación , del verdad explosiva de l a sexua ¡·dad
1 su humor.
subjetividad, en individuo , de la
beneficio de las
multiplicid ades. Le , en ese caso ' la' homosexu.alidad? Es la pregunta que
¿Pero por que,
Planteaba G · Hocquenghem a1 fi na1 de El deseo homosexual, refinen
la superioridad repugna, ante todo, .,
irónica del sujeto dose
que juzga e inter
las m inorías: un roga. Está del lado
«devenir-minorit de ,
• de «esta categona par-
explícitamente a Deleuze y G uattan,. a su crítica
ario» . La mujer mole
.
universal, n sexos, cular, la much acha
el sexo no humano ticular, subdivisión amficial de1 deseo , en tanto que es captada en una
aspecto serio- están -tom ado de Marx,
indudabl emente humorista de
condimentados con ·
relación de disyunc10n exclus1va con la heterosexualidad, que las remite

hum or apropiado la sal de un


a Ja libéración de a ambas a un lecho edípico castra dor co mún ' encargado de asegurar su
soci ales u orgánicos la sexu alidad resp
ecto de los lastres
. Todas estas expresiones le otorg diferenciación»63 •
con cepto mismo, an a la escri tura,
una soltura suprema al
y la fresc ura de un
«devenir-niño».

L'Ami-CEdipe, p " Platon, Chm-m1'de, 155


. 380.
. LeB,,,1q11et, 189 e.
ss

le d'esthéttq1u,
G. Hocc¡ uenghem,
Désir homosexuel, p. 60. . 11-Paul' Cozmprlpamtoire
" J e.1 . traducido por Anne-Marie L:mgy Jean-l.uc
$? e,

G. Delcuze y C
,-
p. 83
Nancy, L'lusannc , LAge d'hornme, I 979: 7c programmc, § 3 1 ' «Le concept d'humoun•,
.
G<J
. Pam ec, Dialogues,
p l M.
G. Hocquenghem, le Désir humosrx1u¡' p. 1 0�
98 6J

99
Rene Schérer

DeJe uze 'a D Miradas sobre Deleuze


I.1.f"es
. · -Maz. desfa
El p refacio de
ción y 1· Ustl· 11ca ¡ unes retorna esta inter.
a resp uesta: sin
uali dad no es más
duda Ja hom osex roga- soy yo!». «No es mi culpa si este sencin1iento difi ere de todo lo que me
una pala bra, de
formació n recie . que
esta tal. No por nr;' instrum habéis propuesto»69•
eso hay que de·a ento del poder méd
) I r de tom arle ico y Pero el problema planteado por la homosexualidad moderna, del cual
de la hom os la p alabra. «No
exuaJ idad,,64• co
_ , hace su «m
n e cua l el hom min alismo
por así decirlo se hace cargo, no es solamef\te el de la irreductibilidad de
'
de guerra» osexu"'
-exp resión de áquina
espec1'fica, sus
M"lM. esetas-, :asum1en lo vivido a Jos instrumentos de conocimiento que, de hecho, lo recubren
. do «su pos
desaFíJO, casi·
enu nciados com ición com o
o 1·rred ucnb Jes y lo transforman. La palabra fue creada por el médico húngaro K. M.
• 1 860, por una preocupación cientificisca, como respuesta a las
)). S e J 1ara «con10
' una tra1c
·
por deber)) · <<Un ,, si»• «por
.-. mas cara m as, Benkerr, en
D eJ euze. Hubi . . ,
10n más», agreg
era podido de a
cir:· un 7sgo de leyes prusianas que condenaban los «actos contra natura»70• Un vocablo
i u ego ª gravedad
pala bra de Jean hum or más que
-PauJ- pone en -y es una
de la vid o... en co
la seri edad de efectos perversos, como toda medicalización. La verdad en ella está
· nrra de sometida a la forma del tiempo, de ese tiempo de la historia que hizo nacer
Estamos m uy cerc ,
. a de ¡.,es mas . caras y tra vest1s .
mac1ones pro mos de Gener' la homosexualidad, con la cual el homosexual tiene que arreglárselas y
vocadoras, de sus d e sus afi r-
sim ulaci º" es d vivir. El ser no está detrás del velo. El velo forma parte de la verdad y del
de su famoso ,, e «espontáneo
desafío: «yo soy sim ufador»65,
un negro» . ser, como la mentira y el error, según Nietzsche, forman parte de la vida.
Esta relación no es dialéctica, no es la de una integración progresiva en
Potencias de /o fa/so una categoría envolvente («¡la infamia dialéctica!», escribe Deleuze en el
prefacio a L'Ap res-Mai desfaunes) . Es de simultaneidad, de niveles que no
falso . pues 1 a verd
Muy cerca de la
JJ· d ad, en los
men tira y de lo son los de una negatividad conservadora o «sobresunsiva»71 (Aujhebung
m ás sinceros ad de la homosex
ado' esta' aso ·
que Jª han pens ua- hegeliana), sino los de la exposición de figuras o posibilidades diversas en la

h omo sexua¡

error. La hom ciada sin cesar al
osexualid ad vivi . simultaneidad de una categoría estallada. «Es permaneciendo homosexual
"da, expenme
far ever, se lee en este texto fundamental y sorprendente, quedándose así,
. nrad ª en noso
idad o la pederasti . tros, nunca es la
a en el s;n n"do
sus cartas a psiq uiátrico. Es
ulo' e1 Jove
.
Dan iel Halévy' " así que en siéndolo cada vez más o cada vez mejor, que puede decirse "pero, después
su condiscip
cu1.dadosa dist n Pro ust •ope
inción entre la . ra una de todo, nadie Jo es", Lo cual vale mil veces más que la sentencia chata
•pederastia» , con denabJ e

de J os hastJ·ado
m uch ac11os que
s, y la pasió n , entreten ünienro e insulsa según la cual todo el mundo lo es, todo el mundo lo sería, un
reciproca que p
«por nada en e1
ueden experim
, 1a pederas tia,,•'.
entar dos
, mun do p racti.ca maricón inconsciente latente».
Es asi que H nan
ocq uenghem le
' o º'' a fa tr. «Nadie lo es» significa que el homosexual, en su verdad, no se define
caracrer heteróc
deleuzo-guarta
lito » del deseo
rian o, destacan
/
' u « d�1spers1on
iste red ucci ón
.
ma .qu1•mca»
·
freudian a' «el
en el senrido
más que por su capacidad de estar siempre en un lugar distinto de aquél

ua¡J·dad)) como
do que nunca donde se lo busca y se querría inmovilizarlo. La homosexualidad no es la
estado de cosas, . hay «hom osex
smo h ornosex . . idea común o general de todos los hombres o de todas las mujeres, sino
ualizació
ual resuenan 1 os
todo homosex . n. de un v1v1do
no cod ificado''·
del Torless de
En
MUSI·¡ .. «¡·No
desasos1egos la línea de fuga que les permite ocupar varios sitios, interpretar varios

G. Dde uze, prefa


roles simultáneamente; mejor aún, escapar a todo rol. Y la misma página
J L'Apris-M. . d.esfiarmrs,
r..s J. Gene c, Un enrpt1ifnm
�l p. 1 3 .
64
cio propone esta imagen topológica: «Imaginemos una espiral muy móvil:
� treux, Parrs,
t

'"' J G Gallimard' 1 986


• p 206.
ener, L'.Ennem1' d
ec/
m é, Paris, Galli
· ibid., pp. 67 y 93.
Fiduc).· mard, 1 9 9 1 , p.
" Id.,

con Hub,·n Guy Hocquenghem, Race d'Ep!, p. 20.


" F• Leuc ·· he, pre'a.cio a Sodome
1 4 9 (entrevista 70

et Gomorrhe, p.
XlX
611

p or el prefijo sur-, con el que se ha traducido en francés la aujhebung hegeliana. En


71 Sursumant. De sursumer, neologismo que reemplaza el prefijo sub- de subsumer
111• lr Des1r
, . homosexwef. p. 98.
G. Hocq ucnghe
castellano correspondería al neologismo �sobrcsumir», por oposición a «Subsumirn [Nora.
·

del craduccor}.
100
101
René 5 chérer
Miradas sobre Deleuze
ella en varios niveles 1
. o tte1n
Hocquenghem está en
curvas a b vez' a veces a m1sm
ces co¡ocad o, a veces
. . po,
sobre varias Se reconocer:í allí f:ícilmente el c�mino de En busca del tiempo perdi­
Proust y los signos, «es,
con una moro ' a ve
' a veces travest1. d0. A
zado o sodo mizando sodomi- do que, se dice en de hecho, una búsqueda de la
un nivel puede decir
d eso ' a º. tro n1ve
·
homosexual, a otro verdad ... en la medida en que la verdad tiene una relación esencial con
¡, es otra cosa
sí, soy
7i. El homosexual
nivel no, no se trata e
no se asusta de 1 as
mas» ,
el tiempo»75• Esa relación es justameme la de los futuros contingentes,
·

. J ades mu'Itip1
.
«perso
amente de nadie, d e 1
me1 uso, pues ya no . naJ'd es», o la del perspectivismo leibniziano, la de la coalescencia de naturaleza
, . se trara precis
si mism o de varios mundos a coexis tencia en cristalina, paso a paso y no orgánica, la de los mundos incomposibles y
posibles .
La esp1r _ sin embargo concurrentes.
aJ de los diferentes
niveles evoca' pero en
el palacio piramidal senti do inverso, Las potencias de lo falso, rasgo de todo el arte moderno, de la «in­
de los mun dos posi' . .
bles imagmado

� : � �� t��
final de la Teodicea por Leibniz a] discernibilidad de lo real y lo imaginario»76, no afeccan solamente a la
A ed'd q e
el evamos hacia el
la pirá mide se esrr
;
cha, u s o a e _
im1na los mundos
mundo real, narración y la imagen . Entran en el personaje, el actor y el autor. Hay
posib les en Ja idea o _ que sólo son que comprender, con Deleuze, que afectan la identidad, incluida aquella
«incompos1· b es» conju
� ario'
ntamente. Por el contr
te variación eonce
sosciene Deleuze e . que estaría ligada a una homosexualidad específica, para dispersarla en los
ptua 1 sobre Leibn iz,
una convincen
¿por qué los inco . diversos niveles de la espiral en enunciados simultáneos y paradójicos. Por
mposi bles no conm' b ,
a de ¡a «puesra en .
· uman a la prod ucc1on
ennqu ecido?'3 La Jógic · ,
de un real ejemplo, en La imagen-tiempo, el pasaje en doble sentido de la realidad a
e¡ tiempo, la ficción de Jean Rouch en Yo,
y de la oposición cnsis» de Ja verdad por
entre verdades necesa . un negro: «La forma de identidad Yo= Yo
la
por Leibniz, sería . � s y contingen tes, descu bierta (o su forma degenerada, ellos=ellos) deja de valer para los personajes y
de 1 o real, esta vez para el cineasta, tanto en lo real como en la ficción. Lo que se deja más
admi tir los mcom pos1 bj es en una nuev
a aprehensión
estética.
La litera tura conte . bien adivinar, en los niveles profundos, es el "Yo soy otro" de Rimbaud.
mporán ea' el eme,
único muo do Y sust
�lantean su coexistencia, recha-
de 1os puntos de 1tuyén doJª por ¡ a mu¡
zando Ja idea de un Lo decía Godard a propósito de Rouch: no solamente para los propios

, de 1 as líneas que
tiplicidad personajes, sino para el cineasta quien, blanco al igual que Rimbaud,
declara él también Yo soy otro, es decir Yo, un
vista' la bi'fiurcac1on .
.
incomposi bles» a «pas
ados no necesana .
van de «presentes negro»77,
p arad ójica de «Verda mente verda deros», Con

con 1 as «potencias
d conringente» , ej la noción . Se podr:í ver entonces en la potencia de lo falso un «plegamiento» ca­
1
de Jo f:a so» puesto
concepto de verda d
se enriq uece racterístico de la subjetivación contemporánea, y singularmente en torno
fu¡sedad que trabaja un . .
que ' de cierta
· man era, es en la de la homosexualidad, a condición de que comprendamos a esta última
imagman o que se apodera de ¡
ac1on)), escn'b e De1
para a fi lrmarlos sim ulrán os mcom posi bles según su dispersión molecular con los incomposibles que incluye . Sin
eamente. ((La narr . ,
.

a I o verdadero, para
de ser verídica' es .
vo1verse esencial-
decir de aspirar euze, «deja duda es en este sentido que hay que entender las profundas reAexiones de
menee falsifi can re. Deleuze sobre el «secreto» de T. E. Lawrence, cuando habla de una «dis­
No se trara en a bsoluro
d e una variab ilidad de «cadª uno con su
posición subjetiva» de la que no llegaría a dar cuenta la homosexualidad:
f;a1so que reemplaza y
que conciern . verdad»,
e al contenido· Es

la simu ltaneidad

destron Ia ¡;arma de
un potencia de lo
lo verdadero, porq
ue plantea
«una disposición subjetiva infinitamente secreta que no se confunde con
el carácter nacional o personal, y que lo conduce lejos de su país bajo las
depresenres ncomp . . .
os1 b es
l o la caex1ste
no necesariamense nc1a de pasados ruinas de su yo devastado», soltándolo de las «cadenas del sen>. «Hasta un
psicoanalista vacilará», prosigue el comentario, «a la hora de decir que esta
verdaderos>»'.

pr<facio a L'llrpi?s-M.41. derfi'JJttnes,


disposición subjetiva es la homosexualidad, o más precisamente el amor
p. 8.
" G . Deleuzc,
7J G. W.. Le1bn . .
Essdrsde Théodicée, 3e
Pans, Minuic, pmie' §§ 414-4 1 6; G. Delcuze, 7� G. Deleuz.c, Pro11Jt et Ú!s signes, p. 23.
,
1z,
1985, c:ip. 6, p. 171,
noc:i 5.
.

76 G. Delcuzc, L'lmage-trmps, p. 1 7 1 .
l'lmnge-tempJ,
" Id., ibid.
n Id., ibid., p . 199.
102
103
René Schérer
Míradas s obre Deleuze
º :��� que Lawrenc� conviene en resorre de su acción en el esplé
� de ded1caror1 , a e r de
� � que la homosexualidad esré
ndido Y al igual que para Lawrence, ser del secreto, tampoco conviene buscar
omp rend1'da en la d1spos �� sin duda
un «verdadero» Genet bajo sus máscaras. Pues no está debajo ni detrás,
1c1on»78 Se e perm · · r '
manera de esrar comprendida' · � � �
rn w mplerar : pero esta
da, mo 1 ecular, no edípica? d misma ' esraJi a-
' n es l " h sino con, en los pliegues de donde hace surgir sus múltiples figuras, como
omosexuauda,
L1 homosexualidad no es un «Una gallinita de papel», un «espontáneo simulador»82• Si la primera teoría
explica, implica. argumento, no

�­
no griega, no platónica, de la homosexualidad es la de Prousr, la segunda
El pliegue de subjerivación se bosqueja a través de la obra de Gener, que es como su imagen invertida.
. que se forma a parrir de
nid d y q ella en la mo d
Un doblez, una duplicidad, pues -independientemente de la obra, por la
� �� apela a las potencias de lo falso es la réplica del '
.
sub1er1vac1on griego segú
n el orden ererno de los
li egu
dioses y de a .'JU ad
e f � cual ha expresado la mayor admiraciór.- es seguro el parentesco entre el
tal como lo expone Deleuze , universo de Genet y el universo mundano de En busca del tiempo perdido,
en su Foucau/f9· Pliegue
de ¡a rel acwn con'
uno mismo ·
e 1
que· curva hacia adentro las cuyo reverso social constituye. Mundo de los guapos, de los maricones,
� .
. 1 1d.1v 1du
la
fuerzas del afu
� � adapte a su propio uso con el fin de gobern
P
:;� ;��;: � de los criminales, poblado también, e incluso más, de signos.
... mo d e s1 mismo. , en r Entre esros dos mundos están dispuestos muchos pasajes: entre orros,
A la inversa, l pliegue de la homosexualidad, esa fuerza que corta transversalmente la sociedad y
� � :

u or en sexual. ra1c10na
subjetivación moderno rech
aza la ciudad
hace que se reúnan los aristócratas y los bajos fondos. Prousr ya dio cuenta
e ro a pedagogia. S1 s emp
los valores viriles, despega
a la homosexualida l
ro que aliuera
re curv de esta comunicación subyacente, tratándola como una francmasonería
i a el afuera ' lo hace en tºun
1o ' en ramo que ra es
Puro' lo otro en e'l mism · o, l o extranjero. Este últim secreta, aunque preservando irregularidades ilocalizables que confun­
la fuenre de atracciones sexu
ales y de imágenes fubu osas
� den las cosas. Pero Gener es el Proust de un universo que ya no se deja
las fantasías, las creacione que acampanan
s. seducir por las apariencias del «mundo», ni siquiera para lacerarlo con
Disposicitón , subjetiva
, de G u Hocquenghem en su humor. Genet interioriza la reprobación de la raza maldita contra la
: " Qu1za
. . :, esras líneas iniciales
de La Beau e du metzs cual Proust espera protegers e al convertirla, en su narración, en centro
mcluso sólo soy " homo
sexua1 », como
en e1 extran ·ero
desagradablem ente se dice,
� .
' como una manera de estar motriz de la sociedad contemporánea; Genet se sumerge en su abismo,

q 1ero decir
.
, una manera de perrenece
rle y de esrar en él. UJZa, 1, . alcanza el punto extremo donde la traición deviene santidad. Para Gener,
n· o al extranjero antes J ­
'
Q le qu la homosexualidad asumida y provocadora entra en el pliegue singular de
que al amanre, y he encentra
do ah1, un lengu �
que desborda un poco la aje subjetivación a partir del rechazo radical del orden social.
francidad»'°.
Deleuze asocia, con justicia, Es en este punto que, en términos deleuzo-guattarianos, puede decirse
a Gene r con Lawrence· Un .
" cautivo enamorado
a nora remae a
.
las pagma
' · s de vn que funciona maquínicamente: máquina de deseo, creación de devenires,
, en las que Genet manuene .
su hom ex al l'dad y su «mít
� � �
o an a», su pasión por dejar

unidas
tras de sí una
máquina de guerra y de revuelta. Opera una torsión de las fuerzas del

semejanzas de Genct con


imagen ero1ca y e1em . plar de s1 nusmo: «Las afuera y hace abrazar interiormente las causas de las Panteras negras, de
Lawrence on numerosas,
y además es una disposició los palestinos, de los transexuales, mejor llamados las cransexuales en
� n sub'eriva lo que
Gener re1vmd1ca .
para otra revue1ra» s1.
cu:indo se encuentra en el
,j
desierto entre 1 s pal estrn .
os,
razón de su devenir-mujer, cuya causa se confunde con las otras en un
heroísmo común83•
Gracias a Gener, la homosexualidad, en sus potencias en las que se
7ti G. Deleuze, Critique et
Clinique, p. 147.
mezclan y se confunden la verdad y la mentira en «un sentido exrramoral»,
79 G. Ddeuzc, Foucauit, p. como decía Nietzsche, pasa del contenido finito de una elección sexual a

la Bmuté dtt métis, Paris Rams.av 1 979


1 1 2.

'' • P· 10.
G. Hocqt1enghem,
Un captifamoureux, op. cit., pp. 204-206.
w

" G . Deleuze, Cr1t1q


· ue u C
/inique, op. cit., p. 1 47, nora
'
·
112 J. Genet,

" Id., ibid. , p. 208.


12.

105
104
la form a infini ta de
que permiten escaparlosdedeveni
la
res-otros. Devenires :1en
repre sentació n
. pre minori
: . tarios 8.
mayo
Estos devenires inmanemes a 1a escmura ·iustr . mana del «hombre».
1
mu1 a deleuziana·. «La ·· de ser h an e¡em p1 armente fór-
ombre, ¿hay una mejor larazón
.
Fábrica del alma - Gilles-Félix
para escribir?))ª4. verguenza
·

Es a Deleuze a quien le debe


hom osexualidad que va de proustmosa Gbenet
.simultán
posi"bTidad de trazar la línea de
1

3
. línecar))as.
eos «que bifurca y que no cesa de b1fur de 1 os mcom
.
posibles ¡Doña fulana, tomo prestada vuestra máquina'!
{Gavroche)2
'

jalones
Walter Benjamin escribía de Charles Fourier que «hay que ver en
la aparición de las máquinas el impulso más íntimo que se le dio a su
utopía•'. Ellas le sugirieron el mecanismo de las pasiones y la idea de un
nuevo agenciamiento societario conforme a sus movimientos.
Me parece que esa frase conviene todavía más a Félix Guattari y a sus
máquinas deseances. En efecto, ellas han de concebirse como mecanismos
frenados o enloquecidos por la civilización; en el exceso mismo de sus
arrebatos, abren, para una sociedad verídica, el campo de lo posible. Se
convierten en (<brújula de Armonía1), orientada hacia una esquizofrenia
1 Machin, de uso familiar en francés para referirse a un objeto o persona cuyo nombre
se ignora, no se recuerda, o no vale la pena decir. Corresponde exactamente a1 uso de
pierde el hecho de que se trata de una
masculini7.ación de m11rhine, «máquina» [Nota del rraducrorJ.
\(coso» en Argentina, pero en esa traducción se

2 V. Hugo, Les miJimbles, quarriCme parric, livre XI: •Latome fracernisc avec !'our:Jgan�i,
111 G. Deleuzc, Cn'tique 1 : «Qudques Cclaircissernencs sur les origines de l:i
et Clinique, ch:ipitre poésie de Gavrochc».
G. Deleuzc, L1mng J \V. Bcnjamin, •Paris, Capirale du
e-temp1, p. J 71.
p. II.

Frankfurt, Suhrkamp, 1982, p. 63.


XIXc siCde-, exposición en francés de Waher
Benjamin, Gesnmmeltt Schrifien, come V. 1 ,
0

106
107
René Schérer
Miradas sobre Deleuze
tomada como modelo
de un método revolucio
psicoanálisis freudian nario que reemplaza el .
, . y practica
o: el esquizoanálisis. concepción teonca , del inconscienre-miquina, del inconsciente
.
Pero además, y aun más
que en Fourier, el pen
samiento guattariano
r
esquizof énico. Tuve entonces
r
la impres1. o. de qtie él llevaba la delantera»'.
·
y social, de los «tiempos
inspira en máquinas «rea
maquínicos», según una
les», del mundo técn ico
de sus felices fórmulas
se
��, _:
individuo con las máquinas so 1 les, polm as,

���
La máquina es la fuerza del �fuera e a ont miento que vincula al
nicas con las grandes
La idea misma de la «má
quina deseante» no prov
'. .
máquinas visibles que inducen e unc1onam1enro maqu nico de un deseo f
de una reflexión sobr iene, para empezar,
e el funcionamiento del que también dependen.
interno fisico y psíquico
individuo. No se sitúa del
exacta ni principalme
nte como continuació
«animal máquina» de n del
Descartes, ni del «hom
bre máq uina » de La Met
trie, aunque de cierta
manera podamos ligar ­ Sin metáfora
la a esa tradición en .
que se traca de una conc tanto

¿Hay m'íquinas «propiamente dº1c·h as " ' ob ·eros puramente tecn1cos, · y
.
epción materialista cuyo
otras llamadas aS! por ana1 ogía'. El acceso a 1 aJ fil o sofía de Guattari como
intercambios intra-mo principio reside en los
leculares de la materia
viviente. .
Pero -para retomar los
térm inos de Benjamin-h
.
�:
a la de Deleuze, a sus obras comune-s, e ge que se abandone el lengua¡e
de la ana 1ogia tanto com0 el de la rnerarora. Las «máquinas descantes>>,
primero» en las mucacio ay que ver su «impulso
nes profundas que la máq
,

hombre en el trabajo, en uina le ha impuesto al . . . .


Losproblemas humanos del maq al igual que las máquinas sociales, msm ucionales políticas, culturales,
uinismo industria/,
título de una obra céle
bre del sociólogo Geo
.
literarias1 esrettcas,
, etc., no son norn b ra d as Ú
met a ricamente. En todos
fos Casos Se trata de pro dUCCIºón de un ere
rges Friedmann, a la cual
ulo inaugural de 1969
: «Máquina y estructura>».
refiere Félix en su artíc se
ecto, d e conexiones ' de fuerzas
y de movimientos a desplazar y a transf.ormar. C uanto más se asciende
Las máquinas no se
contentaron con pon
er a su servicio el gest
hombre, han invadido
su deseo, poblado su
o del
desde las grandes formas visibl�s hacia fue te d
: ¡° roducción más
como lo dirá en una conf
erencia pronunciada en
inconsciente. Este últim
México en 198 1 , «ha
o,
se revoca la distinción entre lo man1ma o y o v1v · e � ��:� :
l o materi l y lo
' erenc1a, n0 solamente d e grad o, sino t mbién de naru -
dejado de alojarse en . ·

raleza, está entre <do molar» y lo «rr10l ecu1 ar», 1 o atómico que, como en
el corazón de cada indi espiritual. La d·f
viduo», forma «un terri
ales y económicas, acop
abierto por todos lado torio
s a las interacciones soci
directamente a las gran lado .
des corrientes de la histo Lucrec10, compone 1 as a!mas tanto como los cuerpos.
será llamado •maquín ria»6. Este inconsciente . .
ico» porque no está esen Ha de notarse que la referencia de El A11ti-Edipo no es la mecamca .
cialmente «Cen trado sobr
la subjetividad humana» e .
, porque «pone en jueg cartesiana de L1 Memie en El hombre , .
rnaqwntt, ·no
si el transformismo
neolamarckiano de Samue1 B utler en «El libro de las maqumas» de 1a
o los flujos materiales . .
los sistemas sociales y
1
más diversos». '
er texto de 1969 defi
Otra expresión del prim .
. ' utop1ca.
novela Erewhon, re aro de una ficc1on , Esta última trata, en efecto,
«excéntrica al hecho subj ne la máquina como . . .,
etivo» En efecto, es en de una hipótesis fantástica, del pel.igro repre . nrado por Ja sust1tuc10n
de 1 a aprop1ac10n de ¡as ma'quinas de lo
. tanto ta] que irrumpe . ��
en el pensamiento '
de nuestro tiempo, que del hombre por las maqurnas,
· "ente· '1 a auros111
trastorna Ja imagen.
uze en 1 972 con mot
me hab ló de lo que él «Félix

ya llamaba», declara Dele que es la espec1·¡¡ c1·da d de 1 o v1v1 • autorregulación,
1s • la
, , res·

Este «texto profu nd º"• segun


.
¡
de la pub licación de ivo

Jogra ta¡ resuItad0 a·1 d.isoc1ar 1 a u111·dad


El Anti-l!dipo, «las máquina ·
la reproducc10n. ' Ja expresión de Guarrari
.
s deseantes: toda una .
estructura ¡ de a
, 1
y de Deleuze,
me1 uyendo en su campo. a os h ombres que la alimentan, l a

.
maquina
sirven, Ja muJ t!p
· J ican.
· El hombre ya depend e en su actividad y en su
Félix Guatrari,
.
Bernard Barraulc, J 986,
p. J 23.
4
Les Années d71iver, , ·nas
alma de un universo en el que rernan sus maqui , . Se puede proyectar,
Psychanalyse et trnm
wrsalité,M;ispéro, 1 972, . 240.
p

LesAm1ées d'hiver, p.

7 G. Ddcuze, Pourparlers, Minuir, 1990, p. 24.


128.

109
108
Miradas sobre Oeleuze

agrega t<>do lo
René Schérer
. . ca. ¡ i· ¡; cados de económicos, sino que les
0
s
'
mente los umco ,
en el caso de una evolución progresiva, la completa absorción de su ser zando por su fu ente
uze con él '
ren d er l s comen

la energ1a so¡ ar9 . Félix


· 1blarlos y comp
que perm ite ensan
común, e
por la propia máquina. , ' y Dele

· ismo gtnera1)) .
Lo que en Bucler es fantasía, pasaje al límite, se conceptualiza con 1uente de roda vida' en u n mism o campo
que unifi ca
Deleuze-Guattari. Y sin duda puede verse aquí una de las aplicaciones de proponen un «maqum o de consistencia
.», las
, descante' sob re un m1sm0 «plan
la enigmática fórmula de ¿Qué es lafilosofla?: «La utopía no es un buen de prod ucc1. 0n . visibl es, del exterior, p at'a las
quellas
1 del adentro a las que solo cree-
0as, a
nomb re' y aque 1as
,
maqu1
concepto»8• Pues, en lugar de tratar esca asimilación de la máquina a lo grandes y las pequenas _

vivience que es b «máquina desean te)) como una utopía, se trata de con- cua¡es se reserva ese a ' transferencia de
sen tido,
como tales por analogí
·

ceptualizarla de tal manera que, gracias a rransformaciones convenientes, mos po der n01 nbrar amente hay que desh erse,
ac:
ra d a de la que just
cumb
según la imagen acos
a través de b máqu
pueda operar realmente en el campo del pensamiento en tanto que ins­
ina.
· smo se exoende,
. lo molecular, a las
trumento de comprensión y de descubrimiento para fenómenos que no por .10rermedio de .
1
pertenecen en sí mismos ni a la esfera del sujeto, ni a las constricciones E ste maqu1m ·
. orientar:í las considerac10nes eco-
. re con e cosm os, .
re¡ ac1ones del homb
de lo estructural. Bastará, escriben los autores a propósito de la relación
hacia una eco1og1� �:,"
, t bíén «gen eraliz ada)), JUil to con
maquínica con el deseo del hombre, «Con destitllir la unidad específica lógicas restrin gidas
1 una que inspira
, .
'·· una «ecosof1a»

Este u' 1umo


la sab'd · r, de la simple
personal de este último para que aparezca un lazo directo entre máquina
. no, que evoca e¡ pasªJ e ' en fourie
. termi
' a su vez que la
y deseo»; para que se admita que «no es el deseo el que está en el sujeto, · encía universal , recuerda
(L'Anti-CEdipe, p. 337-339).
,
sof1a, c1
sino la máquina en el deseo» gastronom ía a la gascro metáfora de la atracción
«movimiento» pasiona . lo que
., . . , no es un a pura
founenana
Y bajo la condición también de que no se conciba la «máquina descante» «atracc1on apas 1onada» l
. generahzac1on en e1
.

como .Ín deseo alojado en algún autómata de Vaucanson, tal como, escribía newto mana. Es su . . . explicativo del propio movimiento
ero pnn c1p10
Samuel Buder, no hay que concebir la capacidad que tienen las máquinas va a devenir el verdad

.
de reproducirse bajo la forma de una locomotora rodeada por sus pequeños. material, su ((pivote)>. . que concierne a la técnica
esotensmo guattariano
Sólo a escala molecular el pasaje al límite deviene operatorio, transfor­ Hay c1ertamente un , . en da.mie ncos» , bs « des- y re-
«ag
. maqu101co , con l os
del func1on amiento
« diagra mas», etc., que design an l as pie-
.
ma lo utópico -en el sentido de lo ficcional- en conceptual. La unidad
formal de la máquina se disipa, l a materia de la célula viviente se mueve
. los
1e¡o e00 bs mutacio
l os i< filos» '
tt:rricorializac1ones»,
.
nes maquí nicas
. s nuevas; en para
Es
zas de estas maqu , ina io, los boquetes
' ca c0 ntemporan
como una máquina capaz de remodelar sus propias formas y de utilizarlas . ,
can tambi én ' a camb
ea.
las que a1 umb ran l . .
de l a c1' berneu ajes a l os cuales
bengalas i1 um1n an la
como «informaciones». En este crisol en el cual cuerpo y alma aparecen os propios lengu
l um10 osos, l as benga
·

indisociables, el deseo, entonces, es el nombre de una fuerza actuante, . e rra d uc1·rlos . Estos
senn mos rentad os d .
nos
pam'd a y e1 desenlace'
productiva., y no una metáfOra, un «como si». Da nombre a o era imagen a veces . inmenso movim nto de ie
cuando anuncian " un 1,
, . cas por las máquinas deseances» 1
, 1 gicas» '
del pensamiento cuyo punto de partida será, en ruptura con un dualis­ .
.
. maqu, 111as tecn1
e
las
reaprop1. ac1o, n de ,

o que « 1e¡os de. los


mo aparentemente insalvable, la afirmación de la omnipn::sencia de lo acio nes nos ta
de las crisp
. reAeJ·os der<ns 1vos y
1111cas y la subj etivida
maquínico. Alojándose en codas parces, penetrando codo, la máquina . . d» ya se puede percibir

cnv1da d onro1og ' ica


,

racio nes rnaqu


descante es al mismo tiertipo principio de acción de las otras máquinas l
entre « as mu
. . de subje cividades nuevas»12 .
y modo de vinculación entre sus apariciones dispersas. y nomb rar «una produ

mauditr, Minuit, 19 ,
67 P· 57,
Encuentro una aproximación esclarecedora para este rechazo de la
metáfora en la idea de una «economía general» propuesta por Georges Georges Bar:u· 11e, La l'rtrt
i o F. Guanari, Chaosmose,

Galilée, 1992, P · 165.


Bataille. Ella no se limita a las producciones e intercambios, habitual-
p. 138.
Les Am zées d'hiver,
Chaosmose, p. t34.
11

Qu'tst·ce que la philosophie?, Paris, Minuit, p. 96· 106.


111
12
11

110
René Schérer
Miradas sobre Deleuze
La antiestructura
Un concepto puede ser El teatro del inconsciente se sustituye, según una expresión de Deleuze
abordado a ' P artir de 1 o que edifi.
bién a partir de aquello ca, pero tarn­ cuando habla de la revolución lograda, por su «fábrica». Digamos que
a lo ue se opon� y reem
maquínico» apela •a una
de1 inconsciente; esto es

• apre ens1 ,
.
0n no interioriz
plaza. «El mconscienre
li ada• ' no personol ogic
'
.
a
la m:íquina guatcariana se introdujo en el runrún de la estructura, de las
certezas perentorias que acarrea cuando trata al inconsciente como un
cierto, Pero no sena , .
su ciente si. no ana
que aquello que recu
máquina es una m aqum
, .

sª e ante rodo, su mre .
rpre
. d"•eram
,
tación estructural. La
os lenguaje y refiere las significaciones transportadas por ese lenguaje a las
instancias siempre personalizadas del yo, del ello, del superyo, a las imá­
a e guerra, y es presenta
en su comienzo' ·nin da un poco de ese mod genes del cuerpo materno, del «nombre del padre», del «falo simbólico».
o
: qite F'l" e ix acepta que se Ja tom

lo sano con 1 a atmo, sf


de escritura)). Pero esa . e por un <(artificio La teatralidad intimista, con sus puercas y sus llaves, nunca ha deli­
((m-'uquma» 13 corra por
dogm , 1· co», e1 de I o estru

circundante ' despierr era mitado otra cosa que la conformidad o el incumplimiento del sujeto
"º de un «Slleno _
su runrún, al pensam ctural y respecto de las prescripciones de la familia y de la sociedad normativa.
iento de Félix y al d e .
met. odo illes, que ya hacen esra El agenciamiento maquínico, que sustituye la interpretación del signi­
s y conceptos vigentes llar
.
No es posible dar cuen
60-70, época del estructu
ca en d t 11 , de �:� ; ficante, da acceso a lo que escapa a esas estructuraciones. Se encuentra del

ralism � � :�f�
ri a ce '
au ósfera de los años
e a ruptura operada
lado de lo colectivo, de los grupos que Félix llamará «grupos-sujetos», no

o y al mismo ciempo, 1
por l a máquina guactaria porque ambicionen el lugar del «viejo e ilustre Yo», según la expresión de
. na' de un modo brusc
comienzo, con restos estr a Nietzsche, sino porque pueden devenir creadores y amos de una palabra
ucturales. Bastará con
las dos const 1 ac1o
ind"icai· Ios puntos nod
de los dos órdenes de
y la máquina, así c mo �
.

nes forma as por la estru�
ales
ctura
confiscada, estructuralmente recuperada.
Da acceso también (por la misma vía) a lo infra-personal, a lo infantil,
del eerreno e su enfr
/ entamiento. En resumen
: a lo marginal, a lo delirante, prefiguradores de relaciones sociales codavía
- a la estructura pertenec inexploradas. La palabra «agenciamiento», que reemplaza la relación
e la constelad , .
los complejos del incon
sciente, de la lengu ��dd�1I :�gJ�'.���l:t]eal1ngu
a� � '.
f i ia de
rsttc
significante, designa y vuelve posibles elecciones distintas a las binarias,
o; exclusivas, coactivas que dependen de la estructura.

al, del co1ecnv


- la constelación de la
. o, con
en un :iac_i.ones; Iuga r
mdquina es la del afuera soci
sus agenciamíentos sus .
1
de la dispersión del suje
de la a-subjetivida d
' de o a-s1gn1 licanee, es
decir de 1 o que escapa
to, Paradojas
rtadas sobre 1a 1 engua La máquina deseante es, no obstante, paradójica. La expresión en sí
.
rncerpretaciones inje a las
con sus reglas; de los «dev
res», en lugar de las met . ·1 eni- misma ya lo es. Constituye una suerte de oxímoron, a la manera de «la
a;lioras as1m 1 antes y reductivas;
oscura claridad». En efecto, ¿no es por lo general lo propio de la máqui­
- lo estructura/ es apeo . 1 ar
pa ra 1 eg1s na ser insensible, no poder desear nada? El deseo es lo que construye la
so bre las i nterpretacio
grillas de lectura y código nes, provee
s; máquina o la go1�1, aquello que la detenta, no la máquina misma. Sin
embargo, coda Ja fuerza, polémica, toda la seducción, inventiva, de la
- lo maquinico es del
�pon e a la represen c;ción
orden de la producci
ón E ��� cal, se máquina deseante, deriva de esca apropiación por lo maqzdnico de aquello

as escenas parentales,
, a la reacralización del
(<primfrivas)> o míticas
it co ; �;::� orno a
irreducible a lo mecánico, que es el deseo.
Paradoja del deseo que llega a identificarse con un movimiento o con
una fuerza material, productores de otros movimientos, al mismo tiempo
.

que posee, a la manera de la conciencia de Raymond Ruyer14, la notable


Machi11. Ver noca deJ
rraducror nº 1 , pág 107 [Nora del traductor]
. Panuloxes de In conscimcr.
u

14 R. Ruycr,
.

112
·

113
Miradas sobre Deleuze
René Schérer
sa delibe­
ínico pierde, disper
inconsciente maqu
.
propiedad de estar en ((so brevue1 O» respecto de s'1 mismo, de ser un punco Por el contrario , el coda la riqu eza m últip le de sus
pero para recoger exterior y
que ocupa una «superficie absoluta». radam ence al sujeto, de an claje en lo real
ivas, de sus punt os
singularidades afect existen, siendo
Esca paradoja se aclara cuando se la coloca frence a las de la escructura, tiempo que ya
deseantes, al rnismo
que podríamos describir com o una manera de encerrar e1 d eseo con su social . Las m:íquinas arse, de cons truirse. «¡Qué son
pro lius1on,
misma, han de busc E/Anti-Edipo
.
. , su polivocidad' en mecamsmos inma nentes a la vida
artific·ia1 es y enconces, por eso rus máquinas?», lanza.
. . quina s dese an tes, qué metes en ectiva" .
iniciaci ón prosp
,
.
mismo, insensibles ' sin alma· Mecarnsmo del mismo orden que aquellos tus má de
vez,
d e 1 as maquinas de las nuevas tecno 1og1as
provocador y, a la
Cl'b ernéticas de
a guisa de apóst rofe cido ,
, a lo descono
¡¡unc. 0nam1en co binario C
, , las m aqumas
' · a lo repri mido
a darle sentido
t
. .
oda J �
. .
���
1c1a , desde el punto de vista de la La máqu ina viene
Pues , ajen a al «signi
ficant e», la máqu ina no gira en el
Laca�1� 'ª po 1 intencion al o no.
escructura, se Oacques .
o edificar un modelo cibernético
ni en lo absur do. en perpetuo
del inconsciente. vacío Deleuze, esa cade na
para Guattari y para
Es que mientras no se trate de la
. El significante es, io de la lengua: siemp re la
. producc10n , del deseo, m:íquina y lo prop
a que constituye
estructura no est:ín siempre nt exactamente e 1 i opos1c1on.
. rebote sobre sí mism salvo a través
ificado inaccesible,
e el pun to
· · , Solo que la
ficante y de un sign
que se apoya sobre la estructura Y 1ª hace func10nar es la m:íquina misma parej a del signi
. rio. Desd
,
maquma en el dicciona
acu mulados, co mo vana
programable . Es la m:íquin a de to da programac·wn , 11 amada justamente de los sign ificantes cade na lanz ada a la búsqueda
an:ílisis estructura l,
estrucruranre, como aquell ª de 1 a ed ucac1on de vista del psico «deseo de muer te»
' o por el psicoan:ílisis fireudo-1acamano
·
. , del niño. El mconsciente es encu entra en el
últim o, al que sólo
conceb'd . ba¡·o esre urnco
'
.
modelo. de un signifi cado
Se 1 o ve bastante bien en los ps1' coana'I'1s1s
ación origin aria.
. operados por Freud sobre el o en una mítica castr ínico es que «el
deseo no conoce

mas s1gn1ficarivos' de Me1ame


inconsciente maqu
, , . .
. Klein. El principio del

de 1 mconmenee
«pequeno - Hans» o aquellos' todav1a
' emenca fireudiano nunca
ción»17• ndancia que, fi-
,, .
La maquma estructural y c·b ,
. . . la muerte ni la nega nte con su redu
aparta del sign ifica
11ace salir más que aquello q e se 1 ha myeccado desde el principio.
. Sí la máqu ina se par a con struir sentidos
ausencia, es
: �.
Totalmente distint a es la p erac1on de las máquinas · deseantes, que se nalmente, solo dese
mboca sobre una
hay sins entid o en relac ión con
el orden

, de1 deseo de s u t·b


la vida. Solo
en la afirmación de el caos del que se
'
. en
"
ed·¡¡
' Kan a partir de la inn ovac1on 1 errad ' de su al ma ina hurga
gnas . Pero la máqu
rebeIde firente a cual quier programacion. I nvenc1ble p or 1 a estructuración
. és de E!An ti­
impe rante y sus consi veinte años despu
erda en Caosmosis",
liorza da de 1 a interpretación reductora de 1 sentido .
. nutre, lo cual se recu lares, inau ditos , creadores.
ducir sentidos singu
S e comprende entonces por q ué es en eliecro una
en Sentido y
Edipo, y que le permite pro Merle au-Po nry proponía

deseo le opone a la pretensión de 1 a estruccura.


máquina lo que el sinse ntido
Del mismo modo, r
cé'Zanniana a parti
por la m:íqu ina
ovación aporrada
comp render la inn
rativo) t9. estética,
del «sinsentido» (figu ente productiva y
ariana es fundame ntalm
Producción de sentido La máqu ina guatt
afect ivo, lo pasional . Lo cual
lo
materia lo sensible,
' es d eliormar la expresión y elimi-
e,
siendo siemp re su ncia , políticament
y por consecue
El defecto de la teoría esrructuralisra que no sea adem:ís
· . Io mejor. no quiere decir
nar la fuerza productiva del deseo, con el pretexto de de1 1m1tar
No reemp Iaza el su¡' ero de 1ª fil oso fi'ª cartesiana po r un «Sistema»
L'Anti-CEdipr, p . 385 .
. ·
16 G . Dele11ze y F. Guattari, tari, Politique
m:ís
. a ese su¡.ero, «lo aprisiona y sólo to lera
.
·
ne o, ,
segun la fó rmula cons agrad a,
et politique,., en
Gillcs Odeuzc, Félix Guat
perderlo en tanto que es recupera do en el seno de una d eterminación
mots perdus, 1977,
analysc
17 F. Guattari, .Psych
et prychanalyse, des virmal, p. 123.
sin pagin ación.

1 5 Cha.osmou, ch. ms, Angel, 1965, p. 1 5 .


estructural distinta)115. niquc et l'ccologic du
Se11s et no1¡.;
5, Loral ité machi

1" «Le
au·Po ncy,
15 F. Guatt:iri, [';
i)'CJ.'Jrlnrt�.re
¡ et tmnsversa!ité, P 241.
en Mcrlc
doute de Cé'z.an ne,.,
· 115
114
Miradas sobre Deleu ze

de ellos el «falo del


. ·ficar a través
René Schérer

' mas
l1acían , que s1g111 20
socialmente, revolucionaria. Sus agenciamiencos corran transversalmente dem ostrado que no m '
t edo a la ((casrración)) ·
e l a madre» o su , .1na-
los estracos institucionales, del mismo modo que lo hacen con las signifi­ Padr e», el «cuerpo d . m1en . tos espec íficos de la rnaqu
s age ncia.
l rar a la obra
nen d o l o de toda
caciones y las estructuras preconcebidas. Sobre el «plano de consistencia» O bien descub . tratara, de l'be
es, l ª .'nfanc1a, se
.
que recorra, estética y política no constituyen más que un espacio <tliso», Kafb con los amrnal s del pad re y de la ley.
.. r d a a las mecafora ,
, que
campo de maniobra para la acción y la reflexión conjuntas. una reduccwn rorza no apreh enden
mas
. ana'!'ISl's y sus repercus t' ones .
·1· hace surgir «dev.em-
Allí dond e el pstco
' . . (esq mzo -ana ts i
' s)
maq '
umtc· o
.

1s ad
simbolism o, el anahs '
ispe rsar al sujeto en la
rnultiplictd
etc. , aptos para d
resn -an imal, niño, entro .
vtene n a su encu
de los rnundos que
. en corresp on-
Hacia la semiótica . eracara' de poner
Diagrama: en 1ugar d
e su:'bol'tzar, se
. dade s sensib les, a la manera de
Productora de sentido, la máquina descante puede ser calificada tam­ mtens1 .
ades vanables,
bién de «abstracta». Esta abstracción no es del orden de una generalidad dencia mutua cann'd arqui tectó nico.
plan o tecnoló gico '
una ecuación o de un rama comp one las li .
neas
que desconocería lo individual y lo sensible, sino del orden de la pintura, maqUl, ·na abscract:l., e l d'tag
cuando ella se desprende de una representación imitativa del objeto y Pieza m aestra d e l a
e
ngur .a 1· 1went iva2 1 . Este term
, ino,
una
duccw " n, Prepara . elaboración d e
deviene de este modo «abstracta», por sus líneas y colores, produciendo de fuerza de una p ro ce, con en ·b uye a la
gía de Ch. S. Pw .
nuevas figuras no menos sensibles que aquellas de la percepción ordinaria, tomado de l a sem iolo mente
l ogtca
que desenvuelve op y desde
'
al
un sent ido desde sus moléculas
pero sin significación (= no figurativas y no realistas).
que cond uce des�e � c r o en
La teoría de las máquinas abstractas está en la base de la semiótica
Es la curv a
� �: �u: pasiones, a su traducción
es
sus afeccwnes,
guattaría'na, parte central de
La revolución molernlar ( 1 977), de El in­ la singularidad de
esió n
cowciente maquínico (1 979), de Mil mesetas (1 980), escrito en común lo visible, a su expr .

con G. Deleuze.
Las máquinas son abstractas como lo son las fugas de Bach, indiferentes
a timbres determinados, pero actualizándose en ejecuciones concretas.
Expresividad lenguaje de la ley
ordena, como del .
Son singulares: máquina-Bach, máquina-Einstein, máquina-Webern, e la voz del que
No está al alcance d e
rormas- el prod ucir superfictes
máquina-Swann, etc.; con otras máquinas singulares en cada una de ellas:
ley de 1 1 eng · es 'uia de sus
ua¡e diagr ama
-del cual la deseo. El
as con coda . 1a p
tal como la «pequeña frase» de l a sonata de Vinteuil en Proust. rofundidad del
de expresión cargad
e · a-Slgnt·¡¡-
El funcionamiento de todas estas máquinas abstractas ya no apela a la pro fund tdad . .
a \a
llama en supernc1e por el desv ío de \o
es t'.n� fil ' f'l
relación significado-significante de una lingüística de base saussuriana. q
d La filoso fía de Félix
��
; �a � g � a las virtualida des, libe ra las
Proceden por ccagenciamiencosll, y elemento específico de su «régimen exprestvtda
cante , se dirige a la , qum esean ces, no podrían encontrar
as d
de signos» deja de ser el fonema-símbolo, es el «diagrama» o esquema en sm las rna ' .
poten cialidades que, .,
el plano de composición.
expresión . con vo �ac1on
Estado1 instituciones
Agenciamiento: hay que volver aquí, esta expresión indica que las so las grand es máq uinas, . la «rna, qu ma de
Inclu
su serv1c1. 0, como
máquinas están acopladas directamente con una realidad no reducida. enas m áq uinas. a del orden , rostro
repre siva, y las pequ gnas

, n de las consi
El ejemplo más simple puede ser provisto por esos psicoanálisis de niños a la transm1. s10
rosrridad», que sirven
a los cuales se entregan Freud o Mélanie Klein: los de Hans, Richard o
Fdcz. Son agenciamienros maquínicos que mantenían con su sexo, su
cs•, Pio(iJiqttt et psychannlyse. o. c.
11Linterprétatt.on des enonc
, ,
177.
ille platraux, P·
vecindad, con tal otro niño deseado sensualmente, un caballo, la calle,
21 G . Dcleuzc y P. Guatrnri, M
?O

mapas geogr-áficos, trenes, letras del alfabeto, etc., antes de que se les haya
117
116
René Schérer Miradas sobre Deleuze

aterrador de los j efes u horror de los rostros de la pantalla televisiva, son familiar personológica: los
de las pinruras expresionistas
, los de �� :���;
z

s color eada s, o tora lmente s ,


las pincelada
igualmente expresión de un deseo, el efecto de una producción deseante. tomados en las líneas y . .
como 1os d e Bacon" · Esta
ada» altera la s1gm-
La máquina opera sobre dos registros, es ambigua. Puede devenir «rostridad desterritorializ
molar, aliarse a una t:Struccura significante y prescriptiva, con10 hacerse ficación que la habita.
, Ke1c . hº1 Tahara, F eT'.x
al fot6grafo japones
molecular siguiendo la línea del diagrama. La fuerza que la anima, el En u n estudio consagrado . como presencia
no se tra�a de1
va se impone
rostridad no dºiscum
«resorte» decisivo, hubiera dicho Fourier, es e1 deseo o el movimiento escribe lo siguiente: «Tal o que
molecular (el movimiento «aromático», según Fourier). En esta propiedad para sí de un resente abso
: � la
lutamente otro», prec
dent ro del linaj e del
isand
esrructuralismo lacam �� n .
reside la diferencia que la separa de los «dispositivos de poden• de Michel g an Otro co mayúscu des y pequeño s e a
es gran
I ' · s'5, · Dicho de otro
por los viraj
es de los fil os recno og1co
ulad a
Foucault. Lo subraya una nota de Mil mesetas: en Foucault lo primero smo de una alteridad mod
son las <(líneas de poder», mientras que en el inconsciente maquínico son historia y por las mutacion , . o
uimc
las «líneas de fuga•, las «puntas de creación y de desterritorializacióm.'2• le por una brec ha nómada en el inaj � maq
ºdo se vuelve posib arte
ierra en
7 f
e l a otografía que, de m:íq
uina de reproducción,
extrañeza.
se conv

.,
de descubrimiento y de . diferente en sus pre-
· s2• y su aprehension
Los dos rostros un pensamiento muy
punto de convergen cia con
.mca .
r c1on esa
ón, el de Emm anue 1 Levma
reno, meno y de la sign
' a 1 1a' de1 e
Las máquinas más notables de Félix, sus paradigmas, conciernen a la supuestos, en su insp iraci '
, . En
voz y al rostro. Las primeras (máquinas abstractas de efectos concretos) del otro por el rostro, n1as imidad y el contacto de
,
a traves d e 1 a prox
Presencia «enorme» del otro
ocer el ef.ecto de una máq
son las musicales, que desbordan ampliamente lo humano, que dependen .
uina de rosm. dad
la piel, ¿no podemos recon

más bien de hí.s vocalizaciones de la especie alada y trazan los contornos


de territorios existenciales, al tiempo que disponen escapadas hacia otro diagram:ítica?
lugar; pues hay que tener siempre en menle que toda singularidad del
inconsciente es «nómada» respecto de las que sedentariza el yo de la
estructuración. Un movimiento incesante de desterritorialización y de El autómata reco nciliado
invadido po r StlS
r temor a ser finalmente
reterritorialización es el ritmo, el traqueteo de la máquina. El hombre no debe tene puede
ones ·mtelectuales
·

a¡. �de '.1' quinaos


an las funci
Félix da una ilustración deslumbrante con su análisis de la «pequeña
máquinas técnicas, que
acap ararí
� á
1tal1sta mcontr -
a
legítimamente aspirar, por. .
mr engr
frase de Vinteuil» en En busca del tiempo perdido, «ritornelo» maquínico otra parte , a no deve
para el amor de Swann y la singularidad de su obsesión (como la del iosas, o de una economía cap
¡
despóticas' estatales o relig su ser
' . que sól o depende de e' I'
narrador) por la homosexualidad femenina". geop ,
olmc
.
a d e os po deres . Le debe esto a
[ªble en la escala de una .
En cuanto a la «máquina de rostridad», bastan «dos agujeros negros», de una m1cr o-po I tuca
deseante a la estrategia todav1a, desconoc1. dos ,
� ncia de agenciamientos
profundos y vacíos como la subjetividad estructural, y un «muro blanco» a su ser- áquina en pote
impenetrable y reflector, para constituirla como complemento de la voz.
asiad? h �mano», cuyas
tradicional sujeto «dem
no a las ilusiones de un
hoy en una univ ersal su¡ec10n.
an
Pero allí se trata solamente de la rostridad «binaria». prerrogativas se desmoron
Pues no hay que olvidar oponerle una rostridad «diagramática», la de
. » ' La
. ·ti'tiqw: revolution
l984
ancc, v1sagw
. c. iagramma
. . �, J
M p. 75.10 8, *Vi:;ag¿icé signifi
lbid ..
los rostros inesperados, de los rostros-paisajes que escapan a su semejanza
tw11, La 01 ercnct:,
. 364. Deleu zc, logiq11e de la sem11
molémalire, P
16 «Ll ma hine visage1ca1rc de
.� .
.
a!ynques, Gahlée, 1 989 • P· 3 '
Cf. G.
" Id., ibid, nora p. 175.
. c
15 Cartographirs schizoan

collapsus sémiotique», L'i11comcíenr m11chinique, p.


,. P· 143.
, de /'mmce' Ga.llimard Poche,
Em1nanucl Lcvinas, Autrrmmt quutre
23 «l.:amour de Swann comme Kcichi Tahara)i.
239-250. ou au-delll

118 119
26
René Schérer

Los tiempos maquínicos anuncian el fin del sujeto, pero no de la g.


subjetivación. Última paradoja de un maquinismo que hay que oponer eto
incesantemente a la mecánica ciega del autómata programado. No hay
Su bjetiv ida des fuera de l suj
que temerle ni al autómata, ni al Golem que se vuelve contra su creador.
El inconsciente maquínico es menos el ((devenir-sujeto» de una máquina,
que el «devenir-maquínico» del sujeto, que pierde el triste privilegio de
su vacío sin fondo para volverse fuerza creativa de expresión: llevar a la
ad Felicem
luz de la expresión las virtualidades todavía enterradas, ciegas, de los
universos en los cuales participa.
Tal subjetivación maquínica es más colectiva que individual, puesto
que es en los grupos donde residen las moléculas, fuerzas vivas del in­
consciente, esas partículas vivientes de doble faz, materia y a la vez signo.
Cuerpo o materia, según el punto de vista adoptado, cada una expresa el
universo a su manera. Hay Spinoza, hay Leibniz en esta filosofía. En ella
se aloja el alma, se prepara una «nueva ontología», una «productividad
ontológica» en la cual ya no se trata del Significante, del Sujeto, del Gran
Otro en general'', sino de una alteridad concreta. La utilización de las
máquinas téc9kas al servicio de las máquinas deseantes funda la fórmula
asociativa de la vida con el prójimo, del mismo modo que en Fourier el . . I·
ite uerte y que favorece una
mirada
Con esa distancia que perm s irremediablemente
impulso pleno de las pasiones en un mundo societario basta para dotar al
hombre de poderes y de desarrollos sensoriales aún no experimentados. de conjunto sobre una obra m
, s o ,1 � � �
aca
.
a d a, l eno
é ha estado dominado
el pensamiento e lix ' .
Gilles Deleuze escribía en Lógica del sentido, en 1 969: «Pero el sueño cerrada, me pareee hoy que la de los procesos, de sub¡et!-
.
e. la del proc eso ' mas , b'ien
del revolucionario vive en la brecha que separa la progresión técnica de por una constant , obstinado a nuestro
su caracter, su aporte
. o, n eon un psicoanálisis ortodoxo y
' ,
vaci6n. All i esta su propósito
os de'1
la realidad social>>. Las máquinas de Félix fueron destinadas a suprimir a esc!S l
sig o, que tomo, los code
1 con la
esa brecha.
n qu; e'1 11ama molecular en oposición
.

normativo, de la revolucio, . �
los a aratos de partido , de
logia marxista de
revolución masiva de la ideo Y. en de • además de
a lo natural,
ex
" n de una m'ple ecol ogía que se n
l a adopc10 mien to de
una ecosoJ p:a con ceb''da como pensa
a lo social y a lo mental, de po
de este ne
las subj etividades mutantes ; � Si la modernidad en
. e punto ¡o, entro..
La subjetivac10n no nen am1e nto del mundo y una
b' com o un desc entr
gen ra d falazmente ¡ �� el
� \ :; : �:1�: ���
. tos de vista, se ha sub jetiv ado
mu up 1 ió . , n de un único sujeto. Aho ra bien , su ogica
origen, alrededor ·de la 1
·¡us10
ever
.
nr y l a mu ltiplici dad · Es esta lógica de
d
es, por e l contrario, la del liado Félix en torno de
ente la que h.a desarro
una modernidad consecu . m �np licidades.
n que son devenires de
procesos de subjetivació
.

27 F. Guattari, Chrtosmose, p. 134.


110
121
Miradas sobre Oeleuze
René Schérer
ment� ,
trate, incluso existencial
, . como sea que se lo
La subjetivación y la multiplicidad van de la mano. Las subjetividades, los cuencas unico, sea . mun do ' sino sub¡" erivaciones
sin
que lo saca d e l
modos de subjetivación, son múltiples. El error ha sido replegar el proceso con su crascen d enc1a de inm ane ncia en el que se
. arrugas del camp o
sobre la instancia única, sobre la unicidad del yo. Del mismo orden es su crascen denc1a, puras nación subjetivad a es
ese carnp o cuya denomi
repliegue sobre complejos individuales incrapsíquicos, sobre significacio­ mani fiestan . Pliegues de
nes trascendentes y constituidas, que acaparan, reducen, aniquilan la rica «la expresión» . de l a exp resión, encend
i-
proliferación de los focos diseminados, de las marginalidades de la vida. Guattan. es un� filosofía
La filos ofía de Félix . 1
da en el sen u"do de 1euz1a
o que e da Deleuze a las filosofías
Fta en la cual se sustituye .
110 ' en e lsen ti d
iz·. es decir' una fil oso
Contra estas significaciones trascendentes, afirmar lo a-significante. . la
de Spin oza y de Let"b n . 1
relación de causa a e�
Allí donde estaba lo replegado, provocar el despliegue. rst-
0 por una re acton. '
«enrre iguales» ' una reve
ect
nte y 1o expresado . .
A la manera de los miembros esparcidos en la superficie de la tierra recusa el
La relación expresiva
que imagina la cosmogonía de Empédocles, multiplicidades errantes en bilidad entre lo expresa movimientos
sujeto, as1 coro � l a ca .
ia. S '
o l o adm ite
el nacimiento del mundo, la máquina guattariana, esas famosas máquinas
, usalidad y la sustanc .
ersiones
mcens idades más o menos fuertes, disp
que descubría y ponía en marcha un poco por todos lados, combina frag­ más o menos v1vaces, . .
en un conti nuum que lleva
. un espac10 connnuo,
mentos inorgánicos de subjetividades errantes. Esas multiplicidades forman o concenrrac1ones, en espac 1·o de pensamiento que
.i�versam ence . U n
«nudos», como lo escribió él mismo retomando una palabra de Ronald del alma al cuerp o, e - . el contrario, es. el. nom
bre

en e1 devenir sub¡euvo
. ecafonco, sino que,. por
Laing, que pueden ser deshechos para volver a encontrarse en otra parte, no uene nada d e m d e l as
ue se erara d e cernir
en agenciamientos nuevos, suscitando nuevas «micropolfricas del deseo)), mismo de aquell o q espacio liso ad.mir . e
. adas materia . l es u ob¡" ecivas . Este
El gran error, la «pifia}), diría yo utilizando un lenguaje fourierista que mu lnp1·tct'da des llam , .
s , 1 as cuy as con vergencias o
es1ca !'ne
con sus geod .
me parece de lo más pertinente dadas las circunstancias, de la filosofía diversas curvaturas, dinámicos,
puntos de concentración
os pueden formar
cantos puntos de visea.
clásica -la que connota la palabra «Cartesianismo» y sus prolongaciones entrecruzamient . . ca iden tida des
. , Pero nun
contempor:íneas- es haber encerrado la subjetividad y su proceso en el que constitu1ran otros

de V.ªl ery
sujeto y su sustancia, en ese sujeto identificado con el ego, el yo pensante. sustanciales y lijas. concebir la rran-
cas en el espacio
' en esta manera de
«El sujeto no va de suyo», escribe Guattari en Las tres ecologías (p. 23); Curiosamente, hay algo geo dési
. ese «punto puro», y las
«para ser, no basta con pensar, como lo proclamaba Descartes, puesto que sirividad de la conc1encia '. . intelecto y del deseo. .
De1
. inas a b srrac ras del
nardo da y
maqu
toda suerte de otras maneras de existir se instauran fuera de la conciencia». del pensamiento • y las ry del Cem enterio marmo,
mci, el Valé
Valéry que come nta a Leo
.
Es cierto que una subjetividad fuera del sujeto-sustancia no es algo
Cahie . rs.
desconocido para el pensamiento contemporáneo que toma sus distancias sobre codo el de los . . .
fuera del yo ' la conciencia
. . en princ1p10 esparc1da
. .
Toda sub¡euvt"dad est:Í
girivo en el
es aconcec1m1ento �u
respecto del cartesianismo escolar, no lo es para Nietszche ni para Kierke­ lo
ser. P ero ta mbi én sobre este punto, .

que las maneras de.


gaard, en la dimensión existencial, no intelectual, del sujeto. Lo nuevo, . conciencia,
espec1'fi co de Fe·¡·tx es
ex1sttr
. fuera de la
.
lo específico guartariano, es la ruptura con toda referencia fijada a un yo as ni
. es todavía no recopilad
nsanre son expresion
como centro o polo, la st'.lstitución de esa instancia por la subjetivación en que opon e al su¡ ero pe vación, en
tanto que proceso. Lo nuevo, si tomamos esta vez la doctrina freudiana y recopilables, todav ía
d
no eleva as al rango de
modos de subjeri
a la omn ipotente
era 1 que ro dea a to do lo que no compete
sus prolongaciones, es el rechazo de una problemática que sigue siendo la ceguera gen e la dign idad del sujeto.
� d�I eg ; A l que no tien
' :q
la del sujeto, incluso (y sobre todo) cuando se lo comprende como lugar aprop iación cartes1an en a una clasificación

� con ciern
so1 o son dignas del inve
uva to , e sólo
vacío o «hiancia». No hay apelación a lo fijo, sino a procesos que corren No son modos de sub¡e , ntario
y
, estrau ficactones, que
como ondas, van, vienen, culminan, desapareceri. obje tiva en categ�nas . o verd ader o «suj eto» con
que enge el ocro, el únic
Concebir devenires, no lo estable; multiplicidades, no la unicidad; de los «casos sociales»
in cerpretarlos.
conciencias como transitividades, no un origen; no el sujeto, a fin de autoridad y derech o para
123
122
-· -René Schérer Miradas sobre Deleuze

A este dominador, Félix le opone las expresiones, o mejor


«las expresio­ los agenciamientos de enunciación que eran puestos en marcha por las
nes-experimentaciones» no inventariadas, todavía no subjetivad
as, las «de «minorías del deseo». Pues es sobre su base, a partir de su singularidad,
niños, de esquizofrénicos, de homosexuales, de prisionero
s, de alienados que la evidencia de las subjetivaciones, en su proceso y su multiplicidad,
de codo tipo» (La Révolution moléculaire, p. 244). No se
trata, nunca se se volvió el pivote de la teoría guacrariona. Privilegio de lo «menor», que
trató para él de favorecer un «devenir-sujeto» a la manera
de una dialéc­ se abría paso en los alrededores del año 68, coextensividad de lo menor,
sino de llevar a
tica hegeliana, que es también la de cierto psicoanálisis,
como lo muestra el esrudio sobre Kafka escrito en compañía de Gilles
Deleuze, y de los devenires de una subjetividad que no tiene nada que v�r
la subjetivación, al reconocimiento subjetivo, de tantas
singularidades
reducidas a una significación uniforme, invasiva, por la
ley común, por con el advenimiento de un sujeto «mayor>, conforme a la norma. Hacia
la normalización y sus disciplinas.
falta que ese sujeto se borre para que la subjetividad advenga' . «La'." un
La filosofía de la expresión pasa entonces por una reforma � ,
semiótica singular que es un plural. La revolución, el llamado a la subJet1v1da
que toma en cuenta lo «no-significante)) o «a-significante)>
en el sistema pasan por las minorías expresivas, inventoras de sus líneas, de sus geode­
reductor de los signos, que favorece la liberación de esas
multiplicidades sicas en el espacio de pensamiento y el espacio social. Descubridoras de
formas de vidas, de culturas nuevas. La filosofla de estas líneas y de sus
ricas en virtualidades subjetivas que atraviesan el tejido
social. No in­
trapsíquicas, sino pre-personales, anónimas, y en esta medida,
colectivas agenciamientos conduce a la idea de la ecología mental y social de las
aunque siempre singulares. A mi entender, Fourier había
concebido de Ti-es ecologías, a la última visión estética de Caosmosis.
manera análoga la relación, el vaivén, la tensión entre
el individuo y el Dado que en codo el proceso de subjetivación se trata desde y por
grupo que le posibilitan una plena subjetivación: la relación
'. entre el ego, siempre de expresiones, uno no puede evitar vincular este análisis (es­
«foco inverso)) y «subversivo» de 1a civilización, y el «foco directo», «el quizoanálisis) con la filosofía, justamente, del expresionismo artístico.
unidismo», nudo de rayos pasionales que vienen de todas
partes. No solamente en canco que escuela transitoria de la pintura contempo­
Trazados de redes hasta entonces desconocidas, en un espacio
liso, a lo ránea, sino también como característica de conjunto del arte moderno.
largo de las cuales pueden producirse los procesos d e subjetivac
ión. Una El expresionismo como modo de subjecivación de la estética modern
,"
vez más, según una bella y clara formulación de La revolución mas
rnolee11lar en su conjunco, desde el Romanticismo, desde el Barroco, y mucho
son las expresiones aberrantes que <<contribuyen a lacerar,
a corroer I� cerca de nosotros, desde Cézanne, Van Gogh, Matisse, compromete
la
semiología del orden dominante y a emitir nuevas líneas las
de fuga y cons­ subjetividad subjetivando el mundo por medio de la distorsión de
telaciones inédi tas de signos-partículas a-significantes>>.
líneas y de las formas, por el uso intensivo de los colores.
Así, al sujeto del psicoan:ílisis (lacaniano) centrado sobre
su castra­ ·La filosofía del expresionismo? Una filosofía de los devenires, no del
ser una filosofía perspectivista, sin sustancia y también sin sujeto. Una

ción, Félix le opondrá la subjetividad dispersa según los
flujos del deseo.
Al ojo vacío de la rostridad capitalista, los diversos modos de
emergencia de la subjetividad sin sujeto, para un mundo atravesado
ción Y de «maneras de mirar y de mirarnos que provienen
de subjetiva­
del cosmos subjetivaciones esparcidas.
con su multitud de ojos y de devenires» (<<Visagéit é», .
L'incomcient A propósito del espacio y de sus geodésicas, recordaba «curiosamente»
rnachinique, p. 88). a Paul Valéry. Todavía más curiosamente -en efecto, parece totalmente
Algunos han creído que innovaban al integrar al psicoanális olvidado-, entre los teóricos o referencias teóricas de este expresionismo,
is ingre­
pensaré menos en Spinoza o en Leibniz que en Ernst Mach, el físico Y
.
dientes fenomenológicos. Para Félix no se trata de eso, como
tampoco
de una complementariedad de lo social con lo psicoanalít filósofo vienés, cuando habla de la descomposición de la unidad del yo
ico subjetivo.
Ni fusión, ni extravío en la gran máquina social del marxismo
los años 60 en los que esto constituyó una moda). Sino
(hacia �
en multiplicidades sensoriales, afirmando que «el yo es inasib e» (Carta
la invención a Hermann Bahr, 1908, citada por Yves Kobry en Viemu, l apocalypse
de una semiótica adecuada a un proceso de subjetivación
inscripto en joyeuse, CCI, 1 986, p. 1 24).

124 115
René Schérer Miradas sobre Deleuze

Para el expresionismo pictórico, el de


Erich Heckel, Ernst Ludwig vez. Entonces, no solamente ciertas formas elegidas comienzan a expresar,
.
Kirchn er, Franz Marc, Emil Nolde ... , el de su
teórico Gottfried Benn el sino que «toda la materia deviene expresión» (op. cit. , p. 157).
sujeto múltiple, en su creatividad, es
yo '1 quino y frígido que da pretextos
lo contrario del individuo, de se � El afecto, el percepto, arrancados de la simple dispersión de los sentidos,
1: � para la ironía, mientras que la fragmentos desterritorializados dorados de un dinamismo autónomo, son
sub¡env1dad creadora es permutable, interca
mbiable, anónima. Idea de los inductores de una subjetividad nueva; se convierten al mismo tiempo
un arce, de una historia del arte anónim
a que ya reivindicaba el romántico en nuevo y fundamental aporte para una filosofía del arte que revela la
Clemens Brentano'.
subjetivación en su proceso, más ad y más allá del sujeto, a partir dd
En cuanto al empiriocriticismo de Mach
-¿no es ese <<ismo», con la caos, de lo informe, de lo pre-individual, y con ellos se nutre, por med10
ayuda de Len in, la fórmula que ha permit
ido clasificarlo y eludirlo?-, no de la obra, una subjetivación transindividual, colectiva.
��lamente esr:í en resonancia fortuita
con el maquinismo guattariano. Sobre codo Caosmosis le dará toda su amplitud a esta idea de una
f1cnen en común una misma referencia
al empirismo de las multiplici­ producción de subjetividad a través de la obra, dotada de una «tom de
. �
dades sensibles de Hume, a una misma
filosofía de la vida, a un mismo palabra cuasi-anímica)), que ((modifica la subjetividad, primero del arrisca,
después de su «consumidor>»> (p. 1 8 1 ) .
pragmatismo moderno opuesto al sustanc
ialismo metafísico clásico.
Por caminos que no es m.i propósico analiza
r, estas filosofías, sin olvi­ Por eso, cuando Félix dedica en este libro -el cual, junto con e l artículo
dar, por supu esto, el u opismo de Ernst
: Bloch, todas presentes de igual «Para una refundación de las prácticas sociales» (Le monde diplomatique,
octubre 1 992), presenta el último estadio de su pensamiento- magníficos
. .
modo en el o¡o y el estilo del Musil de El hombre sin atributos, aseguran
el contznuum entre el interior y el exterior
, su reversibilidad, en el mismo desarrollos al «paradigma estético», a su «posición-clave de transversalidad
sentido en que lo hacían Spinoza y Leibni
z, a quienes sin embargo nos respecto de los diversos universos de valor» (p. 1 47), cuando les otorga
a
complace oponerlas; pero se comunican
a través del expresionismo. los artistas la función -¿la misión?- de «constituir las últimas líneas de
repliegue de las preguntas existenciales primordiales» (p. 1 84), se encuen­
Su plano de consistencia, en el cual se
desarrolla una producción
maquínica sin limitación ni jerarquía,
es el mismo. Cuerpo sin órganos tra naturalmente en resonancia con las aspiraciones mis elevadas de los
(c ncepto guattaro-deleuziano) de una
? subjetividad sin sustancia (expre­ n1anifiescos del arce expresionista, así como, por supuesto, de la corn::s­
s1on de Mach) , de una subjetividad fuera
del sujeto. pondencia de Van Gogh. Por otra parte, al igual que para estos artistas
De todos modos, mis que con E. Bloch,
que absorbe la subjetivación revolucionarios, para Félix «repliegue» no significa retirada, aislamiemo,
(El es­
expresionista en la utopía atemporal de
P'.rittt de kz utopía), o que con Mach, cuyo tema esencialmente
un Yo-Nosotros primordial sino resistencia a la inhumanidad del mundo actual.
epistem oló­ La estecización general opera un corte transversal, intensifican ce; no aísla
gico gravita en torno de la simple disoluc
ión del sujeto del conocimiento, a la subjetivación de sus otras dimensiones, técnicas y éticas. El encuentro,
la filosofía del expresionisn'lo parece encont
rar su formulación definitiva c oincidencia entre el en-sí cósmico y el para-sí subjetivo, el «reencanta­
en el capítulo 7 de ¿Qué es la filosofía? («Perce
pto, afecto, y concepto»). miento)) que la tiñe estéticamente, no se encuentran decrás de nosotros,

Pues o que adviene en el lugar ya sea del
yo, ya sea de su negación, lo del lado del mito, sino siempre delante, allí donde las ciencias y las técnicas
que adviene afirmativamente, tanto en
Guactari con10 en Deleuze, es Ja nuevas acrecientan los poderes, renuevan las materias de expresión.
Este encuentro define una rarea para los pensamientos presentes Y
consistencia propia de un «percepto», devenir
de la percepción, y de un
«afect ' ' devenir de la afección. Son lo
� '. que el artista impregna, satura de venideros: formar esa subjetividad aún por nacer que, lejos de ceder al
expres1on en una operación de subjeti
vación individual y colectiva a la desasosiego y al abatimiento, se encontrar:\ en la dimensión de la riqueza
de una experiencia momendneamente no dominada y de las invenciones
inauditas de la tecnología contemporánea. Allí se encuentra una de las
1 Puede leerse sobre esre punto el bello escudio de Georges Blocss en su ccsis de
� occora o: •Puissance de la subjecriviré da.ns la créarion arcistique ce poérique depuis

.
1 cxpress1omsmc en Allemagnc"• Paris VIII , 1 993. constantes de Félix, que lo distingue de muchos otros (incluido yo mismo,

126 12)
René Schérer Miradas sobre Deleuze

to,
la modernidad desde el Renacimien
lo confieso sin vacilar): la adhesión en tusiasta a las tecnologías recientes, lización absoluta en la cual entró
conju ntame nte con otro aspec to del
a la informatización, a las posibilidades que ofrecen, cuyo uso es incapaz me parece necesario ponerla a andar : rzas
to que reclama c? n rodas sus fu
de comprender el universo actual, dominado por la economía capitalista. proceso de subjetivaci6n, un aspec
Lejos de que deba rechazarse, o de ser responsable de la deshumaniza­ nuestro presente sumer gido en la fuga desqu 1c1ada �
, 111hu ana, hacia un

ción vigente, lejos de que deba utilizarse con desconfianza, esta tecnología progreso que tiende finalmente
a una forma de des rucc1on. '. ,
va, en Simul taneo con la apologia
desarrolla su utopía propia, indica la vía para una nueva subjetivación de La subjetivación guarrariana conlle . �nto
iales, un mov1m 1
lizaciones mund
la cual forma parte. En ella esti el lugar de lo virtual, la potencia de esa de la técnica y de sus desterriroria . a
icori:Uización existencial. Asp1rac10n
«ecología virtual» que está del lado de lo «nunca visto, nunca sentido» igualmente fundamental de reterr
singu landa d destrm da por el c�p1tahs �o
(Chaosmose, p. 128-129). la intim idad recuperada, a la
puesto que constantemente 111ve
�uva,
1'11 utopía -palabra que, de todos modos, Félix nunca utiliza sin reti­ bruta l; búsqueda sin nostalgia,
cencia, considerando, junto con Gilles Deleuze, que «la utopía no es un que, al marge n del sujeto frío, de lo que fue el humamsmo,
de aquello tea
Lo humano que flota, que revolo
buen concepto»-, me parece muy cercana a la de Fourier, quien también es la inarca misma de lo humano.
s de Lucte cio, polvo s de subjet ividad
argumenta su crítica a las ciencias sociales y económicas, «bs ciencias en torno nuestro, como los átomo
. He aquí el proces� guattariano ,
en
inciertas>1, confrontándolas con las ciencias «fijas)) de la naturaleza, con que se trata de discernir y de captar
suced e en la ejecuc ión de la obra para Valery, nada podna
su avance, con las virtualidades de las promesas técnicas. Decididamente el cual, como
detalle en la ejecución». ,
moderno, sin nostalgia. ser mis que detalle, pues «no hay
componen roda la poesia de un texto
Esta fe científica, racional y práctica, justifica el rechazo de Félix, en Estos detalles sensibles y vivientes
de Cartog rafias, y que hace f:Uta transcribir ínte­
su tiempo, de la moda de un «postmodernismo» que, so pretexto de in­ que, para conclu ir, tomo .
rirornelo qu� 111�1S'.e e� l co azon � � , � e
novación radical, ha representado ante todo la sumisión ideológica ciega gramente, pequeña música del alma,
la gran sinfonía: «Es el mismo movim iento de t �
rmon ahzac1 on ex1stenc1al
a los dictados del imperialismo capitalista invasivo.
el que hara «trabap > con¡untame � ne�
Si hay efectivamente crisis en la modernidad -y no su tan proclamado y de toma de consistencia sincrónica
fi n-, se encuentra en la incapacidad del mundo contemporáneo para difere ntes como una caja de zapatos y una cap del tesoro ba¡o
cosas tan o,
o en un internado médico-psicológic
asumir «una extraordinaria mutación tecnológica)) de un modo que sea la cama de un niño hospitalizad
arte quizás con algun os camar adas, el
«compatible con los intereses de la humanidad». Crisis de subjetivación, el ritornelo-contraseña que comp
entonces, bloqueo de un proceso, de un movimiento que ha de volver a lugar en el seno de la constelación
particular que ocupa n el :omed � or, un

patio de recrea ción y un recort e de cielo umco, como


ponerse en marcha sobre bases nuevas. El único contenido real de la así árbol-tótem en el
no componer unª arr1.1 nica a partir ? de

entarios de sub¡euvac1o n, �I men .


él. Corresponde al arquitecto, si
llamada «postmodernidad•>, su único sentido, sería entonces que connote . . �s no
la falta de una subjetividad capaz de comprender y de asumir esta crisis. todos estos componentes fragm
on
de sus virtualidades» («�enonciau
mutilar por adelantado lo esencial
3 0 1 ) .
«La ecología de lo virtual», «la ecología generalizada», «la ecosofía,, aún
s, p.
por nacer, son los indicadores de un proceso de subjetivación en potencia architecturab, Cartographie
te frente a l menor detalle de l o
«Como apuesta de regeneración política, pero también como compromiso Alianza de l a sensibilidad más vibran
ético, estético, analítico» (siempre en Caosmosis) .
ahí
imper ativo práct ico. El proceso d e subjetivación halla
cotidiano y del
jar en la recom posici ón de �
territonos ex1ste1 c1ales en
La música orquestal sobre la cual se cierta Caosmosis es grandiosa. su fin, que es «traba . .
.
devastadas por los Au¡os cap1tal1Stas»
Organiza universos, mezcla «la carne de la sensación y la materia de lo el contexto de nuestras sociedades
nunca dejó de pensa r en eso.
sublime» en un «ida y vuelta incesante entre complejidad y caos». Actuar por ese chico ahí', Félix
Pero para apreciar plenamente esta «síntesis final» (expresión que nue­
vamente tomo prestada de Fourier) que toma partido por la desterritoria- ' Cr gamin-lá, film de Fcrnand Deligny y Renaud Victor (1975).

128 129
10.
Deleuze y la utopía

'" .. esa raza interna/y profunda»


(Ch. Péguy) 1

Fuera de escena

Samuel Butler, Gabriel Tarde, Pierre-Simon Ballanche : tres nombres,


en la obra de Deleuze, que aparecen por momentos, a la vuelta de una
página, en el recodo de una nota.
Pequeños resplandores que parpadean. Con facilidad se los considera­
ría menores, en relación con el pequeño lugar que ocupan. En relación
también con su desvanecimiento en la historia de las ideas, que casi los
ha olvidado.
Fortuna rápidamente desaparecida de Tarde, sepultado bajo los estratos
sucesivos de la sociología contemporánea: durkheimismo, weberismo; G .
Simmel, en su lugar, revivificado. Marginalización de Samuel Butler, darwi­
nista herético, autor apenas conocido por una única novela, por una ficción
utópica Pierre-Simon Ballanche, el lionés iI1spirado, el dulce soñador, el
.
trabajador secreto, profeta misterioso de un nuevo cristianismo social.
Los rres, además, ajenos a la Universidad, a pesar de la elección de
Tarde en el College de France, en los últimos afios de su vida; y en un

1 Charles Péguy, La tapim:rie de Notre Dame, Prihe de rcport..


131
Miradas sobre oeleuze
René Schérer
, d los i1flujos moleculares>>, una
deseo, una teor ia e
siglo en que la Universidad acaba de adquirir el monopolio del pensa­ nada de creencia y de
o.
micropolítica del dese ado al tiem po. al
el profeta 1.io nes.
miento filosófico. ¡Sí! Son efectivamente ignotos que Deleuze puso allí,
, , P r haber otorg
¿Por qué Ballanche,
º1 , h'1sto'rica• la profun didad
,
salpicados en su obra, como referencias temblorosas. Menores. Pequeños
tiempo vac10 y um·�orm
'mp le crono og1a
e de a s1
¡
. . te y de un
resplandores que, fuera de ·escena, hacen señas. ento de una muer
idea de un crec1 m1.
Quizá estas señas, sin embargo, sean destellos, relámpagos. Conden­ de lo viviente: con la '.
ento . Por haber liberado
e¡ec1m1
. . a ¡' uventud y un env . .
sadores, cristalizadores de la idea lista para surgir y que va a formarse, renac1m1ento, de un genesia soc1al )),
, con «la palin
de la erata1'1 dad a una filos
ofía de \ porv entr
que va a iluminar sus nombres. O aun mejor, precursores oscuros de una . en la difer en­
repetición
era smt , es1s», aquella de «la
idea todavía invisible cuyo camino preparan, como sucede en el rayo. Un tiempo de la <>terc . .,
cton que es "la condición
. dora. U� a repen
diferencia
Autores menores, es cierto. Pero sin duda lo son también en el sentido da», de la repetición ce, condición
amente se produ
l algo nuevo e�ecnv
que toma el término en el Kajka escrito con Félix Guattari: «La literatura histórica bajo la cua la reA ex10n) )2 . La repetición
can ee. pto de
e ser un
de la acción antes d
"

menor es el elemento de toda revolución en las grandes literaturas». Ele­ milenarismo de


por detrás en el
sche. y hay que
Ballanche se hu nde
mentos utilizados por Deleuze a su propio modo, elementos revelados «por el porvenir>> de de Nierz
Joaquín de Fiore, y por 1 a duración bergsoniana y en "1o
r a
delante en e¡ zararust
para una «política de minoría» capaz de introducir en las ideas dominan­
os sobre eso, en
tes, en los consentimientos gregarios, un fermento de perturbación; de agregar, pero volverem
interna\» de Péguy. blema del
marcar una inflexión, de lanzar una «línea de fuga» incongruente entre
Parte ' es mven
. tor de la fórmula-em .
Ball anch e, por otra
1
las opiniones mayoritarias. erno· · «el homb
re sm
del pro etan. ad0 mod
shered ados
pueblo de ¡os d e na y expi atona
·

Tres nombres, tres índices, tres jalones. Tres puntos singulares, puntos '
' ula que, más allá de la mística cristia

lle des exptatwns, Le viella


de amarre, que aparecen desde los primeros capítulos de la primera Suma, nombre». Una form
.

. rd et lejeune homm e)
de la Suma-programa de Diferencia y repetición; no dejarán de hacer surgir (L'homme sans rwm., La vi la ca¡·
' caba Fou rier- ' es la del
. ta como
fi
'. 1 0 XIX · S0bre la cual
' a» dolons
su destello, de hacer brillar su pequeña luz a lo largo de toda su obra. -una «locura rel ig1os se edificará una
héroe del sig
¿Por qué But!er? Por haber reintegrado en la evolución, en contra de «nuevo Ulises», la del
na».
Darwin, el principio de los caracteres adquiridos, del hábito, el de una «política de la no-perso de constela-
onen una suerte
de, Ballanch e, comy
memoria de la célula viviente; por la audacia especulativa que lo lleva a Los eres, Buder, Tar .
. Acabamos de
D 1euze, con D eleuz '
e iorm an soc1e dad
abolir las fronteras, a barrer los obstáculos epistemológicos entre vida y ción. En torno de e . er con las ideas
su manera de romp
mencionar su audacta . especulauva
so las nuevas. Pues,
dean, 1ªs ideas
conciencia, que le permite transportar la vida hasta lo inorgánico; concebir h as, ·
' nclu
'
y a h ec
vigentes que ¡os ro
) puede haber «ideas ya
un pasaje del hombre a las máquinas, de las máquinas a lo viviente. Que he-
su Nota so bre Bergson
· nd ose en el momento». 'y
le permite volver a meter la máquina en el deseo. com o dirá Péguy (en estas ideas ya hechas son
chas que este, n hac1e·
· ' n de 1as c1enc1.·as ,
ogía,
¿Por qué Tarde? Por haber transportado, también gracias a la audacia .
f1's'1ca1 biología, sociol
paru· c10
las que velan por la a la vida el envo ltorio
especulativa, las leyes sociales a todos los universos: por haber descubierto
psicolo gía, excluyénd
olas entre sí, as '1
u
q �i
mp en
�: r a burlarse
en todas partes los principios complementarios de la diferencia y de la esp ulativa• p esta
vac1,0, unt. fiarme, del de I os
tiempo . Esca audacia
, a rte
repetición; estando siempre la primera en el principio y el fin del proceso de los extre mos,
b 'ten
puede llamarse tam
vital. Tarde, por haber establecido que todo se jugaba al nivel micrológi­ de las prohibiciones,
lo infinitesimal, tanto en sociología como en la naturaleza; por
s.
co, el de límites 0 de los confine
haber sostenido que en la escala del átomo y la mónada las distinciones
e ry1'G 1' d
S. flut1G
' Differ<11ctetripétitio11, P· 124. ª'�'.ilit pl;teaux' P· 267, lt pli, P· 1 1 6
Para la:; demás
de tipo sustancial, las del alma y el cuerpo, de la materia y el espíritu, ibid. pp. 1 03-104 .
ar.de,
ya no corrían. Por haber prefigurado, con una microsociología que se ti-<Edipe, P · 337;
P· 96.
, Critiqut et cliniqur,
.
ocasiones: Butler, L'An
y 147; P. s. Ballanche
funda en una monadología de Leibniz renovada, que dota a cada mó-
133
1 32
Miradas �obre Deleuze
René Schérer

Estos autores se paran en


sistemas filosóficos a los cuales les ha gustado jugar con la utopía. ª la v �
el borde de la falla que ha
del abismo, y no vacilan en de franquearse,
pasar de un margen al otro
de esa grieta. Son
pensadores de la diferencia, como palabra y como concepto. Ernst Bloch, que construyó sobre e i ª
toda su filosofla·' o TheodorAdorno y la escuela de Frankfurt, que reservan
es decir de las multiplicidade
de los diferencia�es evanescen s; pero cambién
' · ca q ue '
" J ect
tes. Pensadores de las disyu
sivas. Y, en aspectos diver
de las disyunciones no exclu nciones; pero
a la utopía una función de concepto operatorio para una d1a �
sos, operan su
prop ia falla , la brecha que
deja ver otros posibles, en
.
al contrario de la hegel iana, es ·111conc1·¡·1abl e con eJ siglo ·· una d1aléct1.ca
la compacidad de
las constricciones soci:iles. negativa. «Deleuze»: Deleuze y Guattari, Gilles-Félix. Todo es� se lee en
Butler con las críticas socia
<
·Qué es la filosofía> En el maravilloso capítulo de la «geofilosoHa».
Ese capítulo es marav11loso, mfi mtamente precioso para la
les fustigantes de Erewhon
de toda carne (7be way ofalijlesh y de El camino . . . . ,n
·
onentac1o
), Ballanche, el profeta cristiano ·

advenimiento del prolecariad del del pensamiento, porque por una vez, a decir verdad, por primera vez,
provee una refi:: rencia para pensar 1 a utopta,
o, y Tarde, no solamence
efecto anarquizante de su análi por el sentido, el , defi ne su Jugar de pensa-
sis microsociológico, sino , . .
ficción anticipadora de una también por su
sociedad de amor y de arte: miento -en el sentido de los «lugares» de la lógica clásica- su topzca. Sm
historia fotura. Fragmento de duda ya existen fórmulas y descripciones muy pertinentes para pensar
Su denominador común, la utopía. Por ejemplo, la de R. Ruyer en L'utopie et les utopzes': «�na
que los sitúa por fuera de
U�óp1Cas,
nas universitarias y políticas las grandes esce­
de la historia que se hace, exploración de los posibles laterales»; o la de Louis Marin e n
del pensamienco
mayoritario, es que son utopi juegos de espacios5, consagrada más particularmente al «discurso utopico»,
stas.
Utopistas son los inspirado que opone al «discurso del concepto» el «de la figura», un discurso «cuyo
. . y mas ' para el esta­
res y los puntos de congregac
eso es incon testable. Y pens ión de Deleuze, . ,
, aun,
blecimiento de una tópica, la atribución a la utopía de lo «neutro», c � n e1
amos entonces en proseguir, medio lo constituye lo imagmano». ·
meJOr aun
congregación: es Fourier quien en completar la


Dick de elville, la Odisea ucó
«ha dicho todo» (ElAnti-E
dipo), Moby­ ejemplo de la «modificación de neutralidad» que, en la fenomenologia de
Husserl, prepara e1 acceso a 1o .1magmano.
� ica de �qué! que ilumina un: ¿qué es la
. Y la utop1a amencana de
_
liceracura. deleuziana . . La ucop1'a es lo que ocupa esa
de la camaradería nómada
Walc Wichman, aquella , . . ,,
región que es también aquella de la distancia, de la «polen11ca .r nfinit �l
(o.e., p. 2 1 ) , eso que esc:í a resguardo e
de los grandes espacios; la
ence. Y no se puede dejar
Henry Miller o de D . H . Lawr utopía sexual de
de la «contradicción ilimitada»
de convocar, de
unir a esca Jisca abierta de
" en e11 a, creo que f.ícilmente , Ia
autores y de obras utópicas, concepto, en la ficción, en la imagen.
a Charles Péguy, .
con su idea directriz de una ¿Qué es esa top1c:i?
, . S e reconocera
partición operada por Leibniz en Los nuevos ensayos (IV, 1 ) , a pmp osiro
«ciudad armoniosa». Una , .
bien a la inversa de la utop utopía que, si
ía de füllanche, no reposa
sobre la igualdad, _
smo que la elude, como la
por eso de ser
armonía de Fourier, no deja del conocimiento, entre dos géneros de «temas»: los del conocimiento
también cristiana y plebeya3
• Estos utopistas, estos utóp discursivo, que ob edece n a una lógica del encadenamiento de las � ropo­

de ¿J, un filo maquínico, un


icos forman, a
partir de Deleuze, en torno siciones demostrativas; y los llamados «incomplejos», que no concierne n
linaje nómada, . _
una raza interna!. :i ese orden, aunque ennquecen · ·
el conoc1m1ento. E ntre los cuales L eibniz
sitúa a las ficciones, novelas y cuentos, la de Cyrano de Bergerac, por

Tópicas de la utopía
ejemplo, o la de Ariosto. En resumen, no solamente los posibles, sino
también los imposibles.
.
Utopía. Y sin embargo, Dele Efectivamente el lugar de la ucopía se ubica entre los posibles, pero
uze explícitamente pretendió
la utopía. Sinti ó la necesidad cuidarse de actualmente imposibles, incomposibles.
de hacerlo, insistió en toma
r distancia de

' Ch. Péguy, Marcrl pmnier dialoguuk la L'utopie et les utopfrs, P.U.F, 1950, G. M()nforr, 1988.
citiharmoniet1se, ( 1 898) , Paris,
Utopiques, jeux d'tspaces1 Minuir, 1973.

G:t!limard, 1 973.
5

1 35
134
Miradas sobre Deleuze
René Schérer
· ión de la filosofla O del
h .
a est� conjunc
. 96)
, design
No obstan ce, que b utopía se sitúe en esa clase no significa que d con­
ia
política. .. El término utop ,

cepto filosófico deba limitarse al simple orden lógico del conocimiento


co ncepto con el medio
_
pres ente filoso
entonces, � una
: : ia po
��::�� �
ión e clusiva entre
No se trata a este nivel,
1
1 co» (que estaría del
I' .
reflexivo, al orden de las razones, a la epistemología del pensamiento. _ o c1ent . 'fi
.
c1enc ia e imag inación ' entre un (<soctalism
.unp uro . No ' a po 1uca

Toda la obra deleuziana es un combate contra esa limitación, contra un «soc ialism o utop , ico»
.
esta abie1·ea a codas las form
lado de la filoso fía) y , e
, . as de utop 1a. Y admit
tal exclusión, que le niega al concepto las propiedades inventivas de lo
guattaro-deleuz1ana . .,
po éticamente en
imaginario. El concepto deleuziano es creación. Comienza con el primer icana, tal com o se anun c10
la uco ía democrática amer O poner
estadio, el de los «temas incomplejos» que preceden a los encadenamientos
proposicionales. No es el enemigo de lo imaginario ni de la figura; y él
Wal c � icman, la utopía deseante,
prob
la utopía erótica de Lawrence.
lema .
ciencia y utopía es un falso
d1st1nc1on que hacer, a este 1
. . ., nivel de
�·Cu a
también es neutro, si se entiende por eso que no se extrae de lo «real» por
' l es el verdadero? Ya hay una
1
, .

abstracción; de ese real confundido con el recorte del mundo objetivo . e a utop ia, «q ue no es a mejor
hecho por la opinión y por la ciencia. Exige, respecto de ese real, una
con
.
junc .
1on, filoso ' fica ' en el seno mism
do muti lado que le ha d
o d
:�
ado l a op1· · ón» Pues
«neutralización» que permita el acceso a la realidad que disimula . Esa
palabra, a causa del senti
conv ertid a en su contrario, que p 0 d
� venir
.
n
es sab .1do que pudo ser .
realidad lleva también el nombre de «acontecimiento». El concepto es un r, o caer, .d icu iz
!"· ada por su propia
de cerra
. , . m o de despotism o,
smom · . en el segundo
ó pica
«Contorno, una configuración de acontecimiento)), El acontecimiento es entonces proponer en 1 a t
l a encarnación del concepto cuya función es alcanzar l a realidad d:índole P
im otencia. Es necesario
nuevo criterio interno a la prop
,
. ucop1a. Que
ia

«Utopías trascendencesn, en
punt o de esta to'pica' un
sera, e 1 de la distinción entre
sentido6• "b ucan ·as del po-
,
En el anilisis de Louis Marin, para su tópica, la utopía se opone al mas , b "
ien contr a-uta pías·• y las «utopias
der d"mge . nce de su aplicación, ,
. ,
" .
po der q ue su acra cc1o n, que
concepto como la imaginación al entendimiento, la ficción libre a la
ciencia objetiva. Deleuze propone otra tópica, que ya no tiene los mismos
inmanentes» expresivas de
l a vi da, sm mas
entrever de b «verdadera
_
vida» ��
�usent
la p erspectiv:i que dejan cual la
3 y sin duda allí está los fil osorros
puntos de apoyo, que introduce otro clivaje. Tópica que aparece y es ex­ do auté ntico de la utopia con ,
tensamente expuesta en el capítulo de «geofilosofía» de ¿ Q11é es Infilosofía?
el senti
· hen dido
e, aq �el l a que lrnn apre
(pp. 82-1 1 0) . Tópica que va primero al encuentro de las similitudes, de
filoso fía prete nde vinc ulars
. Allí esta, por as1, decirlo, la utop,ia el' afin idad
de la dialéctica negativa
los puntos de contacto entre utopía y filosofía o concepto, para seilalar del concepto.
con el concepto, l a utopía o, basc. a para
después la línea de separació�. Una demostración en tres momentos: podemos llevarla a su plan
l . Filosofía y utopía tienen en común un mismo movimiento, una .1 .
(·Pero es ella misma concepto, e susc ita este
sun ' ins1 ·d· wsa, qu
es la pregunta
formar una filosofía? Tal
misma operación de «desterri torialización» del pensamiento . Es decir
capítulo de geofilosofía. . · delineada,
Resu mamas . Puntos de acuerdo,
que, con ellas, el pensamiento abandona los «territorios» de los mitos, e¡es de alian . za: l a po l'mea
las
.
costumbres o ciudades, para ocupar la Tierra, el plano de inmanencia l
.,
n con to das fronteras ternto-
rrico rializ ación abso luta en re ac1o
la deste . menos de opos1c1on:
. . •

de la tierra en un «sobrevuelo» absoluto. Esto es, por otra parre, lo que o, s1 no de ruptura, al
riales, sociales, morales. Punt
significa utopía: (<la absoluta desterricorialización». : once �pt .
2. En el mundo moderno y contemporáneo, filosofía y utopía corres­
ía al
la i nadecuación de la utop
Con este tercer punto, a
. na es insuficiente:
l primera toptca deleuzia

aparece l a neces1 dad de un


ponden a la desterritorialización de hecho del capitalismo mundial. La nece sidad de una segunda
· complemento. La
utopía -y Deleuze y Guattari piensan particularmente en las «utopías
tópi ca.
socialistas»- propone a la filosofía su política, «produce la conjunción
de la filosofía con su época ... es con la utopía que la filosofía deviene

¿Qu'est-ce que /11 philosophit?, p. 36, cf. Logiqr.u du sens, p. 147.


1 37

136
Mirada s sobre Deleuze
René Schérer

Historia y devenir ndience de la historia, llevau'ldanmo por ella como


l a utop1a' aparece como depe cción a la nada de esce · .
un ideal y sepulcada en la redu
a
La primera cópica concernía al territorio, la segunda concierne al tiempo. sa excra er argu men cos de la utop ía, al cie "'.P� que se
1
Deleuze se rehú
resiste b historia.; rechazandos
. l'dad que ¡ª man ha arma deb 1l concra
a.
Después de la desterritorializ:ición absoluta del pensamiento, se trata de la urea
una forma de reterritorialización. Reterritorialización sobre el concepto;
l hiscoria que esci hacié incli e, con pretensio. nes �e e�cas;n r�ar coda reali­
est segunda
:ad' y que finalmente debe , fi·1conars
sobre el concepto de aquello que está en cuestión de un lado y del ocro en e anee ella. Leer emo
fil
la confluencia histórica: el tiempo, la historia, el aconteci1nienro. Ahora ia l a � ac1o, n
anrm
.
utop
-
l de la
.
tópica, en este rechazo oso y conc epcua ucible
bien, dice Deleuze, utopía y concepto no se relacionan de la misma manera ce a lo actual ' de u .n :eal irred
con ese estado de cosas. Y la «buena» relación, es decir la relación según m:ís. elevada de un real que nodese laredu
dura ción y el acon tec1m 1enco . Un1c a
la realidad, está del lado del concepto, no de la utopía. e mvenc1'ble' el del devenir,concepto, que pode'.'1os oponer' sin cemor a
Sin duda lo sospechábamos, y estábamos dispuestos a admitirlo, pues­ realidad delimitada por el certezas de la h1stor'.ª·
to que la utopía proclama abiertamente que opera en lo irreal. Pero es equivocarnos, a las frágiles y duración cont�a nempo no desmienten la
. y do­
la solución lo que sorprende y se propone primero como una paradoja
que va a exigir explicación: la utopía está en falca respecco del concepto
Devenir concra historia
utopía su contenido elevadole de significac1on y de val or -poI'meo
el conc epto .
porque se refiere a la historia, mientras que el concepto no depende de méstic� a la vez-, sino que dan asiento en
.
ella. Paradoja, al menos, en el marco de la filosofía deleuziana, que no
admite la intemporalidad de las esencias platónicas, que siendo una filo­ Lo horizontal y lo vertical . sm
sofía de la vida, tiene cambién como horizonte, incluso si ro1na distancia No se situaría correctamente ese capítulo de Oeleuze Ye, �'uat';l, J1ca
rles Péguy y, a cravés de da d que nel. e
ergso
a 1'dea cap1c· al y profun . po, . n o
y se disocia de ellas, las filosofías contemporáneas de la historia. Paradoja la referencia que ilumina a Cha "
El Péguy de Nota sobre Bergroson:no Esperte si
para la utopía, de la cual diríamos que se burla de la historia y que no
se preocupa mucho por los medios que han de ponerse en marcha para o y el futu necen solamente al nem
volverse histórica. ¿No es, por otra parce, uno de los reproches esenciales
presente, el pasad no son solam ence cron o l ' ·
og1co s, que el futuro
que Marx le dirige al «socialismo utópico»? camb"1cn al prop'10 ser· Que presence para mas, tarde, que el pasado no
¿Cómo comprender, en ese caso, el aspecto paradoja! de la siguiente no percenece solamente al· o fucuro, al futuro interior al nem . po... Quc
fórmula: «la utopía no es un buen concepto porque, incluso cuando se pertenece solamente al vic¡fecha, que cambia de ser, que no es sol amente_
no cambia de
.
la creación naturaleza» (p. 23).
· c c1·a de calendario sino difer. encia .1tabledepros opopeya de Clío,. �la musae
opone a la Historia, se refiere a ella y se inserta en ella como un ideal o d11eren
y

como una 1notivación)>? Fónnula a la cual se opone la del carácter 1<00 el Pégu y de la inme nsa e 1111m
histórico» del concepto, que «nace de la historia y vuelve a caer en ella, de la hiscoria ue se ocup a de opon er la posic ivida d chata, �n1 o:mc d
pero no lo es». Lo que interesa al concepto, lo «que es» el concepto, no de'l�s documen tos y de las •insc ripci ones », a la h1ston� de la
la historia er el nempo
es la Historia, es el devenir: «pero el devenir es el concepto mismo... El
devenir sin el cual no se haría nada en la historia, pero que no se confunde mem . .
ona, a la. memoria que es la únic po deI inten·or,hend
a capa z
.
de apre
el · po de la
nem
. nte, el uempo de la vida, el tiem
vivie los hechos,
con ella» (pp. 1 06-107). . po del desarrollo histósurico de
La dificultad se aclara cuando se comprende lo que está en juego, dicho
duración Que opone al uem que lleva mem oria en pro fun d'd' ad ' -�ue
de ocro modo, el problema. Y el problema, el problema filosófico por la duraciÓn. que es la única ad iento . Tiem po de durac1on,
rg 'de su rofundid el aconcecim
�:�ps� ql�� lleva e� sí lo que. la hiscoria no puede compr�'1. dclar nimealdver ti�:
y
excelencia es el de la realidad. La realidad del tiempo frente a la cual la
1 '
camb ien aneo l1a
·
utopía es indiferente, y que la historia crasviste y aplasta en su cronología la juventud, el envcjecim . 1cnto , e entu siasm o,
uniforme. Es en el marco de esce aplasramicnco uniforme del tiempo que profunda que le es inherente
139
138
René Schérer
Miradas sobre Deleuze
En el trasfondo teórico
del estremecimiento utóp
explícito de la utopía com ico, y del rechazo
do, sino que es a la vez del pasado y del futuro, de lo «temporalmente
eterno» (p. 24).
o un concepto malo, y del
toria, hay que leer: «la histo rechazo de la his­
ria es paralela al acontecim
iento, la memoria
236), 0 <da historia no
es central y vertical, sond Una tópica para el tiempo que no consiste solamente, como le sucede a
ea el acontecimiento» (p.
es objetiva ni subjetiva, es , en
la ucronía (que depende de la utopía), en desplazarse en la cronolog1a,
longitudinal. No es pura
o impura, es lateral.
237). Es la historia
Pasa a lo largo, es decir que desplazar la cronología (Ucronía de Charles Renouvier), sino que procede
pasa por el coscado» (p.

.
, 1ca.
'.
de los histor adores la que
en cierto sentido, en un
sentido negativo, es
a una auténtica descoyuntura del tiempo. Lo que Deleuze va a encontrar
utop Esta al costado de la reali en Péguy es un arma contra la historia y la política en el presente. Arma
dad, ignora la naturaleza
cimiento en su profundi del aconte­ de la cual se sirve para despegar la utopía de la historia, enseñando el
dad, conforme al espesor
de la duración que lo
lleva. Desconoce la mem concepto «ahistórico)): lo «temporalmente eterno», a lo cual le asigna el
oria y los ritmos temporale
del �nvejecimiento No com s de la juventud y
. prende lo que puede quer bello término, de resonancias místicas, «lo interna!». Para expresar la no­
e� termmos deJeuz1ano . er decir, esta vez
s, un �<devenir-niño)), un pertenencia del acontecimiento, del devenir y del concepto, que emergen
«devenir-mujer», que
Peguy expresa tan bien con de la duración profunda, al tiempo de la historia
el Querubín de Beaumarc
infin ic� melan �olía de su evoc hais a través de la
ación en la pieza tardía de Sólo que, al hacer esto, en su recuperación de y en Pégu!, en s� con­
(«un cierto Leon de Asto La madre culpable quista de las armas imparables de Clío, l_a musa, abre el Clzo de Peguy a
rga, que fue antaño mi paje
y a quien llamaban
Querubín»)'. La historia una dimensión nueva. Y que ya no admite la profundidad.
rn el de la memoria, Péguy dice: la historia es lateral, la memoria vertical. Esta es la razón por �a
se burla desenfrenadamente
de eso. Sin devenir,
ni el devenir del concepto
.
La historia sólo compren cual la historia ignora la realidad que la memoria conoce. Deleuze desconfia
de la vertical, eje de las trascendencias, incluso si son profundas. Incurva
de el orden de las sucesione
Es, según el modelo de la filoso
tado de las inscripciones. s, el orden ates­

� fía cartesiana
en d espesor de
(< losofía del orden». La fas verticales sobre la horizontal, las hace pasar en la superficie. Transforma
inmersión en la duración,
cnstal, corresponde a la filoso
fía de Bergson, «una filoso
s� el eje profundo en una curva del plano, en geodési:a de una tie:ra. .
fía de la realidad»'. .
En Clio, la excraordina'.ia
p'.osopopeya polifónica a La verticalidad, incluso si es la de una .mmemon, es todav1a la rnd1-
una sola voz, Péguy
pone en Juego, contra la h1sto cación de una jerarquía en el ser, la dirección de un plano de desarrollo.
na, la profundidad del acon
� tecimiento puro.
(p. 200), el del Que­
El e Homero, el de Rem El plano deleuziano, donde el concepto inscribe su contorno, es el del
brandc, el de Beechoven
rubm de Beaumarcha1s, «planificador» de Mil mesetas, un plano de composición, un plano de
el del aria de Malbroug, y
el de la reanudación
de esca última al final de inmanencia9•
Los castigos de Víctor Hugo.
Y con la profundidad del
acontecimiento viene tamb Lo que reemplaza la vertical y la horizontal sobre el plano d� inma­
de la «gracia y la desgracia ién la cuestión
» de la infancia, de la «juve nencia son «las latitudes y las longitudes, las velocidades y las ecce1dades»;
ntud graciosa» y de
la «ca'.encia de gracia que
(p. I 1 O). Cosa que la
hace al hombre común» llamadas singularidades nómadas que, a semejanza de la gracia en Péguy,
h1stona no puede decir ni todavía no se dejan encerrar en ninguna significación objetiva.
comprender.
Con cada reanudación, cada Es cierto que en Péguy está el lenguaje de la línea con «los vientres y
relectura, la profundidad
miento, su espesor en la del aconteci­
duración , se transforma los nodos» del ritmo de la duración, sea individual o la de un pueblo.
en nueva creación· he
aq �í según Péguy, según Dele Línea que puede ser también la del •camino de hierro» de la histoda,
al tiempo de la h1sto .
uze, lector d e Péguy, lo que
na. No pertenece al tiem
ya no perre ece � que se contenta con bordear la cosca sin abrazar los meandros, los A uros,
po del presente del mun
- la vida marinaio.
7 Clio, Paris, Gallimord, ed.
1 932, p. 1 1 O.
Note surM. Bergson el !11philos � Mi/le plattt1ZL'<, pp. 325 y siguicmes.
m11e, ( 1 9 1 4), Paris, N.R. E, 1 935, p. 27.
Cliu, p. 248.
8
ophie bergso11i

140
10

141
Miradas so�re Deleuze
René Schérer
Tarde,
ad filosófica de los amigos, Butler,
Pero si el ciempo del concepco deleuziano, del devenir, no se restringe a los que invita a la grat1 socied
che, a pesar de las aparie ncias, nunca fueron tributarios
a la actualidad de un presente objecivo, tampoco es el de una memoria e incluso Ballan

e�1 la cua uno «Se hunde». Viene en la superficie, se da en los puntos de la historia.
la historia, lo hace porque es terren
o,
s1e';'pre smgulares de los instantes, por así decirlo, arrancados al ciempo. Pues si Ballanche se refiere a
o,
encia apto para manifestar la profundidad del tiemp
Ali'. se encuentr� lo que Deleuze llama, recamando la palabra de la filo­ terreno de experi
o de Ballan che es, como el de Péguy, una du­
sofia de los estoicos, y haciéndola sufrir una idéntica conversión hacia la su «internidad». El tiemp
los
vivientes que conoc en, al igual que
supe rficie, el aiÓI''• temporalidad de un eterno, ecernidad de un temporal. ración de los pueblos, grandes
ia).
muerte y el renacimiento (palingenes
..
A10n que corresponde entonces a la duración convertida en la línea de individuos, el crecimiento, la el
al interior de un cristianismo místico,
los acomecimientos, de los devenires, de los conceptos, de los devenires Para él que, como Péguy, piensa
no sed nunca un objeto para la historia; es interna!:
inmóviles (como hay, en Deleuze, viaje inmóvil) de Mil mesetas. Lo tem­ acontecimiento Jesús
o
sólo puede haber la aparición del mism
poral �1ence ecerno de la filosofía arrancado al tiempo de la huida como al «no puede haber interrupción,
que nunca deja de ser un hecho accual », escribe en La ci"dadde las
de la mealización utópica. ¡Sí! Es la realidad misma en su «consiscencia» ' hecho
una psicología cosmogónica>>.
expiaciones. Y: «La psicología cristiana es
b
en su «insistencia». Lo interna! laicizado 1 1 •
ón es a vez espontáneo y sucesivo , puesto
Por eso «el acto de la creaci
que es eterno))12•
maner a para la historia por venir,
Emergencia del concepto Aunq ue Ballanche habla de cierta
nismo social prolet ario, su tiempo de la utopía es cercano
la de un cristia
Con Deleuze, todo Clío, todo Péguy, asciende a la superficie. La pro­ didad de memoria o Aión: «una
somo s todos una sola criatura y que
de Butler , profun
fundidad de la memoria, lo interna! místico, se convierten en el plano, al de la célula viviente

en configt'.rac1on !
. de plano, dicho de otro vez que hemos comprendido que
modo, en concepro. te
millones de años» ... «todo ser vivien
En el mismo mov1m1ento, gracias a la misma conversión -conservemos cada uno de nosotros tiene varios
fase actual de cualqu ier identidad pasada incluida en
el equívoco- el tiempo impuro de la utopía, su complicidad con la histo­ forma parte de la
na en el presente, pasan al concepto . Lo que la utopía ha de buscar y de su cadena ancescral» 13•
ar de este tiempo, es no detenerse en
decir, lo que ha de enseñar, no es el porvenir de la historia, son devenires. La naturaleza, la propiedad singul
tizarse con él, no inmovilizarse en él, sino excederlo
Po� eso los mejores utopistas, aquellos a los que Deleuze les otorga el el presente, no hipno
.
mteres infinitamente.
del concepto, no son quizás -nueva paradoja, nuevo giro parado­
acompañ:índolo con lo que Deleuze,
.
pl de su topica- los que creyeron proveer a la historia con modelos: las Completarlo y profundizarlo,
n, llama los «virtu ales», que han de considerarse también, en
utopías polícicas socialistas. Con excepción de Fourier, pero justamente con Bergso
«posi bles».
dowgía y sociología que «en el fondo
el nomb re de
porque esta, muy poco acoplado a la historia, a la historia política, e in­ estos autores, bajo
. Y es Tarde quien escribe en Mona
o posible»14; o, en un poema
clmado hacia otra cosa, los deseos, los flujos cósmicos del deseo. Porque de juventud,
esas a�alogías que van de un extremo al otro de la nacuraleza, que unen de cada cosa, está todo lo real
ente, más utópic ament e: «Que esa masa es elevada y numerosa
los remos, no son otra cosa que devenires. Los utopistas a los que se más líricam

refiere Deleuze, aquellos con los que pretende hacer sociedad, aquellos

�fiado este calificativo, esta glosa, para liberarlo del concexco en el que aparece en PUL. 1981. p. 100-10 6.
La tapmtne y p. 141.
" La vilkdes expiatiom, Lyon,
11

. dr Notre Dame:
rrod. Valéry Larbaud, Paris NFR, 1922, p. 192
" La Vit et l'habitude,
Momtdologie et sociologie, fuais et miúmges sociolog
«Somos esa lglcsia y ese haz ligado, iques, Lyon-Paris, A. Storck,

! 895. p. 338.
Para el Aión, ver particularmeme la serie 23 de logique du sens, p. I 90.
Somos esa raza imernal y profunda». 1�

1 43
142
René Schérer Miradas sobre Deleuze

toda reflexión posible, en los


y profunda/que colma el infinito de perfiles invisibles/Qué otro mundo se disuelven sin apagarse, pero ya lejos de
que el de los rechazados del mundo»". deseos de los más oscuro s instint os»1s.
vagos . ,

el pasaje al l1m1te, donde


, .

Estos utopistas tienen un punto en común. Se encuentran al nivel ·Ya pertenece esto al concepto? ¿Es posible
la cual se
de la insuficiencia del ser actual, en su limitación temporal y sustancial: :
se itúa en el concepto, cuál es su lugar, cuál es la tópica por
a, de la metáfora?
Ballanche, cuya metaflsica, resumida por el hierofunte del santuario de distinguirá del sueño, de la simple analogí
las iniciaciones, opone a las sustancias perecederas la simplicidad de las
esencias. Esencias más Jeibnizianas que platónicas; dicho de otro modo:
posibles que prevalecen sobre los existentes. Un plano de naturaleza
trataba del tiempo -¿pe�o
Tarde, que toma la vía del análisis infinitesimal y de la monadología, La respuesta deleuziana, como cuando se
llevándola hasta el punto en el cual ya no importan las cualidades sus­ problei na?- es la conversión en superficie
no es exactamente el mismo
cción de un plano de
tanciales, cuerpo o alnla, sino las asociaciones de los infinitesimales, sus de la sorda profundidad inaccesible. La constru
«plano de naturaleza». No
agenciamientos, que conciernen tanto a las sociedades humanas, como a consistencia que puede ser llamado esta vez .
perso111ficada, un poder
inscripción Y de
los vivientes, a las células, e incluso a lo inorgánico. Tarde, que compone porque se trate de otorgarle a esca úlrima, entidad
el universo a partir de la «avidez,, de las mónadas dotadas de creencia y Natural eza es la superfic ie de
subterráneo, sino porque
su pasaje de una a orra, su
de deseo16• expresió n de las cosas, de su inestabilidad,
Y Buder, que de igual modo pone en la célula el deseo y la memoria, entre-expresión, su devenir.
que arrastra todo cuando
que le otorga al trigo «la fe» para crecer". El Buder que comprendió que El plano, hubiera dicho Barthes, es el mantel
del mismo modo puede ser
el hombre se prolongaba en las máquinas y que en Erewhon, expresando se tira de él". El mantel del mundo, que
el temor de verlas autónomas, no dudó en llamarlas vivientes. alma.
llamado, que es en efecto también, su
Hemos dicho que lo que desbordaba en ellos a la simple razón, la razón Hay una manera toralmente deleuziana
.
-parodiemos el pasa¡e e El �
nte budena na» 2 - de
cartesiana, era el rechazo de la separación de las sustancias, el pasaje al «maner a totalme
Anti-Edipo en el cual se habla de una
los problem as insol � bles,
límite. En este sentido, en el fondo de la inspiración utópica moderna y tratar a las cosas, de llevar al plano. Allí donde
contemporánea, está la reacción anti-cartesiana operada por Leibniz y, les por falsos, de la metafís ica, de la dialéctica y de la utop1a sm
insolub
formulación: problema falso de
alma y el cuerpo, la marena Y
de este lado y del otro, la rcviviscencia de ese pensamiento cósmico que
concepto, se disuelven entrando en otra
conduce de Plotino a Schelling. De allí la popularidad de una inspiración el
Ja oposición y de la vinculación entre
monadológica en aquellos que han soñado utópicamente; cuyo mejor
intérprete, aparre de Tarde y de Buder, es quizás E Ravaisson: «hasta en
el espíritu . .,
impersonal, de la expres1on
Plano sin sujeto, a-subjetivo, pre-personal, .
dada, única realidad. Que no
la vida confusa y múltiple del zoófito, hasta en las plantas, hasta en el pura, del dato puro. Realidad, puesto que
propio cristal, podemos seguir, bajo esta luz (el hábito como «diferen­ . de las causas corporal e_s, de los
podemos decir que «exista» en el senndo
cuerpos-objetos. Pero que es, de todos modos,
cial infinitesimal o fluxión dinámica de la voluntad en la naturaleza») «insistente)), (<consistente».
los últimos rayos del pensamiento y de la actividad que se dispersan y aparece n y se mueven los concep tos, donde se resuel­
Es el plano donde
, los falsos problemas del deseo
ven, de una manera distinta a la utópica

Baruzi, Paris, F. Alean, 1927, p. 59.


15 Jcan Mile[, Gabriel Tnrde et Inphilosophie de l'histoire, Paris, Vrin, 1 970, p. 393. Félix R.avaisson, De l'habitude, imr. De J.
Tarde, /oc. dt. , 337. Sadt, Fo11rirr, Seuil, 197 1 , p. 100.
u1

Paris,

Diffirena et répétition, p.
" R. Barthcs, Loyola,

L'Anti·<Edipe, p. 338.
1�

17 Cirado en 102. 20

144 145
René Schérer Miradas sobre Deleuze

y del alma de las cosas, el plano del Aion, todo en superficie, ese plano Por un lado est:ín lo sueños utópicos insolubles si no es por la irrupción
por el
que tiene la consistencia musical de «lo incorporal». violenta de una armonía preestablecida entre cuerpos y almas, o
Lo incorporal, heredado de los estoicos, consistencia del aconteci­ salto brusco de una dialéctica que transform a la naturaleza en espíritu.

.
miento, del concepto del devenir, es lo que permite en Deleuze erigir la Vieja tópica de la metafísica. .
primera y última tópica, la de una teoría no sustancialista del ser y de las Por otro lado, está el plano del concepto que recibe toda la realidad,
cuyos
multiplicidades que lo componen. Tópica para el acontecimiento, para su pero con un clivaje nuevo en la relación causal con otra tópica
ejes son la discinción en ere lo «molan) y lo ((molecular)), y en�re el
expresión conceptual y para los devenires que se organizan sobre el plano orden
de
de Naturaleza -pero que, dice Mil mesetas, no est:í especialmente ligado corporal de las causas y el incorporal de los efectos, las «cuasi-causas»
a ((la Naturaleza», incluyendo también el artificio, y que encuentra su superficie, lugar de los acontecimientos. . .
primera y mejor ilustración en el plano musical21, «plano de inmanencia Es el nuevo clivaje estoico al cual se abre Lógica del senhdo y al cual
y de univocidad». siempre hay que volver con Deleuze, con la manera deleuziana de hacer
filo­
Se traca aquí de una de esas «nuevas distribuciones que el genio de recortes. Pues, escribe Deleuze, se trata allí de «un trastorno de la
estado
una filosofía le impone a los seres y a los conceptos)), como se escribe en sofía» que, con lo incorporal, acontecimiento y lenguaje a b vez'.
que
Lógica del sentido a propósito de la filosofia estoica. de cosas y su expresión, ya no identifica el Ser con la sustancia, smo
, p�ro
Y esa manera totalmente buderiana de comprender cómo el hombre incluye, hace entrar en él un «extra-ser». Una «entidad no existente»
smo
se hace máquina y cómo la máquina desea, manera de dispersar la uni­ que sin embargo ((insiste»: «el término superior no es entonces Ser,
s y l,"s
dad estructural de la m:íquina y la unidad orgánica del individuo (El algo aliquid, en tanto que subsume el ser y el no-se�, las existencia .
Anti-Edipo) haciendo entrar el deseo en la máquina y la máquina en el insistencias». Lugar de pensamiento donde se revelara «la mayor mvemon
ncia a
deseo -esa manera sería, en el cuadro del pensamiento causalisca, el de del platonismo, una inversión radical» que transporta la idea-susta
las causas eficientes, una imposibilidad, una utopía-; la superficie de las cosas".
. . no
- esa manera totalmente tardeana, totalmente leibniziana ta1nbién, Pero la superficie no es enemiga de la profundidad. La sup.erfic1e
de llenar en la mónada «el abismo separativo del movimiento y de la es lo inexistente en el sentido de la ilusión o de la nada. Lo cierto es lo
te
conciencia, del objeto y el sujeto, de la mecánica y de la lógica, de la contrario: la profundidad como pura ilusión, utopía irrealisca trascenden
naturaleza y de la sociedad» (Monadología y sociología), manera de «pul­ de la filosofía platónica; la profundidad o altura invertida. Y la superficie,
Y de
verizar el mundo y espiritualizar el polvo» (Elpliegue) ; piel del mundo, materia y espíritu a la vez, lugar de las inscripci � nes
ser
- esa manera totalmente ravaissoniana, totalmente schellingiana de las expresiones, verdadero lugar del lenguaje y del cuerpo, pasaJe del
cuya
hacer pensar al cristal; al acontecimiento, plano de naturaleza de los devenires «reales», y
- esas utopías, esas imposibilidades respecto de las causas eficientes definición paradójica ya hemos señalado.
al
del mundo físico objetivo, pero requisitos a los ojos del alma, devienen Ese plano de naturaleza es también, en efecto, el de la realidad,
no en
la manera totalmente deleuziana de hacer entrar, de hacer ascender al mismo tiempo que el del concepto. Es el del ser en tanto que voz y
se le
plano, de hacer ascender a la superficie, donde no hay más que líneas, tanto que sustancia ni idea. Una vez más, es en Lógica del sentido que
pliegues, dispersiones o contracciones en las cuales se expresan las fuerzas fórmula más perfecta. Ella esquiva los falsos problemas de
encontrará la
para
de las profundidades. una filosofia «utópica» en el sentido de ilusoria, y ofrece el terreno
la
una conceptualización eficaz para las utopías con las cuales se junta
2 1 Mil/eplauaux, p. 326. Plano musica.I porque, como la música, pone en comunicaci6n
filosofía en unívoco
los semidos con el alma, porque no contiene más que modulaciones e in tensidades, que
su búsqueda inventiva, su «barrido» creador: «el ser

pasan consta.mcrnence del afuera al adcmro y del interior al exterior, porque sólo conoce
estados de vnriación continun de la materia y de las formas. i:: Logique du srm: 2Cme série d� para<loxc, des cffcts de surface, P· 1 4- 1 5.
147
René Schérer Miradas sobre Oeleuze

insiste en el lenguaje y sobreviene a las cosas; regula la relación interior


Por eso hoy no se puede tratar el retorno, por no decir la plétora, la
del lenguaje con la relación exterior del ser. Ni activo, ni pasivo, el ser indigestión de ontología en el lenguaje y el pensamiento filosóficos, sin
unívoco es neutro. Él mismo es extra-ser, es decir, ese mínimo de ser
cierta sorpresa, una sorpresa escéptica o divertida.
común a lo real, a-Jo posible y a lo imposible»". ¿Qué decir? ¿Qué destino :isignarle a la fórmula deleuziana que con­
A los fines de la conjunción entre filosofla y utopía, no se puede ex­
funde filosofía y ontología, si no es el de la intención de no abandona r el
presar mejor: en el plano, en lugar del Ser o del concepto, lo neutro, lo
campo filosófico a los «Ontólogos» u ontologistas? La ontología, máquina
posible y lo imposible. de guerra, arma que ha de volverse en contra de aquellos que la fabricaro1: ·
Y hay que agregar: ese «mínimo» cuya punta, agudeza de ingenio'',
Y se volvió muy pronto, desde el principio, desde esa primera conferencia
misteriosa «ponderación» del arte barroco, del ser y del sentido, ya hemos deleuziana, casi inaugural, sobre «el método de dramatización», donde a
encon tracio . la pregunta «¿qué?», para descubrir la esencia o la Idea, se le oponen «las
preguntas del tipo: ¿quién?¿cuánto?¿cómo?¿dónde?¿cuándo?>>'6, es decir, .dos
mecanismos espacio-temporales» para la diferenciación, la especificación
Otro modo que ser: hacia una echo-logía
de los conceptos. O, en otros términos, de los devenires. Proposición de
«La filosoffa se confunde con la ontología», escribe Deleuze . Pero puede una nueva tópica del ser, de una búsqueda y de una repartición diferente
ser que así sea porque no se ha encontrado hasta el momento nada mejor de los lugares.
que la ontología para significar el concepto . ¿Dónde está el ser, el ser del devenir, el ser de lo viviente, el ser del
Sin embargo, ¿connota el «ser» todas las implicaciones del aconteci­ plano? ¿Cómo se forma, cómo (<crece)) en su ((concresencia)127, si no es
miento y del devenir? ¿Expresa la complejidad y la riqueza de sus pliegues? porque siempre esd. no en sí mismo, abstracción pura, sino en relación?
El término ontología ha estado siempre bajo sospecha en las filosofías de Christiane Ftémont ha escrito un bello libro sobre Leibniz, sobre el
la experiencia, desde Kant a la fenomenología husserliana. Para Husserl vínculo sustancial entre n1ónadas, entre cuerpo y alma, «vinculum substan­
no hay ontología fundamental -solo que Heidegger volvió a rescatar el tiafe,,, intitulado Elsery la relación, libro cuya «luz verdadera» ha celebrado
término de los infolios de la antigua escolástica, para otorgarle la popu­ en su prefacio Michel Serres28• No hay, en principio, ser de las sustancias
laridad que conocemos. Pero ya en él se presenta con la tachadura del separadas, unidas después por un vínculo; el vínculo es lo simultáneo, el
Ser, con la escritura que finalmente adopta, de «el Ser barrado: �. lo vínculo es primero. El ser es por la relación, el ser es relación.
cual expresará claramente Jean Wahl en su sútil escrito Hacia elfin de la Pero hay que abandonar también el sustrato sustancial del Ser que le
ontología". impide alterarse: el ser es devenir, el ser es acontecimiento y sólo es en
el acontecimiento; evcntum tan,tum , nada más que acontecimiento, dirá
Deleuze, retomando la fórmula de Avicena".
23 Jbid. , 25Cme série de l'univocité, p. 2 1 1 . Avancemos. Habrá que abandonar a su esterilidad una filosofía del ser,
2� Cascclbno e n el original lNor:i del traductor]. del ser puro privado de relación.
Jean \Vahl, Vers la/in de l'omologie, Paris, SEDES, 1957: «El ser está, según d propio
26 «La méthode de dramatisariom1, Builetin dt ú1 sociitéfranraiu dt philosophie, 28 de
Heidegger, disperso, diseminado en el ente múlciple. Así, no sorprende que no podamos,
2,

según él, recapturar este ser. Sólo vemos los emes, y la propia pab.bra eme ya se nos aparece enero de 1967.
como bastante vacía y bastante vaga•. Y mencionando el comentario que hace Heidegger
Philosophie. nº 29, Paris, 1996.
•Une philosophie du concret», P1ipiers
del ',S6:( barrado de Zur Seim.frage-. «Esa cruz que barra la palabra, en principio no hace
27 Palabra que romo prestada de J. Clet Manin,
du collCgc intcrnational de
más que protegernos del hábico CJ.Si inexcirpable de represencarnos el ser como un cara a L'hre et la relation, Vrin, 1981.
cara... », \'V'ahl añade: «Esa cru7. marca algo mi� esendaJ: d fin de la ontología, consuma<ln,
Cfr. el artículo fundamental de Ahmcd Alami, .: Deleuzc c e Avicenne», Chim(res 110
211

31, verano de l 997, p. 73, sobre la neutralidad de la esencia; animal tafltum.


Z'>
por otra parte, a partir de Nieczsche• (p. 257).

149
René Schérer Miradas sobre Oeleuze

Y nuevamente, de cierta manera, a la manera tardeana, lo que nos guía cialista heideggeriano. Se encuentra entonces del lado del ser, mientras
es la utopía. Tarde, en su magnífico texto de Monadología y sociología, que «pertenencia» tira ostensiblemente hacia el lado del tener.
pobl do de hipótesis que llegan a lo imposible, a la extravagancia del Pero el alem:ínEigen, es también una parte del Eigner, el singular puro
utopismo, exceswas a los ojos de la filosofía erudita y clásica -«seamos El único y su propiedad (Der

que Stirner pone en el centro radiante de
excesivos, a riesgo de pasar por extravagantes» (p. 347)-; Tarde, cuando Einzige 1md sein Eigentum) que, contrariamente a la polémica tenden­
aborda la descripción de las sociedades de mónadas, de las mónadas cuyo ciosa que suscita Marx en torno de ese término, poco tiene que ver con
. la propiedad privada burguesa y connota, al contrario, la singularidad
ser deviene su ensamblaje, su implicación mutua o, en otras palabras, su
«posesión recíproca». Las mónadas en relación de las que Leibniz dice absoluta del anarquista. Una singularidad que -Stirner lo señala, y se
que se entre-expresan, y de las que puede decirse también que se entre­ ha insistido en eso después- implica la relación, comprende a todos los
poseen, a condición de no entender por eso una posesión celosa, avara, «otros» que forman parte integrante del orbe, de la esfera de lo singular,
ni una dominación de algunas por otras, sino una perfecta reciprocidad de lo que le es propio. Del mismo modo, la pasión «tmidismo», que en el
de posesión. Entender la relación que corre de una a otra, que introduce utopista Fourier une al individuo con los otros -pues el individuo «no es
en el corazón de toda cosa todas las otras cosas posibles. Como el devenir el ser integral»-, sustituye al egoísmo en el falso centro del yo civilizado,
deleuziano, la relación recíproca de Tarde señala el lugar de un «entre», por ca-pertenencia, por composición: «el unidismo pertenece al egoísmo
de lo que pasa entre dos o varios. compuesto»31•

En Elpliegue encontraremos la relación de posesión recíproca, a pro­ Relación de pertenencia asimilada a la plena consistencia concreta

pósit de Leibniz y de las mónadas que se entre-expresan, y a propósito de lo propio, a la relación de lo propio con otros, con el mundo, que

también de Husserl. Del Husserl monadológico de las Meditaciones lo define en su singularidad. Relación de consistencia que hace existir

cartesianas, que piensa la mónada del cogito, su esfera «reducida» en a cada uno, cada uno en su singularidad, esencialmente con los otros.

su plenitud concreta, es decir con todos sus correlatos intencionales 0 Única relación capaz --<!sta vez es Tarde el que escribe (Monadologie, p.
«noemáticos», en otros términos, los sentidos o acontecimientos que 371)- de «multiplicar el ser». Relación que llena, o mis bien que evita,
le sobrevienen, que sin ser componentes de ella, le pertenecen. Que le «la abstracción hueca» del ser, con sus derivados: el no-ser o un simple
pertenecen, que le son propios. Que son míos sin ser de mí. Esfera «de Devenir igualmente hueco, compuesto de la mezcla de ambos, no-ser y
las actualidades y potencialidades de la corriente de la conciencia•>, esfera ser, a la manera hegeliana.
Hay que ir más lejos, sustituyendo siempre la palabra ser por la relación,
el entre de la relación que se expresa en las propiedades de la mónada, en
de «pertenencias», escribe Husserl en el parágrafo 46 de las Meditaciones

cada cosa dotada de «avidez»: el "Yº creo», el «yo deseo». ¿Qué relación
cartesianas. A propósito de esto es que Deleuze hace referencia' en El
· pliegue, a Tarde y a su concepción de la posesión'°.
Pertenencia. A decir verdad, el término sólo está en la traducción de expresan, si no la de «el tener»? Hay un cogito tardeano. No «yo pienso,

Emmanuel Levinas. El alemán Eigenheitlichkeit, que traduce, remitiría luego soy», sino «yo deseo, yo creo, luego tengo». El cogito de una «fi­
más bie , en función de Eigen, a la familia semántica de lo «propio», de losofía del tener».

Y encontramos allí también un Eigentlichkeit, que


?
.
lo especifico o smgular. Logremos dominar el prejuicio que nos hace identificar el tener con
corresponde de manera general a «la autenticidad» del lenguaje existen- el egoísmo de la propiedad privada burguesa. Si uno no se deja influir
por las páginas sublimes pero engañosas de K. Marx sobre la oposición
al tener del ser humano desalienado y volcado finalmente al disfrute de
" ú pli, p. 147. Y Edmund Husserl, Carwianisch, M•ditation.n, Haag. M. Nijhoff,
11 Para CS[3 com aración de Stirner con Fourier, y ara d sentido de lo •propio» en
•duktt_on iÚr transuniÚntalm Erfahrung aufd;, Eigmh•itssphiirt:, § 46, D;, p p
_ chkr11 a/¡ du
Sphare. . . Emmanuel Levinas, Miditations cartisirnnes, Paris, Vrin, Scirncr, v. Bernd Kast, Die 7hematik des 11Eig11ers» in der Philmophie Max Stirmrs, Bonn,
1963, § 44, R

Bouvier Verlag, 1979.


E1gmheitlt
1947: § 44: Réduction de l'experience cranscendentale a la sphtre d' appartrnancr, § 46.

150 151
René Schérer Miradas sobre Oe1euze

�u Jiaturaleza específica; entonces, ¿no es esa Naturaleza plena, ese vaivén. --<> a releer, peto leyen
do mejor- a los
Nos enseña, nos invita a leer
e a natur aleza al hombre, del individuo a la sociedad ' ese devenir-
de
s, olvid ados : Butle r, Tard e, Ballanche, sin hablar
utopistas descuidado
otro ' el se nt"Ido mismo
· . iéndo les su lectu ra. Hace eclosionar fra­
añad
de ¡a entre-posesión tardeana1 de los devemres Fourier. Nos invita a hacerlo, una sombrilla
s -abramos Clío-- «como
deleuzianos?32 ses, imágenes, fórmulas sepultada lar>>, 11como
«Lo qúe yo llamaría, para darle un nombre que todavía no existe ' Filo- ón de un vara» , «com o un punto raro, único, singu
sofía del tener», escribe Tarde (p ·372) · Vna fil osona
la terminaci adas, el
, «de otro modo que
, y coro naria ». De Tard e, la avidez de las món
una gracia particular
� , ·
er>, ¿·Ir� Levinas para expresar la evidente insuficiencia de la ontología «todo parte de lo infin itesim
al, y todo recom a a él», la sociedad presente
de la utopía
solamente visiones del orden
e ; ser, ¡igada al su¡eco y a la persona. en el universo entero. Pero no junto con
ente, arrastrada
ién consecuentem
¿Por qué no poner también la filosofía deleuziana del plano de Natu­ del conocimiento, sino tamb
o: «el libre vuelo del espíritu disidente vale
raleza, de lo abierto, abierto a la relación y a los devenires • baJ· o el signo
. el mantel, una sente ncia com
del otro 111 odo �ue ser, o de¡ tenec, y sustituir la ontología desfalleciente por sí mismo mis que todo>» bre debe
echolog1a?'.'· Que se ubica, tópicamente y sin involucrar un mal uinas que desean, sino «el hom
por una De Butler, no solamente las m:íq de toda
.
Juego de palabras, ¡unto a las «Tres ecologías» ' a l a «ecosofía " guattanana. m:íq uinas », la agud eza de los dardos de El camino
su alma a las
b. eeho ]ogia tmp tea lia, de l a cruel dad parer nal de los eclesiásticos
· ¡
' · ¡ a ab ertura del ser que se incrementa y aumenta came en contra de la fami
� solicitud ma<ernal que teme
ante codo que
en potenc1 a, la sobreabundancia de los místicos, la generosidad del don ' anglicanos, en contra de «la la fórmula de
_ _ perso nales »;
s y sentimientos
la hospitalidad infinita del libro. el niño llegue a tener deseo
u reciprocidad de una lectura que da y que recibe· '· No es e¡ seno do
ente
.
«la verd adera ment e mad ura y la que verdaderam
un devenir-joven:
sólo ella posee una memoria
de �na v1·da adqumr· · el legado de otra y darle una vida nueva: palinge- tiene experiencia es la bella juven tud, porq ue
nesia de l a obra? viva que le sirve de guía». ier, expresiones
que encuentran, con Four
Ballanche y su palingenesia, un
nosotros cosas que en el presente duermen y que
comunes: «hay en
os ya los órganos que hará n de la oruga
día deben despertarse. ¿No tenem
Interna!

E� Clío se descubren cosas muy bellas sobre la lectura «Operación rastrera una brillance mariposa?),, ritario para el
: irremediablemente mino
comun de lo que lee y lo leído, de la obra y del lector, d l libro y del O su evocación de ese pueblo
cual dirig e su filoso fía y su política: «d esclavo,
lector, del autor y del lector»''. cual escribe Deleuze, al
, el artesano cuyo
'. esino a merced de su señor
Del m smo modo que Deleuze nos enseña a vivir, nos enseña a leer. el siervo de la gleba, el camp
_ estricta, la m:ís indis pens able subsistencia,
Nos ensena en pamcular .,
a leer autores en los que no h u b1eramos pensa- salario se calculaba para la más ne
tario» . Linaj e cierta ment e cristiano, pero que devie
d o, pensa dores a los que no hubiéramos considerado como pensadores el indigente, el prole

co1 0 filósofos . Fascinados como estamos, inmovilizados como estam !s para el siglo venidero el del homb re sin nomb re.
que anuncia aquella a la cual
¿Qué es la
en as grandes salas superpobladas de la ontología, y sin que se nos ocurra Que deviene raza utópica, arte o la
_ _ epto: «Pue s la raza llamada por el
mirar en los nncones o afuera. Sobre todo afuera. filosofía' abre el plano del conc
a prop ósito de Heidegger,
nde pura -se lee
filosofía no es la que se prete sino la raza
fundamental», y contra él-
J2 K. Marx. Économie politique et philosophie (manuscrir de 1 844).
el filósofo de una «ontología ediab lemente
anirquica, nómada, irrem
JJ El neologismo es de Jcan M'I
t er, en su tests de rcfercnci:i: G. Tarde et In philosophit
oprim ida, bastarda, inferior,
menor» (p . 105).
.

de l'histQire V . l::i��1;�r�68, n.2, término forjado sustituyendo el cnre. el 011 del ser,
; (;;:�)
por el echoz Raza «internal», que Péguy
situaba bajo el signo de la
gracia, con l a
un Querubín
" Clio, p. 20.
ncólica de la mem oria de
nostalgia, con la utopía mela

152 1 53
René Schérer

desvanecido para siempre. Y Deleuze bajo los signos de un devenir-niño,


de un devenir-joven, una manera de escapar al encierro, a la degradación
de una madurez satisfecha, de un devenir-hombre: «la vergüenza de ser
un hombre, ¿hay una mejor razón para escribir?""·
Esa escritura no volved., con Deleuze, hacia el recuerdo arra.ncado
a la profundidad de la memoria. Liberada de la parte de nostalgia que
mancha a toda utopía, aborreciendo los mañanas adultos, pone la obra a
resguardo de la muerte y del olvido: «No es el niño el que deviene adulto,
es el devenir-niño lo que produce la juventud univers:i.1»36•
¿La utopía de Deleuze? Es la creencia en lo real: la fe en una vida reno­
vada sin cesar, en la potencia de su exterioridad pura, de su advenimiento
siempre singular. Una vida infin itamente preciosa e irremplazable porque
carece de razón, de otra causa que ella misma. La vida es «idiota» y vale
más all:í de todo saber. Antes que nada, hay que creer.
La utopía: nada m:ís que lo real, un real incólume, pero que hay que
hacer existir, que hay que crear.
Esta fe evidentemente no es religiosa. Pero antes que racional, habr:í
que llamarla herética, como la de Pasolini. Justamente a propósito de
él, del cineasta, de su manera de desenvolver los problemas de lo real
y de la vida, es que Deleuze inventa sus fórmulas m:ís bellas: «tenemos
necesidad de una ética y de una fe, lo cual hace reír a los idiotas. No es
una necesidad de creer en otra cosa, sino una necesidad de creer en este
mundo, del que los idiotas forman parte»37•

3-; Critique et cliniqtu, p. 11.


,. Mil/e plaua11x, p. 339.

37 Cinbmt 2, L'image-ttmps, Paris, Minuic, 1985, p . 22 5 .

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